Planificación territorial del agua Rodrigo Argüelles Señas Asignatura: Gestión del agua Profesor: Joaquín Díaz-Cascón 2 Contenido 1 Objetivo de la planificación ........................................................................................................ 5 2 Distribución global, europea y española .................................................................................... 6 3 Modelos de política territorial de aguas .................................................................................. 12 3.1 Sin regulación ni ahorro: ................................................................................................... 13 3.2 Con regulación y sin ahorro: ............................................................................................. 14 3.3 Con ahorro y sin regulación: ............................................................................................. 14 3.4 Con regulación y ahorro: ................................................................................................... 14 4 Métodos y zonas de captación en España ............................................................................... 16 5 Zonas inundables...................................................................................................................... 20 Zonas inundables habitadas .................................................................................................... 20 3 4 1 Objetivo de la planificación El objetivo de la planificación hidrológica es hacer coincidir la oferta o disponibilidad del recurso natural, en este caso el agua, con la demanda de consumo de ese recurso en una comunidad dada de forma perdurable. DISPONIBILIDAD = CONSUMO ∀ ݉݁݅ݐ Para alcanzar ese objetivo es necesario estudiar tanto la oferta de agua como la demanda, tanto en estado natural como afectadas por la acción humana, y cómo se puede actuar sobre ellas para alcanzar el equilibrio. Estas magnitudes no quedan bien definidas sólo con números absolutos. Cada comunidad humana habita un cierto territorio que es en general no uniforme, en el cual la abundancia de agua se localiza en ciertas áreas y la demanda en otras. Por eso se hace necesario un estudio territorial que localice estas áreas, a fin de conocer las acciones necesarias para que no exista ningún lugar en el territorio que no tenga cubiertas sus necesidades hídricas. Esas acciones encaminadas a alcanzar el equilibrio pueden centrarse en controlar la oferta, almacenando agua allí donde hay excedente y trasportándola hasta donde hay déficit. En esto consiste la regulación. O bien se puede incidir sobre la demanda, situando actividades donde tengan fácil acceso al recurso, diseñando sistemas de uso más eficientes donde hay mayor escasez, etc. Las necesidades que conforman la demanda de agua pueden clasificarse según el uso que hagan del recurso. Para empezar distinguimos entre las necesidades del medio natural, lo que es objeto de estudio de la ecología, y las necesidades humanas, que hoy en día están mejor estudiadas. Dentro de las necesidades humanas se incluyen, además del abastecimiento –prioritario- para uso alimenticio e higiene, los usos energéticos, industriales, agrarios, de trasporte y de ocio. La suma de los caudales de agua que requieren estos usos, resulta actualmente mucho mayor que el caudal de abastecimiento, y ese gran consumo en actividades no biológicas es una diferencia fundamental entre el impacto humano sobre el sistema hídrico y el de otras especies. De la misma forma, la disponibilidad de agua es muy diferente en régimen natural de si está alterado por obras de regulación. Estas obras se construyen con un fin principal para el agua que detraen, relacionado con alguno o varios de los usos mencionados. Esta capacidad humana para alterar fuertemente el régimen hidrológico, y en consecuencia afectar a los ecosistemas, es otra de las diferencias entre la actividad humana y la de otras especies respecto al ciclo hidrológico. Una primera medida que se nos podría ocurrir para actuar sobre la demanda es situar las actividades que requieren mayor caudal o garantía en las zonas de abundancia de agua. Ésta es una solución válida para muchas especies vivas, incluidas las poblaciones humanas primitivas, pero que se queda corta para las sociedades actuales debido a que la cercanía del agua conlleva el peligro de los desastres naturales como las riadas, y no se soluciona la irregularidad del régimen natural. Además, la actividad humana depende también de otros recursos y variables climáticas para su ubicación. Variables que pueden ser más rígidas y difíciles de controlar que el recurso hídrico, como las horas de luz, las temperaturas, la calidad del suelo, el terreno disponible, las posibilidades de trasporte y defensa, etc. De todas formas no hay que olvidar que la disponibilidad de agua es esencial para cualquier actividad, y que la cercanía a las zonas de abundancia sigue siendo uno de los factores más importantes para la ordenación territorial. 5 2 Distribución global, europea y española Para poner de manifiesto de forma rápida y aproximada la disparidad entre las regiones con abundancia de agua y las regiones que la demandan, vamos a repasar la distribución de precipitaciones y de población en los cinco continentes, centrándonos en Europa y en España. La visión de la Tierra desde los satélites iluminada por la luz artificial da una idea de la distribución de la actividad humana sobre el globo. A primera vista las regiones más secas del planeta son también las menos pobladas, como los desiertos del Sahara, Gobi, Australia y las zonas polares. Lo cual no quita que haya grandes núcleos instalados en regiones áridas por los motivos que se comentan en el primer apartado, o bien por la presencia de grandes ríos que actúan como canales distribuidores, más cuando están regulados, casos del Nilo y el Éufrates. Estas cuencas suelen ocultar bajo el suelo reservas acuíferas que alimentan la corriente superficial en su travesía de zonas áridas. Por otro lado las regiones más húmedas no suelen ser las más pobladas (Indonesia, Guinea, Amazonia…), debido probablemente a que la exuberancia de la naturaleza y el clima tampoco favorecen la actividad humana. Las regiones que soportan mayor actividad son las de clima templado y altitudes medias, y más en el hemisferio norte que en el sur: el Mar Amarillo, la India, Europa y Norteamérica. Por último, cabe señalar que algunas de estas zonas se hallan en avanzado estado de desertización, 6 especialmente Oriente Próximo y el Mediterráneo,, ya que se trata de los suelos que han soportado la agricultura desde más antiguo, y no siempre con métodos sostenibles. 7 El continente europeo tiene un medio natural fuertemente afectado por el hombre, incluida la regulación del régimen hidrológico natural. La iluminación nocturna revela una mayor actividad en Inglaterra, el valle del Rin (oeste de Alemania, este de Francia y el Benelux) y el valle del Po (norte de Italia), todas ellas regiones húmedas. Si observamos el mapa de escorrentía media anual1, en el centro y norte de Europa no parece que haya problemas de sequía estructural. Sin embargo en algunas islas del Mediterráneo (Sicilia, Baleares y el Mar Egeo), y especialmente en la Península Ibérica, se observan las regiones más secas del continente. Según confirman los informes de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), estas costas son las más expuestas a la desertización, lo que requiere actuaciones sobre la demanda, a favor del ahorro y la eficiencia. Mientras que en las llanuras atlánticas el daño a evitar son las inundaciones –que son una forma dramática de irregularidad en la oferta-, lo que motivó en los siglos pasados grandes obras de regulación. 1 Dado por la Agencia Europea de Medio Ambiente en 1998 basándose en caudales de la década anterior. No incluye Canarias. 8 Cuencas hidrográficas de España y Portugal 9 Usos agrarios del suelo 10 Si nos centramos en España, la Península Ibérica se ha dividido tradicionalmente en tres climas: atlántico, continental y mediterráneo. Desde el punto de vista de la planificación hidrológica, conviene mejor hablar de España húmeda, seca y árida. Esta taxonomía pretende simplificar una península que hace de tapón entre el Atlántico y el Mediterráneo, donde casi la mitad del suelo es montañoso, las mesetas y cordilleras frenan las borrascas, distribuyen desigualmente las precipitaciones y separan las cuencas, originando una irregularidad como la que vemos en los mapas de precipitaciones y escorrentía. Las cuencas más abundantes en recursos hídricos son Galicia, el Cantábrico y los Pirineos. En el otro extremo, la cuenca del Segura y la zona del desierto de Almería aparecen como las más pobres en precipitaciones. A esa disponibilidad irregular en el espacio se suma la irregularidad temporal propia del clima mediterráneo, pues en ciertas zonas de España, especialmente en las cuencas del Segura y el Júcar, puede registrarse la mayor parte de la precipitación anual en pocos días. Mención aparte merecen los archipiélagos, donde no existen ríos propiamente dichos, y donde el agua dulce precipitada sólo está disponible en el subsuelo. Éste es el territorio sobre el que se asienta España, cuya población en el último siglo ha ido concentrándose en las zonas que vemos en el mapa: esencialmente las costas y ciertas ciudades del interior como Madrid y Zaragoza. Las áreas metropolitanas del Cantábrico y Galicia no tienen problemas considerables de abastecimiento humano ni industrial, pero en el Mediterráneo y en concreto las provincias de Alicante, Murcia y Almería hay un grave desajuste entre el agua disponible y esa concentración de población. El consumo humano es prioritario y el que exige mayor calidad, pero no es el que mayor caudal consume. Es en la agricultura donde más agua se invierte en España. En el mapa de usos agrarios del suelo, aparece representado en colores rojizos el cultivo de secano y en verde claro el regadío. El primero se extiende principalmente por las mesetas, mientras que el regadío se concentra en torno a los cauces de los mayores ríos y, de nuevo, el extremo suroriental de la Península. Hay una razón socioeconómica que empuja a cultivar especies de regadío en esas zonas, y es la alta productividad de estas explotaciones, varias veces superior a las de secano. Instalando invernaderos, disponiendo de fertilizantes si el suelo no es muy bueno, los dos factores limitantes son la energía solar y el riego. En las riberas del Ebro, el bajo Guadiana y el Guadalquivir, y en ciertas zonas acuíferas de las mesetas –explotadas legal o ilegalmente-, ambos factores están equilibrados a corto plazo. Sin embargo en Levante hay radiación solar en abundancia frente a la escasez de agua, lo que ha motivado una sobreexplotación de recursos subterráneos y trasvases de otras cuencas desde mediados del siglo XX, tratando de aprovechar el recurso solar. Dicho de otro modo: la energía solar es infinitamente más difícil e ineficaz de trasportar que el agua, por eso se ha optado por llevar el agua allí donde había sol. Este modelo productivo requiere muy buena planificación hidrológica, tanto en la oferta como en el consumo, para ser sostenible. En los lugares donde esta planificación no existe o no es efectiva, el intento de que los recursos hídricos estén a la altura de la demanda lleva a la sobreexplotación, tanto superficial como subterránea. Una consecuencia grave es la degradación del suelo: Mientras que los cursos superficiales se recuperan con cada temporada de lluvias, y los acuíferos se recargan –en ausencia de 11 contaminación- al cabo de años o décadas; la calidad del suelo no es renovable en la escala de tiempo humana. Podemos extender este análisis a otras actividades con gran demanda como el turismo, y a todas las regiones con un clima similar, para entender porqué la AEMA habla de desertización y salinización del suelo. 3 Modelos de política territorial de aguas En esta sección vamos a analizar algunos principios y modelos teóricos sobre cómo puede planificarse el agua de un territorio y ejemplos de cómo se aplican esos principios en casos reales. La herramienta administrativa clásica para estudiar y gestionar los cursos de agua superficial es la cuenca hidrográfica, que se define como la superficie que drena sus aguas a un único río principal o a un mismo lago endorreico. Este espacio, delimitado por líneas de cumbres, es fácil de deslindar y permite coordinar las actuaciones dentro de la misma cuenca, ya que las dependencias entre los regímenes de todos los afluentes son fáciles de conocer. Por eso es un concepto básico en la hidrología superficial y ha sido un criterio de demarcación territorial para las autoridades gestoras del agua, e incluso para muchas fronteras políticas (otras fronteras siguen el criterio opuesto: los cursos de agua). Sin embargo, este concepto tiene el inconveniente de no contar en su definición las aguas subterráneas, que quedan englobadas junto con las superficiales en la llamada cuenca hidrológica, lo cual introduce complejidad ya que un mismo acuífero puede fluir hacia manantiales o pozos situados en cuencas superficiales diferentes. Esto se debe a que las aguas superficiales fluyen siguiendo el gradiente topográfico (o línea de máxima pendiente del relieve), mientras que el flujo subterráneo se filtra en la dirección del gradiente hidráulico (o línea de máxima pendiente del nivel freático). Esta distinción no es universal y habitualmente se habla de cuenca hidrográfica para referirse a la hidrológica, incluso en textos legales. La cuenca hidrográfica sigue siendo el entorno de referencia para la planificación territorial del agua. Es el llamado principio de unidad de cuenca. Pero en su territorio se superponen otros límites políticos que obedecen a distintos motivos (históricos, de comunicación, etc.). Lo cual lleva a dividir las cuencas grandes en diferentes demarcaciones según los límites políticos que atraviese, o a reunir cuencas bajo una misma demarcación. Allí donde la competencia de gestión de aguas corresponde a un Estado, como era en la España preconstitucional, aparece el problema de las cuencas trasnacionales: Miño, Duero, Tajo, Guadiana, Ceuta, Melilla, y en menor medida el Ebro. También hay ejemplos de cuencas agrupadas en las demarcaciones del Norte, País Vasco, Cataluña, Galicia-costa, Júcar (que incluye la del Turia), Sur, Baleares y Canarias. En Europa hay grandes ríos como el Danubio o el Rin que atraviesan varias soberanías, y en el resto del mundo abundan los ejemplos de cuencas trasnacionales, no sólo por su gran extensión sino porque, frecuentemente, incluso son fronteras (Amazonas, La Plata, Nilo, GangesBrahmaputra). La aplicación estricta del principio de unidad de cuenca exigiría una única autoridad de aguas por demarcación y una demarcación por cuenca, es decir autoridades supranacionales como las que rigen la política monetaria y la agraria. En su defecto, existen 12 convenios internacionales como el Convenio de Albufeira2 entre España y Portugal acerca de las cuencas peninsulares del Miño, Limia, Duero, Tajo y Guadiana. La Directiva Marco del Agua3 (DMA) habla de garantizar la coordinación entre los Estados abarcados por una cuenca hidrográfica a fin de cumplir los objetivos de calidad ambiental fijados por la directiva, y procurar colaborar también con aquellos Estados no miembros que estén en estas comparticiones. Es decir la DMA se limita a encargar convenios entre los gobiernos implicados en cada cuenca. En convenios como éstos se adquieren compromisos acerca del caudal y la calidad del agua trasfronteriza. Resultan dos o más demarcaciones por cuenca, que en el caso ibérico, suman el 41% de la superficie de España y el 62% de la de Portugal. Cuando en España se implantó el Estado de las Autonomías, la administración de las cuencas hidrográficas fue una de las competencias trasferidas en parte a las Comunidades Autónomas. El criterio seguido fue4 que el Estado se reservaría la competencia sobre las cuencas intercomunitarias, de modo que las cuencas que discurren por el interior de una misma Comunidad pueden ser gestionadas por ésta si así lo solicita. Este proceso se ha completado en algunas Comunidades, creándose las correspondientes demarcaciones gestionadas por los gobiernos autonómicos en Galicia, País Vasco, Cataluña y Andalucía. Algunas de las solicitudes de trasferencia de competencias en curso son particularmente conflictivas, pues se reclaman cuencas que tienen parte de su territorio solapado con otras Comunidades. Es decir se repite el problema de las cuencas internacionales, ahora a escala intercomunitaria. Éste es el caso del Duero, con la mayor parte de su cuenca en Castilla y León, y del Guadalquivir, mayoritariamente en territorio andaluz. Volviendo al objetivo de la planificación, el equilibrio entre disponibilidad y consumo podría conseguirse actuando sobre uno de los dos miembros de la ecuación manteniendo el otro en régimen natural. Sin embargo, para conseguir que ese equilibrio sea productivo y sostenible en el tiempo, se hace preciso en general, planificar tanto oferta como demanda. Desde el punto de vista de la autoridad planificadora, las obras de regulación son infraestructuras muy costosas que revelan un cierto grado de progreso para la comunidad en la que se construyen, pero la eficiencia y el ahorro pueden resultar aún más difíciles. Sobre todo en estados avanzados, donde requieren una cierta tecnología y un compromiso social. En la planificación se inscribe la llamada solidaridad interregional, que consiste básicamente en trasvasar agua excedentaria de otras cuencas. La solidaridad implica una autoridad superior a la de la demarcación que regule de forma integrada varias cuencas, matizando así el principio de unidad de cuenca. 3.1 Sin regulación ni ahorro: La sociedad sólo puede sostenerse sin regulación ni ahorro manteniéndose en un hábitat perfectamente favorable y en un estado de civilización bajo. El equilibrio se mantiene (es sostenible) sólo si la demanda no llega a superar la oferta, lo cual ya implica una condición de ahorro. Si se pretende aumentar la demanda de agua sin acometer obras de regulación, el medio 2 “Convenio de cooperación para la protección y el aprovechamiento sostenible de las aguas de las cuencas hidrográficas hispano-portuguesas.” 3 Directiva 2000/CE del Parlamento Europeo y del Consejo por la que se establece un marco comunitario de actuación en el ámbito de la política de aguas. 4 Constitución española, artículo 149 13 sufrirá una sobreexplotación insostenible y un agotamiento temprano. Tampoco se soportarían variaciones adversas del clima. Este modelo se asemeja al de algunas tribus de climas tropicales. 3.2 Con regulación y sin ahorro: Otra situación hipotética es disponer de obras de regulación, como presas, diques, canales, redes de abastecimiento, plantas desalinizadoras o incluso drenajes; pero no de sistemas de ahorro ni eficiencia. La sociedad está más segura frente a inundaciones y sequías, recibe el agua con mayor comodidad para sus usos, y surge la posibilidad de habitar y usar tierras antes inservibles, con lo que hay más libertad para ordenar el territorio. Como contrapartida, las obras tienen un impacto ambiental de magnitud variable –poca en redes de conducciones, grande en presas-, y tampoco garantizan la sostenibilidad del equilibrio, ya que en ausencia total de ahorro el consumo puede superar incluso la disponibilidad en régimen alterado y entrar en sobreexplotación. Una vez construidas, estas obras condicionan no sólo el territorio sino también definen un sistema de producción. Por ejemplo los antiguos romanos dieron importancia al abastecimiento de las ciudades con sus acueductos; los antiguos chinos protegieron los campos de cultivo con las canalizaciones y desarrollaron el comercio interior a través de canales navegables; en Egipto y China modernos se idearon proyectos de grandes presas hidroeléctricas dentro de planes de desarrollo industrial. 3.3 Con ahorro y sin regulación: La tercera hipótesis es la de vivir ahorrando y administrando racionalmente los recursos sin recurrir a las obras de regulación. En principio es sostenible, ya que el ciclo hidrológico no se ve alterado, pero el equilibrio se rompe en perjuicio del ser humano cuando la disponibilidad es insuficiente pese al ahorro. Es la situación similar a la que viven ciertos pueblos que habitan zonas de escasez, en cuyo caso no hay muchas posibilidades de crecimiento. Incluso en climas de abundancia, persiste el problema de las inundaciones. 3.4 Con regulación y ahorro: La condición de equilibrio sostenible sólo parece que se pueda alcanzar planificando la disponibilidad de agua mediante obras de regulación, y al mismo tiempo mantener técnicas y políticas de ahorro y eficiencia. Por un lado, es obvio que la regulación aumenta la disponibilidad y la reparte en el espacio y en el tiempo, adecuándose a la demanda, y suaviza los desastres: laminación de avenidas, prevención de sequías, etcétera. Para garantizar la continuidad de los ecosistemas de los que se nutre y beneficia la vida humana, y especialmente los ecosistemas acuáticos, es preciso calcular y mantener caudales ecológicos en los cauces, es decir caudales mínimos para que el ecosistema funcione. Análogamente, hay que prevenir variaciones bruscas y artificiales del nivel freático, que provocarían alteraciones en las propiedades del suelo. Por otro lado, las actuaciones sobre la demanda pueden incluir: El buen reparto de usos del agua: agrario, urbano, industrial, energético, ocioso…La cercanía de recursos hídricos en calidad y cantidad adecuada a esos usos como un criterio primordial para la ubicación de los mismos. La eficiencia de los procesos, relacionada con temas como la calidad de las conducciones, el cálculo estricto de los caudales y las calidades necesarios para cada uso, buenos sistemas de reutilización y depuración. Concienciación y educación social acerca del coste ambiental que implican todas estas acciones, acerca de la diferencia entre el agua del ciclo 14 hidrológico y el agua disponible en calidad y cantidad apropiadas, y acerca de la necesidad de un comportamiento solidario en nuestro consumo. Con todo ello se ha de conseguir adecuar la demanda a la oferta. La AEMA predecía en 2007 un aumento de la capacidad de embalse más lento para las próximas décadas –en Europa se construirán menos presas o más pequeñas-, debido al aumento de costes sociales y ambientales, y por haberse reducido el desequilibrio entre oferta y demanda de agua. En España, hasta hace unos 30 años no se dio mucha importancia a la eficiencia en el consumo. Como en la gran mayoría de las sociedades modernas, se consideraba que la regulación podía seguir mejorándose hasta límites superiores a los que pudiera exigir la demanda, sin necesidad de planes de ahorro más allá de cortes puntuales del suministro en situaciones extremas. La inversión pública y privada en planificación hidrológica ha sido siempre orientada a las obras de regulación. Esta inversión fue masiva durante el siglo XX y con ella se construyeron unas mil5 presas de embalse en todo el territorio peninsular y se pusieron tierras en regadío en la misma proporción, además de construirse trasvases como el Tajo-Segura, proyectado en 1933 y completado en 1979. A la oferta oficial o lícita se suma la ilegal: según Adena, el caudal extraído por medio de pozos ilegales en España asciende actualmente a unos 3.600 hm3/año6, lo que supone el 50% (sic) de la extracción subterránea. Se trata unos 510.000 pozos no licitados ni declarados, que no habían sido previstos por la planificación vigente, que no pagan ninguna clase de tarifas y que hacen inviable cualquier intento de planificación que no incluya el cierre o control de estos pozos. Como todo, estas captaciones se hallan desigualmente repartidas en el territorio español. En las cuencas del Guadiana y del Segura (aquejada de salinización precisamente por causa de la sobreexplotación subterránea) el número de pozos ilegales supera al de legales hasta 5 veces. Según la misma organización, con la legislación actual las empresas explotadoras encuentran más rentable la extracción ilegal para la venta con la posterior multa que el procedimiento lícito. El Plan Hidrológico Nacional promulgado en 2001 –y que retoma el de 1993- destina inversiones a la nueva construcción de presas en la cuenca del Segura, la instalación de desalinizadoras en la costa levantina y la puesta en explotación de algunos acuíferos. Más inversión se lleva el mantenimiento del nutrido parque de presas español, así como una ampliación y mejora de las redes de conducciones en todas las cuencas, y mejoras en los sistemas de regadío. También ordena establecer una red de seguimiento de los caudales y niveles en los principales ríos, conducciones y acuíferos. Pero el proyecto estrella del PHN de 2001 era el trasvase del Ebro, un sistema de conducciones que repartirían el excedente del curso bajo del Ebro por las provincias costeras al sur del delta hasta Almería (que como hemos visto son los territorios más deficitarios de la Península), y también por el norte hacia Barcelona. En 2005, tras el cambio de gobierno, se aprobó una sustancial modificación del PHN al sustituir el proyecto del trasvase del Ebro por el programa AGUA7. Éste contempla un aumento de disponibilidad respecto al estado previo algo menor que lo previsto en el PHN de 2001 (928 hm3/año frente a 1.050), sin contar otras provincias ahora incluidas en el proyecto (Málaga, 5 http://www.programaagua.com/secciones/acm/fondo_docu_descargas/libro_blanco/pdf/sintesis.pdf Artículo http://www.20minutos.es/noticia/102198/0/ESPANA/MEDIOAMBIENTE/POZOS/ (20minutos) 10/4/2010 7 “Actuaciones para la gestión y la utilización del agua”. 6 15 Albacete, Tarragona y Gerona). Más de la tercera parte del caudal proyectado provendrá no de nuevas obras de regulación sino de inversiones en planes de ahorro, reutilización, renovación de las instalaciones existentes y mejoras en la gestión. El resto (unos 715hm3/año) se encomiendan a un parque de plantas desalinizadoras a lo largo de la costa mediterránea. Todo con una inversión menor que la presupuestada para el trasvase del Ebro y financiada en parte por fondos europeos FEDER. Ambos proyectos han sido muy contestados socialmente, ya desde 1993 hasta hoy, y han sido objeto de feroces debates ecológicos, económicos, territoriales, o puramente políticos8. Los partidarios de uno u otro defienden diferentes objetivos, diferentes políticas territoriales y distintas ideas acerca de la propia planificación hidrológica. E incluso manejan distintos datos9, lo cual no es tan raro si se tiene en cuenta que el Ebro, como río mediterráneo, está sujeto a fuertes irregularidades estacionales e interanuales (aun estando regulado por varios embalses interanuales) a lo que se sumaría el efecto del cambio climático; si se tiene en cuenta lo difícil que es evaluar el caudal consumido ilegalmente y el perdido en las conducciones y en la ineficiencia de los procesos, y si se tiene en cuenta también lo apasionados que se vuelven estos debates incluso entre expertos. 4 Métodos y zonas de captación en España La captación o detracción de agua del ciclo natural se realiza principalmente de dos formas: Para captación superficial, presas de embalse o azudes de derivación (se diferencian en el tamaño). Para captación de agua subterránea, pozos o sondeos en acuíferos. Ambos procesos son muy antiguos, especialmente en España, y más los pozos que las derivaciones. Sólo muy recientemente (años 80) se ha incorporado la tecnología de desalinización de agua de mar o de agua salobre (de acuífero costero) y la reutilización de aguas residuales para ciertos usos y condiciones. Todas tienen diferentes capacidades de extracción y también distinta afección sobre el territorio. La presa de embalse es sin duda la de mayor impacto paisajístico entre las obras de captación, y una de las obras públicas más impactantes. El régimen de caudales aguas abajo de la presa queda alterado o “laminado”: las avenidas y estiajes son más suaves y prolongados, permitiendo un mejor aprovechamiento del suelo inundable. Como contrapartida, se crea un riesgo de avenida catastrófica debida a la posible rotura de la presa, riesgo que es proporcional al volumen embalsado. El río alterado tiene mayor potencial de erosión, ya que los sólidos suspendidos o rodantes de aguas arriba quedan retenidos. El embalse almacena agua para ser usada en el territorio cercano mientras inhabilita el suelo inundado; se crea un microclima de lago. La energía potencial del agua embalsada puede explotarse de forma limpia y sostenible. Por todo ello el territorio candidato a albergar un embalse no sólo debe reunir condiciones de demanda y disponibilidad de suelo, sino también una buena relación entre altura de la presa y superficie inundada. 8 Artículo "La otra batalla del Ebro" (El Mundo) 29/3/2.001 En la página http://es.wikipedia.org/wiki/Plan_Hidrológico_Nacional se recogen algunos de estos datos y argumentos contrapuestos. 9 16 www.marm.es Distribución de grandes presas de embalse en España según el CEDEX. La velocidad de renovación del agua embalsada es la diferencia fundamental con los acuíferos, reservorios subterráneos en los que el agua no suele estar embalsada, sino saturando el suelo. Para extraerla, debe filtrarse, por lo que la extracción es más lenta y el caudal es más escaso 17 para un mismo volumen. Por lo mismo, también es más lento en llenarse, de modo que si se sobreexplota un acuífero y el pozo se seca o deja de aportar el caudal suficiente, tardará en recuperarse y habrá que buscar otras fuentes o reducir la demanda. Pero la mayor debilidad de la explotación subterránea es la contaminación del suelo. Los vertidos contaminantes que se infiltran en el terreno son muy difíciles de lavar, inutilizando los acuíferos al contaminar el agua que se filtra por ese suelo. En las zonas costeras, la sobreexplotación del agua dulce freática puede hacer que el agua del mar se filtre hasta la zona de bombeo, formando una cuña salina. Intrusión salina En algunos tipos de suelo, la desecación del mismo que conlleva el descenso de nivel freático hace que se alteren las propiedades resistentes en el terreno o disminución de su volumen, lo que puede favorecer la erosión, la desertización, y en general perjudica los usos en ese territorio. 18 Basado en datos de la Dirección general de Obras Hidráulicas y Calidad de las Aguas. 2001 En el mapa de explotación de acuíferos en España podemos ver que en general y promediando las cuencas, estos recursos no están sobreexplotados. Las zonas problemáticas son La Mancha, que hace subir la media de extracción en el Guadiana, y el curso bajo de éste. Y también las zonas costeras del Mediterráneo incluyendo Baleares, pues a pesar de presentar una buena media, allí el factor limitante no es la reserva de toda la cuenca sino la intrusión salina. Caso aparte es la Comunidad canaria, donde los acuíferos recargados por la lluvia están confinados por diques de roca volcánica. Cabe dudar de si este mapa recoge las explotaciones ilegales, que como ya hemos comentado pueden ser muy importantes, y que subirían la media de extracción sobretodo en las cuencas con más demanda. En cuanto a la desalinización, su instalación está indicada en zonas costeras con déficit de agua dulce. Actualmente el proceso más utilizado es el de ósmosis inversa, que requiere instalaciones del tamaño de centrales de producción energética. La producción de agua dulce consume a su vez energía, más que el bombeo de pozos, por lo que el territorio donde se implante esta explotación no debe tener déficit energético. El agua desalinizada se consume mucho en las Canarias y en otros lugares áridos como Israel10. En la Península está en proyecto un amplio parque de plantas desalinizadoras en toda la costa mediterránea, como comentamos en la sección anterior. Cuando se hace difícil obtener el agua dulce del ciclo natural, es interesante estudiar si se puede reutilizar desde la red de conducciones, dándole usos poco exigentes al agua ya depurada antes de devolverla al ciclo natural. En algunos lugares de España se usa agua depurada para riego de 10 http://www.biu.ac.il/Besa/fig3.gif 19 jardines, limpieza de las calles o procesos industriales11 con gran consumo de agua. Usos como éstos no requieren agua tan decantada, filtrada, floculada y desinfectada como la de consumo humano, sin embargo en muchos lugares es la que se usa porque allí no hay problemas de escasez. También existen regadíos agrícolas con agua fecal sin depurar, abono con fangos productos de depuración o con compost procedente de materia orgánica de residuos urbanos, pero contra la ventaja de la riqueza en nutrientes tienen el riesgo de contaminar el suelo con trazas de gérmenes patógenos, medicamentos y otros agentes químicos mal eliminados. 5 Zonas inundables Para terminar vamos a repasar uno de los condicionamientos más evidentes que ejerce el agua sobre el territorio, que son las inundaciones de los ríos. Uno de los objetivos fundamentales de las obras hidráulicas desde su comienzo fue precisamente regular los desastres relacionados con las avenidas y liberar así el suelo productivo de los desbordamientos. Sin embargo, cuando el río deja de cubrir periódicamente un suelo, cesa también el aporte de sedimentos, lo que es un inconveniente si el uso del suelo es agrícola. En cambio, si la zona inundable es urbana, el riesgo de inundación se reduce a la probabilidad de fallo de las obras de regulación (presas, diques, canalizaciones, etc.). Alternativamente, se puede ahorrar en esas obras si se destina el terreno inundable a instalaciones poco sensibles como las deportivas, verdes o de ocio. Actualmente la ley reserva para el Estado la propiedad del las riberas de los ríos, y también una franja del litoral, bajo las figuras de Dominio público hidráulico (DPH) y Dominio público marítimo terrestre (DPMT), respectivamente. Hay un tercer uso del suelo, que es dejarlo en estado natural. Los ecosistemas que se asientan en zonas inundables son sensibles a la cercanía del agua y están adaptados a sus ciclos, y en particular los humedales presentan una gran concentración de especies y actividad ecológica muy sensible a la calidad del agua. Zonas inundables habitadas El Ministerio de Medi0 Ambiente, M. R. y M. ofrece en su Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables una herramienta interesante para evaluar el esta do la planificación territorial y planeamientos futuros. Aunque aún no está cubierta toda la geografía, podemos recoger algunos ejemplos de cómo las avenidas teóricas afectan a las poblaciones, tanto por crecidas naturales correspondientes a periodos de retorno, como debidas a aperturas de emergencia de presas aguas arriba de la población. En lo referente a presas, “se define como Q1 el caudal de desbordamiento, Q2 aquel que produce daños en elementos territoriales y Q3 aquel que produce daños en cascos urbanos, infraestructuras esenciales y servicios básicos”. Las crecidas naturales se cuantifican según su periodo de retorno (inverso de la probabilidad de ocurrencia cada año) Q-años, diferenciando si se ha tenido en cuenta la influencia de obras de regulación aguas arriba (régimen alterado) o no (régimen natural). En estos ejemplos todos los ríos están alterados, como es habitual en España en cursos de este tamaño. Tres autoridades 11 http://iagua.es/2008/06/el-canal-de-isabel-ii-sustituira-el-agua-potable-por-reciclada-en-la-mayorpapelera-de-la-comunidad-de-madrid/ 20 diferentes trabajan con este tipo de cálculos: Protección Civil, las autoridades de gestión de aguas (estatales o autonómicas según competencias) y las competentes en ordenación del territorio. Caudales asociados a apertura de presas (azul) y a periodos de retorno (verde a rojo) En el caso de Pamplona, su centro urbano se ve afectado por ambos factores. El río Arga, en régimen alterado, se desborda de sus meandros de forma apreciable cada 25 años, afectando a gran parte de la zona norte de Pamplona y los barrios ribereños cada 50 años. En cuanto a las avenidas de cálculo de las presas ubicadas aguas arriba, inundan una superficie comparable a la de la avenida de los 10 años. Lérida, bañada por el río Segre, no se ve muy afectada por los embalses de su cuenca en lo que respecta a desagües de emergencia previstos, ya que tiene muy encauzado en río a su paso por el núcleo urbano. Ese encauzamiento sí es superado por avenidas de periodo de retorno 100 años y superiores, que inundarían toda la población a la margen izquierda. El Ebro a su paso por Zaragoza, aun alterado por las numerosas presas en su cuenca tiene una superficie inundable más importante debido a su mayor tamaño. Aunque no tenemos datos de las avenidas producidas por presas, la llanura de inundación ocupada por las crecidas naturales de 50 años de periodo de retorno bastan para inundar gran parte de la zona norte y afectar a las autopistas de circunvalación. Por Murcia pasa el Segura, que según los cálculos de Protección Civil (tampoco hay datos de seguridad de presas), inundaría la zona norte de la ciudad, la autovía y el ferrocarril cada 20 años. Sin embargo es un río muy irregular, lo que significa que esa media de 20 años es poco significativa del intervalo de tiempo real entre avenidas de ese caudal. 21 22 23 24 Bibliografía http://www.marm.es Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino. http://www.ign.es Instituto Geográfico Nacional. Escorrentía en España. http://es.wikipedia.org Wikipedia, la enciclopedia libre. http://www.aquapedia.es/ http://www.elmundo.es http://iagua.es BOE nº 161. Ley 10/2001, de 5 de julio, del Plan Hidrológico Nacional. BOE nº 149. Ley 11/2005, de 22 de junio, por la que se modifica la Ley 10/2001, de 5 de julio, del Plan Hidrológico Nacional. 2005. Parlamento Europeo. Directiva 2000/60/CE del Parlamento Europeo y del Consejo por la que se establece un marco comunitario de actuación en el ámbito de la política de aguas. Agencia europea de medio ambiente. El agua en Europa: Una evaluación basada en indicadores. Resumen.2003. ¿Es sostenible el uso del agua en Europa? 2007. Consumers International. Agua y saneamiento. Guía para el trabajo desde los derechos de los consumidores.2004. BOE nº 37. Convenio sobre cooperación para la protección y el aprovechamiento sostenible de las aguas de las cuencas hidrográficas hispano portuguesas, hecho «ad referendum» en Albufeira el 30 de noviembre de 1998. 2000. 25