“LA VIDA DE UN MUERTO Parte A” APÓSTOL DOCTOR JOSÉ LUIS

Anuncio
“LA VIDA DE UN MUERTO Parte A”
APÓSTOL DOCTOR JOSÉ LUIS DE JESÚS MIRANDA
JESUCRISTO HOMBRE
22 de agosto de 2013
Bien, tenemos un tema maravilloso hoy. Oye, ¿será posible que siempre tengamos un
buen tema? Bueno, es que los temas del Señor, cuando el Señor habla todo es
interesantísimo. ¿Verdad que sí? Lo que Dios habla es Dios hablando.
Así que, el tema de hoy es “La Vida de un Muerto”.
Yo no dije, la vida de un inválido, usted sabe que un inválido tiene su propia vida; un
desterrado, un exiliado tiene sus cuidados y demás. Pues, yo estoy hablando de la vida
de un muerto. O sea, cómo un muerto puede tener vida.
Entonces, yo quería invitarles al evangelio para llegar a conclusiones, en Gálatas
capítulo 2, verso 20.
Nunca hemos hablado de este tema, así que todavía hay temas que cubrir.
Hoy queremos aprender y queremos pensar. Quiero que uses la mente porque con eso
es que trabaja Dios, con tu mente. A Él no le interesan tus manos, ni tu cuerpo, ni la
forma que tú te sientas o te hincas. La carne es religiosa y tiene apariencias, pero lo
importante es tu mente, porque en la mente es la verdadera identidad tuya y con tu
verdadera identidad es que queremos tratar.
El apóstol Pablo dice:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado…”
¿Con Cristo qué? ¿Estaré?
Estoy. Es una posición actual, presente.
“Con Cristo estoy juntamente crucificado,
y ya no vivo yo…”
Oye, eso me puso a pensar ahí, -cómo que ya no vivo yo, si yo soy el que vivo.
No. Tú no puedes vivir. Tú estás crucificado. Dios te ve a ti como un muerto. La vida
tuya carnal no juega un papel aquí. Hay que predicarte el evangelio, para que con el
evangelio, tú comiences a vivir la nueva vida que Cristo te da.
Entonces, Pablo experimentó eso y él dijo:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado…”
Y, entonces es tan atrevido el apóstol que dice:
“…y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí;
y lo que ahora vivo en la carne…”
O sea, que no está hablando de una posición en el cielo.
¿Estamos aquí todos? ¿Sí?
Fíjate lo que dice:
“…y lo que ahora vivo en la carne…”
O sea, en mi existencia aquí terrenal donde él vivía. Dice:
“…y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios,
el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Eso es un misterio tremendo, porque el apóstol dice que él no vive él. Y, yo mismo me
he venido preguntando: -Señor, ¿cómo esto se puede llevar a cabo, de que yo sepa
que no estoy viviendo yo?
O sea, yo necesito saber si estoy viviendo yo, o está viviendo Cristo en mí.
Nosotros nos debemos preguntar hoy si en verdad estamos viviendo nosotros, o está
viviendo Cristo en mí. Naturalmente, eso hay que hacerlo con el evangelio, tenemos
que explicarnos esta verdad.
Vamos a buscar a Romanos 6:6, a ver si nos dice lo mismo, porque a Roma él le habló
más claro. Imagínate, en Roma tuvo que hablar muy claro esta revelación.
Dice el verso 6, y esto hay que saberlo. Si usted no lo sabe, pues la vida de Cristo no
va a estar viviendo en usted.
¿Usted sabe que todas las religiones del mundo, no saben esto que nosotros estamos
hablando hoy? Porque Dios lo ve a usted como un muerto, lo ve crucificado. O sea,
Dios un día se metió en una persona que se llamó Jesús de Nazaret y Dios cogió ese
cuerpo y lo crucificó. Pues, así mismo Dios ve al creyente. Lo ve crucificado juntamente
con Jesús de Nazaret.
Entonces, el apóstol, por eso lo mataron en Roma, porque es que él hablaba estas
maravillas y los religiosos no soportaban, no lo entendían.
Mira lo que dice el verso 6, qué atrevido es. ¿Estamos aquí? Quiero agarrarte la
mente, porque ahí es donde está el evangelio. El evangelio solo trabaja con tu mente.
Mira lo que dice:
“Sabiendo esto, todos con Biblia,
sabiendo esto, que nuestro viejo hombre…”
¿Qué dice? ¿Va a ser crucificado?
Fue.
“…fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido,
a fin que no sirvamos más al pecado.”
Mira cómo dice el verso 4.
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo,
a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva.”
¿Y qué es vida nueva? Vida nueva es la vida de Cristo en ti.
Naturalmente, esas cosas también son afectadas, cuando Cristo está en ti, pues tú
limpias tu vida de contaminaciones, de vicios, de cosas. No te comportas como los
demás, porque la vida de Jesús en ti es excelente. Y, cuando Jesús comienza a vivir en
ti, pues las cosas tienen que cambiar, la gente lo nota, se nota un cambio.
No hay que darte permiso para hacer cosas, porque tú –los permisos- los regulas tú
mismo. Tú dices: -Aunque me dé permiso, aunque Dios me dijera haz lo que te da la
gana, yo diría, Señor, mira, no es lo que me da la gana, es que me place vivir de esta
forma; de amar a mi prójimo, de tratar bien a los demás.
Entonces, dice aquí que esto hay que saberlo. Esto nunca se ha conocido en la
historia. En 2000 años, nadie ha hablado así como estamos hablando hoy.
Tu viejo hombre fue, no es que va a ser, fue crucificado. Dios te ve a ti como que ya tú
has vencido la muerte, como si ya tú hubieras salido del cuerpo, lograste vivir tu vida,
venciste en este mundo y Dios te ve a ti como más que vencedor.
El problema es si tú te ves como Dios te ve a ti. Ese es el detalle. Porque como todavía
él te dejó en un cuerpo de carne, la carne te ministra lo contrario. La carne te dice –
qué vida nueva ni vida nueva, qué Cristo vive en mí, vivo yo-. Y esta sociedad está
programada para que vivas tú.
El evangelio es quien quiere darte cómo Cristo vivir en ti, que llegues a esa experiencia
paulina. Y, para esto tú no tienes que ser bueno, para esto lo que tú tienes es que
entender, saber, “sabiendo esto”. Porque hay personas que dicen: -Está bien. Yo no
puedo ser como el apóstol Pablo. Yo no califico. Yo no soy tan bueno-. Es que Pablo
no era bueno. Pablo dice: “No hay ninguno bueno. No hay quien haga el bien”.
Así que, todos aquí calificamos para que Cristo viva y veamos la vida de Cristo en
nosotros manifestarse. Ese es el llamado que yo tengo y que tú tienes, que Cristo viva
en ti, que se manifieste esa vida de Jesús en tu vida.
Vamos a ver ahora en Segunda carta a los Corintios capítulo 4. Mira lo que dice de la
vida de Jesús que debe vivir en ti, Segunda carta a los Corintios capítulo 4, verso 7
al 11.
Todos leyendo porque esto se hace efectivo cuando tú lees la palabra del Señor,
cuando la ves. Porque Dios es el que hace que esta palabra se haga vida en ti. Aún tú
entendiéndola, si Dios no lo hace, no te trabaja.
Mi deseo es que Dios lo haga, y que tú seas un terreno tan bueno y tan agradecido y
tan humilde que Dios diga: Me place vivir la vida mía en esta persona.
Mira lo que dice el verso 7:
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro,
para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros,
que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no
desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos….”
Ahora, mira aquí el verso 10.
“llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús,
para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”
La vida de Jesús manifestada dónde, en nuestros cuerpos. No está hablando del cielo
en una nube por allá, porque si hay cuerpo estamos hablando aquí en la tierra. “La vida
de Jesús manifestada en nuestros cuerpos”.
Imagínate la vida de Jesús manifestada en ti. Te realizas como persona, las pruebas de
esta vida las coges bien. Puede venirte la noticia que te venga -y como tú eres un
muerto, y el tema de hoy es la vida de un muerto, porque Dios te llama a ti como
muerto-, pues tú te colocas donde Dios quiere que tú estés. Y, Dios se ve obligado a
manifestar su vida en ti. Eso es maravilloso, que tú puedas vencer todos los retos.
Mire, hay preocupaciones en el mundo, la gente está ocupada, la gente está asustada,
la gente está turbada. Ellos no piensan bien, ellos piensan que algo malo va a pasar.
Los gobiernos están débiles, el dinero, todo, todo está en una cuerda floja. Pero, es
porque ellos están viviendo sus vidas, ellos están vivos. Lo dicen por ahí –vivitos y
coleando-.
Pero, Dios quiere que tú te coloques como un muerto, como un crucificado: Con Cristo
estoy.
Diga: CON CRISTO ESTOY JUNTAMENTE CRUCIFICADO, Y YA NO VIVO YO, SINO
QUE VIVE CRISTO EN MÍ. Y LO QUE ME RESTA EN LA CARNE LO VIVO EN LA FE,
EN LA FAMILIA DE LA FE. Tienes que verlo así.
Usted que nosotros nos acostumbramos a vivir por las experiencias pasadas. Por
ejemplo, yo me vengo observando a mí, porque mi mejor estudio para el evangelio es
el cuerpo que a mí me dieron. Yo tengo un cuerpo muy –no sé ni cómo es-, pero no es
muy bueno. Yo, mi espíritu, yo soy bellísimo -como tú eres lindísimo, tú eres un tesoro
en qué, en un vaso de barro-, pero los cuerpos nuestros tienen diferentes medidas y
somos todos diferentes, y entonces, Dios quiere que tú conozcas tu cuerpo.
Fíjate qué pena, que uno sea como uno es. Por ejemplo, a veces yo vengo de un viaje
y yo veo toda esa gente, esos testimonios, las cartas que me dan, me pasan notitas
diciendo –mi vida comenzó cuando yo lo escuché y me ha dado un gozo tremendo.
Y entonces, pues me regreso, vengo en el avión contento, leyendo todas esas cartas,
porque yo las leo todas, pero no las puedo leer allí mismo. Por lo tanto, no sé, me dan
las cartas y no sé, pero cuando voy en el avión -como uno se aburre ahí a veces dos y
tres horas-, pues comienzo a leerlas y aprovecho y pongo notitas y así y así. Y,
entonces vengo un gozo tremendo, bueno y ya pues con la cuestión del ‘jet lag’, el
cansancio que te produce el vuelo, pues llego a la casa, me acuesto, me duermo en
esa gloria. Eso es una buena experiencia, ¿verdad que sí?
Y, amanezco al otro día todo atribulado, vacío. No todas las veces, a veces amanezco
súper contento. Pero, a veces amanezco virado, pero así, que no quisiera ni que me
hablen.
-¿Qué te pasa?
-No, no me preguntes. Shhh. Deja que el muerto…, deja que el muerto se acomode.
Y, tú sabes, y eso te da a ti también y entonces, tú te turbas a veces. Porque tú dices –
caramba, pero si acabo de llegar de la iglesia, o anoche estuve en la iglesia, tan bien
que me fue anoche y mira cómo me siento hoy.
¿Y, tú sabes qué pasa? Que es que, mira, nosotros somos como pilas, como baterías,
que Dios te da una gloria, pero entonces viene y él mismo te la quita. La carga que
tenías te la vacía. ¿Tú sabes para qué? Para que busques más carga, porque Él quiere
que tú dependas de Él. Y, mientras más evangelio conozcas, más dependencia, más
dependencia él te va a pedir.
Y, entonces, pues yo a veces, fíjate con todas esas glorias -que si esto, que si para
allá, que la palabra corre, que el viaje estuvo bueno, todas esas cositas que a veces
uno disfruta, porque desgraciadamente este cuerpo le gusta disfrutar cositas aquí en la
tierra, están hechas para que las disfrutemos, dijo el apóstol, debemos disfrutar. Pero,
entonces, por causa de tu cuerpo, porque tu cuerpo posee unas leyes que no se
sujetan a la ley de Dios, y entonces viene el cuerpo y de momento te daña el día. Pero
ahí está Dios pendiente, porque Dios lo que quiere es que tú dependas de Él.
Fíjate ahí en Segunda carta a los Corintios, que estamos ya ahí, en el capítulo 10, mira
qué preciosa información hay allí. Oye, esta es una plática no apta para religiosos.
Estamos hablando de la vida de un muerto. ¿Cómo los muertos viviendo?
Mira lo que dice Segunda a los Corintios capítulo 10, verso 3. Dice:
“Pues aunque andamos en la carne…”
¿En qué andamos?
Fíjate que estamos muertos, pero andamos todavía en la carne. Dios te ve crucificado,
eso es posición. ¡Hello!
Atiende bien, esto es la palabra de Dios, esto no es una novela, esto es lo que Dios
dice de ti. Mira, Dios te ama tanto que del cielo, Él te escribe y te dice: -Mira, yo a ti no
te conozco en carne. Ya yo te veo a ti crucificado. A mí tú no me tienes que dar más
cuentas para complacerme. Yo estoy enamorado de ti. Ya has cumplido conmigo. Yo te
amo. Te amo. Echa la culpabilidad, echa la condenación a un lado, yo te amo. Y, mira,
te amo tanto que yo –desde el cielo- te digo tú estás crucificado juntamente conmigo.
¿Quién te puede tocar, si estás juntamente conmigo?
Por eso Pablo dice: Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado. Y
entonces, ahora Pablo acá te dice: Mira, nosotros andamos en la carne, seguro, no nos
hemos ido al cielo, no hemos cambiado de cuerpo.
Dice –nosotros andamos en la carne-, pero, oye la vida de Jesús, aquí está en el verso
3.
“… no militamos según la carne…”
Oye, qué estilo de vida, ah. No militamos, o sea no funcionamos, no caminamos, las
estrategias nuestras son diferentes, no son en la carne.
Ahora, mira lo que dice:
“…porque las armas de nuestra milicia no son carnales,
sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y
toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo
pensamiento a la obediencia a Cristo.”
Tú sabes, esas armas que Dios te ha dado a ti son poderosas, pero no son poderosas
en ti. Dios te las entrega cuando te levantas por la mañana y por la noche, te dice: –
Dámelas, quiero que dependas de mí, porque por la mañana te las vuelvo a dar. Estás
completo, estás bendecido, pero entrégame las armas porque son poderosas en mí, no
en ti.
Él quiere dependencia. Él quiere que por la mañana tú pienses en Él y que tengas que
decir: -Señor, recibo que hoy tengo un día maravilloso.
No te sientes bien, pero tú no estás militando conforme a la carne. La carne te dice que
estás en depresión, la carne te habla porque la carne tiene su propia voz. Fíjate que la
carne habla, la carne habla. Pablo le llamó los deseos engañosos que están en nuestra
carne.
Entonces, lo de tu carne, hay que admirar tu carne, tu carne es fiel, lo que quiere es
destruirte. Le damos un aplauso a la carne por fidelidad, no por lo que quiere, no por el
propósito, pero es fiel en tratar de dañar tu vida aquí en este corto tiempo de ochenta
años aquí en la tierra, te la quiere dañar. El evangelio está hecho para que tú venzas tu
vida aquí.
Y, entonces, tú estás juntamente crucificado. ¿Por qué tú tienes que estar pensando en
ese pasado que tú tuviste? Que te violaron, que te faltaron el respeto, que te robaron,
que el mejor amigo te falló.
Mira, es una nueva vida lo que tú estás viviendo, bendecido. Tú no puedes seguir
recostado en que tu papá te menospreció, o que tu mamá te menospreció, lo que pasó
cuando pequeño, lo que te pasó cuando joven. Yo no puedo pensar en las cosas que
me pasaron a mí en mi vida, porque eso me va a traer tristeza. Eso no es de la nueva
vida en Cristo Jesús.
Yo tengo que decir: Yo estoy muerto, así que yo debo reaccionar como un muerto y
que la vida de Jesús comience a vivir en mí-, y echar fuera el temor. Y, decir: -A mí
todo me va bien. Todo me va bien. Yo estoy bien. Yo voy a vivir la vida. (Aplausos)
Continuará…
Descargar