RELACIONES INTERNACIONALES 1 El rol de los estudios de opinión en la elaboración de las políticas públicas Sergio Berensztein El autor inicia su análisis con un resumen de la importancia que tienen los medios de comunicación en la evaluación de la implementación de distintas políticas públicas. Así, el espacio que tienen los sondeos y las encuestas en la formulación de políticas públicas se convierte en instrumental para los gobiernos democráticos y para los procesos de rendición de cuentas. Centro de Pensamiento Estratégico-Ministerio de Relaciones Exteriores I. INTRODUCCIÓN El objetivo de este trabajo es analizar el impacto de los sondeos de opinión en el proceso de diseño, implementación y monitoreo de política pública en entornos democráticos competitivos. Estos sondeos son ampliamente utilizados en campañas electorales, en la promoción y posicionamiento de candidatos y para elaborar discursos o mensajes sobre temas específicos de interés general. En verdad, la importancia de los estudios de opinión se incrementó de manera exponencial en las ultimas décadas, en el contexto de la ampliación de la ola democrática, el proceso de “mediatización” de la política, con el debilitamiento de los tejidos partidarios tradicionales y, con la consecuente “personalización” de las competencias electorales (fenómeno que se ha dado incluso en casos en que los partidos políticos conservan su influencia). También, estos sondeos se han popularizado como parte de la aplicación de técnicas o prácticas de los estudios de mercado a la competencia electoral, siguiendo el ejemplo de algunas democracias consolidadas, sobre todo la norteamericana. Sin embargo, las investigaciones sobre opinión pública también se utilizan, aunque con menos frecuencia y sistematicidad, para alimentar la toma de decisiones en políticas públicas. Muchos gobiernos suelen testear el ánimo y las preferencias de la sociedad en torno a cuestiones potencialmente polémicas, a los efectos de medir el eventual impacto y para extraer elementos útiles para la comunicación. De manera frecuente, son las organizaciones de la sociedad civil o los grupos de interés los que buscan entender los valores, creencias o ideales que predominan frente a un tema en particular en el conjunto de la sociedad o en alguno de sus grupos más representativos. Los medios de comunicación suelen complementar la cobertura de temas de interés público con datos de opinión pública. También, en la academia se suele utilizar esta clase de información para el estudio de cuestiones de política doméstica e internacional. En síntesis, la opinión pública se ha convertido en un área ligada al debate sobre las políticas públicas. Y, dado que su utilización es reciente en materia electoral, es conveniente establecer algunos criterios para contribuir a despejar algunas dudas o confusiones que suelen encontrarse sobre todo en el debate político y en los medios de comunicación. Este trabajo apunta a analizar de manera precisa esta cuestión, mediante el uso de los sondeos de opinión en política publica y desde el punto de vista conceptual, diferenciando tres etapas fundamentales: A. El diseño de programas o políticas, que requieren un diagnóstico adecuado y preciso a los efectos de establecer un diagnóstico y una "línea de base" para eventuales seguimientos. B. La implementación de programas de política pública, donde surgen contratiempos, reacciones y hasta cierta incertidumbre que es necesario entender e incorporar a los criterios utilizados para elaborar una comunicación adecuada y un manejo de expectativas respecto del cambio que supone dicho programa. C. El monitoreo o la evaluación del impacto de la política pública desarrollada, donde tiene especial interés comprender las reacciones de la opinión pública en general y de los stake holders, en particular para asegurar su sustentabilidad en el mediano/largo plazo. A su vez, el trabajo está organizado de la siguiente manera. Primero, se incluyen algunas reflexiones sobre el uso (y a menudo, abuso) de los sondeos de opinión pública en la política contemporánea. Luego, se analiza la eventual contribución de los sondeos de opinión pública en la etapa de diseño, para la elaboración de diagnósticos precisos sobre políticas públicas prioritarias. También se mencionan las limitaciones que esos sondeos tienen y la utilidad de los estudios cualitativos para compensarlas. A continuación, el foco cambia hacia el uso de los sondeos de opinión pública en la implementación de políticas públicas, en especial para entender las reacciones u opiniones de los stake holders claves, en particular aquellos que tienen la capacidad para desarrollar estrategias de oposición o incluso veto. La detección temprana de dichas resistencias puede contribuir a procesarlas con acciones específicas que eviten dificultades en el proceso de implementación. También pueden identificarse errores sustantivos y/o de comunicación. Luego, se analiza el uso de los sondeos de opinión pública para evaluar el impacto de la política pública. Si bien hay múltiples estrategias posibles, los sondeos de opinión permiten determinar las reacciones (aprobación, importancia relativa, atributos de los policy makers involucrados, etc.) tanto de la opinión pública en general como de stake holders claves. Esta información es crítica para asegurar la sustentabilidad de los programas de política publica en el mediano/largo plazo. II. ALCANCES Y LIMITACIONES DE LOS SONDEOS DE OPINIÓN PÚBLICA La representación es el elemento central de los regímenes democráticos modernos, en donde los votantes concurren periódica y sistemáticamente a las urnas para elegir a los funcionarios que representarán sus ideas y opiniones en la conducción del Estado. En este contexto, conocer e interpretar la opinión pública constituye un desafío tanto para los muchos que aspiran a ocupar un cargo electivo como para los pocos que lo logran. Por opinión pública entendemos al agregado de las opiniones de los individuos miembros de una colectividad determinada, acerca de valores y temas específicos, que sin embargo se combinan en un todo colectivo generando propiedades que no operan a nivel individual (Mora y Araujo, 2002). El debate en torno a cuál es la real influencia de la opinión pública en los procesos de toma de decisión de dirigentes políticos y de funcionarios estatales ha suscitado cataratas de tinta en la ciencia política contemporánea. Y, si bien es cierto que no existe una respuesta concluyente al rol que cumple la opinión publica en el policymaking, existe suficiente evidencia práctica y teórica para sostener que su influencia es cada vez mayor (Glynn, 2004). Entre los elementos que potencian esta interrelación dinámica entre opinión pública y policymaking se pueden identificar la proliferación y sofisticación de las encuestas y estudios demoscópicos, así como la apelación permanente de los líderes políticos a lo que la opinión pública –en Latinoamérica caracterizada usualmente como el pueblo o “la gente”- quiere, desea o merece. Aunque la intención del presente paper no es intervenir en el debate de hasta qué punto es positivo o negativo que un gobierno, partido o líder político decida sus políticas en base a las demandas de la opinión pública, es importante señalar que entre las críticas más recurrentes a la creciente influencia de la opinión pública en el policymaking se menciona el deterioro de los canales institucionales de consulta y de deliberación entre dirigentes y expertos. También, su consecuente reemplazo por otra clase de mecanismos, donde los datos de opinión publica pueden utilizarse de forma sesgada para impulsar iniciativas de corte populista donde se pretende una relación directa entre el líder y la sociedad. Al respecto, estos mecanismos populistas suelen ofrecer una falsa caracterización democrática, que oculta la manipulación de la que en ocasiones es objeto la opinión pública a través de información sesgada, parcial o falsa. A fin de evitar este tipo de situaciones resulta central resaltar la importancia de contar con una opinión pública autónoma (en contraposición con una opinión pública heterónoma), lo que requiere necesariamente de un ciudadano informado mediante un sistema policéntrico de medios de comunicación (Sartori, 1998). Ahora bien, de entre todas las maneras de indagar en la opinión pública, los sistemas más fiables suelen ser los que usan los elementos y los recursos de la estadística. En esta línea, las encuestas de opinión pública han alcanzado un lugar privilegiado en las sociedades modernas. Además, con el crecimiento exponencial de la tecnología y la cobertura de los medios de comunicación, las encuestas están cada vez más presentes en la agenda pública, constituyéndose en un recurso indispensable para orientar las decisiones de los actores públicos y privados. Efectivamente, las encuestas y otros estudios de carácter demoscópico posibilitan, mediante muestras estadísticas representativas, el abordaje de determinados aspectos de la realidad social que de otro modo resultarían inabordables. En este sentido, las encuestas resultan únicas a la hora de obtener información directa a través de las respuestas de la gente sobre una infinidad de temas y en diferentes niveles. Así, una encuesta de opinión pública permite elaborar un diagnóstico sobre hábitos sociales y valores culturales relativamente estables, medir la volátil evolución de la aprobación de un gobierno en tiempos de crisis o aportar los elementos centrales de la estrategia discursiva de un líder político o social. Los estudios de opinión pública, y en especial las encuestas, tienen el gran valor de abordar un objeto de conocimiento de carácter macrosocial desde el individuo. En este sentido, el análisis demoscópico materializa un vínculo tangible entre la eterna dicotomía sociológica de la subjetividad y la objetividad (Vázquez Fernández, 2006). Las encuestas constituyen entonces una herramienta de enorme utilidad ya que son investigaciones sociales realizadas sobre una muestra de sujetos representativa de un colectivo más amplio que se desarrolla mediante procedimientos estandarizados de indagación con el fin de tener mediciones cuantitativas de ciertos aspectos cuantitativos y cualitativos de la población (García Ferrando, 1986) Sin embargo, resulta oportuno señalar que todos los sondeos de opinión, incluso los más sofisticados, constituyen una fotografía de un aspecto particular en un momento dado para una población predefinida. Y que, además, dicha fotografía puede ser interpretada de maneras diferentes -e incluso contradictoriasdependiendo de quién y cómo las realice. En otras palabras, las encuestas no constituyen un instrumento total de predicción o análisis y su valor radica más bien en identificar algunos trazos de la realidad social que deben ser leídos e interpretados a la luz de otros saberes y conocimientos. La utilización abusiva de las encuestas en la arena política es un fenómeno mundial que deriva de la creencia, no comprobada, acerca de la influencia que tendría la publicación de sondeos previo a los procesos electorales. En este sentido, cientos de empresas de opinión pública aparecen y desaparecen cada año con el único objetivo de producir encuestas apócrifas o deficientes en su técnica para ser empleadas como herramientas de campaña destinadas a influir en el resultado de una elección determinada. El voto útil (por el cual un elector decide dirigir su voto a un candidato con posibilidades de triunfo evitando la dispersión del voto), el efecto bandwagon (por el cual un elector decide votar a quien cree ganará la elecciones) o el efecto underdog (por el cual un elector decide apoyar a un candidato aparentemente débil) son sólo algunas de las consecuencias que se buscan con la producción y publicación de encuestas a medida de los comités de campañas y otros grupos de presión interesados en influir en cualquier contienda electoral. En cualquier caso, existe una preocupación creciente por la profusa difusión a medida que se acercan los comicios de sondeos electorales que en muchos casos solo tienen un fin proselitista o incluso desinformativo. Y, aunque no existe un antídoto para la proliferación de encuestas apócrifas o deficientes en su técnica, la mejor solución pasa por limitar su difusión en los medios de comunicación. Para hacer esto sin arbitrariedades es necesario familiarizarse con los alcances y las limitaciones de las encuestas, evaluando además de los procedimientos técnicos empleados1 (tipo de muestreo, marco muestral, definición del universo, tipo de entrevista, mecanismo de supervisión, márgenes de error, ponderadores empleados, fecha del trabajo de campo, cuestionario empleado, etc.), la trayectoria de quien las produce y publica. Sobre el tema de la difusión de sondeos de opinión pública en tiempos preelectorales conviene resaltar la experiencia de prestigiosos medios de comunicación de alrededor del mundo que han decidido desarrollar sus propios departamentos de opinión pública para así poder controlar los sondeos que publican o directamente trabajar en exclusiva con empresas encuestadoras de probada idoneidad. 1 En este sentido, la ficha técnica –documento que acompaña los resultados de la encuesta y que incluye todas estas especificaciones técnicas- es la clave con la que se puede evaluar, analizar e interpretar el contenido de un estudio de opinión pública determinado. Esta clave –una suerte de piedra rosettea-, varía de investigación en investigación, tornándose indispensable en lectura de resultados. III. ESTABLECIENDO EL PUNTO DE PARTIDA DE UNA POLÍTICA PÚBLICA El diseño de políticas públicas requiere de un diagnóstico preciso y adecuado y, en este sentido, es mucho el aporte que los sondeos de opinión pueden hacer. En efecto, las encuestas son útiles para identificar correctamente las demandas de la sociedad, tanto en términos generales como específicos, y pueden también servir para priorizarlas e incluso definir algunos de sus atributos. No todas las demandas que tiene una sociedad determinada logran llamar la atención de los decisores ni mucho menos convertirse en políticas públicas. Sólo aquellas que por algunas circunstancias y motivos especiales logran la atención del Estado y la formulación de una respuesta institucional –incluso si esa respuesta es la no respuesta- pasan a formar parte del universo de las políticas públicas (Dye, 1978). Siguiendo el modelo secuencial de la política pública, el diseño constituye la etapa inicial que contempla la elaboración del diagnóstico y el establecimiento de las metas y los objetivos a alcanzar. Los sondeos de opinión son de gran valor en esta etapa porque permiten establecer estudios de línea de base (baseline en ingles) para eventuales seguimientos. La metodología de la línea de base provee un análisis de la situación que prevalece antes de que se intervenga en un asunto específico y sirve como punto de referencia para evaluar avances y hacer comparaciones intratemporales. Su fin es cuantificar la distribución de ciertas variables en la población de estudio en un punto en el tiempo. El estudio de línea de base, forma parte del diagnostico, y suele construirse a partir de una encuesta realizada ex profeso, aunque en algunos casos se utilicen, única o complementariamente, datos ya disponibles como censos o estudios previos. Este tipo de fuentes secundarias, aunque valiosas, tienen importantes condicionantes dado que todas las políticas públicas tienen particularidades propias concernientes a contextos o escenarios específicos no contemplados en investigaciones previas. En este sentido, la encuesta de línea de base constituye un elemento necesario y único para cualquier política pública. Su tiempo de aplicación debe ser obligadamente al momento de iniciarse las acciones planificadas y su resultado se conoce como “momento base” o “momento cero”. Las políticas públicas que se diseñan sin contar con datos precisos y actualizados corren el riesgo de ser respaldadas de manera exclusiva por la intuición, la ideología o la experiencia (“visión”) de los tomadores de decisiones. En algunos casos esas intuiciones, ideales o juicios de valor pueden tener algún resultado positivo. Pero el riesgo de tomar decisiones basadas en ellos es demasiado grande en términos del uso ineficiente de recursos públicos, que siempre son limitados, y en la generación de consecuencias no deseadas (Banks, 2009). En este sentido, los diagnósticos claros y precisos son de enorme utilidad en entornos democráticos donde predominan mecanismos de rendición de cuentas y los gobiernos quieren facilitar el control por parte de la sociedad civil y de los órganos especializados. Lo contrario también aplica: en entornos populistas (o de democracias electorales pero no liberales), donde la política pública suele surgir de la inspiración del líder o de las iniciativas unilaterales de las burocracias, muchos programas se caracterizan por el voluntarismo o los objetivos clientelistas o electoralistas y por eso eluden diagnósticos objetivos y adecuados. En la esfera de lo ideal, los diagnósticos efectivos deben incluir tanto datos cuantitativos como cualitativos, los cuales se emplean para construir indicadores. En este sentido, las encuestas de línea de base tiene por objeto proporcionar datos e información que sirvan como herramientas de evaluación ex ante y ex post (Arzaluz, 2011). La encuesta de línea de base, como cualquier estudio cuantitativo, tiene la limitación de no poder acceder en forma directa a las motivaciones o razones que subyacen a la conducta de los individuos. Por esta razón es conveniente que el estudio de línea de base se complemente con estudios de corte cualitativo (principalmente entrevistas en profundidad y grupos motivacionales) que permitan obtener información de los temas a tratar en la encuesta, proveyendo valiosos insumos para la elaboración de las preguntas y las categorías de las respuestas que se espera obtener. De este modo, la primera característica de las técnicas cualitativas consiste en permitir una observación directa que implica un contacto vivo en condiciones controladas. Por lo tanto, la información recogida no solo proviene -como en una encuesta- de lo que el entrevistado dice, sino también de sus reacciones, sus gestos, sus matices y sus silencios. En este sentido, el enfoque cualitativo tiene la ventaja de permitir la libre y espontánea manifestación de los intereses y preocupaciones de los entrevistados así como de sus creencias y deseos (García Ferrando, 1986). Por eso, los estudios sólidos de línea de base que combinan enfoques cualitativos y cuantitativos son uno de los instrumentos más adecuados para evaluar la eficiencia de las políticas públicas. Es más, su sola implementación implica un mejoramiento inmediato en la comprensión del diagnóstico y su posterior comunicación (Banks, 2009). En efecto, los resultados de los estudios de línea base, debido a su naturaleza estadística a menudo pueden ser utilizados de manera exitosa para influenciar a los tomadores de decisiones y otros stake holders sobre la necesidad de implementar o apoyar cierto aspecto puntual o general de la política y, mejorar así las posibilidades de éxito. Por último, compartir y difundir los resultados de un estudio de línea de base con la comunidad, muchas veces estimula la participación de actores antes reticentes. IV. INCERTIDUMBRE, CONTRATIEMPOS Y PROCESOS READECUACIÓN DE Hasta los años setenta el estudio de la implementación de las políticas públicas pasó bastante desapercibido en el campo de las ciencias sociales. Se creía que una vez diseñada la política pública, su implementación era relativamente sencilla. No obstante, la evidencia se encargó de demostrar una brecha entre los objetivos iniciales de las políticas y sus resultados finales. La implementación es la etapa que se encuentra entre la declaración de los objetivos del programa y su resultado final alcanzado. Es un momento, un proceso, en el cual una política puede ser influenciada por diversos actores y factores que alteran, afectan y obstaculizan el cumplimiento de los objetivos iniciales (Revuelta Vaquero, 2007) Los estudios de opinión pública, tanto las encuestas como los grupos focales y las entrevistas en profundidad con informantes clave, son de extrema utilidad para ir obteniendo de manera periódica información confiable y pormenorizada sobre el rumbo de la política y su impacto entre aquellos actores con capacidad de desarrollar estrategias de oposición o veto. En este sentido, el rol crucial de los estudios de opinión es identificar los factores y actores que pueden intervenir con la consecución de los objetivos definidos durante el diseño de la política. De este modo, la incertidumbre y los contratiempos que necesariamente acompañan la etapa de implementación de cualquier política pública se ven dimensionados y puestos en perspectiva con la provisión de datos e informaciones que permiten procesar demandas, identificar errores sustantivos o de comunicación y readecuar procesos. En última instancia se trata de reconocer la necesidad de identificar, seleccionar y tratar a los stake holders como agentes determinantes en el éxito de las políticas. Naturalmente los stake holders tienen misiones, visiones e intereses diversos y entre ellos se inscriben desde agencias públicas y actores institucionales hasta líderes sociales y beneficiarios directos de la política. Los estudios de opinión buscan en esta etapa identificar sus posiciones y recursos para apoyar u obstaculizar la implementación de la política. Para ello, siempre es conveniente no solo indagar sobre su nivel de apoyo y/o rechazo a la política, sino esencialmente sobre su poder expresado en fuerza, recursos utilitarios, recursos normativos y recursos simbólicos. La detección temprana de resistencias en actores con capacidad de acción alta puede contribuir a procesarlas con acciones específicas que eviten dificultades en el proceso de implementación. En base a estas informaciones se puede además diseñar estrategias para asegurar el apoyo de cada actor y generar otras que permitan construir nuevas alianzas. Asimismo, se pueden generar políticas de persuasión considerando concesiones, de manera que se puedan obtener nuevos aliados en el proceso. Por último, en políticas públicas que demandan un proceso de implementación extenso, es conveniente realizar un monitoreo sistemático de algunos indicadores definidos con anterioridad en el estudio de línea de base mediante trackings (seguimientos permanentes) orientados a controlar el impacto de la implementación parcial de la política. De este modo, se pueden ir haciendo readecuaciones y ajustes pertinentes para el éxito de la política pública. V. COMPRENDIENDO LOS IMPACTOS DE LA POLÍTICA PÚBLICA La evaluación es la etapa final del modelo procesual de la política publica - aunque en la práctica se lleva a cabo de diversas formas a lo largo de todo el ciclo-. Su aplicación constituye un proceso objetivo de entendimiento y aprendizaje acerca de cómo fue implementada una política, qué efectos tuvo, para quiénes y por qué (Gutiérrez, 2011). Si bien los expertos cumplen un rol central en esta etapa, no puede decirse que sea de manera exclusiva un proceso técnico, ya que también se incluyen consideraciones o criterios de naturaleza política. Pero el papel de los técnicos es vital para evitar que se ¨politice¨ (es decir, predominen criterios o intereses partidarios o sectoriales) la tarea de evaluar el impacto de una política pública determinada. Para evitar sesgos, el equipo a cargo de la evaluación debe contar con una sólida reputación y carecer de sesgos teóricos o ideológicos. Realizado de forma profesional, el resultado del proceso evaluatorio tiene múltiples utilidades políticas y técnicas. En primer lugar, sirve para la rendición de cuentas inherente a cualquier política democrática. En segundo lugar, provee evidencia significativa acerca de la efectividad de la intervención. En tercer lugar, genera información tendiente a orientar las decisiones futuras de la política pública. Las encuestas, sin ser el único método existente para la evaluación de políticas públicas, constituyen sin duda una de las herramientas que mejor se adaptan a los requerimientos de aprendizaje y comprensión. Su carácter cuantitativo permite que a través de su aplicación sea posible realizar mediciones acerca del impacto de una política mediante la estimación de sus efectos en términos relativos a la situación inicial antes de la intervención, lo que se esperaba y lo que efectivamente se logró (Gutiérrez, 2011). Con seguridad los datos obtenidos en la encuesta de evaluación serán de mayor utilidad cuanto mayor sea la posibilidad de poderlos comparar con otros similares y anteriores en el tiempo o incluso procedentes simultáneamente de otras poblaciones. Es que, una vez que se dispone de un cuerpo de respuestas a preguntas estandarizadas, se hace posible establecer tendencias en el desarrollo de las opiniones y relacionarlas con la política en cuestión (García Ferrando, 1986). De nuevo desde lo ideal, la etapa de evaluación complementa a la de diseño, es decir, los estudios de opinión pública deben seguir los mismos criterios metodológicos empleados en los estudios de diagnóstico (línea de base). A menudo, otros estudios de opinión pública desarrollados con anterioridad constituyen elementos de utilidad al momento de la evaluación y deben ser considerados. Es necesario enfatizar que los sondeos cuantitativos destinados a la evaluación necesitan ser aplicados a una muestra representativa de la población involucrada con una metodología rigurosa. Es decir, debe replicarse la metodología y los procedimientos utilizados en el estudio de línea de base a fin de garantizar la comparabilidad de los resultados, anulando posibles sesgos y desviaciones en pos de asociar las modificaciones como impactos producidos mediante la implementación de la política pública. En los casos de políticas públicas puntuales, y a fin de analizar su sustentabilidad en el mediano y largo plazo, es conveniente desarrollar una investigación ad-hoc para evaluar las reacciones de los stake holders a través de entrevistas en profundidad y otras técnicas cualitativas. En base a los resultados de los procesos evaluatorios, cuantitativos y cualitativos, se puede decidir retroalimentar el proceso para reiniciar el ciclo (reajuste) o bien suprimir la política en cuestión. VI. COMENTARIOS FINALES Los políticos y los politólogos han hecho, de manera tradicional, un uso extensivo de los estudios de opinión pública para ser empleados en la promoción y posicionamiento de candidaturas y en la elaboración de discursos o mensajes sobre temas específicos y de interés general. En épocas recientes, han sido los gestores de políticas públicas quienes han ido incorporando las encuestas y otros instrumentos de indagación de opinión pública a su set de herramientas profesionales. Así, los estudios demoscópicos, hasta hace poco ajenos a los procesos de diseño, implementación y evaluación de las políticas publicas, han hecho su interrupción en la política pública, aportando nuevas dimensiones de investigación (Carrillo y Tamayo, 2009). Actualmente diversas agencias de administración pública producen o contratan estudios y sondeos periódicos de opinión pública para recabar información sobre las opiniones de los ciudadanos con el objeto de diseñar y evaluar sus políticas de forma rápida, objetiva y eficiente. Sin embargo, a pesar del creciente interés, los administradores de políticas públicas desconocen en muchos casos las utilidades y potencialidades de las herramientas de opinión pública aplicadas al proceso de políticas públicas. No tan frecuentes y mucho menos difundidos que los estudios electorales, las investigaciones demoscópicas tienen aún un gran camino por recorrer en el campo de las políticas públicas. En Latinoamérica, su utilización es todavía deficitaria, y su promoción supone un importante aporte en el intento por generar políticas públicas de calidad. VII. BIBLIOGRAFÍA Aguilar, Luis (1992). El estudio de las políticas públicas, México, Miguel Ángel Porrúa. Arzaluz, Socorro (2011). Diseño de un sistema de indicadores sociales de las mujeres con enfoque de género local y fortalecimiento de capacidades institucionales en el Estado de Durango. RFQ-125-2011 Banks, Gary (2009). Evidence-based policy making: What is it? How do we get it?, Australia, Australian Government. Productivity Commission. Carrillo, Ernesto y Tamayo, Manuel (2009). Un diseño de instrumentos para la evaluación de las políticas y los servicios públicos a partir de las percepciones de los ciudadanos. Universidad Complutense de Madrid – Universidad Rey Juan Carlos. Dye, Thomas (1978). Understanding Public Policy. Prentice Hall. Garcia Ferrando, Manuel (1986). El análisis de la realidad social. Alianza Universidad Textos. Glynn, Carroll (2004). Public Opinion. Westview Press Gutiérrez, Andrés (2011). Sobre el abordaje de la metodología de muestreo en evaluaciones de políticas públicas. Revista ib virtual. DANE. Hill, Michael (2005). The Public Policy Process. Pearson Longman. Mora y Araujo, Manuel (2002). Encuestas políticas. Formulación, análisis y uso estratégico. UTDT. Sartori, Giovanni (1998). Homo Videns. La sociedad teledirigida. Editorial Taurus. Silva, Pedro. (2009). Policy evaluation and sample surveys: a brief introduction. Southampton Statistical Sciences Research Institute. Stone, Deborah (2002). Policy Paradox. The art of political decision-making. Norton. Vázquez Fernández, Xose (2006). Las imágenes conformantes de la realidad social. Universidad de la Coruña. Wlezien, Christopher (2011). Public Opinion and Public Policy in Advanced Democracies. Oxford Bibliographies.