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Educación Sexual Integral en el Perú: una necesidad a veces ignorada y otras, reprimida

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Educación Sexual Integral: una necesidad constante en el Perú a veces ignorada y
otras reprimida
María Fernanda Pinto De La Sota Alva
Por sí mismos, los niños, niñas y jóvenes no cuentan con los conocimientos necesarios para
vivir plena y responsablemente su sexualidad y hacer valer sus derechos reproductivos, ya
que son la familia, la escuela y el Estado quienes tienen el deber de educarlos y orientarlos
para que puedan tomar buenas decisiones al respecto. Por otro lado, la información
recaudada en nuestro país, particularmente, nos muestra problemas relacionados a
planificación familiar y transmisión de enfermedades venéreas que afectan a dicho sector de
la población. Por ejemplo, el 13,9% de peruanas que han estado embarazadas alguna vez son
adolescentes de entre quince y diecinueve años; y de ellas, el 10,9% ya eran madres antes de
ese embarazo, según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar 2017, realizada por el
Instituto Nacional de Estadística e Informática. Además, según los resultados obtenidos de
una encuesta realizada por la AIDS Healthcare Foundation en Lima, Ica, Lambayeque y
Loreto, “solo tres de cada diez chicos —entre 15 y 24 años— utiliza preservativo” (Perú 21
2018: s/p).
Uno de los factores que propician esta situación es que los jóvenes peruanos aún no tienen,
en su totalidad, acceso a una educación sexual efectiva. Y es que la historia de la educación
sexual en el Perú es un suceso relativamente reciente. Benites explica que fue desde la década
del sesenta que se introdujo en las escuelas el tópico de la sexualidad haciendo énfasis en su
aspecto biológico, en los cursos de Ciencias Naturales y Educación Familiar, los cuales eran
dirigidos solo a las alumnas, y en décadas posteriores este tipo de educación se redujo a la
prevención de enfermedades venéreas (2015: 3). Este enfoque de la educación sexual estaba
claramente caracterizado por el uso de términos científicos y probablemente no contribuía a
resolver dudas personales de las estudiantes relativas a relaciones afectivas o de género.
Años más tarde, en la década del ochenta, la responsabilidad de implementar la educación
sexual fue tomada por el Estado, el cual implementó el Programa Nacional de Educación,
enfocado a solucionar problemas demográficos y económicos (Benites 2015: 3). Aunque
este programa obtuvo buenos resultados, se descontinuó con el cambio de gobierno. Es más,
del año “2001 [al] 2005, la educación sexual dejó de constituir un programa a nivel nacional
y pasó a ser un tema del Área de Prevención Psicopedagógica, bajo la responsabilidad de la
Oficina de Tutoría y Prevención Integral -OTUPI” (Benites 2015: 3). Pero unas cuantas
horas de tutoría no son suficientes para tratar un tema que perjudica a tantos jóvenes; y esta
distribución del tiempo contribuye a que la educación sexual no sea tomada en serio por los
docentes ni por los alumnos. Es por esta problemática que en este ensayo propongo la
implementación de un curso de Educación Sexual Integral (de ahora en adelante ESI) en el
currículo de Educación Básica Regular, para facilitar un aprendizaje constante del alumnado.
La primera razón que fundamenta por qué esta medida es sumamente necesaria es que la ESI
garantiza una formación integral y la inserción en la sociedad de individuos que conozcan
sus derechos reproductivos y puedan desenvolverse respetando los de los demás. Según la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la
“educación integral en sexualidad es un proceso de enseñanza y aprendizaje basado en planes
de estudios que versa sobre los aspectos cognitivos, psicológicos, físicos y sociales de la
sexualidad” (2018:s/p), cuyo objetivo es brindar salud, bienestar y dignidad a niños y jóvenes
a partir de una adecuada toma de decisiones para la protección de sus derechos y los de las
personas que los rodean (2018: s/p). Al ser el cumplimiento de los derechos humanos uno
de sus objetivos primordiales, la ESI permitirá que los niños y jóvenes ejerzan sus derechos
reproductivos adecuadamente. En una sociedad conservadora como la nuestra, es común que
no se aborden estos temas, y si se tratan, están cargados de prejuicios.
Uno de los prejuicios más usuales con respecto a la ESI se relaciona con su enfoque de
identidad de género, el cual es criticado e interpretado como si incitara a los niños a tener
relaciones homosexuales. Luciano Revoredo, historiador, periodista y gestor cultural
peruano, es uno de los críticos de este aspecto de la ESI. Dicho personaje es el autor de
“SAAVEDRA, NO TE METAS CON MIS HIJOS”. Esta viralizada publicación mostraba
la desaprobación de Revoredo hacia la reforma del Currículo Nacional de Educación Básica
del 2016, en el cual se incluían temas relativos a la ESI desde el primer grado de primaria,
alegando que esa medida constituía un “doloroso atentado contra los niños” mientras
criticaba su enfoque de igualdad de género por constituir “claras inducciones a la
homosexualidad” y censuraba, sin presentar razón alguna, las sesiones de aprendizaje
relativas al autocuidado del cuerpo (Revoredo 2016: s/p). Esta desaprobación carece, sin
embargo, de fundamentos, ya que la percepción que tiene el historiador en cuestión sobre la
ESI no coincide con los verdaderos objetivos de este proceso de enseñanza, los cuales están
orientados al desarrollo de un entorno en el que alumnos y alumnas vivan su sexualidad de
manera responsable en un clima de bienestar y aceptación.
Revoredo es, además, el director de “La abeja”, un proyecto editorial online que, según su
declaración de principios, se jacta de “situarse en la realidad social del siglo veintiuno”, así
como de prescindir de “tabúes “políticamente correctos”” y, principalmente, de ser “una
alternativa informativa objetiva y de opinión independiente” (La abeja: s/p). No obstante,
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las reflexiones que realizan sus columnistas – y principalmente su director - con respecto a
la sexualidad se sustentan únicamente en el cristianismo. Estas concepciones, cuando son
llevadas al extremismo, dan lugar a prejuicios como el del artículo “¿QUÉ HAY DETRÁS
DEL CENSO?”, escrito por Mar Mounier. En su publicación, Mounier relacionaba una de
las preguntas del censo 2017, “¿Cómo se siente étnicamente?”, con la llamada “Ideología de
género”, y calificaba el conteo de la población como una estrategia para disminuir el número
de creyentes católicos, debido a la cercana llegada del Papa al Perú (2017: s/p).
Al pretender explicar sucesos que probablemente escapan a su entendimiento, esta editorial
y sus columnistas tienden a caer en críticas poco sustentadas, y el caso de Revoredo no es la
excepción. Contrariamente a lo expuesto por este historiador, la ESI está orientada a la
formación de una sociedad en la que cada individuo tenga la oportunidad de desarrollarse
plenamente y valore a todas las personas independientemente de su orientación sexual.
Como explica el Fondo de Población de las Naciones Unidas, “la falta de entendimiento de
la igualdad de género puede dar lugar a la discriminación y otros problemas de derechos
humanos” (UNFPA 2014: s/p). Por esta razón, una Educación Sexual Integral contempla la
enseñanza de estos temas de igual manera que los relativos a planificación familiar y
autocuidado de la salud sexual y reproductiva.
Asimismo, al ser la igualdad y el respeto objetivos primordiales de la ESI, este proceso de
enseñanza y sus conceptos podrían contribuir a la formación una sociedad con equidad de
derechos y oportunidades para hombres y mujeres, en la que problemas como la violencia
de género y el machismo sean cada vez menos significativos. Como afirma la UNESCO, la
ESI busca “eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas, y velar por el acceso universal
a los servicios fundamentales para todas las víctimas y sobrevivientes de la violencia por
motivos de género” (2014: 10). Este aspecto también estaría relacionado con el enfoque de
género, ya que la violencia y la desigualdad suelen darse debido a percepciones de nuestra
sociedad que hacen énfasis en la superioridad de la autonomía masculina, incluso mediante
acciones sutiles. Connell, por ejemplo, postula que las conductas masculinas típicas y
esperadas por la sociedad reflejan esta idea:
“una persona no-masculina […] sería pacífica en lugar de violenta, conciliatoria
en lugar de dominante, casi incapaz de dar un puntapié a una pelota de fútbol,
indiferente en la conquista sexual, y así sucesivamente” (1995: 1).
Por lo tanto, si se le enseña a los niños y niñas los contenidos de la ESI de manera constante
y sistemática, se podría lograr – a largo plazo – la eliminación del ideal masculino dominador
que pretenda afirmar su valor mediante la violencia y el ejercicio del poder. De esta manera,
se contribuiría a la formación de futuros ciudadanos que respeten a las mujeres y reconozcan
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su condición de igualdad con respecto a los varones, al no tener la necesidad de demostrar
de manera persistente que ellos mismos encajan con el estereotipo de masculinidad. Además,
se evitarían todas las desventajas que esta misma necesidad le trae a los jóvenes, como por
ejemplo el “control emocional” (o más bien la represión emocional) mencionado por Rondán
(2015: 107), el cual, además de ocasionar problemas psicológicos como la depresión, puede
contribuir a la formación de prejuicios contra los hombres de otras orientaciones sexuales.
Otra razón por la que sostengo que se debería implementar un curso de esta naturaleza
responde a que las medidas aplicadas hasta el momento para el desarrollo de una óptima
educación sexual que pueda ser impartida a los y las escolares no son para nada efectivas, al
existir una débil voluntad por parte de las autoridades para su realización. En adición a ello,
la ESI, a pesar de estar presente en los documentos del Ministerio de Educación, se encuentra
limitada debido a los intereses políticos de quienes formulan dichos proyectos. Los
Lineamientos para una Educación Sexual Integral, promulgados por el Ministerio de
Educación y vigentes hasta la fecha, expresan la “necesidad de asegurar una educación
sexual integral, de calidad científica, ética y con equidad” (MINEDU 2008: 3) pero en
realidad este supuesto enfoque integral no se conserva en las medidas que son propuestas.
Esto es respaldado por el Instituto Guttmatcher, una entidad privada internacional que,
rigiéndose por los conceptos dados por la Organización Mundial de la Salud, fomenta
activamente la salud reproductiva. Entrevistas que esta institución ha realizado a
funcionarios del MINEDU nos permiten reafirmar la idea propuesta, ya que, según los
testimonios recaudados, “la propuesta […] es limitada en […] temas que podrían generar
controversia. […] Persiste el énfasis en la postergación de la actividad sexual […]. Por otro
lado, temas como diversidad sexual, aborto y violencia sexual son escasamente abordados,
lo mismo que el enfoque de género” (2017: 24). Pareciera que reacciones como las del señor
Revoredo son esperadas y temidas; y logran, hasta hoy, influir en la - escasa - educación
sexual que se brinda a los estudiantes con tal de que las entidades estatales no sean atacadas.
El ejemplo más reciente de esta situación fue en el 2016, con el anuncio de que la inclusión
de la ESI en el Currículo Nacional ya no era vigente, justo después de que Revoredo publicó
su artículo de opinión. (Revoredo 2016: s/p).
Además de ello, la supuesta implementación de ESI, a cargo del MINEDU y el MINSA,
también deja mucho que desear. La educación sexual que se imparte en las escuelas está
caracterizada por promover concepciones moralistas, debido a que los maestros no reciben
la capacitación adecuada y reproducen sus propios principios conservadores (Guttmatcher
2017: 28) – e irrealistas – a los que la mayoría de los jóvenes hace caso omiso, a juzgar por
las cifras de varias encuestas mencionadas anteriormente. Por otra parte, los descubrimientos
del instituto Guttmatcher en este sentido ofrecen ejemplos de la ineficiencia de las
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autoridades, como que un año después de promulgados los lineamientos, solo el 0.3% de
instituciones educativas habían sido implementadas para la ESI, con el 88% del presupuesto
proveniente de organizaciones internacionales (2017: 21) o que el porcentaje de profesores
que han sido capacitados para brindar enseñanzas sobre estos temas se reduce a un 48%
(2017: 38). Frente a la falta de voluntad por parte de las autoridades y la falta de presupuesto
destinado a la aplicación de estas medidas, la implementación de un curso de ESI es una
alternativa que facilitaría que este tipo de educación llegue a todos los estudiantes de manera
efectiva. La responsabilidad ya no recaería solamente en los ministerios de Salud y
Educación, como es actualmente, sino también en cada una de las escuelas, que se
encargarían de asegurar el cumplimiento de su implementación, con la posibilidad de brindar
un clima de confianza para el alumnado. Así, se contribuiría a que los alumnos se informen
en la escuela de manera adecuada y dejen paulatinamente la búsqueda de información sobre
prácticas sexuales en internet o en los medios de comunicación (Guttmatcher 2017: 44), las
cuales, además de no ser totalmente confiables y en muchos casos distorsionar la realidad,
no han contribuido a resolver los problemas que la deficiente educación sexual en el Perú
les ha traído a los jóvenes.
Finalmente, es pertinente exponer que la necesidad de implementar un curso de ESI en el
Currículo Nacional de Educación Básica radica además en la magnitud de la utilidad que
tendría para comenzar a resolver los problemas sociales relativos a abuso sexual,
planificación familiar y contagio de enfermedades venéreas que afectan a los niños, niñas y
adolescentes peruanos.
Al permitir que los niños y niñas conozcan el cuidado de su cuerpo y sus derechos sexuales,
se detectarían tempranamente situaciones de abuso sexual infantil. El doctor José Villafane,
del centro de salud mental comunitario de San Gabriel Alto, manifestó en una entrevista que
sus pacientes, quienes fueron víctimas de abuso sexual en la infancia, aseguran que
ignoraban que era incorrecto ser tocados por otras personas (Garay 2018: s/p). Estos
individuos desconocían sus derechos, por lo tanto, no pudieron defenderlos. La ESI, según
la UNESCO, tiene como uno de sus objetivos formar niños y niñas que se conviertan en
“mujeres y hombres […] con una autoestima saludable que incluye la apropiación, el
conocimiento y el cuidado de su cuerpo […] en un marco de respeto a los derechos” (2014:
52). Así, con la implementación constante de ESI en el Perú, se le daría a los niños y niñas
las herramientas necesarias para su desarrollo integral en la sociedad ya que sería más
probable que se defiendan en el caso de que alguien vulnere sus derechos.
Asimismo, si los adolescentes son informados desde una edad temprana acerca de métodos
anticonceptivos y planificación familiar, disminuiría la tasa de embarazos no deseados y
abortos clandestinos. La UNESCO refiere que este tipo de situaciones se da debido al
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rechazo a enseñanza sobre sexualidad, así como a limitaciones sociales y relativas a la
economía de los jóvenes (2014: 40). En adición a esto, la implementación de un curso de
ESI permitiría enseñar a los alumnos sobre la frecuencia y el peligro de las enfermedades
venéreas y reducir su contagio, el cual en el 2015 alcanzó a 350 mil peruanos con ITS, de
los cuales 38.000 tienen entre 10 y 19 años, según Benites (2015: 2).
Las políticas de ESI en Europa nos dan un claro ejemplo de lo beneficioso que puede ser
este conjunto de enseñanzas, de ser aplicado de la manera correcta. En los Estándares de
Educación Sexual para Europa, un documento de la Oficina Regional de la OMS para
Europa y BZgA, se indica que, desde muy pequeños, los niños y niñas deben ser formados
en educación sexual por sus padres, quienes tendrían un papel primordial en dicha
transmisión de conocimientos de acuerdo a cada edad, además de la escuela, en cuyo
currículo debe estar incluida la ESI (2010: 18). Aunque existen variaciones en cada región,
los países europeos reconocen la importancia de la enseñanza de la ESI, obteniendo
resultados bastante favorables al respecto. Francia, por ejemplo, ha sido uno de los primeros
países de ese continente en los que se ha implementado la ESI en el sistema educativo.
Anualmente, el gobierno francés destina una parte importante de su presupuesto a la
educación sexual, y trabaja de manera conjunta con la UNFPA y la ONU para tratar temas
como la planificación familiar y la igualdad de género, haciendo énfasis en el
empoderamiento de la mujer (France diplomatie 2014: s/p). Debido a estas medidas, la
mayoría de la población utiliza los métodos anticonceptivos en todas sus modalidades e
incluso cambia periódicamente de método (INED 2013: 2). Por lo que podemos apreciar, en
Francia se les informa a los jóvenes sobre todos los métodos anticonceptivos que existen
(tanto femeninos como masculinos), fomentando una cultura de prevención, igualdad, y
naturalidad con respecto a la sexualidad.
Por otro lado, si estos temas son abordados con frecuencia en las escuelas, el alumnado
tendría mucha más confianza para discutirlos incluso frente a sus padres, familiares,
maestros y en su entorno amical sin ser objeto de las burlas, prejuicios y tabúes que nuestra
sociedad ha instalado en la mentalidad de los adolescentes. Aunque la eliminación de dichos
tabúes pueda parecer utópica o lejana, un curso obligatorio de ESI podría suponer una
manera efectiva de atacar el problema desde su origen: la concepción que tienen algunos
adultos según la cual los niños y niñas deben ser “protegidos” de conocimientos relativos a
su sexualidad, aunque sean justamente estas medidas protectoras las que evolucionen en
jóvenes irresponsables o ignorantes que ven cambiar sus planes de vida debido a malas
decisiones que una buena educación pudo haber prevenido.
En conclusión, el planteamiento de un curso de ESI constituye una medida que podría
posibilitar la implementación constante de este tipo de educación en las escuelas del Perú,
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siendo, además, una solución a la actual situación de desinterés del Estado y de las
autoridades encargadas de hacer llegar estos conocimientos a los alumnos. De la misma
manera, el hecho de que se proponga una ESI que sea llevada a cabo por las mismas escuelas
podría suponer un cumplimiento del enfoque integral de la misma (el cual ha sido ignorado
desde los inicios de la educación sexual en nuestro país) a través del tratamiento de cada uno
de los temas que garantizan una ESI. Otros beneficios importantes que los niños, niñas y
adolescentes del Perú podrían obtener de esta medida son la reducción de problemas sociales
como la violencia sexual infantil, los embarazos precoces (y consecuentemente los abortos
clandestinos) y el contagio de las ETS, así como el desarrollo a futuro de cierta naturalidad
al hablar de estos temas, consecuencias que podemos ver en países en los que el Estado si
resalta la importancia de este tipo de enseñanzas, como Francia o el Reino Unido. Aunque
la implementación de ESI es mal vista por grupos evangélicos y opinantes como Revoredo,
es muy necesaria. Lamentablemente, las estadísticas revelan que no está suficientemente
insertada en el sistema educativo, lo cual es un reflejo de la sociedad conservadora y opresora
en la que vivimos. Sin embargo, un curso de ESI en el Currículo Nacional de Educación
Básica podría cambiar este desfavorable escenario, proporcionándole a niños, niñas y
jóvenes las herramientas para construir un futuro en el que cada individuo pueda
desarrollarse plenamente y tomar decisiones responsables sobre su sexualidad.
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