El aborto es la interrupción y finalización prematura del embarazo de forma natural o voluntaria, hecha antes que el feto pueda sobrevivir fuera del útero. Hablar sobre el aborto en América Latina implica hablar sobre estigmas, prejuicios, prácticas clandestinas, sanciones penales y muerte. Esta realidad tan sombría ha perseguido a aquellas mujeres que se han planteado (o se plantean) la posibilidad de interrumpir sus embarazos. Aunque se supone que desde hace once años las colombianas tienen derecho a abortar en tres casos específicos, ha sido tímida la difusión de la ley que lo permite y por eso muchas interrumpen sus embarazos en la clandestinidad. Las normas jurídicas podrán decir mucho, pero la realidad es la única que podrá mostrarnos el verdadero acceso a los servicios de aborto que realmente tienen las mujeres en un determinado país. La mayoría de las veces, las normas jurídicas sobre el aborto son desarrolladas de forma abstracta, sin prestar atención a los hechos. Para realmente saber qué tanto acceso tienen las mujeres a los servicios de aborto no sólo se deben examinar las leyes (permisivas o restrictivas), sino que se necesita observar el funcionamiento que dichas leyes tienen en la vida de las mujeres. Actualmente, son evidentes las diferencias entre cómo se percibe el aborto en los estratos altos de las ciudades y los más bajos, tanto en lo rural como lo urbano. El problema es que un entorno que no ve con buenos ojos a una mujer que detiene un embarazo de forma legal, puede llevar a las mujeres a someterse a abortos clandestinos e inseguros que, de acuerdo con las Naciones Unidas, son la causa del 11 % de las muertes maternas en América Latina y el Caribe. De acuerdo con las cifras más recientes del Ministerio de Salud, en el país se realizan 400.400 abortos clandestinos cada año, de los cuales 93.000 terminan complicándose lo suficiente para que las mujeres terminen en un hospital. En Colombia no hay claridad al respecto. La legislación de nuestro país considera en su artículo 122 el aborto como delito, sin definirlo ni establecer parámetros de definición. Ante el vacío que deja el Código penal sobre el tema, la Corte Constitucional, según la sentencia C - 133 de 1994, se pronuncia sin ser tampoco muy clara al respecto, sobre todo, en cuanto a la definición de aborto y en cuanto a que el feto sea jurídicamente considerado como persona. Esto debido tal vez a que se encuentra con el obstáculo jurídico del Código civil que reconoce las personas sólo si ya han nacido. La Corte es clara, por el contrario, cuando afirma que el feto sí es titular del derecho a la vida. se considera que la Constitución no sólo protege el producto de la concepción que se plasma en el nacimiento, el cual determina la existencia de la persona jurídica natural, en los términos de las regulaciones legales, sino el proceso mismo de la vida humana, que se inicia con la concepción, se desarrolla y perfecciona luego con el feto, y adquiere individualidad con el nacimiento. La Corte Constitucional no define de forma global el concepto de aborto, no entra a definir el concepto jurídico de vida humana, no entra a estudiar el derecho fundamental a la vida de forma general, sino que sólo estudia el momento desde cuando este se configura dentro del catálogo de derechos de toda persona y no determina el concepto de sujeto de derecho. Ante la confusión, necesario será establecer en un primer tiempo las definiciones adoptadas en nuestro medio, advirtiendo que la principal imposibilidad para una definición exacta del concepto de aborto es que quizá la mayor herramienta de imparcialidad. Por ello, al momento de construir un razonamiento, una jurisdicción debe tratar de ser coherente en su razonamiento para poder desarrollar una línea jurisprudencial y no terminar por contradecirse ella misma. Se debe fundamentar su reflexión con base en un punto determinado que englobe todas las preguntas al respecto. Para analizar la forma cómo las mujeres buscan el aborto dentro y fuera de la ley se debe poner atención a las reglas formales, informales y de contexto. Las primeras abarcan los derechos constitucionales, las normas penales y las directrices sobre el cuidado de la salud; aunque estas últimas buscan implementar los derechos reproductivos, bien podrían no cumplir con este fin. El caso se presentaría cuando unas directrices de salud están redactadas de forma tan ambigua que hacen imposible su ejecución. En cuanto a las reglas informales, se puede citar el ejemplo de Sudáfrica: a pesar de que el país reformó su legislación y permitió el aborto voluntario durante las doce primeras semanas de gestación (regla formal), la práctica de abortos clandestinos continuó siendo alta (regla informal). Finalmente, las reglas de contexto comprenden aquellas leyes, regulaciones y políticas que, sin regular específicamente al aborto, tienen un impacto importante en su práctica. Dentro de estas reglas se encuentran aquellas que regulan los servicios de salud, las familias y las conductas individuales o de grupo. Una política que apoye la manutención de los niños, por ejemplo, podría influir en la decisión de una mujer de continuar o no su embarazo. Se tienen una serie de barreras, entre estas, un desconocimiento de las normas vigentes por parte de las mujeres; una interpretación restrictiva de la sentencia (que excluye la salud mental y social) por parte de los médicos y un último grupo que tiene que ver con fallas en el sector salud, como no contar con rutas de atención, con profesionales capacitados o porque algunos hacen un mal uso de la objeción de conciencia. Supongamos que una mujer se dirige al puesto de salud más cercano, allí puede encontrarse con médicos y enfermeras que siguen comportándose como veedores morales del cuerpo de las mujeres, cuando el equipo de salud no comprende que lo que está ofertando es un derecho, considera que la atención es algo casi discrecional, por eso no dan información correcta, penalizan a la mujer, le dan recomendaciones para que cambie de opinión o de alguna manera la confunden. Pero supongamos que se topa con un médico que sí le da la información que necesita, tras esto, sobre todo si está en un área rural y apartada, puede que se encuentre con que en el momento en su centro de salud no hay médicos que sepan hacer el procedimiento, reduciendo sus posibilidades de acceder a ese derecho. Lo ideal es que en todos los territorios hayan equipos formados. Por último, y después de interrumpir voluntariamente su embarazo, quienes se quedan en el aire son las instituciones y organizaciones sociales que están diseñando planes para que cada vez menos mujeres tengan que enfrentarse a todos estos obstáculos, porque las plataformas donde se introduce la información sobre abortos en Colombia están tan desactualizadas que no hay datos certeros sobre el tema en el país. A manera de opinión propia, se puede decir que en Colombia se debe regular actualmente el aborto desde una perspectiva que permita cumplir con sus obligaciones constitucionales y de derechos humanos. Esto es así porque, cuando se cuestiona si los Estados cumplen con lo dispuesto por las normas constitucionales y de derechos humanos, se generan nuevos significados (no estigmatizadores) relacionados con los derechos a la vida privada, a no ser sometido a tratos inhumanos o degradantes y a la no discriminación. Es urgente que el país siga ahondando en recoger información estadística, no solo para saber qué tanto ha avanzado en garantizarles a las mujeres un aborto seguro en los casos ya despenalizados, sino para saber dónde hacer el énfasis en inversión y políticas públicas. Porque el aborto, aunque tema tabú y controversial, es un derecho. Creemos que le corresponde ahora a la Corte Constitucional exponer nuevos puntos de vista, que justifiquen sólidamente por qué los derechos fundamentales de las mujeres deben ceder a aquellos de los que están por nacer, sobre todo cuando las mujeres se encuentran en situaciones que ellas no escogieron libremente. El aborto debe ser legal, seguro y gratuito, sin importar el origen del deseo, con el fin de reducir la mortalidad en mujeres colombianas por abortos realizados en la clandestinidad.