Subido por Enrique Francesco Lavarello Rojas

Celia

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Reconsideración del concepto de empatía. Nuevas
direcciones en psicoterapia
Autor: de Celis Sierra, Mónica - Bohart, A.C. - Greenberg, L.
Palabras clave
Empatia, Entonamiento afectivo, Intersubjetividad, Kohut, Objeto del self..
Libro: Reconsideración del concepto de empatía. Nuevas direcciones en psicoterapia. Compilado por Arthur C. Bohart y
Leslie Greenberg. American Psychological Association, Washington, DC (1997)
Este volumen consta de seis partes: Introducción, Perspectivas centradas en el
cliente, Perspectivas experienciales, Perspectivas psicoanalíticas, Otras
recientes perspectivas y Conclusiones. Nosotros vamos a reseñar el apartado
dedicado a las perspectivas psicoanalíticas, que consta de cuatro capítulos y
abarca un total de 78 páginas de las aproximadamente 450 de las que consta
la totalidad del texto. De los cuatro capítulos dedicaremos espacio preferente al
artículo que aparece, a modo de introducción, en primer lugar, por ser el que
aporta una visión más amplia de la problemática que los
posteriores desarrollan en aspectos concretos.
I. EMPATÍA: UNA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA. Morris Eagle y David
L. Wolitzky
Como introducción a la visión propiamente psicoanalítica del concepto de
empatía, el artículo de Eagle y Wolitzky se propone discutir la naturaleza de la
empatía y el papel que ésta juega en la teoría y la práctica del psicoanálisis.
Ya desde el primer momento la empatía, que en general se entiende en el
sentido de la acción o actitud de ponerse en el lugar de otro para verle desde
su marco interno de referencia, presenta ciertas dificultades en cuanto tratamos
de definirla desde una perspectiva psicoanalítica.
Distintos autores enfatizan aspectos diferentes del significado y papel de la
empatía en el escenario psicoanalítico, aunque existe una cierta convergencia
en cuanto a la necesidad de hallar una distancia óptima que permita entender
la experiencia y realidad subjetiva del paciente sin sobreidentificarse con él.
También parece haber acuerdo en cuanto a la diferencia entre empatía y
simpatía, así como una cierta preocupación por no confundir la empatía con lo
que uno mismo sentiría si se encontrara en la situación del otro. Se hace
hincapié en que la empatía supone siempre la comprensión del otro como
sujeto de la experiencia y no como un objeto cuyo comportamiento se observa
desde un marco de referencia exterior.
Usos del concepto de Empatía
Los autores describen seis distintos usos del término. El primero de ellos ve la
empatía como una capacidad de base genética para entenderse, relacionarse y
reaccionar a los demás, se considera que se desarrolla en un continuo,
apareciendo ya desde los primeros meses de vida, aunque mostrándose en
muy diferente grado en los distintos individuos. Hoffman, en este sentido, la
entiende como subordinada a la capacidad, también de base genética, para el
altruismo.
Un segundo uso correspondería a la empatía entendida como un método de
observación y recopilación de datos, concepto éste que correspondería con la
definición de psicoanálisis dada por Kohut, según la cual se trataría de una
disciplina que basa sus observaciones en la introspección y la empatía.
La empatía, en tercer lugar, puede ser entendida como un modo de escucha
que, según Schwaber, es característico del psicoanalista, y supone un continuo
intento de entender la realidad subjetiva del otro.
En un cuarto uso, también atribuible a Kohut, la empatía sería una necesidad
del desarrollo. La experiencia que tiene el bebé de la especularización
empática de su cuidador sería un ingrediente necesario para el desarrollo de un
self cohesivo.
En quinto lugar, se puede poner el énfasis en la empatía como dimensión de la
comunicación, de tal manera que, al margen de los métodos usados para la
comprensión del otro, la comunicación del conocimiento adquirido puede
hacerse o no de manera empática. En este sentido, Schlesinger afirma que "la
capacidad para comunicarse empáticamente con los pacientes es la base del
psicoanálisis y de las terapias psicoanalíticas".
Por último, especialmente en el trabajo de Kohut (y de Rogers, desde fuera del
psicoanálisis), la empatía se considera un agente terapéutico central, de
manera que el terapeuta satisface una necesidad que fue desatendida de
manera traumática por los padres.
La empatía como método de observación y recopilación de datos en la
teoría psicoanalítica clásica.
Si bien se pueden localizar algunas alusiones al concepto en su obra, no
parece que para Freud la empatía tuviera el papel central como instrumento
que se le atribuye en la obra de Kohut. El punto de vista de Freud alude más
bien a un entendimiento del paciente desde una perspectiva externa a éste. Sin
embargo, de la lectura de los textos freudianos se puede entender
la Einfülung (empatía) como prerrequisito para la posibilidad de concebir los
estados mentales de otro y, por supuesto, como prerrequisito en el contexto del
tratamiento. Algunos psicoanalistas, así, consideran la empatía, más como un
factor facilitador que como un factor curativo, e incluso recuerdan la
preocupación de Freud por la posibilidad de que la empatía fuera utilizada para
justificar interpretaciones arbitrarias. La mayoría de los psicoanalistas
contemporáneos, sin embargo, otorga a la empatía el papel de
herramienta esencial en el trabajo psicoanalítico.
Los autores consideran que Freud no llegaba a sus conclusiones acerca de los
estados mentales de sus pacientes necesariamente a través de una
comprensión empática sino que, muchas veces, se basaba en inferencias a
partir de claves que aportaba el comportamiento verbal y no verbal de éstos. El
caso del lapsus aliquis sería un buen ejemplo de cómo se puede hacer una
interpretación a partir de una cadena de asociaciones verbales prescindiendo
de la experiencia empática. Si se tiene en cuenta cuáles eran los conceptos
básicos y principios de la teoría freudiana no es extraño que la empatía no sea
central a la hora de recopilar datos o comprender al paciente. El énfasis en los
estados mentales inconscientes y en el conflicto interno hace tal vez más
necesaria la intuición y la comprensión teórica que la empatía. La empatía,
como un estar en contacto con lo que otro experimenta, puede suplementar
otras herramientas, pero no ser indispensable a la hora de lidiar con contenidos
del psiquismo que se experimentan como egodistónicos en la medida en que
derivan de deseos no accesibles a la conciencia del paciente. Por otro lado,
ante una concepción del conflicto psíquico como omnipresente, habrá que
preguntarse con Schlesinger ¿Con qué parte del conflicto estamos siendo
empáticos? Cuando un analista atribuye un estado mental a un paciente que no
tiene acceso experiencial a dicho estado, cabe imaginar que tal paciente no
sentirá que el terapeuta está siendo empático.
- Concepciones restringidas frente a concepciones amplias de la
empatía.
En la discusión anterior se define la empatía en términos de captación de la
experiencia consciente de otro, lo que puede ser demasiado restringido.
Cuando se menciona en algunas definiciones de empatía la "realidad subjetiva"
o el "mundo interno" de otro nos hallamos ante cierta imprecisión. Hay autores
como Berger que afirman que el analista empatiza no sólo con el estado mental
actual y las preocupaciones del paciente, sino también con "conflictos y
contenidos rechazados, y operaciones defensivas, como la represión, la
negación y la regresión". El problema se complica cuando este autor defiende
también otras concepciones de la empatía más restringidas, como la de
"capacidad de ponerse en el lugar del otro": ¿Focalizar sobre los contenidos
rechazados de otro es ponerse en su lugar?. Parecería que Berger, junto con
otros autores, al considerar que los procesos defensivos, las presiones del
superyó, las representaciones del self, etc., se refieren a lo que ocurre dentro
de una persona, llega a la conclusión de que tanto el conocimiento y la
comprensión sobre estos procesos como el que se obtiene sobre la persona en
la cual ocurren constituye un conocimiento adquirido de manera empática.
Eagle y Wolitzky, sin embargo, sostienen que una definición tan inclusiva del
concepto de empatía corre el peligro de dejarle sin significado. Por otro lado,
autores como Beres y Arlow consideran que el terapeuta puede empatizar con
el modo de sentirse el paciente si y cuando hiciera conscientes los contenidos
mentales que están siendo rechazados en la actualidad. Si consideramos que
el hecho de que el paciente se sienta entendido es un buen criterio de que el
analista está siendo empático, entonces se puede aceptar que, más allá de
limitar la condición de empáticas para las intervenciones que dan cuenta de
experiencias egosintónicas, se puede afirmar que el terapeuta está siendo
empático incluso cuando interpreta material inconsciente o egodistónico,
siempre que esté siendo capaz de ponerse en el lugar del paciente que tiene
que hacerse cargo de ese material.
- Límites al concepto de empatía.
De todos los desarrollos anteriores, los autores concluyen que se puede acotar
el uso del concepto de empatía a su aplicación a aquellos fenómenos mentales
susceptibles, en principio, de ser experimentados conscientemente, aunque no
lo sean en el momento actual. Así pues, no se podría empatizar con los
procesos defensivos automáticos de otro, aunque sí con las preocupaciones y
miedos que hayan motivado esos procesos y con como el individuo se sentiría
si dejaran de operar. Por ello, habría que dejar de considerar empática
cualquier actividad por el mero hecho de que pretenda comprender los
procesos mentales de otro, ya que esto puede hacerse de manera empática o
no.
Procesos mediante los que opera la empatía.
Frente a algunos autores psicoanalíticos que, con cierto obscurantismo,
consideran que el fenómeno empático es de tal naturaleza que no resulta
posible especificar a través de qué procesos opera, otros han tratado de
concretar cuáles son esos procesos. Entre ellos, se destaca el intento de
Basch, que especula acerca de la existencia de una programación genética
que promueve una imitación autonómica inconsciente del estado corporal y la
expresión facial del otro, de tal modo que se experimenta un afecto idéntico. A
partir de ahí, la resonancia afectiva llevaría a elaborar una interpretación, no
necesariamente consciente, del significado que tiene para el otro; esta
hipótesis se contrastaría con la realidad a través de la reflexión, la observación
o la experimentación. El autor considera que el conocimiento que se adquiere
mediante la empatía no se obtiene compartiendo los sentimientos con otro, sino
que implica inferencia, juicio y confirmación a través de procesos racionales.
Eagle y Wolitzky creen que la formulación de Basch es un buen ejemplo de la
confusión que impera en la bibliografía psicoanalítica sobre el tema. En primer
lugar consideran que si el afecto que se despierta en el receptor es idéntico al
del emisor, no sería necesaria reflexión ni validación alguna. Además, señalan
que se puede ser empático sin tener percepción alguna del estado corporal ni
la expresión facial del otro, ya que se puede imaginar como uno mismo se
sentiría de encontrarse en la situación de otro y cómo puede reaccionar otro
ante ciertas situaciones.
- Contratransferencia y empatía.
Las relaciones entre contratransferencia y empatía dependen de cómo se
defina la primera. Si se la considera, a la manera tradicional, como resultado de
los conflictos irresueltos y los puntos ciegos del terapeuta, sería lo contrario de
la empatía. Sin embargo, desde las concepciones más recientes y globales, en
las que se incluyen todas las reacciones afectivas del terapeuta, la
contratransferencia incluye a la empatía, a veces hasta el punto de que algunos
terapeutas parecen dar por hecho que las reacciones contratransferenciales
son un indicador infalible del estado mental del paciente, y que no se requiere
más validación.
- Identificación proyectiva y empatía.
Tansey y Burke sostienen, junto con otros autores, como Schafer, que la
empatía siempre implica la existencia de una identificación proyectiva, que
puede ser concordante o complementaria. Esto implica que si el estado
experiencial del analista es concordante o complementario con los aspectos del
self del paciente o con los objetos internos de éste, la mejor manera de lograr
la comprensión empática es la de estar atento y examinar el propio estado
experiencial. Esto implica no tanto "ponerse" en el lugar del otro, sino más bien
"estar" en el lugar de otro gracias a la proyección y a la presión interaccional
que este otro ejerce. Para que esto sea posible, es necesario que el analista,
por miedo a las fantasías y sentimientos despertados en la identificación
proyectiva, no bloquee su propio estado emocional, ya que esto impediría la
comprensión empática del paciente. Si bien les parece clara la explicación
acerca de cómo la identificación proyectiva puede llevar a la comprensión
empática, Eagle y Wolitzky no están de acuerdo en que siempre que se dé la
segunda haya de estar presente la primera. Esto es, se podría poner uno en el
lugar del otro, imaginar y sentir lo que está sintiendo, sin necesidad de que
exista una proyección o presión interaccional, simplemente, por ejemplo, a
partir de la comunicación que el otro hace de su estado emocional.
La validación de la comprensión y el conocimiento empáticos.
Si entendemos la empatía como un método de recopilación de datos,
suponemos que puede generar conocimiento acerca de los estados mentales
del otro. Pero la validación de tal conocimiento es una cuestión muchas veces
pasada por alto en la bibliografía psicoanalítica.
Los autores consideran tres aproximaciones posibles a la validación del
conocimiento empático: la predecibilidad (capacidad para predecir lo que el
paciente sentirá, pensará o hará), el juicio clínico de observadores externos, y
el acuerdo de la persona con la cual se empatiza (lo que Barrett-Lennard llama
"empatía recibida" del paciente, frente a la "empatía expresada" del terapeuta).
Como ocurre en otras áreas cuando se usan criterios múltiples, en el campo de
la empatía no parece haber un alto grado de acuerdo entre los diferentes
criterios. En algunos estudios que tratan de correlacionar la empatía expresada
y la recibida, la media de dichas correlaciones no ha pasado de 0.24. Por ello
se puede concluir que la empatía expresada no garantiza que el paciente se
sienta entendido por el terapeuta.
Casi toda la bibliografía psicoanalítica relativa a la empatía se centra en las
experiencias empáticas del observador, se ha dedicado poco estudio a la
persona "objeto" de tal empatía (a excepción de los textos de la Psicología del
Self). El papel de la "empatía recibida" en la validación se complica cuando
tomamos en cuenta algunos problemas críticos del concepto de empatía
expuestos anteriormente. Si tomamos la empatía en el sentido restringido de
las definiciones que hacen hincapié en las experiencias conscientes del
paciente, la "empatía recibida" sería un criterio necesario a la hora de validar el
conocimiento adquirido empáticamente. Sin embargo, en el caso de
adscribirnos a una definición más amplia de la empatía que incluya, por
ejemplo, las defensas, deseos inconscientes, etc., la "empatía recibida" deja de
resultar útil como criterio de validación. En este último caso, resultaría
imprescindible recurrir al juicio clínico por observadores externos de la "empatía
expresada" por el terapeuta, ya que el conocimiento que éste adquiere a partir
de su "resonancia empática" sería autovalidativo si no tomamos en cuenta el
ajuste con la experiencia del paciente.
Por último, se plantea el problema de la comunicación de la comprensión
empática, esto es, qué grado de relación existe entre la "resonancia
empática" (experiencia del terapeuta de estar comprendiendo
empáticamente al paciente), la "empatía expresada" (comunicación de la
comprensión empática al paciente) y la "empatía recibida" (la experiencia
del paciente de ser comprendido). Los autores suponen que la "empatía
recibida" correlacionará más con la "empatía expresada" que con la
"resonancia empática", lo que subraya la importancia de la forma en que
el terapeuta comunica su experiencia empática, esto es, que el estilo del
terapeuta puede resultar crítico a la hora de que el paciente se sienta
comprendido.
La necesidad de que se produzca más investigación en relación a estos temas
controvertidos queda acertadamente expresada en el ejemplo que Eagle y
Wolitzky plantean: un paciente puede sentirse empáticamente comprendido
ante una interpretación inexacta del terapeuta, cuando ésta le permite
ahorrarse la toma de conciencia de otros contenidos más dolorosos.
La empatía como agente terapéutico.
Muchos analistas dan por hecho que es importante para la terapia la
comprensión empática del paciente. La cuestión es qué papel terapéutico se
otorga a esa comprensión. Hamilton, en una concepción clásica del
tratamiento, otorga a la empatía, junto con la relación terapéutica, un papel
facilitador, que permite operar a los verdaderos factores terapéuticos
(interpretación, insight, elaboración...). La promoción de la empatía al estatus
de agente curativo crítico se debe a la Psicología del Self. Para Kohut, los
ingredientes esenciales en una terapia son la comprensión empática y lo que
llama "frustraciones óptimas". El objetivo del tratamiento psicoanalítico no sería
hacer consciente lo inconsciente o reemplazar el ello por el yo, sino más bien la
construcción de una estructura psíquica a través de la "internalización
transmutadora" y la reanudación de un desarrollo detenido. Todo ello se deriva
de una teoría del desarrollo según la cual la necesidad de experimentar una
especularización empática durante la infancia es universal. Ello permite el
desarrollo de un self cohesivo. La experiencia de la comprensión empática en
el tratamiento constituye un encuentro parcial con una necesidad temprana que
no ha sido satisfecha.
De acuerdo con la perspectiva kohutiana, el paciente con defectos del self
desarrolla una "transferencia especular" con el analista, un aspecto de la cual
es la demanda de una especularización empática perfecta por parte del
analista, que cuando no es satisfecha produce la experiencia de rabia y
desesperación. Como Kohut plantea, se trata de una demanda imposible de
satisfacer. Sin embargo, en un tratamiento exitoso la especularización empática
del analista, aunque no llegue a ser perfecta, no constituirá una falla traumática
como supuestamente ocurrió en los primeros años del paciente, sino más bien
una "falla óptima". Progresivamente, será más tolerable para el paciente la
imperfección de la comprensión empática del analista, hasta que llegue un
momento que el paciente pueda sacar partido de la resonancia empática que
es posible obtener de manera realista no sólo del terapeuta, sino también de
otros "objetos del self" fuera de la situación analítica. Kohut define el "objeto del
self" como la dimensión de nuestra experiencia de otra persona que se
relaciona con la función de apuntalar nuestro self. Esto implica que el otro no
es un otro separado sino más bien representa una función narcisista. Es
importante señalar que para Kohut la necesidad de "objetos del self" no
desaparece a lo largo del desarrollo, como ocurre con la necesidad de oxígeno
a lo largo de la vida. Por ello de lo que se trata es de sustituir las relaciones con
objetos del self arcaicos (a los que se demanda una especularización perfecta
y de los que se depende para la autorregulación y la evitación del sentimiento
de desintegración del self) por relaciones con objetos del self maduros (que
suponen la capacidad de encontrar la resonancia empática que de manera
realista puede lograrse en el entorno).
Es importante subrayar que, para Kohut, el cambio terapéutico debe tanto a las
fallas del terapeuta en la comprensión empática ("fallas óptimas") como a su
provisión de empatía, porque es la elaboración de las reacciones del paciente a
estas fallas lo que finalmente permite la progresiva adquisición de estructura
psíquica. Los autores, por último hacen hincapié en la falta de investigación
sistemática en este campo de la relación entre "fallas óptimas" y resultados
terapéuticos.
II) EMPATÍA: LA CONTRIBUCIÓN DE HEINZ KOHUT. David S. MacIsaac
Heinz Kohut muere en 1981 después de enviar su último trabajo, "Reflexiones
sobre la empatía", a un congreso de Psicología del Self. En sus observaciones
resumía y comentaba su pensamiento alrededor de este tema al que había
dedicado la mayor parte de su vida profesional. Se sentía responsable de las
muchas malas interpretaciones que se habían hecho del término, tanto por
parte de sus seguidores como de sus críticos. Estaba especialmente
preocupado porque las generaciones que le sucedieran pudieran entender que
la empatía no es una manera de ser "amable" o de "curar a través del amor",
sino que más bien es la llave que permite avanzar en la comprensión profunda
del mundo interno del ser humano.
En los comienzos de su carrera como psicoanalista, Kohut era respetado entre
sus colegas por su orientación teórica conservadora, pero también una persona
íntegra comprometida con sus pacientes antes que con el dogmatismo teórico.
La preocupación por la existencia de un importante número de análisis
estancados y terminaciones prematuras entre sus casos le condujo a arriesgar
la popularidad profesional que le había llevado a la presidencia de la
Asociación Psicoanalítica Americana en 1964. Empezó a publicar artículos en
los que cuestionaba los principios teóricos y técnicos que le habían servido de
guía hasta entonces. En sus propias palabras: "sentía cada vez más que las
explicaciones que les daba a los pacientes eran forzadas y que sus quejas de
que yo no les entendía... estaban justificadas".
El caso de la Sra. F. fue muy importante para Kohut: cada vez que éste
intervenía para revisar aunque fuera levemente las conclusiones que ella sola
había sacado, la paciente se llenaba de rabia y le acusaba de "arruinar" su
análisis. Al renunciar al supuesto teórico tradicional de que la rabia era una
expresión de la resistencia de la paciente al análisis, Kohut hubo de aprender a
entender las cosas exclusivamente desde el punto de vista de ella, método de
observación que denominó "cercana a la experiencia". Cuando él logró captar y
transmitirle su comprensión de que se estaba sintiendo mal entendida, se dio
cuenta de que se restauraba la sensación de bienestar previa. Kohut hipotetizó
que esta secuencia de disrupción y reparación de la conexión empática entre el
analista y el analizado es una parte inevitable de cualquier tratamiento efectivo;
por ello sugirió que si estas disrupciones en la empatía se mantienen a un nivel
"óptimo" (no traumático), no sólo no son dañinas sino que, de hecho, facilitan la
cura analítica.
Estas observaciones obtenidas desde una perspectiva "cercana a la
experiencia" llevaron a Kohut a la comprensión de la necesidad de
reconocimiento de su paciente, necesidad que él vio como una "detención en el
desarrollo" debido a las fallas empáticas durante la infancia y que más tarde
teorizó como una transferencia de objeto del self especular. Este método de
observación cercana a la experiencia es lo que Kohut consideraba empatía.
La empatía: dos definiciones.
Kohut dedicó muchos de sus escritos a refinar su definición de empatía y a
mostrar su aplicación a la clínica. Pero hay una dificultad importante en la obra
de Kohut, y es que define el concepto desde dos distintos niveles: el abstracto
y el clínico.
-Definición abstracta.
En un ensayo de 1959, Kohut define la empatía como "introspección vicaria",
ya que sólo mediante la introspección en nuestra propia experiencia podemos
aprender cómo se debe de sentir otra persona en una circunstancia psicológica
similar. No quiere esto decir que nuestra experiencia sea la misma que la del
otro, sino sólo que la similaridad de las experiencias nos permite aproximarnos
a la experiencia del otro.
Desde esta definición, Kohut considera la empatía como la "herramienta",
"instrumento" o "método" de observación a través de la cual la ciencia del
psicoanálisis recopila sus datos. Sólo por medio de la introspección y de la
introspección vicaria somos capaces de observar el mundo interno de la
persona. Esta metodología contrasta con la de las ciencias físicas en las que
los datos se recopilan a través de los sentidos. Es por ello que Kohut considera
al psicoanálisis la única "psicología pura" cuando la define por los dos
componentes esenciales a cualquier ciencia: su campo de estudio, esto es, los
complejos estados del mundo interno de la persona; y su metodología (la
introspección y la empatía).
Kohut estaba preocupado con que el psicoanálisis se había desviado de la
metodología original que permitió a Freud sus tempranos descubrimientos de la
transferencia, contratransferencia y resistencia, y estaba seguro de que ciertos
conceptos del psicoanálisis contemporáneo eran extraños a esta ciencia por
derivarse de metodologías más apropiadas para otras, como la sociología,
biología o física. Kohut cuestiona los conceptos de pulsión sexual y pulsión de
muerte aunque, siendo consciente de que este asunto había estado en el
origen de varios cismas entre Freud y sus discípulos, aclaró que no negaba la
observación de un estado psicológico pulsional, lo que podía ser observado
mediante introspección y empatía, sino que objetaba un concepto que Freud y
sus seguidores suponían que se originaba en ciertas fuentes somáticas. Él
creía que el concepto de "pulsión" pertenecía más a la psicobiología que a la
ciencia de la psicología pura, o psicoanálisis.
Es así como MacIsaac considera que el ensayo del 59 supone un punto de
inflexión tanto en el pensamiento de Kohut como en el desarrollo del
psicoanálisis, ya que establece el enlace esencial entre la teoría y el método de
observación. Kohut mantiene que la Psicología del Self es una teoría "cercana
a la experiencia" porque sus constructos se derivan de datos que se recopilan a
través de la introspección y la empatía, y por ello es la teoría alternativa a la del
aparato psíquico del psicoanálisis tradicional, reflejando el concepto de
self más ajustadamente la experiencia humana que los de ello, yo y super-yo.
- Definición clínica.
Posteriormente en su obra, Kohut propone una definición más pragmática de
empatía cuando afirma que "es la capacidad de pensar y sentir dentro del
mundo interno de otra persona". La empatía sería lo que permitiría a un
individuo sentir la experiencia de otro sin perder la capacidad para evaluar
objetivamente los estados mentales de ese otro. Simplemente se trata de una
observación "cercana a la experiencia".
Kohut aclaró que la empatía no debe ser asimilada a una acción o cualidad en
las interacciones de una persona, lo que comúnmente se identifica con amor,
compasión o cualquier otra emoción intensa, pero a la vez reconoce que sólo
cuando una persona puede ponerse en el lugar de otra, o ver el mundo a través
de sus ojos, es capaz de dar una respuesta adecuada. El ejemplo es claro, la
empatía materna informa a la madre de que el llanto del bebé indica que está
hambriento, pero no es la empatía lo que satisface esa hambre, sino una
acción. A su vez, esa acción para satisfacer al bebé ha de ser guiada por la
empatía
Por ello, la empatía en sí misma, como método de observación, es neutral; sólo
las acciones que se derivan de ella pueden ser positivas o negativas. El uso
particular de la empatía viene determinado por la naturaleza de la relación y las
motivaciones conscientes e inconscientes de las personas implicadas. Kohut, lo
que puede resultar sorprendente, afirma que, incluso en situación extrema,
como la de un adulto que usa la empatía con propósitos sádicos sobre un niño,
la mera presencia de empatía en el medio tiene un efecto más humanizador
que la indiferencia de un padre "emocionalmente ausente": textualmente, "es
preferible ser asesinado por alguien que nos odia que vernos expuestos a la
indiferencia de nuestros perseguidores".
El uso de la empatía en el marco clínico.
La empatía en el marco clínico sirve a los propósitos de comprensión y
explicación. MacIsaac revisa este proceso en dos etapas, que si bien pueden
desarrollarse por separado, suelen solaparse.
- Comprensión.
Al pensar y sentir dentro del mundo interno del paciente, el analista conoce lo
que el paciente experimenta en el momento y le comunica de forma verbal o no
verbal que su experiencia ha sido entendida. Esta fase inicial es lo que Kohut
llama "comprensión". Hay que resaltar que captar la experiencia del paciente
no significa siempre captar un solo sentimiento, ya que la experiencia puede
abarcar una mezcla compleja de respuestas internas como sentimientos,
defensas frente a estos sentimientos, pensamientos, sueños, y la manera
particular en que el individuo organiza su mundo. El efecto de este paso inicial,
que a su vez permite al analista saber si su comprensión es correcta o no, es
que el paciente se siente comprendido. Por supuesto que hay pacientes que,
debido a la poca cohesividad de su self, tienen dificultades para tolerar la
respuesta empática. La experiencia clínica permitirá distinguir estos casos de
aquellos en que ha fallado la respuesta empática por parte del terapeuta.
- Explicación.
Mientras que la primera etapa se centra en comunicar que se ha captado la
experiencia del paciente, la segunda hace uso de las comprensiones
acumuladas a lo largo del tiempo para explicar el significado de la experiencia
del paciente en su relación con experiencias pasadas, con impulsos internos,
con dinámicas intrapsíquicas.
Los críticos del psicoanálisis pueden argumentar que las explicaciones son per
se intervenciones "distantes de la experiencia" y por ello conllevan fallas
empáticas entre terapeuta y paciente. Efectivamente, una explicación abarca
aspectos de la experiencia psíquica que trascienden el aquí y el ahora y se
formula dentro de un marco teórico particular, pero no por ello tiene por qué ser
menos empática. Una explicación capta la experiencia del paciente en su
totalidad si: primero, el paciente está preparado consciente e
inconscientemente para escuchar una intervención empática de un nivel
superior; segundo, la explicación se comunica con sensibilidad ante las
vulnerabilidades del paciente; y, tercero, la teoría que utiliza el analista se
deriva de datos próximos a la experiencia
Se puede alegar que esta secuencia en dos etapas es lo que hace un analista
tradicional, esto es, escuchar e interpretar lo que ha comprendido. Desde la
visión kohutiana, es similar a la perspectiva introspectiva-empática original de
Freud, pero se diferencia claramente de sus desarrollos técnicos posteriores en
los que el modelo a seguir era el del cirujano, "que deja de lado sus
sentimientos".
MacIsaac resume a continuación las diferencias entre la perspectiva cercana a
la experiencia de la Psicología del Self y la metodología tradicional en
psicoanálisis. Primero, que la inmersión empática lleva al analista a focalizar su
atención sobre cómo es “ser-el-sujeto”, más que sobre el analista como
"diana" de los impulsos sexuales o agresivos del paciente. En segundo lugar, la
inmersión empática toma la experiencia del paciente como fundamento,
mientras que el análisis tradicional ve la experiencia como una formación de
compromiso reducible a fenómenos psíquicos. En tercer lugar, la inmersión
empática no sólo atiende al contenido de lo que el paciente dice sino que está
atenta a la experiencia del paciente al comunicarlo. Finalmente, el psicólogo del
self opera con una teoría del self que se deriva de datos cercanos a la
experiencia, diferente de la teoría estructural, más distante de la experiencia
El tratamiento.
Kohut delinea el desarrollo del self no como un concepto o representación de la
mente, como en la Teoría de las Relaciones Objetales, sino como un
constructo "supraordenado" que abarca la estructura psíquica entera. Como
consecuencia de las fallas empáticas en la infancia, el self queda fijado en
ciertas necesidades insatisfechas de reconocimiento, idealización y
gemelaridad. En un medio empático, estas necesidades reemergen en forma
de transferencias de objeto del self especulares, idealizadoras y gemelares.
Con "objeto del self" Kohut nombra la experiencia de otro como parte del
self (1). La transferencia de objeto del self es la experiencia del analista como
una extensión del self que satisfaría ciertas funciones esenciales y que no han
estado disponibles de manera suficiente en la infancia como para haber llegado
a transformarse en estructura del self. Esta transferencia de objeto del self es
diferente de la tradicional comprensión de la transferencia en la que el analista
es pensado como una entidad psíquica diferenciada, es decir, un "objeto" del
pasado.
El proceso de desarrollo a través del cual un individuo es capaz de internalizar
las funciones del objeto del self necesarias y adquirir la estructura faltante del
self se denomina "internalización transmutadora". Según Kohut, este proceso
ocurre en una secuencia de dos fases: primero ha de haber una sintonía entre
el self y sus objetos del self, que en el marco terapéutico se concreta en la
transferencia emergente. En segundo lugar, deben darse fallas en el vínculo
empático siempre que sean no traumáticas y manejables. Estas fallas son
inevitables, no siendo producto de una manipulación técnica por parte del
analista, sino de la propia actitud del analista de comprender empáticamente y
explicar las necesidades del paciente en vez de tratar de satisfacerlas. Este
proceso de comprensión y explicación permite que el tratamiento avance y el
self adquiera las estructuras faltantes en un proceso de tres fases. En la
primera se analizan las defensas contra la emergencia de las nuevas ediciones
de la transferencia de objeto del self. En la segunda se despliegan y elaboran
varias transferencias de objeto del self. En tercer lugar, se hace posible el
establecimiento de una sintonización empática entre el self y sus objetos del
self en un nivel más maduro. La Psicología del Self no ve al self maduro como
aquél que ha logrado un estado ideal de "separación-individuación" tal y como
sugiere la Teoría de las Relaciones Objetales, sino que sostiene que incluso el
self maduro continua necesitando experiencias de especularización,
idealización y gemelaridad con objetos del self.
A continuación, MacIsaac desarrolla un ejemplo de caso clínico para ilustrar la
práctica de la perspectiva de la Psicología del Self, mostrando cómo evoluciona
el proceso empático en dos tiempos a lo largo del tratamiento, desembocando
en la elaboración y emergencia de una transferencia de objeto del self.
III) ENTONAMIENTO AFECTIVO AMPLIADO: UNA CONTRIBUCIÓN AL
MÉTODO DE OBSERVACIÓN CERCANO A LA EXPERIENCIA. Crayton E.
Rowe Jr.
Este capítulo muestra la importancia del entonamiento afectivo profundo con
los matices de la experiencia del paciente a través de una metodología
específica de percepción analítica, el "entonamiento afectivo ampliado".
El método de observación "cercano a la experiencia".
Este modo de observación, según Kohut, implica un "compromiso con una
metodología de la inmersión empática a largo plazo del observador en el
campo psicológico- en particular, en relación a los fenómenos clínicos, de la
inmersión empática en la transferencia". Kohut contrasta este método de
observación desde dentro de la experiencia del paciente con la observación
distante de la experiencia, donde el foco del observador está fuera de la
experiencia del paciente y se dirige al comportamiento de éste o los contenidos
que éste piensa o siente (fantasías, pensamientos, recuerdos, asociaciones).
Según Rowe, Kohut redirigió la atención hacia la importancia del entonamiento
o armonía con la experiencia del paciente porque mantuvo muchas veces que
fue precisamente la observación cercana a la experiencia la que condujo a
Freud a sus más importantes descubrimientos teóricos.
La capacidad de observar a otro desde el punto de vista cercano a la
experiencia es la definición de empatía según se traduce desde la palabra
alemana Einfülung, que se refiere a la capacidad de una persona para conocer
la experiencia de otra.
Desarrollo de la percepción analítica a través de la ampliación del
entonamiento afectivo.
El autor sostiene que en los planteamientos de Freud y Kohut se supone de
manera implícita que el analista posee capacidades perceptivas sin desarrollar.
Existen muchos estudios que aportan evidencia de la existencia de
capacidades perceptivas no desarrolladas en bebés y adultos. Los estudios
sobre atención selectiva en adultos apoyan el supuesto de Kohut de que se
puede mantener una atención profunda a la experiencia del paciente sin dividir
la atención, ya que ésta se puede controlar de manera consciente. Otra
evidencia de la capacidad de desarrollo de capacidades de percepción la
constituyen los logros de las personas que han perdido la visión.
Rowe, junto con MacIsaac, han planteado un modelo de observación que
denominan "entonamiento ampliado" y que muestra cómo en la situación
analítica se puede desarrollar el propio potencial para el entonamiento "cercano
a la experiencia". Se trata de un modo de escucha no sólo de lo que el paciente
dice, sino también un entonamiento o armonización con el modo en que
experimenta lo que está diciendo. Sería un proceso intersubjetivo donde el
analista intenta experimentar de la manera más próxima posible lo que el
paciente está experimentando, incluyendo la experiencia simultánea que el
paciente tiene del analista. No se trataría del entonamiento con un afecto
específico expresado en un momento concreto, sino que retendría los
momentos acumulados de la experiencia del paciente que el analista ha
percibido y que continuamente amplían y profundizan la comprensión del
analista.
Rowe cita a Stolorow cuando define la intersubjetividad como la mutua apertura
de dos mundos subjetivos, pero su énfasis está en las cambiantes vivencias del
paciente experienciando al analista (el cual a su vez experiencia al paciente)
que ocurren en ese contexto intersubjetivo. Este desarrollo es un retrato en vivo
que añade comprensión y modifica lo anteriormente comprendido.
La ampliación del entonamiento afectivo: una prioridad para la
comprensión.
Rowe nos relata un caso en el que el comienzo y la posibilidad del tratamiento
se pusieron en juego en la primera conversación telefónica entre paciente y
analista.
El entonamiento afectivo a los matices de lo que el paciente estaba
experimentando durante su contacto telefónico con el analista, condujo a éste a
un principio de comprensión que continuó en la primera entrevista. La
conciencia por parte del terapeuta de la necesidad del paciente de controlar la
intensidad y el tono y medir su ritmo al hablar, experimentada durante la
conversación telefónica, ayudó a estar alerta acerca de la necesidad de
mantener una distancia emocional. Esta percepción llevó al analista a renunciar
a las presentaciones usuales y a las primeras preguntas de la entrevista;
también le alertó de la necesidad del paciente de sentarse alejado del
terapeuta y de estar en silencio por largos periodos de tiempo. La
armonización afectiva permitió tomar conciencia de este continuo de
experiencias desde el primer momento en que el analista escuchó el mensaje
grabado. Esto permitió que el paciente, durante la entrevista inicial, empezara a
sentir confianza, y pudiera aceptar la comprensión del analista de que acudir al
tratamiento era difícil. Ante su propia sorpresa, el paciente pudo comenzar a
compartir sus preocupaciones; aceptar el reconocimiento por su de aportar un
retrato importante de sí mismo y, al final de la sesión, tomar la decisión de
continuar la siguiente semana.
13. EMPATÍA TERAPÉUTICA: UNA PERSPECTIVA
INTERSUBJETIVA. Jeffrey L. Trop y Robert D. Stolorow
La Teoría de la Intersubjetividad pone el énfasis en la interacción entre los
mundos subjetivos del paciente y el analista, organizados de manera diferente.
Se traslada el foco psicoanalítico desde los mecanismos patológicos aislados
existentes dentro del paciente al más amplio campo interaccional. La
psicopatología se conceptualiza en términos del contexto intersubjetivo en el
que emerge. El paciente y el analista forman un sistema psicológico, y la
investigación de este sistema es la esencia de la investigación psicoanalítica.
El principio motivacional básico de esta teoría es el esfuerzo abarcador por
organizar la experiencia. El marco intersubjetivo propone que cada persona
adquiere unos principios organizativos únicos que automática e
inconscientemente modelan su experiencia, y que él percibe como propiedades
de los fenómenos más que como productos de sus propias interpretaciones y
construcciones subjetivas. La transferencia, así, se conceptualiza como una
actividad de organización inconsciente de la experiencia relacional con el
terapeuta. Los principios organizativos inconscientes que cristalizan en el
sistema interaccional del niño y su cuidador forman los fundamentos del
desarrollo de la personalidad.
Desde esta perspectiva, la investigación empática se define como "un método
de investigación y esclarecimiento de los principios que inconscientemente
organizan la experiencia del paciente". No equivale a la simpatía, ya que el
conocimiento adquirido empáticamente puede usarse con diferentes
propósitos, y tampoco es lo mismo que la capacidad de respuesta emocional,
aunque la comprensión ganada a través de la investigación empática pueda
comprometer experiencias afectivas.
Stolorow se hace eco de la preocupación de Brandchaft acerca de la fusión de
dos usos del concepto de empatía que aparecen en los escritos de Kohut y que
crea cierta confusión en la definición de empatía dentro de la corriente de la
Psicología del Self en psicoanálisis. El mismo término se usa para designar
tanto una metodología de investigación psicológica como una modalidad de
respuesta y vinculación afectiva. Esta confusión conlleva serios riesgos.
Considera el autor que muchas de las personas que se convierten en
psicoterapeutas tienen, en su historia infantil, como elemento común el haber
sido excesivamente requeridos para satisfacer funciones psicológicas arcaicas
en alguno de los padres, requerimiento éste que es revivido fácilmente por los
deseos y estados arcaicos del desarrollo de los pacientes. Cuando la empatía
se confunde con un ideal de respuesta emocional óptima y, al mismo tiempo,
se considera la base del proceso terapéutico, se puede exacerbar el dilema
contratransferencial del analista, y subvertirse de manera crítica el objetivo
básico de investigar y clarificar la experiencia interna del paciente.
Estas consideraciones llevan a Stolorow a sugerir que se restrinja el uso del
concepto de empatía terapéutica a la actitud que busca la comprensión del
significado de las expresiones del paciente desde una perspectiva interna, más
que externa, al marco de referencia de su subjetividad. Para nombrar el
"poderoso vínculo emocional entre las personas", en palabras de Kohut,
Stolorow propone el uso de expresiones como "capacidad de respuesta
afectiva". Con esto se quiere señalar que el ingrediente esencial de la actitud
del terapeuta en la investigación empática es su compromiso continuo con la
investigación del significado de sus propias respuestas emocionales, o de la
ausencia de ellas, ya que lo que éstas significan para sí mismo puede no ser lo
mismo que lo que significan para el paciente. Una respuesta afectiva puede ser
experimentada por el paciente como una seducción o una promesa de que sus
necesidades serán satisfechas de una manera concreta. La reserva emocional
puede ser experimentada por otro paciente como la posibilidad de articular su
propia experiencia con libertad sin tener que adaptarla a la afectividad de otro.
El efecto terapéutico de la respuesta emocional del terapeuta depende,
entonces, del significado que adopte para el paciente.
Stolorow también aclara que el énfasis que su perspectiva hace en la
investigación no significa que continuamente se esté interrogando al paciente,
sino que la investigación en el mundo subjetivo de éste puede incluir periodos
de silencio en los que el terapeuta busque dentro de su propio mundo de
experiencia (historia infantil, terapia personal, otros tratamientos, casos de
colegas, formación teórica) analogías de lo que el paciente está
experimentado. Diferentes teorías psicoanalíticas a menudo abordan esferas
de la experiencia fundamentalmente diferentes, por lo que cualquier sistema
teórico que se eleve al estatus de una metapsicología cuyas categorías se
suponen universales tiene un impacto constrictivo sobre los esfuerzos que hace
el terapeuta en la comprensión de la particularidad del mundo psicológico de
sus pacientes.
También plantea el autor que la investigación empática no se dirige sólo a los
elementos conscientes de la experiencia del paciente, sino que más bien,
desde su perspectiva, ha de focalizarse en la elucidación de los principios que
inconscientemente organizan las experiencias del paciente. Estos principios
inconscientes se muestran en los significados invariantes que las
características y acciones del terapeuta adquieren de manera recurrente para
el paciente. Estos significados sirven a propósitos defensivos, y no investigar
las defensas inconscientes cuando un paciente se muestra preparado para ello
no es empatía.
Stolorow prefiere usar el término "investigación empática sostenida" antes que
el usado por Kohut "inmersión empática prolongada", por varias razones. Para
empezar, la primera expresión subraya la función investigadora del terapeuta.
Además, la idea de inmersión empática puede conllevar riesgos
contratransferenciales ya que el terapeuta se puede sentir requerido a
sumergirse completamente en la experiencia del paciente, dejando
desvanecerse su propia organización psicológica para poder mirar
directamente dentro del mundo subjetivo del paciente. Por supuesto que esto
es una misión imposible, dado que los propios principios organizativos del
terapeuta, entre los que se incluyen los que se engloban en la teoría con la que
ordena los datos clínicos, hacen una contribución inevitable a su experiencia.
Desde la teoría intersubjetiva se concibe la comprensión psicoanalítica como
un proceso intersubjetivo que conlleva un diálogo entre dos universos
personales. El proceso de alcanzar una interpretación supone hacer inferencias
empáticas acerca de los principios organizativos de la experiencia del paciente,
inferencias que se alternan e interactúan con los actos de reflexión del
terapeuta acerca de la implicación de su propia realidad subjetiva en la
investigación en curso. La actitud de investigación empática sostenida que
modela las interpretaciones del analista debe necesariamente abarcar el
completo campo intersubjetivo creado por el juego entre los diferentes mundos
subjetivos de paciente y terapeuta. Por ello, una caracterización más ajustada
de la perspectiva de investigación podría ser "investigación empáticaintrospectiva" porque incluye la reflexión continua del terapeuta acerca de la
contribución de sus propios principios organizativos. Lo que se investiga a
través de la empatía y la introspección son los principios que organizan la
experiencia del paciente (empatía), los principios que organizan nuestra
experiencia (introspección), y el campo psicológico formado por el juego entre
los dos.
A continuación se relata un caso clínico conducido desde una perspectiva
intersubjetiva donde la empatía como método de investigación pretende
esclarecer los principios inconscientes que organizan el mundo interno del
paciente. El caso, además, se usa para ilustrar la diferencia entre empatía
y provisión de respuesta emocional y apoyo.
La teoría intersubjetiva no ignora la importancia de la capacidad de respuesta
emocional a los anhelos específicos del paciente. Sin embargo, la empatía
terapéutica no es capacidad de respuesta emocional sino un método de
investigación. El papel terapéutico de la investigación empática es paralelo a la
importancia que tiene el entonamiento validativo de la experiencia del niño en
todas las fases del desarrollo. Esta es una razón por la que la experiencia de
ser comprendido en la terapia reanima anhelos y procesos frustrados del
desarrollo. La teoría intersubjetiva hace énfasis en que, durante la terapia, el
paciente accede a la oportunidad de tomar conciencia de que los limitados
patrones con que inconscientemente organiza la experiencia son resultado de
la recurrencia de respuestas afectivas mal entonadas durante la infancia. Se
afirma que es primariamente a través de la adquisición de la conciencia
reflexiva de sus particulares principios organizativos, junto con la poderosa
experiencia relacional de ser entendido por el terapeuta, como el paciente
puede desarrollar formas alternativas de organizar su experiencia y liberarse de
ese legado patológico.
Valoración personal
Resulta indiscutiblemente necesario que se intente aclarar y, hasta donde ello
sea posible, hacer operativos conceptos como el de empatía, que precisamente
por su continua presencia en el discurso de las psicoterapias contemporáneas
ha acabado por convertirse en un comodín que rara vez sabemos exactamente
qué representa, pero que, por estar siempre connotado positivamente, ha
pasado a ser una especie de garantía que acompañaría a todas nuestras
intervenciones para dar cuenta de su profesionalidad, cuando no de nuestra
sensibilidad como psicoterapeutas. Particularmente interesante nos ha
resultado el primer artículo introductorio, de Eagle y Wolitzky, por la claridad
con que están planteados algunos problemas fundamentales del uso del
concepto en el psicoanálisis, claridad que ni mucho menos trata de soslayar la
dificultad que acompaña la tarea. Su insistencia en la necesidad de investigar
de manera sistemática algunos de los supuestos que acompañan el uso del
concepto subraya la complejidad de la problemática.
Los artículos de MacIsaac y Trop y Stolorow aportan también matices y
aclaraciones que son de mucha utilidad. Sólo el artículo de Rowe desentona
algo en el conjunto, ya que, a nuestro parecer, el concepto de "entonamiento
ampliado" no aporta ninguna novedad y, por ello, al introducir nueva
terminología en un terreno donde aún no acabamos de manejarnos con la ya
existente, contribuye más a confundir que a iluminar el campo.
Nota:
1. Kohut, al principio usaba la expresión “objeto del self”, pero luego la reemplazó por
“objetoself” (selfobject) para indicar que el objeto es sentido como parte del self.
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