Republica Bolivariana de Venezuela Concilio General Asamblea de Dios de Venezuela Instituto Bíblico Falcón Asignatura: Historia de la Iglesia I Facilitador: María Elena Chirinos Desarrollo del Cano del Nuevo Testamento Integrantes: Daniel Lugo, Franklin Miranda Aslei Salazar Santa Ana de Coro, Febrero 2019 1 Índice Introducción………………………………………………………………………...… Pag. 3 Formacion del Cano del Nuevo Testamento…………………….………………….… Pag. 4 La situación interna de la Iglesia………………………………………………...……..Pag. 4 ¿Cómo se formó el canon del Nuevo Testamento?................................................ Pag. 5 Los Padres de la Iglesia…………………………………………………………….…. Pag. 7 El Cano Muratori.………………………….……………………….……………...… Pag. 10 El Canon en Tertuliano (s.III)……………………………….……….……………… Pag. 11 El Canon en Eusebio (s.IV)…………………………………….……….…………... Pag. 11 El Canon a finales del siglo (s.IV)…………………………….……….….………… Pag. 12 Cierre del Canon………………………………………………………………….......Pag. 13 La aceptación del canon hoy en día…………………………………………………. Pag. 14 Conclusión……………………………………………………….…………….……. Pag. 16 Bibliografia…………………………………………………………………….….… Pag. 17 2 Introducción A los textos del AT, la Iglesia ha unido estrechamente los escritos que a su juicio nos transmiten el testimonio de los apóstoles sobre los hechos y enseñanzas de Jesús, y aquellos otros escritos que recogen las instrucciones dadas por los mismos apóstoles para la constitución de la Iglesia naciente. «Esta doble serie de escritos ha recibido, seguidamente, el nombre de Nuevo Testamento. En este proceso, numerosos factores han jugado un papel: la certeza de que Jesús -y los apóstoles con Él- habían reconocido el AT como Escritura inspirada, y de que el misterio pascual constituía su cumplimiento; la convicción de que los escritos del NT provienen auténticamente de la predicación apostólica -lo cual no implica que hayan sido todos ellos compuestos por los apóstoles mismos-; la constatación de su conformidad con la regla de fe, y de su uso en la liturgia cristiana; en fin, la de su acuerdo con la vida eclesial de las comunidades y de su capacidad de nutrir esa vida» (La Interpretación de la Biblia…, 3, B,1). El proceso de la colección de los libros inspirados del Nuevo Testamento se terminó en breve respecto a la mayoría de los libros, puesto que constaba suficientemente por la tradición apostólica el origen divino de los libros, p.e. respecto a los cuatro Evangelios. Son inicios de estas colecciones en cuanto a las epístolas de San Pablo lo que refiere San Pedro en la 2 Pe 3,15s. En cuanto a que el evangelio de San Lucas fue tenido como inspirado, se deduce probablemente de la 1 Tim 5,18 donde se citan igualmente Deut 25,4 y Lc 10,7, bajo la fórmula «dice la Escritura». Acerca de otros libros, hubo dudas en algunas iglesias, hasta que a finales del siglo IV desaparecieron prácticamente de toda la Iglesia. 3 La Formación del Canon del Nuevo Testamento La situación interna de la Iglesia. Desde el primer siglo -y de ello tenemos testimonio en los escritos del Nuevo Testamentolos dirigentes cristianos hubieron de enfrentarse a problemas que tenían que ver no sólo con aspectos prácticos de la vida cristiana personal y comunitaria (cuestiones morales y de relaciones personales), sino también con desviaciones doctrinales, resultado de la incomprensión -o de la distorsión intencionada- del significado del evangelio. En varios libros del Nuevo Testamento podemos detectar esta lucha de aquellos primeros escritores cristianos. Surgen entonces las controversias doctrinales, en algunas de las cuales se vio envuelto todo el mundo cristiano. Por supuesto, no todas suscitaron el mismo interés (algunas estaban circunscritas a una región) ni tenían igual importancia. Pero desde el principio se vio una necesidad imperiosa: la de contar con un corpus propio de libros sagrados que pudieran servir como punto de referencia y como fuente y criterio a la hora de tomar decisiones doctrinales. En otras palabras: hacía falta establecer un canon. Como es de esperar, la conciencia de esta necesidad no fue algo que irrumpió repentinamente en los círculos cristianos. Es más, los cristianos de los primeros siglos, como ya se indicó, llegaron a considerar que algunos libros que actualmente no forman parte de nuestro Nuevo Testamento sí eran parte del canon. Este hecho es fundamental para entender el panorama que hoy se nos presenta en el marco general del cristianismo, pues no todos los cristianos aceptan el mismo conjunto de libros canónicos. 4 ¿Cómo se formó el canon del Nuevo Testamento? Es obvio que no se trata de que a alguien se le hubiera ocurrido reunir en un solo volumen un cierto conjunto de obras -muy dispares, por cierto, en cuanto a extensión y contenido- y hubiera proclamado, porque así le pareció bien, que esos libros eran sagrados. Tampoco se trata de que Dios le haya soplado a alguien en el oído y le haya dictado, libro por libro, la lista completa de los que habrían de componer el Nuevo Testamento. El proceso fue muy distinto. Mucho más complejo, mucho más rico y mucho más interesante. Y no exento de dificultades. En primer lugar, hay una estrechísima vinculación entre la formación del canon y la formación del texto. Ambos desarrollos no pueden identificarse, pero tampoco pueden separarse sin hacer violencia a uno de los dos. Como es de sobra conocido, los escritos del Nuevo Testamento son escritos ocasionales. Con ello queremos decir que hubo una «ocasión» (o unas «ocasiones») que, de hecho provocaron su formación. O, dicho de otra manera: Esos textos no aparecen simplemente porque sus autores un día se levantaron con ganas de escribir y luego tuvieron la brillante idea de que sería «bonito» poner por escrito lo que les había venido a la mente. Al contrario. No es extraño el caso de un determinado autor bíblico que escriba angustiosamente, y que habría preferido no tener que escribir lo que estaba escribiendo. Eso es, en efecto, lo que a veces le pasaba a Pablo apóstol. Oigámoslo cuando escribe estas palabras: «Porque por la mucha tribulación y angustia de corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté» (2 Co 2.4; 7.8a). Fueron muy diversas las «ocasiones» o circunstancias que movieron a los diferentes autores del Nuevo Testamento a poner en papiro (que era el papel de la época) sus pensamientos, exhortaciones, esperanzas, oraciones, etc. El material que se incluye en esa obra global es variado: hay predicaciones, cuentos que Jesús contaba (eso son las parábolas, y Jesús era un consumado e inigualable narrador), relatos de acontecimientos, oraciones, exhortaciones, visiones proféticas y apocalípticas, escritos polémicos, cartas personales, secciones poéticas En cada caso, fue el problema o situación particular que el autor quería enfrentar y las características propias de sus lectores lo que determinó la naturaleza de cada escrito. Por supuesto, mucho de lo anterior también se encuentra en la Biblia hebrea y, de alguna manera, ella sirvió de modelo para los escritores neotestamentarios. A ese modelo ellos agregaron su propia creatividad y ciertos detalles 5 que eran característicos de la época en la que se forma el Nuevo Testamento. Hay, sin embargo, en el desarrollo de la comunidad cristiana de los primeros tiempos y en su producción literaria, una diferencia fundamental respecto de los escritos heredados del judaísmo. Veamos: - Cuando Pablo, Pedro, Juan o Judas, pongamos por caso, se sientan a escribir, ya sea por propia mano o, como solía hacer Pablo, por la interpósita mano de un secretario, lo que querían hacer era responder a la situación específica que se les había presentado: pleitos entre hermanos, inmoralidad en la congregación, penetración en la comunidad cristiana de ideas extrañas que negaban tanto la eficacia de la obra de Jesucristo como la eficacia de la fe, gozo por la fidelidad de los hermanos y por la expresión de su amor, necesidad de recibir aliento en momentos de dificultad y prueba o lo que fuera. Y esas autoridades de la iglesia escriben, habiendo buscado la dirección de Dios, en su calidad de tales: apóstoles, obispos (en el sentido neotestamentario), pastores y dirigentes de la comunidad cristiana en la diáspora. - Cuando ellos escribían, ni siquiera soñaban que aquello que producían tenía, o llegaría a tener, la autoridad de los escritos sagrados que leían en la sinagoga y en las primeras congregaciones de cristianos. Puede decirse que en el Nuevo Testamento, quizás con la excepción del Apocalipsis -por su naturaleza particular-, no hay indicios de que sus autores creyeran que lo que estaban escribiendo iba a ser parte de «La Escritura». Pero, por proceder esos escritos de quienes procedían, por la autoridad que representaban sus autores y por considerar que, de alguna manera, eran testimonio de primera mano y fidedigno de «las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas» (Lc 1.1), los grupos cristianos no sólo guardaron y releyeron los textos que directamente ellos habían recibido sino que, además, comenzaron a producir muchas copias y a distribuirlas entre otras tantas comunidades hermanas. Poco a poco, los cristianos fueron reconociéndoles a esos textos autoridad privilegiada para la vida de la Iglesia y, con ello, reconocieron la inspiración divina en su producción y elaboraron, en fecha posterior, la doctrina correspondiente. Nos hemos referido hasta ahora a libros del Nuevo Testamento que se escribieron, en su mayoría, «de corrido». La situación se torna más compleja cuando tratamos de textos como los de los evangelios, cuya composición siguió otro camino. En efecto, a Jesús no lo seguían estenógrafos que iban tomando notas de todo lo que él hacía y enseñaba, y que luego «se sentaron a escribir un libro». 6 Los Padres de la Iglesia. El período inmediatamente posterior al de los Padres apostólicos se conoce como el de los «Padres de la iglesia». Algunos dividen este período, a su vez, en tres etapas (que no tienen necesariamente secuencia cronológica): la etapa apologética (los Padres apologistas), la polémica y la científica. Es entonces cuando recrudecen los problemas doctrinales, tanto por los ataques externos de los enemigos del cristianismo como por dificultades internas, causadas por el sano deseo de profundizar en la inteligencia de la fe y en la comprensión de la enseñanza. De hecho se trata, en este último aspecto, de reducir cada vez más el ámbito del misterio; o sea, de intentar «explicar» todo aquello que pueda ser explicable, incluso después de aceptar la irrupción del misterio o del milagro. Por ejemplo, aceptada, como hecho y como milagro, la encarnación, se buscará explicar cómo se unen las dos naturalezas (humana y divina) en la persona de Jesús. Lo mismo sucede respecto de la persona y la voluntad. Y otro tanto en relación con la doctrina de la Trinidad. Unos de los argumentos más peregrinos que usa cierta religión tradicional y mayoritaria hoy en día (el catolicismo romano) para tratar de convencer a los cristianos evangélicos de la importancia de la tradición es el presentar la supuesta contradicción del "Sola Escritura" protestante con el hecho de que precisamente el Canon del Nuevo Testamento fue aprobado en diversos Concilios de dicha religión. Sin embargo ya desde el siglo I la historia y los propios escritos neotestamentarios nos dan indicios más que suficientes para mostrarnos que no se necesitó el concurso de ningún concilio de los romanos para ratificar o canonizar nada que no hubiese sido ya ratificado y acordado por la mayoría de las iglesias y congregaciones ortodoxas desde el comienzo mismo del cristianismo. La definición y aceptación del Canon es un proceso histórico ayudado con el concurso del Espíritu Santo actuando en las Iglesias paleocristianas. Así Jesús y sus seguidores, como buenos judíos que fueron, poseerían una colección de escritos del Antiguo Testamento que el mismo Señor cita con profusión en los textos Evangélicos (haciendo notar aquí que nunca cita ningún libro "deuterocanónico" y que cristianos evangélicos y judíos estamos de acuerdo con los libros que lo componen sin añadir dichos textos "deuterocanónicos" al Canon del Antiguo Testamento). Posteriormente, en su misión evangelizadora por el mundo antiguo, los Apóstoles o sus ayudantes redactaron los textos Evangelicos en letra escrita como sustitutos de sus propias 7 palabras, así como diversas cartas pastorales tratando un sinfín de asuntos y problemas que surgían en las diversas congregaciones que iban fundando. Los propios Apóstoles dan categoría de "Escrituras" a dichos textos en lugares como 1ª de Timoteo 5:18 donde el apóstol, Pablo cita como escritura tanto un texto del Antiguo Testamento como una cita del Evangelio: "Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla (Deuteronomio 25:4) y: Digno es el obrero de su salario (Lucas 10:7)", y en 2ª de Pedro 3: 15-16 donde el Apóstol Pedro nos dice de las cartas del Apóstol Pablo: "Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición". Vemos pues que este apóstol al decir "como también las otras Escrituras" pone a los textos de Pablo a la misma altura que los textos del Antiguo Testamento. Es así que las diversas iglesias del siglo I estarían muy interesadas en sustituír la deseada presencia de los apóstoles por copias de esas Cartas y Evangelios redactados por ellos o por sus ayudantes. Más aún, era preferible, frente a movimientos que ponían el acento en manifestaciones carismáticas ciertamente descontroladas como los Montanistas, o frente a herejías que sostenían sus torcidas doctrinas basandose en una supuesta "tradición apostólica" conservada por ellos, el tener algo sólido, seguro y firme como era la misma doctrina Apostólica en textos que eran copiados y conservados con celo. Así frente a una profecía o una visión fluctuante de unos carismáticos montanistas, o frente a una supuesta "tradición apostólica" de unos herejes, era preferible consultar qué es lo que dice éste o aquél apóstol, depositario de las Palabras del Mismo Jesús. Cuando leemos los textos más antiguos del cristianismo aparte del propio Nuevo testamento, como la Didaké, la Carta de Clemente a los Corintios o las Epístolas de Ignacio a las siete iglesias, vemos que están trufadas de citas tanto del Antiguo Testamento como de las Epistolas y Evangelios que nos han llegado hasta hoy como inspiradas poniendo ambas en el mismo nivel de canonicidad. Afirma Ireneo de Lyón en el siglo II en su libro III del tratado "Contra las Herejías" (En latín Adversus Aereses) que los herejes acusan a las Escrituras con el siguiente argumento: "Porque dicen ellos (los herejes) que la verdad no ha sido trasnmitida por medio de las 8 Escrituras, sino de viva voz". Esto es, los herejes ponían sus propias tradiciones por encima de la Escritura, o bien como sucedió con Marción, crearon su propio Canon a la medida de sus ideas. Es por este tipo de argumentos que la Iglesia primitiva tuvo mucho celo en definir desde ya el siglo I y como vemos en el II, cuál eran las escrituras que debían ser aceptadas como inspiradas y norma de fe, y cuales no. De este modo encontramos ya en el propio Ireneo un protocanon en su libro III del citado "Adversus Aereses" diciendo: "Pues una vez resucitado de entre los muertos los revistió con la virtud del Espíritu Santo que vino de lo alto; ellos quedaron llenos de todo y recibieron «el perfecto conocimiento». Luego partieron hasta los confines de la tierra, a fin de llevar como Buena Nueva todos los bienes que Dios nos da, y para anunciar a todos los hombres la paz del cielo; tenían todos y cada uno el Evangelio de Dios. Mateo, que predicó a los Hebreos en su propia lengua, también puso por escrito el Evangelio, cuando Pedro y Pablo evangelizaban y fundaban la Iglesia. Una vez que éstos murieron, Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, también nos transmitió por escrito la predicación de Pedro. Igualmente Lucas, seguidor de Pablo, consignó en un libro «el Evangelio que éste predicaba». Por fin Juan, el discípulo del Señor «que se había recostado sobre su pecho», redactó el Evangelio cuando residía en Efeso". Como vemos la iglesia primitiva ya en el siglo II definía como Evangelios los 4 que nos han llegado: Ireneo cita aquí a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, Evangelios de los cuales su autenticidad y antiguedad ya solo los muy malintencionados o muy ignorantes dudan (al respecto, y para el lector no iniciado, recomiendo las obras al respecto del escritor, teólogo e historiador evangélico César Vidal) y no solo eso, el propio Ireneo rechaza a los que solo usan uno de ellos como por ejemplo los Ebionitas, que solo usaban Mateo y en su primera redacción en hebreo (posiblemente el famoso y misterioso "Evangelio de los Hebreos"). Las iglesias primitivas usaron como criterios de canonicidad los siguientes elementos: 1º Antiguedad: Los escritos debian haber sido escritos en tiempos cercanos a la época de Jesús y sus Apóstoles. 2º Apostólico: Los escritos deban haber sido escritos por un Apóstol (por ejemplo Pablo) o un compañero de los apóstoles (Por ejemplo Lucas, Marcos). 3º Católico: La palabra griega quiere decir "Universal", y se refiere aquí a que debía ser un texto de uso generalizado (universalmente aceptado) entre las iglesias. 9 4º Ortodoxo: El libro debía estar en armonía con el resto de textos Neotestamentarios. A todo esto yo añado el obrar del Espíritu Santo en la Iglesia. Es necesario decir así que no todos los textos que hoy tomamos como inspirados fueron aceptados inmediatamente por las diversas iglesias. Pensemos en las distancias y los medios de comunicación en el Imperio Romano. Una carta que era conocida en un extremo del mundo y leída durante decenios como de un apóstol, no era siquiera conocida por los cristianos e iglesias del otro lado del mediterraneo, que antes de tomarla como inspirada usaban de una gran prudencia. Por ello las listas de libros canónicos de los primeros siglos se escriben con grandísimas dosis de cuidado y tras no pocas discusiones. El Canon Muratori: La lista de textos canónicos más antigua que se conoce es de un autor anónimo y fue rescatada como un fragmento de papiro de una Biblioteca de Milán en 1740 por un estudioso llamado Ludovico Antonio Muratori. Se trata de una copia del siglo VIII en un latín malísimo de un texto original griego, que posiblemente data (y en esto hay discusión desde ya la época del sabio Muratori) del siglo II. La lista de libros que menciona es: Los cuatro Evangelios, Hechos de los Apóstoles, Epístolas de Pablo (rechazando la apócrifa a los "Laodicenses"), Judas, Las dos cartas de Juan (no menciona cuales de las tres que nos han llegado), Sabiduría de Salomón (que después sería descartado), Apocalipsis de Juan, Apocalispsis de Pedro (Aquí menciona que este libro es rechazado en alguna de las iglesias, luego no cumple el precepto de universalidad- y después sería descartado) y El Pastor de Hermas (Como de lectura recomendada pero no inspirado al no cumplir el precepto de antiguedad). Vemos pues que de los 27 libros del Nuevo Testamento solo deja fuera Hebreos (que por ejemplo sí es citado por Tertuliano en este mismo siglo II), Santiago, las dos epístolas de Pedro y una de las 3 epístolas de Juan. Como decimos esto probablemente fuera debido a que en la zona del Imperio donde se escribió la citada lista (probablemente Roma) no habían llegado o no se conocían aún esas cartas que si eran aceptadas por iglesias de otras regiones del Imperio. 10 El Canon en Tertuliano (s.III): Los escritos de este gran escritor y teólogo de finales del s.II y principios del s.III (no admitido por Roma como "Santo" al haberse pasado al Montanismo) sí citan como Escrituras además de las ya citadas como hemos dicho arriba Hebreos (de quien dice que Bernabé fue el autor), 1ª de Pedro, 1ª de Juan, Judas y Apocalipsis. El Canon en Eusebio (s.IV) Al comienzo del s. IV había práctica unanimidad sobre qué libros debían ser aceptados como inspirados y de uso en las iglesias. Así no había ya problemas sobre los 4 Evangelios, Hechos, las 13 epístolas Paulinas, 1ª de Pedro y 1ª de Juan. Sobre las epístolas llamadas "Católicas" o "Universales" tampoco había muchos problemas; pero donde sí los hubo fue en la aceptación de Hebreos y el Apocalipsis de Juan. Eusebio de Caserea declara en su Historia Eclesiástica que hay 4 categorías de libros: 1ª Libros "Reconocidos": Los 4 Evangelios. Hechos de los Apóstoles. Las 13 cartas de Pablo a la que él añade Hebreos que considera obra de Pablo. 1ª de Juan. 1ª de Pedro y como él mismo afirma "si en verdad parece correcto" el Apocalispsis de Juan, sobre el que afirma hay dudas en algunas iglesias. 2ª Libros "Disputados": Aquí introduce los que son aceptados como inspirados y canónicos por unos en unas regiones del Imperio y no por otros en otras regiones del imperio siempre dentro de las iglesias ortodoxas y apostólicas: Santiago. Judas. 2ª de Pedro y 2ª y 3ª de Juan. 3ª Libros "Espurios": Aquí introduce libros que se consideran no inspirados aunque pueden ser ortodoxos en su doctrina: Hechos de Pablo. El Pastor de Hermas. Apocalipsis de Pedro. Cartas de Bernabé. Didaché y el Evangelio de los Hebreos. Curiosamente vuelve a introducir aquí otra vez el Apocalipsis de Juan, que también ha metido entre los "disputados". 4ª Libros "Heréticos": Que él considera por la tradición y el uso entre las iglesias como no dignos de atención y alejados del uso apostólico, y que son falsificaciones heréticas: Evangelio de Pedro. Evangelio de Tomás. Evangelio de Matías. Hechos de Andrés y Hechos de Juan. 11 El Canon a finales del siglo (s.IV) Tras muchas décadas de debates entre las diferentes iglesias y congregaciones paleocristianas, no será hasta el 367d.C. cuando Atanasio, obispo de Alejandría, escriba una carta donde menciona los 27 libros que hoy componen el Nuevo Testamento como definitivamente canónicos. En su carta cita los libros del Antiguo Testamento tal y como hoy componen el Canon Judío y Protestante. Y como hizo Lutero más de 1.000 años después, los "deuterocanónicos" los recomienda como literatura "devota" pero "no como autoridades canónicas". Inmediatamente refiere la lista de los 27 libros del Nuevo Testamento indicando que los tales son los "únicos donde las enseñanzas divinas son proclamadas. No añadáis ninguno a éstos; no prescindáis de ninguno". Debemos decir pese a esto que durante un tiempo hubo iglesias netamente ortodoxas en doctrina que consideraron aún 2ª de Pedro como una falsificación y que siguieron considerando como apostólicas la Carta de Bernabé o "El Pastor de Hermas", u otras como las Cartas de Clemente y rechazando algunas aceptadas por otras iglesias como la ya mentada 2ª de Pedro o 2ª y 3ª de Juan. Insisto en el hecho de la inmensidad del Imperio Romano y la rápida extensión del cristianismo, que hizo que unas cartas o libros que se conocían por ejemplo en la zona dominada por el Latín (Roma, Hispania, etc.) no se conociesen por ejemplo entre las congregaciones del norte de África. O que el estilo del griego usado en 1ª de Pedro fuese tan diferente al de 2ª de Pedro lo que llevó a confusión a algunas iglesias sin pensar en la posibilidad de dos secretarios del Apóstol Pedro escribiendo a sus órdenes en dos zonas del Imperio, en dos momentos diferentes, con estilos diferentes (imaginemos a un mismo apostol hoy en día pidiendo que le escriba una carta en español primero un argentino en Argentina y años después otra carta a un vasco en España: Los estilos resultantes serían tan diferentes que podrían hacer dudar a un catedrático de la lengua española un siglo después de que ambas fuesen del mismo apóstol). Aún hoy en día iglesias como la Etíope añaden al Canon de 27 libros otros como la 1ª cartas de Clemente y la Didascalia. Lo que sí podemos decir sin riesgo alguno a equivocarnos, es que el Canon del Nuevo Testamento no es resultado de ninguna proclamación oficial o de ningún concilio romano 12 de siglos posteriores, sino el resultado de un amplio consenso, inspirado por el Espíritu Santo en la Iglesia, a lo largo de los 4 primeros siglos de la era cristiana entre las diversas congregaciones que componían la cristiandad, y que pretender usar este proceso como prueba de la infabilidad de los concilios romanos es un argumento muy peregrino. Cierre del Canon El cierre del canon fue un acto querido y positivo de la Iglesia, una decisión de política eclesiástica, gracias al cual, la estructura de la Iglesia, procuraba delimitarse con nitidez, apoyándose en un cuerpo de doctrina obligatoria, de los gnósticos por un lado, y de los restos que quedaban del judeocristianismo, opuesto al modo de considerar el cristianismo iniciado por Pablo, por otro. El NT fue pues, el texto que respaldaba esa política (A.Piñero. La formación del canon del NT”. FSM 1989). Los tres criterios decisivos para el cierre son: 1. Conformidad con la “Regla de fe” (canon de fe): congruencia con lo que la tradición de las comunidades cristianas, consideraba como normativo de la fe. 2. “Apostolicidad” del texto (directa o indirectamente). 3. “Recepción” por las iglesias: un cierto consenso en el uso continuo de la mayoría de las iglesias, sobre todo en la liturgia. Los “actos positivos o queridos” por la Iglesia se consideran estos: Iglesia griega: Año 367, Atanasio de Alejandría enumera ya los 27 libros del canon actual (Epístola festal nº 39). El Apocalipsis, aunque incluido por Atanasio, fue causa de debate en Oriente, hasta tal punto que autores como Gregorio nacianceno no lo admitían. Solo se admitirá a partir del siglo XII. Las iglesias siria, armenia y etiope han tenido su propio canon hasta la EM, aprobando tardíamente el Apocalipsis. Iglesia latina: Agustín dictamina en el Concilio de Hipona (393), y Cartago (397 y 419) la lista actual como canon. La carta del papa Inocencio Iº a Exuperio en Italia confirma ese acuerdo para la Iglesia latina. 13 La aceptación del canon hoy en día 1. Parte del problema es que algunos de los criterios aceptados por los concilios no se aplican universalmente a todos los libros. Hebreos es una carta de la segunda generación de cristianos, por ejemplo (Heb. 2.3-4). 2. Otra parte es que hay confusión acerca de la orden lógica entre canonicidad y autoridad. ¿Es un libro autoritativo porque es parte del canon? ¿O es un libro canónico porque la iglesia reconoce su autoridad? Debemos recordar que las iglesias usaban los libros como autoridad por siglos antes de la formación de una lista autoritativa de parte de los concilios. La autoridad es anterior a la canonicidad. Con el canon la iglesia reconoce los libros que en su experiencia ha podido notar que son inspirados por Dios. 3. Debemos, entonces, entender la autoridad del canon de esta manera: a. Los libros de lo que ahora es el NT tienen su propia autoridad en sí mismos. b. La iglesia primitiva reconoció la autoridad de estos libros sobre el transcurso de tres siglos, y concretó su reconocimiento en la formulación del canon. c. La iglesia usó ciertos criterios para determinar los libros del canon. No todos los libros conformaron a todos los criterios, pero al final, era el testimonio del Espíritu Santo en las iglesias del este y del oeste que prevaleció. d. Desde entonces nosotros aceptamos los límites del canon y la autoridad de los libros canónicos por dos razones: 1. Reconocemos el peso del testimonio de la iglesia universal en su uso y aceptación de estos libros. No estamos bajo la autoridad del Concilio de Cártago, sino estamos bajo la responsabilidad de tomar en serio el testimonio casi monolítico de la iglesia en cuanto a estos libros. Reconocemos que si esta multitud de personas de diferentes culturas, regiones e idiomas podía llegar a un acuerdo tan unánime acerca de los libros inspirados por Dios, debe haber algo especial de estos libros que provocó este acuerdo, y debemos confiar en ellos más que en nuestras opiniones como individuos. 2. Reconocemos en estos libros la misma autoridad que la iglesia antigua descubrió. 14 e. Algunos descubren el poder del NT antes de entender el asunto de la formación del canon. Ellos aceptan la autoridad del canon porque han experimentado la autoridad de los 27 libros. Otros comienzan aceptando el canon por el testimonio de la iglesia, y después descubren el poder del NT. f. Si hay alguien que disputa el canon, debemos exhortarlo a confiar por el momento en el testimonio histórico de la iglesia, y tomar el tiempo de descubrir por si mismo el poder de los libros del NT. 15 Conclusión “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.” (He. 1.1-2). Los escritos del Nuevo Testamento contienen la interpretación final, autoritativa y suficiente de la obra de Cristo en la redención. Para efectuar con éxito todo esto, era esencial la conducción del Espíritu de Dios, el mismo Espíritu que guió la mente de profetas y apóstoles mientras escribían, y que ha hecho surgir la convicción en el corazón de todo verdadero creyente mientras lee las Escrituras de que realmente es la Palabra de Dios. 16 Bibliografía http://www.cristianismo-primitivo.org/info_otros_estudios_canon.html https://www.ladoctrina.org/libros/08-biblia/El-Canon-del-Nuevo-Testamento.pdf 17