Subido por escobar62

IDENTIDAD CULTURAL EN LA EDUCACIÓN SECUNDARIA

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IDENTIDAD CULTURAL EN LA EDUCACION
SECUNDARIA
¿Cómo lograr reforzar la identidad cultural de los alumnos frente al
avasallamiento de los medios masivos de comunicación? ¿Cómo
contrarrestar la influencia de estilos y modos de vida americana? Para
poder contestar estas interrogantes, primero debemos de tener en
cuenta esta otra pregunta ¿qué es la cultura? Y ¿Cómo se ha construido
la identidad mexicana a través del tiempo?
México a través de su historia hemos conocido que ha tenido muchas
transformaciones políticas, económicas, sociales y principalmente
culturales, desde siempre ha existido flujo de migraciones internas y
externas buscando la superación económica, académica, de trabajo,
para tener mejores condiciones de vida, etc. Y esto ha hecho posibles
cambios en los valores, estilos de vida, de pensamiento y en la manera
de interpretar el mundo.
Estamos viviendo evidentemente las consecuencias de la globalización
como un proceso de reestructuración de las relaciones sociales y de sus
modos de interpretarlas y de organizarlas, orientadas por las exigencias
de competitividad y de reorganización nunca antes vistas, de las
grandes empresas trasnacionales.
A pesar del avance del capitalismo en el mundo, en México hasta hace
unas décadas se ha reconocido y eso por las luchas de los pueblos
indígenas de que es un país pluricultural.
La educación en México también ha sido afectada por este fenómeno
mundial, su modernización con las mal llamadas reformas educativas
que ha implementado el gobierno federal, significa en nuestra época
actual la expansión y el uso de las modernas tecnologías de la
información y la comunicación en todos los rincones del mundo.
En un país como el nuestro es preocupante quedarse de brazos
cruzados y no hacer nada para contrarrestar la influencia negativa que
daña a nuestros jóvenes estudiantes estas ideas extranjerizantes que
se difunden a través de las tecnologías de la información.
Se necesita iniciar un proceso de reforzamiento de nuestra cultura
nacional y eso se puede a través de la educación.
En este sentido creo que la escuela y la educación en México tiene
todavía un larguísimo papel que cumplir. Su misión de construir y
reforzar ese nacionalismo golpeado por el Neoliberalismo, aún no está
agotado. Esto obliga a desarrollar una educación y una escuela
alternativa como parte de un proceso de construcción de un nuevo
nacionalismo verdaderamente democrático.
Vamos por partes empecemos por conocer el término de la identidad
según el diccionario: Del latín identitas es el conjunto de los rasgos
propios de un individuo o de una comunidad, también dice que es la
conciencia que una persona tiene respecto de sí misma. Y que la
convierte en alguien distinto a los demás.
Desde un punto de vista psicológico, el concepto de identidad apela al
sujeto viviente y concreto, es decir, para que haya identidad es
necesario que haya personas que la experimenten y la vivencien. Desde
este punto de vista, la identidad en tanto fenómeno psicológico, aparece
con dos dimensiones: la primera, el conjunto de experiencias que
conforman la vida de cada cual o biografía personal o proceso de
construcción del yo, a esto se le puede denominar la “sustancia” de la
identidad: aquello de lo cual está constituida. La segunda dimensión se
refiere a que todo ello implica un componente afectivo, pues se ama lo
que se vive, aquello que constituye nuestra querencia. Implica la
aceptación de sí mismo y su correspondiente valoración y
revalorización. El componente afectivo significa amarse a sí mismo,
autoestimarse y respetarse. Esta dimensión afectiva es indispensable
para cada persona, sin ella no es posible vivir.
La identidad cultural, por ejemplo, quiere decir un conjunto de creencias,
modos de pensar, fines, valores, modo de percibir las cosas e incluso
concepciones del mundo, que son comunes o compartidas por un
conjunto de personas en un determinado lugar.
La identidad cultural no es la suma de las conciencias individuales a
pesar de que sin estas consciencias individuales la identidad no puede
presentarse. Hacer esto supone una reducción de lo cultural a lo
psicológico.
Pensar de esta manera implica pensar que primero y antes que todo
existe el hombre individual, aislado, y es este hombre aislado es el que,
por agregación produce lo social.
Pensar así es simplemente desconocer la esencialidad del ser humano
que es su carácter profundamente social. Lo social en el hombre se
hunde en las raíces más remotas de su proceso de evolución. El ser
humano es el ser más social de las especies y en ello radica su poderío
y también su debilidad (porque el capitalismo está destruyendo lo social
en el hombre).
Lo que quiero decir y para finalizar esta parte de la exposición es que,
si bien la primera regla metodológica para comprender la identidad
consiste, como lo hemos indicado antes, en comprender las múltiples
relaciones entre lo social, lo político, lo cultural y lo individual, una
segunda regla consiste en considerar que, una vez aparecida la cultura,
ésta determina la conformación de la personalidad y por lo tanto de la
identidad.
Y una tercera regla consiste en saber cómo, cada uno de nosotros,
como personas vivientes, podemos intervenir en el escenario social,
político y cultural dentro del cual se da la identidad.
Bueno vamos a conocer un poco más analizando la obra escrita de
Samuel Ramos para entender aún más sobre el tema de la cultura sobre
la base de la comprensión de “El perfil del hombre y la cultura en
México”, podemos entrar en materia para encontrar en dicha obra cuál
es ese tipo de cultura que puede tener el mexicano y México.
Naturalmente que para este propósito también tendremos que encontrar
simultánea y complejamente: ¿Cómo podrá tener el mexicano y México
esa cultura? Y así asume Samuel Ramos esta situación compleja
diciendo –refiriéndose al mexicano- que su error del mimetismo europeo
proviene quizá de un concepto erróneo de la cultura que, por idealizarla
demasiado, la separa de la vida como si no fuera indispensable el calor
y la fuerza vital para sostener al espíritu. No podemos proseguir –sigue
diciendo Ramos- practicando un europeísmo falso; pero es preciso huir
también de otra ilusión peligrosa, que es la de un mexicanismo
igualmente falso.
Todo lo cual representa en Ramos una preocupación por encontrar un
perspectivismo o mentalidad del mexicano que no se incline a imitar la
cultura europea, ni tampoco a rechazarla infundadamente para
refugiarse en un nacionalismo mal comprendido. Sino pensar en la
posibilidad de un perspectivismo idóneo que lleve al mexicano a
proyectarse acorde con su ser mestizo. Es decir, una perspectiva
producto de la asimilación identificada sabiamente desde su natural
mexicanidad. Por eso dice Samuel Ramos que es de la mayor
importancia que la escuela ayude a vencer el sentimiento de inferioridad
desde que este aparece en la niñez. Y al mismo tiempo reconoce que
no es fácil establecer en detalle los métodos apropiados a ese fin.
Considera que este es un asunto técnico de la competencia de
pedagogos bien preparados que sean al mismo tiempo buenos
psicólogos. Que es indispensable que el maestro mexicano sea un poco
experto en la “cura de almas”. Que, en los grados superiores de la
enseñanza, el maestro tendrá que realizar una verdadera reeducación
en los individuos que padezcan ya de aquella inadaptación psíquica –y
agrega conclusivo, la educación en todos sus grados –desde la primaria
hasta la universidad- debe orientarse hacia lo que se llamaría el
“conocimiento de México”.
A partir de esta última premisa, Samuel Ramos critica la educación en
México y cuestiona el hecho de que, si los hombres que van a la escuela
o a la Universidad a prepararse en alguna actividad técnica o
profesional, lo hacen para trabajar después en el país, es lógico que la
educación debe prepararlos también en el conocimiento del medio que
será en el futuro su campo de acción. Y enfatiza, que la falta de armonía
entre lo que el hombre sabe y el ambiente que lo rodea, es la causa de
muchos fracasos en casi todos los campos de la vida de políticos,
legisladores, educadores, profesionales, literatos, etc., cuyo saber no
funciona en la realidad práctica, y que cuando los fracasos pasan a la
dimensión colectiva, agravan el sentimiento de inferioridad.
Y sigue diciendo Samuel Ramos, hay que librar a los mexicanos de los
complejos inconscientes que hasta hoy han inhibido el desarrollo de su
ser verdadero. Si el mexicano tiene una idea deprimente de su valía, es
porque se ha fijado en valores de comparación que, como es natural,
cambian de magnitud de acuerdo con el punto de referencia que se
adopte. Porque la unidad de medida no debe buscarse en hombres de
otros países y otros grados de cultura. Ya que cada hombre puede
prolongar idealmente las líneas de desarrollo de sus cualidades
potenciales hasta el límite máximo de su perfección y obtener así una
prefiguración ideal de lo que es capaz de ser.
Lo que aquí Samuel Ramos propone, es que el mexicano se establezca
metas para el desarrollo de su cultura a partir del conocimiento eficiente
sobre su propio ser y así, esa meta, sea congruente con lo que su ser
pueda desarrollar, porque los recursos que necesitará para ello, radican
en las posibilidades de su propia esencia como mexicano. Y no
proponerse el logro de metas culturales que han sido congruentes con
otras esencias humanas, que por esta razón le van a ser imposible de
alcanzar, y le producirá el consabido fracaso, sentimiento de inferioridad
y la imitación como mecanismo de defensa.
Octavio Paz en su obra más conocida describe para comprender la
esencia de la individualidad mexicana, analiza con singular penetración
expresiones, actitudes y preferencia distintivas para llegar al fondo
anímico en el que se han originado: en todas sus dimensiones, en su
pasado y en su presente, el mexicano se revela como un ser cargado
de tradición. Su pasado ancestral descubre ligaduras que atan al
hombre con su cultura, adiestran sus reacciones y sustentan la armazón
definitiva de la espiritualidad mexicana.
Tomando en cuenta estas dos afirmaciones sobre la identidad cultural
del mexicano, podemos afirmar que esta identidad buena o mala como
se quiera ver, pero es única y que a pesar del tiempo ha sobrevivido,
con todo sus valores prehispánicos, coloniales y modernos. Todos se
conjugan para reconocer al mexicano actual.
Ahora bien, las nuevas generaciones de jóvenes que ya les tocó vivir
las transformaciones en la educación, la tecnología y los medios de
comunicación están sufriendo el embate de las modas, estilos de vida,
los estereotipos, nuevas adicciones, etc.
El problema de la identidad cultural remite, pues, irremediablemente, al
pasado histórico de México. Repetimos que en sociedades como la
nuestra y desde el punto de vista de la educación, ello significa que esta
última y más propiamente la institución escolar o sistema educativo, ha
servido (y continúa sirviendo) para dividir y oponer al pueblo no sólo en
razón de clase, sino también en razón de criterios étnico-culturales:
color de la piel, del pelo, rasgos fisonómicos, lengua, vestimenta,
costumbres, concepción del mundo, etc.
En las últimas décadas y coincidentemente con el predominio
norteamericano, son las expresiones culturales de este último país:
conocimientos, tecnologías, lógica de pensamiento; códigos y valores
sociales, costumbres, bailes y canciones, las que asumen la
preeminencia. Estas expresiones culturales son paulatinamente
internalizadas por las nuevas generaciones mediante principalmente los
medios de comunicación masivos.
Se comprende entonces que la lucha por lograr la identidad cultural sólo
puede darse como un aspecto de la lucha por la construcción de la
nación y la plena soberanía del país, esto es, como lucha por lograr la
capacidad de México para construir por sí mismo su propio destino
histórico.
Sostengo en consecuencia, que la idea de nación tiene aún plena
vigencia en nuestra realidad y en la época actual, pese a que muchos
proclaman la caducidad de las naciones y de los Estados en esta era
de la globalización. Sin embargo, si es bien cierto que vivimos una
época de transnacionalización de todas las esferas de la sociedad, esto
al mismo tiempo ha significado, contradictoriamente y como la cara
opuesta de la moneda, la exacerbación de los nacionalismos y de las
políticas nacionalistas.
El cambio tecnológico y cultural no conduce necesariamente a una total
pérdida de la identidad cultural. Pensar lo contrario equivaldría a
preconizar el inmovilismo, a la anulación del tiempo, a la vigencia
absoluta de la tradición: algo por completo retrógrado y conservador. La
pérdida de la identidad cultural se produce cuando los conocimientos,
valores, etc. provenientes de otras realidades -lo que desde el punto de
vista de la cultura eurocéntrica suele denominarse “progreso” o
“modernización cultural”- se imponen, en una sociedad distinta,
torciendo y sometiendo la práctica, la vida, las maneras de pensar y de
concebir el mundo. Se sigue entonces un camino inverso denominado
“actualización cultural” que es el que han seguido los países que, como
el nuestro, fueron alguna vez colonias. En el caso de los países
europeos, hubo, en su proceso histórico, conservación de la identidad
cultural, los nuevos elementos culturales fueron y continúan siendo
apropiados por los mismos pueblos y hombres que los producen; los
cambios culturales son asumidos inmediatamente y utilizados por ellos,
los nuevos elementos aparecen como emanación de la práctica y de la
misma realidad que viven dichos pueblos.
Nada de esto ocurre en los países latinoamericanos como el nuestro. El
cambio cultural se presenta en nuestros países completamente distinto
y traumático. El cambio deja de ser centrífugo, no aparece como
dimensión de la propia vida social sino como un movimiento inverso por
el cual la vida, la praxis, es constantemente constreñida a adaptarse a
los cambios culturales. Es decir, se introducen primero los cambios
culturales y luego se trata de adaptar el conjunto de las relaciones
sociales a dichos cambios. En lugar de que la cultura refleje y se
constituya en parte del proceso de construcción de la vida social, es la
vida social la que refleja las teorías, los valores los estilos de vida, la
tecnología y los “modos de hacer” extranjeros.
Por lo tanto, surge la siguiente pregunta ¿Cuál es el rol de la educación,
o más propiamente, del sistema educativo? ¿Puede ésta contrarrestar
de alguna manera la ofensiva cultural que nos viene principalmente a
través de los medios de comunicación de masas? ¿Cuál es el papel de
los maestros dentro de la escuela pública?
Aprovechando las reuniones de Consejo Técnico Escolar que se
realizan cada fin de mes, se puede proponer en dichas reuniones la
construcción de un proyecto a nivel de centro educativo, el que
necesariamente deberá constituirse como parte de un proyecto cada
vez más amplio: de la comunidad, de la localidad, de la región y del país,
convertir la escuela en un centro productor de cultura y de identidad
cultural, para lo cual es requisito esencial la conversión del currículo; es
decir, en un espacio en el que concurren las diversas posiciones y
aspiraciones educativas de los docentes, de los educandos, de los
padres de familia, de la comunidad, etc. Esta perspectiva significa un
inmenso horizonte que sensibiliza la escuela respecto de los problemas
de la comunidad y la vincula estrechamente con ella haciéndola
participar activamente en la construcción de la identidad cultural de esa
comunidad.
Crear en nuestras instituciones educativas, desde el jardín hasta la
universidad la conciencia de la necesidad de la apropiación y control de
los productos y elementos culturales producidos en otros lugares. Esta
apropiación y control no se limita solamente al plano de lo simbólico o
al de la operación, sino también al plano de la producción de dichos
productos.
Considerar como eje dinamizador en educación y sin el cual nada de lo
anterior puede hacerse, el ejercicio y vigencia de la democracia directa
y de bases a todo nivel: en la institución educativa, en la comunidad, en
las relaciones sociales en general.
La postulación de un “perfil del educando”, caracterizado como:
conductor colectivo que luche por el autogobierno de la sociedad, un
productor de cultura y de la propia identidad cultural.
El problema fundamental de la relación educación y cultura es el que se
refiere al papel de la educación en la identidad cultural. La identidad
cultural consiste en la identificación del hombre con su mundo
simbólico-cultural, en el proceso por el cual el hombre crea ese mundo
cultural, se apropia de éste y lo internaliza.
Para que la identidad cultural se produzca, es necesario que se den por
lo menos estas dos condiciones: la capacidad del hombre de crear, en
forma enteramente libre y autónoma, sus propias condiciones históricas
de vida, especialmente a las que se refiere a las formas de producir
cultura, la apropiación y control de la cultura que está asociada a toda
práctica humana, como la apropiación y control sobre la generación y
uso de los conocimientos, tecnologías, saberes, valores, modos de
interpretar el mundo y sobre la producción del universo cultural.
Desde este punto de vista, la identidad cultural se mantiene cuando los
nuevos elementos culturales, vengan de donde vinieren, son recibidos,
incorporados y utilizados soberanamente, es decir, bajo el control de los
receptores, en función de su propia práctica, de sus necesidades de
desarrollo y de sus intereses históricos como pueblos. La escuela se
convierte, entonces, en un centro de cultura y de identidad cultural.
Así es como los alumnos se les puede guiar y orientar a través de la
escuela a que refuercen su identidad nacional, a que sepan valorar más
su pasado histórico, siendo profesor de la asignatura de historia en uno
de sus tres ejes temáticos del programa oficial dice que se promoverá
la convivencia y el respeto a sus tradiciones y costumbres del alumnado.
Las actividades pedagógicas que se desarrollan durante el ciclo escolar
en la asignatura de historia I y II, refuerzan su origen pluricultural, sus
derechos, pero también sus obligaciones escolares. Gracias a esta
asignatura se pueden observar a través de las tecnologías de la
comunicación diferentes videos, diapositivas donde se concientiza al
alumno sobre el valor de ser ciudadano de este país y reconocer el
derecho de los pueblos indígenas, de la tolerancia, de la igualdad, del
no a la violencia escolar, de la equidad de género, de fomentar los
valores, etc.
Los jóvenes en esta edad están sufriendo cambios de tipo psicológicos,
biológicos, físicos y emocionales y son fáciles de manipular, también
son rebeldes, inquietos, les gusta mucho jugar, pero son bombardeados
a través de los medios masivos de comunicación y adoptan fácilmente
ideas que son nocivas para ellos, como el bulling, el cuting, y otras
prácticas negativas que observan en el Internet.
Este tipo de ideología nociva el joven la asimila muy fácilmente por su
misma inexperiencia, o porque le gusta los retos y demostrarse así
mismo que las puede, a veces provocándose daño, o hasta perder la
vida. Todo esto lo observamos en la escuela y tratamos de prevenirlo a
través de las diferentes actividades académicas.
La escuela secundaria como espacio de vida del adolescente en los
cuales la experiencia escolar permite a los estudiantes mostrarse y
construirse como jóvenes; asimismo se identifican algunos de los
sentidos que adquiere la escuela para ellos y se realiza un análisis de
los procesos de redefinición y resignificación que los adolescentes viven
en el momento en que cursan la educación secundaria.
Las secundarias como espacios de vida adolescente también son
espacios de tensión, que forman parte de tensiones más amplias que
se desarrollan entre lo político, lo económico y lo social; entre lo cultural
y los sujetos. Dentro de ellos la socialidad adquiere un carácter diverso,
oscilando entre dos extremos; en un polo se encuentra el aglutinamiento
y la homogeneidad y, en el otro, la fragmentación, pasando por
procesos como la diferenciación, es decir, los adolescentes pueden
reconocer la pertenencia a ciertos grupos, pero al mismo tiempo, a partir
de características que no comparten, marcar cierta distancia de ellos.
Entre estos procesos de homogenización, diferenciación y
fragmentación, las escuelas secundarias se convierten en espacios de
tensión dentro de los cuales los adolescentes construyen diversas
comunidades emocionales en las que participan y desde las que
también construyen sus identidades culturales.
Los alumnos de las escuelas secundarias desarrollan entre sus muros
una serie de conocimientos, valores, actitudes y habilidades, que
contribuirán a constituirlos como jóvenes, pero por las características
particulares de cada uno de ellos y las experiencias escolares y
extraescolares diferenciadas, construirán o reconstruirán de formas
distintas su relación con las instituciones educativas, con la familia, los
adultos y autoridades, con los adolescentes del sexo contrario, con
amigos y compañeros, además de la propia identidad cultural.
FRANCISCO JAVIER ESCOBAR DE JESÚS
UNIVERSIDAD PEDAGOGICA NACIONAL
MAESTRÍA EN FORMACIÓN Y PRÁCTICA DOCENTE
SEMINARIO:
IDENTIDAD CULTURAL Y LA ESCUELA
COORDINADOR:
DR. ELÍAS GÓMEZ AVENDAÑO
ALUMNO: FRANCISCO JAVIER ESCOBAR DE JESÚS
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