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Comala

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COMALA, PUEBLO MÁGICO O ZONA CONURBADA
Ma. Ángeles Olay Barrientos1
Resumen
Comala, la que blanquea la tierra en la hermosa llanura verde, es una de esas
localidades que ha alcanzado el imaginario colectivo a través de la creación
literaria. Su posición geográfica ha sido sin duda fundamental en su devenir
histórico pues al ubicarse al pie del volcán de Fuego de Colima, en un espacio en
el cual su falda se torna suave y sus torrentes de agua se tornan manejables y
atractivas para la agricultura, fue tempranamente habitado por el hombre y a lo
largo del tiempo, comunidades diversas le confirieron el carácter peculiar que
todavía aún, a duras penas, mantiene. Fue esta singularidad la que le permitió
ingresar de manera temprana (2002) en el listado de localidades definidas por la
Secretaría de Turismo como pueblos mágicos (Sectur, 2008). No obstante, entre
el 2002 y el 2010 ha venido floreciendo de manera incontrolable el fenómeno de la
especulación innmobiliaria cuyos beneficios económicos se encuentran de manera
evidente, confrontadas con las pautas de conservación histórica y ecológica que
ha caracterizado a la localidad. El presente trabajo pretende esbozar la valía de
las variables que sustentan las diferentes acciones de conservación que han sido
emprendidas hasta ahora y la necesidad de clarificar y negociar las pautas que
deberán si no contener, si ordenar la paulatina e inevitable conurbación que se
avecina.
1.- El valle de Colima, un escenario compartido
Una de las características del pequeño estado de Colima es que por encontrarse
entre el océano Pacífico y las faldas del Eje Volcánico, sus condiciones climáticas
está marcadas por las diversas altitudes que presentan sus planicies costeras, sus
valles ubicados en el pie de monte y sus ámbitos serranos; su diversidad se
manifiesta en paisajes con distintos rangos de temperatura y humedad y por ende
1
Profesora Investigadora Titular “C”, Centro INAH Colima, [email protected]
1
también en diferencias de flora y fauna. Dominando el centro norte del estado se
encuentra el valle de Colima el cual se despliega en forma de abanico sobre la
falda sur del volcán de Fuego mostrando una pronunciada pendiente en sus partes
altas (alrededor de los 1,700 msnm) y suavizándose paulatinamente hacia el sur,
donde sus lomeríos se transforman en la ladera tendida que culmina en la margen
izquierda del cauce del río Armería, a los 400 msnm. El valle es compartido por los
actuales municipios de Comala, Villa de Álvarez, Colima, una pequeña parte de
Coquimatlán y casi todo el municipio de Cuauhtémoc. (Inegi, 1981).
Este espacio ha sido, desde tiempos prehispánicos, una comarca favorable a la
vida humana razón por la cual posteriormente los españoles y los sucesivos
estados nacionales ubicaron en este lugar la sede del poder político regional. De
tal suerte, en el valle encontramos los grandes asentamientos prehispánicos –El
Chanal, La Campana- y posteriormente la villa española que se convertirá con el
tiempo, en la capital política del estado de Colima.
La villa de Colima fue, durante todo el virreinato, una localidad con escasa
población debido al impacto de la conquista y la colonización española. Se tienen
noticias que para el año de 1548 existían apenas 17,923 habitantes en toda la
Provincia. Estimaciones efectuadas hacia1697 hablan apenas de 3,534 habitantes
-la más baja densidad demográfica documentada para la historia de Colima-; sin
embargo, en los albores de la independencia la población había repuntado hasta
alcanzar los 19,000 habitantes (Reyes, 1997:51). Los censos realizados durante
el porfiriato dan cuenta que hacia 1877 Colima contaba con 65,827 habitantes y
hacia 1910, con 77,704. (Secretaría de Economía, 1956:9).
Fue a partir de las últimas décadas del siglo pasado cuando el crecimiento
demográfico adquirió un notable crecimiento. Así, hacia 1970 Colima alcanzó una
población de 241,153 habitantes, cifra que se duplicó para 1992. En la década
1960-1970
la
tasa
estatal
de
crecimiento
medio
anual
fue
de
3.9%
incrementándose al 4.6% en el período 1970-1980. Es interesante señalar en este
2
punto un fenómeno particular de Colima, desde 1950 el porcentaje de la población
urbana ha aumentado progresivamente, de manera que a partir de 1960 la mayor
parte de la población -62%- habría dejado de tener un perfil rural (Inegi, 2001)2.
Dado el crecimiento demográfico que mostraba el país y acorde a las pautas
establecidas por numerosos estudiosos del urbanismo en el mundo los cuales
impulsaron la necesidad de ordenar y reglamentar el crecimiento de las grandes
ciudades, el Estado mexicano promulgó la Ley General de Asentamientos
humanos (1976). La expedición de esta ley fue establecida como un mecanismo
preventivo que aspiraba a ordenar el enorme crecimiento que experimentaron la
mayor parte de los espacios urbanos de México. El éxito logrado a lo largo y
ancho del país fue heterogéneo, acorde a las propias pautas de cada región, de su
diferenciado desarrollo social y sus peculiares formas del ejercicio del poder
económico y político. En el caso de Colima, el ordenamiento territorial prohijó el
decreto firmado hacia1983 cuando se fijaron los límites del Centro de Población
Conurbado de Colima-Villa de Álvarez3 al cual posteriormente (1997) se integraron
los territorios Comala, Coquimatlán y Cuauhtémoc con el propósito de planear de
manera conjunta y coordinada el desarrollo de los centros de población
comprendidos en sus límites. Fue apenas hacia abril del 2010 cuando se creó el
Consejo para el desarrollo integral de la zona metropolitana de Colima-Villa de
Álvarez donde se integró no sólo a estas poblaciones sino también a las
cabeceras municipales de Comala, Cuauhtémoc y Coquimatlán (Diario Oficial del
Estado de Colima, 2010).
Esta apretada síntesis da cuenta de cómo la región ha enfrentado una gran
variabilidad demográfica a lo largo del tiempo y de que, como el resto de la
república, no ha podido sustraerse al acelerado crecimiento demográfico de las
últimas tres décadas las cuales han incrementado, de manera notable, la
2
Para 1990 el 84% de la población habitaba en 18 localidades urbanas del estado,
mientras el resto, menos de una quinta parte de la población se encontraba dispersa en
más de 900 localidades rurales, de las cuales 84% no llegan a 100 habitantes.
3
Decreto número 71 publicado en el Periódico Oficial "El Estado de Colima" del 16 de
julio de 1983. Estos límites fueron modificados con un segundo decreto publicado hacia el
1 de noviembre de 1997.
3
población que habita en sus ciudades.
Aún cuando no se aborde en este
apartado, el crecimiento poblacional deriva de una gama de circunstancias
económicas, políticas y sociales que cada vez se tornan más complejas en la
medida en la cual el Estado nacional viene perdiendo fuerza ante el rostro de las
grandes
compañías
trasnacionales
cuya
personalidad
es
referida
eufemísticamente como producto irreversible de la globalización y la cual, al
parecer, viene determinando las pautas de crecimiento económico.
Señalo lo anterior debido a la relevancia que ha venido adquiriendo el puerto de
Manzanillo, en principio como aduana por la cual se introducen y se exportan
buena parte de los productos e insumos utilizados en diversos rubros de la
economía nacional;4 a partir de las decisiones tomadas a lo largo de este sexenio,
Manzanillo cuenta ahora con una planta regasificadora en la cual se depositará en
tránsito el gas natural procedente del Perú con objeto de ser trasladado -mediante
gasoductos- a los puertos ubicados en el extremo norte del litoral del Golfo de
México. Esta acción aparentemente supone poner a disposición de Estados
Unidos un recurso energético de primer orden sin pagar ningún costo ecológico y
deja en claro que las decisiones que afectan a la población de las regiones
involucradas en este intercambio comercial, no son dirimidas a través de
mecanismos soberanos de decisión política.
El establecimiento de estas costosas infraestructuras deja en claro que la región
se encuentra en el escenario inédito que supone enlazarse a entidades externas
de decisión que afectarán en el mediano plazo las directrices económicas,
políticas y sociales y que terminarán por modificar las pautas culturales. Al
respecto, no puede dejar de mencionarse que una de las consecuencias sociales
del Tratado de Libre Comercio suscrito por el gobierno mexicano hacia 1994, fue
el paulatino abandono de políticas que alentaran la productividad agropecuaria de
4
Esta visión de Manzanillo como un pilar del desarrollo nacional se evidencia a partir de la
decisión del gobierno de Porfirio Díaz de introducir una vía férrea que comunique a la
capital no sólo con el Océano Pacífico sino que a la vez, enlace a la segunda ciudad del
país, Guadalajara (Ver Ortoll, 1996 y 1997).
4
los campesinos temporaleros del país. A 16 años de su vigencia el panorama del
campo mexicano es desolador no sólo por la creciente emigración campesina a
las grandes ciudades o a los Estados Unidos, sino también porque el fenómeno ha
coincidido con el crecimiento de las manchas urbanas de las ciudades medias del
país la cual ha propiciado el cambio del uso del suelo, la especulación inmobiliaria
y la rápida proletarización del campesinado.
2.- Comala, un paisaje surgido de la historia.
Comala es la cabecera de uno de los dos municipios más pequeños del estado de
Colima –el cual cuenta con10-; su superficie es de 254 km2 que significan apenas
el 4.5% del total de la entidad. Su cabecera municipal se encuentra a 6 km de la
mancha urbana de Villa de Álvarez.
En términos visuales se trata de una región sumamente atractiva pues el
escenario es dominado por las siluetas de los volcanes de Colima: al fondo el
volcán de Nieve y al frente el volcán de Fuego el cual, al mantenerse activo,
muestra constantemente su fumarola humeante. Dado que se trata de la ladera
ascendente hacia el volcán de Fuego, las mismas se muestran arboladas con
comunidades arbóreas características del bosque templado, aciculifolio, esclerófilo
y enterifolio, que requiere diversos grados de humedad. La composición florística
de estos bosques incluye a la mayor parte de las especies de pinus, mismos que
presentan una notable adaptación ecológica, encontrándoseles desde los 300
hasta los 3,500 metros sobre el nivel del mar.
Se mencionó ya que el espacio ha sido sumamente atractivo para la vida humana
en virtud de que desde el volcán bajan innumerables arroyos que pueden ser
utilizados en el momento en el cual la pendiente del terreno se torna suave y el
agua deja de correr en el medio de cañadas. Además, a pesar de que las terrazas
aluviales suelen tener suelos jóvenes y mucha escoria producto de los recurrentes
eventos volcánicos, sus estratos son ricos en nutrientes a causa, justamente, de
5
las periódicas lluvias de ceniza. En otras palabras, el espacio fue propicio para la
agricultura, la actividad económica básica de los mesoamericanos.
Isabel Kelly (1980) documentó la existencia de de pobladores en el área en fechas
tan tempranas como el 1,500 a.C.; posteriormente los trabajos arqueológicos
realizados en las inmediaciones de la cabecera municipal han dejado en claro que
el estudio del área es fundamental para la comprensión de los fenómenos sociales
desarrollados con posteridad en una etapa sincrónica al esplendor de Teotihuacán
en el centro de México. Este periodo es conocido fundamentalmente por la
propagación del patrón funerario conocido como tradición de tumbas de tiro, la
cual se caracterizó por su bello ajuar funerario consistente en la elaboración de
bellas
terracotas
que
reproducían
imágenes
del
hombre
así
como
representaciones de flora y fauna. En buena medida el estudio de los pueblos que
se caracterizaron por estos rasgos es fundamental para entender el proceso
civilizatorio en el Occidente de México pues durante mucho tiempo se especuló
que en esta gran área no se habría sucedido el fenómeno urbano el cual, como se
sabe, caracteriza al Clásico mesoamericano.
Phil C. Weigand ha sido el autor más insistente en señalar que el Clásico se
aprecia en el Occidente a partir de la irrupción de la denominada Tradición
Teuchitlán, la cual se caracteriza por un manejo arquitectónico basado en
elementos circulares. Esta tradición sería la expresión compleja de la tradición de
tumbas de tiro que caracterizó a los grupos humanos de los territorios de Nayarit,
Jalisco y Colima (el denominado corazón del Occidente) en el periodo
comprendido entre el 200 a.C. y el 500 d.C., esto es, del Formativo tardío al
Clásico medio. Para este autor el núcleo de la tradición Teuchitlán se ubicó en el
centro norte del actual estado de Jalisco, en espacios ubicados entre las faldas del
volcán de Tequila y la laguna de La Magdalena. Su hipótesis plantea que su
impacto se manifestó en la expansión de sus redes comerciales y en la
reproducción de sus característicos elementos constructivos en las áreas bajo su
égida.
6
El sitio arqueológico Comala –Potrero de la Cruz-, ubicado en el extremo NE de la
cabecera municipal, muestra en superficie un manejo del espacio arquitectónico
que remite claramente a la tradición Teuchitlán esto es, un patrón de asentamiento
caracterizado por plataformas y patios circulares. Las dimensiones de sus círculos,
de acuerdo con la clasificación propuesta por Weigand (1993) lo definen de
manera formal como un sitio monumental y por ende, relevante en términos del
papel que debió desempeñar al interior del desarrollo social de la región.
Al respecto, una de las condiciones inherentes al desarrollo urbano ha sido el de la
manera en la cual las sociedades prehispánicas desarrollaron estrategias de
intensificación agrícola que hubiera permitido la alimentación de una gran
población, el que grupos de artesanos se dedicaran a la producción de bienes de
consumo susceptibles de ser intercambiados en redes regionales e incluso,
participando del comercio de aquellos bienes suntuarios que consumían las elites
mesomericanas (jades, turquesas, conchas marinas).
En este sentido, la posibilidad de proteger y estudiar el sitio Comala supone la
posibilidad de esclarecer la existencia de sociedades complejas en un periodo que
hasta ahora ha sido definido como un momento en el cual en Colima sólo existían
aldeas agrícolas. Esta sin embargo, no es la única razón.
Dado que los asentamientos prehispánicos mayores encontrados en Colima se
encuentran en la parte centro/norte del valle de Colima -El Chanal, La Campana-;
se tiene la hipótesis de que las corrientes aprovechables para la agricultura eran
las que bajaban de las partes altas del volcán de Fuego, pues los grupos más
cercanos a las fuentes originales del agua tenían mayores posibilidades de desviar
o utilizar antes que nadie sus caudales. Es claro que en una sociedad agrícola el
grupo que tiene el control del agua, tiene el poder.
Así, dado que el área en la cual se ubica el sitio arqueológico Comala refiere a un
lugar privilegiado en cuanto a corrientes de agua y manantiales se ha planteado
7
como hipótesis de trabajo, que los sistemas de riego utilizados a lo largo del
periodo colonial, el siglo XIX y buena parte del XX tuvieron su origen en sistemas
organizados por los grupos prehispánicos. La ubicación del sitio Comala respecto
a estos sistemas deja entrever la posible gran antigüedad de los mismos. Al
respecto Pedro Armillas propuso la posibilidad de que los grupos que habitaron el
valle durante el periodo Clásico hayan desarrollado algunas estrategias destinadas
a incrementar la producción agrícola encontrando plausible la existencia de
canales de riego para esta etapa en Colima (Armillas, 1991:147).
La importancia que tuvo el control sobre las avenidas de agua procedentes de las
partes elevadas del valle de Colima se puede apreciar a través de algunos
elementos enunciados en las fuentes documentales del siglo XVI. Es en esta
tesitura en donde pueden retomarse las noticias relativas a la existencia de
sistemas agrícolas intensivos en el área de Comala. Siguiendo la descripción de
Ciudad Real relatando la visita del Padre Ponce:
Pasó de largo el padre comisario, y andada media legua de cuesta abajo, llegó aún antes
que fuese de día al mesmo río de Tuchcacuexco; pasólo muy bien porque aunque llevaba
mucho agua va muy ancho y tiene buen vado, limpio de piedras; luego subió una
costezuela y mal reventón, y andada otra legua y media de buen camino, en que se pasan
tres arroyos, llegó muy temprano a un bonito pueblo de la mesma guardianía de Colima,
llamado Comalan; hízole allí buen recibiemiento […] En aquel pueblo muy fresco y fértil,
hay en él muchos platanares, cógese mucho maíz y algodón y algo de cacao, y todo se
riega con acequias de agua que entran en el mesmo pueblo, sacadas de los arroyos que
corren por ahí juntos (Ciudad Real, 1993: 142-143).
El texto es claro en relación con la utilización de canales (acequias) y de que los
mismos fueron obra de las indígenas puesto que el agua que corre por los mismos
fue sacada de los arroyos que corren por ahí juntos. Si recurrimos a la vez a la
información ofrecida por la Suma de Visitas encontraremos que:
Comala. Este pueblo está legua y media de la villa de Colima, tiene ciento y diez y siete
casados; dan cada año cuarenta y ocho mantas y cien hanegas de maíz y servicio para
una huerta de cacao. Tecomachan sugeto a Comala tiene cincuenta tributarios casados y
dan cada año treynta y seis mantas y cuarenta hanegas de maíz y yerva en la villa; tiene
de termino pueblo y estancia dos leguas; esta en la ribera del río de Colima, parte
terminos con la villa y Zapotitlan. (Del Paso, 1905: T.1 p. 82).
8
Si bien en este texto no se habla de manera directa de las características de la
agricultura de la región, sí se refuerzan los datos respecto al cultivo del maíz y el
algodón (de cuyo material eran las mantas), así como del servicio que se daba a
las huertas de cacao que sólo podían mantenerse mediante el riego. El mismo
Lebrón en su renombrado trabajo Memoria de las huertas de cacao que hay en la
provincia de Colima (incluida en su Relación de 1554), afirma que Alonso Carrillo
tenía una huerta junto a las casas de Comala, el río en medio de donde disfrutaba
el beneficio de 12 000 “casas” de cacao (24 000 árboles) (Lebrón, 1988: 118).
La historia de Comala durante el período colonial transcurre al amparo de
fenómenos sociales peculiares en contraste con el resto de la provincia de Colima
en la cual se sucede un proceso irreversible de despoblamiento (Nettel, 1993).
Como se señaló en la cita anterior, Comala mantenía sujeta a una población
nombrada como Tecomachan a la cual algunos autores han identificado como
Suchitlán (Reyes, 1994: 121).5 La cabecera fue otorgada en encomienda a
Bartolomé López en 1532, con un total de 40 indios (Reyes, 2003: 7) los cuales,
siguiendo los parámetros empleados por Sherburne Cook y Lesley B. Simpson en
1948, darían cuenta de 160 individuos (Cook y Simpson, 1948). A partir de esta
cantidad inicial, Juan Carlos Reyes percibe que la localidad parece no resentir la
rápida disminución de sus miembros que se apreciaba en prácticamente todo el
resto de la provincia:
Pasados catorce años, en 1546-47, la población casi se había triplicado, alcanzando 468
individuos. Luego, seis años más tarde, en 1533, superaba ya la cifra de los 500
habitantes; y alcanzó el tope de 668 en el año de 1565. A partir de ahí declinó. Hacia
1570 se encontraba reducida a 600; y para el fin de siglo, hacia 1597, Comala-Suchitlán
contaba con sólo 548 vecinos indígenas (Reyes, 1994: 121).
Ante esas cifras Reyes se pregunta la causa de que, a diferencia de las demás
congregaciones indígenas, Comala y Suchitlán no sólo no hayan decaído sino
5
“Existen varios documentos que hacen referen ia a un pueblo indígena sujeto a Comala.
Este recibió diferentes denominaciones: Macastapalo, Cecamachantla, tecomachán,
Anacastapala, Nacastapala y Tecamachantla, al parecer se trataba de un solo pueblo […]
Sin que pueda afirmarse de manera categórica, es posible que aquella comunidad haya
sido el núcleo alrededor del cual se formó Suchitlán”.
9
incluso hayan experimentado un sensible incremento en su población. La
preeminencia del elemento indígena en esta área permitió que la misma pudiera
transformarse en República de Indios la cual, hacia 1789, contaba con 125
familias de indígenas. Esto quiere decir, en términos jurídico-económicos, que si
bien Comala fue en sus inicios una encomienda, hacia la segunda mitad del siglo
XVI las tierras no eran ya propiedad de un peninsular, sino que se habrían
transformado en un bien comunal, a pesar de que su población dependiera
administrativamente de la Alcaldía Mayor de Colima y religiosamente del convento
de San Francisco en Almoloyan. Hacia los albores de la independencia sin
embargo, los españoles y mestizos habrían ido apoderándose de las fértiles tierras
de Comala y arrinconado, cada vez con mayor ímpetu, al elemento indígena hacia
Suchitlán. Para Reyes esta trayectoria indígena de Comala-Suchitlán fue la que
hizo que el área no adquiriera, durante la colonia, la relevancia económica que sus
notables recursos le habrían permitido.
Estas reflexiones tienen que ver, básicamente, con el hecho de que las
renombradas huertas de Comala se mantuvieron en manos de los indígenas
prácticamente todo el período colonial. Si bien es difícil conocer el uso que durante
ese tiempo le dieron a los sistemas de riego, no puede dejar de señalarse que el
área conservó buena parte de su infraestructura agrícola. Ello se puede apreciar a
partir de una variable fácilmente identificable: su espacio no fue utilizado como
estancia de ganado. Ello tuvo un particular significado toda vez que la región se
ubica justamente al norte de la villa de Colima, espacio que quedó prácticamente
desierto de localidades indígenas, lo cual ha sido explicado como consecuencia de
la introducción de cientos de cabezas de ganado (Sauer, 1990). Las huertas
mantuvieron el cultivo del cacao hasta fines del siglo XIX, es por ello que viajeros
como Alfredo Chavero reportan lo siguiente:
Colima está rodeada de hermosísimas huertas […] en ellas se produce también cacao de
muy buena clase. Estas plantas se siembran de bajo de [otros árboles], pues necesitan no
recibir ni mucho sol ni mucha sombra, sino el calor que dejan pasar las hojas […] rayos de
sol que podemos decir que pasan cernidos entre sus ramas (Chavero, 1987: 83).
10
A más del control de agua sobre las huertas de cacao (y que a partir de fines del
siglo XIX se cultivaron con café), las terrazas aluviales existentes entre cada
arroyo podían ser regadas por canales procedentes tanto de presas derivadoras
como de almacenamiento. El riego por esta vía se realizaba en las partes altas y
medias pues las bajas podían utilizar agua a partir del sangrado de los arroyos.
Es probable que en estas parcelas se haya sembrado (además de maíz, frijol,
calabaza y chile) el renombrado algodón que fue tributado a los españoles durante
el periodo colonial y aun antes, durante buena parte del desarrollo prehispánico.
El mantenimiento de estos sistemas de riego parece haber perdurado todavía, la
primera mitad del siglo XX. Como lo reseña María Luisa Sandoval hacia 1968, los
riegos seguían realizándose desde el mes de noviembre y “contando con
escurrimientos durante los meses de diciembre, enero, febrero y marzo” a fin de
proporcionar humedad a cultivos como el limón, árboles frutales, frijol y forrajes en
una extensión de 200 hectáreas. Es evidente que la agricultura del siglo XX utilizó
ya otro tipo de tecnología que involucró no sólo herramientas distintas sino
también, otro tipo de fertilizantes entre los cuales, sin embargo, Sandoval destaca
la utilización de abonos verdes (Sandoval, 1969).
3.- Comala, pueblo mágico
Uno de los procesos que permitió la construcción del Estado nacional fue la
construcción de una identidad basada en elementos culturales tangibles producto
de nuestro desarrollo histórico. Ello explica la larga tradición mexicana respecto a
la definición y protección de su gran acervo patrimonial a través de legislaciones
diversas. Las primeras leyes procuraron la definición y protección de las
principales zonas arqueológicas y de monumentos históricos lo cual permitió
impulsar su conservación a través de la elaboración de normas de uso,
restauración y conservación (Olive, 1987). Estas acciones permitieron no sólo
impulsar el estudio, restauración y conservación de las principales zonas
arqueológicas del país y de sus más relevantes centros históricos, también
11
permitió que México cuente, entre 1987 y 2008, con 25 zonas patrimoniales
consideradas como patrimonio de la humanidad.6
No obstante estas distinciones, se sucedió una discusión referida a cómo el
territorio mexicano cuenta, de la mano con expresiones de aquellos monumentos
pensados y llevados a cabo por las elites, con una amplia gama de arquitectura
vernácula en las cuales, a pesar de las inevitables cambios, permanecen y
recrean muchas de las costumbres, creencias y rituales que han cohesionado a
las comunidades a lo largo del tiempo y los avatares económicos, políticos y
sociales. Estas construcciones domésticas se encuentran “ligadas a modos
tradicionales de vida y a nichos ecológicos específicos, generalmente inmersos,
por su condición campesina en la vida rural, pero que en la actualidad rebasan ya
ese entorno” (Amerlinck, 2008: 383). Hacia 1996 la “Carta del Patrimonio
Vernáculo Construido” del ICOMOS, afirmaba que ésta arquitectura simbolizaba
“la expresión fundamental de la identidad de una comunidad, de sus relaciones
con el territorio y al mismo tiempo, la expresión de la diversidad cultural del
mundo” la cual se encontraba en grave peligro de desaparecer a causa de los
procesos de homogenización cultural que promueve la globalización económica de
los últimos años (ICOMOS, 1996).
Parece evidente que el proceso de concentración urbano que se observa
acentuadamente en México es un fenómeno mundial que ha venido afectando el
modo en el cual las personas comienzan a percibir a su propia comunidad. De
algún modo, esta percepción de paulatina pérdida ha permitido que germinen
propuestas destinadas a contener influencias foráneas y resaltar las virtudes
culturales locales y regionales.
En el caso de Comala se debe mencionar que desde 1963, el pintor Alejandro
Rangel Hidalgo impulsó una iniciativa que la reconociera como Pueblo Blanco de
América. Posteriormente, los arquitectos Gonzalo Villa Chávez e Ignacio Gómez
6
Ver la página www.icomos.org.mx
12
Arriola realizaron, hacia 1983-85, un primer levantamiento arquitectónico de casas,
huertas y solares (Gómez Arriola, 1985) que permitió elaborar el expediente
técnico con el cual se impulsó la declaratoria de Comala como Zona de
Monumentos Históricos (1988).
Fue hacia cuando se instrumentó desde la Secretaría de Turismo el programa de
Pueblos Mágicos como un modo de revertir, en aquellos poblados tradicionales el
proceso de abandono y migración que ha venido suponiendo el desplome de las
actividades agrícolas y ganaderas. En otras palabras, convertir al turismo en una
fuente emergente de empleo (Sectur, 2008). Las primeras localidades en ser
reconocidas como tales fueron Mexcaltitlán, Huasca y Real del Catorce (2001);
Comala fue reconocido en el 2002 junto con otras 9 poblaciones.
Las declaratorias tienen el beneficio que supone recibir una serie de recursos
destinados al mejoramiento de la infraestructura urbana (plazas cívicas, cableados
subterráneos, regeneración de fachadas) y el impulso de aquellos servicios
requeridos por el flujo turístico (como el mejoramiento en la oferta de hospedaje).
Para ello se ha impulsado la creación de consejos comunitarios en los cuales se
establezcan mecanismos que permitan establecer las pautas que permitirán
consolidar a los pueblos mágicos como centros turísticos y con ello, se produzcan
derramas económicas.
La oferta turística de Comala se basa, como ha sido esbozada sucintamente
párrafos atrás, consiste en un entorno natural donde predominan arroyos, áreas
arboladas y una arquitectura de casas de adobe y techos de teja.7 Fue durante el
último año del gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado (el primer presidente
nacido en Colima), que las huertas que rodean Comala fueron declaras como un
área de protección ecológica.8 Se debe considerar, como se señaló al principio de
7
La vigilancia del entorno urbano a partir de la declaratoria como Centro Histórico se
encuentra a cargo de la sección de monumentos históricos del Centro INAH Colima.
8
Decreto expendido el 10 de junio de 1988. Área de protección de Recursos Naturales y
para uso de explotación hortícola, zona conocida como “Las Huertas”
13
este escrito, que debido a su posición geográfica sobre la ladera del volcán de
Fuego, el municipio cuenta con la mayor cantidad de decretos destinados a la
protección de entornos naturales que se encuentren inmersos en su territorio,9
éstos últimos sin embargo, se encuentran en áreas de montaña y por ende, sus
características de manejo son un tanto distintas.
Como lo han señalado algunos autores, en el caso de las huertas que rodean a
Comala es peculiar no sólo por su colindancia a un asentamiento humano sino
también por que las mismas conjuntan tres tipos de propiedad de la tierra: el
federal, el ejidal y el privado (Alcántara y Chávez, 2006:28). Gran parte del
problema es que, aún cuando, poco después de su declaratoria se elaboró el plan
de manejo respectivo, el mismo no ha instrumentado sus mecanismos de
operación.
4.- Comala, zona conurbada
A lo largo del siglo XIX y XX Comala conservó su carácter eminentemente rural,
una prueba de ello es su lento crecimiento demográfico a lo largo de este
periodo10 el cual, sin duda, fue reflejo de los diversos procesos económicos,
políticos y sociales que caracterizaron a la región.
La vocación agrícola de sus habitantes –herencia de su lejana raíz indígenapropició las condiciones que permitieron al líder agrario Gorgonio Ávalos solicitar,
en el marco de la Revolución Mexicana, las primeras restituciones de las tierras
9
Entre estos se encuentra el Parque Nacional de los Volcanes y el Cerro Grande,
decretado el 3 de agosto de 1936 y reformado el 26 de noviembre de 1940 (el 12% del
parque se encuentra en el municipio y el resto en el estado de Jalisco). El decreto de 14
de agosto de 1981 protege a la vez el área de El Jabalí que integra parte del volcán de
Fuego, la exhacienda San Antonio, La Becerrera, La Yerbabuena y las lagunas El Jabalí,
El Calabozo, La Escondida y La María. Finalmente, se cuenta con el decreto del 23 de
marzo de 1887 el cual crea la Reserva de la Biósfera Sierra de Manantlán, en fracciones
de los municipios de Comala, Minatitlán y otros de Jalisco. Alcántara y Chávez, op. cit. p.
28.
10
Hacia 1900 la población de Comala era de 6,257 habitantes; hacia el año 2,000 el
censo reportó 17,801, en el 2010 se cuantificaron 19,495. http://mapserver.inegi.org.mx.
14
enajenadas por la haciendas. El repartió agrario en Comala se llevó a cabo en el
periodo comprendido entre 1917 y 1966 en la cual se otorgaron un total de 11,014
ha repartidas entre doce ejidos (Alcántara y Chávez, ibidem: tabla 1); cuatro de
ellos se encuentran en la zona colindante a las áreas de crecimiento urbano de la
Villa de Ávarez: Comala, Nogueras, Suchitlán y El Pedregal.
Como lo demostró Alcántara (2007) para el caso de la zona conurbada de Colima
y Villa de Álvarez, los cambios realizados en el artículo 27 constitucional, han
prohijado la venta incontenible de las parcelas ejidales, impulsado procesos de
acumulación de la tierra y una creciente de especulación inmobiliaria. Estos
fenómenos han impactado, a la vez, en la creación de infraestructuras viales que,
desde el gobierno estatal, impulsan el cambio de uso de suelo a partir de
vialidades que incrementan su valor, lo tornan atractivo para la compra-venta y
promueve, en un círculo vicioso, la creación de nuevos fraccionamientos. Como lo
han demostrado Chávez y González (2010), el discurso oficial de construcción de
vivienda para abatir el déficit de la población que carece de ella, es cada vez más
difícil de sostener toda vez que existen amplios solares sin construir al interior de
los linderos acotados de la zona conurbada –lo que tornaría inútil seguir ampliando
las áreas de crecimiento- y a la vez se ha creado una sobreoferta que deja sin
sustento la necesidad de construir nuevas vialidades y con ello favorecer la
especulación en el proceso de compra-venta a los titulares de las parcelas de los
diversos ejidos afectados.
El caso de los señalados ejidos de Comala que se encuentran en este proceso,
sobresale el hecho de que sus titulares han venido construyendo figuras
irregulares debido a que sus solares, al tener un atractivo ecológico único, han
vendido fracciones desde antes de las reformas al artículo 27. Posteriormente, una
vez que han obtenido el dominio pleno, han preferido asociarse con particulares a
fin de que, cada uno de ellos, realice las obras de infraestructura requeridas como
introducción de luz y agua; estos copropietarios suelen construir casas bajo la
modalidad de habitacional campestre.
15
El impacto de una mayor cantidad de casas y personas ha promovido una suerte
de urbanización hormiga que, cada vez más, impacta el habitat de la zona. Debe
considerarse, a la vez, que buena parte de estos nuevos pobladores suelen arrojar
aguas negras y basura a los arroyos los cual, aunado a la falta de control sanitario
de tenerías y chiqueros, ha abatido la fauna nativa y la flora, a su vez, se
encuentra en pleno proceso de degradación (Plan Municipal de Desarrollo, 2001:
27). La falta de operación del plan de manejo destinado a proteger el área de las
huertas en este ámbito, se percibe más como una estrategia para debilitarla.
5. A modo de conclusión
A varios lustros de distancia parece evidente que los cambios al artículo 27
constitucional y el Tratado de Libre Comercio han propiciado el desplome de las
actividades agrícolas de prácticamente todo el país. Las comunidades rurales se
han visto en la disyuntiva de abandonar sus entornos y migrar, ya sea a las
grandes
ciudades
o
a
Estados
Unidos.
No
obstante,
localidades
con
características culturales atractivas derivadas de sus particulares desarrollos
históricos y de su entorno, han encontrado en el desarrollo del turismo una forma
de mantener activa su economía. En el caso de Comala, el atractivo que supone
haber sido designado como un pueblo mágico, se ha venido confrontando con el
imparable fenómeno de crecimiento urbano el cual se encuentra, prácticamente,
en las inmediaciones de sus linderos sur, suroeste y sureste.
Consideramos que la vocación del espacio debe valorar las peculiares condiciones
del entorno ecológico de Comala –producto de un proceso histórico que deriva de
tiempos prehispánicos- a fin de establecer con certeza los alcances efectivos de
las diversas reglamentaciones que protegen tanto al área de las huertas, las
características arquitectónicas del casco histórico del poblado e incluso, las
diversas zonas arqueológicas que se encuentran en sus inmediaciones.
Actividades de difusión que den cuenta del valor patrimonial e identitario no
servirán de mucho si las autoridades, junto con la comunidad, no establezcan de
16
manera concreta las áreas de protección y los mecanismos destinados a
protegerlos.
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