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La formación de la Humanidad; Richard Leakey

La formación de la Humanidad; Richard
Leakey
CAPÍTULO 1: COMPRENDER NUESTROS ORÍGENES
"La inquietud fundamental"
Los seres humanos poseemos muchas características excepcionales, de entre las cuales la
menor no es nuestra intensa curiosidad. La historia sintonizó con una incertidumbre
aparentemente universal acerca de nuestra procedencia, el deseo de resolver esta
incertidumbre es lo que el gran teólogo Paul Tillich describió como "la inquietud fundamental".
Cada tribu, estado y nación ha explicado su propia creación, por lo general, de la mano de un
dios todopoderoso (teoría creacionista).
Durante más de un milenio, la civilización occidental se ha basado en los cimientos religiosos
judeocristianos que conciben el ser humano y el planeta en que vivimos como el foco central de
la provincia de Dios, sin embargo a partir de Copernicus, Kepler y Galileo la ciencia empezó su
erosión de la concepción judeocristiana del mundo.
La siguiente revolución importante se produjo a mediados del siglo XIX con Charles Darwin y
su obra "El origen de las especies". La implicación evidente de su teoría era que los seres
humanos eran descendientes de algún animal parecido a los monos antropoides, y no el
producto de una "creación especial".
Nuestra íntima relación con los monos se ha confirmado científicamente en fechas más
recientes, los bioquímicos han demostrado que las proteínas que constituyen el cuerpo del
hombre y las de los chimpancés difieren en su estructura en menos del uno por ciento. Esta
similitud bioquímica delata que hay una relación evolutiva muy estrecha, ello no supone que
hayamos evolucionado a partir de los chimpancés y los gorilas sino más bien que, en algún
momento del pasado, compartimos con ellos un antecesor común. Podemos imaginar que los
descendientes de este antecesor común evolucionaron en dos direcciones: una, que produjo
los monos antropoides modernos, y otra, que dio lugar a los antecesores del hombre, los
homínidos.
La tradición de los Leakey
Louis Leakey (padre del autor), junto con Raymond Dart y Robert Broom formaron un trío de
hombres que impulsaron el estudio de los orígenes del hombre en África.
El llamado "hombre-mono" (niño de Taung), un homínido genuino descubierto por Raymon Dart
en Sudáfrica en 1924, fue rechazado de forma generalizada por ser más mono que hombre.
Louis Leakey excavo en muchos lugares de Kenia y Tanzania, sin embargo su yacimiento
favorito fue la garganta de Olduvai(Tanzania). A mediados de 1960 L. Leakey y su esposa
habían acumulado una impresionante lista de hallazgos fosilíferos, de los que, al fin, era posible
deducir algunos detalles de la prehistoria humana.
Louis creía que unos dos millones de años atrás existían varias especies diferentes de
homínidos, de los que algunos llegaron a extinguirse, mientras que uno, el que bautizó Homo
habilis, habría dado lugar, al final, al hombre moderno. También creía que el origen de la
estirpe Homo se remontaba mucho más atrás en el tiempo.
Richard E. Leakey, su hijo y escritor de este libro, centro sus actividades en el lago Turkana
(Kenia), en el campamento de Koobi Fora donde se encontró el cráneo conocido como 1470,
este homínido antiguo tuvo un cerebro notablemente grande, a pesar de haber vivido hacía
muchísimo tiempo. Este cráneo era del mismo tipo que el que Louis bautizó como Homo
habilis pero un poco más antiguo y más completo que los ejemplares de Olduvai, este cráneo
parecía confirmar la teoría que había propuesto años atrás, que la estirpe Homo era mucho mas
antigua de los que se había supuesto.
Nuestro lugar en el universo.
¿Qué se sabe de nuestra especie?. Por el momento se puede decir que contamos sólo con
unos 100.000 años. Al parecer, nuestro antepasado inmediato, Homo erectus duro alrededor de
un millón y medio de años y, antes que él, Homo habilis ocupó partes de África durante casi un
millón de años, el representante más moderno de la estirpe Homo es el Homo sapiens sapiens.
CAPÍTULO 2: TIEMPO Y CAMBIO
Los mecanismos mediante los cuales las especies aparecen y luego declinan hasta extinguirse
han constituido un enigma para los biólogos durante mucho tiempo. El problema se planteó por
vez primera cuando geólogos y naturalistas aficionados descubrieron el carácter estratificado
de determinadas rocas y la existencia en éstas de restos de animales que ya no existían. Estos
descubrimientos implicaban que el mundo de los seres vivos había cambiado en un sentido que
hacía difícil su conciliación con el concepto de la Creación.
Se apeló a la llamada teoría del diluvio. Ésta proponía que las especies extinguidas habían sido
víctimas del diluvio universal. Pero se vio que las rocas solían contener no sólo una, sino muchas
capas de seres extinguidos diferentes, y ello significaba que una única inundación no podía
haber sido responsable de su desaparición. El célebre geólogo y naturalista francés barón
Georges Cuvier ofreció una solución con su teoría del catastrofismo, sugiriendo que el mundo
habría pasado por una serie de creaciones, a cada una de las cuales le habría seguido un
acontecimiento de destrucción global que había acabado, si no con todos, por lo menos con la
mayor parte de los habitantes de la Tierra. A la muerte de Cuvier, en 1832, se habían computado
veintisiete de estos eventos.
Charles Lyell en el siglo XIX concluyo que la Tierra estuvo sujeta a procesos de formación muy
lentos, pero continuos. Lyell explicó que estos procesos no sólo eran muy largos, sino que
todavía seguían actuando.
La teoría de la evolución
Jean Baptiste de Lamarck publicó su teoría en 1809. Lamarck creyó que la evolución se
producía porque las características adquiridas por un animal durante su vida eran transmitidas
a sus descendientes.
También Darwin creyó que las características adquiridas podían ser heredadas, pero, a
diferencia de Lamarck, no baso su teoría en este mecanismo.
En 1856 publico "El origen de las especies".
Selección y supervivencia
El significado de "El origen de las especies" es cuádruple:
 Darwin vio el mundo de los seres vivos como cambiante y no estático: las especies cambiaban
de forma gradual, con lo cual aparecían especies nuevas y se extinguían otras.
 Darwin imaginó el proceso gradual y continuo sin "saltos" o cambios bruscos.
 Postuló la idea de un antepasado común
 El mecanismo de cambio, de evolución, era la selección natural, proceso mediante el cual
aquellos individuos dotados de características perfeccionadas daban la descendencia más
numerosa (ideario liberalista).
La selección natural solo puede producirse si hay "variación". La "variación" supone que los
descendientes, si bien pueden tener muchos caracteres en común con sus padres, nunca son
idénticos a ellos. La selección natural actúa sobre la variación "favoreciendo" más a unos
animales que a otros. A consecuencia de la variación, resulta que algunos individuos tienen
posibilidades de ser más capaces que otros. Son éstos, los "mejor dotados", los que sobreviven,
los que prosperan y los que dejan más descendencia tras sí.
La expresión que empleó Darwin "supervivencia del mejor adaptado", de hecho fue acuñada
por Herbert Spencer en su descripción de la sociedad económicamente estratificada de
principios del siglo XIX, se invocaron las leyes de la biología que formuló Darwin para apoyar
las actitudes sociales y políticas asociadas con el laissez-faire del capitalismo. El movimiento
llego a conocerse como darwinismo social.
La evolución de especies nuevas
Según Darwin las especies nuevas aparecen por la adición gradual de rasgos nuevos a una
especie existente, de modo que, si se examina la población en un punto del tiempo, se verán
todas las características de la especie antecesora, mientras que un examen de un momento
posterior, quizá correspondiente a un millón de años después, mostrará una especie
relacionada, pero diferente, que tiene rasgos nuevos. Y en cualquier momento intermedio habría
estados de transición, con las características nuevas desarrolladas aún de forma incompleta.
La transición evolutiva afecta a toda la población de una especie. A esta teoría se le llamo
"gradualismo filético".
La teoría opuesta propone el cambio evolutivo a través de períodos de modificación
relativamente rápidos, separados por períodos largos en los que las especies permanecen
inmutables.
Según el anatomista Alan Walker la evolución seguramente debe producirse por ambas vías y
en todas las posiciones intermedias entre ambas. Vale la pena tenerlo presente al considerar el
registro fósil, desgraciadamente incompleto, de la evolución humana. La impresión inmediata
es que en el registro aparecen de manera súbita eslabones nuevos de los antepasados del
hombre, pero también hay amagos de formas intermedias.
La faz cambiante de la Tierra
Hace doscientos millones de años, toda la masa continental del globo estaba en contacto,
formando el único supercontinente al que llamamos Pangea. Debido al movimiento continuo de
las placas tectónicas, Pangea se subdividió, y los continentes se fueron desplazando
gradualmente hacia sus posiciones actuales. Muchos accidentes del mundo que hoy vemos son
relativamente recientes: Norteamérica y Sudamérica eran continentes separados hasta hace
unos dos millones de años, y África quedó aislada de Europa por mares poco profundos en
algún momento comprendido entre los dieciocho y los dieciséis millones de años atrás.
La construcción del registro fósil
Las capas de cenizas volcánicas "tobas" presentes a intervalos en algunos depósitos son de
una valor inestimable como ayuda para la datación de los fósiles. Determinados cambios que
experimentan los componentes minerales de la ceniza volcánica por el calor y la presión de la
erupción ponen en marcha un "reloj atómico" que sirve para establecer la edad de las tobas, el
método se conoce como datación por el potasio/argón. Sabemos que cualquier cosa enterrada
bajo una toba es más antigua que ella, y que lo que la recubre es más moderno, ello nos da una
estimación bastante delimitada de la edad de los fósiles hallados.
El lago Turkana (Koobi Fora) es una fuente de fósiles extraordinariamente rica.
CAPITULO 3: ANTEPASADOS ANTROPOIDES.
Por un asombroso cúmulo de circunstancias un hecho muy corriente ocurrido hace unos
3.750.000 años, dio lugar a lo que, probablemente, es el descubrimiento arqueológico más
espectacular de este siglo. Tres homínidos dejaron una pista de pisadas que han quedado
claramente conservadas, las cuales nos ofrecen un cuadro sorprendente de unos momentos de
la vida de algunos antepasados nuestros.
El lugar del suceso se llama hoy Laetoli, una zona boscosa cercana al monte volcánico
Sadiman, situada a unos 40 km. Al sur de la actual garganta de Olduvai, en Tanzania.
El origen del ser bípedos debe verse como uno de los pasos más importantes, si no el más
importante, de la evolución humana.
La herencia de los primates
Homo sapiens pertenece al orden de animales conocido como "primates". Los primates
comparten numerosas características importantes, tales como dedos prénsiles recubiertos en
su extremo de uñas, en lugar de garras, y ojos frontales de visión binocular. Estas características
representan una ventaja selectiva para un animal arborícola e insectívoro como el antepasado
del primate. El primate más primitivo fue, probablemente, un animal nocturno del tamaño de una
musaraña arborícola. Descendientes posteriores adoptaron un régimen diurno de frugívoros,
actividad que exigía la visión en colores. Los monos evolucionaron hace unos cuarenta millones
de años, seguidos de los antropoides, diez millones de años después. Por último, hace entre
catorce y cuatro millones de años llegaron los homínidos.
Los setenta millones de años de evolución de los primates han estado marcados, entre otras
cosas, por el aumento de tamaño del cuerpo. Paralelamente, ha habido un progreso notable en
la inteligencia, y los primates han desarrollado, además, un grado progresivamente más
complejo de comportamiento social.
Los antropomorfos y los homínidos se conocen colectivamente como "hominoideos". Los
biólogos buscan con ahínco saber cómo los antropomorfos modernos, el hombre actual y los
diversos homínidos ancestrales han evolucionado a partir de un antepasado común. Por
desgracia el registro fósil es bastante incompleto por lo que respecta a los homínidos, y el de
los antropomorfos es casi inexistente ya que nos hallamos con una serie de lagunas de indicios.
La laguna mayor llamada "el vacío de fósiles", corresponde al período entre ocho y cuatro
millones de años atrás.
El mundo selvático de los driopitecinos
Sabemos que, hace unos veinte millones de años, África era el dominio de unos animales
primitivos parecidos a los antropomorfos, conocidos como driopitecinos.
Por lo que puede deducirse de sus esqueletos y dientes, los driopitecinos vivían en la selva,
comían frutos, hojas y retoños blandos, flores y, probablemente insectos.
En algún momento comprendido entre hace dieciocho y dieciséis millones de años, África quedó
unida a Eurasia y varias especies pasaron de un continente a otro. Ello produjo una explosión
de cambios evolutivos, puesto que los animales se encontraron con nuevas oportunidades y
nueva competencia. Aparecieron nuevas especies, y otras fueron empujadas a la extinción. Hay
indicios de que el clima terrestre empezó a enfriarse, lo que conllevó una reducción continua de
las vastas selvas tropicales.
El cambio resultaba inevitable y apareció un grupo nuevo el de los ramapitecinos. En ellos
buscamos indicios del primer antepasado de los homínidos y, posiblemente, también del
antepasado de los antropomorfos modernos.
De la selva al bosque claro
Los ramapitecinos se diferencian de los driopitecinos principalmente por sus dientes,
generalmente debido a que estos tuvieron que habérselas con comida más dura y menos
nutritiva que la normal de los antropomorfos. En base a este cambio en la dentadura, los
paleontólogos infieren un desplazamiento desde la selva a un bosque más claro.
Los ramapitecinos prosperaron desde hace catorce millones de años hasta hace ocho millones
de años y se difundieron por África, Asia y Europa.
Una de las zonas mejores para hallar fósiles de ramapitecinos son los montes Siwalik en
Paquistán donde David Pilbeam e Ibrahim Shah encontraron tres tamaños de hominoideos, con
tres tamaños de cráneo, de mandíbula y de otras partes del cuerpo. El menor de los tres
es Ramapithecus del que el grupo toma su nombre. En vida debía pesar unos 20 kg. y,
probablemente, repartía su tiempo entre los árboles y el suelo. El siguiente es Sivapithecus,
muy parecido a Ramapithecus, pero algo mayor. Probablemente, también era medio arborícola
y medio terrestre. El último era Gigantopithecus, que como su nombre indica, era un animal muy
grande.
Después de lo que parece haber sido un breve florecimiento de las poblaciones de hominoideos
hace unos de ocho millones de años estos primates desaparecieron de Siwalik. Aunque los
ramapitecinos desaparecieron de Paquistán al enfriarse el clima, bien pudo ser que siguieran
viviendo en África, uno de los fósiles más antiguos conocidos de Ramapithecus lo encontró L.
Leakey en Fort Ternan, Kenia.
Es posible que la variedad de ambientes generados por la formación del rift esteafricano y de
las nuevas cordilleras contribuyera eficazmente al origen evolutivo del primer hominoideo
erguido; en otras palabras, del primer homínido
Durante la última década se ha considerado de forma generalizada a Ramapithecus como
candidato a "primer homínido", lo cual situaría el inicio de la estirpe humana y su separación de
los antropomorfos en catorce millones de años atrás. La razón principal para considerar como
homínido ancestral a Ramapithecus es que su dentición se parece mucho a la de los homínidos
posteriores. De todos modos, no es en absoluto seguro que Ramapithecus sobreviviera desde
hace catorce millones de años hasta algún momento del "vacío de fósiles", cuando podría haber
evolucionado para dar homínidos primitivos. También podría ser que Ramapithecus llegará a
desaparecer y que el primer homínido procediera de un antepasado aún no descubierto.
También se baraja la posibilidad de que Sivapithecus, sea un modelo razonable para que de él
derivara el orangután.
El origen del andar erguido
Las características principales de los primeros homínidos fueron, probablemente, la
modificación del aparato dental y la adopción de una postura y un andar erguido.
Los cambios dentales observados en Ramapithecus bien pudieron ser una respuesta evolutiva
a la salida a un terreno más abierto.
La explicación al bipedismo basada en que así quedaban las manos libres para fabricar y utilizar
herramientas y armas fue popular durante mucho tiempo. Pero, de hecho, no hay indicios de
ningún artefacto en el registro arqueológico hasta hace unos dos millones de años, es decir, por
los menos dos millones de años después de que los homínidos adoptaran la marcha erguida.
Se podría explicar el bipedismo en términos de dieta. En un hábitat de bosque claro, los
alimentos además de ser más duros, tienden a estar más dispersos que en la selva. Un animal
del bosque o de la sabana arbustiva pasa la mayor parte del tiempo en tierra yendo de una
fuente de comida a la siguiente, por ello David Pilbeam, de la Universidad de Yale, sugiere:
"Creo que es del todo razonable llegar a la conclusión de que un animal tan pequeño
como Ramapithecus anduviera erguido muy fácilmente cuando se hallara en tierra. Y este
hábito se habría reforzado si pasaba mucho tiempo comiendo en tierra, cogiendo frutos, bayas
y núculas de arbustos bajos, por ejemplo".
Sea cual sea la causa del bipedismo, el paso de ser una criatura de cuatro patas a una bípeda
es drástico. Owen Lovejoy, de la Universidad Estatal de Kent, mantiene: "Es un cambio
anatómico absolutamente enorme. Hay cambios importantes en los huesos, en la disposición
de los músculos que los mueven y en el movimiento de las extremidades. Hay, además
modificaciones en los órganos internos, si bien, éstas no son tan radicales. En conjunto, la
adopción del bipedismo es uno de los cambios anatómicos más sorprendentes que puedan
verse en biología evolutiva."
Antropomorfos y homínidos se separan
David Pilbeam ha sido la figura que en los años recientes ha estado a la cabeza de la
interpretación de fósiles de los primeros hominoideos por eso es apropiado que transcribamos
sus conjeturas actuales: "Diría que el último antepasado común de todos los hominoideos existió
hace unos diez millones de años. Entonces se separaron los antropomorfos asiáticos. La
división entre los antropomorfos africanos y los homínidos tuvo lugar después, hace unos siete
millones de años, cuando ocurrieron cambios climáticos y ambientales generalizados. De todos
modos, supuestos como éste sólo serán comprobables de manera realmente científica si se
encuentran muchos más fósiles buenos que los avalen."
CAPÍTULO 4: LOS HOMÍNIDOS PRIMITIVOS
A partir de hace unos cuatro millones de años, empiezan a aparecer varias especies de
homínidos, y nos encontramos por vez primera con seres a los que podemos llamar con
propiedad nuestros antepasados.
Hay que admitir que aún no se ha propuesto una teoría coherente con la que todos estén
incondicionalmente de acuerdo: sería pedir demasiado de una ciencia que está experimentando
cambios rápidos y a la que a menudo se lastra de una carga emocional.
De todos modos, aumenta la cohesión en los intentos de seguir el curso de la historia humana.
Los fósiles de las cavernas de Sudáfrica
Raymond Dart anunció en 1925 su descubrimiento del niño de Taung, un "hombre-mono"
infantil, en una caverna calcárea del Transvaal, África del Sur. Los prehistoriadores británicos
rechazaron inmediatamente la afirmación.
Pero quién estaba equivocado era el cuerpo científico, no Raymond Dart. Su propuesta tuvo
que esperar casi doce años antes de que recibiera apoyo material, el cual llego en forma de un
hombre-mono adulto descubierto por Robert Broom en otra cueva calcárea, la de Sterkfontein.
Lenta muy lentamente, la marea científica empezó a cambiar, y se reconoció que los
descubrimientos de Raymond Dart y de Robert Broom abrían una nueva era en la búsqueda de
los antepasados del hombre: habían hallado Australopithecus africanus, homínido que vivió en
África hace entre tres y un millón de años.
En junio de 1938 apareció un segundo tipo de hombre-mono descubierto por Robert Broom en
la gruta calcárea de Kromdraai, era una forma de hombre-mono más bajo y más fuerte al que
se le dio el nombre de Australopithecus robustus, nombre que se refiere a sus grandes molares
y a las prominentes marcas de los tendones de unión de los huesos con los músculos maxilares.
Durante más de un cuarto de siglo, Sudáfrica fue el foco de los descubrimientos de hombremono, y los hallazgos principales se lograron en las cavernas de Sterkfontein, Kromdraai,
Swartkrans y Makapansgat.
Bob Brain, director del Museo de Transvaal, ha ideado un método para determinar si las
acumulaciones de huesos fueron obra de depredadores o de carroñeros. Mediante el estudio
de acumulaciones de huesos actuales ha establecido que cuando el responsable es un
depredador, como un leopardo, los huesos corresponden todos a animales de tamaño más o
menos igual y hay muchos animales jóvenes. Un carroñero, en cambio acumula huesos de
animales de tamaño muy variado.
Uno de los mayores problemas relativos a los depósitos de las cuevas sudafricanas es que
resulta muy difícil decir su edad con cierta seguridad. En general, se considera que
Makapansgat es la más antigua, posiblemente con algo más de tres millones de años. La
siguiente es Sterkfontein con unos dos millones y medio; luego, en orden decreciente, vienen
Kromdraai, Swartkrans y Taung, y está sería quizá tan moderna como para tener sólo 700.000
o 900.000 años.
Las pruebas de África oriental
Los fósiles excavados en África austral proceden exclusivamente de depósitos de cueva. En
cambio, en África oriental, la mayor parte de los huesos de nuestros antecesores se preservaron
al borde de antiguos lagos o junto a deltas de torrentes o de ríos.
Son numerosas las diferencias entre ambos tipos de emplazamientos. Los depósitos de caverna
proporcionan una fuente concentrada de fósiles: Sterkfontein y Swartkrans son las fuentes más
ricas del mundo en ejemplares de Australopithecus africanus y Australopithecus
robustus respectivamente. En cambio en depósitos del África oriental como Koobi Fora buscar
fósiles implica explorar reiteradamente más de 1000 kms. de depósitos, lo mismo ocurre en El
Hadar, la garganta de Olduvai, y el delta del Omo, Etiopía.
No es casual que los principales lugares de África oriental mencionados estén estrechamente
vinculados al Gran Rift. El fondo del valle de fractura esteafricano posee numerosos lagos que
proporcionan agua a muchos animales. En el pasado, entre estos animales se contaban
nuestros antepasados. Desde el punto de vista del buscador de fósiles, lo que tiene mayor
importancia es que el ascenso y el descenso del nivel de los lagos y las crecidas estacionales
de los ríos fueron responsables de la inhumación y preservación de huesos. Este proceso no
da concentraciones de fósiles tan buenas como la acumulación por depredadores, propia de las
cavernas de África austral, pero los huesos encontrados suelen aparecer intactos con mayor
frecuencia.
El descubrimiento de "Dear boy"
La historia de la búsqueda del hombre fósil en África oriental dio un vuelco drástico el 17 de julio
de 1959 en la garganta de Olduvai. Mary Leakey encontró un cráneo (al que apodo
cariñosamente "Dear boy") el cual aunque estaba claramente emparentado con la especie
sudafricana Australopithecus robustus tenia una complexión aún más fuerte. Por esta razón se
le dio un nombre nuevo, Australopithecus boisei., este ha podido ser datado con exactitud
merced a las capas de cenizas volcánicas presentes en la garganta de Olduvai y ha sido datado
en 1.750.000; aunque A. Boisei era importante y su datación segura, evidentemente no era
un Homo. Desde 1959 se han encontrado muchos más individuos A. Boisei en diversos lugares
de África oriental.
A los dos años de la aparición de A. Boisei se encontró un segundo tipo de homínido el cual
tenía los huesos mucho más delicados que Australopithecus boisei pero también era distinto de
los gráciles australopitecinos típicos de África austral (los Australopithecus africanus). El
cerebro de este nuevo homínido era sustancialmente mayor que el de cualquier otro
australopitecino: media casi 800 cm3, en lugar de 450 a 550. L. Leakey decidió que, por fín, se
había hallado el fabricante de utensilios, y al nuevo homínido se le llamó Homo habilis. El
nombre Homo indicaba que el homínido era de la rama que ha dado al hombre moderno,
mientras que habilis se refiere a su destreza para fabricar útiles. Homo habilis vivió junto al lago
hace casi dos millones de años.
Los años que faltaban: Hadar y Laetoli
Los descubrimientos logrados en África austral y oriental demuestran que hace unos dos
millones de años había, por lo menos, tres homínidos en el continente, los australopitecinos
gráciles, los australopitecinos robustos y Homo habilis. El interrogante está en lo que pudo
ocurrir entre Ramapithecus y estos homínidos más tardíos.
Por suerte, dos de los lugares donde se busca desde hace poco - Laetoli en Tanzania y Hadar
en Etiopía - han proporcionado pruebas magníficas relativas al período comprendido entre hace
cuatro y hace dos millones de años.
Además de las maravillosas pisadas impresas, se han descubierto veintitrés fragmentos de
homínidos de tres y medio millones de años. Cuanto más cerca se está de la estirpe "raíz", más
se parecen las especies separadas.
El Hadar , Triángulo de Afar (Etiopía) ha demostrado ser una de las fuentes africanas con mayor
abundancia de fósiles del período comprendido entre hace dos y medio y tres y medio millones
de años.
En noviembre de 1975, Don Johanson y sus colaboradores hallaron una concentración de varios
centenares de huesos que representaban por lo menos trece individuos y, posiblemente más.
De los trece individuos del grupo, cuatro son infantiles, de menos de cinco años (los dientes
proporcionan esta información) y el resto, es probablemente, una mezcla de adultos y juveniles.
El descubrimiento del "grupo familiar", como suele llamársele, se produjo unos años después
de que Don Johanson y un colaborador, Tom Gray, encontrarán los primeros fragmentos de lo
que resultó ser el 40 % de un único esqueleto pequeño de homínido. El esqueleto se hizo
célebre bajo el nombre de "Lucy".
Don Johanson junto a Tim White sugieren que los homínidos de Hadar pertenecen a una
especie nueva, a la que bautizaron Australopithecus afarensis perteneciendo a ella también los
homínidos de Laetoli. Pero su afirmación más significativa es la de que Australopithecus
afarensis es la raíz ancestral de todos los homínidos subsiguientes, es decir, tanto de los
australopitecinos como de la especie Homo.
Australopithecus afarensis andaba erguido, su dentadura y sus mandíbulas se parecen mucho
a las de Ramapithecus del Paquistán, el cerebro es muy pequeño, con un volumen inferior a
400 cc.
Siguiendo con Don Johanson este sostiene que una faceta de la evolución humana que los
descubrimientos de Laetoli y Hadar esclarecen es el temprano desarrollo del andar erguido.
Estos fósiles revelan claramente que el andar erguido se produjo mucho antes que la expansión
del cerebro. Los cerebros de los homínidos no presentan indicios de volverse particularmente
grandes hasta hace de dos a dos y medio millones de años, mientras que estos seres eran ya
bípedos por lo menos un millón de años antes.
Johanson sostiene que los individuos mayores del conjunto son A. afarensis machos y los
menores son hembras, R. Leakey cree que eso no es probable y que se tratan de dos especies
diferentes ya que la disparidad entre machos y hembras que se sugiere es bastante radical.
R. Leakey imagina dos especies de homínidos viviendo en Hadar hace tres millones de años,
una especie mayor , que era una forma primitiva de Homo y un grupo de homínidos menores
pertenecientes a una especie anteriormente desconocida de Australopithecus
La evolución de los homínidos no fue un movimiento constante unidireccional según una
trayectoria de "mejora" gradual ni, probablemente, tampoco la prehistoria humana la hicieron
sólo las escasas especies de homínidos que los científicos identifican hoy en el registro fósil. Es
casi seguro que el paso del tiempo a partir de hace ocho millones de años vio varias especies
geográficamente separadas, de las cuales la mayoría tuvieron un breve florecimiento, pero a la
larga no dejaron descendencia. En cambio, otras tuvieron más éxito y éstas son las ramas de
la descendencia de homínidos que los prehistoriadores tratan de seguir.
La coexistencia de los homínidos primitivos
Dejando de lado el problema de la procedencia exacta de los homínidos de hace dos millones
de años, las otras preguntas importantes a responder son: ¿qué hacían?, ¿cómo vivían los
australopitecinos y su primo Homo y cuál era la relación ecológica mutua?.
La mayor parte de lo que se dice sobre el comportamiento de homínidos antiguos son
necesariamente suposiciones. De todos modos, podemos partir de algunos hechos
incontrovertibles.
Hoy podemos decir de forma contundente que los australopitecinos andaban erguidos. La
adopción del andar erguido, combinada con lo que revelan los análisis acerca de los ambientes
en los que se hallan los huesos de homínidos, implica que nuestros antepasados de hace dos
millones de años vivían en un territorio mucho más abierto que sus predecesores, pero no que
hubieran perdido del todo sus hábitos arborícolas. Probablemente eran capaces de trepar a los
árboles ante un peligro, y es posible que, donde no hubiera cuevas para resguardarse,
durmieran en los árboles como los papiones.
Probablemente, la forma exacta de su vida social habría estado en gran parte determinada por
el modo concreto de vivir, lo que comían y la distribución de estos alimentos en el ambiente.
La dentadura, que es representante de tantos descubrimientos de homínidos puede revelarnos
algo sobre su dieta. John Robinson, principal colaborador de Robert Broom, sugirió que la
especie robusta era primordialmente un animal vegetariano que vivía de hierba, raíces, retoños
y bayas. El Australopithecus africanus, sería algo menos selectivo agregando otras cosas a su
dieta como lagartos, huevos e incluso pequeños mamíferos, mientras que Homo se habría
desviado aún más del vegetarianismo típico de los primates y habría seguido una dieta de la
que la carne era una parte considerable.
Si se considera el cerebro de estos homínidos antiguos, podemos ver cuál debió de ser el factor
diferenciador entre el Homo y los australopitecinos: el intelecto. Los cráneos fósiles de los
australopitecinos sugieren que fue mínimo o nulo el cambio de tamaño o forma de su cerebro
durante más de un millón de años. Por otra parte, una de las características más sorprendentes
de las especies primitivas de Homo fue el aumento de tamaño del cerebro. Con una inteligencia
más aguda, Homo pudo muy bien idear formas de hallar alimentos nuevos, lo que habría
ampliado su base económica, y desarrollar un sistema social para mantener este tipo nuevo de
economía.
CAPÍTULO 5: LA BASURA DEL PASADO
El comportamiento de nuestros antepasados
Los primeros útiles de piedra hoy conocidos aparecen en el registro arqueológico hace dos
millones de años: pequeñas lascas de cuarzo extraídas de las excavaciones en el valle del Omo
(Etiopía), De todos modos, hay quien reclama la patente de máxima antigüedad para otros útiles
procedentes de Hadar, Etiopía, donde la arqueóloga francesa Helène Roche descubrió lascas
pétreas muy rudimentarias, sin duda talladas por homínidos. Su edad es algo incierta, pero
podría llegar a dos y medio millones de años. Para etapas posteriores del registro arqueológico
son mucho más numerosos los lugares en los que se han hallado instrumentos pétreos, y
también aumenta el número de artefactos encontrados en cada sitio. Lo más interesante y lo
más significativo en términos de la historia de la evolución humana, es el hecho de que los útiles
suelen aparecer mezclados con restos de animales.
A unos 25 km. tierra adentro desde el campamento de Koobi Fora, John Harris, John OnvangoAbuje y Glynn Isaac supervisaron la posterior excavación del lugar, merced a la cual se
desenterraron más de cien útiles de piedra. Los útiles eran una mezcla de lascas afiladas,
piedras mayores -de las que habían sido arrancadas las lascas- y un canto rodado fluvial, cuyo
aspecto inducía a pensar que había sido empleado como martillo de piedra para arrancar lascas
de las piedras grandes. Estos restos tienen casi dos millones de años.
El yacimiento 50
A dos horas de Koobi Fora, en el escarpe de Karari, Kenia, se halla el yacimiento 50 que se
empezó a trabajar en 1977. Los individuos que ocuparon este lugar, situado en la orilla interior
de un recodo del río, dejaron tras sí más de 1.500 fragmentos de piedras, hoy repartidos en dos
concentraciones principales. Del lugar también se han recogido unos 2.000 fragmentos de
huesos fosilizados, igualmente concentrados en dos zonas.
Son muy escasos los hábitats como éste, tan lejanos en la prehistoria humana, que se han
excavado, porque su inhumación inicial debió de ser un proceso precario porque las
probabilidades de volver a aflorar y ser descubiertos son muy bajas. Uno de los lugares de este
tipo más notorios de África oriental se halla en la garganta de Olduvai. El yacimiento, llamado
"Zinj", proporcionó millares de fragmentos óseos y útiles pétreos.
Examen atento de huesos y piedras
En gran parte, la tecnología viene condicionada por la materia prima disponible. En el escarpe
de Karari (yacimiento 50), la lava solidificada emanada de volcanes contiguos era la roca más
común usada para fabricar instrumentos pétreos simples. A medida que los grumos de lava son
rodados por las crecidas a lo largo de los cauces fluviales, se van alisando gradualmente y se
convierten en guijarros de un tamaño adecuado para la extracción de lascas.
Durante décadas, el trabajo tradicional sobre utensilios pétreos de esta era se centró en su
clasificación en varios grupos: de filo terminal, de filo lateral, discoidales, protobifaces y otros
parecidos. Por lo general, la clasificación se basa en la forma del útil, pero a veces aquélla
conlleva alguna referencia a la función, como "raspados". En la fabricación de todos estos
utensilios se producen numerosas esquirlas, a menudo descritas como "residuos". La
experiencia adquirida en los últimos años, tanto en la confección como en el uso de útiles, ha
incrementado sensiblemente el respeto por las humildes lascas. En realidad, se ha llegado a
sugerir que la lasca era el objetivo principal del desbaste de la mayoría de los guijarros en las
primeras fases de la industria.
Si, por el momento, aceptamos que los hombres primitivos de esta época incluían carne en su
dieta, entonces la aplicación de la tecnología de útiles pétreos podría haber sido muy
significativa. Los papiones, y también los chimpancés, comen carne fresca siempre que pueden
conseguirla, pero los homínidos primitivos no contaban con los agudos colmillos de aquellos y
les hubiera resultado difícil despedazar animales, siquiera pequeños. Pero las sencillas lascas
de piedra permiten atravesar la piel de un elefante e hicieron posible el acceso a la carne de
animales grandes y pequeños. Su invención tal vez pudo determinar que nuestros antepasados
adoptaran un nuevo estilo de vida.
Los útiles posteriores, un millón y medio de años más modernos incluyen unidades mucho
mayores: hachas de mano y cuchillas. Esta tecnología suele denominarse acheulense. Dichas
hachas de mano y cuchillas pueden ser consideradas, en términos básicos, como lascas muy
grandes: están más trabajadas, en especial las de forma amigdaloide o de lágrima, pero su
ventaja principal estriba en que su borde cortante es mucho mayor. El avance decisivo requerido
para producir cuchillas y hachas de mano es, simplemente, la habilidad y la perspicacia de sacar
una lasca grande de un núcleo grande. La cuchilla tiene forma de cuña, su filo mide de 8 a 10
centímetros de longitud y su labrado es tosco. En cambio, una hacha de mano puede ser una
obra de arte y conlleva un acabado minucioso para conseguir dos filos. Los aproximadamente
1.500 fragmentos del yacimiento 50 representan una tecnología sencilla de lascas, no hay
hachas ni cuchillas.
Huesos rotos: ¿hienas u homínidos?
La apariencia de un hueso roto por hienas o por fuerzas naturales no es exactamente igual que
la de los huesos aplastados y abiertos por manos humanas. Si se usa un utensilio de piedra
para separar la carne de un hueso, aquél deja cicatrices reveladoras. Estas marcas establecen
una distinción clara entre lo que son restos de comida de los homínidos y los huesos
acumulados por hienas y carnívoros.
Las investigaciones de Henry Bunn y los esfuerzos del resto del equipo han demostrado que
estos huesos fueron a parar al asentamiento fluvial que llamamos yacimiento 50 por la acción
de los homínidos. El yacimiento 50 que vemos hoy es, probablemente, una versión muy
empobrecida de lo que un día fue un asentamiento sembrado de numerosos huesos. También
es de suponer que, en el momento en que partieron los homínidos, quedaran muchos restos de
alimentos vegetales.
La ausencia de materia vegetal en el registro fósil ha exagerado, sin duda, el acento de la carne
como componente de la dieta cotidiana de los homínidos primitivos. Pruebas realmente
fidedignas del papel que desempeñaron los vegetales en la dieta de nuestros antepasados no
aparecen hasta hace 40.000 años. La subestimación de los alimentos vegetales en la
investigación arqueológica también se debe a que la recolección de comida vegetal apenas
exige tecnología, y los escasos utensilios con probabilidades de haber sido empleados en la
recolección de vegetales están hechos de materiales perecederos. En cambio, para convertirse
en carnívoros significativos, los homínidos, dotados de una dentadura modesta, tenían que
emplear agudos filos cortantes. Los útiles resultantes de esta necesidad brillan como un faro en
el registro del pasado desprovisto de otra cosa.
Glynn Isaac tiene la siguiente opinión sobre el yacimiento 50: " Los primeros homínidos
reiteradamente transportaban piedras a algunos lugares predilectos, y de ellas sacaban
utensilios sencillos afilados. Parece que a estos mismos sitios llevaron partes de animales
muertos. Una vez allí, probablemente se comieron la carne y, sin duda, rompieron los huesos
para acceder al tuétano. Cuando la gente me pregunta por qué los homínidos no se comían la
carne donde la conseguían, podría argüir algunas posibles razones. Quizá, simplemente, fueran
a comer a la sombra, pero todavía me parece más probable el traslado de la comida a lugares
especiales, como el yacimiento 50, por causas sociales, en particular, para alimentar a los hijos
e, incluso, a sus parejas y familiares. Esta actitud de compartir los alimentos se convirtió,
ciertamente, en una parte universal del modelo humano de comportamiento en alguna etapa de
la evolución, y muchos arqueólogos se inclinan a creer que debió de empezar por la época en
que se formó el yacimiento 50. Pero ello no significa que los homínidos que llegaron allí vivieran
exactamente como los hombres -por lo que conocemos, se relacionaban allí durante el día y,
concretamente, dormían en árboles. Tampoco sabemos si conseguían la comida principalmente
cazando o si aprovechaban desperdicios, ni que alimentos vegetales debieron comer, ni si
también éstos eran llevados al lugar. Sólo la excavación paciente de toda una serie de lugares
bien conservados como éste puede ayudar a responder estas preguntas."
El compartir como estilo de vida
Con todo, algo sugiere de manera persuasiva que los homínidos del yacimiento 50 compartían
la comida que conseguían con otros miembros de su grupo. Para un antropólogo, éste es un
modelo muy corriente de comportamiento: es precisamente lo que hace todos los días de su
vida la gente que caza y recolecta, de la que quedan todavía algunos representantes en el
mundo. Pero, para un primate no humano, ésta es una forma extraordinaria de actuar.
El paso de la manutención individual, que probablemente fue practicada por nuestros
antecesores más remotos, a la recolección y el compartir la comida en una morada base
constituyó una alteración profunda del estilo de vida ¿Qué había tras esta revolución radical?
Algunos sostienen una hipótesis de "caza", y otros han propuesto como alternativa a ésta, la
hipótesis de "recolección". Pero el autor prefiere la hipótesis de Glynn Isaac de "compartir la
comida".
La hipótesis de "caza" parte de la noción del "hombre cazador que el antropólogo Sherwood
Washburn se esforzó en desarrollar (1956): "Entre los primates vegetarianos, los machos
adultos no comparten la comida. Ocupan los mejores puestos para comer e incluso les quitan
alimentos a los animales menos dominantes. En cambio, puesto que compartir la presa es un
comportamiento normal de muchos carnívoros, la responsabilidad económica de los machos
adultos y la práctica de compartir la comida en el grupo probablemente se debieron al hecho de
ser carnívoros. La misma acción que determinó que el hombre fuera temido por otros animales
le llevo a compartir la comida, a una mayor cooperación y a la interdependencia económica."
La antropóloga Sally Slocum rechaza la hipótesis de la caza; señala el hecho de que, entre la
mayoría de los cazadores-recolectores contemporáneos, la comida vegetal recogida por las
hembras constituye la proporción mayor de la dieta diaria. Sugiere que lo que llevó a los
homínidos a tomar este rumbo nuevo fue el período cada vez más largo de dependencia de los
hijos. Adrienne Aihlman y Nancy Tanner han desarrollado más la hipótesis de la recolección.
Compartir la comida empezó entre la madre y el hijo dependiente, y estos lazos sociales y
económicos persistieron en lo que ellas llaman "grupos de parientes". Los machos pudieron
estar involucrados si eran parientes o, con la evolución del sistema, si también proveían; de
todos modos, el papel del macho fue algo periférico. Adrienne Zihlman ha escrito recientemente:
"Los elementos nuevos fundamentales de la vida humana incluían compartir la comida como
forma de sobrevivir, el reparto regular entre la madre y la descendencia y la ampliación de la
red de reparto, de modo que hembras adultas dieran a machos adultos... Las hembras también
compartirían con sus hermanos machos. Posteriormente, estos comportamientos habrían
constituido la base del compartir generalizado con adultos ajenos al grupo de parientes
inmediatos."
La actividad económicamente incierta de la caza es considerada un entretenimiento
relativamente inofensivo que podía ser tolerado. "Así pues, a pesar de que en la caza o en la
obtención de materias primas en lugares alejados se invertía mucho tiempo y a menudo con
ello no se lograba comida, los individuos ocupados en estas actividades (seguramente la
mayoría machos) podían seguir con ellas, porque estaban seguros de compartir la comida
recogida por las mujeres con las que mantenían estrechos vínculos."
Ambas hipótesis tienen aspectos plausibles, si bien la hipótesis de la recolección es mucho más
sólida que su opuesta, la de la caza. Es sumamente probable que los alimentos vegetales
constituyeran, en verdad, la parte principal de la economía de los homínidos primitivos y, por
otra parte, las pruebas inequívocas de que el hombre se dedicaba a la caza, y no a aprovechar
carroña, no aparecen hasta una etapa relativamente tardía del registro fósil, probablemente no
antes de hace medio millón de años.
De todos modos, ambas propuestas adolecen de contraponer una actividad y una fuente de
comida a la otra. Lo atractivo de la hipótesis de Glynn Isaac sobre compartir la comida estriba
en que sugiere una economía sustentada, a la vez, en la carne y en los vegetales, y el beneficio
inmediato se cifraría en que los homínidos que hubieran seguido este estilo de vida habrían
ampliado la gama de recursos de los que dependían para subsistir. El éxito evolutivo se basa
principalmente en mantener y mejorar el acceso a la comida: si amplias tu gama de alimentos,
instantáneamente obtienes ventajas sobre tus vecinos de dieta más limitada.
Los homínidos que se iniciaron en la economía mixta de reunir carne y vegetales debieron
renunciar a una parte de su independencia individual para conseguir mayor seguridad
económica. Los individuos debieron, a la vez, contribuir a los esfuerzos colectivos del grupo y
aprovecharse de ellos y a cada individuo le debía de ir mejor así que si él o ella hubieran tenido
que aprovisionarse por sí solos. La combinación de aprovechamiento de la carroña con la base
segura de la recolección de vegetales es una forma de vida viable.
El nuevo orden económico de los primeros homínidos los distanció de sus primos los
antropomorfos no tanto por lo que comían, sino por la manera en que comían. El punto
significativo de distanciamiento fue la estrategia de reunir comida para comerla más tarde, y el
consumo de alimento en una red social. Una consecuencia inmediata de esta organización
habría sido el mayor reforzamiento de la interacción social, ya muy desarrollada en los primates
más evolucionados.
Un elemento esencial de la hipótesis de compartir la comida tal y como la entiende Glynn Isaac
es una división del trabajo entre machos y hembras. La obtención de carne, en particular si
conlleva caza activa, lleva a los individuos mucho más lejos de lo que exige la recolección de
alimentos vegetales. Además, en el buscar carne existe la posibilidad de riesgo físico. Así,
parece lógico que las hembras, cargadas de hijos pequeños se dedicaran a recolectar
vegetales, dejando la carne a los machos. Por consiguiente, el contrato para la economía mixta
de subsistencia se establecería esencialmente entre los machos y las hembras dentro del grupo
social. De hecho, esta división del trabajo por sexos se observa en la mayoría de las
comunidades modernas de cazadores-recolectores.
Probablemente la hipótesis del compartir comida es una candidata con muchas posibilidades
de explicar qué fue lo que situó a los homínidos primitivos en la ruta hacia el hombre moderno.
Desde luego que no todos los homínidos sobrevivieron hasta alcanzar el
presente: Australopithecus africanus y Australopithecus robustus florecieron durante un par de
millones de años y luego se extinguieron. Sólo continuó la estirpe Homo. ¿Supone ello que sólo
el Homo primitivo adoptó la estrategia de compartir la comida? ¿Es que los australopitecinos no
fabricaron utensilios de piedra o no llevaron carne a una morada base? Por desgracia, resulta
muy difícil adivinar cómo la arqueología puede ayudar a responder estas preguntas de forma
directa.
Nuestros antepasados Homo encajaron en un nicho ecológico particular porque estaban
dotados del equipo mental adecuado para explotarlo. Los nichos ocupados por Australopithecus
africanus y Australopithecus robustus eran, sin duda, diferentes uno de otro y, ambos distintos
del ocupado por Homo. No deberíamos considerar a los australopitecinos como perdedores de
alguna gran carrera evolutiva para devenir hombres. Fueron especies muy logradas que
mantuvieron estilos de vida estables durante varios millones de años. Los escasos indicios
sobre las actividades de los homínidos que vivieron entre cuatro y un millón de años atrás hacen
difícil desentrañar las particularidades de su estilo de vida. Pero deberíamos concebir los
australopitecinos como seres que en el pasado estuvieron bien adaptados a su ambiente.
Con todo, los australopitecinos se llegaron a extinguir y, probablemente, nunca sabremos
exactamente a causa de qué. Es muy posible que sus estilos de vida, aun con ser diferentes de
los de Homo, se parecieran lo suficiente como para que hubiera competencia, la cual se habría
ido intensificando conforme Homo se afirmaba más y más. Pero también pudo ser que la
competición se planteara desde otro ángulo: los papiones. La desaparición de los
australopitecinos coincidió con un aumento de la población de papiones de zonas no boscosas,
animales que, casi con toda seguridad, se procuraron un nicho ecológico parecido. La
competencia, por lo que se refiere a la comida y al espacio, habría resultado inevitable. También
es posible que esta competencia se planteara no sólo con los papiones, sino también con Homo.
Fuera cual fuese la causa, la extinción de los australopitecinos supuso que en la tierra quedara
sólo un homínido: Homo.
CAPITULO 6: LA VIDA DEL CAZADOR-RECOLECTOR
Durante por lo menos dos millones de años, nuestros antepasados mantuvieron una forma de
vida tecnológicamente sencilla, pero muy próspera. La estrategia inicial -el aprovechamiento
ocasional de carroña combinado con la recolección organizada de alimentos vegetalesevolucionó gradualmente hacia un estilo de vida de caza y recolección y, probablemente, la
transición ocurrió en algún momento comprendido entre hace un millón de años y hace medio
millón de años. Este antiquísimo estilo de vida no empezó a ser reemplazado por la producción
sistemática de comida (el pastoreo o la agricultura) hasta hace entre 20.000 y 10.000 años,
La dedicación a cazar y recolectar fue una característica permanente y estable de nuestra
evolución biológica desde Homo erectus, pasando por el Homo sapiens antiguo, hasta,
finalmente el hombre moderno.
Sabemos que, hasta la adopción de la agricultura, los hombres vivían recolectando alimentos
vegetales y cazando o aprovechando la carne de animales hallados muertos, actividades que
se centraban en torno a algún tipo de morada-base. De ello podemos inferir que debió de haber
alguna forma de organización social, pero el registro fósil nada dice de cómo debía de ser un
miembro de este grupo cazador y recolector. Nada indica acerca de que cosas eran importantes
para los individuos del grupo o a qué códigos morales se ajustaban, y sólo nos insinúa las
habilidades requeridas para sobrevivir. Claro que nunca conoceremos a ciencia cierta las
respuestas a estos interrogantes, pero se pueden obtener algunas claves a través del estudio
minucioso de los cazadores-recolectores contemporáneos.
La estampa de las sociedades que viven de la caza y la recolección
Los antropólogos del siglo XIX concebían a los cazadores-recolectores como sociedades
fosilizadas y salvajes primitivos. En los últimos veinte años, y en particular en la última década
se ha transformado esta imagen. En la práctica la economía de caza y recolección no es una
búsqueda incesante de comida, como han supuesto muchos antropólogos, sino un sistema que
permite disponer de mucho más tiempo libre. El conocimiento de estos pueblos proporciona
nociones válidas sobre las implicaciones sociales y técnicas de la vida de caza y recolección.
No son réplicas exactas de nuestros antepasados, pero permiten comprender los principios que
regían sus vidas.
CAPÍTULO 7: NUEVOS HORIZONTES
El esqueleto de Homo erectus es esencialmente moderno, En cambio la cabeza y la cara son
aún "primitivas": la frente, huidiza hacia atrás, arranca de unos arcos ciliares prominentes, y el
tamaño del cerebro, aunque mayor que el de Homo habilis, representa sólo el setenta por ciento
del tamaño de un cerebro de Homo sapiens. La cara es menos saliente que la de Homo habilis,
pero no tan plana o "recogida" como la de Homo sapiens. Ya presenta mentón, rasgo tan
característico del hombre moderno. Pero lo que más sorprende de Homo erectus no es el
desarrollo de nuevos rasgos anatómicos, sino los cambios de comportamiento. Gracias a la
adopción del estilo de vida basada en compartir, propio del cazador-recolector y a una
inteligencia más aguda, Homo erectus se aventuró por territorios en los que ningún homínido
avanzado había vivido anteriormente. Hace un millón de años o más, algunos grupos de estos
homínidos pasaron a Europa y a Asia. Merced a este traslado, nuestros antepasados dejaron
de ser seres exclusivamente tropicales y aprendieron a habérselas con las fluctuaciones de la
disponibilidad de comida inherentes a los cambios estacionales de las regiones
templadas. Homo erectus se detecta en el registro fósil por vez primera en la época
correspondiente a hace un millón y medio de años y se mantiene presente en él hasta hace
unos 300.000 años, cuando empieza a aparecer Homo sapiens. Homo erectus se dispersó por
África, Asia y Europa, pero no llegó a los extremos septentrionales más fríos de Eurasia, ni a
América ni a Australia. Era la época en que quedó firmemente implantada la vida de caza y
recolección y en que la caza activa, contrapuesta al aprovechamiento oportunista de carroña,
adquiría una importancia creciente. Que la caza a gran escala se desarrolló por vez primera en
este período lo vemos en los primeros indicios del uso sistemático y controlado del fuego y de
la celebración de ceremonias por parte de estos homínidos. La fabricación de utensilios ya se
ejercía de manera controlada y sujeta a modelos. Se afrontaron y superaron nuevos retos y se
desarrollaron nuevos estilos de vida. La época de Homo erectus fue claramente una fase
importante de la evolución del hombre.
La migración desde África
Desde la obra pionera de Eugene Dubois en Java (descubrió el Pithecanthropus erectus,
hombre de Java), de fines del siglo pasado se han descubierto ejemplares de Homo erectus en
muchas partes de Europa, Asia y África. La salida de África fue un hito fundamental y debió
conllevar cambios radicales de estilo de vida. Los trópicos ofrecen una seguridad considerable
en cuanto a recursos alimentarios, con frutos maduros disponibles todo el año y carne de algún
tipo la mayor parte del tiempo. No ocurre lo mismo en las zonas templadas, donde el paso de
las estaciones ofrece jugosos brotes frescos en primavera, plantas maduras en verano,
abundantes frutos secos en otoño, pero casi nada en los meses yermos de invierno. El reto de
las zonas templadas era la adaptación, desde contar siempre con comida vegetal y animal hasta
desarrollar una estrategia que implicara aprovechar diferentes alimentos en distintas épocas del
año. Sin duda, Homo erectus logró superar lo que antes fuera una barrera ecológica para la
migración de los homínidos.
Los antepasados de Homo erectus debieron ser seres razonablemente inteligentes, puesto que
su cerebro medía casi el doble que el de los australopitecinos. Podían fabricar útiles de piedra
sencillos y, probablemente, incluyeron mucha más carne en su dieta que cualquier otro primate.
Su economía de compartir la comida debió de exigir interacciones sociales mucho más
complejas de las que antes hubieran podido existir. El intelecto y la recolección de comida en
forma cooperativa fueron los factores clave de su éxito. Con el tiempo, aquellos homínidos
evolucionaron hasta Homo erectus, cuyo cerebro, sustancialmente mayor permitió a éste
administrar mejor la economía de compartir la comida y elevarla a niveles nuevos.
Una mayor capacidad organizativa y una observación más perspicaz de los hábitos de los
animales de presa habrían producido nuevas habilidades para cazar. En lugar de limitarse a
esperar que la casualidad le depara un animal recién muerto, Homo erectus habría buscado
deliberadamente animales jóvenes, débiles y vulnerables, en los rebaños que pacían,
matándolos sigilosa y astutamente.
Si se juntaran todos los ejemplares de cráneos de Homo erectus ya descubiertos, las
semejanzas anatómicas resultarían bien manifiestas: la caja cerebral grande, los arcos
superciliares prominentes, la conformación de la cara y el grosor del hueso del cráneo. También
se verían diferencias: la forma del cráneo, el grado de protrusión de la cara, la robustez de los
arcos superciliares y otras. Probablemente, estas diferencias no son mayores que las que
vemos hoy entre las razas humanas geográficamente separadas. Tales variaciones biológicas
surgen cuando las poblaciones quedan geográficamente separadas unas de otras durante
períodos de tiempo significativamente largos.
Hay un factor biológico, relativo a las poblaciones de Homo erectus que emigraron de los
trópicos hacia las regiones templadas, del que podemos estar seguros: su piel era oscura. La
pigmentación de la piel oscura, propia de quienes viven cerca del ecuador, proporciona una
protección esencial contra los dañinos rayos ultravioleta del sol. Nuestros antepasados más
antiguos debieron de tener una cubierta de pelo parecida a la de los gorilas y chimpancés. No
está claro por qué razón ésta se redujo a un pelo corto y fino, pero, probablemente, ello ocurrió
a la vez que se desarrollaban nuestras glándulas sudoríparas y pudo ser una respuesta a la
caza en las llanuras desprovistas de árboles, donde mantener el frescor resultó más
problemático que antes para nuestros antepasados.
Una vez desaparecida esta cubierta de pelo, la coloración oscura de la piel fue una necesidad
biológica. Pero, si bien los rayos ultravioleta son perjudiciales si son fuertes, los hombres
necesitamos algo de luz solar para efectuar la síntesis de vitamina D que tiene lugar en la piel.
Hoy se ha comprobado que algunas personas de piel oscura que viven en regiones de escasa
insolación padecen a veces una deficiencia de esta vitamina, y es lógico suponer que, al migrar
hacia el Norte, Homo erectusdesarrolló un color más claro de la piel como adaptación a la menor
insolación.
Conviene subrayar dos aspectos del paso hacia Europa y Asia. Primero, Homo erectus no tuvo
necesariamente que migrar por una necesidad imperiosa de trasladarse a tierras nuevas
deshabitadas. Eran gente nómada, y un simple vagar no premeditado de sólo 20 km. por
generación habría bastado para cubrir, por ejemplo, los 14.000 km. que separan Nairobi de
Pekín en 20.000 años. Para la escala de tiempo con la que trabajamos, éste es un suceso
relativamente rápido. Segundo, a pesar de la colonización de continentes nuevos es importante,
porque expresa las nuevas facultades de Homo erectus, la mayoría de nuestros antepasados
probablemente se quedaron en África. Hasta hace unos cien mil años, la población de África
fue, tal vez, diez veces mayor que la de Eurasia, y durante los reiterados periodos glaciares del
último millón de años esta cifra pudo acercarse a veinte.
Perfeccionamiento de los utensilios y organización de la caza
La manifestación cultural principal de Homo erectus es la tecnología acheulense, que toma su
nombre de la localidad donde se identificó por vez primera, St. Acheul, Francia. El juego de
utensilios acheulense es una gama sencilla, pero versátil, de útiles para trocear, cortar, penetrar
y machacar, usados seguramente para trocear carne y preparar comida vegetal. Los artefactos
característicos del utillaje africano son las hachas de mano amigdaloides, en forma de lágrima,
y la cuchilla de filo largo, instrumentos muy útiles para descuartizar piezas de caza, pero que
también podrían haberse usado con material vegetal.
Uno de los aspectos sorprendentes de la tecnología de Homo erectus es su inmutabilidad a lo
largo de extensos lapsos. La primera aparición de elementos del juego de utensilios data de un
millón y medio de años, y el diseño básico persistió hasta hace unos 200.000 años en África,
donde fue reemplazado por la tecnología más compleja de la Edad de Piedra Media. En Europa
occidental el acheulense siguió siendo la característica principal del diseño de útiles de piedra
hasta hace solo 100.000 años, cuando Homo erectus había empezado a dejar paso al Homo
sapiens primitivo.
A lo largo del millón de años que duró la tecnología acheulense no se produjo ninguna mejora
apreciable. Una expresión tan limitada en el diseño, tanto en el tiempo como en el espacio,
puede implicar que Homo erectus tenía una destreza y una imaginación limitadas, en
comparación con Homo sapiens.
Parece que las poblaciones más tardías de Homo erectus habían experimentado un aumento,
pequeño pero significativo, de la capacidad cerebral, desde unos 900 cc. En el Homo
erectus más antiguo hasta unos 1.100 cc. Este incremento en el tamaño del cráneo pudo ser
consecuencia de un aumento del tamaño del cuerpo, pero también pudo conllevar una mejora
de la capacidad cerebral. Un indicio de la mayor capacidad mental lo tenemos en las pruebas
que atestiguan una especialización en la caza a fines del período de Homo erectus. Un
yacimiento en Kenia, el de Olorgesailie, y dos en España, los de Torralba y Ambrona,
proporcionan las pruebas de esta especialización en la caza.
En Olorgesailie, se han desenterrado más de sesenta papiones gigantes extinguidos junto con
más de 10.000 hachas de mano maravillosamente modeladas lo cual indica una habilidad
especializada que no se aprecia anteriormente en el registro arqueológico.
Hay también indicios de cacerías organizadas y a gran escala en dos yacimientos algo más
modernos, de la sierra de Guadarrama, zona central de España. Los montes de Torralba y
Ambrona que cuentan con evidencias que apuntan a la acción coordinada de grupos de
personas inteligentes. Y hay también indicios de que su interés por los animales rebasa la simple
subsistencia básica. En Torralba, por ejemplo, casi todo el lado izquierdo de un elefante estaba
dispuesto como para ser exhibido. Y en Ambrona había dos hileras de huesos de elefantes
dispuestos perpendicularmente, formando una "T" premeditada. Otro misterio es el destino de
los cráneos de elefante. De los numerosos animales desmembrados en los yacimientos solo
queda el cráneo de uno, y éste está asociado con la disposición en forma de T de Ambrona.
Todo ello sugiere que, ligado a las actividades de caza a gran escala de Homo erectus, surgió
algún elemento ritual.
El hombre de Pekín
Síntomas de ceremonias arcaicas se aprecian también en uno de los yacimientos más famosos
del mundo de Homo erectus: , Choukoutien, la caverna del hombre de Pekín, en China
septentrional. De estos depósitos se han recuperado los restos de, quizá, cuarenta individuos
de Homo erectus en forma de cráneos, fragmentos de ellos y de mandíbulas y partes de huesos
de extremidades. También se han recogido veinte mil útiles pétreos confeccionados por los
habitantes de las cuevas hace medio millón de años.
Davidson Black, director del departamento de anatomía del Union Medical College de Pekín
anunció en 1927 que había sido descubierta una nueva especie de hombre
primitivo: Sinanthropus pekinensis, "el hombre chino de Pekín".
Uno de los descubrimientos más importantes logrados en la caverna del hombre de Pekín fue
conseguir pruebas inequívocas del uso del fuego por parte de homínidos. Está bien claro que
el hombre de Pekín se recogía al abrigo de la cueva durante los fríos meses de invierno,
manteniéndose caliente y teniendo los animales a raya con las llamas de la hoguera. La cueva
es lo bastante grande como para albergar un grupo de unos veinte individuos y, al parecer,
éstos volvían a la cueva todos los años. Además, los habitantes de la cueva debieron empezar
a desarrollar el hábito de cocinar la carne antes de comérsela, avance que, ciertamente, debió
de facilitar la tarea de masticar la comida.
Un asentamiento mediterráneo
Un importante yacimiento de Homo erectus, de una edad tal vez parecida a la de la cueva de
Choukoutien, es el de Terra Amata, a orillas del Mediterráneo, cerca del puerto comercial de
Niza de cuyos trabajos se ocupo Henri de Lumley, entonces profesor de la Universidad de AixMarseille. Sus excavaciones revelan que por lo menos un grupo de cazadores-recolectores lo
eligió como albergue temporal de primavera durante varios años.
Los resultados más interesantes de la excavación fueron el descubrimiento en la arena de los
restos de una serie de once barracas grandes y cuidadosamente construidas, todas instaladas
casi exactamente en el mismo punto que las de los años anteriores. Tenían forma oval y medían
unos doce metros de longitud por 6 metros de anchura. Estaban construidas con paredes
hechas de ramas tiernas apoyadas en el centro por una hilera de estacas sólidas. La gente de
Terra Amata colocó grandes piedras en torno a la base de las paredes, como para reforzarlas
contra el viento del Noroeste.
La importancia del descubrimiento no estriba tanto en la propia construcción, sino en lo que
revela sobre la actividad en su interior. Casi en el centro de cada choza se instaló un hogar. Las
lascas pétreas desparramadas dieron fe del trabajo de un fabricante de utensilios, y la zona de
en medio, desprovista de lascas, marcaba el lugar donde aquél trabajaba agachado. Los
habitantes de las cabañas empleaban pieles de animales para estar cómodos, probablemente
para sentarse y para dormir sobre ellas, lo más intrigante de todo son los restos de ocre, ya
inservible, como el que, según el historiador francés François Bordes, se usaba para pintarse el
cuerpo.
Los restos de ciervo común, elefante, una especie extinguida de rinoceronte, cabra montés y
jabalí nos indican el gusto de los habitantes de las cabañas por la carne. Muchos de los animales
llevados al campamento eran jóvenes, lo que indica caza, y no aprovechamiento de carroña. La
presencia de conchas, de ostras, mejillones y lapas demuestra que esta gente sacaba partido
de los recursos marinos.
Henri sabe que el campamento costero era ocupado a fines de primavera gracias al análisis del
polen contenido en los coprolitos. La gente que durante años hizo de Terra Amata su residencia
temporal de primavera seguía claramente un modelo de vida bien establecido de cazadoresrecolectores nómadas. Su tecnología de útiles pétreos no era especialmente elaborada en
cuanto a la forma física, pero, probablemente, eran muy expertos en el manejo de aquellos.
CAPÍTULO 9: EL HOMBRE DE NEANDERTAL
El descubrimiento del hombre de Neandertal
En 1856 se descubrió el hombre de Neandertal, sus huesos salieron de una pequeña cantera
abierta en una cueva próxima a Düsseldorf que se hallaba en la parte alta de un valle estrecho
por él discurre el río Neander, más la comunidad científica decimonónica dio de lado este
descubrimiento considerando que pertenecía a una raza salvaje extranjera o que padeció
alguna terrible enfermedad.
Es interesante resaltar que, cuando en 1868 se descubrieron en la Dordoña los cráneos y el
esqueleto del hombre de Cro-Magnon, éstos fueron inmediatamente aceptados por la
comunidad académica. Los signos evidentes de antigüedad, bajo la forma de utensilios pétreos
primitivos asociados a huesos de animales extinguidos, no escandalizaron a los científicos,
porque los fósiles humanos tenían unos cráneos redondeados perfectamente respetables y
unos rasgos faciales "no bárbaros". El hombre de Cro-Magnon pudo ser aceptado como parte
normal de la historia humana, mientras que el hombre de Neandertal no, porque no alcanzaba
los patrones de humanidad decimonónicos. El hombre de Cro-Magnon resultó tener 35.000
años y es uno de los representantes más antiguos de Homo sapiens sapiens de Europa
occidental.
Tras el descubrimiento de los controvertidos huesos fósiles del valle del Neander fueron
apareciendo década tras década, más y más individuos análogamente "deformados" en
diversas partes de Europa: Alemania, Francia, Bélgica y Yugoslavia. Pronto, las explicaciones
de que todos eran extranjeros enfermos empezaron a parecer improbables, y se aceptó a los
hombres de Neandertal como miembros de una raza bárbara antigua que tenia muy poco o
nada que ver con la historia del hombre "autentico". La imagen de un cretino inarticulado y
desgarbado que andaba arrastrando los pies fue una imagen viva y persistente hasta que a
mediados de los años 50 llegó su rehabilitación iniciada por los anatomistas William Straus y
A.J.E. Cave.
Desde el punto de vista anatómico ¿Qué se entiende por Neandertal?. El término se refiere a
un patrón anatómico global, a un conjunto de características físicas sutilmente diferentes, más
que a un rasgo particular. El cráneo es relativamente, aunque no excepcionalmente, bajo; y las
arcadas superciliares son prominentes. Ambos rasgos son una reminiscencia de Homo erectus,
del que casi con toda seguridad derivaron los neandertales. El cerebro es algo mayor que el del
hombre moderno -1.400 cc. Por término medio, frente a la media actual de 1.360 c.c.. Los
huesos de las piernas están algo arqueados, y están muy bien marcados los puntos de unión
con los músculos; caracteres, ambos, que implican una estructura muy musculosa. Los
neandertales, macho y hembra, probablemente, fueron mucho más fuertes que la mayoría de
la gente actual. La cara es característica: la nariz y las mandíbulas determinan una superficie
inclinada hacia delante, los arcos de los pómulos tienen una pendiente huidiza hacia atrás y la
frente es estrecha. La altura media de los neandertales era de 1.67 m. aproximadamente. La
impresión general es, la de haber sido individuos bien formados bastante rechonchos.
La vida de los neandertales
Los rasgos neandertales hacen su primera aparición en el registro fósil hace unos 100.000 años,
momento en que en el mundo se disfrutaba de una cálida fase interglaciar que duro desde hace
130.000 años hasta hace unos 70 000 años. Al hombre de Neandertal se le suele considerar el
hombre europeo de la glaciación, pero esto no es más que una simplificación; en primer lugar,
porque tuvo su raíz evolutiva en una era cálida y, en segundo lugar, porque muchos
neandertales vivieron en regiones del mundo no atenazadas por el hielo de la glaciación. Los
restos de neandertales se extienden, dispersos, desde Europa occidental a una parte del
Próximo Oriente y hasta Asia occidental.
¿Cómo explicar el aspecto particular de la gente de Neandertal? Lo rechoncho del cuerpo podría
considerarse una simple herencia de Homo erectus, o bien una adaptación específica al
entorno. Los cuerpos bajos pero fuertes y las piernas relativamente cortas son adecuados para
los climas fríos, porque presentan menos superficie por unidad de volumen de la que perder
calor. En este sentido, los neandertales que habitaban en las partes más frías del territorio que
ocupaban estaban bien adaptados para resistir las bajas temperaturas.
La evolución del Homo sapiens , evidentemente, conllevó una expansión considerable del
cerebro, hecho que se pone de manifiesto con toda claridad en su modo de vivir. Para empezar,
algunas de las poblaciones de Neandertal se trasladaron a partes del globo a las que ningún
homínido se había aventurado a ir antes, y ello en una época en la que el intenso frío de la
glaciación convertían en un reto considerable la vida en estas regiones. Eran cazadores hábiles,
inventivos frente a la adversidad. Sus campamentos solían ser muy grandes y, a veces, los
ocupaban durante varios meses. Abrigarse con ropa, desde luego era esencial para combatir
las temperaturas gélidas, y podemos suponer que su habilidad para confeccionar prendas debió
de aumentar considerablemente.
Una forma nueva de tecnología de útiles de piedra se identifica como estrechamente ligada al
hombre de Neandertal. Es la musteriense, nombre que recibe de la cueva de Le Moustier, en la
Dordoña. La técnica musteriense supuso una mejora de diseño considerable respecto a su
antecesora, la acheulense. Por ejemplo, los neandertales producían hasta sesenta objetos
identificables, comprendidos cuchillos, raspadores y puntas de proyectil, todos labrados en una
lasca que luego era modelada para su función especifica. Los utensilios musterienses eran
mucho más finos y precisos que ninguno de los producidos bajo las culturas anteriores. Durante
algún tiempo se había usado una técnica de labrado de lascas conocida como levalloisisense,
pero en manos de los neandertales fue refinada y desarrollada en mayor grado. Básicamente,
implicaba preparar un núcleo, de modo que de él pudieran salir muchas lascas de los tamaños
deseados. Estas lascas constituían la materia prima en la que se modelaba el utensilio,
mediante un desbastado primoroso y hábil, proceso que exigía un gran control de las manos y
una noción clara del instrumento deseado. Ello contrasta con la industria acheulense, en la que,
en general, cada útil consistía en una sola piedra que se trabajaba hasta que adquiría la forma
deseada. Los neandertales también fabricaron útiles con hueso en mucho mayor grado que sus
antecesores. Para que de él puedan salir implementos útiles, el hueso exige una manipulación
cuidadosa, pero en manos hábiles es un material excelente para fabricar utensilios finos y
delicados.
Aunque el tema aún es objeto de discusión, al parecer hay varios estilos diferentes en la
cultura musteriense, que se distinguen por la composición de la colección de utensilios y por la
forma de los instrumentos individuales.
Sea como fuere, es evidente que la gente de Neandertal poseía un grado considerable de
habilidad tecnológica y es muy probable que comprendiera realmente muy bien el mundo que
le rodeaba. Sin una sensibilidad ante los posible recursos del medio combinada con una
habilidad consumada para explotarlos, a los neandertales seguramente les habría resultado
imposible conquistar tantos ambientes diversos. Anatómicamente, el hombre de Neandertal
tiene afinidades íntimas con el hombre moderno. Su tecnología es muy desarrollada y
elaborada. En los diferentes estilos de la cultura musteriense hay, además, indicios de que pudo
haber tribus separadas, cada una con una identidad cultural bien marcada.
Entierros rituales
Con la aparición de los neandertales encontramos los primeros indicios arqueológicos de
sepulturas rituales. Por todo el territorio que ocuparon hay restos de individuos jóvenes y viejos
que fueron enterrados de forma deliberada y quizá reverencial. En Le Moustier, un joven fue
bajado a un hoyo acostado sobre su lado derecho y con la cabeza apoyada en el antebrazo,
como si durmiera. Un montón de nódulos de sílex le servía de colchón, y junto a su mano había
un hacha de piedra delicadamente labrada. Estaba rodeado de huesos de animales salvajes, lo
que induce a pensar que junto a él quizá se enterró carne, que debía proporcionarle sustento
para el viaje a una nueva vida. En Teshik Tash, Uzbekistán (Asia central), el esqueleto de un
chiquillo yace entre huesos de cabra montés, seis pares de los cuales forman un anillo en torno
a su cabeza. El esqueleto del niño también presenta marcas de útiles de piedra, lo que hace
pensar que éstos se utilizaron para liberarlo de la carne, posiblemente como parte de un rito. Y
en el refugio rocoso de La Ferrassie, cercano a la ciudad de Le Bugue, en la Dordoña, el cuerpo
sin cabeza de un chiquillo fue encontrado en posición doblada en el fondo de un hoyo somero.
Un poco más arriba del hoyo está el cráneo sin mandíbula de un niño bajo una laja calcárea. La
parte de debajo de la laja había sido teñida de almagre, y la de encima, grabada con dieciocho
hoyitos. Indudablemente, estos extraños entierros tuvieron gran significado para los
neandertales, aunque no es probable que éste se llegue a desentrañar nunca.
Un descubrimiento que enlaza al Neandertal con el hombre actual procede de la cueva de
Shanidar, en las montañas de Zagros, Irak. La cueva excavada durante más de veinte años por
Ralph Solecki, de la neoyorquina Universidad de Columbia, ha proporcionado una rica selección
de restos de neandertales. A uno de ellos, Shanidar IV, le enterraron de un modo poco corriente
un día de principios de junio hace unos 60.000 años. Arlette Leroi-Gourhan, del Museo del
Hombre de París, quedo sorprendida al descubrir densas nubes de polen que sólo podían
proceder de flores completas. Las flores no estuvieran colocadas al azar, sino cuidadosamente
dispuestas alrededor del cuerpo del hombre Shanidar IV.
Una delicada combinación de flores blancas, amarillas y azules, con las ramas verdes de cola
de caballo que habrían formado "una especie de lecho sobre el que dejar al muerto". De por sí,
la escena es ya bastante significativa, pero Ralph Solecki insinúa que cabría añadir una
significación aún mayor a las flores, y señala: "Se sabe que la mayoría de ellas tienen
propiedades herbarias, y hoy las usa gente de la región... Se podría pensar que tal vez Shanidar
IV no sólo fue un hombre importante, un jefe, sino también una especie de curandero o brujo de
este grupo..."
Los hechos de Shanidar tienen una importancia incuestionable y, junto con los otros muchos
ejemplos de entierros ceremoniales, hablan claramente de un profundo sentimiento por el
aspecto espiritual de la vida. La preocupación por el destino del alma humana es universal en
las sociedades humanas actuales y, evidentemente, también fue tema de la sociedad
neandertalesa. Por otra parte, existen motivos para creer que los neandertales cuidaban a los
viejos y a los enfermos de su grupo. Varios individuos enterrados en la cueva de Shanidar, por
ejemplo, presentaban signos de haber padecido enfermedades en vida y, en un caso, un
hombre estaba gravemente tullido, probablemente paralizada casi toda la parte inferior de su
lado derecho. Esta gente vivió mucho, a pesar de que para ello debió de necesitar ayuda y
cuidados constantes. Es imposible imaginar una sociedad tan compleja y tan imbuida de
sentimientos de ternura y manifestaciones de ritos como lo fue la de los neandertales sin un
lenguaje hablado bien desarrollado.
La desaparición de los neandertales.
En el oriente se desvanecieron hace unos 40.000 años, mientras que en Europa occidental su
desaparición ocurrió unos cinco mil años después.
Nota: Aquí el autor intenta contestar las preguntas acerca de la repentina desaparición de los
neandertales. R. Leakey explica dos teorías: la teoría de la "fase Neandertal" que expone que
los neandertales evolucionaron directamente hacia Homo sapiens sapiens y la teoría llamada
"del Jardín del Edén" que sostiene que les reemplazó el hombre moderno que había
evolucionado en cualquier otra parte del globo. A partir de estos enunciados R. Leakey los
desarrolla, sin embargo como los descubrimientos de Atapuerca han dado un nuevo giro a todas
estas teorías la exposición queda desfasada y por eso no la transcribo.
Palma de Mallorca, 16 de noviembre de 1999.
CAPÍTULO 10: EL ARTE DE LA GLACIACIÓN
El arte prehistórico floreció hacia fines de la última glaciación; empezó hace unos 35.000 años,
alcanzó su máximo esplendor en la época de Lascaux (Francia) hace unos 15.000 años, y se
terminó para siempre cuando los casquetes de hilo se retiraron, hace unos 10.000 años. Hasta
ahora se han descubierto más de 200 cuevas y refugios decorados, principalmente en el
sudoeste de Francia y en el norte de España. Lascaux y la cueva española de Altamira, la que
primero se descubrió de todas las cuevas pintadas, son, indudablemente, los legados más
espléndidos de arte prehistórico con que contamos en Europa.
La cueva de Laxcaux, en el sudoeste de Francia presenta una serie de imágenes llenas de
acción, movimiento y vida que fueron pintadas hace unos 14.000 años.
Como si huyera de una extraña figura con cuernos y como de brujo que amenaza desde cerca
de la entrada, la cabalgata de animales prehistóricos se precipita hacia las profundidades más
recónditas de la caverna. Cuatro toros blancos gigantescos perfilados en negro dominan la larga
caverna en el punto en que ésta se ensancha y forma una galería circular: la sala de los Toros.
Un enjambre de animales más pequeños se atropellan entre las patas de las grandes bestias.
Caballos al galope, venados tensos y jóvenes poneys retozones salen de las paredes y del
techo en negro, rojo y amarillo, a veces nítidos, a veces sólo como insinuaciones tentadoras.
Algunas imágenes ensombrecen a otras; algunas son enormes; otras minúsculas. Un elegante
caballo rojo púrpura con una abundante crin negra ondeante está suspendido cerca de dos
grandes toros que se miran frente a frente, desafiándose uno al otro. Signos geométricos e
hileras de puntos negros aumentan el misterio de la sala de los Toros.
Después de la rotonda, la cueva vuelve a estrecharse, formando una galería de figuras que
saltan y caen. La galería se abre con la cabeza nítidamente esbozada de un venado magnifico.
Una vaca negra salta a través del techo de un lado a otro del pasadizo. En la pared derecha,
bajo la enorme cabeza de un toro negro, hay una hilera de pequeños poneys pardos de largas
crines y, muy cerca, una manada de trece caballos. En la otra pared se ve un toro negro
corriendo hacia el final de la galería y, frente a él, huye un caballo cuya negra crin vuela al viento.
Donde la galería se estrecha aún más y tuerce a la derecha, hacia la oscuridad, otro caballo
salta y se precipita al vacío.
Desde la sala de los Toros, una pequeña salida a la izquierda lleva a un corredor angosto; en
sus paredes, que se desmoronan, esta labrada una maraña de minúsculos grabados, cuya
mejor visión se consigue con una iluminación oblicua. Abundan los caballos y venados en
miniatura; algunos representan el animal completo; otros, sólo la cabeza. Un pequeño
abombamiento de la superficie rocosa parece haber sido aprovechado para dibujar una panza
redonda, y una protuberancia minúscula forma el ojo de un caballo. El corredor se abre a la
nave, que exhibe cuatro grupos de pinturas, tres a la izquierda y una a la derecha. Ocho cabras
salvajes llenan la pared izquierda: cuatro son rojas con cuernos negros, y cuatro son negras, y
sus cuerpos sólo se aprecian por el grabado, ya que el color se desvaneció hace mucho tiempo.
Hay otros diseños geométricos y dos yeguas preñadas. Un caballo semental y un bisonte están
atravesados por flechas grabadas. De otros dos caballos dibujados, uno galopa y el otro pasta.
Lo más curiosos de esta pared es una inmensa vaca negra pintada sobre una serie de caballos
mucho menores. El cuerpo gigantesco del animal se apoya en unas patas delgadas y termina
en una cabeza muy pequeña: no se parece a ninguna de las demás figuras de Lascaux. En la
pared opuesta, cinco venados esbozados en trazos negros simples se deslizan sigilosamente.
Sólo son visibles sus cabezas y cuellos, como si atravesaran un río a nado, y el animal delantero
parece levantar su hocico como si se aproximara a la orilla invisible.
La nave se estrecha en su terminación, luego se ensancha y forma dos recámaras, una con seis
leones grabados en las paredes. Un león ha sido cazado, y de su cuerpo bellamente modelado
salen doce flechas. Abriéndose a la derecha, en la unión entre el pasadizo grabado y la nave,
está el ábside, una zona adornada con grabados y muchas pinturas descoloridas. Aquí resulta
difícil descifrar con claridad muchas figuras, pero un grabado grande que representa la cabeza
y las astas de un venado es increíble. Seguramente se trata de una de las mejores pieza de
grabado de la prehistoria.
El misterio de Lascaux se hace más profundo en una curiosa escena pintada en la pared de un
hueco del ábside. Un hombre yace muerto entre las figuras de un bisonte herido y un
rinoceronte. A diferencia de los animales de la cueva, el hombre está dibujado de una forma
tosca. Tiene cuatro dedos en los extremos de sus brazos emparejados, y su cara parece un
pico de ave. Junto a él hay una vara con un pájaro atravesado en la parte alta, y resulta imposible
decir si es imposible decir si es un pájaro real o un grabado. Al bisonte se le salen las entrañas
por las heridas, su pelaje brilla, y tiene la cola levantada, ya que ataca al hombre con los cuernos
bajados. Tres pares de puntos separan esta escena de la del rinoceronte, que mira al otro
pasadizo y parece que se aleja.
Hay también algunas pinturas rupestres espectaculares en cuevas africanas, aunque son
menos célebres y, a menudo, subestimadas. Éstas se distribuyen en dos grupos principales: las
norteafricanas y las situadas al sur del actual desierto de Sahara, en Tanzania y Sudáfrica.
Europa durante la glaciación
Durante la glaciación, Europa meridional era inmensamente rica en animales, mientras que la
población humana era aún escasa, quizá de unas decenas de miles de habitantes.
La mayoría de los cazadores-recolectores nómadas de la época vivían al aire libre, levantando
refugios temporales en lugares privilegiados. A veces vivían en cuevas, como lo demuestra la
presencia de restos y desperdicios domésticos. En general, parece que las partes decoradas
de las cuevas no se emplearon como vivienda. Es posible que también se pintaran las paredes
de la entrada de las cuevas que servían de refugio, pero, como éstas están relativamente
expuestas a la intemperie, sus pinturas habrían desaparecido gradualmente. De todos modos,
es interesante el hecho de que sean tan numerosos los ejemplos de pinturas, grabados y otras
obras artísticas en lugares de acceso extremadamente difícil y que, probablemente, sólo fueron
visitados una o dos veces, a juzgar por la presencia de pisadas no estropeadas. Al parecer, el
arte de estas cuevas habría sido algo bastante especial. Además, son muy pocas las cavernas
decoradas más accesibles que contienen cantidades significativas de restos de alimentos lo que
también indica que los lugares debían de tener una función especial.
El hallazgo de la primera cueva
La antigua hacienda de Altamira está situada en una pradera elevada de pendiente suave a
unos 4 km. de la costa norte de España, fue descubierta en 1879 por Marcelino Sautuola,
propietario de la finca. Este ejemplo de arte parietal esta compuesto por las figuras rojas de casi
una docena de bisontes. Alrededor del grupo hay otros animales: dos caballos, un lobo, tres
verracos y tres ciervas. Roja, amarilla y negra, la escena luce tan fresca como si la acabaran de
pintar. Ingeniosamente los artistas paleolíticos habían aprovechado los salientes y los huecos
del techo ondulado para imprimir una notable calidad tridimensional a las pinturas. Ésta es una
característica común a todo el arte de la glaciación, pero en ninguna otra parte está tan lograda
como en Altamira.
En 1895 se descubrió en la Dordoña la cueva de La Mouthe, con un bisonte pintado y grabado
y un magnifico ejemplo de lámpara de piedra, cuya pertenencia a la época de la glaciación era
incontrovertible. Luego se hallaron más ejemplos de cuevas decoradas en Francia: Font-deGaume y Les Combarelles en la Dordoña.
Muchas de las aproximadamente 200 cuevas y refugios decorados que hoy se conocen fueron
halladas por accidente. Estos evocativos legados de la glaciación están concentrados en los
cerros y valles calcáreos del Périgord, los Pirineos y la cordillera Cantábrica, mientras que son
escasos los ejemplos en Italia, y en los Urales hay sólo uno, el de Kapovaia. Sorprenden las
semejanzas entre las pinturas rupestres de estas regiones, no sólo en los temas, sino también
en elementos estilísticos. Cada cueva o refugio tiene una composición incuestionablemente
única y, además, puede presentar innovaciones técnicas especiales, pero en conjunto dan la
impresión de ser variaciones sobre un tema.
Con todo, la calidad del arte varía considerablemente, y Lascaux descolla como muy superior a
la mayoría de las demás. La mayor parte del arte de la cueva da una impresión de caos:
imágenes grandes entremezcladas con otras pequeñas y, a menudo, una segunda pintura sobre
una anterior; no hay un límite evidente de la obra; los animales pueden estar orientados en
cualquier dirección; no hay contexto, ni paisaje, ni siquiera una superficie en la que se apoyen
los animales. Salvo en Lascaux, Altamira y otros lugares de África, la idea de composición
parece inexistente.
La mayor parte del arte rupestre representa animales, pero también hay algunos motivos
abstractos: grupos de puntos, líneas meandriformes, mallas rectangulares cuyos cuadros
individuales a veces han sido rellenados con colores diferentes. El animal más frecuentemente
pintado es, con mucho, el caballo, y le siguen el bisonte y los bueyes; los tres juntos suponen
casi el sesenta por ciento de todas las imágenes de animales. La mayor parte del resto son
ciervos, mamuts y cabras monteses, y están también el reno, determinados antílopes, el muflón,
el jabalí, el rinoceronte y algunos carnívoros, como el león, la hiena, el zorro y el lobo. Escasean
las aves y los peces, aunque por los restos de comida sabemos que éstos constituían una parte
importante de la vida humana durante la glaciación. Lo más curioso de todo es la escasez de
las representaciones humanas. Las existentes son, casi todas, líneas esquemáticas que
insinúan la forma humana, y no retratos al natural como los que se sabe que los artistas estaban
en condiciones de pintar. Sólo en la notoria cueva de La Marche, en el oeste de Francia, hay
imágenes que son casi bocetos de caras, y muchos parecen más bien caricaturas. Lo que sí
hay son huellas en la pintura de manos humanas y, en muchas cuevas, el contorno de las
manos, marcado poniendo la mano en la pared de la cueva y aplicando pintura alrededor.
Aunque la atención popular suele fijarse en las pinturas, también fueron aspectos vitales del
arte de la glaciación los pequeños objetos portátiles, como huesos, astas y piedras grabados.
En los últimos cien años se han descubierto millares de objetos primorosamente esculpidos y
grabados, muchos procedentes de las cuevas decoradas, es el denominado "arte portátil". Este
arte se caracteriza en que puede ir a la gente, en lugar de tener que esperar que la gente vaya
al arte como ocurre en las pinturas murales.
Una diferencia sorprendente entre ambas formas de arte estriba en que en los objetos portátiles
apenas hay figuras de animales. La mayor parte del arte portátil presenta algún tipo de diseño
geométrico: arcos, conjuntos de puntos, cheurones, zig-zags y otros. En Altamira, el arte mural
pone un marcado énfasis en el bisonte, mientras que entre la artesanía portátil no hay ni una
sola imagen de bisonte; la figura más popularmente grabada en ella es el ciervo, y los restos
esparcidos por el suelo de la cueva demuestran que estos animales constituían una importante
fuente de comida para la gente que se reunía en Altamira. Otro aspecto interesante es que el
arte portátil de distintas partes de Europa no muestra el tipo de uniformidad que presentan las
pinturas rupestres, quizá como reflejo de su carácter más personal.
Uno de los grandes enigmas del arte Paleolítico es el escaso tratamiento que recibe el reno en
las pinturas rupestres. Gracias a los restos óseos hallados en las cuevas decoradas se ve
claramente que el reno tenía un papel preponderante en la dieta: algunos huesos de reno
constituyen más del 98% de los restos de animales de los asentamientos.
Ya se ha mencionado antes que había una cierta semejanza entre las pinturas rupestres de
toda Europa. También parece haber hilos comunes que se mantienen a través del tiempo.
Aunque a lo largo de los 25.000 años que duró este período pueden verse elementos de
desarrollo del arte, los cambios no fueron espectaculares. En conjunto, da más la sensación de
estabilidad que de cambio, lo que contrasta vivamente con los cambios relativamente rápidos
de estilo en las industrias pétreas durante este período. El gran prehistoriador y experto en arte
rupestre, el francés André Leroi-Gourhan, ha dicho: "En la vida de una sociedad, los modelos
de armas cambian muy a menudo; los de utensilios, con menor frecuencia, y las instituciones
sociales, muy rara vez, mientras que las instituciones religiosas se mantienen inmutables
durante milenios."
El significado del arte de la glaciación
Una vez que las pinturas rupestres fueron aceptadas como productos auténticos de la gente de
la glaciación, los prehistoriadores empezaron a tratar de comprender el significado de todo ello.
El Abbé Henri Breuil, un experto en la época terminal de la glaciación y uno de los mayores
prehistoriadores de Francia, interpreto el arte de la glaciación como un medio de magia para
cazar, un medio sobrenatural de asegurar "que la caza fuera abundante, que aumentara y que
se pudiera matar lo suficiente." Según él, la maraña desorganizada de imágenes implicaba que
éstas habían sido pintadas como parte de una serie de ceremonias realizadas como preparación
para la caza; los motivos geométricos eran figuras esquemáticas de trampas y lazos. Creía que
la mayoría de las cuevas decoradas eran lugares sagrados, elegidos para celebrar ceremonias.
Como la mayoría de los prehistoriadores de la época, concebía la vida durante la glaciación
como una lucha perpetua para obtener suficiente comida, y por eso se tenía que apelar a
poderes mágicos que facilitaran la caza. El Abbé Breuil interpretó el ocaso del arte hace 10.000
años como debido a la dispersión de las manadas de animales de presa al retirarse los
casquetes de hielo. La era de la glaciación pasó y, con ella, su magia.
El descubrimiento en 1940 de Lascaux, con sus frisos relativamente coherentes, fue como un
mazazo a la propuesta del Abbé Breuil, la cual, en parte, se basaba en la maraña aparente
caótica de figuras pintadas del arte rupestre.
André Leroi-Gourhan dijo: "Realmente, la coherencia es uno de los primeros hechos que
sorprenden al estudioso del arte paleolítico. En pintura, grabado y escultura, en paredes rocosas
o en marfil, asta de reno, hueso y piedra, y en los estilos más diversos, los artistas del Paleolítico
representan reiteradamente el mismo inventario de animales en actitudes comparables. Una
vez reconocida esta unidad, sólo hace falta que el estudioso busque formas de agrupar de una
manera sistemática las subdivisiones temporales y espaciales del arte."
Las numerosas imágenes de caballos y bisontes del arte de la glaciación, y, según André LeroiGourhan y Annette Laming-Emperarie, lo que ellas reflejan no es, simplemente, una obsesión
artística por estos animales. Ambos prehistoriadores ven un significado más profundo,
significado que encierra un modelo de sociedad. El "modelo" es la dualidad entre macho y
hembra, y el argumento sugiere que simbólicamente, las imágenes de macho y de hembra están
distribuidas por separado en cada cueva, lo que refleja una división fundamental en el mundo.
En sus extensas y meticulosas investigaciones, André Leroi-Gourhan estudió sesenta cuevas y
más de 2.000 imágenes. Llegó a la conclusión de que los símbolos femeninos se hallaban
predominantemente en las partes centrales de las cuevas, mientras que las zonas más
periféricas estaban principalmente ocupadas por imágenes masculinas. En otras palabras, el
arte rupestre no debía verse como una colección al azar de pinturas de animales, sino como
una proyección simbólica ordenada del mundo de los cazadores. La dualidad sexual era la
faceta más obvia a los ojos de André Leroi-Gourhan, si bien él admite que la división puede
representar algún otro aspecto de la vida paleolítica en el que ni siquiera hayamos pensado.
Poner el acento en el contexto tanto como en el contenido al estudiar el arte de la glaciación,
idea que André Leroi-Gourhan y Annette Laming-Emperarie introdujeron en la década de 1960,
debe considerarse un avance importante para nuestra percepción de la vida en el pasado.
Preparó el terreno para muchos de los trabajos que siguieron. Por ejemplo, Margaret Conkey
ha planteado recientemente si el techo pintado de Altamira puede reflejar la organización social
de la gente que estuvo allí.
El núcleo de la composición de Altamira es un grupo de bisontes. Estos aparecen rodeados de
otros animales, como jabalíes, un caballo y una cierva común. Margaret Conkey y otros sugieren
que estas imágenes no tienen nada que ver con la caza de una forma explícita, sino que pueden
representar a la gente en el grupo social. Si se interpreta a los bisontes centrales como animales
hembras dando a luz, entonces ello podría simbolizar la posición central de las mujeres en la
sociedad cazadora-recolectora. Los hombres son algo periférico en esta sociedad, por cuanto
forman grupos y abandonan el campamento base durante unos días mientras cazan. ¿Será que
el caballo, el ciervo y los jabalíes representan hombres que, aun formando parte del grupo
cazador-recolector, son, en cierto modo, periféricos en él?, se pregunta Margaret Conkey.
Muchos antropólogos ven esta disposición "matrifocal" como un tema común de las sociedades
recolectoras.
La noción de que el arte refleja así la sociedad es, ciertamente, plausible, y, según Margaret
Conkey, se extiende también a otros niveles de la sociedad. Esta investigadora ha analizado
minuciosamente los elementos de diseño empleados en grabados y esculturas del arte portátil
de muchos lugares del norte de España. Para el lego, el arte portátil de esta región parece, si
no uniforme, por lo menos muy parecido, pero ella ha sabido detectar rasgos que diferencian
una localidad de otra. En Altamira ocurre algo interesante, porque hay una coincidencia de
rasgos de diseño de muchas localidades cercanas. La gama de útiles de piedra hallados en la
cueva constituye también una colección de estilos de los alrededores. Al parecer, Altamira fue
un lugar importante, donde se congregaba gente procedente de muchos lugares diferentes en
determinadas épocas del año, probablemente en otoño, cuando abundaban los ciervos
comunes y las lapas. La gente que había pasado la mayor parte del año dispersa por los montes
y valles de Cantabria se reunía estacionalmente, lo que suponía una acumulación de tecnología
y de arte. La causa de la congregación anual pudo haber sido explotar los ricos y concentrados
recursos alimentarios. O, tal vez, se debía a razones sociales: quizá buscaban la oportunidad
de reunirse con un grupo mayor de personas para todo tipo de relación, desde el intercambio
de novedades hasta la búsqueda de una pareja para el matrimonio, como ocurre entres los
cazadores-recolectores actuales.
¿Qué tiene que ver todo esto con el techo de Altamira?. Según Margaret Conkey, las imágenes
podrían representar una congregación de diferentes unidades sociales que, aunque distintas,
compartían un objetivo común. El antropólogo de Chicago Leslie Freeman comparte esta idea
y defiende que Altamira y otras cuevas grandes decoradas "debieron de servir como centros de
reunión, en los que periódicamente se realizaban ceremonias estacionales en nombre de toda
la población de una extensa región que se había congregado". Así, el techo de Altamira pudo
tener un doble significado, representando las relaciones sociales en el seno de cada grupo y
entre los distintos grupos. También podría ser que no significara nada parecido, pero la
propuesta merece ser tomada en consideración.
¿Viejas ceremonias en las cuevas?
Cerca de Ariège (Francia) se halla la cueva conocida como Le Tuc d'Audoubert conectada con
otra caverna llamada Les Trois Frères en la que se han descubierto dos bisontes modelados en
arcilla, cada uno de casi un metro de longitud, los cuales estaban plantados en medio de una
cámara circular de techo bajo. Esta vieja escultura había permanecido allí, intacta y escondida
unos 15.000 años. Cerca de la sala de los bisontes, en una cámara lateral situada a unos 25
metros de aquélla, hay un hoyo del que se saco la arcilla para hacer las figuras. Quienes
esculpieron los bisontes dejaron sus pisadas en la arcilla húmeda de la cámara lateral, pero lo
extraordinario es que las huellas corresponden sólo al talón del pie. Por alguna razón, los
artistas se guardaron mucho de dejar las marcas de los dedos. Seguramente, la gente del
Paleolítico no hizo un viaje tan difícil a las entrañas de la tierra solo para ejercitar su habilidad
artística. El recorrido debió de ser mucho más trabajoso que hoy, puesto que para alumbrarse
no contaban más que con bujías de grasa animal, las cuales si se apagaban, no podían volver
a encenderse dentro de la cueva. ¿Qué había ocurrido en aquella cámara tantos miles de años
atrás? Nos hayamos ante un misterio de difícil solución.
Otra cueva pirenaica, la Grotte de Montespan, contiene también figuras de arcilla, aunque el
modelado no es tan exquisito como en Le Tuc, y las figuras se han deteriorado más con el paso
del tiempo. En las paredes de la cueva, a unos 2 km. de su boca, hay fragmentos de un león y
de osos de barro. Vuelve a haber pisadas en el suelo fangoso; algunas, de niños.
¿Tiene algún significado que, en ambos casos, por la cueva discurra un río? Así lo cree el
arqueólogo británico Paul Bahn, quien señala que a los ríos, las charcas y los lagos la gente de
tecnología sencilla de todo el mundo les suele atribuir fuertes propiedades espirituales. Y la
combinación con grutas, las cuales representan la entrada a otro mundo, dota al agua de
poderes aún mayores. "Hay motivo para creer que el agua desempeñó un papel principal en el
sistema de creencias del Paleolítico superior, y, por consiguiente, que fuera un factor
incorporado a cualquier arte ritual de ese periodo", propone Paul Bahn.
Les Trois Frêres es una de las cuevas prehistóricas más intensamente decoradas, pero quizá
su mayor interés y, sin duda, lo más sobrecogedor estriba en una quimera de rasgos humanos
y animales llamada "el brujo". En esta imagen, pintada y grabada, un par de astas se levantan
sobre una cara barbuda en la que dos ojos como de búho miran fijamente. Su cuerpo y su cola
parecen de caballo con patas delanteras de oso y patas traseras claramente humanas.
Extrañamente emplazados fuera de sitio cuelgan, bajo la cola, unos genitales humanos
masculinos. Si toda la figura es rara, también lo es su posición, por cuanto se apoya virtualmente
en las cuatro patas y esta situada en la pared de una "chimenea" suspendida sobre la cueva
tan ricamente decorada.
Los seres que presentan una mezcla de características humanas y animales o que son una
amalgama de dos animales diferentes constituyen tema común en muchas religiones diferentes.
Margaret Conkey sugiere otra interpretación, según sus conjeturas, las imágenes podrían
significar que se destaca la continuidad, y no la separación, de los mundos humano y animal.
Si la gente del Paleolítico se concebía a sí misma como una parte del mundo que la rodeaba,
entonces esta interpretación es claramente plausible. Debe de haber muchas posibilidades, y
nadie puede asegurar cual sería la correcta.
Resultan particularmente inquietantes las pisadas de chiquillos, tanto tiempo conservadas, en
los recovecos difícilmente accesibles de grandes galerías subterráneas. ¿Qué debían hacer
unos niños tan pequeños en las profundidades de estas peligrosas cuevas? Una sección
recientemente descubierta del vasto sistema cavernoso de Niaux, en el valle del Ariège, nos
ofrece otra instantánea atormentadora de este aspecto enigmático de la vida durante la
antigüedad. En un lugar, tres niños se agacharon en una cámara lateral pequeña de apenas un
metro de altura. Sus huellas se han mantenido patentes e inalteradas por lo menos 10.000 años.
En la cueva cercana de Fontanet parece como si un grupo de niños hubiera dejado
deliberadamente sus marcas de pies y manos en una galería que lleva a una cámara mayor.
Dicho sea de paso, la cámara contiene restos de comida, cosa bastante rara en las cuevas
decoradas que son más que simples refugios rocosos. Tal vez un banquete acompañaba las
ceremonias celebradas ante las imágenes pintadas y grabadas de bisontes y cabras monteses.
Esta cámara tiene otra característica rara: además de los animales, hay seres humanos de nariz
grande y bulbosa pintados en las paredes.
Pero lo más extraño de todo son las impresiones de las manos, cuyo contorno se ve bien porque
se salpicó la pared con pintura alrededor de la mano apoyada en la superficie. Presumiblemente,
la pintura fue "atomizada" con la boca y soplando a través de una pajita de tallo tierno. Marcas
de este tipo se encuentran en más de veinte cuevas de Francia y España. La mayoría de estas
imágenes son escasas y relativamente discretas. Pero, en tres cuevas, la práctica de marcar la
mano toma un giro extraño y perturbados: en Maltravieso, del norte de España, y en Tibiran y
Gargas, de los Pirineos, muchas de las impresiones revelan algún grado de mutilación de los
dedos. Gargas muestra el caso más dramático, donde nubes de pintura roja y negra enmarcan
unas plantillas con las deformidades más sobrecogedoras. Más de la mitad de ellas revelan la
ausencia de la articulación superior de los cuatro dedos y otras indican la pérdida total o parcial
de una o más articulaciones: curiosamente, los pulgares parecen haberse salvado. Hay también
varias marcas correspondientes a chiquillos, cuyas manos intactas fueron apoyadas en la pared
mediante la ayuda de un adulto.
No cabe duda de que las manos de la gente de Gargas estaban mutiladas, porque las imágenes
no son un truco de la técnica de pintar o atomizar.
La pregunta es: ¿qué lo produjo? ¿Sería que la comunidad padeció una enfermedad? ¿Fue la
congelación? ¿O es que la gente de Gargas practicaba un ceremonial estrafalario que
comprendía la mutilación? Sencillamente, no hay pruebas suficientes para responder, y el
misterio probablemente quedará siempre sin resolver.
Nuevas interpretaciones
A mediados de la década de 1960 Alexander Marshack empezó a aplicar a pinturas, esculturas
y grabados paleolíticos unas técnicas que nadie había empleado. Fotografió las pinturas con luz
infrarroja y ultravioleta y examinó al microscopio líneas y filos de huesos grabados y piedras,
buscando claves en detalles minúsculos acerca del modo en que los objetos fueron labrados.
Alexander Marshack sacudió al mundo académico arqueológico al insinuar que una serie de
hoyitos grabados en un utensilio óseo de 30.000 años de antigüedad indicaba que el artesano
de la glaciación se había percatado de los cambios en el ciclo lunar. Anteriormente, la procesión
serpenteante de hoyos había sido interpretada como un simple "entretenimiento". Pero
Alexander Marshack detectó al microscopio que para marcar los setenta y nueve hoyos se
habían empleado veinticuatro utensilios diferentes. Resultó evidente que la serpiente de hoyos
era el resultado de una serie de actos distribuidos en un período de tiempo. Alexander Marshack
también desentrañó que la disposición de las curvas en la "serpiente" grabada coincidía con las
fases cambiantes de la Luna.
La idea sigue siendo un reto desafiante para la comunidad académica.
Para Alexander Marshack, una composición estacional aún más sorprendente es la grabada en
un trozo de cornamenta de reno hallado en la cueva de Montgaudier, en el sudoeste de Francia.
Desde que se descubrió, en la década de 1880, se habían interpretado las imágenes de las
diversas criaturas que hay en él como magia para cazar. Pero las observaciones detalladas de
Alexander Marshack revelaron otras posibilidades. Las imágenes de una foca macho y de una
foca hembra más pequeña presentan un gran detalle. Junto a las focas se halla un salmón, en
cuya mandíbula inferior hay un gancho como los que desarrollan los machos en su migración
Río Arriba para el apareamiento. A la izquierda del salmón hay tres líneas a las que los
arqueólogos habían interpretado como arpones, pero que, merced al examen de Alexander
Marshack, han resultado ser varas con hojas: las barbas tienen una disposición opuesta a la
que deberían tener para corresponder a arpones. Sobre la foca hembra hay una minúscula flor
abierta y, junto a la foca macho tres seres enigmáticos considerados animales acuáticos de
muchas patas. Dos serpientes con genitales están algo entrelazadas. Por último, y también sólo
visible al microscopio, un boceto de cabeza de cabra montés en vista frontal presenta una cruz
en la frente. El grabado es exquisito y sigue la superficie curvada de la cornamenta.
Dice Alexander Marshack: "En el bastón de Montgaudier veo una clara composición estacional.
Las focas están en celo, lo mismo que las serpientes y el salmón, y las flores están en plena
floración. Resulta interesante comparar el grabado tan realista de la mayoría de las imágenes
con el esquematismo de la cabra montés, que, a mi entender, ha sido muerta simbólicamente
con la cruz. El grabado me sugiere una matanza, no para comer, sino como rito simbólico
relacionado en la llegada de la primavera."
Este autor planteó pro primera vez la noción del uso y la reutilización del arte, noción que deduce
de pinturas rupestres tales como las curiosas imágenes de la cueva de PechMerle, que muestra
dos caballos grandes salpicados de puntos rojos y negros. La fotografía con infrarrojos le
permitió decir que el contorno de un caballo fue primero pintado y luego reseguido con grupos
de puntos, proceso al que siguió otro análogo para el segundo caballo. En el arte Paleolítico
abundan los ejemplos de reelaboración en imágenes pintadas y grabadas: cabezas redibujadas,
patas pintadas de nuevo en posiciones algo diferentes o todo el contorno cambiado. Para
Alexander Marshack, el objeto de arte sería casi "vivo" e intervendría en una ceremonia.
También hay otras explicaciones. Por ejemplo, para Michel Lorblanchet, uno de los principales
expertos franceses en arte paleolítico, este "retocamiento" podría simplemente ser parte de una
forma convencional de expresarse, e insinúa que, al esbozar cabezas y piernas en muchas
posiciones diferentes, se pretendía comunicar un sentido de movimiento, una sensación de
actividad en una imagen que, de los contrario, habría parecido estática. De entrada, esto puede
sonar raro y curioso, pero sólo porque no encaja con nuestras ideas convencionales sobre el
arte.
La forma humana
Frente a esta rica representación del mundo animal de la glaciación, destacan la escasez
numérica y la pobreza de las imágenes del hombre. Ningún retrato humano posee un detalle
equivalente al de los toros gigantescos de Lascaux. Parece como si representar la forma
humana fuera tabú. Quizá se tratara de un convencionalismo cultural. En tal caso, no era
absoluto, porque en La Marche, Francia occidental, hay retratos, si bien resultan rudimentarios
comparados con las figuras de animales.
Por alguna razón desconocida, la gente de La Marche, grabadores muy prolíficos, trabajaron
más el tema humano que los animales; todo lo contrario del patrón típico.
En total hay cincuenta y siete grabados de cabezas humanas aislada y otros cincuenta y uno
menos completos de cabezas y cuerpos. Este lugar alberga, él solo, más de una cuarta parte
de todas las representaciones humanas hasta hoy descubiertas en el arte glacial europeo. Las
cabezas están de perfil, algunas con mandíbulas increíblemente grandes y nariz cómicamente
respingona; posiblemente son caricaturas. Pero muchas parecen retratos personales, y
permiten decir si corresponden a varones o hembras. En casi todas, el pelo es corto y en algún
caso parece estar finamente trenzado. Diez hombres llevan barba y por lo menos tres tienen
bigote. Un individuo lleva una banda en la cabeza y se ven doce sombreros. En realidad, La
Marche nos proporciona el retrato más claro que hoy tenemos de los propios artistas de la época
glacial.
Las representaciones prehistóricas más famosas de la forma humana son, sin embargo, las
llamadas venus, estatuillas con nalgas y pechos desbordantes que, supuestamente, encierran
una imagen de la fertilidad o de la diosa madre. En estas estatuillas es muy llamativo el énfasis
puesto en la sexualidad. En las exageradas curvas de la pequeña venus ebúrnea de Lespugue,
Francia, resulta inconfundible el sentido de superfemeinidad. Y la venus de Monpazier, en la
Dordoña, de cinco centímetros de altura, además de sus nalgas y pechos salientes, tiene una
clara vulva nítidamente labrada en la figura. Pero estas estatuillas de rasgos femeninos
manifiestamente exagerados sólo constituyen una pequeña minoría. Entre los varios centenares
de figuras esculpidas descubiertas hasta hoy en Europa, algunas pueden identificarse como
hembras, de las que la mayoría tienen las proporciones no exagerada, sino naturales, otras son
claramente varones, pero el mayor número son asexuadas, por lo menos a nuestro entender.
Al parecer, habríamos sobrestimado mucho la idea de un culto a escala continental a la diosa
madre, simbolizada por las "venus" rechonchas.
Esta conclusión nueva se debe fundamentalmente a la obras de los prehistoriadores británicos
Peter Ucko y Andrée Rosenfeld y al notable investigador francés Léon Pales. Estos
investigadores analizaron con un detalle mayor que hasta entonces la gama completa de
estatuillas encontradas. Dice Peter Ucko al comentar sus observaciones: "Las figuras
representan un grupo heterogéneo de individuos, más que un individuo único, humano o divino."
Muchas de las figuras dan la impresión de ser "bocetos toscos" de la forma humana, más que
representaciones cuidadosamente esculpidas. No suelen dar la sensación de retrato, a
diferencia de lo que se ve en los grabados de La Marche. Por lo general, no hay rasgos faciales
ni siquiera en las piezas más habilidosamente trabajadas. Ello podría obedecer a que fuera tabú
plasmar la imagen real, y con ella el espíritu o el alma, del individuo. Pero ¿por qué un
tratamiento tan descuidado de brazos y piernas?. Prácticamente, todas las estatuillas
prehistóricas tienen como piernas unos muñones truncados, lo cual contrasta mucho con la gran
atención puesta en las patas y pies de los animales en las pinturas y los grabados rupestres.
En Europa oriental y Rusia, donde probablemente la escasez de refugios cavernosos
adecuados contribuyó a la ausencia virtual de arte mural, se aprecia el mayor énfasis puesto en
la creación de figurita. Una colección particularmente valiosa de estatuillas fue hallada entre los
restos de seis cabañas en Maltà, sobre las terrazas de río Blanco en Siberia oriental. La gente
de Maltà incluyo en su obra muchísimos detalles, y uno de los casos da una viva impresión de
ser uno de estos "retratos" tan escasos: en la minúscula figura de marfil hay ojos, nariz y boca
de una claridad poco frecuente.
De todos modos, los caracteres fundamentales del arte de la época glacial de Europa oriental y
Rusia fueron los diseños geométricos. Alexander Marshack explica así las diferentes
expresiones artísticas: "El arte de la glaciación fue, en gran parte, el resultado de lo
regionalmente posible. En el sudoeste de Francia y el norte de España, los vastos sistemas de
cuevas calcáreas permitieron la creación del arte en forma de pinturas murales. Y como allí la
gente compartía una ecología común de sistemas interconectados de ríos y valles habitados
por una gama similar de animales, es natural que su arte lo reflejara. Sus sistemas de símbolos
eran expresados en imágenes naturalistas, mientras que, en Europa oriental y Rusia, la gente
creó expresiones diferentes para sus sistemas de símbolos, los cuales tenían forma de motivos
geométricos y esquemáticos. Ello no significa que las dos formas de expresión respondieran a
grados diferentes de complejidad cognoscitiva. Son manifestaciones diferentes de un
determinado intelecto. Lo importante acerca del arte de la glaciación es que la gente desarrolló
una expresión simbólica de sentimientos, creencias y sistemas sociales que eran importantes
para su modo de vida."
El fin de una era
La Edad del Arte duró unos 25.000 años y terminó hace 10.000 años. Antes de la Edad del Arte
encontramos indicios de algún tipo de expresión artística, si bien mucho menos desarrollada,
que se remontan a muchos millares de años. Pero, cuando terminó la glaciación, el arte de la
época glacial, con sus imágenes vibrantes y dinámicas de animales desapareció casi sin dejar
sucesión.
Con el fin de la glaciación, el arte en sí no se desvaneció, sino que cambió, tanto en contenido
como en espíritu. El arte geométrico floreció y evolucionó en muchas zonas. En las regiones en
las que reaparecieron imágenes figurativas se produjo un giro temático, por cuanto el foco de
interés pasó del mundo animal al humano; de todos modos, no hubo una exaltación de al forma
humana análoga a la imaginería animal de la época glacial. Más bien surgió una obsesión por
representar confrontación entre las gentes. Las escenas de batallas se convirtieron en un tema
común, representación, tal vez, de un registro de un conflicto pasado o de un intento de
conseguir ayuda sobrenatural para una lucha futura. Amanecía una nueva edad, y el arte debía
expresar sus deseos e inquietudes.
Palma de Mallorca, 19 de noviembre de 1999.
Palma de Mallorca, 11 de noviembre de 1999.
Frugívoro: Dícese del animal que se alimenta de frutos.
ebúrneo, -a: I. Del lat. eburneus < ebur, eboris = marfil. 1. (adjetivo, -a). De marfil o de una
materia semejante a él. SIN. Marfileño.
LA FORMACIÓN DE LA
HUMANIDAD
Barcelona: Ediciones del Serbal, 1981
Tema 8 y 9 - Primeros estadios de la
cultura humana. / El Paleolítico
inferior.
LA FORMACIÓN DE LA
HUMANIDAD
Barcelona: Ediciones del Serbal, 1981
Tema 16 y 17 - El arte Paleolítico.
LA FORMACIÓN DE LA
HUMANIDAD
Barcelona: Ediciones del Serbal, 1981
Tema 7 - El origen del Hombre
RICHARD E. LEAKEY
Bibl.Publ.Mca. - Sign.: 572 LEA for
16
BEATRIZ - 17:59 - 16/07/
RICHARD E. LEAKEY
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Bibl.Publ.Mca. - Sign.: 572 LEA for
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RICHARD E. LEAKEY
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