¿Necesitábamos una guía de responsabilidad social? Antonio Argandoña Febrero 2011 El 1 de noviembre de 2010 se publicó la ISO 26000, que lleva como título “Guía de Responsabilidad Social”. La ISO (International Standards Organization) culminaba así un trabajo de casi diez años, con la publicación de un documento que, me parece, está llamado a tener relevancia en el mundo de la Responsabilidad Social (RS). Por cierto, ISO 26000 no habla de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) o de la Empresa (RSE), sino, simplemente, de RS. Aplaudida por algunos, recibida con reservas por otros, la guía presenta algunas características que merecen ser destacadas. Es una norma global, pensada para todo el mundo. Elaborada por consenso (que no significa unanimidad). Ofrece una definición de RS que pretende ser universal. Es un estándar único, aplicable tanto a empresas comerciales como a instituciones públicas, sindicatos, partidos políticos, organizaciones sin fines de lucro,… grandes y pequeñas, públicas y privadas, de cualquier país –de hecho, la ISO 26000 no habla de empresas, sino de organizaciones. Es una guía, no una norma. O sea, contiene orientaciones, no requisitos. Su lenguaje es el de la recomendación: las organizaciones “deberían” hacer tal o cual cosa, no que “deben” hacerlo. Es, pues, voluntaria (aunque esta afirmación no aparece con esta claridad en el texto de la norma). No está elaborada para ser certificada: como no establece especificaciones obligatorias, no puede afirmarse que una organización cumple o no lo que dice la norma y, por tanto, un auditor externo no puede certificarlo. No es un sistema de gestión, y es compatible con otros sistemas de gestión y normas ya existentes o que puedan crearse en el futuro, tanto en el ámbito de la RS como en otros (calidad, salud e higiene en el trabajo, medio ambiente, derechos humanos, etc.). Trata de hacer operativa la RS. Ofrece una visión de conjunto de la RS. Está llena de sugerencias, ideas e indicaciones sobre cómo ponerla en práctica, desde la elaboración de los grandes objetivos de la organización hasta las últimas etapas de la RS, como la comunicación y la mejora continua. 1 El lector habrá adivinado que la ISO 26000 me gusta, a pesar de sus defectos (que los tiene, como toda obra humana) y limitaciones. He aquí algunas de las cosas que me gustan de ella Es voluntaria, como decía antes –la RS debe serlo, porque va más allá de lo que manda la ley. Orienta sobre cómo establecer el rumbo de una organización que desee ser responsable. Contiene una serie de principios (siete), que sirven de pauta a la hora de tomar decisiones sobre RS. Algo así como una invitación a preguntarnos si tal o cual decisión va contra el principio de transparencia, o el de respeto a los intereses de las partes interesadas. Establece algunas materias fundamentales que la organización debe observar siempre. Son siete: Gobernanza de la organización (todo debe, en principio, apoyarse en los criterios y procesos de gobierno de la misma), Derechos humanos, Prácticas laborales, Medio ambiente, Prácticas justas de operación (corrupción, competencia, cadena de valor,…), Asuntos de consumidores y Participación activa y desarrollo de la comunidad. En cada una de las materias fundamentales, incluye unos Asuntos que la empresa debe considerar, pero que no debe necesariamente desarrollar, bien porque no los considera relevantes (el problema de la corrupción puede no llamar la atención de un supermercado local, aunque sea de particular importancia en una empresa constructora con contratos con autoridades de muchos países), o porque no resulten prioritarios (una agencia de viajes deberá probablemente atender antes a las necesidades de sus clientes que a su impacto en el calentamiento global). Por tanto, aunque parece un largo catálogo de cosas que las organizaciones podrían o deberían hacer, no es obligatorio, ni tampoco desordenado. Cada organización deberá llevar a cabo un proceso de reflexión sobre cuál es su RS en cada materia fundamental y en cada asunto, y convertir esa reflexión, si procede, en decisiones concretas. Ofrece sugerencias útiles sobre cómo incorporar la RS al gobierno y a las decisiones diarias de las organizaciones. Facilita un lenguaje común en la organización y con su entorno, incluyendo a los gobiernos. Permite, pues, dar legitimidad al debate sobre la RS, en la empresa y con sus grupos de interés. Ayuda a implicar a esos grupos de interés –la RS es una responsabilidad de todos-, en la organización y en la sociedad. Refuerza el papel del diálogo y la comunicación para hacer creíble la RS. Promueve la toma de conciencia de la RS en la organización. Puede contribuir positivamente a resultados como la creación de ventajas competitivas, que siempre han estado presentes en los argumentos sobre la RS, pero que no son subrayados en la ISO 26000. 2 Sugiere una metodología para el análisis de los problemas, a partir del concepto de diligencia debida, pasando por el diagnóstico, diseño de planes de acción, implementación y comunicación, hasta la revisión y la mejora continua. Es compatible, como ya dije, con otros sistemas de gestión y normas, de RS o de otro tipo. La ISO 26000 ha sido el resultado de un largo proceso de documentación, recogida de opiniones, discusión, homogeneización de posturas y esfuerzos para encontrar un consenso. Eso explica que recoja muchas de las ideas que se han ido vertiendo sobre el tema en los últimos años, abandonando los extremismos y decantando las aportaciones hasta identificar una RS que puede ser, verdaderamente, un servicio para las organizaciones y para la sociedad. Por ello, me parece que la lectura de la ISO 26000, aunque larga (106 páginas en inglés, 118 en castellano), aburrida (no es una novela) y cara (unos 250 euros, al cambio actual), va a ser muy interesante para todos los que deseen enfrentarse, en serio, al reto de introducir la RS en sus organizaciones. 3