La prospectiva y la investigación del futuro Jordi Serra del Pino Introducción El descubrimiento del tiempo (como un vector cronológico) por parte de los humanos es una cuestión algo incierta; seguramente la adquisición de conciencia sobre el tiempo vino aparejada con el desarrollo de mecanismos de lenguaje para expresar estadios temporales distintos, es decir: los tiempos verbales. Esta parece una explicación plausible en la medida que se conoce que culturas sin tiempos verbales (tal y como los conocemos: pasado, presente y futuro) han desarrollado una percepción temporal totalmente distinta1, incluso algunas de ellas operando estrictamente en tiempo presente. Con todo, hay que ser consciente del salto evolutivo que implicó para nuestra mente la facultad de referirse a momentos temporales diferentes y de ordenarlos cronológicamente. Sobretodo, porque la existencia de una pluralidad de instantes rompió la configuración del presente como eterno; dicho de otra manera, se abrió la posibilidad de esperar variaciones en el devenir de las cosas. Esta nueva percepción del tiempo es lo que posibilitó la anticipación, la previsión y la planificación y dio una nueva dimensión al recuerdo, a la rememoración y a la conmemoración; todos ellos elementos esenciales para las funciones de generación, almacenaje y transmisión de conocimiento. Sea como sea, tan pronto como los primeros humanos entendieron que el tiempo es mutable empezaron a desarrollar herramientas para gestionarlo: aparecen los primeros calendarios y se empiezan a desarrollar ciencias y saberes para mejorar la capacidad de medición y anticipación del tiempo. Los fundamentos de estas empresas cognitivas han sido legión y las disciplinas a que han dado lugar innumerables: astronomía, astrología, numerología, quiromancia, cartomancia y un sinfín de artes adivinatorias que, a su vez, hacen posible la 1 Este sería el caso los Hopi cuya lengua no tiene tiempos verbales pero si distingue entre términos objetivos o manifestados y términos subjetivos o que se manifiestan, lo que les permite indicar una dirección temporal Para los Bantus el tiempo no tiene ninguna entidad ni substancia hasta que suceda algo que lo fija y lo convierte en el tiempo de ese algo, por esta razón no disponen de ningún concepto genérico para designar al tiempo [1]. 1 existencia de adivinos, profetas, oráculos, pitonisos, brujos, chamanes, etc. Sin embargo, todas estas disciplinas se movían principalmente en el ámbito de lo sobrenatural, cuando no de lo esotérico o hermético; por ello, las personas que tenían (o pretendían tener) la capacidad de predecir el futuro eran reverenciadas y temidas. De todas manera, para el común de los mortales el futuro era, en el mejor de los casos, inescrutable e ineluctable y fuente de todo tipo de temores. La consagración de la razón como principio rector de la acción humana y la consolidación de la ciencia como método de obtención de conocimiento cambian este estado de cosas; el futuro deja de ser el origen de todos los temores para pasar a ser una fuente de esperanza. La transición del siglo XIX al XX marca el apogeo de la fe en el progreso como panacea a los males de la humanidad y, también, de la creencia en la ciencia como la llave que nos abriría los secretos del tiempo y el espacio. H G Wells se convirtió en el apóstol de la nueva fe y, en una conferencia pronunciada en 1902 en la Royal Institution en Londres, afirmó que se ha hecho posible obtener un conocimiento de las cosas a venir tan claro, tan universalmente convincente y, infinitamente más importante para la humanidad, que la clara visión del pasado que nos ha proporcionado la geología en el S XIX [2]. Sin embargo, esta idílica versión del futuro pronto se quiebra. Primero la I Guerra Mundial demostró que el progreso no aseguraba la concordia y, en segundo lugar, la teoría de la relatividad y la física quántica rompieron la imagen del cosmos como un gran mecanismo fiable y predecible. Así, ni la ciencia ni la razón parecían caminos fiables hacia un futuro mejor; de hecho la primera mitad del S XX deviene una perfecta imagen del vaivén de la humanidad entre la esperanza y la desazón, entre la irracionalidad y el desarrollo culminando en la II Guerra Mundial como epítome de la sinrazón. Y es precisamente en este contexto que se origina la prospectiva. Es en la Europa de la posguerra que nace la prospectiva, un grupo de intelectuales entre los que destacan Bertrand de Jouvenel, Aurelio Peccei, Gaston Berger i Robert Jungk se plantean una cuestión simple pero de gran trascendencia ¿como se puede evitar que algo como la II Guerra mundial vuelva a pasar? Es esta inquietud compartida la que hará que estas persones entren en contacto. Con todo, y a pesar de que hay una sintonía absoluta respecto a lo que se persigue, existe menos consenso sobre como hay que hacerlo. Hay dos grandes planteamientos fundamentales, por un lado tenemos a Bertrand de Jouvenel, un hombre de 2 inquietudes y saberes enciclopédicos que aboga por un acercamiento más intuitivo, en el que la investigación sobre el futuro se concibe más como un arte que un ciencia; su enfoque cristalizó en su obra magna El Arte de la Conjetura [3] de 1964. La opción de de Jouvenel es coherente con su manera de concebir el mundo pero puede plantear problemas de aplicación para otras personas y sobretodo, condena a la prospectiva al limbo académico. Con todo, la aportación de Bertrand de Jouvenel es profunda y ha pervivido gracias a Futuribles, la institución y la revista dedicadas al estudio del futuro que continúan siendo un referencia en este campo. Gaston Berger, otro hombre de talentos y intereses muy diversos, formula otro planteamiento que, sin rechazar el enfoque probabilístico que se estaba desarrollando en Estados Unidos, incorpora y realza el elemento humano en la conformación de los futuros posibles. En efecto, Berger recoge la aportación americana, pero situando en un papel muy principal la investigación de las prioridades de los actores involucrados, entendiendo que la hipotética resolución de los posibles (o previsibles) conflictos de intereses definirá que futuro acabará ocurriendo. En 1957 Berger funda en París el grupo Centre International de Prospective que establece algunos de los fundamentos de la prospectiva, en 1958 el Centro publica el primer número de una revista titulada Prospective. Conviene señalar aquí que la investigación sobre el futuro en Estados Unidos empieza aproximadamente una década antes que en Europa. Pero tanto con un propósito y un enfoque distinto. El hito inicial lo marca la creación por parte de las Fuerzas Aéreas estadounidenses y la fabrica de aviones Douglas Aircraft Company del Proyecto RAND (acrónimo para Research and Development, investigación y desarrollo) en 1946. Aunque no es hasta 1948 en que la RAND ya sin la Douglas y bajo la Fundación Ford deja de ser un proyecto para ser una corporación (tal y como sigue operando a día de hoy). Es en ese momento que la RAND se configura como el think tank primigenio; y es en esta época en que la RAND, entre otras cosas, se especializa en intentar responder preguntas de eventos futuros sobre los que no hay datos. Gente como Olaf Helmer, Norman Dalkey, Theodore Gordon o Herman Kahn desarrollan técnicas y métodos que permiten obtener datos sobre el futuro en forma de pronósticos (Forecast); el resultado más conocido de su trabajo es el método Delfos o Delphi2 que todavía 2 El método se bautizó así en honor al famoso oráculo de Delfos consagrado a Apolo en Grecia, fue creado por Helmer y Dalkey en 1953. 3 es uno de los métodos más usados en todo el mundo. Como el fin de la nueva empresa intelectual es eminentemente pragmática nadie se preocupa, de entrada, de estructurar un corpus teórico nuevo y se recurre a una denominación neutra Futures Studies, que en su vertiente más formalizada deviene Futures Research. Con todo, la principal diferencia respecto a la prospectiva europea no radicaría en la pretensión de definir una nueva disciplina, o no; la distinción más importante seria actitudinal: así, mientras la prospectiva tiene el firme propósito de utilizar los resultados de sus trabajos para influir en el futuro, los futures studies; de hecho, en futures research, la versión más formalista de los Futures Studies, se argumenta que su único objetivo es estudiar el futuro no intervenir en él. Aquí sería pertinente cuestionarse si es posible investigar el futuro sin afectarlo mínimamente, pero lo cierto es que el planteamiento de los Futures Studies es coherente con su origen: si su función era proveer datos e información para una decisión que se toma en otra instancia, es lógico que obvien esta fase. La segunda diferencia radica en el rol que se da a la intervención humana en la construcción del futuro. Mientras los futures studies parten de un planteamiento en el que se prima las variables estructurales, la prospectiva otorga un papel central a la agenda humana. En justicia se puede argumentar que introducir la variable del comportamiento humano implica añadir una complejidad considerable a un estudio de futuro, y si no se pretende orientar la acción quizás se puede soslayar. Por otro lado, la experiencia demuestra que la variable humana (en forma de preferencias, intereses, estrategias, etc.) interactúa con las investigaciones y, si no se tiene en cuenta, puede provocar distorsiones significativas. Esta digresión ha de permitir ver que aunque los futures studies y la prospectiva presentan un solapamiento importante y, a menudo, se utilizan como sinónimos o traducciones respectivas, no son disciplinas completamente coincidentes. En este artículo me referiré exclusivamente a la prospectiva. Prospectiva ¿Y que entenderemos por prospectiva? Pues la podemos definir como la disciplina que estudia el futuro para comprenderlo y poder influir en él. En estas escuestas dos líneas, se pueden identificar las claves esenciales de la prospectiva. Un examen atento nos las revela: 4 La prospectiva es la disciplina... El primer rasgo que se nos destaca es que estamos ante una disciplina científica o, como mínimo, un saber que aspira a funcionar según los principios fundamentales de la ciencia, a saber: § Publicidad: es decir, que todo aquello que se utiliza en prospectiva (conceptos, métodos y procedimientos) puede ser aprendido puesto que no estamos ante un saber hermético ni ante una cualidad inherente ni, mucho menos, una predisposición genética que tengan los prospectivistas. Dicho de otra manera, cualquiera puede estudiar, aprender y practicar prospectiva independientemente de su origen, crianza o herencia genética. § Repetibilidad: el principio por el cual concedemos que, en igualdad de condiciones, un mismo conjunto de circunstancias de partida nos ha de llevar, necesariamente, a las mismas conclusiones. Aquí, hay que admitir que la repetibilidad es más fácil en algunos métodos, como las simulaciones con modelos, que con otros, el mismo Delphi. (...) que estudia el futuro ... Este ha sido uno de los grandes caballos de batalla con el mundo académico. Cuántas veces se ha negado la mera aspiración a la cientificidad de la prospectiva por este punto. El razonamiento es algo burdo: si el objeto de la prospectiva es el futuro, la prospectiva no puede ser ciencia ya que el futuro no existe y no puede haber una ciencia sin objeto. En todo este razonamiento sólo hay un punto que es cierto: que el futuro no existe. De hecho, aún diría más, es metafísicamente imposible que llegue a existir ya que, justo en el momento en que se concreta su ocurrencia deviene presente. El resto del razonamiento es falso y avieso. En cualquier caso hay que entender que aquello que estudia la prospectiva no es el futuro en sí mismo sino lo que pueda acontecer en él. Por tanto, el futuro no es tanto el objeto como el ámbito de trabajo de la prospectiva. Es como la historia, que no estudia el pasado sino los restos que nos han llegado de él hasta el presente: archivos, códices, pinturas, tratados, documentación, etc.; de la misma manera la prospectiva estudia la información sobre el futuro de la que ya disponemos en el presente en forma de imágenes de futuro, tendencias, sucesos, balizas temporales y planes. La especificidad de la prospectiva es que su ámbito de trabajo es fluido y cambia constantemente claro que, también lo hace el pasado. 5 (...) para comprenderlo... Esta es, sin duda alguna, la parte fundamental de la definición. Una equivocación muy común consiste en creer que la prospectiva trata de predecir o de pronosticar el futuro. ¡Craso error! La prospectiva concibe el futuro como un vasto océano de posibilidades que dependen de conjunciones de factores que arrancan del pasado y se entremezclan en el presente. Es más, cualquier prospectivista sabe que la información sobre el futuro que es válida hoy puede devenir obsoleta pasado mañana. Dicho de otra manera, de todo lo que podemos llegar a saber sobre el futuro lo menos interesante es el qué pasará, lo realmente relevante es el cómo y, sobretodo, el porqué. En efecto, la prospectiva busca entender cuáles son los mecanismos causales y la secuencia de hechos que puede llevar a que sea uno, de entre todas las posibilidades, el futurible3 que acaba sucediendo. Y esto me permite llegar a uno de los puntos centrales de mi exposición: la prospectiva no hace predicciones. De hecho, en prospectiva no creemos que sea posible predecir el futuro y desconfiamos de quien dice poder hacerlo. Bertrand de Jouvenel lo planteo claramente en un silogismo: Si el futuro está predeterminado, ¿qué nos impide llegar a conocerlo? Pero, si llegamos a conocer el futuro, ¿qué nos impedirá cambiarlo?... Pero también hay una cuestión más profunda, casi un principio filosófico, cuando nos hacen una predicción, por ejemplo: mañana lloverá o el próximo semestre bajarán los tipos de interés, estamos concibiendo el futuro como univoco, como único ya sólo se contempla la ocurrencia de un suceso. Pero, si realmente el futuro es único, entonces no tiene sentido intentar cambiar, evitar o mejorar lo que pueda pasar. Simplemente, lo que tenga que ser será: “che sará, sará!”; lo cual equivaldría a decir que nuestras elecciones y decisiones son irrelevantes, como que sucederá lo que tenga que suceder lo mejor que podemos hacer es aceptarlo. Nada más opuesto a la esencia de la prospectiva porqué, en definitiva, se hace prospectiva para... (...) poder influir en él (futuro). Efectivamente, la prospectiva siempre ha tenido una vocación normativa para influir y, si es posible, modelar el futuro. Si se prevé algo negativo, hay que trabajar para evitarlo; si se vislumbra algo positivo hay que hacer lo posible para asegurarlo. Por esto se centra tanto a 3 Futurible, uno de los distintos futuros posibles en un momento dado. Concepto creado originalmente por el teólogo español Luís de Molina pero que popularizó Bertrand de Jouvenel. 6 comprender el porqué y el cómo se desencadenará un futuro más que no en el que pueda pasar, ya que sólo si entendemos cual es la secuencia de factores que intervienen en la ocurrencia de un futuro y podremos hacer algo al respecto. Sin embargo, la experiencia demuestra que la prospectiva, por ella misma, no acostumbra a ser suficiente para garantizar que se logre conseguir aquello que se desea, para ello existe una mejor herramienta la estrategia. Pero dejaré esta parte para un artículo ulterior. Lo que conviene retener en este punto es que la función principal de la prospectiva no es decirnos que puede suceder en el futuro, sino ayudarnos a decidir (en el presente) sobre situaciones respecto a las cuales hay una gran incertidumbre. Por ello acostumbro a propugnar la consideración de la prospectiva como una herramienta de gestión de la incertidumbre. Decidir en un contexto de incertidumbre Aquí llegamos a la esencia de la cuestión, la experiencia demuestra que la mayoría de la gente sólo se plantea seriamente el futuro cuando tiene ante sí decisiones importantes. Decisiones que puede marcar un hito en su vida que, de alguna manera, pueden marcar su futuro. Ante este tipo de decisiones la manera de proceder puede seguir esta secuencia: 1. De entrada, hay que examinar la decisión en si misma. Entendiendo por decisión una elección entre cursos de acción alternativos con un grado variable de incertidumbre asociado a sus consecuencias. A menudo, el mero ejercicio de aplicar técnicas de análisis de decisión es de gran ayuda: listar las elecciones realmente excluyentes, explicitar los criterios que vamos a usar, tener en cuenta el contexto del que se parte y considerar las implicaciones de cada elección. En no pocos casos hacer esto ayudará a clarificar las opciones y a ver cual puede ser el curso de acción más indicado. Sin embargo, también es muy frecuente que estas elecciones contengan áreas de incertidumbre: consecuencias que desconocemos, implicaciones que se nos escapan. 2. En estos casos, es cuando la prospectiva muestra su faceta más útil como herramienta para la gestión de la incertidumbre. Nos permitirá buscar la información disponible, trazar la conexión entre datos sueltos y analizar los posibles efectos de cada línea de acción. En definitiva, rellena los huecos de esas áreas de incertidumbre para que podamos tomar decisiones fundamentadas sobre temas de futuro gracias a un mejor 7 conocimiento de las consecuencias de esas decisiones. Como se puede comprobar esto es plenamente coherente con la definición de Berger ya que, en el fondo, la única manera que tenemos de influir en el futuro es mediante las decisiones que tomamos en el presente. Con todo, puede ser que, aún después de tener claro qué implica cada curso de acción de la decisión, sigamos teniendo dudas respecto a cual puede ser la mejor elección para nosotros. 3. Llegaremos entonces al tercer estadio: la estrategia. El rol fundamental de la estrategia en un proceso de toma de decisiones es integrar la diagnosis; es decir, valorar la capacidad de sujeto para llevar a cabo un curso de acción o de encajar sus efectos. Además, si el estadio previo de prospectiva se ha realizado correctamente, dispondremos también de información respecto a posibles oportunidades y retos asociados a cada líneas de acción. Llegados a este punto, toda la información recopilada nos ha de indicar cual es la elección más conveniente para nosotros. En cualquier caso, la combinación de estas tres técnicas, análisis de decisiones, prospectiva y estrategia, demuestra ser extremadamente potente para el discernimiento de estas decisiones trascendentes. Siete claves para abordar un estudio de prospectiva De todos modos, a mi siempre me gusta concluir con una llamada al sentido común que, a pesar de su nombre, es el menos común de los sentidos y exponer unas normas de prudencia elementales al iniciar cualquier estudio de prospectiva: 1. Hay que examinar la acción presente en función del futuro, dicho de otra manera, no debemos juzgar el futuro en función del presente, porqué lo que pasa en el presente no tiene porqué ser lo que pase en el futuro. De hecho, una de las pocas cosas de las que podemos estar seguros es de que el futuro menos probable es aquel en el que nada cambia. 2. Debemos explorar futuros múltiples e inciertos, por lo que he expuesto previamente, la única certeza que tenemos es que el futuro será distinto por tanto hemos de estar muy abiertos al cambio y a la innovación 8 3. Es conveniente adoptar una visión global y sistémica. Como en prospectiva se trabaja con datos, teorías y aportaciones de todo tipo de disciplinas, teorías y métodos, es conveniente no centrarse excesivamente en ninguno de estos campos y adoptar una visión panorámica o transversal. Pero, por esto mismo, es necesario apoyarse en herramientas que permitan estructurar esta diversidad como es el caso de la Teoría General de Sistemas. 4. Debemos incorporar factores cualitativos y las estrategias de los actores. Ya que los aspectos normativos pueden ser más determinantes que los estructurales a la hora de modelar el futuro; por lo tanto, ignorarlos es arriesgarse a fallar de la manera más estrepitosa. 5. Es conveniente recordar que la neutralidad es imposible. Y, de hecho, puede que no sea ni deseable. La verdad es que cuando nos adentramos en la investigación del futuro, toda nuestra batería de valores, preferencias, filias y fobias nos acompaña y sesga nuestra visión de lo que consideramos deseable o rechazable. Esto es, me atrevería a decir, inevitable; lo que hay que hacer es ser honesto al respecto, jugar con las cartas boca arriba y dejar que todo el mundo pueda juzgar nuestro trabajo conociendo nuestra preferencias. 6. Hay que buscar el pluralismo y la complementariedad de enfoques. El futuro debe ser plural, porqué sólo ante una plétora de futuribles nuestra elección será relevante. Por lo tanto hay que huir de las verdades únicas y de los dogmas. 7. Y siempre y en todo momento, hay que cuestionar los estereotipos. Pocas cosas son tan nocivas para la construcción del futuro como los estereotipos que estrechan nuestra visión de la posible y son directamente proporcionales a la intolerancia. El futuro es la última, sino es que la única, frontera de libertad del hombre. De todos los enemigos que buscan reducir este espacio de libertad, la ignorancia, el prejuicio, la hipocresía y otros, los más insidiosos –con diferencia- son los estereotipos que con su apariencia inocua e inofensiva nos hacen bajar la guardia y se transforman en instrumentos de colonización del futuro. A estas alturas puede ser que haya despojado a la prospectiva del glamour que le otorgan muchos que no saben lo que es. En realidad la prospectiva puede ser tan o más prosaica que 9 cualquier otra disciplina. Pero, eso sí, contienen el desafío implícito de investigar sobre temas que están vivos, cambiando, evolucionando y que te obligan, en primer lugar a desarrollar una mirada transversal, en segundo, a cuestionar a cada paso lo que previamente se ha dado por sentado y, finalmente, a plantear lo que anteriormente se ha considerado descabellado. Ese es el verdadero atractivo de la prospectiva. Bibliografía [1] Serra, Jordi, “A propòsit del temps” en Papers de prospectiva, nº1, mayo de 1994, Centre Català de Prospectiva, Barcelona (p. 12). [2] Wells, H. G., The Discovery of the Future, T Fisher Unwin, Londres, 1902, (p. 92). [3] De Jouvenel, Bertrand, L’art de la conjecture, Editions du Rocher, Paris, 1964. Lecturas adicionales Bas, Enric, Prospectiva, Ariel, Barcelona, 1999. Bell, Wendell, Foundations of Futures Studies, Transaction Publishers, Londres, 1997 Masini, Eleonora, Why Futures Studies, Grey Seal Book, Londres, 1993. Slaughter, Richard (ed.) The Knowledge Base of Futures Studies, DDM, Victoria, 1996 Serra, Jordi, Inteligencia y análisis prospectivo: La gestión de la incertidumbre. Secretaría de inteligencia, Quito, 2014 Webs de interés Prospecti...va: http://www.nodofuturomexico.org/portal/index.php?option=com_content&task=secti on&id=11&Itemid=217 Hawaii Research Center for Futures Studies: http://www.futures.hawaii.edu/index.php World Futures Studies Federation: http://www.wfsf.org/ Futuribles: http://www.futuribles.com/ 10