UNIVERSIDAD NACIONAL M' DE COLOMBIA Sede Bogotá colección sede FRANCOIS CORREA RUBIO Profesor Titular de la Universidad Nacional de Colombia adscrito al Departamento de Antropología, del cual es egresado; ha sido su director y de los programas de Posgrado. Obtuvo el Diploma de Estudios a Profundidad en Etnología de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Durante la década de los años noventa fue investigador del Instituto Colombiano de Antropología. Ha sido consultor de distintas entidades gubernamentales como el Ministerio de Gobierno, la Secretaría de Fronteras de la Presidencia de la República, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y Colciencias. Ha publicado en español, italiano e inglés distintos artículos en revistas especializadas sobre etnología y la situación de los indígenas del país. De su producción destacamos los libros La selva humanizada. Ecología alternativa en el trópico húmedo colombiano (ed). ICAN-FEN-Cerec (1991). Encrucijadas de Colombia Amerindia (ed.). ICAN (1993). Por el camino de la anaconda remedio. Colciencias - Universidad Nacional (1996). Geografía humana de Colombia. Región Andina Central (ed.). Instituto de Cultura Hispánica. 3 Vols. Bogotá (1996). Los Kuwaiwa. Creadores del universo, la sociedad y la cultura cubeo. Biblioteca Abya-Yala (1997). Lenguas amerindias. Condiciones socio-lingüísticas en Colombia (con Ximena Pachón, eds). Instituto Caro y Cuervo - ICAN (1997). Amazonia amerindia. Territorio de diversidad cultural. ICANH (2000). El Sol del poder Francois Correa Rubio Profesor Titular del Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia El Sol del poder SIMBOLOGÍA Y POLÍTICA ENTRE LOS MUISCAS DEL NORTE DE LOS ANDES Universidad Nacional de Colombia FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS BOGOTÁ © Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas Departamento de Antropología © Francois Correa Rubio Primera edición, 2004 Bogotá, Colombia, 2004 UNIBIBLOS Director general Ramón Fayad Naffah Coordinación editorial Dora Inés Perilla Castillo Revisión editorial Rodrigo Pertuz Molina Diseño y diagramación Óscar Oswaldo Torres A. Preparación editorial e impresión Universidad Nacional de Colombia, Unibiblos [email protected] Carátula Camilo Umaña ISBX 958-701-395-6 ISBN 9 5 8 - 7 0 1 - 1 3 1 - 7 (obra completa) Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia Correa Rubio, Francois, 1951EI Sol del poder : simbología y política entre los Muiscas del norte de los Andes / Francois Correa Rubio. -- Bogotá : Universidad Nacional de Colombia, 2004 422 p., il,, fotos color, mapas ISBN : 958-701-395-6 1. Muiscas - Aspectos políticos 2. Simbología política 3. Etnohistoria I. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas. Departamento de Antropología CDD-21 305.8009861 / C824e / 2004 AGRADECIMIENTOS Fueron numerosas las personas e instituciones que dispusieron el bagaje de sus recursos de investigación y conocimiento contribuyendo a la elaboración de este trabajo. Debo mi reconocimiento a Fernán Vejarano, del Centro de Investigaciones sobre Dinámica Social de la Universidad Externado de Colombia, a Alberto Gómez, del Instituto de Genética de la Universidad Javeriana y a Indiana Bustos, del Instituto de Genética de la Universidad Nacional. En el Museo del Oro, a Roberto Lleras y Eduardo Londoño. En el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, a Alvaro Botiva, Braida Enciso y Alvaro Bermúdez. En el Departamento de Antropología de la Universidad Nacional, a José V. Becerra, Carlos Sánchez y José V. Rodríguez y, especialmente, a los profesores Héctor Llanos y Luis Guillermo Vasco, cuyo análisis del manuscrito propuso sugerencias y correcciones beneficiándome de su prolongada experiencia entre pueblos indígenas colombianos. En el Departamento de Historia, a Hermes Tovar Pinzón. Del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes, a Santiago Cárdenas Arroyo, Cari H. Langebaek, Jorge Morales y Fabricio Cabrera. En el Centre Nationale de la Recherche Scientifique, a Maurice Godelier, JeanPierre Chaumeil, Jean-Francois Bouchard y a Jean-Pierre Goulard del EREA. Joanna Rapapport, de la Universidad de Maryland, generosamente dispuso sus transcripciones sobre documentos de la Nueva Granada del Archivo de Roma. Marcela Quiroga, de la EHESS, desinteresadamente consultó para mi beneficio documentación del Archivo General de Indias. Mauricio Tovar, director de la sala de consulta del Archivo General de la Nación, orientó mi pesquisa documental. La pericia de Juanita Barrero, Andrés Roncancio y Juan D. Correa se ocupó de la paleografía de algunos textos. El acceso a los objetos arqueológicos me la facilitó el Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Del Museo del Oro recibí generosamente copias de su invaluable archivo de diapositivas; y Margarita Silva, directora del Museo de Sogamoso, dispuso a mi alcance la consulta de planos y materiales arqueológicos. Las bases cartográficas de la Sabana de Bogotá estuvieron a mi alcance gracias a María Clara Alfonso, de la [9] EL SOL D E L P O D E R Corporación Autónoma Regional y Pedro Menéndez, del Departamento Administrativo del Medio Ambiente. También conté a mi favor con el espacio académico de las " Tertulias del Mundo Chibcha", del cual participa un especializado número de investigadores liderado por Marianne-Cardale de Schrimpff y Ana María Falchetti. El privilegio de la docencia en la Universidad Nacional me permitió compartir con numerosos estudiantes temas engorrosos que algunos convirtieron en base de sus propias elaboraciones de trabajos de grado. De la comprensión y respaldo de mi familia siempre ha dependido disponer prolongado tiempo, aquí por partida doble, pues Juan Francisco Correa realizó el diseño gráfico de las portadillas y Ana Claudia Correa, la readecuación cartográfica. La elaboración de este texto no habría sido posible sin el privilegio del año sabático que durante el 2001 me concedió la Universidad Nacional de Colombia. Debo la publicación de este texto al respaldo académico de la Universidad y de la División de Investigaciones y al respaldo editorial de Unibiblos. io Contenido Agradecimientos 9 Prólogo 15 PRIMERA PARTE Simbología política 27 CAPÍTULO I Ancestros primordiales Sol y Luna El Sol Los caciques La Luna Símbolos complementarios 29 32 34 40 47 57 C A P Í T U L O II Ancestros e iconos Umbrales Ancestros Iconos Iconos de identidad 65 68 74 81 89 CAPÍTULO III Simbología y ritual El epicentro religioso Investidura Ritos colectivos Santuarios y ofrendas Ritos y símbolos 93 95 101 103 111 117 C A P Í T U L O IV Ritos del poder Ritos de iniciación £í nfo sacrificial Rito y poder 125 127 139 151 11 EL SOL D E L P O D E R 12 SEGUNDA PARTE Organización sociopolítica 15 9 CAPÍTULO V La historia conjetural La guerra La expansión imperial La tiranía usurpada La centralización política El espejismo imperial 161 163 167 172 177 182 CAPÍTULO VI El orden social Filiación y matrimonio Residencia y grupos locales Terminología canónica Terminología de afinidad Clasificación paralela Bases del orden social 18 5 187 196 207 215 220 226 CAPÍTULO VII El control del poder Control social Intercambio y redistribución Herencia y propiedad Control político 233 235 248 259 270 CAPÍTULO VIII Elzipazgo Unidades políticas El cercado Parentesco en Bogotá Territorio Intercambio social La red sociopolítica 279 281 289 296 308 318 328 £pt7ogo 335 Anexos Anexo 1: Mitología muisca Anexo 2: Vocabulario del parentesco de los muiscas Anexo 3: Testamentos de autoridades de la Sabana 348 381 386 Bibliografía 401 índice de mapas y gráficas Mapas Mapa 1 El territorio muisca según Falchetti y Plazas, 1973 21 Mapa 2 Pintura de las tierras, pantanos y anegadizos del pueblo de Bogotá. 1614 (AGÍ) 313 Mapa 3 Pueblos de Bogotá y Serrezuela. 1771 (AGN) 315 Mapa 4 Cacicazgos de la Sabana en el Siglo XVI 325 Imágenes en portadillas Cuando aparecen varios objetos, la identificación debe leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo. Portada Cerámica muisca (Fotografía del Museo Nacional) Capítulo I El Salto de Tequendama (Fotografía de F. Correa) 29 Capítulo II Figura 1 Iconos de Cerámica (Fotografías de F. Correa) Museo Nacional. No. 38-1-191 (31.5 x 19.5 cm) Guatavita. Museo Nacional. No. 38-1-152 (12.0 x 10.0 6.5 cm) Cundinamarca. Museo Nacional. No. 38-1-186 (22.2 x 16.5 x 12.2 cm) Suesca. Museo Nacional. No. 38-1-185 (22.8 x 13.8 x 12.6 cm) Cota. 65 Figura 2 Figura 3 Figura 4 Capítulo III Figura 1 Figura 2 Figura 3 Figura 4 Tunjos (Fotografías del Museo del Oro) 93 Museo del Oro. No. 00078 (15.9 x 6.6 cm) Altiplano Cundiboyacense. Museo del Oro. No. 04678 (8.4 x 2.5 cm) Altiplano Cundiboyacense. Museo del Oro. No. 06266 (15 x 6 cm) Altiplano Cundiboyacense. Museo del Oro. No. 06370 (13.1 x 3.2 cm) Altiplano Cundiboyacense. [13] EL SOL D E L P O D E R Capítulo IV Pictografía de Iza. "La Planada" (Fotografía de F. Correa) 125 Capítulo V Fresco de la Capilla de Tausa (Fotografía de Alvaro Botiva) 161 Capítulo VI Figura 1 Figura 2 Figura 3 Iconos en Piedra y Madera (Fotografías de F. Correa) Capilla Posa de Mongua. Piedra. Capilla Posa de Mongua. Piedra. Museo Nacional. Madera No. 38-1-735 (33.5 x 62.5 cm) 1429 d. c. Bojacá. 185 Capítulo VII Figura 1 Ofrendas (Fotografías del Museo del Oro) Museo del Oro. No. 5.324 (5.9 x 3. 3 cm) Altiplano Cundiboyacense. Museo del Oro. No. 1.119 (5.5 x 1. 9 cm) Altiplano Cundiboyacense. Museo del Oro. No. 1.115 (5.7 x 10.04 cm) 1.160 + 50 (C14) Altiplano Cundiboyacense. Museo del Oro. No. 33.078 (2.8 x 5. 4 cm) Altiplano Cundiboyacense. 233 Ofrendas (Fotografías del Museo del Oro) Museo del Oro. No. 11.374 (8.3 x 22,6 cm) Pasca. Museo del Oro. No. 32.866 (9.1 x 5.7 cm) Carmen de Carupa Museo del Oro. No. 11.373 (10.2 x 19.5 cm) Pasca 280 Figura 2 Figura 3 Figura 4 Capítulo VIII Figura 1 Figura 2 Figura 3 [14] PRÓLOGO EN COLOMBIA SE HA EMPLEADO EL TÉRMINO "clientelismo" para referirse al comportamiento de líderes políticos y de aspirantes que prometen el favor de su intervención ante el poder, eventualmente localizado a un nivel superior de sí mismo y de la comunidad, para resolver la desigualdad de oportunidades en las que se apoya la asimetría social a cambio de la cooptación de la decisión de la gente para elegirlos y su respaldo a ultranza. Sobre éste descansa el sistema político conocido como "caciquismo" que, identificado con el control del poder en manos de un individuo y su élite, se mantiene por el permanente proceso de renovación del clientelismo. Esta última voz fue introducida al español en tiempos de la Conquista, proveniente de los nombres para jefes de pueblos de hablas Carib. El préstamo lingüístico transformó su significado por la práctica política cuyo comportamiento es común en América Latina. Sin embargo, el "caciquismo" terminó por ser identificado con el ejercicio político indígena de tiempos prehispánicos, proyectado en el presente como perniciosa herencia de las poblaciones nativas. Pero la información sobre la colonización de la Nueva Granada demuestra lo contrario. Luego de que la Conquista diezmara un alto porcentaje de su población, los indígenas pretendieron atenuar su sometimiento y garantizar su supervivencia negociando en el ámbito del caciquismo de la administración hispana. Aunque ello puede constatarse en los documentos administrativos coloniales, en cambio, sabemos muy poco sobre el ejercicio político indígena. La necesidad de entender su naturaleza de acuerdo con su raigambre americana como parte del proceso de descolonización histórica, motivó en buena parte la elaboración de este texto, cuyos referentes indicaré brevemente en este prólogo. Hoy sabemos que el ejercicio de la política entre los pueblos nativos no fue ni es homogéneo. Algunos analistas han propuesto que, en general, las sociedades de las tierras bajas sudamericanas podrían caracterizarse por la ausencia de especialización política, mientras que en los Andes habría la tendencia a concentrar la administración en ciertas manos que las precipitaban [15] BL SOL D E L P O D E R en estados, como el incario. Entre estos extremos, previstos por la comparación de sociedades africanas a mediados del siglo pasado por Fortes y EvansPritchard1, según dos tipos de sistemas políticos que distinguirían sociedades cuya relación entre sus segmentos sociales estaría regido por el parentesco, opuesta a las sociedades estatales con autoridad centralizada, maquinaria administrativa e instituciones jurídicas, posteriormente se descubrirían situaciones intermedias. Como aquellas sociedades que, a diferencia de las anteriores, no empleaban la centralización política para privatizar los excedentes sociales, sino que miembros de las élites los colectaban para redistribuirlos entre los comuneros. A esta forma de administración económica se ha venido reservando la denominación de cacicazgos o jefaturas2. Tal sería el caso de los habitantes de los valles intercordilleranos del extremo septentrional de los Andes que los conquistadores conocieron con el nombre de muiscas. A rasgos generales, se sabe que habitaron el altiplano central de la actual Colombia a partir del siglo VIL Sembraban pequeñas parcelas en los valles, controlaban los cambios de los afluentes más importantes con diques y camellones, con terrazas al pie de las estribaciones de las sierras, y también tenían cultivos en las templadas estribaciones de la cordillera. Complementaban su alimentación con productos de la caza, la pesca y la recolección. Habría artesanos especializados y algunos productos se trocaban en mercados regionales para obtener los que no se conseguían en sus tierras. Su organización social descansaba en la matrifiliación de sus miembros, y la residencia en tierras del hermano de la madre era consistente con la herencia de la propiedad en los hijos de la hermana. Esa misma vía, de tío a sobrino, seguía la transmisión de los cargos políticos y religiosos. Dos grandes confederaciones regionales distinguidas por sus líderes políticos dividían el altiplano, el zipa, al norte y el zaque, al sur, quienes competirían por el dominio territorial y la unificación política del altiplano central. Estos caciques regionales ocuparían el pináculo de una pirámide que sometía a otros cacicazgos menores locales bajo la férula de la tributación. Esta organización estaría cruzada por segmentos especializados de jefes, guerreros, artesanos y sacerdotes. La religión estaba gobernada por el Sol y la Luna, dioses creado- 1 2 Í161 Fortes y Evans-Pritchard, 1940. Fried, 1967; Sahlins, 1958; Service, 1962, 1975; Carneiro, 1987. PROLOGO res del universo y la sociedad, a quienes se rendía culto con grandes rituales y sacrificios en sitios privilegiados de la naturaleza, como las lagunas y los cerros, o en templos construidos para el efecto. Bachué, al emerger de la laguna de Iguaque, había dado origen a la humanidad, y Bochica, el mensajero del Sol, había civilizado las gentes. A mediados del siglo pasado, Steward y Faron 3 , al compendiar información etnográfica sudamericana, argumentaron el papel de la religión y de la guerra como claves explicativas de la organización de los cacicazgos del área Circuncaribe, entre quienes sumaron a los muiscas. Hernández Rodríguez propuso una organización política cuya estructura articularía tareas civiles y militares, compuesta por clanes matrilineales, tribus y confederaciones. Los clanes totémicos estarían gobernados por un cacique elegido entre los consanguíneos maternales, especialmente los sobrinos, hijos de hermana. Las tribus, compuestas por clanes afines, serían gobernadas por jefes militares también elegidos avuncularmente, aunque si moría sin dejar heredero: el zipa designaba al nuevo jefe que debía ocuparse del cargo, escogiéndolo, entre los guechas. Aunque algunas tribus permanecían libres, los jefes y su consejo tribal se aunarían en cinco confederaciones regionales (Bacatá, Tunja, Sogamoso, Tundama y Guanentá) que fugaz y transitoriamente para la guerra con el fin de subyugación de tribus vencidas, conformarían un virtual gran consejo de gobierno4. Reichel-Dolmatoff enfatizó la adaptación social a la especialización ecológica como condición para la generación de excedentes y su redistribución 5 , que más tarde caracterizó como federaciones de aldeas bajo el control de un gran cacique que incorporaba las funciones de jefe militar, administrador político y sacerdote 6 , etapa de transición que evolucionaba desde Estados incipientes. Tovar concluyó que la centralización política de los muiscas conformaba Estados que se fundaban en la explotación de los comuneros por la tributación sin contrapartida para la acumulación de excedentes que sustentaban las jerarquías políticas representadas por un cacique que ocupaba el pináculo y habitaba el pueblo distinguido por su nombre. También distinguió unidades que rendían tributo a más de uno de los Estados, Steward y Faron, 1959. Ver también Kroeber, 1963. Hernández Rodríguez 1975: 76-126. Reichel-Dolmatoff, 1977, 1982. Reichel-Dolmatoff, 1986 [17] BL SOL DEL PODER aquellos autónomos o sujetos a ciertos caciques regionales distintos de los anteriores, que consideró comunidades independientes, y otras comunidades periféricas o islas autónomas, pues la información no dice a quien rendían tributo y se hallarían en proceso de centralización bajo el dominio de los Estados7. El análisis de la sabana de Bogotá llevó a Broadbent a considerar que los muiscas estarían organizados en una estructura jerárquica según la cual la parcialidad, parte o capitanía sería un grupo de gente distribuido en secciones de un pueblo y tributarios de un jefe hereditario llamado capitán o principal. En cuanto la estructura fuese más compleja, los capitanes serían jefes de las parcialidades y feudatarios del cacique que, partícipe de una parte, era su jefe y del pueblo, tal vez sujeto a otro cacique más importante o directamente del Zipa o Zaque 8 . Villamarín consideró el grupo doméstico miembro de parcialidades denominadas Utas, cada cual con un jefe, dependientes de capitanes sujetos a un cacique9. Con base en el análisis del Valle de la Laguna al noroccidente de Tunja, Londoño aseveró el poblamiento disperso y relativamente separado con respecto del núcleo del cacicazgo; las viviendas se hallarían en sus cultivos usufructuadas por individuos y familias nucleares asociadas en unidades denominadas Utas, segmentos territoriales regidos por un capitán menor; varias de estas formarían una Sybyn bajo la autoridad de un capitán mayor, el Sybyntiba o Tybarogue, representante de la propiedad comunal. Y estuvo conforme con Rozo Gauta, quien había sugerido que la categoría Sybyntiba podría corresponder con una unidad sociopolítica inmediatamente superior a las Utas, que estarían sujetas a cacicazgos, a su turno dependientes del uzacazgo y éste, del zipazgo o del zacazgo10. Langebaek destacó la autonomía regional de Bogotá, Tunja, Duitama y Sogamoso, considerándolas confederaciones que distinguió de los cacicazgos independientes del noroccidente y las capitanías teguas del suroccidente. Argumentó la autosuficiencia de sus comunidades, la generación de excedentes y la concentración económica en manos de jefes dirigida a la redistribución como garante de la interdependencia comunal. De manera general, les caracterizó como un nivel de desarrollo entre las sociedades igualitarias y los Estados que habrían 7 Tovar, 1980. Broadbent, 1964. 9 Villamarín, 1972: 97; 1983. 10 Rozo Gauta, 1984: 84; Londoño, 1983, 1985:125. 8 PROLOGO alcanzado la especialización en las tareas económicas, religiosas y la concentración del poder político sujeto al consenso y la deposición 11 . Aunque recientemente se ha venido argumentando cierta autonomía de unidades regionales12, en general los estudios están de acuerdo en que los muiscas poseían una estructura política centralizada que fue acuñada bajo la denominación de cacicazgos, confederaciones, sociedades preestatales y aun estatales. Eventualmente, la razón de la centralización apela a las fuentes coloniales que argumentaron la mutua competencia de los caciques por la tributación de los comuneros, que algunos autores asocian con la redistribución de excedentes económicos. Este concepto fue introducido por Polanyi para caracterizar ciertas formas de integración económica de la humanidad que demandan la presencia de un centro que almacena-redistribuye o realiza un cambio en los derechos de apropiación sin necesidad de relocalizar los bienes: La redistribución se consigue dentro de un grupo en la medida en que la asignación de bienes (incluyendo la tierra y los recursos naturales), se recojan en una mano y se distribuyan mediante la costumbre, la ley o una decisión central apropiada". La redistribución en la que se afirmaría la estratificación social llevó a incluir las jefaturas como un estadio de transición anterior a los Estados. Adicional a esta especialización económica, Service argumentó que: Las sociedades de jefatura tienen una dirección centralizada y distribuciones de status jerárquicos hereditarios con un ethos aristocrático, pero ningún tipo de aparato formal, legal, de represión por la fuerza. Umversalmente, la organización parece ser teocrática, y la forma de sumisión a la autoridad, la de una congregación religiosa a un sacerdote-autoridad1*. La redistribución y cierta complejidad social por lo general son aceptadas como características de las jefaturas pero, con información arqueológica, recientemente se ha discutido su origen de acuerdo con distintos factores, como el crecimiento demográfico, la constricción o favorecimiento ambiental, la necesidad de incentivar la productividad y diversificar la producción, y fomentar el intercambio económico o la competencia de los líderes por el prestigio 15 . Drennan, apoyado en informa- 11 Langebaek, 1987, 1992 Langebaek, 1987; Londoño, 1992; Lleras, 2000. 13 Polanyi, 1994:117. 14 Service, 1975:34. 15 Flannery, 1972; Jones y Kautz, 1981; Spencer, 1987; Earle, 1987, 1991; lonhson y Earle, 1987; Upham, 1990. 12 [19] EL SOL DEL P O D E R ción del norte de Sudamérica, ha argüido que la centralización, la estratificación y la integración son rasgos fundamentales de las jefaturas: sociedades regionalmente organizadas con jerarquía centralizada para la toma de decisiones que coordinan actividades entre varias comunidades aldeanas16. Las fuentes coloniales afirmaron que la centralización política de los muiscas pretendía el enriquecimiento de los caciques por vía de la onerosa exacción de los tributos pero, aun en tal caso, todavía no es claro por qué los comuneros trasmitían excedentes de su trabajo y productos a los caciques. Al contar con la diversidad de situaciones estudiadas que permiten generalizar el origen multicausal de la centralización y la estratificación sociales, las jefaturas o cacicazgos han venido convirtiéndose en laboratorio para el análisis del origen de la política que, resultado de la especialización de su ejercicio, progresivamente se distinguiría del común de las relaciones sociales. Aunque pueden advertirse convergencias con el significado de la política desarrollado por la antropología social a partir de la búsqueda del surgimiento del gobierno en los trabajos pioneros de Morgan, Maine y Taylor, últimamente se ha discutido la aproximación a los estudios políticos. Se ha considerado que la actividad política estaría anclada en las relaciones sociales, siendo un aspecto de la sociedad, un subsistema del sistema político por medio del cual es posible diferenciar la autoridad, el derecho reconocido para asignar recursos escasos, y el poder, categoría genérica que legitima la anterior y que al ser parte de tal correspondería con la habilidad o capacidad para influir la acción social17. Los procesos políticos resultarían de la tensión entre la autoridad (el derecho) y el poder (su legitimidad), incluida la toma de decisiones entre varias alternativas posibles18. Más recientemente, se ha argumentado que el comportamiento político no estaría atado a una área específica de la sociedad ni a un cierto grupo, no conformaría un sistema sino una arena, un conjunto complejo e intrincado pero flexible de acciones de actores individuales o grupos de oposición, que escogerían entre un rango de posibilidades dirigidas a disponer o controlar recursos escasos de la sociedad. La política aparecería como el proceso que se desenvuelve en un escenario (arena, drama), donde la competencia, eventualmente atenuada por el 'Drennan, 1987:228. ' Easton, 1959. 1 Cohén, 1965, 1967, 1970. 20 PROLOGO EL TERRITORIO MUISCA A LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES CHiTARÉROS VLACHÉS L04JU.IZJMWH M L TCMlTOHM MUISM tN I L HA»* M OOIAMM* I TERRITORIO DEL ZIPA —— H DI TERRITORIO DEL ZAQUE TERRITORIO INDEPENDIENTE LIMITES ESCALA: 1 LIMITES EXTERNOS INTERNOS •O «O H l u Toando do: FololwfM y P l o i o » , I.97S ¡211 EL SOL DEL PODER liderazgo, estaría regida por la racionalidad {making-cholees) para orientar la selección de alternativas que conducen a alcanzar el éxito19. Por cuanto nuestros referentes de estudio son documentos que informan del ejercicio de las autoridades indígenas en el contexto colonial, no será posible discutir la acción política de acuerdo con un virtual ejercicio muisca. Pero la observación no sólo atiende a la dificultad de las fuentes de análisis, ya advertida por Cohén 20 , sino que al saber que la política no es un campo exclusivo e independiente de las relaciones sociales, avanzaremos sobre el aserto foucaultiano según el cual el análisis no puede restringirse a la juridicidad del poder representado por la maquinaria administrativa, a las ideologías que justifican la dominación o al control negativo de la voluntad de los demás. La política constituiría una estrategia más o menos global que intenta coordinar y dar sentido a un conjunto de relaciones de fuerza que atraviesan el cuerpo social, generadas a partir de regímenes de verdad, formas de conocimiento que dan sentido a tecnologías de dominación11. Invadiendo los intersticios de la sociedad, su legitimidad, su autoridad, sus actos e influencia, no sólo tienen fuente sino que intervienen las relaciones sociales, económicas o religiosas; ejercicio del poder que hace partícipe de la política a la sociedad en su conjunto y cuya dinámica ha venido siendo enfatizada desde Gluckman, Leach, Balandier22 y otros autores. Sin embargo, a diferencia de la relativa autonomía de la micropolítica del poder, enfatizada por Foucault, en la sociedad muisca su ejercicio estaba cimentado, precisamente, en las estrechas relaciones de integración social de los comuneros con quienes los españoles interpretaron como autoridades separadas del común de las gentes. Ciertamente, el control del poder se orienta al dominio de recursos estratégicos, materiales y no materiales, de los cuales deriva su propia reproducción pero, más allá del análisis de los mecanismos, de los procedimientos y del discurso, encuentro indispensable develar qué es lo que pretende intervenir, cambiar o reproducir. Para comprender el cambio, sus procedimientos y el alcance de sus resultados, es necesario entender qué se pretende transformar, tarea relativamente accesible durante el proceso. Es por ello que más allá de los instrumentos de que se vale el ejercicio de la política o, como otras veces se 19 Swartz, Turner y Tuden, 1966; McGynn y Tuden, 1991. Cohén, 1965:869. 21 Foucault, 1992: 158, 182; 1975, 1995. 22 Gluckman, 1965; Leach, 1976; Balandier, 1969. 20 22 PROLOGO argumenta, los procedimientos para la toma de decisiones, la arena de la competencia política, o bien, la presunta autonomía de lo público, concentraré el análisis en las relaciones sociales y los fundamentos ideológicos que eran el soporte del poder. Como ha afirmado Bourdieu: La política es el lugar por excelencia de la eficacia simbólica, acción que se ejerce por signos capaces de producir cosas sociales, y en particular grupos23. Siendo este estudio una lectura de "lecturas" sobre prácticas e interpretaciones, tenderá a reconstruirle como habitus: ...un sistema de esquemas de producción de prácticas y un sistema de esquemas de percepción y de apreciación de las prácticas1'1. Analizará la relación de significación que comunica las relaciones sociales y las representaciones del poder, rastreadas a través del análisis de los fundamentos organizacionales que le daban asiento y los símbolos dominantes 25 que desde la mitología y el ritual buscaban explicar su naturaleza y legitimaban su lugar en la reproducción social. En ambos casos, atenderé a su proyección espacial. Con respecto a las fuentes, recurriré a Relaciones de los conquistadores, a los cronistas coloniales y a los documentos de la administración hispana que, durante el primer siglo de la Conquista y la Colonia de la Nueva Granada, informan sobre los muiscas del altiplano central de Colombia, que progresivamente limitaré a la sede del zipazgo. La documentación ha sido 23 Bourdieu, 1990: 307. Bourdieu, 1996: 134. "La pratique est á la fois néccesaire et relativemente autonome par rapport a la situation considérée dans son inmédiateté ponctuelle parce qu'elle est le produit de la relation dialetique entre una situation et un habitus, entendu comme un systéme de dispositions durables et transposables qui, intégrant toutes les experiences passées, fonctionne a chaqué moment comme une matrice de perceptions, d'adppréciations et d'actions, et rend posible l'accomplissement de taches infmiment differenciées, gráce aux transferís analogiques de schémes permettant de résoudre les problémes de méme forme et gráces aux corrections incessantes des resultáis obtenus, dialetiquement produtes par ees résultats".... "L'habitus est la médiation universalisante qui fait que les pratiques sans raisons explicite et sans intention signifiante d'un agent singulier sont néanmois "censes", "raisonnables" et objectivement orchestrées: la part des pratiques qui rest obscure aux yeux de leur propres producteurs est l'aspect par lequelle elles sont objectivement ajustées aux autres pratiques et aux structures dont le principe de leur production es lui-méme le produit" (Bourdieu, 2000: 261-262; 273-274). 25. Turner, 1967; Cohén, 1974. 24 [23] EL SOL D E L PODER reiteradamente citada para confrontar sus versiones como instrumento de la reconstrucción de la historia colonial, en particular las aseveraciones de los cronistas contrastadas con la información administrativa que reposa en los archivos. Pero, tanto unos como otros debían responder a requerimientos de la Corona como las Relaciones en su mayoría dirigidas al rey, o los cronistas, en su mayoría clérigos, quienes afanados por vindicar la intervención hispana leyeron documentos antecedentes y mantuvieron eventuales conversaciones con indígenas matizando persistentemente sus aseveraciones con aprehensiones católicas y justificaciones de la Conquista y la Colonia guiados por las autoridades, la reglas de la retórica26 y la cultura medieval27. En los documentos administrativos es posible advertir el filtro de las preguntas del oficioso, de la traducción o del escribano, habida cuenta que buena parte de su información se obtuvo mediante procedimientos inquisitoriales de la maquinaria judicial colonial que justificaba el tormento, el terror, la cárcel e, incluso, la muerte. Más allá de la virtual certeza de las argumentaciones obtenidas por la repetición en distintas fuentes, citaré una selección ilustrativa de cuya reiteración lo que interesa es el análisis de ciertos principios básicos en los que descansaban la sociedad y la cultura de los muiscas, cuya coherencia será resultado de la confrontación de tales principios en diferentes campos de realización social y simbólica, como: un sistema de disposiciones para la práctica, un fundamento objetivo de conductas regulares2*. Como se sabe, a diferencia de México o Perú, para la Nueva Granada todavía no contamos con versiones nativas y, aunque he apoyado ciertas afirmaciones con datos arqueológicos, aún debemos esperar nuevas sistematizaciones para afianzar mejor nuestras interpretaciones. Esta lectura no hubiera sido posible sin los estudios que, encabezados por los profesores Friede, Colmenares, Jaramillo Uribe y Tovar, permitieron distinguir las características y el impacto de la intervención hispana sobre la sociedad y la cultura de los muiscas. Pero, como ya puede advertirse, la parte nuclear del referente conceptual que respalda la discusión y la crítica de la documentación hispana proviene de la etnología. Mi propia experiencia etnográfica aguzó la lectura de 26 Borja Gómez, 2002. Cuyos rasgos más notables pueden consultarse en Weckmann, 1993. Ver también López, 1999. 28 Bourdieu, 1996: 84. 27 [24] PROLOGO las descripciones coloniales y obligó la consulta de investigaciones realizadas entre otras sociedades con rasgos organizacionales similares a los muiscas. También examiné estudios sobre sociedades andinas contemporáneas de los muiscas y, luego, de las que actualmente exhiben similitudes en sus tradiciones culturales como las que en los altos Andes se ha venido discutiendo compartirían un pensamiento andino29. Fueron de vital ayuda las descripciones etnográficas de otros pueblos de los Andes colombianos, sobre todo de aquellos que, pertenecientes al mismo tronco lingüístico de los muiscas, sabemos que sus antepasados no sólo mantuvieron relaciones con éstos, sino que sus actuales descendientes participan de notables similitudes socioculturales materia de futuros estudios pues, según lo advertido, nuestro foco de atención es destacar las distintivas expresiones sociales y culturales muiscas. Resultará claro, entonces, que no obstante el acercamiento a la historia, esta lectura de ninguna manera se propone realizar una reconstrucción histórica. Pero sí pretende intervenir la historia de los muiscas. Y es que su identidad, como la de otros pueblos de América, participa de aquella paradoja inaugurada desde tiempos de la Conquista... Al fracturar su historia, la Conquista impuso la ilusoria esperanza de sumar sus pueblos y culturas a Occidente. Desde entonces, afanosamente se dirigen a alcanzar ese más allá, fusión del tiempo y el espacio al que propuso la meta que hoy, eufemísticamente, se denomina globalización. Entre tanto, se pretende llevar al olvido el camino recorrido convirtiéndole en testimonio "pre"-histórico, pues la historia de su identidad se convierte en lastre inoportuno que retardaría el camino hacia tal futuro. Por cierto, cuando hoy las gentes de Bosa, Chía, Suba, Cota, Sesquilé y otras más del altiplano declaran su identidad muisca, se demanda la demuestren, para luego desmentirla. Consciente de las poderosas transformaciones que han ocurrido durante estos cinco siglos, este texto busca contribuir a tejer esos hilos de su raigambre cultural que proyectándose en las gentes actuales hunde sus raíces en el pasado. Como lo dicen ellos mismos: Somos los muiscas actuales... Rostworowski, 1983; Albo, 1988; Dover et al, 1992; Urbano, 1993. [25]