Subido por Camila Hernández García

Estado del arte tesis maestría

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Universidad Nacional de Colombia
Seminario de Metodología de Investigación I
Profesor: Carlos Germán Sandoval
Estudiante: Laura Camila Hernández
Apropiación y reinterpretación de los conceptos «juicio» y «prejuicio» kantianos en la
obra de Hannah Arendt
La filosofía de Immanuel Kant se conoce como idealismo trascendental o criticismo, fue
promulgada en el siglo XVIII durante la época de la Ilustración. Kant buscaba establecer los
límites de la razón a la luz de sus principios. Por tanto, el sistema filosófico kantiano está
planteado a partir de tres críticas: Crítica de la Razón Pura (1781), Crítica de la Razón
Práctica (1788) y Crítica del Juicio (1790). En la primera se encarga de establecer los límites
de la razón y de las condiciones que posibilitan el conocimiento científico. En la segunda se
ocupa de establecer la diferencia entre los imperativos hipotéticos y los categóricos. Y en la
tercera hace un análisis sobre los juicios estéticos.
Ahora bien, es menester aclarar que Kant aborda la cuestión del juicio a lo largo de
las tres obras. Así, la finalidad del texto Crítica a la Razón Pura (Kant, 2006), como se
mencionó anteriormente, es establecer las condiciones que hacen posible el conocimiento
científico, puesto que el filósofo asegura que éste existe. Al analizar las condiciones que
hacen posible la ciencia, Kant parte de la forma en que esta se expresa, es decir, a través de
juicios. A lo largo de su análisis establece la diferencia entre juicios analíticos y juicios
sintéticos. Los primeros son aquellos en los que el predicado se encuentra contenido en el
sujeto; son universales y necesarios, así como explicativos, es decir, que no añaden
información nueva al sujeto. Por otra parte, los juicios sintéticos son aquellos en los que el
predicado no se encuentra contenido en el sujeto; son particulares y contingentes, así como
extensivos, es decir, que añaden nueva información al sujeto.
Sin embargo, para Kant los juicios que permiten fundamentar el conocimiento
científico son los juicios sintéticos a priori, los cuales tienen un carácter de universalidad y
necesariedad, son extensivos y no parten de la experiencia sensible. Así, Kant introduce la
idea del “giro copernicano”, en la que argumenta que el sujeto es quien produce los juicios
de la ciencia, por tanto, ya no es pasivo sino activo frente al conocimiento. En otras palabras,
el objeto ya no determina al sujeto sino que el sujeto determina al objeto. Entonces, el ser
humano posee dos facultades que le permiten formular este tipo de juicios, a saber: la
sensibilidad y el entendimiento. Gracias a la sensibilidad los objetos son dados, y gracias al
entendimiento, son pensados. Esto es, la sensibilidad permite tener intuiciones sensibles, o
sea, establecer una relación directa con el objeto y el entendimiento permite plantear
conceptos para pensar los objetos, en este sentido sensibilidad y entendimiento tienen una
relación recíproca. En palabras de Kant: “Las intuiciones sin conceptos son ciegas y los
conceptos sin intuiciones son vacíos.” (Kant, 2006, par. A51).
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En consecuencia, Kant aborda la cuestión de la sensibilidad en la primera parte de la
Crítica de la Razón Pura, es decir, en la Estética Trascendental, donde se encarga de
determinar cuáles son las condiciones que hacen posible la ciencia matemática, esto lo hará
a partir de las formas a priori de la sensibilidad, las cuales son el espacio y el tiempo. El
espacio permite fundamentar la geometría y el tiempo la aritmética. Por otro lado, el
entendimiento es tratado en la segunda parte del texto: la Analítica Trascendental, que
determina las condiciones de la posibilidad de la ciencia física, la cual justifica a través de
las categorías a priori del entendimiento: cantidad, cualidad, de relación y de modo.
Kant descubre que todos los fenómenos que el ser humano percibe están determinados
por las formas a priori de la sensibilidad y por las categorías a priori del entendimiento,
análisis que realiza exhaustivamente dentro de la Estética y de la Analítica Trascendental,
concluyendo que todos los objetos de la representación están determinados por categorías a
priori, por lo tanto, solo se puede llegar a conocer el fenómeno más no el noúmeno. Ahora
bien, con base en esto Kant se propone analizar la metafísica para ver si es posible
considerarla una ciencia, lo cual trata en la última parte del texto, es decir, en la Dialéctica
Transcendental, desde donde estudia los conceptos a priori de la razón, que en este caso son:
Dios, alma y mundo.
Teniendo en cuenta dichos conceptos concluye que la metafísica no es posible como
ciencia, debido a que, contrario a la matemática y la física que tienen un sustento empírico,
ella no lo tiene, y esta es una característica imprescindible para que cualquier tipo de
conocimiento sea considerado dentro del de la ciencia. No obstante, en el texto Crítica a la
Razón Práctica (Kant, 2003a), en el que busca exponer los juicios sintéticos a priori del
imperativo categórico, afirma que la metafísica sí es posible como razón práctica más no
como razón pura. A lo largo de este texto, Kant expone su teoría sobre el imperativo
categórico, con el que da cuenta de la necesidad y universalidad moral de ciertos actos. En él
también basa parte de sus argumentos sobre la política (Cortés Rodas, 2005).
Finalmente, en la Crítica del Juicio (Kant, 2003b), el filósofo alemán intenta
establecer unos principios universales que puedan evidenciar que la experiencia estética tiene
un carácter de universalidad y necesariedad. Es menester advertir a este respecto que para
Kant el entendimiento es el que permite o brinda la capacidad de juzgar, atribuyendo
predicados a diferentes sujetos, afirmando o negando algo sobre ellos, y a su vez esto es lo
que posibilita formular juicios, mientras que la razón es la capacidad de pensar y de formular
razonamientos a partir de inferencias o silogismos en donde se relacionan diferentes juicios.
Con base en la filosofía crítica de Kant, Hannah Arendt realizó un proyecto
inconcluso que fue publicado de forma póstuma bajo el título de La vida del espíritu o de la
mente (1978) en el que planteó que para ella cada una de las Críticas kantianas constituían
las tres facultades de la mente, cada una con un modus operandi propio: el pensamiento
(Crítica de la Razón Pura), la voluntad (Crítica de la Razón Práctica) y el juicio (Crítica del
Juicio). En una serie de conferencias conocidas como “Conferencias sobre la filosofía política
de Kant” (1982), Arendt aborda el tema de la capacidad de juzgar propuesta por Kant y de
su función en la teoría política.
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Como menciona Rivera de Rosales (2005), a lo largo de dichas conferencias Arendt
aborda lo que ella entiende como perspectivas kantianas sobre el hombre, a saber:
“1º- El hombre como ser racional, moral y fin en sí en cuanto individuo, perteneciente a un
reino de espíritus, y estudiado por la Crítica de la Razón Pura y por la Crítica de la Razón
Práctica.
2º- El hombre como especie y parte de la naturaleza, en continuo progreso hacia lo mejor,
cuyo asunto es el tema de la historia, estudiada por la Crítica del Juicio teleológico, segunda
parte de la Crítica del Juicio.
3º- En medio de esas dos perspectivas, la puramente racional y la puramente natural, estaría
el hombre como ser racional y sensible, como miembro de una comunidad concreta, también
política, ligada a esta sensibilidad y a esta tierra, interdependientes incluso para pensar,
estudiado por la Crítica del Juicio estético, la primera parte de la Crítica del Juicio.” (Rivera
de Rosales, 2005, pág. 2).
Con propósito del presente documento se hará énfasis en la tercera de dichas
concepciones. Así, Arendt fija su atención en el juicio estético kantiano como término medio
entre la teoría y la práctica, puesto que es a través del juicio que se puede aterrizar la primera
a la segunda. En este punto es menester entender la distinción que hace Kant entre el juicio
determinante y el juicio reflexionante, puesto que éste último es el que tomará Arendt para
su propia concepción de «juicio». Según Kant, “lo universal (la regla, el principio, la ley)
está dado”, y el poder de juicio busca “subsumir en él lo particular” (Guyer, 1996, pag. 1),
que es lo que él define como juicio determinante. Contrario a esto, “si lo particular es dado,
y para ese particular debe encontrarse lo universal, entonces el poder de juicio es meramente
reflexivo” (Guyer, 1996, pág. 1), lo que define como juicio reflexivo. Así, este juicio no
ofrece un conocimiento de los objetos, sino que implica una acción reflexiva por parte del
sujeto dirigida a un entendimiento de la representación de un objeto particular en sí mismo.
En este punto es menester aclarar lo que entiende Arendt exactamente por juicio y
por juzgar. La autora afirma que la palabra juzgar tiene dos significados, el primero de ellos
es el sometimiento clasificatorio de lo singular y lo particular a lo universal y lo general1. El
segundo significado, es el enfrentamiento con algo totalmente nuevo, que no se ha visto
jamás y para lo que no se dispone de ningún criterio. Para la filósofa, esta última acepción
apela nada más a la evidencia de lo juzgado en sí, y el único presupuesto del que se vale es
la capacidad humana del juicio2, que para ella se relaciona más con la facultad de diferenciar
que con la de ordenar y subsumir (Arendt, 1993). Para Arendt, éste tipo de juicios son los
que aparecen en el plano de lo político en la cotidianidad, puesto que por lo general las
personas se enfrentan a esta clase de situaciones y ponen en uso su capacidad de juzgar social
y políticamente.
Como argumenta De Zan, para Arendt “el ejercicio del pensar y la capacidad de juicio
reflexivo sobre la acción y sobre los acontecimientos que nos conciernen, parece estar entre
las condiciones que ayudan a los hombres a no hacer el mal” (Dan Zan, 2001, pág. 2). Así,
lo que Arendt plantea es un juicio que toma distancia sobre la acción para analizarla como
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Acá Arendt hace una explícita referencia al juicio determinante de Kant.
Acá Arendt hace una explícita referencia al juicio reflexivo de Kant, también entendido como juicio estético.
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un espectador, al modo del juicio estético de Kant, como un crítico de arte que se sitúa al
margen de la obra para realizar su juicio. Al igual que para Kant, Arendt considera que la
formación y el desarrollo de la capacidad de juzgar consiste en una “amplitud del
pensamiento”, que se da a través de la confrontación de diferentes puntos de vista entre varios
sujetos. Y con esto busca, además, darle un nuevo sentido al quehacer de intelectual que se
interesa por la realidad social como crítico de la moralidad social, de la política, la cultura y
la historia. (De Zan, 2001).
Además de esto, el análisis del juicio estético de Kant también le sirve a Arendt para
considerar la validez de los juicios en lo político, lo que vincula con el sentido común y con
la amplitud del pensamiento, o sea, con la capacidad de tomar en consideración los puntos
de vista de los demás en el juicio propio. Así, Arendt en sus Conferencias (2003) cita:
“Por muy pequeños que sean la extensión y el grado a donde alcance el dote natural del
hombre, muestra, sin embargo, un hombre amplio en el modo de pensar, cuando puede
apartarse de las condiciones privadas subjetivas del juicio, dentro de las cuales tantos otros
están como encerrados y reflexionan sobre su propio juicio desde un punto de vista general
(que no puede determinar más que poniéndose en el punto de vista de los demás).” (Kant,
2003b, pág. 422).
Lo cual le permite limitar la validez de los juicios para evitar que se extiendan más allá de
una intersubjetividad situada. Como menciona Di Pego (2016), Arendt le da una nueva
interpretación a los juicios kantianos como una pretensión que precisa de la pluralidad, en
cuanto busca suscitar el consentimiento de otros.
Arendt afirma que para que un juicio sea válido depende de la presencia de otros, sin
que esto signifique que los otros tengan que estar de acuerdo con el juicio propio, porque la
validez de un juicio nunca puede ser universal, no puede ir más allá de la intersubjetividad
en la que se coloca frente a los interlocutores (Arendt, 2016). Así, la autora asegura que “el
juicio, dice Kant, es válido ‘para todo el que juzga en general’, pero el énfasis de la frase
recae sobre ‘que juzga’; pues no es válido para los que no juzgan ni para los que no son
miembros del campo público en el que aparecen los objetos de juicio” (Arendt, 1993). No
obstante, Arendt con esto no niega la capacidad persuasiva de los juicios que emite una
persona sobre la opinión general, porque esos consensos hacen parte de la lógica del sentido
comunitario.
Habiendo definido el concepto de juicio en Arendt es necesario conocer que de la
mano de dicho concepto, la autora también desarrolla el concepto de prejuicio, como dos
caras de una misma moneda. A este respecto es importante mencionar el distanciamiento con
la concepción de Kant, pues el hilo conductor de la obra kantiana, como menciona Teruel
(2013), reside en la eliminación de los prejuicios puesto que para el filósofo alemán
constituye una fuente de errores que debe ser erradicada, así, asegura que “favorecer los
prejuicios de alguien equivale a engañarle de buena voluntad”. Y afirma que la razón
perezosa es la causa de los prejuicios y que por tanto existe la necesidad de cultivar una
disposición intelectual que esté preste a descubrir la racionalidad de lo real (Teruel, 2013).
Contario a esta perspectiva sobre los prejuicios, Arendt argumenta que
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