informe defensorial conjunto sobre la devolución de la

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INFORME DEFENSORIAL CONJUNTO SOBRE LA DEVOLUCIÓN DE LA
REPUBLICA DE PANAMÁ DE 109 PERSONAS DE NACIONALIDAD
COLOMBIANA
1. PRESENTACIÓN
El 21 de abril de 2003, la Defensoría del Pueblo de Colombia fue informada por la
defensora comunitaria que se encuentra en Cacarica y la Oficina del Alto Comisionado de
Naciones Unidas para los Refugiados - ACNUR, de la devolución de 109 colombianos, que
se encontraban en la localidad de Punuza en territorio panameño, a Sapzurro, Colombia.
Con base en la información preliminar recibida directamente en Sapzurro por parte del defensor seccional de
Urabá y ACNUR, la Defensoría del Pueblo de Colombia elaboró un primer informe sobre los hechos
sucedidos entre el 18 y el 21 de abril que dieron como resultado la devolución de los 109 colombianos de
territorio panameño. Este informe fue presentado a la opinión pública nacional y enviado a la Defensoría del
Pueblo de la República de Panamá.
Debido a la gravedad de los hechos inicialmente denunciados por las personas devueltas, el Defensor del
Pueblo de Colombia, Don Eduardo Cifuentes Muñoz, propuso al Defensor del Pueblo de la República de
Panamá, Don Juan Antonio Tejada Espino, la conformación de una comisión entre las dos entidades para
investigar los hechos y elaborar un informe conjunto para ser presentado a los respectivos gobiernos.
La comisión conjunta fue integrada por el Licenciado Ricardo Julio Vargas, Primer Adjunto del Defensor del
Pueblo de la República de Panamá, el Licenciado James Bernard, Secretario General de la Defensoría del
Pueblo de la República de Panamá, el doctor Darío Mejía, Secretario General de la Defensoría del Pueblo de
Colombia y María Camila Moreno, Coordinadora Nacional de Atención al Desplazamiento Forzado de la
Defensoría del Pueblo de Colombia.
El día 29 de abril los dos delegados del Defensor del Pueblo de Colombia arribaron a ciudad de Panamá, en
donde conjuntamente con los dos delegados del Defensor del Pueblo de la República de Panamá definieron el
plan de trabajo y las misiones en terreno.
Se conformaron dos grupos de trabajo para realizar simultáneamente las visitas a Boca de Cupe, en la región
del Darién panameño, y a Sapzurro y Cacarica en territorio colombiano, con el apoyo de ACNUR. Las dos
comisiones se realizaron entre los días 2 y 4 de mayo, en el caso de la visita a Boca de Cupe, y 2 y 5 del
mismo mes, en el caso de la visita a Sapzurro y Cacarica.
A su regreso a ciudad de Panamá, los dos grupos de trabajo evaluaron las visitas realizadas y pusieron en
común la información obtenida. Asimismo, la Defensoría del Pueblo de Colombia y la Defensoría del Pueblo
de la República de Panamá, al finalizar la comisión conjunta, realizaron en sus respectivos países reuniones
con autoridades y agencias del Sistema de Naciones Unidas, como ACNUR y UNICEF, con el fin de acopiar
mayor información acerca del caso en mención.
Con base en la información obtenida en terreno durantes las dos visitas realizadas, en las entrevistas llevadas
a cabo a personas del grupo de colombianos devueltos y a testigos de los hechos, y en algunos datos obtenidos
de las autoridades panameñas, colombianas y las oficinas de ACNUR en Colombia y Panamá, se presenta a
continuación el Informe Defensorial Conjunto acerca de la devolución de 109 colombianos, entre ellos 65
menores de edad, de territorio panameño a territorio colombiano.
2.
LOS ANTECEDENTES Y EL CONTEXTO REGIONAL
Por ser principalmente una zona de frontera cercana al Océano Pacífico y al Mar Caribe, la
región del bajo Atrato (departamento del Chocó) en Colombia se ha convertido en un
corredor estratégico para el tráfico de armas y estupefacientes, y en un área en disputa por
parte de los actores armados en conflicto.
Actualmente, en esta zona operan el frente 57 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia -FARC y el bloque Elmer Cárdenas de las Autodefensas Campesinas de Córdoba
y Urabá – ACCU.
Las comunidades del bajo Atrato, desde 1996, han sido objeto de la continua presión de las FARC y las AUC.
En 1997, debido a una incursión paramilitar en la zona y a un posterior operativo de la Fuerza Pública
colombiana (Operación Génesis), más de 7.000 personas fueron desplazadas forzadamente. Entre ellas 3.500
personas aproximadamente habitaban en la cuenca del Cacarica y las demás en las cuencas de Salaquí,
Domingodó, Truandó, Curbaradó, Jiguamiandó, entre otras.
La mayoría de estas personas se ubicaron en Turbo, en el corregimiento de Pavarandó (en el municipio de
Mutatá), en Riosucio, y algunas familias (no existe una cifra precisa) en territorio panameño, especialmente
en las localidades de Boca de Cupe, Yavisa, Yape, Púcuru, Paya y Punuza.
De las 3.500 personas desplazadas de Cacarica, 300 huyeron hacia Panamá. En 1997, estos
refugiados fueron deportados a Colombia y trasladados a la hacienda “El Cacique” en
Bahía Cupica, corregimiento de Bahía Solano, en la Costa Pacífica del Chocó. Muchas
otras familias permanecieron en territorio panameño, principalmente en las comunidades
de Yape y Boca de Cupe.
Punuza, por su parte, es un caserío a orillas de la parte alta del río Tuira, en la provincia del
Darién. Es una región con una débil presencia estatal y con elevados índices de
necesidades básicas insatisfechas. Estas condiciones y su cercanía a la frontera con
Colombia hacen de ésta una región muy vulnerable. La zona del Alto Tuira ha sido
considerada históricamente como una zona de abastecimiento y descanso de la guerrilla
colombiana de las FARC, así como corredor estratégico para el movimiento de armas y
droga entre Colombia y Panamá.
Actualmente, se encuentran aproximadamente cerca de 1.000 colombianos en toda esa
región. A la mayoría de ellos el Gobierno de Panamá les ha concedido el estatuto de
protección temporal – aproximadamente 700 - pero existe una minoría a la cual no se le ha
otorgado ningún tipo de protección. Cabe anotar que no todas las personas a las que se les
ha concedido el Estatuto de Protección Temporal Humanitaria, cuentan con documentos
2
que acrediten dicho estatuto (la totalidad de Jaqué, por ejemplo), lo que los deja en un
estado de total vulnerabilidad.
2.1 Movimientos transfronterizos
La frontera entre Colombia y Panamá ha sido históricamente una frontera porosa. Los
movimientos migratorios entre localidades como Juradó en Colombia y Jaqué en Panamá
corresponden a las relaciones familiares, culturales, sociales y económicas entre estas dos
poblaciones. Las comunidades indígenas emberá de Juradó han mantenido una estrecha
relación con las comunidades de Jaqué. Los encuentros y visitas en los dos lados de la
frontera han sido frecuentes. Por otro lado, esta región de frontera ha sido históricamente
un corredor comercial para las comunidades que habitan en ella.
Como ya se ha mencionado, la dinámica del conflicto armado interno colombiano ha
convertido a las zonas de frontera en sitios estratégicos para el abastecimiento de los
grupos armados al margen de la ley y para el comercio de armas y droga. Esta situación ha
hecho que las comunidades que habitan en las cercanías a las zonas de frontera sean
fuertemente afectadas por la confrontación armada de los diferentes grupos que buscan el
control de estos territorios.
En el caso de la región colombiana del Urabá, entre los departamentos de Antioquia y
Chocó, a partir de 1996, cuando se inicia la disputa del territorio por parte de la guerrilla de
las FARC y las autodefensas de Córdoba y Urabá – ACCU, se han incrementado los
movimientos transfronterizos de colombianos hacia Panamá, quienes huyen de la guerra y
buscan proteger sus vidas.
2.2 Las políticas sobre refugio del Gobierno panameño
El gobierno panameño estableció, el 10 de febrero de 1998, el Decreto Ejecutivo 23, por el cual se desarrolla
la Ley No. 5 del 26 de octubre de 1977 que aprueba la Convención de 1951 y el Protocolo de 1967 sobre el
estatuto de Refugiados. En este decreto se define, en su artículo 5.1, que se considerará como refugiada “toda
persona que, debido a fundados temores de persecución individualizada por las autoridades de su país de
origen o de residencia habitual, por motivos de raza, género, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado
grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda, o no quiera
acogerse a la protección de tal país”.
En virtud de este decreto, las personas solicitantes de refugio podrán permanecer de manera temporal en
territorio panameño hasta por seis (6) meses, y hasta tanto la Comisión Nacional de Protección para
Refugiados decida su situación.
Asimismo, el artículo 80 establece que “en casos de afluencia en gran escala de personas que ingresan ilegal o
irregularmente al país en busca de protección, ésta será concedida temporalmente y con fundamento en un
3
“Estatuto Humanitario Provisional de Protección”. Por su parte el artículo 82 se refiere a que “en casos de
afluencia en gran escala de personas bajo la categoría especificada en este Estatuto se aplicarán
provisionalmente los principios de no-devolución, no rechazo en la frontera y no-sanción por ingreso ilegal o
irregular, sin que al momento de su admisión ello comprometa al Estado panameño a proporcionarle
asentamiento en su territorio”.
La Oficina Nacional para la Atención de Refugiados, en adelante ONPAR, adscrita al Ministerio de Gobierno
y Justicia, es la entidad a cargo de la coordinación y ejecución de las políticas y acciones que defina la
Comisión Nacional de Protección para Refugiados, así como de los programas de atención y protección a los
refugiados y de las personas sujetas al Estatuto Provisional Humanitario de Protección.
3. HECHOS OCURRIDOS ENTRE EL 18 Y 21 DE ABRIL DE 2003
El día 18 de abril de 2003, un grupo de uniformados pertenecientes a la P
olicía panameña arribó, en varios helicópteros, en compañía de funcionarios de la Dirección
Nacional de Migración y Naturalización, y de la oficina Nacional para la Atención de los
Refugiados, en adelante ONPAR, a la localidad de Punuza, ubicada a orillas del río Tuira
en la Provincia del Darién, y última comunidad fronteriza con la República de Colombia.
Después de dos días de permanecer allí, el lunes 21 de abril, la policía panameña trasladó
en helicópteros a 109 colombianos1, entre ellos 65 menores de edad, a La Miel, en la
frontera con Colombia, después de que cada familia firmara un documento de
“Repatriación Voluntaria” que le fuera presentado por funcionarios de ONPAR y de
Migración.
De La Miel, una parte del grupo de los 109 colombianos fue trasladada en lanchas a la
localidad de Sapzurro, en territorio colombiano, mientras que otros colombianos caminaron
hasta ese lugar.
Al llegar a territorio colombiano, algunas personas devueltas de Panamá denunciaron que
habían sido obligadas por la Policía panameña y las autoridades civiles a abandonar
Punuza.
Algunos testimonios recibidos por las Defensorías del Pueblo de Panamá y Colombia en
Cacarica, dan cuenta de lo siguiente: “El viernes santo llegó la guardia panameña a
Punuza. El teniente Grajales nos reunió en la escuela, y nos dijo que venía a proteger a la
comunidad. Nos explicó que aquí no les va a pasar nada, los vamos a proteger de muchos
problemas que les puedan suceder. Cuando estábamos ahí reunidos nos dijo que fuéramos
a la casa a buscar los machetes para limpiar el pueblo. Ellos llegaron como a las 12 del
día. Limpiamos el pueblo así como él lo ordenó”.
1
Ver anexo, listado de personas y familias.
4
“Cuando llegaron mandaron a recoger a la gente, a los que vivían dispersos en el caserío,
y luego pasaron a lista. Nos reunieron en la escuela y nos manifestaron que eso era por la
seguridad de nosotros. Que venían a brindarnos seguridad y que esa metodología se iba a
mantener por varios días hasta que conocieran a la gente. Trajeron una lista en la que
estábamos registrados en la oficina de ONPAR. En la tarde los enviaron a sus casas a
varios. Y a otros les sugirieron que se vinieran más cerca para conocerlos, que no
estuvieran lejos del caserío. Y que después de las 6 de la tarde nadie andara, por su
seguridad. Que si iba a salir de noche por alguna urgencia que fuera con linterna y
siempre alumbrando. También nos mandaron a recoger las bestias, decían ellos que
podían dañar un dispositivo que ellos tenían. Cuando nos mandaron a las casas para
regresar el sábado nos dijeron que nos presentáramos a las 7 a.m. y la misma rutina. El
viernes nos colocaron a trabajar, rozando el caserío, limpiándolo y derribando árboles
cerca de la cancha fútbol para que el helicóptero aterrizara con más facilidad, porque
manifestaron ellos iba a venir ayuda, iba venir visita de médicos, brigadas y todo eso”.
“Cuando estábamos todos reunidos, sus palabras fueron las siguientes: Hablemos de
educación, cómo está la educación? Preguntó. Dijimos que no había educadores. Nos dijo
que el lunes de pascua venían los educadores a Punuza. Estábamos contentos porque iban
a llegar los educadores al pueblo”.
“Cuando aterrizaron los helicópteros, llegó la policía sola, después, como al cuarto viaje
que hizo la policía aterrizó un señor que llaman Pedreschi. Llegaron allí y tomaron datos.
Dijo Pedreschi que esto era para hacerle un documento, como una acta, a los que no
tenían papeles, para tenerlos registrados en ONPAR para darles un carné”.
“Cuando llegó la Guardia panameña allá, hubo personas, miembros de la comunidad, que
como no estaban acostumbradas a ver personal uniformado y helicópteros, salieron
corriendo. Eso fue el mismo viernes”.
Según estos relatos, a su llegada a Punuza, ni la policía panameña, ni los funcionarios de
ONPAR y Migración informaron a la comunidad que se iba a realizar un procedimiento de
repatriación voluntaria hacia Colombia. Por el contrario, manifestaron que su intención era
proteger y ayudar a la comunidad. Los testimonios se refieren a que “nos dijeron que nos
iban a proteger y a cuidar; que ellos se iban a establecer por un tiempo largo en Punuza.
Y que iban a hacer una base militar allí”.
“Todos los días nos tocaba trabajar con ellos y a las mujeres las obligaban a cocinar una
comida comunitaria. Nos dijeron preséntese el lunes a las 8 de la mañana que viene una
comisión del Gobierno, de la Presidencia que viene a legalizarle los papeles a ustedes. Y
así nosotros esperanzados a ellos, nos recogieron en la escuela. Nos cerraron las puertas.
5
Iban llamando familias con lista en mano. La familia tal favor subirse al helicóptero, y no
teníamos derecho a recoger nada. Dejamos todo allá. La ropita mejorcita, la que
podíamos sacar. De resto todo se quedó. Y así todos los compañeros nos vinimos. Unos que
no trajeron nada. Solamente con lo que traían puesto por que estaban más lejos del
caserío, y no aceptaba la policía de ir a buscar las cuestiones que tenían por allá”.
El día lunes, la policía panameña reunió a la comunidad en la escuela e informó que todos
iban a ser devueltos a Colombia. Hasta ese momento la comunidad no tenía ninguna
información de la decisión del Gobierno panameño, ni del procedimiento definido. Según
estos testimonios, en ningún momento la comunidad fue consultada acerca de su interés o
voluntad de retornar a territorio colombiano:
“El lunes nosotros estábamos trabajando, estábamos contentos porque ellos nos iban a
poner una base militar y todo eso. Muy contentos trabajando, limpiando el pueblo, porque
los profesores venían. Bueno cuando los helicópteros legan, todos corrimos hacia allá
porque estábamos esperando la visita de la Presidencia y que nos van a arreglar la
situación de los papeles, para nosotros poder vender la agricultura hacia abajo, para que
las cosas cambiaran. Pues todos corrimos, Dejamos los machetes afuera. Nos metimos
todos adentro esperando la reunión. Esperábamos que los que llegaron a la reunión nos
iban a decir una buena cosa. Cuando estábamos ahí viene un oficial y nos dijo: lo que
vinimos a decirles es lo siguiente, que ustedes van a ser repatriados. Todos nos quedamos
congelados totalmente, porque no esperábamos una palabra de esas. Cuando ya nos dicen
eso, vino uno de la comunidad y dijo: porque no nos dan la palabra. Nosotros queremos
decir que nosotros necesitamos como algo de los gobiernos que nos han apoyado, pues,
qué entidad nos va a acompañar pa´ esta situación? No, aquí no va a hablar nadie. Lo que
yo digo eso es. Y aquí todo el mundo tiene es que irse. De una vez fueron llamando lista.
Fulano de tal y su familia, e iban saliendo de una vez. De una salía la familia hacia allá y
de una tenía que firmar. Salió un muchacho de una vez y vio que decía repatriación
voluntaria. Entonces él sorprendió y dijo: yo no voy a firmar esto. Mire que yo tengo mi
arroz, tengo mis animales, mis cosas. ¿Qué me van a reconocer? No aquí no le van a
reconocer nada. Usted se va como vino. Y ahí mismo iban llamando así al helicóptero”.
En relación con la firma del documento de repatriación voluntaria, otro de los testimonios
se refiere a: “Tres policías me sacaron de adentro de la escuela con mi mujer. Me llevaron
a esa mesa del señor Pesdrechi de ONPAR, y entonces ONPAR me sacó un documento
para que firmara. Entonces yo le dije al señor de ONPAR que me permitiera que yo iba a
leer ese documento. Me negó ese documento. Que no lo podía leer. Y entonces como él me
dijo que no lo podía leer, yo le dije que no iba a firmar el documento. De inmediato empecé
a decirle yo por qué me van a sacar de aquí, de esta tierra. Yo tengo dos años de trabajo.
Le comencé a nombrar que yo tenía ñame, plátano, otoé, maíz. Tenía animales. Entonces,
enseguida se paró el señor de inmigración y se vino a la mesa donde yo estaba con ese
6
señor Pedreschi, y m dijo: Tú cuando viniste de Colombia que trajiste? Yo le respondí de
inmediato: Yo no traje nada, pero tengo dos años de trabajo aquí y quiero que me
reconozcan algo, que me paguen mi trabajo. Entonces me dijo: No se te va a dar nada.
Firma el documento únicamente y te vas de aquí. Entonces yo le respondí: entonces qué
me van a robar mi trabajo que tengo aquí, mis dos años de trabajo? Entonces se paró y se
me vino. Cállate la boca o si no quieres que te parta la boca ya mismo. El señor de
Inmigración me respondió así. Entonces me dio rabia eso y les dije: Yo no voy a firmar
ningún documento y me paré pues de la mesa. De inmediato se me vino un capitán que
hace parte de la Fuerza Aérea, y me golpeó por aquí y me cogió por la camisa, y me dijo
vas a firmar el documento o te pateo. De una vez me dijo. Yo ya me sentí obligado
totalmente a coger el lapicero ya a firmar mi nombre ahí. Entonces me paré y cuando me
paré me cogió la mano, que tenía que poner la huella digital en ese documento. Fue él que
me cogió la mano, me puso el dedo en la tinta y la puso en el ese documento. No sé el
documento qué dice. Únicamente en el documento arriba leí unas letras grandes que dicen
Repatriación Voluntaria”.
“Cuando estábamos en Punuza y nos dijeron que nos iban a repatriar, nos dijeron que
íbamos a ser llevados a Puerto Obaldía, que allí estaría el Gobierno colombiano
recibiéndonos. Que allí tendríamos todas las garantías. Y no fue así. Nos llevaron fue a La
Miel. Fueron cuatro viajes en dos helicópteros. El último viaje llegó a las 7 de noche allá a
La Miel. A unos nos obligaron a cruzar la frontera por un cerro que hay de La Miel a
Sapzurro. Y al último viaje, como era de noche, el personal cruzó la frontera por el agua.
Los llevaron allá en una panga o chalupa de la Guardia panameña”.
“Cuando llegamos a La Miel nos decían que a donde íbamos a llegar había muchas
organizaciones esperándonos. Que ahí teníamos ropa y teníamos de todo. Que para qué
nosotros íbamos a llevar algo de aquí de Panamá, si aquí en Colombia teníamos todo.
Cuando yo viendo donde íbamos a aterrizar, lo que veo es poquitas casas y no veo sino
solamente como unos cuatro policías que estaban al frente. Yo no sabía si eran policías
colombianos o dónde estábamos todavía. Cuando llegamos y aterrizamos, salimos a una
casetilla. Allí llegamos y nos metimos todos y ahí salieron unos señores que estaban en la
policía a tomar datos y a llamar por familia, a qué se pusieran así, de cinco en cinco, hasta
los niñitos y ahí tomaban unas fotografías.”.
Los diferentes testimonios de las personas devueltas de Punuza, quienes hoy se encuentran
en el asentamiento Nueva Vida, en Cacarica, se refieren a que no hubo ningún tipo de
consulta a la comunidad acerca de su voluntad de repatriación por parte de las autoridades
panameñas. Igualmente, en estos testimonios se afirma que no les fue permitido llevar sus
objetos personales y enseres.
7
En algunas entrevistas realizadas en Boca de Cupe, a personas que presenciaron la llegada
de las autoridades panameñas a Punuza y el operativo de devolución, y el informe remitido
a la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá por parte del Director General de la
Policía Nacional de Panamá hacen constar que la policía panameña entregó tulas para que
las personas empacaran y transportaran sus enseres. Sin embargo, los habitantes de
Sapzurro, funcionarios de la Oficina de ACNUR y de la Defensoría del Pueblo Seccional
Urabá (Colombia) indicaron que la mayoría de los 109 colombianos provenientes de
Punuza llegaron a la localidad de Sapzurro sin sus pertenencias, y muchos de ellos sólo con
la ropa que traían puesta. La comunidad de Sapzurro, en solidaridad con la situación de
estas personas, realizó una colecta de ropa y enseres básicos para entregar a estas familias.
Cabe resaltar que documentación gráfica (fotografías y video) obtenidas por la Defensoría
del Pueblo de Panamá, de parte de las autoridades nacionales, dan cuenta de que algunas de
las personas trasladadas se les permitió llevar consigo bolsas que contenían artículos y
efectos personales, así como algunos equipos. Las autoridades panameñas reconocen que
no fue posible el traslado de la totalidad de las pertenencias de las personas devueltas a
Colombia, por razones de movilidad y logística.
Las familias y personas devueltas informaron a las Defensorías del Pueblo de Panamá y
Colombia que habían dejado en Punuza el fruto de su trabajo. La mayoría de estas personas
habían llegado a Punuza hacía más de seis meses, y algunos tenían hasta 10 años de
permanencia allí. Según los testimonios, se vieron obligados a abandonar animales de cría
como gallinas y cerdos, cultivos de ñame, maíz, otoé, plátano, entre otros. Sus enseres y
herramientas de trabajo también quedaron allí.
A algunas de las personas devueltas, ONPAR les había otorgado el estatuto humanitario
provisional de protección2 y les había entregado el carné que certifica dicha situación. Es el
caso, por ejemplo, de Arlen J. Pérez O., colombiano, nacido el 9 de junio de 1984, y quien
arribó a Punuza el 17 de febrero de 1997, según consta en el carné expedido por ONPAR el
9 de agosto de 19993.
Algunos menores de edad nacidos en territorio panameño fueron igualmente devueltos de
Punuza con sus padres, así: Marialeyn Ramírez Mosquera, nacida el 30 de octubre de 2002
en Boca de Cupe, como consta en la Certificación de Declaración de Nacimiento expedida
el 12 de enero de 2003 por el Tribunal Electoral y la Dirección General del Registro Civil4.
2
El Decreto Ejecutivo 23 del 10 de febrero de 1998 establece el Estatuto Humanitario Provisional de Protección, en casos
de afluencia en gran escala de personas que ingresan ilegal o irregularmente al país en busca de protección.
3
Ver fotocopia del carné anexa.
4
Ver fotocopia anexa.
8
La hija de María del Carmen Mosquera (Nairobis Martínez Mena de 11 meses de edad)
nació en Boca de Cupe, como consta en el control de embarazo expedido por el Ministerio
de Salud –Sistema Integrado de Salud de Darién. La niña no tiene registro civil.
Maria Danais y José Narciso Pérez Rubio, de 2 y 3 años respectivamente, hijos de Oscar
Antonio Pérez Guevara y Nora Elena Rubio Vásquez, nacieron en Boca de Cupe y también
fueron devueltos de Punuza con sus padres. Sus registros civiles se encuentran en Boca de
Cupe donde la señora Gloriela Quintana. Según los testimonios, todos los miembros de
esta familia tenían el carné expedido por ONPAR. Al momento de la devolución, esta
organización les retuvo estos documentos.
La hija de Carmen Alicia Solano Márquez, nacida el 11 de abril de 2003 en Boca de Cupe,
como consta en la Tarjeta de Control de Salud de la niña, expedida por el Ministerio de
Salud – Sistema Integrado de Salud de Darién5, fue devuelta de Panamá con sus padres. En
su testimonio la madre se refiere a: “Vino un guardia a buscarme, que mi familia me estaba
buscando. Yo estaba en Boca de Cupe. Me atendieron en el puesto o centro de salud. Allí
me dieron un recibo. Me llevaron a la casa, recogí algunas cosas y me llevaron al cuartel.
Me dieron leche y galletas. Que me tratarían bien y que me llevaban a Punuza. Vamos pa´
La Miel. Me di cuenta que me iban a exportar. Sólo pude llevar lo que tenía en Boca de
Cupe. No pude sacar nada de mi casa. En La Miel me encontré con mi compañero. Me
hicieron subir una loma.”6.
Durante la repatriación de los 109 colombianos desde Panamá, varias familias fueron
separadas. Algunos de sus miembros llegaron a Sapzurro mientras que otros se quedaron en
Panamá y actualmente se encuentran en Boca de Cupe. Este el caso de Liris Copete, quien
espera un hijo de su compañero panameño. El y la hija de Liris (Sandy Juliette Martínez
Copete, de 2 años de edad) se encuentran en Boca de Cupe. El testimonio de Liris es el
siguiente: “Nací el 20 de mayo de 1983. llegué en el 2001 a Panamá. El 18 de febrero.
Vivía en Boca de Cupe. No tenía carné. Me dijeron que mi mamá muerto. Ella vive en
Punuza. Me vine corriendo del monte a ver si era verdad. El guardia dijo que si. Pero mi
mamá estaba viva y llegó en el tercer vuelo del helicóptero. Pero entonces dejé a mi
marido y a mi hija. El guardia no me dio ninguna información y no me dejó llamar. Mi
marido es Heladio Moreno. Aquí estoy en embarazo y no tengo a nadie. No me hicieron
firmar nada. En Punuza no me dejaron bajar del helicóptero. Encontré a mi mamá en La
Miel” 7.
5
Ver fotocopia anexa
Declaración presentada por Carmen Alicia Solano Marquez.
7
Declaración presentada por Liris Copete
6
9
Es el caso, igualmente, de María del Carmen Mena Mosquera. Su hija, Yoemis Mosquera
de 8 años de edad, no fue trasladada con su madre a La Miel y permanece en Boca de Cupe
con su tío.
Yesenia Berrío Mena, de 13 años de edad, hija de Inocencio Berrío Córdoba y Servelina
Mena Moreno, huyó hacia el monte cuando escuchó los helicópteros acercarse a Punuza.
Hasta el día viernes 9 de mayo, la información obtenida era que Yesenia se encontraba,
junto con otras tres mujeres, en cercanías de Punuza. El equipo misionero del Vicariato del
Darién había intentado trasladarla a un sitio más seguro, pero ella se negaba a salir de allí o
a regresar a Colombia. El día jueves 15 de mayo, ACNUR fue informado de que la niña
había llegado a Cacarica en compañía de un indígena. Al parecer, caminaron desde
cercanías de Punuza hasta los asentamientos en Cacarica.
Por otro lado, las personas devueltas de Panamá, a su llegada a territorio colombiano
denunciaron la desaparición de varias personas de la comunidad, al momento de la llegada
de la policía a Punuza. Estas denuncias fueron recogidas por la Comisión Intereclesial de
Justicia y Paz8 (Colombia), que, con base en ellas, solicitó medidas cautelares a favor de
varias personas del grupo, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos9- CIDH.
En respuesta a la CIDH, el Gobierno panameño declaró que “Ambos ciudadanos
colombianos se encuentran a órdenes de la Dirección Nacional de Migración y
Naturalización del Ministerio de Gobierno y de Justicia, en la Ciudad de Panamá. (...). La
orden de adopción de medidas cautelares por parte de la Comisión a favor de estas personas
resulta innecesaria, toda vez que el Estado se ha ocupado de garantizar su seguridad para lo
que ha adoptado medidas especiales que buscan garantizar su integridad física. Al momento
de la llegada a Punuza de los helicópteros de la Policía Nacional, el día 18 de abril, un
grupo de personas (...) huyó de la población, dentro de los que se encontraban los señores
Medrano y Berrío, quienes fueron aprehendidos el día 19 de abril por unidades de Policía
de frontera. (...) La Policía Nacional se vio en la necesidad de hacer uso del procedimiento
establecido en la Ley 18 Orgánica de la Policía Nacional; en ese sentido al momento de su
aprehensión Medrano y Berrío fueron esposados por unidades de la policía. Se utilizó para
ello las esposas de reglamento y se aplicó para este procedimiento la fuerza mínima
necesaria. Una vez en ciudad de Panamá, se realizaron las entrevistas, en forma conjunta,
por parte de la Policía Nacional y la Dirección Nacional de Migración y Naturalización, en
8
ONG colombiana que desde hace más de cinco años acompaña el proceso de retorno de la comunidad desplazada de
Cacarica y su proceso organizativo CAVIDA.
9
El 25 de abril de 2003, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz fue informada por parte de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos, que había sido solicitado al Gobierno de Panamá la adopción de medidas cautelares a favor de
Enrique Medrano, Juan Berrío, Sandy Juliet Martínez Copete, Yoinis Gutiérrez Mena, Sandra Gutiérrez Mena y Yesemia
Berrío Mena, con el objeto de: “establecer el paradero de los señores Enrique Medrano y Juan Ebrio y adoptar
urgentemente medidas necesarias para proteger su vida e integridad física; establecer el paradero de Sandy Juliet Martínez
Copete, Yoinis Gutiérrez Mena, Sandra Gutiérrez Mena y Yesemia Berrío Mena y adoptar urgentemente medidas
necesarias para proteger su seguridad y salud, y para asegurar su reunificación con sus padres”. Oficio enviado por la
CIDH a la Comisión Intereclasial de Justicia y Paz, en fecha 25 de abril de 2003.
10
presencia del Defensor del Pueblo Adjunto de la República de Panamá, que participó como
garante del respeto de los derechos humanos de estas personas, a requerimiento de las
autoridades”10.
Asimismo, varias personas del grupo en mención, que se encuentran en Cacarica,
denunciaron atropellos y malos tratos en su contra, por parte de la Fuerza Pública
panameña, en Punuza. Sin embargo, estas versiones no fueron confirmadas en los
testimonios recibidos por la Defensoría del Pueblo de Colombia y la Defensoría del Pueblo
de la República de Panamá en Boca de Cupe. Según las personas entrevistadas allí, en
ningún momento hubo malos tratos por parte de la Fuerza Pública panameña: “Ellos no
hicieron ningún maltrato ni nada a nadie. Ellos no maltrataron a nadie, cuando llegaron
nos dijeron que tenían que reunir a todos, pues nos reunieron. Bueno, todo bien, al otro día
nos regalaron zapatos, boticas a los muchachos a todos nos regalaron, a los viejos les
daban comida, medicina a los que estaban enfermos. Ellos dijeron que ellos no iban a
maltratar a nadie, que ellos vinieron a ver la comunidad, si la comunidad como estaba,
pues dijeron que iban a cuidar la frontera, iban a mirar la frontera, que iban a dar carné
a los que no tenían todo, estábamos confiados eso los dijeron funcionarios de inmigración.
La policía en esos momentos no dijo nada. El trato fue cordial”.
Según algunas declaraciones recibidas por las dos Defensorías en Cacarica, Juan De la Cruz
Berrío y Magdaleno Medrano (o Enrique Medrano, como aparece en las medidas cautelares
solicitadas por la CIDH al Gobierno panameño) habrían sido amarrados, golpeados y
posteriormente desaparecidos por parte de la policía panameña, durante el fin de semana
del 18 al 21 de abril. Estas afirmaciones no fueron confirmadas en las entrevistas realizadas
en Boca de Cupe.
La Defensoría del Pueblo de Panamá visitó a los señores Medrano y Berrío, y constató que
se encontraban en buena condición física y de salud, sin que se evidenciara en ellos
síntomas de malos tratos o tortura. Esta visita se realizó a solicitud de la Policía Nacional y
la misma se verificó el día primero de mayo de 2003, en las instalaciones de la Policía
Nacional.
En la actualidad, los señores Medrano y Berrío se encuentran en libertad. Medrano regresó
a Colombia el 19 de junio, luego de desistir de la solicitud de refugio que presentara ante
ONPAR, y en el procedimiento de su regreso fue acompañado por su padre, de igual
nombre, Magdaleno Medrano, y por la Cónsul y Vicecónsul de la República de Colombia
en Panamá que constataron, al igual que la Defensoría del Pueblo de Panamá, el
procedimiento seguido para su retorno voluntario.
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Respuesta enviado por la CIDH a la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, el 21 de mayo de 2003.
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De acuerdo con las autoridades panameñas, Berrío solicitó de manera voluntaria la
repatriación a Colombia. La Defensoría de Pueblo de Panamá no tiene evidencias de que el
mismo haya efectivamente retornado a Colombia.
Los familiares del Señor Berrío que se encuentran en el asentamiento Nueva Vida de la
comunidad de Cacarica indicaron a los delegados de la Defensoría del Pueblo de Panamá y
Colombia que no tenían conocimiento del paradero y la situación personal de Berrío y
solicitaban en consecuencia, información al respecto. Con el propósito de aclarar esta
situación, la Defensoría de Panamá solicitó información a la Policía Nacional el día 23 de
junio de 2003, sin que a la fecha se haya recibido respuesta.
Vale indicar que Medrano, mientras se encontraba en Colombia, ofreció declaración libre y
espontánea ante la Defensoría del Pueblo de Colombia en la que indicó que había sido
sujeto de amenazas y golpes por parte de las autoridades panameñas, hechos que no había
expresado en sus declaraciones en Panamá, en las cuales siempre indicó que había recibido
buen trato y atención.
El día 8 de mayo de 2003, en la Defensoría del Pueblo de Colombia, Aída Rosa Urango
Solano presentó declaración libre y espontánea acerca de los hechos sucedidos en Punuza
entre los días 18 y 21 de abril. En esta declaración denuncia a la policía panameña de haber
amenazado con violarla y golpearla, con el fin de obligarla a informar acerca del paradero
de la guerrilla de las FARC. Estas denuncias no han sido corroboradas por ningún otro
testimonio. Al parecer, otra mujer, que también habría sido maltratada según la declaración
mencionada, sería testigo de estos hechos. Sin embargo, no se conoce su nombre y aún no
ha sido localizada. Por otro lado, ninguno de los testimonios recibidos por las Defensorias
del Pueblo en Cacarica y en Boca de Cupe se refiere a estos hechos.
Por su parte, la Policía panameña ha negado categóricamente estas denuncias, y ha
señalado que no se ha producido en ningún momento maltrato, ni mucho menos los actos
de tortura que fueron inicialmente denunciados por las personas que habitaban en Punuza.
Algunos de los testimonios recibidos en Boca de Cupe se refieren a lo siguiente: “El día
viernes santo estábamos dentro del caserío cuando se oyeron unos helicópteros. Bajaron a
la cancha. Entonces los que salieron, digamos los policías empezó a decirle a la gente con
cortesía que nos reuniéramos dentro de la escuela. Entonces nosotros nos fuimos
reuniendo y se reunió el personal los que no se había ausentado. Cuando algunos
escucharon los helicópteros se fueron quizá por miedo, pero los que se fueron algunos
salieron después otros pues hasta ahora no sabemos de ellos. Entonces cuando el personal
se reunió empezaron a conversar con la gente, nos hablaban con mucha cortesía. Que no
venía a atropellarnos: nosotros venimos a estar con ustedes unos días, posiblemente vamos
a esperar a ver que resultado, cual va a ser el objetivo, nosotros no venimos a
atropellarlos. Empezaron a preguntar por las personas que estaban enfermas a algunas
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personas empezaron a hacerles curaciones, les daban medicina, a otros por lo menos
investigando también la gente, pero con mucha cortesía, eso no podemos decir la mentira”.
“La gente salió con vida y libertad, eso es lo más importante porque esas fronteras allá no
hay ninguna clase de autoridad. Donde hay muchos grupos ilegales se habla también de
narcotráfico, cosas que al país le hace daño, eso le trae mala reputación a un país y
también como no hay autoridad competente quien este vigilando cualquiera viene y hace lo
que se le de su gana y se va”.
“Yo estaba en el área de Punuza cuando llegaron los helicópteros y la gente huía
pensando que eran helicópteros Colombianos, pensando que eran los paramilitares. No
sabían qué tipo de gobierno era. Ya cuando la gente pues vieron y algunos salieron a
buscar sus familiares, la Policía les dijo que no había ninguna represalia contra la gente,
que se mantuviera. Que a la gente se le iba a arreglar el carné, que quizá la gente iba a
trabajar mejor, que iba a tener una seguridad mejor, que iba a estar tranquila y la gente se
mantuvo. Hasta el momento lo que yo vi. Yo desmiento lo que dicen que la policía atropelló
a los campesinos que se encontraron en el área de Punuza. De que si sé yo para mí, sé que
la policía que tuvo la culpa en esto, fue la policía de Pedreschi, porque él debió hacerle
saber a la humanidad de que era que se estaba tratando. Que se podía ir por sus propios
medios, a que no dejaran sus bienes. Yo creo que hubo un engaño de Pedrechi porque él
debió haber sido claro, habernos dicho a tiempo ustedes van a ser expatriados para
Colombia, vendan sus bienes. Quizá muchas personas o nativos Panameños perdieron
plata, porque lo que estaban en Punuza quizá varia gente serían financiados por la gente
de aquí, entonces perdieron su dinero. Algunos dejaron sus bienes en las personas en que
ellos confiaban en él. Que la gente se recogiera y se mantuvieran ahí, porque la Presidente
les iba a dar carné, y eso fue un engaño porque fue para llevar la gente. El trato que la
policía le dio a la gente para mí fue bueno, porque le dio alimento. No hubo un atropello
con el civil, porque dicen que la policía atropelló al civil, eso es mentira. Ahí no hubo
maltrato, no hubo violación nada de eso. No hubo ninguna represión. Algunos se iban con
dos o tres mudas de ropa, no más porque equipaje en si no dejaban llevar, porque los
helicópteros tampoco eran de mucha capacidad para llevar”.
Durante los días posteriores a la devolución de los colombianos desde Punuza, el Vicariato
Apostólico del Darién y algunas personas que actualmente se encuentran en Boca de Cupe
constataron que algunas casas en Punuza habían sido quemadas. Frente a este hecho, en
Boca de Cupe la Policía panameña explicó a las Defensorías del Pueblo de Panamá y
Colombia que se había tratado de un operativo policial que pretendía no dejar ninguna
opción de abastecimiento y alojamiento a la guerrilla colombiana en ese lugar. Esta
situación hacía necesario el desmantelamiento de las infraestructuras existentes. Esta acción
fue realizada cuando ya las personas devueltas se encontraban en Colombia.
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El Gobierno panameño a través de la Presidenta Mireya Moscoso, durante la Cumbre
Binacional realizada en Cartagena, entregó al Gobierno Colombiano una serie de
documentos que probarían la vinculación de algunas personas colombianas expulsadas de
Punuza con la guerrilla de las FARC. Este acervo probatorio, según el Presidente
colombiano, Álvaro Uribe Vélez, fue entregado a su vez a la Fiscalía General de la Nación
de Colombia, para que se iniciaran las investigaciones respectivas.
Sobre el particular, es preciso señalar que las declaraciones de los gobiernos de Colombia y
Panamá han sido contradictorias. En un principio, recién denunciados los hechos ocurridos
entre el 18 y el 21 de abril, el Gobierno panameño expresó que se había tratado de un
procedimiento de repatriación voluntaria, y que nadie había sido obligado a regresar a
Colombia. Posteriormente, en la Cumbre Binacional en Cartagena, el Gobierno de Panamá
informó, como ya se ha anotado, que tenía pruebas en las que se señalaba la vinculación de
algunas personas de Punuza con las FARC. Igualmente, informó que Punuza era un lugar
de abastecimiento de esta guerrilla colombiana y que por esta razón, en coordinación con la
Fuerza Pública y las autoridades del alto Gobierno colombianas, había sido decidida y
planeada la devolución de este grupo de colombianos. Estas afirmaciones fueron
efectivamente reiteradas por el Presidente Álvaro Uribe Vélez en Cartagena.
Por su parte, la Policía Nacional de Panamá ha expresado que si bien el Estado panameño
tiene resguardadas sus fronteras, las condiciones naturales del Darién las hace vulnerables y
es inevitable que grupos armados irregulares de cualquier bando en conflicto puedan
ingresar a su territorio. Según este organismo, se ha detectado que ambos bandos han
tratado de utilizar a los desplazados por la violencia en Colombia, como enlaces logísticos
de estas fuerzas irregulares, situación que expone a los moradores de la región a los riesgos
del conflicto armado colombiano.
Anotan las autoridades panameñas, que prueba de lo anterior fue el ataque a las
comunidades de Púcuru y Paya que perpetró un grupo de irregulares armados colombianos
en enero de 2003. El resultado de esta incursión fue la muerte de cuatro ciudadanos
panameños, de origen indígena, ajenos al conflicto colombiano, y el desplazamiento interno
de cientos de indígenas panameños hacia otras comunidades que ofrecían mayor seguridad.
Como parte de las acciones adoptadas para contrarrestar esta situación, las autoridades
panameñas planearon una operación de patrullaje policial en esta zona de frontera, con el
fin de realizar censos y evaluar los niveles de seguridad en dichas poblaciones.
Según la Policía panameña, de las investigaciones realizadas en Punuza, surgió información
de inteligencia que confirmaba la inminencia de un ataque de las autodefensas contra la
comunidad de Punuza y otras comunidades aledañas. Esta información hizo evidente la
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urgencia con que las autoridades panameñas debían actuar para evitar hechos como los
ocurridos en Púcuru y Paya.
En atención a lo anterior, expresa la policía panameña, se decidió compartir con la
población de Punuza sobre la posibilidad de un ataque y de la conveniencia de su
reubicación en un lugar seguro. Al iniciar el diálogo con la comunidad, se hizo evidente
que parte de la población tenía conocimiento de la eventualidad de un ataque, por la
presencia en la población de colaboradores de la guerrilla colombiana, infiltrados dentro de
la comunidad.
Ante la imposibilidad de la Policía panameña para brindar una oportuna y eficaz protección
a la población que se encontraba en Punuza – debido a los limitados recursos con los que
cuenta -, se determinó, en concertación con los pobladores de Punuza, el traslado de los
mismos hacia Puerto Obaldía y su retorno voluntario a Sapzurro.
Por otro lado, las autoridades panameñas han argumentado que los 109 colombianos no
ostentaban la condición de refugiados en Panamá, pues no habían formalizado los trámites
correspondientes presentándose ante las autoridades para justificar su entrada o presencia
en territorio panameño, como lo dispone el artículo 31 de la Convención de 1951.
Finalmente, para las autoridades panameñas la devolución de los 109 colombianos se llevó
a cabo tomando en consideración que esta era una acción necesaria para proteger la vida e
integridad de estas personas.
4. CONCLUSIONES
La situación que experimenta la provincia del Darién en Panamá, especialmente en la zona
fronteriza con la República de Colombia, resulta en extremo delicada y compleja. Las
condiciones de seguridad y protección de los derechos de los nacionales panameños y
colombianos desplazados en busca de refugio obligan a reiterar el llamado a los Estados de
Panamá y Colombia, así como a los organismos internacionales de protección humanitaria
para que desarrollen un papel activo en la búsqueda de condiciones de respeto de los
derechos humanos en estas zonas de frontera.
A partir de las diligencias realizadas por las Defensorías del Pueblo de Panamá y Colombia
y el análisis de los hechos ocurridos entre el 18 y el 21 de abril, es posible concluir lo
siguiente:
1. Como lo indican los hechos descritos en el presente documento, la devolución de los
109 colombianos por parte del Gobierno de la República de Panamá podría haber
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desatendido principios y disposiciones del derecho internacional de los refugiados y del
derecho internacional de los derechos humanos, y en consecuencia podría verse
comprometida la responsabilidad internacional del Estado panameño. En particular, la
actuación del gobierno de Panamá no se ajustaría a la Convención sobre el Estatuto de
los Refugiados de 1951, el Protocolo de 1967, la Declaración de Cartagena sobre
Refugiados de 1984, la Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969, y la
Convención sobre los Derechos del Niño de 1989.
2. Las 109 personas devueltas a Colombia por el gobierno de Panamá con la aceptación
del gobierno Colombiano provenían de las cuencas de los ríos Cacarica y Salaquí. Las
personas provenientes del Cacarica habían huido a territorio panameño en diciembre del
año 2002 como consecuencia de la intensificación de la actividad de grupos
paramilitares en la región, la cual ponía en peligro su vida y seguridad. Por su parte, la
mayoría de los colombianos que huyeron a Panamá provenientes del Salaquí lo hicieron
en el año 2001, a raíz de los enfrentamientos entre la guerrilla y las autodefensas en esa
zona del bajo Atrato chocoano, que amenazaban su vida e integridad personal. En estas
circunstancias, la devolución de los 109 ciudadanos colombianos que huyeron a
territorio panameño con fines de proteger su vida e integridad de la aguda violencia
que, como es de público conocimiento, azota gran parte del departamento del Chocó,
infringiría el artículo 33 de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951
en cuanto coloca a estas personas en peligro de ser objeto de las acciones de los actores
al margen de la ley, de los que huyeron hacia la República de Panamá. Ciertamente,
constituye un hecho público y notorio el que, hasta el momento, esos actores no han
sido erradicados de las zonas de las cuales huyeron los colombianos expulsados por las
autoridades panameñas el pasado 21 de abril.
3. En el presente caso, según el material probatorio acopiado por la Defensorías del
Pueblo de Panamá y Colombia, puede determinarse que la mayoría de los 109
ciudadanos colombianos devueltos por las autoridades panameñas fueron requeridos a
firmar un documento —que no todas las personas tuvieron la oportunidad de leer
previamente—en cuyo encabezado podía leerse “Repatriación Voluntaria”. Aunque la
repatriación voluntaria es una figura admitida en el derecho internacional de los
refugiados, de la cual se ocupa la Declaración de Cartagena sobre Refugiados de 1984,
debe producirse conforme con los precisos términos señalados en esa Declaración. En
primer lugar, es de carácter voluntario, lo cual significa que es el refugiado quien la
solicita, de manera libre y espontánea, y, por tanto, cualquier tipo de coacción viciaría
la voluntariedad sobre la que se funda esta figura. En segundo lugar, toda repatriación
voluntaria debe contar con la colaboración del ACNUR. Y, por último, en todo
procedimiento de repatriación deben establecerse comisiones tripartitas integradas por
representantes del Estado de origen, el Estado receptor y el ACNUR. En el caso bajo
examen no se cumplió ninguna de estas condiciones, teniendo en cuenta que existen
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indicios importantes de que
documentos de repatriación y,
ACNUR no fue convocada a
convocó la comisión tripartita
ACNUR.
los 109 colombianos fueron inducidos a firmar los
por tanto, no accedieron voluntariamente a la misma, la
colaborar en el procedimiento de repatriación y no se
integrada por representantes de Colombia, Panamá y el
4. Las denuncias de torturas y tratos degradantes cometidas por la Policía panameña en
contra de los colombianos devueltos no fueron corroboradas por la Comisión. Si bien se
recogieron algunos testimonios de posibles malos tratos, sobre esta información no hay
consenso entre quienes presentaron su declaración ante las Defensoría del Pueblo de
Panamá y Colombia en Cacarica y en Boca de Cupe.
5. Como consecuencia del procedimiento de devolución de los 109 colombianos, se
produjo la separación de 6 núcleos familiares compuestos por ciudadanos panameños
en uniones de hecho con ciudadanas colombianas e hijos e hijas nacidos en Panamá.
La Defensoría del Pueblo de la República de Panamá ha recibido solicitudes de
atención humanitaria a efecto de garantizar la reunificación de estas familias en
territorio panameño. Estas solicitudes ya fueron presentadas ante las autoridades de
Migración y se encuentran en proceso de diligenciamiento. El pasado 16 de junio,
gracias a las gestiones adelantadas por la Defensoría del Pueblo de la República de
Panamá y UNICEF, Liris Copete se reunió con su compañero y su pequeña hija en
Boca de Cupe. Esta gestión humanitaria de reunificación familiar fue acompañada por
la Defensoría del Pueblo de Colombia y las oficinas de ACNUR y UNICEF en
Colombia y Panamá. Actualmente, se adelantan gestiones para la reunificación de otros
núcleos familiares.
5. RECOMENDACIONES
Al Gobierno de la República de Panamá
1. Realizar las investigaciones pertinentes para establecer la responsabilidad de algunos
funcionarios de ONPAR y Migración y miembros de la Fuerza Pública en los hechos
descritos en el presente informe.
2.
Coordinar y garantizar con prontitud la reunificación voluntaria en Panamá de las familias que fueron
separadas durante la devolución de Punuza, así como la reubicación voluntaria en Panamá de las familias
con hijos nacidos en territorio panameño.
3.
Revisar los procedimientos de repatriación voluntaria a la luz del Derecho Internacional de los
Refugiados y, en general, del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Para todos los casos de
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repatriación voluntaria, que debe realizarse en condiciones de dignidad y seguridad, deberá garantizarse
la coordinación con ACNUR y el Gobierno colombiano.
4.
Iniciar un proceso de análisis del Decreto Ejecutivo Nº 23 del 10 de febrero de 1998 a la luz del Derecho
Internacional de los Refugiados y de los derechos humanos, con el fin de buscar alternativas viables para
proteger los derechos de las personas que solicitan refugio en la República de Panamá.
5.
Fortalecer la presencia y acción del Estado en la región fronteriza con Colombia, a fin de garantizar la
protección de la vida e integridad de sus pobladores y la realización de los derechos económicos, sociales
y culturales. Para ello, se considera prioritario y urgente el apoyo económico del Gobierno para la
instalación y funcionamiento de una oficina permanente de la Defensoría del Pueblo de la República de
Panamá en la región del Darién, así como la priorización de las inversiones públicas en la dicha región.
6.
Garantizar que el tratamiento de los solicitantes de la condición de refugio sea acorde con los principios
fundamentales de la protección internacional y de los derechos humanos, con relación al necesario
respeto al principio de no devolución y no rechazo en frontera; el respeto al derecho de asilo y el respeto
al principio de voluntariedad de la repatriación en condiciones de seguridad y dignidad. Asimismo, se
requiere establecer un debido balance entre los intereses del Estado, particularmente referidos a legítimas
preocupaciones de seguridad nacional, y la atención humanitaria de las personas que requieren
protección.
7.
Garantizar el acceso de la oficina del ACNUR y otras organizaciones internacionales como el CICR a las
zonas donde se encuentren los solicitantes de la condición de refugiado, y garantizar el acceso de los
solicitantes de la condición de refugiado y /o refugiado a los organismos internacionales. En este sentido,
consideramos muy positiva una presencia permanente de la oficina del ACNUR en Panamá, para trabajar
conjuntamente con el Gobierno panameño en la protección y la búsqueda de soluciones al tema de los
solicitantes de la condición de refugiado y /o refugiados.
8.
Garantizar la protección efectiva de los refugiados mediante su registro y documentación lo que les
permitirá el acceso a servicios básicos de salud, educación, etc., en condiciones equiparables con la
población local.
9.
El Gobierno de Panamá debe encontrar y garantizar la forma de procesar las solicitudes de refugio con
prontitud y de manera eficaz.
Al Gobierno de la República de Colombia
1.
Garantizar la protección y seguridad de las personas que fueron devueltas de Punuza y que hoy se
encuentran en el Cacarica, en consideración a la grave situación de riesgo a la que están sometidas.
2.
Incluir a las familias repatriadas en el Sistema Único de Registro de Población Desplazada de la Red de
Solidaridad Social y garantizar su atención humanitaria de emergencia en forma oportuna y suficiente.
3.
Establecer conjuntamente con las familias devueltas un plan de restablecimiento en el lugar que éstas
voluntariamente definan en donde se especifiquen los compromisos gubernamentales en materia de
vivienda, proyectos productivos, salud, educación y atención a la población infantil.
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4.
Definir, poner en marcha y fortalecer, de manera urgente, estrategias de protección humanitaria en las
regiones frontera con Panamá (Urabá chocoano, bajo Atrato, Juradó y Bahía Solano) orientadas a:
garantizar la vida e integridad de las comunidades que allí habitan en medio del conflicto armado interno;
apoyar y fortalecer sus procesos organizativos, así como las iniciativas comunitarias de afrontamiento del
conflicto armado; impulsar la presencia civil del Estado y de la comunidad internacional con el fin de
disuadir a los actores armados ilegales de cometer violaciones masivas de derechos humanos en contra de
la población civil; neutralizar militarmente la acción de los actores armados en estas regiones; impulsar el
desarrollo de las investigaciones penales y disciplinarias por los hechos cometidos en contra de la
población civil en estas regiones.
5.
Concertar y coordinar con el Gobierno panameño y el ACNUR los planes y acciones de repatriación
voluntaria de colombianos que se encuentran en Panamá. Estas repatriaciones deberán realizarse, siempre
y sin excepción, respetando los principios de voluntariedad, seguridad y dignidad.
6.
Garantizar una mayor presencia y acción del Estado en las regiones de frontera con Panamá con el fin de
prevenir violaciones masivas de derechos humanos por parte de los actores armados en conflicto que
puedan provocar el desplazamiento forzado de colombianos hacia Panamá.
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