CODIGO PROCESAL CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN Tomo III Por Osvaldo Alfredo Gozaíni n Colaboradores Valeria Alicia Bertolini Sonia Andrea Giacobbe Cynthia Roxana Ginni Natalia G. Duarte Karin Elisabeth Gobel María M. Hovsepián Ana María Lemmo Gloria Lucrecia Liberatore Martín Lythgoe Valeria Montaldo Maiocchi Andrea Mercedes Perez Silvana Olga Pulice María del Valle Robles María Fabiola Rodríguez Marcelo Valle LIBRO TERCERO -- Procesos de ejecución TITULO I -- Ejecución de sentencias CAPITULO I -- Sentencias de tribunales argentinos Resoluciones ejecutables Art. 499. -- Consentida o ejecutoriada la sentencia de un tribunal judicial o arbitral y vencido el plazo fijado para su cumplimiento, se procederá a ejecutarla, a instancia de parte, de conformidad con las reglas que se establecen en este capítulo. Podrá ejecutarse parcialmente la sentencia aunque se hubiere interpuesto recurso ordinario o extraordinario contra ella, por los importes correspondientes a la parte de la condena que hubiere quedado firme. El título ejecutorio consistirá, en este caso, en un testimonio que deberá expresar que ha recaído sentencia firme respecto del rubro que se pretende ejecutar por haber sido consentido. Si hubiere duda acerca de la existencia de ese requisito se denegará el testimonio; la resolución del juez que lo acuerde o, en su caso, lo deniegue, es irrecurrible. 1. Introducción al estudio de los procesos ejecutivos Una de las dificultades más notorias que tiene nuestro sistema ejecutivo es la confusión que se realiza entre títulos o documentos que llevan aparejada o importan la posibilidad de promover, de inmediato, un cobro compulsivo, también llamado: "ejecución forzosa". El error proviene de dividir entre los procesos de ejecución, a los que obtienen la vía ejecutiva por el trámite previo que ante árbitro o tribunal se ha desarrollado, y aquéllos que sin tener ese conocimiento jurisdiccional anterior, solamente consiguen el trámite abreviado del "juicio ejecutivo" cuando el documento que emana de la parte que se ejecuta, tiene suficientes visos de legalidad como para acceder de inmediato a la compulsión directa. De este modo, a las sentencias y laudos arbitrales, y aun a las sentencias extranjeras, se las priva de continuar en el marco de un proceso de conocimiento que debiera facultar a quien tiene un derecho en su favor declarado. Mientras que, al que acredita un título por el cual otro le reconoce una deuda líquida, vencida y exigible, tiene que demostrar al Juez, una vez más, las bondades del mismo para lograr una rápida efectivización de su crédito. En el primer caso podrá decirse que, la ejecución de sentencias es el trámite más rápido que tiene nuestro sistema procesal para el cobro inmediato de créditos previamente reconocidos; pero también se podría afirmar que este pasaje del conocimiento a la ejecución no es absoluto, porque a pesar de lo rápido y compulsivo, al acreedor que ejecuta se lo somete a un tránsito previo de acreditaciones y reconocimientos que deja en claro que la ejecución recién comienza con la sentencia que manda llevar adelante la ejecución. Lo mismo sucede con el juicio ejecutivo, con la diferencia que en él las excepciones que se admiten son de tanta variedad y contenido que facultan al deudor a plantearlas con insistencia, logrando un mecanismo legal de postergación de la ejecución que torna en ordinario (de conocimiento) a un proceso que debiera ser, en sí mismo, de ejecución pura. En definitiva, la crisis de nuestros procesos de ejecución ha sido introducir en todos ellos una etapa de acreditación que debe superar dos grandes obstáculos: el del juez que estudia la admisibilidad del documento que se ejecuta; y la del deudor que puede oponerse a la ejecución sosteniendo la debilidad del documento o su directa improcedencia. 2. Formas de proceder ejecutivamente Los procesos de ejecución admiten modalidades en el procedimiento que los asimila a formas más rápidas como el juicio monitorio; o los desdibuja como el ejecutivo reglado a partir de los arts. 520 y ss.; o les asigna un perfil particular cuando aplica leyes especiales (v.gr.: prenda con registro, ejecución hipotecaria, etc.). Estas variantes presenta, en definitiva, dos modelos: a) el previsto en el Título I para la ejecución de sentencias (nacionales y extranjeras), y b) el juicio ejecutivo. Mientras el primer esquema parte admitiendo la fehaciencia del título y el derecho a obtener de inmediato el embargo de bienes y la citación de venta del deudor; el segundo responde a la consigna de clasificar la rapidez del proceso de acuerdo con la calidad del documento que se ejecuta; a veces necesitará integrar su ejecutabilidad, y en otras, deberá sustanciarse con el ejecutado para recién después comenzar la ejecución. Inclusive, dentro de esta última modalidad, difieren los pasos procesales según se trate de títulos que se fundan en el Código de Comercio o leyes especiales, respecto a otros documentos esencialmente cartulares. Finalmente, no está de más sostener que todas estas configuraciones afectan la compulsión propia que debiera tener el proceso ejecutivo, propiamente dicho, y que nos llevará hace algunos años a promover una clasificación de las formas de ejecución de acuerdo con la naturaleza del título o documento (Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Conveniencia de reformar el sistema argentino en materia de juicio ejecutivo, en "Respuestas Procesales", 1ª parte, Editorial Ediar, Buenos Aires, 1991, págs. 17 y ss.). En definitiva, el problema aparece en la etapa de conocimiento que se antepone al tránsito directo de la ejecución, de modo tal que, siendo el juicio ejecutivo un proceso mixto de ejecución y de conocimiento, corresponderá deslindar el campo de actuación que tiene cada uno. 3. Títulos ejecutivos La base del procedimiento es el título que trae aparejada ejecución. Diversos autores han ensayado definiciones y clasificaciones del título ejecutivo; se encaró así la idea del título-documento, entendido como prueba legal del derecho; o del título-acto, conteniendo una especie de acción, o de sanción, incorporada en el documento, etc. La escuela italiana, desde Carnelutti, consideró que la función del título ejecutivo es proporcionar al juez de la ejecución la certeza de lo que debe ser, a fin de que él pueda hacer cuanto es necesario para convertirlo en ser. De esta premisa parece que se debe deducir el principio de la dependencia del proceso ejecutivo respecto del proceso de cognición, en el sentido de que corresponde al Juez de la cognición establecer la existencia de todos los presupuestos de los cuales depende la actuación de la sanción. Por tanto, a fin de que se pueda proceder a la ejecución, debería comprobarse no sólo la existencia de la obligación, sino también la responsabilidad, esto es, de la sujeción a la sanción. Tanto vale decir, que el prius de la ejecución debería ser la condena, y no ya porque en la condena o en la declaración de certeza de la obligación, sino también de la responsabilidad: esto quiere decir que el principio de la dependencia del proceso de ejecución respecto del proceso de cognición limita la noción del título ejecutivo al documento de una condena pasada en cosa juzgada (Carnelutti, Francesco, Derecho Procesal Civil y Penal, tomo 1, Editorial Ejea, Buenos Aires, 1971, pág. 300). Chiovenda, por su parte, considera que la acción esta constituida como el poder de dar vida a la condición para la actuación práctica de la voluntad de la ley, que garantiza un bien de la vida; voluntad entendida en el sentido de que el acreedor consiga por el momento un determinado bien, le sea o no a él debido. El título sería el documento del que resulta esa voluntad de la ley, que representa y lleva en sí la acción ejecutiva. De aquí una intrínseca y casi eventual provisoriedad del título y de la ejecución, referida obviamente al derecho objetivamente existente antes y fuera del título (Instituciones de Derecho Procesal, tomo 1, Editorial Reus, Madrid, 1922, pág. 300). Título ejecutivo es siempre una declaración pero debiendo constar siempre esta declaración (ad solemnitatem) por escrito; de ahí deriva la frecuente confusión entre título ejecutivo y documento (Chiovenda, cit., pág. 282). En un mismo orden de ideas se ha dicho que el título ejecutivodocumento puede tener como contenido un acto jurídico de la naturaleza más diversa; el mismo, sin embargo, representa la exigencia de que a los actos de ejecución forzada se proceda sólo si hay un mínimo de certeza de la obligación para cuya realización coactiva el acreedor se dirige al Juez. El título, por tanto, no es el mero presupuesto de hecho de la ejecución forzada, ni una condición de procedibilidad de ella, sino el hecho constitutivo de la acción, en base a la cual quien tiene la posesión de dicho título puede pedir una determinada forma de tutela ejecutiva, aunque después -por ventura- el derecho por el cual acciona resulte inexistente o no existente yá (porque entretanto se haya extinguido). El título ejecutivo puede ser considerado desde un doble punto de vista: de la forma (documento) o del contenido (acto jurídico documental) (Micheli, Gian Antonio, Derecho Procesal Civil, tomo III, Editorial Ejea, Buenos Aires, 1970, pág. 384). En cambio, Liebman considera que el título ejecutivo es un acto y nunca un documento, porque como acto jurídico tiene eficacia constitutiva, porque es fuente inmediata y autónoma de la acción ejecutiva, la cual es, por lo tanto, en su extensión y en su ejercicio, independiente del título (Sobre el juicio ejecutivo, en "Estudios en honor de Hugo Alsina", Editorial Ediar, Buenos Aires, 1946, pág.157). Entre nosotros Podetti ha entendido que el título ejecutivo puede ser un documento, o puede nacer de un acto, pero considerado en toda su extensión. Genéricamente, es la constatación fehaciente de una obligación exigible; pero esta constatación -que puede exteriorizarse por diversos medios- no constituye un derecho autónomo sino un presupuesto de una vía procesal específica. Por su naturaleza análoga a la de una prueba privilegiada, autoriza el anticipo de la garantía jurisdiccional mediante el embargo, cuando así lo solicite el acreedor e invierte en cierto modo la posición de los sujetos (Tratado de las ejecuciones, tomo I, Editorial Ediar, Buenos Aires, 1967, pág. 19). Alsina ha expresado que el título no es otra cosa que el documento que comprueba el hecho del reconocimiento, como en la ejecución de sentencia el título es el documento que constata el pronunciamiento del tribunal (ob. cit., tomo V, pág. 43). Como se ve, prácticamente la coincidencia en la doctrina está en admitir que el título ejecutivo no equivale a certidumbre sobre el crédito; seguridad que tiene, en cambio, el título ejecutorio. 4. Título ejecutorio Se caracterizan por provenir de una declaración de certeza anterior a su formación, que los faculta a constituir en el título mismo de la ejecución forzada. Esa declaración puede resultar de la actividad jurisdiccional (v.gr.: sentencia, laudo, o acuerdos celebrados en sede arbitral o de mediación), o de la voluntad de las partes (v.gr.: transacción o conciliación homologados judicialmente). La sentencia no distingue el carácter que tiene (v.gr.: declarativa, de condena u homologatoria), si bien es necesario acreditar la falta de cumplimiento, para dar paso a la ejecución forzada. Cuando es declarativa y despeja un estado de inseguridad jurídica, la obligación consecuente será corresponder con el mandato judicial, de manera que si persisten los hechos que dieron motivo a la pretensión meramente declarativa, no impide que se ejecute por esta vía. Las sentencias de condena no se vinculan, necesariamente, con obligaciones líquidas o fácilmente liquidables, aunque las comprende; en los hechos, la ejecución alcanza a las condenas de dar, hacer o no hacer. Por ejemplo, toda sentencia homologatoria, participa de los efectos de la sentencia definitiva, y por ello su ejecución tiene lugar por la vía que contemplan los arts. 499 y sigts. Ahora bien, se advierte que en aras de la seguridad que debe emanar de los convenios celebrados ante el órgano jurisdiccional o presentados al mismo y homologados, las partes deben sujetarse a los términos arribados respetándolos, no siendo por lo tanto justificable la actitud de la madre que apartándose del acuerdo suscrito con relación a la tenencia y régimen de visitas de los hijos dispuso modificar la situación de éstos con traslados e internaciones, excediendo sus facultades e impidiendo al padre realizar las visitas en la forma homologada, modificando así sustancialmente lo que es de cumplimiento obligatorio en los términos de los arts. 499 y 500, inc. 1° del Código Procesal (CNCiv., Sala B, 1982/03/31, "B., I. y otro", ED, 99-543). Recuérdese que el proceso homologatorio es un sometimiento jurisdiccional voluntario, que tiene por objeto otorgar al acuerdo conciliatorio, transaccional o extrajudicial de las partes, el efecto propio de una sentencia y hacerle adquirir el carácter de título ejecutorio. Para ello, la actividad del juez se limita a comprobar la concurrencia de los recaudos formales exigidos por la ley para la validez del convenio y, en su caso, a dictar la sentencia homologatoria. En este sentido se ha dicho que, lo establecido en la parte dispositiva de la sentencia al señalar que en el supuesto de no abonarse las sumas indicadas se declararían nulas las operaciones concluidas mediante los respectivos boletos de compraventa, no se trata de una obligación facultativa en la que se acuerda al deudor la posibilidad de optar entre dos prestaciones, sino de la condena judicial de pagar una suma de dinero, que es susceptible de ser ejecutada en la forma que disponen los arts. 499 y sigts. del Código. Procesal. Lo que el a quo ha aclarado en su decisión, es la consecuencia -nulidad de los boletos- que traerá aparejada la imposibilidad de hacer cumplir la condena, sin que ello faculte a la deudora a desobligarse por otro medio (CNCiv., Sala G, 1984/02/21, "Piatti de Chissone, Adela I. c. Hernández de Ares, Josefa", La Ley, 1984-C, 112). El título ejecutorio, en estos términos, aparece concebido y atado a la idea del desconocimiento al imperio que tiene una sentencia. En consecuencia, la función jurisdiccional que se pone en marcha, a pedido de parte, supone realizar en beneficio de quien tiene el interés, una actividad que tiende a evitar, al mismo tiempo, que la manifestación de un pronunciamiento judicial sea puramente académica o dogmática. Asimismo, la ejecución pura se aplica a otros actos que obtienen su fuerza compulsoria de la decisión judicial expresa Si se trata de un acto de sometimiento voluntario, o el reconocimiento del derecho pretendido, no obstante las consecuencias que de esos actos continúan, no relevan al juez de pronunciar sentencia. Por eso se afirma que, lo contrario implicaría privar a ese modo anormal de terminación del proceso de sus efectos jurídicos propios, pues el hecho de haber finalizado la etapa cognoscitiva de la litis no generaría un título ejecutorio, en función del cual pudieran tornarse exigibles las condenas (CNCiv., Sala A, 1995/05/08, "Masiñani, Pedro c. Equipos y Controles S. A.", La Ley, 1996-D, 865 [38.898-S]). También, se sostiene que si bien el supuesto de ejecución de sentencia aparece contemplado en el art. 40 de la ley 21.839, ya que el mismo alude a la forma genérica de los procesos de ejecución, no es posible confundir la sentencia condenatoria que se ejecuta con la que menciona el citado artículo para dividir en etapas los procesos de ejecución, ya que la primera es un título ejecutorio que da lugar al proceso descripto en los arts. 499 y sigts. del Cód. Procesal, del mismo modo que los títulos ejecutivos dan lugar al juicio ejecutivo (disidencia del doctor Bossert) (CNCiv., Sala F, 1992/03/19, "P. de L., R. M. c. L., A.", La Ley, 1992-E, 234 - DJ, 1992-2-694 - DJ, 1993-1-494). 5. Características del título ejecutorio Nuestra legislación, a pesar de la influencia española, no permite identificar las características de los títulos que habilitan la ejecución forzada, mucho más después de la reforma procesal que tuvo la Ley de Enjuiciamiento con la ley 1/2000 que comenzó a regir el 7 de enero de ese año. De todos modos, el título ejecutorio se caracteriza por el proceso judicial que lo tiene como antecedente, y en tal sentido, el art. 500 aclara cuáles son las resoluciones alcanzadas. 5.1 Consentimiento y ejecutoriedad El primer párrafo del artículo 499 refiere a la sentencia consentida o ejecutoriada, que significan cosas diferentes aunque con efectos similares. El consentimiento de la sentencia puede ser tácito (cuando no se deducen recursos y vencen los plazos para hacerlo formalmente), o expreso (cuando se manifiesta por escrito la conformidad); también puede resultar de la impericia o negligencia del recurrente que pierde el recurso de apelación por insuficiencia o deserción. En cambio, la ejecutoria es un término del antiguo derecho español, que significaba la sentencia condenatoria dictada por la alzada, contra la que no se podían articular más recursos. Por eso, el término es impreciso en nuestro sistema, porque prácticamente no hay títulos que traigan ejecutoriedad inmediata, en la medida que toda sentencia (aun las dictadas en instancia única) admiten recursos contra ellas. Fenochietto indica como únicas excepciones, la sentencia que fija la cuota alimentaria y es recurrida, en tanto el solo efecto devolutivo no suspende la ejecución (arts. 647 y 648), y en el juicio ejecutivo si, apelada la decisión, el ejecutante diere fianza de responder de lo que percibiere si la sentencia fuese revocada (art. 555 párrafo primero). Asimismo, el art. 258 expresamente autoriza la ejecución provisional de la sentencia cuando el vencido interpone recurso extraordinario, exigiendo el precepto la concordancia entre la sentencia de primera instancia y la pronunciada por la cámara, y la fianza correspondiente (Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, tomo 2, cit., pág. 752). En pocas palabras, la sentencia firme y definitiva es una sentencia que se considera ejecutoriada a los efectos de su lograr su cumplimiento forzado. También, una sentencia está ejecutoriada cuando puede ser juzgada, es decir, cuando puede obtenerse el cumplimiento de sus prescripciones, ya sea porque se la ha consentido, no se dispone de medio legal para impugnarla, o cuando pudiendo impugnarla la ley prevé que el recurso respectivo será concedido al solo efecto devolutivo. Como se advierte, el régimen de cosa juzgada ocupa este aspecto de la ejecución. Aquella, entonces, abarca dos aspectos conexos, pero claramente diferentes: a) la estabilidad de las decisiones judiciales, que es exigencia primaria de la seguridad jurídica; b) el derecho adquirido que corresponde al beneficiario de una sentencia ejecutoriada, derecho que representa para su titular una propiedad lato sensu. 5.2 Plazo vencido para el cumplimiento La sentencia de condena indica un plazo de cumplimiento que debe estar vencido a los fines de procurar la ejecución inmediata. El tiempo establecido no es un plazo procesal, porque la sentencia constituye un derecho acordado que se cuenta con los mecanismos para computar los intervalos del derecho del Código Civil (art. 28). El vencimiento del plazo es un presupuesto de la ejecutoriedad, como lo es el pedido expreso de ejecución compulsoria. Ahora, si quien pretende el cumplimiento de una sentencia previsional pronunciada en su favor lo exige por una vía inidónea -en el caso, mediante la acción de amparo-, para no afectar el objetivo principal de la pretensión, puede prescindirse válidamente del "nomen iuris" utilizado y conceder al jubilado un plazo para que encauce su demanda por la vía de la ejecución de sentencias ante los juzgados de primera instancia del fuero federal de la seguridad social (CS, 1997/07/15, "García Santillán, Alfredo L. c. Administración Nac. de la Seguridad Social", La Ley, 1998-D, 583). Cuando la obligación deviene de cumplimiento imposible se considera que a todos los efectos jurídicos el deudor está en mora desde que incurrió en el incumplimiento definitivo de la obligación, resultando improcedente la fijación retrospectiva del tiempo en que la obligación debió ser cumplida. La fijación retroactiva sólo puede tener asidero en las obligaciones sujetas a plazo incierto que ya estuviese vencido, caso en el cual la sentencia es meramente declarativa de su vencimiento, pero no en los supuestos de plazo indeterminado, en los cuales la sentencia es constitutiva (CNCiv., Sala H, 1995/07/20, "Balbierer de Mulli, Ana c. Club Atlético Boca Juniors", ED, 166384). Tratándose de una obligación de hacer y que se traduce en una ejecución perfectamente determinable -en el caso, hacer cesar los ruidos molestos o amoldarlos a la normal tolerancia- no parece haber otro mecanismo para contabilizar el tiempo por el cual se demora su incumplimiento que no sea temporalmente; que la unidad de medida sea la de días, semanas o meses no es cuestión sustancial sino meramente instrumental. Por otra parte, si es incumplimiento en la sentencia, se trata de un plazo que no ha sido acatado y con los plazos la ley se refiere al lapso o espacio de tiempo durante el cual no puede exigirse el cumplimiento de la obligación (Cciv. y Com., Córdoba, 5ª Nom., 1995/08/03, "De Filippi, Irma M. C. c. Complejo Sui Generis y otros", LLC, 1997-1051). En las sentencias condenatorias a la ciudad autónoma de Buenos Aires, se da la particularidad de otorgar treinta días para su cumplimiento desde que la sentencia pasa en autoridad de cosa juzgada. Así se ha dicho que, el mecanismo administrativo que debe cumplir el municipio al expropiar, en su carácter de persona jurídica pública (art. 33, Código Civil), conduce a otorgarle un plazo razonable de treinta días corridos para el cumplimiento de la sentencia que lo condena a reparar el perjuicio causado al expropiado (CNCiv., Sala E, 1996/06/12, "Municipalidad de Buenos Aires c. Consorcio de Propietarios Billinghurst 1565", La Ley, 1997-B, 486). 5.3 Pedido de parte El párrafo final de la primera parte del art. 499 exige la "instancia de parte" para proceder ejecutivamente al cumplimiento de la sentencia. La característica del nemo iudex sine actore se modifica parcialmente, porque en la ejecución forzada no se persigue declaración alguna de derechos, sino la recuperación de un crédito que se encuentra establecido en la sentencia (como documento). Por eso, se procede a ejecutar, y no a debatir ni declarar. Con su claridad tradicional, dice Ramos Méndez, "en la ejecución de sentencias, la mayoría de los datos relevantes para la ejecución se encuentran ya en el pleito y basta una simple remisión a los mismos. A estas alturas habría que ser muy lerdos para no saber quienes son las partes y si no están curadas de todos los defectos de representación y es superfluo fijar una regla de competencia, por ejemplo. También sería desproporcionado exigir una demanda formal, como acto de inicio, o pedir que se acompañe de nuevo la sentencia, que ya está, de primera mano, en las actuaciones. No se trata de enjuiciar la situación ob novo, sino sólo de seguir las actividades necesarias para la ejecución de la sentencia (Guía práctica para una transición ordenada a la LEC, Editorial Bosch, Barcelona, 2000, pág. 537). 6. La ejecución parcial de la sentencia Por ejecución provisional se entiende la facultad que tiene la parte para requerir el cumplimiento de una sentencia condenatoria que aun no se encuentra firme. Mientras que la ejecución parcial es aquélla que faculta al que obtuvo una sentencia favorable a ejecutar las partes que no están sometidas a recurso alguno, de manera que se encuentran consentidas o ejecutoriadas. Estas modalidades reconocen antecedentes en la Ley de Enjuiciamiento Civil española, se aplica en Francia (l´exécution provisorie), Italia (esecuzione provisoria) y Alemania (art. 704 Z.P.O.), siendo recepcionada en el código procesal civil modelo para Iberoamérica, sin perjuicio de citar, más adelante, otras proyecciones del instituto. Sin embargo, la idea que reposa en la celeridad procesal y en la satisfacción inmediata que consigue quien ha logrado el reconocimiento de sus derechos dictada la sentencia favorable, no tiene una lectura común en los sistemas procesales. En efecto, en la ejecución provisoria es posible constatar como se impide la rápida compulsión amparados en el carácter general que se asigna al efecto suspensivo del recurso interpuesto, de forma tal que la impugnación pone una valla al anticipo del cumplimiento de la sentencia. Por su parte, la ejecución parcial es excepcional y contingente, porque suele atarse al resultado eventual de las sentencias que deben dictarse para las partes recurridas del fallo. En ambos supuestos pervive la ilusión que lleva la garantía de la doble instancia, o la seguridad jurídica que se obtiene cuando un pronunciamiento impugnado se revisa en una instancia superior. En cualquier caso, entonces, resulta preciso observar la dinámica de la ejecución a tono con algunos principios procesales y también en su perspectiva pragmática. 7. Inconvenientes u obstáculos a la ejecución inmediata La primera cuestión que se presente, es la tradición procesal que considera como una garantía para el debido proceso, la doble instancia judicial; cuando hemos visto anteriormente que esto es un error, y que mientras exista una instancia regular, equilibrada e igualitaria, que alcance una sentencia fundada, es suficiente para legalizar la instancia. La segunda faceta que debemos comprender en miras a fundamentar las razones por las que pueda ejecutarse provisionalmente una sentencia de condena, radica en el carácter suspensivo que tienen los recursos. Este efecto le priva de jurisdicción al juez de la instancia apelada mientras espera que el superior se pronuncie. Claro está que la imposibilidad de continuar el proceso se refiere únicamente a los temas o materias que hayan sido motivos de impugnación. También es cierto que los hechos indican que la suspensión alcanza a todo el proceso cuando no se tiene la precaución de conservar en la instancia liminar (apelada) copias de las actuaciones que permitan ejecutar las partes de la sentencia que hubieran alcanzado firmeza. En nuestro país, por ejemplo, la regla prácticamente unánime entre la legislación vigente, es el efecto suspensivo, "...a menos que la ley disponga que lo sea en el devolutivo" (art. 243 apartado tercero del código procesal civil y comercial de la nación). La excepción se encuentra en el art. 258 del mismo ordenamiento, que al reglamentar los efectos de la sentencia de un tribunal de alzada impugnado ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, mediante el recurso extraordinario, establece: "Si la sentencia de la Cámara o tribunal fuese confirmatoria de la dictada en primera instancia, concedido el recurso, el apelado podrá solicitar la ejecución de aquélla, dando fianza de responder de lo que percibiese si el fallo fuera revocado por la Corte Suprema...". Con la ejecución parcial, en cambio, no suceden estos reparos; pero la ejecutividad no es inmediata merced a las cuestiones que se suscitan en la interpretación del párrafo final del art. 499, como veremos más adelante. 7.1 La justificación histórica del carácter suspensivo La historia de la ejecución provisional coincide, o al menos se aproxima bastante, al devenir sufrido con el efecto suspensivo del recurso de apelación. El insuperable problema de igualar sentencia con cosa juzgada llevó a sostener la imposibilidad de ejecutar forzadamente un pronunciamiento que no fuese definitivo, esto es, que terminara el proceso e impidiera su continuación. El derecho romano, poco afecto a las abstracciones dogmáticas que pergeñaban diferencias en la cosa juzgada según la causa pudiera o no reeditarse (res judicata formal o material), rechazó los obstruccionismos técnicos que paralizaban la ejecución inmediata; pero como esta situación era dependiente del grado de aceptación que tuviera el obligado (recordemos que en el ordo iudicorum privatorum las partes escogían un iudex particular y en el momento de trabarse la litis se obligaban a aceptar la sentencia), y más adelante (en tiempos del proceso extraordinario) debió esperarse el resultado del tribunal superior (appellatione pendente nihil innovatur), se optó por considerar conveniente el trámite de revisión que aseguraba la firmeza de la decisión y la inalterabilidad de la sentencia. Son recién los glosadores quienes matizaron los fundamentos del efecto suspensivo al preocuparse sobre el carácter que tenía la sentencia mientras perdurase el trámite de apelación. Tema que enseguida trataremos. El efecto suspensivo consagró la inejecutabilidad de las resoluciones judiciales hasta tanto no se expidiera el tribunal de alzada, aun cuando el juez apelado conserve facultades para decidir cuestiones accesorias o urgentes, sin que en ningún caso pueda con ellas innovar en los aspectos sustanciales de su pronunciamiento. Con el derecho canónico comenzó a observarse ciertos perjuicios con la demora en ejecutar la sentencia apelada, tomándose como ejemplo puntual a los alimentos. Se perfiló en consecuencia un efecto agregado al recurso al que se denominó "devolutivo", significando con ello la posibilidad de ejecutar de manera provisoria la sentencia recurrida. No obstante, la regla de la suspensión continuó rigiendo en los ordenamientos procesales, siendo el efecto devolutivo expresamente signado cuando para algunos asuntos fuera menester resolverlo. 7.2 El efecto suspensivo en el derecho latinoamericano Tal como quedó dicho, en Argentina, de acuerdo con el art. 243 tercera parte del código procesal civil y comercial de la nación (que es el modelo de varios sistemas procesales provinciales), la apelación procede siempre en efecto suspensivo, a menos que la ley disponga que lo sea en el devolutivo. Se apartan de este molde, el código de la provincia de Jujuy que en el art. 221 dispone:" A falta de reglas especiales, la apelación contra las sentencias definitivas se concederá libremente y con efecto suspensivo. En los demás casos procederá en relación y con efecto devolutivo", aun cuando sostiene el efecto suspensivo en decisiones tomadas en juicios sumarios. Chile resuelve como regla la concesión en ambos efectos (art. 195 del código de procedimiento civil); también así lo resuelven Venezuela (art. 290 del código de procedimiento civil); Ecuador (art. 355); Guatemala (art. 604); Costa Rica (art. 865) y Nicaragua (art. 461), entre otros. Perú, en cambio, establece en el art. 371 del código procesal civil: "Procede la apelación con efecto suspensivo contra las sentencias y autos que dan por concluido el proceso e impiden su continuación, y en los demás casos previstos en este Código"; agregando en la siguiente norma: "Las apelaciones sin efecto suspensivo proceden en los casos expresamente establecidos en la ley y en aquellos en que no procede apelación con efecto suspensivo. Cuando este código no haga referencia al efecto o a la calidad en que es apelable una resolución, esta es sin efecto suspensivo y sin la calidad de diferida". El destacado que hacemos obedece a la importante novedad que incorpora este moderno sistema adjetivo, porqué deja al efecto suspensivo como excepción permitiendo la ejecución inmediata del decisorio. Obsérvese que la imposibilidad de innovar depende de una concesión expresa y puntual, porqué si no hay referencia no procede ni el efecto suspensivo ni el diferimiento de las cuestiones que deban aplicarse de inmediato. El Código General del Proceso de la República Oriental del Uruguay explica en el art. 251 los efectos del recurso de apelación diciendo: "Sin perjuicio de lo establecido en el artículo 260 respecto de la ejecución provisoria de las sentencias definitivas, el recurso de apelación se admite: 1) Con efecto suspensivo...; 2) Sin efecto suspensivo...; 3) Con efecto diferido...". El primer efecto tiene lugar respecto de sentencias definitivas o interlocutorias que ponen fin al proceso y hacen imposible su continuación. En todos los demás casos, la apelación no tiene efectos suspensivos; mientras que el efecto diferido está expresamente previsto en la ley (art. 252 CGP). La normativa está tomada del código procesal civil modelo para Iberoamérica, el cual determina en el art. 222.1 el carácter suspensivo de todas las sentencias definitivas, admitiendo como excepción la ejecución provisional. El antecedente de esta modalidad proviene de la Ley de Enjuiciamiento Civil española (actualmente vigente) cuyo art. 385, después de quedar establecido que los recursos se conceden an ambos efectos, reglamenta la ejecución cuando se trata de sentencias condenatorias, o aquéllas que el juez estima que con su cumplimiento inmediato no irrogan perjuicios irreparables. 7.3 La ejecución provisional en sus modelos más conocidos En Francia, la ejecución provisional tiene una tradición histórica que se proyecta en la legislación italiana especialmente. Es preciso indicar que el recurso de casación en el proceso francés carece de efecto suspensivo (arts. 527 y 579 del nouveau code de procédure civile), provocando con ello que puedan ejecutarse todas las resoluciones dictadas. Con esta aclaración se comprende porque la ejecución provisional implementada en los arts. 514 a 526 se dirige a sentencias impugnadas cuyo recurso se concede con efecto suspensivo. El sistema admite establecer al tiempo de dictar sentencia si ésta será ejecutable provisionalmente o no. La decisión del juez puede ser de oficio, o decretarse más adelante -según la etapa que transite el proceso- por el Premier President de la Cour d´Appel o por el Conseiller de la mise en état, permitiéndose consecuentemente, la ejecución sin tiempos ni preclusiones. No obstante, la resolución de los juzgadores de la primera instancia, sobre este particular, no significa que se decrete la ejecución provisional sino que simplemente declara que la sentencia es ejecutable provisionalmente. Las resoluciones ex officio en Francia son comunes, no así en los modelos americanos. Lo mismo ocurre con los plazos donde las diferencias aumentan (mientras en uno no existen, en los otros se establecen seis días contados desde la admisión del recurso). En Italia, al igual que en Francia, la casación no tiene efectos suspensivos; característica que llevada al tema de la ejecución se aplica en similares términos. El art. 377 establece que la ejecución de la sentencia no se suspende por efecto de la impugnación, salvo lo dispuesto en los arts. 283, 373, 401 y 407. La ejecución provisional de la sentencia de primera instancia se establece como regla general, consolidando un reclamo de la doctrina que veía en el recurso de apelación un abuso procesal. El art. 282 del CPC establece que "la sentencia de primera instancia es ejecutiva provisionalmente entre las partes". El otorgamiento ex lege y automático de ejecutividad no deja margen alguno a la discrecionalidad del Juez, que se ve relegada al tiempo posterior, ante la eventual impugnación de la sentencia. Así, el nuevo art. 283 establece que "el juez de apelación a instancia de parte, propuesta en la impugnación principal o incidental, cuando concurran graves motivos, debe suspender total o parcialmente la eficacia ejecutiva o la ejecución de la sentencia impugnada". Este precepto regula la denominada inhibitoria, es decir, el pronunciamiento mediante el cual el juez de apelación suspende la ejecución de la sentencia de primera instancia. La inhibitoria debe solicitarse ante el magistrado de alzada, de manera directa o en el mismo recurso deducido. Por tanto, no procede ex officio, ni puede solicitarse después después del momento del escrito de impugnación de la sentencia de primera instancia. En Alemania, el art. 704 de la Z.P.O. dispone que la ejecución forzosa tendrá lugar basándose en sentencias definitivas declaradas firmes o ejecutables provisionalmente. Esta ejecutabilidad puede declararla el juez de oficio, sin exigir fianza ni caución, o bien imponiéndola en casos específicamente reglados. Todas las peticiones deben efectuarse antes de la clausura de la última audiencia anterior a dicha sentencia (art. 714). El juez resuelve en la sentencia, siendo apelable sus decisiones. La alzada, frente al recurso de casación, puede ordenar la suspensión si considera que se encuentra acreditado el perjuicio irreparable. 8. Características de la ejecución provisional y parcial La ejecución, propiamente dicha, no es provisional por su carácter condicionado, sino que la provisionalidad es de la sentencia que aun no alcanza la calidad de cosa juzgada. Por eso, bien se apunta que sería más apropiado referirse a la ejecución de sentencias provisionales o provisorias que a la ejecución provisional o provisoria de las sentencias (Abal Oliú, Alejandro, Ejecución provisional de sentencias apeladas, (En el C.G.P.), comunicación a las IX Jornadas Nacionales de Derecho Procesal, passim ). Ahora bien, como toda sentencia aun impugnada proyecta efectos y tiene eficacia jurídica, lógico resulta pensar que esa actividad jurisdiccional cognoscitiva alcanzada y puesta de manifiesto en el pronunciamiento, no puede caer en la inseguridad e incertidumbre que le provoca un recurso. Si bien este asegura el derecho a la bilateralidad y contradicción de todo proceso civil, también debe observarse que se cae en cierta incoherencia si un conflicto solucionado no puede cumplirse porqué espera de ratificaciones dispuestas jerárquicamente, algunas veces totalmente exageradas (como en Argentina, donde el recurso extraordinario, pese a sus egoísmos procesales, crea en la praxis una nueva instancia de revisión). De todos modos el cumplimiento inmediato de una sentencia está supeditado a ciertas características entre las que se destaca señalar a todo pronunciamiento como una declaración de derecho con prevalente función ejecutiva. Pero como no todas las sentencias reportan posibilidades concretas de un inmediato cumplimiento, es preciso clasificar los tipos de resoluciones judiciales que pueden obtener esta vía rápida y expedita. Si mediante la ejecución provisional se consigue la eficacia de la resolución, este modelo es aplicable tanto a las sentencias de condena como a las declarativas y constitutivas, puesto que, en principio, no pueden producir efectos hasta que no hayan adquirido firmeza. Otra singularidad es que para hablar con precisión de ejecución provisional debemos referirnos a una sentencia cuya eficacia no es definitiva, pues de tener esa condición de inmutable e irrepetible en otro proceso, abandonamos la idea de provisionalidad para instalarnos en terreno de la ejecución forzada lato sensu. Similares características tiene la ejecución parcial, con la diferencia que la parte de la sentencia que se pretende cumplir, está firme y no tiene posibilidades de alteración. 9. Clases de ejecución provisoria y parcial Atendiendo a la forma como se concede eficacia a las resoluciones judiciales, su ejecutabilidad puede depender de las facultades del juez (rol discrecional en la admisión), o del impulso previsto en una norma expresa (que, a su vez, puede obrarse a pedido de parte, o de oficio). a) La ejecución provisional ope legis se caracteriza porque esta generalizada en una disposición legal y el órgano jurisdiccional no tiene manera de limitar su procedencia. Habitualmente, no requiere la constitución de fianzas ni garantías. También es típica en cuestiones donde la modalidad del conflicto impone decisiones urgentes (v.gr.: juicio de alimentos, desalojos, interdictos, amparo, etc.) b) La ejecución provisional ope iudicis se explica cuando el cumplimiento forzado e inmediato lo resuelve el mismo magistrado interviniente, sea de manera discrecional o ajustado a ciertas reglas técnicas que aseguren la prudencia y el equilibrio de la decisión. c) Entre ambos extremos aparece una modalidad mixta que atenúa las distancias entre la norma y los poderes del juez, pero es menester advertir sobre ciertas inconsistencias del modelo (por el caso, de la Ley de Enjuiciamiento Civil española) y algunas dudas sobre cuando procesar y aplicar uno u otro criterio. d) La ejecución provisional resuelta de oficio por el juez es excepcional y admite lectura expresa sólo en el sistema francés. En todos los demás modelos, actúa a pedido de parte legitimada. e) De manera similar a lo dicho en el punto precedente, la ejecución provisoria resuelta en cualquier tiempo es sólo aplicable en el código procesal de Francia, en los restantes existen plazos, términos y condiciones para su admisión y procedencia. f) Finalmente, la ejecución provisoria puede ser total o parcial, conforme se dirija al cumplimiento absoluto de la parte principal de una sentencia (es decir, a los aspectos materiales, no así los procesales, como costas y honorarios), o a parte de ella. 9. Una duda a despejar: ¿naturaleza ejecutiva o tutela cautelar? Es sabido que los modelos procesales, en su lucha contra las demoras e incertidumbres del proceso, han creado y recreado numerosos institutos que, apoyados en principios básicos de la disciplina (v.gr.: celeridad, autoridad, eficacia, entre otros), pretenden abatir algunas realidades tangibles como la incertidumbre de saber si una sentencia favorable podrá o no concretarse en los términos que el juez ha dispuesto. La aparición de nuevas formas de tutela jurisdiccional bajo el manto de la urgencia, pregonan la necesidad de obrar rápidamente desplazando supuestos tradicionales de las medidas asegurativas o conservatorias, para afincarse en un terreno aun no abonado que se conocen como expansiones de la tutela cautelar. Al mismo tiempo, la confrontación con los más modernos ordenamientos adjetivos, avizoran claramente la tendencia a limitar la instancia recursiva, acotándola a lo absolutamente justo y necesario, y permitiendo la ejecución provisional de la sentencia en el marco de los capítulos ejecutivos o ejecutorios (según requieran una declaración cognoscitiva previa o no). En todos los casos se persigue asegurar el interés del justiciable, variando el tiempo y las técnicas como dicho objetivo se obtiene. Por eso es importante diferenciar medidas cautelares y ejecución provisional, antes que nada, para evitar que se tengan como precautorias técnicas que sólo son disponibles en el área de la provisionalidad de la ejecución. Si consideramos que cada herramienta cumplen funciones similares, sería posible ejercitar una opción entre ellas, o bien, reglamentar en un código alguna para garantizar el cumplimiento de la sentencia condenatoria. También podrían reunirse todas y permitir la actuación inteligente acordada a sus tiempos y circunstancias. Los presupuestos se aproximan bastante, y por tanto la confusión es reiterada. Tracemos un paralelo entre el modelo nacional (que no acepta más que por excepción la ejecución provisional de algunas sentencias) y el código general del proceso que la recepta y desarrolla a lo largo de varias disposiciones (v.gr.: arts. 260, 275, 372.1, 375, 377, entre otras), para demostrar como interactúan los institutos y la eficacia que logra cada uno. Es decir, procuramos encontrar en la simetría las ventajas e inconvenientes que tienen medidas cautelares y el procedimiento de ejecución provisoria, para demostrar que en su naturaleza existen diferencias profundas que evitan colocar al segundo procedimiento en el ámbito de las medidas cautelares. La mejor diferencia está en la verosimiltud del derecho (fumus bonis iuris), porqué mientras en las medidas cautelares es suficiente una apariencia del derecho, en la ejecución dispuesta queda de manifiesto una declaración sobre su existencia. Con el peligro en la demora (periculum in mora) la distancia es muy próxima, pues la visión sobre los peligros que pueden surgir del incumplimiento o por el retardo en resolver una medida necesaria se dá tanto en las medidas cautelares como en la ejecución provisional. Inclusive, Chiovenda y Calamandrei llegaron a afirmar que el forzamiento a cumplir con la sentencia de inmediato tenía todas las características de una medida ejecutiva. Afirmación que, a pesar de la autoridad de quienes proviene, parece no ajustarse al modo como actualmente se resuelven este tipo de providencias. En efecto, en lo cautelar es una pauta específica a considerar, aun cuando pueda observarse alguna tendencia que, cubierta la verosimilitud del derecho, atempera con la contracautela la inexistencia del peligro en la demora. En cambio, en la ejecución provisoria esta demora no es sustancial ni se funda en apreciaciones eventuales e hipotéticas. El periculum in mora va referido al posible daño que se causa por la ineficacia de los pronunciamientos de una resolución definitiva sobre el fondo, que ha sido recurrida. Por eso, afirma Caballol Angelats, "para nosotros ésta no es más que una consecuencia refleja de la concesión de la ejecución provisional, ya que con ella se pretende actuar la tutela jurisdiccional otorgada en la resolución recurrida, siempre que signifique un incremento efectivo de la tutela obtenida hasta el momento en el proceso, por lo que el periculum in mora se convierte en un motivo posible pero no necesario para determinar la procedencia de la ejecución provisional" (La ejecución provisional de la sentencia, Editorial Bosch, Barcelona, 1993, pág. 96). Finalmente, respecto a las medidas urgentes que se toman para anticipar un resultado, satisfacer una situación absolutamente límite, o producir una decisión que "sustancialmente" sería idéntica a la esperada de una sentencia favorable, la confusión con la ejecución provisional es inesperada porqué aquí obramos con una declaración o condena luego de superar todas las etapas procesales; mientras que las soluciones anticipatorias se dan en el desarrollo, durante el trámite, fundadas en que existen fuertes motivos que legitiman la decisión y admiten alterar las reglas preconceptuadas para el contradictorio. 10. Objeto de la ejecución Con la ejecución provisoria de a l sentencia se pretende revalorizar la celeridad del proceso permitiendo forzar el cumplimiento inmediato de una sentencia que no se encuentra firme. El tipo de pronunciamiento condiciona la viabilidad del procedimiento, en la medida que no se discute en las sentencias condenatorias, como sí en las declarativas o constitutivas. Estas últimas, en general, deben esperar la plena eficacia de la cosa juzgada, aunque autores como Tarzia sostengan que toda sentencia es ejecutable de forma inmediata, aun las del tipo declarativo o constitutivo en atención a que éstas pueden crear situaciones nuevas que pueden ser anticipadamente ejecutables (Tarzia, Giusseppe, Esecuzione forzata e procedure concorsuali (Estudios), Editorial Cedam, 1994, pág. 255). Este temperamento domina en la reforma procesal de España que sosteniendo en el debate la conveniencia de la ejecución provisional sobre las sentencias de condena, prefirió mantener la redacción prevista para el art. 385 párr. 2° donde establece que "...las sentencias de objeto o naturaleza diferente serán susceptibles de la misma medida...". Otros autores, abandonando el criterio de la eficacia de la cosa juzgada para resolver la procedencia de la ejecución provisoria, acuden a diferentes parámetros como la disponibilidad o indisponibilidad del interés objeto de juicio, los efectos reflejos sobre terceros, el conflicto de valores entre seguridad jurídica y justicia, o la ideología prevalente en la sociedad civil respecto a bienes fundamentales como los de la familia o los derechos humanos. La definitividad del pronunciamiento define el objeto a ejecutarse, esto equivale a decir, que no toda sentencia resolutoria de condena puede encontrar esta vía de excepción. Por tanto, algunas sentencias aun siendo definitivas (V.gr.: la que declara la perención de la instancia, o la que resuelve una interlocutoria o un incidente) no son ejecutables provisoriamente. Para lograrlo deben tratarse de decisiones sobre el fondo del asunto que le pongan término e impidan su reiteración. 11. Admisión y procedencia de la ejecución La admisión para continuar el proceso según las reglas de la ejecución provisional de la sentencia impugnada, puede clasificarse en tres modalidades: a) cuando el trámite está dispuesto legalmente; b) los casos que se resuelven discrecionalmente por el juez, sea admitiendo la vía o denegándola por no causar perjuicios irreparables, y c) los supuestos expresamente prohibidos. La fisonomía que presentamos hace las veces de conjunto adoptado en general, pero en la práctica la cláusula que habilita o no el mecanismo de ejecución es el "perjuicio irreparable". A veces, la interpretación queda en poder de los jueces, en otras, la ley especifica los casos de improcedencia. De todas maneras, conviene agregar que el perjuicio irreparable no es un criterio absolutamente uniforme para conceder o denegar la ejecución. Por otro lado, el problema de establecer cuando existe perjuicio irreparable no puede medirse únicamente por el gravamen económico, sino en un perjuicio para la posición procesal del recurrente, bien por disminución de sus posibilidades y expectativas, bien por incremento indebido de las del contrario. El art. 499 permite la ejecución parcial de las sentencias condenatorias que contienen la obligación de dar sumas de dinero por los importes que hubiesen quedado firmes. En estos casos, se debe emitir testimonio del pronunciamiento (art. 166 inciso 4º) el cuál deberá contener los alcances y efectos que tiene la sentencia, los rubros que se ejecutarán y los montos comprendidos. Sin embargo, la dificultad aparece de inmediato -para demostrar una vez más el carácter excepcional de la ejecución forzosa- cuando el testimonio es resistido por el Juez o tribunal aduciendo que el estado de incertidumbre se mantiene, o las partes de la sentencia que están apeladas o con recurso pendiente, pueden afectar aquéllas que se consideren definitivas. 12. Presupuestos de la ejecución Los presupuestos que dan vida al procedimiento excepcional y transitorio de la ejecución provisional son, en realidad, muy simples y hasta limitados o acotados a uno sólo de carácter objetivo: la pendencia del recurso. Los demás, refieren a disposiciones de otro carácter, como son la instancia de parte y la fianza Si se trata del supuesto previsto en el párrafo segundo del art. 499, la única condición es el examen de la pretensión ejecutoria que plantea el beneficiario de una sentencia favorable. El Juez, antes de expedir un testimonio que documente la parte que se quiere ejecutar de la sentencia, deberá tener la certeza del carácter firme, consentido y ejecutoriado de dicho fallo judicial. 12.1 Sentencia condenatoria Toda ejecución provisional parte de la pendencia de un recurso en contra de la resolución cuya eficacia actúa. Es más, de no interponerse aquél dentro de los plazos legales o en caso de denegarlos, la ejecución de lo dispuesto en ella no sería provisional sino definitiva. Si el recurso se desiste, se declara desierto, o perimido por la inactividad del interesado, o por la insuficiencia de fundamentos, etc., en todos los supuestos, el trámite iniciado por la vía provisional se reformula y continúa por el trámite de la ejecución de sentencias. La ausencia de una sentencia que resuelva definitivamente la instancia abierta es el presupuesto esencial para mantener la vigencia de la ejecución provisoria del pronunciamiento recurrido. El tiempo procesal dispuesto en distintos ordenamientos supedita la admisión del trámite. Por lo general corre a partir del momento en que se toma conocimiento fehaciente del recurso interpuesto contra la sentencia que le es favorable. De todos modos, algunos aceptan que también pueda concederse sin esperar la interposición del recurso, sino desde el momento en que se dicta la resolución. Este último criterio nos parece aceptable, en la medida que el órgano jurisdiccional asuma la responsabilidad de resolver rápidamente los actos procesales necesarios para dar vida a la ejecución inmediata. De otro modo, es posible que se constituya una fianza inncesaria, o se provoque una actividad jurisdiccional que prontamente perdería virtualidad de consentirse la sentencia. 12.2 La instancia de parte Como expresión manifiesta del principio dispositivo el pedido de la parte beneficiada por la sentencia, activa el procedimiento de la ejecución provisional. La excepción conocida proviene del sistema francés que admite la procedencia del mecanismo dispuesto de oficio. La petición tiene dos motivos esenciales: una, solicitar que se resuelva la ejecución inmediata de la sentencia; otra, que se arbitren los medios para despachar la ejecución. La primera es el efecto inmediato, la restante, responde al principio de eventualidad y puede ser contingente, es decir, obrar a la espera de los tiempos preclusivos del proceso. En algunos procesos, la eficacia de la sentencia es refleja y la ley dispone para ellas la ejecución rápida y expedita (V.gr. alimentos provisionales). En estos supuestos no se requiere la instancia de parte. 12.3 Fianza La fianza debe interpretarse, en el caso, como la garantía que presta el ejecutante para responder por los perjuicios irrogados en caso de que la sentencia se revoque. Decimos que esta es la lectura correcta, pues fianza supone compromiso personal, y justamente, la caución juratoria se excluye como regla general. Claro está que es éste un requisito de la ejecución provisoria, donde aun no hay firmeza; y no de la ejecución parcial, donde el título ejecutorio ya existe. La caución juratoria tiende a eliminarse en la aplicación actual, en tanto como sólo importa una promesa de responder por los daños posibles, nada agrega a la responsabilidad genérica que surge de las obligaciones profesionales. De todos modos, esta eliminación por superflua resulta razonable en procesos de contenido patrimonial, pero en otros, la estimación sobre las causas y razones puede ser mas justo y equitativo. La caución real puede ser propia o de terceros. Consiste en la fianza o garantía que se otorga mediante el depósito de la suma de dinero que el juez ordena como garantía. Esos montos pueden sustituirse por títulos valores representativos (v.gr: títulos, acciones, seguros de caución), o bien, por la garantía de instituciones bancarias que acreditan mediante las respectivas cartas de fianza. Si fuese pretendido suplantar la caución real a través de la solvencia de personas de acreditada responsabilidad económica, es preciso informar sumariamente al órgano jurisdiccional sobre esta seguridad económica. 13. El procedimiento en la ejecución provisional Varios son los aspectos y problemas que deben analizarse en este punto del procedimiento. Particularmente definimos la situación desde una perspectiva genérica, sin referir a un ordenamiento determinado. No obstante, la pauta que nos llega de la ley de enjuiciamiento civil, y la actualidad legislativa proveniente del código modelo, permiten ajustar algunos presupuestos especiales. 13.1 Organo competente La determinación del órgano competente sólo interesa en los sistemas que la ejecución provisional procede a pedido de parte, pues en los supuestos previstos legalmente, el principio de prevención extiende la competencia al juez que haya dictado la sentencia. El juez o tribunal que dicta la resolución recurrida es el mismo que conserva jurisdicción para actuar en la ejecución provisoria de la sentencia emitida. Existe en esta asignación una característica particular afincada en la especialidad que recibe la función jurisdiccional, pues la misma sólo puede disponer una providencia declarativa que, admitiendo o denegando la ejecución, constituye -o no-el título ejecutivo necesario para forzar el cumplimiento inmediato. Va de suyo que esta extensión o proyección de la actividad judicial supone una clara excepción al principio de finitud que tiene la sentencia respecto a la función jurisdiccional. 13.2 La pretensión ejecutiva. Requisitos La apertura de la instancia ejecutiva comienza cuando el beneficiado con la sentencia demanda por escrito, ante el mismo juez que la dictó, la ejecución provisional de la condena. Son requisitos comunes los referidos a capacidad, legitimación y representación, y particulares del requerimiento, los que afincan en elementos objetivos (fundar la procedencia de la ejecutoria, más no la irreparabilidad del perjuicio causado o la imposibilidad actual de su apreciación y subjetivos (prestar la garantía o fianza necesaria). 13.3 El tiempo para deducir la solicitud La mayor parte de los sistemas que legislan la ejecución provisional establecen un plazo a partir del cual puede plantearse la vía. No obstante, la doctrina es conteste en afirmar que el tiempo asignado es baladí e innecesario, toda vez que el objetivo del instituto no puede estar supeditado a tiempos contingentes que no se adaptan a las realidades eventuales del cumplimiento de una sentencia. Con meditada precisión sostiene Caballol Angelats que "la limitación temporal no encuentra justificación en una necesaria cercanía temporal entre la interposición del recurso y la solicitud de la parte, porque si asi fuera todas las ejecuciones deberían prever esta limitación y no es así...[ ...En defensa de la exigencia de inmediatez, cabe argumentar que la ejecución provisional se concibe como una legítima reacción frente al recurso interpuesto y que actuaría contra sus propios actos el que no solicitara la ejecución provisional inmediatamente, después de la interposición del recurso. Sin embargo, el concepto de ejecución provisional huye constantemente de la realización de valoraciones sobre aspectos subjetivos que concurren en el ejercicio de las oportunidades procesales, e intenta fundamentar la posibilidad de conseguir la ejecución provisional, tanto en la decisión jurisdiccional plasmada en la sentencia, como en la valoración de las consecuencias producidas con la ejecución. Considerar la ejecución provisional como una legítima defensa de la parte recurrida, es tanto como entender que el ejercicio del derecho a recurrir merece la calificación de agresión ilegítima" (ob. cit., pág. 244). 14. Efectos de la resolución que despacha el pedido de ejecución provisional Priva en este aspecto la determinación de saber si la ejecución procede a discreción del juez o fundada en normas específicas que contemplan el caso. Uno u otro oscilan las consecuencias posibles. En el primer supuesto, la atendibilidad de perjuicios posibles de carácter irreparable son causas suficientes para abortar la medida; en el segundo caso, la automaticidad del procedimiento es producto de la regulación legalmente establecida. Sin embargo, como en toda actividad jurisdiccional pervive la interpretación de conductas y valores, no puede exagerarse el alcance y efecto de una regulación normativa que, hipotéticamente, podría ser arbitraria o abusiva. Por lo tanto, es nuestro parecer que el criterio del juez es el único field para medir la justicia del reclamo ejecutivo. Aplicación a otros títulos ejecutables Art. 500. -- Las disposiciones de este título serán asimismo aplicables: 1. A la ejecución de transacciones o acuerdos homologados. 2. A la ejecución de multas procesales. 3. Al cobro de honorarios regulados en concepto de costas. 1. Títulos alcanzados con la característica de ejecutorios La sentencia de condena es el título ejecutorio por excelencia; pero también el código extiende el alcance a otras providencias jurisdiccionales que determina obligaciones de dar, hacer o no hacer, como son las que enumera, con carácter enumerativo, el art. 500. Decimos que no es taxativo, porque la ley 24.573 permite ejecutar los acuerdos logrados en la instancia de mediación, por el procedimiento de ejecución de sentencias (art. 12, tercer párrafo). 2. La condena en costas La posibilidad de ejecutar la condena en costas por el mismo mecanismo ejecutivo que venimos analizando, se encuentra polemizado por la doctrina. En Francia la ley excluye expresamente la admisión; mientras en Italia, a pesar de seguir la tradición excluyente, los autores han insistido con ella logrando buenos resultados jurisprudenciales con su esfuerzo. Desde nuestra punto de vista, por su naturaleza jurídica la condena en costas, como toda sentencia de condena, determina una imposición a una persona que por ser parte en el proceso sufre los efectos directos de la obligación impuesta (Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Costas Procesales, Editorial Ediar, Buenos Aires, 1990, pág. 66). La característica primordial, a veces, se identifica solamente con los honorarios profesionales regulados a quienes intervinieron en el proceso ejerciendo alguna actividad propia de su disciplina. En estos casos, es preciso recordar que para que la regulación de honorarios constituya título ejecutivo respecto al condenado en costas es preciso contar con una sentencia que así lo disponga pues, en caso contrario, sólo existiría una pretensión basada en un contrato de locación de servicios, gestión útil, etc. Por lo demás, las costas no constituyen un castigo para el perdedor, sino que importan tan sólo un reconocimiento de los gastos que ha debido efectuar la parte a fin de lograr la convalidación de su derecho; es decir, que tiende a que las erogaciones que han sido necesarias con motivo del proceso, no graviten, en definitiva, es desmedro de la integridad del derecho reconocido. Frente a esta constatación resulta peligroso creer que la condena en costas obra aislada del pronunciamiento principal, pues si bien cabe reconocer autonomía a la condena en costas una vez firme la decisión, el origen y fundamento de éste y de la sentencia de fondo son el proceso de conocimiento tramitado, y por eso cuando no se ha emitido pronunciamiento alguno sobre el derecho de cualquiera de los litigantes, debe quedar diferida para la misma oportunidad la resolución sobre las costas. Competencia Art. 501. -- Será juez competente para la ejecución: 1. El que pronunció la sentencia. 2. El de otra competencia territorial si así lo impusiere el objeto de la ejecución, total o parcialmente. 3. El que haya intervenido en el proceso principal si mediare conexión directa entre causas sucesivas. 1. "Perpetuatio jurisdictionis" La ejecución de sentencias persigue continuar el trámite ante el mismo Juez que dictó el pronunciamiento; lo que es lógico a tenor de lo dispuesto en el art. 166 inciso 7º; sin embargo, el principio no es absoluto, porque en los incisos 2º y 3º admite excepciones expresas, sin perjuicio de otras que se agregan ante determinadas circunstancias. Inclusive, hay situaciones que ponen en conflicto las competencias en pugna. Es el caso del fuero de atracción, que por vía de principio, debiera ser indiscutible, pero que suele quebrar su rigidez cuando se enfrenta al avanzado estado de un proceso. En este aspecto, se ha dicho que el criterio previsto por la ley concursal según el cual, para los supuestos en trámite, deben devolverse a los tribunales originarios las causas atraídas por el fuero de atracción, debe ceder ante procesos donde ha recaído sentencia y hasta proceso ejecutorio -en el caso, se había comenzado con el trámite de ejecución, inclusive de los accesorios-. Ello así, en resguardo de principios de orden superior, como el de la perpetuidad de la jurisdicción, con apoyo en el de seguridad jurídica y de economía procesal, que concurren en beneficio del justiciable, máxime cuando ello no causa agravios de consideración a las otras partes del proceso (CS, 1998/02/10, "Fernández, Pablo D. c. Díaz, Oscar D. y otro", La Ley, 1999-D, 491 - DJ, 1999-3-90). a) La prórroga por razón del territorio tiene lugar cuando la persona o bienes que se ejecutan se encuentran en lugar distinto al del tribunal que dictó el fallo; en estos casos, la ejecución comienza ante el juzgado cuya sentencia está sin cumplir, para lograr del mismo la producción de actos procesales que requieran la colaboración procesal para forzar al acatamiento. La ley 22.172 actúa una vez más facilitando la comunicación entre los órganos jurisdiccionales. Obsérvese que la unidad de jurisdicción no se pierde, porque las actuaciones en extraña jurisdicción se cumplen como auxilio jurisdiccional. El art. 501 es inaplicable cuando la intervención de una sala distinta a la originaria fue dispuesta por la Corte Suprema de Justicia de la Nación con el único fin de dictar una nueva sentencia, en reemplazo de la dejada sin efecto por el Alto Tribunal (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 2000/06/22, "Torres, Alberto J. c. Policía Federal", La Ley, 2001-A, 650 [43.306-S]). Distinta es la cuestión cuando la sentencia se ejecuta en base al testimonio del pronunciamiento, y se plantea como ejecución directa ante el Juez que se entienda es competente por razón del territorio. Rigen en el caso las normas procesales del lugar, y la ejecución tiene autonomía respecto al proceso principal. b) En los casos de conexidad basada en el principio de prevención (arg. arts. 188, 189 y concs., Código Procesal), se consagra una excepción a las reglas generales en materia de competencia, que se configura en supuestos en los cuales la materia litigiosa traída con posterioridad a la radicación originaria constituye una prolongación de la misma controversia, de modo que debe ser sometida al tribunal que previno, permitiendo continuidad de criterio en la valoración de los hechos y derechos invocados, conforme al principio de perpetuatio jurisdictionis (arts. 6º y 501) El principio de conexidad ha sido consagrado por el Reglamento de la Justicia Nacional en lo Civil en sus arts. 23 y 77, en este último como una excepción a las reglas de distribución de las causas entre los Juzgados de Primera Instancia, y aunque como tal debe interpretarse restrictivamente, no es menos cierto que tiene connotaciones que le son propias y lo distinguen de la conexidad legislada por los arts. 88 y 188 del Código Procesal. Por ello no es obstáculo para su aplicación la existencia de un juicio terminado y que conforme al principio de la "perpetuatio jurisdictionis" citado, continúe la competencia del juez que resolvió el proceso anterior, si existe dicha conexidad de acuerdo con los fundamentos de los arts. 6° y 501. Aun cuando no pueda llegar a configurarse al supuesto de sentencias contradictorias, la aplicación de los principios expuestos lleva al desplazamiento de la competencia, toda vez que como ya se ha sostenido, cuando un nuevo proceso sea consecuencia de otro precedente, debe entender en el juez que previno (CNCiv., Tribunal de Superintendencia, 1980/09/19, "Bairmont, S. A. c. Falcone, Ricardo O.", BCNCivil, 981-II-10). La conexidad consagrada por el artículo 77 del Reglamento para la Justicia nacional en lo Civil y la jurisprudencia del fuero, tienen entidad suficiente como para derogar en forma total o parcial las reglas de competencia, aun las que refieren al turno, pues se da en términos generales aun cuando, sin llegar a configurarse el supuesto de sentencias contradictorias, el nuevo proceso es consecuencia del anterior o tiende a modificar o a dejar sin efecto lo resuelto precedentemente. Se trata de una prolongación de la misma controversia, sin importar que se dirija contra otro demandado, y por esa vinculación, debe someterse al conocimiento del Tribunal que previno, que contará con la ventaja de los elementos arrimados en ambos procesos y permitirá la continuidad de criterio en la valoración de los hechos y el derecho invocado conforme el principio de la "perpetuatio jurisdictionis" que, si bien está consagrado en los arts. 6° y 501 ya indicados, fuerza es señalar que no se agota en tales artículos la posibilidad de su aplicación. Suma líquida. Embargo Art. 502. -- Si la sentencia contuviere condena al pago de cantidad líquida y determinada o hubiese liquidación aprobada, a instancia de parte se procederá al embargo de bienes, de conformidad con las normas establecidas para el juicio ejecutivo. Se entenderá que hay condena al pago de cantidad líquida siempre que de la sentencia se infiera el monto de la liquidación, aun cuando aquél no estuviese expresado numéricamente. Si la sentencia condenase a una misma parte al pago de una cantidad líquida y de otra ilíquida, podrá procederse a la ejecución de la primera sin esperar a que se liquide la segunda. 1. Afectación del debido proceso El trámite de la ejecución de sentencias tiene particularidades que dependen del tipo de pronunciamiento cuyo cumplimiento inmediato se persigue. Cuando se trata de condenas de dar sumas de dinero, el fallo puede contener la liquidación, o derivar su determinación a las partes dando las pautas para ello (tiempos de actualización monetaria, tasas de interés, etc.). Esta práctica, unida a la características procesales del servicio que se debe promover, afecta el concepto garantista que tiene el debido proceso, porque tanto la forma como el tiempo que demanda el trámite ejecutorio, son un factor palpable de la ineficacia de la justicia. Recuerda Morello, que el cumplimiento de la sentencia hace a la razonabilidad, seguridad jurídica y legalidad de lo actuado por los órganos públicos (jueces) o privados (árbitros) de la justicia y nadie puede sostener que el ordenamiento jurídico, empeñado en que el Poder Judicial conozca y dé respuesta a los conflictos (controversias cuando acuden a la justicia oficial o privada) puede cambiar el interés público para que se lleve a cabo esa actividad (la de la jurisdicción) únicamente en el marco primero del conocimiento de las pretensiones y defensas y que, en cambio, lo debilita y devalúa (a ese mismo interés público) cuando debe cumplirse (Liquidaciones judiciales, Editorial Platense, La Plata, 2000, pág. 10). La introducción pretende mostrar el déficit que tiene el estado procesal como se desenvuelve la ejecución forzada, donde la sentencia tiene más valor declamativo que real en sus mandas; donde la oportunidad de las medidas cautelares constituye un factor determinante para la realización de los contenidos; y donde también, la actividad del ejecutante tiene más sensación de esfuerzo y de volver a recorrer un camino ya transitado, que de lograr el cumplimiento inmediato de aquello que la justicia le ha reconocido. Si el tiempo tiene un valor importante para el derecho, no se podrá negar que la situación actual promueve angustia, desazón y desconfianza. Está claro que la poca credibilidad en la justicia no se favorece con este cuadro de estado, en el que aparece un código procesal propenso a tutelar con límites demasiado extensos el derecho de defensa del deudor. Y aun más, sorprende al estudioso del derecho el fenómeno argentino que importa esta etapa del proceso, porque un tema menor, de importancia relativa y que solamente debiera constituir un aspecto propio de la actividad jurisdiccional, como es la liquidación, de lugar a una producción bibliográfica y jurisprudencial que asombra a todo el mundo. Es que la aprobación de la liquidación judicial, pórtico de entrada a la ejecución de sentencias, tiene más sinuosidades que la puerta que se abre al laberinto. De hecho, si no hay liquidación no hay ejecución, y esto es fatal para la rápida ejecución de lo conseguido en los estrados. 2. Procedimiento El código parte de un supuesto comprensible: para ejecutar una sentencia es preciso que exista suma líquida o fácilmente liquidable, y un bien que se pueda realizar para lograr con la subasta que se pague la condena. De este modo, la ejecución de sentencia necesita: a) liquidación aprobada, y b) embargo de cosas o bienes. 2.1 ¿Cómo se aprueba la liquidación? Para aprobar una liquidación (art. 503), el vencedor debe presentar la cuenta dentro del décimo día de quedar firme la sentencia. Con ello, la ejecución no comienza, porque hasta entonces, el incumplimiento no se manifiesta. La confusión proviene cuando el fallo dice, por ejemplo, que debe cumplirse en el plazo de diez días; de manera que algunos estiman que se debe depositar la suma provisoriamente indicada, sin perjuicio de integrarla una vez que se aprueba la liquidación. Pero, en realidad, el código produce antagonismos y ampliaciones de plazos no previstos, porque la sentencia debe cumplirse en el término establecido, y de no lograrse de inmediato, se pueden embargar bienes que aseguren la realización compulsiva. De hecho, mientras no exista condena líquida o fácilmente liquidable, no hay posibilidad de pago aunque haya voluntad; en consecuencia, la sentencia puede condenar, pero jamás asegurar su acatamiento. Para ello, será necesario reiniciar el esfuerzo procesal, cuando se afronte la renuencia al desembolso. En efecto, la liquidación de los gastos y la pertinente aprobación para que proceda la ejecución de la sentencia, es además de forzosa, ineludible, porque cuando se condena al pago de las costas sin determinar su monto, el acreedor no puede exigir el cumplimiento sin transitar por dicho trámite. Esto tiene otra consecuencia: el deudor sólo adeudaría los intereses a partir del momento en que queda firme la resolución que aprueba la liquidación. La cuenta practicada por los litigantes y, en su caso, las impugnaciones efectuadas, no constituyen "trabajos de ejecución" que puedan generar pago de costas y regulación de honorarios, ya que, procesalmente, la liquidación no es más que el acto por el cual el tribunal establece el monto aritmético de la condena. a) Cosa Juzgada: La liquidación constituye un procedimiento numérico destinado a cuantificar el monto de la condena judicial con sus accesorios. Igual sucede con otros actos de la economía del proceso, como el libramiento de cheques, que son providencias de mero trámite que no causan estado. Es decir, que en materia de liquidación las aprobaciones que ésta reciba no tienen el atributo de la cosa juzgada (Cfr. CApel. CC, Junín, 1995/05/08, ED, 116630). Exactamente, la liquidación aprobada jamás alcanza el efecto definitivo que tiene la res judicata, porque ellas se aprueban "en cuanto ha lugar por derecho", expresión un tanto difusa que viene a significar algo así como que, si las cuentas son correctas y ajustadas a las pautas ordenadas, ellas deben confirmarse; pero que si no lo fueren por error en la práctica, podrán rectificarse aun sin pedido de parte y hasta en la etapa de ejecución de sentencia. Sin embargo, la posibilidad de revisión sólo alcanza a los errores meramente aritméticos, más no a aquellos aspectos de fondo que no fueron planteados al correrse el traslado de la liquidación. En el caso, ellos quedan alcanzados por la preclusión, porque de otro modo, se admitiría una indebida posibilidad de replanteo acerca de cuestiones firmes. No obstante, se ha dicho "que la circunstancia de que el obligado no haya impugnado la liquidación, no obliga al juez a aprobarla, pues ella debe resultar ajustada a derecho" (Cfr. CNCiv., Sala B, 1985/06/03, La Ley, 1985-C, 189. b) Liquidación equivocada: Es evidente, y así lo ratifica la jurisprudencia, que si los jueces descubren un error de cálculo o aritmético en la liquidación practicada, y no la modifican, incurrirían en falta grave, pues estarían tolerando la consagración de una gravísima lesión a los derechos del justiciable, cuya única fuente de derecho obraría sobre el error (Cfr. CS, 1989/04/20, "Estado Nacional (Ministerio de Economía) c/ Cooperativa Poligráfica Editora Mariano Moreno Ltda), en Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Respuesas Procesales, Editorial Ediar, Buenos Aires, 1991, pág. 103). Este es un problema común, que se adiciona a los inconvenientes de la ejecución. La ausencia de controversia no inhibe la posibilidad de impugnar la liquidación, pues por su propia naturaleza hasta que se produzca el pago con fuerza cancelatoria, la liquidación no sólo será susceptible de ser corregida en los errores que se constaten aun después de ser aprobada, sino que será esencialmente mutable por el transcurso del tiempo, por cuanto alguno de sus rubros dependen del paso de éste último -intereses, actualización, etc. Por lo tanto, el conflicto debe ser planteado desde el punto de vista de los recaudos que requiere el pago de las obligaciones para adquirir capacidad cancelatoria, y no desde los supuestos de preclusiones o cosa juzgada ( CApel. CC, Azul, Sala I, 1999/07/15 LLBA, 2000-293). Es más, la circunstancia de que las demandadas no hayan contradicho la liquidación que formulara el actor en la demanda no autoriza, sin más, el acogimiento íntegro de sus pretensiones, pues ni siquiera la rebeldía declarada firme releva de dictar sentencia según el mérito de la causa (art. 60, Código Procesal) y asimismo a l s liquidaciones, aun no observadas, se aprueban en cuanto hubiere lugar por derecho (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 1997/11/13, La Ley, 1999-A, 474). Concretamente se establece que el hecho de que la liquidación haya sido consentida por las partes no obliga al magistrado a obrar en un sentido determinado. En definitiva, la Corte Suprema afirma que, no cabe argumentar sobre la preclusión del derecho a impugnar la liquidación, frente al deber de los jueces de otorgar primacía a la verdad jurídica objetiva, toda vez que la aprobación de las liquidaciones sólo procede en cuanto hubiere lugar por derecho, excediendo los límites de la razonabilidad pretender extender el resultado de una liquidación obtenida sobre la base de operaciones matemáticamente equivocadas, a pesar de encontrarse dicha situación puntualmente evidenciada durante el trámite de ejecución (CS, 1994/12/20, "Iglesias, Germán H. c. Estado Nacional -Ministerio de Educación y Justicia, La Ley, 1995-B, 249). De lo expuesto se colige la posibilidad de invalidar el error a pesar de la preclusión procesal, porque se ampara la realidad de los hechos, y la conveniencia de evitar un proceso injusto, magüer la contradicción en que caería el mismo juzgador si permite aprobar una cuenta viciada sobre la base de la ausencia oportuna de oposición. Con acierto señala Toribio Sosa que, en virtud de la doctrina de los propios actos, "el juzgador, medie o no impugnación, debe aprobar la liquidación en tanto guarde conformidad con las bases que en la sentencia se hubiese fijado. De lo contrario, deberá antes corregirla de oficio u ordenar fundadamente su refacción. Si así no lo hiciese, el mismo sentenciante sería el primero en no respetar su fallo cohonestando una cuenta divorciada con las pautas contenidas en aquél e incurriendo en contradicción con sus propios actos" (La doctrina de los propios actos y la aprobación de la liquidación, Doctrina Judicial, 1989-1, 898). Nuevamente el criterio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación orienta en estos casos: "No obsta al juez para modificar una liquidación judicial que ésta haya sido consentida por la contraparte, toda vez que esa circunstancia no obliga al magistrado a obrar en un sentido determinado" (CS, 1989/06/20, citado). Entre otros, algunos antecedentes legislativos han permitido echar mano al mecanismo que se articula; por ejemplo con la ley 24.283 que en el artículo 1º dispone que :"Cuando deba actualizarse el valor de una cosa o bien o cualquiera otra prestación, aplicándose índices, estadísticas u otro mecanismo establecido por acuerdos, normas o sentencias, la liquidación judicial o extrajudicial resultante no podrá establecer un valor superior al real y actual de dicha cosa o bien o prestación, al momento del pago. La presente norma será aplicable a todas las situaciones jurídicas no consolidadas". La Corte Suprema de Justicia de la Nación, sostuvo en su fallo del 8 de febrero de 1994 en la causa "Caja de Crédito Flores Sud Sociedad Cooperativa Limitada c. Coelho, José y otra", que "al concluir la liquidación -por capitalización de intereses de breves lapsos- en un resultado que quiebra toda norma de razonabilidad, violenta los principios establecidos en los arts. 953 y 1071 del Código Civil y desnaturaliza la finalidad de la pretensión entablada, la solución impugnada no puede ser mantenida so color de un supuesto respecto al principio de cosa juzgada establecida en la sentencia de trance y remate (confr. causa G.229XXIV, 1992/12/22, “García Vázquez, Héctor y otro c. Sud Atlántica Compañía de Seguros S.A.”, ED, 152-184). 2.2 El embargo ejecutorio La mecánica se articula del siguiente modo: una vez que se aprueba la liquidación, o se notifica la sentencia que condena al pago de suma líquida y determinada (cuyo sentido explicamos más adelante), la vencedora tiene derecho a que se embarguen bienes de propiedad del condenado hasta cubrir los importes correspondientes con sus acrecidos eventuales. El embargo ejecutorio es una modalidad dentro de otras que tiene esta medida cautelar. La principal característica es que para su procedencia no se exigen los presupuestos que tienen las demás precautorias (verosimilitud del derecho y peligro en la demora), ni requiere la prestación de contracautela. Tampoco es un medio de aseguramiento, porque verdaderamente se constituye como una etapa ineludible y forzosa. Si no hay embargo, no hay ejecución. Si bien es cierto el código dice que "el embargo de bienes" procederá "de conformidad con las normas establecidas para el juicio ejecutivo", cabe observar que la remisión no confunde la naturaleza del embargo; en realidad se pretende definir el modo como se ha de practicar ese acto procesal que tomará bienes o cosas para aplicarlos a un fin preciso y determinado, como es la ejecución de la sentencia. La Corte admite que la ejecución comienza con el embargo, cuando sostiene que, no es de aplicación el régimen contemplado en la ley 21.839 (Adla, XXXVIII-C, 2412) para los juicios ejecutivos -integrado por analogía para el trámite de ejecución de sentencia- cuando la liquidación únicamente configura una etapa preliminar para la procedencia del embargo ejecutorio, que es el acto insoslayable con el cual comienza el proceso de ejecución de sentencia (CS, 1998/03/17, "Provincia de Misiones c. Estado nacional", La Ley, 1998-E, 815, J. Agrup., caso 13.119). Al ser un trámite esencial para el proceso compulsorio, la providencia que resuelve la traba del embargo, no es susceptible de apelación, debiendo el afectado -en su caso- oponer excepciones en la oportunidad de la citación de venta (conf. art. 505). Hay una sola excepción a este regla, que está previsto en el párrafo final del art. 504, según el cual el acreedor puede solicitar que se intime por cédula u otro medio fehaciente (art. 136) al ejecutado, para que pague la cantidad líquida y determinada que contiene la sentencia, o la liquidación que estuviera aprobada. Esta es una facultad del acreedor ejecutante, y no se puede disponer de oficio como un requisito previo al embargo. 2.3. Suma líquida o fácilmente liquidable Se llama deuda líquida aquella cuya existencia es cierta y cuya cantidad se encuentra determinada, admitiéndose unánimemente que se cumple este último requisito en los casos en que sea fácil y prontamente liquidable. En otros términos, es el débito cuya comprobación depende de una simple operación aritmética; y aun cuando no estuviese expresado numéricamente, conserva dicho carácter cuando de la sentencia se infiere el monto de la liquidación, Por ello, las obligaciones sujetas a reajuste, la suma de intereses, o cualquier otra operación aritmética sin complicaciones, no afecta el carácter de suma líquida y exigible que tiene la cuenta a ejecutar. La certeza sobre los montos, en consecuencia, dependen de dos situaciones: o provienen de la misma sentencia, en cuyo caso el proceso de ejecución puede comenzar inmediatamente después de vencido el plazo para el cumplimiento voluntario; o bien, se practica liquidación y la compulsión debe esperar que ésta se apruebe y quede firme. Sin embargo, si el pronunciamiento contiene partes líquidas o fácilmente determinables, se podrán ejecutar sin esperar los resultados de operaciones matemáticas. Cabe agregar que, aun cuando se exige que la totalidad de los rubros comprendidos en una condena judicial, incluidos los honorarios y las costas, sean cuantificados en la instancia del art. 503, para un ordenado desarrollo del trámite de cumplimiento de la sentencia; de ello no se sigue la pérdida del derecho a reclamar un rubro o concepto por el solo hecho de haber sido omitido en esa liquidación, máxime si la actora había reservado su derecho a liquidar esos gastos con cita del art. 77 del mismo ordenamiento -erogaciones tendientes a evitar y preparar la demanda (CNCom., Sala C, 1999/12/13, "Turismo Internacional S. A. c. Royal Caribbean Cruise Line Inc.", La Ley, 2000-C, 914 [42.710-S] - ED, 187-657). 3. El embargo Al desarrollar el capítulo de medidas cautelares, se pudo destacar la importancia que tiene el embargo en el esquema de aseguramiento que representa para la eficacia del proceso. En este capítulo, es preciso advertir un cambio en la fisonomía. De alguna manera pierde el carácter de cautelar para convertirse en el mecanismo de coacción más directo para forzar el cumplimiento de un mandato judicial que se desconoce o dilata. De este modo, en la clásica división entre: a) embargo preventivo; b) embargo ejecutivo, y c) embargo ejecutorio, aparece una idea genérica que asienta en el acto procesal que actúan, que no es otro que resolver la individualización de bienes o cosas; asegurarlos con el fin de impedir su disposición; y conservarlos como patrimonio afectado al cumplimiento de una decisión judicial tipificada en alguna de las modalidades del art. 500. Ahora bien, al quedar constituido como una etapa del proceso de ejecución pura, el embargo se convierte en un acto del sistema, que no se puede confundir con las medidas de aseguramiento propias del derecho privado (prenda o hipoteca, por ejemplo), aun cuando algunos efectos sean similares. Dice Falcón que, el embargo es un acto jurídico procesal que produce una coacción sobre los bienes, los individualiza y establece su indisposición, logrando que éstos sean afectados a los fines del proceso, ya sea para garantizar la sentencia o para cumplirla (Procesos de ejecución, tomo 1 volumen A, Editorial Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 1998, pág. 63). Con igual precisión agrega Fenochietto que "la solución para determinar su naturaleza indica la necesidad de estudiar especialmente el particular vínculo jurídico que crea el embargo entre el proceso en que se lo ha decretado y el bien individualizado, produciendo efectos entre los litigantes y terceros a la ejecución. Esta relación se caracteriza por la sujeción de la cosa, con independencia de los actos del ejecutado realizados al respecto. Así, su venta total o parcial no puede ser opuesta al ejecutante, como tampoco puede impedir la prosecución de la ejecución. El bien permanece sujeto al poder ejecutorio del órgano público, cualquiera que sea el derecho adquirido por el tercero" (Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, tomo 2, cit., pág. 762). En consecuencia, la deducción del embargo como parte de la ejecución, impone diferencias con otras formas de actuar en formas compulsivas. En este aspecto, el incidente de concurso especial no puede asimilarse al trámite de ejecución de sentencia contemplado por el art. 499 y sigtes. del Código Procesal, atento a que no importa ejecución del crédito verificado (CNCom., Sala E, 1995/02/16, "Anilinas Argentinas S. A., quiebra c. Banco del Interior y Buenos Aires -en liq.", IMP, 1995-B, 3111). Por su parte, el art. 648, establece un trámite específico para la ejecución de la sentencia de alimentos, distinto del previsto en general por el art. 502. La especificidad del procedimiento deriva de no ser trámites indispensables la liquidación ni la citación de venta, con el objeto de ganar celeridad. Pero, en lo demás, resultan aplicables las normas de la ejecución de sentencias. 4. Presupuestos de la ejecución forzada El código no se presenta muy acertado en la definición de presupuestos y condiciones para realizar en forma compulsiva una sentencia; más allá de clasificar los títulos ejecutables y establecer como punto de partida para el procedimiento, la individualización de bienes que se tomarán en embargo. Desde nuestra perspectiva, las posibilidades para proceder por este capítulo se dividen en exigencias que necesita el título ejecutorio, y condiciones que debe acreditar el trámite procesal. 4.1 Presupuestos del título La condición natural del título ejecutivo es que sea una deuda cierta, líquida y exigible; cuando se convierte en ejecutorio éstas calidades no cambian, pero la suficiencia anterior lograda por el proceso de conocimiento que lo origina, le asigna una fehaciencia superior que evita el tránsito previo que tiene el juicio ejecutivo. La certeza del crédito no es suficiente para la ejecución pura, porque la vía expedita y rápida que se facilita a partir del art. 499, depende del objeto cierto y determinado que se reclama. Si es una obligación de dar sumas de dinero, la condición es la existencia de deuda líquida o fácilmente liquidable; si es un deber de hacer, no hay posibilidad de utilizar el embargo como medio de coacción, siendo mejor el uso de astreintes o sanciones conminatorias (art. 37); y si es de no hacer, eventualmente se podrían requerir otras medidas (art. 534). En ello queda de manifiesto que la ejecución de sentencias es viable, únicamente, respectos de sentencias que condenan al pago de cantidades líquidas o fácilmente liquidables. La exigibilidad supone plazo vencido, circunstancia que pone una vez más de relieve, el problema de establecer cuando queda sin cumplir una sentencia; esto es, si se computa con el término notificado, o si depende de la liquidación aprobada. Otra dificultad aparece con el art. 505 del Código Civil que le otorga como una potestad al acreedor, el derecho a emplear los medios legales a fin de que el deudor le procure aquello a que se ha obligado; o la facultad de compeler a otros a costa del deudor; o convertir la deuda en un resarcimiento. Según Podetti, cuando se enfrentan las disposiciones del Código Procesal con el orden y secuencia que tiene el citado art. 505, se advierte que la ejecución forzada, por la vía procesal, se efectúa siguiendo los trámites que el código de procedimientos señala. Cada especia de obligación tiene una manera de ser ejecutada, pero en todas ellas, el orden establecido en el art. 505 es de rigor, es decir, que, siguiendo el principio de que las obligaciones deben ser cumplidas conforme a su naturaleza, sólo ante la imposibilidad material de ejecución, aun por la fuerza, o por intermedio de tercero, la obligación de dar, hacer o no hacer, se convierte en la de pagar daños y perjuicios (arts. 629, 630 y 631 del Código Civil) (Podetti, J. Ramiro, Tratado de las ejecuciones, 3ª ed. Ediar, Buenos Aires, 1997, pág. 413). En síntesis, no queremos subrayar la deficiencia del régimen forzoso para lograr el cumplimiento de la sentencia, sin advertir que nuestro enfoque se dirige más contra la naturaleza jurídica que tiene el título ejecutorio. Con ello se pretende expresar que el código piensa más en la rapidez compulsiva de las sentencias condenatorias a dar sumas de dinero; antes que resolver la situación de otras que no encuentran en los arts. 499 y subsiguientes, un sistema apropiado para solucionar su eficacia. Esto último queda en evidencia con la traba del embargo como medida preliminar del trámite, que es un acto inoficioso para provocar una actuación que provoque el acatamiento de sentencias de hacer o no hacer, y que obliga a las adecuaciones previstas en los arts. 511 a 516. 4.2 Presupuestos del procedimiento La ejecución de sentencias es un derecho del vencedor que cuenta con el pronunciamiento que lo favorece; y al mismo tiempo, es una potestad que se enmarca en la dimensión de sus facultades procesales. No hay ejecución sin actor que lo solicite. La iniciativa de parte, no obstante, no se basta a sí misma; es necesario que el deudor (ejecutado) haya manifestado en forma expresa (por escrito) o tácitamente (por el transcurso del tiempo) que no cumplirá con el mandamiento, es decir, que el tiempo acordado para el acatamiento se encuentre vencido. Sin embargo, tampoco estos son requisitos bastantes y autosuficientes, porque el obligado puede tener o encontrar limitaciones propias o provocadas. Por ejemplo, son vallas naturales de la ejecución forzada no poderse plantear al Estado Nacional, los estados extranjeros, representantes diplomáticos y consulares, sin tener su expreso consentimiento (condición que se extiende a las personas que integran la legación y demás miembros de la familia). Las provocadas son excepciones al progreso de la compulsión, que no se sostienen en la disposición del art. 506 (que cuestionan el título, antes que el procedimiento) sino en la imposibilidad material de proceder por esa vía por tratarse de bienes que están fuera del comercio (art. 2337, Código Civil), o son inembargables (art. 219, Código Procesal). También hay situaciones conexas que generan trabas al proceder por ejecución, que se dan cuando el deudor se encuentra en concurso; o con causales de inhabilitación, entre otras. 4.3 Modos de proceder en la ejecución forzada Las sentencias condenatorias se pueden emplazar en las modalidades del art. 495 del Código Civil, de modo tal que las obligaciones emergentes determinan las formas de proceder ejecutivamente. La disposición sobre el objeto procesal faculta al ejecutante a individualizar los bienes sobre los que pretende dirigir la acción compulsoria, a través del cual conseguirá indisponer el dominio u obstruir la posesión de aquellos. Esto es claro y simple en las obligaciones de dar cosas ciertas, o inciertas no fungibles; la sencillez deviene de la forma como se practica la coacción, al trabar el embargo y proceder a su anotación cuando corresponda. No hay que olvidar que, si bien el embargo en la hipótesis del art. 502, debe ser trabado con noticia, concomitante o sobreviniente al deudor (art. 531), cuando ello no se cumpla, la posterior citación de venta y sentencia bonifica la situación al brindar una plena oportunidad de defensa (CNCiv., Sala D, 1983/06/07, "Consorcio de Propietarios Carlos Calvo 3320 y otros c. Almagro Construcciones S. A. y otro", ED, 106-263. Aclara Podetti que, "en las obligaciones de dar cantidades de cosas fungibles o sumas de dinero, si el deudor no poseyere las cantidades de cosas o dinero debidas, la vía es indirecta, procediéndose sobre otros bienes del deudor, que se venden, para satisfacer la acreencia". Agregando que, "en las obligaciones de hacer, la vía puede ser indirecta en dos formas sucesivas. Si el hecho puede ser ejecutado por un tercero, así se procederá (arts. 626, 630 y 505 inc. 2º, Código Civil); si ello fuera imposible, mediante el pago de daños y perjuicios que, a su vez, se ejecutará en bienes del deudor" (ob. cit., pág. 417). 5. Características del embargo ejecutorio El art. 233 del Código Procesal, dispone que lo dispuesto en el capítulo Medidas Cautelares respecto del embargo preventivo "es aplicable al embargo ejecutivo y al ejecutorio". El mismo cartabón es de pura lógica, ya que siendo el primero el embargo por excelencia, los principios generales que informan al mismo son de aplicación en todo aquello que no se encuentre reglamentado particularmente. De los tres tipos existentes en la ley adjetiva (preventivo, ejecutivo y ejecutorio), el preventivo se diferencia de los otros por ser provisorio y esencialmente mutable, imponiendo un carácter más severo en la consideración acerca de la sustitución del mismo. Ello no significa que siempre sea posible efectuar una sustitución del objeto material sobre el cual ha recaído el embargo, sino que, la ponderación de la posible sustitución del embargo, evaluando los aspectos favorables y dañinos tanto para ejecutado como ejecutante, deben ser evaluados en una forma menos restringida o severa puesto que, no existe, como en otra de las especies señaladas, una negación "prima facie" al cumplimiento de la sentencia que se ha dictado. El carácter ejecutorio del embargo, si bien produce la afectación del bien o bienes al pago del crédito, no se asimila al secuestro, pues en el primero no se practica ningún desapoderamiento, toma de posesión o entrega de las cosas al custodio (CApel. Concepción del Uruguay, Sala Civ. y Com., 1996/02/13, "Marassi, Julio C. c. Colombo, Juan", La Ley, 1996-E, 676 [39.142S]). Tanto para el embargo ejecutivo, como ejecutorio, es admisible su modificación, cuando las circunstancias del caso así lo justifiquen. Pese al parangón, el ejecutorio muestra singularidades: a) Es esencialmente instrumental, porque sirve al fin del cumplimiento de la ley que es la única fuente esencial de derechos. Si el contenido de este principio se altera no cabe que por un mero juego de relaciones temporales de índole procesal, ciertos derechos se petrifiquen al margen del cambio legislativo y aseguraren a quién no es sino titular de una disposición de tal carácter instrumental el goce de un derecho de fondo que ha cesado de asistirle (del voto en disidencia del doctor Fayt) (CS, 1994/02/15, "Idear Publicidad S. R. L. c. Provincia de Santa Cruz", ED, 162-79). Criterio que se repite, al afirmar que la alusión que se realiza en las leyes de emergencia a todas las medidas ejecutivas o cautelares dictadas no admite discriminaciones o divisiones fundadas en que las mismas hayan sido o no trabadas, habida cuenta que el embargo, aun el ejecutorio, no consagra automáticamente derechos, pues su ámbito es por naturaleza instrumental (CNCiv., Sala B, 1995/11/16, "Tofanelli, Elisa c. Provincia del Chaco", La Ley, 1996-A, 593). b) Tiene función conservatoria, porque aunque afecta bienes o cosas, dejándolos indisponibles, justifica esa medida con el fin que persigue. La actividad que cumple se proyecta en el orden de preferencia que establece (art. 218), de manera que el que embarga primero tiene prioridad al tiempo de percibir las sumas provenientes de la subasta del bien. c) Establece un procedimiento particular, que consiste en individualizar bienes o cosas que se pretenden afectar; luego se procede con los actos que en cada medida corresponden (v.gr.: mandamiento de embargo en el caso de bienes o cosas no registrables; oficio inscripto en el lugar respecto cuando se trata de cosas o bienes asentables). Pero su característica principal está en que se construye desde el embargo la procedencia de la ejecución forzosa. Liquidación Art. 503. -- Cuando la sentencia condenare al pago de cantidad ilíquida y el vencedor no hubiese presentado la liquidación, dentro de diez días contados desde que aquélla fuere ejecutable podrá hacerlo el vencido. En ambos casos se procederá de conformidad con las bases que en la sentencia se hubiesen fijado. Presentada la liquidación se dará traslado a la otra parte por cinco días. 1. El trámite de la liquidación Las sentencias condenatorias suelen establecer las pautas para alcanzar el monto líquido que constituirá, en definitiva, la cuenta final que deberá pagar el obligado. Mientras tanto, el pronunciamiento se considera de cantidad ilíquida. Para que proceda el art. 503 es preciso que la sentencia se encuentre firme, y que de ella no puedan surgir bases de las cuales inferir un monto acertado. La doctrina polemiza si la apertura de la liquidación es el comienzo de la etapa de ejecución de la sentencia, o constituye una derivación necesaria de la sentencia que, de ese modo, quedaría integrada con una etapa de declaración y otra de determinación numérica. De uno u otro modo, la disposición que comentamos pone en cabeza del vencedor la obligación de practicar la cuenta judicial. Si él no lo hiciere, en el plazo de los diez días siguientes a quedar firme el pronunciamiento, podrá hacerlo la otra parte. La presentación de liquidación por la parte vencida es una facultad y no una obligación. Ella opera cuando el vencedor omite hacerlo, pero no constituye un requisito para el planteamiento de impugnaciones a la cuantía de lo dispuesto en la decisión, porque esto corresponde a la apelación, propiamente dicha. 2. La calidad de vencedor El código utiliza, como lo hace en el capítulo de "costas procesales", el término "vencedor" como una categoría procesal. En realidad, no es una noción distinta de "parte", porque en los hechos, ésta es una condición. El problema está en que no siempre la victoria es clara y manifiesta, en cuyo caso, la obligación o carga de practicar la liquidación pesa sobre quien recibe el beneficio. De este modo, el carácter de vencido en costas se configura para el demandado, si la acción prospera aunque lo sea en mínima parte en cuanto al monto, o si la actora triunfa en todas las cuestiones litigiosas (cfr. Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Costas procesales, 2ª edición Ediar, Buenos Aires, 1998, pág. 38). Sin embargo, esta regla puede variar bajo ciertas circunstancias. Partamos de la base que toda liquidación deslinda el alcance de las condenas principales y accesorias, de manera que el régimen de los gastos causídicos que se consideran en los arts. 68 y ss., no quedan fuera de la operación a celebrar. Cuando hay vencimientos mutuos y parciales, la guía que orienta el deber de ejecutar la cuenta es la condena a favor. 3. Bases de la liquidación La liquidación judicial de una deuda no es sino el reflejo numérico de las resoluciones firmes que obran en la causa, en cuanto ellas determinan el valor económico de las cuestiones ventiladas en el proceso (CNCiv., Sala K, 1993/03/26, "Miño Cándido A. c. Empresa Ferrocarriles Argentinos", La Ley, 1993-D, 283). El cálculo tiene un antecedente en la demanda, porqué si bien es la sentencia la que fija el quantum debeatur, también lo es que el principio de congruencia debe respetar los límites entre lo pedido y lo acordado. La ejecución de la sentencia dictada se encuentra circunscripta a los límites de la decisión recaída en el proceso de conocimiento y dentro de los términos que producen la eficacia de la cosa juzgada. Lo expuesto evidencia el valladar infranqueable que conforman los términos de la sentencia dictada y firme, que no pueden ser modificados agregando una tasa de interés no contemplada en el fallo. Por consiguiente, imbricándose la liquidación presentada en el estado procesal de ejecución de la sentencia (arts. 497, 501 y 502, Código Procesal de Buenos Aires), es inviable pretender alterar, en esta etapa procesal, los contenidos de la condena, irrumpiendo los lineamientos prefijados, con la intempestiva pretensión de incluir rubros no peticionados, ni por ende receptados por el órgano judicial (C2ª Civ. y Com., La Plata, Sala I, 1995/07/06, "Irazusta, Antonio M. y otros c. Cuevas, Roberto A., suc.", DJBA, 149-4699). Sostiene Morello que, el ingreso a la etapa de liquidación supone (aunque no siempre ello ocurre) que han sido fijadas por el juez las bases y elementos a partir de los cuales ha de practicarse la liquidación, lo que no es sino corolario lógico de que la sentencia debe cumplir con la exigencia de expresar el monto de la condena, o, en su caso, fijar las bases para que resulte factible su cuantificación aritmética en la etapa liquidatoria (Liquidaciones judiciales, con Mario E. Kaminker y Carlos Campitelli, Editorial Platense, La Plata, 2000, pág. 104). La operación a celebrar tiene dos puntos de arranque: la condena principal y las determinaciones accesorias. Es preciso que los parámetros estén indicados en el fallo, porque la omisión de pronunciamiento al respecto, impide la utilización de una escala (v.gr.: intereses) aunque sea de práctica común y habitual. La aclaratoria, en estos supuestos de incertidumbre sobre criterios de aplicación, no opera como recurso sino como mecanismo de esclarecimiento que se puede articular en cualquier tiempo que resulte necesario. Con ello se quiere expresar que las disposiciones aplicables son los arts. 34 inciso 5º ap. b), 36 inciso 1º, 166 inciso 1º párrafo final y 511. Se ha dicho que, si los elementos de juicio incorporados al proceso son insuficientes para pronunciarse sobre el estado de las cuentas cuya determinación y aprobación las partes someten a la decisión del juez, éste puede adoptar los recaudos necesarios para completar el material probatorio de la causa en virtud de las facultades que le confiere el art. 36, inc. 2° (actual 36 inciso 1º) del Código Procesal. Pero lo que no puede el magistrado es diferir para la etapa de ejecución de sentencia la determinación mediante el informe de un perito de la razonabilidad de los gastos. Este a pesar de sus conocimientos técnicos carece de facultades para dilucidar cuestiones jurídicas (CNCiv., Sala F, 1986/03/12, "Consorcio de Propietarios Galería Tribunales c. Guindani de Pla, Nora", La Ley, 1986-C, 391). Los accesorios de la sentencia tienen como fundamento el art. 77 al que remitimos. Otra carga de similar importancia, es la de exhibir y explicar el desarrollo de la liquidación de manera clara y concreta (Morello, Liquidaciones judiciales, cit., pág. 109). En este sentido se dice que, las liquidaciones deben practicarse en forma suficientemente detallada, como para que el deudor y el juez puedan verificar la corrección de las mismas (CNCiv., Sala C, 1985/07/22, "Obras Sanitarias de la Nación c. Vaglio, Mario", La Ley, 1986-B, 621 [37.251- S]). 4. Liquidación y determinación en proceso sumarísimo El art. 165 del Código Procesal establece que la sentencia condenatoria debe fijar las bases para su liquidación, y que en caso de no haber hecho esa estimación, o ella fuera imposible o dificultosa, se deberá proceder a realizarlo por la vía de proceso sumarísimo. ¿Cuál es la diferencia con el procedimiento de liquidación?. La más importante es que el supuesto del art. 165 es excepcional y contingente, en cuanto refiere a sentencias condenatorias que por dificultad probatoria, o indeterminación de los rubros acordados, se necesita recurrir a un nuevo proceso que fije el monto de la condena. En cambio, la liquidación no exige etapa probatoria -aunque se puede verificar la procedencia de algunos parámetros con prueba correspondiente-, porque las pautas son conocidas y determinadas. Aunque ello no impide decir que sea también esta parte del procedimiento, un proceso individual y no una etapa. En este aspecto, se fundamenta que a l liquidación de la sentencia se encarrila en un amplio marco de conocimiento que demanda un arduo trabajo de postulación, defensas, impugnaciones, pruebas y análisis. Es como un nuevo juicio, cuyo trámite no pocas veces resulta más complicado y prolongado que el que provocó en su momento el dictado de la sentencia de condena (Morello, Liquidaciones judiciales, cit., pág. 106). Para resolver con cierta eficacia el cumplimiento efectivo e inmediato de la sentencia, es evidente que, únicamente en supuestos de imposibilidad o de extrema dificultad corresponde desdoblar el desarrollo del proceso, y diferir para el período de ejecución de la sentencia el establecimiento del "quantum" de la condena. Por lo demás, este criterio se reserva exclusivamente para ciertas hipótesis de indeterminación del importe del crédito reconocido en el pronunciamiento definitivo (art. 165), y no es extensible a la dilucidación de otros rubros y aspectos del conflicto de intereses planteado, que deben quedar ineludiblemente precisados en la sentencia. En consecuencia, la vía sumarísima queda reservada a casos de prueba necesaria. Por ejemplo: Cuando no se aportan datos sobre los ingresos económicos de la víctima, para establecer el monto del resarcimiento -debe ejercerse la facultad conferida por el art. 165 y sobre esa base fijar el total de la indemnización (CS, 1987/09/15, "Velasco, Angulo I. c. Provincia de Buenos Aires", La Ley, 1989-C, 621, J. Agrup., caso 6130). También, para determinar el lucro cesante producido por la destrucción de un hotel a causa de las inundaciones -que fue calculado sobre la base de datos teóricos sobre la afluencia de turismo en la zona-, resulta necesario efectuar una prudente apreciación haciendo mérito de los naturales riesgos de una explotación sobre la cual gravitan diversos factores, tales como los de índole económico, por lo que resulta aconsejable no decidir la cuestión sobre especulaciones eminentemente teóricas correspondiendo fijar el monto del rubro haciendo uso de las facultades que le acuerda al tribunal el art. 165 del Código Procesal (CS, 1994/07/28, "Fernández Badie, Julio A. c. Provincia de Buenos Aires", ED, 161-98). La falta o insuficiencia de elementos probatorios referidos al daño derivado de la inmovilización de una o más unidades destinadas al transporte público de pasajeros incide en la cuantificación de la indemnización debida, pero no determina su rechazo, de modo que debe acudirse, eventualmente, al trámite sumarísimo dispuesto por el art. 165 (disidencia del doctor Vázquez) (CS, 1996/09/17, "Empresa Ferrocarriles Argentinos c. Gálvez, Orlando y otros", La Ley, 1997-B, 431). A pesar de que el art. 165 permite que la cuantía del daño sea suplida por la prudente estimación judicial, el damnificado debe tratar de establecer con la aproximación que sea factible, la magnitud del mismo, ya que cualquier deficiencia en la prueba referente al monto cierto, gravita en contra de quien tenga la carga de la prueba (CNCiv., Sala A, 1994/12/07, "M., A. T. c. C., E.", JA, 1995-IV-396). En la ejecución de la sentencia pueden liquidarse daños que han sido demostrados, aunque no haya quedado precisado su monto. Pero no puede utilizarse esa etapa procesal para suplir la omisión probatoria del proceso de conocimiento. El tribunal, al determinar el daño, debe expresar las razones en que se sustenta (CS, 1995/08/24, "P. F. F. c. Empresa Ferrocarriles Argentinos", La Ley, 1995-E, 17). Si la sentencia de primera instancia no ha establecido al menos las bases sobre las cuales debe practicarse la futura liquidación del monto indemnizatorio (art. 165), dicha omisión debe ser salvada por el tribunal de segunda instancia, pues resulta valioso que en la medida de lo posible la sentencia definitiva concluya todas las cuestiones y no las difiera para una etapa posterior (CNFed. Civ. y Com., Sala III, 1995/03/01, "Lojoya, Horacio J. c. Caja Nac. de Ahorro y Seguro y otro", La Ley, 1995-D, 95 - DJ, 1995-2-496). Además, el reajuste debe ser fijado teniendo en cuenta los índices oficiales proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos. 5. Sustanciación de la liquidación Presentada la liquidación por cualquiera de las partes, en su oportunidad, se dará traslado a la otra por el término de cinco días. La comunicación se debe concretar por cédula (art. 135 inciso 9º) o por otro medio fehaciente si se transcribe en el texto la cuenta que se somete a consideración del contrario (art. 136). La falta de cumplimiento con la sustanciación que ordena el art. 503, determina la nulidad del acto, el cual solo se puede declarar a tenor de los principios que rigen las nulidades en el proceso; de modo tal que el vicio se ataca por incidente y no por recurso y es convalidable por preclusión. Conformidad. Objeciones Art. 504. -- Expresada la conformidad por el deudor, o transcurrido el plazo sin que se hubiese contestado el traslado, se procederá a la ejecución por la suma que resultare, en la forma prescripta por el art. 502. Si mediare impugnación se aplicarán las normas establecidas para los incidentes en los arts. 178 y siguientes. Sin perjuicio de lo dispuesto en este artículo y en los dos anteriores, el acreedor podrá solicitar se intime por cédula al ejecutado el pago de lo adeudado, cuando se trate de cantidad líquida y determinada o hubiere liquidación aprobada. 1. Conformidad del deudor Una vez practicada la liquidación, se da vista a la otra parte para que exprese su conformidad o la observe. Es distinto el trámite cuando se impugna, porque en este supuesto se debe formar incidente (art. 178), el cual tiene particularidades que lo distancian del esquema de procedimiento pensado en el Título IV primer capítulo. En efecto, advertir errores en la liquidación sin impugnarla en sus bases, no necesita formar incidente, porque la cuestión se puede resolver sin necesidad de mayor inversión de tiempo y esfuerzos. La tarea de confrontación, llevado a la práctica, supone preservar la autoridad de la cosa juzgada, pues lo que se busca fijar definitivamente no es el texto formal del pronunciamiento, sino la solución real adoptada por el juez. Es por ello que las liquidaciones se aprueban en cuanto hubiere lugar por derecho, modo de aprobación que determina la posibilidad de su corrección de oficio si no se ajusta a las constancias concretas de la causa (CNCom., Sala A, 1996/05/08, "Cines Argentinos S. A. s/quiebra s/ inc. de verif. por: Rosales, Alvaro J.", La Ley, 1996-E, 192 - DJ, 1996-2-1195). En igual sentido, se explica que, como las liquidaciones son aprobadas en cuanto ha lugar por derecho siempre queda abierto el camino para efectuar rectificaciones de errores meramente matemáticos, pero esta solución no puede extenderse, en principio, a los planteos de fondo que hacen al origen del crédito liquidado, así como cuestiones sustanciales que no hayan sido articuladas al correrse traslado de las anteriores liquidaciones (CNCiv., Sala A, 1988/11/15, "D., V.", La Ley, 1989-C, 14 - DJ, 1989-2- 252). En cambio, la impugnación a que se refiere el art. 504, para reunir los recaudos de tal, debe consistir en la observación concreta y detallada de los montos que integran la liquidación para demostrar en cada caso el error en que se hubiera incurrido. La circunstancia de que el recurrente concrete su propia liquidación no altera esta conclusión ya que conforme a lo preceptuado por los arts. 503 y 504 del Código Procesal, si no está de acuerdo con la practicada por la actora debe impugnarla concretamente y no limitarse a elaborar una nueva (CNCiv., Sala G, 1981/11/26, "Krywyj, Miguel E. y otra c. Simak, S. R. L.", La Ley, 1982-B, 308). En estos casos, deben aplicarse las normas establecidas para los incidentes en los arts. 178 y siguientes; vale decir que la resolución que se dicte debe serlo en función del art. 185 y es apelable en los términos del art. 246, o sea en relación sin efecto diferido. 2. Facultades del Juez La vista no tiene obligación de pronunciarse, ni importa consecuencias desfavorables por la omisión. Supone convalidación de la cuenta, pero no implica que ella se deba de aprobar de inmediato. El hecho de que la liquidación haya sido consentida por las partes no obliga al magistrado a obrar en un sentido determinado. Ello así, no cabe argumentar sobre la preclusión del derecho a impugnar la liquidación, frente al deber de los jueces de otorgar primacía a la verdad jurídica objetiva, toda vez que la aprobación de las liquidaciones sólo procede en cuanto hubiere lugar por derecho, excediendo los límites de la razonabilidad pretender extender el resultado de una liquidación obtenida sobre la base de operaciones matemáticamente equivocadas, a pesar de encontrarse dicha situación puntualmente evidenciada durante el trámite de ejecución (CS, 1994/12/20, "Iglesias, Germán H. c. Estado nacional -Ministerio de Educación y Justicia", La Ley, 1995-B, 249. - DJ, 1995-2-274). La jurisprudencia abunda en expresiones coincidentes. Por ejemplo, se argumenta que los jueces están facultados para hacer las correcciones que consideren convenientes a las liquidaciones, porque de otro modo se estaría tergiversando una resolución en un procedimiento destinado a aplicarla y ejecutarla (CNCiv., Sala C, 1992/06/18, "B. C. c. A., C.", La Ley, 1992-E, 571). El art. 591 oportunamente reformado por la ley 22.434, recogió esta armonía doctrinaria, según la cual el juez se encuentra facultado para observar de oficio las liquidaciones si éstas no se ajustan a derecho, aun cuando no exista impugnación por parte de los litigantes. En definitiva, la facultad del juez de observar las liquidaciones que adolecen de errores materiales se torna en un deber cuando el error es puesto en evidencia por la parte interesada con anterioridad al momento de decidir sobre la aprobación o no de la liquidación. La solución contraria equivaldría a condenar a los órganos jurisdiccionales a cohonestar los defectos encerrados en tales liquidaciones, máxime cuando aparecen de toda evidencia. Se trata, no más, de impedir que en la etapa de ejecución de la sentencia se tergiverse el contenido de la condena. 3. Liquidación y afectación de la cosa juzgada La característica de aprobar la cuenta judicial en cuanto ha lugar por derecho, significa que la misma queda consentida por las partes y que el tribunal adopta como operación aritmética que representa el monto a pagar a un tiempo determinado. No hace cosa juzgada, porque ella ya existe y ha dado los fundamentos o parámetros sobre los que se debe encuadrar la liquidación. Sin embargo ¿qué hacer cuando la liquidación se realiza afectando la cosa juzgada?. Por ejemplo, advertimos al desarrollar el art. 502 que la función vigilante del Juez sobre la conducta procesal de las partes, lo obliga a estar atento cuando se deben concretar los montos condenados. Obsérvese que el deber jurisdiccional que en el Código Procesal aparece diferido a las partes (art. 503), en otras legislaciones se establece como obligación del tribunal (v.gr.: art. 132 ley 18.345 -t.o. decreto 106/98-), dando cuenta de la trascendencia que tiene la fijación de las sumas a ejecutar. Pero el procedimiento que comienza con la liquidación puede conmover la cosa juzgada, e inclusive modificarla en su dimensión económica. Es tan elástico el concepto que puede haberse dictado sentencia, alcanzar carácter definitivo e inalterable, y sin embargo, tener que adecuarse en la etapa de ejecución con el fin de poder realizarse efectivamente. Así, la Corte ha interpretado que, en los casos en que se impugnan liquidaciones judiciales sobre la base de que conducirían a resultados manifiestamente irrazonables, prescindentes de la realidad económica como consecuencia de la distorsión de los precios del mercado que ocasionan los fenómenos hiperinflacionarios, tales objeciones no pueden ser desatendidas so color de un supuesto respeto al principio de la cosa juzgada (CS, 1996/10/10, "Cerro, Francisco E. c. Banco Central", La Ley, 1997-D, 828 [39.616-S]). Se afecta la inmutabilidad del pronunciamiento cuando la liquidación importa variar las pautas ordenadas, es decir, cuando se afectan las fuentes acordadas. Se trata de cuestiones jurídicas, antes que matemáticas, y por eso el control judicial puede soslayar la idea de resoluciones firmes alcanzadas por la preclusión, pues aun cuando se las haya aprobado en cuanto hubiere lugar por derecho, encontrado el error, el mismo no se puede convalidar por omisión de pronunciamiento. Distinto es el caso, cuando los errores son nimios y están sin observar o impugnar al correrse la vista dispuesta por el art. 504; en estos casos, el nuevo examen sólo permite rectificar errores cometidos al practicar la cuenta, pero no volver sobre cuestiones alcanzadas por la preclusión. La adecuación de la cuenta judicial al contenido del pronunciamiento es un deber inexcusable, pero si esa resolución judicial alcanzó la res judicata afectada por cuestiones que trascienden el orden público, la revisión oportuna es insoslayable, pues de otro modo se consagraría un desatino que la justicia no quiere para sí. Supongamos que la sentencia definitiva adopte como bases las sumas provenientes de una pericia consentida por las partes, y que ésta contuviera errores evidentes. Si estos desaciertos son señalados en el recurso de apelación, y aun en la etapa de ejecución de sentencia, no vemos porque, amparados en la cosa juzgada se deje consentir una actuación inválida. La Corte ha obrado en consecuencia con esta idea cuando advierte que una sentencia, al concluir la liquidación - por capitalización de intereses de breves lapsos-, acepta un resultado que quiebra toda norma de razonabilidad, violentando los principios establecidos en los arts. 953 y 1071 del Código Civil y desnaturalizando la finalidad de la pretensión entablada. Dijo, entonces que la solución impugnada no puede ser mantenida so color de un supuesto respecto al principio de cosa juzgada establecida en la sentencia de trance y remate (confr.causa G.229XXIV, “García Vázquez, Héctor y otro c. Sud Atlántica Compañia de Seguros S.A.”, 1992/12/22, ED, 152-184). Tal temperamento, por otra parte, no importa necesariamente un detrimento sustancial del crédito en tanto pueda demostrarse, oportunamente, la insuficiencia del interés bancario - correctamente computado - para compensar el deterioro del poder adquisitivo de la moneda durante el lapso de que se trata (Fallos, 308:2376; 310:449;311:2152). 4. El incidente de impugnación La liquidación debe seguir el trámite de los incidentes, cuando es producto de una pretensión que resiste la cuenta practicada por una de las partes, y ésta cuestiona sus fundamentos. Por eso, este procedimiento se traba con la pretensión impugnativa deducida contra la cuenta judicial, y la oposición a ella contenida en el traslado (C. Apel. Noreste, Chubut, 1995/05/12, DJ, 1995-2, 946), pues si aquella (la impugnación) es aceptada por quien presenta la liquidación, el Juez resolverá lo que corresponda y mandará practicar una nueva (Morello, Liquidaciones judiciales, cit., pág. 115). Se ha dicho que, el traslado de la impugnación constituye un paso insoslayable, cuya omisión es causal de nulidad del procedimiento (CNFed. Contenciosoadministrativo, Sala II, 1979/10/30, La Ley, 1982-A, 573 [36.042S]); lo que no sucede cuando el Juez omite el tratamiento de los fundamentos desplegados en la impugnación pues ello será subsanable en la Alzada mediante el recurso pertinente (CNCiv., Sala K, 1994/04/12, La Ley, 1995-B, 122). 5. Recurso de apelación La providencia que aprueba la cuenta judicial, como la que la rechaza, son apelables por el interesado en el curso de la etapa. Dado el momento en que se produce, el recurso se concede en relación y con efecto suspensivo. Pero resultan inapelables los autos que son consecuencias de pronunciamientos, anteriores firmes. Este principio se aplica también a las providencias que aprueban liquidaciones, cuando en ellas se han seguido pautas que fueran objeto de resoluciones previas que han quedado firmes. Ello es así porque las únicas cuestiones novedosas están configuradas por las operaciones aritméticas necesarias para actualizar las sumas o calcular los intereses por el tiempo transcurrido, y si en ellas se deslizara algún error resultaría siempre subsanable (art. 166, inc. 1°). Cabe agregar que el "efecto diferido" como se deben conceder los recursos que se articulan en el trámite de ejecución de sentencias, rige solamente cuando ella ha dado comienzo, es decir, después de haberse trabado el embargo ejecutorio y resuelto mandar adelante el procedimiento con la citación de venta. 6. Cumplimiento de la sentencia La fijación de un plazo para pagar el monto que resulta de la liquidación aprobada cuando estaba ampliamente vencido el de la condena, no importa ninguna modificación de la sentencia. Por ello, habiendo transcurrido el ttiempo dispuesto para el cumplimiento de la sentencia, procede directamente el embargo de bienes de la demandada por la suma que resulta de la liquidación aprobada (arts. 499, 502 y 504). Se ha dicho que, la circunstancia de que la acreedora como medio de evitar la traba de embargo, haya ejercido la facultad que le otorga el último apartado del art. 504 de solicitar la intimación de pago, no puede autorizar a la deudora a peticionar la fijación de un nuevo término para efectivizar el pago igual que el establecido en la sentencia, intentando de ese modo hacer renacerlo cuando el vencimiento había producido la mora en el cumplimiento de la condena (CNCiv., Sala C, 1983/02/22, "Pantaleone, Roque C. c. Municipalidad de la Capital", La Ley, 1983-C, 398). Citación de venta Art. 505. -- Trabado el embargo se citará al deudor para la venta de los bienes embargados. Las excepciones deberá oponerlas y probarlas dentro del quinto día 1. Concepto El art. 505, dispone que la traba del embargo precede a la citación del deudor para la venta de los "bienes embargados" (y no de otros diferentes), por el plazo de cinco días. Este lapso se concede en miras de permitir al ejecutado la articulación de la oposición que estime pertinente, actitud que ha de entenderse en un sentido amplio y comprensivo del ejercicio de todas las defensas y remedios autorizados a la parte ejecutada, entre los que han de contarse los resortes que implica el art. 535 de la ley adjetiva. Y, en ausencia de oposición, corresponde mandar continuar la ejecución "sin recurso alguno". Por ello, en realidad a nadie se cita para la venta de cosas embargadas, porque la notificación supone comunicar el comienzo de una etapa (o procedimiento autónomo) destinada a forzar el cumplimiento de la sentencia. 2. Formas de notificar La citación de venta se practica por cédula, acta notarial o cualquiera de las formas que se pueden instrumentar con el acuerdo que da el art. 136. También el comparecimiento en autos del afectado permite la notificación directa y personal. Concretado el emplazamiento que significa esta notificación, comienzan a correr plazos y oportunidades para manifestarse en orden a cuestiones posteriores a la sentencia o laudo que se ejecuta, pero nunca posible respecto a asuntos precluidos. En este aspecto se ha dicho que, la etapa procesal idónea para el planteo de la ley desindexatoria 24.283 (Adla, LIV -A, 30) se abre recién con el pronunciamiento de la sentencia definitiva que manda a pagar una cantidad líquida y determinada o, en su caso, con el traslado de la liquidación prevista por el art. 503 del Código Procesal si se condena al pago de una cantidad ilíquida, pues a partir de ese momento la cuestión deja de ser meramente conjetural para el vencido, quien entonces puede establecer por comparación si la sentencia manda o no a pagar una suma superior al valor actual y real de la cosa, bien o prestación al que se refiere el objeto del juicio. De otro modo, se obligaría a la parte a que se expida sobre el posible contenido económico de una sentencia que todavía no ha sido determinado, lo cual es inadmisible (de la disidencia parcial del doctor Vázquez) (CS, 1996/10/10, "Diez Ibanco, Carlos c. Empresa Líneas Marítimas Argentinas S. A.", La Ley, 1997-D, 67). Excepciones Art. 506. -- Sólo se considerarán legítimas las siguientes excepciones: 1. Falsedad de la ejecutoria. 2. Prescripción de la ejecutoria. 3. Pago. 4. Quita, espera o remisión. 1. Excepciones posibles Pese a la severidad del artículo, la enumeración de las excepciones en el trámite de ejecución de sentencias, es enunciativa y no taxativa. Todas pretenden negar eficacia al título ejecutorio y se deben fundar en hechos o causas posteriores a la fecha del laudo o de la sentencia. El catálogo principal que trae esta norma, trabaja como defensas perentorias, porque de resultar procedentes, terminan el pleito y solo permiten su reanudación en el caso del inciso 4º (quita, espera o remisión). 2. Falsedad de la ejecutoria En realidad la voz "ejecutoria" es un adjetivo que significa que la sentencia ha pasado en autoridad de cosa juzgada al no quedar recursos contra ella. Por eso, debiera fundarse como falsedad de la sentencia, y aun así, la denominación sería incorrecta, porque no hay "falsedad" propiamente dicha, sino defectos del pronunciamiento que impiden progresar tal como se deduce la ejecución. Por ejemplo, si el testimonio de la sentencia emitido tiene vicios que transforman lo resuelto, o adultera partes del decisorio, o modifica la condena, entre otras cuestiones que hacen a la desnaturalización del documento, el ejecutado puede articular esta defensa de fondo. Si bien el trámite compulsorio no prevé, literalmente, la posibilidad de intentar la defensa de inhabilidad de título, se trata de una alternativa que no puede desconocerse cuando la ejecución es manifiestamente improcedente por falta de real título ejecutorio, ya sea que se la deduzca bajo aquella denominación o que se la incluya como hipótesis de falsedad de la ejecutoria, la cual abarca no sólo los supuestos de adulteración material del título, sino también los de ausencia de los presupuestos esenciales de procedencia de la vía ejecutiva. En este sentido se dice que, si bien la excepción de inhabilidad de título no está mencionada entre las defensas enumeradas en el art. 506 del Código Procesal, corresponde admitirla -considerándola implícita en la de falsedad de la ejecutoria prevista en el inc. 1° de ese artículo- si se cuestiona la falta de alguno de los requisitos del título ejecutorio, o de las condiciones exigidas para que proceda la ejecución de sentencia (CNFed. Contenciosoadministrativo, Sala IV, 1994/03/08, "Chiappe, Julio A. c. Expreso Tarducci S. C. C.", La Ley, 1994-D, 69). Asimismo se agrega que, aun cuando la excepción de inhabilidad de título se encuentra en principio excluida del procedimiento de ejecución de sentencia, cabe considerarla implícita dentro de la excepción de falsedad en aquellos supuestos en los cuales se invoca la falta de algunos de los requisitos del título ejecutorio (CNCiv., Sala E, 1995/12/15, "Geraci, Mario C. c. De Castro, Luis M.", La Ley, 1996-E, 356 - DJ, 1996-2-1390). 3. Prescripción de la ejecutoria Igual como sucede con lo explicado para el inciso 1º, la prescripción referida es para la ejecución de la sentencia condenatoria, que es de diez años contados desde la fecha que ha quedado firme. Se asimila a una acción personal por deuda exigible que carece de un plazo especial de prescripción (art. 4023, Código Civil) (Cfr. Fenochietto, Código Procesal..., tomo 2, cit., pág. 772). El derecho del vencedor en un juicio para obtener la ejecución de la sentencia, está sujeto a un nuevo plazo de prescripción, porque el que reclamó al plantear la pretensión con su demanda, se ha consolidado con el fallo que opera cuál si fuera una "norma individual". Por tanto, el plazo de vigencia no es otro que el que establece el art. 4023 del Código Civil; y la manera de interrumpir el curso de la prescripción "actio judicati" es ejercer actos que tiendan a hacer efectiva tal ejecutoria, o sea continuar adelante con el trámite de la ejecución de sentencia. Por consiguiente, la prescripción decenal que corresponde a la ejecutoria, se interrumpe por las medidas solicitadas para el cumplimiento del fallo y por los actos procesales que entrañen la intención de ejecutoria. La cuestión no cambia cuando el reclamo es sobre las accesorias de la sentencia, porque ellas son consecuencia de la condena en costas recaída en un proceso e integra la ejecución. Sólo se trata del derecho de exigir el cumplimiento del fallo definitivo, derecho que es común a todo litigante vencedor y al que es aplicable el plazo de prescripción decenal previsto en el art. 4023 citado. Esto lo ratifica la Corte, al decir que, la ejecutoria -actio judicati- y el derecho de reclamar lo que manda cumplir la sentencia prescribe en el plazo de diez años (CS, 1990/12/11, "Crotto Posse de Daireaux, Valeria c. Provincia de Buenos Aires", La Ley, 1991-C, 291 DJ, 1991-2-298). La interpretación aumenta sus fundamentos, cuando se observa que, si bien la sentencia no causa novación en el sentido del art. 801 del Código Civil, constituye, indudablemente, un nuevo título que sustituye al originario y da lugar a la prescripción de la ejecutoria, la que se rige por la prescripción decenal del art. 4023, que es el denominador común de las acciones que no tienen especialmente señalado el tiempo de prescripción (CNCiv., Sala C, 1996/04/02, "O. de E., M. I. y otro c. O., N. P.", La Ley, 1997-C, 956 [39.502S]). 4. Pago Con respecto a esta defensa, que para la jurisprudencia también es comprensiva de la compensación -por ser una especie de aquél en cuanto al modo de extinción de las obligaciones- la acreditación de su existencia y eficacia, debe hacerse al tiempo de su interposición, no después, y fundarse en pagos efectuados con posterioridad a la sentencia. El pago debe ser total, por lo que se ha declarado inadmisible el cumplimiento parcial, ya que el art. 506, a diferencia del 544, inc. 6° no lo menciona expresamente. Se afirma así que, en el procedimiento de ejecución de sentencia, la acreditación de la existencia y eficacia de la excepción de pago debe hacerse al tiempo de su interposición, y debe fundarse en pagos efectuados con posterioridad a la sentencia. El pago debe ser total de acuerdo con lo dispuesto por el art. 506 del Código Procesal, a diferencia del art. 544 inc. 6º del mismo ordenamiento, que admite saldar a cuenta (CNCiv., Sala C, 1997/04/24, "Schussheim, Renata I. c. Mallo, Martín", La Ley, 1997-E, 844). Sin embargo, admitir la ejecución absoluta existiendo cancelaciones a cuenta, sería tanto como tolerar que la obligación se pagara en más de una oportunidad. En tal sentido se ha dicho que, si bien es cierto que la excepción de pago parcial no ha sido recibida en el proceso de ejecución de sentencia, vista la distinta previsión al respecto por los arts. 506, inc. 3° y 544, inc. 6° del Código Procesal, sin embargo por las mismas razones que determinan su admisibilidad en el juicio ejecutivo y porque no hay título ejecutorio hábil por lo que no se debe (arg. arts. 503 y 504, Código citado), no es congruente que se prosiga una ejecución por la parte pagada con anterioridad al reclamo (CNCiv., Sala D, 1984/02/22, "Souza de Gandulfo de la Serna, Olga y otro, sucs.", La Ley, 1984-B, 180 - ED, 108). 5. Quita, espera o remisión La quita, o renuncia expresa a percibir todo lo que se adeuda; como la espera, o tiempo acordado para pagar la obligación habiendo vencido el plazo legal para hacerlo, y la remisión o abandono absoluto y voluntario a reclamar una deuda líquida, vencida y exigible, son excepciones que trabajan en el proceso de ejecución de sentencias sobre hechos posteriores al laudo o el prinunciamiento judicial que constituyen títulos ejecutorios. Es un derecho del ejecutado, pero que no alcanza a terceros obligados si no fueron parte de los convenios o acuerdos implementados. Por eso, la circunstancia de haberse insinuado y obtenido concurrencia en el pasivo del deudor afianzado, es indiferente frente a la obligación asumida en el título ejecutado. En consecuencia, la espera o remisión concedida al concursado no puede aprovechar a los codeudores o fiadores, pues el acuerdo preventivo no puede ser interpretado como una renuncia con relación a la exigibilidad de los codeudores -o fiadores- del concursado. La quita o espera -o ambas- en el caso del concurso no es voluntaria, sino coactiva y se concede exclusivamente al deudor que se somete a las disposiciones preventivas y no a los demás para quienes resulta inoperante (CNCom., Sala B, 1988/10/18, "Banco Credicoop c. Triulzi, Jorge R.", La Ley, 1989-D, 585, J. Agrup., caso 6402). En el proceso laboral no puede haber período de conocimiento en el cumplimiento de la sentencia, por tal razón no se prevé como en el ámbito del proceso civil la quita, espera y la remisión. La ley 18.345 (ADLA, XXIX -C, 2664), admite como sola excepción la de pago posterior a la fecha de la sentencia definitiva (art. 132, 2ª parte), siguiendo en cuanto a esa exigencia la buena doctrina y, coincidiendo con el Código Procesal (art. 507) (CNTrab., Sala I, 1979/05/30, "Jaen Ayllon, Marcial c. Coll, Jaime B.", JA, 980-III-185). 6. Otras excepciones Se ha dicho, antes de ahora, que la enumeración de las excepciones contempladas en el art. 506 no impide que el juez, eventualmente, pueda considerar y acoger otras defensas interpuestas por el demandado (CNCiv., Sala C, 1995/12/12, "Onecor c. Municipalidad de Buenos Aires", La Ley, 1996C, 710). Recordemos que el sistema no admite sino las excepciones fundadas en hechos posteriores a la sentencia, con fundamento en la finalidad de mantener el buen orden y asegurar los efectos de la cosa juzgada, pero cuando se trata de honorarios originados en actuaciones judiciales el principio se relativiza. Es que la resolución regulatoria juzga sobre el monto que corresponde al profesional por su actuación en el proceso, con independencia de los pagos que pudieran haberse realizado en virtud de situaciones específicas (CNCiv., Sala B, 1989/04/14, "Delgado c. Protto", La Ley, 1990-A, 211 - DJ, 1992-1-255, SJ. 535). a) Falta de legitimación: En el proceso de ejecución de sentencias, corresponde admitir las defensas que atacan la fuerza del título ejecutorio o que niegan presupuestos necesarios para la viabilidad de la ejecución, entre ellos la falta de legitimación activa o pasiva (CNCom., Sala A, 1997/02/28, "Crédito Automotor S. A. c. Muguerza, Diana E.", La Ley, 1997-C, 771). b) Arraigo: Es improcedente la excepción de arraigo en el procedimiento que establece el art. 518 del Código Procesal, toda vez que la actividad de la parte contra quien se pronunció la sentencia debe circunscribirse a examinar si concurren o no los requisitos a que está subordinada la conversión de la sentencia extranjera en título ejecutorio. Recién entonces, y en la hipótesis de que se admita su ejecución, podrán oponerse las defensas que contempla el art. 506 (CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1997/04/24, "Mission Insurance Company Trust c. Caja Nac. de Ahorro y Seguro -en liquidación", La Ley, 1998-D, 338). c) Defecto legal: Si bien la excepción de defecto legal no es de las legisladas por el art. 506, para el procedimiento de ejecución de sentencia, son admisibles las excepciones (no enumeradas), que tienen por misión denunciar la inexistencia de presupuestos procesales básicos (CNCiv., Sala B, 1977/05/13, "Grand Harry, c. Artid de Grand Channa y otros", La Ley, 1979-A, 577, J. Agrup., caso 3563 - ED, 76-348). d) Compensación: Esta no está contemplada como tal -sino de pago-, pero la jurisprudencia lo ha considerado comprensivo de aquélla por ser una especie en cuanto modo de extinción de las obligaciones. Se afirma que, en el trámite de ejecución de sentencia no está expresamente contemplada la excepción de compensación, pero aun cuando con un criterio amplio pueda pensarse que es posible deducirla serán aplicables analógicamente las disposiciones del juicio ejecutivo, en el que la compensación como medio de extinción de las obligaciones se halla sometido a ciertas restricciones (CNCiv., Sala C, 1991/07/30, "De la Arena de Ricciardi, M. C. c. Ricciardi, Uber", La Ley, 1992-A, 462 - DJ, 1992-1-1080). Prueba Art. 507. -- Las excepciones deberán fundarse en hechos posteriores a la sentencia o laudo. Se probarán por las constancias del juicio o por documentos emanados del ejecutante que se acompañarán al deducirlas, con exclusión de todo otro medio probatorio. Si no se acompañasen los documentos, el juez rechazará la excepción sin sustanciarla. La resolución será irrecurrible. 1. Forma y prueba de las excepciones Las excepciones se articulan por escrito y acompañando toda la prueba documental que fundamente la causa de oposición. Tanto las razones como los instrumentos agregados deben ser congruentes con los obstáculos que se esgrimen para detener el progreso de la ejecución. En particular, los hechos han de haberse suscitado después de quedar firme la sentencia; por ello, si existen adulteraciones en el testimonio que se ejecuta; modificaciones en el texto del pronunciamiento y en especial, en su parte dispositiva; concesiones de plazos o compromisos documentados de remisión o renuncia al crédito obtenido, entre otras causales de excepción, todos deben estar respaldados por prueba documental. La inexistencia de ellos permite rechazar, sin oír al contrario, la defensa opuesta, salvo que los instrumentos se encuentren en el expediente y se denuncie específicamente el lugar (fojas y fechas) donde se sitúan (expediente principal o incidentes). La excepciones se deben sustanciar con el ejecutante, y salvo raras excepciones, se abre a prueba. El criterio se ratifica cuando se sostiene que, no procede la apertura a prueba de la excepción de pago total deducida por el alimentante, porque las excepciones durante el periodo de ejecución de sentencia, deben ser acreditadas por las constancias del expediente o por documentos emanados del ejecutante que se acompañarán al deducirlas, con exclusión de todo otro medio probatorio (CNCiv., Sala G, 1983/10/07, "M. de E., E. c. E. A. L.", La Ley, 1984-A, 231). La prerrogativa de ordinarizar con una etapa de conocimiento depende de los hechos que se desenvuelvan en la oposición. Por tanto, de acuerdo al art. 507, las excepciones en trámite de ejecución de sentencia se probarán por las constancias del juicio, o por documentos emanados del ejecutante que se acompañarán al deducirlas, con exclusión de otro medio probatorio. Ahora bien, esa directiva no autoriza a prescindir de la regla de que la prueba debe acompañarse al deducir la excepción, desde que el interesado puede y debe pedir las certificaciones y testimonios para el fin perseguido (CNCiv., Sala C, 1983/11/01, "Viviendas Cenit Argentino, S. A. de Ahorro y Préstamo c. Alvaro, Luciana A.", La Ley, 1984-A, 425). Resolución Art. 508. -- Vencidos los cinco días sin que se dedujere oposición, se mandará continuar la ejecución sin recurso alguno. Si se hubiese deducido oposición, el juez, previo traslado al ejecutante, por cinco días, mandará continuar la ejecución, o si declarare procedente la excepción opuesta, levantará el embargo. 1. Traslado de las excepciones Citado de venta, el ejecutado tiene cinco días para deducir excepciones y acompañar la prueba que la fundamente. De ellas se dará traslado al ejecutante para que las conteste en el mismo plazo. Si en lugar de controvertir, reconoce la procedencia de las defensas interpuestas, la admisión no supone allanamiento en los términos del art. 70, y por tanto debe soportar las costas de la incidencia y de la ejecución promovida sin derecho. En caso contrario, si no se deduce oposición alguna, o se expresa por escrito lo justificado de la pretensión, ese reconocimiento voluntario agrega un elemento más para, además de mandar llevar adelante la ejecución, calificar la conducta procesal del renuente por su actitud maliciosa (arts. 34 inc. 6º, 45 y 163 inciso 8º). 2. Levantamiento del embargo Conviene detenerse por un instante apenas, en el problema que surge de haber omitido el código resolver la apelabilidad de la sentencia que hace lugar a las excepciones. En efecto, la doctrina sostiene que si progresan excepciones que afectan el derecho sustancial ejecutado (v.gr.: falsedad del título; prescripción; pago; quita, espera o remisión), corresponde archivar de inmediato las actuaciones. Mientras que si la admisión es de otras excepciones, de carácter dilatorio, como la falta de legitimación, defecto legal, incompetencia, o en términos generales, las defensas que se ocupan de errores de procedimiento o formales, la denegación no impide que se corrija en su oportunidad y lugar, para que subsanados los defectos se proceda ejecutivamente. Mientras tanto, el embargo se debe levantar. En nuestra opinión, cualquiera de estas acciones afecta el derecho del ejecutante a tener una instancia de revisión del acierto o error del a quo. Si la ejecución se rechaza, el levantamiento del embargo no debiera ser un acto inmediato, porque a pesar de lo dispuesto en el art. 202 del Código Procesal, el embargo ejecutorio es parte de un acto del proceso que aun no termina, porque al estar apelada la sentencia que acoge las excepciones, el carácter y efecto del recurso debiera ser suspensivo. De este modo, la medida oportunamente dispuesta esta sujeta al estudio del ad quem y mientras no se resuelva la apelación, los actos procesales están en suspenso (doctrina de los arts. 502 párrafo primero y 532). Recursos Art. 509. -- La resolución que desestime las excepciones será apelable en efecto devolutivo, siempre que el ejecutante diese fianza o caución suficiente. Todas las apelaciones que fueren admisibles en las diligencias para la ejecución de la sentencia, se concederán en efecto diferido. 1. Naturaleza de la resolución La resolución que adopte el Juez, al decidir las excepciones, determinan las secuencias posteriores: a) Si considera que el planteo defensivo es inoficioso (manifiestamente improcedente), puede rechazar in limine, y continuar con el proceso ejecutorio. Contra ésta decisión no hay recurso posible. b) Cuando no se acompañen los documentos que prueban la razón de las excepciones opuestas, se repele de inmediato y sin sustanciación alguna. La resolución es irrecurrible (art. 507 párrafo final). c) Si las defensa se sustancia, la sentencia debe mandar adelante la ejecución cuando rechace el planteo opositor, pero se concede recurso de apelación con efecto diferido y supeditado a caución real o suficiente a criterio del Juzgado. d) En cambio, si hace lugar a la excepción, en realidad hay una pretensión desechada que prohibe continuar con el trámite de cumplimiento forzado de la sentencia; por eso, más que levantar el embargo previamente trabado (que es un acto que surge como consecuencia de aceptar las defensas), existe una declaración que alcanza los efectos de cosa juzgada material, en la medida que afectará el derecho sustancial nacido desde la sentencia. Contra el pronunciamiento que deniega la ejecución, se puede deducir recurso de apelación, que se concederá en relación y con efecto suspensivo (conf. doctrina de los arts. 246 y 247 párra. 2º). 2. Apelaciones con efecto diferido En el trámite anterior a resolver las excepciones, pueden ocurrir incidencias que obliguen a dictar providencias que, de suscitar agravios a las partes, son pasibles del recurso de apelación pero al sólo efecto diferido (art. 247 párrafo segundo). Si la ejecución no es de sentencia sino de un acuerdo homologado, el recurso no tiene la oportunidad de fundamentación que acuerda el art. 247 pues, evidentemente, no hay recurso contra la sentencia. De igual modo se aclara que, el art. 509 resulta de aplicación exclusivamente durante el trámite del proceso de ejecución de sentencia, o sea, cuando dicha ejecución ya ha comenzado a través de la traba de embargo ejecutorio y la intimación de pago, pero no cuando se ha concedido una apelación contra el decisorio que resuelve las impugnaciones vertidas contra una liquidación tendiente a fijar el monto por el cual se habrá de ejecutar (CNCiv., Sala E, 1985/12/17, "M. de B. E. c. B. V.", La Ley, 1987-B, 593 [37.611-S]). Cumplimiento Art. 510. -- Consentida o ejecutoriada la resolución que mande llevar adelante la ejecución, se procederá según las reglas establecidas para el cumplimiento de la sentencia de remate, hasta hacerse pago al acreedor. 1. Ejecución de los bienes La ejecución propiamente dicha comienza recién con la sentencia que manda llevar adelante la ejecución. Hasta ahora, el trámite fue preparado para realizar de manera apremiante los bienes que se hubieran afectado, teniendo en cuenta que el embargo es una diligencia obligatoria en la ejecución forzosa. La remisión al Capítulo III (Cumplimiento de la sentencia de remate) arts. 559 y ss.- unifica los modos de lograr el acatamiento al fallo judicial, de manera que el tipo de condena identifica los pasos a seguir respectivamente. El código se adapta también a esta fisonomía, estableciendo modalidades para: a) el pago de cantidades líquidas (art. 561); b) la cancelación de obligaciones ilíquidas (arts. 516, 573 y ss.); c) el deber de escrituración (art. 512), y d) la realización u omisión en los deberes de hacer (art. 513) o no hacer (art. 514), respectivamente. 2. Juicio ordinario posterior Estando en trámite de ejecución de sentencias, y habiéndose superado la etapa de excepciones posibles, la sentencia que manda llevar adelante la ejecución que deviene firme, tampoco puede ser revisada en un proceso de conocimiento posterior. De otro modo se afectaría la cosa juzgada, pues la instancia previa ha tenido suficiente posibilidad de debate y esclarecimiento como para llegar al cumplimiento de la condena sin demorar más el trámite. No obstante hay excepciones. Se trata de admitir el planteo cuando las causas que fundamentan la oposición son posteriores a la sentencia, o siendo anteriores, fueron omitidos en el pronunciamiento provocando un error judicial que, de ratificarse por el criterio estricto de la ejecutoria, causaría un mal mayor al que se pretende asegurar. Asimismo, aunque el art. 510 remite al procedimiento dispuesto para el cumplimiento de la sentencia ejecutiva, donde son inapelables para el ejecutado todas las resoluciones, cabe advertir que si fueron aplicadas astreintes se innova en una situación, debiendo entonces, concederse el recurso que se articule 3. Pago de cantidad líquida Cuando la sentencia ha condenado al pago directo de sumas de dinero, o éstas cantidades provienen de la transformación en moneda de obligaciones que devienen inejecutables, el cumplimiento encuentra diversas alternativas donde se encuentra implícita la voluntad del obligado para resolver de inmediato, recurrir a terceros, o dejarse subastar bienes de su propiedad con los cuales podrá cubrir la prestación que se reclama. La ejecución directa permite eludir el trámite compulsorio y la realización de los bienes afectados, porque el deudor paga con su patrimonio lo necesario para la plena cobertura del crédito. Un supuesto similar se da cuando el embargo recae en sumas de dinero, de modo tal que con la práctica de liquidación de capital, intereses y costas se pagará al acreedor, una vez que la cuenta se apruebe judicialmente (art. 561). La ejecución indirecta, en cambio, obliga a subastar bienes; o a proceder con medidas conminatorias que persiguen eliminar la resistencia de quien no quiere cumplir. Adecuación de la ejecución Art. 511. -- A pedido de parte el juez establecerá las modalidades de la ejecución o ampliará o adecuará las que contenga la sentencia, dentro de los límites de ésta. 1. Poderes del Juez Esta es una disposición muy particular en el esquema del procedimiento ejecutorio, porque en cierta medida pretende agilizar las medidas necesarias para lograr de inmediato el cumplimiento de la sentencia. Pero, también, es una potestad que se inserta en un etapa donde la realización de bienes puede ser abusiva o practicada con exceso, dando lugar a que la Corte Nacional sostuviera en un resonado caso que, a pesar de ser impropias en el trámite de ejecución las defensas basadas en el abuso del derecho y la teoría de la imprevisión, eran posibles en el caso de que estuviera en juego la vivienda del deudor y su familia (CS, 1983/03/08, "Burman, Leonardo c. Alvarez, Joaquín", La Ley, 1983-B, 445 - JA, 983-II-446 - ED, 103651). En consecuencia, la voz "adecuación" se puede interpretar en uno y otro sentido, sin que obste para ello la inicial presentación de actuar la norma "a pedido de parte". Se ha dicho así que, no existe para las partes derecho adquirido frente al error puramente material, numérico o de otra especie, doctrina ésta que tiene sustento normativo en las facultades que acuerda al juez la norma procesal consagrada en el art. 511 del Código respectivo, durante el trámite de ejecución de la sentencia -aplicable al juicio ejecutivo- y que luego de la reforma introducida por la ley 22.434 está consagrada en el art. 166, inc. 1°, que autoriza al juez a corregir los errores puramente numéricos durante el trámite de ejecución de la sentencia (CNCiv., Sala F, 1983/09/09, "Obras Sanitarias de la Nación c. Casa Verdi Soc. en Com. por Accs.", La Ley, 1984-D, 685 [36.728-S], - ED, 107-291). Asimismo, tratándose del incumplimiento de hacer, el ejecutante, frente a la opción que le concede el art. 511, puede dejar de lado la posibilidad de ejecutar por sí o por un tercero el "facere" debido por el demandado a costa del mismo y elegir expresamente el segundo término de la opción, demandando la resolución de dichas obligaciones y la indemnización de los daños y perjuicios ocasionados (C1ª Civ. y Com., La Plata, Sala III, 1999/02/23, "Durán, Reinaldo R. y otros c. Sáenz Ruric", LLBA, 2000-733, con nota de Fulvio Germán Santarelli). 2. Diferencias entre ejecución pura y juicio ejecutivo La sentencia, se distingue del título ejecutivo, en que evita el tránsito por las etapas de conocimiento que desvirtúan la rapidez y coactividad propia que este proceso debe llevar. Por eso, dice Podetti, se ha denominado a la sentencia, en consideración a la posibilidad de ejecutarla coactivamente de inmediato, título ejecutorio. "El vocablo deriva del despacho, que al declarar que había de cumplirse la sentencia, permitía que se hiciere ejecutar en la persona o en bienes del deudor, cuando en contra de ella ya no cabía recurso alguno" (ob. cit., pág. 445)). El interés para obrar de inmediato, cuando una sentencia no se cumple voluntariamente, corresponde al beneficiario, logrando en consecuencia dos características: la ejecución forzada del pronunciamiento y un título especial que lo habilita a tener un proceso específico. Sin embargo, ambas condiciones no son paralelas ni tienen las mismas singularidades. En efecto, mientras la aptitud para forzar el cumplimiento de una sentencia depende del interés y de la legitimación en quien lo pide; el proceso que se activa no responde a un modelo particular. Esto último se ve con cierta claridad en las resoluciones que son ejecutables (arts. 499 y 500), y en los trámites que distinguen la ejecución de dar sumas de dinero (art. 502), la condena a escriturar (art. 512), la obligación de hacer (art. 513), el deber de omisión (art. 514), la condena a entregar cosas (art. 515), las liquidaciones en casos especiales (art. 516) y aun la ejecución de sentencias y laudos extranjeros (arts. 517). 3. La formalidad del proceso civil. El primer requisito para misma esté consentida; y a su que se le haya notificado a la los autos. Tiene así suma consentida o ejecutoriada. que se pueda ejecutar una sentencia es que la turno, el presupuesto liminar para que lo esté es parte condenada, en el domicilio constituido en importancia que la sentencia se encuentre La dualidad que antes mencionamos se observa en que sólo pueden actuar en esta vía rápida y expedita aquellos en cuyo favor la resolución se ha dictado, sus continuadores o subrogantes y en contra del demandado y sus sucesores. Fuera de estos casos, la sentencia es un título inhábil para ejecutar por falta de un presupuesto procesal como es, en la primera hipótesis, el de la identidad de la persona del actor con la del titular del derecho; y en el segundo, el de la identidad de la persona del obligado con la demandada. El otro aspecto, referido al trámite a cumplir, a pesar de las diversidades de objeto (dar, hacer o no hacer), tiene una línea vertebral que no es posible desandar o confundir, pues de otro modo, se vulnera el principio de bilateralidad y contradicción que la compulsoriedad no elimina. Estos requisitos insoslayables son: la notificación de la sentencia, el embargo (o en su caso, el apercibimiento de actuar a su costa) y la citación para oponer excepciones. No existe en la especie posibilidad de obviarlos, por las razones siguientes. Tratándose la ejecución de sentencia de una condena al pago de cantidad líquida o fácilmente liquidable, no le corresponde al beneficiario intimar al deudor, pues esta formalidad típica del juicio ejecutivo (necesaria para la constitución en mora) se encuentra cumplida desde la fecha de notificación de la sentencia que se ejecuta, o bien desde la comunicación del auto que aprueba la liquidación. Asimismo, en estos pasajes acelerados no corresponde diligenciar mandamiento de intimación alguno porqué la ley no lo prevé y por cuanto esto se encuentra suplido con la notificación de la sentencia de condena. A diferencia de lo que ocurre en el período de conocimiento del juicio ejecutivo, es nulo el procedimiento de ejecución de sentencia si no hay embargo previo, pues su inexistencia deriva en la imposibilidad de tener un objeto sobre el cual pretender forzar el cumplimiento. Precisamente, el trámite del embargo es un requisito esencial e ineludible en el procedimiento que se describe, por cuanto la ejecución de concreta en la realización de los bienes cautelados para el pago del crédito al acreedor. Si la ejecución, en cambio, versa sobre el requerimiento para escriturar, el interés prevaleciente de la ley es el de conseguir el cumplimiento específico de la obligación, y en ese orden de cosas, en el juicio de escrituración, la pretensión no se compadece con la imposición de las sanciones contenidas en el art. 37 del Código Procesal -astreintes-, sino con la efectivización del apercibimiento que contempla el art. 512 del mismo ordenamiento, que dispone que si no cumple el obligado el juez suscribirá por él y a su costa la escritura. Cuando la ejecución se ocupa de las condenas a hacer alguna cosa, no se requiere tampoco la constitución en mora. Producido el incumplimiento con el transcurso de los plazos fijados en la sentencia, corresponde solicitar el cumplimiento por un tercero o la resolución en daños y perjuicios. Esto último con carácter subsidiario pues depende del resultado que manifieste del deudor el cual, si torna de imposible satisfacción, permite entonces perseguir la reparación económica. Si la ejecución pretende que se cumpla la condena a entregar cosas los pasos anticipados son similares, aunque el artículo 515 no ha reglamentado el derecho que la ley de fondo confiere al acreedor de hacerse procurar por otro lo que le es debido; sin embargo, ello es procedente tanto en las obligaciones de hacer en las que fuera necesario ejercer violencia sobre las personas o se trate de obligación que sólo puede ser cumplida por el deudor. Este principio se orienta dentro de la tendencia de auspiciar el cumplimiento específico de la obligación, antes que acudir a la solución de los daños y perjuicios. Como se ve, los trámites dependen del objeto que se pretenda, aunque responden a la misma idea de actuar con rapidez sin quebrar el derecho de defensa. 4. La informalidad en la etapa forzada El interrogante que plantea la síntesis del estudio, es el siguiente ¿es posible sustituir las rigideces procesales a través de medidas que tienen la misma intención pero, difieren de las consagradas en los códigos?. Apurando conclusiones advertimos que la naturaleza sustitutiva, complementaria, o subsidiaria de un acto no es incompatible con su carácter ejecutivo (v.gr.: cuando se adjudican bienes al acreedor en pago -art. 562, Código Procesal 1196 Código Civil, entre otros). El mismo código en el artículo 511 establece las facultades del juez para decidir las modalidades de la ejecución o su adecuación a las conveniencias de cada caso. En la provincia de Buenos Aires, el art. 534 del Código Procesal admite una audiencia entre las partes para lograr una solución pacífica, sin violencias (doctrina del art. 629 del Código Civil), que antepone la satisfacción del crédito al forzamiento para ello. En esta línea, confrontaremos cada paso resuelto como ineludible en el trámite de ejecución de sentencias con aquellos otros que sin resultar específicos cumplen una función similar. El primer supuesto concurre para la notificación o emplazamiento a cumplir la condena impuesta. Ya observamos que una de las coincidencias en los trámites compulsorios radica en el acto de notificar la sentencia, de modo que este paso no debe faltar pues de otra manera la decisión no quedaría firme ni en condiciones de ser ejecutoriada. El siguiente movimiento depende de la condena, al punto que la falta de un embargo limita la continuidad de la vía, o la ausencia de intimación vulnera el derecho a tomar resoluciones a costa del ejecutado. La norma común que ejemplifica el caso es el art. 505 que dice: "Trabado el embargo se citará al deudor para la venta de los bienes embargados. Las excepciones deberá oponerlas y probarlas dentro del quinto día". Si no fuera una condena a dar sumas de dinero, y encuadre en las posibilidades donde debe intimarse previamente para obrar a costa del ejecutado, la normas guía es el art. 511 que expresa: "A pedido de parte el juez establecerá las modalidades de la ejecución o ampliará o adecuará las que contenga la sentencia, dentro de los límites de ésta". Los límites referidos se relacionan, por ejemplo, con el supuesto de una sentencia que si manda a cumplir una obligación de hacer, el ejecutante pretende en la etapa de cumplimiento forzado lograr que se transforme en la entrega de sumas de dinero, lo que es incorrecto porqué se aparta de lo previsto en el citado art. 511, y del principio de congruencia (arts. 34 inciso 4°, y 163 inciso 6°). Entre otros supuestos, si la actitud remisa de la accionada es ya una realidad concreta y si su voluntad de no cumplir acabadamente con la condena que se le impusiere se vislumbra en atención al tiempo transcurrido desde que ésta quedara firme, el juzgado de grado, frente a la petición de la parte interesada, debe arbitrar las medidas necesarias para hacer cumplir su mandato jurisdiccional. En suma, el juez actuando con pragmatismo y realidad puede adecuar las etapas y las medidas del procedimiento de ejecución de sentencias para lograr en ella una plena efectividad, dentro de ese marco potestativo el límite es la congruencia y una adecuada moderación, y una expresa flexibilidad de las formas que permite tener por cumplidos actos procesales que se presentan en el ordenamiento adjetivo bajo cierta rigidez que no es tal. Condena a escriturar Art. 512. -- La sentencia que condenare al otorgamiento de escritura pública, contendrá el apercibimiento de que si el obligado no cumpliera dentro del plazo fijado, el juez la suscribirá por él y a su costa. La escritura se otorgará ante el registro del escribano que proponga el ejecutante, si aquél no estuviere designado en el contrato. El juez ordenará las medidas complementarias que correspondan. 1. Otorgamiento de la escritura El limitado ámbito de conocimiento del proceso de ejecución de sentencia excluye toda otra consideración que aquélla referida al cumplimiento de la condena, por lo que es claro que a través del art. 512 no se puede perseguir otra cosa que no sea el otorgamiento de la escrituración. Excede aquél la cuestión relativa a la eventual procedencia de la pretensión de resolver el contrato que ligó a las partes; como también se extralimita si, tratándose del cumplimiento de una obligación de hacer, cual es la de otorgar la escritura traslativa de dominio y habiéndose pactado que la entrega de la posesión se haría simultáneamente con el otorgamiento de la escritura, el actor debió pide la posesión en lugar del procedimiento señalado. Tampoco cabe que el juez fije fecha para llevar a cabo la escrituración, ni -mucho menos- que asista al acto, porque su intervención sólo tendría sentido para suscribir el instrumento por la parte vendedora, pero no cuando el incumplidor es el comprador que debe oblar el saldo de precio. El art. 512 expresamente dispone que en el supuesto de incumplimiento de la condena a escriturar, el juez suscribirá el correspondiente instrumento, lo que parece indicar que es él quien deberá hacerlo, sin posibilidad de que un tercero cumpla con dicho trámite en su nombre. No obstante, se puede delegar la suscripción de la escritura al juez en turno de la jurisdicción correspondiente, si el escribano designado en el boleto de compraventa es titular de un registro en esa jurisdicción, y por tal causa la escritura no podría suscribirse en la jurisdicción del Juzgado sin que pudiera tampoco obligarse al magistrado de la Capital a trasladarse a aquella ciudad a los fines de su otorgamiento (CNCiv., Sala E, 1984/08/02, "Capalbo, Jorge A. y otros c. Cobicon, S. A.", La Ley, 1984-D, 573 - ED del 31/10/84, p. 6). Asimismo, la norma atribuye el ejecutante la facultad de proponer el escribano que otorgará la escritura pública ordenada en la sentencia, salvo que el escribano estuviera designado en el contrato, con lo cual se reconoce la primacía del acuerdo de voluntades. Ante la imposibilidad de escriturar con el escribano propuesto de común acuerdo en el contrato, corresponde aplicar el principio contenido en el segundo párrafo del art. 512 del Código Procesal, esto es, nombrar escribano al propuesto por el ejecutante (CNCiv., Sala C, 1980/10/07, "Giangrasso, Andrés c. Torres, Rubén E. y otros", La Ley, 1980-D, 594). 2. Gastos Con lo dispuesto por el art. 512, en el sentido de que la escritura puede ser firmada por el juez a costa del obligado, se quiere significar que la circunstancia de que el magistrado suscriba el instrumento en cuestión no lo exime al vendedor de abonar los gastos y honorarios que están a su cargo. La disposición en análisis no determina que el enajenante deba pagar las erogaciones que tiene que afrontar el adquirente. El objetivo de la norma citada fue posibilitar el cumplimiento del contrato a pesar de la reticencia de una de las partes y no prefijar una indemnización por la demora en escriturar. Se ha dicho que, la pretensión de incluir dentro de la condena en costas provenientes de la sentencia definitiva o de su ejecución los gastos de escrituración que la ley pone a cargo del comprador no surge de los términos del art. 512 del Código Procesal. Ello es así, pues cuando dicha disposición establece que en el supuesto de que no se cumpla voluntariamente por la condenada el juzgador otorgará el acto notarial en su nombre y a su costa, se refiere exclusivamente a las diligencias que deban practicarse por el órgano jurisdiccional ante la resistencia del obligado y su falta de colaboración en otorgar los datos para confección y obtención de testimonios, etc., mas no los gastos que debe sufragar la parte compradora (CNCiv., Sala F, 1982/06/23, "Pingitore, Vicente y otra c. Cobec, S. A.", La Ley, 1982-D, 394). 3. Medidas complementarias. Apercibimiento Las medidas complementarias a que alude la parte final del artículo, no comprenden aquellas que pueden afectar derechos de terceros ajenos a la relación jurídica que da origen a la condena a escriturar. La advertencia contenido, aunque no haya sido decretado por el sentenciante, es igualmente de aplicación al ejecutarse la sentencia. Por eso se dice que, el apercibimiento del art. 512 del Código Procesal, es aplicable únicamente si existe una sentencia condenatoria de escriturar. La fuente inmediata del precepto ha sido el fallo plenario de la Cámara Civil, que estableció que "en el supuesto de que en juicio ordinario por escrituración de compraventa voluntaria de un bien inmueble proceda la condena a escriturar, puede el juez firmar la escritura, si no lo hace el obligado" (Cazes de Francisco c. Rodríguez Conde, CNCiv., en pleno, 1985/3/10, La Ley, 64-476, CNCiv., Sala C, 1985/12/04, "Calza, Emilio J., suc.", La Ley, 1986-C, 91). Empero, se advierte que carece de sentido exigirle al actor que pida la ejecución según el apercibimiento del art. 512, ya que conforme lo reconoció la demandada no se encuentran cumplidos los pasos previos para otorgar la escritura, por lo cual corresponde la aplicación de "astreintes", las que pueden dejarse sin efecto si se desiste de la resistencia o se justifica el proceder (CNCiv., Sala C, 1989/10/31, "Barrientos, Máximo R. c. Comisión Municipal de la Vivienda", La Ley, 1990-B, 372). De igual modo, si se adeuda parte del precio, no resulta de aplicación el apercibimiento que se menciona, que contempla un supuesto distinto, ya que si los compradores no abonan lo que deben la escrituración no podrá efectuarse, pues ambas obligaciones son simultáneas. Por tanto, llegado el caso de falta de pago, la operación se resuelve conforme lo previenen las cláusulas del contrato y que se correlacionan con la solución adoptada por los arts. 505, inc. 3°; 629 y 1204, apart. 4° del Código Civil. Fuera del supuesto de que la escrituración se tornara de cumplimiento imposible el comprador no puede a su solo arbitrio convertir la sentencia que condena a escriturar en pretensión de resarcir los daños e intereses debiendo seguir la vía prevista por el art. 512 del Código Procesal (CNCiv., Sala F, 1984/12/21, "Haidar, Fuad c. Jait, Luisa", La Ley, 1985-C, 655 [36.919-S]). 4. Otros supuestos No debe confundirse la obligación de escritura ordenada por sentencia de conocimiento, con la protocolización del art. 585 del Código Procesal. El apercibimiento de efectuar la transferencia de los vehículos por vía judicial es correlativo de la obligación de inscribir la transferencia de los vehículos por aplicación analógica del art. 512 sólo cuando el renuente sea el vendedor, pero tal intimación resulta inaplicable cuando el remiso sea el comprador (CNCom., Sala A, 1999/12/13, "Goto, Marta c. Rullo Automotores S. A. y otro", La Ley, 2000-B, 737 - DJ, 2000-2-174). Para hacer efectiva la indemnización se aplicarán las reglas establecidas según que la sentencia haya fijado o no su monto para el caso de inejecución. La determinación del monto de los daños tramitará ante el mismo juez por las normas de los arts. 503 y 504, o por juicio sumario, según aquél lo establezca. La resolución será irrecurrible. Condena a hacer Art. 513. -- En caso de que la sentencia contuviese condena a hacer alguna cosa, si la parte no cumpliese con lo que se le ordenó para su ejecución dentro del plazo señalado por el juez, se hará a su costa o se le obligará a resarcir los daños y perjuicios provenientes de la inejecución, a elección del acreedor. Podrán imponerse las sanciones conminatorias que autoriza el art. 37. La obligación se resolverá también en la forma que establece este artículo, cuando no fuere posible el cumplimiento por el deudor. Para hacer efectiva la indemnización se aplicarán las reglas establecidas según que la sentencia haya fijado o no su monto para el caso de inejecución. La determinación del monto de los daños tramitará ante el mismo juez por las normas de los arts. 503 y 504, o por juicio sumario, según aquél lo establezca. La resolución será irrecurrible. 1. La resolución por daños y perjuicios Cuando la sentencia manda a hacer alguna cosa, y ello no se ejecuta, quedan pocas posibilidades de conminar la voluntad. O se piden medidas económicas, o se resuelve el cumplimiento con el pago de daños y perjuicios. Pero no corresponde requerir la fijación de astreintes y la determinación de los daños contemplados en el art. 513 del Código Procesal, pues en dicho caso no es posible la acumulación, dado que de lo contrario, se beneficiaría a un doble título, provocando ello un enriquecimiento sin causa (CNCiv., Sala G, 1990/06/06, "Crain de Gómez, G. c. Frezzia", La Ley, 1990-D, 292). Si bien es cierto que los derechos se ejercen y no se reservan, también lo es cierto que ningún óbice existe para disponer que en el caso que la condena a escriturar no sea posible (sea porque la titularidad de los inmuebles no se encuentre en cabeza del deudor o por otra causa), la obligación se resuelva en el pago de daños e intereses. La cuestión esta expresamente resuelta por el art. 513, a lo que cabe añadir, desde un perfil distinto, que si media imposibilidad de ejecutar la prestación debida por culpa del deudor, se configura uno de los raros supuestos de novación legal, en donde el primitivo objeto debido se convierte en el pago de una suma de dinero, comprensiva del resarcimiento de los perjuicios sufridos por el acreedor (CNCom., Sala C, 1988/10/21, "Lamorte, Antonio E. c. Marino, Enrique A.", La Ley, 1990-B, 471, con nota de María Delia Pereiro). En cambio, si la sentencia condenó al cumplimiento de una obligación de hacer, la pretensión del demandado en la etapa de ejecución de que se transforme en la entrega de una suma de dinero, implica apartarse de lo dispuesto por el art. 511, ya que no se trataría de fijar las modalidades de la ejecución o ampliar o adecuar las que contiene la sentencia, puesto que no se mantendría dentro de los límites de ésta. En los hechos, el código pretende no afectar el principio ya comentado que aplica normas sustanciales, y particularmente, el art. 505 del Código Civil que fija las bases de la ejecución procesal forzada, al disponer en el inciso 1º que el acreedor puede emplear los medios legales a fin de que el deudor le procure aquello a que se encuentra obligado. 2. Sanciones conminatorias El apercibimiento dispuesto por el art. 1187 del Código Civil se encuentra implícito en toda condena a escriturar en razón de lo preceptuado por el art. 513 del Código Procesal, pues cuando el cumplimiento de una obligación de hacer se torna imposible, el acreedor tiene la facultad de acudir a medios subrogatorios optativos como el de reclamar daños y perjuicios (CNCiv., Sala D, 2000/08/14, "Silvestro de León, Aída c. Gómez, Pedro A. y su acumulado", La Ley, 2001-B, 863, J. Agrup., caso 15.576). Esto es procedente y lógico porque de otro modo jamás se podrían cumplir las obligaciones inejecutables. Pero la resolución debe traducirse en los daños y perjuicios que se determinarán en la forma prevista por el art. 513 del Código Procesal, siendo improcedente, por el contrario, que corresponda en tal caso, sin más, la pérdida de la totalidad de las sumas pagadas y de las mejoras introducidas, ya que la aplicación de esta suerte de cláusula penal compensatoria (arts. 652 y 656, Código Civil), sólo es factible de hacerse efectivo el pacto comisorio, pero no cuando esa resolución sobreviene como consecuencia del incumplimiento del mandato judicial (CNCiv., Sala C, 1979/04/05, "Cerso, S. R. L. c. Arbelo, José R.", La Ley, 1979-D, 464 - ED, 83367). En consecuencia, la determinación de los daños y perjuicios resultantes de la frustración de la compraventa de un inmueble, es una cuestión que depende de las circunstancias de cada caso y no está sujeta a fórmulas rígidas. Para ello se debe partir de que el incumplimiento de las promesas de compraventa del inmueble frustrada por la conducta del vendedor constituye el título para el proceso de ejecución de la sentencia que dispuso el apercibimiento que se hizo efectivo declarando resuelto el contrato y obligando al deudor a pagar daños e intereses (art. 889, Código Civil y art. 513, Código Procesal). Asimismo, dado el carácter integral que debe asumir la reparación, el primer elemento a computar es el valor actual de un inmueble similar al que fuera motivo del contrato resuelto. Finalmente, el trámite de fijación del monto a resarcir puede tramitar con el procedimiento de tasación (arts. 503 y 504) o ser derivado al proceso sumario, según el Juez resuelva. Condena a no hacer Art. 514. -- Si la sentencia condenare a no hacer alguna cosa, y el obligado la quebrantase, el acreedor tendrá opción para pedir que se repongan las cosas al estado en que se hallaban, si fuese posible, y a costa del deudor, o que se le indemnicen los daños y perjuicios, conforme a lo prescripto en el artículo anterior. 1. Obligaciones de no hacer La disposición se vincula con los arts. 632, 633 y 634 del Código Civil, que facultan al acreedor a exigir la destrucción de lo hecho en violación a la obligación de abstención que desacata. La tarea es a costa del deudor, y si ello no pudiera hacerse, se resuelve como indemnización por los daños y perjuicios causados. Por ejemplo, la sanción contra la violación al art. 7° de la ley 13.512 (ADLA, VIII, 254), es en principio, la demolición de la obra nueva ilícita, ya que se trata del incumplimiento de una obligación de no hacer (art. 633, Cód. Civil). Aun cuando la solución severa, es la que legal y ejemplarmente se impone, pues de lo contrario, ante la impunidad imperaría el desorden y hasta el caos si todos los dueños de departamentos de últimos pisos, con una y otra excusa comenzaran a realizar innovaciones y a añadir piezas a las estructuras de los edificios (CNCiv., Sala C, 1984/02/08, "Linch, Soc. en Com. por Accs. c. Rud, Carlos A. y otros y Rodríguez, Domingo R. c. Linch, Soc. en Com. por Accs. y otros", ED del 12/7/84, p. 1). Es procedente la demolición de las obras construidas en un espacio de propiedad exclusiva en infracción al reglamento de copropiedad y administración y a la ley 13.512 de conformidad con lo establecido por los arts. 633 y 2500 del Código Civil, siempre que no constituya un ejercicio abusivo de los derechos -art. 1071, Código citado (CNCiv., Sala I, 2000/03/30, "Denis, Juana A. c. Faiella, Carlos A. y otros", La Ley, 2000-D, 176 - DJ, 2000-2-1048). De igual manera, si la concedente consideró inaceptable la transgresión formal de la concesionaria a lo pactado en el contrato de concesión, consistente en la constitución de una hipoteca sobre un inmueble de propiedad de ésta, debió -antes de proceder a la rescisión del contrato con justa causaintimar a la concesionaria a cancelarla, porque el efecto jurídico del incumplimiento de la obligación de no hacer por parte de su deudor da derecho al acreedor a que se le repongan las cosas a su estado anterior (art. 633, Código Civil) (CNCom., Sala B, 1983/03/14, "Cilam, S. A. c. Ika Renault, S. A.", La Ley, 1983-C, 233 - ED, 104-183). Finalmente, si se incumplió la obligación de identificar la simiente propiedad de una firma, sin contar con la autorización de ésta, debe abonar las regalías correspondientes y someterse al resto de las condiciones de licenciamiento fijadas por el criadero obtentor, facultándolo así para demandar "perjuicios e intereses" (art. 634, Código Civil) vocablo que es comprensivo de las regalías reclamadas (CFed. Mar del Plata, 1992/06/11, "Criadero Kleinb y otro c. Baños y Hnos.", La Ley, 1998-E, 764 [40.804-S]). Condena a entregar cosas Art. 515. -- Cuando la condena fuere de entregar alguna cosa, se librará mandamiento para desapoderar de ella al vencido, quien podrá oponer las excepciones a que se refiere el art. 506, en lo pertinente. Si la condena no pudiera cumplirse, se le obligará a la entrega del equivalente de su valor, previa determinación si fuere necesaria, con los daños y perjuicios a que hubiere lugar. La fijación de su monto se hará ante el mismo juez, por las normas de los arts. 503 ó 504 o por juicio sumario, según aquél lo establezca. La resolución será irrecurrible. 1. Procedimiento especial Cuando la sentencia que se ejecuta consiste en entregar alguna cosa, el procedimiento se aparta de las reglas comunes para disponer el secuestro de lo pertinente, apenas resueltas las excepciones que, eventualmente, se pueden articular (art. 506). En el caso, la documentación de respaldo debe estar vinculada con algún compromiso entre partes que manifieste el acuerdo sobre la cosa; de otro modo, y conforme a lo reglado por el art. 889 del Código Civil, si el cumplimiento de la prestación se torna imposible por culpa del deudor, la primitiva obligación de dar o de hacer se convierte en la de pagar daños e intereses. Es así que por ministerio de la ley, es solución que ha de concordarse con la reglada por el art. 515 que indicamos, bajo apercibimiento de cuya aplicación se dictó la condena a entregar los libros, la obligación se transforma en un objeto que, a partir de la imposibilidad de cumplimiento específico, será la de pagar una suma de dinero representativa del daño experimentado por el acreedor (CNCom., Sala C, 1984/02/15, "Editorial Codex, S. A., quiebra", ED, 108-441). 2. Secuestro de la cosa El cumplimiento efectivo para obtener el reintegro de la cosa puede ser resuelto por el Juez librando mandamiento de secuestro, autorizando todas las diligencias que fuesen menester para ello; o en su defecto, adecuando el trámite (art. 511) al procedimiento de ejecución de sentencias que condenan al pago de cantidad ilíquida (art. 503), o por proceso sumarísimo (art. 319). 3. Inapelabilidad La decisión que recaiga en la etapa de ejecución de sentencia cuando se condena a la entrega de cosas, respecto al curso a seguir para la determinación de los daños y perjuicios, a mérito de la expresa disposición contenida en la última parte del art. 513, resulta inapelable. Liquidación en casos especiales Art. 516. -- Siempre que las liquidaciones o cuentas fueren muy complicadas y de lenta y difícil justificación o requirieren conocimientos especiales, serán sometidas a la decisión de peritos árbitros o, si hubiere conformidad de partes, a la de amigables componedores. La liquidación de sociedades, incluida la determinación del carácter propio o ganancial de los bienes de la sociedad conyugal, impuesta por sentencia se sustanciará por juicio ordinario, sumario o incidente, según lo establezca el juez de acuerdo con las modalidades de la causa. 1. Liquidación compleja El art. 773 del Código Procesal establece que procede la pericia arbitral en el caso del art. 516; sin embargo, es una remisión confusa porque el marco de intervención que tiene en la ejecución de sentencia el perito árbitro, es más acotado y depende de una resolución judicial. Por eso, es científicamente muy opinable que la experticia prevista necesite la determinación de los puntos o temas sometidos a aquélla. La fijación del programa por dirimir es propia del laudo decisivo de una causa; pero el temario de la peritación arbitral del mencionado artículo esta implícitamente constituido por la sentencia ejecutoriada pendiente de concreción en una cuenta (CNCom., Sala D, 1994/03/16, "Adams, Guillermo A. c. Transporte 27 de junio S. A.", ED, 157-533). La remisión a esta alternativa privada -dice Morello- cuyo laudo es en principio inapelable, muestra un complemento de la jurisdicción estatal digno de observación y seguimiento como experiencia integradora, que refuerce en concreto la efectividad de los resultados sentenciales (Código Procesal..., tomo VI-A, cit., pág. 175). El acuerdo entre partes puede derivar la estimación al dictamen de amigables componedores. 2. Liquidación de sociedades El segundo párrafo del art. 516 se refiere al procedimiento de liquidación de sociedades de todo tipo, de modo tal que, el tipo ordinario o sumarísimo se asigna de acuerdo con la mayor o menor complejidad del modelo de sociedad interesada. Inclusive, siguiendo las pautas del art. 504, es posible llevar al trámite incidental la liquidación respectiva. 2.1 Liquidación de la sociedad conyugal A los fines de la determinación del procedimiento a seguir para la liquidación de la sociedad conyugal mediante la tramitación de un proceso de conocimiento mediante, debe notificarse a una de las partes la enunciación de bienes integrantes del haber de esa sociedad que efectúe la otra, ya que en caso de haber conformidad aquel proceso resultaría inútil. Aun cuando este trámite previo no esté previsto en la ley ritual, es necesario para el buen ordenamiento del proceso, porque sólo en caso de disconformidad habrá necesidad de acudir a alguna de las vías previstas por el art. 516. En este sentido, se afirma que, la liquidación de la sociedad conyugal no es más que un trámite que comprende diversas operaciones (inventario, formación de las masas, determinación de recompensas, cuenta particionaria, etc.). Si tales operaciones generan controversia los trámites contenciosos corresponderán a las diversas cuestiones litigiosas que se susciten en el curso de la liquidación, pero no a ésta en sí misma. Y así, la dilucidación del carácter propio o ganancial tramitará por vía ordinaria o sumaria, a criterio del juez conforme el art. 516 del Código Procesal; los reclamos por inclusión o exclusión de bienes en el inventario por la vía incidental, según el art. 725 del mismo Código (CNCiv., Sala A, 1984/08/02, "M., J. M. A. c. R., E. M. A.", La Ley, 1985-B, 496, con nota de Elías P. Guastavino). 2.2. Liquidación de sociedades comerciales Es intelectualmente imposible sentenciar con acierto sobre una cuenta comercial dentro del sistema escriturario del juicio de pleno conocimiento. Esta forma, que puede ser apta para una discusión de derecho puro, dudosamente lo es para recopilar en forma de actas y de informes las pruebas sobre hechos; pero de nada sirve cuando es preciso examinar y decidir uno por uno los rubros de un pasivo empresario. No ha sido arbitraria la norma del art. 516 del Código Procesal; ella tomó cuenta atinada de que los jueces deben contraerse al derecho, pero está colocada en las condiciones ideales para fijar una cuenta (CNCom., Sala D, 1980/03/14, "Fantini, Pablo c. Spano José S.", ED, 89-213). Por eso, se ha dicho que, al no presentar la sociedad de responsabilidad limitada elementos contables en regla y conforme a derecho para que se pueda practicar el balance respecto a los efectos de la resolución parcial y, así, determinarse el importe correspondiente a los sucesores del socio fallecido, ha de procederse de conformidad a los arts. 516, 767 y 771 del Código Procesal a confeccionar dicho balance para lo cual se designarán peritos árbitros -uno por cada parte y un tercero para ambos- los cuales deberán pronunciarse en un plazo de 20 días con base en las constancias del expediente, las cláusulas estatutarias y los registros y elementos de la sociedad demandada (CNCom., Sala E, 1994/06/14, "Codesido de Castro c. Los gallegos Alimenticios S. R. L.", ED, 168-102). CAPITULO II -- Sentencias de tribunales extranjeros. Laudos de tribunales arbitrales extranjeros Conversión en título ejecutorio Art. 517. -- Las sentencias de tribunales extranjeros tendrán fuerza ejecutoria en los términos de los tratados celebrados con el país de que provengan. Cuando no hubiese tratados, serán ejecutables si concurriesen los siguientes requisitos: 1. Que la sentencia, con autoridad de cosa juzgada en el Estado en que se ha pronunciado, emane de tribunal competente según las normas argentinas de jurisdicción internacional y sea consecuencia del ejercicio de una acción personal o de una acción real sobre un bien mueble, si éste ha sido trasladado a la República durante o después del juicio tramitado en el extranjero. 2. Que la parte demandada contra la que se pretende ejecutar la sentencia hubiese sido personalmente citada y se haya garantizado su defensa. 3. Que la sentencia reúna los requisitos necesarios para ser considerada como tal en el lugar en que hubiere sido dictada y las condiciones de autenticidad exigidas por la ley nacional. 4. Que la sentencia no afecte los principios de orden público del derecho argentino. 5. Que la sentencia no sea incompatible con otra pronunciada, con anterioridad o simultáneamente, por un tribunal argentino. 1. Eficacia extraterritorial de la sentencia extranjera La ejecución por jueces locales de sentencias dictadas en el extranjero es un tema de larga prosapia en el derecho procesal, al punto de encontrar en la obra de Morelli un referente ineludible para encausar el procedimiento (Derecho Procesal Civil Internacional, traducción de Santiago Sentís Melendo, Editorial Ejea, Buenos Aires, 1953). Pero los tiempos han cambiado, y aquél fenómeno de colaboración y solidaridad entre magistrados, hoy se posiciona en el estudio del derecho de la integración, o del derecho comunitario. Es verdad que ambos tienen repercusiones distintas y que no se afectan por las decisiones judiciales que tienen las sentencias en sus respectivos territorios. Pero también lo es que, si un pronunciamiento judicial no consigue eficacia por tener que ejecutarse en otra jurisdicción, la exigencia de un mundo globalizado, o la necesidad de tener iguales necesidades de rapidez y expeditividad, quedan sin respuestas o son antagónicas con los principios que se declaman. Por eso, la eficacia extraterritorial de las sentencias suele analizarse desde una nueva perspectiva, donde el comienzo parte de estudiar el acceso a la jurisdicción internacional. El punto de partida está más avanzado en Europa que en América. Allí, la Convención de Bruselas del 27 de setiembre de 1968 consagró el principio de que las sentencias pronunciadas en un Estado parte, sería reconocida en los demás sin que fuera necesario recurrir a procedimiento alguno, sin perjuicio del derecho de oposición (art. 26, párrafo primero). En cambio América responde con Tratados y Convenciones aislados, que no muestran consistencia continental, y donde el regionalismo parece auspiciar mejores destinos que un principio de colaboración absoluto. Esto se refleja en el art. 517 que comienza considerando que, a falta de tratados, las sentencias extranjeras deben cubrir los requisitos que señala. Por eso se ha dicho que, si en el caso corresponde atender a la vía administrativa que autoriza la Convención de la Haya sobre aspectos Civiles de la Sustracción Internacional de Menores, ratificada por ley 23.857 (Adla, XLVIA, 87; L-D, 3707), no debe evaluarse el instrumento de auxilio judicial internacional con las previsiones del exequatur a que se refiere el art. 517 del Cód. Procesal (CNCiv., Sala G, 1995/03/01, "Wilner, Eduardo M. c. Osswald de Wilner, María G.", ED, 162-558). En esta dimensión se encuentran los Tratados de Derecho Procesal Internacional de Montevideo (1889 y 1940), la Convención Interamericana sobre arbitraje comercial internacional (CIDIP I, Panamá, 1975), o la Convención sobre eficacia extraterritorial de las sentencias y laudos arbitrales extranjeros (CIDIP II, Montevideo, 1989), y el Protocolo de cooperación y asistencia jurisdiccional en materia civil, comercial, laboral y administrativa (Las Leñas -Argentina-, 1992). No obstante, existen muchos más para destacar como son: § La Convención de La Haya incorporada a la legislación interna por la ley 23.458; § Convención sobre obtención de pruebas en el extranjero en materia civil o comercial, del 18 de marzo de 1970, reconocida en la ley 23.480; § Ley 23.481 sobre recepción de pruebas en el extranjero; § Ley 23.502 (Convención sobre Procedimiento Civil, del 1º de marzo de 1954); § La Convención Interamericana sobre exhortos y cartas rogatorias, con su protocolo adicional (Ley 23.503); § Ley 23.506 (Convención Interamericana sobre prueba e información de derecho extranjero); § Ley 23.619 sobre reconocimiento y ejecución de las sentencias arbitrales extranjeras; § Protocolos adicionales a la Convención Interamericana sobre recepción de pruebas en el extranjero (Ley 24.037) § Los protocolos del Mercosur (Ley 24.578), entre otras. 2. Exequatur En nuestro sistema normativo la aplicación del derecho extranjero está subordinada al respeto o adecuación del mismo a los principios de orden público internacional que refiere el art. 14 del Código Civil. En la particularización de esta directiva general, el art. 517 del Código Procesal determina, a su vez, las condiciones de ejecutoriedad de los pronunciamientos emanados de los órganos jurisdiccionales extranjeros. Por eso, una pretensión tendiente a ejecutar un pronunciamiento judicial dictado en un procedimiento contencioso desarrollado en el extranjero, más allá de la apariencia de mero requerimiento de auxilio procesal internacional que pueda revestir la rogatoria, siempre debe ser analizada, salvo la existencia de Tratados, mediante las pautas que brinda el art. 517 y sigtes. de la ley ritual, y en la medida en que se trate o presuponga una sentencia de condena deberá homologarse esa sentencia extranjera como título de ejecución siguiéndose el procedimiento del "exequatur (CNCom., Sala E, 1993/03/17, "Herstein, Diego J. c. Bruetman, Martín E. y otros", ED, 156-63). El exequatur es el acto jurisdiccional en virtud del cual se consiente en nombre de la ley argentina la aplicación de una sentencia extranjera en territorio nacional. Recae sobre la propia sentencia y la inviste de los mismos efectos que tienen las decisiones de los jueces nacionales sin necesidad de entrar en la revisión del juicio. El art. 517 no es un proceso ejecutivo, ni ejecuta propiamente la sentencia; en realidad se trata de un proceso de conocimiento, desde que el órgano jurisdiccional debe emitir una declaración sobre la eficacia ejecutoria de la sentencia o laudo extranjero. Por tanto, en el caso de la invocación de una sentencia dictada por un tribunal extranjero, ella tiene eficacia si reúne los requisitos que la norma indicada menciona; en cambio, la solicitud de ejecución de la misma requiere acudir a la vía del art. 518 del ordenamiento citado (CNCiv., Sala L, 1996/05/14, "S., S. A.", La Ley, 1997-F, 934 [39.957-S]). Asimismo, corresponde la aplicación del art. 517 cuando se pretende el reconocimiento del convenio de liquidación de la sociedad conyugal que integró la sentencia de divorcio vincular dictada por un tribunal extranjero, pues no se trata de una sentencia de condena sino de reconocimiento (CNCiv., Sala L, mismo fallo anterior). 3. Procedimiento El Código reglamenta el procedimiento de reconocimiento de la sentencia extranjera para los casos donde no existan convenios o tratados específicos, en la medida que éstos tienen prioridad en el acuerdo de reglas procesales. Cuando se trata de una sentencia de condena se impone el llamado "juicio de exequatur" (juicio del ejecútese). Ello, porque si en la ejecución de la sentencia de condena dictada internamente se requiere un trámite especial (arts. 499 a 516, Código Procesal), igual criterio debe adoptarse respecto de una dictada en otro país. La situación cambia si sólo se trata de su reconocimiento. (CNCiv., Sala L, 1996/05/14, "S., S. A.", La Ley, 1997-F, 934 [39.957-S]). El exhorto extranjero debe contener, entre otros, los siguientes requisitos: debe inferirse con claridad el derecho invocado por el requirente, expresar que se ha dispuesto acordar la medida solicitada y, como condición sustancial de procedencia de la resolución cuyo cumplimiento se solicita, ésta no debe afectar el orden público interno del país requerido (CNCiv., Sala H, 1996/04/18, "Remus, Alfonso A. c. Gradin, Mariano y otros", La Ley, 1996-D, 685 - DJ, 1996-2-1027). Los requisitos que enumera el art. 517 parten de considerar al domicilio del demandado, como el lugar de cumplimiento de las obligaciones, interpretando que ambos son foros aptos para seguir el criterio de atribución de competencia (arts. 1215 y 1216, Cód. Civil) desde el punto de vista patrimonial, en acciones de naturaleza contractual (CNCom., Sala E, 1998/07/17, "Trigo Corporation c. Cristalerías de Cuyo S. A.", La Ley, 1999-F, 778 [42.180-S]). La sentencia debe haber pasado en autoridad de cosa juzgada, entendiendo por tal, el pronunciamiento firme y definitivo de acuerdo con las reglas procesales del lugar de emisión. El estudio acerca del cumplimiento de la exigencia de hecho impuesta por el inciso 2º de nuestra ley -la citación personal del condenado domiciliado en la República- ha de fundarse en las constancias o elementos que en el curso del trámite del exequatur las partes le arrimen al juez nacional y que, fundamentalmente, serán los testimonios que se presenten complementados por informes consulares o diplomáticos acerca del procedimiento que se siguió. Consecuentemente, bien puede ocurrir que la sentencia extranjera haya sido pronunciada con arreglo a las formalidades exigidas para su ejecutoriedad local, y sin embargo la inexistencia de los elementos apropiados que así o l demuestre torna procedente su rechazo. Esta sistema o exigencia del inciso 2º, pretende asegurar la garantía elemental del debido proceso con sustento en el principio constitucional de la defensa en juicio, común por lo demás a todos los ordenamientos procesales modernos. Por eso, la extraterritorialidad de la sentencia sólo podrá ser admitida cuando ha sido dictada respetando rigurosamente ese derecho, privándola de efectos en caso contrario. La disposición que se relaciona con que la obligación constituida en el extranjero sea válida según nuestras leyes, solamente adecua la posibilidad de realización material de la pretensión, antes que la eventual afectación al orden público, como otrora fue regulado este inciso tercero. El alcance dado al art. 517, inc. 4º, es distinto del que surge, prima facie, es decir como resultado de una interpretación lingüística. Desde el punto de vista lógico el legislador se refiere al "orden público internacional" o al "orden público argentino" ya que de otro modo las sentencias extranjeras serían por conocidas en muy contados ocasiones. Debe primar, entonces, el criterio del art. 14, inc. 2° del Código Civil y considerarse el orden público como conjunto de principios. Finalmente, el inciso 5º establece el principio de a l primacía de la cosa juzgada de la sentencia argentina sobre la externa. Competencia. Recaudos. Sustanciación Art. 518. -- La ejecución de la sentencia dictada por un tribunal extranjero se pedirá ante el juez de primera instancia que corresponda, acompañando su testimonio legalizado y traducido y de las actuaciones que acrediten que ha quedado ejecutoriada y que se han cumplido los demás requisitos, si no resultaren de la sentencia misma. Para el trámite del exequatur se aplicarán las normas de los incidentes. Si se dispusiere la ejecución, se procederá en la forma establecida para las sentencias pronunciadas por tribunales argentinos. 1. Competencia El art. 518 es un supuesto diferente del artículo anterior; se trata, ahora, de la ejecución de la sentencia propiamente dicha; es decir, a superado la etapa de admisión y reconocimiento que culmina con la declaración de certeza que concreta el Juez al admitir la fuerza ejecutoria del laudo o sentencia extranjero. En consecuencia, para la respectiva ejecución dichos pronunciamientos deben tener en nuestro territorio la misma fuerza que en el país en el que fue dictada, y para ello se requiere la competencia del tribunal en la esfera internacional (CNCom., Sala D, 1986/05/08, "Artline, S. A. c. Basman, Lidia E.", La Ley, 1986-D, 73). Los pactos de jurisdicción internacional, especialmente en materia de contratos internacionales, son aceptados en la gran mayoría de los estados. Respecto de la República Italiana existe un convenio bilateral vigente, aprobado por ley 23.720 (Adla, XLIX -D, 3616), que determina pautas de jurisdicción indirecta. Ello así, la inclusión de la prórroga de jurisdicción entre las pautas de jurisdicción indirecta, demuestra el criterio coincidente de ambos países, Argentina e Italia, respecto de la aceptación de la autonomía de la voluntad en materia de jurisdicción internacional (del fallo de primera instancia) (CNCom., Sala E, 1993/10/14, "Inta S. A. c. MCS Officina Meccanica S. P. A.", ED, 157131). La determinación del Juez competente no es distinta a las reglas internas previstas en los arts. 5 y 6 de este código. 2. Requisitos Para ejecutar el laudo o sentencia extranjera es preciso adjuntar el testimonio del acto y de los antecedentes que se tienen para acreditar el carácter firme y ejecutoriado. De conformidad con el art. 115 si los documentos acompañados no están en idioma nacional, debe producirse su traducción oficial y la respectiva legalización de los instrumentos. Esto último, salvo que se trate de testimonios eximidos por aplicación de la Convención de La Haya, ratificada por la Ley 23.458. Siguiendo estas pautas, se ha dicho que debe revocarse el embargo si fue decretado sin haberse acompañado rogatoria de juez extranjero solicitando expresamente la medida, sin que surja de las constancias acompañadas su procedencia, y sin que se haya pedido el exequatur (CNCom., Sala A, 1984/12/10, "Tradascel, S. R. L. c. Tannerco, S. A.", La Ley, 1986-B, 620 [37.245-S], - JA, 985-III-92). 3. Trámite asignado El art. 518 establece el trámite del exequatur por el procedimiento de los incidentes para aquellos casos donde no existan acuerdos internacionales. Por eso, se ha dicho que cuando se trate de sentencias originarias de países que no tienen con el nuestro un tratado sobre la materia, es aplicable al caso, pues no existe convenio con los Estados Unidos de Norteamérica sobre asistencia judicial o de procedimiento civil (CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1997/04/24, "Mission Insurance Company Trust c. Caja Nac. de Ahorro y Seguro -en liquidación", La Ley, 1998-D, 338). El trámite incidental deriva en un contradictorio donde la intervención del Ministerio Público Fiscal es necesaria a los fines de dictaminar sobre la competencia, y asumir el rol de parte en cuanto fuere lugar por derecho. Según Morello ed alter, la actuación de la contraparte debe limitarse a objetar la falta o violación de los presupuestos previstos en el art. 517, no pudiendo la litis abarcar otras cuestiones, pues ello llevaría a desvirtuar la naturaleza sumaria de este proceso especial, cuyo conocimiento queda acotado al área contorneada por la norma precitada. Sin embargo, agregan, frente al supuesto excepcional de que faltaren los presupuestos liminares que hacen a la regularidad del proceso, podrían deducirse las excepciones de incompetencia, falta de personería o litis pendencia, conjuntamente con la contestación a la demanda, las que se decidirán en ocasión de pronunciarse la resolución de mérito sobre la procedencia del exequatur. Eso así, dado que no debe confundirse este proceso especial con la ejecución de sentencia, donde quedan eliminadas en este tramo las excepciones específicas de dicha ejecución (Códigos Procesales..., tomo VI-A, cit., págs. 238/9). No obstante, se sostiene que la audiencia que se acuerda a la parte contra quien se pide la ejecución de la sentencia dictada en país extranjero sólo tiene por objeto oír observaciones sobre su forma, pues la oposición de excepciones y su prueba no son trámites esenciales en la primera etapa del exequatur (CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1997/04/24, "Mission Insurance Company Trust c. Caja Nac. de Ahorro y Seguro -en liquidación", La Ley, 1998D, 338). Una vez que las partes han tomado conocimiento de la pretensión la cuestión queda en estado de ser resuelta. La decisión es simple: si admite la rogatoria, el trámite continúa con el procedimiento previsto para la ejecución de sentencia local. Si desestima, debe devolver al Juez requirente la medida solicitada; si esto en lugar de ser un trámite de cooperación procesal, se hubiera planteado como ejecución de los testimonios acompañados, corresponde ordenar el archivo. Sin embargo, como el marco procesal es el de los incidentes, la denegatoria tolera el recurso de apelación. Este se debe articular en el plazo de cinco días y se concede en relación. Eficacia de sentencia extranjera Art. 519. -- Cuando en juicio se invocare la autoridad de una sentencia extranjera, ésta sólo tendrá eficacia si reúne los requisitos del art. 517. 1. Reconocimiento directo La división establecida entre reconocimiento (art. 517) y ejecución (art. 518), tiene otra alternativa en la presente disposición que depende del contenido mismo de la sentencia que se quiere hacer valer. Es decir, quien presenta una sentencia foránea, asignándole a la misma el valor de la cosa juzgada, debe demostrar que se han cumplido los recaudos del art. 517, o sea, los presupuestos del exequatur. Por eso, corresponde no acordar eficacia a un fallo que no logra ser manifiesto y suficiente en los términos de la norma citada; como también es inviable, si la misma se funda en normas que resulten incompatibles con el espíritu de la legislación a que se refiere el art. 14 inc. 2º del Código Civil, circunstancia que se configura cuando aquellas impliquen la lesión de algún principio general inferido de normas vigentes en el derecho argentino (CNFed. Contenciosoadministrativo, Sala III, 2000/03/21, "Diez, Oscar A. S. A. c. Segba", La Ley, 2000-E, 910 [43.115-S]). Igual sucede, si la sentencia extranjera que se ejecuta en el país contiene la obligación de pagar en divisa que el Gobierno Nacional ha privado de circulación, donde cabe poner de relieve que según establece el art. 518, "si se dispusiere la ejecución, se procederá en la forma establecida para las sentencias pronunciadas por tribunales argentinos" y, por ende, debe estarse a lo dispuesto por el art. 511 del mismo ordenamiento en torno a que "si la condena no pudiera cumplirse se le obligará (al vencido), a la entrega del equivalente de su valor" circunstancia aplicable en autos (CS, 1987/09/17, "Citibank N. A. c. Narbaitz, Hnos., y Cía. Soc. en Com. por Accs.", La Ley, 1988-C, 387 - JA, 987-IV-711). Laudos de tribunales arbitrales extranjeros Art. 519 bis. -- Los laudos pronunciados por tribunales arbitrales extranjeros podrán ser ejecutados por el procedimiento establecido en los artículos anteriores, siempre que: 1. Se cumplieren los recaudos del art. 517, en lo pertinente y, en su caso, la prórroga de jurisdicción hubiese sido admisible en los términos del art. 1º. 2. Las cuestiones que hayan constituido el objeto del compromiso no se encuentren excluidas del arbitraje conforme a lo establecido por el art. 737. 1. Vigencia de la Convención de New York (1958) El Tratado sobre reconocimiento y ejecución de sentencias arbitrales extranjeras, suscrito en Nueva York el 10 de Junio de 1958, e incorporado a nuestra legislación por la Ley 23.619, deja poco margen para la aplicación del art. 519 bis, merced al importante número de adherentes que tiene la convención internacional. El principio de la reciprocidad, sumado a la ampliación de las relaciones jurídicas involucradas (sean o no contractuales pero siempre de carácter comercial), genera un ámbito propicio para la operatividad del laudo en igual dimensión y alcance que tiene una sentencia extranjera. Con anterioridad a la ley 22.434 (que es la que introduce este artículo en el Código Procesal), la ejecución se regía por los preceptos del Tratado de Montevideo de 1940. TITULO II -- Juicio ejecutivo CAPITULO I -- Disposiciones generales Procedencia Art. 520. -- Se procederá ejecutivamente siempre que en virtud de un título que traiga aparejada ejecución, se demandare por obligación exigible de dar cantidades líquidas de dinero, o fácilmente liquidables. Si la obligación estuviere subordinada a condición o prestación, la vía ejecutiva procederá si del título o de otro instrumento público o privado reconocido que se presente junto con aquél, o de la diligencia prevista en el art. 525, inc. 4, resultare haberse cumplido la condición o prestación. Si la obligación fuere en moneda extranjera, la ejecución deberá promoverse por el equivalente en moneda nacional, según la cotización del banco oficial que corresponda al día de la iniciación o la que las partes hubiesen convenido, sin perjuicio del reajuste que pudiere corresponder al día del pago. 1. Naturaleza jurídica del juicio ejecutivo El sistema adjetivo que tiene nuestro ordenamiento procesal no es absolutamente efectivo como se pensó en sus comienzos. La idea de mantenerlo como un proceso de ejecución pero insertando una etapa de conocimiento, le ha privado de rapidez y eficacia, donde las medidas cautelares tienen más importancia que la compulsión directa que se puede lograr por la vía diseñada a partir del art. 520. Inclusive, la clasificación que surge del esquema dispuesto, no es clarificador, ni acierta en ventajas con el modelo. Por eso, entre la ejecución pura (arts. 499 a 516), el juicio ejecutivo común (arts. 520 a 594) y las ejecuciones especiales (arts. 597 a 605), la única diferencia es el marco de tolerancia para las cuestiones que afectan la naturaleza del título, sin lograr con ello una mayor expeditividad. En consecuencia, la procedencia de la acción ejecutiva está sujeta a la existencia de título ejecutivo y crédito cuyo objeto sea moneda nacional o extranjera (del voto en disidencia del doctor Cuartero) (CNCom., Sala D, 1995/04/20, "Rosciano, Rubén S. c. Texart Icsa y otro", La Ley, 1995-E, 261). Con igual alcance se dice que, la finalidad del juicio ejecutivo no consiste en lograr un pronunciamiento judicial que declare la existencia o inexistencia de un derecho sustancial incierto, sino en obtener la satisfacción de un crédito que la ley presume existente en virtud de la peculiar modalidad que reviste su forma de comprobación (CNCiv., Sala E, 1997/04/09, "Obras Sanitarias de la Nación c. Bianchi, Carlos", La Ley, 1997-D, 468). La característica de ser un procedimiento que recién comienza a "ejecutar" cuando el título ha superado la etapa de admisión formal, le asigna al proceso esa particular condición de ser un juicio de ejecución con una etapa sumaria de conocimiento. En definitiva, no es un proceso de conocimiento, pero tampoco es un proceso de ejecución. 2. Títulos ejecutivos La denominación de título, aunque generalmente aceptada, tiene connotaciones equívocas, porque se puede comprender en los contenidos del derecho civil y pensar en el acto jurídico del que resulta la voluntad concreta de la ley; o bien, darle un alcance restricto a la finalidad ejecutiva que con él se persigue, y sostener así que, hay un título en sentido formal que sería el documento en que el acto está contenido. Con esa limitación, es preciso antes de darle coacción directa, analizar la eficacia que tiene, ocurriendo entonces dicha etapa de conocimiento que sucede en dos tiempos diferentes: por vez primera cuando el Juez recibe la pretensión ejecutiva y debe despachar la orden de intimación; y luego, cuando el ejecutado opone excepciones al progreso de la acción ejecutiva. En ambos tiempos, se escala en la realización un juicio sumario (breve y supuestamente expedito) donde el continente de las alegaciones y defensas excederán en demasía la naturaleza cartular del título que se ejecuta. Por eso, pierde dicha esencia urgente y rápida para lograr el cobro de una deuda previamente documentada, para instalarse en juego lento y sutil del proceso bilateral y contradictorio que necesita de pruebas para reconocer el derecho para obrar. De lo expuesto surge que el problema del título ejecutivo es determinar "ab initio" su fehaciencia, para despertar con su verosimilitud la intimación de pago inmediata, que no obstante, podrá difuminarse con la oposición de excepciones. 2.1 Requisitos Los requisitos del título ejecutivo son: a) consignar una obligación de dar sumas de dinero, b) suma que debe ser líquida o fácilmente liquidable, y c) exigible y de plazo vencido; d) esto debe constar en un instrumento público, o privado que debe bastarse a sí mismo. El juicio ejecutivo no investigará nada que no conste en el título. En consecuencia el crédito debe ser cierto para poder ser ejecutado, ya que si el mismo fuere dudoso o controvertido se debería recurrir a un juicio de conocimiento. Por eso, para que proceda la vía ejecutiva es menester que concurran ciertos extremos que se desprenden del art. 520: a), que el título consigne una obligación de dar una suma de dinero; b), que se trate de una suma líquida o parcialmente liquidable y c), que la obligación sea exigible, vale decir, que sea de plazo vencido y que no se encuentre subordinada a condición o prestación. También es requisito esencial de aquella admisibilidad que el título ejecutivo se baste a sí mismo, es decir que contenga todos los elementos enunciados anteriormente y para el caso de que el documento en cuestión se remita a otro, deben acompañarse ambos, pues de lo contrario no se cumple dicho recaudo (CNCiv., Sala G, 1985/08/26, "Schwartzman, Mirtha A. y otro c. Hojman, Rubén E.", La Ley, 1986-A, 192). En síntesis, los presupuestos sustanciales del título ejecutivo (requisitos necesarios) son: • Obligación de dar sumas de dinero • Suma líquida o fácilmente liquidable, • Deuda exigible • Objeto cierto • Plazo vencido o condición cumplida • Que conste en instrumento público o privado. a) Obligación de dar sumas de dinero: Solamente pueden llevarse a juicio ejecutivo deudas u obligaciones de dar sumas de dinero. Si la obligación fuese en moneda extranjera, la ejecución se ha de promover en su equivalente convertido de conformidad con la cotización que informe el Banco Central de la República Argentina, que es a nuestro criterio, el banco oficial que menciona el art. 530, párrafo 3º. La jurisprudencia afirma que, el art. 520 del Código Procesal limita la vía ejecutiva a los títulos enumerados en el art. 523, de los cuales surge una obligación exigible de dar cantidades líquidas de dinero o fácilmente liquidables (CNCiv., Sala D, 1997/05/30, "Cargill S. A. c. Valarino, Domingo", La Ley, 1997E, 165). En tanto que un instrumento público constate una obligación exigible de dar cantidades de dinero líquidas o fácilmente liquidables, existirá título ejecutivo. Y ello será así con prescindencia del título ejecutivo organizado por el art. 4° de la ley 21.309 (Adla, XXXVI-B, 1093), en cuanto están cumplidos los recaudos de los arts. 520 y 523, inc. 1° (CNCiv., Sala A, 1989/08/18, "Rolandi, Carlos A. c. Aranda, José L.", La Ley, 1989-E, 81). En cambio, la escritura hipotecaria es título ejecutivo siempre que de ella surja una obligación en dinero líquida y exigible. Por tanto, no reviste tal cualidad aquella mediante la cual se garantizaron las deudas que una persona contraiga hasta determinada suma de dinero y que surjan documentadas, según la escritura hipotecaria, en cualquier título de crédito o documento equivalente al que las partes acuerden carácter ejecutivo, máxime si el actor no adjuntó ninguno de los títulos ejecutivos mencionados, ni instrumentó alguno con los requisitos del art. 520 del Código Procesal (CNCiv., Sala D, 1997/06/27, "Compañía Elaboradora de Productos Alimenticios S. A. c. Gentile, Norberto", La Ley, 1998-B, 188). Pero, si bien toda obligación cuyo objeto no sea dar sumas de dinero es convertible en una de tal objeto dinerario (art. 505 inc. 3º, Código Civil), ello no puede llevar a juzgar que esa conversión se produce automática y mecánicamente por causa del incumplimiento del deudor, con el efecto de que toda obligación sería ejecutable, en tanto cumpla también el recaudo de resultar de título ejecutivo originario o derivado de la preparación de la vía. Tal efecto significaría eliminar la limitación legalmente impuesta por el art. 520 del Código Procesal al objeto de las obligaciones ejecutables, que sólo puede consistir en dinero o moneda extranjera (del voto en disidencia del doctor Cuartero) (CNCom., Sala D, 1995/04/20, "Rosciano, Rubén S. c. Texart Icsa y otro", La Ley, 1995-E, 261). b) Suma liquida o fácilmente liquidable Una suma es liquida cuando está especificada en el título (por ejemplo un cheque), y es fácilmente liquidable cuando para determinar la suma alcanzaría una simple operación aritmética (v.gr.: en un contrato de alquiler sumar los meses que debe el deudor). Se ha dicho que, únicamente constituyen título hábil para promover ejecución -previo reconocimiento de firma por parte del deudor- aquellos instrumentos privados en los cuales conste un reconocimiento de deuda autónomo, líquido o fácilmente liquidable y exigible que provenga de una manifestación explícita del obligado en tal sentido, cuya interpretación no resulte incompatible con la limitación de conocimiento que es propio del juicio ejecutivo (CNCom., Sala C, 1990/08/28, "Electromecánica del Ascensor S. R. L. s/quiebra c. Bressan, Albano", La Ley, 1991-B, 68, con nota de José María Curá y Mariana Vázquez DJ, 1991-1-783). El Código Procesal ordena la integración de un título que, una vez cumplida, satisfaga las condiciones ejecutivas del art. 520 del mismo ordenamiento; esto es, que contenga el reconocimiento autónomo de deuda líquida y exigible formulado por el deudor, o bien que dicho reconocimiento pueda ser intelectualmente aislado de cualquier contraprestación a cargo del acreedor (CNCom., Sala A, 1999/10/29, "Instituto de Servicios Sociales para el Personal Ferroviario c. Hospital Privado Córdoba S. R. L.", DJ, 2000-2-579). Sólo constituyen, en general, título hábil para promover ejecución, todos aquellos instrumentos privados en los cuales consta un reconocimiento autónomo de deuda líquida (o fácilmente liquidable), y exigible, que no requieran una interpretación incompatible con la limitación de conocimiento que es propia del proceso ejecutivo (CNCom., Sala C, 1994/12/09, "Banco Central c. Rodríguez, Juan de Dios", La Ley, 1995-C, 687, J. Agrup., caso 10.375). Pero si el monto no es líquido o fácilmente liquidable, no se hallan reunidos los exigencias imprescindibles para que pueda prosperar una causa ejecutiva. Asimismo, si el título ejecutivo es inhábil porque la deuda no es líquida, no es exigible o faltan los requisitos inherentes a la legitimación, no es razonable reconocer que se ha cumplido, aunque parcialmente, las obligaciones oportunamente asumidas en el mismo (CNCiv., Sala H, 1997/04/21, "Banco del Buen Ayre S. A. c. Spinelli, Pablo J.", La Ley, 1997-E, 310). Cabe destacar que, el ejecutante debe proveer el cálculo que revele la cantidad líquida de dinero cuya ejecución solicita no bastando con su manifestación de que el monto es fácilmente liquidable, de lo contrario su pretensión sería inadmisible. Sin embargo si el ejecutado reconoce la existencia de la deuda la ejecución procede hasta la cifra reconocida (CNCom., Sala D, 2000/06/05, "Banco de la Provincia de Buenos Aires c. Cidade, Sergio Oscar y otros", ED, 189-483). Asimismo, para que el documento que se pretende ejecutar traiga aparejada ejecución el mismo tiene que contener la indicación de los sujetos activos y pasivos de la obligación, que se trate de una deuda líquida o fácilmente liquidable y exigible, es decir, que sea una deuda de plazo vencido sujeta a condición no sujeta a condición o prestación (C. Civ. y Com., San Isidro, Sala I, 1996/11/07, "Areco, Gloria c. Roldán, Javier", LLBA, 1997-755). Por otro lado el artículo 522 establece “que si del título ejecutivo resultare una cantidad liquida y otra que fuese ilíquida, podrá procederse ejecutivamente respecto de la primera”. De ello surge que la deuda puede ser parcialmente liquida, y en ese caso el acreedor podrá reclamar solo la parte líquida. Para lograr el cobro de la deuda ilíquida al acreedor deberá recurrir a un juicio de conocimiento. c) Deuda exigible La obligación resulta exigible cuando la deuda cierta ha vencido y se encuentra en mora. Además hay que tener en cuenta que si ella esta documentada en instrumento público o privado, esto no convierte en exigible la deuda, sino el vencimiento del plazo de pago. Si no hay exigibilidad no hay título ejecutivo. Si de los términos del título surge una deuda exigible, por haber vencido el plazo para su pago, éste es hábil para proceder ejecutivamente (CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1996/09/17, "Banade, patrimonio en liquidación c. Fazio, Luis R. y otro", La Ley, 1997-B, 520) Descalificado el título como pagaré, el vencimiento a la vista obsta a considerar el reconocimiento de deuda como continente de una obligación ciertamente exigible (CNCom., Sala A, 1995/03/17, "Citibank N. A. c. Dieguez, Carlos E.", ED, 163-383). Si el mutuo hipotecario acordado por las partes constituye una deuda única que debió ser restituida en cuotas con vencimiento escalonado, el principio general es que la prescripción corre para cada cuota desde el momento en que sea exigible, pero, cuando se estipula que el atraso en una de ellas determina la caducidad del plazo vigente para todas las no vencidas, la prescripción corre desde el momento en que se verifica tal contingencia, pues el acreedor se encuentra en condiciones de exigir el pago íntegro de la deuda, ya sea por vía extrajudicial u ocurriendo ante el órgano jurisdiccional correspondiente (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 2000/04/26, "Banco de la Nación Argentina c. Bombal, Rosa Y. y otro", La Ley, 2000-D, 895 [42.967-S]). d) Plazo vencido o condición cumplida El recaudo se integra con el precedente de exigibilidad ya mencionado; la particularidad está en que la exigibilidad admite la actuación directa del acreedor, mientras que el plazo o la condición cumplida hacen a la esencia ejecutiva del título. Precisamente por eso, la obligación que tenga un plazo para su cumplimiento y que este vencido, es la única que podría exigir el cumplimiento de la obligación y por lo tanto, su inexistencia, determinaría la falta de título ejecutivo. Empero, la mora no constituye un presupuesto de ejecutividad del pagaré, en tanto basta a tales efectos que reúna las exigencias previstas por el art. 520 del Código Procesal, de instrumentar una obligación líquida y exigible, de plazo vencido (CNCom., Sala E, 1999/06/04, "Baghdo, Emilio J. c. Microómnibus Ciudad de Buenos Aires", La Ley, 2000-A, 173). La deuda se torna exigible cuando es de plazo vencido, pero a veces, el cumplimiento del término no lleva necesariamente a la exigibilidad del crédito, porque ello puede depender del tipo de deuda o de la liquidez que consiga demostrar. Cuando la deuda está vencida, pero no es exigible, la vía es preparar la vía ejecutiva, porque se trata de un típico instrumento incompleto para estar revestido de las características del título ejecutivo. La diferencia entre mora y plazo de cumplimiento es necesaria para comprender cuándo se puede proceder ejecutivamente. Por ejemplo, si la accionante aceptó previamente de un tercero el importe correspondiente al pago de la cuota anterior del crédito hipotecario otorgado al ejecutado, e intimó el mes siguiente al deudor con posterioridad al vencimiento de la cuota correspondiente, concediéndole un nuevo plazo para el pago, su actitud de no aceptar, dentro del término fijado, el pago que pretendía realizar aquel tercero importó ponerse en contradicción con sus propios actos y además hizo inexistente la mora del deudor, por lo que no siendo exigible la deuda, el título ejecutivo resultaba inepto y por ende resulta fundada la inhabilidad de título opuesta (CPergamino, 1997/03/20, "Banco Crédito Argentino S. A. c. Nicita, Carlos A.", LLBA, 1997-611). 2.2 Títulos completos e incompletos Fuera de las características recién expuestas, la demanda ejecutiva presenta otras características que vuelven a condicionar la rapidez del procedimiento. En efecto, se clasifican los títulos ejecutivos en completos e incompletos. Los primeros aparejan por sí solos ejecución (arts. 520 y 523), mientras que los restantes son aquellos a los que le falta alguno de los requisitos mencionados, pero que pueden integrar a través de una etapa previa de formación (arts. 525 y 526). Por tanto, no existen problemas en que las partes acuerden darle fuerza ejecutiva a un documento que celebren entre ellas, pero si no se encuentra dentro de los enumerados en el art. 523, será preciso recurrir a la etapa de plenitud formal. Así se ha dicho que, la circunstancia de que las partes convengan la procedencia de la vía ejecutiva no autoriza a accionar por dicha vía si el instrumento carece de los requisitos exigidos por la ley para hacerla admisible (C.Civ. y Com., Junín, 1990/10/25, "Cooperativa Agrop. Ltda. de Carabelas c. Restaine, Damián y otro", La Ley, 1993-C, 376). Opción por proceso de conocimiento Art. 521. -- Si, en los casos en que por este Código, corresponde un proceso de ejecución, el actor optare por uno de conocimiento y hubiese oposición del demandado, el juez, atendiendo a las circunstancias del caso, resolverá cuál es la clase de proceso aplicable. 1. Preferencia por el juicio de conocimiento pleno Si bien el art. 521 del Código Procesal permite que el sujeto que tiene un título ejecutivo opte por promover y tramitar un proceso de conocimiento, esa posibilidad -acotada, puesto que en caso de oposición del demandado la cuestión queda sometida a la decisión del juez interviniente-, no prevé, ni supone la inversa (CNCom., Sala D, 1990/04/11, "Deutsche Bank c. Mosquera, Alejandro P.", La Ley,1992-B, 156, con nota de Alejandro C. Verdaguer - JA, 1990-III-367 - ED, 138-185). Por ello, promovido el proceso de conocimiento en ejercicio de la opción mencionada haciéndolo en en forma reconvencional, y consolidada su sustanciación por la realización de actos procesales que corresponden a su estructura, ya no es posible transformarlo (o reconvertirlo), en proceso de ejecución. El cambio operado deviene, por lo tanto, definitivo, irreversible y excluyente de toda ulterior posibilidad ejecutiva de la pretensión (CNCiv., Sala D, 1980/08/19, "Meneset, Marcos c. Masri, David", La Ley, 1981-B, 60). 2. Oposición del demandado En la práctica cotidiana la opción por el juicio pleno es un caso académico, de modo tal que la oposición resulta más excepcional aún. De todos modos, el tiempo para plantearlo ocurre al contestar la demanda, y debe ser fundada en el sentido de demostrar el perjuicio que le provoca esa alternativa (v.gr.: mayores costos del juicio de conocimiento). La resolución del Juez debe ser inmediata, sin esperar la audiencia del art. 360, porque se trata de asignar el trámite correspondiente a la pretensión entablada. Esta claro que la oposición no se sustancia, y que la decisión es irrecurrible (art. 319 párrafo final). Deuda parcialmente líquida Art. 522. -- Si del título ejecutivo resultare una deuda de cantidad líquida y otra que fuese ilíquida, podrá procederse ejecutivamente respecto de la primera. 1. Ejecución parcial de la deuda La ejecución parcial depende de las condiciones de liquidez, vencimiento y exigibilidad que tiene la deuda. Si ella es en parte líquida y en parte ilíquida, basta consignar la líquida con el reconocimiento del deber de satisfacer la parte ilíquida ulteriormente (CNCiv., Sala E, 1995/11/02, "Gallo Dartayet, Susana G. c. Mandirola, Roberto J.", La Ley, 1996-C, 788). En tal sentido se indica que, si se trata de una deuda en parte líquida (la cantidad ya fijada en la sentencia), y en parte ilíquida (la cantidad que en definitiva correspondiere en razón de la mora), rige entonces el art. 743 del Código Civil, en cuya virtud podrá exigirse por el acreedor, y deberá hacerse el pago por el deudor, de la parte líquida, antes de que pueda tener lugar el pago de la que no lo sea. Y si bien el precepto se refiere a la facultad del acreedor y al correlativo deber del deudor, la doctrina y jurisprudencia han interpretado que si el deudor o un tercero depositan en calidad de pago la totalidad de la parte líquida de la deuda, el acreedor está obligado a aceptarlo, sin que pueda argüir que se trata de un pago parcial. En consecuencia, para calcular la desvalorización habida desde la mora en el cumplimiento de la sentencia, deberá computarse desde entonces hasta el pago, deducir éste, y reajustar nuevamente el pago resultante. Por tanto, si la regulación de honorarios había quedado consentida por los obligados en cuanto a la cantidad líquida y encontrándose sólo pendiente en su caso un "plus" de incrementos solicitado por la ejecución del crédito, resulte procesalmente admisible la ejecución de aquélla en virtud del art. 502, última parte, del Código Procesal, que permite, en caso de condena al pago de una cantidad en parte líquida y en parte ilíquida, proceder a ejecutar la primera sin esperar que se liquide la segunda, supuesto admitido expresamente por el art. 499, apart. 2° según reforma de la ley 22.434, elemento no desdeñable de interpretación (CNCiv., Sala F, 1981/04/01, "Job, Alberto F.", La Ley, 1981-D, 211 -ED, 93-687). También se ha dicho que, si la sentencia fija una cantidad líquida y otra a liquidar en el procedimiento de ejecución de sentencia, fijando para el cumplimiento un plazo de 10 días, éste corre para la suma líquida a partir de la ejecutoria de aquélla y a su vencimiento al acreedor podía iniciar el trámite para hacerla efectiva. Pero si el acreedor, procede primero a liquidar la parte ilíquida, iniciando la ejecución de sentencia con la planilla liquidatoria aprobada, la obligación de la demandada se torna exigible después de transcurrir los 10 días hábiles desde el momento que la vendedora liquida la deuda, y la contraparte conoce la suma de dinero que debe pagar (C2ª Civ. Com. Tucumán, 1978/02/02, "Zanetta de Correa, María L. c. Petronorte, S. A.", SP LA LEY, 979-120). Títulos ejecutivos Art. 523. -- Los títulos que traen aparejada ejecución son los siguientes: 1. El instrumento público presentado en forma. 2. El instrumento privado suscripto por el obligado, reconocido judicialmente o cuya firma estuviese certificada por escribano con intervención del obligado y registrada la certificación en el protocolo. 3. La confesión de deuda líquida y exigible prestada ante el juez competente para conocer en la ejecución. 4. La cuenta aprobada o reconocida como consecuencia del procedimiento establecido en el art. 525. 5. La letra de cambio, factura de crédito, cobranza bancaria de factura de crédito, vale o pagaré, el cheque y la constancia de saldo deudor en cuenta corriente bancaria, cuando tuvieren fuerza ejecutiva de conformidad con las disposiciones del Código de Comercio o ley especial”. 6. El crédito por alquileres o arrendamientos de inmuebles. 7. Los demás títulos que tuvieren fuerza ejecutiva por ley y no estén sujetos a un procedimiento especial. 1. Clasificación de los títulos El código enumera sin demasiado orden ni rigurosidad una serie de instrumentos públicos y documentos privados a los que les reconoce fuerza ejecutiva directa; sin embargo, la diversidad provoca confusiones en orden al trámite procesal porque, aun encontrándose admitidos como títulos ejecutivos a los que corresponde el juicio previsto en el título, ocurre que algunas de las formas instrumentales aprobadas tienen una regulación especial que juegan diferentes aunque preserven las etapas ineludibles que señala el art. 543. Algunos de los títulos enumerados por el art. 523, como los instrumentos públicos y los papeles de comercio, traen aparejada ejecución, pues son títulos completos. Los restantes, en cambio, requieren ser complementados o perfeccionados, e incluso formados, mediante el cumplimiento de ciertos trámites previos a la apertura del juicio ejecutivo (CNCiv., Sala H, 1997/02/28, "Rossman, Juana E. c. Calegari, Guillermo", La Ley, 1997-D, 878, J. Agrup., caso 11.771) Señala Fenochietto que lo expuesto dificulta el estudio armónico del tema al plantear no pocas dificultades interpretativas, por ejemplo, si se pretende aplicar la doctrina de los juicios ejecutivos cambiarios, con títulos esencialmente abstractos, a otros títulos causados y de naturaleza civil. Agregando que, el precepto induce a confusión al referirse, en algunos incisos, a la forma del documento en que consta el título (así, instrumento público, privado) y en otros al título mismo (letra de cambio, crédito por alquileres). El instrumento es portador del título, pero, para aparejar ejecución, necesariamente deberá contener los presupuestos legales que atañen a su existencia (obligación dineraria líquida y exigible). Por ejemplo, el pagaré mercantil es título ejecutivo, mientras sea exigible y, en cambio, cuando está pendiente de vencimiento, no lo es; sólo un abuso de lenguaje permite atribuir carácter de título al instrumento carente de exigibilidad (Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, tomo 3, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1999, pág. 19). 2. Instrumento público (Inciso 1º) El instrumento público (art. 979, Código Civil) hace plena fe entre las partes y frente a terceros, y recibe la calidad de título ejecutivo cuando contiene una deuda pactada que se encuentra vencida y en condiciones de ser exigible. La fuerza del acuerdo entre partes aumentado por la calidad del funcionario que lo emite, asigna al título una condición especial que hace inadmisible en el juicio ejecutivo la redargución de falsedad del instrumento. Por eso, si el cuestionamiento del deudor se dirige a la falsedad ideológica del título, por tratarse ésta de una cuestión ajena a la naturaleza sumaria que caracteriza al proceso de ejecución, deviene improcedente (CNCiv., Sala A, 1998/06/09, "Villaflor, Alejandro P. c. Muñoz, Eusebio", La Ley, 1998-E, 586). En líneas generales, constituye título ejecutivo el reconocimiento de deuda con firma del deudor, certificada por instrumento público, al cual éste le asignó fuerza de título ejecutivo y en el que consta la obligación de pagar una suma de dinero líquida, que a la fecha de la ejecución se tornó exigible (CNCiv., Sala B, 1997/04/17, "Kraft Suchard Argentina S. A. c. Camerota, Oscar A.", La Ley, 1997-D, 584). El instrumento público se ejecuta con su documento original o con el testimonio que lo acredita, y aun con la fotocopia autenticada que constata su celebración y demás condiciones. Por eso, las circunstancias alegadas por el deudor en torno al domicilio contractual expresado en el mutuo hipotecario no son susceptibles de ser admitidas en el juicio ejecutivo, toda vez que están dirigidas a cuestionar la validez de un instrumento público cuyas constancias hacen plena fe hasta que sea argüido de falsedad en acción civil o criminal (CNCiv., Sala F, 1995/12/12, "Jáuregui, Rubén D. y otro c. Rodríguez, Ricardo J. y otro", La Ley, 1996-C, 366). 3. Documentos privados (Inciso 2º) La estipulación contractual mediante la cual se acuerda fuerza ejecutiva a un instrumento privado es irrelevante si no concurren los presupuestos concernientes a la estructura y función del título ejecutivo. Ello, en tanto no basta el pacto de la vía ejecutiva para determinar por sí sola la existencia de un título ejecutivo válido. Por tanto, si la ejecución se ha promovido sobre la base de un instrumento privado su admisibilidad como título hábil a dicho fin, exige además del previo reconocimiento de la firma por el deudor (art. 523, inc. 2°)que en él conste una deuda líquida y exigible y no requiera una interpretación incompatible con la limitación de conocimiento que es propia del juicio ejecutivo (CNCiv., Sala G, 1985/08/26, "Schwartzman, Mirtha A. y otro c. Hojman, Rubén E.", La Ley, 1986-A, 192). Constituye título hábil para promover la ejecución todo instrumento privado en el que consta el reconocimiento de una deuda líquida y exigible, previo reconocimiento de la firma por parte del deudor (CNCom., Sala A, 1997/02/28, "Banco Río de la Plata S. A. c. Meijome, Silvana", La Ley, 1997-C, 998, J. Agrup., caso 11.588). Ahora bien, si el instrumento expresa la obligación de pagar una suma líquida y es privado, es un título ejecutivo incompleto, de allí la necesidad de la preparación de la vía ejecutiva a los fines de completarlo. Tal circunstancia se logra si iniciada la ejecución del título la firma no es desconocida por la persona a la que se le atribuye. En consecuencia, el instrumento privado suscrito por el obligado, y reconocido judicialmente constituye un título ejecutivo (CNCiv., Sala E, 1992/08/18, "Barlett, Daniel E. c. Forte, Miguel A.", La Ley, 1993-B, 451, J. Agrup., caso 8895). No obstante, el solo reconocimiento de un instrumento privado no le otorga al mismo la claridad de título ejecutivo, pues también debe reunir los presupuestos procesales que abren la vía ejecutiva, a saber legitimación sustancial activa y pasiva, objeto cierto y determinado, plazo vencido y obligación pura o condición cumplida. No parece exacto que en la ley procesal nacional argentina, el título ejecutivo suponga comprobación fehaciente de la obligación; resulta difícil atribuir fehaciencia (habida cuenta de las condiciones de la dación de fe en el derecho privado), al peculiar título consistente en el certificado de saldo deudor de cuenta corriente bancaria (art. 523, inc. 5° citado; Código de Comercio, art. 793), emanado para colmo del acreedor que en el régimen bancario en vigencia; o mucho más difícil aún, al certificado de deudas por expensas comunes, expedido por el consorcio de propietarios; más bien se presenta como preferible interpretar que el título ejecutivo llamado "convencional" por la doctrina procesalista es un sucedáneo histórico por extensión, de la ejecutoria de sentencias con fundamento ontológico en el rigor formal antes que en la fehaciencia, pero con un menor grado de certeza. Basado en esta apreciación, se ha dicho que el convenio otorgado en instrumento privado por el cual un letrado se comprometió a iniciar y proseguir hasta su total terminación un juicio pactándose por ello los honorarios, que le corresponderían, no trae aparejada ejecución en los términos de lo dispuesto en el Código de Procedimiento, ni puede prepararse a su respecto la vía ejecutiva, pues las cuestiones que podrían suscitarse en esa contienda excederían el limitado ámbito cognoscitivo del juicio ejecutivo, de donde también se desprendería una lesión a la garantía de defensa en juicio (C.Civ. y Com., Junín, 1997/05/29, "Muñoz Saggese, Orlando J. c. Eguren, María E. A.", LLBA, 1998-372). En síntesis, el documento privado que tiene ejecución directa es aquél que no necesita citar a la otra parte para que reconozca la firma, exigiéndose para ello que la misma se encuentre registrada en el protocolo del escribano interviniente. En caso contrario, no tiene el ejecutante la obligación de demostrar la autenticidad de la firma del ejecutado inserta en el título, puesto que él no obra en virtud de un instrumento privado simplemente, sino de un título ejecutivo, es decir, de un verdadero documento idóneo en sí mismo para servir como prueba de la existencia de la obligación. 4. Confesión de deuda líquida y exigible (Inciso 3º) La confesión que refiere la norma se vincula con la declaración (espontánea o provocada) que celebra ante Juez competente, la persona que admite ser deudor de quien pretende usar el documento como título ejecutivo. En realidad, el requisito de confesar "deuda líquida y exigible" no es tan estricto, porque en los hechos es suficiente admitir la existencia del crédito, mientras que del contenido del instrumento surjan las condiciones establecidas. Obviamente, encontrándose allí indicados las sumas a pagar, las fechas de vencimiento y el estado actual de la deuda; en conjunto surgirá la mora y la exigibilidad respectiva. Inclusive la mención al "juez competente" no fija una disposición ineludible, porque lo que pretende es asegurar la intervención del juez natural evitando el juzgamiento por "comisiones" o "tribunales especiales"- en el acto donde sucede la confesión. En tal sentido, es válida la confesión prestada ante juez que era a la sazón competente, aunque el mismo haya devenido luego incompetente. 5. Cuentas aprobadas judicialmente El título ejecutivo lo conforma el documento que por sí sólo no trae aparejada ejecución, y es sometido al reconocimiento del deudor en los términos del art. 525 inciso 1º. No se trata obviamente de las cuentas judiciales que son producto de la liquidación (art. 503) o de la tasación de costas (art. 77), ni de aquellas que provienen del procedimiento reglado en los arts. 652 y ss. La norma se aplica a los casos poco frecuentes de las cuentas corrientes no bancarias que se deben integrar con la admisión y demás requisitos cartulares, para convertirse en título ejecutivo hábil y suficiente. Debe distinguirse entre el pedido de revisión de una cuenta corriente aprobada y la solicitud de rectificación; porque ésta no reabre la cuenta a una rendición general, en cuanto persigue la discusión de determinados artículos cuya impugnación se hace específica y determinada. Por su parte la revisión, en cambio, pone en tela de juicio la cuenta toda, lo cual no es permitido por la ley so pena de hacer interminables los juicios y favorecer a los deudores de mala fe (C.Civ. y Com., Rosario, Sala IV, 1993/03/10, "Liscawe S. A. c. Banco Popular de Rosario", La Ley, 1994-A, 219, con nota de Osvaldo R. Gómez Leo). Resulta así que de aplicar este procedimiento a las cuentas bancarias, y en particular al saldo emergente, provocaría un trámite inusitado que desvirtuaría la operatividad propia del sistema. Por ello, no existe obstáculo a la preparación de la vía ejecutiva fundada en un contrato de adhesión a una tarjeta de crédito y en un resumen de cuenta desde que el art. 523 habilita la "cuenta aprobada o reconocida" como título ejecutivo (CNCom., Sala D, 1992/09/25, "Finvercon Cía. financiera c. Leis, Héctor H.", La Ley, 1993-E, 647, J. Agrup., caso 9442). Inclusive, habiendo las partes acordado fuerza ejecutiva a la certificación de cuenta aprobada, líquida y exigible que haga el banco emisor de la tarjeta de crédito, acuerdo que no halla obstáculo legal, satisfaciendo los requisitos impuestos por el art. 523 del Código Procesal de la provincia de Buenos Aires para la procedencia del juicio ejecutivo, ha de reconocerse a la misma naturaleza de título ejecutivo hábil (C1ª Civ. y Com., San Nicolás, 1995/12/05, "Banco de la Provincia de Buenos Aires c. Negri, Roberto J. y otra", LLBA 1996-1101). 6. Títulos de crédito (Inciso 6º) En materia de títulos de créditos la ley procesal no asigna más que dos condiciones, una referida a la calidad del documento a ejecutar en cuanto sea una deuda líquida, vencida y exigible; y la otra, respecto a los trámites inevitables del procedimiento ejecutivo (art. 546). En lo demás, hay remisiones permanentes a las leyes especiales o al Código de Comercio. 6.1 Letra de cambio El alcance y la extensión del derecho a la letra de cambio se encuentra limitado a los términos acordados en el documento de acuerdo a los principios de literalidad y completividad que inspiran y gobiernan el derecho cambiario, y determinan que las relaciones emergentes del título se encuentran delimitadas y subordinadas a la escritura inscripta en él (CNCom., Sala A, 1998/12/30, "Atuel Fideicomisos Co. S. A.", La Ley, 1999-C, 45). Para el ejercicio de la acción causal es necesario que: a) de la relación determinante de la creación o transmisión de la letra de cambio derivase alguna acción y subsista, vale decir que no esté extinguida; b) que el pagaré haya sido protestado comprobando la no aceptación o el no pago, mediante protesto formalizado en tiempo útil; c) que se restituya el pagaré; d) que se hayan cumplido las formalidades para que el deudor requerido pueda ejercer las acciones regresivas que le competen. La letra de cambio y el pagaré protestados, o dispensado del protesto, son títulos ejecutivos de modo que, frente a ellos, el tribunal tiene el deber de deducir la existencia del derecho del acreedor, salvo que el presunto deudor formule oposición, en cuyo caso asume la carga de la prueba de la falsedad del título y de la inexistencia del derecho del acreedor. En la ejecución de títulos como el pagaré o la letra de cambio, la falta de legitimación pasiva "ad causam" puede proponerse como defensa, sólo que a nivel de falsedad material extrínseca y mediante la alegación de desconocimiento o negativa de autenticidad de la rúbrica atribuida al presunto deudor. Se trata de una defensa, en cuanto se afirma la inexistencia de uno de los elementos constitutivos de una determinada relación jurídica. El accionado no se opone al progreso de la acción alegando hechos impeditivos u obstativos que excluyan o permitan anular o impedir los efectos jurídicos del hecho constitutivo en el cual se funda la acción; sino que simplemente niega la existencia de la obligación que se le atribuye, al no haber concurrido a suscribirla En este aspecto se afirma que, dentro de la normativa del decreto-ley 5965/63 (Adla XXIII-B, 936) no se prevé, entre los obligados cambiarios, la figura del cónyuge, indicándose que todos los que firman una letra de cambio, como libradores, endosantes o avalistas quedan solidariamente obligados hacia el portador, por lo que si el cónyuge no firmó en alguna de las condiciones mencionadas y sólo lo hizo en su carácter de esposa del suscriptor no resulta obligada al pago, por no existir nexo cambiario siendo procedente la excepción de inhabilidad de título (C1ª Civ. y Com., Mar del Plata, Sala II, 1996/12/12, "Banco Shaw S.A. c. Colombo, Rolando E. y otra", LLBA, 1997191). Inclusive, se agrega que por imperio del art. 8º del decreto-ley 5965/63, el que firma una letra de cambio o pagaré como representante de una persona de la cual no tiene poder, queda obligado cambiariamente como si lo hubiera firmado en su propio nombre, sin perjuicio de los derechos que la propia ley le concede en contra de quien dice representar (C. Civ. Com. y Contencioso administrativo, San Francisco, 1994/06/22, "Viano, Remigio S. c. Cravero, Héctor R.", LLC, 1994-1027). Por ello, procede también la excepción de inhabilidad de título cuando quien firma una letra de cambio invocando la representación de otro -en el caso, el administrador de un consorcio de propietarios- no invoca ni acredita la existencia de mandato especial en los términos del art. 9º del decreto-ley citado, pues aun cuando esté autorizado a realizar pagos, ello configura un modo de extinción de obligaciones mientras que la suscripción de dichos títulos generan aquéllas (CNCom., Sala A, 2000/03/30, "Foster, Julio c. Consorcio de Propietarios Avda. Corrientes 2564/74", La Ley, 2000-D, 647 - DJ, 2000-21193). Sin embargo, si el ejecutado de una letra de cambio niega la autorización del mandatario para suscribir dichos títulos invocando su representación, incumbe al ejecutante producir la prueba enderezada a demostrar la existencia del mandato especial que lo facultaría a ello, pues resulta de la integración del título que de otro modo ostentaría el carácter de incompleto (mismo fallo anterior). En el marco de la ejecución cambiaria -en el caso, se pretende realizar el crédito que surge de una letra de cambio-, es insuficiente el embargo del mismo con notificación al deudor del embargante, debiendo secuestrárselo de quien sea su portador (CNCom., Sala B,1999/06/16, "Cooperativa de Crédito Santa Elena Ltda. c. Mindori, Oscar A.", JA, 2000-III-605). Cabe agregar que, los certificados de depósito a plazo fijo, de conformidad con la ley 20.663, se rigen supletoriamente por el decreto-ley 5965/63 -régimen de letra de cambio, vales y pagarés- y son títulos de crédito causales que gozan de los caracteres de necesidad, literalidad y autonomía (CNCom., Sala E, 2000/06/15, "Vázquez, Héctor J. y otro c. Fabregas, Marcela D.", La Ley, 2000-F, 527 - DJ, 2000-3-1118). 6.2 Factura de crédito La Ley 24.760 crea a la factura de crédito como título ejecutivo, que se aplica en la compraventa de cosas, muebles, locación de bienes o servicios o de obra, siempre y cuando se pacte el pago para después de ejecutar el convenio. Es un documento comercial que lleva implícita la mora automática y que en lo pertinente se rige por el decreto 5965/63, por tanto, se constituye en título completo y exigible cuando la deuda deviene exigible por estar vencida. La factura de crédito se agregó al Código de Comercio, pero fue resistida por comerciantes y usuarios privándole del destino prefijado. 6.3 Vale o Pagaré a) Generalidades: Al vale y pagaré también se le aplican las disposiciones del decreto 5965/63. Los pagarés se rigen por las disposiciones específicas de la letra de cambio y otras que atienden a su propia naturaleza. Son títulos abstractos y a la orden, por lo cual, los libradores prometieron incondicionalmente pagar una suma de dinero en el lugar y fecha en ellos expresados (CNCiv., Sala G, 1997/06/03, "Granja Macris S. A. c. Saint Germés, Jorge", La Ley, 1997-F, 336). b) Competencia: A los fines de la atribución de competencia territorial, es suficiente con la designación de una ciudad, sin que sea necesario individualizar un domicilio, por ello debe considerarse cumplido el requisito de fijación del lugar de pago (art. 1º inc. 4º, decreto-ley 5965/63), si a continuación del impreso "pagadero en" se encuentra agregado "Buenos Aires", debiendo interpretarse esta última expresión como referida a la Capital Federal (CNCom., Sala B, 1994/09/15, "Lozal S. A. c. Sociedad Coop. de Obreros del Transporte Automotor", La Ley, 1995-B, 293. La expresión "Buenos Aires" consignada como lugar de pago, debe considerarse referida a la Capital Federal, por ser una sola jurisdicción. En consecuencia, el fuero comercial de la Capital es competente para entender en las acciones por las que se pretende el cobro del instrumento (CNCom., Sala A, 1995/02/13, "Buena, Alberto c. Dertischler S. A.", La Ley, 1995-D, 567). c) Legitimación: En los títulos cambiarios, el portador de la cambial es el verdadero acreedor legitimado para percibir el crédito, por lo cual la prueba instrumental que acredite el pago en los términos del art. 544, inc. 6º del Cód. Procesal debe ser directamente oponible al ejecutante. Esto supone que toda demanda ejecutiva se traba contra quienes hayan suscrito el documento encontrándose varias posibilidades a esclarecer. Una de las más importantes se refiere a la integridad del título; por eso, si bien el mismo se puede crear en blanco, accesoriamente debe ser completado al vencimiento. Por lo tanto, el tenedor legitimado tiene la carga de integrarlo con todos sus requisitos esenciales y en caso de no obrar así no podrá hacerlo valer (CNCom., Sala A, 1995/02/13, "Novak, Mario c. Miglierini, Néstor C.", La Ley, 1995-D, 393. - DJ, 1995-2-927). De acuerdo con lo dispuesto por los arts. 11 y 103 del decreto-ley 5965/63, es perfectamente factible, sin que ello de lugar a ilicitud, la creación de pagarés con alguno o la totalidad de los elementos esenciales en blanco, siempre que los mismos sean completados antes de su presentación al cobro, sea por el mismo suscriptor, el tomador del documento o cualquier portador legitimado (CNCom., Sala C, 1994/12/29, "Francisco, Luis G. c. Malenchini, Sonia I.", La Ley, 1995-C, 687, J. Agrup., caso 10.378). d) Defensas y excepciones: En primer lugar, la excepción de inhabilidad de título carece de sustento fáctico jurídico si tiene como fundamento encontrarse testada la "cláusula a la orden" inserta en el título base de la ejecución, al resultar superflua o intrascendente tal mención en el nexo cartular (CNCom., Sala A, 1996/02/14, "García, María E. c. Berner, Raúl", ED, 169449). Quien firma un título cambiario invocando la representación de otro debe demostrar, conforme lo establecido en el art. 9º, párrafo primero, del decretoley 5965/63 que se encuentra autorizado por mandato especial. Así, si el ejecutado niega la existencia de tal facultad que obliga al eventual mandante, aquél debe producir la prueba tendiente a demostrar la existencia de dicha facultad (CNCom., Sala A, 1998/09/18, "Dimmer S. A. s/ ped. de quiebra por Banco Mayorista del Plata", La Ley, 2000-A, 562 [42.310-S] - ED, 182-430). La denuncia de extravío resulta insuficiente para sustentar la defensa de inhabilidad de título cuando no se ha cumplimentado lo dispuesto por la normativa prevista por el decreto-ley en cita, en materia de cancelación (art. 55, decreto ley 4776/63 -Adla, XXIII-B, 844-). Además, las manifestaciones atinentes a la prejudicialidad resultan inconducentes a ese efecto en tanto el título ejecutado goza de la autonomía y abstracción propia de los títulos de crédito; admitir lo contrario conduciría a la discusión de la causa de la obligación, lo cual está vedado en el juicio ejecutivo (CNCom., Sala A, 1994/12/29, "B. H. Tejidos c. Ojea Maldonado, Elisabet", La Ley, 1995-C, 689, J. Agrup., caso 10.399). En los casos de pagarés a la vista, es exigible desde su presentación al cobro; en tanto el art. 50, párr. 4º del decreto-ley 5965/63 pone el "onus probandi" en cabeza de quien invoca la falta de presentación del título, razón por la cual es inexorable la ponderación de la conducta del acreedor, que debe estar dirigida a facilitar al tribunal y al accionado el esclarecimiento de la verdad objetiva. e) Prescripción: La prescripción de la acción cambiaria directa, derivada de pagarés impagos, corre desde la fecha de su vencimiento (arts. 96 y 103 decreto-ley 5965/63) y, siendo el librador el principal obligado cartular, corresponde aplicar la prescripción del aceptante (art. 104, decreto-ley citado). (CNCom., Sala A, 1999/04/16, "Banco Bansud c. Costa, Sara M.", La Ley, 1999-E, 41). El plazo de prescripción contemplado en el art. 96 del decreto-ley 5965/63 debe computarse desde la fecha del protesto o, en su defecto, desde la expiración del plazo legal o convencional para la presentación (CNCom., Sala B, 1996/09/25, "Banco de la Ciudad de Buenos Aires c. Muñoz Wright y otro", La Ley, 1997-C, 535 - DJ, 1997-1-230) En cambio, resulta aplicable el plazo de prescripción de diez años (art. 846, Código de Comercio), y no el del art. 96 citado, si lo que se ejercita no es la acción cambiaria, sino la causal derivada del contrato de mutuo instrumentado en el pagaré. El pagaré con vencimiento el mismo día de su creación no es inhábil, pues el art. 35, no lo condiciona en ese supuesto, y tampoco es aplicable el art. 99, por no existir plazo (CNCom., Sala E, 1994/11/25, "Leonardi de Rodríguez, María c. Eichenbaum, Mariana C. y otro", La Ley, 1995-C, 687, J. Agrup., caso 10.379). f) Condiciones del título: De conformidad con lo dispuesto en el art. 33 del decreto-ley 5965/63, no puede negarse calidad cambiaria al pagaré cuyo aval se ha instrumentado por separado, caso en el cual no es necesario el reconocimiento de firma del avalista, pues el mismo posee iguales efectos que el aval instrumentado en el título. No mediando indicación especial, se considera lugar de pago del pagaré el de creación del título (CNCom., Sala D, 1995/05/31, "Inversora Wislok S. A. c. Alvarez, Roberto E. y otro", La Ley, 1997-C, 970 [39.565-S]). Recuérdese que el art. 1º inc. 5º establece que el vale o pagaré debe contener la indicación del lugar de pago. Ello constituye un requisito natural del título de crédito y a falta de esa manifestación especial, el lugar de creación del título se considera lugar de pago y, consecuentemente, atributivo de competencia territorial. En el caso del pagaré que no contiene indicación del lugar de libramiento sólo es válido como título ejecutivo privado que documenta una obligación exigible de dar una suma de dinero, si ha sido debidamente reconocido por el deudor, ya sea por la vía preparatoria o bien por el reconocimiento habido en el decurso de la causa. El pagaré en el cual no consta el lugar de libramiento no es válido como tal, en tanto se trata de un requisito esencial cuya ausencia lo torna inhábil, sin perjuicio de que el mismo mantenga su rango de título ejecutivo privado que documenta una obligación exigible de dar una suma líquida de dinero. Las fechas de vencimiento indicadas en los ángulos superiores de los pagarés no integran ni forman parte de los mismos y, por lo tanto, sus enmendaduras o raspaduras no los invalidan pues no encuadran en las alteraciones del texto a las que se refiere el decreto 5965/63 (CNCom., Sala D, 1993/10/15, "Heredia, Francisco G. c. Brizuela, Vicente L. A. y otro", La Ley, 1994-B, 704, J. Agrup., caso 9682). 6.4 Saldo deudor de cuenta corriente bancaria En el contrato de cuenta corriente bancaria se da una novación de las obligaciones resultantes de las operaciones realizadas en un determinado lapso que pasan a engrosar esa masa común de créditos y deudas que sólo definen la condición de acreedor o deudor con la finalización de la cuenta, oportunidad en que se establece el resultado de la relación y se determina el saldo de la cuenta, identificándose así la persona del deudor y del acreedor de la relación. La Corte ha sostenido que, a la facultad de los bancos de emitir certificados con calidad de títulos ejecutivos -en el caso, saldo deudor de cuenta corriente bancaria- se suma la particularidad de admitir como base del juicio dichos documentos, creados por el propio acreedor sin ninguna participación del deudor, pudiendo debilitarse el derecho de defensa de éste (del voto en disidencia de los doctores Moliné O'Connor, Fayt y López. La mayoría declaró inadmisible el recurso) (CS, 2000/02/15, "Banco de Corrientes c. Pretel, Oscar H.", La Ley, 2000-F, 854 - DJ, 2001-1-395 - Fallos 323:71). La normativa vigente que exige que el certificado de saldo deudor esté firmado por gerente y contador del banco emitente, no puede razonablemente entenderse que excluya a otro funcionario que se encuentre desempeñando la función, aun cuando no detente el cargo. Desde otro punto de vista, el certificado de saldo deudor emitido respecto de una cuenta corriente bancaria, que tuvo como única finalidad debitar saldos deudores emergentes de una relación jurídica paralela nacida del contrato de emisión de tarjeta de crédito sin posibilidad de utilización del servicio de cheque, carece de aptitud para ser reclamado por vía ejecutiva, de conformidad con las previsiones del art. 794 del Código de Comercio (CNCiv., Sala C, 1996/05/10, "The First National Bank of Boston c. Pérez, Elsa Z.". La Ley, 1996-D, 832 - DJ, 1996-2-1253). También es inhábil el certificado de saldo deudor en cuenta corriente bancaria si carece de una de las firmas exigidas para el efectivo libramiento de la constancia de saldo deudor que lo integra (CNCiv., Sala F, 1997/08/28, "Citibank N. A. c. Szmulewicz, Jorge O. y otro", La Ley, 1998-C, 493). En cuanto al monto que integra la deuda, se deben computar intereses desde el cierre de la cuenta que es el momento cuando se determina el saldo deudor. Así, se ha declarado que el art. 793 del Código de Comercio, no exige declaración asertiva de los funcionarios del Banco emisor bastando para conformar el título ejecutivo la constancia del saldo deudor de la cuenta corriente bancaria; pero requiere en cambio, el mayor rigor por parte de las instituciones bancarias en la expedición de los certificados. En ese sentido, no puede interpretarse que la omisión en aclarar los nombres de los firmantes sea relevante frente a la aclaración de los cargos detentados, compatibles con la exigencia de la mentada norma legal (CNCom., Sala A, 1995/03/08, "Banco de Crédito Argentino S. A. c. Rodríguez, Hugo A. y otros", La Ley,, 1995-C, 688, J. Agrup., caso 10.386). Como el certificado de saldo deudor de una cuenta corriente bancaria, expedido conforme se establece e indica precedentemente, es título ejecutivo hábil para accionar por vía ejecutiva, los resúmenes de cuenta e indagaciones que pretendan hacerse respecto de su composición son improponibles dentro de dicho proceso. En cuanto al régimen de defensas, se advierte que el simple desconocimiento del carácter de gerente y contador de los firmantes del certificado de saldo deudor en cuenta corriente bancaria, carece de seriedad como argumento fundante de la excepción de inhabilidad de título (CNCom., Sala A, 1997/06/10, "Banco del Buen Ayre c. Pérez Dupont, Carlos", La Ley, 1997-F, 228 - DJ, 1997-3-1020). Asimismo, la lesión subjetiva como el abuso del derecho son fenómenos que operan en el ámbito de los contratos, esto es, actos jurídicos bilaterales. En consecuencia, la naturaleza del certificado de saldo deudor en cuenta corriente bancaria ejecutado y la índole del proceso ejecutivo, excluyen su consideración (CNCom., Sala A, 1995/07/07, "Lloyds Bank -BLSA- Ltd. c. Gramonto, Omar A. y otro", La Ley, 1997-E, 1025 [39.835-S]). La ejecución de un saldo deudor en cuenta corriente bancaria, tratándose de cuentas a la orden recíproca o indistinta, implica que todos los cotitulares son acreedores o deudores en forma solidaria (CNCom., Sala A, 1996/09/25, "Banco del Buen Ayre S. A. c. Waisberg, Simón", La Ley, 1997-A, 375, J. Agrup., caso 11.248). En orden a la competencia judicial, ella se determina por la jurisdicción de la sucursal donde se halla radicada la cuenta, aunque es posible también, aplicar la norma general de competencia -domicilio del deudor- si no se da la existencia de cláusula alguna de prórroga de la competencia territorial referida al contrato de cuenta corriente cuyo saldo se reclama (CNCom, Sala A, 1997/05/30, "Deutsche Bank c. Schostak, Gehard", La Ley, 1999-B, 808 [41.366-S] - ED, 174-561). El régimen de excepciones también es excepcional, y por ello resulta improcedente la excepción de inhabilidad de título opuesta en un juicio ejecutivo fundado en un certificado de saldo deudor en cuenta corriente bancaria, si no se desconoce la existencia de la cuenta y la discusión gira en torno a la composición del saldo. En este sentido, se afirma que la omisión del demandado en desconocer la existencia de la cuenta corriente bancaria cuyo saldo deudor el actor pretende ejecutar, obsta toda posibilidad de discusión acerca de la composición de dicho saldo pues la ley es clara en cuanto considera a dicho saldo un título que lleva aparejada ejecución (CNCom., Sala A, 1996/09/25, "Citibank N. A. c. Rossi, Darío", La Ley, 1997-B, 515 - DJ, 1997-1-319). Finalmente, todo error o abuso en que pueda incurrir el banco en la ejecución del saldo deudor en cuenta bancaria puede hacerse valer mediante la acción en el juicio ordinario posterior. Tal es el criterio que sostiene que cualquier error o abuso en el que incurran los bancos al valerse del juicio ejecutivo para el cobro del saldo deudor de cuenta corriente bancaria puede atacarse mediante la acción en el juicio ordinario que el art. 500 del Código de Comercio deja expedito a los supuestos perjudicados (CNCom., Sala A, 1998/04/24, "Banco del Buen Ayre c. Salvador, Araceli R.", La Ley, 2000-B, 880, J. Agrup., caso 14.872). 7. Crédito por alquileres o arrendamientos El inc. 6º del art. 523 del Cód. Procesal asigna la calidad de título ejecutivo al crédito por alquileres o arrendamientos de inmuebles. Esta vía no se limita al rubro mencionado en el art. 1578 del Código Civil, pues el concepto está ampliado en el art. 1581 que extiende el trámite a cualquier otra deuda derivada de la locación, entre las que se encuentra el crédito devengado en concepto de cláusula penal. La deuda devengada por la locación urbana o rural, es un título ejecutivo que necesita ser formado -si el contrato fuese verbal- o completado -si el contrato hubiese sido hecho en instrumento privado-. La jurisprudencia afirma este temperamento, indicando que conforme con lo dispuesto por el art. 523 inc. 6º del Cód. Procesal, el crédito por alquileres o arrendamientos de inmuebles constituye título que trae aparejada ejecución, la fuente del título se encuentra en los arts. 1578 y 1581 del Código Civil, que extiende la acción ejecutiva a cualquier otra deuda derivada de la locación (CNCiv., Sala E, 1997/07/17, "Acerbo, Néstor H. c. Ecoplan S. R. L. y otro", La Ley, 1998-C, 619). El crédito se puede ampliar con la repetición de impuestos, suministros de luz eléctrica y servicio telefónico ya pagados que estaban a cargo del inquilino. En este sentido, se dice que la vía ejecutiva no se limita sólo al crédito por alquileres o arrendamientos de inmuebles. Así, se extiende crédito devengado en concepto de cláusula penal, como también al reembolso de impuestos, tasas y expensas ya abonados, con los gastos accesorios correspondientes, cuando un pago se encontraba contractualmente a cargo de la locataria (CNCiv., Sala A, 1995/09/04, "Moro de Rifice, Norma I. y otro c. Tarlowski, Sebastián y otros", La Ley, 1997-D, 842 [39.659-S]). Pero, el locatario no puede fundar la excepción de inhabilidad de título opuesta contra la pretensión ejecutiva en la circunstancia de no haberse cumplido con el recaudo prescrito por el art. 525 inc. 2º del Código Procesal, por haberse cuestionado el convenio de desocupación celebrado en el juicio de desalojo seguido entre las partes, pues la acción ejecutiva por cobro de alquileres procede sólo en razón de la naturaleza del crédito y, en consecuencia, no depende de la permanencia del deudor en el inmueble arrendado (CNCiv., Sala A, 1994/12/05, "Castaño, Julio O. y otro c. Tortolano, Alfredo R. y otros", La Ley, 1995-C, 684, J. Agrup., caso 10.364.). Si se alega la compensación -en el marco de la ejecución de alquileresimporta reconocer la legitimidad y procedencia del crédito del ejecutante. Por tanto, la falta de reconvención enderezada a la restitución del depósito en garantía de una locación obsta la compensación de dicho crédito con los correspondientes a los alquileres reclamados. Ello así, pues la compensación judicial requiere que los créditos hayan sido materia de acciones respectivas, debidamente sustanciadas y de reconocimiento en la sentencia (CNCiv., Sala B, 1994/10/01, "Malkes, Eduardo y otros c. Casa Lázaro Costa S. A. y otro", JA, 1995-IV-393). Como en principio no es procedente la compensación de los alquileres impagos con el depósito realizado por el locatario al suscribir el contrato de locación, resulta improcedente considerarlo como garantía del crédito reclamado en la demanda (CNCiv., Sala C, 1995/09/28, "Cipollone, Ana M. c. Serviam", DJ, 1996-1-958). Crédito por expensas comunes Art. 524. -- Constituirá título ejecutivo el crédito por expensas comunes de edificios sujetos al régimen de propiedad horizontal. Con el escrito de promoción de la ejecución deberán acompañarse certificados de deuda que reúnan los requisitos exigidos por el reglamento de copropiedad. Si éste no los hubiere previsto deberá agregarse constancia de la deuda líquida y exigible y del plazo concedido a los copropietarios para abonarla, expedida por el administrador o quien haga sus veces. 1. Cobro de expensas comunes El título ejecutivo que se acuerda responde a la necesidad de complementar la Ley 13.512 de propiedad horizontal que, al establecer la obligación de los consorcistas habitantes de un edificio afectado a éste régimen, de pagar las expensas y las primas de seguro, permite encontrar una vía rápida a un problema común de la habitación compartida. La acción se dirige contra el propietario y no contra quien se encuentre en el lugar afectado, de manera que si es éste un locatario, usufructuario, o mero tenedor, eventualmente el titular registral tendrá contra ellos una acción de regreso. Actualmente, el régimen de barrios cerrados, o de grandes espacios compartidos por viviendas que dividen gastos comunes, encuentran el déficit de tener una vía diferente si ella no ha sido prevista en el reglamento de copropiedad y administración. Conforme con lo dispuesto por el art. 524, párr. 2º del Código Procesal, el certificado de deuda, librado de acuerdo con los recaudos exigidos en el reglamento de copropiedad, reviste suficiente fuerza ejecutiva, en cuanto a la constancia de la existencia del crédito y la mora del deudor. Por ello, no es necesario emplazar previamente, fijando un nuevo plazo para el pago, antes de iniciar la ejecución pues, no tratándose de un requisito esencial, dicho requerimiento aparece cumplido con la intimación de pago y citación de remate; máxime, si los respectivos certificados contienen los vencimientos de cada período reclamado (CNCiv., Sala A, 1997/08/25, "Sociedad Anónima Cinematográfica c. Asterix S. R. L.", La Ley, 1998-B, 14). En consecuencia, el administrador del consorcio de propiedad horizontal debe ajustar su requerimiento a lo establecido por el art. 524 citado, no pudiendo en modo alguno acudir a la preparación de la vía ejecutiva normada en el art. 525 del mismo ordenamiento (CNCiv., Sala C, 1995/08/22, "Simeran, Arnoldo c. Harari, José", La Ley, 1996-C, 694, con nota de Hernán Racciatti). De todos modos se ha dicho que, si bien el juez está obligado a examinar el instrumento base de la acción ejecutiva (art. 531), en el caso del cobro de expensas comunes no cabe extremar ese rigor, pues el pago de dicha contribución es fundamental para el normal desenvolvimiento del consorcio de copropietarios. De allí que sea procedente la vía ejecutiva, aunque no se encuentren reunidos todos los requisitos previstos, si el demandado no ignoró su deuda y sólo cuestionó su monto (CNCiv., Sala F, 1995/10/31, "Consorcio de Propietarios Tucumán 602/604/608/612 c. Lucero Cía. de seguros", 38.674S, LA LEY, 1996-C, 768). Preparación de la vía ejecutiva Art. 525. -- Podrá prepararse la acción ejecutiva, pidiendo previamente: 1. Que sean reconocidos los documentos que por sí solos no traigan aparejada ejecución. 2. Que en la ejecución por alquileres o arrendamientos, el demandado manifieste previamente si es locatario o arrendatario y, en caso afirmativo, exhiba el último recibo. Si el requerido negase categóricamente ser inquilino y su condición de tal no pudiere probarse sumariamente en forma indubitada, no procederá la vía ejecutiva y el pago del crédito será reclamado por juicio sumario. Si durante la sustanciación de éste se probare el carácter de inquilino, en la sentencia se le impondrá una multa a favor de la otra parte equivalente al treinta por ciento (30 %) del monto de la deuda. 3. Que el juez señale el plazo dentro del cual debe hacerse el pago, si el acto constitutivo de la obligación no lo designare o si autorizare al deudor para realizarlo cuando pudiera o tuviese medios para hacerlo. El juez dará traslado y resolverá sin más trámite ni recurso alguno. 4. Que el deudor reconozca el cumplimiento de la condición, si la deuda fuese condicional. 1. Objetivos de la disposición La preparación de la vía ejecutiva tiene como finalidad posibilitar la integración de requisitos para que documentos que contengan la declaración de obligaciones de dar sumas de dinero, alcancen la condición de títulos ejecutivos. La citación al deudor exige como presupuesto para su procedencia la necesidad de la existencia de un título ejecutivo, ya que todo el procedimiento preparatorio tiende a que un título que por sí solo no trae aparejada ejecución, sea apto para su realización; mas si por el carácter intrínseco del título en cuanto a su estructura obligacional no puede llegar a convertirse en ejecutivo, no corresponde comenzar dicha vía (CNCom., Sala B, 1999/08/10, "Mercedes Benz S. A. c. Distribuidora Alicom S. A. y otros", La Ley, 2000-B, 881, J. Agrup., caso 14.880). Por tanto, es un trámite destinado a perfeccionar la validez ejecutiva, que no se vincula con el contenido del instrumento. El art. 1028 del Código Civil aplica el sistema al referir que el reconocimiento judicial de la firma es suficiente para que el cuerpo del instrumento quede también reconocido. El complemento que la etapa ofrece se dirige hacia los títulos llamados incompletos, que son aquéllos que carecen de algunos de los elementos constitutivos que le son propios, ya sea la constancia de obligación exigible de la que resulten individualizados los sujetos activos y pasivos o el objeto de la acreencia. Ante tal circunstancia se impone la integración mediante el trámite de preparación de la vía ejecutiva previsto en el art. 525 para que sea exhibido como instrumento hábil (CNCiv., Sala A, 1995/08/28, "Vidal de Buhler, Angela C. c. García, Horacio J.", La Ley, 1997-E, 1020 [39.819-S]). Para la aplicación del mecanismo previsto en la norma procesal, el reconocimiento debe referirse a documentos atribuibles al presunto deudor y que determinen un saldo por el contenido. 2. Reconocimiento de documentos (Inciso 1º) En el inciso primero del art. 525 se ordena la integración típica del título ejecutivo incompleto. Esto es, de aquél que todavía no satisface las condiciones para traer aparejada ejecución por sí solo. Ello lo persigue a y exigible formulado reconocimiento pueda intelectualmente aislado cargo del acreedor. través del reconocimiento autónomo de deuda líquida por el deudor, o bien, procurando que dicho -aun en un contexto negocial más amplio- ser en el sentido de no depender de contraprestación a La jurisprudencia insiste en esta característica de procedimiento inicial y complementario que, cumplido, asigna plenitud al documento en los términos requeridos por el art. 520 del Código Procesal (CNCom., Sala A, 1999/04/29, "Banco Roberts c. Zahlut, Pablo A.", La Ley, 1999-E, 149 - DJ, 1999-3-421). a) Tarjeta de crédito: Conforme lo dispuesto por el art. 525 inc. 1º, para la preparación de la vía ejecutiva deben presentarse no sólo la solicitud y condiciones generales del uso de la tarjeta de crédito, sino además los comprobantes de compra o pagos de servicios que se habrían utilizado y la liquidación de los montos consignados en los distintos papeles (CNCom., Sala A, 1997/02/21, "Banco Caja de Ahorro c. Etchart, Sergio O.", La Ley, 1997-E, 444). Por tanto, es pertinente la preparación de la vía ejecutiva con documentación consistente en: a) Solicitud y condiciones generales de uso de la tarjeta de crédito, que habría sido emitida por la entidad que requiere la integración documental; b) comprobantes de compras o pago de servicios que se habría realizado utilizando el sistema, con firma atribuida al presunto deudor y c), liquidación de los respectivos montos consignados en los citados papeles. Ello así, porque tales instrumentos, que se autocomplementan, responden a las exigencias rituales impuestas para ese supuesto, por aplicación armónica de los arts. 520 y 523 inc. 4° del Código Procesal, ya que son papeles continentes de obligaciones fácilmente liquidables, dependientes del reconocimiento a que se refiere el art. 525, inc 1º. En tales condiciones, no procede la preparación si se fundamenta en resúmenes de cuenta emanados del actor, sin conformidad previa del demandado, y en las condiciones del otorgamiento de la tarjeta de crédito. Ello porque no resulta la existencia de crédito líquida y exigible y la complejidad de la operación no autoriza a preparar la vía elegida por el trámite del art. 525 del Código Procesal, puesto que para requerir la confesión de deuda, ésta debe presentar las características de ejecutoriedad. Pero si el usuario de la tarjeta de crédito omitió cuestionar los resúmenes de cuenta dentro del plazo pactado, es él quien debe enervar la presunción de cuenta aprobada, procurando acompañar los elementos probatorios que para ello resulten pertinentes (C. Civ. Com., Familia y Trab., Marcos Juárez, 1997/08/20, "A.B.C. S.R.L. c. Galli, Marlene y otro", LLC, 19981486). De igual modo, ante la existencia de una cláusula en el resumen de cuenta, conforme a la cual el deudor reconoce adeudar el pago de todos los rubros que se detallan en la liquidación practicada en el anverso del resumen de la tarjeta de compra- crédito, con fecha y además firma atribuida a la autoría del demandado, cabe considerar que ese instrumento, sumado a la solicitud de la tarjeta de crédito y los recibos de las tarjetas, también con firmas atribuidas al demandado, permiten la preparación de la vía ejecutiva de acuerdo al art. 525 inc. 1° y en los términos del art. 523 inc. 4° del Código Procesal (CNCom., Sala A, 1989/04/27, "Banco Credicoop Coop. Ltdo. c. Boscana, Jorge A.", La Ley, 1991-C, 33, con nota de Ernesto Eduardo Martorell). b) Contrato de mutuo: El artículo 523 inciso 1º atribuye fuerza ejecutiva al instrumento público presentado en forma, mientras que el inciso 2º prevé como título que importa ejecución el instrumento privado suscrito por el obligado, reconocido judicialmente o cuya firma estuviese certificada por el escribano con la intervención del obligado y registrada la certificación en el protocolo. En el caso del contrato de mutuo, es posible recurrir a la preparación de la vía ejecutiva sin tener que reclamar el cumplimiento por el proceso ordinario. En el caso de contratos que se integran con pagarés entregados como integrantes de dichos convenios, ellos son igualmente hábiles y suficientes para habilitar la vía –deuda de dinero líquida y exigible-, sin que resulte forzoso recurrir a un proceso distinto. Si tuviéramos que marcar un límite a esta fuerza ejecutiva del contrato de mutuo deberíamos encontrarla cuando las obligaciones declaradas son complejas y no surge de ellas un mecanismo sencillo y claro para liquidar la deuda emergente. Además, para ser ejecutivo, de la obligación expuesta en el instrumento debe surgir que el único obligado es el demandado, respecto de quien ha de obrar un reconocimiento de deuda (expreso o tácito) y un compromiso de pago; en ausencia de ellos, no procede el juicio ejecutivo. Ha dicho la Corte Nacional que, el examen de la viabilidad de la ejecución con sustento en el contrato mutuo, se rige por el artículo 61 del decreto ley 5965/63, que habilita al portador de un título cambiario a ejercer la acción derivada de la relación que determinó la creación o la transmisión del título, en las que se incluye la restitución de la letra (CS, 1994/10/27, "Banco de la Provincia de Corrientes c. Luis Benicio Molina, Lucía B. Caballero de Molina, Petrona P. Gómez Vda. de Molina", en Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Respuestas Procesales, tomo 2, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2000). Asimismo, se ha dicho que si bien la falta de determinación de la cosa hipotecada implica la nulidad de la hipoteca, no determina que el contrato de mutuo al cual la garantía accede (art. 525, Código Civil) deba también ser declarado nulo. Por tanto, el juicio puede continuar como proceso ejecutivo ante tales circunstancias (CNCiv., Sala F, 1996/02/07, "Groos, Rodolfo R. N. c. Espartaco S. A.", La Ley, 1997-E, 1023 [39.829-S]). 3. Cobro de alquileres La finalidad del trámite de preparación de la vía ejecutiva contemplado en el inc. 2º del art. 525, consiste en el establecimiento de la suma líquida y exigible que configura un factor indispensable para la viabilidad de la pretensión. El procedimiento lleva dos etapas, o dos obligaciones de manifestación. La primera es para que el citado reconozca su carácter de locatario o arrendatario (o el título que se atribuya por estar en el inmueble), y en caso afirmativo, se pasa a la siguiente carga que es probar con documentos la condición que se atribuye. Esto es, si es inquilino exhibir el último recibo, y si es otra condición, el documento que lo acredite. Con ello, se forma el título ejecutivo porque acompañado el contrato de locación, y practicada la liquidación que se denuncia como deuda vencida y exigible, el reconocimiento del deudor integra y asigna autonomía al título de crédito. Con otro pensamiento, se sostiene que cuando el contrato de locación ha sido celebrado en instrumento privado, la citación del locatario persigue el doble objeto de obtener el reconocimiento de la firma y la exhibición del último recibo (arg. arts. 1º y 2º del art. 525), mientras que si se trata de un contrato verbal su sentido es requerir al citado que manifieste si es locatario y que exhiba también, en el supuesto de reconocerse inquilino, el ultimo recibo de pago (CNCiv., Sala B, 1995/06/04, "Gentile de Bosco, Mirta B. c. Crivella, Mónica A. y otro", 38.447-S, LA LEY, 1996-B, 705). Además, el beneficio que otorga este procedimiento al locador para proceder ejecutivamente, no se limita a una parte exclusiva del precio, pues cabe extenderlo a todos los rubros (servicios de luz, gas, impuestos municipales, servicio telefónico y expensas), que en su totalidad conforman el alquiler pactado (CNCiv., Sala B, 1995/10/18, "De Barelli de Bocalandro, Lucrecia c. Ayerza, Marcelo", La Ley, 1996-B, 135). Si el requerido niega ser locatario, y esa calidad no surge manifiesta de las constancias acompañadas, el proceso pierde su posibilidad ejecutiva, debiendo el acreedor reclamarlo en juicio ordinario o sumarísimo (de acuerdo con lo que el Juez resuelva en orden a lo dispuesto por el art. 319), aun cuando la omisión de cambio que tiene el art. 525 inciso 2º (al no estar reformado por la ley 25.488) llevaría a pensar que solo corresponde el proceso de conocimiento pleno. En cambio, si se reconoció el carácter de inquilino y únicamente se desconocieron las firmas que se le atribuían, es inaplicable la solución prevista en el art. 525, inc. 2°, sin que por ello se rechace definitivamente la procedencia formal de la vía ejecutiva intentada pues el caso encuadra dentro de los establecidos por el art. 528 (CNCiv., Sala B, 1987/03/31, "Consorcio Libertol c. Erra, Nicolás D., sucs.", La Ley, 1988-A, 558 [37.869-S]). Con similar alcance, si durante la sustanciación del proceso se prueba el carácter de inquilino que se desconoció al comienzo, al dictar sentencia se debe imponer una multa a favor del actor equivalente al treinta por ciento (30 %) del monto definitivo. Asimismo, la intervención del inquilino es necesaria para preparar la ejecución de alquileres contra el fiador, aunque sea liso, llano y principal pagador, citándose previamente a aquél en la forma antes observada (CNCiv., Sala C, 1990/08/02, "Pasquali de Baudoimo, Delia c. Pifarre, Angel y otros", La Ley, 1991-A, 239). Recuérdese que la citación del locatario prevista, no sólo es exigible al efecto de reconocer firmas, sino también el carácter de locatario. Por ello, es viable la citación de los fiadores para reconocer su carácter de tal, pero no para el reconocimiento de firma, pues no han intervenido en forma personal. (CNCiv., Sala F, 1998/02/23, "Cometta, Leonidas M. c. Veneciano, Patricia y otros", La Ley, 1998-E, 48). También, no resulta posible preparar la vía ejecutiva cuando se invoca la locación de cosas muebles. Ellos sobre la base que el procedimiento mentado por el art. 525, inc. 2°, parte de una relación fáctica entre el emplazado y el bien locado, cual es que el demandado habita en un inmueble respecto del cual se reclaman los alquileres (del fallo de primera instancia) (CNCom., Sala D, 1986/12/11, "Hasler Argentina, S. A. c. Serrano, S. A.", La Ley, 1987-B, 27-ED, 122-417). 4. Determinación del plazo de pago (Inciso 3º) El reconocimiento de deuda carece en sí mismo de plazo de pago. Para acceder con él al proceso ejecutivo corresponde, en principio, implementar la preparación de la vía reglada por el art. 525, inc. 3° del Código Procesal (CNCom., Sala D, 1990/11/13, "Calvo, Julio R. c. López, Manuel y otro", La Ley, 1991-C, 473 DJ, 1991-2-467). La disposición se integra con el art. 618 del Código Civil, por el cual se establece que, si no estuviere determinado en el acto por el que se ha constituido la obligación, el día en que debe hacerse la entrega del dinero, el Juez señalará el tiempo en que el deudor deba hacerlo. De igual alcance resulta el art. 509 en su párrafo tercero del Código Civil, que dispone la fijación judicial del plazo de pago en procedimiento sumario. El régimen ordena dar traslado al requerido, a los efectos de que éste pueda oponerse al establecimiento jurisdiccional de un tiempo para cancelar la deuda. La decisión no intima de pago, porque su finalidad es completar el título insuficiente para tener ejecución propia. Por eso, la sentencia es irrecurrible, y cualquier oposición debe tramitarse por la vía de las excepciones al progreso de la acción ejecutiva. 5. Deuda sujeta a condición (Inciso 4º) La preparación de la vía ejecutiva de una obligación de dar suma de dinero, líquida o fácilmente liquidable, pero sujeta a cláusula condicional, se puede lograr por el inciso 4º que comentamos, citando al deudor para que reconozca el cumplimiento de la condición. Sin embargo, la medida es admisible en cuanto concuerde con los requerimientos que se piden para integrar el título ejecutivo en los términos del art. 520; de otro modo, no habría posibilidad de ejecutar una deuda cierta, líquida, vencida y exigible. Citación del deudor Art. 526. -- La citación al demandado para que efectúe el reconocimiento de su firma se hará en la forma prescripta en los arts. 339 y 340, bajo apercibimiento de que si no compareciese o no contestare categóricamente, se tendrá por reconocido el documento, o por confesados los hechos en los demás casos. El citado deberá comparecer personalmente y formular la manifestación ante el juez. Dicha manifestación no podrá ser reemplazada por un escrito; tampoco podrá formularse por medio de gestor. Si el citado no compareciere, o no probare justa causa de inasistencia, se hará efectivo inexcusablemente el apercibimiento y se procederá como si el documento hubiere sido reconocido por el deudor personalmente, o hubiese confesado los hechos, en los demás casos. El desconocimiento de la firma por alguno de los coejecutados no impide que se cumpla con lo dispuesto por los arts. 531 y 542, respecto de los deudores que la hayan reconocido, o a quienes se los haya tenido por reconocida. 1. Procedimiento para la citación del deudor La citación al deudor se practica por cédula o actuación notarial (art. 136) y en la forma como se concreta la notificación de la demanda, es decir, en el domicilioreal. Al resultar un emplazamiento, el desconocimiento a estar a derecho, tiene consecuencias por el obrar omisivo que, en el caso, es el reconocimiento del documento, la admisión de un carácter denunciado (v.gr.: la calidad de locatario), o la confesión del hecho que se le atribuye (v.gr.: condición de deudor principal). La referencia que contiene art. 526 a los arts. 339 y 340, con respecto a la forma en que se debe citar al presunto deudor en caso de prepararse la vía ejecutiva, no contradice la aplicabilidad del art. 343 de dicho ordenamiento, que dispone la citación por edictos a efectos del reconocimiento de firmas (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 1999/03/29, "Banco de la Nación c. Raphael, Antonio A. y otro", La Ley, 2000-B, 214 - DJ, 2000-1-861). El instrumento privado reconocido por los fiadores y por el demandado en los términos del art. 526 del Cód. Procesal tiene fuerza ejecutiva, siempre que contenga una deuda líquida y exigible que no esté sujeta a condición o contraprestación (CNCiv., Sala C, 1995/08/29, "Bruno Asaf, A. T. c. Riquelme, R. S.", La Ley, 1996-A, 393). Como se trata de una notificación personal, no cabe en el caso la presentación a través de gestor que invoca la representación urgente prevista en el art. 48 del Código Procesal. Asimismo, el reconocimiento de firma debe hacerse por mediante comparecencia personal del deudor citado, no pudiendo ser suplida por la presentación de un escrito. De proceder en este sentido, debe continuar el procedimiento haciendo efectivo el apercibimiento. 2. Oposición del demandado Tal como se anticipó en párrafos anteriores, la citación se cumpla mediante comparecencia personal ante el Juez, quien recibirá su declaración acerca de si reconoce o no la firma que se le atribuye. La audiencia se celebra en las dos primeras horas de la atención público del tribunal, y no puede requerirse este acto por escrito toda vez que no se trata de las audiencias previstas por el art. 125 del Código Procesal. De todos modos, si la presentación por escrito contiene el reconocimiento expreso de la firma, y lleva ese acto la firma de abogado que patrocina al declarante, no se puede llevar la exigencia del comparecimiento personal a un exceso ritual manifiesto incompatible con la finalidad que tiene previsto el párrafo segundo del art. 526. 3. Efectos de la incomparecencia El emplazamiento formulado en los términos de esta disposición obliga a un obrar claro y concreto. Ello significa ser manifiesto y sin ambigüedades, porque la presunción que se actúa, no solamente se aplica al incomparecimiento sino también a los actos que no son categóricos. Así, si el demandado manifiesta que no recuerda haber firmado los pagarés y alega que considera que la firma que se le atribuye no le pertenece, ello no importa desconocer en forma categórica la firma, ya que debe expresar en forma precisa si las grafías que aparecen en el lugar de las firmas son o no de su puño y letra. En consecuencia, se debe tener por reconocida las mismas (CNCom., Sala B, 1969/11/14, La Ley, 139-788 [24.231 S]). Asimismo, se ha dicho que el reconocimiento de la firma por incomparecencia del demandado a la audiencia preparatoria del juicio ejecutivo, o por no haber alegado falsedad en el acto de protesto, no impide oponer la excepción de falsedad de título (CNCiv., Sala C, 1994/03/01, "Carrefour Argentina c. Hábitat Artesanos", La Ley, 1994-D, 282). Efectos del reconocimiento de la firma Art. 527. -- Reconocida la firma del instrumento quedará preparada la acción ejecutiva, aunque se hubiese negado su contenido. 1. Título ejecutivo preparado Con el reconocimiento expreso, tácito o consentido de la firma, queda preparado el título ejecutivo, sin importar que se hubiera desconocido el contenido de la declaración documental. La admisión de la firma, ya sea expreso o tácito, otorga al instrumento fuerza ejecutiva para la satisfacción de un crédito líquido y exigible (CNCiv., Sala E, 1992/08/18, "Barlett, Daniel E. c. Forte, Miguel A.", La Ley, 1993-B, 451, J. Agrup., caso 8892). Por eso, si los ejecutados reconocieron sus firmas en los términos del art. 527 pero negaron el contenido del documento sin alegar que el mismo hubiera sido adulterado ni oponer la excepción de falsedad, de inhabilidad de título no puede ser acogida (CNCiv., Sala C, 1995/12/21, "Bertone, F. c. Miranda de Domínguez y otro", La Ley, 1997-F, 979, J. Agrup., caso 12.189). Desconocimiento de la firma Art. 528. -- Si el documento no fuere reconocido, el juez, a pedido del ejecutante, previo dictamen de un perito designado de oficio, declarará si la firma es auténtica. Si lo fuere, se procederá según lo establece el art. 531 y se impondrá al ejecutado las costas y una multa equivalente al treinta por ciento del monto de la deuda, que aquél deberá dar a embargo como requisito de admisibilidad de las excepciones. Si no las opusiere, el importe de la multa integrará el capital a los efectos del cumplimiento de la sentencia de remate. La resolución que declara la autenticidad de la firma e impone la multa será apelable en efecto diferido. 1. Desconocimiento de la firma Las actuaciones posteriores al desconocimiento de la firma son opciones que dispone el ejecutante. El código establece en el art. 528 una de ellas, que consiste en proceder al reconocimiento de la grafía a través del dictamen pericial. Pero también está en el ámbito de sus facultades dispositivas peticionar la reconducción del proceso por la vía ordinaria, y requerir la producción de prueba pericial pero con las modalidades del art. 458 y subsiguientes. Se afirma que este dispositivo legal acuerda al ejecutante la potestad de optar entre el pedido de designación de perito calígrafo y la promoción de un proceso de conocimiento. En consecuencia, el juez carece de facultades para realizar esta opción -en uno u otro sentido- de oficio y, menos aun, en contra de la posición expresamente adoptada por la ejecutante (CNCiv., Sala A, 1991/05/21, "Díaz, Miguel A. c. Luna, María del Carmen", La Ley, 1992-A, 52 DJ, 1992-1-409). 2. Efectos Si la pericia determina la autenticidad de las firmas, el dictamen puede ser observado y tendrá el trámite del art. 473 del Código Procesal. Con la ratificación del dictamen, se tiene por preparada la vía ejecutiva, pero el mandamiento que se ha de despachar impondrá al ejecutado una multa que alcanza el treinta por ciento (30%) del monto reclamado, y la aclaración que será requisito para oponer excepciones, depositar a cuenta y orden del juzgado el importe correspondiente a la sanción procesal. Esto es así, porque el desconocimiento malicioso de una calidad procesal, constituye paradigma de las llamadas conductas obrepticias. En el caso de no reconocer una firma que luego resulta verificada en el curso de la litis, se prevé la imposición de una multa del 30 % de la deuda, que no puede escapar a la hipótesis genérica descripta en el art. 45 (CNCom., Sala C, 1992/05/19, "Tambos Lobos S. A. c. Produlac S. A. y otros", La Ley, 1993-A, 105). En cambio, si la ratificación versa sobre la falsedad de las firmas, queda definitivamente impedida la procedencia de la vía ejecutiva, siendo las costas a cargo del ejecutante. Solamente es apelable la resolución que declara la autenticidad de la firma e impone la multa procesal, concediéndose el recurso en relación y con efecto diferido. Caducidad de las medidas preparatorias Art. 529. -- Se producirá la caducidad de las medidas preparatorias del juicio ejecutivo, sin necesidad de declaración judicial, si no se dedujere la demanda dentro de los quince días de su realización. Si el reconocimiento fuere ficto, el plazo correrá desde que la resolución que lo declare hubiere quedado firme. 1. Preclusión La caducidad de las medidas preparatorias prevista es una preclusión especial automática que opera "ministerio legis", sin necesidad de declaración judicial, cuando no se deduce la ejecución dentro de los quince días de realizada la misma. El juez de oficio, debe rechazar la ejecución una vez vencido dicho plazo. Se ha dicho que, es procedente el levantamiento del embargo decretado durante el trámite de preparación de la vía ejecutiva, si el inquilino demandado niega su calidad de tal y el actor no solicita al juzgador su demostración sumaria, ni la designación de perito en los términos del art. 529 para que se pronuncie acerca de la autenticidad de la firma que se le imputa (CNCiv., Sala C, 1996/06/13, "Hotel de España de Mar de Ajó S. R. L. c. Movimiento Cristiano y Misionero y otro", La Ley, 1997-A, 343 [39.162-S] - DJ, 1997-1-864). Firma por autorización o a ruego Art. 530. -- Si el instrumento privado hubiese sido firmado por autorización o a ruego del obligado, quedará preparada la vía ejecutiva si, citado éste, declarase que otorgó la autorización o que es cierta la deuda que el documento expresa. Si la autorización resultare de un instrumento público, bastará citar al autorizado para que reconozca la firma. 1. Título ejecutivo firmado por autorización La suscripción de un documento privado que trae aparejada ejecución por una persona autorizada por el obligado, lleva a distinguir según el modelo como se haya conferido ese permiso. Si fue verbal y sin instrumento que lo acredite, la citación tiene como objeto demostrar la autorización conferida y la certeza sobre la deuda formada; mientras que frente a la existencia de una escritura pública de mandato, el actor debe acompañarlo en la demanda y requerir del autorizado el reconocimiento de la firma. En virtud del art. 9º del decreto-ley 5965/63, es necesario que quien firma un título cambiario invocando la representación de otro, se encuentre autorizado por mandato especial. Negada por el ejecutado la existencia de ese mandato, incumbe al actor producir la prueba en contrario, pues se trata de la integración de un título que de otro modo sería incompleto y de un hecho que el demandado no puede probar (CNCiv., Sala A, 1996/11/29, "Viscontini, Osvaldo H. c. Sanfelice, Armando y otro", La Ley, 1997-C, 780). Por eso, corresponde a la accionante acreditar la autenticidad de la firma del pagaré ejecutado, si la misma fue negada por el defensor demandado fallecido, desconocimiento debidamente autorizado por el art. 1032 del Código. Civil (C. Civ. y Com., Rosario, Sala I, 1985/11/28, "Banco Udecoop, S. R. L. c. Garrone, Federico y/o Garrone, Miguel A.", Juris, 78-91). Inclusive, dado que la firma de un título ejecutivo puede ser dada en blanco, confiriendo al acreedor un mandato tácito para su llenado, es improcedente la excepción de falsedad fundada en dicha circunstancia (CNCom., Sala A, 1997/10/01, "Contardi, Martha E. c. Lema de Pedro, Alfredo H.", La Ley, 1998-B, 919, J. Agrup., caso 12.493). 2. Título ejecutivo firmado a ruego La firma a ruego en los instrumentos públicos se autoriza por el art. 1001 del Código Civil que prevé que, si alguna de las partes no sabe firmar debe hacerlo a su nombre otra persona que no sea de los testigos del instrumento. Esta circunstancia no impide agregar otras contingencias que impidan, frente a cada situación en particular, firmar el documento. Por ejemplo, cuando existen lesiones transitorias; enfermedades permanentes; dificultades ocasionales, etc. En estas la citación debe contener el apercibimiento de reconocer ante el Juez la autorización a suscribir, de modo tal que pueda formarse el título ejecutivo en los aspectos necesarios para ser un documento completo que traiga aparejada ejecución directa. CAPITULO II -- Embargo y excepciones Intimación de pago y procedimiento para el embargo Art. 531. -- El juez examinará cuidadosamente el instrumento con que se deduce la ejecución, y si hallare que es de los comprendidos en los arts. 523 y 524, o en otra disposición legal, y que se encuentran cumplidos los presupuestos procesales, librará mandamiento de embargo, observándose el siguiente procedimiento: 1. Con el mandamiento, el oficial de justicia requerirá el pago al deudor. Si no se pagare en el acto el importe del capital reclamado, del estimado por el juez en concepto de intereses y costas, y de la multa establecida por el art. 528, en su caso, dicho funcionario procederá a embargar bienes suficientes a su juicio, para cubrir la cantidad fijada en el mandamiento. El dinero deberá ser depositado dentro del primer día hábil siguiente en el banco de depósitos judiciales. 2. El embargo se practicará aun cuando el deudor no estuviese presente, de lo que se dejará constancia. En este caso, se le hará saber dentro de los tres días siguientes al de la traba. Si se ignorase su domicilio, se nombrará al defensor oficial, previa citación por edictos que se publicarán por una sola vez. 3. El oficial de justicia requerirá al propietario de los bienes para que manifieste si se encuentran embargados o afectados por prenda u otro gravamen y, en su caso, por orden de qué juez y en qué expediente, y el nombre y domicilio de los acreedores, bajo apercibimiento de lo dispuesto en las leyes sobre la materia. Si el dueño de los bienes no estuviere presente, en la misma diligencia se le notificará que debe formular esta manifestación dentro del plazo para oponer excepciones. Aunque no se hubiese trabado embargo, la ejecución continuará, pudiendo solicitar el ejecutante la medida cautelar que autoriza el art. 534. 1. Examen del título ejecutivo A diferencia de los juicios de conocimiento, el examen de admisión de la demanda, incorpora en los procesos ejecutivos, el estudio del título que se aplica como respaldo documental de la pretensión. Este análisis se concreta antes de proveer la petición, y lleva como finalidad determinar si los instrumentos acompañados se encuadran en los requisitos de los arts. 523 y 524. Es decir, consistirá en el control de los presupuestos procesales y recaudos sustanciales necesarios para la existencia de título ejecutivo. De manera que de encontrar que no reúne los extremos exigidos por ley para la prosecución de este tipo de proceso, el juez rechazará in limine la presentación. Se debe tener en cuenta que este estudio, si bien se realiza de oficio, no es definitivo pues vuelve a calificar al tiempo pronunciar la sentencia ejecutiva, donde impera el principio cardinal en la materia, por el cual: nulla executio sine titulo. Esta evaluación de las aptitudes del título se debe realizar aun sin que el ejecutado haya opuesto excepciones. En este sentido se afirma que, el examen cuidadoso del título en la oportunidad prevista en el art. 531 supone una primera valoración del juez acerca de su eficacia. Fuera de dicha oportunidad, el juez debe volver a apreciar la habilidad del título al dictar sentencia de remate, aun en el supuesto de que la parte demandada no haya opuesto excepciones (CNCiv., Sala B, 1996/10/21, "Serendipia S. A. c. Municipalidad de Buenos Aires", La Ley, 1998B, 919, J. Agrup., caso 12.487). Inclusive, la ausencia de los requisitos esenciales para la admisibilidad de la vía ejecutiva autoriza al juez a rechazar la ejecución por no existir título hábil que la traiga aparejada, declaración que puede hacer aun de oficio hasta el momento de dictar sentencia. Con mayor razón cuando sólo se ha intentado la preparación de la vía ejecutiva mediante la citación para el reconocimiento del instrumento privado y todavía tiene oportunidad de examinar cuidadosamente el instrumento, antes de despachar la ejecución (CNCiv., Sala G, 1985/08/26, "Schwartzman, Mirtha A. y otro c. Hojman, Rubén E.", La Ley, 1986-A, 192). Se agrega, asimismo que, en virtud de lo dispuesto por el art. 531, párr. 1º del Código Procesal, el favorable despacho de la ejecución supone un cuidadoso examen del título presentado y significa un juicio de admisibilidad respecto de su habilidad ejecutiva, razón por la cual es incoherente emitir oficiosamente un juicio contrario al momento del dictado de la sentencia (CNCiv., Sala B, 1998/03/23, "Atmadjian, Elisa E. y otro c. Ros, Luis E. y otro", La Ley, 1998-D, 292). Por eso se ha señalado que, es inconducente sostener que la habilidad del título es cuestión que el tribunal puede plantear, aun de oficio, hasta el momento de dictar sentencia; pues conforme el art. 531 del Código Procesal, el juez "examinará cuidadosamente" el instrumento con que se deduce la ejecución, y sólo si hallare que es de los legalmente previstos y que se encuentran cumplidos los pertinentes presupuestos procesales, abrirá la vía ejecutiva. En consecuencia, el favorable despacho de la ejecución supone un cuidadoso examen del título presentado, y significa un juicio favorable respecto de su habilidad ejecutiva; por lo que es incongruente decir después que no lo es (CNCom., Sala D, 1995/02/09, "Banco Buenos Aires Building Society S. A., en quiebra c. Madryn Construcciones S. A.", La Ley, 1995-C, 687, J. Agrup., caso 10.376). A lo anterior, cabe agregar que el juez puede señalar los defectos que puedan obstar la ejecutabilidad del instrumento en la medida en que sean subsanables (art. 34 inc.5 pto.b) En el supuesto de que el título no trajese aparejada la ejecución, el juez deberá constatar el debido cumplimiento de la preparación de la vía ejecutiva. 2. Mandamiento de intimación de pago Se denomina mandamiento de intimación de pago al documento firmado por el juez con el cual se requiere al deudor el pago de la suma que resulte adeudar según el título o para que, en su defecto, dé a embargo bienes suficientes para cubrir su importe (Cfr. Fenochietto, Carlos E., Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Tomo 3, Editorial Astrea, Buenos Aires, 2001, pág. 61). De ello surge que se trata de un instrumento público (art. 979 inc. 4º, Código Civil) con todas sus cualidades. De todos modos, el mandamiento es una orden judicial de emplazamiento para cumplir de inmediato el pago de una obligación previamente instrumentada, que ya cuenta con una admisión formal que ha verificado su procedencia. Por ello, el embargo es un acto contingente del cual se podrá prescindir, en determinados supuestos. Tal el caso de un proceso en el que se hubiere trabado la medida con anterioridad, haciendo innecesario repetirlo en el acto de notificación; o bien, si ocurre el pago íntegro como consecuencia de la intimación, dejando al oficial que practica la diligencia a cargo del depósito formal de la sumas de dinero recibidas en pago. El art. 531, faculta la traba del embargo aun cuando el deudor no estuviera presente y el requerimiento -que constituye el trámite previo a esa medida- puede hacerse en las personas que menciona el art. 141 del mismo ordenamiento (CNCiv., Sala G, 1998/03/12, "Obras Sanitarias de la Nación c. Propietarios Jujuy 1197", La Ley, 1999-C, 181 - DJ, 1999-2-554). 2.1 Lugar del emplazamiento La intimación de pago y la traba eventual del embargo, a pesar de ser actos personales, pueden practicarse con cualquier persona que se encuentre en la casa (art. 339 en concordancia con art. 141). El domicilio puede ser convencional o real, pero ello no obsta a las notificaciones que se practiquen siempre que allí se encuentre el emplazado. Por eso, la orden prevista en el art. 531 puede llevarse a cabo en el domicilio real del demandado, o bien en su domicilio procesal si lo hubiera constituido en el expediente, en instrumento público, o en instrumento privado, debidamente reconocido (CNCiv., Sala A, 1996/02/14, "Pecora, José G. y otro c. Impronor S. R. L. y otro", 38.650-S, La Ley, 1996-B, 742). 2.2 Monto reclamado La intimación de pago se realiza sobre el capital reclamado más la suma que el juez presupueste para responder a intereses y costas. En caso de que el accionante pretendiera cobrar lo adeudado con algún tipo de actualización (v.gr.: en el caso de que se intente ejecutar alguna deuda en dólares) deberá abonar la correspondiente tasa de justicia sin perjuicio del resultado de tal pretensión. Se advierte así que, el mandamiento de intimación de pago requiere sólo el del capital reclamado y el monto estimado por el juez en concepto de intereses y costas. Siendo ese monto sólo estimativo, es justamente en el momento de practicarse la liquidación donde habrán de determinarse las sumas debidas, entre las que se encuentran los recargos y actualizaciones contempladas por las leyes respectivas (CNCiv., Sala C, 1984/03/27, "Obras Sanitarias de la Nación c. Lazara, Juan B. y otros", La Ley, 1985-B, 163). 2.3 Mora En caso de no encontrarse el ejecutado constituido en mora, la intimación de pago hace las veces en los términos del párr. 2º del artículo 509 del Código Civil. En este aspecto se dice, por ejemplo, que la falta de especificación de plazo cierto y expreso de vencimiento de las facturas cuyo pago reclama el actor, y el silencio guardado por el mismo a su respecto, conducen a concluir que se trata de una obligación sujeta a plazo tácito o bien a plazo incierto, por lo que es inexcusable la práctica de la interpelación para que opere la mora del deudor (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 1996/05/16, "Clínica del Niño de Quilmes S. A. c. Obra Social de Panaderías de la República Argentina", La Ley, 1997-E, 1024 [39.830-S]). 3. Embargo Procede la traba del embargo en el supuesto de que el ejecutado no pague en el acto de emplazamiento la totalidad de las sumas establecidas en el mandamiento. En el caso, el Oficial evaluará conjuntamente con la persona autorizada a diligenciar la medida, que bienes son pasibles de ser gravados hasta cubrir las sumas reclamadas. Si bien de común se procede a inventariar los bienes con las indicaciones del acreedor, entendemos que se trata de una facultad privativa del Oficial de Justicia, quien actúa como representante delegado por el Juez. No obstante, el autorizado puede indicar los bienes muebles que someterá al gravamen y que dejará en depósito y custodia de quien se encuentra en la casa. En caso de no aceptar el conferimiento, los bienes podrán trasladarse y quedar constituido el depositario que el Oficial de Justicia autorice a requerimiento del acreedor o su representante en la diligencia. Una vez que los bienes se afectan, se exige al deudor que informe si ellos se encuentran gravados y en qué condiciones y calidades. Si los bienes que se pretenden discernir son inembargables (art. 219), aunque se insista en tomarlos, el Oficial de Justicia debe imponer el criterio procesal que prohibe afectarlos ("no se trabará nunca embargo" dice el art. 219), pero si autoriza la práctica, queda en el afectado el requerimiento de su levantamiento en los términos del art. 220. 4. Efectos de la intimación A partir de la notificación comenzará a correr el plazo para dar cumplimiento a todas las intimaciones que tal instrumento público contiene (oposición de excepciones, constitución de domicilio procesal, etc.). Denegación de la ejecución Art. 532. -- Será apelable la resolución que denegare la ejecución. 1. Principios generales No habiendo normativa especial se aplican los principios generales que surgen de los artículos 242 y siguientes. De manera que el recurso debe deducirse dentro de los cinco días contados a partir de la notificación de la resolución en comentario. En lo que respecta a la concesión del remedio procesal, será en relación y con efecto suspensivo (arts. 243) La providencia que rechaza la ejecución propuesta es de mero trámite, pero ocasiona un gravamen irreparable, por el cual se puede admitir el recurso de reposición previsto en el art. 238, el cual deberá interponerse en el plazo de tres días, tolerando la apelación en subsidio. Sin embargo, están quienes interpretan que la resolución que rechaza in limine la ejecución se trataría de una sentencia interlocutoria, con calidad de definitiva, por lo que no cabría el planteo de una reposición (Serantes Peña, Palma, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Tomo II, Editorial, Depalma, Buenos Aires, 1983, pág. 485). 2. Legitimación Obviamente solo el ejecutante podrá interponer el recurso de apelación, pero como el art. 521 autoriza ejercer la opción por el proceso de conocimiento cuando correspondiera el de ejecución, dado el caso de actor que endereza por la vía ordinaria, la oposición del demandado haría una suerte de elipsis con esta disposición. Por el contrario, el auto que hace lugar al juicio ejecutivo es inapelable. El ejecutante porque no tiene agravios; y el ejecutado, porque puede esperar la oportunidad prevista por los arts. 544 y siguientes. Bienes en poder de un tercero Art. 533. -- Si los bienes embargados se encontraren en poder de un tercero, se notificará a éste en el día, personalmente o por cédula. En el caso del art. 736 del Cód. Civil, si el notificado del embargo pagase indebidamente al deudor embargado, el juez hará efectiva su responsabilidad en el mismo expediente por el trámite de los incidentes o del juicio sumario, según correspondiere atendiendo a las circunstancias del caso. 1. Bienes en poder de un tercero La norma contempla dos casos diferentes. El primer párrafo supone el caso de pretender afectar un bien que se encuentra indisponible, sea por estar en poder de otro, o por hallarse previamente gravado. En el primer caso, se debe informar al oficial de justicia quien tiene los bienes, y en qué carácter los posee o custodia. Asimismo se debe indicar el domicilio del tercero, con el fin de hacer posible la notificación en el día o su comparecimiento al acto que se practica. En el supuesto siguiente, se debe notificar por cédula al embargante anterior, o quien tenga un derecho preferente. En ambos casos, el juez interviniente ordenará notificar al poseedor de los bienes del gravamen que sobre ellos recae y se le hará saber la limitación de su disponibilidad. A partir de entonces comenzará a correr el plazo para que el tercero, de considerarse titular de los bienes, interponga la correspondiente tercerías de dominio. El segundo párrafo viene a establecer las normas como se hace efectiva la sanción contemplada en el art. 736 del Código Civil respecto a la nulidad que deja sin efectos el pago de una deuda embargada judicialmente realizada por un tercero deudor del ejecutado que fue notificado del gravamen respecto de los acreedores embargantes. La disposición del art. 736 del Código Civil, no obstante aludir a que el "pago no será válido", significa que el pago resulta inoponible frente a los acreedores embargantes del accipiens (para evitar lo cual debe consignar conforme al art. 757, inc. 5º), pero conserva su eficacia frente a éste, y sus otros acreedores no embargantes (CNCiv., Sala F, 1985/04/17, "Martínez, Tomás A. y otra c. Dellacasa, Miguel C. J. y otra", La Ley, 1986-C, 536 [37.281-S]). Inhibición general Art. 534. -- Si no se conocieren bienes del deudor o si los embargados resultaren presuntivamente insuficientes para cubrir el crédito del ejecutante, podrá solicitarse contra el ejecutado inhibición general de vender o gravar sus bienes. La medida quedará sin efecto si el deudor presentare bienes a embargo o diere caución bastante. 1. Remisión a la medida cautelar La inhibición general de bienes constituye una medida cautelar que no alcanza a un bien determinado sino que limita la capacidad del embargado para disponer de su patrimonio. Con esta precautoria se impide vender o gravar bienes registrables (únicos sobre los que se puede realizar un control efectivo respecto de su disposición). Procede como subrogante del embargo y siempre que se manifieste desconocer bienes del deudor o que los conocidos fueren insuficientes para afrontar la totalidad del monto reclamado (en cuyo caso deberá fundarse debidamente la imposibilidad de satisfacción de las sumas reclamadas). Atento a que el artículo en comentario reproduce en parte lo establecido en el art. 228, a éste último nos remitimos para su estudio. Sin perjuicio de ello, se debe tener en cuenta que a diferencia de la medida genérica, en el juicio ejecutivo no se deberá prestar caución para que se decrete, por cuanto la verosimilitud en el derecho invocado es tal que permite prescindir de la misma. Orden de la traba. Perjuicios Art. 535. -- El acreedor no podrá exigir que el embargo recaiga sobre determinados bienes con perjuicio grave para el deudor, si hubiese otros disponibles. Serán aplicables, además, las normas establecidas en el capítulo relativo a las medidas cautelares en cuanto fueren pertinentes. Si los bienes muebles embargados formaren parte de un establecimiento comercial o industrial, o fueren los de uso de la casa habitación del deudor, éste podrá exonerarlos del embargo presentando otros bienes no gravados, o que, aun cuando lo estuviesen, bastaren manifiestamente para cubrir el crédito reclamado. 1. Principios generales La disposición remite en el párrafo segundo a los principios generales en materia de medidas cautelares, debiendo entenderse que se refiere a la reglamentación del embargo preventivo, a la forma y modalidades de su traba, al alcance de los bienes inembargables, y a la regla de impedir daños que se pueden evitar, que surge implícito en el art. 206 y que amplía el párrafo tercero del presente. Esta tercera parte de la norma, vuelve con el principio de prevención del perjuicio irreparable, cuya finalidad es procurar la satisfacción del acreedor con el menor perjuicio al deudor, aproximándose lo más posible al cumplimiento por el propio obligado. 2. El principio del daño menor El propósito de la disposición prevista en el párrafo 1º del art. 535 es evitar que el embargo constituya una medida de perjuicio por el sólo hecho de dañar al deudor, por lo cual el acreedor no podrá exigir que la medida recaiga sobre determinados bienes ocasionando un perjuicio innecesario, si hubiere otros disponibles (CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1999/03/16, "Hermosilla, Carmelo y otro c. OSPIM y otro", La Ley, 1999-D, 748 [41.636-S]). Una solución contraria importaría, sin lugar a dudas, un ejercicio abusivo de un derecho porque pudiendo obtenerse un mismo resultado, se preferiría una situación que genera daños innecesarios en el patrimonio del ejecutado. Por el caso se ha indicado que, los pagos efectuados por el deudor que es objeto de ejecución forzada de sus bienes, deben ser imputados de conformidad con los arts. 776 y 777 del Código Civil, debiendo efectuarse la pertinente deducción en la liquidación que permitirá determinar el saldo adeudado, suma esta última por la que deberá proseguir la ejecución si no es abonada, ya que el acreedor no debe causar perjuicios innecesarios al ejecutado (conf. principio informante de los arts. 535 y 204, Código Procesal) (CNCiv., Sala M, 1997/02/12, "Consorcio de Prop. Berutti 3590 c. Marconi", La Ley, 1997-C, 535). Asimismo, la traba de una inhibición general de bienes incluyendo una anotación sobre la misma en las circulares que el Banco Central dirige a los demás bancos integrantes del circuito, vulnera el principio comentado, pues media un perjuicio grave para el deudor, si el acreedor incumpliendo la carga procesal de establecer el asiento del gravamen que peticione, de hecho inhibe la actividad bancaria y/o financiera del afectado (CNCom., Sala A, 1998/02/16, "Sant Anna, Joaquín c. Inter Freight S. R. L.", La Ley, 2000-A, 571 [42.344-S]) ED, 181-678. Cabe observar que no se trata de evitar perjuicios sin garantizar el derecho del ejecutante, por eso esta disposición no se refiere a prohibiciones expresas sino a exigencias que constituyan situaciones de abuso con y en el proceso. Por eso, los perjuicios que el embargo pudiera ocasionar no son fundamento suficiente para disponer su levantamiento pues, en todo caso, autorizarían a solicitar la sustitución de conformidad con lo dispuesto por el art. 203 a tenor de la remisión contenida en el art. 535. Mas, si no se ofrece bien alguno a embargo, el planteo debe ser desestimado (del voto del doctor Belluscio) (CS, 1990/08/07, "Obra Social para la Actividad Docente c. Provincia de Catamarca", La Ley, 1990-E, 367). Cabe observar que, a pesar de ello, hay situaciones de evidente afectación general, donde la medida cautelar misma es de imposible aceptación. Así se ha dicho que, la pretensión de trabar embargo incluyendo una anotación en las circulares que el Banco Central de la República Argentina dirige a todos los bancos integrantes del circuito financiero, implica extender la medida a todos los fondos de cualquier naturaleza que la demandada tenga en esas instituciones, ya sea en casas centrales, sucursales o agencias, de modo que la medida se asemeja a una inhibición general para operar en el sistema financiero, pretensión que vulnera la norma del art. 535, párr. 1º del Código Procesal (CNCiv., Sala A, 1996/12/27, "Tésis Grupo Editorial Norma c. Beas, Hugo", La Ley, 1997-C, 586 - DJ, 1997-2-766). 3. Establecimientos comerciales El acogimiento de la parte ejecutada a las posibilidades que brinda el art. 535 tercer apartado, no es permitido en forma indefinida en el tiempo, sino que debe ser oportuno. Por tanto, le corresponde deducir el levantamiento dentro del quinto día de afectado el bien que considera indisponible, porque vencido el plazo sin haberse articulado cuestión al respecto, la situación deviene inmutable por exigencias del mismo proceso. Depositario Art. 536. -- El oficial de justicia dejará los bienes embargados en poder de un depositario provisional que podrá ser el deudor si resultare conveniente, salvo que aquéllos se encontraren en poder de un tercero y éste requiriera nombramiento a su favor. 1. Depositario judicial El depósito civil es una especie de liberalidad, dado su carácter de acto gratuito (art. 2182, Código Civil), en cuya virtud el depositario se obliga a guardar una cosa, absteniéndose de uso y con la obligación final de restituir (arts. 2202 y 2208). Para la existencia de un contrato de depósito se requiere como finalidad principal la custodia de la cosa, y esa obligación principal -además de la guarda mencionada- consiste en restituir "la misma e idéntica cosa" (art. 2182, Código citado), ya sea al depositante o al individuo indicado para recibir el depósito, y si ha sido hecho a nombre de un tercero, debe ser restituido a éste o a sus herederos. Estas características suelen confundir al depositario civil con el depositario constituido a consecuencia de una diligencia judicial, quien tiene más similitudes con la custodia de bienes que con las obligaciones de conservación y restitución propias del contrato. 2. Constitución judicial de depositario Establece el art. 216 del Código Procesal que, frente al embargo de bienes muebles debe designarse depositario judicial, a excepción que se trate de objetos de la casa donde vive el embargado, en cuyo supuesto, el mismo ejecutado será discernido depositario. Quien lo designa es el propio oficial de justicia que está a cargo de la diligencia. Para realizar la designación tendrá en cuenta los bienes a embargar, la garantía del deudor y cualquier otro elemento que le permita actuar en consecuencia y decidir sobre la conveniencia o no de que sea el mismo embargado o tenedor el depositario de los bienes gravados. En el supuesto del residente del inmueble, los bienes que allí se encuentran se presumen como de su propiedad, por lo que se pueden afectar aunque estarán sujetos a eventuales tercerías de dominio. Corresponde al depositario el deber de vigilancia de las cosas que quedan en su poder. Esta obligación consiste, al decir de Podetti, en “informar al juez de cualquier evento que se produzca en ellas por obra de terceros, de los propios litigantes o proveniente de la naturaleza misma de los bienes puestos a su cuidado” (Podetti, Ramiro J., Tratado de las medidas cautelares, Editorial Ediar, Buenos Aires,1956, pág. 407). 3. Sanciones y penalidades Las obligaciones del depositario llegan al extremo de hacerlo penalmente responsable por el mal desempeño en sus funciones (art. 263, Código Penal). En efecto, el depositario judicial de bienes embargados, respecto de los cuales acepta en legal forma el cargo, incurre en el delito de malversación de caudales públicos, si el pertinente mandamiento de secuestro de los mismos da resultado negativo. Por ejemplo, la desaparición de la heladera embargada, de la cual se es depositario, configura el delito de malversación de caudales públicos del art. 263, Código Penal, en función del 261, ya que la conducta de aquél ha tenido por efecto poner el bien fuera del alcance de la custodia, o sea que produjo el quebrantamiento del vínculo de vigilancia establecido, tornando irrealizable el fin al cual se le afectó con el embargo. Asimismo, comete el mismo delito quien, una vez asumida la obligación de depositario judicial de bienes embargados, mudó los mismos sin anoticiar al tribunal que dispuso la medida, extrayendo de ese modo de la esfera de custodia los referidos bienes e impidiendo su recuperación (CNCrim. y Correc., Sala IV, 2000/05/16, "Costa, Juan M.", La Ley, 2000-E, 666 - DJ, 2001-1-366). Deber de informar Art. 537. -- Cuando las cosas embargadas fueren de difícil o costosa conservación o hubiese peligro de pérdida o desvalorización, el depositario deberá poner el hecho oportunamente en conocimiento del juez, si no lo hubiese expresado ante el oficial de justicia, lo que se hará saber a las partes a los fines del art. 205. 1. Deber de información El carácter de los bienes, o la condición de las cosas que se embargan, pueden ser de difícil o costosa conservación, en cuyo caso quien acepte ser depositario (el ejecutado, quien se encuentre en la casa, o un tercero) debe comunicarlo de inmediato al Oficial de Justicia que practica la diligencia, o en cualquier estado del proceso (art. 202) podrá comunicarse dicha circunstancia, para que el Juez resuelva previa sustanciación con el embargante. Contestado el traslado, y de considerarlo necesario, el juez resolverá la forma de realizar los bienes. Embargo de inmuebles o muebles registrables Art. 538. -- Si el embargo hubiese de hacerse efectivo en bienes inmuebles o en muebles registrables, bastará su anotación en el registro, en la forma y con los efectos que resultaren de la ley. Los oficios o exhortos serán librados dentro de las cuarenta y ocho horas de la providencia que ordenare el embargo. 1. Procedimiento para el embargo registral Cuando el embargo se ordena sobre inmuebles o bienes muebles registrables, el procedimiento se desarrolla mediante la expedición de documentos que se inscriben en las dependencias administrativas correspondientes. Estos instrumentos constituyen medios de comunicación que realiza el Juez a terceros comunicándoles las órdenes dispuestas y que el organismo informado debe anotar y dar constancia del cumplimiento. La inscripción en el correspondiente registro es meramente declarativa y produce efectos hacia terceros a partir de la inscripción pertinente de la medida cautelar trabada. El orden de inscripción que se concreta apenas recibido el oficio o el testimonio que contiene la transcripción de la orden judicial, produce un orden de preferencias sucesivo. Es decir, quien embarga primero es preferido en el cobro al que le sucede, aun siendo éste quien realice la subasta del bien. 2. No es un régimen especial El art. 538 del Código Procesal no altera el régimen genérico de las medidas cautelares, que sólo deben decretarse bajo responsabilidad de la parte, quien debe dar caución por las costas y daños y perjuicios que su traba pueda ocasionar (CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1997/03/11, "Farías, Marcelo y otro", La Ley, 1997-D, 37). Costas Art. 539. -- Practicada la intimación, las costas del juicio serán a cargo del deudor moroso, aunque pagare en el acto de realizarse aquélla. 1. Costas en el allanamiento ejecutivo El principio que rige en materia de costas en el juicio ejecutivo (arts. 539 y 558), se ajusta al general que respecto a ella surge de los arts. 68 y sigts. del mismo cuerpo legal, especialmente respecto del art. 70 que dispensa de los gastos causídicos a quien, sin dar motivo a la promoción del juicio, se allanara en forma incondicional, oportuna, total y efectiva. En este proceso se impone el criterio objetivo de la derrota, sin que los jueces tengan la facultad de eximir de costas según el mérito que hubiere, salvo en lo que se refiere a las pretensiones de la otra parte que hayan sido desestimadas (art. 558). De allí que, el allanamiento a la demanda ejecutiva producido con posterioridad a la intimación de pago, no exime al ejecutado de su obligación de abonar a la actora los gastos de la ejecución (CNCiv., Sala C, 1987/06/30, "Obras Sanitarias de la Nación c. Rinaldi, Nicolás V.", La Ley, 1987-E, 463 [37.736- S]). Es harto reiterado sostener que, no obstante la plena vigencia del criterio objetivo para la imposición de las costas en los procesos de ejecución, en cuya virtud corresponde que ellas sean soportadas por quien sucumbe en sus pretensiones, no es posible desconocer que el hecho de la derrota no es siempre expresivo o indicativo de dicha pauta objetiva instituida por el legislador (arts. 539 y 588), habida cuenta que el resultado ocasionalmente no traduce la procedencia o improcedencia de un temperamento propuesto oportunamente o, como podría ser el caso, el pleito entablado puede ser el resultado de diversas alternativas más o menos fortuitas o no enteramente imputables a una sola de las partes involucradas (CNCiv., Sala D, 1983/04/14, "Municipalidad de la Capital c. Maulhardt y Cía., S. A., Juan H.", La Ley, 1983D, 135 -ED, 104-767). 2. Distribución de costas Ahora bien, deben distinguirse las costas emergentes de las excepciones opuestas -pago parcial y prescripción- de aquéllas por las que prosperó la demanda. Con relación a estas últimas, la regla normativa no cambia aun cuando hubiera allanamiento, pues en orden a lo dispuesto en el art. 539, el deudor moroso debe asumirlas aun cuando pagare en el acto de practicarse la intimación. En cambio si el allanamiento es sobre las excepciones opuestas, se produce una inmediata consecuencia: el sometimiento voluntario a las razones argumentadas en la resistencia. Por ende el actor adquiere calidad de vencido y siendo que las costas constituyen un resarcimiento debido a la vencedora por los gastos que le ocasionó el litigio, es indudable que deben ser impuestas al accionante. Como hemos visto, el principio que rige en materia de costas en el juicio ejecutivo, se ajusta al criterio general que impera el vencimiento puro y simple; y que en orden al allanamiento dispensa los gastos causídicos a quien, sin dar motivo para la promoción del litigio, se allanan en forma incondicionada, oportuna, total y efectiva. De conformidad con lo expuesto, si el ejecutado a raíz de una excepción de prescripción reconoce la pérdida de su derecho creditorio el principio objetivo de la derrota solo podría ceder en el caso en que demostrara haber tenido razones suficientes para imponer la demanda (Cfr. Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Las costas en el juicio ejecuitivo, en Respuestas Procesales, tomo 2, Editorial Ediar, cit., passim). 3. Pago antes de la intimación Lo dicho hasta ahora es plenamente aplicable al supuesto de ocurrir el pago con posterioridad al momento que se practica la intimación; pero ¿qué sucede si el pago se concreta con anterioridad a ese momento?. Según Falcón se pueden dar dos situaciones. La primera corresponde a la investigación del estado moratorio del ejecutado para deducir de esa circunstancia si le corresponde o no soportar los gastos del proceso. La segunda posición se relaciona con la inexistencia de mora, en cuyo caso se lo libera de las costas pues se aplica, a su criterio, el art. 70, por el que se impondrán las costas al vencido que hubiese reconocido oportunamente como fundadas las pretensiones de su adversario, allanándose a satisfacerlas (Código Procesal...., tomo II, cit., pág. 662). De este modo, solo podrá eximirse de costas al ejecutado en dos ocasiones, correspondiendo la primera, si no hay mora y paga antes de la intimación; y la restante, si no se encuentre en mora y paga al momento de la intimación. En conclusión, los costos procesales en esta particular etapa del juicio ejecutivo, dependen exclusivamente de la actitud del obligado, de modo tal que corresponderá poner a su cargo los gastos del proceso aunque haya pagado todo o parte de la deuda- antes de la intimación o al efectuarse ésta, si estaba en mora. A su vez, el estado moratorio al que nos referimos se relaciona con el art. 509 del Código Civil, es decir que exige la debida constitución, a no ser que se trate de obligaciones con vencimiento y mora automática. Por eso, las costas se imponen al deudor aun cuando pague antes del requerimiento si ya se había efectuado intimación al avalista (cfr. Gozaíni, Costas Procesales, 2ª ed., cit.,pág. 419). En cambio, la circunstancia de haber el ejecutado dado en pago el importe del pagaré en ejecución, antes de haber sido intimado judicialmente en los términos del art. 542, autoriza a eximirlo del pago de las costas dado que al hacerlo no se encontraba en mora por lo que la exención que establece el art. 70, inciso 2º, resulta aplicable al caso, puesto que su presentación importó un allanamiento real, total, incondicional y efectivo, debiendo ser soportadas en el orden causado (cfr. Gozaíni, Costas Procesales, 2ª ed., cit., pág. 419). Es también el caso que resulta cuando habiéndose seguido el trámite del proceso ejecutivo por el cobro de los honorarios regulados, la cancelación de la deuda antes de que se hubiera concretado la intimación de pago y sin que medie constitución en mora previa, se llega a la exención de costas, resultando así aplicable la solución del art. 539, en virtud de las señaladas circunstancias (CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1979/06/23, "Antorcha Cia. de Seguros", La Ley, 1980-C, 567). Ampliación anterior a la sentencia Art. 540. -- Cuando durante el juicio ejecutivo y antes de pronunciarse sentencia, venciere algún nuevo plazo de la obligación en cuya virtud se procede, a pedido del actor podrá ampliarse la ejecución por su importe, sin que el procedimiento retrotraiga, y considerándose comunes a la ampliación los trámites que la hayan precedido. En cada caso de ampliación deberá cumplirse con la intimación de pago. 1. Ampliación de los montos en ejecución Los arts. 540 y 541 contemplan el vencimiento de nuevos plazos o cuotas luego de iniciada la demanda con el propósito de evitar la promoción de nuevos juicios hasta el momento del pago total de la liquidación. Lo que difiere en una y otra norma es el procedimiento por el cual se da intervención al deudor, pero el propósito común que inspira ambas disposiciones legales se logra admitiendo que también procede la ampliación por cuotas anteriores a la sentencia, requerida después de su dictado y siguiéndose el procedimiento del art. 541 que contempla adecuadamente el derecho de defensa del ejecutado. Se afirma así que, la admisión de cuotas vencidas de una misma obligación, se permite aun después de promover la demanda y antes de dictar sentencia, siguiendo para ello e procedimiento establecido que resguarda la bilateralidad y contradicción eventual (CNCiv., Sala B, 1997/06/25, "Consorcio de Propietarios Av. Callao 894 c. Lasalle, Marta A. y otro", La Ley, 1999-C, 787, J. Agrup., caso 13.889. El artículo hace referencia a obligaciones periódicas o de tracto sucesivo autorizando al ejecutante a ampliar lo reclamado en la demanda de manera de abarcar las deudas que hayan devenido exigibles durante el transcurso del proceso y que tengan como origen el mismo vínculo jurídico que genera el reclamo. El ejemplo típico de esta situación, y al que hace mención expresa el artículo 541, son las ejecuciones por expensas en propiedad horizontal, en donde a pesar de la interposición de la demanda, mes a mes, se generan nuevos vencimientos que pueden ser incorporados al proceso en trámite. Se debe tener en cuenta que para que la ampliación sea procedente deberá versar sobre la misma obligación, de manera que si se llega a intentar la ampliación de demanda respecto de títulos autónomos, se deberá acreditar dicho vínculo bajo apercibimiento de denegar la ampliación. No es necesario realizar reserva del derecho de ampliar la demanda de conformidad, toda vez que ello la ley no lo exige. Aun cuando es prudente y previsor hacerlo, antes que de buena técnica. De todas maneras, la ampliación de los montos a ejecutar requieren la expresa petición del ejecutante. Esta norma es concordante con lo establecido en el art. 331 al que nos remitimos. Además, aun cuando es exacto que la literalidad de los arts. 540 y 541 sólo analiza las cuotas que vencen con anterioridad o con posterioridad a la sentencia de remate, razones de economía procesal aconsejan admitir la ampliación de la ejecución respecto de cuotas que han vencido mientras se puso el expediente en estado de pronunciar sentencia y se intima el pago después de su dictado (CNCiv., Sala E, 1995/06/27, "Stagnaro, Elsa L. c. Club Ferrocarril Oeste", 38.632-S, La Ley, 1996-B, 739). 2. Intimación de pago La diferencia entre las disposiciones citadas radica en el procedimiento por el cual se da intervención al deudor, mas el propósito común que inspira ambas disposiciones legales se logra mediante la admisión de la ampliación por cuotas vencidas con anterioridad al pronunciamiento de la sentencia requerida después de su dictado y con sujeción al procedimiento previsto en la segunda de las normas que se mencionan (CNCiv., Sala F, 1996/11/25, "Olivieri, Julio C. c. Pace, Edgardo y otro", La Ley, 1997-B, 793 [39.335-S]). El último párrafo del precepto requiere que se intime de pago la suma aumentada en la pretensión, sin que esto signifique abrir una nueva instancia de discusión, pues la notificación tiene como finalidad lograr el pago inmediato. Por eso, al facultar al acreedor a ampliar la ejecución, se arbitra un medio tendiente a evitar al ejecutado los perjuicios que puede ocasionar el incremento de intereses y la eventual ampliación del embargo con respecto a nuevas cuotas, pero no autoriza al ejecutado a oponer excepciones, pues lo contrario implicaría retrotraer el procedimiento en desmedro de la vigencia del principio de preclusión preservado por aquella norma (CNCiv., Sala G, 1998/11/02, "Garzoni, María c. Ricci, Matilde", La Ley, 1999-C, 115 - DJ, 1999-1-943). Ello así resulta por aplicación del principio de preclusión de las etapas procesales, por tanto, tampoco la ampliación de la demanda retrotrae el procedimiento. Finalmente se debe recordar que el aumento de las sumas no interrumpirá el plazo para el dictado de la sentencia, momento hasta el cual se podrá ejercer el derecho que se cita. 3. Improcedencia Tratándose de pagarés no es de aplicación esta disposición, que obviamente se refiere al caso de ejecuciones originadas en un solo documento cuyas cuotas van venciendo y no a distintas obligaciones instrumentadas en títulos de crédito que entre sí son autónomos. En consecuencia, el supuesto de ampliación de la cuantía del monto reclamado inicialmente por el actor, sobre la base de nuevos pagarés aportados como soporte documental y con antelación a la intimación de pago y citación de remate no se halla comprendido en las disposiciones del art. 540 del Código Procesal (CNCom., Sala B, 1996/09/26, "Abrafic S. A. c. Cohen, Jacobo y otro", La Ley, 1997-C, 589). Ampliación posterior a la sentencia Art. 541. -- Si durante el juicio, pero con posterioridad a la sentencia, vencieren nuevos plazos o cuotas de la obligación en cuya virtud se procede, la ejecución podrá ser ampliada pidiéndose que el deudor exhiba dentro del quinto día los recibos correspondientes o documentos que acrediten la extinción de la obligación, bajo apercibimiento de hacerse extensiva la sentencia a los nuevos plazos y cuotas vencidos. Si el deudor no exhibiere recibos o documentos que fuesen reconocidos por el ejecutante, o no se comprobase sumariamente su autenticidad, se hará efectivo el apercibimiento sin recurso alguno. En cada caso de ampliación deberá cumplirse con la intimación de pago. Lo dispuesto en este artículo y en el anterior regirá también en las ejecuciones por cobro de alquileres y expensas comunes. La facultad que otorga este artículo no podrá ser ejercida una vez terminada la tramitación del juicio. 1. Ampliación de los montos una vez dictada la sentencia ejecutiva La ampliación de las sumas a ejecutar, en obligaciones de pago periódico, sucesivos o continuos, se puede concretar después de dictada la sentencia que manda llevar adelante la ejecución, resguardando el derecho de defensa del ejecutado, quien debe ser intimado de pago y emplazado por cinco días, a presentar aquellos documentos que puedan extinguir la obligación que se accede. La intimación prevista importa la citación para oponer tales defensas en la medida que se limiten a las nuevas cuotas y siempre que no ataquen el título o las devengadas con anterioridad. Es que, no le cabe al deudor el amplio espectro defensivo del art. 544 del Código Procesal cuando se amplía la ejecución con posterioridad a la sentencia, sino que sólo puede oponer defensas relativas únicamente a la cuota ejecutada y no a las anteriores, sin poder atacar a su vez el título común originario, pues el mismo ya le fue sometido a su examen en la primera oportunidad defensiva y media al respecto una preclusión irreductible (CNCiv., Sala A, 1998/11/30, "B. de T., S. c. T., L. y otros", La Ley, 1999-D, 10). Cabe observar que durante el tiempo que tiene el Juez para dictar sentencia, pueden vencer nuevos plazos de la obligación en cuyo caso corresponde ampliarlos tras el pronunciamiento ejecutivo. En efecto, si bien el art. 541 sólo contempla la posibilidad de ampliar la ejecución con posterioridad a la sentencia cuando se trata de nuevos plazos o cuotas de la obligación en cuya virtud se procede, dicha posibilidad debe hacerse extensiva a los supuestos en que se reclaman períodos anteriores a su pronunciamiento (CNCiv., Sala H, 1995/02/09, "Consorcio de Propietarios Juan Bautista Alberdi 2331/39 c. Municipalidad de Buenos Aires", DJ, 1996-1-1328). 2. Ejecución de expensas y alquileres Repetidamente se dice que la ampliación de la ejecución con posterioridad al pronunciamiento de la sentencia y respecto de cuotas que han vencido antes de ese momento, debe ser admitida por razones de economía procesal, pues el trámite previsto admite con suficiencia el derecho de defensa del ejecutado. Sin embargo, el principio cede cuando se trata de reclamos que no se limitan a alquileres vencidos con posterioridad a la integración de la litis, sino de cantidades globales que comprenden otros gastos ajenos a la materia específica de la ejecución, documentados en instrumentos privados respecto de los cuales los ejecutados no fueron intimados para su reconocimiento, ni tampoco intimados a abonarlos en el juicio (CNCiv., Sala C, 1995/08/24, "S., A. P. C. c. Ch. de M. S.", La Ley, 1996-A, 365). Finalmente, si bien es cierto que el art. 541, "in fine" dispone que no es admisible la ampliación de la ejecución una vez concluida la tramitación del juicio, esta última circunstancia debe ser adecuadamente entendida en el sentido de que la finalización del proceso ejecutivo se opera recién con el pago de la suma resultante de la liquidación definitiva aprobada. Intimación de pago. Oposición de excepciones Art. 542. -- La intimación de pago importará la citación para oponer excepciones, debiendo dejarse al ejecutado copia de la diligencia, del escrito de iniciación y de los documentos acompañados. Las excepciones se propondrán, dentro de cinco días, en un solo escrito, conjuntamente con el ofrecimiento de prueba. Deberán cumplirse, en lo pertinente, los requisitos establecidos en los arts. 330 y 356, determinándose con exactitud cuáles son las excepciones que se oponen. La intimación de pago importará, asimismo, el requerimiento para que el deudor dentro del plazo establecido en el párr. segundo de este artículo, constituya domicilio, bajo apercibimiento de lo dispuesto por el art. 41. No habiéndose opuesto excepciones dentro del plazo, el juez, sin otra sustanciación, pronunciará sentencia de remate. 1. Principios generales La intimación de pago hace las veces de notificación de la demanda en los procesos de conocimiento, por eso la presente disposición encarga al oficial de justicia (en el juicio ordinario, el que actúa es el oficial notificador) la comunicación verbal directa del emplazamiento al pago, y la entrega inmediata del escrito de demanda y de la documentación acompañada. En el acto que se cumple el ejecutado queda intimado a pagar en el plazo de cinco días, o a interponer las defensas y excepciones que se considere con derecho a deducir dentro del mismo plazo. De oponerlas, deberá acompañar la prueba que pretenda sostener como fundamento. El emplazamiento realizado también importa la carga de constituir, en idéntico plazo, domicilio dentro del radio del juzgado. La consecuencia de su incumplimiento es la misma del art. 41, es decir, que se lo tendrá por constituido en los estrados del juzgado. 2. Efectos de la notificación La intimación de pago no es un trámite superfluo en el esquema ejecutivo dispuesto; constituye el emplazamiento a estar a derecho y la oportunidad que se otorga al ejecutado para que se presente y haga las manifestaciones a que con derecho se considere. Si paga en el acto de la intimación, el acto no es más que una manifestación voluntaria de sometimiento cuyos efectos son similares al allanamiento, como ya referimos. Obsérvese que de una u otra decisión depende la fase contradictoria del proceso ejecutivo, aquella que llevó a denominar al juicio como un proceso más de conocimiento que de pura ejecución. Para el ejecutante, la intimación concreta la relación jurídica bilateral e impide que desista unilateralmente del proceso. Por eso, si no surge del expediente que el actor desistió de la ejecución contra algunos de los demandados y resulta de sus constancias que ellos no han sido intimados de pago a los fines del art. 542, la etapa inicial del juicio no se encuentra totalmente cumplida como corresponde y la sentencia de remate no puede ser dictada, ya que por la naturaleza del proceso tal sentencia debe incluir a todos los demandados (CNCiv., Sala F, 1997/06/24, "Sánchez, Oscar c. Gómez, Héctor", La Ley, 1998-B, 920, J. Agrup., caso 12.500). Incluso, se advierte que si bien en el desarrollo del proceso las partes deben cumplir con las cargas que les competen en atención a las circunstancias de tiempo y estado, ello no excluye la posibilidad de que en el juicio ejecutivo el demandado se presente en forma voluntaria cuando ha sido ordenada la citación de venta en los términos del art. 542 (CNCiv., Sala G, 1996/10/21, "Luppino Hnos. S. A. c. Kuter, Dora", La Ley, 1997-C, 999, J. Agrup., caso 11.593). 3. Excepciones Otra exigencia del precepto consiste en determinar con exactitud las excepciones que se oponen. La claridad no asienta en el nomen iuris, de la defensa, porque en definitiva es ésta una facultad jurisdiccional que se funda en el principio iura novit curia. La razón de individualizar las excepciones consiste en alegar y acreditar los extremos suficientes para que proceda alguna de las autorizadas, aun cuando se hayan nominado con un título diferente. En caso de no oponerse ninguna, no podrá ejercerse tal derecho en el futuro, quedando entonces el juez en condiciones de dictar la sentencia de remate. Finalmente, se debe tener en cuenta que todas las defensas deberán plantearse en un mismo escrito. Trámites irrenunciables Art. 543. -- Son irrenunciables la intimación de pago, la citación para oponer excepciones y la sentencia. 1. Conceptos generales Del enunciado del artículo, en principio, surgiría que el juicio ejecutivo se compone de actos irrenunciables y etapas eventuales que dependen de las actitudes del ejecutante o del ejecutado. De este modo, se parte de un error conceptual porque las formas no son disponibles para las partes, siendo en todo caso declinable el derecho de oposición, el ofrecimiento de prueba, u otros actos que constituyen manifestaciones de las cargas y facultades que tienen los legítimos contradictores, pero en manera alguna, se puede considerar que sean renunciables los trámites del juicio ejecutivo. La intimación de pago surte los efectos del emplazamiento o notificación de la demanda; la citación para oponer excepciones le abre el camino al demandado para que ejerza su derecho a la contradicción; y la sentencia es el acto esencialmente más importante de la función jurisdiccional, porque culmina con las etapas imprescindibles para una cobertura constitucional del derecho al debido proceso constitucional. Se advierte así, que no se trata únicamente de dar oportunidad de defensa, ni de recortar el ámbito del conocimiento para que el proceso cobre una dimensión más ejecutiva que ordinaria. La intimación y la citación a oponer excepciones son actos simultáneos, de modo tal que no se podrían escindir sin sacrificar la garantía de bilateralidad; no obstante, son trámites sucesivos, porque la intimación que se satisface en el acto, despoja de sentido la continuidad del procedimiento, al tener el Oficial de Justicia que depositar de inmediato los valores percibidos, o, de ser esto materialmente imposible, al día siguiente hábil (art. 49, Acordada 3/75 CS). En consecuencia, tampoco los trámites tendientes a la traba de embargo carecen de aptitud impulsoria del procedimiento, pues, a diferencia de la intimación de pago, la disposición de medidas cautelares no resulta esencial a la ejecución (CNCom., Sala B, 1996/03/26, "Caledonia Argentina Compañia de Seguros S. A. c. Veiga S. A.", La Ley, 1996-E, 684, J. Agrup., caso 11.113). Además, la sentencia es un acto ineludible porque es la que manda llevar adelante la ejecución, siendo el único acto jurisdiccional que autoriza la subasta de los bienes embargados o la realización inmediata de otros bienes. Hay muy pocas excepciones a esta regla, indicándose entre ellas lo dispuesto en la Ley de prenda con registro cuando refiere a la venta extrajudicial dispuesta en las ejecuciones administrativas hechas por el Estado. Al no estar indicadas, y sin afectar principios constitucionales puntuales como el derecho a la doble instancia, se pueden renunciar los recursos contra la sentencia ejecutiva, y aun algunas excepciones que estén en el marco de los derechos disponibles del deudor como son la compensación, quita, espera o remisión, o declinar otras como la recusación sin causa (que no obstante está prohibido por el art. 14); también se consideran actos de anticipación posibles, la fijación de una base mínima para la ejecución del bien gravado, la designación de un martillero por el ejecutante, entre otros. Excepciones Art. 544. -- Las únicas excepciones admisibles en el juicio ejecutivo son: 1. Incompetencia. 2. Falta de personería en el ejecutante, en el ejecutado o en sus representantes, por carecer de capacidad civil para estar en juicio o de representación suficiente. 3. Litispendencia en otro juzgado o tribunal competente. 4. Falsedad o inhabilidad de título con que se pide la ejecución. La primera podrá fundarse únicamente en la adulteración del documento; la segunda se limitará a las formas extrínsecas del título, sin que pueda discutirse la legitimidad de la causa. El reconocimiento expreso de la firma no impide la admisibilidad de la excepción de falsedad fundada en la adulteración del documento. Estas excepciones son inadmisibles si no se ha negado la existencia de la deuda. 5. Prescripción. 6. Pago documentado, total o parcial. 7. Compensación de crédito líquido que resulte de documento que traiga aparejada ejecución. 8. Quita, espera, documentados. remisión, novación, transacción, conciliación o compromiso 9. Cosa juzgada. 1. Principios generales. Taxatividad La restricción de conocimiento que impone la propia naturaleza del juicio ejecutivo, limita también las excepciones y defensas que se puedan deducir; no obstante, con ellas se consigue vulnerar o, al menos suspender el trámite puramente compulsorio, abriendo una etapa de cognición que lleva a caracterizar al proceso como una vía mixta donde confluyen singularidades del juicio ordinario y de la ejecución. Las excepciones están taxativamente enumeradas, lo que significa que no se pueden deducir otras que no sean las que se identifican, aun cuando se permite encuadrar en la admisión de una de ellas aunque se la nomine con diferencias. Debido al carácter limitativo que tiene la enumeración de excepciones formulada en los artículos 597 y 544, que resulta de las expresiones "únicamente" o "únicas", respectivamente, que contienen dichas normas, no está admitida entre otras, la excepción de defecto legal en el juicio ejecutivo. En tal sentido se sostiene que, ésta defensa es inadmisible en el juicio ejecutivo, por no estar prevista en la enumeración taxativa del art. 544, dado que la ley impone al juez un examen cuidadoso del instrumento con que se deduce la ejecución (CNCiv., Sala D, 1993/10/06, "Banco Popular Financiero S. A. c. De Bella, Dominga", La Ley, 1994-C, 273. - DJ, 1994-2-745). No obstante, el temperamento no puede llevar a injusticias notorias, y pensando en ello se ha dicho que, si bien los arts. 597 y 544 no contemplan la defensa de falta de legitimación sustancial, debe admitirse su planteo por vía de la de inhabilidad de título, pues de lo contrario se impondría a un tercero un título que no sería tal respecto de él (CNCiv., Sala F, 1998/02/10, "Dahan, Leon y otros c. Villaguay S. A.", La Ley, 1999-B, 81 - DJ, 1999-2-284). 2. Excepciones en el litisconsorcio De existir litisconsorcio pasivo, la oposición por uno de los integrantes suspende para los otros el procedimiento, como también que se mande llevar adelante la ejecución sin estar resueltas todas las excepciones opuestas. Ello es el resultado de los efectos que puede producir una resolución favorable, y si bien es cierto que en un litisconsorcio facultativo cada uno de los litisconsortes actúa en forma autónoma, también lo es que en materia de excepciones sustanciales contra el progreso de la acción ejecutiva, se confunden o fusionan las consecuencias, porque atañen a la esencia de la relación jurídica, repercutiendo el éxito del litisconsorte sobre el inactivo. 4. Excepciones en particular Las únicas excepciones posibles se indican a continuación, haciendo la salvedad anunciada respecto a que pueden deducirse con otro nombre pero sin incertidumbres ni inseguridad al objeto que refieren, porque puede el Juez encarrilarlas (iura novit curia) en función de las potestades de saneamiento que posee. 4.1 Incompetencia, Cuando el ejecutado alega la ausencia de un presupuesto procesal, como es la competencia del juez interviniente en la ejecución, deberá expedirse a su respecto en la sentencia, toda vez que en el juicio ejecutivo no aparece prevista la declaración especial previa de admisibilidad o inadmisibilidad de las excepciones. La excepción de incompetencia es oponible y admisible sin limitación alguna. En tal sentido, su tratamiento por el juzgador deberá ser todo lo amplio que fuere menester para determinar con precisión quién será competente para sentenciar la causa. Ello supone que se pueda cuestionar la competencia por cualquiera de las causas que determinan su configuración (v.gr.: territorio, grado, materia, etc.). Los supuestos jurisprudenciales son numerosos, como también lo son las soluciones adoptadas. En líneas generales, procede la excepción cuando se viola la competencia territorial, a no ser que hayan pactado la prórroga o el mismo título mencione el lugar donde la obligación se debe cumplir. También cuando la ampliación de la demanda ejecutiva se practica como juicio independiente, debiendo seguir las reglas del art. 540 y conectarse con la competencia del Juez que ya previno. Por el contrario, es improcedente la excepción de incompetencia opuesta por quien se obligó como principal pagador de todas las obligaciones asumidas por el cuentacorrentista con el banco acreedor, fundada en que el juicio debe tramitar ante el juez provincial que interviene en la ejecución del saldo deudor en cuenta corriente bancaria promovida contra el cuentacorrentista, si al obligarse aquél aceptó la jurisdicción de los tribunales ordinarios de la Capital Federal (CNCom., Sala D, 1996/03/22, "The First National Bank of Boston c. Spada, Mario A. y otro", La Ley, 1997-B, 780 [39.264-S] - DJ, 1997-1-730). Asimismo, cuando la ejecución de un cheque es iniciada contra el endosante y el librador ante la jurisdicción del domicilio de este último, el endosante no puede oponer la excepción de incompetencia, pues el endoso de un cheque librado contra un banco ubicado en distinta jurisdicción de la de su domicilio y suscrito por un librador cuyo domicilio también es extraño, implica aceptar ser demandado ante aquella jurisdicción (CNCom., Sala D, 2000/06/02, "Capdevielle Kay y Cía. c. Ruiz Toranzo, Marcela y otro", La Ley, 2000-F, 297 DJ, 2000-3-1115). 4.2 falta de personería Falta de personería en las partes o sus representantes es insuficiencia de personalidad que le permita estar en juicio y efectuar con derecho la pretensión que persigue. No se trata de afectar la relación jurídica entre quien reclama y el objeto que para sí pretende, sino de advertir que quien ejecuta o es ejecutado, no tiene capacidad civil para estar en juicio. La mayor confusión existente entre legitimación y capacidad es el nexo que se quiere trabar con el concepto de parte, insumiéndole a éste un carácter sustancial o vinculado con la pertenencia del derecho subjetivo que, en realidad, nada tiene que ver. En todo caso, la capacidad para ser parte proviene de normas materiales, en el sentido de capacidad de goce o disfrute; pero la capacidad para obrar depende de los presupuestos procesales. El Código Civil entiende capaces a aquellos que tienen aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones; pero el derecho procesal toma en cuenta apenas parcialmente este señalamiento. Digamos que se acepta la "posibilidad de actuar" antes que el ejercicio pleno, es decir, consigna una especie de reconocimiento general en tanto no existan impedimentos que indiquen algún supuesto de inhabilitación. La incapacidad es la excepción, debiendo actuarse en el proceso a través de representantes; con ello se demuestra que la legitimatio ad causam no guarda conexiones con la titularidad en el ejercicio de la acción. Son incapaces: 1) los menores de 21 años de edad, a no ser que estuviesen emancipados, o actuaren en defensa de derechos laborales propios u obtenidos con su trabajo personal; 2) los dementes declarados en juicio y los sordomudos que no puedan darse a entender por escrito; 3) los concursados, salvo para las actuaciones tendientes a conservar derechos individuales que el síndico no preserva; 4) los condenados a pena privativa de la libertad por más de tres años. Una calidad similar que impide la actuación directa en juicio, aun teniendo capacidad (limitada o restringida), ocurre con los inhabilitados, cuyos derechos deben representarse a través de tutores o curadores. La capacidad debe subsistir durante todo el proceso, de manera que si se pierde en el curso del trámite operan otras figuras, tales como la sucesión procesal y la representación adecuada, entre otras. En el juicio ejecutivo, la falta de personería solo es viable cuando se la funda en la carencia de capacidad civil de los litigantes para estar en juicio, o también, en la insuficiencia de la representación invocada. Por esta vía no se podrá denunciar la ausencia de legitimación procesal, es decir, la circunstancia de que el actor o el demandado no son las personas especialmente habilitadas por la ley para sumir tales calidades con referencia a la concreta materia sobre la que versa el proceso. La falta de capacidad es un vicio subsanable, y por lo tanto, puede corregirse el defecto con la representación (legal, no voluntaria) o el mandato. En consecuencia son impedimentos absolutamente conexos con el derecho material, porque de estas normas se toma la capacidad civil que el código procesal exige. Por estas características, la representación que vincula a los problemas de legitimación, o más correctamente, a los presupuestos procesales, son de tres tipos: a) La representación legal que la ley asigna para sustituir la falta transitoria de capacidad civil (v.gr.: menores de edad, tutores, curadores, etc.) b) La representación necesaria que deben aplicar las personas jurídicas debidamente organizadas y reconocidas estatutariamente por los órganos del Estado. Se extiende el modismo, para los casos de administradores de masas concursales y hereditarias. c) La representación voluntaria, en la cual una persona que tiene capacidad para actuar prefiere designar a otro para que en su nombre invoque y desarrolle los actos a que él tiene derecho. Como se advierte, no es un caso de suplencia o integración de una capacidad ausente, sino de formas de presentarse al proceso. Se rige por las normas sustantivas pertinentes y, una vez instalado en el juicio, ha de acreditarse adecuadamente la representación. Se ha dicho, finalmente, que la admisibilidad de la excepción contemplada en el art. 544, inc. 2º está condicionada a la ausencia de capacidad procesal en el actor o en el demandado y la falta, defecto o insuficiencia de la representación necesaria o voluntaria de quienes comparecen al proceso en nombre de aquéllos (CNCiv., Sala B, 1995/09/11, "Norep S. A. c. Cipriani, Norma T.", DJ, 1996-1-643). 4.3 Litispendencia El impedimento procesal al que hace referencia el inc. 3º, tiene un ámbito más restringido en el proceso ejecutivo en relación con la litispendencia que -como cuestión previa- contempla el art. 347, inc. 4º, para los procesos de conocimiento. Por ello, la acreditación de la confluencia de las tres clásicas identidades -sujeto, objeto y causa- es exigible con mayor rigor en actuaciones de carácter ejecutivo (CNCom., Sala A, 1996/10/24, "Burns, Philp Trustee Company Camberra- Limited c. Servicios Aéreos Patagónicos", La Ley, 1997-C, 999, J. Agrup., caso 11.602). La excepción debe fundarse en la existencia de otro juicio seguido entre las mismas partes con relación al documento cuya ejecución pretende el actor. Pero es improcedente cuando es distinto el objeto que motiva la promoción del proceso ejecutivo y del de conocimiento, pues aquello que se decida en el ejecutivo no hará cosa juzgada material en la acción ordinaria (CNCom., Sala A, 1999/06/04, "The First National Bank of Boston c. Salvo, Norberto", La Ley, 1999-F, 108 - DJ, 2000-1-926). En general se sostiene que, la excepción de litispendencia resulta improcedente cuando existe diversidad de objeto en los dos procesos promovidos -en el caso, una ejecución prendaria y una causa penal seguida contra el ejecutado- pues no cabe la posibilidad de que recaigan en ellos pronunciamientos contradictorios, ya que la decisión de la ejecución no hace cosa juzgada material (CNCom., Sala A, 2000/04/13, "Banco Bansud c. Cavallucci, Norma E.", La Ley, 2000-D, 530 - DJ, 2000-2-1259). Asimismo, se advierte que dado que la consignación no puede aceptarse como un arbitrio para paralizar el juicio ejecutivo y privar al acreedor de la utilidad que le brinda este tipo de proceso, es improcedente la excepción de litispendencia si la consignación es posterior a la intimación de pago o si difiere el monto de ambos juicios. Pero si ésta es anterior a la intimación de pago en el juicio ejecutivo, exhibe ciertas características de seriedad y se promueve por una suma semejante a la pretendida por el ejecutante, la excepción es admisible (CNCiv., Sala A, 1997/03/18, "Paganelli, César M. y otro c. Laurito, Vicente", La Ley, 1997-C, 962 [39.533-S]). Por eso, la coexistencia del juicio ejecutivo y del de pago por consignación presenta modalidades especiales en virtud de lo cual, en determinadas circunstancias, la excepción de litispendencia puede prosperar basada en la existencia de una consignación. Para que ello sea posible se requiere que la consignación posea a l necesaria seriedad y no constituya un recurso para retardar la ejecución; que la demanda por consignación se haya notificado con anterioridad a la intimación de pago y que la suma depositada cubra el crédito reclamado por el ejecutante (CNCiv., Sala B, 1995/10/18, "Bonaventura, Carmelo c. Cassini, José", 38.535S, La Ley, 1996-B, 721). 4.4 Falsedad o inhabilidad de título Se trata de una de las excepciones denominadas "sustanciales" porque se dirigen a cuestionar la validez formal o material del título ejecutivo. En el primer aspecto la oposición se plantea contra las formas extrínsecas que tiene el documento base de la acción ejecutiva; en el restante, se atacan los presupuestos imprescindibles para constituir una relación jurídica válida. Por este medio de defensa, de suma amplitud y consideración en la práctica cotidiana, se persigue concretar el principio central del juicio ejecutivo, según el cual nulla executio sine titulo. Las formas de plantear la excepción reconoce dos carriles principales: a) La denuncia de falsedad, que juega como defensa de fondo cuando se ataca la firma del instrumento; o la inexistencia de la deuda; y b) la inhabilidad de título, que cuestiona las formalidades exteriores del título. a) Si la excepción de falsedad sólo puede fundarse en la adulteración del documento, significa que cuando se trata de una escritura pública no basta la sola negación de la autenticidad de la firma que se atribuye al deudor, sino que es necesario promover la acción civil o criminal destinada a destruir la fe del instrumento, razón por la cual tampoco es suficiente el mero ofrecimiento de prueba en contra de sus constancias (CNCiv., Sala A, 1996/04/15, "Banco de Crédito Argentino S. A. c. Garasto de Alsberg, Stella Maris y otro", La Ley, 1996-D, 548 - DJ, 1996-2-1029). La falsificación total supone que el documento nunca existió, y que por ello carece de sustento legal la pretensión ejecutiva. En cambio, la adulteración admite la existencia previa del título ejecutivo que se modifica en perjuicio del ejecutado. Por eso, mientras en el primero de los supuestos, además de la denuncia hay que desconocer la existencia de la deuda; en el segundo, se puede admitir que la firma sea del autor sin que ello obstaculice el progreso de la excepción. Cabe observar que, el incidente de redargución de falsedad contemplado en el art. 395 del Código Procesal sólo puede ser planteado en conexión con un juicio de conocimiento, de modo que es inadmisible en los procesos de ejecución, en los cuales la falsedad documental debe hacerse valer por vía de la correspondiente excepción, en los casos y de acuerdo a los supuestos que expresamente admite en forma restrictiva y taxativa el art. 544. Se ha dicho que, la adulteración material en la cual se basa la excepción de falsedad se refiere a la alteración mediante supresiones, modificaciones o agregados, de las enunciaciones contenidas en la escritura pública (CNCiv., Sala B, 1998/05/05, "Sabbatiello, Gabriela B. c. Cipullo, María", La Ley, 1998-F, 150); por tanto, ellas se pueden manifestar en el contenido del documento, o bien, falsificando las firmas del escribano o de las partes intervinientes en el acto (CNCiv., Sala F, 1995/12/12, "Jáuregui, Rubén D. y otro c. Rodríguez, Ricardo J. y otro", La Ley, 1996-C, 366). En cambio, no es adulteración el acto de completar un documento firmado en blanco, pues la firma está puesta y ante el supuesto acto abusivo, cualquier estudio sobre la causa desborda el ámbito limitado de la defensa ejecutiva. Por eso, es inadmisible la defensa de abuso de firma en blanco en la ejecución de un cheque, pues la excepción del art. 544 inc. 4º se refiere a las formas extrínsecas del título y la firma puede extenderse en blanco, caso en el cual se le confiere al acreedor mandato tácito para su llenado (CNCom., Sala A, 1995/10/04, "Bouchoux, Carlos A. c. Luis y Gómez S. R. L.", La Ley, 1997-D, 843 [39.664-S]). Si el planteo fuera de falsedad ideológica de la escritura mediante la cual se constituyera la obligación cuyo cobro se persigue, se trata de una hipótesis ajena a la defensa permitida, pues requiere debate y prueba entre las partes, circunstancia que desnaturaliza la esencia rápida y compulsiva del juicio ejecutivo. Por eso se ha dicho que, la excepción sólo puede fundarse en la adulteración o falsificación material total o parcial del título, de modo que no es viable si se pretende introducir una supuesta falsedad ideológica, hipótesis ajena a la norma mencionada, que requiere debate y prueba entre los sujetos legitimados activa y pasivamente, y que excede la cognición restringida de la ejecución hipotecaria (CNCiv., Sala A, 1997/04/14, "Beviacqua, José M. c. Sandoval, Rosa del Valle", La Ley, 1997-D, 839 [39.650-S]). b) Por su parte, la excepción de inhabilidad de título requiere que se niegue la existencia de la deuda. Dicha negativa debe ser categórica y surgir como indudable, de tal modo que una consideración no se contraponga con otra respecto de la existencia de la obligación reclamada. La negativa no tiene que ser puramente formal, de ser así queda desautorizado para interponer la excepción (CNCiv., Sala M, 1994/06/06, "Banco de Galicia c. Martínez", La Ley, 1995-C, 685, J. Agrup., caso 10.360). Las formas extrínsecas del título refieren a los elementos necesarios para reconocer la existencia válida de una deuda líquida, vencida y exigible. En consecuencia, la defensa contempla permitir que se cuestione la idoneidad jurídica del instrumento base de la ejecución. Por ello es viable -entre otros supuestos- cuando el ejecutado carece de legitimación procesal en razón de no ser la persona que figura en el título como acreedor o deudor (CNCiv., Sala B, 1997/02/26, "Consorcio de Propietarios Country Golf El Sosiego c. Ramírez, Miguel A.", La Ley, 1997-C, 999, J. Agrup., caso 11.595). También se ha sostenido, por vía del art. 18 del decreto 5965/63, la posibilidad de discutir la buena fe del tenedor de una letra de cambio. En efecto, sostiene el mencionado artículo que “Las personas contra quienes se promueva acción en virtud de la letra de cambio no pueden oponer al portador las excepciones fundadas en sus relaciones personales con el librador o con los tenedores anteriores, a menos que el portador al adquirir la letra hubiese procedido a sabiendas en perjuicio del deudor demandado”. Es evidente que la relación causal está vedada de estudio en la sustanciación y resolución de las excepciones, contingencia que no impide considerar esta cuestión en el juicio de conocimiento posterior al ejecutivo. Lo mismo sucede cuando existe mera negativa de la deuda, sin que paralelamente se haya demostrado su cancelación al menos parcial o, según el caso, la existencia de una circunstancia que la prive de exigibilidad. Ello determina que la excepción de inhabilidad de título resulte manifiestamente inadmisible, con arreglo a lo dispuesto por el art. 544 inc. 4º, párr. 2º del Código Procesal (CNCiv., Sala A, 1996/04/16, "González, Luis A. y otros c. Tricolor Bouza S. A. y otros", La Ley, 1996-D, 463 - DJ, 1996-2-761). Tampoco se puede fundar en los vicios de lesión subjetiva o abuso del derecho, pues por esa vía se cuestiona la validez sustancial del título y, por tanto, la causa de la obligación, transgrediendo el límite de la adulteración del documento aludida en el citado artículo (CNCiv., Sala A, 1997/09/01, "Banco Medefin c. De Giacomi, Juan e Hijos S. A.", La Ley, 1998-B, 167). De igual modo, no le cabe al deudor el amplio espectro defensivo del art. 544 cuando se amplía la ejecución con posterioridad a la sentencia (art. 541), sino que sólo puede oponer defensas relativas únicamente a la cuota ejecutada y no a las anteriores, sin poder atacar a su vez el título común originario, pues el mismo ya le fue sometido a su examen en la primera oportunidad defensiva y media al respecto una preclusión irreductible (CNCiv., Sala A, 1998/11/30, "B. de T., S. c. T., L. y otros", La Ley, 1999-D, 10). 4.5 Prescripción La excepción de prescripción opera como una forma de liberar por el transcurso del tiempo, una obligación previamente documentada. Se debe interponer en la primera presentación en juicio, momento que en el juicio ejecutivo puede ser anterior al emplazamiento que diligencia el Oficial de Justicia al notificar la intimación de pago. En efecto, si el título ejecutivo no era completo y debió someterse a la etapa preliminar de preparación a la que debió concurrir el ejecutado, cabe interrogarse si es esa la primera oportunidad a que refiere el art. 3962 del Código Civil. En realidad, éste es una etapa preparatoria, donde aun no existe un juicio, propiamente dicho. Además, cabe recordar que la reforma introducida por la ley 22.434 al Código Procesal, se inclinó por una interpretación distinta a la efectuada por la Cámara Civil en pleno (La Ley, t. 1976-B, 285), acerca de qué debe entenderse por la "primera presentación" a que alude el art. 3962 del Código Civil, al disponer en el art. 346, párr. 4° que "la prescripción podrá oponerse hasta el vencimiento del plazo para contestar la demanda o la reconvención", norma que tiene en la actual redacción una pequeña pero importante variable, por la cual se establece que "en los casos en que la obligación de comparecer surgiere con posterioridad al plazo acordado al demandado o reconvenido para contesta, podrá oponerla en su primera presentación", dejando en claro así que, la excepción se articula al tiempo de constituir debidamente la relación jurídico procesal. De ahí que, como regla, la prescripción deba integrar la traba de la litis juntamente con las demás defensas de fondo. Con esta solución se evita el dispendio de actividad jurisdiccional a que conducía el régimen anterior, la que no se desvirtúa al reputarse que continúa en pie la posibilidad de articular la prescripción hasta el momento de contestar la demanda, aun cuando el demandado haya comparecido en oportunidad anterior, a la vez que no se vacía de contenido la referencia a la contestación de demanda y se garantiza con mayor amplitud el derecho de defensa al no imponerse un estudio apresurado de los antecedentes para el que el demandado cuenta con todo el plazo hasta el responde (de la ampliación de fundamentos del doctor Greco) (CNCiv., Sala G, 1985/04/26, "Consorcio de propietarios del Centro comercial Barrio Piedrabuena, c. Municipalidad de la Capital", La Ley, 1985-C, 477 - DJ, 985-48-550). En otro orden de cosas, cabe agregar que en el juicio ejecutivo, cuando median pretensiones desestimadas, el ejecutado paga sólo las costas atinentes al monto por el que se ordene llevar adelante la ejecución, y el ejecutante según la suma correspondiente al rechazo; pero cuando hay períodos que quedaron excluidos en razón de haber mediado allanamiento a la excepción de prescripción opuesta, las costas relativas a dichos períodos deben ser impuestas en el orden causado y no a la actora (CNCiv., Sala C, 1998/02/10, "Obras Sanitarias de la Nación c. Consorcio prop. finca calle s/ nombre", La Ley, 1999-D, 809, J. Agrup., caso 14.067 - ED, 178-346). Si el proceso concluyó al declararse la inhabilidad del título, es admisible, que en el ordinario posterior el ejecutado oponga nuevamente prescripción porque -al afectar la decisión judicial la apertura de la vía- se trata de una cuestión no tratada ni resuelta y de todos modos, la pertinencia de la prescripción podría haberse plasmado con posterioridad a la iniciación del ejecutivo (CNTrab., Sala II, 1994/08/31, "Caja Administradora del Fondo Especial del Seguro c. Cuyo Cía. de seguros", DT, 1994-B, 2331). Asimismo, a los efectos de computar el plazo de prescripción de un pagaré -art. 96, decreto-ley 5965/63-, la constitución en mora por falta de pago del préstamo que le sirve de causa no puede extenderse a dicho título ejecutivo desde el momento en que éste se ha desprendido de su origen. (C1ª Civ. y Com., Mar del Plata, Sala I, 2000/04/06, "Banco de Balcarce Coop. Ltdo. c. García, Juan D. y otros", LLBA, 2001-111). Por su parte, el plazo de prescripción de la acción por cobro ejecutivo de un cheque debe computarse a partir de la fecha en que expiró el término acordado para su presentación por el art. 54 del dec/ley 4776/63, y no desde su presentación efectiva. 4.6 Pago documentado La excepción de pago exige que se agregue la documentación que compruebe la cancelación parcial o total de la deuda reclamada. Su admisión depende de la verosimilitud del recibo, el cual tiene que emanar del ejecutante y estar plenamente vinculado o referenciado con el crédito que se ejecuta, sin que sean necesarias otras investigaciones. La excepción está supeditada a que la acreditación del pago resulte de recibo emanado del acreedor y/o su representante legítimo, que contenga imputación expresa al título que documenta la deuda ejecutada. No puede acudirse a la producción de prueba incompatible con la sumariedad del juicio ejecutivo para probar esto último, pues ello importaría desnaturalizar este proceso convirtiéndolo en uno de conocimiento (CNCom., Sala E, 1998/06/24, "Chacabuco Refrescos S. A. c. Caballo, Alcides J.", La Ley, 1999-F, 801, J. Agrup., caso 14.475). Por tal razón, la suficiencia del documento probatorio exime la apertura a prueba de la excepción planteada. En tal sentido, y por la propia naturaleza sumaria anotada, no se admite la apertura y producción de pruebas tendientes a justificar la veracidad de la afirmación de pago que realiza el excepcionante, por lo cual es improcedente la pretensión de la ejecutada de que se intime a un tercero a acompañar la documentación que acreditaría la procedencia de la excepción de pago (CNCiv., Sala C, 1995/03/21, "Cadierno, Mercedes I. c. Grillo, Isabel", La Ley, 1995-E, 233). La limitación probatoria reducida al documento autosuficiente, es un principio rígido que impide encontrar aperturas a un conocimiento más amplio. Basados en esas características se rechaza que la excepción se funde en la mera promoción de un juicio de consignación, sino que es necesario que medie una sentencia que declare la validez y fuerza de pago de los depósitos efectuados o, en su defecto, el recibo o documento equivalente otorgado por el acreedor (CNCiv., Sala E, 2000/04/04, "Kaufer Barbé, Ricardo Luis c. D´Amico, Mario Alberto", ED, 189-64). Si bien se reitera que, el pago, como acto jurídico que es, puede ser demostrado por cualquiera de los medios admisibles legalmente, sin sujeción a limitaciones, ello no basta para el juicio ejecutivo porque se requiere un documento preciso y circunstanciado. Se afirma así que, la pretensión de que la prueba de la excepción de pago se integre con las constancias anejadas a la causa penal promovida por la demandada, resulta improcedente, pues ello conspiraría contra la estructura sumaria del juicio ejecutivo y conduciría a indagar la causa de la obligación insusceptible de debate en el marco de este proceso (CNCom., Sala E, 1991/12/09, "Zani, Enrique O. c. Goya, Gregorio H.", La Ley, 1992-B, 436 - DJ, 1992-1-1210). Igualmente, la defensa de pago, basada en un depósito que no habría sido computado por el Banco actor, debe desestimarse en cuanto ella tiende a la indagación de la composición de la cuenta corriente bancaria lo que conduciría ineludiblemente a examinar la causa de la obligación, lo que se encuentra expresamente vedado en el juicio ejecutivo, ello sin perjuicio del derecho que tiene el deudor a subsanar esas cuestiones, mediante la deducción de la acción ordinaria en un proceso de conocimiento posterior al juicio ejecutivo ya sustanciado (J.Civ. y Com., Azul, nº1, 1995/06/29, "Banco del Sud S. A. c. Santomauro, Mario y otra", LLBA, 1996-148). En conclusión, a los fines de la excepción de pago, esta debe resultar de los propios documentos, sin necesidad de otras investigaciones, dada la limitación de conocimiento a las formas extrínsecas que rigen el juicio ejecutivo (CNCiv., Sala I, 1998/03/03, "Gorasso, María c. Montero, Alfredo", La Ley, 1999-F, 801, J. Agrup., caso 14.473 - JA, 1998-III-393). 4.7 Compensación La compensación opera como defensa en el juicio ejecutivo con las mismas exigencias probatorias que la excepción anterior. La procedencia de la compensación está sometida a ciertas restricciones. Se admite si el ejecutado prueba la existencia de un título ejecutivo contra el actor, de la misma naturaleza que contra él se demanda. Así, debe fundarse en un crédito líquido y exigible ejecutivamente, porque la carencia de la primera condición obliga a recurrir previamente al juicio de conocimiento para fijar su monto, y la ausencia de la segunda, por estar pendiente de plazo o condición, tornaría al título en inhábil (CNCiv., Sala B, 1995/09/06, "Chorowski, Jacobo A. c. Kasanetz, Luis A. y otros", La Ley, 1996-A, 688). Asimismo, la oposición de modo eficaz de la excepción de compensación en el juicio ejecutivo, requiere que el crédito que se invoque sea de igual naturaleza que aquél cuya ejecución pretende el actor (mismo fallo anterior). En consecuencia, dado que en el juicio ejecutivo sólo es posible articular la excepción de compensación mediante el ofrecimiento de un instrumento representativo de un título ejecutivo -acorde con la enumeración de los arts. 523 y 524-, el camino de defensa no puede emprenderse si es que no se tiene un crédito líquido o fácilmente liquidable y exigible (CNCiv., Sala G, 1998/11/02, "Garzoni, María c. Ricci, Matilde", La Ley, 1999-C, 115 - DJ, 1999-1-943). 4.8 Quita, espera, remisión, novación, transacción, conciliación y compromiso documentado Todas ellas son defensas que se sostienen en renuncias que puede realizar el acreedor dentro de la disponibilidad de sus derechos y que importan la extinción de la obligación originaria. Si la renuncia se relaciona con una parte del crédito, hablaremos de quita, y la excepción versará sobre esa porción de capital o intereses que deviene improcedente de reclamo. Por ejemplo, si el Estado de la Provincia de Santa Fe admitió la existencia de una deuda en favor del actor, originada en la falta de pago de parte del precio de la obra pública contratada y luego de efectuar dicho reconocimiento con los alcances otorgados por los arts. 718, 721 y 722 del Código Civil, las partes acordaron una quita de lo adeudado y el pago mediante pagarés librados de conformidad con las prescripciones del decreto provincial 4749/88, no puede luego aquél alegar en el juicio ejecutivo un presunto exceso en la determinación de la deuda (C.Civ. y Com., Santa Fe, Sala I, 1998/02/06, "Construcciones Oliva S. A. c. Provincia de Santa Fe", LL Litoral, 1998-838). La excepción de espera constituye un plazo concedido al deudor, ya sea por disposición legal o por concesión del acreedor, o una prórroga del plazo originario, concedida con posterioridad a la convención que originó el título ejecutivo. La formulación de la excepción debe estar respaldada por los documentos correspondientes, de los que debe resultar la concesión del nuevo plazo o prórroga del originariamente fijado (CNCiv., Sala A, 1995/10/10, "Zunino, María A. y otros c. Knoll, Nicolás A. y otro", La Ley, 1996-A, 791, con nota de H. Eduardo Sirkin). Un típico caso de espera son las refinanciaciones de deudas que no importa novación de la deuda primitiva, y por lo tanto, impiden que se ejecuten estos convenios repactados. Cabe destacar que la espera debe provenir del acreedor ejecutante, sin que pueda el Juez acordar un plazo indirecto, como resulta cuando, el a quo mantiene la paralización del proceso ejecutivo a la espera de una decisión del juez penal, sin analizar siquiera si este último la consideraba necesaria y, sin indagar si en aquella sede había sido dictada alguna medida que involucrara a la actora en los delitos allí denunciados. De modo tal que al suspender sine die el derecho de ésta de obtener un pronunciamiento jurisdiccional que resuelva sus pretensiones, tal conducta aparece dotada de un excesivo rigorismo formal y afecta gravemente la garantía consagrada en el art. 18 de la Constitución Nacional. Ello así, toda vez que si las sentencias pudieran dilatar sin término la decisión del caso controvertido, los derechos quedarían indefinidamente sin su debida aplicación, con grave e injustificado perjuicio de quienes los invocan y vulneración de la garantía de defensa en (CS, 1996/08/20, "Canteras Timoteo S.A. c. Mybis Sierra Chica S. A. y otros", La Ley, 1996-E, 534). En la remisión, habrá que distinguir el supuesto que se realiza a favor de un fiador en cuyo caso estaremos ante una falta de legitimación activa, o que la haya realizado a favor del deudor en cuyo caso se habrá de producir los mismos efectos que el pago respecto a sus herederos, codeudores solidarios y agotará la obligación a favor del acreedor (arts. 876 y siguientes del Código Civil). Así se afirma que, la ejecución es improcedente si el acreedor efectivamente ha renunciado a cobrar honorarios a su comitente. No hay obstáculo formal para que esa renuncia se haga valer en el pleito ejecutivo, porque ha sido instrumentada y probada por escrito, en las condiciones que la ley establece para la procedencia de la excepción de remisión (C.Civ. y Com., Córdoba, 3ª Nom.,1991/11/27, "Manubens Calvet, Román R. F. c. Municipalidad de Jesús María", LLC, 1993-659). La novación importa la extinción de la obligación originaria (art. 803, Código Civil). Para que la excepción por este motivo resulte proponible en el juicio ejecutivo, debe hallarse acreditada en forma documental, dado que aquel modo de extinción de la obligación no se presume. Se ha dicho que, si la parte demandada no ha acompañado documentación idónea para sustentar la excepción articulada y como las circunstancias en que pretende fundar la novación aparecen vinculadas con el origen de la obligación, la apertura de la causa a prueba y la nulidad solicitada resultan improcedentes, desde que las acreditaciones ofrecidas no versan sobre hechos conducentes que puedan ser examinados en el proceso ejecutivo, tornándose, entonces, ineficaz la prueba ofrecida al respecto, que son propias de un proceso de conocimiento (C.2ª Civ. y Com., La Plata, Sala I, 1995/10/05, "Gamboa, Luis c. Gamboa, María S.", DJBA, 149-6391). Además, la novación es un acuerdo documentado, que no se prueba con mecanismos indirectos como la entrega de cheques para saldar la deuda, a no ser que ello se diga expresamente en el recibo ya que en caso contrario se debe interpretar como una forma de pago sujeta a condición. El compromiso es también un acuerdo al que las partes se sujetan para que el conflicto sea resuelto por un árbitro o un amigable componedor. Comúnmente, en el caso de que dicho acuerdo se hubiere celebrado dentro de un contrato será llamado cláusula compromisoria; por el contrario, de pactarse con posterioridad al vínculo contractual se lo conoce como compromiso. La excepción en el juicio ejecutivo referencia a ambos supuestos. Pero el compromiso puede tener otra interpretación para argumentarse como defensa de fondo. En efecto, la excepción de "compromiso documentado", es admisible en juicio ejecutivo si existe un documento distinto del título en ejecución, cuya presentación al momento de oponer la defensa demuestra que se ha pactado la improcedencia del reclamo compulsivo. No se confunde con la inhabilidad de título, desde que no está referida al título mismo sino a un convenio complementario de aquél, que enerva su eficacia ejecutiva. Por ejemplo, el compromiso documentado que frustra la exigibilidad en título ejecutivo de un pagaré, debe estar referido al mismo, como tal individualizado, y no a la relación contractual que diera origen al libramiento (TS Córdoba, Sala Civil y Com., 1998/02/23, "Hormix S. A. c. Celotti e Hijos, Luis", LLC, 1999-510). Finalmente la cosa juzgada, remite al análisis del art. 347 inc. 6º, aunque debe recordarse que tras la reforma introducida por la ley 22.434, se faculta al juez a declarar la existencia de cosa juzgada en cualquier estado de la causa, siendo esta atribución extensiva al proceso ejecutivo. La excepción de cosa juzgada, que tiene por objeto impedir la inútil tramitación del proceso ejecutivo cuando media sentencia dictada en un proceso anterior sustanciado entre las mismas partes y en virtud del mismo título, es improcedente si se trata de tres títulos absolutamente diferenciados e independientes entre sí (C.Civ. y Com., Junín, 1990/10/25, "Cooperativa Agrop. Ltda. de Carabelas c. Restaine, Damián y otro", La Ley, 1993-C, 376). La acción ejecutiva no puede encuadrarse en lo dispuesto por el art. 1101 del Código Civil, porque la sentencia que en dicho proceso se dicte implica cosa juzgada meramente formal quedando abierto el juicio ordinario posterior, motivo por el cual la denuncia penal de un supuesto delito relacionado al título ejecutivo no justifica la suspensión de la ejecución, en el caso hipotecaria (C.Civ. Com. y Penal, Zárate, 1998/12/03, "Banco de Crédito Argentino c. Ignacio G. Amatrain S. A.", LLBA, 1999-746). Nulidad de la ejecución Art. 545. -- El ejecutado podrá solicitar, dentro del plazo fijado en el art. 542, por vía de excepción o de incidente, que se declare la nulidad de la ejecución. Podrá fundarse únicamente en: 1. No haberse hecho legalmente la intimación de pago, siempre que en el acto de pedir la declaración de nulidad, el ejecutado depositara la suma fijada en el mandamiento u opusiera excepciones. 2. Incumplimiento de las normas establecidas para la preparación de la vía ejecutiva, siempre que el ejecutado desconozca la obligación, niegue la autenticidad de la firma, el carácter de locatario, o el cumplimiento de la condición o de la prestación. Es inadmisible el pedido de nulidad si el ejecutado no mencionare las excepciones que no ha podido deducir, en términos que demuestren la seriedad de su petición. 1. Régimen de las nulidades en el juicio ejecutivo Como una proyección autónoma de las regla previstas para las defensas y excepciones, se reglamenta un sistema particular que actúa como régimen de control de los presupuestos procesales para entablar una relación jurídica válida en el juicio ejecutivo. Están quienes sostienen que en realidad no hay autonomía, porque la llamada nulidad de la ejecución del art. 545, constituye una defensa apareada con las enumeradas en el art. 544 y no un tema previo y separado, de modo tal que es de aplicación el art. 551 del mismo cuerpo que requiere una decisión (CNCom., Sala D, 1992/12/11, "Banco de Crédito Rural Argentino S. A. c. Ferrier S. A.", La Ley, 1993-E, 648, J. Agrup., caso 9453). La nulidad persigue obrar como sanción legal a los actos que han vulnerado el principio de legalidad instrumental, o cuando se hayan superado sin cumplimiento etapas que en este proceso se consideran irrenunciables. Al igual que el método dispuesto en los arts. 169 y ss., las nulidades se toman como relativas, de manera que su aplicación requiere la petición expresa del interesado. Por tanto, se explica que el plazo establecido en los arts. 545 y concs. del Código Procesal es de carácter perentorio, de manera que, transcurrido sin la formulación del planteo de nulidad, queda operada la convalidación de los actos eventualmente viciados (art. 170, mismo ordenamiento) (CNCiv., Sala F, 1996/02/07, "Asociación Mutual de la Industria y el Comercio de la República Argentina c. Videla, Lucía T.", La Ley, 1996-D, 868 [38.909-S], - DJ, 1996-2708). Planteado, aparecen tres notas características para su admisión: 1) la nulidad debe estar prevista en la ley; 2) se priva al acto de sus efectos normales; 3) la causa de la sanción es contemporánea a la celebración. Asimismo se debe tener en cuenta que la nulidad de un determinado acto no lo priva de absolutamente todos sus efectos sino de los esenciales, aquéllos que se tienen en mira al ejecutarse. 2. Nulidad por excepción o por incidente Entre el supuesto del incidente de nulidad y la excepción hay una pequeña diferencia. En la última el objeto es impugnar la validez de los actos procesales que han llegado a conocimiento del ejecutado con anterioridad a la intimación de pago debiendo, en este caso, oponerla conjuntamente con el resto de las excepciones. Mientras que el incidente se reserva para cuestionar la validez de la notificación o los actos posteriores en virtud de lo normado por los arts. 169 y siguientes. La doctrina interpreta que el planteo de nulidad de la ejecución debe efectuarse en la oportunidad de oponer excepciones, o por incidente, cuando el vicio invocado haya llegado a conocimiento del damnificado con posterioridad (CNCiv., Sala A, 1998/02/24, “Moyano Nores, José M. c. Istephanian, Claudio A. y otros”, La Ley, 1999-C, 786, J. Agrup., caso 13.884). En el caso del planteo de nulidad por vía de excepción propuesto en el primer inciso de la norma, se requiere que la intimación de pago haya sido válida. Sin embargo, la procedencia no es tan simple, porque de haberse consentido, o sin presentar la impugnación revestida de los demás presupuestos de entrada, la excepción deviene inadmisible. Por eso se ha dicho que, en virtud de lo dispuesto por el art. 545, cuando la nulidad de la ejecución se fundare en la circunstancia de no haberse hecho legalmente la intimación de pago, es condición de admisibilidad de ese planteo que el ejecutado deposite la suma fijada en el mandamiento u oponga excepciones (inc. 1°, art. citado) (CNCiv., Sala E, 1984/06/08, “Municipalidad de la Capital c. Martínez, Benito y otro”, La Ley, 1984-D, 337 - ED del 26/10/84, p. 15). También, de conformidad con el criterio restrictivo que rige en materia de nulidades procesales, si no se ha hecho legalmente la intimación de pago, el demandado, para acreditar su interés y el perjuicio sufrido, debe depositar la suma fijada en el mandamiento u oponer excepciones, no sólo mencionándolas sino fundándolas para demostrar la seriedad de su petición (CNCiv., Sala A, 1998/03/17, "Garrido, Esteban c. Trujillo de Mari, Inés M.", La Ley, 1998-C, 831). Por su parte, el inciso 2º resguarda la regularidad de la etapa de preparación de la vía ejecutiva, y como sucede en el primer caso, el control sobre los presupuestos queda condicionado a que el ejecutado desconozca la obligación, niegue la firma que se le atribuye, o contradiga el carácter que se le atribuye en la relación jurídica que se pretende demostrar. En uno y otro supuesto, la nulidad se debe interponer dentro del plazo para oponer excepciones. Ahora bien, en el caso de peticionarse por vía incidental, se podrá cuestionar la validez de la notificación de la intimación de pago que habrá de impedir la posibilidad de oponer excepciones en debido tiempo. La resistencia depende que no exista subsanación de los vicios que afectan dichos actos. Sin perjuicio de lo anterior, cualquier cuestionamiento respecto a la validez de actos posteriores no requerirá el cumplimiento de tales extremos. Finalmente, el artículo en comentario no debe entenderse como limitativo de las nulidades genéricas analizadas en los arts. 169 y ss. 3. Requisitos generales y propios de las nulidades Las nulidades del juicio ejecutivo no difieren de los principios aplicables en general para las nulidades de los actos procesales, con la única diferencia de los requisitos que deben integrarse al tiempo de ser presentadas. Es necesario que exista un perjuicio para el ejecutado, y que el mismo sea alegado y demostrado, toda vez que impera la regla de impedir consagrar una nulidad por la nulidad misma (art. 172, 2º párrafo). En efecto, como la mayor parte de las nulidades procesales son de carácter relativo y por tanto, subsanables por medio de la confirmación expresa o convalidación tácita, el transcurso del tiempo, o la actuación siguiente al acto irregular, purga los vicios eventuales del proceso. Subsistencia del embargo Art. 546. -- Si se anulare el procedimiento ejecutivo o se declarare la incompetencia, el embargo trabado se mantendrá, con carácter preventivo, durante quince días contados desde que la resolución quedó firme. Se producirá la caducidad automática si dentro de ese plazo no se reiniciare la ejecución. 1. Vigencia de las medidas cautelares Decretada la nulidad procesal del trámite, o habiéndose declarado la incompetencia del tribunal para entender en el juicio ejecutivo promovido, el proceso vuelve a su punto de inicio, es decir, se anula todo lo actuado desde el momento en que el vicio se produce. La anulación obedece al error de procedimiento, y no puede afectar ni alcanza a las actuaciones cumplidas en orden a la admisión formal del título ejecutivo, el cual al tener superada la etapa de verosimilitud, proyecta su eficacia a los actos de aseguramiento que se hubieran conseguido. Por eso, si bien el código refiere al mantenimiento del embargo decretado, la continuidad alcanza a otras medidas cautelares, como la inhibición general de bienes, o las intervenciones dispuestas. 2. Plazo de vigencia El error in procedendo exige reparación inmediata, acordando al actor un plazo de quince días (hábiles) contados desde que queda firme la providencia que declara la nulidad, para reiniciar la ejecución o enmendar el vicio advertido. Si transcurre el tiempo estabelcido y el actor no concreta los actos consecuentes, cesa ipso iure la vigencia del embargo; quedando a cargo del afectado el levantamiento de las medidas ordenadas, sin más trámite que requerir la emisión de los oficios necesarios para informar al registro respectivo cuando se trate de bienes inmuebles o muebles registrables. Si lo embargado fuesen bienes muebles, útiles y/o mercaderías, la caducidad es automática. Trámite Art. 547. -- El juez desestimará sin sustanciación alguna las excepciones que no fueren de las autorizadas por la ley, o que no se hubieren opuesto en forma clara y concreta, cualquiera sea el nombre que el ejecutado les hubiese dado. En ese mismo acto dictará sentencia de remate. Si se hallaren cumplidos los requisitos pertinentes, dará traslado de las excepciones al ejecutante por cinco días quien al contestarlo ofrecerá la prueba de que intente valerse. No se hará declaración especial previa acerca de la admisibilidad o inadmisibilidad de las excepciones. 1. Trámite de las excepciones. Rechazo in limine El trámite de las excepciones admite dos caminos posibles: a) sustanciarlas de inmediato, sin que ello signifique una admisión implícita al correr traslado, y b) rechazarlas in limine por no ser debidamente planteada (fundamentación) o no pertenecer al cuadro de aquéllas que resultan posibles de articular (autorizadas por el art. 544). La facultad de conferir traslados no es privativa del Secretario aun cuando el Código Procesal en su art. 38 la prevea dentro de sus funciones, pues tal actuación corresponde -generalmente- en primer término al juez, como en el caso de traslado de las excepciones en el juicio ejecutivo, en el que éste debe apreciar -de conformidad con el art. 547 del mismo ordenamiento- si las interpuestas se tratan de aquellas autorizadas por la ley o si se interpusieron en forma clara y concreta (CNCom., Sala E, 1999/12/15, "Banco Bansud S. A. c. Pro-Far S. R. L.", DJ, 2000-3-427). La facultad que el art. 547 confiere al juzgador, no se limita a las excepciones no autorizadas por la ley, sino también a aquellas que no obstante encontrarse comprendidas en la misma, carecen "ab initio" de los requisitos básicos para ser considerada como tales. Por eso, el rechazo de las excepciones sin sustanciación, no invalida el procedimiento, pues ese traslado constituye una forma ordenatoria y no una forma decisoria (CNCom., Sala D, 1995/04/20, "Bacs S. A. c. Wagmaister, Samuel", La Ley, 1995-E, 47. - DJ, 1995-2-670). La circunstancia de que el juez haya dispuesto conferir traslado de una excepción afectada por una de las deficiencias a las que alude el art. 547, no configura obstáculo para que, en oportunidad de pronunciar sentencia, se rechacen las defensas, mandando llevar adelante la ejecución. En efecto, recuérdese que la resolución que ordena el traslado de las excepciones no constituye juicio definitivo acerca de su admisibilidad (CNCom., Sala E, 1996/06/19, "Garona Luzuriaga, Hernán c. Kuzis, Alfredo", La Ley, 1996-E, 290 - DJ, 1996-2-1300); y que el párrafo tercero de la norma, claramente dispone que no se hará declaración especial acerca de la admisión o rechazo de las excepciones. 2. Prueba de las excepciones Un tercer camino en el trámite formal se encuentra cuando la excepción se plantea denominando de una manera distinta pero con fundamentos suficientes y claros para dar traslado como si fuera una de las que el art. 544 autoriza. En el caso, la sustanciación no significa que el Juez resuelva admitir la defensa, sino que hará uso del ya mencionado principio iura novit curia subsumiendo la presentación en una de las excepciones correspondientes. Las defensas se sustanciación mediante notificación expresa, es decir librando cédula al ejecutante (art. 135 inciso 2º), salvando opiniones en contrario que estiman que la comunicación se practica "ministerio legis". Por su parte, el ejecutante, deberá contestar la excepción opuesta y, en su caso, ofrecer toda la prueba de la que intente valerse, de la que se dará traslado al ejecutado. En caso de no hacerlo, el juez sin más trámite dictará la sentencia. Cabe observar que, la solución contemplada en el art. 547, párrafo 2º, no se opone al art. 333 del mismo, en cuanto determina la agregación de la prueba documental al tiempo de la demanda, siempre y cuando la que se ofrezca al contestar el traslado de la excepción se limite tan solo a desvirtuar la defensa y no a introducir elementos de juicio que fueran omitidos en el comienzo del proceso (CNCom., Sala B, 1994/11/24, "Banco Shaw S. A. c. Distribuidora Me S. R. L.", La Ley, 1995-B, 500. - DJ, 1995-2-680). Excepciones de puro derecho. Falta de prueba Art. 548. -- Si las excepciones constancias del expediente, sentencia dentro de diez días el plazo se contará desde que fueren de puro derecho o se fundasen exclusivamente en o no se hubiere ofrecido prueba, el juez pronunciará de contestado el traslado; si no se lo hubiere contestado, se hubiere requerido la resolución. 1. Cuestión de puro derecho Cuando las excepciones no requieren de producción probatoria, por resultar situaciones a interpretar con las constancias que obran agregadas en el expediente judicial, el Juez debe proceder a resolverlas en el plazo de diez días contados desde que se contestó el traslado de las defensas deducidas por el ejecutado. En efecto, tal será la solución cuando: 1) la prueba ofrecida se basa en los instrumentos públicos o privados reconocidos obrantes en autos; 2) no se hubiese ofrecido prueba alguna 3) en caso de que la propuesta se declarare inútil, dilatoria o carente de eficacia; 4) cuando lo controvertido sea exclusivamente el derecho o, de existir controversia sobre hechos, ella sea sobre los calificados como inconducentes. Puede ocurrir que el Juez dicte por error la providencia que declare la cuestión de puro derecho, en cuyo caso se ha dicho que, ella no debió haber sido dictada por el a quo, habida cuenta que si consideraba innecesaria la apertura a prueba de las excepciones opuestas, tuvo que haber dictado la correspondiente resolución y, eventualmente, la sentencia dentro del plazo de diez días a partir de la presentación del escrito en que se contesta el traslado de la defensa opuesta. Por ello, y sin perjuicio de lo que pueda resolverse en la oportunidad procesal pertinente, deben volver a los autos a primera instancia a fin de que se resuelva sin más trámite la excepción opuesta (CNCiv., Sala A, 1984/03/13, "Pignani, Augusto A. c. Arambarri, Eder N. y otro", La Ley, 1984-C, 253 - DJ, 984-O, 17). Asimismo, la prescindencia del juez de las pruebas propuestas por la ejecutada para decidir las excepciones opuestas no invalida, en principio, la sentencia que manda llevar adelante la ejecución, pues conforme lo dispone el art. 548 puede legalmente desestimarlas sin recurrir a la apertura a prueba y sin afectar, en consecuencia, la regularidad del pronunciamiento (CNCiv., Sala B, 1995/10/31, "Adpa S. A. c. Pimiento S. R. L.", DJ, 1996-1-1260). Prueba Art. 549. -- Cuando se hubiere ofrecido prueba que no consistiese en constancias del expediente, el juez acordará un plazo común para producirla, tomando en consideración las circunstancias y el lugar donde deba diligenciarse. Corresponderá al ejecutado la carga de la prueba de los hechos en que funde las excepciones. El juez, por resolución fundada, desestimará la prueba manifiestamente inadmisible, meramente dilatoria o carente de utilidad. Se aplicarán las normas que rigen el juicio sumario supletoriamente, en lo pertinente. 1. Apertura a prueba En forma expresa establece el artículo que sólo procederá la apertura a prueba en un proceso ejecutivo en el supuesto de que se hubiere ofrecido prueba que fuere ajena a las constancias de autos. Del tercer párrafo del artículo se toma que es requisito sine qua non que la prueba ofrecida sea admisible y pertinente (art.364). Si las dos exigencias enunciadas no se encuentran presentes, el expediente pasará a sentencia sin más trámite. En este aspecto, dado que es facultad del sentenciante desestimar las medidas probatorias que aprecie manifiestamente inconducentes, las pruebas orientadas a dirimir la falsedad ideológica del título -en el caso, se opuso la defensa de abuso de firma en blanco- resultan improcedentes dentro del proceso ejecutivo en tanto es ajena a su continencia la relación causal antecedente de los títulos ejecutados (CNCom., Sala A, 1999/03/18, "Fernández, Jorge R. c. Toce, Abel J.", La Ley, 1999-E, 680 - DJ, 2000-1-186). El criterio que se utiliza para abrir la causa a prueba es restrictivo debiendo el juez realizar un análisis de cada uno de los medios ofrecidos, teniendo la obligación de desestimar aquella que no considere útil, que sea dilatoria o manifiestamente inadmisible. En consecuencia, se trata de una facultad ordenatoria. 2. Plazo y objeto de prueba No establece el código un plazo de prueba especial para el juicio ejecutivo, aunque la celeridad y constricción del trámite obligan a considerar una brevedad manifiesta. No obstante, el término queda supeditado al criterio del juez, quien lo establecerá teniendo en consideración la complejidad de las pruebas a producir. Ahora bien, si tenemos presente que la prueba en el juicio ejecutivo no se puede dirigir a los hechos o, más precisamente, a la causa de la obligación, las verificaciones tendrán que ser dirigidas a la validez del título o documento que se pretenda ejecutar. En tal circunstancia, la controversia se reduce al instrumento, y como tal, son pocas las acciones que pueden desarrollarse para confirmar su eficacia ejecutiva (v.gr.: bastaría con la prueba pericial cuando se manifiesta la adulteración). Previendo el abuso probatorio, el código ha dispuesto la desestimación fundada de la prueba no esencial; y de aplicar las normas que rigen el proceso ordinario (aunque el art. 549 remite al sumario, pensamos que es por una inadvertencia más de la ley 25.488 que derogó esta modalidad de procedimiento), el Juez puede indicar qué pruebas estima conducentes para alcanzar certidumbre y fehaciencia documental. En consecuencia, la apertura a prueba de las excepciones en el juicio ejecutivo es una facultad del tribunal, que puede prescindir válidamente de esta etapa procesal cuando la considera inútil, por ser los elementos obrantes en la causa suficientes para resolver (CNFed. Contenciosoadministrativo, Sala III, 1988/02/23, “Procuración del Tesoro de la Nación c. López Rega, José”, La Ley, 1988-C, 473 - DJ, 988-2-874). 3. Carga de la prueba El principio cardinal en materia probatoria es que incumbe la carga de demostrar la razón y verdad de sus afirmaciones al que alega un interés y derecho en su favor. El art. 377 sostiene la necesidad de verificar la relación de hecho y la aplicación del derecho que se invoca. En materia ejecutiva sucede una particularidad. Los hechos que constituyen la pretensión se sostienen en el título ejecutivo cuya calidad, fehaciencia y regularidad condicionan la admisión de esta vía rápida. En consecuencia, la autorización formal de la demanda ejecutiva, depende de la presunción inicial que manifieste verosímil al documento cuya ejecución se intenta. Si bien es cierto que, después de realizar esta primera compulsa sobre el título, el Juez vuelve a hacerlo al tiempo de dictar la sentencia, sus poderes no son los mismos. En la oportunidad del art. 531 obra de oficio y asume el control original de la verificación del instrumento de la ejecución y en la del art. 547, su competencia se limita a examinar las objeciones opuestas por vía de excepción. Por ello, las deficiencias o vicios del título ejecutivo que no fueron materia de debate introducida por el excepcionante, importan consentir o aceptar la eficacia ejecutiva, cuestión que veda al juez un pronunciamiento al respecto. La segunda parte del art. 549 pone en cabeza del ejecutado la carga de la prueba los hechos en que funde las excepciones, estableciendo así un principio al que cabe estar porque es de la propia esencia de la materia en que le corresponde gobernar (CNCom., Sala B, 1988/03/08, "Houston, Robin c. Reynal, Enrique", La Ley, 1989-B, 614, J. Agrup., caso 5980). Comienza aquí una etapa distinta a la primera, donde el Juez tuvo que dar admisión a la prueba liminar de procedencia ejecutiva; ahora ingresa en una regla específica que, según explica Palacio, puede o no coincidir con el principio general establecido en el art. 377 (Derecho Procesal Civil, tomo VII, cit., pág. 438). Cuando se referencia a la prueba de los hechos, en materia ejecutiva hay que continuar la senda por la que transita el título ejecutivo, que es el objeto fundante de la pretensión, de modo tal que la prueba del demandado (ejecutado) será correspondiente con la enumeración de situaciones del art. 544. Por eso, las excepciones sustanciales deben por vía de principio ser probadas con documentos emitidos por el ejecutante, relacionados con la deuda que reclaman y, en general, de carácter probatorio autosuficiente. De ser así, la prueba de los hechos impeditivos y extintivos le corresponde a quien los alega, pues los hechos modificativos no son posibles de articular en el juicio ejecutivo, toda vez que no se pueden sustanciar ni son admisibles las cuestiones que se vinculan con la causa de la obligación. Si advertimos este nexo entre objeto a probar y motivos de excepción, pronto se advertirá que la aplicación supletoria de las normas del juicio de conocimiento se trata más para limitar la prueba que para ampliar las facultades de intervención jurisdiccional. Dice acertadamente Fenochietto que de esta manera, se evita que el procedimiento no cumpla con la función específica para la que ha sido creada por el legislador fijando determinadas pautas. Por tanto, no se autorizan otros medios probatorios que no sean los mencionados en la ley, debiendo desterrarse la testifical; o bien, no se permite producir prueba fuera de la jurisdicción del juzgado. Por último, se remite a la discrecionalidad judicial el calificativo de inútil a aquellos medios probatorios impropios o innecesarios a los fines de la prueba de la excepción (Código Procesal..., tomo 3, cit., pág. 111). En conclusión, existe una inversión del onus probandi porque el ejecutante demuestra "su verdad" (la validez formal del título ejecutivo) al tiempo de deducir la pretensión; mientras que, si el ejecutado plantea excepciones y abre una instancia de discusión que ordinariza el proceso, es a él a quien le corresponde probar lo inverosímil el título ejecutivo. En este aspecto, se ha señalado que si fue desvirtuado el carácter ejecutivo del proceso -pues se requirió la prueba de la facturación mensual de la empresa demandada para establecer el importe de la tasa de inspección, seguridad e higiene y, con ello, se desconoció el carácter ejecutivo de la boleta de deuda ante su impugnación por la demandada-, no fue correcto mandar llevar adelante la ejecución por el monto de la boleta ante el fracaso de la prueba de libros ofrecida por la demandada. En efecto, en tales circunstancias resulta inaplicable el segundo párrafo del art. 549 del Cód. Procesal, y debió ser la actora quien probara la real magnitud de su crédito (CS, 1996/10/10, "Municipalidad de General Roca c. Empresa Nac. de Telecomunicaciones", La Ley, 1997-C, 17). Sentencia Art. 550. -- Producida la prueba se declarará clausurado el período correspondiente; el juez pronunciará sentencia dentro de los diez días. 1. Finalización del período de prueba Vencido el plazo de prueba, corresponde dictar sentencia en el plazo de diez días sin necesidad de que las partes lo requieran. Si las excepciones se fundan en cuestiones que pueden ser apreciadas con las constancias agregadas en el expediente, el término establecido para pronunciarse comienza a contarse desde que se contestó la excepción deducida. Finalmente, de requerirse la apertura a prueba, no existiendo en estos procesos alegatos, la producción cumplida determina que, en forma automática, pasará la causa para definitiva. Sentencia de remate Art. 551. -- La sentencia de remate sólo podrá determinar que se lleve la ejecución adelante, en todo o en parte, o su rechazo. En el primer caso, al ejecutado que hubiese litigado sin razón valedera u obstruido el curso normal del proceso con articulaciones manifiestamente improcedentes, o que de cualquier manera hubiese demorado injustificadamente el trámite, se le impondrá una multa a favor del ejecutante, cuyo monto será fijado entre el cinco por ciento y el treinta por ciento del importe de la deuda, según la incidencia de su inconducta procesal sobre la demora del procedimiento. 1. Sentencia de remate Técnicamente no se afronta una sentencia de remate sino un pronunciamiento que manda llevar adelante la ejecución. Su denominación se mantiene por tradición vernácula sin distinguir entre aquella que hace lugar a la pretensión y la que la rechaza. La decisión estimará lo planteado si no hay excepciones opuestas, o si ellas resultan denegadas. A contrario sensu, la admisión de las excepciones importa cancelar el progreso de la acción ejecutiva. La sentencia del juicio ejecutivo no es "de condena", pues sólo tiene el alcance y efecto previsto en el art. 551 párrafo primero del Código Procesal (CNCom., Sala D, 1997/06/03, "Emirian, Artin c. Abadjian, María C.", La Ley, 1998-B, 920, J. Agrup., caso 12.501). Las formas que deben cumplirse son iguales a las del art. 163, pese a que no se trata más que de una providencia de carácter inusual que supone reconocer la eficacia ejecutiva del título presentado, y disponer la realización de los bienes que se hubieran embargado. En los hechos, la ejecución propiamente dicha comienza tras este pronunciamiento, de modo tal que debe establecer las bases de la liquidación (conf. art. 165) y postergar para la etapa de liquidación lo referente a accesorias, intereses, costas y honorarios definitivos. La sentencia de remate cumple la finalidad de poner en conocimiento del deudor el monto por el que la ejecución prospera y las bases de lo jurídicamente adeudado. Debe determinar, entonces, la fecha de la mora, como comienzo del cómputo de las cadenas accesorias aun aceptando que las formas de la sentencia en el juicio ejecutivo no están sujetas a las formalidades de las que se pronuncian en el ordinario, es imprescindible que ella contenga la decisión expresa, positiva y precisa de todas las pretensiones con arreglo a la acción deducida (CNCiv., Sala H, 1996/05/13, "Banco Credicoop Coop. Ltdo. c. Tilotta", La Ley, 1997-A, 375, J. Agrup., caso 11.258). 2. Inconducta procesal La multa prevista en el art. 551 del Código Procesal sanciona dos conductas autónomas y distintas: a) Litigar sin razón valedera obstruyendo el curso normal del proceso con articulaciones manifiestamente improcedentes, y b), demorar injustificadamente el trámite. La conducta del litigante es temeraria cuando posee la certeza o una razonable presunción de que litiga sin razón valedera, teniendo conciencia de su sinrazón. Se trata, en efecto, del ejercicio arbitrario de la facultad de accionar, sea deduciendo pretensiones o defensas cuya falta de fundamento es evidente (Gozaíni Osvaldo A., Temeridad y malicia en el proceso”, Editorial Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2002, pág. 65). También se prevé la conducta maliciosa de las partes al sancionar al litigante que hubiera obstruido el curso normal del proceso con articulaciones manifiestamente improcedentes o que de cualquier otra forma hubiere demorado sin causa ni fundamento válido el procedimiento habitual del proceso respectivo. Las conductas descriptas en el art. 551 párrafo segundo, deben configurar un comportamiento imputable que demuestre sin duda alguna que se litiga sin razón valedera, o se obstruye el curso normal del proceso, con articulaciones manifiestamente improcedentes, que pretenden postergar la llegada a la sentencia. La distinción entre ambas situaciones queda enmarcada en una injusta oposición, unida al deliberado propósito de diferir el pronunciamiento de la condena (CNCiv., Sala A, 1994/02/11, “Sortino, Gustavo F. y otros c. Carbonere, Analgiro A. y otro”, JA, 1994-IV-594) El análisis de la conducta obstruccionista de los litigantes debe realizarse con mayor severidad en el juicio ejecutivo a fin de establecer si corresponde la imposición de las sanciones previstas, por tratarse de un proceso con carácter específico integrado por un menor número de actos, reducidos temporalmente para asegurar mayor celeridad y sumariedad (CNCiv., Sala A, 1999/10/04, “Puglisi, Domingo y otro c. Rivadeneira Ponce, José Luis y otro”, ED, 187-560) La conducta temeraria se produce cuando se deducen pretensiones o defensas cuya admisibilidad o falta de fundamento no puede ignorarse con arreglo a una pauta mínima de razonabilidad. Por tanto, para su configuración no es suficiente el simple elemento objetivo, representado por la carencia de fundamento o por la injusticia de la pretensión o de la oposición, pues es necesaria la conciencia de la propia sin razón (CNCiv., Sala B, 1998/03/23, "Atmadjian, Elisa E. y otro c. Ros, Luis E. y otro", La Ley, 1998-D, 292). Cabe agregar que, la simple articulación de defensas que se desestiman no resulta suficiente para configurar la inconducta procesal prevista (CNCiv., Sala A, 1995/09/12, “Huaco de Hearne, Susana B. y otros c. Figueroa, Graciela o Figueroa y Rodríguez Scotti, G.”, La Ley, 1997-D, 849 [39.694-S] - ED, 166180). Estas cuestiones, vinculadas con la apreciación de la conducta de los litigantes, al igual que las que derivan de las facultades que otorga el art. 551 a los magistrados de la causa son ajenas, como principio, a la instancia extraordinaria (CS, 1976/10/21, "Moline O'Connor, Eduardo c. Perkins, Gladys L.", Fallos, 296:228). Por ejemplo, la conducta procesal de quien en el proceso de ejecución de alquileres primero manifiesta que no abona por carecer de dinero y luego desconoce de forma improcedente la firma inserta en el contrato de locación, teniendo en cuenta que fueron certificadas por escribano público, encuadra en los términos del art. 551 por haberse conducido temerariamente en el pleito (CNCiv., Sala E, 2000/05/31, "Capdevila Vila, Helena c. Trimarco Digo, José María", ED, 189-148). Asimismo, se ha dicho que los principios contenidos en el art. 45 del Código Procesal se complementan, en el proceso ejecutivo, con la previsión del art. 551 del mismo ordenamiento, que comprende no sólo a la conducta temeraria o maliciosa, sino que, además, sanciona a quien obstruye el curso normal del proceso con articulaciones manifiestamente improcedentes o, de cualquier manera, demora injustificadamente el trámite. A su vez, se establece idéntica previsión en el art. 594, cuando el ejecutado dilata innecesariamente el cumplimiento de la sentencia de remate (CNCiv., Sala A, 1997/04/29, "Emprendimiento Recoleta S. A. c. Muñiz, Gladys E. y otro", La Ley, 1997-D, 839 (39.648-S); también, CNCiv., Sala A, 1999/02/03, "S. G. y otros c. G., A.", La Ley, 1999-D, 426). Esta sanción es terminante en el sentido de que al ejecutado que incurra en inconducta procesal se le impondrá una multa en favor del ejecutante, pero se convalidaría una desigualdad si el comportamiento procesal del actor no se apreciara con similar rigor, pues resulta tan reprochable entorpecer el cobro del crédito como obligar a litigar a quien ha pagado (CNCiv., Sala G, 1996/12/27, "Municipalidad de Buenos Aires c. Pieragostini, Humberto", La Ley, 1997-B, 796 [39.351-S]). La multa referida debe establecerse sobre el capital reclamado y que se condena a pagar en la sentencia de trance y remate, con exclusión de los intereses y las costas, conclusión que emerge de la comparación del mencionado artículo y el art. 594 del mismo cuerpo legal, ya que éste hace mención del "importe de la liquidación aprobada" distingo que no existiría en caso de que otra fuere la solución. 3. Casuística La circunstancia que el ejecutado presentara defensas que necesariamente impuso la recepción de pruebas para su dilucidación, como en el caso de la negativa de su propia firma, y que luego, en pleno trámite de éstas, se allanó a la demanda y que no se haya traído una explicación satisfactoria de tal conducta, reconociéndose por otra parte que intentó el pago del crédito por la vía indirecta de un subrogante, importó para el resultado final del proceso una dilación innecesaria, que lo hace pasible de la sanción establecida (CNCom., Sala B, 1981/10/01, "Miguet, Miguel P. c. Mateos, Luis y otro", ED, 97-222). También, si por un lado se niega categóricamente la firma de un documento y, por otro, se admite la posibilidad de que haya existido un documento de favor (lo que no es discutible en juicio ejecutivo), se configura una conducta sinuosa condigna de sanción, por lo que corresponde aplicar la multa prevista al demandado que motivó la demora injustificada del juicio oponiendo la excepción de falsedad que exigió una pericia caligráfica cuyo resultado fue adverso al excepcionante (CNCom., Sala C, 1980/11/07, "Marzolini, Nélida E. c. Moro, Juan", La Ley, 1981-A, 315). La circunstancia de haber dado lugar el ejecutado a una tramitación adicional como es la pericia caligráfica para establecer la autenticidad de una firma, provocando de tal forma una indudable dilación en el tiempo de duración del proceso ejecutivo, autoriza la aplicación de la multa establecida en el art. 551 (CNCom., Sala C, 2000/02/04., "Cerámica General Pacheco c. Prado, Rubén O.", La Ley, 2000-D, 857 [42.830-S] - DJ, 2001-1-303). Notificación al defensor oficial Art. 552. -- Si el deudor con domicilio desconocido no se hubiese presentado, la sentencia se notificará al defensor oficial. 1. Notificación El supuesto previsto se configura en el caso de citación al demandado por edictos, sin que éste haya comparecido. Su finalidad no es de simple formalidad, pues el Defensor oficial puede interponer el recurso que entienda procedente contra la sentencia, si interpreta que existen causas fundadas para hacerlo. Pero, al cursarse la intimación de pago en un domicilio denunciado bajo la responsabilidad de la ejecutante, no corresponde la intervención del defensor oficial, atento a no ser éste el caso previsto en el art. 552 del Cód. Procesal, pues no se trata de un deudor con domicilio desconocido (CNCom., Sala C, 1997/06/24, “Banco de Galicia y Buenos Aires c. Solari, Carlos O.”, La Ley, 1997-E, 231) Juicio ordinario posterior Art. 553. -- Cualquiera fuere la sentencia que recaiga en el juicio ejecutivo, el ejecutante o el ejecutado podrán promover el ordinario, una vez cumplidas las condenas impuestas. Toda defensa o excepción que por la ley no fuese admisible en el juicio ejecutivo podrá hacerse valer en el ordinario. No corresponderá el nuevo proceso para el ejecutado que no opuso excepciones, respecto de las que legalmente pudo deducir, ni para el ejecutante, en cuanto a las que se hubiese allanado. Tampoco se podrá discutir nuevamente las cuestiones de hecho debatidas y resueltas en el juicio ejecutivo, cuya defensa o prueba no tuviese limitaciones establecidas por la ley, ni las interpretaciones legales formuladas en la sentencia, ni la validez o nulidad del procedimiento de la ejecución. La falta de cumplimiento de las condenas impuestas podrá ser opuesta como excepción de previo y especial pronunciamiento. El juicio ordinario promovido mientras se sustancia el ejecutivo no produce la paralización de este último. 1. Principios generales Con la reforma introducida por la ley 25.488, este procedimiento de conocimiento tramitará según las normas del juicio ordinario. Es la instancia adecuada que posee el ejecutado para debatir la causa del crédito reclamado, y tiene como objetivo el resarcimiento del daño producido por la ejecución del título que se cuestiona. Se debe tener en cuenta que para poder incoar este proceso posterior, quien lo haga deberá acreditar haber cumplimentado todas las obligaciones provenientes de la sentencia del proceso ejecutivo. En este juicio ordinario posterior la pretensión del actor no puede exceder el marco de la relación jurídica que motivó el juicio ejecutivo anterior y la satisfacción de sus condenas. Por ello, no tiene como finalidad rever lo decidido, sino agotar el pronunciamiento sobre la totalidad de las facetas involucradas en el conflicto, atento el restringido ámbito cognoscitivo de aquél (CNCom., Sala A, 1998/11/18, “Rodríguez, Luis N. c. Príncipe, Héctor R.”, La Ley, 2000-A, 587 [42.388-S] - ED, 182-831). Unicamente procede la revisión en los casos en que existan defensas inoponibles por su naturaleza en dicho juicio, o cuando no se las pudo hacer valer por las limitaciones de ese tipo de proceso. (CNCiv., Sala C, 1984/04/10, “Dello Russo, América I. y otro c. Buenos Aires Building Society, S. A.”, La Ley, 1984-C, 330 - DJ, 984-0-18 - ED del 29/6/84, p. 7). En idéntico sentido se afirma que, no es absoluto el principio según el cual la sentencia pronunciada en el juicio ejecutivo sólo produce cosa juzgada formal. El juicio de conocimiento posterior no tiene por objeto suplir los errores o las negligencias en que las partes hubiesen incurrido, sino desarrollar un procedimiento de amplia discusión donde se admitan pruebas y defensas que no pudieron ser alegadas en el ejecutivo (CNCom., Sala B, 1996/08/05, "Pascual, Francisco c. Rodríguez, Leonor", La Ley, 1997-F, 980, J. Agrup., caso 12.198). En definitiva, habrá que recordar que las manifestaciones relativas a la causa o ilicitud de la obligación resultan inconducentes en el juicio ejecutivo, pues exceden el tenor literal exclusivo de los documentos y contrarían, por ende, los principios de completitividad y abstracción propios de los papeles de comercio que les restan toda significación. Es por ello que todas las cuestiones relacionadas con la fuente del título ejecutivo quedan reservadas para el eventual proceso ulterior (CNCom., Sala A, 1994/11/24, "Caja de Crédito Coop. La Capital del Plata c. Luis, María Inés", La Ley, 1995-C, 686, J. Agrup., caso 10.372); sin perjuicio de señalar la finalidad de rever lo decidido respecto a la totalidad de las facetas involucradas en el conflicto, atento el restringido ámbito cognoscitivo de aquél (CNCom., Sala A, 1998/11/18, "Rodríguez, Luis N. c. Príncipe, Héctor R.", La Ley, 2000A, 587 [42.388-S] - ED, 182-831). Así queda dicho que, la acción ordinaria posterior al juicio ejecutivo no carece de límites: la frontera de lo que puede discutirse es la efectiva controversia y prueba exhaustiva introducida y producida; pues no pueden existir dos contradictorios plenos sobre una misma cuestión y porque cuando las cuestiones resueltas por la sentencia pronunciada en el proceso de ejecución fueron de amplia sustanciación, debate y resolución en ambas instancias, juega el art. 553 que dispone la prohibición de introducirlas en un juicio ordinario posterior (CNCom., Sala B, 1996/08/05, "Pascual, Francisco c. Rodríguez, Leonor", La Ley, 1997-F, 980, J. Agrup., caso 12.196). 2. Cumplimiento de las condenas impuestas Si bien para abrir la vía ordinaria previamente deben cumplirse las condenas impuestas en el juicio ejecutivo, conforme lo establecido por el art. 553 e indirectamente el art. 591, ese requisito no constituye una imposición legal incondicionada y absoluta, ni tampoco de orden público. Así fue dicho que, como no se advierte que el actor pueda emplear la tramitación del juicio ordinario como vía para dilatar el pago de los honorarios que debe abonar como consecuencia de la condena en el juicio ejecutivo, no resulta procedente impedir la tramitación de este juicio ordinario (CNCiv., Sala F, 1997/12/02, “Goldín de A. M. G., Aída M. c. Municipalidad de Buenos Aires”, La Ley, 1999-C, 788, J. Agrup., caso 13.900). Asimismo, la promoción del proceso ulterior previsto, sin el cumplimiento previo de las condenas impuestas en la ejecución anterior, tampoco configura por sí sola conducta temeraria o maliciosa en los términos del art. 45 del Código Procesal (CNCom., Sala D, 1990/11/05, "Simonian, Carlos y otro c. Verchik, David", La Ley, 1993-B, 454, J. Agrup., caso 8922). 3. Partes En el juicio posterior son partes exclusivamente el ejecutante y el ejecutado, y solo por excepción podrán traerse terceros interesados que debieron responder o quedar alcanzados por la obligación documentada. No obstante, cabe señalar que no se trata de perseguir que el proceso de conocimiento actúe como una acción de repetición contra el obligado auténtico, porque está no es la vía ni la finalidad del juicio ordinario posterior. En la mecánica establecida, es necesario que la relación causal debatida en dicho procedimiento amplio guarde correspondencia con el objeto de la ejecución. Es decir que, se ha de tratar del análisis de la relación jurídica subyacente al título que sustentó el proceso ejecutivo (CNCom., Sala A, 1997/01/10, La Ley, 1998-B, 734). Además, el juicio ordinario ha de ser necesariamente posterior al ejecutivo en los supuestos que contempla el art. 553, y, por consiguiente, ambos no son acumulables (CNCiv., Sala D, 1980/08/19, “Meneset, Marcos c. Masri, David”, LA LEY, 1981-B, 60). 4. Cuestiones que admiten revisión La cosa juzgada en el juicio ejecutivo limita el conocimiento posterior que admite el proceso ordinario de conocimiento. Es verdad que la ejecución no consigue efectos definitivos pues al ser puramente formal lo que se resuelve, de hecho queda permitido revisar y replantear todas las cuestiones que quedaron al margen por esa limitación cognoscitiva, pero también lo es que, las excepciones sustanciadas y probadas con las pruebas posibles de ofrecer, son suficientes y bastantes para dar por concluido el debate a su respecto. En consecuencia, el juicio ordinario posterior al juicio ejecutivo es admisible cuando se trata de garantizar el derecho de las partes que, dada la naturaleza del ejecutivo, fue restringido por limitaciones o prohibiciones procesales que pudieron afectar la amplitud de la defensa y de la prueba. Cuando ello no ocurre, lo decidido en el juicio ejecutivo hace cosa juzgada y no puede reeditarse en el ordinario posterior. Es esta una característica del proceso: no lograr res judicata sustancial; siendo así, porque se prescinde de la declaración jurisdiccional de la existencia de la obligación. La sentencia se limita a mandar a perseguir la ejecución. La sentencia de remate tiene efecto de cosa juzgada material en la medida en que la sentencia a dictarse en el proceso ordinario posterior sólo puede recaer sobre pretensiones legalmente excluidas del juicio ejecutivo, o cuestiones cuya alegación y prueba se hallen sujetas a restricciones (CNCom., Sala A, 1998/11/18, "Canet, Gustavo L. V. Domínguez, José A.", ED, 186-23 JA, 2000-I-424). Como corolario de lo expuesto se observa que las cuestiones que no hacen a las formalidades extrínsecas del título con el que se promueve la ejecución sino a las relaciones causales subyacentes en la génesis de la obligación, no pueden tener lugar dentro del estrecho marco cognoscitivo que proporciona el juicio ejecutivo, pues la discusión de las mismas está vedada en este tipo de procesos por expreso imperativo legal (art. 544, inc. 4º) y reservada en principio para el eventual juicio ordinario posterior que pudiera entablarse con arreglo a lo normado por el art. 553 (CNCom., Sala C, 1995/02/10, "Vaneskehian, Fabio c. Luque de Suárez, Mónica", La Ley, 1995C, 686, J. Agrup., caso 10.371). También, el ejecutado carente de documentación para justificar el pago parcial que alega, dispone de esta vía de amplio conocimiento para proponer la consideración del aspecto inaudible en el juicio ejecutivo (CNCom., Sala D, 1992/02/20, "Iberia Líneas Aéreas de España S. A. c. Pérez, Francisco y otro", La Ley, 1992-D, 223). En suma, del texto del art. 553 no puede sino extraerse la posibilidad que tiene el ejecutado de cuestionar la deuda que se le atribuye mediante un proceso de conocimiento -de carácter declarativo-, que si bien es cierto no paraliza la ejecución, tampoco se ve impedido por ésta. Esto es lo que surge explícito de la norma; quedan fuera de discusión ordinaria: a) las excepciones debatidas con amplitud y sin limitaciones en la prueba propuesta; b) las cuestiones de hecho que se hubieran resuelto; c) las interpretaciones legales efectuadas en la sentencia; d) la validez o nulidad del procedimiento de ejecución. 5. Juez competente Será juez competente para entender en el juicio de conocimiento posterior aquél que lo haya hecho en el proceso ejecutivo (art. 6 inc. 6º), como una aplicación ineludible del principio de conexidad. Apelación Art. 554. -- La sentencia de remate será apelable: 1. Cuando se tratare del caso previsto en el art. 547, párr. primero. 2. Cuando las excepciones hubiesen tramitado como de puro derecho. 3. Cuando se hubiese producido prueba respecto de las opuestas. 4. Cuando versare sobre puntos ajenos al ámbito natural del proceso o causare gravamen irreparable en el juicio ordinario posterior. Serán apelables las regulaciones de honorarios que contuviere la sentencia de remate o fueren su consecuencia, aunque ella, en el caso, no lo sea. 1. Principios generales La sentencia ejecutiva, por su naturaleza declarativa de un derecho que reconoce y manda continuar, limita las posibilidades de impugnación de acuerdo con la resistencia que el ejecutado haya opuesto tras la intimación de pago. Si no hubo excepciones que resolver, el principio es la inapelabilidad del pronunciamiento; y la regla es simple: la ausencia de crítica contra el título ejecutivo enfatiza un reconocimiento liminar que determinaría una suerte de obrar contra sus propios actos, que se manifestaría de admitir recursos posteriores contra la decisión que constituye y declara la fuerza ejecutiva del documento. Entonces, conforme a los enunciados del art. 554, la sentencia de remate es susceptible de apelación, con las limitaciones propias referidas a los aspectos relacionados con el trámite del juicio. Por consiguiente, la admisibilidad del recurso, estará dada en la medida que se presente alguno de los supuestos contemplados en ella (CNCiv., Sala G, 1997/07/15, "Banco Tornquist c. Giglio, Horacio", La Ley,1998-E, 827 - J. Agrup., caso 13.215). Como se advierte, la restricción recursiva está orientada al ejecutado, antes que al actor que reclama el reconocimiento ejecutivo de un título. Por eso se ha dicho que, la norma limita los recursos al accionado más no al ejecutante (CNFed. Contenciosoadministrativo, Sala III, 1981/08/27, “Gobierno nacional -Ministerio de Bienestar Social- c. Capano, C. y Cía., S. R. L.", BCNFed.”, agosto 981-102, núm. 208). 2. Cuestiones objeto del recurso de apelación Si bien está acotada la vía recursiva cuando no se han opuesto excepciones al progreso de la ejecución, dicha limitación no resulta aplicable cuando el juez se ha pronunciado sobre un capítulo que es ajeno a aquello que debió constituir objeto de la sentencia (CNCiv., Sala I, 1998/10/22, "Gómez, Cristina E. c. Pérez, Eduardo A. y otro", La Ley, 1999-E, 972 - J. Agrup., caso 14.428). La ausencia de excepciones es una guía, pero no una regla insuperable, porque corresponderá conceder la apelación cuando por ese medio se pretende hacer valer una nulidad que pretenda remediar un vicio manifiesto en la sentencia de remate, como es la condena al pago de una suma mayor de la intimada. Por iguales razones, es apelable la sentencia de remate si se cuestiona la tasa de interés (CNCom., Sala A, 1996/02/14, "Spell S. A. c. Dondero Hnos. y Cía. S. A.", DJ, 1996-1-747); o se causa un gravamen irreparable en el juicio ordinario posterior. 3. Regulación de honorarios El art. 554 establece que las regulaciones de honorarios son apelables aunque no lo sea la sentencia de trance y remate que originó esa remuneración, pero esa norma opera dentro del sistema de virtual única instancia resultante del límite cuantitativo impuesto por el art. 242 del mismo Código (CNCom., Sala D, 1996/03/08, "Banco del Buen Ayre S. A. c. Cardelli, Fermín", La Ley, 1997-E, 1051, J. Agrup., caso 11.887). Se debe tener en cuenta que el régimen de apelación de honorarios es autónomo respecto de los demás supuestos. Son siempre apelables y se trata de una excepción al principio general que establece que estos remedios procesales deben ser fundados en el mismo escrito de impugnación, bajo apercibimiento de considerarlos desiertos. En el caso, será facultativo para el apelante el fundar su recurso. Efecto. Fianza Art. 555. -- Cuando el ejecutante diere fianza de responder de lo que percibiere si la sentencia fuese revocada, el recurso se concederá en efecto devolutivo. El juez establecerá la clase y el monto de la fianza. Si no se prestase dentro de los cinco días de haber sido concedido el recurso se elevará el expediente a la cámara. Si se diere fianza se remitirá también el expediente dejándose, en primera instancia, testimonio de las piezas necesarias para que prosiga la ejecución. 1. Ejecución de la sentencia apelada La celeridad que impone el proceso ejecutivo, faculta al actor que encuentra apelada la sentencia, a ofrecer fianza o garantías suficientes para impedir el efecto suspensivo tradicional del recurso, facultándolo de este modo a seguir con el trámite de ejecución. En la práctica, la caución se ofrece y considera por el Juez de manera discrecional. Una vez que éste la determina, el ejecutante tiene cinco días para cumplir con la orden judicial. Concretado, se deben fotocopiar las piezas esenciales del expediente para proceder a la subasta de los bienes embargados (v.gr.: demanda ejecutiva; sentencia que manda llevar adelante la ejecución; testimonios de los embargos ordenados y trabados, etc.); porque el cuerpo principal de las actuaciones será elevado a la Cámara de apelaciones respectiva, quedando dichas copias en la instancia originaria que continuará con los trámites de compulsión. 2. Clase y monto de la fianza La clase y monto de la caución es resorte exclusivo del juez y sólo se ordenará a pedido del ejecutante. El criterio a utilizar para su estimación deberá estar supeditado a los perjuicios que, en forma directa, se puedan producir en el caso de hacerse lugar a la apelación deducida. Según lo dispuesto por el art. 591 en concordancia con el actual precepto en comentario, la ejecutada puede pedir útilmente que la contraparte preste fianza para percibir el capital y sus intereses. Así, el ejecutante no puede oponerse, basándose en la condición de "anterior" al ejecutivo de un proceso ordinario iniciado por la accionada, pues dicho cuestionamiento concierne al juicio que debe dictarse sobre la cancelación automática de la fianza cuando transcurra el plazo de quince días desde su constitución (CNCom., Sala B, 1997/06/06, "Paz, Víctor M. c. Apis Delta S. A.", La Ley, 1998-A, 401). Fianza requerida por el ejecutado Art. 556. -- La fianza sólo se hará extensiva al resultado del juicio ordinario, cuando así lo requiriere el ejecutado en los casos en que, conforme al art. 553, tuviere la facultad de promover el juicio ordinario posterior. Quedará cancelada: 1. Si el ejecutado no promoviere el juicio dentro de los quince días de haber sido otorgada. 2. Si habiéndolo deducido dentro de dicho plazo, la sentencia fuere confirmada. 1. Fianza a petición del ejecutado Si el juez hace lugar a la extensión de la fianza a las resultas del juicio ordinario posterior, se crea al ejecutado la carga procesal de incoar en el plazo de quince días el proceso de conocimiento bajo apercibimiento de tener por perdido ipso iure el beneficio concedido. El segundo supuesto de pérdida de la extensión de la fianza, no depende del accionar del ejecutado sino del resultado de la apelación deducida. La facultad que otorga el Código Procesal al ejecutado de exigir fianza que garantice el resultado del juicio ordinario posterior está condicionado, de suyo, al cumplimiento de las condenas impuestas en el ejecutivo. No otra interpretación puede darse a lo establecido en el art. 556 en tanto éste remite a lo dispuesto por el art. 553 (CNCom., Sala E, 1981/11/16, “Viale, Fernando J. c. Durán, Rodolfo A.”, ED, 97-462). La cancelación de la fianza bajo ningún punto de vista obstará a la prosecución del proceso de conocimiento posterior. Carácter y plazo de las apelaciones Art. 557. -- Las apelaciones en el juicio ejecutivo se concederán en efecto diferido con excepción de las que procedieren contra la sentencia de remate y la providencia que denegare la ejecución. 1. Efecto de los recursos Los recursos que se deduzcan en el trámite del juicio ejecutivo deberán concederse con efecto diferido, de modo tal que la remisión de las actuaciones a la Cámara de apelaciones quedará postergado hasta el momento en que el Tribunal deba resolver las impugnaciones eventuales contra la sentencia ejecutiva. En cambio, los recursos planteados contra la providencia que deniega la vía, o que por el contrario, manda llevar adelante la ejecución, son por vía de principio concedidos con efecto suspensivo, a excepción del caso previsto en el art. 555. Se explica así que, el art. 557 establece que las apelaciones en el juicio ejecutivo concederán en efecto diferido con excepción de las que procedieren contra la sentencia de remate y la providencia que denegare la ejecución. Mas es dable señalar que según lo dispone el art. 247 del citado ordenamiento, en los procesos de ejecución de sentencia, si la resolución recurrida fuere posterior a la mencionada en el art. 508, el recurso se fundará en la forma establecida en el párrafo primero del art. 246. Si no se procedió del modo descripto sino fundándose en la disposición del art. 260 del Código ritual que se refiere a los juicios ordinario y sumario ajenos al "sub examine" -ejecución hipotecaria- corresponde el desglose del memorial presentado (CNCiv., Sala F, 1982/05/21, “Carles de Ahorro y Préstamo para la Vivienda, S. A. . Rubello, Héctor A.”, La Ley, 1983-B, 765, J. Agrup., caso 4838). 2. Fundamentación del recurso Las apelaciones deben fundarse en el mismo escrito de interposición del recurso contra la sentencia en virtud de lo normado por el art. 247 párr. 1º. Excepciones a este principio general son las situaciones previstas en el art. 532, como así también aquéllas que procedieran contra la sentencia de remate. Se observa que, las cuestiones de prueba resueltas en el juicio ejecutivo no resultan recurribles ante la segunda instancia, ello de conformidad a lo normado por los arts. 549, 557 y 260 inc. 2º (del voto de la mayoría) (CNCiv., Sala H, 1999/08/31, “Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires v. Verde y Negro SRL”, JA, 2000-II-556), aunque el temperamento no se coincidente ni mayoritario. En efecto, también se ha dicho que las resoluciones concernientes a medidas probatorias, pronunciadas en juicios ejecutivos, por aplicación de la norma específica contenida en el art. 557 resultan apelables con efecto diferido (CNCom., Sala E, 1989/04/10, "Ferral, Adolfo c. Jardín de Infantes La Jirafa y otros", La Ley, 1990-C, 574, J. Agrup., caso 7133). Costas Art. 558. -- Las costas del juicio ejecutivo serán a cargo de la parte vencida, con excepción de las correspondientes a las pretensiones de la otra parte que hayan sido desestimadas. Si se hubiese declarado procedente la excepción de pago parcial, al ejecutado se le impondrán sólo las costas correspondientes al monto admitido en la sentencia. 1. Principio general Las particularidades que tiene el juicio ejecutivo respecto de los procesos de conocimiento pleno se reflejan también en el curso de las costas. Rige, por vía de principio, el sistema del vencimiento puro y simple sin posibilidad para el Juez de exonerar aquellos gastos cuando el mérito del asunto lo permita. Este es el criterio que adopta el art. 558 sin variar la tradición imperante desde el antiguo código de procedimientos de la Capital Federal; por eso, la plenitud del principio objetivo de la derrota descarta toda valoración sobre la conducta de las partes o la índole de las cuestiones controvertidas. Así lo ha ratificado la Corte Suprema al sostener que, debe dejarse sin efecto la sentencia que impuso las costas en un juicio ejecutivo en el orden causado, omitiendo examinar la posible aplicación del art. 558 en cuanto prevé que se impongan a la vencida (CS, 1996/05/21, "A. N. A. c. Traballoni, Juan Carlos", La Ley, 1996-E, 648 [39.011-S]). En definitiva, este precepto procesal, en forma clara y precisa expresa que las costas del juicio ejecutivo deben imponerse a la parte vencida, con excepción de las que corresponden a pretensiones de la otra parte que hayan sido desestimadas; por ello, deben distinguirse los gastos emergentes por la excepción de pago parcial que cubre períodos también demandados, de aquellos que corresponden por el proceso (CNCiv., Sala A, 1985/03/13, "Obras Sanitarias de la Nación c. Sociedad Rural Argentina", La Ley, 1987-A, 653 [37.497-S]). Por eso, esta primera parte del art. 558 no difiere de la contenida en los arts. 69 y sigts., de manera tal, que su suerte dependerá del éxito que se logre en los planteos que al efecto se formulen. Algunos sostienen que la regla particular que se aplica, antes que el vencimiento puro y simple, es la que surge del allanamiento incondicionado, oportuno, total y efectivo, de modo tal que, se ajusta al art. 70 que dispensa de los gastos (CNCiv., Sala A, 1986/05/12, "Obras Sanitarias de la Nación c. Consorcio de Propietarios Bathurst 3338", La Ley, 1986-D, 395). Pero esta es una interpretación singular, pues la misma Sala reitera que, en el juicio ejecutivo, el régimen de las costas queda determinado por el progreso o rechazo de la ejecución, sin que quepa apartarse del principio objetivo de la derrota plasmado en el art. 558 (CNCiv., Sala A, 1995/09/25, "Ure, Carlos E. c. Robbiano, Ernesto N. y otros", La Ley, 1998-E, 761 [40.793S]). Sin embargo, lo que se advierte es que la extensión de la derrota no impide morigerar cargas adicionales como el curso de intereses o la entidad de la multa que cupiese. Por eso, el art. 558 no se ve modificado por el uso de la facultad morigeradora que pueda efectuar el juzgador al reducir la cláusula penal originariamente pactada entre las partes (CNCiv., Sala A, 1996/12/02, "Rohde, Jorge A. c. Muchnik, Andrés y otros", La Ley, 1997-B, [39.327-S]). 2. Costas cuando progresa la excepción de pago parcial De acuerdo a lo dispuesto en el art. 558, 2ª parte, no puede imponerse un porcentaje de las costas a la ejecutante y otro al ejecutado. Ello se debe a que el objeto del proceso ejecutivo es una sentencia de condena. Si ésta se obtiene, objetivamente no existe otro vencido que el ejecutado puesto que se dispone hacer lugar a la ejecución en su contra. Cuando se dan estos casos de admisión parcial de la demanda, por progresar la excepción de pago no completo, no se trata de vencimientos mutuos y parciales, sino de mandar continuar adelante la ejecución por el monto admitido, y sobre esta base, se impondrán las costas al vencido. La solución del art. 558, 2ª parte, entronca con la que prevalecía cuando la excepción de pago parcial era inadmisible en nuestro ordenamiento procesal. En este entonces, por razones de equidad no se computaba la cantidad pagada al imponer las costas y regular los honorarios, sin perjuicio de que lo pagado se hiciera valer en el momento de la liquidación (CNCiv., Sala C, 1983/05/12, "Obras Sanitarias de la Nación c. Consorcio de Propietarios Bartolomé Mitre 2416", La Ley, 1984-B, 89). Conforme a lo estatuido, entonces, la procedencia del pago parcial, implica que para el cómputo de las cosas que debe abonar el deudor únicamente se tiene en consideración el monto admitido en la sentencia sin perjuicio de la regulación que corresponda al demandado por la parte que prospera la defensa. En definitiva, impera la jurisprudencia que sostiene que, las costas referidas al proceso del juicio ejecutivo deben imponerse de acuerdo a lo dispuesto en la segunda parte del art. 558, cuando habiendo prosperado la defensa de pago parcial, corresponde imponerlas sólo con relación al monto que en definitiva se admite (CNCiv., Sala A, 1985/05/17, "Obras Sanitarias de la Nación c. Consorcio de Propietarios Carlos Pellegrini 187", La Ley, 1985-D, 56). 3. Calidad de vencido De acuerdo con lo explicado observamos que el proceso ejecutivo tiene dos modalidades para resolver la distribución de costas. De un lado se impone el criterio objetivo de la derrota sin que se pueda eximir de ellas según el mérito estimado. Pensamos, entonces, en una ejecución que desenvuelve un proceso completo (intimación de pago, citación para oponer excepciones y sentencia) que decide el curso de los gastos causídicos con la providencia que manda llevar adelante la ejecución. Por otra parte, se recoge la situación de quien paga la deuda que se le reclama en el auto de intimación debiendo, en tal caso, imponer las costas según el estado moratorio del ejecutado al tiempo de consignar. Es decir que, en esta segunda posibilidad, las costas se resuelven según la mora. Ahora bien, en uno y otro es posible señalar la presencia de un vencido, en los términos clásicos con que se califica el principio objetivo de la derrota. El desarrollo de un juicio ejecutivo cualquiera puede ofrecer las siguientes variantes: 3.1 Juicio ejecutivo sin oposición de excepciones La citación al ejecutado para que deduzca las excepciones a que con derecho se considere, constituye prueba de que el ejecutante no tiene prevalencia ni superioridad en el proceso, de manera que el equilibrio ofrecido, que hace a la garantía del debido proceso, permite razonar que existe un vencido, consecuencia natural de la ausencia de interés -o derecho- para defenderse. No obstante, si la renuncia a defenderse es producto de un acuerdo anticipado, y ello no se denuncia en el acto de la intimación, no se puede aplicar este argumento como defensa, ni para variar el curso de las costas. 3.2 Juicio ejecutivo donde progresan las excepciones o defensas Si la pretensión ejecutiva resulta desestimada por el progreso de las excepciones opuestas, evidentemente el ejecutante resulta "vencido" y debe cargar con las costas del proceso. Sin embargo, cuando prospera una excepción de pago parcial no se configura típicamente la calidad de derrotado, ni existe vencimiento recíproco, pues la deuda se reconoce y solo se defiende por una cancelación incompleta. En este sentido, se ha dicho que en el juicio ejecutivo, a los efectos de la imposición de costas no debe considerarse la desestimación o el progreso de las excepciones separadamente y dado que la "sentencia de remate sólo podrá determinar que se l eve la ejecución adelante, en todo o en parte, o su rechazo" (conf. art. 551, párr. 1º), habrá de estarse al resultado global de la misma (art. 558) (CNCiv., Sala E, 1998/06/18, "Menéndez de Decleva, Laura L. c. Hernández, Elba R.", La Ley, 1999-B, 852, J. Agrup., caso 13.695). Por tanto, las costas relativas a una excepción que prosperó en el curso de una ejecución fiscal deben ser impuestas al actor, en virtud de lo establecido por el art. 558 del Código Procesal en el sentido de que, siempre que haya habido pretensiones desestimadas, el ejecutado debe pagar las costas de acuerdo con el monto por el que se ordena llevar adelante la ejecución y el ejecutante según la suma correspondiente al rechazo parcial (CNCiv., Sala K, 1999/04/30, "Ciudad Autónoma de Buenos Aires c. Avenida Antártida Argentina 1385", La Ley, 2000-C, 886 [42.601-S]). Estas facultades se nominan como "distribución proporcional de las costas", porque aun sin cambiar la regla del vencimiento objetivo y su imposición consecuente, se permite al Juez ponderar con equidad el monto real por el que progresa la demanda, ajustando así las costas siguientes. 3.3 Juicio ejecutivo donde progresan parcialmente las excepciones o defensas El progreso parcial de la ejecución impone en esa proporción la condena en costas al ejecutado; pero no exime al actor de resarcir las ocasionadas por su exceso en la petición, desde que la responsabilidad absoluta por el vencimiento no excluye la posible coexistencia de la responsabilidad del litigante subordinada a los requisitos ordinarios de culpa y dolo. 3.4 Allanamiento a la ejecución Este caso debe considerarse como reconocimiento de la legitimidad del crédito reclamado y la suerte de las costas depende, exclusivamente, de la mora del ejecutado. No obstante, la calidad de vencido puede diferir en el caso inverso. En efecto, si el actor se allana a las excepciones del ejecutado, es él el vencido, y como tal deberá soportar las costas. Pero como el sometimiento voluntario oportuno y fundamentado puede cambiar el destino de los gastos causídicos, cabe observar si el allanamiento a la defensa tiene motivos válidos que puedan excusar la pretensión ejecutiva (v.gr.: incompetencia aceptada por razón del territorio, existiendo un acuerdo escrito -no ejecutable- de prórroga jurisdiccional). En este sentido se explica que, en el juicio ejecutivo, cuando median pretensiones desestimadas, el ejecutado paga sólo las costas atinentes al monto por el que se ordene llevar adelante la ejecución, y el ejecutante según la suma correspondiente al rechazo; pero cuando hay períodos que quedaron excluidos en razón de haber mediado allanamiento a la excepción de prescripción opuesta, las costas relativas a dichos períodos deben ser impuestas en el orden causado y no a la actora (CNCiv., Sala C, 1998/02/10, "Obras Sanitarias de la Nación c. Consorcio prop. finca calle s/ nombre", La Ley,1999-D, 809, J. Agrup., caso 14.067 - ED, 178-346). Límites y modalidades de la ejecución Art. 558 bis. -- Durante el curso del proceso de ejecución, el juez podrá de oficio o a pedido de parte, y si las circunstancias así lo aconsejaren, fijar una audiencia para que comparezcan ejecutante y ejecutado con el objeto de establecer la forma más rápida y eficaz de satisfacer el crédito, procurando evitar perjuicios innecesarios. A esta audiencia deberán comparecer las partes personalmente, y se celebrará con la que concurra. No podrá señalarse una nueva con el mismo objeto, ni tampoco podrá el ejecutado promover posteriormente incidentes por causas anteriores que no fueron invocadas en dicha audiencia. 1. Principios generales La posibilidad de encontrar soluciones alternativas en el cumplimiento de la obligación que se ejecuta, faculta al Juez, de oficio o a pedido de parte, a convocar a una audiencia donde perseguirá establecer las pautas de un arreglo convenido para satisfacer el crédito, evitando daños mayores que podrían suscitarse con la continuidad del trámite. La decisión obra de oficio cuando pueden advertirse posibilidades concretas de pacificación. Por ejemplo, habida cuenta de la existencia de precedentes judiciales que avalan la posibilidad legal de compensar saldos fiscales disponibles con deudas previsionales, y porque se trata del ejercicio del derecho de defensa, se ha dicho que, corresponde convocar a las partes a la audiencia prevista en el art. 558 bis, para cuya celebración puede requerirse que los letrados que concurran en representación de la ejecutante, lo hagan con facultades suficientes para llegar a una eventual conciliación (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 1998/11/26, "Dirección Gral. Impositiva c. Petro Tank S. A.", La Ley, 1999-D, 66). La finalidad del precepto encuentra su razón de ser en el artículo 511, por el cual la actividad jurisdiccional es imprescindible para darle al juicio ejecutivo un cumplimiento efectivo sin afectar al ejecutado más allá de lo estrictamente necesario. 2. Concurrencia facultativa La ausencia del ejecutante no impide la celebración del acto, e inclusive, que sea dicha parte la que proponga al Juez una forma de pagar el crédito reclamado. Las facultades jurisdiccionales no se extralimitan si se acepta el ofrecimiento, y el ejecutante ausente deberá consentirla sin posibilidad de anulación ni replanteo. En cambio, la incomparecencia del ejecutado, es muestra elocuente de su desinterés por evitar perjuicios innecesarios, de modo tal que cualquiera sea el estado del proceso, el mismo continuará y será antecedente para denegar una nueva audiencia con el mismo objeto. CAPITULO III -- Cumplimiento de la sentencia de remate SECCION 1ª -- Ambito. Recurso. Dinero embargado. Liquidación. Pago inmediato. Títulos o acciones Ambito Art. 559. -- Si la subasta se dispone a requerimiento de propietario o de condómino y no en cumplimiento de una sentencia de condena, la operación se regirá por las normas del derecho sustancial; en este caso, las que se establecen en este Código sólo serán aplicables en lo que fueren conciliables con aquéllas. 1. Conceptos generales Las notorias dificultades de nuestro juicio ejecutivo para alcanzar con celeridad y eficacia el cumplimiento de una obligación previamente documentada, se enfatiza en esta nueva etapa del proceso que tiene como finalidad la realización de los bienes sometidos a embargo. En líneas muy amplias, se puede observar que el acreedor atraviesa "mini" procesos dentro de una instancia que debiera ser única. Comienza con la acreditación de su derecho creditorio, poniendo a consideración del Juez el título cuya ejecución pretende. Si supera este momento de admisión formal, y consigue que el Juez despache la intimación de pago y la citación para oponer excepciones, consigue entrar a un segundo momento en su tránsito hacia la sentencia. Aquí queda sujeto a las actitudes del ejecutado, que si se defiende oponiendo excepciones, le ordinariza el proceso, abriendo una etapa de conocimiento sumario (por lo breve) donde la solución definitiva es incierta. Si obtiene sentencia favorable, se manda continuar con la acción ejecutiva, y una vez que esta queda firme y ejecutoriada, recién allí (salvo que diera fianza suficiente) podrá entrar en este capítulo donde la rapidez y expeditividad no es clara ni manifiesta. En la práctica no hay cumplimiento de sentencia alguna, y menos aun "de remate"; lo primero porque la sentencia ejecutiva únicamente ordena proceder con los trámites necesarios para que el ejecutante pueda haberse con su crédito; y lo segundo, porque lejos se está de subastar porque aun no se han designado funcionarios ni cosas que rematar. Por eso, este capítulo exige explicaciones muy precisas para advertir el desatino de su complicado procedimiento. 2. Subasta regida por normas sustanciales La redacción acordada al art. 559 es de la ley 22.434 que escindió las disposiciones entre subastas públicas, o acciones dirigidas a dar cumplimiento a una sentencia de condena; y subastas privadas, donde el acuerdo entre partes se somete a consideración judicial para que sea ella quien resuelva la venta de los bienes indivisos. Este último supuesto se rige por las normas del Código Civil, en cuanto fuere pertinente, y el objeto es dividir voluntariamente los bienes propios, o separar aquellos que están en condominio. Por eso, corresponde autorizar al curador, a fin de proteger el patrimonio del causante, la negociación de la venta en forma privada del inmueble ubicado en el extranjero, toda vez que estaría expedita la vía de subasta judicial -en virtud de una sentencia extranjera que ordena la división del condominio- y, "prima facie", existen presunciones serias y precisas acerca de la probable obtención de un precio inferior al que resultaría de la venta privada (CNCiv., Sala G, 1998/05/29, "R., C.", La Ley, 1999-B, 253). En ambos casos, la venta es judicial, pero con particularidades distintas. Mientras la subasta que es producto de la sentencia condenatoria necesita de bienes embargados para proceder a su realización; la venta privada no es una ejecución propiamente dicha, y por eso, no corresponde el embargo sobre las cosas, aunque el adquirente tenga derecho de evicción (art. 2122, Código Civil), y si se trata de un bienes registrables es preciso el asentimiento del cónyuge (art. 1277, Código Civil). Por su parte, la subasta pública, en virtud de los elementos formales y de fondo que la rodean, es un acto jurídico complejo que desborda los límites del derecho privado y encuentra adecuada formulación en la conjunción de los derechos civil y procesal. Por tal razón, las normas de la compraventa se aplican sólo subsidiariamente a las adquisiciones en remate público (CNCiv., Sala B, 1995/09/10, "Compañía Financiera del Atlántico S. A. c. Casa, Olimpia R.", La Ley, 1997-E, 1058, J. Agrup., caso 11.947). 3. Subasta judicial de los bienes La venta forzada en el proceso ejecutivo no equivale a una enajenación contractual, pues no es el acreedor ni el deudor quienes venden, sino que se trata de un acto jurisdiccional realizado por el juez en nombre propio (CNCiv., Sala F, 17/10/91, “Otto Garde y Cía. S. A. c/ Saracco, Beatriz N.”, JA del 24/3/93, nro.5821, pág.78). Al proceder de esta manera, el órgano jurisdiccional ejerce un poder de imperio ínsito en la función jurisdiccional, el que ninguna relación guarda con los eventuales poderes sustanciales que los sujetos privados del proceso tienen con respecto al bien o a los bienes sobre los cuales versa la enajenación. El órgano tampoco actúa en sustitución de la actividad del deudor, sino en virtud del ejercicio de un poder autónomo y a raíz del pedido de venta formulado por el ejecutante en la etapa de cumplimiento de la sentencia de remate (fallo antecitado). Ahora bien, debido a la naturaleza jurídica de la subasta pública, que no ha sido encomendada por el dueño de la cosa sino por el juez, hace que sea diferente, en uno y otro caso, la función del martillero público, quien no actúa como mandatario de las partes ni representante de ellas, no vende por cuenta y orden del dueño, sino por delegación del juez (CNCiv., Sala A, 1997/08/11, "Danon de Altaraz, Richi y otro c. Rizzo, Juan H. y otro", La Ley, 1998-C, 52) Recursos Art. 560. -- Son inapelables, por el ejecutado, las resoluciones que se dictaren durante el trámite de cumplimiento de la sentencia de remate, salvo las que se refieran a cuestiones que: 1. No pueden constituir objeto del juicio ordinario posterior 2. Debiendo ser objeto del juicio ordinario posterior, con arreglo al art. 553, no obstante, han sido debatidas en la etapa de cumplimiento de la sentencia por haber asentido el ejecutante. 3. Se relacionen con el reconocimiento del carácter de parte. 4. En los casos de los arts. 554, inc. 4 y 591, 1º y 2º párrs. 1. Principios generales Esta disposición establece el principio general de inapelabilidad para el ejecutado de las resoluciones pronunciadas durante el trámite de cumplimiento de la sentencia de remate; dicha regla es congruente con la naturaleza jurídica de la ejecución de sentencia, pues los trámites están encaminados más a realizar el patrimonio, que a decidir cuestiones de derecho. De admitirse lo contrario se sustraería el expediente al conocimiento del juez de la causa, dilatando y desnaturalizando el procedimiento. La imposibilidad de recurso durante esta etapa se dirige exclusivamente al ejecutado, sin alcanzar a terceros (v.gr.: comprador en la subasta) y menos aun al ejecutante. El principio al que hace referencia el art. 560 se refiere a las resoluciones propias de la etapa de cumplimiento de la sentencia de remate del juicio ejecutivo; por lo tanto, cuando se trata de la decisión sobre peticiones autónomas o que exceden al ámbito natural del proceso de ejecución, o sobre puntos ajenos al estricto trámite del juicio o que producen un agravio que no puede ser reparado en el juicio ordinario posterior, aquél debe ceder, dando lugar a la aplicación de las reglas generales de la apelabilidad (CNCiv., Sala B, 1994/09/27, "Wolcoff, Jorge c. Nazar, Liliana", ED, 163-258). Criterio que se repite al sostener que, el régimen de inapelabilidad debe ser interpretado de manera estricta, de forma tal que sólo pueden quedar alcanzadas aquellas resoluciones judiciales que regularmente se ajusten al procedimiento impuesto y no las que se aparten del mismo e infieran un agravio eventual al recurrente (CNCiv., Sala G, 1997/09/23, "Consorcio de Propietarios Avda. Entre Ríos 674/76 c. Vocaturo, Francisco", La Ley, 1998-D, 766). 2. Excepciones a la regla de inapelabilidad Las resoluciones que se pronuncien durante el cumplimiento de la sentencia de venta son inapelables para el ejecutado, en virtud de la remisión que contiene el art. 510 del Código Procesal a las reglas del cumplimiento de la sentencia de remate. La apelabilidad queda sustancialmente limitada a los supuestos específicos que prevé el art. 560 (CNCiv., Sala C, 1996/03/19, "Gouchanian de Papazian, Alicia B. c. Papazian, Teodoro", La Ley, 1998-A, 497, J. Agrup., caso 12.414). La ratio legis de las excepciones previstas es que aquellas resoluciones que no puedan ser revisadas en el futuro, sean pasibles de apelación, como así también en aquellos supuestos en los que el agravio que se pueda llegar a producir sea irreparable en todo tiempo. Los supuestos indicados son taxativos, y se definen en orden a la regla recién advertida. 2.1 Imposibilidad de tratamiento en el juicio ordinario posterior Si la resolución que causa agravio no se puede plantear en el plenario ulterior, o siéndolo, sería de gravamen irreparable, la apelación es posible por el ejecutado. La causa "Burman c/ Alvarez" (CS, 1983/03/08, La Ley, 1983-D, 287) es un ejemplo de como actúa esta regla. En el caso, se había deducido recurso contra la sentencia ejecutiva que mandó llevar adelante el proceso y, a consecuencia de ello, se procedería a la subasta de la única vivienda del ejecutado donde habitaba con su familia. Llegada a la instancia extraordinaria, el Alto Tribunal sostuvo que, si bien las decisiones recaídas en los juicios ejecutivos no constituyen, en principio, sentencia definitiva a los fines del art. 14 de la ley 48, cabe hacer excepción al referido principio en los supuestos en que, sin desvirtuar la naturaleza del procedimiento, tratándose en el caso de la vivienda del deudor y su familia, se aleguen defensas basadas en hechos notorios derivados de las variaciones de la política económica. De otro modo, se procedería a subastar la morada familiar y una reconducción eventual en el ordinario posterior sería evidentemente tardío e insuficiente para recobrar el bien que, a esa altura, estaría perdido. La casuística es nutrida, pero a los fines del ejemplo, se trata de dar posibilidad de recurso a todas aquellas cuestiones que no podrían ser resueltas por el juicio ordinario posterior. 2.2 Debate previo consentido También se pueden apelar aquellas resoluciones que, estando fuera del marco de discusión que tolera el juicio ejecutivo, fue consentida por el ejecutante al controvertir sobre esos aspectos sin señalar su improcedencia formal. 2.3 Personalidad procesal Los casos de conflicto entre partes por cuestiones vinculadas con la capacidad o la representación procesal, son apelables sin limitaciones. 2.4 Otras cuestiones. La ley 22.434 autorizó la apelación a letrados y partes de todos los honorarios que se regulen en la sentencia ejecutiva como así también en cualquiera de sus consecuencias (art. 554 último párr.). Asimismo, la admisión de impugnaciones se proyecta a cuestiones incidentales vinculadas con la liquidación definitiva, o las que se relacionen con la tasa de interés, o que de manera general, se trate de motivos ajenos al juicio ejecutivo que se hubieran planteado en este proceso. Embargo. Sumas de dinero. Liquidación. Pago inmediato Art. 561. -- Es requisito del trámite de cumplimiento de la sentencia de remate, la traba de embargo. Cuando lo embargado fuese dinero, una vez firme la sentencia o dada la fianza a que se refiere el art. 555, el acreedor practicará liquidación de capital, intereses y costas, de la que se dará traslado al ejecutado, aplicándose, en lo pertinente, las reglas de los arts. 503 y 504. Aprobada la liquidación, se hará pago inmediato al acreedor del importe que de ella resultare. 1. El embargo No existe posibilidad de cumplimentar una sentencia de condena si no hay bienes embargados que subastar. Por eso, el embargo es un requisito de la ejecución, aunque no sea un trámite esencial. El segundo párrafo del art. 561 se refiere al embargo de sumas de dinero; éste puede ser voluntario o provocado. Del primer tipo son los depósitos que realiza el oficial de justicia que practicó la diligencia de intimación de pago y logró que en ese acto se le entregara una suma de dinero que queda en caución hasta que se practica la liquidación definitiva. También es voluntario cuando es el ejecutante el que se presenta depositando judicialmente, sin dar en pago, pero dejando el dinero a las resultas de la discusión posterior. Si ello fue producto de una medida cautelar, se advierte que a partir del día de nota correspondiente a la resolución que hace saber esa presentación, comienza a comer el plazo para que se produzca la caducidad de la precautoria por falta de interposición de la demanda principal, sin que a tal efecto sea menester que el embargo se trabe por el total por el cual se lo ordenó, pues el concepto de "traba" a los efectos del curso de ese plazo, se refiere al resultado material de la medida, con independencia del quantum de las sumas efectivamente cauteladas (CNFed. Civ. y Com., Sala III, 1995/07/19, "ANSeS c. Cruz Azul Asistencia Médica S. A.", ED, 166-315 - JA, 1996-II-481). Del segundo tipo son las medidas de compulsión directa que afectan el activo de cuentas corrientes, créditos que tiene el ejecutado, o en general, toda medida que ordena la indisponibilidad del dinero embargado. En principio son susceptibles de embargo la totalidad de los bienes materiales e inmateriales que, siendo apreciables en dinero, forman el patrimonio de una persona de conformidad con los arts. 2311 y 2312 del Código Civil (CNCiv., Sala G, 1995/08/08, "Fiunello, Osvaldo c. Venice, Francisco", DJ, 1995-2-928). 2. Liquidación de capital Como un imperativo del propio interés, el ejecutante que tiene consentida o ejecutoriada una sentencia ejecutiva, o que preste caución suficiente para proceder a su cumplimiento a pesar de estar apelada, debe practicar liquidación de capital, intereses y costas dentro del décimo día de quedar firme el pronunciamiento, o de aceptada la fianza ofrecida. En lo pertinente se aplica el procedimiento establecido en los arts. 503 y 504, normas a las que remitimos. De la cuenta se corre traslado al ejecutado, pudiendo ocurrir que: a) de aprobarse la liquidación, se ordenará el pago inmediato al ejecutante, sin más limitaciones que las que origine la denuncia de cargas y obligaciones fiscales; b) de impugnarse la liquidación, y quedar en estado de ser resuelta por la Alzada (en virtud del recurso de apelación), para poder percibir lo depositado, el ejecutante deberá prestar fianza. 3. Liquidación presentada por el ejecutante Si el ejecutante no practica la liquidación en el plazo previsto, o podrá realizarla el demandado de conformidad con las reglas del art. 503 párrafo primero. Adjudicación de títulos o acciones Art. 562. -- Si se hubiese embargado títulos o acciones que se coticen oficialmente en los mercados de valores, el ejecutante podrá pedir que se le den en pago al precio que tuvieren a la fecha de la resolución que así lo dispone; si no se cotizaren, se observará lo establecido por el art. 573. 1. Valor de la adjudicación Cuando el embargo trabado por el ejecutante hubiera recaído sobre títulos o acciones que coticen en el mercado de valores, podrá solicitar que se le adjudiquen al valor que tuvieran a la fecha de la resolución que así lo disponga y actuar con el mismo procedimiento que el embargo sobre sumas de dinero. Pero si esos títulos no cotizan en el mercado de valores se procederá como si fuera una subasta de cosas muebles, conforme al procedimiento previsto en el art. 573. Es una situación similar a la que sucede cuando se persigue la subasta pública de los derechos y acciones hereditarios embargados en el sucesorio sin haber inscripto la declaratoria de herederos, y existir otros sucesores en concurrencia con el deudor, razón por la cual el haber permanece indiviso. Ello así, el acreedor tiene a su disposición las acciones previstas en los arts. 1196, 3452 y concs. del Código Civil, pero de ninguna forma la posibilidad de obtener una subasta que implicaría la transferencia de derechos eventuales (CNCiv., Sala A, 1994/02/28, "La Equitativa Cía. de seguros c. Fridman, Myriam", JA, 1995-I-655). La modalidad de cobro por adjudicación de títulos o acciones prevista supone un pago por entrega de bienes en los términos del art. 779 del Código Civil. Por eso, la comisión por custodia de los títulos está a cargo del deudor sólo hasta la adjudicación, fecha a partir del cual el acreedor está en condiciones de disponer del bien, aceptado en sustitución del objeto específico de la prestación debida (CNCom., Sala C, 1988/09/23, "Cerino, Isolina A. c. González, Osvaldo R.", La Ley, 1989-E, 310, con nota de Carlos Eduardo Fenochietto). La posibilidad de la subasta de derechos y acciones embargados surge del art. 1327 del Código Civil, ya que en el mismo la palabra cosa ha sido tomada en la acepción más amplia, comprendiendo todo lo que forma el patrimonio. Vale decir que los objetos corporales susceptibles de valor y los derechos y acciones, no habiendo disposición que prohiba la enajenación, son pasibles de venta; puesto que cuando la ley prohibe la realización de algún derecho y acción lo hace, primero expresamente y, segundo, atendiendo a su carácter de derecho personalísimo (CN Civ., Sala C, 1994/08/04, "Da Costa, Mario F. c. Club Universitario de Buenos Aires", La Ley, del 9/3/995, pág.6). Pero es inadmisible la pretensión de subastar los derechos y acciones que el demandado tiene en un juicio de contenido patrimonial contra terceros en los que obtuvo sentencia favorable (CNCom., Sala A, 1992/05/29, "Bellver Zambrini, Julio A. c. Bellucci, Nicolás R y otros", JA del 5/8/92, nro. 5788, pág.26). De todos modos, es improcedente la subasta de acciones y derechos, ello no sucede si se trata de créditos definidos, claros, precisos y fácilmente estimables. No procede la subasta pública de acciones y derechos emergentes de una compraventa que se encuentra en litigio por escrituración, sin perjuicio del derecho de ejercitar la acción oblicua acordada por el art. 1196 del Código Civil. Asimismo, tampoco procede la subasta de la parte hereditaria indivisa, en cuyo caso el acreedor debe ejercer la aludida acción oblicua para obtener la determinación de la parte de su deudor (C.Apelaciones de Concepción del Uruguay, Sala Civil y Com., 1996/02/26, "Banco de Entre Rios c. Horn, Julio", DJ del 266/2/97, año 13, nro. 7). SECCION 2ª -- Disposiciones comunes a la subasta de muebles, semovientes o inmuebles Martillero. Designación. Carácter de su actuación. Remoción Art. 563. -- Las cámaras nacionales de apelaciones abrirán, cada año, un registro en el que podrán inscribirse los martilleros con más de dos años de antigüedad en la matrícula y que reúnan los demás requisitos de idoneidad que reglamente el tribunal. De dicha lista se sorteará él o los profesionales a designar, quienes deberán aceptar el cargo dentro de tercero día de notificados. El martillero será nombrado de oficio, en la forma establecida en el párrafo precedente, salvo si existiere acuerdo de las partes para proponerlo y el propuesto reuniere los requisitos a que se refiere el párr. primero. No podrá ser recusado; sin embargo, cuando circunstancias graves lo aconsejaren, el juez, dentro del quinto día de hecho el nombramiento, podrá dejarlo sin efecto. Deberá ajustar su cometido a las instrucciones que le imparta el juez; si no cumpliere con este deber podrá ser removido; en su caso, se le dará por perdido total o parcialmente el derecho a comisión o se aplicará en lo pertinente la sanción que establece el 3º párr. del art. 565. No podrá delegar sus funciones, salvo autorización expresa del juez. El martillero no es parte en los trámites del cumplimiento de la sentencia de remate; sólo podrá tener intervención en lo que se refiere a su actuación, en los términos establecidos en este Código o en otra ley. 1.Designación de martillero El martillero es un auxiliar de comercio que, cuando ha sido designado para intervenir en una subasta pública, no actúa en tal calidad ni como mandatario o comisionista de los sujetos del proceso, sino como auxiliar interno del órgano jurisdiccional. Las particularidades de tal actuación determina que no perciba un sueldo por su desempeño sino una remuneración especial denominada comisión u honorario (CNCiv., Sala A, 1996/05/21, "Waingarten, Naum c. Tortesi, Marco A. y otro", La Ley, 1997-A, 146 - DJ, 1996-2-211). Esta particularidad, unida a la naturaleza jurídica de la subasta pública, muestra que la función a llevar a cabo no está encomendada por el dueño de la cosa sino por el juez, de manera que hace diferencias con uno y otro caso. En el primero sería un mandatario de las partes o un representante de ellas, que vende por cuenta y orden de sus comitentes; mientras que en la actuación por delegación judicial es un colaborador de la justicia y su tarea se remunera como honorarios. 2. Registro de martilleros y rematadores judiciales Para ser martillero o corredor inmobiliario y, en tal condición, poder actuar como rematadores judiciales, se exige poseer matrícula y dos años mínimos de antigüedad, aunque no haya tenido ejercicio profesional. El art. 104 del Reglamento para la Justicia Comercial establece que, para acceder a la matrícula se debe superar un examen de idoneidad y, entre otros requisitos, el aspirante debe declarar bajo juramento que cuenta con personal necesario para realizar subastas, de manera que la insuficiencia de tal elemento estará a su exclusivo cargo. Ello así, los gastos correspondientes a los colaboradores que éste contrate, por su seguridad o comodidad, son erogaciones inherentes a su profesión y deben correr a su costa, quedando absorbidos por la comisión que perciba (CNCiv., Sala G, 1998/04/17, "García, Eugenio c. Maestro, Raúl", La Ley del 19/3/999). Por su parte, el Reglamento para la Justicia Nacional en lo Civil establece que, cuando los peritos inscriptos fuere numerosa, el Tribunal de Superintendencia podrá disponer que se confeccionen sendas listas para los grupos de juzgados que se determinen, las que serán elaboradas por la Dirección de Tecnología del Consejo de la Magistratura, con el soporte técnico que se le remita (art. 103). 3. Nombramiento de martillero La designación de martillero puede ser: a) propuesta por las partes; y b) nombrado por el Juez de la lista respectiva. En el primer supuesto, el auxiliar no necesita estar inscripto en el registro oficial, aunque se requieren las demás condiciones que para el rematador anotado en la lista judicial. Debe ofrecerse por las partes expresamente por escrito y en conjunto, pues la propuesta de uno y el silencio del contrario no significa aceptación tácita, toda vez que el código refiere al acuerdo entre partes y no a la decisión de uno, convalidada por la inacción de otro. De resultar designado por el Juzgado, debe aceptar el cargo dentro del tercer día de notificado por cédula o medio idóneo permitido (art. 136). La omisión en concurrir en el tiempo fijado, es causa de remoción inmediata, y puede llegar a eliminarlo de la lista por su negativa reiterada. Además, no podrá ser recusado por las partes, pero de alegar una de ellas causas justificadas para su actuación, podrá dejarse sin efecto su designación dentro del quinto día de hecho el nombramiento. La petición revocatoria no tiene sustanciación. 4. Ejercicio de las funciones Si bien el martillero, por su oficio, conoce la forma de realizar un remate y por ello se lo llama y designa; no obstante, está sometido a la autoridad judicial, ya que es un auxiliar de la justicia. De esta manera es el Juez quien dirige las modalidades de realizar los bienes, instruyendo al martillero como se efectuará la subasta. El funcionario que acepta el cargo y no cumple su cometido o lo cumple de manera deficiente, maliciosa o en cualquier forma perjudicial para los interesados, es pasible de responsabilidades civiles y penales que las leyes establecen, sin perjuicio de las sanciones procesales que pueden ser aplicadas por los jueces (arts. 35, 563, 580 parte segunda y 581). Por eso, corresponde revocar la remoción del martillero dispuesta con fundamento en que llevó a cabo la subasta a pesar de haber sido ordenada su suspensión por la apertura del concurso preventivo del demandado, pues no puede pretenderse que frente a las circunstancias apuntadas le se exigible al auxiliar verificar una situación que debió serle comunicada a través de algún funcionario del juzgado interviniente, máxime considerando la necesidad de dar certeza y seriedad a las enajenaciones realizadas por orden judicial, conducta que se le impone en forma rigurosa al martillero (CNCiv., Sala B, 1997/08/07, "Wohlgemuth, Daniel c. Siegwart, Graciela", DJ, del 13/5/998, año 14, nro.19, pág. 115). Asimismo, se ha dicho que, si el martillero demuestra una grave incuria en el cumplimiento de su cometido (frustrando tres fechas de remate), siendo objeto de reiterados apercibimientos y demorando notablemente el curso del proceso, puede ser removido (CNCiv., Sala K, 1991/03/14, "Galería Gral. Güemes SA c. Lentini, Carlos A.", JA, del 29/7/992, nro. 5787, pág.61). Como el martillero no es parte, tampoco puede ejercer funciones pretendiendo beneficiar a alguna de ellas. De hacerlo de manera ostensible, viola el deber que le fue encomendado. De igual manera socava la finalidad de sus tareas si delega en otro, aun siendo dependiente, la celebración de la subasta judicial. 5. Honorarios o comisión del martillero El art. 13 de la ley 24.432 dispone que los jueces deben regular los honorarios de los profesionales intervinientes en el proceso –peritos, síndicos, abogados, liquidadores y demás auxiliares de la justicia-, sin atender a los montos establecidos en los regímenes arancelarios nacionales o locales que rijan su actividad, cuando la naturaleza, alcance, tiempo, calidad o resultado de la tarea realizada o el valor de los bienes que se consideren, indicaren razonablemente que la aplicación lisa y llana de esos aranceles ocasionarían una evidente o injustificada desproporción entre la importancia del trabajo efectivamente cumplido y la retribución que en virtud de las normas arancelarias habría de corresponder. Así, se amplía el margen de discrecionalidad del juez, aunque supeditado a la fundamentación explícita y circunstanciada de las razones que justifican tal decisión. A esta limitación corresponde agregar la que se deriva del art. 1º de la ley citada, que modificó el art. 505 “in fine”del Código Civil. La merma en la comisión del martillero interviniente en una subasta judicial no debe disponerse en todos los casos, sino analizando sus peculiaridades, y únicamente cuando la estimación aproximada de las costas impusiera un tope máximo dentro del cual sería menester prorratear las retribuciones de todos los profesionales que intervienen en el proceso (CNCiv., Sala A, 1997/08/11, "Danon de Altaraz, Richi y otro c. Rizzo, Juan H y otro", DJ del 21/10/98, Año XIV, nro.42, págs. 551/2. En el orden nacional, no existe ley que establezca el porcentaje de la comisión del martillero, pues la nº 20.266, que regula el ejercicio de la profesión, solamente dice que la percibe sobre la base del precio efectivamente obtenido (arts. 11 y 13). En la subasta pública, no resulta de estricta aplicación la ley 24.441 de financiamiento de la vivienda, que rige la actividad extrajudicial de los martilleros en el tráfico inmobiliario, en tanto tiende a favorecerlo disminuyendo los costos de las transacciones. De todos modos se ha dicho que, debe admitirse la aplicación del art. 77 de la ley citada, como pauta orientadora para fijar la comisión del martillero que actúa en subasta judicial, porque se trata de un supuesto similar al de corretaje inmobiliario previsto en la norma (CNCiv., Sala C, 1997/04/24, "Vecchio, Néstor O c. Sorbara, Salvador", La Ley, del 25/3/998, pág. 7). Depósito de los importes percibidos por el martillero. Rendición de cuentas Art. 564. -- El martillero deberá depositar las sumas recibidas y rendir cuentas del remate al juzgado, dentro de los tres días de realizado. Si no lo hiciere oportunamente, sin justa causa, carecerá de derecho a cobrar comisión. 1. Rendición de cuentas Practicada la subasta, el martillero debe rendir cuentas dentro del tercer día. La liquidación debe ser exhaustiva y documentada, debiendo incorporarse la boleta de depósito de las sumas recibidas, Se pueden deducir de los montos percibidos, los costos de la subasta y, en caso de inmuebles, las deudas impuestos, tasas y contribuciones que posea - salvo que expresamente se establezca lo contrario. La carga de la prueba de la necesidad del gasto incurrido y, en su caso, del monto del mismo, está a cargo del martillero, porque es a él a quien la ley impone que rinda cuentas en legal forma. En efecto, estando autorizado a retener "per se" del producido de la subasta sus gastos, que son nada más y nada menos que "gastos de justicia", lo menos que puede exigírsele es la carga de exponer con claridad las explicaciones acerca del destino de los fondos retenidos de los que no es dueño, sino mero administrador. El extravío de los comprobantes no impide al martillero rendir cuentas y depositar la seña recibida, porque dicha pérdida pudo ser suplida con las constancias de sus libros para llegar al monto del saldo debiendo rectificarse posteriormente cualquier pequeña diferencia (CNCom., Sala B, 20/3/68, “Siegtrist, Juan F. C/ Pomito, Salvador SRL”, ED, 22, fallo 11220). El incumplimiento por parte del martillero en la realización de la rendición de cuentas puede llevar a la pérdida del derecho a comisión. De las cuentas presentadas se dará traslado a las partes por cinco días. 2. Depósito judicial El depósito de las sumas resultantes de la realización de los bienes embargados deberá realizarse en el Banco de depósitos judiciales. Estos son, según la normativa vigente a la fecha, el Banco de la Nación Argentina para el fuero civil y el Banco de la Ciudad de Buenos Aires para los restantes fueros. La cuenta debe ser abierta a nombre del juez consignando la causa a la que corresponden. Comisión. Anticipo de fondos Art. 565. -- El martillero percibirá la comisión que corresponda conforme al bien subastado, establecida por la ley o, en su caso, la costumbre. Si el remate se suspendiere o fracasare sin culpa del martillero, el monto de la comisión será fijado por el juez, de acuerdo con la importancia del trabajo realizado; si se anulare, también sin su culpa, tendrá derecho a la comisión que correspondiere. Si el mismo martillero vendiere el bien en un remate posterior, su retribución será determinada atendiendo al efectivo trabajo que le hubiere demandado esa tarea. Si el remate se anulare por culpa del martillero, éste deberá reintegrar el importe de la comisión que percibió, dentro del tercero día de notificado por cédula de la resolución que decreta la nulidad. Cuando el martillero lo solicitare y el juez lo considere procedente, las partes deben adelantar los fondos que se estimen necesarios para la realización de la subasta. 1. Comisión del martillero Se denomina comisión al honorario establecido por el auxilio prestado a la jurisdicción al practicar una subasta por ella ordenada. Si bien la costumbre, en atención a que la ley 20.266 , que regula en el orden nacional la profesión de martillero, nada dice en cuanto a los porcentajes de remuneración que por su labor corresponde aplicar, ha fijado dichos porcentajes en un 10 % para el caso de bienes muebles y en un 3 % para los inmuebles, nada impide que dichas proporciones puedan ser variadas, adecuadas, reducidas o canceladas, pues es el juez quien en definitiva fija la comisión (CNCiv., Sala F, 1996/02/05, "Frymety, Otty S., suc.", La Ley, 1996D, 22 - DJ, 1996-2-711). También es habitual que la comisión se cancele en el acto de la subasta, debiendo el martillero declararlo en la rendición de cuentas a que está obligado practicar. 2. Suspensión y cancelación de la subasta En caso de que la subasta sea suspendida o cancelada, el código analiza dos situaciones. Si es por culpa del martillero, o si resulta producto de otras circunstancias. El primer supuesto lleva a la pérdida del derecho a comisión, debiendo restituirla si ya la hubiera percibido, dentro de los tres días de ser notificado del auto que así lo decide. En cambio, el segundo párrafo del art. 565, modificado oportunamente por la ley 22.434, prevé la remuneración del martillero cuando la subasta ha fracasado sin su culpa, aun cuando la venta del bien se lleve a cabo en un remate posterior. Esa remuneración debe fijarse atendiendo el efectivo trabajo que le demandó la tarea. Así, dado que ante el fracaso de la primer subasta el martillero debió realizar actuaciones para poner nuevamente en marcha ese acto -fijación de fecha y publicación de edictos-, y los trabajos anteriores -como la aceptación del cargo, comprobación del estado del bien y de su ocupaciónresultaron útiles pues fue innecesaria su reiteración, cabe concluir que no se trata de una doble remuneración por la misma actividad (CNCiv., Sala G, 1997/07/07, "G. M. c. M., V.", La Ley, 1998-B, 94). La suspensión del remate puede ser transitorio o constituirse en definitivo, y aun cuando el código no diferencia, es de pura lógica considerar esa situación porque el martillero no tiene derecho a percibir comisiones por cada subasta fracasada, sino un honorario único de conformidad con las particularidades de la causa (cfr. Fenochietto, Código Procesal..., tomo 3, cit., pág. 163). Además, la circunstancia de que el precio obtenido en la subasta pública sea inferior al de una venta particular no es motivo de nulidad del remate como así tampoco es causa de nulidad el hecho de que el precio obtenido sea bajo, como consecuencia de la falta de postores (CNCom., Sala C, 1983/05/16, "Toledo de Sotera, Norma c. Fridman, Jorge", ED, 107-296). Finalmente, en el caso en que el acto sea suspendido o cancelado por culpa del ejecutante, éste será quien cargue con el pago de la comisión (CNCom., Sala E, 1997/03/21, "Srur, Roberto c. Wietrznik, Armando", La Ley, 1998-C, 931 [40.931 S]) . 3. Adelanto de fondos El martillero puede solicitar que se le anticipen los gastos necesarios para proceder a celebrar la subasta judicial, solicitud que será evaluada por el juez quien, en caso de considerarlo necesario, ordenará el adelanto y fijará la cuantía. La ley no prevé sanción alguna para el ejecutante (subasta pública) o para las partes (subasta privada) renuente a integrar el depósito aprobado, circunstancia que puede llevar a suspender el trámite, o a asumir el costo por el martillero con cargo de reintegro al practicar la cuenta final. Edictos Art. 566. -- El remate se anunciará por edictos, que se publicarán por dos días en el Boletín Oficial y en otro diario, en la forma indicada en los arts. 145, 146 y 147. Si se tratare de bienes de escaso valor, sólo se publicarán en el Boletín Oficial, por un día y podrá prescindirse de la publicación si el costo de la misma no guardare relación con el valor de los bienes. Si se tratare de inmuebles, podrá asimismo, anunciarse en diarios del lugar donde estén situados. En los edictos se indicará el juzgado y secretaría donde tramita el proceso, el número del expediente y el nombre de las partes si éstas no se opusieren; el lugar, día, mes, año y hora de la subasta; no tratándose de bienes de escaso valor, se individualizarán las cantidades, el estado y el lugar donde podrán ser revisados por los interesados; se mencionará, asimismo, la obligación de depositar el importe de la seña y de la comisión en el acto de remate y, en su caso, las modalidades especiales del mismo. Si la subasta fuere de inmuebles, deberá indicarse, además, la base, condiciones de venta, estado de ocupación y horario de visitas; si estuvieren sujetos al régimen de propiedad horizontal, en las publicaciones y en el acto del remate deberá determinarse el monto de las expensas comunes correspondientes al último mes, y la deuda por este concepto, si fuere posible. En todos los casos, la última publicación deberá realizarse cuando menos cuarenta y ocho horas antes del remate. No podrán denunciarse defectos de publicidad de la subasta vencidos cinco días contados desde la última publicación. 1. Publicidad de la subasta La norma bajo análisis si bien remite a lo normado en los arts. 145 a 147 con relación a la publicidad que debe ser observada al ordenarse una subasta, se debe tener en cuenta que las finalidades perseguidas son diferentes. En efecto, en los primeros artículos lo que se persigue es una notificación o acto procesal de comunicación a una parte ausente o con domicilio desconocido; pero aquí se pretende dar a publicidad la realización de determinados bienes sobre los cuales se presume existe un interés general. Dicho en otros términos, el edicto cumple una doble función: es un requisito de publicidad que tiene como finalidad lograr un efecto económico en el precio para solventar la subasta, de modo tal que esté compuesto tanto por el monto de la puja como por la asunción del débito anunciado (CNCom., Sala D, 1998/03/05, "Escandarani, Elías c. Fagre, Juan C.", La Ley, 1998-E, 691). Este aspecto, implícitamente se relaciona con la necesidad de contar con postores que faciliten la realización efectiva del remate. Por otro lado, la publicidad de los edictos de remate en el Boletín Oficial reviste el carácter de requisito esencial dentro del procedimiento previsto por el Código, por lo que su omisión -sea ésta atribuible a la parte encargada de instar el procedimiento, o a los responsables de la publicación no puede subsanarse por el consentimiento de las partes ni ser alcanzado, por ende, por el principio de preclusión. Se trata se un presupuesto de validez del acto celebrado, y por ello, el error en el edicto puede llevar a la nulidad de la subasta. Es verdad que, para decretar la nulidad de una subasta judicial es necesario que se haya omitido alguno de los recaudos esenciales que establece el art. 566, pero también lo es que, algunos de esos defectos son subsanables y evitan declarar la nulidad por el solo hecho de un error intrascendente. Por ejemplo, los eventuales defectos que pudieran adolecer la publicación de los edictos que anuncia el remate debe ser denunciado dentro del plazo previsto por el art. 566 "in fine", resultando extemporáneo el ulterior cuestionamiento sobre el punto, como veremos de inmediato (cfr. CNCiv., Sala F, 1985/11/18, "Brea, Germán W. c. Ayub, Víctor G.", La Ley, 1986-B, 120 - DJ, 986-II-405). También, la colocación de carteles es un elemento que colabora con una mejor publicidad de la realización del bien, pero su omisión no es causal de nulidad de la subasta desde que no es un recaudo que la ley exija para anunciar el remate (CNCiv., Sala A, 1989/04/17, "Parodi, Alberto R. y otra c. Chamorro, Celia", La Ley, 1989-D, 87). En suma, el régimen de perfeccionamiento del dominio en las subastas judiciales no se encuentra alcanzado por lo dispuesto en el art. 2505 del Código Civil, pues la subasta tiene un sistema de publicidad propio, constituido por la publicación de edictos. Por tanto, si bien la inscripción registral resulta necesaria para asegurar la continuidad del tracto y facilitarle al comprador la realización de los actos de disposición que derivan de su calidad de propietario, la eficacia del acto y su oponibilidad erga omnes es consecuencia natural del régimen de publicidad de las subastas y no de la inscripción en el registro de la propiedad (CNCiv., Sala A, 1996/07/01, "Consorcio de Propietarios Edificio Juan B. Alberdi c. Trotta, Elida", La Ley, 1997-E, 1059, J. Agrup., caso 11.952 - DJ, 1997-1-1002). Obsérvese en igual sentido de importancia que tienen los edictos, que en materia de ejecución hipotecaria se extiende la notificación al deudor. Por eso se insiste en afirmar que, en caso de subasta judicial de un inmueble hipotecado, la citación al acreedor hipotecario debe hacerse en forma adicional a la publicidad del remate, debiendo citárselo por edictos en caso de desconocerse su domicilio (art. 575, Código Procesal), tal comunicación no queda suplida por la publicación de los edictos anunciando la subasta, máxime cuando ello conduciría a la extinción del gravamen hipotecario respecto del adquirente prevista en el art. 3196 del Código Civil en caso de comparecencia tardía del acreedor (CNCom., Sala E, 1997/03/21, "Srur, Roberto c. Wietrznik, Armando", La Ley, 1998-B, 892 [40.275-S]). 2. Contenidos del edicto Es trámite previo ineludible al remate judicial de un inmueble, el establecimiento con exactitud del estado de ocupación, a fin de hacerlo constar en la publicidad, conforme lo requiere la adecuada tutela de los diversos intereses comprometidos en la subasta. Una vez informado suficientemente de las condiciones del dominio y de la ocupación eventual del inmueble, si la subasta se tratara de propiedades de esta naturaleza, el martillero debe confeccionar los edictos con las siguientes menciones: a) Lugar de situación del inmueble o de la cosa; b) Carátula del expediente, y si en ésta se encuentra el nombre de las partes involucradas, deberán prestar conformidad para esta exposición; en caso contrario, se indicará el número de expediente; c) Precisar Juzgado y secretaría interviniente, indicando demás datos de localización para que allí se puedan constituir los interesados; d) Lugar, día y hora de la subasta; e) Estado de las cosas, y en el caso de inmuebles, el horario de visita permitido; f) Condiciones de venta, indicando la obligación de depositar en el acto del remate el importe de la seña y de la comisión establecida; g) Si fuesen inmuebles en propiedad horizontal se deberá informar el monto mensual de las expensas (especificando la del último mes) y la existencia de deuda pendiente de cancelación. El edicto se publicará por dos días en el Boletín Oficial y en un diario local dentro del radio donde están los bienes, cuando menos con cuarenta y ocho horas de anticipación a la subasta. La oponibilidad "erga omnes" de la venta en subasta judicial proviene del específico régimen de publicidad a que la misma se halla sujeta, pues la publicación de los edictos permite el conocimiento de la fecha del remate para todos los terceros eventualmente interesados (CNCiv., Sala E, 1997/07/10, "Consorcio Propietarios Arabe Siria 2723/29 c. Musella, Norma S. y otro", La Ley, 1998-E, 131). 3. Excepciones previstas Cuando los bienes a subastar (no inmuebles) fueren de escaso valor, la publicación de edictos se puede realizar por un día en el Boletín Oficial, y podrá prescindirse de toda publicidad si el valor de la publicación fuere mayor al de los bienes a realizar. 4. Defectos de publicidad Establece el párrafo final de la norma, que no se podrán deducir planteos de nulidad basados en defectos de la publicidad, si ello no se realiza dentro de los cinco días siguientes al de la última publicación. El principio es la subsanación del vicio y la prevención de nulidades futuras que se pudieran plantear, por dicha causa, contra la subasta realizada. Por tanto, deviene extemporáneo el planteo de la nulidad por inobservancia en las formalidades, teniendo en cuenta la publicidad por edictos, la fecha de realización y el momento de presentación de la letrada (CFed. Mar del Plata, 1997/04/07, "Dukart, Marcelo V. c. Aurora Austral S. A.", La Ley, 1998-F, 857 [41.006-S]). En consecuencia, se ha dicho que debe sancionarse por temeridad y malicia a la parte y a su letrado, por plantear la nulidad de la subasta con fundamento en defectos de publicación inexistentes y de modo largamente extemporáneo en relación al art. 566 "in fine" (CNCiv., Sala C, 1987/07/23, "Del Atlántico, S. A. c. Veronesi, Abdon y otros", La Ley, 1988-B, 610 [37.920-S]). Propaganda. Inclusión indebida de otros bienes Art. 567. -- La propaganda adicional será a cargo del ejecutante, salvo si el ejecutado hubiese dado conformidad, o si su costo no excediere del dos por ciento de la base. No se podrá mencionar en la propaganda, ni subastar en el mismo remate, bajo pena de perder el martillero su comisión, bienes distintos de aquellos cuya venta fue ordenada judicialmente. Si la propaganda adicional se realizare a través de diarios, será aplicable lo dispuesto en el último párrafo del artículo anterior. 1. Propaganda adicional La publicidad adicional no es un requisito necesario para informar y difundir ampliamente la celebración de la subasta, por eso, cuando se resuelve hacerla, los gastos quedan a cargo del ejecutante o del interesado en que se realice. Si hay acuerdo entre partes, o el monto a invertir en la propaganda adicional no excede el dos por ciento (2 %) de la base, los costos se comparten en partes iguales, y se descuentan de lo obtenido en el remate. Los folletos y volantes que el martillero repartió con anterioridad a la subasta sin autorización expresa del juez, no pueden entenderse incluidos en la expresión gastos de publicidad. Por tanto, debe responder por su costo el rematador que asumió un riesgo que es inadmisible trasladar a las partes (CNCiv., Sala G, 1995/11/29, "Ovington, Jorge C. c. Ferrone, Gerardo", 38.491-S, La Ley, 1996-B, 713). Se ha dicho que, si bien la colocación de carteles es un elemento que colabora con una mejor publicidad de la realización del bien objeto del remate, su omisión no es causal de nulidad de la subasta desde que no es un requisito que la ley exija para anunciar el remate (CNCom., Sala C, 1998/08/31, "Cofone, Roberto c. Méndez, Isolina", La Ley, 1998-F, 185). 2. Limitaciones de la publicidad La subasta anunciada se limita a los bienes que se informaron en el edicto, sin posibilidad de aplicar otros objetos en dicho acto. Ello es producto de la congruencia que debe existir entre la delegación judicial y los poderes del rematador, quien de excederlos, perderá el derecho a la comisión, aunque subsistirá la eficacia de la subasta realizada para no perjudicar el derecho de los terceros adquirentes. Si alguien pretendiera la nulidad de la subasta por defectos en la publicidad adicional, la estimación será restrictiva. Por ejemplo, se ha dicho que, la negligencia del comprador del inmueble subastado en examinar la causa en la que se decretó el remate, no es excusa para admitir la nulidad de la subasta con sustento en la incompleta información obtenida en los edictos acerca de las condiciones del inmueble, pues lo atinente a tal nulidad debe considerarse con carácter restrictivo (CNCiv., Sala F, 23/12/997, “Parets de Perosanz, Alicia B. c/ Pintos, José M.”, DJ del 18/11/98, Año XIV, nro.46, pág.823). Asimismo, aunque existan dudas acerca de la colocación de un cartel bisagra en la vereda los días de exhibición del inmueble a subastarse, la omisión no traería aparejada la nulidad del remate, pues la colocación de carteles es posible como propaganda adicional según lo previsto por el art. 567, pero ésta no es obligatoria sino sólo facultativa y admisible en los términos que la norma citada prevé (CNCiv., Sala C, 2000/09/21, “Consorcio Fray Justo Santa María de Oro 3040 c/ Rodríguez, Alberto s/ ejec.”, ED, del 31/8/01, pag.7). Preferencia para el remate Art. 568. -- Si el bien estuviere embargado en diversos procesos seguidos contra el ejecutado, salvo disposición específica de otra ley que regule ejecuciones especiales, la subasta se realizará en el que estuviere más adelantado en su trámite, con prescindencia de la naturaleza o garantías que tuvieren los créditos. La preferencia que se acordare para la realización del remate importa reconocer al acreedor que promovió el juicio donde se ordena, la facultad de proponer martillero, si en el acto constitutivo de la obligación se le hubiere otorgado esa prerrogativa. 1. Embargos simultáneos sobre un mismo bien El hecho de coexistir sobre un mismo bien distintas medidas cautelares (v.gr.: embargo y anotación de litis), o varias decretadas por jueces distintos en ocasiones sucesivas (v.gr.: embargos), no se relaciona en la especie con la preferencia para el cobro que establece el art. 218, sino en ver quien de ellos tiene prioridad para subastar el bien de que se trate. La solución del Código Procesal no se relaciona con el origen del crédito o el grado de preferencia para el pago, sino que, para optimizar el principio de economía procesal, privilegia al expediente que tuviera más adelantadas las actuaciones destinadas al remate, para que sea allí donde el acto se realice. El análisis es omnicomprensivo y no depende únicamente del grado de avance en el procedimiento, porque pueden suscitarse cuestiones anexas que impidan concretar con eficacia el principio que la norma establece, si se lo aplica estrictamente. Por eso, se ha dicho que corresponde suspender el remate que tiene preferencia en virtud del art. 568, cuando, aunque más avanzado en el trámite, sólo procede la subasta del 50 % indiviso del inmueble embargado y en la ejecución hipotecaria se decreta el remate de la totalidad (CNCom., Sala B, 1999/06/18, "Castro, Hugo E. c. Ramaglia, Edgardo A. y otro", La Ley, 1999-F, 381). Asimismo, ha sido señalado que, el art. 568 debe ser interpretado en el sentido de que, en caso de que se haya dictado un decreto de subasta sobre el mismo bien en distintas actuaciones, el remate deberá realizarse en aquel juicio en el cual el trámite se encuentre más adelantado, no obstante las fechas en que se haya dispuesto el remate. Solución, esta, que no resulta aplicable en el “sub lite, donde la subasta oportunamente ordenada fue luego suspendida y sólo ahora el accionante ha pedido que se decrete nuevamente (CNCom., Sala A, 1997/05/23, “Banco del Buen Ayre c. Filgueira.”, ED del 10/9/997, pág.5). 2. Supuesto de subastas coexistentes El conflicto entre procesos que invocan preferencia para la subasta se resuelve de conformidad con las reglas de determinación de la competencia, de modo tal que la Cámara de apelaciones del fuero que primero hubiera conocido será quien lo decida, por aplicación del principio de prevención. Si el conflicto se plantea entre jueces de distinta jurisdicción, le corresponderá a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Una vez que se decide el proceso que procederá a subastar, se extiende a este juicio la facultad de proponer martillero siempre que en el acto constitutivo de la obligación se hubiera acordado esa prerrogativa. Disposición que persigue beneficiar a acreedores prendarios e hipotecarios que suelen incorporar entre sus cláusulas dicha previsión. Subasta progresiva Art. 569. -- Si se hubiese dispuesto la venta de varios bienes, el juez a pedido del ejecutado, podrá ordenar que la subasta se realice en distintas fechas y que se suspenda cuando el precio obtenido alcanzare a cubrir el crédito, intereses y costas reclamados. 1. Remates en fechas diferentes y progresivas Así como pueden coexistir embargos y otras medidas cautelares sobre un mismo bien, pero en varios procesos; también el ejecutado puede encontrar que su patrimonio mobiliario e inmobiliario esté afectado por una variedad de medidas en un mismo proceso. En tal caso, ordenado el remate, y con el fin de evitar que los resultados de una subasta común excedan las necesidades económicas reclamadas, se puede ordenar la subasta progresiva. Esto consiste en realizar bienes en actos distintos, de manera ordenada y sucesiva. Es decir, se lleva adelante un primer remate de algunos de los bienes gravados, luego del cual se rinden cuentas conforme el art. 564. En el supuesto de que no se hubieran percibido la totalidad del crédito adeudado, se proseguirá con la realización del remanente. En caso contrario, se suspenderán las otras subastas y se levantará el embargo recién cuando se hayan satisfecho la totalidad del crédito con sus accesorios y costas. La ratio legis del artículo es evitar la producción de perjuicios innecesarios al ejecutado. Lo que se contempla es la posibilidad de que las sumas adeudas puedan ser satisfechas con la ejecución de parte de los bienes embargados. Una manifestación de esta modalidad la tiene el art. 2677 del Código Civil, que autoriza al acreedor a hacer embargar y vender la parte indivisa de su condómino deudor, antes de la división de los comuneros. La venta mediante subasta de la parte indivisa deberá efectuarse en forma progresiva hasta alcanzar a cubrir el crédito reclamado, conforme lo dispuesto por el artículo que comentamos. La subasta progresiva no exige la liquidación actualizada del crédito ejecutado, mas es indudable que requiere cuanto menos la concreta estimación del quantum del mismo, de modo que el martillero sea adecuadamente instruido sobre el momento en que deberá suspender las progresivas enajenaciones (CNCom., Sala D, 1996/06/11, "Tacchi, Carlos M. c. Peters Hnos.", La Ley, 1996-E, 345 - DJ, 1996-2-446). 2. Subasta fraccionada de inmuebles Para que esta modalidad sea aplicable, se requiere que el bien a ejecutar sea pasible, tanto fáctica como jurídicamente, de ser parcelado mediante el correspondiente loteo. De considerar el juez que este proceder causa al ejecutante perjuicios o dilaciones, se rechazará el pedido y se procederá a subastar la propiedad en su totalidad. La venta en forma progresiva puede ser dispuesta por el juez de oficio en virtud de lo normado por el art. 558 bis del Código, o bien plantearse por la parte interesada en que así se resuelva. Posturas bajo sobre Art. 570. -- Cualquiera sea la naturaleza de los bienes a subastar, a pedido de parte o de oficio el juez podrá disponer que se admitan posturas en sobre cerrado, en las condiciones que fije, que deberán indicarse en los edictos y, en su caso, en la propaganda. La Corte Suprema de Justicia de la Nación o las cámaras podrán establecer las reglas uniformes de aplicación de la expresada modalidad del remate. Si se tratare de subasta de muebles que se realice por intermedio del Banco de la Ciudad de Buenos Aires u otras instituciones oficiales que admitan posturas bajo sobre, se aplicará esa modalidad en los términos que establezcan las respectivas reglamentaciones. 1. Ofertas en sobre cerrado Las dificultades para celebrar una subasta se reflejan en cuestiones tangenciales, pero vinculadas con la engorrosa forma de proceder ejecutivamente sobre los bienes del deudor. Las subastas han reconocido desde largo tiempo la aparición de conjuntos de personas que actuando sobre la voluntad de los concurrentes al acto público, impiden la celebración normal de la subasta, generando la renuencia de postores u ofertas abusivas que llevaban a comprar prácticamente en el precio de la base. Con la oferta bajo sobre se pretende evitar que las llamadas ligas de compradores puedan obstruir la propuesta de mejores ofertas. Asimismo la aceptación de ofertas en sobre cerrado permite la intervención de potenciales compradores que no necesiten concurrir al lugar del remate. Se ha dicho que, la modalidad de la oferta bajo sobre con antelación a la fecha del remate es un medio adecuado para combatir la actividad de las llamadas “ligas de compradores”, calificadas de verdaderas asociaciones ilícitas que valiéndose de maniobras, amenazas y vías de hecho impiden, en los remates judiciales, las ofertas del público, para adjudicarse los objetos de la subasta, a vil precio (J. Nac.1ª Instancia Comercial Capital (juzgado nro.8), firme, 1965/04/20, “Serena Argentina SA, quiebra”, ED, 10-506, fallo 5620). Por ello, para asegurar la corrección y eficacia del sistema de ofertas bajo sobre, el martillero deberá aceptarlas en el domicilio constituido en los autos hasta el día anterior a la subasta y en el lugar del remate durante el término de edictos y de exhibición de los bienes, destacándose en la publicidad la posibilidad de efectuar dichas ofertas, para cuya aceptación se fijará un mínimo de seña, la cual se devolverá directamente cuando aquélla sea superada; se confeccionarán y agregarán a los autos, planillas de las ofertas, dando cuenta documentada de las devoluciones de seña y haciéndose saber a los oferentes que, en caso de aceptación de sus ofertas, deberán concurrir dentro de tercero día a retirar lo comprado, bajo apercibimiento de perder la seña, la que se depositará en autos; se pondrá asimismo, a la vista del público, donde se reciban las ofertas, una lista detallada de las mercaderías en venta, proporcionando a los interesados sobres para la oferta, los que se abrirán en presencia del público quince minutos antes del remate; al comienzo de la subasta de cada bien, se leerá en voz alta, las ofertas relativas al mismo (mismo fallo anterior). Las condiciones y trámite de la postura bajo sobre serán determinadas por el juez quien instruirá al martillero a su respecto. Las ofertas se entregan a éste último con la antelación fijada por el magistrado y se darán a conocer a los otros oferentes al comenzar el acto de la subasta. 2. Oficina de subastas judiciales La acordada 24/2000 emitida por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, creó la Oficina de Subastas Judiciales que será el lugar donde se llevarán a cabo todas las subastas de inmuebles, muebles, derechos, valores mobiliarios y semovientes ordenados por los señores magistrados a realizarse en la Capital Federal, con el control y supervisión del Jefe de la misma (Acordada nº 10/99). La Oficina recibirá la comunicación del juzgado que ordena el remate o la subasta con las constancias que llevará el edicto, asignará el turno, y tendrá a su cargo la organización y control del desarrollo del acto. En el caso de los inmuebles, las fechas se asignarán respetando el orden de ingreso de dichas comunicaciones; y para los muebles, derechos, valores mobiliarios y semovientes se concentrarán todos en un mismo día, quedando a resolución del encargado de la dependencia cuantas veces al mes corresponde. Compra en comisión Art. 571. -- El comprador deberá indicar, dentro del tercero día de realizada la subasta, el nombre de su comitente, en escrito firmado por ambos. En su defecto, se lo tendrá por adjudicatario definitivo. El comitente constituirá domicilio en esa presentación, bajo apercibimiento de lo dispuesto en el art. 41, en lo pertinente. 1. Concepto El art. 79 de la ley 24.441, incluido en el art. 598, inc.7º, prohibe expresamente en la ejecución hipotecaria la “compra en comisión”. Sin embargo, se ha puesto en duda si ese criterio se aplica en las demás subastas judiciales (CNCiv., Sala J, 1998/06/02, "Hernaiz, Alcira A y otros c. Etcheto, Martín M.", ED, 178-376), creyendo que no constituye obstáculo. Ocurre que, el objetivo primordial de la reforma introducida por la ley 24.441 al código procesal, es la realización de los bienes a través de subastas judiciales en medio de procedimientos prístinos, es decir, lo más alejados posible de la oscuridad que en algún tiempo ensombreció a estos actos mediante la utilización del recurso de su obtención, en comisión por parte de inescrupulosos intermediarios. En efecto, la compra en comisión es una forma de adquisición regulada en el Código Civil bajo la forma del contrato de comisión, y advierte que las diferencias con las modalidades establecidas en el reglamento adjetivo son pocas. Una de ellas está en el tiempo de denunciar el nombre del comitente, que se puede reservar hasta el momento de la escrituración en el orden sustancial; mientras que el artículo 571 obliga a denunciarlo tres días después de celebrada la subasta. Si la denuncia acerca de la persona del comitente se realiza en forma extemporánea, se impone tener al comprador en comisión por comprador definitivo (CNCom., Sala E, 1990/09/13, "Pombar, Nicanor A. c. Abad, Carmen", La Ley, 1991-E, 572). 2. Requisitos de la presentación Hecha la denuncia, el comitente deberá constituirse ante el juzgado debiendo denunciar su domicilio real y constituir el procesal, donde serán válidas las notificaciones que en lo sucesivo se practiquen. La omisión de cumplir con esta carga, importa aplicar los efectos del art. 41, es decir, que las sucesivas comunicaciones que se le deban transmitir, serán hechas en los estrados del juzgado bajo las formas de la notificación por ministerio de la ley (art. 133). Regularidad del acto Art. 572. -- Si existieren motivos fundados y sin perjuicio de la facultad del juez para disponerlo de oficio, el ejecutante, el ejecutado o el martillero podrán solicitar al juzgado la adopción de las medidas necesarias para proveer a la regularidad del remate y al mantenimiento del orden que asegure la libre oferta de los interesados. 1. Medidas complementarias Si bien, en principio, lo atinente a la nulidad de la subasta debe ser considerado con criterio restrictivo a fin de evitar que se cree un clima contrario a esta clase de ventas, la aplicación de tal criterio debe realizarse de acuerdo con las circunstancias del caso y con suma prudencia, so peligro de lesionar la seriedad y seguridad que debe primar en estas ventas (que es deber del magistrado cuidar) y de producirse así el efecto contrario al que se trata de resguardar. Precisamente, con el fin de alcanzar el objeto de realizar los bienes y distribuir el producido entre los acreedores concurrentes, esta disposición pretende que, con los elementos disponibles y en ejercicio activo de los poderes jurisdiccionales, se indiquen medidas complementarias que aseguren la celebración del acto sin perturbaciones. Es evidente que la presencia del Juez en tal oportunidad garantiza la eficacia del resultado, pues de existir inconvenientes se pueden resolver en el acto, o anular el procedimiento sin más trámite. Sin embargo, la ausencia de estas medidas complementarias no se pude utilizar como argumento para invalidar el procedimiento. En tal sentido se ha dicho que, debe tenerse por no probado en el caso que la posible actuación de una "liga" de compradores hubiera incidido en perjuicio de la libertad de las ofertas, en la adjudicación definitiva de la finca que se concretó luego de diversas posturas, o en el ánimo de los que efectivamente estaban interesados en la compra, ya que demostración de ello lo es el satisfactorio precio obtenido para la época en que se efectuó la subasta, que superó ampliamente la base establecida (CNCiv., Sala C, 1981/04/27, "Consorcio de Propietarios Virrey Ceballos 205/15 c. Zamora Casas, Pedro suc.", La Ley, 1981-D, 68). Asimismo, se ha sostenido la inadmisión del planteo de nulidad de una subasta si el ejecutado la funda en no haberse sustanciado la prueba por él ofrecida, cuando en el escrito recursivo se alude genéricamente a disturbios ocasionados por el accionar de la "liga de rematadores", sin precisar en qué consistió tal accionar y qué disturbios ocasionaron. Ello así, porque este requisito es necesario no solo para sustentar con visos de seriedad el planteo y consecuentemente valorar en forma adecuada la prueba que, eventualmente, pueda producirse, sino también para apreciar la entidad de los disturbios, máxime si el martillero negó enfáticamente la existencia de alguna irregularidad y aseveró que la subasta "contó con custodia policial" y se demuestra que el bien se vendió en un precio que superó ampliamente la base fijada por el juzgado, lo que implica que la adjudicación se concretó luego de diversas pujas por parte de los interesados en la adquisición, circunstancia que se vislumbra contraria a cualquier actuación de una liga de compradores en perjuicio de la libertad de ofertas (CNTrab., Sala III, 1999/04/22, "Batelli, Roberto L. c. Tamburrini, Roberto A.", DT, 2000-A, 85 - DJ, 2000-1-1410). SECCION 3ª -- Subasta de muebles o semovientes Subasta de muebles o semovientes Art. 573. -- Si el embargo hubiere recaído en bienes muebles o semovientes, se observarán las siguientes reglas: 1. Se ordenará su venta en remate, sin base, al contado o con las facilidades de pago que por resolución fundada se establezca, por un martillero público que se designará observando lo establecido en el art. 563. 2. En la resolución que dispone la venta se requerirá al deudor para que, dentro del plazo de cinco días, manifieste si los bienes están prendados o embargados. En el primer caso, aquél deberá indicar el nombre y domicilio de los acreedores y el monto del crédito; en el segundo, el juzgado, secretaría y la carátula del expediente. 3. Se podrá ordenar el secuestro de las cosas, que serán entregadas al martillero para su exhibición y venta; al recibirlas éste, las individualizará con indicación de su estado y del lugar y fecha en que se lleva a cabo la entrega. 4. Si se tratare de muebles registrables, se requerirá a los registros que correspondiere un informe sobre las condiciones de dominio y gravámenes. 5. La providencia que decrete la venta será comunicada a los jueces embargantes; se notificará por cédula a los acreedores prendarios, quienes podrán formular las peticiones que estimaren pertinentes, dentro de tercero día de notificados. 1. Reglas para la subasta de bienes muebles El remate de los bienes muebles embargados se realiza con plena sujeción a las reglas siguientes: a) La subasta se ordena sin base y con pago convenido. La calidad de los bienes a rematar impone ponerlos a la venta pública sin haberlos tasado previamente, de modo tal que la mejor oferta importará para el postor, la adquisición del objeto (art. 117, Código de Comercio). El precio de venta será el propuesto y aceptado por el martillero, debiéndose cancelar de inmediato, salvo que se hubiera anunciado la existencia de facilidades de pago y ellas fueran aceptadas por el comprador en la subasta. b) En forma previa se debe informar si el o los objetos a subastar se encuentran gravados. Esta denuncia de gravámenes (embargos anteriores, prendas o hipotecas) es un acto ordenado conjuntamente con el auto de venta. Se dispone como intimación para que el ejecutado informe en el plazo de cinco días, y no se superpone con la misma obligación que tuvo al tiempo de procederse al embargo de esos bienes (art. 531 inciso 3º). Cuando se denuncia la existencia de prenda o hipoteca, la información a prestar se relaciona con el nombre y domicilio de los acreedores y el monto del crédito respectivo; mientras que el aviso de embargos, exige comunicar el juzgado, secretaría y carátula del expediente. c) Secuestro de los bienes. Este es un acto necesario para la subasta judicial, porque con el desplazamiento de los bienes a un lugar de exhibición y venta se facilita el conocimiento general y el interés que sobre ellos pueda existir. La persecución y secuestro de los bienes embargados debe hacerla la parte interesada para ponerlos a disposición del martillero, ya que tales diligencias no le incumben a éste último, quien debe limitarse a realizar el remate para el cual sido designado, previa exhibición de los bienes, la que no puede suplirse con la descripción que de ellos se haga en los edictos. Ahora bien, se ha destacado que si en forma previa a la venta se dijo de condiciones establecidas, ellas no pueden sorprender al oferente y posterior adquirente. En efecto, la circunstancia puesta de relieve en la publicidad de la subasta y destacada también en los recibos de las señas, de que las ventas de los muebles rematados se hallaban sujetas a la "aprobación" de la vendedora, muestra sin duda que tales operaciones se encontraban supeditadas a una verdadera condición suspensiva, dado que con aquellas expresiones se publicitaba que el encargado de la subasta carecía de facultades para concluir sendas operaciones de venta de los bienes rematados y que la voluntad del propietario era el factor que subordinaba la adquisición de los derechos por parte de los pretensos adquirentes de aquéllos (art. 528 del Código Civil). Es por ello que la inexistencia de una formal comunicación no aceptando las operaciones concertadas en la subasta, dentro del plazo acordado para la emisión del acto de aprobación, no trae como consecuencia el perfeccionamiento de las ventas, sino su frustración (CNCiv., Sala A, 1996/02/19, "Frigorífico El Jaguel S.R.L. c. Capdo S. A.", La Ley, 1997-F, 954 [40.065-S]). d) Condiciones de dominio y gravámenes en muebles registrables. Si el remate a proceder lo es respecto de automóviles, embarcaciones o aviones (muebles con registro), se debe requerir, antes de proceder a la subasta, las condiciones de dominio y gravámenes que afecten a los mismos. El agregado al art. 10 decreto-ley 6582/58, efectuado por la ley 22.130, que habla de la inscripción de los automotores cuya enajenación realicen los organismos públicos o bancos oficiales, establece una serie de pasos que deben seguirse; si no obstante no se cumplieran algunos de ellos y el automotor fuera igualmente subastado, el registro seccional dará curso al trámite y si resultare que el automotor ya se encuentra inscripto en el registro, el encargado, una vez practicada la inscripción inicial, la comunicará a la Dirección Nacional y al registro seccional donde se encuentre radicado el vehículo inscripto, adjuntando fotocopia autenticada de la solicitud tipo 05, con la constancia de inscripción inicial practicada (C.Fed. Civ y Com. Federal, Sala III, 1994/12/24, "Miranda, Pablo D.", JA, del 20/9/95, nro. 5951). e) Comunicación a jueces embargantes y acreedores prendarios. La citación del acreedor prendario antes del remate, que debe contener emplazamiento, tiende a permitirle la defensa de su derecho para evitar que, como consecuencia de la subasta, los bienes pasen a poder de un tercero adquirente, contra quien no poseería acción reipersecutoria. Además, pretende asegurarle la efectividad de su privilegio y dar al que resulte comprador en el remate una seguridad de la pronta aprobación del mismo y la entrega del bien (CNCom., Sala B, 1965, “Benito, Isabel H. c/ Saavedra, Oscar”, ED 12-325, fallo 6398). Articulaciones infundadas. Entrega de los bienes Art. 574. -- Al adjudicatario que planteare cuestiones manifiestamente improcedentes que demoraren el pago del sa ldo del precio, se le impondrá la multa que prevé el art. 581. Pagado totalmente el precio, el martillero o la parte que, en su caso, correspondiere, entregará al comprador los bienes que éste hubiese adquirido, siempre que el juzgado no dispusiere otra cosa. 1. Sanciones por malicia procesal al adquirente Tanto el art. 581 como el presente, sancionan al adquirente en una subasta judicial que, con prácticas obstruccionistas manifiestamente infundadas, pretende postergar el cumplimiento de la obligación de pago a que se comprometió al concretar una oferta aceptada por el martillero. La multa se aplica en el caso de venta con facilidades de pago, pues de otro modo, la cancelación se realiza de inmediato. 2. Entrega de los bienes La entrega de los bienes queda a criterio judicial, porque en la práctica pueden ocurrir distintas cuestiones: a) que se impugne el acto por vicios formales en la celebración; b) que esté sujeto a condiciones de aprobación judicial; c) que se haya anunciado la entrega contra entrega del pago total; etc. En el caso de bienes muebles de valor poco significante, la posesión del bien adquirido tras la oferta aceptada, suele ser inmediato al pago, y en el acto de la subasta; en cambio, con los muebles registrables, al bien deben agregárseles oficios y testimonios que ordenen al registro pertinente la nueva inscripción de dominio. SECCION 4ª -- Subasta de inmuebles A) Decreto de la subasta Embargos decretados por otros juzgados. Acreedores hipotecarios Art. 575. -- Decretada la subasta se comunicará a los jueces embargantes e inhibientes. Se citará a los acreedores hipotecarios para que dentro de tercero día presenten sus títulos. Los de grado preferente, dentro del mismo plazo, podrán solicitar el aumento de la base hasta cubrir el importe de sus créditos. 1. Comunicación a jueces embargantes e inhibientes La venta de bienes inmuebles divide sus exigencias por etapas. En el decreto de venta es preciso: a) informar a acreedores embargantes e inhibientes; b) citar a los acreedores hipotecarios; c) designar martillero; d) se fija la base para el remate en las dos terceras partes de la valuación fiscal; e) se establecerá el lugar, día y hora del remate, y f) se establecerá la propaganda adicional a los edictos que informarán del acto. La sección 4ª del código debe leerse armonizando las disposiciones, procurando interpretarlas en conjunto con el fin de no aislar el contexto donde se pretenden aplicar. Por tanto, el orden debió ser diferente. En efecto, el art. 576 dispone los requisitos previos a ordenar la venta en pública subasta. El art. 577 ordena las bases del remate; el art. 575 los actos posteriores de información a acreedores judiciales e hipotecarios; el art. 578 es el procedimiento de fijación de la base de venta y en adelante se establecen las condiciones que debe abastecer el comprador para tomar posesión del bien, o en su caso, para que la adquisición quede perfeccionada. En el caso del art. 575, el propósito que se persigue, es que los jueces embargantes e inhibientes puedan percibir el remanente que pueda llegar a quedar de la realización de los bienes, como así también que los acreedores hagan valer sus respectivos derechos con relación a la liquidación y precio de venta del bien. Así, se ha resuelto que la comunicación del decreto de subasta a los jueces embargantes ordenada, no tiene otra finalidad que anoticiarlos de la medida dispuesta, y en modo alguno constituye ocasión para que se aumente la base, facultad reservada únicamente a los acreedores hipotecarios (CNCiv., Sala J,1995/11/9, "Caivano , Rodolfo O c/ González, Jorge y otros", La Ley, 1997-C, 965, [39.543-S]). Esta notificación se realiza por oficio, pues es el medio habitual de comunicación entre jueces; y por cédula a los acreedores que tienen hipoteca. El diligenciamiento corre por cuenta del ejecutante. Este es el criterio que ha adoptado la jurisprudencia nacional al resolver que la comunicación prevista respecto de la resolución que ordena la subasta del inmueble, se tendrá por cumplida con el diligenciamiento del oficio respectivo o de la cédula pertinente en el caso del acreedor hipotecario (CNCiv., Sala M, 1996/05/03, "De R. c. R.", JA del 3/12/97, nro. 6066) . En cuanto hace a la acreditación de su cumplimiento y, dado que el artículo tiene como finalidad la mera comunicación de la subasta a los jueces embargantes e inhibientes, a los efectos de que obren en autos las contestaciones respectivas al decreto de subasta, basta con que la parte actora o indistintamente sus letrados acompañen las constancias con fecha de haber presentado la comunicación en los juzgados que corresponda (CNCiv., Sala G, 1998/05/28, "Sursen SA c. Agrosoja Servs. Agropecuarios SRL", La Ley del 19/5/99). 2. Citación a acreedores hipotecarios Toda vez que en caso de subasta judicial de un inmueble hipotecado, la citación al acreedor hipotecario debe hacerse en forma adicional a la publicidad del remate, debiendo citárselo por edictos en caso de desconocerse su domicilio (art. 575, Código Procesal), tal comunicación no queda suplida por la publicación de los edictos anunciando la subasta, máxime cuando ello conduciría a la extinción del gravamen hipotecario respecto del adquirente prevista en el art. 3196 del Código Civil en caso de comparecencia tardía del acreedor (CNCom., Sala E, 1997/03/21, "Srur, Roberto c. Wietrznik, Armando", La Ley, 1998-B, 892 [40.275-S]). La falta de citación del acreedor hipotecario no acarrea la nulidad del remate por sí solo, sino la no extinción de la hipoteca. Además el art. 3196 del Código Civil no exige dicha citación como condición de validez de la subasta sino únicamente para la extinción y cancelación de la hipoteca (CNCom., Sala C, 1983/05/10, "Segura, Alberto R. D. c. Soneira, Marcelino M.", ED, 104-686). El cumplimiento o no de la citación al acreedor hipotecario constituye una cuestión de hecho insusceptible -en principio- de ser revisada en la instancia extraordinaria. A diferencia de los acreedores embargantes e inhibientes, los hipotecarios con grado preferente, tienen la posibilidad de solicitar el aumento de la base de la subasta de manera que cubra su crédito. Esta petición deberá realizarse, conforme lo establece expresamente el artículo en comentario, dentro de los tres días de ser notificado el decreto de subasta. En caso de silencio a pesar de haber sido debidamente notificado, el acreedor hipotecario no perderá sus derechos, de manera que en el momento de la distribución de lo obtenido se mantendrá su privilegio más no podrá figurar en la base de la subasta (CNCiv. Sala H, 1996/05/13/, "Mendioroz, J. c. Barros de Palavecino", La Ley, 1997-B, 234). En efecto, la finalidad de la citación de los acreedores dispuesta es resguardar el derecho que les asiste para defender su crédito y, eventualmente, solicitar el aumento de la base de la subasta, lo que hace que su legitimación en el proceso sea restringida y no asuman el carácter de coejecutantes (CNCom, Sala C, 22/5/97, "Banco de Galicia y Buenos Aires c. Captria, José R y otro", LL del 16/10/997). Sin perjuicio de lo anterior, consideramos que los acreedores en idéntico grado también podrán solicitar el aumento de la base. Tal circunstancia puede acaecer, por ejemplo, en el supuesto de un mutuo hipotecario en el que los acreedores sean varias personas y solo se hubieren presentado a ejecutar judicialmente alguno de ellos. De todas formas, y en una línea que pareciera contraria a la sostenida, nuestra jurisprudencia ha resuelto que en caso de duda respecto de si un bien es preferido o igual al que se está ejecutando, se debe aumentar la base de la subasta por su importe, sin perjuicio de lo que más adelante se pueda llegar a resolver (CNCiv., Sala H, 1996/05/13, "Mendioroz, J. c. Barros de Palavecino", La Ley, 1997-B, 234). 3. Citación del condómino por ejecución sobre la totalidad del bien Se ha destacado, también, que corresponde citar a juicio al condómino no demandado del bien inmueble sobre el cual se ha dispuesto la subasta de la parte indivisa del accionado si el acreedor hipotecario sobre la totalidad del mismo pretende, con fundamento en la indivisibilidad de su crédito y del gravamen que lo garantiza, que el remate ordenado comprenda la totalidad del bien (CNCom., Sala A, 1999/03/26, "Campo Dal’ Orto, Juan J c. La Mattina, Ernesto L", La Ley, 1999-E, 918). Recaudos Artículo 576. -- Antes de ordenar la subasta el juez requerirá informes: 1 Sobre la deuda por impuestos, tasas y contribuciones. 2 Sobre las deudas por expensas comunes, si se tratare de UN (1) bien sujeto al régimen de propiedad horizontal. 3 Sobre las condiciones de dominio, embargo e inhibiciones, según las constancias del registro de propiedad inmueble. Los informes tendrán una vigencia de SESENTA (60) días, a cuyo vencimiento deberán ser actualizados. Asimismo, intimará al deudor para que dentro de tercero día presente el título de propiedad del inmueble, bajo apercibimiento de obtener testimonio a su costa. No se realizará la subasta mientras no se haya agregado el título o, en su caso, el testimonio. Podrá comprobarse judicialmente el estado de ocupación del bien si las circunstancias así lo aconsejaren. 1. Finalidad La jurisprudencia es coincidente en afirmar que el objetivo de esta norma es preservar la transparencia y regularidad de la venta (CNCiv., Sala B, 1998/03/03, "Molina, Miguel A. c. Vai, Viviana I.", La Ley, 1998-F, 543). La tarea le corresponde al ejecutante o interesado en la subasta, porque al martillero se lo designa después de hacer estas verificaciones. Con los recaudos exigidos, además de verificar el estado de dominio del bien sujeto a remate, se ofrece un estado completo de la situación jurídica del inmueble, que impide concretar una subasta de bienes con irregularidades o compromisos que pueden afectar la aprobación de la subasta. En efecto, se ha resuelto que los informes previstos en el art. 576 inc.1º, requeridos antes de ordenarse la subasta, tienen por finalidad determinar el importe de las deudas que han de hacerse efectivas sobre el precio de adquisición del inmueble, pues el posible comprador debe contar con la información de los impuestos y tasas adeudados con anterioridad a la compra, para deslindar su posición respecto de ellos (CNCiv., Sala D, 1997/07/15, "Nuevo Banco Santurce c. Tingolay SA", La Ley , 1998-C, 185) . Sin perjuicio de ello, en el plenario Servicios Eficientes SA c. Yabrá, se resolvió que no corresponde que el adquirente en subasta judicial afronte las deudas que registra el inmueble por impuestos, tasas y contribuciones, devengadas antes de la toma de posesión, cuando el monto obtenido en la subasta no alcanza para solventarlas, no cabiendo una solución análoga respecto de las expensas comunes para el caso de que el inmueble se halle sujeto al régimen de la ley 13.512 (CNCiv., en pleno, 1999/02/18, "Servicios Eficientes SA c.Yabra, Roberto", La Ley del 31 / 3 /99) . De todos modos, también se ha sostenido que, a pesar de la doctrina plenaria, ella solo se refiere a los impuestos posteriores a la constitución de la hipoteca, pues los créditos por impuestos existentes con anterioridad prevalecen sobre esta última, ya que el acreedor hipotecario estuvo en condiciones de conocerlos, dada la publicidad de las certificaciones que deben solicitar los escribanos para poder constituir la garantía, y deben, en consecuencia, ser solventados por la acreedora hipotecaria y posterior adquirente en subasta, sin perjuicio de su derecho de repetirle al deudor originario (CNCiv., Sala C, 2001/04/17, "Fenández Souto, Mónica Graciela y otro c. Torrisi, Delia María Esther y otros.", ED, del 19/7/01). De manera que el comprador en remate adquiere el bien libre de todo gravamen, pues la subasta judicial tiene el carácter y alcance de un acto de atribución de derechos autónomos a favor de aquél, con prescindencia de los derechos del transmitente, puesto que el adjudicatario recibe el bien raíz libre de gravámenes que se trasladan al precio de compra, en virtud del principio de subrogación real, por lo que no responde por las deudas anteriores a su posesión (C. Apel.Civ. y Com., San Isidro, sala I, 1998/08/13, "Alseno, Eugenio y otro c. Alvarez, Pedro N.", La Ley del 19/5/99). Los certificados de dominio e inhibición que acreditan la situación jurídica del inmueble tienen vigencia por sesenta días, a cuyo vencimiento tendrán que actualizarse con una nueva emisión. En este sentido se ha dicho que, aun cuando la cuestión resulta dudosa el plazo de vigencia de los informes mencionados en el art. 152 del Reglamento para la Justicia Nacional en lo Civil, sobre cuya base fuera menester dictar un pronunciamiento, es por su naturaleza procesal. Repárese que dicha norma al igual que el inc. 3° del art. 576 del Código Procesal, alude a la vigencia de los informes dentro del proceso. En consecuencia, sólo deben computarse los días hábiles (CNCiv., Sala E, 1983/05/03, "Videmari, Aquiles, suc.", ED, 104-753). 2. Título de propiedad La ejecutada deberá presentar dentro del tercer día de la intimación que el Juzgado le curse, el título de propiedad del inmueble, o en su caso, el testimonio de la escritura pública respectiva que obtendrá a su exclusivo cargo. Será también a su costa si es el interesado quien deba obtener una segunda copia del instrumento. La oportunidad para adjuntarlo ha de ser anterior a la resolución que ordena la subasta y no, como lo dispone el art. 572, con posterioridad al dictado de aquélla. Inclusive, no puede realizarse el remate mientras no haya sido agregado el título. Todo ello favorece, sin duda, la regularidad del apremio (CNCom., Sala B, 1982/11/05, "Torrillate, Daniel c. Campos, Juana R. y otro", La Ley, 1983-B, 293). 3. Deudas de impuestos y expensas comunes Las deudas relativas a impuestos, tasas y contribuciones serán requeridas mediante informes a las respectivas reparticiones. El silencio del prestador o la falta de información transcurridos veinte días desde la notificación, determina la presunción de inexistencia de deuda (art. 398, tercer párrafo). Las deudas por expensas comunes en la propiedad horizontal, se ordenará por medios de informes a la respectiva administración, para que indique sobre el saldo existente en la respectiva unidad funcional. Esto es así debido a que este tipo de deudas constituyen obligaciones propter rem que se transmiten con el dominio. Es por ello que reiteradamente se ha resuelto que la certificación de las deudas por expensas se exige en virtud de la obligación del comprador de atender el pago de las que no se extingan con el producto de la subasta, por lo que deben ser conocidas por éste antes del remate (CNCom., Sala E, 1999/09/30, "Banco Shaw c. Lacomba, Angel", La Ley, 2000-B, 271 - DJ, 20001-1405). 4. Constatación del estado de ocupación Cuando existen dudas respecto al estado de ocupación del inmueble, sobre todo si la venta se dispone como "libre de ocupantes", es conveniente ordenar se constate dicha situación a través del oficial de justicia de la zona donde el bien se encuentre. En su caso, corresponderá intimar a los ocupantes del bien a rematarse judicialmente para que acrediten la condición de inquilinos que invocan, a fin de que el Juez conozca acabadamente cuál es el estado de ocupación real de dicho bien, y poder así preservar la incolumidad de los actos procesales y salvaguardar los principios de moralidad y economía procesal (CNCiv., Sala B, 1974/08/19, La Ley, 156-844 [31.842 S]). Designación del martillero. Lugar del remate. Artículo 577. -- Cumplidos los recaudos a que se refiere el artículo anterior, se ordenará la subasta, designando martillero en los términos del artículo 563 y se determinará la base. Oportunamente se fijará el lugar donde aquélla debe realizarse que será donde tramita la ejecución, o el de ubicación del inmueble, según lo resolviere el juez de acuerdo con lo que resultare más conveniente; se establecerá también el día y la hora, que no podrán ser alterados salvo autorización del juez o acuerdo de partes expresado por escrito. Se especificará la propaganda adicional autorizada, en los términos del artículo 567. 1. Designación del martillero Verificado el estado dominial y, en su caso el de ocupación del inmueble, se decreta el auto de venta entre cuyos contenidos estará la designación de martillero y la determinación de la base del bien sujeto a remate. El nombramiento del martillero sigue los pasos y requisitos previstos en el art. 576. Conjuntamente y completando estos recaudos, se deben tener en cuenta los arts. 59 a 63 de la Ley 10.973 que establecen la vigencia de las listas de martilleros para los nombramientos de oficio. Estos se harán por sorteo, en audiencia pública y en presencia de los representantes de los colegios profesionales mediante bolillero. Dichos sorteos se anunciarán en el tablero del juzgado indicándose día, hora y expediente y deberán ser comunicados a las partes y al respectivo colegio. Se establece claramente que ningún martillero podrá ser sorteado por segunda vez mientras la lista no haya sido agotada (Piedecasas, Miguel A., Régimen legal del martillero y de la subasta judicial, Editorial Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 1997, pág. 323). 2. Lugar de la subasta El lugar en el que se realizará el acto de la subasta quedará a criterio del juez quien podrá optar, según las circunstancias de la causa, entre el lugar de tramitación de la ejecución o el de ubicación del inmueble. Esta pauta se aplica en la subasta de inmuebles hipotecados, dando preferencia al espacio geográfico donde el bien se encuentra, salvo que existan serias razones para que se cumpla en distinto lugar. La misma providencia debe establecer el día y la hora de la subasta, habiendo traído serias complicaciones las variaciones sufridas. Ello que, por vía de principio es inadmisible, a veces se tolera como suspensión del remate para una nueva fecha que se anuncia posteriormente. Sin embargo, la alteración de la fecha y horario no es un cambio de circunstancias, sino la modificación de una resolución judicial que, en el caso, aparecería como sin cumplimiento, o dicho en otros términos, desconocida por la decisión del martillero. Por eso, es recomendable aplicar lo dispuesto por el art. 66 de la ley 10.973 que faculta a los auxiliares en la subasta para solicitar de los jueces todas las medidas que sean necesarias para llevar a cabo su cometido, e incluso, solicitar la aprobación de los actos resueltos por iniciativa propia con la finalidad de cumplir, antes que desconocer, la orden judicial. 3. Propaganda adicional La propaganda adicional debe ordenarse en el auto de venta; sin embargo, sería mejor autorizarla una vez que el martillero haya aceptado el cargo y dispuesto las medidas preparatorias necesarias para celebrar el remate. Dice Piedecasas que en esta materia, la regla es común tanto para muebles como para inmuebles y cuando su costo no excediere del 2% de la base, o el demandado hubiese prestado conformidad, serán a cargo del producido del remate pero si el costo excede del 2% y no hay conformidad del ejecutado, la propaganda adicional será a cargo del ejecutante (ob. cit., pág. 350). Base. Tasación Art. 578. -- Si no existiere acuerdo de partes, se fijará como base los dos tercios de la valuación fiscal actualizada correspondiente al inmueble. A falta de valuación el juez designará de oficio perito ingeniero, arquitecto o agrimensor para que realice la tasación; la base equivaldrá a las dos terceras partes de dicha tasación. Para la aceptación del cargo, plazo para el cumplimiento de la tarea y, en su caso, remoción, se aplicarán las reglas de los arts. 469 y 470. De la tasación se dará traslado a las partes, quienes dentro de cinco días comunes expresarán su conformidad o disconformidad. Las objeciones deberán ser fundadas. El juez tiene la facultad de apartarse de la tasación o de lo estipulado por las partes, fijando la base en una suma que impida que los bienes sean malvendidos. 1. Base para el remate La subasta judicial de inmuebles parte de un valor mínimo que permita sufragar los gastos básicos del remate, y que tienen como motivo elemental, evitar que se hagan ofertas irrisorias o abusivas. El proceso de tasación es una etapa esencial antes de proceder al remate, y como debe estar indicado el valor en el auto ordenatorio, el código se preocupa con demasiada puntualidad sobre como arribar a un valor consensuado, o en su caso, dando las reglas para su determinación. 2. Acuerdo de partes La base para ofertar puede estar convenida entre las partes. El acuerdo requiere de una manifestación expresa en el expediente, o de un contrato previo a la ejecución. De todos modos se ha dicho que, si bien es cierto que por imperio de lo previsto por el art. 1197 del Código Civil, debe considerarse como base de la subasta la que arreglan las partes entre sí, ello admite excepciones habida cuenta que el último párrafo del art. 578 del Código procesal prevé en forma expresa, que el juez tiene facultades de apartarse de la tasación o de lo estimado por las partes, fijando la base en una suma que impida que los bienes sean malvendidos (CNCiv., Sala E, 1999/10/28, “Chaguar SA Agropecuaria c. Tirelli, Bernardo”, ED del 6/3/00). Tal el caso en el que resulte verosímilmente probable el fracaso de la subasta sobre la base del monto pretendido por el acreedor hipotecario, en el que es razonable el criterio asumido por el juez de reducir la base para la subasta del inmueble embargado, en el caso de fracaso del primer remate (CNCom, Sala B, 1996/04/10/, “Díaz, Oscar J. C/ García, Mario y otro”, La Ley del 30/3/99). 3. Valuación fiscal Si no hay acuerdo entre partes, la base se fija judicialmente en las dos terceras partes de la valuación fiscal actualizada correspondiente al inmueble. Así lo indica el primer apartado del art. 578, sin que ese valor pueda considerarse absoluto, porque es del Juez la última decisión. El valor fiscal se obtiene de las facturas emitidas para pagar los servicios de alumbrado, barrido y limpieza; o bien solicitándolas a los organismos municipales de la localidad donde se encuentre el inmueble. 4. Nombramiento de tasador En la hipótesos que no se pueda conseguir la valuación fiscal – o que la obtenida no se encuentre debidamente actualizada – será necesaria la tasación del bien. Para ello se designará de oficio a un perito ingeniero, arquitecto o agrimensor. Una vez designado el auxiliar, éste presentará su informe dentro del plazo que se le establezca. Del informe se dará traslado por ministerio de ley a las partes para que formulen, las observaciones e impugnaciones que estimen convenientes. Cumplido el Juez deberá resolver, fijando la base de la subasta en las dos terceras partes de la tasación final. Los honorarios correspondientes al perito interviniente se regularán conforme los principios generales establecidos por el Código Procesal. Este procedimiento nos parece absolutamente innecesario y provoca un gasto inútil y dispendioso. El martillero, hoy día, está profesionalizado de tal modo que se encuentre absolutamente capacitado para determinar el valor venal del inmueble. Inclusive, el art. 8 inciso b) de la Ley 20.266 le autoriza a efectuar tasaciones, lo que significa que puede fijar oficialmente el precio máximo o mínimo de una cosa. Pareciera que como esta facultad no estuvo prevista para el martillero en el Código de Comercio, aunque fue incorporada después por la ley citada, el código procesal ha mantenido la prohibición e, inclusive, la desalienta en la interpretación jurisprudencial. La oposición a que sea el martillero-rematador quien fije el valor de venta, se ha sostenido en la falta de idoneidad, en la carencia de título específico, en la carencia de habilitación, en la existencia de otros profesionales habilitados, y hasta mencionando que la ley 20.266 fue alguna vez declarada inconstitucional (cfr. Piedecasas, ob. cit., pág. 109). Por eso, bien se ha dicho que no se puede compartir esta posición jurisprudencial, porque de la lectura de la ley 20.266 -que solo fue declarada inconstitucional en un caso concreto y aislado- se colige que el martillero, por su naturaleza y función en el mercado, es uno de los profesionales que mejor puede efectuar el pronóstico del precio de venta o de mercado de un bien; por ende, es idóneo para efectuar dicha tarea, máxime aún cuando ha rendido un examen de capacitación para acceder a la condición de martillero (art. 1º inciso e), ley 20.266) (cfr. Piedecasas, ob. cit., pág. 109). 5. Aplicación de la ley 24.441 El art. 598, en la redacción dada por la ley 24.441 (Adla,LV-A,296), no resulta aplicable en lo referente a la fijación de la base de subasta y modalidades de venta del bien (CNCiv., Sala J,1995/10/11, "Caivano, Rodolfo C. c. González, Jorge y otros", La Ley, del 17/6/97, fallo 39.543). No obstante, la circunstancia que el art. 58 de la ley citada disponga que la base de la subasta será el monto de la deuda a la fecha de procederse a la venta no significa que, al liquidarse definitivamente lo debido de acuerdo a las pautas legales y a los intereses, pueda el adquirente liberarse de las obligaciones que asumió libremente con anterioridad cuando se le confirió la tenencia del inmueble a un precio mayor que el determinado como base del remate (CNCiv., Sala E, 1998/09/10, "Mogno, Alda Alfreda c. Holtzman, Marcelo Jacobo", ED, 185-643). Por ello, corresponde acceder a la petición del acreedor hipotecario de que se fije la base de la subasta en una cifra inferior al crédito (CNCom., Sala D, 2000/05/19, "Starplast SA s/ quiebras/ inc. de conc.esp. por Alta Plástica SA", JA del 1/8/01, nº 6257). B) Constitución de domicilio Domicilio del comprador Art. 579. -- El martillero requerirá al adjudicatario la constitución del domicilio en el lugar que corresponda al asiento del juzgado. Si el comprador no lo constituyese en ese acto y no lo denunciare oportunamente, se aplicará la norma del art. 41, en lo pertinente. 1. Principios generales Se llama adjudicatario a quien en definitiva adquiere el bien subastado, sea por ser el mejor postor o el único oferente, quien a partir de ese momento toma posesión de los derechos emergentes del remate, y se convierte en parte en las cuestiones que pudiera suscitar el trámite de aprobación de la subasta. Por esta razón pesa sobre el comprador la carga de constituir domicilio en el radio del juzgado. De no hacerlo, todas las providencias que deban practicársele, le quedarán notificadas por ministerio de la ley y en los estrados del juzgado. El martillero es quien deberá exigir al comprador que en el boleto de compraventa constituya domicilio dentro del radio del juzgado (CNCiv en pleno, 1967/07/03, La Ley, 127-792). Esta obligación del martillero se confunde con las potestades jurisdiccionales que se vinculan con la aceptación de la calidad de parte, aun cuando la del comprador sea de carácter incidental y contingente. Por tanto, la vigencia del plenario citado puede considerarse en estado de revisión, porque pese a que no se puede denegar la intervención del comprador en las múltiples oportunidades que tiene y que enseguida se señalan, lo cierto es que no debe ser potestad del martillero intimar a constituir domicilio legal, salvo que se interprete que actúa por delegación judicial en cumplimiento de la orden de venta que debe anunciar la denuncia de domicilio como una carga del adquirente. El adquirente puede participar en el incidente de nulidad de la subasta; podrá plantear la compensación del precio si es acreedor del ejecutado; será sujeto pasivo si es renuente en el cumplimiento del saldo de precio, como si demuestra una conducta obstruccionista en sus intervenciones; tiene legitimación activa en el incidente de sobreseimiento del juicio promovido por del demandado y en la petición de indisponibilidad de fondos (Fenochietto, ob. cit., tomo 3, pág. 190). C) Deberes y facultades del comprador Pago del precio. Suspensión del plazo Art. 580. -- Dentro de los cinco días de aprobado el remate, el comprador deberá depositar el importe del precio que corresponda abonar al contado, en el banco de depósitos judiciales; si no lo hiciere en esa oportunidad y no invocare motivos fundados para obtener la suspensión del plazo, se ordenará nueva subasta en los términos del art. 584. La suspensión sólo será concedida cuando medien circunstancias totalmente ajenas a la conducta del adquirente y en situaciones que no pudieren ser superadas con las sola indisponibilidad de los fondos. El ejecutante y el ejecutado tienen legitimación para requerir el cumplimiento de las obligaciones del comprador. 1. Integración del precio A diferencia de la subasta de muebles en donde el adjudicatario recibe los bienes de inmediato (salvo disposición en contrario), en las de inmuebles el procedimiento debe transitar por requerimientos adicionales. En efecto, dentro de los cinco días de aprobada la subasta se le notificará dicha circunstancia al comprador, por cédula, quien dispondrá de otros cinco días para integrar el pago del bien adquirido. En caso de incumplimiento de este plazo, el juez ordenará una nueva subasta, salvo que existan razones serias que justifiquen la demora. La falta de pago lleva a una nueva subasta. Basta con verificar el hecho de que haya transcurrido el tiempo, y que exista pedido del interesado. No cabe sustanciar el pedido de nueva subasta porque así se abriría una nueva posibilidad de cumplimiento cuando ya ha desaparecido su causa por la presentación oportuna del titular del inmueble, que importa el ejercicio del derecho a la resolución derivada de la mora del comprador (CNCiv, Sala G, 1990/03/12, “Benvenuto, Irma s. suc.”ab intestato”, ED del 22/11/90). A pesar de tratarse de un plazo perentorio, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo civil ha resuelto en pleno que en tanto no se haya decretado una nueva subasta el adjudicatario podrá integrar el saldo del precio (CNCiv. en pleno, 1969/07/10, La Ley, 136-802). El depósito se debe integrar ante el Banco respectivo de la jurisdicción interviniente; aunque se ha resuelto, contrariamente a lo establecido por el artículo en comentario, que es válido el pago del saldo de precio que el comprador en subasta pública hiciera extrajudicialmente, en forma directa a los acreedores hipotecarios y profesionales intervinientes, de acuerdo a las liquidaciones aprobadas en el expediente (CS, 1967/09/08, “Léxica Alvear, Diego y otra c. Viale, Luis”, ED, 19-701, fallo 10.053). 2. Compensación del pago del precio El acreedor ejecutante se encuentra expresamente autorizado a alegar en su beneficio la compensación prevista en el art. 818 del Código Civil pudiendo pagar, en caso de ser el adquirente del bien subastado, solamente la seña y luego, hasta la concurrencia de su crédito, compensar el saldo de precio. La denuncia de compensación se debe autorizar antes de celebrar la subasta. Esto es así en tanto será el juez quien resuelva el derecho del ejecutante de compensar su crédito con el bien. De manera que hacerlo en el remate mismo es extemporáneo y no puede ser contemplado por el martillero. Respecto de la posibilidad de compensar la seña, se ha resuelto que el acreedor hipotecario no puede compensar su crédito con la seña que debería pagar en caso de resultar el mayor postor y adjudicatario en el remate del inmueble asiento de su garantía, pues la subasta genera gastos por cubrir con ese importe, respecto de los cuales el gravamen hipotecario queda postergado (CNCom, Sala D, 1996/03/15, “Rapoport, Bernardo c/ Toledo, Nora y otro”, La Ley, del 8/6/99). Lo mismo sucede de llevarse a cabo la compensación si concurren al acto otros acreedores que resulten privilegiados por la preferencia de pago. 3. Legitimación para requerir el cumplimiento de las obligaciones del adquirente Tanto el ejecutante como el ejecutado poseen legitimación suficiente para incoar al adjudicatario al cumplimiento de las obligaciones por él asumidas. Articulaciones infundadas del comprador Art. 581. -- El adjudicatario que planteare cuestiones manifiestamente improcedentes que demoraren el pago del saldo del precio, se le impondrá una multa que podrá ser del cinco por ciento al diez por ciento del precio obtenido en el remate. 1. Sanciones por demora en el pago del precio El comprador en subasta judicial se convierte en parte incidental, y más allá de las obligaciones que se analizaron en el artículo anterior, asume deberes y cargas procesales, propio de aceptar las reglas previstas para el remate. La multa por inconducta que ésta norma consagra, no es más que la aplicación del principio de moralidad y buena fe procesal, por el que se permite sancionar las conductas obstruccionistas (art. 45). Se ha entendido que, el acreedor que reclama el depósito de saldo de precio por el comprador lo hace en tiempo oportuno aun después de la aprobación del remate porque lo referente al depósito del saldo de precio debe ser planteado luego de aprobado aquél, como lo dice claramente el art. 580. Incluso el art. 581 prevé sabiamente incidencias que puede plantear el comprador "que demoraren el pago del saldo de precio", y son severamente sancionadas porque suponen la aprobación del remate y la preclusión de las etapas anteriores del proceso (del voto del doctor Vernengo Prack) (CNCiv., Sala B, 1984/05/17, "Férnandez de Dura, D. c. Dura, Etwin E.", ED del 8/8/84, p. 5). 2. Aplicación de la multa al letrado Del juego armónico de los textos de los arts. 581 y 45 surge que la multa prevista por el primero para sancionar al adjudicatario que demora el procedimiento en la subasta puede serle impuesta al letrado, por cuanto éste debe apreciar la viabilidad de las cuestiones antes de proceder a su planteo (CNCiv., Sala C, 1994/03/01, "Torossian, Jorge c. Benayas, María C.", La Ley, 1994-D, 384.-DJ, 1994-2-1083). 3. Interpretación de las conductas No toda demora en la integración del saldo de precio constituye una acción dilatoria en el cumplimiento de las obligaciones asumidas al quedar aceptada la oferta hecha en la subasta. Las incidencias posteriores se deben interpretar por el Juez de acuerdo con la entidad e importancia de las argumentaciones. En tal sentido, se ha dicho que el mero disenso con la forma de notificación del auto de aprobación del remate, aunque erróneo, no importa en sí mismo intención de perturbar o dilatar innecesariamente el trámite (CNCom., Sala B, 1995/12/19, "Relea Acuña, Roberto c. Provenzano, Mariol y otro", La Ley, 1995-E, 449). Pedido de indisponibilidad de fondos. Artículo 582. -- El comprador que hubiere realizado el depósito del importe del precio podrá requerir su indisponibilidad hasta tanto se le otorgue la escritura, o se inscriba el bien a su nombre si prescindiere de aquélla, salvo cuando la demora en la realización de estos trámites le fuera imputable. La indisponibilidad no regirá respecto de los gastos de escrituración y pago de impuestos. 1. Finalidad Los fondos provenientes de una subasta, depositados, responden en garantía de las eventuales deudas de carácter impositivo, por lo cual es procedente acordarse la disponibilidad de tales fondos, si se reservan las sumas necesarias para responder al pago de los respectivos impuestos. Esta medida podrá ser mantenida en la medida en que la escrituración no se vea demorada por negligencia del adquirente ya que se estarían perjudicando los derechos del acreedor ejecutante (CNCiv., Sala B, 1986/02/27, "Di Sabatto de Celleti, Pascual R. y otro, sucs.", La Ley, 1988-B, 609). Como consecuencia del principio enunciado, mientras no cese el estado de indisponibilidad de los fondos depositados por el comprador en subasta judicial, no corresponde, sin su conformidad, autorizar extracción alguna, cualquiera sea la prioridad o privilegio que se invoque. En síntesis, esta facultad que se acuerda al comprador, tiene como finalidad esencial crear las condiciones mínimas indispensables para que aquél pueda asegurarse la obtención del bien adquirido. Sin embargo, su ejercicio debe conciliarse con los derechos del acreedor a la percepción de su crédito, de modo que la indisponibilidad puede aceptarse durante un lapso razonable, cabe levantarla cuando la demora en los trámites de la escrituración fueran imputables al adquirente (CNCiv., Sala C, 1986/02/27, "Di Sabatto de Celleti, Pascual R. y otro, sucs.", La Ley, 1988-B, 609 [37.917-S]). 2. Limites a la indisponibilidad Las limitaciones enunciadas en el último párrafo del artículo en comentario se deben a que son sumas de dinero necesarias para llevar adelante la escrituración en sí. Los fondos que sean necesarios para el pago de los gastos de escrituración e impuestos a cargo de la vendedora, no quedan afectados según se ha dicho, de modo que no se garantizarían suficientemente los derechos del comprador con el arbitrio de dejar en autos una suma prudencial para responder por dichas erogaciones (CNCiv., Sala G, 1981/05/11, "Llinas Pla, Félix, suc.", La Ley, 1982-A, 280). Asimismo, se repite el concepto al sostener que, la indisponibilidad de los fondos provenientes de la subasta tiene por fin exigir a la parte vendedora que se coloque en condiciones de suscribir la escritura. Por ello, no corresponde que el acreedor intime la escrituración del comprador, bajo apercibimiento de disponer del saldo de precio, si la operación no estaba en condiciones de realizarse por inconvenientes ajenos a él. Los fondos responden en garantías de eventuales deudas (CNCiv., Sala C, 1993/05/04, "Alsina, Fernando c. Pecar, Eduardo", JA, 1994-I-165). Además, como la indisponibilidad de los fondos no rige respecto de los gastos de escrituración y pago de impuestos mientras el ejecutante no esté totalmente desinteresado, a l s sumas depositadas no podrán aplicarse a otro destino, salvo que se tratare de las costas de la ejecución, o del pago de otro acreedor preferente y privilegiado (art. 590). Estos fondos producidos de la subasta judicial, deben indisponibles por el plazo de diez días hábiles, cuando se trata de afectado a la propiedad horizontal, a fin de que el consorcio de presente la liquidación del crédito por expensas comunes hasta la bien al adquirente. mantenerse un inmueble propietarios tradición del Presentada la liquidación, la indisponibilidad se limita al monto de esa cuenta, quedando los fondos depositados que excedan dicho monto inmediatamente disponibles para el ejecutante (CNCom., Sala D, 1998/03/05, "Escandarani, Elías c. Fagre, Juan C.", La Ley, 1998-E, 691). 3. La ley 24.441 Esta normativa crea un sistema especial para las ejecuciones hipotecarias y establece en su art. 79, modificatorio del art. 598, que “en los casos previstos en el presente artículo, no procederá la compra en comisión ni la indisponibilidad de los fondos de la subasta. No obstante el juez podrá pedir caución suficiente al acreedor”. D) Sobreseimiento del juicio Sobreseimiento del juicio Art. 583. -- El ejecutado sólo podrá liberar los bienes depositando el importe del capital y de lo presupuestado en concepto de intereses y costas, sin perjuicio de la liquidación que ulteriormente correspondiere; asimismo, una suma a favor del comprador, integrada por la comisión del martillero, sellado del boleto y el equivalente a una vez y media del monto de la seña. Los importes deberán ser satisfechos aunque el martillero hubiere descontado los gastos del remate de la cantidad correspondiente a seña. La indemnización establecida sobre la base del valor de la seña es sin perjuicio de otras que pudieren corresponder en concepto de responsabilidad civil. La simple promesa de pago no autoriza a pedir el sobreseimiento; tampoco podrá supeditarse el pago a la exigencia de una liquidación previa. El ejecutado no podrá requerir el sobreseimiento si el comprador hubiese depositado en pago el saldo del precio dentro de los plazos a que se refiere el art. 580, o antes. Por saldo de precio se entiende el que debe abonarse al contado. La facultad de solicitar el sobreseimiento sólo podrá ser ejercida por el ejecutado o, en su caso, sus herederos. Si el adquirente fuere el acreedor autorizado a compensar, el ejecutado podrá requerir el sobreseimiento antes de que se tenga por oblado o compensado el precio de venta con el crédito del adquirente. En las cuestiones que se plantearen acerca de la suficiencia del pago realizado por el ejecutado, el comprador sólo es parte en lo que se refiere a las sumas que podrían corresponderle de conformidad con lo establecido en el párr. primero. 1. Principios generales Realizada la subasta, y antes de que el adjudicatario deposite la integración del saldo que perfeccionará la compra y obtendrá la tradición del bien, el ejecutado podrá liberar los bienes rematados, dando en pago la totalidad de las sumas reclamadas en concepto de capital con más sus intereses y costas. Esta idea de pago in extremis el código lo ha denominado "sobreseimiento en el juicio ejecutivo", asignando un término de connotaciones penales que no se apropiado con el movimiento hacia una justicia de rostro más humano, donde la realización de bienes debe estar acompañado de un sentido de justicia y ausencia de excesos. El cumplimiento se integra con varios requisitos: a) depósito judicial de, b) capital e intereses liquidados y firmes, c) más una previsión razonable para honorarios que no estuviesen regulados, d) más una suma para el comprador afectado equivalente a una vez y media del monto de la seña, e) más la comisión del martillero, f) más el costo del sellado del boleto. Estas sumas a integrar deben ser hechas a nombre y cuenta de las actuaciones judiciales, y sujetas a la aprobación del Juez de la causa. No pueden contener promesas de pago, ni pretender garantizarlo con otros bienes, títulos o valores. No descuenta suma alguna, aunque ellas se hubieran tomado con anterioridad (por ejemplo, el correspondiente a la seña). Los montos depositados quedarán supeditados a la liquidación que se realice, la que podrá arrojar la existencia de saldos que también deberán ser satisfechos por el deudor. 2. Oportunidad para pedir el sobreseimiento Con este procedimiento se disipa toda duda acerca del límite temporal al que se halla supeditado el sobreseimiento, recogiendo, sin duda, la doctrina sentada en el fallo plenario "E. A Calacagno y Cía., S. C. A. Establecimiento Don Germán c. Corviella Murías, Carlos" de fecha 26 de diciembre de 1978 (La Ley, 1979-A, 374), que había establecido que "basta el pago del saldo de precio sin necesidad de aprobación del remate para que se torne improcedente el sobreseimiento en la ejecución" (CNCiv., Sala C, 1983/02/22, "Frechou, Héctor c. Rizzi, Luis J.", La Ley, 1983-C, 283 - ED, 104-131). Pero en los párrafos finales del art. 598 surgen dos cuestiones más: a) el supuesto de compensación de créditos, y b) insuficiencia de la integración. Las soluciones difiere; en el primer caso, con el depósito de los importes que antes se detallan es suficiente porque no se requiere de liquidación previa, de modo que el pago total justipreciado debe ser anterior al auto que apruebe el pedido de aprobación de la subasta, cuando se trata de compensación requerida por el acreedor ejecutante, y antes de que se apruebe el pedido de compensación si se trata de otro acreedor. Cuando el código dice que debe ser anterior a que se tenga por oblado o compensado el precio de venta, no especifica esta diferencia. Peor lo cierto es que si el pedido de compensación lo plantea el acreedor ejecutante, la autorización es anterior a la subasta, de modo tal que se perdería la posibilidad de sobreseimiento de marcarse los tiempos tal como el ordenamiento los indica; en cambio, modificando el temperamento como se propone, se equilibraría la situación con otros acreedores adquirentes. En el otro caso, si la integración del depósito se practica durante la etapa de cumplimiento del pago del saldo, y estando ella disputada; la pendencia de resolución favorece al deudor quien puede cancelar y dejar subsistente en el comprador el derecho de cuestionar los importes resarcitorios que le corresponden. 3. Limitaciones por el accionar del comprador El derecho consagrado en el artículo en comentario existe únicamente en la medida en que el adjudicatario de los bienes no hubiese depositado la totalidad del precio dentro de los plazos previstos por el art. 580. Es decir que si el comprador de los bienes realizados hubiese dado en pago el precio dentro de los cinco días de notificado el auto que aprueba la subasta, el deudor no tendrá la posibilidad de acogerse a esta forma de solución sin perder el bien inmueble. Por eso, la circunstancia de que el acreedor haya sido dispensado de depositar el monto de la seña no exime al ejecutado de la carga de pagar en la indemnización prevista, el equivalente a una vez y media su importe, porque la situación de acreedor que compra el bien, no difiere de la de cualquier otro adquirente (CNCiv., Sala F, 1983/02/08, "Mejalelaty, Elías c. Inmobiliaria Continental, S. R. L.", La Ley, 1983-C, 114 -ED, 103-723). 4. Legitimación para peticionar el sobreseimiento La facultad de aplicar este procedimiento le corresponde únicamente al ejecutado o sus herederos, de manera que los terceros acreedores no podrían subrogarse en los derechos del deudor. En consecuencia, si un tercero hace el depósito del importe de la deuda antes de que se cumplan los plazos para la integración del saldo de precio, por vía de principio debiera declarárselo inadmisible. 5. Oposición del comprador al sobreseimiento El adquirente podrá constituirse en parte incidental y controvertir el derecho previsto en esta norma, únicamente respecto de los valires que a él deben reintegrársele. Es una limitación absurda, que afecta el derecho de defensa en juicio, y la seguridad jurídica que deben garantizar las subastas públicas. Sin embargo, desde otra perspectiva, se ha dicho que si hay inconstitucionalidad en este precepto, el mismo deriva de poner en posesión del inmueble al acreedor antes de aprobar la subasta. Se dice, entonces que es inconstitucional el art. 598 del Código Procesal, toda vez que el otorgamiento de la tenencia del bien hipotecado al acreedor antes de la aprobación del remate implica el previo lanzamiento del aún propietario, quien, en virtud de la facultad prevista en el art. 583 del Código citado de obtener el sobreseimiento del juicio ejecutivo hasta que se apruebe la subasta, ve violado su derecho de propiedad sobre el inmueble (art. 17, Constitución Nacional). (CNCiv., Sala D, 1998/12/23, "Banco Tornquist c. Pérez de Guglieri, María", La Ley, 1999-F, 451 - DJ, 2000-1-497 - JA, 1999-III-512 ED, 183-175). También se agrega que, es inconstitucional el art. 3936, 2ª parte, del Código Civil, pues el desalojo del aún propietario del inmueble hipotecado antes de la aprobación del remate importa la violación del derecho de propiedad del ejecutado, toda vez que, en virtud de la facultad prevista en el art. 583 del Código. Procesal, éste puede obtener el sobreseimiento del juicio ejecutivo con anterioridad a la subasta del inmueble (mismo fallo anterior) 6. La ley 24.441 La ley 24.441 prevé para las ejecuciones especiales que tramiten conforme su normativa en su artículo 66 que “dentro de los treinta días corridos de efectuada la ejecución extrajudicial, el deudor podrá recuperar la propiedad del inmueble si pagara al adquirente el precio obtenido en la subasta, más el tres por ciento previsto en el artículo 60”. E) Nuevas subastas Nueva subasta por incumplimiento del comprador Art. 584. -- Cuando por culpa del postor cuya oferta hubiese sido aceptada como definitiva en el acto del remate la venta no se formalizare, se ordenará nuevo remate. Dicho postor será responsable de la disminución real del precio que se obtuviere en la nueva subasta, de los intereses acrecidos, de los gastos ocasionados y de las costas causadas con ese motivo. El cobro del importe que resultare, previa liquidación, tramitará por el procedimiento de ejecución de sentencia, quedando embargadas a ese efecto las sumas que el postor hubiere entregado. 1. Incumplimiento del comprador Se indicó al comentar el artículo 580, que el comprador en subasta tiene cinco días para integrar el saldo del precio. El plazo se cuenta a partir del quinto día de aprobado el remate. Entre aquella disposición y la presente, resulta que el comprador en subasta judicial debe abonar dentro del plazo legal el saldo de precio. A partir de ese instante, deja de pertenecerle. El dinero y los intereses que devengue pasan a engrosar el capital obtenido en la subasta, el que será objeto luego de la liquidación pertinente y su distribución de acuerdo a esta última. La indisponibilidad de los fondos, de ninguna manera significa que éstos continúen en cabeza del comprador. Por ello, mal puede quien resultó comprador en la subasta, solicitar el retiro de los intereses que el saldo de precio dado en pago hubiere devengado durante el lapso de su indisponibilidad. En caso de incumplimiento, y a pedido de parte, se procede en los términos del presente dispositivo. El pedido por parte interesada es fundamental en la medida en que nuestra jurisprudencia tiene resuelto que lo que importa para saber si el comprador en subasta pública tiene derecho a pagar después de haber vencido el término perentorio que se le hubiere concedido al efecto, es conocer si, en el momento en que de hecho pretende saldar, existe la causa del pago. Si el contrato de compraventa mantiene virtualidad debe recibirse el pago. Si, en cambio, el vencimiento del plazo ha sido alegado como un presupuesto del derecho a resolver el contrato, ya no puede pretender el comprador forzar la recepción de un pago que sería sin causa por haber dejado el contrato de surtir efectos en razón de dicha resolución (CNCiv., Sala G, 12/3/90, “Benvenuto, Irma s/ suc. “ab intestado”, ED del 22/11/90). 2. Responsabilidad del postor remiso Al postor remiso que regula el código adjetivo, a diferencia de lo preceptuado en el Código Civil, le queda afectada la seña y se le extiende la responsabilidad por la eventual disminución del precio obtenido en la nueva subasta, con más los intereses acrecidos, gastos y costas ocasionados. La subasta judicial de inmuebles tiene un régimen legal específico que proviene de la ley adjetiva por su naturaleza eminentemente procesal. Por consiguiente, los oferentes que demoran la integración del saldo, y como tal se los declara "postores remisos", no pierden las sumas entregadas al martillero, como sucede en el caso previsto por el art. 1202 del Código Civil, que es propio del ámbito contractual. Las mismas quedan sujetas a las responsabilidades establecidas por el art. 584 (CNCom., Sala A, 1989/05/05, "Garderes Carbajal, Carlos c. Stein S. A., Ernesto", La Ley, 1991-B, 162, con nota de H. Daniel Casal JA, 1989-IV-161). De igual alcance resulta el fallo que sostiene que, las sumas entregadas por el postor remiso quedan sometidas ministerio legis a responsabilidad por los conceptos especificados en el art. 584. No son aplicables las directivas del art. 1202 del Código Civil, por tratarse de una situación peculiar del proceso de ejecución, subordinada a la regularización específica (CNCom., Sala D, 1982/03/31, "Galvagno, José c. Patti, Antonio J.", ED, 99-532). 3. Supuesto en el que no se realiza subasta posterior La responsabilidad del postor remiso por la totalidad del crédito insoluto del ejecutante se refieren a la disminución real del precio obtenido en la nueva subasta con sus derivaciones económicas comunes. De manera que el daño sufrido debe determinarse cuantitativamente, para saber cuál fue la real disminución a la que alude la norma indicada y por la que debería responder aquél. En cambio la responsabilidad es directa y presumida sin prueba en contrario, respecto de los gastos ocasionados y las costas generadas con su actitud que hizo fracasar la subasta. El postor remiso es responsable de los intereses moratorios por el período transcurrido desde el vencimiento del plazo otorgado para el depósito del saldo de precio hasta la nueva subasta y percepción del precio de venta, en el cual el acreedor no puede disponer del capital que tenía expectativas de recibir al quedar aprobada la compraventa judicial Los intereses deben calcularse sobre el total del precio de compra en subasta, ya que las sumas por él depositadas quedan embargadas a los efectos previstos por el art. 587 (CNCiv., Sala M, 2000/03/28, "Exprinter, Banco c. Lopez, Adriana", inédito). 4. Forma de ejecutar las sumas debidas Restando integrar el saldo de precio, y a fin de llevar adelante la ejecución de las sumas debidas, se procederá a practicar liquidación de todos los rubros. De ella se dará traslado en los términos de ley y, una vez que se encuentre firme, podrá ser ejecutada según las normas que regulan las ejecuciones de sentencia, con embargo automático de las sumas por el adjudicatario entregadas. 5. Subastas fracasadas. Consecuencias Si bien la realización de una nueva subasta es una de las alternativas contempladas por la ley para el supuesto de frustración de la primera adjudicación, se encuentra implícito en la regulación legal que la decisión respectiva incumbe con exclusividad al juez de la causa, no pudiendo sus auxiliares sustituirlo en su potestad jurisdiccional, por justificados que fueran los motivos de ese proceder (CNCom., Sala C, 1993/06/24, "Agrupación Médica Argentina S. A.", La Ley, 1994-E, 159, con nota de Isidoro Eisner - IMP, 1994B, 2237). Los remates sucesivos no se vinculan con el supuesto del art. 569, porque el remate del inmueble es único y se posterga por una causa justificada. De otro modo, se otorgarían facultades excesivas al martillero, y hasta se favorecería cierta inducción a los presuntos adquirentes a abstenerse de ofertar con la certidumbre de que en escaso tiempo la venta se efectuará sin base, configurándose de tal modo un serio riesgo de afectar el derecho de propiedad del ejecutado, que en el caso de concretarse no podría ser salvado mediante la utilización de ninguna vía procesal (CNCiv., Sala C, 2000/07/13, "Consorcio de Prop. Cangallo 1228/30 c/ Primo, Fabián M.", La Ley del 20/12/00). La retrogradación del acto al valor de base importa en los hechos la realización de una nueva subasta, pues reinicia la puja desde el origen, soslayando las posturas intermedias hasta la primera adjudicación frustrada, lo que impide hablar de continuación de ese acto. Asimismo, corresponde la devolución de las comisiones como así también la pérdida del derecho a su percepción, cuando se resuelve la nulidad de la subasta y de la circunstancia de haber tenido su origen en el mal desempeño de su función por parte de los martilleros (CNCom., Sala C, 1993/06/24, "Agrupación Médica Argentina SA", La Ley del 27/10/94). A veces, si el comprador de un bien en subasta pública no paga el saldo del precio en el plazo establecido -plazo que es perentorio-, pueden existir circunstancias excepcionales que tornen admisible el pago tardío, aunque el postor deba responder por los intereses moratorios Así se ha dicho que, si la compradora hizo el depósito del saldo del precio del bien adquirido en subasta un año después, por causa no imputable a ninguna de las partes, en tales circunstancias no se trata de sancionar la mora del comprador, pues de hecho no existió, y aun en la hipótesis de haber existido no encontraría su solución en la actualización de la deuda o en los intereses moratorios, sino en las disposiciones del art. 584. Con ello se pretende evitar que por un hecho externo a las partes, la compradora pueda ejercer abusivamente su derecho, aprovechando que el tipo de proceso no dejaba a la acreedora o a la parte demandada la oportunidad de defender el suyo. Por ende como el mantenimiento estricto de las prestaciones deriva, en este caso, en un enriquecimiento sin causa del comprador y ello no puede ser propiciado por el tribunal es razonable la actualización del saldo de precio desde la fecha del remate hasta la del depósito y previa deducción del monto abonado, la revalorización del saldo hasta la fecha del pronunciamiento y por los índices de precios de la construcción (CNCiv., Sala A, 1985/03/14, "Banco Comercial del Norte c. Ramírez, Eduardo", La Ley, 1985-C, 309). Falta de postores Art. 585. -- Si fracasare el remate por falta de postores, se dispondrá otro, reduciendo la base en un veinticinco por ciento. Si tampoco existieren postores, se ordenará la venta sin limitación de precio. 1. Fracaso por falta de oferentes El procedimiento previsto en el art. 585 para las hipótesis de fracaso de la subasta por falta de postores no ha sido solamente instrumentado en resguardo de los derechos del acreedor, para evitar dilaciones y gastos, o del deudor propietario del bien ofertado, para asegurarse la existencia de un precio remanente, sino en el propio interés de la jurisdicción, en nombre de la cual se ejecuta el acto y respecto de cuya seriedad y garantía no se puede dudar (CNCiv., Sala A, 1996/04/16, “Deutsche Bank Argentina SA c. Kotwika, Roberto”, La Ley, 1996-D, 146 - DJ, 1996-2-704). 2. Fecha del segundo remate Se ha mencionado con insistencia, y la Corte lo ratifica que, si el tribunal apelado dispuso que en el supuesto de fracasar el primer remate, se efectuase uno nuevo media hora después con una reducción de la base en un 25 %, y en la hipótesis de malograrse este último, otra subasta con igual intervalo y con un nueva reducción de igual proporción, para finalizar con un cuarto remate sucesivo luego de media hora de espera, sin base, en tales condiciones, lo decidido va en contra del espíritu y los propósitos de la norma del art. 585, que contempla la posibilidad de remates sucesivos, pero a condición de que lo sean en fechas distintas. De otro modo se estaría induciendo a los presuntos adquirentes a abstenerse de ofertar con la certeza de que en poco tiempo la venta se efectuaría sin base, configurándose así un serio riesgo de afectar el derecho de propiedad del ejecutado, que en caso de concretarse no podrá ser salvado mediante la utilización de ninguna vía procesal (CS, 1984/09/04, "Brezca, Raúl o Brezca y Kizon, Raúl c. Barzani, Rosa y otra", La Ley, 1984-D, 536). La falta de postores significa ausencia de oferentes, situación distinta a la venta a bajo precio que no provoca la nulidad de la subasta. La causa del valor ínfimo en el precio obtenido, no es causa de anulación, si la base del remate fue solicitada por la ejecutante teniendo presente el valor real del inmueble y el monto de las deudas que pesan sobre aquél, lo que fue consentido por la ejecutada, máxime si no se recurrió al sistema previsto por el art. 585 (CNCiv., Sala E, 1997/08/03, "González, Jorge R. y otro c. Mernies, Mónica C. y otro", La Ley, 1998-F, 883 [41.087-S]). F) Perfeccionamiento de la venta. Trámites posteriores. Desocupación del inmueble Perfeccionamiento de la venta Art. 586. -- La venta judicial sólo quedará perfeccionada una vez aprobado el remate, pagado el precio o la parte que correspondiere, si se hubieren otorgado facilidades, y luego de realizada la tradición del inmueble a favor del comprador. 1. Principios generales La transmisión del dominio de un inmueble vendido en subasta judicial se perfecciona una vez pagado el precio, aprobado el acto realizado por el martillero y hecha efectiva la tradición. Mientras no se cumpla con la totalidad de estos actos, el adquirente está facultado para ceder los derechos y acciones que surgen del boleto de compraventa, a cuyo fin no se requiere el otorgamiento de una escritura pública, pues tal cesión está enmarcada dentro de la órbita de los derechos y acciones personales del cedente, los cuales son negociables por el simple acuerdo de voluntades formalizado por escrito. En el caso de la venta judicial, la cesión debe coincidir con el nivel de exigencia formal que tiene el trámite, máxime si la venta se resuelve en un proceso que, todo él, es un instrumento público, debiendo dicha operación sinalagmática concluirse en una escritura pública. Es decir, en el caso concreto de las cesiones hecha por instrumento privado con certificación de firmas, deben realizarse por medio de un instrumento específico que es la escritura pública (CNCiv., Sala J, 1998, 06/02, “Hernaiz, Alcira y otros c. Etcheto, Martín”, ED del 4/8/98). 2. Aprobación de la subasta La confirmación judicial de la subasta reclama el examen de las condiciones en que se cumplió la orden del Juez, para dejar establecida la inexistencia de vicios que puedan invalidar lo actuado o afectar la compraventa convenida con el mejor postor, pero no para que el solo arbitrio del ejecutado y aún con la conformidad del ejecutante, lo dejen sin efecto. 3. Escritura e inscripción en el correspondiente registro Cabe advertir que en la especie, ni el acto notarial ni la correspondiente inscripción en el Registro de la Propiedad Inmueble constituyen requisitos de validez para el perfeccionamiento de la subasta. Así resulta porque la subasta judicial posee su propio sistema de publicidad por medio de edictos, de modo tal que la oponibilidad “erga omnes” del remate proviene del específico régimen de publicidad a que la misma se halla sujeta, pues a l publicación de los edictos permite el conocimiento de la fecha del remate para todos los terceros eventualmente interesados (CNCiv., Sala E, 1997/07/10, "Consorcio de Prop. Arabe Siria 2723-29 c. Musella Norma y otro", La Ley, 1997-E, 1059, J. Agrup., caso 11.952 - DJ, 1997-1-1002). Sin perjuicio de ello, la inscripción de la venta materializada mediante subasta judicial resulta necesaria para asegurar la continuidad del tracto y facilitarle al comprador la realización en el ámbito registral, de los actos de disposición que emerjan de su calidad de propietario. 4. La tradición o traspaso de la posesión La tradición indica que el adquirente toma posesión efectiva del inmueble y comienza a ejercer en él los actos que le sean propios. La entrega de las llaves de la finca es un supuesto de tradición simbólica que es posible si la finca tiene puertas, puesto que si lo que interesa a la ley, es como principio general, la posibilidad física de disponer de la cosa, y la entrega de las llaves no es una tradición ficta ni una tradición “brevi manu” sino el medio de crear la posibilidad física (nota al art. 2385, Código Civil), mal podría mediante la entrega de las mencionadas llaves crearse una posibilidad de aprehensión u ocupación de la cosa que desde antes ya existía. La posesión dada judicialmente, es un caso atípico de transmisión, donde el juez obra en nombre del anterior poseedor, lo mismo cuando firma una escritura en nombre del vendedor ( v.gr.: art. 512), pero en esta suerte de sustitución el tribunal no escapa a los principios que rigen en materia de adquisición de la posesión, es decir, no basta que por un auto judicial manifieste su deseo de darse por desposeído, sino que debe ajustarse a alguna de las formas previstas por la ley. Cuando existe imposibilidad actual de fijar un plazo de entrega al comprador, por no hallarse el bien previamente individualizado físicamente, es ineluctable la consecuencia de la viabilidad de la resolución del contrato celebrado por aplicación de lo dispuesto en los arts. 1204, 1409 y 1413 del Código Civil, correspondiendo hacer lugar a la restitución de lo pagado con los intereses devengados por el depósito a plazo fijo efectuado (del dictamen del Fiscal de Cámara). En consecuencia, y estando a lo expresado en los párrafos anteriores, de acuerdo con el art. 1413 del Código Civil, si el vendedor se hallare imposibilitado para entregar la cosa, el comprador puede exigir que inmediatamente le sea devuelto el precio dado, sin estar obligado a esperar que cese la imposibilidad del vendedor. La norma mencionada abarca tanto la imposibilidad material cuanto la jurídica; se aplica tanto a contratos de compraventa de inmuebles celebrados en escritura pública, como a las promesas de venta concertadas en instrumento privado, y juega tanto cuando la imposibilidad deriva de un caso fortuito de la fuerza mayor, como de una culpa del vendedor. Por tanto, aunque la imposibilidad de entregar la cosa, por parte del vendedor, fuese temporaria, el comprador no está obligado a aguardar que ella cese, pues en nuestro derecho no se admiten, pro principio plazos de gracia. Además, pudiendo escoger el adquirente entre pedir la resolución o esperar que concluya la imposibilidad, y habiendo optado por lo primero cabe dejar sentado que la resolución impetrada se ajusta a derecho (arts.1413 y concs.del Código Civil) (CNCom, Sala D , "Mantuano, s. quiebra", La Ley, 1981-A, 169 JA, 981-III-223). Escrituración. Artículo 587. -- La escritura de protocolización de las actuaciones será extendida por escribano sin que sea necesaria la comparecencia del ejecutado. El adquirente que solicita la escrituración toma a su la realización de las diligencias tendientes a ella, pero no está obligado a soportar los gastos que corresponden a la otra parte. 1. Escritura de protocolización La escrituración no es un trámite indispensable cuando el bien inmueble ha sido adquirido en subasta pública (art.1184, Código Civil). Si el adquirente del bien raíz opta por él, toma a su cargo las diligencias necesarias, los gastos por certificados y el estudio de títulos (CNCom., Sala A, 1994/04/30, “Ros, Modesto s. quiebra”, La Ley, 1995-E, 459). Esto es así siempre que, como se mencionó en el artículo anterior, la transmisión del inmueble vendido en pública subasta se perfecciona con la aprobación de esta y la toma de posesión por el comprador, por lo que la escritura pública sólo tiene por objeto reunir en un instrumento las constancias del juicio en que se practicó la diligencia. 2. Costo de escrituración Salvo aquellos gastos que se encuentren en cabeza de la otra parte, el comprador cargará con los costos de la escrituración. Cabe agregar que no debe confundirse la obligación de escritura ordenada por sentencia de conocimiento (art. 512), con la protocolización que establece el artículo 587. Aun cuando la protocolización prevista se considera obligatoria, es valor entendido que por tratarse de una venta forzosa para nada interviene a quien se tiene indebidamente por parte "vendedora" (el vendedor es el juzgado). Por subasta pública, en la inteligencia del art. 1184, primera parte del Código Civil, se comptende la realizada por orden judicial y no por disposición del propietario. Por ello, por ejemplo, tratándose de la culminación de un proceso de división de condominio, la subasta del bien encuadra en el primer inciso del mencionado art. 1184, no siendo de aplicación el art. 587 del Código Procesal por no tratarse estrictamente de un proceso de ejecución; de ahí que se imponga no sólo el otorgamiento del acto escriturario para perfeccionar el remate -y no la protocolización de las actuaciones-, sino también la intervención en la escritura tanto de la actora como de las demandadas, en calidad de parte vendedora. Ello no empece, finalmente, a la eventual participación supletoria del juez, cumplidos que sean sus presupuestos (CNCiv., Sala D, 1980/10/03, "Hermida de Alliegro, Delfina c. Miranda, Mercedes y otros", La Ley, 1981-A, 340). 3. Otros gastos En cuanto a los gastos, los de la escritura de protocolización a que alude el art. 587, corresponden al ejecutado, y tienen privilegio sobre el crédito hipotecario, pues en orden a la cuestión de preferencia es aplicable el art. 590 del mismo cuerpo legal que acuerda primacía a las costas de la ejecución ( coincidente con la regla contenida en el art. 3879, inc. 1º, del Código Civi)l respecto de los gastos de justicia que comprenden las erogaciones realizadas por el escribano interviniente (CNCiv., Sala B, 1996/09/12, "Stepak de Fisch, A. y otro c. Lejam Técnica Ind. y Com. S. C. A.", La Ley, 1998-D, 908, J. Agrup., caso 12.877). La única escritura que corresponde se extienda en caso de subasta judicial, es de simple protocolización de actuaciones y comprende tanto la inserción o transcripción, como la anexión o incorporación al protocolo. Ella configura un instrumento que reúne las constancias fundamentales del proceso en el que se llevó a cabo la subasta (CNCiv., Sala F, 1998/10/08, "Colombo, Pablo P. c. Salonia, José", La Ley, 1999-C, 576 - DJ, 1999-2-850). Respecto a la ley 24.441, no deroga explícitamente el art. 1184 del Código Civil, por lo tanto la facultad otorgada al comprador por éste artículo para eximirse de la escritura pública en los supuestos de remate judicial continúa vigente, aún cuando la mencionada ley prevea que la escritura de protocolización de las actuaciones judiciales deba ser extendida por escribano (CNCiv., Sala C, 1999/05/17, "Deutsche Bank Argentina SA v. Trapalo SA", JA, 2000-II-544). Levantamiento de medidas precautorias. Artículo 588. -- Los embargos e inhibiciones se levantarán al solo efecto de escriturar, con citación de los jueces que los decretaron. Una vez escriturado el bien, sin otro trámite, esas medidas cautelares se levantarán definitivamente, si fuere procedente, con la presentación del testimonio para la inscripción en el registro de la propiedad. Los embargos quedarán transferidos al importe del precio. 1. Levantamiento de embargo Presupuesto necesario para inscribir la transmisión de dominio del bien adquirido en la subasta, es que se ordene el levantamiento de todas las medidas cautelares que sobre el mismo hayan recaído. La comunicación a Jueces embargantes e inhibientes que se produjo en ocasión de notificar el auto de venta, se reitera en esta oportunidad; y aquellos que hubieran trabado otras medidas encontrándose vigente los certificados, serán informados por cédula. Los acreedores que encuentran así perdida la medida cautelar, transfieren al precio de venta el orden y las preferencias para el cobro de sus deudas respectivas. Las órdenes de pago serán resueltas por el juez que lleva adelante la ejecución forzada. Por eso, a fin de determinar las prelaciones todos los acreedores embargantes deberán ser oídos antes de entregar al ejecutante los fondos obtenidos en la subasta (CNCiv., Sala E, 1995/11/10/, "Casano Leticia c. Arizcuren Rosa E. y otro", La Ley, 1996-B, 713). Los embargos levantados provisoriamente lo serán en forma definitiva al tiempo de inscribir la transmisión en el Registro de la Propiedad. 2. Legitimación para levantar el embargo En principio, tanto lo concerniente a las notificaciones dirigidas a los jueces embargantes como todas las diligencias necesarias para dar cumplimiento al levantamiento de las medidas cautelares recaen sobre el ejecutante. 3. Levantamiento al solo efecto de escriturar El levantamiento de las medidas cautelares "al solo efecto de escriturar" sólo se concibe en caso de subasta pública del inmueble, y con citación de los jueces que la hubiesen decretado, pues entonces los embargos se trasladan al saldo de precio, como se ha dicho. Pero es diferente cuando se condena a escriturar una venta privada, caso en el cual sólo es posible previa audiencia de los interesados y decisión tomada preservando las garantías del debido proceso, con posibilidad para ellos de hacer valer las defensas que tuvieren y decisión sobre el mejor derecho de embargantes o compradores (CS, 1986/12/16, "Etcheverry, Luisa M. y otros c. Provincia de Buenos Aires y otros", La Ley, 1987-B, 255 - DJ, 9872-243). Si bien es cierto se ha reconocido a los jueces la posibilidad de levantar medidas cautelares dispuestas por otros jueces, a fin de efectivizar una sentencia por escrituración, ello ha sido siempre y cuando existiera un embargo anotado en tal proceso que ponga de relieve ante terceros la existencia de aquél. Desocupación de inmuebles. Artículo 589. -- No procederá el desahucio de los ocupantes del inmueble subastado hasta tanto no se hubiere pagado el saldo del precio y hecho la tradición. Las cuestiones que se suscitaren con motivo de la desocupación del inmueble se sustanciarán por el trámite de los incidentes, cuando la ilegitimidad de la ocupación apareciere manifiesta, o no requiriere la dilucidación de controversias que por su naturaleza y complejidad deban, a criterio del juez, ser sometidas a otra clase de proceso. 1. Legitimación en los incidentes de desocupación El adjudicatario no necesita promover juicio de desalojo para ejecutar la desocupación del inmueble que compró en el remate judicial. Queda en claro que este es un beneficio que se tiene si en la publicidad de la subasta se indicó que el bien estaba libre de ocupantes; de otro modo, de acuerdo con la actitud del ocupante, el Juez determinará el tipo de procedimiento a asignar. 2. Trámite procesal El trámite procesal que se le imprimirá a la petición de desalojo por parte del adjudicatario dependerá de la legitimidad de la ocupación del bien. En efecto, en el supuesto de tratarse de una ocupación precaria o sin derecho alguno, la desocupación podrá ordenarse en el incidente que al efecto se formará, tras haberse efectuado la intimación respectiva a los ocupantes. En caso contrario, si el bien hubiere sido vendido ocupado, se deberá ocurrir al correspondiente juicio de conocimiento. Si las partes convinieron que, a efectos de facilitar el remate, el deudor debía desocupar el inmueble dentro de los diez días de dictado el auto de venta, como la solución prevista en esta norma no es de orden público y, además, la cláusula mencionada no puede considerarse abusiva, corresponde en el caso intimar al accionado a desocupar el inmueble en el plazo de diez días corridos, bajo apercibimiento de lanzamiento (CNCiv., Sala E, 1983/07/07, "Banco de Italia y Río de la Plata, S. A. c. Galker, Luis N.", La Ley, 1984-A, 488 [36.535-S], - ED, 106-215). Si el requerimiento de deshaucio se debe practicar en extraña jurisdicción, debe considerarse comprendida entre las facultades del juzgado exhortado para el cabal cumplimiento de su cometido, las que se encuentran consagradas en el art. 4° de la ley 22.172, cuando señala que el tribunal al que se dirige el oficio (antes exhorto), se limitará a dar cumplimiento a las medidas solicitadas, dictando las resoluciones necesarias para su total ejecución (CNCiv., Sala F, 1981/10/14, "Domínguez de Machaca, Teófila L. c. González, Daniel", La Ley, 1982-A, 444 - ED, 97-260). SECCION 5ª -- Preferencias. Liquidación. Pago. Fianza Preferencias Art. 590. -- Mientras el ejecutante no esté totalmente desinteresado, las sumas depositadas no podrán aplicarse a otro destino, salvo que se tratare de las costas de la ejecución, o del pago de otro acreedor preferente o privilegiado. Los gastos causados por el deudor para su defensa no tendrán, en ningún caso, prelación, salvo cuando correspondiere por aplicación de la ley sustancial. El defensor de ausentes no podrá cobrar honorarios al ejecutado por su intervención. 1. Privilegio del acreedor hipotecario respecto de embargantes En los juicios ejecutivos comunes el embargo y especialmente su fecha interesan al acreedor a los efectos de establecer prioridades en el cobro (art. 218, Código Procesal); mientras que en el juicio hipotecario esta consideración es irrelevante, pues el acreedor tiene el privilegio emanado del Código Civil (cf. art. 3875 y ss.). La preferencia por el primer embargante cede ante los privilegios especiales, pues la prioridad de cobro que se crea cuando el acreedor se encuentra en el primer lugar de los ordenados y efectivamente trabados (prior in tempore, potior in iure), no constituye un verdadero privilegio aunque de hecho produzca similares efectos. Ahora bien, si la competencia de privilegios se suscita entre acreedores de la misma calidad, no hay prelación entre ellos y, por lo tanto, concurren sobre los bienes que constituyen el asiento de sus preeminencias a prorrata de sus créditos. 2. Colisión entre créditos hipotecarios, fiscales y expensas comunes La jurisprudencia tiene resuelto que entre los créditos fiscales y los créditos hipotecarios, los primeros deben ser satisfechos antes; siempre que exista un alto interés colectivo que justifique esa preferencia, y sin que obste a tal conclusión la eventual preeminencia del crédito hipotecario En sentido contrario, se afirma que el acreedor hipotecario tiene prioridad frente al crédito por expensas comunes (CNCiv., Sala E, 1988/03/25, La Ley, 1988-D, 57). Constituyendo así, una de las pocas excepciones al principio sentado en el plenario "Servicios Eficientes S.A. c. Yabrá" que otorga al crédito por expensas privilegio por considerarlo como una carga inherente al dominio (también llamada propter rem) que sigue al bien (CNCiv. en pleno, 1999/02/18, "Servicios Eficientes S. A. c. Yabra, Roberto I.", La Ley, 1999-B, 384), que ya hemos comentado. 3. Enunciación de preferencias En forma breve se puede establecer el siguiente orden de prelación entre créditos respecto al cobro de las sumas emergentes de una subasta judicial: a) Gastos de justicia. Integrada por honorarios y costas (art. 3879 y nota del Código Civil) ; b) Tasa de justicia, créditos del fisco y de las municipalidades. Conforme ley 23.898 y el art. 3879, Código Civil; c) Créditos hipotecarios en los términos de los arts. 3934 a 3936 Código Civil; d) Expensas comunes, de acuerdo con el art. 17 ley 13.512; e) Créditos impositivos a la hipoteca. Rescpeto de ellos se deberá tener en cuenta que los anteriores tienen prelación pero los posteriores no (Fallos, 271:96); f) Embargos y preferencias en los términos del art. 218 del orden adjetivo; g) Gastos del deudor para su defensa, cuando correspondan por aplicación de la ley sustancial. Si fue asistido por el Defensor de Pobres, éste no podrá percibir honorarios del ejecutado. 4. Oportunidad El conflicto entre acreedores atinente al alcance de la preferencia de sus créditos deberá establecerse cuando se haya realizado la subasta, momento en el cual tendrán conocimiento cierto del precio ofrecido y de la existencia de remanentes (CNCiv., Sala A, 1996/09/02, “Doria SACyC c. Luksemberg, Eduardo s/ Cumplimiento de contrato”, La Ley, 1997-E, 1010). 5. Aplicación exclusiva a las subastas judiciales Atento a que el art. 590 se instala en el capítulo que reglamenta el cumplimiento de las sentencias de remate, rige también para las "subastas públicas" ordenadas en los procesos de ejecución forzada de los bienes del deudor, siendo inaplicable a las ventas por remate que se efectúan en procesos voluntarios por acuerdo de los dueños. Liquidación. Pago. Fianza Art. 591. -- Dentro de los cinco días contados desde que se pagó el precio o desde la aprobación del remate, en su caso, el ejecutante presentará la liquidación del capital, intereses y costas; de ella se dará traslado al ejecutado. Si el ejecutante no presentare oportunamente liquidación, podrá hacerlo el ejecutado, en cuyo caso se conferirá traslado a aquél. Contestado dicho traslado o vencido el plazo para hacerlo, el juez resolverá. La falta de impugnación no obligará a aprobar la liquidación en cuanto ésta no se ajustare a derecho. Si el ejecutado lo pidiere, el ejecutante deberá prestar fianza para percibir el capital y sus intereses. Dicha fianza quedará cancelada, sin que se requiera declaración expresa, si el deudor no promoviere el proceso ordinario dentro del plazo de quince días desde que aquélla se constituyó. En este caso se impondrá al ejecutado una multa que no podrá exceder del veinticinco por ciento del importe de la fianza, y que será a favor del ejecutante. 1. Liquidación La liquidación prevista no es diferente de la descripta en los artículos 503 y 504. En caso que el ejecutante no la presente, la tarea se desplaza hacia el ejecutado, pero no como una cargo, sino como facultad para suplir la inactividad y, con ello evitarse mayores perjuicios. De las cuentas se corre traslado a la otra parte, que se notificará por cédula o medio fehaciente (art. 136), sin que exista obligación de responder. Sustanciada, se aprobará en cuanto fuere lugar por derecho, si así correspondiese. 2. Fianza Para proteger los intereses del ejecutado, en caso de que éste quisiera promover el juicio ordinario previsto en el art. 533, se lo faculta para peticionar que el actor otorgue fianza en forma previa al retiro del capital y sus intereses. Lo que se intenta asegurar es que el monto retirado pueda volver al patrimonio del demandado, si éste consigue revertir la sentencia ejecutiva en un proceso de conocimiento posterior. La determinación del quantum genera serios inconvenientes; aunque suele ser corriente el criterio de dejarla librada al criterio del juez al igual que el tipo de fianza que se establezca. La fianza prestada caducará a los quince días desde su constitución si en ese término no se hubiere promovido el correspondiente proceso ordinario. Inclusive, al ejecutante no solo le será devuelta la caución, sino también, una suma que no podrá exceder del 25 % del importe de la fianza, en concepto de multa procesal. Finalmente, en el supuesto de que se hubiere iniciado el proceso ordinario con antelación al pedido de fianza, se ha resuelto que el ejecutante no puede oponerse a la fianza, basándose en la condición de "anterior" al ejecutivo de un proceso ordinario iniciado por la ejecutada, pues dicho cuestionamiento concierne al juicio que debe dictarse sobre la cancelación automática de la fianza cuando transcurra el plazo de quince días desde su constitución (CNCom. Sala B, 1997/06/06, "Paz, Víctor M. c. Apis Delta S. A.", La Ley, 1998-A, 401). 3. Intereses Los intereses deben haberse peticionados oportunamente sin poderse agregar en la etapa de liquidación, toda vez que de hacerlo, se incurriría en un vicio de congruencia y en un exceso respecto de la condena habida. Explica Fenochietto que, los problemas que giran en torno a la forma de calcular los intereses en el juicio ejecutivo, en principio, son ajenos a la sentencia de remate, de modo que tales cuestiones se aplazan para la etapa de liquidación, oportunidad en que se apreciará la tasa pretendida al amparo del art. 953 del Código Civil y sus concordantes (ob. cit., tomo 3, pág. 219). A diferencia de esta doctrina, en el fuero laboral la solución ha sido la contraria, así se han considerado los intereses como un accesorio indisolublemente ligado al capital por lo que deben ser estimados aún aunque no hubieren sido expresamente peticionados (CNAT, Sala II, 1988/08/29, La Ley, 1989-E, 561). Para calcular el quantum de los intereses se deberá tener en cuenta desde la fecha de constitución en mora y hasta el día del efectivo pago del precio (CNCiv., Sala J, 1997/03/31, "M.A., I. M. del R., M.A.R.", La Ley, 1997-E, 30). 4. Retiro de fondos sin liquidación Si existieren fondos disponibles nada se opone a que el acreedor retire los correspondientes al capital adeudado y honorarios firmes, sin perjuicio de su deber de practicar con posterioridad la correspondiente liquidación. SECCION 6ª -- Nulidad de la subasta Nulidad de la subasta a pedido de parte Art. 592. -- La nulidad del remate, a pedido de parte, sólo podrá plantearse hasta dentro de quinto día de realizado. El pedido será desestimado "in limine" si las causas invocadas fueren manifiestamente inatendibles o no se indicare con fundamento verosímil el perjuicio sufrido. Esta resolución será apelable; si la cámara confirmare, se impondrá al peticionario una multa que podrá ser del cinco al diez por ciento del precio obtenido en el remate. Si el pedido de nulidad fuere admisible, se conferirá traslado por cinco días a las partes, al martillero y al adjudicatario; dicho traslado se notificará personalmente o por cédula. 1. Principios generales La subasta judicial se rige por un procedimiento específico reglado por el código procesal; en consecuencia, son actos de ésta naturaleza los que gobiernan el trámite, sus principios y presupuestos. Este criterio es mayoritario aunque debatido cuando se trata de resolver las vías de impugnación. Por eso, algunos admiten que, dado el carácter de acto procesal que reviste, la subasta judicial se encuentra sujeta a las normas que la regulan, por lo que su eventual invalidación se halla regida por las disposiciones aplicables a las nulidades procesales y a la concurrencia de los siguientes requisitos: 1) existencia de un vicio que afecte a uno de los recaudos del acto, cuando resulten indispensables para la obtención de su finalidad; 2) interés jurídico en la declaración de nulidad; 3) falta de imputabilidad del vicio a quien requiere tal declaración y 4) ausencia de convalidación o subsanación del acto defectuoso (CNCiv., Sala E, 1997/08/03, "González, Jorge R. y otro c. Mernies, Mónica C. y otro", La Ley, 1998-F, 883 [41.087-S]). Siguiendo esta línea se puede afirmar que, la validez del remate es sólo atacable dentro del régimen del Código Procesal, por el remedio de la nulidad, y no mediante impugnación. En consecuencia, para anular la venta se debe demostrar fehacientemente el vicio o defecto que la invalida como tal, no siendo viable argumentar otras causales que no sean aquellas que el régimen de las nulidades procesales admite como ideas fuerza. En la provincia de Buenos Aires, la idea es similar, habiéndose dicho que, la nulidad de la subasta judicial en su faz como acto procesal está sujeta a los mismos principios que informa la teoría de las nulidades procesales y que condicionan su admisibilidad, de ahí que no sólo es menester la verificación de un perjuicio real y concreto para la parte que invoca la nulidad, dado que no es procedente decretarla en el mero interés de la ley, sino que incluso cabe atender al principio de conservación, pues si la subasta impugnada no obstante su eventual irregularidad había logrado la finalidad a que estaba destinada, no resulta admisible la nulidad (C. Pergamino, 1995/10/04, "H.A. Coltrinori y Cía. S. A. c. Kljenak, Omar P.", LLBA, 1996-101). Los presupuestos de la nulidad se articulan así con máximos condicionamientos, entre los que no cabe descartar la característica de ser uno de los eslabones del proceso ejecutivo; y la corriente jurisprudencial que reafirma que debe estarse a una interpretación restrictiva, regla hermenéutica que, generalmente, se ve potenciada a fin de no crear un clima desfavorable a esta clase de ventas (CNCiv., Sala A, 1998/08/21, "Kusrrow, Ana M. c. Echagüe, Alfredo R. y otro", La Ley, 1998-E, 735). No obstante, desde otra posición se afirma que, quedan excluidos de los actos procesales alcanzados por la nulidad lo atinente a las subastas realizadas y aprobadas judicialmente, ello así porque rige el art. 1051 del Código Civil respecto del adquirente a título oneroso y de buena fe que compra un bien en una subasta pública judicial (C.Civ. y Com., Azul, 1997/09/02, "Chiesa, Aldo N. c. Campos Rivero, Josefa M. y otro", LLBA, 1998-359). Temperamento que no tiene adeptos uniformes, en razón de haberse afirmado que, la subasta judicial tiene una naturaleza dual, procesal y sustancial, y por eso la nulidad que no deriva de la violación de las formas instituidas por la normativa procesal, sino que trasciende lo meramente procedimental al asentarse en la invocación de un defecto genético que porta el acto de adquisición en subasta, su articulación no se halla sujeta al plazo preclusivo del art. 587 del Cód. (C.1ª .Civ. y Com., Bahía Blanca, Sala I, 1994/10/04, "Banco Provincia de Buenos Aires c. Echarri, José", LLBA, 1995798). 2. Plazo El art. 592 indica que se puede plantear la nulidad del remate dentro del quinto día posterior a que fuera celebrada. El momento que se tiene en cuenta es la fecha de la venta judicial efectiva, y no el que surja denunciado de actuaciones anteriores; por eso se establece que, pretender contarlo de otra forma constituiría un exceso ritual toda vez que lo que causa perjuicio al apelante es la concreción de la subasta, por ello la interposición de la nulidad, dentro de los cinco días del acto (C.Civ. y Com., Azul, 1999/08/26, "Cepeda, Raúl E. c. Frigorífico Laprida S. A.", LLBA, 1999-1313 - DJBA, 157-229). Desde una posición más amplia, se interpreta que como la subasta judicial es un acto complejo, de carácter procesal, cuyo régimen de nulidad está dado no sólo por el art. 592, sino por las normas generales de los arts. 169 a 174 del mismo Código, también corresponde aplicar los plazos correspondientes a estos principios. De modo que si el vicio que se imputa afecta a uno de los actos anteriores a la diligencia del remate, el plazo para denunciarlo se computa a partir del conocimiento que se tenga de dicho acto, por lo tanto transcurrido el plazo de cinco días previsto por la ley expira para el incidentista toda posibilidad de atacar sus falencias (C. Pergamino, 1994/02/15, "Provincia de Buenos Aires c. Vieyra, Rafael E. y otro", LLBA, 1994-843). En otras situaciones, cuando la nulidad de la subasta judicial se funda en errores u omisiones cometidos en la publicación de edictos, el plazo de impugnación corre desde que su texto obra en autos, o desde la última publicación de los mismos (CNCiv., Sala C, 1993/03/02, "Banco de Galicia y Buenos Aires c. Salvador J.", JA, 1994-II-242; también, CNCiv., Sala F, 1995/08/17, "Salgado Maria c/ Galeano Allende, Teresa"). 3. Partes Son partes en el incidente de nulidad, todos quienes hayan intervenido en el acto, es decir, el ejecutante, el ejecutado, el adjudicatario y el martillero. Esto hace que necesariamente se formen litisconsorcios ya que los mencionados son partes necesarias. Ejecutante y ejecutado adquieren legitimación propia por ser ellos quienes ventilan el interés a tutelar; el adjudicatario resulta parte por ser el comprador del bien y con la finalidad de proteger la validez del acto en el que ha confiado; el martillero es parte necesaria por actuar como delegado o auxiliar del Juez y sus actos son los que se cuestionan. 4. Trámite incidental o proceso autónomo de nulidad El principio general es el incidente de nulidad deducido en los plazos y condiciones señalados; pero se ha resuelto que cuando lo que se intenta lograr es la nulidad de la subasta, como acto jurídico sustancial, por presuntos vicios de fondo que determinarían su invalidez, no se trata de una cuestión que pueda ser dilucidada por la mencionada vía, sino mediante un proceso de conocimiento (CNCiv., Sala B, 1997/08/7, "Mendizabal, Carlos A. c. Vial Panamericana S.A.", La Ley, 1998-B, 499). Un ejemplo lo aporta Fenochietto al indicar que así sucede cuando se esta frente a una enajenación coactiva en bienes ajenos al patrimonio del ejecutado, o bien, la subasta simulada en fraude a los acreedores, donde no rige el plazo de cinco días para plantear la nulidad (ob. cit., tomo 3, pág. 231). 5. Efectos La declaración de nulidad del remate cumplido importará retrotraer la causa hasta el momento inmediato anterior al vicio. Ello importará la restitución de todas las sumas de dinero desembolsadas. Decretada la nulidad por causa de algunos de sus intervinientes, se lo podrá hacer responsable (v.gr.: arts. 565 párrafo tercero, 580, 584, Código Procesal) por los daños causados. Por eso se ha resuelto que, corresponde imponer las costas a la actora en razón de su negligencia, al no haber indicado al magistrado el error en el que éste incurriera al disponer la subasta de la totalidad del inmueble cuando sólo procedía por una parte alícuota, máxime cuando aquella era la fundamental interesada en la adecuada tramitación de esta etapa de la causa; y aplicarle al juez una sanción de multa, en virtud de lo previsto en el art. 16 del decreto-ley 1285/58, pues es inadmisible que el magistrado considere excusable el error propio e inexcusable el ajeno, soslayando así todo evaluación acerca de su responsabilidad o de la de aquellos que a sus órdenes se desempeñan (CNCiv., Sala F, 1998/03/10, "French, Domingo c. Agiolo, Verónica", La Ley, 1999-E, 39). Nulidad de oficio Art. 593. -- El juez deberá decretar de oficio la nulidad de la subasta cuando las irregularidades de que ella adoleciere comprometieren gravemente la actividad jurisdiccional; no podrá hacerlo si hubiere decretado medidas que importen considerar válido el remate. 1. Principios generales Puede declararse de oficio la nulidad de la subasta, cuando las anormalidades comprometen gravemente la actividad jurisdiccional y deterioren el prestigio de la función judicial. Esas actividades deben ser externas, o siendo de las partes intervinientes, resulten manifiestas e inequívocas en sus designios e intenciones. Asimismo, por aplicación de la doctrina de los propios actos, no puede el Juez decretar la nulidad del remate si los errores o vicios son consecuencia de los actos que él mismo aprobó con anterioridad, de manera tal que no podrá purgar las equivocaciones que tuvieron lugar por su falta de control y dirección sobre el proceso. La nulidad de oficio se puede ordenar cuando la libertad de los eventuales postores resulta ostensiblemente coartada a raíz de maniobras de terceros (CNCiv., Sala A, 1993/04/13, "Nápoli, José P. c. Cray Don S. A.", JA, 1994-I-532). También, cuando se hayan omitido alguno de los recaudos esenciales que establece el art. 566 (CNCiv., Sala C, 1993/03/02, "Banco de Galicia y Buenos Aires c. Salvador J.", JA, 1994-II-242). Aunque en este último caso cabe observar que es un motivo donde está comprometida la actuación del magistrado. SECCION 7ª -- Temeridad Temeridad Art. 594. -- Si el ejecutado hubiere provocado dilación innecesaria en el cumplimiento de la sentencia de remate, el juez le impondrá una multa, en los términos del art. 551, sobre la base del importe de la liquidación aprobada. 1. Malicia La conducta que se sanciona es la malicia, como conducta obstruccionista o dilatoria que tiende a entorpecer la marcha normal del proceso (cfr. Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Temeridad y malicia en el proceso, Editorial Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2002, pág. 234). Por eso el título de la sección es errada, por cuanto la conducta temeraria es la que actúa a conciencia de saber que se obra sin razón. Una vez más se insiste en castigar al ejecutado renuente al cumplimiento de sus obligaciones, porque a las sanciones genéricas del art. 45, se suman las previstas en los arts. 525 inciso 2º, 528, 551, 574 y 591. Se entiende así que, los principios contenidos en el art. 45 del Código Procesal se complementan, en el proceso ejecutivo, con la previsión del art. 551 del mismo ordenamiento, que comprende no sólo a la conducta temeraria o maliciosa, sino que, además, sanciona a quien obstruye el curso normal del proceso con articulaciones manifiestamente improcedentes o, de cualquier manera, demora injustificadamente el trámite. A su vez, se establece idéntica previsión en el art. 594, cuando el ejecutado dilata innecesariamente el cumplimiento de la sentencia de remate (CNCiv., Sala A, 1997/04/29, "Emprendimiento Recoleta S. A. c. Muñiz, Gladys E. y otro", La Ley, 1997-D, 839 [39.648-S]). 2. Etapa procesal castigada. Improcedencia A diferencia de la multa del art. 551, donde se cuestiona la actividad del litigante durante el desarrollo del proceso, en éste artículo la calidad del comportamiento que se sanciona es el que demuestra con acciones claras y explícitas su voluntad de diferir sin causa el pago de la obligación. La dilación innecesaria prevista no se configura si la dilación en el cumplimiento de la sentencia de remate no se debió a la conducta de la ejecutada, pese a la manifiesta inadmisibilidad de su recurso de apelación, sino a la frustración de la subasta (CNCiv., Sala A, 1995/11/28, "Gabrielli, Mario y otros c. Parrado, María E. y otro", La Ley, 1996-B, 302). 3. Oportunidad para aplicar la multa La multa que se impone, en los hechos castiga supuestos de comportamientos procesales genéricos, que como tales, deben ser objeto de sanción en oportunidad de aprobarse la liquidación definitiva. También, como en los supuestos mencionados, la penalidad puede ser solidaria o mancomunada, habiéndose dicho que, corresponde imponer una multa del 10 % del monto de la liquidación a la ejecutada solidariamente con su letrado, si su planteo ha tenido un propósito meramente dilatorio (CNCom., Sala E, 1985/08/20, "Ceupoens Martino, Cristian c. Almaparetti, S. R. L. y otro", La Ley, 1987-A, 654 [37.499-S]). TITULO III -- Ejecuciones especiales CAPITULO I -- Disposiciones generales Títulos que las autorizan Art. 595. -- Los títulos que autorizan las ejecuciones especiales sólo serán aquellos que se mencionan expresamente en este Código o en otras leyes. 1. Las ejecuciones especiales. Las particularidades de ciertos créditos determinan la necesidad de acordarles un trámite propio, que sin perder las características esenciales del juicio ejecutivo, adoptan especialidades por la naturaleza del bien, o de la garantía que la afecta. Son las llamadas ejecuciones especiales. Ellas, tienden a satisfacer las urgencias del comercio, mediante un trámite abreviado, como es el caso de la ejecución prendaria y la ejecución comercial. A su turno, la ejecución hipotecaria tutela la eficacia del crédito a través de la ejecución del derecho real de garantía; mientras que la ejecución fiscal, tiene como finalidad que el Estado obtenga, con la mayor celeridad posible, los fondos necesarios para cumplir sus cometidos específicos. Por otra parte, a estos títulos se les reconoce una fehaciencia mayor derivada de la propia formación del documento. Así, algunos de ellos tienen la particularidad de que no son librados o emitidos por el deudor, sino que es el propio acreedor quien libra el título en base a las constancias de sus archivos, o como consecuencia de sus resoluciones, estando de este modo habilitado para reclamar por esta vía. Existen en nuestro derecho varios procesos de naturaleza ejecutiva, cuya unidad conceptual estaría dada por el título de que se trate. Así, encontramos tantos tipos de ejecución como títulos legalmente reconocidos. Las llamadas ejecuciones especiales se basan en títulos ejecutivos nominados taxativamente cuya formación es más compleja que la del título genérico o común, requiriendo en consecuencia especial consideración en la observancia de las normas que los regulan. En los antecedentes se encuentra la ley 50 que regulaba el llamado "procedimiento de apremio", aplicado a veces en la ejecución de sentencias. Diversas leyes especiales, como la ley 11.683, dispusieron después el procedimiento de apremio para el cobro de los créditos sobre los que versaban. Es también ejecución especial la prenda con registro, regulada por el derceto-ley 15.348 del 28 de mayo de 1946, ratificado por la ley 12.962. La fisonomía general del ejecutivo, en las ejecuciones especiales adapta sus reglas a los actos que tiene cubierto el título que se persigue cumplimentar. Por ejemplo, en las ejecuciones prendarias -de especiales características- en rigor, el embargo se consuma con el secuestro, en tanto la afectación del bien al pago de la deuda, su individualización e indisponibilidad ya existen en virtud del propio contrato, de manera que el embargo no añade absolutamente nada a la garantía preexistente (CNCom., Sala C, 1990/11/07, "Plan Rombo S. A. de Ahorro para Fines Determinados c. Fumagalli, Edmundo", La Ley, 1992-C, 72, con nota de Alejandro C. Verdaguer). De igual manera, las expresiones "producción", "denegación" y "sustanciación", aplicable en juicio ejecutivo y ejecuciones especiales- tienen una amplitud que abarca toda la gama de cuestiones que puedan plantearse respecto de las pruebas. 2. Método utilizado en el Código Procesal El Código dedica el Título III del Libro III a las ejecuciones especiales, que están reguladas en dos capítulos: "Disposiciones Generales" y "Disposiciones Específicas", el segundo de los cuales está compuesto por las cuatro ejecuciones especiales contempladas: Hipotecaria, Prendaria, Comercial y Fiscal. Reglas aplicables Art. 596. -- En las ejecuciones especiales se observará el procedimiento establecido para el juicio ejecutivo, con las siguientes modificaciones: 1. Sólo procederán las excepciones previstas en el capítulo siguiente o en la ley que crea el título. 2. Sólo se admitirá prueba que deba rendirse fuera de la circunscripción territorial del juzgado cuando el juez, de acuerdo con las circunstancias, lo considerara imprescindible, en cuyo caso fijará el plazo dentro del cual deberá producirse. 1. Normas aplicables. La supletoriedad de las normas del juicio ejecutivo se advierten claramente en este capítulo, donde las reglas principales las diseña la ley especial que forma el título ejecutivo. El sistema de ejecuciones especiales respeta las normas sustanciales que crean el título, previendo otras destinadas a asegurar la idoneidad de éste, a asegurar la garantía de defensa en juicio, impedir el quebrantamiento de la cosa juzgada, o la sustanciación simultánea de dos ejecuciones sobre la base del mismo título (Palacio, Derecho Procesal Civil, Tomo VII, cit., pág. 683). El orden de prelación de las normas es, en primer lugar, la ley de creación del título; en segundo lugar las normas del presente capítulo de Ejecuciones Especiales y sólo en último término las disposiciones que regulan el juicio ejecutivo, quedando éste a su respecto como un proceso residual. Dispone el art. 596 del Código Procesal que, con las salvedades pertinentes, "en las ejecuciones especiales se observará el procedimiento establecido para el juicio ejecutivo", de donde surge la aplicación a la hipótesis de la regla básica que recoge el art. 531 del Cód. citado, en cuanto a que es principio que el embargo debe ser de los "bienes suficientes" (inc. 1°), al objeto del proceso. Asimismo, es norma que la regulación del embargo preventivo es extensible al embargo ejecutivo y al ejecutorio (art. 233, Cód. citado), de manera que le es dado al acreedor pedir, entre otras posibilidades y con adecuada justificación, la ampliación del que se hubiese ordenado oportunamente (art. 203) (CNCiv., Sala D, 1983/10/11, "Esso, S. A. c. Miranda, José L.", La Ley, 1984-B, 97). 2. Excepciones disponibles Sólo son admisibles las excepciones previstas específicamente por el código para cada ejecución especial, o las consignadas en la ley correspondiente al título en cuestión. De este modo, la restricción propia del conocimiento judicial se estrecha aun más en estos procesos, logrando una celeridad diferente que juega en favor del acreedor y su crédito. 3. Límites en materia de prueba. El inciso 2º tiende a una mayor aceleración del procedimiento, al circunscribir el radio de producción de la prueba y otorgándole carácter excepcional, a la que deba producirse fuera de la circunscripción territorial del juzgado. Además, este tipo de verificaciones solamente procede cuando es imprescindible, debiendo establecerse por auto fundado, fijando además el plazo de producción. CAPITULO II -- Disposiciones específicas SECCION 1ª -- Ejecución hipotecaria Excepciones admisibles Art. 597. -- Además de las excepciones procesales autorizadas por los incs. 1, 2, 3, 4 y 9 del art. 544 y en el art. 545, el deudor podrá oponer, únicamente, las de prescripción, pago total o parcial, quita, espera y remisión. Las cuatro últimas sólo podrán probarse por instrumentos públicos o privados o actuaciones judiciales que deberán presentarse en sus originales, o testimoniadas, al oponerlas. Dentro del plazo para oponer excepciones podrá invocarse también la caducidad de la inscripción hipotecaria, con los efectos que determina el Código Civil. 1. Hipoteca La hipoteca es "el derecho real constituido en seguridad de un crédito en dinero, sobre los bienes inmuebles, que continúan en poder del deudor (art. 3108, Código Civil). Se trata, pues, de una garantía sobre un mutuo. Ella confiere dos derechos: el de perseguir la cosa, sea quien fuere el que la posea; y el de preferencia, en el sentido de que el acreedor hipotecario cobrará sobre el precio de la subasta del bien hipotecado antes que ningún otro de ese mismo deudor (conf. Arazi, Roland, Derecho Procesal Civil y Comercial, Tomo II, Editorial Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 1999, pág. 267). Dado que otorga a su titular el ius persequendi, proporcionándole mayores beneficios que la acción ejecutiva ordinaria, algunos autores han sostenido que en realidad se trata de una acción ejecutiva privilegiada, pretendiendo así su ubicación dentro del derecho procesal y fuera del derecho civil. Sin embargo, el derecho de persecución de la cosa gravada es consecuencia del derecho sustancial con garantía real; es un "derecho que sigue a la cosa" aun encontrándose en poder de terceros, lo que traduce justamente su carácter de derecho sustancial. Como lo señala Colombo, la hipoteca está regida por preceptos que en parte pertenecen al derecho sustancial y en parte al derecho procesal, con la particularidad de que muchas de sus normas procesales están contenidas en el Código Civil (Conf. Colombo, Carlos J., Ejecución Hipotecaria, Editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1974, pág. 11.) Los arts. 3162 y siguientes del Código Civil prevén expresamente la vía del proceso de ejecución para hacer efectivo el cumplimiento de las obligaciones garantizadas con derecho real de hipoteca, acordando la pretensión contra el deudor, el tercer poseedor o la persona que dio la garantía. De este modo, se consagra un derecho de persecución -de naturaleza procesal- del bien hipotecado en poder de terceros; el derecho de prelación, y el del acreedor ejecutante de constituir concurso especial en el supuesto de hallarse el deudor concursado (arts. 126 y 209, Ley 24.522). Los códigos procesales, a su turno, tutelan en forma privilegiada el crédito garantizado con hipoteca, asegurando el derecho de defensa. La ley 24.441 de Financiamiento de la Vivienda y la Construcción determina la coexistencia de dos sistemas de ejecución hipotecaria: el común, regulado por el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, y el especial o administrativo, establecido en dicha ley, cuya síntesis se expondrá más adelante. 2. Caracteres del derecho real de hipoteca a) Accesoriedad: Estando constituido en garantía de un crédito en dinero, resulta accesorio de la obligación personal contratada por el deudor, lo que implica que la acción personal emergente del crédito que se ejecuta, determinará la competencia del juez que intervendrá en la ejecución hipotecaria. b) Solemnidad: Sólo puede ser constituida por escritura pública, o por documentos que sirvan de títulos de dominio o derecho real expedidos por autoridad competente y que hagan plena fe por sí mismos. La inobservancia de las formas exigidas para la conformación de la hipoteca, la priva de efectos (conf. arts. 3115 y 3128 Código Civil). Asimismo, su perfeccionamiento como derecho real y oponibilidad frente a terceros se opera con su inscripción en el Registro de la Propiedad (conf. arts. 2505 y 3135 Código Civil) produciendo, empero, todos los efectos con respecto a las partes, testigos y escribano aunque no esté inscripta. c) Convencionalidad: "No hay otra hipoteca que la convencional constituida por el deudor de una obligación..." establece el art. 3115 del Código Civil, con lo cual es imposible la constitución de hipotecas legales o judiciales. d) Indivisibilidad: En virtud de lo dispuesto por el art. 3112 del Código Civil, "cada una de las cosas hipotecadas a una deuda, y cada parte de ellas están obligadas al pago de toda la deuda y de cada parte de ella" de lo que se desprende claramente que la hipoteca debe ser saldada en forma íntegra ya que, si así no lo fuera, subsiste sobre todo el inmueble gravado. e) Especialidad: Conforme lo preceptuado por el art. 3109 del Código Civil, "no puede constituirse hipoteca sino sobre cosas inmuebles, especial y precisamente determinadas, por una suma de dinero también cierta y determinada...". La individualización del bien y del monto del crédito constituyen, pues, elementos sustanciales e irreemplazables de la hipoteca como institución jurídica. Sin embargo, respecto del monto dinerario el art. 3109 in fine otorga cierta flexibilidad en su determinación, bastando declarar el valor estimado en el acto constitutivo de la hipoteca. La especialidad resulta particularmente relevante en el ámbito procesal, desde que tales elementos de la hipoteca son requisitos sustanciales del título ejecutivo hipotecario, cuya ausencia o insuficiencia tornan improcedente la ejecución. La satisfacción del principio de especialidad del crédito establecido en el art. 3109 del Código Civil sólo requiere que en el documento constitutivo de la hipoteca se establezca el monto y extensión del crédito (art. 3131, inc. 4º, Cód. cit.), aunque su determinación concreta se haga por medios extra hipotecarios (CNCiv., Sala B, 2002/03/05, "Garantizar S.G.R. c. Aswell S. A.", DJ, 2002-2543). En la garantía hipotecaria otorgada a favor de un crédito, el recaudo de la especialidad queda satisfecho cuando se expresa la suma por la que responde el inmueble hipotecado, independientemente de cual sea el crédito o su monto o si éste es eventual —como en el caso— o si la obligación consiste en hacer o no hacer (CNCiv., Sala K, 2001/12/28, "Citibank N.A. c. Galacho, Norberto M. y otro", La Ley, 2002-C, 667 - DJ, 2002-2-114). Por eso, la especialidad de la hipoteca en cuanto al crédito se satisface con la individualización del inmueble afectado y la cuantía del gravamen en el instrumento constitutivo, aun cuando no se haya consignado el monto del crédito garantizado —conforme arts. 3109, 3131 y 3153, Código Civil— (CNCiv., Sala K, 2001/11/27, "Citibank NA c. Vargas, Mario A.", La Ley, 2002A, 337 - DJ, 2002-1-747). Además, el instrumento constitutivo de la hipoteca reviste carácter autosuficiente para llevar adelante la ejecución de la garantía, si se individualizó el inmueble afectado y la cuantía del gravamen, aun cuando no se haya consignado el monto del crédito garantizado y deba determinárselo integrando dicho título con el estado de cuenta emitido por el banco acreedor (CNCiv., Sala K, 2001/11/27, "Citibank NA c. Vargas, Mario A.", La Ley, 2002A, 337 - DJ, 2002-1-747". La escritura pública en que se instrumentó el contrato de apertura de una línea de crédito rotativa con derecho real de hipoteca por suma determinada es título autosuficiente para llevar adelante la ejecución -conforme arts. 3109, 3131 y 3153, Código Civil-, en tanto del acto notarial surge el crédito y su exigibilidad aun cuando el mismo debe integrarse con el estado de cuenta previsto en el contrato, emitido por el banco y remitido al cliente o que éste debe exigir en su defecto (CNCiv., Sala K, 2001/12/28, "Citibank N.A. c. Galacho, Norberto M. y otro", La Ley, 2002-C, 667 - DJ, 2002-2-114). En definitiva, la hipoteca que garantiza un contrato de apertura de crédito puede constituirse fijándose el máximo de responsabilidad hipotecaria y quedando la obligación indeterminada en su monto hasta la realización definitiva del crédito —sin perjuicio de establecer las líneas generales que posibiliten su determinación en el momento oportuno (expedición de saldos mensuales)—, quedando la eficacia de la hipoteca subordinada a la realización de los adelantos previstos en la convención (CNCiv., Sala K, 2001/12/28, fallo precitado"). 3. Objeto Sólo puede ser objeto de hipoteca los bienes inmuebles incluyendo todos sus accesorios (arts. 3108 a 3110 Código Civil). Excepcionalmente la Ley de Navegación Nº 20.094 establece la hipoteca sobre todo buque de más de diez toneladas y el Código Aeronáutico (Ley Nº 17.285), por su parte, prevé la hipoteca de aeronaves. 4. Extensión de la hipoteca En virtud del art. 3111 del Código Civil, la garantía hipotecaria se extiende a las sumas en concepto de daños y perjuicios derivados del incumplimiento de la obligación garantizada. En la ley de quiebras los créditos hipotecarios tienen una tutela especial que no obliga al acreedor hipotecario a esperar el trámite completo de la quiebra para cobrar su crédito e incluso se lo autoriza a formar un concurso especial y de las normas aplicables se deduce que por explícita previsión de ésta ha de reconocerse en los créditos garantizados con hipoteca, en los casos de concurso, la extensión prevista en los respectivos ordenamientos, lo que importa una directa integración, en la materia de la ley concursal con el Código Civil y leyes complementarias. Por ello, no procede fragmentar el régimen aplicable atendiendo únicamente a la primera parte del art. 263 por no ser dable una interpretación que importe la prescindencia de algún texto legal si no media debate y declaración de inconstitucionalidad y en especial cobra relevancia el alcance dado a la garantía hipotecaria por el art. 3111 del Código Civil en cuanto incluye los daños causados por el incumplimiento (CS, 1981/11/12, "Marrone, Roberto c. Egom, Soc. en Com. por Accs.", La Ley,1982-B, 450, con nota de Carlos Marcelo D'Alessio y Ricardo Agustín Tiscornia - IMP, 982-1161 - ED, 97778). Se entiende por gastos de justicia los ocasionados por los actos que tengan por objeto poner los bienes del deudor y sus derechos bajo la mano de la justicia. El privilegio es establecido para todos los gastos que los acreedores, a efectos de gozar de sus derechos, no habrían podido dispensarse de pagar los trabajos indispensables a tal fin ; por lo tanto no son tales los gastos hechos por el deudor en su defensa y que, por ende, los "gastos" que menciona el art. 3111 del Código Civil no comprenden los honorarios del deudor vencido (CNCiv., Sala B, 1980/03/25, "Sidney Investmen, S. A. c. Casacci de Llarryora, Aída", ED, 90-398). 5. Fuerza ejecutiva La escritura hipotecaria es título ejecutivo hábil siempre que en ella conste una obligación dineraria líquida y exigible. No resulta imprescindible la inscripción previa en el Registro de la Propiedad Inmueble puesto que no es requisito del acto constitutivo del gravamen (conf. art. 3131 Cód. Civil). Aun cuando el art. 3131 citado se refiere a los datos que deben consignarse respecto del "contrato" al que accede la hipoteca, no es imprescindible que la obligación provenga de fuente contractual, pudiendo, inclusive, acceder a un mero reconocimiento incausado, en tanto éste acredita la existencia de la obligación, en base al principio de presunción de causa (art. 500, Código Civil), cumpliéndose, así, con el mentado requisito de la accesoriedad. Recuérdese que la especialidad del crédito, tendiente a determinar la responsabilidad hipotecaria, requiere la individualización de la causa fuente en los términos del art. 3131, inc. 2º del Código Civil y la fijación del tope de la cobertura mediante la estimación de la magnitud de la obligación de una suma cierta y determinada de dinero (CNCiv., Sala A, 1996/05/20, "Doria S. A. c. Luksemberg, Eduardo", La Ley, 1997-E, 1010 [39.781-S]). Dado que no cabe confundir la hipoteca con la obligación principal que garantiza, sólo es menester que por acto auténtico se establezca el monto y extensión del crédito -art. 3131 inc. 4º, Código Civil-, aunque su determinación concreta se haga por medios extra hipotecarios (CNCiv., Sala A, 1997/03/03, "Citibank N. A. c. Alvarez Brivet, Guillermo R.", La Ley, 1998-E, 756 [40.780S]). Por tanto, cumple el principio de especialidad previsto en el art. 3109 del Cód. Civil y el de indicar la cantidad cierta de la deuda contenida en el art. 3131, el mutuo hipotecario en el que consta la suma dada en préstamo, el número de cuotas en que debía ser devuelta y el importe de las mismas, aun cuando no se haya hecho constar la tasa de interés compensatorio acordada, expresada en un número o porcentual (CNCiv., Sala B, 1997/04/15, "Alvarez, Mirta c. Lettieri, Nicolás", La Ley, 1997-E, 1038 [39.889-S]). 6. Cuestiones de competencia Como principio general, puede afirmarse que, siendo la ejecución hipotecaria una acción de carácter personal, toda vez que la pretensión deriva del crédito del cual la hipoteca es mera garantía, la competencia se determina por la causa fuente de la deuda que se ejecuta (CNCiv., Sala G, 2001/11/07, "Bank Boston N.A. c. Massini, Rodolfo H. y otro", La Ley, 2002-C, 879 [43.387S]). a) Por razón de fuero y por materia: La competencia en razón de la materia es civil, pudiendo variar el fuero al cual está asignada, en virtud de la peculiar distribución que existe en la Capital Federal o en algunos casos por el fuero de atracción. Así, la hipoteca común, sobre un inmueble, tramita ante la Justicia Nacional Civil (art. 43, dec.-ley 1285/58, conf. art. 1º, ley 24.290). En caso de hipoteca naval o aeronáutica, la competencia corresponde al fuero federal civil y comercial (art. 42, ley 13.998 y art. 40, dec.-ley 1285/58). Sin embargo, existe discrepancia respecto de la competencia de la hipoteca, cuando ésta garantiza un mutuo comercial, ya que en algunos casos se ha considerado que corresponde la competencia comercial por ser la hipoteca un accesorio del mutuo (CNCiv., Sala D, 1992/03/12, La Ley,1993-B441) y en otros se ha sostenido que, en casos de cobro de créditos garantizados con hipoteca, al encontrarse específicamente regidos por el Código Civil y lo dispuesto por el art. 43 de la ley 23.637, el fuero comercial resulta incompetente (CNCiv., Sala A, 1994/11/15, D.J., 1995-1-1060). b) Por el territorio: Dado que la hipoteca se constituye en garantía de una obligación, la acción tendiente a su cobro es de carácter personal. Por lo tanto es competente el juez del lugar de cumplimiento de la obligación, o el del domicilio del demandado o el del lugar del contrato, a elección del acreedor (conf. art. 5º, inc. 3º ). c) Fuero de atracción: Siendo la hipoteca un derecho de garantía accesorio de un crédito personal, el fuero de atracción es aplicable a su respecto (conf. art. 3284, inc. 4º, Código Civil ). No obstante, en caso de concurso civil o quiebra, el Plenario de la Cámara Comercial de fecha 9 de abril de 2001 estableción que el concurso no atrae a las ejecuciones de garantías reales, interpretando que la inclusión de ellas en el inciso 2º del art. 21 de la ley 24.522 tiene como premisa erigir a tales supuestos en otra excepción al fuero de atracción de los concursos. El acreedor hipotecario tiene el derecho de solicitar un concurso especial sobre el inmueble hipotecado para cobrarse inmediatamente de él (art. 3937 Código Civil). Así, los acreedores hipotecarios pueden requerir la venta del bien en cualquier momento, sin tener que esperar las resultas del concurso general, mediante un trámite en expediente separado, previa comprobación de títulos y fianza de acreedor de mejor derecho (art. 3938 Código Civil y arts. 126 y 209, ley 24.522). Sin perjuicio de ello, la verificación en la quiebra es carga prevista en forma expresa para acreedores prendarios e hipotecarios, no resultando en modo alguno reemplazada por el concurso especial. Es también atraída la competencia originaria del juicio hipotecario por la sucesión del causante, aunque se abre un proceso particular a su respecto (arts. 3838 y 3839 Código Civil). 7. Partes Además de ejecutante y ejecutado también son partes, el segundo acreedor, que no lo es en el juicio promovido por el de primer grado, pero que tiene derecho de vigilancia de la liquidación del bien por lo que pueda ello afectar el cobro de su crédito. El comprador del bien mediante boleto de compraventa no es parte, ni lo es tampoco el tercer poseedor hasta tanto la acción no se dirija contra él o contra el bien gravado. 8. Procedimiento a) La demanda: Se trata de una demanda ejecutiva en base a un título especial, por lo cual sus requisitos coinciden excepto en lo referente al instrumento base de la ejecución. El actor debe acompañar el testimonio de escritura pública inscripto en el Registro de la Propiedad Inmueble en caso de hipoteca civil, o el instrumento público o privado debidamente autenticado e inscripto en el Registro Nacional de Aeronaves o en el Registro Nacional de Buques en caso de hipoteca aeronáutica o naval respectivamente. Asimismo, se puede requerir embargo preventivo y la producción del informe sobre condiciones del dominio, sin perjuicio que el juez lo deba proveer de oficio. b) Notificación: La demanda debe ser notificada en el domicilio especial, si éste se hubiere fijado, aunque fuere distinto del real. c) Excepciones: Sólo son admitidas las de incompetencia (inc. 1º), falta de personería en el ejecutado, o en sus representantes, por carecer de capacidad civil para estar en juicio o de representación suficiente (inc. 2º), litispendencia (inc. 3º), falsedad e inhabilidad de título (inc. 4º), cosa juzgada (inc. 9º), prescripción, pago total y parcial, quita, espera o remisión, y caducidad de la ejecución, quedando excluidas las de compensación, novación, conciliación, compromiso y transacción, las que podrán hacerse valer en un eventual juicio ordinario posterior. 1) Incompetencia: La competencia territorial es prorrogable por conformidad de las partes, admitiéndose tal prórroga aun respecto del tercer poseedor. Así, la excepción de incompetencia debe ir acompañada del instrumento que acredite dicha circunstancia. 2) Falta de personería: Sólo puede fundarse en la falta de capacidad de las partes para estar en juicio, en la ausencia de mandato otorgado a favor de quienes invocan la representación de aquéllas, o en las deficiencias de que adolezca el mandato. 3) Litispendencia: Se funda en la existencia de otra ejecución hipotecaria seguida entre las mismas partes y en virtud del mismo título. Sin perjuicio de ello, la jurisprudencia ha considerado la existencia de litispendencia en otros casos. Así, por ejemplo, se ha dicho que se configura la litispendencia prevista por los arts. 597 y 544 del Código Procesal, en la ejecución de mutuo hipotecario respecto del cual se debitara el importe de la cuota mensual de la cuenta corriente del ejecutado, con la autorización para girar en descubierto, si por ante el fuero comercial tramita la ejecución del saldo de la referida cuenta (CNCivi, Sala A, Sentencia Interlocutoria C. A225580, "Banco del Buen Ayre S.A. c. Demarco de Benítez, Nélida del Carmen Sarafina y otro s/ Ejecución Hipotecaria"). 4) Falsedad e inhabilidad de título: La falsedad puede fundarse únicamente en la adulteración material del documento, es decir, de la escritura hipotecaria, mientras que la inhabilidad procede cuando se cuestiona la idoneidad jurídica del título, porque no reúne los requisitos a que la ley condiciona su fuerza ejecutiva o porque el ejecutante o el ejecutado carecen de legitimación procesal en razón de no ser las personas que aparecen en el título como acreedor o deudor. Entre otros casos, se ha dicho que procede la excepción de inhabilidad de titulo cuando en la escritura que instrumentó la hipoteca, se estipula que el capital será devuelto en un número determinado de cuotas, en las que se hallan incluidos los intereses calculados sobre saldos deudores sin mencionarse expresamente su tasa, razón que impide determinar qué porción de cada cuota está destinada a amortizar el primero y cuál corresponde a los segundos. El fundamento de tal decisión obedece a que, al hacerse valer el pacto de caducidad de los plazos, no se pueden reclamar intereses compensatorios por los períodos no transcurridos, por cuyo motivo la suma a demandar no es líquida ni fácilmente liquidable por una simple operación matemática, excediendo la determinación de la misma en el marco del exámen del título ejecutivo, que se presenta así inhábil (CNCivil, Sala A, Sentencia Interlocutoria C. A212939, "Banco Río de la Plata S.A. c. Jiménez, Leonardo y otro s/ Ejecución Hipotecaria"). La inscripción de la hipoteca en el Registro de la Propiedad Inmueble no constituye requisito en cuya ausencia el deudor pueda fundar la excepción de inhabilidad de título, toda vez que su función es, mediante la publicidad que le otorga, la oponibilidad de la hipoteca frente a terceros. 5) Cosa Juzgada: Se configura cuando media sentencia dictada en un proceso anterior sustanciado entre las mismas partes y en virtud del mismo título. 6) Prescripción: Debe interponerse en el plazo previsto por el art. 542 del Código Procesal de conformidad con lo dispuesto en el art. 3962 del Código Civil, es decir, "...al contestar la demanda o en la primera presentación en el juicio..." , no pudiendo el juez hacerla valer de oficio (conf. art. 3964 Código Civil). 7) Pago total o parcial: Debe resultar de instrumentos públicos o privados originales emanados del acreedor, o actuaciones judiciales, sin que sea necesario realizar ninguna otra investigación. El pago por consignación sólo puede ser eficazmente invocado cuando ha sido aceptado por el acreedor o declarado válido por sentencia firme. Sin embargo, la naturaleza del proceso ejecutivo, formal y limitativo en el conocimiento de los hechos, no puede llevar a prescindir de los elementos arrimados a la causa, ya que ello equivaldría tanto como una renuncia a la verdad jurídica objetiva, incompatible con el servicio de justicia. En ese contexto y frente a la existencia de indicios graves, precisos y concordantes de la realización del pago (en tanto acto jurídico extintivo, que puede probarse por cualquier medio, incluso las presunciones), cabe proceder a su ponderación a los efectos de evaluar la procedencia de la excepción de pago opuesta (CNCivil, Sala D, Sentencia Interlocutoria C. D104806, "Fainbarg, Jorge Oscar c. Gómez, Mónica Margarita s/ Ejecución Hipotecaria"). 8) Quita, espera y remisión: Estas excepciones sólo pueden acreditarse mediante prueba documental que debe acompañarse al momento de su interposición, salvo que el respectivo documento no se encuentre en poder del excepcionante, en cuyo caso éste debe efectuar las manifestaciones requeridas por el art. 333 del Código Procesal. 9) Caducidad de la inscripción hipotecaria: Se trata de una defensa propia del título ejecutivo hipotecario que procede en ese carácter cuando no afecte la existencia de una deuda líquida y exigible, la cual aun podrá originar un juicio ejecutivo en los términos del art. 520 y siguientes del Código Procesal pero ya no una ejecución hipotecaria. Sin embargo, una vez rechazada la ejecución hipotecaria por caducidad, se torna procedente el juicio ordinario posterior. Según lo dispuesto por el art. 3134 del Código Civil, la hipoteca debe ser "...registrada y tomada razón de ella en un oficio público destinado a la constitución de hipotecas o registro de ellas..." y el art. 3151, a su turno, prescribe que "los efectos del registro de la hipoteca se conservan por el término de veinte años, si antes no se renovare". Una vez transcurrido el plazo legal, el asiento registral pierde automáticamente todo valor, sin necesidad de ningún instrumento cancelatorio de la registración (conf. art. 71, inc. a) de la ley 17.417 y art. 37, inc. 3º de la ley 17.801). d) Defensas inadmisibles: Doctrina y jurisprudencia son contestes en que no resultan oponibles defensas tales como la redargución de falsedad del documento, ya que tal pretensión requiere ser ventilada en un proceso de conocimiento plenario. Si bien generalmente no son admitidas las excepciones que trascienden las cuestiones relativas a las deficiencias formales del título, la tendencia es apartarse de la exigencia del artículo comentado. En este sentido, se ha dicho que en los juicios sobre ejecución hipotecaria, la excepción de defecto legal, en principio, es inadmisible por no estar mencionada en el art. 544 del ritual. Sin embargo, cabe su admisión, excepcionalmente, si la demanda adolece de imprecisión o ambigüedad en la individualización del nombre de las partes o en la designación de la cosa demandada y tal deficiencia es susceptible de afectar el derecho de defensa del ejecutado (CNCivil, Sala K, Sentencia Interlocutoria C. K026156, "Daucourt, Ana María c. Fraga, Ramón José s/ Ejecución Hipotecaria"). e) Voluntad de los contratantes: Por otra parte, debe tenerse en cuenta lo convenido entre acreedor y deudor acerca de aquellos aspectos del proceso que resulten disponibles, como prórroga de la competencia territorial, renuncia de excepciones, etc. Así, por ejemplo, se ha dicho que no corresponde condicionar el progreso de la ejecución hipotecaria contra el constituyente no deudor a la previa intimación de pago al deudor de la obligación principal, si las partes convinieron que el incumplimiento habilitaba al acreedor a exigir de inmediato el cumplimiento de lo garantizado por la hipoteca (CNFed. Civ. y Com., sala I, 2001/12/11, "Caja Complementaria de Prev. para la Actividad Docente c. Dinar Líneas Aéreas S. A.", La Ley, 2002-X, 0 [43.414-S]). En sentido análogo, se ha considerado improcedente la excepción de inhabilidad de título basada en la inexigibilidad de la deuda en una ejecución hipotecaria cuando en el mutuo hipotecario, base del proceso de ejecución, se ha convenido el decaimiento del plazo estipulado, por fallecimiento, incapacidad, presentación en concurso preventivo o declaración de quiebra del deudor, en virtud de que acaecido alguno de los sucesos enunciados se anticipan los efectos del vencimiento de la deuda. (C.3ª Civ., Com., Minas, Paz y Trib., Mendoza, 2001/12/19, "Banco Credicoop Coop. Ltdo. c. Pedro López e Hijos S. A.", inédito). Informe sobre condiciones del inmueble hipotecado Art. 598. -- Dictada la sentencia de trance y remate se procederá de la siguiente forma: 1. El juez ordenará verificar el estado físico y de ocupación, designando a tal fin al escribano que proponga el acreedor. Si de esa diligencia resulta que el inmueble se encuentra ocupado, en el mismo acto se intimará a su desocupación en el plazo de diez (10) días, bajo apercibimiento de lanzamiento por la fuerza pública. No verificada en ese plazo la desocupación, sin más trámite se procederá al lanzamiento y se entregará la tenencia al acreedor, hasta la aprobación del remate, con intervención del notario al que se refiere el párrafo anterior. A esos fines, el escribano actuante puede requerir el auxilio de la fuerza pública, allanar domicilio y violentar cerraduras y poner en depósito oneroso los bienes que se encuentren en el inmueble, a costa del deudor. 2. El acreedor estará facultado para solicitar directamente al Registro de la Propiedad un informe sobre el estado y gravámenes que afectaren el inmueble hipotecado, con indicación del importe de los créditos, sus titulares y domicilios. 3. Asimismo, el acreedor puede requerir la liquidación de las deudas que existan en concepto de expensas de la propiedad horizontal, impuestos, tasas y contribuciones que pesen sobre el inmueble, bajo apercibimiento que de no contarse con dichas liquidaciones en el plazo de diez (10) días hábiles desde la recepción de su solicitud, se podrá subastar el bien como si estuviera libre de deudas. Los reclamos que se dedujeran por aplicación de lo dispuesto en este inciso no afectarán el trámite de remate del bien gravado. 4. La venta quedará perfeccionada una vez pagado el precio en el plazo que se haya estipulado y realizada la tradición a favor del comprador. El pago se podrá realizar directamente al acreedor, quien deberá depositar el remanente dentro del quinto día de verificado el cobro. Si el acreedor ostenta la tenencia del inmueble subastado, podrá transmitirla directamente al comprador; caso contrario y no habiendo mediado desposesión como lo prevé el inc. 1, deberá ser entregado con intervención del juez. La protocolización de las actuaciones será extendida por intermedio del escribano desi gnado por el comprador, sin que sea necesaria la comparecencia del ejecutado. 5. El deudor ni el tercero, poseedor del inmueble hipotecado, pueden interponer incidente ni recurso alguno, salvo las defensas del art. 64 en la oportunidad del art. 54, sin perjuicio de que el deudor pueda ejercitar, en juicio sumarísimo posterior, los derechos que tenga que reclamar el acreedor. Si existiera peligro de desprotección de alguno de los interesados, se notificará al defensor oficial para que asuma el control del proceso de ejecución de la garantía. 6. Una vez realizada la subasta y cancelado el crédito ejecutado, el deudor podrá impugnar por la vía judicial: a) La liquidación practicada por el acreedor, y b) El incumplimiento de los recaudos establecidos en el prese nte artículo por parte del ejecutante. En todos los casos el acreedor deberá indemnizar los perjuicios ocasionados, sin perjuicio de las sanciones penales y administrativas de que se hiciera pasible. 7. En los casos previstos en el presente artículo, no procederá la compra en comisión ni la indisponibilidad de los fondos de la subasta. No obstante el juez podrá pedir caución suficiente al acreedor. 1. Modificaciones introducidas por la Ley 24.441 Si bien la ejecución hipotecaria común no fue mayormente afectada por esta ley, sufrió una importante modificación en el presente artículo que, según texto ordenado por dicha ley (art. 79), agrega disposiciones de carácter extrajudicial dentro del trámite de la ejecución, para la oportunidad en que ha sido ya dictada la sentencia de trance y remate. La presente norma rige para las ejecuciones hipotecarias que no corresponden al régimen general de hipotecas previsto en los arts. 52 y siguientes de la ley 24.441, cuando se haya optado por ese régimen en el acto constitutivo (art. 45 ley 24.441). El sistema rige sólo para la justicia nacional y federal, puesto que la reforma es del art. 598. Sin embargo las instituciones crediticias y los particulares pueden prorrogar la competencia o aplicarla en los supuestos de las normas de los arts. 52 y siguientes de la ley citada. La ejecución hipotecaria es una norma de carácter supletorio, por ello, si las partes han guardado silencio sobre el particular, debe interpretarse que se adscriben a dicho régimen procesal; en cambio, si han establecido las pautas que regirán algunos aspectos de la ejecución, tal convenio sólo podrá ser desplazado cuando la nueva ley dé carácter imperativo a sus normas, sustituyendo el precepto supletorio (CNCiv., Sala A, 1997/12/23, "Crivelli de Hegi, Amelia F. c. Segovia, Lina N. y otros", La Ley, 1999-F, 750 [42.067-S] ED, 179-568). También se afirma que, la materia regulada por el art. 598 está sometida al régimen contractual, basado en el art. 1137 del Código Civil, con el alcance previsto por el art. 1197 del mismo cuerpo legal. De allí que si entre las partes existió un pacto expreso en sentido diferente al de la norma, es éste el que debe prevalecer (CNCiv., Sala B, 1997/09/09, "Sousa Martínez, Fermín c. Carballeda, Carlos A.", La Ley, 1999-A, 485). Criterio que se afirma al decir que, la modificación introducida por el art. 79 de la ley 24.441, no debe entenderse que se trata de una norma de orden público. Por tanto, si las partes convinieron entregar el inmueble hipotecado totalmente desocupado al que resulte comprador dentro de los diez días de aprobada la subasta, y de tal modo acordaron el modo y plazo de desocupación del inmueble, la libertad contractual prima sobre la citada disposición procesal (CNCiv., Sala C, "1995/10/03, "Eurofin de Inversiones c. Kuperman, Viviana", DJ, 1997-1-422). El art. 598 del Código Procesal reformado por el art. 79 de la ley 24.441, resulta aplicable a las ejecuciones hipotecarias en trámite de manera inmediata, sin que se requiera haberlo pactado, pues ese recaudo sólo es exigible para la ejecución extrajudicial, siempre que no se vulneren derechos adquiridos o se viole el principio de preclusión (CNCivil, Sala H, Sentencia Interlocutoria C. H260334, "Bleker, Jorge E. c. Gennari, Mercedes Aída s/ Ejecutivo"). 2. El escribano. Derecho a elegir oficial de justicia La figura del escribano deviene aquí en una suerte de auxiliar de la justicia. En realidad el funcionario que interviene será el de la institución bancaria o crediticia, o bien el que intervino en la constitución de la hipoteca, quien será propuesto por sus abogados para cumplir esta tarea judicial. De su designación debe otorgarse testimonio a fin de poder realizar la tarea encomendada. Sin embargo, se ha considerado que si bien el art. 598 del Código Procesal, modificado por el art. 79 de la ley 24.441 (de financiamiento de la vivienda y la construcción) establece que una vez pronunciada la sentencia de trance y remate, el juez ordenará verificar el estado físico y de ocupación del inmueble, designando al escribano que proponga el acreedor, la propuesta y designación de notario es optativa para el ejecutante quien puede solicitar la normal constatación por medio del oficial de justicia (CNCiv., Sala A, "Alles, Jorge A. c. Obarrio, Mauricio y otro", La Ley, 1999-C, 411). La ley 24.441 de financiamiento de la vivienda y la construcción, en cuanto reformó el art. 598 del Código Procesal, persigue dos finalidades: la celeridad del trámite y la reducción de los costos de la ejecución hipotecaria. De tal modo, si se considerara inexcusable la designación de escribano para verificar el estado físico y de ocupación del inmueble, se dejaría de lado una de esas finalidades, pues se perjudicaría al acreedor, incrementando los costos (CNCiv., Sala A, 1996/07/01, "Banco Credit Lyonnais Argentina S. A. c. Becerra, Eduardo", La Ley, 1997-A, 123). 3. Designación y desempeño del escribano. El escribano se designa a propuesta del acreedor, debiendo aceptar el cargo, aunque sin necesidad de prestar juramento en virtud de haberlo hecho oportunamente, sin perjuicio de su carácter de fedatario público. La aceptación del cargo le otorga facultades específicas que hacen a la tarea encomendada, tales como requerir el auxilio de la fuerza pública, allanar domicilios, violentar cerraduras, constituir en depósito oneroso los bienes que estén dentro del inmueble, a costa del deudor, y asimismo le asigna funciones también específicas, como la verificación del estado físico y de ocupación del inmueble gravado, intimación a desocupar el bien en el término de diez días, con el apercibimiento de lanzamiento por la fuerza pública, el propio lanzamiento y entrega del bien al acreedor, y protocolización de las actuaciones aún sin la presencia del demandado. Por otra parte, cabe destacar que no puede intervenir un escribano matriculado en extraña jurisdicción a efectos de cumplir con el cometido o con las actividades que el art. 598 ha asignado a tales funcionarios. Es que lo contrario entorpece el normal desarrollo del proceso, en vista de que no puede existir una diversidad en cuanto a la jurisdicción del magistrado y aquella en la cual el funcionario está matriculado (CNCiv., Sala C, 1997/03/13, "Mur, Alfredo H. c. Garay, Armando R.", La Ley, 2000-A, 546 [42.246-S] - JA, 1997-IV-450). 4. Intimación y lanzamiento. a) Plazo. Naturaleza. La cuestión relativa a si el plazo de diez días por el que se intima al ocupante a desalojar el inmueble es de naturaleza civil o procesal, resulta relevante ya que en la primera hipótesis se trataría de diez días corridos y permitiría actuar al escribano aún durante la feria judicial. Si se trata, en cambio, de un plazo procesal, sólo se cuentan los días hábiles y no procedería el lanzamiento durante el período de feria de los tribunales. Indudablemente el plazo es procesal, ya que, además de la pertenencia de la norma a una ley adjetiva, el hecho de que actúe un escribano como auxiliar judicial no convierte a la ejecución en un trámite privado, no pudiendo, obviamente, éstos actuar cuando no puede hacerlo el juez, salvo expresa habilitación por razones debidamente fundadas en las particularidades de cada caso. b) Desocupación: Voluntad de los contratantes: Independientemente de la validez de los convenios de desocupación, la reforma al art. 598 del Código Procesal importó una ventaja para el acreedor hipotecario que puede obtener la desocupación antes de la subasta. Luego, y ante una previsión contractual que otorga mayores facultades que la aludida reforma, no puede pensarse que ésta haya colocado al ejecutante en una situación peor de la que tenía al contratar, debiendo esperar aún más de lo que indica la ley para lograr el desalojo del inmueble a subastar. No obsta a ello la libertad de contratación, toda vez que el convenio, a la fecha de suscripción, sólo importaba un beneficio a favor del ejecutante, quien se vería ahora perjudicado ante la nueva normativa (CNCivil, Sala L, Sentencia Interlocutoria C. L052143, "Dekinder S.A. c. Ríos, Sergio y otro s/ Ejecución Hipotecaria"). Si bien el art. 598 del Código Procesal, reformado por la ley 24.441, resulta aplicable a la generalidad de los casos, ello no le quita su carácter de norma supletoria. De ahí que, ante el silencio de las partes sobre su aplicación, habrá de interpretarse que se someten a dicho régimen procesal; si, en cambio, establecen las pautas que regirán algunos aspectos de la ejecución, tal convenio sólo podrá ser desplazado por normas de carácter imperativo. Cuando en el título base de la ejecución, las partes acordaron expresamente el momento en que la desocupación del inmueble tendría lugar, con anterioridad a la vigencia de la ley 24.441, tal aspecto, estipulado de común acuerdo, no puede verse alterado por la modificación del art. 598 del Código Procesal. (CNCivil, Sala H, Sentencia Interlocutoria C. H254504, "Pérez Torres, Alberto Lucas c. Giménez de Caliguri, Graciela s/ Incidente Civil"). 5. Actividades a cargo del ejecutante. Subasta Los incisos 2º y 3º del artículo 598 facultan al acreedor a efectuar, a través de su letrado patrocinante, el pedido de informes al Registro de la Propiedad para saber el estado y gravámenes que afectan el inmueble hipotecado. Si no se responde, se aplica la regla de presunción establecida en el art. 398 párrafo final. Estos son recaudos previos a la designación de martillero, que en su trámite aplica los preceptos de los arts. 577 y siguientes del presente Código. Sin embargo, el dictado del auto de subasta no puede subordinarse a la realización del informe sobre las condiciones del inmueble hipotecado, si el ejecutante expresa su voluntad de prescindir de la verificación prevista en la norma, en tanto ésta no es de aplicación excusable para los actos pendientes de cumplimiento (CNCiv., Sala C, 2000/10/31, "Banco de la Ciudad de Buenos Aires c. Soria, Ricardo J.", La Ley, 2001-B, 544). En cuanto a los reclamos de acreedores que no hubieran contestado en el plazo correspondiente, o aquellos que sean relativos a deudas por expensas, impuestos, tasas o contribuciones sobre el bien hipotecado, tramitarán por la vía de los incidentes. Cabe destacar, al respecto, que no corresponde reconocer preferencia al acreedor hipotecario frente al crédito del fisco por impuestos y deudas posteriores a la constitución de la hipoteca si el acreedor hipotecario ha renunciado a este privilegio frente al Fisco haciéndose cargo en forma personal de los impuestos y tasas que pesan sobre el inmueble al comprar en subasta. (CCiv. y Com., San Isidro, Sala I, 2001/11/15, "Salvucci, Ernesto L. c. Brizuela, Justo G. y otra", LLBA, 2002-854). Mientras que, si se trata de redargüir de falsedad un mandamiento de constatación celebrado en la etapa de ejecución de sentencia, en la cual el principio legal es el de la no admisión de incidentes por parte del deudor o de los terceros poseedores del inmueble hipotecado, la cuestión debe dilucidarse por procedimiento ordinario (CNCiv., Sala K, 1996/09/16, "Rinaldi de Carossino, María Emma c. Bridero S. A. C. I. F. I. A.", La Ley, 1998-C, 924 [40.362-S]). 6. Venta y pago al ejecutante El inciso 4º es reproducción del art. 586, con exclusión del pago en cuotas, correspondiendo el plazo mencionado, evidentemente, al supuesto de pago total. Ello implica que, de pretenderse la venta en cuotas, sólo sería viable mediante el dictado de una resolución fundada que contenga la indicación del procedimiento a cumplir. Cabe destacar, como novedad, que el pago puede realizarse directamente al acreedor, a cuyo cargo se impone la obligación de depositar, dentro de quinto día, la diferencia entre lo obtenido y la liquidación judicialmente aprobada en concepto de capital, actualizaciones e intereses. Sin embargo, este sistema presenta inconvenientes, por ejemplo, en caso de que el monto obtenido sea inferior al de la deuda, además de facilitar, por otra parte, el eventual accionar ilícito del acreedor que puede, en los hechos, "quedarse" con el remanente y trasponer las fronteras, o producirse la quiebra de la institución crediticia acreedora una vez cobrado el monto obtenido de la ejecución hipotecaria. 7. Entrega del bien al comprador Una vez perfeccionada la venta, si el ejecutante está en la posesión del bien, puede transmitirla directamente al comprador. Si el acreedor no tuviera la tenencia por no haber desposesión, ella deberá ser entregada con intervención del juez, procediendo de conformidad con lo previsto en el art. 589, segunda parte. 8. Protocolización de las actuaciones Será efectuada a través del escribano designado por el comprador, siendo innecesaria la comparecencia del ejecutado. Esto colisiona con lo reglamentado por el art. 1184 del Código Civil que exceptúa expresamente la forma de la escritura pública para los contratos de transmisión de bienes inmuebles que fuesen celebrados en subasta pública, lo cual impide que el comprador inscriba directamente el bien y acrecienta los gastos de la ejecución. 9. Actuación del comprador y deudor. Límites. Derechos de terceros poseedores Dice el inciso 5º del artículo analizado que ni el deudor ni el tercero, poseedor del inmueble hipotecado, pueden interponer incidente ni recurso alguno, salvo las defensas del art. 64 en oportunidad del art. 54. Se ha querido brindar una vía expedita a la sentencia de remate, evitando toda posibilidad de interferir en el remate, otorgando así mayor garantía a las hipotecas al diferir cualquier cuestionamiento para una oportunidad posterior a la realización de la subasta y pago del crédito. Cabe resaltar que los artículos 64 y 54 mencionados, corresponden a la ley 24.441 y no al Código Procesal, lo que evidencia una técnica legislativa deficiente y desprolija. El art. 54, integrante del capítulo de la ley que regula la ejecución extrajudicial de la hipoteca instrumentada conforme el sistema de letras y cupones, refiere a la oportunidad en que se hubiera vencido el plazo de la intimación, sin que se hubiera hecho efectivo el pago. En ese caso, tratándose de una ejecución extrajudicial, el acreedor podrá (recién) presentarse ante el juez competente con la letra hipotecaria o los cupones exigibles, y un certificado de dominio del bien gravado a efectos de verificar el estado de ocupación del bien y obtener la tenencia del mismo, de solicitarla. El juez conferirá traslado de esta presentación por el plazo de cinco días a efectos de que se opongan, en su caso, las excepciones previstas en el art. 64. Por su parte, el art. 64 enumera los supuestos que el ejecutado puede "verosímilmente" acreditar a fin de obtener la "suspensión cautelar" del lanzamiento o de la subasta, los cuales son: a) No estar en mora; b) No haber sido intimado de pago; c) No haberse pactado la vía elegida y d) Existencia de vicios graves en la publicidad. Si el acreedor controvierte las afirmaciones del excepcionante, la cuestión se sustanciará por el procedimiento más abreviado previsto por la ley local. En el caso del tercer poseedor, el inc. 5º del art. 79 de la ley 24.441 al disponer que el deudor ni el tercero poseedor del inmueble hipotecado pueden interponer incidente ni recurso alguno, salvo las defensas del art. 64 en la oportunidad del art. 54, sólo restringe dicha posibilidad a los allí mencionados, sin que quepa extenderlo a quienes invocan otros derechos. Es que, por no contemplar la citada norma la situación de un tercero que alega un derecho a mantenerse en la posesión o en la tenencia del inmueble, corresponde proceder conforme al régimen jurídico vigente al respecto, pues la falta de previsión no puede entenderse como negativa a la presentación de quien considera que tiene un derecho que oponer, con independencia de lo que se resuelva ante las defensas planteadas (CNCivil, Sala L,Sentencia Interlocutoria C. L053531, "Herrera de Diéguez, Nidia Isabel c. Scelso, Aurelia s/ Ejecución Hipotecaria"). Tal el caso de locatarios y usucapientes. En el primer supuesto habrá de estar a lo establecido por el art. 1498 del Código Civil, frente al cual no es viable el desahucio. En el segundo caso tendrá prioridad la ejecución hipotecaria sólo cuando su inscripción registral (conf. art. 3934 Cód. Civil) haya sido efectuada con anterioridad al comienzo de la prescripción adquisitiva. Finalmente, tratándose del Defensor oficial, se prevé su actuación, además de los casos ya previstos por la ley, particularmente en caso de "peligro de desprotección" de alguno de los interesados. 10. Impugnación posterior. Daños y perjuicios Una vez realizada la subasta y cancelado el crédito, el deudor podrá impugnar judicialmente la liquidación practicada por el acreedor y/o el incumplimiento por parte del ejecutante de los recaudos dispuestos en el presente artículo. De prosperar, daría lugar a que el acreedor deba indemnizar los daños y perjuicios ocasionados, sin perjuicio de las sanciones penales y administrativas a que hubiere lugar. Este párrafo es revelador de que la norma contempla como principales destinatarias a las instituciones bancarias y financieras. 11. Prohibición de compra en comisión. Indisponibilidad de fondos. Caución A fin de otorgar mayos transparencia a la venta, se prohíbe la compra en comisión para evitar la intervención de las "ligas de compradores". Asimismo, se impide la indisponibilidad de los fondos de la subasta, con lo cual se pretende evitar dilaciones. La prohibición del art. 598 inc. 7º del Cód. Procesal atañe al derecho sustancial y no al de forma, pues el propósito de la norma es asegurar la pureza de las subastas públicas, evitando la injerencia de las "ligas de compradores". Por tal razón se prohíbe la compra en comisión, debiendo el adquirente hacerlo directamente para sí (CNCiv., Sala D, 1995/10/09, "Banco Sudameris c. Repossi, Carlos A.", La Ley, 1997-B, 166). Por eso, se ratifica que la prohibición de comprar en comisión en subasta pública, establecida por el inc. 7º del art. 598 del Cód. Procesal reformado por la ley 24.44, consagra una incapacidad de derecho del adquirente para comprar en comisión, acto que generalmente configura una especie de mandato oculto (CNCiv., Sala D, 1995/10/09, mismo fallo anterior). Sin embargo, el juez está autorizado a solicitar caución suficiente al acreedor, cuando quien pretenda retirar el dinero no sea de reconocida solvencia como para resarcir los daños y perjuicios a que eventualmente pudiera ser condenado. 12. Cancelación de la hipoteca en virtud de la subasta La hipoteca se extingue aunque no hubiese sido cancelada en el registro de hipotecas, respecto del que hubiese adquirido la finca hipotecada en remate público, desde que el comprador consignó el precio de venta a la orden del juez (conf. art. 3196 Cód. Civil). En el caso regulado por la norma bajo análisis, la hipoteca se extingue desde que se efectuó el pago al acreedor. Tercer poseedor Art. 599. -- Si del informe o de la denuncia a que se refiere el artículo anterior, resultare que el deudor transfirió el inmueble hipotecado, dictada la sentencia de remate contra aquél, se intimará al tercer pose edor para que dentro del plazo de cinco días pague la deuda o haga abandono del inmueble, bajo apercibimiento de que la ejecución se seguirá también contra él. En este último supuesto, se observarán las reglas establecidas en los arts. 3165 y siguientes del Cód. Civil. 1. Transferencia del bien hipotecado Una vez dictada la sentencia de remate contra el deudor, si resultare que éste transfirió el bien, se intimará al tercero para que en el término de cinco días pague la deuda o desocupe el inmueble. De lo contrario, la ejecución se seguirá contra él, en cuyo caso son de aplicación las previsiones de los arts. 3165 y siguientes del Código Civil. La base del problema está en el art. 3962 cuando establece que: "Si el deudor enajena, sea por título oneroso o lucrativo, el todo o una parte de la cosa o una desmembración de ella, que por sí sea susceptible de hipoteca, el acreedor podrá perseguirla en poder del adquirente, y pedir su ejecución y venta, como podría hacerlo el deudor". Son, en definitiva, las dos posibilidades procesales que se cuentan: el derecho de persecución (jus persequendi) y el derecho de preferencia (jus praeferendi). También son dos las circunstancias que caracterizan al llamado tercer poseedor: la de ser tercero en el vínculo obligacional entre el acreedor hipotecario y el deudor, y la de ser poseedor a título de dueño, porque al haber constituido su derecho real de dominio sobre la cosa gravada, el ejercicio de ese derecho, se materializa mediante la posesión. Por esta razón se ha propuesto en busca de mayor precisión conceptual llamarlo tercero propietario, bien entendido que con cada uno de estos términos se ponen de resalto aspectos distintos: tercero en cuanto a la obligación, propietario en cuanto a la cosa hipotecada. Para arribar a esa calidad existen las vías señalas: la de no asumir la deuda en el acto causal de la adquisición del dominio, con lo cual el adquirente permanece ajeno a la obligación por determinación propia; o la de asumirla en ese acto sin que posteriormente sea aceptada por el acreedor, a quien no puede imponérsele un deudor contra su voluntad (nota al art. 3172 del Cód. Civil, confirmatoria del régimen legal), con lo cual es la decisión del acreedor, al no unirse a la del adquirente que deja a éste como extraño a la obligación garantizada. No es un tercer poseedor en los términos del art. 599, quien sólo tiene a su favor un boleto de compraventa, subsistiendo la titularidad del dominio en el ejecutado (CNCiv., Sala C, 1994/09/29, Sentencia Interlocutoria, C. C150791, "Finarmen S.A. c. Cherescky, Rosalía E.", inédito). Ahora bien, el tercero que posee es alguien que no está obligado a pagar la deuda, aunque sea el titular del inmueble. En consecuencia, el rehusarse a pagar la deuda y a abandonar el inmueble no habilita al juez a pronunciar contra el tercer poseedor condenaciones personales a favor del acreedor, y éste no tiene otro derecho que perseguir la venta del inmueble (conf. art. 3165 Código Civil). Vale decir que la ejecución contra el tercer poseedor está ilmitada al inmueble base de la hipoteca ejecutada y no afecta a sus otros bienes. El tercer poseedor puede excepcionar la ejecución del inmueble alegando la no existencia, o la extinción del derecho hipotecario, o la nulidad de la toma de razón o inenajenabilidad de la deuda (conf. art. 3166 Código Civil). Asimismo, el que fuera desposeído del inmueble, o que lo abandonare a solicitud de los acreedores hipotecarios, será indemnizado por el deudor con inclusión de las mejoras que hubiere hecho en el inmueble (conf. art. 3170 Código Civil). No podrá, en cambio, abandonar el inmueble y exonerarse del juicio cuando en el contrato de adquisición o en un acto posterior se obligó a satisfacer el crédito (conf. art. 3172 Cód. Civil). SECCION 2ª -- Ejecución prendaria Prenda con registro Art. 600. -- En la ejecución de prenda con registro sólo procederán las excepciones enumeradas en los incs. 1, 2, 3, 4, 6 y 9 del art. 544 y en el art. 545 y las sustanciales autorizadas por la ley de la materia. 1. La prenda La prenda es un derecho real de garantía, que se constituye sobre una cosa mueble que el deudor entrega como respaldo para el cumplimiento de la obligación. Los bienes que se gravan quedan indisponibles, por eso los créditos embargados o dados en prenda no pueden ser compensados legalmente, ya que la consecuencia del embargo o la prenda es la imposibilidad de afectarlo o darle otro destino, a punto tal que un pago realizado a su titular será inoponible respecto del acreedor embargante (CNCiv., Sala B, 1998/11/17, "Szlufman, Leonardo S. c. Fernández Bonilla, Manuel D.", La Ley, 1999-C, 543). Asimismo se destaca que, en virtud del art. 3216 del Código Civil, en la constitución de prenda sobre cosa ajena no está en juego la relación entre el acreedor y el prendante, pues este último debe cumplir con sus obligaciones y el primero puede ejercer respecto de aquél todos los derechos que la garantía le confiere (CNCom., Sala A, 1999/02/15, "Eiroa Automotores c. Transporte Automotores 12 de Octubre S. A.", La Ley, 1999-D, 448 - DJ, 1999-3-197). De este modo, la prenda constituida sobre bienes ajenos es nula de nulidad relativa. Por ello, no puede ser alegada por el deudor por imperio de lo dispuesto por el art. 1047, apart. 2º del Código Civil, sólo puede prevalerse de ella el acreedor de buena fe y los terceros afectados, entre ellos el dueño del bien (fallo antes citado). El Código Procesal prevé dos formas de ejecución: la de la prenda con registro, regulada por el art. 600, cuyo uso es más frecuente, y la prenda civil, contemplada en el artículo siguiente. 2. Prenda con registro La ejecución prendaria se sustenta en el contrato de prenda con registro, que tiene reglamentación en el decreto/ley 15.348/56 ratificado por la Ley 12.962, según el cual dicha convención afecta, en garantía del pago de una suma de dinero o de cualquier otra obligación con valor dinerario, bienes muebles o semovientes, que quedan en poder del deudor, quien, en los casos de prenda flotante, puede disponer libremente de dichos bienes a condición de reemplazarlos por otros análogos. El art. 600 se ocupa de esta modalidad ejecutiva, que a tenido un devenir legislativo desde el decreto ley citado, pasando por la modificación hecha en el decreto/ley 6810/63 hasta llegar al texto ordenado actual, previsto en el decreto 897/95, que introduce la ejecución extrajudicial o privada para el supuesto en que el acreedor sea una institución bancaria u oficial, la cual se llevaría a cabo sin participación del deudor, pudiendo éste luego promover el correspondiente juicio ordinario posterior. Dicho decreto es también aplicable a la prenda flotante, que puede constituirse sobre mercaderías y materias primas en general, por ser bienes fungibles, siempre que su objeto sea garantizar el pago de obligaciones cuyo plazo no sea mayor de ciento ochenta días. La ejecución prendaria sub examine se rige por las normas que regulan el juicio ejecutivo, excepto en aquellos aspectos modificados por las disposiciones contenidas en el mentado decreto ley. Entre ellas aparece la obligación de inscribir la prenda en el Registro pertinente, pues de otro modo opera la caducidad y la pérdida de la acción ejecutiva prendaria, lo que impide al acreedor acceder a la ejecución especial. Por eso, el término de caducidad de la inscripción de la prenda resulta fatal y acarrea la pérdida de la posibilidad de promover la ejecución prevista en el art. 600, del Código Procesal y arts. 26, 28 y concs. de la ley 12.962 (Adla, VII-229), y del consiguiente privilegio especial, pero no obsta a que la deuda sea perseguida a través de los procedimientos de una simple ejecución, pues no hace perder al deudor su calidad de tal (CNCom., Sala A, 1999/09/27, "Plan Rombo S. A. de Ahorro para Fines Determinados c. Wethers, Eduardo J.", La Ley, 2000-C, 221 - DJ, 2000-2-138). Asimismo, resulta nulo el contrato de prenda que no consigna el tiempo fijado para pagar la deuda pues ello es exigido por el art. 11 inc. C de la Ley de Prenda que establece los elementos reales del contrato (CNCom., Sala A, 2000/06/27, "Sergio Trepat Automóviles S.A. c. Di Lorenzo, Antonio Juan", ED, 190-264). 3. Competencia La determinación de la competencia depende de las modalidades que en el contrato se hubiera introducido. Por razón del territorio, es competente el juez de comercio del lugar convenido para pagar el crédito, o del lugar en que según el contrato se encontraban o se encuentran situados los bienes, o del lugar del domicilio del deudor, a opción del ejecutante. En consecuencia, son de aplicación las reglas establecidas por el art. 5º del Código Procesal para las acciones personales y reales. Si las cláusulas de prórroga de la competencia territorial dispuestas en el contrato de prenda con registro resultan contradictorias, corresponde aplicar la regla general descripta en la ley de prenda, que determina la competencia del juez del lugar fijado para el pago de la obligación (del dictamen del fiscal que la Cámara hace suyo) (CNCom., Sala B, 2000/04/04, "Banco Bansud c. Tapparelli, Rubén O.", La Ley, 2001-B, 866, J. Agrup., caso 15.605). La competencia por razón de la materia corresponde a la justicia nacional comercial, salvo que la prenda se hubiere constituido en garantía de un crédito fiscal, en cuyo caso sería competente la justicia civil y comercial federal. Con respecto a procesos de concursos y quiebras, no ejercen fuero de atracción sobre estas ejecuciones en virtud del fallo plenario del 9 de abril de 2001 dictado por la Cámara de Apelaciones del fuero comercial en autos "Avan, S.A. s/ Concurso Preventivo s/ Incidente de Concurso Especial por Aceros Zapla", en cuanto interpretó que el inc. 2º del art. 21 de la ley 24.522 de Concursos y Quiebras erigió a las ejecuciones de garantías reales en otra excepción (junto con los procesos de expropiación y los que se funden en las relaciones de familia) al principio del fuero de atracción de los concursos. Por eso, ya se había dicho que, el juez de la quiebra es competente para entender en la nulidad de un contrato de prenda solicitada por el fallido en su carácter de garante aun cuando no sea aplicable el fuero de atracción en virtud del carácter pasivo que lo caracteriza, pues se trata de una cuestión relevante para el trámite falencial que razones de conexidad y economía procesal autorizan su continuación ante dicho juzgado (CNCom., Sala E, 2000/06/30, "Micenmacher Mordcha c. Banco Francés S. A.", La Ley, 2001-A, 667, J. Agrup., caso 15.501). 4. Partes. Efectos del contrato prendario En principio resultan legitimados activos y pasivos quienes figuran en el contrato como acreedor y deudor. Sin embargo, el contrato prendario inscripto es transmisible por endoso y el endoso también debe ser inscripto en el registro para producir efectos contra terceros, lo que autoriza también al endosatario a promover la ejecución que estudiamos. El endoso, cuando se efectúa conforme a derecho, transmite la propiedad de la prenda con registro, adquiriendo, en consecuencia, el endosatario, la titularidad de todos los derechos y garantías que ostentaba el acreedor originario. No está legitimado para promover esta ejecución el endosatario de un certificado de prenda no inscripto en el correspondiente registro. Los endosantes y el deudor son obligados solidarios al pago, aunque el endosante no podrá ser ejecutado sin previa excusión del bien prendado, haciéndose efectiva su responsabilidad a partir de la determinación del saldo insoluto. La falta de protesto no hará caducar la responsabilidad de los endosantes, siempre que en el término de treinta días contados desde el vencimiento de la obligación prendaria, el tenedor inicie su acción notificándola a los endosantes. De igual manera, la comunicación de la enajenación al acreedor prendario no exime de responsabilidad a los enajenantes, en la medida en que no media conformidad de aquél; el nuevo deudor se agrega al primitivo, con beneficio para el acreedor (CNCom., Sala B, 1998/05/22, "Plan Rombo S. A. de Ahorro para fines determinados c. Ryba, Verónica V. y otros", La Ley, 1998-E, 1). 5. Procedimiento. El contrato de prenda debidamente inscripto es el título ejecutivo, hábil y suficiente, que se ejecuta sin necesidad de previo reconocimiento de firma ni de convenciones anexas. Además, como es eficaz la constitución de domicilio instrumentada, todas las notificaciones se pueden practicar en los lugares convenidos. En consecuencia, es improcedente designar al defensor oficial para que represente al ejecutado ausente y disponer su citación por edictos (CNCom., Sala D, 1995/08/17, "Plan Rombo S. A. para fines determinados c. Zavala Rodríguez, Carlos J.", La Ley, 1996-A, 528). En el trámite promovido, la actividad jurisdiccional se limita a la comprobación de los recaudos de admisibilidad de la medida y al diligenciamiento de la orden de secuestro. Por tanto, en el campo procesal, frente a la inviabilidad del secuestro intentado, el procedimiento concluye (CNCom., Sala D, 1995/09/06, "Citibank N. A. c. Aguilar, María I.", JA, 1996-II-542). 5.1 Demanda Si la ejecución se promueve con pagarés que hayan sido suscriptos por el deudor simultáneamente con el contrato prendario, ellos integran el título ejecutivo, razón por la cual deben ser acompañados también al escrito de demanda. En caso contrario el juez podrá denegar la ejecución. Sin embargo, no obstante la obligación de inscribir los pagarés accesorios al contrato establecida por el art. 10 del decreto ley 10.574/56 reglamentaria de la ley de prenda, dicha inscripción no es elemento esencial del contrato, por lo que su ausencia no obsta a la vía ejecutiva. Por tanto, si el contrato no ha sido inscripto en el registro correspondiente, no es viable la ejecución prendaria sino que corresponde la ejecución prevista en los arts. 520 y siguientes del Código Procesal. Si se tratara de un instrumento privado, procedería, además, la preparación de la vía ejecutiva en los términos del art. 525, inc. 1º. La anotación del contrato avalado por una prenda en el registro respectivo obra únicamente para los terceros, razón por la cual aquél tiene eficacia entre los suscriptores, aun sin haberse cumplido el recaudo mencionado (CNCom., Sala A, 1999/09/27, "Plan Rombo S. A. de Ahorro para Fines Determinados c. Wethers, Eduardo J.", La Ley, 2000-C, 221 - DJ, 20002-138). Sin embargo, resulta improcedente declarar la caducidad de instancia en el procedimiento de secuestro prendario (art. 39, ley de prenda con registro), toda vez que el mismo no importa la iniciación de un juicio de ejecución, sino que sólo está destinado a facilitar al acreedor la ulterior venta extrajudicial de los bienes afectados a la garantía (CNCom., Sala A, 2000/06/16, "Citibank N. A. c. Romero, Marta V.", La Ley, 2000-E, 107). En definitiva, el término de caducidad de la inscripción de la prenda con registro resulta fatal, acarreando la pérdida de la posibilidad de promover la ejecución prendaria y del consiguiente privilegio especial, circunstancia que en nada obsta a que la deuda sea perseguida a través de los procedimientos de una simple ejecución, toda vez que el deudor no pierde su calidad de tal (CNCom., Sala A, 2000/06/23, "Banco Roberts c. Semeszczuk, Pedro", La Ley, 2000-F, 976 [43.194-S]). Por eso, el contrato de prenda con registro es oponible ante terceros a partir de su anotación sin perjuicio de la plena eficacia -aun sin tal recaudoentre los suscriptores (fallo precitado). 5.2 Mandamiento de embargo y citación para la defensa El juez, luego de examinar cuidadosamente el título, en caso de comprobar su idoneidad y que concurren los requisitos extrínsecos de admisibilidad, librará mandamiento de embargo y ejecución como en el juicio ejecutivo; el embargo se notificará al encargado del Registro y a las oficinas que perciban patentes o ejerciten control sobre los bienes prendados. La intimación de pago no es diligencia esencial. En el mismo decreto en que se dicten las medidas anteriores, se citará de remate al deudor, notificándole que si no opone excepción legítima en el término de tres días perentorios, se llevará adelante la ejecución y se ordenará la venta de la prenda. No obstante la alusión del art. 29 al juicio ejecutivo, no hay identidad en el trámite comentado puesto que la intimación de pago no es esencial y además es procedente el secuestro de los bienes a los fines de su realización. 5.3 Excepciones Las excepciones enumeradas en el art. 30 del decreto 897/95 (Adla, LVE, 5996), en los incisos 1º, 2º, 3º, 4º, 6º y 9º del art. 544 y en el art. 545 del Código Procesal, respecto de la ejecución de la prenda con registro, tienen carácter taxativo. De tal manera, el ejecutado no tiene otras defensas que oponer al progreso de la acción, interpretación aplicable a la prescripción, pues de lo contrario se introduciría un medio de impugnación no incorporado por la ley procesal ni sustancial. En tal sentido, no es admisible el planteo de la excepción de falta de acción, interpuesta sobre la base de ser los ejecutados enajenantes del bien prendado, si no menciona las excepciones que no se han podido deducir (art. 545), en tanto no pueden hacer prevalecer la transferencia de dominio para liberarse de la deuda garantizada con el derecho real de prenda (art. 9°, ley 12.962). El plazo de cincos días para evacuar vistas y traslados, fijado en el Código Procesal, no rige en la ejecución prendaria, pues sería ilógico que el término para contestar las excepciones excediera el concedido para oponerlas y apelar de la sentencia, que los arts. 29 y 30 de la ley de prenda con registro, fijan en tres días (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 1996/06/04, "Patrimonio en Liquidación Banade c. Algodonera Lavallol S. A.", La Ley, 1996-E, 642 [38.984S]). En este proceso la excepción de incompetencia sólo será procedente si resulta del contrato mismo, (art. 30 dec. Ley 15.348/46), de lo contrario, importará en cierto modo violar las propias características del juicio ejecutivo y entrar en un proceso que debe ser más rápido en la discusión de la causa de la obligación. 5.4 Nulidad del contrato de prenda Procede ante la violación de los requisitos esenciales que sustentan la validez del contrato de prenda y su inscripción. La nulidad debe resultar del contrato mismo, o del contenido del título que hace las veces de ley entre partes. De este modo se afirma que, no corresponde considerar nulo a un contrato de prenda en virtud de no haber cumplimentado el ejecutante el requisito exigido por la ley 12.962, art. 5º inciso e), cuando el mismo se suscribió en garantía del saldo de precio por la compra de dos vehículos, pues no puede decirse que la acreedora cuya actividad se limitó a enajenar tales automotores mediante la constitución de esa prenda en garantía de la deuda asumida por su contraria, se constituya por ello en prestamista profesional. Ello así, pues la mencionada norma se refiere a los casos en que la prenda se constituye a favor de personas que ejercen como actividad habitual la de efectuar préstamos en dinero y no a todo tipo de acreedores (CNCom., Sala C, 1999/06/04, "Alenco S.A. c. Moguetta, Guido", BCNCom, nº 4, 1999, pág. 15 sum. 198). Cabe agregar que, no está contemplado en el decreto ley que regula la materia la excepción de falsedad, pero surge del inciso 4º del art. 544 del Código Procesal al que remite el artículo bajo examen. La excepción de falsedad sólo puede fundarse en la adulteración material del certificado de prenda o los pagarés que lo integren. La de inhabilidad, por su parte, procede cuando el certificado carece de algún requisito de los previstos en el decreto ley que regula la materia y el art. 520 del ritual. Si bien la normativa aplicable en materia de ejecución prendaria, pareciera descartar la posibilidad de que se fije un plazo a fin de que se produzcan pruebas, se la ha admitido para acreditar los hechos en que se funda la excepcion de falsedad. Por eso se ha dicho que, debe ser abierta a prueba la excepción de falsedad del título si el ejecutado sostiene que es falsa la firma inserta en el contrato. Si por tratarse de una cuestión ajena a la naturaleza sumaria del juicio ejecutivo, no procede que en él se articule la redargución de falsedad del instrumento público en el cual se basa la ejecución, ese principio es válido cuando se cuestiona la falsedad ideológica de aquél, pero no lo es en el caso de que la excepción analizada se funde en la falsedad material de este sea por invocarse la falsificación de la firma o la circunstancia de haberse alterado, por vía de supresiones, modificaciones o agregados, las enunciaciones que contenía. La solución contraria cercenaría sin razon atendible, el alcance de la excepción de falsedad, tanto mas cuanto no se discute que ésta procede para hacer valer la adulteración de un instrumento privado reconocido, el cual, de acuerdo con lo prescripto por el art. 1026 del Código Civil, tiene el mismo valor que el instrumento público entre los que lo han suscripto y sus sucesores (CNCiv., Sala F, 1989/06/20, "Carfina S.A. c/ Navarro de Ahumada, B.", inédito). 7. Trámite de las excepciones. Sentencia. Apelación Las excepciones de incompetencia, caducidad de la inscripción y nulidad del contrato de prenda deben emanar del contrato mismo; la de falta de personería de las constancias de autos y la de renuncia del crédito o privilegio prendario como también la de pago, de documentos provenientes del acreedor. Según el art. 30 antes referido, el juez resolverá las excepciones dentro del término de tres días. Sin embargo, aunque la ley no lo menciona, se ha entendido que corresponde, previo a su resolución, conferir traslado de las excepciones al ejecutado, también por el plazo de tres días, en resguardo del derecho de defensa en juicio. El juez deberá desestimar aquellas excepciones que no estuvieran previstas en la normativa mencionada, pudiendo el ejecutado, en su caso, promover el respectivo proceso de conocimiento. Dentro de los tres días de contestado el traslado de las excepciones o vencido el plazo para hacerlo, el juez dictará sentencia rechazando la ejecución, en caso de hacer lugar a las excepciones, o en el supuesto de desestimarlas, mandará llevar adelante la ejecución. La sentencia resulta apelable en el plazo de dos días de notificada (conf. art. 30 dec. ley cit.). La apelación procede en relación y con efecto devolutivo. 8. Subasta La sentencia debe disponer la venta del bien prendado. La subasta de los bienes se anunciará con diez días de anticipación mediante edicto que se publicará tres veces. Cuando en el contrato no se haya convenido que el acreedor tiene la facultad de proponer a la persona que realizará la subasta, el juez designará para esto a un rematador. La base de la venta será el importe del crédito garantizado con la prenda (art. 31 dec. ley cit.). Aunque la ley habla de edicto, en singular, no excluye la doble publicación requerida por el art. 566 del Código Procesal, con excepción de los casos en que exista desproporción entre el valor del bien y el costo de la publicidad. Tampoco excluye la eventual propaganda adicional contemplada en el art. 567 del Código ritual. 9. Privilegio El acreedor prendario posee un privilegio especial sobre los bienes gravados por la prenda (conf. art. 3º dec./ley cit.), produciendo el contrato efectos contra terceros, y excluyendo a demás acreedores que no estén comprendidos en los incisos 1º, 2º y 3º del art. 43 del decreto ley. El inciso 1º prevé el pago de los gastos de justicia y conservación de los bienes prendados; el inciso 2º refiere al pago de los impuestos fiscales que graven los bienes objeto de la prenda, y el inciso 3º considera el pago del arrendamiento del predio, si el deudor no fuese su propietario. Este último caso es aplicable a la prenda flotante sobre cosechas o productos agrarios. En tal sentido, se ha afirmado que es improcedente el pedido del acreedor prendario tendiente a que se suspenda la subasta promovida a instancia del primer embargante y se le entregue el automotor prendado, pues aquél no adquiere derecho alguno en la cosa o a la cosa sino sólo el de satisfacer su crédito con preferencia a los demás acreedores, pudiendo hacer valer su privilegio en la ejecución prendaria, privada o en cualquier otro juicio (C.Civ. y Com. 6ª Nom., Córdoba, 2001/08/24, P " intecord S.R.L. c. Dárrigo, Héctor E. y otro", LLC, 2002-249 [489-S]). 10. Tercerías No se admitirán tercerías de dominio ni de mejor derecho en el trámite de la ejecución prendaria, salvo la del propietario de los objetos prendados en el momento de su constitución, la del comprador de buena fe del art. 41 y del acreedor privilegiado del art. 42, quienes deberán otorgar una caución bastante para que se suspenda el juicio o la entrega de fondos (art. 38 dec. ley cit.). En el primer caso, el tercerista deberá demostrar su derecho de dominio anterior a la constitución de la prenda. En el segundo supuesto, si bien el texto del art. 41, modificado por la ley 12.962 ratificatoria del decreto ley, permite la persecución del bien contra el actual poseedor, la jurisprudencia ha interpretado que es improcedente la acción reipersecutoria contra el tercero adquirente de buena fe. El acreedor privilegiado contemplado en el art. 42 es el tercerista de mejor derecho que tiene un crédito por alquileres de predios urbanos y rústicos, no extensible a otros acreedores privilegiados. En cambio, en caso de transmitirse el dominio del bien luego de constituida la prenda, corresponde intimar al nuevo titular para que dentro del quinto día pague la deuda o haga abandono de la cosa objeto de la prenda bajo apercibimiento de continuar las acciones también contra él, pues la solución contraria conduciría virtualmente a una privación de los efectos del art. 46 inc. 9° del dec. ley 15.348 y concordantes, en tanto sería fácilmente eludible la ejecución mediante sucesivas transferencias mientras se tramita el juicio (CNCom., Sala D, 2001/09/28, "J. Vázquez Iglesias S. A. c. Tecnología del Aluminio S. A.", La Ley, 2002-A, 764. 11. Ejecución extrajudicial El art. 39 del decreto ley 15.348/46 establece que "cuando el acreedor sea una de las instituciones mencionadas en el art. 5º, inc. a," -institución oficial o bancaria- "ante la presentación del certificado prendario, el juez ordenará el secuestro de los bienes y su entrega al acreedor, sin que el deudor pueda promover recurso alguno. El acreedor procederá a la venta de objetos prendados, en la forma prevista por el art. 585 del Cód. de Comercio, sin perjuicio de que el deudor pueda ejercitar, en juicio ordinario, los derechos que tenga que reclamar al acreedor. El trámite de la venta extrajudicial preceptuado en este artículo no se suspenderá por embargo de bienes ni por concurso, incapacidad o muerte del deudor". Esta acción no da lugar a una ejecución judicial, limitando al juez al solo examen de los requisitos de admisibilidad y al dictado de la orden respectiva a efectos de poner el bien a disposición del acreedor. Tampoco admite actuación alguna del deudor. El secuestro aquí previsto no implica la iniciación de un proceso de ejecución sino que se trata de una facultad otorgada a ciertas instituciones tendiente a facilitar la realización de la prenda, ahorrando tiempo y recursos económicos. En consecuencia, al no haber en el trámite decisión jurisdiccional alguna, el deudor está impedido de interponer recursos pero tiene abierta la posibilidad de reclamar los derechos contra el acreedor en juicio ordinario. Sin perjuicio de lo expuesto, se ha dicho que es procedente imprimir al secuestro prendario el trámite de ejecución prendaria pues, aun cuando se considere que el previsto para el art. 39 de la ley 12.962 se agota con la comprobación de los recaudos de admisibilidad y libramiento de la orden de secuestro, nada impide, habiéndose frustrado dicha diligencia, adecuar el procedimiento para continuarlo en los términos dispuestos por los arts. 26 y conc. de la citada normativa y 600 del Código Procesal, lo cual concuerda con los principios de economía procesal sin que resulte afectado el derecho de defensa de las partes (CNCom., sala C, 2001/10/19, "Banco Río de La Plata c. Embon, Mario E.", DJ, 2002-1-624. Prenda civil Art. 601. -- En la ejecución de la prenda civil sólo serán oponibles las excepciones que se mencionan en el art. 597, 1º párr. Serán aplicables, en lo pertinente, las disposiciones que rigen la ejecución hipotecaria y la ejecución de prenda con registro. 1. La prenda civil El art. 3204 del Código Civil establece que: "Habrá constitución de prenda cuando el deudor, por una obligación cierta o condicional, presente o futura, entregue al acreedor una cosa mueble o un crédito en seguridad de la deuda". Se trata de un derecho real constituido en garantía de una obligación, que recae sobre una cosa mueble o un crédito entregado por el deudor al acreedor para asegurar el cumplimiento de aquélla. En la prenda civil, a diferencia de la prenda con registro, la cosa pignorada es entregada al acreedor, reteniéndola éste hasta tanto se satisfaga la obligación garantizada, razón por la cual el art. 3205 dispone la tradición de la cosa. Cuando el objeto de la prenda es un crédito no negociable mediante endoso, la prenda se constituye con la entrega del título al acreedor y la notificación al deudor del crédito prendado (conf. art. 3209 Código Civil). Si el deudor no cancela la deuda en el tiempo fijado, el acreedor puede solicitar la venta del bien prendado en pública subasta con citación del deudor, a fin de ser pagado con el privilegio que la ley le acuerda sobre el precio de la cosa (conf. art. 3224 Código citado). Es nula toda cláusula que autorice al deudor a apropiarse de la prenda, aún cuando ésta sea de menor valor que la deuda, o a disponer de ella fuera de los modos establecidos por ley, y la que impida al acreedor solicitar la venta de la cosa (conf. art. 3222 ley sustancial). Se admite, en cambio, la convención entre deudor y acreedor que disponga la apropiación de la prenda por el deudor, por el valor que se estime de ella al tiempo del vencimiento de la deuda. El principio de la especialidad no está contenido en la prenda civil (art. 3204, Código Civil), ni en la comercial (art. 582, Código de Comercio).Pero el art. 1° del decreto/ley 15.348/46, ratificado por ley 12.962, exige que se constituya para asegurar el pago de una suma de dinero o el cumplimiento de cualquier clase de obligaciones, a los que los contrayentes le atribuyen, a los efectos de la garantía prendaria, un valor consistente en una suma de dinero. Esto resulta concordante con lo dispuesto en el art. 11 del mismo texto legal. Es decir, entonces, que en la hipoteca y en la prenda con registro, se ha establecido el requisito de la especialidad. La venta del bien pignorado requiere que el acreedor promueva el juicio pertinente, siendo viable la ejecución especial bajo examen sólo cuando exista título ejecutivo en los términos del art. 520 del Código Procesal, debiendo procederse, en caso contrario, por la vía ordinaria. 2. Competencia Es competente la justicia nacional en lo civil, conforme lo establece el art. 43 del decreto 1285/58 reformado por la ley 23.637. 3. Procedimiento Corresponde la aplicación de las disposiciones relativas a la ejecución hipotecaria y a la ejecución de prenda con registro, observándose en los aspectos no regulados por ellas, el procedimiento establecido para el juicio ejecutivo, con las limitaciones previstas en el art. 596 del Código Procesal. En consecuencia, no es necesaria la intimación de pago (conf. art. 29 dec. ley 15.348/46); al citar al deudor para la defensa, debe intimárselo a denunciar, en el plazo para oponer excepciones, el nombre de los acreedores privilegiados y embargantes (conf. art. 598 Código Procesal); en la resolución que manda llevar adelante la ejecución debe ordenarse la venta del bien (conf. art. 30 dec. ley 15.348/46) y la subasta debe anunciarse con diez días de anticipación, mediante edicto a publicarse tres veces, pudiendo el acreedor proponer martillero en caso de haberlo así convenido (conf. art. 31 dec. ley cit.). 4. Excepciones Sólo serán oponibles las excepciones previstas en el art. 597, párrafo 1º, es decir, incompetencia, falta de personería, litispendencia, falsedad e inhabilidad de título, cosa juzgada, nulidad de la ejecución, prescripción, pago total o parcial y quita, espera y remisión, debiendo las cuatro últimas acreditarse por instrumentos públicos o privados emanados del acreedor, o actuaciones judiciales, presentadas en sus originales o testimonios. SECCION 3ª -- Ejecución comercial Procedencia Art. 602. -- Procederá la ejecución comercial para el cobro de: 1. Fletes de los transportes marítimos, terrestres y aéreos, acreditados con la póliza de fletamento o conocimiento o carta de porte o documento análogo, en su original, y en su caso, el recibo de las mercaderías. 2. Crédito por las vituallas suministradas para la provisión de los buques, justificado con las respectivas facturas valoradas, aprobadas por el capitán, consignatario o cargador por cuya orden las haya entregado el acreedor. 1. La ejecución comercial. Objeto Las cuestiones que dan lugar a esta ejecución son los fletes (esto es: el precio) que se pagan por el transporte de mercaderías, los que deben demostrarse con documentos especiales, y los créditos por las vituallas (conjunto de cosas necesarias para la alimentación, sustento y mantenimiento de las personas, tanto tripulantes como pasajeros) para la provisión de los buques. En ambas cuestiones las disposiciones procesales hay que armonizarlas con las leyes sustanciales, en particular, con el Código de Comercio (v.gr.: arts. 162 y ss., referidos al transporte terrestre), o leyes especiales (v.gr.: Ley 17.528 que reglamenta el Código Aeronáutico; o la Ley 20.094 sobre Navegación). 2. Título ejecutivo La póliza de fletamento (por transporte de mercaderías en forma total o parcial) o conocimiento de embarque (en caso de transporte de cosas determinadas) instrumenta el contrato de transporte de mercaderías por agua, regido por la citada Ley 20.094 en sus arts. 295 y siguientes. El art. 588 de la misma dispone que “procede el juicio ejecutivo, de acuerdo con las disposiciones procesales pertinentes, para obtener el cobro de fletes contra el tenedor del conocimiento que lo utilizó para solicitar la entrega de los efectos que en él se mencionan o, en su caso, contra el cargador”. De aquí emana la fuerza ejecutiva del título analizado, resultando los arts. 602 y 603 la reglamentación procesal de las normas sustanciales. El art. 589 establece, además, que “con el escrito de demanda debe acompañarse un ejemplar del conocimiento y una certificación de la Aduana en la que conste el nombre y domicilio del tenedor del conocimiento que confirió mandato al despachante para retirar los efectos”. Por ello, la intervención de la Aduana es la que otorga al título su fehaciencia. Cuando el art. 594 del mismo orden legal otorga vía ejecutiva para el cobro del alquiler o flete contra el locatario o fletador a tiempo, exige que se acompañe el contrato o póliza respectivo. El locatario o fletador deberá realizar el pago, aunque puede condicionarlo a una caución por parte del ejecutante a fin de asegurar eventuales créditos en su contra. Por su parte, el art. 167 del Código de Comercio establece que la carta de porte es el título legal del contrato entre cargador y acarreador, pudiendo expedirse en forma nominativa, a la orden o al portador (conf. art. 166) cuyos requisitos formales están contemplados en el art. 165 de dicho cuerpo normativo. El Código Aeronáutico, a su turno, regula la carta de porte del transporte aéreo en forma análoga. En cuanto al crédito por vituallas, el título lo constituyen las facturas valoradas de los efectos vendidos, aprobadas por el capitán, consignatario o cargador en virtud de cuya orden las haya entregado el acreedor. Excepciones admisibles Art. 603. -- Sólo serán admisibles las excepciones previstas en los incs. 1, 2, 3, 4 y 9 del art. 544 y en el art. 545 y las de prescripción, pago total o parcial, quita, espera y remisión. Las cuatro últimas sólo podrán probarse por instrumentos públicos o privados o actuaciones judiciales que deberán presentarse en sus originales o testimoniadas. 1. Excepciones En la práctica se rigen por las modalidades del art. 597, de manera que las únicas excepciones admisibles son las de incompetencia, falta de personería, litispendencia, cosa juzgada, falsedad e inhabilidad de título, nulidad de la ejecución, prescripción, pago total o parcial, quita, espera y remisión, debiendo probarse las cuatro últimas únicamente mediante instrumentos públicos o privados emanados del acreedor o actuaciones judiciales presentadas en sus originales o testimoniadas. 2. Otras normas: aplicación supletoria Serán aplicables en forma supletoria las normas que regulan el trámite del juicio ejecutivo, en cuanto no hayan sido modificadas por disposiciones especiales. SECCION 4ª -- Ejecución fiscal Procedencia Art. 604. -- Procederá la ejecución fiscal cuando se persiga el cobro de impuestos, patentes, tasas retribuciones de servicios o mejoras, multas adeudadas a la Administración pública, aportes y contribuciones al sistema nacional de previsión social y en los demás casos que las leyes establecen. La forma del título y su fuerza ejecutiva serán las determinadas por la legislación fiscal. 1. La ejecución fiscal Se trata de un proceso ejecutivo de trámite preferente, donde el Código Procesal establece pocas reglas en virtud que se remite a leyes de carácter nacional o provinciales que persiguen, con sus propios mecanismos, el cobro de créditos fiscales. Son los llamados juicios de apremio o ejecuciones fiscales, como se conocen en sus respectivas jurisdicciones. 2. Título ejecutivo a) El certificado de deuda. Son en su mayoría creados a favor de la Administración pública, en forma unilateral, interviniendo sólo la voluntad del acreedor en su instrumentación. Deben individualizar la persona obligada (propietario, usuario, contribuyente), el monto en moneda nacional, la exigibilidad y la causa de la prestación, todo ello por ser presupuestos sustanciales de este título ejecutivo. El certificado originado en un organismo público debe contener los recaudos y eficacia de un instrumento público (art. 979, inc. 2º Código Civil), de manera de obstruir el desconocimiento simple del ejecutado. De este modo, solamente cabe la posibilidad de redargución de falsedad. Cabe poner de resalto que el organismo emisor del certificado de deuda no puede actuar discrecionalmente, sino dentro de los límites que marca la ley, cuya transgresión tornaría procedente la excepción de inhabilidad de título. Así, se ha establecido que la existencia de crédito fiscal exigible se prueba por medio del título ejecutivo fiscal, que es el documento expedido unilateralmente por funcionarios competentes con las formalidades que el ordenamiento impositivo establece, en el cual se reclama el cobro compulsivo de impuestos, tasas o contribuciones (CNCiv., Sala B, 1994/03/22, "D.J.", DJ, 1995-I-496). b) Caracteres: La deuda que obra en el certificado debe constar en los asientos contables del ente emisor. Asimismo, tiene que ser expedido por funcionario público competente; y debe ser causado, ya que debe expresar la causa de la obligación, aclarando todos los hechos que sólo son conocidos por el ente recaudador. En su integralidad, ha de estar compuesto con todos los presupuestos de los títulos ejecutivos (conf. art. 520 Código Procesal), es decir, que debe bastarse a sí mismo. No se integra con la citación al accionado ni puede ser completado a posteriori por defectos de forma, ni procede su homologación judicial. Consecuentemente, no es hábil como título ejecutivo el certificado de deuda librado por un organismo recaudador si el mismo no contiene el concepto de lo reclamado, omitiendo especificar los inmuebles a los que se refiere y los períodos que comprende la reclamación, omisiones susceptibles de poner en estado de indefensión a la demandada (CS, 1976/04/26, La Ley, 1976-C-109). c) Ejecutividad. Se apoya en la necesidad de que el Estado y los entes que cumplen funciones públicas, puedan cobrar sin demoras los créditos que se le adeudan a fin de solventar el cumplimiento de sus funciones esenciales. 4. Procedencia Procede esta modalidad ejecutiva contra los créditos por impuestos, patentes, tasas, retribuciones de servicios o mejoras, multas adeudadas a la Administración pública, aportes y contribuciones al sistema nacional de previsión social y en los demás casos que las leyes establecen. Son ejemplo de estos últimos casos, las siguientes normas: a) Ley 11.683 (t.o. ley 23.658): Es la ley de creación del título ejecutivo para el cobro de impuestos a cargo de la Dirección General Impositiva, dependiente de la Administración Federal de Ingresos Públicos. b) Ley 18.820: Regula los certificados de deuda expedidos por la Administración Nacional de la Seguridad Social para la percepción de aportes, contribuciones, retenciones, y toda suma que se adeude a dicho organismo. c) Ley 22.415: Es la ley que sancionó el Código Aduanero, el cual reglamenta la ejecución de importes y multas a favor de la Dirección Nacional de .Aduanas . Asimismo, se ha admitido la procedencia del cobro de un crédito originado en una sanción de multa de un juez correccional, por vía de apremio, ya que la normativa aplicable al caso prevé que si aquella no fuera oblada podrá perseguirse su cobro por la mencionada vía (C.Civ., Com. y Garantías en lo Penal, Pergamino, 2001/09/27, "Provincia de Buenos Aires c. Atía, Juan C.", LLBA, 2002-243). 5. Forma y fuerza ejecutiva del título El último párrafo del artículo sub examine establece que la forma y fuerza ejecutiva del título fiscal serán determinadas por la respectiva legislación, es decir que provienen de la ley. Por lo tanto, las disposiciones del Código Procesal son de aplicación en tanto no contradigan las previstas en las leyes fiscales. No obstante, la supletoriedad esta presente con el fin de evitar existencia de títulos ejecutivos que no posean las características exigidas en tradición sustancial. Es decir, que sean documentos que contengan obligación de dar sumas líquidas, vencidas y exigibles; que identifiquen obligado y que la cartular posea rasgos de suficiente verosimilitud. la la la al 6. Títulos asimilados a) Las liquidaciones de deudas emergentes de impuestos; b) Los testimonios o certificados expedidos por el Director de la Administración Nacional de la Seguridad Social (art. 17 ley 18.820); c) Las copias fotostáticas autorizadas por funcionario público (conf. resoluciones 310/67 y 7371/68 de la Dirección Nacional de Aduanas, hoy dependiente de la Administración Federal de Ingresos Públicos), por constituir uno de los instrumentos previstos en el inc. 2º del art. 979 del Código Civil; d) Los impuestos y tasas municipales (ley 19.782); e) La boleta de deuda expedida por la Dirección General Impositiva, hoy dependiente de la Administración Federal de Ingresos Públicos (ley 11.683); f) Las resoluciones condenatorias del Tribunal de Cuentas, por vía de la Procuración del Tesoro de la Nación (ley de contabilidad, dec. ley 23.354/56), etcétera. Igualmente, se ha estimado suficiente para perseguir el cobro ejecutivo de un crédito originado en una sanción de multa por vía de apremio, la fotocopia certificada por escribano de la sentencia del juez correccional. (CCiv., Com. y Garantías en lo Penal, Pergamino, 2001/09/27, "Provincia de Buenos Aires c. Atía, Juan C.", citado). 7. Competencia a) Objetiva o material: Se establece atendiendo a la naturaleza del crédito que el título certifica. El cobro de aportes previsionales tramita en el fuero de la seguridad social; las multas relativas al ordenamiento económico se ejecutan el la justicia en lo penal económico; el cobro judicial de las deudas municipales, cuya competencia correspondía a la justicia nacional en lo civil, hoy corresponde al fuero contencioso administrativo y tributario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. b) Federal: Conforme lo dispuesto por el art. 11 de la ley 17.928, las ejecuciones fiscales a que se refiere el artículo analizado deben tramitar en el fuero civil y comercial federal y en el contencioso administrativo, cualquiera fuere el monto del crédito, salvo que los titulares de éstos revistieren el carácter de organismos locales para la Capital Federal. Debe tenerse en cuenta, además, la atribución de competencia material efectuada por las leyes específicas que regulan estas ejecuciones. A su turno, la Cámara Nacional Federal estableció en acuerdo plenario del 16 de setiembre de 1976 que las acciones derivadas del contrato de suministro en que sean parte empresas del Estado, serán de competencia de la justicia en lo civil y comercial federal, mientras que aquellas en que actúe el Estado nacional y sus entidades descentralizadas, así como los procesos ejecutivos fundados en la imposición de multas de índole administrativa y en cargos formulados por el Tribunal de Cuentas de la Nación, son de competencia de la justicia federal en lo contencioso administrativo. c) Territorial: Será competente, a elección del actor, el juez del lugar del bien o actividad gravados o sometidos a inspección, inscripción o fiscalización, o el del lugar en que deban pagarse, o el del domicilio del deudor (conf. art. 5º, inc. 7º del Código Procesal). Procedimiento Art. 605. -- La ejecución fiscal tramitará conforme a las reglas que estableciere la ley que específicamente regula la materia impositiva u otro título al que también por ley se haya atribuido fuerza ejecutiva. A falta de tales disposiciones o en lo que ellas no previenen procederán las excepciones autorizadas en los incs. 1, 2, 3 y 9 del art. 544 y en el art. 545 y las de falsedad material o inhabilidad extrínseca del título, falta de legitimación para obrar pasiva en el ejecutado, pago total o parcial, espera y prescripción. Las excepciones de pago y espera sólo podrán probarse con documentos. 1. Excepciones a) Excepciones admisibles: Corresponde considerar, en primer lugar, las establecidas en las respectivas leyes específicas. A ellas habrá que agregar, aún no estando previstas en la ley especial de que se trate, las excepciones mencionadas en el segundo párrafo del artículo bajo análisis, es decir, las de incompetencia, falta de personería, falsedad o inhabilidad de título, litispendencia, cosa juzgada y nulidad de la ejecución, las que deben tenerse por admisibles, figuren o no legisladas como tales, porque su objeto principal proveer a la regular constitución inicial del proceso- se impone al juzgador a mérito del interés u orden público comprometido en dicha regular constitución (CS, 1974/05/24, La Ley, 155-377, donde se admitió la excepción de litispendencia). Sin embargo, se ha puntualizado que la excepción contemplada en el art. 544 inc. 3º sólo es admisible cuando está fundada en la existencia de otro juicio ejecutivo seguido entre las mismas partes y por el mismo objeto. La promoción de un juicio de conocimiento tendiente a la revisión de las facturas expedidas por una entidad privada no puede paralizar el trámite por la ejecución fiscal que involucra las mismas facturas. La sentencia ejecutiva no produce efectos de cosa juzgada con relación al otro procedimiento y si la decisión que finalmente se adopte en el juicio de conocimiento le fuera favorable al ejecutado éste podra requerir la repetición de las sumas que hubiera abonado en exceso. Por eso, resultan inadmisibles, en cambio, aquellas excepciones cuyo análisis exceda el ámbito de conocimiento limitado del título, incluyendo las cuestiones relativas a la obligación fiscal como los trámites realizados tendientes a la eximición del pago en sede administrativa o las modificaciones tarifarias, o actualizaciones monetarias e intereses incluidos en el título (CNCiv., Sala G, 1982/06/01, La Ley, 1982-C-363; entre otros). En consecuencia, se ha sostenido que no es posible admitir que los reclamos efectuados, relativos a la prestación del servicio, puedan perjudicar los efectos del título expedido, de conformidad con los presupuestos formales dispuestos por los arts. 604 y 605 del Código Procesal y 44 de la Ley Orgánica de la Empresa Obras Sanitarias de la Nación, ya que ello implicaría llevar la cuestión al plano de la causa de la obligación, lo cual se encuantra expresamente vedado por el art. 544 inc. 4 del Código Procesal (Cfed. Civ. y Com., Sala A, 1996/05/27, "O.S.N. c. Marino de Santero, Matilde B. s/ Ejecución Fiscal". I CI000A CF 0000 A1899). En igual sentido, se ha afirmado que al tratarse de una ejecución fiscal, toda vez que el certificado de deuda resulta título ejecutivo en razón de lo dispuesto por el art. 604 del CPCC, no procede el cuestionamiento de la actualización como violatoria de las pautas de la ley 24.283 cuando fue efectuada por la ejecutante antes de la expedición del mencionado certificado y consta en éste como crédito líquido, pues sólo resulta cuestionable por esta vía procesal la forma extrínseca del título ejecutivo, sin que pueda indagarse en la causa de la obligación ni los procedimientos efectuados para llegar a su determinación (CNCiv., Sala L, 1994/10/26, "O.S.N. c. Poseedor Carlos Calvo N 3056/58 s/ Ejecución Fiscal", Sentencia Interlocutoria C. L047213). b) Excepción de inhabilidad de título: Se funda en la ausencia de alguno de los presupuestos sustanciales, como su previsión legal, o liquidez y la propia exigibilidad; puede ser también la ausencia de legitimación, dando así lugar al rechazo de la ejecución por juzgarse inexistente la deuda en virtud de la ausencia de alguno de sus presupuestos básicos. Puede fundarse en las deficiencias formales del título o irregularidades en el procedimiento de creación previsto en la ley respectiva. En consecuencia, es inhábil para promover juicio de apremio el título por el que se pretende ejecutar un crédito por diferencia de diámetro de un gasoducto ejecutado por una Municipalidad —en el caso, adquirido por la demandada—, pues no configura “crédito fiscal” en los términos del art. 1º de la ley 5066 de la Provincia de Santa Fe (C.Civ. y Com., Rosario, sala II, 2001/03/16, "Municipalidad de Las Parejas c. Litoral Gas S. A", La Ley Litoral, 2002-137. No obstante, mientras en el marco de la ejecución fiscal sólo pueden discutirse los requisitos extrínsecos del título fiscal, resulta improcedente la excepción de inhabilidad de titulo fundada en el hecho de que la mera inscripción como contribuyente al pago de impuestos brutos no alcanza para estar obligado al pago del tributo. Ello es así, pues la cuestión relativa a si el ejecutado ejerció o no el comercio durante un período determinado, lleva al análisis de la causa de la obligación y su dilucidación, lo cual excede el estrecho marco cognoscitivo de esta clase de procesos. (CNCiv., Sala D, "G.C.B.A. c. Insern S.A. 796839 s/ Ejecución Fiscal", Sentencia Interlocutoria C. D150346). c) Falsedad material: Toda vez que el título está documentado bajo la forma de un instrumento público que hace plena fe respecto de su contenido ideológico, sólo es procedente la excepción de falsedad si se funda en la adulteración material del documento. d) Falta de legitimación: Por vía de principio es inadmisible la falta de legitimación pasiva, habida cuenta de que el Estado está naturalmente legitimado para perseguir judicialmente el cobro de los créditos en su favor. Excepcionalmente se ha admitido la posibilidad de falta de legitimación activa, circunstancia a tener en cuenta cuando la actora, en su momento amparada por el procedimiento especial, hubiera devenido en ente privatizado (CNFed.Civ.Com., Sala II, 20/11/87, La Ley, 1988-B, 315). e) Pago: El pago debe constar en instrumento emanado del acreedor, y haber sido realizado con anterioridad al inicio de la ejecución. El pago parcial se admite cuando, además de haberse efectuado antes de la promoción de la acción, ha sido claramente imputado. En caso de rechazarse el pago parcial, podrá ser deducido al momento de practicarse la liquidación. De todos modos, se ha afirmado que cabe admitir la excepción de pago parcial cuando se funda en las fotocopias de los comprobantes de pago autenticadas por escribano público. Si el escribano da fé de que las copias corresponden a sus originales, está la parte actora en condiciones de analizar su contenido. (CNCiv., Sala J, 1991/02/08, "O.S.N. c. Consorcio de Copropietarios Suárez 1727 s/ Ejecución Fiscal", Sentencia Interlocutoria C. 088860). En cambio, es improcedente la excepción de pago opuesta a una ejecución fiscal con sustento en retenciones de terceros pues el art. 6 inc. c) del decreto- ley 9122/78 (Adla, XXXVIII-C, 2726) admite la excepción de pago total documentado, exigencia ésta que solo se considera cumplida cuando la accionada acompaña recibos y otros instrumentos análogos emanados del acreedor o de su legítimo representante, con expresa referencia al título que sustenta la acción promovida (C.Civ., Com. y Garantías en lo Penal, Zárate Campana, 2001/12/21, "Provincia de Buenos Aires c. Adriana Muhn S.R.L.", LLBA 2002-391). En cuanto al pago en sede bancaria, las boletas de depósito mediante las cuales el contribuyente paga sus tributos tienen el carácter de declaración jurada, según la ley 11.683, art. 92, estando a cargo del contribuyente la obligación de comunicar al ente acreedor el pago así realizado, sin perjuicio del envío a dicho ente por parte del banco, de un ejemplar de las mencionadas boletas (CNFed.Cont.Adm. en pleno, 1981/12/30, ED, 98-445). f) Espera documentada: Se funda en el plazo concedido por el acreedor para pagar la deuda, que puede estar documentado en casos particulares, o surgir de leyes o resoluciones (las llamadas “moratorias”). En caso de prosperar esta excepción, si la ejecución fue promovida después de establecido el plan de facilidades de pago, se impondrán las costas al ejecutante. En caso contrario, serán a cargo del ejecutado. Con relación a este punto se ha sostenido que, si bien el estado de mora del ejecutado es suficiente razón para promover la ejecución fiscal debiendo, por ende, cargar con las costas judiciales, el hecho de acogerse el mismo al régimen de facilidades de pago implementado en el decreto 1249/95, cancelando el capital reclamado con más sus intereses y recargos sin que el ejecutante lo pusiera de manifiesto en el expediente, no autoriza a éste último a proseguir con la acción por el monto deducido, limitándose el marco de la ejecución a las costas y gastos judiciales. (CNCiv., Sala I, "M.C.B.A. c. Schiano y Cía. S.A. s/ Ejecución Fiscal", Sentencia Interlocutoria C. I099159). g) Prescripción: En principio, rigen los plazos de prescripción previstos en las leyes respectivas. Cuando ellas nada dicen, se ha establecido que el plazo de prescripción en materia de impuestos es de diez años (conf. ley 11.585, art. 1º y CS, 1985/04/02, La Ley, 1985-C-35) y para las tasas retributivas de servicios es de cinco años (conf. CNCiv. en pleno, 1986/09/30, La Ley, 1986-E-241). Asimismo, el art. 1º de la ley 19.489 establece en cinco años el plazo de prescripción de las deudas por impuestos y tasas a favor de la Ciudad de Buenos Aires, para los contribuyentes inscriptos y para los que no tuvieren obligación de estarlo, siendo de diez años para los no inscriptos. 2. Régimen de la ley 11.683 (modificada por la leyes 23.871) 23.658 y a) Procedencia: El régimen está previsto en los arts. 92 a 95, los cuales establecen que el cobro judicial de los tributos, pagos a cuenta, anticipos, accesorios y actualizaciones de las multas ejecutoriadas se hará por vía de ejecución fiscal establecida en el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación con las modificaciones incluidas en la presente ley, sirviendo de suficiente título a tal efecto la boleta de deuda expedida por la Dirección General Impositiva. b) Excepciones admisibles: En este juicio si el ejecutado no abona en el acto de intimársele el pago, quedará desde ese momento citado de venta, siendo las únicas excepciones las siguientes: § Pago total documentado. Los pagos efectuados después de iniciado el juicio, los pagos mal imputados o no comunicados por el contribuyente o responsable en la forma que establezca la Dirección General no serán hábiles para fundar excepción. Acreditados los mismos en los autos, procederá su archivo o reducción del monto demandado con costas a los ejecutados. § Espera documentada; § Prescripción; § Inhabilidad de título, no admitiéndose esta excepción si no estuviere fundada exclusivamente en vicios relativos a la forma extrínseca de la boleta de deuda. c) Excepciones inadmisibles: No serán aplicables al juicio de ejecución fiscal promovido por cobro de tributos, actualizaciones, accesorios y multas, a cargo de la Dirección General Impositiva, las excepciones contempladas en el 2º párrafo del art. 605 del Código Procesal. Cuando se trate de ejecución de deudas tributarias no será de aplicación la ley 19.983 sino el procedimiento establecido en este capítulo. No podrá oponerse la nulidad de la sentencia del Tribunal Fiscal, la que sólo podrá ventilarse por la vía autorizada por el art. 86. d) Trámite de las excepciones: De las excepciones opuestas y documentación acompañada, se dará traslado con copias por cinco días al ejecutante, debiendo el auto que así lo dispone notificarse personalmente o por cédula. e) Sentencia. Inapelabilidad: La sentencia de ejecución o la revocación del auto de intimación de pago y embargo, en su caso, son inapelables, quedando a salvo el derecho de la Dirección General Impositiva de librar nuevo título de deuda, y del ejecutado, de repetir por la vía establecida en el art. 81. f) Embargo: La Dirección General podrá solicitar a los jueces, en cualquier estado del juicio, que se disponga el embargo general de los fondos y valores de cualquier naturaleza que los ejecutado tengan depositados en las entidades financieras regidas por la ley 21.526. Dentro de los quince días de notificadas de la medida, dichas entidades deberán informar a la Dirección General acerca de los fondos y valores que resulten embargados, no rigiendo a tales fines el secreto que establece el art. 39 de la ley 21.526. g) Repetición: El art. 93 establece que en los casos de sentencias dictadas en los juicios de ejecución fiscal por cobro de impuestos, la acción de repetición sólo podrá deducirse una vez satisfecho el impuesto adeudado, accesorios y costas. h) Sumario: El art. 94 dispone que el cobro de los impuestos por vía de ejecución fiscal se tramitará independientemente del curso del sumario a que pueda dar origen la falta de pago de los mismos. i) Oficial de justicia "ad hoc": El art. 95 reglamenta que el diligenciamiento de los mandamientos de ejecución y embargo y las notificaciones podrán estar a cargo de empleados de la Dirección cuando ésta lo requiera. En estos casos los jueces designarán al funcionario propuesto como oficial de justicia ad hoc dentro del término de 48 horas. j) Subasta. Designación de martillero: La Dirección podrá igualmente, una vez firme la sentencia de remate, proponer martillero para efectuar la subasta debiendo en el caso el juez que entiende en la causa, designar al propuesto. La publicación de los edictos pertinentes se efectuará por el término de dos días en el órgano oficial y en otro diario de los de mayor circulación del lugar. 3. Juicio de apremio en la Provincia de Buenos Aires a) Procedencia: El decreto ley 9.122/78 que regula este proceso, establece en su art. 1º que el trámite se aplicará al cobro individual de los créditos fiscales de la provincia o municipalidades contra sus deudores y responsables. No obstante la mención genérica de "créditos fiscales", la jurisprudencia ha interpretado que tal expresión hace referencia a los créditos originados en contribuciones fiscales exclusivamente, sin perjuicio de que otras leyes especiales autoricen a utilizar esta vía para las ejecuciones de otros créditos como los de naturaleza previsional, o de prestación de servicios, entre otros. b) Título ejecutivo: Lo constituye la liquidación de deuda expedida por funcionario competente y el original o testimonio de las resoluciones administrativas que establezcan créditos a favor del Estado (conf. art. 2º, dec. ley cit.). c) Excepciones: La enumeración de las excepciones es taxativa y se prohibe toda controversia acerca del origen del crédito. Ellas son: incompetencia, inhabilidad de título fundada en sus formas extrínsecas, pago total documentado, prescripción, plazo concedido documentado, pendencia de recursos concedidos con efecto suspensivo y litispendencia (conf. art. 6º dec. ley cit.). d) Oficial de justicia "ad hoc": Se permite la proposición, con iguales atribuciones y responsabilidades que los titulares (art. 14 dec. ley cit.). e) Subasta. Designación de martillero: Es facultad del actor, sin perjuicio de ser susceptible de recusación con causa dentro de tercero día de notificada su designación (art. 12 dec. ley cit.). Asimismo, el actor puede designar el tasador (art. 26). f) Normas supletorias: Son de aplicación supletoria las disposiciones del Código Procesal de la Provincia de Buenos Aires que regulan el juicio ejecutivo (conf. art. 18 Cód. cit.). 4. Régimen del Código Contencioso Administrativo y Tributario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (ley 541) a) Ambito de aplicación: Dicho cuerpo normativo contempla en el Título XIII, Capítulo II, la ejecución fiscal. Dispone el art. 450, que el cobro judicial de todo tributo, pagos a cuenta, anticipos, accesorios, actualizaciones y de las multas ejecutoriadas, que determinen las autoridades administrativas, se hace por vía de ejecución fiscal establecida en este código, sirviendo de suficiente título, a tal efecto, la boleta de deuda expedida por la Dirección General de Rentas y Empadronamientos, organismo equivalente o por la autoridad que aplique la multa. b) Intimación de pago. Excepciones: (art. 451) Si el ejecutado no abonara en el acto de intimársele el pago, queda desde ese momento citado de venta, siendo las únicas excepciones admisibles las siguientes: § Falta de personería en el demandante, o sus representantes; § Espera documentada; § Litispendencia, en otro tribunal competente; § Falta de legitimación pasiva en el ejecutado para obrar; § Pago, total o parcial, o cualquier otro modo de extinción de las obligaciones, documentado mediante constancia expedida por la autoridad administrativa o entidad pública o privada autorizada a percibir el tributo en su nombre, o cuando se haya expedido, por autoridad competente, una certificación de inexistencia de deuda que comprenda el período reclamado; § Falsedad o inhabilidad de título basada exclusivamente en vicios de forma de la boleta de deuda; § Prescripción; § Cosa juzgada. c) Pago. Requisitos. Archivo: (art. 452) Los pagos efectuados después de iniciado el juicio, los pagos mal imputados por el contribuyente o no comunicados por el contribuyente o responsable en la forma que se establezca, no son hábiles para fundar excepción. Acreditado el pago, procede el archivo de los autos o reducción del monto demandado. d) Trámite de las excepciones: (art. 453) El tribunal desestimará sin sustanciación alguna las excepciones que no sean de las autorizadas por la ley, o que no se hayan opuesto en forma clara y concreta, cualquiera sea el nombre que el ejecutado les hubiese dado. En ese mismo acto dictará sentencia de remate De las excepciones opuestas y documentación acompañada se dará traslado con copias por cinco días al ejecutante, debiendo el auto que así lo dispone notificarse personalmente o por cédula. Al contestar el traslado el ejecutante tiene la carga de ofrecer la prueba de que intente valerse. e) Excepciones de puro derecho. Falta de prueba: (art. 454) Si las excepciones fueren de puro derecho o se fundasen exclusivamente en constancias del expediente, o no se hubiere ofrecido prueba, el tribunal pronunciará sentencia dentro de diez días de contestado el traslado. Si no se ha contestado, el plazo se computará desde el vencimiento del plazo para contestar.. f) Prueba: (art. 455) Cuando se hubiere ofrecido prueba que no consistiese en constancias del expediente, el tribunal acordará un plazo común para producirla, tomando en consideración las circunstancias y el lugar donde deba diligenciarse. Corresponde al ejecutado la carga de la prueba de los hechos en que funde las excepciones. El tribunal, por resolución fundada, desestimará la prueba manifiestamente inadmisible, meramente dilatoria o carente de utilidad. Se aplican supletoriamente las normas que rigen la prueba, en lo pertinente. g) Sentencia. Apelación: (art. 456) Producida la prueba se declarará clausurado el período correspondiente; el tribunal pronunciará sentencia dentro de los diez días. La sentencia es apelable cuando el monto reclamado en el juicio de ejecución fiscal sea superior al que establezca la reglamentación que dicte el Consejo de la Magistratura. h) Repetición: (art.457) En los casos de sentencias dictadas en los juicios de ejecución fiscal por cobro de tributos, la acción de repetición sólo puede deducirse una vez satisfecho el tributo adeudado, accesorios y costas. i) Oficiales ad hoc: (art. 459) El diligenciamiento de los mandamientos de ejecución y embargo y las notificaciones, pueden estar a cargo de empleados de la Dirección General de Rentas o autoridad equivalente cuando ésta lo requiera. En estos casos, el tribunal designará al funcionario propuesto como oficial de justicia ad hoc dentro del término de cuarenta y ocho horas. j) Martillero. Edictos. (art. 459) La actora puede igualmente, una vez firme la resolución que mande llevar la ejecución adelante, proponer martillero para efectuar la subasta debiendo el tribunal que entiende en la causa, designar al propuesto. La publicación de los edictos pertinentes se efectúa por el término de dos (2) días en el Boletín Oficial de la Ciudad de Buenos Aires y en otro diario de los de mayor circulación del lugar. k) Honorarios: (art. 460) Los procuradores, mandatarios o funcionarios que representen o patrocinen al Fisco tienen derecho a percibir honorarios, salvo cuando éstos estén a cargo de la autoridad administrativa y siempre que haya quedado totalmente satisfecho el crédito fiscal. l) Forma de las notificaciones (art. 461) Las citaciones, notificaciones, intimaciones de pago, etc., son practicadas de acuerdo con las previsiones de este código, o en cualesquiera de las siguientes formas: § Por carta certificada con aviso especial de retorno, a cuyo efecto se tiene la carga de convenir con el correo la forma de hacerlo con la mayor urgencia y seguridad; sirviendo el aviso de retorno de suficiente prueba de la notificación, siempre que la carta haya sido entregada en el domicilio del/la contribuyente aunque aparezca suscrito por un tercero; § Personalmente, por medio de un empleado de la Dirección General de Rentas o autoridad equivalente, quien dejará constancia en acta de la diligencia practicada y del lugar, día y hora en que se efectuó; exigiendo la firma del interesado. Si éste no supiere o no pudiera firmar, puede hacerlo, a su ruego, un testigo. Si el destinatario no estuviese o se negare a firmar, dejará igualmente constancia de ello en acta. En días siguientes, no feriados, concurren al domicilio del interesado dos funcionarios de la actora para notificarlo. Si tampoco es hallado, dejarán resolución o carta que deben entregar en sobre cerrado, a cualquier persona que se hallare, haciendo que quien lo reciba suscriba el acta. Si no hay persona dispuesta a recibir la notificación o si el responsable se negare a firmar, procederán a fijar en la puerta de su domicilio y en sobre cerrado el instrumento de que se hace mención en el párrafo que antecede. Las actas labradas por los empleados notificadores hacen fe mientras no se muestre su falsedad. m) Secreto fiscal: (art. 462) Las declaraciones juradas, manifestaciones e informes que presenten los contribuyentes, responsables o terceros a la Dirección General de Rentas o autoridad equivalente, y los juicios de demanda contenciosa en cuanto consignen aquellas informaciones, son secretos. Los magistrados, funcionarios, empleados judiciales o dependientes de la actora, están obligados a mantener el secreto de todo lo que llegue a su conocimiento en el desempeño de sus funciones sin poder comunicarlo a persona alguna ni aún a solicitud del interesado, salvo a sus superiores jerárquicos. Las informaciones divulgadas en violación al secreto fiscal no son admitidas como pruebas en causas judiciales, debiendo los tribunales rechazarlas de oficio, salvo en las cuestiones de familia o en los procesos criminales por delitos comunes cuando aquéllas se hallen directamente relacionadas con los hechos que se investiguen, o cuando lo solicite el interesado en los juicios en que sea parte contraria el fisco nacional, provincial o municipal y en cuanto la información no revele datos referentes a terceros. El secreto establecido en el presente artículo no rige cuando deba citarse por edictos, para los organismos recaudadores nacionales, provinciales o municipales, siempre que las informaciones respectivas estén directamente vinculadas con la aplicación, percepción y fiscalización de los gravámenes de su respectivas jurisdicciones. LIBRO CUARTO -- Procesos especiales TITULO I -- Interdictos y acciones posesorias. Denuncia de daño temido. Reparaciones urgentes CAPITULO I -- Interdictos Clases Art. 606. -- Los interdictos sólo podrán intentarse: 1. Para adquirir la posesión o la tenencia. 2. Para retener la posesión o la tenencia. 3. Para recobrar la posesión o la tenencia. 4. Para impedir una obra nueva. 1. Disposiciones del Código Civil y Código Procesal La posesión y la tenencia están protegidas por diversas disposiciones del Código Civil y del Código Procesal. El primero regula las acciones posesorias en los arts. 2468 a 2501, y dispone mecanismos extrajudiciales para evitar que la posesión o la tenencia sean turbadas arbitrariamente; o dando alternativas para ejercer acciones de mantenimiento en el bien que se ocupa a cualquier título legítimo. Por ello, si bien es posible recobrar la posesión por la fuerza, sólo cabe hacerlo en las circunstancias excepcionales que determina el art. 2470 del Código Civil, el cual constituye la aplicación del principio de la legítima defensa (art. 34, inc. 6º del Código Penal). Establece el art. 2469 que: "La posesión cualquiera sea su naturaleza, y la tenencia no pueden ser turbadas arbitrariamente. Si ello ocurriere, el afectado tendrá acción judicial para ser mantenido en ellas, la que tramitará sumariamente en la forma que determinen las leyes procesales". Por su parte, el art. 2470 dispone que: "El hecho de la posesión da el derecho de protegerse en la posesión propia, y repulsar la fuerza con el empleo de una fuerza suficiente, en los casos en que los auxilios de la justicia llegarían demasiado tarde; y el que fuese desposeído podrá recobrarla de propia autoridad sin intervalo de tiempo, con tal que no exceda los límites de la propia defensa". Para que sea viable el uso de la fuerza por el actual poseedor o tenedor, tienen que reunirse los siguientes requisitos: a) Que los auxilios de la justicia, en caso de que a ella se recurra, pueda válidamente creerse que llegarían demasiado tarde (referida en general al auxilio de la fuerza pública, incluso de la autoridad policial); b) Que la fuerza empleada no exceda los límites de la propia defensa. Tiene que tratarse de una fuerza razonable que guarde relación con la que utiliza el despojante o perturbador. Son cuestiones de hecho libradas al prudente arbitrio judicial; c) Que no haya “intervalo de tiempo”. En principio para repeler la agresión con la fuerza no tiene que haberse consumado el despojo; excepcionalmente, si éste se concretó, el intento de recuperar la cosa tiene que ser inmediato, es decir, que se repele la fuerza con otra fuerza suficiente empleada en el mismo momento. En cambio, los interdictos son remedios distintos de las acciones posesorias legisladas en el Código Civil. No constituyen, la reglamentación procesal de las acciones posesorias. Son herramientas diferentes que se dirigen a resolver situaciones distintas. Sus características son: a) Si el poseedor que puede ejercer las acciones posesorias, opta por los interdictos, ésta vía excluye la otra. b) En los interdictos no se debate el derecho de propiedad. Su contenido son acciones personales al servicio de la protección material de la cosa que es su objeto, por ello se ha dicho que los llamados “interdictos de adquirir” e “interdicto de obra nueva” no son verdaderos interdictos. c) Los interdictos amparan el hecho material de la posesión, y tienden a evitar la autotutela del perturbado (art. 2468), sólo posible jurídicamente en casos de excepción (art. 2470). d) El trámite procesal es urgente y sumarísimo, a diferencia de lo que ocurre con las acciones posesorias que tramitaban hasta la sanción de la ley 25.488, sumariamente. Ahora, conforme surge de dicho articulado deberán ventilarse en proceso ordinario. e) La acción interdictal se debe plantear dentro del año que se produce la turbación o despojo de la posesión. 2. Trámite Los interdictos constituyen juicios de cognición limitada, en los cuales no cuenta que la posesión sea viciosa o se cumpla el requisito de la anualidad. Los únicos posibles son los que enumera el art. 606 con la finalidad de adquirir la posesión; retener o recobrar la posesión o tenencia, e impedir que se construya una obra nueva que importa peligros inmediatos. Estos procesos permiten llegar a una rápida solución mediante una sentencia, que no decide sobre el derecho a la posesión del actor o del demandado, sino que se limita a decidir sobre la ilegitimidad de la turbación y que puede revisarse en un proceso ulterior de más amplio trámite y debate. (art. 622). Se ha dicho por Serantes Peña-Palma, que el perturbado en la posesión elige entre la acción real, por una parte, y el interdicto o la acción posesoria, por la otra. Vencido en alguna de estas últimas, puede acudir a la acción real. Lo que no puede hacer es acudir a la acción posesoria si ha sido vencido en el interdicto, o acudir al interdicto si ha sido vencido en la acción posesoria (Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, tomo 3, editorial Depalma, Buenos Aires, pág. 332). De lo expuesto surge que la acción interdictal procede respecto de cosas inmuebles o muebles, con relación a la tenencia o la posesión, sea viciosa o no viciosa, anual o no. Pero no toda restricción o perturbación al ejercicio de los derechos inherentes al dominio da nacimiento a una acción por expropiación. Las acciones e interdictos posesorios, las acciones negatoria y reivindicatoria, así como las acciones por daños y perjuicios son medios eficaces que la ley pone al alcance del propietario para obtener del Estado Nacional respeto y desagravio (del voto en disidencia de los doctores Nazareno, Belluscio y Boggiano (CS, 1996/10/10, "Dos Américas I. C. y F. c. Territorio Nac. de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur", La Ley, 1997D, 134). Se ha destacado que, el interdicto de obra nueva persigue la finalidad de evitar que alguien haga justicia por mano propia, por lo que uno de sus presupuestos indispensables es la intención de desposeer, exteriorizada a través de la obra nueva, la cual como acto posesorio, importa una turbación en la posesión o tenencia que ejerce la otra parte (CNCiv., Sala A, 1993/07/02, "Consorcio de Propietarios Bulnes 2659/61/63 c. Beniluz, David O.", JA, 1994-III-224). 3. Objetivos de la pretensión interdictal Los interdictos constituyen medidas policiales instituidas para que nadie zanje sus conflictos por propia mano y no sea desposeído o perturbado en su posesión al margen de las vías legales. En el caso del interdicto de obra nueva, cuando ésta se hace en terreno que no es del poseedor, es de aplicación el art. 2499 del Código Civil que, en concordancia con el art. 619 del Código Procesal, determina como supuestos para su procedencia que el demandante sufra un menoscabo que cediese en beneficio del que ejecuta aquélla; que dicha posesión resulte perjudicada en beneficio del demandado. En tal supuesto, lo mismo que en la acción posesoria, la obra habrá de suspenderse durante el juicio y a su terminación destruirse lo hecho. Con los interdictos se persigue mantener una situación de hecho existente, hasta tanto el derecho se resuelva mediante las pretensiones correspondientes. En las acciones posesorias y los interdictos no se admite la discusión de quien tiene mejor derecho sino que basta que quien detenta materialmente la cosa resulte desplazado de ella contra su voluntad y por medios ilegítimos para que tenga derecho a ser restituido en esa detentación, y ello no ocurre con quien se desprendió por un acto jurídico de la tenencia de un inmueble en favor de un tercero, en el caso la sociedad de hecho, que posee una personalidad limitada pero distinta a la de los socios y también en forma voluntaria decidió separarse de la sociedad y ponerle fin, es ésta quien detentaba la tenencia legítima del inmueble, y la privación de acceso ya no es al inmueble sino al ámbito donde la sociedad realizaba su actividad, siendo su carácter de socio y no de condómino el que se encuentra en entredicho, por lo que son las acciones derivadas de la relación societaria, y no un interdicto de recobrar, las que deben intentarse para dirimir la cuestión (C.Apelaciones Civ. y Com., San Martín, Sala II, 1999/12/21, "Oliva, Héctor R. c. Ponce, Enzo U.", LLBA, 2000-372). CAPITULO II -- Interdicto de adquirir Procedencia Art. 607. -- Para que proceda el interdicto de adquirir se requerirá: 1. Que quien lo intente presente título suficiente para adquirir la posesión o la tenencia con arreglo a derecho. 2. Que nadie tenga título de dueño o usufructuario de la cosa que constituye el objeto del interdicto. 3. Que nadie sea poseedor o tenedor de la misma cosa. 1. Concepto El llamado interdicto de adquirir, en rigor no es un verdadero interdicto, ya que no protege el estado de cosas existentes. Quien lo promueve pide la posesión o tenencia que nunca tuvo, a pesar de presentar título suficiente para adquirirlas. En este caso debe probarse el derecho a la posesión o tenencia. El proceso versa sobre una cuestión de derecho y no sobre una de hecho (Conf. Gómez de la Serna, citado por Mariani de Vidal, Marina, La reforma procesal de la ley 22.434. Interdicto de adquirir, La Ley, 1983-C, 952), que es materia propia de los interdictos en general. Con la pretensión que se analiza no hay debate sobre el dominio o el derecho de propiedad; el objeto procesal se dirige a proteger el mejor derecho de quien posee, exigiendo requisitos negativos, es decir, parte del presupuesto que quien pide debe demostrar que nadie tenga título de dueño o usufructuario, ni sea poseedor anterior o tenedor de la cosa. La norma se vincula con el art. 2468 del Código de fondo que dice: "Un título válido no da sino un derecho a la posesión de la cosa, y no la posesión misma. El que no tiene sin un derecho a la posesión no puede, en caso de oposición, tomar la posesión de la cosa: debe demandarla por las vías legales". 2. Requisitos de admisión y procedencia El art. 607 exige: a) Tener un título suficiente para adquirir la posesión o la tenencia, por ejemplo, un testamento, una escritura de propiedad, una escritura de usufructo, etc. b) Que no se presente oposición a la posesión o la tenencia de la cosa, porque si hay oposición no procede la vía interdictal, sino el procedimiento ordinario o sumarísimo, según la clase de oposición de que se trate de conformidad con lo dispuesto por el art. 2468 antes transcripto. c) Que nadie tenga título de dueño o usufructuario, ni sea poseedor o tenedor de la cosa que se reclama. Hay quienes entienden que este interdicto no tiene aplicación posible en nuestra legislación, y que es preferible deducir las acciones de cumplimiento de contrato o de desalojo que según la situación fáctica pudiere convenir (Cfr. Mariani de Vidal, ob. cit., pág. 952). Por eso, agregan Fenochietto y Arazi que, eEs difícil pensar en supuestos donde pueda ser aplicable este interdicto; si quien tiene derecho a la posesión o a la tenencia no encuentra ninguna oposición de terceros, las tomará directamente, ya que nada le impide hacerlo. En caso de haber oposición, si ésta se funda en el carácter de dueño o usufructuario del oponente o parte de quien alega la posesión o la tenencia del bien, el interdicto no procede y la cuestión tendrá que ventilarse por juicio ordinario o sumarísimo, según sea el caso (art. 608, párrs. 2 y 3) (ob. cit., tomo 3, pág.115). Sin embargo hay autores que entienden que el objeto de este interdicto es suplir la inexistencia del tradens, cuando no media oposición de terceros que aleguen derechos a la posesión o a la tenencia de la cosa objeto del interdicto. “Esto ... le quita consistencia a la crítica que se le ha hecho al interdicto de adquirir en cuanto a su falta de necesidad cuando no media oposición de terceros, ya que en el interdicto el juez, por medio de su sentencia, suple el tradens inexistente.” (Serantes Peña - Palma, ob. cit., pág. 8). Procedimiento Art. 608. -- Promovido el interdicto, el juez examinará el título y requerirá informe sobre las condiciones de dominio. Si lo hallare suficiente, otorgará la posesión o la tenencia, sin perjuicio de mejor derecho, y dispondrá la inscripción del título, si correspondiere. Si otra persona también tuviere título o poseyere el bien, la cuestión deberá sustanciarse en juicio ordinario o sumario, según lo determine el juez atendiendo a la naturaleza y complejidad del asunto. Cuando alguien ejerciera la tenencia de la cosa, la demanda contra él se sustanciará por el trámite del juicio sumarísimo. Si el título que presenta el actor para adquirir la posesión o la tenencia deriva del que invoca el oponente para resistirla, el juez dispondrá que la controversia tramite por juicio sumario o sumarísimo, atendiendo a las circunstancias del caso. 1. Régimen procesal Por vía de principio, el interdicto de adquirir es un procedimiento voluntario, pues procede en primer lugar, sin oposición de terceros, y en mérito al título que acredita el fundamento de la pretensión. En esta primera etapa, el juez se limita a examinar el mencionado título que presenta el peticionario, requerir informes sobre las condiciones de dominio y gravámenes, para dictar sentencia de inmediato, ordenando la entrega de la posesión o la tenencia si considera fehaciente y bastantes lo acompañado. De alguna manera actúa como una medida autosatisfactoria, toda vez que con el solo fundamento de la petición, el Juez ordena en consecuencia. Pero, si existe oposición eventual o cierta, como resulta de la existencia de otro título o de una posesión, respectivamente, el trámite se convierte en contradictorio debiendo el Juez asignar trámite ordinario (art. 319). Una tercera alternativa sucede cuando alguien tiene la cosa y otro se considera con derecho al mismo, aun sin cuestionar la posesión que se ejerce. En este caso, el Juez ordenará la sustanciación como juicio sumarísimo. Finalmente, será ordinario o sumarísimo, de acuerdo con la complejidad que tenga, la causa donde el título que invoca el actor para adquirir la posesión o la tenencia, resulta una derivación o consecuencia del que tiene el oponente que resiste. 2. Carácter de la sentencia La sentencia tiene carácter declarativo, y por eso se dicta “sin perjuicio de mejor derecho”. Asimismo queda a salvo, el derecho de los litigantes para ejercer las acciones reales que les correspondan (art. 622). Cabe recordar que, en las pretensiones petitorias, no siempre se juzga lo mismo que en los interdictos, por lo que la regla según la cual no es definitiva la sentencia recaída en un interdicto puede sufrir excepciones (fundamento del voto del doctor Hitters) (SC Buenos Aires, 1995/08/29, "Correa, Obdulia c. López de Muñoz, Margarita", LLBA, 1996-5 - DJBA, 149-5753 - JA, 1995-IV605). Anotación de litis Art. 609. -- Presentada la demanda, podrá decretarse la anotación de litis en el Registro de la Propiedad, si los títulos acompañados y los antecedentes aportados justificaren esa medida precautoria. 1. Procedencia La medida precautoria característica del interdicto de adquirir es la anotación de la litis, que tiene por finalidad hacer saber a terceros, mediante la publicidad que implica la anotación en el Registro de la Propiedad Inmueble, la existencia del interdicto. La procedencia de la anotación de litis está condicionada a la deducción de una pretensión que pueda tener como consecuencia la modificación de la inscripción en el Registro correspondiente, y a la circunstancia de que el derecho invocado como fundamento de la acción sea verosímil (CNCiv., Sala A, 1995/11/21, "Siraveña de Denatale, Mary Rosa c. Bernal, Luis y otros", La Ley, 1996-A, 727). Por tanto esta medida cautelar tiene por objeto asegurar la publicidad de los procesos relativos a bienes inmuebles o muebles registrables, para que las sentencias que en ellos se pronuncien puedan ser opuestas a terceros adquirentes del bien litigioso o a cuyo favor se constituya un derecho real. En consecuencia, además del interdicto de adquirir, procede en todo tipo de proceso que pueda ocasionar una modificación de la inscripción en el registro respectivo (CNCiv., Sala E, 1996/09/12, "G. de M., M. I. c. M., J. J.", La Ley, 1997-E, 191). Materializada la advertencia o alerta a través de la anotación de la litis en el registro respectivo, los terceros adquirentes deberán soportar los efectos de la sentencia asegurándose de ese modo la trascendencia de la cosa juzgada en relación a terceros. CAPITULO III -- Interdicto de retener Procedencia Art. 610. -- Para que proceda el interdicto de retener se requerirá: 1. Que quien lo intentare se encuentre en la actual posesión o tenencia de una cosa, mueble o inmueble. 2. Que alguien amenazare perturbarle o lo perturbase en ellas mediante actos materiales. 1. Conceptos generales El interdicto de retener, es un proceso de trámite sumarísimo, que persigue garantizar al poseedor o tenedor de una cosa mueble o inmueble el pleno goce de su posesión actual o tenencia . Darle amparo contra quien amenaza o perturba con actos materiales ese derecho de posesión o tenencia, es el objeto procesal a considerar. Además, la urgencia por resolver se manifiesta en la amenaza cierta del acto de perturbación. Obra como restablecimiento del derecho de posesión o la tenencia contra las vías de hecho ilícitas que se manifiestan. La jurisprudencia dice que, el interdicto de retener constituye una medida de carácter policial que tiene por fin garantizar al poseedor o tenedor de una cosa mueble o inmueble el pleno goce de su posesión o tenencia actual, que está dirigida contra aquellas personas a las que se le atribuyen actos de turbación (CNCiv., Sala J, 1995/06/06, "Fasan, Pablo E. c. Bevilacqua, Sara L. y otros", La Ley, 1996-C, 169, con nota de Jorge Raúl Causse y Federico Javier Causse). 2. Turbación La turbación es el acto manifiesto que pretende entrar en la posesión o tenencia de una cosa mueble o inmueble mediante actos materiales que exteriorizan ese propósito. Por eso, la causa del interdicto de retener debe consistir en la realización, por un tercero, de actos posesorios efectuados contra la voluntad del poseedor, con intención de poseer y sin que tengan como consecuencia la exclusión absoluta del poseedor. Los mencionados requisitos, luego de la ley 17.711 (Adla, XXVIII-B, 1799), comprenden también a la tenencia (CNCiv., Sala E, 1993/06/26, "Laucirica de Martínez, Rosa C. c. Iranzo, María C.", La Ley, 1993-E, 543, con nota de Margarita Colquhoun de Chiti). Para que medie turbación en forma concreta -aun cuando sólo lo fuere por omisión- que haga procedente el interdicto de retener, es menester que con el acto material se tenga la intención de tomar la posesión o la tenencia del bien (fallo anterior). En cambio si no existe ánimo de poseer procede la acción resarcitoria y no los interdictos. 3. Amenazas Basta con la amenaza cierta y verosímil para que proceda el interdicto, porque no es requisito que el hecho de la perturbación esté consumado ni en vías de ejecución. Si la turbación futura invocada para oponer un interdicto de retener proviene de la expedición de un telegrama, pero el contenido de este elemento de juicio no revela una amenaza de agresión a la posesión de la actora, porque en él no se anuncia el despojo liso y llano, sino la ocurrencia ante los estrados judiciales en procura de que dirima la cuestión suscitada por la colisión de intereses. La conducta obrada por el accionado no afecta, por consiguiente y según es de toda evidencia, a la relación real en sí misma considerada de la accionante con la cosa, habida cuenta que de ella no se sigue una restricción, gravamen o avance injustificado sobre la posesión de que se trata (CNCiv., Sala D, 1981/09/08, "Pasquale, María V. c. Rienzi, Atilio", ED, 96-571). 4. Supuestos de improcedencia Desbordan el objeto del interdicto de recobrar, tanto las cuestiones relacionadas con la eficacia, ineficacia o alcances del título presentado por la actora, como las razones que pueda o no tener la demandada para fundar su actitud y retener la posesión o la tenencia de la cosa (CNCiv., Sala A, 1997/03/10, "G., R. c. G., G. L. y otro", La Ley, 1997-C, 746). Por tanto, resulta ajena a la esencia del interdicto de retener la dilucidación de las relaciones de derecho que pudieran vincular a las partes (CNCiv., Sala J, 1995/06/06, "Fasan, Pablo E. c. Bevilacqua, Sara L. y otros", citado). Criterio que lo ha ratificado la Corte, al sostener que no se justifica el ejercicio de una acción sumaria de la naturaleza del interdicto de retener, cuando el acto turbatorio no se ha ejecutado con la intención de desconocer la posesoria de la actora, ni el efecto de él ha sido mantener un menoscabo de dicha posesión (CS, 1987/05/28, "Ballester Bedoucq de Rocha, Graciela J. c. Provincia de Buenos Aires", La Ley, 1987-D, 356). Existen otras cuestiones de improcedencia manifiesta. Por ejemplo, si el interdicto de retener se articula porque las raíces de árboles y arbustos del predio lindero han dañado la medianera, oscurecen la propiedad y le quitan ventilación, perturbando la posesión del actor, es obvio que el origen de los daños se remonta a una época muy anterior a la radicación del juicio, que es a partir de la cual comenzó a correr el plazo de caducidad del art. 615 del Código Procesal, sin que su disminución o expansión según los ciclos de la naturaleza permita soslayar el transcurso del término (C.Civ. y Com., Lomas de Zamora, Sala II, 1997/05/22, "Mazzitello, Elvira c. Valle Leni, Rosa", LLBA, 1997-1408). Asimismo, la sentencia dictada en un juicio de desalojo tramitado regularmente no configura una turbación de la posesión que habilite la vía del interdicto de retener (C. Pergamino, 1997/08/21, "Ferreyra, Juan I. c. Dalessandri María T.", LLBA, 1997-1173). También, resulta improcedente el interdicto de retener para enervar los efectos de la cosa juzgada derivada de la sentencia ejecutoriada recaída en el proceso por desalojo tramitado entre las partes (fallo anterior). Corresponde rechazar el interdicto de retener la posesión iniciado por quien tiene un derecho configurado por la concesión de venta de un inmueble otorgada por el Instituto de Colonización de la Provincia del Chaco sobre tierras de propiedad del Estado provincial, en tanto aquella concesión no transfiere la propiedad o dominio sino que resulta necesario el otorgamiento de la pertinente escritura traslativa de dominio (art. 1184, inc. 1º, Código Civil) (C. Civ. Com. y Lab., Presidencia Roque Sáenz Peña, 1997/12/11, "Britte, Ismael c. Valverde, Miguel E.", La Ley, 1998-F, 861 [41.014-S] - LL Litoral, 1998-2-43). Finalmente, se ha destacado que si no se está ante un interdicto de retener la posesión sino uno de recobrarla, por virtud de principio "iura novit curia" corresponderá establecer si la accionante debe ser protegida, desde que en definitiva se trata de acciones que tienden a impedir que un tercero ejerza ilegítimamente actos de posesión sobre el bien perteneciente al demandante (CNCiv., Sala G, 1982/05/28, "Gelfand de Guinecin, Hilda c. Romero, Carlos A. y otra", ED, 100-202). Procedimiento Art. 611. -- La demanda se dirigirá contra quien el actor denunciare que lo perturba en la posesión o tenencia, sus sucesores o copartícipes, y tramitará por las reglas del proceso sumarísimo. 1. Procedimiento sumarísimo El interdicto de retener es un proceso de trámite sumarísimo, que se plantea contra quien realiza los actos de amenaza o perturbación, que puede ampliarse con aquéllos que participan en los actos, y contra los sucesores de ambos si fuera el caso. Se ha destacado que, como resultado de este tipo de procedimiento, no cabe articular reconvención ni excepciones de previo y especial pronunciamiento. Así se dijo que, si bien el art. 357 establece como requisito de admisibilidad de la reconvención que las pretensiones deducidas deriven de la misma relación jurídica o sean conexas con las invocadas en la demanda, sin determinar expresamente el trámite a seguir, no procede en el interdicto de retener porque éste tramita por las reglas del juicio sumarísimo (CNCiv., Sala J, 1996/12/20, "Minsky, Rafael C. y otros c. Anchonovsky, Abraham y otro", La Ley, 1997-C, 948 [39.461-S]). La sentencia que se dicta es apelable, y al recurso debe concedérselo en relación y, con efecto devolutivo, salvo lo establecido en el art. 498, inc. 6º. Objeto de la prueba Art. 612. -- La prueba sólo podrá versar sobre el hecho de la posesión o tenencia invocada por el actor, la verdad o falsedad de los actos de perturbación atribuidos al demandado, y la fecha en que éstos se produjeron. 1. Hechos que deben ser probados Los hechos a probar están taxativamente enunciados en la presente norma, y no pueden ser otros. El carácter restrictivo es consecuencia de la naturaleza jurídica del interdicto, a efectos de evitar la perturbación, o la amenaza de perturbación, de la posesión actual o tenencia de una cosa mueble o inmueble. Por ello, se debe probar: a) El hecho de la posesión –no la posesión misma-; b) los actos de perturbación llevados a cabo por el demandado; c) La fecha en que esos actos turbatorios se produjeron, la cual atañe a la procedencia del interdicto, en vista del plazo de caducidad Los medios de prueba son todos los admitidos para el trámite del proceso sumarísimo. La limitación se manifiesta en cuanto al plazo para la producción de la prueba. La sentencia que se pronuncia en el interdicto de retener debe limitarse a amparar a quien lo promueve en la posesión actual o en la tenencia, o bien desestimar la acción interdictal. Medidas precautorias Art. 613. -- Si la perturbación fuere inminente, el juez podrá disponer la medida de no innovar, bajo apercibimiento de aplicar las sanciones a que se refiere el art. 37. 1. Medida de no innovar L a procedencia de la prohibición de innovar debe ser explicada en relación con la propia naturaleza jurídica de ésta y con los casos en que se admite el interdicto de retener. La finalidad de la precautoria consiste en resguardar la inmovilidad de determinada situación fáctica o jurídica, siempre y cuando no haya otra medida que produzca el mismo efecto. En cuanto a la procedencia del interdicto de retener, depende de que la perturbación esté consumada o tenga principio de ejecución, o bien de que haya una amenaza de perturbación. La perturbación debe ser inminente, no es aplicable cuando la perturbación se ha consumado. Con este marco dogmático, se ha dicho que, dada la finalidad que se persigue con el interdicto de retener -tutelar al poseedor actual o tenedor de una cosa contra la amenaza o perturbación mediante actos materiales-, la medida de no innovar resulta adecuada como anticipo de la garantía jurisdiccional, ya que tiende a evitar que puedan tornarse ilusorios los derechos cuyo reconocimiento se persigue, garantizar incluso la integridad de la cosa litigiosa, que de otro modo podría ser alterada (CNCiv., Sala E, 1978/03/15, "Medison, S. R. L. c. Municipalidad de la Capital", La Ley, 1979-B, 666 [35.018S]). La medida de no innovar específicamente autorizada por el art. 613, para cautelar las pretensiones sustentadas en el interdicto de retener, resulta procedente cuando quien lo pide ha acreditado que se encuentran reunidos los requisitos genéricos a que alude el art. 230. 2. Medidas conminatorias La violación de la prohibición de innovar, sin perjuicio de la sanción penal que trae aparejada, también le acarrea al transgresor la aplicación de una multa progresiva mientras dure el incumplimiento. Las sanciones conminatorias son aplicables a los casos en que haya habido una perturbación a la posesión o la tenencia, o un principio de ejecución. La resolución que ordena la medida precautoria es apelable, y se debe conceder el recurso en relación y con efecto devolutivo; también es apelable la que la deniega, en cuyo caso al recurso debe admitirse con efecto suspensivo. CAPITULO IV -- Interdicto de recobrar Procedencia Art. 614. -- Para que proceda el interdicto de recobrar se requerirá: 1. Que quien lo intente, o su causante, hubiere tenido la posesión actual o la tenencia de una cosa mueble o inmueble. 2. Que hubiere sido despojado total o parcialmente de la cosa, con violencia o clandestinidad. 1. Interdicto de recobrar Se denomina también interdicto de despojo al que es promovido por el poseedor o el tenedor de una cosa mueble o inmueble para recobrar judicialmente su posesión o tenencia, de la cual ha sido total o parcialmente privado. Se trata de un remedio de carácter urgente y sumarísimo, que también se puede plantear en caso de amenaza. Es un remedio rápido y abreviadísimo para las situaciones de hecho, resultando ajenas a sus estrechos límites la discusión y resolución de los derechos u obligaciones basados en relaciones contractuales que pudieran relacionar a las partes en conflicto - vgr. un boleto de compraventa - siendo su objeto proteger el hecho de la mera tenencia de las cosas o en su caso la posesión actual, habiendo sido instituido para evitar que nadie zanje sus conflictos por propia mano. Para que proceda el interdicto de recobrar, es menester que la ocupación efectiva aparezca clara e indudable al momento del despojo, por lo que si la prueba acumulada no logra formar esta certidumbre debe rechazarse. Atento a los términos "posesión actual" que utiliza el art. 614, inc. 1°, no configura requisito para la procedencia del interdicto de recobrar la posesión anual (exigencia, por otra parte, de carácter relativo: art. 2477, Código Civil), a la que se refieren los arts. 2473 y 2481 del mismo ordenamiento, que regulan el régimen de las acciones posesorias propiamente dichas o en sentido estricto (CNFed. Civ. y Com., Sala II, 1989/06/16, "Biblioteca del Congreso de la Nación c. Fapta, Lucas", La Ley, 1990-A, 473). 2. Finalidad Como se dijo, por esta vía no se controvierten cuestiones de derecho, en razón que el objeto del proceso es la ocupación misma. La mera turbación en la posesión o en la tenencia no es suficiente para su procedencia, la amenaza de despojo, o el despojo mismo, debe ser de tal entidad como para poner en peligro la posesión o la tenencia total o parcial de la cosa. El hecho constitutivo del interdicto es la perturbación a la posesión actual o la tenencia de la cosa. Si bien el interdicto de recobrar se acuerda exclusivamente para tutelar de manera eficaz a quien resulte perturbado en el ejercicio de la posesión o tenencia, con el fin de evitar la justicia por mano propia, no lo es menos que la violencia o clandestinidad deben ser de una entidad tal que no importen una simple molestia o menoscabo transitorio. 3. Violencia y clandestinidad La violencia supone el animus domini de quien la ejecuta, que se manifiesta en actos materiales de perturbación, como sería la oposición de hecho a todo intento de recuperación. Se entiende que es clandestino el acto que oculta verdaderas intenciones. Requiere disimulo del sujeto activo e ignorancia del pasivo; depende más del desconocimiento del perjudicado que de la publicidad de la posesión o tenencia frente a terceros. Para que se de lugar al interdicto de recobrar no interesa establecer en mérito de qué antecedente se tiene la cosa, y lo que en él se resuelva no afecta los derechos sustanciales de las partes, pues su resultado se limita provisionalmente a mantener la posesión o tenencia despojada. Mediante el interdicto de recobrar se protege el hecho de la posesión y los coposeedores pueden iniciar la acción. Basta la existencia de la acción violenta o del despojo con clandestinidad, el introducirse en el inmueble o en una parte de él, para estar habilitado el poseedor actual o el tenedor, aun el que carece de título o que no lo produce en su defensa, para otorgar la acción. 4. Improcedencia Si la obra está terminada o próxima a su conclusión, es improcedente el interdicto de obra nueva. En tal caso, los interdictos y acciones procedentes serán los de mantener o recobrar. Pero también se dice que no es ésta la vía, en la medida que no es posible lograr que se destruya lo hecho mediante el trámite sumarísimo de los interdictos. Es necesario un debate más amplio que dé al juez la certeza acerca de la procedencia de la petición, apreciando las circunstancias del caso y los graves perjuicios que pueden ocasionarse y que quizás, sea posible evitar sin menoscabar el derecho del actor, mediante el reconocimiento de una indemnización por los daños y perjuicios ocasionados (CNCiv., Sala H, 1995/05/26, "Farina, Miguel A. c. Caballero, Gustavo C.", La Ley, 1997-D, 848 (39.688-S). En realidad, desbordan el objeto del interdicto de recobrar tanto las cuestiones atinentes a la eficacia, ineficacia o alcance del título presentado por la parte actora, cuanto las razones que pueda o no tener la demandada para fundar su actitud y retener la posesión o la tenencia de la cosa. El interdicto de recobrar no ampara el derecho emergente de las relaciones contractuales, para cuyo reconocimiento corresponde acudir al procedimiento adecuado, sino que se trata de mantener el orden y prevenir el uso de la violencia. (CNCiv., Sala A, 1993/10/26, "Ferraris, Blanca C. c. Szumejko, Basilio O. y otro", JA, 1994-III-532). Tampoco la vía es apropiada para dilucidar las relaciones de derecho que puedan vincular a las partes, razón por la cual lo que éstas hayan pactado acerca de la compra del bien es una cuestión extraña al ámbito específico del remedio en cuestión. Debe prescindirse de toda ponderación de la situación de derecho que corresponda al bien de que se trate, sea con relación a las partes y/o a terceros (CNCiv., Sala A, 1997/03/10, "G., R. c. G., G. L. y otro", La Ley, 1997-C, 746). El abuso de confianza no es supuesto configurante del interdicto de recobrar. Sin embargo, se ha dicho que, aun cuando los demandados al contestar la demanda hayan expresado que ingresaron al bien inmueble con la llave correspondiente, y ello -por hipótesis- puede configurar abuso de confianza, dicha manifestación como causal fundante del interdicto de recobrar resulta ineficaz para dar sustento a la acción (CNCiv., Sala B, 1995/10/24, "Obligado 2961 S. A. c. Ambrosini, Julio", La Ley, 1997-D, 844 [39.666-S]). Se afirma, en cambio, que es procedente el interdicto de recobrar fundado en la existencia de despojo por abuso de confianza, configurada ésta por haber permanecido ambos codemandados en el inmueble más allá del plazo fijado a fin de efectuar las reparaciones a que se habían comprometido (CNCiv., Sala E, 1990/11/19, "Belaunde, César N. c. Amestoy, Darío", La Ley, 1992-D, 140, con nota de Carlos Alberto Liz - DJ, 1992-2-895). 5. Acumulación de procesos Es improcedente la acumulación de un interdicto de recobrar con las acciones de desalojo y de daños y perjuicios por ocupación indebida promovidas por el demandante, toda vez que en el procedimiento contemplado por el art. 614 y sigtes., sólo se admiten las pruebas que tuvieran por objeto demostrar el hecho de la posesión o tenencia invocadas, el despojo y la fecha en que se produjo (conf. art. 615, párr. 2º), y el juez debe limitarse en la sentencia, a desestimar el interdicto o a mandar restituir la posesión o tenencia del bien despojado (conf. art. 618), por lo cual no se cumple con las previsiones del art. 87 del Código Procesal (CNCiv., Sala B, 1994/08/30, "García Espina, Julio J. c. Ocupantes Alfredo Bufano", La Ley, 1995-B, 110. - DJ, 1995-1-1066). 6. Tasa de justicia Sin perjuicio de la procedencia o del resultado del interdicto de recobrar, a los efectos de la tasa de justicia el objeto del litigio queda al margen de la existencia de un negocio jurídico. Vale decir, la demanda carece de contenido patrimonial, razón por la cual la tasa de justicia debe ser integrada en un monto fijo, como lo establece el art. 6º de la ley 23.898 de tasas judiciales (Adla, L-D, 3751) (CNCiv., Sala G, 1997/06/10, "Figueroa, Alberto c. Ocupante Finca Paysandú 534", La Ley, 1998-B, 152). 7. Competencia Corresponde intervenir a la justicia civil en el interdicto de recobrar en el cual se reclama la restitución de la posesión y tenencia de un bar, aunque la pretensión incoada esté fundada en un contrato de concesión de naturaleza mercantil (CNCiv., Tribunal de Superintendencia, 1996/12/05, "Mohmadan, Víctor A. c. Facultad de Ciencias Económicas", La Ley, 1998-B, 932, J. Agrup., caso 12.603). Procedimiento Art. 615. -- La demanda se dirigirá contra el autor denunciado, sus sucesores, copartícipes o beneficiarios del despojo y tramitará por juicio sumarísimo. Sólo se admitirán pruebas que tuvieren por objeto demostrar el hecho de la posesión o tenencia invocadas, así como el despojo y la fecha en que éste se produjo. 1. Sujetos del proceso El interdicto está dirigido contra el autor material del despojo, sus sucesores, y/o quienes directa o indirectamente han participado en el acto de desapropiación y los beneficiarios. Los copartícipes y los beneficiarios constituyen un litisconsorcio pasivo necesario. 2. Carga y objeto de la prueba Quien invoca el interdicto debe probar: a) La posesión o tenencia anteriores al despojo; b) el hecho del despojo propiamente dicho y la fecha de su producción, atento al plazo de caducidad; c) la forma de su consumación, o sea, la violencia o la clandestinidad. Cada uno de ellos son requisitos concurrentes y no excluyentes. El trámite sumarísimo obliga a una prueba cabal de la violencia o de la clandestinidad. Por tanto, si quienes pretenden recuperar la posesión no cumplieron con una de las principales cargas inherentes a la posesión del inmueble, abonando los impuestos, tasas y contribuciones que lo gravaban, y sólo el demandado cumplió con las mismas, sin perjuicio de la razón jurídica o título que avale esa ocupación, a los fines del interdicto de recobrar es dable colegir que la posesión esgrimida como fundamento del mismo no fue diligentemente defendida (CNCiv., Sala A, 1993/02/22, "Minian, Jorge M. y otro c. Palacios, Oscar R.", ED, 157-127). Si se pretende recuperar la posesión arrebatada por la ocupación clandestina de los demandados, la vía del interdicto de recobrar presupone la prueba de las siguientes circunstancias fácticas: la posesión actual o la tenencia del inmueble por parte de quienes iniciaron el interdicto, y la exclusión por los emplazados con clandestinidad. Probado que el objeto cuya posesión se alega usurpada por los demandados fue voluntariamente entregado a éstos, no se configura la pérdida de la posesión, el despojo, la clandestinidad ni la violencia que permiten promover el interdicto de recobrar (CNCiv., Sala A, 1997/03/10, "G., R. c. G., G. L. y otro", La Ley, 1997-C, 746). Las manifestaciones de personas ajenas al pleito recogidas en un acta notarial -en el caso, las efectuadas por quienes ocupaban los terrenos cuya posesión detentaba el actor en un interdicto de recobrar- no poseen el valor probatorio de los testimonios prestados con los recaudos legales ante un juez competente, debiendo merituárselas de acuerdo a las reglas de la sana crítica, dentro del contexto general del juicio. El acta notarial tiene pleno valor probatorio en cuanto a los hechos pasados en presencia del escribano, en el caso, la constatación de la existencia de personas en los terrenos cuya posesión detentaba el actor en un interdicto de recobrar. Las publicaciones efectuadas por los medios periodísticos del lugar donde se desarrolla el litigio -en el caso, las que constatan la presencia de personas ocupando los terrenos cuya posesión era detentada por el actor en un interdicto de recobrar- constituyen indicios que deben ser apreciados conforme a las reglas de la sana crítica -art. 163, inc. 5º, Cód. Procesal de Buenos Aires-) (C.Civ. y Com., Azul, 1999/09/02, "Simons, Américo E. c. Municipalidad de Olavarría", LLBA, 2000-873). Si se trata de una sentencia penal absolutoria, ella no impide promover el interdicto ya que puede no haber delito pero sí apropiación indebida o ilegal. Pero, en atención a la naturaleza del interdicto de recobrar la posesión, no debe suspenderse el pronunciamiento de la sentencia hasta la resolución de la causa penal pues, de hacerse lugar al mismo, quedará siempre a los demandados la posibilidad de discutir en el petitorio posterior su derecho, de modo que, no teniendo carácter de cosa juzgada en sentido material el pronunciamiento, no puede suscitarse el escándalo jurídico que el art. 1101 del Código Civil pretende evitar (CNCiv., Sala B, 1994/08/19, "Daban Rossi, Ulises J. c. Intrusos y Ocupantes Rafella 3819", La Ley, 1994-E, 282). Restitución del bien Art. 616. -- Cuando el derecho invocado fuere verosímil y pudieren derivar perjuicios si no se decretare la restitución inmediata del bien, el juez podrá ordenarla previa fianza que prestará el reclamante para responder por los daños que pudiere irrogar la medida. 1. Entrega anticipada La restitución del bien durante la sustanciación del interdicto de recobrar, sin resolver sobre la cuestión de fondo, es una facultad del juez quien debe ejercerla con prudencia y únicamente cuando concurren los siguientes recaudos: a) que el derecho invocado sea verosímil; b) que el hecho de no decretar la restitución inmediata del bien pueda ocasionarle perjuicios al solicitante de la restitución; c) que el peticionante preste fianza para responder por los daños que pueda provocar la medida. La verosimilitud del derecho invocado se acredita con la documentación que acompaña el planteo inicial. El juez fijará la calidad y el monto de la fianza, conforme a la mayor o menor fehaciencia del derecho invocado y analizando las circunstancias del caso. La jurisprudencia ha dicho que, el art. 616, autoriza una medida cautelar que procede cuando el derecho invocado fuere verosímil y de la falta de devolución inmediata pudiesen derivar perjuicios. Por ello, si de la documentación aportada y demás constancias traídas a la causa, se desprende "prima facie" el "fumus bonis iuris" y la posibilidad del perjuicio, debe accederse a la restitución provisoria inmediata (CNCiv., Sala C, 1984/09/27, "C. R. L. c. F. de C., A. S.", La Ley, 1985-A, 220, DJ, 985-25-789). Modificación y ampliación de la demanda Art. 617. -- Si durante el curso del interdicto de retener se produjere el despojo del demandante, la acción proseguirá como interdicto de recobrar, sin retrotraer el procedimiento, en cuanto fuese posible. Cuando llegare a conocimiento del demandante la existencia de otros sucesores, copartícipes o beneficiarios, podrá ampliar la acción contra ellos en cualquier estado del juicio. 1. Despojo sobreviniente Si durante el trámite ocurriese el despojo del actor, hecho material que responde, en cierto modo, a una evolución natural de la actitud del turbador, quien comienza turbando y finaliza despojando; el código autoriza a encarrilar el procedimiento como interdicto de recobrar. Esta medida evita la superposición de dos juicios, o bien el desistimiento de uno – interdicto de retener- y la promoción de otro –interdicto de recobrar-, actuando en consecuencia el principio de economía procesal. La transformación del interdicto no retrotrae el procedimiento; y lo actuado hasta allí se aplica en las actuaciones que ahora se encaminan. 2. Ampliación contra sucesores, copartícipes o beneficiarios Si la desposesión se produce con la participación de otros, tal como lo permite el art. 611, la demanda se puede ampliar contra quienes actúen en el acto con violencia o clandestinidad. Sentencia Art. 618. -- El juez dictará sentencia, desestimando el interdicto o mandando restituir la posesión o la tenencia del bien al despojado. 1. Sentencia interdictal La sentencia que se pronuncia en el interdicto de recobrar no impide el ejercicio de las acciones reales que puedan corresponder, en consecuencia lo resuelto alcanza únicamente autoridad de cosa juzgada formal. Ello es consecuencia, además, del trámite sumarísimo impreso y a la dimensión de las cuestiones que se juzgan, donde quedan sin analizar las situaciones de jure. El pronunciamiento ordenará la restitución del bien o la entrega de la posesión de la despojada, o en su caso, rechazará la pretensión. 2. Prejudicialidad Conjuntamente con la promoción del interdicto en sede civil, se pueden plantear acciones penales por usurpación del bien. En tal caso, se ha observado que, si se trata de una sentencia penal absolutoria, ella no impide promover el interdicto ya que puede no haber delito pero sí apropiación indebida o ilegal. Pero, en atención a la naturaleza del interdicto de recobrar la posesión, no debe suspenderse el pronunciamiento de la sentencia hasta la resolución de la causa penal pues, de hacerse lugar al mismo, quedará siempre a los demandados la posibilidad de discutir en el petitorio posterior su derecho, de modo que, no teniendo carácter de cosa juzgada en sentido material el pronunciamiento, no puede suscitarse el escándalo jurídico que el art. 1101 del Código Civil pretende evitar (CNCiv., Sala B, 1994/08/19, "Daban Rossi, Ulises J. c. Intrusos y Ocupantes Rafella 3819", La Ley, 1994-E, 282). 3. Recurso de apelación La sentencia tolera el recurso de apelación, para el que se cuentan tres días para interponerla, contados desde la notificación por cédula o personal. Concedido, se debe fundar en el plazo de cinco días que se cuentan por ministerio de la ley, desde la fecha del auto de admisión. Al recurso se lo concede en relación, con efecto devolutivo, salvo que la sentencia pueda ocasionar un perjuicio irreparable. CAPITULO V -- Interdicto de obra nueva Procedencia Art. 619. -- Cuando se hubiere comenzado una obra que afectare a un inmueble, su poseedor o tenedor podrá promover el interdicto de obra nueva. Será inadmisible si aquélla estuviere concluida o próxima a su terminación. La acción se dirigirá contra el dueño de la obra y, si fuere desconocido, contra el director o encargado de ella. Tramitará por el juicio sumarísimo. El juez podrá ordenar preventivamente la suspensión de la obra. 1. Objeto del interdicto El interdicto de obra nueva pretende poner fin a la turbación o despojo que ocasiona la construcción de una obras. Pero es inadmisible cuando las edificaciones estuvieren concluidas o próximas a su terminación, armonizando el texto procesal con lo dispuesto por los arts. 2498 y 2499 del Código de fondo. Actualmente, la exigencia de que la obra no esté terminada o avanzada en su desarrollo, tiende a impedir que se destruya lo hecho mediante actitudes que podrían configurar un uso abusivo del derecho. En tal caso, el perjudicado, puede pedir únicamente el resarcimiento del daño económico experimentado (Fenochietto - Arazi, ob. cit., tomo 3, pág. 136). La Corte ha dicho que, resulta improcedente el interdicto de obra nueva si no se demuestra fehacientemente que los trabajos denunciados no estuvieren concluidos o próximos a su terminación, circunstancia que se une a la evidencia de que cualquier decisión sobre la restitución de las cosas a su estado anterior mediante su destrucción, requiere un debate más amplio en el cual se aprecien los efectos de las obras cuestionadas cuya importancia es obvio destacar y que no puede satisfacerse en el marco restringido del interdicto procesal (CS, 1987/05/28, "Ballester Bedoucq de Rocha, Graciela J. c. Provincia de Buenos Aires", La Ley, 1987-D, 356). De este modo se advierte la insuficiencia del trámite sumarísimo para resolver un tema tan conflictivo como lograr que se destruya lo hecho cuando la obra esté en un estado avanzado de construcción o próxima a su terminación. Para ello será necesario recurrir a aquellos procedimientos en donde exista debate amplio que den al juez la certeza acerca de la procedencia de la petición, y en caso de merituar las circunstancias y con el fin de no desconocer el derecho del actor, se podría fijar una indemnización por los daños y perjuicios ocasionados. Se ha dicho que, una obra construida en un 55 %, o sea, poco más de la mitad, no es una obra "concluida o próxima a su terminación", según lo exige el art. 619 para descartar la viabilidad del interdicto de obra nueva (CNCiv., Sala B, 1990/12/27, "Padín, Héctor F. c. Deserto y Goma, Felisa E.", La Ley, 1992A, 278, con nota de Ricardo José Papaño - ED, 142-513). 2. Legitimación activa El interdicto de obra nueva constituye el remedio adecuado para proteger la posesión y la tenencia perturbadas por un acto específico del demandado: la obra que se ha comenzado a realizar. Esta acción tiende a poner remedio a las turbaciones o al despojo de los que resulta ser víctima el poseedor o tenedor de un inmueble como consecuencia de una obra que realiza el turbador en un fundo vecino. Puede ser deducida por el poseedor actual, cualquiera sea la naturaleza de su posesión, aunque no exhiba título alguno. 3. Medida cautelar Conforme surge del artículo 2499 del Código Civil: “Quien tema que de un edificio o de otra cosa derive un daño a sus bienes puede denunciar ese hecho al juez a fin de que se adopten las oportunas medidas cautelares”. Se refiere así a la prohibición de innovar (arts. 199 y 230, Código Procesal) que se decreta previa contracautela y conforme al prudente arbitrio judicial en orden a la celeridad de este tipo de procesos y los intereses comprometidos. Por eso cabe recordar que el interdicto de obra nueva tiene una doble finalidad: la primera, cautelar, que se satisface con la suspensión de la obra durante el juicio, y otra de fondo, que consiste en la restitución al statu quo ante que es la finalidad del interdicto. Además, este proceso no obstante ser autónomo con respecto a la llamada acción de obra nueva que legislan los arts. 2498 a 2501 del Código Civil, tiene como dicha acción el objeto característico, contemplado por el art. 2500 del citado cuerpo legal "de que la obra se suspenda durante el juicio, y que a su terminación se mande deshacer lo hecho". Por tanto, es procedente la demolición de las obras construidas en un espacio de propiedad exclusiva en infracción al reglamento de copropiedad y administración y a la ley 13.512 (Adla, VIII-254) de conformidad con lo establecido por los arts. 633 y 2500 del Código Civil, siempre que no constituya un ejercicio abusivo de los derechos -art. 1071, Cód. citado) (CNCiv., Sala I, 2000/03/30, "Denis, Juana A. c. Faiella, Carlos A. y otros", La Ley, 2000-D, 176 - DJ, 2000-2-1048). Asimismo, las obras clandestinas efectuadas en el fondo del terreno de los demandados menoscaban la posesión del accionante, al proyectar un considerable cono de sombra sobre su jardín, pileta de natación y vivienda, pero además, al dañar la intimidad al permitir vistas sobre dicho predio, afectan el libre ejercicio de los derechos posesorios y por último, las filtraciones pluviales en el predio del actor, causadas por las indebidas construcciones en la medianera, complementan el cuadro agresivo que hace procedente el interdicto de obra nueva interpuesto (arts. 2459, 2498, 2499 y 2500, Código Civil y 613 y 614, Código Procesal) (C. Civ. y Com., Morón, Sala II, 1997/05/15, "Levatte, Alfredo A. y otro c. Vignola, Héctor L. y otro", LLBA, 1998-1100) 4. Requisitos para su procedencia Son requisitos para que prospere el interdicto de obra nueva: a) Que se trate de una obra iniciada pero no terminada; b) que la misma sea realizada en inmueble ajeno al del actor; c) que de ella resulte perjuicio o menoscabo para la posesión o tenencia del denunciante. La ley no proporciona una pauta rígida para determinar la admisibilidad del interdicto de obra nueva, sino que la apreciación de cuándo la obra se halla próxima a su terminación debe efectuarse prudencialmente, de acuerdo a las particularidades de cada caso (CNCiv., Sala B, 1990/12/27, "Padín, Héctor F. c. Deserto y Goma, Felisa E.", La Ley, 1992-A, 278, con nota de Ricardo José Papaño). Sentencia Art. 620. -- La sentencia que admitiere la demanda dispondrá la suspensión definitiva de la obra o, en su caso, su destrucción y la restitución de las cosas al estado anterior, a costa del vencido. 1. Modalidades de la sentencia La sentencia que se dicta en el proceso sumarísimo de obra nueva encuentra posibilidades alternas según sea el hecho que lo ocasione. En efecto, si bien en el interdicto de obra nueva el pronunciamiento que admite la demanda sólo puede disponer la suspensión definitiva de la obra, o su destrucción a costa del vencido, puede ocurrir que en el curso del proceso hayan sucedido variaciones en las circunstancias fácticas que obliguen a una variación en orden a lo que debe ser resuelto. 2.1 Suspensión de la obra En primer término cabe señalar que la expresión "suspensión definitiva de la obra" no es feliz, pues no guarda armonía con el principio de que el interdicto no alcanza cosa juzgada material. La sentencia que hace lugar a la pretensión ha de disponer la suspensión provisional de la obra o, en su caso, su destrucción y la restitución de las cosas al estado anterior, a costa del vencido. Corolario lógico de dicha disposición es que en todo otro supuesto la demanda debe rechazarse, es decir cuando no se han acreditado las circunstancias que justifican el andamiento de la acción. Ni tampoco puede el juzgador condenar a continuar la obra bajo su control, situación no contemplada ni autorizada por la disposición antes citada. Asimismo se ha dicho que, si se admite que el interdicto de obra nueva se da ante simples "amenazas" (arg. art. 610, inc. 2°), es factible que la obra que se comenzara a hacer, afectara al poseedor o tenedor cuando llegara a determinada evolución ("amenazas de turbación"), de allí que la sentencia del interdicto que para ese caso imponga la "suspensión definitiva" satisfaría eficazmente los intereses jurídicos en juego, puesto que al no progresar la construcción, la "amenaza" no se concretaría (CNCiv., Sala C, 1979/03/14, "Consorcio de Propietarios Nazca 2638 c. González, Norberto", La Ley, 1979C, 150 - ED, 82-363). 2.2 Destrucción de la obra nueva El interdicto de obra nueva es una pretensión en cuya virtud quien resulta afectado en la posesión y tenencia que ejerce sobre un bien inmueble, a raíz del comienzo de la ejecución de una obra nueva, reclama que ésta se suspenda durante la sustanciación del proceso y que se disponga su destrucción en oportunidad de la sentencia definitiva (CNCiv., Sala M, 1997/11/25, "Pozzi de Veronesi, Enriqueta c. Covino, Alfredo", La Ley, 1998-C, 676 - DJ, 1998-3-918). En esta línea el proceso se mueve en dos etapas, una cautelar donde la obra se suspende, y otra definitiva, cuando la obra se destruye. Sin embargo no puede ser éste el destino definitivo, pues el marco de conocimiento restringido que tiene el interdicto, puede socavar el derecho a la contradicción amplia que conserva el demandado. En tal sentido se ha dicho que, en un interdicto de obra nueva las pretensiones de actor y demandado no pueden ser resueltas de modo definitivo y la sentencia que se dicte puede quedar sin efecto, o producir distintos efectos, como resultado del eventual petitorio futuro, lo que le resta el carácter de definitivo (del voto en minoría del doctor Mercader) (SC Buenos Aires, 1995/08/29, "Correa, Obdulia c. López de Muñoz, Margarita", LLBA, 1996-5 DJBA, 149-5753 - JA, 1995-IV-605). No obstante, están quienes en mayoría afirman que, la sentencia recaída en un juicio de interdicto de obra nueva resulta definitiva independientemente de aquellas acciones posteriores que resulten idóneas para obtener eventuales reparaciones (mismo fallo anterior). La demolición es procedente si se trata de obras realizadas en contravención a lo dispuesto por la ley 13.512 o el reglamento de copropiedad, y se acredita que el accionante sufre daños como consecuencia de esas obras, y que dichos daños no pueden ser satisfechos con una indemnización. Por otro lado, en determinadas circunstancias la decisión sobre la restitución de las cosas a su estado anterior mediante su destrucción y/o demolición, requiere de un debate más amplio en el cual se aprecien los efectos de las obras cuestionadas, que no pueden satisfacerse en el marco restringido del interdicto procesal (Fenochietto - Arazi, ob. cit., tomo 3, pág. 138). Se deben apreciar prudentemente las lesiones ocasionadas al actor, ya que si las mismas son mínimas, no corresponde decretar la demolición de la obra nueva, pues se estarían destruyendo valores económicos. El sacrificio que implica la destrucción de obras nuevas debe valer la pena y ello no depende sólo de destacar el valor que se quiere mantener, sino de su comparación y de la ponderación íntegra de la situación que se presente, sin perder de vista –muy especialmente- el peligro de incitar indirectamente, con el mantenimiento de la obra, a la violación de las normas legales y reglamentarias vigentes (cfr. Fenochietto - Arazi, ob. cit., tomo 3, pág. 141). 2.3 Indemnización del daño Finalmente, la sentencia puede condenar al pago de una indemnización por el daño sufrido -en la medida que así se hubiera pretendido al incoar la demanda-, de acuerdo con las previsiones del art. 1136 del Código Civil. No obstante, también es un supuesto en extremo peligroso porque si la satisfacción económica se ordena en el marco del proceso sumarísimo, se afecta el derecho de defensa del accionado que se encuentra obligado a resarcir por la presunción de verdad que el juez encuentra en una obra nueva aparentemente peligrosa; circunstancia que en nuestra opinión debiera llevar al procedimiento indemnizatorio a ser resuelto en una etapa posterior (art. 165) donde pudiera ser analizada la entidad de los daños y perjuicios padecidos. 3. Rechazo del interdicto Debe rechazarse el interdicto de obra nueva si el propósito perseguido al accionar se encuentra cumplido con sentencias dictadas en otro juicio. Al haber desaparecido la obra nueva queda extinguido todo estado de incertidumbre jurídica que pudiera hacer necesaria una sentencia de condena que imponga el cumplimiento de una prestación ya cumplida. Se ha dicho que, el art. 7º de la ley 13.512 (Adla, VIII-254) reconoce excepciones en función del daño que pueda producir una determinada conducta. Por ello, si la obra nueva no provoca graves perjuicios, y existe una cierta pasividad de los copropietarios dejándola avanzar hasta su conclusión sin intentar los remedios judiciales pertinentes, debe evitarse la destrucción de los valores económicos comprometidos a fin de impedir actitudes antifuncionales (CNCiv., Sala A, 1998/03/11, "Consorcio de Propietarios Virrey del Pino 1751/53 c. Schusterman, Oscar E. y otro", La Ley, 2000-B, 345). Asimismo, si las obras realizadas por el copropietario en la terraza de su unidad no revisten una envergadura que obligue a modificar el plano de subdivisión y a alterar los porcentuales mediante el voto unánime de los consorcistas -art. 7º de la ley 13.512, sino que se trata de meras innovaciones art. 8º de dicha ley- tendientes a obtener un mejoramiento, un uso o goce más cómodo, tales obras son admisibles cuando no afecte la seguridad del edificio ni los servicios comunes (mismo fallo anterior). Por tanto, la destrucción de la obra construida en violación del art. 7º de la ley 13.512 es improcedente cuando la misma no provoca los perjuicios que se pretenden evitar y además, se corresponde con una situación de necesidad de habitar en condiciones mínimas de decoro (CNCiv., Sala A, 1996/05/27, "Consorcio Juan B. Alberdi 320/326 c. Gavassa, Oscar A. y otro", La Ley, 1997D, 862 [39.740-S]). En suma, el principio que debe regir en materia de obras nuevas en el régimen de propiedad horizontal es el que acota la ley y el reglamento aceptado por los consorcistas, pues si se adoptase como regla general de interpretación la subsistencia del valor económico de lo construido se estaría admitiendo "a priori" el mantenimiento de obras ejecutadas ilegítimamente, subvirtiendo el orden que parece esencial mantener en el edificio y entre los copropietarios sometidos a dicho régimen (CNCiv., Sala C, 1996/12/12, "Consorcio Propietarios Avda. Cabildo 886/900 c. Heuser Benvenuto de Martínez Carpio, Nelly", La Ley, 1998-E, 780 [40.852-S]). CAPITULO VI -- Disposiciones comunes a los interdictos Caducidad Art. 621. -- Los interdictos de retener, de recobrar y de obra nueva no podrán promoverse después de transcurrido un año de producidos los hechos en que se fundaren. 1. Requisito de anualidad La tutela jurisdiccional tiene carácter urgente, y como tal, exige que el afectado deduzca la pretensión antes de transcurrir un año de producidos efectivamente los hechos que denuncie. Las acciones posesorias tutelan el mero ejercicio de los derechos reales, con prescindencia de si es llevado a cabo por el titular del derecho, único legitimado para ejercerlo, pero que puede ser privado de ello por cualquiera (arts. 2469, 2487, Código Civil), en cuyo caso es ilegítima (arts. 2355), de buena o mala fe (arts. 2356, 4006, etc.), o viciosa (arts. 2364 y sigts.), pese a lo cual es tutelada por un año al menos (arts. 2493 y 4038), ante la turbación en sentido lato y no restricto del art. 2496 y nota del 2482, arbitraria (art. 2469, todos mismo Código). Los interdictos -a diferencia de las acciones posesorias, propiamente dichas (art. 4038, Código Civil), - no prescriben sino que caducan. La caducidad puede decretarse de oficio y por ello es que se exige la prueba de la fecha en que se produjo el hecho. Si vencido el plazo, el afectado promueve el interdicto, el demandado debe alegar la caducidad. Este "plazo de caducidad" para los interdictos, en realidad reitera los de prescripción de la ley de fondo (arts. 2456, 2493 y 4038, Código Civil). Por tanto, vencido el plazo de un año sin que se haya promovido el interdicto, solamente podrá promover las acciones posesorias o petitorias que correspondan. Se ha señalado que, aun cuando la acción de despojo articulada en tiempo útil sea rechazada por sentencia definitiva e irrecurrible, se interrumpe el plazo anual de prescripción previsto por el art. 4038 del Código Civil respecto de la acción posesoria de recobrar. Ello, toda vez que la acción de despojo, de naturaleza claramente policial, no hace cosa juzgada ni obsta a la posterior articulación de la acción posesoria propiamente dicha o plena de recobrar, pero sí produce el efecto de interrumpir el plazo de prescripción de ésta. Asimismo, pone de manifiesto la voluntad inequívoca del actor de recobrar el inmueble, y no absuelve definitivamente al demandado en los términos a que alude la parte final del art. 3987 del citado cuerpo legal (C.Civ. Com. y Familia Río Cuarto, 1ª Nom., 1996/11/22, "Ricci, Antonio J. c. Roffinelli, Juan C. y otra", LLC, 1997907). Juicio posterior Art. 622. -- Las sentencias que se dictaren en los interdictos de adquirir, retener y recobrar no impedirán el ejercicio de las acciones reales que pudieren corresponder a las partes. 1. Acciones posesorias La sentencia dictada en los interdictos de adquirir, de retener o de recobrar, por su propia condición y con el límite impuesto por la cosa juzgada alcanzada, no obstan al vencido para el ejercicio de las acciones reales que le puedan corresponder. Este puede promover aquellas pretensiones que tengan por fin declarar la existencia, plenitud y libertad de los derechos reales, con la pertinente indemnización por el daño causado. Se ha señalado que, como consecuencia de la separación que nuestra ley establece entre petitorio y posesorio (arts. 2482, 2486, Código Civil), para intentar la acción posesoria en sentido estricto o propiamente dicha de recobrar -arts. 2473/2481 y 2487, mismo ordenamiento-, lo mismo que para toda defensa posesoria, no es requerida la buena fe (conf. art. 2473 "in fine", Código Civil), y tampoco el título CNFed. Civ. y Com., Sala II, 1993/02/19, "Kovacs, Margarita C. c. Estado nacional -Ministerio de Educación y Justicia", La Ley, 1993-D, 468). CAPITULO VII -- Acciones posesorias Trámite Art. 623. -- Las acciones posesorias del título III, Libro Tercero, del Cód. Civil tramitarán por juicio sumario. Deducida la acción posesoria o el interdicto, posteriormente sólo podrá promoverse acción real. 1. Las acciones posesorias La posesión está amparada por las acciones posesorias y los interdictos, que no son remedios otorgados para proteger el derecho a poseer, sino la posesión en sí misma. La acción reivindicatoria, en cambio, se vincula con el título -derecho de poseer-, con independencia de la posesión misma. El fundamento de las acciones posesorias es de orden público, pues mediante ellas se pretende evitar que las personas hagan justicia por sus propias manos y de impedir que utilizando vías de hecho se perturbe o prive al poseedor o al tenedor de una cosa de su goce y posesión. El principio que sostiene el argumento que "poseo porque poseo" no puede tener valor ni importancia en la especia, porque la pretensión sustancial que dinamiza el Código Civil exige un apoyo fáctico razonable, que facilite recurrir al ejercicio de acciones reales o posesorias. Dentro de la defensa de la posesión es menester distinguir las acciones posesorias de recuperación; acción de despojo y acción de recobrar la posesión. En el Derecho Civil Argentino, la accesión de las posesiones está relacionada con la materia de la prescripción en tres aspectos: 1°) Con relación a la buena o mala fe en la percepción de los frutos, la que se juzga en relación con el sucesor y no del anterior poseedor; 2°) a la anualidad de la posesión para establecer el carácter vicioso o no de la misma y a los efectos de poder intentar acciones posesorias; 3°) con relación a la prescripción adquisitiva para poder invocarla en el término de 10 ó 20 años. 2. Legtimación Las pretensiones basadas en el derecho civil y los interdictos pueden ser propuestos por el poseedor o el mero detentador que posee con el ánimo de adquirir. Las acciones posesorias proceden contra el efectivo despojante, y se extienden, también, contra el ulterior comprador del bien, ya que la posesión turbada, con los caracteres previstos en los arts. 2473 a 2481 del Código Civil, acuerdan la protección amplia que supone la demanda que se intenta con fundamento en el art. 2487, del mismo y que se extiende aun frente a terceros de buena fe, lo que se desprende del carácter de la acción para recuperar la posesión no limitada por las exigencias de los arts. 2490 y 2491, y oponible "adversus omnes" según la nota del codificador al art. 2351 (CS, 1982/03/02, "Provincia de Córdoba c. Weis, Federico C. A. y/u otro", Fallos, 304:240). La legitimación se puede transmitir con el derecho, y como la cesión de acciones posesorias no es otra cosa que un contrato en cuya virtud una persona enajena a otra derechos de los cuales es titular para que la segunda los ejerza a nombre propio, es elemental colegir que tal acuerdo debe probarse según lo exige la ley civil (art. 1454 del Código Civil). 3. Objeto de las acciones posesorias Una vez que se pretende defender la posesión con la acción civil posesoria o el interdicto, la vía deja a salvo para después lo atinente a las acciones reales. La división que hace el código al señalar el trámite sumario para las acciones posesorias y el sumarísimo para los interdictos debe considerarse superada por la elección que haga el actor, y por lo dispuesto en el art. 319 del ordenamiento ritual. Ahora bien, en principio las acciones posesorias no proceden contra actos judiciales cuando éstos importan turbación o desposesión, pero se las admite si ha mediado un procedimiento irregular o no se ha oído a la parte interesada (CS, 1982/03/02, "Provincia de Córdoba c. Weis, Federico C. A. y/u otros", Fallos 302:240). El art. 2497 del Código Civil refiriéndose específicamente al tema de la desposesión y sus consecuencias (título III de las acciones posesorias), dice que "si el acto de turbación no tuviese por objeto hacerse poseedor, el que lo ejecuta, la acción del poseedor será juzgada como indemnización de daños y no como acción posesoria". El transcurso del tiempo no borra la existencia de los vicios en la posesión (art. 2354, Código citado). Pero, aunque se admitiera su purga, por ampliación analógica del art. 3959 debería por lo menos esperarse que transcurriera el término de caducidad o prescripción de las acciones posesorias. Y si se trata del vicio de clandestinidad, como la posesión no se pierde sino después de un año (art. 2456), se exigiría el transcurso de ese tiempo más otro igual correspondiente a la extinción de las acciones del despojo o de recobrar (CNCiv., Sala E, 1981/10/20, "Mendiburu de Silvestre, Haydée c. Natale de Traverso Goñi, Lucía y otra", JA, 982-II-604). Cabe señalar que, en la relación interna del condominio creado en la propiedad horizontal, la turbación da lugar a acciones posesorias (arts. 2489 y 2710, Código Civil), lo que implica que también autoriza interdictos (arts. 610/611, Código Procesal), cuando cualquiera de los propietarios rompiere el equilibrio de dicha figura, intentando convertirse en dueño exclusivo. CAPITULO VIII -- Denuncia de daño temido. Oposición a la ejecución de reparaciones urgentes Denuncia de daño temido. Medidas de seguridad Art. 623 bis. -- Quien tema que de un edificio o de otra cosa derive un daño grave e inminente a sus bienes, puede solicitar al juez las medidas de seguridad adecuadas, si no mediare anterior intervención de autoridad administrativa por el mismo motivo. Recibida la denuncia el juez se constituirá en el lugar y si comprobare la existencia de grave riesgo, urgencia en removerlo y temor de daño serio e inminente, podrá disponer las medidas encaminadas a hacer cesar el peligro. Si la urgencia no fuere manifiesta requerirá la sumaria información que permitiere verificar, con citación de las partes y designación de perito, la procedencia del pedido. La intervención simultánea o ulterior de la autoridad administrativa determinará la clausura del procedimiento y el archivo del expediente. Las resoluciones que se dicten serán inapelables. En su caso, podrán imponerse sanciones conminatorias. 1. Concepto de daño temido Se trata de una vía rápida, breve y expedita por la cual se denuncia una situación de peligro sobre los bienes o las cosas, que permite obrar como medida cautelar y, a veces, como una auténtica tutela de urgencia, remediando dicho riesgo. El fundamento material está en el art. 2499 del Código Civil, que consagra una medida precautoria que tiende a evitar turbaciones futuras o por lo menos que se completen como tales. El principio sustentado por la parte final de este precepto, es mucho más amplio que el dispositivo del art. 1132, ya que no sólo se refiere al edificio contiguo, sino también a "otra cosa de la que derive un daño a sus bienes", y por eso , configura un menoscabo la desvalorización, aun cuando sea futura. La tradición a nominado a este procedimiento como interdicto de obra vieja, que advierte la falta de conservación en el debido estado de los edificios, y como tal importa una acción de denuncia contra la negligencia que puede dar lugar a las responsabilidades por los daños que se ocasionen a los vecinos, conforme con las reglas que rige los hechos ilícitos y que, por lo demás, como antes se señalara, el art. 2499 "in fine" faculta la adopción de medidas cautelares ante el daño temido, aun no ocasionado. El fundamento de los poderes judiciales oficiosos para evitar daños futuros lo confiere la Constitución Nacional, el deber funcional de prevención, el rol activo y dinámico que debe asumir el juez, y la aplicación analógica de lo dispuesto por los arts. 2499 y 2618 del Código Civil. 2. Reclamo administrativo El trámite urgente queda impedido si por iguales motivos se ha hecho un reclamo administrativo que tomó intervención oportuna. De otro modo, la pendencia de resolución no debiera ser causa ni obstáculo para acceder al interdicto. Se ha señalado que, en tanto el trámite asignado al proceso ha sido el correspondiente al juicio sumario, cesa para el órgano jurisdiccional la posibilidad prevista por el art. 623 bis del Código Procesal para clausurar el procedimiento y archivar el expediente en caso de intervención simultánea o ulterior de la autoridad administrativa pertinente (CNCiv., Sala A, 1991/09/18, "Vicassiau, Elena y otro c. Saionz y Cía.", La Ley, 1992-C, 523, con nota de Ricardo José Papaño - DJ, 1992-2-430). 3. Procedimiento Tomado conocimiento de la demanda, y sin dar traslado de la pretensión, el Juez o quien resulte delegado para la ocasión, se constituirá en el lugar con el fin de verificar in situ la gravedad del hecho y el riesgo implícito que produce. Constatado el lugar, puede adoptar dos decisiones: a) Ordenar el cese del riesgo, disponiendo las medidas cautelares pertinentes; b) De estimar que no hay riesgo inminente, y que el peligro necesita ser demostrado, sustanciará un período de información sumaria adicional con la intervención de las partes involucradas, y peritos que asesoren en la cuestión en conflicto. Si hay actuación administrativa simultánea o posterior, se ordenará el archivo de las actuaciones. Todas las resoluciones que se dicten en esta etapa serán inapelables, aunque se admitirán los recursos de reposición y el pedido de aclaratorias. Si las decisiones adoptadas fueran del primer registro, con el fin de procurar su inmediato acatamiento, se pueden disponer medidas conminatorias. Oposición a la ejecución de reparaciones urgentes Art. 623 ter. -- Cuando deterioros o averías producidos en un edificio o unidad ocasionen grave daño a otro, y el ocupante del primero se opusiere a realizar o a permitir que se ejecuten las reparaciones necesarias para hacer cesar la causa de perjuicio, el propietario, copropietario o inquilino directamente afectados o, en su caso, el administrador del consorcio, podrá requerir que se adopten las medidas y se lleven a cabo los trabajos que sean necesarios, disponiéndose el allanamiento de domicilio, si fuere indispensable. La petición tramitará sin forma de juicio, con la sola audiencia de los interesados y el informe técnico que deberá acompañarse al escrito inicial. La resolución del juez es inapelable. En su caso podrán imponerse sanciones conminatorias. 1. Denuncia de daño temido Esta disposición instituye un procedimiento breve y expeditivo tendiente a vencer la oposición arbitraria a que se ejecuten reparaciones urgentes, con lo cual queda agotada la finalidad de su tramitación. Por ello, el objeto litigioso debe circunscribirse a los trabajos necesarios para hacer cesar la causa de los menoscabos, dejando de lado la determinación de los daños en su cuantía, así como las responsabilidades que de ellos pudieran derivarse (CNCiv., Sala A, 1993/12/07, "Consorcio de Propietarios Rodríguez Peña 450/52 c. Haddad Andalaf, Graciela J.", La Ley, 1994-D, 272). Requiere de un daño actual y fluyente que se pretenda hacer cesar, encontrándose el juez facultado para imponer "astreintes". Como el requerimiento judicial formulado importa un emplazamiento similar a la notificación de la demanda prevista para el juicio contradictorio, cabe interpretar que genera en el demandado la carga de contestar valiéndose de la documentación que avale su derecho (CNCiv., Sala A, 1997/09/15, "Consorcio Propietarios Las Heras 2076/78 c. Echeverry, Jorge R.", La Ley, 1998-A, 306). Se puede agregar que, la denuncia de daño temido prevista, se halla excluida de la mediación obligatoria impuesta por la ley 24.573 (Adla, LV-E, 5894). (CNCiv., Sala L, 1997/06/24, "Consorcio Av. Rivadavia 4192/94/96 c. Iguain, Cruz y/u otros", La Ley, 1999-E, 915 [41.921-S] - JA, 1998-III-397). 2. Oposición a las reparaciones solicitadas La petición que lleva por finalidad superar la oposición a la ejecución de reparaciones urgentes, inutiliza el lapso transcurrido hasta ese momento para el cómputo del plazo de prescripción de la acción indemnizatoria, aunque dicho reclamo no contenga petición alguna de reparación de los daños y perjuicios (CNCiv., Sala G, 1995/09/04, "Tanbelli, Mario c. Ruba, Rosa", La Ley, 1996-A, 251). Los presupuestos del art. 623 ter, requieren un mínimo acreditamiento sobre la gravedad del daño y negativa del vecino a permitir los arreglos. La prueba en cuanto a la seriedad y origen del daño han de provenir del informe técnico que impone la norma, con indicación del título habilitante o, en su caso, los conocimientos específicos del informante; y respecto a la negativa de la otra parte, igualmente requiere una necesaria acreditación, no pudiendo tenérsela por cierta por el solo silencio del contrario en ocasión de la audiencia que debe otorgársele, ya que no se aplica el art. 356, inc. 1°, desde que no debe observarse forma de juicio. La sentencia es inapelable y, como en el supuesto anterior, se podrán imponer sanciones conminatorias para el cumplimiento efectivo de lo resuelto. TITULO II -- Procesos de declaración de incapacidad y de inhabilitación CAPITULO I -- Declaración de demencia Requisitos Art. 624. -- Las personas que pueden pedir la declaración de demencia se presentarán ante el juez competente exponiendo los hechos y acompañando certificados de dos médicos, relativos al estado mental del presunto incapaz y su peligrosidad actual. 1. Concepto de demencia. Fundamento y objeto de su declaración En la terminología del Código Civil, se denomina “dementes” a los enfermos con trastornos psíquicos, en general. Dicho concepto legal fue susceptible de diversas críticas puesto que en la ciencia médica la demencia es sólo una categoría más dentro de la amplia gama que existe de enfermedades mentales. Por ello, en el ámbito del derecho, es preferible la referencia a la interdicción, que alude específicamente a la declaración judicial de la incapacidad de un sujeto físico por enfermedad mental, cualquiera sea la denominación médica de la misma. Ahora bien, si analizamos el objeto de la declaración judicial -que radica especialmente en la protección del propio insano (ya sea en su esfera personal como patrimonial) y de la comunidad que pueda verse eventualmente afectadaadvertiremos que la patología mental, por sí sola no habilita la declaración de demencia. En efecto, de acuerdo a lo establecido por el art. 141 del Código Civil (reformado por la ley 17.711), sólo podrán ser declarados incapaces por demencia aquellas personas que por causa de enfermedades mentales “no tengan aptitud para dirigir su persona o administrar sus bienes”; es decir que se requiere la concurrencia de un segundo elemento esencial relativo a la incidencia o virtualidad que tenga la enfermedad mental, en orden al desenvolvimiento del individuo en la sociedad. El art. 141 citado permite una importante distinción, no sólo desde el punto de vista médico en cuanto menciona genéricamente las enfermedades mentales obviando así encasillamientos que podrían dificultar el posterior pronunciamiento judicial, sino desde la óptica jurídica. En efecto, se dispone que la declaración de demencia procede si el presunto insano carece de aptitud para dirigir su persona o administrar sus bienes. Cabe así declarar demente a aquel que sea, a la vez incapaz de administrar o administrarse, es decir atender a sus bienes y a su persona. 2. Necesidad de verificación judicial Dada la trascendencia y gravedad que importa la declaración de incapacidad de una persona, deviene indispensable la intervención del órgano judicial en la evaluación de los extremos que justifican dicha decisión. En este sentido, el art. 140 del Código Civil es terminante cuando dispone que: “Ninguna persona será habida por demente, para los efectos que en este Código se determinan, sin que la demencia sea previamente verificada y declarada por juez competente”. Esta norma sienta como principio básico que sólo están afectados de incapacidad por demencia los que hayan sido tenidos por dementes en virtud de sentencia que declare la interdicción, ello así por el juego concordante de los arts. 140, 54, inc. 3º y 52 del Código Civil Pero, la regla del art. 140 peca por exceso, porque no es cierto que nadie será tenido por demente sin que previamente sea declarado tal por juez competente sino que ello es exacto sólo para darle un representante necesario y privarle de su capacidad general de obrar, pero para los casos en que una persona hubiese celebrado actos jurídicos en estado de perturbación mental podrá probarse la demencia y tenérselo por demente aunque no se lo haya declarado previamente. 3. Quiénes no pueden ser declarados dementes La regla, es la capacidad de la persona, de modo tal que ninguna será habida por demente, sin que previamente la demencia sea verificada y declarada por el juez competente. La prueba producida debe llevar al ánimo del juez la certeza moral de encontrarse ante un incapaz por enfermedad mental, para que la declaración de interdicción pueda ser dictada. En caso de duda debe estarse por la capacidad. Mientras no se dicte sentencia que admita la demencia, la demandada es una persona capaz de gestionar sus derechos y proveer al cuidado de su persona (arts. 52, 140, Código Civil). Esto se ve reflejado en el juicio de declaración de demencia, pues mientras no se dicte sentencia de interdicción la demanda es parte necesaria en defensa de su capacidad (art. 632). Según el art. 145 del Código Civil, no podrán ser declarados dementes los menores de catorce años. Ello se funda en la incapacidad de hecho absoluta que tiene el menor impúber (art. 54 inc. 2º), que se vería duplicada innecesariamente si se lo declarase también incapaz a causa de demencia. Sería, en cambio, viable la interdicción, en el caso -excepcional, por cierto- del menor impúber emancipado por matrimonio (arts. 166 y 167, Código Civil). Por su lado, el art. 146 del mismo ordenamiento, dispone que tampoco podrá solicitarse la declaración de demencia, cuando una presentación igual se hubiese rechazado, aunque sea otro el que la formule, salvo si expusiese hechos de demencia sobrevinientes a la declaración judicial. 4. Quiénes pueden pedir la declaración de demencia. De acuerdo a lo dispuesto por el art. 144 del Código Civil, sólo pueden solicitar la declaración de demencia: 1º) El esposo o esposa no separados personalmente o divorciados vincularmente; 2º) Los parientes del demente; 3º) El Ministerio de Menores; 4º) El respectivo cónsul, si el demente fuese extranjero; 5º) Cualquier persona del pueblo, cuando el demente sea furioso, o incomode a sus vecinos. La doctrina ha considerado, que la indicación del citado precepto es de carácter taxativo, por lo que no cabría extender la legitimación para peticionar esta declaración de incapacidad a otras personas que no sean las expresamente contempladas en el mismo. Por eso se afirma que, el art. 144 efectúa una enumeración taxativa de las personas que se hallan facultadas para peticionar la declaración de demencia, entre ellas el Ministerio Pupilar, el que no puede desistir del proceso debido a la finalidad tuitiva de los intereses del denunciado y la naturaleza de las cuestiones que se dilucidan en él. En consecuencia, el trámite del juicio debe concluir con el dictado de una sentencia que disponga la inhabilitación o desestime la denuncia (CNCiv., Sala H, 1993/10/28, "M., D.", La Ley, 1995-B, 527, con nota de José W. Tobías). Sin embargo, existen ciertos supuestos que generan dudas pues, curiosamente, no se ha previsto en la norma la situación del propio insano (que bien podría en un intervalo lúcido instar el proceso en aras de su propia seguridad); como así tampoco se ha autorizado a los mandatarios o representantes legales de aquél, que no se encuentren comprendidos en ninguno de los incisos de la norma. No obstante, siempre existe la posibilidad de efectuar la denuncia ante el Ministerio de Menores para provocar la apertura del juicio de insania, con lo que tales falencias -si así cabe llamarlas- quedan, en definitiva, salvadas. Por otra parte, se ha sostenido que la regla contenida en el primer inciso del art. 144 del Código Civil -en tanto prohíbe que el cónyuge divorciado pueda solicitar la declaración de incapacidad del otro-, debe considerarse extensiva al caso en que exista un juicio de divorcio en trámite, pues esta circunstancia, al igual que en el supuesto de haberse decretado el divorcio -o separación personal- hace suponer la desaparición del afecto entre marido y mujer. De modo que el fundamento de la prohibición legal es válida para ambas situaciones, pues lo que se procura es evitar los abusos que pudieran resultar por odio, rencor y otros motivos (CNCiv., Sala A, 2001/09/10, “R.L., M.I.", inédito). También, la legitimación del Ministerio Pupilar para pedir la declaración de demencia está reconocida por el art. 144 del Código Civil y la misma prerrogativa atribuida a los parientes del presunto insano, máxime si se la ve como deber jurídico, no detraen en absoluto a la primera, ni impide, por consiguiente, su ejercicio con los efectos propios que acarrea (CNCiv., Sala D, 1983/11/30, "A. de F., B.", La Ley, 1984-B, 182). Por eso, y a pesar del silencio normativo, se ha acotado la denuncia a los parientes por consanguinidad hasta el cuarto grado y a los afines hasta el segundo grado. 5. Carácter de la denuncia En principio, la denuncia es facultativa; sin embargo, cabe destacar que el mismo cuerpo legal califica de indignos para suceder a los parientes que omitieron recoger o hacer recoger en establecimiento público al difunto demente y abandonado (art. 3295), mientras que del juego armónico de los arts. 398 y 475 del Código Civil, se desprende que podría excluirse de la curatela legítima al pariente que no pidió la curaduría del incapaz. Cabe recordar que, el proceso de declaración de demencia está instituido en beneficio del presunto incapaz, tanto en lo personal como en lo patrimonial, así como de los terceros, por la seguridad en la celebración de actos, y consecuentemente, de la comunidad (CNCiv., Sala B, 1997/05/08, "K., J.", La Ley, 1998-C, 689). 6. Declaración de oficio En principio, se requiere que exista una petición o denuncia formal de cualquiera de las personas legitimadas para hacerlo, no pudiendo el juez iniciar de oficio el proceso de insania. De todos modos, y de contar con indicios fehacientes acerca de las alteraciones mentales de un sujeto determinado, podrá dar cuenta al Ministerio de Menores a los fines pertinentes. La duda que se suscita es, si una vez iniciado el juicio mediante la presentación a la que se refiere el art. 624 comentado, puede el juez proseguir con el trámite del mismo, pese a que posteriormente se exteriorice el desistimiento del denunciante. Al respecto, Falcón sostiene que el interés directo que tiene el Estado en este proceso determina la imposibilidad de que concluya por voluntad de los intervinientes, destacando la conveniencia de su prosecución -en tal caso- por parte del Ministerio Pupilar (Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Tomo III, Editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1994, págs. 111/112). Se ha entendido, en este sentido, que la acción de inhabilitación promovida por un particular no está al servicio de un derecho subjetivo que le corresponda sino de una finalidad de interés general a la que le fue dado colaborar por un título de que se invistió por alguna razón especial (CNCiv., Sala C, 1999/06/03, "C., R.J.", J.A. 2000-II-85). 7. Juez competente El art. 5 inc. 8º, del Código.. Procesal señala que será competente para conocer en los procesos de declaración de incapacidad por demencia, sordomudez o inhabilitación, el juez del domicilio del presunto incapaz o inhabilitado, y en su defecto, el de su residencia. Asimismo, en el supuesto de rehabilitación, entenderá el juez que declaró la interdicción. En forma mayoritaria, la doctrina niega que las acciones personales o patrimoniales que se deduzcan contra el presunto incapaz deban ser promovidas ante el juez que conoce en el juicio de insania, o que tal tipo de proceso pueda ejercer fuero de atracción. 8. Requisitos de la denuncia La disposición en comentario exige -a los fines de la admisibilidad de la denuncia-, la exposición de los hechos en que se basa la misma (con nombre y domicilio del presunto incapaz) y la presentación del certificado de dos médicos, relativos al estado mental de aquél y su peligrosidad actual. Tales requerimientos -que apuntan a otorgar seriedad a la solicitud- se fundan en la gravedad que supone pedir la interdicción de una persona y las consecuencias que de ella pueden derivarse. No obstante, y como se verá seguidamente, el hecho de que en el escrito de comienzo no haya podido acompañarse los dos certificados médicos a que hace referencia el art. 624 no invalida la denuncia formulada, pues lo que corresponde es requerir la opinión de dos médicos forenses, quienes deben expedirse acerca de si existen indicios que permitan someter al denunciado al proceso de declaración de demencia o inhabilitación (CNCiv., Sala C, 1995/09/28 “M. de O. C., A. M.” ,39.662-S, La Ley, 1997-D, 843). En este sentido, se dice que los dos certificados médicos que deben acompañar el peticionario para la viabilidad de la declaración de demencia no necesitan contener una descripción pormenorizada y demostrativa del estado mental y de la hipotética peligrosidad actual del denunciado, sino que es suficiente que confieran verosimilitud a los hechos alegados en la presentación y permitan al juez presumir la concurrencia de motivos provistos de seriedad suficiente como para autorizar el sometimiento del presunto incapaz a una investigación de su salud mental (CNCiv., Sala A, 1997/04/07, "D., E. M.", La Ley, 1997-E, 881). No obstante, la demanda presentada en un proceso de declaración de incapacidad debe contener una relación suficientemente clara y circunstanciada de los hechos en que se funda la presunta demencia -o inhabilitación-, invocar y acreditar la legitimación para formularla, y acompañar dos certificados médicos que avalen la supuesta dolencia esgrimida en sustento de la acción, puntualizando, asimismo, el estado mental y la hipotética peligrosidad actual del denunciado, con especial referencia a la posibilidad de mantener o disponer su internación (CNCiv., Sala A, 1997/04/07, "D., E. M.", La Ley, 1997-E, 881). En síntesis, explica Kielmanovich que la demanda deberá formularse por escrito, con clara explicación de los hechos en que se funda la demencia (teoría de la sustanciación) -sin perjuicio de que cuando la misma se formule por un vecino, la carga de afirmación y prueba abarcará también la alegación y prueba de los hechos que contempla el art. 144 inciso 5º del Código Civil- e indicación del nombre, domicilio o residencia del presunto incapaz; acompañándose toda la prueba, e inclusive documental lato sensu que obre en poder del "denunciante" o actor (art. 333, Código Procesal) y los dos certificados médicos relativos al estado mental de aquél y su peligrosidad actual (para acreditar liminarmente la seriedad de la denuncia); y los instrumentos que acreditan la legitimación y, eventualmente, la personería invocada (Kielmanovich, Jorge L., Procesos de familia, Editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1998, pág. 286). 9. Situación jurídica del denunciado Durante el transcurso del proceso, y mientras no se dicte la sentencia de interdicción, el denunciado es una persona capaz y, como tal, puede gestionar sus derechos y promover su defensa, e incluso hacerse patrocinar por letrados, sin perjuicio de la designación del curador provisorio que lo representa en el juicio. De tal modo, corresponde darle traslado de la pericia médica efectuada y notificarle la resolución que en definitiva adopte el juez, que podrá ser por él apelada. Médicos forenses Art. 625. -- Cuando no fuere posible acompañar dichos certificados, el juez requerirá la opinión de dos médicos forenses, quienes deberán expedirse dentro de cuarenta y ocho horas. A ese solo efecto y de acuerdo con las circunstancias del caso, el juez podrá ordenar la internación del presunto incapaz por igual plazo, si fuere indispensable para su examen. 1. Dictamen médico La denuncia tiene trámite aun sin que se acompañen los certificados médicos. En tal caso, el juez requerirá la opinión de dos médicos forenses que den cuenta de la seriedad de la presentación y permitan inferir si se justifica o no someter al denunciado al delicado proceso en estudio. Dicha solución es aplicable asimismo cuando el presunto incapaz no se somete voluntariamente a la pericia médica. En consecuencia, dicho dictamen debe practicarse mediante la internación judicialmente dispuesta a ese efecto, pues de otro modo el denunciado impediría la producción de prueba esencial y, con ello, obstaría al pronunciamiento de la sentencia (CNCiv., Sala D,1994/11/18, “B., L.”, 38.415-S, La Ley, 1995-E, 557). Se ha decidido por otro lado, que no es necesaria la notificación del dictamen de los médicos forenses previstos en el art. 625, relativo al estado del presunto insano, porque no está previsto por la ley (CNCiv., Sala C, 1990/03/23 “G. de B.F.M.”, La Ley, 1990-E, 251), sin que se vea afectado con ello el derecho de defensa del sometido a examen, pues las opiniones médicas son requeridas con el único fin de decidir la apertura del juicio de insania y no como fundamento de la sentencia de fondo que se dicte oportunamente. 2. Internación del denunciado Cabe distinguir la internación a la que alude el art. 625 -al solo efecto de obtener el dictamen médico necesario para la iniciación del juicio de insania, cuando las circunstancias del caso así lo aconsejen y por el plazo de cuarenta y ocho horas- de aquellas que procede adoptar en forma precautoria (art. 629) o con fundamento en las disposiciones del art. 482 del Código Civil y de la ley 22.914, cuyas causales radican en la peligrosidad y notoriedad de la enfermedad mental del sujeto, que se analizarán posteriormente. En otras palabras se trata de distinguir claramente entre la internación policial prevista con fines de seguridad y la judicial que tiene una finalidad asistencial. En este sentido, se ha dicho que, debe considerarse viciado el procedimiento desarrollado -con intervención judicial- en el ámbito policial, en el que se decretó la internación de una persona por el término de una semana, con la orden de efectuar estudios y análisis psicológicos y psiquiátricos para establecer su estado mental, luego de que la interesada fuera internada mediante actuación policial -sin intervención judicial- y el médico legista consultado dictaminara la ausencia de signos que justificaran la medida. Tal decreto sólo podía ser admisible, según lo estatuido por el art. 625, siempre y cuando fuera indispensable la internación para la revisación médica del presunto insano, pero no podía extenderse más allá de las 48 horas y además, por aplicación del art. 482, párr. 3° del Código Civil, necesariamente debía mediar denuncia de las personas habilitadas por el art. 144 del mismo Código, lo que en el caso tampoco tuvo lugar (CNCiv., Sala C, 1983/03/22, “G., R. E.”, La Ley, 1983-C, 127). El dictamen del médico oficial que exige el art. 482, párr. 2°, debe necesariamente emanar de un especialista es siquiatría, único habilitado para determinar si se trata o no de un enfermo mental y la procedencia de la inmediata internación. Además, esta disposición se refiere exclusivamente a los enfermos mentales, alcoholistas crónicos y toxicómanos, que pueden ser internados frente a una exigencia perentoria de defensa individual o social. Es decir, que la garantía de libertad individual frente a reclusiones arbitrarias o abusivas impide otra interpretación que no sea la basada en un criterio restrictivo de los supuestos y requisitos de procedencia y, como exigencia del debido control jurisdiccional, la inmediata comunicación al juez una vez efectuada. Por eso, no cualquier persona está expuesta a sufrir una internación policial en los términos de la norma citada, porque debe tratarse de un enfermo mental en sentido técnico, de un toxicómano o alcohólico crónico que, en razón de su estado que origina una situación de peligro inmediato para sí, para terceros o para la comunidad, lo cual hace estrictamente indispensable el procedimiento. Se trata de una internación excepcional fundada en razones de seguridad y si no reviste el carácter, rige el tercer párrafo de la norma en cuestión. Resolución Art. 626. - Con los recaudos de los artículos anteriores y previa vista al asesor de menores e incapaces, el juez resolverá: 1. El nombramiento de un curador provisional, que recaerá en un abogado de la matrícula. Sus funciones subsistirán hasta que se discierna la curatela definitiva o se desestime la demanda. 2. La fijación de un plazo no mayor de treinta días, dentro del cual deberán producirse todas las pruebas. 3. La designación de oficio de tres médicos psiquiatras o legistas, para que informen, dentro del plazo preindicado, sobre el estado actual de las facultades mentales del presunto insano. Dicha resolución se notificará personalmente a aquél. 1. Intervención obligatoria del Ministerio Público Como indica la referida norma, y en concordancia con las disposiciones de la ley 24.946 (art. 54) y del art. 147 del Código Civil, el Ministerio Público será parte esencial en el proceso de demencia, por hallarse comprometido el interés de la persona y los bienes del presunto incapaz. Por ello, una vez evaluada la procedencia formal de la solicitud, debe darse vista al asesor de menores e incapaces, que pasará a tener una intervención activa con la posibilidad de apelar la sentencia que se dicte (art. 633 Código Procesal). 2. Curador provisional Durante el trámite del juicio que nos ocupa es posible nombrar dos clases de curadores: el llamado “curador ad litem” -que refiere este artículo- y el curador a los bienes (o curador ad bona) -previsto en el 148 del Código Civil. El primero de ellos, es parte necesaria en el proceso, y tiene como cometido la representación procesal del presunto incapaz y su defensa hasta tanto se pronuncie la sentencia definitiva (art. 147,l Código Civil), sea que ésta declare la interdicción o desestime la denuncia entablada. La elección, ha de recaer en un abogado de la matrícula, a elección del juzgador, con la condición de ser persona extraña a la familia, para garantizar la imparcialidad de su tarea. Ello sentado, parece necesario concluir que la designación se orientará a la persona que, a criterio del magistrado, pueda desempeñar tan delicado cargo, y dicha decisión supone -necesariamente y en la práctica forense- el conocimiento, por el juez, del profesional en cuestión (CNCiv., Sala B, 1980/02/15, “R. L., F. C.”, ED, 88-795). Cuando el presunto insano careciere de bienes o éstos alcanzaren sólo para su subsistencia y ello se acreditare en el proceso, las funciones del curador provisional serán ejercidas por el curador oficial de alienados (art. 628 del Código Procesal). En cuanto al curador ad bona, su nombramiento no es de carácter forzoso porque solamente procede en aquellos supuestos en que resulta conveniente suplir provisoriamente la administración de los bienes del denunciado, en atención a la situación especial en que éste se encuentra. Se configura, de tal modo, una suspensión parcial de la capacidad de aquél, que debe ser dispuesta con criterio restrictivo. En tal sentido, el art. 148 del Código Civil establece que: “Cuando la demencia aparezca notoria e indudable, el juez mandará inmediatamente recaudar los bienes del demente denunciado, y entregarlos, bajo inventario, a un curador provisorio, para que los administre”. Por otra parte, el art. 471 del mismo código de fondo, faculta al magistrado interviniente a nombrar -de estimarlo oportuno- un curador interino a los bienes, o un interventor en la administración del demandado por incapaz. Su designación puede recaer en la misma persona del curador ad litem, salvo que el denunciado fuere menor de edad, en cuyo caso es de aplicación el art. 149 de la ley sustancial, que asigna tales atribuciones al padre, madre o tutor. 3. Apertura a prueba El plazo para la producción de la prueba no podrá exceder de treinta días y comenzará a regir a partir de que quede firme la providencia que lo fije. Se notificada no sólo al denunciante y al presunto incapaz, sino también al curador ad litem y al asesor de menores. Los defectos de procedimiento referidos a la notificación de la designación de peritos médicos (art. 626, inc. 3º), dirigida en forma conjunta tanto a la denunciante como a la denunciada, diligenciada únicamente ante la primera, no obstante la recomendación de que la diligencia debía efectuarse en forma personal ante las interesadas y respecto a la notificación de la presunta insana de las conclusiones de los peritos médicos (art. 632, Cód. citado), cursado ante la denunciante, a pesar de haberse efectuado la misma recomendación que en el caso anterior, quedan purgados si la notificación a la declarada insana se encuentra consentida (CNCiv., Sala C, 1981/10/27, "G., S. M." , La Ley, 1983-B, 751 [36.310-S]). 4. Designación de médicos para la evaluación del denunciado De conformidad con lo previsto en el art. 142 del Código Civil, el examen del denunciado realizado por facultativos resulta ineludible a los fines de la declaración de demencia, pese a que ésta aparezca notoria o aquél se halle internado ya en un establecimiento de salud mental. Tal recaudo constituye un elemento esencial del debido proceso legal. Al respecto, el código ritual exige la designación de tres médicos psiquiatras o legistas que deberán expedirse acerca del “estado actual de las facultades mentales” del presunto incapaz, con las precisiones que más adelante enumera el art. 631 (diagnóstico, fecha aproximada en que se manifestó la enfermedad, pronóstico, régimen aconsejable para la protección y asistencia del presunto insano, necesidad de internación). La ley ha establecido la necesidad del examen médico legal como un elemento esencial del procedimiento para declarar la interdicción de enfermos mentales. Empero, no obstante el carácter esencial de dicho medio probatorio, lo cierto es que su objeto se limita a verificar la existencia de la enfermedad del causante y sus alcances en la vida de relación del enfermo, en tanto que incumbe exclusivamente al a quo determinar si la persona a quien se sigue el proceso requiere protección jurídica y, en su caso, en qué medida (CNCiv., Sala E, 1985/10/02, "Z., M. S.", La Ley, 1986-A, 399 - DJ, 986-II-249). La última parte del art. 626 establece, acertadamente, que la referida resolución deberá notificarse personalmente al presunto insano, aun cuando se ha sostenido que el derecho de defensa del afectado se mantiene incólume si pese a la omisión de dicha notificación, se ha dado traslado de los resultados de la pericia y del pronunciamiento que declara la interdicción (CNCiv., Sala F, 1983/02/09, “I.L. s/ Declaración de demencia”, inédito). Prueba Art. 627. -- El denunciante únicamente podrá aportar pruebas que acrediten los hechos que hubiese invocado y el presunto insano las que hagan a la defensa de su capacidad. Las pruebas que aquéllos o las demás partes ofrecieren, se producirán en el plazo previsto en el inc. 2 del artículo anterior. 1. Medios de prueba El Código Procesal no ha previsto que se de traslado de la demanda al denunciado, bastando que se le notifique la resolución que se comentó precedentemente (art. 626), acompañada de la documentación y de los escritos de introducción a la instancia. Por tanto, la jurisprudencia afirma que, en nuestro régimen procesal no se ha previsto traslado del pedido de declaración de demencia, razón por la cual aquél recién se conferirá con el contenido del dictamen médico -de carácter definitivo- y las restantes pruebas que aportarán ambas partes (CNCiv., Sala A, 1997/04/07, "D., E. M.", La Ley, 1997-E, 881). Los certificados médicos agregados son prueba documental, antes que pericial, propiamente dicha, por eso, ésta prueba es indispensable en el proceso de insania (conf. art. 142 Código Civil). Con relación a los hechos alegados en la presentación inicial, así como aquellos en los que basa su defensa el afectado, son susceptibles de demostración mediante otros medios de prueba, tales como testimonial, documental e informativa. Queda excluida, claro está, la absolución de posiciones requerida al presunto incapaz, en atención a la naturaleza indisponible de los derechos involucrados. El proceso de declaración de incapacidad e inhabilitación es un procedimiento especial de tipo sumarísimo, en cuya virtud la prueba se debe agregar con el escrito donde se formula pretensión, aunque se produzca dentro de los treinta días referidos por el art. 626. No obstante, el trámite admite la celebración de una audiencia preliminar (art 360 ter.), en la cual el Juez podrá depurar los hechos y la prueba ofrecida, y ordenar la producción de aquella que estime prudente y necesaria. En este sentido, creemos que la adecuación que debe hacerse en estos procesos especiales (art. 319 párrafo segundo) no priva al Juez de sustanciar esta audiencia, observando los plazos procesales que tienen los procesos especiales, y en particular, el que establece para la producción probatoria, el art. 626 inciso 2º. 2. Apreciación de la prueba La apreciación de la pericia médica por el juez debe resultar del análisis de la totalidad de los elementos probatorios y de acuerdo al principio de la sana crítica que rige en nuestra legislación procesal. Es el juez el que establece la calificación jurídica de cada caso, pues tanto la demencia como la inhabilitación constituyen el objeto del pronunciamiento judicial y no el peritaje, el cual debe limitarse a verificar la existencia de alguna enfermedad mental, y vincularla con la vida de relación del enfermo, porque después será el magistrado quien determine si la persona contra quien se sigue el proceso, requiere de una mayor, menor, o ninguna protección jurídica (CNCiv., Sala A, 1984/11/15, “O., I. M.”, La Ley, 1985-A, 78 DJ, 985-35-146). El informe pericial, por su parte, debe sustanciarse entre las partes como se practica en la prueba respectiva (art. 473), y con su resultado se dará vista al asesor de menores (art. 632). Respecto de la fuerza probatoria del dictamen pericial en los juicios de insania, debe distinguirse entre el dictamen que admite la enfermedad y el que la niega. Si el dictamen dice que el denunciado está sano, el juez no puede declarar la interdicción. De lo contrario, se perdería en los procesos de insania una garantía esencial para el denunciado, que ha querido asegurar el art. 142 del Código Civil. Por otra parte, es la solución que resulta del espíritu -si no de la letra- de los arts. 142 y 143 del mismo ordenamiento, en cuanto imponen el examen previo y ordenan que los peritos califiquen la demencia. Se ha dicho que, la pericia médica post mortem, tendiente a determinar si el causante antes de testar se hallaba en estado de demencia, si bien puede constituir un aporte no desdeñable tiene un valor relativo porque el perito no ha podido comprobar el real estado del paciente y por lo tanto se funda sobre una base meramente deductiva y conjetural, resultando de gran importancia en esos casos contar con la declaración de los médicos que examinaron al causante en vida (CNCiv., Sala C, 1999/06/24, "C, J. C. c. C., J. M. y otros", ED, 187-204). Curador oficial y médicos forenses Art. 628. -- Cuando el presunto insano careciere de bienes o éstos sólo alcanzaren para su subsistencia, circunstancia que se justificará sumariamente, el nombramiento del curador provisional recaerá en el curador oficial de alienados, y el de psiquiatras o legistas, en médicos forenses. 1. Carencia de recursos Teniendo en cuenta que, de acuerdo a lo establecido en el art. 634 del Código Procesal, los gastos del proceso gravan, en principio, el patrimonio del denunciado -en cuyo interés se promueve-, la ley adjetiva contempló la posibilidad de que el nombramiento del curador provisional al que alude el art. 626 recaiga en el curador oficial de alienados; y el de los médicos psiquiatras o legistas, en médicos forenses, en caso de que el presunto insano carezca de recursos suficientes, y siempre que tal situación se acredite sumariamente en el juicio. Esta norma es de carácter excepcional y ello impone apreciar con estrictez los presupuestos que condicionan su aplicación, de manera tal que a los efectos de valorar su procedencia deben acreditarse los extremos que justifiquen la carencia invocada (CNCiv., Sala F, 2001/02/21, “V., N. C.”, La Ley, 2001-C, 707 - DJ, 2001-2-636). Pese a ello, se ha ponderado que si el único bien que posee la denunciada es la cuarta parte indivisa donde se domicilia, inmueble que no produce ingresos como para afrontar los gastos derivados de la intervención de los profesionales a que alude el art. 626 y los gastos que ella insume deben ser solventados por sus hijos, es aplicable la norma del art. 628 (CNCiv., Sala C, 1984/05/17, “A. de K., J.”, La Ley, 1984-D, 52). Medidas precautorias. Internación Art. 629. -- Cuando la demencia apareciere notoria e indudable, el juez de oficio, adoptará las medidas establecidas en el art. 148 del Cód. Civil, decretará la inhibición general de bienes y las providencias que crea convenientes para asegurar la indisponibilidad de los bienes muebles y valores. Si se tratase de un presunto demente que ofreciese peligro para sí o para terceros, el juez ordenará su internación en un establecimiento público o privado. 1. Curador provisorio ad bona Se anticipó que, de conformidad con las prescripciones del art. 148 del Código Civil, si la demencia apareciera notoria e indudable, “el juez mandará inmediatamente recaudar los bienes del demente denunciado, y entregarlos, bajo inventario, a un curador provisorio, para que los administre”. Similares atribuciones confiere al juzgador el art. 471 del código de Vélez, al indicar que el magistrado podrá, “si lo juzgase oportuno, nombrar un curador interino a los bienes, o un interventor en la administración del demandado por incapaz”. No se trata del curador provisorio ad litem que debe necesariamente nombrar el magistrado luego del examen de admisibilidad del escrito inicial para que represente y defienda al denunciado (art. 626, Código Procesal), aunque -como se aclaró oportunamente-, puede recaer en la misma persona de aquél. La designación de un curador a los bienes, en cambio, sólo procede si, a criterio del juez, se verifican los extremos previstos en los citados arts. 148 y 471 del Código Civil; es decir, cuando los caracteres de la enfermedad o las circunstancias del caso, impidan una adecuada administración del patrimonio por parte del insano mientras dura el proceso. Justamente lo que se procura es salvaguardar los bienes del denunciado del estado de abandono y de la ineptitud que pueda acarrear la deficiencia padecida. Reiteramos que estas funciones deben ser ejercidas por el padre, madre o tutor, cuando el denunciado sea menor de edad (art. 149, Código Civil). Las medidas precautorias previstas en el art. 629 del Código Procesal (que resulta aplicable a los alcoholistas habituales, toxicómanos y disminuidos, de acuerdo al art. 637 bis), proceden cuando la demencia o los estados a que se refieren los incs. 1° y 2° del art. 152 bis del Código Civil sean notorios e indudables. Así, es menester en principio que ello surja del peritaje o de los certificados médicos iniciales necesarios para la admisibilidad de la denuncia, lo cual supone la oportuna o coetánea apertura del proceso en los términos del art. 626 del Código Procesal (CNCiv., Sala C, 1991/11/21, “Besada Gregorini, Lía”, La Ley, 1992-B, 152 - DJ, 1992-1-877). Tales medidas serán ordenadas por el juez atendiendo a la finalidad preventiva que revisten, pero teniendo en cuenta asimismo, que importan una limitación a la capacidad que el denunciado conserva -por principio- durante el desarrollo del juicio. 2. Internación Cuando el presunto insano ofreciere peligro para sí o para terceros, podrá ordenarse también su internación en establecimiento público o privado. La decisión que al respecto se adopte reviste carácter excepcional, puesto que implica una restricción a la libertad de un individuo que no ha delinquido. Por ende, resulta claro que no podrá extenderse más allá de lo estrictamente necesario, y que deberá ser sometida a fiscalización judicial (art. 636). Sin perjuicio de lo establecido en la norma en estudio, la internación del presunto insano -con intervención judicial- puede tener lugar con independencia de la promoción del juicio de insania. Así, el art. 482 segundo y tercer párrafos, prevé que las autoridades policiales podrán disponer la internación, dando cuenta al juez de las personas que por padecer de enfermedades mentales, o ser alcohólicos crónicos o toxicómanos pudieren dañar su salud o la de terceros o afectaren la tranquilidad pública. Dicha internación sólo podrá ordenarse, previo dictamen del médico oficial. Las medidas precautorias previstas en el art. 629 del Código Procesal (que resulta aplicable a los alcoholistas habituales, toxicómanos y disminuidos, de acuerdo al art. 637 bis), proceden cuando la demencia o los estados a que se refieren los incs. 1° y 2° del art. 152 bis del Cód. Civil sean notorios e indudables. Así, es menester en principio que ello surja del peritaje o de los certificados médicos iniciales necesarios para la admisibilidad de la denuncia, lo cual supone la oportuna o coetánea apertura del proceso en los términos del art. 626 del Código Procesal (CNCiv., Sala C, 1991/11/21, "Besada Gregorini, Lía", La Ley, 1992-B, 152 - DJ, 1992-1-877). A pedido de las personas enumeradas en el artículo 144 el juez podrá, previa información sumaria, disponer la internación de quienes se encuentren afectados de enfermedades mentales aunque no justifiquen la declaración de demencia, alcohólicos crónicos y toxicómanos, que requieran asistencia en establecimientos adecuados, debiendo designar un defensor especial para asegurar que la internación no se prolongue más de lo indispensable y aun evitarla, si pueden prestarle debida asistencia las personas obligadas a la prestación de alimentos. Con relación a ello, la ley 22.194 -que reglamenta el régimen de internación y egreso de establecimientos de salud mental- especifica que: “Los jueces dispondrán de oficio todas las medidas apropiadas a fin de que las internaciones se limiten al tiempo indispensable requerido por las necesidades terapéuticas y la seguridad del internado y de terceros (...) El director del establecimiento, en informe fundado, hará saber cuándo el internado se encuentre en condiciones de egresar...”. Art. 630. -- Cuando al tiempo de formularse la denuncia el presunto insano estuviera internado, el juez deberá tomar conocimiento directo de aquél y adoptar todas las medidas que considerase necesarias para resolver si debe o no mantenerse la internación. 1. Contacto personal con el denunciado Como una derivación del principio procesal de inmediación -que cobra una connotación especial en esta clase de proceso- se procura el contacto directo del juez con la persona afectada, así como la adopción de todas las medidas necesarias para evaluar la conveniencia de su internación. El deber del juez de tomar conocimiento del presunto insano internado resulta indelegable. No obstante, con fundamento en la razonabilidad en la interpretación de las leyes, cabe aceptar esa delegación si se tiene en cuenta la extensión del territorio de la República y se atiende a razones de economía procesal (CS, 1983/04/12, “D., A. S.”, Fallos, 305:454). A lo prescrito por esta disposición, se suma para el Juez de la causa el deber que con mayor latitud le impone la acordada 741/81 por la cual el insano internado debió haber sido visitado por él por lo menos una vez al año. El objeto de aquella disposición no radica en obtener la comprensión de un interlocutor válido, como parecen interpretarlo algunos jueces, sino en verificar si el internado se encuentra correctamente asistido tanto en lo puramente psiquiátrico, como en el aspecto social, si sus necesidades son correctamente atendidas por su curador o sus familiares, si es visitado por éstos y si en opinión del profesional que lo trata, subsiste o no la necesidad de la internación (CNCiv., Sala F, 1985/08/07, "R., T.", La Ley, 1985-D, 328). El sentido de la acordada 741/81 al disponer la obligatoriedad de que el insano sea visitado en su lugar de internación por el a quo, es la de obtener la adecuada protección del internado, obligación ésta que no puede ser eludida por considerarlo "innecesario" en razón de la forma clínica que reviste su enfermedad, toda vez que dicha disposición no efectúa distinciones de acuerdo a los distintos tipos de pacientes, ni -mucho menos- dejar librada su aplicación al criterio de cada magistrado (fallo precitado). Calificación médica Art. 631. -- Los médicos, al informar sobre la enfermedad, deberán expedirse con la mayor precisión posible, sobre los siguientes puntos: 1. Diagnóstico. 2. Fecha aproximada en que la enfermedad se manifestó. 3. Pronóstico. 4. Régimen aconsejable para la protección y asistencia del presunto insano. 5. Necesidad de su internación. 1. Pericia médica En el proceso de incapacidad o inhabilitación de personas, y a través de la apertura a prueba, se designa al cuerpo médico para que dictamine sobre el estado actual de las facultades mentales de la persona y la periodicidad con que deberá hacerse exámenes futuros (CNCiv., Sala J, 1997/07/18, “S., L. A.”, La Ley, 1998-B, 494). La pericia médica es esencial aunque no vinculante para el juzgador, salvo en el supuesto de que se pronuncie a favor de la salud del denunciado, en cuyo caso, no podrá declararse la incapacidad solicitada sin contrariar abiertamente lo dispuesto por el art. 142 del Código Civil. Hay que advertir que entre la norma en comentario y el art. 143 del Código Civil surgen pequeñas diferencias que son resultado de ser el Código Procesal anterior a la reforma de 1968 del Código de fondo, que no contempla el proceso de inhabilitación. Sin embargo, no parece dudoso que deba regirse analógicamente por las reglas del proceso de insania, en cuanto le sean aplicables. Aun sin remisión expresa igualmente le son aplicables con igual alcance las normas contenidas en el Código Civil, en especial los arts. 142 y 143 (CNCiv., Sala F, 1979/11/27, "S., M., M.", La Ley, 1980-A, 154 - R. DJ, 980-3-132 - ED, 87-211). Además, como nadie puede ser obligado a someterse a tratamientos o exámenes médicos, porque es preciso respetar las decisiones personales sobre el propio cuerpo, poner a cubierto la dignidad humana; la solución procesal es mejor porque admite la obligatoriedad compulsiva. Para ello se tiene presente que la revisación del presunto insano decretada por el juez para definir situación jurídica es imprescindible para ordenar la internación forzada cuando hay peligro para la vida del insano y para sus semejantes (arts. 143 y 482, Código Civil). Esa amplitud de conocimientos le permite al magistrado resolver aun en contrario del dictamen de facultativos, pues en definitiva es el quien debe evaluar la incidencia que dicha situación física tenga, en orden al desenvolvimiento del individuo en la comunidad. No puede soslayarse, en este sentido, que se requiere de dos presupuestos para que proceda la interdicción: 1) la afección mental comprobada mediante el dictamen de los facultativos que se designe al efecto (art. 626) y 2) la ineptitud del denunciado -derivada de aquélla- de dirigir su persona o administrar su patrimonio (art. 141, Código Civil). 2. Fecha aproximada en que se manifestó la enfermedad Tal dato adquiere relevancia en el supuesto en que se discuta la validez de los actos jurídicos otorgados por el denunciado con anterioridad a la interdicción, porque pese a que durante la sustanciación del proceso aquél mantiene su capacidad, sería factible aludir a un “período de sospecha” previo a la mencionada declaración judicial (art. 473, Código Civil). Traslado de las actuaciones Art. 632. -- Producido el informe de los facultativos y demás pruebas, se dará traslado por cinco días al denunciante, al presunto insano y al curador provisional y, con su resultado, se dará vista al asesor de menores e incapaces. 1. Necesidad de notificación al presunto insano Mientras no se dicte sentencia que admita la demencia, la demandada es una persona capaz de gestionar sus derechos y proveer al cuidado de su persona (arts. 52, 140, Código Civil). Esto se ve reflejado en el juicio de insania, pues mientras no se dicte sentencia de interdicción, aquélla es parte necesaria en defensa de su capacidad (CNCiv., Sala F, 1985/06/14, “A., R. I. c. B. de A., L.”, La Ley, 1985-E, 139). Puede suceder que el dictamen médico esté sin informar al demandado, en cuyo caso se ha dicho que, aun cuando la pericia médica relativa a la demencia no esté notificada al causante, si el procedimiento seguido se ajustó a derecho con la notificación personal del auto de apertura y de la sentencia, queda debidamente resguardado el derecho de defensa (CNCiv., Sala F, 1983/10/19, “J., D. N.”, La Ley, 1984-B, 301). Si existe insuficiencia en el dictamen pericial médico producido, el Juez tiene imposibilidad de correr traslado de aquello que observa nulo o anulable, pues constituye un deber del oficio sanear eventuales irregularidades del proceso. En consecuencia, no debe ordenar la internación del presunto insano, sino declarar la nulidad de lo actuado (C.Civ. y Com., Posadas, Sala II, 2000/07/07, "N., R.", LL Litoral, 2000-1374). En otro orden, cabe aclarar que, pese a contar con la representación del curador ad litem puede el denunciado hacerse patrocinar por otros letrados. 2. Finalidad del traslado El traslado de la pericia tiene por finalidad que los sujetos involucrados en el juicio puedan apreciar el dictamen, e impugnen -de considerarlo pertinente- las conclusiones de los facultativos designados. La naturaleza y trascendencia del proceso obliga a respetar esta bilateralidad, sin que la oposición u observaciones conduzca necesariamente a la interdicción e internación del insano. Sentencia. Supuesto de inhabilitación. Recursos. Consulta Art. 633. -- Antes de pronunciar sentencia, y si las particularidades del caso lo aconsejaren, el juez hará comparecer al presunto demente a su presencia o se trasladará a su domicilio o lugar de internación. La sentencia se dictará en el plazo de quince días a partir de la contestación de la vista conferida al asesor de menores e incapaces o, en su caso, del acto a que se refiere el párrafo anterior. Si no se verificare la incapacidad, pero de la prueba resultare inequívocamente que del ejercicio de la plena capacidad pudiere resultar daño a la persona o al patrimonio de quien sin haber sido hallado demente presenta disminución de sus facultades, el juez podrá declararlo inhabilitado en la forma y con el alcance previsto en el art. 152 bis del Cód. Civil. En este caso, o si se declarase la demencia, se comunicará la sentencia al Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas. La sentencia será apelable dentro del quinto día por el denunciante, el presunto demente o inhabilitado, el curador provisional y el asesor de menores. En los procesos de declaración de demencia, si la sentencia que la decreta no fuere apelada se elevará en consulta. La cámara resolverá previa vista al asesor de menores e incapaces, sin otra sustanciación. 1. Principio de inmediación Nuevamente, el código ritual prevé el contacto directo del juez con el presunto incapaz, esta vez con anterioridad al dictado de la sentencia, pero sin erigirlo en un “deber”, como debería haberse impuesto según la opinión de destacados autores (cfr. Falcón Enrique, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Tomo III, Editorial. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1994, pág. 161, quien cita a Yánez, Martínez Vivot, Mirás y Gómez Alonso). La demencia y la inhabilitación contemplados en el Código Civil constituyen conceptos médico -jurídicos que son definidos en la sentencia judicial teniendo en mira la protección de una persona que por padecer de una enfermedad mental no puede dirigir su persona o administrar sus bienes (conf. art. 141), al extremo que la declaración puede ser rechazada cuando se advierte que la persona puede realizar tales actos, a pesar de que la enfermedad esté acreditada (CNCiv., Sala B, 1996/05/07, "B., G. L. c. D., J. G.", La Ley, 1997-A, 165 - DJ, 1997-1-557). Teniendo presente esta situación, la visita del presunto insano es un deber del Juez que no se suple con el conocimiento que haya adquirido previamente. Inclusive, creemos que ello constituye una obligación cuando la persona denunciada no se encuentra internada. Sin embargo, el código no presenta esta constatación del modo como la pensamos, de manera que la falta de conocimiento directo del juez sobre el presunto insano, no es más que una facultad del magistrado que podrá o no resolverlo dentro de sus posibilidades, ya que el informe médico y el dictamen pericial expulsan toda posibilidad de duda en el sentenciante, y por eso no causa la nulidad de la sentencia de insania. 2. Efectos de la sentencia Se ha destacado que la sentencia de interdicción produce cosa juzgada en sentido material, pues sin perjuicio de que el incapaz pueda obtener su rehabilitación en un proceso posterior, éste habrá de fundarse sólo en circunstancias sobrevinientes (Palacio Lino E. , Manual de Der. Proc. Civil, 10ª ed., Abeledo Perrot, pág. 835), debiendo mediar necesariamente un nuevo examen de sanidad realizado por facultativos y la pertinente declaración judicial que diga finalizada la incapacidad. 2.1. Con relación a los actos celebrados por el incapaz Declarada y firme la interdicción, cesa la capacidad de la persona, en virtud de lo cual devienen nulos los actos posteriores por ella celebrados (art. 472 y 1041 del Código Civil). En cuanto a los actos anteriores a la declaración de incapacidad, el art 473 primer párrafo del Código Civil señala que podrán ser anulados, si la causa de la interdicción declarada por el juez, existía públicamente en la época en que aquéllos fueron ejecutados. En el caso, la carga de demostrar la notoriedad de la enfermedad pesa sobre el nulidicente. Ahora bien, si la demencia no era notoria, la nulidad no puede hacerse valer, haya habido o no sentencia de incapacidad, contra contratantes de buena fe y a título oneroso (cfr. art. 473, segundo párrafo, introducido por la ley 17.711). Téngase presente que en este supuesto, la mala fe deberá ser acreditada por quien la interponga, porque la buena fe siempre se presume. La acción para solicitar la nulidad, trátese de actos nulos o anulables, prescribe a los diez años (art. 4023 del Código Civil). Por último, es menester destacar que, luego del deceso del incapaz no podrán ser impugnados sus actos entre vivos, por causa de incapacidad, a no ser que ésta resulte de los mismos actos, o que se hayan consumado después de interpuesta la demanda de incapacidad (art. 474, Código Civil). Esta disposición no rige si se demuestra que hubo mala fe en quien contrató con el fallecido. 2.2. Curador definitivo Con la conclusión del proceso de insania, cesan las funciones de los curadores provisorios ad litem y ad bona, de forma que si prospera la denuncia, el juez debe designar (ya sea en la misma resolución o con posterioridad) un curador definitivo quien asumirá el cargo previo juramento de ley para el desempeño de su administración (art. 406 del Código Civil, aplicable a raíz de la remisión que efectúa el art. 475). A los fines de seleccionar el funcionario, se atenderá al orden de prelación establecido en el Código Civil, otorgando preferencia al cónyuge (art. 476), para llamar luego a los hijos mayores de edad (art. 477) y a falta de ambos, al padre o la madre (art. 478). Estos últimos podrán -de ejercer la curatela-, nombrar curadores por testamento a sus hijos mayores de edad, dementes o sordomudos (art. 479). Ante la ausencia de las personas mencionadas -a las que se concede la cuartela legítima- y en defecto de testamento, el juez tendrá que nombrar un curador dativo, que demuestre idoneidad para llevar a cabo las funciones que le son propias. La obligación principal del curador del incapaz será cuidar que recobre su capacidad, y a este objeto se han de aplicar con preferencia las rentas de su bienes (art. 481, Código Civil), resultando aplicables a la curaduría, las normas que rigen la tutela (art. 475, Código Civil). 3. Posibilidad de declarar la inhabilitación del denunciado El art. 633 vislumbra una redacción confusa con las posibilidades efectivas que la sentencia debe declarar. En los hechos se tendrían que considerar dos situaciones con soluciones diferentes. Si la sentencia comprueba la veracidad de la denuncia y los fundamentos en ella acordados, advirtiendo correspondencia con la prueba producida, decretará la incapacidad y las consecuencias que ello importa. En cambio, si del análisis hecho no verifica ni tiene certeza sobre la situación mental del demandado, y ello se corrobora con la prueba, o solamente con la pericia médica que así lo indica, debe rechazar la pretensión. Sin embargo, la norma se ocupa de otra proyección que tiene el caso, y ocurre cuando no se da ni la situación denunciada, ni la certidumbre absoluta sobre la sanidad del emplazado, encontrando que el mismo, si bien tiene aptitudes mentales, ellas están disminuidas y sus comportamientos pueden provocar daño en su persona o en los bienes, y aun constituir un peligro hacia terceros. La disminución en las facultades del denunciado de la que pueda derivar una daño a su persona o patrimonio, determina que el juez pueda declarar su inhabilitación en los términos del art. 152 bis del Código Civil. A diferencia de la interdicción, dicha decisión no provocará la cesación de la capacidad del afectado sino que, con un fin tuitivo y como se verá más adelante, la limitará sólo en ciertos aspectos. En este sentido, es dable recordar que la declaración de incapacidad reviste carácter restrictivo, razón por la cual en caso de duda cabe estar a la regla de la capacidad. Dada la facultad que el código adjetivo confiere al judicante de declarar la inhabilitación del denunciado en el juicio de insania, se plantea un interrogante acerca de la procedencia de la situación contraria, esto es, la resolución de la interdicción en procesos iniciados como de inhabilitación. Al respecto, Llambías señala que, “lo más no está comprendido en lo menos, no pudiendo el juez declarar una demencia de oficio” (Tratado de Derecho Civil, Parte General, Tomo I, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1970, pág. 406). Sin embargo, se ha sostenido que obligar a la iniciación de un nuevo juicio cuando el resultado se anticipa de antemano resultaría contrario al principio de economía procesal (CNCiv., Sala E, 1973/07/31, La Ley, 153-318). En realidad, ante tales circunstancias, verificada la enfermedad mental y la ineptitud del sujeto de dirigirse a sí mismo, correspondería la remisión de las actuaciones al Ministerio Pupilar, en aras de procurar la protección del enfermo, que se vería de otro modo, librado a su propia suerte. 4. Elevación en consulta La sentencia que se dicte en el proceso, será apelable dentro del quinto día por el denunciante, el presunto demente o inhabilitado, el curador provisional y el asesor de menores. No obstante, si se hiciere lugar a la declaración de demencia y no fuere recurrida, se elevará a la cámara en consulta (disposición que reitera lo dispuesto en el art. 253 bis del Código Procesal). La elevación en consulta prevista por el art. 633 "in fine", sólo procede en los casos en que se decreta la interdicción de la persona denunciada, como una garantía más frente a las consecuencias que de tal declaración se derivan. Por ello, si se trata de una inhabilitación, no tiene sentido consultar al superior. Y ello es así porque se trata de un recurso legal instituido como una garantía más que se otorga al denunciado, frente a la incapacidad absoluta de hecho que se deriva de la declaración de insania. Se ha dicho que, si bien las razones que justifican la institución de la consulta en el juicio de insania podrían esgrimirse para su aplicación en el de inhabilitación, la misma se encuentra claramente limitada por el art. 633 a los casos de interdicción por demencia (CNCiv., Sala C, 1993/02/02, "R., J.", JA, 1994-I-347). Sentado lo anterior, es factible sostener que la consulta no sólo funciona ante la ausencia de apelación sino también cuando ésta es deficitaria, en cualquiera de sus aspectos, hallándose facultada la Cámara para hacer jugar sus facultades ordenatorias e instructorias (art. 36, Código Procesal) así como para evaluar los hechos nuevos que se produzcan a partir del dictado del fallo de la instancia de grado, como por ejemplo, la curación del enfermo (Hitters, Juan Carlos, El mal llamado “recurso de consulta”, JA,1985-I- 789). Cabe agregar que, no obstante lo expuesto, alguna jurisprudencia señala que la elevación en consulta se aplica extensivamente a los supuestos en los cuales se declara la inhabilitación (CNCiv., Sala E, 1995/08/29, “M., B. A.”, [38.602-S], La Ley, 1996-B, 733). 5. Comunicaciones En atención a los efectos derivados de la declaración la demencia o inhabilitación, la sentencia se debe comunicar al Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas a los fines de su oponibilidad frente a terceros. Se advierte que, en un proceso por insania no debe comenzarse a ejecutar el fallo con la aceptación del cargo y discernimiento de la curatela y el libramiento de oficio al Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas hasta tanto se practicara la elevación en consulta, toda vez que hasta que se cumpla dicho trámite no existe sentencia firme (CNCiv., Sala F, 1982/12/24, "L. de P., C. M.", ED, 103-668). 6. Supuesto en que se desestime la denuncia Como hemos visto, no es posible pedir la declaración de demencia cuando una solicitud igual se hubiera desechado, aunque sea otro el que la peticione, “salvo si expusiese hechos de demencia sobrevinientes a la declaración judicial” (art. 146 del Código Civil), previsión ésta que descansa en la necesidad de evitar las molestias que supone este tipo de proceso para el afectado, cuando no median nuevos elementos que revelen la existencia de la enfermedad. La Corte, en minoría, ha dicho que los recaudos exigidos por el art. 146 del Código Civil responden a la necesidad de evitar el abuso en la promoción de acciones de insania, de modo que no pueden los tribunales de la causa exonerarse de ponderar la seriedad de la denuncia antes de darle curso, ordenando las medidas previstas por el art. 625 del Código Procesal (del voto en disidencia de los doctores Moliné O'Connor, Fayt y Vázquez. La mayoría consideró inadmisible el recurso) (CS, 1996/04/11, "A., A. E.", La Ley, 1996-D, 772 - DJ, 1996-2-939). Costas Art. 634. -- Los gastos causídicos serán a cargo del denunciante si el juez considerase inexcusable el error en que hubiere incurrido al formular la denuncia, o si ésta fuere maliciosa. Los gastos y honorarios a cargo del presunto insano no podrán exceder, en conjunto, del diez por ciento del monto de sus bienes. 1. Costas a cargo del denunciado En principio, y en claro apartamiento a las disposiciones del art. 68 del Código Procesal, se instituye un sistema por el cual los gastos ocasionados durante el desarrollo del proceso deben recaer sobre el patrimonio del denunciado, ya que en su propio interés cabe suponer que se ha promovido el juicio de insania. El mecanismo sutil es una variación de la apreciación subjetiva contenida en el segundo párrafo del artículo 68 citado, que valora en este caso la conducta del denunciante. Por eso, cuando la demanda se rechaza, la pauta para distribuir las costas no es objetiva sino que admite la actuación por error excusable, o de buena fe, para eximir de los gastos consecuentes. Pero también si es rechazada la denuncia, la conducta observada por el denunciante justifica una solución contraria, es decir, que sea, éste quien soporte la correspondiente condena. Ahora bien, los gastos y honorarios a cargo de presunto insano no podrán exceder del 10% del monto de sus bienes, lo cual no significa que el tribunal deba ajustarse exactamente al citado porcentaje, sino que puede tener en cuenta una suma inferior, de acuerdo a las particularidades de cada caso (CNCiv., Sala E, 1979/02/21 “C., E., BCNCivil, 980-III-5). De tal modo, el art. 634 importa una modificación de los criterios contenidos en las leyes arancelarias, que se ha instituido con la clara finalidad de proteger el patrimonio del incapaz, evitando que la sustanciación del juicio de insania ocasione una disminución sustancial de sus recursos y, paradojalmente, pueda conducir a la desprotección material de aquél, cuya tutela se persigue a través de la declaración de incapacidad (CNCiv., Sala F, 1985/09/10, “S., A. O.” [37.416-S] La Ley, 1986-D, 662). En este sentido, se sostuvo que, si el art. 634 se encamina a mantener incólume el patrimonio del presunto insano en lo que exceda del 10% de su monto, no parece dudoso concluir en que a dicho fin deben computarse los bienes que efectivamente lo componen al tiempo de la regulación y no los que en algún momento lo integraron, pero que ya han salido de él a esa época. De seguirse un temperamento distinto, podría darse el caso de que el incapaz debiera afrontar en concepto de honorarios una suma que exceda su real patrimonio a la época de su fijación si, por ejemplo, el producto de la enajenación de aquéllos no se hubiese invertido de modo conveniente como para resguardarlo de la desvalorización monetaria, situación ésta que sin duda contradice el propósito que inspira a la citada previsión legal. Ello así y dado que, en el caso, los bienes de la incapaz se encuentran representados actualmente por las sumas de dinero que se obtuvieron de la venta de inmuebles con más los intereses que devengara su imposición a plazo fijo, es evidente que a los fines regulatorios deberá tomarse como punto de referencia el importe que efectivamente totalicen los respectivos depósitos a la fecha en que se fijen los honorarios (CNCiv., Sala F, 1985/09/10, “Sarando, Ana O.”, [37.603-S], La Ley, 1987-B, 591). 2. Error inexcusable La denuncia inexcusable es aquella que manifiesta ligereza en su formulación o una conducta culpable, de manera que esta conducta es la que constituye la pauta para la distribución de los gastos causídicos. Ha de advertirse que de acuerdo con lo normado en el art. 929 del Código Civil, el error no perjudica cuando ha habido razón para errar, pero no podrá alegarse cuando la ignorancia del verdadero estado de cosas proviene de una negligencia culpable. Por ello, la decisión sobre la excusabilidad del error incurrido al formular una denuncia de inhabilitación (art. 152 bis, Código Civil), cuando ésta no prospera, a fin de eximir de las costas al denunciante, dependerá en mucho de las circunstancias del caso para apreciar si ha mediado la "razón para errar", máxime en un proceso de la naturaleza del que se trata, en que se acentúa el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas (art. 902, Código Civil) (CNCiv., Sala G, 1980/12/04, “M. P. de V., M.” , La Ley, 1981-B, 26 - JA, 981-I-516 - ED, 93278). Así, aparece justificada la acción si, pese a que el denunciado no es un demente actual según el dictamen de los Médicos Forenses, la causa demuestra que estuvo internado en el Hospital Borda durante un mes a raíz de una reacción paranoide, del que se fugó. Por otra parte, la desaparición del denunciado del hogar conyugal impedía un mayor contacto o proximidad con aquél como para conocer su verdadera situación de salud mental y los dos certificados médicos acompañados que datan contemporáneos a la denuncia judicial expedidos por médicos de una Obra Social eran contestes en señalar su falta de salud mental (CNCiv., Sala F, 1982/02/16, “R., O. J.”, La Ley, 1982C, 426). En todos los casos, los antecedentes clínicos indican una pauta para tener en cuenta, pero también la conducta en el proceso marca un renglón importante a los fines de la imposición de costas. De modo tal que, si se advierte que del resultado de los distintos informes médicos, la capacidad del causante devenía indudable y que, a pesar de ello, los denunciantes realizaron impugnaciones carentes de fundamento, y además la denuncia fue promovida sin cumplir con la presentación de los certificados médicos previstos en el ordenamiento legal vigente, tales circunstancias indican la presencia de un error inexcusable en los términos del art. 634 indicado (CNCiv., Sala E, 1996/10/22, “W. de G., S.”, La Ley, 1998-D, 908, J. Agrup., caso 12.875). En caso de duda acerca de la conducta del denunciante, debe estarse en principio por imponer las costas a cargo del denunciado, en cuyo beneficio interpretó el accionante que deducía la demanda, debiendo apreciarse no solamente las condiciones objetivas determinantes de la existencia o no de malicia o error inexcusable, sino también las subjetivas referidas a la aptitud intelectual de la denunciada, su entorno o situación ambiental que la rodeaba, las urgencias del caso, la avanzada edad de la misma. Por eso, no corresponde evaluar la conducta del denunciante en los términos previstos en el art. 634 del Código Procesal -quien, en el caso, peticiona el examen del Cuerpo Médico Forense en virtud de la ausencia de los certificados previstos en el art. 624 de tal ordenamiento- si no se llega a dar curso a la acción de declaración de inhabilitación por demencia conforme lo establecido en el art. 626 del mismo cuerpo legal (CNCiv., Sala A, 1999/02/03, "G., E. B.", La Ley, 1999-D, 221). 3. Denuncia maliciosa Las costas se aplican al denunciante cuando, además de negligente e inexcusable, la denuncia resulta maliciosa, teniendo en cuenta para ello que, uno de los certificados médicos acompañados con la denuncia fue expedido por un profesional que examinó al denunciado a pedido de los denunciantes en dos reuniones sociales, ocultándosele el motivo del examen, y el otro certificado fue realizado por una persona examinando al denunciante durante una conversación mantenida con él luego de que fuera individualizado en un bar por el letrado de las denunciantes. Estas actuaciones motivaron un proceso penal en el cual dicha persona fue procesada por expedición de certificado médico falso y falso testimonio, proceso que terminó en su absolución por el beneficio de la duda. A todo lo cual deben agregarse las aptitudes y procedimientos poco claros seguidos por las denunciantes durante el proceso de inhabilitación y sus reiteradas tratativas de transar el juicio (CNCiv., Sala F, 1979/11/27, “M., M.”, La Ley, 1980-A, 154 - R. DJ, 980-3-132 - ED, 87-211). Como se advierte, la conducta maliciosa presupone no ya una culpa grave o error inexcusable sino dolo, mala intención, designios encubiertos en quienes someten al denunciado a las vejaciones propias de un proceso especial como el que nos ocupa. 4. Inhabilitación El art. 152 bis del Código Civil manda que en lo pertinente se apliquen las reglas de procedimiento relativas a la declaración por demencia. Ello se reitera en el art. 637 bis del código de rito. Por ende, en materia de costas en el proceso de inhabilitación deben seguirse las pautas que prevé el art. 634 del Código Procesal respecto del juicio de insania, según el cual deben ser soportadas por el denunciado en cuyo interés debe entenderse que se acciona, considerándose -sólo cuando la denuncia es rechazada- si hubo buena fe o, por el contrario, malicia o error inexcusable, para imponerlas en esos casos al denunciante. (CNCiv., Sala G, 1980/12/04 “M. P. de V., M.”, La Ley, 1981-B, 26 - JA, 981-I-516- ED, 93-278). 5. Honorarios Para regular honorarios en una acción de inhabilitación o de insania, corresponde aplicar lo dispuesto por el art. 30 de la ley 21.839 que remite a las pautas del art. 6º del mismo cuerpo legal, pues lo establecido en el párr. 2º del art. 634 del Código Procesal debe ser tomado –como se señaló anteriormentecomo una limitación y no como un criterio regulatorio (CNCiv., Sala K, 1996/04/22, “Pereda, Horacio V. N. M.”, La Ley, 1997-B, 820, J. Agrup., caso 11.328). El juicio de declaración de demencia carece de contenido patrimonial, pues tiende a la protección de la persona del incapaz. Asimismo, la limitación que establece el art. 634 del Código Procesal no es óbice a la precedente conclusión, pues constituye un tope y no un criterio para regular los honorarios en ese porcentaje. Por eso, se afirma que la carencia de contenido patrimonial no impide considerar el monto de los bienes del presunto demente para establecer una justa retribución de la tarea cumplida por los profesionales intervinientes (CNCiv., Sala B, 1996/05/21, "P., D.", La Ley, 1996-E, 217 - DJ, 1996-2-703). Rehabilitación Art. 635. -- El declarado demente o inhabilitado podrá promover su rehabilitación. El juez designará tres médicos psiquiatras o legistas para que lo examinen y, de acuerdo con los trámites previstos para la declaración de demencia, hará o no lugar a la rehabilitación. 1. Legitimación Se prevé en este caso, que el propio incapaz o inhabilitado pueda promover su rehabilitación, a lo que se suma la legitimación de su curador principal custodio de la recuperación del enfermo o disminuido-. Es consecuencia necesaria de la declaración de demencia de una persona mayor de edad, el nombramiento de curador. De esta forma se viene a remediar legalmente la incapacidad, otorgándole la necesaria asistencia y representación. Por tal razón la responsabilidad que el nombramiento importa, obliga a que el desempeño del cargo debe efectuarse con la más severa y escrupulosa corrección, teniendo en cuenta que también en él recae la obligación de asistencia y restablecimiento. Asimismo, pueden pedir la rehabilitación aquellos que pueden instar el juicio de insania (art. 144 del Cód. Civil), con excepción de “cualquier persona del pueblo”, por variar las circunstancias que justifican su participación. 2. Recaudos La cesación de la incapacidad por el completo restablecimiento de los dementes, sólo tendrá lugar después de un nuevo examen hecho por facultativos, y tras la declaración judicial, con audiencia del Ministerio de Menores (art. 150, Código Civil). Aducida la sanidad mental resulta entonces imprescindible el sometimiento de la persona a dicho examen para demostrar que no es una alienada (CNCiv., Sala D, 1994/11/18, “B., L.”, [38.415-S], La Ley, 1995-E, 557) En el incidente respectivo -en el que resulta competente el juez que declaró la interdicción (art. 5 inc. 8º del Cód. Procesal)- intervendrá el curador del incapaz, deviniendo por ello innecesaria la designación de un curador ad litem. Fiscalización del régimen de internación Art. 636. -- En los supuestos de dementes, presuntos o declarados, que deban permanecer internados, el juez, atendiendo a las circunstancias de cada caso, podrá disponer que el curador provisional o definitivo y el asesor de menores e incapaces visiten periódicamente al internado e informen sobre la evolución de su enfermedad y régimen de atención a que se encontrare sometido. Asimismo, podrá disponer que el director del establecimiento informe periódicamente acerca de los mismos hechos. 1. Régimen de internación La ley 22.914 (regulatoria del régimen de ingreso y egreso de las instituciones de salud mental) impone asimismo al juez el deber tanto de inspeccionar los lugares de internación como de verificar las condiciones de alojamiento, atención médica y cuidado personal (art. 10), pudiendo solicitar al director del hospicio la emisión periódica de informes acerca de esos hechos. Recaen funciones de control, asimismo, en la persona del curador y del asesor de menores que participe en la causa, quienes deberán denunciar toda falencia que observen al respecto. La necesidad de fiscalización se explica en el fundamento mismo de la interdicción -que tiende a proteger al sujeto inapto para el gobierno de su persona y de sus bienes- y se acentúa aún más por la fuerte restricción que importa la privación de la libertad del alienado, la cual sólo puede verse tolerada con carácter restrictivo, en razón de la propia seguridad del afectado así como la de terceros que puedan verse dañados. CAPITULO II -- Declaración de sordomudez Sordomudo Art. 637. -- Las disposiciones del capítulo anterior regirán, en lo pertinente, para la declaración de incapacidad del sordomudo que no sabe darse a entender por escrito y, en su caso, para la cesación de esta incapacidad. 1. Fundamento y régimen aplicable. La desigual condición en que se halla el sordomudo frente a los terceros -se trata de personas que no pueden exteriorizar su voluntad prácticamente en modo alguno- justifica otorgarle protección mediante la representación necesaria que se estatuye como consecuencia de la interdicción. La incapacidad que se admite es para los actos de la vida civil, debiendo procederse al igual que se hace con los dementes (arts. 54 inciso 4º y 154, Código Civil). En concordancia, el art. 637 establece que se aplican las reglamentaciones del proceso de insania, en lo pertinente, tanto para la interdicción como para la rehabilitación. 2. Legitimación Podrán solicitar la incapacidad del sordomudo las mismas personas que pueden pedirla para los dementes (art. 156, Código Civil), con exclusión de la acción popular a la que alude el inc. 5º del art. 144 al que se remite, pues las circunstancias en él contempladas distan de las que pueden verificarse en la especie. 3. Examen médico Previo a declarar la incapacidad se requiere el examen de los facultativos, quienes verificarán si el denunciado puede darse a entender por escrito. Si no pudieren expresar su voluntad de ese modo, los médicos determinarán, también, si padecen de enfermedad mental que les impida dirigir su persona o administrar sus bienes y en tal caso se seguirá el trámite de incapacidad por demencia” (art. 155 de la ley de fondo). En muchas ocasiones la sordomudez puede estar ligada a la demencia; otras, será derivación de un trastorno del desarrollo que en nada se relacione con aquélla. Por ello, los peritos tienen que diagnosticar el carácter de la afectación y si ésta constituye una manifestación de las alteraciones mentales del sujeto, en cuyo supuesto deberá estarse al régimen de la demencia. 4. Diferencias entre sordomudos e incapaces Pese a las analogías y remisiones efectuadas legalmente de un régimen a otro, existen diferencias fundamentales entre el demente interdicto y el incapaz sordomudo. Por un lado, el sordomudo conserva discernimiento, por lo que responde por los hechos ilícitos que cometa (art. 921, Código Civil). Asimismo, puede celebrar matrimonio si le es posible manifestar su voluntad en forma inequívoca (art. 166 inc 9º, Código Civil). Finalmente, puede adquirir la posesión de las cosas por sí mismo (art. 2392 del mismo ordenamiento). CAPÍTULO III -- Declaración de inhabilitación Alcoholistas habituales, toxicómanos, disminuidos Art. 637 bis. -- Las disposiciones del capítulo I del presente título regirán en lo pertinente para la declaración de inhabilitación a que se refiere el art. 152 bis, incs. 1 y 2 del Cód. Civil. La legitimación para accionar corresponde a las personas que de acuerdo con el Código Civil pueden pedir la declaración de demencia. 1. Inhabilitación judicial y finalidad El régimen de inhabilitación judicial es una institución destinada a proteger a las personas que se encuentran afectadas por diversos tipos de deficiencias morales, psíquicas o de conducta, que inciden sobre su discernimiento colocándolas en situación de inferioridad para la gestión de su patrimonio y en el caso especial de los pródigos, la finalidad es la protección de su familia (conf. Llambías, Jorge J., Estudio de la reforma del Código Civil, Ley 17.711, Editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1969, pág. 49). El art. 637 bis que analizamos, establece que las disposiciones del cap. I de ese título rigen, en lo pertinente, para la declaración de inhabilitación a que se refiere el art. 152 bis, incs. 1° y 2° del Código Civil. En estos supuestos se restringe seriamente la capacidad, máxime cuando se establece que el inhabilitado no puede realizar actos de administración sin la conformidad del curador, ni actos de disposición sin la autorización judicial. Por eso, se sostiene que, en los supuestos de inhabilitación judicial previstos por el art. 152 bis del Código Civil, median razones análogas al caso de declaración de demencia, aun cuando la sentencia de inhabilitación no provoque la incapacidad absoluta del denunciado y solo limita su capacidad de disponer y eventualmente la de administrar sus bienes, facultades que sólo podrá ejercer con la conformidad del curador. En tales condiciones, su capacidad se ve seriamente restringida, por lo que no es aconsejable privarlo de las garantías procesales, que -como la del art. 633, Código Procesal- se le reconocen a los presuntos insanos (CNCiv., Sala C, 1994/05/24, "B., O. A.", ED, 161-457). Asimismo, el art. 152 bis, inc. 2°, cubre aquellos supuestos en los cuales simples trastornos de la volición y la afectividad, manías parciales, constituyen estadios fronterizos o intermedios que no justifican una interdicción total del enfermo, pero que lo colocan en una situación de inferioridad ante sus semejantes, que hacen aconsejable su protección legal (CNCiv., Sala E, 1985/10/02, "Z., M. S.", La Ley, 1986-A, 399 - DJ, 986-II-249). Según el art. 152 bis del Código Civil se puede extender a las siguientes personas: 1º) A quienes por embriaguez habitual o uso de estupefacientes estén expuestos a otorgar actos jurídicos perjudiciales a su persona o patrimonio. 2º) A los disminuidos en sus facultades cuando sin llegar al supuesto previsto en el art. 141 de este Código, el juez estime que del ejercicio de su plena capacidad pueda resultar presumiblemente daño a su persona o patrimonio. 3º) A quienes por la prodigalidad en los actos de administración y disposición de sus bienes expusiesen a su familia a la pérdida del patrimonio. En este caso, sólo procederá la inhabilitación si la persona imputada tuviere cónyuge, ascendientes o descendientes y hubiere dilapidado una parte importante de su patrimonio. 2. Capacidad del inhabilitado Los inhabilitados son personas que mantienen su plena capacidad de hecho para todo aquello en que ésta no hubiese sido expresamente limitada. Si bien no podrán disponer de sus bienes por actos entre vivos sin la conformidad de su curador, les está permitido ejercer actos de administración, salvo los que limite la sentencia de inhabilitación, teniendo en cuenta las circunstancias del caso (art. 152 bis "in fine"). Como se advierte, la restricción sólo opera con relación a los actos de contenido patrimonial, por lo que el inhabilitado puede ejercer todos sus derechos extrapatrimoniales (contraer matrimonio, ejercer la patria potestad, adoptar, reconocer hijos, etc.), promover acciones personalísimas (divorcio, filiación, etc.), aceptar liberalidades e incluso disponer por testamento. Cabe recordar que, la protección que brinda el art. 152 bis del Código Civil, no se limita a lo patrimonial, como podría pensarse si sólo se atiende a las funciones ordinarias del curador; por el contrario, abarca los intereses personales del inhabilitado. En los supuestos de los incs. 1° y 2° se advierte que la inhabilitación procura tutelar a los ebrios habituales, los toxicómanos y los disminuidos en sus facultades, en prevención de daños que el ejercicio pleno de su capacidad pudiera producir tanto a su persona, como a su patrimonio. Es consecuencia, de esa doble finalidad, que las funciones normales de asistencia del curador no estén limitadas a la preservación de los bienes materiales, sino que debe comprender la vigilancia de todos los actos de su curado que puedan irrogarle daños de aquellas dos especies (CNCiv., Sala C, 1985/12/11, "E. de C., M. C.", La Ley, 1986-B, 273 - ED, 117-564). Además, la facultad judicial de reglamentar otras funciones del curador, de acuerdo a las circunstancias del caso (última parte del art. 152 bis), debe interpretarse y ejercerse en orden a finalidades amplias de protección. Cuando la naturaleza y característica propias de la enfermedad hagan posible su agravación, debe munírselo de atribuciones específicas, tendientes a prevenir los perjuicios personales y aun de terceros (fallo citado precedentemente). 3. Supuestos contemplados en el art. 637 bis del Código Procesal De conformidad con el art. 637 bis, la declaración de inhabilitación de ebrios, toxicómanos y disminuidos mentales, tramitan por las normas del juicio de insania, mientras que la de los pródigos es por la vía sumaria, que como ya se anticipó, se trata de la modalidad sumarísima del juicio por audiencias según lo establecido en el párrafo segundo del art. 319. 3.1. Ebriedad y toxicomanía La protección legal no tiene en mira a quien accidentalmente está en estado de ebriedad o bajo la influencia de estupefacientes, sino a quienes han contraído una adicción que los exponga a otorgar actos jurídicos perjudiciales (Belluscio, Augusto -Zannoni, Eduardo, Código Civil, tomo I, Editorial Astrea, Buenos Airess, 1988, pág. 583). La prueba se dirige a demostrar el carácter crónico de la afección y la incidencia que tiene en la vida de relación. Cabe agregar que, las medidas precautorias previstas en el art. 629 del Código Procesal (que resulta aplicable a los alcoholistas habituales, toxicómanos y disminuidos, de acuerdo al art. 637 bis), proceden cuando la demencia o los estados a que se refieren los incs. 1° y 2° del art. 152 bis del Código Civil sean notorios e indudables. Así, es menester en principio que ello surja del peritaje o de los certificados médicos iniciales necesarios para la admisibilidad de la denuncia, lo cual supone la oportuna o coetánea apertura del proceso en los términos del art. 626 (CNCiv., Sala C, 1991/11/21, "Besada Gregorini, Lía", La Ley, 1992-B, 152 - DJ, 1992-1-877). 3.2. Disminución de las facultades mentales Se hallan disminuidas en sus facultades, en el sentido del artículo 152 bis del Código Civil, aquellas personas cuya mente está debilitada, sin que exista una pérdida total de la razón que hiciere procedente la declaración por demencia. Puede decidirse su inhabilitación tanto en forma directa o autónoma como en el marco de un juicio promovido por insania, siendo requisito que se pueda verificar la incapacidad requerida en los términos del art. 141 de la ley de fondo, o se compruebe una disminución en las facultades mentales de la que pudiere derivarse daño a la persona o patrimonio. Al igual que la adicción, se requiere que la enfermedad revista carácter permanente, pues la mera perturbación accidental de las facultades no justifica un régimen estable de protección. Las enfermedades mentales psicóticas están incluidas en el ámbito del art. 141 del Código Civil. Las no psicóticas, en cambio pueden encuadrar en aquella norma o en la causal de inhabilitación contemplada en el art. 152 bis inc. 2º de dicho ordenamiento, según la incidencia de la enfermedad mental en la vida de relación del afectado. Así, cuando acarrean una falta de aptitud para administrar los bienes o dirigir la persona, quedan comprendidas en el art. 141, en tanto que si de dicha enfermedad sólo resulta el riesgo o presunción de que el afectado realice actos perjudiciales, es de aplicación el último artículo (CNCiv., Sala B, 1997/05/08, "K., J.", La Ley, 1998-C, 689). 4. Procedimiento aplicable El art. 637 bis expresa, en concordancia con las prescripciones del Código Civil, que serán aplicables “en lo pertinente”, al trámite de la inhabilitación, las disposiciones relativas a la declaración de demencia. De tal modo, resulta exigible la presentación -junto con la denuncia- de los certificados médicos que avalen los hechos expuestos en aquélla, la realización de la pericia médica y el nombramiento de un curador a los bienes en los términos del art. 148 del Código respectivo. En cambio, se ha excluido la designación del curador ad litem. Sentado ello anterior, para dar trámite al pedido de inhabilitación fundado en la causal del art. 152 bis inc. 2º, es requisito indispensable que previamente dos médicos examinen al demandado a los fines previstos por los arts. 624 y 625 del Código Procesal pues recién con el resultado del informe médico se tiene un elemento objetivo que autoriza a presumir que existen motivos serios y valederos como para someter al demandado a la investigación de si sus facultades se encuentran disminuidas o no En cuanto a la consulta contemplada en el art. 633 del Código adjetivo, ya hemos visto que existen posturas contrapuestas. Por un lado, y en atención a que en estos supuestos se restringe seriamente la capacidad, máxime cuando se establece que el inhabilitado no puede realizar actos de administración sin la conformidad del curador, ni actos de disposición sin la autorización judicial, se estima que la elevación de los autos "en consulta" es también aplicable al proceso en análisis (CNCiv., Sala E, 1982/09/30, “Arancet, Gastón G.”, ED, 102-564). Por otro, se ha resuelto que dicha elevación no procede ya que las normas de los arts. 624 y siguientes son aplicables únicamente "en lo pertinente" (conf. art. 637 del mismo cuerpo legal), señalando que por más amplitud que se asigne a la sentencia de inhabilitación, ello nunca implicará la incapacidad del inhabilitado, quien seguirá actuando por sí, bien que con la conformidad de su curador en algunos supuestos (CNCiv., Sala A, 1983/07/05, “C., J. C.”, ED, 105-169). 5. Legitimación En los supuestos previstos por los incs. 1º y 2º del art. 152 bis, se encuentran legitimados para solicitar la inhabilitación las mismas personas que, de acuerdo al art. 144 de aquel cuerpo legal, pueden pedir la declaración por demencia (art. 637 bis, segundo párrafo). Dicha norma establece que cuando se declare la inhabilidad, deberá nombrarse un curador al inhabilitado y se aplicarán en lo pertinente las normas relativas a la declaración de incapacidad por demencia, y si bien es cierto que la doctrina se inclina por considerar que las funciones del curador son las de asistir al inhabilitado y no las de representación, y, además, debe tenerse cuidado en no aplicar a los inhabilitados las disposiciones de la curatela referentes a la interdicción, pues están destinadas a prever supuestos muy distintos, la norma no establece con criterio absoluto, ni limitativo las facultades del curador. Normalmente serán las de dar conformidad para que el inhabilitado pueda disponer de sus bienes por actos entre vivos (antepenúltimo párrafo del artículo), pero ello no excluye que esas facultades puedan ampliarse, de acuerdo a las circunstancias particulares de cada caso. Una vez puesto en marcha el aparato jurisdiccional, éste no puede permanecer impasible frente a los conflictos familiares o de intereses que condicionan el impulso de la acción de inhabilitación; por lo tanto, ante el desistimiento de los denunciantes corresponde que sea el Ministerio Pupilar quien urja los trámites tendientes al dictado de una declaración que, si por estar reunidos los requisitos exigidos resultare procedente, no ha de redundar sino en beneficio de la causante. Remitiendo el art. 152 bis, en lo concerniente al procedimiento de inhabilitación a las disposiciones del juicio de insania, la legitimación del Asesor de Menores para intervenir surge con claridad del precepto que contiene el art. 144 del Código Civil. 6. Sentencia Acreditada la trascendencia de la enfermedad en la vida de relación del causante, es el juez quien establecerá el sistema de protección que mejor ampare al enfermo. Podrá ser entonces, la sentencia de incapacidad, sin salvedad alguna, en cuyo caso la persona pasará a desarrollar su vida jurídica a través de un representante y no podrá realizar, obviamente, actos personalísimos pues quedará comprendida en el supuesto del art. 54, inc. 3° del Código Civil, o podrá dictarse un pronunciamiento que restrinja la posibilidad de disponer de bienes por actos entre vivos o también de administrar algunos de ellos o la totalidad que pertenecieran al causante, de acuerdo con las prescripciones del art. 152 bis (del dictamen del Asesor de Menores de Cámara) (CNCiv., Sala C, 1985/08/12, "Del V., J. L.", La Ley, 1985-E, 47). Pródigos Art. 637 ter. -- En el caso del inc. 3 del art. 152 bis del Cód. Civil, la causa tramitará por proceso sumario. 1. Pródigos. Pródigo es aquél que “por desorden del espíritu o de las costumbres, disipa su fortuna en gastos sin sentido”; quien tiene “propensión a los gastos inútiles o desproporcionados a la situación patrimonial” (Belluscio-Zannoni, ob. cit., pág. 585 y sus citas). La prodigalidad en los actos de administración y disposición, exigida por el art. 152 bis, para declarar la inhabilitación, debe entenderse como sinónimo de dilapidar, vocablo también usado por el legislador. Deben siempre tratarse de actos irracionales, ruinosos, excesivos injustificados, vanos, inútiles, insensatos o caprichosos, análisis que debe efectuarse -en principioprescindiendo de los motivos que pudieran inducir al sujeto a realizarlos (CNCiv., Sala F, 1979/11/27, “M., M.”, La Ley, 1980-A, 154 - R. DJ, 980-3-132 ED, 87-211). En este caso, la finalidad del instituto tiende no sólo a la protección del propio afectado sino también a la de su grupo familiar 2. Requisitos Quienes demandan la declaración de inhabilitación de una persona por prodigalidad deben inexcusablemente acreditar la existencia de los bienes que integran el patrimonio del denunciado y, asimismo, su valor, ya que de otra forma no puede establecerse la incidencia de los actos que se imputan en el patrimonio. En conjunto son cuatro los requisitos para que se configure la prodigalidad a los efectos de la inhabilitación del art. 152 bis, a) La acción dilapidatoria, b) la existencia de un núcleo familiar, c) habitualidad de la conducta y d) incidencia patrimonial de la conducta dilapidatoria. La acción dilapidatoria aparece acreditada cuando existen gastos desproporcionados e inútiles que no guardan relación con las necesidades de la persona que los produce. Esta situación debe ser habitual, es decir, que no adquiere trascendencia, a los fines estudiados, la pérdida accidental de una porción del patrimonio, o el gasto que apareja un negocio desfavorable. Por lo demás, no basta con que se exponga a la familia a la pérdida del patrimonio sino que es preciso que se demuestre que el denunciado ha disipado “una parte importante” del mismo. Se advierte entonces que no es innecesario el dictamen médico en los juicios de inhabilitación por prodigalidad, pues el pródigo no es tal por una enfermedad mental, sino por una falla en su conducta que incide en la administración y disposición de sus bienes. Sin embargo, se ha expresado que, sería de gran utilidad para el sentenciante, no ya como una prueba determinante sino como un elemento significativo, contar con un informe psicológico respecto de la personalidad del denunciado (del dictamen del Asesor de Menores de Cámara doctor Molina) (CNCiv., Sala E, 1987/11/27, “S. V., A. y otro c. S. V., F.”, La Ley, 1988-C, 324). 3. Legitimación Debido a las características propias de esta clase de inhabilitación y la finalidad con ella perseguida, las personas legitimadas para solicitarla no son las mismas que para el resto de los supuestos contemplados en el art. 152 bis del Código. Civil. Esta misma norma establece expresamente en su inc. 3º, que “la acción para obtener esta inhabilitación sólo corresponderá al cónyuge, ascendientes y descendientes”, esto es, aquellos que integran el grupo familiar cuya protección se intenta. 4. Trámite En el juicio de inhabilitación por prodigalidad no corresponde la designación de curador "ad litem". En cambio, es procedente el nombramiento de un curador provisional a los bienes en función de lo dispuesto en los arts. 148 y 471 del Código de fondo, aplicables por analogía al supuesto mencionado. No obsta a esa conclusión lo preceptuado por el art. 637 ter del Código Procesal, por cuanto la circunstancia de que dicha norma determine que la causa por prodigalidad debe tramitar por el proceso sumario, no excluye la posibilidad de que se designe un curador provisional a los bienes del supuesto pródigo (CNCiv., Sala E, 1984/03/19, “Madariaga Anchorena de Bustos, M. M.”, ED del 21/6/84, p. 8). 5. Rehabilitación Puede solicitarse no sólo ante la desaparición de las causas que dieron motivo a la inhabilitación, sino también luego del fallecimiento de las personas legitimadas para solicitarla o a pedido de todas éstas (Arazi, Roland -Rojas, Jorge, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Tomo III, Editorial Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2001, pág 223). Sentencia. Limitación de actos Art. 637 quáter. -- La sentencia de inhabilitación, además de los requisitos generales, deberá determinar, cuando las circunstancias del caso lo exijan, los actos de administración cuyo otorgamiento le es limitado a quien se inhabilita. La sentencia se inscribirá en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas. 1. Efectos de la sentencia de inhabilitación Cabe reiterar aquí que los inhabilitados no son incapaces (art. 54, Código Civil), por lo que pueden celebrar todos aquellos actos que no les sean expresamente vedados. Las limitaciones que se establezcan sólo operarán en el orden patrimonial, debiendo el inhabilitado requerir la conformidad del curador para otorgar actos de disposición y para realizar los de administración que no pueda ejercer por sí mismo. Con el dictado de la sentencia que decide la inhabilitación, tórnase imprescindible la designación de un curador, cuya elección se rige por las disposiciones de los arts. 476 a 478 del Código Civil. Ahora bien, no todas las normas que regulan la curatela referente a la declaración de demencia devienen aplicables a la inhabilitación, pues el curador en este caso, sólo asiste al individuo, colaborando en la administración y disposición de sus bienes; mas no lo representa ni puede sustituirlo. Si el inhabilitado celebra un acto prohibido sin la conformidad de su curador, ha de entenderse que ese acto es nulo (conf. art. 1042 del Código Civil), pero de nulidad relativa, es decir que puede ser confirmado, porque la invalidez se instituye para asegurar la protección del sujeto y no para sancionarlo (arts. 1048 y 1049 del Cód. Civil). La sentencia de inhabilitación debe ser inscripta en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas, pues sólo a partir de ese momento, resulta oponible a terceros que no la hubieren reconocido. Finalmente, se ha dicho que la sentencia que deja sin efecto la declaración de demencia e inhabilita al causante en los términos del art. 152 bis, inc. 2º del Código Civil no permite la aplicación de los arts. 253 bis y 633 del Código Procesal, por cuanto la decisión le devuelve aunque limitada su capacidad (CNCiv., Sala E, 1995/08/29, "M., B. A.", 38.602-S, La Ley, 1996-B, 733). Divergencias entre el inhabilitado y el curador Art. 637 quinter. -- Todas las cuestiones que se susciten entre el inhabilitado y el curador se sustanciarán por el trámite de los incidentes, con intervención del asesor de menores e incapaces 1. Disconformidad del curador En caso de que el curador se negare a prestar su conformidad en la realización de algún acto que requiera aprobación, será el juez que declaró la inhabilitación quien resuelva definitivamente la cuestión, previa vista al Ministerio Público. No obstante, en los supuestos en que se sostiene que renace la intervención del Ministerio Pupilar, para el caso de la inhabilitación, no cabe limitarse a las controversias que pueden suscitarse entre curador e inhabilitado respecto a sus cuestiones patrimoniales (art. 637 quinter, Código Procesal), y al eventual pedido de rehabilitación (art. 635, Código citado), sino a todos los casos en que el status jurídico del causante, con posterioridad al dictado de la sentencia, sea asimilable a la situación de incapacidad de un mayor adulto o bien cuando las funciones asignadas por el juez al curador alcancen aspectos que redunden en la integridad personal del inhabilitado (del dictamen del Asesor de Menores de Cámara) (CNCiv., Sala D, 1990/11/29, “M. A. de B. M.”, La Ley, 1991-D, 376 DJ, 1991-2-739). TITULO III -- Alimentos y litisexpensas Recaudos Art. 638. -- La parte que promoviere juicio de alimentos deberá, en un mismo escrito: 1. Acreditar el título en cuya virtud los solicita. 2. Denunciar, siquiera aproximadamente, el caudal de quien deba suministrarlos. 3. Acompañar toda la documentación que tuviere en su poder y que haga a su derecho, de acuerdo con lo dispuesto en el art. 333. 4. Ofrecer la prueba de que intentare valerse. Si se ofreciere prueba testimonial, los testigos declararán en primera audiencia. 1. El juicio de alimentos El proceso de alimentos y litis expensas es parte integrante de los procesos de familia, y su objeto consiste en resolver la asistencia de alimentos que formula el actor. La petición, antes que un proceso contradictorio, es un juicio de contenido social, por eso la prestación de alimentos en el marco de las relaciones de familia debe buscarse en términos de solidaridad humana, y más precisamente en la necesidad de que todos quienes están ligados por lazos de sangre concurran a hacer posible el bien personal de los integrantes de la comunidad familiar a la que pertenecen. Como proceso tiene características especiales que se inician con el principio de unidad de conocimiento al determinar la competencia de los conflictos de familia en el juez o tribunal que toma intervención primera. El art. 13 inciso i, de la ley 23.898 establece que están exentas de tasa de justicia, las actuaciones derivadas de las relaciones de familia que no tengan carácter patrimonial, las demandas por alimentos y litisexpensas, y las atinentes al estado y capacidad de las personas. El proceso de alimentos no sólo es un proceso especial, sino sustancialmente tras la reforma hecha por la ley 25.488, un proceso sumarísimo, propiamente dicho, por lo que el conocimiento del juzgador es fragmentado y parcial antes que pleno. La implementación del juicio abreviadísimo y por audiencias, persigue la mayor simplicidad y celeridad del trámite, a tenor de la índole de las necesidades que tiende a satisfacer la propia obligación alimentaria en sí, y la correlativa urgencia del acreedor de los alimentos en obtener su cumplimiento. Se trata entonces de un proceso simplificado tanto en sus dimensiones temporales como formales. Además nos encontramos con una legitimación pasiva demarcada por quienes tienen la obligación de prestar alimentos en los términos del Código Civil; debe acreditarse el vínculo jurídico que permite el reclamo de alimentos, aportando el respectivo título alimentario; e indicarse con la mayor precisión posible, el caudal económico de quien debe suministrarlos, pues ello será una de las principales pautas para la fijación de la cuota, tanto provisional como definitiva. Con respecto a la prueba, se admiten todos los medios directos o indirectos; o de indicios sumados, o de presunciones exclusivamente, siempre que reúnan las condiciones de eficacia que le son propias aunque valoradas con criterio amplio, a favor de la pretensión del demandante (CNCiv, Sala A, 2002/06/10, "Z., S.R. c. B., H.A.", DJ 2002-2-1000). Deberá además acompañarse la fuente documental, y ofrecerse el resto de los medios probatorios, a tenor de lo normado en el nuevo artículo 333 del código ritual, aunque adaptando la urgencia de la prueba testimonial a tenor de lo dispuesto en el último párrafo del art. 638. 2. Características de la obligación alimentaria La obligación alimentaria surge de numerosas disposiciones del Código Civil, siendo el artículo 372 el que fija su alcance al determinar que “la prestación de alimentos comprende lo necesario para la subsistencia, habitación y vestuario correspondiente a la condición del que la recibe, y también lo necesario para la asistencia de las enfermedades”. La fuente más típica del deber alimentario en nuestro derecho, es el parentesco, aunque no resulta la única, porque puede alcanzar a las relaciones derivadas de la patria potestad (art.265, Código Civil, del matrimonio (art.198, mismo ordenamiento), de la donación (art.1837), del legado (art. 3790), de los contratos (arts.1137 y 2070) entre otros. Obviamente, la voz no se confunde con la finalidad de "ingestión" destina a la preservación del organismo -proviene de la voz latina alo alimentus, que significa nutrir- sino que comprende todas las prestaciones que hacen no sólo a la alimentación propiamente dicha, sino también a todas las demás circunstancias del desarrollo de la vida en comunidad a un nivel adecuado y aceptable. A los fines de fijar la cuota alimentaria, debe procurarse que los alimentados tengan cubiertas sus necesidades elementales, enumeradas en el artículo 267 del Código Civil, satisfechas de acuerdo con un nivel de vida razonable y decoroso (CNCiv, Sala K, 2002/02/28, "S., L.M. c. R.,L.A.", La Ley, 2002-B-468 – DJ 2002-1-688). El derecho alimentario es irrenunciable, aunque no alcanza a los ya devengados. La irrenunciabilidad del derecho a los alimentos contenida en el art. 374 del Código Civil comprende al derecho alimentario en sí y al derecho al cobro de las cuotas futuras, encontrándose viciada de nulidad absoluta la renuncia que contraviene dicha prohibición, en virtud del carácter de orden público de la norma implicada (CNCiv., Sala A, 1995/12/05, "B., G. c. V., N. D.", La Ley, 1996-B, 570). El mismo art. 374, en concordancia con lo dispuesto en el art. 825 del mismo ordenamiento, establece que la obligación de prestar alimentos no puede ser compensada con ninguna obligación. Este criterio legal se basa en el principio en virtud del cual no pueden ser compensados los créditos inembargables, pues la compensación supondría para el acreedor un pago forzado sin su voluntad o aquiescencia. Por eso, los gastos que pudo haber realizado el alimentante en beneficio de los menores deben considerarse como una simple concesión no autorizada, sin que proceda compensarlo con la cuota adeudada (CNCiv., Sala A, 1996/05/27, "S., M. V. c. A., S.", La Ley, 1997-E, 1080, J. Agrup., caso 12.103). Asimismo, y en orden a la misma fuente legal (art. 374, Código Civil), se agrega que los alimentos no pueden ser objeto de renuncia ni transacción. Otra característica de los alimentos es que son intransmisibles a los herederos (art. 498, Código Civil), y por actos entre vivos. Inclusive, se prohibe la cesión de alimentos futuros (art. 1453, Código Civil) 3. Requisitos Los requisitos para la existencia del derecho alimentario son señalados por el artículo 370 del Código Civil, que señala pues que “el pariente que pida alimentos, debe probar que le faltan los medios para alimentarse, y que no le es posible adquirirlos con su trabajo, sea cual fuese la causa que lo hubiere reducido a tal estado”. Además, entre otras disposiciones, el artículo 375 ordena un procedimiento sumario y que “desde el principio de la causa, o en el curso de ella, el juez, según el mérito que arrojaren los hechos, podrá decretar la prestación de alimentos provisorios para el actor, y también las expensas del pleito, si se justificare absoluta falta de medios para seguirlo”. En ambos casos, el cuadro sirve para establecer las condiciones de la pretensión y del procedimiento sucesivo. Mientras el actor debe demostrar el derecho y la necesidad; el Juez puede obrar preventivamente, y casi de manera cautelar, ordenar alimentos provisorios y conceder el beneficio de litigar a expensas del demandado. Las relaciones que se establecen entre ascendientes y descendientes, o entre marido y mujer, hacen nacer derechos y deberes recíprocos que la ley debe necesariamente tutelar, por ser una materia en que está implicado el orden público: a la obligación eventual de alimentos, corresponde la facultad de impedir la indigencia. En tal sentido, hay varias situaciones que analizar, por ejemplo, la del pródigo que, tras su ruina, queda a cargo de su familia, entendida aun con mayor amplitud a la legitimación que admite el art. 152 bis del Código Civil, ya que el art. 367 de dicho cuerpo legal autoriza la petición de alimentos también entre hermanos. La pretensión de los colaterales a que se les permita, incluso coercitivamente, visitar a sus parientes menores de edad, en contra de la voluntad del padre, no resulta acordada sino en favor de los hermanos (arg. arts. 367 y 376 bis). Dicho derecho se reconoce sin discrepancia en doctrina y jurisprudencia a los abuelos, aunque con las limitaciones que impone la ineludible necesidad de resguardar el desempeño de la autoridad paterna. Sin embargo, la pretensión alimentaria encuentra diferencias según quien los reclame. En efecto, hay tres supuestos a considerar: alimentos entre cónyuges, alimentos que peticiona el hijo menor, y alimentos entre parientes. 4. Alimentos entre cónyuges La competencia está prevista en el art. 6 inciso 3º, que resuelve la situación radicando el proceso ante el Juez que interviene en el divorcio, separación personal o nulidad del matrimonio, en el caso de estar iniciados, o después de ello, por la conexidad implícita. Esta solución difiere, en parte, con la que aporta el Código Civil, que parece indicar una competencia distinta según el proceso de divorcio haya o no terminado. Mientras unos sostienen que la jurisdicción que intervino conserva competencia para resolver las cuestiones que son proyecciones del matrimonio disuelto; otros piensan que el art. 228 inciso 2º del Código Civil abre opciones porque el proceso principal es el juicio de alimentos. Por eso, si no se plantea la pretensión por alimentos en forma autónoma o principal (art. 228, inc. 2º "in fine", Cód. Civil), sino que se pretende, por ejemplo, una intimación a cumplir la cuota alimentaria oportunamente establecida y que se eleve la misma, no corresponde hacer uso de la opción para elegir la jurisdicción donde deducir el reclamo por alimentos. Criterio éste que concuerda con la doctrina de la Corte Suprema Nacional en cuanto sostiene que siendo notoria la conexión directa entre dos causas sucesivas, la tramitación de la primera prorroga la jurisdicción personal distinta que pudo invocarse en la segunda. A ello cabe agregar que el superior tribunal también ha decidido que los tribunales que fijaron la suma que el esposo debía pasar a su cónyuge en concepto de alimentos, son los competentes para conocer de la demanda deducida después con el objeto de obtener el aumento de ella. Respecto al objeto procesal, el art. 198 y sus concordantes del Código Civil, señalan genéricamente que los esposos se deben mutuamente asistencia y alimentos, sin que esto signifique apartarse de las modalidades y desenvolvimiento de cada matrimonio. El principio de igualdad en la obligación de asistencia que parte de esta norma, debe correlacionarse con el art. 370 del mismo ordenamiento, morigerándose el presupuesto en que se funda cuando la cónyuge se ha desempeñado únicamente en la casa, impidiendo así su perfeccionamiento en orden a la obtención de los recursos necesarios para su subsistencia. Se ha dicho que, las distintas funciones que los cónyuges se hayan atribuido durante el matrimonio, serán las que decidirán el modo en que se aplicará el art. 198 del Código Civil una vez cesada la cohabitación. Dado que tales funciones no se desligan de ciertos roles de la mujer que perduran más allá del cambio legislativo operado por la ley 23.515 (Adla, XLVIII-B, 1535), si la esposa se dedicó al cuidado y conservación del hogar, con la obvia restricción que ello produce en las posibilidades laborales, en tanto el marido era quien efectuaba los aportes económicos, el mismo deberá contribuir al mantenimiento de su cónyuge, a cargo de la cual se encontrará la carga de acreditar de algún modo el esquema funcional del matrimonio (CNCiv.,1994/05/04, "A. de C., A. M. c. C., J. M.", La Ley,1995-D, 39, con nota de Alberto Jorge Gowland). Durante la tramitación del juicio de divorcio se mantiene el deber alimentario entre los cónyuges. Por ello, y en virtud del principio de igualdad comentado, se impone a la interesada la prueba de los roles desempeñados por las partes durante la convivencia, para que el juez determine el aporte que debe realizar el emplazado para permitir a la actora mantener, en principio, el nivel económico gozado, mediante una adecuada aplicación de las pautas enumeradas en el art. 207 del Código Civil (CNCiv., Sala A, 1997/03/21, "M., S. R. y otros c. T., L. A.", La Ley, 1998-B, 915, J. Agrup., caso 12.456). Inclusive, el deber de asistencia entre esposos se conserva en la separación de hecho. 5. Alimentos del hijo menor En el caso de una demanda por alimentos, por su propia naturaleza, de carácter personal, a los fines de la competencia se debe regir la cuestión por las directivas que surgen del art. 5º, inc. 3º del Código Procesal. Aun cuando la obligación alimentaria respecto de los hijos pesa sobre ambos progenitores, sin que la ley efectúe distingos entre padre y madre al establecerla, es frecuente que, quien ejerce la tenencia, desempeñe las tares de conducción de la vida doméstica, que no sólo abarcan la de la casa, sino también los multiples aspectos de la vida de los hijos. Todo ello debe ser tenido en cuenta ya que también contribuye a los alimentos de la prole, entendiendo el concepto con la amplitud con que debe interpretarse el art. 267 del Código Civil, criterio que cabe extender a los aportes en especie de quien tiene a su cargo la tenencia de los hijos, comprensivo de distintos rubros, fijos y permanentes, de cuyo pago no puede sustraerse durante el tiempo que los menores están con el otro progenitor (CNCiv., Sala L, 1996/04/22, "Ll., M. I. c. Q., C. A.", La Ley, 1997-E, 1078, J. Agrup., caso 12.090) Los progenitores tienen el deber de aportar los medios necesarios para que sus hijos satisfagan sus necesidades de manutención, vestido, habitación, asistencia, gastos por enfermedad, esparcimiento y educación (art. 267, Código Civil), obligación impuesta no sólo por la ley, sino también por el propio orden natural que los constriñe a arbitrar los medios necesarios para satisfacer adecuadamente tales requerimientos (CNCiv., Sala F, 1995/08/24, "P., E.M. y otro c. T., J. C.", 38.480-S, La Ley, 1996-B, 711). El deber alimentario se concreta aun más, cuando se observa que el que corresponde a la madre (arts. 264 inc. 1º; 265 y 267, Cód. Civil), se compensa en gran medida con la tenencia del menor, debido a los gastos cotidianos que tal situación irroga, ello no la releva de efectuar sus aportes, máxime cuando posee título profesional (CNCiv., Sala K, 1995/12/28, "D'A., O. M. c. M., J. H.", La Ley, 1996-C, 494). El régimen legal vigente otorga a la mujer una virtual equiparación de derechos y deberes con relación al hombre, dejando de lado la concepción tuitiva que regía anteriormente. Es así que, en materia alimentaria, los arts. 264, inc. 1º, 265 y 267 antes citados, dejan ver con claridad que el deber de manutención corresponde por igual a ambos progenitores y, aun cuando en el caso de la madre dicha obligación se compensa, en parte, con la atención de los menores, ello de por sí no la releva totalmente de su deber de aporte. La cesación del deber alimentario particular de los padres en favor de los hijos se produce de pleno derecho cuando estos alcanzan la mayoría de edad. En tales circunstancias, los hijos mayores de edad o emancipados sólo podrán reclamar la prestación alimentaria en los términos y bajo las condiciones impuestas por el art. 367 de la ley sustancial. 6. Alimentos entre parientes El vínculo jurídico determinante del parentesco establece una verdadera relación alimentaria que se traduce en un vínculo obligacional de origen legal, que exige recíprocamente de los parientes una prestación que asegura la subsistencia del pariente necesitado (art. 367, Código Civil). El orden establecido por esta disposición, impone la prueba de una condición suspensiva, cual es la imposibilidad de cumplir la prestación alimentaria -medida en términos objetivos- por el obligado principal (CNCiv., Sala A, 1997/05/29, "F., S. C. y otro c. R. I., A. y otro", La Ley, 1997-E, 629). Esto supone, también, que la obligación de prestar alimentos es sucesiva, y el pariente más cercano está más obligado que el de un grado posterior. Naturalmente no puede ser entendido en el sentido de que el primero está comprometido a todo y el último a nada, sino que tiene por intención lograr que haya una suerte de obligado principal, y que sólo en caso de que éste no pueda satisfacer total o parcialmente las necesidades de los alimentados, deba concurrir el posterior, en ayuda de aquellos. En consecuencia, del análisis conjunto de los arts. 367, a 370 del Código Civil se desprenden los requisitos necesarios para que nazca la obligación alimentaria; el vínculo de parentesco y la necesidad del alimentado, a los que cabe agregar la capacidad económica del alimentante. Se ha indicado que, acorde con el art. 367, los parientes legítimos se deben alimentos en el orden siguiente: el padre, la madre y los hijos. Esta obligación legal, que para algunos tratadistas cuando es cumplida "voluntariamente" sólo constituye una obligación natural, requiere la existencia de dos condiciones; una, el vínculo de parentesco; la otra, la necesidad del alimentado. Es obligación recíproca entre los parientes designados por la norma cualquiera sea su edad (del voto en disidencia del doctor Cifuentes) (CNCiv., Sala C, 1979/04/24, "D. C. P., I. D.", La Ley, 1979-D, 206 con nota de Gustavo A. Bossert). Ahora bien, dado que el orden legal de los parientes obligados a la prestación alimenticia, prevista en el art. 367, es sucesivo o subsidiario y no simultáneo, la obligación de los abuelos respecto de sus nietos es subsidiaria, por tanto el progenitor que la reclama debe justificar la insuficiencia de sus recursos y los del otro, o bien la imposibilidad de suministrar los alimentos para poder reclamarlos a los primeros (CNCiv., Sala C, 1997/04/17, "C., A. y otros c. T. de S., E.", La Ley, 1998-D, 934, J. Agrup., caso 13.067). Por eso, resulta procedente el reclamo de alimentos a la abuela paterna de los menores, toda vez que ella se encuentra obligada subsidiariamente a la manutención de los mismos, carga ésta que procede mientras se demuestre que el responsable principal, padre de aquéllos, se ve imposibilitado de cumplir con ese deber y, además, que resulta insuficiente el nivel de ingresos de la madre, o que la misma se encuentra imposibilitada de procurarse los medios necesarios para cubrir los requerimientos más urgentes de sus hijos (CNCiv., Sala A, 1994/03/10, "C. S., S. A. y otros c. S. V. L.", La Ley, 1994-C, 43. - DJ, 1994-2-292). En definitiva, la carga alimentaria de los abuelos con relación a sus nietos, no es opcional, sino que es una obligación expresamente legislada en el art. 367 del Código Civil, que establece un orden en que los parientes legítimos se deben alimentos. Así, la madre que reclama a los abuelos de sus hijos la obligación alimentaria prevista debe demostrar o bien debe surgir de las circunstancias del caso que el padre no puede sostener a aquéllos. Pero, no puede exigírsele que agote una serie de pasos formales si las circunstancias demuestran que serán inútiles, sino que debe al menos alegar la convicción de que no existe otro remedio que condenar a los abuelos (CNCiv., Sala C, 1997/04/17, "C., A. y otros c. T. de S., E.", La Ley, 1998-D, 932, J. Agrup., caso 13.050). 7. Caudal económico del alimentante Cuando no es posible acreditar el caudal económico del alimentante mediante prueba directa de sus entradas, debe estarse a lo que resulta de la prueba indiciaria, valorando su situación a través de sus actividades y sistema de vida, posición económica y social. Para la fijación del "quantum" de la cuota alimentaria no es necesaria la prueba exacta de los ingresos del alimentante, sino que debe tenerse en cuenta, para inferir aproximadamente su caudal económico, la que emana de presunciones fundadas en hechos reales, probados, que permitan arribar a una conclusión al respecto, apreciándolos con un criterio amplio, favorable a la prestación que se persigue. Cuando la fuente de los ingresos del obligado a la prestación es el sueldo o la jubilación que recibe por su trabajo en relación de dependencia, la cuota alimentaria debe variar en la misma proporción en que lo hace el importe de dicha remuneración, ya que lo contrario implicaría tanto como disminuir las pensiones reales sin prueba de una pareja disminución del caudal del obligado, debiendo conservarse la relación originaria entre pensión e ingreso, salvo que nuevas circunstancias aconsejen lo contrario. Se ha dicho que, las acciones percibidas como honorarios deben incrementar el caudal propio del demandado si no tiene explicación la acumulación de honorarios sobre honorarios que resulta del análisis de la pericia y demás elementos de autos (actas de Directorio y declaración jurada), en las cuales aparecen enumerados los pagos del actor y a su primo en carácter de sueldos, además de los aludidos honorarios, sin que aparezcan efectuadas gestiones que por su carácter requirieron compensaciones adicionales y mucho menos confiscatorios del capital social de dos de los otros directores coincidentemente los padres de los beneficiarios, en cuyo sentido es importante destacar que el capital social de la madre del demandado, que era de un 22, 34 %, después de tales erogaciones se redujo a un 5, 88 %. (En el caso se consideró que bajo un acto simulado -pago de honorarios- se había tratado en realidad de favorecer gratuitamente y por razones de familia al accionado, estableciendo en consecuencia que las acciones aludidas no constituían bienes gananciales sino propios) (CNCiv., Sala A, 1980/08/14, "S. A., M. C. c. C., R.", La Ley, 1981-A, 310 -JA, 981-II-49). Audiencia preliminar Art. 639. -- El juez, sin perjuicio de ordenar inmediatamente las medidas probatorias que fueren solicitadas, señalará una audiencia que tendrá lugar dentro de un plazo que no podrá exceder de diez días, contado desde la fecha de la presentación. En dicha audiencia, a la que deberán comparecer las partes personalmente y el representante del ministerio pupilar, si correspondiere, el juez procurará que aquéllas lleguen a un acuerdo directo, en cuyo caso, lo homologará en ese mismo acto, poniendo fin al juicio. 1. Traslado de la demanda La singularidad del proceso especial de alimentos, muestra su concentración y celeridad al omitir el traslado de la demanda y el emplazamiento propiamente dicho, para ordenar el comparecimiento a la audiencia preliminar que establece el art. 639, que deberá adaptarse a las nuevas reglas del art. 360, en orden a lo dispuesto por el art. 360 ter. La citación se debe hacer por cédula o acta notarial, acompañando copia de la demanda y de los instrumentos agregados con ella. Se debe hacer constar el apercibimiento en caso de incomparecencia. Las partes deben concurrir al acto, que para el demandado será la primera actuación útil para ejercer su derecho de defensa. La presencia personal es un requisito ineludible, constituyendo un supuesto excepcional en la práctica del Código Procesal analizado, que ha dejado en el procedimiento escrito toda respuesta a las pretensiones entabladas. Sin embargo, el ejercicio de la defensa está limitado a pocas cuestiones, porque el proceso sufre variaciones en dos sentidos. Primero, porque el juicio de alimentos es un proceso especial con reglas propias; y segundo, porque al tener que adaptarse al juicio por audiencias de tipo sumarísimo, no podrá deducir excepciones de previo y especial pronunciamiento (salvo que sean manifiestas), ni reconvenir; tampoco podrá recusar al magistrado (art. 14, párrafo final, Código Procesal). El carácter subsidiario de la obligación alimentaria no obsta a que, en un mismo proceso, se demande al principal obligado y se intente, paralelamente, acreditar los extremos que tornan viable la demanda de alimentos contra los parientes. Admitir lo contrario, redundaría únicamente en perjuicio de los reclamantes, quienes, luego de atravesar todo un proceso, con el insumo de costos y el tiempo que ello irroga, deberían promover uno nuevo, cuando ello se podría haber tramitado en un sólo expediente, todo lo cual adquiere mayor peso, al tratarse de la satisfacción de las necesidades básicas que la prestación está destinada a satisfacer (CNCiv., Sala B, 1996/02/23, "S., M. c. A., P.", La Ley, 1997-E, 1078, J. Agrup., caso 12.08). No obstante la ausencia de traslado de la demanda, en ciertas situaciones se ha dicho que, si bien la resolución que fija una cuota provisoria de alimentos participa de algunos caracteres de las medidas cautelares, nada impide la apertura de un debate sumario con traslado a la contraparte (C.Civ.Com.Lab. y Paz, Curuzú Cuatiá, 1999/02/09, "Q., B. M. c. M., C. A.", LL Litoral, 2000-968). En realidad, el proceso de alimentos no es una suerte de panacea que cure o de satisfacción a cualquier apetito que se presente, por cuanto el establecimiento de la pensión no es mero corolario de la interposición de la respectiva demanda, sino que constituye la culminación o síntesis de la ponderación de las circunstancias determinantes y conducentes traídas a conocimiento, pero dentro del marco sustancial y formal del derecho aplicable, valoración a la que no son ajenas la prudencia y la objetividad, especialmente cuando la primera descansa, preponderantemente, en la segunda (CNCiv., Sala D, 1984/02/15, "S. de G. M. y otros c. G. A. F. F.", La Ley, 1984-B, 125 ED, 109). Por ello, como toda demanda deberá ajustar su forma a lo previsto en el art. 330 y 638, sin perjuicio de tener que transitar previamente por la etapa de mediación. 2. Contestación de la demanda El demandado por alimentos puede contestar la demanda con anterioridad o en el mismo día de la audiencia del art. 639 del Código Procesal, pues si la ley le permite la prueba, es obvio que también autoriza la alegación de los hechos y el derecho que esa prueba está dirigida a demostrar (CNCiv., Sala C, 1989/10/11, "S., de P., D.M. y otro c. P., A.W.", La Ley, 1990-A, 354). Sin embargo, no es ésta una posición aceptada en forma unánime, porque existen tribunales de familia que, privilegiendo la sustanciación oral, le quitan la posibilidad de contestar por escrito (v.gr.: C.Apel., Quilmes, Sala I, causa 1269, reg. Int. 221/97, en Morello, Sosa y Berizonce, Códigos Procesales..., tomo VII-A, Editorial Platense-Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1999, pág. 313). Podrá, asimismo, plantear excepciones que se vinculen con presupuestos sustanciales para la constitución regular del proceso (v.gr.: incompetencia, falta de personería o defecto legal), o defensas perentorias como el pago, la litispendencia o la cosa juzgada. Se ha dicho que, si de los términos del escrito inicial no surge claramente expresado si los alimentos se reclaman para la esposa o para el hijo o para ambos y como el demandado alega la falta de legitimación, materia indudablemente vinculada con el derecho al reclamo, es indispensable conocer claramente cuál es el alcance de la demanda en cuanto al titular del derecho que se intenta ejercitar. Por ello, corresponde acceder a la excepción de defecto legal, debiendo fijarse el plazo de 10 días para que la actora aclare en el caso para quién son los alimentos que reclama (CNCiv., Sala C, 1980/09/03, "P. de M., C. B. c. M., O. O.", La Ley, 1980-D, 477). En cuanto a la prueba, solamente puede el demandado ofrecer instrumental que acompaña en la audiencia (o con al contestar por escrito la pretensión, si es antes de su celebración), e informativa supeditada a que el diligenciamiento y la producción se concrete antes de que venza el plazo para dictar sentencia (art. 644). 3. Audiencia de conciliación Las partes deben concurrir personalmente, debiendo hacer lo propio el representante del Ministerio Pupilar en el caso de que alguna parte fuese menor. El objetivo de la audiencia preliminar es procurar la conciliación directa sobre los alimentos, que a diferencia del acuerdo logrado en mediación, se debe homologar en el acto constituyéndolo, así, en título ejecutorio. El convenio homologado judicialmente tiene el mismo valor que la sentencia dictada en juicio sumario de alimentos, siendo posible, incluso, su ejecución judicial. Por tanto, dada su similar naturaleza, corresponde aplicar analógicamente el art. 644 que, respecto de los efectos de la sentencia en juicio de alimentos, dispone que los mismos se deben desde la fecha de interposición de la demanda (CNCiv., Sala B, 1989/05/04, "I., R. E. c. B., P.", La Ley, 1989-D, 182). Si entre las partes no hay acuerdo, quedará latente la contestación que por escrito haya formulado el alimentante, inclusive hasta ese mismo momento, de la demanda instaurada, ordenándose en su caso, la producción de la prueba por aquél ofrecida (CNCiv, Sala C, 1989/10/11, DJ 1990-2-256). En este sentido, cabe resaltar que el demandado se encuentra por demás restringido en su defensa, habida cuenta la celeridad que inspira y gobierna este proceso especial. Incomparecencia injustificada del alimentante. Efectos Art. 640. -- Cuando, sin causa justificada, la persona a quien se le requieren alimentos no compareciere a la audiencia prevista en el artículo anterior, en el mismo acto el juez dispondrá: 1. La aplicación de una multa, a favor de la otra parte, que fijará entre pesos ciento cincuenta mil ($ 150.000) y pesos tres millones ($ 3.000.000) y cuyo importe deberá depositarse dentro de tercero día contado desde la fecha en que se notificó la providencia que la impuso. 2. La fijación de una nueva audiencia que tendrá lugar dentro de quinto día, la que se notificará con habilitación de día y hora, bajo apercibimiento de establecer la cuota alimentaria de acuerdo con las pretensiones de la parte actora y lo que resulte del expediente. 1. Justificación de la incomparecencia La parte que deja de concurrir a la audiencia tiene sanciones diversas. Si la inasistencia es del requirente de alimentos se aplica el art. 641, que impone una nueva audiencia con el apercibimiento de tenerlo por desistido de la pretensión si resiste nuevamente la presencia al acto; en cambio, de ser el requerido de alimentos quien no comparece, las consecuencias inmediatas son: a) la aplicación de una multa procesal en favor de la actora, y b) la fijación de una audiencia. La ley, conforme a la brevedad de los plazos que se establecen en los arts. 639 y 640, tiende a asegurar la rapidez del proceso en el juicio de alimentos, la que se vería seriamente comprometida si el obligado se sustrayera, sin causas valederas, a la comparecencia exigida en dichos artículos (CNCiv., Sala A, 1996/05/06, "R., G. c. T., V.", La Ley, 1996-D, 769 DJ, 1996-2-1025). Estas decisiones se deben notificar por cédula, siendo menester comunicar ambas resoluciones en la misma cédula, la cual se diligencia con habilitación de días y horas inhábiles, y con el apercibimiento de establecerse una cuota alimentaria de acuerdo con las pretensiones de la actora y lo que resulte de las constancias del expediente (cfr. Kielmanovich, ob. cit., pág. 71). Por cierto, la concurrencia a la audiencia del eventual obligado a la prestación alimentaria, le permitiría ejercer su derecho de defensa, sustrayéndolo de las consecuencias desfavorables que podría ocasionarle el asumir una actitud diferente. 2. Multa procesal La multa prevista en el art. 640 es una aplicación concreta de la norma genérica del art. 45 de ese cuerpo legal, en la cual se objetiva la malicia, imputándola sin admitir prueba en contrario, cuando se dan los extremos mentados en la norma: incomparecencia y falta de causa que la justifique. Así, en esas condiciones, se presume la intención del demandado de dilatar el trámite y se le aplica una sanción pecuniaria en beneficio de la perjudicada con la demora (CNCiv., Sala A, 1996/05/06, "R., G. c. T., V.", La Ley, 1996-D, 769 - DJ, 1996-2-1025). De todas maneras, la circunstancia de que no se hubiera consignado en la providencia que fijó la audiencia en un juicio de alimentos que se trataba del comparendo que prevé el art. 640, inc. 2°, no se invalida el pronunciamiento si las notificaciones dejan constancia del carácter del emplazamiento. 3. Alimentos inmediatos tras la ausencia La renuencia al acto conciliatorio se observa como un reconocimiento implícito al derecho del requirente. Y para ello no bastan excusas o argumentos vinculados con la separación de hecho o la situación económica del que pide alimentos. Inclusive, aun cuando la situación no encuadre en el presupuesto del apercibimiento contenido en el art. 640, inc. 2° "in fine", esto es de fijarse la pensión acorde a la pretensión deducida y a lo que resulte de autos, comprobada la procedencia del reclamo no es razonable que el requerido, con el simple expediente de sustraerse del hogar conyugal y desaparecer del ámbito que otrora frecuentaba, pueda frustrar, aun parcialmente, las legítimas expectativas asistenciales de la esposa que se originan en responsabilidades adquiridas con la celebración del matrimonio. De todos modos, el Juez debe controlar la exigencia alimentaria para evitar que sean exorbitantes o alcancen proporciones suntuarias que, "prima facie", manifestarían un exceso en la sentencia dictada en ausencia. Incomparecencia injustificada de la parte actora. Efectos Art. 641. -- Cuando quien no compareciere sin causa justificada a la audiencia que prevé el art. 639 fuere la parte actora, el juez señalará nueva audiencia, en la misma forma y plazo previstos en el artículo anterior, bajo apercibimiento de tenerla por desistida de su pretensión si no concurriese. 1. Nueva audiencia La justificación de la incomparecencia es discrecional del Juez, tanto en el presente como en el supuesto del artículo anterior. Solamente que se es más exigente con el requerido que respecto al demandante. Si fuese el actor el ausente a la audiencia preliminar, obsérvese que la obligación es proveer una nueva audiencia que tiene que celebrarse dentro del plazo de cinco días siguientes. La urgencia lleva a notificar el acto por secretaría y con habilitación de días y horas inhábiles, consignando en el texto de la cédula el apercibimiento de considerar el abandono del proceso si reitera la ausencia, sin que ello configure un impedimento para que pueda promover un juicio posterior, aun fundado en idénticos hechos (art. 374,Código Civil). El art. 641 no rige para la vía incidental del incremento de la cuota alimentaria, pues en este caso no gravitan con igual intensidad los motivos de urgencia y necesidad que caracterizan a los alimentos que otorga, con carácter originario, el pronunciamiento a que alude la referida disposición legal, por lo cual la retroactividad se detiene en la fecha de notificación del traslado de al solicitud de aumento. Incomparecencia justificada Art. 642. -- A la parte actora y a la demandada se les admitirá la justificación de la incomparecencia por una sola vez. Si la causa subsistiese, aquéllas deberán hacerse representar por apoderado; bajo apercibimiento de lo dispuesto en los arts. 640 y 641, según el caso. 1. Justificación del incomparendo Queda al prudente arbitrio judicial, la apreciación de determinar si las inasistencias de una u otra parte, a sendas audiencias que se señalen, son justificadas o no. De todos modos, si tenemos en cuenta que uno de los objetivos perseguidos con la norma del artículo 639, es justamente la presencia personal de los protagonistas del conflicto, a los fines de intentar lograr un mecanismo directo de autocomposición, su eventual ausencia no podría ir en detrimento del objetivo perseguido, por lo que un representante convencional podría sustituir a aquéllos en el sostenimiento de su respectivas pretensiones. Si la ausencia a la primera audiencia fuese de ambas partes, el Juzgado tendría que dictar una providencia correspondiente con los respectivos apercibimientos, pese a que la autorizada voz de Palacio interpreta que la comunicación de la nueva audiencia debiera estar sin apercibimiento para ninguna de las partes (Derecho Procesal Civil, tomo VI, cit., pág. 535). Kielmanovich comparte nuestro criterio y agrega que, cuando la parte que asistió a la primera audiencia no queda relevado de concurrir a la segunda, porque su incomparecencia en este contexto no podría dar lugar, sin embargo, a la aplicación de la multa y apercibimiento contenidos en el art. 640, sino que debería fijarse, por el contrario, una nueva a iguales fines (ob. cit., pág. 73). Intervención de la parte demandada Art. 643. -- En la audiencia prevista en el art. 639 el demandado, para demostrar la falta de título o derecho de quien pretende los alimentos, así como la situación patrimonial propia o de la parte actora, sólo podrá: 1. Acompañar prueba instrumental. 2. Solicitar informes cuyo diligenciamiento no podrá postergar, en ningún caso, el plazo fijado en el art. 644. El juez al sentenciar valorará esas pruebas para determinar el monto de la pensión, o para denegarla, en su caso. 1. Contestación de la demanda El Código Procesal ha previsto un procedimiento especial en el juicio sobre alimentos, tendiente a agilizar el trámite a fin de procurar una solución rápida por la urgencia en satisfacer las necesidades que este tipo de reclamo intenta cubrir. Estos trámites han sido legislados en beneficio del alimentado, como puede apreciarse en la limitada actuación que el art. 643 otorga al demandado y en lo dispuesto por el art. 644, en el sentido de que el juez deberá dictar sentencia una vez producida la prueba ofrecida por la actora. Pero, no puede extraerse del art. 643 una prohibición para contestar la demanda, siempre que este acto se realice con anterioridad al mismo día de la audiencia del art. 639 del citado Código. La intervención del demandado tiene por objeto "demostrar la falta de título a derecho de quien pretende alimentar", y si la disposición legal le permite la prueba, es obvio que también autoriza la alegación de los hechos y el derecho que esa prueba está dirigida a demostrar. La comparecencia a la audiencia convocada por el art. 639 fija el límite del plazo para el ofrecimiento de prueba documental y de las demás que intente el demandado hacer valer como argumentos contrarios al pedido de alimentos impetrado. En suma, si bien no existe contestación de la demanda, al permitir que se produzcan medios probatorios, el acto de defensa probatoria se enmarca en hechos modificatorios de los propuestos, circunstancia que permite concretar la bilateralidad y contradicción entre las partes. En este sentido se apunta que, la disposición que se comenta no impide la contestación a la demanda en cuanto autoriza a la parte demandada a fundar su defensa en los hechos y en el derecho que invoque y a producir la prueba correspondiente que se encuentre vinculada con el título o derecho del reclamante o la situación patrimonial de ambas partes (CNCiv., Sala B, 1988/11/24, "R. de K., Y. c. K., J.", La Ley, 1990-A, 430, con nota de Pedro Di Lella). La limitación probatoria que está implícita en la norma, no debe conducir a frustrar o desnaturalizar el derecho de defensa del alimentante. Por eso, si bien la norma contenida en el art. 643, limita la prueba del demandado en la audiencia preliminar la instrumental e informativa, la doctrina en general, ha entendido que ello no significa que el alimentante no puede ejercer su defensa a través de otros medios probatorios, siempre y cuando sean susceptibles de diligenciarse en la audiencia o dentro del plazo fijado por el art. 644 del mismo cuerpo legal (CNCiv., Sala A, 1984/03/05, "S. de P., Z. c. P., I.", La Ley, 1984-C, 641, J. Agrup., caso 5279). El plazo para el cumplimiento es un término acotado a las circunstancias de la causa, y por ello deviene inapelable la denegatoria opuesta contra el auto que rechaza las pruebas ofrecidas. En este sentido, se ha dicho que corresponde desestimar la apelación interpuesta contra la decisión del a quo que declara inadmisible la prueba de confesión y de testigos ofrecida por el demandado en juicio de alimentos, pues la limitación del derecho de defensa impuesta por el art. 643 se justifica en la especial urgencia que la fijación de la cuota requiere y tiene por objeto no desvirtuar la naturaleza sumaria de tales juicios (CNCiv., Sala A, 1994/05/16, "R., L. M. c. G., J. M.", inédito). Sin embargo -dice Kielmanovich-, también se ha admitido, cierto que excepcionalmente, el ofrecimiento de la prueba luego de la celebración de la audiencia preliminar, si en oportunidad de llevársela a cabo el demandado dejó constancia de que haría uso en un plazo de cinco días -que no se juzgó excesivo-, máxime teniendo en cuenta que la parte actora dejó transcurrir al mismo sin requerir ninguna medida tendiente a que se diera por decaído el derecho de ejercer la facultad que se había reservado el demandado (CNCiv., Sala E, 1986/12/23, "P., L. D. y otro c. N., J. C.", La Ley, 1987-B, 300, ob. cit., pág. 64). 2. Prueba y conducta procesal Se ha observado que, cuando el demandado insiste en que no es hombre de fortuna y se explaya sobre el bajo nivel que dice llevar y acerca de su imposibilidad fáctica de cubrir la responsabilidad, en la medida en que no señala en concreto, con suficiente respaldo probatorio a que lo habilita el art. 643, cuáles son los medios económicos con que cuenta, los agravios se mantienen en un plano puramente teórico y no bastan para desvirtuar las presunciones que tradicionalmente benefician a la parte más débil de la relación, que es la reclamante por asistencia. En efecto, se evidencia en la conducta procesal del alimentante una auténtica claudicación en su obligación de colaborar en la indagación y esclarecimiento de las circunstancias relevantes de la causa, pues en líneas generales se ha aferrado a una negativa que no contribuye al mejor desenlace de la controversia y que, por ende, no puede beneficiarlo en sus consecuencias, máxime si se repara en la enorme trascendencia de los intereses debate (CNCiv., Sala D, 1984/11/29, "V. de G. P., A. y otro c. G. P., J. M.", La Ley, 1985-B, 575, J. Agrup., caso 5407). Por tanto, en virtud de lo preceptuado por el inc. 2° del art. 643, el alimentante deberá acreditar el monto de sus haberes en relación de dependencia y, asimismo, denunciar en forma concreta y detallada cualquier otro ingreso o renta que pudiere percibir, con indicación precisa de su fuente de origen, acompañando las constancias demostrativas de los mismos. Sentencia Art. 644. -- Cuando en la oportunidad prevista en el art. 639 no se hubiere llegado a un acuerdo, el juez, sin necesidad de petición de parte, deberá dictar sentencia dentro de cinco días, contados desde que se hubiese producido la prueba ofrecida por la parte actora. Admitida la pretensión, el juez fijará la suma que considere equitativa y la mandará abonar por meses anticipados, desde la fecha de interposición de la demanda. Las cuotas mensuales a que se refiere este artículo, como también las suplementarias previstas en el siguiente, devengarán intereses desde la fecha fijada en la sentencia para el pago de cada una de ellas. 1. Falta de acuerdo La falta de acuerdo en la audiencia prevista en el artículo 639, provoca la continuación del proceso, estableciéndose un breve período destinado a la producción de la prueba ofrecida. En alguna oportunidad se ha deducido la inconstitucionalidad de este precepto, habiendo dicho la Corte que, el planteamiento del apelante en relación a que el art. 644 del Código Procesal, en cuanto limita a la fecha de interposición de la demanda el efecto retroactivo de la sentencia de alimentos, restringe arbitrariamente derechos de tutela legal y constitucional, implica sostener la inconstitucionalidad de dicho artículo, lo que resulta extemporáneo en razón de no haberse propuesto la cuestión a la decisión de los tribunales inferiores, no revistiendo la sentencia impugnada carácter definitivo a los efectos del art. 14 de la ley 48 (Adla, 1852-1880, 634), pues ha sido dictada en un juicio sumario que no impide el replanteo de la cuestión en un proceso de conocimiento amplio (CS,1993/05/11, "P. M. R. c. T., N. A.", ED, 158-544 - JA, 1995-II-43). Cumplida la etapa de prueba, de oficio o a pedido de parte debe el Juez dictar sentencia en el plazo de cinco días. De admitir la pretensión fijará la suma de la cuota alimentaria y mandará pagar las mensualidades atrasadas desde la fecha de la interposición de la demanda. Si la demanda se hubiera basado en un convenio homologado judicialmente, tiene el mismo valor que la sentencia dictada en el juicio de alimentos, siendo posible, incluso, su ejecución judicial. Por tanto, dada su similar naturaleza, corresponde aplicar analógicamente el criterio que, respecto de los efectos de la sentencia en juicio de alimentos, dispone que los mismos se deben desde la fecha de interposición de la demanda. 2. Mediación Con respecto a la fecha a partir de la cual los alimentos son debidos, y siendo que el art. 644 no fue modificado, se ha puesto en duda el tiempo que se debe aplicar teniendo en cuenta que la pretensión se entabla, primeramente, ante el mediador, conforme las previsiones de la ley 24.573. Por ello, algunos han sostenido que, cuando el reclamante simplemente formaliza una pretensión, que no constituye técnicamente una demanda, no corresponde considerar la retroactividad que establece el art. 644, pues para que el mismo se aplique debe entenderse la iniciación del proceso judicial (CNCiv., Sala A, 1997/09/09, "C., N. c. R., C. J.", La Ley, 1997-F, 983, J. Agrup., caso 12.216). Sin embargo, estimamos que en los procesos de alimentos, y a los efectos de armonizar lo dispuesto en el art. 644 con el contenido de la ley de mediación, el cómputo del plazo para el pago de la cuota de alimentos debe comenzar con la prestación del formulario de mediación. En este sentido, se dice que para una aplicación razonable de las previsiones del art. 644 con las normas posteriores de ley de mediación obligatoria, conducen a establecer que la cuota alimentaria fijada debe tener vigencia a partir del inicio del proceso de mediación y no desde la interposición de la demanda (CNCiv., Sala H, 1998/06/04, "S. J., A. B. M. c. G., J.", La Ley, 1999-B, 441, con nota de Susana Luisa Fernández e Ida Ariana Scherman). Ahora bien, si la sentencia omitiera decidir lo relativo a la época a partir de la cual debe oblarse la nueva cuota alimentaria no obsta a que se lo haga después, si sobre el punto no medió cosa juzgada que impida hacerlo, máxime cuando el art. 644 exige un pronunciamiento concreto sobre el punto (CNCiv., Sala E, 1980/06/10, "K. de R., S. c. R., L.", La Ley, 1981-A, 33). Así también, se afirma que el criterio de que admitida la pretensión de reducción o cesación de la cuota alimentaria dicho pronunciamiento opera retroactivamente con relación a las cuotas devengadas y no percibidas por la beneficiaria, se adecúa al art. 644, cuando, para el caso inverso -el de fijación de la pensión-, dispone que su pago debe hacerse efectivo desde la interposición del incidente no a partir de la fecha de la sentencia. Adviértase que la imposición de los alimentos deriva del análisis de las necesidades del peticionante y las posibilidades económicas del obligado que, evaluadas por el sentenciante, conducen a establecer conforme a ellas el respectivo monto. Por consiguiente, cuando el examen de esas mismas circunstancias fácticas, lleva al juzgador a disponer la cesación de la prestación, no existe razón alguna para adoptar una solución diversa (CNCiv., Sala F, 1985/04/23, "De A. de M., B. S. c. M., R.", La Ley, 1985-C, 633). Alimentos atrasados Art. 645. -- Respecto de los alimentos que se devengaren durante la tramitación del juicio, el juez fijará una cuota suplementaria, de acuerdo con las disposiciones sobre inembargabilidad de sueldos, jubilaciones y pensiones, la que se abonará en forma independiente. La inactividad procesal del alimentario crea la presunción, sujeta a prueba en contrario, de su falta de necesidad y, con arreglo a las circunstancias de la causa, puede determinar la caducidad del derecho a cobrar las cuotas atrasadas referidas al período correspondiente a la inactividad. La caducidad no es aplicable a los beneficiarios menores de edad; tampoco, cuando la aparente inactividad del interesado es provocada por la inconducta del alimentante. 1. Alimentos atrasados Para el pago de los alimentos correspondientes al tiempo que insume la tramitación del proceso, se prevé la fijación de una cuota independiente, de carácter suplementario, que obviamente encuentra como límite temporal el dictado de la sentencia de mérito. Los párrafos segundo y tercero de la norma -introducidos por la reforma de la Ley 22.434- han recogido una reiterada y copiosa jurisprudencia según la cual, la inactividad procesal del beneficiado crea la presunción iuris tantum de la falta de necesidad de los alimentos y puede incluso, hasta hacer caer, el derecho a percibir las cuotas atrasadas. El artículo se basa en la doctrina plenaria en virtud de la cual la inactividad procesal del alimentario crea la presunción, sujeta a prueba en contrario, de su falta de necesidad y puede determinar la caducidad del derecho a cobrar las cuotas correspondientes al período de inacción. Ahora bien, siendo cierto que el art. 645 establece que la inactividad procesal del alimentario, traducida en la demora en requerir la ejecución de la sentencia, crea la presunción judicial sujeta a prueba en contrario, de su falta de necesidad y determina, en consecuencia, la caducidad del derecho a percibir las cuotas atrasadas; ello no debe suceder cuando la prolongación excepcional del proceso, y la consiguiente acumulación de cuotas es consecuencia de la actitud obstruccionista del accionado. La caducidad indicada en el segundo párrafo, se funda en la presunción de que al alimentario inactivo no le fueron necesarias las cuotas judicialmente establecidas; en el caso en examen, la alimentaria atendió sus necesidades con las cuotas que percibió a partir de la sentencia firme, en los períodos posteriores. Las cuotas por los alimentos atrasados no están destinadas a atender necesidades actuales sino a satisfacer el crédito que surge del art. 644, en razón de los períodos devengados desde la demanda, de modo que respecto a éstos no aparece el fundamento de la mencionada caducidad (CNCiv., Sala F, 1984/05/24, "A. de P. G. c. P., R. L.", ED del 19/10/84, p. 5). Por eso se ha afirmado que, la norma crea una presunción de falta de necesidad de los alimentos cuando el beneficiario se mantiene inactivo para exigir el cumplimiento de la prestación, salvo que la alimentada intente probar que su inactividad había sido provocada por la inconducta del alimentante, es decir por su conducta obstruccionista (CNCiv., Sala A, 1986/02/28, "G., A. c. de V., F.", La Ley, 1987-A, 664 [37.531-S]). 2. Pago en cuotas El dispositivo legal permite al deudor abonar los alimentos devengados durante el juicio en diversas cuotas cuyo número y monto deja librado al prudente arbitrio judicial. Con ello se pretende evitar un innecesario perjuicio económico al obligado al pago, sin que tal procedimiento redunde en detrimento de la alimentada, quien ve asegurada su necesidad alimentaria con la nueva cuota fijada. El mecanismo de pago en cuotas está destinado a saldar el monto adeudado por el demandado en concepto de alimentos incumplidos y configura un supuesto diverso del implementado por el art. 645 para los atrasados, vale decir, los devengados en el transcurso del proceso (CNCiv., Sala A, 1994/04/15, "S., M. G. y otros c. R., O. A.", La Ley, 1994-E, 631). Se ha indicado que, si bien el art. 645 al disponer que el juez puede fijar una cuota suplementaria alude al juicio de alimentos, y el art. 650, al tratar el incidente de aumento, nada dispone al respecto, la razón de ser de aquélla lleva a concluir que puede ser abonada en cuotas, pues es posible que al alimentante le resulte onerosa la efectivización íntegra en una sola vez de todo lo atrasado, además de abonar la cuota ordinaria aumentada (CNCiv., Sala C, 1995/11/09, "Y. A. c. S., A.", La Ley, 1997-C, 961 [39.525-S]). 3. Monto de la cuota La determinación del monto de la cuota adicional referida debe guardar relación con el caudal económico del accionado y la pensión alimentaria cuyo valor no puede superar. Por eso se afirma que, la cuota adicional que prevé el art. 645 debe guardar proporción con el monto de la pensión fijada, así como con el caudal económico del obligado y las sumas adeudadas, dependiendo del arbitrio judicial hacer valer dicho principio en cada caso particular. Debe contemplar los intereses de ambas partes, es decir, no debe ser tan elevada que pueda perjudicar la economía del alimentante -y como consecuencia la del alimentado-, ni tan reducida que desnaturalice su propósito (CNCiv., Sala A, 1997/08/13, "R., R. L. c. R., L. A.", La Ley, 1997-F, 983, J. Agrup., caso 12.221). El pago de las cuotas alimentarias atrasadas debe fijarse teniendo en cuenta los ingresos del alimentante y la existencia de otras obligaciones mensuales de esa índole que aquél deba afrontar, aun cuando no se trate del supuesto previsto en el apartado 1º del art. 645 (CNCiv., Sala C, 1999/08/31, "O., M. L. y otro c. R., P. R.", DJ, 2000-2-171 - ED, 185-7). Una aproximación equitativa se indica al señalar que, la cuota suplementaria de alimentos no debe exceder el 20% de los ingresos del alimentante, limitación que cabe observar con independencia de las sumas asignadas a los alimentos ordinarios (CNCiv., Sala B, 1997/04/08, "T., L. R. c. W., C.", La Ley, 1997-E, 1079, J. Agrup., caso 12.100). Las facilidades de pago que pueden ser otorgadas se circunscriben a la deuda generada durante la tramitación del juicio de alimentos, esto es, el lapso de devengamiento transcurrido hasta el reconocimiento judicial del derecho. De todos modos, el art. 645 no debe ser interpretado literalmente, de modo que resulte un imperativo para el juez la estipulación de la cuota suplementaria incluso de oficio si el demandado no lo pide. Tal interpretación no coincide con la razón de ser de la norma, cual es evitar una situación que resulte excesivamente gravosa para el deudor, lo que ha de establecerse según las circunstancias fácticas de cada caso. Por lo tanto, el alimentante puede abstenerse de pedir la facilidad y enfrentar el pago del total adeudado, sin que el juez pueda en ese supuesto ir más allá del pedido de la parte y conceder la facilidad (CNCiv., Sala A, 1995/09/21, "K. Z. M. y otros c. B., E. C.", 38.696-S, La Ley, 1996-C, 772). Es que la razón de ser del precepto es evitar que la cuota suplementaria, sumada a la pensión alimentaria principal, engrose excesivamente el total adeudado, ocasionando un perjuicio desmedido al alimentante. 4. Caducidades del derecho La caducidad prevista alcanza tanto a los alimentos atrasados devengados durante el juicio, como a las cuotas que hayan vencido con posterioridad a la sentencia y permanezcan impagos. La presunción legal, sujeta a prueba en contrario, se funda en que es la falta de necesidad del alimentante la que determina su inactividad procesal respecto del reclamo de los alimentos atrasados (CNCiv., Sala B, 1996/09/02, "F., R. J. c. L., A. J.", La Ley, 1997-E, 1080, J. Agrup., caso 12.107). Si bien los párrafos segundo y tercero no permiten oponer el instituto de la caducidad contra un menor de edad, si han transcurrido más de cinco años sin mediar reclamos, puede invocarse la prescripción de la acción tendiente al cobro de las cuotas alimenticias adeudadas, toda vez que la incapacidad de hecho del menor para accionar ha sido superada por el ejercicio compartido de la patria potestad, que determina que ambos progenitores sean los representantes legales y necesarios del hijo menor, de manera que bien puede la madre, en representación de éste, reclamar al padre por alimentos. Así, en consecuencia, corre la prescripción conforme al art. 3966 del Código Civil (CNCiv., Sala A, 1998/05/12, "M., Z. G. c. E., F. J.", La Ley, 1998-F, 144). Si la madre se subroga en los derechos de los menores de edad, ésta recibe el crédito alimentario en las mismas condiciones que aquéllos. De manera que si por imperio del art. 645, los alimentos no han caducado para los hijos, al no encontrarse perjudicada su existencia, el derecho alimentario se transmitió a la subrogante. Ahora, que el alimentado haya alcanzado la mayoría de edad no puede tornar inaplicable la previsión del último apartado de dicha norma respecto de los alimentos atrasados devengados cuando era menor de edad, pues la falta de reclamo se debía a la inactividad de la madre que ejercía la tenencia y no a la inacción del verdadero acreedor que era el hijo. Por eso, aun tratándose de alimentos devengados por quien era menor, existen supuestos en los que resulta aplicable el apartado segundo del art. 645 cuando la inactividad de aquél opere desde que llegó a la mayoría de edad. Ello ocurre si no existió reclamo alguno durante dieciocho meses, que transcurrieron desde que el beneficiario adquirió la mayoría de edad y pudo ejercer su derecho, y tampoco se observa pedido de su representante legal durante el tiempo en que fue menor de edad (CNCiv., Sala C, 1993/10/26, "P., M. de S. c. D. P.", ED, 160-587). Percepción Art. 646. -- Salvo acuerdo de partes, la cuota alimentaria se depositará en el banco de depósitos judiciales y se entregará al beneficiario a su sola presentación. Su apoderado únicamente podrá percibirla cuando existiere resolución fundada que así lo ordenare. 1. Apertura de cuenta Con el fin de hacer más expedita y rápida la percepción de los alimentos establecidos, el Código Procesal dispone la apertura de una cuenta bancaria donde mes a mes de depositen los importes dispuestos, sin necesidad de que el alimentado requiere cheque judicial para las extracciones. En la práctica, su percepción en el ámbito de la Capital Federal, se produce con la sola presentación del alimentario en la ventanilla que se encuentra habilitada a tal efecto en la Sucursal Tribunales del Banco de la Nación Argentina. Las limitaciones a la facultad del apoderado de cobrar las cuotas de su representado, quedan purgadas de mediar resolución judicial que lo autorice. Solamente por acuerdo entre partes se puede modificar esta disposición. Se ha dicho que, en el incidente por alimentos es aplicable la norma general del art. 507 del Código Procesal, no sólo porque el art. 646 dispone que el cumplimiento de la condena debe hacerse mediante depósito judicial, y de autos no surge ningún documento emanado de la ejecutante que acredite el acuerdo en sentido contrario que invoca el marido, sino porque ello tornaría sumamente engorroso el procedimiento para la percepción de la cuota, desvirtuándose así la celeridad propia del juicio de alimentos (CNCiv., Sala G, 1983/10/07, "M. de E., E. c. E. A. L.", La Ley, 1984-A, 231). Recursos Art. 647. -- La sentencia que deniegue los alimentos será apelable en ambos efectos. Si los admitiere, el recurso se concederá en efecto devolutivo. En este último supuesto, una vez deducida la apelación, se expedirá testimonio de la sentencia, el que se reservará en el juzgado para su ejecución, remitiéndose inmediatamente las actuaciones a la cámara. 1. Recurso de apelación. Efectos En materia de apelación el efecto suspensivo es la regla y sólo excepcionalmente por disposición de la ley el recurso se concede con efecto devolutivo. Entre tales excepciones se encuentra la sentencia que admite el pedido de alimentos. Sin embargo, esa disposición no cabe hacerla extensiva a los incidentes de aumento de cuota, desde que en ese supuesto se entiende que el beneficiario de la pensión ya cobra la anterior. Va de suyo pues, que si la alzada modificase en menos la cuota alimentaria, no procedería la devolución de lo cobrado, ni tampoco se podría compensar con futuras prestaciones, pues los efectos de la decisión de la instancia revisora, son para los alimentos no devengados, no teniendo efectos retroactivos sobre las cuotas percibidas (CNCiv., Sala E, 1982/10/21, "A. de T., E. B. c. T., J. C.", ED, 104-386). El procedimiento a seguir cuando se concede una apelación con efecto es el previsto en esta norma, que no puede ser asimilado al que fija el art. 250 del Código Procesal; de modo tal que, como la obligación de expedir testimonios es de las secretarías con la colaboración material de las partes, debe entenderse que como quien ha recurrido es el alimentante, no puede cargarse sobre él la responsabilidad de que se expida testimonio de la sentencia que corresponde a los beneficiarios de la prestación (CNCiv., Sala A, 1985/03/21, "O., D. C. y otro c. De S. V., A.", La Ley, 1987-A, 663 [37.527-S]). La índole de la obligación objeto del juicio de alimentos ha hecho necesario que el Código Procesal le imponga un trámite especial, más rápido aun que el de los incidentes; por lo tanto constituiría una contradicción no aplicar en el juicio de alimentos las reglas aplicables a la apelación en los incidentes, que tienden a reducir la duración del proceso. En principio, los recursos de apelación deducidos contra la sentencia de alimentos no son susceptibles de ser abiertos a prueba en segunda instancia, ni admiten la alegación de hechos nuevos, pues tratándose de apelaciones concedidas en relación, lo impide el art. 275 del régimen adjetivo. El derecho a cobrar la cuota alimentaria surge desde el dictado de la sentencia de primera instancia y se hace efectivo no obstante que ésta resulte apelada. De manera que los pagos que se hacen en consecuencia no son incausados, aunque luego la alzada reduzca o deje sin efecto la cuota fijada por el "a quo". El destino de consumo de los alimentos percibidos impide tanto la repetición como la compensación de los alimentos ya abonados (art. 374, Código Civil) (CNCiv., Sala B, 1997/02/25, "F., E. c. G., C.", La Ley, 1997-D, 882, J. Agrup., caso 11.798). Cumplimiento de la sentencia Art. 648. -- Si dentro del quinto día de intimado el pago, la parte vencida no lo hubiere hecho efectivo, sin otra sustanciación se procederá al embargo y se decretará la venta de los bienes necesarios para cubrir el importe de la deuda. 1. Ejecución inmediata de la sentencia Configurando una verdadera excepción al proceso de ejecución, en aras a la celeridad del juicio y teniendo en cuenta las necesidades que se reclaman y condenan, se establece la inmediata ejecución compulsiva de los alimentos dispuestos. Si bien el procedimiento establecido para la percepción de las cuotas alimentarias devengadas se aparta del previsto por las normas generales para la ejecución de sentencias, es al alimentado a quien corresponde la elección de uno u otro trámite. Por tanto, se afirma que el art. 648 establece un trámite específico para la ejecución de la sentencia de alimentos, distinto del previsto en general por el art. 502 y siguientes. La especificidad del procedimiento deriva de no ser trámites indispensables la liquidación ni la citación de venta, con el objeto de ganar celeridad. Pero, en lo demás, resultan aplicables aquellas normas (CNCiv., Sala C, 1986/03/12, "G. de F., A. c. F., J.", La Ley, 1986-E, 695 [37.427-S]). 2. Trámite de la ejecución El primer paso es intimar el pago y, si no fuera efectivizado dentro de cinco días, resulta procedente el embargo sin otro trámite y la consecuente venta de bienes suficientes. Así se explica que, el sistema establece un trámite específico para la ejecución de sentencia de alimentos, ya que no son indispensables ni la liquidación ni la citación de venta, basta la intimación judicial del obligado para proceder al embargo y la realización de los bienes, el accionado sólo puede oponerse a la ejecución si acompaña la documentación que acredita fehacientemente el pago. Luego, si se admitiera sustanciar la liquidación de los alimentos atrasados, se estaría otorgando al alimentante una nueva oportunidad de controvertir el tema (CNCiv., Sala C, 1998/06/02, "B. de B., R. c. B., P. R.", La Ley, 1999-B, 840, J. Agrup., caso 13.617). La intimación está prevista frente a la denuncia del incumplimiento de la cuota alimentaria realizada por los alimentados, debiendo el accionado abonar lo adeudado en tal concepto o interponer excepción de pago. Ello así, sólo puede oponerse a la ejecución si acompaña el documento que acredita fehacientemente el pago (CNCiv., Sala E, 1995/05/26, "G., C. I. y otros c. K., E. y otro", ED, 165-701). Las "astreintes" no proceden en principio cuando el acreedor ha optado por ejecutar la condena, máxime cuando se ha intimado al alimentante al pago de lo adeudado bajo el apercibimiento explicado, en lugar de requerirlo como proyección de los arts. 37 del Código Procesal y 666 bis del Código Civil. Por eso, ocurre que habiéndose dispuesto el embargo del 50 % de los ingresos del alimentante, sin darse cumplimiento a la intimación que prescribe el art. 648, y considerando además que no procede -en principio- la traba de embargo para asegurar el cobro de alimentos futuros, cabe señalar que la medida dispuesta por el juzgado no representa un embargo preventivo, ni la iniciación del trámite de ejecución de las prestaciones. Ello, en tanto constituye un descuento directo de las cuotas, de los ingresos mensuales del alimentante, importando sólo un modo de facilitar su puntual y correcta percepción por parte de la beneficiaria, evitando al mismo tiempo la producción de futuros conflictos entre las partes (CNCiv., Sala F, 1988/11/22, "B. de B., C. c. B.", La Ley, 1989C, 342 - DJ, 1989-2-523). Divorcio decretado por culpa de uno o de ambos cónyuges Art. 649. -- Cuando se tratase de alimentos fijados a favor de uno de los cónyuges durante la sustanciación del juicio de divorcio, y recayese sentencia definitiva decretándolo por culpa de aquél o de ambos, la obligación del alimentante cesará de pleno derecho, sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 80 de la ley de matrimonio civil. 1. Cese de alimentos con la sentencia de divorcio En este supuesto desaparece ipso iure la obligación alimentaria entre cónyuges, cuando se decreta el divorcio entre ellos, determinando la culpabilidad del hasta allí alimentado, o en su caso, si ella se estableciera en cabeza de ambos cónyuges. Al decretarse el divorcio por encontrarse los cónyuges incursos en la causal de injurias graves, tal circunstancia es configurativa de un supuesto de cesación "ipso iure" de la obligación y que ha hecho perder toda vigencia a una antigua jurisprudencia según la cual siempre es necesario el pedido expreso del marido para hacer cesar los alimentos (CNCiv., Sala F, 1983/11/25, "Z. de A., E. c. A., D.", La Ley, 1984-B, 114). Claro está que, es improcedente la pretensión del emplazado de demostrar en el juicio de alimentos que la contraparte dio motivo a la separación, pues ésa no es materia de este proceso, en el cual sólo se trata de establecer la cuota alimentaria requerida por uno de los cónyuges, cuyo derecho dimana de este carácter, sin que aún haya sido juzgada su conducta en el proceso pertinente. Sin embargo, esta solución no puede conducir a un ejercicio abusivo del derecho de pedir alimentos y obtenerlos hasta que se sustancie el juicio de divorcio, de modo que puede rechazarse la pretensión alimentaria si se admite la prueba traída por el demandado de circunstancias notoriamente graves que tornen moralmente inadmisible que se le imponga el mantenimiento del otro cónyuge o, al menos, considerar la incidencia de tales extremos en el monto de la cuota alimentaria (CNCiv., Sala A, 1997/03/21, "M., S. R. y otros c. T., L. A.", La Ley, 1998-B, 915, J. Agrup., caso 12.455). Ahora bien, el divorcio decretado en virtud de la causal objetiva prevista por el art. 214 inc. 2º del Código Civil no produce efecto alguno sobre los alimentos reclamados con anterioridad a la promoción del juicio de divorcio y que fueran admitidos por la sentencia. Ello así, los alimentos devengados con anterioridad al juicio de divorcio y no percibidos, no caducan toda vez que la ley expresamente contempla tal posibilidad (CNCiv., Sala B, 1993/06/21, "A. de F. c. F. y Ll.", JA, 1995-I-395). La conversión en divorcio vincular de la separación antes decretada no produce el cese de los alimentos, por cuanto los efectos del nuevo emplazamiento quedan regidos por los arts. 217, 218 y 3574 del Código Civil sin hacer cesar la prestación alimentaria y el derecho de alimentos, lo que sólo se produce por alguno de los supuestos previstos por el art. 218. En tal caso, aunque el juicio de divorcio fuera dictado sobre la base de lo dispuesto en el art. 214 inc. 2º del Código Civil, la reserva formulada con carácter bilateral de percibir alimentos por parte de la cónyuge y de prestarlos conforme a la condición económica por parte del marido, configuró una reserva propia de los divorcios por presentación conjunta que determinó la subsistencia de la prestación alimentaria, por lo que las cuestiones traídas a consideración del tribunal -cesación de cuota alimentaria- podrían ser objeto de evaluación dentro del marco de un incidente de reducción de cuota, pero carecen de idoneidad para determinar la cesación del derecho, sin que corresponda efectuar un encuadre oficioso de la acción intentada (CNCiv., Sala F, 1996/04/30, "B., E. R. c. P. de B., O.", La Ley, 1997-F, 945 [40.017-S]). Trámite para la modificación o cesación de los alimentos Art. 650. -- Toda petición de aumento, disminución, cesación o coparticipación en los alimentos, se sustanciará por las normas de los incidentes en el proceso en que fueron solicitados. Este trámite no interrumpirá la percepción de las cuotas ya fijadas. En el incidente de aumento de la cuota alimentaria, la nueva cantidad fijada rige desde la notificación del pedido. 1. Incidentes derivados El proceso especialmente previsto en el art. 650 para el supuesto de aumento o reducción de la cuota alimentaria tiene por fundamento acordar una vía expedita y breve para debatir las cuestiones atinentes a la modificación de aquélla, atento su particular naturaleza. La cuota de alimentos fijada por acuerdo directo o determinados por sentencia judicial, tiene una validez esencialmente provisional, por lo que puede modificarse a pedido de cualquiera de las partes, cuando se dé una variación en las circunstancias de hecho que dieron origen a su fijación. En todos los casos, las pretensiones encierran la presunción legal que obliga al intérprete a inferir que la necesidad del alimentario nace a partir del reclamo judicial. Por tanto, compete al demandado demostrar el extremo contrario. En el caso de aumento es preciso que se prueben las necesidades reales de los beneficiarios. Por ejemplo, cuando se acuerda como pensión alimentaria un porcentaje de los ingresos del alimentante, la circunstancia de que éste haya perdido su empleo, no significa que la obligación carezca de contenido concreto. Debe repararse en que el método utilizado es un simple parámetro y responde a razones de orden práctico. Por lo tanto, la situación de desempleo no autoriza para disponer en forma unilateral el cese de la obligación alimentaria convenida, por cuanto, a tal efecto, se debe utilizar la vía prevista por el art. 650, y aun cuando ya se la hubiera ejercido, tanto la reducción como el cese rigen desde el momento en que queda firme la sentencia que los declara (CNCiv., Sala B, 1996/03/22, "G. V., M. E. c. F. N., G. L.", La Ley, 1997-E, 1079, J. Agrup., caso 12.095). 2. Acumulación de procesos. Hechos nuevos. Si bien el pedido de modificación de la cuota alimentaria debe sustanciarse por la vía incidental (arts. 180 y 650l) y no admite la posibilidad de deducir reconvención, toda vez que no se trata de definir el monto de la pensión ni de subvertir las reglas propias establecidas para aquel trámite, sino sólo de examinar si se encuentran configurados los extremos que tornan viable su variación y en tanto las impostergables necesidades de los beneficiarios se encuentren cubiertas, no se justifica que ambos reclamos tramiten por procesos separados pues, en definitiva, los mismos pretenden la misma finalidad -aunque de signo contrario-, esto es, la revisión de lo oportunamente acordado (CNCiv., Sala B, 1999/02/09, "B., A. B. c. P., J. H.", La Ley, 1999-C, 804, J. Agrup., caso 14.018). Si bien la denuncia de hechos nuevos no está prevista en el procedimiento de alimentos, corresponde declarar su admisión si éstos acaecieron y fueron denunciados en una oportunidad procesal apta para su inclusión entre las cuestiones propuestas a conocimiento del tribunal, sin que su sustanciación irrogue una demora en el trámite, pues la remisión del alimentante a la vía prevista en el art. 650 resulta contraria a los principios de concentración y economía procesal (CNCiv., Sala H, 1996/12/19, "D'A., M. M. c. G., L. E.", La Ley, 1997-C, 443). Litisexpensas Art. 651. -- La demanda por litisexpensas se sustanciará de acuerdo con las normas de este título. 1. Nociones generales Se denomina litisexpensas a las sumas indispensables para hacer frente a los gastos que ocasionen los procesos en que interviene quien las reclama. En virtud del art. 375 del Código Civil, la prestación de ellas debe fijarse con criterio riguroso, atendiendo al requisito legal de la carencia de bienes y recursos por parte del solicitante. Ello así, pues la determinación de la prestación responde a evitar el eventual impedimento de acceso a la justicia por carencia de recursos económicos, constituyendo un medio tendiente a asegurar la vigencia efectiva de la garantía constitucional de igualdad ante la ley. 2. Alcance La reforma introducida por la ley 23.515 no ha reproducido el art. 51, segunda parte, de la ley de matrimonio civil que admitía con criterio amplio el derecho a reclamar litisexpensas, en razón de lo cual deberá estarse al principio contrario restringiendo su viabilidad sólo a los gastos necesarios para la sustanciación del proceso de divorcio en tanto sean específicamente detallados en oportunidad del reclamo, máxime si ya existe una cuota vigente que cubre las más elementales necesidades (CNCiv., Sala A, 1999/09/20, "R., M. y ot. c. G., A. s/ alimentos", ED, 190-90). Ahora, para que sea procedente la fijación de litisexpensas no basta el mero reclamo. En efecto, por lo menos deben invocarse los gastos que la cuota tiende a cubrir, pues el objeto de la determinación consiste en satisfacer los gastos que resulten inmediatos y necesarios para afrontar el proceso de que se trate. La procedencia del otorgamiento de las litisexpensas, está condicionada a la real necesidad del peticionario. En consecuencia, sólo cabe fijarlas en caso de carencia de recursos (CNCiv., Sala F, 1995/03/28, "V. de F., M. D. c. F., D.", La Ley, 1995-D, 329. - DJ, 1995-2-1005). Algunos sostienen que, la fijación de litisexpensas no es pertinente en el juicio de alimentos, por cuanto basta la imposición de costas para cubrir los gastos del proceso (CNCiv., Sala F, 1995/08/24, "P., E.M. y otro c. T., J. C.", 38.480-S, LA LEY, 1996-B, 711). Finalmente cabe agregar que el concepto no involucra a los honorarios profesionales, pues éstos no representan una erogación que debe efectuarse para promover un juicio o contribuir a su avance, sino que se devengan por la labor cumplida durante el desarrollo. Así, escapan a la finalidad de aquéllas, cual es evitar el eventual impedimento de acceso a la justicia por falta de recursos económicos (CNCiv., Sala H, 1997/08/11, "P., M. M. c. M., H. R.", La Ley, 1998-E, 703 - DJ, 1998-1-870). TITULO IV -- Rendición de cuentas Obligación de rendir cuentas Art. 652. -- La demanda por obligación de rendir cuentas tramitará por juicio sumario, a menos que integrase otras pretensiones que debieren sustanciarse en juicio ordinario. El traslado de la demanda se hará bajo apercibimiento de que si el demandado no la contestare, o admitiere la obligación y no las rindiere dentro del plazo que el juez fije al conferir dicho traslado, se tendrán por aprobadas las que presente el actor, en todo aquello que el demandado no pruebe que sean inexactas. 1. Nociones generales El primer párrafo del art. 319 establece que toda contienda que no tenga asignado un trámite especial lo será por juicio ordinario; mientras que el segundo apartado sostiene el mismo procedimiento cuando la remisión al sumario provenga de leyes especiales. En el caso reglamentado por el art. 652, va a depender esencialmente de lo que el Juez disponga, aunque seguramente la pauta se determinará por la complejidad del problema a resolver. La demanda por obligación de rendir cuentas es un tipo procesal especial porque puede ser parte de otras pretensiones y tener autonomía en su desarrollo. Tampoco es un medio de prueba, sino en todo caso, un procedimiento que puede tener carácter probatorio, respecto de otro proceso del cual puede constituir un incidente, o revestir la calidad de proceso en sí. El código desenvuelve en seis disposiciones un trámite demasiado complejo que, dividido en etapas, integra un conjunto de actos procesales tendientes a una misma finalidad. La Corte Nacional interpreta que la obligación de rendir cuentas, la tienen quienes han administrado bienes ajenos con prescindencia de que las negociaciones comprendan también intereses propios del gestor o administrador. Por ello, el proceso de rendición de cuentas consta, básicamente de dos etapas: en la primera, se establece por vía del proceso sumario si existe la obligación de rendir cuentas; y en la segunda, se examinan las cuentas efectivamente rendidas, por el trámite correspondiente a los incidentes, restando – en todo caso – una eventual ejecución de los saldos activos, por el procedimiento de ejecución de sentencia (CS, 1999/09/30, "Estado Nacional (Ministerio de Economía, Obras y Servicios Públicos ) c. Formosa , Pcia de", RED 34-858). Se repite así que, el trámite de rendición de cuentas contiene fundamentalmente dos etapas; la primera se circunscribe a la procedencia de la obligación de rendir cuentas, que el actor pretende que se reconozca respecto del emplazado, mientras que la rendición de cuentas propiamente dicha recién comienza en una segunda etapa, luego de haberse obtenido la condena que le asigne al demandado la calidad de deudor de aquella prestación, o bien, que éste admita su obligación, allanándose a la demanda (CNCiv., Sala A, 1999/08/18, "Consorcio Boulogne Sur Mer 663 c. Bosco, Alfredo", DJ, 2000-2-613). La base sustancial está en el art. 615 del Código Civil, que considera como una obligación de hacer la rendición de cuentas. En definitiva, ésta consiste en la descripción gráfica de las operaciones realizadas por cuenta o en interés del principal y con su respaldo documental correspondiente, a los efectos de que aquél pueda entrar en el conocimiento de aquéllas para su examen, verificación y eventual impugnación (cfr. Fenochietto, Código Procesal..., tomo 3, cit., pág. 492). 2. Obligados y pretensiones posibles La demanda se plantea contra quien se considera obligado a esclarecer las cuentas que administra, aunque esta situación no es exclusiva de la actividad derivada de las reglas del mandato, del condominio, de la administración en sí o del régimen societario. También se verifica en el procedimiento sucesorio, liquidatorio (de sociedades comerciales, de sociedad conyugal, de locaciones), toda vez que la materia es de carácter amplísimo y la obligación de rendir cuentas se deriva naturalmente del desarrollo del contrato vinculante entre partes. Quien pretenda tener por cumplida la obligación de rendir cuentas, deberá justificar tal actividad con los documentos o partidas que respalden la declaración, especificando entradas y salidas, acreencias y débitos cuyo último resultado es la obtención de la cuenta en su más debido control. Este detalle hace a la suficiencia que reclama el art. 70 del Código de Comercio que se enlaza congruentemente con el art. 755 del Código Procesal. De algún modo, quien rinde cuentas se somete a un modelo instructorio que se inicia con la orden del Juez que intima a presentar las cuentas, y es emitida, de ordinario, proveyendo la pretensión de la actora, que puede ser el mismo obligado. En efecto, hay dos pretensiones posibles : a) La de exigir de la otra que rinda cuentas, previa presentación de la estimación que ab initio formula (art. 652); o, b) la del supuesto obligado que requiere la aprobación de las cuentas que él voluntariamente presenta cuando la otra parte se niega a aprobarlas (art. 657). En uno y otro caso, la rendición de cuentas es la acción y el efecto de poner a disposición del requirente (para su examen control y verificación) todas las cuentas derivadas de la administración o el gobierno de los bienes que se le han confiado al requerido. En síntesis, el carácter complejo de este proceso deviene de las dos etapas que reconoce: una declarativa sobre la obligación de rendir cuentas, que desenvuelve un proceso de conocimiento amplio de tipo ordinario; y un segundo tiempo de tipo incidental por el cual se practican las cuentas. En esta, a su vez, sucede la sustanciación, discusión y observación de las partidas presentadas, y la correspondiente determinación de saldo a favor de una de las partes. Cuando la determinación del saldo ha quedado firme, corresponde su ejecución, creándose así un título ejecutorio. Por eso se dice que, el proceso de rendición de cuentas se integra por dos etapas, a las cuales puede añadirse una tercera para el cobro del saldo activo si lo hubiere. En la primera de ellas, se debate la existencia de la obligación de rendir cuentas y sólo si ésta es cuestionada, se torna necesario el dictado de la sentencia que actúe la pretensión del reclamante. En la segunda de las etapas, deben presentarse las cuentas documentadas o detalladas, la formulación o no de las impugnaciones, la producción de las pruebas pertinentes, en caso de haber sido ofrecidas y, finalmente, el decisorio que apruebe las correctas (CNCiv., Sala A, 1998/02/05, "P., A. c. P., F.", La Ley 1998-D, 108). 3. Formas de rendir cuentas La rendición de cuentas puede ser extrajudicial y celebrarse entre partes manteniendo la posibilidad de requerir homologación judicial como resultado de una transacción entre partes; o bien reclamarse judicialmente en virtud de quien debe prestarla no lo hace, o habiéndolo hecho, la otra parte se niega a recibirlas o aprobarlas. El trámite de las dos etapas que se viene comentando, comienza así con la demanda de rendir cuentas -art. 652- que el actor pretende que se reconozca respecto del emplazado, mientras que la rendición propiamente dicha recién comienza en una segunda etapa, luego de haberse obtenido la condena que le asigne al demandado la calidad de deudor de aquella prestación, o bien, que éste admita su obligación, allanándose a la demanda. Por ejemplo, si el demandado -en el caso, administrador renunciante del consorcio- reconoció expresamente su obligación de rendir cuentas y se comprometió a hacerlo pero luego incumplió la carga asumida, corresponde estar a las formuladas por su contraria (CNCiv., Sala A, 1997/11/25, "Consorcio de Propietarios Amenábar 2575/79 c. Cambón López, Antonio", La Ley, 1998C, 504). Cabe observar que la ausencia de rendición y el abuso ejercido en el mandato, puede constituir el delito de administración fraudulenta. Se ha dicho que, el autor del delito de administración fraudulenta -en el caso, la organización de una colecta de bien público vía telefónica, en la que se dispuso de los fondos donados como si fueran propios y para lucro personaldebe tener a su cargo el manejo o la administración, aunque sea en parte, de bienes ajenos y, de ese modo, tener un deber de fidelidad hacía quien debe rendir cuentas (CNCrim. y Correc., Sala I, 2000/06/30, "Telecom Argentina S. A. y otro", La Ley, 2000-E, 451, con nota de Gustavo E. Aboso). Pero, la legitimación para administrar que tiene cada uno de los integrantes de una sociedad irregular no constituye fundamento suficiente para justificar una condena a rendir cuentas si el demandado no ha tenido participación en la administración (CNCom., Sala E, 1998/03/06, "Pouso Bello, Ricardo c. Sanjurjo, Luis C. y otros", La Ley, 1998-D, 100). 4. Legitimación pasiva Como todo proceso bilateral y contradictorio, el presente tiene dos partes bien definidas: el que tiene derecho a que se le presenten cuentas claras y ordenadas sobre la administración que ha discernido; y el que debe prestarlas como sujeto obligado por dicha mandato. Pero hay casos donde la división no es tan precisa, o se confunden los roles y las obligaciones emergentes. Por ejemplo, se ha dicho que, si bien la administración del patrimonio de la causante le impone al curador la consiguiente obligación de rendir cuentas documentadas de su gestión por ante el juez de la causa, ello no conlleva necesariamente la carga de solicitar una autorización periódica para percibir las rentas si la actuación del curador denota un acendrado empeño en su función (CNCiv., Sala A, 1995/09/25, "G., D.", La Ley, 1996-A, 582). En cambio es clara la obligación de rendir cuentas del administrador del consorcio, porque además de ser una obligación inherente a toda gestión de negocios ajenos, deviene de su calidad de mandatario legal de aquél (CNCiv., Sala D, 1998/12/04, "Administración Pedretti S. R. L. c. Consorcio Emilio Mitre 435", La Ley, 1999-F, 358, con nota de Leopoldo L. Peralta Mariscal - DJ, 2000-1-499). En el mismo sentido se afirma que, corresponde remover al administrador de la sucesión que no rindió cuentas documentadas de su actuación, dispuso de fondos del sucesorio sin depositarlos en el expediente, omitió rendir cuentas trimestralmente y existen intereses encontrados entre los herederos (CNCiv., Sala F, 1995/08/31, "Korman, Pablo S.", La Ley, 1997-B, 513). En definitiva, el mandatario deberá rendir cuentas documentadas de las sumas recibidas en la operación de venta de bienes inmuebles, así como las de sus inversiones y la de los gastos efectuados en nombre y a favor del mandante, aún luego del fallecimiento de éste. El hecho de que aquél no haya conservado los comprobantes de pago de erogaciones por las que no se acostumbra a dar recibos, no impide que se proceda a dar cuenta de ellos, siendo resorte del Tribunal ponderar su responsabilidad en tales términos (CNCiv., Sala G, 1996/11/20, "Belmonte Juan c. Belmonte, Nives F. y otros", La Ley, 1998-D, 851 [40.544-S]). Finalmente, se afirma que la rendición de cuentas debida por el acreedor prendario en los supuestos contemplados en el art. 24 de la ley 19.551 (ADLA, XXXII-B, 1836), no puede, al menos como principio, desvincularse de las reglas genéricas que gobiernan la materia, insertas en los arts. 68 a 74 del Código de Comercio, así como las de los arts. 652 y sigts. del Código Procesal (CNCom., SalaC, 1982/08/13, “Knittax Argentina”, La Ley, 1983-B, 293). 5. Dispensa de la obligación Hay casos en que la obligación de rendir cuentas se pierde por abandono o preclusión de los actos tendientes a lograrlo; y otros en los que sucede por la propia naturaleza de la prestación. El plazo de prescripción de a l obligación de rendir cuentas que pesa sobre el administrador del consorcio es el ordinario de diez años (CNCiv., Sala E, 1995/03/20, "Hernández, Purificación y otros", La Ley, 1996-B, 526, con nota de Eduardo Molina Quiroga). Asimismo, el plazo excesivo transcurrido durante el cual el mandante no le ha requerido a su mandatario que rinda cuentas, importa conformidad con función desempeñada. La dispensa de rendir cuentas puede ser expresa o tácita; una pauta es el silencio durante el tiempo en que transcurre la gestión; otra, es la no exigencia de comprobantes en su oportunidad; a veces, por la conformidad repetida en la renovación del mandato, etc. Se ha dicho que, no existe obligación de rendir cuentas respecto de la ocupación y explotación del inmueble que se encuentra en condominio, si la actora condómina no ha demostrado que entre ella y los demandados existe vínculo común en la explotación de los fondos de comercio existentes en tal inmueble y en el expediente no consta ningún elemento que permita aseverar que los demandados sean administradores de la cosa común, pues sólo se presentan como condóminos que gozan de las partes comunes del bien, sin que medie oposición (CNCiv., Sala F, 1997/08/28, "Mourelle, Hernán J. c. Mourelle, Alberto M.", La Ley, 1998-C, 405). Hay distintos criterios respecto a la rendición a través del movimiento de la cuenta corriente bancaria. Algunos sostienen que, la obligación de rendir cuentas, mediante explicaciones que permitan el conocimiento de cada una de las operaciones realizadas en ejercicio del mandato, no puede considerarse satisfecha a través de las operaciones realizadas en la cuenta corriente bancaria, pues de sus constancias no puede extraerse la forma de cumplimiento de la gestión (CNCom., Sala A, 1997/05/29, "Di Menna, Antonio c. Storchi, Mirco", La Ley, 1997-E, 1041 [39.904-S]). Ponderación aceptable teniendo en cuenta que no es el banco quien debe manifestarse. Por eso, también se dice que el banco demandado no se encuentra obligado a rendir cuentas al cuentacorrentista, toda vez que aquél suministró oportunamente los extractos correspondientes a la misma, los cuales no fueron negados ni observados. Así, si ese cuentacorrentista está disconforme con la cuenta puede impugnarla mediante acción autónoma, conforme lo establece el art. 790 del Código de Comercio. (CNCom., Sala A, 1999/05/28, "Galante, José L. c. Banco de Crédito Argentino", La Ley, 1999-E, 522 - DJ, 1999-3-700). Si en el contrato de distribución no se estableció la obligación de la distribuidora de rendir cuentas ni observar un mínimo de ventas en el curso de la operatoria confiada a su respecto, es la parte que cuestiona la política comercial empleada por aquélla para ejecutar la distribución quien debe demostrar la infracción contractual atribuida (CNCom., Sala D, 1998/04/02, "Labsa Argentina S. A. c. Watteau S .A.", La Ley, 1999-D, 52 - DJ, 1999-1-960). 6. Traslado de la demanda La demanda de rendición de cuentas suma otra particularidad en el despacho que resuelve dar traslado de la demanda. En ella debe constar el apercibimiento al accionado para que admita o no la obligación que se le reclama; y en caso afirmativo, también se pronuncie sobre la exactitud de la liquidación presentada por el actor. De este modo, la demanda además de los requisitos generales del art. 330, y de tener que ofrecer toda la prueba con ella (art. 333), tiene que adjuntar la cuenta que considere ajustada a derecho. La diversidad de planteos permite distinguir las secuencias sucesivas. a) Si el demandado contesta la demanda y niega los hechos como el derecho pretendido, el proceso deberá determinar si existe o no la obligación de rendir cuentas. El trámite será ordinario. b) Cuando se admita la pretensión, el allanamiento podrá ser total o parcial. El primero sucede si al someterse al reconocimiento de la obligación, dentro del mismo plazo presenta las cuentas que se le piden. El segundo, ocurre cuando no se presenta liquidación propia, en cuyo caso, el Juez debe dar por aprobada las cuentas del actor. c) Si el accionado no comparece, o lo hace al solo efecto de constituir domicilio legal, el silencio permite obrar con los efectos del apercibimiento y dar por aprobada la liquidación sustanciada como el reconocimiento implícito de la obligación de rendir cuentas. Sin embargo, en el supuesto contemplado en el párr. 2° del art. 652, no resultan exigibles al actor los requisitos formales de la rendición de cuentas (precisión, descripción y documentación), pudiendo su presentación limitarse a un simple cálculo de los resultados obtenidos en la gestión. De allí que, a la inversa de lo que sucede en el caso de las cuentas no presentadas en forma, el demandado tiene la carga de concretar en términos categóricos y de probar las impugnaciones dirigidas a desvirtuar la exactitud de las cuentas presentadas por la parte actora. Inclusive, el artículo en comentario, contiene la posibilidad de un apercibimiento que obra invirtiendo la carga de la prueba, pero sin alterar las normas de fondo, en la medida que no es posible liberar a las cuentas que presenta el actor, de la obligación legal que las obliga a contener doble partida respaldada por los comprobantes respectivos (art. 68, Código de Comercio), salvo los casos de excepción que la ley adjetiva admite (art. 655, Código Procesal). Por eso, resulta improcedente aplicar a la acción de rendición de cuentas el procedimiento previsto por el art. 652 y sigtes., si aquélla fue deducida junto a la demanda de disolución parcial de sociedad, pues si esta última prospera resolviéndose la disolución parcial del ente, será forzosa la rendición solicitada entre quienes fueron socios de dicha sociedad (CNCiv., Sala I, 2000/11/14 “Coombes, Guillermo E. c. Bussi, Luis J. y otro”, La Ley, 2001-D, 132 - DJ, 2001-2-637). Trámite por incidente Art. 653. -- Se aplicará el procedimiento de los incidentes siempre que: 1. Exista condena judicial a rendir cuentas. 2. La obligación de rendirlas resultare de instrumento público o privado reconocido, o haya sido admitida por el obligado al ser requerido por diligencia preliminar. 1. Supuestos El supuesto pensado se posiciona a partir de una sentencia condenatoria a rendir cuentas, o de la existencia de un instrumento público o privado reconocido en la diligencia preliminar prevista por el art. 323 inciso 10 del Código Procesal. En uno u otro caso, como el procedimiento se resuelve como si fuera el caso de los arts. 503 y 504, se asigna el trámite de los incidentes (arts. 175 y ss.). Pero la pretensión puede ocupar otros aspectos derivados de la sentencia o de la admisión instrumental, en cuyo caso, si el requerido para la presentación de documentos o cuentas de una sociedad o comunidad de bienes de cualquier clase que sea, se opone formalmente por creerse con razón para ello, igualmente el trámite es incidental. Cuando la pretensión se basa en una condena judicial (inciso 1º), equivale a sostener que el derecho está consolidado y que el único objeto a desentrañar es el alcance de las cuentas. Si ellas estuvieren practicadas por el actor, la prevención contemplada en la última parte del art. 652 no puede ser aplicada sin más, pues el juez no queda eximido de su deber de examinar la exactitud de los rubros que componen la rendición practicada por el actor, aun cuando el demandado no haya demostrado la inexactitud de aquéllos (CNCom., Sala A, 1997/08/28 “Serravalle, Carlos O. c. Guarnaccia, Carlos E.”, La Ley, 1997-E, 1043 [39.913S]). Si el planteo se hace desde el reconocimiento expreso o tácito derivado de la diligencia preliminar, la consecuencia anterior es la misma, es decir, el proceso se limita a un problema aritmético. Facultad judicial Art. 654. -- En los casos del artículo anterior, si conjuntamente con el pedido, quien promovió el incidente hubiere acompañado una cuenta provisional, el juez dará traslado a la otra parte para que la admita u observe, bajo apercibimiento de que si no lo hiciere se aprobará la presentada. El juez fijará los plazos para los traslados y producción de prueba, atendiendo a la complejidad de las cuentas y documentos que se hubiesen acompañado. 1. Traslado de la liquidación La demanda de rendición de cuentas seguida por la vía del art. 563 obliga al actor a presentar una cuenta provisoria que se acompaña con la documentación que se sustancia al correr traslado (arts. 338 y 339). El apercibimiento al accionado para que comparezca a estar a derecho, incluye la advertencia que si deja de pronunciarse respecto de la cuenta agregada, se la tendrá por aprobada. Entendemos que, como toda liquidación, la aprobación es en cuanto ha lugar por derecho; mucho más tratándose de una cuenta provisional. La excepción estaría dada en los casos que la pretensión se planteara sobre la sentencia condenatoria, y en éste proceso se hubiera aprobado una liquidación, en cuyo caso, se estaría frente a un proceso de ejecución de sentencia y no de mera declaración como es el presente. 2. Dificultades en la liquidación La rendición de cuentas en el contrato de sociedad tiene algunos problemas conceptuales para adaptarse a esta normativa. En efecto, la sociedad accidental que carece de una contabilidad registrada autoriza la valoración de otras pruebas; y a mayor abundamiento, se ha dicho que, tratándose de sociedades regularmente constituidas la rendición de cuentas no es mecanismo idóneo, en la medida que los balances hacen las veces de periódicas rendiciones (CNCom, Sala E, 1999/07/15, DJ 2000-l, 935). De ello se colige que, es menester tener en cuenta la idoneidad de la petición y el núcleo al cual va dirigida, porque tratándose de una sociedad de responsabilidad limitada, tampoco procede el reclamo por rendición de cuentas (mismo fallo anterior); y si la demanda se vincula con concurso, se afirma que, la rendición de cuentas por parte de la sindicatura es una obligación legal impuesta por el art. 212 de la ley concursal, de modo tal que es incuestionable la facultad de la fallida de impugnar las que sean presentadas, conforme a las reglas del derecho procesal (arts. 654 y concs.), a las que remite el art. 301 de la ley concursal (del dictamen del Fiscal de Cámara cuyos argumentos son compartidos por el tribunal) (CNCom., Sala B, 1994/08/25, “Pam S. A. Cía. Financiera s/quiebra”, La Ley, 1995-C, 65, con nota de Guillermo Emilio Ribichini). Documentación. Justificación de partidas Art. 655. -- Con el escrito de rendición de cuentas deberá acompañarse la documentación correspondiente. El juez podrá tener como justificadas las partidas respecto de las cuales no se acostumbrare a pedir recibos y fueren razonables y verosímiles. 1. Documentación de respaldo Para que una liquidación de cuentas pueda ser tenida por tal, es necesario que sea instruida y documentada, es decir, que contenga las explicaciones, justificaciones y comprobantes que demuestren los procedimientos y resultados de la gestión. Por eso, no sólo debe ser documentada, sino también clara y detalladamente explicativa, lo que significa que ha de describir la actuación cumplida. En tal sentido se ha dicho que, no es suficiente poner a disposición del requirente los datos pertinentes para que él los interprete; es indispensable detallar todas las circunstancias de la gestión y explicar el contenido de las partidas que integran la liquidación. El cuentadante debe acompañar los comprobantes originales y copia o mención precisa de la parte pertinente de sus libros, pues no es suficiente la manifestación de que tales antecedentes quedan en su poder (CNCiv., Sala F, 1995/08/31, "Korman, Pablo S.", La Ley, 1997-B, 510). Si fuera el mandatario quien debe rendir cuentas; ellas necesitan estar documentadas, de modo tal que se pueda acreditar las sumas recibidas e invertidas. Si la gestión se vincula con la venta de bienes inmuebles, o con la inversión de dinero, los gastos efectuados en nombre y a favor del mandante, y todo otro debe conservarse con sus constancias, aun y más todavía, si ocurriera el fallecimiento del mandante. El hecho de que aquél no haya conservado los comprobantes de pago de erogaciones por las que no se acostumbra a dar recibos, no impide que se proceda a dar cuenta de ellos, siendo resorte del Tribunal ponderar su responsabilidad en tales términos (CNCiv., Sala G, 1996/11/20, "Belmonte Juan c. Belmonte, Nives F. y otros", La Ley, 1998-D, 851 [40.544-S]). Asimismo se advierte que, la rendición de cuentas que debe realizar la comisión administradora del consorcio de propietarios pone a su cargo dos obligaciones diferenciadas: a) la informativa, que consiste en la explicación de las partidas y sus respectivos comprobantes, la que resulta indivisible aunque no de indivisibilidad impropia o irregular, por lo que la rendición puede ser exigida a cada uno de los deudores siendo innecesario que todos la cumplan en forma conjunta; y b) según sea el resultado de la anterior, la entrega del saldo, cuya solidaridad debe ser establecida en forma expresa, de la contrario sería simplemente mancomunada con objeto divisible (CNCiv., Sala G, 1999/02/15, "Consorcio de Propietarios Pasaje del Signo 4058 c. Monge de Labate, Dora", La Ley, 1999-E, 425 - DJ, 1999-3-481). Sin perjuicio de lo expuesto, cabe observar que cuando los elementos de juicio incorporados al proceso son insuficientes para pronunciarse sobre el estado de las cuentas, el Juez puede adoptar los recaudos necesarios para completar el material probatorio de la causa en virtud de las facultades que le confiere el art. 36, inc. 4° del Código Procesal. Pero lo que no puede el magistrado, es diferir para la etapa de ejecución de sentencia la determinación mediante el informe de un perito de la razonabilidad de los gastos. Este a pesar de sus conocimientos técnicos carece de facultades para dilucidar cuestiones jurídicas. El recurso regulado en la primera parte del art. 516 sólo es aplicable a los supuestos en los que las liquidaciones o cuentas fueren muy complicadas, lenta y de difícil justificación. De todas maneras, en la actualidad la exigencia fiscal es taxativa: nadie eroga sin recibos, de manera tal que “la costumbre de prescindir de recibos” como lo insinúa el art. 655 in fine, se ha tornado una excepción de práctica imposible. Esta atribución que se ha otorgado al Juez es de naturaleza excepcional, y en la práctica, el rigor impositivo la ha tornado abstracta. Saldos reconocidos Art. 656. -- El actor podrá reclamar el pago de los saldos reconocidos por el demandado, sin esperar la resolución definitiva sobre las cuentas y sin que por ello se entienda que las ha aceptado. El pedido se sustanciará por las normas sobre ejecución de sentencias. 1. Pago de los saldos Si al contestar la demanda el accionado admite la existencia de saldos sin cancelar, ese reconocimiento integra el título ejecutivo (art. 526) y le permite al beneficiario reclamarlo por la vía de la ejecución de sentencias (arts. 499 y ss.). Esta consecuencia no se puede aplicar en el juicio de consignación (art. 757 inc. 4º, Código Civil); aunque se extienda su operatividad en similares condiciones a las que permite el art. 502 in fine del Código Procesal. Existiendo condena judicial a rendir cuentas -en el caso de la gestión de administración de un consorcio de copropietarios-, resulta de aplicación el procedimiento incidental que legislan los arts. 175 y sigtes., y la aprobación definitiva de las cuentas transforman el saldo que arrojan en un crédito líquido cuyo cobro debe tener lugar por el procedimiento de ejecución de sentencia (CNCiv., Sala D, 1999/09/14, "Consorcio de Propietarios Ayacucho 1761/63 c. Alcaide, Francisco S. y otros", La Ley, 2000-D, 37 - DJ, 2000-2-336). Cabe agregar, como dice Fenochietto, que el hecho de que el saldo reconocido sea reclamado por el acreedor, antes del pronunciamiento judicial definitivo sobre las cuentas, no implica necesariamente que aquél acepte en su totalidad las cuentas rendidas, ni obsta al ejercicio de la acción penal que prevé el art. 173 inc. 2º del Código Penal (ob. cit., pág. 507). Demanda por aprobación de cuentas Art. 657. -- El obligado a rendir cuentas podrá pedir la aprobación de las que presente. De la demanda, a la que deberá acompañarse boleta de depósito por el importe del saldo deudor, se dará traslado al interesado, por el plazo que fije el juez, bajo apercibimiento de ser tenido por conforme si no las impugnare al contestar. Se aplicará, en lo pertinente, el procedimiento establecido en los artículos anteriores. 1. Aprobación de cuentas A diferencia de las situaciones anteriores, donde el actor reclama el reconocimiento o, en su caso, la práctica de rendir cuentas, en el presente la acción se le otorga al deudor que quiere liberarse de la obligación y encuentra obstáculos en quien debe aceptarlas. El reclamo de aprobación de las cuentas formulado judicialmente por el propio obligado a rendirlas, descarta la necesidad de la etapa inicial destinada a la determinación de la existencia o inexistencia de la obligación de producirlas, que es necesaria cuando la acción es deducida por el dueño de los bienes o el titular de los negocios administrados. La demanda es compleja al importar requisitos adicionales a los que ordena el art. 330. Esto supone agregar la boleta de depósito por el importe del saldo deudor que se interprete deducido de la cuenta que se practica y se presenta a modo de pretensión contra el acreedor. Pueden darse dos situaciones : a) Que haya controversia respecto de las cuentas rendidas, en cuyo caso la cuestión se llevará a cabo por el trámite de los incidentes. O, b) que al contestar la demanda el accionado haya admitido la pretensión (es decir haya prestado conformidad a las cuentas rendidas), en cuyo caso , el procedimiento a aplicar es el de la ejecución de sentencia . 2. Procedimiento Cuando el proceso tiene por objeto la aprobación de las cuentas, la entrega de la documentación y el cobro de pesos, es decir, reclamos vinculados con la gestión del consorcio de copropietarios, la regla de competencia -de los jueces del domicilio del consorcio-, prevista en el Reglamento de Copropiedad, comprende también al administrador del consorcio, pues en ella ha fundado su legitimación para demandar (CNCiv., Sala B, 1997/09/09, "Villanueva, Miguel A. c. Consorcio Bartolomé Mitre 954/62", La Ley, 1997-F, 934 [39.959-S]). Si el accionante que pretende se le de por válida la cuenta presentada respecto de la sociedad accidental o en participación de la que forma parte, ella debe ser suficiente y acreditada. Porque si no las presenta en debida forma, no es dable exigir a la contraparte el estricto cumplimiento de los requisitos formales de las mismas, bastando con el cálculo relativo a los negocios que constituyen su objeto, pues es evidente que no está en condiciones de hacerlo. Ello así, pues dichas cuentas nunca podrían ser instruidas y documentadas, pero sí verosímiles, en tanto no sean destruidas por prueba idónea que demuestre su inexactitud, o que resulten manifiestamente irrazonables en relación a los antecedentes de la causa (CNCom., Sala A, 1999/02/15, "Alen Lascano, Luis A. c. Gattas, Humberto O.", La Ley, 1999-F, 419 - La Ley, 2000-C, 528, con nota de Eduardo Molina Quiroga - DJ, 2000-1739 - IMP, 1999-B, 2778). Vale reiterar que, las cuentas de sociedades regulares deben ser demandadas a través de procedimientos específicos que, acordes con el tipo societario, correspondan a los efectos de la formación y aprobación de los balances, siendo improcedente la rendición de cuentas con arreglo a lo normado en el Código de Comercio y en el Código Procesal (CNCom., Sala C, 1992/02/27, "Future Computación S. R. L. c. Colodro, Jorge L.", La Ley, 1992C, 157 - DJ, 1992-2-264). TITULO V -- Mensura y deslinde CAPITULO I -- Mensura Procedencia Art. 658. -- Procederá la mensura judicial: 1. Cuando estando el terreno deslindado, se pretendiera comprobar su superficie. 2. Cuando los límites estuvieren confundidos con los de un terreno colindante. 1. Concepto general La mensura es la operación técnica que consiste en delimitar un terreno, marcando sus medidas en un plano, para comprobar si la superficie que tiene es la que éste indica y, de ser necesario, establecer la porción que falte dentro de las propiedades vecinas. Se trata de la expresión gráfica sobre el terreno de los datos contenidos en el título y demás antecedentes con los que se lleva a cabo la operación. La mensura tiende a evitar usurpaciones de terrenos ajenos, reclamando aquello que un colindero haya podido ocupar sin derecho. Por ello es que la petición de mensura corresponde a todos los copropietarios limítrofes, adquiriendo así el carácter de recíproca. Nuestro Código Procesal hace referencia a la mensura en tres ocasiones diferentes dentro de su articulado: a) en primer lugar, en el art. 323, inc. 9º, como una diligencia preliminar, para ejercer una acción real; b) luego, en el art. 658, inc. 1º, como un procedimiento voluntario, que tiene como finalidad constatar la superficie de un terreno y confeccionar el plano correspondiente, y c) por último, en el art. 658 inc. 2º, se la contempla como un medio de prueba en el proceso de deslinde. 2. Regulación legal La regulación legal de la mensura está compuesta por una importante sección de legislación administrativa, que comienza con la ley 14.159 reglamentada por el decreto 10.028/57, aprobando la nueva reglamentación nacional sobre el tema. El marco legislativo lleva a dos sistemas concurrentes en la práctica de la mensura: uno que rige el Código Procesal; y otro que sigue los procedimientos administrativos contenidos en las leyes internas. 3. Naturaleza jurídica La jurisprudencia y doctrina nacionales son pacíficas en cuanto admiten que el procedimiento de mensura no se trata de un juicio contencioso, sino de un acto de jurisdicción voluntaria que deja intactas las cuestiones de posesión y propiedad, las que deberán reclamarse y sustanciarse en el correspondiente juicio de conocimiento. La decisión del tribunal que aprueba la mensura no reconoce ningún derecho al peticionario. Se trata de un acto unilateral, y tal carácter no se modifica por la citación de los linderos, pues los mismos no están obligados a protestar la mensura y, su silencio no implica reconocimiento tácito de derechos de posesión o de dominio. 4. Competencia La petición de mensura se debe promover ante el juez del lugar donde el inmueble se halla situado por tratarse de una pretensión típicamente real. Se interpreta que, corresponde a la justicia del lugar de ubicación del inmueble conocer de la causa en que se cuestiona la mensura sobre una fracción de tierra situada en la Provincia de Buenos Aires, si la acción intentada es una verdadera acción real tendiente a la protección del dominio, respecto de la cual el juicio sucesorio de un codemandado fallecido no ejerce fuero de atracción. (CS, 1975/10/01, "Nuñez, Emilia C. c.. Giacchino, Angélica A. y otro", Fallos, 292:108). Asimismo, se destaca que resultando de la prueba rendida en autos que una parte del inmueble se halla bajo la jurisdicción de la Prov. de San Luis ante el juez de la cual se inició y tramita el juicio de mensura- y otra parte bajo la jurisdicción de la Prov. de Mendoza -ante cuyo juez se ha promovido oposición al deslinde- corresponde resolver -con prescindencia del fuero federal que pudieran aducir las partes por distinta vecindad o nacionalidad- que el juez de Mendoza es competente para entender en el incidente surgido en el juicio de mensura con respecto a la parte del inmueble situado en jurisdicción de esa provincia, y que el de San Luis lo es para conocer en el juicio de mensura con prescindencia del incidente de referencia (CS, 1937/10/01, "Dufau, Juan A. c/ Cía. Agrícola Hipotecaria Argentina", Fallos, 179:150). 5. Clasificación de mensura La legislación nacional clasifica a las mensuras en: a) judiciales; b) administrativas, y c) particulares. Las judiciales son las que se realizan atendiendo a las disposiciones del ordenamiento procesal. La Dirección Nacional de Catastro y Topografía interviene sólo como asesora de la justicia, aunque el papel de juez sea escaso. Las administrativas son aquéllas que se sirven para deslindar fundos que dependan del dominio público del Estado, conforme con los arts. 2340 y 2750 del Código Civil. Finalmente, las particulares, son aquellas que se ejecutan sobre bienes inmuebles propiedad privada del Estado o de los particulares, con o sin modificación del estado predial, de acuerdo a las disposiciones del decreto 10.028/57. 6. Supuestos en que procede la mensura judicial De conformidad con lo establecido en el artículo 658 en análisis, la mensura judicial procede cuando se trata de comprobar o verificar la superficie de un terreno deslindado, o cuando hubiere confusión de límites entre terrenos linderos integrando en este caso, el juicio de deslinde. De ello se sigue que no puede haber deslinde sin mensura, pero sí a la inversa, porque la mensura puede solicitarse aun cuando no haya confusión de límites. Alcance Art. 659. -- La mensura no afectará los derechos que los propietarios pudieren tener al dominio o a la posesión del inmueble. 1. Carácter y efectos de la resolución judicial de mensura Tratándose de un procedimiento voluntario, la resolución pronunciada sobre la petición no tiene el alcance de una sentencia con autoridad de cosa juzgada, por lo que las cuestiones relativas al dominio y a la posesión objeto de la mensura quedan fuera de debate, pudiendo los interesados hacer valer sus pretensiones de esa índole en juicio de conocimiento independiente. La aprobación judicial de una mensura, sin oposición del Fisco, no hace cosa juzgada con respecto al juicio de mensura de una propiedad distinta, en el cual la operación ha sido impugnada por el Fisco por no estar de acuerdo con la proyección de aquel trabajo topográfico sobre la tierra de que trata el actual litigio; por lo que tampoco se le puede objetar que proceda con criterio distinto en uno y otro caso (Fallos, 221:341). Requisitos de la solicitud Art. 660. -- Quien promoviere el procedimiento de mensura, deberá: 1. Expresar su nombre, apellido y domicilio real. 2. Constituir domicilio legal, en los términos del art. 40. 3. Acompañar el título de propiedad del inmueble. 4. Indicar el nombre, apellido y domicilio de los colindantes, o manifestar que los ignora. 5. Designar el agrimensor que ha de practicar la operación. El juez desestimará de oficio y sin sustanciación previa la solicitud que no contuviere los requisitos establecidos. 1. Requisitos de admisión de la solicitud Esta disposición enuncia concretamente los requisitos de admisibilidad necesarios para abrir el procedimiento de mensura. Los incisos 1º y 2º hacen referencia a los requisitos comunes de toda presentación judicial. En cuanto al título de la propiedad inmueble que resulta objeto de la mensura (inc. 3º), es necesario, en principio para acreditar la legitimación del presentante, y por otro lado, es útil a los fines de la ubicación del título sobre el terreno. Además, del título o de las referencias catastrales surgirán los linderos, los que deberán ser denunciados (inc. 4º), para que se practique su debida notificación, a fin de que asistan a las diligencias que habrá de cumplimentar el técnico agrimensor. El inc. 5º referido a la designación del agrimensor, merece especiales consideraciones. La designación no podrá recaer en cualquier agrimensor, debiendo el mismo ser profesional –agrimensor, arquitecto o ingeniero, conf. ley 13.895- y estar inscripto en el registro nacional. Además, no debe tener los impedimentos indicados en el art. 36 (interés personal, sus socios, o sus parientes hasta el cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad). Ante el incumplimiento de estos recaudos, la sanción prevista en la última parte del artículo analizado consta de la desestimación de oficio del pedido por parte del juez competente. Se ha dicho que, la exigencia del art. 660, inc. 3º, de acompañar el título de propiedad del inmueble para demandar su mensura y deslinde, queda satisfecha con la demostración por parte de la Provincia actora de que se trata de un bien que pertenecía al dominio de España y que pasó ipso jure a ser propiedad del Estado particular al producirse la Independencia Nacional ("Provincia de Corrientes c. Liebig's Extract of Meat Co.", Fallos, 287:279). Nombramiento del perito. Edictos Art. 661. -- Presentada la solicitud, con los requisitos indicados en el artículo anterior, el juez deberá: 1. Disponer que se practique la mensura por el perito designado por el recurrente. 2. Ordenar se publiquen edictos por tres días, citando a quienes tuvieren interés en la mensura. La publicación deberá hacerse con la anticipación necesaria para que los interesados puedan concurrir a presenciarla, por sí o por medio de sus representantes. En los edictos se expresará la situación del inmueble, el nombre del solicitante, el juzgado y secretaría, y el lugar, día y hora en que se dará comienzo a la operación. 3. Hacer saber el pedido de mensura a la oficina topográfica. 1. Procedimiento El ordenamiento procesal, siguiendo las líneas de la reglamentación administrativa nacional, determina el trámite de mensura el cual consta de las siguientes etapas: a) designación del técnico, b) publicidad de la solicitud, c) registración administrativa, d) diligencia de mensura, e) oposición y citación de linderos, y f) acta y trámite posterior. a) Designación del técnico: el perito designado por quien solicita la mensura será elegido por el juez para practicarla. El nombramiento recaerá necesariamente sobre el profesional propuesto que reúna los requisitos indicados y que no tenga las objeciones del art. 36 del decr. 10.028/57. La Dirección Nacional de Catastro y Topografía lleva un registro especial para agrimensores, arquitectos o ingenieros, del cual deberá elegirse al técnico, sin que se pueda proponer o designar otro que no figure en el mismo. b) Publicidad de la solicitud: la disposición analizada establece un medio en virtud del cual se persigue la debida publicidad de la diligencia, a fin de hacerla conocer a quienes tengan interés legítimo en ello: los edictos. Sin perjuicio de ello, en el art. siguiente se prevé otro medio de publicidad del procedimiento: las circulares cursadas a los linderos y al mismo peticionario, por el agrimensor designado. A través de estos dos medios de publicidad es que se hace conocer la petición de mensura indicando la situación del inmueble, el tribunal interviniente y el momento en que se dará cumplimiento a la misma. Finalmente, la solicitud de mensura, se comunicará a la Dirección Nacional de Catastro y Topografía. Actuación preliminar del perito Art. 662. -- Aceptado el cargo, el agrimensor deberá: 1. Citar por circular a los propietarios de los terrenos colindantes, con la anticipación indicada en el inc. 2 del artículo anterior y especificando los datos en él mencionados. Los citados deberán notificarse firmando la circular. Si se negaren a hacerlo, el agrimensor deberá dejar constancia en aquélla ante dos testigos, que la suscribirán. Si los propietarios colindantes no pudiesen ser notificados personalmente, la diligencia se practicará con quien los represente, dejándose constancia. Si se negare a firmar, se labrará acta ante dos testigos, se expresarán en ella las razones en que fundare la negativa y se lo tendrá por notificado. Si alguno de los terrenos colindantes fuese de propiedad fiscal, el agrimensor deberá citar a la autoridad administrativa que corresponda y a su representante judicial. 2. Cursar aviso al peticionario con las mismas enunciaciones que se especifiquen en la circular. 3. Solicitar instrucciones a la oficina topográfica y cumplir con los requisitos de carácter administrativo correspondientes a la intervención asignada a ese organismo. 1. Deberes del agrimensor El perito designado deberá notificar a los linderos el procedimiento para el que fue nombrado, preferentemente en forma personal, haciendo constar las manifestaciones que éstos formulen, así como los motivos por o l s cuales se negaren a suscribir la misma, para lo cual será necesaria la presencia de dos testigos, de manera de tener por debidamente notificado a quien se negare a suscribir el recibo pertinente. 2. Efectos de la citación La citación a los linderos es al sólo efecto de que puedan controlar la mensura y hacer las objeciones u oposiciones que consideren convenientes, sin por ello asumir el carácter de partes. 3. Registración administrativa de la mensura El agrimensor designado, antes de comenzar su labor deberá cumplimentar la exigencia del inc. 3º del art. 661. El profesional deberá, además, solicitar instrucciones al organismo catastral, para así poder llevar a cabo los aspectos esencialmente técnicos como la ubicación y mensura. Oposiciones Art. 663. --La oposición que se formulare al tiempo de practicarse la mensura no impedirá su realización, ni la colocación de mojones. Se dejará constancia, en el acta, de los fundamentos de la oposición, agregándose la protesta escrita, en su caso. 1. Alcance de las oposiciones Antes de que comience la operación se puede cuestionar la competencia del juez para ordenar la mensura, pero al tiempo de practicarse la misma no se puede impedir su realización y sólo podrán formularse observaciones técnicas, dejando su respectiva constancia en el acta, y pudiendo el interesado solicitar la agregación de su opinión por escrito, con la asistencia de técnicos profesionales. Las oposiciones que se formulen al tiempo de practicar la mensura, tramitarán por incidente y “no impedirá su realización, ni la colocación de mojones”, conforme lo ordena el primer párrafo del artículo en comentario. La protesta escrita será considerada posteriormente por el juez que conoce en la causa. La falta de oposición no perjudica el derecho de los terceros para demandar posteriormente o para defenderse de una pretensión que deduzca quien se funde en la mensura. 2. Reglamento de mensura El artículo 60 de la reglamentación nacional establece la obligación del profesional de consignar las protestas o reclamos que reciba. Dichas presentaciones deberán consignarse por triplicado, siendo una de las copias firmada quedando como constancia de la presentación. Estas oposiciones deben hacerse figurar también en el acta final de conformidad con lo dispuesto en el art. 61 del decr. 10.028/57. Cuando hubiere oposición de algún lindero y la ubicación de las tierras a medirse dependa del resultado de esa oposición, la operación se hará trazando las variantes que contemplen los intereses de los colindantes, cuya conformidad deberá constar en un acta para que previo examen de la Dirección Nacional de Catastro y Topografía, sea resuelta por quien corresponda. Oportunidad de la mensura Art. 664. -- Cumplidos los requisitos establecidos en los arts. 660 a 662, el perito hará la mensura en el lugar, día y hora señalados, con la presencia de los interesados o de sus representantes. Cuando por razones climáticas o mal estado del terreno no fuese posible comenzar la mensura en el día fijado en las citaciones y edictos, el profesional y los interesados podrán convenir nueva fecha todas las veces que ello sea necesario, labrándose siempre acta de cada postergación. Cuando la operación no pudiere llevarse a cabo por ausencia del profesional, el juzgado fijará la nueva fecha. Se publicarán edictos, se practicarán citaciones a los linderos y se cursarán avisos con la anticipación y en los términos del art. 662. 1. Realización de la mensura Una vez cumplimentadas las diligencias preparatorias de los arts. 660 a 662, el perito procederá a practicar la mensura en el lugar y fecha indicados y en presencia de los interesados. 2. Suspensión de la mensura En el caso de que la mensura no pudiera practicarse en el día fijado por razones climáticas u otras circunstancias objetivas atendibles el profesional y los interesados podrán fijar nueva fecha, dejando constancia en el acta pertinente. El hecho de que se encuentren presentes el profesional y los interesados hace posible la postergación sucesiva de la diligencia, todas las veces que sea necesario. 3. Ausencia del profesional En el caso descripto en el último párrafo del art. en comentario, la ausencia del profesional produce la imposibilidad de conocer la nueva fecha. En este supuesto, el juez interviniente reasume la actividad que había quedado en manos del agrimensor fija directamente la nueva fecha y hace las citaciones y avisos que anteriormente había realizado el perito. La reglamentación correspondiente establece para este caso el plazo de cinco días (decr. 10.028/57). Si la ausencia fuera injustificada, el agrimensor deberá cargar con los gastos originados por el fracaso de la operación. Continuación de la diligencia Art. 665. -- Cuando la mensura no pudiere terminar en el día, proseguirá en el más próximo posible. Se dejará constancia de los trabajos realizados y de la fecha en que continuará la operación, en acta que firmarán los presentes. 1. Continuidad del trámite de mensura Si no fuere posible terminar la mensura en el día, la misma será continuada en el más próximo posible, de lo que se dejará constancia en el acta respectiva, haciendo referencia a las tareas hasta entonces realizadas y a la fecha en la que se proseguirá. 2. Desinterés de un colindante Si con las actuaciones realizadas se terminó la mensura respecto del límite con uno de los propietarios colindantes, ya no será necesaria su presencia para el resto de la operación. Citación a otros linderos Art. 666. -- Si durante la ejecución de la operación se comprobare la existencia de linderos desconocidos al tiempo de comenzarla, se los citará, si fuere posible, por el medio establecido en el art. 662, inc. 1. El agrimensor solicitará su conformidad respecto de los trabajos ya realizados. 1. Existencia de linderos desconocidos Mientras se realiza la mensura se puede llegar a conocer la existencia de linderos que hasta ese momentos no habían sido individualizados, en cuyo caso se impone su citación dentro de las posibilidades del agrimensor. Se establece que la citación deberá hacerse por el mismo medio fijado en el art. 662, inc. 1º, es decir, por circular. Ahora bien, para dar firmeza a lo actuado el perito deberá solicitar la conformidad de los linderos citados respecto de las tareas ya ejecutadas, dejando constancia en el acto. Intervención de los interesados Art. 667. -- Los colindantes podrán: 1. Concurrir al acto de la mensura acompañados por peritos de su elección, siendo a su cargo los gastos y honorarios que se devengaren. 2. Formular las reclamaciones a que se creyeren con derecho, exhibiendo los títulos de propiedad en que las funden. El agrimensor pondrá en ellos constancia marginal que suscribirá. Los reclamantes que no exhibieron sus títulos sin causa justificada, deberán satisfacer las costas del juicio que promovieren contra la mensura, cualquiera fuese el resultado de aquél. La misma sanción se aplicará a los colindantes que, debidamente citados, no hubiesen intervenido en la operación de mensura sin causa justificada. El perito deberá expresar, oportunamente observaciones que se hubiesen formulado. su opinión técnica acerca de las 1. Actuación de los linderos en el acto de mensura Los colindantes interesados podrán concurrir al acto de mensura asesorados por peritos de parte, los que serán pagados por quien reclame sus servicios. La norma en examen contempla las actitudes que puede adoptar el lindero: formular reclamos sobre la base del título, hacerlo sin acompañar el mismo y, formular reclamos contra la resolución sin haber asistido a la operación, sin perjuicio de su aviso. En el primer caso, el agrimensor deberá consignar en el margen del título lo siguiente: “acompaño la presentación y el reclamo”. Esto será examinado expresamente por el perito quien, según lo establece la última parte del artículo, deberá expresar su opinión técnica acerca de las observaciones que se hubiesen formulado. Los reclamantes que no exhibieron sus títulos sin causa justificada, tendrán que soportar los gastos generados al promover, sin derecho, las oposiciones a la mensura. La misma sanción recae sobre quien citado debidamente a la operación de mensura no concurrió y posteriormente promueve un proceso que la modifica. Remoción de mojones Art. 668. -- El agrimensor no podrá remover los mojones que encontrare, a menos que hubiesen comparecido todos los colindantes y manifestasen su conformidad por escrito. 1. Acto de mensura y amojonamiento El amojonamiento consiste en la colocación de señales en la línea divisoria, una vez efectuado el deslinde. La remoción de mojones existentes sólo se puede realizar a consecuencia del deslinde, pero no de la mensura, salvo conformidad expresa de todos los colindantes. Estos mojones, constituyen elementos inapreciables del juicio en las acciones posesorias o petitorias que no quedaron comprometidas por la ejecución de la mensura. En caso de no haber conformidad de los linderos, deberá dejarse establecida la nueva línea de deslinde por nuevos mojones, pero siempre sin alterar los existentes. Acta y trámite posterior Art. 669. -- Terminada la mensura, el perito deberá: 1. Labrar acta en la que expresará los detalles de la operación y el nombre de los linderos que la han presenciado. Si se hubiere manifestado disconformidad, las razones invocadas. 2. Presentar al juzgado la circular de citación y, a la oficina topográfica, un informe acerca del modo en que ha cumplido su cometido y, por duplicado, el acta y el plano de la mensura. Será responsable de los daños y perjuicios que ocasionare su demora injustificada. 1. Carácter del acta Se trata de un instrumento público, ya que está confeccionada por un funcionario judicial en ejercicio de sus funciones. El artículo examinado se corresponde con el art. 57 del decr. 10.028/57 que impone al perito cerrar la mensura con un acta en la que se haga constar las reclamaciones, protestas, convenios, acuerdos, conformidades o disconformidades de los interesados. Este acta deberá presentarse con un informe a la Dirección Nacional de Catastro y Topografía: la memoria. 2. Plazo La norma es incompleta, ya que determina que habrá una sanción por la demora injustificada de la presentación del acta, aunque en ningún momento establece cuál es plazo en el que la misma debe ser presentada. Dictamen técnico administrativo Art. 670. -- La oficina topográfica podrá solicitar al juez el expediente con el título de propiedad. Dentro de los treinta días contados desde la recepción del acta y diligencia de mensura o, en su caso, del expediente requerido al