LA CAPACIDAD DE INHIBIR Y CONTROLAR EMOCIONES COMO BASE DEL DESARROLLO MADURATIVO DEL NIÑO. La inhibición de la acción es la base para la organización de la conducta (Maccoby, 1980). El desarrollo de la habilidad para inhibir y controlar el afecto, es uno de los aspectos más importantes en el desarrollo del niño. La habilidad para regular la experiencia y expresión de las emociones es crucial. Su ausencia conduce al trastorno de la conducta, en especial de la conducta prosocial. Por otro lado, las emociones intensas reorganizan y redirigen la conducta. La incapacidad para regular la activación emocional también interfiere en el desarrollo y mantenimiento del sentido del yo. Generalmente el propio sentido del yo se forma mediante las observaciones de las reacciones de uno mismo y de los demás ante las propias acciones. Los prerrequisitos del desarrollo de la identidad son la consistencia emocional y predictibilidad, a lo largo del tiempo y en situaciones similares. La labilidad emocional conduce a una impredictibilidad conductual y a una inconsistencia cognitiva que interfiere en el desarrollo de la propia identidad. Unas relaciones interpersonales efectivas dependen del establecimiento de un sentido estable del yo y de una capacidad para la espontaneidad en la expresión emocional. Las relaciones, para ser exitosas, también requieren de la apropiada capacidad de autorregulación de las emociones y de la tolerancia de algunos estímulos emocionales dolorosos. Las dificultades para regular las emociones interfiere en un sentido estable del yo y en la expresión emocional normal. En particular las dificultades en la expresión de ira. Fuente. Manual de tratamiento de los trastornos límite. Linehan, 2013. Ignacio González Sarrió. Doctor en Psicología Jurídica. Perito judicial y forense. Miembro del Turno de Peritos Forenses del Ilustre Colegio Oficial de Psicólogos. Coordinador Grupos de Trabajo en Psicología Jurídica. http://psicolegalyforense.blogspot.com NºCol.cv06179. 696102043 Valencia.