Subido por Jorge Murillo

comunalidad

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Dos imágenes de comunalidad y un texto enfermo
Somos comunalidad, lo opuesto a individualidad.
Somos territorio comunal, no propiedad privada.
Somos compartencia, no competencia.
Somos intercambio, no negocio.
Diversidad, no igualdad.
Somos interdependientes, no libres.
Jaime Martínez Luna
Imagen #1 (lo visto)
Jengibre silvestre, cangrejo y camarón. Y un río que aflora.
Casas con techo de paja. Y tierra, mucha tierra. Tierra
volcánica. Tamborileo de pies: la danza como instrumento
musical. Treinta o cuarenta habitantes, no más. Cuerpos
barnizados con polvo volcánico: Lxs Yakel1. Población que no
se oxida. Y que es tan grande por ser tan chica: paradoja
molecular. Grandeza que nace de la aglomeración. Punto de
reunión: la cocina. Pero antes, excursión colectiva: a por
jengibre, cangrejo y camarón. Lxs Yakel lo hacen todo juntxs.
Para la pesca, entre todos los hombres (niños, jóvenes y
adultos mayores), construyen una presa temporal, la cual
retiene los crustáceos suficientes para alimentar a toda la
población. De vuelta a casa, con el alimento pescado, las
mujeres serán las encargadas de preparar la comida. De entre
las casas, se distingue una construcción de mayores
proporciones. Lxs Yakel lo saben bien: la cocina es
comunitaria.
Imagen #2 (lo vivido)
Día de muertos, dos de noviembre. Dos horas y media de camino.
Muchas curvas y el estómago revuelto. Callejones empedrados.
Aquí todo el mundo te saluda. No apenas bajas del coche y ya
hay alguien recibiéndote. Físicamente hay un apretón de manos,
pero el verdadero contacto está en la emotividad de los gestos.
Aquí la palabra no parece hueca. La comida, que ha llevado toda
la mañana preparar, ya está servida, pero a diferencia de lo
que sucede allá, aquí la comida es sólo un pretexto para poder
conversar. Larga sobremesa. Aunque utilizar la palabra
sobremesa aquí parece inútil, no la hay, existe por sí sola.
Luego viene el caminar, el encontrarse con alguien en todos
los cuartos. La soledad aquí no es un problema, incluso estando
1
Pueblo que vive en la isla de Tanna, República de Vanuatu.
solo, no es un problema. Hay un aroma en todas partes. Huele a
madera, a comida, a incienso, a río, abono y cartón de cerveza.
Casi es la hora y, pese a que no es la primera vez que estoy
aquí, sigo sin saber qué pasa. Quiero decir, sé lo que sucede,
pero la expresión siempre es la misma: ¿qué está pasando?
Alguien trae dulce de calabaza, mismo que se repondrá más tarde
con otro dulce, ya sea de camote o de chayote. Después, los
buñuelos, mismos que se repondrán con tamales. Y viceversa.
Intercambio, no mercado. Ya es la hora. La avenida principal,
la única avenida principal que hay, es caminada por todos. Unos
primero, otros más tarde. Las campanas de la iglesia retumban
por todos lados. A la entrada, una puerta altísima despide
humo. Suena un órgano. Se alza la voz del pueblo entero. Lo
que me es desconocido entonces, me es anunciado ahora.
El texto
Un porqué de esta historia, dice Jaime. Y continúa: “No es
fácil decir lo que se hace, las interpretaciones te llevan a
evidenciar un ego. Sin embargo, parece importante para explicar
un proceso amplio”. Hablaré como un enfermo, antes que como
cualquier otra cosa. La identificación es lo primero. Para
hablar de la enfermedad, hay que estar dentro de ella y luchar
desde ahí… podemos ir más lejos. Carne plural. Hablemos como
enfermxs, antes que como cualquier otra cosa. Frente a los
porcentajes, la experiencia propia, el número que deviene
nombre. Hagamos de este intento de ensayo un ensayo colectivo.
Toda escritura es comunal. Hablemos pues. Hablemos de ese 9%
que ahora tiene un nombre. Esta es la resistencia enferma, el
antivirus que se subleva. Lo marginal de lo marginal. El
agregado que no distingue atomizaciones: lo enfermo. Somos la
muerte del capital, el cuervo que le sacará los ojos. Somos el
delirio del trabajo enajenado. Resurrección insurrecta que
desde lo agrio escalda las faldas de la opresión. Lo que sucede
es que no nos hemos dado cuenta y si lo hemos hecho, estamos
tan débiles para siquiera pensar en algo más que no sea nuestra
propia debilidad. Y precisamente ese sea nuestro principal
defecto: lo nuestro. Es decir, lo mío. Lo mío que llamamos
nuestro con maestra hipocresía. Lo nuestro no es mera
complicidad enunciativa. En un principio lo es, claro, pero no
debe permanecer ahí o el flujo se corta. Por dar un ejemplo,
es como aquel que se regocija leyendo los sinsabores de algún
escritor polaco en el sillón de su casa: abres el libro,
recorres las páginas, cierras las tapas, si acaso lloras, y tu
miseria se consuela al saber que alguien más ha sido miserable
en otro tiempo, todo en un círculo infinito de masturbación
empática. Eso no es lo nuestro. Lo realmente nuestro se hace
nuestro cuando deja de ser sólo nuestro. Lo nuestro, sí, es
complicidad
enunciativa,
pero
también
es
complicidad
escuchativa (que no auditiva). Y lo que podría parecer un
circunloquio cantinflesco no lo es. Porque ahora podremos
decir, bueno, lo que sucede es que cuando leemos, escuchamos.
Mentira, no escuchamos, lo que hacemos es enunciar aquello que
queremos escuchar. Y es aquí donde nos destruimos. Y en este
mismo espacio, nuestro texto se destruye, se aniquila a sí
mismo. Porque no quiere hablar, lo que quiere es escuchar.
Quiere escuchar lo que ya vamos atinando. Podemos ya decir que
nuestra debilidad es potencia en estado puro. Y que es ese
nuestro canto. Nuestra forma de hacer política desde lo micro.
La micropolítica de lxs enfermxs. Somos deficientes sociales y
estamos orgullosxs de serlo. No somos un síntoma. Somos lo que
se resiste a seguir viviendo de la misma manera. Al trabajo
enajenado, nosotros respondemos: ansiedad generalizada. Al
gremio académico: esquizofrenia. Al arte en general: trastornos
depresivos. Nuestra inteligencia nos viene del cuerpo. Y esa
parálisis es un grito en la pared: ¡no colaboro más! Como diría
Spivak, de lo que se trata es de teorizar con las entrañas. Y
para poder teorizar con las entrañas hay que pegotearse.
Molecularizar la vida toda. Saldremos de esta y de la cama,
pues esta es: la rebelión de lxs enfermxs.
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