Conflicto de lealtades Especialmente en los casos de separación sentimental conflictiva, cuando no existe consenso entre los progenitores, los niños pueden quedar en una posición intermedia (“triangulación”) en la disputa interparental (Kerig, 1995), siendo presionados, tanto por la situación como por uno o ambos adultos implicados, a tomar partido por una de las facciones en que se ha dividido la unidad familiar. Kihlbom (1998, citado en Bernet et al., 2010) señala que, cuando esto sucede, la exigencia de lealtad de un progenitor puede ser tan absoluta que incluya la forma de valorar al otro esperando deslealtad hacia el otro progenitor por parte del menor (Boszormenyi-Nagy y Spark, 1973; Tejedor, 2012). El concepto de triangulación, definido por Bowen (1978), explica además cómo el conflicto entre un progenitor y el niño, manifestado en el rechazo, puede tener la doble funcionalidad de enmascarar y de servir como fuente de mutuas acusaciones en el conflicto existente entre los progenitores (Bolaños, 2002; Bowen, 1989). Linares (1996, p. 25) presenta la triangulación manipulatoria como “el resultado de una relación simétrica poco compensada que deriva en un sistema de doble parentalidad”. Este concepto se relaciona con el de “cisma marital” propuesto por Lidzet al. (1971) donde a consecuencia de un constante desprestigio mutuo de los progenitores frente a los hijos, se produce una escalada asimétrica que deriva, finalmente, en el establecimiento de dos bandos familiares. En esta situación, los niños sienten angustia y desconcierto por los mensajes contradictorios que reciben y participan activamente en la dinámica para resolverlo. Los mensajes opuestos que son enviados a los hijos, en relación al contacto con el otro progenitor, generan en ellos miedo a la pérdida del afecto y resultan doble-vinculantes, encontrándose semejanzas con el doble-vínculo expuesto por Bateson et al. (1971) y que hace referencia a la estructuración de los mensajes en las familias de esquizofrénicos. Sin embargo, la mayoría de los niños quieren mantener relación con ambos progenitores (Hartnup, 1996), por lo que cuando se les demanda fidelidad, adaptan su comportamiento y verbalizaciones a lo que esperan que agradará al progenitor con el que están interactuando, incluyendo sus opiniones sobre el otro y el tiempo pasado con él o ella, con el deseo o motivación interna de no contrariarlo (De la Torre, 2005; Tejedor, 2012). En caso de no posicionarse, se sienten aislados y desleales hacia ambos, pero si reaccionan acercándose a uno de sus progenitores, en busca de protección ante el conflicto entre ellos, sienten que traicionan al otro (Bolaños, 2002). La resolución de este conflicto de lealtades puede dar lugar a un rechazo parentofilial en el hijo, quien se ha visto situado en esta posición intermedia por la gestión inadecuada de ambos progenitores del proceso de ruptura sentimental. Muñoz-Vicente (2010) denomina a este fenómeno “Síndrome de Alienación Familiar” (SAF), formulando el constructo desde una orientación forense, centrada en el análisis descriptivo y funcional. En el SAF, el origen del rechazo se encuentra en conductas y actitudes en ambas figuras parentales conducentes a debilitar la relación del hijo con el otro progenitor detectadas en la gestión disfuncional de la separación (Muñoz-Vicente, 2010). Las reacciones de hostilidad en el menor a los cambios drásticos en su vida que supone la ruptura familiar, el rechazo del contacto con uno de sus progenitores y el conflicto de lealtades que puede surgir en los niños ante las discrepancias observadas entre sus progenitores, son fenómenos asociados frecuentemente al divorcio, pero que no conllevan una campaña de denigración persistente del progenitor rechazado, diferenciándose de la AP en su intensidad, perseverancia, origen y cualidades. Ref. Tesis doctoral: “Las interferencias parentales y la alienación parental en el contexto jurídico español: revisión de sentencias judiciales en materia de guarda y custodia”. Autor: Ignacio González Sarrió. Universidad de Valencia. 2017.