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CODIGO PROCESAL CIVIL Y COMERCIAL NACION COMENTADO X O. GOZAINI TOMO III

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CODIGO PROCESAL CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
Tomo III
Por Osvaldo Alfredo Gozaíni n
Colaboradores
Valeria Alicia Bertolini
Sonia Andrea Giacobbe
Cynthia Roxana Ginni
Natalia G. Duarte
Karin Elisabeth Gobel
María M. Hovsepián
Ana María Lemmo
Gloria Lucrecia Liberatore
Martín Lythgoe
Valeria Montaldo Maiocchi
Andrea Mercedes Perez
Silvana Olga Pulice
María del Valle Robles
María Fabiola Rodríguez
Marcelo Valle
LIBRO TERCERO -- Procesos de ejecución
TITULO I -- Ejecución de sentencias
CAPITULO I -- Sentencias de tribunales argentinos
Resoluciones ejecutables
Art. 499. -- Consentida o ejecutoriada la sentencia de un tribunal judicial o arbitral y
vencido el plazo fijado para su cumplimiento, se procederá a ejecutarla, a instancia de
parte, de conformidad con las reglas que se establecen en este capítulo.
Podrá ejecutarse parcialmente la sentencia aunque se hubiere interpuesto recurso
ordinario o extraordinario contra ella, por los importes correspondientes a la parte de la
condena que hubiere quedado firme. El título ejecutorio consistirá, en este caso, en un
testimonio que deberá expresar que ha recaído sentencia firme respecto del rubro que
se pretende ejecutar por haber sido consentido.
Si hubiere duda acerca de la existencia de ese requisito se denegará el testimonio; la
resolución del juez que lo acuerde o, en su caso, lo deniegue, es irrecurrible.
1. Introducción al estudio de los procesos ejecutivos
Una de las dificultades más notorias que tiene nuestro sistema ejecutivo
es la confusión que se realiza entre títulos o documentos que llevan aparejada
o importan la posibilidad de promover, de inmediato, un cobro compulsivo,
también llamado: "ejecución forzosa".
El error proviene de dividir entre los procesos de ejecución, a los que
obtienen la vía ejecutiva por el trámite previo que ante árbitro o tribunal se ha
desarrollado, y aquéllos que sin tener ese conocimiento jurisdiccional anterior,
solamente consiguen el trámite abreviado del "juicio ejecutivo" cuando el
documento que emana de la parte que se ejecuta, tiene suficientes visos de
legalidad como para acceder de inmediato a la compulsión directa.
De este modo, a las sentencias y laudos arbitrales, y aun a las
sentencias extranjeras, se las priva de continuar en el marco de un proceso de
conocimiento que debiera facultar a quien tiene un derecho en su favor
declarado. Mientras que, al que acredita un título por el cual otro le reconoce
una deuda líquida, vencida y exigible, tiene que demostrar al Juez, una vez
más, las bondades del mismo para lograr una rápida efectivización de su
crédito.
En el primer caso podrá decirse que, la ejecución de sentencias es el
trámite más rápido que tiene nuestro sistema procesal para el cobro inmediato
de créditos previamente reconocidos; pero también se podría afirmar que este
pasaje del conocimiento a la ejecución no es absoluto, porque a pesar de lo
rápido y compulsivo, al acreedor que ejecuta se lo somete a un tránsito previo
de acreditaciones y reconocimientos que deja en claro que la ejecución recién
comienza con la sentencia que manda llevar adelante la ejecución.
Lo mismo sucede con el juicio ejecutivo, con la diferencia que en él las
excepciones que se admiten son de tanta variedad y contenido que facultan al
deudor a plantearlas con insistencia, logrando un mecanismo legal de
postergación de la ejecución que torna en ordinario (de conocimiento) a un
proceso que debiera ser, en sí mismo, de ejecución pura.
En definitiva, la crisis de nuestros procesos de ejecución ha sido
introducir en todos ellos una etapa de acreditación que debe superar dos
grandes obstáculos: el del juez que estudia la admisibilidad del documento que
se ejecuta; y la del deudor que puede oponerse a la ejecución sosteniendo la
debilidad del documento o su directa improcedencia.
2. Formas de proceder ejecutivamente
Los procesos de ejecución admiten modalidades en el procedimiento
que los asimila a formas más rápidas como el juicio monitorio; o los desdibuja
como el ejecutivo reglado a partir de los arts. 520 y ss.; o les asigna un perfil
particular cuando aplica leyes especiales (v.gr.: prenda con registro, ejecución
hipotecaria, etc.).
Estas variantes presenta, en definitiva, dos modelos: a) el previsto en el
Título I para la ejecución de sentencias (nacionales y extranjeras), y b) el juicio
ejecutivo.
Mientras el primer esquema parte admitiendo la fehaciencia del título y el
derecho a obtener de inmediato el embargo de bienes y la citación de venta del
deudor; el segundo responde a la consigna de clasificar la rapidez del proceso
de acuerdo con la calidad del documento que se ejecuta; a veces necesitará
integrar su ejecutabilidad, y en otras, deberá sustanciarse con el ejecutado
para recién después comenzar la ejecución.
Inclusive, dentro de esta última modalidad, difieren los pasos procesales
según se trate de títulos que se fundan en el Código de Comercio o leyes
especiales, respecto a otros documentos esencialmente cartulares.
Finalmente, no está de más sostener que todas estas configuraciones
afectan la compulsión propia que debiera tener el proceso ejecutivo,
propiamente dicho, y que nos llevará hace algunos años a promover una
clasificación de las formas de ejecución de acuerdo con la naturaleza del título
o documento (Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Conveniencia de reformar el sistema
argentino en materia de juicio ejecutivo, en "Respuestas Procesales", 1ª parte,
Editorial Ediar, Buenos Aires, 1991, págs. 17 y ss.).
En definitiva, el problema aparece en la etapa de conocimiento que se
antepone al tránsito directo de la ejecución, de modo tal que, siendo el juicio
ejecutivo un proceso mixto de ejecución y de conocimiento, corresponderá
deslindar el campo de actuación que tiene cada uno.
3. Títulos ejecutivos
La base del procedimiento es el título que trae aparejada ejecución.
Diversos autores han ensayado definiciones y clasificaciones del título
ejecutivo; se encaró así la idea del título-documento, entendido como prueba
legal del derecho; o del título-acto, conteniendo una especie de acción, o de
sanción, incorporada en el documento, etc.
La escuela italiana, desde Carnelutti, consideró que la función del título
ejecutivo es proporcionar al juez de la ejecución la certeza de lo que debe ser,
a fin de que él pueda hacer cuanto es necesario para convertirlo en ser. De
esta premisa parece que se debe deducir el principio de la dependencia del
proceso ejecutivo respecto del proceso de cognición, en el sentido de que
corresponde al Juez de la cognición establecer la existencia de todos los
presupuestos de los cuales depende la actuación de la sanción. Por tanto, a fin
de que se pueda proceder a la ejecución, debería comprobarse no sólo la
existencia de la obligación, sino también la responsabilidad, esto es, de la
sujeción a la sanción.
Tanto vale decir, que el prius de la ejecución debería ser la condena, y
no ya porque en la condena o en la declaración de certeza de la obligación,
sino también de la responsabilidad: esto quiere decir que el principio de la
dependencia del proceso de ejecución respecto del proceso de cognición limita
la noción del título ejecutivo al documento de una condena pasada en cosa
juzgada (Carnelutti, Francesco, Derecho Procesal Civil y Penal, tomo 1,
Editorial Ejea, Buenos Aires, 1971, pág. 300).
Chiovenda, por su parte, considera que la acción esta constituida como
el poder de dar vida a la condición para la actuación práctica de la voluntad de
la ley, que garantiza un bien de la vida; voluntad entendida en el sentido de que
el acreedor consiga por el momento un determinado bien, le sea o no a él
debido. El título sería el documento del que resulta esa voluntad de la ley, que
representa y lleva en sí la acción ejecutiva. De aquí una intrínseca y casi
eventual provisoriedad del título y de la ejecución, referida obviamente al
derecho objetivamente existente antes y fuera del título (Instituciones de
Derecho Procesal, tomo 1, Editorial Reus, Madrid, 1922, pág. 300).
Título ejecutivo es siempre una declaración pero debiendo constar
siempre esta declaración (ad solemnitatem) por escrito; de ahí deriva la
frecuente confusión entre título ejecutivo y documento (Chiovenda, cit., pág.
282).
En un mismo orden de ideas se ha dicho que el título ejecutivodocumento puede tener como contenido un acto jurídico de la naturaleza más
diversa; el mismo, sin embargo, representa la exigencia de que a los actos de
ejecución forzada se proceda sólo si hay un mínimo de certeza de la obligación
para cuya realización coactiva el acreedor se dirige al Juez. El título, por tanto,
no es el mero presupuesto de hecho de la ejecución forzada, ni una condición
de procedibilidad de ella, sino el hecho constitutivo de la acción, en base a la
cual quien tiene la posesión de dicho título puede pedir una determinada forma
de tutela ejecutiva, aunque después -por ventura- el derecho por el cual
acciona resulte inexistente o no existente yá (porque entretanto se haya
extinguido).
El título ejecutivo puede ser considerado desde un doble punto de vista:
de la forma (documento) o del contenido (acto jurídico documental) (Micheli,
Gian Antonio, Derecho Procesal Civil, tomo III, Editorial Ejea, Buenos Aires,
1970, pág. 384).
En cambio, Liebman considera que el título ejecutivo es un acto y nunca
un documento, porque como acto jurídico tiene eficacia constitutiva, porque es
fuente inmediata y autónoma de la acción ejecutiva, la cual es, por lo tanto, en
su extensión y en su ejercicio, independiente del título (Sobre el juicio ejecutivo,
en "Estudios en honor de Hugo Alsina", Editorial Ediar, Buenos Aires, 1946,
pág.157).
Entre nosotros Podetti ha entendido que el título ejecutivo puede ser un
documento, o puede nacer de un acto, pero considerado en toda su extensión.
Genéricamente, es la constatación fehaciente de una obligación exigible; pero
esta constatación -que puede exteriorizarse por diversos medios- no constituye
un derecho autónomo sino un presupuesto de una vía procesal específica. Por
su naturaleza análoga a la de una prueba privilegiada, autoriza el anticipo de la
garantía jurisdiccional mediante el embargo, cuando así lo solicite el acreedor e
invierte en cierto modo la posición de los sujetos (Tratado de las ejecuciones,
tomo I, Editorial Ediar, Buenos Aires, 1967, pág. 19).
Alsina ha expresado que el título no es otra cosa que el documento que
comprueba el hecho del reconocimiento, como en la ejecución de sentencia el
título es el documento que constata el pronunciamiento del tribunal (ob. cit.,
tomo V, pág. 43).
Como se ve, prácticamente la coincidencia en la doctrina está en admitir
que el título ejecutivo no equivale a certidumbre sobre el crédito; seguridad que
tiene, en cambio, el título ejecutorio.
4. Título ejecutorio
Se caracterizan por provenir de una declaración de certeza anterior a su
formación, que los faculta a constituir en el título mismo de la ejecución
forzada.
Esa declaración puede resultar de la actividad jurisdiccional (v.gr.:
sentencia, laudo, o acuerdos celebrados en sede arbitral o de mediación), o de
la voluntad de las partes (v.gr.: transacción o conciliación homologados
judicialmente).
La sentencia no distingue el carácter que tiene (v.gr.: declarativa, de
condena u homologatoria), si bien es necesario acreditar la falta de
cumplimiento, para dar paso a la ejecución forzada.
Cuando es declarativa y despeja un estado de inseguridad jurídica, la
obligación consecuente será corresponder con el mandato judicial, de manera
que si persisten los hechos que dieron motivo a la pretensión meramente
declarativa, no impide que se ejecute por esta vía.
Las sentencias de condena no se vinculan, necesariamente, con
obligaciones líquidas o fácilmente liquidables, aunque las comprende; en los
hechos, la ejecución alcanza a las condenas de dar, hacer o no hacer.
Por ejemplo, toda sentencia homologatoria, participa de los efectos de la
sentencia definitiva, y por ello su ejecución tiene lugar por la vía que
contemplan los arts. 499 y sigts.
Ahora bien, se advierte que en aras de la seguridad que debe emanar de
los convenios celebrados ante el órgano jurisdiccional o presentados al mismo
y homologados, las partes deben sujetarse a los términos arribados
respetándolos, no siendo por lo tanto justificable la actitud de la madre que
apartándose del acuerdo suscrito con relación a la tenencia y régimen de
visitas de los hijos dispuso modificar la situación de éstos con traslados e
internaciones, excediendo sus facultades e impidiendo al padre realizar las
visitas en la forma homologada, modificando así sustancialmente lo que es de
cumplimiento obligatorio en los términos de los arts. 499 y 500, inc. 1° del
Código Procesal (CNCiv., Sala B, 1982/03/31, "B., I. y otro", ED, 99-543).
Recuérdese que el proceso homologatorio es un sometimiento
jurisdiccional voluntario, que tiene por objeto otorgar al acuerdo conciliatorio,
transaccional o extrajudicial de las partes, el efecto propio de una sentencia y
hacerle adquirir el carácter de título ejecutorio.
Para ello, la actividad del juez se limita a comprobar la concurrencia de
los recaudos formales exigidos por la ley para la validez del convenio y, en su
caso, a dictar la sentencia homologatoria.
En este sentido se ha dicho que, lo establecido en la parte dispositiva de
la sentencia al señalar que en el supuesto de no abonarse las sumas indicadas
se declararían nulas las operaciones concluidas mediante los respectivos
boletos de compraventa, no se trata de una obligación facultativa en la que se
acuerda al deudor la posibilidad de optar entre dos prestaciones, sino de la
condena judicial de pagar una suma de dinero, que es susceptible de ser
ejecutada en la forma que disponen los arts. 499 y sigts. del Código. Procesal.
Lo que el a quo ha aclarado en su decisión, es la consecuencia -nulidad de los
boletos- que traerá aparejada la imposibilidad de hacer cumplir la condena, sin
que ello faculte a la deudora a desobligarse por otro medio (CNCiv., Sala G,
1984/02/21, "Piatti de Chissone, Adela I. c. Hernández de Ares, Josefa", La
Ley, 1984-C, 112).
El título ejecutorio, en estos términos, aparece concebido y atado a la
idea del desconocimiento al imperio que tiene una sentencia. En consecuencia,
la función jurisdiccional que se pone en marcha, a pedido de parte, supone
realizar en beneficio de quien tiene el interés, una actividad que tiende a evitar,
al mismo tiempo, que la manifestación de un pronunciamiento judicial sea
puramente académica o dogmática.
Asimismo, la ejecución pura se aplica a otros actos que obtienen su
fuerza compulsoria de la decisión judicial expresa
Si se trata de un acto de sometimiento voluntario, o el reconocimiento
del derecho pretendido, no obstante las consecuencias que de esos actos
continúan, no relevan al juez de pronunciar sentencia.
Por eso se afirma que, lo contrario implicaría privar a ese modo anormal
de terminación del proceso de sus efectos jurídicos propios, pues el hecho de
haber finalizado la etapa cognoscitiva de la litis no generaría un título
ejecutorio, en función del cual pudieran tornarse exigibles las condenas
(CNCiv., Sala A, 1995/05/08, "Masiñani, Pedro c. Equipos y Controles S. A.",
La Ley, 1996-D, 865 [38.898-S]).
También, se sostiene que si bien el supuesto de ejecución de sentencia
aparece contemplado en el art. 40 de la ley 21.839, ya que el mismo alude a la
forma genérica de los procesos de ejecución, no es posible confundir la
sentencia condenatoria que se ejecuta con la que menciona el citado artículo
para dividir en etapas los procesos de ejecución, ya que la primera es un título
ejecutorio que da lugar al proceso descripto en los arts. 499 y sigts. del Cód.
Procesal, del mismo modo que los títulos ejecutivos dan lugar al juicio ejecutivo
(disidencia del doctor Bossert) (CNCiv., Sala F, 1992/03/19, "P. de L., R. M. c.
L., A.", La Ley, 1992-E, 234 - DJ, 1992-2-694 - DJ, 1993-1-494).
5. Características del título ejecutorio
Nuestra legislación, a pesar de la influencia española, no permite
identificar las características de los títulos que habilitan la ejecución forzada,
mucho más después de la reforma procesal que tuvo la Ley de Enjuiciamiento
con la ley 1/2000 que comenzó a regir el 7 de enero de ese año.
De todos modos, el título ejecutorio se caracteriza por el proceso judicial
que lo tiene como antecedente, y en tal sentido, el art. 500 aclara cuáles son
las resoluciones alcanzadas.
5.1 Consentimiento y ejecutoriedad
El primer párrafo del artículo 499 refiere a la sentencia consentida o
ejecutoriada, que significan cosas diferentes aunque con efectos similares.
El consentimiento de la sentencia puede ser tácito (cuando no se
deducen recursos y vencen los plazos para hacerlo formalmente), o expreso
(cuando se manifiesta por escrito la conformidad); también puede resultar de la
impericia o negligencia del recurrente que pierde el recurso de apelación por
insuficiencia o deserción.
En cambio, la ejecutoria es un término del antiguo derecho español, que
significaba la sentencia condenatoria dictada por la alzada, contra la que no se
podían articular más recursos.
Por eso, el término es impreciso en nuestro sistema, porque
prácticamente no hay títulos que traigan ejecutoriedad inmediata, en la medida
que toda sentencia (aun las dictadas en instancia única) admiten recursos
contra ellas.
Fenochietto indica como únicas excepciones, la sentencia que fija la
cuota alimentaria y es recurrida, en tanto el solo efecto devolutivo no suspende
la ejecución (arts. 647 y 648), y en el juicio ejecutivo si, apelada la decisión, el
ejecutante diere fianza de responder de lo que percibiere si la sentencia fuese
revocada (art. 555 párrafo primero). Asimismo, el art. 258 expresamente
autoriza la ejecución provisional de la sentencia cuando el vencido interpone
recurso extraordinario, exigiendo el precepto la concordancia entre la sentencia
de primera instancia y la pronunciada por la cámara, y la fianza
correspondiente (Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, tomo 2, cit.,
pág. 752).
En pocas palabras, la sentencia firme y definitiva es una sentencia que
se considera ejecutoriada a los efectos de su lograr su cumplimiento forzado.
También, una sentencia está ejecutoriada cuando puede ser juzgada, es
decir, cuando puede obtenerse el cumplimiento de sus prescripciones, ya sea
porque se la ha consentido, no se dispone de medio legal para impugnarla, o
cuando pudiendo impugnarla la ley prevé que el recurso respectivo será
concedido al solo efecto devolutivo.
Como se advierte, el régimen de cosa juzgada ocupa este aspecto de la
ejecución. Aquella, entonces, abarca dos aspectos conexos, pero claramente
diferentes: a) la estabilidad de las decisiones judiciales, que es exigencia
primaria de la seguridad jurídica; b) el derecho adquirido que corresponde al
beneficiario de una sentencia ejecutoriada, derecho que representa para su
titular una propiedad lato sensu.
5.2 Plazo vencido para el cumplimiento
La sentencia de condena indica un plazo de cumplimiento que debe
estar vencido a los fines de procurar la ejecución inmediata.
El tiempo establecido no es un plazo procesal, porque la sentencia
constituye un derecho acordado que se cuenta con los mecanismos para
computar los intervalos del derecho del Código Civil (art. 28).
El vencimiento del plazo es un presupuesto de la ejecutoriedad, como lo
es el pedido expreso de ejecución compulsoria.
Ahora, si quien pretende el cumplimiento de una sentencia previsional
pronunciada en su favor lo exige por una vía inidónea -en el caso, mediante la
acción de amparo-, para no afectar el objetivo principal de la pretensión, puede
prescindirse válidamente del "nomen iuris" utilizado y conceder al jubilado un
plazo para que encauce su demanda por la vía de la ejecución de sentencias
ante los juzgados de primera instancia del fuero federal de la seguridad social
(CS, 1997/07/15, "García Santillán, Alfredo L. c. Administración Nac. de la
Seguridad Social", La Ley, 1998-D, 583).
Cuando la obligación deviene de cumplimiento imposible se considera
que a todos los efectos jurídicos el deudor está en mora desde que incurrió en
el incumplimiento definitivo de la obligación, resultando improcedente la fijación
retrospectiva del tiempo en que la obligación debió ser cumplida.
La fijación retroactiva sólo puede tener asidero en las obligaciones
sujetas a plazo incierto que ya estuviese vencido, caso en el cual la sentencia
es meramente declarativa de su vencimiento, pero no en los supuestos de
plazo indeterminado, en los cuales la sentencia es constitutiva (CNCiv., Sala H,
1995/07/20, "Balbierer de Mulli, Ana c. Club Atlético Boca Juniors", ED, 166384).
Tratándose de una obligación de hacer y que se traduce en una
ejecución perfectamente determinable -en el caso, hacer cesar los ruidos
molestos o amoldarlos a la normal tolerancia- no parece haber otro mecanismo
para contabilizar el tiempo por el cual se demora su incumplimiento que no sea
temporalmente; que la unidad de medida sea la de días, semanas o
meses no es cuestión sustancial sino meramente instrumental.
Por otra parte, si es incumplimiento en la sentencia, se trata de un plazo
que no ha sido acatado y con los plazos la ley se refiere al lapso o espacio de
tiempo durante el cual no puede exigirse el cumplimiento de la obligación (Cciv.
y Com., Córdoba, 5ª Nom., 1995/08/03, "De Filippi, Irma M. C. c. Complejo Sui
Generis y otros", LLC, 1997-1051).
En las sentencias condenatorias a la ciudad autónoma de Buenos Aires,
se da la particularidad de otorgar treinta días para su cumplimiento desde que
la sentencia pasa en autoridad de cosa juzgada.
Así se ha dicho que, el mecanismo administrativo que debe cumplir el
municipio al expropiar, en su carácter de persona jurídica pública (art. 33,
Código Civil), conduce a otorgarle un plazo razonable de treinta días corridos
para el cumplimiento de la sentencia que lo condena a reparar el perjuicio
causado al expropiado (CNCiv., Sala E, 1996/06/12, "Municipalidad de Buenos
Aires c. Consorcio de Propietarios Billinghurst 1565", La Ley, 1997-B, 486).
5.3 Pedido de parte
El párrafo final de la primera parte del art. 499 exige la "instancia de
parte" para proceder ejecutivamente al cumplimiento de la sentencia.
La característica del nemo iudex sine actore se modifica parcialmente,
porque en la ejecución forzada no se persigue declaración alguna de derechos,
sino la recuperación de un crédito que se encuentra establecido en la sentencia
(como documento). Por eso, se procede a ejecutar, y no a debatir ni declarar.
Con su claridad tradicional, dice Ramos Méndez, "en la ejecución de
sentencias, la mayoría de los datos relevantes para la ejecución se encuentran
ya en el pleito y basta una simple remisión a los mismos. A estas alturas habría
que ser muy lerdos para no saber quienes son las partes y si no están curadas
de todos los defectos de representación y es superfluo fijar una regla de
competencia, por ejemplo. También sería desproporcionado exigir una
demanda formal, como acto de inicio, o pedir que se acompañe de nuevo la
sentencia, que ya está, de primera mano, en las actuaciones. No se trata de
enjuiciar la situación ob novo, sino sólo de seguir las actividades necesarias
para la ejecución de la sentencia (Guía práctica para una transición ordenada a
la LEC, Editorial Bosch, Barcelona, 2000, pág. 537).
6. La ejecución parcial de la sentencia
Por ejecución provisional se entiende la facultad que tiene la parte para
requerir el cumplimiento de una sentencia condenatoria que aun no se
encuentra firme. Mientras que la ejecución parcial es aquélla que faculta al que
obtuvo una sentencia favorable a ejecutar las partes que no están sometidas a
recurso alguno, de manera que se encuentran consentidas o ejecutoriadas.
Estas modalidades reconocen antecedentes en la Ley de Enjuiciamiento
Civil española, se aplica en Francia (l´exécution provisorie), Italia (esecuzione
provisoria) y Alemania (art. 704 Z.P.O.), siendo recepcionada en el código
procesal civil modelo para Iberoamérica, sin perjuicio de citar, más adelante,
otras proyecciones del instituto.
Sin embargo, la idea que reposa en la celeridad procesal y en la
satisfacción inmediata que consigue quien ha logrado el reconocimiento de sus
derechos dictada la sentencia favorable, no tiene una lectura común en los
sistemas procesales.
En efecto, en la ejecución provisoria es posible constatar como se
impide la rápida compulsión amparados en el carácter general que se asigna al
efecto suspensivo del recurso interpuesto, de forma tal que la impugnación
pone una valla al anticipo del cumplimiento de la sentencia.
Por su parte, la ejecución parcial es excepcional y contingente, porque
suele atarse al resultado eventual de las sentencias que deben dictarse para
las partes recurridas del fallo.
En ambos supuestos pervive la ilusión que lleva la garantía de la doble
instancia, o la seguridad jurídica que se obtiene cuando un pronunciamiento
impugnado se revisa en una instancia superior.
En cualquier caso, entonces, resulta preciso observar la dinámica de la
ejecución a tono con algunos principios procesales y también en su perspectiva
pragmática.
7. Inconvenientes u obstáculos a la ejecución inmediata
La primera cuestión que se presente, es la tradición procesal que
considera como una garantía para el debido proceso, la doble instancia judicial;
cuando hemos visto anteriormente que esto es un error, y que mientras exista
una instancia regular, equilibrada e igualitaria, que alcance una sentencia
fundada, es suficiente para legalizar la instancia.
La segunda faceta que debemos comprender en miras a fundamentar
las razones por las que pueda ejecutarse provisionalmente una sentencia de
condena, radica en el carácter suspensivo que tienen los recursos.
Este efecto le priva de jurisdicción al juez de la instancia apelada
mientras espera que el superior se pronuncie. Claro está que la imposibilidad
de continuar el proceso se refiere únicamente a los temas o materias que
hayan sido motivos de impugnación. También es cierto que los hechos indican
que la suspensión alcanza a todo el proceso cuando no se tiene la precaución
de conservar en la instancia liminar (apelada) copias de las actuaciones que
permitan ejecutar las partes de la sentencia que hubieran alcanzado firmeza.
En nuestro país, por ejemplo, la regla prácticamente unánime entre la
legislación vigente, es el efecto suspensivo, "...a menos que la ley disponga
que lo sea en el devolutivo" (art. 243 apartado tercero del código procesal civil y
comercial de la nación).
La excepción se encuentra en el art. 258 del mismo ordenamiento, que
al reglamentar los efectos de la sentencia de un tribunal de alzada impugnado
ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, mediante el recurso
extraordinario, establece: "Si la sentencia de la Cámara o tribunal fuese
confirmatoria de la dictada en primera instancia, concedido el recurso, el
apelado podrá solicitar la ejecución de aquélla, dando fianza de responder de lo
que percibiese si el fallo fuera revocado por la Corte Suprema...".
Con la ejecución parcial, en cambio, no suceden estos reparos; pero la
ejecutividad no es inmediata merced a las cuestiones que se suscitan en la
interpretación del párrafo final del art. 499, como veremos más adelante.
7.1 La justificación histórica del carácter suspensivo
La historia de la ejecución provisional coincide, o al menos se aproxima
bastante, al devenir sufrido con el efecto suspensivo del recurso de apelación.
El insuperable problema de igualar sentencia con cosa juzgada llevó a sostener
la imposibilidad de ejecutar forzadamente un pronunciamiento que no fuese
definitivo, esto es, que terminara el proceso e impidiera su continuación.
El derecho romano, poco afecto a las abstracciones dogmáticas que
pergeñaban diferencias en la cosa juzgada según la causa pudiera o no
reeditarse (res judicata formal o material), rechazó los obstruccionismos
técnicos que paralizaban la ejecución inmediata; pero como esta situación era
dependiente del grado de aceptación que tuviera el obligado (recordemos que
en el ordo iudicorum privatorum las partes escogían un iudex particular y en el
momento de trabarse la litis se obligaban a aceptar la sentencia), y más
adelante (en tiempos del proceso extraordinario) debió esperarse el resultado
del tribunal superior (appellatione pendente nihil innovatur), se optó por
considerar conveniente el trámite de revisión que aseguraba la firmeza de la
decisión y la inalterabilidad de la sentencia.
Son recién los glosadores quienes matizaron los fundamentos del efecto
suspensivo al preocuparse sobre el carácter que tenía la sentencia mientras
perdurase el trámite de apelación. Tema que enseguida trataremos.
El efecto suspensivo consagró la inejecutabilidad de las resoluciones
judiciales hasta tanto no se expidiera el tribunal de alzada, aun cuando el juez
apelado conserve facultades para decidir cuestiones accesorias o urgentes, sin
que en ningún caso pueda con ellas innovar en los aspectos sustanciales de su
pronunciamiento.
Con el derecho canónico comenzó a observarse ciertos perjuicios con la
demora en ejecutar la sentencia apelada, tomándose como ejemplo puntual a
los alimentos. Se perfiló en consecuencia un efecto agregado al recurso al que
se denominó "devolutivo", significando con ello la posibilidad de ejecutar de
manera provisoria la sentencia recurrida.
No obstante, la regla de la suspensión continuó rigiendo en los
ordenamientos procesales, siendo el efecto devolutivo expresamente signado
cuando para algunos asuntos fuera menester resolverlo.
7.2 El efecto suspensivo en el derecho latinoamericano
Tal como quedó dicho, en Argentina, de acuerdo con el art. 243 tercera
parte del código procesal civil y comercial de la nación (que es el modelo de
varios sistemas procesales provinciales), la apelación procede siempre en
efecto suspensivo, a menos que la ley disponga que lo sea en el devolutivo.
Se apartan de este molde, el código de la provincia de Jujuy que en el
art. 221 dispone:" A falta de reglas especiales, la apelación contra las
sentencias definitivas se concederá libremente y con efecto suspensivo. En los
demás casos procederá en relación y con efecto devolutivo", aun cuando
sostiene el efecto suspensivo en decisiones tomadas en juicios sumarios.
Chile resuelve como regla la concesión en ambos efectos (art. 195 del
código de procedimiento civil); también así lo resuelven Venezuela (art. 290 del
código de procedimiento civil); Ecuador (art. 355); Guatemala (art. 604); Costa
Rica (art. 865) y Nicaragua (art. 461), entre otros.
Perú, en cambio, establece en el art. 371 del código procesal civil:
"Procede la apelación con efecto suspensivo contra las sentencias y autos que
dan por concluido el proceso e impiden su continuación, y en los demás casos
previstos en este Código"; agregando en la siguiente norma: "Las apelaciones
sin efecto suspensivo proceden en los casos expresamente establecidos en la
ley y en aquellos en que no procede apelación con efecto suspensivo. Cuando
este código no haga referencia al efecto o a la calidad en que es apelable una
resolución, esta es sin efecto suspensivo y sin la calidad de diferida".
El destacado que hacemos obedece a la importante novedad que
incorpora este moderno sistema adjetivo, porqué deja al efecto suspensivo
como excepción permitiendo la ejecución inmediata del decisorio. Obsérvese
que la imposibilidad de innovar depende de una concesión expresa y puntual,
porqué si no hay referencia no procede ni el efecto suspensivo ni el diferimiento
de las cuestiones que deban aplicarse de inmediato.
El Código General del Proceso de la República Oriental del Uruguay
explica en el art. 251 los efectos del recurso de apelación diciendo: "Sin
perjuicio de lo establecido en el artículo 260 respecto de la ejecución provisoria
de las sentencias definitivas, el recurso de apelación se admite: 1) Con efecto
suspensivo...; 2) Sin efecto suspensivo...; 3) Con efecto diferido...".
El primer efecto tiene lugar respecto de sentencias definitivas o
interlocutorias que ponen fin al proceso y hacen imposible su continuación. En
todos los demás casos, la apelación no tiene efectos suspensivos; mientras
que el efecto diferido está expresamente previsto en la ley (art. 252 CGP).
La normativa está tomada del código procesal civil modelo para
Iberoamérica, el cual determina en el art. 222.1 el carácter suspensivo de todas
las sentencias definitivas, admitiendo como excepción la ejecución provisional.
El antecedente de esta modalidad proviene de la Ley de Enjuiciamiento
Civil española (actualmente vigente) cuyo art. 385, después de quedar
establecido que los recursos se conceden an ambos efectos, reglamenta la
ejecución cuando se trata de sentencias condenatorias, o aquéllas que el juez
estima que con su cumplimiento inmediato no irrogan perjuicios irreparables.
7.3 La ejecución provisional en sus modelos más conocidos
En Francia, la ejecución provisional tiene una tradición histórica que se
proyecta en la legislación italiana especialmente. Es preciso indicar que el
recurso de casación en el proceso francés carece de efecto suspensivo (arts.
527 y 579 del nouveau code de procédure civile), provocando con ello que
puedan ejecutarse todas las resoluciones dictadas.
Con esta aclaración se comprende porque la ejecución provisional
implementada en los arts. 514 a 526 se dirige a sentencias impugnadas cuyo
recurso se concede con efecto suspensivo.
El sistema admite establecer al tiempo de dictar sentencia si ésta será
ejecutable provisionalmente o no. La decisión del juez puede ser de oficio, o
decretarse más adelante -según la etapa que transite el proceso- por el
Premier President de la Cour d´Appel o por el Conseiller de la mise en état,
permitiéndose consecuentemente, la ejecución sin tiempos ni preclusiones.
No obstante, la resolución de los juzgadores de la primera instancia,
sobre este particular, no significa que se decrete la ejecución provisional sino
que simplemente declara que la sentencia es ejecutable provisionalmente.
Las resoluciones ex officio en Francia son comunes, no así en los
modelos americanos.
Lo mismo ocurre con los plazos donde las diferencias aumentan
(mientras en uno no existen, en los otros se establecen seis días contados
desde la admisión del recurso).
En Italia, al igual que en Francia, la casación no tiene efectos
suspensivos; característica que llevada al tema de la ejecución se aplica en
similares términos. El art. 377 establece que la ejecución de la sentencia no se
suspende por efecto de la impugnación, salvo lo dispuesto en los arts. 283,
373, 401 y 407.
La ejecución provisional de la sentencia de primera instancia se
establece como regla general, consolidando un reclamo de la doctrina que veía
en el recurso de apelación un abuso procesal.
El art. 282 del CPC establece que "la sentencia de primera instancia es
ejecutiva provisionalmente entre las partes". El otorgamiento ex lege y
automático de ejecutividad no deja margen alguno a la discrecionalidad del
Juez, que se ve relegada al tiempo posterior, ante la eventual impugnación de
la sentencia.
Así, el nuevo art. 283 establece que "el juez de apelación a instancia de
parte, propuesta en la impugnación principal o incidental, cuando concurran
graves motivos, debe suspender total o parcialmente la eficacia ejecutiva o la
ejecución de la sentencia impugnada".
Este precepto regula la denominada inhibitoria, es decir, el
pronunciamiento mediante el cual el juez de apelación suspende la ejecución
de la sentencia de primera instancia. La inhibitoria debe solicitarse ante el
magistrado de alzada, de manera directa o en el mismo recurso deducido. Por
tanto, no procede ex officio, ni puede solicitarse después después del momento
del escrito de impugnación de la sentencia de primera instancia.
En Alemania, el art. 704 de la Z.P.O. dispone que la ejecución forzosa
tendrá lugar basándose en sentencias definitivas declaradas firmes o
ejecutables provisionalmente. Esta ejecutabilidad puede declararla el juez de
oficio, sin exigir fianza ni caución, o bien imponiéndola en casos
específicamente reglados.
Todas las peticiones deben efectuarse antes de la clausura de la última
audiencia anterior a dicha sentencia (art. 714). El juez resuelve en la sentencia,
siendo apelable sus decisiones. La alzada, frente al recurso de casación,
puede ordenar la suspensión si considera que se encuentra acreditado el
perjuicio irreparable.
8. Características de la ejecución provisional y parcial
La ejecución, propiamente dicha, no es provisional por su carácter
condicionado, sino que la provisionalidad es de la sentencia que aun no
alcanza la calidad de cosa juzgada. Por eso, bien se apunta que sería más
apropiado referirse a la ejecución de sentencias provisionales o provisorias que
a la ejecución provisional o provisoria de las sentencias (Abal Oliú, Alejandro,
Ejecución provisional de sentencias apeladas, (En el C.G.P.), comunicación a
las IX Jornadas Nacionales de Derecho Procesal, passim ).
Ahora bien, como toda sentencia aun impugnada proyecta efectos y
tiene eficacia jurídica, lógico resulta pensar que esa actividad jurisdiccional
cognoscitiva alcanzada y puesta de manifiesto en el pronunciamiento, no
puede caer en la inseguridad e incertidumbre que le provoca un recurso. Si
bien este asegura el derecho a la bilateralidad y contradicción de todo proceso
civil, también debe observarse que se cae en cierta incoherencia si un conflicto
solucionado no puede cumplirse porqué espera de ratificaciones dispuestas
jerárquicamente, algunas veces totalmente exageradas (como en Argentina,
donde el recurso extraordinario, pese a sus egoísmos procesales, crea en la
praxis una nueva instancia de revisión).
De todos modos el cumplimiento inmediato de una sentencia está
supeditado a ciertas características entre las que se destaca señalar a todo
pronunciamiento como una declaración de derecho con prevalente función
ejecutiva.
Pero como no todas las sentencias reportan posibilidades concretas de
un inmediato cumplimiento, es preciso clasificar los tipos de resoluciones
judiciales que pueden obtener esta vía rápida y expedita.
Si mediante la ejecución provisional se consigue la eficacia de la
resolución, este modelo es aplicable tanto a las sentencias de condena como a
las declarativas y constitutivas, puesto que, en principio, no pueden producir
efectos hasta que no hayan adquirido firmeza.
Otra singularidad es que para hablar con precisión de ejecución
provisional debemos referirnos a una sentencia cuya eficacia no es definitiva,
pues de tener esa condición de inmutable e irrepetible en otro proceso,
abandonamos la idea de provisionalidad para instalarnos en terreno de la
ejecución forzada lato sensu.
Similares características tiene la ejecución parcial, con la diferencia que
la parte de la sentencia que se pretende cumplir, está firme y no tiene
posibilidades de alteración.
9. Clases de ejecución provisoria y parcial
Atendiendo a la forma como se concede eficacia a las resoluciones
judiciales, su ejecutabilidad puede depender de las facultades del juez (rol
discrecional en la admisión), o del impulso previsto en una norma expresa (que,
a su vez, puede obrarse a pedido de parte, o de oficio).
a) La ejecución provisional ope legis se caracteriza porque esta
generalizada en una disposición legal y el órgano jurisdiccional no tiene manera
de limitar su procedencia.
Habitualmente, no requiere la constitución de fianzas ni garantías.
También es típica en cuestiones donde la modalidad del conflicto impone
decisiones urgentes (v.gr.: juicio de alimentos, desalojos, interdictos, amparo,
etc.)
b) La ejecución provisional ope iudicis se explica cuando el cumplimiento
forzado e inmediato lo resuelve el mismo magistrado interviniente, sea de
manera discrecional o ajustado a ciertas reglas técnicas que aseguren la
prudencia y el equilibrio de la decisión.
c) Entre ambos extremos aparece una modalidad mixta que atenúa las
distancias entre la norma y los poderes del juez, pero es menester advertir
sobre ciertas inconsistencias del modelo (por el caso, de la Ley de
Enjuiciamiento Civil española) y algunas dudas sobre cuando procesar y aplicar
uno u otro criterio.
d) La ejecución provisional resuelta de oficio por el juez es excepcional y
admite lectura expresa sólo en el sistema francés. En todos los demás
modelos, actúa a pedido de parte legitimada.
e) De manera similar a lo dicho en el punto precedente, la ejecución
provisoria resuelta en cualquier tiempo es sólo aplicable en el código procesal
de Francia, en los restantes existen plazos, términos y condiciones para su
admisión y procedencia.
f) Finalmente, la ejecución provisoria puede ser total o parcial, conforme
se dirija al cumplimiento absoluto de la parte principal de una sentencia (es
decir, a los aspectos materiales, no así los procesales, como costas y
honorarios), o a parte de ella.
9. Una duda a despejar: ¿naturaleza ejecutiva o tutela cautelar?
Es sabido que los modelos procesales, en su lucha contra las demoras e
incertidumbres del proceso, han creado y recreado numerosos institutos que,
apoyados en principios básicos de la disciplina (v.gr.: celeridad, autoridad,
eficacia, entre otros), pretenden abatir algunas realidades tangibles como la
incertidumbre de saber si una sentencia favorable podrá o no concretarse en
los términos que el juez ha dispuesto.
La aparición de nuevas formas de tutela jurisdiccional bajo el manto de
la urgencia, pregonan la necesidad de obrar rápidamente desplazando
supuestos tradicionales de las medidas asegurativas o conservatorias, para
afincarse en un terreno aun no abonado que se conocen como expansiones de
la tutela cautelar.
Al mismo tiempo, la confrontación con los más modernos ordenamientos
adjetivos, avizoran claramente la tendencia a limitar la instancia recursiva,
acotándola a lo absolutamente justo y necesario, y permitiendo la ejecución
provisional de la sentencia en el marco de los capítulos ejecutivos o ejecutorios
(según requieran una declaración cognoscitiva previa o no).
En todos los casos se persigue asegurar el interés del justiciable,
variando el tiempo y las técnicas como dicho objetivo se obtiene. Por eso es
importante diferenciar medidas cautelares y ejecución provisional, antes que
nada, para evitar que se tengan como precautorias técnicas que sólo son
disponibles en el área de la provisionalidad de la ejecución.
Si consideramos que cada herramienta cumplen funciones similares,
sería posible ejercitar una opción entre ellas, o bien, reglamentar en un código
alguna para garantizar el cumplimiento de la sentencia condenatoria. También
podrían reunirse todas y permitir la actuación inteligente acordada a sus
tiempos y circunstancias.
Los presupuestos se aproximan bastante, y por tanto la confusión es
reiterada.
Tracemos un paralelo entre el modelo nacional (que no acepta más que
por excepción la ejecución provisional de algunas sentencias) y el código
general del proceso que la recepta y desarrolla a lo largo de varias
disposiciones (v.gr.: arts. 260, 275, 372.1, 375, 377, entre otras), para
demostrar como interactúan los institutos y la eficacia que logra cada uno.
Es decir, procuramos encontrar en la simetría las ventajas e
inconvenientes que tienen medidas cautelares y el procedimiento de ejecución
provisoria, para demostrar que en su naturaleza existen diferencias profundas
que evitan colocar al segundo procedimiento en el ámbito de las medidas
cautelares.
La mejor diferencia está en la verosimiltud del derecho (fumus bonis
iuris), porqué mientras en las medidas cautelares es suficiente una apariencia
del derecho, en la ejecución dispuesta queda de manifiesto una declaración
sobre su existencia.
Con el peligro en la demora (periculum in mora) la distancia es muy
próxima, pues la visión sobre los peligros que pueden surgir del incumplimiento
o por el retardo en resolver una medida necesaria se dá tanto en las medidas
cautelares como en la ejecución provisional.
Inclusive, Chiovenda y Calamandrei llegaron a afirmar que el
forzamiento a cumplir con la sentencia de inmediato tenía todas las
características de una medida ejecutiva. Afirmación que, a pesar de la
autoridad de quienes proviene, parece no ajustarse al modo como actualmente
se resuelven este tipo de providencias.
En efecto, en lo cautelar es una pauta específica a considerar, aun
cuando pueda observarse alguna tendencia que, cubierta la verosimilitud del
derecho, atempera con la contracautela la inexistencia del peligro en la
demora.
En cambio, en la ejecución provisoria esta demora no es sustancial ni se
funda en apreciaciones eventuales e hipotéticas. El periculum in mora va
referido al posible daño que se causa por la ineficacia de los pronunciamientos
de una resolución definitiva sobre el fondo, que ha sido recurrida. Por eso,
afirma Caballol Angelats, "para nosotros ésta no es más que una consecuencia
refleja de la concesión de la ejecución provisional, ya que con ella se pretende
actuar la tutela jurisdiccional otorgada en la resolución recurrida, siempre que
signifique un incremento efectivo de la tutela obtenida hasta el momento en el
proceso, por lo que el periculum in mora se convierte en un motivo posible pero
no necesario para determinar la procedencia de la ejecución provisional" (La
ejecución provisional de la sentencia, Editorial Bosch, Barcelona, 1993, pág.
96).
Finalmente, respecto a las medidas urgentes que se toman para
anticipar un resultado, satisfacer una situación absolutamente límite, o producir
una decisión que "sustancialmente" sería idéntica a la esperada de una
sentencia favorable, la confusión con la ejecución provisional es inesperada
porqué aquí obramos con una declaración o condena luego de superar todas
las etapas procesales; mientras que las soluciones anticipatorias se dan en el
desarrollo, durante el trámite, fundadas en que existen fuertes motivos que
legitiman la decisión y admiten alterar las reglas preconceptuadas para el
contradictorio.
10. Objeto de la ejecución
Con la ejecución provisoria de a
l sentencia se pretende revalorizar la
celeridad del proceso permitiendo forzar el cumplimiento inmediato de una
sentencia que no se encuentra firme.
El tipo de pronunciamiento condiciona la viabilidad del procedimiento, en
la medida que no se discute en las sentencias condenatorias, como sí en las
declarativas o constitutivas. Estas últimas, en general, deben esperar la plena
eficacia de la cosa juzgada, aunque autores como Tarzia sostengan que toda
sentencia es ejecutable de forma inmediata, aun las del tipo declarativo o
constitutivo en atención a que éstas pueden crear situaciones nuevas que
pueden ser anticipadamente ejecutables (Tarzia, Giusseppe, Esecuzione
forzata e procedure concorsuali (Estudios), Editorial Cedam, 1994, pág. 255).
Este temperamento domina en la reforma procesal de España que
sosteniendo en el debate la conveniencia de la ejecución provisional sobre las
sentencias de condena, prefirió mantener la redacción prevista para el art. 385
párr. 2° donde establece que "...las sentencias de objeto o naturaleza diferente
serán susceptibles de la misma medida...".
Otros autores, abandonando el criterio de la eficacia de la cosa juzgada
para resolver la procedencia de la ejecución provisoria, acuden a diferentes
parámetros como la disponibilidad o indisponibilidad del interés objeto de juicio,
los efectos reflejos sobre terceros, el conflicto de valores entre seguridad
jurídica y justicia, o la ideología prevalente en la sociedad civil respecto a
bienes fundamentales como los de la familia o los derechos humanos.
La definitividad del pronunciamiento define el objeto a ejecutarse, esto
equivale a decir, que no toda sentencia resolutoria de condena puede encontrar
esta vía de excepción. Por tanto, algunas sentencias aun siendo definitivas
(V.gr.: la que declara la perención de la instancia, o la que resuelve una
interlocutoria o un incidente) no son ejecutables provisoriamente. Para lograrlo
deben tratarse de decisiones sobre el fondo del asunto que le pongan término e
impidan su reiteración.
11. Admisión y procedencia de la ejecución
La admisión para continuar el proceso según las reglas de la ejecución
provisional de la sentencia impugnada, puede clasificarse en tres modalidades:
a) cuando el trámite está dispuesto legalmente; b) los casos que se resuelven
discrecionalmente por el juez, sea admitiendo la vía o denegándola por no
causar perjuicios irreparables, y c) los supuestos expresamente prohibidos.
La fisonomía que presentamos hace las veces de conjunto adoptado en
general, pero en la práctica la cláusula que habilita o no el mecanismo de
ejecución es el "perjuicio irreparable". A veces, la interpretación queda en
poder de los jueces, en otras, la ley especifica los casos de improcedencia.
De todas maneras, conviene agregar que el perjuicio irreparable no es
un criterio absolutamente uniforme para conceder o denegar la ejecución.
Por otro lado, el problema de establecer cuando existe perjuicio
irreparable no puede medirse únicamente por el gravamen económico, sino en
un perjuicio para la posición procesal del recurrente, bien por disminución de
sus posibilidades y expectativas, bien por incremento indebido de las del
contrario.
El art. 499 permite la ejecución parcial de las sentencias condenatorias
que contienen la obligación de dar sumas de dinero por los importes que
hubiesen quedado firmes.
En estos casos, se debe emitir testimonio del pronunciamiento (art. 166
inciso 4º) el cuál deberá contener los alcances y efectos que tiene la sentencia,
los rubros que se ejecutarán y los montos comprendidos.
Sin embargo, la dificultad aparece de inmediato -para demostrar una vez
más el carácter excepcional de la ejecución forzosa- cuando el testimonio es
resistido por el Juez o tribunal aduciendo que el estado de incertidumbre se
mantiene, o las partes de la sentencia que están apeladas o con recurso
pendiente, pueden afectar aquéllas que se consideren definitivas.
12. Presupuestos de la ejecución
Los presupuestos que dan vida al procedimiento excepcional y
transitorio de la ejecución provisional son, en realidad, muy simples y hasta
limitados o acotados a uno sólo de carácter objetivo: la pendencia del recurso.
Los demás, refieren a disposiciones de otro carácter, como son la
instancia de parte y la fianza
Si se trata del supuesto previsto en el párrafo segundo del art. 499, la
única condición es el examen de la pretensión ejecutoria que plantea el
beneficiario de una sentencia favorable. El Juez, antes de expedir un testimonio
que documente la parte que se quiere ejecutar de la sentencia, deberá tener la
certeza del carácter firme, consentido y ejecutoriado de dicho fallo judicial.
12.1 Sentencia condenatoria
Toda ejecución provisional parte de la pendencia de un recurso en
contra de la resolución cuya eficacia actúa. Es más, de no interponerse aquél
dentro de los plazos legales o en caso de denegarlos, la ejecución de lo
dispuesto en ella no sería provisional sino definitiva.
Si el recurso se desiste, se declara desierto, o perimido por la inactividad
del interesado, o por la insuficiencia de fundamentos, etc., en todos los
supuestos, el trámite iniciado por la vía provisional se reformula y continúa por
el trámite de la ejecución de sentencias.
La ausencia de una sentencia que resuelva definitivamente la instancia
abierta es el presupuesto esencial para mantener la vigencia de la ejecución
provisoria del pronunciamiento recurrido.
El tiempo procesal dispuesto en distintos ordenamientos supedita la
admisión del trámite. Por lo general corre a partir del momento en que se toma
conocimiento fehaciente del recurso interpuesto contra la sentencia que le es
favorable.
De todos modos, algunos aceptan que también pueda concederse sin
esperar la interposición del recurso, sino desde el momento en que se dicta la
resolución.
Este último criterio nos parece aceptable, en la medida que el órgano
jurisdiccional asuma la responsabilidad de resolver rápidamente los actos
procesales necesarios para dar vida a la ejecución inmediata. De otro modo, es
posible que se constituya una fianza inncesaria, o se provoque una actividad
jurisdiccional que prontamente perdería virtualidad de consentirse la sentencia.
12.2 La instancia de parte
Como expresión manifiesta del principio dispositivo el pedido de la parte
beneficiada por la sentencia, activa el procedimiento de la ejecución
provisional. La excepción conocida proviene del sistema francés que admite la
procedencia del mecanismo dispuesto de oficio.
La petición tiene dos motivos esenciales: una, solicitar que se resuelva la
ejecución inmediata de la sentencia; otra, que se arbitren los medios para
despachar la ejecución. La primera es el efecto inmediato, la restante,
responde al principio de eventualidad y puede ser contingente, es decir, obrar a
la espera de los tiempos preclusivos del proceso.
En algunos procesos, la eficacia de la sentencia es refleja y la ley
dispone para ellas la ejecución rápida y expedita (V.gr. alimentos
provisionales). En estos supuestos no se requiere la instancia de parte.
12.3 Fianza
La fianza debe interpretarse, en el caso, como la garantía que presta el
ejecutante para responder por los perjuicios irrogados en caso de que la
sentencia se revoque. Decimos que esta es la lectura correcta, pues fianza
supone compromiso personal, y justamente, la caución juratoria se excluye
como regla general.
Claro está que es éste un requisito de la ejecución provisoria, donde aun
no hay firmeza; y no de la ejecución parcial, donde el título ejecutorio ya existe.
La caución juratoria tiende a eliminarse en la aplicación actual, en tanto
como sólo importa una promesa de responder por los daños posibles, nada
agrega a la responsabilidad genérica que surge de las obligaciones
profesionales.
De todos modos, esta eliminación por superflua resulta razonable en
procesos de contenido patrimonial, pero en otros, la estimación sobre las
causas y razones puede ser mas justo y equitativo.
La caución real puede ser propia o de terceros. Consiste en la fianza o
garantía que se otorga mediante el depósito de la suma de dinero que el juez
ordena como garantía.
Esos montos pueden sustituirse por títulos valores representativos (v.gr:
títulos, acciones, seguros de caución), o bien, por la garantía de instituciones
bancarias que acreditan mediante las respectivas cartas de fianza.
Si fuese pretendido suplantar la caución real a través de la solvencia de
personas de acreditada responsabilidad económica, es preciso informar
sumariamente al órgano jurisdiccional sobre esta seguridad económica.
13. El procedimiento en la ejecución provisional
Varios son los aspectos y problemas que deben analizarse en este punto
del procedimiento. Particularmente definimos la situación desde una
perspectiva genérica, sin referir a un ordenamiento determinado. No obstante,
la pauta que nos llega de la ley de enjuiciamiento civil, y la actualidad legislativa
proveniente del código modelo, permiten ajustar algunos presupuestos
especiales.
13.1 Organo competente
La determinación del órgano competente sólo interesa en los sistemas
que la ejecución provisional procede a pedido de parte, pues en los supuestos
previstos legalmente, el principio de prevención extiende la competencia al juez
que haya dictado la sentencia.
El juez o tribunal que dicta la resolución recurrida es el mismo que
conserva jurisdicción para actuar en la ejecución provisoria de la sentencia
emitida.
Existe en esta asignación una característica particular afincada en la
especialidad que recibe la función jurisdiccional, pues la misma sólo puede
disponer una providencia declarativa que, admitiendo o denegando la
ejecución, constituye -o no-el título ejecutivo necesario para forzar el
cumplimiento inmediato.
Va de suyo que esta extensión o proyección de la actividad judicial
supone una clara excepción al principio de finitud que tiene la sentencia
respecto a la función jurisdiccional.
13.2 La pretensión ejecutiva. Requisitos
La apertura de la instancia ejecutiva comienza cuando el beneficiado con
la sentencia demanda por escrito, ante el mismo juez que la dictó, la ejecución
provisional de la condena.
Son requisitos comunes los referidos a capacidad, legitimación y
representación, y particulares del requerimiento, los que afincan en elementos
objetivos (fundar la procedencia de la ejecutoria, más no la irreparabilidad del
perjuicio causado o la imposibilidad actual de su apreciación y subjetivos
(prestar la garantía o fianza necesaria).
13.3 El tiempo para deducir la solicitud
La mayor parte de los sistemas que legislan la ejecución provisional
establecen un plazo a partir del cual puede plantearse la vía. No obstante, la
doctrina es conteste en afirmar que el tiempo asignado es baladí e innecesario,
toda vez que el objetivo del instituto no puede estar supeditado a tiempos
contingentes que no se adaptan a las realidades eventuales del cumplimiento
de una sentencia.
Con meditada precisión sostiene Caballol Angelats que "la limitación
temporal no encuentra justificación en una necesaria cercanía temporal entre la
interposición del recurso y la solicitud de la parte, porque si asi fuera todas las
ejecuciones deberían prever esta limitación y no es así...[ ...En defensa de la
exigencia de inmediatez, cabe argumentar que la ejecución provisional se
concibe como una legítima reacción frente al recurso interpuesto y que actuaría
contra sus propios actos el que no solicitara la ejecución provisional
inmediatamente, después de la interposición del recurso. Sin embargo, el
concepto de ejecución provisional huye constantemente de la realización de
valoraciones sobre aspectos subjetivos que concurren en el ejercicio de las
oportunidades procesales, e intenta fundamentar la posibilidad de conseguir la
ejecución provisional, tanto en la decisión jurisdiccional plasmada en la
sentencia, como en la valoración de las consecuencias producidas con la
ejecución. Considerar la ejecución provisional como una legítima defensa de la
parte recurrida, es tanto como entender que el ejercicio del derecho a recurrir
merece la calificación de agresión ilegítima" (ob. cit., pág. 244).
14. Efectos de la resolución que despacha el pedido de ejecución
provisional
Priva en este aspecto la determinación de saber si la ejecución procede
a discreción del juez o fundada en normas específicas que contemplan el caso.
Uno u otro oscilan las consecuencias posibles. En el primer supuesto, la
atendibilidad de perjuicios posibles de carácter irreparable son causas
suficientes para abortar la medida; en el segundo caso, la automaticidad del
procedimiento es producto de la regulación legalmente establecida.
Sin embargo, como en toda actividad jurisdiccional pervive la
interpretación de conductas y valores, no puede exagerarse el alcance y efecto
de una regulación normativa que, hipotéticamente, podría ser arbitraria o
abusiva. Por lo tanto, es nuestro parecer que el criterio del juez es el único field
para medir la justicia del reclamo ejecutivo.
Aplicación a otros títulos ejecutables
Art. 500. -- Las disposiciones de este título serán asimismo aplicables:
1. A la ejecución de transacciones o acuerdos homologados.
2. A la ejecución de multas procesales.
3. Al cobro de honorarios regulados en concepto de costas.
1. Títulos alcanzados con la característica de ejecutorios
La sentencia de condena es el título ejecutorio por excelencia; pero
también el código extiende el alcance a otras providencias jurisdiccionales que
determina obligaciones de dar, hacer o no hacer, como son las que enumera,
con carácter enumerativo, el art. 500.
Decimos que no es taxativo, porque la ley 24.573 permite ejecutar los
acuerdos logrados en la instancia de mediación, por el procedimiento de
ejecución de sentencias (art. 12, tercer párrafo).
2. La condena en costas
La posibilidad de ejecutar la condena en costas por el mismo mecanismo
ejecutivo que venimos analizando, se encuentra polemizado por la doctrina.
En Francia la ley excluye expresamente la admisión; mientras en Italia, a
pesar de seguir la tradición excluyente, los autores han insistido con ella
logrando buenos resultados jurisprudenciales con su esfuerzo.
Desde nuestra punto de vista, por su naturaleza jurídica la condena en
costas, como toda sentencia de condena, determina una imposición a una
persona que por ser parte en el proceso sufre los efectos directos de la
obligación impuesta (Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Costas Procesales, Editorial
Ediar, Buenos Aires, 1990, pág. 66).
La característica primordial, a veces, se identifica solamente con los
honorarios profesionales regulados a quienes intervinieron en el proceso
ejerciendo alguna actividad propia de su disciplina. En estos casos, es preciso
recordar que para que la regulación de honorarios constituya título ejecutivo
respecto al condenado en costas es preciso contar con una sentencia que así
lo disponga pues, en caso contrario, sólo existiría una pretensión basada en un
contrato de locación de servicios, gestión útil, etc.
Por lo demás, las costas no constituyen un castigo para el perdedor, sino
que importan tan sólo un reconocimiento de los gastos que ha debido efectuar
la parte a fin de lograr la convalidación de su derecho; es decir, que tiende a
que las erogaciones que han sido necesarias con motivo del proceso, no
graviten, en definitiva, es desmedro de la integridad del derecho reconocido.
Frente a esta constatación resulta peligroso creer que la condena en
costas obra aislada del pronunciamiento principal, pues si bien cabe reconocer
autonomía a la condena en costas una vez firme la decisión, el origen y
fundamento de éste y de la sentencia de fondo son el proceso de conocimiento
tramitado, y por eso cuando no se ha emitido pronunciamiento alguno sobre el
derecho de cualquiera de los litigantes, debe quedar diferida para la misma
oportunidad la resolución sobre las costas.
Competencia
Art. 501. -- Será juez competente para la ejecución:
1. El que pronunció la sentencia.
2. El de otra competencia territorial si así lo impusiere el objeto de la ejecución, total o
parcialmente.
3. El que haya intervenido en el proceso principal si mediare conexión directa entre
causas sucesivas.
1. "Perpetuatio jurisdictionis"
La ejecución de sentencias persigue continuar el trámite ante el mismo
Juez que dictó el pronunciamiento; lo que es lógico a tenor de lo dispuesto en
el art. 166 inciso 7º; sin embargo, el principio no es absoluto, porque en los
incisos 2º y 3º admite excepciones expresas, sin perjuicio de otras que se
agregan ante determinadas circunstancias.
Inclusive, hay situaciones que ponen en conflicto las competencias en
pugna. Es el caso del fuero de atracción, que por vía de principio, debiera ser
indiscutible, pero que suele quebrar su rigidez cuando se enfrenta al avanzado
estado de un proceso.
En este aspecto, se ha dicho que el criterio previsto por la ley concursal
según el cual, para los supuestos en trámite, deben devolverse a los tribunales
originarios las causas atraídas por el fuero de atracción, debe ceder ante
procesos donde ha recaído sentencia y hasta proceso ejecutorio -en el caso, se
había comenzado con el trámite de ejecución, inclusive de los accesorios-. Ello
así, en resguardo de principios de orden superior, como el de la perpetuidad de
la jurisdicción, con apoyo en el de seguridad jurídica y de economía procesal,
que concurren en beneficio del justiciable, máxime cuando ello no causa
agravios de consideración a las otras partes del proceso (CS, 1998/02/10,
"Fernández, Pablo D. c. Díaz, Oscar D. y otro", La Ley, 1999-D, 491 - DJ,
1999-3-90).
a) La prórroga por razón del territorio tiene lugar cuando la persona o
bienes que se ejecutan se encuentran en lugar distinto al del tribunal que dictó
el fallo; en estos casos, la ejecución comienza ante el juzgado cuya sentencia
está sin cumplir, para lograr del mismo la producción de actos procesales que
requieran la colaboración procesal para forzar al acatamiento.
La ley 22.172 actúa una vez más facilitando la comunicación entre los
órganos jurisdiccionales.
Obsérvese que la unidad de jurisdicción no se pierde, porque las
actuaciones en extraña jurisdicción se cumplen como auxilio jurisdiccional.
El art. 501 es inaplicable cuando la intervención de una sala distinta a la
originaria fue dispuesta por la Corte Suprema de Justicia de la Nación con el
único fin de dictar una nueva sentencia, en reemplazo de la dejada sin efecto
por el Alto Tribunal (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 2000/06/22, "Torres, Alberto J.
c. Policía Federal", La Ley, 2001-A, 650 [43.306-S]).
Distinta es la cuestión cuando la sentencia se ejecuta en base al
testimonio del pronunciamiento, y se plantea como ejecución directa ante el
Juez que se entienda es competente por razón del territorio.
Rigen en el caso las normas procesales del lugar, y la ejecución tiene
autonomía respecto al proceso principal.
b) En los casos de conexidad basada en el principio de prevención (arg.
arts. 188, 189 y concs., Código Procesal), se consagra una excepción a las
reglas generales en materia de competencia, que se configura en supuestos en
los cuales la materia litigiosa traída con posterioridad a la radicación originaria
constituye una prolongación de la misma controversia, de modo que debe ser
sometida al tribunal que previno, permitiendo continuidad de criterio en la
valoración de los hechos y derechos invocados, conforme al principio de
perpetuatio jurisdictionis (arts. 6º y 501)
El principio de conexidad ha sido consagrado por el Reglamento de la
Justicia Nacional en lo Civil en sus arts. 23 y 77, en este último como una
excepción a las reglas de distribución de las causas entre los Juzgados de
Primera Instancia, y aunque como tal debe interpretarse restrictivamente, no es
menos cierto que tiene connotaciones que le son propias y lo distinguen de la
conexidad legislada por los arts. 88 y 188 del Código Procesal.
Por ello no es obstáculo para su aplicación la existencia de un juicio
terminado y que conforme al principio de la "perpetuatio jurisdictionis" citado,
continúe la competencia del juez que resolvió el proceso anterior, si existe
dicha conexidad de acuerdo con los fundamentos de los arts. 6° y 501.
Aun cuando no pueda llegar a configurarse al supuesto de sentencias
contradictorias, la aplicación de los principios expuestos lleva al
desplazamiento de la competencia, toda vez que como ya se ha sostenido,
cuando un nuevo proceso sea consecuencia de otro precedente, debe
entender en el juez que previno (CNCiv., Tribunal de Superintendencia,
1980/09/19, "Bairmont, S. A. c. Falcone, Ricardo O.", BCNCivil, 981-II-10).
La conexidad consagrada por el artículo 77 del Reglamento para la
Justicia nacional en lo Civil y la jurisprudencia del fuero, tienen entidad
suficiente como para derogar en forma total o parcial las reglas de
competencia, aun las que refieren al turno, pues se da en términos generales
aun cuando, sin llegar a configurarse el supuesto de sentencias contradictorias,
el nuevo proceso es consecuencia del anterior o tiende a modificar o a dejar sin
efecto lo resuelto precedentemente.
Se trata de una prolongación de la misma controversia, sin importar que
se dirija contra otro demandado, y por esa vinculación, debe someterse al
conocimiento del Tribunal que previno, que contará con la ventaja de los
elementos arrimados en ambos procesos y permitirá la continuidad de criterio
en la valoración de los hechos y el derecho invocado conforme el principio de la
"perpetuatio jurisdictionis" que, si bien está consagrado en los arts. 6° y 501 ya
indicados, fuerza es señalar que no se agota en tales artículos la posibilidad de
su aplicación.
Suma líquida. Embargo
Art. 502. -- Si la sentencia contuviere condena al pago de cantidad líquida y determinada
o hubiese liquidación aprobada, a instancia de parte se procederá al embargo de bienes,
de conformidad con las normas establecidas para el juicio ejecutivo.
Se entenderá que hay condena al pago de cantidad líquida siempre que de la sentencia
se infiera el monto de la liquidación, aun cuando aquél no estuviese expresado
numéricamente.
Si la sentencia condenase a una misma parte al pago de una cantidad líquida y de otra
ilíquida, podrá procederse a la ejecución de la primera sin esperar a que se liquide la
segunda.
1. Afectación del debido proceso
El trámite de la ejecución de sentencias tiene particularidades que
dependen del tipo de pronunciamiento cuyo cumplimiento inmediato se
persigue.
Cuando se trata de condenas de dar sumas de dinero, el fallo puede
contener la liquidación, o derivar su determinación a las partes dando las
pautas para ello (tiempos de actualización monetaria, tasas de interés, etc.).
Esta práctica, unida a la características procesales del servicio que se
debe promover, afecta el concepto garantista que tiene el debido proceso,
porque tanto la forma como el tiempo que demanda el trámite ejecutorio, son
un factor palpable de la ineficacia de la justicia.
Recuerda Morello, que el cumplimiento de la sentencia hace a la
razonabilidad, seguridad jurídica y legalidad de lo actuado por los órganos
públicos (jueces) o privados (árbitros) de la justicia y nadie puede sostener que
el ordenamiento jurídico, empeñado en que el Poder Judicial conozca y dé
respuesta a los conflictos (controversias cuando acuden a la justicia oficial o
privada) puede cambiar el interés público para que se lleve a cabo esa
actividad (la de la jurisdicción) únicamente en el marco primero del
conocimiento de las pretensiones y defensas y que, en cambio, lo debilita y
devalúa (a ese mismo interés público) cuando debe cumplirse (Liquidaciones
judiciales, Editorial Platense, La Plata, 2000, pág. 10).
La introducción pretende mostrar el déficit que tiene el estado procesal
como se desenvuelve la ejecución forzada, donde la sentencia tiene más valor
declamativo que real en sus mandas; donde la oportunidad de las medidas
cautelares constituye un factor determinante para la realización de los
contenidos; y donde también, la actividad del ejecutante tiene más sensación
de esfuerzo y de volver a recorrer un camino ya transitado, que de lograr el
cumplimiento inmediato de aquello que la justicia le ha reconocido.
Si el tiempo tiene un valor importante para el derecho, no se podrá negar
que la situación actual promueve angustia, desazón y desconfianza.
Está claro que la poca credibilidad en la justicia no se favorece con este
cuadro de estado, en el que aparece un código procesal propenso a tutelar con
límites demasiado extensos el derecho de defensa del deudor.
Y aun más, sorprende al estudioso del derecho el fenómeno argentino
que importa esta etapa del proceso, porque un tema menor, de importancia
relativa y que solamente debiera constituir un aspecto propio de la actividad
jurisdiccional, como es la liquidación, de lugar a una producción bibliográfica y
jurisprudencial que asombra a todo el mundo.
Es que la aprobación de la liquidación judicial, pórtico de entrada a la
ejecución de sentencias, tiene más sinuosidades que la puerta que se abre al
laberinto. De hecho, si no hay liquidación no hay ejecución, y esto es fatal para
la rápida ejecución de lo conseguido en los estrados.
2. Procedimiento
El código parte de un supuesto comprensible: para ejecutar una
sentencia es preciso que exista suma líquida o fácilmente liquidable, y un bien
que se pueda realizar para lograr con la subasta que se pague la condena.
De este modo, la ejecución de sentencia necesita: a) liquidación
aprobada, y b) embargo de cosas o bienes.
2.1 ¿Cómo se aprueba la liquidación?
Para aprobar una liquidación (art. 503), el vencedor debe presentar la
cuenta dentro del décimo día de quedar firme la sentencia. Con ello, la
ejecución no comienza, porque hasta entonces, el incumplimiento no se
manifiesta.
La confusión proviene cuando el fallo dice, por ejemplo, que debe
cumplirse en el plazo de diez días; de manera que algunos estiman que se
debe depositar la suma provisoriamente indicada, sin perjuicio de integrarla una
vez que se aprueba la liquidación.
Pero, en realidad, el código produce antagonismos y ampliaciones de
plazos no previstos, porque la sentencia debe cumplirse en el término
establecido, y de no lograrse de inmediato, se pueden embargar bienes que
aseguren la realización compulsiva. De hecho, mientras no exista condena
líquida o fácilmente liquidable, no hay posibilidad de pago aunque haya
voluntad; en consecuencia, la sentencia puede condenar, pero jamás asegurar
su acatamiento. Para ello, será necesario reiniciar el esfuerzo procesal, cuando
se afronte la renuencia al desembolso.
En efecto, la liquidación de los gastos y la pertinente aprobación para
que proceda la ejecución de la sentencia, es además de forzosa, ineludible,
porque cuando se condena al pago de las costas sin determinar su monto, el
acreedor no puede exigir el cumplimiento sin transitar por dicho trámite.
Esto tiene otra consecuencia: el deudor sólo adeudaría los intereses a
partir del momento en que queda firme la resolución que aprueba la liquidación.
La cuenta practicada por los litigantes y, en su caso, las impugnaciones
efectuadas, no constituyen "trabajos de ejecución" que puedan generar pago
de costas y regulación de honorarios, ya que, procesalmente, la liquidación no
es más que el acto por el cual el tribunal establece el monto aritmético de la
condena.
a) Cosa Juzgada: La liquidación constituye un procedimiento numérico
destinado a cuantificar el monto de la condena judicial con sus accesorios.
Igual sucede con otros actos de la economía del proceso, como el libramiento
de cheques, que son providencias de mero trámite que no causan estado. Es
decir, que en materia de liquidación las aprobaciones que ésta reciba no tienen
el atributo de la cosa juzgada (Cfr. CApel. CC, Junín, 1995/05/08, ED, 116630).
Exactamente, la liquidación aprobada jamás alcanza el efecto definitivo
que tiene la res judicata, porque ellas se aprueban "en cuanto ha lugar por
derecho", expresión un tanto difusa que viene a significar algo así como que, si
las cuentas son correctas y ajustadas a las pautas ordenadas, ellas deben
confirmarse; pero que si no lo fueren por error en la práctica, podrán rectificarse
aun sin pedido de parte y hasta en la etapa de ejecución de sentencia.
Sin embargo, la posibilidad de revisión sólo alcanza a los errores
meramente aritméticos, más no a aquellos aspectos de fondo que no fueron
planteados al correrse el traslado de la liquidación. En el caso, ellos quedan
alcanzados por la preclusión, porque de otro modo, se admitiría una indebida
posibilidad de replanteo acerca de cuestiones firmes.
No obstante, se ha dicho "que la circunstancia de que el obligado no
haya impugnado la liquidación, no obliga al juez a aprobarla, pues ella debe
resultar ajustada a derecho" (Cfr. CNCiv., Sala B, 1985/06/03, La Ley, 1985-C,
189.
b) Liquidación equivocada: Es evidente, y así lo ratifica la jurisprudencia,
que si los jueces descubren un error de cálculo o aritmético en la liquidación
practicada, y no la modifican, incurrirían en falta grave, pues estarían tolerando
la consagración de una gravísima lesión a los derechos del justiciable, cuya
única fuente de derecho obraría sobre el error (Cfr. CS, 1989/04/20, "Estado
Nacional (Ministerio de Economía) c/ Cooperativa Poligráfica Editora Mariano
Moreno Ltda), en Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Respuesas Procesales, Editorial
Ediar, Buenos Aires, 1991, pág. 103).
Este es un problema común, que se adiciona a los inconvenientes de la
ejecución. La ausencia de controversia no inhibe la posibilidad de impugnar la
liquidación, pues por su propia naturaleza hasta que se produzca el pago con
fuerza cancelatoria, la liquidación no sólo será susceptible de ser corregida en
los errores que se constaten aun después de ser aprobada, sino que será
esencialmente mutable por el transcurso del tiempo, por cuanto alguno de sus
rubros dependen del paso de éste último -intereses, actualización, etc.
Por lo tanto, el conflicto debe ser planteado desde el punto de vista de
los recaudos que requiere el pago de las obligaciones para adquirir capacidad
cancelatoria, y no desde los supuestos de preclusiones o cosa juzgada ( CApel.
CC, Azul, Sala I, 1999/07/15 LLBA, 2000-293).
Es más, la circunstancia de que las demandadas no hayan contradicho
la liquidación que formulara el actor en la demanda no autoriza, sin más, el
acogimiento íntegro de sus pretensiones, pues ni siquiera la rebeldía declarada
firme releva de dictar sentencia según el mérito de la causa (art. 60, Código
Procesal) y asimismo a
l s liquidaciones, aun no observadas, se aprueban en
cuanto hubiere lugar por derecho (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 1997/11/13, La
Ley, 1999-A, 474).
Concretamente se establece que el hecho de que la liquidación haya
sido consentida por las partes no obliga al magistrado a obrar en un sentido
determinado.
En definitiva, la Corte Suprema afirma que, no cabe argumentar sobre la
preclusión del derecho a impugnar la liquidación, frente al deber de los jueces
de otorgar primacía a la verdad jurídica objetiva, toda vez que la aprobación de
las liquidaciones sólo procede en cuanto hubiere lugar por derecho, excediendo
los límites de la razonabilidad pretender extender el resultado de una
liquidación obtenida sobre la base de operaciones matemáticamente
equivocadas, a pesar de encontrarse dicha situación puntualmente evidenciada
durante el trámite de ejecución (CS, 1994/12/20, "Iglesias, Germán H. c. Estado
Nacional -Ministerio de Educación y Justicia, La Ley, 1995-B, 249).
De lo expuesto se colige la posibilidad de invalidar el error a pesar de la
preclusión procesal, porque se ampara la realidad de los hechos, y la
conveniencia de evitar un proceso injusto, magüer la contradicción en que
caería el mismo juzgador si permite aprobar una cuenta viciada sobre la base
de la ausencia oportuna de oposición.
Con acierto señala Toribio Sosa que, en virtud de la doctrina de los
propios actos, "el juzgador, medie o no impugnación, debe aprobar la
liquidación en tanto guarde conformidad con las bases que en la sentencia se
hubiese fijado. De lo contrario, deberá antes corregirla de oficio u ordenar
fundadamente su refacción. Si así no lo hiciese, el mismo sentenciante sería el
primero en no respetar su fallo cohonestando una cuenta divorciada con las
pautas contenidas en aquél e incurriendo en contradicción con sus propios
actos" (La doctrina de los propios actos y la aprobación de la liquidación,
Doctrina Judicial, 1989-1, 898).
Nuevamente el criterio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
orienta en estos casos: "No obsta al juez para modificar una liquidación judicial
que ésta haya sido consentida por la contraparte, toda vez que esa
circunstancia no obliga al magistrado a obrar en un sentido determinado" (CS,
1989/06/20, citado).
Entre otros, algunos antecedentes legislativos han permitido echar mano
al mecanismo que se articula; por ejemplo con la ley 24.283 que en el artículo
1º dispone que :"Cuando deba actualizarse el valor de una cosa o bien o
cualquiera otra prestación, aplicándose índices, estadísticas u otro mecanismo
establecido por acuerdos, normas o sentencias, la liquidación judicial o
extrajudicial resultante no podrá establecer un valor superior al real y actual de
dicha cosa o bien o prestación, al momento del pago. La presente norma será
aplicable a todas las situaciones jurídicas no consolidadas".
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, sostuvo en su fallo del 8 de
febrero de 1994 en la causa "Caja de Crédito Flores Sud Sociedad Cooperativa
Limitada c. Coelho, José y otra", que "al concluir la liquidación -por
capitalización de intereses de breves lapsos- en un resultado que quiebra toda
norma de razonabilidad, violenta los principios establecidos en los arts. 953 y
1071 del Código Civil y desnaturaliza la finalidad de la pretensión entablada, la
solución impugnada no puede ser mantenida so color de un supuesto respecto
al principio de cosa juzgada establecida en la sentencia de trance y remate
(confr. causa G.229XXIV, 1992/12/22, “García Vázquez, Héctor y otro c. Sud
Atlántica Compañía de Seguros S.A.”, ED, 152-184).
2.2 El embargo ejecutorio
La mecánica se articula del siguiente modo: una vez que se aprueba la
liquidación, o se notifica la sentencia que condena al pago de suma líquida y
determinada (cuyo sentido explicamos más adelante), la vencedora tiene
derecho a que se embarguen bienes de propiedad del condenado hasta cubrir
los importes correspondientes con sus acrecidos eventuales.
El embargo ejecutorio es una modalidad dentro de otras que tiene esta
medida cautelar. La principal característica es que para su procedencia no se
exigen los presupuestos que tienen las demás precautorias (verosimilitud del
derecho y peligro en la demora), ni requiere la prestación de contracautela.
Tampoco es un medio de aseguramiento, porque verdaderamente se
constituye como una etapa ineludible y forzosa. Si no hay embargo, no hay
ejecución.
Si bien es cierto el código dice que "el embargo de bienes" procederá
"de conformidad con las normas establecidas para el juicio ejecutivo", cabe
observar que la remisión no confunde la naturaleza del embargo; en realidad se
pretende definir el modo como se ha de practicar ese acto procesal que tomará
bienes o cosas para aplicarlos a un fin preciso y determinado, como es la
ejecución de la sentencia.
La Corte admite que la ejecución comienza con el embargo, cuando
sostiene que, no es de aplicación el régimen contemplado en la ley 21.839
(Adla, XXXVIII-C, 2412) para los juicios ejecutivos -integrado por analogía para
el trámite de ejecución de sentencia- cuando la liquidación únicamente
configura una etapa preliminar para la procedencia del embargo ejecutorio, que
es el acto insoslayable con el cual comienza el proceso de ejecución de
sentencia (CS, 1998/03/17, "Provincia de Misiones c. Estado nacional", La Ley,
1998-E, 815, J. Agrup., caso 13.119).
Al ser un trámite esencial para el proceso compulsorio, la providencia
que resuelve la traba del embargo, no es susceptible de apelación, debiendo el
afectado -en su caso- oponer excepciones en la oportunidad de la citación de
venta (conf. art. 505).
Hay una sola excepción a este regla, que está previsto en el párrafo final
del art. 504, según el cual el acreedor puede solicitar que se intime por cédula
u otro medio fehaciente (art. 136) al ejecutado, para que pague la cantidad
líquida y determinada que contiene la sentencia, o la liquidación que estuviera
aprobada.
Esta es una facultad del acreedor ejecutante, y no se puede disponer de
oficio como un requisito previo al embargo.
2.3. Suma líquida o fácilmente liquidable
Se llama deuda líquida aquella cuya existencia es cierta y cuya cantidad
se encuentra determinada, admitiéndose unánimemente que se cumple este
último requisito en los casos en que sea fácil y prontamente liquidable.
En otros términos, es el débito cuya comprobación depende de una
simple operación aritmética; y aun cuando no estuviese expresado
numéricamente, conserva dicho carácter cuando de la sentencia se infiere el
monto de la liquidación,
Por ello, las obligaciones sujetas a reajuste, la suma de intereses, o
cualquier otra operación aritmética sin complicaciones, no afecta el carácter de
suma líquida y exigible que tiene la cuenta a ejecutar.
La certeza sobre los montos, en consecuencia, dependen de dos
situaciones: o provienen de la misma sentencia, en cuyo caso el proceso de
ejecución puede comenzar inmediatamente después de vencido el plazo para
el cumplimiento voluntario; o bien, se practica liquidación y la compulsión debe
esperar que ésta se apruebe y quede firme.
Sin embargo, si el pronunciamiento contiene partes líquidas o fácilmente
determinables, se podrán ejecutar sin esperar los resultados de operaciones
matemáticas.
Cabe agregar que, aun cuando se exige que la totalidad de los rubros
comprendidos en una condena judicial, incluidos los honorarios y las costas,
sean cuantificados en la instancia del art. 503, para un ordenado desarrollo del
trámite de cumplimiento de la sentencia; de ello no se sigue la pérdida del
derecho a reclamar un rubro o concepto por el solo hecho de haber sido
omitido en esa liquidación, máxime si la actora había reservado su derecho a
liquidar esos gastos con cita del art. 77 del mismo ordenamiento -erogaciones
tendientes a evitar y preparar la demanda (CNCom., Sala C, 1999/12/13,
"Turismo Internacional S. A. c. Royal Caribbean Cruise Line Inc.", La Ley,
2000-C, 914 [42.710-S] - ED, 187-657).
3. El embargo
Al desarrollar el capítulo de medidas cautelares, se pudo destacar la
importancia que tiene el embargo en el esquema de aseguramiento que
representa para la eficacia del proceso.
En este capítulo, es preciso advertir un cambio en la fisonomía. De
alguna manera pierde el carácter de cautelar para convertirse en el mecanismo
de coacción más directo para forzar el cumplimiento de un mandato judicial que
se desconoce o dilata.
De este modo, en la clásica división entre: a) embargo preventivo; b)
embargo ejecutivo, y c) embargo ejecutorio, aparece una idea genérica que
asienta en el acto procesal que actúan, que no es otro que resolver la
individualización de bienes o cosas; asegurarlos con el fin de impedir su
disposición; y conservarlos como patrimonio afectado al cumplimiento de una
decisión judicial tipificada en alguna de las modalidades del art. 500.
Ahora bien, al quedar constituido como una etapa del proceso de
ejecución pura, el embargo se convierte en un acto del sistema, que no se
puede confundir con las medidas de aseguramiento propias del derecho
privado (prenda o hipoteca, por ejemplo), aun cuando algunos efectos sean
similares.
Dice Falcón que, el embargo es un acto jurídico procesal que produce
una coacción sobre los bienes, los individualiza y establece su indisposición,
logrando que éstos sean afectados a los fines del proceso, ya sea para
garantizar la sentencia o para cumplirla (Procesos de ejecución, tomo 1
volumen A, Editorial Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 1998, pág. 63).
Con igual precisión agrega Fenochietto que "la solución para determinar
su naturaleza indica la necesidad de estudiar especialmente el particular
vínculo jurídico que crea el embargo entre el proceso en que se lo ha decretado
y el bien individualizado, produciendo efectos entre los litigantes y terceros a la
ejecución. Esta relación se caracteriza por la sujeción de la cosa, con
independencia de los actos del ejecutado realizados al respecto. Así, su venta
total o parcial no puede ser opuesta al ejecutante, como tampoco puede
impedir la prosecución de la ejecución. El bien permanece sujeto al poder
ejecutorio del órgano público, cualquiera que sea el derecho adquirido por el
tercero" (Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, tomo 2, cit., pág.
762).
En consecuencia, la deducción del embargo como parte de la ejecución,
impone diferencias con otras formas de actuar en formas compulsivas. En este
aspecto, el incidente de concurso especial no puede asimilarse al trámite de
ejecución de sentencia contemplado por el art. 499 y sigtes. del Código
Procesal, atento a que no importa ejecución del crédito verificado (CNCom.,
Sala E, 1995/02/16, "Anilinas Argentinas S. A., quiebra c. Banco del Interior y
Buenos Aires -en liq.", IMP, 1995-B, 3111).
Por su parte, el art. 648, establece un trámite específico para la
ejecución de la sentencia de alimentos, distinto del previsto en general por el
art. 502. La especificidad del procedimiento deriva de no ser trámites
indispensables la liquidación ni la citación de venta, con el objeto de ganar
celeridad. Pero, en lo demás, resultan aplicables las normas de la ejecución de
sentencias.
4. Presupuestos de la ejecución forzada
El código no se presenta muy acertado en la definición de presupuestos
y condiciones para realizar en forma compulsiva una sentencia; más allá de
clasificar los títulos ejecutables y establecer como punto de partida para el
procedimiento, la individualización de bienes que se tomarán en embargo.
Desde nuestra perspectiva, las posibilidades para proceder por este
capítulo se dividen en exigencias que necesita el título ejecutorio, y condiciones
que debe acreditar el trámite procesal.
4.1 Presupuestos del título
La condición natural del título ejecutivo es que sea una deuda cierta,
líquida y exigible; cuando se convierte en ejecutorio éstas calidades no
cambian, pero la suficiencia anterior lograda por el proceso de conocimiento
que lo origina, le asigna una fehaciencia superior que evita el tránsito previo
que tiene el juicio ejecutivo.
La certeza del crédito no es suficiente para la ejecución pura, porque la
vía expedita y rápida que se facilita a partir del art. 499, depende del objeto
cierto y determinado que se reclama.
Si es una obligación de dar sumas de dinero, la condición es la
existencia de deuda líquida o fácilmente liquidable; si es un deber de hacer, no
hay posibilidad de utilizar el embargo como medio de coacción, siendo mejor el
uso de astreintes o sanciones conminatorias (art. 37); y si es de no hacer,
eventualmente se podrían requerir otras medidas (art. 534).
En ello queda de manifiesto que la ejecución de sentencias es viable,
únicamente, respectos de sentencias que condenan al pago de cantidades
líquidas o fácilmente liquidables.
La exigibilidad supone plazo vencido, circunstancia que pone una vez
más de relieve, el problema de establecer cuando queda sin cumplir una
sentencia; esto es, si se computa con el término notificado, o si depende de la
liquidación aprobada.
Otra dificultad aparece con el art. 505 del Código Civil que le otorga
como una potestad al acreedor, el derecho a emplear los medios legales a fin
de que el deudor le procure aquello a que se ha obligado; o la facultad de
compeler a otros a costa del deudor; o convertir la deuda en un resarcimiento.
Según Podetti, cuando se enfrentan las disposiciones del Código
Procesal con el orden y secuencia que tiene el citado art. 505, se advierte que
la ejecución forzada, por la vía procesal, se efectúa siguiendo los trámites que
el código de procedimientos señala. Cada especia de obligación tiene una
manera de ser ejecutada, pero en todas ellas, el orden establecido en el art.
505 es de rigor, es decir, que, siguiendo el principio de que las obligaciones
deben ser cumplidas conforme a su naturaleza, sólo ante la imposibilidad
material de ejecución, aun por la fuerza, o por intermedio de tercero, la
obligación de dar, hacer o no hacer, se convierte en la de pagar daños y
perjuicios (arts. 629, 630 y 631 del Código Civil) (Podetti, J. Ramiro, Tratado de
las ejecuciones, 3ª ed. Ediar, Buenos Aires, 1997, pág. 413).
En síntesis, no queremos subrayar la deficiencia del régimen forzoso
para lograr el cumplimiento de la sentencia, sin advertir que nuestro enfoque se
dirige más contra la naturaleza jurídica que tiene el título ejecutorio.
Con ello se pretende expresar que el código piensa más en la rapidez
compulsiva de las sentencias condenatorias a dar sumas de dinero; antes que
resolver la situación de otras que no encuentran en los arts. 499 y
subsiguientes, un sistema apropiado para solucionar su eficacia. Esto último
queda en evidencia con la traba del embargo como medida preliminar del
trámite, que es un acto inoficioso para provocar una actuación que provoque el
acatamiento de sentencias de hacer o no hacer, y que obliga a las
adecuaciones previstas en los arts. 511 a 516.
4.2 Presupuestos del procedimiento
La ejecución de sentencias es un derecho del vencedor que cuenta con
el pronunciamiento que lo favorece; y al mismo tiempo, es una potestad que se
enmarca en la dimensión de sus facultades procesales. No hay ejecución sin
actor que lo solicite.
La iniciativa de parte, no obstante, no se basta a sí misma; es necesario
que el deudor (ejecutado) haya manifestado en forma expresa (por escrito) o
tácitamente (por el transcurso del tiempo) que no cumplirá con el mandamiento,
es decir, que el tiempo acordado para el acatamiento se encuentre vencido.
Sin embargo, tampoco estos son requisitos bastantes y autosuficientes,
porque el obligado puede tener o encontrar limitaciones propias o provocadas.
Por ejemplo, son vallas naturales de la ejecución forzada no poderse plantear
al Estado Nacional, los estados extranjeros, representantes diplomáticos y
consulares, sin tener su expreso consentimiento (condición que se extiende a
las personas que integran la legación y demás miembros de la familia).
Las provocadas son excepciones al progreso de la compulsión, que no
se sostienen en la disposición del art. 506 (que cuestionan el título, antes que
el procedimiento) sino en la imposibilidad material de proceder por esa vía por
tratarse de bienes que están fuera del comercio (art. 2337, Código Civil), o son
inembargables (art. 219, Código Procesal).
También hay situaciones conexas que generan trabas al proceder por
ejecución, que se dan cuando el deudor se encuentra en concurso; o con
causales de inhabilitación, entre otras.
4.3 Modos de proceder en la ejecución forzada
Las sentencias condenatorias se pueden emplazar en las modalidades
del art. 495 del Código Civil, de modo tal que las obligaciones emergentes
determinan las formas de proceder ejecutivamente.
La disposición sobre el objeto procesal faculta al ejecutante a
individualizar los bienes sobre los que pretende dirigir la acción compulsoria, a
través del cual conseguirá indisponer el dominio u obstruir la posesión de
aquellos.
Esto es claro y simple en las obligaciones de dar cosas ciertas, o
inciertas no fungibles; la sencillez deviene de la forma como se practica la
coacción, al trabar el embargo y proceder a su anotación cuando corresponda.
No hay que olvidar que, si bien el embargo en la hipótesis del art. 502,
debe ser trabado con noticia, concomitante o sobreviniente al deudor (art. 531),
cuando ello no se cumpla, la posterior citación de venta y sentencia bonifica la
situación al brindar una plena oportunidad de defensa (CNCiv., Sala D,
1983/06/07, "Consorcio de Propietarios Carlos Calvo 3320 y otros c. Almagro
Construcciones S. A. y otro", ED, 106-263.
Aclara Podetti que, "en las obligaciones de dar cantidades de cosas
fungibles o sumas de dinero, si el deudor no poseyere las cantidades de cosas
o dinero debidas, la vía es indirecta, procediéndose sobre otros bienes del
deudor, que se venden, para satisfacer la acreencia".
Agregando que, "en las obligaciones de hacer, la vía puede ser indirecta
en dos formas sucesivas. Si el hecho puede ser ejecutado por un tercero, así
se procederá (arts. 626, 630 y 505 inc. 2º, Código Civil); si ello fuera imposible,
mediante el pago de daños y perjuicios que, a su vez, se ejecutará en bienes
del deudor" (ob. cit., pág. 417).
5. Características del embargo ejecutorio
El art. 233 del Código Procesal, dispone que lo dispuesto en el capítulo
Medidas Cautelares respecto del embargo preventivo "es aplicable al embargo
ejecutivo y al ejecutorio".
El mismo cartabón es de pura lógica, ya que siendo el primero el
embargo por excelencia, los principios generales que informan al mismo son de
aplicación en todo aquello que no se encuentre reglamentado particularmente.
De los tres tipos existentes en la ley adjetiva (preventivo, ejecutivo y
ejecutorio), el preventivo se diferencia de los otros por ser provisorio y
esencialmente mutable, imponiendo un carácter más severo en la
consideración acerca de la sustitución del mismo.
Ello no significa que siempre sea posible efectuar una sustitución del
objeto material sobre el cual ha recaído el embargo, sino que, la ponderación
de la posible sustitución del embargo, evaluando los aspectos favorables y
dañinos tanto para ejecutado como ejecutante, deben ser evaluados en una
forma menos restringida o severa puesto que, no existe, como en otra de las
especies señaladas, una negación "prima facie" al cumplimiento de la
sentencia que se ha dictado.
El carácter ejecutorio del embargo, si bien produce la afectación del bien
o bienes al pago del crédito, no se asimila al secuestro, pues en el primero no
se practica ningún desapoderamiento, toma de posesión o entrega de las
cosas al custodio (CApel. Concepción del Uruguay, Sala Civ. y Com.,
1996/02/13, "Marassi, Julio C. c. Colombo, Juan", La Ley, 1996-E, 676 [39.142S]).
Tanto para el embargo ejecutivo, como ejecutorio, es admisible su
modificación, cuando las circunstancias del caso así lo justifiquen.
Pese al parangón, el ejecutorio muestra singularidades:
a) Es esencialmente instrumental, porque sirve al fin del cumplimiento de
la ley que es la única fuente esencial de derechos.
Si el contenido de este principio se altera no cabe que por un mero juego
de relaciones temporales de índole procesal, ciertos derechos se petrifiquen al
margen del cambio legislativo y aseguraren a quién no es sino titular de una
disposición de tal carácter instrumental el goce de un derecho de fondo que ha
cesado de asistirle (del voto en disidencia del doctor Fayt) (CS, 1994/02/15,
"Idear Publicidad S. R. L. c. Provincia de Santa Cruz", ED, 162-79).
Criterio que se repite, al afirmar que la alusión que se realiza en las
leyes de emergencia a todas las medidas ejecutivas o cautelares dictadas no
admite discriminaciones o divisiones fundadas en que las mismas hayan sido o
no trabadas, habida cuenta que el embargo, aun el ejecutorio, no consagra
automáticamente derechos, pues su ámbito es por naturaleza instrumental
(CNCiv., Sala B, 1995/11/16, "Tofanelli, Elisa c. Provincia del Chaco", La Ley,
1996-A, 593).
b) Tiene función conservatoria, porque aunque afecta bienes o cosas,
dejándolos indisponibles, justifica esa medida con el fin que persigue. La
actividad que cumple se proyecta en el orden de preferencia que establece (art.
218), de manera que el que embarga primero tiene prioridad al tiempo de
percibir las sumas provenientes de la subasta del bien.
c) Establece un procedimiento particular, que consiste en individualizar
bienes o cosas que se pretenden afectar; luego se procede con los actos que
en cada medida corresponden (v.gr.: mandamiento de embargo en el caso de
bienes o cosas no registrables; oficio inscripto en el lugar respecto cuando se
trata de cosas o bienes asentables). Pero su característica principal está en
que se construye desde el embargo la procedencia de la ejecución forzosa.
Liquidación
Art. 503. -- Cuando la sentencia condenare al pago de cantidad ilíquida y el vencedor no
hubiese presentado la liquidación, dentro de diez días contados desde que aquélla fuere
ejecutable podrá hacerlo el vencido. En ambos casos se procederá de conformidad con
las bases que en la sentencia se hubiesen fijado.
Presentada la liquidación se dará traslado a la otra parte por cinco días.
1. El trámite de la liquidación
Las sentencias condenatorias suelen establecer las pautas para
alcanzar el monto líquido que constituirá, en definitiva, la cuenta final que
deberá pagar el obligado. Mientras tanto, el pronunciamiento se considera de
cantidad ilíquida.
Para que proceda el art. 503 es preciso que la sentencia se encuentre
firme, y que de ella no puedan surgir bases de las cuales inferir un monto
acertado.
La doctrina polemiza si la apertura de la liquidación es el comienzo de la
etapa de ejecución de la sentencia, o constituye una derivación necesaria de la
sentencia que, de ese modo, quedaría integrada con una etapa de declaración
y otra de determinación numérica.
De uno u otro modo, la disposición que comentamos pone en cabeza del
vencedor la obligación de practicar la cuenta judicial.
Si él no lo hiciere, en el plazo de los diez días siguientes a quedar firme
el pronunciamiento, podrá hacerlo la otra parte.
La presentación de liquidación por la parte vencida es una facultad y no
una obligación. Ella opera cuando el vencedor omite hacerlo, pero no
constituye un requisito para el planteamiento de impugnaciones a la cuantía de
lo dispuesto en la decisión, porque esto corresponde a la apelación,
propiamente dicha.
2. La calidad de vencedor
El código utiliza, como lo hace en el capítulo de "costas procesales", el
término "vencedor" como una categoría procesal. En realidad, no es una noción
distinta de "parte", porque en los hechos, ésta es una condición.
El problema está en que no siempre la victoria es clara y manifiesta, en
cuyo caso, la obligación o carga de practicar la liquidación pesa sobre quien
recibe el beneficio. De este modo, el carácter de vencido en costas se
configura para el demandado, si la acción prospera aunque lo sea en mínima
parte en cuanto al monto, o si la actora triunfa en todas las cuestiones litigiosas
(cfr. Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Costas procesales, 2ª edición Ediar, Buenos
Aires, 1998, pág. 38).
Sin embargo, esta regla puede variar bajo ciertas circunstancias.
Partamos de la base que toda liquidación deslinda el alcance de las condenas
principales y accesorias, de manera que el régimen de los gastos causídicos
que se consideran en los arts. 68 y ss., no quedan fuera de la operación a
celebrar.
Cuando hay vencimientos mutuos y parciales, la guía que orienta el
deber de ejecutar la cuenta es la condena a favor.
3. Bases de la liquidación
La liquidación judicial de una deuda no es sino el reflejo numérico de las
resoluciones firmes que obran en la causa, en cuanto ellas determinan el valor
económico de las cuestiones ventiladas en el proceso (CNCiv., Sala K,
1993/03/26, "Miño Cándido A. c. Empresa Ferrocarriles Argentinos", La Ley,
1993-D, 283).
El cálculo tiene un antecedente en la demanda, porqué si bien es la
sentencia la que fija el quantum debeatur, también lo es que el principio de
congruencia debe respetar los límites entre lo pedido y lo acordado.
La ejecución de la sentencia dictada se encuentra circunscripta a los
límites de la decisión recaída en el proceso de conocimiento y dentro de los
términos que producen la eficacia de la cosa juzgada. Lo expuesto evidencia el
valladar infranqueable que conforman los términos de la sentencia dictada y
firme, que no pueden ser modificados agregando una tasa de interés no
contemplada en el fallo.
Por consiguiente, imbricándose la liquidación presentada en el estado
procesal de ejecución de la sentencia (arts. 497, 501 y 502, Código Procesal de
Buenos Aires), es inviable pretender alterar, en esta etapa procesal, los
contenidos de la condena, irrumpiendo los lineamientos prefijados, con la
intempestiva pretensión de incluir rubros no peticionados, ni por ende
receptados por el órgano judicial (C2ª Civ. y Com., La Plata, Sala I, 1995/07/06,
"Irazusta, Antonio M. y otros c. Cuevas, Roberto A., suc.", DJBA, 149-4699).
Sostiene Morello que, el ingreso a la etapa de liquidación supone
(aunque no siempre ello ocurre) que han sido fijadas por el juez las bases y
elementos a partir de los cuales ha de practicarse la liquidación, lo que no es
sino corolario lógico de que la sentencia debe cumplir con la exigencia de
expresar el monto de la condena, o, en su caso, fijar las bases para que resulte
factible su cuantificación aritmética en la etapa liquidatoria (Liquidaciones
judiciales, con Mario E. Kaminker y Carlos Campitelli, Editorial Platense, La
Plata, 2000, pág. 104).
La operación a celebrar tiene dos puntos de arranque: la condena
principal y las determinaciones accesorias.
Es preciso que los parámetros estén indicados en el fallo, porque la
omisión de pronunciamiento al respecto, impide la utilización de una escala
(v.gr.: intereses) aunque sea de práctica común y habitual.
La aclaratoria, en estos supuestos de incertidumbre sobre criterios de
aplicación, no opera como recurso sino como mecanismo de esclarecimiento
que se puede articular en cualquier tiempo que resulte necesario. Con ello se
quiere expresar que las disposiciones aplicables son los arts. 34 inciso 5º ap.
b), 36 inciso 1º, 166 inciso 1º párrafo final y 511.
Se ha dicho que, si los elementos de juicio incorporados al proceso son
insuficientes para pronunciarse sobre el estado de las cuentas cuya
determinación y aprobación las partes someten a la decisión del juez, éste
puede adoptar los recaudos necesarios para completar el material probatorio
de la causa en virtud de las facultades que le confiere el art. 36, inc. 2° (actual
36 inciso 1º) del Código Procesal. Pero lo que no puede el magistrado es diferir
para la etapa de ejecución de sentencia la determinación mediante el informe
de un perito de la razonabilidad de los gastos. Este a pesar de sus
conocimientos técnicos carece de facultades para dilucidar cuestiones jurídicas
(CNCiv., Sala F, 1986/03/12, "Consorcio de Propietarios Galería Tribunales c.
Guindani de Pla, Nora", La Ley, 1986-C, 391).
Los accesorios de la sentencia tienen como fundamento el art. 77 al que
remitimos.
Otra carga de similar importancia, es la de exhibir y explicar el desarrollo
de la liquidación de manera clara y concreta (Morello, Liquidaciones judiciales,
cit., pág. 109).
En este sentido se dice que, las liquidaciones deben practicarse en
forma suficientemente detallada, como para que el deudor y el juez puedan
verificar la corrección de las mismas (CNCiv., Sala C, 1985/07/22, "Obras
Sanitarias de la Nación c. Vaglio, Mario", La Ley, 1986-B, 621 [37.251- S]).
4. Liquidación y determinación en proceso sumarísimo
El art. 165 del Código Procesal establece que la sentencia condenatoria
debe fijar las bases para su liquidación, y que en caso de no haber hecho esa
estimación, o ella fuera imposible o dificultosa, se deberá proceder a realizarlo
por la vía de proceso sumarísimo.
¿Cuál es la diferencia con el procedimiento de liquidación?.
La más importante es que el supuesto del art. 165 es excepcional y
contingente, en cuanto refiere a sentencias condenatorias que por dificultad
probatoria, o indeterminación de los rubros acordados, se necesita recurrir a un
nuevo proceso que fije el monto de la condena.
En cambio, la liquidación no exige etapa probatoria -aunque se puede
verificar la procedencia de algunos parámetros con prueba correspondiente-,
porque las pautas son conocidas y determinadas. Aunque ello no impide decir
que sea también esta parte del procedimiento, un proceso individual y no una
etapa.
En este aspecto, se fundamenta que a
l liquidación de la sentencia se
encarrila en un amplio marco de conocimiento que demanda un arduo trabajo
de postulación, defensas, impugnaciones, pruebas y análisis. Es como un
nuevo juicio, cuyo trámite no pocas veces resulta más complicado y prolongado
que el que provocó en su momento el dictado de la sentencia de condena
(Morello, Liquidaciones judiciales, cit., pág. 106).
Para resolver con cierta eficacia el cumplimiento efectivo e inmediato de
la sentencia, es evidente que, únicamente en supuestos de imposibilidad o de
extrema dificultad corresponde desdoblar el desarrollo del proceso, y diferir
para el período de ejecución de la sentencia el establecimiento del "quantum"
de la condena.
Por lo demás, este criterio se reserva exclusivamente para ciertas
hipótesis de indeterminación del importe del crédito reconocido en el
pronunciamiento definitivo (art. 165), y no es extensible a la dilucidación de
otros rubros y aspectos del conflicto de intereses planteado, que deben quedar
ineludiblemente precisados en la sentencia.
En consecuencia, la vía sumarísima queda reservada a casos de prueba
necesaria. Por ejemplo:
Cuando no se aportan datos sobre los ingresos económicos de la
víctima, para establecer el monto del resarcimiento -debe ejercerse la facultad
conferida por el art. 165 y sobre esa base fijar el total de la indemnización (CS,
1987/09/15, "Velasco, Angulo I. c. Provincia de Buenos Aires", La Ley, 1989-C,
621, J. Agrup., caso 6130).
También, para determinar el lucro cesante producido por la destrucción
de un hotel a causa de las inundaciones -que fue calculado sobre la base de
datos teóricos sobre la afluencia de turismo en la zona-, resulta necesario
efectuar una prudente apreciación haciendo mérito de los naturales riesgos de
una explotación sobre la cual gravitan diversos factores, tales como los de
índole económico, por lo que resulta aconsejable no decidir la cuestión sobre
especulaciones eminentemente teóricas correspondiendo fijar el monto del
rubro haciendo uso de las facultades que le acuerda al tribunal el art. 165 del
Código Procesal (CS, 1994/07/28, "Fernández Badie, Julio A. c. Provincia de
Buenos Aires", ED, 161-98).
La falta o insuficiencia de elementos probatorios referidos al daño
derivado de la inmovilización de una o más unidades destinadas al transporte
público de pasajeros incide en la cuantificación de la indemnización debida,
pero no determina su rechazo, de modo que debe acudirse, eventualmente, al
trámite sumarísimo dispuesto por el art. 165 (disidencia del doctor Vázquez)
(CS, 1996/09/17, "Empresa Ferrocarriles Argentinos c. Gálvez, Orlando y
otros", La Ley, 1997-B, 431).
A pesar de que el art. 165 permite que la cuantía del daño sea suplida
por la prudente estimación judicial, el damnificado debe tratar de establecer con
la aproximación que sea factible, la magnitud del mismo, ya que cualquier
deficiencia en la prueba referente al monto cierto, gravita en contra de quien
tenga la carga de la prueba (CNCiv., Sala A, 1994/12/07, "M., A. T. c. C., E.",
JA, 1995-IV-396).
En la ejecución de la sentencia pueden liquidarse daños que han sido
demostrados, aunque no haya quedado precisado su monto. Pero no puede
utilizarse esa etapa procesal para suplir la omisión probatoria del proceso de
conocimiento.
El tribunal, al determinar el daño, debe expresar las razones en que se
sustenta (CS, 1995/08/24, "P. F. F. c. Empresa Ferrocarriles Argentinos", La
Ley, 1995-E, 17).
Si la sentencia de primera instancia no ha establecido al menos las
bases sobre las cuales debe practicarse la futura liquidación del monto
indemnizatorio (art. 165), dicha omisión debe ser salvada por el tribunal de
segunda instancia, pues resulta valioso que en la medida de lo posible la
sentencia definitiva concluya todas las cuestiones y no las difiera para una
etapa posterior (CNFed. Civ. y Com., Sala III, 1995/03/01, "Lojoya, Horacio J. c.
Caja Nac. de Ahorro y Seguro y otro", La Ley, 1995-D, 95 - DJ, 1995-2-496).
Además, el reajuste debe ser fijado teniendo en cuenta los índices
oficiales proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos.
5. Sustanciación de la liquidación
Presentada la liquidación por cualquiera de las partes, en su
oportunidad, se dará traslado a la otra por el término de cinco días.
La comunicación se debe concretar por cédula (art. 135 inciso 9º) o por
otro medio fehaciente si se transcribe en el texto la cuenta que se somete a
consideración del contrario (art. 136).
La falta de cumplimiento con la sustanciación que ordena el art. 503,
determina la nulidad del acto, el cual solo se puede declarar a tenor de los
principios que rigen las nulidades en el proceso; de modo tal que el vicio se
ataca por incidente y no por recurso y es convalidable por preclusión.
Conformidad. Objeciones
Art. 504. -- Expresada la conformidad por el deudor, o transcurrido el plazo sin que se
hubiese contestado el traslado, se procederá a la ejecución por la suma que resultare, en
la forma prescripta por el art. 502.
Si mediare impugnación se aplicarán las normas establecidas para los incidentes en los
arts. 178 y siguientes.
Sin perjuicio de lo dispuesto en este artículo y en los dos anteriores, el acreedor podrá
solicitar se intime por cédula al ejecutado el pago de lo adeudado, cuando se trate de
cantidad líquida y determinada o hubiere liquidación aprobada.
1. Conformidad del deudor
Una vez practicada la liquidación, se da vista a la otra parte para que
exprese su conformidad o la observe.
Es distinto el trámite cuando se impugna, porque en este supuesto se
debe formar incidente (art. 178), el cual tiene particularidades que lo distancian
del esquema de procedimiento pensado en el Título IV primer capítulo.
En efecto, advertir errores en la liquidación sin impugnarla en sus bases,
no necesita formar incidente, porque la cuestión se puede resolver sin
necesidad de mayor inversión de tiempo y esfuerzos.
La tarea de confrontación, llevado a la práctica, supone preservar la
autoridad de la cosa juzgada, pues lo que se busca fijar definitivamente no es
el texto formal del pronunciamiento, sino la solución real adoptada por el juez.
Es por ello que las liquidaciones se aprueban en cuanto hubiere lugar
por derecho, modo de aprobación que determina la posibilidad de su corrección
de oficio si no se ajusta a las constancias concretas de la causa (CNCom., Sala
A, 1996/05/08, "Cines Argentinos S. A. s/quiebra s/ inc. de verif. por: Rosales,
Alvaro J.", La Ley, 1996-E, 192 - DJ, 1996-2-1195).
En igual sentido, se explica que, como las liquidaciones son aprobadas
en cuanto ha lugar por derecho siempre queda abierto el camino para efectuar
rectificaciones de errores meramente matemáticos, pero esta solución no
puede extenderse, en principio, a los planteos de fondo que hacen al origen del
crédito liquidado, así como cuestiones sustanciales que no hayan sido
articuladas al correrse traslado de las anteriores liquidaciones (CNCiv., Sala A,
1988/11/15, "D., V.", La Ley, 1989-C, 14 - DJ, 1989-2- 252).
En cambio, la impugnación a que se refiere el art. 504, para reunir los
recaudos de tal, debe consistir en la observación concreta y detallada de los
montos que integran la liquidación para demostrar en cada caso el error en que
se hubiera incurrido.
La circunstancia de que el recurrente concrete su propia liquidación no
altera esta conclusión ya que conforme a lo preceptuado por los arts. 503 y 504
del Código Procesal, si no está de acuerdo con la practicada por la actora debe
impugnarla concretamente y no limitarse a elaborar una nueva (CNCiv., Sala G,
1981/11/26, "Krywyj, Miguel E. y otra c. Simak, S. R. L.", La Ley, 1982-B, 308).
En estos casos, deben aplicarse las normas establecidas para los
incidentes en los arts. 178 y siguientes; vale decir que la resolución que se
dicte debe serlo en función del art. 185 y es apelable en los términos del art.
246, o sea en relación sin efecto diferido.
2. Facultades del Juez
La vista no tiene obligación de pronunciarse, ni importa consecuencias
desfavorables por la omisión. Supone convalidación de la cuenta, pero no
implica que ella se deba de aprobar de inmediato.
El hecho de que la liquidación haya sido consentida por las partes no
obliga al magistrado a obrar en un sentido determinado.
Ello así, no cabe argumentar sobre la preclusión del derecho a impugnar
la liquidación, frente al deber de los jueces de otorgar primacía a la verdad
jurídica objetiva, toda vez que la aprobación de las liquidaciones sólo procede
en cuanto hubiere lugar por derecho, excediendo los límites de la razonabilidad
pretender extender el resultado de una liquidación obtenida sobre la base de
operaciones matemáticamente equivocadas, a pesar de encontrarse dicha
situación puntualmente evidenciada durante el trámite de ejecución (CS,
1994/12/20, "Iglesias, Germán H. c. Estado nacional -Ministerio de Educación y
Justicia", La Ley, 1995-B, 249. - DJ, 1995-2-274).
La jurisprudencia abunda en expresiones coincidentes. Por ejemplo, se
argumenta que los jueces están facultados para hacer las correcciones que
consideren convenientes a las liquidaciones, porque de otro modo se estaría
tergiversando una resolución en un procedimiento destinado a aplicarla y
ejecutarla (CNCiv., Sala C, 1992/06/18, "B. C. c. A., C.", La Ley, 1992-E, 571).
El art. 591 oportunamente reformado por la ley 22.434, recogió esta
armonía doctrinaria, según la cual el juez se encuentra facultado para observar
de oficio las liquidaciones si éstas no se ajustan a derecho, aun cuando no
exista impugnación por parte de los litigantes.
En definitiva, la facultad del juez de observar las liquidaciones que
adolecen de errores materiales se torna en un deber cuando el error es puesto
en evidencia por la parte interesada con anterioridad al momento de decidir
sobre la aprobación o no de la liquidación. La solución contraria equivaldría a
condenar a los órganos jurisdiccionales a cohonestar los defectos encerrados
en tales liquidaciones, máxime cuando aparecen de toda evidencia. Se trata,
no más, de impedir que en la etapa de ejecución de la sentencia se tergiverse
el contenido de la condena.
3. Liquidación y afectación de la cosa juzgada
La característica de aprobar la cuenta judicial en cuanto ha lugar por
derecho, significa que la misma queda consentida por las partes y que el
tribunal adopta como operación aritmética que representa el monto a pagar a
un tiempo determinado. No hace cosa juzgada, porque ella ya existe y ha dado
los fundamentos o parámetros sobre los que se debe encuadrar la liquidación.
Sin embargo ¿qué hacer cuando la liquidación se realiza afectando la
cosa juzgada?.
Por ejemplo, advertimos al desarrollar el art. 502 que la función vigilante
del Juez sobre la conducta procesal de las partes, lo obliga a estar atento
cuando se deben concretar los montos condenados. Obsérvese que el deber
jurisdiccional que en el Código Procesal aparece diferido a las partes (art. 503),
en otras legislaciones se establece como obligación del tribunal (v.gr.: art. 132
ley 18.345 -t.o. decreto 106/98-), dando cuenta de la trascendencia que tiene la
fijación de las sumas a ejecutar.
Pero el procedimiento que comienza con la liquidación puede conmover
la cosa juzgada, e inclusive modificarla en su dimensión económica. Es tan
elástico el concepto que puede haberse dictado sentencia, alcanzar carácter
definitivo e inalterable, y sin embargo, tener que adecuarse en la etapa de
ejecución con el fin de poder realizarse efectivamente.
Así, la Corte ha interpretado que, en los casos en que se impugnan
liquidaciones judiciales sobre la base de que conducirían a resultados
manifiestamente irrazonables, prescindentes de la realidad económica como
consecuencia de la distorsión de los precios del mercado que ocasionan los
fenómenos hiperinflacionarios, tales objeciones no pueden ser desatendidas so
color de un supuesto respeto al principio de la cosa juzgada (CS, 1996/10/10,
"Cerro, Francisco E. c. Banco Central", La Ley, 1997-D, 828 [39.616-S]).
Se afecta la inmutabilidad del pronunciamiento cuando la liquidación
importa variar las pautas ordenadas, es decir, cuando se afectan las fuentes
acordadas.
Se trata de cuestiones jurídicas, antes que matemáticas, y por eso el
control judicial puede soslayar la idea de resoluciones firmes alcanzadas por la
preclusión, pues aun cuando se las haya aprobado en cuanto hubiere lugar por
derecho, encontrado el error, el mismo no se puede convalidar por omisión de
pronunciamiento.
Distinto es el caso, cuando los errores son nimios y están sin observar o
impugnar al correrse la vista dispuesta por el art. 504; en estos casos, el nuevo
examen sólo permite rectificar errores cometidos al practicar la cuenta, pero no
volver sobre cuestiones alcanzadas por la preclusión.
La adecuación de la cuenta judicial al contenido del pronunciamiento es
un deber inexcusable, pero si esa resolución judicial alcanzó la res judicata
afectada por cuestiones que trascienden el orden público, la revisión oportuna
es insoslayable, pues de otro modo se consagraría un desatino que la justicia
no quiere para sí.
Supongamos que la sentencia definitiva adopte como bases las sumas
provenientes de una pericia consentida por las partes, y que ésta contuviera
errores evidentes. Si estos desaciertos son señalados en el recurso de
apelación, y aun en la etapa de ejecución de sentencia, no vemos porque,
amparados en la cosa juzgada se deje consentir una actuación inválida.
La Corte ha obrado en consecuencia con esta idea cuando advierte que
una sentencia, al concluir la liquidación - por capitalización de intereses de
breves lapsos-, acepta un resultado que quiebra toda norma de razonabilidad,
violentando los principios establecidos en los arts. 953 y 1071 del Código Civil y
desnaturalizando la finalidad de la pretensión entablada.
Dijo, entonces que la solución impugnada no puede ser mantenida so
color de un supuesto respecto al principio de cosa juzgada establecida en la
sentencia de trance y remate (confr.causa G.229XXIV, “García Vázquez,
Héctor y otro c. Sud Atlántica Compañia de Seguros S.A.”, 1992/12/22, ED,
152-184).
Tal temperamento, por otra parte, no importa necesariamente un
detrimento sustancial del crédito en tanto pueda demostrarse, oportunamente,
la insuficiencia del interés bancario - correctamente computado - para
compensar el deterioro del poder adquisitivo de la moneda durante el lapso de
que se trata (Fallos, 308:2376; 310:449;311:2152).
4. El incidente de impugnación
La liquidación debe seguir el trámite de los incidentes, cuando es
producto de una pretensión que resiste la cuenta practicada por una de las
partes, y ésta cuestiona sus fundamentos.
Por eso, este procedimiento se traba con la pretensión impugnativa
deducida contra la cuenta judicial, y la oposición a ella contenida en el traslado
(C. Apel. Noreste, Chubut, 1995/05/12, DJ, 1995-2, 946), pues si aquella (la
impugnación) es aceptada por quien presenta la liquidación, el Juez resolverá
lo que corresponda y mandará practicar una nueva (Morello, Liquidaciones
judiciales, cit., pág. 115).
Se ha dicho que, el traslado de la impugnación constituye un paso
insoslayable, cuya omisión es causal de nulidad del procedimiento (CNFed.
Contenciosoadministrativo, Sala II, 1979/10/30, La Ley, 1982-A, 573 [36.042S]); lo que no sucede cuando el Juez omite el tratamiento de los fundamentos
desplegados en la impugnación pues ello será subsanable en la Alzada
mediante el recurso pertinente (CNCiv., Sala K, 1994/04/12, La Ley, 1995-B,
122).
5. Recurso de apelación
La providencia que aprueba la cuenta judicial, como la que la rechaza,
son apelables por el interesado en el curso de la etapa. Dado el momento en
que se produce, el recurso se concede en relación y con efecto suspensivo.
Pero resultan inapelables los autos que son consecuencias de
pronunciamientos, anteriores firmes. Este principio se aplica también a las
providencias que aprueban liquidaciones, cuando en ellas se han seguido
pautas que fueran objeto de resoluciones previas que han quedado firmes.
Ello es así porque las únicas cuestiones novedosas están configuradas
por las operaciones aritméticas necesarias para actualizar las sumas o calcular
los intereses por el tiempo transcurrido, y si en ellas se deslizara algún error
resultaría siempre subsanable (art. 166, inc. 1°).
Cabe agregar que el "efecto diferido" como se deben conceder los
recursos que se articulan en el trámite de ejecución de sentencias, rige
solamente cuando ella ha dado comienzo, es decir, después de haberse
trabado el embargo ejecutorio y resuelto mandar adelante el procedimiento con
la citación de venta.
6. Cumplimiento de la sentencia
La fijación de un plazo para pagar el monto que resulta de la liquidación
aprobada cuando estaba ampliamente vencido el de la condena, no importa
ninguna modificación de la sentencia. Por ello, habiendo transcurrido el ttiempo
dispuesto para el cumplimiento de la sentencia, procede directamente el
embargo de bienes de la demandada por la suma que resulta de la liquidación
aprobada (arts. 499, 502 y 504).
Se ha dicho que, la circunstancia de que la acreedora como medio de
evitar la traba de embargo, haya ejercido la facultad que le otorga el último
apartado del art. 504 de solicitar la intimación de pago, no puede autorizar a la
deudora a peticionar la fijación de un nuevo término para efectivizar el pago
igual que el establecido en la sentencia, intentando de ese modo hacer
renacerlo cuando el vencimiento había producido la mora en el cumplimiento
de la condena (CNCiv., Sala C, 1983/02/22, "Pantaleone, Roque C. c.
Municipalidad de la Capital", La Ley, 1983-C, 398).
Citación de venta
Art. 505. -- Trabado el embargo se citará al deudor para la venta de los bienes
embargados. Las excepciones deberá oponerlas y probarlas dentro del quinto día
1. Concepto
El art. 505, dispone que la traba del embargo precede a la citación del
deudor para la venta de los "bienes embargados" (y no de otros diferentes), por
el plazo de cinco días.
Este lapso se concede en miras de permitir al ejecutado la articulación
de la oposición que estime pertinente, actitud que ha de entenderse en un
sentido amplio y comprensivo del ejercicio de todas las defensas y remedios
autorizados a la parte ejecutada, entre los que han de contarse los resortes que
implica el art. 535 de la ley adjetiva. Y, en ausencia de oposición, corresponde
mandar continuar la ejecución "sin recurso alguno".
Por ello, en realidad a nadie se cita para la venta de cosas embargadas,
porque la notificación supone comunicar el comienzo de una etapa (o
procedimiento autónomo) destinada a forzar el cumplimiento de la sentencia.
2. Formas de notificar
La citación de venta se practica por cédula, acta notarial o cualquiera de
las formas que se pueden instrumentar con el acuerdo que da el art. 136.
También el comparecimiento en autos del afectado permite la
notificación directa y personal.
Concretado el emplazamiento que significa esta notificación, comienzan
a correr plazos y oportunidades para manifestarse en orden a cuestiones
posteriores a la sentencia o laudo que se ejecuta, pero nunca posible respecto
a asuntos precluidos.
En este aspecto se ha dicho que, la etapa procesal idónea para el
planteo de la ley desindexatoria 24.283 (Adla, LIV -A, 30) se abre recién con el
pronunciamiento de la sentencia definitiva que manda a pagar una cantidad
líquida y determinada o, en su caso, con el traslado de la liquidación prevista
por el art. 503 del Código Procesal si se condena al pago de una cantidad
ilíquida, pues a partir de ese momento la cuestión deja de ser meramente
conjetural para el vencido, quien entonces puede establecer por comparación si
la sentencia manda o no a pagar una suma superior al valor actual y real de la
cosa, bien o prestación al que se refiere el objeto del juicio. De otro modo, se
obligaría a la parte a que se expida sobre el posible contenido económico de
una sentencia que todavía no ha sido determinado, lo cual es inadmisible (de la
disidencia parcial del doctor Vázquez) (CS, 1996/10/10, "Diez Ibanco, Carlos c.
Empresa Líneas Marítimas Argentinas S. A.", La Ley, 1997-D, 67).
Excepciones
Art. 506. -- Sólo se considerarán legítimas las siguientes excepciones:
1. Falsedad de la ejecutoria.
2. Prescripción de la ejecutoria.
3. Pago.
4. Quita, espera o remisión.
1. Excepciones posibles
Pese a la severidad del artículo, la enumeración de las excepciones en
el trámite de ejecución de sentencias, es enunciativa y no taxativa.
Todas pretenden negar eficacia al título ejecutorio y se deben fundar en
hechos o causas posteriores a la fecha del laudo o de la sentencia.
El catálogo principal que trae esta norma, trabaja como defensas
perentorias, porque de resultar procedentes, terminan el pleito y solo permiten
su reanudación en el caso del inciso 4º (quita, espera o remisión).
2. Falsedad de la ejecutoria
En realidad la voz "ejecutoria" es un adjetivo que significa que la
sentencia ha pasado en autoridad de cosa juzgada al no quedar recursos
contra ella. Por eso, debiera fundarse como falsedad de la sentencia, y aun así,
la denominación sería incorrecta, porque no hay "falsedad" propiamente dicha,
sino defectos del pronunciamiento que impiden progresar tal como se deduce
la ejecución.
Por ejemplo, si el testimonio de la sentencia emitido tiene vicios que
transforman lo resuelto, o adultera partes del decisorio, o modifica la condena,
entre otras cuestiones que hacen a la desnaturalización del documento, el
ejecutado puede articular esta defensa de fondo.
Si bien el trámite compulsorio no prevé, literalmente, la posibilidad de
intentar la defensa de inhabilidad de título, se trata de una alternativa que no
puede desconocerse cuando la ejecución es manifiestamente improcedente por
falta de real título ejecutorio, ya sea que se la deduzca bajo aquella
denominación o que se la incluya como hipótesis de falsedad de la ejecutoria,
la cual abarca no sólo los supuestos de adulteración material del título, sino
también los de ausencia de los presupuestos esenciales de procedencia de la
vía ejecutiva.
En este sentido se dice que, si bien la excepción de inhabilidad de título
no está mencionada entre las defensas enumeradas en el art. 506 del Código
Procesal, corresponde admitirla -considerándola implícita en la de falsedad de
la ejecutoria prevista en el inc. 1° de ese artículo- si se cuestiona la falta de
alguno de los requisitos del título ejecutorio, o de las condiciones exigidas para
que proceda la ejecución de sentencia (CNFed. Contenciosoadministrativo,
Sala IV, 1994/03/08, "Chiappe, Julio A. c. Expreso Tarducci S. C. C.", La Ley,
1994-D, 69).
Asimismo se agrega que, aun cuando la excepción de inhabilidad de
título se encuentra en principio excluida del procedimiento de ejecución de
sentencia, cabe considerarla implícita dentro de la excepción de falsedad en
aquellos supuestos en los cuales se invoca la falta de algunos de los requisitos
del título ejecutorio (CNCiv., Sala E, 1995/12/15, "Geraci, Mario C. c. De
Castro, Luis M.", La Ley, 1996-E, 356 - DJ, 1996-2-1390).
3. Prescripción de la ejecutoria
Igual como sucede con lo explicado para el inciso 1º, la prescripción
referida es para la ejecución de la sentencia condenatoria, que es de diez años
contados desde la fecha que ha quedado firme.
Se asimila a una acción personal por deuda exigible que carece de un
plazo especial de prescripción (art. 4023, Código Civil) (Cfr. Fenochietto,
Código Procesal..., tomo 2, cit., pág. 772).
El derecho del vencedor en un juicio para obtener la ejecución de la
sentencia, está sujeto a un nuevo plazo de prescripción, porque el que reclamó
al plantear la pretensión con su demanda, se ha consolidado con el fallo que
opera cuál si fuera una "norma individual". Por tanto, el plazo de vigencia no es
otro que el que establece el art. 4023 del Código Civil; y la manera de
interrumpir el curso de la prescripción "actio judicati" es ejercer actos que
tiendan a hacer efectiva tal ejecutoria, o sea continuar adelante con el trámite
de la ejecución de sentencia.
Por consiguiente, la prescripción decenal que corresponde a la
ejecutoria, se interrumpe por las medidas solicitadas para el cumplimiento del
fallo y por los actos procesales que entrañen la intención de ejecutoria.
La cuestión no cambia cuando el reclamo es sobre las accesorias de la
sentencia, porque ellas son consecuencia de la condena en costas recaída en
un proceso e integra la ejecución.
Sólo se trata del derecho de exigir el cumplimiento del fallo definitivo,
derecho que es común a todo litigante vencedor y al que es aplicable el plazo
de prescripción decenal previsto en el art. 4023 citado. Esto lo ratifica la Corte,
al decir que, la ejecutoria -actio judicati- y el derecho de reclamar lo que manda
cumplir la sentencia prescribe en el plazo de diez años (CS, 1990/12/11,
"Crotto Posse de Daireaux, Valeria c. Provincia de Buenos Aires", La Ley,
1991-C, 291 DJ, 1991-2-298).
La interpretación aumenta sus fundamentos, cuando se observa que, si
bien la sentencia no causa novación en el sentido del art. 801 del Código Civil,
constituye, indudablemente, un nuevo título que sustituye al originario y da
lugar a la prescripción de la ejecutoria, la que se rige por la prescripción
decenal del art. 4023, que es el denominador común de las acciones que no
tienen especialmente señalado el tiempo de prescripción (CNCiv., Sala C,
1996/04/02, "O. de E., M. I. y otro c. O., N. P.", La Ley, 1997-C, 956 [39.502S]).
4. Pago
Con respecto a esta defensa, que para la jurisprudencia también es
comprensiva de la compensación -por ser una especie de aquél en cuanto al
modo de extinción de las obligaciones- la acreditación de su existencia y
eficacia, debe hacerse al tiempo de su interposición, no después, y fundarse en
pagos efectuados con posterioridad a la sentencia.
El pago debe ser total, por lo que se ha declarado inadmisible el
cumplimiento parcial, ya que el art. 506, a diferencia del 544, inc. 6° no lo
menciona expresamente.
Se afirma así que, en el procedimiento de ejecución de sentencia, la
acreditación de la existencia y eficacia de la excepción de pago debe hacerse
al tiempo de su interposición, y debe fundarse en pagos efectuados con
posterioridad a la sentencia. El pago debe ser total de acuerdo con lo dispuesto
por el art. 506 del Código Procesal, a diferencia del art. 544 inc. 6º del mismo
ordenamiento, que admite saldar a cuenta (CNCiv., Sala C, 1997/04/24,
"Schussheim, Renata I. c. Mallo, Martín", La Ley, 1997-E, 844).
Sin embargo, admitir la ejecución absoluta existiendo cancelaciones a
cuenta, sería tanto como tolerar que la obligación se pagara en más de una
oportunidad.
En tal sentido se ha dicho que, si bien es cierto que la excepción de
pago parcial no ha sido recibida en el proceso de ejecución de sentencia, vista
la distinta previsión al respecto por los arts. 506, inc. 3° y 544, inc. 6° del
Código Procesal, sin embargo por las mismas razones que determinan su
admisibilidad en el juicio ejecutivo y porque no hay título ejecutorio hábil por lo
que no se debe (arg. arts. 503 y 504, Código citado), no es congruente que se
prosiga una ejecución por la parte pagada con anterioridad al reclamo (CNCiv.,
Sala D, 1984/02/22, "Souza de Gandulfo de la Serna, Olga y otro, sucs.", La
Ley, 1984-B, 180 - ED, 108).
5. Quita, espera o remisión
La quita, o renuncia expresa a percibir todo lo que se adeuda; como la
espera, o tiempo acordado para pagar la obligación habiendo vencido el plazo
legal para hacerlo, y la remisión o abandono absoluto y voluntario a reclamar
una deuda líquida, vencida y exigible, son excepciones que trabajan en el
proceso de ejecución de sentencias sobre hechos posteriores al laudo o el
prinunciamiento judicial que constituyen títulos ejecutorios.
Es un derecho del ejecutado, pero que no alcanza a terceros obligados
si no fueron parte de los convenios o acuerdos implementados.
Por eso, la circunstancia de haberse insinuado y obtenido concurrencia
en el pasivo del deudor afianzado, es indiferente frente a la obligación asumida
en el título ejecutado. En consecuencia, la espera o remisión concedida al
concursado no puede aprovechar a los codeudores o fiadores, pues el acuerdo
preventivo no puede ser interpretado como una renuncia con relación a la
exigibilidad de los codeudores -o fiadores- del concursado. La quita o espera -o
ambas- en el caso del concurso no es voluntaria, sino coactiva y se concede
exclusivamente al deudor que se somete a las disposiciones preventivas y no a
los demás para quienes resulta inoperante (CNCom., Sala B, 1988/10/18,
"Banco Credicoop c. Triulzi, Jorge R.", La Ley, 1989-D, 585, J. Agrup., caso
6402).
En el proceso laboral no puede haber período de conocimiento en el
cumplimiento de la sentencia, por tal razón no se prevé como en el ámbito del
proceso civil la quita, espera y la remisión.
La ley 18.345 (ADLA, XXIX -C, 2664), admite como sola excepción la de
pago posterior a la fecha de la sentencia definitiva (art. 132, 2ª parte),
siguiendo en cuanto a esa exigencia la buena doctrina y, coincidiendo con el
Código Procesal (art. 507) (CNTrab., Sala I, 1979/05/30, "Jaen Ayllon, Marcial
c. Coll, Jaime B.", JA, 980-III-185).
6. Otras excepciones
Se ha dicho, antes de ahora, que la enumeración de las excepciones
contempladas en el art. 506 no impide que el juez, eventualmente, pueda
considerar y acoger otras defensas interpuestas por el demandado (CNCiv.,
Sala C, 1995/12/12, "Onecor c. Municipalidad de Buenos Aires", La Ley, 1996C, 710).
Recordemos que el sistema no admite sino las excepciones fundadas en
hechos posteriores a la sentencia, con fundamento en la finalidad de mantener
el buen orden y asegurar los efectos de la cosa juzgada, pero cuando se trata
de honorarios originados en actuaciones judiciales el principio se relativiza.
Es que la resolución regulatoria juzga sobre el monto que corresponde al
profesional por su actuación en el proceso, con independencia de los pagos
que pudieran haberse realizado en virtud de situaciones específicas (CNCiv.,
Sala B, 1989/04/14, "Delgado c. Protto", La Ley, 1990-A, 211 - DJ, 1992-1-255,
SJ. 535).
a) Falta de legitimación: En el proceso de ejecución de sentencias,
corresponde admitir las defensas que atacan la fuerza del título ejecutorio o
que niegan presupuestos necesarios para la viabilidad de la ejecución, entre
ellos la falta de legitimación activa o pasiva (CNCom., Sala A, 1997/02/28,
"Crédito Automotor S. A. c. Muguerza, Diana E.", La Ley, 1997-C, 771).
b) Arraigo: Es improcedente la excepción de arraigo en el procedimiento
que establece el art. 518 del Código Procesal, toda vez que la actividad de la
parte contra quien se pronunció la sentencia debe circunscribirse a examinar si
concurren o no los requisitos a que está subordinada la conversión de la
sentencia extranjera en título ejecutorio. Recién entonces, y en la hipótesis de
que se admita su ejecución, podrán oponerse las defensas que contempla el
art. 506 (CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1997/04/24, "Mission Insurance Company
Trust c. Caja Nac. de Ahorro y Seguro -en liquidación", La Ley, 1998-D, 338).
c) Defecto legal: Si bien la excepción de defecto legal no es de las
legisladas por el art. 506, para el procedimiento de ejecución de sentencia, son
admisibles las excepciones (no enumeradas), que tienen por misión denunciar
la inexistencia de presupuestos procesales básicos (CNCiv., Sala B,
1977/05/13, "Grand Harry, c. Artid de Grand Channa y otros", La Ley, 1979-A,
577, J. Agrup., caso 3563 - ED, 76-348).
d) Compensación: Esta no está contemplada como tal -sino de pago-,
pero la jurisprudencia lo ha considerado comprensivo de aquélla por ser una
especie en cuanto modo de extinción de las obligaciones.
Se afirma que, en el trámite de ejecución de sentencia no está
expresamente contemplada la excepción de compensación, pero aun cuando
con un criterio amplio pueda pensarse que es posible deducirla serán
aplicables analógicamente las disposiciones del juicio ejecutivo, en el que la
compensación como medio de extinción de las obligaciones se halla sometido
a ciertas restricciones (CNCiv., Sala C, 1991/07/30, "De la Arena de Ricciardi,
M. C. c. Ricciardi, Uber", La Ley, 1992-A, 462 - DJ, 1992-1-1080).
Prueba
Art. 507. -- Las excepciones deberán fundarse en hechos posteriores a la sentencia o
laudo. Se probarán por las constancias del juicio o por documentos emanados del
ejecutante que se acompañarán al deducirlas, con exclusión de todo otro medio
probatorio.
Si no se acompañasen los documentos, el juez rechazará la excepción sin sustanciarla.
La resolución será irrecurrible.
1. Forma y prueba de las excepciones
Las excepciones se articulan por escrito y acompañando toda la prueba
documental que fundamente la causa de oposición. Tanto las razones como los
instrumentos agregados deben ser congruentes con los obstáculos que se
esgrimen para detener el progreso de la ejecución.
En particular, los hechos han de haberse suscitado después de quedar
firme la sentencia; por ello, si existen adulteraciones en el testimonio que se
ejecuta; modificaciones en el texto del pronunciamiento y en especial, en su
parte dispositiva; concesiones de plazos o compromisos documentados de
remisión o renuncia al crédito obtenido, entre otras causales de excepción,
todos deben estar respaldados por prueba documental.
La inexistencia de ellos permite rechazar, sin oír al contrario, la defensa
opuesta, salvo que los instrumentos se encuentren en el expediente y se
denuncie específicamente el lugar (fojas y fechas) donde se sitúan (expediente
principal o incidentes).
La excepciones se deben sustanciar con el ejecutante, y salvo raras
excepciones, se abre a prueba.
El criterio se ratifica cuando se sostiene que, no procede la apertura a
prueba de la excepción de pago total deducida por el alimentante, porque las
excepciones durante el periodo de ejecución de sentencia, deben ser
acreditadas por las constancias del expediente o por documentos emanados
del ejecutante que se acompañarán al deducirlas, con exclusión de todo otro
medio probatorio (CNCiv., Sala G, 1983/10/07, "M. de E., E. c. E. A. L.", La Ley,
1984-A, 231).
La prerrogativa de ordinarizar con una etapa de conocimiento depende
de los hechos que se desenvuelvan en la oposición. Por tanto, de acuerdo al
art. 507, las excepciones en trámite de ejecución de sentencia se probarán por
las constancias del juicio, o por documentos emanados del ejecutante que se
acompañarán al deducirlas, con exclusión de otro medio probatorio. Ahora
bien, esa directiva no autoriza a prescindir de la regla de que la prueba debe
acompañarse al deducir la excepción, desde que el interesado puede y debe
pedir las certificaciones y testimonios para el fin perseguido (CNCiv., Sala C,
1983/11/01, "Viviendas Cenit Argentino, S. A. de Ahorro y Préstamo c. Alvaro,
Luciana A.", La Ley, 1984-A, 425).
Resolución
Art. 508. -- Vencidos los cinco días sin que se dedujere oposición, se mandará continuar
la ejecución sin recurso alguno.
Si se hubiese deducido oposición, el juez, previo traslado al ejecutante, por cinco días,
mandará continuar la ejecución, o si declarare procedente la excepción opuesta,
levantará el embargo.
1. Traslado de las excepciones
Citado de venta, el ejecutado tiene cinco días para deducir excepciones
y acompañar la prueba que la fundamente. De ellas se dará traslado al
ejecutante para que las conteste en el mismo plazo.
Si en lugar de controvertir, reconoce la procedencia de las defensas
interpuestas, la admisión no supone allanamiento en los términos del art. 70, y
por tanto debe soportar las costas de la incidencia y de la ejecución promovida
sin derecho.
En caso contrario, si no se deduce oposición alguna, o se expresa por
escrito lo justificado de la pretensión, ese reconocimiento voluntario agrega un
elemento más para, además de mandar llevar adelante la ejecución, calificar la
conducta procesal del renuente por su actitud maliciosa (arts. 34 inc. 6º, 45 y
163 inciso 8º).
2. Levantamiento del embargo
Conviene detenerse por un instante apenas, en el problema que surge
de haber omitido el código resolver la apelabilidad de la sentencia que hace
lugar a las excepciones.
En efecto, la doctrina sostiene que si progresan excepciones que afectan
el derecho sustancial ejecutado (v.gr.: falsedad del título; prescripción; pago;
quita, espera o remisión), corresponde archivar de inmediato las actuaciones.
Mientras que si la admisión es de otras excepciones, de carácter dilatorio,
como la falta de legitimación, defecto legal, incompetencia, o en términos
generales, las defensas que se ocupan de errores de procedimiento o formales,
la denegación no impide que se corrija en su oportunidad y lugar, para que
subsanados los defectos se proceda ejecutivamente. Mientras tanto, el
embargo se debe levantar.
En nuestra opinión, cualquiera de estas acciones afecta el derecho del
ejecutante a tener una instancia de revisión del acierto o error del a quo. Si la
ejecución se rechaza, el levantamiento del embargo no debiera ser un acto
inmediato, porque a pesar de lo dispuesto en el art. 202 del Código Procesal, el
embargo ejecutorio es parte de un acto del proceso que aun no termina, porque
al estar apelada la sentencia que acoge las excepciones, el carácter y efecto
del recurso debiera ser suspensivo.
De este modo, la medida oportunamente dispuesta esta sujeta al estudio
del ad quem y mientras no se resuelva la apelación, los actos procesales están
en suspenso (doctrina de los arts. 502 párrafo primero y 532).
Recursos
Art. 509. -- La resolución que desestime las excepciones será apelable en efecto
devolutivo, siempre que el ejecutante diese fianza o caución suficiente.
Todas las apelaciones que fueren admisibles en las diligencias para la ejecución de la
sentencia, se concederán en efecto diferido.
1. Naturaleza de la resolución
La resolución que adopte el Juez, al decidir las excepciones, determinan
las secuencias posteriores:
a) Si considera que el planteo defensivo es inoficioso (manifiestamente
improcedente), puede rechazar in limine, y continuar con el proceso
ejecutorio. Contra ésta decisión no hay recurso posible.
b) Cuando no se acompañen los documentos que prueban la razón de
las excepciones opuestas, se repele de inmediato y sin sustanciación
alguna. La resolución es irrecurrible (art. 507 párrafo final).
c) Si las defensa se sustancia, la sentencia debe mandar adelante la
ejecución cuando rechace el planteo opositor, pero se concede
recurso de apelación con efecto diferido y supeditado a caución real
o suficiente a criterio del Juzgado.
d) En cambio, si hace lugar a la excepción, en realidad hay una
pretensión desechada que prohibe continuar con el trámite de
cumplimiento forzado de la sentencia; por eso, más que levantar el
embargo previamente trabado (que es un acto que surge como
consecuencia de aceptar las defensas), existe una declaración que
alcanza los efectos de cosa juzgada material, en la medida que
afectará el derecho sustancial nacido desde la sentencia. Contra el
pronunciamiento que deniega la ejecución, se puede deducir recurso
de apelación, que se concederá en relación y con efecto suspensivo
(conf. doctrina de los arts. 246 y 247 párra. 2º).
2. Apelaciones con efecto diferido
En el trámite anterior a resolver las excepciones, pueden ocurrir
incidencias que obliguen a dictar providencias que, de suscitar agravios a las
partes, son pasibles del recurso de apelación pero al sólo efecto diferido (art.
247 párrafo segundo).
Si la ejecución no es de sentencia sino de un acuerdo homologado, el
recurso no tiene la oportunidad de fundamentación que acuerda el art. 247
pues, evidentemente, no hay recurso contra la sentencia.
De igual modo se aclara que, el art. 509 resulta de aplicación
exclusivamente durante el trámite del proceso de ejecución de sentencia, o
sea, cuando dicha ejecución ya ha comenzado a través de la traba de embargo
ejecutorio y la intimación de pago, pero no cuando se ha concedido una
apelación contra el decisorio que resuelve las impugnaciones vertidas contra
una liquidación tendiente a fijar el monto por el cual se habrá de ejecutar
(CNCiv., Sala E, 1985/12/17, "M. de B. E. c. B. V.", La Ley, 1987-B, 593
[37.611-S]).
Cumplimiento
Art. 510. -- Consentida o ejecutoriada la resolución que mande llevar adelante la
ejecución, se procederá según las reglas establecidas para el cumplimiento de la
sentencia de remate, hasta hacerse pago al acreedor.
1. Ejecución de los bienes
La ejecución propiamente dicha comienza recién con la sentencia que
manda llevar adelante la ejecución. Hasta ahora, el trámite fue preparado para
realizar de manera apremiante los bienes que se hubieran afectado, teniendo
en cuenta que el embargo es una diligencia obligatoria en la ejecución forzosa.
La remisión al Capítulo III (Cumplimiento de la sentencia de remate) arts. 559 y ss.- unifica los modos de lograr el acatamiento al fallo judicial, de
manera que el tipo de condena identifica los pasos a seguir respectivamente.
El código se adapta también a esta fisonomía, estableciendo
modalidades para: a) el pago de cantidades líquidas (art. 561); b) la
cancelación de obligaciones ilíquidas (arts. 516, 573 y ss.); c) el deber de
escrituración (art. 512), y d) la realización u omisión en los deberes de hacer
(art. 513) o no hacer (art. 514), respectivamente.
2. Juicio ordinario posterior
Estando en trámite de ejecución de sentencias, y habiéndose superado
la etapa de excepciones posibles, la sentencia que manda llevar adelante la
ejecución que deviene firme, tampoco puede ser revisada en un proceso de
conocimiento posterior.
De otro modo se afectaría la cosa juzgada, pues la instancia previa ha
tenido suficiente posibilidad de debate y esclarecimiento como para llegar al
cumplimiento de la condena sin demorar más el trámite.
No obstante hay excepciones. Se trata de admitir el planteo cuando las
causas que fundamentan la oposición son posteriores a la sentencia, o siendo
anteriores, fueron omitidos en el pronunciamiento provocando un error judicial
que, de ratificarse por el criterio estricto de la ejecutoria, causaría un mal mayor
al que se pretende asegurar.
Asimismo, aunque el art. 510 remite al procedimiento dispuesto para el
cumplimiento de la sentencia ejecutiva, donde son inapelables para el
ejecutado todas las resoluciones, cabe advertir que si fueron aplicadas
astreintes se innova en una situación, debiendo entonces, concederse el
recurso que se articule
3. Pago de cantidad líquida
Cuando la sentencia ha condenado al pago directo de sumas de dinero,
o éstas cantidades provienen de la transformación en moneda de obligaciones
que devienen inejecutables, el cumplimiento encuentra diversas alternativas
donde se encuentra implícita la voluntad del obligado para resolver de
inmediato, recurrir a terceros, o dejarse subastar bienes de su propiedad con
los cuales podrá cubrir la prestación que se reclama.
La ejecución directa permite eludir el trámite compulsorio y la realización
de los bienes afectados, porque el deudor paga con su patrimonio lo necesario
para la plena cobertura del crédito. Un supuesto similar se da cuando el
embargo recae en sumas de dinero, de modo tal que con la práctica de
liquidación de capital, intereses y costas se pagará al acreedor, una vez que la
cuenta se apruebe judicialmente (art. 561).
La ejecución indirecta, en cambio, obliga a subastar bienes; o a proceder
con medidas conminatorias que persiguen eliminar la resistencia de quien no
quiere cumplir.
Adecuación de la ejecución
Art. 511. -- A pedido de parte el juez establecerá las modalidades de la ejecución o
ampliará o adecuará las que contenga la sentencia, dentro de los límites de ésta.
1. Poderes del Juez
Esta es una disposición muy particular en el esquema del procedimiento
ejecutorio, porque en cierta medida pretende agilizar las medidas necesarias
para lograr de inmediato el cumplimiento de la sentencia.
Pero, también, es una potestad que se inserta en un etapa donde la
realización de bienes puede ser abusiva o practicada con exceso, dando lugar
a que la Corte Nacional sostuviera en un resonado caso que, a pesar de ser
impropias en el trámite de ejecución las defensas basadas en el abuso del
derecho y la teoría de la imprevisión, eran posibles en el caso de que estuviera
en juego la vivienda del deudor y su familia (CS, 1983/03/08, "Burman,
Leonardo c. Alvarez, Joaquín", La Ley, 1983-B, 445 - JA, 983-II-446 - ED, 103651).
En consecuencia, la voz "adecuación" se puede interpretar en uno y otro
sentido, sin que obste para ello la inicial presentación de actuar la norma "a
pedido de parte".
Se ha dicho así que, no existe para las partes derecho adquirido frente al
error puramente material, numérico o de otra especie, doctrina ésta que tiene
sustento normativo en las facultades que acuerda al juez la norma procesal
consagrada en el art. 511 del Código respectivo, durante el trámite de
ejecución de la sentencia -aplicable al juicio ejecutivo- y que luego de la
reforma introducida por la ley 22.434 está consagrada en el art. 166, inc. 1°,
que autoriza al juez a corregir los errores puramente numéricos durante el
trámite de ejecución de la sentencia (CNCiv., Sala F, 1983/09/09, "Obras
Sanitarias de la Nación c. Casa Verdi Soc. en Com. por Accs.", La Ley, 1984-D,
685 [36.728-S], - ED, 107-291).
Asimismo, tratándose del incumplimiento de hacer, el ejecutante, frente
a la opción que le concede el art. 511, puede dejar de lado la posibilidad de
ejecutar por sí o por un tercero el "facere" debido por el demandado a costa del
mismo y elegir expresamente el segundo término de la opción, demandando la
resolución de dichas obligaciones y la indemnización de los daños y perjuicios
ocasionados (C1ª Civ. y Com., La Plata, Sala III, 1999/02/23, "Durán, Reinaldo
R. y otros c. Sáenz Ruric", LLBA, 2000-733, con nota de Fulvio Germán
Santarelli).
2. Diferencias entre ejecución pura y juicio ejecutivo
La sentencia, se distingue del título ejecutivo, en que evita el tránsito por
las etapas de conocimiento que desvirtúan la rapidez y coactividad propia que
este proceso debe llevar.
Por eso, dice Podetti, se ha denominado a la sentencia, en
consideración a la posibilidad de ejecutarla coactivamente de inmediato, título
ejecutorio. "El vocablo deriva del despacho, que al declarar que había de
cumplirse la sentencia, permitía que se hiciere ejecutar en la persona o en
bienes del deudor, cuando en contra de ella ya no cabía recurso alguno" (ob.
cit., pág. 445)).
El interés para obrar de inmediato, cuando una sentencia no se cumple
voluntariamente, corresponde al beneficiario, logrando en consecuencia dos
características: la ejecución forzada del pronunciamiento y un título especial
que lo habilita a tener un proceso específico.
Sin embargo, ambas condiciones no son paralelas ni tienen las mismas
singularidades.
En efecto, mientras la aptitud para forzar el cumplimiento de una
sentencia depende del interés y de la legitimación en quien lo pide; el proceso
que se activa no responde a un modelo particular. Esto último se ve con cierta
claridad en las resoluciones que son ejecutables (arts. 499 y 500), y en los
trámites que distinguen la ejecución de dar sumas de dinero (art. 502), la
condena a escriturar (art. 512), la obligación de hacer (art. 513), el deber de
omisión (art. 514), la condena a entregar cosas (art. 515), las liquidaciones en
casos especiales (art. 516) y aun la ejecución de sentencias y laudos
extranjeros (arts. 517).
3. La formalidad del proceso civil.
El primer requisito para
misma esté consentida; y a su
que se le haya notificado a la
los autos. Tiene así suma
consentida o ejecutoriada.
que se pueda ejecutar una sentencia es que la
turno, el presupuesto liminar para que lo esté es
parte condenada, en el domicilio constituido en
importancia que la sentencia se encuentre
La dualidad que antes mencionamos se observa en que sólo pueden
actuar en esta vía rápida y expedita aquellos en cuyo favor la resolución se ha
dictado, sus continuadores o subrogantes y en contra del demandado y sus
sucesores. Fuera de estos casos, la sentencia es un título inhábil para ejecutar
por falta de un presupuesto procesal como es, en la primera hipótesis, el de la
identidad de la persona del actor con la del titular del derecho; y en el segundo,
el de la identidad de la persona del obligado con la demandada.
El otro aspecto, referido al trámite a cumplir, a pesar de las diversidades
de objeto (dar, hacer o no hacer), tiene una línea vertebral que no es posible
desandar o confundir, pues de otro modo, se vulnera el principio de
bilateralidad y contradicción que la compulsoriedad no elimina.
Estos requisitos insoslayables son: la notificación de la sentencia, el
embargo (o en su caso, el apercibimiento de actuar a su costa) y la citación
para oponer excepciones.
No existe en la especie posibilidad de obviarlos, por las razones
siguientes.
Tratándose la ejecución de sentencia de una condena al pago de
cantidad líquida o fácilmente liquidable, no le corresponde al beneficiario
intimar al deudor, pues esta formalidad típica del juicio ejecutivo (necesaria
para la constitución en mora) se encuentra cumplida desde la fecha de
notificación de la sentencia que se ejecuta, o bien desde la comunicación del
auto que aprueba la liquidación.
Asimismo, en estos pasajes acelerados no corresponde diligenciar
mandamiento de intimación alguno porqué la ley no lo prevé y por cuanto esto
se encuentra suplido con la notificación de la sentencia de condena.
A diferencia de lo que ocurre en el período de conocimiento del juicio
ejecutivo, es nulo el procedimiento de ejecución de sentencia si no hay
embargo previo, pues su inexistencia deriva en la imposibilidad de tener un
objeto sobre el cual pretender forzar el cumplimiento.
Precisamente, el trámite del embargo es un requisito esencial e
ineludible en el procedimiento que se describe, por cuanto la ejecución de
concreta en la realización de los bienes cautelados para el pago del crédito al
acreedor.
Si la ejecución, en cambio, versa sobre el requerimiento para escriturar,
el interés prevaleciente de la ley es el de conseguir el cumplimiento específico
de la obligación, y en ese orden de cosas, en el juicio de escrituración, la
pretensión no se compadece con la imposición de las sanciones contenidas en
el art. 37 del Código Procesal -astreintes-, sino con la efectivización del
apercibimiento que contempla el art. 512 del mismo ordenamiento, que dispone
que si no cumple el obligado el juez suscribirá por él y a su costa la escritura.
Cuando la ejecución se ocupa de las condenas a hacer alguna cosa, no
se requiere tampoco la constitución en mora. Producido el incumplimiento con
el transcurso de los plazos fijados en la sentencia, corresponde solicitar el
cumplimiento por un tercero o la resolución en daños y perjuicios. Esto último
con carácter subsidiario pues depende del resultado que manifieste del deudor
el cual, si torna de imposible satisfacción, permite entonces perseguir la
reparación económica.
Si la ejecución pretende que se cumpla la condena a entregar cosas los
pasos anticipados son similares, aunque el artículo 515 no ha reglamentado el
derecho que la ley de fondo confiere al acreedor de hacerse procurar por otro
lo que le es debido; sin embargo, ello es procedente tanto en las obligaciones
de hacer en las que fuera necesario ejercer violencia sobre las personas o se
trate de obligación que sólo puede ser cumplida por el deudor. Este principio se
orienta dentro de la tendencia de auspiciar el cumplimiento específico de la
obligación, antes que acudir a la solución de los daños y perjuicios.
Como se ve, los trámites dependen del objeto que se pretenda, aunque
responden a la misma idea de actuar con rapidez sin quebrar el derecho de
defensa.
4. La informalidad en la etapa forzada
El interrogante que plantea la síntesis del estudio, es el siguiente ¿es
posible sustituir las rigideces procesales a través de medidas que tienen la
misma intención pero, difieren de las consagradas en los códigos?.
Apurando conclusiones advertimos que la naturaleza sustitutiva,
complementaria, o subsidiaria de un acto no es incompatible con su carácter
ejecutivo (v.gr.: cuando se adjudican bienes al acreedor en pago -art. 562,
Código Procesal 1196 Código Civil, entre otros).
El mismo código en el artículo 511 establece las facultades del juez para
decidir las modalidades de la ejecución o su adecuación a las conveniencias de
cada caso.
En la provincia de Buenos Aires, el art. 534 del Código Procesal admite
una audiencia entre las partes para lograr una solución pacífica, sin violencias
(doctrina del art. 629 del Código Civil), que antepone la satisfacción del crédito
al forzamiento para ello.
En esta línea, confrontaremos cada paso resuelto como ineludible en el
trámite de ejecución de sentencias con aquellos otros que sin resultar
específicos cumplen una función similar.
El primer supuesto concurre para la notificación o emplazamiento a
cumplir la condena impuesta.
Ya observamos que una de las coincidencias en los trámites
compulsorios radica en el acto de notificar la sentencia, de modo que este paso
no debe faltar pues de otra manera la decisión no quedaría firme ni en
condiciones de ser ejecutoriada.
El siguiente movimiento depende de la condena, al punto que la falta de
un embargo limita la continuidad de la vía, o la ausencia de intimación vulnera
el derecho a tomar resoluciones a costa del ejecutado.
La norma común que ejemplifica el caso es el art. 505 que dice:
"Trabado el embargo se citará al deudor para la venta de los bienes
embargados. Las excepciones deberá oponerlas y probarlas dentro del quinto
día".
Si no fuera una condena a dar sumas de dinero, y encuadre en las
posibilidades donde debe intimarse previamente para obrar a costa del
ejecutado, la normas guía es el art. 511 que expresa: "A pedido de parte el juez
establecerá las modalidades de la ejecución o ampliará o adecuará las que
contenga la sentencia, dentro de los límites de ésta".
Los límites referidos se relacionan, por ejemplo, con el supuesto de una
sentencia que si manda a cumplir una obligación de hacer, el ejecutante
pretende en la etapa de cumplimiento forzado lograr que se transforme en la
entrega de sumas de dinero, lo que es incorrecto porqué se aparta de lo
previsto en el citado art. 511, y del principio de congruencia (arts. 34 inciso 4°, y
163 inciso 6°).
Entre otros supuestos, si la actitud remisa de la accionada es ya una
realidad concreta y si su voluntad de no cumplir acabadamente con la condena
que se le impusiere se vislumbra en atención al tiempo transcurrido desde que
ésta quedara firme, el juzgado de grado, frente a la petición de la parte
interesada, debe arbitrar las medidas necesarias para hacer cumplir su
mandato jurisdiccional.
En suma, el juez actuando con pragmatismo y realidad puede adecuar
las etapas y las medidas del procedimiento de ejecución de sentencias para
lograr en ella una plena efectividad, dentro de ese marco potestativo el límite es
la congruencia y una adecuada moderación, y una expresa flexibilidad de las
formas que permite tener por cumplidos actos procesales que se presentan en
el ordenamiento adjetivo bajo cierta rigidez que no es tal.
Condena a escriturar
Art. 512. -- La sentencia que condenare al otorgamiento de escritura pública, contendrá
el apercibimiento de que si el obligado no cumpliera dentro del plazo fijado, el juez la
suscribirá por él y a su costa.
La escritura se otorgará ante el registro del escribano que proponga el ejecutante, si
aquél no estuviere designado en el contrato.
El juez ordenará las medidas complementarias que correspondan.
1. Otorgamiento de la escritura
El limitado ámbito de conocimiento del proceso de ejecución de
sentencia excluye toda otra consideración que aquélla referida al cumplimiento
de la condena, por lo que es claro que a través del art. 512 no se puede
perseguir otra cosa que no sea el otorgamiento de la escrituración.
Excede aquél la cuestión relativa a la eventual procedencia de la
pretensión de resolver el contrato que ligó a las partes; como también se
extralimita si, tratándose del cumplimiento de una obligación de hacer, cual es
la de otorgar la escritura traslativa de dominio y habiéndose pactado que la
entrega de la posesión se haría simultáneamente con el otorgamiento de la
escritura, el actor debió pide la posesión en lugar del procedimiento señalado.
Tampoco cabe que el juez fije fecha para llevar a cabo la escrituración,
ni -mucho menos- que asista al acto, porque su intervención sólo tendría
sentido para suscribir el instrumento por la parte vendedora, pero no cuando el
incumplidor es el comprador que debe oblar el saldo de precio.
El art. 512 expresamente dispone que en el supuesto de incumplimiento
de la condena a escriturar, el juez suscribirá el correspondiente instrumento, lo
que parece indicar que es él quien deberá hacerlo, sin posibilidad de que un
tercero cumpla con dicho trámite en su nombre.
No obstante, se puede delegar la suscripción de la escritura al juez en
turno de la jurisdicción correspondiente, si el escribano designado en el boleto
de compraventa es titular de un registro en esa jurisdicción, y por tal causa la
escritura no podría suscribirse en la jurisdicción del Juzgado sin que pudiera
tampoco obligarse al magistrado de la Capital a trasladarse a aquella ciudad a
los fines de su otorgamiento (CNCiv., Sala E, 1984/08/02, "Capalbo, Jorge A. y
otros c. Cobicon, S. A.", La Ley, 1984-D, 573 - ED del 31/10/84, p. 6).
Asimismo, la norma atribuye el ejecutante la facultad de proponer el
escribano que otorgará la escritura pública ordenada en la sentencia, salvo que
el escribano estuviera designado en el contrato, con lo cual se reconoce la
primacía del acuerdo de voluntades.
Ante la imposibilidad de escriturar con el escribano propuesto de común
acuerdo en el contrato, corresponde aplicar el principio contenido en el
segundo párrafo del art. 512 del Código Procesal, esto es, nombrar escribano
al propuesto por el ejecutante (CNCiv., Sala C, 1980/10/07, "Giangrasso,
Andrés c. Torres, Rubén E. y otros", La Ley, 1980-D, 594).
2. Gastos
Con lo dispuesto por el art. 512, en el sentido de que la escritura puede
ser firmada por el juez a costa del obligado, se quiere significar que la
circunstancia de que el magistrado suscriba el instrumento en cuestión no lo
exime al vendedor de abonar los gastos y honorarios que están a su cargo.
La disposición en análisis no determina que el enajenante deba pagar
las erogaciones que tiene que afrontar el adquirente. El objetivo de la norma
citada fue posibilitar el cumplimiento del contrato a pesar de la reticencia de
una de las partes y no prefijar una indemnización por la demora en escriturar.
Se ha dicho que, la pretensión de incluir dentro de la condena en costas
provenientes de la sentencia definitiva o de su ejecución los gastos de
escrituración que la ley pone a cargo del comprador no surge de los términos
del art. 512 del Código Procesal. Ello es así, pues cuando dicha disposición
establece que en el supuesto de que no se cumpla voluntariamente por la
condenada el juzgador otorgará el acto notarial en su nombre y a su costa, se
refiere exclusivamente a las diligencias que deban practicarse por el órgano
jurisdiccional ante la resistencia del obligado y su falta de colaboración en
otorgar los datos para confección y obtención de testimonios, etc., mas no los
gastos que debe sufragar la parte compradora (CNCiv., Sala F, 1982/06/23,
"Pingitore, Vicente y otra c. Cobec, S. A.", La Ley, 1982-D, 394).
3. Medidas complementarias. Apercibimiento
Las medidas complementarias a que alude la parte final del artículo, no
comprenden aquellas que pueden afectar derechos de terceros ajenos a la
relación jurídica que da origen a la condena a escriturar.
La advertencia contenido, aunque no haya sido decretado por el
sentenciante, es igualmente de aplicación al ejecutarse la sentencia.
Por eso se dice que, el apercibimiento del art. 512 del Código Procesal,
es aplicable únicamente si existe una sentencia condenatoria de escriturar. La
fuente inmediata del precepto ha sido el fallo plenario de la Cámara Civil, que
estableció que "en el supuesto de que en juicio ordinario por escrituración de
compraventa voluntaria de un bien inmueble proceda la condena a escriturar,
puede el juez firmar la escritura, si no lo hace el obligado" (Cazes de Francisco
c. Rodríguez Conde, CNCiv., en pleno, 1985/3/10, La Ley, 64-476, CNCiv.,
Sala C, 1985/12/04, "Calza, Emilio J., suc.", La Ley, 1986-C, 91).
Empero, se advierte que carece de sentido exigirle al actor que pida la
ejecución según el apercibimiento del art. 512, ya que conforme lo reconoció la
demandada no se encuentran cumplidos los pasos previos para otorgar la
escritura, por lo cual corresponde la aplicación de "astreintes", las que pueden
dejarse sin efecto si se desiste de la resistencia o se justifica el proceder
(CNCiv., Sala C, 1989/10/31, "Barrientos, Máximo R. c. Comisión Municipal de
la Vivienda", La Ley, 1990-B, 372).
De igual modo, si se adeuda parte del precio, no resulta de aplicación el
apercibimiento que se menciona, que contempla un supuesto distinto, ya que si
los compradores no abonan lo que deben la escrituración no podrá efectuarse,
pues ambas obligaciones son simultáneas.
Por tanto, llegado el caso de falta de pago, la operación se resuelve
conforme lo previenen las cláusulas del contrato y que se correlacionan con la
solución adoptada por los arts. 505, inc. 3°; 629 y 1204, apart. 4° del Código
Civil.
Fuera del supuesto de que la escrituración se tornara de cumplimiento
imposible el comprador no puede a su solo arbitrio convertir la sentencia que
condena a escriturar en pretensión de resarcir los daños e intereses debiendo
seguir la vía prevista por el art. 512 del Código Procesal (CNCiv., Sala F,
1984/12/21, "Haidar, Fuad c. Jait, Luisa", La Ley, 1985-C, 655 [36.919-S]).
4. Otros supuestos
No debe confundirse la obligación de escritura ordenada por sentencia
de conocimiento, con la protocolización del art. 585 del Código Procesal.
El apercibimiento de efectuar la transferencia de los vehículos por vía
judicial es correlativo de la obligación de inscribir la transferencia de los
vehículos por aplicación analógica del art. 512 sólo cuando el renuente sea el
vendedor, pero tal intimación resulta inaplicable cuando el remiso sea el
comprador (CNCom., Sala A, 1999/12/13, "Goto, Marta c. Rullo Automotores S.
A. y otro", La Ley, 2000-B, 737 - DJ, 2000-2-174).
Para hacer efectiva la indemnización se aplicarán las reglas establecidas
según que la sentencia haya fijado o no su monto para el caso de inejecución.
La determinación del monto de los daños tramitará ante el mismo juez
por las normas de los arts. 503 y 504, o por juicio sumario, según aquél lo
establezca. La resolución será irrecurrible.
Condena a hacer
Art. 513. -- En caso de que la sentencia contuviese condena a hacer alguna cosa, si la
parte no cumpliese con lo que se le ordenó para su ejecución dentro del plazo señalado
por el juez, se hará a su costa o se le obligará a resarcir los daños y perjuicios
provenientes de la inejecución, a elección del acreedor.
Podrán imponerse las sanciones conminatorias que autoriza el art. 37.
La obligación se resolverá también en la forma que establece este artículo, cuando no
fuere posible el cumplimiento por el deudor.
Para hacer efectiva la indemnización se aplicarán las reglas establecidas según que la
sentencia haya fijado o no su monto para el caso de inejecución.
La determinación del monto de los daños tramitará ante el mismo juez por las normas de
los arts. 503 y 504, o por juicio sumario, según aquél lo establezca. La resolución será
irrecurrible.
1. La resolución por daños y perjuicios
Cuando la sentencia manda a hacer alguna cosa, y ello no se ejecuta,
quedan pocas posibilidades de conminar la voluntad. O se piden medidas
económicas, o se resuelve el cumplimiento con el pago de daños y perjuicios.
Pero no corresponde requerir la fijación de astreintes y la determinación
de los daños contemplados en el art. 513 del Código Procesal, pues en dicho
caso no es posible la acumulación, dado que de lo contrario, se beneficiaría a
un doble título, provocando ello un enriquecimiento sin causa (CNCiv., Sala G,
1990/06/06, "Crain de Gómez, G. c. Frezzia", La Ley, 1990-D, 292).
Si bien es cierto que los derechos se ejercen y no se reservan, también
lo es cierto que ningún óbice existe para disponer que en el caso que la
condena a escriturar no sea posible (sea porque la titularidad de los inmuebles
no se encuentre en cabeza del deudor o por otra causa), la obligación se
resuelva en el pago de daños e intereses.
La cuestión esta expresamente resuelta por el art. 513, a lo que cabe
añadir, desde un perfil distinto, que si media imposibilidad de ejecutar la
prestación debida por culpa del deudor, se configura uno de los raros
supuestos de novación legal, en donde el primitivo objeto debido se convierte
en el pago de una suma de dinero, comprensiva del resarcimiento de los
perjuicios sufridos por el acreedor (CNCom., Sala C, 1988/10/21, "Lamorte,
Antonio E. c. Marino, Enrique A.", La Ley, 1990-B, 471, con nota de María Delia
Pereiro).
En cambio, si la sentencia condenó al cumplimiento de una obligación de
hacer, la pretensión del demandado en la etapa de ejecución de que se
transforme en la entrega de una suma de dinero, implica apartarse de lo
dispuesto por el art. 511, ya que no se trataría de fijar las modalidades de la
ejecución o ampliar o adecuar las que contiene la sentencia, puesto que no se
mantendría dentro de los límites de ésta.
En los hechos, el código pretende no afectar el principio ya comentado
que aplica normas sustanciales, y particularmente, el art. 505 del Código Civil
que fija las bases de la ejecución procesal forzada, al disponer en el inciso 1º
que el acreedor puede emplear los medios legales a fin de que el deudor le
procure aquello a que se encuentra obligado.
2. Sanciones conminatorias
El apercibimiento dispuesto por el art. 1187 del Código Civil se
encuentra implícito en toda condena a escriturar en razón de lo preceptuado
por el art. 513 del Código Procesal, pues cuando el cumplimiento de una
obligación de hacer se torna imposible, el acreedor tiene la facultad de acudir a
medios subrogatorios optativos como el de reclamar daños y perjuicios
(CNCiv., Sala D, 2000/08/14, "Silvestro de León, Aída c. Gómez, Pedro A. y su
acumulado", La Ley, 2001-B, 863, J. Agrup., caso 15.576).
Esto es procedente y lógico porque de otro modo jamás se podrían
cumplir las obligaciones inejecutables. Pero la resolución debe traducirse en los
daños y perjuicios que se determinarán en la forma prevista por el art. 513 del
Código Procesal, siendo improcedente, por el contrario, que corresponda en
tal caso, sin más, la pérdida de la totalidad de las sumas pagadas y de las
mejoras introducidas, ya que la aplicación de esta suerte de cláusula penal
compensatoria (arts. 652 y 656, Código Civil), sólo es factible de hacerse
efectivo el pacto comisorio, pero no cuando esa resolución sobreviene como
consecuencia del incumplimiento del mandato judicial (CNCiv., Sala C,
1979/04/05, "Cerso, S. R. L. c. Arbelo, José R.", La Ley, 1979-D, 464 - ED, 83367).
En consecuencia, la determinación de los daños y perjuicios resultantes
de la frustración de la compraventa de un inmueble, es una cuestión que
depende de las circunstancias de cada caso y no está sujeta a fórmulas
rígidas.
Para ello se debe partir de que el incumplimiento de las promesas de
compraventa del inmueble frustrada por la conducta del vendedor constituye el
título para el proceso de ejecución de la sentencia que dispuso el
apercibimiento que se hizo efectivo declarando resuelto el contrato y obligando
al deudor a pagar daños e intereses (art. 889, Código Civil y art. 513, Código
Procesal). Asimismo, dado el carácter integral que debe asumir la reparación,
el primer elemento a computar es el valor actual de un inmueble similar al que
fuera motivo del contrato resuelto.
Finalmente, el trámite de fijación del monto a resarcir puede tramitar con
el procedimiento de tasación (arts. 503 y 504) o ser derivado al proceso
sumario, según el Juez resuelva.
Condena a no hacer
Art. 514. -- Si la sentencia condenare a no hacer alguna cosa, y el obligado la
quebrantase, el acreedor tendrá opción para pedir que se repongan las cosas al estado
en que se hallaban, si fuese posible, y a costa del deudor, o que se le indemnicen los
daños y perjuicios, conforme a lo prescripto en el artículo anterior.
1. Obligaciones de no hacer
La disposición se vincula con los arts. 632, 633 y 634 del Código Civil,
que facultan al acreedor a exigir la destrucción de lo hecho en violación a la
obligación de abstención que desacata. La tarea es a costa del deudor, y si ello
no pudiera hacerse, se resuelve como indemnización por los daños y perjuicios
causados.
Por ejemplo, la sanción contra la violación al art. 7° de la ley 13.512
(ADLA, VIII, 254), es en principio, la demolición de la obra nueva ilícita, ya que
se trata del incumplimiento de una obligación de no hacer (art. 633, Cód. Civil).
Aun cuando la solución severa, es la que legal y ejemplarmente se
impone, pues de lo contrario, ante la impunidad imperaría el desorden y hasta
el caos si todos los dueños de departamentos de últimos pisos, con una y otra
excusa comenzaran a realizar innovaciones y a añadir piezas a las estructuras
de los edificios (CNCiv., Sala C, 1984/02/08, "Linch, Soc. en Com. por Accs. c.
Rud, Carlos A. y otros y Rodríguez, Domingo R. c. Linch, Soc. en Com. por
Accs. y otros", ED del 12/7/84, p. 1).
Es procedente la demolición de las obras construidas en un espacio de
propiedad exclusiva en infracción al reglamento de copropiedad y
administración y a la ley 13.512 de conformidad con lo establecido por los arts.
633 y 2500 del Código Civil, siempre que no constituya un ejercicio abusivo de
los derechos -art. 1071, Código citado (CNCiv., Sala I, 2000/03/30, "Denis,
Juana A. c. Faiella, Carlos A. y otros", La Ley, 2000-D, 176 - DJ, 2000-2-1048).
De igual manera, si la concedente consideró inaceptable la transgresión
formal de la concesionaria a lo pactado en el contrato de concesión,
consistente en la constitución de una hipoteca sobre un inmueble de propiedad
de ésta, debió -antes de proceder a la rescisión del contrato con justa causaintimar a la concesionaria a cancelarla, porque el efecto jurídico del
incumplimiento de la obligación de no hacer por parte de su deudor da derecho
al acreedor a que se le repongan las cosas a su estado anterior (art. 633,
Código Civil) (CNCom., Sala B, 1983/03/14, "Cilam, S. A. c. Ika Renault, S. A.",
La Ley, 1983-C, 233 - ED, 104-183).
Finalmente, si se incumplió la obligación de identificar la simiente
propiedad de una firma, sin contar con la autorización de ésta, debe abonar las
regalías correspondientes y someterse al resto de las condiciones de
licenciamiento fijadas por el criadero obtentor, facultándolo así para demandar
"perjuicios e intereses" (art. 634, Código Civil) vocablo que es comprensivo de
las regalías reclamadas (CFed. Mar del Plata, 1992/06/11, "Criadero Kleinb y
otro c. Baños y Hnos.", La Ley, 1998-E, 764 [40.804-S]).
Condena a entregar cosas
Art. 515. -- Cuando la condena fuere de entregar alguna cosa, se librará mandamiento
para desapoderar de ella al vencido, quien podrá oponer las excepciones a que se refiere
el art. 506, en lo pertinente. Si la condena no pudiera cumplirse, se le obligará a la
entrega del equivalente de su valor, previa determinación si fuere necesaria, con los
daños y perjuicios a que hubiere lugar. La fijación de su monto se hará ante el mismo
juez, por las normas de los arts. 503 ó 504 o por juicio sumario, según aquél lo
establezca. La resolución será irrecurrible.
1. Procedimiento especial
Cuando la sentencia que se ejecuta consiste en entregar alguna cosa, el
procedimiento se aparta de las reglas comunes para disponer el secuestro de
lo pertinente, apenas resueltas las excepciones que, eventualmente, se pueden
articular (art. 506).
En el caso, la documentación de respaldo debe estar vinculada con
algún compromiso entre partes que manifieste el acuerdo sobre la cosa; de otro
modo, y conforme a lo reglado por el art. 889 del Código Civil, si el
cumplimiento de la prestación se torna imposible por culpa del deudor, la
primitiva obligación de dar o de hacer se convierte en la de pagar daños e
intereses.
Es así que por ministerio de la ley, es solución que ha de concordarse
con la reglada por el art. 515 que indicamos, bajo apercibimiento de cuya
aplicación se dictó la condena a entregar los libros, la obligación se transforma
en un objeto que, a partir de la imposibilidad de cumplimiento específico, será
la de pagar una suma de dinero representativa del daño experimentado por el
acreedor (CNCom., Sala C, 1984/02/15, "Editorial Codex, S. A., quiebra", ED,
108-441).
2. Secuestro de la cosa
El cumplimiento efectivo para obtener el reintegro de la cosa puede ser
resuelto por el Juez librando mandamiento de secuestro, autorizando todas las
diligencias que fuesen menester para ello; o en su defecto, adecuando el
trámite (art. 511) al procedimiento de ejecución de sentencias que condenan al
pago de cantidad ilíquida (art. 503), o por proceso sumarísimo (art. 319).
3. Inapelabilidad
La decisión que recaiga en la etapa de ejecución de sentencia cuando
se condena a la entrega de cosas, respecto al curso a seguir para la
determinación de los daños y perjuicios, a mérito de la expresa disposición
contenida en la última parte del art. 513, resulta inapelable.
Liquidación en casos especiales
Art. 516. -- Siempre que las liquidaciones o cuentas fueren muy complicadas y de lenta y
difícil justificación o requirieren conocimientos especiales, serán sometidas a la decisión
de peritos árbitros o, si hubiere conformidad de partes, a la de amigables
componedores.
La liquidación de sociedades, incluida la determinación del carácter propio o ganancial
de los bienes de la sociedad conyugal, impuesta por sentencia se sustanciará por juicio
ordinario, sumario o incidente, según lo establezca el juez de acuerdo con las
modalidades de la causa.
1. Liquidación compleja
El art. 773 del Código Procesal establece que procede la pericia arbitral
en el caso del art. 516; sin embargo, es una remisión confusa porque el marco
de intervención que tiene en la ejecución de sentencia el perito árbitro, es más
acotado y depende de una resolución judicial.
Por eso, es científicamente muy opinable que la experticia prevista
necesite la determinación de los puntos o temas sometidos a aquélla. La
fijación del programa por dirimir es propia del laudo decisivo de una causa;
pero el temario de la peritación arbitral del mencionado artículo esta
implícitamente constituido por la sentencia ejecutoriada pendiente de
concreción en una cuenta (CNCom., Sala D, 1994/03/16, "Adams, Guillermo A.
c. Transporte 27 de junio S. A.", ED, 157-533).
La remisión a esta alternativa privada -dice Morello- cuyo laudo es en
principio inapelable, muestra un complemento de la jurisdicción estatal digno de
observación y seguimiento como experiencia integradora, que refuerce en
concreto la efectividad de los resultados sentenciales (Código Procesal..., tomo
VI-A, cit., pág. 175).
El acuerdo entre partes puede derivar la estimación al dictamen de
amigables componedores.
2. Liquidación de sociedades
El segundo párrafo del art. 516 se refiere al procedimiento de liquidación
de sociedades de todo tipo, de modo tal que, el tipo ordinario o sumarísimo se
asigna de acuerdo con la mayor o menor complejidad del modelo de sociedad
interesada.
Inclusive, siguiendo las pautas del art. 504, es posible llevar al trámite
incidental la liquidación respectiva.
2.1 Liquidación de la sociedad conyugal
A los fines de la determinación del procedimiento a seguir para la
liquidación de la sociedad conyugal mediante la tramitación de un proceso de
conocimiento mediante, debe notificarse a una de las partes la enunciación de
bienes integrantes del haber de esa sociedad que efectúe la otra, ya que en
caso de haber conformidad aquel proceso resultaría inútil.
Aun cuando este trámite previo no esté previsto en la ley ritual, es
necesario para el buen ordenamiento del proceso, porque sólo en caso de
disconformidad habrá necesidad de acudir a alguna de las vías previstas por el
art. 516.
En este sentido, se afirma que, la liquidación de la sociedad conyugal no
es más que un trámite que comprende diversas operaciones (inventario,
formación de las masas, determinación de recompensas, cuenta particionaria,
etc.). Si tales operaciones generan controversia los trámites contenciosos
corresponderán a las diversas cuestiones litigiosas que se susciten en el curso
de la liquidación, pero no a ésta en sí misma. Y así, la dilucidación del carácter
propio o ganancial tramitará por vía ordinaria o sumaria, a criterio del juez
conforme el art. 516 del Código Procesal; los reclamos por inclusión o
exclusión de bienes en el inventario por la vía incidental, según el art. 725 del
mismo Código (CNCiv., Sala A, 1984/08/02, "M., J. M. A. c. R., E. M. A.", La
Ley, 1985-B, 496, con nota de Elías P. Guastavino).
2.2. Liquidación de sociedades comerciales
Es intelectualmente imposible sentenciar con acierto sobre una cuenta
comercial dentro del sistema escriturario del juicio de pleno conocimiento. Esta
forma, que puede ser apta para una discusión de derecho puro, dudosamente
lo es para recopilar en forma de actas y de informes las pruebas sobre hechos;
pero de nada sirve cuando es preciso examinar y decidir uno por uno los rubros
de un pasivo empresario. No ha sido arbitraria la norma del art. 516 del Código
Procesal; ella tomó cuenta atinada de que los jueces deben contraerse al
derecho, pero está colocada en las condiciones ideales para fijar una cuenta
(CNCom., Sala D, 1980/03/14, "Fantini, Pablo c. Spano José S.", ED, 89-213).
Por eso, se ha dicho que, al no presentar la sociedad de responsabilidad
limitada elementos contables en regla y conforme a derecho para que se pueda
practicar el balance respecto a los efectos de la resolución parcial y, así,
determinarse el importe correspondiente a los sucesores del socio fallecido, ha
de procederse de conformidad a los arts. 516, 767 y 771 del Código Procesal a
confeccionar dicho balance para lo cual se designarán peritos árbitros -uno por
cada parte y un tercero para ambos- los cuales deberán pronunciarse en un
plazo de 20 días con base en las constancias del expediente, las cláusulas
estatutarias y los registros y elementos de la sociedad demandada (CNCom.,
Sala E, 1994/06/14, "Codesido de Castro c. Los gallegos Alimenticios S. R. L.",
ED, 168-102).
CAPITULO II -- Sentencias de tribunales extranjeros. Laudos de tribunales
arbitrales extranjeros
Conversión en título ejecutorio
Art. 517. -- Las sentencias de tribunales extranjeros tendrán fuerza ejecutoria en los
términos de los tratados celebrados con el país de que provengan.
Cuando no hubiese tratados, serán ejecutables si concurriesen los siguientes requisitos:
1. Que la sentencia, con autoridad de cosa juzgada en el Estado en que se ha
pronunciado, emane de tribunal competente según las normas argentinas de jurisdicción
internacional y sea consecuencia del ejercicio de una acción personal o de una acción
real sobre un bien mueble, si éste ha sido trasladado a la República durante o después
del juicio tramitado en el extranjero.
2. Que la parte demandada contra la que se pretende ejecutar la sentencia hubiese sido
personalmente citada y se haya garantizado su defensa.
3. Que la sentencia reúna los requisitos necesarios para ser considerada como tal en el
lugar en que hubiere sido dictada y las condiciones de autenticidad exigidas por la ley
nacional.
4. Que la sentencia no afecte los principios de orden público del derecho argentino.
5. Que la sentencia no sea incompatible con otra pronunciada, con anterioridad o
simultáneamente, por un tribunal argentino.
1. Eficacia extraterritorial de la sentencia extranjera
La ejecución por jueces locales de sentencias dictadas en el extranjero
es un tema de larga prosapia en el derecho procesal, al punto de encontrar en
la obra de Morelli un referente ineludible para encausar el procedimiento
(Derecho Procesal Civil Internacional, traducción de Santiago Sentís Melendo,
Editorial Ejea, Buenos Aires, 1953).
Pero los tiempos han cambiado, y aquél fenómeno de colaboración y
solidaridad entre magistrados, hoy se posiciona en el estudio del derecho de la
integración, o del derecho comunitario.
Es verdad que ambos tienen repercusiones distintas y que no se afectan
por las decisiones judiciales que tienen las sentencias en sus respectivos
territorios. Pero también lo es que, si un pronunciamiento judicial no consigue
eficacia por tener que ejecutarse en otra jurisdicción, la exigencia de un mundo
globalizado, o la necesidad de tener iguales necesidades de rapidez y
expeditividad, quedan sin respuestas o son antagónicas con los principios que
se declaman.
Por eso, la eficacia extraterritorial de las sentencias suele analizarse
desde una nueva perspectiva, donde el comienzo parte de estudiar el acceso a
la jurisdicción internacional.
El punto de partida está más avanzado en Europa que en América. Allí,
la Convención de Bruselas del 27 de setiembre de 1968 consagró el principio
de que las sentencias pronunciadas en un Estado parte, sería reconocida en
los demás sin que fuera necesario recurrir a procedimiento alguno, sin perjuicio
del derecho de oposición (art. 26, párrafo primero).
En cambio América responde con Tratados y Convenciones aislados,
que no muestran consistencia continental, y donde el regionalismo parece
auspiciar mejores destinos que un principio de colaboración absoluto.
Esto se refleja en el art. 517 que comienza considerando que, a falta de
tratados, las sentencias extranjeras deben cubrir los requisitos que señala.
Por eso se ha dicho que, si en el caso corresponde atender a la vía
administrativa que autoriza la Convención de la Haya sobre aspectos Civiles de
la Sustracción Internacional de Menores, ratificada por ley 23.857 (Adla, XLVIA, 87; L-D, 3707), no debe evaluarse el instrumento de auxilio judicial
internacional con las previsiones del exequatur a que se refiere el art. 517 del
Cód. Procesal (CNCiv., Sala G, 1995/03/01, "Wilner, Eduardo M. c. Osswald de
Wilner, María G.", ED, 162-558).
En esta dimensión se encuentran los Tratados de Derecho Procesal
Internacional de Montevideo (1889 y 1940), la Convención Interamericana
sobre arbitraje comercial internacional (CIDIP I, Panamá, 1975), o la
Convención sobre eficacia extraterritorial de las sentencias y laudos arbitrales
extranjeros (CIDIP II, Montevideo, 1989), y el Protocolo de cooperación y
asistencia jurisdiccional en materia civil, comercial, laboral y administrativa (Las
Leñas -Argentina-, 1992).
No obstante, existen muchos más para destacar como son:
§
La Convención de La Haya incorporada a la legislación interna por la
ley 23.458;
§
Convención sobre obtención de pruebas en el extranjero en materia
civil o comercial, del 18 de marzo de 1970, reconocida en la ley
23.480;
§
Ley 23.481 sobre recepción de pruebas en el extranjero;
§
Ley 23.502 (Convención sobre Procedimiento Civil, del 1º de marzo
de 1954);
§
La Convención Interamericana sobre exhortos y cartas rogatorias,
con su protocolo adicional (Ley 23.503);
§
Ley 23.506 (Convención Interamericana sobre prueba e información
de derecho extranjero);
§
Ley 23.619 sobre reconocimiento y ejecución de las sentencias
arbitrales extranjeras;
§
Protocolos adicionales a la Convención Interamericana sobre
recepción de pruebas en el extranjero (Ley 24.037)
§
Los protocolos del Mercosur (Ley 24.578), entre otras.
2. Exequatur
En nuestro sistema normativo la aplicación del derecho extranjero está
subordinada al respeto o adecuación del mismo a los principios de orden
público internacional que refiere el art. 14 del Código Civil. En la
particularización de esta directiva general, el art. 517 del Código Procesal
determina, a su vez, las condiciones de ejecutoriedad de los pronunciamientos
emanados de los órganos jurisdiccionales extranjeros.
Por eso, una pretensión tendiente a ejecutar un pronunciamiento judicial
dictado en un procedimiento contencioso desarrollado en el extranjero, más allá
de la apariencia de mero requerimiento de auxilio procesal internacional que
pueda revestir la rogatoria, siempre debe ser analizada, salvo la existencia de
Tratados, mediante las pautas que brinda el art. 517 y sigtes. de la ley ritual, y
en la medida en que se trate o presuponga una sentencia de condena deberá
homologarse esa sentencia extranjera como título de ejecución siguiéndose el
procedimiento del "exequatur (CNCom., Sala E, 1993/03/17, "Herstein, Diego J.
c. Bruetman, Martín E. y otros", ED, 156-63).
El exequatur es el acto jurisdiccional en virtud del cual se consiente en
nombre de la ley argentina la aplicación de una sentencia extranjera en
territorio nacional. Recae sobre la propia sentencia y la inviste de los mismos
efectos que tienen las decisiones de los jueces nacionales sin necesidad de
entrar en la revisión del juicio.
El art. 517 no es un proceso ejecutivo, ni ejecuta propiamente la
sentencia; en realidad se trata de un proceso de conocimiento, desde que el
órgano jurisdiccional debe emitir una declaración sobre la eficacia ejecutoria de
la sentencia o laudo extranjero.
Por tanto, en el caso de la invocación de una sentencia dictada por un
tribunal extranjero, ella tiene eficacia si reúne los requisitos que la norma
indicada menciona; en cambio, la solicitud de ejecución de la misma requiere
acudir a la vía del art. 518 del ordenamiento citado (CNCiv., Sala L,
1996/05/14, "S., S. A.", La Ley, 1997-F, 934 [39.957-S]).
Asimismo, corresponde la aplicación del art. 517 cuando se pretende el
reconocimiento del convenio de liquidación de la sociedad conyugal que integró
la sentencia de divorcio vincular dictada por un tribunal extranjero, pues no se
trata de una sentencia de condena sino de reconocimiento (CNCiv., Sala L,
mismo fallo anterior).
3. Procedimiento
El Código reglamenta el procedimiento de reconocimiento de la
sentencia extranjera para los casos donde no existan convenios o tratados
específicos, en la medida que éstos tienen prioridad en el acuerdo de reglas
procesales.
Cuando se trata de una sentencia de condena se impone el llamado
"juicio de exequatur" (juicio del ejecútese). Ello, porque si en la ejecución de la
sentencia de condena dictada internamente se requiere un trámite especial
(arts. 499 a 516, Código Procesal), igual criterio debe adoptarse respecto de
una dictada en otro país. La situación cambia si sólo se trata de su
reconocimiento. (CNCiv., Sala L, 1996/05/14, "S., S. A.", La Ley, 1997-F, 934
[39.957-S]).
El exhorto extranjero debe contener, entre otros, los siguientes
requisitos: debe inferirse con claridad el derecho invocado por el requirente,
expresar que se ha dispuesto acordar la medida solicitada y, como condición
sustancial de procedencia de la resolución cuyo cumplimiento se solicita, ésta
no debe afectar el orden público interno del país requerido (CNCiv., Sala H,
1996/04/18, "Remus, Alfonso A. c. Gradin, Mariano y otros", La Ley, 1996-D,
685 - DJ, 1996-2-1027).
Los requisitos que enumera el art. 517 parten de considerar al domicilio
del demandado, como el lugar de cumplimiento de las obligaciones,
interpretando que ambos son foros aptos para seguir el criterio de atribución de
competencia (arts. 1215 y 1216, Cód. Civil) desde el punto de vista patrimonial,
en acciones de naturaleza contractual (CNCom., Sala E, 1998/07/17, "Trigo
Corporation c. Cristalerías de Cuyo S. A.", La Ley, 1999-F, 778 [42.180-S]).
La sentencia debe haber pasado en autoridad de cosa juzgada,
entendiendo por tal, el pronunciamiento firme y definitivo de acuerdo con las
reglas procesales del lugar de emisión.
El estudio acerca del cumplimiento de la exigencia de hecho impuesta
por el inciso 2º de nuestra ley -la citación personal del condenado domiciliado
en la República- ha de fundarse en las constancias o elementos que en el
curso del trámite del exequatur las partes le arrimen al juez nacional y que,
fundamentalmente, serán los testimonios que se presenten complementados
por informes consulares o diplomáticos acerca del procedimiento que se siguió.
Consecuentemente, bien puede ocurrir que la sentencia extranjera haya
sido pronunciada con arreglo a las formalidades exigidas para su ejecutoriedad
local, y sin embargo la inexistencia de los elementos apropiados que así o
l
demuestre torna procedente su rechazo.
Esta sistema o exigencia del inciso 2º, pretende asegurar la garantía
elemental del debido proceso con sustento en el principio constitucional de la
defensa en juicio, común por lo demás a todos los ordenamientos procesales
modernos.
Por eso, la extraterritorialidad de la sentencia sólo podrá ser admitida
cuando ha sido dictada respetando rigurosamente ese derecho, privándola de
efectos en caso contrario.
La disposición que se relaciona con que la obligación constituida en el
extranjero sea válida según nuestras leyes, solamente adecua la posibilidad de
realización material de la pretensión, antes que la eventual afectación al orden
público, como otrora fue regulado este inciso tercero.
El alcance dado al art. 517, inc. 4º, es distinto del que surge, prima facie,
es decir como resultado de una interpretación lingüística.
Desde el punto de vista lógico el legislador se refiere al "orden público
internacional" o al "orden público argentino" ya que de otro modo las sentencias
extranjeras serían por conocidas en muy contados ocasiones. Debe primar,
entonces, el criterio del art. 14, inc. 2° del Código Civil y considerarse el orden
público como conjunto de principios.
Finalmente, el inciso 5º establece el principio de a
l primacía de la cosa
juzgada de la sentencia argentina sobre la externa.
Competencia. Recaudos. Sustanciación
Art. 518. -- La ejecución de la sentencia dictada por un tribunal extranjero se pedirá ante
el juez de primera instancia que corresponda, acompañando su testimonio legalizado y
traducido y de las actuaciones que acrediten que ha quedado ejecutoriada y que se han
cumplido los demás requisitos, si no resultaren de la sentencia misma.
Para el trámite del exequatur se aplicarán las normas de los incidentes.
Si se dispusiere la ejecución, se procederá en la forma establecida para las sentencias
pronunciadas por tribunales argentinos.
1. Competencia
El art. 518 es un supuesto diferente del artículo anterior; se trata, ahora,
de la ejecución de la sentencia propiamente dicha; es decir, a superado la
etapa de admisión y reconocimiento que culmina con la declaración de certeza
que concreta el Juez al admitir la fuerza ejecutoria del laudo o sentencia
extranjero.
En consecuencia, para la respectiva ejecución dichos pronunciamientos
deben tener en nuestro territorio la misma fuerza que en el país en el que fue
dictada, y para ello se requiere la competencia del tribunal en la esfera
internacional (CNCom., Sala D, 1986/05/08, "Artline, S. A. c. Basman, Lidia E.",
La Ley, 1986-D, 73).
Los pactos de jurisdicción internacional, especialmente en materia de
contratos internacionales, son aceptados en la gran mayoría de los estados.
Respecto de la República Italiana existe un convenio bilateral vigente,
aprobado por ley 23.720 (Adla, XLIX -D, 3616), que determina pautas de
jurisdicción indirecta.
Ello así, la inclusión de la prórroga de jurisdicción entre las pautas de
jurisdicción indirecta, demuestra el criterio coincidente de ambos países,
Argentina e Italia, respecto de la aceptación de la autonomía de la voluntad en
materia de jurisdicción internacional (del fallo de primera instancia) (CNCom.,
Sala E, 1993/10/14, "Inta S. A. c. MCS Officina Meccanica S. P. A.", ED, 157131).
La determinación del Juez competente no es distinta a las reglas
internas previstas en los arts. 5 y 6 de este código.
2. Requisitos
Para ejecutar el laudo o sentencia extranjera es preciso adjuntar el
testimonio del acto y de los antecedentes que se tienen para acreditar el
carácter firme y ejecutoriado.
De conformidad con el art. 115 si los documentos acompañados no
están en idioma nacional, debe producirse su traducción oficial y la respectiva
legalización de los instrumentos. Esto último, salvo que se trate de testimonios
eximidos por aplicación de la Convención de La Haya, ratificada por la Ley
23.458.
Siguiendo estas pautas, se ha dicho que debe revocarse el embargo si
fue decretado sin haberse acompañado rogatoria de juez extranjero solicitando
expresamente la medida, sin que surja de las constancias acompañadas su
procedencia, y sin que se haya pedido el exequatur (CNCom., Sala A,
1984/12/10, "Tradascel, S. R. L. c. Tannerco, S. A.", La Ley, 1986-B, 620
[37.245-S], - JA, 985-III-92).
3. Trámite asignado
El art. 518 establece el trámite del exequatur por el procedimiento de los
incidentes para aquellos casos donde no existan acuerdos internacionales.
Por eso, se ha dicho que cuando se trate de sentencias originarias de
países que no tienen con el nuestro un tratado sobre la materia, es aplicable al
caso, pues no existe convenio con los Estados Unidos de Norteamérica sobre
asistencia judicial o de procedimiento civil (CNFed. Civ. y Com., Sala I,
1997/04/24, "Mission Insurance Company Trust c. Caja Nac. de Ahorro y
Seguro -en liquidación", La Ley, 1998-D, 338).
El trámite incidental deriva en un contradictorio donde la intervención del
Ministerio Público Fiscal es necesaria a los fines de dictaminar sobre la
competencia, y asumir el rol de parte en cuanto fuere lugar por derecho.
Según Morello ed alter, la actuación de la contraparte debe limitarse a
objetar la falta o violación de los presupuestos previstos en el art. 517, no
pudiendo la litis abarcar otras cuestiones, pues ello llevaría a desvirtuar la
naturaleza sumaria de este proceso especial, cuyo conocimiento queda
acotado al área contorneada por la norma precitada. Sin embargo, agregan,
frente al supuesto excepcional de que faltaren los presupuestos liminares que
hacen a la regularidad del proceso, podrían deducirse las excepciones de
incompetencia, falta de personería o litis pendencia, conjuntamente con la
contestación a la demanda, las que se decidirán en ocasión de pronunciarse la
resolución de mérito sobre la procedencia del exequatur. Eso así, dado que no
debe confundirse este proceso especial con la ejecución de sentencia, donde
quedan eliminadas en este tramo las excepciones específicas de dicha
ejecución (Códigos Procesales..., tomo VI-A, cit., págs. 238/9).
No obstante, se sostiene que la audiencia que se acuerda a la parte
contra quien se pide la ejecución de la sentencia dictada en país extranjero
sólo tiene por objeto oír observaciones sobre su forma, pues la oposición de
excepciones y su prueba no son trámites esenciales en la primera etapa del
exequatur (CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1997/04/24, "Mission Insurance
Company Trust c. Caja Nac. de Ahorro y Seguro -en liquidación", La Ley, 1998D, 338).
Una vez que las partes han tomado conocimiento de la pretensión la
cuestión queda en estado de ser resuelta. La decisión es simple: si admite la
rogatoria, el trámite continúa con el procedimiento previsto para la ejecución de
sentencia local. Si desestima, debe devolver al Juez requirente la medida
solicitada; si esto en lugar de ser un trámite de cooperación procesal, se
hubiera planteado como ejecución de los testimonios acompañados,
corresponde ordenar el archivo.
Sin embargo, como el marco procesal es el de los incidentes, la
denegatoria tolera el recurso de apelación. Este se debe articular en el plazo de
cinco días y se concede en relación.
Eficacia de sentencia extranjera
Art. 519. -- Cuando en juicio se invocare la autoridad de una sentencia extranjera, ésta
sólo tendrá eficacia si reúne los requisitos del art. 517.
1. Reconocimiento directo
La división establecida entre reconocimiento (art. 517) y ejecución (art.
518), tiene otra alternativa en la presente disposición que depende del
contenido mismo de la sentencia que se quiere hacer valer.
Es decir, quien presenta una sentencia foránea, asignándole a la misma
el valor de la cosa juzgada, debe demostrar que se han cumplido los recaudos
del art. 517, o sea, los presupuestos del exequatur.
Por eso, corresponde no acordar eficacia a un fallo que no logra ser
manifiesto y suficiente en los términos de la norma citada; como también es
inviable, si la misma se funda en normas que resulten incompatibles con el
espíritu de la legislación a que se refiere el art. 14 inc. 2º del Código Civil,
circunstancia que se configura cuando aquellas impliquen la lesión de algún
principio general inferido de normas vigentes en el derecho argentino (CNFed.
Contenciosoadministrativo, Sala III, 2000/03/21, "Diez, Oscar A. S. A. c.
Segba", La Ley, 2000-E, 910 [43.115-S]).
Igual sucede, si la sentencia extranjera que se ejecuta en el país
contiene la obligación de pagar en divisa que el Gobierno Nacional ha privado
de circulación, donde cabe poner de relieve que según establece el art. 518, "si
se dispusiere la ejecución, se procederá en la forma establecida para las
sentencias pronunciadas por tribunales argentinos" y, por ende, debe estarse a
lo dispuesto por el art. 511 del mismo ordenamiento en torno a que "si la
condena no pudiera cumplirse se le obligará (al vencido), a la entrega del
equivalente de su valor" circunstancia aplicable en autos (CS, 1987/09/17,
"Citibank N. A. c. Narbaitz, Hnos., y Cía. Soc. en Com. por Accs.", La Ley,
1988-C, 387 - JA, 987-IV-711).
Laudos de tribunales arbitrales extranjeros
Art. 519 bis. -- Los laudos pronunciados por tribunales arbitrales extranjeros podrán ser
ejecutados por el procedimiento establecido en los artículos anteriores, siempre que:
1. Se cumplieren los recaudos del art. 517, en lo pertinente y, en su caso, la prórroga de
jurisdicción hubiese sido admisible en los términos del art. 1º.
2. Las cuestiones que hayan constituido el objeto del compromiso no se encuentren
excluidas del arbitraje conforme a lo establecido por el art. 737.
1. Vigencia de la Convención de New York (1958)
El Tratado sobre reconocimiento y ejecución de sentencias arbitrales
extranjeras, suscrito en Nueva York el 10 de Junio de 1958, e incorporado a
nuestra legislación por la Ley 23.619, deja poco margen para la aplicación del
art. 519 bis, merced al importante número de adherentes que tiene la
convención internacional.
El principio de la reciprocidad, sumado a la ampliación de las relaciones
jurídicas involucradas (sean o no contractuales pero siempre de carácter
comercial), genera un ámbito propicio para la operatividad del laudo en igual
dimensión y alcance que tiene una sentencia extranjera.
Con anterioridad a la ley 22.434 (que es la que introduce este artículo en
el Código Procesal), la ejecución se regía por los preceptos del Tratado de
Montevideo de 1940.
TITULO II -- Juicio ejecutivo
CAPITULO I -- Disposiciones generales
Procedencia
Art. 520. -- Se procederá ejecutivamente siempre que en virtud de un título que traiga
aparejada ejecución, se demandare por obligación exigible de dar cantidades líquidas de
dinero, o fácilmente liquidables.
Si la obligación estuviere subordinada a condición o prestación, la vía ejecutiva
procederá si del título o de otro instrumento público o privado reconocido que se
presente junto con aquél, o de la diligencia prevista en el art. 525, inc. 4, resultare
haberse cumplido la condición o prestación.
Si la obligación fuere en moneda extranjera, la ejecución deberá promoverse por el
equivalente en moneda nacional, según la cotización del banco oficial que corresponda
al día de la iniciación o la que las partes hubiesen convenido, sin perjuicio del reajuste
que pudiere corresponder al día del pago.
1. Naturaleza jurídica del juicio ejecutivo
El sistema adjetivo que tiene nuestro ordenamiento procesal no es
absolutamente efectivo como se pensó en sus comienzos. La idea de
mantenerlo como un proceso de ejecución pero insertando una etapa de
conocimiento, le ha privado de rapidez y eficacia, donde las medidas cautelares
tienen más importancia que la compulsión directa que se puede lograr por la
vía diseñada a partir del art. 520.
Inclusive, la clasificación que surge del esquema dispuesto, no es
clarificador, ni acierta en ventajas con el modelo. Por eso, entre la ejecución
pura (arts. 499 a 516), el juicio ejecutivo común (arts. 520 a 594) y las
ejecuciones especiales (arts. 597 a 605), la única diferencia es el marco de
tolerancia para las cuestiones que afectan la naturaleza del título, sin lograr con
ello una mayor expeditividad.
En consecuencia, la procedencia de la acción ejecutiva está sujeta a la
existencia de título ejecutivo y crédito cuyo objeto sea moneda nacional o
extranjera (del voto en disidencia del doctor Cuartero) (CNCom., Sala D,
1995/04/20, "Rosciano, Rubén S. c. Texart Icsa y otro", La Ley, 1995-E, 261).
Con igual alcance se dice que, la finalidad del juicio ejecutivo no consiste
en lograr un pronunciamiento judicial que declare la existencia o inexistencia de
un derecho sustancial incierto, sino en obtener la satisfacción de un crédito que
la ley presume existente en virtud de la peculiar modalidad que reviste su forma
de comprobación (CNCiv., Sala E, 1997/04/09, "Obras Sanitarias de la Nación
c. Bianchi, Carlos", La Ley, 1997-D, 468).
La característica de ser un procedimiento que recién comienza a
"ejecutar" cuando el título ha superado la etapa de admisión formal, le asigna al
proceso esa particular condición de ser un juicio de ejecución con una etapa
sumaria de conocimiento. En definitiva, no es un proceso de conocimiento,
pero tampoco es un proceso de ejecución.
2. Títulos ejecutivos
La denominación de título, aunque generalmente aceptada, tiene
connotaciones equívocas, porque se puede comprender en los contenidos del
derecho civil y pensar en el acto jurídico del que resulta la voluntad concreta de
la ley; o bien, darle un alcance restricto a la finalidad ejecutiva que con él se
persigue, y sostener así que, hay un título en sentido formal que sería el
documento en que el acto está contenido.
Con esa limitación, es preciso antes de darle coacción directa, analizar
la eficacia que tiene, ocurriendo entonces dicha etapa de conocimiento que
sucede en dos tiempos diferentes: por vez primera cuando el Juez recibe la
pretensión ejecutiva y debe despachar la orden de intimación; y luego, cuando
el ejecutado opone excepciones al progreso de la acción ejecutiva.
En ambos tiempos, se escala en la realización un juicio sumario (breve y
supuestamente expedito) donde el continente de las alegaciones y defensas
excederán en demasía la naturaleza cartular del título que se ejecuta. Por eso,
pierde dicha esencia urgente y rápida para lograr el cobro de una deuda
previamente documentada, para instalarse en juego lento y sutil del proceso
bilateral y contradictorio que necesita de pruebas para reconocer el derecho
para obrar.
De lo expuesto surge que el problema del título ejecutivo es determinar
"ab initio" su fehaciencia, para despertar con su verosimilitud la intimación de
pago inmediata, que no obstante, podrá difuminarse con la oposición de
excepciones.
2.1 Requisitos
Los requisitos del título ejecutivo son: a) consignar una obligación de dar
sumas de dinero, b) suma que debe ser líquida o fácilmente liquidable, y c)
exigible y de plazo vencido; d) esto debe constar en un instrumento público, o
privado que debe bastarse a sí mismo.
El juicio ejecutivo no investigará nada que no conste en el título. En
consecuencia el crédito debe ser cierto para poder ser ejecutado, ya que si el
mismo fuere dudoso o controvertido se debería recurrir a un juicio de
conocimiento.
Por eso, para que proceda la vía ejecutiva es menester que concurran
ciertos extremos que se desprenden del art. 520: a), que el título consigne una
obligación de dar una suma de dinero; b), que se trate de una suma líquida o
parcialmente liquidable y c), que la obligación sea exigible, vale decir, que sea
de plazo vencido y que no se encuentre subordinada a condición o prestación.
También es requisito esencial de aquella admisibilidad que el título ejecutivo se
baste a sí mismo, es decir que contenga todos los elementos enunciados
anteriormente y para el caso de que el documento en cuestión se remita a otro,
deben acompañarse ambos, pues de lo contrario no se cumple dicho recaudo
(CNCiv., Sala G, 1985/08/26, "Schwartzman, Mirtha A. y otro c. Hojman, Rubén
E.", La Ley, 1986-A, 192).
En síntesis, los presupuestos sustanciales del título ejecutivo (requisitos
necesarios) son:
•
Obligación de dar sumas de dinero
•
Suma líquida o fácilmente liquidable,
•
Deuda exigible
•
Objeto cierto
•
Plazo vencido o condición cumplida
•
Que conste en instrumento público o privado.
a) Obligación de dar sumas de dinero:
Solamente pueden llevarse a juicio ejecutivo deudas u obligaciones de
dar sumas de dinero.
Si la obligación fuese en moneda extranjera, la ejecución se ha de
promover en su equivalente convertido de conformidad con la cotización que
informe el Banco Central de la República Argentina, que es a nuestro criterio, el
banco oficial que menciona el art. 530, párrafo 3º.
La jurisprudencia afirma que, el art. 520 del Código Procesal limita la vía
ejecutiva a los títulos enumerados en el art. 523, de los cuales surge una
obligación exigible de dar cantidades líquidas de dinero o fácilmente liquidables
(CNCiv., Sala D, 1997/05/30, "Cargill S. A. c. Valarino, Domingo", La Ley, 1997E, 165).
En tanto que un instrumento público constate una obligación exigible de
dar cantidades de dinero líquidas o fácilmente liquidables, existirá título
ejecutivo.
Y ello será así con prescindencia del título ejecutivo organizado por el
art. 4° de la ley 21.309 (Adla, XXXVI-B, 1093), en cuanto están cumplidos los
recaudos de los arts. 520 y 523, inc. 1° (CNCiv., Sala A, 1989/08/18, "Rolandi,
Carlos A. c. Aranda, José L.", La Ley, 1989-E, 81).
En cambio, la escritura hipotecaria es título ejecutivo siempre que de ella
surja una obligación en dinero líquida y exigible. Por tanto, no reviste tal
cualidad aquella mediante la cual se garantizaron las deudas que una persona
contraiga hasta determinada suma de dinero y que surjan documentadas,
según la escritura hipotecaria, en cualquier título de crédito o documento
equivalente al que las partes acuerden carácter ejecutivo, máxime si el actor no
adjuntó ninguno de los títulos ejecutivos mencionados, ni instrumentó alguno
con los requisitos del art. 520 del Código Procesal (CNCiv., Sala D, 1997/06/27,
"Compañía Elaboradora de Productos Alimenticios S. A. c. Gentile, Norberto",
La Ley, 1998-B, 188).
Pero, si bien toda obligación cuyo objeto no sea dar sumas de dinero es
convertible en una de tal objeto dinerario (art. 505 inc. 3º, Código Civil), ello no
puede llevar a juzgar que esa conversión se produce automática y
mecánicamente por causa del incumplimiento del deudor, con el efecto de que
toda obligación sería ejecutable, en tanto cumpla también el recaudo de
resultar de título ejecutivo originario o derivado de la preparación de la vía. Tal
efecto significaría eliminar la limitación legalmente impuesta por el art. 520 del
Código Procesal al objeto de las obligaciones ejecutables, que sólo puede
consistir en dinero o moneda extranjera (del voto en disidencia del doctor
Cuartero) (CNCom., Sala D, 1995/04/20, "Rosciano, Rubén S. c. Texart Icsa y
otro", La Ley, 1995-E, 261).
b) Suma liquida o fácilmente liquidable
Una suma es liquida cuando está especificada en el título (por ejemplo
un cheque), y es fácilmente liquidable cuando para determinar la suma
alcanzaría una simple operación aritmética (v.gr.: en un contrato de alquiler
sumar los meses que debe el deudor).
Se ha dicho que, únicamente constituyen título hábil para promover
ejecución -previo reconocimiento de firma por parte del deudor- aquellos
instrumentos privados en los cuales conste un reconocimiento de deuda
autónomo, líquido o fácilmente liquidable y exigible que provenga de una
manifestación explícita del obligado en tal sentido, cuya interpretación no
resulte incompatible con la limitación de conocimiento que es propio del juicio
ejecutivo (CNCom., Sala C, 1990/08/28, "Electromecánica del Ascensor S. R.
L. s/quiebra c. Bressan, Albano", La Ley, 1991-B, 68, con nota de José María
Curá y Mariana Vázquez DJ, 1991-1-783).
El Código Procesal ordena la integración de un título que, una vez
cumplida, satisfaga las condiciones ejecutivas del art. 520 del mismo
ordenamiento; esto es, que contenga el reconocimiento autónomo de deuda
líquida y exigible formulado por el deudor, o bien que dicho reconocimiento
pueda ser intelectualmente aislado de cualquier contraprestación a cargo del
acreedor (CNCom., Sala A, 1999/10/29, "Instituto de Servicios Sociales para el
Personal Ferroviario c. Hospital Privado Córdoba S. R. L.", DJ, 2000-2-579).
Sólo constituyen, en general, título hábil para promover ejecución, todos
aquellos instrumentos privados en los cuales consta un reconocimiento
autónomo de deuda líquida (o fácilmente liquidable), y exigible, que no
requieran una interpretación incompatible con la limitación de conocimiento que
es propia del proceso ejecutivo (CNCom., Sala C, 1994/12/09, "Banco Central
c. Rodríguez, Juan de Dios", La Ley, 1995-C, 687, J. Agrup., caso 10.375).
Pero si el monto no es líquido o fácilmente liquidable, no se hallan
reunidos los exigencias imprescindibles para que pueda prosperar una causa
ejecutiva.
Asimismo, si el título ejecutivo es inhábil porque la deuda no es líquida,
no es exigible o faltan los requisitos inherentes a la legitimación, no es
razonable reconocer que se ha cumplido, aunque parcialmente, las
obligaciones oportunamente asumidas en el mismo (CNCiv., Sala H,
1997/04/21, "Banco del Buen Ayre S. A. c. Spinelli, Pablo J.", La Ley, 1997-E,
310).
Cabe destacar que, el ejecutante debe proveer el cálculo que revele la
cantidad líquida de dinero cuya ejecución solicita no bastando con su
manifestación de que el monto es fácilmente liquidable, de lo contrario su
pretensión sería inadmisible.
Sin embargo si el ejecutado reconoce la existencia de la deuda la
ejecución procede hasta la cifra reconocida (CNCom., Sala D, 2000/06/05,
"Banco de la Provincia de Buenos Aires c. Cidade, Sergio Oscar y otros", ED,
189-483).
Asimismo, para que el documento que se pretende ejecutar traiga
aparejada ejecución el mismo tiene que contener la indicación de los sujetos
activos y pasivos de la obligación, que se trate de una deuda líquida o
fácilmente liquidable y exigible, es decir, que sea una deuda de plazo vencido
sujeta a condición no sujeta a condición o prestación (C. Civ. y Com., San
Isidro, Sala I, 1996/11/07, "Areco, Gloria c. Roldán, Javier", LLBA, 1997-755).
Por otro lado el artículo 522 establece “que si del título ejecutivo
resultare una cantidad liquida y otra que fuese ilíquida, podrá procederse
ejecutivamente respecto de la primera”.
De ello surge que la deuda puede ser parcialmente liquida, y en ese
caso el acreedor podrá reclamar solo la parte líquida.
Para lograr el cobro de la deuda ilíquida al acreedor deberá recurrir a un
juicio de conocimiento.
c) Deuda exigible
La obligación resulta exigible cuando la deuda cierta ha vencido y se
encuentra en mora. Además hay que tener en cuenta que si ella esta
documentada en instrumento público o privado, esto no convierte en exigible la
deuda, sino el vencimiento del plazo de pago. Si no hay exigibilidad no hay
título ejecutivo.
Si de los términos del título surge una deuda exigible, por haber vencido
el plazo para su pago, éste es hábil para proceder ejecutivamente (CNFed. Civ.
y Com., Sala I, 1996/09/17, "Banade, patrimonio en liquidación c. Fazio, Luis R.
y otro", La Ley, 1997-B, 520)
Descalificado el título como pagaré, el vencimiento a la vista obsta a
considerar el reconocimiento de deuda como continente de una obligación
ciertamente exigible (CNCom., Sala A, 1995/03/17, "Citibank N. A. c. Dieguez,
Carlos E.", ED, 163-383).
Si el mutuo hipotecario acordado por las partes constituye una deuda
única que debió ser restituida en cuotas con vencimiento escalonado, el
principio general es que la prescripción corre para cada cuota desde el
momento en que sea exigible, pero, cuando se estipula que el atraso en una de
ellas determina la caducidad del plazo vigente para todas las no vencidas, la
prescripción corre desde el momento en que se verifica tal contingencia, pues
el acreedor se encuentra en condiciones de exigir el pago íntegro de la deuda,
ya sea por vía extrajudicial u ocurriendo ante el órgano jurisdiccional
correspondiente (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 2000/04/26, "Banco de la Nación
Argentina c. Bombal, Rosa Y. y otro", La Ley, 2000-D, 895 [42.967-S]).
d) Plazo vencido o condición cumplida
El recaudo se integra con el precedente de exigibilidad ya mencionado;
la particularidad está en que la exigibilidad admite la actuación directa del
acreedor, mientras que el plazo o la condición cumplida hacen a la esencia
ejecutiva del título.
Precisamente por eso, la obligación que tenga un plazo para su
cumplimiento y que este vencido, es la única que podría exigir el cumplimiento
de la obligación y por lo tanto, su inexistencia, determinaría la falta de título
ejecutivo.
Empero, la mora no constituye un presupuesto de ejecutividad del
pagaré, en tanto basta a tales efectos que reúna las exigencias previstas por el
art. 520 del Código Procesal, de instrumentar una obligación líquida y exigible,
de plazo vencido (CNCom., Sala E, 1999/06/04, "Baghdo, Emilio J. c.
Microómnibus Ciudad de Buenos Aires", La Ley, 2000-A, 173).
La deuda se torna exigible cuando es de plazo vencido, pero a veces, el
cumplimiento del término no lleva necesariamente a la exigibilidad del crédito,
porque ello puede depender del tipo de deuda o de la liquidez que consiga
demostrar.
Cuando la deuda está vencida, pero no es exigible, la vía es preparar la
vía ejecutiva, porque se trata de un típico instrumento incompleto para estar
revestido de las características del título ejecutivo.
La diferencia entre mora y plazo de cumplimiento es necesaria para
comprender cuándo se puede proceder ejecutivamente. Por ejemplo, si la
accionante aceptó previamente de un tercero el importe correspondiente al
pago de la cuota anterior del crédito hipotecario otorgado al ejecutado, e intimó
el mes siguiente al deudor con posterioridad al vencimiento de la cuota
correspondiente, concediéndole un nuevo plazo para el pago, su actitud de no
aceptar, dentro del término fijado, el pago que pretendía realizar aquel tercero
importó ponerse en contradicción con sus propios actos y además hizo
inexistente la mora del deudor, por lo que no siendo exigible la deuda, el título
ejecutivo resultaba inepto y por ende resulta fundada la inhabilidad de título
opuesta (CPergamino, 1997/03/20, "Banco Crédito Argentino S. A. c. Nicita,
Carlos A.", LLBA, 1997-611).
2.2 Títulos completos e incompletos
Fuera de las características recién expuestas, la demanda ejecutiva
presenta otras características que vuelven a condicionar la rapidez del
procedimiento. En efecto, se clasifican los títulos ejecutivos en completos e
incompletos.
Los primeros aparejan por sí solos ejecución (arts. 520 y 523), mientras
que los restantes son aquellos a los que le falta alguno de los requisitos
mencionados, pero que pueden integrar a través de una etapa previa de
formación (arts. 525 y 526).
Por tanto, no existen problemas en que las partes acuerden darle fuerza
ejecutiva a un documento que celebren entre ellas, pero si no se encuentra
dentro de los enumerados en el art. 523, será preciso recurrir a la etapa de
plenitud formal.
Así se ha dicho que, la circunstancia de que las partes convengan la
procedencia de la vía ejecutiva no autoriza a accionar por dicha vía si el
instrumento carece de los requisitos exigidos por la ley para hacerla admisible
(C.Civ. y Com., Junín, 1990/10/25, "Cooperativa Agrop. Ltda. de Carabelas c.
Restaine, Damián y otro", La Ley, 1993-C, 376).
Opción por proceso de conocimiento
Art. 521. -- Si, en los casos en que por este Código, corresponde un proceso de
ejecución, el actor optare por uno de conocimiento y hubiese oposición del demandado,
el juez, atendiendo a las circunstancias del caso, resolverá cuál es la clase de proceso
aplicable.
1. Preferencia por el juicio de conocimiento pleno
Si bien el art. 521 del Código Procesal permite que el sujeto que tiene un
título ejecutivo opte por promover y tramitar un proceso de conocimiento, esa
posibilidad -acotada, puesto que en caso de oposición del demandado la
cuestión queda sometida a la decisión del juez interviniente-, no prevé, ni
supone la inversa (CNCom., Sala D, 1990/04/11, "Deutsche Bank c. Mosquera,
Alejandro P.", La Ley,1992-B, 156, con nota de Alejandro C. Verdaguer - JA,
1990-III-367 - ED, 138-185).
Por ello, promovido el proceso de conocimiento en ejercicio de la opción
mencionada haciéndolo en en forma reconvencional, y consolidada su
sustanciación por la realización de actos procesales que corresponden a su
estructura, ya no es posible transformarlo (o reconvertirlo), en proceso de
ejecución.
El cambio operado deviene, por lo tanto, definitivo, irreversible y
excluyente de toda ulterior posibilidad ejecutiva de la pretensión (CNCiv., Sala
D, 1980/08/19, "Meneset, Marcos c. Masri, David", La Ley, 1981-B, 60).
2. Oposición del demandado
En la práctica cotidiana la opción por el juicio pleno es un caso
académico, de modo tal que la oposición resulta más excepcional aún.
De todos modos, el tiempo para plantearlo ocurre al contestar la
demanda, y debe ser fundada en el sentido de demostrar el perjuicio que le
provoca esa alternativa (v.gr.: mayores costos del juicio de conocimiento).
La resolución del Juez debe ser inmediata, sin esperar la audiencia del
art. 360, porque se trata de asignar el trámite correspondiente a la pretensión
entablada. Esta claro que la oposición no se sustancia, y que la decisión es
irrecurrible (art. 319 párrafo final).
Deuda parcialmente líquida
Art. 522. -- Si del título ejecutivo resultare una deuda de cantidad líquida y otra que fuese
ilíquida, podrá procederse ejecutivamente respecto de la primera.
1. Ejecución parcial de la deuda
La ejecución parcial depende de las condiciones de liquidez, vencimiento
y exigibilidad que tiene la deuda. Si ella es en parte líquida y en parte ilíquida,
basta consignar la líquida con el reconocimiento del deber de satisfacer la parte
ilíquida ulteriormente (CNCiv., Sala E, 1995/11/02, "Gallo Dartayet, Susana G.
c. Mandirola, Roberto J.", La Ley, 1996-C, 788).
En tal sentido se indica que, si se trata de una deuda en parte líquida (la
cantidad ya fijada en la sentencia), y en parte ilíquida (la cantidad que en
definitiva correspondiere en razón de la mora), rige entonces el art. 743 del
Código Civil, en cuya virtud podrá exigirse por el acreedor, y deberá hacerse el
pago por el deudor, de la parte líquida, antes de que pueda tener lugar el pago
de la que no lo sea.
Y si bien el precepto se refiere a la facultad del acreedor y al correlativo
deber del deudor, la doctrina y jurisprudencia han interpretado que si el deudor
o un tercero depositan en calidad de pago la totalidad de la parte líquida de la
deuda, el acreedor está obligado a aceptarlo, sin que pueda argüir que se trata
de un pago parcial.
En consecuencia, para calcular la desvalorización habida desde la mora
en el cumplimiento de la sentencia, deberá computarse desde entonces hasta
el pago, deducir éste, y reajustar nuevamente el pago resultante.
Por tanto, si la regulación de honorarios había quedado consentida por
los obligados en cuanto a la cantidad líquida y encontrándose sólo pendiente
en su caso un "plus" de incrementos solicitado por la ejecución del crédito,
resulte procesalmente admisible la ejecución de aquélla en virtud del art. 502,
última parte, del Código Procesal, que permite, en caso de condena al pago de
una cantidad en parte líquida y en parte ilíquida, proceder a ejecutar la primera
sin esperar que se liquide la segunda, supuesto admitido expresamente por el
art. 499, apart. 2° según reforma de la ley 22.434, elemento no desdeñable de
interpretación (CNCiv., Sala F, 1981/04/01, "Job, Alberto F.", La Ley, 1981-D,
211 -ED, 93-687).
También se ha dicho que, si la sentencia fija una cantidad líquida y otra
a liquidar en el procedimiento de ejecución de sentencia, fijando para el
cumplimiento un plazo de 10 días, éste corre para la suma líquida a partir de la
ejecutoria de aquélla y a su vencimiento al acreedor podía iniciar el trámite para
hacerla efectiva. Pero si el acreedor, procede primero a liquidar la parte
ilíquida, iniciando la ejecución de sentencia con la planilla liquidatoria aprobada,
la obligación de la demandada se torna exigible después de transcurrir los 10
días hábiles desde el momento que la vendedora liquida la deuda, y la
contraparte conoce la suma de dinero que debe pagar (C2ª Civ. Com.
Tucumán, 1978/02/02, "Zanetta de Correa, María L. c. Petronorte, S. A.", SP
LA LEY, 979-120).
Títulos ejecutivos
Art. 523. -- Los títulos que traen aparejada ejecución son los siguientes:
1. El instrumento público presentado en forma.
2. El instrumento privado suscripto por el obligado, reconocido judicialmente o cuya
firma estuviese certificada por escribano con intervención del obligado y registrada la
certificación en el protocolo.
3. La confesión de deuda líquida y exigible prestada ante el juez competente para
conocer en la ejecución.
4. La cuenta aprobada o reconocida como consecuencia del procedimiento establecido
en el art. 525.
5. La letra de cambio, factura de crédito, cobranza bancaria de factura de crédito, vale o
pagaré, el cheque y la constancia de saldo deudor en cuenta corriente bancaria, cuando
tuvieren fuerza ejecutiva de conformidad con las disposiciones del Código de Comercio
o ley especial”.
6. El crédito por alquileres o arrendamientos de inmuebles.
7. Los demás títulos que tuvieren fuerza ejecutiva por ley y no estén sujetos a un
procedimiento especial.
1. Clasificación de los títulos
El código enumera sin demasiado orden ni rigurosidad una serie de
instrumentos públicos y documentos privados a los que les reconoce fuerza
ejecutiva directa; sin embargo, la diversidad provoca confusiones en orden al
trámite procesal porque, aun encontrándose admitidos como títulos ejecutivos a
los que corresponde el juicio previsto en el título, ocurre que algunas de las
formas instrumentales aprobadas tienen una regulación especial que juegan
diferentes aunque preserven las etapas ineludibles que señala el art. 543.
Algunos de los títulos enumerados por el art. 523, como los instrumentos
públicos y los papeles de comercio, traen aparejada ejecución, pues son títulos
completos. Los restantes, en cambio, requieren ser complementados o
perfeccionados, e incluso formados, mediante el cumplimiento de ciertos
trámites previos a la apertura del juicio ejecutivo (CNCiv., Sala H, 1997/02/28,
"Rossman, Juana E. c. Calegari, Guillermo", La Ley, 1997-D, 878, J. Agrup.,
caso 11.771)
Señala Fenochietto que lo expuesto dificulta el estudio armónico del
tema al plantear no pocas dificultades interpretativas, por ejemplo, si se
pretende aplicar la doctrina de los juicios ejecutivos cambiarios, con títulos
esencialmente abstractos, a otros títulos causados y de naturaleza civil.
Agregando que, el precepto induce a confusión al referirse, en algunos
incisos, a la forma del documento en que consta el título (así, instrumento
público, privado) y en otros al título mismo (letra de cambio, crédito por
alquileres). El instrumento es portador del título, pero, para aparejar ejecución,
necesariamente deberá contener los presupuestos legales que atañen a su
existencia (obligación dineraria líquida y exigible). Por ejemplo, el pagaré
mercantil es título ejecutivo, mientras sea exigible y, en cambio, cuando está
pendiente de vencimiento, no lo es; sólo un abuso de lenguaje permite atribuir
carácter de título al instrumento carente de exigibilidad (Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación, tomo 3, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1999, pág. 19).
2. Instrumento público (Inciso 1º)
El instrumento público (art. 979, Código Civil) hace plena fe entre las
partes y frente a terceros, y recibe la calidad de título ejecutivo cuando contiene
una deuda pactada que se encuentra vencida y en condiciones de ser exigible.
La fuerza del acuerdo entre partes aumentado por la calidad del
funcionario que lo emite, asigna al título una condición especial que hace
inadmisible en el juicio ejecutivo la redargución de falsedad del instrumento.
Por eso, si el cuestionamiento del deudor se dirige a la falsedad
ideológica del título, por tratarse ésta de una cuestión ajena a la naturaleza
sumaria que caracteriza al proceso de ejecución, deviene improcedente
(CNCiv., Sala A, 1998/06/09, "Villaflor, Alejandro P. c. Muñoz, Eusebio", La
Ley, 1998-E, 586).
En líneas generales, constituye título ejecutivo el reconocimiento de
deuda con firma del deudor, certificada por instrumento público, al cual éste le
asignó fuerza de título ejecutivo y en el que consta la obligación de pagar una
suma de dinero líquida, que a la fecha de la ejecución se tornó exigible
(CNCiv., Sala B, 1997/04/17, "Kraft Suchard Argentina S. A. c. Camerota,
Oscar A.", La Ley, 1997-D, 584).
El instrumento público se ejecuta con su documento original o con el
testimonio que lo acredita, y aun con la fotocopia autenticada que constata su
celebración y demás condiciones.
Por eso, las circunstancias alegadas por el deudor en torno al domicilio
contractual expresado en el mutuo hipotecario no son susceptibles de ser
admitidas en el juicio ejecutivo, toda vez que están dirigidas a cuestionar la
validez de un instrumento público cuyas constancias hacen plena fe hasta que
sea argüido de falsedad en acción civil o criminal (CNCiv., Sala F, 1995/12/12,
"Jáuregui, Rubén D. y otro c. Rodríguez, Ricardo J. y otro", La Ley, 1996-C,
366).
3. Documentos privados (Inciso 2º)
La estipulación contractual mediante la cual se acuerda fuerza ejecutiva
a un instrumento privado es irrelevante si no concurren los presupuestos
concernientes a la estructura y función del título ejecutivo. Ello, en tanto no
basta el pacto de la vía ejecutiva para determinar por sí sola la existencia de un
título ejecutivo válido.
Por tanto, si la ejecución se ha promovido sobre la base de un
instrumento privado su admisibilidad como título hábil a dicho fin, exige además del previo reconocimiento de la firma por el deudor (art. 523, inc. 2°)que en él conste una deuda líquida y exigible y no requiera una interpretación
incompatible con la limitación de conocimiento que es propia del juicio ejecutivo
(CNCiv., Sala G, 1985/08/26, "Schwartzman, Mirtha A. y otro c. Hojman, Rubén
E.", La Ley, 1986-A, 192).
Constituye título hábil para promover la ejecución todo instrumento
privado en el que consta el reconocimiento de una deuda líquida y exigible,
previo reconocimiento de la firma por parte del deudor (CNCom., Sala A,
1997/02/28, "Banco Río de la Plata S. A. c. Meijome, Silvana", La Ley, 1997-C,
998, J. Agrup., caso 11.588).
Ahora bien, si el instrumento expresa la obligación de pagar una suma
líquida y es privado, es un título ejecutivo incompleto, de allí la necesidad de la
preparación de la vía ejecutiva a los fines de completarlo. Tal circunstancia se
logra si iniciada la ejecución del título la firma no es desconocida por la persona
a la que se le atribuye.
En consecuencia, el instrumento privado suscrito por el obligado, y
reconocido judicialmente constituye un título ejecutivo (CNCiv., Sala E,
1992/08/18, "Barlett, Daniel E. c. Forte, Miguel A.", La Ley, 1993-B, 451, J.
Agrup., caso 8895).
No obstante, el solo reconocimiento de un instrumento privado no le
otorga al mismo la claridad de título ejecutivo, pues también debe reunir los
presupuestos procesales que abren la vía ejecutiva, a saber legitimación
sustancial activa y pasiva, objeto cierto y determinado, plazo vencido y
obligación pura o condición cumplida.
No parece exacto que en la ley procesal nacional argentina, el título
ejecutivo suponga comprobación fehaciente de la obligación; resulta difícil
atribuir fehaciencia (habida cuenta de las condiciones de la dación de fe en el
derecho privado), al peculiar título consistente en el certificado de saldo deudor
de cuenta corriente bancaria (art. 523, inc. 5° citado; Código de Comercio, art.
793), emanado para colmo del acreedor que en el régimen bancario en
vigencia; o mucho más difícil aún, al certificado de deudas por expensas
comunes, expedido por el consorcio de propietarios; más bien se presenta
como preferible interpretar que el título ejecutivo llamado "convencional" por la
doctrina procesalista es un sucedáneo histórico por extensión, de la ejecutoria
de sentencias con fundamento ontológico en el rigor formal antes que en la
fehaciencia, pero con un menor grado de certeza.
Basado en esta apreciación, se ha dicho que el convenio otorgado en
instrumento privado por el cual un letrado se comprometió a iniciar y proseguir
hasta su total terminación un juicio pactándose por ello los honorarios, que le
corresponderían, no trae aparejada ejecución en los términos de lo dispuesto
en el Código de Procedimiento, ni puede prepararse a su respecto la vía
ejecutiva, pues las cuestiones que podrían suscitarse en esa contienda
excederían el limitado ámbito cognoscitivo del juicio ejecutivo, de donde
también se desprendería una lesión a la garantía de defensa en juicio (C.Civ. y
Com., Junín, 1997/05/29, "Muñoz Saggese, Orlando J. c. Eguren, María E. A.",
LLBA, 1998-372).
En síntesis, el documento privado que tiene ejecución directa es aquél
que no necesita citar a la otra parte para que reconozca la firma, exigiéndose
para ello que la misma se encuentre registrada en el protocolo del escribano
interviniente.
En caso contrario, no tiene el ejecutante la obligación de demostrar la
autenticidad de la firma del ejecutado inserta en el título, puesto que él no obra
en virtud de un instrumento privado simplemente, sino de un título ejecutivo, es
decir, de un verdadero documento idóneo en sí mismo para servir como prueba
de la existencia de la obligación.
4. Confesión de deuda líquida y exigible (Inciso 3º)
La confesión que refiere la norma se vincula con la declaración
(espontánea o provocada) que celebra ante Juez competente, la persona que
admite ser deudor de quien pretende usar el documento como título ejecutivo.
En realidad, el requisito de confesar "deuda líquida y exigible" no es tan
estricto, porque en los hechos es suficiente admitir la existencia del crédito,
mientras que del contenido del instrumento surjan las condiciones establecidas.
Obviamente, encontrándose allí indicados las sumas a pagar, las fechas de
vencimiento y el estado actual de la deuda; en conjunto surgirá la mora y la
exigibilidad respectiva.
Inclusive la mención al "juez competente" no fija una disposición
ineludible, porque lo que pretende es asegurar la intervención del juez natural evitando el juzgamiento por "comisiones" o "tribunales especiales"- en el acto
donde sucede la confesión.
En tal sentido, es válida la confesión prestada ante juez que era a la
sazón competente, aunque el mismo haya devenido luego incompetente.
5. Cuentas aprobadas judicialmente
El título ejecutivo lo conforma el documento que por sí sólo no trae
aparejada ejecución, y es sometido al reconocimiento del deudor en los
términos del art. 525 inciso 1º.
No se trata obviamente de las cuentas judiciales que son producto de la
liquidación (art. 503) o de la tasación de costas (art. 77), ni de aquellas que
provienen del procedimiento reglado en los arts. 652 y ss. La norma se aplica a
los casos poco frecuentes de las cuentas corrientes no bancarias que se deben
integrar con la admisión y demás requisitos cartulares, para convertirse en
título ejecutivo hábil y suficiente.
Debe distinguirse entre el pedido de revisión de una cuenta corriente
aprobada y la solicitud de rectificación; porque ésta no reabre la cuenta a una
rendición general, en cuanto persigue la discusión de determinados artículos
cuya impugnación se hace específica y determinada. Por su parte la revisión,
en cambio, pone en tela de juicio la cuenta toda, lo cual no es permitido por la
ley so pena de hacer interminables los juicios y favorecer a los deudores de
mala fe (C.Civ. y Com., Rosario, Sala IV, 1993/03/10, "Liscawe S. A. c. Banco
Popular de Rosario", La Ley, 1994-A, 219, con nota de Osvaldo R. Gómez
Leo).
Resulta así que de aplicar este procedimiento a las cuentas bancarias, y
en particular al saldo emergente, provocaría un trámite inusitado que
desvirtuaría la operatividad propia del sistema.
Por ello, no existe obstáculo a la preparación de la vía ejecutiva fundada
en un contrato de adhesión a una tarjeta de crédito y en un resumen de cuenta
desde que el art. 523 habilita la "cuenta aprobada o reconocida" como título
ejecutivo (CNCom., Sala D, 1992/09/25, "Finvercon Cía. financiera c. Leis,
Héctor H.", La Ley, 1993-E, 647, J. Agrup., caso 9442).
Inclusive, habiendo las partes acordado fuerza ejecutiva a la certificación
de cuenta aprobada, líquida y exigible que haga el banco emisor de la tarjeta
de crédito, acuerdo que no halla obstáculo legal, satisfaciendo los requisitos
impuestos por el art. 523 del Código Procesal de la provincia de Buenos Aires
para la procedencia del juicio ejecutivo, ha de reconocerse a la misma
naturaleza de título ejecutivo hábil (C1ª Civ. y Com., San Nicolás, 1995/12/05,
"Banco de la Provincia de Buenos Aires c. Negri, Roberto J. y otra", LLBA
1996-1101).
6. Títulos de crédito (Inciso 6º)
En materia de títulos de créditos la ley procesal no asigna más que dos
condiciones, una referida a la calidad del documento a ejecutar en cuanto sea
una deuda líquida, vencida y exigible; y la otra, respecto a los trámites
inevitables del procedimiento ejecutivo (art. 546).
En lo demás, hay remisiones permanentes a las leyes especiales o al
Código de Comercio.
6.1 Letra de cambio
El alcance y la extensión del derecho a la letra de cambio se encuentra
limitado a los términos acordados en el documento de acuerdo a los principios
de literalidad y completividad que inspiran y gobiernan el derecho cambiario, y
determinan que las relaciones emergentes del título se encuentran delimitadas
y subordinadas a la escritura inscripta en él (CNCom., Sala A, 1998/12/30,
"Atuel Fideicomisos Co. S. A.", La Ley, 1999-C, 45).
Para el ejercicio de la acción causal es necesario que: a) de la relación
determinante de la creación o transmisión de la letra de cambio derivase
alguna acción y subsista, vale decir que no esté extinguida; b) que el pagaré
haya sido protestado comprobando la no aceptación o el no pago, mediante
protesto formalizado en tiempo útil; c) que se restituya el pagaré; d) que se
hayan cumplido las formalidades para que el deudor requerido pueda ejercer
las acciones regresivas que le competen.
La letra de cambio y el pagaré protestados, o dispensado del protesto,
son títulos ejecutivos de modo que, frente a ellos, el tribunal tiene el deber de
deducir la existencia del derecho del acreedor, salvo que el presunto deudor
formule oposición, en cuyo caso asume la carga de la prueba de la falsedad del
título y de la inexistencia del derecho del acreedor.
En la ejecución de títulos como el pagaré o la letra de cambio, la falta de
legitimación pasiva "ad causam" puede proponerse como defensa, sólo que a
nivel de falsedad material extrínseca y mediante la alegación de
desconocimiento o negativa de autenticidad de la rúbrica atribuida al presunto
deudor.
Se trata de una defensa, en cuanto se afirma la inexistencia de uno de
los elementos constitutivos de una determinada relación jurídica. El accionado
no se opone al progreso de la acción alegando hechos impeditivos u obstativos
que excluyan o permitan anular o impedir los efectos jurídicos del hecho
constitutivo en el cual se funda la acción; sino que simplemente niega la
existencia de la obligación que se le atribuye, al no haber concurrido a
suscribirla
En este aspecto se afirma que, dentro de la normativa del decreto-ley
5965/63 (Adla XXIII-B, 936) no se prevé, entre los obligados cambiarios, la
figura del cónyuge, indicándose que todos los que firman una letra de cambio,
como libradores, endosantes o avalistas quedan solidariamente obligados
hacia el portador, por lo que si el cónyuge no firmó en alguna de las
condiciones mencionadas y sólo lo hizo en su carácter de esposa del suscriptor
no resulta obligada al pago, por no existir nexo cambiario siendo procedente la
excepción de inhabilidad de título (C1ª Civ. y Com., Mar del Plata, Sala II,
1996/12/12, "Banco Shaw S.A. c. Colombo, Rolando E. y otra", LLBA, 1997191).
Inclusive, se agrega que por imperio del art. 8º del decreto-ley 5965/63,
el que firma una letra de cambio o pagaré como representante de una persona
de la cual no tiene poder, queda obligado cambiariamente como si lo hubiera
firmado en su propio nombre, sin perjuicio de los derechos que la propia ley le
concede en contra de quien dice representar (C. Civ. Com. y Contencioso
administrativo, San Francisco, 1994/06/22, "Viano, Remigio S. c. Cravero,
Héctor R.", LLC, 1994-1027).
Por ello, procede también la excepción de inhabilidad de título cuando
quien firma una letra de cambio invocando la representación de otro -en el
caso, el administrador de un consorcio de propietarios- no invoca ni acredita la
existencia de mandato especial en los términos del art. 9º del decreto-ley
citado, pues aun cuando esté autorizado a realizar pagos, ello configura un
modo de extinción de obligaciones mientras que la suscripción de dichos títulos
generan aquéllas (CNCom., Sala A, 2000/03/30, "Foster, Julio c. Consorcio de
Propietarios Avda. Corrientes 2564/74", La Ley, 2000-D, 647 - DJ, 2000-21193).
Sin embargo, si el ejecutado de una letra de cambio niega la
autorización del mandatario para suscribir dichos títulos invocando su
representación, incumbe al ejecutante producir la prueba enderezada a
demostrar la existencia del mandato especial que lo facultaría a ello, pues
resulta de la integración del título que de otro modo ostentaría el carácter de
incompleto (mismo fallo anterior).
En el marco de la ejecución cambiaria -en el caso, se pretende realizar
el crédito que surge de una letra de cambio-, es insuficiente el embargo del
mismo con notificación al deudor del embargante, debiendo secuestrárselo de
quien sea su portador (CNCom., Sala B,1999/06/16, "Cooperativa de Crédito
Santa Elena Ltda. c. Mindori, Oscar A.", JA, 2000-III-605).
Cabe agregar que, los certificados de depósito a plazo fijo, de
conformidad con la ley 20.663, se rigen supletoriamente por el decreto-ley
5965/63 -régimen de letra de cambio, vales y pagarés- y son títulos de crédito
causales que gozan de los caracteres de necesidad, literalidad y autonomía
(CNCom., Sala E, 2000/06/15, "Vázquez, Héctor J. y otro c. Fabregas, Marcela
D.", La Ley, 2000-F, 527 - DJ, 2000-3-1118).
6.2 Factura de crédito
La Ley 24.760 crea a la factura de crédito como título ejecutivo, que se
aplica en la compraventa de cosas, muebles, locación de bienes o servicios o
de obra, siempre y cuando se pacte el pago para después de ejecutar el
convenio.
Es un documento comercial que lleva implícita la mora automática y que
en lo pertinente se rige por el decreto 5965/63, por tanto, se constituye en título
completo y exigible cuando la deuda deviene exigible por estar vencida.
La factura de crédito se agregó al Código de Comercio, pero fue
resistida por comerciantes y usuarios privándole del destino prefijado.
6.3 Vale o Pagaré
a) Generalidades: Al vale y pagaré también se le aplican las
disposiciones del decreto 5965/63. Los pagarés se rigen por las disposiciones
específicas de la letra de cambio y otras que atienden a su propia naturaleza.
Son títulos abstractos y a la orden, por lo cual, los libradores prometieron
incondicionalmente pagar una suma de dinero en el lugar y fecha en ellos
expresados (CNCiv., Sala G, 1997/06/03, "Granja Macris S. A. c. Saint Germés,
Jorge", La Ley, 1997-F, 336).
b) Competencia: A los fines de la atribución de competencia territorial, es
suficiente con la designación de una ciudad, sin que sea necesario
individualizar un domicilio, por ello debe considerarse cumplido el requisito de
fijación del lugar de pago (art. 1º inc. 4º, decreto-ley 5965/63), si a continuación
del impreso "pagadero en" se encuentra agregado "Buenos Aires", debiendo
interpretarse esta última expresión como referida a la Capital Federal (CNCom.,
Sala B, 1994/09/15, "Lozal S. A. c. Sociedad Coop. de Obreros del Transporte
Automotor", La Ley, 1995-B, 293.
La expresión "Buenos Aires" consignada como lugar de pago, debe
considerarse referida a la Capital Federal, por ser una sola jurisdicción.
En consecuencia, el fuero comercial de la Capital es competente para
entender en las acciones por las que se pretende el cobro del instrumento
(CNCom., Sala A, 1995/02/13, "Buena, Alberto c. Dertischler S. A.", La Ley,
1995-D, 567).
c) Legitimación: En los títulos cambiarios, el portador de la cambial es el
verdadero acreedor legitimado para percibir el crédito, por lo cual la prueba
instrumental que acredite el pago en los términos del art. 544, inc. 6º del Cód.
Procesal debe ser directamente oponible al ejecutante.
Esto supone que toda demanda ejecutiva se traba contra quienes hayan
suscrito el documento encontrándose varias posibilidades a esclarecer.
Una de las más importantes se refiere a la integridad del título; por eso,
si bien el mismo se puede crear en blanco, accesoriamente debe ser
completado al vencimiento. Por lo tanto, el tenedor legitimado tiene la carga de
integrarlo con todos sus requisitos esenciales y en caso de no obrar así no
podrá hacerlo valer (CNCom., Sala A, 1995/02/13, "Novak, Mario c. Miglierini,
Néstor C.", La Ley, 1995-D, 393. - DJ, 1995-2-927).
De acuerdo con lo dispuesto por los arts. 11 y 103 del decreto-ley
5965/63, es perfectamente factible, sin que ello de lugar a ilicitud, la creación
de pagarés con alguno o la totalidad de los elementos esenciales en blanco,
siempre que los mismos sean completados antes de su presentación al cobro,
sea por el mismo suscriptor, el tomador del documento o cualquier portador
legitimado (CNCom., Sala C, 1994/12/29, "Francisco, Luis G. c. Malenchini,
Sonia I.", La Ley, 1995-C, 687, J. Agrup., caso 10.378).
d) Defensas y excepciones: En primer lugar, la excepción de inhabilidad
de título carece de sustento fáctico jurídico si tiene como fundamento
encontrarse testada la "cláusula a la orden" inserta en el título base de la
ejecución, al resultar superflua o intrascendente tal mención en el nexo cartular
(CNCom., Sala A, 1996/02/14, "García, María E. c. Berner, Raúl", ED, 169449).
Quien firma un título cambiario invocando la representación de otro debe
demostrar, conforme lo establecido en el art. 9º, párrafo primero, del decretoley 5965/63 que se encuentra autorizado por mandato especial. Así, si el
ejecutado niega la existencia de tal facultad que obliga al eventual mandante,
aquél debe producir la prueba tendiente a demostrar la existencia de dicha
facultad (CNCom., Sala A, 1998/09/18, "Dimmer S. A. s/ ped. de quiebra por
Banco Mayorista del Plata", La Ley, 2000-A, 562 [42.310-S] - ED, 182-430).
La denuncia de extravío resulta insuficiente para sustentar la defensa de
inhabilidad de título cuando no se ha cumplimentado lo dispuesto por la
normativa prevista por el decreto-ley en cita, en materia de cancelación (art. 55,
decreto ley 4776/63 -Adla, XXIII-B, 844-).
Además, las manifestaciones atinentes a la prejudicialidad resultan
inconducentes a ese efecto en tanto el título ejecutado goza de la autonomía y
abstracción propia de los títulos de crédito; admitir lo contrario conduciría a la
discusión de la causa de la obligación, lo cual está vedado en el juicio ejecutivo
(CNCom., Sala A, 1994/12/29, "B. H. Tejidos c. Ojea Maldonado, Elisabet", La
Ley, 1995-C, 689, J. Agrup., caso 10.399).
En los casos de pagarés a la vista, es exigible desde su presentación al
cobro; en tanto el art. 50, párr. 4º del decreto-ley 5965/63 pone el "onus
probandi" en cabeza de quien invoca la falta de presentación del título, razón
por la cual es inexorable la ponderación de la conducta del acreedor, que debe
estar dirigida a facilitar al tribunal y al accionado el esclarecimiento de la verdad
objetiva.
e) Prescripción: La prescripción de la acción cambiaria directa, derivada
de pagarés impagos, corre desde la fecha de su vencimiento (arts. 96 y 103
decreto-ley 5965/63) y, siendo el librador el principal obligado cartular,
corresponde aplicar la prescripción del aceptante (art. 104, decreto-ley citado).
(CNCom., Sala A, 1999/04/16, "Banco Bansud c. Costa, Sara M.", La Ley,
1999-E, 41).
El plazo de prescripción contemplado en el art. 96 del decreto-ley
5965/63 debe computarse desde la fecha del protesto o, en su defecto, desde
la expiración del plazo legal o convencional para la presentación (CNCom.,
Sala B, 1996/09/25, "Banco de la Ciudad de Buenos Aires c. Muñoz Wright y
otro", La Ley, 1997-C, 535 - DJ, 1997-1-230)
En cambio, resulta aplicable el plazo de prescripción de diez años (art.
846, Código de Comercio), y no el del art. 96 citado, si lo que se ejercita no es
la acción cambiaria, sino la causal derivada del contrato de mutuo
instrumentado en el pagaré.
El pagaré con vencimiento el mismo día de su creación no es inhábil,
pues el art. 35, no lo condiciona en ese supuesto, y tampoco es aplicable el art.
99, por no existir plazo (CNCom., Sala E, 1994/11/25, "Leonardi de Rodríguez,
María c. Eichenbaum, Mariana C. y otro", La Ley, 1995-C, 687, J. Agrup., caso
10.379).
f) Condiciones del título: De conformidad con lo dispuesto en el art. 33
del decreto-ley 5965/63, no puede negarse calidad cambiaria al pagaré cuyo
aval se ha instrumentado por separado, caso en el cual no es necesario el
reconocimiento de firma del avalista, pues el mismo posee iguales efectos que
el aval instrumentado en el título.
No mediando indicación especial, se considera lugar de pago del pagaré
el de creación del título (CNCom., Sala D, 1995/05/31, "Inversora Wislok S. A.
c. Alvarez, Roberto E. y otro", La Ley, 1997-C, 970 [39.565-S]).
Recuérdese que el art. 1º inc. 5º establece que el vale o pagaré debe
contener la indicación del lugar de pago. Ello constituye un requisito natural del
título de crédito y a falta de esa manifestación especial, el lugar de creación del
título se considera lugar de pago y, consecuentemente, atributivo de
competencia territorial.
En el caso del pagaré que no contiene indicación del lugar de libramiento
sólo es válido como título ejecutivo privado que documenta una obligación
exigible de dar una suma de dinero, si ha sido debidamente reconocido por el
deudor, ya sea por la vía preparatoria o bien por el reconocimiento habido en el
decurso de la causa.
El pagaré en el cual no consta el lugar de libramiento no es válido como
tal, en tanto se trata de un requisito esencial cuya ausencia lo torna inhábil, sin
perjuicio de que el mismo mantenga su rango de título ejecutivo privado que
documenta una obligación exigible de dar una suma líquida de dinero.
Las fechas de vencimiento indicadas en los ángulos superiores de los
pagarés no integran ni forman parte de los mismos y, por lo tanto, sus
enmendaduras o raspaduras no los invalidan pues no encuadran en las
alteraciones del texto a las que se refiere el decreto 5965/63 (CNCom., Sala D,
1993/10/15, "Heredia, Francisco G. c. Brizuela, Vicente L. A. y otro", La Ley,
1994-B, 704, J. Agrup., caso 9682).
6.4 Saldo deudor de cuenta corriente bancaria
En el contrato de cuenta corriente bancaria se da una novación de las
obligaciones resultantes de las operaciones realizadas en un determinado
lapso que pasan a engrosar esa masa común de créditos y deudas que sólo
definen la condición de acreedor o deudor con la finalización de la cuenta,
oportunidad en que se establece el resultado de la relación y se determina el
saldo de la cuenta, identificándose así la persona del deudor y del acreedor de
la relación.
La Corte ha sostenido que, a la facultad de los bancos de emitir
certificados con calidad de títulos ejecutivos -en el caso, saldo deudor de
cuenta corriente bancaria- se suma la particularidad de admitir como base del
juicio dichos documentos, creados por el propio acreedor sin ninguna
participación del deudor, pudiendo debilitarse el derecho de defensa de éste
(del voto en disidencia de los doctores Moliné O'Connor, Fayt y López. La
mayoría declaró inadmisible el recurso) (CS, 2000/02/15, "Banco de Corrientes
c. Pretel, Oscar H.", La Ley, 2000-F, 854 - DJ, 2001-1-395 - Fallos 323:71).
La normativa vigente que exige que el certificado de saldo deudor esté
firmado por gerente y contador del banco emitente, no puede razonablemente
entenderse que excluya a otro funcionario que se encuentre desempeñando la
función, aun cuando no detente el cargo.
Desde otro punto de vista, el certificado de saldo deudor emitido
respecto de una cuenta corriente bancaria, que tuvo como única finalidad
debitar saldos deudores emergentes de una relación jurídica paralela nacida
del contrato de emisión de tarjeta de crédito sin posibilidad de utilización del
servicio de cheque, carece de aptitud para ser reclamado por vía ejecutiva, de
conformidad con las previsiones del art. 794 del Código de Comercio (CNCiv.,
Sala C, 1996/05/10, "The First National Bank of Boston c. Pérez, Elsa Z.". La
Ley, 1996-D, 832 - DJ, 1996-2-1253).
También es inhábil el certificado de saldo deudor en cuenta corriente
bancaria si carece de una de las firmas exigidas para el efectivo libramiento de
la constancia de saldo deudor que lo integra (CNCiv., Sala F, 1997/08/28,
"Citibank N. A. c. Szmulewicz, Jorge O. y otro", La Ley, 1998-C, 493).
En cuanto al monto que integra la deuda, se deben computar intereses
desde el cierre de la cuenta que es el momento cuando se determina el saldo
deudor.
Así, se ha declarado que el art. 793 del Código de Comercio, no exige
declaración asertiva de los funcionarios del Banco emisor bastando para
conformar el título ejecutivo la constancia del saldo deudor de la cuenta
corriente bancaria; pero requiere en cambio, el mayor rigor por parte de las
instituciones bancarias en la expedición de los certificados. En ese sentido, no
puede interpretarse que la omisión en aclarar los nombres de los firmantes sea
relevante frente a la aclaración de los cargos detentados, compatibles con la
exigencia de la mentada norma legal (CNCom., Sala A, 1995/03/08, "Banco de
Crédito Argentino S. A. c. Rodríguez, Hugo A. y otros", La Ley,, 1995-C, 688, J.
Agrup., caso 10.386).
Como el certificado de saldo deudor de una cuenta corriente bancaria,
expedido conforme se establece e indica precedentemente, es título ejecutivo
hábil para accionar por vía ejecutiva, los resúmenes de cuenta e indagaciones
que pretendan hacerse respecto de su composición son improponibles dentro
de dicho proceso.
En cuanto al régimen de defensas, se advierte que el simple
desconocimiento del carácter de gerente y contador de los firmantes del
certificado de saldo deudor en cuenta corriente bancaria, carece de seriedad
como argumento fundante de la excepción de inhabilidad de título (CNCom.,
Sala A, 1997/06/10, "Banco del Buen Ayre c. Pérez Dupont, Carlos", La Ley,
1997-F, 228 - DJ, 1997-3-1020).
Asimismo, la lesión subjetiva como el abuso del derecho son fenómenos
que operan en el ámbito de los contratos, esto es, actos jurídicos bilaterales.
En consecuencia, la naturaleza del certificado de saldo deudor en cuenta
corriente bancaria ejecutado y la índole del proceso ejecutivo, excluyen su
consideración (CNCom., Sala A, 1995/07/07, "Lloyds Bank -BLSA- Ltd. c.
Gramonto, Omar A. y otro", La Ley, 1997-E, 1025 [39.835-S]).
La ejecución de un saldo deudor en cuenta corriente bancaria,
tratándose de cuentas a la orden recíproca o indistinta, implica que todos los
cotitulares son acreedores o deudores en forma solidaria (CNCom., Sala A,
1996/09/25, "Banco del Buen Ayre S. A. c. Waisberg, Simón", La Ley, 1997-A,
375, J. Agrup., caso 11.248).
En orden a la competencia judicial, ella se determina por la jurisdicción
de la sucursal donde se halla radicada la cuenta, aunque es posible también,
aplicar la norma general de competencia -domicilio del deudor- si no se da la
existencia de cláusula alguna de prórroga de la competencia territorial referida
al contrato de cuenta corriente cuyo saldo se reclama (CNCom, Sala A,
1997/05/30, "Deutsche Bank c. Schostak, Gehard", La Ley, 1999-B, 808
[41.366-S] - ED, 174-561).
El régimen de excepciones también es excepcional, y por ello resulta
improcedente la excepción de inhabilidad de título opuesta en un juicio
ejecutivo fundado en un certificado de saldo deudor en cuenta corriente
bancaria, si no se desconoce la existencia de la cuenta y la discusión gira en
torno a la composición del saldo.
En este sentido, se afirma que la omisión del demandado en desconocer
la existencia de la cuenta corriente bancaria cuyo saldo deudor el actor
pretende ejecutar, obsta toda posibilidad de discusión acerca de la composición
de dicho saldo pues la ley es clara en cuanto considera a dicho saldo un título
que lleva aparejada ejecución (CNCom., Sala A, 1996/09/25, "Citibank N. A. c.
Rossi, Darío", La Ley, 1997-B, 515 - DJ, 1997-1-319).
Finalmente, todo error o abuso en que pueda incurrir el banco en la
ejecución del saldo deudor en cuenta bancaria puede hacerse valer mediante
la acción en el juicio ordinario posterior.
Tal es el criterio que sostiene que cualquier error o abuso en el que
incurran los bancos al valerse del juicio ejecutivo para el cobro del saldo deudor
de cuenta corriente bancaria puede atacarse mediante la acción en el juicio
ordinario que el art. 500 del Código de Comercio deja expedito a los supuestos
perjudicados (CNCom., Sala A, 1998/04/24, "Banco del Buen Ayre c. Salvador,
Araceli R.", La Ley, 2000-B, 880, J. Agrup., caso 14.872).
7. Crédito por alquileres o arrendamientos
El inc. 6º del art. 523 del Cód. Procesal asigna la calidad de título
ejecutivo al crédito por alquileres o arrendamientos de inmuebles. Esta vía no
se limita al rubro mencionado en el art. 1578 del Código Civil, pues el concepto
está ampliado en el art. 1581 que extiende el trámite a cualquier otra deuda
derivada de la locación, entre las que se encuentra el crédito devengado en
concepto de cláusula penal.
La deuda devengada por la locación urbana o rural, es un título ejecutivo
que necesita ser formado -si el contrato fuese verbal- o completado -si el
contrato hubiese sido hecho en instrumento privado-.
La jurisprudencia afirma este temperamento, indicando que conforme
con lo dispuesto por el art. 523 inc. 6º del Cód. Procesal, el crédito por
alquileres o arrendamientos de inmuebles constituye título que trae aparejada
ejecución, la fuente del título se encuentra en los arts. 1578 y 1581 del Código
Civil, que extiende la acción ejecutiva a cualquier otra deuda derivada de la
locación (CNCiv., Sala E, 1997/07/17, "Acerbo, Néstor H. c. Ecoplan S. R. L. y
otro", La Ley, 1998-C, 619).
El crédito se puede ampliar con la repetición de impuestos, suministros
de luz eléctrica y servicio telefónico ya pagados que estaban a cargo del
inquilino.
En este sentido, se dice que la vía ejecutiva no se limita sólo al crédito
por alquileres o arrendamientos de inmuebles. Así, se extiende crédito
devengado en concepto de cláusula penal, como también al reembolso de
impuestos, tasas y expensas ya abonados, con los gastos accesorios
correspondientes, cuando un pago se encontraba contractualmente a cargo de
la locataria (CNCiv., Sala A, 1995/09/04, "Moro de Rifice, Norma I. y otro c.
Tarlowski, Sebastián y otros", La Ley, 1997-D, 842 [39.659-S]).
Pero, el locatario no puede fundar la excepción de inhabilidad de título
opuesta contra la pretensión ejecutiva en la circunstancia de no haberse
cumplido con el recaudo prescrito por el art. 525 inc. 2º del Código Procesal,
por haberse cuestionado el convenio de desocupación celebrado en el juicio de
desalojo seguido entre las partes, pues la acción ejecutiva por cobro de
alquileres procede sólo en razón de la naturaleza del crédito y, en
consecuencia, no depende de la permanencia del deudor en el inmueble
arrendado (CNCiv., Sala A, 1994/12/05, "Castaño, Julio O. y otro c. Tortolano,
Alfredo R. y otros", La Ley, 1995-C, 684, J. Agrup., caso 10.364.).
Si se alega la compensación -en el marco de la ejecución de alquileresimporta reconocer la legitimidad y procedencia del crédito del ejecutante. Por
tanto, la falta de reconvención enderezada a la restitución del depósito en
garantía de una locación obsta la compensación de dicho crédito con los
correspondientes a los alquileres reclamados.
Ello así, pues la compensación judicial requiere que los créditos hayan
sido materia de acciones respectivas, debidamente sustanciadas y de
reconocimiento en la sentencia (CNCiv., Sala B, 1994/10/01, "Malkes, Eduardo
y otros c. Casa Lázaro Costa S. A. y otro", JA, 1995-IV-393).
Como en principio no es procedente la compensación de los alquileres
impagos con el depósito realizado por el locatario al suscribir el contrato de
locación, resulta improcedente considerarlo como garantía del crédito
reclamado en la demanda (CNCiv., Sala C, 1995/09/28, "Cipollone, Ana M. c.
Serviam", DJ, 1996-1-958).
Crédito por expensas comunes
Art. 524. -- Constituirá título ejecutivo el crédito por expensas comunes de edificios
sujetos al régimen de propiedad horizontal.
Con el escrito de promoción de la ejecución deberán acompañarse certificados de deuda
que reúnan los requisitos exigidos por el reglamento de copropiedad. Si éste no los
hubiere previsto deberá agregarse constancia de la deuda líquida y exigible y del plazo
concedido a los copropietarios para abonarla, expedida por el administrador o quien
haga sus veces.
1. Cobro de expensas comunes
El título ejecutivo que se acuerda responde a la necesidad de
complementar la Ley 13.512 de propiedad horizontal que, al establecer la
obligación de los consorcistas habitantes de un edificio afectado a éste
régimen, de pagar las expensas y las primas de seguro, permite encontrar una
vía rápida a un problema común de la habitación compartida.
La acción se dirige contra el propietario y no contra quien se encuentre
en el lugar afectado, de manera que si es éste un locatario, usufructuario, o
mero tenedor, eventualmente el titular registral tendrá contra ellos una acción
de regreso.
Actualmente, el régimen de barrios cerrados, o de grandes espacios
compartidos por viviendas que dividen gastos comunes, encuentran el déficit
de tener una vía diferente si ella no ha sido prevista en el reglamento de
copropiedad y administración.
Conforme con lo dispuesto por el art. 524, párr. 2º del Código Procesal,
el certificado de deuda, librado de acuerdo con los recaudos exigidos en el
reglamento de copropiedad, reviste suficiente fuerza ejecutiva, en cuanto a la
constancia de la existencia del crédito y la mora del deudor.
Por ello, no es necesario emplazar previamente, fijando un nuevo plazo
para el pago, antes de iniciar la ejecución pues, no tratándose de un requisito
esencial, dicho requerimiento aparece cumplido con la intimación de pago y
citación de remate; máxime, si los respectivos certificados contienen los
vencimientos de cada período reclamado (CNCiv., Sala A, 1997/08/25,
"Sociedad Anónima Cinematográfica c. Asterix S. R. L.", La Ley, 1998-B, 14).
En consecuencia, el administrador del consorcio de propiedad horizontal
debe ajustar su requerimiento a lo establecido por el art. 524 citado, no
pudiendo en modo alguno acudir a la preparación de la vía ejecutiva normada
en el art. 525 del mismo ordenamiento (CNCiv., Sala C, 1995/08/22, "Simeran,
Arnoldo c. Harari, José", La Ley, 1996-C, 694, con nota de Hernán Racciatti).
De todos modos se ha dicho que, si bien el juez está obligado a
examinar el instrumento base de la acción ejecutiva (art. 531), en el caso del
cobro de expensas comunes no cabe extremar ese rigor, pues el pago de dicha
contribución es fundamental para el normal desenvolvimiento del consorcio de
copropietarios. De allí que sea procedente la vía ejecutiva, aunque no se
encuentren reunidos todos los requisitos previstos, si el demandado no ignoró
su deuda y sólo cuestionó su monto (CNCiv., Sala F, 1995/10/31, "Consorcio
de Propietarios Tucumán 602/604/608/612 c. Lucero Cía. de seguros", 38.674S, LA LEY, 1996-C, 768).
Preparación de la vía ejecutiva
Art. 525. -- Podrá prepararse la acción ejecutiva, pidiendo previamente:
1. Que sean reconocidos los documentos que por sí solos no traigan aparejada
ejecución.
2. Que en la ejecución por alquileres o arrendamientos, el demandado manifieste
previamente si es locatario o arrendatario y, en caso afirmativo, exhiba el último recibo.
Si el requerido negase categóricamente ser inquilino y su condición de tal no pudiere
probarse sumariamente en forma indubitada, no procederá la vía ejecutiva y el pago del
crédito será reclamado por juicio sumario. Si durante la sustanciación de éste se probare
el carácter de inquilino, en la sentencia se le impondrá una multa a favor de la otra parte
equivalente al treinta por ciento (30 %) del monto de la deuda.
3. Que el juez señale el plazo dentro del cual debe hacerse el pago, si el acto constitutivo
de la obligación no lo designare o si autorizare al deudor para realizarlo cuando pudiera
o tuviese medios para hacerlo. El juez dará traslado y resolverá sin más trámite ni
recurso alguno.
4. Que el deudor reconozca el cumplimiento de la condición, si la deuda fuese
condicional.
1. Objetivos de la disposición
La preparación de la vía ejecutiva tiene como finalidad posibilitar la
integración de requisitos para que documentos que contengan la declaración
de obligaciones de dar sumas de dinero, alcancen la condición de títulos
ejecutivos.
La citación al deudor exige como presupuesto para su procedencia la
necesidad de la existencia de un título ejecutivo, ya que todo el procedimiento
preparatorio tiende a que un título que por sí solo no trae aparejada ejecución,
sea apto para su realización; mas si por el carácter intrínseco del título en
cuanto a su estructura obligacional no puede llegar a convertirse en ejecutivo,
no corresponde comenzar dicha vía (CNCom., Sala B, 1999/08/10, "Mercedes
Benz S. A. c. Distribuidora Alicom S. A. y otros", La Ley, 2000-B, 881, J. Agrup.,
caso 14.880).
Por tanto, es un trámite destinado a perfeccionar la validez ejecutiva,
que no se vincula con el contenido del instrumento. El art. 1028 del Código Civil
aplica el sistema al referir que el reconocimiento judicial de la firma es
suficiente para que el cuerpo del instrumento quede también reconocido.
El complemento que la etapa ofrece se dirige hacia los títulos llamados
incompletos, que son aquéllos que carecen de algunos de los elementos
constitutivos que le son propios, ya sea la constancia de obligación exigible de
la que resulten individualizados los sujetos activos y pasivos o el objeto de la
acreencia. Ante tal circunstancia se impone la integración mediante el trámite
de preparación de la vía ejecutiva previsto en el art. 525 para que sea exhibido
como instrumento hábil (CNCiv., Sala A, 1995/08/28, "Vidal de Buhler, Angela
C. c. García, Horacio J.", La Ley, 1997-E, 1020 [39.819-S]).
Para la aplicación del mecanismo previsto en la norma procesal, el
reconocimiento debe referirse a documentos atribuibles al presunto deudor y
que determinen un saldo por el contenido.
2. Reconocimiento de documentos (Inciso 1º)
En el inciso primero del art. 525 se ordena la integración típica del título
ejecutivo incompleto. Esto es, de aquél que todavía no satisface las
condiciones para traer aparejada ejecución por sí solo.
Ello lo persigue a
y exigible formulado
reconocimiento pueda
intelectualmente aislado
cargo del acreedor.
través del reconocimiento autónomo de deuda líquida
por el deudor, o bien, procurando que dicho
-aun en un contexto negocial más amplio- ser
en el sentido de no depender de contraprestación a
La jurisprudencia insiste en esta característica de procedimiento inicial y
complementario que, cumplido, asigna plenitud al documento en los términos
requeridos por el art. 520 del Código Procesal (CNCom., Sala A, 1999/04/29,
"Banco Roberts c. Zahlut, Pablo A.", La Ley, 1999-E, 149 - DJ, 1999-3-421).
a) Tarjeta de crédito: Conforme lo dispuesto por el art. 525 inc. 1º, para
la preparación de la vía ejecutiva deben presentarse no sólo la solicitud y
condiciones generales del uso de la tarjeta de crédito, sino además los
comprobantes de compra o pagos de servicios que se habrían utilizado y la
liquidación de los montos consignados en los distintos papeles (CNCom., Sala
A, 1997/02/21, "Banco Caja de Ahorro c. Etchart, Sergio O.", La Ley, 1997-E,
444).
Por tanto, es pertinente la preparación de la vía ejecutiva con
documentación consistente en: a) Solicitud y condiciones generales de uso de
la tarjeta de crédito, que habría sido emitida por la entidad que requiere la
integración documental; b) comprobantes de compras o pago de servicios que
se habría realizado utilizando el sistema, con firma atribuida al presunto deudor
y c), liquidación de los respectivos montos consignados en los citados papeles.
Ello así, porque tales instrumentos, que se autocomplementan,
responden a las exigencias rituales impuestas para ese supuesto, por
aplicación armónica de los arts. 520 y 523 inc. 4° del Código Procesal, ya que
son papeles continentes de obligaciones fácilmente liquidables, dependientes
del reconocimiento a que se refiere el art. 525, inc 1º.
En tales condiciones, no procede la preparación si se fundamenta en
resúmenes de cuenta emanados del actor, sin conformidad previa del
demandado, y en las condiciones del otorgamiento de la tarjeta de crédito. Ello
porque no resulta la existencia de crédito líquida y exigible y la complejidad de
la operación no autoriza a preparar la vía elegida por el trámite del art. 525 del
Código Procesal, puesto que para requerir la confesión de deuda, ésta debe
presentar las características de ejecutoriedad.
Pero si el usuario de la tarjeta de crédito omitió cuestionar los
resúmenes de cuenta dentro del plazo pactado, es él quien debe enervar la
presunción de cuenta aprobada, procurando acompañar los elementos
probatorios que para ello resulten pertinentes (C. Civ. Com., Familia y Trab.,
Marcos Juárez, 1997/08/20, "A.B.C. S.R.L. c. Galli, Marlene y otro", LLC, 19981486).
De igual modo, ante la existencia de una cláusula en el resumen de
cuenta, conforme a la cual el deudor reconoce adeudar el pago de todos los
rubros que se detallan en la liquidación practicada en el anverso del resumen
de la tarjeta de compra- crédito, con fecha y además firma atribuida a la autoría
del demandado, cabe considerar que ese instrumento, sumado a la solicitud de
la tarjeta de crédito y los recibos de las tarjetas, también con firmas atribuidas
al demandado, permiten la preparación de la vía ejecutiva de acuerdo al art.
525 inc. 1° y en los términos del art. 523 inc. 4° del Código Procesal (CNCom.,
Sala A, 1989/04/27, "Banco Credicoop Coop. Ltdo. c. Boscana, Jorge A.", La
Ley, 1991-C, 33, con nota de Ernesto Eduardo Martorell).
b) Contrato de mutuo: El artículo 523 inciso 1º atribuye fuerza ejecutiva
al instrumento público presentado en forma, mientras que el inciso 2º prevé
como título que importa ejecución el instrumento privado suscrito por el
obligado, reconocido judicialmente o cuya firma estuviese certificada por el
escribano con la intervención del obligado y registrada la certificación en el
protocolo.
En el caso del contrato de mutuo, es posible recurrir a la preparación de
la vía ejecutiva sin tener que reclamar el cumplimiento por el proceso ordinario.
En el caso de contratos que se integran con pagarés entregados como
integrantes de dichos convenios, ellos son igualmente hábiles y suficientes
para habilitar la vía –deuda de dinero líquida y exigible-, sin que resulte forzoso
recurrir a un proceso distinto.
Si tuviéramos que marcar un límite a esta fuerza ejecutiva del contrato
de mutuo deberíamos encontrarla cuando las obligaciones declaradas son
complejas y no surge de ellas un mecanismo sencillo y claro para liquidar la
deuda emergente.
Además, para ser ejecutivo, de la obligación expuesta en el instrumento
debe surgir que el único obligado es el demandado, respecto de quien ha de
obrar un reconocimiento de deuda (expreso o tácito) y un compromiso de
pago; en ausencia de ellos, no procede el juicio ejecutivo.
Ha dicho la Corte Nacional que, el examen de la viabilidad de la
ejecución con sustento en el contrato mutuo, se rige por el artículo 61 del
decreto ley 5965/63, que habilita al portador de un título cambiario a ejercer la
acción derivada de la relación que determinó la creación o la transmisión del
título, en las que se incluye la restitución de la letra (CS, 1994/10/27, "Banco de
la Provincia de Corrientes c. Luis Benicio Molina, Lucía B. Caballero de Molina,
Petrona P. Gómez Vda. de Molina", en Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Respuestas
Procesales, tomo 2, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2000).
Asimismo, se ha dicho que si bien la falta de determinación de la cosa
hipotecada implica la nulidad de la hipoteca, no determina que el contrato de
mutuo al cual la garantía accede (art. 525, Código Civil) deba también ser
declarado nulo. Por tanto, el juicio puede continuar como proceso ejecutivo
ante tales circunstancias (CNCiv., Sala F, 1996/02/07, "Groos, Rodolfo R. N. c.
Espartaco S. A.", La Ley, 1997-E, 1023 [39.829-S]).
3. Cobro de alquileres
La finalidad del trámite de preparación de la vía ejecutiva contemplado
en el inc. 2º del art. 525, consiste en el establecimiento de la suma líquida y
exigible que configura un factor indispensable para la viabilidad de la
pretensión.
El procedimiento lleva dos etapas, o dos obligaciones de manifestación.
La primera es para que el citado reconozca su carácter de locatario o
arrendatario (o el título que se atribuya por estar en el inmueble), y en caso
afirmativo, se pasa a la siguiente carga que es probar con documentos la
condición que se atribuye. Esto es, si es inquilino exhibir el último recibo, y si es
otra condición, el documento que lo acredite.
Con ello, se forma el título ejecutivo porque acompañado el contrato de
locación, y practicada la liquidación que se denuncia como deuda vencida y
exigible, el reconocimiento del deudor integra y asigna autonomía al título de
crédito.
Con otro pensamiento, se sostiene que cuando el contrato de locación
ha sido celebrado en instrumento privado, la citación del locatario persigue el
doble objeto de obtener el reconocimiento de la firma y la exhibición del último
recibo (arg. arts. 1º y 2º del art. 525), mientras que si se trata de un contrato
verbal su sentido es requerir al citado que manifieste si es locatario y que
exhiba también, en el supuesto de reconocerse inquilino, el ultimo recibo de
pago (CNCiv., Sala B, 1995/06/04, "Gentile de Bosco, Mirta B. c. Crivella,
Mónica A. y otro", 38.447-S, LA LEY, 1996-B, 705).
Además, el beneficio que otorga este procedimiento al locador para
proceder ejecutivamente, no se limita a una parte exclusiva del precio, pues
cabe extenderlo a todos los rubros (servicios de luz, gas, impuestos
municipales, servicio telefónico y expensas), que en su totalidad conforman el
alquiler pactado (CNCiv., Sala B, 1995/10/18, "De Barelli de Bocalandro,
Lucrecia c. Ayerza, Marcelo", La Ley, 1996-B, 135).
Si el requerido niega ser locatario, y esa calidad no surge manifiesta de
las constancias acompañadas, el proceso pierde su posibilidad ejecutiva,
debiendo el acreedor reclamarlo en juicio ordinario o sumarísimo (de acuerdo
con lo que el Juez resuelva en orden a lo dispuesto por el art. 319), aun cuando
la omisión de cambio que tiene el art. 525 inciso 2º (al no estar reformado por
la ley 25.488) llevaría a pensar que solo corresponde el proceso de
conocimiento pleno.
En cambio, si se reconoció el carácter de inquilino y únicamente se
desconocieron las firmas que se le atribuían, es inaplicable la solución prevista
en el art. 525, inc. 2°, sin que por ello se rechace definitivamente la
procedencia formal de la vía ejecutiva intentada pues el caso encuadra dentro
de los establecidos por el art. 528 (CNCiv., Sala B, 1987/03/31, "Consorcio
Libertol c. Erra, Nicolás D., sucs.", La Ley, 1988-A, 558 [37.869-S]).
Con similar alcance, si durante la sustanciación del proceso se prueba el
carácter de inquilino que se desconoció al comienzo, al dictar sentencia se
debe imponer una multa a favor del actor equivalente al treinta por ciento (30
%) del monto definitivo.
Asimismo, la intervención del inquilino es necesaria para preparar la
ejecución de alquileres contra el fiador, aunque sea liso, llano y principal
pagador, citándose previamente a aquél en la forma antes observada (CNCiv.,
Sala C, 1990/08/02, "Pasquali de Baudoimo, Delia c. Pifarre, Angel y otros", La
Ley, 1991-A, 239).
Recuérdese que la citación del locatario prevista, no sólo es exigible al
efecto de reconocer firmas, sino también el carácter de locatario. Por ello, es
viable la citación de los fiadores para reconocer su carácter de tal, pero no para
el reconocimiento de firma, pues no han intervenido en forma personal.
(CNCiv., Sala F, 1998/02/23, "Cometta, Leonidas M. c. Veneciano, Patricia y
otros", La Ley, 1998-E, 48).
También, no resulta posible preparar la vía ejecutiva cuando se invoca la
locación de cosas muebles. Ellos sobre la base que el procedimiento mentado
por el art. 525, inc. 2°, parte de una relación fáctica entre el emplazado y el bien
locado, cual es que el demandado habita en un inmueble respecto del cual se
reclaman los alquileres (del fallo de primera instancia) (CNCom., Sala D,
1986/12/11, "Hasler Argentina, S. A. c. Serrano, S. A.", La Ley, 1987-B, 27-ED,
122-417).
4. Determinación del plazo de pago (Inciso 3º)
El reconocimiento de deuda carece en sí mismo de plazo de pago. Para
acceder con él al proceso ejecutivo corresponde, en principio, implementar la
preparación de la vía reglada por el art. 525, inc. 3° del Código Procesal
(CNCom., Sala D, 1990/11/13, "Calvo, Julio R. c. López, Manuel y otro", La
Ley, 1991-C, 473 DJ, 1991-2-467).
La disposición se integra con el art. 618 del Código Civil, por el cual se
establece que, si no estuviere determinado en el acto por el que se ha
constituido la obligación, el día en que debe hacerse la entrega del dinero, el
Juez señalará el tiempo en que el deudor deba hacerlo.
De igual alcance resulta el art. 509 en su párrafo tercero del Código Civil,
que dispone la fijación judicial del plazo de pago en procedimiento sumario.
El régimen ordena dar traslado al requerido, a los efectos de que éste
pueda oponerse al establecimiento jurisdiccional de un tiempo para cancelar la
deuda.
La decisión no intima de pago, porque su finalidad es completar el título
insuficiente para tener ejecución propia. Por eso, la sentencia es irrecurrible, y
cualquier oposición debe tramitarse por la vía de las excepciones al progreso
de la acción ejecutiva.
5. Deuda sujeta a condición (Inciso 4º)
La preparación de la vía ejecutiva de una obligación de dar suma de
dinero, líquida o fácilmente liquidable, pero sujeta a cláusula condicional, se
puede lograr por el inciso 4º que comentamos, citando al deudor para que
reconozca el cumplimiento de la condición.
Sin embargo, la medida es admisible en cuanto concuerde con los
requerimientos que se piden para integrar el título ejecutivo en los términos del
art. 520; de otro modo, no habría posibilidad de ejecutar una deuda cierta,
líquida, vencida y exigible.
Citación del deudor
Art. 526. -- La citación al demandado para que efectúe el reconocimiento de su firma se
hará en la forma prescripta en los arts. 339 y 340, bajo apercibimiento de que si no
compareciese o no contestare categóricamente, se tendrá por reconocido el documento,
o por confesados los hechos en los demás casos.
El citado deberá comparecer personalmente y formular la manifestación ante el juez.
Dicha manifestación no podrá ser reemplazada por un escrito; tampoco podrá
formularse por medio de gestor.
Si el citado no compareciere, o no probare justa causa de inasistencia, se hará efectivo
inexcusablemente el apercibimiento y se procederá como si el documento hubiere sido
reconocido por el deudor personalmente, o hubiese confesado los hechos, en los demás
casos.
El desconocimiento de la firma por alguno de los coejecutados no impide que se cumpla
con lo dispuesto por los arts. 531 y 542, respecto de los deudores que la hayan
reconocido, o a quienes se los haya tenido por reconocida.
1. Procedimiento para la citación del deudor
La citación al deudor se practica por cédula o actuación notarial (art.
136) y en la forma como se concreta la notificación de la demanda, es decir, en
el domicilioreal. Al resultar un emplazamiento, el desconocimiento a estar a
derecho, tiene consecuencias por el obrar omisivo que, en el caso, es el
reconocimiento del documento, la admisión de un carácter denunciado (v.gr.: la
calidad de locatario), o la confesión del hecho que se le atribuye (v.gr.:
condición de deudor principal).
La referencia que contiene art. 526 a los arts. 339 y 340, con respecto a
la forma en que se debe citar al presunto deudor en caso de prepararse la vía
ejecutiva, no contradice la aplicabilidad del art. 343 de dicho ordenamiento, que
dispone la citación por edictos a efectos del reconocimiento de firmas (CNFed.
Civ. y Com., Sala II, 1999/03/29, "Banco de la Nación c. Raphael, Antonio A. y
otro", La Ley, 2000-B, 214 - DJ, 2000-1-861).
El instrumento privado reconocido por los fiadores y por el demandado
en los términos del art. 526 del Cód. Procesal tiene fuerza ejecutiva, siempre
que contenga una deuda líquida y exigible que no esté sujeta a condición o
contraprestación (CNCiv., Sala C, 1995/08/29, "Bruno Asaf, A. T. c. Riquelme,
R. S.", La Ley, 1996-A, 393).
Como se trata de una notificación personal, no cabe en el caso la
presentación a través de gestor que invoca la representación urgente prevista
en el art. 48 del Código Procesal.
Asimismo, el reconocimiento de firma debe hacerse por mediante
comparecencia personal del deudor citado, no pudiendo ser suplida por la
presentación de un escrito. De proceder en este sentido, debe continuar el
procedimiento haciendo efectivo el apercibimiento.
2. Oposición del demandado
Tal como se anticipó en párrafos anteriores, la citación se cumpla
mediante comparecencia personal ante el Juez, quien recibirá su declaración
acerca de si reconoce o no la firma que se le atribuye.
La audiencia se celebra en las dos primeras horas de la atención público
del tribunal, y no puede requerirse este acto por escrito toda vez que no se
trata de las audiencias previstas por el art. 125 del Código Procesal.
De todos modos, si la presentación por escrito contiene el
reconocimiento expreso de la firma, y lleva ese acto la firma de abogado que
patrocina al declarante, no se puede llevar la exigencia del comparecimiento
personal a un exceso ritual manifiesto incompatible con la finalidad que tiene
previsto el párrafo segundo del art. 526.
3. Efectos de la incomparecencia
El emplazamiento formulado en los términos de esta disposición obliga a
un obrar claro y concreto. Ello significa ser manifiesto y sin ambigüedades,
porque la presunción que se actúa, no solamente se aplica al
incomparecimiento sino también a los actos que no son categóricos.
Así, si el demandado manifiesta que no recuerda haber firmado los
pagarés y alega que considera que la firma que se le atribuye no le pertenece,
ello no importa desconocer en forma categórica la firma, ya que debe expresar
en forma precisa si las grafías que aparecen en el lugar de las firmas son o no
de su puño y letra. En consecuencia, se debe tener por reconocida las mismas
(CNCom., Sala B, 1969/11/14, La Ley, 139-788 [24.231 S]).
Asimismo, se ha dicho que el reconocimiento de la firma por
incomparecencia del demandado a la audiencia preparatoria del juicio
ejecutivo, o por no haber alegado falsedad en el acto de protesto, no impide
oponer la excepción de falsedad de título (CNCiv., Sala C, 1994/03/01,
"Carrefour Argentina c. Hábitat Artesanos", La Ley, 1994-D, 282).
Efectos del reconocimiento de la firma
Art. 527. -- Reconocida la firma del instrumento quedará preparada la acción ejecutiva,
aunque se hubiese negado su contenido.
1. Título ejecutivo preparado
Con el reconocimiento expreso, tácito o consentido de la firma, queda
preparado el título ejecutivo, sin importar que se hubiera desconocido el
contenido de la declaración documental.
La admisión de la firma, ya sea expreso o tácito, otorga al instrumento
fuerza ejecutiva para la satisfacción de un crédito líquido y exigible (CNCiv.,
Sala E, 1992/08/18, "Barlett, Daniel E. c. Forte, Miguel A.", La Ley, 1993-B,
451, J. Agrup., caso 8892).
Por eso, si los ejecutados reconocieron sus firmas en los términos del
art. 527 pero negaron el contenido del documento sin alegar que el mismo
hubiera sido adulterado ni oponer la excepción de falsedad, de inhabilidad de
título no puede ser acogida (CNCiv., Sala C, 1995/12/21, "Bertone, F. c.
Miranda de Domínguez y otro", La Ley, 1997-F, 979, J. Agrup., caso 12.189).
Desconocimiento de la firma
Art. 528. -- Si el documento no fuere reconocido, el juez, a pedido del ejecutante, previo
dictamen de un perito designado de oficio, declarará si la firma es auténtica. Si lo fuere,
se procederá según lo establece el art. 531 y se impondrá al ejecutado las costas y una
multa equivalente al treinta por ciento del monto de la deuda, que aquél deberá dar a
embargo como requisito de admisibilidad de las excepciones. Si no las opusiere, el
importe de la multa integrará el capital a los efectos del cumplimiento de la sentencia de
remate.
La resolución que declara la autenticidad de la firma e impone la multa será apelable en
efecto diferido.
1. Desconocimiento de la firma
Las actuaciones posteriores al desconocimiento de la firma son opciones
que dispone el ejecutante. El código establece en el art. 528 una de ellas, que
consiste en proceder al reconocimiento de la grafía a través del dictamen
pericial.
Pero también está en el ámbito de sus facultades dispositivas peticionar
la reconducción del proceso por la vía ordinaria, y requerir la producción de
prueba pericial pero con las modalidades del art. 458 y subsiguientes.
Se afirma que este dispositivo legal acuerda al ejecutante la potestad de
optar entre el pedido de designación de perito calígrafo y la promoción de un
proceso de conocimiento. En consecuencia, el juez carece de facultades para
realizar esta opción -en uno u otro sentido- de oficio y, menos aun, en contra de
la posición expresamente adoptada por la ejecutante (CNCiv., Sala A,
1991/05/21, "Díaz, Miguel A. c. Luna, María del Carmen", La Ley, 1992-A, 52 DJ, 1992-1-409).
2. Efectos
Si la pericia determina la autenticidad de las firmas, el dictamen puede
ser observado y tendrá el trámite del art. 473 del Código Procesal. Con la
ratificación del dictamen, se tiene por preparada la vía ejecutiva, pero el
mandamiento que se ha de despachar impondrá al ejecutado una multa que
alcanza el treinta por ciento (30%) del monto reclamado, y la aclaración que
será requisito para oponer excepciones, depositar a cuenta y orden del juzgado
el importe correspondiente a la sanción procesal.
Esto es así, porque el desconocimiento malicioso de una calidad
procesal, constituye paradigma de las llamadas conductas obrepticias. En el
caso de no reconocer una firma que luego resulta verificada en el curso de la
litis, se prevé la imposición de una multa del 30 % de la deuda, que no puede
escapar a la hipótesis genérica descripta en el art. 45 (CNCom., Sala C,
1992/05/19, "Tambos Lobos S. A. c. Produlac S. A. y otros", La Ley, 1993-A,
105).
En cambio, si la ratificación versa sobre la falsedad de las firmas, queda
definitivamente impedida la procedencia de la vía ejecutiva, siendo las costas a
cargo del ejecutante.
Solamente es apelable la resolución que declara la autenticidad de la
firma e impone la multa procesal, concediéndose el recurso en relación y con
efecto diferido.
Caducidad de las medidas preparatorias
Art. 529. -- Se producirá la caducidad de las medidas preparatorias del juicio ejecutivo,
sin necesidad de declaración judicial, si no se dedujere la demanda dentro de los quince
días de su realización. Si el reconocimiento fuere ficto, el plazo correrá desde que la
resolución que lo declare hubiere quedado firme.
1. Preclusión
La caducidad de las medidas preparatorias prevista es una preclusión
especial automática que opera "ministerio legis", sin necesidad de declaración
judicial, cuando no se deduce la ejecución dentro de los quince días de
realizada la misma. El juez de oficio, debe rechazar la ejecución una vez
vencido dicho plazo.
Se ha dicho que, es procedente el levantamiento del embargo decretado
durante el trámite de preparación de la vía ejecutiva, si el inquilino demandado
niega su calidad de tal y el actor no solicita al juzgador su demostración
sumaria, ni la designación de perito en los términos del art. 529 para que se
pronuncie acerca de la autenticidad de la firma que se le imputa (CNCiv., Sala
C, 1996/06/13, "Hotel de España de Mar de Ajó S. R. L. c. Movimiento Cristiano
y Misionero y otro", La Ley, 1997-A, 343 [39.162-S] - DJ, 1997-1-864).
Firma por autorización o a ruego
Art. 530. -- Si el instrumento privado hubiese sido firmado por autorización o a ruego del
obligado, quedará preparada la vía ejecutiva si, citado éste, declarase que otorgó la
autorización o que es cierta la deuda que el documento expresa.
Si la autorización resultare de un instrumento público, bastará citar al autorizado para
que reconozca la firma.
1. Título ejecutivo firmado por autorización
La suscripción de un documento privado que trae aparejada ejecución
por una persona autorizada por el obligado, lleva a distinguir según el modelo
como se haya conferido ese permiso.
Si fue verbal y sin instrumento que lo acredite, la citación tiene como
objeto demostrar la autorización conferida y la certeza sobre la deuda formada;
mientras que frente a la existencia de una escritura pública de mandato, el
actor debe acompañarlo en la demanda y requerir del autorizado el
reconocimiento de la firma.
En virtud del art. 9º del decreto-ley 5965/63, es necesario que quien
firma un título cambiario invocando la representación de otro, se encuentre
autorizado por mandato especial. Negada por el ejecutado la existencia de ese
mandato, incumbe al actor producir la prueba en contrario, pues se trata de la
integración de un título que de otro modo sería incompleto y de un hecho que el
demandado no puede probar (CNCiv., Sala A, 1996/11/29, "Viscontini, Osvaldo
H. c. Sanfelice, Armando y otro", La Ley, 1997-C, 780).
Por eso, corresponde a la accionante acreditar la autenticidad de la firma
del pagaré ejecutado, si la misma fue negada por el defensor demandado
fallecido, desconocimiento debidamente autorizado por el art. 1032 del Código.
Civil (C. Civ. y Com., Rosario, Sala I, 1985/11/28, "Banco Udecoop, S. R. L. c.
Garrone, Federico y/o Garrone, Miguel A.", Juris, 78-91).
Inclusive, dado que la firma de un título ejecutivo puede ser dada en
blanco, confiriendo al acreedor un mandato tácito para su llenado, es
improcedente la excepción de falsedad fundada en dicha circunstancia
(CNCom., Sala A, 1997/10/01, "Contardi, Martha E. c. Lema de Pedro, Alfredo
H.", La Ley, 1998-B, 919, J. Agrup., caso 12.493).
2. Título ejecutivo firmado a ruego
La firma a ruego en los instrumentos públicos se autoriza por el art. 1001
del Código Civil que prevé que, si alguna de las partes no sabe firmar debe
hacerlo a su nombre otra persona que no sea de los testigos del instrumento.
Esta circunstancia no impide agregar otras contingencias que impidan,
frente a cada situación en particular, firmar el documento. Por ejemplo, cuando
existen lesiones transitorias; enfermedades permanentes; dificultades
ocasionales, etc.
En estas la citación debe contener el apercibimiento de reconocer ante
el Juez la autorización a suscribir, de modo tal que pueda formarse el título
ejecutivo en los aspectos necesarios para ser un documento completo que
traiga aparejada ejecución directa.
CAPITULO II -- Embargo y excepciones
Intimación de pago y procedimiento para el embargo
Art. 531. -- El juez examinará cuidadosamente el instrumento con que se deduce la
ejecución, y si hallare que es de los comprendidos en los arts. 523 y 524, o en otra
disposición legal, y que se encuentran cumplidos los presupuestos procesales, librará
mandamiento de embargo, observándose el siguiente procedimiento:
1. Con el mandamiento, el oficial de justicia requerirá el pago al deudor. Si no se pagare
en el acto el importe del capital reclamado, del estimado por el juez en concepto de
intereses y costas, y de la multa establecida por el art. 528, en su caso, dicho funcionario
procederá a embargar bienes suficientes a su juicio, para cubrir la cantidad fijada en el
mandamiento. El dinero deberá ser depositado dentro del primer día hábil siguiente en el
banco de depósitos judiciales.
2. El embargo se practicará aun cuando el deudor no estuviese presente, de lo que se
dejará constancia.
En este caso, se le hará saber dentro de los tres días siguientes al de la traba.
Si se ignorase su domicilio, se nombrará al defensor oficial, previa citación por edictos
que se publicarán por una sola vez.
3. El oficial de justicia requerirá al propietario de los bienes para que manifieste si se
encuentran embargados o afectados por prenda u otro gravamen y, en su caso, por
orden de qué juez y en qué expediente, y el nombre y domicilio de los acreedores, bajo
apercibimiento de lo dispuesto en las leyes sobre la materia. Si el dueño de los bienes
no estuviere presente, en la misma diligencia se le notificará que debe formular esta
manifestación dentro del plazo para oponer excepciones.
Aunque no se hubiese trabado embargo, la ejecución continuará, pudiendo solicitar el
ejecutante la medida cautelar que autoriza el art. 534.
1. Examen del título ejecutivo
A diferencia de los juicios de conocimiento, el examen de admisión de la
demanda, incorpora en los procesos ejecutivos, el estudio del título que se
aplica como respaldo documental de la pretensión.
Este análisis se concreta antes de proveer la petición, y lleva como
finalidad determinar si los instrumentos acompañados se encuadran en los
requisitos de los arts. 523 y 524. Es decir, consistirá en el control de los
presupuestos procesales y recaudos sustanciales necesarios para la existencia
de título ejecutivo.
De manera que de encontrar que no reúne los extremos exigidos por ley
para la prosecución de este tipo de proceso, el juez rechazará in limine la
presentación.
Se debe tener en cuenta que este estudio, si bien se realiza de oficio, no
es definitivo pues vuelve a calificar al tiempo pronunciar la sentencia ejecutiva,
donde impera el principio cardinal en la materia, por el cual: nulla executio sine
titulo. Esta evaluación de las aptitudes del título se debe realizar aun sin que el
ejecutado haya opuesto excepciones.
En este sentido se afirma que, el examen cuidadoso del título en la
oportunidad prevista en el art. 531 supone una primera valoración del juez
acerca de su eficacia. Fuera de dicha oportunidad, el juez debe volver a
apreciar la habilidad del título al dictar sentencia de remate, aun en el supuesto
de que la parte demandada no haya opuesto excepciones (CNCiv., Sala B,
1996/10/21, "Serendipia S. A. c. Municipalidad de Buenos Aires", La Ley, 1998B, 919, J. Agrup., caso 12.487).
Inclusive, la ausencia de los requisitos esenciales para la admisibilidad
de la vía ejecutiva autoriza al juez a rechazar la ejecución por no existir título
hábil que la traiga aparejada, declaración que puede hacer aun de oficio hasta
el momento de dictar sentencia.
Con mayor razón cuando sólo se ha intentado la preparación de la vía
ejecutiva mediante la citación para el reconocimiento del instrumento privado y
todavía tiene oportunidad de examinar cuidadosamente el instrumento, antes
de despachar la ejecución (CNCiv., Sala G, 1985/08/26, "Schwartzman, Mirtha
A. y otro c. Hojman, Rubén E.", La Ley, 1986-A, 192).
Se agrega, asimismo que, en virtud de lo dispuesto por el art. 531, párr.
1º del Código Procesal, el favorable despacho de la ejecución supone un
cuidadoso examen del título presentado y significa un juicio de admisibilidad
respecto de su habilidad ejecutiva, razón por la cual es incoherente emitir
oficiosamente un juicio contrario al momento del dictado de la sentencia
(CNCiv., Sala B, 1998/03/23, "Atmadjian, Elisa E. y otro c. Ros, Luis E. y otro",
La Ley, 1998-D, 292).
Por eso se ha señalado que, es inconducente sostener que la habilidad
del título es cuestión que el tribunal puede plantear, aun de oficio, hasta el
momento de dictar sentencia; pues conforme el art. 531 del Código Procesal, el
juez "examinará cuidadosamente" el instrumento con que se deduce la
ejecución, y sólo si hallare que es de los legalmente previstos y que se
encuentran cumplidos los pertinentes presupuestos procesales, abrirá la vía
ejecutiva. En consecuencia, el favorable despacho de la ejecución supone un
cuidadoso examen del título presentado, y significa un juicio favorable respecto
de su habilidad ejecutiva; por lo que es incongruente decir después que no lo
es (CNCom., Sala D, 1995/02/09, "Banco Buenos Aires Building Society S. A.,
en quiebra c. Madryn Construcciones S. A.", La Ley, 1995-C, 687, J. Agrup.,
caso 10.376).
A lo anterior, cabe agregar que el juez puede señalar los defectos que
puedan obstar la ejecutabilidad del instrumento en la medida en que sean
subsanables (art. 34 inc.5 pto.b)
En el supuesto de que el título no trajese aparejada la ejecución, el juez
deberá constatar el debido cumplimiento de la preparación de la vía ejecutiva.
2. Mandamiento de intimación de pago
Se denomina mandamiento de intimación de pago al documento firmado
por el juez con el cual se requiere al deudor el pago de la suma que resulte
adeudar según el título o para que, en su defecto, dé a embargo bienes
suficientes para cubrir su importe (Cfr. Fenochietto, Carlos E., Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación, Tomo 3, Editorial Astrea, Buenos Aires, 2001,
pág. 61).
De ello surge que se trata de un instrumento público (art. 979 inc. 4º,
Código Civil) con todas sus cualidades.
De todos modos, el mandamiento es una orden judicial de
emplazamiento para cumplir de inmediato el pago de una obligación
previamente instrumentada, que ya cuenta con una admisión formal que ha
verificado su procedencia. Por ello, el embargo es un acto contingente del cual
se podrá prescindir, en determinados supuestos.
Tal el caso de un proceso en el que se hubiere trabado la medida con
anterioridad, haciendo innecesario repetirlo en el acto de notificación; o bien, si
ocurre el pago íntegro como consecuencia de la intimación, dejando al oficial
que practica la diligencia a cargo del depósito formal de la sumas de dinero
recibidas en pago.
El art. 531, faculta la traba del embargo aun cuando el deudor no
estuviera presente y el requerimiento -que constituye el trámite previo a esa
medida- puede hacerse en las personas que menciona el art. 141 del mismo
ordenamiento (CNCiv., Sala G, 1998/03/12, "Obras Sanitarias de la Nación c.
Propietarios Jujuy 1197", La Ley, 1999-C, 181 - DJ, 1999-2-554).
2.1 Lugar del emplazamiento
La intimación de pago y la traba eventual del embargo, a pesar de ser
actos personales, pueden practicarse con cualquier persona que se encuentre
en la casa (art. 339 en concordancia con art. 141).
El domicilio puede ser convencional o real, pero ello no obsta a las
notificaciones que se practiquen siempre que allí se encuentre el emplazado.
Por eso, la orden prevista en el art. 531 puede llevarse a cabo en el
domicilio real del demandado, o bien en su domicilio procesal si lo hubiera
constituido en el expediente, en instrumento público, o en instrumento privado,
debidamente reconocido (CNCiv., Sala A, 1996/02/14, "Pecora, José G. y otro
c. Impronor S. R. L. y otro", 38.650-S, La Ley, 1996-B, 742).
2.2 Monto reclamado
La intimación de pago se realiza sobre el capital reclamado más la suma
que el juez presupueste para responder a intereses y costas. En caso de que el
accionante pretendiera cobrar lo adeudado con algún tipo de actualización
(v.gr.: en el caso de que se intente ejecutar alguna deuda en dólares) deberá
abonar la correspondiente tasa de justicia sin perjuicio del resultado de tal
pretensión.
Se advierte así que, el mandamiento de intimación de pago requiere sólo
el del capital reclamado y el monto estimado por el juez en concepto de
intereses y costas. Siendo ese monto sólo estimativo, es justamente en el
momento de practicarse la liquidación donde habrán de determinarse las
sumas debidas, entre las que se encuentran los recargos y actualizaciones
contempladas por las leyes respectivas (CNCiv., Sala C, 1984/03/27, "Obras
Sanitarias de la Nación c. Lazara, Juan B. y otros", La Ley, 1985-B, 163).
2.3 Mora
En caso de no encontrarse el ejecutado constituido en mora, la
intimación de pago hace las veces en los términos del párr. 2º del artículo 509
del Código Civil.
En este aspecto se dice, por ejemplo, que la falta de especificación de
plazo cierto y expreso de vencimiento de las facturas cuyo pago reclama el
actor, y el silencio guardado por el mismo a su respecto, conducen a concluir
que se trata de una obligación sujeta a plazo tácito o bien a plazo incierto, por
lo que es inexcusable la práctica de la interpelación para que opere la mora del
deudor (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 1996/05/16, "Clínica del Niño de Quilmes
S. A. c. Obra Social de Panaderías de la República Argentina", La Ley, 1997-E,
1024 [39.830-S]).
3. Embargo
Procede la traba del embargo en el supuesto de que el ejecutado no
pague en el acto de emplazamiento la totalidad de las sumas establecidas en el
mandamiento. En el caso, el Oficial evaluará conjuntamente con la persona
autorizada a diligenciar la medida, que bienes son pasibles de ser gravados
hasta cubrir las sumas reclamadas.
Si bien de común se procede a inventariar los bienes con las
indicaciones del acreedor, entendemos que se trata de una facultad privativa
del Oficial de Justicia, quien actúa como representante delegado por el Juez.
No obstante, el autorizado puede indicar los bienes muebles que
someterá al gravamen y que dejará en depósito y custodia de quien se
encuentra en la casa. En caso de no aceptar el conferimiento, los bienes
podrán trasladarse y quedar constituido el depositario que el Oficial de Justicia
autorice a requerimiento del acreedor o su representante en la diligencia.
Una vez que los bienes se afectan, se exige al deudor que informe si
ellos se encuentran gravados y en qué condiciones y calidades.
Si los bienes que se pretenden discernir son inembargables (art. 219),
aunque se insista en tomarlos, el Oficial de Justicia debe imponer el criterio
procesal que prohibe afectarlos ("no se trabará nunca embargo" dice el art.
219), pero si autoriza la práctica, queda en el afectado el requerimiento de su
levantamiento en los términos del art. 220.
4. Efectos de la intimación
A partir de la notificación comenzará a correr el plazo para dar
cumplimiento a todas las intimaciones que tal instrumento público contiene
(oposición de excepciones, constitución de domicilio procesal, etc.).
Denegación de la ejecución
Art. 532. -- Será apelable la resolución que denegare la ejecución.
1. Principios generales
No habiendo normativa especial se aplican los principios generales que
surgen de los artículos 242 y siguientes. De manera que el recurso debe
deducirse dentro de los cinco días contados a partir de la notificación de la
resolución en comentario. En lo que respecta a la concesión del remedio
procesal, será en relación y con efecto suspensivo (arts. 243)
La providencia que rechaza la ejecución propuesta es de mero trámite,
pero ocasiona un gravamen irreparable, por el cual se puede admitir el recurso
de reposición previsto en el art. 238, el cual deberá interponerse en el plazo de
tres días, tolerando la apelación en subsidio.
Sin embargo, están quienes interpretan que la resolución que rechaza in
limine la ejecución se trataría de una sentencia interlocutoria, con calidad de
definitiva, por lo que no cabría el planteo de una reposición (Serantes Peña,
Palma, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Tomo II, Editorial,
Depalma, Buenos Aires, 1983, pág. 485).
2. Legitimación
Obviamente solo el ejecutante podrá interponer el recurso de apelación,
pero como el art. 521 autoriza ejercer la opción por el proceso de conocimiento
cuando correspondiera el de ejecución, dado el caso de actor que endereza por
la vía ordinaria, la oposición del demandado haría una suerte de elipsis con
esta disposición.
Por el contrario, el auto que hace lugar al juicio ejecutivo es inapelable.
El ejecutante porque no tiene agravios; y el ejecutado, porque puede esperar la
oportunidad prevista por los arts. 544 y siguientes.
Bienes en poder de un tercero
Art. 533. -- Si los bienes embargados se encontraren en poder de un tercero, se notificará
a éste en el día, personalmente o por cédula.
En el caso del art. 736 del Cód. Civil, si el notificado del embargo pagase indebidamente
al deudor embargado, el juez hará efectiva su responsabilidad en el mismo expediente
por el trámite de los incidentes o del juicio sumario, según correspondiere atendiendo a
las circunstancias del caso.
1. Bienes en poder de un tercero
La norma contempla dos casos diferentes. El primer párrafo supone el
caso de pretender afectar un bien que se encuentra indisponible, sea por estar
en poder de otro, o por hallarse previamente gravado.
En el primer caso, se debe informar al oficial de justicia quien tiene los
bienes, y en qué carácter los posee o custodia. Asimismo se debe indicar el
domicilio del tercero, con el fin de hacer posible la notificación en el día o su
comparecimiento al acto que se practica.
En el supuesto siguiente, se debe notificar por cédula al
embargante anterior, o quien tenga un derecho preferente.
En ambos casos, el juez interviniente ordenará notificar al
poseedor de los bienes del gravamen que sobre ellos recae y se le hará
saber la limitación de su disponibilidad. A partir de entonces comenzará
a correr el plazo para que el tercero, de considerarse titular de los
bienes, interponga la correspondiente tercerías de dominio.
El segundo párrafo viene a establecer las normas como se hace
efectiva la sanción contemplada en el art. 736 del Código Civil respecto
a la nulidad que deja sin efectos el pago de una deuda embargada
judicialmente realizada por un tercero deudor del ejecutado que fue
notificado del gravamen respecto de los acreedores embargantes.
La disposición del art. 736 del Código Civil, no obstante aludir a
que el "pago no será válido", significa que el pago resulta inoponible
frente a los acreedores embargantes del accipiens (para evitar lo cual
debe consignar conforme al art. 757, inc. 5º), pero conserva su eficacia
frente a éste, y sus otros acreedores no embargantes (CNCiv., Sala F,
1985/04/17, "Martínez, Tomás A. y otra c. Dellacasa, Miguel C. J. y otra",
La Ley, 1986-C, 536 [37.281-S]).
Inhibición general
Art. 534. -- Si no se conocieren bienes del deudor o si los embargados resultaren
presuntivamente insuficientes para cubrir el crédito del ejecutante, podrá solicitarse
contra el ejecutado inhibición general de vender o gravar sus bienes. La medida quedará
sin efecto si el deudor presentare bienes a embargo o diere caución bastante.
1. Remisión a la medida cautelar
La inhibición general de bienes constituye una medida cautelar que no
alcanza a un bien determinado sino que limita la capacidad del embargado
para disponer de su patrimonio.
Con esta precautoria se impide vender o gravar bienes registrables
(únicos sobre los que se puede realizar un control efectivo respecto de su
disposición).
Procede como subrogante del embargo y siempre que se manifieste
desconocer bienes del deudor o que los conocidos fueren insuficientes para
afrontar la totalidad del monto reclamado (en cuyo caso deberá fundarse
debidamente la imposibilidad de satisfacción de las sumas reclamadas).
Atento a que el artículo en comentario reproduce en parte lo establecido
en el art. 228, a éste último nos remitimos para su estudio.
Sin perjuicio de ello, se debe tener en cuenta que a diferencia de la
medida genérica, en el juicio ejecutivo no se deberá prestar caución para que
se decrete, por cuanto la verosimilitud en el derecho invocado es tal que
permite prescindir de la misma.
Orden de la traba. Perjuicios
Art. 535. -- El acreedor no podrá exigir que el embargo recaiga sobre determinados
bienes con perjuicio grave para el deudor, si hubiese otros disponibles.
Serán aplicables, además, las normas establecidas en el capítulo relativo a las medidas
cautelares en cuanto fueren pertinentes.
Si los bienes muebles embargados formaren parte de un establecimiento comercial o
industrial, o fueren los de uso de la casa habitación del deudor, éste podrá exonerarlos
del embargo presentando otros bienes no gravados, o que, aun cuando lo estuviesen,
bastaren manifiestamente para cubrir el crédito reclamado.
1. Principios generales
La disposición remite en el párrafo segundo a los principios generales en
materia de medidas cautelares, debiendo entenderse que se refiere a la
reglamentación del embargo preventivo, a la forma y modalidades de su traba,
al alcance de los bienes inembargables, y a la regla de impedir daños que se
pueden evitar, que surge implícito en el art. 206 y que amplía el párrafo tercero
del presente.
Esta tercera parte de la norma, vuelve con el principio de prevención del
perjuicio irreparable, cuya finalidad es procurar la satisfacción del acreedor con
el menor perjuicio al deudor, aproximándose lo más posible al cumplimiento por
el propio obligado.
2. El principio del daño menor
El propósito de la disposición prevista en el párrafo 1º del art. 535 es
evitar que el embargo constituya una medida de perjuicio por el sólo hecho de
dañar al deudor, por lo cual el acreedor no podrá exigir que la medida recaiga
sobre determinados bienes ocasionando un perjuicio innecesario, si hubiere
otros disponibles (CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1999/03/16, "Hermosilla,
Carmelo y otro c. OSPIM y otro", La Ley, 1999-D, 748 [41.636-S]).
Una solución contraria importaría, sin lugar a dudas, un ejercicio abusivo
de un derecho porque pudiendo obtenerse un mismo resultado, se preferiría
una situación que genera daños innecesarios en el patrimonio del ejecutado.
Por el caso se ha indicado que, los pagos efectuados por el deudor que
es objeto de ejecución forzada de sus bienes, deben ser imputados de
conformidad con los arts. 776 y 777 del Código Civil, debiendo efectuarse la
pertinente deducción en la liquidación que permitirá determinar el saldo
adeudado, suma esta última por la que deberá proseguir la ejecución si no es
abonada, ya que el acreedor no debe causar perjuicios innecesarios al
ejecutado (conf. principio informante de los arts. 535 y 204, Código Procesal)
(CNCiv., Sala M, 1997/02/12, "Consorcio de Prop. Berutti 3590 c. Marconi", La
Ley, 1997-C, 535).
Asimismo, la traba de una inhibición general de bienes incluyendo una
anotación sobre la misma en las circulares que el Banco Central dirige a los
demás bancos integrantes del circuito, vulnera el principio comentado, pues
media un perjuicio grave para el deudor, si el acreedor incumpliendo la carga
procesal de establecer el asiento del gravamen que peticione, de hecho inhibe
la actividad bancaria y/o financiera del afectado (CNCom., Sala A, 1998/02/16,
"Sant Anna, Joaquín c. Inter Freight S. R. L.", La Ley, 2000-A, 571 [42.344-S]) ED, 181-678.
Cabe observar que no se trata de evitar perjuicios sin garantizar el
derecho del ejecutante, por eso esta disposición no se refiere a prohibiciones
expresas sino a exigencias que constituyan situaciones de abuso con y en el
proceso.
Por eso, los perjuicios que el embargo pudiera ocasionar no son
fundamento suficiente para disponer su levantamiento pues, en todo caso,
autorizarían a solicitar la sustitución de conformidad con lo dispuesto por el art.
203 a tenor de la remisión contenida en el art. 535. Mas, si no se ofrece bien
alguno a embargo, el planteo debe ser desestimado (del voto del doctor
Belluscio) (CS, 1990/08/07, "Obra Social para la Actividad Docente c. Provincia
de Catamarca", La Ley, 1990-E, 367).
Cabe observar que, a pesar de ello, hay situaciones de evidente
afectación general, donde la medida cautelar misma es de imposible
aceptación.
Así se ha dicho que, la pretensión de trabar embargo incluyendo una
anotación en las circulares que el Banco Central de la República Argentina
dirige a todos los bancos integrantes del circuito financiero, implica extender la
medida a todos los fondos de cualquier naturaleza que la demandada tenga en
esas instituciones, ya sea en casas centrales, sucursales o agencias, de modo
que la medida se asemeja a una inhibición general para operar en el sistema
financiero, pretensión que vulnera la norma del art. 535, párr. 1º del Código
Procesal (CNCiv., Sala A, 1996/12/27, "Tésis Grupo Editorial Norma c. Beas,
Hugo", La Ley, 1997-C, 586 - DJ, 1997-2-766).
3. Establecimientos comerciales
El acogimiento de la parte ejecutada a las posibilidades que brinda el art.
535 tercer apartado, no es permitido en forma indefinida en el tiempo, sino que
debe ser oportuno.
Por tanto, le corresponde deducir el levantamiento dentro del quinto día
de afectado el bien que considera indisponible, porque vencido el plazo sin
haberse articulado cuestión al respecto, la situación deviene inmutable por
exigencias del mismo proceso.
Depositario
Art. 536. -- El oficial de justicia dejará los bienes embargados en poder de un depositario
provisional que podrá ser el deudor si resultare conveniente, salvo que aquéllos se
encontraren en poder de un tercero y éste requiriera nombramiento a su favor.
1. Depositario judicial
El depósito civil es una especie de liberalidad, dado su carácter de acto
gratuito (art. 2182, Código Civil), en cuya virtud el depositario se obliga a
guardar una cosa, absteniéndose de uso y con la obligación final de restituir
(arts. 2202 y 2208).
Para la existencia de un contrato de depósito se requiere como finalidad
principal la custodia de la cosa, y esa obligación principal -además de la guarda
mencionada- consiste en restituir "la misma e idéntica cosa" (art. 2182, Código
citado), ya sea al depositante o al individuo indicado para recibir el depósito, y
si ha sido hecho a nombre de un tercero, debe ser restituido a éste o a sus
herederos.
Estas características suelen confundir al depositario civil con el
depositario constituido a consecuencia de una diligencia judicial, quien tiene
más similitudes con la custodia de bienes que con las obligaciones de
conservación y restitución propias del contrato.
2. Constitución judicial de depositario
Establece el art. 216 del Código Procesal que, frente al embargo de
bienes muebles debe designarse depositario judicial, a excepción que se trate
de objetos de la casa donde vive el embargado, en cuyo supuesto, el mismo
ejecutado será discernido depositario.
Quien lo designa es el propio oficial de justicia que está a cargo de la
diligencia. Para realizar la designación tendrá en cuenta los bienes a embargar,
la garantía del deudor y cualquier otro elemento que le permita actuar en
consecuencia y decidir sobre la conveniencia o no de que sea el mismo
embargado o tenedor el depositario de los bienes gravados.
En el supuesto del residente del inmueble, los bienes que allí se
encuentran se presumen como de su propiedad, por lo que se pueden afectar
aunque estarán sujetos a eventuales tercerías de dominio.
Corresponde al depositario el deber de vigilancia de las cosas que
quedan en su poder. Esta obligación consiste, al decir de Podetti, en “informar
al juez de cualquier evento que se produzca en ellas por obra de terceros, de
los propios litigantes o proveniente de la naturaleza misma de los bienes
puestos a su cuidado” (Podetti, Ramiro J., Tratado de las medidas cautelares,
Editorial Ediar, Buenos Aires,1956, pág. 407).
3. Sanciones y penalidades
Las obligaciones del depositario llegan al extremo de hacerlo
penalmente responsable por el mal desempeño en sus funciones (art. 263,
Código Penal).
En efecto, el depositario judicial de bienes embargados, respecto de los
cuales acepta en legal forma el cargo, incurre en el delito de malversación de
caudales públicos, si el pertinente mandamiento de secuestro de los mismos da
resultado negativo.
Por ejemplo, la desaparición de la heladera embargada, de la cual se es
depositario, configura el delito de malversación de caudales públicos del art.
263, Código Penal, en función del 261, ya que la conducta de aquél ha tenido
por efecto poner el bien fuera del alcance de la custodia, o sea que produjo el
quebrantamiento del vínculo de vigilancia establecido, tornando irrealizable el
fin al cual se le afectó con el embargo.
Asimismo, comete el mismo delito quien, una vez asumida la obligación
de depositario judicial de bienes embargados, mudó los mismos sin anoticiar al
tribunal que dispuso la medida, extrayendo de ese modo de la esfera de
custodia los referidos bienes e impidiendo su recuperación (CNCrim. y Correc.,
Sala IV, 2000/05/16, "Costa, Juan M.", La Ley, 2000-E, 666 - DJ, 2001-1-366).
Deber de informar
Art. 537. -- Cuando las cosas embargadas fueren de difícil o costosa conservación o
hubiese peligro de pérdida o desvalorización, el depositario deberá poner el hecho
oportunamente en conocimiento del juez, si no lo hubiese expresado ante el oficial de
justicia, lo que se hará saber a las partes a los fines del art. 205.
1. Deber de información
El carácter de los bienes, o la condición de las cosas que se embargan,
pueden ser de difícil o costosa conservación, en cuyo caso quien acepte ser
depositario (el ejecutado, quien se encuentre en la casa, o un tercero) debe
comunicarlo de inmediato al Oficial de Justicia que practica la diligencia, o en
cualquier estado del proceso (art. 202) podrá comunicarse dicha circunstancia,
para que el Juez resuelva previa sustanciación con el embargante.
Contestado el traslado, y de considerarlo necesario, el juez resolverá la
forma de realizar los bienes.
Embargo de inmuebles o muebles registrables
Art. 538. -- Si el embargo hubiese de hacerse efectivo en bienes inmuebles o en muebles
registrables, bastará su anotación en el registro, en la forma y con los efectos que
resultaren de la ley.
Los oficios o exhortos serán librados dentro de las cuarenta y ocho horas de la
providencia que ordenare el embargo.
1. Procedimiento para el embargo registral
Cuando el embargo se ordena sobre inmuebles o bienes muebles
registrables, el procedimiento se desarrolla mediante la expedición de
documentos que se inscriben en las dependencias administrativas
correspondientes.
Estos instrumentos constituyen medios de comunicación que realiza el
Juez a terceros comunicándoles las órdenes dispuestas y que el organismo
informado debe anotar y dar constancia del cumplimiento.
La inscripción en el correspondiente registro es meramente declarativa y
produce efectos hacia terceros a partir de la inscripción pertinente de la medida
cautelar trabada.
El orden de inscripción que se concreta apenas recibido el oficio o el
testimonio que contiene la transcripción de la orden judicial, produce un orden
de preferencias sucesivo. Es decir, quien embarga primero es preferido en el
cobro al que le sucede, aun siendo éste quien realice la subasta del bien.
2. No es un régimen especial
El art. 538 del Código Procesal no altera el régimen genérico de las
medidas cautelares, que sólo deben decretarse bajo responsabilidad de la
parte, quien debe dar caución por las costas y daños y perjuicios que su traba
pueda ocasionar (CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1997/03/11, "Farías, Marcelo y
otro", La Ley, 1997-D, 37).
Costas
Art. 539. -- Practicada la intimación, las costas del juicio serán a cargo del deudor
moroso, aunque pagare en el acto de realizarse aquélla.
1. Costas en el allanamiento ejecutivo
El principio que rige en materia de costas en el juicio ejecutivo (arts. 539
y 558), se ajusta al general que respecto a ella surge de los arts. 68 y sigts. del
mismo cuerpo legal, especialmente respecto del art. 70 que dispensa de los
gastos causídicos a quien, sin dar motivo a la promoción del juicio, se allanara
en forma incondicional, oportuna, total y efectiva.
En este proceso se impone el criterio objetivo de la derrota, sin que los
jueces tengan la facultad de eximir de costas según el mérito que hubiere,
salvo en lo que se refiere a las pretensiones de la otra parte que hayan sido
desestimadas (art. 558).
De allí que, el allanamiento a la demanda ejecutiva producido con
posterioridad a la intimación de pago, no exime al ejecutado de su obligación
de abonar a la actora los gastos de la ejecución (CNCiv., Sala C, 1987/06/30,
"Obras Sanitarias de la Nación c. Rinaldi, Nicolás V.", La Ley, 1987-E, 463
[37.736- S]).
Es harto reiterado sostener que, no obstante la plena vigencia del criterio
objetivo para la imposición de las costas en los procesos de ejecución, en cuya
virtud corresponde que ellas sean soportadas por quien sucumbe en sus
pretensiones, no es posible desconocer que el hecho de la derrota no es
siempre expresivo o indicativo de dicha pauta objetiva instituida por el
legislador (arts. 539 y 588), habida cuenta que el resultado ocasionalmente no
traduce la procedencia o improcedencia de un temperamento propuesto
oportunamente o, como podría ser el caso, el pleito entablado puede ser el
resultado de diversas alternativas más o menos fortuitas o no enteramente
imputables a una sola de las partes involucradas (CNCiv., Sala D, 1983/04/14,
"Municipalidad de la Capital c. Maulhardt y Cía., S. A., Juan H.", La Ley, 1983D, 135 -ED, 104-767).
2. Distribución de costas
Ahora bien, deben distinguirse las costas emergentes de las
excepciones opuestas -pago parcial y prescripción- de aquéllas por las que
prosperó la demanda. Con relación a estas últimas, la regla normativa no
cambia aun cuando hubiera allanamiento, pues en orden a lo dispuesto en el
art. 539, el deudor moroso debe asumirlas aun cuando pagare en el acto de
practicarse la intimación.
En cambio si el allanamiento es sobre las excepciones opuestas, se
produce una inmediata consecuencia: el sometimiento voluntario a las razones
argumentadas en la resistencia. Por ende el actor adquiere calidad de vencido
y siendo que las costas constituyen un resarcimiento debido a la vencedora por
los gastos que le ocasionó el litigio, es indudable que deben ser impuestas al
accionante.
Como hemos visto, el principio que rige en materia de costas en el juicio
ejecutivo, se ajusta al criterio general que impera el vencimiento puro y simple;
y que en orden al allanamiento dispensa los gastos causídicos a quien, sin dar
motivo para la promoción del litigio, se allanan en forma incondicionada,
oportuna, total y efectiva.
De conformidad con lo expuesto, si el ejecutado a raíz de una excepción
de prescripción reconoce la pérdida de su derecho creditorio el principio
objetivo de la derrota solo podría ceder en el caso en que demostrara haber
tenido razones suficientes para imponer la demanda (Cfr. Gozaíni, Osvaldo
Alfredo, Las costas en el juicio ejecuitivo, en Respuestas Procesales, tomo 2,
Editorial Ediar, cit., passim).
3. Pago antes de la intimación
Lo dicho hasta ahora es plenamente aplicable al supuesto de ocurrir el
pago con posterioridad al momento que se practica la intimación; pero ¿qué
sucede si el pago se concreta con anterioridad a ese momento?.
Según Falcón se pueden dar dos situaciones. La primera corresponde a
la investigación del estado moratorio del ejecutado para deducir de esa
circunstancia si le corresponde o no soportar los gastos del proceso. La
segunda posición se relaciona con la inexistencia de mora, en cuyo caso se lo
libera de las costas pues se aplica, a su criterio, el art. 70, por el que se
impondrán las costas al vencido que hubiese reconocido oportunamente como
fundadas las pretensiones de su adversario, allanándose a satisfacerlas
(Código Procesal...., tomo II, cit., pág. 662).
De este modo, solo podrá eximirse de costas al ejecutado en dos
ocasiones, correspondiendo la primera, si no hay mora y paga antes de la
intimación; y la restante, si no se encuentre en mora y paga al momento de la
intimación.
En conclusión, los costos procesales en esta particular etapa del juicio
ejecutivo, dependen exclusivamente de la actitud del obligado, de modo tal que
corresponderá poner a su cargo los gastos del proceso aunque haya pagado todo o parte de la deuda- antes de la intimación o al efectuarse ésta, si estaba
en mora.
A su vez, el estado moratorio al que nos referimos se relaciona con el
art. 509 del Código Civil, es decir que exige la debida constitución, a no ser que
se trate de obligaciones con vencimiento y mora automática.
Por eso, las costas se imponen al deudor aun cuando pague antes del
requerimiento si ya se había efectuado intimación al avalista (cfr. Gozaíni,
Costas Procesales, 2ª ed., cit.,pág. 419).
En cambio, la circunstancia de haber el ejecutado dado en pago el
importe del pagaré en ejecución, antes de haber sido intimado judicialmente en
los términos del art. 542, autoriza a eximirlo del pago de las costas dado que al
hacerlo no se encontraba en mora por lo que la exención que establece el art.
70, inciso 2º, resulta aplicable al caso, puesto que su presentación importó un
allanamiento real, total, incondicional y efectivo, debiendo ser soportadas en el
orden causado (cfr. Gozaíni, Costas Procesales, 2ª ed., cit., pág. 419).
Es también el caso que resulta cuando habiéndose seguido el trámite del
proceso ejecutivo por el cobro de los honorarios regulados, la cancelación de la
deuda antes de que se hubiera concretado la intimación de pago y sin que
medie constitución en mora previa, se llega a la exención de costas, resultando
así aplicable la solución del art. 539, en virtud de las señaladas circunstancias
(CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1979/06/23, "Antorcha Cia. de Seguros", La Ley,
1980-C, 567).
Ampliación anterior a la sentencia
Art. 540. -- Cuando durante el juicio ejecutivo y antes de pronunciarse sentencia,
venciere algún nuevo plazo de la obligación en cuya virtud se procede, a pedido del
actor podrá ampliarse la ejecución por su importe, sin que el procedimiento retrotraiga, y
considerándose comunes a la ampliación los trámites que la hayan precedido.
En cada caso de ampliación deberá cumplirse con la intimación de pago.
1. Ampliación de los montos en ejecución
Los arts. 540 y 541 contemplan el vencimiento de nuevos plazos o
cuotas luego de iniciada la demanda con el propósito de evitar la promoción de
nuevos juicios hasta el momento del pago total de la liquidación. Lo que difiere
en una y otra norma es el procedimiento por el cual se da intervención al
deudor, pero el propósito común que inspira ambas disposiciones legales se
logra admitiendo que también procede la ampliación por cuotas anteriores a la
sentencia, requerida después de su dictado y siguiéndose el procedimiento del
art. 541 que contempla adecuadamente el derecho de defensa del ejecutado.
Se afirma así que, la admisión de cuotas vencidas de una misma
obligación, se permite aun después de promover la demanda y antes de dictar
sentencia, siguiendo para ello e procedimiento establecido que resguarda la
bilateralidad y contradicción eventual (CNCiv., Sala B, 1997/06/25, "Consorcio
de Propietarios Av. Callao 894 c. Lasalle, Marta A. y otro", La Ley, 1999-C, 787,
J. Agrup., caso 13.889.
El artículo hace referencia a obligaciones periódicas o de tracto sucesivo
autorizando al ejecutante a ampliar lo reclamado en la demanda de manera de
abarcar las deudas que hayan devenido exigibles durante el transcurso del
proceso y que tengan como origen el mismo vínculo jurídico que genera el
reclamo.
El ejemplo típico de esta situación, y al que hace mención expresa el
artículo 541, son las ejecuciones por expensas en propiedad horizontal, en
donde a pesar de la interposición de la demanda, mes a mes, se generan
nuevos vencimientos que pueden ser incorporados al proceso en trámite.
Se debe tener en cuenta que para que la ampliación sea procedente
deberá versar sobre la misma obligación, de manera que si se llega a intentar
la ampliación de demanda respecto de títulos autónomos, se deberá acreditar
dicho vínculo bajo apercibimiento de denegar la ampliación.
No es necesario realizar reserva del derecho de ampliar la demanda de
conformidad, toda vez que ello la ley no lo exige. Aun cuando es prudente y
previsor hacerlo, antes que de buena técnica.
De todas maneras, la ampliación de los montos a ejecutar requieren la
expresa petición del ejecutante. Esta norma es concordante con lo establecido
en el art. 331 al que nos remitimos.
Además, aun cuando es exacto que la literalidad de los arts. 540 y 541
sólo analiza las cuotas que vencen con anterioridad o con posterioridad a la
sentencia de remate, razones de economía procesal aconsejan admitir la
ampliación de la ejecución respecto de cuotas que han vencido mientras se
puso el expediente en estado de pronunciar sentencia y se intima el pago
después de su dictado (CNCiv., Sala E, 1995/06/27, "Stagnaro, Elsa L. c. Club
Ferrocarril Oeste", 38.632-S, La Ley, 1996-B, 739).
2. Intimación de pago
La diferencia entre las disposiciones citadas radica en el procedimiento
por el cual se da intervención al deudor, mas el propósito común que inspira
ambas disposiciones legales se logra mediante la admisión de la ampliación
por cuotas vencidas con anterioridad al pronunciamiento de la sentencia
requerida después de su dictado y con sujeción al procedimiento previsto en la
segunda de las normas que se mencionan (CNCiv., Sala F, 1996/11/25,
"Olivieri, Julio C. c. Pace, Edgardo y otro", La Ley, 1997-B, 793 [39.335-S]).
El último párrafo del precepto requiere que se intime de pago la suma
aumentada en la pretensión, sin que esto signifique abrir una nueva instancia
de discusión, pues la notificación tiene como finalidad lograr el pago inmediato.
Por eso, al facultar al acreedor a ampliar la ejecución, se arbitra un
medio tendiente a evitar al ejecutado los perjuicios que puede ocasionar el
incremento de intereses y la eventual ampliación del embargo con respecto a
nuevas cuotas, pero no autoriza al ejecutado a oponer excepciones, pues lo
contrario implicaría retrotraer el procedimiento en desmedro de la vigencia del
principio de preclusión preservado por aquella norma (CNCiv., Sala G,
1998/11/02, "Garzoni, María c. Ricci, Matilde", La Ley, 1999-C, 115 - DJ,
1999-1-943).
Ello así resulta por aplicación del principio de preclusión de las etapas
procesales, por tanto, tampoco la ampliación de la demanda retrotrae el
procedimiento.
Finalmente se debe recordar que el aumento de las sumas no
interrumpirá el plazo para el dictado de la sentencia, momento hasta el cual se
podrá ejercer el derecho que se cita.
3. Improcedencia
Tratándose de pagarés no es de aplicación esta disposición, que
obviamente se refiere al caso de ejecuciones originadas en un solo documento
cuyas cuotas van venciendo y no a distintas obligaciones instrumentadas en
títulos de crédito que entre sí son autónomos.
En consecuencia, el supuesto de ampliación de la cuantía del monto
reclamado inicialmente por el actor, sobre la base de nuevos pagarés
aportados como soporte documental y con antelación a la intimación de pago y
citación de remate no se halla comprendido en las disposiciones del art. 540
del Código Procesal (CNCom., Sala B, 1996/09/26, "Abrafic S. A. c. Cohen,
Jacobo y otro", La Ley, 1997-C, 589).
Ampliación posterior a la sentencia
Art. 541. -- Si durante el juicio, pero con posterioridad a la sentencia, vencieren nuevos
plazos o cuotas de la obligación en cuya virtud se procede, la ejecución podrá ser
ampliada pidiéndose que el deudor exhiba dentro del quinto día los recibos
correspondientes o documentos que acrediten la extinción de la obligación, bajo
apercibimiento de hacerse extensiva la sentencia a los nuevos plazos y cuotas vencidos.
Si el deudor no exhibiere recibos o documentos que fuesen reconocidos por el
ejecutante, o no se comprobase sumariamente su autenticidad, se hará efectivo el
apercibimiento sin recurso alguno.
En cada caso de ampliación deberá cumplirse con la intimación de pago.
Lo dispuesto en este artículo y en el anterior regirá también en las ejecuciones por cobro
de alquileres y expensas comunes.
La facultad que otorga este artículo no podrá ser ejercida una vez terminada la
tramitación del juicio.
1. Ampliación de los montos una vez dictada la sentencia ejecutiva
La ampliación de las sumas a ejecutar, en obligaciones de pago
periódico, sucesivos o continuos, se puede concretar después de dictada la
sentencia que manda llevar adelante la ejecución, resguardando el derecho de
defensa del ejecutado, quien debe ser intimado de pago y emplazado por cinco
días, a presentar aquellos documentos que puedan extinguir la obligación que
se accede.
La intimación prevista importa la citación para oponer tales defensas en
la medida que se limiten a las nuevas cuotas y siempre que no ataquen el título
o las devengadas con anterioridad.
Es que, no le cabe al deudor el amplio espectro defensivo del art. 544
del Código Procesal cuando se amplía la ejecución con posterioridad a la
sentencia, sino que sólo puede oponer defensas relativas únicamente a la
cuota ejecutada y no a las anteriores, sin poder atacar a su vez el título común
originario, pues el mismo ya le fue sometido a su examen en la primera
oportunidad defensiva y media al respecto una preclusión irreductible (CNCiv.,
Sala A, 1998/11/30, "B. de T., S. c. T., L. y otros", La Ley, 1999-D, 10).
Cabe observar que durante el tiempo que tiene el Juez para dictar
sentencia, pueden vencer nuevos plazos de la obligación en cuyo caso
corresponde ampliarlos tras el pronunciamiento ejecutivo.
En efecto, si bien el art. 541 sólo contempla la posibilidad de ampliar la
ejecución con posterioridad a la sentencia cuando se trata de nuevos plazos o
cuotas de la obligación en cuya virtud se procede, dicha posibilidad debe
hacerse extensiva a los supuestos en que se reclaman períodos anteriores a su
pronunciamiento (CNCiv., Sala H, 1995/02/09, "Consorcio de Propietarios Juan
Bautista Alberdi 2331/39 c. Municipalidad de Buenos Aires", DJ, 1996-1-1328).
2. Ejecución de expensas y alquileres
Repetidamente se dice que la ampliación de la ejecución con
posterioridad al pronunciamiento de la sentencia y respecto de cuotas que han
vencido antes de ese momento, debe ser admitida por razones de economía
procesal, pues el trámite previsto admite con suficiencia el derecho de defensa
del ejecutado.
Sin embargo, el principio cede cuando se trata de reclamos que no se
limitan a alquileres vencidos con posterioridad a la integración de la litis, sino
de cantidades globales que comprenden otros gastos ajenos a la materia
específica de la ejecución, documentados en instrumentos privados respecto
de los cuales los ejecutados no fueron intimados para su reconocimiento, ni
tampoco intimados a abonarlos en el juicio (CNCiv., Sala C, 1995/08/24, "S., A.
P. C. c. Ch. de M. S.", La Ley, 1996-A, 365).
Finalmente, si bien es cierto que el art. 541, "in fine" dispone que no es
admisible la ampliación de la ejecución una vez concluida la tramitación del
juicio, esta última circunstancia debe ser adecuadamente entendida en el
sentido de que la finalización del proceso ejecutivo se opera recién con el pago
de la suma resultante de la liquidación definitiva aprobada.
Intimación de pago. Oposición de excepciones
Art. 542. -- La intimación de pago importará la citación para oponer excepciones,
debiendo dejarse al ejecutado copia de la diligencia, del escrito de iniciación y de los
documentos acompañados.
Las excepciones se propondrán, dentro de cinco días, en un solo escrito, conjuntamente
con el ofrecimiento de prueba.
Deberán cumplirse, en lo pertinente, los requisitos establecidos en los arts. 330 y 356,
determinándose con exactitud cuáles son las excepciones que se oponen.
La intimación de pago importará, asimismo, el requerimiento para que el deudor dentro
del plazo establecido en el párr. segundo de este artículo, constituya domicilio, bajo
apercibimiento de lo dispuesto por el art. 41.
No habiéndose opuesto excepciones dentro del plazo, el juez, sin otra sustanciación,
pronunciará sentencia de remate.
1. Principios generales
La intimación de pago hace las veces de notificación de la demanda en
los procesos de conocimiento, por eso la presente disposición encarga al oficial
de justicia (en el juicio ordinario, el que actúa es el oficial notificador) la
comunicación verbal directa del emplazamiento al pago, y la entrega inmediata
del escrito de demanda y de la documentación acompañada.
En el acto que se cumple el ejecutado queda intimado a pagar en el
plazo de cinco días, o a interponer las defensas y excepciones que se
considere con derecho a deducir dentro del mismo plazo. De oponerlas, deberá
acompañar la prueba que pretenda sostener como fundamento.
El emplazamiento realizado también importa la carga de constituir, en
idéntico plazo, domicilio dentro del radio del juzgado. La consecuencia de su
incumplimiento es la misma del art. 41, es decir, que se lo tendrá por
constituido en los estrados del juzgado.
2. Efectos de la notificación
La intimación de pago no es un trámite superfluo en el esquema
ejecutivo dispuesto; constituye el emplazamiento a estar a derecho y la
oportunidad que se otorga al ejecutado para que se presente y haga las
manifestaciones a que con derecho se considere.
Si paga en el acto de la intimación, el acto no es más que una
manifestación voluntaria de sometimiento cuyos efectos son similares al
allanamiento, como ya referimos.
Obsérvese que de una u otra decisión depende la fase contradictoria del
proceso ejecutivo, aquella que llevó a denominar al juicio como un proceso más
de conocimiento que de pura ejecución.
Para el ejecutante, la intimación concreta la relación jurídica bilateral e
impide que desista unilateralmente del proceso.
Por eso, si no surge del expediente que el actor desistió de la ejecución
contra algunos de los demandados y resulta de sus constancias que ellos no
han sido intimados de pago a los fines del art. 542, la etapa inicial del juicio no
se encuentra totalmente cumplida como corresponde y la sentencia de remate
no puede ser dictada, ya que por la naturaleza del proceso tal sentencia debe
incluir a todos los demandados (CNCiv., Sala F, 1997/06/24, "Sánchez, Oscar
c. Gómez, Héctor", La Ley, 1998-B, 920, J. Agrup., caso 12.500).
Incluso, se advierte que si bien en el desarrollo del proceso las partes
deben cumplir con las cargas que les competen en atención a las
circunstancias de tiempo y estado, ello no excluye la posibilidad de que en el
juicio ejecutivo el demandado se presente en forma voluntaria cuando ha sido
ordenada la citación de venta en los términos del art. 542 (CNCiv., Sala G,
1996/10/21, "Luppino Hnos. S. A. c. Kuter, Dora", La Ley, 1997-C, 999, J.
Agrup., caso 11.593).
3. Excepciones
Otra exigencia del precepto consiste en determinar con exactitud las
excepciones que se oponen. La claridad no asienta en el nomen iuris, de la
defensa, porque en definitiva es ésta una facultad jurisdiccional que se funda
en el principio iura novit curia.
La razón de individualizar las excepciones consiste en alegar y acreditar
los extremos suficientes para que proceda alguna de las autorizadas, aun
cuando se hayan nominado con un título diferente.
En caso de no oponerse ninguna, no podrá ejercerse tal derecho en el
futuro, quedando entonces el juez en condiciones de dictar la sentencia de
remate.
Finalmente, se debe tener en cuenta que todas las defensas deberán
plantearse en un mismo escrito.
Trámites irrenunciables
Art. 543. -- Son irrenunciables la intimación de pago, la citación para oponer excepciones
y la sentencia.
1. Conceptos generales
Del enunciado del artículo, en principio, surgiría que el juicio ejecutivo se
compone de actos irrenunciables y etapas eventuales que dependen de las
actitudes del ejecutante o del ejecutado.
De este modo, se parte de un error conceptual porque las formas no son
disponibles para las partes, siendo en todo caso declinable el derecho de
oposición, el ofrecimiento de prueba, u otros actos que constituyen
manifestaciones de las cargas y facultades que tienen los legítimos
contradictores, pero en manera alguna, se puede considerar que sean
renunciables los trámites del juicio ejecutivo.
La intimación de pago surte los efectos del emplazamiento o notificación
de la demanda; la citación para oponer excepciones le abre el camino al
demandado para que ejerza su derecho a la contradicción; y la sentencia es el
acto esencialmente más importante de la función jurisdiccional, porque culmina
con las etapas imprescindibles para una cobertura constitucional del derecho al
debido proceso constitucional.
Se advierte así, que no se trata únicamente de dar oportunidad de
defensa, ni de recortar el ámbito del conocimiento para que el proceso cobre
una dimensión más ejecutiva que ordinaria.
La intimación y la citación a oponer excepciones son actos simultáneos,
de modo tal que no se podrían escindir sin sacrificar la garantía de
bilateralidad; no obstante, son trámites sucesivos, porque la intimación que se
satisface en el acto, despoja de sentido la continuidad del procedimiento, al
tener el Oficial de Justicia que depositar de inmediato los valores percibidos, o,
de ser esto materialmente imposible, al día siguiente hábil (art. 49, Acordada
3/75 CS).
En consecuencia, tampoco los trámites tendientes a la traba de embargo
carecen de aptitud impulsoria del procedimiento, pues, a diferencia de la
intimación de pago, la disposición de medidas cautelares no resulta esencial a
la ejecución (CNCom., Sala B, 1996/03/26, "Caledonia Argentina Compañia de
Seguros S. A. c. Veiga S. A.", La Ley, 1996-E, 684, J. Agrup., caso 11.113).
Además, la sentencia es un acto ineludible porque es la que manda
llevar adelante la ejecución, siendo el único acto jurisdiccional que autoriza la
subasta de los bienes embargados o la realización inmediata de otros bienes.
Hay muy pocas excepciones a esta regla, indicándose entre ellas lo
dispuesto en la Ley de prenda con registro cuando refiere a la venta
extrajudicial dispuesta en las ejecuciones administrativas hechas por el Estado.
Al no estar indicadas, y sin afectar principios constitucionales puntuales
como el derecho a la doble instancia, se pueden renunciar los recursos contra
la sentencia ejecutiva, y aun algunas excepciones que estén en el marco de los
derechos disponibles del deudor como son la compensación, quita, espera o
remisión, o declinar otras como la recusación sin causa (que no obstante está
prohibido por el art. 14); también se consideran actos de anticipación posibles,
la fijación de una base mínima para la ejecución del bien gravado, la
designación de un martillero por el ejecutante, entre otros.
Excepciones
Art. 544. -- Las únicas excepciones admisibles en el juicio ejecutivo son:
1. Incompetencia.
2. Falta de personería en el ejecutante, en el ejecutado o en sus representantes, por
carecer de capacidad civil para estar en juicio o de representación suficiente.
3. Litispendencia en otro juzgado o tribunal competente.
4. Falsedad o inhabilidad de título con que se pide la ejecución. La primera podrá
fundarse únicamente en la adulteración del documento; la segunda se limitará a las
formas extrínsecas del título, sin que pueda discutirse la legitimidad de la causa. El
reconocimiento expreso de la firma no impide la admisibilidad de la excepción de
falsedad fundada en la adulteración del documento.
Estas excepciones son inadmisibles si no se ha negado la existencia de la deuda.
5. Prescripción.
6. Pago documentado, total o parcial.
7. Compensación de crédito líquido que resulte de documento que traiga aparejada
ejecución.
8. Quita, espera,
documentados.
remisión,
novación,
transacción,
conciliación
o
compromiso
9. Cosa juzgada.
1. Principios generales. Taxatividad
La restricción de conocimiento que impone la propia naturaleza del juicio
ejecutivo, limita también las excepciones y defensas que se puedan deducir; no
obstante, con ellas se consigue vulnerar o, al menos suspender el trámite
puramente compulsorio, abriendo una etapa de cognición que lleva a
caracterizar al proceso como una vía mixta donde confluyen singularidades del
juicio ordinario y de la ejecución.
Las excepciones están taxativamente enumeradas, lo que significa que
no se pueden deducir otras que no sean las que se identifican, aun cuando se
permite encuadrar en la admisión de una de ellas aunque se la nomine con
diferencias.
Debido al carácter limitativo que tiene la enumeración de excepciones
formulada en los artículos 597 y 544, que resulta de las expresiones
"únicamente" o "únicas", respectivamente, que contienen dichas normas, no
está admitida entre otras, la excepción de defecto legal en el juicio ejecutivo.
En tal sentido se sostiene que, ésta defensa es inadmisible en el juicio
ejecutivo, por no estar prevista en la enumeración taxativa del art. 544, dado
que la ley impone al juez un examen cuidadoso del instrumento con que se
deduce la ejecución (CNCiv., Sala D, 1993/10/06, "Banco Popular Financiero S.
A. c. De Bella, Dominga", La Ley, 1994-C, 273. - DJ, 1994-2-745).
No obstante, el temperamento no puede llevar a injusticias notorias, y
pensando en ello se ha dicho que, si bien los arts. 597 y 544 no contemplan la
defensa de falta de legitimación sustancial, debe admitirse su planteo por vía
de la de inhabilidad de título, pues de lo contrario se impondría a un tercero un
título que no sería tal respecto de él (CNCiv., Sala F, 1998/02/10, "Dahan, Leon
y otros c. Villaguay S. A.", La Ley, 1999-B, 81 - DJ, 1999-2-284).
2. Excepciones en el litisconsorcio
De existir litisconsorcio pasivo, la oposición por uno de los integrantes
suspende para los otros el procedimiento, como también que se mande llevar
adelante la ejecución sin estar resueltas todas las excepciones opuestas.
Ello es el resultado de los efectos que puede producir una resolución
favorable, y si bien es cierto que en un litisconsorcio facultativo cada uno de los
litisconsortes actúa en forma autónoma, también lo es que en materia de
excepciones sustanciales contra el progreso de la acción ejecutiva, se
confunden o fusionan las consecuencias, porque atañen a la esencia de la
relación jurídica, repercutiendo el éxito del litisconsorte sobre el inactivo.
4. Excepciones en particular
Las únicas excepciones posibles se indican a continuación, haciendo la
salvedad anunciada respecto a que pueden deducirse con otro nombre pero sin
incertidumbres ni inseguridad al objeto que refieren, porque puede el Juez
encarrilarlas (iura novit curia) en función de las potestades de saneamiento que
posee.
4.1 Incompetencia,
Cuando el ejecutado alega la ausencia de un presupuesto procesal,
como es la competencia del juez interviniente en la ejecución, deberá expedirse
a su respecto en la sentencia, toda vez que en el juicio ejecutivo no aparece
prevista la declaración especial previa de admisibilidad o inadmisibilidad de las
excepciones.
La excepción de incompetencia es oponible y admisible sin limitación
alguna. En tal sentido, su tratamiento por el juzgador deberá ser todo lo amplio
que fuere menester para determinar con precisión quién será competente para
sentenciar la causa. Ello supone que se pueda cuestionar la competencia por
cualquiera de las causas que determinan su configuración (v.gr.: territorio,
grado, materia, etc.).
Los supuestos jurisprudenciales son numerosos, como también lo son
las soluciones adoptadas.
En líneas generales, procede la excepción cuando se viola la
competencia territorial, a no ser que hayan pactado la prórroga o el mismo
título mencione el lugar donde la obligación se debe cumplir.
También cuando la ampliación de la demanda ejecutiva se practica
como juicio independiente, debiendo seguir las reglas del art. 540 y conectarse
con la competencia del Juez que ya previno.
Por el contrario, es improcedente la excepción de incompetencia
opuesta por quien se obligó como principal pagador de todas las obligaciones
asumidas por el cuentacorrentista con el banco acreedor, fundada en que el
juicio debe tramitar ante el juez provincial que interviene en la ejecución del
saldo deudor en cuenta corriente bancaria promovida contra el
cuentacorrentista, si al obligarse aquél aceptó la jurisdicción de los tribunales
ordinarios de la Capital Federal (CNCom., Sala D, 1996/03/22, "The First
National Bank of Boston c. Spada, Mario A. y otro", La Ley, 1997-B, 780
[39.264-S] - DJ, 1997-1-730).
Asimismo, cuando la ejecución de un cheque es iniciada contra el
endosante y el librador ante la jurisdicción del domicilio de este último, el
endosante no puede oponer la excepción de incompetencia, pues el endoso de
un cheque librado contra un banco ubicado en distinta jurisdicción de la de su
domicilio y suscrito por un librador cuyo domicilio también es extraño, implica
aceptar ser demandado ante aquella jurisdicción (CNCom., Sala D, 2000/06/02,
"Capdevielle Kay y Cía. c. Ruiz Toranzo, Marcela y otro", La Ley, 2000-F, 297 DJ, 2000-3-1115).
4.2 falta de personería
Falta de personería en las partes o sus representantes es insuficiencia
de personalidad que le permita estar en juicio y efectuar con derecho la
pretensión que persigue. No se trata de afectar la relación jurídica entre quien
reclama y el objeto que para sí pretende, sino de advertir que quien ejecuta o
es ejecutado, no tiene capacidad civil para estar en juicio.
La mayor confusión existente entre legitimación y capacidad es el nexo
que se quiere trabar con el concepto de parte, insumiéndole a éste un carácter
sustancial o vinculado con la pertenencia del derecho subjetivo que, en
realidad, nada tiene que ver.
En todo caso, la capacidad para ser parte proviene de normas
materiales, en el sentido de capacidad de goce o disfrute; pero la capacidad
para obrar depende de los presupuestos procesales.
El Código Civil entiende capaces a aquellos que tienen aptitud para
adquirir derechos y contraer obligaciones; pero el derecho procesal toma en
cuenta apenas parcialmente este señalamiento. Digamos que se acepta la
"posibilidad de actuar" antes que el ejercicio pleno, es decir, consigna una
especie de reconocimiento general en tanto no existan impedimentos que
indiquen algún supuesto de inhabilitación.
La incapacidad es la excepción, debiendo actuarse en el proceso a
través de representantes; con ello se demuestra que la legitimatio ad causam
no guarda conexiones con la titularidad en el ejercicio de la acción.
Son incapaces: 1) los menores de 21 años de edad, a no ser que
estuviesen emancipados, o actuaren en defensa de derechos laborales propios
u obtenidos con su trabajo personal; 2) los dementes declarados en juicio y los
sordomudos que no puedan darse a entender por escrito; 3) los concursados,
salvo para las actuaciones tendientes a conservar derechos individuales que el
síndico no preserva; 4) los condenados a pena privativa de la libertad por más
de tres años.
Una calidad similar que impide la actuación directa en juicio, aun
teniendo capacidad (limitada o restringida), ocurre con los inhabilitados, cuyos
derechos deben representarse a través de tutores o curadores.
La capacidad debe subsistir durante todo el proceso, de manera que si
se pierde en el curso del trámite operan otras figuras, tales como la sucesión
procesal y la representación adecuada, entre otras.
En el juicio ejecutivo, la falta de personería solo es viable cuando se la
funda en la carencia de capacidad civil de los litigantes para estar en juicio, o
también, en la insuficiencia de la representación invocada.
Por esta vía no se podrá denunciar la ausencia de legitimación procesal,
es decir, la circunstancia de que el actor o el demandado no son las personas
especialmente habilitadas por la ley para sumir tales calidades con referencia a
la concreta materia sobre la que versa el proceso.
La falta de capacidad es un vicio subsanable, y por lo tanto, puede
corregirse el defecto con la representación (legal, no voluntaria) o el mandato.
En consecuencia son impedimentos absolutamente conexos con el
derecho material, porque de estas normas se toma la capacidad civil que el
código procesal exige.
Por estas características, la representación que vincula a los problemas
de legitimación, o más correctamente, a los presupuestos procesales, son de
tres tipos:
a) La representación legal que la ley asigna para sustituir la falta
transitoria de capacidad civil (v.gr.: menores de edad, tutores, curadores, etc.)
b) La representación necesaria que deben aplicar las personas jurídicas
debidamente organizadas y reconocidas estatutariamente por los órganos del
Estado. Se extiende el modismo, para los casos de administradores de masas
concursales y hereditarias.
c) La representación voluntaria, en la cual una persona que tiene
capacidad para actuar prefiere designar a otro para que en su nombre invoque
y desarrolle los actos a que él tiene derecho. Como se advierte, no es un caso
de suplencia o integración de una capacidad ausente, sino de formas de
presentarse al proceso. Se rige por las normas sustantivas pertinentes y, una
vez instalado en el juicio, ha de acreditarse adecuadamente la representación.
Se ha dicho, finalmente, que la admisibilidad de la excepción
contemplada en el art. 544, inc. 2º está condicionada a la ausencia de
capacidad procesal en el actor o en el demandado y la falta, defecto o
insuficiencia de la representación necesaria o voluntaria de quienes
comparecen al proceso en nombre de aquéllos (CNCiv., Sala B, 1995/09/11,
"Norep S. A. c. Cipriani, Norma T.", DJ, 1996-1-643).
4.3 Litispendencia
El impedimento procesal al que hace referencia el inc. 3º, tiene un
ámbito más restringido en el proceso ejecutivo en relación con la litispendencia
que -como cuestión previa- contempla el art. 347, inc. 4º, para los procesos de
conocimiento.
Por ello, la acreditación de la confluencia de las tres clásicas identidades
-sujeto, objeto y causa- es exigible con mayor rigor en actuaciones de carácter
ejecutivo (CNCom., Sala A, 1996/10/24, "Burns, Philp Trustee Company Camberra- Limited c. Servicios Aéreos Patagónicos", La Ley, 1997-C, 999, J.
Agrup., caso 11.602).
La excepción debe fundarse en la existencia de otro juicio seguido entre
las mismas partes con relación al documento cuya ejecución pretende el actor.
Pero es improcedente cuando es distinto el objeto que motiva la
promoción del proceso ejecutivo y del de conocimiento, pues aquello que se
decida en el ejecutivo no hará cosa juzgada material en la acción ordinaria
(CNCom., Sala A, 1999/06/04, "The First National Bank of Boston c. Salvo,
Norberto", La Ley, 1999-F, 108 - DJ, 2000-1-926).
En general se sostiene que, la excepción de litispendencia resulta
improcedente cuando existe diversidad de objeto en los dos procesos
promovidos -en el caso, una ejecución prendaria y una causa penal seguida
contra el ejecutado- pues no cabe la posibilidad de que recaigan en ellos
pronunciamientos contradictorios, ya que la decisión de la ejecución no hace
cosa juzgada material (CNCom., Sala A, 2000/04/13, "Banco Bansud c.
Cavallucci, Norma E.", La Ley, 2000-D, 530 - DJ, 2000-2-1259).
Asimismo, se advierte que dado que la consignación no puede aceptarse
como un arbitrio para paralizar el juicio ejecutivo y privar al acreedor de la
utilidad que le brinda este tipo de proceso, es improcedente la excepción de
litispendencia si la consignación es posterior a la intimación de pago o si difiere
el monto de ambos juicios. Pero si ésta es anterior a la intimación de pago en el
juicio ejecutivo, exhibe ciertas características de seriedad y se promueve por
una suma semejante a la pretendida por el ejecutante, la excepción es
admisible (CNCiv., Sala A, 1997/03/18, "Paganelli, César M. y otro c. Laurito,
Vicente", La Ley, 1997-C, 962 [39.533-S]).
Por eso, la coexistencia del juicio ejecutivo y del de pago por
consignación presenta modalidades especiales en virtud de lo cual, en
determinadas circunstancias, la excepción de litispendencia puede prosperar
basada en la existencia de una consignación.
Para que ello sea posible se requiere que la consignación posea a
l
necesaria seriedad y no constituya un recurso para retardar la ejecución; que la
demanda por consignación se haya notificado con anterioridad a la intimación
de pago y que la suma depositada cubra el crédito reclamado por el ejecutante
(CNCiv., Sala B, 1995/10/18, "Bonaventura, Carmelo c. Cassini, José", 38.535S, La Ley, 1996-B, 721).
4.4 Falsedad o inhabilidad de título
Se trata de una de las excepciones denominadas "sustanciales" porque
se dirigen a cuestionar la validez formal o material del título ejecutivo. En el
primer aspecto la oposición se plantea contra las formas extrínsecas que tiene
el documento base de la acción ejecutiva; en el restante, se atacan los
presupuestos imprescindibles para constituir una relación jurídica válida.
Por este medio de defensa, de suma amplitud y consideración en la
práctica cotidiana, se persigue concretar el principio central del juicio ejecutivo,
según el cual nulla executio sine titulo.
Las formas de plantear la excepción reconoce dos carriles principales:
a) La denuncia de falsedad, que juega como defensa de fondo cuando
se ataca la firma del instrumento; o la inexistencia de la deuda; y
b) la inhabilidad de título, que cuestiona las formalidades exteriores del
título.
a) Si la excepción de falsedad sólo puede fundarse en la adulteración
del documento, significa que cuando se trata de una escritura pública no basta
la sola negación de la autenticidad de la firma que se atribuye al deudor, sino
que es necesario promover la acción civil o criminal destinada a destruir la fe
del instrumento, razón por la cual tampoco es suficiente el mero ofrecimiento
de prueba en contra de sus constancias (CNCiv., Sala A, 1996/04/15, "Banco
de Crédito Argentino S. A. c. Garasto de Alsberg, Stella Maris y otro", La Ley,
1996-D, 548 - DJ, 1996-2-1029).
La falsificación total supone que el documento nunca existió, y que por
ello carece de sustento legal la pretensión ejecutiva. En cambio, la adulteración
admite la existencia previa del título ejecutivo que se modifica en perjuicio del
ejecutado. Por eso, mientras en el primero de los supuestos, además de la
denuncia hay que desconocer la existencia de la deuda; en el segundo, se
puede admitir que la firma sea del autor sin que ello obstaculice el progreso de
la excepción.
Cabe observar que, el incidente de redargución de falsedad
contemplado en el art. 395 del Código Procesal sólo puede ser planteado en
conexión con un juicio de conocimiento, de modo que es inadmisible en los
procesos de ejecución, en los cuales la falsedad documental debe hacerse
valer por vía de la correspondiente excepción, en los casos y de acuerdo a los
supuestos que expresamente admite en forma restrictiva y taxativa el art. 544.
Se ha dicho que, la adulteración material en la cual se basa la excepción
de falsedad se refiere a la alteración mediante supresiones, modificaciones o
agregados, de las enunciaciones contenidas en la escritura pública (CNCiv.,
Sala B, 1998/05/05, "Sabbatiello, Gabriela B. c. Cipullo, María", La Ley, 1998-F,
150); por tanto, ellas se pueden manifestar en el contenido del documento, o
bien, falsificando las firmas del escribano o de las partes intervinientes en el
acto (CNCiv., Sala F, 1995/12/12, "Jáuregui, Rubén D. y otro c. Rodríguez,
Ricardo J. y otro", La Ley, 1996-C, 366).
En cambio, no es adulteración el acto de completar un documento
firmado en blanco, pues la firma está puesta y ante el supuesto acto abusivo,
cualquier estudio sobre la causa desborda el ámbito limitado de la defensa
ejecutiva.
Por eso, es inadmisible la defensa de abuso de firma en blanco en la
ejecución de un cheque, pues la excepción del art. 544 inc. 4º se refiere a las
formas extrínsecas del título y la firma puede extenderse en blanco, caso en el
cual se le confiere al acreedor mandato tácito para su llenado (CNCom., Sala
A, 1995/10/04, "Bouchoux, Carlos A. c. Luis y Gómez S. R. L.", La Ley, 1997-D,
843 [39.664-S]).
Si el planteo fuera de falsedad ideológica de la escritura mediante la cual
se constituyera la obligación cuyo cobro se persigue, se trata de una hipótesis
ajena a la defensa permitida, pues requiere debate y prueba entre las partes,
circunstancia que desnaturaliza la esencia rápida y compulsiva del juicio
ejecutivo.
Por eso se ha dicho que, la excepción sólo puede fundarse en la
adulteración o falsificación material total o parcial del título, de modo que no es
viable si se pretende introducir una supuesta falsedad ideológica, hipótesis
ajena a la norma mencionada, que requiere debate y prueba entre los sujetos
legitimados activa y pasivamente, y que excede la cognición restringida de la
ejecución hipotecaria (CNCiv., Sala A, 1997/04/14, "Beviacqua, José M. c.
Sandoval, Rosa del Valle", La Ley, 1997-D, 839 [39.650-S]).
b) Por su parte, la excepción de inhabilidad de título requiere que se
niegue la existencia de la deuda. Dicha negativa debe ser categórica y surgir
como indudable, de tal modo que una consideración no se contraponga con
otra respecto de la existencia de la obligación reclamada. La negativa no tiene
que ser puramente formal, de ser así queda desautorizado para interponer la
excepción (CNCiv., Sala M, 1994/06/06, "Banco de Galicia c. Martínez", La Ley,
1995-C, 685, J. Agrup., caso 10.360).
Las formas extrínsecas del título refieren a los elementos necesarios
para reconocer la existencia válida de una deuda líquida, vencida y exigible. En
consecuencia, la defensa contempla permitir que se cuestione la idoneidad
jurídica del instrumento base de la ejecución.
Por ello es viable -entre otros supuestos- cuando el ejecutado carece de
legitimación procesal en razón de no ser la persona que figura en el título como
acreedor o deudor (CNCiv., Sala B, 1997/02/26, "Consorcio de Propietarios
Country Golf El Sosiego c. Ramírez, Miguel A.", La Ley, 1997-C, 999, J. Agrup.,
caso 11.595).
También se ha sostenido, por vía del art. 18 del decreto 5965/63, la
posibilidad de discutir la buena fe del tenedor de una letra de cambio.
En efecto, sostiene el mencionado artículo que “Las personas contra
quienes se promueva acción en virtud de la letra de cambio no pueden oponer
al portador las excepciones fundadas en sus relaciones personales con el
librador o con los tenedores anteriores, a menos que el portador al adquirir la
letra hubiese procedido a sabiendas en perjuicio del deudor demandado”.
Es evidente que la relación causal está vedada de estudio en la
sustanciación y resolución de las excepciones, contingencia que no impide
considerar esta cuestión en el juicio de conocimiento posterior al ejecutivo.
Lo mismo sucede cuando existe mera negativa de la deuda, sin que
paralelamente se haya demostrado su cancelación al menos parcial o, según el
caso, la existencia de una circunstancia que la prive de exigibilidad.
Ello determina que la excepción de inhabilidad de título resulte
manifiestamente inadmisible, con arreglo a lo dispuesto por el art. 544 inc. 4º,
párr. 2º del Código Procesal (CNCiv., Sala A, 1996/04/16, "González, Luis A. y
otros c. Tricolor Bouza S. A. y otros", La Ley, 1996-D, 463 - DJ, 1996-2-761).
Tampoco se puede fundar en los vicios de lesión subjetiva o abuso del
derecho, pues por esa vía se cuestiona la validez sustancial del título y, por
tanto, la causa de la obligación, transgrediendo el límite de la adulteración del
documento aludida en el citado artículo (CNCiv., Sala A, 1997/09/01, "Banco
Medefin c. De Giacomi, Juan e Hijos S. A.", La Ley, 1998-B, 167).
De igual modo, no le cabe al deudor el amplio espectro defensivo del art.
544 cuando se amplía la ejecución con posterioridad a la sentencia (art. 541),
sino que sólo puede oponer defensas relativas únicamente a la cuota ejecutada
y no a las anteriores, sin poder atacar a su vez el título común originario, pues
el mismo ya le fue sometido a su examen en la primera oportunidad defensiva y
media al respecto una preclusión irreductible (CNCiv., Sala A, 1998/11/30, "B.
de T., S. c. T., L. y otros", La Ley, 1999-D, 10).
4.5 Prescripción
La excepción de prescripción opera como una forma de liberar por el
transcurso del tiempo, una obligación previamente documentada.
Se debe interponer en la primera presentación en juicio, momento que
en el juicio ejecutivo puede ser anterior al emplazamiento que diligencia el
Oficial de Justicia al notificar la intimación de pago.
En efecto, si el título ejecutivo no era completo y debió someterse a la
etapa preliminar de preparación a la que debió concurrir el ejecutado, cabe
interrogarse si es esa la primera oportunidad a que refiere el art. 3962 del
Código Civil.
En realidad, éste es una etapa preparatoria, donde aun no existe un
juicio, propiamente dicho.
Además, cabe recordar que la reforma introducida por la ley 22.434 al
Código Procesal, se inclinó por una interpretación distinta a la efectuada por la
Cámara Civil en pleno (La Ley, t. 1976-B, 285), acerca de qué debe entenderse
por la "primera presentación" a que alude el art. 3962 del Código Civil, al
disponer en el art. 346, párr. 4° que "la prescripción podrá oponerse hasta el
vencimiento del plazo para contestar la demanda o la reconvención", norma
que tiene en la actual redacción una pequeña pero importante variable, por la
cual se establece que "en los casos en que la obligación de comparecer
surgiere con posterioridad al plazo acordado al demandado o reconvenido para
contesta, podrá oponerla en su primera presentación", dejando en claro así
que, la excepción se articula al tiempo de constituir debidamente la relación
jurídico procesal.
De ahí que, como regla, la prescripción deba integrar la traba de la litis
juntamente con las demás defensas de fondo. Con esta solución se evita el
dispendio de actividad jurisdiccional a que conducía el régimen anterior, la que
no se desvirtúa al reputarse que continúa en pie la posibilidad de articular la
prescripción hasta el momento de contestar la demanda, aun cuando el
demandado haya comparecido en oportunidad anterior, a la vez que no se
vacía de contenido la referencia a la contestación de demanda y se garantiza
con mayor amplitud el derecho de defensa al no imponerse un estudio
apresurado de los antecedentes para el que el demandado cuenta con todo el
plazo hasta el responde (de la ampliación de fundamentos del doctor Greco)
(CNCiv., Sala G, 1985/04/26, "Consorcio de propietarios del Centro comercial
Barrio Piedrabuena, c. Municipalidad de la Capital", La Ley, 1985-C, 477 - DJ,
985-48-550).
En otro orden de cosas, cabe agregar que en el juicio ejecutivo, cuando
median pretensiones desestimadas, el ejecutado paga sólo las costas atinentes
al monto por el que se ordene llevar adelante la ejecución, y el ejecutante
según la suma correspondiente al rechazo; pero cuando hay períodos que
quedaron excluidos en razón de haber mediado allanamiento a la excepción de
prescripción opuesta, las costas relativas a dichos períodos deben ser
impuestas en el orden causado y no a la actora (CNCiv., Sala C, 1998/02/10,
"Obras Sanitarias de la Nación c. Consorcio prop. finca calle s/ nombre", La
Ley, 1999-D, 809, J. Agrup., caso 14.067 - ED, 178-346).
Si el proceso concluyó al declararse la inhabilidad del título, es
admisible, que en el ordinario posterior el ejecutado oponga nuevamente
prescripción porque -al afectar la decisión judicial la apertura de la vía- se trata
de una cuestión no tratada ni resuelta y de todos modos, la pertinencia de la
prescripción podría haberse plasmado con posterioridad a la iniciación del
ejecutivo (CNTrab., Sala II, 1994/08/31, "Caja Administradora del Fondo
Especial del Seguro c. Cuyo Cía. de seguros", DT, 1994-B, 2331).
Asimismo, a los efectos de computar el plazo de prescripción de un
pagaré -art. 96, decreto-ley 5965/63-, la constitución en mora por falta de pago
del préstamo que le sirve de causa no puede extenderse a dicho título ejecutivo
desde el momento en que éste se ha desprendido de su origen. (C1ª Civ. y
Com., Mar del Plata, Sala I, 2000/04/06, "Banco de Balcarce Coop. Ltdo. c.
García, Juan D. y otros", LLBA, 2001-111).
Por su parte, el plazo de prescripción de la acción por cobro ejecutivo de
un cheque debe computarse a partir de la fecha en que expiró el término
acordado para su presentación por el art. 54 del dec/ley 4776/63, y no desde su
presentación efectiva.
4.6 Pago documentado
La excepción de pago exige que se agregue la documentación que
compruebe la cancelación parcial o total de la deuda reclamada.
Su admisión depende de la verosimilitud del recibo, el cual tiene que
emanar del ejecutante y estar plenamente vinculado o referenciado con el
crédito que se ejecuta, sin que sean necesarias otras investigaciones.
La excepción está supeditada a que la acreditación del pago resulte de
recibo emanado del acreedor y/o su representante legítimo, que contenga
imputación expresa al título que documenta la deuda ejecutada. No puede
acudirse a la producción de prueba incompatible con la sumariedad del juicio
ejecutivo para probar esto último, pues ello importaría desnaturalizar este
proceso convirtiéndolo en uno de conocimiento (CNCom., Sala E, 1998/06/24,
"Chacabuco Refrescos S. A. c. Caballo, Alcides J.", La Ley, 1999-F, 801, J.
Agrup., caso 14.475).
Por tal razón, la suficiencia del documento probatorio exime la apertura a
prueba de la excepción planteada.
En tal sentido, y por la propia naturaleza sumaria anotada, no se admite
la apertura y producción de pruebas tendientes a justificar la veracidad de la
afirmación de pago que realiza el excepcionante, por lo cual es improcedente la
pretensión de la ejecutada de que se intime a un tercero a acompañar la
documentación que acreditaría la procedencia de la excepción de pago
(CNCiv., Sala C, 1995/03/21, "Cadierno, Mercedes I. c. Grillo, Isabel", La Ley,
1995-E, 233).
La limitación probatoria reducida al documento autosuficiente, es un
principio rígido que impide encontrar aperturas a un conocimiento más amplio.
Basados en esas características se rechaza que la excepción se funde
en la mera promoción de un juicio de consignación, sino que es necesario que
medie una sentencia que declare la validez y fuerza de pago de los depósitos
efectuados o, en su defecto, el recibo o documento equivalente otorgado por el
acreedor (CNCiv., Sala E, 2000/04/04, "Kaufer Barbé, Ricardo Luis c. D´Amico,
Mario Alberto", ED, 189-64).
Si bien se reitera que, el pago, como acto jurídico que es, puede ser
demostrado por cualquiera de los medios admisibles legalmente, sin sujeción a
limitaciones, ello no basta para el juicio ejecutivo porque se requiere un
documento preciso y circunstanciado.
Se afirma así que, la pretensión de que la prueba de la excepción de
pago se integre con las constancias anejadas a la causa penal promovida por
la demandada, resulta improcedente, pues ello conspiraría contra la estructura
sumaria del juicio ejecutivo y conduciría a indagar la causa de la obligación
insusceptible de debate en el marco de este proceso (CNCom., Sala E,
1991/12/09, "Zani, Enrique O. c. Goya, Gregorio H.", La Ley, 1992-B, 436 - DJ,
1992-1-1210).
Igualmente, la defensa de pago, basada en un depósito que no habría
sido computado por el Banco actor, debe desestimarse en cuanto ella tiende a
la indagación de la composición de la cuenta corriente bancaria lo que
conduciría ineludiblemente a examinar la causa de la obligación, lo que se
encuentra expresamente vedado en el juicio ejecutivo, ello sin perjuicio del
derecho que tiene el deudor a subsanar esas cuestiones, mediante la
deducción de la acción ordinaria en un proceso de conocimiento posterior al
juicio ejecutivo ya sustanciado (J.Civ. y Com., Azul, nº1, 1995/06/29, "Banco
del Sud S. A. c. Santomauro, Mario y otra", LLBA, 1996-148).
En conclusión, a los fines de la excepción de pago, esta debe resultar de
los propios documentos, sin necesidad de otras investigaciones, dada la
limitación de conocimiento a las formas extrínsecas que rigen el juicio ejecutivo
(CNCiv., Sala I, 1998/03/03, "Gorasso, María c. Montero, Alfredo", La Ley,
1999-F, 801, J. Agrup., caso 14.473 - JA, 1998-III-393).
4.7 Compensación
La compensación opera como defensa en el juicio ejecutivo con las
mismas exigencias probatorias que la excepción anterior.
La procedencia de la compensación está sometida a ciertas
restricciones. Se admite si el ejecutado prueba la existencia de un título
ejecutivo contra el actor, de la misma naturaleza que contra él se demanda.
Así, debe fundarse en un crédito líquido y exigible ejecutivamente,
porque la carencia de la primera condición obliga a recurrir previamente al
juicio de conocimiento para fijar su monto, y la ausencia de la segunda, por
estar pendiente de plazo o condición, tornaría al título en inhábil (CNCiv., Sala
B, 1995/09/06, "Chorowski, Jacobo A. c. Kasanetz, Luis A. y otros", La Ley,
1996-A, 688).
Asimismo, la oposición de modo eficaz de la excepción de
compensación en el juicio ejecutivo, requiere que el crédito que se invoque sea
de igual naturaleza que aquél cuya ejecución pretende el actor (mismo fallo
anterior).
En consecuencia, dado que en el juicio ejecutivo sólo es posible articular
la excepción de compensación mediante el ofrecimiento de un instrumento
representativo de un título ejecutivo -acorde con la enumeración de los arts.
523 y 524-, el camino de defensa no puede emprenderse si es que no se tiene
un crédito líquido o fácilmente liquidable y exigible (CNCiv., Sala G,
1998/11/02, "Garzoni, María c. Ricci, Matilde", La Ley, 1999-C, 115 - DJ,
1999-1-943).
4.8 Quita, espera, remisión, novación, transacción, conciliación y
compromiso documentado
Todas ellas son defensas que se sostienen en renuncias que puede
realizar el acreedor dentro de la disponibilidad de sus derechos y que importan
la extinción de la obligación originaria.
Si la renuncia se relaciona con una parte del crédito, hablaremos de
quita, y la excepción versará sobre esa porción de capital o intereses que
deviene improcedente de reclamo.
Por ejemplo, si el Estado de la Provincia de Santa Fe admitió la
existencia de una deuda en favor del actor, originada en la falta de pago de
parte del precio de la obra pública contratada y luego de efectuar dicho
reconocimiento con los alcances otorgados por los arts. 718, 721 y 722 del
Código Civil, las partes acordaron una quita de lo adeudado y el pago mediante
pagarés librados de conformidad con las prescripciones del decreto provincial
4749/88, no puede luego aquél alegar en el juicio ejecutivo un presunto exceso
en la determinación de la deuda (C.Civ. y Com., Santa Fe, Sala I, 1998/02/06,
"Construcciones Oliva S. A. c. Provincia de Santa Fe", LL Litoral, 1998-838).
La excepción de espera constituye un plazo concedido al deudor, ya sea
por disposición legal o por concesión del acreedor, o una prórroga del plazo
originario, concedida con posterioridad a la convención que originó el título
ejecutivo. La formulación de la excepción debe estar respaldada por los
documentos correspondientes, de los que debe resultar la concesión del nuevo
plazo o prórroga del originariamente fijado (CNCiv., Sala A, 1995/10/10,
"Zunino, María A. y otros c. Knoll, Nicolás A. y otro", La Ley, 1996-A, 791, con
nota de H. Eduardo Sirkin).
Un típico caso de espera son las refinanciaciones de deudas que no
importa novación de la deuda primitiva, y por lo tanto, impiden que se ejecuten
estos convenios repactados.
Cabe destacar que la espera debe provenir del acreedor ejecutante, sin
que pueda el Juez acordar un plazo indirecto, como resulta cuando, el a quo
mantiene la paralización del proceso ejecutivo a la espera de una decisión del
juez penal, sin analizar siquiera si este último la consideraba necesaria y, sin
indagar si en aquella sede había sido dictada alguna medida que involucrara a
la actora en los delitos allí denunciados.
De modo tal que al suspender sine die el derecho de ésta de obtener un
pronunciamiento jurisdiccional que resuelva sus pretensiones, tal conducta
aparece dotada de un excesivo rigorismo formal y afecta gravemente la
garantía consagrada en el art. 18 de la Constitución Nacional. Ello así, toda vez
que si las sentencias pudieran dilatar sin término la decisión del caso
controvertido, los derechos quedarían indefinidamente sin su debida aplicación,
con grave e injustificado perjuicio de quienes los invocan y vulneración de la
garantía de defensa en (CS, 1996/08/20, "Canteras Timoteo S.A. c. Mybis
Sierra Chica S. A. y otros", La Ley, 1996-E, 534).
En la remisión, habrá que distinguir el supuesto que se realiza a favor de
un fiador en cuyo caso estaremos ante una falta de legitimación activa, o que la
haya realizado a favor del deudor en cuyo caso se habrá de producir los
mismos efectos que el pago respecto a sus herederos, codeudores solidarios y
agotará la obligación a favor del acreedor (arts. 876 y siguientes del Código
Civil).
Así se afirma que, la ejecución es improcedente si el acreedor
efectivamente ha renunciado a cobrar honorarios a su comitente. No hay
obstáculo formal para que esa renuncia se haga valer en el pleito ejecutivo,
porque ha sido instrumentada y probada por escrito, en las condiciones que la
ley establece para la procedencia de la excepción de remisión (C.Civ. y Com.,
Córdoba, 3ª Nom.,1991/11/27, "Manubens Calvet, Román R. F. c.
Municipalidad de Jesús María", LLC, 1993-659).
La novación importa la extinción de la obligación originaria (art. 803,
Código Civil).
Para que la excepción por este motivo resulte proponible en el juicio
ejecutivo, debe hallarse acreditada en forma documental, dado que aquel modo
de extinción de la obligación no se presume.
Se ha dicho que, si la parte demandada no ha acompañado
documentación idónea para sustentar la excepción articulada y como las
circunstancias en que pretende fundar la novación aparecen vinculadas con el
origen de la obligación, la apertura de la causa a prueba y la nulidad solicitada
resultan improcedentes, desde que las acreditaciones ofrecidas no versan
sobre hechos conducentes que puedan ser examinados en el proceso
ejecutivo, tornándose, entonces, ineficaz la prueba ofrecida al respecto, que
son propias de un proceso de conocimiento (C.2ª Civ. y Com., La Plata, Sala I,
1995/10/05, "Gamboa, Luis c. Gamboa, María S.", DJBA, 149-6391).
Además, la novación es un acuerdo documentado, que no se prueba con
mecanismos indirectos como la entrega de cheques para saldar la deuda, a no
ser que ello se diga expresamente en el recibo ya que en caso contrario se
debe interpretar como una forma de pago sujeta a condición.
El compromiso es también un acuerdo al que las partes se sujetan para
que el conflicto sea resuelto por un árbitro o un amigable componedor.
Comúnmente, en el caso de que dicho acuerdo se hubiere celebrado
dentro de un contrato será llamado cláusula compromisoria; por el contrario, de
pactarse con posterioridad al vínculo contractual se lo conoce como
compromiso. La excepción en el juicio ejecutivo referencia a ambos supuestos.
Pero el compromiso puede tener otra interpretación para argumentarse
como defensa de fondo.
En efecto, la excepción de "compromiso documentado", es admisible en
juicio ejecutivo si existe un documento distinto del título en ejecución, cuya
presentación al momento de oponer la defensa demuestra que se ha pactado
la improcedencia del reclamo compulsivo.
No se confunde con la inhabilidad de título, desde que no está referida al
título mismo sino a un convenio complementario de aquél, que enerva su
eficacia ejecutiva.
Por ejemplo, el compromiso documentado que frustra la exigibilidad en
título ejecutivo de un pagaré, debe estar referido al mismo, como tal
individualizado, y no a la relación contractual que diera origen al libramiento
(TS Córdoba, Sala Civil y Com., 1998/02/23, "Hormix S. A. c. Celotti e Hijos,
Luis", LLC, 1999-510).
Finalmente la cosa juzgada, remite al análisis del art. 347 inc. 6º, aunque
debe recordarse que tras la reforma introducida por la ley 22.434, se faculta al
juez a declarar la existencia de cosa juzgada en cualquier estado de la causa,
siendo esta atribución extensiva al proceso ejecutivo.
La excepción de cosa juzgada, que tiene por objeto impedir la inútil
tramitación del proceso ejecutivo cuando media sentencia dictada en un
proceso anterior sustanciado entre las mismas partes y en virtud del mismo
título, es improcedente si se trata de tres títulos absolutamente diferenciados e
independientes entre sí (C.Civ. y Com., Junín, 1990/10/25, "Cooperativa Agrop.
Ltda. de Carabelas c. Restaine, Damián y otro", La Ley, 1993-C, 376).
La acción ejecutiva no puede encuadrarse en lo dispuesto por el art.
1101 del Código Civil, porque la sentencia que en dicho proceso se dicte
implica cosa juzgada meramente formal quedando abierto el juicio ordinario
posterior, motivo por el cual la denuncia penal de un supuesto delito
relacionado al título ejecutivo no justifica la suspensión de la ejecución, en el
caso hipotecaria (C.Civ. Com. y Penal, Zárate, 1998/12/03, "Banco de Crédito
Argentino c. Ignacio G. Amatrain S. A.", LLBA, 1999-746).
Nulidad de la ejecución
Art. 545. -- El ejecutado podrá solicitar, dentro del plazo fijado en el art. 542, por vía de
excepción o de incidente, que se declare la nulidad de la ejecución.
Podrá fundarse únicamente en:
1. No haberse hecho legalmente la intimación de pago, siempre que en el acto de pedir la
declaración de nulidad, el ejecutado depositara la suma fijada en el mandamiento u
opusiera excepciones.
2. Incumplimiento de las normas establecidas para la preparación de la vía ejecutiva,
siempre que el ejecutado desconozca la obligación, niegue la autenticidad de la firma, el
carácter de locatario, o el cumplimiento de la condición o de la prestación.
Es inadmisible el pedido de nulidad si el ejecutado no mencionare las excepciones que
no ha podido deducir, en términos que demuestren la seriedad de su petición.
1. Régimen de las nulidades en el juicio ejecutivo
Como una proyección autónoma de las regla previstas para las defensas
y excepciones, se reglamenta un sistema particular que actúa como régimen de
control de los presupuestos procesales para entablar una relación jurídica
válida en el juicio ejecutivo.
Están quienes sostienen que en realidad no hay autonomía, porque la
llamada nulidad de la ejecución del art. 545, constituye una defensa apareada
con las enumeradas en el art. 544 y no un tema previo y separado, de modo tal
que es de aplicación el art. 551 del mismo cuerpo que requiere una decisión
(CNCom., Sala D, 1992/12/11, "Banco de Crédito Rural Argentino S. A. c.
Ferrier S. A.", La Ley, 1993-E, 648, J. Agrup., caso 9453).
La nulidad persigue obrar como sanción legal a los actos que han
vulnerado el principio de legalidad instrumental, o cuando se hayan superado
sin cumplimiento etapas que en este proceso se consideran irrenunciables.
Al igual que el método dispuesto en los arts. 169 y ss., las nulidades se
toman como relativas, de manera que su aplicación requiere la petición expresa
del interesado.
Por tanto, se explica que el plazo establecido en los arts. 545 y concs.
del Código Procesal es de carácter perentorio, de manera que, transcurrido sin
la formulación del planteo de nulidad, queda operada la convalidación de los
actos eventualmente viciados (art. 170, mismo ordenamiento) (CNCiv., Sala F,
1996/02/07, "Asociación Mutual de la Industria y el Comercio de la República
Argentina c. Videla, Lucía T.", La Ley, 1996-D, 868 [38.909-S], - DJ, 1996-2708).
Planteado, aparecen tres notas características para su admisión: 1) la
nulidad debe estar prevista en la ley; 2) se priva al acto de sus efectos
normales; 3) la causa de la sanción es contemporánea a la celebración.
Asimismo se debe tener en cuenta que la nulidad de un determinado acto no lo
priva de absolutamente todos sus efectos sino de los esenciales, aquéllos que
se tienen en mira al ejecutarse.
2. Nulidad por excepción o por incidente
Entre el supuesto del incidente de nulidad y la excepción hay una
pequeña diferencia. En la última el objeto es impugnar la validez de los actos
procesales que han llegado a conocimiento del ejecutado con anterioridad a la
intimación de pago debiendo, en este caso, oponerla conjuntamente con el
resto de las excepciones. Mientras que el incidente se reserva para cuestionar
la validez de la notificación o los actos posteriores en virtud de lo normado por
los arts. 169 y siguientes.
La doctrina interpreta que el planteo de nulidad de la ejecución debe
efectuarse en la oportunidad de oponer excepciones, o por incidente, cuando el
vicio invocado haya llegado a conocimiento del damnificado con posterioridad
(CNCiv., Sala A, 1998/02/24, “Moyano Nores, José M. c. Istephanian, Claudio
A. y otros”, La Ley, 1999-C, 786, J. Agrup., caso 13.884).
En el caso del planteo de nulidad por vía de excepción propuesto en el
primer inciso de la norma, se requiere que la intimación de pago haya sido
válida. Sin embargo, la procedencia no es tan simple, porque de haberse
consentido, o sin presentar la impugnación revestida de los demás
presupuestos de entrada, la excepción deviene inadmisible.
Por eso se ha dicho que, en virtud de lo dispuesto por el art. 545, cuando
la nulidad de la ejecución se fundare en la circunstancia de no haberse hecho
legalmente la intimación de pago, es condición de admisibilidad de ese planteo
que el ejecutado deposite la suma fijada en el mandamiento u oponga
excepciones (inc. 1°, art. citado) (CNCiv., Sala E, 1984/06/08, “Municipalidad
de la Capital c. Martínez, Benito y otro”, La Ley, 1984-D, 337 - ED del 26/10/84,
p. 15).
También, de conformidad con el criterio restrictivo que rige en materia de
nulidades procesales, si no se ha hecho legalmente la intimación de pago, el
demandado, para acreditar su interés y el perjuicio sufrido, debe depositar la
suma fijada en el mandamiento u oponer excepciones, no sólo mencionándolas
sino fundándolas para demostrar la seriedad de su petición (CNCiv., Sala A,
1998/03/17, "Garrido, Esteban c. Trujillo de Mari, Inés M.", La Ley, 1998-C,
831).
Por su parte, el inciso 2º resguarda la regularidad de la etapa de
preparación de la vía ejecutiva, y como sucede en el primer caso, el control
sobre los presupuestos queda condicionado a que el ejecutado desconozca la
obligación, niegue la firma que se le atribuye, o contradiga el carácter que se le
atribuye en la relación jurídica que se pretende demostrar.
En uno y otro supuesto, la nulidad se debe interponer dentro del plazo
para oponer excepciones.
Ahora bien, en el caso de peticionarse por vía incidental, se podrá
cuestionar la validez de la notificación de la intimación de pago que habrá de
impedir la posibilidad de oponer excepciones en debido tiempo. La resistencia
depende que no exista subsanación de los vicios que afectan dichos actos.
Sin perjuicio de lo anterior, cualquier cuestionamiento respecto a la
validez de actos posteriores no requerirá el cumplimiento de tales extremos.
Finalmente, el artículo en comentario no debe entenderse como limitativo de
las nulidades genéricas analizadas en los arts. 169 y ss.
3. Requisitos generales y propios de las nulidades
Las nulidades del juicio ejecutivo no difieren de los principios aplicables
en general para las nulidades de los actos procesales, con la única diferencia
de los requisitos que deben integrarse al tiempo de ser presentadas.
Es necesario que exista un perjuicio para el ejecutado, y que el mismo
sea alegado y demostrado, toda vez que impera la regla de impedir consagrar
una nulidad por la nulidad misma (art. 172, 2º párrafo).
En efecto, como la mayor parte de las nulidades procesales son de
carácter relativo y por tanto, subsanables por medio de la confirmación expresa
o convalidación tácita, el transcurso del tiempo, o la actuación siguiente al acto
irregular, purga los vicios eventuales del proceso.
Subsistencia del embargo
Art. 546. -- Si se anulare el procedimiento ejecutivo o se declarare la incompetencia, el
embargo trabado se mantendrá, con carácter preventivo, durante quince días contados
desde que la resolución quedó firme. Se producirá la caducidad automática si dentro de
ese plazo no se reiniciare la ejecución.
1. Vigencia de las medidas cautelares
Decretada la nulidad procesal del trámite, o habiéndose declarado la
incompetencia del tribunal para entender en el juicio ejecutivo promovido, el
proceso vuelve a su punto de inicio, es decir, se anula todo lo actuado desde el
momento en que el vicio se produce.
La anulación obedece al error de procedimiento, y no puede afectar ni
alcanza a las actuaciones cumplidas en orden a la admisión formal del título
ejecutivo, el cual al tener superada la etapa de verosimilitud, proyecta su
eficacia a los actos de aseguramiento que se hubieran conseguido.
Por eso, si bien el código refiere al mantenimiento del embargo
decretado, la continuidad alcanza a otras medidas cautelares, como la
inhibición general de bienes, o las intervenciones dispuestas.
2. Plazo de vigencia
El error in procedendo exige reparación inmediata, acordando al actor un
plazo de quince días (hábiles) contados desde que queda firme la providencia
que declara la nulidad, para reiniciar la ejecución o enmendar el vicio advertido.
Si transcurre el tiempo estabelcido y el actor no concreta los actos
consecuentes, cesa ipso iure la vigencia del embargo; quedando a cargo del
afectado el levantamiento de las medidas ordenadas, sin más trámite que
requerir la emisión de los oficios necesarios para informar al registro respectivo
cuando se trate de bienes inmuebles o muebles registrables.
Si lo embargado fuesen bienes muebles, útiles y/o mercaderías, la
caducidad es automática.
Trámite
Art. 547. -- El juez desestimará sin sustanciación alguna las excepciones que no fueren
de las autorizadas por la ley, o que no se hubieren opuesto en forma clara y concreta,
cualquiera sea el nombre que el ejecutado les hubiese dado. En ese mismo acto dictará
sentencia de remate.
Si se hallaren cumplidos los requisitos pertinentes, dará traslado de las excepciones al
ejecutante por cinco días quien al contestarlo ofrecerá la prueba de que intente valerse.
No se hará declaración especial previa acerca de la admisibilidad o inadmisibilidad de
las excepciones.
1. Trámite de las excepciones. Rechazo in limine
El trámite de las excepciones admite dos caminos posibles: a)
sustanciarlas de inmediato, sin que ello signifique una admisión implícita al
correr traslado, y b) rechazarlas in limine por no ser debidamente planteada
(fundamentación) o no pertenecer al cuadro de aquéllas que resultan posibles
de articular (autorizadas por el art. 544).
La facultad de conferir traslados no es privativa del Secretario aun
cuando el Código Procesal en su art. 38 la prevea dentro de sus funciones,
pues tal actuación corresponde -generalmente- en primer término al juez, como
en el caso de traslado de las excepciones en el juicio ejecutivo, en el que éste
debe apreciar -de conformidad con el art. 547 del mismo ordenamiento- si las
interpuestas se tratan de aquellas autorizadas por la ley o si se interpusieron en
forma clara y concreta (CNCom., Sala E, 1999/12/15, "Banco Bansud S. A. c.
Pro-Far S. R. L.", DJ, 2000-3-427).
La facultad que el art. 547 confiere al juzgador, no se limita a las
excepciones no autorizadas por la ley, sino también a aquellas que no obstante
encontrarse comprendidas en la misma, carecen "ab initio" de los requisitos
básicos para ser considerada como tales.
Por eso, el rechazo de las excepciones sin sustanciación, no invalida el
procedimiento, pues ese traslado constituye una forma ordenatoria y no una
forma decisoria (CNCom., Sala D, 1995/04/20, "Bacs S. A. c. Wagmaister,
Samuel", La Ley, 1995-E, 47. - DJ, 1995-2-670).
La circunstancia de que el juez haya dispuesto conferir traslado de una
excepción afectada por una de las deficiencias a las que alude el art. 547, no
configura obstáculo para que, en oportunidad de pronunciar sentencia, se
rechacen las defensas, mandando llevar adelante la ejecución.
En efecto, recuérdese que la resolución que ordena el traslado de las
excepciones no constituye juicio definitivo acerca de su admisibilidad (CNCom.,
Sala E, 1996/06/19, "Garona Luzuriaga, Hernán c. Kuzis, Alfredo", La Ley,
1996-E, 290 - DJ, 1996-2-1300); y que el párrafo tercero de la norma,
claramente dispone que no se hará declaración especial acerca de la admisión
o rechazo de las excepciones.
2. Prueba de las excepciones
Un tercer camino en el trámite formal se encuentra cuando la excepción
se plantea denominando de una manera distinta pero con fundamentos
suficientes y claros para dar traslado como si fuera una de las que el art. 544
autoriza.
En el caso, la sustanciación no significa que el Juez resuelva admitir la
defensa, sino que hará uso del ya mencionado principio iura novit curia
subsumiendo la presentación en una de las excepciones correspondientes.
Las defensas se sustanciación mediante notificación expresa, es decir
librando cédula al ejecutante (art. 135 inciso 2º), salvando opiniones en
contrario que estiman que la comunicación se practica "ministerio legis".
Por su parte, el ejecutante, deberá contestar la excepción opuesta y, en
su caso, ofrecer toda la prueba de la que intente valerse, de la que se dará
traslado al ejecutado. En caso de no hacerlo, el juez sin más trámite dictará la
sentencia.
Cabe observar que, la solución contemplada en el art. 547, párrafo 2º,
no se opone al art. 333 del mismo, en cuanto determina la agregación de la
prueba documental al tiempo de la demanda, siempre y cuando la que se
ofrezca al contestar el traslado de la excepción se limite tan solo a desvirtuar la
defensa y no a introducir elementos de juicio que fueran omitidos en el
comienzo del proceso (CNCom., Sala B, 1994/11/24, "Banco Shaw S. A. c.
Distribuidora Me S. R. L.", La Ley, 1995-B, 500. - DJ, 1995-2-680).
Excepciones de puro derecho. Falta de prueba
Art. 548. -- Si las excepciones
constancias del expediente,
sentencia dentro de diez días
el plazo se contará desde que
fueren de puro derecho o se fundasen exclusivamente en
o no se hubiere ofrecido prueba, el juez pronunciará
de contestado el traslado; si no se lo hubiere contestado,
se hubiere requerido la resolución.
1. Cuestión de puro derecho
Cuando las excepciones no requieren de producción probatoria, por
resultar situaciones a interpretar con las constancias que obran agregadas en
el expediente judicial, el Juez debe proceder a resolverlas en el plazo de diez
días contados desde que se contestó el traslado de las defensas deducidas por
el ejecutado.
En efecto, tal será la solución cuando: 1) la prueba ofrecida se basa en
los instrumentos públicos o privados reconocidos obrantes en autos; 2) no se
hubiese ofrecido prueba alguna 3) en caso de que la propuesta se declarare
inútil, dilatoria o carente de eficacia; 4) cuando lo controvertido sea
exclusivamente el derecho o, de existir controversia sobre hechos, ella sea
sobre los calificados como inconducentes.
Puede ocurrir que el Juez dicte por error la providencia que declare la
cuestión de puro derecho, en cuyo caso se ha dicho que, ella no debió haber
sido dictada por el a quo, habida cuenta que si consideraba innecesaria la
apertura a prueba de las excepciones opuestas, tuvo que haber dictado la
correspondiente resolución y, eventualmente, la sentencia dentro del plazo de
diez días a partir de la presentación del escrito en que se contesta el traslado
de la defensa opuesta. Por ello, y sin perjuicio de lo que pueda resolverse en la
oportunidad procesal pertinente, deben volver a los autos a primera instancia a
fin de que se resuelva sin más trámite la excepción opuesta (CNCiv., Sala A,
1984/03/13, "Pignani, Augusto A. c. Arambarri, Eder N. y otro", La Ley, 1984-C,
253 - DJ, 984-O, 17).
Asimismo, la prescindencia del juez de las pruebas propuestas por la
ejecutada para decidir las excepciones opuestas no invalida, en principio, la
sentencia que manda llevar adelante la ejecución, pues conforme lo dispone el
art. 548 puede legalmente desestimarlas sin recurrir a la apertura a prueba y
sin afectar, en consecuencia, la regularidad del pronunciamiento (CNCiv., Sala
B, 1995/10/31, "Adpa S. A. c. Pimiento S. R. L.", DJ, 1996-1-1260).
Prueba
Art. 549. -- Cuando se hubiere ofrecido prueba que no consistiese en constancias del
expediente, el juez acordará un plazo común para producirla, tomando en consideración
las circunstancias y el lugar donde deba diligenciarse.
Corresponderá al ejecutado la carga de la prueba de los hechos en que funde las
excepciones.
El juez, por resolución fundada, desestimará la prueba manifiestamente inadmisible,
meramente dilatoria o carente de utilidad.
Se aplicarán las normas que rigen el juicio sumario supletoriamente, en lo pertinente.
1. Apertura a prueba
En forma expresa establece el artículo que sólo procederá la apertura a
prueba en un proceso ejecutivo en el supuesto de que se hubiere ofrecido
prueba que fuere ajena a las constancias de autos.
Del tercer párrafo del artículo se toma que es requisito sine qua non que
la prueba ofrecida sea admisible y pertinente (art.364). Si las dos exigencias
enunciadas no se encuentran presentes, el expediente pasará a sentencia sin
más trámite.
En este aspecto, dado que es facultad del sentenciante desestimar las
medidas probatorias que aprecie manifiestamente inconducentes, las pruebas
orientadas a dirimir la falsedad ideológica del título -en el caso, se opuso la
defensa de abuso de firma en blanco- resultan improcedentes dentro del
proceso ejecutivo en tanto es ajena a su continencia la relación causal
antecedente de los títulos ejecutados (CNCom., Sala A, 1999/03/18,
"Fernández, Jorge R. c. Toce, Abel J.", La Ley, 1999-E, 680 - DJ, 2000-1-186).
El criterio que se utiliza para abrir la causa a prueba es restrictivo
debiendo el juez realizar un análisis de cada uno de los medios ofrecidos,
teniendo la obligación de desestimar aquella que no considere útil, que sea
dilatoria o manifiestamente inadmisible. En consecuencia, se trata de una
facultad ordenatoria.
2. Plazo y objeto de prueba
No establece el código un plazo de prueba especial para el juicio
ejecutivo, aunque la celeridad y constricción del trámite obligan a considerar
una brevedad manifiesta. No obstante, el término queda supeditado al criterio
del juez, quien lo establecerá teniendo en consideración la complejidad de las
pruebas a producir.
Ahora bien, si tenemos presente que la prueba en el juicio ejecutivo no
se puede dirigir a los hechos o, más precisamente, a la causa de la obligación,
las verificaciones tendrán que ser dirigidas a la validez del título o documento
que se pretenda ejecutar.
En tal circunstancia, la controversia se reduce al instrumento, y como tal,
son pocas las acciones que pueden desarrollarse para confirmar su eficacia
ejecutiva (v.gr.: bastaría con la prueba pericial cuando se manifiesta la
adulteración).
Previendo el abuso probatorio, el código ha dispuesto la desestimación
fundada de la prueba no esencial; y de aplicar las normas que rigen el proceso
ordinario (aunque el art. 549 remite al sumario, pensamos que es por una
inadvertencia más de la ley 25.488 que derogó esta modalidad de
procedimiento), el Juez puede indicar qué pruebas estima conducentes para
alcanzar certidumbre y fehaciencia documental.
En consecuencia, la apertura a prueba de las excepciones en el juicio
ejecutivo es una facultad del tribunal, que puede prescindir válidamente de esta
etapa procesal cuando la considera inútil, por ser los elementos obrantes en la
causa suficientes para resolver (CNFed. Contenciosoadministrativo, Sala III,
1988/02/23, “Procuración del Tesoro de la Nación c. López Rega, José”, La
Ley, 1988-C, 473 - DJ, 988-2-874).
3. Carga de la prueba
El principio cardinal en materia probatoria es que incumbe la carga de
demostrar la razón y verdad de sus afirmaciones al que alega un interés y
derecho en su favor.
El art. 377 sostiene la necesidad de verificar la relación de hecho y la
aplicación del derecho que se invoca.
En materia ejecutiva sucede una particularidad. Los hechos que
constituyen la pretensión se sostienen en el título ejecutivo cuya calidad,
fehaciencia y regularidad condicionan la admisión de esta vía rápida. En
consecuencia, la autorización formal de la demanda ejecutiva, depende de la
presunción inicial que manifieste verosímil al documento cuya ejecución se
intenta.
Si bien es cierto que, después de realizar esta primera compulsa sobre
el título, el Juez vuelve a hacerlo al tiempo de dictar la sentencia, sus poderes
no son los mismos. En la oportunidad del art. 531 obra de oficio y asume el
control original de la verificación del instrumento de la ejecución y en la del art.
547, su competencia se limita a examinar las objeciones opuestas por vía de
excepción.
Por ello, las deficiencias o vicios del título ejecutivo que no fueron
materia de debate introducida por el excepcionante, importan consentir o
aceptar la eficacia ejecutiva, cuestión que veda al juez un pronunciamiento al
respecto.
La segunda parte del art. 549 pone en cabeza del ejecutado la carga de
la prueba los hechos en que funde las excepciones, estableciendo así un
principio al que cabe estar porque es de la propia esencia de la materia en que
le corresponde gobernar (CNCom., Sala B, 1988/03/08, "Houston, Robin c.
Reynal, Enrique", La Ley, 1989-B, 614, J. Agrup., caso 5980).
Comienza aquí una etapa distinta a la primera, donde el Juez tuvo que
dar admisión a la prueba liminar de procedencia ejecutiva; ahora ingresa en
una regla específica que, según explica Palacio, puede o no coincidir con el
principio general establecido en el art. 377 (Derecho Procesal Civil, tomo VII,
cit., pág. 438).
Cuando se referencia a la prueba de los hechos, en materia ejecutiva
hay que continuar la senda por la que transita el título ejecutivo, que es el
objeto fundante de la pretensión, de modo tal que la prueba del demandado
(ejecutado) será correspondiente con la enumeración de situaciones del art.
544.
Por eso, las excepciones sustanciales deben por vía de principio ser
probadas con documentos emitidos por el ejecutante, relacionados con la
deuda que reclaman y, en general, de carácter probatorio autosuficiente.
De ser así, la prueba de los hechos impeditivos y extintivos le
corresponde a quien los alega, pues los hechos modificativos no son posibles
de articular en el juicio ejecutivo, toda vez que no se pueden sustanciar ni son
admisibles las cuestiones que se vinculan con la causa de la obligación.
Si advertimos este nexo entre objeto a probar y motivos de excepción,
pronto se advertirá que la aplicación supletoria de las normas del juicio de
conocimiento se trata más para limitar la prueba que para ampliar las
facultades de intervención jurisdiccional.
Dice acertadamente Fenochietto que de esta manera, se evita que el
procedimiento no cumpla con la función específica para la que ha sido creada
por el legislador fijando determinadas pautas. Por tanto, no se autorizan otros
medios probatorios que no sean los mencionados en la ley, debiendo
desterrarse la testifical; o bien, no se permite producir prueba fuera de la
jurisdicción del juzgado. Por último, se remite a la discrecionalidad judicial el
calificativo de inútil a aquellos medios probatorios impropios o innecesarios a
los fines de la prueba de la excepción (Código Procesal..., tomo 3, cit., pág.
111).
En conclusión, existe una inversión del onus probandi porque el
ejecutante demuestra "su verdad" (la validez formal del título ejecutivo) al
tiempo de deducir la pretensión; mientras que, si el ejecutado plantea
excepciones y abre una instancia de discusión que ordinariza el proceso, es a
él a quien le corresponde probar lo inverosímil el título ejecutivo.
En este aspecto, se ha señalado que si fue desvirtuado el carácter
ejecutivo del proceso -pues se requirió la prueba de la facturación mensual de
la empresa demandada para establecer el importe de la tasa de inspección,
seguridad e higiene y, con ello, se desconoció el carácter ejecutivo de la boleta
de deuda ante su impugnación por la demandada-, no fue correcto mandar
llevar adelante la ejecución por el monto de la boleta ante el fracaso de la
prueba de libros ofrecida por la demandada. En efecto, en tales circunstancias
resulta inaplicable el segundo párrafo del art. 549 del Cód. Procesal, y debió
ser la actora quien probara la real magnitud de su crédito (CS, 1996/10/10,
"Municipalidad de General Roca c. Empresa Nac. de Telecomunicaciones", La
Ley, 1997-C, 17).
Sentencia
Art. 550. -- Producida la prueba se declarará clausurado el período correspondiente; el
juez pronunciará sentencia dentro de los diez días.
1. Finalización del período de prueba
Vencido el plazo de prueba, corresponde dictar sentencia en el plazo de
diez días sin necesidad de que las partes lo requieran.
Si las excepciones se fundan en cuestiones que pueden ser apreciadas
con las constancias agregadas en el expediente, el término establecido para
pronunciarse comienza a contarse desde que se contestó la excepción
deducida.
Finalmente, de requerirse la apertura a prueba, no existiendo en estos
procesos alegatos, la producción cumplida determina que, en forma
automática, pasará la causa para definitiva.
Sentencia de remate
Art. 551. -- La sentencia de remate sólo podrá determinar que se lleve la ejecución
adelante, en todo o en parte, o su rechazo.
En el primer caso, al ejecutado que hubiese litigado sin razón valedera u obstruido el
curso normal del proceso con articulaciones manifiestamente improcedentes, o que de
cualquier manera hubiese demorado injustificadamente el trámite, se le impondrá una
multa a favor del ejecutante, cuyo monto será fijado entre el cinco por ciento y el treinta
por ciento del importe de la deuda, según la incidencia de su inconducta procesal sobre
la demora del procedimiento.
1. Sentencia de remate
Técnicamente no se afronta una sentencia de remate sino un
pronunciamiento que manda llevar adelante la ejecución. Su denominación se
mantiene por tradición vernácula sin distinguir entre aquella que hace lugar a la
pretensión y la que la rechaza.
La decisión estimará lo planteado si no hay excepciones opuestas, o si
ellas resultan denegadas. A contrario sensu, la admisión de las excepciones
importa cancelar el progreso de la acción ejecutiva.
La sentencia del juicio ejecutivo no es "de condena", pues sólo tiene el
alcance y efecto previsto en el art. 551 párrafo primero del Código Procesal
(CNCom., Sala D, 1997/06/03, "Emirian, Artin c. Abadjian, María C.", La Ley,
1998-B, 920, J. Agrup., caso 12.501).
Las formas que deben cumplirse son iguales a las del art. 163, pese a
que no se trata más que de una providencia de carácter inusual que supone
reconocer la eficacia ejecutiva del título presentado, y disponer la realización de
los bienes que se hubieran embargado.
En los hechos, la ejecución propiamente dicha comienza tras este
pronunciamiento, de modo tal que debe establecer las bases de la liquidación
(conf. art. 165) y postergar para la etapa de liquidación lo referente a
accesorias, intereses, costas y honorarios definitivos.
La sentencia de remate cumple la finalidad de poner en conocimiento del
deudor el monto por el que la ejecución prospera y las bases de lo
jurídicamente adeudado. Debe determinar, entonces, la fecha de la mora, como
comienzo del cómputo de las cadenas accesorias aun aceptando que las
formas de la sentencia en el juicio ejecutivo no están sujetas a las formalidades
de las que se pronuncian en el ordinario, es imprescindible que ella contenga la
decisión expresa, positiva y precisa de todas las pretensiones con arreglo a la
acción deducida (CNCiv., Sala H, 1996/05/13, "Banco Credicoop Coop. Ltdo. c.
Tilotta", La Ley, 1997-A, 375, J. Agrup., caso 11.258).
2. Inconducta procesal
La multa prevista en el art. 551 del Código Procesal sanciona dos
conductas autónomas y distintas: a) Litigar sin razón valedera obstruyendo el
curso normal del proceso con articulaciones manifiestamente improcedentes, y
b), demorar injustificadamente el trámite.
La conducta del litigante es temeraria cuando posee la certeza o una
razonable presunción de que litiga sin razón valedera, teniendo conciencia de
su sinrazón. Se trata, en efecto, del ejercicio arbitrario de la facultad de
accionar, sea deduciendo pretensiones o defensas cuya falta de fundamento es
evidente (Gozaíni Osvaldo A., Temeridad y malicia en el proceso”, Editorial
Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2002, pág. 65).
También se prevé la conducta maliciosa de las partes al sancionar al
litigante que hubiera obstruido el curso normal del proceso con articulaciones
manifiestamente improcedentes o que de cualquier otra forma hubiere
demorado sin causa ni fundamento válido el procedimiento habitual del proceso
respectivo.
Las conductas descriptas en el art. 551 párrafo segundo, deben
configurar un comportamiento imputable que demuestre sin duda alguna que
se litiga sin razón valedera, o se obstruye el curso normal del proceso, con
articulaciones manifiestamente improcedentes, que pretenden postergar la
llegada a la sentencia.
La distinción entre ambas situaciones queda enmarcada en una injusta
oposición, unida al deliberado propósito de diferir el pronunciamiento de la
condena (CNCiv., Sala A, 1994/02/11, “Sortino, Gustavo F. y otros c.
Carbonere, Analgiro A. y otro”, JA, 1994-IV-594)
El análisis de la conducta obstruccionista de los litigantes debe
realizarse con mayor severidad en el juicio ejecutivo a fin de establecer si
corresponde la imposición de las sanciones previstas, por tratarse de un
proceso con carácter específico integrado por un menor número de actos,
reducidos temporalmente para asegurar mayor celeridad y sumariedad
(CNCiv., Sala A, 1999/10/04, “Puglisi, Domingo y otro c. Rivadeneira Ponce,
José Luis y otro”, ED, 187-560)
La conducta temeraria se produce cuando se deducen pretensiones o
defensas cuya admisibilidad o falta de fundamento no puede ignorarse con
arreglo a una pauta mínima de razonabilidad.
Por tanto, para su configuración no es suficiente el simple elemento
objetivo, representado por la carencia de fundamento o por la injusticia de la
pretensión o de la oposición, pues es necesaria la conciencia de la propia sin
razón (CNCiv., Sala B, 1998/03/23, "Atmadjian, Elisa E. y otro c. Ros, Luis E. y
otro", La Ley, 1998-D, 292).
Cabe agregar que, la simple articulación de defensas que se desestiman
no resulta suficiente para configurar la inconducta procesal prevista (CNCiv.,
Sala A, 1995/09/12, “Huaco de Hearne, Susana B. y otros c. Figueroa, Graciela
o Figueroa y Rodríguez Scotti, G.”, La Ley, 1997-D, 849 [39.694-S] - ED, 166180).
Estas cuestiones, vinculadas con la apreciación de la conducta de los
litigantes, al igual que las que derivan de las facultades que otorga el art. 551 a
los magistrados de la causa son ajenas, como principio, a la instancia
extraordinaria (CS, 1976/10/21, "Moline O'Connor, Eduardo c. Perkins, Gladys
L.", Fallos, 296:228).
Por ejemplo, la conducta procesal de quien en el proceso de ejecución
de alquileres primero manifiesta que no abona por carecer de dinero y luego
desconoce de forma improcedente la firma inserta en el contrato de locación,
teniendo en cuenta que fueron certificadas por escribano público, encuadra en
los términos del art. 551 por haberse conducido temerariamente en el pleito
(CNCiv., Sala E, 2000/05/31, "Capdevila Vila, Helena c. Trimarco Digo, José
María", ED, 189-148).
Asimismo, se ha dicho que los principios contenidos en el art. 45 del
Código Procesal se complementan, en el proceso ejecutivo, con la previsión del
art. 551 del mismo ordenamiento, que comprende no sólo a la conducta
temeraria o maliciosa, sino que, además, sanciona a quien obstruye el curso
normal del proceso con articulaciones manifiestamente improcedentes o, de
cualquier manera, demora injustificadamente el trámite. A su vez, se establece
idéntica previsión en el art. 594, cuando el ejecutado dilata innecesariamente el
cumplimiento de la sentencia de remate (CNCiv., Sala A, 1997/04/29,
"Emprendimiento Recoleta S. A. c. Muñiz, Gladys E. y otro", La Ley, 1997-D,
839 (39.648-S); también, CNCiv., Sala A, 1999/02/03, "S. G. y otros c. G., A.",
La Ley, 1999-D, 426).
Esta sanción es terminante en el sentido de que al ejecutado que incurra
en inconducta procesal se le impondrá una multa en favor del ejecutante, pero
se convalidaría una desigualdad si el comportamiento procesal del actor no se
apreciara con similar rigor, pues resulta tan reprochable entorpecer el cobro del
crédito como obligar a litigar a quien ha pagado (CNCiv., Sala G, 1996/12/27,
"Municipalidad de Buenos Aires c. Pieragostini, Humberto", La Ley, 1997-B,
796 [39.351-S]).
La multa referida debe establecerse sobre el capital reclamado y que se
condena a pagar en la sentencia de trance y remate, con exclusión de los
intereses y las costas, conclusión que emerge de la comparación del
mencionado artículo y el art. 594 del mismo cuerpo legal, ya que éste hace
mención del "importe de la liquidación aprobada" distingo que no existiría en
caso de que otra fuere la solución.
3. Casuística
La circunstancia que el ejecutado presentara defensas que
necesariamente impuso la recepción de pruebas para su dilucidación, como en
el caso de la negativa de su propia firma, y que luego, en pleno trámite de
éstas, se allanó a la demanda y que no se haya traído una explicación
satisfactoria de tal conducta, reconociéndose por otra parte que intentó el pago
del crédito por la vía indirecta de un subrogante, importó para el resultado final
del proceso una dilación innecesaria, que lo hace pasible de la sanción
establecida (CNCom., Sala B, 1981/10/01, "Miguet, Miguel P. c. Mateos, Luis y
otro", ED, 97-222).
También, si por un lado se niega categóricamente la firma de un
documento y, por otro, se admite la posibilidad de que haya existido un
documento de favor (lo que no es discutible en juicio ejecutivo), se configura
una conducta sinuosa condigna de sanción, por lo que corresponde aplicar la
multa prevista al demandado que motivó la demora injustificada del juicio
oponiendo la excepción de falsedad que exigió una pericia caligráfica cuyo
resultado fue adverso al excepcionante (CNCom., Sala C, 1980/11/07,
"Marzolini, Nélida E. c. Moro, Juan", La Ley, 1981-A, 315).
La circunstancia de haber dado lugar el ejecutado a una tramitación
adicional como es la pericia caligráfica para establecer la autenticidad de una
firma, provocando de tal forma una indudable dilación en el tiempo de duración
del proceso ejecutivo, autoriza la aplicación de la multa establecida en el art.
551 (CNCom., Sala C, 2000/02/04., "Cerámica General Pacheco c. Prado,
Rubén O.", La Ley, 2000-D, 857 [42.830-S] - DJ, 2001-1-303).
Notificación al defensor oficial
Art. 552. -- Si el deudor con domicilio desconocido no se hubiese presentado, la
sentencia se notificará al defensor oficial.
1. Notificación
El supuesto previsto se configura en el caso de citación al demandado
por edictos, sin que éste haya comparecido.
Su finalidad no es de simple formalidad, pues el Defensor oficial puede
interponer el recurso que entienda procedente contra la sentencia, si interpreta
que existen causas fundadas para hacerlo.
Pero, al cursarse la intimación de pago en un domicilio denunciado bajo
la responsabilidad de la ejecutante, no corresponde la intervención del defensor
oficial, atento a no ser éste el caso previsto en el art. 552 del Cód. Procesal,
pues no se trata de un deudor con domicilio desconocido (CNCom., Sala C,
1997/06/24, “Banco de Galicia y Buenos Aires c. Solari, Carlos O.”, La Ley,
1997-E, 231)
Juicio ordinario posterior
Art. 553. -- Cualquiera fuere la sentencia que recaiga en el juicio ejecutivo, el ejecutante o
el ejecutado podrán promover el ordinario, una vez cumplidas las condenas impuestas.
Toda defensa o excepción que por la ley no fuese admisible en el juicio ejecutivo podrá
hacerse valer en el ordinario.
No corresponderá el nuevo proceso para el ejecutado que no opuso excepciones,
respecto de las que legalmente pudo deducir, ni para el ejecutante, en cuanto a las que
se hubiese allanado.
Tampoco se podrá discutir nuevamente las cuestiones de hecho debatidas y resueltas
en el juicio ejecutivo, cuya defensa o prueba no tuviese limitaciones establecidas por la
ley, ni las interpretaciones legales formuladas en la sentencia, ni la validez o nulidad del
procedimiento de la ejecución.
La falta de cumplimiento de las condenas impuestas podrá ser opuesta como excepción
de previo y especial pronunciamiento.
El juicio ordinario promovido mientras se sustancia el ejecutivo no produce la
paralización de este último.
1. Principios generales
Con la reforma introducida por la ley 25.488, este procedimiento de
conocimiento tramitará según las normas del juicio ordinario. Es la instancia
adecuada que posee el ejecutado para debatir la causa del crédito reclamado,
y tiene como objetivo el resarcimiento del daño producido por la ejecución del
título que se cuestiona.
Se debe tener en cuenta que para poder incoar este proceso posterior,
quien lo haga deberá acreditar haber cumplimentado todas las obligaciones
provenientes de la sentencia del proceso ejecutivo.
En este juicio ordinario posterior la pretensión del actor no puede
exceder el marco de la relación jurídica que motivó el juicio ejecutivo anterior y
la satisfacción de sus condenas.
Por ello, no tiene como finalidad rever lo decidido, sino agotar el
pronunciamiento sobre la totalidad de las facetas involucradas en el conflicto,
atento el restringido ámbito cognoscitivo de aquél (CNCom., Sala A,
1998/11/18, “Rodríguez, Luis N. c. Príncipe, Héctor R.”, La Ley, 2000-A, 587
[42.388-S] - ED, 182-831).
Unicamente procede la revisión en los casos en que existan defensas
inoponibles por su naturaleza en dicho juicio, o cuando no se las pudo hacer
valer por las limitaciones de ese tipo de proceso. (CNCiv., Sala C, 1984/04/10,
“Dello Russo, América I. y otro c. Buenos Aires Building Society, S. A.”, La Ley,
1984-C, 330 - DJ, 984-0-18 - ED del 29/6/84, p. 7).
En idéntico sentido se afirma que, no es absoluto el principio según el
cual la sentencia pronunciada en el juicio ejecutivo sólo produce cosa juzgada
formal. El juicio de conocimiento posterior no tiene por objeto suplir los errores
o las negligencias en que las partes hubiesen incurrido, sino desarrollar un
procedimiento de amplia discusión donde se admitan pruebas y defensas que
no pudieron ser alegadas en el ejecutivo (CNCom., Sala B, 1996/08/05,
"Pascual, Francisco c. Rodríguez, Leonor", La Ley, 1997-F, 980, J. Agrup.,
caso 12.198).
En definitiva, habrá que recordar que las manifestaciones relativas a la
causa o ilicitud de la obligación resultan inconducentes en el juicio ejecutivo,
pues exceden el tenor literal exclusivo de los documentos y contrarían, por
ende, los principios de completitividad y abstracción propios de los papeles de
comercio que les restan toda significación.
Es por ello que todas las cuestiones relacionadas con la fuente del título
ejecutivo quedan reservadas para el eventual proceso ulterior (CNCom., Sala
A, 1994/11/24, "Caja de Crédito Coop. La Capital del Plata c. Luis, María Inés",
La Ley, 1995-C, 686, J. Agrup., caso 10.372); sin perjuicio de señalar la
finalidad de rever lo decidido respecto a la totalidad de las facetas involucradas
en el conflicto, atento el restringido ámbito cognoscitivo de aquél (CNCom.,
Sala A, 1998/11/18, "Rodríguez, Luis N. c. Príncipe, Héctor R.", La Ley, 2000A, 587 [42.388-S] - ED, 182-831).
Así queda dicho que, la acción ordinaria posterior al juicio ejecutivo no
carece de límites: la frontera de lo que puede discutirse es la efectiva
controversia y prueba exhaustiva introducida y producida; pues no pueden
existir dos contradictorios plenos sobre una misma cuestión y porque cuando
las cuestiones resueltas por la sentencia pronunciada en el proceso de
ejecución fueron de amplia sustanciación, debate y resolución en ambas
instancias, juega el art. 553 que dispone la prohibición de introducirlas en un
juicio ordinario posterior (CNCom., Sala B, 1996/08/05, "Pascual, Francisco c.
Rodríguez, Leonor", La Ley, 1997-F, 980, J. Agrup., caso 12.196).
2. Cumplimiento de las condenas impuestas
Si bien para abrir la vía ordinaria previamente deben cumplirse las
condenas impuestas en el juicio ejecutivo, conforme lo establecido por el art.
553 e indirectamente el art. 591, ese requisito no constituye una imposición
legal incondicionada y absoluta, ni tampoco de orden público.
Así fue dicho que, como no se advierte que el actor pueda emplear la
tramitación del juicio ordinario como vía para dilatar el pago de los honorarios
que debe abonar como consecuencia de la condena en el juicio ejecutivo, no
resulta procedente impedir la tramitación de este juicio ordinario (CNCiv., Sala
F, 1997/12/02, “Goldín de A. M. G., Aída M. c. Municipalidad de Buenos Aires”,
La Ley, 1999-C, 788, J. Agrup., caso 13.900).
Asimismo, la promoción del proceso ulterior previsto, sin el cumplimiento
previo de las condenas impuestas en la ejecución anterior, tampoco configura
por sí sola conducta temeraria o maliciosa en los términos del art. 45 del
Código Procesal (CNCom., Sala D, 1990/11/05, "Simonian, Carlos y otro c.
Verchik, David", La Ley, 1993-B, 454, J. Agrup., caso 8922).
3. Partes
En el juicio posterior son partes exclusivamente el ejecutante y el
ejecutado, y solo por excepción podrán traerse terceros interesados que
debieron responder o quedar alcanzados por la obligación documentada.
No obstante, cabe señalar que no se trata de perseguir que el proceso
de conocimiento actúe como una acción de repetición contra el obligado
auténtico, porque está no es la vía ni la finalidad del juicio ordinario posterior.
En la mecánica establecida, es necesario que la relación causal debatida
en dicho procedimiento amplio guarde correspondencia con el objeto de la
ejecución. Es decir que, se ha de tratar del análisis de la relación jurídica
subyacente al título que sustentó el proceso ejecutivo (CNCom., Sala A,
1997/01/10, La Ley, 1998-B, 734).
Además, el juicio ordinario ha de ser necesariamente posterior al
ejecutivo en los supuestos que contempla el art. 553, y, por consiguiente,
ambos no son acumulables (CNCiv., Sala D, 1980/08/19, “Meneset, Marcos c.
Masri, David”, LA LEY, 1981-B, 60).
4. Cuestiones que admiten revisión
La cosa juzgada en el juicio ejecutivo limita el conocimiento posterior que
admite el proceso ordinario de conocimiento. Es verdad que la ejecución no
consigue efectos definitivos pues al ser puramente formal lo que se resuelve,
de hecho queda permitido revisar y replantear todas las cuestiones que
quedaron al margen por esa limitación cognoscitiva, pero también lo es que, las
excepciones sustanciadas y probadas con las pruebas posibles de ofrecer, son
suficientes y bastantes para dar por concluido el debate a su respecto.
En consecuencia, el juicio ordinario posterior al juicio ejecutivo es
admisible cuando se trata de garantizar el derecho de las partes que, dada la
naturaleza del ejecutivo, fue restringido por limitaciones o prohibiciones
procesales que pudieron afectar la amplitud de la defensa y de la prueba.
Cuando ello no ocurre, lo decidido en el juicio ejecutivo hace cosa juzgada y no
puede reeditarse en el ordinario posterior.
Es esta una característica del proceso: no lograr res judicata sustancial;
siendo así, porque se prescinde de la declaración jurisdiccional de la existencia
de la obligación. La sentencia se limita a mandar a perseguir la ejecución.
La sentencia de remate tiene efecto de cosa juzgada material en la
medida en que la sentencia a dictarse en el proceso ordinario posterior sólo
puede recaer sobre pretensiones legalmente excluidas del juicio ejecutivo, o
cuestiones cuya alegación y prueba se hallen sujetas a restricciones (CNCom.,
Sala A, 1998/11/18, "Canet, Gustavo L. V. Domínguez, José A.", ED, 186-23 JA, 2000-I-424).
Como corolario de lo expuesto se observa que las cuestiones que no
hacen a las formalidades extrínsecas del título con el que se promueve la
ejecución sino a las relaciones causales subyacentes en la génesis de la
obligación, no pueden tener lugar dentro del estrecho marco cognoscitivo que
proporciona el juicio ejecutivo, pues la discusión de las mismas está vedada en
este tipo de procesos por expreso imperativo legal (art. 544, inc. 4º) y
reservada en principio para el eventual juicio ordinario posterior que pudiera
entablarse con arreglo a lo normado por el art. 553 (CNCom., Sala C,
1995/02/10, "Vaneskehian, Fabio c. Luque de Suárez, Mónica", La Ley, 1995C, 686, J. Agrup., caso 10.371).
También, el ejecutado carente de documentación para justificar el pago
parcial que alega, dispone de esta vía de amplio conocimiento para proponer la
consideración del aspecto inaudible en el juicio ejecutivo (CNCom., Sala D,
1992/02/20, "Iberia Líneas Aéreas de España S. A. c. Pérez, Francisco y otro",
La Ley, 1992-D, 223).
En suma, del texto del art. 553 no puede sino extraerse la posibilidad
que tiene el ejecutado de cuestionar la deuda que se le atribuye mediante un
proceso de conocimiento -de carácter declarativo-, que si bien es cierto no
paraliza la ejecución, tampoco se ve impedido por ésta.
Esto es lo que surge explícito de la norma; quedan fuera de discusión
ordinaria:
a) las excepciones debatidas con amplitud y sin limitaciones en la
prueba propuesta;
b) las cuestiones de hecho que se hubieran resuelto;
c) las interpretaciones legales efectuadas en la sentencia;
d) la validez o nulidad del procedimiento de ejecución.
5. Juez competente
Será juez competente para entender en el juicio de conocimiento
posterior aquél que lo haya hecho en el proceso ejecutivo (art. 6 inc. 6º), como
una aplicación ineludible del principio de conexidad.
Apelación
Art. 554. -- La sentencia de remate será apelable:
1. Cuando se tratare del caso previsto en el art. 547, párr. primero.
2. Cuando las excepciones hubiesen tramitado como de puro derecho.
3. Cuando se hubiese producido prueba respecto de las opuestas.
4. Cuando versare sobre puntos ajenos al ámbito natural del proceso o causare
gravamen irreparable en el juicio ordinario posterior.
Serán apelables las regulaciones de honorarios que contuviere la sentencia de remate o
fueren su consecuencia, aunque ella, en el caso, no lo sea.
1. Principios generales
La sentencia ejecutiva, por su naturaleza declarativa de un derecho que
reconoce y manda continuar, limita las posibilidades de impugnación de
acuerdo con la resistencia que el ejecutado haya opuesto tras la intimación de
pago.
Si no hubo excepciones que resolver, el principio es la inapelabilidad del
pronunciamiento; y la regla es simple: la ausencia de crítica contra el título
ejecutivo enfatiza un reconocimiento liminar que determinaría una suerte de
obrar contra sus propios actos, que se manifestaría de admitir recursos
posteriores contra la decisión que constituye y declara la fuerza ejecutiva del
documento.
Entonces, conforme a los enunciados del art. 554, la sentencia de
remate es susceptible de apelación, con las limitaciones propias referidas a los
aspectos relacionados con el trámite del juicio.
Por consiguiente, la admisibilidad del recurso, estará dada en la medida
que se presente alguno de los supuestos contemplados en ella (CNCiv., Sala
G, 1997/07/15, "Banco Tornquist c. Giglio, Horacio", La Ley,1998-E, 827 - J.
Agrup., caso 13.215).
Como se advierte, la restricción recursiva está orientada al ejecutado,
antes que al actor que reclama el reconocimiento ejecutivo de un título.
Por eso se ha dicho que, la norma limita los recursos al accionado más
no al ejecutante (CNFed. Contenciosoadministrativo, Sala III, 1981/08/27,
“Gobierno nacional -Ministerio de Bienestar Social- c. Capano, C. y Cía., S. R.
L.", BCNFed.”, agosto 981-102, núm. 208).
2. Cuestiones objeto del recurso de apelación
Si bien está acotada la vía recursiva cuando no se han opuesto
excepciones al progreso de la ejecución, dicha limitación no resulta aplicable
cuando el juez se ha pronunciado sobre un capítulo que es ajeno a aquello que
debió constituir objeto de la sentencia (CNCiv., Sala I, 1998/10/22, "Gómez,
Cristina E. c. Pérez, Eduardo A. y otro", La Ley, 1999-E, 972 - J. Agrup., caso
14.428).
La ausencia de excepciones es una guía, pero no una regla insuperable,
porque corresponderá conceder la apelación cuando por ese medio se
pretende hacer valer una nulidad que pretenda remediar un vicio manifiesto en
la sentencia de remate, como es la condena al pago de una suma mayor de la
intimada.
Por iguales razones, es apelable la sentencia de remate si se cuestiona
la tasa de interés (CNCom., Sala A, 1996/02/14, "Spell S. A. c. Dondero Hnos.
y Cía. S. A.", DJ, 1996-1-747); o se causa un gravamen irreparable en el juicio
ordinario posterior.
3. Regulación de honorarios
El art. 554 establece que las regulaciones de honorarios son apelables
aunque no lo sea la sentencia de trance y remate que originó esa
remuneración, pero esa norma opera dentro del sistema de virtual única
instancia resultante del límite cuantitativo impuesto por el art. 242 del mismo
Código (CNCom., Sala D, 1996/03/08, "Banco del Buen Ayre S. A. c. Cardelli,
Fermín", La Ley, 1997-E, 1051, J. Agrup., caso 11.887).
Se debe tener en cuenta que el régimen de apelación de honorarios es
autónomo respecto de los demás supuestos.
Son siempre apelables y se trata de una excepción al principio general
que establece que estos remedios procesales deben ser fundados en el mismo
escrito de impugnación, bajo apercibimiento de considerarlos desiertos. En el
caso, será facultativo para el apelante el fundar su recurso.
Efecto. Fianza
Art. 555. -- Cuando el ejecutante diere fianza de responder de lo que percibiere si la
sentencia fuese revocada, el recurso se concederá en efecto devolutivo.
El juez establecerá la clase y el monto de la fianza. Si no se prestase dentro de los cinco
días de haber sido concedido el recurso se elevará el expediente a la cámara.
Si se diere fianza se remitirá también el expediente dejándose, en primera instancia,
testimonio de las piezas necesarias para que prosiga la ejecución.
1. Ejecución de la sentencia apelada
La celeridad que impone el proceso ejecutivo, faculta al actor que
encuentra apelada la sentencia, a ofrecer fianza o garantías suficientes para
impedir el efecto suspensivo tradicional del recurso, facultándolo de este modo
a seguir con el trámite de ejecución.
En la práctica, la caución se ofrece y considera por el Juez de manera
discrecional. Una vez que éste la determina, el ejecutante tiene cinco días para
cumplir con la orden judicial.
Concretado, se deben fotocopiar las piezas esenciales del expediente
para proceder a la subasta de los bienes embargados (v.gr.: demanda
ejecutiva; sentencia que manda llevar adelante la ejecución; testimonios de los
embargos ordenados y trabados, etc.); porque el cuerpo principal de las
actuaciones será elevado a la Cámara de apelaciones respectiva, quedando
dichas copias en la instancia originaria que continuará con los trámites de
compulsión.
2. Clase y monto de la fianza
La clase y monto de la caución es resorte exclusivo del juez y sólo se
ordenará a pedido del ejecutante.
El criterio a utilizar para su estimación deberá estar supeditado a los
perjuicios que, en forma directa, se puedan producir en el caso de hacerse
lugar a la apelación deducida.
Según lo dispuesto por el art. 591 en concordancia con el actual
precepto en comentario, la ejecutada puede pedir útilmente que la contraparte
preste fianza para percibir el capital y sus intereses. Así, el ejecutante no puede
oponerse, basándose en la condición de "anterior" al ejecutivo de un proceso
ordinario iniciado por la accionada, pues dicho cuestionamiento concierne al
juicio que debe dictarse sobre la cancelación automática de la fianza cuando
transcurra el plazo de quince días desde su constitución (CNCom., Sala B,
1997/06/06, "Paz, Víctor M. c. Apis Delta S. A.", La Ley, 1998-A, 401).
Fianza requerida por el ejecutado
Art. 556. -- La fianza sólo se hará extensiva al resultado del juicio ordinario, cuando así lo
requiriere el ejecutado en los casos en que, conforme al art. 553, tuviere la facultad de
promover el juicio ordinario posterior.
Quedará cancelada:
1. Si el ejecutado no promoviere el juicio dentro de los quince días de haber sido
otorgada.
2. Si habiéndolo deducido dentro de dicho plazo, la sentencia fuere confirmada.
1. Fianza a petición del ejecutado
Si el juez hace lugar a la extensión de la fianza a las resultas del juicio
ordinario posterior, se crea al ejecutado la carga procesal de incoar en el plazo
de quince días el proceso de conocimiento bajo apercibimiento de tener por
perdido ipso iure el beneficio concedido.
El segundo supuesto de pérdida de la extensión de la fianza, no
depende del accionar del ejecutado sino del resultado de la apelación
deducida.
La facultad que otorga el Código Procesal al ejecutado de exigir fianza
que garantice el resultado del juicio ordinario posterior está condicionado, de
suyo, al cumplimiento de las condenas impuestas en el ejecutivo. No otra
interpretación puede darse a lo establecido en el art. 556 en tanto éste remite a
lo dispuesto por el art. 553 (CNCom., Sala E, 1981/11/16, “Viale, Fernando J. c.
Durán, Rodolfo A.”, ED, 97-462).
La cancelación de la fianza bajo ningún punto de vista obstará a la
prosecución del proceso de conocimiento posterior.
Carácter y plazo de las apelaciones
Art. 557. -- Las apelaciones en el juicio ejecutivo se concederán en efecto diferido con
excepción de las que procedieren contra la sentencia de remate y la providencia que
denegare la ejecución.
1. Efecto de los recursos
Los recursos que se deduzcan en el trámite del juicio ejecutivo deberán
concederse con efecto diferido, de modo tal que la remisión de las actuaciones
a la Cámara de apelaciones quedará postergado hasta el momento en que el
Tribunal deba resolver las impugnaciones eventuales contra la sentencia
ejecutiva.
En cambio, los recursos planteados contra la providencia que deniega la
vía, o que por el contrario, manda llevar adelante la ejecución, son por vía de
principio concedidos con efecto suspensivo, a excepción del caso previsto en el
art. 555.
Se explica así que, el art. 557 establece que las apelaciones en el juicio
ejecutivo concederán en efecto diferido con excepción de las que procedieren
contra la sentencia de remate y la providencia que denegare la ejecución. Mas
es dable señalar que según lo dispone el art. 247 del citado ordenamiento, en
los procesos de ejecución de sentencia, si la resolución recurrida fuere
posterior a la mencionada en el art. 508, el recurso se fundará en la forma
establecida en el párrafo primero del art. 246. Si no se procedió del modo
descripto sino fundándose en la disposición del art. 260 del Código ritual que se
refiere a los juicios ordinario y sumario ajenos al "sub examine" -ejecución
hipotecaria- corresponde el desglose del memorial presentado (CNCiv., Sala F,
1982/05/21, “Carles de Ahorro y Préstamo para la Vivienda, S. A. . Rubello,
Héctor A.”, La Ley, 1983-B, 765, J. Agrup., caso 4838).
2. Fundamentación del recurso
Las apelaciones deben fundarse en el mismo escrito de interposición del
recurso contra la sentencia en virtud de lo normado por el art. 247 párr. 1º.
Excepciones a este principio general son las situaciones previstas en el
art. 532, como así también aquéllas que procedieran contra la sentencia de
remate.
Se observa que, las cuestiones de prueba resueltas en el juicio ejecutivo
no resultan recurribles ante la segunda instancia, ello de conformidad a lo
normado por los arts. 549, 557 y 260 inc. 2º (del voto de la mayoría) (CNCiv.,
Sala H, 1999/08/31, “Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires v. Verde y Negro
SRL”, JA, 2000-II-556), aunque el temperamento no se coincidente ni
mayoritario.
En efecto, también se ha dicho que las resoluciones concernientes a
medidas probatorias, pronunciadas en juicios ejecutivos, por aplicación de la
norma específica contenida en el art. 557 resultan apelables con efecto diferido
(CNCom., Sala E, 1989/04/10, "Ferral, Adolfo c. Jardín de Infantes La Jirafa y
otros", La Ley, 1990-C, 574, J. Agrup., caso 7133).
Costas
Art. 558. -- Las costas del juicio ejecutivo serán a cargo de la parte vencida, con
excepción de las correspondientes a las pretensiones de la otra parte que hayan sido
desestimadas.
Si se hubiese declarado procedente la excepción de pago parcial, al ejecutado se le
impondrán sólo las costas correspondientes al monto admitido en la sentencia.
1. Principio general
Las particularidades que tiene el juicio ejecutivo respecto de los
procesos de conocimiento pleno se reflejan también en el curso de las costas.
Rige, por vía de principio, el sistema del vencimiento puro y simple sin
posibilidad para el Juez de exonerar aquellos gastos cuando el mérito del
asunto lo permita.
Este es el criterio que adopta el art. 558 sin variar la tradición imperante
desde el antiguo código de procedimientos de la Capital Federal; por eso, la
plenitud del principio objetivo de la derrota descarta toda valoración sobre la
conducta de las partes o la índole de las cuestiones controvertidas.
Así lo ha ratificado la Corte Suprema al sostener que, debe dejarse sin
efecto la sentencia que impuso las costas en un juicio ejecutivo en el orden
causado, omitiendo examinar la posible aplicación del art. 558 en cuanto prevé
que se impongan a la vencida (CS, 1996/05/21, "A. N. A. c. Traballoni, Juan
Carlos", La Ley, 1996-E, 648 [39.011-S]).
En definitiva, este precepto procesal, en forma clara y precisa expresa
que las costas del juicio ejecutivo deben imponerse a la parte vencida, con
excepción de las que corresponden a pretensiones de la otra parte que hayan
sido desestimadas; por ello, deben distinguirse los gastos emergentes por la
excepción de pago parcial que cubre períodos también demandados, de
aquellos que corresponden por el proceso (CNCiv., Sala A, 1985/03/13, "Obras
Sanitarias de la Nación c. Sociedad Rural Argentina", La Ley, 1987-A, 653
[37.497-S]).
Por eso, esta primera parte del art. 558 no difiere de la contenida en los
arts. 69 y sigts., de manera tal, que su suerte dependerá del éxito que se logre
en los planteos que al efecto se formulen.
Algunos sostienen que la regla particular que se aplica, antes que el
vencimiento puro y simple, es la que surge del allanamiento incondicionado,
oportuno, total y efectivo, de modo tal que, se ajusta al art. 70 que dispensa de
los gastos (CNCiv., Sala A, 1986/05/12, "Obras Sanitarias de la Nación c.
Consorcio de Propietarios Bathurst 3338", La Ley, 1986-D, 395).
Pero esta es una interpretación singular, pues la misma Sala reitera que,
en el juicio ejecutivo, el régimen de las costas queda determinado por el
progreso o rechazo de la ejecución, sin que quepa apartarse del principio
objetivo de la derrota plasmado en el art. 558 (CNCiv., Sala A, 1995/09/25,
"Ure, Carlos E. c. Robbiano, Ernesto N. y otros", La Ley, 1998-E, 761 [40.793S]).
Sin embargo, lo que se advierte es que la extensión de la derrota no
impide morigerar cargas adicionales como el curso de intereses o la entidad de
la multa que cupiese.
Por eso, el art. 558 no se ve modificado por el uso de la facultad
morigeradora que pueda efectuar el juzgador al reducir la cláusula penal
originariamente pactada entre las partes (CNCiv., Sala A, 1996/12/02, "Rohde,
Jorge A. c. Muchnik, Andrés y otros", La Ley, 1997-B, [39.327-S]).
2. Costas cuando progresa la excepción de pago parcial
De acuerdo a lo dispuesto en el art. 558, 2ª parte, no puede imponerse
un porcentaje de las costas a la ejecutante y otro al ejecutado. Ello se debe a
que el objeto del proceso ejecutivo es una sentencia de condena. Si ésta se
obtiene, objetivamente no existe otro vencido que el ejecutado puesto que se
dispone hacer lugar a la ejecución en su contra.
Cuando se dan estos casos de admisión parcial de la demanda, por
progresar la excepción de pago no completo, no se trata de vencimientos
mutuos y parciales, sino de mandar continuar adelante la ejecución por el
monto admitido, y sobre esta base, se impondrán las costas al vencido.
La solución del art. 558, 2ª parte, entronca con la que prevalecía cuando
la excepción de pago parcial era inadmisible en nuestro ordenamiento procesal.
En este entonces, por razones de equidad no se computaba la cantidad
pagada al imponer las costas y regular los honorarios, sin perjuicio de que lo
pagado se hiciera valer en el momento de la liquidación (CNCiv., Sala C,
1983/05/12, "Obras Sanitarias de la Nación c. Consorcio de Propietarios
Bartolomé Mitre 2416", La Ley, 1984-B, 89).
Conforme a lo estatuido, entonces, la procedencia del pago parcial,
implica que para el cómputo de las cosas que debe abonar el deudor
únicamente se tiene en consideración el monto admitido en la sentencia sin
perjuicio de la regulación que corresponda al demandado por la parte que
prospera la defensa.
En definitiva, impera la jurisprudencia que sostiene que, las costas
referidas al proceso del juicio ejecutivo deben imponerse de acuerdo a lo
dispuesto en la segunda parte del art. 558, cuando habiendo prosperado la
defensa de pago parcial, corresponde imponerlas sólo con relación al monto
que en definitiva se admite (CNCiv., Sala A, 1985/05/17, "Obras Sanitarias de
la Nación c. Consorcio de Propietarios Carlos Pellegrini 187", La Ley, 1985-D,
56).
3. Calidad de vencido
De acuerdo con lo explicado observamos que el proceso ejecutivo tiene
dos modalidades para resolver la distribución de costas.
De un lado se impone el criterio objetivo de la derrota sin que se pueda
eximir de ellas según el mérito estimado.
Pensamos, entonces, en una ejecución que desenvuelve un proceso
completo (intimación de pago, citación para oponer excepciones y sentencia)
que decide el curso de los gastos causídicos con la providencia que manda
llevar adelante la ejecución.
Por otra parte, se recoge la situación de quien paga la deuda que se le
reclama en el auto de intimación debiendo, en tal caso, imponer las costas
según el estado moratorio del ejecutado al tiempo de consignar. Es decir que,
en esta segunda posibilidad, las costas se resuelven según la mora.
Ahora bien, en uno y otro es posible señalar la presencia de un vencido,
en los términos clásicos con que se califica el principio objetivo de la derrota.
El desarrollo de un juicio ejecutivo cualquiera puede ofrecer las
siguientes variantes:
3.1 Juicio ejecutivo sin oposición de excepciones
La citación al ejecutado para que deduzca las excepciones a que con
derecho se considere, constituye prueba de que el ejecutante no tiene
prevalencia ni superioridad en el proceso, de manera que el equilibrio ofrecido,
que hace a la garantía del debido proceso, permite razonar que existe un
vencido, consecuencia natural de la ausencia de interés -o derecho- para
defenderse.
No obstante, si la renuncia a defenderse es producto de un acuerdo
anticipado, y ello no se denuncia en el acto de la intimación, no se puede
aplicar este argumento como defensa, ni para variar el curso de las costas.
3.2 Juicio ejecutivo donde progresan las excepciones o defensas
Si la pretensión ejecutiva resulta desestimada por el progreso de las
excepciones opuestas, evidentemente el ejecutante resulta "vencido" y debe
cargar con las costas del proceso.
Sin embargo, cuando prospera una excepción de pago parcial no se
configura típicamente la calidad de derrotado, ni existe vencimiento recíproco,
pues la deuda se reconoce y solo se defiende por una cancelación incompleta.
En este sentido, se ha dicho que en el juicio ejecutivo, a los efectos de la
imposición de costas no debe considerarse la desestimación o el progreso de
las excepciones separadamente y dado que la "sentencia de remate sólo podrá
determinar que se l eve la ejecución adelante, en todo o en parte, o su rechazo"
(conf. art. 551, párr. 1º), habrá de estarse al resultado global de la misma (art.
558) (CNCiv., Sala E, 1998/06/18, "Menéndez de Decleva, Laura L. c.
Hernández, Elba R.", La Ley, 1999-B, 852, J. Agrup., caso 13.695).
Por tanto, las costas relativas a una excepción que prosperó en el curso
de una ejecución fiscal deben ser impuestas al actor, en virtud de lo establecido
por el art. 558 del Código Procesal en el sentido de que, siempre que haya
habido pretensiones desestimadas, el ejecutado debe pagar las costas de
acuerdo con el monto por el que se ordena llevar adelante la ejecución y el
ejecutante según la suma correspondiente al rechazo parcial (CNCiv., Sala K,
1999/04/30, "Ciudad Autónoma de Buenos Aires c. Avenida Antártida Argentina
1385", La Ley, 2000-C, 886 [42.601-S]).
Estas facultades se nominan como "distribución proporcional de las
costas", porque aun sin cambiar la regla del vencimiento objetivo y su
imposición consecuente, se permite al Juez ponderar con equidad el monto real
por el que progresa la demanda, ajustando así las costas siguientes.
3.3 Juicio ejecutivo donde progresan parcialmente las excepciones
o defensas
El progreso parcial de la ejecución impone en esa proporción la condena
en costas al ejecutado; pero no exime al actor de resarcir las ocasionadas por
su exceso en la petición, desde que la responsabilidad absoluta por el
vencimiento no excluye la posible coexistencia de la responsabilidad del
litigante subordinada a los requisitos ordinarios de culpa y dolo.
3.4 Allanamiento a la ejecución
Este caso debe considerarse como reconocimiento de la legitimidad del
crédito reclamado y la suerte de las costas depende, exclusivamente, de la
mora del ejecutado.
No obstante, la calidad de vencido puede diferir en el caso inverso. En
efecto, si el actor se allana a las excepciones del ejecutado, es él el vencido, y
como tal deberá soportar las costas.
Pero como el sometimiento voluntario oportuno y fundamentado puede
cambiar el destino de los gastos causídicos, cabe observar si el allanamiento a
la defensa tiene motivos válidos que puedan excusar la pretensión ejecutiva
(v.gr.: incompetencia aceptada por razón del territorio, existiendo un acuerdo
escrito -no ejecutable- de prórroga jurisdiccional).
En este sentido se explica que, en el juicio ejecutivo, cuando median
pretensiones desestimadas, el ejecutado paga sólo las costas atinentes al
monto por el que se ordene llevar adelante la ejecución, y el ejecutante según
la suma correspondiente al rechazo; pero cuando hay períodos que quedaron
excluidos en razón de haber mediado allanamiento a la excepción de
prescripción opuesta, las costas relativas a dichos períodos deben ser
impuestas en el orden causado y no a la actora (CNCiv., Sala C, 1998/02/10,
"Obras Sanitarias de la Nación c. Consorcio prop. finca calle s/ nombre", La
Ley,1999-D, 809, J. Agrup., caso 14.067 - ED, 178-346).
Límites y modalidades de la ejecución
Art. 558 bis. -- Durante el curso del proceso de ejecución, el juez podrá de oficio o a
pedido de parte, y si las circunstancias así lo aconsejaren, fijar una audiencia para que
comparezcan ejecutante y ejecutado con el objeto de establecer la forma más rápida y
eficaz de satisfacer el crédito, procurando evitar perjuicios innecesarios.
A esta audiencia deberán comparecer las partes personalmente, y se celebrará con la
que concurra. No podrá señalarse una nueva con el mismo objeto, ni tampoco podrá el
ejecutado promover posteriormente incidentes por causas anteriores que no fueron
invocadas en dicha audiencia.
1. Principios generales
La posibilidad de encontrar soluciones alternativas en el cumplimiento de
la obligación que se ejecuta, faculta al Juez, de oficio o a pedido de parte, a
convocar a una audiencia donde perseguirá establecer las pautas de un arreglo
convenido para satisfacer el crédito, evitando daños mayores que podrían
suscitarse con la continuidad del trámite.
La decisión obra de oficio cuando pueden advertirse posibilidades
concretas de pacificación. Por ejemplo, habida cuenta de la existencia de
precedentes judiciales que avalan la posibilidad legal de compensar saldos
fiscales disponibles con deudas previsionales, y porque se trata del ejercicio del
derecho de defensa, se ha dicho que, corresponde convocar a las partes a la
audiencia prevista en el art. 558 bis, para cuya celebración puede requerirse
que los letrados que concurran en representación de la ejecutante, lo hagan
con facultades suficientes para llegar a una eventual conciliación (CNFed. Civ.
y Com., Sala II, 1998/11/26, "Dirección Gral. Impositiva c. Petro Tank S. A.", La
Ley, 1999-D, 66).
La finalidad del precepto encuentra su razón de ser en el artículo 511,
por el cual la actividad jurisdiccional es imprescindible para darle al juicio
ejecutivo un cumplimiento efectivo sin afectar al ejecutado más allá de lo
estrictamente necesario.
2. Concurrencia facultativa
La ausencia del ejecutante no impide la celebración del acto, e inclusive,
que sea dicha parte la que proponga al Juez una forma de pagar el crédito
reclamado.
Las facultades jurisdiccionales no se extralimitan si se acepta el
ofrecimiento, y el ejecutante ausente deberá consentirla sin posibilidad de
anulación ni replanteo.
En cambio, la incomparecencia del ejecutado, es muestra elocuente de
su desinterés por evitar perjuicios innecesarios, de modo tal que cualquiera sea
el estado del proceso, el mismo continuará y será antecedente para denegar
una nueva audiencia con el mismo objeto.
CAPITULO III -- Cumplimiento de la sentencia de remate
SECCION 1ª -- Ambito. Recurso. Dinero embargado. Liquidación. Pago
inmediato. Títulos o acciones
Ambito
Art. 559. -- Si la subasta se dispone a requerimiento de propietario o de condómino y no
en cumplimiento de una sentencia de condena, la operación se regirá por las normas del
derecho sustancial; en este caso, las que se establecen en este Código sólo serán
aplicables en lo que fueren conciliables con aquéllas.
1. Conceptos generales
Las notorias dificultades de nuestro juicio ejecutivo para alcanzar con
celeridad y eficacia el cumplimiento de una obligación previamente
documentada, se enfatiza en esta nueva etapa del proceso que tiene como
finalidad la realización de los bienes sometidos a embargo.
En líneas muy amplias, se puede observar que el acreedor atraviesa
"mini" procesos dentro de una instancia que debiera ser única. Comienza con
la acreditación de su derecho creditorio, poniendo a consideración del Juez el
título cuya ejecución pretende. Si supera este momento de admisión formal, y
consigue que el Juez despache la intimación de pago y la citación para oponer
excepciones, consigue entrar a un segundo momento en su tránsito hacia la
sentencia. Aquí queda sujeto a las actitudes del ejecutado, que si se defiende
oponiendo excepciones, le ordinariza el proceso, abriendo una etapa de
conocimiento sumario (por lo breve) donde la solución definitiva es incierta. Si
obtiene sentencia favorable, se manda continuar con la acción ejecutiva, y una
vez que esta queda firme y ejecutoriada, recién allí (salvo que diera fianza
suficiente) podrá entrar en este capítulo donde la rapidez y expeditividad no es
clara ni manifiesta.
En la práctica no hay cumplimiento de sentencia alguna, y menos aun
"de remate"; lo primero porque la sentencia ejecutiva únicamente ordena
proceder con los trámites necesarios para que el ejecutante pueda haberse con
su crédito; y lo segundo, porque lejos se está de subastar porque aun no se
han designado funcionarios ni cosas que rematar.
Por eso, este capítulo exige explicaciones muy precisas para advertir el
desatino de su complicado procedimiento.
2. Subasta regida por normas sustanciales
La redacción acordada al art. 559 es de la ley 22.434 que escindió las
disposiciones entre subastas públicas, o acciones dirigidas a dar cumplimiento
a una sentencia de condena; y subastas privadas, donde el acuerdo entre
partes se somete a consideración judicial para que sea ella quien resuelva la
venta de los bienes indivisos.
Este último supuesto se rige por las normas del Código Civil, en cuanto
fuere pertinente, y el objeto es dividir voluntariamente los bienes propios, o
separar aquellos que están en condominio.
Por eso, corresponde autorizar al curador, a fin de proteger el patrimonio
del causante, la negociación de la venta en forma privada del inmueble ubicado
en el extranjero, toda vez que estaría expedita la vía de subasta judicial -en
virtud de una sentencia extranjera que ordena la división del condominio- y,
"prima facie", existen presunciones serias y precisas acerca de la probable
obtención de un precio inferior al que resultaría de la venta privada (CNCiv.,
Sala G, 1998/05/29, "R., C.", La Ley, 1999-B, 253).
En ambos casos, la venta es judicial, pero con particularidades distintas.
Mientras la subasta que es producto de la sentencia condenatoria necesita de
bienes embargados para proceder a su realización; la venta privada no es una
ejecución propiamente dicha, y por eso, no corresponde el embargo sobre las
cosas, aunque el adquirente tenga derecho de evicción (art. 2122, Código
Civil), y si se trata de un bienes registrables es preciso el asentimiento del
cónyuge (art. 1277, Código Civil).
Por su parte, la subasta pública, en virtud de los elementos formales y
de fondo que la rodean, es un acto jurídico complejo que desborda los límites
del derecho privado y encuentra adecuada formulación en la conjunción de los
derechos civil y procesal. Por tal razón, las normas de la compraventa se
aplican sólo subsidiariamente a las adquisiciones en remate público (CNCiv.,
Sala B, 1995/09/10, "Compañía Financiera del Atlántico S. A. c. Casa, Olimpia
R.", La Ley, 1997-E, 1058, J. Agrup., caso 11.947).
3. Subasta judicial de los bienes
La venta forzada en el proceso ejecutivo no equivale a una enajenación
contractual, pues no es el acreedor ni el deudor quienes venden, sino que se
trata de un acto jurisdiccional realizado por el juez en nombre propio (CNCiv.,
Sala F, 17/10/91, “Otto Garde y Cía. S. A. c/ Saracco, Beatriz N.”, JA del
24/3/93, nro.5821, pág.78).
Al proceder de esta manera, el órgano jurisdiccional ejerce un poder de
imperio ínsito en la función jurisdiccional, el que ninguna relación guarda con
los eventuales poderes sustanciales que los sujetos privados del proceso
tienen con respecto al bien o a los bienes sobre los cuales versa la
enajenación.
El órgano tampoco actúa en sustitución de la actividad del deudor, sino
en virtud del ejercicio de un poder autónomo y a raíz del pedido de venta
formulado por el ejecutante en la etapa de cumplimiento de la sentencia de
remate (fallo antecitado).
Ahora bien, debido a la naturaleza jurídica de la subasta pública, que no
ha sido encomendada por el dueño de la cosa sino por el juez, hace que sea
diferente, en uno y otro caso, la función del martillero público, quien no actúa
como mandatario de las partes ni representante de ellas, no vende por cuenta y
orden del dueño, sino por delegación del juez (CNCiv., Sala A, 1997/08/11,
"Danon de Altaraz, Richi y otro c. Rizzo, Juan H. y otro", La Ley, 1998-C, 52)
Recursos
Art. 560. -- Son inapelables, por el ejecutado, las resoluciones que se dictaren durante el
trámite de cumplimiento de la sentencia de remate, salvo las que se refieran a cuestiones
que:
1. No pueden constituir objeto del juicio ordinario posterior
2. Debiendo ser objeto del juicio ordinario posterior, con arreglo al art. 553, no obstante,
han sido debatidas en la etapa de cumplimiento de la sentencia por haber asentido el
ejecutante.
3. Se relacionen con el reconocimiento del carácter de parte.
4. En los casos de los arts. 554, inc. 4 y 591, 1º y 2º párrs.
1. Principios generales
Esta disposición establece el principio general de inapelabilidad para el
ejecutado de las resoluciones pronunciadas durante el trámite de cumplimiento
de la sentencia de remate; dicha regla es congruente con la naturaleza jurídica
de la ejecución de sentencia, pues los trámites están encaminados más a
realizar el patrimonio, que a decidir cuestiones de derecho.
De admitirse lo contrario se sustraería el expediente al conocimiento del
juez de la causa, dilatando y desnaturalizando el procedimiento.
La imposibilidad de recurso durante esta etapa se dirige exclusivamente
al ejecutado, sin alcanzar a terceros (v.gr.: comprador en la subasta) y menos
aun al ejecutante.
El principio al que hace referencia el art. 560 se refiere a las
resoluciones propias de la etapa de cumplimiento de la sentencia de remate del
juicio ejecutivo; por lo tanto, cuando se trata de la decisión sobre peticiones
autónomas o que exceden al ámbito natural del proceso de ejecución, o sobre
puntos ajenos al estricto trámite del juicio o que producen un agravio que no
puede ser reparado en el juicio ordinario posterior, aquél debe ceder, dando
lugar a la aplicación de las reglas generales de la apelabilidad (CNCiv., Sala B,
1994/09/27, "Wolcoff, Jorge c. Nazar, Liliana", ED, 163-258).
Criterio que se repite al sostener que, el régimen de inapelabilidad debe
ser interpretado de manera estricta, de forma tal que sólo pueden quedar
alcanzadas aquellas resoluciones judiciales que regularmente se ajusten al
procedimiento impuesto y no las que se aparten del mismo e infieran un
agravio eventual al recurrente (CNCiv., Sala G, 1997/09/23, "Consorcio de
Propietarios Avda. Entre Ríos 674/76 c. Vocaturo, Francisco", La Ley, 1998-D,
766).
2. Excepciones a la regla de inapelabilidad
Las resoluciones que se pronuncien durante el cumplimiento de la
sentencia de venta son inapelables para el ejecutado, en virtud de la remisión
que contiene el art. 510 del Código Procesal a las reglas del cumplimiento de
la sentencia de remate.
La apelabilidad queda sustancialmente limitada a los supuestos
específicos que prevé el art. 560 (CNCiv., Sala C, 1996/03/19, "Gouchanian de
Papazian, Alicia B. c. Papazian, Teodoro", La Ley, 1998-A, 497, J. Agrup., caso
12.414).
La ratio legis de las excepciones previstas es que aquellas resoluciones
que no puedan ser revisadas en el futuro, sean pasibles de apelación, como así
también en aquellos supuestos en los que el agravio que se pueda llegar a
producir sea irreparable en todo tiempo.
Los supuestos indicados son taxativos, y se definen en orden a la regla
recién advertida.
2.1 Imposibilidad de tratamiento en el juicio ordinario posterior
Si la resolución que causa agravio no se puede plantear en el plenario
ulterior, o siéndolo, sería de gravamen irreparable, la apelación es posible por
el ejecutado.
La causa "Burman c/ Alvarez" (CS, 1983/03/08, La Ley, 1983-D, 287) es
un ejemplo de como actúa esta regla. En el caso, se había deducido recurso
contra la sentencia ejecutiva que mandó llevar adelante el proceso y, a
consecuencia de ello, se procedería a la subasta de la única vivienda del
ejecutado donde habitaba con su familia. Llegada a la instancia extraordinaria,
el Alto Tribunal sostuvo que, si bien las decisiones recaídas en los juicios
ejecutivos no constituyen, en principio, sentencia definitiva a los fines del art. 14
de la ley 48, cabe hacer excepción al referido principio en los supuestos en
que, sin desvirtuar la naturaleza del procedimiento, tratándose en el caso de la
vivienda del deudor y su familia, se aleguen defensas basadas en hechos
notorios derivados de las variaciones de la política económica.
De otro modo, se procedería a subastar la morada familiar y una
reconducción eventual en el ordinario posterior sería evidentemente tardío e
insuficiente para recobrar el bien que, a esa altura, estaría perdido.
La casuística es nutrida, pero a los fines del ejemplo, se trata de dar
posibilidad de recurso a todas aquellas cuestiones que no podrían ser resueltas
por el juicio ordinario posterior.
2.2 Debate previo consentido
También se pueden apelar aquellas resoluciones que, estando fuera del
marco de discusión que tolera el juicio ejecutivo, fue consentida por el
ejecutante al controvertir sobre esos aspectos sin señalar su improcedencia
formal.
2.3 Personalidad procesal
Los casos de conflicto entre partes por cuestiones vinculadas con la
capacidad o la representación procesal, son apelables sin limitaciones.
2.4 Otras cuestiones.
La ley 22.434 autorizó la apelación a letrados y partes de todos los
honorarios que se regulen en la sentencia ejecutiva como así también en
cualquiera de sus consecuencias (art. 554 último párr.).
Asimismo, la admisión de impugnaciones se proyecta a cuestiones
incidentales vinculadas con la liquidación definitiva, o las que se relacionen con
la tasa de interés, o que de manera general, se trate de motivos ajenos al juicio
ejecutivo que se hubieran planteado en este proceso.
Embargo. Sumas de dinero. Liquidación. Pago inmediato
Art. 561. -- Es requisito del trámite de cumplimiento de la sentencia de remate, la traba de
embargo.
Cuando lo embargado fuese dinero, una vez firme la sentencia o dada la fianza a que se
refiere el art. 555, el acreedor practicará liquidación de capital, intereses y costas, de la
que se dará traslado al ejecutado, aplicándose, en lo pertinente, las reglas de los arts.
503 y 504. Aprobada la liquidación, se hará pago inmediato al acreedor del importe que
de ella resultare.
1. El embargo
No existe posibilidad de cumplimentar una sentencia de condena si no
hay bienes embargados que subastar. Por eso, el embargo es un requisito de
la ejecución, aunque no sea un trámite esencial.
El segundo párrafo del art. 561 se refiere al embargo de sumas de
dinero; éste puede ser voluntario o provocado.
Del primer tipo son los depósitos que realiza el oficial de justicia que
practicó la diligencia de intimación de pago y logró que en ese acto se le
entregara una suma de dinero que queda en caución hasta que se practica la
liquidación definitiva. También es voluntario cuando es el ejecutante el que se
presenta depositando judicialmente, sin dar en pago, pero dejando el dinero a
las resultas de la discusión posterior.
Si ello fue producto de una medida cautelar, se advierte que a partir del
día de nota correspondiente a la resolución que hace saber esa presentación,
comienza a comer el plazo para que se produzca la caducidad de la
precautoria por falta de interposición de la demanda principal, sin que a tal
efecto sea menester que el embargo se trabe por el total por el cual se lo
ordenó, pues el concepto de "traba" a los efectos del curso de ese plazo, se
refiere al resultado material de la medida, con independencia del quantum de
las sumas efectivamente cauteladas (CNFed. Civ. y Com., Sala III, 1995/07/19,
"ANSeS c. Cruz Azul Asistencia Médica S. A.", ED, 166-315 - JA, 1996-II-481).
Del segundo tipo son las medidas de compulsión directa que afectan el
activo de cuentas corrientes, créditos que tiene el ejecutado, o en general, toda
medida que ordena la indisponibilidad del dinero embargado.
En principio son susceptibles de embargo la totalidad de los bienes
materiales e inmateriales que, siendo apreciables en dinero, forman el
patrimonio de una persona de conformidad con los arts. 2311 y 2312 del
Código Civil (CNCiv., Sala G, 1995/08/08, "Fiunello, Osvaldo c. Venice,
Francisco", DJ, 1995-2-928).
2. Liquidación de capital
Como un imperativo del propio interés, el ejecutante que tiene
consentida o ejecutoriada una sentencia ejecutiva, o que preste caución
suficiente para proceder a su cumplimiento a pesar de estar apelada, debe
practicar liquidación de capital, intereses y costas dentro del décimo día de
quedar firme el pronunciamiento, o de aceptada la fianza ofrecida.
En lo pertinente se aplica el procedimiento establecido en los arts. 503 y
504, normas a las que remitimos.
De la cuenta se corre traslado al ejecutado, pudiendo ocurrir que:
a) de aprobarse la liquidación, se ordenará el pago inmediato al
ejecutante, sin más limitaciones que las que origine la denuncia de
cargas y obligaciones fiscales;
b) de impugnarse la liquidación, y quedar en estado de ser resuelta por
la Alzada (en virtud del recurso de apelación), para poder percibir lo
depositado, el ejecutante deberá prestar fianza.
3. Liquidación presentada por el ejecutante
Si el ejecutante no practica la liquidación en el plazo previsto, o podrá
realizarla el demandado de conformidad con las reglas del art. 503 párrafo
primero.
Adjudicación de títulos o acciones
Art. 562. -- Si se hubiese embargado títulos o acciones que se coticen oficialmente en los
mercados de valores, el ejecutante podrá pedir que se le den en pago al precio que
tuvieren a la fecha de la resolución que así lo dispone; si no se cotizaren, se observará lo
establecido por el art. 573.
1. Valor de la adjudicación
Cuando el embargo trabado por el ejecutante hubiera recaído sobre
títulos o acciones que coticen en el mercado de valores, podrá solicitar que se
le adjudiquen al valor que tuvieran a la fecha de la resolución que así lo
disponga y actuar con el mismo procedimiento que el embargo sobre sumas de
dinero.
Pero si esos títulos no cotizan en el mercado de valores se procederá
como si fuera una subasta de cosas muebles, conforme al procedimiento
previsto en el art. 573.
Es una situación similar a la que sucede cuando se persigue la subasta
pública de los derechos y acciones hereditarios embargados en el sucesorio sin
haber inscripto la declaratoria de herederos, y existir otros sucesores en
concurrencia con el deudor, razón por la cual el haber permanece indiviso.
Ello así, el acreedor tiene a su disposición las acciones previstas en los
arts. 1196, 3452 y concs. del Código Civil, pero de ninguna forma la posibilidad
de obtener una subasta que implicaría la transferencia de derechos eventuales
(CNCiv., Sala A, 1994/02/28, "La Equitativa Cía. de seguros c. Fridman,
Myriam", JA, 1995-I-655).
La modalidad de cobro por adjudicación de títulos o acciones prevista
supone un pago por entrega de bienes en los términos del art. 779 del Código
Civil.
Por eso, la comisión por custodia de los títulos está a cargo del deudor
sólo hasta la adjudicación, fecha a partir del cual el acreedor está en
condiciones de disponer del bien, aceptado en sustitución del objeto específico
de la prestación debida (CNCom., Sala C, 1988/09/23, "Cerino, Isolina A. c.
González, Osvaldo R.", La Ley, 1989-E, 310, con nota de Carlos Eduardo
Fenochietto).
La posibilidad de la subasta de derechos y acciones embargados surge
del art. 1327 del Código Civil, ya que en el mismo la palabra cosa ha sido
tomada en la acepción más amplia, comprendiendo todo lo que forma el
patrimonio.
Vale decir que los objetos corporales susceptibles de valor y los
derechos y acciones, no habiendo disposición que prohiba la enajenación, son
pasibles de venta; puesto que cuando la ley prohibe la realización de algún
derecho y acción lo hace, primero expresamente y, segundo, atendiendo a su
carácter de derecho personalísimo (CN Civ., Sala C, 1994/08/04, "Da Costa,
Mario F. c. Club Universitario de Buenos Aires", La Ley, del 9/3/995, pág.6).
Pero es inadmisible la pretensión de subastar los derechos y acciones
que el demandado tiene en un juicio de contenido patrimonial contra terceros
en los que obtuvo sentencia favorable (CNCom., Sala A, 1992/05/29, "Bellver
Zambrini, Julio A. c. Bellucci, Nicolás R y otros", JA del 5/8/92, nro. 5788,
pág.26).
De todos modos, es improcedente la subasta de acciones y derechos,
ello no sucede si se trata de créditos definidos, claros, precisos y fácilmente
estimables.
No procede la subasta pública de acciones y derechos emergentes de
una compraventa que se encuentra en litigio por escrituración, sin perjuicio del
derecho de ejercitar la acción oblicua acordada por el art. 1196 del Código
Civil.
Asimismo, tampoco procede la subasta de la parte hereditaria indivisa,
en cuyo caso el acreedor debe ejercer la aludida acción oblicua para obtener la
determinación de la parte de su deudor (C.Apelaciones de Concepción del
Uruguay, Sala Civil y Com., 1996/02/26, "Banco de Entre Rios c. Horn, Julio",
DJ del 266/2/97, año 13, nro. 7).
SECCION 2ª -- Disposiciones comunes a la subasta de muebles, semovientes
o inmuebles
Martillero. Designación. Carácter de su actuación. Remoción
Art. 563. -- Las cámaras nacionales de apelaciones abrirán, cada año, un registro en el
que podrán inscribirse los martilleros con más de dos años de antigüedad en la
matrícula y que reúnan los demás requisitos de idoneidad que reglamente el tribunal. De
dicha lista se sorteará él o los profesionales a designar, quienes deberán aceptar el
cargo dentro de tercero día de notificados.
El martillero será nombrado de oficio, en la forma establecida en el párrafo precedente,
salvo si existiere acuerdo de las partes para proponerlo y el propuesto reuniere los
requisitos a que se refiere el párr. primero. No podrá ser recusado; sin embargo, cuando
circunstancias graves lo aconsejaren, el juez, dentro del quinto día de hecho el
nombramiento, podrá dejarlo sin efecto.
Deberá ajustar su cometido a las instrucciones que le imparta el juez; si no cumpliere
con este deber podrá ser removido; en su caso, se le dará por perdido total o
parcialmente el derecho a comisión o se aplicará en lo pertinente la sanción que
establece el 3º párr. del art. 565.
No podrá delegar sus funciones, salvo autorización expresa del juez.
El martillero no es parte en los trámites del cumplimiento de la sentencia de remate; sólo
podrá tener intervención en lo que se refiere a su actuación, en los términos
establecidos en este Código o en otra ley.
1.Designación de martillero
El martillero es un auxiliar de comercio que, cuando ha sido designado
para intervenir en una subasta pública, no actúa en tal calidad ni como
mandatario o comisionista de los sujetos del proceso, sino como auxiliar interno
del órgano jurisdiccional.
Las particularidades de tal actuación determina que no perciba un sueldo
por su desempeño sino una remuneración especial denominada comisión u
honorario (CNCiv., Sala A, 1996/05/21, "Waingarten, Naum c. Tortesi, Marco A.
y otro", La Ley, 1997-A, 146 - DJ, 1996-2-211).
Esta particularidad, unida a la naturaleza jurídica de la subasta pública,
muestra que la función a llevar a cabo no está encomendada por el dueño de la
cosa sino por el juez, de manera que hace diferencias con uno y otro caso. En
el primero sería un mandatario de las partes o un representante de ellas, que
vende por cuenta y orden de sus comitentes; mientras que en la actuación por
delegación judicial es un colaborador de la justicia y su tarea se remunera
como honorarios.
2. Registro de martilleros y rematadores judiciales
Para ser martillero o corredor inmobiliario y, en tal condición, poder
actuar como rematadores judiciales, se exige poseer matrícula y dos años
mínimos de antigüedad, aunque no haya tenido ejercicio profesional.
El art. 104 del Reglamento para la Justicia Comercial establece que,
para acceder a la matrícula se debe superar un examen de idoneidad y, entre
otros requisitos, el aspirante debe declarar bajo juramento que cuenta con
personal necesario para realizar subastas, de manera que la insuficiencia de tal
elemento estará a su exclusivo cargo.
Ello así, los gastos correspondientes a los colaboradores que éste
contrate, por su seguridad o comodidad, son erogaciones inherentes a su
profesión y deben correr a su costa, quedando absorbidos por la comisión que
perciba (CNCiv., Sala G, 1998/04/17, "García, Eugenio c. Maestro, Raúl", La
Ley del 19/3/999).
Por su parte, el Reglamento para la Justicia Nacional en lo Civil
establece que, cuando los peritos inscriptos fuere numerosa, el Tribunal de
Superintendencia podrá disponer que se confeccionen sendas listas para los
grupos de juzgados que se determinen, las que serán elaboradas por la
Dirección de Tecnología del Consejo de la Magistratura, con el soporte técnico
que se le remita (art. 103).
3. Nombramiento de martillero
La designación de martillero puede ser: a) propuesta por las partes; y b)
nombrado por el Juez de la lista respectiva.
En el primer supuesto, el auxiliar no necesita estar inscripto en el registro
oficial, aunque se requieren las demás condiciones que para el rematador
anotado en la lista judicial.
Debe ofrecerse por las partes expresamente por escrito y en conjunto,
pues la propuesta de uno y el silencio del contrario no significa aceptación
tácita, toda vez que el código refiere al acuerdo entre partes y no a la decisión
de uno, convalidada por la inacción de otro.
De resultar designado por el Juzgado, debe aceptar el cargo dentro del
tercer día de notificado por cédula o medio idóneo permitido (art. 136). La
omisión en concurrir en el tiempo fijado, es causa de remoción inmediata, y
puede llegar a eliminarlo de la lista por su negativa reiterada.
Además, no podrá ser recusado por las partes, pero de alegar una de
ellas causas justificadas para su actuación, podrá dejarse sin efecto su
designación dentro del quinto día de hecho el nombramiento. La petición
revocatoria no tiene sustanciación.
4. Ejercicio de las funciones
Si bien el martillero, por su oficio, conoce la forma de realizar un remate
y por ello se lo llama y designa; no obstante, está sometido a la autoridad
judicial, ya que es un auxiliar de la justicia.
De esta manera es el Juez quien dirige las modalidades de realizar los
bienes, instruyendo al martillero como se efectuará la subasta.
El funcionario que acepta el cargo y no cumple su cometido o lo cumple
de manera deficiente, maliciosa o en cualquier forma perjudicial para los
interesados, es pasible de responsabilidades civiles y penales que las leyes
establecen, sin perjuicio de las sanciones procesales que pueden ser aplicadas
por los jueces (arts. 35, 563, 580 parte segunda y 581).
Por eso, corresponde revocar la remoción del martillero dispuesta con
fundamento en que llevó a cabo la subasta a pesar de haber sido ordenada su
suspensión por la apertura del concurso preventivo del demandado, pues no
puede pretenderse que frente a las circunstancias apuntadas le se exigible al
auxiliar verificar una situación que debió serle comunicada a través de algún
funcionario del juzgado interviniente, máxime considerando la necesidad de dar
certeza y seriedad a las enajenaciones realizadas por orden judicial, conducta
que se le impone en forma rigurosa al martillero (CNCiv., Sala B, 1997/08/07,
"Wohlgemuth, Daniel c. Siegwart, Graciela", DJ, del 13/5/998, año 14, nro.19,
pág. 115).
Asimismo, se ha dicho que, si el martillero demuestra una grave incuria
en el cumplimiento de su cometido (frustrando tres fechas de remate), siendo
objeto de reiterados apercibimientos y demorando notablemente el curso del
proceso, puede ser removido (CNCiv., Sala K, 1991/03/14, "Galería Gral.
Güemes SA c. Lentini, Carlos A.", JA, del 29/7/992, nro. 5787, pág.61).
Como el martillero no es parte, tampoco puede ejercer funciones
pretendiendo beneficiar a alguna de ellas. De hacerlo de manera ostensible,
viola el deber que le fue encomendado.
De igual manera socava la finalidad de sus tareas si delega en otro, aun
siendo dependiente, la celebración de la subasta judicial.
5. Honorarios o comisión del martillero
El art. 13 de la ley 24.432 dispone que los jueces deben regular los
honorarios de los profesionales intervinientes en el proceso –peritos, síndicos,
abogados, liquidadores y demás auxiliares de la justicia-, sin atender a los
montos establecidos en los regímenes arancelarios nacionales o locales que
rijan su actividad, cuando la naturaleza, alcance, tiempo, calidad o resultado de
la tarea realizada o el valor de los bienes que se consideren, indicaren
razonablemente que la aplicación lisa y llana de esos aranceles ocasionarían
una evidente o injustificada desproporción entre la importancia del trabajo
efectivamente cumplido y la retribución que en virtud de las normas
arancelarias habría de corresponder.
Así, se amplía el margen de discrecionalidad del juez, aunque
supeditado a la fundamentación explícita y circunstanciada de las razones que
justifican tal decisión. A esta limitación corresponde agregar la que se deriva
del art. 1º de la ley citada, que modificó el art. 505 “in fine”del Código Civil.
La merma en la comisión del martillero interviniente en una subasta
judicial no debe disponerse en todos los casos, sino analizando sus
peculiaridades, y únicamente cuando la estimación aproximada de las costas
impusiera un tope máximo dentro del cual sería menester prorratear las
retribuciones de todos los profesionales que intervienen en el proceso (CNCiv.,
Sala A, 1997/08/11, "Danon de Altaraz, Richi y otro c. Rizzo, Juan H y otro", DJ
del 21/10/98, Año XIV, nro.42, págs. 551/2.
En el orden nacional, no existe ley que establezca el porcentaje de la
comisión del martillero, pues la nº 20.266, que regula el ejercicio de la
profesión,
solamente dice que la percibe sobre la base del precio
efectivamente obtenido (arts. 11 y 13).
En la subasta pública, no resulta de estricta aplicación la ley 24.441 de
financiamiento de la vivienda, que rige la actividad extrajudicial de los
martilleros en el tráfico inmobiliario, en tanto tiende a favorecerlo disminuyendo
los costos de las transacciones.
De todos modos se ha dicho que, debe admitirse la aplicación del art. 77
de la ley citada, como pauta orientadora para fijar la comisión del martillero que
actúa en subasta judicial, porque se trata de un supuesto similar al de corretaje
inmobiliario previsto en la norma (CNCiv., Sala C, 1997/04/24, "Vecchio, Néstor
O c. Sorbara, Salvador", La Ley, del 25/3/998, pág. 7).
Depósito de los importes percibidos por el martillero. Rendición de cuentas
Art. 564. -- El martillero deberá depositar las sumas recibidas y rendir cuentas del remate
al juzgado, dentro de los tres días de realizado. Si no lo hiciere oportunamente, sin justa
causa, carecerá de derecho a cobrar comisión.
1. Rendición de cuentas
Practicada la subasta, el martillero debe rendir cuentas dentro del tercer
día. La liquidación debe ser exhaustiva y documentada, debiendo incorporarse
la boleta de depósito de las sumas recibidas,
Se pueden deducir de los montos percibidos, los costos de la subasta y,
en caso de inmuebles, las deudas impuestos, tasas y contribuciones que posea
- salvo que expresamente se establezca lo contrario.
La carga de la prueba de la necesidad del gasto incurrido y, en su caso,
del monto del mismo, está a cargo del martillero, porque es a él a quien la ley
impone que rinda cuentas en legal forma.
En efecto, estando autorizado a retener "per se" del producido de la
subasta sus gastos, que son nada más y nada menos que "gastos de justicia",
lo menos que puede exigírsele es la carga de exponer con claridad las
explicaciones acerca del destino de los fondos retenidos de los que no es
dueño, sino mero administrador.
El extravío de los comprobantes no impide al martillero rendir cuentas y
depositar la seña recibida, porque dicha pérdida pudo ser suplida con las
constancias de sus libros para llegar al monto del saldo debiendo rectificarse
posteriormente cualquier pequeña diferencia (CNCom., Sala B, 20/3/68,
“Siegtrist, Juan F. C/ Pomito, Salvador SRL”, ED, 22, fallo 11220).
El incumplimiento por parte del martillero en la realización de la rendición
de cuentas puede llevar a la pérdida del derecho a comisión.
De las cuentas presentadas se dará traslado a las partes por cinco días.
2. Depósito judicial
El depósito de las sumas resultantes de la realización de los bienes
embargados deberá realizarse en el Banco de depósitos judiciales. Estos son,
según la normativa vigente a la fecha, el Banco de la Nación Argentina para el
fuero civil y el Banco de la Ciudad de Buenos Aires para los restantes fueros.
La cuenta debe ser abierta a nombre del juez consignando la causa a la que
corresponden.
Comisión. Anticipo de fondos
Art. 565. -- El martillero percibirá la comisión que corresponda conforme al bien
subastado, establecida por la ley o, en su caso, la costumbre.
Si el remate se suspendiere o fracasare sin culpa del martillero, el monto de la comisión
será fijado por el juez, de acuerdo con la importancia del trabajo realizado; si se anulare,
también sin su culpa, tendrá derecho a la comisión que correspondiere. Si el mismo
martillero vendiere el bien en un remate posterior, su retribución será determinada
atendiendo al efectivo trabajo que le hubiere demandado esa tarea.
Si el remate se anulare por culpa del martillero, éste deberá reintegrar el importe de la
comisión que percibió, dentro del tercero día de notificado por cédula de la resolución
que decreta la nulidad.
Cuando el martillero lo solicitare y el juez lo considere procedente, las partes deben
adelantar los fondos que se estimen necesarios para la realización de la subasta.
1. Comisión del martillero
Se denomina comisión al honorario establecido por el auxilio prestado a
la jurisdicción al practicar una subasta por ella ordenada.
Si bien la costumbre, en atención a que la ley 20.266 , que regula en el
orden nacional la profesión de martillero, nada dice en cuanto a los porcentajes
de remuneración que por su labor corresponde aplicar, ha fijado dichos
porcentajes en un 10 % para el caso de bienes muebles y en un 3 % para los
inmuebles, nada impide que dichas proporciones puedan ser variadas,
adecuadas, reducidas o canceladas, pues es el juez quien en definitiva fija la
comisión (CNCiv., Sala F, 1996/02/05, "Frymety, Otty S., suc.", La Ley, 1996D, 22 - DJ, 1996-2-711).
También es habitual que la comisión se cancele en el acto de la subasta,
debiendo el martillero declararlo en la rendición de cuentas a que está obligado
practicar.
2. Suspensión y cancelación de la subasta
En caso de que la subasta sea suspendida o cancelada, el código
analiza dos situaciones. Si es por culpa del martillero, o si resulta producto de
otras circunstancias.
El primer supuesto lleva a la pérdida del derecho a comisión, debiendo
restituirla si ya la hubiera percibido, dentro de los tres días de ser notificado del
auto que así lo decide.
En cambio, el segundo párrafo del art. 565, modificado oportunamente
por la ley 22.434, prevé la remuneración del martillero cuando la subasta ha
fracasado sin su culpa, aun cuando la venta del bien se lleve a cabo en un
remate posterior.
Esa remuneración debe fijarse atendiendo el efectivo trabajo que le
demandó la tarea. Así, dado que ante el fracaso de la primer subasta el
martillero debió realizar actuaciones para poner nuevamente en marcha ese
acto -fijación de fecha y publicación de edictos-, y los trabajos anteriores -como
la aceptación del cargo, comprobación del estado del bien y de su ocupaciónresultaron útiles pues fue innecesaria su reiteración, cabe concluir que no se
trata de una doble remuneración por la misma actividad (CNCiv., Sala G,
1997/07/07, "G. M. c. M., V.", La Ley, 1998-B, 94).
La suspensión del remate puede ser transitorio o constituirse en
definitivo, y aun cuando el código no diferencia, es de pura lógica considerar
esa situación porque el martillero no tiene derecho a percibir comisiones por
cada subasta fracasada, sino un honorario único de conformidad con las
particularidades de la causa (cfr. Fenochietto, Código Procesal..., tomo 3, cit.,
pág. 163).
Además, la circunstancia de que el precio obtenido en la subasta pública
sea inferior al de una venta particular no es motivo de nulidad del remate como
así tampoco es causa de nulidad el hecho de que el precio obtenido sea bajo,
como consecuencia de la falta de postores (CNCom., Sala C, 1983/05/16,
"Toledo de Sotera, Norma c. Fridman, Jorge", ED, 107-296).
Finalmente, en el caso en que el acto sea suspendido o cancelado por
culpa del ejecutante, éste será quien cargue con el pago de la comisión
(CNCom., Sala E, 1997/03/21, "Srur, Roberto c. Wietrznik, Armando", La Ley,
1998-C, 931 [40.931 S]) .
3. Adelanto de fondos
El martillero puede solicitar que se le anticipen los gastos necesarios
para proceder a celebrar la subasta judicial, solicitud que será evaluada por el
juez quien, en caso de considerarlo necesario, ordenará el adelanto y fijará la
cuantía.
La ley no prevé sanción alguna para el ejecutante (subasta pública) o
para las partes (subasta privada) renuente a integrar el depósito aprobado,
circunstancia que puede llevar a suspender el trámite, o a asumir el costo por el
martillero con cargo de reintegro al practicar la cuenta final.
Edictos
Art. 566. -- El remate se anunciará por edictos, que se publicarán por dos días en el
Boletín Oficial y en otro diario, en la forma indicada en los arts. 145, 146 y 147. Si se
tratare de bienes de escaso valor, sólo se publicarán en el Boletín Oficial, por un día y
podrá prescindirse de la publicación si el costo de la misma no guardare relación con el
valor de los bienes.
Si se tratare de inmuebles, podrá asimismo, anunciarse en diarios del lugar donde estén
situados.
En los edictos se indicará el juzgado y secretaría donde tramita el proceso, el número del
expediente y el nombre de las partes si éstas no se opusieren; el lugar, día, mes, año y
hora de la subasta; no tratándose de bienes de escaso valor, se individualizarán las
cantidades, el estado y el lugar donde podrán ser revisados por los interesados; se
mencionará, asimismo, la obligación de depositar el importe de la seña y de la comisión
en el acto de remate y, en su caso, las modalidades especiales del mismo.
Si la subasta fuere de inmuebles, deberá indicarse, además, la base, condiciones de
venta, estado de ocupación y horario de visitas; si estuvieren sujetos al régimen de
propiedad horizontal, en las publicaciones y en el acto del remate deberá determinarse el
monto de las expensas comunes correspondientes al último mes, y la deuda por este
concepto, si fuere posible.
En todos los casos, la última publicación deberá realizarse cuando menos cuarenta y
ocho horas antes del remate.
No podrán denunciarse defectos de publicidad de la subasta vencidos cinco días
contados desde la última publicación.
1. Publicidad de la subasta
La norma bajo análisis si bien remite a lo normado en los arts. 145 a 147
con relación a la publicidad que debe ser observada al ordenarse una subasta,
se debe tener en cuenta que las finalidades perseguidas son diferentes.
En efecto, en los primeros artículos lo que se persigue es una
notificación o acto procesal de comunicación a una parte ausente o con
domicilio desconocido; pero aquí se pretende dar a publicidad la realización de
determinados bienes sobre los cuales se presume existe un interés general.
Dicho en otros términos, el edicto cumple una doble función: es un
requisito de publicidad que tiene como finalidad lograr un efecto económico en
el precio para solventar la subasta, de modo tal que esté compuesto tanto por
el monto de la puja como por la asunción del débito anunciado (CNCom., Sala
D, 1998/03/05, "Escandarani, Elías c. Fagre, Juan C.", La Ley, 1998-E, 691).
Este aspecto, implícitamente se relaciona con la necesidad de contar
con postores que faciliten la realización efectiva del remate.
Por otro lado, la publicidad de los edictos de remate en el Boletín Oficial
reviste el carácter de requisito esencial dentro del procedimiento previsto por el
Código, por lo que su omisión -sea ésta atribuible a la parte encargada de
instar el procedimiento, o a los responsables de la publicación no puede
subsanarse por el consentimiento de las partes ni ser alcanzado, por ende, por
el principio de preclusión.
Se trata se un presupuesto de validez del acto celebrado, y por ello, el
error en el edicto puede llevar a la nulidad de la subasta.
Es verdad que, para decretar la nulidad de una subasta judicial es
necesario que se haya omitido alguno de los recaudos esenciales que
establece el art. 566, pero también lo es que, algunos de esos defectos son
subsanables y evitan declarar la nulidad por el solo hecho de un error
intrascendente.
Por ejemplo, los eventuales defectos que pudieran adolecer la
publicación de los edictos que anuncia el remate debe ser denunciado dentro
del plazo previsto por el art. 566 "in fine", resultando extemporáneo el ulterior
cuestionamiento sobre el punto, como veremos de inmediato (cfr. CNCiv., Sala
F, 1985/11/18, "Brea, Germán W. c. Ayub, Víctor G.", La Ley, 1986-B, 120 - DJ,
986-II-405).
También, la colocación de carteles es un elemento que colabora con una
mejor publicidad de la realización del bien, pero su omisión no es causal de
nulidad de la subasta desde que no es un recaudo que la ley exija para
anunciar el remate (CNCiv., Sala A, 1989/04/17, "Parodi, Alberto R. y otra c.
Chamorro, Celia", La Ley, 1989-D, 87).
En suma, el régimen de perfeccionamiento del dominio en las subastas
judiciales no se encuentra alcanzado por lo dispuesto en el art. 2505 del
Código Civil, pues la subasta tiene un sistema de publicidad propio, constituido
por la publicación de edictos.
Por tanto, si bien la inscripción registral resulta necesaria para asegurar
la continuidad del tracto y facilitarle al comprador la realización de los actos de
disposición que derivan de su calidad de propietario, la eficacia del acto y su
oponibilidad erga omnes es consecuencia natural del régimen de publicidad de
las subastas y no de la inscripción en el registro de la propiedad (CNCiv., Sala
A, 1996/07/01, "Consorcio de Propietarios Edificio Juan B. Alberdi c. Trotta,
Elida", La Ley, 1997-E, 1059, J. Agrup., caso 11.952 - DJ, 1997-1-1002).
Obsérvese en igual sentido de importancia que tienen los edictos, que
en materia de ejecución hipotecaria se extiende la notificación al deudor.
Por eso se insiste en afirmar que, en caso de subasta judicial de un
inmueble hipotecado, la citación al acreedor hipotecario debe hacerse en forma
adicional a la publicidad del remate, debiendo citárselo por edictos en caso de
desconocerse su domicilio (art. 575, Código Procesal), tal comunicación no
queda suplida por la publicación de los edictos anunciando la subasta, máxime
cuando ello conduciría a la extinción del gravamen hipotecario respecto del
adquirente prevista en el art. 3196 del Código Civil en caso de comparecencia
tardía del acreedor (CNCom., Sala E, 1997/03/21, "Srur, Roberto c. Wietrznik,
Armando", La Ley, 1998-B, 892 [40.275-S]).
2. Contenidos del edicto
Es trámite previo ineludible al remate judicial de un inmueble, el
establecimiento con exactitud del estado de ocupación, a fin de hacerlo constar
en la publicidad, conforme lo requiere la adecuada tutela de los diversos
intereses comprometidos en la subasta.
Una vez informado suficientemente de las condiciones del dominio y de
la ocupación eventual del inmueble, si la subasta se tratara de propiedades de
esta naturaleza, el martillero debe confeccionar los edictos con las siguientes
menciones:
a) Lugar de situación del inmueble o de la cosa;
b) Carátula del expediente, y si en ésta se encuentra el nombre de las
partes involucradas, deberán prestar conformidad para esta
exposición; en caso contrario, se indicará el número de expediente;
c) Precisar Juzgado y secretaría interviniente, indicando demás datos
de localización para que allí se puedan constituir los interesados;
d) Lugar, día y hora de la subasta;
e) Estado de las cosas, y en el caso de inmuebles, el horario de visita
permitido;
f) Condiciones de venta, indicando la obligación de depositar en el acto
del remate el importe de la seña y de la comisión establecida;
g) Si fuesen inmuebles en propiedad horizontal se deberá informar el
monto mensual de las expensas (especificando la del último mes) y
la existencia de deuda pendiente de cancelación.
El edicto se publicará por dos días en el Boletín Oficial y en un diario
local dentro del radio donde están los bienes, cuando menos con cuarenta y
ocho horas de anticipación a la subasta.
La oponibilidad "erga omnes" de la venta en subasta judicial proviene del
específico régimen de publicidad a que la misma se halla sujeta, pues la
publicación de los edictos permite el conocimiento de la fecha del remate para
todos los terceros eventualmente interesados (CNCiv., Sala E, 1997/07/10,
"Consorcio Propietarios Arabe Siria 2723/29 c. Musella, Norma S. y otro", La
Ley, 1998-E, 131).
3. Excepciones previstas
Cuando los bienes a subastar (no inmuebles) fueren de escaso valor, la
publicación de edictos se puede realizar por un día en el Boletín Oficial, y podrá
prescindirse de toda publicidad si el valor de la publicación fuere mayor al de
los bienes a realizar.
4. Defectos de publicidad
Establece el párrafo final de la norma, que no se podrán deducir
planteos de nulidad basados en defectos de la publicidad, si ello no se realiza
dentro de los cinco días siguientes al de la última publicación.
El principio es la subsanación del vicio y la prevención de nulidades
futuras que se pudieran plantear, por dicha causa, contra la subasta realizada.
Por tanto, deviene extemporáneo el planteo de la nulidad por
inobservancia en las formalidades, teniendo en cuenta la publicidad por
edictos, la fecha de realización y el momento de presentación de la letrada
(CFed. Mar del Plata, 1997/04/07, "Dukart, Marcelo V. c. Aurora Austral S. A.",
La Ley, 1998-F, 857 [41.006-S]).
En consecuencia, se ha dicho que debe sancionarse por temeridad y
malicia a la parte y a su letrado, por plantear la nulidad de la subasta con
fundamento en defectos de publicación inexistentes y de modo largamente
extemporáneo en relación al art. 566 "in fine" (CNCiv., Sala C, 1987/07/23, "Del
Atlántico, S. A. c. Veronesi, Abdon y otros", La Ley, 1988-B, 610 [37.920-S]).
Propaganda. Inclusión indebida de otros bienes
Art. 567. -- La propaganda adicional será a cargo del ejecutante, salvo si el ejecutado
hubiese dado conformidad, o si su costo no excediere del dos por ciento de la base.
No se podrá mencionar en la propaganda, ni subastar en el mismo remate, bajo pena de
perder el martillero su comisión, bienes distintos de aquellos cuya venta fue ordenada
judicialmente.
Si la propaganda adicional se realizare a través de diarios, será aplicable lo dispuesto en
el último párrafo del artículo anterior.
1. Propaganda adicional
La publicidad adicional no es un requisito necesario para informar y
difundir ampliamente la celebración de la subasta, por eso, cuando se resuelve
hacerla, los gastos quedan a cargo del ejecutante o del interesado en que se
realice.
Si hay acuerdo entre partes, o el monto a invertir en la propaganda
adicional no excede el dos por ciento (2 %) de la base, los costos se comparten
en partes iguales, y se descuentan de lo obtenido en el remate.
Los folletos y volantes que el martillero repartió con anterioridad a la
subasta sin autorización expresa del juez, no pueden entenderse incluidos en
la expresión gastos de publicidad.
Por tanto, debe responder por su costo el rematador que asumió un
riesgo que es inadmisible trasladar a las partes (CNCiv., Sala G, 1995/11/29,
"Ovington, Jorge C. c. Ferrone, Gerardo", 38.491-S, La Ley, 1996-B, 713).
Se ha dicho que, si bien la colocación de carteles es un elemento que
colabora con una mejor publicidad de la realización del bien objeto del remate,
su omisión no es causal de nulidad de la subasta desde que no es un requisito
que la ley exija para anunciar el remate (CNCom., Sala C, 1998/08/31, "Cofone,
Roberto c. Méndez, Isolina", La Ley, 1998-F, 185).
2. Limitaciones de la publicidad
La subasta anunciada se limita a los bienes que se informaron en el
edicto, sin posibilidad de aplicar otros objetos en dicho acto.
Ello es producto de la congruencia que debe existir entre la delegación
judicial y los poderes del rematador, quien de excederlos, perderá el derecho a
la comisión, aunque subsistirá la eficacia de la subasta realizada para no
perjudicar el derecho de los terceros adquirentes.
Si alguien pretendiera la nulidad de la subasta por defectos en la
publicidad adicional, la estimación será restrictiva.
Por ejemplo, se ha dicho que, la negligencia del comprador del inmueble
subastado en examinar la causa en la que se decretó el remate, no es excusa
para admitir la nulidad de la subasta con sustento en la incompleta información
obtenida en los edictos acerca de las condiciones del inmueble, pues lo
atinente a tal nulidad debe considerarse con carácter restrictivo (CNCiv., Sala
F, 23/12/997, “Parets de Perosanz, Alicia B. c/ Pintos, José M.”, DJ del
18/11/98, Año XIV, nro.46, pág.823).
Asimismo, aunque existan dudas acerca de la colocación de un cartel
bisagra en la vereda los días de exhibición del inmueble a subastarse, la
omisión no traería aparejada la nulidad del remate, pues la colocación de
carteles es posible como propaganda adicional según lo previsto por el art. 567,
pero ésta no es obligatoria sino sólo facultativa y admisible en los términos que
la norma citada prevé (CNCiv., Sala C, 2000/09/21, “Consorcio Fray Justo
Santa María de Oro 3040 c/ Rodríguez, Alberto s/ ejec.”, ED, del 31/8/01,
pag.7).
Preferencia para el remate
Art. 568. -- Si el bien estuviere embargado en diversos procesos seguidos contra el
ejecutado, salvo disposición específica de otra ley que regule ejecuciones especiales, la
subasta se realizará en el que estuviere más adelantado en su trámite, con prescindencia
de la naturaleza o garantías que tuvieren los créditos.
La preferencia que se acordare para la realización del remate importa reconocer al
acreedor que promovió el juicio donde se ordena, la facultad de proponer martillero, si
en el acto constitutivo de la obligación se le hubiere otorgado esa prerrogativa.
1. Embargos simultáneos sobre un mismo bien
El hecho de coexistir sobre un mismo bien distintas medidas cautelares
(v.gr.: embargo y anotación de litis), o varias decretadas por jueces distintos en
ocasiones sucesivas (v.gr.: embargos), no se relaciona en la especie con la
preferencia para el cobro que establece el art. 218, sino en ver quien de ellos
tiene prioridad para subastar el bien de que se trate.
La solución del Código Procesal no se relaciona con el origen del crédito
o el grado de preferencia para el pago, sino que, para optimizar el principio de
economía procesal, privilegia al expediente que tuviera más adelantadas las
actuaciones destinadas al remate, para que sea allí donde el acto se realice.
El análisis es omnicomprensivo y no depende únicamente del grado de
avance en el procedimiento, porque pueden suscitarse cuestiones anexas que
impidan concretar con eficacia el principio que la norma establece, si se lo
aplica estrictamente.
Por eso, se ha dicho que corresponde suspender el remate que tiene
preferencia en virtud del art. 568, cuando, aunque más avanzado en el trámite,
sólo procede la subasta del 50 % indiviso del inmueble embargado y en la
ejecución hipotecaria se decreta el remate de la totalidad (CNCom., Sala B,
1999/06/18, "Castro, Hugo E. c. Ramaglia, Edgardo A. y otro", La Ley, 1999-F,
381).
Asimismo, ha sido señalado que, el art. 568 debe ser interpretado en el
sentido de que, en caso de que se haya dictado un decreto de subasta sobre el
mismo bien en distintas actuaciones, el remate deberá realizarse en aquel
juicio en el cual el trámite se encuentre más adelantado, no obstante las fechas
en que se haya dispuesto el remate. Solución, esta, que no resulta aplicable en
el “sub lite, donde la subasta oportunamente ordenada fue luego suspendida y
sólo ahora el accionante ha pedido que se decrete nuevamente (CNCom., Sala
A, 1997/05/23, “Banco del Buen Ayre c. Filgueira.”, ED del 10/9/997, pág.5).
2. Supuesto de subastas coexistentes
El conflicto entre procesos que invocan preferencia para la subasta se
resuelve de conformidad con las reglas de determinación de la competencia, de
modo tal que la Cámara de apelaciones del fuero que primero hubiera conocido
será quien lo decida, por aplicación del principio de prevención.
Si el conflicto se plantea entre jueces de distinta jurisdicción, le
corresponderá a la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Una vez que se decide el proceso que procederá a subastar, se extiende
a este juicio la facultad de proponer martillero siempre que en el acto
constitutivo de la obligación se hubiera acordado esa prerrogativa.
Disposición que persigue beneficiar a acreedores prendarios e
hipotecarios que suelen incorporar entre sus cláusulas dicha previsión.
Subasta progresiva
Art. 569. -- Si se hubiese dispuesto la venta de varios bienes, el juez a pedido del
ejecutado, podrá ordenar que la subasta se realice en distintas fechas y que se
suspenda cuando el precio obtenido alcanzare a cubrir el crédito, intereses y costas
reclamados.
1. Remates en fechas diferentes y progresivas
Así como pueden coexistir embargos y otras medidas cautelares sobre
un mismo bien, pero en varios procesos; también el ejecutado puede encontrar
que su patrimonio mobiliario e inmobiliario esté afectado por una variedad de
medidas en un mismo proceso. En tal caso, ordenado el remate, y con el fin de
evitar que los resultados de una subasta común excedan las necesidades
económicas reclamadas, se puede ordenar la subasta progresiva.
Esto consiste en realizar bienes en actos distintos, de manera ordenada
y sucesiva. Es decir, se lleva adelante un primer remate de algunos de los
bienes gravados, luego del cual se rinden cuentas conforme el art. 564. En el
supuesto de que no se hubieran percibido la totalidad del crédito adeudado, se
proseguirá con la realización del remanente. En caso contrario, se suspenderán
las otras subastas y se levantará el embargo recién cuando se hayan
satisfecho la totalidad del crédito con sus accesorios y costas.
La ratio legis del artículo es evitar la producción de perjuicios
innecesarios al ejecutado. Lo que se contempla es la posibilidad de que las
sumas adeudas puedan ser satisfechas con la ejecución de parte de los bienes
embargados.
Una manifestación de esta modalidad la tiene el art. 2677 del Código
Civil, que autoriza al acreedor a hacer embargar y vender la parte indivisa de
su condómino deudor, antes de la división de los comuneros. La venta
mediante subasta de la parte indivisa deberá efectuarse en forma progresiva
hasta alcanzar a cubrir el crédito reclamado, conforme lo dispuesto por el
artículo que comentamos.
La subasta progresiva no exige la liquidación actualizada del crédito
ejecutado, mas es indudable que requiere cuanto menos la concreta estimación
del quantum del mismo, de modo que el martillero sea adecuadamente
instruido sobre el momento en que deberá suspender las progresivas
enajenaciones (CNCom., Sala D, 1996/06/11, "Tacchi, Carlos M. c. Peters
Hnos.", La Ley, 1996-E, 345 - DJ, 1996-2-446).
2. Subasta fraccionada de inmuebles
Para que esta modalidad sea aplicable, se requiere que el bien a
ejecutar sea pasible, tanto fáctica como jurídicamente, de ser parcelado
mediante el correspondiente loteo.
De considerar el juez que este proceder causa al ejecutante perjuicios o
dilaciones, se rechazará el pedido y se procederá a subastar la propiedad en
su totalidad.
La venta en forma progresiva puede ser dispuesta por el juez de oficio
en virtud de lo normado por el art. 558 bis del Código, o bien plantearse por la
parte interesada en que así se resuelva.
Posturas bajo sobre
Art. 570. -- Cualquiera sea la naturaleza de los bienes a subastar, a pedido de parte o de
oficio el juez podrá disponer que se admitan posturas en sobre cerrado, en las
condiciones que fije, que deberán indicarse en los edictos y, en su caso, en la
propaganda.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación o las cámaras podrán establecer las reglas
uniformes de aplicación de la expresada modalidad del remate.
Si se tratare de subasta de muebles que se realice por intermedio del Banco de la Ciudad
de Buenos Aires u otras instituciones oficiales que admitan posturas bajo sobre, se
aplicará esa modalidad en los términos que establezcan las respectivas
reglamentaciones.
1. Ofertas en sobre cerrado
Las dificultades para celebrar una subasta se reflejan en cuestiones
tangenciales, pero vinculadas con la engorrosa forma de proceder
ejecutivamente sobre los bienes del deudor.
Las subastas han reconocido desde largo tiempo la aparición de
conjuntos de personas que actuando sobre la voluntad de los concurrentes al
acto público, impiden la celebración normal de la subasta, generando la
renuencia de postores u ofertas abusivas que llevaban a comprar
prácticamente en el precio de la base.
Con la oferta bajo sobre se pretende evitar que las llamadas ligas de
compradores puedan obstruir la propuesta de mejores ofertas. Asimismo la
aceptación de ofertas en sobre cerrado permite la intervención de potenciales
compradores que no necesiten concurrir al lugar del remate.
Se ha dicho que, la modalidad de la oferta bajo sobre con antelación a la
fecha del remate es un medio adecuado para combatir la actividad de las
llamadas “ligas de compradores”, calificadas de verdaderas asociaciones
ilícitas que valiéndose de maniobras, amenazas y vías de hecho impiden, en
los remates judiciales, las ofertas del público, para adjudicarse los objetos de la
subasta, a vil precio (J. Nac.1ª Instancia Comercial Capital (juzgado nro.8),
firme, 1965/04/20, “Serena Argentina SA, quiebra”, ED, 10-506, fallo 5620).
Por ello, para asegurar la corrección y eficacia del sistema de ofertas
bajo sobre, el martillero deberá aceptarlas en el domicilio constituido en los
autos hasta el día anterior a la subasta y en el lugar del remate durante el
término de edictos y de exhibición de los bienes, destacándose en la publicidad
la posibilidad de efectuar dichas ofertas, para cuya aceptación se fijará un
mínimo de seña, la cual se devolverá directamente cuando aquélla sea
superada; se confeccionarán y agregarán a los autos, planillas de las ofertas,
dando cuenta documentada de las devoluciones de seña y haciéndose saber a
los oferentes que, en caso de aceptación de sus ofertas, deberán concurrir
dentro de tercero día a retirar lo comprado, bajo apercibimiento de perder la
seña, la que se depositará en autos; se pondrá asimismo, a la vista del público,
donde se reciban las ofertas, una lista detallada de las mercaderías en venta,
proporcionando a los interesados sobres para la oferta, los que se abrirán en
presencia del público quince minutos antes del remate; al comienzo de la
subasta de cada bien, se leerá en voz alta, las ofertas relativas al mismo
(mismo fallo anterior).
Las condiciones y trámite de la postura bajo sobre serán determinadas
por el juez quien instruirá al martillero a su respecto. Las ofertas se entregan a
éste último con la antelación fijada por el magistrado y se darán a conocer a los
otros oferentes al comenzar el acto de la subasta.
2. Oficina de subastas judiciales
La acordada 24/2000 emitida por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, creó la Oficina de Subastas Judiciales que será el lugar donde se
llevarán a cabo todas las subastas de inmuebles, muebles, derechos, valores
mobiliarios y semovientes ordenados por los señores magistrados a realizarse
en la Capital Federal, con el control y supervisión del Jefe de la misma
(Acordada nº 10/99).
La Oficina recibirá la comunicación del juzgado que ordena el remate o
la subasta con las constancias que llevará el edicto, asignará el turno, y tendrá
a su cargo la organización y control del desarrollo del acto.
En el caso de los inmuebles, las fechas se asignarán respetando el
orden de ingreso de dichas comunicaciones; y para los muebles, derechos,
valores mobiliarios y semovientes se concentrarán todos en un mismo día,
quedando a resolución del encargado de la dependencia cuantas veces al mes
corresponde.
Compra en comisión
Art. 571. -- El comprador deberá indicar, dentro del tercero día de realizada la subasta, el
nombre de su comitente, en escrito firmado por ambos. En su defecto, se lo tendrá por
adjudicatario definitivo.
El comitente constituirá domicilio en esa presentación, bajo apercibimiento de lo
dispuesto en el art. 41, en lo pertinente.
1. Concepto
El art. 79 de la ley 24.441, incluido en el art. 598, inc.7º, prohibe
expresamente en la ejecución hipotecaria la “compra en comisión”.
Sin embargo, se ha puesto en duda si ese criterio se aplica en las demás
subastas judiciales (CNCiv., Sala J, 1998/06/02, "Hernaiz, Alcira A y otros c.
Etcheto, Martín M.", ED, 178-376), creyendo que no constituye obstáculo.
Ocurre que, el objetivo primordial de la reforma introducida por la ley
24.441 al código procesal, es la realización de los bienes a través de subastas
judiciales en medio de procedimientos prístinos, es decir, lo más alejados
posible de la oscuridad que en algún tiempo ensombreció a estos actos
mediante la utilización del recurso de su obtención, en comisión por parte de
inescrupulosos intermediarios.
En efecto, la compra en comisión es una forma de adquisición regulada
en el Código Civil bajo la forma del contrato de comisión, y advierte que las
diferencias con las modalidades establecidas en el reglamento adjetivo son
pocas.
Una de ellas está en el tiempo de denunciar el nombre del comitente,
que se puede reservar hasta el momento de la escrituración en el orden
sustancial; mientras que el artículo 571 obliga a denunciarlo tres días después
de celebrada la subasta.
Si la denuncia acerca de la persona del comitente se realiza en forma
extemporánea, se impone tener al comprador en comisión por comprador
definitivo (CNCom., Sala E, 1990/09/13, "Pombar, Nicanor A. c. Abad,
Carmen", La Ley, 1991-E, 572).
2. Requisitos de la presentación
Hecha la denuncia, el comitente deberá constituirse ante el juzgado
debiendo denunciar su domicilio real y constituir el procesal, donde serán
válidas las notificaciones que en lo sucesivo se practiquen.
La omisión de cumplir con esta carga, importa aplicar los efectos del art.
41, es decir, que las sucesivas comunicaciones que se le deban transmitir,
serán hechas en los estrados del juzgado bajo las formas de la notificación por
ministerio de la ley (art. 133).
Regularidad del acto
Art. 572. -- Si existieren motivos fundados y sin perjuicio de la facultad del juez para
disponerlo de oficio, el ejecutante, el ejecutado o el martillero podrán solicitar al juzgado
la adopción de las medidas necesarias para proveer a la regularidad del remate y al
mantenimiento del orden que asegure la libre oferta de los interesados.
1. Medidas complementarias
Si bien, en principio, lo atinente a la nulidad de la subasta debe ser
considerado con criterio restrictivo a fin de evitar que se cree un clima contrario
a esta clase de ventas, la aplicación de tal criterio debe realizarse de acuerdo
con las circunstancias del caso y con suma prudencia, so peligro de lesionar la
seriedad y seguridad que debe primar en estas ventas (que es deber del
magistrado cuidar) y de producirse así el efecto contrario al que se trata de
resguardar.
Precisamente, con el fin de alcanzar el objeto de realizar los bienes y
distribuir el producido entre los acreedores concurrentes, esta disposición
pretende que, con los elementos disponibles y en ejercicio activo de los
poderes jurisdiccionales, se indiquen medidas complementarias que aseguren
la celebración del acto sin perturbaciones.
Es evidente que la presencia del Juez en tal oportunidad garantiza la
eficacia del resultado, pues de existir inconvenientes se pueden resolver en el
acto, o anular el procedimiento sin más trámite.
Sin embargo, la ausencia de estas medidas complementarias no se
pude utilizar como argumento para invalidar el procedimiento.
En tal sentido se ha dicho que, debe tenerse por no probado en el caso
que la posible actuación de una "liga" de compradores hubiera incidido en
perjuicio de la libertad de las ofertas, en la adjudicación definitiva de la finca
que se concretó luego de diversas posturas, o en el ánimo de los que
efectivamente estaban interesados en la compra, ya que demostración de ello
lo es el satisfactorio precio obtenido para la época en que se efectuó la
subasta, que superó ampliamente la base establecida (CNCiv., Sala C,
1981/04/27, "Consorcio de Propietarios Virrey Ceballos 205/15 c. Zamora
Casas, Pedro suc.", La Ley, 1981-D, 68).
Asimismo, se ha sostenido la inadmisión del planteo de nulidad de una
subasta si el ejecutado la funda en no haberse sustanciado la prueba por él
ofrecida, cuando en el escrito recursivo se alude genéricamente a disturbios
ocasionados por el accionar de la "liga de rematadores", sin precisar en qué
consistió tal accionar y qué disturbios ocasionaron. Ello así, porque este
requisito es necesario no solo para sustentar con visos de seriedad el planteo y
consecuentemente valorar en forma adecuada la prueba que, eventualmente,
pueda producirse, sino también para apreciar la entidad de los disturbios,
máxime si el martillero negó enfáticamente la existencia de alguna irregularidad
y aseveró que la subasta "contó con custodia policial" y se demuestra que el
bien se vendió en un precio que superó ampliamente la base fijada por el
juzgado, lo que implica que la adjudicación se concretó luego de diversas pujas
por parte de los interesados en la adquisición, circunstancia que se vislumbra
contraria a cualquier actuación de una liga de compradores en perjuicio de la
libertad de ofertas (CNTrab., Sala III, 1999/04/22, "Batelli, Roberto L. c.
Tamburrini, Roberto A.", DT, 2000-A, 85 - DJ, 2000-1-1410).
SECCION 3ª -- Subasta de muebles o semovientes
Subasta de muebles o semovientes
Art. 573. -- Si el embargo hubiere recaído en bienes muebles o semovientes, se
observarán las siguientes reglas:
1. Se ordenará su venta en remate, sin base, al contado o con las facilidades de pago
que por resolución fundada se establezca, por un martillero público que se designará
observando lo establecido en el art. 563.
2. En la resolución que dispone la venta se requerirá al deudor para que, dentro del plazo
de cinco días, manifieste si los bienes están prendados o embargados. En el primer
caso, aquél deberá indicar el nombre y domicilio de los acreedores y el monto del
crédito; en el segundo, el juzgado, secretaría y la carátula del expediente.
3. Se podrá ordenar el secuestro de las cosas, que serán entregadas al martillero para su
exhibición y venta; al recibirlas éste, las individualizará con indicación de su estado y del
lugar y fecha en que se lleva a cabo la entrega.
4. Si se tratare de muebles registrables, se requerirá a los registros que correspondiere
un informe sobre las condiciones de dominio y gravámenes.
5. La providencia que decrete la venta será comunicada a los jueces embargantes; se
notificará por cédula a los acreedores prendarios, quienes podrán formular las
peticiones que estimaren pertinentes, dentro de tercero día de notificados.
1. Reglas para la subasta de bienes muebles
El remate de los bienes muebles embargados se realiza con plena
sujeción a las reglas siguientes:
a) La subasta se ordena sin base y con pago convenido. La calidad de
los bienes a rematar impone ponerlos a la venta pública sin haberlos tasado
previamente, de modo tal que la mejor oferta importará para el postor, la
adquisición del objeto (art. 117, Código de Comercio).
El precio de venta será el propuesto y aceptado por el martillero,
debiéndose cancelar de inmediato, salvo que se hubiera anunciado la
existencia de facilidades de pago y ellas fueran aceptadas por el comprador en
la subasta.
b) En forma previa se debe informar si el o los objetos a subastar se
encuentran gravados. Esta denuncia de gravámenes (embargos anteriores,
prendas o hipotecas) es un acto ordenado conjuntamente con el auto de venta.
Se dispone como intimación para que el ejecutado informe en el plazo de cinco
días, y no se superpone con la misma obligación que tuvo al tiempo de
procederse al embargo de esos bienes (art. 531 inciso 3º).
Cuando se denuncia la existencia de prenda o hipoteca, la información a
prestar se relaciona con el nombre y domicilio de los acreedores y el monto del
crédito respectivo; mientras que el aviso de embargos, exige comunicar el
juzgado, secretaría y carátula del expediente.
c) Secuestro de los bienes. Este es un acto necesario para la subasta
judicial, porque con el desplazamiento de los bienes a un lugar de exhibición y
venta se facilita el conocimiento general y el interés que sobre ellos pueda
existir.
La persecución y secuestro de los bienes embargados debe hacerla la
parte interesada para ponerlos a disposición del martillero, ya que tales
diligencias no le incumben a éste último, quien debe limitarse a realizar el
remate para el cual sido designado, previa exhibición de los bienes, la que no
puede suplirse con la descripción que de ellos se haga en los edictos.
Ahora bien, se ha destacado que si en forma previa a la venta se dijo de
condiciones establecidas, ellas no pueden sorprender al oferente y posterior
adquirente.
En efecto, la circunstancia puesta de relieve en la publicidad de la
subasta y destacada también en los recibos de las señas, de que las ventas de
los muebles rematados se hallaban sujetas a la "aprobación" de la vendedora,
muestra sin duda que tales operaciones se encontraban supeditadas a una
verdadera condición suspensiva, dado que con aquellas expresiones se
publicitaba que el encargado de la subasta carecía de facultades para concluir
sendas operaciones de venta de los bienes rematados y que la voluntad del
propietario era el factor que subordinaba la adquisición de los derechos por
parte de los pretensos adquirentes de aquéllos (art. 528 del Código Civil). Es
por ello que la inexistencia de una formal comunicación no aceptando las
operaciones concertadas en la subasta, dentro del plazo acordado para la
emisión del acto de aprobación, no trae como consecuencia el
perfeccionamiento de las ventas, sino su frustración (CNCiv., Sala A,
1996/02/19, "Frigorífico El Jaguel S.R.L. c. Capdo S. A.", La Ley, 1997-F, 954
[40.065-S]).
d) Condiciones de dominio y gravámenes en muebles registrables. Si el
remate a proceder lo es respecto de automóviles, embarcaciones o aviones
(muebles con registro), se debe requerir, antes de proceder a la subasta, las
condiciones de dominio y gravámenes que afecten a los mismos.
El agregado al art. 10 decreto-ley 6582/58, efectuado por la ley 22.130,
que habla de la inscripción de los automotores cuya enajenación realicen los
organismos públicos o bancos oficiales, establece una serie de pasos que
deben seguirse; si no obstante no se cumplieran algunos de ellos y el
automotor fuera igualmente subastado, el registro seccional dará curso al
trámite y si resultare que el automotor ya se encuentra inscripto en el registro,
el encargado, una vez practicada la inscripción inicial, la comunicará a la
Dirección Nacional y al registro seccional donde se encuentre radicado el
vehículo inscripto, adjuntando fotocopia autenticada de la solicitud tipo 05, con
la constancia de inscripción inicial practicada (C.Fed. Civ y Com. Federal, Sala
III, 1994/12/24, "Miranda, Pablo D.", JA, del 20/9/95, nro. 5951).
e) Comunicación a jueces embargantes y acreedores prendarios. La
citación del acreedor prendario antes del remate, que debe contener
emplazamiento, tiende a permitirle la defensa de su derecho para evitar que,
como consecuencia de la subasta, los bienes pasen a poder de un tercero
adquirente, contra quien no poseería acción reipersecutoria. Además, pretende
asegurarle la efectividad de su privilegio y dar al que resulte comprador en el
remate una seguridad de la pronta aprobación del mismo y la entrega del bien
(CNCom., Sala B, 1965, “Benito, Isabel H. c/ Saavedra, Oscar”, ED 12-325,
fallo 6398).
Articulaciones infundadas. Entrega de los bienes
Art. 574. -- Al adjudicatario que planteare cuestiones manifiestamente improcedentes
que demoraren el pago del sa ldo del precio, se le impondrá la multa que prevé el art. 581.
Pagado totalmente el precio, el martillero o la parte que, en su caso, correspondiere,
entregará al comprador los bienes que éste hubiese adquirido, siempre que el juzgado
no dispusiere otra cosa.
1. Sanciones por malicia procesal al adquirente
Tanto el art. 581 como el presente, sancionan al adquirente en una
subasta judicial que, con prácticas obstruccionistas manifiestamente
infundadas, pretende postergar el cumplimiento de la obligación de pago a que
se comprometió al concretar una oferta aceptada por el martillero.
La multa se aplica en el caso de venta con facilidades de pago, pues de
otro modo, la cancelación se realiza de inmediato.
2. Entrega de los bienes
La entrega de los bienes queda a criterio judicial, porque en la práctica
pueden ocurrir distintas cuestiones: a) que se impugne el acto por vicios
formales en la celebración; b) que esté sujeto a condiciones de aprobación
judicial; c) que se haya anunciado la entrega contra entrega del pago total; etc.
En el caso de bienes muebles de valor poco significante, la posesión del
bien adquirido tras la oferta aceptada, suele ser inmediato al pago, y en el acto
de la subasta; en cambio, con los muebles registrables, al bien deben
agregárseles oficios y testimonios que ordenen al registro pertinente la nueva
inscripción de dominio.
SECCION 4ª -- Subasta de inmuebles
A) Decreto de la subasta
Embargos decretados por otros juzgados. Acreedores hipotecarios
Art. 575. -- Decretada la subasta se comunicará a los jueces embargantes e inhibientes.
Se citará a los acreedores hipotecarios para que dentro de tercero día presenten sus
títulos. Los de grado preferente, dentro del mismo plazo, podrán solicitar el aumento de
la base hasta cubrir el importe de sus créditos.
1. Comunicación a jueces embargantes e inhibientes
La venta de bienes inmuebles divide sus exigencias por etapas. En el
decreto de venta es preciso: a) informar a acreedores embargantes e
inhibientes; b) citar a los acreedores hipotecarios; c) designar martillero; d) se
fija la base para el remate en las dos terceras partes de la valuación fiscal; e)
se establecerá el lugar, día y hora del remate, y f) se establecerá la
propaganda adicional a los edictos que informarán del acto.
La sección 4ª del código debe leerse armonizando las disposiciones,
procurando interpretarlas en conjunto con el fin de no aislar el contexto donde
se pretenden aplicar.
Por tanto, el orden debió ser diferente. En efecto, el art. 576 dispone los
requisitos previos a ordenar la venta en pública subasta. El art. 577 ordena las
bases del remate; el art. 575 los actos posteriores de información a acreedores
judiciales e hipotecarios; el art. 578 es el procedimiento de fijación de la base
de venta y en adelante se establecen las condiciones que debe abastecer el
comprador para tomar posesión del bien, o en su caso, para que la adquisición
quede perfeccionada.
En el caso del art. 575, el propósito que se persigue, es que los jueces
embargantes e inhibientes puedan percibir el remanente que pueda llegar a
quedar de la realización de los bienes, como así también que los acreedores
hagan valer sus respectivos derechos con relación a la liquidación y precio de
venta del bien.
Así, se ha resuelto que la comunicación del decreto de subasta a los
jueces embargantes ordenada, no tiene otra finalidad que anoticiarlos de la
medida dispuesta, y en modo alguno constituye ocasión para que se aumente
la base, facultad reservada únicamente a los acreedores hipotecarios (CNCiv.,
Sala J,1995/11/9, "Caivano , Rodolfo O c/ González, Jorge y otros", La Ley,
1997-C, 965, [39.543-S]).
Esta notificación se realiza por oficio, pues es el medio habitual de
comunicación entre jueces; y por cédula a los acreedores que tienen hipoteca.
El diligenciamiento corre por cuenta del ejecutante.
Este es el criterio que ha adoptado la jurisprudencia nacional al resolver
que la comunicación prevista respecto de la resolución que ordena la subasta
del inmueble, se tendrá por cumplida con el diligenciamiento del oficio
respectivo o de la cédula pertinente en el caso del acreedor hipotecario
(CNCiv., Sala M, 1996/05/03, "De R. c. R.", JA del 3/12/97, nro. 6066) .
En cuanto hace a la acreditación de su cumplimiento y, dado que el
artículo tiene como finalidad la mera comunicación de la subasta a los jueces
embargantes e inhibientes, a los efectos de que obren en autos las
contestaciones respectivas al decreto de subasta, basta con que la parte actora
o indistintamente sus letrados acompañen las constancias con fecha de haber
presentado la comunicación en los juzgados que corresponda (CNCiv., Sala G,
1998/05/28, "Sursen SA c. Agrosoja Servs. Agropecuarios SRL", La Ley del
19/5/99).
2. Citación a acreedores hipotecarios
Toda vez que en caso de subasta judicial de un inmueble hipotecado, la
citación al acreedor hipotecario debe hacerse en forma adicional a la publicidad
del remate, debiendo citárselo por edictos en caso de desconocerse su
domicilio (art. 575, Código Procesal), tal comunicación no queda suplida por la
publicación de los edictos anunciando la subasta, máxime cuando ello
conduciría a la extinción del gravamen hipotecario respecto del adquirente
prevista en el art. 3196 del Código Civil en caso de comparecencia tardía del
acreedor (CNCom., Sala E, 1997/03/21, "Srur, Roberto c. Wietrznik, Armando",
La Ley, 1998-B, 892 [40.275-S]).
La falta de citación del acreedor hipotecario no acarrea la nulidad del
remate por sí solo, sino la no extinción de la hipoteca.
Además el art. 3196 del Código Civil no exige dicha citación como
condición de validez de la subasta sino únicamente para la extinción y
cancelación de la hipoteca (CNCom., Sala C, 1983/05/10, "Segura, Alberto R.
D. c. Soneira, Marcelino M.", ED, 104-686).
El cumplimiento o no de la citación al acreedor hipotecario constituye
una cuestión de hecho insusceptible -en principio- de ser revisada en la
instancia extraordinaria.
A diferencia de los acreedores embargantes e inhibientes, los
hipotecarios con grado preferente, tienen la posibilidad de solicitar el aumento
de la base de la subasta de manera que cubra su crédito.
Esta petición deberá realizarse, conforme lo establece expresamente el
artículo en comentario, dentro de los tres días de ser notificado el decreto de
subasta. En caso de silencio a pesar de haber sido debidamente notificado, el
acreedor hipotecario no perderá sus derechos, de manera que en el momento
de la distribución de lo obtenido se mantendrá su privilegio más no podrá
figurar en la base de la subasta (CNCiv. Sala H, 1996/05/13/, "Mendioroz, J. c.
Barros de Palavecino", La Ley, 1997-B, 234).
En efecto, la finalidad de la citación de los acreedores dispuesta es
resguardar el derecho que les asiste para defender su crédito y,
eventualmente, solicitar el aumento de la base de la subasta, lo que hace que
su legitimación en el proceso sea restringida y no asuman el carácter de coejecutantes (CNCom, Sala C, 22/5/97, "Banco de Galicia y Buenos Aires c.
Captria, José R y otro", LL del 16/10/997).
Sin perjuicio de lo anterior, consideramos que los acreedores en idéntico
grado también podrán solicitar el aumento de la base. Tal circunstancia puede
acaecer, por ejemplo, en el supuesto de un mutuo hipotecario en el que los
acreedores sean varias personas y solo se hubieren presentado a ejecutar
judicialmente alguno de ellos.
De todas formas, y en una línea que pareciera contraria a la sostenida,
nuestra jurisprudencia ha resuelto que en caso de duda respecto de si un bien
es preferido o igual al que se está ejecutando, se debe aumentar la base de la
subasta por su importe, sin perjuicio de lo que más adelante se pueda llegar a
resolver (CNCiv., Sala H, 1996/05/13, "Mendioroz, J. c. Barros de Palavecino",
La Ley, 1997-B, 234).
3. Citación del condómino por ejecución sobre la totalidad del bien
Se ha destacado, también, que corresponde citar a juicio al condómino
no demandado del bien inmueble sobre el cual se ha dispuesto la subasta de la
parte indivisa del accionado si el acreedor hipotecario sobre la totalidad del
mismo pretende, con fundamento en la indivisibilidad de su crédito y del
gravamen que lo garantiza, que el remate ordenado comprenda la totalidad del
bien (CNCom., Sala A, 1999/03/26, "Campo Dal’ Orto, Juan J c. La Mattina,
Ernesto L", La Ley, 1999-E, 918).
Recaudos
Artículo 576. -- Antes de ordenar la subasta el juez requerirá informes:
1 Sobre la deuda por impuestos, tasas y contribuciones.
2 Sobre las deudas por expensas comunes, si se tratare de UN (1) bien sujeto al régimen
de propiedad horizontal.
3 Sobre las condiciones de dominio, embargo e inhibiciones, según las constancias del
registro de propiedad inmueble. Los informes tendrán una vigencia de SESENTA (60)
días, a cuyo vencimiento deberán ser actualizados.
Asimismo, intimará al deudor para que dentro de tercero día presente el título de
propiedad del inmueble, bajo apercibimiento de obtener testimonio a su costa. No se
realizará la subasta mientras no se haya agregado el título o, en su caso, el testimonio.
Podrá comprobarse judicialmente el estado de ocupación del bien si las circunstancias
así lo aconsejaren.
1. Finalidad
La jurisprudencia es coincidente en afirmar que el objetivo de esta norma
es preservar la transparencia y regularidad de la venta (CNCiv., Sala B,
1998/03/03, "Molina, Miguel A. c. Vai, Viviana I.", La Ley, 1998-F, 543).
La tarea le corresponde al ejecutante o interesado en la subasta, porque
al martillero se lo designa después de hacer estas verificaciones.
Con los recaudos exigidos, además de verificar el estado de dominio del
bien sujeto a remate, se ofrece un estado completo de la situación jurídica del
inmueble, que impide concretar una subasta de bienes con irregularidades o
compromisos que pueden afectar la aprobación de la subasta.
En efecto, se ha resuelto que los informes previstos en el art. 576 inc.1º,
requeridos antes de ordenarse la subasta, tienen por finalidad determinar el
importe de las deudas que han de hacerse efectivas sobre el precio de
adquisición del inmueble, pues el posible comprador debe contar con la
información de los impuestos y tasas adeudados con anterioridad a la compra,
para deslindar su posición respecto de ellos (CNCiv., Sala D, 1997/07/15,
"Nuevo Banco Santurce c. Tingolay SA", La Ley , 1998-C, 185) .
Sin perjuicio de ello, en el plenario Servicios Eficientes SA c. Yabrá, se
resolvió que no corresponde que el adquirente en subasta judicial afronte las
deudas que registra el inmueble por impuestos, tasas y contribuciones,
devengadas antes de la toma de posesión, cuando el monto obtenido en la
subasta no alcanza para solventarlas, no cabiendo una solución análoga
respecto de las expensas comunes para el caso de que el inmueble se halle
sujeto al régimen de la ley 13.512 (CNCiv., en pleno, 1999/02/18, "Servicios
Eficientes SA c.Yabra, Roberto", La Ley del 31 / 3 /99) .
De todos modos, también se ha sostenido que, a pesar de la doctrina
plenaria, ella solo se refiere a los impuestos posteriores a la constitución de la
hipoteca, pues los créditos por impuestos existentes con anterioridad
prevalecen sobre esta última, ya que el acreedor hipotecario estuvo en
condiciones de conocerlos, dada la publicidad de las certificaciones que deben
solicitar los escribanos para poder constituir la garantía, y deben, en
consecuencia, ser solventados por la acreedora hipotecaria y posterior
adquirente en subasta, sin perjuicio de su derecho de repetirle al deudor
originario (CNCiv., Sala C, 2001/04/17, "Fenández Souto, Mónica Graciela y
otro c. Torrisi, Delia María Esther y otros.", ED, del 19/7/01).
De manera que el comprador en remate adquiere el bien libre de todo
gravamen, pues la subasta judicial tiene el carácter y alcance de un acto de
atribución de derechos autónomos a favor de aquél, con prescindencia de los
derechos del transmitente, puesto que el adjudicatario recibe el bien raíz libre
de gravámenes que se trasladan al precio de compra, en virtud del principio de
subrogación real, por lo que no responde por las deudas anteriores a su
posesión (C. Apel.Civ. y Com., San Isidro, sala I, 1998/08/13, "Alseno, Eugenio
y otro c. Alvarez, Pedro N.", La Ley del 19/5/99).
Los certificados de dominio e inhibición que acreditan la situación
jurídica del inmueble tienen vigencia por sesenta días, a cuyo vencimiento
tendrán que actualizarse con una nueva emisión.
En este sentido se ha dicho que, aun cuando la cuestión resulta dudosa
el plazo de vigencia de los informes mencionados en el art. 152 del
Reglamento para la Justicia Nacional en lo Civil, sobre cuya base fuera
menester dictar un pronunciamiento, es por su naturaleza procesal. Repárese
que dicha norma al igual que el inc. 3° del art. 576 del Código Procesal, alude a
la vigencia de los informes dentro del proceso. En consecuencia, sólo deben
computarse los días hábiles (CNCiv., Sala E, 1983/05/03, "Videmari, Aquiles,
suc.", ED, 104-753).
2. Título de propiedad
La ejecutada deberá presentar dentro del tercer día de la intimación que
el Juzgado le curse, el título de propiedad del inmueble, o en su caso, el
testimonio de la escritura pública respectiva que obtendrá a su exclusivo cargo.
Será también a su costa si es el interesado quien deba obtener una segunda
copia del instrumento.
La oportunidad para adjuntarlo ha de ser anterior a la resolución que
ordena la subasta y no, como lo dispone el art. 572, con posterioridad al
dictado de aquélla. Inclusive, no puede realizarse el remate mientras no haya
sido agregado el título. Todo ello favorece, sin duda, la regularidad del apremio
(CNCom., Sala B, 1982/11/05, "Torrillate, Daniel c. Campos, Juana R. y otro",
La Ley, 1983-B, 293).
3. Deudas de impuestos y expensas comunes
Las deudas relativas a impuestos, tasas y contribuciones serán
requeridas mediante informes a las respectivas reparticiones. El silencio del
prestador o la falta de información transcurridos veinte días desde la
notificación, determina la presunción de inexistencia de deuda (art. 398, tercer
párrafo).
Las deudas por expensas comunes en la propiedad horizontal, se
ordenará por medios de informes a la respectiva administración, para que
indique sobre el saldo existente en la respectiva unidad funcional. Esto es así
debido a que este tipo de deudas constituyen obligaciones propter rem que se
transmiten con el dominio.
Es por ello que reiteradamente se ha resuelto que la certificación de las
deudas por expensas se exige en virtud de la obligación del comprador de
atender el pago de las que no se extingan con el producto de la subasta, por lo
que deben ser conocidas por éste antes del remate (CNCom., Sala E,
1999/09/30, "Banco Shaw c. Lacomba, Angel", La Ley, 2000-B, 271 - DJ, 20001-1405).
4. Constatación del estado de ocupación
Cuando existen dudas respecto al estado de ocupación del inmueble,
sobre todo si la venta se dispone como "libre de ocupantes", es conveniente
ordenar se constate dicha situación a través del oficial de justicia de la zona
donde el bien se encuentre.
En su caso, corresponderá intimar a los ocupantes del bien a rematarse
judicialmente para que acrediten la condición de inquilinos que invocan, a fin de
que el Juez conozca acabadamente cuál es el estado de ocupación real de
dicho bien, y poder así preservar la incolumidad de los actos procesales y
salvaguardar los principios de moralidad y economía procesal (CNCiv., Sala B,
1974/08/19, La Ley, 156-844 [31.842 S]).
Designación del martillero. Lugar del remate.
Artículo 577. -- Cumplidos los recaudos a que se refiere el artículo anterior, se ordenará
la subasta, designando martillero en los términos del artículo 563 y se determinará la
base. Oportunamente se fijará el lugar donde aquélla debe realizarse que será donde
tramita la ejecución, o el de ubicación del inmueble, según lo resolviere el juez de
acuerdo con lo que resultare más conveniente; se establecerá también el día y la hora,
que no podrán ser alterados salvo autorización del juez o acuerdo de partes expresado
por escrito. Se especificará la propaganda adicional autorizada, en los términos del
artículo 567.
1. Designación del martillero
Verificado el estado dominial y, en su caso el de ocupación del inmueble,
se decreta el auto de venta entre cuyos contenidos estará la designación de
martillero y la determinación de la base del bien sujeto a remate.
El nombramiento del martillero sigue los pasos y requisitos previstos en
el art. 576. Conjuntamente y completando estos recaudos, se deben tener en
cuenta los arts. 59 a 63 de la Ley 10.973 que establecen la vigencia de las
listas de martilleros para los nombramientos de oficio. Estos se harán por
sorteo, en audiencia pública y en presencia de los representantes de los
colegios profesionales mediante bolillero. Dichos sorteos se anunciarán en el
tablero del juzgado indicándose día, hora y expediente y deberán ser
comunicados a las partes y al respectivo colegio. Se establece claramente que
ningún martillero podrá ser sorteado por segunda vez mientras la lista no haya
sido agotada (Piedecasas, Miguel A., Régimen legal del martillero y de la
subasta judicial, Editorial Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 1997, pág. 323).
2. Lugar de la subasta
El lugar en el que se realizará el acto de la subasta quedará a criterio del
juez quien podrá optar, según las circunstancias de la causa, entre el lugar de
tramitación de la ejecución o el de ubicación del inmueble.
Esta pauta se aplica en la subasta de inmuebles hipotecados, dando
preferencia al espacio geográfico donde el bien se encuentra, salvo que existan
serias razones para que se cumpla en distinto lugar.
La misma providencia debe establecer el día y la hora de la subasta,
habiendo traído serias complicaciones las variaciones sufridas. Ello que, por
vía de principio es inadmisible, a veces se tolera como suspensión del remate
para una nueva fecha que se anuncia posteriormente.
Sin embargo, la alteración de la fecha y horario no es un cambio de
circunstancias, sino la modificación de una resolución judicial que, en el caso,
aparecería como sin cumplimiento, o dicho en otros términos, desconocida por
la decisión del martillero.
Por eso, es recomendable aplicar lo dispuesto por el art. 66 de la ley
10.973 que faculta a los auxiliares en la subasta para solicitar de los jueces
todas las medidas que sean necesarias para llevar a cabo su cometido, e
incluso, solicitar la aprobación de los actos resueltos por iniciativa propia con la
finalidad de cumplir, antes que desconocer, la orden judicial.
3. Propaganda adicional
La propaganda adicional debe ordenarse en el auto de venta; sin
embargo, sería mejor autorizarla una vez que el martillero haya aceptado el
cargo y dispuesto las medidas preparatorias necesarias para celebrar el
remate.
Dice Piedecasas que en esta materia, la regla es común tanto para
muebles como para inmuebles y cuando su costo no excediere del 2% de la
base, o el demandado hubiese prestado conformidad, serán a cargo del
producido del remate pero si el costo excede del 2% y no hay conformidad del
ejecutado, la propaganda adicional será a cargo del ejecutante (ob. cit., pág.
350).
Base. Tasación
Art. 578. -- Si no existiere acuerdo de partes, se fijará como base los dos tercios de la
valuación fiscal actualizada correspondiente al inmueble.
A falta de valuación el juez designará de oficio perito ingeniero, arquitecto o agrimensor
para que realice la tasación; la base equivaldrá a las dos terceras partes de dicha
tasación.
Para la aceptación del cargo, plazo para el cumplimiento de la tarea y, en su caso,
remoción, se aplicarán las reglas de los arts. 469 y 470.
De la tasación se dará traslado a las partes, quienes dentro de cinco días comunes
expresarán su conformidad o disconformidad. Las objeciones deberán ser fundadas.
El juez tiene la facultad de apartarse de la tasación o de lo estipulado por las partes,
fijando la base en una suma que impida que los bienes sean malvendidos.
1. Base para el remate
La subasta judicial de inmuebles parte de un valor mínimo que permita
sufragar los gastos básicos del remate, y que tienen como motivo elemental,
evitar que se hagan ofertas irrisorias o abusivas.
El proceso de tasación es una etapa esencial antes de proceder al
remate, y como debe estar indicado el valor en el auto ordenatorio, el código se
preocupa con demasiada puntualidad sobre como arribar a un valor
consensuado, o en su caso, dando las reglas para su determinación.
2. Acuerdo de partes
La base para ofertar puede estar convenida entre las partes. El acuerdo
requiere de una manifestación expresa en el expediente, o de un contrato
previo a la ejecución.
De todos modos se ha dicho que, si bien es cierto que por imperio de lo
previsto por el art. 1197 del Código Civil, debe considerarse como base de la
subasta la que arreglan las partes entre sí, ello admite excepciones habida
cuenta que el último párrafo del art. 578 del Código procesal prevé en forma
expresa, que el juez tiene facultades de apartarse de la tasación o de lo
estimado por las partes, fijando la base en una suma que impida que los bienes
sean malvendidos (CNCiv., Sala E, 1999/10/28, “Chaguar SA Agropecuaria c.
Tirelli, Bernardo”, ED del 6/3/00).
Tal el caso en el que resulte verosímilmente probable el fracaso de la
subasta sobre la base del monto pretendido por el acreedor hipotecario, en el
que es razonable el criterio asumido por el juez de reducir la base para la
subasta del inmueble embargado, en el caso de fracaso del primer remate
(CNCom, Sala B, 1996/04/10/, “Díaz, Oscar J. C/ García, Mario y otro”, La Ley
del 30/3/99).
3. Valuación fiscal
Si no hay acuerdo entre partes, la base se fija judicialmente en las dos
terceras partes de la valuación fiscal actualizada correspondiente al inmueble.
Así lo indica el primer apartado del art. 578, sin que ese valor pueda
considerarse absoluto, porque es del Juez la última decisión.
El valor fiscal se obtiene de las facturas emitidas para pagar los servicios
de alumbrado, barrido y limpieza; o bien solicitándolas a los organismos
municipales de la localidad donde se encuentre el inmueble.
4. Nombramiento de tasador
En la hipótesos que no se pueda conseguir la valuación fiscal – o que la
obtenida no se encuentre debidamente actualizada – será necesaria la tasación
del bien. Para ello se designará de oficio a un perito ingeniero, arquitecto o
agrimensor.
Una vez designado el auxiliar, éste presentará su informe dentro del
plazo que se le establezca. Del informe se dará traslado por ministerio de ley a
las partes para que formulen, las observaciones e impugnaciones que estimen
convenientes.
Cumplido el Juez deberá resolver, fijando la base de la subasta en las
dos terceras partes de la tasación final. Los honorarios correspondientes al
perito interviniente se regularán conforme los principios generales establecidos
por el Código Procesal.
Este procedimiento nos parece absolutamente innecesario y provoca un
gasto inútil y dispendioso.
El martillero, hoy día, está profesionalizado de tal modo que se
encuentre absolutamente capacitado para determinar el valor venal del
inmueble.
Inclusive, el art. 8 inciso b) de la Ley 20.266 le autoriza a efectuar
tasaciones, lo que significa que puede fijar oficialmente el precio máximo o
mínimo de una cosa.
Pareciera que como esta facultad no estuvo prevista para el martillero en
el Código de Comercio, aunque fue incorporada después por la ley citada, el
código procesal ha mantenido la prohibición e, inclusive, la desalienta en la
interpretación jurisprudencial.
La oposición a que sea el martillero-rematador quien fije el valor de
venta, se ha sostenido en la falta de idoneidad, en la carencia de título
específico, en la carencia de habilitación, en la existencia de otros
profesionales habilitados, y hasta mencionando que la ley 20.266 fue alguna
vez declarada inconstitucional (cfr. Piedecasas, ob. cit., pág. 109).
Por eso, bien se ha dicho que no se puede compartir esta posición
jurisprudencial, porque de la lectura de la ley 20.266 -que solo fue declarada
inconstitucional en un caso concreto y aislado- se colige que el martillero, por
su naturaleza y función en el mercado, es uno de los profesionales que mejor
puede efectuar el pronóstico del precio de venta o de mercado de un bien; por
ende, es idóneo para efectuar dicha tarea, máxime aún cuando ha rendido un
examen de capacitación para acceder a la condición de martillero (art. 1º inciso
e), ley 20.266) (cfr. Piedecasas, ob. cit., pág. 109).
5. Aplicación de la ley 24.441
El art. 598, en la redacción dada por la ley 24.441 (Adla,LV-A,296), no
resulta aplicable en lo referente a la fijación de la base de subasta y
modalidades de venta del bien (CNCiv., Sala J,1995/10/11, "Caivano, Rodolfo
C. c. González, Jorge y otros", La Ley, del 17/6/97, fallo 39.543).
No obstante, la circunstancia que el art. 58 de la ley citada disponga que
la base de la subasta será el monto de la deuda a la fecha de procederse a la
venta no significa que, al liquidarse definitivamente lo debido de acuerdo a las
pautas legales y a los intereses, pueda el adquirente liberarse de las
obligaciones que asumió libremente con anterioridad cuando se le confirió la
tenencia del inmueble a un precio mayor que el determinado como base del
remate (CNCiv., Sala E, 1998/09/10, "Mogno, Alda Alfreda c. Holtzman,
Marcelo Jacobo", ED, 185-643).
Por ello, corresponde acceder a la petición del acreedor hipotecario de
que se fije la base de la subasta en una cifra inferior al crédito (CNCom., Sala
D, 2000/05/19, "Starplast SA s/ quiebras/ inc. de conc.esp. por Alta Plástica
SA", JA del 1/8/01, nº 6257).
B) Constitución de domicilio
Domicilio del comprador
Art. 579. -- El martillero requerirá al adjudicatario la constitución del domicilio en el lugar
que corresponda al asiento del juzgado. Si el comprador no lo constituyese en ese acto y
no lo denunciare oportunamente, se aplicará la norma del art. 41, en lo pertinente.
1. Principios generales
Se llama adjudicatario a quien en definitiva adquiere el bien subastado,
sea por ser el mejor postor o el único oferente, quien a partir de ese momento
toma posesión de los derechos emergentes del remate, y se convierte en parte
en las cuestiones que pudiera suscitar el trámite de aprobación de la subasta.
Por esta razón pesa sobre el comprador la carga de constituir domicilio
en el radio del juzgado. De no hacerlo, todas las providencias que deban
practicársele, le quedarán notificadas por ministerio de la ley y en los estrados
del juzgado.
El martillero es quien deberá exigir al comprador que en el boleto de
compraventa constituya domicilio dentro del radio del juzgado (CNCiv en pleno,
1967/07/03, La Ley, 127-792).
Esta obligación del martillero se confunde con las potestades
jurisdiccionales que se vinculan con la aceptación de la calidad de parte, aun
cuando la del comprador sea de carácter incidental y contingente.
Por tanto, la vigencia del plenario citado puede considerarse en estado
de revisión, porque pese a que no se puede denegar la intervención del
comprador en las múltiples oportunidades que tiene y que enseguida se
señalan, lo cierto es que no debe ser potestad del martillero intimar a constituir
domicilio legal, salvo que se interprete que actúa por delegación judicial en
cumplimiento de la orden de venta que debe anunciar la denuncia de domicilio
como una carga del adquirente.
El adquirente puede participar en el incidente de nulidad de la subasta;
podrá plantear la compensación del precio si es acreedor del ejecutado; será
sujeto pasivo si es renuente en el cumplimiento del saldo de precio, como si
demuestra una conducta obstruccionista en sus intervenciones; tiene
legitimación activa en el incidente de sobreseimiento del juicio promovido por
del demandado y en la petición de indisponibilidad de fondos (Fenochietto, ob.
cit., tomo 3, pág. 190).
C) Deberes y facultades del comprador
Pago del precio. Suspensión del plazo
Art. 580. -- Dentro de los cinco días de aprobado el remate, el comprador deberá
depositar el importe del precio que corresponda abonar al contado, en el banco de
depósitos judiciales; si no lo hiciere en esa oportunidad y no invocare motivos fundados
para obtener la suspensión del plazo, se ordenará nueva subasta en los términos del art.
584.
La suspensión sólo será concedida cuando medien circunstancias totalmente ajenas a la
conducta del adquirente y en situaciones que no pudieren ser superadas con las sola
indisponibilidad de los fondos.
El ejecutante y el ejecutado tienen legitimación para requerir el cumplimiento de las
obligaciones del comprador.
1. Integración del precio
A diferencia de la subasta de muebles en donde el adjudicatario recibe
los bienes de inmediato (salvo disposición en contrario), en las de inmuebles el
procedimiento debe transitar por requerimientos adicionales.
En efecto, dentro de los cinco días de aprobada la subasta se le
notificará dicha circunstancia al comprador, por cédula, quien dispondrá de
otros cinco días para integrar el pago del bien adquirido.
En caso de incumplimiento de este plazo, el juez ordenará una nueva
subasta, salvo que existan razones serias que justifiquen la demora.
La falta de pago lleva a una nueva subasta. Basta con verificar el hecho
de que haya transcurrido el tiempo, y que exista pedido del interesado.
No cabe sustanciar el pedido de nueva subasta porque así se abriría una
nueva posibilidad de cumplimiento cuando ya ha desaparecido su causa por la
presentación oportuna del titular del inmueble, que importa el ejercicio del
derecho a la resolución derivada de la mora del comprador (CNCiv, Sala G,
1990/03/12, “Benvenuto, Irma s. suc.”ab intestato”, ED del 22/11/90).
A pesar de tratarse de un plazo perentorio, la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo civil ha resuelto en pleno que en tanto no se haya decretado
una nueva subasta el adjudicatario podrá integrar el saldo del precio (CNCiv.
en pleno, 1969/07/10, La Ley, 136-802).
El depósito se debe integrar ante el Banco respectivo de la jurisdicción
interviniente; aunque se ha resuelto, contrariamente a lo establecido por el
artículo en comentario, que es válido el pago del saldo de precio que el
comprador en subasta pública hiciera extrajudicialmente, en forma directa a los
acreedores hipotecarios y profesionales intervinientes, de acuerdo a las
liquidaciones aprobadas en el expediente (CS, 1967/09/08, “Léxica Alvear,
Diego y otra c. Viale, Luis”, ED, 19-701, fallo 10.053).
2. Compensación del pago del precio
El acreedor ejecutante se encuentra expresamente autorizado a alegar
en su beneficio la compensación prevista en el art. 818 del Código Civil
pudiendo pagar, en caso de ser el adquirente del bien subastado, solamente la
seña y luego, hasta la concurrencia de su crédito, compensar el saldo de
precio.
La denuncia de compensación se debe autorizar antes de celebrar la
subasta. Esto es así en tanto será el juez quien resuelva el derecho del
ejecutante de compensar su crédito con el bien. De manera que hacerlo en el
remate mismo es extemporáneo y no puede ser contemplado por el martillero.
Respecto de la posibilidad de compensar la seña, se ha resuelto que el
acreedor hipotecario no puede compensar su crédito con la seña que debería
pagar en caso de resultar el mayor postor y adjudicatario en el remate del
inmueble asiento de su garantía, pues la subasta genera gastos por cubrir con
ese importe, respecto de los cuales el gravamen hipotecario queda postergado
(CNCom, Sala D, 1996/03/15, “Rapoport, Bernardo c/ Toledo, Nora y otro”, La
Ley, del 8/6/99).
Lo mismo sucede de llevarse a cabo la compensación si concurren al
acto otros acreedores que resulten privilegiados por la preferencia de pago.
3. Legitimación para requerir el cumplimiento de las obligaciones
del adquirente
Tanto el ejecutante como el ejecutado poseen legitimación suficiente
para incoar al adjudicatario al cumplimiento de las obligaciones por él
asumidas.
Articulaciones infundadas del comprador
Art. 581. -- El adjudicatario que planteare cuestiones manifiestamente improcedentes que
demoraren el pago del saldo del precio, se le impondrá una multa que podrá ser del
cinco por ciento al diez por ciento del precio obtenido en el remate.
1. Sanciones por demora en el pago del precio
El comprador en subasta judicial se convierte en parte incidental, y más
allá de las obligaciones que se analizaron en el artículo anterior, asume
deberes y cargas procesales, propio de aceptar las reglas previstas para el
remate.
La multa por inconducta que ésta norma consagra, no es más que la
aplicación del principio de moralidad y buena fe procesal, por el que se permite
sancionar las conductas obstruccionistas (art. 45).
Se ha entendido que, el acreedor que reclama el depósito de saldo de
precio por el comprador lo hace en tiempo oportuno aun después de la
aprobación del remate porque lo referente al depósito del saldo de precio debe
ser planteado luego de aprobado aquél, como lo dice claramente el art. 580.
Incluso el art. 581 prevé sabiamente incidencias que puede plantear el
comprador "que demoraren el pago del saldo de precio", y son severamente
sancionadas porque suponen la aprobación del remate y la preclusión de las
etapas anteriores del proceso (del voto del doctor Vernengo Prack) (CNCiv.,
Sala B, 1984/05/17, "Férnandez de Dura, D. c. Dura, Etwin E.", ED del 8/8/84,
p. 5).
2. Aplicación de la multa al letrado
Del juego armónico de los textos de los arts. 581 y 45 surge que la multa
prevista por el primero para sancionar al adjudicatario que demora el
procedimiento en la subasta puede serle impuesta al letrado, por cuanto éste
debe apreciar la viabilidad de las cuestiones antes de proceder a su planteo
(CNCiv., Sala C, 1994/03/01, "Torossian, Jorge c. Benayas, María C.", La Ley,
1994-D, 384.-DJ, 1994-2-1083).
3. Interpretación de las conductas
No toda demora en la integración del saldo de precio constituye una
acción dilatoria en el cumplimiento de las obligaciones asumidas al quedar
aceptada la oferta hecha en la subasta.
Las incidencias posteriores se deben interpretar por el Juez de acuerdo
con la entidad e importancia de las argumentaciones.
En tal sentido, se ha dicho que el mero disenso con la forma de
notificación del auto de aprobación del remate, aunque erróneo, no importa en
sí mismo intención de perturbar o dilatar innecesariamente el trámite (CNCom.,
Sala B, 1995/12/19, "Relea Acuña, Roberto c. Provenzano, Mariol y otro", La
Ley, 1995-E, 449).
Pedido de indisponibilidad de fondos.
Artículo 582. -- El comprador que hubiere realizado el depósito del importe del precio
podrá requerir su indisponibilidad hasta tanto se le otorgue la escritura, o se inscriba el
bien a su nombre si prescindiere de aquélla, salvo cuando la demora en la realización de
estos trámites le fuera imputable. La indisponibilidad no regirá respecto de los gastos
de escrituración y pago de impuestos.
1. Finalidad
Los fondos provenientes de una subasta, depositados, responden en
garantía de las eventuales deudas de carácter impositivo, por lo cual es
procedente acordarse la disponibilidad de tales fondos, si se reservan las
sumas necesarias para responder al pago de los respectivos impuestos.
Esta medida podrá ser mantenida en la medida en que la escrituración
no se vea demorada por negligencia del adquirente ya que se estarían
perjudicando los derechos del acreedor ejecutante (CNCiv., Sala B,
1986/02/27, "Di Sabatto de Celleti, Pascual R. y otro, sucs.", La Ley, 1988-B,
609).
Como consecuencia del principio enunciado, mientras no cese el estado
de indisponibilidad de los fondos depositados por el comprador en subasta
judicial, no corresponde, sin su conformidad, autorizar extracción alguna,
cualquiera sea la prioridad o privilegio que se invoque.
En síntesis, esta facultad que se acuerda al comprador, tiene como
finalidad esencial crear las condiciones mínimas indispensables para que aquél
pueda asegurarse la obtención del bien adquirido.
Sin embargo, su ejercicio debe conciliarse con los derechos del acreedor
a la percepción de su crédito, de modo que la indisponibilidad puede aceptarse
durante un lapso razonable, cabe levantarla cuando la demora en los trámites
de la escrituración fueran imputables al adquirente (CNCiv., Sala C,
1986/02/27, "Di Sabatto de Celleti, Pascual R. y otro, sucs.", La Ley, 1988-B,
609 [37.917-S]).
2. Limites a la indisponibilidad
Las limitaciones enunciadas en el último párrafo del artículo en
comentario se deben a que son sumas de dinero necesarias para llevar
adelante la escrituración en sí.
Los fondos que sean necesarios para el pago de los gastos de
escrituración e impuestos a cargo de la vendedora, no quedan afectados según
se ha dicho, de modo que no se garantizarían suficientemente los derechos del
comprador con el arbitrio de dejar en autos una suma prudencial para
responder por dichas erogaciones (CNCiv., Sala G, 1981/05/11, "Llinas Pla,
Félix, suc.", La Ley, 1982-A, 280).
Asimismo, se repite el concepto al sostener que, la indisponibilidad de
los fondos provenientes de la subasta tiene por fin exigir a la parte vendedora
que se coloque en condiciones de suscribir la escritura. Por ello, no
corresponde que el acreedor intime la escrituración del comprador, bajo
apercibimiento de disponer del saldo de precio, si la operación no estaba en
condiciones de realizarse por inconvenientes ajenos a él. Los fondos
responden en garantías de eventuales deudas (CNCiv., Sala C, 1993/05/04,
"Alsina, Fernando c. Pecar, Eduardo", JA, 1994-I-165).
Además, como la indisponibilidad de los fondos no rige respecto de los
gastos de escrituración y pago de impuestos mientras el ejecutante no esté
totalmente desinteresado, a
l s sumas depositadas no podrán aplicarse a otro
destino, salvo que se tratare de las costas de la ejecución, o del pago de otro
acreedor preferente y privilegiado (art. 590).
Estos fondos producidos de la subasta judicial, deben
indisponibles por el plazo de diez días hábiles, cuando se trata de
afectado a la propiedad horizontal, a fin de que el consorcio de
presente la liquidación del crédito por expensas comunes hasta la
bien al adquirente.
mantenerse
un inmueble
propietarios
tradición del
Presentada la liquidación, la indisponibilidad se limita al monto de esa
cuenta, quedando los fondos depositados que excedan dicho monto
inmediatamente disponibles para el ejecutante (CNCom., Sala D, 1998/03/05,
"Escandarani, Elías c. Fagre, Juan C.", La Ley, 1998-E, 691).
3. La ley 24.441
Esta normativa crea un sistema especial para las ejecuciones
hipotecarias y establece en su art. 79, modificatorio del art. 598, que “en los
casos previstos en el presente artículo, no procederá la compra en comisión ni
la indisponibilidad de los fondos de la subasta. No obstante el juez podrá pedir
caución suficiente al acreedor”.
D) Sobreseimiento del juicio
Sobreseimiento del juicio
Art. 583. -- El ejecutado sólo podrá liberar los bienes depositando el importe del capital y
de lo presupuestado en concepto de intereses y costas, sin perjuicio de la liquidación
que ulteriormente correspondiere; asimismo, una suma a favor del comprador, integrada
por la comisión del martillero, sellado del boleto y el equivalente a una vez y media del
monto de la seña.
Los importes deberán ser satisfechos aunque el martillero hubiere descontado los
gastos del remate de la cantidad correspondiente a seña.
La indemnización establecida sobre la base del valor de la seña es sin perjuicio de otras
que pudieren corresponder en concepto de responsabilidad civil.
La simple promesa de pago no autoriza a pedir el sobreseimiento; tampoco podrá
supeditarse el pago a la exigencia de una liquidación previa.
El ejecutado no podrá requerir el sobreseimiento si el comprador hubiese depositado en
pago el saldo del precio dentro de los plazos a que se refiere el art. 580, o antes. Por
saldo de precio se entiende el que debe abonarse al contado.
La facultad de solicitar el sobreseimiento sólo podrá ser ejercida por el ejecutado o, en
su caso, sus herederos.
Si el adquirente fuere el acreedor autorizado a compensar, el ejecutado podrá requerir el
sobreseimiento antes de que se tenga por oblado o compensado el precio de venta con
el crédito del adquirente.
En las cuestiones que se plantearen acerca de la suficiencia del pago realizado por el
ejecutado, el comprador sólo es parte en lo que se refiere a las sumas que podrían
corresponderle de conformidad con lo establecido en el párr. primero.
1. Principios generales
Realizada la subasta, y antes de que el adjudicatario deposite la
integración del saldo que perfeccionará la compra y obtendrá la tradición del
bien, el ejecutado podrá liberar los bienes rematados, dando en pago la
totalidad de las sumas reclamadas en concepto de capital con más sus
intereses y costas.
Esta idea de pago in extremis el código lo ha denominado
"sobreseimiento en el juicio ejecutivo", asignando un término de connotaciones
penales que no se apropiado con el movimiento hacia una justicia de rostro
más humano, donde la realización de bienes debe estar acompañado de un
sentido de justicia y ausencia de excesos.
El cumplimiento se integra con varios requisitos:
a) depósito judicial de,
b) capital e intereses liquidados y firmes,
c) más una previsión razonable para honorarios que no estuviesen
regulados,
d) más una suma para el comprador afectado equivalente a una vez y
media del monto de la seña,
e) más la comisión del martillero,
f) más el costo del sellado del boleto.
Estas sumas a integrar deben ser hechas a nombre y cuenta de las
actuaciones judiciales, y sujetas a la aprobación del Juez de la causa.
No pueden contener promesas de pago, ni pretender garantizarlo con
otros bienes, títulos o valores.
No descuenta suma alguna, aunque ellas se hubieran tomado con
anterioridad (por ejemplo, el correspondiente a la seña).
Los montos depositados quedarán supeditados a la liquidación que se
realice, la que podrá arrojar la existencia de saldos que también deberán ser
satisfechos por el deudor.
2. Oportunidad para pedir el sobreseimiento
Con este procedimiento se disipa toda duda acerca del límite temporal al
que se halla supeditado el sobreseimiento, recogiendo, sin duda, la doctrina
sentada en el fallo plenario "E. A Calacagno y Cía., S. C. A. Establecimiento
Don Germán c. Corviella Murías, Carlos" de fecha 26 de diciembre de 1978 (La
Ley, 1979-A, 374), que había establecido que "basta el pago del saldo de
precio sin necesidad de aprobación del remate para que se torne improcedente
el sobreseimiento en la ejecución" (CNCiv., Sala C, 1983/02/22, "Frechou,
Héctor c. Rizzi, Luis J.", La Ley, 1983-C, 283 - ED, 104-131).
Pero en los párrafos finales del art. 598 surgen dos cuestiones más: a) el
supuesto de compensación de créditos, y b) insuficiencia de la integración.
Las soluciones difiere; en el primer caso, con el depósito de los importes
que antes se detallan es suficiente porque no se requiere de liquidación previa,
de modo que el pago total justipreciado debe ser anterior al auto que apruebe
el pedido de aprobación de la subasta, cuando se trata de compensación
requerida por el acreedor ejecutante, y antes de que se apruebe el pedido de
compensación si se trata de otro acreedor.
Cuando el código dice que debe ser anterior a que se tenga por oblado o
compensado el precio de venta, no especifica esta diferencia. Peor lo cierto es
que si el pedido de compensación lo plantea el acreedor ejecutante, la
autorización es anterior a la subasta, de modo tal que se perdería la posibilidad
de sobreseimiento de marcarse los tiempos tal como el ordenamiento los
indica; en cambio, modificando el temperamento como se propone, se
equilibraría la situación con otros acreedores adquirentes.
En el otro caso, si la integración del depósito se practica durante la etapa
de cumplimiento del pago del saldo, y estando ella disputada; la pendencia de
resolución favorece al deudor quien puede cancelar y dejar subsistente en el
comprador el derecho de cuestionar los importes resarcitorios que le
corresponden.
3. Limitaciones por el accionar del comprador
El derecho consagrado en el artículo en comentario existe únicamente
en la medida en que el adjudicatario de los bienes no hubiese depositado la
totalidad del precio dentro de los plazos previstos por el art. 580.
Es decir que si el comprador de los bienes realizados hubiese dado en
pago el precio dentro de los cinco días de notificado el auto que aprueba la
subasta, el deudor no tendrá la posibilidad de acogerse a esta forma de
solución sin perder el bien inmueble.
Por eso, la circunstancia de que el acreedor haya sido dispensado de
depositar el monto de la seña no exime al ejecutado de la carga de pagar en la
indemnización prevista, el equivalente a una vez y media su importe, porque la
situación de acreedor que compra el bien, no difiere de la de cualquier otro
adquirente (CNCiv., Sala F, 1983/02/08, "Mejalelaty, Elías c. Inmobiliaria
Continental, S. R. L.", La Ley, 1983-C, 114 -ED, 103-723).
4. Legitimación para peticionar el sobreseimiento
La facultad de aplicar este procedimiento le corresponde únicamente al
ejecutado o sus herederos, de manera que los terceros acreedores no podrían
subrogarse en los derechos del deudor.
En consecuencia, si un tercero hace el depósito del importe de la deuda
antes de que se cumplan los plazos para la integración del saldo de precio, por
vía de principio debiera declarárselo inadmisible.
5. Oposición del comprador al sobreseimiento
El adquirente podrá constituirse en parte incidental y controvertir el
derecho previsto en esta norma, únicamente respecto de los valires que a él
deben reintegrársele.
Es una limitación absurda, que afecta el derecho de defensa en juicio, y
la seguridad jurídica que deben garantizar las subastas públicas.
Sin embargo, desde otra perspectiva, se ha dicho que si hay
inconstitucionalidad en este precepto, el mismo deriva de poner en posesión
del inmueble al acreedor antes de aprobar la subasta.
Se dice, entonces que es inconstitucional el art. 598 del Código
Procesal, toda vez que el otorgamiento de la tenencia del bien hipotecado al
acreedor antes de la aprobación del remate implica el previo lanzamiento del
aún propietario, quien, en virtud de la facultad prevista en el art. 583 del Código
citado de obtener el sobreseimiento del juicio ejecutivo hasta que se apruebe la
subasta, ve violado su derecho de propiedad sobre el inmueble (art. 17,
Constitución Nacional). (CNCiv., Sala D, 1998/12/23, "Banco Tornquist c. Pérez
de Guglieri, María", La Ley, 1999-F, 451 - DJ, 2000-1-497 - JA, 1999-III-512 ED, 183-175).
También se agrega que, es inconstitucional el art. 3936, 2ª parte, del
Código Civil, pues el desalojo del aún propietario del inmueble hipotecado
antes de la aprobación del remate importa la violación del derecho de
propiedad del ejecutado, toda vez que, en virtud de la facultad prevista en el
art. 583 del Código. Procesal, éste puede obtener el sobreseimiento del juicio
ejecutivo con anterioridad a la subasta del inmueble (mismo fallo anterior)
6. La ley 24.441
La ley 24.441 prevé para las ejecuciones especiales que tramiten
conforme su normativa en su artículo 66 que “dentro de los treinta días corridos
de efectuada la ejecución extrajudicial, el deudor podrá recuperar la propiedad
del inmueble si pagara al adquirente el precio obtenido en la subasta, más el
tres por ciento previsto en el artículo 60”.
E) Nuevas subastas
Nueva subasta por incumplimiento del comprador
Art. 584. -- Cuando por culpa del postor cuya oferta hubiese sido aceptada como
definitiva en el acto del remate la venta no se formalizare, se ordenará nuevo remate.
Dicho postor será responsable de la disminución real del precio que se obtuviere en la
nueva subasta, de los intereses acrecidos, de los gastos ocasionados y de las costas
causadas con ese motivo.
El cobro del importe que resultare, previa liquidación, tramitará por el procedimiento de
ejecución de sentencia, quedando embargadas a ese efecto las sumas que el postor
hubiere entregado.
1. Incumplimiento del comprador
Se indicó al comentar el artículo 580, que el comprador en subasta tiene
cinco días para integrar el saldo del precio. El plazo se cuenta a partir del
quinto día de aprobado el remate.
Entre aquella disposición y la presente, resulta que el comprador en
subasta judicial debe abonar dentro del plazo legal el saldo de precio. A partir
de ese instante, deja de pertenecerle. El dinero y los intereses que devengue
pasan a engrosar el capital obtenido en la subasta, el que será objeto luego de
la liquidación pertinente y su distribución de acuerdo a esta última.
La indisponibilidad de los fondos, de ninguna manera significa que éstos
continúen en cabeza del comprador. Por ello, mal puede quien resultó
comprador en la subasta, solicitar el retiro de los intereses que el saldo de
precio dado en pago hubiere devengado durante el lapso de su
indisponibilidad.
En caso de incumplimiento, y a pedido de parte, se procede en los
términos del presente dispositivo.
El pedido por parte interesada es fundamental en la medida en que
nuestra jurisprudencia tiene resuelto que lo que importa para saber si el
comprador en subasta pública tiene derecho a pagar después de haber vencido
el término perentorio que se le hubiere concedido al efecto, es conocer si, en el
momento en que de hecho pretende saldar, existe la causa del pago.
Si el contrato de compraventa mantiene virtualidad debe recibirse el
pago. Si, en cambio, el vencimiento del plazo ha sido alegado como un
presupuesto del derecho a resolver el contrato, ya no puede pretender el
comprador forzar la recepción de un pago que sería sin causa por haber dejado
el contrato de surtir efectos en razón de dicha resolución (CNCiv., Sala G,
12/3/90, “Benvenuto, Irma s/ suc. “ab intestado”, ED del 22/11/90).
2. Responsabilidad del postor remiso
Al postor remiso que regula el código adjetivo, a diferencia de lo
preceptuado en el Código Civil, le queda afectada la seña y se le extiende la
responsabilidad por la eventual disminución del precio obtenido en la nueva
subasta, con más los intereses acrecidos, gastos y costas ocasionados.
La subasta judicial de inmuebles tiene un régimen legal específico que
proviene de la ley adjetiva por su naturaleza eminentemente procesal. Por
consiguiente, los oferentes que demoran la integración del saldo, y como tal se
los declara "postores remisos", no pierden las sumas entregadas al martillero,
como sucede en el caso previsto por el art. 1202 del Código Civil, que es propio
del ámbito contractual. Las mismas quedan sujetas a las responsabilidades
establecidas por el art. 584 (CNCom., Sala A, 1989/05/05, "Garderes Carbajal,
Carlos c. Stein S. A., Ernesto", La Ley, 1991-B, 162, con nota de H. Daniel
Casal JA, 1989-IV-161).
De igual alcance resulta el fallo que sostiene que, las sumas entregadas
por el postor remiso quedan sometidas ministerio legis a responsabilidad por
los conceptos especificados en el art. 584. No son aplicables las directivas del
art. 1202 del Código Civil, por tratarse de una situación peculiar del proceso de
ejecución, subordinada a la regularización específica (CNCom., Sala D,
1982/03/31, "Galvagno, José c. Patti, Antonio J.", ED, 99-532).
3. Supuesto en el que no se realiza subasta posterior
La responsabilidad del postor remiso por la totalidad del crédito insoluto
del ejecutante se refieren a la disminución real del precio obtenido en la nueva
subasta con sus derivaciones económicas comunes.
De manera que el daño sufrido debe determinarse cuantitativamente,
para saber cuál fue la real disminución a la que alude la norma indicada y por la
que debería responder aquél. En cambio la responsabilidad es directa y
presumida sin prueba en contrario, respecto de los gastos ocasionados y las
costas generadas con su actitud que hizo fracasar la subasta.
El postor remiso es responsable de los intereses moratorios por el
período transcurrido desde el vencimiento del plazo otorgado para el depósito
del saldo de precio hasta la nueva subasta y percepción del precio de venta, en
el cual el acreedor no puede disponer del capital que tenía expectativas de
recibir al quedar aprobada la compraventa judicial
Los intereses deben calcularse sobre el total del precio de compra en
subasta, ya que las sumas por él depositadas quedan embargadas a los
efectos previstos por el art. 587 (CNCiv., Sala M, 2000/03/28, "Exprinter,
Banco c. Lopez, Adriana", inédito).
4. Forma de ejecutar las sumas debidas
Restando integrar el saldo de precio, y a fin de llevar adelante la
ejecución de las sumas debidas, se procederá a practicar liquidación de todos
los rubros.
De ella se dará traslado en los términos de ley y, una vez que se
encuentre firme, podrá ser ejecutada según las normas que regulan las
ejecuciones de sentencia, con embargo automático de las sumas por el
adjudicatario entregadas.
5. Subastas fracasadas. Consecuencias
Si bien la realización de una nueva subasta es una de las alternativas
contempladas por la ley para el supuesto de frustración de la primera
adjudicación, se encuentra implícito en la regulación legal que la decisión
respectiva incumbe con exclusividad al juez de la causa, no pudiendo sus
auxiliares sustituirlo en su potestad jurisdiccional, por justificados que fueran los
motivos de ese proceder (CNCom., Sala C, 1993/06/24, "Agrupación Médica
Argentina S. A.", La Ley, 1994-E, 159, con nota de Isidoro Eisner - IMP, 1994B, 2237).
Los remates sucesivos no se vinculan con el supuesto del art. 569,
porque el remate del inmueble es único y se posterga por una causa justificada.
De otro modo, se otorgarían facultades excesivas al martillero, y hasta se
favorecería cierta inducción a los presuntos adquirentes a abstenerse de ofertar
con la certidumbre de que en escaso tiempo la venta se efectuará sin base,
configurándose de tal modo un serio riesgo de afectar el derecho de propiedad
del ejecutado, que en el caso de concretarse no podría ser salvado mediante la
utilización de ninguna vía procesal (CNCiv., Sala C, 2000/07/13, "Consorcio de
Prop. Cangallo 1228/30 c/ Primo, Fabián M.", La Ley del 20/12/00).
La retrogradación del acto al valor de base importa en los hechos la
realización de una nueva subasta, pues reinicia la puja desde el origen,
soslayando las posturas intermedias hasta la primera adjudicación frustrada, lo
que impide hablar de continuación de ese acto.
Asimismo, corresponde la devolución de las comisiones como así
también la pérdida del derecho a su percepción, cuando se resuelve la nulidad
de la subasta y de la circunstancia de haber tenido su origen en el mal
desempeño de su función por parte de los martilleros (CNCom., Sala C,
1993/06/24, "Agrupación Médica Argentina SA", La Ley del 27/10/94).
A veces, si el comprador de un bien en subasta pública no paga el saldo
del precio en el plazo establecido -plazo que es perentorio-, pueden existir
circunstancias excepcionales que tornen admisible el pago tardío, aunque el
postor deba responder por los intereses moratorios
Así se ha dicho que, si la compradora hizo el depósito del saldo del
precio del bien adquirido en subasta un año después, por causa no imputable a
ninguna de las partes, en tales circunstancias no se trata de sancionar la mora
del comprador, pues de hecho no existió, y aun en la hipótesis de haber
existido no encontraría su solución en la actualización de la deuda o en los
intereses moratorios, sino en las disposiciones del art. 584.
Con ello se pretende evitar que por un hecho externo a las partes, la
compradora pueda ejercer abusivamente su derecho, aprovechando que el tipo
de proceso no dejaba a la acreedora o a la parte demandada la oportunidad de
defender el suyo. Por ende como el mantenimiento estricto de las prestaciones
deriva, en este caso, en un enriquecimiento sin causa del comprador y ello no
puede ser propiciado por el tribunal es razonable la actualización del saldo de
precio desde la fecha del remate hasta la del depósito y previa deducción del
monto abonado, la revalorización del saldo hasta la fecha del pronunciamiento
y por los índices de precios de la construcción (CNCiv., Sala A, 1985/03/14,
"Banco Comercial del Norte c. Ramírez, Eduardo", La Ley, 1985-C, 309).
Falta de postores
Art. 585. -- Si fracasare el remate por falta de postores, se dispondrá otro, reduciendo la
base en un veinticinco por ciento. Si tampoco existieren postores, se ordenará la venta
sin limitación de precio.
1. Fracaso por falta de oferentes
El procedimiento previsto en el art. 585 para las hipótesis de fracaso de
la subasta por falta de postores no ha sido solamente instrumentado en
resguardo de los derechos del acreedor, para evitar dilaciones y gastos, o del
deudor propietario del bien ofertado, para asegurarse la existencia de un precio
remanente, sino en el propio interés de la jurisdicción, en nombre de la cual se
ejecuta el acto y respecto de cuya seriedad y garantía no se puede dudar
(CNCiv., Sala A, 1996/04/16, “Deutsche Bank Argentina SA c. Kotwika,
Roberto”, La Ley, 1996-D, 146 - DJ, 1996-2-704).
2. Fecha del segundo remate
Se ha mencionado con insistencia, y la Corte lo ratifica que, si el tribunal
apelado dispuso que en el supuesto de fracasar el primer remate, se efectuase
uno nuevo media hora después con una reducción de la base en un 25 %, y en
la hipótesis de malograrse este último, otra subasta con igual intervalo y con un
nueva reducción de igual proporción, para finalizar con un cuarto remate
sucesivo luego de media hora de espera, sin base, en tales condiciones, lo
decidido va en contra del espíritu y los propósitos de la norma del art. 585, que
contempla la posibilidad de remates sucesivos, pero a condición de que lo sean
en fechas distintas.
De otro modo se estaría induciendo a los presuntos adquirentes a
abstenerse de ofertar con la certeza de que en poco tiempo la venta se
efectuaría sin base, configurándose así un serio riesgo de afectar el derecho de
propiedad del ejecutado, que en caso de concretarse no podrá ser salvado
mediante la utilización de ninguna vía procesal (CS, 1984/09/04, "Brezca, Raúl
o Brezca y Kizon, Raúl c. Barzani, Rosa y otra", La Ley, 1984-D, 536).
La falta de postores significa ausencia de oferentes, situación distinta a
la venta a bajo precio que no provoca la nulidad de la subasta.
La causa del valor ínfimo en el precio obtenido, no es causa de
anulación, si la base del remate fue solicitada por la ejecutante teniendo
presente el valor real del inmueble y el monto de las deudas que pesan sobre
aquél, lo que fue consentido por la ejecutada, máxime si no se recurrió al
sistema previsto por el art. 585 (CNCiv., Sala E, 1997/08/03, "González, Jorge
R. y otro c. Mernies, Mónica C. y otro", La Ley, 1998-F, 883 [41.087-S]).
F) Perfeccionamiento de la venta. Trámites posteriores. Desocupación del inmueble
Perfeccionamiento de la venta
Art. 586. -- La venta judicial sólo quedará perfeccionada una vez aprobado el remate,
pagado el precio o la parte que correspondiere, si se hubieren otorgado facilidades, y
luego de realizada la tradición del inmueble a favor del comprador.
1. Principios generales
La transmisión del dominio de un inmueble vendido en subasta judicial
se perfecciona una vez pagado el precio, aprobado el acto realizado por el
martillero y hecha efectiva la tradición.
Mientras no se cumpla con la totalidad de estos actos, el adquirente está
facultado para ceder los derechos y acciones que surgen del boleto de
compraventa, a cuyo fin no se requiere el otorgamiento de una escritura
pública, pues tal cesión está enmarcada dentro de la órbita de los derechos y
acciones personales del cedente, los cuales son negociables por el simple
acuerdo de voluntades formalizado por escrito.
En el caso de la venta judicial, la cesión debe coincidir con el nivel de
exigencia formal que tiene el trámite, máxime si la venta se resuelve en un
proceso que, todo él, es un instrumento público, debiendo dicha operación
sinalagmática concluirse en una escritura pública.
Es decir, en el caso concreto de las cesiones hecha por instrumento
privado con certificación de firmas, deben realizarse por medio de un
instrumento específico que es la escritura pública (CNCiv., Sala J, 1998, 06/02,
“Hernaiz, Alcira y otros c. Etcheto, Martín”, ED del 4/8/98).
2. Aprobación de la subasta
La confirmación judicial de la subasta reclama el examen de las
condiciones en que se cumplió la orden del Juez, para dejar establecida la
inexistencia de vicios que puedan invalidar lo actuado o afectar la compraventa
convenida con el mejor postor, pero no para que el solo arbitrio del ejecutado y
aún con la conformidad del ejecutante, lo dejen sin efecto.
3. Escritura e inscripción en el correspondiente registro
Cabe advertir que en la especie, ni el acto notarial ni la correspondiente
inscripción en el Registro de la Propiedad Inmueble constituyen requisitos de
validez para el perfeccionamiento de la subasta.
Así resulta porque la subasta judicial posee su propio sistema de
publicidad por medio de edictos, de modo tal que la oponibilidad “erga omnes”
del remate proviene del específico régimen de publicidad a que la misma se
halla sujeta, pues a
l publicación de los edictos permite el conocimiento de la
fecha del remate para todos los terceros eventualmente interesados (CNCiv.,
Sala E, 1997/07/10, "Consorcio de Prop. Arabe Siria 2723-29 c. Musella Norma
y otro", La Ley, 1997-E, 1059, J. Agrup., caso 11.952 - DJ, 1997-1-1002).
Sin perjuicio de ello, la inscripción de la venta materializada mediante
subasta judicial resulta necesaria para asegurar la continuidad del tracto y
facilitarle al comprador la realización en el ámbito registral, de los actos de
disposición que emerjan de su calidad de propietario.
4. La tradición o traspaso de la posesión
La tradición indica que el adquirente toma posesión efectiva del
inmueble y comienza a ejercer en él los actos que le sean propios.
La entrega de las llaves de la finca es un supuesto de tradición simbólica
que es posible si la finca tiene puertas, puesto que si lo que interesa a la ley, es
como principio general, la posibilidad física de disponer de la cosa, y la entrega
de las llaves no es una tradición ficta ni una tradición “brevi manu” sino el
medio de crear la posibilidad física (nota al art. 2385, Código Civil), mal podría
mediante la entrega de las mencionadas llaves crearse una posibilidad de
aprehensión u ocupación de la cosa que desde antes ya existía.
La posesión dada judicialmente, es un caso atípico de transmisión,
donde el juez obra en nombre del anterior poseedor, lo mismo cuando firma
una escritura en nombre del vendedor ( v.gr.: art. 512), pero en esta suerte de
sustitución el tribunal no escapa a los principios que rigen en materia de
adquisición de la posesión, es decir, no basta que por un auto judicial
manifieste su deseo de darse por desposeído, sino que debe ajustarse a
alguna de las formas previstas por la ley.
Cuando existe imposibilidad actual de fijar un plazo de entrega al
comprador, por no hallarse el bien previamente individualizado físicamente, es
ineluctable la consecuencia de la viabilidad de la resolución del contrato
celebrado por aplicación de lo dispuesto en los arts. 1204, 1409 y 1413 del
Código Civil, correspondiendo hacer lugar a la restitución de lo pagado con los
intereses devengados por el depósito a plazo fijo efectuado (del dictamen del
Fiscal de Cámara).
En consecuencia, y estando a lo expresado en los párrafos anteriores,
de acuerdo con el art. 1413 del Código Civil, si el vendedor se hallare
imposibilitado para entregar la cosa, el comprador puede exigir que
inmediatamente le sea devuelto el precio dado, sin estar obligado a esperar
que cese la imposibilidad del vendedor. La norma mencionada abarca tanto la
imposibilidad material cuanto la jurídica; se aplica tanto a contratos de
compraventa de inmuebles celebrados en escritura pública, como a las
promesas de venta concertadas en instrumento privado, y juega tanto cuando
la imposibilidad deriva de un caso fortuito de la fuerza mayor, como de una
culpa del vendedor.
Por tanto, aunque la imposibilidad de entregar la cosa, por parte del
vendedor, fuese temporaria, el comprador no está obligado a aguardar que ella
cese, pues en nuestro derecho no se admiten, pro principio plazos de gracia.
Además, pudiendo escoger el adquirente entre pedir la resolución o esperar
que concluya la imposibilidad, y habiendo optado por lo primero cabe dejar
sentado que la resolución impetrada se ajusta a derecho (arts.1413 y concs.del
Código Civil) (CNCom, Sala D , "Mantuano, s. quiebra", La Ley, 1981-A, 169 JA, 981-III-223).
Escrituración.
Artículo 587. -- La escritura de protocolización de las actuaciones será extendida por
escribano sin que sea necesaria la comparecencia del ejecutado. El adquirente que
solicita la escrituración toma a su la realización de las diligencias tendientes a ella, pero
no está obligado a soportar los gastos que corresponden a la otra parte.
1. Escritura de protocolización
La escrituración no es un trámite indispensable cuando el bien inmueble
ha sido adquirido en subasta pública (art.1184, Código Civil). Si el adquirente
del bien raíz opta por él, toma a su cargo las diligencias necesarias, los gastos
por certificados y el estudio de títulos (CNCom., Sala A, 1994/04/30, “Ros,
Modesto s. quiebra”, La Ley, 1995-E, 459).
Esto es así siempre que, como se mencionó en el artículo anterior, la
transmisión del inmueble vendido en pública subasta se perfecciona con la
aprobación de esta y la toma de posesión por el comprador, por lo que la
escritura pública sólo tiene por objeto reunir en un instrumento las constancias
del juicio en que se practicó la diligencia.
2. Costo de escrituración
Salvo aquellos gastos que se encuentren en cabeza de la otra parte, el
comprador cargará con los costos de la escrituración.
Cabe agregar que no debe confundirse la obligación de escritura
ordenada por sentencia de conocimiento (art. 512), con la protocolización que
establece el artículo 587.
Aun cuando la protocolización prevista se considera obligatoria, es valor
entendido que por tratarse de una venta forzosa para nada interviene a quien
se tiene indebidamente por parte "vendedora" (el vendedor es el juzgado).
Por subasta pública, en la inteligencia del art. 1184, primera parte del
Código Civil, se comptende la realizada por orden judicial y no por disposición
del propietario.
Por ello, por ejemplo, tratándose de la culminación de un proceso de
división de condominio, la subasta del bien encuadra en el primer inciso del
mencionado art. 1184, no siendo de aplicación el art. 587 del Código Procesal
por no tratarse estrictamente de un proceso de ejecución; de ahí que se
imponga no sólo el otorgamiento del acto escriturario para perfeccionar el
remate -y no la protocolización de las actuaciones-, sino también la
intervención en la escritura tanto de la actora como de las demandadas, en
calidad de parte vendedora.
Ello no empece, finalmente, a la eventual participación supletoria del
juez, cumplidos que sean sus presupuestos (CNCiv., Sala D, 1980/10/03,
"Hermida de Alliegro, Delfina c. Miranda, Mercedes y otros", La Ley, 1981-A,
340).
3. Otros gastos
En cuanto a los gastos, los de la escritura de protocolización a que alude
el art. 587, corresponden al ejecutado, y tienen privilegio sobre el crédito
hipotecario, pues en orden a la cuestión de preferencia es aplicable el art. 590
del mismo cuerpo legal que acuerda primacía a las costas de la ejecución (
coincidente con la regla contenida en el art. 3879, inc. 1º, del Código Civi)l
respecto de los gastos de justicia que comprenden las erogaciones realizadas
por el escribano interviniente (CNCiv., Sala B, 1996/09/12, "Stepak de Fisch, A.
y otro c. Lejam Técnica Ind. y Com. S. C. A.", La Ley, 1998-D, 908, J. Agrup.,
caso 12.877).
La única escritura que corresponde se extienda en caso de subasta
judicial, es de simple protocolización de actuaciones y comprende tanto la
inserción o transcripción, como la anexión o incorporación al protocolo.
Ella configura un instrumento que reúne las constancias fundamentales
del proceso en el que se llevó a cabo la subasta (CNCiv., Sala F, 1998/10/08,
"Colombo, Pablo P. c. Salonia, José", La Ley, 1999-C, 576 - DJ, 1999-2-850).
Respecto a la ley 24.441, no deroga explícitamente el art. 1184 del
Código Civil, por lo tanto la facultad otorgada al comprador por éste artículo
para eximirse de la escritura pública en los supuestos de remate judicial
continúa vigente, aún cuando la mencionada ley prevea que la escritura de
protocolización de las actuaciones judiciales deba ser extendida por escribano
(CNCiv., Sala C, 1999/05/17, "Deutsche Bank Argentina SA v. Trapalo SA", JA,
2000-II-544).
Levantamiento de medidas precautorias.
Artículo 588. -- Los embargos e inhibiciones se levantarán al solo efecto de escriturar,
con citación de los jueces que los decretaron. Una vez escriturado el bien, sin otro
trámite, esas medidas cautelares se levantarán definitivamente, si fuere procedente, con
la presentación del testimonio para la inscripción en el registro de la propiedad. Los
embargos quedarán transferidos al importe del precio.
1. Levantamiento de embargo
Presupuesto necesario para inscribir la transmisión de dominio del bien
adquirido en la subasta, es que se ordene el levantamiento de todas las
medidas cautelares que sobre el mismo hayan recaído.
La comunicación a Jueces embargantes e inhibientes que se produjo en
ocasión de notificar el auto de venta, se reitera en esta oportunidad; y aquellos
que hubieran trabado otras medidas encontrándose vigente los certificados,
serán informados por cédula.
Los acreedores que encuentran así perdida la medida cautelar,
transfieren al precio de venta el orden y las preferencias para el cobro de sus
deudas respectivas.
Las órdenes de pago serán resueltas por el juez que lleva adelante la
ejecución forzada.
Por eso, a fin de determinar las prelaciones todos los acreedores
embargantes deberán ser oídos antes de entregar al ejecutante los fondos
obtenidos en la subasta (CNCiv., Sala E, 1995/11/10/, "Casano Leticia c.
Arizcuren Rosa E. y otro", La Ley, 1996-B, 713).
Los embargos levantados provisoriamente lo serán en forma definitiva al
tiempo de inscribir la transmisión en el Registro de la Propiedad.
2. Legitimación para levantar el embargo
En principio, tanto lo concerniente a las notificaciones dirigidas a los
jueces embargantes como todas las diligencias necesarias para dar
cumplimiento al levantamiento de las medidas cautelares recaen sobre el
ejecutante.
3. Levantamiento al solo efecto de escriturar
El levantamiento de las medidas cautelares "al solo efecto de escriturar"
sólo se concibe en caso de subasta pública del inmueble, y con citación de los
jueces que la hubiesen decretado, pues entonces los embargos se trasladan al
saldo de precio, como se ha dicho.
Pero es diferente cuando se condena a escriturar una venta privada,
caso en el cual sólo es posible previa audiencia de los interesados y decisión
tomada preservando las garantías del debido proceso, con posibilidad para
ellos de hacer valer las defensas que tuvieren y decisión sobre el mejor
derecho de embargantes o compradores (CS, 1986/12/16, "Etcheverry, Luisa
M. y otros c. Provincia de Buenos Aires y otros", La Ley, 1987-B, 255 - DJ, 9872-243).
Si bien es cierto se ha reconocido a los jueces la posibilidad de levantar
medidas cautelares dispuestas por otros jueces, a fin de efectivizar una
sentencia por escrituración, ello ha sido siempre y cuando existiera un embargo
anotado en tal proceso que ponga de relieve ante terceros la existencia de
aquél.
Desocupación de inmuebles.
Artículo 589. -- No procederá el desahucio de los ocupantes del inmueble subastado
hasta tanto no se hubiere pagado el saldo del precio y hecho la tradición. Las cuestiones
que se suscitaren con motivo de la desocupación del inmueble se sustanciarán por el
trámite de los incidentes, cuando la ilegitimidad de la ocupación apareciere manifiesta, o
no requiriere la dilucidación de controversias que por su naturaleza y complejidad
deban, a criterio del juez, ser sometidas a otra clase de proceso.
1. Legitimación en los incidentes de desocupación
El adjudicatario no necesita promover juicio de desalojo para ejecutar la
desocupación del inmueble que compró en el remate judicial.
Queda en claro que este es un beneficio que se tiene si en la publicidad
de la subasta se indicó que el bien estaba libre de ocupantes; de otro modo, de
acuerdo con la actitud del ocupante, el Juez determinará el tipo de
procedimiento a asignar.
2. Trámite procesal
El trámite procesal que se le imprimirá a la petición de desalojo por parte
del adjudicatario dependerá de la legitimidad de la ocupación del bien.
En efecto, en el supuesto de tratarse de una ocupación precaria o sin
derecho alguno, la desocupación podrá ordenarse en el incidente que al efecto
se formará, tras haberse efectuado la intimación respectiva a los ocupantes.
En caso contrario, si el bien hubiere sido vendido ocupado, se deberá
ocurrir al correspondiente juicio de conocimiento.
Si las partes convinieron que, a efectos de facilitar el remate, el deudor
debía desocupar el inmueble dentro de los diez días de dictado el auto de
venta, como la solución prevista en esta norma no es de orden público y,
además, la cláusula mencionada no puede considerarse abusiva, corresponde
en el caso intimar al accionado a desocupar el inmueble en el plazo de diez
días corridos, bajo apercibimiento de lanzamiento (CNCiv., Sala E, 1983/07/07,
"Banco de Italia y Río de la Plata, S. A. c. Galker, Luis N.", La Ley, 1984-A, 488
[36.535-S], - ED, 106-215).
Si el requerimiento de deshaucio se debe practicar en extraña
jurisdicción, debe considerarse comprendida entre las facultades del juzgado
exhortado para el cabal cumplimiento de su cometido, las que se encuentran
consagradas en el art. 4° de la ley 22.172, cuando señala que el tribunal al que
se dirige el oficio (antes exhorto), se limitará a dar cumplimiento a las medidas
solicitadas, dictando las resoluciones necesarias para su total ejecución
(CNCiv., Sala F, 1981/10/14, "Domínguez de Machaca, Teófila L. c. González,
Daniel", La Ley, 1982-A, 444 - ED, 97-260).
SECCION 5ª -- Preferencias. Liquidación. Pago. Fianza
Preferencias
Art. 590. -- Mientras el ejecutante no esté totalmente desinteresado, las sumas
depositadas no podrán aplicarse a otro destino, salvo que se tratare de las costas de la
ejecución, o del pago de otro acreedor preferente o privilegiado.
Los gastos causados por el deudor para su defensa no tendrán, en ningún caso,
prelación, salvo cuando correspondiere por aplicación de la ley sustancial.
El defensor de ausentes no podrá cobrar honorarios al ejecutado por su intervención.
1. Privilegio del acreedor hipotecario respecto de embargantes
En los juicios ejecutivos comunes el embargo y especialmente su fecha
interesan al acreedor a los efectos de establecer prioridades en el cobro (art.
218, Código Procesal); mientras que en el juicio hipotecario esta consideración
es irrelevante, pues el acreedor tiene el privilegio emanado del Código Civil (cf.
art. 3875 y ss.).
La preferencia por el primer embargante cede ante los privilegios
especiales, pues la prioridad de cobro que se crea cuando el acreedor se
encuentra en el primer lugar de los ordenados y efectivamente trabados (prior
in tempore, potior in iure), no constituye un verdadero privilegio aunque de
hecho produzca similares efectos.
Ahora bien, si la competencia de privilegios se suscita entre acreedores
de la misma calidad, no hay prelación entre ellos y, por lo tanto, concurren
sobre los bienes que constituyen el asiento de sus preeminencias a prorrata de
sus créditos.
2. Colisión entre créditos hipotecarios, fiscales y expensas
comunes
La jurisprudencia tiene resuelto que entre los créditos fiscales y los
créditos hipotecarios, los primeros deben ser satisfechos antes; siempre que
exista un alto interés colectivo que justifique esa preferencia, y sin que obste a
tal conclusión la eventual preeminencia del crédito hipotecario
En sentido contrario, se afirma que el acreedor hipotecario tiene
prioridad frente al crédito por expensas comunes (CNCiv., Sala E, 1988/03/25,
La Ley, 1988-D, 57). Constituyendo así, una de las pocas excepciones al
principio sentado en el plenario "Servicios Eficientes S.A. c. Yabrá" que otorga
al crédito por expensas privilegio por considerarlo como una carga inherente al
dominio (también llamada propter rem) que sigue al bien (CNCiv. en pleno,
1999/02/18, "Servicios Eficientes S. A. c. Yabra, Roberto I.", La Ley, 1999-B,
384), que ya hemos comentado.
3. Enunciación de preferencias
En forma breve se puede establecer el siguiente orden de prelación
entre créditos respecto al cobro de las sumas emergentes de una subasta
judicial:
a) Gastos de justicia. Integrada por honorarios y costas (art. 3879 y nota
del Código Civil) ;
b) Tasa de justicia, créditos del fisco y de las municipalidades. Conforme
ley 23.898 y el art. 3879, Código Civil;
c) Créditos hipotecarios en los términos de los arts. 3934 a 3936 Código
Civil;
d) Expensas comunes, de acuerdo con el art. 17 ley 13.512;
e) Créditos impositivos a la hipoteca. Rescpeto de ellos se deberá tener en
cuenta que los anteriores tienen prelación pero los posteriores no
(Fallos, 271:96);
f) Embargos y preferencias en los términos del art. 218 del orden adjetivo;
g) Gastos del deudor para su defensa, cuando correspondan por aplicación
de la ley sustancial. Si fue asistido por el Defensor de Pobres, éste no
podrá percibir honorarios del ejecutado.
4. Oportunidad
El conflicto entre acreedores atinente al alcance de la preferencia de sus
créditos deberá establecerse cuando se haya realizado la subasta, momento
en el cual tendrán conocimiento cierto del precio ofrecido y de la existencia de
remanentes (CNCiv., Sala A, 1996/09/02, “Doria SACyC c. Luksemberg,
Eduardo s/ Cumplimiento de contrato”, La Ley, 1997-E, 1010).
5. Aplicación exclusiva a las subastas judiciales
Atento a que el art. 590 se instala en el capítulo que reglamenta el
cumplimiento de las sentencias de remate, rige también para las "subastas
públicas" ordenadas en los procesos de ejecución forzada de los bienes del
deudor, siendo inaplicable a las ventas por remate que se efectúan en
procesos voluntarios por acuerdo de los dueños.
Liquidación. Pago. Fianza
Art. 591. -- Dentro de los cinco días contados desde que se pagó el precio o desde la
aprobación del remate, en su caso, el ejecutante presentará la liquidación del capital,
intereses y costas; de ella se dará traslado al ejecutado.
Si el ejecutante no presentare oportunamente liquidación, podrá hacerlo el ejecutado, en
cuyo caso se conferirá traslado a aquél. Contestado dicho traslado o vencido el plazo
para hacerlo, el juez resolverá.
La falta de impugnación no obligará a aprobar la liquidación en cuanto ésta no se
ajustare a derecho.
Si el ejecutado lo pidiere, el ejecutante deberá prestar fianza para percibir el capital y sus
intereses. Dicha fianza quedará cancelada, sin que se requiera declaración expresa, si el
deudor no promoviere el proceso ordinario dentro del plazo de quince días desde que
aquélla se constituyó. En este caso se impondrá al ejecutado una multa que no podrá
exceder del veinticinco por ciento del importe de la fianza, y que será a favor del
ejecutante.
1. Liquidación
La liquidación prevista no es diferente de la descripta en los artículos
503 y 504.
En caso que el ejecutante no la presente, la tarea se desplaza hacia el
ejecutado, pero no como una cargo, sino como facultad para suplir la
inactividad y, con ello evitarse mayores perjuicios.
De las cuentas se corre traslado a la otra parte, que se notificará por
cédula o medio fehaciente (art. 136), sin que exista obligación de responder.
Sustanciada, se aprobará en cuanto fuere lugar por derecho, si así
correspondiese.
2. Fianza
Para proteger los intereses del ejecutado, en caso de que éste quisiera
promover el juicio ordinario previsto en el art. 533, se lo faculta para peticionar
que el actor otorgue fianza en forma previa al retiro del capital y sus intereses.
Lo que se intenta asegurar es que el monto retirado pueda volver al
patrimonio del demandado, si éste consigue revertir la sentencia ejecutiva en
un proceso de conocimiento posterior.
La determinación del quantum genera serios inconvenientes; aunque
suele ser corriente el criterio de dejarla librada al criterio del juez al igual que el
tipo de fianza que se establezca.
La fianza prestada caducará a los quince días desde su constitución si
en ese término no se hubiere promovido el correspondiente proceso ordinario.
Inclusive, al ejecutante no solo le será devuelta la caución, sino también, una
suma que no podrá exceder del 25 % del importe de la fianza, en concepto de
multa procesal.
Finalmente, en el supuesto de que se hubiere iniciado el proceso
ordinario con antelación al pedido de fianza, se ha resuelto que el ejecutante
no puede oponerse a la fianza, basándose en la condición de "anterior" al
ejecutivo de un proceso ordinario iniciado por la ejecutada, pues dicho
cuestionamiento concierne al juicio que debe dictarse sobre la cancelación
automática de la fianza cuando transcurra el plazo de quince días desde su
constitución (CNCom. Sala B, 1997/06/06, "Paz, Víctor M. c. Apis Delta S. A.",
La Ley, 1998-A, 401).
3. Intereses
Los intereses deben haberse peticionados oportunamente sin poderse
agregar en la etapa de liquidación, toda vez que de hacerlo, se incurriría en un
vicio de congruencia y en un exceso respecto de la condena habida.
Explica Fenochietto que, los problemas que giran en torno a la forma de
calcular los intereses en el juicio ejecutivo, en principio, son ajenos a la
sentencia de remate, de modo que tales cuestiones se aplazan para la etapa
de liquidación, oportunidad en que se apreciará la tasa pretendida al amparo
del art. 953 del Código Civil y sus concordantes (ob. cit., tomo 3, pág. 219).
A diferencia de esta doctrina, en el fuero laboral la solución ha sido la
contraria, así se han considerado los intereses como un accesorio
indisolublemente ligado al capital por lo que deben ser estimados aún aunque
no hubieren sido expresamente peticionados (CNAT, Sala II, 1988/08/29, La
Ley, 1989-E, 561).
Para calcular el quantum de los intereses se deberá tener en cuenta
desde la fecha de constitución en mora y hasta el día del efectivo pago del
precio (CNCiv., Sala J, 1997/03/31, "M.A., I. M. del R., M.A.R.", La Ley, 1997-E,
30).
4. Retiro de fondos sin liquidación
Si existieren fondos disponibles nada se opone a que el acreedor retire
los correspondientes al capital adeudado y honorarios firmes, sin perjuicio de
su deber de practicar con posterioridad la correspondiente liquidación.
SECCION 6ª -- Nulidad de la subasta
Nulidad de la subasta a pedido de parte
Art. 592. -- La nulidad del remate, a pedido de parte, sólo podrá plantearse hasta dentro
de quinto día de realizado.
El pedido será desestimado "in limine" si las causas invocadas fueren manifiestamente
inatendibles o no se indicare con fundamento verosímil el perjuicio sufrido. Esta
resolución será apelable; si la cámara confirmare, se impondrá al peticionario una multa
que podrá ser del cinco al diez por ciento del precio obtenido en el remate.
Si el pedido de nulidad fuere admisible, se conferirá traslado por cinco días a las partes,
al martillero y al adjudicatario; dicho traslado se notificará personalmente o por cédula.
1. Principios generales
La subasta judicial se rige por un procedimiento específico reglado por el
código procesal; en consecuencia, son actos de ésta naturaleza los que
gobiernan el trámite, sus principios y presupuestos.
Este criterio es mayoritario aunque debatido cuando se trata de resolver
las vías de impugnación.
Por eso, algunos admiten que, dado el carácter de acto procesal que
reviste, la subasta judicial se encuentra sujeta a las normas que la regulan, por
lo que su eventual invalidación se halla regida por las disposiciones aplicables
a las nulidades procesales y a la concurrencia de los siguientes requisitos: 1)
existencia de un vicio que afecte a uno de los recaudos del acto, cuando
resulten indispensables para la obtención de su finalidad; 2) interés jurídico en
la declaración de nulidad; 3) falta de imputabilidad del vicio a quien requiere tal
declaración y 4) ausencia de convalidación o subsanación del acto defectuoso
(CNCiv., Sala E, 1997/08/03, "González, Jorge R. y otro c. Mernies, Mónica C.
y otro", La Ley, 1998-F, 883 [41.087-S]).
Siguiendo esta línea se puede afirmar que, la validez del remate es sólo
atacable dentro del régimen del Código Procesal, por el remedio de la nulidad,
y no mediante impugnación.
En consecuencia, para anular la venta se debe demostrar
fehacientemente el vicio o defecto que la invalida como tal, no siendo viable
argumentar otras causales que no sean aquellas que el régimen de las
nulidades procesales admite como ideas fuerza.
En la provincia de Buenos Aires, la idea es similar, habiéndose dicho
que, la nulidad de la subasta judicial en su faz como acto procesal está sujeta a
los mismos principios que informa la teoría de las nulidades procesales y que
condicionan su admisibilidad, de ahí que no sólo es menester la verificación de
un perjuicio real y concreto para la parte que invoca la nulidad, dado que no es
procedente decretarla en el mero interés de la ley, sino que incluso cabe
atender al principio de conservación, pues si la subasta impugnada no obstante
su eventual irregularidad había logrado la finalidad a que estaba destinada, no
resulta admisible la nulidad (C. Pergamino, 1995/10/04, "H.A. Coltrinori y Cía.
S. A. c. Kljenak, Omar P.", LLBA, 1996-101).
Los presupuestos de la nulidad se articulan así con máximos
condicionamientos, entre los que no cabe descartar la característica de ser uno
de los eslabones del proceso ejecutivo; y la corriente jurisprudencial que
reafirma que debe estarse a una interpretación restrictiva, regla hermenéutica
que, generalmente, se ve potenciada a fin de no crear un clima desfavorable a
esta clase de ventas (CNCiv., Sala A, 1998/08/21, "Kusrrow, Ana M. c.
Echagüe, Alfredo R. y otro", La Ley, 1998-E, 735).
No obstante, desde otra posición se afirma que, quedan excluidos de los
actos procesales alcanzados por la nulidad lo atinente a las subastas
realizadas y aprobadas judicialmente, ello así porque rige el art. 1051 del
Código Civil respecto del adquirente a título oneroso y de buena fe que compra
un bien en una subasta pública judicial (C.Civ. y Com., Azul, 1997/09/02,
"Chiesa, Aldo N. c. Campos Rivero, Josefa M. y otro", LLBA, 1998-359).
Temperamento que no tiene adeptos uniformes, en razón de haberse
afirmado que, la subasta judicial tiene una naturaleza dual, procesal y
sustancial, y por eso la nulidad que no deriva de la violación de las formas
instituidas por la normativa procesal, sino que trasciende lo meramente
procedimental al asentarse en la invocación de un defecto genético que porta el
acto de adquisición en subasta, su articulación no se halla sujeta al plazo
preclusivo del art. 587 del Cód. (C.1ª .Civ. y Com., Bahía Blanca, Sala I,
1994/10/04, "Banco Provincia de Buenos Aires c. Echarri, José", LLBA, 1995798).
2. Plazo
El art. 592 indica que se puede plantear la nulidad del remate dentro del
quinto día posterior a que fuera celebrada.
El momento que se tiene en cuenta es la fecha de la venta judicial
efectiva, y no el que surja denunciado de actuaciones anteriores; por eso se
establece que, pretender contarlo de otra forma constituiría un exceso ritual
toda vez que lo que causa perjuicio al apelante es la concreción de la subasta,
por ello la interposición de la nulidad, dentro de los cinco días del acto (C.Civ. y
Com., Azul, 1999/08/26, "Cepeda, Raúl E. c. Frigorífico Laprida S. A.", LLBA,
1999-1313 - DJBA, 157-229).
Desde una posición más amplia, se interpreta que como la subasta
judicial es un acto complejo, de carácter procesal, cuyo régimen de nulidad
está dado no sólo por el art. 592, sino por las normas generales de los arts. 169
a 174 del mismo Código, también corresponde aplicar los plazos
correspondientes a estos principios.
De modo que si el vicio que se imputa afecta a uno de los actos
anteriores a la diligencia del remate, el plazo para denunciarlo se computa a
partir del conocimiento que se tenga de dicho acto, por lo tanto transcurrido el
plazo de cinco días previsto por la ley expira para el incidentista toda
posibilidad de atacar sus falencias (C. Pergamino, 1994/02/15, "Provincia de
Buenos Aires c. Vieyra, Rafael E. y otro", LLBA, 1994-843).
En otras situaciones, cuando la nulidad de la subasta judicial se funda en
errores u omisiones cometidos en la publicación de edictos, el plazo de
impugnación corre desde que su texto obra en autos, o desde la última
publicación de los mismos (CNCiv., Sala C, 1993/03/02, "Banco de Galicia y
Buenos Aires c. Salvador J.", JA, 1994-II-242; también, CNCiv., Sala F,
1995/08/17, "Salgado Maria c/ Galeano Allende, Teresa").
3. Partes
Son partes en el incidente de nulidad, todos quienes hayan intervenido
en el acto, es decir, el ejecutante, el ejecutado, el adjudicatario y el martillero.
Esto hace que necesariamente se formen litisconsorcios ya que los
mencionados son partes necesarias.
Ejecutante y ejecutado adquieren legitimación propia por ser ellos
quienes ventilan el interés a tutelar; el adjudicatario resulta parte por ser el
comprador del bien y con la finalidad de proteger la validez del acto en el que
ha confiado; el martillero es parte necesaria por actuar como delegado o
auxiliar del Juez y sus actos son los que se cuestionan.
4. Trámite incidental o proceso autónomo de nulidad
El principio general es el incidente de nulidad deducido en los plazos y
condiciones señalados; pero se ha resuelto que cuando lo que se intenta lograr
es la nulidad de la subasta, como acto jurídico sustancial, por presuntos vicios
de fondo que determinarían su invalidez, no se trata de una cuestión que pueda
ser dilucidada por la mencionada vía, sino mediante un proceso de
conocimiento (CNCiv., Sala B, 1997/08/7, "Mendizabal, Carlos A. c. Vial
Panamericana S.A.", La Ley, 1998-B, 499).
Un ejemplo lo aporta Fenochietto al indicar que así sucede cuando se
esta frente a una enajenación coactiva en bienes ajenos al patrimonio del
ejecutado, o bien, la subasta simulada en fraude a los acreedores, donde no
rige el plazo de cinco días para plantear la nulidad (ob. cit., tomo 3, pág. 231).
5. Efectos
La declaración de nulidad del remate cumplido importará retrotraer la
causa hasta el momento inmediato anterior al vicio. Ello importará la restitución
de todas las sumas de dinero desembolsadas.
Decretada la nulidad por causa de algunos de sus intervinientes, se lo
podrá hacer responsable (v.gr.: arts. 565 párrafo tercero, 580, 584, Código
Procesal) por los daños causados.
Por eso se ha resuelto que, corresponde imponer las costas a la actora
en razón de su negligencia, al no haber indicado al magistrado el error en el
que éste incurriera al disponer la subasta de la totalidad del inmueble cuando
sólo procedía por una parte alícuota, máxime cuando aquella era la
fundamental interesada en la adecuada tramitación de esta etapa de la causa;
y aplicarle al juez una sanción de multa, en virtud de lo previsto en el art. 16 del
decreto-ley 1285/58, pues es inadmisible que el magistrado considere
excusable el error propio e inexcusable el ajeno, soslayando así todo
evaluación acerca de su responsabilidad o de la de aquellos que a sus órdenes
se desempeñan (CNCiv., Sala F, 1998/03/10, "French, Domingo c. Agiolo,
Verónica", La Ley, 1999-E, 39).
Nulidad de oficio
Art. 593. -- El juez deberá decretar de oficio la nulidad de la subasta cuando las
irregularidades de que ella adoleciere comprometieren gravemente la actividad
jurisdiccional; no podrá hacerlo si hubiere decretado medidas que importen considerar
válido el remate.
1. Principios generales
Puede declararse de oficio la nulidad de la subasta, cuando las
anormalidades comprometen gravemente la actividad jurisdiccional y deterioren
el prestigio de la función judicial.
Esas actividades deben ser externas, o siendo de las partes
intervinientes, resulten manifiestas e inequívocas en sus designios e
intenciones.
Asimismo, por aplicación de la doctrina de los propios actos, no puede el
Juez decretar la nulidad del remate si los errores o vicios son consecuencia de
los actos que él mismo aprobó con anterioridad, de manera tal que no podrá
purgar las equivocaciones que tuvieron lugar por su falta de control y dirección
sobre el proceso.
La nulidad de oficio se puede ordenar cuando la libertad de los
eventuales postores resulta ostensiblemente coartada a raíz de maniobras de
terceros (CNCiv., Sala A, 1993/04/13, "Nápoli, José P. c. Cray Don S. A.", JA,
1994-I-532).
También, cuando se hayan omitido alguno de los recaudos esenciales
que establece el art. 566 (CNCiv., Sala C, 1993/03/02, "Banco de Galicia y
Buenos Aires c. Salvador J.", JA, 1994-II-242).
Aunque en este último caso cabe observar que es un motivo donde está
comprometida la actuación del magistrado.
SECCION 7ª -- Temeridad
Temeridad
Art. 594. -- Si el ejecutado hubiere provocado dilación innecesaria en el cumplimiento de
la sentencia de remate, el juez le impondrá una multa, en los términos del art. 551, sobre
la base del importe de la liquidación aprobada.
1. Malicia
La conducta que se sanciona es la malicia, como conducta
obstruccionista o dilatoria que tiende a entorpecer la marcha normal del
proceso (cfr. Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Temeridad y malicia en el proceso,
Editorial Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2002, pág. 234). Por eso el título de la
sección es errada, por cuanto la conducta temeraria es la que actúa a
conciencia de saber que se obra sin razón.
Una vez más se insiste en castigar al ejecutado renuente al
cumplimiento de sus obligaciones, porque a las sanciones genéricas del art. 45,
se suman las previstas en los arts. 525 inciso 2º, 528, 551, 574 y 591.
Se entiende así que, los principios contenidos en el art. 45 del Código
Procesal se complementan, en el proceso ejecutivo, con la previsión del art.
551 del mismo ordenamiento, que comprende no sólo a la conducta temeraria
o maliciosa, sino que, además, sanciona a quien obstruye el curso normal del
proceso con articulaciones manifiestamente improcedentes o, de cualquier
manera, demora injustificadamente el trámite. A su vez, se establece idéntica
previsión en el art. 594, cuando el ejecutado dilata innecesariamente el
cumplimiento de la sentencia de remate (CNCiv., Sala A, 1997/04/29,
"Emprendimiento Recoleta S. A. c. Muñiz, Gladys E. y otro", La Ley, 1997-D,
839 [39.648-S]).
2. Etapa procesal castigada. Improcedencia
A diferencia de la multa del art. 551, donde se cuestiona la actividad del
litigante durante el desarrollo del proceso, en éste artículo la calidad del
comportamiento que se sanciona es el que demuestra con acciones claras y
explícitas su voluntad de diferir sin causa el pago de la obligación.
La dilación innecesaria prevista no se configura si la dilación en el
cumplimiento de la sentencia de remate no se debió a la conducta de la
ejecutada, pese a la manifiesta inadmisibilidad de su recurso de apelación, sino
a la frustración de la subasta (CNCiv., Sala A, 1995/11/28, "Gabrielli, Mario y
otros c. Parrado, María E. y otro", La Ley, 1996-B, 302).
3. Oportunidad para aplicar la multa
La multa que se impone, en los hechos castiga supuestos de
comportamientos procesales genéricos, que como tales, deben ser objeto de
sanción en oportunidad de aprobarse la liquidación definitiva.
También, como en los supuestos mencionados, la penalidad puede ser
solidaria o mancomunada, habiéndose dicho que, corresponde imponer una
multa del 10 % del monto de la liquidación a la ejecutada solidariamente con su
letrado, si su planteo ha tenido un propósito meramente dilatorio (CNCom.,
Sala E, 1985/08/20, "Ceupoens Martino, Cristian c. Almaparetti, S. R. L. y otro",
La Ley, 1987-A, 654 [37.499-S]).
TITULO III -- Ejecuciones especiales
CAPITULO I -- Disposiciones generales
Títulos que las autorizan
Art. 595. -- Los títulos que autorizan las ejecuciones especiales sólo serán aquellos que
se mencionan expresamente en este Código o en otras leyes.
1. Las ejecuciones especiales.
Las particularidades de ciertos créditos determinan la necesidad de
acordarles un trámite propio, que sin perder las características esenciales del
juicio ejecutivo, adoptan especialidades por la naturaleza del bien, o de la
garantía que la afecta. Son las llamadas ejecuciones especiales.
Ellas, tienden a satisfacer las urgencias del comercio, mediante un
trámite abreviado, como es el caso de la ejecución prendaria y la ejecución
comercial. A su turno, la ejecución hipotecaria tutela la eficacia del crédito a
través de la ejecución del derecho real de garantía; mientras que la ejecución
fiscal, tiene como finalidad que el Estado obtenga, con la mayor celeridad
posible, los fondos necesarios para cumplir sus cometidos específicos.
Por otra parte, a estos títulos se les reconoce una fehaciencia mayor
derivada de la propia formación del documento. Así, algunos de ellos tienen la
particularidad de que no son librados o emitidos por el deudor, sino que es el
propio acreedor quien libra el título en base a las constancias de sus archivos,
o como consecuencia de sus resoluciones, estando de este modo habilitado
para reclamar por esta vía.
Existen en nuestro derecho varios procesos de naturaleza ejecutiva,
cuya unidad conceptual estaría dada por el título de que se trate. Así,
encontramos tantos tipos de ejecución como títulos legalmente reconocidos.
Las llamadas ejecuciones especiales se basan en títulos ejecutivos
nominados taxativamente cuya formación es más compleja que la del título
genérico o común, requiriendo en consecuencia especial consideración en la
observancia de las normas que los regulan.
En los antecedentes se encuentra la ley 50 que regulaba el llamado
"procedimiento de apremio", aplicado a veces en la ejecución de sentencias.
Diversas leyes especiales, como la ley 11.683, dispusieron después el
procedimiento de apremio para el cobro de los créditos sobre los que
versaban.
Es también ejecución especial la prenda con registro, regulada por el
derceto-ley 15.348 del 28 de mayo de 1946, ratificado por la ley 12.962.
La fisonomía general del ejecutivo, en las ejecuciones especiales adapta
sus reglas a los actos que tiene cubierto el título que se persigue cumplimentar.
Por ejemplo, en las ejecuciones prendarias -de especiales características- en
rigor, el embargo se consuma con el secuestro, en tanto la afectación del bien
al pago de la deuda, su individualización e indisponibilidad ya existen en virtud
del propio contrato, de manera que el embargo no añade absolutamente nada
a la garantía preexistente (CNCom., Sala C, 1990/11/07, "Plan Rombo S. A. de
Ahorro para Fines Determinados c. Fumagalli, Edmundo", La Ley, 1992-C, 72,
con nota de Alejandro C. Verdaguer).
De igual manera, las expresiones "producción", "denegación" y
"sustanciación", aplicable en juicio ejecutivo y ejecuciones especiales- tienen
una amplitud que abarca toda la gama de cuestiones que puedan plantearse
respecto de las pruebas.
2. Método utilizado en el Código Procesal
El Código dedica el Título III del Libro III a las ejecuciones especiales,
que están reguladas en dos capítulos: "Disposiciones Generales" y
"Disposiciones Específicas", el segundo de los cuales está compuesto por las
cuatro ejecuciones especiales contempladas: Hipotecaria, Prendaria, Comercial
y Fiscal.
Reglas aplicables
Art. 596. -- En las ejecuciones especiales se observará el procedimiento establecido para
el juicio ejecutivo, con las siguientes modificaciones:
1. Sólo procederán las excepciones previstas en el capítulo siguiente o en la ley que crea
el título.
2. Sólo se admitirá prueba que deba rendirse fuera de la circunscripción territorial del
juzgado cuando el juez, de acuerdo con las circunstancias, lo considerara
imprescindible, en cuyo caso fijará el plazo dentro del cual deberá producirse.
1. Normas aplicables.
La supletoriedad de las normas del juicio ejecutivo se advierten
claramente en este capítulo, donde las reglas principales las diseña la ley
especial que forma el título ejecutivo.
El sistema de ejecuciones especiales respeta las normas sustanciales
que crean el título, previendo otras destinadas a asegurar la idoneidad de éste,
a asegurar la garantía de defensa en juicio, impedir el quebrantamiento de la
cosa juzgada, o la sustanciación simultánea de dos ejecuciones sobre la base
del mismo título (Palacio, Derecho Procesal Civil, Tomo VII, cit., pág. 683).
El orden de prelación de las normas es, en primer lugar, la ley de
creación del título; en segundo lugar las normas del presente capítulo de
Ejecuciones Especiales y sólo en último término las disposiciones que regulan
el juicio ejecutivo, quedando éste a su respecto como un proceso residual.
Dispone el art. 596 del Código Procesal que, con las salvedades
pertinentes, "en las ejecuciones especiales se observará el procedimiento
establecido para el juicio ejecutivo", de donde surge la aplicación a la hipótesis
de la regla básica que recoge el art. 531 del Cód. citado, en cuanto a que es
principio que el embargo debe ser de los "bienes suficientes" (inc. 1°), al objeto
del proceso. Asimismo, es norma que la regulación del embargo preventivo es
extensible al embargo ejecutivo y al ejecutorio (art. 233, Cód. citado), de
manera que le es dado al acreedor pedir, entre otras posibilidades y con
adecuada justificación, la ampliación del que se hubiese ordenado
oportunamente (art. 203) (CNCiv., Sala D, 1983/10/11, "Esso, S. A. c. Miranda,
José L.", La Ley, 1984-B, 97).
2. Excepciones disponibles
Sólo son admisibles las excepciones previstas específicamente por el
código para cada ejecución especial, o las consignadas en la ley
correspondiente al título en cuestión.
De este modo, la restricción propia del conocimiento judicial se estrecha
aun más en estos procesos, logrando una celeridad diferente que juega en
favor del acreedor y su crédito.
3. Límites en materia de prueba.
El inciso 2º tiende a una mayor aceleración del procedimiento, al
circunscribir el radio de producción de la prueba y otorgándole carácter
excepcional, a la que deba producirse fuera de la circunscripción territorial del
juzgado. Además, este tipo de verificaciones solamente procede cuando es
imprescindible, debiendo establecerse por auto fundado, fijando además el
plazo de producción.
CAPITULO II -- Disposiciones específicas
SECCION 1ª -- Ejecución hipotecaria
Excepciones admisibles
Art. 597. -- Además de las excepciones procesales autorizadas por los incs. 1, 2, 3, 4 y 9
del art. 544 y en el art. 545, el deudor podrá oponer, únicamente, las de prescripción,
pago total o parcial, quita, espera y remisión. Las cuatro últimas sólo podrán probarse
por instrumentos públicos o privados o actuaciones judiciales que deberán presentarse
en sus originales, o testimoniadas, al oponerlas.
Dentro del plazo para oponer excepciones podrá invocarse también la caducidad de la
inscripción hipotecaria, con los efectos que determina el Código Civil.
1. Hipoteca
La hipoteca es "el derecho real constituido en seguridad de un crédito en
dinero, sobre los bienes inmuebles, que continúan en poder del deudor (art.
3108, Código Civil). Se trata, pues, de una garantía sobre un mutuo.
Ella confiere dos derechos: el de perseguir la cosa, sea quien fuere el
que la posea; y el de preferencia, en el sentido de que el acreedor hipotecario
cobrará sobre el precio de la subasta del bien hipotecado antes que ningún otro
de ese mismo deudor (conf. Arazi, Roland, Derecho Procesal Civil y Comercial,
Tomo II, Editorial Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 1999, pág. 267).
Dado que otorga a su titular el ius persequendi, proporcionándole
mayores beneficios que la acción ejecutiva ordinaria, algunos autores han
sostenido que en realidad se trata de una acción ejecutiva privilegiada,
pretendiendo así su ubicación dentro del derecho procesal y fuera del derecho
civil.
Sin embargo, el derecho de persecución de la cosa gravada es
consecuencia del derecho sustancial con garantía real; es un "derecho que
sigue a la cosa" aun encontrándose en poder de terceros, lo que traduce
justamente su carácter de derecho sustancial.
Como lo señala Colombo, la hipoteca está regida por preceptos que en
parte pertenecen al derecho sustancial y en parte al derecho procesal, con la
particularidad de que muchas de sus normas procesales están contenidas en el
Código Civil (Conf. Colombo, Carlos J., Ejecución Hipotecaria, Editorial
Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1974, pág. 11.)
Los arts. 3162 y siguientes del Código Civil prevén expresamente la vía
del proceso de ejecución para hacer efectivo el cumplimiento de las
obligaciones garantizadas con derecho real de hipoteca, acordando la
pretensión contra el deudor, el tercer poseedor o la persona que dio la garantía.
De este modo, se consagra un derecho de persecución -de naturaleza
procesal- del bien hipotecado en poder de terceros; el derecho de prelación, y
el del acreedor ejecutante de constituir concurso especial en el supuesto de
hallarse el deudor concursado (arts. 126 y 209, Ley 24.522).
Los códigos procesales, a su turno, tutelan en forma privilegiada el
crédito garantizado con hipoteca, asegurando el derecho de defensa.
La ley 24.441 de Financiamiento de la Vivienda y la Construcción
determina la coexistencia de dos sistemas de ejecución hipotecaria: el común,
regulado por el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, y el especial o
administrativo, establecido en dicha ley, cuya síntesis se expondrá más
adelante.
2. Caracteres del derecho real de hipoteca
a) Accesoriedad: Estando constituido en garantía de un crédito en
dinero, resulta accesorio de la obligación personal contratada por el deudor, lo
que implica que la acción personal emergente del crédito que se ejecuta,
determinará la competencia del juez que intervendrá en la ejecución
hipotecaria.
b) Solemnidad: Sólo puede ser constituida por escritura pública, o por
documentos que sirvan de títulos de dominio o derecho real expedidos por
autoridad competente y que hagan plena fe por sí mismos.
La inobservancia de las formas exigidas para la conformación de la
hipoteca, la priva de efectos (conf. arts. 3115 y 3128 Código Civil). Asimismo,
su perfeccionamiento como derecho real y oponibilidad frente a terceros se
opera con su inscripción en el Registro de la Propiedad (conf. arts. 2505 y 3135
Código Civil) produciendo, empero, todos los efectos con respecto a las partes,
testigos y escribano aunque no esté inscripta.
c) Convencionalidad: "No hay otra hipoteca que la convencional
constituida por el deudor de una obligación..." establece el art. 3115 del Código
Civil, con lo cual es imposible la constitución de hipotecas legales o judiciales.
d) Indivisibilidad: En virtud de lo dispuesto por el art. 3112 del Código
Civil, "cada una de las cosas hipotecadas a una deuda, y cada parte de ellas
están obligadas al pago de toda la deuda y de cada parte de ella" de lo que se
desprende claramente que la hipoteca debe ser saldada en forma íntegra ya
que, si así no lo fuera, subsiste sobre todo el inmueble gravado.
e) Especialidad: Conforme lo preceptuado por el art. 3109 del Código
Civil, "no puede constituirse hipoteca sino sobre cosas inmuebles, especial y
precisamente determinadas,
por una suma de dinero también cierta y
determinada...". La individualización del bien y del monto del crédito
constituyen, pues, elementos sustanciales e irreemplazables de la hipoteca
como institución jurídica. Sin embargo, respecto del monto dinerario el art. 3109
in fine otorga cierta flexibilidad en su determinación, bastando declarar el valor
estimado en el acto constitutivo de la hipoteca.
La especialidad resulta particularmente relevante en el ámbito procesal,
desde que tales elementos de la hipoteca son requisitos sustanciales del título
ejecutivo hipotecario, cuya ausencia o insuficiencia tornan improcedente la
ejecución.
La satisfacción del principio de especialidad del crédito establecido en el
art. 3109 del Código Civil sólo requiere que en el documento constitutivo de la
hipoteca se establezca el monto y extensión del crédito (art. 3131, inc. 4º, Cód.
cit.), aunque su determinación concreta se haga por medios extra hipotecarios
(CNCiv., Sala B, 2002/03/05, "Garantizar S.G.R. c. Aswell S. A.", DJ, 2002-2543).
En la garantía hipotecaria otorgada a favor de un crédito, el recaudo de
la especialidad queda satisfecho cuando se expresa la suma por la que
responde el inmueble hipotecado, independientemente de cual sea el crédito o
su monto o si éste es eventual —como en el caso— o si la obligación consiste
en hacer o no hacer (CNCiv., Sala K, 2001/12/28, "Citibank N.A. c. Galacho,
Norberto M. y otro", La Ley, 2002-C, 667 - DJ, 2002-2-114).
Por eso, la especialidad de la hipoteca en cuanto al crédito se satisface
con la individualización del inmueble afectado y la cuantía del gravamen en el
instrumento constitutivo, aun cuando no se haya consignado el monto del
crédito garantizado —conforme arts. 3109, 3131 y 3153, Código Civil—
(CNCiv., Sala K, 2001/11/27, "Citibank NA c. Vargas, Mario A.", La Ley, 2002A, 337 - DJ, 2002-1-747).
Además, el instrumento constitutivo de la hipoteca reviste carácter
autosuficiente para llevar adelante la ejecución de la garantía, si se
individualizó el inmueble afectado y la cuantía del gravamen, aun cuando no se
haya consignado el monto del crédito garantizado y deba determinárselo
integrando dicho título con el estado de cuenta emitido por el banco acreedor
(CNCiv., Sala K, 2001/11/27, "Citibank NA c. Vargas, Mario A.", La Ley, 2002A, 337 - DJ, 2002-1-747".
La escritura pública en que se instrumentó el contrato de apertura de
una línea de crédito rotativa con derecho real de hipoteca por suma
determinada es título autosuficiente para llevar adelante la ejecución -conforme
arts. 3109, 3131 y 3153, Código Civil-, en tanto del acto notarial surge el crédito
y su exigibilidad aun cuando el mismo debe integrarse con el estado de cuenta
previsto en el contrato, emitido por el banco y remitido al cliente o que éste
debe exigir en su defecto (CNCiv., Sala K, 2001/12/28, "Citibank N.A. c.
Galacho, Norberto M. y otro", La Ley, 2002-C, 667 - DJ, 2002-2-114).
En definitiva, la hipoteca que garantiza un contrato de apertura de
crédito puede constituirse fijándose el máximo de responsabilidad hipotecaria y
quedando la obligación indeterminada en su monto hasta la realización
definitiva del crédito —sin perjuicio de establecer las líneas generales que
posibiliten su determinación en el momento oportuno (expedición de saldos
mensuales)—, quedando la eficacia de la hipoteca subordinada a la realización
de los adelantos previstos en la convención (CNCiv., Sala K, 2001/12/28, fallo
precitado").
3. Objeto
Sólo puede ser objeto de hipoteca los bienes inmuebles incluyendo
todos sus accesorios (arts. 3108 a 3110 Código Civil). Excepcionalmente la Ley
de Navegación Nº 20.094 establece la hipoteca sobre todo buque de más de
diez toneladas y el Código Aeronáutico (Ley Nº 17.285), por su parte, prevé la
hipoteca de aeronaves.
4. Extensión de la hipoteca
En virtud del art. 3111 del Código Civil, la garantía hipotecaria se
extiende a las sumas en concepto de daños y perjuicios derivados del
incumplimiento de la obligación garantizada.
En la ley de quiebras los créditos hipotecarios tienen una tutela especial
que no obliga al acreedor hipotecario a esperar el trámite completo de la
quiebra para cobrar su crédito e incluso se lo autoriza a formar un concurso
especial y de las normas aplicables se deduce que por explícita previsión de
ésta ha de reconocerse en los créditos garantizados con hipoteca, en los casos
de concurso, la extensión prevista en los respectivos ordenamientos, lo que
importa una directa integración, en la materia de la ley concursal con el Código
Civil y leyes complementarias.
Por ello, no procede fragmentar el régimen aplicable atendiendo
únicamente a la primera parte del art. 263 por no ser dable una interpretación
que importe la prescindencia de algún texto legal si no media debate y
declaración de inconstitucionalidad y en especial cobra relevancia el alcance
dado a la garantía hipotecaria por el art. 3111 del Código Civil en cuanto
incluye los daños causados por el incumplimiento (CS, 1981/11/12, "Marrone,
Roberto c. Egom, Soc. en Com. por Accs.", La Ley,1982-B, 450, con nota de
Carlos Marcelo D'Alessio y Ricardo Agustín Tiscornia - IMP, 982-1161 - ED, 97778).
Se entiende por gastos de justicia los ocasionados por los actos que
tengan por objeto poner los bienes del deudor y sus derechos bajo la mano de
la justicia. El privilegio es establecido para todos los gastos que los acreedores,
a efectos de gozar de sus derechos, no habrían podido dispensarse de pagar
los trabajos indispensables a tal fin ; por lo tanto no son tales los gastos hechos
por el deudor en su defensa y que, por ende, los "gastos" que menciona el art.
3111 del Código Civil no comprenden los honorarios del deudor vencido
(CNCiv., Sala B, 1980/03/25, "Sidney Investmen, S. A. c. Casacci de Llarryora,
Aída", ED, 90-398).
5. Fuerza ejecutiva
La escritura hipotecaria es título ejecutivo hábil siempre que en ella
conste una obligación dineraria líquida y exigible. No resulta imprescindible la
inscripción previa en el Registro de la Propiedad Inmueble puesto que no es
requisito del acto constitutivo del gravamen (conf. art. 3131 Cód. Civil).
Aun cuando el art. 3131 citado se refiere a los datos que deben
consignarse respecto del "contrato" al que accede la hipoteca, no es
imprescindible que la obligación provenga de fuente contractual, pudiendo,
inclusive, acceder a un mero reconocimiento incausado, en tanto éste acredita
la existencia de la obligación, en base al principio de presunción de causa (art.
500, Código Civil), cumpliéndose, así, con el mentado requisito de la
accesoriedad.
Recuérdese que la especialidad del crédito, tendiente a determinar la
responsabilidad hipotecaria, requiere la individualización de la causa fuente en
los términos del art. 3131, inc. 2º del Código Civil y la fijación del tope de la
cobertura mediante la estimación de la magnitud de la obligación de una suma
cierta y determinada de dinero (CNCiv., Sala A, 1996/05/20, "Doria S. A. c.
Luksemberg, Eduardo", La Ley, 1997-E, 1010 [39.781-S]).
Dado que no cabe confundir la hipoteca con la obligación principal que
garantiza, sólo es menester que por acto auténtico se establezca el monto y
extensión del crédito -art. 3131 inc. 4º, Código Civil-, aunque su determinación
concreta se haga por medios extra hipotecarios (CNCiv., Sala A, 1997/03/03,
"Citibank N. A. c. Alvarez Brivet, Guillermo R.", La Ley, 1998-E, 756 [40.780S]).
Por tanto, cumple el principio de especialidad previsto en el art. 3109 del
Cód. Civil y el de indicar la cantidad cierta de la deuda contenida en el art.
3131, el mutuo hipotecario en el que consta la suma dada en préstamo, el
número de cuotas en que debía ser devuelta y el importe de las mismas, aun
cuando no se haya hecho constar la tasa de interés compensatorio acordada,
expresada en un número o porcentual (CNCiv., Sala B, 1997/04/15, "Alvarez,
Mirta c. Lettieri, Nicolás", La Ley, 1997-E, 1038 [39.889-S]).
6. Cuestiones de competencia
Como principio general, puede afirmarse que, siendo la ejecución
hipotecaria una acción de carácter personal, toda vez que la pretensión deriva
del crédito del cual la hipoteca es mera garantía, la competencia se determina
por la causa fuente de la deuda que se ejecuta (CNCiv., Sala G, 2001/11/07,
"Bank Boston N.A. c. Massini, Rodolfo H. y otro", La Ley, 2002-C, 879 [43.387S]).
a) Por razón de fuero y por materia: La competencia en razón de la
materia es civil, pudiendo variar el fuero al cual está asignada, en virtud de la
peculiar distribución que existe en la Capital Federal o en algunos casos por el
fuero de atracción.
Así, la hipoteca común, sobre un inmueble, tramita ante la Justicia
Nacional Civil (art. 43, dec.-ley 1285/58, conf. art. 1º, ley 24.290). En caso de
hipoteca naval o aeronáutica, la competencia corresponde al fuero federal civil
y comercial (art. 42, ley 13.998 y art. 40, dec.-ley 1285/58).
Sin embargo, existe discrepancia respecto de la competencia de la
hipoteca, cuando ésta garantiza un mutuo comercial, ya que en algunos casos
se ha considerado que corresponde la competencia comercial por ser la
hipoteca un accesorio del mutuo (CNCiv., Sala D, 1992/03/12, La Ley,1993-B441) y en otros se ha sostenido que, en casos de cobro de créditos
garantizados con hipoteca, al encontrarse específicamente regidos por el
Código Civil y lo dispuesto por el art. 43 de la ley 23.637, el fuero comercial
resulta incompetente (CNCiv., Sala A, 1994/11/15, D.J., 1995-1-1060).
b) Por el territorio: Dado que la hipoteca se constituye en garantía de
una obligación, la acción tendiente a su cobro es de carácter personal. Por lo
tanto es competente el juez del lugar de cumplimiento de la obligación, o el del
domicilio del demandado o el del lugar del contrato, a elección del acreedor
(conf. art. 5º, inc. 3º ).
c) Fuero de atracción: Siendo la hipoteca un derecho de garantía
accesorio de un crédito personal, el fuero de atracción es aplicable a su
respecto (conf. art. 3284, inc. 4º, Código Civil ).
No obstante, en caso de concurso civil o quiebra, el Plenario de la
Cámara Comercial de fecha 9 de abril de 2001 estableción que el concurso no
atrae a las ejecuciones de garantías reales, interpretando que la inclusión de
ellas en el inciso 2º del art. 21 de la ley 24.522 tiene como premisa erigir a tales
supuestos en otra excepción al fuero de atracción de los concursos.
El acreedor hipotecario tiene el derecho de solicitar un concurso especial
sobre el inmueble hipotecado para cobrarse inmediatamente de él (art. 3937
Código Civil). Así, los acreedores hipotecarios pueden requerir la venta del bien
en cualquier momento, sin tener que esperar las resultas del concurso general,
mediante un trámite en expediente separado, previa comprobación de títulos y
fianza de acreedor de mejor derecho (art. 3938 Código Civil y arts. 126 y 209,
ley 24.522).
Sin perjuicio de ello, la verificación en la quiebra es carga prevista en
forma expresa para acreedores prendarios e hipotecarios, no resultando en
modo alguno reemplazada por el concurso especial.
Es también atraída la competencia originaria del juicio hipotecario por la
sucesión del causante, aunque se abre un proceso particular a su respecto
(arts. 3838 y 3839 Código Civil).
7. Partes
Además de ejecutante y ejecutado también son partes, el segundo
acreedor, que no lo es en el juicio promovido por el de primer grado, pero que
tiene derecho de vigilancia de la liquidación del bien por lo que pueda ello
afectar el cobro de su crédito.
El comprador del bien mediante boleto de compraventa no es parte, ni lo
es tampoco el tercer poseedor hasta tanto la acción no se dirija contra él o
contra el bien gravado.
8. Procedimiento
a) La demanda: Se trata de una demanda ejecutiva en base a un título
especial, por lo cual sus requisitos coinciden excepto en lo referente al
instrumento base de la ejecución.
El actor debe acompañar el testimonio de escritura pública inscripto en el
Registro de la Propiedad Inmueble en caso de hipoteca civil, o el instrumento
público o privado debidamente autenticado e inscripto en el Registro Nacional
de Aeronaves o en el Registro Nacional de Buques en caso de hipoteca
aeronáutica o naval respectivamente.
Asimismo, se puede requerir embargo preventivo y la producción del
informe sobre condiciones del dominio, sin perjuicio que el juez lo deba proveer
de oficio.
b) Notificación: La demanda debe ser notificada en el domicilio especial,
si éste se hubiere fijado, aunque fuere distinto del real.
c) Excepciones: Sólo son admitidas las de incompetencia (inc. 1º), falta
de personería en el ejecutado, o en sus representantes, por carecer de
capacidad civil para estar en juicio o de representación suficiente (inc. 2º),
litispendencia (inc. 3º), falsedad e inhabilidad de título (inc. 4º), cosa juzgada
(inc. 9º), prescripción, pago total y parcial, quita, espera o remisión, y
caducidad de la ejecución, quedando excluidas las de compensación,
novación, conciliación, compromiso y transacción, las que podrán hacerse valer
en un eventual juicio ordinario posterior.
1) Incompetencia: La competencia territorial es prorrogable por
conformidad de las partes, admitiéndose tal prórroga aun respecto del tercer
poseedor. Así, la excepción de incompetencia debe ir acompañada del
instrumento que acredite dicha circunstancia.
2) Falta de personería: Sólo puede fundarse en la falta de capacidad de
las partes para estar en juicio, en la ausencia de mandato otorgado a favor de
quienes invocan la representación de aquéllas, o en las deficiencias de que
adolezca el mandato.
3) Litispendencia: Se funda en la existencia de otra ejecución hipotecaria
seguida entre las mismas partes y en virtud del mismo título.
Sin perjuicio de ello, la jurisprudencia ha considerado la existencia de
litispendencia en otros casos. Así, por ejemplo, se ha dicho que se configura la
litispendencia prevista por los arts. 597 y 544 del Código Procesal, en la
ejecución de mutuo hipotecario respecto del cual se debitara el importe de la
cuota mensual de la cuenta corriente del ejecutado, con la autorización para
girar en descubierto, si por ante el fuero comercial tramita la ejecución del saldo
de la referida cuenta (CNCivi, Sala A, Sentencia Interlocutoria C. A225580,
"Banco del Buen Ayre S.A. c. Demarco de Benítez, Nélida del Carmen Sarafina
y otro s/ Ejecución Hipotecaria").
4) Falsedad e inhabilidad de título: La falsedad puede fundarse
únicamente en la adulteración material del documento, es decir, de la escritura
hipotecaria, mientras que la inhabilidad procede cuando se cuestiona la
idoneidad jurídica del título, porque no reúne los requisitos a que la ley
condiciona su fuerza ejecutiva o porque el ejecutante o el ejecutado carecen de
legitimación procesal en razón de no ser las personas que aparecen en el título
como acreedor o deudor.
Entre otros casos, se ha dicho que procede la excepción de inhabilidad
de titulo cuando en la escritura que instrumentó la hipoteca, se estipula que el
capital será devuelto en un número determinado de cuotas, en las que se
hallan incluidos los intereses calculados sobre saldos deudores sin
mencionarse expresamente su tasa, razón que impide determinar qué porción
de cada cuota está destinada a amortizar el primero y cuál corresponde a los
segundos. El fundamento de tal decisión obedece a que, al hacerse valer el
pacto de caducidad de los plazos, no se pueden reclamar intereses
compensatorios por los períodos no transcurridos, por cuyo motivo la suma a
demandar no es líquida ni fácilmente liquidable por una simple operación
matemática, excediendo la determinación de la misma en el marco del exámen
del título ejecutivo, que se presenta así inhábil (CNCivil, Sala A, Sentencia
Interlocutoria C. A212939, "Banco Río de la Plata S.A. c. Jiménez, Leonardo y
otro s/ Ejecución Hipotecaria").
La inscripción de la hipoteca en el Registro de la Propiedad Inmueble no
constituye requisito en cuya ausencia el deudor pueda fundar la excepción de
inhabilidad de título, toda vez que su función es, mediante la publicidad que le
otorga, la oponibilidad de la hipoteca frente a terceros.
5) Cosa Juzgada: Se configura cuando media sentencia dictada en un
proceso anterior sustanciado entre las mismas partes y en virtud del mismo
título.
6) Prescripción: Debe interponerse en el plazo previsto por el art. 542 del
Código Procesal de conformidad con lo dispuesto en el art. 3962 del Código
Civil, es decir, "...al contestar la demanda o en la primera presentación en el
juicio..." , no pudiendo el juez hacerla valer de oficio (conf. art. 3964 Código
Civil).
7) Pago total o parcial: Debe resultar de instrumentos públicos o
privados originales emanados del acreedor, o actuaciones judiciales, sin que
sea necesario realizar ninguna otra investigación. El pago por consignación
sólo puede ser eficazmente invocado cuando ha sido aceptado por el acreedor
o declarado válido por sentencia firme.
Sin embargo, la naturaleza del proceso ejecutivo, formal y limitativo en el
conocimiento de los hechos, no puede llevar a prescindir de los elementos
arrimados a la causa, ya que ello equivaldría tanto como una renuncia a la
verdad jurídica objetiva, incompatible con el servicio de justicia. En ese
contexto y frente a la existencia de indicios graves, precisos y concordantes de
la realización del pago (en tanto acto jurídico extintivo, que puede probarse por
cualquier medio, incluso las presunciones), cabe proceder a su ponderación a
los efectos de evaluar la procedencia de la excepción de pago opuesta
(CNCivil, Sala D, Sentencia Interlocutoria C. D104806, "Fainbarg, Jorge Oscar
c. Gómez, Mónica Margarita s/ Ejecución Hipotecaria").
8) Quita, espera y remisión: Estas excepciones sólo pueden acreditarse
mediante prueba documental que debe acompañarse al momento de su
interposición, salvo que el respectivo documento no se encuentre en poder del
excepcionante, en cuyo caso éste debe efectuar las manifestaciones
requeridas por el art. 333 del Código Procesal.
9) Caducidad de la inscripción hipotecaria: Se trata de una defensa
propia del título ejecutivo hipotecario que procede en ese carácter cuando no
afecte la existencia de una deuda líquida y exigible, la cual aun podrá originar
un juicio ejecutivo en los términos del art. 520 y siguientes del Código Procesal
pero ya no una ejecución hipotecaria.
Sin embargo, una vez rechazada la ejecución hipotecaria por caducidad,
se torna procedente el juicio ordinario posterior.
Según lo dispuesto por el art. 3134 del Código Civil, la hipoteca debe ser
"...registrada y tomada razón de ella en un oficio público destinado a la
constitución de hipotecas o registro de ellas..." y el art. 3151, a su turno,
prescribe que "los efectos del registro de la hipoteca se conservan por el
término de veinte años, si antes no se renovare". Una vez transcurrido el plazo
legal, el asiento registral pierde automáticamente todo valor, sin necesidad de
ningún instrumento cancelatorio de la registración (conf. art. 71, inc. a) de la ley
17.417 y art. 37, inc. 3º de la ley 17.801).
d) Defensas inadmisibles: Doctrina y jurisprudencia son contestes en
que no resultan oponibles defensas tales como la redargución de falsedad del
documento, ya que tal pretensión requiere ser ventilada en un proceso de
conocimiento plenario.
Si bien generalmente no son admitidas las excepciones que trascienden
las cuestiones relativas a las deficiencias formales del título, la tendencia es
apartarse de la exigencia del artículo comentado. En este sentido, se ha dicho
que en los juicios sobre ejecución hipotecaria, la excepción de defecto legal, en
principio, es inadmisible por no estar mencionada en el art. 544 del ritual. Sin
embargo, cabe su admisión, excepcionalmente, si la demanda adolece de
imprecisión o ambigüedad en la individualización del nombre de las partes o en
la designación de la cosa demandada y tal deficiencia es susceptible de afectar
el derecho de defensa del ejecutado (CNCivil, Sala K, Sentencia Interlocutoria
C. K026156, "Daucourt, Ana María c. Fraga, Ramón José s/ Ejecución
Hipotecaria").
e) Voluntad de los contratantes: Por otra parte, debe tenerse en cuenta
lo convenido entre acreedor y deudor acerca de aquellos aspectos del proceso
que resulten disponibles, como prórroga de la competencia territorial, renuncia
de excepciones, etc.
Así, por ejemplo, se ha dicho que no corresponde condicionar el
progreso de la ejecución hipotecaria contra el constituyente no deudor a la
previa intimación de pago al deudor de la obligación principal, si las partes
convinieron que el incumplimiento habilitaba al acreedor a exigir de inmediato
el cumplimiento de lo garantizado por la hipoteca (CNFed. Civ. y Com., sala I,
2001/12/11, "Caja Complementaria de Prev. para la Actividad Docente c. Dinar
Líneas Aéreas S. A.", La Ley, 2002-X, 0 [43.414-S]).
En sentido análogo, se ha considerado improcedente la excepción de
inhabilidad de título basada en la inexigibilidad de la deuda en una ejecución
hipotecaria cuando en el mutuo hipotecario, base del proceso de ejecución, se
ha convenido el decaimiento del plazo estipulado, por fallecimiento,
incapacidad, presentación en concurso preventivo o declaración de quiebra del
deudor, en virtud de que acaecido alguno de los sucesos enunciados se
anticipan los efectos del vencimiento de la deuda. (C.3ª Civ., Com., Minas, Paz
y Trib., Mendoza, 2001/12/19, "Banco Credicoop Coop. Ltdo. c. Pedro López e
Hijos S. A.", inédito).
Informe sobre condiciones del inmueble hipotecado
Art. 598. -- Dictada la sentencia de trance y remate se procederá de la siguiente forma:
1. El juez ordenará verificar el estado físico y de ocupación, designando a tal fin al
escribano que proponga el acreedor. Si de esa diligencia resulta que el inmueble se
encuentra ocupado, en el mismo acto se intimará a su desocupación en el plazo de diez
(10) días, bajo apercibimiento de lanzamiento por la fuerza pública.
No verificada en ese plazo la desocupación, sin más trámite se procederá al lanzamiento
y se entregará la tenencia al acreedor, hasta la aprobación del remate, con intervención
del notario al que se refiere el párrafo anterior. A esos fines, el escribano actuante puede
requerir el auxilio de la fuerza pública, allanar domicilio y violentar cerraduras y poner en
depósito oneroso los bienes que se encuentren en el inmueble, a costa del deudor.
2. El acreedor estará facultado para solicitar directamente al Registro de la Propiedad un
informe sobre el estado y gravámenes que afectaren el inmueble hipotecado, con
indicación del importe de los créditos, sus titulares y domicilios.
3. Asimismo, el acreedor puede requerir la liquidación de las deudas que existan en
concepto de expensas de la propiedad horizontal, impuestos, tasas y contribuciones que
pesen sobre el inmueble, bajo apercibimiento que de no contarse con dichas
liquidaciones en el plazo de diez (10) días hábiles desde la recepción de su solicitud, se
podrá subastar el bien como si estuviera libre de deudas. Los reclamos que se dedujeran
por aplicación de lo dispuesto en este inciso no afectarán el trámite de remate del bien
gravado.
4. La venta quedará perfeccionada una vez pagado el precio en el plazo que se haya
estipulado y realizada la tradición a favor del comprador. El pago se podrá realizar
directamente al acreedor, quien deberá depositar el remanente dentro del quinto día de
verificado el cobro. Si el acreedor ostenta la tenencia del inmueble subastado, podrá
transmitirla directamente al comprador; caso contrario y no habiendo mediado
desposesión como lo prevé el inc. 1, deberá ser entregado con intervención del juez. La
protocolización de las actuaciones será extendida por intermedio del escribano
desi gnado por el comprador, sin que sea necesaria la comparecencia del ejecutado.
5. El deudor ni el tercero, poseedor del inmueble hipotecado, pueden interponer
incidente ni recurso alguno, salvo las defensas del art. 64 en la oportunidad del art. 54,
sin perjuicio de que el deudor pueda ejercitar, en juicio sumarísimo posterior, los
derechos que tenga que reclamar el acreedor. Si existiera peligro de desprotección de
alguno de los interesados, se notificará al defensor oficial para que asuma el control del
proceso de ejecución de la garantía.
6. Una vez realizada la subasta y cancelado el crédito ejecutado, el deudor podrá
impugnar por la vía judicial:
a) La liquidación practicada por el acreedor, y
b) El incumplimiento de los recaudos establecidos en el prese nte artículo por
parte del ejecutante.
En todos los casos el acreedor deberá indemnizar los perjuicios ocasionados, sin
perjuicio de las sanciones penales y administrativas de que se hiciera pasible.
7. En los casos previstos en el presente artículo, no procederá la compra en
comisión ni la indisponibilidad de los fondos de la subasta. No obstante el juez podrá
pedir caución suficiente al acreedor.
1. Modificaciones introducidas por la Ley 24.441
Si bien la ejecución hipotecaria común no fue mayormente afectada por
esta ley, sufrió una importante modificación en el presente artículo que, según
texto ordenado por dicha ley (art. 79), agrega disposiciones de carácter
extrajudicial dentro del trámite de la ejecución, para la oportunidad en que ha
sido ya dictada la sentencia de trance y remate.
La presente norma rige para las ejecuciones hipotecarias que no
corresponden al régimen general de hipotecas previsto en los arts. 52 y
siguientes de la ley 24.441, cuando se haya optado por ese régimen en el acto
constitutivo (art. 45 ley 24.441).
El sistema rige sólo para la justicia nacional y federal, puesto que la
reforma es del art. 598. Sin embargo las instituciones crediticias y los
particulares pueden prorrogar la competencia o aplicarla en los supuestos de
las normas de los arts. 52 y siguientes de la ley citada.
La ejecución hipotecaria es una norma de carácter supletorio, por ello, si
las partes han guardado silencio sobre el particular, debe interpretarse que se
adscriben a dicho régimen procesal; en cambio, si han establecido las pautas
que regirán algunos aspectos de la ejecución, tal convenio sólo podrá ser
desplazado cuando la nueva ley dé carácter imperativo a sus normas,
sustituyendo el precepto supletorio (CNCiv., Sala A, 1997/12/23, "Crivelli de
Hegi, Amelia F. c. Segovia, Lina N. y otros", La Ley, 1999-F, 750 [42.067-S] ED, 179-568).
También se afirma que, la materia regulada por el art. 598 está sometida
al régimen contractual, basado en el art. 1137 del Código Civil, con el alcance
previsto por el art. 1197 del mismo cuerpo legal. De allí que si entre las partes
existió un pacto expreso en sentido diferente al de la norma, es éste el que
debe prevalecer (CNCiv., Sala B, 1997/09/09, "Sousa Martínez, Fermín c.
Carballeda, Carlos A.", La Ley, 1999-A, 485).
Criterio que se afirma al decir que, la modificación introducida por el art.
79 de la ley 24.441, no debe entenderse que se trata de una norma de orden
público. Por tanto, si las partes convinieron entregar el inmueble hipotecado
totalmente desocupado al que resulte comprador dentro de los diez días de
aprobada la subasta, y de tal modo acordaron el modo y plazo de
desocupación del inmueble, la libertad contractual prima sobre la citada
disposición procesal (CNCiv., Sala C, "1995/10/03, "Eurofin de Inversiones c.
Kuperman, Viviana", DJ, 1997-1-422).
El art. 598 del Código Procesal reformado por el art. 79 de la ley 24.441,
resulta aplicable a las ejecuciones hipotecarias en trámite de manera
inmediata, sin que se requiera haberlo pactado, pues ese recaudo sólo es
exigible para la ejecución extrajudicial, siempre que no se vulneren derechos
adquiridos o se viole el principio de preclusión (CNCivil, Sala H, Sentencia
Interlocutoria C. H260334, "Bleker, Jorge E. c. Gennari, Mercedes Aída s/
Ejecutivo").
2. El escribano. Derecho a elegir oficial de justicia
La figura del escribano deviene aquí en una suerte de auxiliar de la
justicia. En realidad el funcionario que interviene será el de la institución
bancaria o crediticia, o bien el que intervino en la constitución de la hipoteca,
quien será propuesto por sus abogados para cumplir esta tarea judicial. De su
designación debe otorgarse testimonio a fin de poder realizar la tarea
encomendada.
Sin embargo, se ha considerado que si bien el art. 598 del Código
Procesal, modificado por el art. 79 de la ley 24.441 (de financiamiento de la
vivienda y la construcción) establece que una vez pronunciada la sentencia de
trance y remate, el juez ordenará verificar el estado físico y de ocupación del
inmueble, designando al escribano que proponga el acreedor, la propuesta y
designación de notario es optativa para el ejecutante quien puede solicitar la
normal constatación por medio del oficial de justicia (CNCiv., Sala A, "Alles,
Jorge A. c. Obarrio, Mauricio y otro", La Ley, 1999-C, 411).
La ley 24.441 de financiamiento de la vivienda y la construcción, en
cuanto reformó el art. 598 del Código Procesal, persigue dos finalidades: la
celeridad del trámite y la reducción de los costos de la ejecución hipotecaria.
De tal modo, si se considerara inexcusable la designación de escribano para
verificar el estado físico y de ocupación del inmueble, se dejaría de lado una de
esas finalidades, pues se perjudicaría al acreedor, incrementando los costos
(CNCiv., Sala A, 1996/07/01, "Banco Credit Lyonnais Argentina S. A. c.
Becerra, Eduardo", La Ley, 1997-A, 123).
3. Designación y desempeño del escribano.
El escribano se designa a propuesta del acreedor, debiendo aceptar el
cargo, aunque sin necesidad de prestar juramento en virtud de haberlo hecho
oportunamente, sin perjuicio de su carácter de fedatario público.
La aceptación del cargo le otorga facultades específicas que hacen a la
tarea encomendada, tales como requerir el auxilio de la fuerza pública, allanar
domicilios, violentar cerraduras, constituir en depósito oneroso los bienes que
estén dentro del inmueble, a costa del deudor, y asimismo le asigna funciones
también específicas, como la verificación del estado físico y de ocupación del
inmueble gravado, intimación a desocupar el bien en el término de diez días,
con el apercibimiento de lanzamiento por la fuerza pública, el propio
lanzamiento y entrega del bien al acreedor, y protocolización de las
actuaciones aún sin la presencia del demandado.
Por otra parte, cabe destacar que no puede intervenir un escribano
matriculado en extraña jurisdicción a efectos de cumplir con el cometido o con
las actividades que el art. 598 ha asignado a tales funcionarios. Es que lo
contrario entorpece el normal desarrollo del proceso, en vista de que no puede
existir una diversidad en cuanto a la jurisdicción del magistrado y aquella en la
cual el funcionario está matriculado (CNCiv., Sala C, 1997/03/13, "Mur, Alfredo
H. c. Garay, Armando R.", La Ley, 2000-A, 546 [42.246-S] - JA, 1997-IV-450).
4. Intimación y lanzamiento.
a) Plazo. Naturaleza. La cuestión relativa a si el plazo de diez días por
el que se intima al ocupante a desalojar el inmueble es de naturaleza civil o
procesal, resulta relevante ya que en la primera hipótesis se trataría de diez
días corridos y permitiría actuar al escribano aún durante la feria judicial. Si se
trata, en cambio, de un plazo procesal, sólo se cuentan los días hábiles y no
procedería el lanzamiento durante el período de feria de los tribunales.
Indudablemente el plazo es procesal, ya que, además de la pertenencia
de la norma a una ley adjetiva, el hecho de que actúe un escribano como
auxiliar judicial no convierte a la ejecución en un trámite privado, no pudiendo,
obviamente, éstos actuar cuando no puede hacerlo el juez, salvo expresa
habilitación por razones debidamente fundadas en las particularidades de cada
caso.
b) Desocupación: Voluntad de los contratantes: Independientemente de
la validez de los convenios de desocupación, la reforma al art. 598 del Código
Procesal importó una ventaja para el acreedor hipotecario que puede obtener la
desocupación antes de la subasta. Luego, y ante una previsión contractual que
otorga mayores facultades que la aludida reforma, no puede pensarse que ésta
haya colocado al ejecutante en una situación peor de la que tenía al contratar,
debiendo esperar aún más de lo que indica la ley para lograr el desalojo del
inmueble a subastar. No obsta a ello la libertad de contratación, toda vez que el
convenio, a la fecha de suscripción, sólo importaba un beneficio a favor del
ejecutante, quien se vería ahora perjudicado ante la nueva normativa (CNCivil,
Sala L, Sentencia Interlocutoria C. L052143, "Dekinder S.A. c. Ríos, Sergio y
otro s/ Ejecución Hipotecaria").
Si bien el art. 598 del Código Procesal, reformado por la ley 24.441,
resulta aplicable a la generalidad de los casos, ello no le quita su carácter de
norma supletoria. De ahí que, ante el silencio de las partes sobre su aplicación,
habrá de interpretarse que se someten a dicho régimen procesal; si, en cambio,
establecen las pautas que regirán algunos aspectos de la ejecución, tal
convenio sólo podrá ser desplazado por normas de carácter imperativo.
Cuando en el título base de la ejecución, las partes acordaron expresamente el
momento en que la desocupación del inmueble tendría lugar, con anterioridad a
la vigencia de la ley 24.441, tal aspecto, estipulado de común acuerdo, no
puede verse alterado por la modificación del art. 598 del Código Procesal.
(CNCivil, Sala H, Sentencia Interlocutoria C. H254504, "Pérez Torres, Alberto
Lucas c. Giménez de Caliguri, Graciela s/ Incidente Civil").
5. Actividades a cargo del ejecutante. Subasta
Los incisos 2º y 3º del artículo 598 facultan al acreedor a efectuar, a
través de su letrado patrocinante, el pedido de informes al Registro de la
Propiedad para saber el estado y gravámenes que afectan el inmueble
hipotecado.
Si no se responde, se aplica la regla de presunción establecida en el art.
398 párrafo final.
Estos son recaudos previos a la designación de martillero, que en su
trámite aplica los preceptos de los arts. 577 y siguientes del presente Código.
Sin embargo, el dictado del auto de subasta no puede subordinarse a la
realización del informe sobre las condiciones del inmueble hipotecado, si el
ejecutante expresa su voluntad de prescindir de la verificación prevista en la
norma, en tanto ésta no es de aplicación excusable para los actos pendientes
de cumplimiento (CNCiv., Sala C, 2000/10/31, "Banco de la Ciudad de Buenos
Aires c. Soria, Ricardo J.", La Ley, 2001-B, 544).
En cuanto a los reclamos de acreedores que no hubieran contestado en
el plazo correspondiente, o aquellos que sean relativos a deudas por expensas,
impuestos, tasas o contribuciones sobre el bien hipotecado, tramitarán por la
vía de los incidentes.
Cabe destacar, al respecto, que no corresponde reconocer preferencia al
acreedor hipotecario frente al crédito del fisco por impuestos y deudas
posteriores a la constitución de la hipoteca si el acreedor hipotecario ha
renunciado a este privilegio frente al Fisco haciéndose cargo en forma personal
de los impuestos y tasas que pesan sobre el inmueble al comprar en subasta.
(CCiv. y Com., San Isidro, Sala I, 2001/11/15, "Salvucci, Ernesto L. c. Brizuela,
Justo G. y otra", LLBA, 2002-854).
Mientras que, si se trata de redargüir de falsedad un mandamiento de
constatación celebrado en la etapa de ejecución de sentencia, en la cual el
principio legal es el de la no admisión de incidentes por parte del deudor o de
los terceros poseedores del inmueble hipotecado, la cuestión debe dilucidarse
por procedimiento ordinario (CNCiv., Sala K, 1996/09/16, "Rinaldi de Carossino,
María Emma c. Bridero S. A. C. I. F. I. A.", La Ley, 1998-C, 924 [40.362-S]).
6. Venta y pago al ejecutante
El inciso 4º es reproducción del art. 586, con exclusión del pago en
cuotas, correspondiendo el plazo mencionado, evidentemente, al supuesto de
pago total.
Ello implica que, de pretenderse la venta en cuotas, sólo sería viable
mediante el dictado de una resolución fundada que contenga la indicación del
procedimiento a cumplir.
Cabe destacar, como novedad, que el pago puede realizarse
directamente al acreedor, a cuyo cargo se impone la obligación de depositar,
dentro de quinto día, la diferencia entre lo obtenido y la liquidación
judicialmente aprobada en concepto de capital, actualizaciones e intereses.
Sin embargo, este sistema presenta inconvenientes, por ejemplo, en
caso de que el monto obtenido sea inferior al de la deuda, además de facilitar,
por otra parte, el eventual accionar ilícito del acreedor que puede, en los
hechos, "quedarse" con el remanente y trasponer las fronteras, o producirse la
quiebra de la institución crediticia acreedora una vez cobrado el monto obtenido
de la ejecución hipotecaria.
7. Entrega del bien al comprador
Una vez perfeccionada la venta, si el ejecutante está en la posesión del
bien, puede transmitirla directamente al comprador. Si el acreedor no tuviera la
tenencia por no haber desposesión, ella deberá ser entregada con intervención
del juez, procediendo de conformidad con lo previsto en el art. 589, segunda
parte.
8. Protocolización de las actuaciones
Será efectuada a través del escribano designado por el comprador,
siendo innecesaria la comparecencia del ejecutado.
Esto colisiona con lo reglamentado por el art. 1184 del Código Civil que
exceptúa expresamente la forma de la escritura pública para los contratos de
transmisión de bienes inmuebles que fuesen celebrados en subasta pública, lo
cual impide que el comprador inscriba directamente el bien y acrecienta los
gastos de la ejecución.
9. Actuación del comprador y deudor. Límites. Derechos de
terceros poseedores
Dice el inciso 5º del artículo analizado que ni el deudor ni el tercero,
poseedor del inmueble hipotecado, pueden interponer incidente ni recurso
alguno, salvo las defensas del art. 64 en oportunidad del art. 54. Se ha querido
brindar una vía expedita a la sentencia de remate, evitando toda posibilidad de
interferir en el remate, otorgando así mayor garantía a las hipotecas al diferir
cualquier cuestionamiento para una oportunidad posterior a la realización de la
subasta y pago del crédito.
Cabe resaltar que los artículos 64 y 54 mencionados, corresponden a la
ley 24.441 y no al Código Procesal, lo que evidencia una técnica legislativa
deficiente y desprolija.
El art. 54, integrante del capítulo de la ley que regula la ejecución
extrajudicial de la hipoteca instrumentada conforme el sistema de letras y
cupones, refiere a la oportunidad en que se hubiera vencido el plazo de la
intimación, sin que se hubiera hecho efectivo el pago. En ese caso, tratándose
de una ejecución extrajudicial, el acreedor podrá (recién) presentarse ante el
juez competente con la letra hipotecaria o los cupones exigibles, y un
certificado de dominio del bien gravado a efectos de verificar el estado de
ocupación del bien y obtener la tenencia del mismo, de solicitarla. El juez
conferirá traslado de esta presentación por el plazo de cinco días a efectos de
que se opongan, en su caso, las excepciones previstas en el art. 64.
Por su parte, el art. 64 enumera los supuestos que el ejecutado puede
"verosímilmente" acreditar a fin de obtener la "suspensión cautelar" del
lanzamiento o de la subasta, los cuales son:
a) No estar en mora;
b) No haber sido intimado de pago;
c) No haberse pactado la vía elegida y
d) Existencia de vicios graves en la publicidad.
Si el acreedor controvierte las afirmaciones del excepcionante, la
cuestión se sustanciará por el procedimiento más abreviado previsto por la ley
local.
En el caso del tercer poseedor, el inc. 5º del art. 79 de la ley 24.441 al
disponer que el deudor ni el tercero poseedor del inmueble hipotecado pueden
interponer incidente ni recurso alguno, salvo las defensas del art. 64 en la
oportunidad del art. 54, sólo restringe dicha posibilidad a los allí mencionados,
sin que quepa extenderlo a quienes invocan otros derechos. Es que, por no
contemplar la citada norma la situación de un tercero que alega un derecho a
mantenerse en la posesión o en la tenencia del inmueble, corresponde
proceder conforme al régimen jurídico vigente al respecto, pues la falta de
previsión no puede entenderse como negativa a la presentación de quien
considera que tiene un derecho que oponer, con independencia de lo que se
resuelva ante las defensas planteadas (CNCivil, Sala L,Sentencia Interlocutoria
C. L053531, "Herrera de Diéguez, Nidia Isabel c. Scelso, Aurelia s/ Ejecución
Hipotecaria").
Tal el caso de locatarios y usucapientes. En el primer supuesto habrá de
estar a lo establecido por el art. 1498 del Código Civil, frente al cual no es
viable el desahucio. En el segundo caso tendrá prioridad la ejecución
hipotecaria sólo cuando su inscripción registral (conf. art. 3934 Cód. Civil) haya
sido efectuada con anterioridad al comienzo de la prescripción adquisitiva.
Finalmente, tratándose del Defensor oficial, se prevé su actuación,
además de los casos ya previstos por la ley, particularmente en caso de
"peligro de desprotección" de alguno de los interesados.
10. Impugnación posterior. Daños y perjuicios
Una vez realizada la subasta y cancelado el crédito, el deudor podrá
impugnar judicialmente la liquidación practicada por el acreedor y/o el
incumplimiento por parte del ejecutante de los recaudos dispuestos en el
presente artículo. De prosperar, daría lugar a que el acreedor deba indemnizar
los daños y perjuicios ocasionados, sin perjuicio de las sanciones penales y
administrativas a que hubiere lugar. Este párrafo es revelador de que la norma
contempla como principales destinatarias a las instituciones bancarias y
financieras.
11. Prohibición de compra en comisión. Indisponibilidad de fondos.
Caución
A fin de otorgar mayos transparencia a la venta, se prohíbe la compra en
comisión para evitar la intervención de las "ligas de compradores". Asimismo,
se impide la indisponibilidad de los fondos de la subasta, con lo cual se
pretende evitar dilaciones.
La prohibición del art. 598 inc. 7º del Cód. Procesal atañe al derecho
sustancial y no al de forma, pues el propósito de la norma es asegurar la
pureza de las subastas públicas, evitando la injerencia de las "ligas de
compradores". Por tal razón se prohíbe la compra en comisión, debiendo el
adquirente hacerlo directamente para sí (CNCiv., Sala D, 1995/10/09, "Banco
Sudameris c. Repossi, Carlos A.", La Ley, 1997-B, 166).
Por eso, se ratifica que la prohibición de comprar en comisión en
subasta pública, establecida por el inc. 7º del art. 598 del Cód. Procesal
reformado por la ley 24.44, consagra una incapacidad de derecho del
adquirente para comprar en comisión, acto que generalmente configura una
especie de mandato oculto (CNCiv., Sala D, 1995/10/09, mismo fallo anterior).
Sin embargo, el juez está autorizado a solicitar caución suficiente al
acreedor, cuando quien pretenda retirar el dinero no sea de reconocida
solvencia como para resarcir los daños y perjuicios a que eventualmente
pudiera ser condenado.
12. Cancelación de la hipoteca en virtud de la subasta
La hipoteca se extingue aunque no hubiese sido cancelada en el registro
de hipotecas, respecto del que hubiese adquirido la finca hipotecada en remate
público, desde que el comprador consignó el precio de venta a la orden del juez
(conf. art. 3196 Cód. Civil). En el caso regulado por la norma bajo análisis, la
hipoteca se extingue desde que se efectuó el pago al acreedor.
Tercer poseedor
Art. 599. -- Si del informe o de la denuncia a que se refiere el artículo anterior, resultare
que el deudor transfirió el inmueble hipotecado, dictada la sentencia de remate contra
aquél, se intimará al tercer pose edor para que dentro del plazo de cinco días pague la
deuda o haga abandono del inmueble, bajo apercibimiento de que la ejecución se
seguirá también contra él.
En este último supuesto, se observarán las reglas establecidas en los arts. 3165 y
siguientes del Cód. Civil.
1. Transferencia del bien hipotecado
Una vez dictada la sentencia de remate contra el deudor, si resultare que
éste transfirió el bien, se intimará al tercero para que en el término de cinco
días pague la deuda o desocupe el inmueble. De lo contrario, la ejecución se
seguirá contra él, en cuyo caso son de aplicación las previsiones de los arts.
3165 y siguientes del Código Civil.
La base del problema está en el art. 3962 cuando establece que: "Si el
deudor enajena, sea por título oneroso o lucrativo, el todo o una parte de la
cosa o una desmembración de ella, que por sí sea susceptible de hipoteca, el
acreedor podrá perseguirla en poder del adquirente, y pedir su ejecución y
venta, como podría hacerlo el deudor".
Son, en definitiva, las dos posibilidades procesales que se cuentan: el
derecho de persecución (jus persequendi) y el derecho de preferencia (jus
praeferendi).
También son dos las circunstancias que caracterizan al llamado tercer
poseedor: la de ser tercero en el vínculo obligacional entre el acreedor
hipotecario y el deudor, y la de ser poseedor a título de dueño, porque al haber
constituido su derecho real de dominio sobre la cosa gravada, el ejercicio de
ese derecho, se materializa mediante la posesión.
Por esta razón se ha propuesto en busca de mayor precisión conceptual
llamarlo tercero propietario, bien entendido que con cada uno de estos términos
se ponen de resalto aspectos distintos: tercero en cuanto a la obligación,
propietario en cuanto a la cosa hipotecada.
Para arribar a esa calidad existen las vías señalas: la de no asumir la
deuda en el acto causal de la adquisición del dominio, con lo cual el adquirente
permanece ajeno a la obligación por determinación propia; o la de asumirla en
ese acto sin que posteriormente sea aceptada por el acreedor, a quien no
puede imponérsele un deudor contra su voluntad (nota al art. 3172 del Cód.
Civil, confirmatoria del régimen legal), con lo cual es la decisión del acreedor, al
no unirse a la del adquirente que deja a éste como extraño a la obligación
garantizada.
No es un tercer poseedor en los términos del art. 599, quien sólo tiene a
su favor un boleto de compraventa, subsistiendo la titularidad del dominio en el
ejecutado (CNCiv., Sala C, 1994/09/29, Sentencia Interlocutoria, C. C150791,
"Finarmen S.A. c. Cherescky, Rosalía E.", inédito).
Ahora bien, el tercero que posee es alguien que no está obligado a
pagar la deuda, aunque sea el titular del inmueble. En consecuencia, el
rehusarse a pagar la deuda y a abandonar el inmueble no habilita al juez a
pronunciar contra el tercer poseedor condenaciones personales a favor del
acreedor, y éste no tiene otro derecho que perseguir la venta del inmueble
(conf. art. 3165 Código Civil).
Vale decir que la ejecución contra el tercer poseedor está ilmitada al
inmueble base de la hipoteca ejecutada y no afecta a sus otros bienes.
El tercer poseedor puede excepcionar la ejecución del inmueble
alegando la no existencia, o la extinción del derecho hipotecario, o la nulidad de
la toma de razón o inenajenabilidad de la deuda (conf. art. 3166 Código Civil).
Asimismo, el que fuera desposeído del inmueble, o que lo abandonare a
solicitud de los acreedores hipotecarios, será indemnizado por el deudor con
inclusión de las mejoras que hubiere hecho en el inmueble (conf. art. 3170
Código Civil).
No podrá, en cambio, abandonar el inmueble y exonerarse del juicio
cuando en el contrato de adquisición o en un acto posterior se obligó a
satisfacer el crédito (conf. art. 3172 Cód. Civil).
SECCION 2ª -- Ejecución prendaria
Prenda con registro
Art. 600. -- En la ejecución de prenda con registro sólo procederán las excepciones
enumeradas en los incs. 1, 2, 3, 4, 6 y 9 del art. 544 y en el art. 545 y las sustanciales
autorizadas por la ley de la materia.
1. La prenda
La prenda es un derecho real de garantía, que se constituye sobre una
cosa mueble que el deudor entrega como respaldo para el cumplimiento de la
obligación.
Los bienes que se gravan quedan indisponibles, por eso los créditos
embargados o dados en prenda no pueden ser compensados legalmente, ya
que la consecuencia del embargo o la prenda es la imposibilidad de afectarlo o
darle otro destino, a punto tal que un pago realizado a su titular será inoponible
respecto del acreedor embargante (CNCiv., Sala B, 1998/11/17, "Szlufman,
Leonardo S. c. Fernández Bonilla, Manuel D.", La Ley, 1999-C, 543).
Asimismo se destaca que, en virtud del art. 3216 del Código Civil, en la
constitución de prenda sobre cosa ajena no está en juego la relación entre el
acreedor y el prendante, pues este último debe cumplir con sus obligaciones y
el primero puede ejercer respecto de aquél todos los derechos que la garantía
le confiere (CNCom., Sala A, 1999/02/15, "Eiroa Automotores c. Transporte
Automotores 12 de Octubre S. A.", La Ley, 1999-D, 448 - DJ, 1999-3-197).
De este modo, la prenda constituida sobre bienes ajenos es nula de
nulidad relativa. Por ello, no puede ser alegada por el deudor por imperio de lo
dispuesto por el art. 1047, apart. 2º del Código Civil, sólo puede prevalerse de
ella el acreedor de buena fe y los terceros afectados, entre ellos el dueño del
bien (fallo antes citado).
El Código Procesal prevé dos formas de ejecución: la de la prenda con
registro, regulada por el art. 600, cuyo uso es más frecuente, y la prenda civil,
contemplada en el artículo siguiente.
2. Prenda con registro
La ejecución prendaria se sustenta en el contrato de prenda con registro,
que tiene reglamentación en el decreto/ley 15.348/56 ratificado por la Ley
12.962, según el cual dicha convención afecta, en garantía del pago de una
suma de dinero o de cualquier otra obligación con valor dinerario, bienes
muebles o semovientes, que quedan en poder del deudor, quien, en los casos
de prenda flotante, puede disponer libremente de dichos bienes a condición de
reemplazarlos por otros análogos.
El art. 600 se ocupa de esta modalidad ejecutiva, que a tenido un
devenir legislativo desde el decreto ley citado, pasando por la modificación
hecha en el decreto/ley 6810/63 hasta llegar al texto ordenado actual, previsto
en el decreto 897/95, que introduce la ejecución extrajudicial o privada para el
supuesto en que el acreedor sea una institución bancaria u oficial, la cual se
llevaría a cabo sin participación del deudor, pudiendo éste luego promover el
correspondiente juicio ordinario posterior.
Dicho decreto es también aplicable a la prenda flotante, que puede
constituirse sobre mercaderías y materias primas en general, por ser bienes
fungibles, siempre que su objeto sea garantizar el pago de obligaciones cuyo
plazo no sea mayor de ciento ochenta días.
La ejecución prendaria sub examine se rige por las normas que regulan
el juicio ejecutivo, excepto en aquellos aspectos modificados por las
disposiciones contenidas en el mentado decreto ley.
Entre ellas aparece la obligación de inscribir la prenda en el Registro
pertinente, pues de otro modo opera la caducidad y la pérdida de la acción
ejecutiva prendaria, lo que impide al acreedor acceder a la ejecución especial.
Por eso, el término de caducidad de la inscripción de la prenda resulta
fatal y acarrea la pérdida de la posibilidad de promover la ejecución prevista en
el art. 600, del Código Procesal y arts. 26, 28 y concs. de la ley 12.962 (Adla,
VII-229), y del consiguiente privilegio especial, pero no obsta a que la deuda
sea perseguida a través de los procedimientos de una simple ejecución, pues
no hace perder al deudor su calidad de tal (CNCom., Sala A, 1999/09/27, "Plan
Rombo S. A. de Ahorro para Fines Determinados c. Wethers, Eduardo J.", La
Ley, 2000-C, 221 - DJ, 2000-2-138).
Asimismo, resulta nulo el contrato de prenda que no consigna el tiempo
fijado para pagar la deuda pues ello es exigido por el art. 11 inc. C de la Ley de
Prenda que establece los elementos reales del contrato (CNCom., Sala A,
2000/06/27, "Sergio Trepat Automóviles S.A. c. Di Lorenzo, Antonio Juan", ED,
190-264).
3. Competencia
La determinación de la competencia depende de las modalidades que en
el contrato se hubiera introducido.
Por razón del territorio, es competente el juez de comercio del lugar
convenido para pagar el crédito, o del lugar en que según el contrato se
encontraban o se encuentran situados los bienes, o del lugar del domicilio del
deudor, a opción del ejecutante.
En consecuencia, son de aplicación las reglas establecidas por el art. 5º
del Código Procesal para las acciones personales y reales.
Si las cláusulas de prórroga de la competencia territorial dispuestas en el
contrato de prenda con registro resultan contradictorias, corresponde aplicar la
regla general descripta en la ley de prenda, que determina la competencia del
juez del lugar fijado para el pago de la obligación (del dictamen del fiscal que la
Cámara hace suyo) (CNCom., Sala B, 2000/04/04, "Banco Bansud c.
Tapparelli, Rubén O.", La Ley, 2001-B, 866, J. Agrup., caso 15.605).
La competencia por razón de la materia corresponde a la justicia
nacional comercial, salvo que la prenda se hubiere constituido en garantía de
un crédito fiscal, en cuyo caso sería competente la justicia civil y comercial
federal.
Con respecto a procesos de concursos y quiebras, no ejercen fuero de
atracción sobre estas ejecuciones en virtud del fallo plenario del 9 de abril de
2001 dictado por la Cámara de Apelaciones del fuero comercial en autos
"Avan, S.A. s/ Concurso Preventivo s/ Incidente de Concurso Especial por
Aceros Zapla", en cuanto interpretó que el inc. 2º del art. 21 de la ley 24.522 de
Concursos y Quiebras erigió a las ejecuciones de garantías reales en otra
excepción (junto con los procesos de expropiación y los que se funden en las
relaciones de familia) al principio del fuero de atracción de los concursos.
Por eso, ya se había dicho que, el juez de la quiebra es competente para
entender en la nulidad de un contrato de prenda solicitada por el fallido en su
carácter de garante aun cuando no sea aplicable el fuero de atracción en virtud
del carácter pasivo que lo caracteriza, pues se trata de una cuestión relevante
para el trámite falencial que razones de conexidad y economía procesal
autorizan su continuación ante dicho juzgado (CNCom., Sala E, 2000/06/30,
"Micenmacher Mordcha c. Banco Francés S. A.", La Ley, 2001-A, 667, J.
Agrup., caso 15.501).
4. Partes. Efectos del contrato prendario
En principio resultan legitimados activos y pasivos quienes figuran en el
contrato como acreedor y deudor.
Sin embargo, el contrato prendario inscripto es transmisible por endoso y
el endoso también debe ser inscripto en el registro para producir efectos contra
terceros, lo que autoriza también al endosatario a promover la ejecución que
estudiamos.
El endoso, cuando se efectúa conforme a derecho, transmite la
propiedad de la prenda con registro, adquiriendo, en consecuencia, el
endosatario, la titularidad de todos los derechos y garantías que ostentaba el
acreedor originario.
No está legitimado para promover esta ejecución el endosatario de un
certificado de prenda no inscripto en el correspondiente registro.
Los endosantes y el deudor son obligados solidarios al pago, aunque el
endosante no podrá ser ejecutado sin previa excusión del bien prendado,
haciéndose efectiva su responsabilidad a partir de la determinación del saldo
insoluto.
La falta de protesto no hará caducar la responsabilidad de los
endosantes, siempre que en el término de treinta días contados desde el
vencimiento de la obligación prendaria, el tenedor inicie su acción notificándola
a los endosantes.
De igual manera, la comunicación de la enajenación al acreedor
prendario no exime de responsabilidad a los enajenantes, en la medida en que
no media conformidad de aquél; el nuevo deudor se agrega al primitivo, con
beneficio para el acreedor (CNCom., Sala B, 1998/05/22, "Plan Rombo S. A. de
Ahorro para fines determinados c. Ryba, Verónica V. y otros", La Ley, 1998-E,
1).
5. Procedimiento.
El contrato de prenda debidamente inscripto es el título ejecutivo, hábil y
suficiente, que se ejecuta sin necesidad de previo reconocimiento de firma ni
de convenciones anexas.
Además, como es eficaz la constitución de domicilio instrumentada,
todas las notificaciones se pueden practicar en los lugares convenidos.
En consecuencia, es improcedente designar al defensor oficial para que
represente al ejecutado ausente y disponer su citación por edictos (CNCom.,
Sala D, 1995/08/17, "Plan Rombo S. A. para fines determinados c. Zavala
Rodríguez, Carlos J.", La Ley, 1996-A, 528).
En el trámite promovido, la actividad jurisdiccional se limita a la
comprobación de los recaudos de admisibilidad de la medida y al
diligenciamiento de la orden de secuestro.
Por tanto, en el campo procesal, frente a la inviabilidad del secuestro
intentado, el procedimiento concluye (CNCom., Sala D, 1995/09/06, "Citibank
N. A. c. Aguilar, María I.", JA, 1996-II-542).
5.1 Demanda
Si la ejecución se promueve con pagarés que hayan sido suscriptos por
el deudor simultáneamente con el contrato prendario, ellos integran el título
ejecutivo, razón por la cual deben ser acompañados también al escrito de
demanda. En caso contrario el juez podrá denegar la ejecución.
Sin embargo, no obstante la obligación de inscribir los pagarés
accesorios al contrato establecida por el art. 10 del decreto ley 10.574/56
reglamentaria de la ley de prenda, dicha inscripción no es elemento esencial
del contrato, por lo que su ausencia no obsta a la vía ejecutiva.
Por tanto, si el contrato no ha sido inscripto en el registro
correspondiente, no es viable la ejecución prendaria sino que corresponde la
ejecución prevista en los arts. 520 y siguientes del Código Procesal. Si se
tratara de un instrumento privado, procedería, además, la preparación de la vía
ejecutiva en los términos del art. 525, inc. 1º.
La anotación del contrato avalado por una prenda en el registro
respectivo obra únicamente para los terceros, razón por la cual aquél tiene
eficacia entre los suscriptores, aun sin haberse cumplido el recaudo
mencionado (CNCom., Sala A, 1999/09/27, "Plan Rombo S. A. de Ahorro para
Fines Determinados c. Wethers, Eduardo J.", La Ley, 2000-C, 221 - DJ, 20002-138).
Sin embargo, resulta improcedente declarar la caducidad de instancia en
el procedimiento de secuestro prendario (art. 39, ley de prenda con registro),
toda vez que el mismo no importa la iniciación de un juicio de ejecución, sino
que sólo está destinado a facilitar al acreedor la ulterior venta extrajudicial de
los bienes afectados a la garantía (CNCom., Sala A, 2000/06/16, "Citibank N.
A. c. Romero, Marta V.", La Ley, 2000-E, 107).
En definitiva, el término de caducidad de la inscripción de la prenda con
registro resulta fatal, acarreando la pérdida de la posibilidad de promover la
ejecución prendaria y del consiguiente privilegio especial, circunstancia que en
nada obsta a que la deuda sea perseguida a través de los procedimientos de
una simple ejecución, toda vez que el deudor no pierde su calidad de tal
(CNCom., Sala A, 2000/06/23, "Banco Roberts c. Semeszczuk, Pedro", La Ley,
2000-F, 976 [43.194-S]).
Por eso, el contrato de prenda con registro es oponible ante terceros a
partir de su anotación sin perjuicio de la plena eficacia -aun sin tal recaudoentre los suscriptores (fallo precitado).
5.2 Mandamiento de embargo y citación para la defensa
El juez, luego de examinar cuidadosamente el título, en caso de
comprobar su idoneidad y que concurren los requisitos extrínsecos de
admisibilidad, librará mandamiento de embargo y ejecución como en el juicio
ejecutivo; el embargo se notificará al encargado del Registro y a las oficinas
que perciban patentes o ejerciten control sobre los bienes prendados.
La intimación de pago no es diligencia esencial. En el mismo decreto en
que se dicten las medidas anteriores, se citará de remate al deudor,
notificándole que si no opone excepción legítima en el término de tres días
perentorios, se llevará adelante la ejecución y se ordenará la venta de la
prenda.
No obstante la alusión del art. 29 al juicio ejecutivo, no hay identidad en
el trámite comentado puesto que la intimación de pago no es esencial y
además es procedente el secuestro de los bienes a los fines de su realización.
5.3 Excepciones
Las excepciones enumeradas en el art. 30 del decreto 897/95 (Adla, LVE, 5996), en los incisos 1º, 2º, 3º, 4º, 6º y 9º del art. 544 y en el art. 545 del
Código Procesal, respecto de la ejecución de la prenda con registro, tienen
carácter taxativo. De tal manera, el ejecutado no tiene otras defensas que
oponer al progreso de la acción, interpretación aplicable a la prescripción, pues
de lo contrario se introduciría un medio de impugnación no incorporado por la
ley procesal ni sustancial.
En tal sentido, no es admisible el planteo de la excepción de falta de
acción, interpuesta sobre la base de ser los ejecutados enajenantes del bien
prendado, si no menciona las excepciones que no se han podido deducir (art.
545), en tanto no pueden hacer prevalecer la transferencia de dominio para
liberarse de la deuda garantizada con el derecho real de prenda (art. 9°, ley
12.962).
El plazo de cincos días para evacuar vistas y traslados, fijado en el
Código Procesal, no rige en la ejecución prendaria, pues sería ilógico que el
término para contestar las excepciones excediera el concedido para oponerlas
y apelar de la sentencia, que los arts. 29 y 30 de la ley de prenda con registro,
fijan en tres días (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 1996/06/04, "Patrimonio en
Liquidación Banade c. Algodonera Lavallol S. A.", La Ley, 1996-E, 642 [38.984S]).
En este proceso la excepción de incompetencia sólo será procedente si
resulta del contrato mismo, (art. 30 dec. Ley 15.348/46), de lo contrario,
importará en cierto modo violar las propias características del juicio ejecutivo y
entrar en un proceso que debe ser más rápido en la discusión de la causa de la
obligación.
5.4 Nulidad del contrato de prenda
Procede ante la violación de los requisitos esenciales que sustentan la
validez del contrato de prenda y su inscripción. La nulidad debe resultar del
contrato mismo, o del contenido del título que hace las veces de ley entre
partes.
De este modo se afirma que, no corresponde considerar nulo a un
contrato de prenda en virtud de no haber cumplimentado el ejecutante el
requisito exigido por la ley 12.962, art. 5º inciso e), cuando el mismo se
suscribió en garantía del saldo de precio por la compra de dos vehículos, pues
no puede decirse que la acreedora cuya actividad se limitó a enajenar tales
automotores mediante la constitución de esa prenda en garantía de la deuda
asumida por su contraria, se constituya por ello en prestamista profesional. Ello
así, pues la mencionada norma se refiere a los casos en que la prenda se
constituye a favor de personas que ejercen como actividad habitual la de
efectuar préstamos en dinero y no a todo tipo de acreedores (CNCom., Sala C,
1999/06/04, "Alenco S.A. c. Moguetta, Guido", BCNCom, nº 4, 1999, pág. 15
sum. 198).
Cabe agregar que, no está contemplado en el decreto ley que regula la
materia la excepción de falsedad, pero surge del inciso 4º del art. 544 del
Código Procesal al que remite el artículo bajo examen.
La excepción de falsedad sólo puede fundarse en la adulteración
material del certificado de prenda o los pagarés que lo integren.
La de inhabilidad, por su parte, procede cuando el certificado carece de
algún requisito de los previstos en el decreto ley que regula la materia y el art.
520 del ritual.
Si bien la normativa aplicable en materia de ejecución prendaria,
pareciera descartar la posibilidad de que se fije un plazo a fin de que se
produzcan pruebas, se la ha admitido para acreditar los hechos en que se
funda la excepcion de falsedad.
Por eso se ha dicho que, debe ser abierta a prueba la excepción de
falsedad del título si el ejecutado sostiene que es falsa la firma inserta en el
contrato. Si por tratarse de una cuestión ajena a la naturaleza sumaria del juicio
ejecutivo, no procede que en él se articule la redargución de falsedad del
instrumento público en el cual se basa la ejecución, ese principio es válido
cuando se cuestiona la falsedad ideológica de aquél, pero no lo es en el caso
de que la excepción analizada se funde en la falsedad material de este sea por
invocarse la falsificación de la firma o la circunstancia de haberse alterado, por
vía de supresiones, modificaciones o agregados, las enunciaciones que
contenía. La solución contraria cercenaría sin razon atendible, el alcance de la
excepción de falsedad, tanto mas cuanto no se discute que ésta procede para
hacer valer la adulteración de un instrumento privado reconocido, el cual, de
acuerdo con lo prescripto por el art. 1026 del Código Civil, tiene el mismo valor
que el instrumento público entre los que lo han suscripto y sus sucesores
(CNCiv., Sala F, 1989/06/20, "Carfina S.A. c/ Navarro de Ahumada, B.",
inédito).
7. Trámite de las excepciones. Sentencia. Apelación
Las excepciones de incompetencia, caducidad de la inscripción y nulidad
del contrato de prenda deben emanar del contrato mismo; la de falta de
personería de las constancias de autos y la de renuncia del crédito o privilegio
prendario como también la de pago, de documentos provenientes del acreedor.
Según el art. 30 antes referido, el juez resolverá las excepciones dentro
del término de tres días. Sin embargo, aunque la ley no lo menciona, se ha
entendido que corresponde, previo a su resolución, conferir traslado de las
excepciones al ejecutado, también por el plazo de tres días, en resguardo del
derecho de defensa en juicio.
El juez deberá desestimar aquellas excepciones que no estuvieran
previstas en la normativa mencionada, pudiendo el ejecutado, en su caso,
promover el respectivo proceso de conocimiento.
Dentro de los tres días de contestado el traslado de las excepciones o
vencido el plazo para hacerlo, el juez dictará sentencia rechazando la
ejecución, en caso de hacer lugar a las excepciones, o en el supuesto de
desestimarlas, mandará llevar adelante la ejecución.
La sentencia resulta apelable en el plazo de dos días de notificada (conf.
art. 30 dec. ley cit.). La apelación procede en relación y con efecto devolutivo.
8. Subasta
La sentencia debe disponer la venta del bien prendado.
La subasta de los bienes se anunciará con diez días de anticipación
mediante edicto que se publicará tres veces. Cuando en el contrato no se haya
convenido que el acreedor tiene la facultad de proponer a la persona que
realizará la subasta, el juez designará para esto a un rematador.
La base de la venta será el importe del crédito garantizado con la prenda
(art. 31 dec. ley cit.).
Aunque la ley habla de edicto, en singular, no excluye la doble
publicación requerida por el art. 566 del Código Procesal, con excepción de los
casos en que exista desproporción entre el valor del bien y el costo de la
publicidad. Tampoco excluye la eventual propaganda adicional contemplada en
el art. 567 del Código ritual.
9. Privilegio
El acreedor prendario posee un privilegio especial sobre los bienes
gravados por la prenda (conf. art. 3º dec./ley cit.), produciendo el contrato
efectos contra terceros, y excluyendo a demás acreedores que no estén
comprendidos en los incisos 1º, 2º y 3º del art. 43 del decreto ley.
El inciso 1º prevé el pago de los gastos de justicia y conservación de los
bienes prendados; el inciso 2º refiere al pago de los impuestos fiscales que
graven los bienes objeto de la prenda, y el inciso 3º considera el pago del
arrendamiento del predio, si el deudor no fuese su propietario. Este último caso
es aplicable a la prenda flotante sobre cosechas o productos agrarios.
En tal sentido, se ha afirmado que es improcedente el pedido del
acreedor prendario tendiente a que se suspenda la subasta promovida a
instancia del primer embargante y se le entregue el automotor prendado, pues
aquél no adquiere derecho alguno en la cosa o a la cosa sino sólo el de
satisfacer su crédito con preferencia a los demás acreedores, pudiendo hacer
valer su privilegio en la ejecución prendaria, privada o en cualquier otro juicio
(C.Civ. y Com. 6ª Nom., Córdoba, 2001/08/24, P
" intecord S.R.L. c. Dárrigo,
Héctor E. y otro", LLC, 2002-249 [489-S]).
10. Tercerías
No se admitirán tercerías de dominio ni de mejor derecho en el trámite
de la ejecución prendaria, salvo la del propietario de los objetos prendados en
el momento de su constitución, la del comprador de buena fe del art. 41 y del
acreedor privilegiado del art. 42, quienes deberán otorgar una caución bastante
para que se suspenda el juicio o la entrega de fondos (art. 38 dec. ley cit.).
En el primer caso, el tercerista deberá demostrar su derecho de dominio
anterior a la constitución de la prenda. En el segundo supuesto, si bien el texto
del art. 41, modificado por la ley 12.962 ratificatoria del decreto ley, permite la
persecución del bien contra el actual poseedor, la jurisprudencia ha
interpretado que es improcedente la acción reipersecutoria contra el tercero
adquirente de buena fe.
El acreedor privilegiado contemplado en el art. 42 es el tercerista de
mejor derecho que tiene un crédito por alquileres de predios urbanos y rústicos,
no extensible a otros acreedores privilegiados.
En cambio, en caso de transmitirse el dominio del bien luego de
constituida la prenda, corresponde intimar al nuevo titular para que dentro del
quinto día pague la deuda o haga abandono de la cosa objeto de la prenda
bajo apercibimiento de continuar las acciones también contra él, pues la
solución contraria conduciría virtualmente a una privación de los efectos del art.
46 inc. 9° del dec. ley 15.348 y concordantes, en tanto sería fácilmente eludible
la ejecución mediante sucesivas transferencias mientras se tramita el juicio
(CNCom., Sala D, 2001/09/28, "J. Vázquez Iglesias S. A. c. Tecnología del
Aluminio S. A.", La Ley, 2002-A, 764.
11. Ejecución extrajudicial
El art. 39 del decreto ley 15.348/46 establece que "cuando el acreedor
sea una de las instituciones mencionadas en el art. 5º, inc. a," -institución oficial
o bancaria- "ante la presentación del certificado prendario, el juez ordenará el
secuestro de los bienes y su entrega al acreedor, sin que el deudor pueda
promover recurso alguno. El acreedor procederá a la venta de objetos
prendados, en la forma prevista por el art. 585 del Cód. de Comercio, sin
perjuicio de que el deudor pueda ejercitar, en juicio ordinario, los derechos que
tenga que reclamar al acreedor. El trámite de la venta extrajudicial preceptuado
en este artículo no se suspenderá por embargo de bienes ni por concurso,
incapacidad o muerte del deudor".
Esta acción no da lugar a una ejecución judicial, limitando al juez al solo
examen de los requisitos de admisibilidad y al dictado de la orden respectiva a
efectos de poner el bien a disposición del acreedor.
Tampoco admite actuación alguna del deudor. El secuestro aquí previsto
no implica la iniciación de un proceso de ejecución sino que se trata de una
facultad otorgada a ciertas instituciones tendiente a facilitar la realización de la
prenda, ahorrando tiempo y recursos económicos.
En consecuencia, al no haber en el trámite decisión jurisdiccional alguna,
el deudor está impedido de interponer recursos pero tiene abierta la posibilidad
de reclamar los derechos contra el acreedor en juicio ordinario.
Sin perjuicio de lo expuesto, se ha dicho que es procedente imprimir al
secuestro prendario el trámite de ejecución prendaria pues, aun cuando se
considere que el previsto para el art. 39 de la ley 12.962 se agota con la
comprobación de los recaudos de admisibilidad y libramiento de la orden de
secuestro, nada impide, habiéndose frustrado dicha diligencia, adecuar el
procedimiento para continuarlo en los términos dispuestos por los arts. 26 y
conc. de la citada normativa y 600 del Código Procesal, lo cual concuerda con
los principios de economía procesal sin que resulte afectado el derecho de
defensa de las partes (CNCom., sala C, 2001/10/19, "Banco Río de La Plata c.
Embon, Mario E.", DJ, 2002-1-624.
Prenda civil
Art. 601. -- En la ejecución de la prenda civil sólo serán oponibles las excepciones que se
mencionan en el art. 597, 1º párr.
Serán aplicables, en lo pertinente, las disposiciones que rigen la ejecución hipotecaria y
la ejecución de prenda con registro.
1. La prenda civil
El art. 3204 del Código Civil establece que: "Habrá constitución de
prenda cuando el deudor, por una obligación cierta o condicional, presente o
futura, entregue al acreedor una cosa mueble o un crédito en seguridad de la
deuda".
Se trata de un derecho real constituido en garantía de una obligación,
que recae sobre una cosa mueble o un crédito entregado por el deudor al
acreedor para asegurar el cumplimiento de aquélla.
En la prenda civil, a diferencia de la prenda con registro, la cosa
pignorada es entregada al acreedor, reteniéndola éste hasta tanto se satisfaga
la obligación garantizada, razón por la cual el art. 3205 dispone la tradición de
la cosa. Cuando el objeto de la prenda es un crédito no negociable mediante
endoso, la prenda se constituye con la entrega del título al acreedor y la
notificación al deudor del crédito prendado (conf. art. 3209 Código Civil).
Si el deudor no cancela la deuda en el tiempo fijado, el acreedor puede
solicitar la venta del bien prendado en pública subasta con citación del deudor,
a fin de ser pagado con el privilegio que la ley le acuerda sobre el precio de la
cosa (conf. art. 3224 Código citado).
Es nula toda cláusula que autorice al deudor a apropiarse de la prenda,
aún cuando ésta sea de menor valor que la deuda, o a disponer de ella fuera
de los modos establecidos por ley, y la que impida al acreedor solicitar la venta
de la cosa (conf. art. 3222 ley sustancial).
Se admite, en cambio, la convención entre deudor y acreedor que
disponga la apropiación de la prenda por el deudor, por el valor que se estime
de ella al tiempo del vencimiento de la deuda.
El principio de la especialidad no está contenido en la prenda civil (art.
3204, Código Civil), ni en la comercial (art. 582, Código de Comercio).Pero el
art. 1° del decreto/ley 15.348/46, ratificado por ley 12.962, exige que se
constituya para asegurar el pago de una suma de dinero o el cumplimiento de
cualquier clase de obligaciones, a los que los contrayentes le atribuyen, a los
efectos de la garantía prendaria, un valor consistente en una suma de dinero.
Esto resulta concordante con lo dispuesto en el art. 11 del mismo texto legal.
Es decir, entonces, que en la hipoteca y en la prenda con registro, se ha
establecido el requisito de la especialidad.
La venta del bien pignorado requiere que el acreedor promueva el juicio
pertinente, siendo viable la ejecución especial bajo examen sólo cuando exista
título ejecutivo en los términos del art. 520 del Código Procesal, debiendo
procederse, en caso contrario, por la vía ordinaria.
2. Competencia
Es competente la justicia nacional en lo civil, conforme lo establece el
art. 43 del decreto 1285/58 reformado por la ley 23.637.
3. Procedimiento
Corresponde la aplicación de las disposiciones relativas a la ejecución
hipotecaria y a la ejecución de prenda con registro, observándose en los
aspectos no regulados por ellas, el procedimiento establecido para el juicio
ejecutivo, con las limitaciones previstas en el art. 596 del Código Procesal.
En consecuencia, no es necesaria la intimación de pago (conf. art. 29
dec. ley 15.348/46); al citar al deudor para la defensa, debe intimárselo a
denunciar, en el plazo para oponer excepciones, el nombre de los acreedores
privilegiados y embargantes (conf. art. 598 Código Procesal); en la resolución
que manda llevar adelante la ejecución debe ordenarse la venta del bien (conf.
art. 30 dec. ley 15.348/46) y la subasta debe anunciarse con diez días de
anticipación, mediante edicto a publicarse tres veces, pudiendo el acreedor
proponer martillero en caso de haberlo así convenido (conf. art. 31 dec. ley cit.).
4. Excepciones
Sólo serán oponibles las excepciones previstas en el art. 597, párrafo 1º,
es decir, incompetencia, falta de personería, litispendencia, falsedad e
inhabilidad de título, cosa juzgada, nulidad de la ejecución, prescripción, pago
total o parcial y quita, espera y remisión, debiendo las cuatro últimas
acreditarse por instrumentos públicos o privados emanados del acreedor, o
actuaciones judiciales, presentadas en sus originales o testimonios.
SECCION 3ª -- Ejecución comercial
Procedencia
Art. 602. -- Procederá la ejecución comercial para el cobro de:
1. Fletes de los transportes marítimos, terrestres y aéreos, acreditados con la póliza de
fletamento o conocimiento o carta de porte o documento análogo, en su original, y en su
caso, el recibo de las mercaderías.
2. Crédito por las vituallas suministradas para la provisión de los buques, justificado con
las respectivas facturas valoradas, aprobadas por el capitán, consignatario o cargador
por cuya orden las haya entregado el acreedor.
1. La ejecución comercial. Objeto
Las cuestiones que dan lugar a esta ejecución son los fletes (esto es: el
precio) que se pagan por el transporte de mercaderías, los que deben
demostrarse con documentos especiales, y los créditos por las vituallas
(conjunto de cosas necesarias para la alimentación, sustento y mantenimiento
de las personas, tanto tripulantes como pasajeros) para la provisión de los
buques.
En ambas cuestiones las disposiciones procesales hay que armonizarlas
con las leyes sustanciales, en particular, con el Código de Comercio (v.gr.: arts.
162 y ss., referidos al transporte terrestre), o leyes especiales (v.gr.: Ley 17.528
que reglamenta el Código Aeronáutico; o la Ley 20.094 sobre Navegación).
2. Título ejecutivo
La póliza de fletamento (por transporte de mercaderías en forma total o
parcial) o conocimiento de embarque (en caso de transporte de cosas
determinadas) instrumenta el contrato de transporte de mercaderías por agua,
regido por la citada Ley 20.094 en sus arts. 295 y siguientes.
El art. 588 de la misma dispone que “procede el juicio ejecutivo, de
acuerdo con las disposiciones procesales pertinentes, para obtener el cobro de
fletes contra el tenedor del conocimiento que lo utilizó para solicitar la entrega
de los efectos que en él se mencionan o, en su caso, contra el cargador”.
De aquí emana la fuerza ejecutiva del título analizado, resultando los
arts. 602 y 603 la reglamentación procesal de las normas sustanciales. El art.
589 establece, además, que “con el escrito de demanda debe acompañarse un
ejemplar del conocimiento y una certificación de la Aduana en la que conste el
nombre y domicilio del tenedor del conocimiento que confirió mandato al
despachante para retirar los efectos”. Por ello, la intervención de la Aduana es
la que otorga al título su fehaciencia.
Cuando el art. 594 del mismo orden legal otorga vía ejecutiva para el
cobro del alquiler o flete contra el locatario o fletador a tiempo, exige que se
acompañe el contrato o póliza respectivo. El locatario o fletador deberá realizar
el pago, aunque puede condicionarlo a una caución por parte del ejecutante a
fin de asegurar eventuales créditos en su contra.
Por su parte, el art. 167 del Código de Comercio establece que la carta
de porte es el título legal del contrato entre cargador y acarreador, pudiendo
expedirse en forma nominativa, a la orden o al portador (conf. art. 166) cuyos
requisitos formales están contemplados en el art. 165 de dicho cuerpo
normativo.
El Código Aeronáutico, a su turno, regula la carta de porte del transporte
aéreo en forma análoga.
En cuanto al crédito por vituallas, el título lo constituyen las facturas
valoradas de los efectos vendidos, aprobadas por el capitán, consignatario o
cargador en virtud de cuya orden las haya entregado el acreedor.
Excepciones admisibles
Art. 603. -- Sólo serán admisibles las excepciones previstas en los incs. 1, 2, 3, 4 y 9 del
art. 544 y en el art. 545 y las de prescripción, pago total o parcial, quita, espera y
remisión. Las cuatro últimas sólo podrán probarse por instrumentos públicos o privados
o actuaciones judiciales que deberán presentarse en sus originales o testimoniadas.
1. Excepciones
En la práctica se rigen por las modalidades del art. 597, de manera que
las únicas excepciones admisibles son las de incompetencia, falta de
personería, litispendencia, cosa juzgada, falsedad e inhabilidad de título,
nulidad de la ejecución, prescripción, pago total o parcial, quita, espera y
remisión, debiendo probarse las cuatro últimas únicamente mediante
instrumentos públicos o privados emanados del acreedor o actuaciones
judiciales presentadas en sus originales o testimoniadas.
2. Otras normas: aplicación supletoria
Serán aplicables en forma supletoria las normas que regulan el trámite
del juicio ejecutivo, en cuanto no hayan sido modificadas por disposiciones
especiales.
SECCION 4ª -- Ejecución fiscal
Procedencia
Art. 604. -- Procederá la ejecución fiscal cuando se persiga el cobro de impuestos,
patentes, tasas retribuciones de servicios o mejoras, multas adeudadas a la
Administración pública, aportes y contribuciones al sistema nacional de previsión social
y en los demás casos que las leyes establecen.
La forma del título y su fuerza ejecutiva serán las determinadas por la legislación fiscal.
1. La ejecución fiscal
Se trata de un proceso ejecutivo de trámite preferente, donde el Código
Procesal establece pocas reglas en virtud que se remite a leyes de carácter
nacional o provinciales que persiguen, con sus propios mecanismos, el cobro
de créditos fiscales. Son los llamados juicios de apremio o ejecuciones fiscales,
como se conocen en sus respectivas jurisdicciones.
2. Título ejecutivo
a) El certificado de deuda. Son en su mayoría creados a favor de la
Administración pública, en forma unilateral, interviniendo sólo la voluntad del
acreedor en su instrumentación. Deben individualizar la persona obligada
(propietario, usuario, contribuyente), el monto en moneda nacional, la
exigibilidad y la causa de la prestación, todo ello por ser presupuestos
sustanciales de este título ejecutivo.
El certificado originado en un organismo público debe contener los
recaudos y eficacia de un instrumento público (art. 979, inc. 2º Código Civil), de
manera de obstruir el desconocimiento simple del ejecutado. De este modo,
solamente cabe la posibilidad de redargución de falsedad.
Cabe poner de resalto que el organismo emisor del certificado de deuda
no puede actuar discrecionalmente, sino dentro de los límites que marca la ley,
cuya transgresión tornaría procedente la excepción de inhabilidad de título.
Así, se ha establecido que la existencia de crédito fiscal exigible se
prueba por medio del título ejecutivo fiscal, que es el documento expedido
unilateralmente por funcionarios competentes con las formalidades que el
ordenamiento impositivo establece, en el cual se reclama el cobro compulsivo
de impuestos, tasas o contribuciones (CNCiv., Sala B, 1994/03/22, "D.J.", DJ,
1995-I-496).
b) Caracteres: La deuda que obra en el certificado debe constar en los
asientos contables del ente emisor.
Asimismo, tiene que ser expedido por funcionario público competente; y
debe ser causado, ya que debe expresar la causa de la obligación, aclarando
todos los hechos que sólo son conocidos por el ente recaudador.
En su integralidad, ha de estar compuesto con todos los presupuestos
de los títulos ejecutivos (conf. art. 520 Código Procesal), es decir, que debe
bastarse a sí mismo.
No se integra con la citación al accionado ni puede ser completado a
posteriori por defectos de forma, ni procede su homologación judicial.
Consecuentemente, no es hábil como título ejecutivo el certificado de
deuda librado por un organismo recaudador si el mismo no contiene el
concepto de lo reclamado, omitiendo especificar los inmuebles a los que se
refiere y los períodos que comprende la reclamación, omisiones susceptibles
de poner en estado de indefensión a la demandada (CS, 1976/04/26, La Ley,
1976-C-109).
c) Ejecutividad. Se apoya en la necesidad de que el Estado y los entes
que cumplen funciones públicas, puedan cobrar sin demoras los créditos que
se le adeudan a fin de solventar el cumplimiento de sus funciones esenciales.
4. Procedencia
Procede esta modalidad ejecutiva contra los créditos por impuestos,
patentes, tasas, retribuciones de servicios o mejoras, multas adeudadas a la
Administración pública, aportes y contribuciones al sistema nacional de
previsión social y en los demás casos que las leyes establecen.
Son ejemplo de estos últimos casos, las siguientes normas:
a) Ley 11.683 (t.o. ley 23.658): Es la ley de creación del título ejecutivo
para el cobro de impuestos a cargo de la Dirección General Impositiva,
dependiente de la Administración Federal de Ingresos Públicos.
b) Ley 18.820: Regula los certificados de deuda expedidos por la
Administración Nacional de la Seguridad Social para la percepción de aportes,
contribuciones, retenciones, y toda suma que se adeude a dicho organismo.
c) Ley 22.415: Es la ley que sancionó el Código Aduanero, el cual
reglamenta la ejecución de importes y multas a favor de la Dirección Nacional
de .Aduanas .
Asimismo, se ha admitido la procedencia del cobro de un crédito
originado en una sanción de multa de un juez correccional, por vía de apremio,
ya que la normativa aplicable al caso prevé que si aquella no fuera oblada
podrá perseguirse su cobro por la mencionada vía (C.Civ., Com. y Garantías en
lo Penal, Pergamino, 2001/09/27, "Provincia de Buenos Aires c. Atía, Juan C.",
LLBA, 2002-243).
5. Forma y fuerza ejecutiva del título
El último párrafo del artículo sub examine establece que la forma y
fuerza ejecutiva del título fiscal serán determinadas por la respectiva
legislación, es decir que provienen de la ley. Por lo tanto, las disposiciones del
Código Procesal son de aplicación en tanto no contradigan las previstas en las
leyes fiscales.
No obstante, la supletoriedad esta presente con el fin de evitar
existencia de títulos ejecutivos que no posean las características exigidas en
tradición sustancial. Es decir, que sean documentos que contengan
obligación de dar sumas líquidas, vencidas y exigibles; que identifiquen
obligado y que la cartular posea rasgos de suficiente verosimilitud.
la
la
la
al
6. Títulos asimilados
a) Las liquidaciones de deudas emergentes de impuestos;
b) Los testimonios o certificados expedidos por el Director de la
Administración Nacional de la Seguridad Social (art. 17 ley 18.820);
c) Las copias fotostáticas autorizadas por funcionario público (conf.
resoluciones 310/67 y 7371/68 de la Dirección Nacional de Aduanas, hoy
dependiente de la Administración Federal de Ingresos Públicos), por constituir
uno de los instrumentos previstos en el inc. 2º del art. 979 del Código Civil;
d) Los impuestos y tasas municipales (ley 19.782);
e) La boleta de deuda expedida por la Dirección General Impositiva, hoy
dependiente de la Administración Federal de Ingresos Públicos (ley 11.683);
f) Las resoluciones condenatorias del Tribunal de Cuentas, por vía de la
Procuración del Tesoro de la Nación (ley de contabilidad, dec. ley 23.354/56),
etcétera.
Igualmente, se ha estimado suficiente para perseguir el cobro ejecutivo
de un crédito originado en una sanción de multa por vía de apremio, la
fotocopia certificada por escribano de la sentencia del juez correccional. (CCiv.,
Com. y Garantías en lo Penal, Pergamino, 2001/09/27, "Provincia de Buenos
Aires c. Atía, Juan C.", citado).
7. Competencia
a) Objetiva o material: Se establece atendiendo a la naturaleza del
crédito que el título certifica. El cobro de aportes previsionales tramita en el
fuero de la seguridad social; las multas relativas al ordenamiento económico se
ejecutan el la justicia en lo penal económico; el cobro judicial de las deudas
municipales, cuya competencia correspondía a la justicia nacional en lo civil,
hoy corresponde al fuero contencioso administrativo y tributario de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
b) Federal: Conforme lo dispuesto por el art. 11 de la ley 17.928, las
ejecuciones fiscales a que se refiere el artículo analizado deben tramitar en el
fuero civil y comercial federal y en el contencioso administrativo, cualquiera
fuere el monto del crédito, salvo que los titulares de éstos revistieren el
carácter de organismos locales para la Capital Federal.
Debe tenerse en cuenta, además, la atribución de competencia material
efectuada por las leyes específicas que regulan estas ejecuciones.
A su turno, la Cámara Nacional Federal estableció en acuerdo plenario
del 16 de setiembre de 1976 que las acciones derivadas del contrato de
suministro en que sean parte empresas del Estado, serán de competencia de la
justicia en lo civil y comercial federal, mientras que aquellas en que actúe el
Estado nacional y sus entidades descentralizadas, así como los procesos
ejecutivos fundados en la imposición de multas de índole administrativa y en
cargos formulados por el Tribunal de Cuentas de la Nación, son de
competencia de la justicia federal en lo contencioso administrativo.
c) Territorial: Será competente, a elección del actor, el juez del lugar del
bien o actividad gravados o sometidos a inspección, inscripción o fiscalización,
o el del lugar en que deban pagarse, o el del domicilio del deudor (conf. art. 5º,
inc. 7º del Código Procesal).
Procedimiento
Art. 605. -- La ejecución fiscal tramitará conforme a las reglas que estableciere la ley que
específicamente regula la materia impositiva u otro título al que también por ley se haya
atribuido fuerza ejecutiva. A falta de tales disposiciones o en lo que ellas no previenen
procederán las excepciones autorizadas en los incs. 1, 2, 3 y 9 del art. 544 y en el art. 545
y las de falsedad material o inhabilidad extrínseca del título, falta de legitimación para
obrar pasiva en el ejecutado, pago total o parcial, espera y prescripción.
Las excepciones de pago y espera sólo podrán probarse con documentos.
1. Excepciones
a) Excepciones admisibles: Corresponde considerar, en primer lugar, las
establecidas en las respectivas leyes específicas. A ellas habrá que agregar,
aún no estando previstas en la ley especial de que se trate, las excepciones
mencionadas en el segundo párrafo del artículo bajo análisis, es decir, las de
incompetencia, falta de personería, falsedad o inhabilidad de título,
litispendencia, cosa juzgada y nulidad de la ejecución, las que deben tenerse
por admisibles, figuren o no legisladas como tales, porque su objeto principal proveer a la regular constitución inicial del proceso- se impone al juzgador a
mérito del interés u orden público comprometido en dicha regular constitución
(CS, 1974/05/24, La Ley, 155-377, donde se admitió la excepción de
litispendencia).
Sin embargo, se ha puntualizado que la excepción contemplada en el
art. 544 inc. 3º sólo es admisible cuando está fundada en la existencia de otro
juicio ejecutivo seguido entre las mismas partes y por el mismo objeto.
La promoción de un juicio de conocimiento tendiente a la revisión de las
facturas expedidas por una entidad privada no puede paralizar el trámite por la
ejecución fiscal que involucra las mismas facturas. La sentencia ejecutiva no
produce efectos de cosa juzgada con relación al otro procedimiento y si la
decisión que finalmente se adopte en el juicio de conocimiento le fuera
favorable al ejecutado éste podra requerir la repetición de las sumas que
hubiera abonado en exceso.
Por eso, resultan inadmisibles, en cambio, aquellas excepciones cuyo
análisis exceda el ámbito de conocimiento limitado del título, incluyendo las
cuestiones relativas a la obligación fiscal como los trámites realizados
tendientes a la eximición del pago en sede administrativa o las modificaciones
tarifarias, o actualizaciones monetarias e intereses incluidos en el título
(CNCiv., Sala G, 1982/06/01, La Ley, 1982-C-363; entre otros).
En consecuencia, se ha sostenido que no es posible admitir que los
reclamos efectuados, relativos a la prestación del servicio, puedan perjudicar
los efectos del título expedido, de conformidad con los presupuestos formales
dispuestos por los arts. 604 y 605 del Código Procesal y 44 de la Ley Orgánica
de la Empresa Obras Sanitarias de la Nación, ya que ello implicaría llevar la
cuestión al plano de la causa de la obligación, lo cual se encuantra
expresamente vedado por el art. 544 inc. 4 del Código Procesal (Cfed. Civ. y
Com., Sala A, 1996/05/27, "O.S.N. c. Marino de Santero, Matilde B. s/
Ejecución Fiscal". I CI000A CF 0000 A1899).
En igual sentido, se ha afirmado que al tratarse de una ejecución fiscal,
toda vez que el certificado de deuda resulta título ejecutivo en razón de lo
dispuesto por el art. 604 del CPCC, no procede el cuestionamiento de la
actualización como violatoria de las pautas de la ley 24.283 cuando fue
efectuada por la ejecutante antes de la expedición del mencionado certificado y
consta en éste como crédito líquido, pues sólo resulta cuestionable por esta vía
procesal la forma extrínseca del título ejecutivo, sin que pueda indagarse en la
causa de la obligación ni los procedimientos efectuados para llegar a su
determinación (CNCiv., Sala L, 1994/10/26, "O.S.N. c. Poseedor Carlos Calvo
N 3056/58 s/ Ejecución Fiscal", Sentencia Interlocutoria C. L047213).
b) Excepción de inhabilidad de título: Se funda en la ausencia de alguno
de los presupuestos sustanciales, como su previsión legal, o liquidez y la propia
exigibilidad; puede ser también la ausencia de legitimación, dando así lugar al
rechazo de la ejecución por juzgarse inexistente la deuda en virtud de la
ausencia de alguno de sus presupuestos básicos. Puede fundarse en las
deficiencias formales del título o irregularidades en el procedimiento de
creación previsto en la ley respectiva.
En consecuencia, es inhábil para promover juicio de apremio el título por
el que se pretende ejecutar un crédito por diferencia de diámetro de un
gasoducto ejecutado por una Municipalidad —en el caso, adquirido por la
demandada—, pues no configura “crédito fiscal” en los términos del art. 1º de la
ley 5066 de la Provincia de Santa Fe (C.Civ. y Com., Rosario, sala II,
2001/03/16, "Municipalidad de Las Parejas c. Litoral Gas S. A", La Ley Litoral,
2002-137.
No obstante, mientras en el marco de la ejecución fiscal sólo pueden
discutirse los requisitos extrínsecos del título fiscal, resulta improcedente la
excepción de inhabilidad de titulo fundada en el hecho de que la mera
inscripción como contribuyente al pago de impuestos brutos no alcanza para
estar obligado al pago del tributo. Ello es así, pues la cuestión relativa a si el
ejecutado ejerció o no el comercio durante un período determinado, lleva al
análisis de la causa de la obligación y su dilucidación, lo cual excede el
estrecho marco cognoscitivo de esta clase de procesos. (CNCiv., Sala D,
"G.C.B.A. c. Insern S.A. 796839 s/ Ejecución Fiscal", Sentencia Interlocutoria
C. D150346).
c) Falsedad material: Toda vez que el título está documentado bajo la
forma de un instrumento público que hace plena fe respecto de su contenido
ideológico, sólo es procedente la excepción de falsedad si se funda en la
adulteración material del documento.
d) Falta de legitimación: Por vía de principio es inadmisible la falta de
legitimación pasiva, habida cuenta de que el Estado está naturalmente
legitimado para perseguir judicialmente el cobro de los créditos en su favor.
Excepcionalmente se ha admitido la posibilidad de falta de legitimación activa,
circunstancia a tener en cuenta cuando la actora, en su momento amparada
por el procedimiento especial, hubiera devenido en ente privatizado
(CNFed.Civ.Com., Sala II, 20/11/87, La Ley, 1988-B, 315).
e) Pago: El pago debe constar en instrumento emanado del acreedor, y
haber sido realizado con anterioridad al inicio de la ejecución. El pago parcial
se admite cuando, además de haberse efectuado antes de la promoción de la
acción, ha sido claramente imputado. En caso de rechazarse el pago parcial,
podrá ser deducido al momento de practicarse la liquidación.
De todos modos, se ha afirmado que cabe admitir la excepción de pago
parcial cuando se funda en las fotocopias de los comprobantes de pago
autenticadas por escribano público. Si el escribano da fé de que las copias
corresponden a sus originales, está la parte actora en condiciones de analizar
su contenido. (CNCiv., Sala J, 1991/02/08, "O.S.N. c. Consorcio de
Copropietarios Suárez 1727 s/ Ejecución Fiscal", Sentencia Interlocutoria C.
088860).
En cambio, es improcedente la excepción de pago opuesta a una
ejecución fiscal con sustento en retenciones de terceros pues el art. 6 inc. c)
del decreto- ley 9122/78 (Adla, XXXVIII-C, 2726) admite la excepción de pago
total documentado, exigencia ésta que solo se considera cumplida cuando la
accionada acompaña recibos y otros instrumentos análogos emanados del
acreedor o de su legítimo representante, con expresa referencia al título que
sustenta la acción promovida (C.Civ., Com. y Garantías en lo Penal, Zárate Campana, 2001/12/21, "Provincia de Buenos Aires c. Adriana Muhn S.R.L.",
LLBA 2002-391).
En cuanto al pago en sede bancaria, las boletas de depósito mediante
las cuales el contribuyente paga sus tributos tienen el carácter de declaración
jurada, según la ley 11.683, art. 92, estando a cargo del contribuyente la
obligación de comunicar al ente acreedor el pago así realizado, sin perjuicio del
envío a dicho ente por parte del banco, de un ejemplar de las mencionadas
boletas (CNFed.Cont.Adm. en pleno, 1981/12/30, ED, 98-445).
f) Espera documentada: Se funda en el plazo concedido por el acreedor
para pagar la deuda, que puede estar documentado en casos particulares, o
surgir de leyes o resoluciones (las llamadas “moratorias”). En caso de
prosperar esta excepción, si la ejecución fue promovida después de
establecido el plan de facilidades de pago, se impondrán las costas al
ejecutante. En caso contrario, serán a cargo del ejecutado.
Con relación a este punto se ha sostenido que, si bien el estado de mora
del ejecutado es suficiente razón para promover la ejecución fiscal debiendo,
por ende, cargar con las costas judiciales, el hecho de acogerse el mismo al
régimen de facilidades de pago implementado en el decreto 1249/95,
cancelando el capital reclamado con más sus intereses y recargos sin que el
ejecutante lo pusiera de manifiesto en el expediente, no autoriza a éste último a
proseguir con la acción por el monto deducido, limitándose el marco de la
ejecución a las costas y gastos judiciales. (CNCiv., Sala I, "M.C.B.A. c. Schiano
y Cía. S.A. s/ Ejecución Fiscal", Sentencia Interlocutoria C. I099159).
g) Prescripción: En principio, rigen los plazos de prescripción previstos
en las leyes respectivas. Cuando ellas nada dicen, se ha establecido que el
plazo de prescripción en materia de impuestos es de diez años (conf. ley
11.585, art. 1º y CS, 1985/04/02, La Ley, 1985-C-35) y para las tasas
retributivas de servicios es de cinco años (conf. CNCiv. en pleno, 1986/09/30,
La Ley, 1986-E-241).
Asimismo, el art. 1º de la ley 19.489 establece en cinco años el plazo de
prescripción de las deudas por impuestos y tasas a favor de la Ciudad de
Buenos Aires, para los contribuyentes inscriptos y para los que no tuvieren
obligación de estarlo, siendo de diez años para los no inscriptos.
2. Régimen de la ley 11.683 (modificada por la leyes
23.871)
23.658 y
a) Procedencia: El régimen está previsto en los arts. 92 a 95, los cuales
establecen que el cobro judicial de los tributos, pagos a cuenta, anticipos,
accesorios y actualizaciones de las multas ejecutoriadas se hará por vía de
ejecución fiscal establecida en el Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación con las modificaciones incluidas en la presente ley, sirviendo de
suficiente título a tal efecto la boleta de deuda expedida por la Dirección
General Impositiva.
b) Excepciones admisibles: En este juicio si el ejecutado no abona en el
acto de intimársele el pago, quedará desde ese momento citado de venta,
siendo las únicas excepciones las siguientes:
§
Pago total documentado. Los pagos efectuados después de iniciado
el juicio, los pagos mal imputados o no comunicados por el
contribuyente o responsable en la forma que establezca la Dirección
General no serán hábiles para fundar excepción. Acreditados los
mismos en los autos, procederá su archivo o reducción del monto
demandado con costas a los ejecutados.
§
Espera documentada;
§
Prescripción;
§
Inhabilidad de título, no admitiéndose esta excepción si no estuviere
fundada exclusivamente en vicios relativos a la forma extrínseca de
la boleta de deuda.
c) Excepciones inadmisibles: No serán aplicables al juicio de ejecución
fiscal promovido por cobro de tributos, actualizaciones, accesorios y multas, a
cargo de la Dirección General Impositiva, las excepciones contempladas en el
2º párrafo del art. 605 del Código Procesal. Cuando se trate de ejecución de
deudas tributarias no será de aplicación la ley 19.983 sino el procedimiento
establecido en este capítulo. No podrá oponerse la nulidad de la sentencia del
Tribunal Fiscal, la que sólo podrá ventilarse por la vía autorizada por el art. 86.
d) Trámite de las excepciones: De las excepciones opuestas y
documentación acompañada, se dará traslado con copias por cinco días al
ejecutante, debiendo el auto que así lo dispone notificarse personalmente o por
cédula.
e) Sentencia. Inapelabilidad: La sentencia de ejecución o la revocación
del auto de intimación de pago y embargo, en su caso, son inapelables,
quedando a salvo el derecho de la Dirección General Impositiva de librar nuevo
título de deuda, y del ejecutado, de repetir por la vía establecida en el art. 81.
f) Embargo: La Dirección General podrá solicitar a los jueces, en
cualquier estado del juicio, que se disponga el embargo general de los fondos y
valores de cualquier naturaleza que los ejecutado tengan depositados en las
entidades financieras regidas por la ley 21.526. Dentro de los quince días de
notificadas de la medida, dichas entidades deberán informar a la Dirección
General acerca de los fondos y valores que resulten embargados, no rigiendo a
tales fines el secreto que establece el art. 39 de la ley 21.526.
g) Repetición: El art. 93 establece que en los casos de sentencias
dictadas en los juicios de ejecución fiscal por cobro de impuestos, la acción de
repetición sólo podrá deducirse una vez satisfecho el impuesto adeudado,
accesorios y costas.
h) Sumario: El art. 94 dispone que el cobro de los impuestos por vía de
ejecución fiscal se tramitará independientemente del curso del sumario a que
pueda dar origen la falta de pago de los mismos.
i) Oficial de justicia "ad hoc": El art. 95 reglamenta que el
diligenciamiento de los mandamientos de ejecución y embargo y las
notificaciones podrán estar a cargo de empleados de la Dirección cuando ésta
lo requiera. En estos casos los jueces designarán al funcionario propuesto
como oficial de justicia ad hoc dentro del término de 48 horas.
j) Subasta. Designación de martillero: La Dirección podrá igualmente,
una vez firme la sentencia de remate, proponer martillero para efectuar la
subasta debiendo en el caso el juez que entiende en la causa, designar al
propuesto. La publicación de los edictos pertinentes se efectuará por el término
de dos días en el órgano oficial y en otro diario de los de mayor circulación del
lugar.
3. Juicio de apremio en la Provincia de Buenos Aires
a) Procedencia: El decreto ley 9.122/78 que regula este proceso,
establece en su art. 1º que el trámite se aplicará al cobro individual de los
créditos fiscales de la provincia o municipalidades contra sus deudores y
responsables.
No obstante la mención genérica de "créditos fiscales", la jurisprudencia
ha interpretado que tal expresión hace referencia a los créditos originados en
contribuciones fiscales exclusivamente, sin perjuicio de que otras leyes
especiales autoricen a utilizar esta vía para las ejecuciones de otros créditos
como los de naturaleza previsional, o de prestación de servicios, entre otros.
b) Título ejecutivo: Lo constituye la liquidación de deuda expedida por
funcionario competente y el original o testimonio de las resoluciones
administrativas que establezcan créditos a favor del Estado (conf. art. 2º, dec.
ley cit.).
c) Excepciones: La enumeración de las excepciones es taxativa y se
prohibe toda controversia acerca del origen del crédito. Ellas son:
incompetencia, inhabilidad de título fundada en sus formas extrínsecas, pago
total documentado, prescripción, plazo concedido documentado, pendencia de
recursos concedidos con efecto suspensivo y litispendencia (conf. art. 6º dec.
ley cit.).
d) Oficial de justicia "ad hoc": Se permite la proposición, con iguales
atribuciones y responsabilidades que los titulares (art. 14 dec. ley cit.).
e) Subasta. Designación de martillero: Es facultad del actor, sin perjuicio
de ser susceptible de recusación con causa dentro de tercero día de notificada
su designación (art. 12 dec. ley cit.). Asimismo, el actor puede designar el
tasador (art. 26).
f) Normas supletorias: Son de aplicación supletoria las disposiciones del
Código Procesal de la Provincia de Buenos Aires que regulan el juicio ejecutivo
(conf. art. 18 Cód. cit.).
4. Régimen del Código Contencioso Administrativo y Tributario de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (ley 541)
a) Ambito de aplicación: Dicho cuerpo normativo contempla en el Título
XIII, Capítulo II, la ejecución fiscal. Dispone el art. 450, que el cobro judicial de
todo tributo, pagos a cuenta, anticipos, accesorios, actualizaciones y de las
multas ejecutoriadas, que determinen las autoridades administrativas, se hace
por vía de ejecución fiscal establecida en este código, sirviendo de suficiente
título, a tal efecto, la boleta de deuda expedida por la Dirección General de
Rentas y Empadronamientos, organismo equivalente o por la autoridad que
aplique la multa.
b) Intimación de pago. Excepciones: (art. 451) Si el ejecutado no
abonara en el acto de intimársele el pago, queda desde ese momento citado de
venta, siendo las únicas excepciones admisibles las siguientes:
§
Falta de personería en el demandante, o sus representantes;
§
Espera documentada;
§
Litispendencia, en otro tribunal competente;
§
Falta de legitimación pasiva en el ejecutado para obrar;
§
Pago, total o parcial, o cualquier otro modo de extinción de las
obligaciones, documentado mediante constancia expedida por la
autoridad administrativa o entidad pública o privada autorizada a
percibir el tributo en su nombre, o cuando se haya expedido, por
autoridad competente, una certificación de inexistencia de deuda que
comprenda el período reclamado;
§
Falsedad o inhabilidad de título basada exclusivamente en vicios de
forma de la boleta de deuda;
§
Prescripción;
§
Cosa juzgada.
c) Pago. Requisitos. Archivo: (art. 452) Los pagos efectuados después
de iniciado el juicio, los pagos mal imputados por el contribuyente o no
comunicados por el contribuyente o responsable en la forma que se establezca,
no son hábiles para fundar excepción. Acreditado el pago, procede el archivo
de los autos o reducción del monto demandado.
d) Trámite de las excepciones: (art. 453) El tribunal desestimará sin
sustanciación alguna las excepciones que no sean de las autorizadas por la
ley, o que no se hayan opuesto en forma clara y concreta, cualquiera sea el
nombre que el ejecutado les hubiese dado. En ese mismo acto dictará
sentencia de remate De las excepciones opuestas y documentación
acompañada se dará traslado con copias por cinco días al ejecutante, debiendo
el auto que así lo dispone notificarse personalmente o por cédula. Al contestar
el traslado el ejecutante tiene la carga de ofrecer la prueba de que intente
valerse.
e) Excepciones de puro derecho. Falta de prueba: (art. 454) Si las
excepciones fueren de puro derecho o se fundasen exclusivamente en
constancias del expediente, o no se hubiere ofrecido prueba, el tribunal
pronunciará sentencia dentro de diez días de contestado el traslado. Si no se
ha contestado, el plazo se computará desde el vencimiento del plazo para
contestar..
f) Prueba: (art. 455) Cuando se hubiere ofrecido prueba que no
consistiese en constancias del expediente, el tribunal acordará un plazo común
para producirla, tomando en consideración las circunstancias y el lugar donde
deba diligenciarse. Corresponde al ejecutado la carga de la prueba de los
hechos en que funde las excepciones. El tribunal, por resolución fundada,
desestimará la prueba manifiestamente inadmisible, meramente dilatoria o
carente de utilidad. Se aplican supletoriamente las normas que rigen la prueba,
en lo pertinente.
g) Sentencia. Apelación: (art. 456) Producida la prueba se declarará
clausurado el período correspondiente; el tribunal pronunciará sentencia dentro
de los diez días. La sentencia es apelable cuando el monto reclamado en el
juicio de ejecución fiscal sea superior al que establezca la reglamentación que
dicte el Consejo de la Magistratura.
h) Repetición: (art.457) En los casos de sentencias dictadas en los
juicios de ejecución fiscal por cobro de tributos, la acción de repetición sólo
puede deducirse una vez satisfecho el tributo adeudado, accesorios y costas.
i) Oficiales ad hoc: (art. 459) El diligenciamiento de los mandamientos de
ejecución y embargo y las notificaciones, pueden estar a cargo de empleados
de la Dirección General de Rentas o autoridad equivalente cuando ésta lo
requiera. En estos casos, el tribunal designará al funcionario propuesto como
oficial de justicia ad hoc dentro del término de cuarenta y ocho horas.
j) Martillero. Edictos. (art. 459) La actora puede igualmente, una vez
firme la resolución que mande llevar la ejecución adelante, proponer martillero
para efectuar la subasta debiendo el tribunal que entiende en la causa,
designar al propuesto. La publicación de los edictos pertinentes se efectúa por
el término de dos (2) días en el Boletín Oficial de la Ciudad de Buenos Aires y
en otro diario de los de mayor circulación del lugar.
k) Honorarios: (art. 460) Los procuradores, mandatarios o funcionarios
que representen o patrocinen al Fisco tienen derecho a percibir honorarios,
salvo cuando éstos estén a cargo de la autoridad administrativa y siempre que
haya quedado totalmente satisfecho el crédito fiscal.
l) Forma de las notificaciones (art. 461) Las citaciones, notificaciones,
intimaciones de pago, etc., son practicadas de acuerdo con las previsiones de
este código, o en cualesquiera de las siguientes formas:
§
Por carta certificada con aviso especial de retorno, a cuyo efecto se
tiene la carga de convenir con el correo la forma de hacerlo con la
mayor urgencia y seguridad; sirviendo el aviso de retorno de
suficiente prueba de la notificación, siempre que la carta haya sido
entregada en el domicilio del/la contribuyente aunque aparezca
suscrito por un tercero;
§
Personalmente, por medio de un empleado de la Dirección General
de Rentas o autoridad equivalente, quien dejará constancia en acta
de la diligencia practicada y del lugar, día y hora en que se efectuó;
exigiendo la firma del interesado. Si éste no supiere o no pudiera
firmar, puede hacerlo, a su ruego, un testigo.
Si el destinatario no estuviese o se negare a firmar, dejará igualmente
constancia de ello en acta. En días siguientes, no feriados, concurren al
domicilio del interesado dos funcionarios de la actora para notificarlo. Si
tampoco es hallado, dejarán resolución o carta que deben entregar en sobre
cerrado, a cualquier persona que se hallare, haciendo que quien lo reciba
suscriba el acta.
Si no hay persona dispuesta a recibir la notificación o si el responsable
se negare a firmar, procederán a fijar en la puerta de su domicilio y en sobre
cerrado el instrumento de que se hace mención en el párrafo que antecede.
Las actas labradas por los empleados notificadores hacen fe mientras no se
muestre su falsedad.
m) Secreto fiscal: (art. 462) Las declaraciones juradas, manifestaciones
e informes que presenten los contribuyentes, responsables o terceros a la
Dirección General de Rentas o autoridad equivalente, y los juicios de demanda
contenciosa en cuanto consignen aquellas informaciones, son secretos.
Los magistrados, funcionarios, empleados judiciales o dependientes de
la actora, están obligados a mantener el secreto de todo lo que llegue a su
conocimiento en el desempeño de sus funciones sin poder comunicarlo a
persona alguna ni aún a solicitud del interesado, salvo a sus superiores
jerárquicos.
Las informaciones divulgadas en violación al secreto fiscal no son
admitidas como pruebas en causas judiciales, debiendo los tribunales
rechazarlas de oficio, salvo en las cuestiones de familia o en los procesos
criminales por delitos comunes cuando aquéllas se hallen directamente
relacionadas con los hechos que se investiguen, o cuando lo solicite el
interesado en los juicios en que sea parte contraria el fisco nacional, provincial
o municipal y en cuanto la información no revele datos referentes a terceros.
El secreto establecido en el presente artículo no rige cuando deba
citarse por edictos, para los organismos recaudadores nacionales, provinciales
o municipales, siempre que las informaciones respectivas estén directamente
vinculadas con la aplicación, percepción y fiscalización de los gravámenes de
su respectivas jurisdicciones.
LIBRO CUARTO -- Procesos especiales
TITULO I -- Interdictos y acciones posesorias. Denuncia de daño temido.
Reparaciones urgentes
CAPITULO I -- Interdictos
Clases
Art. 606. -- Los interdictos sólo podrán intentarse:
1. Para adquirir la posesión o la tenencia.
2. Para retener la posesión o la tenencia.
3. Para recobrar la posesión o la tenencia.
4. Para impedir una obra nueva.
1. Disposiciones del Código Civil y Código Procesal
La posesión y la tenencia están protegidas por diversas disposiciones
del Código Civil y del Código Procesal. El primero regula las acciones
posesorias en los arts. 2468 a 2501, y dispone mecanismos extrajudiciales
para evitar que la posesión o la tenencia sean turbadas arbitrariamente; o
dando alternativas para ejercer acciones de mantenimiento en el bien que se
ocupa a cualquier título legítimo.
Por ello, si bien es posible recobrar la posesión por la fuerza, sólo cabe
hacerlo en las circunstancias excepcionales que determina el art. 2470 del
Código Civil, el cual constituye la aplicación del principio de la legítima defensa
(art. 34, inc. 6º del Código Penal).
Establece el art. 2469 que: "La posesión cualquiera sea su naturaleza, y
la tenencia no pueden ser turbadas arbitrariamente. Si ello ocurriere, el
afectado tendrá acción judicial para ser mantenido en ellas, la que tramitará
sumariamente en la forma que determinen las leyes procesales".
Por su parte, el art. 2470 dispone que: "El hecho de la posesión da el
derecho de protegerse en la posesión propia, y repulsar la fuerza con el empleo
de una fuerza suficiente, en los casos en que los auxilios de la justicia llegarían
demasiado tarde; y el que fuese desposeído podrá recobrarla de propia
autoridad sin intervalo de tiempo, con tal que no exceda los límites de la propia
defensa".
Para que sea viable el uso de la fuerza por el actual poseedor o tenedor,
tienen que reunirse los siguientes requisitos:
a) Que los auxilios de la justicia, en caso de que a ella se recurra,
pueda válidamente creerse que llegarían demasiado tarde
(referida en general al auxilio de la fuerza pública, incluso de la
autoridad policial);
b) Que la fuerza empleada no exceda los límites de la propia
defensa. Tiene que tratarse de una fuerza razonable que guarde
relación con la que utiliza el despojante o perturbador. Son
cuestiones de hecho libradas al prudente arbitrio judicial;
c) Que no haya “intervalo de tiempo”. En principio para repeler la
agresión con la fuerza no tiene que haberse consumado el
despojo; excepcionalmente, si éste se concretó, el intento de
recuperar la cosa tiene que ser inmediato, es decir, que se repele
la fuerza con otra fuerza suficiente empleada en el mismo
momento.
En cambio, los interdictos son remedios distintos de las acciones
posesorias legisladas en el Código Civil. No constituyen, la reglamentación
procesal de las acciones posesorias. Son herramientas diferentes que se
dirigen a resolver situaciones distintas.
Sus características son:
a) Si el poseedor que puede ejercer las acciones posesorias, opta
por los interdictos, ésta vía excluye la otra.
b) En los interdictos no se debate el derecho de propiedad. Su
contenido son acciones personales al servicio de la protección
material de la cosa que es su objeto, por ello se ha dicho que los
llamados “interdictos de adquirir” e “interdicto de obra nueva” no
son verdaderos interdictos.
c) Los interdictos amparan el hecho material de la posesión, y
tienden a evitar la autotutela del perturbado (art. 2468), sólo
posible jurídicamente en casos de excepción (art. 2470).
d) El trámite procesal es urgente y sumarísimo, a diferencia de lo
que ocurre con las acciones posesorias que tramitaban hasta la
sanción de la ley 25.488, sumariamente. Ahora, conforme surge
de dicho articulado deberán ventilarse en proceso ordinario.
e) La acción interdictal se debe plantear dentro del año que se
produce la turbación o despojo de la posesión.
2. Trámite
Los interdictos constituyen juicios de cognición limitada, en los
cuales no cuenta que la posesión sea viciosa o se cumpla el requisito de la
anualidad.
Los únicos posibles son los que enumera el art. 606 con la finalidad
de adquirir la posesión; retener o recobrar la posesión o tenencia, e impedir
que se construya una obra nueva que importa peligros inmediatos.
Estos procesos permiten llegar a una rápida solución mediante una
sentencia, que no decide sobre el derecho a la posesión del actor o del
demandado, sino que se limita a decidir sobre la ilegitimidad de la turbación
y que puede revisarse en un proceso ulterior de más amplio trámite y
debate. (art. 622).
Se ha dicho por Serantes Peña-Palma, que el perturbado en la
posesión elige entre la acción real, por una parte, y el interdicto o la acción
posesoria, por la otra. Vencido en alguna de estas últimas, puede acudir a
la acción real. Lo que no puede hacer es acudir a la acción posesoria si ha
sido vencido en el interdicto, o acudir al interdicto si ha sido vencido en la
acción posesoria (Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, tomo 3,
editorial Depalma, Buenos Aires, pág. 332).
De lo expuesto surge que la acción interdictal procede respecto de
cosas inmuebles o muebles, con relación a la tenencia o la posesión, sea
viciosa o no viciosa, anual o no.
Pero no toda restricción o perturbación al ejercicio de los derechos
inherentes al dominio da nacimiento a una acción por expropiación. Las
acciones e interdictos posesorios, las acciones negatoria y reivindicatoria,
así como las acciones por daños y perjuicios son medios eficaces que la
ley pone al alcance del propietario para obtener del Estado Nacional
respeto y desagravio (del voto en disidencia de los doctores Nazareno,
Belluscio y Boggiano (CS, 1996/10/10, "Dos Américas I. C. y F. c. Territorio
Nac. de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur", La Ley, 1997D, 134).
Se ha destacado que, el interdicto de obra nueva persigue la
finalidad de evitar que alguien haga justicia por mano propia, por lo que uno
de sus presupuestos indispensables es la intención de desposeer,
exteriorizada a través de la obra nueva, la cual como acto posesorio,
importa una turbación en la posesión o tenencia que ejerce la otra parte
(CNCiv., Sala A, 1993/07/02, "Consorcio de Propietarios Bulnes 2659/61/63
c. Beniluz, David O.", JA, 1994-III-224).
3. Objetivos de la pretensión interdictal
Los interdictos constituyen medidas policiales instituidas para que
nadie zanje sus conflictos por propia mano y no sea desposeído o
perturbado en su posesión al margen de las vías legales.
En el caso del interdicto de obra nueva, cuando ésta se hace en
terreno que no es del poseedor, es de aplicación el art. 2499 del Código
Civil que, en concordancia con el art. 619 del Código Procesal, determina
como supuestos para su procedencia que el demandante sufra un
menoscabo que cediese en beneficio del que ejecuta aquélla; que dicha
posesión resulte perjudicada en beneficio del demandado.
En tal supuesto, lo mismo que en la acción posesoria, la obra habrá
de suspenderse durante el juicio y a su terminación destruirse lo hecho.
Con los interdictos se persigue mantener una situación de hecho
existente, hasta tanto el derecho se resuelva mediante las pretensiones
correspondientes.
En las acciones posesorias y los interdictos no se admite la
discusión de quien tiene mejor derecho sino que basta que quien detenta
materialmente la cosa resulte desplazado de ella contra su voluntad y por
medios ilegítimos para que tenga derecho a ser restituido en esa
detentación, y ello no ocurre con quien se desprendió por un acto jurídico
de la tenencia de un inmueble en favor de un tercero, en el caso la
sociedad de hecho, que posee una personalidad limitada pero distinta a la
de los socios y también en forma voluntaria decidió separarse de la
sociedad y ponerle fin, es ésta quien detentaba la tenencia legítima del
inmueble, y la privación de acceso ya no es al inmueble sino al ámbito
donde la sociedad realizaba su actividad, siendo su carácter de socio y no
de condómino el que se encuentra en entredicho, por lo que son las
acciones derivadas de la relación societaria, y no un interdicto de recobrar,
las que deben intentarse para dirimir la cuestión (C.Apelaciones Civ. y
Com., San Martín, Sala II, 1999/12/21, "Oliva, Héctor R. c. Ponce, Enzo
U.", LLBA, 2000-372).
CAPITULO II -- Interdicto de adquirir
Procedencia
Art. 607. -- Para que proceda el interdicto de adquirir se requerirá:
1. Que quien lo intente presente título suficiente para adquirir la posesión o la tenencia
con arreglo a derecho.
2. Que nadie tenga título de dueño o usufructuario de la cosa que constituye el objeto del
interdicto.
3. Que nadie sea poseedor o tenedor de la misma cosa.
1. Concepto
El llamado interdicto de adquirir, en rigor no es un verdadero interdicto,
ya que no protege el estado de cosas existentes. Quien lo promueve pide la
posesión o tenencia que nunca tuvo, a pesar de presentar título suficiente para
adquirirlas.
En este caso debe probarse el derecho a la posesión o tenencia. El
proceso versa sobre una cuestión de derecho y no sobre una de hecho (Conf.
Gómez de la Serna, citado por Mariani de Vidal, Marina, La reforma procesal
de la ley 22.434. Interdicto de adquirir, La Ley, 1983-C, 952), que es materia
propia de los interdictos en general.
Con la pretensión que se analiza no hay debate sobre el dominio o el
derecho de propiedad; el objeto procesal se dirige a proteger el mejor derecho
de quien posee, exigiendo requisitos negativos, es decir, parte del presupuesto
que quien pide debe demostrar que nadie tenga título de dueño o usufructuario,
ni sea poseedor anterior o tenedor de la cosa.
La norma se vincula con el art. 2468 del Código de fondo que dice: "Un
título válido no da sino un derecho a la posesión de la cosa, y no la posesión
misma. El que no tiene sin un derecho a la posesión no puede, en caso de
oposición, tomar la posesión de la cosa: debe demandarla por las vías legales".
2. Requisitos de admisión y procedencia
El art. 607 exige:
a) Tener un título suficiente para adquirir la posesión o la tenencia, por
ejemplo, un testamento, una escritura de propiedad, una escritura de
usufructo, etc.
b) Que no se presente oposición a la posesión o la tenencia de la cosa,
porque si hay oposición no procede la vía interdictal, sino el
procedimiento ordinario o sumarísimo, según la clase de oposición de
que se trate de conformidad con lo dispuesto por el art. 2468 antes
transcripto.
c) Que nadie tenga título de dueño o usufructuario, ni sea poseedor o
tenedor de la cosa que se reclama.
Hay quienes entienden que este interdicto no tiene aplicación posible en
nuestra legislación, y que es preferible deducir las acciones de cumplimiento de
contrato o de desalojo que según la situación fáctica pudiere convenir (Cfr.
Mariani de Vidal, ob. cit., pág. 952).
Por eso, agregan Fenochietto y Arazi que, eEs difícil pensar en
supuestos donde pueda ser aplicable este interdicto; si quien tiene derecho a la
posesión o a la tenencia no encuentra ninguna oposición de terceros, las
tomará directamente, ya que nada le impide hacerlo. En caso de haber
oposición, si ésta se funda en el carácter de dueño o usufructuario del
oponente o parte de quien alega la posesión o la tenencia del bien, el interdicto
no procede y la cuestión tendrá que ventilarse por juicio ordinario o
sumarísimo, según sea el caso (art. 608, párrs. 2 y 3) (ob. cit., tomo 3,
pág.115).
Sin embargo hay autores que entienden que el objeto de este interdicto
es suplir la inexistencia del tradens, cuando no media oposición de terceros
que aleguen derechos a la posesión o a la tenencia de la cosa objeto del
interdicto.
“Esto ... le quita consistencia a la crítica que se le ha hecho al interdicto
de adquirir en cuanto a su falta de necesidad cuando no media oposición de
terceros, ya que en el interdicto el juez, por medio de su sentencia, suple el
tradens inexistente.” (Serantes Peña - Palma, ob. cit., pág. 8).
Procedimiento
Art. 608. -- Promovido el interdicto, el juez examinará el título y requerirá informe sobre
las condiciones de dominio. Si lo hallare suficiente, otorgará la posesión o la tenencia,
sin perjuicio de mejor derecho, y dispondrá la inscripción del título, si correspondiere.
Si otra persona también tuviere título o poseyere el bien, la cuestión deberá sustanciarse
en juicio ordinario o sumario, según lo determine el juez atendiendo a la naturaleza y
complejidad del asunto.
Cuando alguien ejerciera la tenencia de la cosa, la demanda contra él se sustanciará por
el trámite del juicio sumarísimo.
Si el título que presenta el actor para adquirir la posesión o la tenencia deriva del que
invoca el oponente para resistirla, el juez dispondrá que la controversia tramite por juicio
sumario o sumarísimo, atendiendo a las circunstancias del caso.
1. Régimen procesal
Por vía de principio, el interdicto de adquirir es un procedimiento
voluntario, pues procede en primer lugar, sin oposición de terceros, y en mérito
al título que acredita el fundamento de la pretensión.
En esta primera etapa, el juez se limita a examinar el mencionado título
que presenta el peticionario, requerir informes sobre las condiciones de
dominio y gravámenes, para dictar sentencia de inmediato, ordenando la
entrega de la posesión o la tenencia si considera fehaciente y bastantes lo
acompañado.
De alguna manera actúa como una medida autosatisfactoria, toda vez
que con el solo fundamento de la petición, el Juez ordena en consecuencia.
Pero, si existe oposición eventual o cierta, como resulta de la existencia
de otro título o de una posesión, respectivamente, el trámite se convierte en
contradictorio debiendo el Juez asignar trámite ordinario (art. 319).
Una tercera alternativa sucede cuando alguien tiene la cosa y otro se
considera con derecho al mismo, aun sin cuestionar la posesión que se ejerce.
En este caso, el Juez ordenará la sustanciación como juicio sumarísimo.
Finalmente, será ordinario o sumarísimo, de acuerdo con la complejidad
que tenga, la causa donde el título que invoca el actor para adquirir la posesión
o la tenencia, resulta una derivación o consecuencia del que tiene el oponente
que resiste.
2. Carácter de la sentencia
La sentencia tiene carácter declarativo, y por eso se dicta “sin perjuicio
de mejor derecho”. Asimismo queda a salvo, el derecho de los litigantes para
ejercer las acciones reales que les correspondan (art. 622).
Cabe recordar que, en las pretensiones petitorias, no siempre se juzga lo
mismo que en los interdictos, por lo que la regla según la cual no es definitiva la
sentencia recaída en un interdicto puede sufrir excepciones (fundamento del
voto del doctor Hitters) (SC Buenos Aires, 1995/08/29, "Correa, Obdulia c.
López de Muñoz, Margarita", LLBA, 1996-5 - DJBA, 149-5753 - JA, 1995-IV605).
Anotación de litis
Art. 609. -- Presentada la demanda, podrá decretarse la anotación de litis en el Registro
de la Propiedad, si los títulos acompañados y los antecedentes aportados justificaren
esa medida precautoria.
1. Procedencia
La medida precautoria característica del interdicto de adquirir es la
anotación de la litis, que tiene por finalidad hacer saber a terceros, mediante la
publicidad que implica la anotación en el Registro de la Propiedad Inmueble, la
existencia del interdicto.
La procedencia de la anotación de litis está condicionada a la deducción
de una pretensión que pueda tener como consecuencia la modificación de la
inscripción en el Registro correspondiente, y a la circunstancia de que el
derecho invocado como fundamento de la acción sea verosímil (CNCiv., Sala
A, 1995/11/21, "Siraveña de Denatale, Mary Rosa c. Bernal, Luis y otros", La
Ley, 1996-A, 727).
Por tanto esta medida cautelar tiene por objeto asegurar la publicidad de
los procesos relativos a bienes inmuebles o muebles registrables, para que las
sentencias que en ellos se pronuncien puedan ser opuestas a terceros
adquirentes del bien litigioso o a cuyo favor se constituya un derecho real.
En consecuencia, además del interdicto de adquirir, procede en todo tipo
de proceso que pueda ocasionar una modificación de la inscripción en el
registro respectivo (CNCiv., Sala E, 1996/09/12, "G. de M., M. I. c. M., J. J.", La
Ley, 1997-E, 191).
Materializada la advertencia o alerta a través de la anotación de la litis
en el registro respectivo, los terceros adquirentes deberán soportar los efectos
de la sentencia asegurándose de ese modo la trascendencia de la cosa
juzgada en relación a terceros.
CAPITULO III -- Interdicto de retener
Procedencia
Art. 610. -- Para que proceda el interdicto de retener se requerirá:
1. Que quien lo intentare se encuentre en la actual posesión o tenencia de una cosa,
mueble o inmueble.
2. Que alguien amenazare perturbarle o lo perturbase en ellas mediante actos materiales.
1. Conceptos generales
El interdicto de retener, es un proceso de trámite sumarísimo, que
persigue garantizar al poseedor o tenedor de una cosa mueble o inmueble el
pleno goce de su posesión actual o tenencia .
Darle amparo contra quien amenaza o perturba con actos materiales ese
derecho de posesión o tenencia, es el objeto procesal a considerar. Además, la
urgencia por resolver se manifiesta en la amenaza cierta del acto de
perturbación.
Obra como restablecimiento del derecho de posesión o la tenencia
contra las vías de hecho ilícitas que se manifiestan.
La jurisprudencia dice que, el interdicto de retener constituye una medida
de carácter policial que tiene por fin garantizar al poseedor o tenedor de una
cosa mueble o inmueble el pleno goce de su posesión o tenencia actual, que
está dirigida contra aquellas personas a las que se le atribuyen actos de
turbación (CNCiv., Sala J, 1995/06/06, "Fasan, Pablo E. c. Bevilacqua, Sara L.
y otros", La Ley, 1996-C, 169, con nota de Jorge Raúl Causse y Federico Javier
Causse).
2. Turbación
La turbación es el acto manifiesto que pretende entrar en la posesión o
tenencia de una cosa mueble o inmueble mediante actos materiales que
exteriorizan ese propósito.
Por eso, la causa del interdicto de retener debe consistir en la
realización, por un tercero, de actos posesorios efectuados contra la voluntad
del poseedor, con intención de poseer y sin que tengan como consecuencia la
exclusión absoluta del poseedor. Los mencionados requisitos, luego de la ley
17.711 (Adla, XXVIII-B, 1799), comprenden también a la tenencia (CNCiv., Sala
E, 1993/06/26, "Laucirica de Martínez, Rosa C. c. Iranzo, María C.", La Ley,
1993-E, 543, con nota de Margarita Colquhoun de Chiti).
Para que medie turbación en forma concreta -aun cuando sólo lo fuere
por omisión- que haga procedente el interdicto de retener, es menester que con
el acto material se tenga la intención de tomar la posesión o la tenencia del
bien (fallo anterior).
En cambio si no existe ánimo de poseer procede la acción resarcitoria y
no los interdictos.
3. Amenazas
Basta con la amenaza cierta y verosímil para que proceda el interdicto,
porque no es requisito que el hecho de la perturbación esté consumado ni en
vías de ejecución.
Si la turbación futura invocada para oponer un interdicto de retener
proviene de la expedición de un telegrama, pero el contenido de este elemento
de juicio no revela una amenaza de agresión a la posesión de la actora, porque
en él no se anuncia el despojo liso y llano, sino la ocurrencia ante los estrados
judiciales en procura de que dirima la cuestión suscitada por la colisión de
intereses. La conducta obrada por el accionado no afecta, por consiguiente y
según es de toda evidencia, a la relación real en sí misma considerada de la
accionante con la cosa, habida cuenta que de ella no se sigue una restricción,
gravamen o avance injustificado sobre la posesión de que se trata (CNCiv.,
Sala D, 1981/09/08, "Pasquale, María V. c. Rienzi, Atilio", ED, 96-571).
4. Supuestos de improcedencia
Desbordan el objeto del interdicto de recobrar, tanto las cuestiones
relacionadas con la eficacia, ineficacia o alcances del título presentado por la
actora, como las razones que pueda o no tener la demandada para fundar su
actitud y retener la posesión o la tenencia de la cosa (CNCiv., Sala A,
1997/03/10, "G., R. c. G., G. L. y otro", La Ley, 1997-C, 746).
Por tanto, resulta ajena a la esencia del interdicto de retener la
dilucidación de las relaciones de derecho que pudieran vincular a las partes
(CNCiv., Sala J, 1995/06/06, "Fasan, Pablo E. c. Bevilacqua, Sara L. y otros",
citado).
Criterio que lo ha ratificado la Corte, al sostener que no se justifica el
ejercicio de una acción sumaria de la naturaleza del interdicto de retener,
cuando el acto turbatorio no se ha ejecutado con la intención de desconocer la
posesoria de la actora, ni el efecto de él ha sido mantener un menoscabo de
dicha posesión (CS, 1987/05/28, "Ballester Bedoucq de Rocha, Graciela J. c.
Provincia de Buenos Aires", La Ley, 1987-D, 356).
Existen otras cuestiones de improcedencia manifiesta. Por ejemplo, si el
interdicto de retener se articula porque las raíces de árboles y arbustos del
predio lindero han dañado la medianera, oscurecen la propiedad y le quitan
ventilación, perturbando la posesión del actor, es obvio que el origen de los
daños se remonta a una época muy anterior a la radicación del juicio, que es a
partir de la cual comenzó a correr el plazo de caducidad del art. 615 del Código
Procesal, sin que su disminución o expansión según los ciclos de la naturaleza
permita soslayar el transcurso del término (C.Civ. y Com., Lomas de Zamora,
Sala II, 1997/05/22, "Mazzitello, Elvira c. Valle Leni, Rosa", LLBA, 1997-1408).
Asimismo, la sentencia dictada en un juicio de desalojo tramitado
regularmente no configura una turbación de la posesión que habilite la vía del
interdicto de retener (C. Pergamino, 1997/08/21, "Ferreyra, Juan I. c.
Dalessandri María T.", LLBA, 1997-1173).
También, resulta improcedente el interdicto de retener para enervar los
efectos de la cosa juzgada derivada de la sentencia ejecutoriada recaída en el
proceso por desalojo tramitado entre las partes (fallo anterior).
Corresponde rechazar el interdicto de retener la posesión iniciado por
quien tiene un derecho configurado por la concesión de venta de un inmueble
otorgada por el Instituto de Colonización de la Provincia del Chaco sobre tierras
de propiedad del Estado provincial, en tanto aquella concesión no transfiere la
propiedad o dominio sino que resulta necesario el otorgamiento de la pertinente
escritura traslativa de dominio (art. 1184, inc. 1º, Código Civil) (C. Civ. Com. y
Lab., Presidencia Roque Sáenz Peña, 1997/12/11, "Britte, Ismael c. Valverde,
Miguel E.", La Ley, 1998-F, 861 [41.014-S] - LL Litoral, 1998-2-43).
Finalmente, se ha destacado que si no se está ante un interdicto de
retener la posesión sino uno de recobrarla, por virtud de principio "iura novit
curia" corresponderá establecer si la accionante debe ser protegida, desde que
en definitiva se trata de acciones que tienden a impedir que un tercero ejerza
ilegítimamente actos de posesión sobre el bien perteneciente al demandante
(CNCiv., Sala G, 1982/05/28, "Gelfand de Guinecin, Hilda c. Romero, Carlos A.
y otra", ED, 100-202).
Procedimiento
Art. 611. -- La demanda se dirigirá contra quien el actor denunciare que lo perturba en la
posesión o tenencia, sus sucesores o copartícipes, y tramitará por las reglas del proceso
sumarísimo.
1. Procedimiento sumarísimo
El interdicto de retener es un proceso de trámite sumarísimo, que se
plantea contra quien realiza los actos de amenaza o perturbación, que puede
ampliarse con aquéllos que participan en los actos, y contra los sucesores de
ambos si fuera el caso.
Se ha destacado que, como resultado de este tipo de procedimiento, no
cabe articular reconvención ni excepciones de previo y especial
pronunciamiento.
Así se dijo que, si bien el art. 357 establece como requisito de
admisibilidad de la reconvención que las pretensiones deducidas deriven de la
misma relación jurídica o sean conexas con las invocadas en la demanda, sin
determinar expresamente el trámite a seguir, no procede en el interdicto de
retener porque éste tramita por las reglas del juicio sumarísimo (CNCiv., Sala J,
1996/12/20, "Minsky, Rafael C. y otros c. Anchonovsky, Abraham y otro", La
Ley, 1997-C, 948 [39.461-S]).
La sentencia que se dicta es apelable, y al recurso debe concedérselo
en relación y, con efecto devolutivo, salvo lo establecido en el art. 498, inc. 6º.
Objeto de la prueba
Art. 612. -- La prueba sólo podrá versar sobre el hecho de la posesión o tenencia
invocada por el actor, la verdad o falsedad de los actos de perturbación atribuidos al
demandado, y la fecha en que éstos se produjeron.
1. Hechos que deben ser probados
Los hechos a probar están taxativamente enunciados en la presente
norma, y no pueden ser otros. El carácter restrictivo es consecuencia de la
naturaleza jurídica del interdicto, a efectos de evitar la perturbación, o la
amenaza de perturbación, de la posesión actual o tenencia de una cosa
mueble o inmueble.
Por ello, se debe probar:
a) El hecho de la posesión –no la posesión misma-;
b) los actos de perturbación llevados a cabo por el demandado;
c) La fecha en que esos actos turbatorios se produjeron, la cual atañe a
la procedencia del interdicto, en vista del plazo de caducidad
Los medios de prueba son todos los admitidos para el trámite del
proceso sumarísimo. La limitación se manifiesta en cuanto al plazo para la
producción de la prueba.
La sentencia que se pronuncia en el interdicto de retener debe limitarse
a amparar a quien lo promueve en la posesión actual o en la tenencia, o bien
desestimar la acción interdictal.
Medidas precautorias
Art. 613. -- Si la perturbación fuere inminente, el juez podrá disponer la medida de no
innovar, bajo apercibimiento de aplicar las sanciones a que se refiere el art. 37.
1. Medida de no innovar
L a procedencia de la prohibición de innovar debe ser explicada en
relación con la propia naturaleza jurídica de ésta y con los casos en que se
admite el interdicto de retener.
La finalidad de la precautoria consiste en resguardar la inmovilidad de
determinada situación fáctica o jurídica, siempre y cuando no haya otra medida
que produzca el mismo efecto.
En cuanto a la procedencia del interdicto de retener, depende de que la
perturbación esté consumada o tenga principio de ejecución, o bien de que
haya una amenaza de perturbación.
La perturbación debe ser inminente, no es aplicable cuando la
perturbación se ha consumado.
Con este marco dogmático, se ha dicho que, dada la finalidad que se
persigue con el interdicto de retener -tutelar al poseedor actual o tenedor de
una cosa contra la amenaza o perturbación mediante actos materiales-, la
medida de no innovar resulta adecuada como anticipo de la garantía
jurisdiccional, ya que tiende a evitar que puedan tornarse ilusorios los derechos
cuyo reconocimiento se persigue, garantizar incluso la integridad de la cosa
litigiosa, que de otro modo podría ser alterada (CNCiv., Sala E, 1978/03/15,
"Medison, S. R. L. c. Municipalidad de la Capital", La Ley, 1979-B, 666 [35.018S]).
La medida de no innovar específicamente autorizada por el art. 613,
para cautelar las pretensiones sustentadas en el interdicto de retener, resulta
procedente cuando quien lo pide ha acreditado que se encuentran reunidos los
requisitos genéricos a que alude el art. 230.
2. Medidas conminatorias
La violación de la prohibición de innovar, sin perjuicio de la sanción
penal que trae aparejada, también le acarrea al transgresor la aplicación de
una multa progresiva mientras dure el incumplimiento.
Las sanciones conminatorias son aplicables a los casos en que haya
habido una perturbación a la posesión o la tenencia, o un principio de
ejecución.
La resolución que ordena la medida precautoria es apelable, y se debe
conceder el recurso en relación y con efecto devolutivo; también es apelable la
que la deniega, en cuyo caso al recurso debe admitirse con efecto suspensivo.
CAPITULO IV -- Interdicto de recobrar
Procedencia
Art. 614. -- Para que proceda el interdicto de recobrar se requerirá:
1. Que quien lo intente, o su causante, hubiere tenido la posesión actual o la tenencia de
una cosa mueble o inmueble.
2. Que hubiere sido despojado total o parcialmente de la cosa, con violencia o
clandestinidad.
1. Interdicto de recobrar
Se denomina también interdicto de despojo al que es promovido por el
poseedor o el tenedor de una cosa mueble o inmueble para recobrar
judicialmente su posesión o tenencia, de la cual ha sido total o parcialmente
privado.
Se trata de un remedio de carácter urgente y sumarísimo, que también
se puede plantear en caso de amenaza.
Es un remedio rápido y abreviadísimo para las situaciones de hecho,
resultando ajenas a sus estrechos límites la discusión y resolución de los
derechos u obligaciones basados en relaciones contractuales que pudieran
relacionar a las partes en conflicto - vgr. un boleto de compraventa - siendo su
objeto proteger el hecho de la mera tenencia de las cosas o en su caso la
posesión actual, habiendo sido instituido para evitar que nadie zanje sus
conflictos por propia mano.
Para que proceda el interdicto de recobrar, es menester que la
ocupación efectiva aparezca clara e indudable al momento del despojo, por lo
que si la prueba acumulada no logra formar esta certidumbre debe rechazarse.
Atento a los términos "posesión actual" que utiliza el art. 614, inc. 1°, no
configura requisito para la procedencia del interdicto de recobrar la posesión
anual (exigencia, por otra parte, de carácter relativo: art. 2477, Código Civil), a
la que se refieren los arts. 2473 y 2481 del mismo ordenamiento, que regulan el
régimen de las acciones posesorias propiamente dichas o en sentido estricto
(CNFed. Civ. y Com., Sala II, 1989/06/16, "Biblioteca del Congreso de la
Nación c. Fapta, Lucas", La Ley, 1990-A, 473).
2. Finalidad
Como se dijo, por esta vía no se controvierten cuestiones de derecho, en
razón que el objeto del proceso es la ocupación misma.
La mera turbación en la posesión o en la tenencia no es suficiente para
su procedencia, la amenaza de despojo, o el despojo mismo, debe ser de tal
entidad como para poner en peligro la posesión o la tenencia total o parcial de
la cosa.
El hecho constitutivo del interdicto es la perturbación a la posesión actual
o la tenencia de la cosa.
Si bien el interdicto de recobrar se acuerda exclusivamente para tutelar
de manera eficaz a quien resulte perturbado en el ejercicio de la posesión o
tenencia, con el fin de evitar la justicia por mano propia, no lo es menos que la
violencia o clandestinidad deben ser de una entidad tal que no importen una
simple molestia o menoscabo transitorio.
3. Violencia y clandestinidad
La violencia supone el animus domini de quien la ejecuta, que se
manifiesta en actos materiales de perturbación, como sería la oposición de
hecho a todo intento de recuperación.
Se entiende que es clandestino el acto que oculta verdaderas
intenciones. Requiere disimulo del sujeto activo e ignorancia del pasivo;
depende más del desconocimiento del perjudicado que de la publicidad de la
posesión o tenencia frente a terceros.
Para que se de lugar al interdicto de recobrar no interesa establecer en
mérito de qué antecedente se tiene la cosa, y lo que en él se resuelva no afecta
los derechos sustanciales de las partes, pues su resultado se limita
provisionalmente a mantener la posesión o tenencia despojada.
Mediante el interdicto de recobrar se protege el hecho de la posesión y
los coposeedores pueden iniciar la acción.
Basta la existencia de la acción violenta o del despojo con
clandestinidad, el introducirse en el inmueble o en una parte de él, para estar
habilitado el poseedor actual o el tenedor, aun el que carece de título o que no
lo produce en su defensa, para otorgar la acción.
4. Improcedencia
Si la obra está terminada o próxima a su conclusión, es improcedente el
interdicto de obra nueva. En tal caso, los interdictos y acciones procedentes
serán los de mantener o recobrar.
Pero también se dice que no es ésta la vía, en la medida que no es
posible lograr que se destruya lo hecho mediante el trámite sumarísimo de los
interdictos.
Es necesario un debate más amplio que dé al juez la certeza acerca de
la procedencia de la petición, apreciando las circunstancias del caso y los
graves perjuicios que pueden ocasionarse y que quizás, sea posible evitar sin
menoscabar el derecho del actor, mediante el reconocimiento de una
indemnización por los daños y perjuicios ocasionados (CNCiv., Sala H,
1995/05/26, "Farina, Miguel A. c. Caballero, Gustavo C.", La Ley, 1997-D, 848
(39.688-S).
En realidad, desbordan el objeto del interdicto de recobrar tanto las
cuestiones atinentes a la eficacia, ineficacia o alcance del título presentado por
la parte actora, cuanto las razones que pueda o no tener la demandada para
fundar su actitud y retener la posesión o la tenencia de la cosa.
El interdicto de recobrar no ampara el derecho emergente de las
relaciones contractuales, para cuyo reconocimiento corresponde acudir al
procedimiento adecuado, sino que se trata de mantener el orden y prevenir el
uso de la violencia. (CNCiv., Sala A, 1993/10/26, "Ferraris, Blanca C. c.
Szumejko, Basilio O. y otro", JA, 1994-III-532).
Tampoco la vía es apropiada para dilucidar las relaciones de derecho
que puedan vincular a las partes, razón por la cual lo que éstas hayan pactado
acerca de la compra del bien es una cuestión extraña al ámbito específico del
remedio en cuestión. Debe prescindirse de toda ponderación de la situación de
derecho que corresponda al bien de que se trate, sea con relación a las partes
y/o a terceros (CNCiv., Sala A, 1997/03/10, "G., R. c. G., G. L. y otro", La Ley,
1997-C, 746).
El abuso de confianza no es supuesto configurante del interdicto de
recobrar.
Sin embargo, se ha dicho que, aun cuando los demandados al contestar
la demanda hayan expresado que ingresaron al bien inmueble con la llave
correspondiente, y ello -por hipótesis- puede configurar abuso de confianza,
dicha manifestación como causal fundante del interdicto de recobrar resulta
ineficaz para dar sustento a la acción (CNCiv., Sala B, 1995/10/24, "Obligado
2961 S. A. c. Ambrosini, Julio", La Ley, 1997-D, 844 [39.666-S]).
Se afirma, en cambio, que es procedente el interdicto de recobrar
fundado en la existencia de despojo por abuso de confianza, configurada ésta
por haber permanecido ambos codemandados en el inmueble más allá del
plazo fijado a fin de efectuar las reparaciones a que se habían comprometido
(CNCiv., Sala E, 1990/11/19, "Belaunde, César N. c. Amestoy, Darío", La Ley,
1992-D, 140, con nota de Carlos Alberto Liz - DJ, 1992-2-895).
5. Acumulación de procesos
Es improcedente la acumulación de un interdicto de recobrar con las
acciones de desalojo y de daños y perjuicios por ocupación indebida
promovidas por el demandante, toda vez que en el procedimiento contemplado
por el art. 614 y sigtes., sólo se admiten las pruebas que tuvieran por objeto
demostrar el hecho de la posesión o tenencia invocadas, el despojo y la fecha
en que se produjo (conf. art. 615, párr. 2º), y el juez debe limitarse en la
sentencia, a desestimar el interdicto o a mandar restituir la posesión o tenencia
del bien despojado (conf. art. 618), por lo cual no se cumple con las previsiones
del art. 87 del Código Procesal (CNCiv., Sala B, 1994/08/30, "García Espina,
Julio J. c. Ocupantes Alfredo Bufano", La Ley, 1995-B, 110. - DJ, 1995-1-1066).
6. Tasa de justicia
Sin perjuicio de la procedencia o del resultado del interdicto de recobrar,
a los efectos de la tasa de justicia el objeto del litigio queda al margen de la
existencia de un negocio jurídico.
Vale decir, la demanda carece de contenido patrimonial, razón por la
cual la tasa de justicia debe ser integrada en un monto fijo, como lo establece
el art. 6º de la ley 23.898 de tasas judiciales (Adla, L-D, 3751) (CNCiv., Sala G,
1997/06/10, "Figueroa, Alberto c. Ocupante Finca Paysandú 534", La Ley,
1998-B, 152).
7. Competencia
Corresponde intervenir a la justicia civil en el interdicto de recobrar en el
cual se reclama la restitución de la posesión y tenencia de un bar, aunque la
pretensión incoada esté fundada en un contrato de concesión de naturaleza
mercantil (CNCiv., Tribunal de Superintendencia, 1996/12/05, "Mohmadan,
Víctor A. c. Facultad de Ciencias Económicas", La Ley, 1998-B, 932, J. Agrup.,
caso 12.603).
Procedimiento
Art. 615. -- La demanda se dirigirá contra el autor denunciado, sus sucesores,
copartícipes o beneficiarios del despojo y tramitará por juicio sumarísimo.
Sólo se admitirán pruebas que tuvieren por objeto demostrar el hecho de la posesión o
tenencia invocadas, así como el despojo y la fecha en que éste se produjo.
1. Sujetos del proceso
El interdicto está dirigido contra el autor material del despojo, sus
sucesores, y/o quienes directa o indirectamente han participado en el acto de
desapropiación y los beneficiarios.
Los copartícipes y los beneficiarios constituyen un litisconsorcio pasivo
necesario.
2. Carga y objeto de la prueba
Quien invoca el interdicto debe probar:
a) La posesión o tenencia anteriores al despojo;
b) el hecho del despojo propiamente dicho y la fecha de su producción,
atento al plazo de caducidad;
c) la forma de su consumación, o sea, la violencia o la clandestinidad.
Cada uno de ellos son requisitos concurrentes y no excluyentes.
El trámite sumarísimo obliga a una prueba cabal de la violencia o de la
clandestinidad.
Por tanto, si quienes pretenden recuperar la posesión no cumplieron con
una de las principales cargas inherentes a la posesión del inmueble, abonando
los impuestos, tasas y contribuciones que lo gravaban, y sólo el demandado
cumplió con las mismas, sin perjuicio de la razón jurídica o título que avale esa
ocupación, a los fines del interdicto de recobrar es dable colegir que la
posesión esgrimida como fundamento del mismo no fue diligentemente
defendida (CNCiv., Sala A, 1993/02/22, "Minian, Jorge M. y otro c. Palacios,
Oscar R.", ED, 157-127).
Si se pretende recuperar la posesión arrebatada por la ocupación
clandestina de los demandados, la vía del interdicto de recobrar presupone la
prueba de las siguientes circunstancias fácticas: la posesión actual o la
tenencia del inmueble por parte de quienes iniciaron el interdicto, y la exclusión
por los emplazados con clandestinidad.
Probado que el objeto cuya posesión se alega usurpada por los
demandados fue voluntariamente entregado a éstos, no se configura la pérdida
de la posesión, el despojo, la clandestinidad ni la violencia que permiten
promover el interdicto de recobrar (CNCiv., Sala A, 1997/03/10, "G., R. c. G., G.
L. y otro", La Ley, 1997-C, 746).
Las manifestaciones de personas ajenas al pleito recogidas en un acta
notarial -en el caso, las efectuadas por quienes ocupaban los terrenos cuya
posesión detentaba el actor en un interdicto de recobrar- no poseen el valor
probatorio de los testimonios prestados con los recaudos legales ante un juez
competente, debiendo merituárselas de acuerdo a las reglas de la sana crítica,
dentro del contexto general del juicio.
El acta notarial tiene pleno valor probatorio en cuanto a los hechos
pasados en presencia del escribano, en el caso, la constatación de la
existencia de personas en los terrenos cuya posesión detentaba el actor en un
interdicto de recobrar.
Las publicaciones efectuadas por los medios periodísticos del lugar
donde se desarrolla el litigio -en el caso, las que constatan la presencia de
personas ocupando los terrenos cuya posesión era detentada por el actor en
un interdicto de recobrar- constituyen indicios que deben ser apreciados
conforme a las reglas de la sana crítica -art. 163, inc. 5º, Cód. Procesal de
Buenos Aires-) (C.Civ. y Com., Azul, 1999/09/02, "Simons, Américo E. c.
Municipalidad de Olavarría", LLBA, 2000-873).
Si se trata de una sentencia penal absolutoria, ella no impide promover
el interdicto ya que puede no haber delito pero sí apropiación indebida o ilegal.
Pero, en atención a la naturaleza del interdicto de recobrar la posesión, no
debe suspenderse el pronunciamiento de la sentencia hasta la resolución de la
causa penal pues, de hacerse lugar al mismo, quedará siempre a los
demandados la posibilidad de discutir en el petitorio posterior su derecho, de
modo que, no teniendo carácter de cosa juzgada en sentido material el
pronunciamiento, no puede suscitarse el escándalo jurídico que el art. 1101 del
Código Civil pretende evitar (CNCiv., Sala B, 1994/08/19, "Daban Rossi, Ulises
J. c. Intrusos y Ocupantes Rafella 3819", La Ley, 1994-E, 282).
Restitución del bien
Art. 616. -- Cuando el derecho invocado fuere verosímil y pudieren derivar perjuicios si
no se decretare la restitución inmediata del bien, el juez podrá ordenarla previa fianza
que prestará el reclamante para responder por los daños que pudiere irrogar la medida.
1. Entrega anticipada
La restitución del bien durante la sustanciación del interdicto de recobrar,
sin resolver sobre la cuestión de fondo, es una facultad del juez quien debe
ejercerla con prudencia y únicamente cuando concurren los siguientes
recaudos:
a) que el derecho invocado sea verosímil;
b) que el hecho de no decretar la restitución inmediata del bien pueda
ocasionarle perjuicios al solicitante de la restitución;
c) que el peticionante preste fianza para responder por los daños que
pueda provocar la medida.
La verosimilitud del derecho invocado se acredita con la documentación
que acompaña el planteo inicial.
El juez fijará la calidad y el monto de la fianza, conforme a la mayor o
menor fehaciencia del derecho invocado y analizando las circunstancias del
caso.
La jurisprudencia ha dicho que, el art. 616, autoriza una medida cautelar
que procede cuando el derecho invocado fuere verosímil y de la falta de
devolución inmediata pudiesen derivar perjuicios. Por ello, si de la
documentación aportada y demás constancias traídas a la causa, se desprende
"prima facie" el "fumus bonis iuris" y la posibilidad del perjuicio, debe accederse
a la restitución provisoria inmediata (CNCiv., Sala C, 1984/09/27, "C. R. L. c. F.
de C., A. S.", La Ley, 1985-A, 220, DJ, 985-25-789).
Modificación y ampliación de la demanda
Art. 617. -- Si durante el curso del interdicto de retener se produjere el despojo del
demandante, la acción proseguirá como interdicto de recobrar, sin retrotraer el
procedimiento, en cuanto fuese posible.
Cuando llegare a conocimiento del demandante la existencia de otros sucesores,
copartícipes o beneficiarios, podrá ampliar la acción contra ellos en cualquier estado del
juicio.
1. Despojo sobreviniente
Si durante el trámite ocurriese el despojo del actor, hecho material que
responde, en cierto modo, a una evolución natural de la actitud del turbador,
quien comienza turbando y finaliza despojando; el código autoriza a encarrilar
el procedimiento como interdicto de recobrar.
Esta medida evita la superposición de dos juicios, o bien el desistimiento
de uno – interdicto de retener- y la promoción de otro –interdicto de recobrar-,
actuando en consecuencia el principio de economía procesal.
La transformación del interdicto no retrotrae el procedimiento; y lo
actuado hasta allí se aplica en las actuaciones que ahora se encaminan.
2. Ampliación contra sucesores, copartícipes o beneficiarios
Si la desposesión se produce con la participación de otros, tal como lo
permite el art. 611, la demanda se puede ampliar contra quienes actúen en el
acto con violencia o clandestinidad.
Sentencia
Art. 618. -- El juez dictará sentencia, desestimando el interdicto o mandando restituir la
posesión o la tenencia del bien al despojado.
1. Sentencia interdictal
La sentencia que se pronuncia en el interdicto de recobrar no impide el
ejercicio de las acciones reales que puedan corresponder, en consecuencia lo
resuelto alcanza únicamente autoridad de cosa juzgada formal.
Ello es consecuencia, además, del trámite sumarísimo impreso y a la
dimensión de las cuestiones que se juzgan, donde quedan sin analizar las
situaciones de jure.
El pronunciamiento ordenará la restitución del bien o la entrega de la
posesión de la despojada, o en su caso, rechazará la pretensión.
2. Prejudicialidad
Conjuntamente con la promoción del interdicto en sede civil, se pueden
plantear acciones penales por usurpación del bien.
En tal caso, se ha observado que, si se trata de una sentencia penal
absolutoria, ella no impide promover el interdicto ya que puede no haber delito
pero sí apropiación indebida o ilegal. Pero, en atención a la naturaleza del
interdicto de recobrar la posesión, no debe suspenderse el pronunciamiento de
la sentencia hasta la resolución de la causa penal pues, de hacerse lugar al
mismo, quedará siempre a los demandados la posibilidad de discutir en el
petitorio posterior su derecho, de modo que, no teniendo carácter de cosa
juzgada en sentido material el pronunciamiento, no puede suscitarse el
escándalo jurídico que el art. 1101 del Código Civil pretende evitar (CNCiv.,
Sala B, 1994/08/19, "Daban Rossi, Ulises J. c. Intrusos y Ocupantes Rafella
3819", La Ley, 1994-E, 282).
3. Recurso de apelación
La sentencia tolera el recurso de apelación, para el que se cuentan tres
días para interponerla, contados desde la notificación por cédula o personal.
Concedido, se debe fundar en el plazo de cinco días que se cuentan por
ministerio de la ley, desde la fecha del auto de admisión.
Al recurso se lo concede en relación, con efecto devolutivo, salvo que la
sentencia pueda ocasionar un perjuicio irreparable.
CAPITULO V -- Interdicto de obra nueva
Procedencia
Art. 619. -- Cuando se hubiere comenzado una obra que afectare a un inmueble, su
poseedor o tenedor podrá promover el interdicto de obra nueva. Será inadmisible si
aquélla estuviere concluida o próxima a su terminación. La acción se dirigirá contra el
dueño de la obra y, si fuere desconocido, contra el director o encargado de ella.
Tramitará por el juicio sumarísimo. El juez podrá ordenar preventivamente la suspensión
de la obra.
1. Objeto del interdicto
El interdicto de obra nueva pretende poner fin a la turbación o despojo
que ocasiona la construcción de una obras. Pero es inadmisible cuando las
edificaciones estuvieren concluidas o próximas a su terminación, armonizando
el texto procesal con lo dispuesto por los arts. 2498 y 2499 del Código de
fondo.
Actualmente, la exigencia de que la obra no esté terminada o avanzada
en su desarrollo, tiende a impedir que se destruya lo hecho mediante actitudes
que podrían configurar un uso abusivo del derecho. En tal caso, el perjudicado,
puede pedir únicamente el resarcimiento del daño económico experimentado
(Fenochietto - Arazi, ob. cit., tomo 3, pág. 136).
La Corte ha dicho que, resulta improcedente el interdicto de obra nueva
si no se demuestra fehacientemente que los trabajos denunciados no
estuvieren concluidos o próximos a su terminación, circunstancia que se une a
la evidencia de que cualquier decisión sobre la restitución de las cosas a su
estado anterior mediante su destrucción, requiere un debate más amplio en el
cual se aprecien los efectos de las obras cuestionadas cuya importancia es
obvio destacar y que no puede satisfacerse en el marco restringido del
interdicto procesal (CS, 1987/05/28, "Ballester Bedoucq de Rocha, Graciela J.
c. Provincia de Buenos Aires", La Ley, 1987-D, 356).
De este modo se advierte la insuficiencia del trámite sumarísimo para
resolver un tema tan conflictivo como lograr que se destruya lo hecho cuando la
obra esté en un estado avanzado de construcción o próxima a su terminación.
Para ello será necesario recurrir a aquellos procedimientos en donde
exista debate amplio que den al juez la certeza acerca de la procedencia de la
petición, y en caso de merituar las circunstancias y con el fin de no desconocer
el derecho del actor, se podría fijar una indemnización por los daños y
perjuicios ocasionados.
Se ha dicho que, una obra construida en un 55 %, o sea, poco más de la
mitad, no es una obra "concluida o próxima a su terminación", según lo exige el
art. 619 para descartar la viabilidad del interdicto de obra nueva (CNCiv., Sala
B, 1990/12/27, "Padín, Héctor F. c. Deserto y Goma, Felisa E.", La Ley, 1992A, 278, con nota de Ricardo José Papaño - ED, 142-513).
2. Legitimación activa
El interdicto de obra nueva constituye el remedio adecuado para
proteger la posesión y la tenencia perturbadas por un acto específico del
demandado: la obra que se ha comenzado a realizar.
Esta acción tiende a poner remedio a las turbaciones o al despojo de los
que resulta ser víctima el poseedor o tenedor de un inmueble como
consecuencia de una obra que realiza el turbador en un fundo vecino.
Puede ser deducida por el poseedor actual, cualquiera sea la naturaleza
de su posesión, aunque no exhiba título alguno.
3. Medida cautelar
Conforme surge del artículo 2499 del Código Civil: “Quien tema que de
un edificio o de otra cosa derive un daño a sus bienes puede denunciar ese
hecho al juez a fin de que se adopten las oportunas medidas cautelares”.
Se refiere así a la prohibición de innovar (arts. 199 y 230, Código
Procesal) que se decreta previa contracautela y conforme al prudente arbitrio
judicial en orden a la celeridad de este tipo de procesos y los intereses
comprometidos.
Por eso cabe recordar que el interdicto de obra nueva tiene una doble
finalidad: la primera, cautelar, que se satisface con la suspensión de la obra
durante el juicio, y otra de fondo, que consiste en la restitución al statu quo ante
que es la finalidad del interdicto.
Además, este proceso no obstante ser autónomo con respecto a la
llamada acción de obra nueva que legislan los arts. 2498 a 2501 del Código
Civil, tiene como dicha acción el objeto característico, contemplado por el art.
2500 del citado cuerpo legal "de que la obra se suspenda durante el juicio, y
que a su terminación se mande deshacer lo hecho".
Por tanto, es procedente la demolición de las obras construidas en un
espacio de propiedad exclusiva en infracción al reglamento de copropiedad y
administración y a la ley 13.512 (Adla, VIII-254) de conformidad con lo
establecido por los arts. 633 y 2500 del Código Civil, siempre que no constituya
un ejercicio abusivo de los derechos -art. 1071, Cód. citado) (CNCiv., Sala I,
2000/03/30, "Denis, Juana A. c. Faiella, Carlos A. y otros", La Ley, 2000-D, 176
- DJ, 2000-2-1048).
Asimismo, las obras clandestinas efectuadas en el fondo del terreno de
los demandados menoscaban la posesión del accionante, al proyectar un
considerable cono de sombra sobre su jardín, pileta de natación y vivienda,
pero además, al dañar la intimidad al permitir vistas sobre dicho predio, afectan
el libre ejercicio de los derechos posesorios y por último, las filtraciones
pluviales en el predio del actor, causadas por las indebidas construcciones en
la medianera, complementan el cuadro agresivo que hace procedente el
interdicto de obra nueva interpuesto (arts. 2459, 2498, 2499 y 2500, Código
Civil y 613 y 614, Código Procesal) (C. Civ. y Com., Morón, Sala II, 1997/05/15,
"Levatte, Alfredo A. y otro c. Vignola, Héctor L. y otro", LLBA, 1998-1100)
4. Requisitos para su procedencia
Son requisitos para que prospere el interdicto de obra nueva:
a) Que se trate de una obra iniciada pero no terminada;
b) que la misma sea realizada en inmueble ajeno al del actor;
c) que de ella resulte perjuicio o menoscabo para la posesión o tenencia
del denunciante.
La ley no proporciona una pauta rígida para determinar la admisibilidad
del interdicto de obra nueva, sino que la apreciación de cuándo la obra se halla
próxima a su terminación debe efectuarse prudencialmente, de acuerdo a las
particularidades de cada caso (CNCiv., Sala B, 1990/12/27, "Padín, Héctor F. c.
Deserto y Goma, Felisa E.", La Ley, 1992-A, 278, con nota de Ricardo José
Papaño).
Sentencia
Art. 620. -- La sentencia que admitiere la demanda dispondrá la suspensión definitiva de
la obra o, en su caso, su destrucción y la restitución de las cosas al estado anterior, a
costa del vencido.
1. Modalidades de la sentencia
La sentencia que se dicta en el proceso sumarísimo de obra nueva
encuentra posibilidades alternas según sea el hecho que lo ocasione.
En efecto, si bien en el interdicto de obra nueva el pronunciamiento que
admite la demanda sólo puede disponer la suspensión definitiva de la obra, o
su destrucción a costa del vencido, puede ocurrir que en el curso del proceso
hayan sucedido variaciones en las circunstancias fácticas que obliguen a una
variación en orden a lo que debe ser resuelto.
2.1 Suspensión de la obra
En primer término cabe señalar que la expresión "suspensión definitiva
de la obra" no es feliz, pues no guarda armonía con el principio de que el
interdicto no alcanza cosa juzgada material.
La sentencia que hace lugar a la pretensión ha de disponer la
suspensión provisional de la obra o, en su caso, su destrucción y la restitución
de las cosas al estado anterior, a costa del vencido. Corolario lógico de dicha
disposición es que en todo otro supuesto la demanda debe rechazarse, es
decir cuando no se han acreditado las circunstancias que justifican el
andamiento de la acción.
Ni tampoco puede el juzgador condenar a continuar la obra bajo su
control, situación no contemplada ni autorizada por la disposición antes citada.
Asimismo se ha dicho que, si se admite que el interdicto de obra nueva
se da ante simples "amenazas" (arg. art. 610, inc. 2°), es factible que la obra
que se comenzara a hacer, afectara al poseedor o tenedor cuando llegara a
determinada evolución ("amenazas de turbación"), de allí que la sentencia del
interdicto que para ese caso imponga la "suspensión definitiva" satisfaría
eficazmente los intereses jurídicos en juego, puesto que al no progresar la
construcción, la "amenaza" no se concretaría (CNCiv., Sala C, 1979/03/14,
"Consorcio de Propietarios Nazca 2638 c. González, Norberto", La Ley, 1979C, 150 - ED, 82-363).
2.2 Destrucción de la obra nueva
El interdicto de obra nueva es una pretensión en cuya virtud quien
resulta afectado en la posesión y tenencia que ejerce sobre un bien inmueble, a
raíz del comienzo de la ejecución de una obra nueva, reclama que ésta se
suspenda durante la sustanciación del proceso y que se disponga su
destrucción en oportunidad de la sentencia definitiva (CNCiv., Sala M,
1997/11/25, "Pozzi de Veronesi, Enriqueta c. Covino, Alfredo", La Ley, 1998-C,
676 - DJ, 1998-3-918).
En esta línea el proceso se mueve en dos etapas, una cautelar donde la
obra se suspende, y otra definitiva, cuando la obra se destruye.
Sin embargo no puede ser éste el destino definitivo, pues el marco de
conocimiento restringido que tiene el interdicto, puede socavar el derecho a la
contradicción amplia que conserva el demandado.
En tal sentido se ha dicho que, en un interdicto de obra nueva las
pretensiones de actor y demandado no pueden ser resueltas de modo definitivo
y la sentencia que se dicte puede quedar sin efecto, o producir distintos
efectos, como resultado del eventual petitorio futuro, lo que le resta el carácter
de definitivo (del voto en minoría del doctor Mercader) (SC Buenos Aires,
1995/08/29, "Correa, Obdulia c. López de Muñoz, Margarita", LLBA, 1996-5 DJBA, 149-5753 - JA, 1995-IV-605).
No obstante, están quienes en mayoría afirman que, la sentencia
recaída en un juicio de interdicto de obra nueva resulta definitiva
independientemente de aquellas acciones posteriores que resulten idóneas
para obtener eventuales reparaciones (mismo fallo anterior).
La demolición es procedente si se trata de obras realizadas en
contravención a lo dispuesto por la ley 13.512 o el reglamento de copropiedad,
y se acredita que el accionante sufre daños como consecuencia de esas obras,
y que dichos daños no pueden ser satisfechos con una indemnización.
Por otro lado, en determinadas circunstancias la decisión sobre la
restitución de las cosas a su estado anterior mediante su destrucción y/o
demolición, requiere de un debate más amplio en el cual se aprecien los
efectos de las obras cuestionadas, que no pueden satisfacerse en el marco
restringido del interdicto procesal (Fenochietto - Arazi, ob. cit., tomo 3, pág.
138).
Se deben apreciar prudentemente las lesiones ocasionadas al actor, ya
que si las mismas son mínimas, no corresponde decretar la demolición de la
obra nueva, pues se estarían destruyendo valores económicos.
El sacrificio que implica la destrucción de obras nuevas debe valer la
pena y ello no depende sólo de destacar el valor que se quiere mantener, sino
de su comparación y de la ponderación íntegra de la situación que se
presente, sin perder de vista –muy especialmente- el peligro de incitar
indirectamente, con el mantenimiento de la obra, a la violación de las normas
legales y reglamentarias vigentes (cfr. Fenochietto - Arazi, ob. cit., tomo 3, pág.
141).
2.3 Indemnización del daño
Finalmente, la sentencia puede condenar al pago de una indemnización
por el daño sufrido -en la medida que así se hubiera pretendido al incoar la
demanda-, de acuerdo con las previsiones del art. 1136 del Código Civil.
No obstante, también es un supuesto en extremo peligroso porque si la
satisfacción económica se ordena en el marco del proceso sumarísimo, se
afecta el derecho de defensa del accionado que se encuentra obligado a
resarcir por la presunción de verdad que el juez encuentra en una obra nueva
aparentemente peligrosa; circunstancia que en nuestra opinión debiera llevar al
procedimiento indemnizatorio a ser resuelto en una etapa posterior (art. 165)
donde pudiera ser analizada la entidad de los daños y perjuicios padecidos.
3. Rechazo del interdicto
Debe rechazarse el interdicto de obra nueva si el propósito perseguido al
accionar se encuentra cumplido con sentencias dictadas en otro juicio. Al haber
desaparecido la obra nueva queda extinguido todo estado de incertidumbre
jurídica que pudiera hacer necesaria una sentencia de condena que imponga el
cumplimiento de una prestación ya cumplida.
Se ha dicho que, el art. 7º de la ley 13.512 (Adla, VIII-254) reconoce
excepciones en función del daño que pueda producir una determinada
conducta. Por ello, si la obra nueva no provoca graves perjuicios, y existe una
cierta pasividad de los copropietarios dejándola avanzar hasta su conclusión
sin intentar los remedios judiciales pertinentes, debe evitarse la destrucción de
los valores económicos comprometidos a fin de impedir actitudes
antifuncionales (CNCiv., Sala A, 1998/03/11, "Consorcio de Propietarios Virrey
del Pino 1751/53 c. Schusterman, Oscar E. y otro", La Ley, 2000-B, 345).
Asimismo, si las obras realizadas por el copropietario en la terraza de su
unidad no revisten una envergadura que obligue a modificar el plano de
subdivisión y a alterar los porcentuales mediante el voto unánime de los
consorcistas -art. 7º de la ley 13.512, sino que se trata de meras innovaciones art. 8º de dicha ley- tendientes a obtener un mejoramiento, un uso o goce más
cómodo, tales obras son admisibles cuando no afecte la seguridad del edificio
ni los servicios comunes (mismo fallo anterior).
Por tanto, la destrucción de la obra construida en violación del art. 7º de
la ley 13.512 es improcedente cuando la misma no provoca los perjuicios que
se pretenden evitar y además, se corresponde con una situación de necesidad
de habitar en condiciones mínimas de decoro (CNCiv., Sala A, 1996/05/27,
"Consorcio Juan B. Alberdi 320/326 c. Gavassa, Oscar A. y otro", La Ley, 1997D, 862 [39.740-S]).
En suma, el principio que debe regir en materia de obras nuevas en el
régimen de propiedad horizontal es el que acota la ley y el reglamento
aceptado por los consorcistas, pues si se adoptase como regla general de
interpretación la subsistencia del valor económico de lo construido se estaría
admitiendo "a priori" el mantenimiento de obras ejecutadas ilegítimamente,
subvirtiendo el orden que parece esencial mantener en el edificio y entre los
copropietarios sometidos a dicho régimen (CNCiv., Sala C, 1996/12/12,
"Consorcio Propietarios Avda. Cabildo 886/900 c. Heuser Benvenuto de
Martínez Carpio, Nelly", La Ley, 1998-E, 780 [40.852-S]).
CAPITULO VI -- Disposiciones comunes a los interdictos
Caducidad
Art. 621. -- Los interdictos de retener, de recobrar y de obra nueva no podrán
promoverse después de transcurrido un año de producidos los hechos en que se
fundaren.
1. Requisito de anualidad
La tutela jurisdiccional tiene carácter urgente, y como tal, exige que el
afectado deduzca la pretensión antes de transcurrir un año de producidos
efectivamente los hechos que denuncie.
Las acciones posesorias tutelan el mero ejercicio de los derechos reales,
con prescindencia de si es llevado a cabo por el titular del derecho, único
legitimado para ejercerlo, pero que puede ser privado de ello por cualquiera
(arts. 2469, 2487, Código Civil), en cuyo caso es ilegítima (arts. 2355), de
buena o mala fe (arts. 2356, 4006, etc.), o viciosa (arts. 2364 y sigts.), pese a
lo cual es tutelada por un año al menos (arts. 2493 y 4038), ante la turbación
en sentido lato y no restricto del art. 2496 y nota del 2482, arbitraria (art. 2469,
todos mismo Código).
Los interdictos -a diferencia de las acciones posesorias, propiamente
dichas (art. 4038, Código Civil), - no prescriben sino que caducan.
La caducidad puede decretarse de oficio y por ello es que se exige la
prueba de la fecha en que se produjo el hecho. Si vencido el plazo, el afectado
promueve el interdicto, el demandado debe alegar la caducidad.
Este "plazo de caducidad" para los interdictos, en realidad reitera los de
prescripción de la ley de fondo (arts. 2456, 2493 y 4038, Código Civil). Por
tanto, vencido el plazo de un año sin que se haya promovido el interdicto,
solamente podrá promover las acciones posesorias o petitorias que
correspondan.
Se ha señalado que, aun cuando la acción de despojo articulada en
tiempo útil sea rechazada por sentencia definitiva e irrecurrible, se interrumpe
el plazo anual de prescripción previsto por el art. 4038 del Código Civil respecto
de la acción posesoria de recobrar. Ello, toda vez que la acción de despojo, de
naturaleza claramente policial, no hace cosa juzgada ni obsta a la posterior
articulación de la acción posesoria propiamente dicha o plena de recobrar, pero
sí produce el efecto de interrumpir el plazo de prescripción de ésta. Asimismo,
pone de manifiesto la voluntad inequívoca del actor de recobrar el inmueble, y
no absuelve definitivamente al demandado en los términos a que alude la parte
final del art. 3987 del citado cuerpo legal (C.Civ. Com. y Familia Río Cuarto, 1ª
Nom., 1996/11/22, "Ricci, Antonio J. c. Roffinelli, Juan C. y otra", LLC, 1997907).
Juicio posterior
Art. 622. -- Las sentencias que se dictaren en los interdictos de adquirir, retener y
recobrar no impedirán el ejercicio de las acciones reales que pudieren corresponder a
las partes.
1. Acciones posesorias
La sentencia dictada en los interdictos de adquirir, de retener o de
recobrar, por su propia condición y con el límite impuesto por la cosa juzgada
alcanzada, no obstan al vencido para el ejercicio de las acciones reales que le
puedan corresponder.
Este puede promover aquellas pretensiones que tengan por fin declarar
la existencia, plenitud y libertad de los derechos reales, con la pertinente
indemnización por el daño causado.
Se ha señalado que, como consecuencia de la separación que nuestra
ley establece entre petitorio y posesorio (arts. 2482, 2486, Código Civil), para
intentar la acción posesoria en sentido estricto o propiamente dicha de recobrar
-arts. 2473/2481 y 2487, mismo ordenamiento-, lo mismo que para toda
defensa posesoria, no es requerida la buena fe (conf. art. 2473 "in fine", Código
Civil), y tampoco el título CNFed. Civ. y Com., Sala II, 1993/02/19, "Kovacs,
Margarita C. c. Estado nacional -Ministerio de Educación y Justicia", La Ley,
1993-D, 468).
CAPITULO VII -- Acciones posesorias
Trámite
Art. 623. -- Las acciones posesorias del título III, Libro Tercero, del Cód. Civil tramitarán
por juicio sumario.
Deducida la acción posesoria o el interdicto, posteriormente sólo podrá promoverse
acción real.
1. Las acciones posesorias
La posesión está amparada por las acciones posesorias y los interdictos,
que no son remedios otorgados para proteger el derecho a poseer, sino la
posesión en sí misma. La acción reivindicatoria, en cambio, se vincula con el
título -derecho de poseer-, con independencia de la posesión misma.
El fundamento de las acciones posesorias es de orden público, pues
mediante ellas se pretende evitar que las personas hagan justicia por sus
propias manos y de impedir que utilizando vías de hecho se perturbe o prive al
poseedor o al tenedor de una cosa de su goce y posesión.
El principio que sostiene el argumento que "poseo porque poseo" no
puede tener valor ni importancia en la especia, porque la pretensión sustancial
que dinamiza el Código Civil exige un apoyo fáctico razonable, que facilite
recurrir al ejercicio de acciones reales o posesorias.
Dentro de la defensa de la posesión es menester distinguir las acciones
posesorias de recuperación; acción de despojo y acción de recobrar la
posesión.
En el Derecho Civil Argentino, la accesión de las posesiones está
relacionada con la materia de la prescripción en tres aspectos: 1°) Con relación
a la buena o mala fe en la percepción de los frutos, la que se juzga en relación
con el sucesor y no del anterior poseedor; 2°) a la anualidad de la posesión
para establecer el carácter vicioso o no de la misma y a los efectos de poder
intentar acciones posesorias; 3°) con relación a la prescripción adquisitiva para
poder invocarla en el término de 10 ó 20 años.
2. Legtimación
Las pretensiones basadas en el derecho civil y los interdictos pueden ser
propuestos por el poseedor o el mero detentador que posee con el ánimo de
adquirir.
Las acciones posesorias proceden contra el efectivo despojante, y se
extienden, también, contra el ulterior comprador del bien, ya que la posesión
turbada, con los caracteres previstos en los arts. 2473 a 2481 del Código Civil,
acuerdan la protección amplia que supone la demanda que se intenta con
fundamento en el art. 2487, del mismo y que se extiende aun frente a terceros
de buena fe, lo que se desprende del carácter de la acción para recuperar la
posesión no limitada por las exigencias de los arts. 2490 y 2491, y oponible
"adversus omnes" según la nota del codificador al art. 2351 (CS, 1982/03/02,
"Provincia de Córdoba c. Weis, Federico C. A. y/u otro", Fallos, 304:240).
La legitimación se puede transmitir con el derecho, y como la cesión de
acciones posesorias no es otra cosa que un contrato en cuya virtud una
persona enajena a otra derechos de los cuales es titular para que la segunda
los ejerza a nombre propio, es elemental colegir que tal acuerdo debe probarse
según lo exige la ley civil (art. 1454 del Código Civil).
3. Objeto de las acciones posesorias
Una vez que se pretende defender la posesión con la acción civil
posesoria o el interdicto, la vía deja a salvo para después lo atinente a las
acciones reales.
La división que hace el código al señalar el trámite sumario para las
acciones posesorias y el sumarísimo para los interdictos debe considerarse
superada por la elección que haga el actor, y por lo dispuesto en el art. 319 del
ordenamiento ritual.
Ahora bien, en principio las acciones posesorias no proceden contra
actos judiciales cuando éstos importan turbación o desposesión, pero se las
admite si ha mediado un procedimiento irregular o no se ha oído a la parte
interesada (CS, 1982/03/02, "Provincia de Córdoba c. Weis, Federico C. A. y/u
otros", Fallos 302:240).
El art. 2497 del Código Civil refiriéndose específicamente al tema de la
desposesión y sus consecuencias (título III de las acciones posesorias), dice
que "si el acto de turbación no tuviese por objeto hacerse poseedor, el que lo
ejecuta, la acción del poseedor será juzgada como indemnización de daños y
no como acción posesoria".
El transcurso del tiempo no borra la existencia de los vicios en la
posesión (art. 2354, Código citado). Pero, aunque se admitiera su purga, por
ampliación analógica del art. 3959 debería por lo menos esperarse que
transcurriera el término de caducidad o prescripción de las acciones
posesorias.
Y si se trata del vicio de clandestinidad, como la posesión no se pierde
sino después de un año (art. 2456), se exigiría el transcurso de ese tiempo más
otro igual correspondiente a la extinción de las acciones del despojo o de
recobrar (CNCiv., Sala E, 1981/10/20, "Mendiburu de Silvestre, Haydée c.
Natale de Traverso Goñi, Lucía y otra", JA, 982-II-604).
Cabe señalar que, en la relación interna del condominio creado en la
propiedad horizontal, la turbación da lugar a acciones posesorias (arts. 2489 y
2710, Código Civil), lo que implica que también autoriza interdictos (arts.
610/611, Código Procesal), cuando cualquiera de los propietarios rompiere el
equilibrio de dicha figura, intentando convertirse en dueño exclusivo.
CAPITULO VIII -- Denuncia de daño temido. Oposición a la ejecución de
reparaciones urgentes
Denuncia de daño temido. Medidas de seguridad
Art. 623 bis. -- Quien tema que de un edificio o de otra cosa derive un daño grave e
inminente a sus bienes, puede solicitar al juez las medidas de seguridad adecuadas, si
no mediare anterior intervención de autoridad administrativa por el mismo motivo.
Recibida la denuncia el juez se constituirá en el lugar y si comprobare la existencia de
grave riesgo, urgencia en removerlo y temor de daño serio e inminente, podrá disponer
las medidas encaminadas a hacer cesar el peligro. Si la urgencia no fuere manifiesta
requerirá la sumaria información que permitiere verificar, con citación de las partes y
designación de perito, la procedencia del pedido.
La intervención simultánea o ulterior de la autoridad administrativa determinará la
clausura del procedimiento y el archivo del expediente.
Las resoluciones que se dicten serán inapelables.
En su caso, podrán imponerse sanciones conminatorias.
1. Concepto de daño temido
Se trata de una vía rápida, breve y expedita por la cual se denuncia una
situación de peligro sobre los bienes o las cosas, que permite obrar como
medida cautelar y, a veces, como una auténtica tutela de urgencia, remediando
dicho riesgo.
El fundamento material está en el art. 2499 del Código Civil, que
consagra una medida precautoria que tiende a evitar turbaciones futuras o por
lo menos que se completen como tales.
El principio sustentado por la parte final de este precepto, es mucho más
amplio que el dispositivo del art. 1132, ya que no sólo se refiere al edificio
contiguo, sino también a "otra cosa de la que derive un daño a sus bienes", y
por eso , configura un menoscabo la desvalorización, aun cuando sea futura.
La tradición a nominado a este procedimiento como interdicto de obra
vieja, que advierte la falta de conservación en el debido estado de los edificios,
y como tal importa una acción de denuncia contra la negligencia que puede dar
lugar a las responsabilidades por los daños que se ocasionen a los vecinos,
conforme con las reglas que rige los hechos ilícitos y que, por lo demás, como
antes se señalara, el art. 2499 "in fine" faculta la adopción de medidas
cautelares ante el daño temido, aun no ocasionado.
El fundamento de los poderes judiciales oficiosos para evitar daños
futuros lo confiere la Constitución Nacional, el deber funcional de prevención, el
rol activo y dinámico que debe asumir el juez, y la aplicación analógica de lo
dispuesto por los arts. 2499 y 2618 del Código Civil.
2. Reclamo administrativo
El trámite urgente queda impedido si por iguales motivos se ha hecho un
reclamo administrativo que tomó intervención oportuna. De otro modo, la
pendencia de resolución no debiera ser causa ni obstáculo para acceder al
interdicto.
Se ha señalado que, en tanto el trámite asignado al proceso ha sido el
correspondiente al juicio sumario, cesa para el órgano jurisdiccional la
posibilidad prevista por el art. 623 bis del Código Procesal para clausurar el
procedimiento y archivar el expediente en caso de intervención simultánea o
ulterior de la autoridad administrativa pertinente (CNCiv., Sala A, 1991/09/18,
"Vicassiau, Elena y otro c. Saionz y Cía.", La Ley, 1992-C, 523, con nota de
Ricardo José Papaño - DJ, 1992-2-430).
3. Procedimiento
Tomado conocimiento de la demanda, y sin dar traslado de la
pretensión, el Juez o quien resulte delegado para la ocasión, se constituirá en
el lugar con el fin de verificar in situ la gravedad del hecho y el riesgo implícito
que produce.
Constatado el lugar, puede adoptar dos decisiones:
a) Ordenar el cese del riesgo, disponiendo las medidas cautelares
pertinentes;
b) De estimar que no hay riesgo inminente, y que el peligro necesita ser
demostrado, sustanciará un período de información sumaria
adicional con la intervención de las partes involucradas, y peritos que
asesoren en la cuestión en conflicto.
Si hay actuación administrativa simultánea o posterior, se ordenará el
archivo de las actuaciones.
Todas las resoluciones que se dicten en esta etapa serán inapelables,
aunque se admitirán los recursos de reposición y el pedido de aclaratorias.
Si las decisiones adoptadas fueran del primer registro, con el fin de
procurar su inmediato acatamiento, se pueden disponer medidas
conminatorias.
Oposición a la ejecución de reparaciones urgentes
Art. 623 ter. -- Cuando deterioros o averías producidos en un edificio o unidad ocasionen
grave daño a otro, y el ocupante del primero se opusiere a realizar o a permitir que se
ejecuten las reparaciones necesarias para hacer cesar la causa de perjuicio, el
propietario, copropietario o inquilino directamente afectados o, en su caso, el
administrador del consorcio, podrá requerir que se adopten las medidas y se lleven a
cabo los trabajos que sean necesarios, disponiéndose el allanamiento de domicilio, si
fuere indispensable.
La petición tramitará sin forma de juicio, con la sola audiencia de los interesados y el
informe técnico que deberá acompañarse al escrito inicial.
La resolución del juez es inapelable.
En su caso podrán imponerse sanciones conminatorias.
1. Denuncia de daño temido
Esta disposición instituye un procedimiento breve y expeditivo tendiente
a vencer la oposición arbitraria a que se ejecuten reparaciones urgentes, con lo
cual queda agotada la finalidad de su tramitación.
Por ello, el objeto litigioso debe circunscribirse a los trabajos necesarios
para hacer cesar la causa de los menoscabos, dejando de lado la
determinación de los daños en su cuantía, así como las responsabilidades que
de ellos pudieran derivarse (CNCiv., Sala A, 1993/12/07, "Consorcio de
Propietarios Rodríguez Peña 450/52 c. Haddad Andalaf, Graciela J.", La Ley,
1994-D, 272).
Requiere de un daño actual y fluyente que se pretenda hacer cesar,
encontrándose el juez facultado para imponer "astreintes".
Como el requerimiento judicial formulado importa un emplazamiento
similar a la notificación de la demanda prevista para el juicio contradictorio,
cabe interpretar que genera en el demandado la carga de contestar valiéndose
de la documentación que avale su derecho (CNCiv., Sala A, 1997/09/15,
"Consorcio Propietarios Las Heras 2076/78 c. Echeverry, Jorge R.", La Ley,
1998-A, 306).
Se puede agregar que, la denuncia de daño temido prevista, se halla
excluida de la mediación obligatoria impuesta por la ley 24.573 (Adla, LV-E,
5894). (CNCiv., Sala L, 1997/06/24, "Consorcio Av. Rivadavia 4192/94/96 c.
Iguain, Cruz y/u otros", La Ley, 1999-E, 915 [41.921-S] - JA, 1998-III-397).
2. Oposición a las reparaciones solicitadas
La petición que lleva por finalidad superar la oposición a la ejecución de
reparaciones urgentes, inutiliza el lapso transcurrido hasta ese momento para
el cómputo del plazo de prescripción de la acción indemnizatoria, aunque dicho
reclamo no contenga petición alguna de reparación de los daños y perjuicios
(CNCiv., Sala G, 1995/09/04, "Tanbelli, Mario c. Ruba, Rosa", La Ley, 1996-A,
251).
Los presupuestos del art. 623 ter, requieren un mínimo acreditamiento
sobre la gravedad del daño y negativa del vecino a permitir los arreglos.
La prueba en cuanto a la seriedad y origen del daño han de provenir del
informe técnico que impone la norma, con indicación del título habilitante o, en
su caso, los conocimientos específicos del informante; y respecto a la negativa
de la otra parte, igualmente requiere una necesaria acreditación, no pudiendo
tenérsela por cierta por el solo silencio del contrario en ocasión de la audiencia
que debe otorgársele, ya que no se aplica el art. 356, inc. 1°, desde que no
debe observarse forma de juicio.
La sentencia es inapelable y, como en el supuesto anterior, se podrán
imponer sanciones conminatorias para el cumplimiento efectivo de lo resuelto.
TITULO II -- Procesos de declaración de incapacidad y de inhabilitación
CAPITULO I -- Declaración de demencia
Requisitos
Art. 624. -- Las personas que pueden pedir la declaración de demencia se presentarán
ante el juez competente exponiendo los hechos y acompañando certificados de dos
médicos, relativos al estado mental del presunto incapaz y su peligrosidad actual.
1. Concepto de demencia. Fundamento y objeto de su declaración
En la terminología del Código Civil, se denomina “dementes” a los
enfermos con trastornos psíquicos, en general. Dicho concepto legal fue
susceptible de diversas críticas puesto que en la ciencia médica la demencia es
sólo una categoría más dentro de la amplia gama que existe de enfermedades
mentales.
Por ello, en el ámbito del derecho, es preferible la referencia a la
interdicción, que alude específicamente a la declaración judicial de la
incapacidad de un sujeto físico por enfermedad mental, cualquiera sea la
denominación médica de la misma.
Ahora bien, si analizamos el objeto de la declaración judicial -que radica
especialmente en la protección del propio insano (ya sea en su esfera personal
como patrimonial) y de la comunidad que pueda verse eventualmente afectadaadvertiremos que la patología mental, por sí sola no habilita la declaración de
demencia.
En efecto, de acuerdo a lo establecido por el art. 141 del Código Civil
(reformado por la ley 17.711), sólo podrán ser declarados incapaces por
demencia aquellas personas que por causa de enfermedades mentales “no
tengan aptitud para dirigir su persona o administrar sus bienes”; es decir que se
requiere la concurrencia de un segundo elemento esencial relativo a la
incidencia o virtualidad que tenga la enfermedad mental, en orden al
desenvolvimiento del individuo en la sociedad.
El art. 141 citado permite una importante distinción, no sólo desde el
punto de vista médico en cuanto menciona genéricamente las enfermedades
mentales obviando así encasillamientos que podrían dificultar el posterior
pronunciamiento judicial, sino desde la óptica jurídica. En efecto, se dispone
que la declaración de demencia procede si el presunto insano carece de aptitud
para dirigir su persona o administrar sus bienes. Cabe así declarar demente a
aquel que sea, a la vez incapaz de administrar o administrarse, es decir
atender a sus bienes y a su persona.
2. Necesidad de verificación judicial
Dada la trascendencia y gravedad que importa la declaración de
incapacidad de una persona, deviene indispensable la intervención del órgano
judicial en la evaluación de los extremos que justifican dicha decisión. En este
sentido, el art. 140 del Código Civil es terminante cuando dispone que:
“Ninguna persona será habida por demente, para los efectos que en este
Código se determinan, sin que la demencia sea previamente verificada y
declarada por juez competente”.
Esta norma sienta como principio básico que sólo están afectados de
incapacidad por demencia los que hayan sido tenidos por dementes en virtud
de sentencia que declare la interdicción, ello así por el juego concordante de
los arts. 140, 54, inc. 3º y 52 del Código Civil
Pero, la regla del art. 140 peca por exceso, porque no es cierto que
nadie será tenido por demente sin que previamente sea declarado tal por juez
competente sino que ello es exacto sólo para darle un representante necesario
y privarle de su capacidad general de obrar, pero para los casos en que una
persona hubiese celebrado actos jurídicos en estado de perturbación mental
podrá probarse la demencia y tenérselo por demente aunque no se lo haya
declarado previamente.
3. Quiénes no pueden ser declarados dementes
La regla, es la capacidad de la persona, de modo tal que ninguna será
habida por demente, sin que previamente la demencia sea verificada y
declarada por el juez competente.
La prueba producida debe llevar al ánimo del juez la certeza moral de
encontrarse ante un incapaz por enfermedad mental, para que la declaración
de interdicción pueda ser dictada. En caso de duda debe estarse por la
capacidad.
Mientras no se dicte sentencia que admita la demencia, la demandada
es una persona capaz de gestionar sus derechos y proveer al cuidado de su
persona (arts. 52, 140, Código Civil). Esto se ve reflejado en el juicio de
declaración de demencia, pues mientras no se dicte sentencia de interdicción la
demanda es parte necesaria en defensa de su capacidad (art. 632).
Según el art. 145 del Código Civil, no podrán ser declarados dementes
los menores de catorce años. Ello se funda en la incapacidad de hecho
absoluta que tiene el menor impúber (art. 54 inc. 2º), que se vería duplicada
innecesariamente si se lo declarase también incapaz a causa de demencia.
Sería, en cambio, viable la interdicción, en el caso -excepcional, por cierto- del
menor impúber emancipado por matrimonio (arts. 166 y 167, Código Civil).
Por su lado, el art. 146 del mismo ordenamiento, dispone que tampoco
podrá solicitarse la declaración de demencia, cuando una presentación igual se
hubiese rechazado, aunque sea otro el que la formule, salvo si expusiese
hechos de demencia sobrevinientes a la declaración judicial.
4. Quiénes pueden pedir la declaración de demencia.
De acuerdo a lo dispuesto por el art. 144 del Código Civil, sólo pueden
solicitar la declaración de demencia:
1º) El esposo o esposa no separados personalmente o divorciados
vincularmente;
2º) Los parientes del demente;
3º) El Ministerio de Menores;
4º) El respectivo cónsul, si el demente fuese extranjero;
5º) Cualquier persona del pueblo, cuando el demente sea furioso, o
incomode a sus vecinos.
La doctrina ha considerado, que la indicación del citado precepto es de
carácter taxativo, por lo que no cabría extender la legitimación para peticionar
esta declaración de incapacidad a otras personas que no sean las
expresamente contempladas en el mismo.
Por eso se afirma que, el art. 144 efectúa una enumeración taxativa de
las personas que se hallan facultadas para peticionar la declaración de
demencia, entre ellas el Ministerio Pupilar, el que no puede desistir del proceso
debido a la finalidad tuitiva de los intereses del denunciado y la naturaleza de
las cuestiones que se dilucidan en él. En consecuencia, el trámite del juicio
debe concluir con el dictado de una sentencia que disponga la inhabilitación o
desestime la denuncia (CNCiv., Sala H, 1993/10/28, "M., D.", La Ley, 1995-B,
527, con nota de José W. Tobías).
Sin embargo, existen ciertos supuestos que generan dudas pues,
curiosamente, no se ha previsto en la norma la situación del propio insano
(que bien podría en un intervalo lúcido instar el proceso en aras de su propia
seguridad); como así tampoco se ha autorizado a los mandatarios o
representantes legales de aquél, que no se encuentren comprendidos en
ninguno de los incisos de la norma.
No obstante, siempre existe la posibilidad de efectuar la denuncia ante el
Ministerio de Menores para provocar la apertura del juicio de insania, con lo
que tales falencias -si así cabe llamarlas- quedan, en definitiva, salvadas.
Por otra parte, se ha sostenido que la regla contenida en el primer inciso
del art. 144 del Código Civil -en tanto prohíbe que el cónyuge divorciado pueda
solicitar la declaración de incapacidad del otro-, debe considerarse extensiva al
caso en que exista un juicio de divorcio en trámite, pues esta circunstancia, al
igual que en el supuesto de haberse decretado el divorcio -o separación
personal- hace suponer la desaparición del afecto entre marido y mujer. De
modo que el fundamento de la prohibición legal es válida para ambas
situaciones, pues lo que se procura es evitar los abusos que pudieran resultar
por odio, rencor y otros motivos (CNCiv., Sala A, 2001/09/10, “R.L., M.I.",
inédito).
También, la legitimación del Ministerio Pupilar para pedir la declaración
de demencia está reconocida por el art. 144 del Código Civil y la misma
prerrogativa atribuida a los parientes del presunto insano, máxime si se la ve
como deber jurídico, no detraen en absoluto a la primera, ni impide, por
consiguiente, su ejercicio con los efectos propios que acarrea (CNCiv., Sala D,
1983/11/30, "A. de F., B.", La Ley, 1984-B, 182).
Por eso, y a pesar del silencio normativo, se ha acotado la denuncia a
los parientes por consanguinidad hasta el cuarto grado y a los afines hasta el
segundo grado.
5. Carácter de la denuncia
En principio, la denuncia es facultativa; sin embargo, cabe destacar que
el mismo cuerpo legal califica de indignos para suceder a los parientes que
omitieron recoger o hacer recoger en establecimiento público al difunto
demente y abandonado (art. 3295), mientras que del juego armónico de los
arts. 398 y 475 del Código Civil, se desprende que podría excluirse de la
curatela legítima al pariente que no pidió la curaduría del incapaz.
Cabe recordar que, el proceso de declaración de demencia está
instituido en beneficio del presunto incapaz, tanto en lo personal como en lo
patrimonial, así como de los terceros, por la seguridad en la celebración de
actos, y consecuentemente, de la comunidad (CNCiv., Sala B, 1997/05/08, "K.,
J.", La Ley, 1998-C, 689).
6. Declaración de oficio
En principio, se requiere que exista una petición o denuncia formal de
cualquiera de las personas legitimadas para hacerlo, no pudiendo el juez iniciar
de oficio el proceso de insania. De todos modos, y de contar con indicios
fehacientes acerca de las alteraciones mentales de un sujeto determinado,
podrá dar cuenta al Ministerio de Menores a los fines pertinentes.
La duda que se suscita es, si una vez iniciado el juicio mediante la
presentación a la que se refiere el art. 624 comentado, puede el juez proseguir
con el trámite del mismo, pese a que posteriormente se exteriorice el
desistimiento del denunciante.
Al respecto, Falcón sostiene que el interés directo que tiene el Estado en
este proceso determina la imposibilidad de que concluya por voluntad de los
intervinientes, destacando la conveniencia de su prosecución -en tal caso- por
parte del Ministerio Pupilar (Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,
Tomo III, Editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1994, págs. 111/112).
Se ha entendido, en este sentido, que la acción de inhabilitación
promovida por un particular no está al servicio de un derecho subjetivo que le
corresponda sino de una finalidad de interés general a la que le fue dado
colaborar por un título de que se invistió por alguna razón especial (CNCiv.,
Sala C, 1999/06/03, "C., R.J.", J.A. 2000-II-85).
7. Juez competente
El art. 5 inc. 8º, del Código.. Procesal señala que será competente para
conocer en los procesos de declaración de incapacidad por demencia,
sordomudez o inhabilitación, el juez del domicilio del presunto incapaz o
inhabilitado, y en su defecto, el de su residencia.
Asimismo, en el supuesto de rehabilitación, entenderá el juez que
declaró la interdicción.
En forma mayoritaria, la doctrina niega que las acciones personales o
patrimoniales que se deduzcan contra el presunto incapaz deban ser
promovidas ante el juez que conoce en el juicio de insania, o que tal tipo de
proceso pueda ejercer fuero de atracción.
8. Requisitos de la denuncia
La disposición en comentario exige -a los fines de la admisibilidad de la
denuncia-, la exposición de los hechos en que se basa la misma (con nombre y
domicilio del presunto incapaz) y la presentación del certificado de dos
médicos, relativos al estado mental de aquél y su peligrosidad actual. Tales
requerimientos -que apuntan a otorgar seriedad a la solicitud- se fundan en la
gravedad que supone pedir la interdicción de una persona y las consecuencias
que de ella pueden derivarse.
No obstante, y como se verá seguidamente, el hecho de que en el
escrito de comienzo no haya podido acompañarse los dos certificados médicos
a que hace referencia el art. 624 no invalida la denuncia formulada, pues lo que
corresponde es requerir la opinión de dos médicos forenses, quienes deben
expedirse acerca de si existen indicios que permitan someter al denunciado al
proceso de declaración de demencia o inhabilitación (CNCiv., Sala C,
1995/09/28 “M. de O. C., A. M.” ,39.662-S, La Ley, 1997-D, 843).
En este sentido, se dice que los dos certificados médicos que deben
acompañar el peticionario para la viabilidad de la declaración de demencia no
necesitan contener una descripción pormenorizada y demostrativa del estado
mental y de la hipotética peligrosidad actual del denunciado, sino que es
suficiente que confieran verosimilitud a los hechos alegados en la presentación
y permitan al juez presumir la concurrencia de motivos provistos de seriedad
suficiente como para autorizar el sometimiento del presunto incapaz a una
investigación de su salud mental (CNCiv., Sala A, 1997/04/07, "D., E. M.", La
Ley, 1997-E, 881).
No obstante, la demanda presentada en un proceso de declaración de
incapacidad debe contener una relación suficientemente clara y
circunstanciada de los hechos en que se funda la presunta demencia -o
inhabilitación-, invocar y acreditar la legitimación para formularla, y acompañar
dos certificados médicos que avalen la supuesta dolencia esgrimida en
sustento de la acción, puntualizando, asimismo, el estado mental y la hipotética
peligrosidad actual del denunciado, con especial referencia a la posibilidad de
mantener o disponer su internación (CNCiv., Sala A, 1997/04/07, "D., E. M.", La
Ley, 1997-E, 881).
En síntesis, explica Kielmanovich que la demanda deberá formularse por
escrito, con clara explicación de los hechos en que se funda la demencia
(teoría de la sustanciación) -sin perjuicio de que cuando la misma se formule
por un vecino, la carga de afirmación y prueba abarcará también la alegación y
prueba de los hechos que contempla el art. 144 inciso 5º del Código Civil- e
indicación del nombre, domicilio o residencia del presunto incapaz;
acompañándose toda la prueba, e inclusive documental lato sensu que obre en
poder del "denunciante" o actor (art. 333, Código Procesal) y los dos
certificados médicos relativos al estado mental de aquél y su peligrosidad
actual (para acreditar liminarmente la seriedad de la denuncia); y los
instrumentos que acreditan la legitimación y, eventualmente, la personería
invocada (Kielmanovich, Jorge L., Procesos de familia, Editorial Abeledo Perrot,
Buenos Aires, 1998, pág. 286).
9. Situación jurídica del denunciado
Durante el transcurso del proceso, y mientras no se dicte la sentencia de
interdicción, el denunciado es una persona capaz y, como tal, puede gestionar
sus derechos y promover su defensa, e incluso hacerse patrocinar por letrados,
sin perjuicio de la designación del curador provisorio que lo representa en el
juicio. De tal modo, corresponde darle traslado de la pericia médica efectuada y
notificarle la resolución que en definitiva adopte el juez, que podrá ser por él
apelada.
Médicos forenses
Art. 625. -- Cuando no fuere posible acompañar dichos certificados, el juez requerirá la
opinión de dos médicos forenses, quienes deberán expedirse dentro de cuarenta y ocho
horas. A ese solo efecto y de acuerdo con las circunstancias del caso, el juez podrá
ordenar la internación del presunto incapaz por igual plazo, si fuere indispensable para
su examen.
1. Dictamen médico
La denuncia tiene trámite aun sin que se acompañen los certificados
médicos. En tal caso, el juez requerirá la opinión de dos médicos forenses que
den cuenta de la seriedad de la presentación y permitan inferir si se justifica o
no someter al denunciado al delicado proceso en estudio.
Dicha solución es aplicable asimismo cuando el presunto incapaz no se
somete voluntariamente a la pericia médica. En consecuencia, dicho dictamen
debe practicarse mediante la internación judicialmente dispuesta a ese efecto,
pues de otro modo el denunciado impediría la producción de prueba esencial y,
con ello, obstaría al pronunciamiento de la sentencia (CNCiv., Sala
D,1994/11/18, “B., L.”, 38.415-S, La Ley, 1995-E, 557).
Se ha decidido por otro lado, que no es necesaria la notificación del
dictamen de los médicos forenses previstos en el art. 625, relativo al estado del
presunto insano, porque no está previsto por la ley (CNCiv., Sala C, 1990/03/23
“G. de B.F.M.”, La Ley, 1990-E, 251), sin que se vea afectado con ello el
derecho de defensa del sometido a examen, pues las opiniones médicas son
requeridas con el único fin de decidir la apertura del juicio de insania y no como
fundamento de la sentencia de fondo que se dicte oportunamente.
2. Internación del denunciado
Cabe distinguir la internación a la que alude el art. 625 -al solo efecto de
obtener el dictamen médico necesario para la iniciación del juicio de insania,
cuando las circunstancias del caso así lo aconsejen y por el plazo de cuarenta
y ocho horas- de aquellas que procede adoptar en forma precautoria (art. 629)
o con fundamento en las disposiciones del art. 482 del Código Civil y de la ley
22.914, cuyas causales radican en la peligrosidad y notoriedad de la
enfermedad mental del sujeto, que se analizarán posteriormente.
En otras palabras se trata de distinguir claramente entre la internación
policial prevista con fines de seguridad y la judicial que tiene una finalidad
asistencial.
En este sentido, se ha dicho que, debe considerarse viciado el
procedimiento desarrollado -con intervención judicial- en el ámbito policial, en el
que se decretó la internación de una persona por el término de una semana,
con la orden de efectuar estudios y análisis psicológicos y psiquiátricos para
establecer su estado mental, luego de que la interesada fuera internada
mediante actuación policial -sin intervención judicial- y el médico legista
consultado dictaminara la ausencia de signos que justificaran la medida. Tal
decreto sólo podía ser admisible, según lo estatuido por el art. 625, siempre y
cuando fuera indispensable la internación para la revisación médica del
presunto insano, pero no podía extenderse más allá de las 48 horas y además,
por aplicación del art. 482, párr. 3° del Código Civil, necesariamente debía
mediar denuncia de las personas habilitadas por el art. 144 del mismo Código,
lo que en el caso tampoco tuvo lugar (CNCiv., Sala C, 1983/03/22, “G., R. E.”,
La Ley, 1983-C, 127).
El dictamen del médico oficial que exige el art. 482, párr. 2°, debe
necesariamente emanar de un especialista es siquiatría, único habilitado para
determinar si se trata o no de un enfermo mental y la procedencia de la
inmediata internación.
Además, esta disposición se refiere exclusivamente a los enfermos
mentales, alcoholistas crónicos y toxicómanos, que pueden ser internados
frente a una exigencia perentoria de defensa individual o social. Es decir, que la
garantía de libertad individual frente a reclusiones arbitrarias o abusivas impide
otra interpretación que no sea la basada en un criterio restrictivo de los
supuestos y requisitos de procedencia y, como exigencia del debido control
jurisdiccional, la inmediata comunicación al juez una vez efectuada.
Por eso, no cualquier persona está expuesta a sufrir una internación
policial en los términos de la norma citada, porque debe tratarse de un enfermo
mental en sentido técnico, de un toxicómano o alcohólico crónico que, en razón
de su estado que origina una situación de peligro inmediato para sí, para
terceros o para la comunidad, lo cual hace estrictamente indispensable el
procedimiento.
Se trata de una internación excepcional fundada en razones de
seguridad y si no reviste el carácter, rige el tercer párrafo de la norma en
cuestión.
Resolución
Art. 626. - Con los recaudos de los artículos anteriores y previa vista al asesor de
menores e incapaces, el juez resolverá:
1. El nombramiento de un curador provisional, que recaerá en un abogado de la
matrícula. Sus funciones subsistirán hasta que se discierna la curatela definitiva o se
desestime la demanda.
2. La fijación de un plazo no mayor de treinta días, dentro del cual deberán producirse
todas las pruebas.
3. La designación de oficio de tres médicos psiquiatras o legistas, para que informen,
dentro del plazo preindicado, sobre el estado actual de las facultades mentales del
presunto insano. Dicha resolución se notificará personalmente a aquél.
1. Intervención obligatoria del Ministerio Público
Como indica la referida norma, y en concordancia con las disposiciones
de la ley 24.946 (art. 54) y del art. 147 del Código Civil, el Ministerio Público
será parte esencial en el proceso de demencia, por hallarse comprometido el
interés de la persona y los bienes del presunto incapaz.
Por ello, una vez evaluada la procedencia formal de la solicitud, debe
darse vista al asesor de menores e incapaces, que pasará a tener una
intervención activa con la posibilidad de apelar la sentencia que se dicte (art.
633 Código Procesal).
2. Curador provisional
Durante el trámite del juicio que nos ocupa es posible nombrar dos
clases de curadores: el llamado “curador ad litem” -que refiere este artículo- y
el curador a los bienes (o curador ad bona) -previsto en el 148 del Código Civil.
El primero de ellos, es parte necesaria en el proceso, y tiene como
cometido la representación procesal del presunto incapaz y su defensa hasta
tanto se pronuncie la sentencia definitiva (art. 147,l Código Civil), sea que ésta
declare la interdicción o desestime la denuncia entablada.
La elección, ha de recaer en un abogado de la matrícula, a elección del
juzgador, con la condición de ser persona extraña a la familia, para garantizar
la imparcialidad de su tarea.
Ello sentado, parece necesario concluir que la designación se orientará
a la persona que, a criterio del magistrado, pueda desempeñar tan delicado
cargo, y dicha decisión supone -necesariamente y en la práctica forense- el
conocimiento, por el juez, del profesional en cuestión (CNCiv., Sala B,
1980/02/15, “R. L., F. C.”, ED, 88-795).
Cuando el presunto insano careciere de bienes o éstos alcanzaren sólo
para su subsistencia y ello se acreditare en el proceso, las funciones del
curador provisional serán ejercidas por el curador oficial de alienados (art. 628
del Código Procesal).
En cuanto al curador ad bona, su nombramiento no es de carácter
forzoso porque solamente procede en aquellos supuestos en que resulta
conveniente suplir provisoriamente la administración de los bienes del
denunciado, en atención a la situación especial en que éste se encuentra. Se
configura, de tal modo, una suspensión parcial de la capacidad de aquél, que
debe ser dispuesta con criterio restrictivo.
En tal sentido, el art. 148 del Código Civil establece que: “Cuando la
demencia aparezca notoria e indudable, el juez mandará inmediatamente
recaudar los bienes del demente denunciado, y entregarlos, bajo inventario, a
un curador provisorio, para que los administre”. Por otra parte, el art. 471 del
mismo código de fondo, faculta al magistrado interviniente a nombrar -de
estimarlo oportuno- un curador interino a los bienes, o un interventor en la
administración del demandado por incapaz.
Su designación puede recaer en la misma persona del curador ad litem,
salvo que el denunciado fuere menor de edad, en cuyo caso es de aplicación el
art. 149 de la ley sustancial, que asigna tales atribuciones al padre, madre o
tutor.
3. Apertura a prueba
El plazo para la producción de la prueba no podrá exceder de treinta
días y comenzará a regir a partir de que quede firme la providencia que lo fije.
Se notificada no sólo al denunciante y al presunto incapaz, sino también
al curador ad litem y al asesor de menores.
Los defectos de procedimiento referidos a la notificación de la
designación de peritos médicos (art. 626, inc. 3º), dirigida en forma conjunta
tanto a la denunciante como a la denunciada, diligenciada únicamente ante la
primera, no obstante la recomendación de que la diligencia debía efectuarse en
forma personal ante las interesadas y respecto a la notificación de la presunta
insana de las conclusiones de los peritos médicos (art. 632, Cód. citado),
cursado ante la denunciante, a pesar de haberse efectuado la misma
recomendación que en el caso anterior, quedan purgados si la notificación a la
declarada insana se encuentra consentida (CNCiv., Sala C, 1981/10/27, "G., S.
M." , La Ley, 1983-B, 751 [36.310-S]).
4. Designación de médicos para la evaluación del denunciado
De conformidad con lo previsto en el art. 142 del Código Civil, el examen
del denunciado realizado por facultativos resulta ineludible a los fines de la
declaración de demencia, pese a que ésta aparezca notoria o aquél se halle
internado ya en un establecimiento de salud mental. Tal recaudo constituye un
elemento esencial del debido proceso legal.
Al respecto, el código ritual exige la designación de tres médicos
psiquiatras o legistas que deberán expedirse acerca del “estado actual de las
facultades mentales” del presunto incapaz, con las precisiones que más
adelante enumera el art. 631 (diagnóstico, fecha aproximada en que se
manifestó la enfermedad, pronóstico, régimen aconsejable para la protección y
asistencia del presunto insano, necesidad de internación).
La ley ha establecido la necesidad del examen médico legal como un
elemento esencial del procedimiento para declarar la interdicción de enfermos
mentales. Empero, no obstante el carácter esencial de dicho medio probatorio,
lo cierto es que su objeto se limita a verificar la existencia de la enfermedad del
causante y sus alcances en la vida de relación del enfermo, en tanto que
incumbe exclusivamente al a quo determinar si la persona a quien se sigue el
proceso requiere protección jurídica y, en su caso, en qué medida (CNCiv.,
Sala E, 1985/10/02, "Z., M. S.", La Ley, 1986-A, 399 - DJ, 986-II-249).
La última parte del art. 626 establece, acertadamente, que la referida
resolución deberá notificarse personalmente al presunto insano, aun cuando se
ha sostenido que el derecho de defensa del afectado se mantiene incólume si
pese a la omisión de dicha notificación, se ha dado traslado de los resultados
de la pericia y del pronunciamiento que declara la interdicción (CNCiv., Sala F,
1983/02/09, “I.L. s/ Declaración de demencia”, inédito).
Prueba
Art. 627. -- El denunciante únicamente podrá aportar pruebas que acrediten los hechos
que hubiese invocado y el presunto insano las que hagan a la defensa de su capacidad.
Las pruebas que aquéllos o las demás partes ofrecieren, se producirán en el plazo
previsto en el inc. 2 del artículo anterior.
1. Medios de prueba
El Código Procesal no ha previsto que se de traslado de la demanda al
denunciado, bastando que se le notifique la resolución que se comentó
precedentemente (art. 626), acompañada de la documentación y de los escritos
de introducción a la instancia.
Por tanto, la jurisprudencia afirma que, en nuestro régimen procesal no
se ha previsto traslado del pedido de declaración de demencia, razón por la
cual aquél recién se conferirá con el contenido del dictamen médico -de
carácter definitivo- y las restantes pruebas que aportarán ambas partes
(CNCiv., Sala A, 1997/04/07, "D., E. M.", La Ley, 1997-E, 881).
Los certificados médicos agregados son prueba documental, antes que
pericial, propiamente dicha, por eso, ésta prueba es indispensable en el
proceso de insania (conf. art. 142 Código Civil). Con relación a los hechos
alegados en la presentación inicial, así como aquellos en los que basa su
defensa el afectado, son susceptibles de demostración mediante otros medios
de prueba, tales como testimonial, documental e informativa.
Queda excluida, claro está, la absolución de posiciones requerida al
presunto incapaz, en atención a la naturaleza indisponible de los derechos
involucrados.
El proceso de declaración de incapacidad e inhabilitación es un
procedimiento especial de tipo sumarísimo, en cuya virtud la prueba se debe
agregar con el escrito donde se formula pretensión, aunque se produzca dentro
de los treinta días referidos por el art. 626.
No obstante, el trámite admite la celebración de una audiencia preliminar
(art 360 ter.), en la cual el Juez podrá depurar los hechos y la prueba ofrecida,
y ordenar la producción de aquella que estime prudente y necesaria.
En este sentido, creemos que la adecuación que debe hacerse en estos
procesos especiales (art. 319 párrafo segundo) no priva al Juez de sustanciar
esta audiencia, observando los plazos procesales que tienen los procesos
especiales, y en particular, el que establece para la producción probatoria, el
art. 626 inciso 2º.
2. Apreciación de la prueba
La apreciación de la pericia médica por el juez debe resultar del análisis
de la totalidad de los elementos probatorios y de acuerdo al principio de la sana
crítica que rige en nuestra legislación procesal.
Es el juez el que establece la calificación jurídica de cada caso, pues
tanto la demencia como la inhabilitación constituyen el objeto del
pronunciamiento judicial y no el peritaje, el cual debe limitarse a verificar la
existencia de alguna enfermedad mental, y vincularla con la vida de relación del
enfermo, porque después será el magistrado quien determine si la persona
contra quien se sigue el proceso, requiere de una mayor, menor, o ninguna
protección jurídica (CNCiv., Sala A, 1984/11/15, “O., I. M.”, La Ley, 1985-A, 78 DJ, 985-35-146).
El informe pericial, por su parte, debe sustanciarse entre las partes como
se practica en la prueba respectiva (art. 473), y con su resultado se dará vista
al asesor de menores (art. 632).
Respecto de la fuerza probatoria del dictamen pericial en los juicios de
insania, debe distinguirse entre el dictamen que admite la enfermedad y el que
la niega.
Si el dictamen dice que el denunciado está sano, el juez no puede
declarar la interdicción. De lo contrario, se perdería en los procesos de insania
una garantía esencial para el denunciado, que ha querido asegurar el art. 142
del Código Civil. Por otra parte, es la solución que resulta del espíritu -si no de
la letra- de los arts. 142 y 143 del mismo ordenamiento, en cuanto imponen el
examen previo y ordenan que los peritos califiquen la demencia.
Se ha dicho que, la pericia médica post mortem, tendiente a determinar
si el causante antes de testar se hallaba en estado de demencia, si bien puede
constituir un aporte no desdeñable tiene un valor relativo porque el perito no ha
podido comprobar el real estado del paciente y por lo tanto se funda sobre una
base meramente deductiva y conjetural, resultando de gran importancia en
esos casos contar con la declaración de los médicos que examinaron al
causante en vida (CNCiv., Sala C, 1999/06/24, "C, J. C. c. C., J. M. y otros",
ED, 187-204).
Curador oficial y médicos forenses
Art. 628. -- Cuando el presunto insano careciere de bienes o éstos sólo alcanzaren para
su subsistencia, circunstancia que se justificará sumariamente, el nombramiento del
curador provisional recaerá en el curador oficial de alienados, y el de psiquiatras o
legistas, en médicos forenses.
1. Carencia de recursos
Teniendo en cuenta que, de acuerdo a lo establecido en el art. 634 del
Código Procesal, los gastos del proceso gravan, en principio, el patrimonio del
denunciado -en cuyo interés se promueve-, la ley adjetiva contempló la
posibilidad de que el nombramiento del curador provisional al que alude el art.
626 recaiga en el curador oficial de alienados; y el de los médicos psiquiatras o
legistas, en médicos forenses, en caso de que el presunto insano carezca de
recursos suficientes, y siempre que tal situación se acredite sumariamente en
el juicio.
Esta norma es de carácter excepcional y ello impone apreciar con
estrictez los presupuestos que condicionan su aplicación, de manera tal que a
los efectos de valorar su procedencia deben acreditarse los extremos que
justifiquen la carencia invocada (CNCiv., Sala F, 2001/02/21, “V., N. C.”, La
Ley, 2001-C, 707 - DJ, 2001-2-636).
Pese a ello, se ha ponderado que si el único bien que posee la
denunciada es la cuarta parte indivisa donde se domicilia, inmueble que no
produce ingresos como para afrontar los gastos derivados de la intervención de
los profesionales a que alude el art. 626 y los gastos que ella insume deben ser
solventados por sus hijos, es aplicable la norma del art. 628 (CNCiv., Sala C,
1984/05/17, “A. de K., J.”, La Ley, 1984-D, 52).
Medidas precautorias. Internación
Art. 629. -- Cuando la demencia apareciere notoria e indudable, el juez de oficio, adoptará
las medidas establecidas en el art. 148 del Cód. Civil, decretará la inhibición general de
bienes y las providencias que crea convenientes para asegurar la indisponibilidad de los
bienes muebles y valores.
Si se tratase de un presunto demente que ofreciese peligro para sí o para terceros, el
juez ordenará su internación en un establecimiento público o privado.
1. Curador provisorio ad bona
Se anticipó que, de conformidad con las prescripciones del art. 148 del
Código Civil, si la demencia apareciera notoria e indudable, “el juez mandará
inmediatamente recaudar los bienes del demente denunciado, y entregarlos,
bajo inventario, a un curador provisorio, para que los administre”.
Similares atribuciones confiere al juzgador el art. 471 del código de
Vélez, al indicar que el magistrado podrá, “si lo juzgase oportuno, nombrar un
curador interino a los bienes, o un interventor en la administración del
demandado por incapaz”.
No se trata del curador provisorio ad litem que debe necesariamente
nombrar el magistrado luego del examen de admisibilidad del escrito inicial
para que represente y defienda al denunciado (art. 626, Código Procesal),
aunque -como se aclaró oportunamente-, puede recaer en la misma persona
de aquél.
La designación de un curador a los bienes, en cambio, sólo procede si, a
criterio del juez, se verifican los extremos previstos en los citados arts. 148 y
471 del Código Civil; es decir, cuando los caracteres de la enfermedad o las
circunstancias del caso, impidan una adecuada administración del patrimonio
por parte del insano mientras dura el proceso.
Justamente lo que se procura es salvaguardar los bienes del denunciado
del estado de abandono y de la ineptitud que pueda acarrear la deficiencia
padecida.
Reiteramos que estas funciones deben ser ejercidas por el padre, madre
o tutor, cuando el denunciado sea menor de edad (art. 149, Código Civil).
Las medidas precautorias previstas en el art. 629 del Código Procesal
(que resulta aplicable a los alcoholistas habituales, toxicómanos y disminuidos,
de acuerdo al art. 637 bis), proceden cuando la demencia o los estados a que
se refieren los incs. 1° y 2° del art. 152 bis del Código Civil sean notorios e
indudables.
Así, es menester en principio que ello surja del peritaje o de los
certificados médicos iniciales necesarios para la admisibilidad de la denuncia,
lo cual supone la oportuna o coetánea apertura del proceso en los términos del
art. 626 del Código Procesal (CNCiv., Sala C, 1991/11/21, “Besada Gregorini,
Lía”, La Ley, 1992-B, 152 - DJ, 1992-1-877).
Tales medidas serán ordenadas por el juez atendiendo a la finalidad
preventiva que revisten, pero teniendo en cuenta asimismo, que importan una
limitación a la capacidad que el denunciado conserva -por principio- durante el
desarrollo del juicio.
2. Internación
Cuando el presunto insano ofreciere peligro para sí o para terceros,
podrá ordenarse también su internación en establecimiento público o privado.
La decisión que al respecto se adopte reviste carácter excepcional,
puesto que implica una restricción a la libertad de un individuo que no ha
delinquido. Por ende, resulta claro que no podrá extenderse más allá de lo
estrictamente necesario, y que deberá ser sometida a fiscalización judicial (art.
636).
Sin perjuicio de lo establecido en la norma en estudio, la internación del
presunto insano -con intervención judicial- puede tener lugar con
independencia de la promoción del juicio de insania. Así, el art. 482 segundo y
tercer párrafos, prevé que las autoridades policiales podrán disponer la
internación, dando cuenta al juez de las personas que por padecer de
enfermedades mentales, o ser alcohólicos crónicos o toxicómanos pudieren
dañar su salud o la de terceros o afectaren la tranquilidad pública. Dicha
internación sólo podrá ordenarse, previo dictamen del médico oficial.
Las medidas precautorias previstas en el art. 629 del Código Procesal
(que resulta aplicable a los alcoholistas habituales, toxicómanos y disminuidos,
de acuerdo al art. 637 bis), proceden cuando la demencia o los estados a que
se refieren los incs. 1° y 2° del art. 152 bis del Cód. Civil sean notorios e
indudables. Así, es menester en principio que ello surja del peritaje o de los
certificados médicos iniciales necesarios para la admisibilidad de la denuncia,
lo cual supone la oportuna o coetánea apertura del proceso en los términos del
art. 626 del Código Procesal (CNCiv., Sala C, 1991/11/21, "Besada Gregorini,
Lía", La Ley, 1992-B, 152 - DJ, 1992-1-877).
A pedido de las personas enumeradas en el artículo 144 el juez podrá,
previa información sumaria, disponer la internación de quienes se encuentren
afectados de enfermedades mentales aunque no justifiquen la declaración de
demencia, alcohólicos crónicos y toxicómanos, que requieran asistencia en
establecimientos adecuados, debiendo designar un defensor especial para
asegurar que la internación no se prolongue más de lo indispensable y aun
evitarla, si pueden prestarle debida asistencia las personas obligadas a la
prestación de alimentos.
Con relación a ello, la ley 22.194 -que reglamenta el régimen de
internación y egreso de establecimientos de salud mental- especifica que: “Los
jueces dispondrán de oficio todas las medidas apropiadas a fin de que las
internaciones se limiten al tiempo indispensable requerido por las necesidades
terapéuticas y la seguridad del internado y de terceros (...) El director del
establecimiento, en informe fundado, hará saber cuándo el internado se
encuentre en condiciones de egresar...”.
Art. 630. -- Cuando al tiempo de formularse la denuncia el presunto insano estuviera
internado, el juez deberá tomar conocimiento directo de aquél y adoptar todas las
medidas que considerase necesarias para resolver si debe o no mantenerse la
internación.
1. Contacto personal con el denunciado
Como una derivación del principio procesal de inmediación -que cobra
una connotación especial en esta clase de proceso- se procura el contacto
directo del juez con la persona afectada, así como la adopción de todas las
medidas necesarias para evaluar la conveniencia de su internación.
El deber del juez de tomar conocimiento del presunto insano internado
resulta indelegable. No obstante, con fundamento en la razonabilidad en la
interpretación de las leyes, cabe aceptar esa delegación si se tiene en cuenta
la extensión del territorio de la República y se atiende a razones de economía
procesal (CS, 1983/04/12, “D., A. S.”, Fallos, 305:454).
A lo prescrito por esta disposición, se suma para el Juez de la causa el
deber que con mayor latitud le impone la acordada 741/81 por la cual el insano
internado debió haber sido visitado por él por lo menos una vez al año.
El objeto de aquella disposición no radica en obtener la comprensión de
un interlocutor válido, como parecen interpretarlo algunos jueces, sino en
verificar si el internado se encuentra correctamente asistido tanto en lo
puramente psiquiátrico, como en el aspecto social, si sus necesidades son
correctamente atendidas por su curador o sus familiares, si es visitado por
éstos y si en opinión del profesional que lo trata, subsiste o no la necesidad de
la internación (CNCiv., Sala F, 1985/08/07, "R., T.", La Ley, 1985-D, 328).
El sentido de la acordada 741/81 al disponer la obligatoriedad de que el
insano sea visitado en su lugar de internación por el a quo, es la de obtener la
adecuada protección del internado, obligación ésta que no puede ser eludida
por considerarlo "innecesario" en razón de la forma clínica que reviste su
enfermedad, toda vez que dicha disposición no efectúa distinciones de acuerdo
a los distintos tipos de pacientes, ni -mucho menos- dejar librada su aplicación
al criterio de cada magistrado (fallo precitado).
Calificación médica
Art. 631. -- Los médicos, al informar sobre la enfermedad, deberán expedirse con la
mayor precisión posible, sobre los siguientes puntos:
1. Diagnóstico.
2. Fecha aproximada en que la enfermedad se manifestó.
3. Pronóstico.
4. Régimen aconsejable para la protección y asistencia del presunto insano.
5. Necesidad de su internación.
1. Pericia médica
En el proceso de incapacidad o inhabilitación de personas, y a través de
la apertura a prueba, se designa al cuerpo médico para que dictamine sobre el
estado actual de las facultades mentales de la persona y la periodicidad con
que deberá hacerse exámenes futuros (CNCiv., Sala J, 1997/07/18, “S., L. A.”,
La Ley, 1998-B, 494).
La pericia médica es esencial aunque no vinculante para el juzgador,
salvo en el supuesto de que se pronuncie a favor de la salud del denunciado,
en cuyo caso, no podrá declararse la incapacidad solicitada sin contrariar
abiertamente lo dispuesto por el art. 142 del Código Civil.
Hay que advertir que entre la norma en comentario y el art. 143 del
Código Civil surgen pequeñas diferencias que son resultado de ser el Código
Procesal anterior a la reforma de 1968 del Código de fondo, que no contempla
el proceso de inhabilitación.
Sin embargo, no parece dudoso que deba regirse analógicamente por
las reglas del proceso de insania, en cuanto le sean aplicables. Aun sin
remisión expresa igualmente le son aplicables con igual alcance las normas
contenidas en el Código Civil, en especial los arts. 142 y 143 (CNCiv., Sala F,
1979/11/27, "S., M., M.", La Ley, 1980-A, 154 - R. DJ, 980-3-132 - ED, 87-211).
Además, como nadie puede ser obligado a someterse a tratamientos o
exámenes médicos, porque es preciso respetar las decisiones personales
sobre el propio cuerpo, poner a cubierto la dignidad humana; la solución
procesal es mejor porque admite la obligatoriedad compulsiva. Para ello se
tiene presente que la revisación del presunto insano decretada por el juez para
definir situación jurídica es imprescindible para ordenar la internación forzada
cuando hay peligro para la vida del insano y para sus semejantes (arts. 143 y
482, Código Civil).
Esa amplitud de conocimientos le permite al magistrado resolver aun en
contrario del dictamen de facultativos, pues en definitiva es el quien debe
evaluar la incidencia que dicha situación física tenga, en orden al
desenvolvimiento del individuo en la comunidad.
No puede soslayarse, en este sentido, que se requiere de dos
presupuestos para que proceda la interdicción:
1) la afección mental comprobada mediante el dictamen de los
facultativos que se designe al efecto (art. 626) y
2) la ineptitud del denunciado -derivada de aquélla- de dirigir su persona
o administrar su patrimonio (art. 141, Código Civil).
2. Fecha aproximada en que se manifestó la enfermedad
Tal dato adquiere relevancia en el supuesto en que se discuta la validez
de los actos jurídicos otorgados por el denunciado con anterioridad a la
interdicción, porque pese a que durante la sustanciación del proceso aquél
mantiene su capacidad, sería factible aludir a un “período de sospecha” previo
a la mencionada declaración judicial (art. 473, Código Civil).
Traslado de las actuaciones
Art. 632. -- Producido el informe de los facultativos y demás pruebas, se dará traslado
por cinco días al denunciante, al presunto insano y al curador provisional y, con su
resultado, se dará vista al asesor de menores e incapaces.
1. Necesidad de notificación al presunto insano
Mientras no se dicte sentencia que admita la demencia, la demandada
es una persona capaz de gestionar sus derechos y proveer al cuidado de su
persona (arts. 52, 140, Código Civil). Esto se ve reflejado en el juicio de
insania, pues mientras no se dicte sentencia de interdicción, aquélla es parte
necesaria en defensa de su capacidad (CNCiv., Sala F, 1985/06/14, “A., R. I. c.
B. de A., L.”, La Ley, 1985-E, 139).
Puede suceder que el dictamen médico esté sin informar al demandado,
en cuyo caso se ha dicho que, aun cuando la pericia médica relativa a la
demencia no esté notificada al causante, si el procedimiento seguido se ajustó
a derecho con la notificación personal del auto de apertura y de la sentencia,
queda debidamente resguardado el derecho de defensa (CNCiv., Sala F,
1983/10/19, “J., D. N.”, La Ley, 1984-B, 301).
Si existe insuficiencia en el dictamen pericial médico producido, el Juez
tiene imposibilidad de correr traslado de aquello que observa nulo o anulable,
pues constituye un deber del oficio sanear eventuales irregularidades del
proceso. En consecuencia, no debe ordenar la internación del presunto insano,
sino declarar la nulidad de lo actuado (C.Civ. y Com., Posadas, Sala II,
2000/07/07, "N., R.", LL Litoral, 2000-1374).
En otro orden, cabe aclarar que, pese a contar con la representación del
curador ad litem puede el denunciado hacerse patrocinar por otros letrados.
2. Finalidad del traslado
El traslado de la pericia tiene por finalidad que los sujetos involucrados
en el juicio puedan apreciar el dictamen, e impugnen -de considerarlo
pertinente- las conclusiones de los facultativos designados.
La naturaleza y trascendencia del proceso obliga a respetar esta
bilateralidad, sin que la oposición u observaciones conduzca necesariamente a
la interdicción e internación del insano.
Sentencia. Supuesto de inhabilitación. Recursos. Consulta
Art. 633. -- Antes de pronunciar sentencia, y si las particularidades del caso lo
aconsejaren, el juez hará comparecer al presunto demente a su presencia o se trasladará
a su domicilio o lugar de internación.
La sentencia se dictará en el plazo de quince días a partir de la contestación de la vista
conferida al asesor de menores e incapaces o, en su caso, del acto a que se refiere el
párrafo anterior.
Si no se verificare la incapacidad, pero de la prueba resultare inequívocamente que del
ejercicio de la plena capacidad pudiere resultar daño a la persona o al patrimonio de
quien sin haber sido hallado demente presenta disminución de sus facultades, el juez
podrá declararlo inhabilitado en la forma y con el alcance previsto en el art. 152 bis del
Cód. Civil. En este caso, o si se declarase la demencia, se comunicará la sentencia al
Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas.
La sentencia será apelable dentro del quinto día por el denunciante, el presunto demente
o inhabilitado, el curador provisional y el asesor de menores.
En los procesos de declaración de demencia, si la sentencia que la decreta no fuere
apelada se elevará en consulta. La cámara resolverá previa vista al asesor de menores e
incapaces, sin otra sustanciación.
1. Principio de inmediación
Nuevamente, el código ritual prevé el contacto directo del juez con el
presunto incapaz, esta vez con anterioridad al dictado de la sentencia, pero sin
erigirlo en un “deber”, como debería haberse impuesto según la opinión de
destacados autores (cfr. Falcón Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de
la Nación, Tomo III, Editorial. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1994, pág. 161,
quien cita a Yánez, Martínez Vivot, Mirás y Gómez Alonso).
La demencia y la inhabilitación contemplados en el Código Civil
constituyen conceptos médico -jurídicos que son definidos en la sentencia
judicial teniendo en mira la protección de una persona que por padecer de una
enfermedad mental no puede dirigir su persona o administrar sus bienes (conf.
art. 141), al extremo que la declaración puede ser rechazada cuando se
advierte que la persona puede realizar tales actos, a pesar de que la
enfermedad esté acreditada (CNCiv., Sala B, 1996/05/07, "B., G. L. c. D., J.
G.", La Ley, 1997-A, 165 - DJ, 1997-1-557).
Teniendo presente esta situación, la visita del presunto insano es un
deber del Juez que no se suple con el conocimiento que haya adquirido
previamente. Inclusive, creemos que ello constituye una obligación cuando la
persona denunciada no se encuentra internada.
Sin embargo, el código no presenta esta constatación del modo como la
pensamos, de manera que la falta de conocimiento directo del juez sobre el
presunto insano, no es más que una facultad del magistrado que podrá o no
resolverlo dentro de sus posibilidades, ya que el informe médico y el dictamen
pericial expulsan toda posibilidad de duda en el sentenciante, y por eso no
causa la nulidad de la sentencia de insania.
2. Efectos de la sentencia
Se ha destacado que la sentencia de interdicción produce cosa juzgada
en sentido material, pues sin perjuicio de que el incapaz pueda obtener su
rehabilitación en un proceso posterior, éste habrá de fundarse sólo en
circunstancias sobrevinientes (Palacio Lino E. , Manual de Der. Proc. Civil, 10ª
ed., Abeledo Perrot, pág. 835), debiendo mediar necesariamente un nuevo
examen de sanidad realizado por facultativos y la pertinente declaración judicial
que diga finalizada la incapacidad.
2.1. Con relación a los actos celebrados por el incapaz
Declarada y firme la interdicción, cesa la capacidad de la persona, en
virtud de lo cual devienen nulos los actos posteriores por ella celebrados (art.
472 y 1041 del Código Civil).
En cuanto a los actos anteriores a la declaración de incapacidad, el art
473 primer párrafo del Código Civil señala que podrán ser anulados, si la causa
de la interdicción declarada por el juez, existía públicamente en la época en
que aquéllos fueron ejecutados. En el caso, la carga de demostrar la
notoriedad de la enfermedad pesa sobre el nulidicente.
Ahora bien, si la demencia no era notoria, la nulidad no puede hacerse
valer, haya habido o no sentencia de incapacidad, contra contratantes de
buena fe y a título oneroso (cfr. art. 473, segundo párrafo, introducido por la ley
17.711).
Téngase presente que en este supuesto, la mala fe deberá ser
acreditada por quien la interponga, porque la buena fe siempre se presume.
La acción para solicitar la nulidad, trátese de actos nulos o anulables,
prescribe a los diez años (art. 4023 del Código Civil).
Por último, es menester destacar que, luego del deceso del incapaz no
podrán ser impugnados sus actos entre vivos, por causa de incapacidad, a no
ser que ésta resulte de los mismos actos, o que se hayan consumado después
de interpuesta la demanda de incapacidad (art. 474, Código Civil). Esta
disposición no rige si se demuestra que hubo mala fe en quien contrató con el
fallecido.
2.2. Curador definitivo
Con la conclusión del proceso de insania, cesan las funciones de los
curadores provisorios ad litem y ad bona, de forma que si prospera la denuncia,
el juez debe designar (ya sea en la misma resolución o con posterioridad) un
curador definitivo quien asumirá el cargo previo juramento de ley para el
desempeño de su administración (art. 406 del Código Civil, aplicable a raíz de
la remisión que efectúa el art. 475).
A los fines de seleccionar el funcionario, se atenderá al orden de
prelación establecido en el Código Civil, otorgando preferencia al cónyuge (art.
476), para llamar luego a los hijos mayores de edad (art. 477) y a falta de
ambos, al padre o la madre (art. 478). Estos últimos podrán -de ejercer la
curatela-, nombrar curadores por testamento a sus hijos mayores de edad,
dementes o sordomudos (art. 479).
Ante la ausencia de las personas mencionadas -a las que se concede la
cuartela legítima- y en defecto de testamento, el juez tendrá que nombrar un
curador dativo, que demuestre idoneidad para llevar a cabo las funciones que
le son propias.
La obligación principal del curador del incapaz será cuidar que recobre
su capacidad, y a este objeto se han de aplicar con preferencia las rentas de su
bienes (art. 481, Código Civil), resultando aplicables a la curaduría, las normas
que rigen la tutela (art. 475, Código Civil).
3. Posibilidad de declarar la inhabilitación del denunciado
El art. 633 vislumbra una redacción confusa con las posibilidades
efectivas que la sentencia debe declarar.
En los hechos se tendrían que considerar dos situaciones con
soluciones diferentes. Si la sentencia comprueba la veracidad de la denuncia y
los fundamentos en ella acordados, advirtiendo correspondencia con la prueba
producida, decretará la incapacidad y las consecuencias que ello importa. En
cambio, si del análisis hecho no verifica ni tiene certeza sobre la situación
mental del demandado, y ello se corrobora con la prueba, o solamente con la
pericia médica que así lo indica, debe rechazar la pretensión.
Sin embargo, la norma se ocupa de otra proyección que tiene el caso, y
ocurre cuando no se da ni la situación denunciada, ni la certidumbre absoluta
sobre la sanidad del emplazado, encontrando que el mismo, si bien tiene
aptitudes mentales, ellas están disminuidas y sus comportamientos pueden
provocar daño en su persona o en los bienes, y aun constituir un peligro hacia
terceros.
La disminución en las facultades del denunciado de la que pueda derivar
una daño a su persona o patrimonio, determina que el juez pueda declarar su
inhabilitación en los términos del art. 152 bis del Código Civil.
A diferencia de la interdicción, dicha decisión no provocará la cesación
de la capacidad del afectado sino que, con un fin tuitivo y como se verá más
adelante, la limitará sólo en ciertos aspectos.
En este sentido, es dable recordar que la declaración de incapacidad
reviste carácter restrictivo, razón por la cual en caso de duda cabe estar a la
regla de la capacidad.
Dada la facultad que el código adjetivo confiere al judicante de declarar
la inhabilitación del denunciado en el juicio de insania, se plantea un
interrogante acerca de la procedencia de la situación contraria, esto es, la
resolución de la interdicción en procesos iniciados como de inhabilitación.
Al respecto, Llambías señala que, “lo más no está comprendido en lo
menos, no pudiendo el juez declarar una demencia de oficio” (Tratado de
Derecho Civil, Parte General, Tomo I, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1970,
pág. 406). Sin embargo, se ha sostenido que obligar a la iniciación de un nuevo
juicio cuando el resultado se anticipa de antemano resultaría contrario al
principio de economía procesal (CNCiv., Sala E, 1973/07/31, La Ley, 153-318).
En realidad, ante tales circunstancias, verificada la enfermedad mental y
la ineptitud del sujeto de dirigirse a sí mismo, correspondería la remisión de las
actuaciones al Ministerio Pupilar, en aras de procurar la protección del enfermo,
que se vería de otro modo, librado a su propia suerte.
4. Elevación en consulta
La sentencia que se dicte en el proceso, será apelable dentro del quinto
día por el denunciante, el presunto demente o inhabilitado, el curador
provisional y el asesor de menores.
No obstante, si se hiciere lugar a la declaración de demencia y no fuere
recurrida, se elevará a la cámara en consulta (disposición que reitera lo
dispuesto en el art. 253 bis del Código Procesal).
La elevación en consulta prevista por el art. 633 "in fine", sólo procede
en los casos en que se decreta la interdicción de la persona denunciada, como
una garantía más frente a las consecuencias que de tal declaración se derivan.
Por ello, si se trata de una inhabilitación, no tiene sentido consultar al superior.
Y ello es así porque se trata de un recurso legal instituido como una
garantía más que se otorga al denunciado, frente a la incapacidad absoluta de
hecho que se deriva de la declaración de insania.
Se ha dicho que, si bien las razones que justifican la institución de la
consulta en el juicio de insania podrían esgrimirse para su aplicación en el de
inhabilitación, la misma se encuentra claramente limitada por el art. 633 a los
casos de interdicción por demencia (CNCiv., Sala C, 1993/02/02, "R., J.", JA,
1994-I-347).
Sentado lo anterior, es factible sostener que la consulta no sólo funciona
ante la ausencia de apelación sino también cuando ésta es deficitaria, en
cualquiera de sus aspectos, hallándose facultada la Cámara para hacer jugar
sus facultades ordenatorias e instructorias (art. 36, Código Procesal) así como
para evaluar los hechos nuevos que se produzcan a partir del dictado del fallo
de la instancia de grado, como por ejemplo, la curación del enfermo (Hitters,
Juan Carlos, El mal llamado “recurso de consulta”, JA,1985-I- 789).
Cabe agregar que, no obstante lo expuesto, alguna jurisprudencia
señala que la elevación en consulta se aplica extensivamente a los supuestos
en los cuales se declara la inhabilitación (CNCiv., Sala E, 1995/08/29, “M., B.
A.”, [38.602-S], La Ley, 1996-B, 733).
5. Comunicaciones
En atención a los efectos derivados de la declaración la demencia o
inhabilitación, la sentencia se debe comunicar al Registro del Estado Civil y
Capacidad de las Personas a los fines de su oponibilidad frente a terceros.
Se advierte que, en un proceso por insania no debe comenzarse a
ejecutar el fallo con la aceptación del cargo y discernimiento de la curatela y el
libramiento de oficio al Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas
hasta tanto se practicara la elevación en consulta, toda vez que hasta que se
cumpla dicho trámite no existe sentencia firme (CNCiv., Sala F, 1982/12/24, "L.
de P., C. M.", ED, 103-668).
6. Supuesto en que se desestime la denuncia
Como hemos visto, no es posible pedir la declaración de demencia
cuando una solicitud igual se hubiera desechado, aunque sea otro el que la
peticione, “salvo si expusiese hechos de demencia sobrevinientes a la
declaración judicial” (art. 146 del Código Civil), previsión ésta que descansa en
la necesidad de evitar las molestias que supone este tipo de proceso para el
afectado, cuando no median nuevos elementos que revelen la existencia de la
enfermedad.
La Corte, en minoría, ha dicho que los recaudos exigidos por el art. 146
del Código Civil responden a la necesidad de evitar el abuso en la promoción
de acciones de insania, de modo que no pueden los tribunales de la causa
exonerarse de ponderar la seriedad de la denuncia antes de darle curso,
ordenando las medidas previstas por el art. 625 del Código Procesal (del voto
en disidencia de los doctores Moliné O'Connor, Fayt y Vázquez. La mayoría
consideró inadmisible el recurso) (CS, 1996/04/11, "A., A. E.", La Ley, 1996-D,
772 - DJ, 1996-2-939).
Costas
Art. 634. -- Los gastos causídicos serán a cargo del denunciante si el juez considerase
inexcusable el error en que hubiere incurrido al formular la denuncia, o si ésta fuere
maliciosa.
Los gastos y honorarios a cargo del presunto insano no podrán exceder, en conjunto,
del diez por ciento del monto de sus bienes.
1. Costas a cargo del denunciado
En principio, y en claro apartamiento a las disposiciones del art. 68 del
Código Procesal, se instituye un sistema por el cual los gastos ocasionados
durante el desarrollo del proceso deben recaer sobre el patrimonio del
denunciado, ya que en su propio interés cabe suponer que se ha promovido el
juicio de insania.
El mecanismo sutil es una variación de la apreciación subjetiva
contenida en el segundo párrafo del artículo 68 citado, que valora en este caso
la conducta del denunciante. Por eso, cuando la demanda se rechaza, la pauta
para distribuir las costas no es objetiva sino que admite la actuación por error
excusable, o de buena fe, para eximir de los gastos consecuentes.
Pero también si es rechazada la denuncia, la conducta observada por el
denunciante justifica una solución contraria, es decir, que sea, éste quien
soporte la correspondiente condena.
Ahora bien, los gastos y honorarios a cargo de presunto insano no
podrán exceder del 10% del monto de sus bienes, lo cual no significa que el
tribunal deba ajustarse exactamente al citado porcentaje, sino que puede tener
en cuenta una suma inferior, de acuerdo a las particularidades de cada caso
(CNCiv., Sala E, 1979/02/21 “C., E., BCNCivil, 980-III-5).
De tal modo, el art. 634 importa una modificación de los criterios
contenidos en las leyes arancelarias, que se ha instituido con la clara finalidad
de proteger el patrimonio del incapaz, evitando que la sustanciación del juicio
de insania ocasione una disminución sustancial de sus recursos y,
paradojalmente, pueda conducir a la desprotección material de aquél, cuya
tutela se persigue a través de la declaración de incapacidad (CNCiv., Sala F,
1985/09/10, “S., A. O.” [37.416-S] La Ley, 1986-D, 662).
En este sentido, se sostuvo que, si el art. 634 se encamina a mantener
incólume el patrimonio del presunto insano en lo que exceda del 10% de su
monto, no parece dudoso concluir en que a dicho fin deben computarse los
bienes que efectivamente lo componen al tiempo de la regulación y no los que
en algún momento lo integraron, pero que ya han salido de él a esa época. De
seguirse un temperamento distinto, podría darse el caso de que el incapaz
debiera afrontar en concepto de honorarios una suma que exceda su real
patrimonio a la época de su fijación si, por ejemplo, el producto de la
enajenación de aquéllos no se hubiese invertido de modo conveniente como
para resguardarlo de la desvalorización monetaria, situación ésta que sin duda
contradice el propósito que inspira a la citada previsión legal. Ello así y dado
que, en el caso, los bienes de la incapaz se encuentran representados
actualmente por las sumas de dinero que se obtuvieron de la venta de
inmuebles con más los intereses que devengara su imposición a plazo fijo, es
evidente que a los fines regulatorios deberá tomarse como punto de referencia
el importe que efectivamente totalicen los respectivos depósitos a la fecha en
que se fijen los honorarios (CNCiv., Sala F, 1985/09/10, “Sarando, Ana O.”,
[37.603-S], La Ley, 1987-B, 591).
2. Error inexcusable
La denuncia inexcusable es aquella que manifiesta ligereza en su
formulación o una conducta culpable, de manera que esta conducta es la que
constituye la pauta para la distribución de los gastos causídicos.
Ha de advertirse que de acuerdo con lo normado en el art. 929 del
Código Civil, el error no perjudica cuando ha habido razón para errar, pero no
podrá alegarse cuando la ignorancia del verdadero estado de cosas proviene
de una negligencia culpable. Por ello, la decisión sobre la excusabilidad del
error incurrido al formular una denuncia de inhabilitación (art. 152 bis, Código
Civil), cuando ésta no prospera, a fin de eximir de las costas al denunciante,
dependerá en mucho de las circunstancias del caso para apreciar si ha
mediado la "razón para errar", máxime en un proceso de la naturaleza del que
se trata, en que se acentúa el deber de obrar con prudencia y pleno
conocimiento de las cosas (art. 902, Código
Civil) (CNCiv., Sala G,
1980/12/04, “M. P. de V., M.” , La Ley, 1981-B, 26 - JA, 981-I-516 - ED, 93278).
Así, aparece justificada la acción si, pese a que el denunciado no es un
demente actual según el dictamen de los Médicos Forenses, la causa
demuestra que estuvo internado en el Hospital Borda durante un mes a raíz de
una reacción paranoide, del que se fugó. Por otra parte, la desaparición del
denunciado del hogar conyugal impedía un mayor contacto o proximidad con
aquél como para conocer su verdadera situación de salud mental y los dos
certificados médicos acompañados que datan contemporáneos a la denuncia
judicial expedidos por médicos de una Obra Social eran contestes en señalar
su falta de salud mental (CNCiv., Sala F, 1982/02/16, “R., O. J.”, La Ley, 1982C, 426).
En todos los casos, los antecedentes clínicos indican una pauta para
tener en cuenta, pero también la conducta en el proceso marca un renglón
importante a los fines de la imposición de costas.
De modo tal que, si se advierte que del resultado de los distintos
informes médicos, la capacidad del causante devenía indudable y que, a pesar
de ello, los denunciantes realizaron impugnaciones carentes de fundamento, y
además la denuncia fue promovida sin cumplir con la presentación de los
certificados médicos previstos en el ordenamiento legal vigente, tales
circunstancias indican la presencia de un error inexcusable en los términos del
art. 634 indicado (CNCiv., Sala E, 1996/10/22, “W. de G., S.”, La Ley, 1998-D,
908, J. Agrup., caso 12.875).
En caso de duda acerca de la conducta del denunciante, debe estarse
en principio por imponer las costas a cargo del denunciado, en cuyo beneficio
interpretó el accionante que deducía la demanda, debiendo apreciarse no
solamente las condiciones objetivas determinantes de la existencia o no de
malicia o error inexcusable, sino también las subjetivas referidas a la aptitud
intelectual de la denunciada, su entorno o situación ambiental que la rodeaba,
las urgencias del caso, la avanzada edad de la misma.
Por eso, no corresponde evaluar la conducta del denunciante en los
términos previstos en el art. 634 del Código Procesal -quien, en el caso,
peticiona el examen del Cuerpo Médico Forense en virtud de la ausencia de los
certificados previstos en el art. 624 de tal ordenamiento- si no se llega a dar
curso a la acción de declaración de inhabilitación por demencia conforme lo
establecido en el art. 626 del mismo cuerpo legal (CNCiv., Sala A, 1999/02/03,
"G., E. B.", La Ley, 1999-D, 221).
3. Denuncia maliciosa
Las costas se aplican al denunciante cuando, además de negligente e
inexcusable, la denuncia resulta maliciosa, teniendo en cuenta para ello que,
uno de los certificados médicos acompañados con la denuncia fue expedido
por un profesional que examinó al denunciado a pedido de los denunciantes en
dos reuniones sociales, ocultándosele el motivo del examen, y el otro
certificado fue realizado por una persona examinando al denunciante durante
una conversación mantenida con él luego de que fuera individualizado en un
bar por el letrado de las denunciantes. Estas actuaciones motivaron un proceso
penal en el cual dicha persona fue procesada por expedición de certificado
médico falso y falso testimonio, proceso que terminó en su absolución por el
beneficio de la duda. A todo lo cual deben agregarse las aptitudes y
procedimientos poco claros seguidos por las denunciantes durante el proceso
de inhabilitación y sus reiteradas tratativas de transar el juicio (CNCiv., Sala F,
1979/11/27, “M., M.”, La Ley, 1980-A, 154 - R. DJ, 980-3-132 - ED, 87-211).
Como se advierte, la conducta maliciosa presupone no ya una culpa
grave o error inexcusable sino dolo, mala intención, designios encubiertos en
quienes someten al denunciado a las vejaciones propias de un proceso
especial como el que nos ocupa.
4. Inhabilitación
El art. 152 bis del Código Civil manda que en lo pertinente se apliquen
las reglas de procedimiento relativas a la declaración por demencia. Ello se
reitera en el art. 637 bis del código de rito.
Por ende, en materia de costas en el proceso de inhabilitación deben
seguirse las pautas que prevé el art. 634 del Código Procesal respecto del
juicio de insania, según el cual deben ser soportadas por el denunciado en
cuyo interés debe entenderse que se acciona, considerándose -sólo cuando la
denuncia es rechazada- si hubo buena fe o, por el contrario, malicia o error
inexcusable, para imponerlas en esos casos al denunciante. (CNCiv., Sala G,
1980/12/04 “M. P. de V., M.”, La Ley, 1981-B, 26 - JA, 981-I-516- ED, 93-278).
5. Honorarios
Para regular honorarios en una acción de inhabilitación o de insania,
corresponde aplicar lo dispuesto por el art. 30 de la ley 21.839 que remite a las
pautas del art. 6º del mismo cuerpo legal, pues lo establecido en el párr. 2º del
art. 634 del Código Procesal debe ser tomado –como se señaló anteriormentecomo una limitación y no como un criterio regulatorio (CNCiv., Sala K,
1996/04/22, “Pereda, Horacio V. N. M.”, La Ley, 1997-B, 820, J. Agrup., caso
11.328).
El juicio de declaración de demencia carece de contenido patrimonial,
pues tiende a la protección de la persona del incapaz. Asimismo, la limitación
que establece el art. 634 del Código Procesal no es óbice a la precedente
conclusión, pues constituye un tope y no un criterio para regular los honorarios
en ese porcentaje.
Por eso, se afirma que la carencia de contenido patrimonial no impide
considerar el monto de los bienes del presunto demente para establecer una
justa retribución de la tarea cumplida por los profesionales intervinientes
(CNCiv., Sala B, 1996/05/21, "P., D.", La Ley, 1996-E, 217 - DJ, 1996-2-703).
Rehabilitación
Art. 635. -- El declarado demente o inhabilitado podrá promover su rehabilitación. El juez
designará tres médicos psiquiatras o legistas para que lo examinen y, de acuerdo con
los trámites previstos para la declaración de demencia, hará o no lugar a la
rehabilitación.
1. Legitimación
Se prevé en este caso, que el propio incapaz o inhabilitado pueda
promover su rehabilitación, a lo que se suma la legitimación de su curador principal custodio de la recuperación del enfermo o disminuido-.
Es consecuencia necesaria de la declaración de demencia de una
persona mayor de edad, el nombramiento de curador. De esta forma se viene a
remediar legalmente la incapacidad, otorgándole la necesaria asistencia y
representación. Por tal razón la responsabilidad que el nombramiento importa,
obliga a que el desempeño del cargo debe efectuarse con la más severa y
escrupulosa corrección, teniendo en cuenta que también en él recae la
obligación de asistencia y restablecimiento.
Asimismo, pueden pedir la rehabilitación aquellos que pueden instar el
juicio de insania (art. 144 del Cód. Civil), con excepción de “cualquier persona
del pueblo”, por variar las circunstancias que justifican su participación.
2. Recaudos
La cesación de la incapacidad por el completo restablecimiento de los
dementes, sólo tendrá lugar después de un nuevo examen hecho por
facultativos, y tras la declaración judicial, con audiencia del Ministerio de
Menores (art. 150, Código Civil).
Aducida la sanidad mental resulta entonces imprescindible el
sometimiento de la persona a dicho examen para demostrar que no es una
alienada (CNCiv., Sala D, 1994/11/18, “B., L.”, [38.415-S], La Ley, 1995-E, 557)
En el incidente respectivo -en el que resulta competente el juez que
declaró la interdicción (art. 5 inc. 8º del Cód. Procesal)- intervendrá el curador
del incapaz, deviniendo por ello innecesaria la designación de un curador ad
litem.
Fiscalización del régimen de internación
Art. 636. -- En los supuestos de dementes, presuntos o declarados, que deban
permanecer internados, el juez, atendiendo a las circunstancias de cada caso, podrá
disponer que el curador provisional o definitivo y el asesor de menores e incapaces
visiten periódicamente al internado e informen sobre la evolución de su enfermedad y
régimen de atención a que se encontrare sometido. Asimismo, podrá disponer que el
director del establecimiento informe periódicamente acerca de los mismos hechos.
1. Régimen de internación
La ley 22.914 (regulatoria del régimen de ingreso y egreso de las
instituciones de salud mental) impone asimismo al juez el deber tanto de
inspeccionar los lugares de internación como de verificar las condiciones de
alojamiento, atención médica y cuidado personal (art. 10), pudiendo solicitar al
director del hospicio la emisión periódica de informes acerca de esos hechos.
Recaen funciones de control, asimismo, en la persona del curador y del
asesor de menores que participe en la causa, quienes deberán denunciar toda
falencia que observen al respecto.
La necesidad de fiscalización se explica en el fundamento mismo de la
interdicción -que tiende a proteger al sujeto inapto para el gobierno de su
persona y de sus bienes- y se acentúa aún más por la fuerte restricción que
importa la privación de la libertad del alienado, la cual sólo puede verse
tolerada con carácter restrictivo, en razón de la propia seguridad del afectado
así como la de terceros que puedan verse dañados.
CAPITULO II -- Declaración de sordomudez
Sordomudo
Art. 637. -- Las disposiciones del capítulo anterior regirán, en lo pertinente, para la
declaración de incapacidad del sordomudo que no sabe darse a entender por escrito y,
en su caso, para la cesación de esta incapacidad.
1. Fundamento y régimen aplicable.
La desigual condición en que se halla el sordomudo frente a los terceros
-se trata de personas que no pueden exteriorizar su voluntad prácticamente en
modo alguno- justifica otorgarle protección mediante la representación
necesaria que se estatuye como consecuencia de la interdicción.
La incapacidad que se admite es para los actos de la vida civil, debiendo
procederse al igual que se hace con los dementes (arts. 54 inciso 4º y 154,
Código Civil). En concordancia, el art. 637 establece que se aplican las
reglamentaciones del proceso de insania, en lo pertinente, tanto para la
interdicción como para la rehabilitación.
2. Legitimación
Podrán solicitar la incapacidad del sordomudo las mismas personas que
pueden pedirla para los dementes (art. 156, Código Civil), con exclusión de la
acción popular a la que alude el inc. 5º del art. 144 al que se remite, pues las
circunstancias en él contempladas distan de las que pueden verificarse en la
especie.
3. Examen médico
Previo a declarar la incapacidad se requiere el examen de los
facultativos, quienes verificarán si el denunciado puede darse a entender por
escrito. Si no pudieren expresar su voluntad de ese modo, los médicos
determinarán, también, si padecen de enfermedad mental que les impida dirigir
su persona o administrar sus bienes y en tal caso se seguirá el trámite de
incapacidad por demencia” (art. 155 de la ley de fondo).
En muchas ocasiones la sordomudez puede estar ligada a la demencia;
otras, será derivación de un trastorno del desarrollo que en nada se relacione
con aquélla. Por ello, los peritos tienen que diagnosticar el carácter de la
afectación y si ésta constituye una manifestación de las alteraciones mentales
del sujeto, en cuyo supuesto deberá estarse al régimen de la demencia.
4. Diferencias entre sordomudos e incapaces
Pese a las analogías y remisiones efectuadas legalmente de un régimen
a otro, existen diferencias fundamentales entre el demente interdicto y el
incapaz sordomudo.
Por un lado, el sordomudo conserva discernimiento, por lo que responde
por los hechos ilícitos que cometa (art. 921, Código Civil). Asimismo, puede
celebrar matrimonio si le es posible manifestar su voluntad en forma inequívoca
(art. 166 inc 9º, Código Civil). Finalmente, puede adquirir la posesión de las
cosas por sí mismo (art. 2392 del mismo ordenamiento).
CAPÍTULO III -- Declaración de inhabilitación
Alcoholistas habituales, toxicómanos, disminuidos
Art. 637 bis. -- Las disposiciones del capítulo I del presente título regirán en lo pertinente
para la declaración de inhabilitación a que se refiere el art. 152 bis, incs. 1 y 2 del Cód.
Civil.
La legitimación para accionar corresponde a las personas que de acuerdo con el Código
Civil pueden pedir la declaración de demencia.
1. Inhabilitación judicial y finalidad
El régimen de inhabilitación judicial es una institución destinada a
proteger a las personas que se encuentran afectadas por diversos tipos de
deficiencias morales, psíquicas o de conducta, que inciden sobre su
discernimiento colocándolas en situación de inferioridad para la gestión de su
patrimonio y en el caso especial de los pródigos, la finalidad es la protección de
su familia (conf. Llambías, Jorge J., Estudio de la reforma del Código Civil, Ley
17.711, Editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1969, pág. 49).
El art. 637 bis que analizamos, establece que las disposiciones del cap. I
de ese título rigen, en lo pertinente, para la declaración de inhabilitación a que
se refiere el art. 152 bis, incs. 1° y 2° del Código Civil. En estos supuestos se
restringe seriamente la capacidad, máxime cuando se establece que el
inhabilitado no puede realizar actos de administración sin la conformidad del
curador, ni actos de disposición sin la autorización judicial.
Por eso, se sostiene que, en los supuestos de inhabilitación judicial
previstos por el art. 152 bis del Código Civil, median razones análogas al caso
de declaración de demencia, aun cuando la sentencia de inhabilitación no
provoque la incapacidad absoluta del denunciado y solo limita su capacidad de
disponer y eventualmente la de administrar sus bienes, facultades que sólo
podrá ejercer con la conformidad del curador. En tales condiciones, su
capacidad se ve seriamente restringida, por lo que no es aconsejable privarlo
de las garantías procesales, que -como la del art. 633, Código Procesal- se le
reconocen a los presuntos insanos (CNCiv., Sala C, 1994/05/24, "B., O. A.",
ED, 161-457).
Asimismo, el art. 152 bis, inc. 2°, cubre aquellos supuestos en los cuales
simples trastornos de la volición y la afectividad, manías parciales, constituyen
estadios fronterizos o intermedios que no justifican una interdicción total del
enfermo, pero que lo colocan en una situación de inferioridad ante sus
semejantes, que hacen aconsejable su protección legal (CNCiv., Sala E,
1985/10/02, "Z., M. S.", La Ley, 1986-A, 399 - DJ, 986-II-249).
Según el art. 152 bis del Código Civil se puede extender a las siguientes
personas:
1º) A quienes por embriaguez habitual o uso de estupefacientes estén
expuestos a otorgar actos jurídicos perjudiciales a su persona o patrimonio.
2º) A los disminuidos en sus facultades cuando sin llegar al supuesto
previsto en el art. 141 de este Código, el juez estime que del ejercicio de su
plena capacidad pueda resultar presumiblemente daño a su persona o
patrimonio.
3º) A quienes por la prodigalidad en los actos de administración y
disposición de sus bienes expusiesen a su familia a la pérdida del patrimonio.
En este caso, sólo procederá la inhabilitación si la persona imputada tuviere
cónyuge, ascendientes o descendientes y hubiere dilapidado una parte
importante de su patrimonio.
2. Capacidad del inhabilitado
Los inhabilitados son personas que mantienen su plena capacidad de
hecho para todo aquello en que ésta no hubiese sido expresamente limitada.
Si bien no podrán disponer de sus bienes por actos entre vivos sin la
conformidad de su curador, les está permitido ejercer actos de administración,
salvo los que limite la sentencia de inhabilitación, teniendo en cuenta las
circunstancias del caso (art. 152 bis "in fine").
Como se advierte, la restricción sólo opera con relación a los actos de
contenido patrimonial, por lo que el inhabilitado puede ejercer todos sus
derechos extrapatrimoniales (contraer matrimonio, ejercer la patria potestad,
adoptar, reconocer hijos, etc.), promover acciones personalísimas (divorcio,
filiación, etc.), aceptar liberalidades e incluso disponer por testamento.
Cabe recordar que, la protección que brinda el art. 152 bis del Código
Civil, no se limita a lo patrimonial, como podría pensarse si sólo se atiende a
las funciones ordinarias del curador; por el contrario, abarca los intereses
personales del inhabilitado.
En los supuestos de los incs. 1° y 2° se advierte que la inhabilitación
procura tutelar a los ebrios habituales, los toxicómanos y los disminuidos en
sus facultades, en prevención de daños que el ejercicio pleno de su capacidad
pudiera producir tanto a su persona, como a su patrimonio. Es consecuencia,
de esa doble finalidad, que las funciones normales de asistencia del curador no
estén limitadas a la preservación de los bienes materiales, sino que debe
comprender la vigilancia de todos los actos de su curado que puedan irrogarle
daños de aquellas dos especies (CNCiv., Sala C, 1985/12/11, "E. de C., M. C.",
La Ley, 1986-B, 273 - ED, 117-564).
Además, la facultad judicial de reglamentar otras funciones del curador,
de acuerdo a las circunstancias del caso (última parte del art. 152 bis), debe
interpretarse y ejercerse en orden a finalidades amplias de protección.
Cuando la naturaleza y característica propias de la enfermedad hagan
posible su agravación, debe munírselo de atribuciones específicas, tendientes
a prevenir los perjuicios personales y aun de terceros (fallo citado
precedentemente).
3. Supuestos contemplados en el art. 637 bis del Código Procesal
De conformidad con el art. 637 bis, la declaración de inhabilitación de
ebrios, toxicómanos y disminuidos mentales, tramitan por las normas del juicio
de insania, mientras que la de los pródigos es por la vía sumaria, que como ya
se anticipó, se trata de la modalidad sumarísima del juicio por audiencias según
lo establecido en el párrafo segundo del art. 319.
3.1. Ebriedad y toxicomanía
La protección legal no tiene en mira a quien accidentalmente está en
estado de ebriedad o bajo la influencia de estupefacientes, sino a quienes han
contraído una adicción que los exponga a otorgar actos jurídicos perjudiciales
(Belluscio, Augusto -Zannoni, Eduardo, Código Civil, tomo I, Editorial Astrea,
Buenos Airess, 1988, pág. 583).
La prueba se dirige a demostrar el carácter crónico de la afección y la
incidencia que tiene en la vida de relación.
Cabe agregar que, las medidas precautorias previstas en el art. 629 del
Código Procesal (que resulta aplicable a los alcoholistas habituales,
toxicómanos y disminuidos, de acuerdo al art. 637 bis), proceden cuando la
demencia o los estados a que se refieren los incs. 1° y 2° del art. 152 bis del
Código Civil sean notorios e indudables.
Así, es menester en principio que ello surja del peritaje o de los
certificados médicos iniciales necesarios para la admisibilidad de la denuncia,
lo cual supone la oportuna o coetánea apertura del proceso en los términos del
art. 626 (CNCiv., Sala C, 1991/11/21, "Besada Gregorini, Lía", La Ley, 1992-B,
152 - DJ, 1992-1-877).
3.2. Disminución de las facultades mentales
Se hallan disminuidas en sus facultades, en el sentido del artículo 152
bis del Código Civil, aquellas personas cuya mente está debilitada, sin que
exista una pérdida total de la razón que hiciere procedente la declaración por
demencia.
Puede decidirse su inhabilitación tanto en forma directa o autónoma
como en el marco de un juicio promovido por insania, siendo requisito que se
pueda verificar la incapacidad requerida en los términos del art. 141 de la ley
de fondo, o se compruebe una disminución en las facultades mentales de la
que pudiere derivarse daño a la persona o patrimonio.
Al igual que la adicción, se requiere que la enfermedad revista carácter
permanente, pues la mera perturbación accidental de las facultades no justifica
un régimen estable de protección.
Las enfermedades mentales psicóticas están incluidas en el ámbito del
art. 141 del Código Civil. Las no psicóticas, en cambio pueden encuadrar en
aquella norma o en la causal de inhabilitación contemplada en el art. 152 bis
inc. 2º de dicho ordenamiento, según la incidencia de la enfermedad mental en
la vida de relación del afectado.
Así, cuando acarrean una falta de aptitud para administrar los bienes o
dirigir la persona, quedan comprendidas en el art. 141, en tanto que si de dicha
enfermedad sólo resulta el riesgo o presunción de que el afectado realice actos
perjudiciales, es de aplicación el último artículo (CNCiv., Sala B, 1997/05/08,
"K., J.", La Ley, 1998-C, 689).
4. Procedimiento aplicable
El art. 637 bis expresa, en concordancia con las prescripciones del
Código Civil, que serán aplicables “en lo pertinente”, al trámite de la
inhabilitación, las disposiciones relativas a la declaración de demencia.
De tal modo, resulta exigible la presentación -junto con la denuncia- de
los certificados médicos que avalen los hechos expuestos en aquélla, la
realización de la pericia médica y el nombramiento de un curador a los bienes
en los términos del art. 148 del Código respectivo. En cambio, se ha excluido la
designación del curador ad litem.
Sentado ello anterior, para dar trámite al pedido de inhabilitación
fundado en la causal del art. 152 bis inc. 2º, es requisito indispensable que
previamente dos médicos examinen al demandado a los fines previstos por los
arts. 624 y 625 del Código Procesal pues recién con el resultado del informe
médico se tiene un elemento objetivo que autoriza a presumir que existen
motivos serios y valederos como para someter al demandado a la investigación
de si sus facultades se encuentran disminuidas o no
En cuanto a la consulta contemplada en el art. 633 del Código adjetivo,
ya hemos visto que existen posturas contrapuestas. Por un lado, y en atención
a que en estos supuestos se restringe seriamente la capacidad, máxime
cuando se establece que el inhabilitado no puede realizar actos de
administración sin la conformidad del curador, ni actos de disposición sin la
autorización judicial, se estima que la elevación de los autos "en consulta" es
también aplicable al proceso en análisis (CNCiv., Sala E, 1982/09/30, “Arancet,
Gastón G.”, ED, 102-564).
Por otro, se ha resuelto que dicha elevación no procede ya que las
normas de los arts. 624 y siguientes son aplicables únicamente "en lo
pertinente" (conf. art. 637 del mismo cuerpo legal), señalando que por más
amplitud que se asigne a la sentencia de inhabilitación, ello nunca implicará la
incapacidad del inhabilitado, quien seguirá actuando por sí, bien que con la
conformidad de su curador en algunos supuestos (CNCiv., Sala A, 1983/07/05,
“C., J. C.”, ED, 105-169).
5. Legitimación
En los supuestos previstos por los incs. 1º y 2º del art. 152 bis, se
encuentran legitimados para solicitar la inhabilitación las mismas personas que,
de acuerdo al art. 144 de aquel cuerpo legal, pueden pedir la declaración por
demencia (art. 637 bis, segundo párrafo).
Dicha norma establece que cuando se declare la inhabilidad, deberá
nombrarse un curador al inhabilitado y se aplicarán en lo pertinente las normas
relativas a la declaración de incapacidad por demencia, y si bien es cierto que
la doctrina se inclina por considerar que las funciones del curador son las de
asistir al inhabilitado y no las de representación, y, además, debe tenerse
cuidado en no aplicar a los inhabilitados las disposiciones de la curatela
referentes a la interdicción, pues están destinadas a prever supuestos muy
distintos, la norma no establece con criterio absoluto, ni limitativo las facultades
del curador.
Normalmente serán las de dar conformidad para que el inhabilitado
pueda disponer de sus bienes por actos entre vivos (antepenúltimo párrafo del
artículo), pero ello no excluye que esas facultades puedan ampliarse, de
acuerdo a las circunstancias particulares de cada caso.
Una vez puesto en marcha el aparato jurisdiccional, éste no puede
permanecer impasible frente a los conflictos familiares o de intereses que
condicionan el impulso de la acción de inhabilitación; por lo tanto, ante el
desistimiento de los denunciantes corresponde que sea el Ministerio Pupilar
quien urja los trámites tendientes al dictado de una declaración que, si por estar
reunidos los requisitos exigidos resultare procedente, no ha de redundar sino
en beneficio de la causante.
Remitiendo el art. 152 bis, en lo concerniente al procedimiento de
inhabilitación a las disposiciones del juicio de insania, la legitimación del Asesor
de Menores para intervenir surge con claridad del precepto que contiene el art.
144 del Código Civil.
6. Sentencia
Acreditada la trascendencia de la enfermedad en la vida de relación del
causante, es el juez quien establecerá el sistema de protección que mejor
ampare al enfermo.
Podrá ser entonces, la sentencia de incapacidad, sin salvedad alguna,
en cuyo caso la persona pasará a desarrollar su vida jurídica a través de un
representante y no podrá realizar, obviamente, actos personalísimos pues
quedará comprendida en el supuesto del art. 54, inc. 3° del Código Civil, o
podrá dictarse un pronunciamiento que restrinja la posibilidad de disponer de
bienes por actos entre vivos o también de administrar algunos de ellos o la
totalidad que pertenecieran al causante, de acuerdo con las prescripciones del
art. 152 bis (del dictamen del Asesor de Menores de Cámara) (CNCiv., Sala C,
1985/08/12, "Del V., J. L.", La Ley, 1985-E, 47).
Pródigos
Art. 637 ter. -- En el caso del inc. 3 del art. 152 bis del Cód. Civil, la causa tramitará por
proceso sumario.
1. Pródigos.
Pródigo es aquél que “por desorden del espíritu o de las costumbres,
disipa su fortuna en gastos sin sentido”; quien tiene “propensión a los gastos
inútiles o desproporcionados a la situación patrimonial” (Belluscio-Zannoni, ob.
cit., pág. 585 y sus citas).
La prodigalidad en los actos de administración y disposición, exigida por
el art. 152 bis, para declarar la inhabilitación, debe entenderse como sinónimo
de dilapidar, vocablo también usado por el legislador. Deben siempre tratarse
de actos irracionales, ruinosos, excesivos injustificados, vanos, inútiles,
insensatos o caprichosos, análisis que debe efectuarse -en principioprescindiendo de los motivos que pudieran inducir al sujeto a realizarlos
(CNCiv., Sala F, 1979/11/27, “M., M.”, La Ley, 1980-A, 154 - R. DJ, 980-3-132 ED, 87-211).
En este caso, la finalidad del instituto tiende no sólo a la protección del
propio afectado sino también a la de su grupo familiar
2. Requisitos
Quienes demandan la declaración de inhabilitación de una persona por
prodigalidad deben inexcusablemente acreditar la existencia de los bienes que
integran el patrimonio del denunciado y, asimismo, su valor, ya que de otra
forma no puede establecerse la incidencia de los actos que se imputan en el
patrimonio.
En conjunto son cuatro los requisitos para que se configure la
prodigalidad a los efectos de la inhabilitación del art. 152 bis,
a) La acción dilapidatoria,
b) la existencia de un núcleo familiar,
c) habitualidad de la conducta y
d) incidencia patrimonial de la conducta dilapidatoria.
La acción dilapidatoria aparece acreditada cuando existen gastos
desproporcionados e inútiles que no guardan relación con las necesidades de
la persona que los produce. Esta situación debe ser habitual, es decir, que no
adquiere trascendencia, a los fines estudiados, la pérdida accidental de una
porción del patrimonio, o el gasto que apareja un negocio desfavorable.
Por lo demás, no basta con que se exponga a la familia a la pérdida del
patrimonio sino que es preciso que se demuestre que el denunciado ha
disipado “una parte importante” del mismo.
Se advierte entonces que no es innecesario el dictamen médico en los
juicios de inhabilitación por prodigalidad, pues el pródigo no es tal por una
enfermedad mental, sino por una falla en su conducta que incide en la
administración y disposición de sus bienes.
Sin embargo, se ha expresado que, sería de gran utilidad para el
sentenciante, no ya como una prueba determinante sino como un elemento
significativo, contar con un informe psicológico respecto de la personalidad del
denunciado (del dictamen del Asesor de Menores de Cámara doctor Molina)
(CNCiv., Sala E, 1987/11/27, “S. V., A. y otro c. S. V., F.”, La Ley, 1988-C, 324).
3. Legitimación
Debido a las características propias de esta clase de inhabilitación y la
finalidad con ella perseguida, las personas legitimadas para solicitarla no son
las mismas que para el resto de los supuestos contemplados en el art. 152 bis
del Código. Civil.
Esta misma norma establece expresamente en su inc. 3º, que “la acción
para obtener esta inhabilitación sólo corresponderá al cónyuge, ascendientes y
descendientes”, esto es, aquellos que integran el grupo familiar cuya protección
se intenta.
4. Trámite
En el juicio de inhabilitación por prodigalidad no corresponde la
designación de curador "ad litem". En cambio, es procedente el nombramiento
de un curador provisional a los bienes en función de lo dispuesto en los arts.
148 y 471 del Código de fondo, aplicables por analogía al supuesto
mencionado.
No obsta a esa conclusión lo preceptuado por el art. 637 ter del Código
Procesal, por cuanto la circunstancia de que dicha norma determine que la
causa por prodigalidad debe tramitar por el proceso sumario, no excluye la
posibilidad de que se designe un curador provisional a los bienes del supuesto
pródigo (CNCiv., Sala E, 1984/03/19, “Madariaga Anchorena de Bustos, M. M.”,
ED del 21/6/84, p. 8).
5. Rehabilitación
Puede solicitarse no sólo ante la desaparición de las causas que dieron
motivo a la inhabilitación, sino también luego del fallecimiento de las personas
legitimadas para solicitarla o a pedido de todas éstas (Arazi, Roland -Rojas,
Jorge, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Tomo III, Editorial
Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2001, pág 223).
Sentencia. Limitación de actos
Art. 637 quáter. -- La sentencia de inhabilitación, además de los requisitos generales,
deberá determinar, cuando las circunstancias del caso lo exijan, los actos de
administración cuyo otorgamiento le es limitado a quien se inhabilita.
La sentencia se inscribirá en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas.
1. Efectos de la sentencia de inhabilitación
Cabe reiterar aquí que los inhabilitados no son incapaces (art. 54,
Código Civil), por lo que pueden celebrar todos aquellos actos que no les sean
expresamente vedados.
Las limitaciones que se establezcan sólo operarán en el orden
patrimonial, debiendo el inhabilitado requerir la conformidad del curador para
otorgar actos de disposición y para realizar los de administración que no pueda
ejercer por sí mismo.
Con el dictado de la sentencia que decide la inhabilitación, tórnase
imprescindible la designación de un curador, cuya elección se rige por las
disposiciones de los arts. 476 a 478 del Código Civil.
Ahora bien, no todas las normas que regulan la curatela referente a la
declaración de demencia devienen aplicables a la inhabilitación, pues el
curador en este caso, sólo asiste al individuo, colaborando en la administración
y disposición de sus bienes; mas no lo representa ni puede sustituirlo.
Si el inhabilitado celebra un acto prohibido sin la conformidad de su
curador, ha de entenderse que ese acto es nulo (conf. art. 1042 del Código
Civil), pero de nulidad relativa, es decir que puede ser confirmado, porque la
invalidez se instituye para asegurar la protección del sujeto y no para
sancionarlo (arts. 1048 y 1049 del Cód. Civil).
La sentencia de inhabilitación debe ser inscripta en el Registro del
Estado Civil y Capacidad de las Personas, pues sólo a partir de ese momento,
resulta oponible a terceros que no la hubieren reconocido.
Finalmente, se ha dicho que la sentencia que deja sin efecto la
declaración de demencia e inhabilita al causante en los términos del art. 152
bis, inc. 2º del Código Civil no permite la aplicación de los arts. 253 bis y 633
del Código Procesal, por cuanto la decisión le devuelve aunque limitada su
capacidad (CNCiv., Sala E, 1995/08/29, "M., B. A.", 38.602-S, La Ley, 1996-B,
733).
Divergencias entre el inhabilitado y el curador
Art. 637 quinter. -- Todas las cuestiones que se susciten entre el inhabilitado y el curador
se sustanciarán por el trámite de los incidentes, con intervención del asesor de menores
e incapaces
1. Disconformidad del curador
En caso de que el curador se negare a prestar su conformidad en la
realización de algún acto que requiera aprobación, será el juez que declaró la
inhabilitación quien resuelva definitivamente la cuestión, previa vista al
Ministerio Público.
No obstante, en los supuestos en que se sostiene que renace la
intervención del Ministerio Pupilar, para el caso de la inhabilitación, no cabe
limitarse a las controversias que pueden suscitarse entre curador e inhabilitado
respecto a sus cuestiones patrimoniales (art. 637 quinter, Código Procesal), y
al eventual pedido de rehabilitación (art. 635, Código citado), sino a todos los
casos en que el status jurídico del causante, con posterioridad al dictado de la
sentencia, sea asimilable a la situación de incapacidad de un mayor adulto o
bien cuando las funciones asignadas por el juez al curador alcancen aspectos
que redunden en la integridad personal del inhabilitado (del dictamen del
Asesor de Menores de Cámara) (CNCiv., Sala D, 1990/11/29, “M. A. de B. M.”,
La Ley, 1991-D, 376 DJ, 1991-2-739).
TITULO III -- Alimentos y litisexpensas
Recaudos
Art. 638. -- La parte que promoviere juicio de alimentos deberá, en un mismo escrito:
1. Acreditar el título en cuya virtud los solicita.
2. Denunciar, siquiera aproximadamente, el caudal de quien deba suministrarlos.
3. Acompañar toda la documentación que tuviere en su poder y que haga a su derecho,
de acuerdo con lo dispuesto en el art. 333.
4. Ofrecer la prueba de que intentare valerse. Si se ofreciere prueba testimonial, los
testigos declararán en primera audiencia.
1. El juicio de alimentos
El proceso de alimentos y litis expensas es parte integrante de los
procesos de familia, y su objeto consiste en resolver la asistencia de alimentos
que formula el actor.
La petición, antes que un proceso contradictorio, es un juicio de
contenido social, por eso la prestación de alimentos en el marco de las
relaciones de familia debe buscarse en términos de solidaridad humana, y más
precisamente en la necesidad de que todos quienes están ligados por lazos de
sangre concurran a hacer posible el bien personal de los integrantes de la
comunidad familiar a la que pertenecen.
Como proceso tiene características especiales que se inician con el
principio de unidad de conocimiento al determinar la competencia de los
conflictos de familia en el juez o tribunal que toma intervención primera.
El art. 13 inciso i, de la ley 23.898 establece que están exentas de tasa
de justicia, las actuaciones derivadas de las relaciones de familia que no
tengan carácter patrimonial, las demandas por alimentos y litisexpensas, y las
atinentes al estado y capacidad de las personas.
El proceso de alimentos no sólo es un proceso especial, sino
sustancialmente tras la reforma hecha por la ley 25.488, un proceso
sumarísimo, propiamente dicho, por lo que el conocimiento del juzgador es
fragmentado y parcial antes que pleno.
La implementación del juicio abreviadísimo y por audiencias, persigue la
mayor simplicidad y celeridad del trámite, a tenor de la índole de las
necesidades que tiende a satisfacer la propia obligación alimentaria en sí, y la
correlativa urgencia del acreedor de los alimentos en obtener su cumplimiento.
Se trata entonces de un proceso simplificado tanto en sus dimensiones
temporales como formales.
Además nos encontramos con una legitimación pasiva demarcada por
quienes tienen la obligación de prestar alimentos en los términos del Código
Civil; debe acreditarse el vínculo jurídico que permite el reclamo de alimentos,
aportando el respectivo título alimentario; e indicarse con la mayor precisión
posible, el caudal económico de quien debe suministrarlos, pues ello será una
de las principales pautas para la fijación de la cuota, tanto provisional como
definitiva.
Con respecto a la prueba, se admiten todos los medios directos o
indirectos; o de indicios sumados, o de presunciones exclusivamente, siempre
que reúnan las condiciones de eficacia que le son propias aunque valoradas
con criterio amplio, a favor de la pretensión del demandante (CNCiv, Sala A,
2002/06/10, "Z., S.R. c. B., H.A.", DJ 2002-2-1000).
Deberá además acompañarse la fuente documental, y ofrecerse el resto
de los medios probatorios, a tenor de lo normado en el nuevo artículo 333 del
código ritual, aunque adaptando la urgencia de la prueba testimonial a tenor de
lo dispuesto en el último párrafo del art. 638.
2. Características de la obligación alimentaria
La obligación alimentaria surge de numerosas disposiciones del Código
Civil, siendo el artículo 372 el que fija su alcance al determinar que “la
prestación de alimentos comprende lo necesario para la subsistencia,
habitación y vestuario correspondiente a la condición del que la recibe, y
también lo necesario para la asistencia de las enfermedades”.
La fuente más típica del deber alimentario en nuestro derecho, es el
parentesco, aunque no resulta la única, porque puede alcanzar a las relaciones
derivadas de la patria potestad (art.265, Código Civil, del matrimonio (art.198,
mismo ordenamiento), de la donación (art.1837), del legado (art. 3790), de los
contratos (arts.1137 y 2070) entre otros.
Obviamente, la voz no se confunde con la finalidad de "ingestión"
destina a la preservación del organismo -proviene de la voz latina alo
alimentus, que significa nutrir- sino que comprende todas las prestaciones que
hacen no sólo a la alimentación propiamente dicha, sino también a todas las
demás circunstancias del desarrollo de la vida en comunidad a un nivel
adecuado y aceptable.
A los fines de fijar la cuota alimentaria, debe procurarse que los
alimentados tengan cubiertas sus necesidades elementales, enumeradas en el
artículo 267 del Código Civil, satisfechas de acuerdo con un nivel de vida
razonable y decoroso (CNCiv, Sala K, 2002/02/28, "S., L.M. c. R.,L.A.", La Ley,
2002-B-468 – DJ 2002-1-688).
El derecho alimentario es irrenunciable, aunque no alcanza a los ya
devengados. La irrenunciabilidad del derecho a los alimentos contenida en el
art. 374 del Código Civil comprende al derecho alimentario en sí y al derecho al
cobro de las cuotas futuras, encontrándose viciada de nulidad absoluta la
renuncia que contraviene dicha prohibición, en virtud del carácter de orden
público de la norma implicada (CNCiv., Sala A, 1995/12/05, "B., G. c. V., N. D.",
La Ley, 1996-B, 570).
El mismo art. 374, en concordancia con lo dispuesto en el art. 825 del
mismo ordenamiento, establece que la obligación de prestar alimentos no
puede ser compensada con ninguna obligación. Este criterio legal se basa en el
principio en virtud del cual no pueden ser compensados los créditos
inembargables, pues la compensación supondría para el acreedor un pago
forzado sin su voluntad o aquiescencia.
Por eso, los gastos que pudo haber realizado el alimentante en beneficio
de los menores deben considerarse como una simple concesión no autorizada,
sin que proceda compensarlo con la cuota adeudada (CNCiv., Sala A,
1996/05/27, "S., M. V. c. A., S.", La Ley, 1997-E, 1080, J. Agrup., caso 12.103).
Asimismo, y en orden a la misma fuente legal (art. 374, Código Civil), se
agrega que los alimentos no pueden ser objeto de renuncia ni transacción.
Otra característica de los alimentos es que son intransmisibles a los
herederos (art. 498, Código Civil), y por actos entre vivos. Inclusive, se prohibe
la cesión de alimentos futuros (art. 1453, Código Civil)
3. Requisitos
Los requisitos para la existencia del derecho alimentario son señalados
por el artículo 370 del Código Civil, que señala pues que “el pariente que pida
alimentos, debe probar que le faltan los medios para alimentarse, y que no le
es posible adquirirlos con su trabajo, sea cual fuese la causa que lo hubiere
reducido a tal estado”.
Además, entre otras disposiciones, el artículo 375 ordena un
procedimiento sumario y que “desde el principio de la causa, o en el curso de
ella, el juez, según el mérito que arrojaren los hechos, podrá decretar la
prestación de alimentos provisorios para el actor, y también las expensas del
pleito, si se justificare absoluta falta de medios para seguirlo”.
En ambos casos, el cuadro sirve para establecer las condiciones de la
pretensión y del procedimiento sucesivo. Mientras el actor debe demostrar el
derecho y la necesidad; el Juez puede obrar preventivamente, y casi de
manera cautelar, ordenar alimentos provisorios y conceder el beneficio de
litigar a expensas del demandado.
Las relaciones que se establecen entre ascendientes y descendientes, o
entre marido y mujer, hacen nacer derechos y deberes recíprocos que la ley
debe necesariamente tutelar, por ser una materia en que está implicado el
orden público: a la obligación eventual de alimentos, corresponde la facultad de
impedir la indigencia.
En tal sentido, hay varias situaciones que analizar, por ejemplo, la del
pródigo que, tras su ruina, queda a cargo de su familia, entendida aun con
mayor amplitud a la legitimación que admite el art. 152 bis del Código Civil, ya
que el art. 367 de dicho cuerpo legal autoriza la petición de alimentos también
entre hermanos. La pretensión de los colaterales a que se les permita, incluso
coercitivamente, visitar a sus parientes menores de edad, en contra de la
voluntad del padre, no resulta acordada sino en favor de los hermanos (arg.
arts. 367 y 376 bis).
Dicho derecho se reconoce sin discrepancia en doctrina y jurisprudencia
a los abuelos, aunque con las limitaciones que impone la ineludible necesidad
de resguardar el desempeño de la autoridad paterna.
Sin embargo, la pretensión alimentaria encuentra diferencias según
quien los reclame.
En efecto, hay tres supuestos a considerar: alimentos entre cónyuges,
alimentos que peticiona el hijo menor, y alimentos entre parientes.
4. Alimentos entre cónyuges
La competencia está prevista en el art. 6 inciso 3º, que resuelve la
situación radicando el proceso ante el Juez que interviene en el divorcio,
separación personal o nulidad del matrimonio, en el caso de estar iniciados, o
después de ello, por la conexidad implícita.
Esta solución difiere, en parte, con la que aporta el Código Civil, que
parece indicar una competencia distinta según el proceso de divorcio haya o no
terminado. Mientras unos sostienen que la jurisdicción que intervino conserva
competencia para resolver las cuestiones que son proyecciones del matrimonio
disuelto; otros piensan que el art. 228 inciso 2º del Código Civil abre opciones
porque el proceso principal es el juicio de alimentos.
Por eso, si no se plantea la pretensión por alimentos en forma autónoma
o principal (art. 228, inc. 2º "in fine", Cód. Civil), sino que se pretende, por
ejemplo, una intimación a cumplir la cuota alimentaria oportunamente
establecida y que se eleve la misma, no corresponde hacer uso de la opción
para elegir la jurisdicción donde deducir el reclamo por alimentos.
Criterio éste que concuerda con la doctrina de la Corte Suprema
Nacional en cuanto sostiene que siendo notoria la conexión directa entre dos
causas sucesivas, la tramitación de la primera prorroga la jurisdicción personal
distinta que pudo invocarse en la segunda. A ello cabe agregar que el superior
tribunal también ha decidido que los tribunales que fijaron la suma que el
esposo debía pasar a su cónyuge en concepto de alimentos, son los
competentes para conocer de la demanda deducida después con el objeto de
obtener el aumento de ella.
Respecto al objeto procesal, el art. 198 y sus concordantes del Código
Civil, señalan genéricamente que los esposos se deben mutuamente asistencia
y alimentos, sin que esto signifique apartarse de las modalidades y
desenvolvimiento de cada matrimonio. El principio de igualdad en la obligación
de asistencia que parte de esta norma, debe correlacionarse con el art. 370 del
mismo ordenamiento, morigerándose el presupuesto en que se funda cuando
la cónyuge se ha desempeñado únicamente en la casa, impidiendo así su
perfeccionamiento en orden a la obtención de los recursos necesarios para su
subsistencia.
Se ha dicho que, las distintas funciones que los cónyuges se hayan
atribuido durante el matrimonio, serán las que decidirán el modo en que se
aplicará el art. 198 del Código Civil una vez cesada la cohabitación. Dado que
tales funciones no se desligan de ciertos roles de la mujer que perduran más
allá del cambio legislativo operado por la ley 23.515 (Adla, XLVIII-B, 1535), si la
esposa se dedicó al cuidado y conservación del hogar, con la obvia restricción
que ello produce en las posibilidades laborales, en tanto el marido era quien
efectuaba los aportes económicos, el mismo deberá contribuir al mantenimiento
de su cónyuge, a cargo de la cual se encontrará la carga de acreditar de algún
modo el esquema funcional del matrimonio (CNCiv.,1994/05/04, "A. de C., A.
M. c. C., J. M.", La Ley,1995-D, 39, con nota de Alberto Jorge Gowland).
Durante la tramitación del juicio de divorcio se mantiene el deber
alimentario entre los cónyuges. Por ello, y en virtud del principio de igualdad
comentado, se impone a la interesada la prueba de los roles desempeñados
por las partes durante la convivencia, para que el juez determine el aporte que
debe realizar el emplazado para permitir a la actora mantener, en principio, el
nivel económico gozado, mediante una adecuada aplicación de las pautas
enumeradas en el art. 207 del Código Civil (CNCiv., Sala A, 1997/03/21, "M., S.
R. y otros c. T., L. A.", La Ley, 1998-B, 915, J. Agrup., caso 12.456).
Inclusive, el deber de asistencia entre esposos se conserva en la
separación de hecho.
5. Alimentos del hijo menor
En el caso de una demanda por alimentos, por su propia naturaleza, de
carácter personal, a los fines de la competencia se debe regir la cuestión por
las directivas que surgen del art. 5º, inc. 3º del Código Procesal.
Aun cuando la obligación alimentaria respecto de los hijos pesa sobre
ambos progenitores, sin que la ley efectúe distingos entre padre y madre al
establecerla, es frecuente que, quien ejerce la tenencia, desempeñe las tares
de conducción de la vida doméstica, que no sólo abarcan la de la casa, sino
también los multiples aspectos de la vida de los hijos.
Todo ello debe ser tenido en cuenta ya que también contribuye a los
alimentos de la prole, entendiendo el concepto con la amplitud con que debe
interpretarse el art. 267 del Código Civil, criterio que cabe extender a los
aportes en especie de quien tiene a su cargo la tenencia de los hijos,
comprensivo de distintos rubros, fijos y permanentes, de cuyo pago no puede
sustraerse durante el tiempo que los menores están con el otro progenitor
(CNCiv., Sala L, 1996/04/22, "Ll., M. I. c. Q., C. A.", La Ley, 1997-E, 1078, J.
Agrup., caso 12.090)
Los progenitores tienen el deber de aportar los medios necesarios para
que sus hijos satisfagan sus necesidades de manutención, vestido, habitación,
asistencia, gastos por enfermedad, esparcimiento y educación (art. 267, Código
Civil), obligación impuesta no sólo por la ley, sino también por el propio orden
natural que los constriñe a arbitrar los medios necesarios para satisfacer
adecuadamente tales requerimientos (CNCiv., Sala F, 1995/08/24, "P., E.M. y
otro c. T., J. C.", 38.480-S, La Ley, 1996-B, 711).
El deber alimentario se concreta aun más, cuando se observa que el que
corresponde a la madre (arts. 264 inc. 1º; 265 y 267, Cód. Civil), se compensa
en gran medida con la tenencia del menor, debido a los gastos cotidianos que
tal situación irroga, ello no la releva de efectuar sus aportes, máxime cuando
posee título profesional (CNCiv., Sala K, 1995/12/28, "D'A., O. M. c. M., J. H.",
La Ley, 1996-C, 494).
El régimen legal vigente otorga a la mujer una virtual equiparación de
derechos y deberes con relación al hombre, dejando de lado la concepción
tuitiva que regía anteriormente.
Es así que, en materia alimentaria, los arts. 264, inc. 1º, 265 y 267 antes
citados, dejan ver con claridad que el deber de manutención corresponde por
igual a ambos progenitores y, aun cuando en el caso de la madre dicha
obligación se compensa, en parte, con la atención de los menores, ello de por
sí no la releva totalmente de su deber de aporte.
La cesación del deber alimentario particular de los padres en favor de los
hijos se produce de pleno derecho cuando estos alcanzan la mayoría de edad.
En tales circunstancias, los hijos mayores de edad o emancipados sólo
podrán reclamar la prestación alimentaria en los términos y bajo las
condiciones impuestas por el art. 367 de la ley sustancial.
6. Alimentos entre parientes
El vínculo jurídico determinante del parentesco establece una verdadera
relación alimentaria que se traduce en un vínculo obligacional de origen legal,
que exige recíprocamente de los parientes una prestación que asegura la
subsistencia del pariente necesitado (art. 367, Código Civil).
El orden establecido por esta disposición, impone la prueba de una
condición suspensiva, cual es la imposibilidad de cumplir la prestación
alimentaria -medida en términos objetivos- por el obligado principal (CNCiv.,
Sala A, 1997/05/29, "F., S. C. y otro c. R. I., A. y otro", La Ley, 1997-E, 629).
Esto supone, también, que la obligación de prestar alimentos es
sucesiva, y el pariente más cercano está más obligado que el de un grado
posterior.
Naturalmente no puede ser entendido en el sentido de que el primero
está comprometido a todo y el último a nada, sino que tiene por intención lograr
que haya una suerte de obligado principal, y que sólo en caso de que éste no
pueda satisfacer total o parcialmente las necesidades de los alimentados, deba
concurrir el posterior, en ayuda de aquellos.
En consecuencia, del análisis conjunto de los arts. 367, a 370 del Código
Civil se desprenden los requisitos necesarios para que nazca la obligación
alimentaria; el vínculo de parentesco y la necesidad del alimentado, a los que
cabe agregar la capacidad económica del alimentante.
Se ha indicado que, acorde con el art. 367, los parientes legítimos se
deben alimentos en el orden siguiente: el padre, la madre y los hijos. Esta
obligación legal, que para algunos tratadistas cuando es cumplida
"voluntariamente" sólo constituye una obligación natural, requiere la existencia
de dos condiciones; una, el vínculo de parentesco; la otra, la necesidad del
alimentado. Es obligación recíproca entre los parientes designados por la
norma cualquiera sea su edad (del voto en disidencia del doctor Cifuentes)
(CNCiv., Sala C, 1979/04/24, "D. C. P., I. D.", La Ley, 1979-D, 206 con nota de
Gustavo A. Bossert).
Ahora bien, dado que el orden legal de los parientes obligados a la
prestación alimenticia, prevista en el art. 367, es sucesivo o subsidiario y no
simultáneo, la obligación de los abuelos respecto de sus nietos es subsidiaria,
por tanto el progenitor que la reclama debe justificar la insuficiencia de sus
recursos y los del otro, o bien la imposibilidad de suministrar los alimentos para
poder reclamarlos a los primeros (CNCiv., Sala C, 1997/04/17, "C., A. y otros c.
T. de S., E.", La Ley, 1998-D, 934, J. Agrup., caso 13.067).
Por eso, resulta procedente el reclamo de alimentos a la abuela paterna
de los menores, toda vez que ella se encuentra obligada subsidiariamente a la
manutención de los mismos, carga ésta que procede mientras se demuestre
que el responsable principal, padre de aquéllos, se ve imposibilitado de cumplir
con ese deber y, además, que resulta insuficiente el nivel de ingresos de la
madre, o que la misma se encuentra imposibilitada de procurarse los medios
necesarios para cubrir los requerimientos más urgentes de sus hijos (CNCiv.,
Sala A, 1994/03/10, "C. S., S. A. y otros c. S. V. L.", La Ley, 1994-C, 43. - DJ,
1994-2-292).
En definitiva, la carga alimentaria de los abuelos con relación a sus
nietos, no es opcional, sino que es una obligación expresamente legislada en el
art. 367 del Código Civil, que establece un orden en que los parientes legítimos
se deben alimentos.
Así, la madre que reclama a los abuelos de sus hijos la obligación
alimentaria prevista debe demostrar o bien debe surgir de las circunstancias del
caso que el padre no puede sostener a aquéllos. Pero, no puede exigírsele que
agote una serie de pasos formales si las circunstancias demuestran que serán
inútiles, sino que debe al menos alegar la convicción de que no existe otro
remedio que condenar a los abuelos (CNCiv., Sala C, 1997/04/17, "C., A. y
otros c. T. de S., E.", La Ley, 1998-D, 932, J. Agrup., caso 13.050).
7. Caudal económico del alimentante
Cuando no es posible acreditar el caudal económico del alimentante
mediante prueba directa de sus entradas, debe estarse a lo que resulta de la
prueba indiciaria, valorando su situación a través de sus actividades y sistema
de vida, posición económica y social.
Para la fijación del "quantum" de la cuota alimentaria no es necesaria la
prueba exacta de los ingresos del alimentante, sino que debe tenerse en
cuenta, para inferir aproximadamente su caudal económico, la que emana de
presunciones fundadas en hechos reales, probados, que permitan arribar a una
conclusión al respecto, apreciándolos con un criterio amplio, favorable a la
prestación que se persigue.
Cuando la fuente de los ingresos del obligado a la prestación es el
sueldo o la jubilación que recibe por su trabajo en relación de dependencia, la
cuota alimentaria debe variar en la misma proporción en que lo hace el importe
de dicha remuneración, ya que lo contrario implicaría tanto como disminuir las
pensiones reales sin prueba de una pareja disminución del caudal del obligado,
debiendo conservarse la relación originaria entre pensión e ingreso, salvo que
nuevas circunstancias aconsejen lo contrario.
Se ha dicho que, las acciones percibidas como honorarios deben
incrementar el caudal propio del demandado si no tiene explicación la
acumulación de honorarios sobre honorarios que resulta del análisis de la
pericia y demás elementos de autos (actas de Directorio y declaración jurada),
en las cuales aparecen enumerados los pagos del actor y a su primo en
carácter de sueldos, además de los aludidos honorarios, sin que aparezcan
efectuadas gestiones que por su carácter requirieron compensaciones
adicionales y mucho menos confiscatorios del capital social de dos de los otros
directores coincidentemente los padres de los beneficiarios, en cuyo sentido es
importante destacar que el capital social de la madre del demandado, que era
de un 22, 34 %, después de tales erogaciones se redujo a un 5, 88 %. (En el
caso se consideró que bajo un acto simulado -pago de honorarios- se había
tratado en realidad de favorecer gratuitamente y por razones de familia al
accionado, estableciendo en consecuencia que las acciones aludidas no
constituían bienes gananciales sino propios) (CNCiv., Sala A, 1980/08/14, "S.
A., M. C. c. C., R.", La Ley, 1981-A, 310 -JA, 981-II-49).
Audiencia preliminar
Art. 639. -- El juez, sin perjuicio de ordenar inmediatamente las medidas probatorias que
fueren solicitadas, señalará una audiencia que tendrá lugar dentro de un plazo que no
podrá exceder de diez días, contado desde la fecha de la presentación.
En dicha audiencia, a la que deberán comparecer las partes personalmente y el
representante del ministerio pupilar, si correspondiere, el juez procurará que aquéllas
lleguen a un acuerdo directo, en cuyo caso, lo homologará en ese mismo acto, poniendo
fin al juicio.
1. Traslado de la demanda
La singularidad del proceso especial de alimentos, muestra su
concentración y celeridad al omitir el traslado de la demanda y el
emplazamiento propiamente dicho, para ordenar el comparecimiento a la
audiencia preliminar que establece el art. 639, que deberá adaptarse a las
nuevas reglas del art. 360, en orden a lo dispuesto por el art. 360 ter.
La citación se debe hacer por cédula o acta notarial, acompañando copia
de la demanda y de los instrumentos agregados con ella. Se debe hacer
constar el apercibimiento en caso de incomparecencia.
Las partes deben concurrir al acto, que para el demandado será la
primera actuación útil para ejercer su derecho de defensa. La presencia
personal es un requisito ineludible, constituyendo un supuesto excepcional en
la práctica del Código Procesal analizado, que ha dejado en el procedimiento
escrito toda respuesta a las pretensiones entabladas.
Sin embargo, el ejercicio de la defensa está limitado a pocas cuestiones,
porque el proceso sufre variaciones en dos sentidos. Primero, porque el juicio
de alimentos es un proceso especial con reglas propias; y segundo, porque al
tener que adaptarse al juicio por audiencias de tipo sumarísimo, no podrá
deducir excepciones de previo y especial pronunciamiento (salvo que sean
manifiestas), ni reconvenir; tampoco podrá recusar al magistrado (art. 14,
párrafo final, Código Procesal).
El carácter subsidiario de la obligación alimentaria no obsta a que, en un
mismo proceso, se demande al principal obligado y se intente, paralelamente,
acreditar los extremos que tornan viable la demanda de alimentos contra los
parientes.
Admitir lo contrario, redundaría únicamente en perjuicio de los
reclamantes, quienes, luego de atravesar todo un proceso, con el insumo de
costos y el tiempo que ello irroga, deberían promover uno nuevo, cuando ello
se podría haber tramitado en un sólo expediente, todo lo cual adquiere mayor
peso, al tratarse de la satisfacción de las necesidades básicas que la
prestación está destinada a satisfacer (CNCiv., Sala B, 1996/02/23, "S., M. c.
A., P.", La Ley, 1997-E, 1078, J. Agrup., caso 12.08).
No obstante la ausencia de traslado de la demanda, en ciertas
situaciones se ha dicho que, si bien la resolución que fija una cuota provisoria
de alimentos participa de algunos caracteres de las medidas cautelares, nada
impide la apertura de un debate sumario con traslado a la contraparte
(C.Civ.Com.Lab. y Paz, Curuzú Cuatiá, 1999/02/09, "Q., B. M. c. M., C. A.", LL
Litoral, 2000-968).
En realidad, el proceso de alimentos no es una suerte de panacea que
cure o de satisfacción a cualquier apetito que se presente, por cuanto el
establecimiento de la pensión no es mero corolario de la interposición de la
respectiva demanda, sino que constituye la culminación o síntesis de la
ponderación de las circunstancias determinantes y conducentes traídas a
conocimiento, pero dentro del marco sustancial y formal del derecho aplicable,
valoración a la que no son ajenas la prudencia y la objetividad, especialmente
cuando la primera descansa, preponderantemente, en la segunda (CNCiv.,
Sala D, 1984/02/15, "S. de G. M. y otros c. G. A. F. F.", La Ley, 1984-B, 125 ED, 109).
Por ello, como toda demanda deberá ajustar su forma a lo previsto en el
art. 330 y 638, sin perjuicio de tener que transitar previamente por la etapa de
mediación.
2. Contestación de la demanda
El demandado por alimentos puede contestar la demanda con
anterioridad o en el mismo día de la audiencia del art. 639 del Código Procesal,
pues si la ley le permite la prueba, es obvio que también autoriza la alegación
de los hechos y el derecho que esa prueba está dirigida a demostrar (CNCiv.,
Sala C, 1989/10/11, "S., de P., D.M. y otro c. P., A.W.", La Ley, 1990-A, 354).
Sin embargo, no es ésta una posición aceptada en forma unánime,
porque existen tribunales de familia que, privilegiendo la sustanciación oral, le
quitan la posibilidad de contestar por escrito (v.gr.: C.Apel., Quilmes, Sala I,
causa 1269, reg. Int. 221/97, en Morello, Sosa y Berizonce, Códigos
Procesales..., tomo VII-A, Editorial Platense-Abeledo Perrot, Buenos Aires,
1999, pág. 313).
Podrá, asimismo, plantear excepciones que se vinculen con
presupuestos sustanciales para la constitución regular del proceso (v.gr.:
incompetencia, falta de personería o defecto legal), o defensas perentorias
como el pago, la litispendencia o la cosa juzgada.
Se ha dicho que, si de los términos del escrito inicial no surge
claramente expresado si los alimentos se reclaman para la esposa o para el
hijo o para ambos y como el demandado alega la falta de legitimación, materia
indudablemente vinculada con el derecho al reclamo, es indispensable conocer
claramente cuál es el alcance de la demanda en cuanto al titular del derecho
que se intenta ejercitar. Por ello, corresponde acceder a la excepción de
defecto legal, debiendo fijarse el plazo de 10 días para que la actora aclare en
el caso para quién son los alimentos que reclama (CNCiv., Sala C, 1980/09/03,
"P. de M., C. B. c. M., O. O.", La Ley, 1980-D, 477).
En cuanto a la prueba, solamente puede el demandado ofrecer
instrumental que acompaña en la audiencia (o con al contestar por escrito la
pretensión, si es antes de su celebración), e informativa supeditada a que el
diligenciamiento y la producción se concrete antes de que venza el plazo para
dictar sentencia (art. 644).
3. Audiencia de conciliación
Las partes deben concurrir personalmente, debiendo hacer lo propio el
representante del Ministerio Pupilar en el caso de que alguna parte fuese
menor. El objetivo de la audiencia preliminar es procurar la conciliación directa
sobre los alimentos, que a diferencia del acuerdo logrado en mediación, se
debe homologar en el acto constituyéndolo, así, en título ejecutorio.
El convenio homologado judicialmente tiene el mismo valor que la
sentencia dictada en juicio sumario de alimentos, siendo posible, incluso, su
ejecución judicial. Por tanto, dada su similar naturaleza, corresponde aplicar
analógicamente el art. 644 que, respecto de los efectos de la sentencia en
juicio de alimentos, dispone que los mismos se deben desde la fecha de
interposición de la demanda (CNCiv., Sala B, 1989/05/04, "I., R. E. c. B., P.", La
Ley, 1989-D, 182).
Si entre las partes no hay acuerdo, quedará latente la contestación que
por escrito haya formulado el alimentante, inclusive hasta ese mismo momento,
de la demanda instaurada, ordenándose en su caso, la producción de la prueba
por aquél ofrecida (CNCiv, Sala C, 1989/10/11, DJ 1990-2-256). En este
sentido, cabe resaltar que el demandado se encuentra por demás restringido
en su defensa, habida cuenta la celeridad que inspira y gobierna este proceso
especial.
Incomparecencia injustificada del alimentante. Efectos
Art. 640. -- Cuando, sin causa justificada, la persona a quien se le requieren alimentos no
compareciere a la audiencia prevista en el artículo anterior, en el mismo acto el juez
dispondrá:
1. La aplicación de una multa, a favor de la otra parte, que fijará entre pesos ciento
cincuenta mil ($ 150.000) y pesos tres millones ($ 3.000.000) y cuyo importe deberá
depositarse dentro de tercero día contado desde la fecha en que se notificó la
providencia que la impuso.
2. La fijación de una nueva audiencia que tendrá lugar dentro de quinto día, la que se
notificará con habilitación de día y hora, bajo apercibimiento de establecer la cuota
alimentaria de acuerdo con las pretensiones de la parte actora y lo que resulte del
expediente.
1. Justificación de la incomparecencia
La parte que deja de concurrir a la audiencia tiene sanciones diversas. Si
la inasistencia es del requirente de alimentos se aplica el art. 641, que impone
una nueva audiencia con el apercibimiento de tenerlo por desistido de la
pretensión si resiste nuevamente la presencia al acto; en cambio, de ser el
requerido de alimentos quien no comparece, las consecuencias inmediatas
son: a) la aplicación de una multa procesal en favor de la actora, y b) la fijación
de una audiencia.
La ley, conforme a la brevedad de los plazos que se establecen en los
arts. 639 y 640, tiende a asegurar la rapidez del proceso en el juicio de
alimentos, la que se vería seriamente comprometida si el obligado se
sustrayera, sin causas valederas, a la comparecencia exigida en dichos
artículos (CNCiv., Sala A, 1996/05/06, "R., G. c. T., V.", La Ley, 1996-D, 769 DJ, 1996-2-1025).
Estas decisiones se deben notificar por cédula, siendo menester
comunicar ambas resoluciones en la misma cédula, la cual se diligencia con
habilitación de días y horas inhábiles, y con el apercibimiento de establecerse
una cuota alimentaria de acuerdo con las pretensiones de la actora y lo que
resulte de las constancias del expediente (cfr. Kielmanovich, ob. cit., pág. 71).
Por cierto, la concurrencia a la audiencia del eventual obligado a la
prestación alimentaria, le permitiría ejercer su derecho de defensa,
sustrayéndolo de las consecuencias desfavorables que podría ocasionarle el
asumir una actitud diferente.
2. Multa procesal
La multa prevista en el art. 640 es una aplicación concreta de la norma
genérica del art. 45 de ese cuerpo legal, en la cual se objetiva la malicia,
imputándola sin admitir prueba en contrario, cuando se dan los extremos
mentados en la norma: incomparecencia y falta de causa que la justifique.
Así, en esas condiciones, se presume la intención del demandado de
dilatar el trámite y se le aplica una sanción pecuniaria en beneficio de la
perjudicada con la demora (CNCiv., Sala A, 1996/05/06, "R., G. c. T., V.", La
Ley, 1996-D, 769 - DJ, 1996-2-1025).
De todas maneras, la circunstancia de que no se hubiera consignado en
la providencia que fijó la audiencia en un juicio de alimentos que se trataba del
comparendo que prevé el art. 640, inc. 2°, no se invalida el pronunciamiento si
las notificaciones dejan constancia del carácter del emplazamiento.
3. Alimentos inmediatos tras la ausencia
La renuencia al acto conciliatorio se observa como un reconocimiento
implícito al derecho del requirente. Y para ello no bastan excusas o argumentos
vinculados con la separación de hecho o la situación económica del que pide
alimentos.
Inclusive, aun cuando la situación no encuadre en el presupuesto del
apercibimiento contenido en el art. 640, inc. 2° "in fine", esto es de fijarse la
pensión acorde a la pretensión deducida y a lo que resulte de autos,
comprobada la procedencia del reclamo no es razonable que el requerido, con
el simple expediente de sustraerse del hogar conyugal y desaparecer del
ámbito que otrora frecuentaba, pueda frustrar, aun parcialmente, las legítimas
expectativas asistenciales de la esposa que se originan en responsabilidades
adquiridas con la celebración del matrimonio.
De todos modos, el Juez debe controlar la exigencia alimentaria para
evitar que sean exorbitantes o alcancen proporciones suntuarias que, "prima
facie", manifestarían un exceso en la sentencia dictada en ausencia.
Incomparecencia injustificada de la parte actora. Efectos
Art. 641. -- Cuando quien no compareciere sin causa justificada a la audiencia que prevé
el art. 639 fuere la parte actora, el juez señalará nueva audiencia, en la misma forma y
plazo previstos en el artículo anterior, bajo apercibimiento de tenerla por desistida de su
pretensión si no concurriese.
1. Nueva audiencia
La justificación de la incomparecencia es discrecional del Juez, tanto en
el presente como en el supuesto del artículo anterior. Solamente que se es más
exigente con el requerido que respecto al demandante.
Si fuese el actor el ausente a la audiencia preliminar, obsérvese que la
obligación es proveer una nueva audiencia que tiene que celebrarse dentro del
plazo de cinco días siguientes.
La urgencia lleva a notificar el acto por secretaría y con habilitación de
días y horas inhábiles, consignando en el texto de la cédula el apercibimiento
de considerar el abandono del proceso si reitera la ausencia, sin que ello
configure un impedimento para que pueda promover un juicio posterior, aun
fundado en idénticos hechos (art. 374,Código Civil).
El art. 641 no rige para la vía incidental del incremento de la cuota
alimentaria, pues en este caso no gravitan con igual intensidad los motivos de
urgencia y necesidad que caracterizan a los alimentos que otorga, con carácter
originario, el pronunciamiento a que alude la referida disposición legal, por lo
cual la retroactividad se detiene en la fecha de notificación del traslado de al
solicitud de aumento.
Incomparecencia justificada
Art. 642. -- A la parte actora y a la demandada se les admitirá la justificación de la
incomparecencia por una sola vez. Si la causa subsistiese, aquéllas deberán hacerse
representar por apoderado; bajo apercibimiento de lo dispuesto en los arts. 640 y 641,
según el caso.
1. Justificación del incomparendo
Queda al prudente arbitrio judicial, la apreciación de determinar si las
inasistencias de una u otra parte, a sendas audiencias que se señalen, son
justificadas o no. De todos modos, si tenemos en cuenta que uno de los
objetivos perseguidos con la norma del artículo 639, es justamente la presencia
personal de los protagonistas del conflicto, a los fines de intentar lograr un
mecanismo directo de autocomposición, su eventual ausencia no podría ir en
detrimento del objetivo perseguido, por lo que un representante convencional
podría sustituir a aquéllos en el sostenimiento de su respectivas pretensiones.
Si la ausencia a la primera audiencia fuese de ambas partes, el Juzgado
tendría que dictar una providencia correspondiente con los respectivos
apercibimientos, pese a que la autorizada voz de Palacio interpreta que la
comunicación de la nueva audiencia debiera estar sin apercibimiento para
ninguna de las partes (Derecho Procesal Civil, tomo VI, cit., pág. 535).
Kielmanovich comparte nuestro criterio y agrega que, cuando la parte
que asistió a la primera audiencia no queda relevado de concurrir a la segunda,
porque su incomparecencia en este contexto no podría dar lugar, sin embargo,
a la aplicación de la multa y apercibimiento contenidos en el art. 640, sino que
debería fijarse, por el contrario, una nueva a iguales fines (ob. cit., pág. 73).
Intervención de la parte demandada
Art. 643. -- En la audiencia prevista en el art. 639 el demandado, para demostrar la falta
de título o derecho de quien pretende los alimentos, así como la situación patrimonial
propia o de la parte actora, sólo podrá:
1. Acompañar prueba instrumental.
2. Solicitar informes cuyo diligenciamiento no podrá postergar, en ningún caso, el plazo
fijado en el art. 644.
El juez al sentenciar valorará esas pruebas para determinar el monto de la pensión, o
para denegarla, en su caso.
1. Contestación de la demanda
El Código Procesal ha previsto un procedimiento especial en el juicio
sobre alimentos, tendiente a agilizar el trámite a fin de procurar una solución
rápida por la urgencia en satisfacer las necesidades que este tipo de reclamo
intenta cubrir. Estos trámites han sido legislados en beneficio del alimentado,
como puede apreciarse en la limitada actuación que el art. 643 otorga al
demandado y en lo dispuesto por el art. 644, en el sentido de que el juez
deberá dictar sentencia una vez producida la prueba ofrecida por la actora.
Pero, no puede extraerse del art. 643 una prohibición para contestar la
demanda, siempre que este acto se realice con anterioridad al mismo día de la
audiencia del art. 639 del citado Código. La intervención del demandado tiene
por objeto "demostrar la falta de título a derecho de quien pretende alimentar",
y si la disposición legal le permite la prueba, es obvio que también autoriza la
alegación de los hechos y el derecho que esa prueba está dirigida a demostrar.
La comparecencia a la audiencia convocada por el art. 639 fija el límite
del plazo para el ofrecimiento de prueba documental y de las demás que
intente el demandado hacer valer como argumentos contrarios al pedido de
alimentos impetrado.
En suma, si bien no existe contestación de la demanda, al permitir que
se produzcan medios probatorios, el acto de defensa probatoria se enmarca en
hechos modificatorios de los propuestos, circunstancia que permite concretar la
bilateralidad y contradicción entre las partes.
En este sentido se apunta que, la disposición que se comenta no impide
la contestación a la demanda en cuanto autoriza a la parte demandada a
fundar su defensa en los hechos y en el derecho que invoque y a producir la
prueba correspondiente que se encuentre vinculada con el título o derecho del
reclamante o la situación patrimonial de ambas partes (CNCiv., Sala B,
1988/11/24, "R. de K., Y. c. K., J.", La Ley, 1990-A, 430, con nota de Pedro Di
Lella).
La limitación probatoria que está implícita en la norma, no debe conducir
a frustrar o desnaturalizar el derecho de defensa del alimentante.
Por eso, si bien la norma contenida en el art. 643, limita la prueba del
demandado en la audiencia preliminar la instrumental e informativa, la doctrina
en general, ha entendido que ello no significa que el alimentante no puede
ejercer su defensa a través de otros medios probatorios, siempre y cuando
sean susceptibles de diligenciarse en la audiencia o dentro del plazo fijado por
el art. 644 del mismo cuerpo legal (CNCiv., Sala A, 1984/03/05, "S. de P., Z. c.
P., I.", La Ley, 1984-C, 641, J. Agrup., caso 5279).
El plazo para el cumplimiento es un término acotado a las circunstancias
de la causa, y por ello deviene inapelable la denegatoria opuesta contra el auto
que rechaza las pruebas ofrecidas.
En este sentido, se ha dicho que corresponde desestimar la apelación
interpuesta contra la decisión del a quo que declara inadmisible la prueba de
confesión y de testigos ofrecida por el demandado en juicio de alimentos, pues
la limitación del derecho de defensa impuesta por el art. 643 se justifica en la
especial urgencia que la fijación de la cuota requiere y tiene por objeto no
desvirtuar la naturaleza sumaria de tales juicios (CNCiv., Sala A, 1994/05/16,
"R., L. M. c. G., J. M.", inédito).
Sin embargo -dice Kielmanovich-, también se ha admitido, cierto que
excepcionalmente, el ofrecimiento de la prueba luego de la celebración de la
audiencia preliminar, si en oportunidad de llevársela a cabo el demandado dejó
constancia de que haría uso en un plazo de cinco días -que no se juzgó
excesivo-, máxime teniendo en cuenta que la parte actora dejó transcurrir al
mismo sin requerir ninguna medida tendiente a que se diera por decaído el
derecho de ejercer la facultad que se había reservado el demandado (CNCiv.,
Sala E, 1986/12/23, "P., L. D. y otro c. N., J. C.", La Ley, 1987-B, 300, ob. cit.,
pág. 64).
2. Prueba y conducta procesal
Se ha observado que, cuando el demandado insiste en que no es
hombre de fortuna y se explaya sobre el bajo nivel que dice llevar y acerca de
su imposibilidad fáctica de cubrir la responsabilidad, en la medida en que no
señala en concreto, con suficiente respaldo probatorio a que lo habilita el art.
643, cuáles son los medios económicos con que cuenta, los agravios se
mantienen en un plano puramente teórico y no bastan para desvirtuar las
presunciones que tradicionalmente benefician a la parte más débil de la
relación, que es la reclamante por asistencia. En efecto, se evidencia en la
conducta procesal del alimentante una auténtica claudicación en su obligación
de colaborar en la indagación y esclarecimiento de las circunstancias
relevantes de la causa, pues en líneas generales se ha aferrado a una negativa
que no contribuye al mejor desenlace de la controversia y que, por ende, no
puede beneficiarlo en sus consecuencias, máxime si se repara en la enorme
trascendencia de los intereses debate (CNCiv., Sala D, 1984/11/29, "V. de G.
P., A. y otro c. G. P., J. M.", La Ley, 1985-B, 575, J. Agrup., caso 5407).
Por tanto, en virtud de lo preceptuado por el inc. 2° del art. 643, el
alimentante deberá acreditar el monto de sus haberes en relación de
dependencia y, asimismo, denunciar en forma concreta y detallada cualquier
otro ingreso o renta que pudiere percibir, con indicación precisa de su fuente de
origen, acompañando las constancias demostrativas de los mismos.
Sentencia
Art. 644. -- Cuando en la oportunidad prevista en el art. 639 no se hubiere llegado a un
acuerdo, el juez, sin necesidad de petición de parte, deberá dictar sentencia dentro de
cinco días, contados desde que se hubiese producido la prueba ofrecida por la parte
actora. Admitida la pretensión, el juez fijará la suma que considere equitativa y la
mandará abonar por meses anticipados, desde la fecha de interposición de la demanda.
Las cuotas mensuales a que se refiere este artículo, como también las suplementarias
previstas en el siguiente, devengarán intereses desde la fecha fijada en la sentencia para
el pago de cada una de ellas.
1. Falta de acuerdo
La falta de acuerdo en la audiencia prevista en el artículo 639, provoca la
continuación del proceso, estableciéndose un breve período destinado a la
producción de la prueba ofrecida.
En alguna oportunidad se ha deducido la inconstitucionalidad de este
precepto, habiendo dicho la Corte que, el planteamiento del apelante en
relación a que el art. 644 del Código Procesal, en cuanto limita a la fecha de
interposición de la demanda el efecto retroactivo de la sentencia de alimentos,
restringe arbitrariamente derechos de tutela legal y constitucional, implica
sostener la inconstitucionalidad de dicho artículo, lo que resulta extemporáneo
en razón de no haberse propuesto la cuestión a la decisión de los tribunales
inferiores, no revistiendo la sentencia impugnada carácter definitivo a los
efectos del art. 14 de la ley 48 (Adla, 1852-1880, 634), pues ha sido dictada en
un juicio sumario que no impide el replanteo de la cuestión en un proceso de
conocimiento amplio (CS,1993/05/11, "P. M. R. c. T., N. A.", ED, 158-544 - JA,
1995-II-43).
Cumplida la etapa de prueba, de oficio o a pedido de parte debe el Juez
dictar sentencia en el plazo de cinco días.
De admitir la pretensión fijará la suma de la cuota alimentaria y mandará
pagar las mensualidades atrasadas desde la fecha de la interposición de la
demanda.
Si la demanda se hubiera basado en un convenio homologado
judicialmente, tiene el mismo valor que la sentencia dictada en el juicio de
alimentos, siendo posible, incluso, su ejecución judicial.
Por tanto, dada su similar naturaleza, corresponde aplicar
analógicamente el criterio que, respecto de los efectos de la sentencia en juicio
de alimentos, dispone que los mismos se deben desde la fecha de interposición
de la demanda.
2. Mediación
Con respecto a la fecha a partir de la cual los alimentos son debidos, y
siendo que el art. 644 no fue modificado, se ha puesto en duda el tiempo que
se debe aplicar teniendo en cuenta que la pretensión se entabla, primeramente,
ante el mediador, conforme las previsiones de la ley 24.573.
Por ello, algunos han sostenido que, cuando el reclamante simplemente
formaliza una pretensión, que no constituye técnicamente una demanda, no
corresponde considerar la retroactividad que establece el art. 644, pues para
que el mismo se aplique debe entenderse la iniciación del proceso judicial
(CNCiv., Sala A, 1997/09/09, "C., N. c. R., C. J.", La Ley, 1997-F, 983, J.
Agrup., caso 12.216).
Sin embargo, estimamos que en los procesos de alimentos, y a los
efectos de armonizar lo dispuesto en el art. 644 con el contenido de la ley de
mediación, el cómputo del plazo para el pago de la cuota de alimentos debe
comenzar con la prestación del formulario de mediación.
En este sentido, se dice que para una aplicación razonable de las
previsiones del art. 644 con las normas posteriores de ley de mediación
obligatoria, conducen a establecer que la cuota alimentaria fijada debe tener
vigencia a partir del inicio del proceso de mediación y no desde la interposición
de la demanda (CNCiv., Sala H, 1998/06/04, "S. J., A. B. M. c. G., J.", La Ley,
1999-B, 441, con nota de Susana Luisa Fernández e Ida Ariana Scherman).
Ahora bien, si la sentencia omitiera decidir lo relativo a la época a partir
de la cual debe oblarse la nueva cuota alimentaria no obsta a que se lo haga
después, si sobre el punto no medió cosa juzgada que impida hacerlo, máxime
cuando el art. 644 exige un pronunciamiento concreto sobre el punto (CNCiv.,
Sala E, 1980/06/10, "K. de R., S. c. R., L.", La Ley, 1981-A, 33).
Así también, se afirma que el criterio de que admitida la pretensión de
reducción o cesación de la cuota alimentaria dicho pronunciamiento opera
retroactivamente con relación a las cuotas devengadas y no percibidas por la
beneficiaria, se adecúa al art. 644, cuando, para el caso inverso -el de fijación
de la pensión-, dispone que su pago debe hacerse efectivo desde la
interposición del incidente no a partir de la fecha de la sentencia. Adviértase
que la imposición de los alimentos deriva del análisis de las necesidades del
peticionante y las posibilidades económicas del obligado que, evaluadas por el
sentenciante, conducen a establecer conforme a ellas el respectivo monto.
Por consiguiente, cuando el examen de esas mismas circunstancias
fácticas, lleva al juzgador a disponer la cesación de la prestación, no existe
razón alguna para adoptar una solución diversa (CNCiv., Sala F, 1985/04/23,
"De A. de M., B. S. c. M., R.", La Ley, 1985-C, 633).
Alimentos atrasados
Art. 645. -- Respecto de los alimentos que se devengaren durante la tramitación del
juicio, el juez fijará una cuota suplementaria, de acuerdo con las disposiciones sobre
inembargabilidad de sueldos, jubilaciones y pensiones, la que se abonará en forma
independiente.
La inactividad procesal del alimentario crea la presunción, sujeta a prueba en contrario,
de su falta de necesidad y, con arreglo a las circunstancias de la causa, puede
determinar la caducidad del derecho a cobrar las cuotas atrasadas referidas al período
correspondiente a la inactividad.
La caducidad no es aplicable a los beneficiarios menores de edad; tampoco, cuando la
aparente inactividad del interesado es provocada por la inconducta del alimentante.
1. Alimentos atrasados
Para el pago de los alimentos correspondientes al tiempo que insume la
tramitación del proceso, se prevé la fijación de una cuota independiente, de
carácter suplementario, que obviamente encuentra como límite temporal el
dictado de la sentencia de mérito.
Los párrafos segundo y tercero de la norma -introducidos por la reforma
de la Ley 22.434- han recogido una reiterada y copiosa jurisprudencia según la
cual, la inactividad procesal del beneficiado crea la presunción iuris tantum de
la falta de necesidad de los alimentos y puede incluso, hasta hacer caer, el
derecho a percibir las cuotas atrasadas.
El artículo se basa en la doctrina plenaria en virtud de la cual la
inactividad procesal del alimentario crea la presunción, sujeta a prueba en
contrario, de su falta de necesidad y puede determinar la caducidad del
derecho a cobrar las cuotas correspondientes al período de inacción.
Ahora bien, siendo cierto que el art. 645 establece que la inactividad
procesal del alimentario, traducida en la demora en requerir la ejecución de la
sentencia, crea la presunción judicial sujeta a prueba en contrario, de su falta
de necesidad y determina, en consecuencia, la caducidad del derecho a
percibir las cuotas atrasadas; ello no debe suceder cuando la prolongación
excepcional del proceso, y la consiguiente acumulación de cuotas es
consecuencia de la actitud obstruccionista del accionado.
La caducidad indicada en el segundo párrafo, se funda en la presunción
de que al alimentario inactivo no le fueron necesarias las cuotas judicialmente
establecidas; en el caso en examen, la alimentaria atendió sus necesidades
con las cuotas que percibió a partir de la sentencia firme, en los períodos
posteriores. Las cuotas por los alimentos atrasados no están destinadas a
atender necesidades actuales sino a satisfacer el crédito que surge del art. 644,
en razón de los períodos devengados desde la demanda, de modo que
respecto a éstos no aparece el fundamento de la mencionada caducidad
(CNCiv., Sala F, 1984/05/24, "A. de P. G. c. P., R. L.", ED del 19/10/84, p. 5).
Por eso se ha afirmado que, la norma crea una presunción de falta de
necesidad de los alimentos cuando el beneficiario se mantiene inactivo para
exigir el cumplimiento de la prestación, salvo que la alimentada intente probar
que su inactividad había sido provocada por la inconducta del alimentante, es
decir por su conducta obstruccionista (CNCiv., Sala A, 1986/02/28, "G., A. c. de
V., F.", La Ley, 1987-A, 664 [37.531-S]).
2. Pago en cuotas
El dispositivo legal permite al deudor abonar los alimentos devengados
durante el juicio en diversas cuotas cuyo número y monto deja librado al
prudente arbitrio judicial.
Con ello se pretende evitar un innecesario perjuicio económico al
obligado al pago, sin que tal procedimiento redunde en detrimento de la
alimentada, quien ve asegurada su necesidad alimentaria con la nueva cuota
fijada.
El mecanismo de pago en cuotas está destinado a saldar el monto
adeudado por el demandado en concepto de alimentos incumplidos y configura
un supuesto diverso del implementado por el art. 645 para los atrasados, vale
decir, los devengados en el transcurso del proceso (CNCiv., Sala A,
1994/04/15, "S., M. G. y otros c. R., O. A.", La Ley, 1994-E, 631).
Se ha indicado que, si bien el art. 645 al disponer que el juez puede fijar
una cuota suplementaria alude al juicio de alimentos, y el art. 650, al tratar el
incidente de aumento, nada dispone al respecto, la razón de ser de aquélla
lleva a concluir que puede ser abonada en cuotas, pues es posible que al
alimentante le resulte onerosa la efectivización íntegra en una sola vez de todo
lo atrasado, además de abonar la cuota ordinaria aumentada (CNCiv., Sala C,
1995/11/09, "Y. A. c. S., A.", La Ley, 1997-C, 961 [39.525-S]).
3. Monto de la cuota
La determinación del monto de la cuota adicional referida debe guardar
relación con el caudal económico del accionado y la pensión alimentaria cuyo
valor no puede superar.
Por eso se afirma que, la cuota adicional que prevé el art. 645 debe
guardar proporción con el monto de la pensión fijada, así como con el caudal
económico del obligado y las sumas adeudadas, dependiendo del arbitrio
judicial hacer valer dicho principio en cada caso particular. Debe contemplar los
intereses de ambas partes, es decir, no debe ser tan elevada que pueda
perjudicar la economía del alimentante -y como consecuencia la del
alimentado-, ni tan reducida que desnaturalice su propósito (CNCiv., Sala A,
1997/08/13, "R., R. L. c. R., L. A.", La Ley, 1997-F, 983, J. Agrup., caso
12.221).
El pago de las cuotas alimentarias atrasadas debe fijarse teniendo en
cuenta los ingresos del alimentante y la existencia de otras obligaciones
mensuales de esa índole que aquél deba afrontar, aun cuando no se trate del
supuesto previsto en el apartado 1º del art. 645 (CNCiv., Sala C, 1999/08/31,
"O., M. L. y otro c. R., P. R.", DJ, 2000-2-171 - ED, 185-7).
Una aproximación equitativa se indica al señalar que, la cuota
suplementaria de alimentos no debe exceder el 20% de los ingresos del
alimentante, limitación que cabe observar con independencia de las sumas
asignadas a los alimentos ordinarios (CNCiv., Sala B, 1997/04/08, "T., L. R. c.
W., C.", La Ley, 1997-E, 1079, J. Agrup., caso 12.100).
Las facilidades de pago que pueden ser otorgadas se circunscriben a la
deuda generada durante la tramitación del juicio de alimentos, esto es, el lapso
de devengamiento transcurrido hasta el reconocimiento judicial del derecho.
De todos modos, el art. 645 no debe ser interpretado literalmente, de
modo que resulte un imperativo para el juez la estipulación de la cuota
suplementaria incluso de oficio si el demandado no lo pide. Tal interpretación
no coincide con la razón de ser de la norma, cual es evitar una situación que
resulte excesivamente gravosa para el deudor, lo que ha de establecerse
según las circunstancias fácticas de cada caso.
Por lo tanto, el alimentante puede abstenerse de pedir la facilidad y
enfrentar el pago del total adeudado, sin que el juez pueda en ese supuesto ir
más allá del pedido de la parte y conceder la facilidad (CNCiv., Sala A,
1995/09/21, "K. Z. M. y otros c. B., E. C.", 38.696-S, La Ley, 1996-C, 772).
Es que la razón de ser del precepto es evitar que la cuota suplementaria,
sumada a la pensión alimentaria principal, engrose excesivamente el total
adeudado, ocasionando un perjuicio desmedido al alimentante.
4. Caducidades del derecho
La caducidad prevista alcanza tanto a los alimentos atrasados
devengados durante el juicio, como a las cuotas que hayan vencido con
posterioridad a la sentencia y permanezcan impagos.
La presunción legal, sujeta a prueba en contrario, se funda en que es la
falta de necesidad del alimentante la que determina su inactividad procesal
respecto del reclamo de los alimentos atrasados (CNCiv., Sala B, 1996/09/02,
"F., R. J. c. L., A. J.", La Ley, 1997-E, 1080, J. Agrup., caso 12.107).
Si bien los párrafos segundo y tercero no permiten oponer el instituto de
la caducidad contra un menor de edad, si han transcurrido más de cinco años
sin mediar reclamos, puede invocarse la prescripción de la acción tendiente al
cobro de las cuotas alimenticias adeudadas, toda vez que la incapacidad de
hecho del menor para accionar ha sido superada por el ejercicio compartido de
la patria potestad, que determina que ambos progenitores sean los
representantes legales y necesarios del hijo menor, de manera que bien puede
la madre, en representación de éste, reclamar al padre por alimentos. Así, en
consecuencia, corre la prescripción conforme al art. 3966 del Código Civil
(CNCiv., Sala A, 1998/05/12, "M., Z. G. c. E., F. J.", La Ley, 1998-F, 144).
Si la madre se subroga en los derechos de los menores de edad, ésta
recibe el crédito alimentario en las mismas condiciones que aquéllos. De
manera que si por imperio del art. 645, los alimentos no han caducado para los
hijos, al no encontrarse perjudicada su existencia, el derecho alimentario se
transmitió a la subrogante.
Ahora, que el alimentado haya alcanzado la mayoría de edad no puede
tornar inaplicable la previsión del último apartado de dicha norma respecto de
los alimentos atrasados devengados cuando era menor de edad, pues la falta
de reclamo se debía a la inactividad de la madre que ejercía la tenencia y no a
la inacción del verdadero acreedor que era el hijo.
Por eso, aun tratándose de alimentos devengados por quien era menor,
existen supuestos en los que resulta aplicable el apartado segundo del art. 645
cuando la inactividad de aquél opere desde que llegó a la mayoría de edad.
Ello ocurre si no existió reclamo alguno durante dieciocho meses, que
transcurrieron desde que el beneficiario adquirió la mayoría de edad y pudo
ejercer su derecho, y tampoco se observa pedido de su representante legal
durante el tiempo en que fue menor de edad (CNCiv., Sala C, 1993/10/26, "P.,
M. de S. c. D. P.", ED, 160-587).
Percepción
Art. 646. -- Salvo acuerdo de partes, la cuota alimentaria se depositará en el banco de
depósitos judiciales y se entregará al beneficiario a su sola presentación. Su apoderado
únicamente podrá percibirla cuando existiere resolución fundada que así lo ordenare.
1. Apertura de cuenta
Con el fin de hacer más expedita y rápida la percepción de los alimentos
establecidos, el Código Procesal dispone la apertura de una cuenta bancaria
donde mes a mes de depositen los importes dispuestos, sin necesidad de que
el alimentado requiere cheque judicial para las extracciones.
En la práctica, su percepción en el ámbito de la Capital Federal, se
produce con la sola presentación del alimentario en la ventanilla que se
encuentra habilitada a tal efecto en la Sucursal Tribunales del Banco de la
Nación Argentina. Las limitaciones a la facultad del apoderado de cobrar las
cuotas de su representado, quedan purgadas de mediar resolución judicial que
lo autorice.
Solamente por acuerdo entre partes se puede modificar esta disposición.
Se ha dicho que, en el incidente por alimentos es aplicable la norma
general del art. 507 del Código Procesal, no sólo porque el art. 646 dispone
que el cumplimiento de la condena debe hacerse mediante depósito judicial, y
de autos no surge ningún documento emanado de la ejecutante que acredite el
acuerdo en sentido contrario que invoca el marido, sino porque ello tornaría
sumamente engorroso el procedimiento para la percepción de la cuota,
desvirtuándose así la celeridad propia del juicio de alimentos (CNCiv., Sala G,
1983/10/07, "M. de E., E. c. E. A. L.", La Ley, 1984-A, 231).
Recursos
Art. 647. -- La sentencia que deniegue los alimentos será apelable en ambos efectos. Si
los admitiere, el recurso se concederá en efecto devolutivo. En este último supuesto,
una vez deducida la apelación, se expedirá testimonio de la sentencia, el que se
reservará en el juzgado para su ejecución, remitiéndose inmediatamente las actuaciones
a la cámara.
1. Recurso de apelación. Efectos
En materia de apelación el efecto suspensivo es la regla y sólo
excepcionalmente por disposición de la ley el recurso se concede con efecto
devolutivo.
Entre tales excepciones se encuentra la sentencia que admite el pedido
de alimentos. Sin embargo, esa disposición no cabe hacerla extensiva a los
incidentes de aumento de cuota, desde que en ese supuesto se entiende que
el beneficiario de la pensión ya cobra la anterior.
Va de suyo pues, que si la alzada modificase en menos la cuota
alimentaria, no procedería la devolución de lo cobrado, ni tampoco se podría
compensar con futuras prestaciones, pues los efectos de la decisión de la
instancia revisora, son para los alimentos no devengados, no teniendo efectos
retroactivos sobre las cuotas percibidas (CNCiv., Sala E, 1982/10/21, "A. de T.,
E. B. c. T., J. C.", ED, 104-386).
El procedimiento a seguir cuando se concede una apelación con efecto
es el previsto en esta norma, que no puede ser asimilado al que fija el art. 250
del Código Procesal; de modo tal que, como la obligación de expedir
testimonios es de las secretarías con la colaboración material de las partes,
debe entenderse que como quien ha recurrido es el alimentante, no puede
cargarse sobre él la responsabilidad de que se expida testimonio de la
sentencia que corresponde a los beneficiarios de la prestación (CNCiv., Sala A,
1985/03/21, "O., D. C. y otro c. De S. V., A.", La Ley, 1987-A, 663 [37.527-S]).
La índole de la obligación objeto del juicio de alimentos ha hecho
necesario que el Código Procesal le imponga un trámite especial, más rápido
aun que el de los incidentes; por lo tanto constituiría una contradicción no
aplicar en el juicio de alimentos las reglas aplicables a la apelación en los
incidentes, que tienden a reducir la duración del proceso.
En principio, los recursos de apelación deducidos contra la sentencia de
alimentos no son susceptibles de ser abiertos a prueba en segunda instancia,
ni admiten la alegación de hechos nuevos, pues tratándose de apelaciones
concedidas en relación, lo impide el art. 275 del régimen adjetivo.
El derecho a cobrar la cuota alimentaria surge desde el dictado de la
sentencia de primera instancia y se hace efectivo no obstante que ésta resulte
apelada.
De manera que los pagos que se hacen en consecuencia no son
incausados, aunque luego la alzada reduzca o deje sin efecto la cuota fijada
por el "a quo". El destino de consumo de los alimentos percibidos impide tanto
la repetición como la compensación de los alimentos ya abonados (art. 374,
Código Civil) (CNCiv., Sala B, 1997/02/25, "F., E. c. G., C.", La Ley, 1997-D,
882, J. Agrup., caso 11.798).
Cumplimiento de la sentencia
Art. 648. -- Si dentro del quinto día de intimado el pago, la parte vencida no lo hubiere
hecho efectivo, sin otra sustanciación se procederá al embargo y se decretará la venta
de los bienes necesarios para cubrir el importe de la deuda.
1. Ejecución inmediata de la sentencia
Configurando una verdadera excepción al proceso de ejecución, en aras
a la celeridad del juicio y teniendo en cuenta las necesidades que se reclaman
y condenan, se establece la inmediata ejecución compulsiva de los alimentos
dispuestos.
Si bien el procedimiento establecido para la percepción de las cuotas
alimentarias devengadas se aparta del previsto por las normas generales para
la ejecución de sentencias, es al alimentado a quien corresponde la elección de
uno u otro trámite.
Por tanto, se afirma que el art. 648 establece un trámite específico para
la ejecución de la sentencia de alimentos, distinto del previsto en general por el
art. 502 y siguientes. La especificidad del procedimiento deriva de no ser
trámites indispensables la liquidación ni la citación de venta, con el objeto de
ganar celeridad. Pero, en lo demás, resultan aplicables aquellas normas
(CNCiv., Sala C, 1986/03/12, "G. de F., A. c. F., J.", La Ley, 1986-E, 695
[37.427-S]).
2. Trámite de la ejecución
El primer paso es intimar el pago y, si no fuera efectivizado dentro de
cinco días, resulta procedente el embargo sin otro trámite y la consecuente
venta de bienes suficientes.
Así se explica que, el sistema establece un trámite específico para la
ejecución de sentencia de alimentos, ya que no son indispensables ni la
liquidación ni la citación de venta, basta la intimación judicial del obligado para
proceder al embargo y la realización de los bienes, el accionado sólo puede
oponerse a la ejecución si acompaña la documentación que acredita
fehacientemente el pago. Luego, si se admitiera sustanciar la liquidación de los
alimentos atrasados, se estaría otorgando al alimentante una nueva
oportunidad de controvertir el tema (CNCiv., Sala C, 1998/06/02, "B. de B., R.
c. B., P. R.", La Ley, 1999-B, 840, J. Agrup., caso 13.617).
La intimación está prevista frente a la denuncia del incumplimiento de la
cuota alimentaria realizada por los alimentados, debiendo el accionado abonar
lo adeudado en tal concepto o interponer excepción de pago. Ello así, sólo
puede oponerse a la ejecución si acompaña el documento que acredita
fehacientemente el pago (CNCiv., Sala E, 1995/05/26, "G., C. I. y otros c. K., E.
y otro", ED, 165-701).
Las "astreintes" no proceden en principio cuando el acreedor ha optado
por ejecutar la condena, máxime cuando se ha intimado al alimentante al pago
de lo adeudado bajo el apercibimiento explicado, en lugar de requerirlo como
proyección de los arts. 37 del Código Procesal y 666 bis del Código Civil.
Por eso, ocurre que habiéndose dispuesto el embargo del 50 % de los
ingresos del alimentante, sin darse cumplimiento a la intimación que prescribe
el art. 648, y considerando además que no procede -en principio- la traba de
embargo para asegurar el cobro de alimentos futuros, cabe señalar que la
medida dispuesta por el juzgado no representa un embargo preventivo, ni la
iniciación del trámite de ejecución de las prestaciones. Ello, en tanto constituye
un descuento directo de las cuotas, de los ingresos mensuales del alimentante,
importando sólo un modo de facilitar su puntual y correcta percepción por parte
de la beneficiaria, evitando al mismo tiempo la producción de futuros conflictos
entre las partes (CNCiv., Sala F, 1988/11/22, "B. de B., C. c. B.", La Ley, 1989C, 342 - DJ, 1989-2-523).
Divorcio decretado por culpa de uno o de ambos cónyuges
Art. 649. -- Cuando se tratase de alimentos fijados a favor de uno de los cónyuges
durante la sustanciación del juicio de divorcio, y recayese sentencia definitiva
decretándolo por culpa de aquél o de ambos, la obligación del alimentante cesará de
pleno derecho, sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 80 de la ley de matrimonio civil.
1. Cese de alimentos con la sentencia de divorcio
En este supuesto desaparece ipso iure la obligación alimentaria entre
cónyuges, cuando se decreta el divorcio entre ellos, determinando la
culpabilidad del hasta allí alimentado, o en su caso, si ella se estableciera en
cabeza de ambos cónyuges.
Al decretarse el divorcio por encontrarse los cónyuges incursos en la
causal de injurias graves, tal circunstancia es configurativa de un supuesto de
cesación "ipso iure" de la obligación y que ha hecho perder toda vigencia a una
antigua jurisprudencia según la cual siempre es necesario el pedido expreso
del marido para hacer cesar los alimentos (CNCiv., Sala F, 1983/11/25, "Z. de
A., E. c. A., D.", La Ley, 1984-B, 114).
Claro está que, es improcedente la pretensión del emplazado de
demostrar en el juicio de alimentos que la contraparte dio motivo a la
separación, pues ésa no es materia de este proceso, en el cual sólo se trata de
establecer la cuota alimentaria requerida por uno de los cónyuges, cuyo
derecho dimana de este carácter, sin que aún haya sido juzgada su conducta
en el proceso pertinente.
Sin embargo, esta solución no puede conducir a un ejercicio abusivo del
derecho de pedir alimentos y obtenerlos hasta que se sustancie el juicio de
divorcio, de modo que puede rechazarse la pretensión alimentaria si se admite
la prueba traída por el demandado de circunstancias notoriamente graves que
tornen moralmente inadmisible que se le imponga el mantenimiento del otro
cónyuge o, al menos, considerar la incidencia de tales extremos en el monto de
la cuota alimentaria (CNCiv., Sala A, 1997/03/21, "M., S. R. y otros c. T., L. A.",
La Ley, 1998-B, 915, J. Agrup., caso 12.455).
Ahora bien, el divorcio decretado en virtud de la causal objetiva prevista
por el art. 214 inc. 2º del Código Civil no produce efecto alguno sobre los
alimentos reclamados con anterioridad a la promoción del juicio de divorcio y
que fueran admitidos por la sentencia.
Ello así, los alimentos devengados con anterioridad al juicio de divorcio y
no percibidos, no caducan toda vez que la ley expresamente contempla tal
posibilidad (CNCiv., Sala B, 1993/06/21, "A. de F. c. F. y Ll.", JA, 1995-I-395).
La conversión en divorcio vincular de la separación antes decretada no
produce el cese de los alimentos, por cuanto los efectos del nuevo
emplazamiento quedan regidos por los arts. 217, 218 y 3574 del Código Civil
sin hacer cesar la prestación alimentaria y el derecho de alimentos, lo que sólo
se produce por alguno de los supuestos previstos por el art. 218.
En tal caso, aunque el juicio de divorcio fuera dictado sobre la base de
lo dispuesto en el art. 214 inc. 2º del Código Civil, la reserva formulada con
carácter bilateral de percibir alimentos por parte de la cónyuge y de prestarlos
conforme a la condición económica por parte del marido, configuró una reserva
propia de los divorcios por presentación conjunta que determinó la subsistencia
de la prestación alimentaria, por lo que las cuestiones traídas a consideración
del tribunal -cesación de cuota alimentaria- podrían ser objeto de evaluación
dentro del marco de un incidente de reducción de cuota, pero carecen de
idoneidad para determinar la cesación del derecho, sin que corresponda
efectuar un encuadre oficioso de la acción intentada (CNCiv., Sala F,
1996/04/30, "B., E. R. c. P. de B., O.", La Ley, 1997-F, 945 [40.017-S]).
Trámite para la modificación o cesación de los alimentos
Art. 650. -- Toda petición de aumento, disminución, cesación o coparticipación en los
alimentos, se sustanciará por las normas de los incidentes en el proceso en que fueron
solicitados. Este trámite no interrumpirá la percepción de las cuotas ya fijadas.
En el incidente de aumento de la cuota alimentaria, la nueva cantidad fijada rige desde la
notificación del pedido.
1. Incidentes derivados
El proceso especialmente previsto en el art. 650 para el supuesto de
aumento o reducción de la cuota alimentaria tiene por fundamento acordar una
vía expedita y breve para debatir las cuestiones atinentes a la modificación de
aquélla, atento su particular naturaleza.
La cuota de alimentos fijada por acuerdo directo o determinados por
sentencia judicial, tiene una validez esencialmente provisional, por lo que
puede modificarse a pedido de cualquiera de las partes, cuando se dé una
variación en las circunstancias de hecho que dieron origen a su fijación.
En todos los casos, las pretensiones encierran la presunción legal que
obliga al intérprete a inferir que la necesidad del alimentario nace a partir del
reclamo judicial. Por tanto, compete al demandado demostrar el extremo
contrario. En el caso de aumento es preciso que se prueben las necesidades
reales de los beneficiarios.
Por ejemplo, cuando se acuerda como pensión alimentaria un porcentaje
de los ingresos del alimentante, la circunstancia de que éste haya perdido su
empleo, no significa que la obligación carezca de contenido concreto. Debe
repararse en que el método utilizado es un simple parámetro y responde a
razones de orden práctico.
Por lo tanto, la situación de desempleo no autoriza para disponer en
forma unilateral el cese de la obligación alimentaria convenida, por cuanto, a tal
efecto, se debe utilizar la vía prevista por el art. 650, y aun cuando ya se la
hubiera ejercido, tanto la reducción como el cese rigen desde el momento en
que queda firme la sentencia que los declara (CNCiv., Sala B, 1996/03/22, "G.
V., M. E. c. F. N., G. L.", La Ley, 1997-E, 1079, J. Agrup., caso 12.095).
2. Acumulación de procesos. Hechos nuevos.
Si bien el pedido de modificación de la cuota alimentaria debe
sustanciarse por la vía incidental (arts. 180 y 650l) y no admite la posibilidad de
deducir reconvención, toda vez que no se trata de definir el monto de la
pensión ni de subvertir las reglas propias establecidas para aquel trámite, sino
sólo de examinar si se encuentran configurados los extremos que tornan viable
su variación y en tanto las impostergables necesidades de los beneficiarios se
encuentren cubiertas, no se justifica que ambos reclamos tramiten por
procesos separados pues, en definitiva, los mismos pretenden la misma
finalidad -aunque de signo contrario-, esto es, la revisión de lo oportunamente
acordado (CNCiv., Sala B, 1999/02/09, "B., A. B. c. P., J. H.", La Ley, 1999-C,
804, J. Agrup., caso 14.018).
Si bien la denuncia de hechos nuevos no está prevista en el
procedimiento de alimentos, corresponde declarar su admisión si éstos
acaecieron y fueron denunciados en una oportunidad procesal apta para su
inclusión entre las cuestiones propuestas a conocimiento del tribunal, sin que
su sustanciación irrogue una demora en el trámite, pues la remisión del
alimentante a la vía prevista en el art. 650 resulta contraria a los principios de
concentración y economía procesal (CNCiv., Sala H, 1996/12/19, "D'A., M. M.
c. G., L. E.", La Ley, 1997-C, 443).
Litisexpensas
Art. 651. -- La demanda por litisexpensas se sustanciará de acuerdo con las normas de
este título.
1. Nociones generales
Se denomina litisexpensas a las sumas indispensables para hacer frente
a los gastos que ocasionen los procesos en que interviene quien las reclama.
En virtud del art. 375 del Código Civil, la prestación de ellas debe fijarse
con criterio riguroso, atendiendo al requisito legal de la carencia de bienes y
recursos por parte del solicitante. Ello así, pues la determinación de la
prestación responde a evitar el eventual impedimento de acceso a la justicia
por carencia de recursos económicos, constituyendo un medio tendiente a
asegurar la vigencia efectiva de la garantía constitucional de igualdad ante la
ley.
2. Alcance
La reforma introducida por la ley 23.515 no ha reproducido el art. 51,
segunda parte, de la ley de matrimonio civil que admitía con criterio amplio el
derecho a reclamar litisexpensas, en razón de lo cual deberá estarse al
principio contrario restringiendo su viabilidad sólo a los gastos necesarios para
la sustanciación del proceso de divorcio en tanto sean específicamente
detallados en oportunidad del reclamo, máxime si ya existe una cuota vigente
que cubre las más elementales necesidades (CNCiv., Sala A, 1999/09/20, "R.,
M. y ot. c. G., A. s/ alimentos", ED, 190-90).
Ahora, para que sea procedente la fijación de litisexpensas no basta el
mero reclamo. En efecto, por lo menos deben invocarse los gastos que la
cuota tiende a cubrir, pues el objeto de la determinación consiste en satisfacer
los gastos que resulten inmediatos y necesarios para afrontar el proceso de
que se trate.
La procedencia del otorgamiento de las litisexpensas, está condicionada
a la real necesidad del peticionario. En consecuencia, sólo cabe fijarlas en caso
de carencia de recursos (CNCiv., Sala F, 1995/03/28, "V. de F., M. D. c. F., D.",
La Ley, 1995-D, 329. - DJ, 1995-2-1005).
Algunos sostienen que, la fijación de litisexpensas no es pertinente en el
juicio de alimentos, por cuanto basta la imposición de costas para cubrir los
gastos del proceso (CNCiv., Sala F, 1995/08/24, "P., E.M. y otro c. T., J. C.",
38.480-S, LA LEY, 1996-B, 711).
Finalmente cabe agregar que el concepto no involucra a los honorarios
profesionales, pues éstos no representan una erogación que debe efectuarse
para promover un juicio o contribuir a su avance, sino que se devengan por la
labor cumplida durante el desarrollo. Así, escapan a la finalidad de aquéllas,
cual es evitar el eventual impedimento de acceso a la justicia por falta de
recursos económicos (CNCiv., Sala H, 1997/08/11, "P., M. M. c. M., H. R.", La
Ley, 1998-E, 703 - DJ, 1998-1-870).
TITULO IV -- Rendición de cuentas
Obligación de rendir cuentas
Art. 652. -- La demanda por obligación de rendir cuentas tramitará por juicio sumario, a
menos que integrase otras pretensiones que debieren sustanciarse en juicio ordinario.
El traslado de la demanda se hará bajo apercibimiento de que si el demandado no la
contestare, o admitiere la obligación y no las rindiere dentro del plazo que el juez fije al
conferir dicho traslado, se tendrán por aprobadas las que presente el actor, en todo
aquello que el demandado no pruebe que sean inexactas.
1. Nociones generales
El primer párrafo del art. 319 establece que toda contienda que no tenga
asignado un trámite especial lo será por juicio ordinario; mientras que el
segundo apartado sostiene el mismo procedimiento cuando la remisión al
sumario provenga de leyes especiales. En el caso reglamentado por el art. 652,
va a depender esencialmente de lo que el Juez disponga, aunque seguramente
la pauta se determinará por la complejidad del problema a resolver.
La demanda por obligación de rendir cuentas es un tipo procesal
especial porque puede ser parte de otras pretensiones y tener autonomía en su
desarrollo. Tampoco es un medio de prueba, sino en todo caso, un
procedimiento que puede tener carácter probatorio, respecto de otro proceso
del cual puede constituir un incidente, o revestir la calidad de proceso en sí.
El código desenvuelve en seis disposiciones un trámite demasiado
complejo que, dividido en etapas, integra un conjunto de actos procesales
tendientes a una misma finalidad.
La Corte Nacional interpreta que la obligación de rendir cuentas, la
tienen quienes han administrado bienes ajenos con prescindencia de que las
negociaciones comprendan también intereses propios
del gestor o
administrador.
Por ello, el proceso de rendición de cuentas consta, básicamente de dos
etapas: en la primera, se establece por vía del proceso sumario si existe la
obligación de rendir cuentas; y en la segunda, se examinan las cuentas
efectivamente rendidas, por el trámite correspondiente a los incidentes,
restando – en todo caso – una eventual ejecución de los saldos activos, por el
procedimiento de ejecución de sentencia (CS, 1999/09/30, "Estado Nacional
(Ministerio de Economía, Obras y Servicios Públicos ) c. Formosa , Pcia de",
RED 34-858).
Se repite así que, el trámite de rendición de cuentas contiene
fundamentalmente dos etapas; la primera se circunscribe a la procedencia de
la obligación de rendir cuentas, que el actor pretende que se reconozca
respecto del emplazado, mientras que la rendición de cuentas propiamente
dicha recién comienza en una segunda etapa, luego de haberse obtenido la
condena que le asigne al demandado la calidad de deudor de aquella
prestación, o bien, que éste admita su obligación, allanándose a la demanda
(CNCiv., Sala A, 1999/08/18, "Consorcio Boulogne Sur Mer 663 c. Bosco,
Alfredo", DJ, 2000-2-613).
La base sustancial está en el art. 615 del Código Civil, que considera
como una obligación de hacer la rendición de cuentas.
En definitiva, ésta consiste en la descripción gráfica de las operaciones
realizadas por cuenta o en interés del principal y con su respaldo documental
correspondiente, a los efectos de que aquél pueda entrar en el conocimiento de
aquéllas para su examen, verificación y eventual impugnación (cfr. Fenochietto,
Código Procesal..., tomo 3, cit., pág. 492).
2. Obligados y pretensiones posibles
La demanda se plantea contra quien se considera obligado a esclarecer
las cuentas que administra, aunque esta situación no es exclusiva de la
actividad derivada de las reglas del mandato, del condominio, de la
administración en sí o del régimen societario.
También se verifica en el procedimiento sucesorio, liquidatorio (de
sociedades comerciales, de sociedad conyugal, de locaciones), toda vez que
la materia es de carácter amplísimo y la obligación de rendir cuentas se deriva
naturalmente del desarrollo del contrato vinculante entre partes.
Quien pretenda tener por cumplida la obligación de rendir cuentas,
deberá justificar tal actividad con los documentos o partidas que respalden la
declaración, especificando entradas y salidas, acreencias y débitos cuyo último
resultado es la obtención de la cuenta en su más debido control.
Este detalle hace a la suficiencia que reclama el art. 70 del Código de
Comercio que se enlaza congruentemente con el art. 755 del Código Procesal.
De algún modo, quien rinde cuentas se somete a un modelo instructorio
que se inicia con la orden del Juez que intima a presentar las cuentas, y es
emitida, de ordinario, proveyendo la pretensión de la actora, que puede ser el
mismo obligado.
En efecto, hay dos pretensiones posibles :
a) La de exigir de la otra que rinda cuentas, previa presentación de la
estimación que ab initio formula (art. 652); o,
b) la del supuesto obligado que requiere la aprobación de las cuentas
que él voluntariamente presenta cuando la otra parte se niega a aprobarlas (art.
657).
En uno y otro caso, la rendición de cuentas es la acción y el efecto de
poner a disposición del requirente (para su examen control y verificación) todas
las cuentas derivadas de la administración o el gobierno de los bienes que se
le han confiado al requerido.
En síntesis, el carácter complejo de este proceso deviene de las dos
etapas que reconoce: una declarativa sobre la obligación de rendir cuentas,
que desenvuelve un proceso de conocimiento amplio de tipo ordinario; y un
segundo tiempo de tipo incidental por el cual se practican las cuentas.
En esta, a su vez, sucede la sustanciación, discusión y observación de
las partidas presentadas, y la correspondiente determinación de saldo a favor
de una de las partes. Cuando la determinación del saldo ha quedado firme,
corresponde su ejecución, creándose así un título ejecutorio.
Por eso se dice que, el proceso de rendición de cuentas se integra por
dos etapas, a las cuales puede añadirse una tercera para el cobro del saldo
activo si lo hubiere. En la primera de ellas, se debate la existencia de la
obligación de rendir cuentas y sólo si ésta es cuestionada, se torna necesario el
dictado de la sentencia que actúe la pretensión del reclamante. En la segunda
de las etapas, deben presentarse las cuentas documentadas o detalladas, la
formulación o no de las impugnaciones, la producción de las pruebas
pertinentes, en caso de haber sido ofrecidas y, finalmente, el decisorio que
apruebe las correctas (CNCiv., Sala A, 1998/02/05, "P., A. c. P., F.", La Ley
1998-D, 108).
3. Formas de rendir cuentas
La rendición de cuentas puede ser extrajudicial y celebrarse entre partes
manteniendo la posibilidad de requerir homologación judicial como resultado de
una transacción entre partes; o bien reclamarse judicialmente en virtud de
quien debe prestarla no lo hace, o habiéndolo hecho, la otra parte se niega a
recibirlas o aprobarlas.
El trámite de las dos etapas que se viene comentando, comienza así con
la demanda de rendir cuentas -art. 652- que el actor pretende que se
reconozca respecto del emplazado, mientras que la rendición propiamente
dicha recién comienza en una segunda etapa, luego de haberse obtenido la
condena que le asigne al demandado la calidad de deudor de aquella
prestación, o bien, que éste admita su obligación, allanándose a la demanda.
Por ejemplo, si el demandado -en el caso, administrador renunciante del
consorcio- reconoció expresamente su obligación de rendir cuentas y se
comprometió a hacerlo pero luego incumplió la carga asumida, corresponde
estar a las formuladas por su contraria (CNCiv., Sala A, 1997/11/25, "Consorcio
de Propietarios Amenábar 2575/79 c. Cambón López, Antonio", La Ley, 1998C, 504).
Cabe observar que la ausencia de rendición y el abuso ejercido en el
mandato, puede constituir el delito de administración fraudulenta.
Se ha dicho que, el autor del delito de administración fraudulenta -en el
caso, la organización de una colecta de bien público vía telefónica, en la que se
dispuso de los fondos donados como si fueran propios y para lucro personaldebe tener a su cargo el manejo o la administración, aunque sea en parte, de
bienes ajenos y, de ese modo, tener un deber de fidelidad hacía quien debe
rendir cuentas (CNCrim. y Correc., Sala I, 2000/06/30, "Telecom Argentina S.
A. y otro", La Ley, 2000-E, 451, con nota de Gustavo E. Aboso).
Pero, la legitimación para administrar que tiene cada uno de los
integrantes de una sociedad irregular no constituye fundamento suficiente para
justificar una condena a rendir cuentas si el demandado no ha tenido
participación en la administración (CNCom., Sala E, 1998/03/06, "Pouso Bello,
Ricardo c. Sanjurjo, Luis C. y otros", La Ley, 1998-D, 100).
4. Legitimación pasiva
Como todo proceso bilateral y contradictorio, el presente tiene dos partes
bien definidas: el que tiene derecho a que se le presenten cuentas claras y
ordenadas sobre la administración que ha discernido; y el que debe prestarlas
como sujeto obligado por dicha mandato.
Pero hay casos donde la división no es tan precisa, o se confunden los
roles y las obligaciones emergentes.
Por ejemplo, se ha dicho que, si bien la administración del patrimonio de
la causante le impone al curador la consiguiente obligación de rendir cuentas
documentadas de su gestión por ante el juez de la causa, ello no conlleva
necesariamente la carga de solicitar una autorización periódica para percibir las
rentas si la actuación del curador denota un acendrado empeño en su función
(CNCiv., Sala A, 1995/09/25, "G., D.", La Ley, 1996-A, 582).
En cambio es clara la obligación de rendir cuentas del administrador del
consorcio, porque además de ser una obligación inherente a toda gestión de
negocios ajenos, deviene de su calidad de mandatario legal de aquél (CNCiv.,
Sala D, 1998/12/04, "Administración Pedretti S. R. L. c. Consorcio Emilio Mitre
435", La Ley, 1999-F, 358, con nota de Leopoldo L. Peralta Mariscal - DJ,
2000-1-499).
En el mismo sentido se afirma que, corresponde remover al
administrador de la sucesión que no rindió cuentas documentadas de su
actuación, dispuso de fondos del sucesorio sin depositarlos en el expediente,
omitió rendir cuentas trimestralmente y existen intereses encontrados entre los
herederos (CNCiv., Sala F, 1995/08/31, "Korman, Pablo S.", La Ley, 1997-B,
513).
En definitiva, el mandatario deberá rendir cuentas documentadas de las
sumas recibidas en la operación de venta de bienes inmuebles, así como las
de sus inversiones y la de los gastos efectuados en nombre y a favor del
mandante, aún luego del fallecimiento de éste. El hecho de que aquél no haya
conservado los comprobantes de pago de erogaciones por las que no se
acostumbra a dar recibos, no impide que se proceda a dar cuenta de ellos,
siendo resorte del Tribunal ponderar su responsabilidad en tales términos
(CNCiv., Sala G, 1996/11/20, "Belmonte Juan c. Belmonte, Nives F. y otros", La
Ley, 1998-D, 851 [40.544-S]).
Finalmente, se afirma que la rendición de cuentas debida por el acreedor
prendario en los supuestos contemplados en el art. 24 de la ley 19.551 (ADLA,
XXXII-B, 1836), no puede, al menos como principio, desvincularse de las reglas
genéricas que gobiernan la materia, insertas en los arts. 68 a 74 del Código de
Comercio, así como las de los arts. 652 y sigts. del Código Procesal (CNCom.,
SalaC, 1982/08/13, “Knittax Argentina”, La Ley, 1983-B, 293).
5. Dispensa de la obligación
Hay casos en que la obligación de rendir cuentas se pierde por
abandono o preclusión de los actos tendientes a lograrlo; y otros en los que
sucede por la propia naturaleza de la prestación.
El plazo de prescripción de a
l obligación de rendir cuentas que pesa
sobre el administrador del consorcio es el ordinario de diez años (CNCiv., Sala
E, 1995/03/20, "Hernández, Purificación y otros", La Ley, 1996-B, 526, con nota
de Eduardo Molina Quiroga).
Asimismo, el plazo excesivo transcurrido durante el cual el mandante no
le ha requerido a su mandatario que rinda cuentas, importa conformidad con
función desempeñada.
La dispensa de rendir cuentas puede ser expresa o tácita; una pauta es
el silencio durante el tiempo en que transcurre la gestión; otra, es la no
exigencia de comprobantes en su oportunidad; a veces, por la conformidad
repetida en la renovación del mandato, etc.
Se ha dicho que, no existe obligación de rendir cuentas respecto de la
ocupación y explotación del inmueble que se encuentra en condominio, si la
actora condómina no ha demostrado que entre ella y los demandados existe
vínculo común en la explotación de los fondos de comercio existentes en tal
inmueble y en el expediente no consta ningún elemento que permita aseverar
que los demandados sean administradores de la cosa común, pues sólo se
presentan como condóminos que gozan de las partes comunes del bien, sin
que medie oposición (CNCiv., Sala F, 1997/08/28, "Mourelle, Hernán J. c.
Mourelle, Alberto M.", La Ley, 1998-C, 405).
Hay distintos criterios respecto a la rendición a través del movimiento de
la cuenta corriente bancaria. Algunos sostienen que, la obligación de rendir
cuentas, mediante explicaciones que permitan el conocimiento de cada una de
las operaciones realizadas en ejercicio del mandato, no puede considerarse
satisfecha a través de las operaciones realizadas en la cuenta corriente
bancaria, pues de sus constancias no puede extraerse la forma de
cumplimiento de la gestión (CNCom., Sala A, 1997/05/29, "Di Menna, Antonio
c. Storchi, Mirco", La Ley, 1997-E, 1041 [39.904-S]). Ponderación aceptable
teniendo en cuenta que no es el banco quien debe manifestarse.
Por eso, también se dice que el banco demandado no se encuentra
obligado a rendir cuentas al cuentacorrentista, toda vez que aquél suministró
oportunamente los extractos correspondientes a la misma, los cuales no fueron
negados ni observados. Así, si ese cuentacorrentista está disconforme con la
cuenta puede impugnarla mediante acción autónoma, conforme lo establece el
art. 790 del Código de Comercio. (CNCom., Sala A, 1999/05/28, "Galante, José
L. c. Banco de Crédito Argentino", La Ley, 1999-E, 522 - DJ, 1999-3-700).
Si en el contrato de distribución no se estableció la obligación de la
distribuidora de rendir cuentas ni observar un mínimo de ventas en el curso de
la operatoria confiada a su respecto, es la parte que cuestiona la política
comercial empleada por aquélla para ejecutar la distribución quien debe
demostrar la infracción contractual atribuida (CNCom., Sala D, 1998/04/02,
"Labsa Argentina S. A. c. Watteau S .A.", La Ley, 1999-D, 52 - DJ, 1999-1-960).
6. Traslado de la demanda
La demanda de rendición de cuentas suma otra particularidad en el
despacho que resuelve dar traslado de la demanda. En ella debe constar el
apercibimiento al accionado para que admita o no la obligación que se le
reclama; y en caso afirmativo, también se pronuncie sobre la exactitud de la
liquidación presentada por el actor.
De este modo, la demanda además de los requisitos generales del art.
330, y de tener que ofrecer toda la prueba con ella (art. 333), tiene que adjuntar
la cuenta que considere ajustada a derecho.
La diversidad de planteos permite distinguir las secuencias sucesivas.
a) Si el demandado contesta la demanda y niega los hechos como el
derecho pretendido, el proceso deberá determinar si existe o no la
obligación de rendir cuentas. El trámite será ordinario.
b) Cuando se admita la pretensión, el allanamiento podrá ser total o
parcial. El primero sucede si al someterse al reconocimiento de la
obligación, dentro del mismo plazo presenta las cuentas que se le
piden. El segundo, ocurre cuando no se presenta liquidación propia,
en cuyo caso, el Juez debe dar por aprobada las cuentas del actor.
c) Si el accionado no comparece, o lo hace al solo efecto de constituir
domicilio legal, el silencio permite obrar con los efectos del
apercibimiento y dar por aprobada la liquidación sustanciada como el
reconocimiento implícito de la obligación de rendir cuentas.
Sin embargo, en el supuesto contemplado en el párr. 2° del art. 652, no
resultan exigibles al actor los requisitos formales de la rendición de cuentas
(precisión, descripción y documentación), pudiendo su presentación limitarse a
un simple cálculo de los resultados obtenidos en la gestión.
De allí que, a la inversa de lo que sucede en el caso de las cuentas no
presentadas en forma, el demandado tiene la carga de concretar en términos
categóricos y de probar las impugnaciones dirigidas a desvirtuar la exactitud de
las cuentas presentadas por la parte actora.
Inclusive, el artículo en comentario, contiene la posibilidad de un
apercibimiento que obra invirtiendo la carga de la prueba, pero sin alterar las
normas de fondo, en la medida que no es posible liberar a las cuentas que
presenta el actor, de la obligación legal que las obliga a contener doble partida
respaldada por los comprobantes respectivos (art. 68, Código de Comercio),
salvo los casos de excepción que la ley adjetiva admite (art. 655, Código
Procesal).
Por eso, resulta improcedente aplicar a la acción de rendición de
cuentas el procedimiento previsto por el art. 652 y sigtes., si aquélla fue
deducida junto a la demanda de disolución parcial de sociedad, pues si esta
última prospera resolviéndose la disolución parcial del ente, será forzosa la
rendición solicitada entre quienes fueron socios de dicha sociedad (CNCiv.,
Sala I, 2000/11/14 “Coombes, Guillermo E. c. Bussi, Luis J. y otro”, La Ley,
2001-D, 132 - DJ, 2001-2-637).
Trámite por incidente
Art. 653. -- Se aplicará el procedimiento de los incidentes siempre que:
1. Exista condena judicial a rendir cuentas.
2. La obligación de rendirlas resultare de instrumento público o privado reconocido, o
haya sido admitida por el obligado al ser requerido por diligencia preliminar.
1. Supuestos
El supuesto pensado se posiciona a partir de una sentencia
condenatoria a rendir cuentas, o de la existencia de un instrumento público o
privado reconocido en la diligencia preliminar prevista por el art. 323 inciso 10
del Código Procesal. En uno u otro caso, como el procedimiento se resuelve
como si fuera el caso de los arts. 503 y 504, se asigna el trámite de los
incidentes (arts. 175 y ss.).
Pero la pretensión puede ocupar otros aspectos derivados de la
sentencia o de la admisión instrumental, en cuyo caso, si el requerido para la
presentación de documentos o cuentas de una sociedad o comunidad de
bienes de cualquier clase que sea, se opone formalmente por creerse con
razón para ello, igualmente el trámite es incidental.
Cuando la pretensión se basa en una condena judicial (inciso 1º),
equivale a sostener que el derecho está consolidado y que el único objeto a
desentrañar es el alcance de las cuentas.
Si ellas estuvieren practicadas por el actor, la prevención contemplada
en la última parte del art. 652 no puede ser aplicada sin más, pues el juez no
queda eximido de su deber de examinar la exactitud de los rubros que
componen la rendición practicada por el actor, aun cuando el demandado no
haya demostrado la inexactitud de aquéllos (CNCom., Sala A, 1997/08/28
“Serravalle, Carlos O. c. Guarnaccia, Carlos E.”, La Ley, 1997-E, 1043 [39.913S]).
Si el planteo se hace desde el reconocimiento expreso o tácito derivado
de la diligencia preliminar, la consecuencia anterior es la misma, es decir, el
proceso se limita a un problema aritmético.
Facultad judicial
Art. 654. -- En los casos del artículo anterior, si conjuntamente con el pedido, quien
promovió el incidente hubiere acompañado una cuenta provisional, el juez dará traslado
a la otra parte para que la admita u observe, bajo apercibimiento de que si no lo hiciere
se aprobará la presentada.
El juez fijará los plazos para los traslados y producción de prueba, atendiendo a la
complejidad de las cuentas y documentos que se hubiesen acompañado.
1. Traslado de la liquidación
La demanda de rendición de cuentas seguida por la vía del art. 563
obliga al actor a presentar una cuenta provisoria que se acompaña con la
documentación que se sustancia al correr traslado (arts. 338 y 339).
El apercibimiento al accionado para que comparezca a estar a derecho,
incluye la advertencia que si deja de pronunciarse respecto de la cuenta
agregada, se la tendrá por aprobada. Entendemos que, como toda liquidación,
la aprobación es en cuanto ha lugar por derecho; mucho más tratándose de
una cuenta provisional.
La excepción estaría dada en los casos que la pretensión se planteara
sobre la sentencia condenatoria, y en éste proceso se hubiera aprobado una
liquidación, en cuyo caso, se estaría frente a un proceso de ejecución de
sentencia y no de mera declaración como es el presente.
2. Dificultades en la liquidación
La rendición de cuentas en el contrato de sociedad tiene algunos
problemas conceptuales para adaptarse a esta normativa.
En efecto, la sociedad accidental que carece de una contabilidad
registrada autoriza la valoración de otras pruebas; y a mayor abundamiento, se
ha dicho que, tratándose de sociedades regularmente constituidas la rendición
de cuentas no es mecanismo idóneo, en la medida que los balances hacen las
veces de periódicas rendiciones (CNCom, Sala E, 1999/07/15, DJ 2000-l,
935).
De ello se colige que, es menester tener en cuenta la idoneidad de la
petición y el núcleo al cual va dirigida, porque tratándose de una sociedad de
responsabilidad limitada, tampoco procede el reclamo por rendición de cuentas
(mismo fallo anterior); y si la demanda se vincula con concurso, se afirma que,
la rendición de cuentas por parte de la sindicatura es una obligación legal
impuesta por el art. 212 de la ley concursal, de modo tal que es incuestionable
la facultad de la fallida de impugnar las que sean presentadas, conforme a las
reglas del derecho procesal (arts. 654 y concs.), a las que remite el art. 301 de
la ley concursal (del dictamen del Fiscal de Cámara cuyos argumentos son
compartidos por el tribunal) (CNCom., Sala B, 1994/08/25, “Pam S. A. Cía.
Financiera s/quiebra”, La Ley, 1995-C, 65, con nota de Guillermo Emilio
Ribichini).
Documentación. Justificación de partidas
Art. 655. -- Con el escrito de rendición de cuentas deberá acompañarse la
documentación correspondiente. El juez podrá tener como justificadas las partidas
respecto de las cuales no se acostumbrare a pedir recibos y fueren razonables y
verosímiles.
1. Documentación de respaldo
Para que una liquidación de cuentas pueda ser tenida por tal, es
necesario que sea instruida y documentada, es decir, que contenga las
explicaciones, justificaciones y comprobantes que demuestren los
procedimientos y resultados de la gestión.
Por eso, no sólo debe ser documentada, sino también clara y
detalladamente explicativa, lo que significa que ha de describir la actuación
cumplida.
En tal sentido se ha dicho que, no es suficiente poner a disposición del
requirente los datos pertinentes para que él los interprete; es indispensable
detallar todas las circunstancias de la gestión y explicar el contenido de las
partidas que integran la liquidación. El cuentadante debe acompañar los
comprobantes originales y copia o mención precisa de la parte pertinente de
sus libros, pues no es suficiente la manifestación de que tales antecedentes
quedan en su poder (CNCiv., Sala F, 1995/08/31, "Korman, Pablo S.", La Ley,
1997-B, 510).
Si fuera el mandatario quien debe rendir cuentas; ellas necesitan estar
documentadas, de modo tal que se pueda acreditar las sumas recibidas e
invertidas.
Si la gestión se vincula con la venta de bienes inmuebles, o con la
inversión de dinero, los gastos efectuados en nombre y a favor del mandante, y
todo otro debe conservarse con sus constancias, aun y más todavía, si
ocurriera el fallecimiento del mandante.
El hecho de que aquél no haya conservado los comprobantes de pago
de erogaciones por las que no se acostumbra a dar recibos, no impide que se
proceda a dar cuenta de ellos, siendo resorte del Tribunal ponderar su
responsabilidad en tales términos (CNCiv., Sala G, 1996/11/20, "Belmonte Juan
c. Belmonte, Nives F. y otros", La Ley, 1998-D, 851 [40.544-S]).
Asimismo se advierte que, la rendición de cuentas que debe realizar la
comisión administradora del consorcio de propietarios pone a su cargo dos
obligaciones diferenciadas: a) la informativa, que consiste en la explicación de
las partidas y sus respectivos comprobantes, la que resulta indivisible aunque
no de indivisibilidad impropia o irregular, por lo que la rendición puede ser
exigida a cada uno de los deudores siendo innecesario que todos la cumplan
en forma conjunta; y b) según sea el resultado de la anterior, la entrega del
saldo, cuya solidaridad debe ser establecida en forma expresa, de la contrario
sería simplemente mancomunada con objeto divisible (CNCiv., Sala G,
1999/02/15, "Consorcio de Propietarios Pasaje del Signo 4058 c. Monge de
Labate, Dora", La Ley, 1999-E, 425 - DJ, 1999-3-481).
Sin perjuicio de lo expuesto, cabe observar que cuando los elementos de
juicio incorporados al proceso son insuficientes para pronunciarse sobre el
estado de las cuentas, el Juez puede adoptar los recaudos necesarios para
completar el material probatorio de la causa en virtud de las facultades que le
confiere el art. 36, inc. 4° del Código Procesal.
Pero lo que no puede el magistrado, es diferir para la etapa de ejecución
de sentencia la determinación mediante el informe de un perito de la
razonabilidad de los gastos. Este a pesar de sus conocimientos técnicos carece
de facultades para dilucidar cuestiones jurídicas.
El recurso regulado en la primera parte del art. 516 sólo es aplicable a
los supuestos en los que las liquidaciones o cuentas fueren muy complicadas,
lenta y de difícil justificación.
De todas maneras, en la actualidad la exigencia fiscal es taxativa: nadie
eroga sin recibos, de manera tal que “la costumbre de prescindir de recibos”
como lo insinúa el art. 655 in fine, se ha tornado una excepción de práctica
imposible. Esta atribución que se ha otorgado al Juez es de naturaleza
excepcional, y en la práctica, el rigor impositivo la ha tornado abstracta.
Saldos reconocidos
Art. 656. -- El actor podrá reclamar el pago de los saldos reconocidos por el demandado,
sin esperar la resolución definitiva sobre las cuentas y sin que por ello se entienda que
las ha aceptado.
El pedido se sustanciará por las normas sobre ejecución de sentencias.
1. Pago de los saldos
Si al contestar la demanda el accionado admite la existencia de saldos
sin cancelar, ese reconocimiento integra el título ejecutivo (art. 526) y le permite
al beneficiario reclamarlo por la vía de la ejecución de sentencias (arts. 499 y
ss.).
Esta consecuencia no se puede aplicar en el juicio de consignación (art.
757 inc. 4º, Código Civil); aunque se extienda su operatividad en similares
condiciones a las que permite el art. 502 in fine del Código Procesal.
Existiendo condena judicial a rendir cuentas -en el caso de la gestión de
administración de un consorcio de copropietarios-, resulta de aplicación el
procedimiento incidental que legislan los arts. 175 y sigtes., y la aprobación
definitiva de las cuentas transforman el saldo que arrojan en un crédito líquido
cuyo cobro debe tener lugar por el procedimiento de ejecución de sentencia
(CNCiv., Sala D, 1999/09/14, "Consorcio de Propietarios Ayacucho 1761/63 c.
Alcaide, Francisco S. y otros", La Ley, 2000-D, 37 - DJ, 2000-2-336).
Cabe agregar, como dice Fenochietto, que el hecho de que el saldo
reconocido sea reclamado por el acreedor, antes del pronunciamiento judicial
definitivo sobre las cuentas, no implica necesariamente que aquél acepte en su
totalidad las cuentas rendidas, ni obsta al ejercicio de la acción penal que prevé
el art. 173 inc. 2º del Código Penal (ob. cit., pág. 507).
Demanda por aprobación de cuentas
Art. 657. -- El obligado a rendir cuentas podrá pedir la aprobación de las que presente.
De la demanda, a la que deberá acompañarse boleta de depósito por el importe del saldo
deudor, se dará traslado al interesado, por el plazo que fije el juez, bajo apercibimiento
de ser tenido por conforme si no las impugnare al contestar. Se aplicará, en lo
pertinente, el procedimiento establecido en los artículos anteriores.
1. Aprobación de cuentas
A diferencia de las situaciones anteriores, donde el actor reclama el
reconocimiento o, en su caso, la práctica de rendir cuentas, en el presente la
acción se le otorga al deudor que quiere liberarse de la obligación y encuentra
obstáculos en quien debe aceptarlas.
El reclamo de aprobación de las cuentas formulado judicialmente por el
propio obligado a rendirlas, descarta la necesidad de la etapa inicial destinada
a la determinación de la existencia o inexistencia de la obligación de
producirlas, que es necesaria cuando la acción es deducida por el dueño de los
bienes o el titular de los negocios administrados.
La demanda es compleja al importar requisitos adicionales a los que
ordena el art. 330. Esto supone agregar la boleta de depósito por el importe del
saldo deudor que se interprete deducido de la cuenta que se practica y se
presenta a modo de pretensión contra el acreedor.
Pueden darse dos situaciones :
a) Que haya controversia respecto de las cuentas rendidas, en cuyo
caso la cuestión se llevará a cabo por el trámite de los incidentes. O,
b) que al contestar la demanda el accionado haya admitido la
pretensión (es decir haya prestado conformidad a las cuentas
rendidas), en cuyo caso , el procedimiento a aplicar es el de la
ejecución de sentencia .
2. Procedimiento
Cuando el proceso tiene por objeto la aprobación de las cuentas, la
entrega de la documentación y el cobro de pesos, es decir, reclamos
vinculados con la gestión del consorcio de copropietarios, la regla de
competencia -de los jueces del domicilio del consorcio-, prevista en el
Reglamento de Copropiedad, comprende también al administrador del
consorcio, pues en ella ha fundado su legitimación para demandar (CNCiv.,
Sala B, 1997/09/09, "Villanueva, Miguel A. c. Consorcio Bartolomé Mitre
954/62", La Ley, 1997-F, 934 [39.959-S]).
Si el accionante que pretende se le de por válida la cuenta presentada
respecto de la sociedad accidental o en participación de la que forma parte, ella
debe ser suficiente y acreditada. Porque si no las presenta en debida forma, no
es dable exigir a la contraparte el estricto cumplimiento de los requisitos
formales de las mismas, bastando con el cálculo relativo a los negocios que
constituyen su objeto, pues es evidente que no está en condiciones de hacerlo.
Ello así, pues dichas cuentas nunca podrían ser instruidas y
documentadas, pero sí verosímiles, en tanto no sean destruidas por prueba
idónea que demuestre su inexactitud, o que resulten manifiestamente
irrazonables en relación a los antecedentes de la causa (CNCom., Sala A,
1999/02/15, "Alen Lascano, Luis A. c. Gattas, Humberto O.", La Ley, 1999-F,
419 - La Ley, 2000-C, 528, con nota de Eduardo Molina Quiroga - DJ, 2000-1739 - IMP, 1999-B, 2778).
Vale reiterar que, las cuentas de sociedades regulares deben ser
demandadas a través de procedimientos específicos que, acordes con el tipo
societario, correspondan a los efectos de la formación y aprobación de los
balances, siendo improcedente la rendición de cuentas con arreglo a lo
normado en el Código de Comercio y en el Código Procesal (CNCom., Sala C,
1992/02/27, "Future Computación S. R. L. c. Colodro, Jorge L.", La Ley, 1992C, 157 - DJ, 1992-2-264).
TITULO V -- Mensura y deslinde
CAPITULO I -- Mensura
Procedencia
Art. 658. -- Procederá la mensura judicial:
1. Cuando estando el terreno deslindado, se pretendiera comprobar su superficie.
2. Cuando los límites estuvieren confundidos con los de un terreno colindante.
1. Concepto general
La mensura es la operación técnica que consiste en delimitar un terreno,
marcando sus medidas en un plano, para comprobar si la superficie que tiene
es la que éste indica y, de ser necesario, establecer la porción que falte dentro
de las propiedades vecinas. Se trata de la expresión gráfica sobre el terreno de
los datos contenidos en el título y demás antecedentes con los que se lleva a
cabo la operación.
La mensura tiende a evitar usurpaciones de terrenos ajenos, reclamando
aquello que un colindero haya podido ocupar sin derecho. Por ello es que la
petición de mensura corresponde a todos los copropietarios limítrofes,
adquiriendo así el carácter de recíproca.
Nuestro Código Procesal hace referencia a la mensura en tres ocasiones
diferentes dentro de su articulado:
a) en primer lugar, en el art. 323, inc. 9º, como una diligencia preliminar,
para ejercer una acción real;
b) luego, en el art. 658, inc. 1º, como un procedimiento voluntario, que
tiene como finalidad constatar la superficie de un terreno y confeccionar el
plano correspondiente, y
c) por último, en el art. 658 inc. 2º, se la contempla como un medio de
prueba en el proceso de deslinde.
2. Regulación legal
La regulación legal de la mensura está compuesta por una importante
sección de legislación administrativa, que comienza con la ley 14.159
reglamentada por el decreto 10.028/57, aprobando la nueva reglamentación
nacional sobre el tema.
El marco legislativo lleva a dos sistemas concurrentes en la práctica de
la mensura: uno que rige el Código Procesal; y otro que sigue los
procedimientos administrativos contenidos en las leyes internas.
3. Naturaleza jurídica
La jurisprudencia y doctrina nacionales son pacíficas en cuanto admiten
que el procedimiento de mensura no se trata de un juicio contencioso, sino de
un acto de jurisdicción voluntaria que deja intactas las cuestiones de posesión y
propiedad, las que deberán reclamarse y sustanciarse en el correspondiente
juicio de conocimiento.
La decisión del tribunal que aprueba la mensura no reconoce ningún
derecho al peticionario. Se trata de un acto unilateral, y tal carácter no se
modifica por la citación de los linderos, pues los mismos no están obligados a
protestar la mensura y, su silencio no implica reconocimiento tácito de
derechos de posesión o de dominio.
4. Competencia
La petición de mensura se debe promover ante el juez del lugar donde el
inmueble se halla situado por tratarse de una pretensión típicamente real.
Se interpreta que, corresponde a la justicia del lugar de ubicación del
inmueble conocer de la causa en que se cuestiona la mensura sobre una
fracción de tierra situada en la Provincia de Buenos Aires, si la acción intentada
es una verdadera acción real tendiente a la protección del dominio, respecto de
la cual el juicio sucesorio de un codemandado fallecido no ejerce fuero de
atracción. (CS, 1975/10/01, "Nuñez, Emilia C. c.. Giacchino, Angélica A. y otro",
Fallos, 292:108).
Asimismo, se destaca que resultando de la prueba rendida en autos que
una parte del inmueble se halla bajo la jurisdicción de la Prov. de San Luis ante el juez de la cual se inició y tramita el juicio de mensura- y otra parte bajo
la jurisdicción de la Prov. de Mendoza -ante cuyo juez se ha promovido
oposición al deslinde- corresponde resolver -con prescindencia del fuero
federal que pudieran aducir las partes por distinta vecindad o nacionalidad- que
el juez de Mendoza es competente para entender en el incidente surgido en el
juicio de mensura con respecto a la parte del inmueble situado en jurisdicción
de esa provincia, y que el de San Luis lo es para conocer en el juicio de
mensura con prescindencia del incidente de referencia (CS, 1937/10/01,
"Dufau, Juan A. c/ Cía. Agrícola Hipotecaria Argentina", Fallos, 179:150).
5. Clasificación de mensura
La legislación nacional clasifica a las mensuras en: a) judiciales; b)
administrativas, y c) particulares.
Las judiciales son las que se realizan atendiendo a las disposiciones del
ordenamiento procesal. La Dirección Nacional de Catastro y Topografía
interviene sólo como asesora de la justicia, aunque el papel de juez sea
escaso.
Las administrativas son aquéllas que se sirven para deslindar fundos
que dependan del dominio público del Estado, conforme con los arts. 2340 y
2750 del Código Civil.
Finalmente, las particulares, son aquellas que se ejecutan sobre bienes
inmuebles propiedad privada del Estado o de los particulares, con o sin
modificación del estado predial, de acuerdo a las disposiciones del decreto
10.028/57.
6. Supuestos en que procede la mensura judicial
De conformidad con lo establecido en el artículo 658 en análisis, la
mensura judicial procede cuando se trata de comprobar o verificar la superficie
de un terreno deslindado, o cuando hubiere confusión de límites entre terrenos
linderos integrando en este caso, el juicio de deslinde. De ello se sigue que no
puede haber deslinde sin mensura, pero sí a la inversa, porque la mensura
puede solicitarse aun cuando no haya confusión de límites.
Alcance
Art. 659. -- La mensura no afectará los derechos que los propietarios pudieren tener al
dominio o a la posesión del inmueble.
1. Carácter y efectos de la resolución judicial de mensura
Tratándose de un procedimiento voluntario, la resolución pronunciada
sobre la petición no tiene el alcance de una sentencia con autoridad de cosa
juzgada, por lo que las cuestiones relativas al dominio y a la posesión objeto de
la mensura quedan fuera de debate, pudiendo los interesados hacer valer sus
pretensiones de esa índole en juicio de conocimiento independiente.
La aprobación judicial de una mensura, sin oposición del Fisco, no hace
cosa juzgada con respecto al juicio de mensura de una propiedad distinta, en el
cual la operación ha sido impugnada por el Fisco por no estar de acuerdo con
la proyección de aquel trabajo topográfico sobre la tierra de que trata el actual
litigio; por lo que tampoco se le puede objetar que proceda con criterio distinto
en uno y otro caso (Fallos, 221:341).
Requisitos de la solicitud
Art. 660. -- Quien promoviere el procedimiento de mensura, deberá:
1. Expresar su nombre, apellido y domicilio real.
2. Constituir domicilio legal, en los términos del art. 40.
3. Acompañar el título de propiedad del inmueble.
4. Indicar el nombre, apellido y domicilio de los colindantes, o manifestar que los ignora.
5. Designar el agrimensor que ha de practicar la operación.
El juez desestimará de oficio y sin sustanciación previa la solicitud que no contuviere los
requisitos establecidos.
1. Requisitos de admisión de la solicitud
Esta disposición enuncia concretamente los requisitos de admisibilidad
necesarios para abrir el procedimiento de mensura.
Los incisos 1º y 2º hacen referencia a los requisitos comunes de toda
presentación judicial.
En cuanto al título de la propiedad inmueble que resulta objeto de la
mensura (inc. 3º), es necesario, en principio para acreditar la legitimación del
presentante, y por otro lado, es útil a los fines de la ubicación del título sobre el
terreno. Además, del título o de las referencias catastrales surgirán los linderos,
los que deberán ser denunciados (inc. 4º), para que se practique su debida
notificación, a fin de que asistan a las diligencias que habrá de cumplimentar el
técnico agrimensor.
El inc. 5º referido a la designación del agrimensor, merece especiales
consideraciones. La designación no podrá recaer en cualquier agrimensor,
debiendo el mismo ser profesional –agrimensor, arquitecto o ingeniero, conf.
ley 13.895- y estar inscripto en el registro nacional. Además, no debe tener los
impedimentos indicados en el art. 36 (interés personal, sus socios, o sus
parientes hasta el cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad).
Ante el incumplimiento de estos recaudos, la sanción prevista en la
última parte del artículo analizado consta de la desestimación de oficio del
pedido por parte del juez competente.
Se ha dicho que, la exigencia del art. 660, inc. 3º, de acompañar el título
de propiedad del inmueble para demandar su mensura y deslinde, queda
satisfecha con la demostración por parte de la Provincia actora de que se trata
de un bien que pertenecía al dominio de España y que pasó ipso jure a ser
propiedad del Estado particular al producirse la Independencia Nacional
("Provincia de Corrientes c. Liebig's Extract of Meat Co.", Fallos, 287:279).
Nombramiento del perito. Edictos
Art. 661. -- Presentada la solicitud, con los requisitos indicados en el artículo anterior, el
juez deberá:
1. Disponer que se practique la mensura por el perito designado por el recurrente.
2. Ordenar se publiquen edictos por tres días, citando a quienes tuvieren interés en la
mensura. La publicación deberá hacerse con la anticipación necesaria para que los
interesados puedan concurrir a presenciarla, por sí o por medio de sus representantes.
En los edictos se expresará la situación del inmueble, el nombre del solicitante, el
juzgado y secretaría, y el lugar, día y hora en que se dará comienzo a la operación.
3. Hacer saber el pedido de mensura a la oficina topográfica.
1. Procedimiento
El ordenamiento procesal, siguiendo las líneas de la reglamentación
administrativa nacional, determina el trámite de mensura el cual consta de las
siguientes etapas: a) designación del técnico, b) publicidad de la solicitud, c)
registración administrativa, d) diligencia de mensura, e) oposición y citación de
linderos, y f) acta y trámite posterior.
a) Designación del técnico: el perito designado por quien solicita la
mensura será elegido por el juez para practicarla. El nombramiento recaerá
necesariamente sobre el profesional propuesto que reúna los requisitos
indicados y que no tenga las objeciones del art. 36 del decr. 10.028/57.
La Dirección Nacional de Catastro y Topografía lleva un registro especial
para agrimensores, arquitectos o ingenieros, del cual deberá elegirse al
técnico, sin que se pueda proponer o designar otro que no figure en el mismo.
b) Publicidad de la solicitud: la disposición analizada establece un medio
en virtud del cual se persigue la debida publicidad de la diligencia, a fin de
hacerla conocer a quienes tengan interés legítimo en ello: los edictos. Sin
perjuicio de ello, en el art. siguiente se prevé otro medio de publicidad del
procedimiento: las circulares cursadas a los linderos y al mismo peticionario,
por el agrimensor designado.
A través de estos dos medios de publicidad es que se hace conocer la
petición de mensura indicando la situación del inmueble, el tribunal interviniente
y el momento en que se dará cumplimiento a la misma.
Finalmente, la solicitud de mensura, se comunicará a la Dirección
Nacional de Catastro y Topografía.
Actuación preliminar del perito
Art. 662. -- Aceptado el cargo, el agrimensor deberá:
1. Citar por circular a los propietarios de los terrenos colindantes, con la anticipación
indicada en el inc. 2 del artículo anterior y especificando los datos en él mencionados.
Los citados deberán notificarse firmando la circular. Si se negaren a hacerlo, el
agrimensor deberá dejar constancia en aquélla ante dos testigos, que la suscribirán.
Si los propietarios colindantes no pudiesen ser notificados personalmente, la diligencia
se practicará con quien los represente, dejándose constancia. Si se negare a firmar, se
labrará acta ante dos testigos, se expresarán en ella las razones en que fundare la
negativa y se lo tendrá por notificado.
Si alguno de los terrenos colindantes fuese de propiedad fiscal, el agrimensor deberá
citar a la autoridad administrativa que corresponda y a su representante judicial.
2. Cursar aviso al peticionario con las mismas enunciaciones que se especifiquen en la
circular.
3. Solicitar instrucciones a la oficina topográfica y cumplir con los requisitos de carácter
administrativo correspondientes a la intervención asignada a ese organismo.
1. Deberes del agrimensor
El perito designado deberá notificar a los linderos el procedimiento para
el que fue nombrado, preferentemente en forma personal, haciendo constar las
manifestaciones que éstos formulen, así como los motivos por o
l s cuales se
negaren a suscribir la misma, para lo cual será necesaria la presencia de dos
testigos, de manera de tener por debidamente notificado a quien se negare a
suscribir el recibo pertinente.
2. Efectos de la citación
La citación a los linderos es al sólo efecto de que puedan controlar la
mensura y hacer las objeciones u oposiciones que consideren convenientes,
sin por ello asumir el carácter de partes.
3. Registración administrativa de la mensura
El agrimensor designado, antes de comenzar su labor deberá
cumplimentar la exigencia del inc. 3º del art. 661.
El profesional deberá, además, solicitar instrucciones al organismo
catastral, para así poder llevar a cabo los aspectos esencialmente técnicos
como la ubicación y mensura.
Oposiciones
Art. 663. --La oposición que se formulare al tiempo de practicarse la mensura no
impedirá su realización, ni la colocación de mojones. Se dejará constancia, en el acta, de
los fundamentos de la oposición, agregándose la protesta escrita, en su caso.
1. Alcance de las oposiciones
Antes de que comience la operación se puede cuestionar la competencia
del juez para ordenar la mensura, pero al tiempo de practicarse la misma no se
puede impedir su realización y sólo podrán formularse observaciones técnicas,
dejando su respectiva constancia en el acta, y pudiendo el interesado solicitar
la agregación de su opinión por escrito, con la asistencia de técnicos
profesionales.
Las oposiciones que se formulen al tiempo de practicar la mensura,
tramitarán por incidente y “no impedirá su realización, ni la colocación de
mojones”, conforme lo ordena el primer párrafo del artículo en comentario. La
protesta escrita será considerada posteriormente por el juez que conoce en la
causa.
La falta de oposición no perjudica el derecho de los terceros para
demandar posteriormente o para defenderse de una pretensión que deduzca
quien se funde en la mensura.
2. Reglamento de mensura
El artículo 60 de la reglamentación nacional establece la obligación del
profesional de consignar las protestas o reclamos que reciba. Dichas
presentaciones deberán consignarse por triplicado, siendo una de las copias
firmada quedando como constancia de la presentación.
Estas oposiciones deben hacerse figurar también en el acta final de
conformidad con lo dispuesto en el art. 61 del decr. 10.028/57.
Cuando hubiere oposición de algún lindero y la ubicación de las tierras a
medirse dependa del resultado de esa oposición, la operación se hará trazando
las variantes que contemplen los intereses de los colindantes, cuya
conformidad deberá constar en un acta para que previo examen de la Dirección
Nacional de Catastro y Topografía, sea resuelta por quien corresponda.
Oportunidad de la mensura
Art. 664. -- Cumplidos los requisitos establecidos en los arts. 660 a 662, el perito hará la
mensura en el lugar, día y hora señalados, con la presencia de los interesados o de sus
representantes.
Cuando por razones climáticas o mal estado del terreno no fuese posible comenzar la
mensura en el día fijado en las citaciones y edictos, el profesional y los interesados
podrán convenir nueva fecha todas las veces que ello sea necesario, labrándose siempre
acta de cada postergación.
Cuando la operación no pudiere llevarse a cabo por ausencia del profesional, el juzgado
fijará la nueva fecha. Se publicarán edictos, se practicarán citaciones a los linderos y se
cursarán avisos con la anticipación y en los términos del art. 662.
1. Realización de la mensura
Una vez cumplimentadas las diligencias preparatorias de los arts. 660 a
662, el perito procederá a practicar la mensura en el lugar y fecha indicados y
en presencia de los interesados.
2. Suspensión de la mensura
En el caso de que la mensura no pudiera practicarse en el día fijado por
razones climáticas u otras circunstancias objetivas atendibles el profesional y
los interesados podrán fijar nueva fecha, dejando constancia en el acta
pertinente.
El hecho de que se encuentren presentes el profesional y los
interesados hace posible la postergación sucesiva de la diligencia, todas las
veces que sea necesario.
3. Ausencia del profesional
En el caso descripto en el último párrafo del art. en comentario, la
ausencia del profesional produce la imposibilidad de conocer la nueva fecha.
En este supuesto, el juez interviniente reasume la actividad que había quedado
en manos del agrimensor fija directamente la nueva fecha y hace las citaciones
y avisos que anteriormente había realizado el perito. La reglamentación
correspondiente establece para este caso el plazo de cinco días (decr.
10.028/57).
Si la ausencia fuera injustificada, el agrimensor deberá cargar con los
gastos originados por el fracaso de la operación.
Continuación de la diligencia
Art. 665. -- Cuando la mensura no pudiere terminar en el día, proseguirá en el más
próximo posible. Se dejará constancia de los trabajos realizados y de la fecha en que
continuará la operación, en acta que firmarán los presentes.
1. Continuidad del trámite de mensura
Si no fuere posible terminar la mensura en el día, la misma será
continuada en el más próximo posible, de lo que se dejará constancia en el
acta respectiva, haciendo referencia a las tareas hasta entonces realizadas y a
la fecha en la que se proseguirá.
2. Desinterés de un colindante
Si con las actuaciones realizadas se terminó la mensura respecto del
límite con uno de los propietarios colindantes, ya no será necesaria su
presencia para el resto de la operación.
Citación a otros linderos
Art. 666. -- Si durante la ejecución de la operación se comprobare la existencia de
linderos desconocidos al tiempo de comenzarla, se los citará, si fuere posible, por el
medio establecido en el art. 662, inc. 1. El agrimensor solicitará su conformidad respecto
de los trabajos ya realizados.
1. Existencia de linderos desconocidos
Mientras se realiza la mensura se puede llegar a conocer la existencia
de linderos que hasta ese momentos no habían sido individualizados, en cuyo
caso se impone su citación dentro de las posibilidades del agrimensor.
Se establece que la citación deberá hacerse por el mismo medio fijado
en el art. 662, inc. 1º, es decir, por circular.
Ahora bien, para dar firmeza a lo actuado el perito deberá solicitar la
conformidad de los linderos citados respecto de las tareas ya ejecutadas,
dejando constancia en el acto.
Intervención de los interesados
Art. 667. -- Los colindantes podrán:
1. Concurrir al acto de la mensura acompañados por peritos de su elección, siendo a su
cargo los gastos y honorarios que se devengaren.
2. Formular las reclamaciones a que se creyeren con derecho, exhibiendo los títulos de
propiedad en que las funden. El agrimensor pondrá en ellos constancia marginal que
suscribirá.
Los reclamantes que no exhibieron sus títulos sin causa justificada, deberán satisfacer
las costas del juicio que promovieren contra la mensura, cualquiera fuese el resultado de
aquél.
La misma sanción se aplicará a los colindantes que, debidamente citados, no hubiesen
intervenido en la operación de mensura sin causa justificada.
El perito deberá expresar, oportunamente
observaciones que se hubiesen formulado.
su
opinión
técnica
acerca
de
las
1. Actuación de los linderos en el acto de mensura
Los colindantes interesados podrán concurrir al acto de mensura
asesorados por peritos de parte, los que serán pagados por quien reclame sus
servicios.
La norma en examen contempla las actitudes que puede adoptar el
lindero: formular reclamos sobre la base del título, hacerlo sin acompañar el
mismo y, formular reclamos contra la resolución sin haber asistido a la
operación, sin perjuicio de su aviso.
En el primer caso, el agrimensor deberá consignar en el margen del
título lo siguiente: “acompaño la presentación y el reclamo”. Esto será
examinado expresamente por el perito quien, según lo establece la última parte
del artículo, deberá expresar su opinión técnica acerca de las observaciones
que se hubiesen formulado.
Los reclamantes que no exhibieron sus títulos sin causa justificada,
tendrán que soportar los gastos generados al promover, sin derecho, las
oposiciones a la mensura.
La misma sanción recae sobre quien citado debidamente a la operación
de mensura no concurrió y posteriormente promueve un proceso que la
modifica.
Remoción de mojones
Art. 668. -- El agrimensor no podrá remover los mojones que encontrare, a menos que
hubiesen comparecido todos los colindantes y manifestasen su conformidad por escrito.
1. Acto de mensura y amojonamiento
El amojonamiento consiste en la colocación de señales en la línea
divisoria, una vez efectuado el deslinde.
La remoción de mojones existentes sólo se puede realizar a
consecuencia del deslinde, pero no de la mensura, salvo conformidad expresa
de todos los colindantes. Estos mojones, constituyen elementos inapreciables
del juicio en las acciones posesorias o petitorias que no quedaron
comprometidas por la ejecución de la mensura.
En caso de no haber conformidad de los linderos, deberá dejarse
establecida la nueva línea de deslinde por nuevos mojones, pero siempre sin
alterar los existentes.
Acta y trámite posterior
Art. 669. -- Terminada la mensura, el perito deberá:
1. Labrar acta en la que expresará los detalles de la operación y el nombre de los
linderos que la han presenciado. Si se hubiere manifestado disconformidad, las razones
invocadas.
2. Presentar al juzgado la circular de citación y, a la oficina topográfica, un informe
acerca del modo en que ha cumplido su cometido y, por duplicado, el acta y el plano de
la mensura. Será responsable de los daños y perjuicios que ocasionare su demora
injustificada.
1. Carácter del acta
Se trata de un instrumento público, ya que está confeccionada por un
funcionario judicial en ejercicio de sus funciones.
El artículo examinado se corresponde con el art. 57 del decr. 10.028/57
que impone al perito cerrar la mensura con un acta en la que se haga constar
las reclamaciones, protestas, convenios, acuerdos, conformidades o
disconformidades de los interesados.
Este acta deberá presentarse con un informe a la Dirección Nacional de
Catastro y Topografía: la memoria.
2. Plazo
La norma es incompleta, ya que determina que habrá una sanción por la
demora injustificada de la presentación del acta, aunque en ningún momento
establece cuál es plazo en el que la misma debe ser presentada.
Dictamen técnico administrativo
Art. 670. -- La oficina topográfica podrá solicitar al juez el expediente con el título de
propiedad. Dentro de los treinta días contados desde la recepción del acta y diligencia
de mensura o, en su caso, del expediente requerido al 
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