descargar el bien público. edición 25

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Periódico al servicio del humanismo cristiano
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Aldo Lamorte: (*)
Un siglo de una obra “escrita desde el conocimiento,
pero también desde el corazón del pueblo.”
Estimados hermanos uruguayos: bienvenidos a este
sentido homenaje que estamos rindiendo a los cien años
de la Epopeya de Artigas, del “poeta de la patria”, Juan
Zorrilla de San Martin.
Hoy Zorrilla nos recibe en su casa; y mas allá de la
solemnidad de los temas históricos que trataremos, está
presente el espíritu de sencilla humanidad y cordialidad
con el cual esta impregnada ésta, su casa.
El Instituto de Estudios Cívicos les agradece esta
oportunidad de compartir reflexiones en voz
alta acerca de esta obra literaria e histórica, que penetró
en el alma del ser uruguayo y que ha generado identidad
nacional.
Saludamos y agradecemos la presencia de quienes
serán nuestros oradores: ex presidente de la República y
actual presidente del Honorable Directorio del Partido
Nacional, Dr. Luis Alberto Lacalle; ministro de Turismo
y Deporte, Dr. Héctor Lescano; secretario general del
Partido Colorado, Dr. Pedro Bordaberry; presidente del
Partido Independiente, Dr. Pablo Mieres. Asimismo
agradecemos a quienes cerrarán este homenaje, desde
un enfoque histórico y literario: el Prof. Lincoln
Maistegui , el escritor Álvaro Secondo; y la presidenta
de la Comisión de Amigos del Museo Zorrilla, Sra.
Susana Nunes de Lestido.
También agradecemos su presencia al coordinador de
la Agrupación Parlamentaria del Partido Nacional,
senador Dr. Jorge Larrañaga; a los legisladores
nacionales presentes; a la intendenta departamental de
Montevideo, Prof. Ana Olivera; al cuerpo diplomático; a
las autoridades militares; a los rectores de las
universidades; a los representantes de las asociaciones
y organizaciones tanto nacionales como internacionales;
a los presidentes de los institutos de estudios; a los
amigos del Museo Zorrilla y en especial a los
descendientes de la familia Zorrilla que hoy nos
acompañan.
Agradecemos a todos ustedes que han querido
reflexionar por estos cien años de siembra fértil de la
palabra escrita desde el conocimiento, pero también
desde el corazón de un pueblo .
Cien años de este libro que nace como necesidad del
pueblo oriental que quiere dar forma perdurable a un
altar cívico, en donde se erija la estatua del héroe
Artigas, libertador y mártir.
Un general Artigas cuyo nombre está escrito en este
decreto de 1907, del presidente Williman, en letras
mayúsculas; donde lo señala como “precursor de
nuestra nacionalidad oriental y prócer insigne de la
emancipación americana.”
Un decreto presidencial que resume la necesidad
imperiosa, que no se puede retardar más, el anhelo del
alma oriental de honrar al héroe; y al mismo tiempo de
perpetuar su memoria, erigirse también como ejemplo y
estímulo para las futuras generaciones de orientales.
El mismo Zorrilla, señala poco antes de comenzar su
trabajo, dirigiéndose al ministro de Relaciones Exteriores,
Jacobo Varela, que con satisfacción solo comparable al
temor que le infunde la desproporción entre sus fuerzas
y la magnitud de la tarea que se le confía, acepta
agradecido llevar adelante las instrucciones del
gobierno.
Zorrilla piensa que fue elegido porque su vida entera
fue una constante comunión, intuitiva al principio y
reflexiva y científica después, con el triunfante dogma
cívico que en Artigas se proyecta al hombre orbital de
nuestro tiempo heroico.
Zorrilla nos comenta que sabe que se esperaba en él
hallar “una de las tantas almas amorosas , capaces de
condensar más o menos íntegramente , el alma
colectiva de nuestro pueblo, la tradición nacional , el
conjunto de imágenes amadas y de emociones sentidas,
así como de nombres pronunciados, también de líneas y
colores y expresiones preferidas, cuya comunidad
constituye , más aún que el territorio y hasta más que la
raza y la lengua , la entidad moral que el hombre llama
patria.”
Zorrilla comenta por qué utiliza la expresion , “más o
menos íntegramente”, puesto que según su entender, no
es posible coincidir en absoluto y en todos los detalles,
con todos y cada uno de nuestros hermanos, acerca de
ese reflejo integral del espíritu del pasado que se refunde
en absoluto con el del presente y se proyecta sobre el
del futuro de una nación.
Este libro de Zorrilla nos emociona aún hoy. Está
vigente aún hoy. Y por supuesto que se proyecta al
futuro.
Nos emociona imaginar qué estarían sintiendo esos
uruguayos en la Plaza. Independencia, aquel lejano día
de 1923, ante tanto trabajo, esfuerzo y dedicación de
tantos hermanos para plasmar ese doble monumento, el
de bronce y el de papel, y perpetuar con ellos la memoria
del más grande de los uruguayos.
Hoy, de alguna manera, seguimos construyendo esa
historia de la identidad nacional, que hacemos día a día
cada uno desde nuestra posición, desde nuestro
pensamiento y desde nuestra acción, como la hacen por
cierto, las personalidades que desarrollarán a
continuación sus exposiciones sobre la Epopeya de
Artigas y su autor, al cumplirse un siglo de su primera
edición.
¡Muchas gracias!
(*) Presidente de la Unión Cívica; senador de la República
Esta edición de El BC y
las Medallas Zorrilla
La presente edición especial de El BC es, básicamente, la versión
desgrabada del acto llevado a cabo en el Museo Zorrilla, para
celebrar el centenario de la Epopeya de Artigas. En ese sentido el
lector sabrá disimular alguna imperfección sintáctica debida a la
oralidad del material, que el editor ha preferido conservar para no
perder espontaneidad.
En el transcurso del acto, que contó con buen marco de público,el
Instituto de Estudios Cívicos otorgó Medallas de Honor “Juan
Zorrilla de San Martín” a las siguientes personas:
presidente del Honorable Directorio del Partido Nacional, Luis
Alberto Lacalle; presidente del Partido Demócrata Cristiano,
Héctor Lescano; secretario general del Partido Colorado, Pedro
Bordaberry, presidente del Partido Independiente, Pablo Mieres;
conductor de Alianza Nacional Jorge Larrañaga; presidente de la
Cámara del Libro, Álvaro Risso; rector de la Universidad
Católica, P. Eduardo Casarotti; Cnel. del Cuerpo de Blandengues,
Pablo Torello; presidente de la Fundación Wilson Ferreira
Aldunate, Rodolfo Saldain; presidente del Instituto Manuel Oribe,
Juan Gabito Zóboli; Asociación Cristiana de Dirigentes de
Empresa, Rosario Ferro; presidente de Constructora Santa María,
José Zorrilla; Eduardo Pérez del Castillo, Susana Nunes de
Lestido, Lincoln Maiztegui Casas y Álvaro Secondo Escandell.
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Pedro Bordaberry: (*)
Batlle y Williman participaron
en la génesis de la Epopeya.
Me sumo a las felicitaciones del Dr. Mieres y
agradezco la invitación a la Unión Cívica. En lo
personal, tuve la fortuna de tratar mucho a un nieto de
Zorrilla de San Martín, el Dr. Alfredo Zorrilla, de
quien guardo gratos recuerdos y un cariño muy intenso;
y puedo decir que leí por primera vez la Epopeya de
Artigas en un libro que me regaló él. Ese es otro motivo
de honor para mí.
Quiero felicitar además a la Unión Cívica, porque
creo que éste es el tipo de conmemoraciones que le
hacen bien a los pueblos; como se conmemoró a Artigas
con su monumento y con la Epopeya. Esa es, creo yo, la
forma de honrar a los héroes que tienen que tener los
pueblos.
En un libro reciente, publicado hace unos pocos días,
Andrés Openheimer relata la obsesión actual de
exhumar restos de personas, en que está imbuida casi
toda América. Y da cuenta de algunos casos recientes,
yo creo que, por lo menos, curiosos.
El presidente Hugo Chávez exhumó los restos de
Simón Bolívar y después dijo “hemos visto los restos
del gran Bolívar y confieso que hemos llorado.”
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, cuyo lema
de campaña había sido “la patria vuelve”, en referencia
al homicidio del ex presidente José Gregorio Alfaro,
dedicó meses y meses para trasladar los restos de Alfaro
de Guayaquil a Montecristo. Tenía un problema: la
hija de Alfaro se oponía. Finalmente ¿qué hizo? Dejó
parte de los restos en Guayaquil y parte en Montecristo.
El ex presidente Kirchner desenterró los restos de
Juan Domingo Perón y los trasladó del cementerio en
que se encontraban a otro, en medio de una balacera
que provocó varios muertos. A los pocos días cuando se
habían acallado los titulares, empezó a decir que
también los restos de su mujer, Evita, tenían que ser
trasladados.
Tal vez el caso más curioso —cita Openheimer— es
el del presidente de Honduras, Manuel Celaya, que en
2009 le pidió a su colega de El Salvador, Antonio Saca
que le prestara los restos del prócer de la Unión
Centroamericana, Francisco Morazán, para ser
sepultados por un rato en Honduras. ¡Hemos llegado al
extremo del préstamo de restos! Y yo creo que eso pone
bien de relieve la importancia que tiene este tipo de
homenajes; el que hizo el Uruguay encargándole una
memoria a Juan Zorrilla de San Martín para hacer un
llamado público para erigir un gran monumento al
precursor de la patria.
Creo que debemos honrar a nuestros héroes y no
usarlos.
La invitación que se me hizo hoy es en mi condición
de Secretario General del Partido Colorado y de
senador del mismo, por lo que permítanme expresar,
sin que ello se interprete como partidismo, la indudable
participación que en la génesis, en el origen de la
Epopeya de Artigas, tuvieron José Batlle y Ordoñez y
Claudio Williman.
Jorge Luis Borges, en lo que yo creo que es uno de
los mejores prólogos de la literatura universal, en la
Historia Universal de la Infamia, para prologar un
cuento sobre negros del Mississippi, hace referencia a
que en 1517, el padre Bartolomé de las Casas siente
lástima por los pobres indios que se hacinaban en las
minas de oro antillanas. Entonces le pide permiso al
emperador Carlos V para importar negros del África
para que se hacinen en las minas antillanas en lugar de
los indios. Borges dice que “a esa curiosa variación en
el interés de un filántropo le debemos una cantidad de
cosas posteriores: el éxito del pintor oriental Dr. Pedro
Figari en París, la prosa cimarrona del también oriental
Vicente Rossi, el medio millón de muertos de la Guerra
de Secesión en los EEUU y la abominable rumba El
manisero.”
Hoy más modernamente, otro Jorge, Drexler, le
canta a la causa cuando dice que “nada se pierde, todo
se transforma.” Yo voy a permitirme seguir ese mismo
ejemplo para ver cuál es la causa remota de la Epopeya
de Artigas y, finalmente, el monumento; y sobre todo, la
participación del Dr. Juan Zorrilla de San Martín en
esto.
En las primeras páginas de la Epopeya, bajo el título
“Origen de este libro”, se hace referencia al decreto que
refirió el Arq. Lamorte, decreto de Claudio Williman, en el
que se resuelve erigir un gran monumento a Artigas en la
Plaza Independencia, hacer un llamado nacional e
internacional a artistas para ello, pero además le
encomienda al Dr. Juan Zorrilla de San Martín elaborar
una memoria para ser entregada a todos los artistas que
concurriesen a participar. La respuesta del poeta, que
también se leyó, es de una humildad tremenda. Hace
referencia a que espera tener las fuerzas ¡vaya si las
tuvo! para realizar esa Memoria.
Más tarde, cuando se concreta la obra, el presidente
Batlle, ya en su segunda presidencia, dispone un
rembolso extra por el esfuerzo realizado, consciente que
el tiempo que le dedicó Zorrilla a la Memoria fue
mucho más que el esperado.
Es que don Juan Zorrilla de San Martín era así:
intenso.
Había escrito la Leyenda Patria en ocho noches a
“tazas de café” —decía él. Le habían pedido una
Memoria para ser entregada a los artistas que iban a
participar en el concurso para erigir el monumento, ¡y
devolvió la Epopeya de Artigas!...de la que se cumplen
cien años.
El origen de la Epopeya, puede decirse, fue ese
decreto de Williman; pero la causa hay que buscarla
más atrás. Esa causa está en la relación que mantenían
el Dr. Juan Zorrilla de San Martín con el presidente
José Batlle y Ordoñez. Esa relación en la que
compartían conceptos y convicciones democráticas,
perteneciendo como bien se dijo a partidos distintos y
además, notoriamente, con claras diferencias en cuanto
a sus creencias religiosas, siendo Zorrilla de San
Martín un ferviente católico y, notoriamente, Batlle no.
La relación entre Batlle, Williman y Zorrilla no
puede decirse que nació, pero sí que se solidificó en
Buenos Aires, en la participación que los tres tuvieron
en los preparativos de la Revolución del Quebracho.
Zorrilla de San Martín había emigrado a Buenos Aires
luego de ser perseguido por el gobierno del General
Santos. Éste lo había destituido de su cátedra de
literatura en la Universidad de la República, a la que el
poeta había accedido por concurso. Desde el diario El
Bien criticaba al gobierno y terminó exiliado. Es en
Buenos Aires en que toma forma el poema Tabaré que
al decir de Robert Bazin, junto con la Leyenda Patria y
la Epopeya de Artigas, constituyen sus obras más
célebres. Pero también es en Buenos Aires donde
Zorrilla de San Martín trabaja con los jóvenes, con
Batlle de veintinueve años y con Williman, en la
preparación del alzamiento del Quebracho. Sabido es
que ese alzamiento no tuvo éxito inmediato. Pero sí
tuvo éxito en lo mediato, porque al poco tiempo de
liberados los prisioneros, Santos abandonaba el
gobierno.
Es sensato pensar que esa relación entre Zorrilla,
Batlle y Williman. se hizo más fuerte en los
preparativos de, nada menos, que una revolución.
El camino posterior también así lo indica: el poeta
sería designado embajador. Y al asumir Batlle y
Ordoñez por primera vez la presidencia, en 1903,
Zorrilla lo acompaña en el primer viaje que hace al
interior en el vapor París, a Paysandú y Salto, viaje en
el que pasa por los mismos campos de Guaviyú, de
Saladero y del Quebracho, donde había tenido lugar la
hazaña. En Paysandú, en la primera noche, dice la
crónica, Zorrilla de San Martín, ante un teatro Progreso
lleno de gente, recita la Leyenda Patria. En Salto, en
una cena en honor al presidente, (texto recogido en su
recopilación de Conferencias y Discursos – 1905)
pronuncia Zorrilla palabras elocuentes de apoyo al
ciudadano Batlle y Ordoñez por haber sido electo
presidente de la República y por su apego a la
Constitución. No extraña nada, entonces, que llegado
Williman al gobierno, le encargue la Memoria
destinada a ser entregada a los artistas que
concursarían por la ejecución del Monumento.
Lo que si es de resaltar es que una Memoria para ser
entregada a los artistas se transforme en un libro épico,
sin lugar a dudas, el mejor sobre el Gral. Artigas. Y el
país termina honrando al héroe con dos monumentos:
el de bronce del italiano Zanelli y el libro que le dio
sustento, que alcanzó, acaso, un valor aún mayor.
Cuando se inaugura el monumento en 1923 el
gobierno también le encarga al poeta hacer uso de la
palabra. Y a través de esas palabras, uno parece
escuchar lo que dice Zorrilla. No resisto la tentación de
leer una parte, aunque sea una pequeña parte en la que
el poeta pide silencio. Uno se lo imagina con esa voz
potente, con la que recitaba la Leyenda Patria o el
Tabaré, hablando en ese momento ante la multitud en
silencio, con el monumento aún tapado por la bandera.
“Ha sonado por fin señores, están sonando las horas
del tiempo, con un golpe en un escudo, la mañana en la
que tanto hemos pensado, la que anunciaron las
generaciones pasadas, la que estaba reservada a la
nuestra. Llenos están los cielos y la tierra de la
majestad de este sol. En medio de los estrépitos,
hagamos un momento de silencio. Sin embargo como
esos que se forman entre dos ráfagas de viento, os
invito a hacerlo, a que entremos en nuestro interior para
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oír qué dicen las lejanías. En silencio, como lo veis,
hemos hecho señores por fin nuestra labor, llegada la
misión que nos estaba reservada.”
La esquela a que se hizo referencia, que le manda al
poeta el escultor Zanelli, con la foto del monumento,
habla por sí sola: “Al Dr. Juan Zorrilla de San Martín,
en cuya grande obra me he inspirado para mi modesto
trabajo. En prenda de homenaje reverente. Roma 2 de
junio de 1916.
¡Que país ese! ¡Qué Uruguay ese que hacía estos
monumentos! ¡Que Uruguay ese que levantaba el
Estadio Centenario en ocho meses con el Arq. Scasso!
Que tenía a Zorrilla, a Lussich, que tenía una de las
navieras más grandes del mundo y cuando llegaba a
Buenos Aires la Lloyd tocaba la campana, que sólo se
tocaba cuando llegaba el rey o la reina… Gardel,
Quiroga, Morquio, Ricaldoni, Zorrilla de San Martín.
Parafraseando a Borges creo que podemos decir que,
ese curioso acto ilegal de un presunto filántropo, que
ejercía dictatorialmente la presidencia y que le quitó a
un profesor su cátedra en la universidad y lo terminó
exiliando, determinó una cantidad de hechos
posteriores que quizá nunca pensó que iban a ocurrir.
El destierro en Buenos Aires, el tiempo para escribir
el poema Tabaré, la relación que entabló Zorrilla con
Williman y con Batlle, el encargo por decreto de una
Memoria para los artistas concursantes que terminó
convirtiéndose en una obra épica y, también quizá, le
debemos que estemos hoy aquí celebrando los cien
años de la primera edición. ¡Muchas gracias!
(*) Ex ministro de Turismo e Industria, Energía y Minería. Senador por
el Partido Colorado. Secretario general del mismo.
La intendenta departamental de Montevideo, Prof. Ana Olivera; la presidenta de la Comisión de Amigos del Museo Zorrilla,
Susana Nunes; Sra. de Zorrilla e Ing. José Zorrilla, entre el numeroso público.
Pablo Mieres:
“Zorrilla fue un artiguista cabal y profundo.”
Buenas tardes a todos. Un gran gusto y un
agradecimiento a los amigos de la Union Cívica, en
especial a su presidente, el Arq. Aldo Lamorte, por la
invitación y la oportunidad de participar en este evento
que me parece bien apropiado.
Por estos días va a hacer ciento cincuenta y cinco
años del nacimiento de Juan Zorrilla de San Martín y se
cumplen setenta y nueve años de su fallecimiento.
Seguramente cuando se acerque la fecha de los ciento
sesenta años deberemos hacer un homenaje
especialmente significativo porque yo creo, todos
creemos, que Zorrilla de San Martín ha sido una figura
fundamental en la construcción de nuestro imaginario
como país, como patria, como nación. Sin ninguna duda,
Zorrilla es uno de los más brillantes exponentes de esa
generación que construyó los fundamentos de nuestra
convicción de país, de pueblo. Fue, sobre todo, el gran
constructor de una reflexión que los uruguayos hemos
compartido, más allá de banderas y de partidos, sobre la
imagen de nuestro prócer, de Artigas, de un Artigas real
no un Artigas etéreo, sino en consonancia y en estrecha
relación con nuestro pueblo.
Zorrilla de San Martín es de esos grandes, de esa
generación de fines del Siglo XIX y principios del XX,
cuando realmente nuestro país construye el relato acerca
de su historia y reafirma con mucha fuerza, ante lo que
eran otros relatos que pugnaban también por
desarrollarse, la reivindicación de nuestra matriz
independiente y de nuestra matriz nacional.
Es también Zorrilla uno de los fundadores de la
tradición social cristiana del Uruguay. Es portador de un
bagaje ideológico fuerte, potente. Algunos historiadores
que han estudiado este asunto, lo indican como el
exponente quizá mayor de la construcción ideológica de
los primeros años, del surgimiento del cauce social
cristiano en el Uruguay. Desde el diario El Bien (luego El
Bien Público), su prédica dentro de la tradición católica,
su relación con Mariano Soler, —juntos representan
desde mi punto de vista, la expresión del pensamiento
social cristiano con mayor tono social, con mayor
preocupación por la superación de las injusticias, por la
construcción de una sociedad más justa, más solidaria—
Zorrilla de San Martin es esa referencia fuerte del cauce
social cristiano; alguien que pudo por sus méritos, por
sus capacidades, por sus aptitudes, por sus talentos,
haber participado de espacios de poder en nuestro país,
ciertamente importantes. Sin embargo rehuyó siempre
integrarse a cualquiera de las dos colectividades que
conducían y eran las predominantes en nuestro país en
aquellos tiempos, reivindicando su independencia, ese
sentimiento de identificación con una tradición diferente
que era la tradición social cristiana.
Fue sin duda un artiguista cabal y profundo,
reivindicador serio del pensamiento de Artigas en su
expresión mayor.
Quiero decir un par de cosas más para completar esta
referencia.
Una es que Zorrilla, a pesar de las diferencias —y
esto viene a cuento a propósito de cómo Uruguay ha
construido su democracia— que tenía con Batlle y
Ordoñez, mantuvo con él una relación peculiarmente
positiva. Esa relación, en algunos momentos difíciles de
su vida, fue útil para Zorrilla; pero sobre todo, demostró
la capacidad uruguaya de quererse y respetarse por
encima de las diferencias, ya en aquél entonces, cuando
empezábamos a recorrer los caminos de lo que hoy es un
componente clave de la democracia uruguaya, es decir,
la coparticipación, la participación conjunta de los
distintos partidos en la construcción del país. Esa
actitud nació después de la Revolución de las Lanzas en
mil ochocientos setenta y pico, pero se reafirmó a lo
largo de las siguientes décadas. En la relación entre
Zorrilla y Batlle, más allá de las grandes diferencias que
ciertamente tenían en los debates políticos e
ideológicos, siempre subyació, sin embargo, una amistad
y un entendimiento que les permitió poner por encima de
las diferencias, que por cierto deben estar siempre de
manifiesto pero nunca tener tal nivel que impidan la
búsqueda del bien común, el aprecio recíproco.
Fue, don Juan Zorrilla de San Martín, un claro
contendor de la dictadura de Santos y sufrió el destierro
por eso. Fue un hombre democrático, a muerte, a carta
cabal, sufrió el exilio y tuvo que desarrollar,
transitoriamente, su vida en la vecina orilla por enfrentar
la dictadura de Santos.
Entonces, tiene Zorrilla una serie de dimensiones que
son muy significativas.
Y la última, y con esto termino.
Pudo Zorrilla haberse construido una posición
económica holgada, por su origen, por sus vínculos
familiares y sociales, por sus capacidades, talentos y
contracción al trabajo. Optó, sin embargo, por ser fiel a
sus convicciones y en función de eso, sacrificó lo que
pudo haber sido una vida de riquezas y de acceso a
bienes materiales que estuvieron siempre, en su
consideración, por debajo de sus principios que fueron
los que realmente movieron siempre su accionar.
A esa figura tan señera de nuestra historia, por la que
uno siente una particular emoción, estamos
homenajeando el día de hoy y me siento muy honrado
de haber sido invitado a este evento. ¡Muchas gracias!
(*) Presidente del Partido Independiente
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Luis Alberto Lacale: (*)
“La amable persecución de Zorrilla.”
Señor presidente de la Unión Cívica, señora dueña
de casa Susana Nunes, señora intendenta departamental
de Montevideo, señores legisladores, académicos, señor
rector de la Universidad Católica, señor presidente del
Instituto Manuel Oribe, señores oficiales de las FFAA,
Zorrillas en general, Zorrilla Muñoz, Montero Zorrilla,
Mora Zorrilla, Pancro, Ciruja, tantos y tantos recuerdos
de tantas generaciones de este barrio, amistades que
prolongamos y prolongaremos por mucho tiempo...
Traje este libro, igual al que está en exposición, pero
este es una edición del año ’30, estimo yo, que fue
regalado por mi abuelo a mi madre; y lo traje por una
situación curiosa, que yo le llamo la persecución de
Zorrilla.
Zorrilla esta en la vida de todos los orientales, en el
canto, en la imaginación. Alguien ha dicho que Blanes
le puso rostro al país y Zorrilla le puso voz. Porque
imágenes de Artigas hay muchas; pero Artigas siempre
será el de la puerta de la Ciudadela, el que
emblemáticamente y oficialmente, representa al jefe de
los orientales. Y Zorrilla es la voz, el canto. Este libro
estaba en la casa de mis padres, en un lugar en que lo
puso la Providencia, para que quedara grabado en mi
memoria. En la calle Echevarriarza, en nuestra casa,
estaba a la altura del segundo escalón de biblioteca
frente al teléfono. Por tanto este lomo con la bandera de
Artigas ha estado introduciéndose en mi mente
subliminalmente, desde el año 1944 hasta que me fui
de casa para vivir solo.
Zorrilla nos persigue amablemente. En el libro de
lectura del colegio Seminario, en aquellos tiempos en
que se hablaba de estudios vigilados, —que eran
macanas, porque no estudiábamos nada, simplemente
leíamos lo que no había que leer—; entonces, volviendo
a aquél libro de lectura, nunca me olvido del discurso
de Zorrilla del Cuarto Centenario, en Palos, discurso que
inicia diciendo:
“Mirad señores esas banderas,
que como pájaros marinos traídos por la brisa,
han venido a posarse en las playas de La Rábida.”
Y después va describiendo una a una todas las
banderas, con una fantástica capacidad de metáfora,
dice:
“Y finalmente destacándose como la luz en la luz,
como si su azul fuese un azul recién creado,
veo resplandecer el sol de mi Uruguay, sobre su franja
bicolor.”
Luego en el HD, el final, precioso para nosotros los
cristianos y católicos:
Protege, ¡oh Dios! La tumba de los libres;
Protege á nuestra patria independiente,
Que inclina á Ti tan sólo,
Sólo ante Ti la coronada frente.
Y por supuesto:
...........................
despiertan los barqueros... ya es la hora;
Y, al chocar de los remos sobre el río,
Alzan la barcarola de la aurora
De ritmo audaz y cadencioso brío,
¡La eterna barcarola redentora!
..............................
Y entre la luz, los cantos, los latidos,
Roja, intensa mirada
Que por el campo de la patria hermoso
Paseó la libertad, pisan la frente
Del húmedo arenal Treinta y Tres hombres;
Treinta y Tres hombres que mi mente adora,
Encarnación, viviente melodía,
Diana triunfal, leyenda redentora
Del alma heroica de la patria mía.
Y también:
¡Sarandi! ¡Sarandi!... ¡Santa memoria,
Primicia del valor, ósculo ardiente
Que imprimieron los labios de la gloria
En nuestra joven ardorosa frente!
Esto es Zorrilla en mi vida personal y en la de
muchos de nosotros que leíamos libros todavía,
costumbre que quizá debiéramos retomar.
Mirando la Epopeya desde que uno la leyó hasta
ahora, hay una sensación de pertenencia a otro tiempo.
Es que estamos demasiado acostumbrados a la escritura
lineal, a la falta de metáforas, a la falta de riqueza
conceptual, nos parece hasta un poco barroco leerlo
ahora, porque son párrafos enteros, con un verbo
concatenado al otro perfectamente, que nos devuelven
el placer de la lectura; y la lectura florida, por qué no.
No son trabajos científicos, son obras de arte. Por eso,
entonces, en esa literatura que nos ha perseguido y
acompañado, nos reconocemos como en el espejo
nacional.
La Epopeya, según el diccionario, es el conjunto de
hechos gloriosos, dignos de ser tratados épicamente. Y
no hay duda que cuando don Juan se inclinó sobre sus
cuartillas para describir a los futuros proyectistas del
monumento a Artigas, lo que dio a luz fue un verdadero
tratado épico. Un tratado que tiene algunos aspectos
que más allá de la parte poética, que es la que a uno le
empapa el alma, tiene algunas definiciones que son
muy importantes; y recordaciones importantes. Hay una
que me ha gustado mucho, porque reconocer en el año
1910 que las Instrucciones del año XIII eran la primera
proclamación de la libertad y la independencia, cuando
en Buenos Aires todavía se dudaba acerca de si un inca
o un Rey europeo, en el Perú también, y San Martín
también, legítimamente, porque eran hombres de otra
extracción y veían como legítima la posibilidad de una
monarquía constitucional, Artigas, en las Instrucciones
del año XIII, habla claramente acerca de la inmediata
declaración de la independencia absoluta de las
colonias. Es la primera vez que se usa, en el año 1813,
recordemos que la revolución fue en mayo de 1810. En
el ‘13 cuando dudan otros, Artigas lo proclama. Y lo
reconoce Zorrilla en 1910. No olvidemos tampoco que
en 1910 la leyenda negra estaba todavía allí asomando.
Artigas era una figura sobre la que se dudaba. La
propia patria no tenía todavía el sentido de culto por
Artigas que él, Zorrilla, contribuyó decisivamente a
construir.
Hay otro párrafo que me gusta mucho que es referido
al Congreso de Abril. Allí están Larrañaga, Barreiro y
otros, y Zorrilla habla como si esa reunión fuera un
senado de la Provincia Oriental. Establece la diferencia
entre aquellos, patriotas, sin dudas, y el caudillo.
“Artigas es una fe, una visión brotada del conocimiento
de los hombres y de las cosas. Aquellos son traductores.
Este es conductor de un mensaje interno recibido en la
comunicación consigo mismo, con la vida, con el Dios
interior del que os he hablado tantas veces. Aquellos
eran idea, pero idea muerta, árbol sin raíces. Este era
idea viva arraigada en el alma, idea y acción
compenetradas, pasión. Aquellos podían cambiar de
pensamiento, discrepar de él en la acción, vivir sin él.
Artigas no, porque vida y pensamiento eran en él, la
misma cosa.”
Creo que todo lo que tienda en estos tiempos a
reforzar la identidad nacional tiene que ser bienvenido.
Porque en este mundo globalizado alguien ha sostenido
la teoría de la desaparición del estado nación. Y yo
creo lo contrario. Cuanto más grande es el
abarcamiento intelectual que tenemos del mundo,
cuando más pequeño se vuelve a través del tiempo real
y el conocimiento inmediato de todo lo que pasa, más
necesitamos la patria como ancla del alma —y esto es
una definición propia— como anclaje del alma ¿Por
qué? Porque la humanidad es demasiado grande para
que me quepa en el corazón, no me cabe en la mente ni
en el corazón. Seis mil millones no me caben. Y
solamente mi familia o mi partido es demasiado poco.
Entonces la medida ideal del amor, es la patria.
Supongo que será igual para todas, pero yo tengo una
sola. No creo en la patria grande ni en el paisito, ¡no!
porque eso en 1813 se acabó, al no prosperar las ideas
de Artigas, tenemos una sola patria nacida a pesar de
los vecinos y sobreviviente a pesar de los vecinos.
Tenemos que reafirmar su vigencia; y se construye
patria con historia pero también con mitos, porque los
mitos son parte del alma colectiva. Y aquí está, a medio
camino, la Epopeya, porque se apoya en una base
histórica de datos, porque está todo documentado lo que
dice don Juan Zorrilla de San Martín, pero al mismo
tiempo tiene el incienso del mito, es decir, un Artigas
que se le ha criticado como diciendo que lo ha puesto
en el altar; pero no, está simplemente en el pedestal. No
está en el altar porque no era un santo. Pero lo tenemos
en un pedestal. Y tenemos la suerte, extrañísima en
América, de que este hombre no haya regresado. Nunca
sabremos por qué. Primero prisionero de Gaspar
Rodríguez de Francia, que le decía a Buenos Aires:
“Acá tengo a Artigas. Si se hacen ustedes demasiado
los locos, les suelto a Artigas.” Y ante ese temor estaba
Artigas como un arma de disuasión. Pero estaba en
Curuguatí, estaba en el fondo de la parte oriental del
Paraguay. Luego, en épocas de ese gran gobernante que
fue don Carlos Antonio López, ya se le dio otro
tratamiento. Pero, de todos modos, nunca quiso volver.
¡Treinta años! Es un trozo demasiado grande de vida. Y
nunca sabremos por qué no quiso volver. Por suerte no
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es ni blanco ni colorado, ni tiene facción ni fracción. Y
quizás es por eso, entre los héroes americanos, el que
más se presta para que su culto sea el punto de
encuentro de los orientales, separados en otras cosas
por disensiones legítimas. Nosotros tenemos en él que
encontrar la bisagra, la placa tornante, el eje donde se
juntan todas nuestras diferencias y ante las cuales
inclinamos la cabeza.
Por eso la recordación de la Epopeya, esta
recordación de hoy, que sirva para afirmarnos como
orientales, que sirva para que del pasado hagamos culto
y no guerra, ¡basta de escarbar para atrás para
separarnos y dividirnos! Basta de que la historia sea
arma arrojadiza. Basta porque bastante tenemos por
delante para que estemos peleándonos por el atrás,
inmediato o lejano.
Zorrilla refiere que el escritor Saint-Hilaire (Augustin),
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en su viaje de estudios de ciencias naturales
por el Brasil y el Río de la Plata, “vio un niño
indio de Uruguay que, caído prisionero en la
guerra con Artigas, servía de paje al
gobernador portugués. El indio estaba bien
vestido y tenía una bonita librea azul con
botones dorados. El viajero francés le
preguntó si estaba contento. El niño bajó la
cabeza. ¿Deseas algo? —volvió a preguntarle.
Sí —contestó el indiecito. ¿Y qué es lo que más
deseas? —insistió el hombre. —Irme con
Artigas, irme con Artigas.
(*) Ex presidente de la República (1990-95), senador,
presidente del Honorable Directorio del Partido
Nacional.
Senador Dr. Jorge Larrañaga en primer plano. Hacia el fondo, el Prof.
Lincoln Maiztegui, Álvaro Secondo Escandell y Dr. Juan Gabito Zoboli,
escuchan atentamente la exposición del Dr. Lacalle.
Héctor Lescano: (*)
“Zorrilla expresó, acerca de Artigas,
el sentimiento de la comunidad.”
Muy buenas tardes para todas y para todos.
Voy a ser muy breve porque como hemos explicado
antes, muchos de nosotros tenemos un compromiso
ineludible. Desde ya les pedimos excusas a los
académicos que van a exponer y completar después este
acto.
Saludamos a todas las autoridades que nos
acompañan desde el estrado, como el ex presidente
Lacalle, los doctores Bordaberry y Mieres, a todas las
autoridades presentes, a la señora intendenta
departamental de Montevideo, Prof. Ana Olivera,
senadores, diputados, académicos y muy especialmente
al presidente de la Unión Cívica, Arq. Aldo Lamorte y
demás autoridades del partido, la invitación para
participar esta noche aunque sea para traer mi modesta
palabra de adhesión a este acto que es de justicia.
No venimos esta tarde a cumplir un rol protocolar,
que ya de por sí tendría cierto significado, sino con
mucho gusto, de corazón, a sumarnos a la trascendencia
y por qué no a la devoción, que merece este
acontecimiento de conmemorar, juntos, además, con un
sentido nacional, los cien años de la Epopeya.
Le agradezco, por lo tanto, a la Unión Cívica, que
viene haciendo contribuciones importantes, desde otros
aspectos, a esa memoria.
Acá mismo, desde este escenario, unos días atrás,
hemos presentado un libro acerca de monseñor Jacinto
Vera. Y en esa ocasión se reconocía la deuda contraída
con quien representó una gran figura desde el punto de
vista pastoral y fundacional.
Del mismo modo la Unión Cívica, hay que
reconocerle, viene contribuyendo a mantener la memoria
de don Juan Zorrilla de San Martín, también uno de los
grandes del pensamiento, de la cultura y de la política de
este país.
Comparto plenamente con el Dr. Pablo Mieres ese
sentido de sencillez que tenía Zorrilla para ser,
precisamente, coherente con el pensamiento que había
honrado y que tenía tanto en común con el pensamiento
y la filosofía que inspiró desde siempre al padre de la
patria, a don José Artigas. Hay entre Artigas y Zorrilla
un vínculo absolutamente indiscutible, desde que
historiadores de la talla del Prof.Mario Cayota, por
ejemplo, lo dejaron claramente establecido en sus
estudios sobre Artigas.
Zorrilla expresaba, precisamente, a propósito de
Artigas, el sentimiento de la gente, lo que el denominó la
comunidad.
Cuando acepta el encargo del gobierno, dice Zorrilla
en 1907: “Se ha llegado a hallar en mí a una de tantas
almas sonoras, capaces de condensar más o menos
íntegramente el alma colectiva de este pueblo, la
tradición nacional, el conjunto de imágenes amadas y de
emociones sentidas y de nombre pronunciados y de
líneas y colores y expresiones preferidas, cuya
comunidad constituye, más aún que el territorio y hasta
más que la raza y la lengua, la entidad moral que el
hombre llama patria.”
Es decir, Zorrilla vincula y asemeja el concepto de
patria, al sentido de la comunidad, el sentido de pueblo
organizado. Por eso, efectivamente, Zorrilla se
compromete en su diezmo, en su riesgo, por lo mejor de
la defensa del bien común; por eso está armado de una
sensibilidad social muy importante que pone al servicio
de la comunidad con su propio valor político. Porque
Zorrilla es mucho más que el poeta de la patria. Es un
hombre que funda, en 1905 un partido político, y crea y
dirige, mucho antes, un diario, El Bien, como primera
expresión de la corriente social cristiana en el Uruguay. Y
desde sus páginas, como periodista, es que envía cosas
realmente revolucionarias para su tiempo. Yo no dudo,
en efecto, de calificarlas de revolucionarias. En ese
aspecto es que tiene tanto que ver con la autoridad, la
austeridad y la probidad de Artigas, que cuando hace su
proceso de decantación, no sólo de sus ideas sino
también de sus valores y vivencias, tan uruguayo, tan
nuestro, decide partir para siempre, no lleva más que una
chaqueta y una alforja. Así entra en el Paraguay, con la
sencillez con que Artigas eligió vivir, con aquella frase
de que “los títulos son los fantasmas del estado”, y por
lo mismo “he conservado yo hasta el presente el título
de simple ciudadano” sin aceptar la honra del título de
“protector de los pueblos libres”, pero convencido
siempre que estaba bajo la protección de la Provincia
Oriental.
Todo lo que significó Purificación, Zorrilla lo rescata
de una forma muy especial. Es la Purificación con cuyo
significado más profundo también tenemos una especie
de deuda nacional para darle la dimensión histórica que
tiene. Zorrilla dice al referirse a Purificación que allí no se
derramó ni una gota de sangre, ni una sola, no se cita el
nombre de una sola víctima, algunos ciudadanos fueron
reducidos a prisión y puestos después en libertad,
muchos estaban allí simplemente confinados y hasta se
les permitió trasladarse a Montevideo en busca de sus
familias y regresar con ellas dentro de un plazo
determinado. De manera que es en ese capítulo de
Purificación, del que tendríamos mucho más para
agregar, donde Zorrilla resume sucintamente el
pensamiento y el compromiso del Padre de la Patria.
Quiero hoy también, además de representar una de las
corrientes de este humanismo cristiano del que hoy se
hablaba y que reconoce y abreva en el pensamiento de
Zorrilla, también expresar el sentimiento de la fuerza
política que está en el gobierno, el Frente Amplio, que en
su carta fundacional de 1971, reconoce en el
pensamiento artiguista su inspiración más profunda.
Por eso estimado Arq. Lamorte y dirigente de la Unión
Cívica, gracias por invitarnos aún en la locura de este
tiempo del año, a esta conmemoración nacional y
pluripartidaria, que creo que le hace bien a este sólido
sistema democrático uruguayo, que es un honor y que
tenemos que preservar y reafirmar con mucha fuerza,
precisamente hablando acerca del pensamiento y la
acción en el testimonio de los grandes, entre los que se
cuenta don Juan Zorrilla de San Martín.
Muchas gracias.
(*) Ministro de Turismo y Deporte, presidente del Partido
Demócrata Cristiano, coordinador de programa del Frente Amplio
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Lincoln Maiztegui: (*)
“La desnacionalización cultural
que vivimos es brutal.”
Buenas tardes a todos. En primer lugar muchas gracias por la
invitación a los organizadores, que me da la oportunidad de
decir algunas palabras.
Yo traía acá escrita una cosa que iba a leer, pero no voy a leer
nada, porque creo que hay cosas más importantes.
En primer lugar, como una cuestión de interés mío particular;
el Dr. Bordaberry hizo una referencia, citando a Borges, un
escritor maravilloso y un personaje político execrable, pésimo
músico además, porque la rumba El Manisero de Alberto
Lecuona es una maravilla, mencionó a mi antepasado fray
Bartolomé de las Casas que, efectivamente, propuso en
determinado momento la sustitución de la mano de obra
indígena por la mano de obra negra. Pero no dijo, o no se dijo
aquí, que también habría que decirlo, es que al final de su vida
él estaba profundamente arrepentido de lo que había hecho. Y
lo que escribe en su testamento, es su duda acerca de si Dios le
perdonará el tremendo pecado que significó el haber condenado
a lo que se condenó a las personas de raza negra, al ser traídas
en condición de esclavos a América. Me parece a mi que decir
una cosa y no haber dicho la otra, rompe un poco el equilibrio
que se debe poner cuando se habla de un tema de estas
características.
Expresado esto, yo quiero decir que escuchando a todas las
personas ilustres que me han precedido en el ejercicio de la
palabra, y respetando el pensamiento que expresaron respecto
al poeta Juan Zorrilla de San Martín, a la Epopeya de Artigas,
al Tabaré, a la Leyenda Patria que citó con tanta abundancia y
tan buena memoria el Dr. Luis Alberto Lacalle, yo me pregunto
¿cuánta gente joven conoce a este señor, cuantos chicos
menores de veinticinco años o me atrevería a decir de treinta,
saben quién fue Zorrilla de San Martín, cuántos han leído el
Tabaré, cuántos hay que además de saber que es el nombre de
un ex presidente de la República, es el título de un magnífico
poema épico y lírico, que según grandes críticos es de lo mejor
que se ha escrito en literatura de la lengua castellana?
Entonces me pregunto, si no se conoce a Zorrilla, no tengo
por qué asombrarme, cuando hace quince días, en un curso de
la Universidad de Montevideo, de historia contemporánea, de
segundo año, mencioné al Ariel de José Enrique Rodó y me
dijeron que no sabían lo que era. Entonces pregunté:
Pero...díganme una cosa: ¿alguno de ustedes sabe, cuando digo
“Ariel de Rodó” a qué me estoy refiriendo?
Un solo chico, en cuarenta, me respondió: “Sí, es un libro de
Rodó. Y Rodó es un escritor.”
Bueno...¡Bravo! Al menos hay un chico entre cuarenta que
tiene ese conocimiento básico. Entonces uno se pregunta, casi
retóricamente, si homenajes de este tipo tienen algún sentido
cuando se está viviendo un período de desnacionalización
cultural de la brutalidad del que estamos viviendo.
Porque no solamente no se conoce a Zorrilla, no solamente
no se conoce a Rodó, -y se puede decir que Zorrilla era un
poeta romántico tardío, un poco superado por críticas
posteriores- pero que el pensamiento de Rodó tiene una
vigencia impresionante, que los que se llaman antiimperialistas
debieran ser los más preocupados por difundir su
pensamiento, y sin embargo no es así, y no se estudia el Ariel;
y no se estudia Motivos de Proteo y los jóvenes no conocen
las maravillosas parábolas de Rodó, que mi maestra, la poetisa
Sarah Bollo, comparaba con las parábolas de Jesús. Entonces
¿podemos esperar que la gente lea por ejemplo los poemas de
Herrera y Reissig, un hombre clave en el movimiento del
modernismo literario en América Latina? ¿A qué joven de hoy
en día se le ha hecho leer aunque sea uno de los poemas de
Herrera y Reissig, aunque sea “La vuelta de los campos” que
debe ser el soneto más conservador que escribió Herrera y
Reissig? No. No se leen estas cosas. ¿Acaso se les da a conocer
a los jóvenes lo que es la generación de la poesía gauchesca, que
tiene como punto central ese curioso personaje, José Alonso y
Trelles, que llegó a nuestro país a los diecinueve años y se
convirtió en la voz y la expresión psicológica del hombre de
nuestros campos? No. No se sabe quién es Fernán Silva
Valdez, posiblemente el poeta más importante del Río de la
Plata o uno de los más importantes; y ya que se citó tanto a
Borges y que yo lo critiqué tanto, déjenme decir que Borges era
un admirador de este magnífico poeta, que manejó como poca
gente la metáfora: “Los árboles que no dan flores, dan nidos /y
un nido es una flor con pétalos de pluma/ un nido es una flor
color de pájaro/ cuyo perfume entra por los oídos.” Yo no
concibo que se pueda ser más audaz y más acertado en el
ejercicio de la metáfora. Eso se le birla a nuestros estudiantes.
Como se les birla la obra de otros autores de extraordinaria
importancia. Por ahí se lee, de pronto, algún cuento de
Morosoli, como excepción, para decir que dieron alguna obra
de autor nacional. Pero en general, el proceso de
desnacionalización de la cultura es brutal.
En este país nació y se desarrolló la generación de poetas
femeninas, de poetisas, como se decía en mi tiempo, más
importante de la lengua castellana —eso lo afirmo— partiendo
de Delmira Agustini, pasando por María Eugenia, Juana de
Ibarbourou, ese extraordinario personaje en todos los planos de
la vida nacional que fue Luisa Luisi, Esther de Cáceres, la
inmensa Sarah de Ibáñez, Idea Vilariño, y no sigo nombrando
gente porque el propósito que perseguía está claro. Mientras
nosotros sigamos permitiendo que se le birle a los jóvenes el
conocimiento de los artistas que conforman su raíz, —y he
hablado sólo de literatura, pero ni que hablar si entramos, por
ejemplo, en el territorio de la música ¿quién ha escuchado a
Clouzeau Mortet y las bellísimas canciones que componía
sobre los textos de nuestros poetas, a Fabini mismo...?—.
Estamos atentando directamente contra el concepto de patria.
Estamos atentando directamente contra la propia subsistencia
de nuestra comunidad. Porque es un hecho biológico que si
dejamos que se sequen las raíces, se seca también la copa. Esto
es cuanto quería decirles. ¡Muchas gracias!
(*) Prof. de Historia, historiador, escritor, periodista, ajedrecista.
Sonrisas en el Zorrilla
Ing. José Zorrilla: (*)
“Fe y coraje.”
Zorrilla corre el telón oscuro que las logias tendieron sobre
la historia de la patria. Los días de gloria brillan nuevos, luce el
valor de los gauchos en Las Piedras y más aún luce la
“clemencia para los vencidos.”
General, mi general el Jefe de los Orientales vuelve a pisar
indómito los escalones del altar de la patria. Ya no está al frente
de un ejército de hombres y mujeres libres, de criollos, indios,
mestizos y libertos, desde el amor a la patria y a las virtudes
cristianas que los unen. El poeta nos lo pinta solo, cargado de
recuerdos, preservando los valores cristianos que aprendió con
los primeros franciscanos. Y este es el legado, el tesoro que
Artigas dejó escondido bajo el ibirapitá del solar paraguayo:
¡Que su epopeya aún no ha terminado! Somos nosotros, hijos
de Artigas, quienes defendiendo los valores cristianos con fe y
con coraje, cumpliremos su sueño americano.
(*) Presidente de Constructora Santa María
D i r e c c i ó n:
Álvaro Secondo Escandell y Alfredo Nuñez
Bvar. Batlle y Ordoñez 1787 – Montevideo – Tel.: 2707 2707
E. mail: [email protected]
Graciela Cánepa, de la secretaría del senador Lamorte y Alejandro
Cedrés, convencional de la Unión Cívica por San José,durante un
intervalo del evento.ciela Cánepa, Secretyari
Mónica Morales Saravia y Jorge Castiglia, miembro de la Junta
Ejecutiva Nacional de la Unión Cívica, en el cóctel de cierre.
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Susana Nunes: (*)
“Una casa abierta.”
Hoy es un día muy especial para la Comisión de Amigos del
Museo Zorrilla, porque nos han hecho una distinción muy
especial al realizar este acto tan emotivo dentro de esta casa.
Quiero agradecer hoy, no en nombre propio sino en el de la
actual Comisión y en el de todas las comisiones que han
actuado desde los inicios del Museo.
Empezó, este museo, en el año 1945, cuando parecía
imposible recuperar la casa del poeta, que estaba casi
abandonada, para convertirla en un lugar confortable, amable,
en el cual se realizaran exposiciones, en el cual pudiéramos
desarrollar reuniones como las de hoy, en el cual tuviéramos
una forma de expresarnos.
Quiero recordar y agradecer al estudio Gómez Platero que
creyó en nosotros y nos ayudó con los primeros planos. Pero
eso fue solamente el inicio. A eso hay que sumarle toda la
ayuda que recibimos de empresarios privados, de amigos, de
gente que cooperó con materiales, este salón en que estamos
hoy, por ejemplo, es todo nuevo, fue edificado sobre el jardín,
no forma parte de la primitiva casa. Todo fue posible gracias a
la ayuda recibida de los privados y también del estado.
Obtuvimos la comprensión y el apoyo de varios ministros —
estoy viendo por ejemplo en la sala a Lucio Cáceres— que nos
han tenido que soportar durante estos quince o dieciséis años.
Vaya también nuestro agradecimiento al Museo Histórico, a la
Dirección de Cultura y a tantos amigos que nos han ido
ayudando de distintas maneras, prestándonos sus obras para
ser exhibidas en este salón, gente que tiene colecciones
privadas y que nos las prestan sin ningún interés comercial y
confía en nosotros, a toda la gente que se arrimó para dar una
mano en tantos asuntos, y, además, a los amigos que concurren
habitualmente al museo y nos alientan a seguir adelante.
Porque no es fácil la tarea; es una tarea compleja que nos da
bastante trabajo, a todas las comisiones, no solamente a la
actual.
Quiero destacar también al personal que tenemos aquí en el
Museo, que tiene la “camiseta puesta” y que siempre coopera,
unido entre sí y con la Comisión.
Por último, quiero agradecer a Aldo Lamorte, que nos ha
distinguido en varias oportunidades realizando actos acá. Para
nosotros es un honor que el Instituto de Estudios Cívicos
(IEC), presidido por Lamorte, nos haya visitado en varias
oportunidades.
En verdad, Juan Zorrilla de San Martín usaba su casa como
una casa abierta. Aquí se reunían los blancos, los colorados, los
amarillos y los verdes; los amigos, los conocidos, los
familiares... De esa manera queremos mantenerla; con sus
puertas abiertas para todos. Aquí no nos interesa el credo ni la
política, nadie impone ninguna limitante para que puedan
reunirse dentro de las paredes de la casa de Juan Zorrilla
quienes lo deseen.
Ya se ha hablado bastante de la Epopeya. No quiero
competir con gente tan sesuda, inteligente y preparada como la
que hemos escuchado, de modo que no agregaré más que:
¡Muchas gracias a todos!
(*) Presidenta de la Comisión de Amigos del Museo Zorrilla.
Alvaro Secondo Escandell: (*)
“Zorrilla fue el gran creador de la mística nacional.”
Señor ex presidente de la República, señores presidentes y
secretarios generales de los partidos políticos, señores
ministros, señores senadores y diputados, autoridades de
instituciones públicas y privadas, estimados miembros de la
familia Zorrilla, señoras, señores: ¡Muchísimas gracias por
acompañarnos hoy aquí a celebrar el primer siglo de la primera
edición de una obra fundamental para los uruguayos: “La
epopeya de Artigas”.
Hace cinco años celebrábamos aquí mismo, entre estas
venerables paredes, el sesquicentenario del nacimiento del
Poeta de la Patria.
Fue aquella una ocasión memorable.
Se sabe que la vida y la historia gustan de la simetría y las
repeticiones, y en este caso no me es posible disimular las
homonimias.
Hace cinco años le obsequiamos al presidente anterior, don
Tabaré Vázquez —quien dicho sea de paso llegó a la reunión en
helicóptero— un ejemplar de la primera edición de “Tabaré”, el
célebre y legendario poema de Zorrilla.
Hoy conmemoramos la primera edición de la “Epopeya de
Artigas”, la Epopeya de don José, cuando el presidente de la
República también es homónimo, don José Mujica.
Pero no abundaré en ese paralelismo por cuanto ya sabemos
cómo le fue a un señor embajador que habló de los tres José o
los tres Pepes más célebres del Uruguay… quizá porque no
consideró para nada al “Pepe” Sasía y al “Pepe” Schiaffino,
entre otros grandes Pepes…
Pero ahora hablemos en serio. Un sacramento es un signo y
un instrumento que representa o alude a algo esencial, que
como su nombre lo indica, tiene un vasto sector o segmento
sumergido en el misterio de la sacralidad.
La Leyenda Patria y la Epopeya de Artigas son dos
sacramentos, es decir signos e instrumentos de esos sagrados
misterios que son la patria y el prócer.
La “patria” y el “prócer” son entelequias, son
abstracciones. Para representarlos, para evocarlos, hacen falta
signos. Y para que estos signos se vuelvan operativos,
funcionales, se vuelvan instrumentos, hace falta un creador que
cree la mística sagrada.
Eso fue don Juan Zorrilla de San Martín, el gran creador de
la mística nacional, el oficiante de la liturgia patria, el arquitecto
del altar uruguayo.
Con la Leyenda Patria, presentada casi tres décadas antes
que la Epopeya, incorporó Zorrilla al ara nacional a aquellos
“treinta y tres hombres que mi mente adora, encarnación,
viviente melodía, diana triunfal, leyenda redentora del alma
heroica de la patria mía.”
Con la Epopeya, elevó para siempre a Artigas, desde su
condición humana, a la de héroe.
No era fácil esa transmutación. Hacía falta un gran
alquimista, un mago de los símbolos —de esos símbolos
fantásticos que son las palabras— es decir, hacía falta un
poeta, un gran poeta y eso fue don Juan Zorrilla de San
Martín. Según Juan de Valera, Zorrilla fue el “mejor poeta de
habla hispana.” Según don Miguel de Unamuno: Zorrilla fue el
espíritu más afín al suyo.
Artigas, mientras tanto, había pasado los últimos treinta
años de su vida (murió cinco años antes que naciera el poeta)
en el ostracismo paraguayo.
Su memoria había caído en la más oscura y abyecta leyenda
negra.
Un joven oficial del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de
Brasil, de visita en Asunción, con el extravagante nombre de
Beaurepair Rohan, tuvo oportunidad de entrevistar a Artigas
poco antes de su muerte. Escribió lo siguiente:
“En una pequeña chacra de los arrabales de Asunción vive
hoy, viejo y pobre pero lleno de recuerdos, aquél guerrero tan
temible de las campañas del Sud. No me canso de estar frente a
este anciano, otrora tan temido y odiado, de cuyas crueldades
y tropelías había oído hablar desde niño, y al que creía muerto
desde mucho tiempo atrás. Humildemente el anciano me
preguntó: “¿Mi nombre suena todavía en el país de usted?””
Fin de la cita de Rohan.
Y claro que sonaba. Se hablaba pestes de Artigas. Hace
poco Lincoln Maiztegui recordaba, en un reportaje televisivo, a
propósito de la Leyenda Negra, que muy avanzado el Siglo
XIX y hasta a principio del XX, los padres cuando rezongaban
a sus hijos les decían: “pero caramba, ¡sos más malo que
Artigas!”
Con esa materia prima instalada en el imaginario colectivo,
Zorrilla tenía que construir un prócer y elevarlo a las cumbres
de la gloria. Y lo hizo.
Había logrado que la luz de la posteridad consagrara a los
héroes de la Cruzada del ’25. Ahora proyectaba la luz de sus
palabras hacia los años previos, hacia la “gesta artiguista.” Y
con su Epopeya rescata al héroe de la ruin desmemoria y lo
ubica para siempre en lo más alto del altar mayor de la patria.
Otros vendrían después, (algunos hubo antes) que
agregarían estudios quizá más técnicos o científicos,
incluyendo el ciclópeo Archivo Artigas, que completarán la
historiografía del héroe, desde la racionalidad.
Pero el corazón, la imaginación, digamos el hemisferio
derecho, lo proporcionó el Poeta de la Patria, nuestro anfitrión
de hoy, quien aunque transitó su pascua hace casi ochenta
años, sigue vibrando de poesía entre estas venerables paredes.
Hizo mucho por la historia, don Juan Zorrilla de San
Martín con su pluma, creando la mística nacional. Pero hizo
mucho también, como buen patriota, por la demografía
nacional. En efecto, don Juan Zorrilla fue un estallido
demográfico en sí mismo, y produjo, con el mismo entusiasmo
y vigor que puso en todas sus cosas, dieciséis hijos.
Al día de hoy hay unos mil Zorrillas, descendientes directos
del poeta, después de cuatro o cinco generaciones, muchos de
los cuales están hoy en esta casa.
A ellos, se ve, les ha legado genéticamente la misma furia
reproductiva y, si siguen multiplicándose como hasta ahora,
cuando celebremos los trescientos años de su nacimiento, los
Zorrillas serán unos quinientos mil, vale decir,
aproximadamente la mitad de la población del país en épocas
del poeta.
Para ese entonces, dentro de muchos años, ojalá la
humanidad haya madurado en serio.
Si es así, como auguró Borges, “con el tiempo mereceremos
que no haya gobiernos.”
En ese caso, quizá tampoco nos hagan falta los caudillos,
los próceres, los héroes.
En un clásico del teatro, hace años, escuché que un
personaje proclamaba: “Desgraciados aquellos pueblos que no
tienen héroes.” Otro le respondía: “Desgraciados aquellos que
los necesitan.” Este último representaba nada menos que a
Galileo Galilei.
Yo no sé si con el tiempo podremos prescindir de los
héroes. Pero hasta tanto, quiero seguir abrigando en mi corazón
la figura de don José Artigas, el protector de los pueblos libres,
el caudillo de la Redota, el libertario, el hermano de los
charrúas, el jinete, el bailarín, el intuitivo estadista, o sea, el ser
de luz que nos legó don Juan Zorrilla de San Martín, con su
Epopeya, hace cien años.
Muchas gracias.
(*) Secretario general de la Unión Cívica
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