S GA l I RT cia A de spe A EY n E P O ió EP dic E Periódico al servicio del humanismo cristiano FEBRERO 2011 • AÑO 4 / Nº 25 Aldo Lamorte: (*) Un siglo de una obra “escrita desde el conocimiento, pero también desde el corazón del pueblo.” Estimados hermanos uruguayos: bienvenidos a este sentido homenaje que estamos rindiendo a los cien años de la Epopeya de Artigas, del “poeta de la patria”, Juan Zorrilla de San Martin. Hoy Zorrilla nos recibe en su casa; y mas allá de la solemnidad de los temas históricos que trataremos, está presente el espíritu de sencilla humanidad y cordialidad con el cual esta impregnada ésta, su casa. El Instituto de Estudios Cívicos les agradece esta oportunidad de compartir reflexiones en voz alta acerca de esta obra literaria e histórica, que penetró en el alma del ser uruguayo y que ha generado identidad nacional. Saludamos y agradecemos la presencia de quienes serán nuestros oradores: ex presidente de la República y actual presidente del Honorable Directorio del Partido Nacional, Dr. Luis Alberto Lacalle; ministro de Turismo y Deporte, Dr. Héctor Lescano; secretario general del Partido Colorado, Dr. Pedro Bordaberry; presidente del Partido Independiente, Dr. Pablo Mieres. Asimismo agradecemos a quienes cerrarán este homenaje, desde un enfoque histórico y literario: el Prof. Lincoln Maistegui , el escritor Álvaro Secondo; y la presidenta de la Comisión de Amigos del Museo Zorrilla, Sra. Susana Nunes de Lestido. También agradecemos su presencia al coordinador de la Agrupación Parlamentaria del Partido Nacional, senador Dr. Jorge Larrañaga; a los legisladores nacionales presentes; a la intendenta departamental de Montevideo, Prof. Ana Olivera; al cuerpo diplomático; a las autoridades militares; a los rectores de las universidades; a los representantes de las asociaciones y organizaciones tanto nacionales como internacionales; a los presidentes de los institutos de estudios; a los amigos del Museo Zorrilla y en especial a los descendientes de la familia Zorrilla que hoy nos acompañan. Agradecemos a todos ustedes que han querido reflexionar por estos cien años de siembra fértil de la palabra escrita desde el conocimiento, pero también desde el corazón de un pueblo . Cien años de este libro que nace como necesidad del pueblo oriental que quiere dar forma perdurable a un altar cívico, en donde se erija la estatua del héroe Artigas, libertador y mártir. Un general Artigas cuyo nombre está escrito en este decreto de 1907, del presidente Williman, en letras mayúsculas; donde lo señala como “precursor de nuestra nacionalidad oriental y prócer insigne de la emancipación americana.” Un decreto presidencial que resume la necesidad imperiosa, que no se puede retardar más, el anhelo del alma oriental de honrar al héroe; y al mismo tiempo de perpetuar su memoria, erigirse también como ejemplo y estímulo para las futuras generaciones de orientales. El mismo Zorrilla, señala poco antes de comenzar su trabajo, dirigiéndose al ministro de Relaciones Exteriores, Jacobo Varela, que con satisfacción solo comparable al temor que le infunde la desproporción entre sus fuerzas y la magnitud de la tarea que se le confía, acepta agradecido llevar adelante las instrucciones del gobierno. Zorrilla piensa que fue elegido porque su vida entera fue una constante comunión, intuitiva al principio y reflexiva y científica después, con el triunfante dogma cívico que en Artigas se proyecta al hombre orbital de nuestro tiempo heroico. Zorrilla nos comenta que sabe que se esperaba en él hallar “una de las tantas almas amorosas , capaces de condensar más o menos íntegramente , el alma colectiva de nuestro pueblo, la tradición nacional , el conjunto de imágenes amadas y de emociones sentidas, así como de nombres pronunciados, también de líneas y colores y expresiones preferidas, cuya comunidad constituye , más aún que el territorio y hasta más que la raza y la lengua , la entidad moral que el hombre llama patria.” Zorrilla comenta por qué utiliza la expresion , “más o menos íntegramente”, puesto que según su entender, no es posible coincidir en absoluto y en todos los detalles, con todos y cada uno de nuestros hermanos, acerca de ese reflejo integral del espíritu del pasado que se refunde en absoluto con el del presente y se proyecta sobre el del futuro de una nación. Este libro de Zorrilla nos emociona aún hoy. Está vigente aún hoy. Y por supuesto que se proyecta al futuro. Nos emociona imaginar qué estarían sintiendo esos uruguayos en la Plaza. Independencia, aquel lejano día de 1923, ante tanto trabajo, esfuerzo y dedicación de tantos hermanos para plasmar ese doble monumento, el de bronce y el de papel, y perpetuar con ellos la memoria del más grande de los uruguayos. Hoy, de alguna manera, seguimos construyendo esa historia de la identidad nacional, que hacemos día a día cada uno desde nuestra posición, desde nuestro pensamiento y desde nuestra acción, como la hacen por cierto, las personalidades que desarrollarán a continuación sus exposiciones sobre la Epopeya de Artigas y su autor, al cumplirse un siglo de su primera edición. ¡Muchas gracias! (*) Presidente de la Unión Cívica; senador de la República Esta edición de El BC y las Medallas Zorrilla La presente edición especial de El BC es, básicamente, la versión desgrabada del acto llevado a cabo en el Museo Zorrilla, para celebrar el centenario de la Epopeya de Artigas. En ese sentido el lector sabrá disimular alguna imperfección sintáctica debida a la oralidad del material, que el editor ha preferido conservar para no perder espontaneidad. En el transcurso del acto, que contó con buen marco de público,el Instituto de Estudios Cívicos otorgó Medallas de Honor “Juan Zorrilla de San Martín” a las siguientes personas: presidente del Honorable Directorio del Partido Nacional, Luis Alberto Lacalle; presidente del Partido Demócrata Cristiano, Héctor Lescano; secretario general del Partido Colorado, Pedro Bordaberry, presidente del Partido Independiente, Pablo Mieres; conductor de Alianza Nacional Jorge Larrañaga; presidente de la Cámara del Libro, Álvaro Risso; rector de la Universidad Católica, P. Eduardo Casarotti; Cnel. del Cuerpo de Blandengues, Pablo Torello; presidente de la Fundación Wilson Ferreira Aldunate, Rodolfo Saldain; presidente del Instituto Manuel Oribe, Juan Gabito Zóboli; Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, Rosario Ferro; presidente de Constructora Santa María, José Zorrilla; Eduardo Pérez del Castillo, Susana Nunes de Lestido, Lincoln Maiztegui Casas y Álvaro Secondo Escandell. 2 FEBRERO 2011• AÑO 4/ Nº 25 Pedro Bordaberry: (*) Batlle y Williman participaron en la génesis de la Epopeya. Me sumo a las felicitaciones del Dr. Mieres y agradezco la invitación a la Unión Cívica. En lo personal, tuve la fortuna de tratar mucho a un nieto de Zorrilla de San Martín, el Dr. Alfredo Zorrilla, de quien guardo gratos recuerdos y un cariño muy intenso; y puedo decir que leí por primera vez la Epopeya de Artigas en un libro que me regaló él. Ese es otro motivo de honor para mí. Quiero felicitar además a la Unión Cívica, porque creo que éste es el tipo de conmemoraciones que le hacen bien a los pueblos; como se conmemoró a Artigas con su monumento y con la Epopeya. Esa es, creo yo, la forma de honrar a los héroes que tienen que tener los pueblos. En un libro reciente, publicado hace unos pocos días, Andrés Openheimer relata la obsesión actual de exhumar restos de personas, en que está imbuida casi toda América. Y da cuenta de algunos casos recientes, yo creo que, por lo menos, curiosos. El presidente Hugo Chávez exhumó los restos de Simón Bolívar y después dijo “hemos visto los restos del gran Bolívar y confieso que hemos llorado.” El presidente de Ecuador, Rafael Correa, cuyo lema de campaña había sido “la patria vuelve”, en referencia al homicidio del ex presidente José Gregorio Alfaro, dedicó meses y meses para trasladar los restos de Alfaro de Guayaquil a Montecristo. Tenía un problema: la hija de Alfaro se oponía. Finalmente ¿qué hizo? Dejó parte de los restos en Guayaquil y parte en Montecristo. El ex presidente Kirchner desenterró los restos de Juan Domingo Perón y los trasladó del cementerio en que se encontraban a otro, en medio de una balacera que provocó varios muertos. A los pocos días cuando se habían acallado los titulares, empezó a decir que también los restos de su mujer, Evita, tenían que ser trasladados. Tal vez el caso más curioso —cita Openheimer— es el del presidente de Honduras, Manuel Celaya, que en 2009 le pidió a su colega de El Salvador, Antonio Saca que le prestara los restos del prócer de la Unión Centroamericana, Francisco Morazán, para ser sepultados por un rato en Honduras. ¡Hemos llegado al extremo del préstamo de restos! Y yo creo que eso pone bien de relieve la importancia que tiene este tipo de homenajes; el que hizo el Uruguay encargándole una memoria a Juan Zorrilla de San Martín para hacer un llamado público para erigir un gran monumento al precursor de la patria. Creo que debemos honrar a nuestros héroes y no usarlos. La invitación que se me hizo hoy es en mi condición de Secretario General del Partido Colorado y de senador del mismo, por lo que permítanme expresar, sin que ello se interprete como partidismo, la indudable participación que en la génesis, en el origen de la Epopeya de Artigas, tuvieron José Batlle y Ordoñez y Claudio Williman. Jorge Luis Borges, en lo que yo creo que es uno de los mejores prólogos de la literatura universal, en la Historia Universal de la Infamia, para prologar un cuento sobre negros del Mississippi, hace referencia a que en 1517, el padre Bartolomé de las Casas siente lástima por los pobres indios que se hacinaban en las minas de oro antillanas. Entonces le pide permiso al emperador Carlos V para importar negros del África para que se hacinen en las minas antillanas en lugar de los indios. Borges dice que “a esa curiosa variación en el interés de un filántropo le debemos una cantidad de cosas posteriores: el éxito del pintor oriental Dr. Pedro Figari en París, la prosa cimarrona del también oriental Vicente Rossi, el medio millón de muertos de la Guerra de Secesión en los EEUU y la abominable rumba El manisero.” Hoy más modernamente, otro Jorge, Drexler, le canta a la causa cuando dice que “nada se pierde, todo se transforma.” Yo voy a permitirme seguir ese mismo ejemplo para ver cuál es la causa remota de la Epopeya de Artigas y, finalmente, el monumento; y sobre todo, la participación del Dr. Juan Zorrilla de San Martín en esto. En las primeras páginas de la Epopeya, bajo el título “Origen de este libro”, se hace referencia al decreto que refirió el Arq. Lamorte, decreto de Claudio Williman, en el que se resuelve erigir un gran monumento a Artigas en la Plaza Independencia, hacer un llamado nacional e internacional a artistas para ello, pero además le encomienda al Dr. Juan Zorrilla de San Martín elaborar una memoria para ser entregada a todos los artistas que concurriesen a participar. La respuesta del poeta, que también se leyó, es de una humildad tremenda. Hace referencia a que espera tener las fuerzas ¡vaya si las tuvo! para realizar esa Memoria. Más tarde, cuando se concreta la obra, el presidente Batlle, ya en su segunda presidencia, dispone un rembolso extra por el esfuerzo realizado, consciente que el tiempo que le dedicó Zorrilla a la Memoria fue mucho más que el esperado. Es que don Juan Zorrilla de San Martín era así: intenso. Había escrito la Leyenda Patria en ocho noches a “tazas de café” —decía él. Le habían pedido una Memoria para ser entregada a los artistas que iban a participar en el concurso para erigir el monumento, ¡y devolvió la Epopeya de Artigas!...de la que se cumplen cien años. El origen de la Epopeya, puede decirse, fue ese decreto de Williman; pero la causa hay que buscarla más atrás. Esa causa está en la relación que mantenían el Dr. Juan Zorrilla de San Martín con el presidente José Batlle y Ordoñez. Esa relación en la que compartían conceptos y convicciones democráticas, perteneciendo como bien se dijo a partidos distintos y además, notoriamente, con claras diferencias en cuanto a sus creencias religiosas, siendo Zorrilla de San Martín un ferviente católico y, notoriamente, Batlle no. La relación entre Batlle, Williman y Zorrilla no puede decirse que nació, pero sí que se solidificó en Buenos Aires, en la participación que los tres tuvieron en los preparativos de la Revolución del Quebracho. Zorrilla de San Martín había emigrado a Buenos Aires luego de ser perseguido por el gobierno del General Santos. Éste lo había destituido de su cátedra de literatura en la Universidad de la República, a la que el poeta había accedido por concurso. Desde el diario El Bien criticaba al gobierno y terminó exiliado. Es en Buenos Aires en que toma forma el poema Tabaré que al decir de Robert Bazin, junto con la Leyenda Patria y la Epopeya de Artigas, constituyen sus obras más célebres. Pero también es en Buenos Aires donde Zorrilla de San Martín trabaja con los jóvenes, con Batlle de veintinueve años y con Williman, en la preparación del alzamiento del Quebracho. Sabido es que ese alzamiento no tuvo éxito inmediato. Pero sí tuvo éxito en lo mediato, porque al poco tiempo de liberados los prisioneros, Santos abandonaba el gobierno. Es sensato pensar que esa relación entre Zorrilla, Batlle y Williman. se hizo más fuerte en los preparativos de, nada menos, que una revolución. El camino posterior también así lo indica: el poeta sería designado embajador. Y al asumir Batlle y Ordoñez por primera vez la presidencia, en 1903, Zorrilla lo acompaña en el primer viaje que hace al interior en el vapor París, a Paysandú y Salto, viaje en el que pasa por los mismos campos de Guaviyú, de Saladero y del Quebracho, donde había tenido lugar la hazaña. En Paysandú, en la primera noche, dice la crónica, Zorrilla de San Martín, ante un teatro Progreso lleno de gente, recita la Leyenda Patria. En Salto, en una cena en honor al presidente, (texto recogido en su recopilación de Conferencias y Discursos – 1905) pronuncia Zorrilla palabras elocuentes de apoyo al ciudadano Batlle y Ordoñez por haber sido electo presidente de la República y por su apego a la Constitución. No extraña nada, entonces, que llegado Williman al gobierno, le encargue la Memoria destinada a ser entregada a los artistas que concursarían por la ejecución del Monumento. Lo que si es de resaltar es que una Memoria para ser entregada a los artistas se transforme en un libro épico, sin lugar a dudas, el mejor sobre el Gral. Artigas. Y el país termina honrando al héroe con dos monumentos: el de bronce del italiano Zanelli y el libro que le dio sustento, que alcanzó, acaso, un valor aún mayor. Cuando se inaugura el monumento en 1923 el gobierno también le encarga al poeta hacer uso de la palabra. Y a través de esas palabras, uno parece escuchar lo que dice Zorrilla. No resisto la tentación de leer una parte, aunque sea una pequeña parte en la que el poeta pide silencio. Uno se lo imagina con esa voz potente, con la que recitaba la Leyenda Patria o el Tabaré, hablando en ese momento ante la multitud en silencio, con el monumento aún tapado por la bandera. “Ha sonado por fin señores, están sonando las horas del tiempo, con un golpe en un escudo, la mañana en la que tanto hemos pensado, la que anunciaron las generaciones pasadas, la que estaba reservada a la nuestra. Llenos están los cielos y la tierra de la majestad de este sol. En medio de los estrépitos, hagamos un momento de silencio. Sin embargo como esos que se forman entre dos ráfagas de viento, os invito a hacerlo, a que entremos en nuestro interior para FEBRERO 2011 • AÑO 4/ Nº 3 25 oír qué dicen las lejanías. En silencio, como lo veis, hemos hecho señores por fin nuestra labor, llegada la misión que nos estaba reservada.” La esquela a que se hizo referencia, que le manda al poeta el escultor Zanelli, con la foto del monumento, habla por sí sola: “Al Dr. Juan Zorrilla de San Martín, en cuya grande obra me he inspirado para mi modesto trabajo. En prenda de homenaje reverente. Roma 2 de junio de 1916. ¡Que país ese! ¡Qué Uruguay ese que hacía estos monumentos! ¡Que Uruguay ese que levantaba el Estadio Centenario en ocho meses con el Arq. Scasso! Que tenía a Zorrilla, a Lussich, que tenía una de las navieras más grandes del mundo y cuando llegaba a Buenos Aires la Lloyd tocaba la campana, que sólo se tocaba cuando llegaba el rey o la reina… Gardel, Quiroga, Morquio, Ricaldoni, Zorrilla de San Martín. Parafraseando a Borges creo que podemos decir que, ese curioso acto ilegal de un presunto filántropo, que ejercía dictatorialmente la presidencia y que le quitó a un profesor su cátedra en la universidad y lo terminó exiliando, determinó una cantidad de hechos posteriores que quizá nunca pensó que iban a ocurrir. El destierro en Buenos Aires, el tiempo para escribir el poema Tabaré, la relación que entabló Zorrilla con Williman y con Batlle, el encargo por decreto de una Memoria para los artistas concursantes que terminó convirtiéndose en una obra épica y, también quizá, le debemos que estemos hoy aquí celebrando los cien años de la primera edición. ¡Muchas gracias! (*) Ex ministro de Turismo e Industria, Energía y Minería. Senador por el Partido Colorado. Secretario general del mismo. La intendenta departamental de Montevideo, Prof. Ana Olivera; la presidenta de la Comisión de Amigos del Museo Zorrilla, Susana Nunes; Sra. de Zorrilla e Ing. José Zorrilla, entre el numeroso público. Pablo Mieres: “Zorrilla fue un artiguista cabal y profundo.” Buenas tardes a todos. Un gran gusto y un agradecimiento a los amigos de la Union Cívica, en especial a su presidente, el Arq. Aldo Lamorte, por la invitación y la oportunidad de participar en este evento que me parece bien apropiado. Por estos días va a hacer ciento cincuenta y cinco años del nacimiento de Juan Zorrilla de San Martín y se cumplen setenta y nueve años de su fallecimiento. Seguramente cuando se acerque la fecha de los ciento sesenta años deberemos hacer un homenaje especialmente significativo porque yo creo, todos creemos, que Zorrilla de San Martín ha sido una figura fundamental en la construcción de nuestro imaginario como país, como patria, como nación. Sin ninguna duda, Zorrilla es uno de los más brillantes exponentes de esa generación que construyó los fundamentos de nuestra convicción de país, de pueblo. Fue, sobre todo, el gran constructor de una reflexión que los uruguayos hemos compartido, más allá de banderas y de partidos, sobre la imagen de nuestro prócer, de Artigas, de un Artigas real no un Artigas etéreo, sino en consonancia y en estrecha relación con nuestro pueblo. Zorrilla de San Martín es de esos grandes, de esa generación de fines del Siglo XIX y principios del XX, cuando realmente nuestro país construye el relato acerca de su historia y reafirma con mucha fuerza, ante lo que eran otros relatos que pugnaban también por desarrollarse, la reivindicación de nuestra matriz independiente y de nuestra matriz nacional. Es también Zorrilla uno de los fundadores de la tradición social cristiana del Uruguay. Es portador de un bagaje ideológico fuerte, potente. Algunos historiadores que han estudiado este asunto, lo indican como el exponente quizá mayor de la construcción ideológica de los primeros años, del surgimiento del cauce social cristiano en el Uruguay. Desde el diario El Bien (luego El Bien Público), su prédica dentro de la tradición católica, su relación con Mariano Soler, —juntos representan desde mi punto de vista, la expresión del pensamiento social cristiano con mayor tono social, con mayor preocupación por la superación de las injusticias, por la construcción de una sociedad más justa, más solidaria— Zorrilla de San Martin es esa referencia fuerte del cauce social cristiano; alguien que pudo por sus méritos, por sus capacidades, por sus aptitudes, por sus talentos, haber participado de espacios de poder en nuestro país, ciertamente importantes. Sin embargo rehuyó siempre integrarse a cualquiera de las dos colectividades que conducían y eran las predominantes en nuestro país en aquellos tiempos, reivindicando su independencia, ese sentimiento de identificación con una tradición diferente que era la tradición social cristiana. Fue sin duda un artiguista cabal y profundo, reivindicador serio del pensamiento de Artigas en su expresión mayor. Quiero decir un par de cosas más para completar esta referencia. Una es que Zorrilla, a pesar de las diferencias —y esto viene a cuento a propósito de cómo Uruguay ha construido su democracia— que tenía con Batlle y Ordoñez, mantuvo con él una relación peculiarmente positiva. Esa relación, en algunos momentos difíciles de su vida, fue útil para Zorrilla; pero sobre todo, demostró la capacidad uruguaya de quererse y respetarse por encima de las diferencias, ya en aquél entonces, cuando empezábamos a recorrer los caminos de lo que hoy es un componente clave de la democracia uruguaya, es decir, la coparticipación, la participación conjunta de los distintos partidos en la construcción del país. Esa actitud nació después de la Revolución de las Lanzas en mil ochocientos setenta y pico, pero se reafirmó a lo largo de las siguientes décadas. En la relación entre Zorrilla y Batlle, más allá de las grandes diferencias que ciertamente tenían en los debates políticos e ideológicos, siempre subyació, sin embargo, una amistad y un entendimiento que les permitió poner por encima de las diferencias, que por cierto deben estar siempre de manifiesto pero nunca tener tal nivel que impidan la búsqueda del bien común, el aprecio recíproco. Fue, don Juan Zorrilla de San Martín, un claro contendor de la dictadura de Santos y sufrió el destierro por eso. Fue un hombre democrático, a muerte, a carta cabal, sufrió el exilio y tuvo que desarrollar, transitoriamente, su vida en la vecina orilla por enfrentar la dictadura de Santos. Entonces, tiene Zorrilla una serie de dimensiones que son muy significativas. Y la última, y con esto termino. Pudo Zorrilla haberse construido una posición económica holgada, por su origen, por sus vínculos familiares y sociales, por sus capacidades, talentos y contracción al trabajo. Optó, sin embargo, por ser fiel a sus convicciones y en función de eso, sacrificó lo que pudo haber sido una vida de riquezas y de acceso a bienes materiales que estuvieron siempre, en su consideración, por debajo de sus principios que fueron los que realmente movieron siempre su accionar. A esa figura tan señera de nuestra historia, por la que uno siente una particular emoción, estamos homenajeando el día de hoy y me siento muy honrado de haber sido invitado a este evento. ¡Muchas gracias! (*) Presidente del Partido Independiente 4 FEBRERO 2011• AÑO 4/ Nº 25 Luis Alberto Lacale: (*) “La amable persecución de Zorrilla.” Señor presidente de la Unión Cívica, señora dueña de casa Susana Nunes, señora intendenta departamental de Montevideo, señores legisladores, académicos, señor rector de la Universidad Católica, señor presidente del Instituto Manuel Oribe, señores oficiales de las FFAA, Zorrillas en general, Zorrilla Muñoz, Montero Zorrilla, Mora Zorrilla, Pancro, Ciruja, tantos y tantos recuerdos de tantas generaciones de este barrio, amistades que prolongamos y prolongaremos por mucho tiempo... Traje este libro, igual al que está en exposición, pero este es una edición del año ’30, estimo yo, que fue regalado por mi abuelo a mi madre; y lo traje por una situación curiosa, que yo le llamo la persecución de Zorrilla. Zorrilla esta en la vida de todos los orientales, en el canto, en la imaginación. Alguien ha dicho que Blanes le puso rostro al país y Zorrilla le puso voz. Porque imágenes de Artigas hay muchas; pero Artigas siempre será el de la puerta de la Ciudadela, el que emblemáticamente y oficialmente, representa al jefe de los orientales. Y Zorrilla es la voz, el canto. Este libro estaba en la casa de mis padres, en un lugar en que lo puso la Providencia, para que quedara grabado en mi memoria. En la calle Echevarriarza, en nuestra casa, estaba a la altura del segundo escalón de biblioteca frente al teléfono. Por tanto este lomo con la bandera de Artigas ha estado introduciéndose en mi mente subliminalmente, desde el año 1944 hasta que me fui de casa para vivir solo. Zorrilla nos persigue amablemente. En el libro de lectura del colegio Seminario, en aquellos tiempos en que se hablaba de estudios vigilados, —que eran macanas, porque no estudiábamos nada, simplemente leíamos lo que no había que leer—; entonces, volviendo a aquél libro de lectura, nunca me olvido del discurso de Zorrilla del Cuarto Centenario, en Palos, discurso que inicia diciendo: “Mirad señores esas banderas, que como pájaros marinos traídos por la brisa, han venido a posarse en las playas de La Rábida.” Y después va describiendo una a una todas las banderas, con una fantástica capacidad de metáfora, dice: “Y finalmente destacándose como la luz en la luz, como si su azul fuese un azul recién creado, veo resplandecer el sol de mi Uruguay, sobre su franja bicolor.” Luego en el HD, el final, precioso para nosotros los cristianos y católicos: Protege, ¡oh Dios! La tumba de los libres; Protege á nuestra patria independiente, Que inclina á Ti tan sólo, Sólo ante Ti la coronada frente. Y por supuesto: ........................... despiertan los barqueros... ya es la hora; Y, al chocar de los remos sobre el río, Alzan la barcarola de la aurora De ritmo audaz y cadencioso brío, ¡La eterna barcarola redentora! .............................. Y entre la luz, los cantos, los latidos, Roja, intensa mirada Que por el campo de la patria hermoso Paseó la libertad, pisan la frente Del húmedo arenal Treinta y Tres hombres; Treinta y Tres hombres que mi mente adora, Encarnación, viviente melodía, Diana triunfal, leyenda redentora Del alma heroica de la patria mía. Y también: ¡Sarandi! ¡Sarandi!... ¡Santa memoria, Primicia del valor, ósculo ardiente Que imprimieron los labios de la gloria En nuestra joven ardorosa frente! Esto es Zorrilla en mi vida personal y en la de muchos de nosotros que leíamos libros todavía, costumbre que quizá debiéramos retomar. Mirando la Epopeya desde que uno la leyó hasta ahora, hay una sensación de pertenencia a otro tiempo. Es que estamos demasiado acostumbrados a la escritura lineal, a la falta de metáforas, a la falta de riqueza conceptual, nos parece hasta un poco barroco leerlo ahora, porque son párrafos enteros, con un verbo concatenado al otro perfectamente, que nos devuelven el placer de la lectura; y la lectura florida, por qué no. No son trabajos científicos, son obras de arte. Por eso, entonces, en esa literatura que nos ha perseguido y acompañado, nos reconocemos como en el espejo nacional. La Epopeya, según el diccionario, es el conjunto de hechos gloriosos, dignos de ser tratados épicamente. Y no hay duda que cuando don Juan se inclinó sobre sus cuartillas para describir a los futuros proyectistas del monumento a Artigas, lo que dio a luz fue un verdadero tratado épico. Un tratado que tiene algunos aspectos que más allá de la parte poética, que es la que a uno le empapa el alma, tiene algunas definiciones que son muy importantes; y recordaciones importantes. Hay una que me ha gustado mucho, porque reconocer en el año 1910 que las Instrucciones del año XIII eran la primera proclamación de la libertad y la independencia, cuando en Buenos Aires todavía se dudaba acerca de si un inca o un Rey europeo, en el Perú también, y San Martín también, legítimamente, porque eran hombres de otra extracción y veían como legítima la posibilidad de una monarquía constitucional, Artigas, en las Instrucciones del año XIII, habla claramente acerca de la inmediata declaración de la independencia absoluta de las colonias. Es la primera vez que se usa, en el año 1813, recordemos que la revolución fue en mayo de 1810. En el ‘13 cuando dudan otros, Artigas lo proclama. Y lo reconoce Zorrilla en 1910. No olvidemos tampoco que en 1910 la leyenda negra estaba todavía allí asomando. Artigas era una figura sobre la que se dudaba. La propia patria no tenía todavía el sentido de culto por Artigas que él, Zorrilla, contribuyó decisivamente a construir. Hay otro párrafo que me gusta mucho que es referido al Congreso de Abril. Allí están Larrañaga, Barreiro y otros, y Zorrilla habla como si esa reunión fuera un senado de la Provincia Oriental. Establece la diferencia entre aquellos, patriotas, sin dudas, y el caudillo. “Artigas es una fe, una visión brotada del conocimiento de los hombres y de las cosas. Aquellos son traductores. Este es conductor de un mensaje interno recibido en la comunicación consigo mismo, con la vida, con el Dios interior del que os he hablado tantas veces. Aquellos eran idea, pero idea muerta, árbol sin raíces. Este era idea viva arraigada en el alma, idea y acción compenetradas, pasión. Aquellos podían cambiar de pensamiento, discrepar de él en la acción, vivir sin él. Artigas no, porque vida y pensamiento eran en él, la misma cosa.” Creo que todo lo que tienda en estos tiempos a reforzar la identidad nacional tiene que ser bienvenido. Porque en este mundo globalizado alguien ha sostenido la teoría de la desaparición del estado nación. Y yo creo lo contrario. Cuanto más grande es el abarcamiento intelectual que tenemos del mundo, cuando más pequeño se vuelve a través del tiempo real y el conocimiento inmediato de todo lo que pasa, más necesitamos la patria como ancla del alma —y esto es una definición propia— como anclaje del alma ¿Por qué? Porque la humanidad es demasiado grande para que me quepa en el corazón, no me cabe en la mente ni en el corazón. Seis mil millones no me caben. Y solamente mi familia o mi partido es demasiado poco. Entonces la medida ideal del amor, es la patria. Supongo que será igual para todas, pero yo tengo una sola. No creo en la patria grande ni en el paisito, ¡no! porque eso en 1813 se acabó, al no prosperar las ideas de Artigas, tenemos una sola patria nacida a pesar de los vecinos y sobreviviente a pesar de los vecinos. Tenemos que reafirmar su vigencia; y se construye patria con historia pero también con mitos, porque los mitos son parte del alma colectiva. Y aquí está, a medio camino, la Epopeya, porque se apoya en una base histórica de datos, porque está todo documentado lo que dice don Juan Zorrilla de San Martín, pero al mismo tiempo tiene el incienso del mito, es decir, un Artigas que se le ha criticado como diciendo que lo ha puesto en el altar; pero no, está simplemente en el pedestal. No está en el altar porque no era un santo. Pero lo tenemos en un pedestal. Y tenemos la suerte, extrañísima en América, de que este hombre no haya regresado. Nunca sabremos por qué. Primero prisionero de Gaspar Rodríguez de Francia, que le decía a Buenos Aires: “Acá tengo a Artigas. Si se hacen ustedes demasiado los locos, les suelto a Artigas.” Y ante ese temor estaba Artigas como un arma de disuasión. Pero estaba en Curuguatí, estaba en el fondo de la parte oriental del Paraguay. Luego, en épocas de ese gran gobernante que fue don Carlos Antonio López, ya se le dio otro tratamiento. Pero, de todos modos, nunca quiso volver. ¡Treinta años! Es un trozo demasiado grande de vida. Y nunca sabremos por qué no quiso volver. Por suerte no FEBRERO 2011 • AÑO 4/ Nº es ni blanco ni colorado, ni tiene facción ni fracción. Y quizás es por eso, entre los héroes americanos, el que más se presta para que su culto sea el punto de encuentro de los orientales, separados en otras cosas por disensiones legítimas. Nosotros tenemos en él que encontrar la bisagra, la placa tornante, el eje donde se juntan todas nuestras diferencias y ante las cuales inclinamos la cabeza. Por eso la recordación de la Epopeya, esta recordación de hoy, que sirva para afirmarnos como orientales, que sirva para que del pasado hagamos culto y no guerra, ¡basta de escarbar para atrás para separarnos y dividirnos! Basta de que la historia sea arma arrojadiza. Basta porque bastante tenemos por delante para que estemos peleándonos por el atrás, inmediato o lejano. Zorrilla refiere que el escritor Saint-Hilaire (Augustin), 5 25 en su viaje de estudios de ciencias naturales por el Brasil y el Río de la Plata, “vio un niño indio de Uruguay que, caído prisionero en la guerra con Artigas, servía de paje al gobernador portugués. El indio estaba bien vestido y tenía una bonita librea azul con botones dorados. El viajero francés le preguntó si estaba contento. El niño bajó la cabeza. ¿Deseas algo? —volvió a preguntarle. Sí —contestó el indiecito. ¿Y qué es lo que más deseas? —insistió el hombre. —Irme con Artigas, irme con Artigas. (*) Ex presidente de la República (1990-95), senador, presidente del Honorable Directorio del Partido Nacional. Senador Dr. Jorge Larrañaga en primer plano. Hacia el fondo, el Prof. Lincoln Maiztegui, Álvaro Secondo Escandell y Dr. Juan Gabito Zoboli, escuchan atentamente la exposición del Dr. Lacalle. Héctor Lescano: (*) “Zorrilla expresó, acerca de Artigas, el sentimiento de la comunidad.” Muy buenas tardes para todas y para todos. Voy a ser muy breve porque como hemos explicado antes, muchos de nosotros tenemos un compromiso ineludible. Desde ya les pedimos excusas a los académicos que van a exponer y completar después este acto. Saludamos a todas las autoridades que nos acompañan desde el estrado, como el ex presidente Lacalle, los doctores Bordaberry y Mieres, a todas las autoridades presentes, a la señora intendenta departamental de Montevideo, Prof. Ana Olivera, senadores, diputados, académicos y muy especialmente al presidente de la Unión Cívica, Arq. Aldo Lamorte y demás autoridades del partido, la invitación para participar esta noche aunque sea para traer mi modesta palabra de adhesión a este acto que es de justicia. No venimos esta tarde a cumplir un rol protocolar, que ya de por sí tendría cierto significado, sino con mucho gusto, de corazón, a sumarnos a la trascendencia y por qué no a la devoción, que merece este acontecimiento de conmemorar, juntos, además, con un sentido nacional, los cien años de la Epopeya. Le agradezco, por lo tanto, a la Unión Cívica, que viene haciendo contribuciones importantes, desde otros aspectos, a esa memoria. Acá mismo, desde este escenario, unos días atrás, hemos presentado un libro acerca de monseñor Jacinto Vera. Y en esa ocasión se reconocía la deuda contraída con quien representó una gran figura desde el punto de vista pastoral y fundacional. Del mismo modo la Unión Cívica, hay que reconocerle, viene contribuyendo a mantener la memoria de don Juan Zorrilla de San Martín, también uno de los grandes del pensamiento, de la cultura y de la política de este país. Comparto plenamente con el Dr. Pablo Mieres ese sentido de sencillez que tenía Zorrilla para ser, precisamente, coherente con el pensamiento que había honrado y que tenía tanto en común con el pensamiento y la filosofía que inspiró desde siempre al padre de la patria, a don José Artigas. Hay entre Artigas y Zorrilla un vínculo absolutamente indiscutible, desde que historiadores de la talla del Prof.Mario Cayota, por ejemplo, lo dejaron claramente establecido en sus estudios sobre Artigas. Zorrilla expresaba, precisamente, a propósito de Artigas, el sentimiento de la gente, lo que el denominó la comunidad. Cuando acepta el encargo del gobierno, dice Zorrilla en 1907: “Se ha llegado a hallar en mí a una de tantas almas sonoras, capaces de condensar más o menos íntegramente el alma colectiva de este pueblo, la tradición nacional, el conjunto de imágenes amadas y de emociones sentidas y de nombre pronunciados y de líneas y colores y expresiones preferidas, cuya comunidad constituye, más aún que el territorio y hasta más que la raza y la lengua, la entidad moral que el hombre llama patria.” Es decir, Zorrilla vincula y asemeja el concepto de patria, al sentido de la comunidad, el sentido de pueblo organizado. Por eso, efectivamente, Zorrilla se compromete en su diezmo, en su riesgo, por lo mejor de la defensa del bien común; por eso está armado de una sensibilidad social muy importante que pone al servicio de la comunidad con su propio valor político. Porque Zorrilla es mucho más que el poeta de la patria. Es un hombre que funda, en 1905 un partido político, y crea y dirige, mucho antes, un diario, El Bien, como primera expresión de la corriente social cristiana en el Uruguay. Y desde sus páginas, como periodista, es que envía cosas realmente revolucionarias para su tiempo. Yo no dudo, en efecto, de calificarlas de revolucionarias. En ese aspecto es que tiene tanto que ver con la autoridad, la austeridad y la probidad de Artigas, que cuando hace su proceso de decantación, no sólo de sus ideas sino también de sus valores y vivencias, tan uruguayo, tan nuestro, decide partir para siempre, no lleva más que una chaqueta y una alforja. Así entra en el Paraguay, con la sencillez con que Artigas eligió vivir, con aquella frase de que “los títulos son los fantasmas del estado”, y por lo mismo “he conservado yo hasta el presente el título de simple ciudadano” sin aceptar la honra del título de “protector de los pueblos libres”, pero convencido siempre que estaba bajo la protección de la Provincia Oriental. Todo lo que significó Purificación, Zorrilla lo rescata de una forma muy especial. Es la Purificación con cuyo significado más profundo también tenemos una especie de deuda nacional para darle la dimensión histórica que tiene. Zorrilla dice al referirse a Purificación que allí no se derramó ni una gota de sangre, ni una sola, no se cita el nombre de una sola víctima, algunos ciudadanos fueron reducidos a prisión y puestos después en libertad, muchos estaban allí simplemente confinados y hasta se les permitió trasladarse a Montevideo en busca de sus familias y regresar con ellas dentro de un plazo determinado. De manera que es en ese capítulo de Purificación, del que tendríamos mucho más para agregar, donde Zorrilla resume sucintamente el pensamiento y el compromiso del Padre de la Patria. Quiero hoy también, además de representar una de las corrientes de este humanismo cristiano del que hoy se hablaba y que reconoce y abreva en el pensamiento de Zorrilla, también expresar el sentimiento de la fuerza política que está en el gobierno, el Frente Amplio, que en su carta fundacional de 1971, reconoce en el pensamiento artiguista su inspiración más profunda. Por eso estimado Arq. Lamorte y dirigente de la Unión Cívica, gracias por invitarnos aún en la locura de este tiempo del año, a esta conmemoración nacional y pluripartidaria, que creo que le hace bien a este sólido sistema democrático uruguayo, que es un honor y que tenemos que preservar y reafirmar con mucha fuerza, precisamente hablando acerca del pensamiento y la acción en el testimonio de los grandes, entre los que se cuenta don Juan Zorrilla de San Martín. Muchas gracias. (*) Ministro de Turismo y Deporte, presidente del Partido Demócrata Cristiano, coordinador de programa del Frente Amplio 6 FEBRERO 2011• AÑO 4/ Nº 25 Lincoln Maiztegui: (*) “La desnacionalización cultural que vivimos es brutal.” Buenas tardes a todos. En primer lugar muchas gracias por la invitación a los organizadores, que me da la oportunidad de decir algunas palabras. Yo traía acá escrita una cosa que iba a leer, pero no voy a leer nada, porque creo que hay cosas más importantes. En primer lugar, como una cuestión de interés mío particular; el Dr. Bordaberry hizo una referencia, citando a Borges, un escritor maravilloso y un personaje político execrable, pésimo músico además, porque la rumba El Manisero de Alberto Lecuona es una maravilla, mencionó a mi antepasado fray Bartolomé de las Casas que, efectivamente, propuso en determinado momento la sustitución de la mano de obra indígena por la mano de obra negra. Pero no dijo, o no se dijo aquí, que también habría que decirlo, es que al final de su vida él estaba profundamente arrepentido de lo que había hecho. Y lo que escribe en su testamento, es su duda acerca de si Dios le perdonará el tremendo pecado que significó el haber condenado a lo que se condenó a las personas de raza negra, al ser traídas en condición de esclavos a América. Me parece a mi que decir una cosa y no haber dicho la otra, rompe un poco el equilibrio que se debe poner cuando se habla de un tema de estas características. Expresado esto, yo quiero decir que escuchando a todas las personas ilustres que me han precedido en el ejercicio de la palabra, y respetando el pensamiento que expresaron respecto al poeta Juan Zorrilla de San Martín, a la Epopeya de Artigas, al Tabaré, a la Leyenda Patria que citó con tanta abundancia y tan buena memoria el Dr. Luis Alberto Lacalle, yo me pregunto ¿cuánta gente joven conoce a este señor, cuantos chicos menores de veinticinco años o me atrevería a decir de treinta, saben quién fue Zorrilla de San Martín, cuántos han leído el Tabaré, cuántos hay que además de saber que es el nombre de un ex presidente de la República, es el título de un magnífico poema épico y lírico, que según grandes críticos es de lo mejor que se ha escrito en literatura de la lengua castellana? Entonces me pregunto, si no se conoce a Zorrilla, no tengo por qué asombrarme, cuando hace quince días, en un curso de la Universidad de Montevideo, de historia contemporánea, de segundo año, mencioné al Ariel de José Enrique Rodó y me dijeron que no sabían lo que era. Entonces pregunté: Pero...díganme una cosa: ¿alguno de ustedes sabe, cuando digo “Ariel de Rodó” a qué me estoy refiriendo? Un solo chico, en cuarenta, me respondió: “Sí, es un libro de Rodó. Y Rodó es un escritor.” Bueno...¡Bravo! Al menos hay un chico entre cuarenta que tiene ese conocimiento básico. Entonces uno se pregunta, casi retóricamente, si homenajes de este tipo tienen algún sentido cuando se está viviendo un período de desnacionalización cultural de la brutalidad del que estamos viviendo. Porque no solamente no se conoce a Zorrilla, no solamente no se conoce a Rodó, -y se puede decir que Zorrilla era un poeta romántico tardío, un poco superado por críticas posteriores- pero que el pensamiento de Rodó tiene una vigencia impresionante, que los que se llaman antiimperialistas debieran ser los más preocupados por difundir su pensamiento, y sin embargo no es así, y no se estudia el Ariel; y no se estudia Motivos de Proteo y los jóvenes no conocen las maravillosas parábolas de Rodó, que mi maestra, la poetisa Sarah Bollo, comparaba con las parábolas de Jesús. Entonces ¿podemos esperar que la gente lea por ejemplo los poemas de Herrera y Reissig, un hombre clave en el movimiento del modernismo literario en América Latina? ¿A qué joven de hoy en día se le ha hecho leer aunque sea uno de los poemas de Herrera y Reissig, aunque sea “La vuelta de los campos” que debe ser el soneto más conservador que escribió Herrera y Reissig? No. No se leen estas cosas. ¿Acaso se les da a conocer a los jóvenes lo que es la generación de la poesía gauchesca, que tiene como punto central ese curioso personaje, José Alonso y Trelles, que llegó a nuestro país a los diecinueve años y se convirtió en la voz y la expresión psicológica del hombre de nuestros campos? No. No se sabe quién es Fernán Silva Valdez, posiblemente el poeta más importante del Río de la Plata o uno de los más importantes; y ya que se citó tanto a Borges y que yo lo critiqué tanto, déjenme decir que Borges era un admirador de este magnífico poeta, que manejó como poca gente la metáfora: “Los árboles que no dan flores, dan nidos /y un nido es una flor con pétalos de pluma/ un nido es una flor color de pájaro/ cuyo perfume entra por los oídos.” Yo no concibo que se pueda ser más audaz y más acertado en el ejercicio de la metáfora. Eso se le birla a nuestros estudiantes. Como se les birla la obra de otros autores de extraordinaria importancia. Por ahí se lee, de pronto, algún cuento de Morosoli, como excepción, para decir que dieron alguna obra de autor nacional. Pero en general, el proceso de desnacionalización de la cultura es brutal. En este país nació y se desarrolló la generación de poetas femeninas, de poetisas, como se decía en mi tiempo, más importante de la lengua castellana —eso lo afirmo— partiendo de Delmira Agustini, pasando por María Eugenia, Juana de Ibarbourou, ese extraordinario personaje en todos los planos de la vida nacional que fue Luisa Luisi, Esther de Cáceres, la inmensa Sarah de Ibáñez, Idea Vilariño, y no sigo nombrando gente porque el propósito que perseguía está claro. Mientras nosotros sigamos permitiendo que se le birle a los jóvenes el conocimiento de los artistas que conforman su raíz, —y he hablado sólo de literatura, pero ni que hablar si entramos, por ejemplo, en el territorio de la música ¿quién ha escuchado a Clouzeau Mortet y las bellísimas canciones que componía sobre los textos de nuestros poetas, a Fabini mismo...?—. Estamos atentando directamente contra el concepto de patria. Estamos atentando directamente contra la propia subsistencia de nuestra comunidad. Porque es un hecho biológico que si dejamos que se sequen las raíces, se seca también la copa. Esto es cuanto quería decirles. ¡Muchas gracias! (*) Prof. de Historia, historiador, escritor, periodista, ajedrecista. Sonrisas en el Zorrilla Ing. José Zorrilla: (*) “Fe y coraje.” Zorrilla corre el telón oscuro que las logias tendieron sobre la historia de la patria. Los días de gloria brillan nuevos, luce el valor de los gauchos en Las Piedras y más aún luce la “clemencia para los vencidos.” General, mi general el Jefe de los Orientales vuelve a pisar indómito los escalones del altar de la patria. Ya no está al frente de un ejército de hombres y mujeres libres, de criollos, indios, mestizos y libertos, desde el amor a la patria y a las virtudes cristianas que los unen. El poeta nos lo pinta solo, cargado de recuerdos, preservando los valores cristianos que aprendió con los primeros franciscanos. Y este es el legado, el tesoro que Artigas dejó escondido bajo el ibirapitá del solar paraguayo: ¡Que su epopeya aún no ha terminado! Somos nosotros, hijos de Artigas, quienes defendiendo los valores cristianos con fe y con coraje, cumpliremos su sueño americano. (*) Presidente de Constructora Santa María D i r e c c i ó n: Álvaro Secondo Escandell y Alfredo Nuñez Bvar. Batlle y Ordoñez 1787 – Montevideo – Tel.: 2707 2707 E. mail: [email protected] Graciela Cánepa, de la secretaría del senador Lamorte y Alejandro Cedrés, convencional de la Unión Cívica por San José,durante un intervalo del evento.ciela Cánepa, Secretyari Mónica Morales Saravia y Jorge Castiglia, miembro de la Junta Ejecutiva Nacional de la Unión Cívica, en el cóctel de cierre. FEBRERO 2011 • AÑO 4/ Nº 7 25 Susana Nunes: (*) “Una casa abierta.” Hoy es un día muy especial para la Comisión de Amigos del Museo Zorrilla, porque nos han hecho una distinción muy especial al realizar este acto tan emotivo dentro de esta casa. Quiero agradecer hoy, no en nombre propio sino en el de la actual Comisión y en el de todas las comisiones que han actuado desde los inicios del Museo. Empezó, este museo, en el año 1945, cuando parecía imposible recuperar la casa del poeta, que estaba casi abandonada, para convertirla en un lugar confortable, amable, en el cual se realizaran exposiciones, en el cual pudiéramos desarrollar reuniones como las de hoy, en el cual tuviéramos una forma de expresarnos. Quiero recordar y agradecer al estudio Gómez Platero que creyó en nosotros y nos ayudó con los primeros planos. Pero eso fue solamente el inicio. A eso hay que sumarle toda la ayuda que recibimos de empresarios privados, de amigos, de gente que cooperó con materiales, este salón en que estamos hoy, por ejemplo, es todo nuevo, fue edificado sobre el jardín, no forma parte de la primitiva casa. Todo fue posible gracias a la ayuda recibida de los privados y también del estado. Obtuvimos la comprensión y el apoyo de varios ministros — estoy viendo por ejemplo en la sala a Lucio Cáceres— que nos han tenido que soportar durante estos quince o dieciséis años. Vaya también nuestro agradecimiento al Museo Histórico, a la Dirección de Cultura y a tantos amigos que nos han ido ayudando de distintas maneras, prestándonos sus obras para ser exhibidas en este salón, gente que tiene colecciones privadas y que nos las prestan sin ningún interés comercial y confía en nosotros, a toda la gente que se arrimó para dar una mano en tantos asuntos, y, además, a los amigos que concurren habitualmente al museo y nos alientan a seguir adelante. Porque no es fácil la tarea; es una tarea compleja que nos da bastante trabajo, a todas las comisiones, no solamente a la actual. Quiero destacar también al personal que tenemos aquí en el Museo, que tiene la “camiseta puesta” y que siempre coopera, unido entre sí y con la Comisión. Por último, quiero agradecer a Aldo Lamorte, que nos ha distinguido en varias oportunidades realizando actos acá. Para nosotros es un honor que el Instituto de Estudios Cívicos (IEC), presidido por Lamorte, nos haya visitado en varias oportunidades. En verdad, Juan Zorrilla de San Martín usaba su casa como una casa abierta. Aquí se reunían los blancos, los colorados, los amarillos y los verdes; los amigos, los conocidos, los familiares... De esa manera queremos mantenerla; con sus puertas abiertas para todos. Aquí no nos interesa el credo ni la política, nadie impone ninguna limitante para que puedan reunirse dentro de las paredes de la casa de Juan Zorrilla quienes lo deseen. Ya se ha hablado bastante de la Epopeya. No quiero competir con gente tan sesuda, inteligente y preparada como la que hemos escuchado, de modo que no agregaré más que: ¡Muchas gracias a todos! (*) Presidenta de la Comisión de Amigos del Museo Zorrilla. Alvaro Secondo Escandell: (*) “Zorrilla fue el gran creador de la mística nacional.” Señor ex presidente de la República, señores presidentes y secretarios generales de los partidos políticos, señores ministros, señores senadores y diputados, autoridades de instituciones públicas y privadas, estimados miembros de la familia Zorrilla, señoras, señores: ¡Muchísimas gracias por acompañarnos hoy aquí a celebrar el primer siglo de la primera edición de una obra fundamental para los uruguayos: “La epopeya de Artigas”. Hace cinco años celebrábamos aquí mismo, entre estas venerables paredes, el sesquicentenario del nacimiento del Poeta de la Patria. Fue aquella una ocasión memorable. Se sabe que la vida y la historia gustan de la simetría y las repeticiones, y en este caso no me es posible disimular las homonimias. Hace cinco años le obsequiamos al presidente anterior, don Tabaré Vázquez —quien dicho sea de paso llegó a la reunión en helicóptero— un ejemplar de la primera edición de “Tabaré”, el célebre y legendario poema de Zorrilla. Hoy conmemoramos la primera edición de la “Epopeya de Artigas”, la Epopeya de don José, cuando el presidente de la República también es homónimo, don José Mujica. Pero no abundaré en ese paralelismo por cuanto ya sabemos cómo le fue a un señor embajador que habló de los tres José o los tres Pepes más célebres del Uruguay… quizá porque no consideró para nada al “Pepe” Sasía y al “Pepe” Schiaffino, entre otros grandes Pepes… Pero ahora hablemos en serio. Un sacramento es un signo y un instrumento que representa o alude a algo esencial, que como su nombre lo indica, tiene un vasto sector o segmento sumergido en el misterio de la sacralidad. La Leyenda Patria y la Epopeya de Artigas son dos sacramentos, es decir signos e instrumentos de esos sagrados misterios que son la patria y el prócer. La “patria” y el “prócer” son entelequias, son abstracciones. Para representarlos, para evocarlos, hacen falta signos. Y para que estos signos se vuelvan operativos, funcionales, se vuelvan instrumentos, hace falta un creador que cree la mística sagrada. Eso fue don Juan Zorrilla de San Martín, el gran creador de la mística nacional, el oficiante de la liturgia patria, el arquitecto del altar uruguayo. Con la Leyenda Patria, presentada casi tres décadas antes que la Epopeya, incorporó Zorrilla al ara nacional a aquellos “treinta y tres hombres que mi mente adora, encarnación, viviente melodía, diana triunfal, leyenda redentora del alma heroica de la patria mía.” Con la Epopeya, elevó para siempre a Artigas, desde su condición humana, a la de héroe. No era fácil esa transmutación. Hacía falta un gran alquimista, un mago de los símbolos —de esos símbolos fantásticos que son las palabras— es decir, hacía falta un poeta, un gran poeta y eso fue don Juan Zorrilla de San Martín. Según Juan de Valera, Zorrilla fue el “mejor poeta de habla hispana.” Según don Miguel de Unamuno: Zorrilla fue el espíritu más afín al suyo. Artigas, mientras tanto, había pasado los últimos treinta años de su vida (murió cinco años antes que naciera el poeta) en el ostracismo paraguayo. Su memoria había caído en la más oscura y abyecta leyenda negra. Un joven oficial del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Brasil, de visita en Asunción, con el extravagante nombre de Beaurepair Rohan, tuvo oportunidad de entrevistar a Artigas poco antes de su muerte. Escribió lo siguiente: “En una pequeña chacra de los arrabales de Asunción vive hoy, viejo y pobre pero lleno de recuerdos, aquél guerrero tan temible de las campañas del Sud. No me canso de estar frente a este anciano, otrora tan temido y odiado, de cuyas crueldades y tropelías había oído hablar desde niño, y al que creía muerto desde mucho tiempo atrás. Humildemente el anciano me preguntó: “¿Mi nombre suena todavía en el país de usted?”” Fin de la cita de Rohan. Y claro que sonaba. Se hablaba pestes de Artigas. Hace poco Lincoln Maiztegui recordaba, en un reportaje televisivo, a propósito de la Leyenda Negra, que muy avanzado el Siglo XIX y hasta a principio del XX, los padres cuando rezongaban a sus hijos les decían: “pero caramba, ¡sos más malo que Artigas!” Con esa materia prima instalada en el imaginario colectivo, Zorrilla tenía que construir un prócer y elevarlo a las cumbres de la gloria. Y lo hizo. Había logrado que la luz de la posteridad consagrara a los héroes de la Cruzada del ’25. Ahora proyectaba la luz de sus palabras hacia los años previos, hacia la “gesta artiguista.” Y con su Epopeya rescata al héroe de la ruin desmemoria y lo ubica para siempre en lo más alto del altar mayor de la patria. Otros vendrían después, (algunos hubo antes) que agregarían estudios quizá más técnicos o científicos, incluyendo el ciclópeo Archivo Artigas, que completarán la historiografía del héroe, desde la racionalidad. Pero el corazón, la imaginación, digamos el hemisferio derecho, lo proporcionó el Poeta de la Patria, nuestro anfitrión de hoy, quien aunque transitó su pascua hace casi ochenta años, sigue vibrando de poesía entre estas venerables paredes. Hizo mucho por la historia, don Juan Zorrilla de San Martín con su pluma, creando la mística nacional. Pero hizo mucho también, como buen patriota, por la demografía nacional. En efecto, don Juan Zorrilla fue un estallido demográfico en sí mismo, y produjo, con el mismo entusiasmo y vigor que puso en todas sus cosas, dieciséis hijos. Al día de hoy hay unos mil Zorrillas, descendientes directos del poeta, después de cuatro o cinco generaciones, muchos de los cuales están hoy en esta casa. A ellos, se ve, les ha legado genéticamente la misma furia reproductiva y, si siguen multiplicándose como hasta ahora, cuando celebremos los trescientos años de su nacimiento, los Zorrillas serán unos quinientos mil, vale decir, aproximadamente la mitad de la población del país en épocas del poeta. Para ese entonces, dentro de muchos años, ojalá la humanidad haya madurado en serio. Si es así, como auguró Borges, “con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos.” En ese caso, quizá tampoco nos hagan falta los caudillos, los próceres, los héroes. En un clásico del teatro, hace años, escuché que un personaje proclamaba: “Desgraciados aquellos pueblos que no tienen héroes.” Otro le respondía: “Desgraciados aquellos que los necesitan.” Este último representaba nada menos que a Galileo Galilei. Yo no sé si con el tiempo podremos prescindir de los héroes. Pero hasta tanto, quiero seguir abrigando en mi corazón la figura de don José Artigas, el protector de los pueblos libres, el caudillo de la Redota, el libertario, el hermano de los charrúas, el jinete, el bailarín, el intuitivo estadista, o sea, el ser de luz que nos legó don Juan Zorrilla de San Martín, con su Epopeya, hace cien años. Muchas gracias. (*) Secretario general de la Unión Cívica