INFORME DEFENSORIAL CONJUNTO SOBRE LA DEVOLUCIÓN DE LA REPUBLICA DE PANAMÁ DE 109 PERSONAS DE NACIONALIDAD COLOMBIANA 1. PRESENTACIÓN El 21 de abril de 2003, la Defensoría del Pueblo de Colombia fue informada por la defensora comunitaria que se encuentra en Cacarica y la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados - ACNUR, de la devolución de 109 colombianos, que se encontraban en la localidad de Punuza en territorio panameño, a Sapzurro, Colombia. Con base en la información preliminar recibida directamente en Sapzurro por parte del defensor seccional de Urabá y ACNUR, la Defensoría del Pueblo de Colombia elaboró un primer informe sobre los hechos sucedidos entre el 18 y el 21 de abril que dieron como resultado la devolución de los 109 colombianos de territorio panameño. Este informe fue presentado a la opinión pública nacional y enviado a la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá. Debido a la gravedad de los hechos inicialmente denunciados por las personas devueltas, el Defensor del Pueblo de Colombia, Don Eduardo Cifuentes Muñoz, propuso al Defensor del Pueblo de la República de Panamá, Don Juan Antonio Tejada Espino, la conformación de una comisión entre las dos entidades para investigar los hechos y elaborar un informe conjunto para ser presentado a los respectivos gobiernos. La comisión conjunta fue integrada por el Licenciado Ricardo Julio Vargas, Primer Adjunto del Defensor del Pueblo de la República de Panamá, el Licenciado James Bernard, Secretario General de la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá, el doctor Darío Mejía, Secretario General de la Defensoría del Pueblo de Colombia y María Camila Moreno, Coordinadora Nacional de Atención al Desplazamiento Forzado de la Defensoría del Pueblo de Colombia. El día 29 de abril los dos delegados del Defensor del Pueblo de Colombia arribaron a ciudad de Panamá, en donde conjuntamente con los dos delegados del Defensor del Pueblo de la República de Panamá definieron el plan de trabajo y las misiones en terreno. Se conformaron dos grupos de trabajo para realizar simultáneamente las visitas a Boca de Cupe, en la región del Darién panameño, y a Sapzurro y Cacarica en territorio colombiano, con el apoyo de ACNUR. Las dos comisiones se realizaron entre los días 2 y 4 de mayo, en el caso de la visita a Boca de Cupe, y 2 y 5 del mismo mes, en el caso de la visita a Sapzurro y Cacarica. A su regreso a ciudad de Panamá, los dos grupos de trabajo evaluaron las visitas realizadas y pusieron en común la información obtenida. Asimismo, la Defensoría del Pueblo de Colombia y la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá, al finalizar la comisión conjunta, realizaron en sus respectivos países reuniones con autoridades y agencias del Sistema de Naciones Unidas, como ACNUR y UNICEF, con el fin de acopiar mayor información acerca del caso en mención. Con base en la información obtenida en terreno durantes las dos visitas realizadas, en las entrevistas llevadas a cabo a personas del grupo de colombianos devueltos y a testigos de los hechos, y en algunos datos obtenidos de las autoridades panameñas, colombianas y las oficinas de ACNUR en Colombia y Panamá, se presenta a continuación el Informe Defensorial Conjunto acerca de la devolución de 109 colombianos, entre ellos 65 menores de edad, de territorio panameño a territorio colombiano. 2. LOS ANTECEDENTES Y EL CONTEXTO REGIONAL Por ser principalmente una zona de frontera cercana al Océano Pacífico y al Mar Caribe, la región del bajo Atrato (departamento del Chocó) en Colombia se ha convertido en un corredor estratégico para el tráfico de armas y estupefacientes, y en un área en disputa por parte de los actores armados en conflicto. Actualmente, en esta zona operan el frente 57 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC y el bloque Elmer Cárdenas de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá – ACCU. Las comunidades del bajo Atrato, desde 1996, han sido objeto de la continua presión de las FARC y las AUC. En 1997, debido a una incursión paramilitar en la zona y a un posterior operativo de la Fuerza Pública colombiana (Operación Génesis), más de 7.000 personas fueron desplazadas forzadamente. Entre ellas 3.500 personas aproximadamente habitaban en la cuenca del Cacarica y las demás en las cuencas de Salaquí, Domingodó, Truandó, Curbaradó, Jiguamiandó, entre otras. La mayoría de estas personas se ubicaron en Turbo, en el corregimiento de Pavarandó (en el municipio de Mutatá), en Riosucio, y algunas familias (no existe una cifra precisa) en territorio panameño, especialmente en las localidades de Boca de Cupe, Yavisa, Yape, Púcuru, Paya y Punuza. De las 3.500 personas desplazadas de Cacarica, 300 huyeron hacia Panamá. En 1997, estos refugiados fueron deportados a Colombia y trasladados a la hacienda “El Cacique” en Bahía Cupica, corregimiento de Bahía Solano, en la Costa Pacífica del Chocó. Muchas otras familias permanecieron en territorio panameño, principalmente en las comunidades de Yape y Boca de Cupe. Punuza, por su parte, es un caserío a orillas de la parte alta del río Tuira, en la provincia del Darién. Es una región con una débil presencia estatal y con elevados índices de necesidades básicas insatisfechas. Estas condiciones y su cercanía a la frontera con Colombia hacen de ésta una región muy vulnerable. La zona del Alto Tuira ha sido considerada históricamente como una zona de abastecimiento y descanso de la guerrilla colombiana de las FARC, así como corredor estratégico para el movimiento de armas y droga entre Colombia y Panamá. Actualmente, se encuentran aproximadamente cerca de 1.000 colombianos en toda esa región. A la mayoría de ellos el Gobierno de Panamá les ha concedido el estatuto de protección temporal – aproximadamente 700 - pero existe una minoría a la cual no se le ha otorgado ningún tipo de protección. Cabe anotar que no todas las personas a las que se les ha concedido el Estatuto de Protección Temporal Humanitaria, cuentan con documentos 2 que acrediten dicho estatuto (la totalidad de Jaqué, por ejemplo), lo que los deja en un estado de total vulnerabilidad. 2.1 Movimientos transfronterizos La frontera entre Colombia y Panamá ha sido históricamente una frontera porosa. Los movimientos migratorios entre localidades como Juradó en Colombia y Jaqué en Panamá corresponden a las relaciones familiares, culturales, sociales y económicas entre estas dos poblaciones. Las comunidades indígenas emberá de Juradó han mantenido una estrecha relación con las comunidades de Jaqué. Los encuentros y visitas en los dos lados de la frontera han sido frecuentes. Por otro lado, esta región de frontera ha sido históricamente un corredor comercial para las comunidades que habitan en ella. Como ya se ha mencionado, la dinámica del conflicto armado interno colombiano ha convertido a las zonas de frontera en sitios estratégicos para el abastecimiento de los grupos armados al margen de la ley y para el comercio de armas y droga. Esta situación ha hecho que las comunidades que habitan en las cercanías a las zonas de frontera sean fuertemente afectadas por la confrontación armada de los diferentes grupos que buscan el control de estos territorios. En el caso de la región colombiana del Urabá, entre los departamentos de Antioquia y Chocó, a partir de 1996, cuando se inicia la disputa del territorio por parte de la guerrilla de las FARC y las autodefensas de Córdoba y Urabá – ACCU, se han incrementado los movimientos transfronterizos de colombianos hacia Panamá, quienes huyen de la guerra y buscan proteger sus vidas. 2.2 Las políticas sobre refugio del Gobierno panameño El gobierno panameño estableció, el 10 de febrero de 1998, el Decreto Ejecutivo 23, por el cual se desarrolla la Ley No. 5 del 26 de octubre de 1977 que aprueba la Convención de 1951 y el Protocolo de 1967 sobre el estatuto de Refugiados. En este decreto se define, en su artículo 5.1, que se considerará como refugiada “toda persona que, debido a fundados temores de persecución individualizada por las autoridades de su país de origen o de residencia habitual, por motivos de raza, género, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda, o no quiera acogerse a la protección de tal país”. En virtud de este decreto, las personas solicitantes de refugio podrán permanecer de manera temporal en territorio panameño hasta por seis (6) meses, y hasta tanto la Comisión Nacional de Protección para Refugiados decida su situación. Asimismo, el artículo 80 establece que “en casos de afluencia en gran escala de personas que ingresan ilegal o irregularmente al país en busca de protección, ésta será concedida temporalmente y con fundamento en un 3 “Estatuto Humanitario Provisional de Protección”. Por su parte el artículo 82 se refiere a que “en casos de afluencia en gran escala de personas bajo la categoría especificada en este Estatuto se aplicarán provisionalmente los principios de no-devolución, no rechazo en la frontera y no-sanción por ingreso ilegal o irregular, sin que al momento de su admisión ello comprometa al Estado panameño a proporcionarle asentamiento en su territorio”. La Oficina Nacional para la Atención de Refugiados, en adelante ONPAR, adscrita al Ministerio de Gobierno y Justicia, es la entidad a cargo de la coordinación y ejecución de las políticas y acciones que defina la Comisión Nacional de Protección para Refugiados, así como de los programas de atención y protección a los refugiados y de las personas sujetas al Estatuto Provisional Humanitario de Protección. 3. HECHOS OCURRIDOS ENTRE EL 18 Y 21 DE ABRIL DE 2003 El día 18 de abril de 2003, un grupo de uniformados pertenecientes a la P olicía panameña arribó, en varios helicópteros, en compañía de funcionarios de la Dirección Nacional de Migración y Naturalización, y de la oficina Nacional para la Atención de los Refugiados, en adelante ONPAR, a la localidad de Punuza, ubicada a orillas del río Tuira en la Provincia del Darién, y última comunidad fronteriza con la República de Colombia. Después de dos días de permanecer allí, el lunes 21 de abril, la policía panameña trasladó en helicópteros a 109 colombianos1, entre ellos 65 menores de edad, a La Miel, en la frontera con Colombia, después de que cada familia firmara un documento de “Repatriación Voluntaria” que le fuera presentado por funcionarios de ONPAR y de Migración. De La Miel, una parte del grupo de los 109 colombianos fue trasladada en lanchas a la localidad de Sapzurro, en territorio colombiano, mientras que otros colombianos caminaron hasta ese lugar. Al llegar a territorio colombiano, algunas personas devueltas de Panamá denunciaron que habían sido obligadas por la Policía panameña y las autoridades civiles a abandonar Punuza. Algunos testimonios recibidos por las Defensorías del Pueblo de Panamá y Colombia en Cacarica, dan cuenta de lo siguiente: “El viernes santo llegó la guardia panameña a Punuza. El teniente Grajales nos reunió en la escuela, y nos dijo que venía a proteger a la comunidad. Nos explicó que aquí no les va a pasar nada, los vamos a proteger de muchos problemas que les puedan suceder. Cuando estábamos ahí reunidos nos dijo que fuéramos a la casa a buscar los machetes para limpiar el pueblo. Ellos llegaron como a las 12 del día. Limpiamos el pueblo así como él lo ordenó”. 1 Ver anexo, listado de personas y familias. 4 “Cuando llegaron mandaron a recoger a la gente, a los que vivían dispersos en el caserío, y luego pasaron a lista. Nos reunieron en la escuela y nos manifestaron que eso era por la seguridad de nosotros. Que venían a brindarnos seguridad y que esa metodología se iba a mantener por varios días hasta que conocieran a la gente. Trajeron una lista en la que estábamos registrados en la oficina de ONPAR. En la tarde los enviaron a sus casas a varios. Y a otros les sugirieron que se vinieran más cerca para conocerlos, que no estuvieran lejos del caserío. Y que después de las 6 de la tarde nadie andara, por su seguridad. Que si iba a salir de noche por alguna urgencia que fuera con linterna y siempre alumbrando. También nos mandaron a recoger las bestias, decían ellos que podían dañar un dispositivo que ellos tenían. Cuando nos mandaron a las casas para regresar el sábado nos dijeron que nos presentáramos a las 7 a.m. y la misma rutina. El viernes nos colocaron a trabajar, rozando el caserío, limpiándolo y derribando árboles cerca de la cancha fútbol para que el helicóptero aterrizara con más facilidad, porque manifestaron ellos iba a venir ayuda, iba venir visita de médicos, brigadas y todo eso”. “Cuando estábamos todos reunidos, sus palabras fueron las siguientes: Hablemos de educación, cómo está la educación? Preguntó. Dijimos que no había educadores. Nos dijo que el lunes de pascua venían los educadores a Punuza. Estábamos contentos porque iban a llegar los educadores al pueblo”. “Cuando aterrizaron los helicópteros, llegó la policía sola, después, como al cuarto viaje que hizo la policía aterrizó un señor que llaman Pedreschi. Llegaron allí y tomaron datos. Dijo Pedreschi que esto era para hacerle un documento, como una acta, a los que no tenían papeles, para tenerlos registrados en ONPAR para darles un carné”. “Cuando llegó la Guardia panameña allá, hubo personas, miembros de la comunidad, que como no estaban acostumbradas a ver personal uniformado y helicópteros, salieron corriendo. Eso fue el mismo viernes”. Según estos relatos, a su llegada a Punuza, ni la policía panameña, ni los funcionarios de ONPAR y Migración informaron a la comunidad que se iba a realizar un procedimiento de repatriación voluntaria hacia Colombia. Por el contrario, manifestaron que su intención era proteger y ayudar a la comunidad. Los testimonios se refieren a que “nos dijeron que nos iban a proteger y a cuidar; que ellos se iban a establecer por un tiempo largo en Punuza. Y que iban a hacer una base militar allí”. “Todos los días nos tocaba trabajar con ellos y a las mujeres las obligaban a cocinar una comida comunitaria. Nos dijeron preséntese el lunes a las 8 de la mañana que viene una comisión del Gobierno, de la Presidencia que viene a legalizarle los papeles a ustedes. Y así nosotros esperanzados a ellos, nos recogieron en la escuela. Nos cerraron las puertas. 5 Iban llamando familias con lista en mano. La familia tal favor subirse al helicóptero, y no teníamos derecho a recoger nada. Dejamos todo allá. La ropita mejorcita, la que podíamos sacar. De resto todo se quedó. Y así todos los compañeros nos vinimos. Unos que no trajeron nada. Solamente con lo que traían puesto por que estaban más lejos del caserío, y no aceptaba la policía de ir a buscar las cuestiones que tenían por allá”. El día lunes, la policía panameña reunió a la comunidad en la escuela e informó que todos iban a ser devueltos a Colombia. Hasta ese momento la comunidad no tenía ninguna información de la decisión del Gobierno panameño, ni del procedimiento definido. Según estos testimonios, en ningún momento la comunidad fue consultada acerca de su interés o voluntad de retornar a territorio colombiano: “El lunes nosotros estábamos trabajando, estábamos contentos porque ellos nos iban a poner una base militar y todo eso. Muy contentos trabajando, limpiando el pueblo, porque los profesores venían. Bueno cuando los helicópteros legan, todos corrimos hacia allá porque estábamos esperando la visita de la Presidencia y que nos van a arreglar la situación de los papeles, para nosotros poder vender la agricultura hacia abajo, para que las cosas cambiaran. Pues todos corrimos, Dejamos los machetes afuera. Nos metimos todos adentro esperando la reunión. Esperábamos que los que llegaron a la reunión nos iban a decir una buena cosa. Cuando estábamos ahí viene un oficial y nos dijo: lo que vinimos a decirles es lo siguiente, que ustedes van a ser repatriados. Todos nos quedamos congelados totalmente, porque no esperábamos una palabra de esas. Cuando ya nos dicen eso, vino uno de la comunidad y dijo: porque no nos dan la palabra. Nosotros queremos decir que nosotros necesitamos como algo de los gobiernos que nos han apoyado, pues, qué entidad nos va a acompañar pa´ esta situación? No, aquí no va a hablar nadie. Lo que yo digo eso es. Y aquí todo el mundo tiene es que irse. De una vez fueron llamando lista. Fulano de tal y su familia, e iban saliendo de una vez. De una salía la familia hacia allá y de una tenía que firmar. Salió un muchacho de una vez y vio que decía repatriación voluntaria. Entonces él sorprendió y dijo: yo no voy a firmar esto. Mire que yo tengo mi arroz, tengo mis animales, mis cosas. ¿Qué me van a reconocer? No aquí no le van a reconocer nada. Usted se va como vino. Y ahí mismo iban llamando así al helicóptero”. En relación con la firma del documento de repatriación voluntaria, otro de los testimonios se refiere a: “Tres policías me sacaron de adentro de la escuela con mi mujer. Me llevaron a esa mesa del señor Pesdrechi de ONPAR, y entonces ONPAR me sacó un documento para que firmara. Entonces yo le dije al señor de ONPAR que me permitiera que yo iba a leer ese documento. Me negó ese documento. Que no lo podía leer. Y entonces como él me dijo que no lo podía leer, yo le dije que no iba a firmar el documento. De inmediato empecé a decirle yo por qué me van a sacar de aquí, de esta tierra. Yo tengo dos años de trabajo. Le comencé a nombrar que yo tenía ñame, plátano, otoé, maíz. Tenía animales. Entonces, enseguida se paró el señor de inmigración y se vino a la mesa donde yo estaba con ese 6 señor Pedreschi, y m dijo: Tú cuando viniste de Colombia que trajiste? Yo le respondí de inmediato: Yo no traje nada, pero tengo dos años de trabajo aquí y quiero que me reconozcan algo, que me paguen mi trabajo. Entonces me dijo: No se te va a dar nada. Firma el documento únicamente y te vas de aquí. Entonces yo le respondí: entonces qué me van a robar mi trabajo que tengo aquí, mis dos años de trabajo? Entonces se paró y se me vino. Cállate la boca o si no quieres que te parta la boca ya mismo. El señor de Inmigración me respondió así. Entonces me dio rabia eso y les dije: Yo no voy a firmar ningún documento y me paré pues de la mesa. De inmediato se me vino un capitán que hace parte de la Fuerza Aérea, y me golpeó por aquí y me cogió por la camisa, y me dijo vas a firmar el documento o te pateo. De una vez me dijo. Yo ya me sentí obligado totalmente a coger el lapicero ya a firmar mi nombre ahí. Entonces me paré y cuando me paré me cogió la mano, que tenía que poner la huella digital en ese documento. Fue él que me cogió la mano, me puso el dedo en la tinta y la puso en el ese documento. No sé el documento qué dice. Únicamente en el documento arriba leí unas letras grandes que dicen Repatriación Voluntaria”. “Cuando estábamos en Punuza y nos dijeron que nos iban a repatriar, nos dijeron que íbamos a ser llevados a Puerto Obaldía, que allí estaría el Gobierno colombiano recibiéndonos. Que allí tendríamos todas las garantías. Y no fue así. Nos llevaron fue a La Miel. Fueron cuatro viajes en dos helicópteros. El último viaje llegó a las 7 de noche allá a La Miel. A unos nos obligaron a cruzar la frontera por un cerro que hay de La Miel a Sapzurro. Y al último viaje, como era de noche, el personal cruzó la frontera por el agua. Los llevaron allá en una panga o chalupa de la Guardia panameña”. “Cuando llegamos a La Miel nos decían que a donde íbamos a llegar había muchas organizaciones esperándonos. Que ahí teníamos ropa y teníamos de todo. Que para qué nosotros íbamos a llevar algo de aquí de Panamá, si aquí en Colombia teníamos todo. Cuando yo viendo donde íbamos a aterrizar, lo que veo es poquitas casas y no veo sino solamente como unos cuatro policías que estaban al frente. Yo no sabía si eran policías colombianos o dónde estábamos todavía. Cuando llegamos y aterrizamos, salimos a una casetilla. Allí llegamos y nos metimos todos y ahí salieron unos señores que estaban en la policía a tomar datos y a llamar por familia, a qué se pusieran así, de cinco en cinco, hasta los niñitos y ahí tomaban unas fotografías.”. Los diferentes testimonios de las personas devueltas de Punuza, quienes hoy se encuentran en el asentamiento Nueva Vida, en Cacarica, se refieren a que no hubo ningún tipo de consulta a la comunidad acerca de su voluntad de repatriación por parte de las autoridades panameñas. Igualmente, en estos testimonios se afirma que no les fue permitido llevar sus objetos personales y enseres. 7 En algunas entrevistas realizadas en Boca de Cupe, a personas que presenciaron la llegada de las autoridades panameñas a Punuza y el operativo de devolución, y el informe remitido a la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá por parte del Director General de la Policía Nacional de Panamá hacen constar que la policía panameña entregó tulas para que las personas empacaran y transportaran sus enseres. Sin embargo, los habitantes de Sapzurro, funcionarios de la Oficina de ACNUR y de la Defensoría del Pueblo Seccional Urabá (Colombia) indicaron que la mayoría de los 109 colombianos provenientes de Punuza llegaron a la localidad de Sapzurro sin sus pertenencias, y muchos de ellos sólo con la ropa que traían puesta. La comunidad de Sapzurro, en solidaridad con la situación de estas personas, realizó una colecta de ropa y enseres básicos para entregar a estas familias. Cabe resaltar que documentación gráfica (fotografías y video) obtenidas por la Defensoría del Pueblo de Panamá, de parte de las autoridades nacionales, dan cuenta de que algunas de las personas trasladadas se les permitió llevar consigo bolsas que contenían artículos y efectos personales, así como algunos equipos. Las autoridades panameñas reconocen que no fue posible el traslado de la totalidad de las pertenencias de las personas devueltas a Colombia, por razones de movilidad y logística. Las familias y personas devueltas informaron a las Defensorías del Pueblo de Panamá y Colombia que habían dejado en Punuza el fruto de su trabajo. La mayoría de estas personas habían llegado a Punuza hacía más de seis meses, y algunos tenían hasta 10 años de permanencia allí. Según los testimonios, se vieron obligados a abandonar animales de cría como gallinas y cerdos, cultivos de ñame, maíz, otoé, plátano, entre otros. Sus enseres y herramientas de trabajo también quedaron allí. A algunas de las personas devueltas, ONPAR les había otorgado el estatuto humanitario provisional de protección2 y les había entregado el carné que certifica dicha situación. Es el caso, por ejemplo, de Arlen J. Pérez O., colombiano, nacido el 9 de junio de 1984, y quien arribó a Punuza el 17 de febrero de 1997, según consta en el carné expedido por ONPAR el 9 de agosto de 19993. Algunos menores de edad nacidos en territorio panameño fueron igualmente devueltos de Punuza con sus padres, así: Marialeyn Ramírez Mosquera, nacida el 30 de octubre de 2002 en Boca de Cupe, como consta en la Certificación de Declaración de Nacimiento expedida el 12 de enero de 2003 por el Tribunal Electoral y la Dirección General del Registro Civil4. 2 El Decreto Ejecutivo 23 del 10 de febrero de 1998 establece el Estatuto Humanitario Provisional de Protección, en casos de afluencia en gran escala de personas que ingresan ilegal o irregularmente al país en busca de protección. 3 Ver fotocopia del carné anexa. 4 Ver fotocopia anexa. 8 La hija de María del Carmen Mosquera (Nairobis Martínez Mena de 11 meses de edad) nació en Boca de Cupe, como consta en el control de embarazo expedido por el Ministerio de Salud –Sistema Integrado de Salud de Darién. La niña no tiene registro civil. Maria Danais y José Narciso Pérez Rubio, de 2 y 3 años respectivamente, hijos de Oscar Antonio Pérez Guevara y Nora Elena Rubio Vásquez, nacieron en Boca de Cupe y también fueron devueltos de Punuza con sus padres. Sus registros civiles se encuentran en Boca de Cupe donde la señora Gloriela Quintana. Según los testimonios, todos los miembros de esta familia tenían el carné expedido por ONPAR. Al momento de la devolución, esta organización les retuvo estos documentos. La hija de Carmen Alicia Solano Márquez, nacida el 11 de abril de 2003 en Boca de Cupe, como consta en la Tarjeta de Control de Salud de la niña, expedida por el Ministerio de Salud – Sistema Integrado de Salud de Darién5, fue devuelta de Panamá con sus padres. En su testimonio la madre se refiere a: “Vino un guardia a buscarme, que mi familia me estaba buscando. Yo estaba en Boca de Cupe. Me atendieron en el puesto o centro de salud. Allí me dieron un recibo. Me llevaron a la casa, recogí algunas cosas y me llevaron al cuartel. Me dieron leche y galletas. Que me tratarían bien y que me llevaban a Punuza. Vamos pa´ La Miel. Me di cuenta que me iban a exportar. Sólo pude llevar lo que tenía en Boca de Cupe. No pude sacar nada de mi casa. En La Miel me encontré con mi compañero. Me hicieron subir una loma.”6. Durante la repatriación de los 109 colombianos desde Panamá, varias familias fueron separadas. Algunos de sus miembros llegaron a Sapzurro mientras que otros se quedaron en Panamá y actualmente se encuentran en Boca de Cupe. Este el caso de Liris Copete, quien espera un hijo de su compañero panameño. El y la hija de Liris (Sandy Juliette Martínez Copete, de 2 años de edad) se encuentran en Boca de Cupe. El testimonio de Liris es el siguiente: “Nací el 20 de mayo de 1983. llegué en el 2001 a Panamá. El 18 de febrero. Vivía en Boca de Cupe. No tenía carné. Me dijeron que mi mamá muerto. Ella vive en Punuza. Me vine corriendo del monte a ver si era verdad. El guardia dijo que si. Pero mi mamá estaba viva y llegó en el tercer vuelo del helicóptero. Pero entonces dejé a mi marido y a mi hija. El guardia no me dio ninguna información y no me dejó llamar. Mi marido es Heladio Moreno. Aquí estoy en embarazo y no tengo a nadie. No me hicieron firmar nada. En Punuza no me dejaron bajar del helicóptero. Encontré a mi mamá en La Miel” 7. 5 Ver fotocopia anexa Declaración presentada por Carmen Alicia Solano Marquez. 7 Declaración presentada por Liris Copete 6 9 Es el caso, igualmente, de María del Carmen Mena Mosquera. Su hija, Yoemis Mosquera de 8 años de edad, no fue trasladada con su madre a La Miel y permanece en Boca de Cupe con su tío. Yesenia Berrío Mena, de 13 años de edad, hija de Inocencio Berrío Córdoba y Servelina Mena Moreno, huyó hacia el monte cuando escuchó los helicópteros acercarse a Punuza. Hasta el día viernes 9 de mayo, la información obtenida era que Yesenia se encontraba, junto con otras tres mujeres, en cercanías de Punuza. El equipo misionero del Vicariato del Darién había intentado trasladarla a un sitio más seguro, pero ella se negaba a salir de allí o a regresar a Colombia. El día jueves 15 de mayo, ACNUR fue informado de que la niña había llegado a Cacarica en compañía de un indígena. Al parecer, caminaron desde cercanías de Punuza hasta los asentamientos en Cacarica. Por otro lado, las personas devueltas de Panamá, a su llegada a territorio colombiano denunciaron la desaparición de varias personas de la comunidad, al momento de la llegada de la policía a Punuza. Estas denuncias fueron recogidas por la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz8 (Colombia), que, con base en ellas, solicitó medidas cautelares a favor de varias personas del grupo, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos9- CIDH. En respuesta a la CIDH, el Gobierno panameño declaró que “Ambos ciudadanos colombianos se encuentran a órdenes de la Dirección Nacional de Migración y Naturalización del Ministerio de Gobierno y de Justicia, en la Ciudad de Panamá. (...). La orden de adopción de medidas cautelares por parte de la Comisión a favor de estas personas resulta innecesaria, toda vez que el Estado se ha ocupado de garantizar su seguridad para lo que ha adoptado medidas especiales que buscan garantizar su integridad física. Al momento de la llegada a Punuza de los helicópteros de la Policía Nacional, el día 18 de abril, un grupo de personas (...) huyó de la población, dentro de los que se encontraban los señores Medrano y Berrío, quienes fueron aprehendidos el día 19 de abril por unidades de Policía de frontera. (...) La Policía Nacional se vio en la necesidad de hacer uso del procedimiento establecido en la Ley 18 Orgánica de la Policía Nacional; en ese sentido al momento de su aprehensión Medrano y Berrío fueron esposados por unidades de la policía. Se utilizó para ello las esposas de reglamento y se aplicó para este procedimiento la fuerza mínima necesaria. Una vez en ciudad de Panamá, se realizaron las entrevistas, en forma conjunta, por parte de la Policía Nacional y la Dirección Nacional de Migración y Naturalización, en 8 ONG colombiana que desde hace más de cinco años acompaña el proceso de retorno de la comunidad desplazada de Cacarica y su proceso organizativo CAVIDA. 9 El 25 de abril de 2003, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz fue informada por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que había sido solicitado al Gobierno de Panamá la adopción de medidas cautelares a favor de Enrique Medrano, Juan Berrío, Sandy Juliet Martínez Copete, Yoinis Gutiérrez Mena, Sandra Gutiérrez Mena y Yesemia Berrío Mena, con el objeto de: “establecer el paradero de los señores Enrique Medrano y Juan Ebrio y adoptar urgentemente medidas necesarias para proteger su vida e integridad física; establecer el paradero de Sandy Juliet Martínez Copete, Yoinis Gutiérrez Mena, Sandra Gutiérrez Mena y Yesemia Berrío Mena y adoptar urgentemente medidas necesarias para proteger su seguridad y salud, y para asegurar su reunificación con sus padres”. Oficio enviado por la CIDH a la Comisión Intereclasial de Justicia y Paz, en fecha 25 de abril de 2003. 10 presencia del Defensor del Pueblo Adjunto de la República de Panamá, que participó como garante del respeto de los derechos humanos de estas personas, a requerimiento de las autoridades”10. Asimismo, varias personas del grupo en mención, que se encuentran en Cacarica, denunciaron atropellos y malos tratos en su contra, por parte de la Fuerza Pública panameña, en Punuza. Sin embargo, estas versiones no fueron confirmadas en los testimonios recibidos por la Defensoría del Pueblo de Colombia y la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá en Boca de Cupe. Según las personas entrevistadas allí, en ningún momento hubo malos tratos por parte de la Fuerza Pública panameña: “Ellos no hicieron ningún maltrato ni nada a nadie. Ellos no maltrataron a nadie, cuando llegaron nos dijeron que tenían que reunir a todos, pues nos reunieron. Bueno, todo bien, al otro día nos regalaron zapatos, boticas a los muchachos a todos nos regalaron, a los viejos les daban comida, medicina a los que estaban enfermos. Ellos dijeron que ellos no iban a maltratar a nadie, que ellos vinieron a ver la comunidad, si la comunidad como estaba, pues dijeron que iban a cuidar la frontera, iban a mirar la frontera, que iban a dar carné a los que no tenían todo, estábamos confiados eso los dijeron funcionarios de inmigración. La policía en esos momentos no dijo nada. El trato fue cordial”. Según algunas declaraciones recibidas por las dos Defensorías en Cacarica, Juan De la Cruz Berrío y Magdaleno Medrano (o Enrique Medrano, como aparece en las medidas cautelares solicitadas por la CIDH al Gobierno panameño) habrían sido amarrados, golpeados y posteriormente desaparecidos por parte de la policía panameña, durante el fin de semana del 18 al 21 de abril. Estas afirmaciones no fueron confirmadas en las entrevistas realizadas en Boca de Cupe. La Defensoría del Pueblo de Panamá visitó a los señores Medrano y Berrío, y constató que se encontraban en buena condición física y de salud, sin que se evidenciara en ellos síntomas de malos tratos o tortura. Esta visita se realizó a solicitud de la Policía Nacional y la misma se verificó el día primero de mayo de 2003, en las instalaciones de la Policía Nacional. En la actualidad, los señores Medrano y Berrío se encuentran en libertad. Medrano regresó a Colombia el 19 de junio, luego de desistir de la solicitud de refugio que presentara ante ONPAR, y en el procedimiento de su regreso fue acompañado por su padre, de igual nombre, Magdaleno Medrano, y por la Cónsul y Vicecónsul de la República de Colombia en Panamá que constataron, al igual que la Defensoría del Pueblo de Panamá, el procedimiento seguido para su retorno voluntario. 10 Respuesta enviado por la CIDH a la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, el 21 de mayo de 2003. 11 De acuerdo con las autoridades panameñas, Berrío solicitó de manera voluntaria la repatriación a Colombia. La Defensoría de Pueblo de Panamá no tiene evidencias de que el mismo haya efectivamente retornado a Colombia. Los familiares del Señor Berrío que se encuentran en el asentamiento Nueva Vida de la comunidad de Cacarica indicaron a los delegados de la Defensoría del Pueblo de Panamá y Colombia que no tenían conocimiento del paradero y la situación personal de Berrío y solicitaban en consecuencia, información al respecto. Con el propósito de aclarar esta situación, la Defensoría de Panamá solicitó información a la Policía Nacional el día 23 de junio de 2003, sin que a la fecha se haya recibido respuesta. Vale indicar que Medrano, mientras se encontraba en Colombia, ofreció declaración libre y espontánea ante la Defensoría del Pueblo de Colombia en la que indicó que había sido sujeto de amenazas y golpes por parte de las autoridades panameñas, hechos que no había expresado en sus declaraciones en Panamá, en las cuales siempre indicó que había recibido buen trato y atención. El día 8 de mayo de 2003, en la Defensoría del Pueblo de Colombia, Aída Rosa Urango Solano presentó declaración libre y espontánea acerca de los hechos sucedidos en Punuza entre los días 18 y 21 de abril. En esta declaración denuncia a la policía panameña de haber amenazado con violarla y golpearla, con el fin de obligarla a informar acerca del paradero de la guerrilla de las FARC. Estas denuncias no han sido corroboradas por ningún otro testimonio. Al parecer, otra mujer, que también habría sido maltratada según la declaración mencionada, sería testigo de estos hechos. Sin embargo, no se conoce su nombre y aún no ha sido localizada. Por otro lado, ninguno de los testimonios recibidos por las Defensorias del Pueblo en Cacarica y en Boca de Cupe se refiere a estos hechos. Por su parte, la Policía panameña ha negado categóricamente estas denuncias, y ha señalado que no se ha producido en ningún momento maltrato, ni mucho menos los actos de tortura que fueron inicialmente denunciados por las personas que habitaban en Punuza. Algunos de los testimonios recibidos en Boca de Cupe se refieren a lo siguiente: “El día viernes santo estábamos dentro del caserío cuando se oyeron unos helicópteros. Bajaron a la cancha. Entonces los que salieron, digamos los policías empezó a decirle a la gente con cortesía que nos reuniéramos dentro de la escuela. Entonces nosotros nos fuimos reuniendo y se reunió el personal los que no se había ausentado. Cuando algunos escucharon los helicópteros se fueron quizá por miedo, pero los que se fueron algunos salieron después otros pues hasta ahora no sabemos de ellos. Entonces cuando el personal se reunió empezaron a conversar con la gente, nos hablaban con mucha cortesía. Que no venía a atropellarnos: nosotros venimos a estar con ustedes unos días, posiblemente vamos a esperar a ver que resultado, cual va a ser el objetivo, nosotros no venimos a atropellarlos. Empezaron a preguntar por las personas que estaban enfermas a algunas 12 personas empezaron a hacerles curaciones, les daban medicina, a otros por lo menos investigando también la gente, pero con mucha cortesía, eso no podemos decir la mentira”. “La gente salió con vida y libertad, eso es lo más importante porque esas fronteras allá no hay ninguna clase de autoridad. Donde hay muchos grupos ilegales se habla también de narcotráfico, cosas que al país le hace daño, eso le trae mala reputación a un país y también como no hay autoridad competente quien este vigilando cualquiera viene y hace lo que se le de su gana y se va”. “Yo estaba en el área de Punuza cuando llegaron los helicópteros y la gente huía pensando que eran helicópteros Colombianos, pensando que eran los paramilitares. No sabían qué tipo de gobierno era. Ya cuando la gente pues vieron y algunos salieron a buscar sus familiares, la Policía les dijo que no había ninguna represalia contra la gente, que se mantuviera. Que a la gente se le iba a arreglar el carné, que quizá la gente iba a trabajar mejor, que iba a tener una seguridad mejor, que iba a estar tranquila y la gente se mantuvo. Hasta el momento lo que yo vi. Yo desmiento lo que dicen que la policía atropelló a los campesinos que se encontraron en el área de Punuza. De que si sé yo para mí, sé que la policía que tuvo la culpa en esto, fue la policía de Pedreschi, porque él debió hacerle saber a la humanidad de que era que se estaba tratando. Que se podía ir por sus propios medios, a que no dejaran sus bienes. Yo creo que hubo un engaño de Pedrechi porque él debió haber sido claro, habernos dicho a tiempo ustedes van a ser expatriados para Colombia, vendan sus bienes. Quizá muchas personas o nativos Panameños perdieron plata, porque lo que estaban en Punuza quizá varia gente serían financiados por la gente de aquí, entonces perdieron su dinero. Algunos dejaron sus bienes en las personas en que ellos confiaban en él. Que la gente se recogiera y se mantuvieran ahí, porque la Presidente les iba a dar carné, y eso fue un engaño porque fue para llevar la gente. El trato que la policía le dio a la gente para mí fue bueno, porque le dio alimento. No hubo un atropello con el civil, porque dicen que la policía atropelló al civil, eso es mentira. Ahí no hubo maltrato, no hubo violación nada de eso. No hubo ninguna represión. Algunos se iban con dos o tres mudas de ropa, no más porque equipaje en si no dejaban llevar, porque los helicópteros tampoco eran de mucha capacidad para llevar”. Durante los días posteriores a la devolución de los colombianos desde Punuza, el Vicariato Apostólico del Darién y algunas personas que actualmente se encuentran en Boca de Cupe constataron que algunas casas en Punuza habían sido quemadas. Frente a este hecho, en Boca de Cupe la Policía panameña explicó a las Defensorías del Pueblo de Panamá y Colombia que se había tratado de un operativo policial que pretendía no dejar ninguna opción de abastecimiento y alojamiento a la guerrilla colombiana en ese lugar. Esta situación hacía necesario el desmantelamiento de las infraestructuras existentes. Esta acción fue realizada cuando ya las personas devueltas se encontraban en Colombia. 13 El Gobierno panameño a través de la Presidenta Mireya Moscoso, durante la Cumbre Binacional realizada en Cartagena, entregó al Gobierno Colombiano una serie de documentos que probarían la vinculación de algunas personas colombianas expulsadas de Punuza con la guerrilla de las FARC. Este acervo probatorio, según el Presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, fue entregado a su vez a la Fiscalía General de la Nación de Colombia, para que se iniciaran las investigaciones respectivas. Sobre el particular, es preciso señalar que las declaraciones de los gobiernos de Colombia y Panamá han sido contradictorias. En un principio, recién denunciados los hechos ocurridos entre el 18 y el 21 de abril, el Gobierno panameño expresó que se había tratado de un procedimiento de repatriación voluntaria, y que nadie había sido obligado a regresar a Colombia. Posteriormente, en la Cumbre Binacional en Cartagena, el Gobierno de Panamá informó, como ya se ha anotado, que tenía pruebas en las que se señalaba la vinculación de algunas personas de Punuza con las FARC. Igualmente, informó que Punuza era un lugar de abastecimiento de esta guerrilla colombiana y que por esta razón, en coordinación con la Fuerza Pública y las autoridades del alto Gobierno colombianas, había sido decidida y planeada la devolución de este grupo de colombianos. Estas afirmaciones fueron efectivamente reiteradas por el Presidente Álvaro Uribe Vélez en Cartagena. Por su parte, la Policía Nacional de Panamá ha expresado que si bien el Estado panameño tiene resguardadas sus fronteras, las condiciones naturales del Darién las hace vulnerables y es inevitable que grupos armados irregulares de cualquier bando en conflicto puedan ingresar a su territorio. Según este organismo, se ha detectado que ambos bandos han tratado de utilizar a los desplazados por la violencia en Colombia, como enlaces logísticos de estas fuerzas irregulares, situación que expone a los moradores de la región a los riesgos del conflicto armado colombiano. Anotan las autoridades panameñas, que prueba de lo anterior fue el ataque a las comunidades de Púcuru y Paya que perpetró un grupo de irregulares armados colombianos en enero de 2003. El resultado de esta incursión fue la muerte de cuatro ciudadanos panameños, de origen indígena, ajenos al conflicto colombiano, y el desplazamiento interno de cientos de indígenas panameños hacia otras comunidades que ofrecían mayor seguridad. Como parte de las acciones adoptadas para contrarrestar esta situación, las autoridades panameñas planearon una operación de patrullaje policial en esta zona de frontera, con el fin de realizar censos y evaluar los niveles de seguridad en dichas poblaciones. Según la Policía panameña, de las investigaciones realizadas en Punuza, surgió información de inteligencia que confirmaba la inminencia de un ataque de las autodefensas contra la comunidad de Punuza y otras comunidades aledañas. Esta información hizo evidente la 14 urgencia con que las autoridades panameñas debían actuar para evitar hechos como los ocurridos en Púcuru y Paya. En atención a lo anterior, expresa la policía panameña, se decidió compartir con la población de Punuza sobre la posibilidad de un ataque y de la conveniencia de su reubicación en un lugar seguro. Al iniciar el diálogo con la comunidad, se hizo evidente que parte de la población tenía conocimiento de la eventualidad de un ataque, por la presencia en la población de colaboradores de la guerrilla colombiana, infiltrados dentro de la comunidad. Ante la imposibilidad de la Policía panameña para brindar una oportuna y eficaz protección a la población que se encontraba en Punuza – debido a los limitados recursos con los que cuenta -, se determinó, en concertación con los pobladores de Punuza, el traslado de los mismos hacia Puerto Obaldía y su retorno voluntario a Sapzurro. Por otro lado, las autoridades panameñas han argumentado que los 109 colombianos no ostentaban la condición de refugiados en Panamá, pues no habían formalizado los trámites correspondientes presentándose ante las autoridades para justificar su entrada o presencia en territorio panameño, como lo dispone el artículo 31 de la Convención de 1951. Finalmente, para las autoridades panameñas la devolución de los 109 colombianos se llevó a cabo tomando en consideración que esta era una acción necesaria para proteger la vida e integridad de estas personas. 4. CONCLUSIONES La situación que experimenta la provincia del Darién en Panamá, especialmente en la zona fronteriza con la República de Colombia, resulta en extremo delicada y compleja. Las condiciones de seguridad y protección de los derechos de los nacionales panameños y colombianos desplazados en busca de refugio obligan a reiterar el llamado a los Estados de Panamá y Colombia, así como a los organismos internacionales de protección humanitaria para que desarrollen un papel activo en la búsqueda de condiciones de respeto de los derechos humanos en estas zonas de frontera. A partir de las diligencias realizadas por las Defensorías del Pueblo de Panamá y Colombia y el análisis de los hechos ocurridos entre el 18 y el 21 de abril, es posible concluir lo siguiente: 1. Como lo indican los hechos descritos en el presente documento, la devolución de los 109 colombianos por parte del Gobierno de la República de Panamá podría haber 15 desatendido principios y disposiciones del derecho internacional de los refugiados y del derecho internacional de los derechos humanos, y en consecuencia podría verse comprometida la responsabilidad internacional del Estado panameño. En particular, la actuación del gobierno de Panamá no se ajustaría a la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, el Protocolo de 1967, la Declaración de Cartagena sobre Refugiados de 1984, la Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969, y la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989. 2. Las 109 personas devueltas a Colombia por el gobierno de Panamá con la aceptación del gobierno Colombiano provenían de las cuencas de los ríos Cacarica y Salaquí. Las personas provenientes del Cacarica habían huido a territorio panameño en diciembre del año 2002 como consecuencia de la intensificación de la actividad de grupos paramilitares en la región, la cual ponía en peligro su vida y seguridad. Por su parte, la mayoría de los colombianos que huyeron a Panamá provenientes del Salaquí lo hicieron en el año 2001, a raíz de los enfrentamientos entre la guerrilla y las autodefensas en esa zona del bajo Atrato chocoano, que amenazaban su vida e integridad personal. En estas circunstancias, la devolución de los 109 ciudadanos colombianos que huyeron a territorio panameño con fines de proteger su vida e integridad de la aguda violencia que, como es de público conocimiento, azota gran parte del departamento del Chocó, infringiría el artículo 33 de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 en cuanto coloca a estas personas en peligro de ser objeto de las acciones de los actores al margen de la ley, de los que huyeron hacia la República de Panamá. Ciertamente, constituye un hecho público y notorio el que, hasta el momento, esos actores no han sido erradicados de las zonas de las cuales huyeron los colombianos expulsados por las autoridades panameñas el pasado 21 de abril. 3. En el presente caso, según el material probatorio acopiado por la Defensorías del Pueblo de Panamá y Colombia, puede determinarse que la mayoría de los 109 ciudadanos colombianos devueltos por las autoridades panameñas fueron requeridos a firmar un documento —que no todas las personas tuvieron la oportunidad de leer previamente—en cuyo encabezado podía leerse “Repatriación Voluntaria”. Aunque la repatriación voluntaria es una figura admitida en el derecho internacional de los refugiados, de la cual se ocupa la Declaración de Cartagena sobre Refugiados de 1984, debe producirse conforme con los precisos términos señalados en esa Declaración. En primer lugar, es de carácter voluntario, lo cual significa que es el refugiado quien la solicita, de manera libre y espontánea, y, por tanto, cualquier tipo de coacción viciaría la voluntariedad sobre la que se funda esta figura. En segundo lugar, toda repatriación voluntaria debe contar con la colaboración del ACNUR. Y, por último, en todo procedimiento de repatriación deben establecerse comisiones tripartitas integradas por representantes del Estado de origen, el Estado receptor y el ACNUR. En el caso bajo examen no se cumplió ninguna de estas condiciones, teniendo en cuenta que existen 16 indicios importantes de que documentos de repatriación y, ACNUR no fue convocada a convocó la comisión tripartita ACNUR. los 109 colombianos fueron inducidos a firmar los por tanto, no accedieron voluntariamente a la misma, la colaborar en el procedimiento de repatriación y no se integrada por representantes de Colombia, Panamá y el 4. Las denuncias de torturas y tratos degradantes cometidas por la Policía panameña en contra de los colombianos devueltos no fueron corroboradas por la Comisión. Si bien se recogieron algunos testimonios de posibles malos tratos, sobre esta información no hay consenso entre quienes presentaron su declaración ante las Defensoría del Pueblo de Panamá y Colombia en Cacarica y en Boca de Cupe. 5. Como consecuencia del procedimiento de devolución de los 109 colombianos, se produjo la separación de 6 núcleos familiares compuestos por ciudadanos panameños en uniones de hecho con ciudadanas colombianas e hijos e hijas nacidos en Panamá. La Defensoría del Pueblo de la República de Panamá ha recibido solicitudes de atención humanitaria a efecto de garantizar la reunificación de estas familias en territorio panameño. Estas solicitudes ya fueron presentadas ante las autoridades de Migración y se encuentran en proceso de diligenciamiento. El pasado 16 de junio, gracias a las gestiones adelantadas por la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá y UNICEF, Liris Copete se reunió con su compañero y su pequeña hija en Boca de Cupe. Esta gestión humanitaria de reunificación familiar fue acompañada por la Defensoría del Pueblo de Colombia y las oficinas de ACNUR y UNICEF en Colombia y Panamá. Actualmente, se adelantan gestiones para la reunificación de otros núcleos familiares. 5. RECOMENDACIONES Al Gobierno de la República de Panamá 1. Realizar las investigaciones pertinentes para establecer la responsabilidad de algunos funcionarios de ONPAR y Migración y miembros de la Fuerza Pública en los hechos descritos en el presente informe. 2. Coordinar y garantizar con prontitud la reunificación voluntaria en Panamá de las familias que fueron separadas durante la devolución de Punuza, así como la reubicación voluntaria en Panamá de las familias con hijos nacidos en territorio panameño. 3. Revisar los procedimientos de repatriación voluntaria a la luz del Derecho Internacional de los Refugiados y, en general, del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Para todos los casos de 17 repatriación voluntaria, que debe realizarse en condiciones de dignidad y seguridad, deberá garantizarse la coordinación con ACNUR y el Gobierno colombiano. 4. Iniciar un proceso de análisis del Decreto Ejecutivo Nº 23 del 10 de febrero de 1998 a la luz del Derecho Internacional de los Refugiados y de los derechos humanos, con el fin de buscar alternativas viables para proteger los derechos de las personas que solicitan refugio en la República de Panamá. 5. Fortalecer la presencia y acción del Estado en la región fronteriza con Colombia, a fin de garantizar la protección de la vida e integridad de sus pobladores y la realización de los derechos económicos, sociales y culturales. Para ello, se considera prioritario y urgente el apoyo económico del Gobierno para la instalación y funcionamiento de una oficina permanente de la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá en la región del Darién, así como la priorización de las inversiones públicas en la dicha región. 6. Garantizar que el tratamiento de los solicitantes de la condición de refugio sea acorde con los principios fundamentales de la protección internacional y de los derechos humanos, con relación al necesario respeto al principio de no devolución y no rechazo en frontera; el respeto al derecho de asilo y el respeto al principio de voluntariedad de la repatriación en condiciones de seguridad y dignidad. Asimismo, se requiere establecer un debido balance entre los intereses del Estado, particularmente referidos a legítimas preocupaciones de seguridad nacional, y la atención humanitaria de las personas que requieren protección. 7. Garantizar el acceso de la oficina del ACNUR y otras organizaciones internacionales como el CICR a las zonas donde se encuentren los solicitantes de la condición de refugiado, y garantizar el acceso de los solicitantes de la condición de refugiado y /o refugiado a los organismos internacionales. En este sentido, consideramos muy positiva una presencia permanente de la oficina del ACNUR en Panamá, para trabajar conjuntamente con el Gobierno panameño en la protección y la búsqueda de soluciones al tema de los solicitantes de la condición de refugiado y /o refugiados. 8. Garantizar la protección efectiva de los refugiados mediante su registro y documentación lo que les permitirá el acceso a servicios básicos de salud, educación, etc., en condiciones equiparables con la población local. 9. El Gobierno de Panamá debe encontrar y garantizar la forma de procesar las solicitudes de refugio con prontitud y de manera eficaz. Al Gobierno de la República de Colombia 1. Garantizar la protección y seguridad de las personas que fueron devueltas de Punuza y que hoy se encuentran en el Cacarica, en consideración a la grave situación de riesgo a la que están sometidas. 2. Incluir a las familias repatriadas en el Sistema Único de Registro de Población Desplazada de la Red de Solidaridad Social y garantizar su atención humanitaria de emergencia en forma oportuna y suficiente. 3. Establecer conjuntamente con las familias devueltas un plan de restablecimiento en el lugar que éstas voluntariamente definan en donde se especifiquen los compromisos gubernamentales en materia de vivienda, proyectos productivos, salud, educación y atención a la población infantil. 18 4. Definir, poner en marcha y fortalecer, de manera urgente, estrategias de protección humanitaria en las regiones frontera con Panamá (Urabá chocoano, bajo Atrato, Juradó y Bahía Solano) orientadas a: garantizar la vida e integridad de las comunidades que allí habitan en medio del conflicto armado interno; apoyar y fortalecer sus procesos organizativos, así como las iniciativas comunitarias de afrontamiento del conflicto armado; impulsar la presencia civil del Estado y de la comunidad internacional con el fin de disuadir a los actores armados ilegales de cometer violaciones masivas de derechos humanos en contra de la población civil; neutralizar militarmente la acción de los actores armados en estas regiones; impulsar el desarrollo de las investigaciones penales y disciplinarias por los hechos cometidos en contra de la población civil en estas regiones. 5. Concertar y coordinar con el Gobierno panameño y el ACNUR los planes y acciones de repatriación voluntaria de colombianos que se encuentran en Panamá. Estas repatriaciones deberán realizarse, siempre y sin excepción, respetando los principios de voluntariedad, seguridad y dignidad. 6. Garantizar una mayor presencia y acción del Estado en las regiones de frontera con Panamá con el fin de prevenir violaciones masivas de derechos humanos por parte de los actores armados en conflicto que puedan provocar el desplazamiento forzado de colombianos hacia Panamá. 19