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Centro de Investigaciones Navales y Marítimas
BOLETÍN DE ACTUALIDAD 02/2015
LA INTERSECCIÓN DE TRES CRISIS
Reva Bhalla
En las pasadas dos semanas, se alcanzó un acuerdo temporal en Bruselas de mantener
a Grecia en la eurozona, se acordó en Minsk un mapa de ruta de cese al fuego y negociadores
iraníes avanzaron en un potencial acuerdo nuclear en Ginebra. Un escuadrón de diplomáticos
ha detenido sucesivas crisis geopolíticas en la región. Sin embargo, sería prematuro, incluso
imprudente, suponer que las líneas de falla que definen estos problemas estén efectivamente
estables. Entender de qué manera estas crisis están ligadas intrincadamente es el primer paso
para evaluar cuándo y dónde, probablemente, ocurra el siguiente estallido.
Alemania y la crisis de la Eurozona
Alemania, una vez más, se ha convertido en la víctima de su propio poder. Como el
mayor acreedor de Europa, tiene una influencia política considerable sobre las naciones
deudoras tales como Grecia, cuya subsistencia entera depende, ahora, de si la Canciller alemana,
Ángela Merkel, esté dispuesta a firmar otro cheque de fianza. No debemos olvidar que Alemania
está exportando el equivalente a casi la mitad de su PIB, y la mayor parte de sus exportaciones
se consumen dentro de Europa. De este modo, las instituciones en las cuales Alemania confía
para proteger sus mercados exportadores son las mismas instituciones con las que Berlín debe
combatir para proteger la riqueza nacional de Alemania.
Muchos han caracterizado el reciente acuerdo de Bruselas como una victoria para Berlín
sobre Atenas ya que los ministros de finanzas de la eurozona, incluyendo al portugués, español
y francés, respaldaron a Alemania en rechazar el derecho de Grecia a eludir sus obligaciones
deudoras. Pero Merkel no está dispuesta a arriesgar un monto ilimitado de fondos de
contribuyentes alemanes en promesas débiles de Grecia de cortar los costos e imponer reformas
estructurales sobre la población que, por ahora, aún ven al partido Syriza gobernante como
su salvador de la austeridad. En cuatro meses más, Grecia y Alemania estarán en desacuerdo
nuevamente, y Grecia probablemente aún carecerá de las credenciales de austeridad que Berlín
necesita para convencer a sus propios escépticos de la eurozona que tiene el peso institucional
y credibilidad para imponer frugalidad alemana sobre el resto de Europa. Mientras más tiempo
compra Alemania, más inflexible se tornan las posiciones negociadoras de Alemania y Grecia,
y más seriamente los comerciantes, empresarios y políticos, por igual, tendrán que tomar la
amenaza de la llamada ‘Salida de Grecia’ (Grexit), el primero de una cadena de hechos que
podrían desbaratar la eurozona.
El Rol de la crisis en Ucrania
Con el propósito de encauzar a Alemania por la crisis que va en aumento de la eurozona,
la Canciller Merkel necesita calmar su frente oriental. No sorprende, entonces, el compromiso
que ella ha adquirido al pasar múltiples noches en vela y realizar un incesante programa de
viajes para lograr otro acuerdo Minsk por escrito con Rusia. El acuerdo fue defectuoso desde
el comienzo porque evitaba reconocer los intentos de los separatistas respaldados por Rusia
de eliminar la línea de demarcación al colocar el área de Debáltsevo bajo su zona de control.
Después de varios días de forcejeo, los alemanes (nuevamente influyendo con su condición de
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acreedor – esta vez, en contra de Ucrania) silenciosamente presionaron al Presidente ucraniano,
Petro Poroshenko, a aceptar la realidad del campo de batalla y moverse a favor del acuerdo
del cese al fuego. Pero, aun cuando Alemania por un lado, y Rusia por el otro, sean capaces de
provocar una relativa calma en Ucrania del este, en definitiva, significará poco para disminuir el
alejamiento entre EE.UU. y Rusia.
La Conexión entre Ucrania e Irán
A diferencia de lo que la opinión pública piensa en Occidente, el Presidente ruso Vladimir
Putin no está movido por una ambición territorial demencial. Él está observando el mapa, igual
como sus antecesores lo hicieran por siglos, y está tratando de resolver la tarea de asegurar
la parte más vulnerable de Rusia de una zona fronteriza que está bajo el ala de una potencia
militar mucho más formidable en el Occidente. Tal como EE.UU. le ha recordado a Moscú en
forma repetida en los últimos días, la Casa Blanca se reserva la opción de enviar ayuda letal a
Ucrania. Con el equipamiento más pesado vienen los instructores y con ellos vienen los soldados
en terreno.
Desde su perspectiva, Putin puede ya ver a EE.UU. extendiéndose más allá de los límites
de la OTAN para reclutar y apoyar a los aliados a lo largo de la periferia rusa. Aun cuando brotan
las treguas de corto plazo en Ucrania del este, nada impediría un sondeo estadounidense
mucho más profundo en la región. Ese es el supuesto que guiará las acciones rusas en los meses
venideros, a medida que Putin revise sus opciones militares, que incluyen establecer un puente
terrestre con Crimea (una movida que dejaría todavía, efectivamente, la frontera rusa con
Ucrania expuesta), un empujón más ambicioso hacia occidente para anclarse en el Río Dniéper y
sondear acciones en los estados bálticos para poner a prueba la credibilidad de la OTAN.
EE.UU. no tiene el lujo de impedir ninguna de estas posibilidades, por lo tanto debe
prepararse en consecuencia. Pero concentrarse en el teatro de Eurasia conlleva, primero, atar
los cabos sueltos en el Medio Oriente, partiendo con Irán. Y así llegamos a Ginebra, donde el
Secretario de Estado de EE.UU., John Kerry y el Ministro de Relaciones Exteriores iraní, Javad
Zarif, se reunieron nuevamente el 22 de febrero para trabajar en los puntos restantes de un
acuerdo nuclear antes del 31 de marzo, fecha en la cual el Presidente de EE.UU., Barack Obama,
se supone demostrará una avance suficiente en las negociaciones y, así, detener al Congreso
de imponerle sanciones adicionales a Irán. Si EE.UU. va a salir en forma real de escenarios en
los cuales sus fuerzas militares confrontan a Rusia en Europa, necesita ser capaz de redesplegar
rápidamente fuerzas que han pasado los últimos doce años apagando fuegos iniciados por
emiratos yihadistas y preparándose para un potencial conflicto en el Golfo Pérsico. Para aliviar
su carga en el Medio Oriente, EE.UU. se volcará a las potencias regionales con intereses creados
y, a menudo, en competencia para asumir mejor la responsabilidad.
Un entendimiento entre EE.UU. e Irán va bien más allá de un acuerdo sobre cuánto uranio
se le permite a Irán enriquecer y almacenar, y cuánto alivio a las sanciones obtiene Irán por limitar
su programa nuclear. Esto dibujará los contornos regionales de una esfera de influencia iraní y
le dará espacio a Washington y Teherán para cooperar en áreas donde sus intereses coinciden.
Podemos ya ver esto, efectivamente, en Irak y Siria, donde la amenaza del Estado Islámico ha
obligado a EE.UU. e Irán a coordinar esfuerzos para contener las ambiciones yihadistas. Aunque
EE.UU. será y, con razón, más precavido en sus declaraciones públicas, mientras trate de limitar
la ansiedad israelí, los funcionarios estadounidenses han hecho supuestamente observaciones
positivas sobre el rol del Hezbollah en la lucha contra el terrorismo durante las conversaciones
privadas con sus interlocutores libaneses realizadas en las recientes reuniones. Esto puede
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parecer como un detalle menor en la superficie, pero Irán ve un acercamiento con EE.UU. como
una oportunidad para buscar reconocimiento para el Hezbollah como un actor político legítimo.
El acercamiento entre EE.UU. e Irán no será realidad ni en marzo, ni en junio, ni en
ningún otro plazo impuesto por Washington para este año. Los acuerdos generales sobre los
temas nucleares y los alivios a las sanciones necesariamente se implementarán por fases para,
en realidad, extender las negociaciones hacia el 2016, momento en que el Congreso podría
permitir que la ley central de sanciones en contra de Irán expire después de varios meses de
poner a prueba el cumplimiento iraní y después que Irán pase sus elecciones parlamentarias.
Obstáculos podrían surgir en el camino, tal como la muerte del Líder Supremo de Irán, el
Ayatollah Ali Khamenei, pero esos no disuadirán a la Casa Blanca de fijar un curso para normalizar
las relaciones con Irán. EE.UU., independiente de qué partido esté controlando la Casa Blanca,
clasificará la amenaza de un creciente conflicto en Eurasia muy por delante del conflicto con
Irán. Aun cuando un acuerdo nuclear establece el fundamento para un entendimiento entre
EE.UU. e Irán, Washington confiará en las potencias regionales como Turquía y Arabia Saudita
para perturbar los bordes de la esfera de influencia iraní, fomentando las rivalidades naturales
en la región para moldear un relativo equilibrio de poder en el tiempo.
Todo lleva al mismo punto
Alemania necesita un acuerdo con Rusia para poder manejar una crisis existencial en
la eurozona; Rusia necesita un acuerdo con EE.UU. para limitar el acercamiento de éste, a su
esfera de influencia; y EE.UU. necesita un acuerdo con Irán para reorientar su atención sobre
Rusia. Ningún conflicto es independiente del otro, aunque cada uno puede ser de magnitud
diferente. Alemania y Rusia pueden encontrar formas para resolver sus diferencias, tal como
pueden hacerlo Irán y EE.UU. Pero una crisis prolongada de la eurozona no puede evitarse, como
tampoco la desconfianza de Rusia por las intenciones estadounidenses en su periferia.
Ambos problemas llevan a EE.UU. nuevamente a Eurasia. Una Alemania perturbada
obligará a EE.UU. a ir más allá de los límites de la OTAN para rodear a Rusia. Y tenga por seguro
que Rusia – incluso bajo una severa tensión económica – encontrará los medios para responder.
Traducción extraída del texto, ‘The Intersection of Three Crises’,
Geopolitical Weekly, Stratfor, 24 de febrero, 2015.
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