VISIONARIOS Y MISTICOS

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“VISIONARIOS Y MISTICOS: VIDAS
MARCADAS POR CRISTO”.
1).- SANTA GEMA GALGANI (1878-1903): ESPOSA
DE SANGRE POR JESUCRISTO:
Muchos santos han sido acremente discutidos, incluso
por católicos, mientras vivían; pero pocos se han visto
perseguidos,
también por católicos, después de muertos. Gema
Galgani, una pobre muchacha italiana que falleció a
principios
de este siglo, ha corrido esa doble suerte.
Mientras
su confesor, el obispo, Beato Monseñor Juan Volpi,
atribuía a histeria los
fenómenos extraordinarios que presentaba Gema, su
director,
el pasionista italiano, Beato Padre Germán de San
Estanislao, afirmaba el
origen sobrenatural de esas manifestaciones.
La primera
fase del proceso para la glorificación de Gema,
celebrada
en Lucca, donde ella murió, resultó bastante
borrascosa, pues
había testigos empeñados en hacer de Gema una
histérica
falsaria; y la prudencia aconsejó que el proceso
apostólico
se celebrase en Pisa.
Muchos esperaban que el decreto en
que se declarase la heroicidad de las virtudes de
Gema
pondría fin a la controversia, al reconocer
implícitamente
la autenticidad sobrenatural de aquellos fenómenos.
Pero
el papa Pío XI quiso que constase expresamente en el
decreto
que la afirmación de la heroicidad no suponía juicio
alguno sobre el origen de aquellos hechos.
Si en Gema hubo fenómenos que llamaron la atención
de amigos y enemigos, esta decisión del Papa ha sido
una
lección para todos, y en ella .hemos de fijar nuestra
atención,
libres del apasionamiento con que entonces se la
juzgó.
Porque en Gema, además del paradigma general de
las
virtudes cristianas, que le es común con los demás
santos,
hay una ejemplaridad poco frecuente, que supone una
especial providencia de Dios para con nosotros.
Ya ha pasado
felizmente el tiempo en que se pensaba que
determinadas
enfermedades estaban reñidas con la santidad. Lo
mismo que hay santos sanos, hay también enfermos
santos,
y Dios se puede comunicar lo mismo a los unos que a
los
otros. Puede utilizar como punto de partida o como
medio
para sus comunicaciones una imaginación exaltada,
una sensibilidad
morbosa, una manera de ser distante de la normal.
Y pueden darse reacciones patológicas como
consecuencia
de la excitación producida por una comunicación
sobrenatural.
Dios ha querido darnos en Gema un ejemplo luminoso
de todo esto. Y en esta ejemplaridad de Gema, propia
suya,
radica su valor presente, que será su valor eterno. El
mundo
siente ya la necesidad acuciante de conocer a los
santos
como fueron en realidad, con toda su grandeza
espiritual
y toda su miseria temporal, sin la piadosa fantasía de
una
leyenda dorada, sin confundir la conciencia delicada
con
la psicastenia, ni la nostalgia divina con la depresión,
sin
llamar sobrenatural a lo que sólo es anormal. 'Hoy
buscamos
en los santos más lo imitable que lo admirable. Al
mirarlos queremos vernos en ellos para alentarnos con
ellos.
Los ejemplos edificantes que necesitamos no son de
semidioses
fulgurantes, sino de cristianos de carne y hueso, con
todas las deficiencias que pueden afligir a cualquier
discípulo
de Jesús, sin excluir ni las anormalidades mentales,
que deben conducir a la santidad por el camino de la
humillación.
La vida exterior de Gema podría compendiarse en
pocas
líneas y carece de interés.
Nacida en una familia modesta, en Borgo de
Camigliano, Lucca, en 1878, Gema
fué una niña precoz sin llegar a ser una niña prodigio.
A la orfandad siguió la miseria. Sus padres eran
Enrique Galgani y María Aurelia Landi de Galgani, era
la menor de 3 hermanos: Lorenzo, Enrique y Juan
Galgani.
Una familia piadosa recogió a Gema, y en su casa la
tuvo hasta su muerte, más
como una hija que como una sirvienta.
Fué una joven que
supo cumplir lo que ella creía voluntad de Dios con un
heroísmo admirable. Resplandeció en la caridad
fraterna,
i'xcélente contraprueba de la caridad filial.
Su humildad y
incillez, su rigurosa sinceridad, su paciencia y
resignación
inte todo género de padecimientos físicos y morales,
fueron de una ejemplaridad absoluta.
Y llegó a cultivar ciertas virtudes con demostraciones
que parecieron excesivas;
Su materia de pureza, si de niña no permitía que la
tocase
ni su padre, jamás consintió que la auscultase el
médico.
Además, Gema fué protagonista de una doble serie de
acontecimientos que fijaron en ella las miradas de
cuantos
la conocían. Y esta atención descubrió en Gema
reacciones
auténticamente cristianas que en otras circunstancias
hubiesen pasado quizá inadvertidas. Precisamente en
esto
consiste la original ejemplaridad de Gema, difícilmente
superada
ni igualada por otros santos.
La primera de esas dos series de acontecimientos se
refiere a su salud. La familia de Gema se vio afligida
por
las enfermedades. La mitad de los hijos murieron
jóvenes;
el padre, de un tumor maligno; la madre, de una
tuberculosis
pulmonar, enfermedades que Gema recibió en
herencia.
Desde niña fué una criatura enfermiza, escasamente
desarrollada, hasta el punto de que a los nueve años
apenas
aparentaba seis.
A los trece tuvo que ser operada de
osteítis tuberculosa, a los dieciséis, sufrió graves
trastornos
de apariencia neurótica. A los diecinueve se
multiplicaron
las enfermedades desconcertantes con síntomas
gravísimos.
Tabes espinal de carácter maligno, un absceso en la
región
lumbar, meningitis, úlceras, sordera, caída del cabello,
parálisis,
Las intervenciones quirúrgicas, en vez de extirpar
el mal, lo desplazaban de un punto a otro del cuerpo.
Apenas
operado el absceso en los ríñones, brotó un tumor
grave
en la cabeza. Los médicos, desconcertados y
desalentados,
desahuciaron a aquella enferma que no se dejaba
reconocer
debidamente.
Pero Gema se curó de repente. La vida de
Gema oscilaba entre agravaciones súbitas y
curaciones inesperadas.
Le aparecieron por el cuerpo manchas semejantes
a quemaduras, dos costillas se le deformaron
visiblemente,
padeció dilatación del corazón, tenía súbitos accesos
de fiebre con temperaturas que no alcanzaban a
registrar
los termómetros clínicos, con pulsaciones galopantes
que movían la cama en que yacía. A veces rodaba por
el
suelo entre convulsiones y parecía arrojar espuma por
la
boca.
En sus últimos años tuvo vómitos de sangre y sufrió
extrañas alucinaciones que la asustaban y la ponían
en
ridículo: veía insectos en la comida y serpientes en la
cama.
Í5u cuerpo parecía ya un esqueleto. Se añadieron
desmayos,
pesadillas y delirios.
Perdió la vista. En sus últimos meses
daba muestras de tener perturbadas las facultades
mentales.
Fué su paciencia heroica, con los ojos fijos en el
Crucificado,
la que permitió aquilatar su humildad y su caridad,
las dos virtudes esenciales del Evangelio, en medio de
aquel
torbellino de enfermedades sin número ni medida.
Pero una
segunda serie de acontecimientos fueron
entrelazándose con
esas enfermedades, y la confusión que esto produjo
ocasionó
la controversia de que Gema no se .ha visto libre ni
después
de canonizada. Dotada de una sensibilidad tan grande,
que parecía tener el alma en carne viva, la
manifestaba
de una manera frecuentemente aparatosa; desde niña,
oír
contar la pasión de Jesús le producía fiebre, y oír una
blasfemia
le hacía sudar sangre. Y Gema aseguraba vivir en
continuas comunicaciones extraordinarias con el cielo
y con
el infierno.
Cuando en su propia familia sus hermanos
persiguieron
y ridiculizaron las expresiones de su devoción,
Gema se refugió en la continua meditación de la
Pasión,
deseando vivamente incorporarse a ella. Tenía
veintidós
años cuando recibió, como se recibe un regalo larga y
ansiosamente
esperado, los estigmas de la Pasión. Llagas en
las manos, pies y costado, abiertas y sangrantes;
heridas
de la flagelación y la coronación.
Gema comenzó a caminar
encorvada bajo el peso de la cruz de Jesús, que la
hería en
un hombro, y tenía las rodillas desolladas por las
caídas
bajo el peso de la misma cruz. Todas sus heridas
coincidían
exactamente con las que mostraba el crucifijo ante el
cual
acostumbraba ella orar.
No disimulemos las pinceladas oscuras
en este retrato; en algunos accesos, que fueron
calificados
de ataques infernales, Gema arrebató y rompió los
rosarios de los circunstantes y escupió a las imágenes
de
Jesús y de María; en aquellos arrebatos, y en algunas
otras
actuaciones sorprendentes,
Gema era, sin duda, irresponsable
y nunca se podrán esgrimir contra su santidad.
Más aún. En este claroscuro de la vida de Gema,
sobre
el fondo negro resalta lo blanco con toda su pureza.
Dios
ha querido ofrecer un ejemplo luminoso a quienes
padecen
ciertas dolencias. Diríamos que en Gema hay una
nueva
patrona de los enfermos.
Y esta muchacha humilde y sencilla
será cada vez más apreciada por los afligidos, a
quienes
ha traído la buena nueva, que muchos se resisten
todavía
a creer, de que a todos sin excepción está abierto el
neceso a la más alta santidad por el camino del
Evangelio,
que es el de la sinceridad, la humildad y la caridad.
Gema Galgani murió de tuberculosis en Lucca, el 11
de abril de 1903, a la edad de 25 años, fue beatificada
en 1925 y canonizada en 1940.
“BEATA LUISA PICARRETTA TARANTINO (18651947): LA PEQUEÑA HIJA DE LA DIVINA
VOLUNTAD DE JESUS”.
Doña Luisa Picarretta nació en Coratto, Bari, en Italia,
el 23 de abril de 1865. Sus padres eran don Nicolás
Picarretta y doña Rosa Tarantino, su padre era peón
de hacienda de un gran terrateniente, el Conde
Mauricio Mastrilli, en la cual vivía con sus hermanos.
En 1874, a los 9 años de edad, Luisa recibió la
Primera Comunión y el mismo día el Sacramento de la
Confirmación.
Se destacó por su devoción a la Virgen Maria, a la
Pasión de Jesús, y a la Divina Voluntad, devoción
nacida poco tiempo después, de quedar paralitica y
postrada en cama, hasta su muerte.
Sus padres no prestaron atención a estas aficiones,
hasta que se comenzó a manifestar en su hija una
misteriosa enfermedad que la obligaba a quedarse en
cama. Los médicos sin poder encontrar la causa y dar
un diagnóstico, sugirieron la visita de un sacerdote.
Asombrados quedaron cuando a la señal de la cruz
Luisa se recuperó de su "habitual estado", como ella
misma lo llamaría años después a lo largo de sus
escritos.
Alrededor de los dieciocho años, mientras trabajaba en
su habitación, se encontraba haciendo la meditación
sobre la pasión de Jesús; sintió su corazón oprimido y
que le faltaba la respiración, asustada, salió al balcón y
desde allí vio que la calle estaba llena de personas
que empujaban a Jesús llevando la cruz. Sufriente y
ensangrentado, Jesús entonces alzó los ojos hacia ella
pronunciando estas palabras: "Alma, ¡ayúdame!".
Luisa entró a su habitación con el corazón desgarrado
por el dolor, y llorando le dijo: « ¡Cuánto sufres, oh mi
buen Jesús! ¡Pudiera yo al menos ayudarte y librarte
de esos lobos rabiosos, o cuando menos sufrir yo tus
penas, tus dolores y tus fatigas en tu lugar, para así
darte el más grande alivio...! ¡Ah, Bien mío!, haz que
yo también sufra, porque no es justo que tú debas
sufrir tanto por amor a mí y que yo pecadora esté sin
sufrir nada por ti. » Y desde aquel momento repitiendo
siempre su FIAT (hágase), se hicieron siempre más
frecuentes los períodos transcurridos en cama hasta la
completa inmovilidad por 62 años.
En esta "pequeña prisión" Jesús le dio a conocer el
gran deseo de su Corazón: que el hombre viva en su
Voluntad, para que regrese al orden, al puesto y a la
finalidad para la que fue creado, esto es, lo que él
mismo nos enseñó a pedir en el Padrenuestro:
"Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo"; así
depositó en ella sus maravillosas verdades, para que a
su vez, como "Heraldo del Reino", depositaria y
secretaria de los tesoros de la Divina Voluntad, diera a
conocer el decreto eterno del advenimiento de su
Reino en la Iglesia y en el mundo entero.
Al respecto escribe San Aníbal María Di Francia,
sacerdote italiano, primer director espiritual de Luisa, y
más tarde, fundador del Instituto de los Padres
Rogacionistas, y la Congregación de las Hijas de la
Divina Voluntad:
“Nuestro Señor, que de siglo en siglo aumenta cada
vez más las maravillas de su Amor, parece que de
esta virgen, que El dice que es la más pequeña que ha
encontrado en la tierra, desprovista de toda
instrucción, haya querido hacer un instrumento idóneo
para una misión tan sublime, que ninguna otra se le
pueda comparar, o sea, EL TRIUNFO DE LA DIVINA
VOLUNTAD en el universo, conforme a lo que
decimos en el Padrenuestro: FIAT VOLUNTAS TUA,
SICUT IN COELO ET IN TERRA (en latín, es
“Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”).
Luisa, como hija de la Iglesia, le fue siempre sumisa y
obediente. Durante el período desde 1884 hasta su
muerte en 1947, ella estuvo bajo el cuidado y la
obediencia de varios confesores enviados por el
Obispo de su Arquidiócesis, Monseñor Di Francia.
Su segundo confesor, el Padre Genaro Di Gennari,
sacerdote italiano, el 28 de febrero de 1899, le dio la
obediencia de poner por escrito todo cuanto sucedía
entre Jesús y ella y las gracias que continuamente
recibía.
Fue entonces que Luisa se decidió a vencer la
repugnancia de hacer público lo que vivía en su
interior. Y así, con gran esfuerzo, escribió más de
2.000 capítulos, recogidos en treinta y seis volúmenes,
sin contar cientos de cartas, "Las Horas de la Pasión
de Nuestro Señor Jesucristo", y "La Virgen María
en el Reino de la Divina Voluntad".
Uno de sus confesores y promotor más importante de
la Divina Voluntad (la doctrina que Jesús le enseñó a
Luisa) fue San Aníbal María Di Francia, quien fue
Revisor Eclesiástico de los volúmenes (dio su
aprobación a 19 de los 36 volúmenes), y primer
apóstol del Reino del Fiat Divino (como Jesús mismo
lo titula en el volumen 20 de su diario, noviembre 6,
1926).
Y a la muerte de Monseñor Di Francia, continúan sus
otros confesores, el Padre Genaro Di Gennari, y el
carmelita italiano, Beato Fray Benedicto Calvi.
Luisa Picarretta Tarantino murió en su pueblo natal, el
4 de marzo de 1947, a los 81 años de edad, víctima de
una pulmonía fulminante, luego de 18 años de estar
postrada en cama.
En 1993, sus restos mortales, fueron trasladados al
Santuario de Santa Maria Greca, gracias a su último
confesor, el Beato Fray Benedicto Calvi. Allí, en ese
mismo santuario, los Beatos Monseñor Di Francia, y el
Padre Calvi, serian sepultados posteriormente.
El 20 de noviembre de 1994 -en la Fiesta de Cristo
Rey-, la Santa Sede dio su aprobación a la
Arquidiócesis de Trani-Barletta-Bisceglie (de donde
provenían Luisa y Monseñor Di Francia), guiada por
S.E. Monseñor Carmelo Cassati, para la apertura
oficial de la Causa de Canonización.
El 29 de noviembre del 2005 S.E. Monseñor Juan
Bautista Pichierri -Arzobispo actual de la Arquidiócesis, clausuró la fase diocesana, recogiendo multitud de
documentos y testimonios sobre la fama de santidad
de la Sierva de Dios, iniciando así la fase romana de la
causa, donde el Santo Padre la elevará a la dignidad
de los altares. Fue declarada Venerable en 2016, y
beatificada en 2017, pronto será canonizada.
BEATA MARIA VALTORTA (1897-1961), MISTICA Y
LAICA SERVITA ITALIANA.
Maria Valtorta nació en Caserta, Napoles, el 14 de
marzo de 1897. Ingresó como laica terciaria seglar en
la Congregacion de los Siervas de Maria (Servitas).
Fue autora de diversos cuadernos de apuntes, que
componen la base de su obra fundamental, Il Poema
dell'Uomo-Dio ("El poema del hombre-Dios", más tarde
reimpreso con el título de El Evangelio como me ha
sido revelado).
María Valtorta escribió de una vez, sin un esquema
preparatorio y sin rehacer sus escritos, más o menos
quince mil páginas de cuaderno. Esta notable
producción literaria está publicada en quince
volúmenes, además de la Autobiografía. De ellos, diez
encierran la obra mayor y cinco las obras menores. La
obra mayor es El Evangelio como me ha sido revelado
o Poema del Hombre-Dios.
Su director espiritual, el servita italiano, el Padre
Giacomo Migliorini, y el obispo Roman Danilak
posibilitaron que estos escritos salieran a la luz y
fueran publicados. Ya que al principio, fueron
censuradas durante el pontificado del Papa San Juan
XXIII, en 1962.
Monseñor Danylak dijo en su escrito de otorgamiento
de Nihil Obstat e Imprimátur al Poema del HombreDios (aprobación de la obra y de la publicación,
respectivamente), en 1997.
“Digo que no hay nada objetable en el Poema del
Hombre-Dios y en todos los demás escritos de Valtorta
en lo que respecta a la fe y la moral”.
En sus últimos años, Maria Valtorta sufrió
enfermedades, que la dejaron postrada en cama con
paralisis, hasta cuando murió en su casa de Viareggio,
el 12 de octubre de 1961, a la edad de 72 años. Su
causa de beatificación se abrió en 1997,fue declarada
Venerable en 2007.
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