Universidad de Guadalajara Centro Universitario de los Altos Maestría en Administración de Negocios Dirección de Capital Humano Mtro. Juan Martín Flores Almendárez. Enfermedades profesionales del siglo XXI L.A. Mario Alberto González Chávez. Tepatitlán de Morelos, Jalisco a octubre 06, 2018. “No cambies la salud por la riqueza, ni la libertad por el poder.” aseveraba Benjamin Franklin, y lastimosamente comentaba que “la salud de muchos hubiera sido mejor si sus riquezas hubieran sido menores.”, y hoy en día, tal vez estas palabras tengan mejor y mayor impacto en nuestras vidas. La mejor salud, según Esquilo de Eleusis, tiene un límite, y estoy de acuerdo con él, ya que hemos estado más preocupados que ocupados en las actividades laborales por el mañana que por las consecuencias que pueden acarrear en el mañana si no prestamos atención a un límite y parámetro en los seres humanos: el tiempo. José (Pepe) Mujica, en una entrevista para una película-documental llamada “HUMAN”, hablaba sobre la felicidad: “O logras ser feliz con poco y liviano de equipaje, porque la felicidad está dentro tuyo o no logras nada”, argumenta, “Esto no es una apología de la pobreza”, explicaba, “Esto es una apología de la sobriedad.” Afirmaba, (No concuerdo con su ideología marxista pero, tiene un punto para los fines de este escrito), “pero como hemos inventado una sociedad de consumo y la economía tiene que crecer, porque si no crece es una tragedia; inventamos una montaña de de consumo superfluo y lo que estamos gastando, explica, es tiempo de vida.”; que es muy cierto en cuanto a lo que se gasta es el tiempo, cosa que argumento que es un límite y un parámetro para el ser humano; continua José Mujica explicando que, “cuando yo compro algo o tú, no lo compras con planta (dinero). Lo compras con el tiempo de vida que tuviste que gastar para tener esa plata; pero con esta diferencia: La única cosa que no se puede comprar es la vida. La vida se gasta y es miserable gastar la vida para perder libertad.” Poderoso mensaje que, al igual que el de Bemjamin Franklin, deben de tomarse en cuenta: En pleno siglo XXI y con las economías pujantes, el tiempo es la medida de todo. Los individuos estamos valorando las cosas, no por el grado de satisfacción que nos provocan sino con la rapidez que esto ocurre y es una premisa que ha dado lugar a que, ante todo y después de nada, el tiempo es la medida de todo. En los centros de trabajo desde la Revolución Industrial hasta llegar a Ford, el tiempo fue un factor de costo donde la intensificación, la economicidad y la productividad, dieron pie a que los empleados comenzaran a experimentar ciertos fenómenos que menguaban su salud y por ende, su productividad. Con el paso de los años la evolución de las ciencias sociales y económicas, de la mano con las de la salud han visto que el individuo sigue experimentando estos fenómenos laborales, a los cuales los ha definido como enfermedades profesionales. El bornout, el workaholic y el mobbing son enfermedades que ocasionan trastornos emocionales que se derivan en enfermedades potenciales a nivel físico y psicológico. El bornout, mejor conocido como el síndrome del quedado o síndrome de quemarse en el trabajo que está vinculado con el estés causado por el trabajo y el estilo de vida del empleado, cuyos síntomas más comunes son la depresión y la ansiedad, cuyas principales causas son el entorno laboral y las condiciones de trabajo. El whorkaholic es una tendencia a pasar más horas en el trabajo o realizando actividades laborales de las que se requieren, que termina siendo una adicción al trabajo. Las causas son varias pero hay 5 que describen a una persona con esta adicción: Los hábitos alimenticios cambian por ende, el peso del mismo aumenta o disminuye, las relaciones intrapersonales se ven afectadas, las actividades se realizan en horas extras, ya sea en el lugar de trabajo o en otro lugar, lo cual, no tiene un límite y eso tiende a transformar la realidad en una donde el “éxito “ es la regla. Y el mobbing o acoso laboral en donde la competitividad resulta ser una guerra en donde se desmoraliza a la contraparte para controlar su desempeño cuyo alcance termina siendo de consecuencias mortales. Sí, el trabajo dignifica al ser humano porque éste es una extensión del mismo, donde el desempeño, habilidades y capacidades modifican el ambiente en una cosa o un servicio que resulta ser de valor para otros individuos y satisfacen ciertas necesidades, pero, ¿a qué costo? El costo es una medida que nos ayuda a determinar un precio, el cual, es el reflejo del valor de la cosa o servicio en cuestión que pretende en el individuo, satisfacer una necesidad específica pero, es en este individuo, en sus capacidad y límites, el de determinar cuál es el límite de la capacidad humana para satisfacer esa necesidad del o de los individuos. El mundo está cambiando y el tiempo, así como el espacio, es la medida que le da forma a lo que tiene existencia; lo define y tiene un propósito, en ese mismo sentido, nos debiésemos de preguntar ¿cuál es nuestro objetivo? Adam Smith determinaba, en su libro “La riqueza de las naciones”, que el egoísmo es bueno porque, frecuentemente, en busca del interés o beneficio propio, el individuo, sin saber hasta dónde y a cuántos más individuos, su acción iba a beneficiar a otros más, pero, en su libro “Teoría de los sentimientos morales, Adam Smith argumentaba que por más egoísta que se quisiera saber que al ser humano, había evidencia que había elementos en su naturaleza que lo hacían interesarse en la suerte de otros seres humanos, y que esto, de tal modo, que la felicidad de esos seres humanos le es necesaria, aunque de ello no tuviese ningún beneficio, sino, sólo el placer de presenciar esa felicidad, lo que se le conoce como simpatía. Es pues, en esa simpatía lo que me hace concluir que, más allá de la producción de riqueza, debiésemos de tener simpatía de manera egoísta cuyo fin sería un interés o beneficio propio que, abonaría, sin saber a dónde y a cuántos, en un beneficio mayor y que a la larga, sería en el de prolongar la felicidad con la evidente relación con la salud física y mental; tal como lo aseguraba el pintor español, Pablo Ruiz Picasso: “Tu mejor capital es tu salud. Aprovéchala. Si es buena, no la malogres; si no lo es, no la estropees más.”