Subido por Manuel Juarez

Almond, G. -- Una Disciplina Segmentada, Mesas Separadas

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1. MESAS SEPARADAS: ESCUELAS
y CORRIENTES EN LAS CIENCIAS POLíTICAS*
Miss Cooper: La soledad es algo terrible, ¿no cree usted?
Anne: Ya 10 creo. Es algo terrible ...
Miss Meacham: Ella no es de las que disfrutan con la
soledad.
Miss Cooper: ¿Acaso hay quien disfrute con la soledad, Mis.s Meacham?
(Fragmento de Separate Tables ("Mesas separadas")
de TERENC,E RAT.TICAN, 1955,78,92)
........ .,.
EN SEPARATE TABLES, el mayor éxito de la temporada teatral de Nueva
York en ·1955, el dramaturgo irlandés Terence Rattigan recurrió a la
metáfora de unos clientes solitarios sentados en el comedor de un
hotel de segunda clase de Cornualles para ilustrar la soledad de la
condición humana. Tal vez sea un poco descabellado usar esta metáfora para describir la situación de las ciencias políticas durante la
década de 1980. Pero en cierta forma,las diversas escuelas y corrientes de las ciencias políticas se encuentran actualmente sentadas ante
mesas separadas, cada una con su concepción de lo que deben ser las
ciencias políticas, protegiendo un núcleo oculto de vulnerabilidad.
Las cosas no siempre han sido así. Si recordamos el estado en que
se encontraban las ciencias políticas hace un cuarto de siglo, digamos a principios de la década de 1960, las críticas de David Easton
(1953) y David Truman (1955), relativas al atraso de esta disciplina
en comparación c~m.el Fésoode las disciplinas propias de las ciencias
sociales, habían sido tomadas muy en serio por un importante y
productivo cuadro de jóvenes politólogos. En 1961, Robert Dahl
escribió su Epitaph for a Monument to a Successful Protest, que reflejaba la confianza de un movimiento tÍ"iunfante, cuyos dirigentes
rápidamente estaban convirtiéndose en las figuras más destacadas
de la profesión. Ni Dahl ni Heinz Eulau, cuya Behavioral Persuasion
" Gabriel A. Almond, Separa te Tables. PS. vol. 21. núm. 4. Derechos reservados
en 1988 por la American Política} Science Associalion. Reproducción- autorizada.
39
40
LA POLÍTICA COMO CIENCIA
se publicó en 1963, hicieron demandas exageradas o exclusivas a las
nuevas ciencias políticas. Expresaron su convicción de que el enfoque científico en el estudio de los fenómenos políticos había demostrado su eficacia, y que podía considerarse, al lado de la filosofía
política, el derecho público, y la historia y descripción de las instituciones, como un procedimiento válido para el estudio de la política.
Como la parte "en movimiento" de la disciplina, digamos, suscitó
cierta inquietud entre las viejas subdisciplinas. Una metáfora ilustrativa del estado de las ciencias políticas en aquella época podría ser
el modelo de "turco joven-turco viejo", con los turcos jóvenes que ya
pintan canas. Pero todos somos turcos.
Ahora prevalece una incómoda fragmentación. Los especialistas
en administración pública buscan un anclaje en la realidad, una
"nueva institucionalidad" en la cual apoyar sus brillantes deducciones; los econometristas políticos quieren relacionar los procesos históricos e institucionales; los humanistas critican la evitación de los
valores políticos por el llamado "cientificismo" y se sienten incomprendidos en un mundo dominado por las estadísticas y la tecnología; y los teóricos políticos radicales "críticos", como los profetas de
la antigüedad, maldicen a los conductistas y positivistas, así como
a la simple noción d~ un profesionalismo en las ciencias políticas tendiente a separar el saber de la acción. Sin embargo, su antiprofesionalismo deja en entredicho su propia calidad de teóricos o políticos.
El malestar que prevalece entre .los profesionales de las ciencias
políticas no es físico sino anímico. En el transcurso de las últimas
décadas, la profesión ha aumentado a más del doble en términos
cuantitativos. La ciencia política norteamericana se ha extendido a
Europa, América Latina, Japón y, curiosamente, hasta China y la
URSS. Las ciencias políticas adoptaron las características metodológicas y de organización de la Giencia -institutos de investigación,
presupuestos en gran escala, el uso de métodos estadísticos-Y hl~­
máticos, etc. La ciencia política ha prosperado materialmente, pero
no es una profesión feliz.
Estamos divididos en dos dimensiones: una ideológica, y otra metodológica (véase el cuadro 1). En la dimensión metodológica están
los extremos de blandos y duros. En el extremo blando figuran estudios clínicos "densamente descriptivos" como los de Clifford Geertz
(1972). Como ejemplo de este tipo de orientación, Albert Hirschman
(1970) cit61a biografía escrita por John Womack (1969) del guerri-
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MESAS SEPARADAS
CUADRO
1.
Dimensión ideológica
Dimensión
metodológica
Dura
Blanda
Izquierda
ID
lB
Derecha
DD
DB
\::::
llero mexicano Emiliano Zapata; se trata de una obra casi exenta de
cualquier tipo de conceptualización, hipótesis, o intentos de demostrar proposiciones. Hirschman argumenta que no obstante esta aparente carencia metodológica, dicho estudio sobre Zapata está repleto
de implica,ciones teóricas de suIha importancia. Leo ~trauss (l9~9)
y los seguidores de su filosofía política, con s~ enfoque I~terpretatIv~
en la evocación de las ideas de filósofos políticos, tambIén se aproXIman en gran medida a este extremo blando, aunque el estilo de
Womack con su carácter narrativo y descriptivo parece dejarlo todo
implícito, la exégesis straussiana conlleva la discip~~na propia ,?e.la
explicación de los grandes textos, que descubre su verdadero SIgnificado mediante el análisis del lenguaje empleado en ellos.
Un tanto alejados del extremo blando, pero aún del lado blando
del continuo, podrían estar los estudios filosóficos más abiertos a las
pruebas empíricas yel análisis lógico. Obras recientes, como las de
Michael Walzer acerca de la justicia (1983) Y la obligación (1970), Y
las de Carole Pateman sobre la participación (1970) Y la obligación
(1979), podrían ser ilustrativas. En estos casos existe algo más que
una evocación sencilla y profusamente documentada de un acontecimiento o personalidad, o una exégesis precisa de las ideas de los
filósofos políticos. Se presenta una argumentáción lógica, a menu~o
corroborada por el estudio de pruebas, y desarrollada en forma mas
o menos rigurosa.
En el otro extremo-dd-cfflytinyo metodológico se encuentran los
estudios de carácter cuantitativo, econométrico y aquellos que contienen modelos matemáticos; y lo más extremo podría ser la combinación de modelos matemáticos, análisis estadísticos, experimentos
y la simulación computarizada en la bibliografía sobre opinión pública. Ejemplos extremos de este polo duro podrían ser las teoría.s
relativas al sufragio, la formación de coaliciones y la toma de deCIsiones en comités y burocracias, implicadas en la comprobación de
hipótesis generadas por medio de modelos formales y matemáticos.
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42
LA POLíTICA COMO CIENCIA
En el lado izquierdo del continuo ideológico, tenemos cuatro grupos
de la tradición marxista: los marxistas propiamente dichos, los teóricos de la "política crítica",los llamados dependencistas, y los teóricos del sistema mundial,los cuales, todos ellos, rechazan la posibilidad de separar al conocimiento de la acción y subordinan la ciencia
política a la lucha por el socialismo. En el extremo conservador del
continuo figuran los neoconservadores, quienes favorecen entre
otras cosas a la economía de libre mercado y a la limitación de los
poderes del Estado, así como a una política exterior agresivamente
anticomunista.
Si combinamos estas dos dimensiones, obtenemos cuatro escuelas en las ciencias políticas, cuatro mesas separadas -la izquierda
blanda, la izquierda dura, la derecha blanda y la derecha dura. La
realidad, desde luego, no está tan claramente delimitada. Los matices ideológicos y metodológicos son más sutiles y complejos. Prosiguiendo con nuestra metáfora sin salirnos del espacio del refectorio,
toda vez que la inmensa mayoría de los politólogos están en algún
punto cercano al centro -ideológicamente "liberales" y moderados,
al mismo tiempo que eclécticos y abiertos al diálogo en cuestión de
metodología- pbdría hablarse de una gran cafetería central en la
que la mayoría de nosotros seleccionamos nuestro alimento intelectual. y en donde compartimos grandes mesas en compañía de diversos y cambiantes comensales.
Las mesas exteriores de este enorme refectorio disciplinario están
muy bien iluminadas y visibles, en tanto que el gran centro permanece en la penumbra. Es lamentable que el humor y la reputación de
la disciplina de las ciencias políticas estén tan influidos por estas
posturas extremas. Esto se debe en parte a que los extremos suelen
ser sumamente audibles y visibles -la izquierda blanda emite un
ruido de fondo permanente y flagelante, y la derecha duta }1reduce
los refinados modelos matemáticos y estadísticos que aparecen en
las páginas de nuestras revistas especializadas.
LA IZQUIERDA BLANDA
Supóngase que empezamos con la izquierda blanda. Todos los subgrupos de la izquierda blanda comparten el postulado metametodo-
MESAS SEPARADAS
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lógico según el cual el mundo empírico no pued~ entenderse en
función de esferas y dimensiones separadas, sino como una totalidad
espacial-temporal. La "teoría cntica" desarrollada por Horkheimer,
Adorno, Marcuse y otros integrantes de la "escuela de Francfort",
rechaza la estrategia de desprendimiento y disgregación atribuida a
la corriente principal de las ciencias políticas. Las diversas partes del
proceso social deben considerarse como "aspectos de una situación
total implícita en el proceso del cambio histórico" (Lukács, citado en
David Held, 1980, p. 164). Tanto el estudioso como su objeto de estudio participan en una lucha. Por tanto, la objetividad no es apropiada.
"Los positivistas no entienden que el proceso de acceso al conocimiento es inseparable de la lu'cha histórica que tiene lugar entre los
seres humanos y el mundo. La teoría y el quehacer teórico están
entrelazados en los procesos de la vida social. El teórico no puede
mantenerse al margen, contemplando, reflejando y describiendo la
'sociedad' o la 'naturaleza' " (Held, p. 165). Para entender y explicar
es menester ~star comprometido con un resultado. No existe una ciencia política en el sentido positivista de la palabra, es decir, una ciencia
política ajena a un compromiso ideológico. Intentar una separación
equivale a respaldar el orden establecido, históricamente obsoleto.
Marxistas más ortodoxos como Perry Anderson (1976), Goran
Therborn (1977), Philip Slater (1977) y otros, si bien comparten la
metametodología de la "escuela crítica", van más lejos al argüir que,
a no ser que se acepte el materialismo histórico en su sentido más
reduccionista, consistente en explicar el acontecer político en términos de lucha de clases, se deja de apreciar la relación existente entre
teoría y praxis.
Al considerar la configuración de la izquierda blanda, comienza a
desintegrarse nuestra metáfora cuatripartita de las mesas separadas. Los teóricos m~rPsta;& d.e.9ivt;rSas orientaciones -los "teóricos'
cnticos",los escritores de la "dependencia" y los teóricos del "sistema
mundial" - son compañeros de mesa con varias displ,ltas. Todos
comparten la creencia en la unidad de la teoría y la praxis, y están
convencidos de que es imposible separar la ciencia c!e la política.
Como consecuencia lógica, la corriente positivista, empeñada en
separar la actividad científica de la política, ha perdido contacto con
la arrolladora unidad del proceso histórico y permanece absurdamente atada al statuquo. La ciencia política positivista se niega a
44
LA POLíTICA COMO CIENCIA
tomar en cuenta la dialéctica histórica que hace inevitable el paso del
capitalismo al socialismo.
Fernando Cardoso, principal teórico de la escuela de la dependencia, compara la metodología de dicha teoría con la tradición
norteamericana de las ciencias sociales:
Nuestro propósito es restaurar la tradición intelectual fundamentada en
una ciencia social integral. En vez de concentrarnos únicamente en dimensiones específicas del proceso social, buscamos una comprensión
dinámica y global de las estructuras sociales. Nos oponemos a la tradición académica que consideraba la dominación y las relaciones socioculturales como "dimensiones" analrticamente independientes la una de la
otra y de la ecqnomía, como si cada una de esas dimensiones hubiese
correspondido a distintos rasgos de la realidad [... ] Nuestro estudio de la
sociedad, así como de sus estructuras y procesos de cambio, está basado
en un enfoque dialéctico [... ] A final de cuentas, la opción que se plantea no
es la consolidación del Estado o el advenimiento de un "capitalismo
autónomo", sino más bien en qué forma sustituirlos. Por lo tanto, lo
importante es cómo trazar vías conducentes al socialismo. (Cardoso y
Faletto, 1979, pp. ix y xxiv)
De modo que la ciencia política no puede ser ciencia si no está
dedicada plenamente a la consecución del socialismo.
Richard Fagen, uno de los principales exponentes del enfoque de
la "dependencia", detalla las implicaciones de la postura de Cardoso
para la comunidad académica interesada en cuestiones de desarro- .
110. Un avance real en el estudio sobre el desarrollo debe asociarse
con una restructuración de las asimétricas relaciones internacionales de poder y "un ataque, mucho más difícil e históricamente significativo, contra las propias formas capitalistas de desarrollo [ ... ] Solamente cuando tan crucial toma de conciencia dirija la. .naciente
crítica académica contra el sistema capitalista global, podremos afirmar que el cambio de paradigmas en las ciencias sociales estadunidenses cobró fuerza y está acercando el quehacer académico a lo
que realmente importa" (1978, p. 80).
Dos recientes interpretaciones de la historia de la ciencia política
estadunidense, indican que está ganando terreno esta crítica de la
"izquierda blanda" contra la corriente dominante de investigación
en la disciplina. David Ricci, en The TragedyofPolitical Science (1984),
MESAS SEPARADAS
45
describe el surgimiento, en las postrimerías de la segunda Guerra
Mundial, de una escuela científica liberal de las ciencias políticas en
los Estados Unidos de Norteamérica. Se trataba, según Ricci, de un
movimiento empeñado en demostrar, mediante los métodos más
precisos, la superioridad de los postul~dos y valor~s plurali.st~~ liberales. La validez de esta complaciente teoría política empírica , creada porpolitólogos como David Truman, Robe~ Da?l. C. E. L~nd~lom,
un grupo de especialistas electorales de la Umver~ldad ~e Mlch.lgan y
otros investigadores, quedó en duda durante los dIsturbIOS de finales
de l~ década de 1960 y principios de la de 1970, junto con el desprestigio de la política y administración pública estadunidenses. Ricci
concluye que este episodio conductista-poscond";ctista ?em~estra q~e
la ciencia política como ciencia empírica, sin la mcluSlón SIstemátIca
de valores y opciones morales y éticas, y sin un compromiso con la
acción política, está condenada al fracaso. La ciencia política debe
inclinarse hacia algún lado, no hacerlo propicia su repliegue a una
postura de futilidad y especialización preciosista.
La izquierda blanda de Ricci es una variedad de la izquierda humanista moderada. La que propugna Raymond Seidelman (1985)
corresponde a un tratamiento más radical de la historia de la cie~cia
política estadunidense. En un libro titulado Disenchanted Realtsts:
Polítical Science and the American Crisis, 1884-1984, Seidelman desarrolla con detalle una tesis que sustenta la existencia de tres corrientes en la teoría política estadunidense: una corriente institucionalista, otra democrática populista y una tercera, relativamente
efímera, "ciencia política liberal", iniciada en las décadas de 1920 y
1930 en la escuela de la Universidad de Chicago, y que habría de
prosperar en los Estados Unidos de Norteamérica de~de la época
inmediatamente posterior a la segunda Guerra MundIal hasta los
años setenta, poco más- g,.i:ncm.ps. La corriente institucionalista corresponde a la tradición hamiltoniana-madisoniana incorporada al
sistema constitucional y tendiente a frustrar la voluntad de las mayorías. La teoría de la separación de poderes se fundamenta ~~ ,la
desconfianza de las tendencias populares. Opuesta a e~ta tradlclOn
en la teoría política estadunidense está la tendencia democrática
populista manifiesta en el temprano igualitarismo agrario, el abolicionismo, el populismo y otros movimientos similares. Esta segunda
tradición de Thomas Paine es antiestati~ta y antigubernamental. y
MESAS SEPARADAS
fue desprestigiada por el auge de la sociedad industrial urbana y la
necesidad de un gobierno central poderoso.
La tercera tradición se basaba en la fe en la viabilidad de una
ciencia política que ayudase a producir un poderoso Estado nacional. dirigido por expertos que aplicaran políticas públicas constlUctivas y coherentes, y respaldado por mayorías populares virtuosas.
Esta ilusión de una ciencia política grande y constructiva se esfumó,
tanto en el ámbito de la política como en el de la ciencia. La realidad
política se convirtió en una serie desarticulada de "redes de problemas" y "triángulos de hierro" dominados por la élite e incapaces de
perseguir políticas públicas consistentes y eficaces, y la ciencia, a su
vez, se transformó en un conjunto de especialidades inconexas carentes de relación con la política y la administración pública. Seidelman concluye:
considerar las formas de análisis histórico, descriptivo y cuantitativo
sencillo como productos menores de la ciencia política, aun cuando
en años recientes se ha observado una notable rehabilitación de las
instituciones políticas, así como una tendencia a vincular la labor
deductiva formal con la tradición empírica inaugurada por Gosnell,
HerringyV. O. Key.
En una reciente revisión del movimiento de la elección pública en
las ciencias políticas, William Mitchell (1988) hace una distinción entre dos centros principales, a los que designa con los nombres de escuelas de Virginia y Rochester. La escuela de Virginia, que tuvo su mayor
efecto entre los economistas, fue fundada por James Buchanan y
Gordon Tullock, en tanto que William Ricker fundó la escuela de
Rochester, de mayor trascendencia entre los politólogos. Ambas escuelas tienden a desconfiar de la política y la burocracia, y mantienen
una postura conservadora desde el punto de vista fiscal. Sin em bargo,la escuela de Virginia declara abiertamente que el mercado constituye la piedra de toque de una distribución eficiente de la riqueza.
Según Mi'tchell, los virginianos están "plenamente convencidos de
que la economía privada es mucho más robusta, eficiente y quizás
más equitativa que otras economías, y además, bastante más eficiente que los procesos políticos en lo que toca a la distribución de recu~­
sos [ ... ] Gran parte de las aportaciones del [virginiano] Center for
Study of Pu blic Choice pueden considerarse como contribuciones a
una teoría sobre el fracaso de los procesos políticos [ ... ] la desigualdad, la ineficiencia y la coerción son las consecuencias más comunes
de la definición de políticas democráticas" (pp. 106-107). Buchanan
sugirió un plan de reducción automática del déficit años antes de la
adopción de la propuesta Gramm-Rudman-Hollings; también fue el
autor de una primera versión de la enmienda constitucional propuesta para equilibra~l.pEc:lsl.\puc::sto. En dos libros -Demoeraey in
Defieilt: The Politieal Legaey of Lord Keynes (Buchanan y Wagner,
1977) y The Eeonomies of Polities (1978)- Buchanan presenta un
modelo de política democrática en la cual el electorado actúa en
función de sus intereses de corto plazo, o sea que se ri:!siste a pagar
impuestos y busca beneficios materiales para sí mismo; los políticos
aprovechan naturalmente estas preferencias favoreciendo el gasto y
oponiéndose a los impuestos, en tanto que los burócratas procuran
acrecentar su poder y recursos sin tomar en cuenta el interés público.
Desde el punto de vista histórico, el profesionalismo en ciencias políticas
no ha hecho otra cosa que oscurecer conflictos y opciones en la vida
pública estadunidense, tbda vez que consideró a los ciudadanos como
meros objetos de estudio o clientes de un paternalismo político benigno
[... ] Mientras no.se percaten los politólogos de que su política democrática no puede llevarse a cabo mediante un profesionalismo yermo,la vida
intelectual permanecerá ajena a los auténticos aunque tal vez secretos
sueños de los ciudadanos estadunidenses. La historia de las ciencias
políticas ha confirmado esta laguna, aun cuando intentó colmarla. La
ciencia política moderna deberá lograrlo para poder transformar meras
ilusiones en nuevas realidades democráticas. (P. 241)
.
11,
El principal cometido de la izquierda blanda es la impugnación
del profesionalismo en las ciencias políticas. Es un llamado a la
academia para que se integre a la lucha política y oriente sus actividades didácticas y de investigación hacia compromisos ia~blérgicos
de izquierda: concretamente, hacia un socialismo moderado o revolucionario.
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LA DERECHA DURA
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47
LA POLÍTICA COMO CIENCIA
46 .
La derecha dura, por el contrario, es ultraprofesional en cuanto a
metodología, y cuenta con un formidable arsenal de metodologías
científicas: deductivas, estadísticas y experimentales. Propende a
49
LA POLíTICA COMO CIENCIA
MESAS SEPARADAS
Estos teóricos difieren en cuanto a su grado de convicción de que
este modelo de maximización de utilidades a corto plazo refleja la
realidad humana. Algunos estudiosos emplean este modelo como
una simple fuente de hipótesis. Así, Robert Axelrod, mediante modelos deductivos, experimentación y simulación por computadora, hizo
importantes aportaciones a nuestra comprensión de las formas en
que surgen las normas cooperativas y, en particular, de cómo pueden
surgir normas de cooperación internacional a partir de una perspectiva de maximización de utilidades a corto plazo (1984). Douglass
North (1981), Samuel Popkin (197~),Robert Bates (1988) y otros,
combinan modelos de elección racional con análisis sociológicos en
sus estudios sobre el desarrollo y el proceso histórico del Tercer
Mundo.
La naturaleza defensiva de esta perspectiva se refleja en comentarios hechos en fechas recientes por estudi~sos de incuestionable
credibilidad científica; Así, Herbert Simon cuestiona el postulado de
elección racional de dicha bibliografía:
contienden fuerzas sociales, pero también son conjuntos de procedimientos y estructuras normativas de operación que definen y defienden intereses" (1984, 738). Asimismo, cuestionan el postulado
racional del interés propio de la bibliografía sobre la elección pública, al argumentar que:
48
Para la investigación en general, y en particular para nuestra estrategia
de investigación, l!xiste una enorme diferencia entre estudiar el casi
omnisciente horno ecollomicus de la teoría de la elección racional, o el
resueltamente racional horno psychologicus de la psicología cognoscitiva. Esta diferencia atañe no solamente a la investigación, sino también
al correcto diseño de instituciones políticas. James Madison tenía plena
conciencia de esto, y en las páginas de Federalist Papers optó por la
siguiente perspectiva de la condición humana: "De la misma manera que
existe en la naturaleza humana cierto grado de depravación que requiere
alguna medida de circunspección y desconfianza, también se encuentran
otras cualidades que justifican cierta cantidad de estima y confianza:"
-una perspectiva que podemos considerar equilibrada y realista de la
racionalidad humana con sus concomitantes flaquezas de m<'tri,,~ y"razón. (P. 303)
James March y Johan Olsen impugnan el formalismo de la bibliografía sobre la elección pública: "El nuevo institucionalismo es un
prejuicio con base empírica, el cual sustenta que lo que observamos
en el mundo es incongruente con las formas en que las teorías contemporáneas exigen que nos expresemos [ ... ] La agencia buroorática,
el comité legislativo y el tribunal de apelación son arenas en las que
Aun cuando la política sin duda alguna obedece en gran medida a intereses propios, es frecuente que la acción esté encaminada a averiguar el
comportamiento normativo apropiado y no propiamente a calcular los
beneficios que cabe esperar de elecciones alternativas. Por consiguiente,
el comportamiento político, lo mismo que cualquier otro comportamiento, puede describirse en términqs de deberes, obligaciones, papeles y
reglas. (P. 744.)
LA DERECHA BLANDA
En la celdilla correspondiente a la derecha blanda, se encuentran
diversos tipos de conservadores de viejo y nuevo cuño, quienes tienden a ser tra'dicionales en sus metodologías y a ubicarse en el lado
derecho del espectro ideológico. Sin embargo, los adeptos de la teoría política de Leo Strauss pertenecen a una categoría distinta. Es
claro su conservadurismo metodológico. La Ilustración y la revolución científica son los enemigos. La ciencia política libre de valores
y éticamente neutral de Max Weber ocupa un lugar privilegiado en
su escala de prioridades. Como lo expresó Leo Strauss: "El embotamiento moral es una condición necesaria para el análisis científico.
Nuestra seriedad como científicos sociales está en función directa
del grado en que logremos desarrollar dentro de nosotros mismos un
sentimiento de indiferencia hacia la consecución de cualquier objetivo, que nuestros procedimientos se vuelvan erráticos y carentes de
propósito, en una actitu<igcme¡¡:al,que podría calificarse de nihilista"
(1959, p. 19). Pero la ciencia política no sólo es amoral, tampoco es
realmente generadora de conocimiento. De nuevo Leo Strauss: "En
términos generales, cabe preguntarse si la nueva ciencia política ha
generado algo políticamente importante que no conoci~ran ya los
profesionales inteligentes de la política, poseedores de un profundo
conocimiento de la historia, o los periodistas brillantes y cultos, sin
mencionar a los viejos politólogos" (en Storing, 1962, p. 312).
Los straussianos rechazan cualesquiera interpretaciones de la
50
LA POLíTICA COMO CIENCIA
MESAS SEPARADAS
t'eoría política de carácter "historicista" o basadas en una "sociología
del saber". El significado verdadero de los textos filosóficos está
contenido en lo que se ha escrito. El filósofo de la política debe poseer
la habilidad y la visión necesarias para explicar este sentido original.
La verdad esencial puede encontrarse en los escritos de los filósofos
clásicos, en particular en los de Platón -con su racionalismo socrático libre de contingencias-o Las verdades están fuera del tiempo,
del espacio y de cualquier contexto. La filosofía política posmaquiaveliana propició el relativismo moral y el deterioro de la virtud cívica;
la ciencia política "conductista"
el producto degradado de este
deterioro moral.
Durante los recientes festejos del ducentésimo aniversario de la
Constitución, los straussianos, como era de esperarse, estuvieron a
la vanguardia de la escuela del "primer intento" de la interpretación
constitucional. Gordon Wood, en un reciente análisis de la bibliografía straussiana sobre la Constitución (1988), señala que para
straussianos como Gary McDowell y Walter Berns, toda la verdad de
la Constitución está contenida en el texto constitucional, y tal vez en
el registro escrito de las deliberaciones y los Informes Federalistas.
Wood indica que·el compromiso straussiano con el "derecho natural" los hace desconfiar de todos los derechos históricamente constituidos, "en particular de los recién identificados por la Suprema
Corte" (1988, p. 39). Para algunos straussianos, el derecho natural a
la propiedad postulado por los fundadores puede servir de base para
hacer retroceder el estado de bienestar moderno. Para otros muchos
straussianos, el régimen moral ideal es la aristocracia platónica o, en
segunda instancia, el "gobierno mixto" aristotélico. Su programa de
acción es un llamado a la formación de una élite intelectual que
promueva la restauración de los principios fundamentales .
fesionalismo de esta corriente ideológica. Esta realidad se refleja en
el nerviosismo de los principales teóricos socialistas y de la dependencia a la hora de cuantificar y probar hipótesis. Así, Christopher
Chase-Dunn, uno de los principales cuantificadores del sistema
mundial, aclara con sus colegas: "Mi preocupación es que nos enfrasquemos en estériles controversias entre 'historicistas' y 'científicos
sociales', o entre investigadores cuantitativos y cualitativos. Las
fronteras 'étnicas' pueden proveernos mucho material para alimentar animados diálogos, pero para una verdadera comprensión del
sistema mundial, es menester superar esta clase de sectarismo metodológico" (1982, p. 181). Los principales teóricos de la dependencia, entre ellos Cardoso y Fagen, cuestionan seriamente la validez de
los estudios "cuantitativos de carácter científico" sobre los postulados
de la teoría de la dependencia. Por motivos que no se han precisado
con toda claridad, esta clase de investigaciones son "prematuras" o
fallan en su propósito. Por esta razón, es probable que no reconozcan
como váliqos los hallazgos del grupo de Sylvan, Snidal, Russett,
Jackson y Duvall (1983), quienes, durante el periodo incluido entre
1970 y 1975, probaron un modelo formal de "dependencia" en un
conjunto de países dependientes, y obtuvieron una serie de resultados mixtos y poco concluyentes. Sin embargo, cuantificadores y
econometras de la dependencia y del sistema mundial, incluidos
politólogos y sociólogos como Chase-Dunn (1982), Richard Rubinson (véase Rubinson y Chase-Dunn, 1979), Albert Bergesen (1980),
Volker Bornschier y J. P. Hoby (1981) y otros, están actualmente
llevando a cabo estudios encaminados a demostrar la validez de los
postulados del sistema mundial y de la dependencia.
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LA IZQUIERDA DURA
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Por último, existe una escuela de izquierda dura que emplea una
metodología científica para probar proposiciones derivadas de las
teorías socialista y de la dependencia. Sin embargo, desde el momento en que se hacen explícitas y verificables las proposiciones y creencias de las ideologías de izquierda, se empieza a rechazar el antipro-
51
UNA RESBÑ/rl)E'!ftJE!S1RA HISTORIA PROFESIONAL
La mayoría de los politólogos se sentirían incómodos sentados en las
mesas lejanas al centro. Con apenas dos o tres generaciones .de haberse convertido nuestra profesión en una importante disciplina
académica, no estamos dispuestos a renunciar a nuestros galardones de integridad profesional al someter nuestra actividad docente y
de investigación a controversias de orden político. Esto se refleja en
la reriuncia parcial a su postura de antiprofesionalismo por parte de
52
53
LA POLíTICA COMO CIENCIA
MESAS SEPARADAS
la izquierda dura, la cual sostiene que los asertos relativos a la sociedad y la política pueden probarse dándoles una formulación explícita y precisa, y aplicándoles, cuando sea necesario, métodos estadísticos.
Asimismo, a la mayoría de nosotros nos desconderta la autoadjudicación, por parte de los politólogos de la elección pública y la
estadística, de la insignia del profesionalismo, así como el hecho de
que pretendan relegar al resto de nosotros a un status precientífico.
Comparten esta preocupación algunos de nuestros más distinguidos
y sofisticados politólogos, actualm~nte empeñados en rehabilitar las
metodologías tradicionales de la ciencia política: como el análisis
filosófico, legal e histórico, y la descripción institucional.
A decir verdad, pocos politólogos aceptarían que desde el siglo XVI
la ciencia política no ha hecho más que alejarse del recto camino, y
que la única vía hacia el profesionalismo está en la exégesis de los
textos clásicos de la teoría política.
Digno de mención es el hecho de que cada una de estas escuelas o
corrientes mantiene su versión de la historia de las ciencias políticas.
Quien controle la interpretación del pasado en los archivos de nuestra historia profeEtional tendrá grandes posibilidades de controlar su
futuro. En años recientes, la izquierda blanda ha tratado de apropiarse de la responsabilidad de escribir la historia profesional de la ciencia política" Mi opinión es que tal vez logró convencer a algunos de
nosotros de qUe nos hemos alejado del recto camino. Tanto Ricci
como Seidelman, trataron de convencernos de que la ciencia política
moderna, metódica y objetiva, sólo podía desarrollarse en los Estados Unidos de Nortearnérica, en donde, durante un corto tiempo,
parecieron factibles la democracia liberal, lo mismo que un profesionalismo objetivo. Sostienen que conforme ha decaído este optimismo estadunidense, al recrudece.rse de manera inevita~le.~l ~t}"ta­
gonismo partidista y de clases, se hace insostenible la tesis de una
ciencia política políticamente neutral. Dentro de esta línea de razonamiento, la denda política necesita convertirse de nueva cuenta en
parte activa de un IT.'ovimiento de caráClF:f político y, para algunos,
revollJ.c.ionario.
La derecnu dura pr~senta una perS?ectAva muy escG?:zada de nuestra historia pr0fesional: antes de la introducción de las metodologías
matemática, est2dfs~;::::a.v experime'1tal, no existían ciencia ni teor:a
políticas en el sentido estricto df'O l.a palat-ra.
Sin embargo, la inmensa mayoría de los politólogos, eclécticos en
cuanto a sus enfoques metodológicos, así como quienes se esfuerzan
por controlar la orientación ideológica de la actividad profesional
-nuestra "cafetería central"- no deberían conceder a ninguna de
estas dos escuelas el privilegio de escribir la historia de la disciplina.
La historia de la ciencia política no apunta hacia ninguna de esas
apartadas mesas, sino más bien hacia la porción central del comedor, en donde sus ocupantes son partidarios de metodologías mixtas
y aspiran a la objetividad.
Es un error afirmar que la ciencia política se desvió de la filosofía
política clásica durante los siglos XVI y XVII, Yque ha venido torciendo
el rumbo a partir de entonces~ Tampoco es correcto atribuir a la
ciencia política estadunidense el mérito de haber separado la teoría
y la acción políticas. Los straussianos no pueden pretender ser los
únicos en fundamentar sus principios en la filosofía clásica griega.
El impulso científico en los estudios políticos tuvo sus orígenes entre
los filósofos clásicos griegos. En mi opinión, Robert Dahl es un seguidor más ortodoxo de Aristóteles que Leo Strauss.
Existe toda una tradición sociológica y política que viene desde
Platón y Aristóteles, pasa por Polibio, Cicerón, Maquiavelo, Hobbes,
Locke, Montesquieu, Hume, Rousseau, Tocqueville, Comte, Marx,
Pareto, Durkheim, Weber, y llega hasta Dahl, Lipset, Rokkan, Sartari, Moore y Lijphart, que intentó, y continúa haciéndolo, relacionar
las condiciones socioeconómicas con las constituciones políticas y las
estructuras institucionales, y asociar estas características estructurales con tendencias políticas en tiempos de paz y guerra.
Nuestros padres fundadores se adhirieron a dicha tradición. Como observara Alexander Hamiiton en Federalist 9: "La denda de la
política [ ... ] como la mayoría de las demás ciencias, ha evolucionado
considerablemente. Se entiende actualmente con toda claridad la
eficacia de varios prínclpÍü; qúé"lo"s antiguos no conocían en absoluto, o acaso en una forma muy parcial" (1937). En Federalist 31,
Hamilton trata sobre el eterno problema de qué tan científicos pueden ser los estudios de carácter moral y político" Concluye que:
Aun cuando no puede considerar"se que los principios c~e; saber morai y
pc1ftico poseen. en general, el misfTlo gr~..:Jo de certió;n¡~re que los de
las matemáticas, no dejan de !J,cstrar en este senf.:do Tfl2."'jc're!' c~;a.!idade~
[ ... ] de las que estaríamos dispuestos? concederles. (P. 18,.,
54
LA POLíTICA COMO CIENCIA
Cabe señalar que la dicotomía entre las ciencias "exactas" yaquellas a las que no se les reconoce este atributo, la cual se nos ha hecho
creer es un fenómeno reciente atribuible a la herejía del movimiento
conductista estadunidense, de hecho ha sido endémica en la disciplina desde sus orígenes.
Durante el siglo XIX y principios del xx, Auguste Comte, Marx y
Engels y sus seguidores, Max Weber, Emile Durkheim, Vilfredo Pareto, y otros, trataron la política con perspectivas más propias de la
ciencia social, con regularidades seIllejantes a leyes y relaciones necesarias. A la vuelta del siglo xx, John Robert Seeley y Qtto Hintze,
Moissaye Ostrogorski, y Roberto Michels, formularon lo que consideraron "leyes científicas" de la política -Seeley y Hintze teorizaron
sobre la relación entre las presiones externas y la libertad interna en
el desarrollo de las naciones-Estado de Europa occidental; Ostrogorski, acerca de la incompatibilidad entre el partido político burocrático de masas y la democracia, conclusión que obtuvo de un estudio comparativo sobre el surgimiento de los sistemas de partidos
británico y estadunidense; y Michels escribió acerca de la "ley de
hierro de la oligarqq~a", a saber, la propensión en las grandes organizaciones burocráticas a que el poder gravite hacia la dirigencia
suprema, un razonamiento que se desprendió de su estudio de caso
"crítico" del partido socialdemócrata alemán. En fechas más recientes, también provino de Europa la "ley" de Duverger acerca de la
relación existente entre los sistemas electorales y de partidos.
Entre los pioneros de ciencia política profesional moderna, desde
el principio fue práctica común calificar de "ciencia" a esta rama del
conocimiento. Así, sir Frederick Pollock y John Robert Seeley, el
primero catedrático en Oxford y la Royal Institution, el segundo en
Cambridge, titularon sus libros The History of the Science of Politics
(1890) y An Introduction to Polítical Science (1896), respecti~a~e~ñ~
te. Lo que estos autores entendían por "ciencia" variaba de un caso
a otro. Pollock distingue entre ciencias naturales y morales: "La
comparativa inexactitud de las ciencias morales no es culpa de los
hombres que les dedicaron sus talentos, sino que depende, como lo
constatara Aristóteles, de la naturaleza de la materia sobre la cual
tratan" (p. 5).
Para John Robert Seeley, la ciencia política era un conjunto de
proposiciones derivadas del saber histórico. Como consecuencia del
MESAS SEPARADAS
55
desarrollo de la historiografía en el siglo XIX, anticipaba un despegue
en el desarrollo de la ciencia política. Si los modernos habrían de
superar con mucho a Locke, Hobbes y Montesquieu, era simplemente porque su base de datos históricos sería mucho más amplia.
Para Seeley, quien introdujo a la ciencia política en el Tripas de
Cambridge, se trataba de aprender a "razonar, generalizar, definir y
diferenciar [ ... ] así como acopiar, verificar e investigar hechos". Estos dos procesos constituían la ciencia política. "Si descuidamos el
primer proceso, sólo acumularemos inútilmente datos, toda vez que
no tendremos manera de diferenciar entre hechos importantes y
triviales; y desde luego, si descuid~mos el segundo proceso, nuestros
razonamientos carecerán de base, y no haremos nada sino tejer telarañas escolásticas" (1896, pp. 27-28).
Durante el siglo XIX y principios del xx, hubo en las ciencias sociales dos escuelas de pensamiento que ostentaban el nivel o la característica de ciencia. Auguste Comte, Karl Marx y Vilfredo Pareto
no establecen distinción alguna entre ciencias sociales y "naturales". Ambos tipos de ciencia buscaban uniformidades. regularidades, leyes. Por otra parte, para Max Weber era absolutamente ociosa
la noción de una ciencia social que consistiera en "un sistema cerrado de conceptos en los que la realidad es sintetizada en alguna forma
de clasificación permanente y universalmente válida, a partir de lo
cual es posible hacer nuevas deducciones":
El torrente de los eventos incuantificables fluye sin cesar hacia la eternidad. Los problemas culturales que mueven a la humanidad siempre se
vuelven a presentar con diferentes matices, y en este infinito flujo de
eventos, cambian constantemente los límites del área que adquiere significado e importancia para nosotros, es decir, que se convierte en un
"ente histórico". Se modifican asimismo los contextos intelectuales dentro de los cuales éste se cortre~dya'fializa científicamente. (1949, p. 80.)
Para Max Weber, la "sujeción a leyes" de la interacción humana es
de otro orden. La materia de estudio de las ciencias sociales -la
acción humana- implica juicios de valor, memoria y aprendizaje,
los cuales sólo pueden arrojar regularidades relativas, "posibilidades
objetivas" y probabilidades. Los cambios culturales pueden atenuar
o incluso destruir estas relaciones. Asimismo, Durkheim consideraba que los fenómenos culturales eran demasiado complejos y de-
56
LA POLÍTICA COMO CIENCIA
MESAS SEPARADAS
pendientes de la creatividad humana para tener el mismo grado de
certidumbre causal que las ciencias naturales.
Durante las primeras décadas de la ciencia política profesional en
los Estados Unidos de Norteamérica -desde 1900 hasta la década
d~ 1930- dos estudiosos, Merriam y Cadin, el primero tan estadumdense como el pay de manzana y el segundo un inglés radicado
tempor~lmente en ese país, fueron los primeros en promover la int:OduccIón de n?:mas y mé~odos científicos en el estudio de la polítIca .. La aportacIon de MerrIam fue sobre todo programática y promocIOnal. Preconizó dicho movimiento, reclutó personal y fundó un
progr~ma particular de investigación en la Universidad de Chicago.
T~mb!én fue ~no de los fundadores del Consejo de Investigación en
C~encIas SOCIales. Catlin escribió sobre cuestiones metodológicas,
hIZO una clara distinción entre la historia y la ciencia política y ubicó
a esta última entre las ciencias sociales.
En su manifiesto de 1921, "La actual situación del estudio de la
política", Merriam recomendó la introducción de conocimientos
psicológicos en el estudio de las instituciones y procesos políticos,
a~í con:o el empl~o de métodos estadísticos para incrementar el rigor
CIentífico del análisis político. Este llamado al crecimiento y a la
superación profesional en ningún momento planteó la necesidad de
una ~iscusi~n s~bre la metodología científica. Merriam propuso
practlcar la CIenCIa política en vez de hablar de ella. Y de hecho en la
Universidad de Chicago, se desarrolló en el transcurso de las si~uien­
tes décadas un programa de investigación que ejemplificó el hinca~ié de Merriam en la investigación empírica, la cuantificación y la
Interpretación sociosicológica. Los profesionales egresados de dicho
programa conformaron una parte apreciable del núcleo del "movimiento conductual" de la posguerra.
George Catlin tal vez haya sido el primero en hablar de un :!'t~-~~a"~ien­
to conductista de la política" (1927, p. xi) y, en su exposición acerca de
una ciencia política, parece desechar todas las objeciones susceptibles
de est~blecer una distinción entre los asuntos humanos y sociales y
los objetos de estudio de las ciencias naturales. Sin embargo, no se
muestra muy optimista con respecto a 12<0 perspectivas de 12 ciencia.
P0:- el momento, la polftica debe C0'·.,'_c~;:2."<'~; ~. la humilde taL'" ¿e r-::<;::;.,-
traI' y CUéll::10'J' "'~;:¡. p0:3ible hacf!rlo, 'ile~"'!.c'",.~ y clasificar el mater;.3.~
his-
57
tórico pasado y contemporáneo, así como seguir probables pautas para el
descubrimiento de formas permanentes y principios generales de acción
[ ... ] Es razonable esperar que la ciencia política a final de cuentas resulte
ser algo más que esto, que nos brinde cierta esperanza de poder algún día
controlar la situación social, y nos muestre, si no lo que se debe hacer,
por lo menos -siendo la naturaleza humana como es-lo que no se debe hacer, toda vez que semejante acción ha de poner a descubierto la estructura
de la sociedad, así como las líneas de actividad de las fuerzas más profundas que contribuyeron a definir dicha estructura. (1927, pp. 142-143.)
Así, podemos ver que no resiste un análisis crítico la afirmación
de Bernard Crick (1959) de que el movimiento conductual en la
ciencia política estadunidense, yen particular la escuela de Chicago,
fueron los que condujeron a la ciencia política por el dorado camino
del cientificismo. Tanto en Europa como en América, la opinión
metametodológica al respecto está dividida. Costaría trabajo encontrar estudiosos más apegados al modelo de las ciencias exactas que
Comte, Marx, Pareto y Freud. Durkheim y Weber, a pesar de su claro
compromiso con la ciencia, reconocieron abiertamente que el científico social trabaja con materiales menos reductibles a las leyes y
formas de explicación propias de las ciencias exactas. Esta polémica
emigró hacia los Estados Unidos de Norteamérica en el transcurso
del siglo xx.
La atribución hecha por Crick de esta orientación científica a los
populistas de Chicago no resiste un examen de las pnlebas. Hay que
leer la correspondencia de Tocqueville (1962) para apreciar cuán
cerca estuvo aquel brillante intérprete de la democracia norteamericana -un siglo antes de que naciera la escuela de Chicago- de
realizar una encuesta de opinión en ocasión de sus viajes por el país.
Al conversar con el capitán de un buque de vapor del río Misisipí,
granjeros de tierra adentre,;;'comensales en cenas elegantes por la
costa Este y funcionarios en Washington, D. C., buscaba obtener una
muestra de la poblaci6n estadunidense. Karl Marx elaboró un cuestionario de seis páginas a fin de estudiar las normas de vida, las
condiciones de trabajo, así como las actitudes y creencias de la clase
obrera francesa a principios de la década de 1880. Un gran número
de copias fuer"'} r",':-?rtida~ ? ).os s0d~Hst8<:' y <3 h~" é)rganizacimY3
01::-reras. Los ,3 ",7.0S zr"Diack,c~~::-:¿ ... 2 ,_".'¡,;i.zadc2- ~!'1.18";igule;:;.:,-,,, ele,~
c1'2'2eS general,?,> O~·~~('). Er 10S ap'_'~1k,
1\1:'" 'NCl i;;::-para s~' estu
ce
58
LA POLíTICA COMO CIENCIA
dio sobre el campesinado de la Prusia oriental, existen indicaciones
de que planificó e inició una encuesta sobre las actitudes de los
campesinos polacos y alemanes. Asimismo, en su estudio sobre la
religión comparativa empleó una tabla formal de cuatro casillas
-mundanidad-desprendimiento, ascetismo-misticismo- como
instrumento para generar hipótesis acerca de la relación existente
entre la ética religiosa y las actitudes económicas.
La mayoría de los avances importantes en el desarrollo de la estadística fueron logrados por europ~os. La Place y Condorcet eran
franceses; la familia Bernoulli era suiza; Bayes, GaIton, Pearson y
Fisher, ingleses; Pareto, italiano; y Markov, ruso. El primer teórico
de la "elección pública" fue un escocés llamado Duncan Black (1958).
La opinión de que el enfoque analítico cuantitativo en las ciencias
sociales fue una aportación estadunidense no resiste el escrutinio
histórico. Lo que sí fue propiamente estadunidense fue la mejoría, y
la aplicación, de métodos cuantitativos en la investigación por encuestas, el análisis de contenidos, el análisis estadístico agregado, la
elaboración de modelos matemáticos y otros procedimientos similares, así como la c~mprobación empírica de hipótesis psicológicas
y sociológicas formuladas en su mayor parte en la bibliografía europea sobre ciencias sociales.
En el momento más negro de la historia europea -durante los años
treinta- hubo una gran penetración de la ciencia social europea en
los Estados Unidos de Norteamérica, propiciada por refugiados como Paul Lazarsfeld, Kurt Lewin, Marie Jahoda, Wolfgang Kohler,
Hans Speier, Erich Fromm, Franz Neumann, Otto Kircheimer, Leo
Lowenthal, Franz Alexander, Hannah Arendt, Hans Morgenthau,
Leo Strauss y otros muchos. Tan larga serie de nombres indica claramente que dicha corriente migratoria trajo consigo las diversas.
polémicas entonces existentes en el área de las ciencias so~"¡~i~s~' y
que es un mito la contraposición de un enfoque europeo y otro estadunidense en torno al problema de la orientación humanista vs.
científica. El desarrollo de las ciencias sociales y políticas en los
Estados Unidos de Norteamérica muestra una clara continuidad con
sus antecedentes europeos.
Esta tradición general en las ciencias políticas, la cual comenzó
con los griegos y continúa avanzando hasta los pensadores creativos
de nuestra generación, es la versión verídica de la historia de nuestra
MESAS SEPARADAS
59
disciplina, aun cuando las escuelas crítica y marxista pretenden ser
las principales protagonistas de esta evolución. Ante tan simplista
tentación, necesitamos comprometernos con firmeza con la búsqueda de la objetividad. El llamado a la "pertinencia" asociado al "posconductismo" conlleva una mayor preocupación por las implicaciones de orden práctico en nuestro quehacer profesional, pero no puede 1
;.;ar un compromiso con un curso particular de acción
política. Un politólogo no es forzosamente un socialista, y mucho
menos un socialista de una determinada escuela.
No puede tomarse en serio la versión que nos presenta la filosofía
política straussiana de la historia de nuestra disciplina. La versión
de nuestra historia presentada por la corriente radical de la elección
pública confunde técnica con substancia. La ciencia política en general está abierta a cualquier metodología susceptible de hacernos
más intelegible el mundo de la política y de la administración pública. No debemos desdeñar el saber propiciado por nuestras metodologías tradicionales sólo porque se dispone ahora de poderosas herramientas estadísticas y matemáticas.
Tenemos motivos para sentirnos orgullosos del avance logrado
por la ciencia política durante estas últimas décadas. Y como ciudadanos estadunidenses, hemos hecho importantes aportaciones al
antiquísimo anhelo mundial de aplicar el poder del conocimiento a
los trágicos dilemas del mundo de la política.
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Il. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO
DE LA POLíTICA *
con STEPHEN GENCO
EN su afán de volverse científica, la ciencia política ha propendido,
en las últimas décadas, a perder el contacto con su base onto16gica.
Ha tendido a tratar los acontecimientos y fen6menos de orden político
como hechos naturales reductibles a los mismos esquemas de 16gica
explicativa propios de la física y otras ciencias exactas. Esta tendencia
puede interpretarse en parte como una fase de la revoluci6n científica, como una difusi6n, en dos etapas, de postulados ontol6gicos y
metodológicos propios de las ciencias exactas, cuyo éxito no deja
lugar a dudas: primero, hacia la psicología y la economía, y luego,
desde estas pioneras entre las ciencias humanas hacia la sociología,
la antropología, la ciencia política e incluso la historia. Al adoptar la
agenda de las ciencias exactas, las ciencias sociales y en particular la ciencia política, fueron respaldadas por la escuela neopositivista de filosofía de la ciencia, la cual legitimaba este postulado de homogeneidad
ontol6gica y metametodol6gica. En fechas más recientes, algunos
fil6sofos de la ciencia, así como ciertos psic610gos y economistas,
han puesto en duda la posibilidad y conveniencia de aplicar a asuntos
humanos la estrategia propia de las ciencias exactas. Tal vez sea
provechoso señalar estos argumentos a los polit610gos .
,".~- ~~""."
".
LAS METÁFORAS DE POPPER
Karl Popper, quien junto con R. B. Braithwaite, Cad Hempel y Emest
Nagel sostuviera la tesis de la homogeneidad metametodológica,
destac6 en fechas más recientes la naturaleza heterogénea de la rea* De Gabriel A. Almond, "Clouds, Clocks, and the Study of Politics", World Politics, vol. 29, núm. 4. Derechos reservados © 1977 por Princeton University Press.
Reproducción autorizada.
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