"MISIONEMOS CON MARÍA POR LOS CAMINOS DE MENDOZA" Homilía de Mons. José María Arancibia, en la Solemnidad de Nuestra Señora del Rosario, patrona de la Iglesia en Mendoza (5 de octubre de 2008) 1. La Virgen camina en medio nuestro, queremos ir con ella. Repasemos lo que estamos viviendo. Ha sido una alegría recibir en medio nuestro la imagen de María del Rosario, patrona de Mendoza. Vivimos con emoción su entrada y su caminar entre nosotros. Hemos admirado de nuevo su belleza, conmovidos por la plenitud de gracia que representa. Esta vez, hemos rezado una parte del Rosario, como en tantas procesiones y fiestas marianas. El santo Rosario le da el nombre a esta devoción. Permite volver nuestros ojos a los misterios de la vida de Cristo y de María. Son los pasos del Señor y de su madre en este mundo. Creemos en un Dios encarnado y cercano. Identificado con nuestra condición humana en todo, menos en el pecado. Él nos ofrece su amor infinito y fiel. El Padre ha querido enviarnos a su Hijo, único y eterno, portado en brazos de una Madre purísima. Ha venido buscando a los hijos maltrechos, heridos, dispersos. Ofrece su amistad y el perdón del cielo. Gracia divina que supera discordias, reúne a los distanciados, consuela a los afligidos, salva de todo mal. ¡Qué bien nos encontramos aquí, al poner fe y confianza en esta visita! ¿No les brota del corazón, el deseo de seguir caminando con María, por los senderos de la vida cotidiana? ¿Querrá esta bella Señora, acompañarnos para iluminar y alegrar la vida de todos? 2. María fue feliz, ante todo, por creer y recibir a Jesús en su corazón y en su seno Me atrevo a preguntarle a María: ¿Cómo has comenzado a ser tan feliz y tan hermosa? Ella, aun guardando un misterioso silencio, me responde con palabras de la Escritura, que resuenan con fuerza en esta asamblea y en cada corazón: Fui bendita y feliz por haber creído en la promesa de Dios. Por ser la servidora del Señor. Por cantar las maravillas que Dios hizo conmigo, y en favor de la humanidad (cf Lc 1,38.42.45.46). Por llevar a Jesús en el seno, y más aún, en el corazón. Hoy queremos vivir intensamente el gozo del niño que Isabel llevaba en su seno, contento de saberse junto a Jesús y a su Madre. La Iglesia, madre nuestra también, nos invita con insistencia a renovar el entusiasmo de ser creyentes y cristianos. En nuestras comunidades, se meditan palabras entusiastas como éstas: “Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado. Con los ojos iluminados por la luz de Jesucristo resucitado, podemos y queremos contemplar al mundo, a la historia, a nuestros pueblos ... “(DA 18). Son palabras de los obispos de América. ¿Qué nos impulsa entonces a vivir contentos? “Nuestra alegría, pues, se basa en el amor del Padre, en la participación en el misterio pascual de Jesucristo quien, por el Espíritu Santo, nos hace pasar de la muerte a la vida, de la tristeza al gozo, del absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento a la esperanza que no defrauda” (DA 17). 3. Por su fe y su entrega, María se hizo servidora y misionera. ¡Nosotros también! Siempre impacta el Evangelio proclamado en esta fiesta. María, apenas concebido Jesús en su seno, por obra del Espíritu Santo, partió sin demora a la montaña. Avisada por el ángel del embarazo de su prima, mujer ya mayor, fue pronto a ayudarle. Pero no iba sólo por ese motivo. María quiso comunicar de inmediato la felicidad de haber creído; la dicha de ser servidora del Señor; de llevar consigo a Jesús; fue para alegrar a su parienta, y para cantar los prodigios de un Dios fiel a su promesa de salvación. Además, María iba a admirar la obra de Dios en Isabel, que había recibido una gracia muy grande: ser madre de Juan el Bautista, que tendría la misión de preparar el camino del Señor. Cuando el Papa Benedicto vino a América el año pasado, sabiendo que éramos devotos de la Virgen, dijo: “Permanezcan en la escuela de María. Inspírense en sus enseñanzas. Procuren acoger y guardar dentro del corazón las luces que ella, por mandato divino, les envía desde lo alto" (DA 270). ¿Qué aprendemos hoy de la Virgen? ¿Qué luces nos manda del cielo? Hermanos: una fe cristiana más convencida se debe hacer testimonio de vida y anuncio a los demás. La Iglesia, que contempla en María su modelo para vivir y obrar, nos sigue llamando a una fe madura de discípulos que no pueden dejar de ser misioneros: “La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría de la buena noticia del Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte, llegue a todos cuantos yacen al borde del camino, pidiendo limosna y compasión (cf. Lc 10, 29-37; 18, 25-43). La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio” (DA 29). ¡Qué decisión valiente de servir expresan estas frases! 4. ¿Cuáles son los caminos de Mendoza, que hemos de recorrer con María y con Jesús? Mendoza tiene muchos y hermosos caminos. Por ellos transitan ustedes para trabajar y estudiar; para llevar los frutos de la tierra y del esfuerzo; para buscar salud, visitar amigos y parientes. Vamos y venimos, en todas las direcciones, encontrando realidades muy diversas. Gente sana y contenta, dispuesta a la amistad. Pero también, personas heridas y agobiadas, otras desanimadas y hasta algunas muy violentas. Todo cuanto encontró Jesús en los caminos de su tierra, lo hallamos también nosotros ahora; y aún a Él mismo, en los más necesitados. Como Iglesia, queremos recorrer un camino renovado, de fidelidad a Dios en la obra de evangelización (cf DA 9). A la luz de la Palabra de Dios, optamos por caminos que conducen a la vida, y no a la muerte. De muerte son los que llevan a dilapidar los bienes recibidos de Dios; los de una cultura sin Dios y sin sus mandamientos; dominada por los ídolos del poder, la riqueza y el placer, que al final va en contra del ser humano y del bien del pueblo. Caminos de vida plena para todos, son los abiertos por la fe en Cristo, que ofrece su vida divina; gracia que plenifica la existencia humana, en su dimensión personal, familiar, social y cultural. Porque Dios nos participa su amor fuerte y eterno. En estos caminos de vida fructifican los dones de la verdad y del amor, para crecer en la fe, la esperanza y la caridad, por las cuales se renuevan las personas y se transformen las culturas (cf DA 13). Queremos crecer en la Iglesia, como “discípulos y misioneros, que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste” (DA 14). La tarea es ardua y costosa. Los caminos son largos y ásperos. Pero nos anima el encuentro con Jesús, como experimentaron los santos. “Sólo gracias a ese encuentro y seguimiento, ... por desborde de gratitud y alegría, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y salimos a comunicar a todos la vida verdadera, la felicidad y esperanza que nos ha sido dado experimentar y gozar” (DA 549). 5. ¿Qué actitudes de María queremos imitar en el camino? Por tanto, no tenemos otro tesoro que haber encontrado a Cristo; o la fortuna de haber sido encontrados por Él. Como Iglesia, no tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos; no obstante todas las dificultades y resistencias. Este es el mejor servicio que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones (cf DA 14). Con palabras del Evangelio repetimos “¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abran, abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida" (DA 15). En Mendoza, nuestro plan de pastoral ha querido inspirarse en la Virgen para tener fuertes convicciones cristianas y franca actitud misionera. Ser cristianos no es una carga sino un don, porque Dios nos ha bendecido en Jesucristo (cf DA 28). El hermoso canto de María en la casa de Isabel, allá en la montaña, nos inspira. Será provechoso, pues, repetir las actitudes con las cuales nos hemos comprometido como Iglesia diocesana. Expresan un deseo fuerte, y son al mismo tiempo una súplica dirigida a nuestra Señora, madre y patrona: Como María: queremos ser humildes y felices creyentes. Testigos alegres de la Misericordia de Dios. Inspirados en Ella, estar dispuestos a ser abnegados servidores de los pobres. Como Ella: miembros vivos de la Iglesia (cf PDP 1.31-4). Bendigamos entonces al Señor, porque nos atrajo al encuentro dichoso con Él, y pidamos conversión de corazón, para ser sus discípulos misioneros. ¡Misionemos con María, por los caminos de Mendoza! Mons. José María Arancibia, arzobispo de Mendoza