Pensamientos pequeños forman un hombre pequeño Por el Dr. H. Spencer Lewis, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. Hay hombres que ocupan lugares o posiciones inferiores como resultado del temor, más que por falta de oportunidad. Millares de hombres en la intimidad de sus hogares expresan opiniones que, por su lógica tan brillante, dejarían obsoletas las conclusiones e ideas de los expertos y profesionales establecidos en los negocios, en el comercio y los asuntos públicos. Muchos hombres de intuición natural y de gran elocuencia han expuesto a sus familiares tales soluciones a los problemas del mundo, que a un legislador le brindarían dignidad y aclamación en algún capitolio estatal. En una reunión de amigos o asociados, un individuo puede expresarse libremente hasta el momento en que interviene un experto en el tema que se discute; entonces se retira confuso, o se sumerge en un silencio embarazoso. Inmediatamente cede sus pensamientos iniciales a la influencia de los "de mucho peso", expresados por aquel a quien la sociedad ha designado como su superior Sus propias ideas pueden ser asombrosas, y aunque no se hayan probado, centellean con brillo y posibilidad, pero son relegadas al olvido sólo porque el que está ante él ostenta el título de autoridad o ha tenido años de experiencia en el tema y no aprobaría sus observaciones. Después de todo, ¿están catalogados todos los pensamientos? ¿No pueden los conceptos de un hombre tener una gran potencialidad de realización, aún cuando no hayan sido perfeccionados por la trascendencia de teorías acumuladas, creencias y errores de millares de personas antes que él? ¿Cuál es la característica de autoridad a la que todos rendimos tributo y ante la cual estamos impulsados a desechar nuestras propias ideas? Uno que ha investigado extensamente en un campo del conocimiento o del talento y ha aprendido todo lo que la experiencia humana ha descubierto acerca de ello (y ha dominado lo que ha aprendido) se le llama correctamente una autoridad. Como autoridad, es acogido debido a su concentración mental, por su especialización y porque es capaz de exponer categóricamente lo que y por lo que se ha hecho o se piensa hacer al respecto. Autoridad Respetada Por esto debemos respetarlo, así como debemos respetar la acumulación de conocimiento que encierran nuestros diccionarios, enciclopedias y textos, y mirar con admiración los magníficos edificios en donde se encuentran nuestras grandes bibliotecas. Sin embargo, ¿debe esta admiración y respeto reprimir forzosamente todo pensamiento individual? Por ejemplo, el comerciante progresista se resigna al fracaso o a la inactividad cuando contempla los volúmenes sobre administración de negocios, promoción, la venta y los anuncios que existen en la biblioteca, con la autoafirmación: "¿Con qué nuevas ideas espero contribuir para la expansión de los negocios, en vista de lo que ha acontecido anteriormente?" Indudablemente, ningún joven de mente ingeniosa y razonamiento convincente abandonaría su proyecto mental de un aparato mecánico que se necesita, porque en un museo de artes industriales se encontró rodeado de los artefactos hechos por los genios del pasado. Benjamín Franklin no era una autoridad de la electricidad cuando empezó; era sólo un experimentador. Roberto Fulton no era un diseñador reconocido de barcos a vapor, pero fue quien desarrolló una idea. Edison no fue un ingeniero en electricidad, sino un hombre de visión y de cuyas ideas surgieron aquellas cosas que más tarde lo convertirían en lo que al mundo le gusta llamar una autoridad. Akhnaton, el faraón egipcio, no era un gran eclesiástico; sin embargo, dio al mundo la primera religión monoteísta. Henry Ford no fue un ingeniero automotriz pero, como lego, dio al mundo un nuevo principio en la operación de motores a combustión. La mayoría de las autoridades adquiere fama por lo que saben acerca de lo que otros han hecho o realizado. Unos cuantos ganan eminencia por lo que ellos mismos han hecho; sin embargo en este último caso sus conceptos e ideas nuevas precedieron su importancia como autoridades. Por consiguiente, si usted tiene una idea, no importa cuán radical sea en comparación con las ideas establecidas por expertos o maestros, si no puede ser desaprobada por los hechos de la experiencia o refutada por las demostraciones de las leyes naturales, su idea tiene tanto mérito como la de cualquier otro. No importa lo desconocido que usted pueda ser, ni cuán aclamadas sean las autoridades que le censuran. El desarrollo del conocimiento y el progreso del mundo se llevan a cabo en dos formas: primero, por el método inductivo, estudiando lo específico, las cosas y los fenómenos del mundo y deduciendo de ellos la ley general por medio de la cual las otras cosas o particulares puedan ser producidos. El segundo método es el deductivo; empezamos con un concepto, con una idea clara y enérgica que nos encauza a buscar las partes las realidades que encajen en ella para que llegue a ser algo concreto. Frecuentemente la gente se mofa de los que siguen el método deductivo y los llama soñadores. El Soñador Impráctico El único soñador impráctico, es el que se contenta con sólo soñar y deja que sus visiones se disipen por sí solas. El que encuentra inspiración en su sueño, lo usa como un incentivo para actuar y lo coordina con la razón y la percepción, es el que logra alcanzar el horizonte distante por un lado, y el mundo actual por el otro, e intenta unirlos. Con mucha frecuencia este soñador, con su ideal extraordinario, es el que sobrepasa la realidad presente y quien atrae a numerosas personas inteligentes para que estudien las cosas existentes del día, a fin de encontrar una forma de desarrollar el ideal en algo concreto. ¿Quiénes son los grandes contribuyentes al progreso de la sociedad: los investigadores, los idealistas o aquellos que combinan ambos atributos? La necesidad es aún la fuente de la invención. Muchas veces el ideal abstracto atrae lo tangible, las realidades por medio de las cuales eventualmente se convierte en un hecho aceptado. No importa cuán humilde sea su posición en la vida o su falta de instrucción, usted nunca estará equivocado sino hasta que se lo demuestren. Sus pensamientos no están contaminados sólo porque son suyos, a menos que estén equivocados. Ningún ridículo, burla o mirada condescendiente de la autoridad, puede disminuir la potencialidad de su idea, si no existen hechos y principios que puedan demostrar que está equivocado. Un hombre solamente es en verdad tan alto como piensa. Si se considera inferior porque no tiene títulos académicos y, en consecuencia, desaprueba cada pensamiento suyo que linda con los ramos del conocimiento establecidos, él mismo se convierte en uno que sólo piensa en ideas inconsecuentes e insignificantes, desechando todas las de mérito. Sus pensamientos determinan sus acciones y éstas lo hacen prominente o una persona insignificante dentro de un mundo mental limitado. Un hombre que siente aversión al estudio y no se instruye sólo porque menosprecia la instrucción, es uno cuya inteligencia innata obviamente es inferior. Por ningún motivo se puede esperar que tenga pensamientos de mérito y, por consiguiente, sus acciones son tan superficiales como sus pensamientos. Por otra parte, uno que debido a las circunstancias o infortunios nunca ha tenido ventajas educacionales pero aún así tiene deseos de aprender, puede, por esa intención y actitud mental, concebir pensamientos elevados como el que tiene muchos títulos académicos. Hay una gran brecha entre la inteligencia y la educación. Uno puede ser inteligente y no educado, o educado pero no inteligente. La inteligencia es la habilidad de la mente para responder a nuevas condiciones, para comprender perspicazmente lo que percibe y para crear nuevas cosas, nuevos puntos de vista y nuevos cursos de acción de entre sus impresiones acumuladas. La educación intensifica la inteligencia, proporcionando a la mente una abundancia de material con el cual puede crear, pero no puede darle la aptitud necesaria para usar lo que ha adquirido. Lo inteligencia sola no puede hacer eso. También hay una diferencia entre una conjetura especulativa y una convicción verdadera que puede estar sujeta a un análisis. No hace falta ser un individualista hasta el extremo de adivinar un remedio para una enfermedad, cuando el médico sabe el que es necesario. Por otra parte, uno no debe rechazar, por ejemplo, un nuevo concepto acerca de aerodinámica, solamente porque un ingeniero aeronáutico dice que la idea no ha sido probada, que es completamente diferente o se desvía de las normas aceptadas. Debe tenerse en cuenta que ningún aprendizaje o método ha sido desarrollado todavía por el hombre para dar sólo a una clase determinada de individuos el poder de la creación de ideas. Por lo tanto, cada idea, ya sea que provenga del entusiasmo de un inculto o de un académico, si sobrevive la prueba de la experiencia, tiene mérito. Como Ralph Waldo Emerson dijo tan sucintamente en su obra Autoconfianza: "En cada obra de un genio, reconocemos nuestros propios pensamientos que descartamos: regresan a nosotros con cierta majestuosidad ajena"