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Universidad de Colima
Maestría en Historia Regional
REBELDÍA Y BANDOLERISMO DURANTE LA REVOLUCIÓN:
VICENTE ALONSO Y EL VILLISMO EN COLIMA (1914-1917)
Tesis que para obtener el grado de
Maestro en Historia Regional
Presenta
SAMUEL OCTAVIO OJEDA GASTÉLUM
Asesor
DR. JOSÉ MIGUEL ROMERO DE SOLÍS
Colima, Colima, febrero de 2001
INDICE
Pág.
AGRADECIMIENTOS
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1.- EL MEDIO GEOGRÁFICO Y LOS AVATARES DEL FLUIR HUMANO .
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2.- POBLACIÓN Y VIDA EN COLIMA A LO LARGO DE TRES LUSTROS .
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INTRODUCCIÓN
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I.- LA REVOLUCIÓN, EL VILLISMO Y EL INDIO
ALONSO :UN REPASO HISTORIOGRÁFICO
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1.- LOS ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCIÓN
Y EL VILLISMO EN EL PLANO NACIONAL
2.- EL INDIO ALONSO EN LA LITERATURA
E HISTORIOGRAFÍA COLIMENSE
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II.- COLIMA: SU ESPACIO NATURAL Y HUMANO
III.- LA SOCIEDAD COLIMENSE Y
EL PROCESO REVOLUCIONARIO
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3.- LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA EN COLIMA .
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B) LAS PRIMERAS MEDIDAS REVOLUCIONARIAS
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C) EL PROBLEMA DE LA TIERRA. AGRICULTORES,
PEONES Y APARCEROS .
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2.- LOS GOBIERNOS HUERTISTAS EN COLIMA
A) EL ARRIBO REVOLUCIONARIO
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4.- EL CONSTITUCIONALISMO Y LOS SECTORES
ECONÓMICOS DE COLIMA
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A) LA CONFISCACIÓN E INTERVENCIÓN DE BIENES
B) ACCIONES Y REACCIONES EN EL COMERCIO
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1.- LA ÉLITE DE COLIMA Y EL ESTALLIDO REVOLUCIONARIO
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70
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C) HACENDADOS E INDUSTRIALES ANTE
LOS OJOS CONSTITUCIONALISTAS
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LOS COLIMENSES ANTE LAS ACCIONES MILITARES.
LOS VILLISTAS Y VICENTE ALONSO
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5.- LOS PASOS CONSTIT UCIONALISTAS POR
AULAS, IGLESIAS, CALLES Y TALLERES
A) EDUCACIÓN
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B) ACCIONES ANTICLERICALES
C) LOS SECTORES URBANOS
IV.-
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1.- EN LAS PROXIMIDADES DEL CALVARIO .
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3.- EL INDIO ALONSO: ENTRE BANDOLERO Y REBELDE VILLISTA
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2.- ZACUALPAN Y EL INDIO ALONSO
4.- EL VILLISMO A LA "COLIMENSE"
UN RECUENTO FINAL
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ANEXO N° 1
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ANEXO N° 2
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263
ANEXO N° 3
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ANEXO N° 4
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ARCHIVOS .
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HEMEROGRAFÍA .
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ANEXOS
FUENTES
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BIBLIOGRAFÍA
RESUMEN
El villismo en Colima tuvo una presencia significativa entre 1914 y 1917. Esta rebeldía
atrajo a individuos de diverso origen social. Hasta mediados de 1915, el villismo colimense
respondió a intereses de hacendados y destacados personajes locales que se sumaron a
esta oposición para desplazar del poder a los constitucionalistas. También, participaba un
reducido grupo de bandoleros, quienes vincularon sus saqueos con tareas militares villistas.
Al finalizar 1915, tras la amnistía de muchos rebeldes, este contingente bandolero se
convirtió en protagonista central, junto a varios exmilitares que no aceptaron rendirse.
Actuaban en zonas montañosas y apartadas de la geografía estatal, nutriéndose con
pobladores de dichos lugares. Esta lucha se extinguió para 1917, tras la muerte de Vicente
Alonso, el bandolero y combatiente villista más destacado en Colima.
Esta rebelión estuvo provocada por la dominación política, erosión de autonomías
locales, disposiciones fiscales y abusos militares, efectuados por los constitucionalistas.
También por amor al hurto y deseos de poder.
ABSTRAC
5
The villismo in Colima had a significant presence between 1914 and 1915. This
rebelliousness drew attention of many people from different social origin. Since 1915, the
villismo responded to the landowners’ interests and others outstanding local personages that
joined to this opposition to displace the constitucionalistas from the power. There were too a
few number of bandits who took part in who related their pillaging to the villistas military tasks.
At the end of 1915, after the amnesty of many rebels, this bandit contingent turned into
the central protagonistbgv togheter with some exmilitaries that had not acepted to give up.
Those groups acted in the higlands zones insolated from the statal geography, increasing with
the local inhabitants. This struggle extinguished in 1917, after Vicente Alonso’s dead, the
villista bandid and contending most outstanding in Colima.
This rebellion was provoked by the politic domination, the erosion of the local
autonomies, fiscal disposals and military abuses carried out by the constitucionalistas. Also
for the love to theft and power desires.
6
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo ha logrado esta etapa de concreción gracias al apoyo y colaboración de
diversas personas e instituciones, que más alla de su ámbito o responsabilidad formal, de
manera generosa, proporcionaron todas las facilidades para hacer posible la ardua tarea de
la compilación de fuentes que marcó las pautas para corroborar o contrastar muchas de las
apreciaciones iniciales que motivaron este proceso de investigación. Por esa desinteresada
labor y los invaluables beneficios brindados, no se puede menos que destacarlos en estas
páginas.
Entre los primeros apoyos figuró el proporcionado por don Jorge Pineda, esmerado y
eficaz custodio de los acervos documentales del Archivo Histórico del Estado de Colima
(antes Archivo General del Gobierno del Estado de Colima), su trato siempre amable y su
diligente trabajo facilitaron las horas, semanas y meses que requerí para rastrear entre los
vastos legajos de este Archivo, infinidad de documentos, informes y pistas que cimentaron
las ideas iniciales que dieron pie a este trabajo. El acercamiento a esta temática se fraguó
en los estrechos pasillos del vetusto edificio que anteriormente albergaba al referido acervo;
tras la inmersión en todo ese mar de documentos, las inquietudes fueron tomando forma, las
visitas se volvieron más frecuentes, hasta convertirme en un asiduo "cliente" del Sr. Pineda y
su reducido equipo de colaboradores.
Otro significativo auxilio lo otorgó el diligente personal del Archivo Histórico del
Municipio de Colima. Este magnífico repositorio documental, dirigido ejemplarmente por el
Dr. José Miguel Romero de Solís, es todo un orgullo para los colimenses, ya que es
sinónimo de organización, eficiencia, tenacidad, visión y amor por el pasado de Colima y
su región. La ayuda del Dr. Romero de Solís, su trato afable y las orientaciones
proporcionadas, así como el trato recibido de Rosita, Irma, Lourdes, Chuyita, Miguel Ángel,
Manuel y el resto del personal del Archivo, me han dejado una deuda difícil de cubrir.
7
En la lista de personas que merecen mi agradecimiento figura el Lic. Rafael
Lafarga, Delegado del Registro Agrario Nacional de Colima, debido a su valioso apoyo y
esmerado trato. Al margen de cualquier actitud burocrática, fue sorprendente como resolvió
las limitantes y dificultades que implicaba la consulta y rescate de la información contenida
en los diversos expedientes sobre la formación de los ejidos colimenses. Sus atenciones
marcan la pauta sobre el desempeño que debe tener un servidor público. De igual manera,
es ponderable el papel desempeñado por el Ing. Octaviano Lafarga Díaz, Director del
Archivo de esta dependencia federal.
Una atención similar se manifestó por parte del Pbro. Moisés Aguilar Cárdenas,
párroco del templo de San Francisco de Asís en el municipio de Villa de Álvarez, Colima,
quien brindó todas las facilidades para consultar los registros bautismales y de matrimonio
a fin de rastrear aspectos sobre la vida de los personajes principales que estructuran esta
temática histórica. Su fina atención, el amable apoyo brindado por su secretaria, la Srta.
Ana Isabel Galindo González, así como los plácidos y momentáneos "recreos" vespertinos
por el hermoso jardín que rodea al templo, aligeraron mucho el trabajo de consulta en sus
valiosos registros documentales.
La revisión de otro de los importantes acervos colimenses se pudo resolver con la
amplia disposición y facilidades otorgadas por la Lic. Susana Ramírez Galván, Directora
del Registro Público de la Propiedad y el Comercio de Colima, quien distrajo sus múltiples
ocupaciones a fin de instruir a su personal de archivo para que otorgara todos los fondos
documentales que demandaba la presente investigación.
La lista de apoyos otorgados en los archivos colimenses se completó con la valiosa
intervención de la Lic. Concha Caraballo Bolín, titular del Archivo del Poder Legislativo del
H. Congreso del Estado de Colima, así como el importantísimo auxilio brindado por mi
apreciable amigo Agustín Márquez Gileta, quien no deparó en nada para orientarme y
auxiliarme en la obtención de la información contenida en este Archivo.
Enumerar a todos aquellos que aportaron tiempo y disposición para apoyar el
trabajo de búsqueda y revisión de los soportes documentales es una tarea difícil, porque
8
se corre el riesgo de omitir a quienes en menor o mayor medida, directa o indirectamente,
hicieron posible este trabajo. Por ello, es preferible agradecer en lo general, al personal de
la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Archivo General de la Nación, Archivo
Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, Centro de Estudios de Historia de
México (Condumex) y del Centro Regional de Documentación Histórica y Científica de
Sinaloa (CREDHyC), por su valioso desempeño. Sin ellos, seguramente, esta labor
hubiese quedado trunca.
En otro rubro de la investigación, además de estos importantes apoyos, adquirí
deudas intelectuales que, si bien no puedo cubrir, al menos debo patentizarlas. El Dr.
Pablo Serrano Álvarez jugó un papel determinante en el curso de este trabajo. Primero,
porque como Coordinador de la Maestría en Historia Regional de la Universidad de
Colima auxilió y fomentó mi desarrollo profesional creando las condiciones para resolver
los avatares que enfrenté y garantizar mi permanencia dentro del programa; asimismo,
como catedrático de la misma, nos impulsó para abrazar con ahínco este placentero oficio,
al tiempo que ahondó en nuestros vagos conocimientos sobre esta disciplina. Además, su
ejemplo y temáticas tratadas despertaron mi interés por los estudios sobre la Revolución
Mexicana. Su guía y aporte están fuera de toda duda, las cuales reconozco con gratitud.
Otra mención significativa merecen las Dras. Hilda Iparraguirre, María Eugenia
Romero y Josefina Mac Gregor, así como los Mtros. Mirtea Acuña Cepeda, Julia Preciado
y Ramón León Morales, quienes se desempeñaron como catedráticos de este posgrado.
Todos ellos desempeñaron su trabajo enmedio de una gran responsabilidad y prodigando
un generoso apoyo para los estudiante que abrazamos dicho programa. Por tanto, parte
de lo contenido en este trabajo se debe a sus aportes académicos, razón mas que
sobrada para destacarlos en estas páginas.
En lo particular, me interesa destacar el apoyo brindado por el Mtro. León Morales,
quien a lo largo de mi trabajo de investigación, siempre estuvo en la mejor disposición para
brindarme los consejos académicos necesarios para culminar este esfuerzo investigativo;
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actitud que enaltece su calidad como ser humano y engrandece su estatura académica.
Por otra parte, una alusión especial requiere mi asesor de tesis, el Dr. José Miguel
Romero de Solís -ya aludido renglones antes-, su capacidad y responsabilidad académica,
así como su entrañable amor y pasión por la historia, me hicieron solicitarle su apoyo,
propuesta que amablemente aceptó. Su labor en este terreno fue un baluarte para la
culminación de este trabajo, ya que puso una vez más de manifiesto su capacidad y
solidaridad humana e intelectual. Por lo tanto, lo menos que puedo hacer es reiterarle mi
agradecimiento y mas sincero reconocimiento. Los errores, omisiones o carencias
contenidas en esta investigación son de mi exclusiva responsabilidad.
No quiero concluir esta líneas sin agradecer a dos instituciones académicas que
posibilitaron la realización d e mis estudios de posgrado. En primer término, la Universidad
Autónoma de Sinaloa y a su entonces rector Mtro. Rubén Rocha Moya, por el permiso y la
descarga laboral que se me otorgó para que pudiera trasladarme a la bella ciudad de
Colima para cursar la Maestría en Historia Regional. Lo anterior, implica una deuda que
con gusto retribuiré a esta noble institución educativa, de la cual orgullosamente formo
parte.
La segunda institución que merece mi agradecimiento es la Universidad de Colima,
por recibirme en sus aulas como uno más de sus alumnos y darme la oportunidad de
nutrirme con su sólida planta académica; así también por otorgarme una beca de
colegiaturas que posibilitó la permanencia y conclusión de mis estudios. Actitud muy a tono
con la clásica generosidad de los colimenses.
En fin, para todos las personas e instituciones que - enlistadas o involuntariamente
ausentes- contribuyeron para la realización y conclusión de esta investigación, extiendo el
mayor de mis reconocimientos. Este trabajo es sólo un pequeño abono sobre el enorme
adeudo que siento para con todos ellas. Estoy consciente que para una justa retribución, es
necesario la realización de nuevas y mejores empresas. Aquilatar su apoyo me reconforta y
sirve de estimulo para seguir adelante en este arduo pero fascinante camino de la
investigación histórica.
10
INTRODUCCIÓN
Dentro de la historiografía colimense, los nuevos estudios dedicados al análisis de
la presencia (o ausencia) de la Revolución en Colima, han consensuado, con los debidos
11
matices, que la incorporación de Colima a este gran y diverso fenómeno social ocurrió tras
el arribo de las fuerzas constitucionalistas a la entidad, en julio de 1914, cuyos efectos
empezaron a dejarse sentir con el gobierno establecido por estos lideres y contingentes
militares provenientes desde el noroeste del país.
Colima se involucró en este nuevo y distante proceso a partir de los tres años de
ejercicio gubernamental constitucionalista. Lapso gubernamental encabezado -en su gran
mayoría- por el General Juan José Ríos. Quien, investido como estadista, implementó una
política de agudas reformas que trastocaron el orden de antaño. Alteró las tradicionales
formas de cohesión y vinculación económica y social entre los colimenses, dando pie a una
efervescencia social contrastante con la suave quietud provinciana de estas tierras.
Durante los años de este gobierno preconstitucional, surgieron un conjunto de
actores colimenses que manifestaron su inconformidad de manera violenta, al grado tal
que se levantaron en armas bajo el amparo de las fuerzas comandadas por Francisco Villa,
tras su ruptura con la facción carrancista. Los rebeldes sumaron varias decenas, e incluso
cientos. Sus cabecillas provenían de distintos estratos sociales y poseían distintos motivos
para enarbolar esta lucha.
Todos estos jefes del villismo local aparecen de manera muy marginal dentro de la
historia de Colima. La figura que escapa de este desaire historiográfico es Vicente Alonso,
personaje legendario para los colimenses. Hablar de bandidos locales conduce,
invariablemente, a referir su nombre. Es evocar al indígena indómito, al combatiente villista,
al temible asaltante. Es hablar de tragedia, traición y muerte. Son tantas y tan variadas las
impresiones que generan Alonso y sus contingentes villistas en buena parte de los
moradores de estas cálidas tierras que bien merecen la atención del historiador regional.
Desde los años de existencia de Vicente Alonso a la fecha, la vida ha continuado en
su azaroso e impredecible curso. El tiempo borró las huellas que dejaron sus múltiples
correrías, los actores de aquellos dramas y sucesos se fueron muriendo, las ideas se
hicieron polvo y los escasos papeles se hundieron en un mar de olvido. Pese a ello, a
través del tiempo, la figura de este bandolero se mantiene erguida, retadora, alucinante,
12
firmemente adherida a la historia y la leyenda de Colima.
Este hecho ha ocasionado que varios hijos de este terruño no pudieran sustraerse
ante el influjo de tan singular personaje. Sus mentes y plumas han atravesado el umbral de
la realidad y el tiempo, se han remontando en los recuerdos, la imaginación y el pasado,
para que el popular "Indio Alonso" ocupe un lugar dentro de la literatura y la historia
colimense.
Quienes han abordado, desde distintos géneros, la presencia del "Indio Alonso", se
han centrado en su controvertida personalidad y el trágico desenlace final de su vida. El
presente trabajo tiene como pretensión destacar la connotación que tiene Vicente Alonso
dentro del espacio histórico colimense, retomándolo desde una óptica distinta, no solo ni
fundamentalmente como protagonista sino como actor y producto social.
Resulta imperioso subvertir la forma de percibir y abordar la historia de los villistas
de Colima y de V icente "Indio" Alonso, en lo particular. No puede explicarse cabalmente la
trayectoria de estos rebeldes y bandoleros sin reemprender su análisis a partir de su
ubicación dentro del espacio y relaciones sociales que los nutren y no sólo de sus figuras
en sí. Es necesario conocer los nexos y solidaridades existentes al seno de la comunidad
de la cual es producto. Desentrañar las causas y objetivos (reales o supuestos) que
motivaron su rebeldía. En una palabra, se requiere ubicar a Vicente Alonso y al resto de los
jefes rebeldes en su tiempo y espacio. Así también, conocer la composición y significación
que tuvieron actores que, como Vicente Alonso, integraron las fuerzas villistas en Colima.
Conocer el real significado de ser "villistas" en esta pequeña porción geográfica del país.
Aunque es justo reconocer que cumplir con este cometido no es una tarea sencilla.
La investigación es la reconstrucción de distintas esferas y acciones humanas,
emprendidas por individuos en los diversos ámbitos por donde dejan huella. De cada
individuo hay numerosos registros públicos, desde su nacimiento hasta su muerte; si se
pudiera establecer la conexión entre todos estos registros y se obtuviera información
complementaria (contextual), se reconstruiría la vida de los “grandes” y “pequeños”
personajes de manera menos contrastante.
13
Sin embargo, esta afirmación está formulada dejando volar los deseos, porque es
conocido que para el estudio del pasado, los vestigios dejados o rescatados sobre las
distintas actividades de los hombres no son uniformes: es relativamente fácil encontrar
pruebas documentales sobre la vida de los grandes personajes de la historia (reyes,
políticos, militares, etc.),mientras que no sucede así al canalizar la investigación hacia la
gente sencilla o anónima, ya que aquí las fuentes escasean, los indicios son más difíciles
de establecer.1
1
Al respecto véase, Justo Serna y Anaclet Pons, Cómo se escribe la microhistoria , Madrid, FrónesisCátedra Universitat de València, 2000, pp. 127-176.
14
Pero aún en ese caso, es posible abordar con buenos resultados el estudio de
personajes que aparentemente no dejaron huella en tiempos pretéritos. Un buen ejemplo
de lo que se puede lograr en este sentido, lo proporciona Ignasi Terradas con su estudio
sobre la vida de Eliza Kendall,2 donde una persona marginada y olvidada por la sociedad y
la historia, es recuperada en un sentido muy distinto a la biografía tradicional. El limitado
rescate de su vida proviene de una cita que aparece a pie de página en una de las obras
de Federico Engels: La Condición de la Clase Obrera en Inglaterra; en la cual, se alude al
suicidio de dicha joven para ejemplificar como el proceso capitalista de la sociedad
occidental condena y marca la vida de una persona, mediante su práctica deshumanizada
y la avidez por la ganancia.
Para narrar esa vida anónima, ese gran vacío social que encierra su vida y, por
ende, la imposibilidad de enmarcarla dentro del género biográfico, Terradas recurre a la
antibiografía, entendida no como la narración de la vida de una persona sino el hablar de lo
que la sociedad hace con su vida, destacar los condicionamientos sociales que encierran
o limitan la existencia de un ser humano; es abordar su contorno sin ahondar en la
descripción específica o pormenorizada de su acontecer individual, a fin de ponderar la
forma en que el vacío y el silencio de una civilización se expresa en una existencia
individual considerada no significativa. Este recurso le permite a Terradas entender, de
mejor manera, la vida y sentimientos humanos de toda una época, probablemente con más
eficacia que si se hubiera avocado a la construcción de amplias biografías de los
personajes más prominentes y “significativos” de la sociedad inglesa de mediados del
siglo XIX. Esta visión de Terradas es la que orienta en buena medidas esta investigación.
Por tanto, el objetivo no es elaborar una biografía de un personaje connotado del villismo,
en este caso de Vicente Alonso; en todo caso, la parte dedicada a él se acerca más a una
antibiografía, en la acepción usada por Ignasi Terradas.
Por otra parte, la temática sobre el villismo colimense tiene varios aspectos que le
2
Ignasi Terradas, Elisa Kendall. Reflexiones sobre una antibiografía , Barcelona, Universidad Autónoma
de Barcelona, 1992, pp. 11-40.
15
dan relevancia. En primer lugar, permitirá ampliar el conocimiento histórico sobre la
presencia de la Revolución en Colima, destacando las particularidades que presentó dicho
fenómeno. Particularmente, favorecerá el conocimiento de la sociedad colimense de esa
época, sus formas de vida, sus actitudes, el quehacer político y, en general, la realidad
histórica de esta entidad. Contribuirá al análisis, explicación e interpretación de esta etapa
de cambios que trastocaron el ritmo habitual de vida de la sociedad colimense de esos
años, permitiendo un mejor acercamiento y explicación sobre la especificidad histórica que
adoptó el constitucionalismo en Colima.
La presencia del villismo colimense y su peso en el proceso regional de la
Revolución Mexicana merece su debido tratamiento pues ha sido un fenómeno poco
aludido en la vida histórica de Colima; por tanto, es una parte del pasado que no ha
pesado para la comprensión de este proceso local. Lo anterior ha generado que la
historiografía colimense sobre la Revolución -y aun más la nacional- brinde un
conocimiento incipiente sobre las especificidades y significación de las acciones y
dramas de los villistas en la entidad.
Las publicaciones existentes sobre el constitucionalismo y la presencia de la
Revolución en Colima necesitan ser ampliadas, incorporando los rasgos históricos,
sociales, históricos, ideológico y culturales de los villistas que, si bien no fueron figuras
fundamentales del período, dejaron significativas huellas en la entidad, reflejando mucho
del sentir de los colimenses frente a la presencia de la revolución.
En síntesis, es necesario conocer y analizar las características del villismo en los
planos racional y local, destacando la especificidad histórica que revistió en Colima; lo que
permitirá mejorar la comprensión de la heterogeneidad de la vida nacional en su evolución
histórica, así como el carácter de las vinculaciones e interconexiones locales con el
proceso general.
El adecuado abordaje de esta temática, a la vez de contribuir al conocimiento
histórico del villismo colimense y su incidencia en la región, permitirá enriquecer el acervo
historiográfico local sobre este período de la vida colimense, y contrastar lo hasta hoy
16
publicado sobre esta temática. El proposito es brindar pautas, indicadores y enfoques
nuevos sobre los sucesos históricos ocurridos en toda esta interesante región de nuestra
patria.
Este proceso de investigación se asumió a partir de la reutilización de algunas
fuentes primarias ya tratadas, así como el acceso de otras poco utilizadas o inexploradas,
buscando profundizar o, cuando menos, brindar matices a buena parte de lo publicado
sobre el tema. Así también, se contó con el auxilio de distintas disciplinas sociales, pues
junto a los teorías y enfoques históricos, se recogieron aportes de la economía, la
geografía y la sociología, ente otras. Todo ello a fin de buscar una nueva interpretación
histórica, que brinde nuevas luces sobre el significado de la Revolución en el escenario
colimense.
Por lo anterior, la pretensión de este trabajo de investigación es analizar a los
personajes y grupos humanos adheridos al villismo desde una perspectiva un tanto distinta
a la contenida en la historiografía y literatura local; dejando de lado la sobrevaloración de
categorías estructurales, reivindicaciones abstractas, elementos ideológicos y
caudillescos, que han servido de base para caracterizar a dicho fenómeno.
De manera particular, el objetivo es caracterizar el sentido que tuvieron las acciones
bandoleras de Vicente Alonso. Así como conocer las causas que motivaron su incursión
bajo la férula del villismo. No limitarse a las caracterizaciones generales expresada en la
historiografía general sobre la Revolución Mexicana, sino, contrastarlas con las
especificidades regionales del Occidente Mexicano y, especialmente, del Colima de esos
años.
El trabajo consistió en abordar la vida de los jefes villistas locales y de Vicente
Alonso en particular, como problemática histórica, muy superior a la anécdota o la
experiencia local aislada; a través de su contextualización dentro del espacio y tiempo
donde les tocó vivir, destacarlos como parte de un proceso y fenómeno social cursado por
los colimenses en su transitar histórico; aspirando a que este acontecimiento social ofrezca
un conocimiento más profundo de la sociedad colimense de esa época.
17
Se busca incorporar al estudio de la vida y acciones de estos rebeldes, los
segmentos de la sociedad donde surgieron y actuaron dichos personajes; es decir,
conocer las características reinantes en los pueblos y comunidades ubicadas en la región
serrana de la entidad colimense. Todo bajo la perspectiva de restituir la historia de los
bandoleros al seno de los grupos sociales que los engendraron. Por tanto, abordar a los
actores individuales (en ese caso Vicente Alonso), insertos en el tejido social que los
originó y al cual están adheridos por rasgos de identidad.
Una preocupación particular del análisis fue adentrarse en la composición y
significación que tuvieron las actores integrantes de las fuerzas opositoras al
constitucionalismo, ya sea como bandoleros o bajo el mote de villistas. Desentrañar el
proceso de formación de los grupos opositores, sus grados de cohesión y proceder
diferenciado; ubicando a los opositores al gobierno constitucionalista en el contexto de la
sociedad regional en donde tomaron forma.
Estudiar a los contingentes rebeldes abordando los orígenes sociales y la cultura
de los individuos que nutrieron a esos grupos humanos. La finalidad no es adentrarse
únicamente en el conflicto armado, en la confrontación, sino también en lo que une y es
común al conglomerado heterogéneo de hombres colimenses que tomaron las armas para
enfrentar al constitucionalismo.
Un factor académico incentivador de esta investigación es el buen numero de
nuevos estudios sobre la Revolución Mexicana aparecido en los últimos años, los cuales
han resquebrajado las imágenes tradicionales de los actores fundamentales, sus papeles y
finalidades en este proceso. Los estudios de Hans Werner Tobler (aparecido en México en
1994), Alan Knight (en 1996) y Friedrich Katz (1999), han revalorado los movimientos
sociales, actores colectivos e individuales partícipes en este proceso revolucionario. En lo
particular, surgieron nuevos elementos caracterizantes sobre el papel de Francisco Villa, su
ejército y bases sociales, muchos de los cuales nutren este trabajo; sobre este particular,
se ahondará en el siguiente apartado. Este conjunto de trabajos se ubican en el plano
nacional; con esta investigación se pretende -modestamente- ahondar en este camino, a
18
nivel regional y local.
En este marco, el tratamiento de la temática planteada busca contribuir en el
conocimiento de la forma en que se expresó el proceso revolucionario en Colima,
reinterpretando los roles jugados por sus actores principales y la sociedad misma, no
buscando caracterizaciones concluyentes, ya que partimos de la idea esbozada por Pierre
Vilar al considerar a la historia como una disciplina abierta y siempre en construcción, por
lo tanto esta investigación sólo pretende abonar en el terreno del conocimiento histórico
colimense. Sería altamente satisfactorio si el resultado de este humilde trabajo, genera
nuevas inquietudes que abran el camino a nuevas mejores interpretaciones de esta rica y
sugerente etapa de la historia mexicana.
Por otro lado, desentrañar el papel jugado por un bandolero dentro de un proceso
revolucionario, así como su papel dentro de una estructura social no es empresa tan
sencilla, ya que, como apuntábamos para el caso del Indio Alonso, los bandidos, a lo largo
del tiempo, han generado variados y encontradas opiniones. Ladrones despiadados y sin
entrañas para unos; personajes de leyenda para otros; redentores sociales y hasta
revolucionarios para otros más. Sin embargo, pese a opiniones y caracterizaciones tan
encontradas, los bandidos permanecen vivos en la memoria, la leyenda y la historia de
muchos pueblos del orbe.
Tomar como objeto de estudio a tan fulgurante fenómeno, implica ubicar al
bandolero en el contexto de la sociedad y la temporalidad en que se desenvuelven, ya que
al decir de Marc Bloch " los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres",3 por
lo cual, es necesario desentrañar y comprender el conjunto de factores contextuales y
temporales que inciden sobre su actuación específica.
Para cumplir con este cometido, el tema se intentó abordar con el apoyo de algunos
de los aportes historiográficos proporcionados por la historia social inglesa; recogiendo,
fundamentalmente, las teorizaciones del historiador Eric J. Hobsbawm, plasmadas en sus
3
Marc Bloch, Introducción a la Historia, México, FCE, 1986, p. 31.
19
obras Rebeldes Primitivos4 y Bandidos,5 las cuales se acercaban a las problemáticas
esbozadas en esta investigación.
4
Eric J. Hobsbawm, Rebeldes Primitivos. Historias sobre las formas arcaicas de los movimientos
sociales en los siglos XIX y XX, Barcelona, Ariel, 2ª ed., 1974.
5
Eric J. Hobsbawm, Bandidos, Barcelona, Ariel, 1976.
20
Una guía general de vital importancia retomada de Eric Hobsbawm es la idea
básica que los aspectos sociales del ser humano no pueden ser separados de otros
aspectos de su existencia ni de la forma como organiza su vida y su entorno material.
Tampoco pueden aislarse sus ideas, ya que las relaciones entre los hombres se expresan
y formulan en un lenguaje que implica el manejo de conceptos.6
En particular, para comprender y analizar el fenómeno del bandolerismo en Colima,
este historiador nos marca pautas invaluables. Producto de su investigación sobre las
clases subalternas, elaboró toda una teoría sobre esta temática, atribuyendole rasgos
comunes a través de distintas épocas y en las variadas regiones del mundo donde alcanzó
una viva presencia. En virtud de la riqueza de sus aportaciones es primordial recoger
algunos de sus elementos más significativos y sugerentes.
Un elemento nodal de este historiador es la distinción que hace entre bandido y
bandolerismo social. Alguien que de manera individual o colectiva ataque y robe usando la
violencia es, de acuerdo con las leyes vigentes, un bandido. Sin embargo, sus estudios se
centran en sólo una parte de esos ladrones, aquellos que ante los ojos de la opinión
pública no son simples criminales o ladrones, sino un grupo de hombres que mediante sus
acciones protagonizan una rebelión individual o minoritaria al seno de las sociedades
campesinas.
Para el análisis de estas acciones acuña al concepto de "bandidos sociales",
catalogándolos como campesinos fuera de la ley a los que el potentado de una región y el
Estado consideran criminales, pero que actúan al seno de una sociedad campesina que
los considera héroes, vengadores, luchadores por la justicia o lideres de liberación; razón
6
Eric J. Hobsbawm, Marxismo e historia social, Puebla, Universidad Autónoma de Puebla, 1983, p. 26.
21
por la cual, les brindan apoyo, protección y admiración. Este vínculo es lo que le atribuye el
calificativo de "social" a ese tipo de prácticas bandoleras, diferenciándola de la
delincuencia ejercida por los bandoleros comunes, de las bandas de salteadores de
caminos para los cuales el pillaje es su forma de operar, único criterio que guía su
actuación, no realizando ninguna distinción entre sus víctimas o el objetivo de sus ataques;
en su lógica destructiva figuran los campesinos y todo individuo que posea o sea
susceptible de obtener un beneficio a su costa.
Por el contrario, existe otro tipo de bandoleros ("los sociales") que tienen lazos de
unión con su comunidad, que se distinguen por respetar las propiedades e intereses de los
habitantes de la zona o región donde actúan. Sus acciones están conducidas de manera
selectiva, el blanco de sus ataques son los grandes propietarios y los representantes de las
autoridades políticas y no la masa común del pueblo.
Este tipo de prácticas, no son exclusivas de una región o punto geográfico en
particular, sino que se reiteran, más o menos con rasgos comunes, en distintos lugares del
mundo. Es un fenómeno generalizado que ocurre en aquellos lugares donde, al seno de
estas sociedades campesinas, se presentan un conjunto de rasgos y situaciones
económico-sociales muy particulares que posibilitan el florecimiento de dicho fenómeno.
Los estudios de Eric Hobsbawm demuestran que este fenómeno se presentó,
generalmente, en todas aquellas sociedades que experimentan el choque o el tránsito de
una organización tribal y familiar a una sociedad capitalista e industrial. Adquiere especial
notoriedad durante la fase de desintegración de este tipo de sociedades ante el
advenimiento del capitalismo agrario.7
7
E. J. Hobsbawm, Bandidos, p. 11.
22
Lo anterior no indica que solamente durante esta fase de desarrollo social se
practique el bandolerismo, es obvio que en sociedades anteriores se implementó el pillaje,
pero no se establece una estructuración social que convierta al bandido en una figura de
protesta y rebelión social, lo cual ocurre cuando al seno de estas comunidades se
presentan marcados rasgos de diferenciación de clases o cuando reciben el influjo de
organizaciones o instituciones económicas poderosas que profundizan dicha
estratificación social. Es en estas condiciones cuando proliferan grupos armados que
practican el bandolerismo ligándolo a una resistencia frente a los poderosos o ante las
fuerzas extrañas que los oprime o amenaza con hacerlo.
En general, este tipo de actitudes bandoleras tiende a desaparecer al tiempo que la
modernización capitalista va sentando sus reales y ha imbuido a la sociedad tradicional
donde se presentan dichas practicas.
Asimismo, durante su existencia, es común encontrar variantes de acuerdo a las
condiciones geográficas, el desarrollo económico-tecnológico y la administración políticoadministrativa prevaleciente en cada espacio social donde este fenómeno se presenta . Es
común la multiplicación del bandidaje en zonas aisladas y de difícil acceso, en áreas
montañosas o boscosas. Por ello, a medida que la modernización incrementa y facilita las
vías de comunicación, el bandolerismo reduce su radio de acción y se debilita.
Sin embargo, pese a las especificidades regionales, Eric Hobsbawm elabora
generalizaciones sobre este fenómeno. Por ejemplo, sostiene que el bandolerismo tiende
a ser epidémico en épocas de pauperismo y crisis económica, cuando ligado a esto se
presentan inestabilidades políticas, el bandolerismo se engarza o es precursor de
movimientos sociales o rebeliones campesinas significativas.
Ademas, liga su proliferación temporal durante el proceso de transformación de una
economía precapitalista a una propiamente capitalista, de ahí que ubique su época de
auge a lo largo de los siglos XIX y XX; la presencia durante esta última centuria ocurre en
distintos lugares del mundo, donde el proceso industrializador llegó con posteridad. En el
caso de Europa, este fenómeno se experimentó durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Lo
23
anterior en cuanto a su carácter más genérico, lo cual no implica que en tiempos
posteriores se manifiesten algunos grupos marginales sin que ocasionen una amenaza
seria para la estabilidad del régimen imperante. Las sociedades modernas condujeron a
nuevas formas de protesta, rebelión, crimen y pillaje.
Otro rasgo, destacado por el aludido historiador inglés, es el papel asumido por
estos extintos bandidos: no los concibe como poseedores de rasgos intrínsecos para
erigirse e n rebeldes sociales, políticos o revolucionarios, sino el de campesinos reacios al
sometimiento u hombres excluidos del sendero normal de la vida de su localidad y que
deviene en su ubicación al margen de la ley y su posterior caída en la delincuencia. Imbuido
por el hambre, la guerra o las calamidades, el bandolerismo es para la sociedad
campesina una forma de autoayuda, ya que los bandidos encauzan, en mucho, sus
acciones hacia la defensa o restauración del orden tradicional. Evitan o castigan abusos
pero no cuestionan la esencia misma de la opresión económico-social
No obstante, Hobsbawm destaca dos factores que pueden convertir el limitado
accionar del bandolero en un autentico movimiento revolucionario: el primero se presenta
cuando el bandido se convierte en símbolo de la resistencia contra factores que producen
alteraciones o destrucción en el orden tradicional imperante al seno de sus comunidades
de origen, es decir como una reacción ante un progreso que los condena a la fatalidad y
destruye su ancestral forma de vida; la segunda se da en momentos cuando su sociedad
experimenta un caos que la orilla a su desmoronamiento, el bandido se ve arrastrado a
ocupar un papel de líder mesiánico que pugna por el advenimiento de la igualdad y la
libertad, en promotor de esperanzas. Lo anterior posibilita su incorporación dentro de un
movimiento más amplio para imbuirse dentro de una fuerza capaz de transformar a la
sociedad.8
Respecto a la forma de articulación del bandolerismo, Hobsbawm se adentra en la
exploración de las características que auspician la conversión del campesino en bandido,
8
Ibid., p. 23-26.
24
haciendo énfasis en la condición social y naturaleza de su actividad laboral. Destaca como
un rasgo dominante para la dinámica de las acciones de los bandoleros, los ciclos
agrícolas existentes en su comunidad rural; las filas bandoleras se adelgazan cuando la
sociedad campesina de donde emana se encuentra pegada a su tierra, dedicada a las
labores de siembra y cosecha; es decir, en estas condiciones, no tienen mucho margen
para su movilidad social.
En contraparte, señala que es más proclive a su propagación en sociedades
agrarias donde la demanda de trabajo es pequeña, en economías de pastoreo, tierras
poco fértiles o áreas montañosas, donde el tipo de actividad dominante deja fuera a un
núcleo importante de hombres.
Ligado a este aspecto, destaca los rasgos de edad como elementos característicos
de los bandidos. Los grupos bandoleros se componen, por lo general, de hombres jóvenes,
para quienes el peso de las responsabilidades familiares todavía es muy incipiente o
prácticamente no existe. En las sociedades campesinas la juventud es la fase de la
disidencia y rebelión potencial.
Otra fuente importante de bandidos se genera de individuos que no permanecen
integrados a sus sociedades locales y practican formas de vida marginales y
contrapuestas a las leyes y el orden. En este género se encuentran exmilitares y
desertores, al igual que labradores sin tierra, mancomunados con vaqueros y pastores.
Insisto, sólo considerados potencialmente. Existen también aquellos que protagonizan una
rebelión individual, hombres que contrastan con la pasividad campesina que los rodea y se
vuelven pendencieros para hacerse respetar.
Otro rasgo destacado por este laureado historiador inglés es q ue muchas veces el
bandolerismo social no se manifiesta de manera "pura"; en tiempos de desordenes
sociales o guerras, el bandolerismo social y el bandolerismo común o -en sus palabrasantisocial se compaginan, empatan o alternan, para dar pie a un fenómeno caótico y
25
multiforme.
Un aspecto mas que resalta es el papel mítico que desempeña el bandido social en
la población. El simbolismo que encierran sus acciones, su rol como fabricante de
esperanzas de su comunidad, son las razones por las cuales traspasa el umbral de la
realidad para formar parte de la leyenda popular, a través de la cual se preserva, exalta y
glorifica la figura y obra del bandolero.
Por todo lo dicho, para Hobsbawm, el bandolerismo es un fenómeno que se
presenta y genera en las llamadas clases subalternas de la sociedad. El calificativo de
"social" se adquiere producto de su identificación con pueblos donde sobreviven culturas
largamente seculares, dentro de complejos tejidos sociales. Prolifera en espacios
geográficos agredidos p or la irrupción de lo externo, como consecuencia de un capitalismo
que avasalla y desarticula a las sociedades campesinas, amenazándolas con sucumbir.
Sin embargo, en cuanto a su accionar, Hobsbawm estudia múltiples casos de
rebeliones que desembocan, tarde que temprano, en derrotas, resaltando la incapacidad
de estos sectores para proponer y concretar una alternativa frente al modelo de sociedad
que se les pretende imponer. Su espontaneidad limita la capacidad para el logro de la
victoria. Aspecto que se remonta cuando algunas de estas rebeldías se orientan por
ideologías socialistas y revolucionarias.
En su obra Bandidos, publicada por primera vez en 1969, este historiador se
adentra en el papel jugado por ciertos personajes de distintas sociedades del orbe, a los
cuales se ha colocado fuera de la ley por el orden establecido pero que gozan de simpatía
popular. Para este historiador, los bandidos pertenecen a una historia distinta a la oficial.
Integran esa historia que no se finca en el acontecer y las acciones de los grandes
hombres o las elites, los bandidos son parte del pueblo debido a que no se han
considerado como criminales por dichas comunidades, ademas no tienen ninguna
dificultad para integrarse de su comunidad como individuos dignos de respeto una vez que
dejan de estar fuera de la ley. Estas simbiosis entre individuo y pueblo se vuelve un
elemento subversivo para el sistema y el orden imperante.
26
Por otro lado, las obras de Eric Hobsbawm, Rebeldes Primitivos y Bandidos han
influenciado a muchos investigadores, quienes han dado a luz una serie de trabajos en los
cuales se rescatan diversos conflictos sociales que antes solo formaban parte de los
reportes policíacos o de folklore popular; todos ellos han problematizado y puesto en tela
de juicio la unicidad del sujeto en el cambio social. Frente a la ortodoxia marxista respecto
a la clase obrera como la clase social revolucionaria por excelencia, se destaca a un
conjunto de actores y sectores constituidos en fuerzas policéntricas que enfrentan al
sistema y juegan un papel protagónico en su transformación, dentro de los cuales figuran
los bandidos, en su acepción de "bandoleros sociales ".
Por otro lado, si bien el bandolerismo es un fenómeno mundial, su grado de
incidencia dentro de las sociedades nacionales fue muy variado. En el caso de nuestro
país, su presencia fue altamente significativa. En México, la figura del bandolero se reiteró
a lo largo del siglo decimonónico y las primeras décadas del siguiente; actor firmemente
adherido a la vida de su época y con un lugar preponderante dentro de la memoria de una
sociedad eminentemente rural de la que es producto, e integrado a la cultura popular
mexicana. Su galopar transitó de la realidad a la leyenda, continuando sus fechorías en el
terreno de la literatura, la música y la pintura. En fin, distintos géneros han colocado al
bandido mexicano como personaje central de sus creaciones.
Sin embargo, en el plano de su análisis como fenómeno histórico de índole
genérico, los estudios realizados no son muchos. Algunos estudios como los de T. G.
Powell9 y Alan Knight, apoyándose en la visión ya aludida de este historiador británico, lo
9
Aspectos de esta temática son abordados en , T. G. Powell, El liberalismo y el campesinado mexicano
en el centro de México (1850-1876), México, Sepsetentas, 1979.
27
abordan en etapas específicas de la vida nacional. El primero centrado en el tercer cuarto
del siglo XIX y el segundo durante la etapa armada de la Revolución Mexicana. El trabajo
mas generalizador sobre el tema lo presenta, sin duda, Paul Vanderwood.10
10
Esta importante investigación se encuentra en las obras de Paul Vanderwood: Desorden y progreso,
bandidos y desarrollo mexicano, México, Siglo XXI, 1986; y Los rurales mexicanos, México, FCE, 1982.
28
Este autor explica las causas del bandolerismo decimonónico por el predominio de
los desórdenes y la inestabilidad política. Insiste en que la falta de un poder central alentó
su proliferación. En su opinión, la acción de los bandidos mexicanos se enfocó a demandar
una participación de los beneficios de los hombres del campo mexicano.11 En sus análisis,
este autor deja ver cierta ausencia en la contextualización del fenómeno bandolero dentro
de las relaciones económicas y sociales prevalecientes al seno de una sociedad
históricamente determinada; realidad social que le da identidad propia, lo distingue y lo
oponen con otros actores sociales. Por esta razón, Vanderwood no distingue los distintos
tipos de bandolerismo puestos de manifiesto a lo largo de la historia de nuestro país. Lo
anterior no invalida los avances que nos brinda este autor, pues es punto de partida y
referencia para ahondar en este apasionante tema de investigación.
Por otra parte, aunado a las visiones teóricas tomadas en cuenta durante el
desarrollo de la investigación, el trabajo de campo fue básico para contrastar éstas con las
evidencias empíricas. Por esto se incursionó en la consulta de las más variadas reservas
documentales existentes en la localidad y en otros puntos del país. Estas fuentes de
primera mano consistieron en publicaciones hemerográficas y fondos archivísticos.
Para destacar la especificidad regional de estos actores de la sociedad colimense,
la hemerografía resultó una fuente valiosa; dentro de la cual destacaron órganos
periodísticos de la localidad como El Popular y La Educación Contemporánea; también
se
recurrió a publicaciones del
vecino Estado de Jalisco como La Gaceta de
Guadalajara, muy vinculado con lo sucedido en Colima ya que su propietario (J. Trinidad
Alamillo) fue gobernador de esta entidad y un actor político de primer orden en estos años.
Otra fuente periodística utilizada fue El Correo de la Tarde editado en Mazatlán,
Sinaloa; se recurrió a la prensa de este lugar debido a que durante los años sujetos a
estudio, los vínculos o nexos de Colima con el exterior se realizaban en mucho mediante
11
Al respecto véase también, Paul Vanderwood “El bandidaje en el siglo XIX: una forma de subsistir”, en
Agustín Yañez y otros, Actores políticos y desajustes sociales, México, El Colegio de México, 1992, p. 22-48.
29
los contactos que se establecían por vía marítima a través del puerto de Manzanillo, de
donde salían o llegaban barcos y fragatas cargadas no sólo de hombres y mercancías
sino también de noticias que se socializaban de puerto a puerto; de manera particular,
Mazatlán figuró entre los puertos del Pacífico Mexicano que estableció una comunicación
más fluida con Manzanillo.
Además se consultaron los órganos oficiales de los gobiernos de Colima y Jalisco.
Estos últimos, a diferencia de los actuales, no sólo transcribían noticias gubernamentales
(decretos, informes, partes oficiales), también se proporcionaba información general,
noticias sobre la vida de la población; por lo cual, no sólo se puede hacer el seguimiento
de los sucesos de la rebelión consignados en partes militares y oficiales, sino que éstos
aparecen en un contexto del cual podemos inferir, además de datos, procesos. El
periódico, en términos generales, permite recrear la imagen de la sociedad en movimiento.
Un órgano periodístico básico para estructurar este trabajo fue el Boletín Militar,
editado en Guadalajara por las fuerzas constitucionalistas. Este periódico oficial recogía
sólo las noticias y partes militares correspondientes a su bando, lo que reflejaba una visión
parcial del conflicto; además, en sus páginas se ponderaban aquellas que acrecientan los
intereses e imagen del gobierno constitucionalista, se exageran victorias o se minimizan
derrotas; pero aun así, fue de gran utilidad ya que la información contenida en sus páginas
sirvió para ser confrontada con la información de archivo o bibliográfica.
En general, la prensa de la época - la consignada y el resto de publicaciones de
esos años- escribía para un pequeño grupo y por lo mismo, lo hacía desde la óptica de
dicho sector; por esa razón, contenía pocas referencias de los grupos subalternos de la
sociedad, y los pocos encontradas, contaban -implícita o explícitamente- con elementos de
critica y descalificación. Sin embargo, esos resquicios sirven como punto de referencia
para introducirse en la vida de esos grupos subalternos.
Los datos contenidos en la prensa, llevaban implícita una "coloración política" o
rasgos de regionalismo; lo cual se tomó en cuenta para evitar la formulación de juicios
sesgados o poco objetivos. Por ejemplo, al recoger dicha información, no se pasó por alto
30
que algunas informaciones vertidas podrían desprenderse de posibles pugnas
interregionales entre Colima y Jalisco, las cuales ya se hacían presentes desde esos años.
En lo que toca a las fuentes de archivo, la investigación se concentró e n la consulta
de los siguientes: Archivo de la Secretaría de la Defensa Nacional, Archivo General de la
Nación; Archivo del Centro de Estudios de Historia de México (Condumex); Archivo
Histórico del Estado de Colima; Archivo Histórico del Municipio de Colima; Archivo
Histórico de Jalisco; Archivo Legislativo del Estado de Colima; Archivo del Poder Judicial
del Estado de Colima; Archivo del Registro Público de la Propiedad y el Comercio del
Estado de Colima; y Archivo Parroquial de la Iglesia de San Francisco de Asís de Villa de
Álvarez; De su contenido, conviene destacar los siguientes aspectos:
Los informes oficiales y partes militares tenían el problema de justificar, sobre todas
las cosas, las acciones gubernamentales, encubriendo hechos (especialmente en caso de
derrotas) o exagerando victorias. En estos casos es posible encontrar en la estructura
contradictoria del documento, el trasfondo del mismo. Asimismo, un hecho falseado en un
documento puede ser comprobado mediante una comparación con otros documentos que
relaten el mismo hecho o con sucesos posteriores.
Por último, las declaraciones, comunicados o cartas emitidas por los actores a
estudiar, son sumamente escasas y no refieren la cotidianidad vivida al seno de sus grupos
armados; no obstante, algo se pudo encontrar sobre el mecanismo y funcionamiento de
sus mandos internos, así como el marco ideológico y estado de animo de los cabecillas o
líderes que los suscribían.
En fin, se realizó el mejor intento en la problematización de la temática señalada y
de efectuar el mayor acopio de información para sustentar las afirmaciones realizadas; los
resultados aquí se muestran para ser objeto del juicio y critica del medio académico y
público. Muchas cosas quedaron en el tintero, para evitar caer en la especulación y el
comentario ligero. El tema dista mucho de estar agotado, seguirá esperando del concurso
de nuevos y mejores esfuerzos. Este trabajo sólo ha recorrido un pequeño trecho en el
conocimiento del proceso social ocurrido en Colima durante una de las etapas de la
31
Revolución Mexicana.
I
LA REVOLUCIÓN, EL VILLISMO Y EL INDIO ALONSO: UN REPASO
HISTORIOGRÁFICO
1.- LOS ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCIÓN Y EL VILLISMO EN EL PLANO
NACIONAL
Para emprender el análisis sobre el fenómeno villista en Colima y su contraparte el
constitucionalismo, es de suma utilidad revisar, de entrada, el estado actual que guarda la
historiografía sobre la Revolución Mexicana en el plano nacional, destacando sus distintas
caracterizaciones, sus variados matices, confluencias y contraposiciones. Este panorama
historiográfico es un obligado marco de referencia.
A partir de la segunda mitad de los años ochenta han aparecido nuevos estudios
sobre la Revolución Mexicana, a partir de temáticas y visiones novedosas que revitalizan la
investigación histórica, abriendo brechas inéditas para pulsar los distintos rumbos que
adoptó este proceso revolucionario, modificando a su vez -como ya se señaló- las
caracterizaciones tradicionales sobre sus actores individuales y colectivos, respecto a su
importancia y objetivos durante su incursión en esta gesta revolucionaria. En esta línea de
trabajos se ubican los realizados por destacados investigadores extranjeros como: Hans
Werner Tobler, François Xavier Guerra, Alan Knight, John Mason Hart y Friedrich Katz. El
conjunto de estas investigaciones provocaron -y siguen provocando- una revaloración
sobre el carácter de la Revolución y sobre el papel de los distintos actores participantes;
algunas de estas elaboraciones arrojan nuevas visiones sobre Francisco Villa, su famosa
División del Norte, así como sus alianzas, consensos y disensos con distintos sectores de
la población nacional.
32
En lo particular, John Mason Hart, en su obra El México Revolucionario,12
considera que la Revolución Mexicana se fincó en un movimiento de masas que adoptó un
carácter marcadamente nacionalista ante el proceso de penetración capitalista que se
vivía en nuestro país. En esta perspectiva, integra a la Revolución Mexicana con otros
procesos revolucionarios (Irán, Rusia, China) que se desarrollaron por un mismo detonante:
los efectos de un imperialismo occidental devastador. Para él, esta es la causa global que
posibilita el desarrollo de este fenómeno en cada uno de estos países. En esta
perspectiva, pone énfasis en las afectaciones que desarrollaron los grupos y masas
revolucionarias mexicanas contra intereses norteamericanos, así como su actitud contra
los extranjeros; a estos elementos les otorga un papel nodal en todo el accionar
revolucionario.
Hart, afirma que la Revolución Mexicana se generó por conducto de las mismas
fuerzas y grupos sociales que llevaron los primeros levantamientos populares del siglo XX
ocurridos en el plano internacional. Campesinos, trabajadores industriales, pequeña
burguesía y élites provincianas enfrentaron al estado nacional y las agresiones y
amenazas extranjeras.
Respecto a los distintos bandos revolucionarios, al constitucionalismo lo ubica como
el representante de una élite provinciana y pequeño burguesa insubordinada contra los
intereses extranjeros que incursionaban en sus regiones coartando su desarrollo
económico y sus esperanzas de progreso.
Por su parte, al villismo lo identifica como un movimiento populista, conformado por
rancheros, vaqueros, pequeños agricultores, tenderos y artesanos. A los aliados
12
John Mason Hart, Revolutionary México. The Coming and Process of the Mexican Revolution, Berkeley,
University of California Press, 1887; El México revolucionario. Gestación y proceso de la Revolución Mexicana,
México, Alianza Editorial Mexicana, 1990.
33
transitorios del villismo, acuerpados en el llamado bando convencionista (Emiliano Zapata,
Eulalio Gutiérrez, etc.) los caracteriza como reformistas agrarios radicales.
En opinión de Hart, tras el desencadenamiento de la confrontación entre ambos
bandos, los constitucionalistas se erigieron en los triunfadores de la Revolución, gracias a
que contaron con el apoyo de los obreros urbanos organizados, los intelectuales, la
pequeña burguesía, las compañías estadounidenses y el mismo gobierno norteamericano.
Estos últimos, de manera sutil pero efectiva, contribuyeron política y militarmente con el
constitucionalismo para socavar a unos convencionistas que asumían una clara actitud antinorteamericana.
Asimismo, respecto al papel de las fuerzas internas más dinámicas en favor de esta
lucha nacionalista, les asigna una participación preponderante a los campesinos,
trabajadores rurales y obreros industriales, como artífices de este proceso revolucionario
emancipador.
Por otro lado, Has Werner Tobler, en La Revolución Mexicana. Transformación
social y cambio político,13 aborda su estudio a partir de la consideración que la
Revolución Mexicana no se puede explicar cabalmente, limitando su análisis a la década
armada (1910-1920), sino extendiéndolo hasta 1940, pues los cambios económicos,
sociales e institucionales implementados por el gobierno cardenista están entrelazados
con los acontecimientos revolucionarios de 1910 a 1920, de tal manera que se puede
hablar de una continuidad revolucionaria. A los cardenistas los cataloga como veteranos de
estas gestas revolucionarias ya que sus reformas se inscribían dentro de lo contemplado
13
Has Werner Tobler, Die mexikanische Revolution. Gesellschaftlicher Wandel and politischer Umbruch,
1876-1940, Frankfurt, Suhrkamp Verlag Frankfurt am Main, 1984; La Revolución Mexicana. Transformación social
y cambio político, 1876-1940, México, Alianza Editorial, 1994.
34
en la Constitución de 1917.
Otro elemento ponderado es la lucha revolucionaria que cerró su etapa en 1914 con
la caída de Huerta; ya que, el desmantelamiento del antiguo ejército y el derrocamiento
político (no económico) de la vieja oligarquía prerevolucionaria, generó las condiciones
para el establecimiento del agudo programa de reformas desplegado por el gobierno de
Lázaro Cárdenas. Tobler le atribuye un papel central a la relación y choque que ocurre entre
esta clase prerevolucionaria y el nuevo ejército revolucionario a lo largo de los distintos
momentos que vivió la revolución.
Relaciona lo ocurrido en los años cardenistas con el papel de la movilización y
cierto cambio de mentalidad de la población a partir de la revolución, así como las
contradicciones de una reforma agraria que durante los años veinte y treinta auspiciaron
una dinámica que impulsó esa política de reformas. Para Tobler, el experimento reformista
de Lázaro Cárdenas está enraizado y auspiciado por esta fase revolucionaria de 19101929, en un sentido mucho mayor que los efectos de la depresión económica iniciada en
1929. Cataloga a los años que van de 1910 a 1940 como un período revolucionario con
coherencia interna e identidad histórica.
En lo referente a la lucha revolucionaria, la considera como varias revoluciones o
levantamientos regionales parcialmente contrapuestos, donde subsistían diferencias
regionales, sociales y culturales. Respecto al levantamiento revolucionario antihuertista, lo
tipifica como las revoluciones de Sonora y Chihuahua, así como la revuelta campesina de
Morelos.
Cataloga al zapatismo como un movimiento por la restauración de antiguas formas
de propiedad, fincado en una homogeneidad social y un fuerte arraigo local. En opinión de
Tobler, estos elementos al inicio constituyeron su fuerza, pero posteriormente se
convirtieron en su debilidad y vulnerabilidad.
Al movimiento sonorense lo concibe estructurado "desde arriba", es decir por el
estado; por tanto, no le otorga el carácter de un levantamiento popular, ni gestado a partir
35
de una perspectiva social revolucionaria. Sus fuerzas armadas se articularon sobre los
preceptos de un ejército profesional.
Según este autor, el movimiento revolucionario acaudillado por Pancho Villa surgió
como una movilización "desde abajo", de carácter más popular y con una política social
más radical, aunque con cierta ambigüedad debido a la influencia conservadora de viejos
maderistas, así como a la lógica impuesta por una economía de guerra que impedía o
aplazaba la realización de reformas estructurales en el campo mexicano.
Por su parte François-Xavier Guerra, en México: del Antiguo Régimen a la
Revolución,14 analiza la evolución ocurrida entre el porfiriato y la etapa maderista. Hasta
antes de la investigación emprendida por este autor, los años porfiristas se había
analizado centralmente desde el ámbito económico-social; Guerra toma un sendero
distinto, colocándose en el estudio de la evolución política, en los factores ideológicoculturales, así como en las mentalidades. Para él, la sociedad mexicana del siglo
decimonónico y los inicios del XX se desarrolló entre una dicotomía entre la sociedad
tradicional u "holística", donde predominaban los actores colectivos (pueblos,
comunidades indígenas, clanes familiares, haciendas, etc.) frente a las élites
modernizadoras que buscaban el predominio del individuo como ciudadano (prototipo de
la contemplado en la constitución liberal establecida en el país).
Estos actores colectivos tradicionales permanecían ajenos a la política formalmente
establecida en el país, la cual, pese a su concordancia con los postulados de una sociedad
moderna, estaba muy distante de la realidad existente en la sociedad mexicana, por lo que
no pasó de ser una "ficción democrática". Su estudio se centra en las tensiones o
desarrollos dispares que se observan en estos dos mundos en que se divide el país,
aspectos importantes para comprender al régimen porfirista y su etapa de crisis.
Respecto de la evolución política ocurrida a lo largo de todo este periodo, destaca
14
François-Xavier Guerra, Le Mexique. De l´ancien régime à la révolution, 2 vols., Paris, L´Harmattan,
1985; México: del Antiguo Régimen a la Revolución, 2 tomos, México, FCE, 1988.
36
el proceso de centralización en el ejercicio del poder estatal sobre la base de la
eliminación de autonomías regionales y locales. Fenómeno que, en su opinión, se
profundizó a partir de la gran influencia que alcanza el grupo de los Científicos en la
segunda mitad del régimen porfirista.
Guerra sostiene que la Revolución Mexicana fue de carácter estrictamente
sociocultural. Para él, la nación moderna es ante todo una construcción cultural e
ideológica. Asimismo, considera que se presentó una continuidad entre el porfiriato y la
revolución; ésta última aceleró el proceso de centralización política y desarrollo económico.
A partir de conectar los fenómenos políticos y culturales desde el establecimiento de la
Constitución de 1857, el porfiriato y la evolución política de la revolución, Guerra imprime a
su análisis una perspectiva de larga duración. Esta visión es importante ya que puede
servir de pauta para revisar la presencia de este tipo de procesos, tras el arribo de la
revolución a la entidad colimense; por otra parte, algunas de sus propuestas utilizadas al
analizar a los actores políticos del período porfirista son particularmente significativas para
su contraste en el plano regional.
Más que descalificar o confrontar la visión económica-social sobre el porfiriato y las
causas del estallido revolucionario, el trabajo de François Xavier Guerra complementa o
enriquece la óptica de análisis, en el entendido que tanto uno como otro aspecto no
pueden utilizarse de manera unilateral para comprender la crisis revolucionaria y el
estallido social que desembocó en la Revolución Mexicana, donde se patentizaron tanto
rupturas como continuidades.
En lo tocante a Alan Knight, en su obra La Revolución Mexicana. Del porfiriato al
nuevo régimen constitucional,15 centra su análisis en la fase armada de la revolución
comprendida de 1910 a 1920. A lo largo de su vasto estudio rastrea minuciosamente la
polifacética realidad nacional, a partir de acuciosas reflexiones teórico-metodológicas y
15
Alan Knight, The Mexican Revolution, 2vols., Cambridge, Cambridge University Press, 1986; La
Revolución Mexicana. Del porfiriato al nuevo régimen constitucional, 2 vols, México, Ed. Grijalbo, 1996.
37
comparativas. Destaca el carácter popular de la revolución (puesto en duda por estudios
precedentes) y particularmente, su acentuación agraria y rural. Sin embargo -y en esto
coincide con Guerra- pondera en su análisis los factores de índole político y cultural frente
a los clásicos estudios económicos orientados a destacar la estructuración de clase y su
luchas antagónicas para explicar el fenómeno; aunque, conviene destacar, que no
descuida los aspectos relativos al desarrollo económico del país en estos años, así como
su estructura social.
En su análisis sobre los procesos regionales y locales ligados al acontecer
revolucionario, Knight desfocaliza el estudio del movimiento campesino cuyo epicentro
giraba en torno a las acciones encabezadas por Emiliano Zapata en el Estado de Morelos
y zonas aledañas, destacando una diversidad de movimientos campesinos autónomos a lo
largo de la geografía del país, los cuales presentaron características heterogéneas, donde
se desarrollaron fuerzas sociales diversas, ideas,
metas, actuación y liderazgos
diferenciados. Todo este fenómeno lo articula en una nueva categoría analítica: los
"movimientos serranos".
La característica que les incorpora a estos movimientos, además de su sentido
agrario y popular, es su localización periférica (a menudo en la sierra o zonas abruptas) y
su resistencia contra las tendencias centralistas del estado nacional. Para Knight, lo
distintivo de estos movimientos serranos era su composición más alla de su origen de
clase, sobre todo por las características socioculturales que manifestaban, las cuales
consistían en una cultura política parroquial, elemento que los colocaba en una franca
oposición a las coaliciones revolucionarias que se sustentaban en una orientación nacional
y urbana, como lo fue el constitucionalismo.
Alan Knight considera a la Revolución Mexicana como la confluencia e interacción
de toda una gama de movimientos regionales y locales. A estos movimientos los considera
decisivos sobre el devenir revolucionario, sobre los programas sociopolíticos de las
distintas facciones revolucionaria; por ello, gran parte de su trabajo esta centrado en el
estudio de la primera mitad de la década de grandes convulsiones revolucionarias (1910-
38
1920), donde se escenificaron grandes movilizaciones sociales, agudos conflictos políticos
y militares, los cuales incidieron significativamente en el sentido que adoptó la revolución
tanto en orientación real y formal (lo contenido en la Constitución de 1917). Cataloga a la
Revolución Mexicana como un proceso donde, tras una orientación reformista inicial, se
estructuraron dos tentativas revolucionarias (una desde las clases bajas y otra desde las
élites políticas y culturales) que confluyeron, se sobrepusieron y se confrontaron lo largo de
toda esta década.
Según este historiador, las coaliciones militares 1914-1915 no se sustentaban en
una clara identificación ideológica y de clase. Al constitucionalismo lo caracteriza como
una coalición política-militar no cimentada fundamentalmente por su origen o filiación
clasista, sino por sus elementos culturales, educación, lugar de origen y experiencia
revolucionaria compartida. En su opinión, el carrancismo evolucionó a partir de una alianza
de fuerzas coahuilenses y sonorenses; la cual, al expandirse, logró controlar a toda una
coalición nacional. Al establecerse en el poder se caracterizó por actuar de manera
intolerante, con exclusivismo político, sectarismo ideológico, faccioso, oportunista y
corrupto. Para este autor, muchas de las actitudes de los constitucionalistas se sustentaron
en criterios de superioridad cultural e incluso racial de los norteños.
Agrega que, al establecer su dominio en el país, constituyeron un régimen
centralizador. En las regiones gobernaron militares forasteros, impuestos desde fuera y
carentes de apoyo local, los cuales, para lograr su propósito, podían usar la fuerza o la
lisonja, dádivas individuales, clientelares o reformas laborales y agrarias. Para Knight,
muchas de las reformas carrancistas, no obedecían a su adhesión a una clase específica,
sino al ambiente urbano, comercial y culto que compartían los jefes constitucionalistas y sus
soportes intelectuales.
Por otra parte, Alan Knight cataloga al villismo como un movimiento dinámico y
cambiante en su composición y finalidades. Además, lo caracteriza no solo ni
fundamentalmente a partir de su origen de clase, sino a partir de sus elementos culturales,
educación, religión, lugar de origen y la ubicación en el proceso revolucionario. Pondera al
39
localismo como uno de sus rasgos básicos, el cual moldea mucha de su participación en
este convulso proceso.
Al núcleo inicial del villismo lo ubica dotado de una identidad personal y regional,
así como con arraigo popular. A partir de 1913, a medida que el villismo se extendió hacia
el sur, se le unieron bases sociales diferentes; específicamente, en 1914-1915 la
competencia por el poder nacional dio lugar a la formación de amplias y rápidas
coaliciones políticas. La coalición villista se integró por grupos sociales diversos, sin tener
como sustento una clara identificación ideológica o de clase, sino obedeciendo a
necesidades inmediatas, tácticas y personales.
El Centauro del Norte se nutrió con fuerzas locales, muchas de las cuales se
consideraron "nominalmente" villistas por su rechazo a la política y acciones de los
carrancistas. Fue también un refugio para las rebeliones de individuos y sectores
terratenientes. Asimismo, muchos jefes de buena fe, populares y, con frecuencia,
agraristas, también se declararon villistas.
El villismo se entregaba al eclecticismo desenfrenado, listo para tolerar a cualquier
poder o interés local que le ofreciera fidelidad o le prometiera ventaja efímera:
terratenientes, agraristas, exfederales, bandoleros, caciques, religiosos, etc. Esta coalición
militar se formó básicamente mediante lealtades y rivalidades personales, en las
vicisitudes de carreras individuales y con decisiones locales oportunistas o simples
consideraciones clientelares. Sin embargo, después de 1915, el villismo fue en retroceso y
muchos de estos grupos se desvincularon de esta amplia coalición.
Finalmente, considera que el villismo comenzó y terminó como un movimiento
popular y local arraigado a la sierra y encabezado por jefes plebeyos. Su expansión y
sofisticación de 1914 y parte de 1915 fueron efímeras, superficiales y atípicas.
Este mismo autor, nos brinda una apropiada tipología sobre el bandolerismo
mexicano ocurrido de 1915 a 1920; distingue tres tipos de bandolerismo: en primer lugar,
el bandido "social" o rebelde popular (adoptando la caracterización elaborada por Eric
40
Hobsbawm) que se degenera en bandido"profesional", triste decadencia en movimientos
de tiempos desordenados; en segundo lugar, se encuentran los mismos bandidos sociales
que adoptan otros matices, aquellos empujados al bandolerismo por las acciones del
nuevo régimen y que constituyen el equivalente de las rebeliones defensivas sureñas; y por
ultimo, los bandidos totalmente profesionales, para quienes el bandolerismo era una forma
de vida, ocupación lucrativa, estimulante quizá, pero carente de todo matiz social.
Por otra parte, Friedrich Katz, en su más reciente obra Pancho Villa16 brinda otra
mirada sobre el tema. No explica el fenómeno del villismo a partir de valores rurales de tipo
tradicional arraigados en una región o localidad, contrapuestos a practicas y normas de
tipo moderno promovidas por el Estado. En su opinión, estos fenómenos socioculturales no
son ejes centrales para diferenciar al villismo y a los movimientos serranos del
carrancismo.
Para Katz, el villismo (más alla de los años 1915-1916) tenía una base social
diferente de la carrancista, una política más orientada hacia la clases bajas de la
población, una actitud distinta con los hacendados y sus propiedades. Por tanto, considera
que el villismo representaba una dimensión marcadamente social, fincada en un apoyo de
las clases medias y bajas de la sociedad mexicana. En otras palabras, para Friedrich Katz,
el concepto de "movimientos serranos" es limitante para explicar el fenómeno villista en
toda su dimensión.
Según sus palabras, Knight ubica a ambos bandos revolucionarios compuestos por
campesinos norteños que se enfrentaban al Estado no por la tierra sino para resistir los
intentos de control, sometimiento y para conservar su autonomía. Por otra parte, a los
problemas agrarios los considera menores y, si ocurrieron, fueron contra caciques locales.
Su diferencia la atribuye al carácter de sus dirigentes locales y regionales, dejando de lado
toda causa social. Según Katz, en la lógica de Knight, los localistas se alían con Villa, los
16
Villa.
Friedrich Katz, Pancho Villa , 2 vols., México, ERA, 1998.Título original: The Life and Times of Pancho
41
que tienen una visión nacional con Carranza. En consecuencia, los carrancistas querían un
gobierno nacional fuerte, mientras que Villa y sus partidarios un gobierno federal débil y un
alto grado de autonomía regional.
En un sentido diferente, Katz afirma que el estallido violento de las confrontaciones
entre estos dos bandos revolucionarios mexicanos se debió al desarrollo independiente de
cada uno de los principales movimientos revolucionarios. A diferencia de la revolución
maderista de 1910-1911, no existía una organización política común ni un dirigente
carismático y reconocido cuya autoridad hubiera quedado establecida a través de una
larga campaña política, antes del estallido de la revolución.
Por lo anterior, las rivalidades personales y las profundas diferencias culturales
existentes entre Carranza y Villa fueron, ciertamente, factores que precipitaron el estallido
de una nueva guerra civil, pero, de ninguna manera, los motivos del enfrentamiento se
redujeron a dichas rivalidades personales. Por tanto, para explicarse los motivos de tal
ruptura y confrontación, se adentra en tres aspectos centrales: la contraposición entre la
visión centralista y el regionalismo (ya aludida por Knight), la postura de ambos respecto a
la reforma agraria y su actitud frente a los Estados Unidos
Con respecto al carácter clasista del movimiento villista y su actitud sobre la reforma
agraria, sostiene que, en su composición social y en la personalidad de sus dirigentes,
tenía mucho más de un movimiento agrario que la otra facción norteña, encabezada por
Venustiano Carranza.
Otra característica contrastante de Friedrich Katz respecto a Alan Knight, es el
peso de los factores externos en el curso de la revolución; aspecto al que Knight asigna
poca importancia. En La Guerra Secreta en México,17 Katz considera que si bien las
potencias e intereses extranjeros no fueron un factor determinante sobre el sendero y meta
a la cual arribó la Revolución, si ejercieron una influencia que dejó honda huella en su
acontecer. En esto destaca el papel desempeñado por Estados Unidos, a través de su
17
Friedrich Katz, La guerra secreta en México, 2 vols., México, ERA, 1984.
42
presencia diplomática y militar, ya sea mediante los sucesos que llevaron a la renuncia y
muerte de Madero y la ocupación del Puerto de Veracruz en 1914, así como su papel
indirecto al erigirse en un mercado importante para el abastecimiento bélico de los grupos
revolucionarios del norte y su transformación en verdaderos ejércitos profesionales.
Elemento externo que se entrelaza y da significación importante a los constitucionalistas
para convertirse en la fuerza hegemónica y triunfadora indiscutible.
Ante las visiones de Knight y Katz sobre los actores sociales partícipes de la
Revolución, es atractiva la apreciación de Robert Curley
18
en el sentido de que ambas
visiones pueden encontrar un punto de confluencia que permita no reducir la escala de
análisis sobre toda la gama de actores q ue participaron en este proceso revolucionario tan
heterogéneo. En este sentido, la propuesta analítica de clase social, elaborada por Edward
P. Thompson, puede integrar estas dos visiones.
Para Thompson, las clases sociales no son una estructura establecida a priori, a la
cual deben encuadrarse los grupos humanos, sino un proceso donde los actores
incorporan su experiencia para su formación como clase. Su propuesta, ayuda a encontrar
las causas del comportamiento de los sujetos, analizándolos no sólo a partir de su
ubicación económica, sino de su formación cultural, sus tradiciones, mentalidad,
religiosidad y origen; a fin de no caer en un reduccionismo económico que elimine las
complejidades de motivación, conducta y función de los hombres al seno de una sociedad.
A partir de las pautas marcadas por E. P. Thompson, el concepto de movimientos
serranos de Knight se puede enriquecer a fin de ofrecer un análisis de los sectores y
clases bajas, prestando particular atención a sus acciones y a las motivaciones y medios
18
Robert Curley, “Pensar la Revolución Mexicana: El impulso revisionista y los temas de Jalisco, 19101920", en Revista del Seminario de Historia Mexicana : Prácticas sociales, siglos XVIII al XX, Guadalajara,
Universidad de Guadalajara, Nº 5, Primavera de 2000.
43
utilizados para legitimar su comportamiento; específicamente,
en los elementos
simbólicos que dan significado a su proceder. Esta forma de ser de los actores determina,
finalmente, su ideología y el cambio socio-histórico.
Además de estas relevantes investigaciones, el tema se ve reforzado por otros
trabajos no menos significativos y sugerentes como los desarrollados por John Tutino 19 y
Ramón Eduardo Ruiz, 20 los cuales, indudablemente, vienen a enriquecer la discusión y
análisis sobre dicha temática. Otros estudios que se suman en esta misma perspectiva
son la gran cantidad de trabajos dedicados al estudio de la revolución dentro de los
espacios regionales o estatales, donde figuran los realizados por Thomas Benjamin, Mark
Wasserman,21 Raymond Buve,22 Romana Falcón,23 Paul H. Garner,24 entre muchos otros.
Esta prolífica actividad esta provocando que la historia de la Revolución Mexicana se
enriquezca y reescriba de manera cada vez más dinámica.
2.- EL VILLISMO Y EL INDIO ALONSO EN LA LITERATURA E HISTORIOGRAFÍA
COLIMENSE
19
John Tutino, From Insurrection to Revolution in Mexico: Social Bases of Agrarian Violence, 1750-1940,
Princeton, Princeton University Press, 1986; De la insurrección a la revolución en México. Las bases sociales de la
violencia agraria, 1750-1940, México, ERA, 1990.
20
Ramón Eduardo Ruiz, México: la gran rebelión, 1905-1924, traducción de José Luis González, México,
ERA, 1984.
21
Thomas Benjamin y Mark Wasserman (comps), Provinces of The Revolution. Enssays an Regional
Mexican History, 1910-1929, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1990; Historia regional de la
Revolución Mexicana. La provincia entre 1910-1929, México, CNCA, 1996.
22
Raymond Buve, El movimiento revolucionario en Tlaxcala, México, Universidad Autónoma de Tlaxcala Universidad Iberoamericana, México, 1994.
23
Romana Falcón, Revolución y caciquismo. San Luis Potosí, 1910-1938, México, El Colegio de México,
1984.
24
Paul H. Garner, La Revolución en la Provincia. Soberanía estatal y caudillismo en las montañas de
Oaxaca (1910-1920), México, FCE, 1988.
44
En lo referente al ámbito de la historiografía local, si bien los trabajos en este tenor
no son muy abundantes, es conveniente tomarlos en cuenta, dado que constituyen un punto
de partida y referencia a lo largo de toda esta i nvestigación. En estas páginas se pretende
conocer los avances o limitaciones de la problemática planteada, mediante un breve
recuento historiográfico sobre las obras que abordan, directa o indirectamente, las
acciones villistas y la atrayente figura de Vicente Alonso.
Sin lugar a dudas, uno de los estudios más serios sobre la Revolución en Colima es
el elaborado por Pablo Serrano Álvarez. Al interior de sus vastas publicaciones sobre el
tema, se encuentra la idea de que la revolución se hizo presente en la entidad no originada
a partir de fenómenos endógenos a la realidad local sino que llegó proveniente del norte y
se instituyó en Colima en julio de 1914, a partir del arribo de las fuerzas constitucionalistas
comandadas por Álvaro Obregón.
En opinión de Serrano Álvarez, el gobierno emanado de dichas fuerzas
revolucionarias tuvo un marcado corte reformista que auspició, en el ámbito local, todo un
proceso de transformación y convulsión social. Puntualiza que las medidas y prácticas
revolucionarias neutralizaron políticamente a la oligarquía colimense, pero no la afectaron
en lo esencial de su poderío social y económico, a excepción de lo padecido por algunos
oligarcas nativos. Aun más, señala que la oligarquía, en términos generales, se puso al
servicio de la Revolución.
En relación al surgimiento de diversas organizaciones obreras y campesinas, así
como a las acciones emprendidas por éstas, Serrano Álvarez las toma como un indicativo
para asegurar que la sociedad colimense vivía descontenta con un sistema o ligárquico de
fuerte arraigo en la entidad. El constitucionalismo, con su política de reformas abrió las
puertas para la expresión de dicho malestar social.25
25
Pablo Serrano Álvarez, "La oligarquía colimense y la Revolución 1910-1940" en Dimensión
Antropológica, México, INAH, número 1, 1994, p. 64.
45
En el estudio de este proceso histórico, este investigador destaca como actores
fundamentales durante la etapa revolucionaria en Colima, a la oligarquía y a la élite política
local, al igual que a los altos militares constitucionalistas. El villismo, como fenómeno social
local o regional (aunque obviamente marginal), no figura dentro de sus actores sujetos a
estudio.
De manera particular, alude al bandolerismo como un indicador para destacar el
clima de inestabilidad social que se vivía en esos años; sin embargo, no le dedica mucha
atención. Refiere que a dicho bandidaje se le ha asociado con grupos villistas, pero
sostiene que no se encuentra debidamente documentado. Compartiendo esta opinión de
Pablo Serrano, este trabajo busca cubrir, en parte, dicha carencia.
En lo tocante a otros historiadores que han abordado el proceso revolucionario en la
entidad y dentro de éste la presencia del villismo, destaca el trabajo de Ricardo B. Núñez,
quien, además de interesarse por el pasado colimense, tiene el mérito de haber sido
partícipe o testigo de varios de los sucesos ocurridos durante estos aciagos años
revolucionarios. En su obra dedicada a la Revolución en la entidad,26 describe de manera
detallada varios de los hechos que dominaron la vida de Colima desde principios del siglo
XX hasta la promulgación de la Constitución de 1917.
Con patente humildad elabora este repaso cronológico sobre toda una gama de
sucesos donde le da realce a elementos causales para el surgimiento y presencia de la
revolución en tierras colimenses. En concordancia con las visiones clásicas sobre los
detonantes de la inconformidad popular, destaca el contraste social existente en la entidad,
a partir del predominio de un sólido sector de hacendados frente y un sector mayoritario de
peones y sectores débiles que recibía
bajos salarios y se debatía en extremas
condiciones de miseria. A simismo, considera que el crimen de Tepames, ocurrido en 1909
26
Ricardo B. Núñez, La Revolución en el Estado de Colima, México, INEHRM, 1973; La Revolución,
México, Talleres Gráficos de México, 1973, (Colección Colima en la Historia de México, t VI).
46
bajo los auspicios de jefes militares del Gobernador Miguel O. de la Madrid, fue un
detonante para la formación de la conciencia cívica del pueblo y de rechazo a la dictadura.
Sin embargo, al abordar los sucesos acaecidos durante la revolución maderista,
resalta la decisiva presencia que desempeñaron rancheros michoacanos y colimenses
como organizadores y sostenedores de la rebelión acaudillada por Eugenio Aviña.
Aspecto que aparece como contradictorio al poner como eje central de la polarización y
descontento local a la injusta relación de explotación de hacendados sobre los peones
colimenses.
A lo largo de su trabajo destaca la figura de grandes personajes como baluartes
para la grandeza y desarrollo de la entidad. Particularmente destaca la labor de dos
gobernantes: J. Trinidad Alamillo y Juan José Ríos. Al primero lo cataloga como una
persona recta, rodeada de gran apoyo popular y siempre preocupado por el progreso
material y cultural de C olima. Sobre el desempeño del General Ríos, lo ubica como un gran
estadista por su impulso a la educación, la organización obrera, la dotación de tierras y la
formación de diversos ejidos.
Sobre la presencia del villismo en Colima, lo considera como una invasión
perpretada por efectivos de parte de esta facción revolucionaria, la cual se reforzó con
individuos que se cobijaron bajo esta bandera para cometer gran cantidad de fechorías. Un
aspecto importante de su trabajo son las listas que proporciona acerca de las personas
afiliadas al villismo y buena parte de sus acciones. Al detenerse en Vicente Alonso, uno de
los principales cabecillas villistas, afirma que formó un contingente para luchar exprofeso a
favor de la causa villista,; más aun, de manera i mplícita, el "Indio Alonso" aparece como el
abanderado de todo un movimiento defensor de las proclamas agraristas.
Esta actitud, en los hechos, tiende a anular, borrar o minimizar el hecho o significado
de que Vicente Alonso haya sido un bandolero con antecedentes previos a la llegada de
los aires revolucionarios a Colima. A la vez, no existen evidencias que demuestren la
existencia de una disputa o malestar de peones, indígenas o aparceros locales con
respecto al sistema de propiedad y explotación de la tierra en la entidad.
47
Por otra parte, continuando con este repaso historiográfico, existen otros trabajos
dedicados centralmente al tratamiento de la vida y acciones de algunos protagonistas
bandoleros y villistas oriundos de la entidad. Dentro de las publicaciones más conocidas
cuya temática central se refieren a la figura y acciones de Vicente Alonso, figuran: "La
muerte del Indio Alonso", aparecida en Triología Histórica de Colima, texto escrito por
Roberto Urzúa Orozco en 1979; así también, en 1995, se publicó Andanzas del Indio
Alonso, obra novelada bajo autoría de Alfredo Montaño. Desde otra veta académica,
Blanca Estela Gutiérrez Grageda, analiza al bandolerismo colimense y al Indio Alonso en
una publicación auspiciada por el Archivo Histórico del Municipio de Colima, sobre la cual
se comentará más adelante.
En la primera de ellas -"La muerte del Indio Alonso" de Roberto Urzúa-, el autor
presenta una entrevista realizada a Ramona Murguía, quien fue raptada por el Indio Alonso,
convivió unos meses a su lado y, finalmente, figuró entre los responsables de la muerte del
aludido jefe bandolero. A lo largo de su crónica, la anciana narra con lujo de detalles sus
experiencias vividas al convivir con la gavilla alonsista, así como las motivaciones y
circunstancias que la llevaron a participar en el asesinato de su raptor.
Por su parte, Alfredo Montaño, estructura su obra utilizando como hilo conductor a
un personaje (Lino Araiza) integrante del grupo bandolero, dedica su atención a las últimas
correrías del " Indio Alonso", a su trágico final. Para ello utiliza dos recursos: una hábil prosa
y fuentes testimoniales orales y escritas, razón por la cual, se ubica dentro del género de la
novela histórica.
Conviene precisar que la finalidad de este apartado no es analizar la estructura de
las obras descritas, su estilo o rigor literario. El objetivo es detectar la forma como abordan
la personalidad de Vicente Alonso desde el punto de vista histórico y la caracterización que
hacen de él y sus acciones, en la perspectiva de constatar su fidelidad con el acontecer
histórico.
En "La muerte del Indio Alonso", Roberto Urzúa intercala comentarios a lo largo del
48
relato, en los cuales describe al "Indio Alonso" como un " famoso revolucionario villista (...)
terror de una amplia región del estado de Colima y Jalisco, presa codiciada de las
fuerzas federales del General Ríos (...) rapaz azote de ricos hacendados y enamorado
galopante de las maestras rurales".27 Rasgos corroborados por Ramona Murguía, al
señalar en su relato los nexos del "Indio Alonso" con Pedro Zamora y otros destacados
jefes villistas de la comarca, sus acciones para recolectar "préstamos" forzosos, así como
sus prácticas y alardes de mujeriego.
27
Roberto Urzúa Orozco, Trilogía Histórica de Colima, Guadalajara, Talleres Litográficos de Impre-Jal,
1979, p. 18.
49
Otros de los aspectos sobre los que proporciona luz el trabajo de Roberto Urzúa son
los lazos familiares que prevalecían en la conducción de la gavilla; por ejemplo, según
Ramona Murguía : "Domingo, Máximo y Cipriano Corona Peña, eran primos y la hacían de
segundos" de abordo para Vicente Alonso.28 De igual manera, sobre el resto de sus
componentes nos dice: "eran pura muchachada de poca edad, muy limpios y mejor
armados".29 Aunque los hacendados que hablan en la novela de Alfredo Montaño se
refieren a ellos como "estos pinches calzonudos, patarrajadas, mugrosos".30
Un aspecto a destacar tras la lectura del trabajo de Roberto Urzúa, es la
ponderación hecha sobre el terror que infundían las acciones y el sólo apodo del "Indio
Alonso"; para ello recurre a anécdotas como la que supuestamente ocurrió en la plaza de
toros establecida en Villa de Álvarez durante sus fiestas tradicionales, donde al grito ¡Ahí
viene el Indio Alonso!, la gente se abalanzó a la salida, evacuando el lugar en escasos
minutos.31
Por otra parte, en Andanzas del Indio Alonso de Alfredo Montaño se encuadra al
personaje con similares características a las que presenta Roberto Urzúa. En referencia al
sentido de su rebelión, no sólo lo ubica como combatiente villista, sino preocupado por los
problemas agrarios; este hecho se resalta cuando crea un diálogo entre Alonso y su primo
28
29
30
31
Ibid., p. 47.
Ibid., p. 49.
Alfredo Montaño, Andanzas del Indio Alonso, México, EDAMEX, 1995, p. 32.
Ibid., p. 37.
50
Cipriano, el cual se desarrolla de la siguiente manera:
- Que los de Suchitlán ahora cuentan con ejido
- Así es Alonso.
- Pos eso no va a pasar con nosotros ¿lo oyes? Eso no ocurrirá con los de Zacualpan,
porque son tierras comunales ¿no?
Las características atribuidas a Vicente Alonso y esta idea de lucha por la defensa
de las tierras comunales, campean en la idea de Montaño para mostrarlo reticente en
acatar la amnistía decretada por el General Álvaro Obregón para todos los villistas que
entregaran las armas. La actitud, presumiblemente, adoptada por Alonso, es plasmada por
Alfredo Montaño en los siguientes términos: " Andan rastreándonos a los de la División del
Norte que no nos acogimos a la amnistía, y a muchos de ellos ya los agarraron. Ese
pinche barbas de chivo y sus gentes para todo se las gastan, hasta para sobornar
alzados".32
Este dialogo no tiene mucha fidelidad histórica, pues en noviembre de 1915,
Vicente Alonso entabló pláticas con el gobierno del General Juan José Ríos, donde
notificaba su disposición para entregar las armas y retirarse a la vida privada a cambio de
una buena suma de dinero para él y otra parte para sus hombres (sobre este aspecto se
ahondará en páginas posteriores); propuesta que las autoridades no aceptaron.33 Con lo
anterior, queda en entredicho ese rasgo inflexible e indómito atribuido al "Indio Alonso",
todo emanado del carácter mitificador con que se ha rodeado a dicho personaje.
Lo mismo puede decirse con respecto al calificativo dado por Montaño al presentar
a Vicente Alonso como " el más venturoso y más terrible de los filiales villistas",34 pues en
32
Ibid., p. 77.
33
Al respecto véase, Correspondencia entre Vicente Alonso y el General Juan José Ríos, noviembre 25
de 1915; en Archivo Histórico del Estado de Colima (en adelante AHEC), leg. 868, 1915.
34
Alfredo Montaño, Op. cit., p. 9.
51
su escrito al Gobernador, el cabecilla rebelde menciona: "debo decirle que yo no soy
partidario carrancista ni villista, pues si hando (sic) revolucionando e n el partido villista,
es por tener bandera alguna (...) si me levanté en armas no fue por motivos políticos sino
por motivos personales”.35
No se descarta la posibilidad de que esta afirmación se hiciera para facilitar la
negociación de la amnistía, pero resulta poco probable si se toma en consideración que
desde antes de la caída del gobierno de Enrique O. de la Madrid, Vicente Alonso fue a
parar a la cárcel, cuyo lugar abandonó en julio de 1914, según disposición gubernamental,
para ser incorporado a los servicios del ejército. De este hecho no se puede desprender,
como lo afirmaba la prensa de la época, que fue pistolero a sueldo del gobernador Antonio
Delgadillo, pues en tiempos de conflicto bélico, como el que se presentaba ante el arribo
de las fuerzas constitucionalistas a la entidad, era práctica común enrolar a los presos en
los ejércitos que tenían o tomaban el poder de la plaza.
Sin embargo, independientemente de la ausencia y presencia de reales posturas
políticas como motivadoras de las actividades realizadas por el "Indio Alonso", el solicitar
amnistía, pedir una alta cantidad de dinero para deponer las armas y plantearse neutral
ante la disputas de villistas y carrancistas, pone en tela de duda lo fidedigno que pudo ser
el colocar a Vicente Alonso como "el más venturoso y más temible de los filiales villistas".
Por todo lo anterior, es evidente la existencia de vestigios mitificadores en Andanzas del
Indio Alonso.
Por su parte, Blanca E. Gutiérrez Grageda en sus trabajos Prófugos de la ley y la
utopía y El descontento campesino en Colima 1914-1926, plantea como hipótesis que el
35
Correspondencia entre Vicente Alonso y ..., loc. cit.
52
medio rural colimense se vio profundamente sacudido como producto de las medidas
reformistas emprendidas por la administración gubernamental encabezada por el General
Juan José Ríos, lo que se convierte en un detonante social.
Entre las razones aludidas como causa del bandolerismo ubica la pobreza de la
zona montañosa colimense, los abusos cometidos por las tropas durante sus incursiones a
las áreas rurales, la inseguridad en el campo y el temor ante la leva. Blanca Gutiérrez no
ubica a Vicente Alonso como un luchador agrario, pero sí como un personaje protegido por
los indígenas de Zacualpan, de donde es oriundo. Implícitamente, lo coloca dentro de
quienes no abanderan ideas revolucionarias, quedando fuera de lo que ella denomina
"utopías transformadoras".
Pese a ser acertadas las razones aludidas como incentivadoras de la
inconformidad local, el dejar de lado la ponderación de hombres como Vicente Alonso, no
puede conducirnos al otro extremo e invalidar todo matiz o causa política en las acciones
bandoleras ocurridas en la entidad durante esos años, ya que si bien, una buena cantidad
de hombres tomaron ese camino para dedicarse exclusivamente al asesinato y al saqueo;
por el cúmulo de sucesos acaecidos en Colima durante estos años, esta problemática no
puede limitarse a la visión planteada por Blanca Gutiérrez, quien cataloga las acciones
políticas emprendidas por estos grupos como casos de excepción, ya que en su opinión:
"la mayoría de las gavillas existentes estaban integradas por auténticos bandoleros
carentes de motivaciones políticas explícitas".36
Primeramente, no toda acción o proclama explícita necesariamente lleva implícito
su significado real; de igual manera, la falta de un manifiesto político no puede tomarse, por
sí sólo, como prueba de bandolerismo vulgar. Así también, dicha afirmación no puede
lanzarse sin ahondar en el origen, articulación y significación que alcanzó el villismo en la
entidad colimense.
36
Blanca Estela Gutiérrez Grageda, Prófugos de la ley y la Utopía. (Bandolerismo en Colima: 19101926), Colima, Archivo histórico Municipal de Colima, 1992, (Pretextos, textos y contextos Nº 4), p. 18.
53
Después de revisar las diferentes interpretaciones existentes sobre la vida y
acciones del villismo y de Vicente Alonso, lo primero que encontramos es la existencia de
una tendencia dominante: explicarlo a través de su figura. Actitud persistente aun cuando
en algunos casos se aluda a clases sociales o bandolerismo social.
Con estas formas de abordar el tema, no se sobrepasa la historia política de
caudillos o grandes personajes, aunque se perciban elementos que tienden a explicar el
conflicto a través de condicionamientos sociales. La revisión de la situación social en
Colima en esos años, no va más allá de la mera enumeración del conflicto y de las
condiciones de vida, las cuales, en otra vertiente, sólo sirven de contexto en el desarrollo
de los jefes o caudillos, en torno a quienes se decide y construye la historia.
Se deja de lado el análisis de la composición del propio contingente armado. Con la
etiqueta de "villistas" se homogeniza y hace abstracción de las diferencias representadas
tras la participación de hombres provenientes de grupos y estratos diferentes (indígenas,
labradores montañeses, campesinos de los valles, profesionistas, militares y autoridades
menores), poseedores de intereses, tradiciones y formas de reproducción social muy
particular.
COLIMA: SU ESPACIO NATURAL Y HUMANO
54
El Estado de Colima es uno de los más pequeños de la República Mexicana. Su
extensión territorial comprende una área de 5, 887 Km². Se encuentra situado en la costa
occidental, entre los paralelos 18_ y 2 0_ latitud norte y los meridianos 4_ 12_ y 5_ 33_ de
longitud oeste de México. Limita al norte y al noreste con el Estado de Jalisco, al sureste
con Michoacán y al suroeste con el Océano Pacífico.
Su territorio o jurisdicción política-administrativa, así como su región como espacio
histórico-natural ha variado con el paso de las épocas y los años. En tiempos
prehispánicos, el área actual se encontraba vinculada política, cultural y económicamente a
los valles vecinos de Tuxcacuesco y Zapotlán. Tras la conquista española de la región, el
territorio de Colima dependió política y administrativa del virreinato de Nueva España, y en
el ámbito religioso del Obispado de Michoacán; a partir del siglo XVI, esta jurisdicción
espiritual se trasladó a Guadalajara. Al p resentarse el sistema de intendencias, a partir del
último cuarto del siglo XVIII, Colima se integró a la Intendencia de Valladolid. Los años de
la independencia nacional la llevaron a depender, política y militarmente, de la Provincia
de Guadalajara.
A partir de la independencia, los grupos económicos y sociales reinantes en Colima
iniciaron la tentativa de separarse de Jalisco; no obstante, los sucesos nacionales
afectaron a este territorio de manera significativa. Durante la tercera década del siglo XIX,
en plenos años de dominio centralista, se le denominó Distrito del Sudoeste y pasó a
depender del Departamento de Michoacán. Diez años después se separó de Michoacán y
recobró el carácter de territorio; situación que se ve superada en 1857, cuando a raíz del
triunfo de Revolución de Ayutla, se elevó a la categoría de estado libre y soberano, con la
delimitación geográfica que hoy se conoce. Aunque, justo es mencionarlo, la influencia
política y económica de Jalisco, siguió normando la realidad colimense, en no menos del
medio siglo posterior.
55
1.- EL MEDIO GEOGRÁFICO Y LOS AVATARES DEL FLUIR HUMANO
Para los efectos del presente estudio es pertinente destacar el espacio geográficonatural, así como el espacio social donde se expresaron los hechos y acciones humanas
que son motivo de atención por el presente trabajo. Espacio territorial pequeño, topografía
accidentada, riqueza y variedad de recursos naturales, clima muy variado y fértiles tierras,
son algunos de los rasgos que dan cuenta del escenario colimense. Todo lo anterior, ha
posibilitado un gran dinamismo y variedad en los componentes que han dado cuerpo a la
vida de Colima con el transcurrir de los años.
Las características de esta entidad es poseer una superficie geográfica que
adquiere una forma con semejanza triangular, donde la especie de vértice esta coronado
por majestuosos volcanes, desde donde se va ampliando el espacio a medida que se
desciende hacia las tierras bajas, hasta llegar a su vasta región costera, en un recorrido de
cerca de noventa kilómetros en línea recta.
Los fértiles valles colimenses están
custodiados por el mar y una cadena montañosa que prácticamente rodea a todo el
espacio estatal. Mar, valle y montaña, son los tres elementos geográficos integradores de
la vida colimense a lo largo de su historia.
El grueso de las referencias a la realidad del Estado de Colima establecen como
uno de sus rasgos más característicos el estar circundado y delimitado por un conjunto de
accidentes geográfico-naturales; orografía que deriva de la existencia del Volcán y
Nevado de Colima, elevaciones superiores a los cuatro mil metros de altura sobre el nivel
del mar, las cuales se insertan dentro de un macizo montañoso que se propaga por todo el
norte de la entidad; el semicírculo encumbrado y agreste termina de articularse con las
cadenas montañosas que se expanden por los límites occidentales con el vecino Estado
de Michoacán.
Las altas montañas y profundas barrancas típicas de la geografía colimense, más
56
alla de su aspecto imponente y escarpado, han constituido escenarios donde el fluir de la
vida local se ha expresado en distintas y variadas épocas o momentos de su historia.
Algunas veces como puntos de separación, de desarrollo paralelo, otras como factor de
unión o confluencia, pero en todo tiempo, esta accidentada topografía ha jugado un
importante papel en la vida local, influyendo, en mayor o menor medida en el curso de los
acontecimientos humanos.
A estas alturas es pertinente establecer un aspecto nodal: la historia humana no es
producto o reflejo del medio geográfico; las reglas o normas de la geografía, por si solas,
no explican la influencia del entorno sobre la vida humana. Las condiciones naturales,
topográficas o climáticas no determinan la experiencia humana. Más bien, el medio
adquiere significado en función de los conocimientos, deseos y necesidades del hombre, y
ante cualquier panorama geográfico, las potencialidades y alcances de la acción humana
residen en el hombre mismo; aunque, es justo decirlo, la práctica humana es inseparable
del espacio geográfico, y por tanto su esfera de acción esta influenciada o limitada por
factores geofísicos (disponibilidad de recursos, productividad del suelo) o geoeconómicos
(capacidad de transporte y circulación) los cuales desempeñan un papel importante para la
configuración y desarrollo de toda sociedad o región.37
A lo largo de todo el desarrollo de la humanidad, se pone de manifiesto que una de
las grandes capacidades del hombre es su adaptabilidad a la naturaleza. Aprovechando
37
Para una visión más completa sobre la relación hombre y medio geográfico, véase Luis Urteaga (ed.),
La historia desde una perspectiva geográfica. Escritos teóricos de Edward Whiting Fox, Lleida, Universidad de
Lleida, espai/temps 33, 1998.
57
sus bondades y sorteando una y mil dificultades, el ser humano, invariablemente, ha
impuesto su hegemonía sobre el medio natural para garantizar su existencia y desarrollo.
Los colimenses no son la excepción: temblores, volcanes, barrancas, inundaciones de
zonas costeras, entre otros "caprichos" de la naturaleza, han sido asimilados e integrados
al presente y el devenir de la vida local.
Desde tiempos previos a la presencia española, las tierras altas de Colima, el área
de volcanes y sus pronunciadas barrancas, lejos de constituir una barrera natural insalvable
se convirtieron en puntos de paso e integración del valle y las tierras altas de Colima con
los valles de Tuxcacuesco y Zapotlán, ubicados en el sur del actual Estado de Jalisco.
Dentro de este espacio natural, los antiguos pobladores compartían y alimentaban
patrones de conducta, formas de subsistencia, rutas de comunicación y comercio. Los
altos volcanes parecían ser los viejos vigilantes de una práctica humana permeada por la
confluencia y la vida en común que se desarrollaba en su alrededor.
Esta integración regional se prolongó durante todo el período colonial. Durante el
siglo XVII las plantaciones de cacao, arboles frutales y la explotación de las salinas
constituían las actividades más rentables en el espacio colimense; dicha producción se
exportaba a Guadalajara, Sayula, Compostela, Guanajuato y la Cd. de México. También la
ganadería jugo un peso importante, desarrollada sobre todo, por las haciendas de:
Pastores, la Albarrada y La Capacha. A lo largo del siglo XVIII el cultivo de algodón, coco y
el incremento de la producción salinera, todo con fines de comercialización hacia otros
puntos de occidente y el centro de la Nueva España; este significativo papel hizo que los
grandes comerciantes de Guadalajara estrecharan su esfera de dominio sobre el espacio
colimense.38 Máxime que, en plena maduración de esta etapa histórica, la ciudad de
38
Sobre el particular véase, Jaime Olveda "Entre la dependencia y la autonomíar", en Servando Ortoll
(coordinador), Colima una historia compartida, México, SEP- Instituto Mora, 1988, p. 23-30.
58
Guadalajara se convirtió en el principal mercado del occidente mexicano.
Tal situación provocó que el flujo e intercambio comercial entre Colima y
Guadalajara se intensificara. Sorteando cumbres y mediante el descenso y ascenso
ondulante por las laderas de las profundas depresiones, los transitables caminos, que
comunicaban al entonces Partido de Colima con la capital neogallega experimentaron un
notorio incremento en el tránsito de recuas cargadas de productos y mercancías. El vetusto
Camino Real de Colima; besando las sinuosas faldas de los volcanes, en su paso por
Zapotlán, el valle de Sayula, para desembocar en la metrópoli de occidente, no sólo
permitía el flujo de sal, algodón, lana, vino mezcal, entres otros productos, también esparcía
y mezclaba ideas, formas de vida, destinos y prácticas humanas a lo largo de este circuito
comercial.
A lo largo de la primera mitad del siglo XIX, el desarrollo local volcó su vista hacia el
mar. Las rutas comerciales de Colima con los mercados regionales y extranjeros se
potenciaron tras la apertura del puerto de Manzanillo a la navegación y actividad comercial
en 1825. El comercio extranjero se hizo presente y la afluencia de agentes alemanes y
franceses, entre otros; en años posteriores, estas inmigraciones van a nutrir la vida del
puerto y ampliar la inserción de Colima en el mercado regional y nacional, así como el
curso de su vida interior.39
Tras superar el cierre de Manzanillo como puerto de altura, medida que se extendió
por varios años debido a la actitud e intereses de los comerciantes de Tepic y San Blas,40
se experimentó una etapa de auge sostenido. Casas comerciales en el puerto y amplias
bodegas en la ciudad de Colima se integraron en una dinámica red de tránsito mercantil
hacia buena parte de la región occidental; desde la capital colimense, numerosos
productos se distribuían a lomo de mula por distintos puntos de Michoacán y Jalisco,
39
Para una visión mas completa de la actividad agrícola y comercial de Colima hasta la primera parte
del siglo XIX, véase, Jaime Olveda, comp., Estadísticas del Territorio de Colima, México, INAH, 1985, 79 p.
40
Para ahondar al respecto, véase, Servando Ortoll y José Luis Ramírez Larios,"Una salida al mar", en
Servando Ortoll (coordinador), Colima una historia compartida, op. cit., p. 97-120.
59
sobretodo a importantes centros poblacionales como Guadalajara. Lo anterior generó un
incremento de la arriería y, a la par, crecieron pequeños pueblos y rancherías, que servían
como puntos de paso para esta actividad comercial, especialmente los puntos situados en
la ruta hacia el norte que, vía Tonila, se dirigía a la capital jalisciense. Por otra parte, a
partir de la sexta década del siglo XIX, la economía colimense destacaría también por la
exportación de productos locales al extranjero, donde predominaba el algodón, frutas,
madera, sal y metales preciosos.
Con el advenimiento del período porfirista y el desarrollo económico y comercial que
trajo aparejado, las actividades agrícolas y comerciales colimenses padecieron cambios
significativos. Por un lado, decayó la producción algodonera y la industria textil existente en
la entidad;41 en contraparte, se incrementó la agricultura comercial destinada a la obtención
de productos como maíz, arroz, azúcar y café. Este giro en la actividad productiva local
obedeció a las transformaciones ocurridas en las vías de comunicación y transporte,
ocurridas a partir del rápido crecimiento de los ferrocarriles en el territorio nacional. Tras el
desarrollo de esta red ferrocarrilera, se redistribuyeron las ventajas comparativas en la
producción orientada al mercado interno, al ocurrir un aumento en el radio de suministro de
los grandes centros urbanos nacionales.42
Los productores locales y regionales -como los productores colimenses de algodón
y textiles- fincaron su éxito en los altos costos de transporte que implicaban para sus
mercados traer estos productos desde otros puntos geográficos, pero con la puesta en
marcha del ferrocarril fueron sustituidos por productores más lejanos. Un mentor colimese
de esos años lo expresaba en los siguientes términos: "con el rápido desarrollo de los
ferrocarriles (...) el capital flota, busca los centros más productivos, investiga los
41
Cfr., José Miguel Romero de Solís (coord.), Los años de crisis de hace cien años. Colima (1880-1889),
Colima, Universidad de Colima - Bancomer - H. Ayuntamiento de Colima, 1988.
42
John H. Coatsworth, Los orígenes del atraso. Nueve ensayos de historia económica de México en los
siglos XVIII y XIX, México, Alianza Editorial Mexicana, 1998, p. 225.
60
mercados más adecuados, desprendiéndose de los mercados que antes vivificaba".43
La búsqueda de los sectores económicos prominentes de Colima por insertarse
dentro de la nueva integración del mercado nacional ocurrida durante el porfiriato, al tiempo
que los llevó al fomento de nuevos productos agrícolas, condujo a que la propiedad de la
tierra tuviese cambios significativos, presentándose una mayor concentración.
43
Tomado de, Servando Ortoll, Op. cit., p. 252.
61
Un hecho ilustrativo es el caso de la hacienda Camotlán de Miraflores propiedad de
la familia Meillón, la cual, durante el último tercio del siglo XIX, se constituyó como una de
las haciendas más extensas de la entidad al rebasar las cien mil hectáreas; otro ejemplo
más se encuentra en los hermanos Fernadez (Rafael, Carlos, Vidal y Francisco) quienes a
inicios del siglo XX eran propietarios de ocho predios y tan sólo uno de ellos -la hacienda
de Juluapan tenía una extensión aproximada a las veinticinco mil hectáreas. El General
Ángel Martínez también concentró una vasta cantidad de tierra en su emporio Paso del Río,
gracias a la concesión que recibió para el deslinde y colonización de terrenos baldíos en el
Estado, a partir de la cual afectó a grandes fracciones de tierra perteneciente a
comunidades indígenas.44 Un rasgo más genérico sobre la aguda concentración de la
propiedad de la tierra en Colima durante los años porfiristas, es el hecho de que tres
haciendas colimenses acaparaban el 31% del territorio estatal.45 A la vez, varios
comerciantes y residentes extranjeros se convirtieron en prominentes propietarios
44
Como un claro indicador de estas acciones practicadas por el General Martínez, véase, Carta de
Esteban García, Gobernador de Colima, al Presidente Porfirio Díaz, 28 de enero de 1885; en Biblioteca Francisco
Xavier Clavijero, Universidad Iberoamericana. Fondo Porfirio Díaz, L15C3, Legajo 1483.
45
Blanca E. Gutiérrez Grageda y Héctor P. Ochoa Gutiérrez, Las caras del poder. Conflicto y sociedad en
Colima, 1893-1950, Universidad de Colima -Gobierno del Estado de Colima-CNCA, 1995, (Historia General de
Colima, tomo IV), p. 40-43.
62
agrícolas, donde destacan: Arnoldo Vogel, cónsul alemán, comerciante y dueño de
hacienda de San Antonio; la familia Meillón, dueña de la hacienda de Miraflores; y los
norteamericanos dueños de la San José Lumber Company, poseedores de grandes
cantidades de terreno ubicado al norte del Puerto de Manzanillo.
Sin embargo, las particularidades geográficas y las competencias interregionales
pusieron un sello particular al destino y uso de estas grandes concentraciones agrícolas.
Para el sector de pujantes hacendados y productores que pretendían competir en el
mercado nacional, la ausencia de una red ferrocarrilera fue una seria limitante. Lo anterior
restringía el uso de la tierra factible de ser cultivada, al grado tal que, según algunas
estimaciones, sólo una cantidad menor al 20 % de ésta se encontraba en producción.46 La
otra gran parte de tierra potencialmente productiva, propiedad -en su mayor parte- de los
grandes hacendados, estaba dedicada al pastoreo, la extracción de madera, o
simplemente cubierta de monte e improductiva. Ante un panorama no acorde a los deseos
y objetivos de los hacendados, la entrega de sus tierras mediante el sistema de aparcería
fue una medida cimentada en una muy coherente racionalidad económica.
Por tanto, el discurrir económico de Colima no transitaría solamente sobre rieles;
además no puede tomarse tan a pie juntillas la versión tan socorrida donde se afirma que
para los colimenses de finales del XIX y principios del XX, el ferrocarril era su única
palanca del progreso y la carencia de éste generaba estancamiento económico. La vida
46
Esta información es consignada por George McCutchen McBride en su trabajo The Land Systems of
México, publicado por la American Geographical Society en 1923; la cual es tomada de John Adrian Foley
"Geografía, economía y sociedad", en Servando Ortoll, Op. cit., p. 53-54.
63
productiva y comercial va mucho más alla que un avance o retroceso tecnológico; si bien,
recibe sus influencias, su transitar es más libre.
Es cierto que la actividad productiva y comercial recibió aliento con la conexión
ferrocarrilera de Colima con Guadalajara ocurrida en 1908, pero su inexistencia no
constituyó un obstáculo para que el flujo económico y humano sorteara victorioso las
barrancas de Beltrán y Atenquique. Es más, a inicios de la segunda década del siglo XX, a
pesar del ferrocarril y del abandono gubernamental al camino que une a Colima con Cd.
Guzmán y Guadalajara, esta ruta de carretas y herradura seguía figurando como la más
transitada e importante para el despliegue las distintas facetas de la actividad humana de
esta región.47 Asimismo, sorteando los macizos montañosos, así como los copiosos ríos y
arroyos, se realizaba un fluido intercambio comercial con el valle de Autlán mediante un
camino de herradura que pasaba por Comala y Suchitlán. Una actividad comercial más
dinámica aún se practicaba con las poblaciones michoacanas de Coalcomán, Chinicuila y
Coahuayana, desafiando los caudales de los ríos Tuxpan y El Naranjo. Por todo ello, lejos
de concebir a esta accidentada geografía como factor de aislamiento de Colima con
respecto al acontecer de la vida nacional y de occidente, sólo es un elemento que le
imprime particularidad a la vida interior y a la vinculación externa de los colimense a lo
largo de su historia.
Por otra parte, contrastando con sus elevaciones y depresiones, la entidad cuenta
con una gran cantidad de tierras planas, cultivables y de gran potencialidad productiva, las
cuales descienden de las montañas en un plano inclinado hacia las costas del Océano
Pacífico. Tierras de suave declive que reciben mayor aliento productivo al contar con la
compañía de los ríos Armería y Coahuayana que se expanden especialmente en su parte
oriental; de igual manera, diversos afluentes forman varios ríos y una multitud de arroyos
que descienden de las altas colinas, para regar generosamente la campiña colimense,
especialmente los ricos valles de Colima y Tecomán. Si bien, en las tierras altas el cultivo
47
Blanca E. Gutiérrez Grageda y Héctor P. Ochoa Gutiérrez, Op. cit., p. 11.
64
de frutales, caña de azúcar y café sentaría sus reales, en los valles florecieron las
cosechas de maíz, algodón, arroz, así como la actividad frutícola y ganadera.
Desde tiempos remotos estas bondades fueron aprovechadas por la población
autóctona para fijar su asentamiento mayoritario en las tierras planas y en las
inmediaciones de los ríos que recorren la geografía colimense para desembocar en las
aguas del Pacífico. La actividad agrícola, la recolección y la pesca normaron el sustento y
comercio de una numerosa población indígena concentrada preponderantemente en las
tierras medias de la planicie colimense.
La vida colonial en los valles colimenses trascurrió entre la extracción de sal, la
siembra y cultivo de algodón, maíz, frijol, la fruticultura y la actividad ganadera. El trabajo
indígena, la producción hacendaria, la vida ranchera y el mestizaje pusieron sello a los
conglomerados humanos que tejieron su existencia en estas fértiles y cálidas tierras
colimenses. Actividad que permitió enfrentar los albores del siglo XIX con una significativa
bonanza agrícola y comercial.
A lo largo del siglo decimonónico, la propagación de ranchos, la consolidación de
haciendas, los pequeños talleres manufactureros, las casas comerciales, la actividad
industrial expresada inicialmente en el ramo de hilados y tejidos, el incremento poblacional,
la presencia de costumbres extranjeras que se entremezclaron con las oriundas y el
inalterable peso de la iglesia católica son los elementos dominantes de la vida que se
generó en los valles colimenses. En medio de este panorama, los poco más de sesenta y
cinco mil colimenses y casi cien extranjeros residentes en la entidad, incursionaron en el
siglo XX
2.- POBLACIÓN Y VIDA EN COLIMA A LO LARGO DE TRES LUSTROS
Complementariamente a la diversidad geográfico-natural, es pertinente adentrarse
en la división político-administrativa estructurada en Colima a fines del XIX y al
65
conglomerado humano existente dentro de dicho espacio, con el entendido que los datos
estadísticos y censales utilizados para ilustrar lo anterior deben ser contemplados con gran
dosis de relatividad y considerarse sólo para obtener una visión aproximada del panorama
humano del Colima porfirista. En 1895, el estado se encontraba dividido en tres distritos:
del Centro -cuya cabecera era la capital (Cd. de Colima)-, Villa de Álvarez, y el distrito
costero de Medellín. La población estatal se componía por 55,752 habitantes, distribuidos
en las siguientes proporciones: Distrito del Centro, un 66% del total de la población; Distrito
de Villa de Álvarez, 22.3 %; y el Distrito de Medellín sólo alcanzaba un 11.7% del total.
Estos datos ilustran la marcada concentración poblacional establecida en la capital y su
zona periférica, contrastante con los reducidos asentamientos en la amplia zona costera,
donde escasamente se rebasaba los seis mil pobladores.48
Un rasgo característico de estos años es su significativo incremento poblacional en
la entidad, pues cinco años más tarde -en 1900- alcanzó la cifra de 65,115 habitantes,
según datos oficiales. De los 9, 363 nuevos pobladores colimenses que se encontraron de
1895 a 1900, el 47.5% de ellos tenía su residencia en la capital del estado; lo anterior
provocaba que del total de la población existente en Colima al inicio del siglo XX, casi la
tercera parte se concentrara en la ciudad capital; esto condujo a que se experimentase en
mayor proporción la concentración poblacional en el Distrito del Centro, donde la ciudad de
Colima era cabecera.
48
Al respecto, véase, J. Figueroa Domenech, Guía General Descriptiva de la República Mexicana, tomo
segundo, México-Barcelona, Editor Ramón de S. N. Araluce, 1899, p. 70.
66
Al término de la primera década del siglo XX, la población colimense alcanzó la
cifra de 77,704 habitantes. Su distribución en los tres distritos era el siguiente: en el Distrito
del Centro existían 53,722 habitantes, concentrando un 69.1 % de la población; la densidad
de población en este Distrito era de 23.2 habitantes por Km². El Distrito de Álvarez contaba
con 14, 235 pobladores, lo que arrojaba un 18.3 % del total; su densidad poblacional se
limitaba a un 9.5 habitantes por Km²; En lo tocante al Distrito de Medellín, su población
alcanzaba los 9,747 habitantes, representando tan sólo un 12.5 % de la población total del
Estado; su densidad poblacional se reducía a 4.7 habitantes por Km².49
Si se comparan los porcentajes de la población asentada por distrito entre los años
de 1895 y 1910 se encuentra que el incremento se centró en los distritos del Centro y
Medellín, mientras que en el Distrito de Villa de Álvarez -en términos relativos- dicha
concentración poblacional descendió en un 4%. Este contraste es explicable por el impulso
que se experimentó en la agricultura de los valles, la actividad comercial y el trazado del
ferrocarril, actividades que se escenificaron dentro de la geografía de los dos primeros
distritos. Para el Distrito de Álvarez, el progreso apareció muy tenue y algo distante.
El asentamiento poblacional descrito para 1910 se encontraba esparcido en las
siete municipalidades en que se dividía la entidad: Colima, Coquimatlán, Ixtlahuacán, Villa
de Álvarez, Comala, Manzanillo y Tecomán. A su vez, estas siete municipalidades se
constituían en los tres distritos aludidos. Distrito del Centro: Colima, Coquimatlán,
49
Estos datos se obtienen a partir de información localizada en Salvador Echegaray (comp.), División
Territorial de los Estados Unidos Mexicanos. El Estado de Colima, México, Imprenta y Fototipia de la Secretaria de
Fomento, Colonización e Industria, Dirección de Estadística Nacional, 1913.
67
Ixtlahuacán . Distrito de Medellín: Manzanillo y Tecomán; Distrito de Álvarez: Villa de
Álvarez, Comala. Poco después se integrarían Cuauhtémoc y El Mamey; sumándose a los
distritos del Centro y de Álvarez, respectivamente. El primero surgido de una división de la
municipalidad de Colima y el segundo de Villa de Álvarez.
68
Pero, si a esta división político-administrativa se le incorporan elementos de índole
geográfico y socioeconómico, el espacio colimense se puede configurar
en tres
subregiones: una que comprendería el este y el valle central; otra ubicada en la parte oeste,
específicamente en la parte costera de la entidad y sus áreas colindantes; la última
abarcará la zona montañosa de la entidad ubicada en su parte norte y noroeste; 50 área
que colinda y recibe los aires del sur jalisciense.
50
Esta regionalización esta tomada, en lo esencial, de Blanca Estela Gutiérrez Grageda en El
descontento campesino en Colima, 1914-1926, tesis de licenciatura, Universidad Michoacana de San Nicolás
Hidalgo, 1990, pp. 85-88.
69
La primera subregión tiene como centro nodal a la ciudad de Colima, capital del
Estado, y se extiende por gran parte del valle del mismo nombre, hasta unirse con las
cabeceras municipales y áreas circunvecinas de Villa de Álvarez, Comala y Coquimatlán.
En esta subregión, para principios de la segunda década de este siglo, se encontraba
concentrada una cantidad cercana al 70% de la población existente en la entidad. En su
interior existían cerca de veinte haciendas,51 entre las que figuraban las más importantes
de la entidad, así como un centenar y medio de ranchos esparcidos en esta amplia
geografía.52 También era el asiento de un importante número de pequeños talleres que
vertebraban la variada manufactura colimense.
Un elemento característico de esta subregión es que una buena parte de la
población se dedicaba a practicar un comercio a pequeña escala y al menudeo, el cual
contrastaba con pujante comercio en gran escala auspiciado por una élite dueña de vastas
tierras y propiedades en la zona. Los pobladores de esta área colimense, a pesar de que
vivían predominantemente de las actividades agrícolas, el contacto con la ciudad era
cotidiano y permanente; máxime que muchos de los ranchos y huertas del valle,
prácticamente, figuraban como un cinturón de la ciudad de Colima; en este último punto
urbano y capital del Estado se concentraba casi la tercera parte de la población estatal.
Los pobladores de esta subregión poseían -en términos generales- niveles de vida
ligeramente superiores al resto de los habitantes de la entidad, aunque coexistían zonas de
gran pauperismo económico, sobre todo entre la población indígena localizada al noreste
de la cabecera municipal de Comala. Por otra parte, esta zona constituía (como hasta la
fecha) el centro del poder estatal; era el lugar de donde emanaban las políticas y prácticas
51
52
Véase, Anexo Nº 1, p. 261.
Salvador Echegaray (comp.), Op. cit., pp . 11-19.
70
gubernamentales rectoras de la vida estatal, por ello, la población se encontraba más
imbuida dentro de las normas y controles asignados por el Estado para con la sociedad
civil.
Asimismo, era la zona donde era el factor religioso pesaba más hondo entre la
población local al grado de normar sus conductas sociales. Desde esta zona, la iglesia
católica propagaba sus ideas e imponían criterios hacia distintos ámbitos como la
educación y la política. La propagación de ideas religiosas dentro de las aulas, supervisión
de las modificaciones a planes de estudios eran competencia del clero local; también se
preocupaba por estrechar vínculos con la élite política y económica; no es casual que en
las postrimerías del siglo XIX, el Lic. José Silva, Presidente del Tribunal Superior de
Justicia del estado, sea hermano del obispo Atenógenes Silva; varios funcionarios del
ayuntamiento de Colima y diputados locales eran integrantes de la Sociedad de San
Vicente de Paúl.53 Otra clara evidencia de los nexos del clero es el hecho de que a la
Sociedad de Obreros Católicos, formada bajo sus auspicios, haya tenido como director y
presidente honorario al obispo y los "miembros honorarios y consejeros" se i ntegraba por
lo más granado de la elite económica y política de la entidad: Arnoldo Vogel, Tiburcio
Ochoa, Carlos Schulte, Isidoro Barreto, Ramón J. de la Vega, Carlos A. Meillón, Gerardo
Hurtado, Trinidad Padilla y Esteban García.54
Otra subregión esta conformada por la franja costera del Estado, comprendiendo el
puerto de Manzanillo, así como los poblados de Tecomán y Armería y su área circundante.
La concentración poblacional era baja, al iniciar la primera década del siglo XX, apenas se
53
54
Ricardo B. Nuñez, La Revolución en el Estado de Colima, Op. cit., ppp. 22-23.
Para mayor información véase, John Adrián Foley "El catolicismo formal", en Servando Ortoll, Op. cit.,
pp. 273-286.
71
aproximaba al 15% del total del Estado, pese al repunte poblacional que se experimentó
en la zona con la llegada del ferrocarril Colima-Manzanillo en los atardeceres del siglo XIX;
tramo ferrocarrilero con una extensión de 95 kilómetros y con un servicio defectuoso.
La intensificación de la agricultura comercial, el incremento de la demanda de mano
de obra, la presencia del ferrocarril, la explotación de las Salinas de Cuyutlán y la actividad
portuaria, entre otros factores, imprimieron características singulares a sus trabajadores,
presentándose rasgos más evidentes de una liberalización de la fuerza de trabajo,
dependiente de un salario y con mayor capacidad de desplazamiento dentro del mercado
laboral; este tipo de actividad laboral no era el rasgo rector de la vida costera, ya que
adoptó, en mucho, un carácter temporal y estacional, la cual se intercalaba o mezclaba con
la presencia de empleos dedicados a las tareas agrícolas ya sea en calidad de medieros
o jornaleros, aunado a las labores de pesca en pequeño q ue desarrollaban un número no
desdeñable de pobladores. Baste mencionar que del total de los habitantes de esta
subregión, un 30% vivían y laboraban en ranchos; otra cantidad casi igual organizaba su
vida al interior de 18 haciendas. Los habitantes del Puerto de Manzanillo apenas
rebasaban el 15% de la población de esta área costera.
La tercera subregión se localiza en la zona montañosa de la entidad. Comprende
una amplia zona del noroeste de Villa de Álvarez; lo que ahora constituye el Municipio de
Minatitlán (en aquellos años, El Mamey y su área periférica)-; el noreste de Manzanillo, una
porción noroeste del territorio de Comala y el noreste de Coquimatlán. Toda esta superficie
se caracterizaba por ser la zona más aislada de la entidad, así como la menos poblada.
Gran parte de los centros poblacionales de esta zona se encuentran localizados en la parte
baja de la sierra de Manantlán y del Perote y al este de dichas elevaciones, expresamente
en la parte de El Mamey.
En esta subregión habitaba buena parte de la población indígena existente en el
estado. Debido a lo accidentado del terreno, el aislamiento era el rasgo dominante en toda
esta área. La población, casi en su totalidad, se dedicaba a las labores agrícolas. Pese a
la riqueza mineral existente en esta zona, a finales del siglo XIX, prácticamente, no se
72
explotaba y en la década posterior alcanzó un dimensión muy pequeña. Salvo la incursión
de contados hacendados y de emporios forestales que alquilaban personal, el trabajador
agrícola dominante fue el comunero o campesino tradicional, fuertemente arraigado a su
tierra, con una reducida educación formal y un débil contacto con el poder estatal.
Es precisamente en esta última parte de la entidad donde se concentran las
acciones de Vicente Alonso y del grueso de los contingentes villistas que operaron en
Colima durante el gobierno militar constitucionalista del general Juan José Ríos. Desde
este punto se extendieron su accionar a las otras dos subregiones que componen la
entidad y se vinculó con los sucesos y rebeldías expresadas en el sur de Jalisco.
Finalmente, una visión panorámica general sobre la realidad poblacional y algunos
rasgos de la vida económica de los colimenses de la primera década del siglo XX arroja el
siguiente resultado: los colimenses se encontraban distribuidos en la geografía estatal en
ciento noventa y cinco ranchos (de entre 4 a 400 habitantes), seis rancherías (de 300 a 600
habitantes), treinta y siete haciendas (de 10 a 900 habitantes), doce pueblos (de 200 a
2,000 habitantes), un puerto (con 1,503 pobladores), una villa (con 2,715 habitantes) y la
Cd. de Colima (con 25,148). En los tres principales centros poblacionales, económicos y
político-administrativos ( Cd. de Colima, Manzanillo y Villa de Álvarez) se concentraba una
cifra muy próxima al 38%, y tan sólo en la ciudad capital tenía su residencia la mayor parte,
al significar un 32.3 % del total de la población estatal.
Unos últimos datos: del total de la población asentada en la entidad, el 29 % vivía en
ranchos y rancherías. Casi un 14 % organizaba su vida al interior de las haciendas. Una
cantidad que acaricia el 20% lo hacía en pueblos. En términos generales, la mitad de la
población colimense vivía en ranchos, rancherías, haciendas y en poblados que no
73
superaban los mil habitantes.55
55
En este rubro sólo se incorporó a un poblado ligeramente superior a los mil habitantes (San Miguel
de la Unión con 1,250) por sus características muy marcadas de población rural y los pobladores flotantes que
requerían las actividades que se desarrollaban por su rumbo. Para una mayor información sobre el espectro
poblacional del Estado de Colima en 1910, véase la parte respectiva en, Salvador Echegaray, Op. cit.
74
Aún más, un indicador sobre las características de la población colimense durante
la segunda década del siglo XIX, lo proporciona el censo electoral de 1916, elaborado a lo
largo y ancho de la entidad, con motivo de la elección de diputados;56 en dicho censo,
además del nombre y dirección de todos los varones de las distintas localidades, se
registró el oficio o profesión de cada uno de ellos. Este hecho puede dar luz sobre la
naturaleza de la composición social reinante en Colima durante esos años.
El registro de mujeres esta ausente debido a que legalmente estaban
imposibilitadas de participar en la elección de autoridades; sin embargo, esto no quiere
decir que la mano de obra femenina no haya jugado un papel sobresaliente en la economía
colimense, baste señalar que, durante 1913, de 400 operarios que laboraban en las
haciendas de San Antonio y Nogueras: 250 eran hombres, 50 niños y 100 mujeres.57
Una hojeada a dicho censo de 1916 permite destacar que la población masculina
rural masculina de Colima se encontrada dedicada fundamentalmente a laborar como
labrador, jornalero y, en menor medida, se desempeñaba como peón y pequeño agricultor.
Es obvio que los datos son escuetos y no permiten elaborar caracterizaciones muy agudas
sobre las dinámicas ocupacionales prevalecientes en el medio rural; por ejemplo, respecto
al trabajo de jornalero, no es posible establecer su período laboral, es decir, si era una
ocupación permanente o estacional, o si se practicaba en lugares fijos o estaba ligado a
migraciones internas dentro de la misma geografía estatal.
En fin, las dudas son muchas y la ausencia de fuentes mas precisas no permite
realizar muchas inferencias, sin embargo, es notorio el poco peso que juega la hacienda
como institución económica organizadora de la vida local, pues además de que en su
entorno vivía menos del 15% de la población estatal, el mayor número de jornaleros y
56
La información localizada no abarcó a toda la entidad, se limitó al Padrón electoral de la municipalidad
de Colima; el cual se encuentra en el Archivo Histórico del Municipio de Colima (en adelante AHMC), Sección "E",
caja 65, exp. s/n, 1916.
57
Informe de Tomás Salazar, subprefecto político de Comala, a la Secretaría de Gobierno, mayo 29 de
1913, en AHEC, leg. 819, 1912-1914.
75
peones se localizaban en las municipalidades de Colima, Comala y Villa de Álvarez. Pero
aun en éstas, la presencia de estos oficios no era hegemónica; por ejemplificar basta
señalar los casos de dos poblaciones aledañas a la ciudad de Colima: Lo de Villa y
Quesería, la primera con el carácter de pueblo y la segunda como hacienda.
En el aludido censo de 1916, la población de Lo de Villa se componía de 330
hombres con mayoría de edad, de los cuales el 11.32 % se desempeñaban como peones,
un 18.86% eran jornaleros, mientras que el trabajo de labrador lo realizaba el 66.35% de
dicha parte de la población. Los datos anteriores nos indican que la actividad de labrador
era superior en mucho más de un 100% en relación a quienes se desempeñaban como
asalariados fijos o temporales a cuenta de un patrón.
Aún en el caso de un núcleo poblacional donde la vida giraba en torno a una
hacienda, como era el caso de Quesería (correspondiente a la municipalidad de Colima),
se notaba cierta actividad al margen o, cuando menos, no directamente ligada al proceso
productivo desarrollado al interior de esta factoría. En Queseria, de los 159 pobladores
varones registrados en el multicitado censo de 1916, un 46.54% ejercían la ocupación de
jornalero, mientras que un 30.18 % eran labradores. Lo anterior indica que si bien la labor
agrícola tenía una hegemonía plena sobre la vida de esta localidad, una parte no
despreciable no tenía ligas estrechas con la transformación de dichos productos agrícolas,
en este caso con la producción de azúcar y alcohol.
Lo anterior da pie para sopesar el papel que desempeñaba la hacienda dentro de
la economía colimense. Los datos señalados hacen suponer que parte de sus tierras se
dedicaban para su asignación a medieros o arrendatarios, o simplemente se establecía un
cobro para que pobladores extrajeran productos de las variadas riquezas (leña o madera,
por ejemplo) existentes en sus terrenos. Esto se deduce a partir de los casos descritos
sobre la Hacienda de Quesería, los cuales son indicativos, aunque de ninguna manera
pueden ser generalizadores.
76
A fin de ampliar un poco el panorama, es de destacarse otro caso: el poblado
establecido alrededor de la hacienda de San Joaquín, donde la presencia de jornaleros
era notoria; de los 123 pobladores varones inscritos en el padrón, el 69.10% de éstos
trabajaban por un jornal; pero en cambio el 23.82% aparecen como agricultores. Lo
anterior denota una marcada presencia de propiedad privada sobre la tierra cultivable, la
cual se explotaba, en buena parte, a partir de la actividad productiva y directa del
propietario o de su núcleo familiar, salvo contrataciones ocasionales en tiempos de
cosecha. No es descartable que algunos de estos agricultores hayan contratado a buena
parte de los jornaleros, aunque esto solo ocurriría de manera temporal; por ello, es factible
que los jornaleros se empleasen en haciendas o propiedades periféricas.
Ahora bien, pasando a la situación que se observaba en esta materia en la ciudad
capital, el referido censo electoral denota el siguiente panorama: de un universo constituido
por 1,763 pobladores masculinos que estaban en condiciones de votar, se anotaron las
ocupaciones de 1,713, quedando los 50 restantes sin ocupación definida. El integrar a los
votantes por su actividad permitió conocer que en la ciudad de Colima se desempañaban
más de cien profesiones u oficios distintos; los cuales, en términos generales, daban pie a
la siguiente configuración de la actividad económica y laboral.
La actividad comercial figuraba como la ocupación que concentraba el mayor
numero de personas empleadas, ya que de los 1,713 personas con oficio definido, 347
ejercían tal actividad. Sobre este particular, conviene hacer una precisión: de esta cantidad
enlistada, debe distinguirse entre los grandes comerciantes que no sobrepasaban la
media docena y los pequeños e incluso aquellos que se desempeñaban como
comerciantes semifijos establecidos en los mercados o incluso ambulantes, los cuales
constituían la inmensa mayoría.
No obstante, las cifras anteriores nos indican el eje dinamizador que la actividad
mercantil, desempeñado por la ciudad capital como centro de abasto en el ramo de
abarrotes, para cubrir la demanda de las múltiples comunidades rurales de la entidad, así
77
como de los vecinos estados de Michoacán y Jalisco.58 A la vez cumplía su papel como
importante punto de tránsito de viajeros de la región noroeste hacia el centro del país,
llegados vía Manzanillo, para continuar su marcha vía terrestre. La ciudad de Colima era
punto de escala y abastecimiento y, por esta razón, el comercio local, con sus múltiples
variantes, recibía incentivos nada despreciables.
De manera aproximada, poco más del 23 % de la población ocupada residente en
la capital se dedicaba a la venta y al comercio en pequeña escala, sobre todo en los ramos
de alimentos, frutas, dulces, bebidas, ropa y productos manufacturados. La cifra anterior
contrastaba con la cantidad menor al 2% de quienes figuraban como los principales
propietarios (urbanos y rurales) y grandes comerciantes establecidos en la ciudad.
Por otro lado, como ya se señaló anteriormente, en la capital colimense, las
barreras entre lo urbano y lo rural eran muy tenues. Un claro ejemplo de lo anterior era el
hecho de que aproximadamente el 25% de la población masculina residente en este lugar,
se dedicaba a las labores agrícolas, de los cuales poco mas del 11% se desempeñaba
como labrador, muy probablemente como aparcero o mediero, y una cantidad casi similar
eran jornaleros, muchos de ellos contratados temporalmente, durante las meses de cultivo
o cosecha) por agricultores y hacendados del lugar. En lo tocante, a los propietarios de
tierra o agricultores, la pirámide social se estrechaba en su cúspide, al alcanzar un
porcentaje del el 2.5% del total ya mencionado.
Otras ocupaciones de primer orden dentro de las actividades económicas
desarrolladas en la ciudad de Colima fueron las relacionadas con las labores artesanales y
los oficios particulares; este rubro concentraba mas o menos el 30% de la población
masculina ocupada. Destacaban los empleos de zapatero, panadero, carpintero, sastre,
herrero, albañil, artesano, sombrerero, entre otras. No es ocioso señalar que este sector
58
La importancia del ramo de abarrotes es sumamente notorio durante estos años en la economía de la
ciudad de Colima. Baste señalar que para fi nales del siglo XIX, eran 108 los negocios fijos dedicados a la venta
de ropa y abarrotes. De ellos, 91 expendían sólo productos de consumo alimenticio; 13 mezclaban la venta de
abarrotes y ropa; y sólo 4 ofertaban este último producto. Al respecto, véase J. Figueroa Domenech, Op. cit., p. 7980.
78
era el menos adicto a la política de las elites colimenses, al sentir de manera directa los
bajos salarios, exacciones fiscales y un desigual trato en materia tributaria.
Los empleos típicamente urbanos, en los cuales el trabajador dependía de un
salario y se establecía una clara y, hasta cierto punto, permanente relación patronal,
captaban un 11% de la fuerza laboral capitalina. Destacando entre esta cifra, los
empleados de comercio y los empleados públicos al ser el asiento de los poderes
estatales, al igual que profesores y, en mucho menor medida, obreros. Conviene destacar
que las mujeres tenían una significativa presencia tanto en el magisterio como en el
reducido sector obrero (sobre todo, como torcedoras de tabaco y en las fábricas textiles)
pero la finalidad del censo que muestra estos datos era la elaboración de una especie de
padrón electoral, y las mujeres, en esos tiempos, estaban imposibilitadas legalmente para
votar, por esta razón no aparecen en dicha lista.
El renglón de los servicios, era otro ramo de actividades en los cuales se puede
observar una destino importante del empleo en la ciudad, ya que concentraba un 5.60% de
la fuerza de trabajo disponible, donde figuraban ocupaciones como cochero, cargador,
músico y domestico, entre otras. Aclarando que se refiere a actividades de servicios
particulares o privados, no los auspiciados por las autoridades gubernamentales.
Otro segmento de la sociedad capitalina colimense eran los profesionistas
independientes, quienes constituían apenas el 1% de las personas ocupadas de la capital;
en este renglón figuraban abogados, doctores, ingenieros, fundamentalmente; los cuales,
en los hechos, constituían un privilegiado estrato de la clase media colimense. Dicho papel
los convirtió, mayoritariamente, en un estrato social de apoyo para el encumbrado sector
oligárquico.
Existían otras ocupaciones de menor cuantía, sin embargo, para ilustrar los rasgos
que configuran al principal centro urbano del estado, lo aludido anteriormente, es más que
suficiente. En síntesis, si se integran las realidades rurales y urbanas de Colima presentes
durante la segunda década del siglo XX, la población se encontraba ubicada,
principalmente, en los sectores primario (sobre todo en la agricultura) y terciario (comercio
79
y servicios) de la economía, alrededor de estas actividades desbrozaban su existencia y
porvenir. En correspondencia, el poder económico se fincaba en una elite agrícola y
comercial, la cual extendía sus tentáculos hacia todo el resto de la vida económica, política
y social de la entidad.
Finalmente, el cuadro completo sobre las ocupaciones localizadas sobre el 97.21%
de la población masculina que figuraba dentro del padrón electoral de la ciudad de Colima en
1916 es el siguiente:
OCUPACIÓN
Nº DE OCUPADOS
%
Comerciante
347
20,25
Labrador
189
1103
Jornalero
181
1056
Empleado
96
5,6
Zapatero
85
4,96
Albañil
75
4,37
Panadero
50
2,91
Carpintero
50
2,91
Agricultor
43
2,51
Sastre
43
2,51
Herrero
32
1,86
Artesano
26
1,51
Sombrerero
24
1,4
Profesor
24
1,4
Platero
20
1,16
80
Tocinero
18
1,05
Fustero
18
1,05
Peluquero
17
0,99
Talabartero
17
0,99
Industrial
16
0,93
Cochero
15
0,87
Carrero
15
0,87
Mecánico
14
0,81
Obrajero
12
0,7
Cargador
11
0,64
Impresor
11
0,64
Curtidor
9
0,52
Obrero
9
0,52
Propietario
9
0,52
Músico
9
0,52
Abastecedor
8
0,46
Rebocero
8
0,46
Purero
8
0,46
Pintor
7
0,4
Alfarero
7
0,4
Militar
7
0,4
Telegrafista
7
0,4
81
Farmacéutico
7
0,4
Licenciado
6
0,35
Dulcero
6
0,35
Ferrocarrilero
6
0,35
Filarmónico
6
0,35
Doméstico
6
0,35
Huarachero
5
0,29
Soldado
5
0,29
Doctor
5
0,29
Estudiante
5
0,29
Fotógrafo
5
0,29
Peletero
4
0,23
Cantero
4
0,23
Aguador
4
0,23
Tubero
4
0,23
Nevero
4
0,23
Hojalatero
4
0,23
Carretonero
4
0,23
Fundidor
4
0,23
Gendarme
4
0,23
11 empleos varios
3
1,92
9 empleos varios
2
1,05
27 empleos varios
1
1,57
82
104 empleos
1713
100
Fuente: Archivo Histórico del Municipio de Colima, Sección "E", caja 65, exp. s/n, 1916.
Elaborado por: Samuel Octavio Ojeda Gastélum.
83
III
LA SOCIEDAD COLIMENSE Y EL PROCESO REVOLUCIONARIO.
1.- LA ÉLITE DE COLIMA Y EL ESTALLIDO REVOLUCIONARIO
La Revolución Mexicana, si bien alteró la vida social del país, no se desarrolló de
manera homogénea, su accionar e impacto a nivel regional fue distinto. Durante los años de
1910-17, los estados del norte y algunos del centro descollaron militarmente. Asimismo,
diversos lugares de la república se vieron afectados por la irradiación del accionar bélico de
estas regiones. En cambio, otros puntos de la nación permanecieron inmutables -la paz y el
sistema oligárquico siguió ejerciendo su reinado sin perturbaciones- y el proceso
revolucionario fue percibido como un fenómeno ajeno y distante.
Al igual que las repercusiones en en cada región del país fueron diferentes, también
los grupos humanos que participaron tuvieron orígenes y expresiones diversas. Los actores
fueron muchos y variados. Hombres y mujeres de distintas clases sociales se involucraron y
actuaron de manera muy particular, según su propia visión e intereses. Campesinos,
mineros, indígenas, hacendados, clases medias, pobladores urbanos, entre otros, fueron
partícipes en este proceso revolucionario: algunos de ellos aliados, otras veces desligados y
otras más enfrentados entre sí.
En el caso particular de Colima, el fin de la primera década del siglo XX encontró a
una oligarquía colimense fuertemente cohesionada y a una sociedad que se desarrollaba
dentro de la red impuesta por los intereses oligárquicos en boga. Las tierras laborables, el
comercio y el agio, la justicia y el poder público estaban concentrados en un puñado de
familias emanadas de un mestizaje racial y fusión económica. La oleada de extranjeros
(alemanes, estadounidenses y algunos franceses) llegados a Colima a mediados del siglo
XIX, tras establecerse como representantes de casas comerciales extranjeras, sentaron
84
sus reales en la entidad, se casaron con "distinguidas" damas de la sociedad colimense y
vincularon sus riquezas con los viejos propietarios de las mejores tierras de la entidad.
Entre estas grandes familias de potentados destacaban los de apellidos: Meillón, Vogel,
Oldenbourg, Schulte, Flor, Santa Cruz, Álvarez, Ochoa, De la Madrid y Brizuela, entre otros.
Asimismo, existía un grupo de ricos rancheros, dueños de grandes extensiones de
tierra, montes, ganado y fincas, donde destacaban personajes como Ignacio Cruz
Centeno, Mariano Castañeda, Urbano y Atenógenes Salazar, Miguel y Everardo Montes,
entre otros; los cuales acrecentaron su condiciones de vida, en medio de préstamos,
hipotecas de usureros y la competencia desigual que en, el rubro de la comercialización de
sus productos agrícolas, imponían un reducidísimo grupo de agentes comerciales y casas
de consignación, varias de ellas ligadas a prominentes comerciantes jaliscienses.
Los hacendados y grandes rancheros aparte de cultivar una parte de sus tierras, la
mayor parte de ellas, se cultivaban a través del sistema de medieros y el arrendamiento.
Estos usufructuarios cubrían sus pagos en especie, es decir, entregando parte de la
producción obtenida a los dueños de dichos terrenos. Esta forma de cultivar y distribuirse
los beneficios de la tierra era una práctica muy común en el Colima porfirista.
De toda esta gama de hacendados y rancheros, sobresalían como los principales
propietarios de la entidad: Arnoldo Vogel, dueño de la hacienda de San Antonio y una de
las principales casas comerciales ubicadas en el puerto de Manzanillo; Francisco Santa
Cruz, dueño de las haciendas de Cuyutlán (12 mil hectáreas), Quesería, La Albarradita y La
Magdalena (31 mil hectáreas); Enrique O. de la Madrid era propietario de la haciendas
Santa María del Carmen, La Providencia, Colomos y Montecristo; Salvador M. Ochoa
dueño de la hacienda Buenavista (con una extensión de 8 mil hectáreas) y gran cantidad
de bienes rústicos, urbanos y crediticios (estos últimos, para 1910, sumaban más de un
millón de pesos); Luis Brizuela, poseía la hacienda La Estancia de 4, 500 hectáreas y gran
cantidad de terrenos más; Carlos y Rafael Fernández, contaban con diversas propiedades,
entre ellas destacaban las haciendas de El Cacao y Juluapan, ésta última, por sí sola,
85
tenía una extensión de 24,731 hectáreas.59 Por su parte, Blas Ruiz, era propietario de
extensas propiedades rústicas y urbanas, así como de dos grandes casas comerciales,
una en la ciudad de Colima y otra en el puerto Manzanillo.60
Bajo la férula de un sólido sistema social establecido por estos amos de las tierra y
el dinero, Colima se desarrolló en medio de una relativa armonía, permaneciendo sin
variaciones significativas ante gran parte de los sucesos generados por la revolución
maderista que sacudió buena parte del país;61 Colima, en opinión de historiadores como
59
Un panorama general sobre las haciendas colimenses (extensión, propietarios y evolución histórica)
puede encontrarse en: Pablo Serrano Álvarez "El sistema de haciendas y la expansión capitalista colimense en el
siglo XIX", en María Eugenia Romero Ibarra y Pablo Serrano Álvarez (coords.), Regiones y expansión capitalista en
México durante el siglo XIX, México, UNAM-UdeC, 1998, pp. 205-229 y José Óscar Guedea y Castañeda, Las
haciendas en Colima. Una excepción al modelo establecido en otros estados de la República Mexicana, Guadalajara,
Editorial Idear S. A., 1999. Para tener un bosquejo sobre la ubicación geográfica de las haciendas colimenses al inicio
de la segunda década del siglo XX, veáse anexo N° 1.
60
Manuel Velázquez Andrade, Remembranzas de Colima, 1895-1901, México, Páginas del Siglo XX, 1949,
pp. 107-115.
61
Aunque, al parecer los sucesos revolucionarios provocados por el maderismo no resultaron indiferentes
para la totalidad de los colimenses. Al respecto, véanse los sucesos ocurridos en 1911, referidos páginas adelante.
86
Pablo Serrano, se erigió como un baluarte inexpugnable del porfirismo,62 representado por
la prolongada administración estatal de Enrique O. de la Madrid.
Tal actitud se presentó, en parte, porque la sociedad colimense, la tradición liberal y
el espíritu ciudadano tenían lazos sumamente débiles. Se presentaba lo que François
Xavier Guerra define como rasgos típicos de una sociedad tradicional permeada por lazos
y vínculos colectivos establecidos a p artir de: comunidades indígenas, poblados donde los
clanes familiares norman su vida interna, o bajo la influencia del caciquismo; contrastante
con un aspectos de una sociedad moderna personificada en una elite que finca su
existencia y acciones como actor individual y en los atributos de un ciudadano. Por lo
anterior, al arribo del siglo XX, la vida política local permanecía indiferente para la mayoría
de la población. Los colimenses distaban mucho de tener cohesión y expresión ciudadana,
su existencia era colmada por el ámbito de la vida individual y el tradicionalismo de sus
corporaciones. La política, como actividad pública, se encontraba restringida a sectores
muy reducidos de la sociedad local, parecía ser una expresión más de la vida privada de
los personajes más prominentes de la entidad.
Por tanto, el sendero de la actividad política se delineaba a partir de los lazos o
vínculos familiares, compadrazgos o amistosos que establecía esta elite dominante que
62
En lo general, se retoman las caracterizaciones que sobre este período esboza Pablo Serrano Álvarez en
publicaciones como: "La oligarquía colimense y la Revolución 1910-1940" en op. cit., p. 57-78; "Colima y la Revolución
1910-1916", en Barro Nuevo Nº 14, Colima, Gobierno del estado de Colima-H. Ayuntamiento de Colima-INAH, 1992, p.
18-27.
87
controlaba las instituciones y los espacios públicos. Además de grandes propietarios de
tierra, su hegemonía en la actividad agrícola y comercial, el ejercicio de gobierno figuraba
como una extensión más de sus negocios y asuntos "íntimos" o "caseros".
Los colimenses, de hecho, no conocían las formas de operar de una organización
política. Sólo en tiempos previos a una jornada electoral, el gobernante y su séquito se
erigían en partido oficial para formalizar su continuismo. De las oficinas de gobierno se
designaba a los "electores" que elegirían a los "representantes populares";63 espacios
ocupados por hacendados, comerciantes o apoderados del clero. Un rasgo distintivo en
esos años fue la gran influencia que el sector religioso desempeñó en el ámbito de la
política y la vida pública de la entidad.64
Las expresiones de inconformidad, disidencia o crítica sobre las medidas de
gobierno o el proceder de empleados y funcionarios estatales o municipales, no se
expresaban en espacios públicos, se reducía al comentario entre amigos o parientes y
dentro de un ambiente íntimo o familiar. Esta forma de tratar los asuntos públicos generaba
una impunidad en el oficio de gobernar, a la vez que garantizaba su continuidad sin
63
Sobre los primeros años de esta etapa de la vida política colimense, véase, Gregorio Iván Preciado Vallejo,
"historia política de un decenio", en José Miguel Romero de Solís (dir.), Los años de crisis de hace cien años... Op. cit.,
p. 249-293.
64
Manuel Velázquez Andrade, Op. cit., pp. 234- 235.
88
alteraciones de ninguna índole.
Estas fueron algunas de las razones por las que el maderismo, en su etapa de
gestación, no encontró a Colima como uno de sus centros dinámicos, ni siquiera como
apoyo periférico. Francisco I. Madero visitó la entidad en 1910, en plena campaña
opositora por la presidencia; su acto de campaña efectuado en la Capital del Estado, si
bien atrajo a diversos asistentes, éstos acudieron más por curiosidad que por simpatía con
las ideas del candidato disidente. Una vez que Madero abandonó la entidad vía Manzanillo
para incursionar en tierras del Noroeste Mexicano, la mayoría de su auditorio echó sus
proclamas al olvido; en virtud de lo anterior, no logró estructurarse un club
antirreeleccionista que diseminara las propuestas maderistas en el territorio colimense.
La clase política local estaba enfrascada en asuntos más caseros, como el controlar
la gubernatura estatal para el ya próximo cuatrienio 1911-1915; para ello, los actores
principales de la política colimense tendieron a integrarse en dos bandos.65 Ambos,
durante buena parte de 1910, intentaron ganarse los favores y la "bendición" del presidente
Díaz, así como descalificar a su oponente mediante el uso de cualquier recurso al alcance
de la mano. Por ejemplo, los opositores al gobernador Enrique O. de la Madrid
aprovecharon a la perfección el asesinato múltiple perpetrado por las fuerzas armadas
estatales en el pueblo de Tepames en marzo de 1909,66 para descalificar ante la opinión
65
Estas expresiones diferenciadas no eran recientes, su antecedente se remontaba a la vieja disputa y
escisión ocurrida entre los políticos y hombres prominentes de la entidad al tiempo de la caída del Gildardo Gómez y
el arribo de Francisco Santa Cruz. Los reducidos apoyadores y seguidores de Gómez se componían, sobretodo,
maestros, empleados y profesionistas que mantuvieron cierta cohesión basada en la amistad y comunión de ideas,
guardando una tímida distancia hacia el gobierno de Santa Cruz, sobre el cual siempre tuvieron un juicio crítico,
aunque muy soterrado; actitud que se prolongó durante el gobierno de Miguel O. de la Madrid. Entre los personajes
que asumían tal comportamiento figuraron: Miguel García Topete, Ignacio Vizcarra, Severo Campero, Ignacio
Gamiochipi, Victoriano Guzmán, J. Trinidad Alamillo, entre otros. Conviene puntualizar que esta división entre la clase
política estatal no se expresó de manera clara o tajante, mucho menos significó una ruptura de los discrepantes con
el régimen porfirista. Gildardo Gómez, al dejar la gubernatura, ocupó una diputación. De igual manera, varios
seguidores ocuparon cargos administrativos o legislativos durante el gobierno de Miguel O. de la Madrid. Por lo que la
oposición local siempre se mantuvo latente pero encubierta, sin expresarse públicamente. al respecto, véase, Manuel
Velázquez Andrade, Op. cit., pp. 225- 242.
66
Al respecto, véase una publicación muy ilustrativa sobre este temática escrita por Emilio Rodríguez ese
mismo año de 1909, la cual ha tenido múltiples reediciones, una de ellas es: Emilio Rodríguez Iglesias, El crimen de
89
pública nacional y el propio Presidente Díaz, el oficio de gobierno del mandatario estatal y
sus huestes.
Al desencadenarse la lucha por la sucesión gubernamental, el bando que detentaba
el poder lanzó como candidato al Prof. Gregorio Torres Quintero. Por su parte, J. Trinidad
Alamillo,67 como resultado de hábiles maniobras políticas, logró figurar como aspirante al
mismo cargo, aglutinando tras de sí, a un importante núcleo de medianos propietarios y
políticos colimenses que disentían del acaudalado gobernador De la Madrid y su cercano
grupo de apoyadores y beneficiarios.68
Cuando Francisco I. Madero optó por el levantamiento en armas como única
Tepames, México, Costa Amic, 1975, (Col. Club del Libro Colimense).
67
J. Trinidad Alamillo ya había ocupado cargos en el ámbito de la administración en años precedentes.
Durante el gobierno de Gildardo Gómez, en los años ochenta de la centuria pasada, encabezó la Prefectura Política
de la Cd. de Colima. Al término del mandato de Gómez, Francisco Santa Cruz lo relevó en el cargo; este nuevo
gobernante desencadenó una tenaz persecución contra Alamillo, al grado tal de dictarle orden de aprehensión. Este
hecho lo llevó a salir huyendo de Colima y refugiarse en el vecino Estado de Jalisco. Radicado en la capital tapatía,
incursionó en la actividad periodística al fundar La Gaceta de Guadalajara. Su actividad política y periodística le
proporcionó amistades y relaciones con personajes destacados de la época, cercanos al Gral. Porfirio Díaz, aspecto
que utilizó para potenciar sus enraizadas aspiraciones políticas en Colima.
68
Sobre lo ocurrido en esta lucha por e l gobierno estatal, véanse, Gutiérrez Grageda Blanca E. y Héctor P.
Ochoa Rodríguez, Las Caras del Poder...p. 67-102, y Julia Esther Preciado Zamora, J. Trinidad Alamillo: gobernador
maderista y huertista, Colima, Col., México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad de Colima, 1996,
[Tesis de Maestría en Historia regional, inédita].
90
medida posible para separar del poder al vetusto Porfirio Díaz, la lucha por la gubernatura
estatal tenía unos cuantos meses de iniciada. La lucha maderista encontró a ambos
bandos enfrascados en un combate electoral que no daba cuartel; esta lucha se
profundizaba por el descuido y abandono de un gobierno porfirista que tenía problemas
mucho más apremiantes por resolver. Pese a este río ya bien revuelto, los contendientes
colimenses no rebasaron los marcos de la legalidad gubernamental y estuvieron prestos
para profesar su fidelidad política al anquilosado gobierno de Díaz.
Ante el llamado del Plan de San Luis para iniciar una insurgencia civil -a iniciarse el
20 de noviembre de 1910- para derrumbar la dictadura de Díaz, ambos bandos políticos,
ni tardos ni perezosos, en el marco de su campaña proselitista, marcaron su claro
deslinde y condena sobre esta tentativa revolucionaria. Por ejemplo, un día después de
lanzada dicha proclama maderista, la opositora Mesa Directiva de la Convención Electoral
Colimense que postulaba como candidato a J. Trinidad Alamillo se expresó en los términos
siguientes:
nos permitimos recomendar muy especialmente a nuestros amigos y
correligionarios de todo el Estado, que no solamente no deben
secundar a los trastornadores del orden público, bajo ninguna forma ni
pretexto, sino por el contrario, influyan con propios y extraños para que
se conserve la paz en todo el territorio colimense y se respeten las
autoridades constituidas, prestándoles, en caso necesario apoyo
decidido, como debe hacerlo todo buen mexicano.69
Ante este tipo de sucesos, las distintas expresiones políticas de la entidad
69
Esta proclama la firmaron Manuel R. Álvarez, Salvador M. Ochoa, Ignacio Padilla, Miguel García Topete,
Isaac Padilla, Manuel Álvarez García, Vicente Alfaro, Teodoro Padilla, Roberto F. Barney, Dr. Atilano F. Velasco, Carlos
M. Ochoa, Ponciano Dueñas, Odilón Ayón y Dr. Ismael Bracamontes, en su calidad de integrantes de la Mesa Directiva
de dicha agrupación. Dicha información se encuentra en: Manifiesto del Club de Obreros Libres, agosto 27 de 1916;
en AHMC, Sección "E", Caja 61, exp. 1, 1916.
91
manifestaron una conducta similar. Las manifestaciones de apoyo o beneplácito por el
estallido revolucionario brillaron por su ausencia. Los llamados a la paz y la unidad entre
los colimenses se repetían al por mayor. Aunque es de destacarse que esta armonía tan
esgrimida y propagada por autoridades y políticos locales tendió a extinguirse al tiempo
que el régimen porfirista se encontraba en estado agónico. La lucha maderista encontró
adeptos cuando ésta escenificaba su batalla final.
Tanto así que, al acercarse el primer trimestre de 1911, por orden del Coronel Jefe
del Segundo Cuerpo de Rurales de la guarnición de la ciudad de Colima y en acatamiento
a la disposición del Gobernador del Estado, se practicaron cateos en las casas de Antonio
Murguía (a) El Carandango, Eugenio Aviña, Rafael Casillas y Severiano Cortez, donde se
recogieron parque y armas de diverso tipo. Un objetivo central del operativo era capturar a
Eugenio Aviña, lo cual no fue posible debido a que se encontraba fuera de la capital.70
Aviña se desempeñaba como comerciante en pequeño establecido en la capital
colimense desde finales del siglo XIX; su residencia "formal" se encontraba en la ciudad
de Guadalajara.
Al margen de su ocupación, Eugenio Aviña no se constituyó como opositor de
manera espontanea e improvisada. Desde principios de 1910, formaba parte del
antirreleccionismo jalisciense. Es más, contribuía con Roque Estrada en la preparación y
equipamiento armado del ya próximo levantamiento maderista. Era el responsable de
organizar, en Colima, las guerrillas que organizó el Club Fénix, organismo secreto
emanado del Club Antirreleccionista Valentín Gómez Farías, asentado en Guadalajara.71
En meses previos a la caída del gobierno porfirista, Aviña se dedicó a preparar, de
manera sigilosa, la rebelión local contra el gobierno porfirista. Conjuntamente con la familia
70
Al respecto véase, Novedades de Policía de la Comandancia de Policía de la ciudad de Colima, AHMC,
Caja E-4L, hoja suelta, 1911.
71
Al respecto, véase, José Ramírez Flores, La Revolución Maderista en Jalisco, México, UdeG-Centro de
Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 1992, p. 41., (Colección de Documentos para la Historia de Jalisco).
92
Bueno, hacendados del suroeste michoacano, se diseñó un plan de ataque, donde figuró
una etapa inicial de reclutamiento de hombres. Aviña ganó adeptos dentro del mismo
Cuerpo Mixto de Seguridad Pública de Colima, mientras que los Bueno y José González otro acaudalado ranchero del suroeste de Michoacán- empezaron a darle cuerpo a un
grupo de rebeldes formado por rancheros y peones acasillados ubicados en esta zona del
vecino estado de Michoacán. Chacalapa, Coahuayana y la hacienda "Maravillas",
destacaron centro aglutinadores de los rebeldes michoacanos que participaron en el
levantamiento maderista ocurrido en Colima.72
Transcurría la primera quincena de mayo de 1911, cuando Eugenio Aviña hizo
pública y notoria su adhesión a los inminentes triunfadores de esta confrontación armada
iniciada en noviembre de 1910. Aviña, al frente de un grupo de hombres, partió de las
inmediaciones de la ciudad de Colima para trasladarse hasta las propiedades de sus
aliados michoacanos para concentrar todas los hombres reclutados e iniciar su avance
sobre el centro del poder político colimense. Desde esta parte del vecino territorio de
Michoacán se adentró en tierras colimenses pasando por el pueblo deTepames donde se
engrosaron las filas promaderistas; la avanzada prosiguió hasta llegar a la hacienda "La
Estancia" (propiedad de Luis Brizuela) y la finca rural "El Alpuyeque" (su dueño era el
Ingeniero Ignacio Gamiochipi), para luego sitiar y tomar la ciudad capital, durante la noche
del 18 de mayo de 1911. Mediante esta hábil y sorpresiva maniobra militar, se depuso al
72
Sobre la participación de personajes michoacanos en la rebelión maderista acaudillada por Eugenio Aviña
y el proceso de toma de la ciudad capital, véase, Ricardo B. Nuñez, Op. cit., p. 41-53.
93
Gobernador De la Madrid y a las demás autoridades locales; además, se apoderaron de
las instalaciones y armamento de la policía.
También se abrieron las puertas de la cárcel capitalina quedando libres todos los
reos del orden común. Esta acción, pese a que se les adjudicó a los revolucionarios, fue
negada por Eugenio Aviña y responsabilizó de tal hecho a algún enemigo de la causa
revolucionaria;73 como prueba de ello, acató con diligencia la orden enviada desde el
centro del país para capturar a los evadidos, aunque bastantes prófugos no pudieron ser
reaprehendidos.
Tras culminar exitosamente esta inesperada acción armada dirigida por Aviña, los
insurrectos hicieron un llamado a la población a conservar el orden y la calma; en términos
similares se manifestó la XVIII Legislatura del Estado. Sin embargo, al mismo tiempo que
los revolucionarios llamaban a la tranquilidad, volaron los puentes cercanos para evitar la
llegada de posibles refuerzos para el gobierno recién destituido.
La eficaz acción armada realizada por las fuerzas comandadas por Aviña
obedecían a un plan medianamente articulado y ramificado en la región extendida en
puntos colindantes de Michoacán y en distintos puntos de la geografía estatal. Por
ejemplo, la labor de reclutamiento en suelo michoacano emprendida por José Bueno, el
segundo hombre de mando dentro del levantamiento maderista en Colima, Juan Bueno
73
Telegrama de Eugenio Aviña al Ing. Alfredo Robles Domínguez , mayo 29 de 1911; en Archivo General de
la Nación (en adelante AGN) Archivo Alfredo Robles Domínguez, tomo 5, exp. 23 bis, f. 7.
94
(primo hermano del primero), José González y Paulino Valdovinos, entre otros, aportó más
de cuatrocientos hombres a la rebelión y al contingente que efectúo la toma de la capital.
No es casual que el banderazo de salida para la avanzada maderista se localizara en
estas tierras aledañas a Colima.
En lo que se refiere a los contingentes colimenses, además del núcleo inicial que se
desplazó con Eugenio Aviña y de las adhesiones ocurridas en Tepames, existieron otros
sitios que hicieron su aporte al maderismo; por ejemplo, en Coquimatlán, cincuenta
hombres se pronunciaron a favor del maderismo y marcharon rumbo a la capital para
apoyar dicho alzamiento. Otros pequeños grupos armados, provenientes de distintos
puntos del Estado, actuaron de manera similar. En general, se calcula que en la
insurrección maderista colimense participaron novecientos hombres armados y montados,
quienes, prácticamente, tomaron el poder sin disparar un tiro.74
74
Sobre estos acontecimientos, véase La Gaceta de Guadalajara (en adelante GG), mayo 30 de 1911, p. 1-2.
95
Asimismo, muchos de estos nuevos pasajeros (la mayoría coyunturales) en el
carruaje de la revolución no se caracterizaban por ser gente sencilla o anónima. La
presencia de hacendados y prósperos rancheros fue altamente significativa en el devenir
de los acontecimientos y el triunfo maderista en la entidad. Asimismo, secundando las
acciones efectuadas en la ciudad capital, el 19 de mayo de 1911, Teodoro Padilla,
Prefecto Político del Distrito con sede en Manzanillo, encabezó un grupo de hombres y se
apoderó de un buen número de armas y municiones localizadas en el muelle de dicho
puerto. Esta acción no representaba un hecho aislado ya que los funcionarios fieles al
régimen enfrentaban la seria amenaza de un numeroso grupo de maderistas procedentes
de Colima que avanzaban hacia ese lugar para tomar posesión de este importante puerto
colimense.75
Dicha amenaza estaba bien fundamentada, pues la ciudad de Colima acababa de
ser ocupada por ese nutrido contingente de hombres autoproclamados maderistas. Tras
esta triunfante operación militar, el avance sobre Manzanillo era una acción lógica debido a
la ubicación e importancia estratégica de este puerto como punto de entrada al occidente y
centro del país . Su ocupación era básica para lograr el dominio sobre los centros
neurálgicos de la región.
Además de buscar el control sobre el puerto de Manzanillo, las fuerzas maderistas
ensancharon su área de influencia hasta la zona de Zapotlán, Jalisco, lugar desprovisto de
fuerzas federales que se opusieran a dicho avance. Con estas facilidades, los maderistas
colimenses no se esforzaron mucho para ocupar dicha población a finales de mayo de
1911, donde se apoderaron de doscientos caballos; mediante acciones similares, el
Monte de Piedad y la casa comercial del Sr. Collingnon, se convirtieron en "proveedores"
75
Telegrama de J. B. Morales, Secretario del Puerto de Manzanillo al Secretario de Guerra y Marina, mayo 20
de 1911; en Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional (en adelante AHSDN), "El Estado de Colima",
exp. XI/481.5/38, caja Nº10, f. 3.
96
de buena cantidad de sillas y diversos ajuares de montar.76
76
Comunicado de Luis G. Palacios, Coronel Subjefe, encargado del Departamento del Estado Mayor al
Secretario de Guerra y Marina, 8 de junio de 1911; en AHSDN, "El Estado de Jalisco" (1911), expediente XI/481.5/147,
caja Nº 77, f. 91.
97
Las fuerzas que apoyaban al depuesto gobernador Enrique O. de la Madrid
calificaron las acciones de Aviña y los maderistas como motivadas por el bandidaje, el
robo y el asesinato. En días posteriores a la ocupación de la capital, propalaron la noticia
que Eugenio Aviña había huido del Estado llevándose la suma de diez mil pesos,
proveniente de la aportación realizada por el gobernador De la Madrid y el comercio local
en favor de los rebeldes maderistas a cambio de respetar vidas y propiedades. Los
revolucionarios se encargaron de desmentir tales infamias al difundir entre la población una
hoja volante donde plasmaban su orientación y finalidades políticas. Dicho comunicado lo
suscribieron Eugenio Aviña, Daniel Cueva, Melesio Cárdenas, José Bueno, Merced
Partida, José Martínez Medina, José de Jesús Covarrubias y Hermeregildo Arias, en su
calidad de Jefes del Ejército Libertador en el Estado de Colima.77
Uno de los primeros actos de los triunfantes maderistas fue designar a Miguel
García Topete como Gobernador Provisional, al tiempo que Aviña ostentó el cargo de jefe
militar en la entidad. El nombramiento de Gobernador Provisional generó una polémica
entre la Legislatura y las fuerzas triunfantes, pues el poder legislativo se abrogaba ese
derecho de acuerdo con la leyes establecidas, por ese motivo, al renunciar De la Madrid,
designó en su lugar al Dr. Vidal Fernández. E sta controversia concluyó con la intervención
del Senado al declarar desaparecidos los poderes constitucionales de Colima y confirmó
la necesidad de nombrar un Gobernador Provisional quien convocara a elecciones de
acuerdo a las leyes estatales.
Amparado en este acuerdo del Senado, el Sr. Francisco I. Madero designó como
Gobernador Provisional del Estado de Colima al referido Miguel García Topete,
nombramiento aprobado por el Senado el 31 de mayo de 1911. Momentos antes de recibir
dicho cargo, García Topete se encontraba incorporado de lleno a las giras políticas de J.
77
GG, mayo 30 de 1911, pp. 1-2.
98
Trinidad Alamillo.
A escasos quince días de establecido en el cargo, el nuevo ejecutivo estatal
convocó para la instalación de una nueva legislatura y a elecciones de gobernador. La
nueva legislatura entró en funciones el 16 de septiembre de 1911. Dentro de las
actividades de este cuerpo legislativo destacó el nombramiento de Miguel García Topete
para que continuara en su cargo hasta el 31 de octubre de ese año, fecha que marcaba el
término del período de gobierno para el que fue electo Enrique O. de la Madrid; también se
validó la elección constitucional para gobernador, donde resultó triunfador J. Trinidad
Alamillo para cubrir el cuatrienio contemplado del 1º de noviembre de 1911 al 31 de
octubre de 1915, después de derrotar electoralmente a su contrincante, Gregorio Torres
Quintero.
J. Trinidad Alamillo inició su mandato constitucional reorganizando el Supremo
Tribunal de Justicia, removió algunos magistrados y al Procurador General del Estado. Al
margen de estas remociones administrativas, una medida que destacó entre las primeras
acciones del gobernador Alamillo fue el impulso a una ley que reglamentase las aguas de
jurisdicción estatal; así también, en diciembre de 1911, la comisaría de Cuyutlán se elevó a
la categoría de pueblo.
Esta acción se justificaba afirmando que los gobiernos deberían atender el
mandato de la triunfante Revolución de otorgar a los pueblos mayores beneficios. Sin
embargo, un claro fin de esta disposición era el afectar los intereses de Francisco Santa
Cruz, uno de sus opositores políticos, dueño de la Hacienda y Laguna de Cuyutlán. La
iniciativa del gobernador recibió la aprobación del Congreso local.78 Santa Cruz se amparó
ante dicha medida gubernamental. En enero de 1913, esta pugna concluyó -de manera
muy aparente-, mediante la formalización de un acuerdo, donde el hacendado cedió un
terreno para el fundo legal del pueblo de Cuyutlán, a cambio de quince años de exención
78
Al respecto véase, Miguel Ángel Novela Villalobos, et al, Historia Legislativa del Estado de Colima, Colima,
Editorial del Gobierno del Estado, 1994, p. 67-68.
99
de impuestos en todos sus bienes y propiedades.79
79
Cesión de terreno para el fundo legal del pueblo Cuyutlán por don Francisco Santa Cruz Ramírez a favor
del gobierno del Estado, enero 27 de 1913; en Archivo del Registro Público de la Propiedad y el Comercio de Colima
(en adelante ARPPCC), Ramo Inscripciones Públicas, Libro 25, 1913, Nº 9.
100
Por otro lado, conviene destacar que el levantamiento maderista no fue un rayo en
cielo despejado dentro del escenario colimense, nuevas tentativas de rebelión se fueron
fraguando en estas tierras del occidente mexicano. Sobre este particular, a finales de
1911, se diseminó el rumor sobre un probable levantamiento reyista en la zona que
comprendía a Colima, Tecalitlán, Pihuamo y Tonila. Los informantes aseguraban que el
General Bernardo Reyes80 poseía partidarios que trabajaban activamente en esta
conspiración como el sr. José Martínez, de Zapotlán, y Carlos Morales, propietario y
administrador de la Hacienda "La Joya", ubicada en Colima.81 Estos rumores y sospechas
eran el preludio de lo que a la sombra se estaba cocinando en territorio colimense, lo cual
afloraría meses más tarde.
La presencia de tales amenazas condujo a que el Gobernador J. Trinidad Alamillo
reforzará los cuerpos de seguridad estatales. A consecuencia de ello, solicitó al poder
legislativo la autorización respectiva para gestionar ante el ejecutivo federal la condonación
de todos los derechos que originara la importación de armamento y municiones,
consistente en cien carabinas máuser y veinte mil cartuchos para las mismas. Solicitud que
contó con la aprobación respectiva.82 Otra medida legislativa en este mismo orden fue
ceder al ejecutivo federal los terrenos necesarios para la construcción de dos cuarteles
para la defensa de la plaza.
Estas medidas presagiaban tormentas.
80
El General Bernardo Reyes fue enviado a Europa por el presidente Porfirio Díaz en septiembre de 1909;
regresó al país a mediados de 1911 y tras participar en los comicios presidenciales de octubre de 1911, donde
Francisco I. Madero es electo presidente, se trasladó a Estados Unidos para preparar una rebelión bajo el llamado
"Plan de la Soledad", tentativa que no sumó muchos adeptos, razón por la cual, pronto fue detenido y apresado.
81
Oficio Nº 10278 del Gobernador Provisional de Jalisco al Gobernador del Estado de Colima, diciembre 7
de 1911; en AHEC, leg. 793, 1911.
82
Dictamen de la Comisión de Hacienda del Congreso del Estado, junio 11 de 1912; en Archivo del Poder
Legislativo del Estado de Colima (en adelante APLEC), Dictámenes de las Comisiones Legislativas. Legislatura XVIII
101
2.- LOS GOBIERNOS HUERTISTAS EN COLIMA
J. Trinidad Alamillo ejerció el puesto de gobernador de la entidad desde el 1º de
noviembre de 1911 hasta el 7 de abril de 1913. No pudo concluir su período constitucional
debido a los inesperados sucesos protagonizados por sus opositores políticos en este año
de 1913. Desde el inicio de su mandato, Alamillo se adaptó con suma facilidad al
Presidente Francisco I. Madero y al amparo de las nuevas ideas que configuraban la
naciente política emanada de la gesta maderista, lanzó hostigamientos a sus añejos
rivales políticos en la entidad.
(1909-1912), caja 113 bis, pos 1, p. 221.
102
Por otra parte, se afanó por fomentar la actividad agrícola estatal mediante la
disposición de incentivos para los productores locales y extranjeros. En materia agrícola
estableció un marco jurídico para favorecer la redistribución de la propiedad de la tierra a
través de nuevas disposiciones para incentivar las operaciones de compra venta de
terrenos de labranza. Específicamente, se decretó la exención de impuestos de traslado
de dominio para quienes fraccionaran terrenos hasta por 100 hectáreas.83 Con ello se
pretendía apoyar al pequeño propietario y desalentar a la gran propiedad terrateniente.
Otras disposiciones en este mismo rubro fueron la ampliación del fundo legal del
pueblo de Tecomán y la erección en pueblo de la congregación de E l Mamey, con lo cual
se establecía el fundo legal de este ultimo asentamiento. Sus acciones no se limitaron al
fomento de la redistribución o asignación de la tierra, sino a al incremento de cultivos y a la
productividad de los mismos; en este sentido, estimuló a agricultores y hacendados
mediante el establecimiento de un premio de 10 mil pesos en oro para el primero que
sembrara 10 mil palmas de coco.
Asimismo, se esmeró por promover a Colima más alla de los límites estatales para
atraer inversión; por ello, impulsó la realización de la Exposición Costeña de Colima, de
carácter agrícola, industrial y comercial, donde se exhibirían los productos naturales,
artesanías, manufacturas y el cúmulo de bondades que brindaba la región. Se hicieron
múltiples g estiones e inversiones para el éxito de tal proyecto, entre ellas figuró la invitación
al Presidente Madero a fin de que inaugurara tan importante evento.
83
Decreto Nº 11 del Congreso del Estado de Colima, noviembre 12 de 1912; en APLEC, Legislatura XIX
(1912-1915), caja 119, pos 1, p. 51
103
El gobernador J. Trinidad Alamillo se encontraba en esos preparativos cuando
ocurrieron los trágicos sucesos de La Ciudadela -en febrero de 1913- que condujeron al
derrocamiento y asesinato del presidente Madero . Tales acontecimientos no amenazaron
su estabilidad como gobernante. Los inmediatos llamados de Venustiano Carranza para el
desconocimiento y combate al gobierno usurpador de Victoriano Huerta no encontraron
eco en el mandatario colimense. Tampoco se alteraron sus planes relacionados con la tan
anhelada Exposición Costeña. Su finalidad era organizar tan anunciado evento y lo único
que hizo fue modificar el nombre del personaje seleccionado para darle el arranque oficial.
Muerto Madero, la invitación le fue turnada al General Victoriano Huerta.
Si el rey ha muerto...¡viva el rey!.
No era nada nuevo que el gobierno de Colima permaneciera ajeno a l levantamiento
acaudillado por Venustiano Carranza; una actitud muy similar se asumió en tiempos de la
revolución maderista. Prácticamente, los estados que sirvieron como baluartes del Plan de
Guadalupe lanzado el 26 de marzo de 1913, fueron los mismos sostenedores del Plan de
San Luis. Sonora y Coahuila, como bien lo asienta Friedrich Katz, " habían desempeñado
papeles importantes en la revolución maderista y en ambos dominaban gobiernos
revolucionarios con sus propias fuerzas armadas".84 Situación muy diferente se vivía en
Colima donde el gobierno de Alamillo no tenía nada que lo identificase con el maderismo y
sólo se adaptó a la realidad nacional para seguir detentando un poder local ambicionado y
gestionado desde tiempos de Don Porfirio Díaz.
84
Friedrich Katz, Pancho Villa, tomo 1, p. 237.
104
Ante la invitación a Huerta de asistir e inaugurar en Colima la mencionada
exposición, éste manifestó al mandatario estatal su imposibilidad de concurrir en la fecha
programada (1º de abril ) en virtud de los alzamientos que enfrentaba su gobierno, pero
abrió la posibilidad de asistir si el evento se aplazaba unos quince días; ya que,
ilusamente, esperaba que para este tiempo, la tentativa armada hubiese desaparecido.
Solicitud a la que el gobernador Alamillo atendió diligentemente. Los sucesos por venir
enterrarían el tan anhelado proyecto de la Exposición Costeña.
Sin embargo, la relación del gobernador colimense con el nuevo ejecutivo no se
caracterizó por su dulzura. En marzo de 1913, al tiempo que acudió a la ciudad de México
para formular esta invitación a Victoriano Huerta, fue requerido para explicar el papel de su
gobierno y de la sociedad colimense en relación con los alzamientos que se multiplicaban
en el país. Alamillo se esmeró en desmentir ante el mandatario federal y la prensa nacional
los rumores que señalaban a Colima como un estado partícipe de esta revolución en
ciernes, evocando el predominio de una tranquilidad generalizada; la cual, poco después,
se exhibiría sólo como una ilusión del gobernador colimense.85
La visita de J. Trinidad Alamillo a Victoriano Huerta todavía estaba reciente, al igual
que sus gestiones para proyectar su quehacer gubernamental, cuando al mandatario
colimense le sorprendió un conflicto de orden local. El 2 de abril de 1913 se suscitó una
tentativa de rebelión armada, encabezada por personajes ampliamente conocidos dentro
de la sociedad colimense. Cerca de cien hombres armados -muchos de ellos reclutados
de las rancherías del norte de la entidad- comandados por el Dr. Miguel Galindo, Carlos
85
Dichas noticias las difundió en órganos de prensa como El Universal. Al respecto, véase, El Estado de
Colima (en adelante EC), marzo 22 de 1913, p. 97.
105
Solórzano Morfín y J. Cruz Campos, tomaron el poblado de Comala y, después de causar
diversos destrozos, iniciaron su avance sobre la capital colimense.86
86
Notificación de Jesús Ponce, Subprefecto Político de Comala al Secretario del Gobierno del Estado de
Colima, abril 4 de 1913; en AHEC, leg. 831, esp. s/n, 1913.
106
Esta tentativa rebelde se frustró ante la rápida respuesta de las fuerzas armadas
leales al gobernador J. Trinidad Alamillo. Con diligencia, las fuerzas armadas del Estado,
reforzadas con algunos civiles, persiguieron a los sublevados dándoles alcance en
Juluapan -comisaria municipal del municipio de Villa de Álvarez-; en este lugar ocurrió el
enfrentamiento entre ambos bandos tras el cual los rebeldes padecieron una cruenta
derrota. Ante las bajas sufridas, el grueso del grupo optó por emprender la retirada de
manera dispersa. Las fuerzas oficiales sufrieron la muerte de tres gendarmes de
caballería; entre los alzados en armas, perdieron la vida algunos de los principales
cabecillas - J. Cruz Campos y Carlos Solórzano Morfín- y cinco rebeldes más.87
Los promotores de dicha rebelión eran integrantes de la agrupación política "Club
Paz y Progreso". Este organismo surgió a principios de 1913 y, tras un breve proceso
organizativo, en marzo de ese mismo año se constituyó su Mesa Directiva con carácter
definitivo, cuya presidencia recayó en la figura del Dr. Miguel Galindo.88 Al parecer, las
actividades que concentraron todos los esfuerzos del Dr. Galindo fue la preparación de
esta rebelión contra Alamillo, acción que marcó su debut y despedida como dirigente de
este organismo político.
En la planificación de este alzamiento no sólo intervinieron personajes e intereses
locales ya que se encontraba conectada con las tentativas que el general Félix Díaz y sus
seguidores realizaban para controlar espacios de poder. La vinculación con este militar ya
se había puesto de manifiesto mediante los continuos rumores de alzamientos que
circulaban desde finales de 1911. En virtud de contar con estos nexos nacionales, los
conspiradores locales proyectaron iniciar su rebelión en la región norte de la entidad
debido a que esperaban refuerzos felicistas procedentes del centro del país, los cuales
87
Comunicado del Prefecto Político del Distrito del Centro al Gobernador del Estado de Colima, abril 5 de
1913; AHEC, leg. 826, 1913.
88
Comunicado del Lic. José Jesús Orozco, Presidente Provisional del Club Paz y Progreso, al Secretario de
Gobierno de Colima, marzo 15 de 1913; AHEC, leg. 831, 1913.
107
arribarían por este punto geográfico. Al maderista Eugenio Aviña también se le mencionó
como participe en este levantamiento.89
Ante la cruenta represión desencadenada por el mandatario estatal en contra de los
sublevados, la noche del 7 de abril se realizó un mitin frente al Palacio de Gobierno, en el
cual participaron cientos de manifestantes que bajo la influencia de hombres como
Francisco Santa Cruz Ramírez -recién afectado en sus propiedades por decretos de
Alamillo sobre el poblado y la Laguna de Cuyutlán-, en esta manifestación se expresó la su
indignación por la muerte de varios de los rebeldes, enmedio de vivas a Félix Díaz y
mueras al Gobernador Alamillo. La indignación y los insultos subieron de tono al grado tal
que pronto estalló la violencia entre la multitud; la policía intervino para disolver el acto a
punta de pistola, ocasionando varios muertos y heridos. Debido a la muerte de los
rebeldes como a la represión ejercida contra estos manifestantes, el gobernador Alamillo
recibió un urgente llamado de Victoriano Huerta para que compareciera ante él a fin de
explicar los sucesos acaecidos y su comportamiento ante ellos. Al salir de la entidad con
destino a la capital de la república, la legislatura local nombró como gobernador interino al
Dr. Vidal Fernández, quien fue sustituido dos más tarde por el general Miguel M. Morales,
quien recibió el nombramiento por el mismo congreso colimense, pero de acuerdo con la
orden expresa de Victoriano Huerta.
89
Para mayores detalles sobre este levantamiento militar, véase, Ignacio G. Vizcarra, Apuntes y datos
cronológicos para la historia de Colima, México, Talleres Impresores Mexicanos, 1949, p. 135-138.
108
Al mismo tiempo, una comisión de los organizadores de la rebelión90 se trasladaron
a la ciudad de México para entrevistarse con las autoridades federales a fin de denunciar
los hechos y demandar el retiro de J. Trinidad Alamillo de la gubernatura estatal. Esta
comisión fue recibida por los Ministros de Justicia, Guerra y Marina, así como por el propio
General Victoriano Huerta, quienes les garantizaron que este personaje no volvería a
ocupar el primer cargo estatal ni algún otro puesto político.
90
En esta comisión figuraron el propio Dr. Miguel Galindo, Francisco Santa Cruz Ramírez, Ignacio Michel,
Manuel Álvarez García, Miguel Espinosa, José de Jesús Orozco, Atenógenes Alcaraz, Ramón Cruz Cabrera, entre
otros. Sobre el particular, véase, nota periodística local en: APLEC, Libro de Iniciativas de Ley, Legislatura XX, caja 26,
pos. 2, p. 747.
109
Los opositores al gobernador no eran gente sencilla o anónima, se constituía por la
elite económica del estado, aliada a un connotado grupo de profesionistas que desde
finales del siglo pasado se habían convertido en sus poderosos rivales políticos.91 Por
esto, pese a los viajes de J. Trinidad Alamillo a la capital de la república y su estancia en
este lugar por más de dos meses para explicar y justificar su proceder, tuvo que abandonar
el cargo, para dar paso a los efímeros gobiernos de los militares Miguel Morales, Julián
Jaramillo, Juan A. Hernández y Antonio Delgadillo; todos ellos ubicados en la tentativa
huertista de establecer una dictadura militar en el país.
Durante los gobiernos militares posteriores a J. Trinidad Alamillo, si bien no
ocurrieron alteraciones significativas en la entidad, los desmanes de militares y
autoridades políticas locales se hicieron presentes. Por ejemplo, vecinos de El Periquillo,
La Peñita, Coatan, Cosinitas y Armería, perteneciente a la subprefectura de Tecomán,
manifestaron sus quejas por abuso de autoridad y extorsión llevadas a cabo por el cabo de
policía de su jurisdicción.92
Al aparecer el huertismo, la vida económica y social en Colima permaneció sin
alteraciones significativas; pero, a medida que fue creciendo la presión del ejército
constitucionalista sobre el régimen de Victoriano Huerta, el clima social y la estabilidad
91
Además de los integrantes de la comisión que visito a Victoriano Huerta, este grupo -más o menos
compacto por intereses de índole económico, político y amistoso- estaba constituido por Blas Ruiz, Francisco Santa
Cruz, Daniel Inda, José Sánchez Llerenas, Alfonso Meillón, Francisco Brun, Arnoldo Vogel, Andrés Silva, Odilón Ayón,
Dr. Ciro Hurtado, Carlos Margain, Alberto Betancurt, Dr. Gerardo Hurtado, entre otros.
92
Carta de Comisarios del Periquillo, La Peñita, Armería, arrendatarios y jueces de acordada al Gobernador
del Estado, mayo 25 de 1913; en AHEC, leg. 838, 1913.
110
típica en el Estado tenderían a cambiar. Los sucesos ocurridos en el plano nacional
generaron nuevas turbulencias en el territorio colimense y sus alrededores. Por ejemplo, en
mayo de 1913, una nueva amenaza armada se ciñó sobre tierras colimenses, ya no por
conflictos entre quienes se disputaban el poder local, sino en el marco de la lucha
constitucionalista contra el gobierno del General Victoriano Huerta.
Tal conflictó se inició con el arribo a la capital colimense -el 11 de mayo de 1913de un grupo de cinco individuos elegantemente vestidos, quienes, al hospedarse en el
Hotel América, se registraron como provenientes de la Cd. de México; tras una breve
estancia en la ciudad de Colima, se trasladaron a las poblaciones michoacanas de
Chinicuila y Coalcomán donde aglutinaron a casi 350 hombres armados con la finalidad de
tomar el poblado de Coalcomán, posteriormente avanzar sobre Manzanillo, donde se
reforzarían con fuerzas del gobernador sonorense José María Maytorena, las cuales
arribarían vía marítima, para seguidamente continuar su marcha rumbo a la ciudad de
Colima. Sin embargo, dichos planes se frustraron debido al ataque efectuado por las
tropas militares sobre dichos "alzados" en territorio michoacano, donde murió uno de los
promotores y los demás cabecillas, al igual que el resto del contingente rebelde, se
desbandaron ante la tenaz persecución oficialista.93
Esta amenaza militar no fue un hecho aislado: desde meses antes la frontera entre
Michoacán y Colima era tierra de conflictos y preocupaciones para las autoridades
colimenses. En el área de Coahuayana, punto michoacano cercano a los límites con
Colima, operaba la partida rebelde de Emiliano García, contingente armado que se fusionó
con su similar encabezada por el maderista José Bueno, integrando una columna de
doscientos hombres,94 los cuales llenaron de alarma a personajes ligados la clase política
93
Oficio Nº 4964 de José López Portillo y Rojas, Gobernador del Estado de Jalisco al Gobernador del Estado
de Colima, mayo 29 de 1913; AHEC, leg. 838, 1913.
94
Sobre el particular, véase, Comunicado del Subsecretario del Despacho de Relaciones Exteriores, Julio
García, al Secretario de Guerra y Marina, octubre 26 de 1912; en AHSDN,, “Estado de Jalisco”, Exp. XI/481.5/148, caja
78, 1912, f. 593.
111
michoacana adicta a Huerta y a hombres de negocios nacionales y extranjeros asentados
en esta entidad. Por lo anterior, los llamados de auxilio de parte de autoridades y
propietarios michoacanos ante las autoridades colimenses pronto se hicieron presentes.
Ejemplificador es el caso de Eduardo N. Iturbide, dueño de la Hacienda de Coahuayana
(Michoacán), quien solicitó auxilio porque "Me avisan (que) de Coalcomán vienen
cuarenta bandidos con este rumbo".95
95
Comunicado del Jefe del 2do. Cuerpo de Rurales en el Estado al Secretario de Gobierno del Estado de
Colima, enero 27 de 1913; en AHEC, leg. 840, 1913.
112
La amenaza de una incursión militar y de actos violentos no desaparecieron, pese al
triunfo oficilialista, por ello se implementó la vigilancia de la franja fronteriza del estado de
Colima, en la parte colindante con Michoacán. Una columna de rurales y un grupo de cien
hombres armados, formado por el prominente agricultor Isidoro Morales, se encargaron de
realizar dicha tarea contando con el auxilio de pobladores de puntos limítrofes.96
Debido a tales hechos y ante las amenazas contra la sacrosanta "paz colimense",
fieles a su adhesión con los gobiernos del centro, la alcurnia de la sociedad local no dudó
en expresar su solidaridad a Victoriano Huerta y hacer alarde de su "patriotismo". Por
ejemplo, varios personajes de sectores colimenses acomodados se manifestaron
"deseosos de contribuir a la pacificación nacional" e invitaron públicamente a la juventud
colimense a formar un grupo de voluntarios para la defensa de esta población ante el
peligro de ser presa de los perturbadores del orden. En la prensa local se expresaban de
la siguiente manera: "los horrores en otros pueblos que han caído en manos de
revolucionarios nos muestran palpablemente el camino que debemos seguir, sacrificar
nuestras vidas si es necesario, antes que permitir que sean violados nuestros hogares y
96
Al respecto véase, Oficios Nº 279 y 280 de Adolfo Piña, Subprefecto Político de Tecomán, al secretario de
Gobierno del Estado, agosto 24 y 27 de 1913; AHEC., legs. 832 y 839, 1913.
113
nuestro Estado". Por lo anterior, invitaban a instruirse militarmente.97
97
Entre los autores de tales señalamientos destacan : Miguel Álvarez García, José A. Rico, Salvador Alcazar,
José Sánchez Llerenas, Alfredo Levy, J. Jesús Michel, Felipe Silva, Ángel M. Martínez, Arturo Le Harivel, Manuel Barreto,
Salvador G. Solórzano, entre otros: al respecto véase, EC, julio 5 de 1913, p. 217.
114
Pese a la imagen de paz que propalaban las autoridades, ya no todo era
tranquilidad en Colima. Las amenazas derivadas del conflicto armado, los obligó al
acantonamiento de fuerzas militares en lugares como Cihuatlán -en territorio jalisciense-, El
Mamey, San Antonio, etc. Su finalidad: sortear el peligro representado por las partidas de
bandoleros que merodeaban en el sur de Jalisco y amenazaban con incursionar en la
entidad a través de la frontera norte colimense.98 Amenazas similares existían en la zona
colindante con Michoacán, por lo cual, se estableció la misma medida precautoria. El
temor de las autoridades era grande, por ello, en la Ciudad de Colima, se impuso el toque
de queda a partir de las diez de la noche.99
Dicho temor no era infundado, desde finales de 1913, las acordadas militares se
encontraban en permanente expedición por las áreas rurales de la Colima cercanas a
tierras michoacanas, donde escenificaron leves combates contra algunas "gavillas"
comandadas por: los hermanos -Luis y Crescencio- Orozco y Severo Corona. Según las
autoridades militares, uno de estos grupos recibió el apoyo de rancheros como Bernardino
Ruelas, quien les facilitaba las instalaciones de su rancho La Tabaquera para darles cobijo
y protección. Sin embargo, estos núcleos armados eran muy incipientes y, generalmente,
98
Dentro de los grupos rebeldes figuró el encabezado por Manuel Palacios que operaba en el distrito de
Cihuatlán, Jalisco, colindante con Colima. Este grupo armado estaba compuesto por más de cien hombres, quienes
fueron derrotados y dispersados por las fuerzas gubernamentales. Para mayor información, véase, EC, marzo 21 de
1914, p. 98.
99
EC, abril 30 de 1914, p. 172.
115
eran obligados a salir de la entidad para refugiarse en la zona de Coahuayana, Mich.100
100
Al respecto véase, Informe del Comandante de Acordadas, Plácido García, al Secretario de Gobierno del
Estado de Colima, diciembre 17 de 1913; en AHEC, leg. 839, 1913.
116
Los grupos armados rebeldes también merodeaban en el otro extremo de la franja
limítrofe colimense. Desde mediados de 1913, las autoridades de El Mamey clamaban por
ayuda para repeler las incursiones de bandoleros y gavillas de indígenas con escaso
armamento, al tiempo que pugnaban por mejorar la defensa civil.101 En esta misma parte
del norte de Colima, un cuerpo de infantería procuraba evitar la incursión de partidas de
bandoleros y revolucionarios que se desplazaban por la zona de Zapotitlán y se refugiaban
en las profundas barrancas aledañas al volcán; desde este sitio incursionaban a Colima,
en medio de persecuciones y tiroteos con el destacamento militar que se mantenía en la
zona de El Remate.102
Pero no toda amenaza provenía de fuera de la entidad, las tentativas y rumores de
rebelión también se presentaron en el puerto de Manzanillo; por esa razón se detuvo a
Teodoro Padilla, Rafael Velasco, Atilano F. Velasco y Mariano García Tagle, acusados de
preparar un complot contra el gobierno. Sin embargo, como no se les pudo comprobar
nada, fueron puestos en libertad al poco tiempo.103
Asimismo, desde principios de 1914, Eugenio Aviña, conocido jefe revolucionario,
encabezaba un contingente armado que rebasaba los 200 hombres, quienes recibían
$1.50 diario como pago por sus acciones armadas.104 Este grupo operaba en la zona
serrana limítrofe entre el sur jalisciense y el distrito colimense de El Mamey. Su objetivo era
claro: ocupar el territorio colimense y, específicamente, tomar la ciudad de las palmeras;
101
Véase, Parte de novedades del teniente Salvador Ceballos al jefe del Cuerpo Irregular de Infantería Nº
20, abril 3 de 1913; en AHMC, sección "E", caja 59, exp. s/n, 1914, y Solicitud de Cresencio Virgen al Gobernador del
Estado de Colima, julio 28 de 1913; en AHEC, leg. 839, 1913.
102
Véase, Notificación del capitán 2º Manuel Godina Horta al Jefe de Armas de Colima, abril 19 de 1914; en
AHMC, sección "E", caja 59, exp. s/n, 1914.
103
Informe del sargento 2º Leopoldo Cabañas al Mayor de Ordenes de la Plaza, febrero 2 de 1914; en
AHMC, sección "E", caja 59, exp. s/n., 1914.
104
Véase, Informe del mayor J. R. Rodríguez, Jefe de Armas de Manzanillo, al general Jefe de Armas de
Colima, febrero 6 de 1914; en AHMC, sección "E", Caja 57, leg s/n, 1914.
117
acción que ya había efectuado con éxito en años anteriores. Por tal motivo, los combates
entre este grupo rebelde y las fuerzas del General Delgadillo se empezaron a escenificar
desde marzo d e ese año. Confrontaciones nada insignificantes que se volvían noticia en la
prensa de otros estados de la república.105
A la rebeldía contra el gobierno militar impuesto en Colima por Victoriano Huerta, se
sumó el gobernador -con licencia- J. Trinidad Alamillo. Desde el último tercio de 1913,
inició preparativos para levantarse en armas, estableciendo compromisos de adhesión
entre amigos y partidarios de Colima y Michoacán. Estos movimientos fueron conocidos
por las autoridades estatales en turno y como reacción, el Congreso Local le retiró la
licencia indefinida que tenía de su nombramiento de gobernador, destituyéndolo de
manera definitiva. Alamillo prosiguió armando su plan desde la ciudad de Guadalajara,
lugar cursaba vivía su "exilio" político.
105
Por ejemplo, varias notas periodísticas sobre estos combates aparecieron en la prensa de los estados
colindantes e incluso en algunos del noroeste mexicano como el C orreo de la Tarde editado en el Puerto de Mazatlán
, Sinaloa, donde se anunciaba la derrota y dispersión de Aviña y demás revolucionarios. Véase , Correo de la Tarde
(en adelante CT), abril 6 de 1914, p. 1.
118
En marzo de 1914, salió de la capital tapatía con destino a una pequeña ranchería de nombre Las Morenas- localizada entre los agrestes montes michoacanos cercanos a
los límites colimenses, donde se concentró un pequeño grupo de seguidores. Desde este
lugar, incursionaron a Tepames para recibir la adhesión de un grupo de partidarios dirigido
por los hermanos Suárez. Después de nutrir sus fuerzas en esta zona, se desplazó hacia el
sur de la entidad a fin de entrar en contacto con nuevos seguidores para su causa y estar
en condiciones de marchar en pos de la capital colimense.106 Además, en los planes de
Alamillo figuró el establecimiento de contactos y bases de apoyo en la ciudad capital. Entre
sus colaboradores se encontraban los comerciantes Alberto Lepe y Miguel Romero,
quienes le facilitaban información y recursos para el sostenimiento de su grupo armado.107
Un aspecto a destacar es que este contingente funcionaba mediante el pago
regular de un salario para rodos los reclutas. En este aspecto, el pequeño ejército
alamillista no se diferenciaba mucho de las numerosas fuerzas constitucionalistas
comandadas por Álvaro Obregón que desde el noroeste avanzaban sobre el occidente del
país.
106
107
Noticias de este tipo se difundían en: CT, junio 12 de 1914, p. 1; CT, junio 15 de 1914, p. 2.
Sobre el particular, véase, Oficio del Prefecto Político de Colima al Juez de Distrito de esta capital, mayo
30 de 1914; en AHMC, sección "E", caja 57, exp. 6.
119
Los pasos de Alamillo se enfilaron rumbo a tierras michoacanas, específicamente
hacia Cachalapa y Maravillas, lugares donde los primos José y Juan Bueno tenían sus
negociaciones agrícolas y madereras. En estos lugares, estos aguerridos maderistas
sumaron un número respetable de hombres armados al contingente rebelde, al cual se le
denominó "Brigada Alamillo". Fortalecidos, atacaron con éxito un cuartel militar establecido
en el pueblo de San Vicente, localizado cerca de Coahuayana, Michoacán. Después de
esta acción se adentraron en territorio colimense, para tomar el poblado de Tecomán a
mediados de junio de 1914.108
Pese a esta exitosa operación militar, las fuerzas alamillistas no estaban en
condiciones de tomar el centro del poder estatal, por esta razón decidieron desplazarse
rumbo al norte de Colima, expresamente a la zona ribereña del Río El Naranjo, área
limítrofe con el Estado de Jalisco. Esto obedecía en mucho a que, por instrucciones del
gobernador Antonio Delgadillo, las tropas del 20º Batallón (en número superior a 700
efectivos), reforzadas por 50 rancheros y mozos reclutados por el hacendado Higinio
Álvarez, emprendían una tenaz persecución sobre los rebeldes. Después de destrozar e
incendiar las propiedades de los Bueno, las fuerzas de la oficialidad se desplazaron hacia
el norte de Colima; en las inmediaciones del Río El Naranjo trabaron combate con las
fuerzas de Alamillo (compuestas por 400 hombres aproximadamente); luego numerosas
bajas por ambos lados, J. Trinidad Alamillo ordenó la retirada de sus tropas para dirigirse
a Ciudad Guzmán.
108
Sobre los pasos de las fuerzas de Alamillo por el sur de Jalisco y la zona limítrofe de Michoacán, véase,
Ricardo B. Núñez, Op. cit., p. 68-74.
120
Prácticamente expulsado de la entidad colimense, J. Trinidad Alamillo concentró su
radio de acción en el una área existente entre las poblaciones de Ciudad Guzmán y Sayula.
Sin mayores dificultades tomo Ciudad Guzmán, donde se vinculó con las fuerzas del
rebelde jalisciense Jacinto Cortina. Sin embargo, a principios de julio de 1914, en Sayula,
las fuerzas del Teniente Coronel Jesús Mercado le propinaron una cruenta derrota,
ocasionandole sesenta y seis bajas.109 Ante este duro revés, el grupo de rebelde sufre
cambios significativos: José bueno y 200 seguidores optaron por replegarse hacia tierras
michoacanas, y el exgobernador colimense, en lugar de seguir combatiendo por su cuenta,
decidió trasladarse con sus escasos efectivos desde Sayula hasta Ahualulco, Jal., a fin de
incorporarse las fuerzas de Obregón que avanzaban triunfantes por territorio jalisciense
hacia la capital tapatía.
Pero dejando a J. Trinidad Alamillo de lado, lo cierto es que, al margen de las
derrotas, debilidad o trascendencia de las expresiones rebeldes, el clima que g eneraban
estos acontecimientos repercutió en la población colimense, alterando su habitual ritmo de
vida. Ejemplo de lo anterior se reflejó en sus festividades y recreaciones acostumbradas.
Específicamente, en vísperas a las fiestas de carnaval de 1914, se desató un fuerte rumor
alertando acerca de la instrumentación de una leva general por parte de las autoridades,
aprovechando la gran concentración de hombres en virtud de dicha celebración. El rumor
se diseminó
rápidamente, ante lo cual, el Prefecto Político del Centro anunció
públicamente el licenciamiento de todas las tropas durante los días de las festividades.110
El clima de zozobra y temor que se propaló entre la población colimense es un
aspecto indicativo para medir los efectos producidos por la llegada o presencia de la
Revolución en Colima. Dicho fenómeno no puede aquilatarse, en su justa magnitud, con
sólo rescatar su expresión como conflicto armado o mediante las medidas políticas
109
Al respecto véase, Informe del capitán Darío Pizano al coronel en jefe del Estado Mayor de Colima, junio
29 de 1914, en AHEC, leg. 867, 1914, y CT, julio 3 de 1914, p. 1.
110
EC., febrero 14 de 1914, p. 54.
121
aplicadas por el nuevo gobierno emanado de dicho proceso revolucionario. Para una
plena comprensión de la huella humana que dejó la Revolución en tierras colimenses es
necesario detenerse en los efectos psicológicos que produjo entre el grueso de la
población. Las secuelas de este conflicto armado se hicieron sentir con cierta anticipación
al arribo de las fuerzas del Ejército del Noroeste a la entidad: sobresalto, temor y pánico
por las levas y amenazas de incursiones armadas en sus poblaciones fueron las primeras
percepciones que tuvieron los colimenses de esta contienda bélica nacional. Es indudable
que la llama de la revolución llegó con el constitucionalismo pero, desde meses atrás, el
calor y humo que desprendía empezó a sofocar a los colimenses.
Un elemento incentivador del clima de zozobra prevaleciente en la población se
derivó del establecimiento de la famosa cuota de sangre aportada por el Estado para
engrosar las filas del ejército huertista que combatía el creciente avance de las fuerzas
constitucionalistas. Aunque para nutrir las fuerzas oficiales no hacía falta resultar
"agraciado" en estos sorteos, la presencia de los contingentes armados en las
poblaciones, era aprovechado por los caciques del lugar para lanzar intrigas sobre
humildes pobladores que se mostraban reacios a someterse y vender sus terrenos o estar
bajo su control; una vez presos, su destino era el servicio de las armas.
Un hecho de este tipo, seguramente no aislado, fue el perpetrado por Blas Larios,
contra un grupo de indígenas del municipio del Mamey, a quienes denunció como
subversivos y encubridores de bandoleros, por tal motivo fueron apresados y consignados
al ejército. Acción denunciada por Ramón A. Paz, dueño de la hacienda Agua Zarca,
localizada en esta misma zona.111
Dicha intranquilidad se agravaría con la disposición gubernamental relativa a la
111
Carta de Ramón A. Paz al Secretario de Gobierno del Estado de Colima, noviembre 28 de 1913; en
AHEC, leg. 838, 1913.
122
creación de la Guardia Nacional del Estado, la cual se compondría de cuatrocientos
hombres de infantería y seiscientos de caballería; número a cubrirse por varones
residentes en la entidad.112 En este proceso de inmersión en el ambiente de guerra,
también figuraron los empleados públicos, a quienes se les obligaba a realizar ejercicios
militares una vez por semana.113
112
113
Véase, EC, marzo 14 de 1914, p. 83; EC, mayo 2 de 1914, pp. 139-140.
EC., junio 27 de 1914, p. 206.
123
Más allá de la incorporación de los humildes pobladores en tareas de índole militar,
los sectores acomodados también se vieron involucrados. Obviamente, no se enlistaron en
las fuerzas leales a Huerta, pero sí efectuaron nuevas erogaciones monetarias para
financiar la lucha contra los constitucionalistas. El gobierno estatal impuso una contribución
extraordinaria sobre los capitales, según su valor catastral, para el sostenimiento de la
Guardia Nacional y exigió la entrega de todas las armas, municiones y víveres, para
emprender las tareas de defensa.114
Los terratenientes ya estaban acostumbrados a este tipo de acciones. Desde los
primeros meses de 1912, llamaron a la formación de un "cuerpo voluntario" compuesto por
un grupo de cien hombres, armados, equipados y pagados por su cuenta, para enfrentar
los posibles embates de las gavillas que operaban en áreas limítrofes de Jalisco y
Michoacán. Por tanto, con la suma del esfuerzo de destacados propietarios y las
autoridades gubernamentales se integró el Cuerpo Mixto de Seguridad Pública de Colima.
Este organismo se centró en proveer apoyos tanto al gobierno como a particulares en las
tareas de defensa ante los merodeos y posible incursión de los revolucionarios que
actuaban en la región.
A pesar de lo anterior, la situación del gobierno del General Delgadillo era mucho
más inestable en el ámbito económico que en el político. Muestra evidente de ello, puede
encontrarse en un informe publicado en el periódico oficial del gobierno de Colima, donde
se mencionaba la existencia de una hacienda pública estatal en ruinas. Sólo con el auxilio
de particulares se había podido cubrir los gastos administrativos y el pago de sueldos a los
114
Al respecto, véase, EC, mayo 9 de 1914, p. 147; el acuerdo al respecto se encuentra asentado en APLEC,
Libro de Actas. Legislatura XIX, caja 19, pos. 2, p. 32.
124
empleados públicos.115
115
EC, marzo 21 de 1914, p. 91.
125
La alteración de la vida colimense se extendió en todos sus rubros. Debido a la
magnitud alcanzada por el conflicto armado a nivel nacional, se truncó la comunicación de
Colima con el resto de la república, se imposibilitó la entrada y salida de mercancías,
ocasionando que los negocios y productores de la entidad experimentaran una situación
critica.116 No obstante, pese a las alteraciones sufridas, empresarios, hacendados y
comerciantes, permanecieron fieles a las autoridades establecidas.
3.- LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA EN COLIMA
A) EL ARRIBO REVOLUCIONARIO
Las fuerzas del Ejército del Noroeste, al mando del general Álvaro Obregón,
ocuparon Guadalajara el 8 de julio de 1914. Una vez establecida su hegemonía en esta
entidad, dos mil efectivos constitucionalistas se enfilaron hacia el Estado de Colima a fin
de someter al gobierno estatal y a las fuerzas militares adictas al huertismo. Este
desplazamiento era básico para consolidar su dominio sobre la región occidente; pero
además, tenía un gran valor estratégico, ya que el control sobre el puerto de Manzanillo
permitía bloquear la llegada y movilización de los seis mil militares huertistas -sitiados en
Guaymas- hacia el centro del p aís, para así poder defender al asediado centro neurálgico
del poder de Victoriano Huerta: la ciudad de México.
En virtud de la importancia que revestía el control del puerto de Manzanillo, aunado
a las noticias recibidas sobre el embarque de la guarnición huertista establecida en el
puerto de Guaymas y su navegación rumbo a las costas occidentales del país, Obregón
116
Loc. cit.
126
concentró tropas al mando del general Juan G. Cabral, coronel Jesús Trujillo, teniente
coronel Lino Morales y la guerrilla jalisciense encabezada por Jacinto Cortina e inicio su
avance sobre Colima.
Los numerosos contingentes constitucionalistas no tuvieron gran problema para
ocupar la capital colimense -el día 19 de julio de 1914-. Previamente, el gobernador
Antonio Delgadillo había huido rumbo a Manzanillo. El conjunto de sus sus fuerzas leales
no corrió con igual suerte: un centenar de militares huertistas concentrados en los terrenos
de la hacienda La Albarrada fueron hechos prisioneros y fusilados de manera inmediata.
En contraste, este operativo bélico no resultó igual de sencillo al enfrentarse con las
numerosas fuerzas del general Joaquín Téllez. Este militar huertista, tras su salida del
puerto sonorense y su corta estadía en Mazatlán, Sinaloa, se aposentó con sus numerosos
efectivos en el puerto de Manzanillo y ofreció una fuerte resistencia ante el hostigamiento
de las tropas constitucionalista.
El cerco constitucionalista, en sus primeros días, estuvo a cargo de la columna
militar dirigida por el general Cabral. Sin embargo, el día 25 de julio, fueron remplazados
por tropas al mando del teniente coronel Juan José Ríos, quien -previamente- delegó su
reciente cargo de Comandante Militar de Jalisco en manos del Teniente Pablo Quiroga
para marchar rumbo a las costas colimenses y reforzar el sitio sobre los militares adictos
a Huerta. Ríos encabezaba el 14º Batallón de Sonora, una poderosa columna
revolucionaria integrada por combatientes oriundos de los estados del noroeste mexicano,
sobre todo de Sonora y Sinaloa. Asimismo, un grupo de 200 hombres comandados por
José Bueno se sumó al cerco sobre los huertistas estacionados en este puerto.
Los contingentes militares dirigidos por el general Joaquín Téllez, copados por unas
fuerzas revolucionarias cada vez más reforzadas, debilitados por la falta de víveres y ante
un panorama adverso luego de la abdicación de Huerta -ocurrida el 15 de julio de 1914- y
el establecimiento de un gobierno provisional encabezado por el Lic. Francisco Carvajal,
no tuvieron otra alternativa que abandonar Manzanillo y trasladarse rumbo al puerto de
127
Salina Cruz, Oaxaca. En este éxodo marítimo los acompañaron sus colegas militares
expulsados del Puerto de Mazatlán por los constitucionalistas que dominaban el sur
sinaloense.
Antes de abandonar Manzanillo, los soldados de Téllez causaron innumerables
daños a la infraestructura porteña, saquearon las casas comerciales y despojaron de
objetos de valor a numerosos particulares; con este botín se aprestaron a evacuar el puerto
colimense. Por su parte, diversos funcionarios locales, seguidores del depuesto régimen,
querían queso y salir de la ratonera, tal es el caso narrado por la prensa de esos años
referido al exadministrador de Correos, quien "huyó dejando la oficina en completo
desorden y llevándose hasta los sellos fechadores de la oficina, olvidándose de la caja
fuerte porque consideró no poder con ella".117 Tras la salida de las fuerzas de Téllez, 118 la
desbandada creció entre los militares y seguidores del huertismo en la región. Por ello, los
reportes revolucionarios consignaban hechos como los siguientes:
José Morales que servía a las fuerzas del vacilante gobierno de Huerta
en Michoacán, se presentó al Gral. Obregón rindiéndose a discreción
con más de 300 hombres que traía a su mando las que hoy harán su
entrada a esta ciudad, distribuyéndose a las fuerzas constitucionalista
que guarnecen la plaza. Hecho significativo, pues muestra la
desmoralización que cunde entre los exfederales ante los triunfos
continuos de los legalistas.119
Una vez establecido el dominio revolucionario , el general Álvaro Obregón, de
117
El Popular (en adelante EP), agosto 26 de 1914, p. 1.
118
Los incidentes de los enfrentamientos entre las fuerzas militares huertistas y constitucionalistas pueden
ser conocidos a detalle mediante la consulta de los números del periódico Boletín Militar (en adelante BM) aparecidos
durante el mes de julio de 1914, editado por los constitucionalistas en la ciudad de Guadalajara, Jal.
119
BM, julio 17 de 1914, p. 2.
128
común acuerdo con el primer jefe Venustiano Carranza, designó como gobernador interino
al Sr. Eduardo Ruiz, sonorense que se encontraba en occidente haciendo propaganda a
favor de la causa constitucionalista. A Ruiz se le extendió nombramiento de teniente
coronel del Ejército Constitucionalista y recibió el cargo de gobernador civil y Comandante
Militar del Estado de Colima.
B) LAS PRIMERAS MEDIDAS REVOLUCIONARIAS
El panorama prevaleciente en Colima cambió a partir de la caída del gobierno
adicto a Victoriano Huerta y el arribo de los militares constitucionalistas al poder estatal.
Dentro de las primeras acciones decretadas por el nuevo gobierno encabezado por
Eduardo Ruiz figuró la supresión de las prefecturas políticas, delegando sus funciones en
juntas municipales. También se desconoció a los poderes legislativo y judicial.
Asimismo, se pusieron en marcha disposiciones para garantizar la seguridad del
nuevo poder estatal y la pacificación de la región; para lograr lo anterior, se exigió,
tajantemente, la entrega de todas las armas y municiones que la población tuviera en su
poder.120 A la vez, se reorganizaron las fuerzas armadas estatales, formándose el primer
Batallón de Colima integrado por ochocientas plazas. Con esta medida se buscaba
integrar una fuerza colimense que defendiera el triunfo revolucionario.
120
BM., agosto 1º de 1914, p. 209.
129
Entre las diversas acciones emprendidas por los constitucionalistas, una de las más
resonantes fue la aprehensión de particulares, funcionarios públicos y personalidades
políticas ligados, presumiblemente, al desplazado gobierno estatal huertista. Distinguidos
hacendados, comerciantes, funcionarios públicos y exdiputados locales fueron detenidos y
puestos a disposición de un tribunal militar constitucionalista establecido en la ciudad de
Guadalajara para ser investigados y juzgados por su aparente papel de traidores a la
causa de la revolución. La gran mayoría de estos presos fueron recobrando su libertad
pocas semanas después de su aprehensión.121
121
Entre los detenidos figuraron conocidos personajes de la localidad colimense como: Vidal Fernández,
Manuel Ceballos, Alfredo Levy, Aniceto Virgen, Ignacio Gamiochipi, García Topete, etcétera. No todos los detenidos
tuvieron la suerte de que se les exonerara de los cargos, como fue el caso del Sr. Blas Ruiz, contra quien se decretó
el destierro del país. Al respecto, véase información proporcionada por EP, marzo 18 de 1914, p. 1.
130
Varios de los presos pronto se convirtieron en colaboradores de las autoridades
revolucionarias; incluso, sobre uno de ellos -Ignacio Gamiochipi-, a escasos días de su
liberación, en la prensa local aparecieron comentarios de este tipo: "El apreciable
exdiputado [Ing. Ignacio Gamiochipi], que siempre fue partidario de la causa triunfante,
sigue siendo el mismo hombre de energías y de temple que todos conocemos (...)
cuenta con gran simpatía entre todas las clases sociales".122
Sin embargo, pese a estos comentarios, la ofensiva revolucionaria contra los
detentadores del pasado régimen no daba cuartel y se propagó a múltiples ámbitos del
escenario colimense. Se trataba de borrar la mayor cantidad de rastros de ese pasado
lleno de oprobio. Por ello, debido a que algunos de los principales edificios públicos
localizados en la capital llevaban nombres de personas vivas y adictas a ideas opuestas a
la revolución, se decretó el cambio de nombre a varios edificios e instituciones públicas:
Teatro "Santa Cruz", Escuela "Porfirio Díaz" y Mercado "De la Madrid", sus nuevos
nombres fueron "Hidalgo", "Ramón R. de la Vega" y "Constitución", respectivamente.123
Dentro de las medidas más impactantes en la vida económica estatal figuró la
derogación de las leyes hacendarias establecidas en la entidad después del asesinato del
presidente Madero.124 Asimismo, se decretó el establecimiento de una contribución
122
123
124
EP, agosto 26 de 1914, p. 1.
EP, agosto 13 de 1914, p. 1.
EC, julio 25 de 1914, 209.
131
extraordinaria de guerra por trescientos mil pesos, aplicable a quienes contaran con
capitales superiores a cinco mil pesos.125 Esta disposición condujo -en varios casos- a la
adopción de medidas más radicales, ya que a la persona que no entregó la cantidad
asignada se le confiscaron sus bienes para garantizar el cumplimiento de dicha obligación.
125
EC, julio 25 de 1914, p. 210.
132
Las propiedades incautadas eran administradas por el Estado a través de la Oficina
de Intervención y Confiscación de Bienes. Obviamente, esta contribución no resultó del
agrado de los pequeños y grandes propietarios colimenses: una parte de ellos cubrió el
pago a regañadientes; otros se mostraron reticentes y pidieron rebajas, al igual que la
eliminación de recargos.126
Por ejemplo, a un mes del decreto sobre la contribución de guerra, 65 personas e
instituciones colimenses se mantenían reacias a cumplir con dicho decreto, pese a que con
antelación recibieron tres notificaciones sobre el particular y que se contemplaban
sanciones penales para quienes incurriesen en dicha práctica.127 Otro de los problemas
que arrastraron las autoridades fue el rezago en los pagos de muchos de quienes
inicialmente cubrieron la cuota respectiva.
A principios de agosto de 1914, el gobernador Eduardo Ruiz nombró como
Interventor General de Bienes Intervenidos a Samuel Reynolds, comisionista oriundo de
Durango, quien arribó a la entidad colimense expresamente para el desempeño de dicho
cargo. Su función era vigilar a los interventores nombrados por el gobierno y arrendar o
vender los bienes intervenidos. Poco tiempo después, el gobierno provisional de Eduardo
Ruiz cambió de decisión y designó al Dr. José María Addis, de nacionalidad italiana, como
126
Para cubrir la cantidad asignada se les dio un plazo de diez días a partir de la notificación; de no cubrirse
en ese lapso, se hacían acreedores a un 5% de recargo por cada día transcurrido después de la fecha fijada.
127
Entre los reticentes se encontraban: Manuel R. Álvarez, Adolfo Aceves, Alberto Lepe, Higinio Álvarez
García, Carlos Fernández, Concepción Santa Cruz, Vda. de Gutiérrez, Juan Meillón, Luis Brizuela, Carlos Solórzano, J.
Dolores Vergara, Banco Nacional, Cía. de Fomento Agrícola, Banco Hipotecario de Crédito Territorial Mexicano,
etcétera; al respecto, véase, EP, agosto 27 de 1914. p. 3.
133
responsable de esta actividad, bajo el acuerdo de otorgarle el 3% sobre la derrama que
alcanzara esta contribución. Su duración en el cargo fue de unos cuantos meses, ya que
tuvo que abandonarlo una vez que Ruiz fue sustituido como máxima autoridad estatal.
Las nuevas autoridades emprendieron una tenaz persecución contra el Dr. Addis,
hasta que lograron su aprehensión; se le acusaba del cobro indebido de honorarios (el ya
aludido 3%).128 A pesar de su pronta salida de prisión, los hostigamientos y detenciones
arbitrarias continuaron durante meses por el gobierno de Juan José Ríos. La causa de esta
actitud gubernamental se respaldaba en razones de tipo político, pues se le acusaba de
interferir en asuntos internos, específicamente de levantar insidias contra el gobierno y de
utilizar su cargo para beneficiar a la jerarquía eclesiástica al condonarles la contribución
extraordinaria que se le asignó. El problema llegó a tal extremo que generó un conflicto con
los consulados extranjeros.129
Por otra parte, la élite colimense aplicó a la perfección el dicho "para todo hay
128
El mayor Jesús M. Ferreira fue uno de los militares que con más ímpetu ejecutó las detenciones y
persecuciones contra José María Addis; dicho militar meses antes había saqueado la propiedad intervenida del Sr.
Blas Ruiz, a pesar de la oposición del Dr. Addis. Al respecto véase, Queja del Dr. José María Addis al Presidente
Constitucional de la República, C. Venustiano Carranza, junio 22 de 1917; en AHEC, leg. "Colección de Leyes y
Decretos", 1915. La correspondencia de Addis a Carranza, pese a tener fecha de 1917, esta colocada en legajos de
1915.
129
Para mayor detalles, véase, Correspondencia entre el Sr. R. De Le Hasbranet, Comandante del U. S. S.
Yortoun y el Gobernador y Comandante Militar Juan José Ríos, junio de 1915; en AHEC, leg. "Colección Leyes y
Decretos", 1915.
134
maña". Con el objeto de evadir estas cargas impositivas, muchos propietarios colimenses
utilizaron el traslado (aparente la mayoría de los casos), hipoteca o donación de sus
bienes. Todo a fin de aparecer como desprovisto de solvencia de bienes y lograr eximirse
del pago. Lo anterior, hizo que las autoridades prohibieran dichas operaciones si el
otorgante no había cubierto antes el pago de las contribución especial.130
130
EC, septiembre 26 de 1914, p. 215.
135
Esta argucia del traslado de dominio se convirtió en una tendencia recurrente entre
los escurridizos terratenientes y propietarios. Regularmente, dicha asignación se hacía a
personas de otras nacionalidades, para quienes no operaban algunas disposiciones
mexicanas. A fin de poner un freno a esa inclinación, las autoridades decretaron la
imposibilidad de hacer dicha transferencia, sin antes contar con la autorización oficial. La
normatividad llegó hasta los notarios públicos, a quienes se les amenazó con aplicarles
fuertes sanciones si, por su cuenta, autorizaban una certificación de ese tipo.131
El conjunto de medidas aplicadas reformaron el panorama prevaleciente en la
entidad, específicamente, se afectó al antes inalterable poder oligárquico. En opinión de
Pablo Serrano, "en estos procesos de inestabilidad, la sociedad colimense se sacudió,
evidenciando tormentas y enfrentamientos y, sobre todo, por primera vez, los miembros
de la oligarquía vieron afectados sus intereses",132 lo cual se corrobora con el listado de
disposiciones ya enumeradas.
Entre los decretos gubernamentales que más afectaron a los comerciantes
(principalmente a los que se dedicaban al por mayor) fue la prohibición para que los
artículos de primera necesidad existentes en el estado fueran comercializados más allá de
las fronteras estatales. Con esto se buscaba evitar el desabasto de la población, lo que
generaría carestía y calamidades para los sectores más desprotegidos.133 Esta medida se
131
132
133
EC, enero 1º de 1916; EC, abril 29 de 1916, p. 96.
Pablo Serrano Álvarez, "Colima y la Revolución" , Op. cit., p. 23.
Véase, EC, agosto 15 de 1914, p. 221.
136
derogó tres meses después, durante el corto lapso en que Winstano Luis Orozco fungió
como gobernador interino. Dicha derogación se amparó en razonamientos similares a los
que respaldaron la prohibición. En este caso, luego de salir de una reunión con
agricultores, el gobernador interino afirmó que al permitir la salida de mercancías se
impediría que escaseara la riqueza y las fuentes de trabajo en el Estado.134
134
EC, noviembre 28 de 1914, p. 301.
137
Esta misma disposición se modificó nuevamente en marzo de 1915, al prohibirse
nuevamente la salida de productos de primera necesidad - y de toda clase- sin
autorización estatal previa. A la vez, se dieron facultades a la población para que
denunciaran este ilícito, otorgándoles un 10% del producto decomisado.135 Esta medida
permaneció vigente durante la mayor parte del gobierno emanado del constitucionalismo.
Incluso, durante la estancia de Juan José Ríos en el cargo gubernamental, se llegó a
medidas extremas como las lanzadas a comerciantes locales que, aprovechándose de las
licencias otorgadas por la Comandancia Militar, colocaban mercancías en territorios
dominados por los convencionistas. Por dicho proceder se les notificó que, de reincidir, se
les formularía juicio militar e inmediatamente serían fusilados.136
Antes de continuar con el conjunto de disposiciones instrumentadas por los
constitucionalistas al adueñarse del poder estatal, es conveniente detenerse un poco en
los vaivenes políticos ocurridos al interior de las filas revolucionarias, pues dichas fisuras y
conflictos incidieron en las modalidades con que se aplicaron sus medidas de gobierno y
en la incorporación de actores locales en el nebuloso escenario político-militar que se
avecinaba en la entidad.
La gestión gubernamental de Eduardo Ruiz pronto recibió el elogio de la prensa
local, El Popular aludía a su desempeño gubernamental en los siguientes términos:
En los cortos días que lleva en el poder, ha dictado medidas acertadas
y enérgicas, rebelándose como todo un hombre de serenidad y
entereza. El gobernador de Colima ha hecho indudablemente de los
principios democráticos su mejor credo, dentro del radicalismo que
135
136
Al respecto, véase, EC, marzo 13 de 1915, p. 43.
EC., julio 3 de 1915, pp. 131-132.
138
caracteriza a los grandes directores de los grandes movimientos
populares. En nuestro medio social y político indispensable encontró
elementos híbridos, heterogéneos y de entre ellos con admirable tacto,
ha logrado seleccionar los que necesitaba para implementar un
gobierno capaz de satisfacer las aspiraciones populares.
Era preciso que este pueblo sufriera también esa metamorfosis
grandiosa en el orden social, político y administrativo; pero si ello era
preciso, lo era también que el Ejecutivo del Estado estuviera a cargo de
un revolucionario de la talla de nuestro Gobernante.
Él nos presenta, pues, las puertas del porvenir abiertas , y nos hace ver
un nuevo y amplio horizonte iluminado por la luz purísima del sol de la
Libertad.137
Sin embargo, pese a las alabanzas de la prensa colimense, el tiempo de Ruiz al frente
del poder estatal se volvió muy corto; en esto influyeron sobremanera los sucesos
acaecidos en la llamada Convención de Aguascalientes. Tras el derrocamiento del
usurpador Victoriano Huerta, se organizó esta junta de los jefes militares triunfantes
(otorgándosele el nombre de convención) a fin de definir el futuro de la revolución y
solucionar las pugnas que se presentaban entre los principales caudillos: Francisco Villa y
Venustiano Carranza. El gobernador colimense Juan José Ríos figuró entre los asistentes
a dicha reunión, a propuesta del general Manuel M. Diéguez, jefe constitucionalista en
Occidente. Eduardo Ruiz también asistió representando a los revolucionarios de Colima.
A medida que esta junta revolucionaria se perfilaba hacia su división y debacle,
varios jefes adictos a Carranza cambiaron a sus delegados acreditados inicialmente,
haciendo crecer la desconfianza entre los a sistentes. Entre los telegramas leídos se contó
uno del general Manuel M. Diéguez, que cambiaba la representación que primero concedió
137
EP, agosto 28 de 1914, pp. 1y 2
139
al entonces coronel Juan José Ríos por la del coronel Fermín Carpio;138 el argumento fue
por motivos de salud, lo cierto es que Ríos se había trasladado a Guadalajara para poner
al tanto a Diéguez sobre los sucesos ocurridos en Aguascalientes. Un rasgo distintivo de
este mandatario colimense es que durante y después de la Convención se mantuvo fiel a
Venustiano Carranza.
138
Vito Alessio Robles, La Convención Revolucionaria de Aguascalientes, México, INEHRM, 1979, p. 210.
140
Eduardo Ruiz, si bien adicto a Carranza, tuvo una postura más oscilante al grado tal
que cuando la junta convencionista decidió los ceses de Venustiano Carranza como Primer
Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo y de Francisco Villa
como Jefe de la División del Norte, el voto de Ruiz figuró dentro de los 97 sufragios que
tomaron dicho acuerdo, como muchos otros apoyadores de Carranza que tomaron esa
posición bajo el liderazgo de Álvaro Obregón.139 Esta actitud contrastó con la fidelidad
ciega de una veintena de delegados que se opusieron a dicho acuerdo, entre ellos Fermín
Carpio,140 representante de Manuel M. Diéguez, Gobernador y Comandante Militar del
Estado de Jalisco. Aun más, al termino de la Convención de Aguascalientes, en entrevista
con periodistas, el coronel Ruiz declaró que en este evento no se presentaron actitudes
personalistas y que se desarrollo en un marco de plena libertad.141
Este tipo de actitudes, además de la sospecha existente respecto a que el
gobernador colimense solapaba a elementos científicos en Colima, ocasionaron que el
paso de Ruiz por la historia de la entidad llegara a su fin. Eduardo Ruiz acababa de
regresar a Colima para retomar su puesto dejado en interinato al Lic. Ignacio Padilla,
cuando Venustiano Carranza le envió el siguiente comunicado: "por convenir así a los
intereses nacionales he tenido a bien designar para gobernador y CM (Comandante
139
Ibid. p. 279.
140
Fermín Carpio se había desempeñado como Presidente Municipal de Navojoa, Sonora, al tiempo que
Manuel M. Diéguez desempeñó el mismo cargo en Cananea, Son.
141
BM, noviembre 15 de 1914, p. 3.
141
Militar) de este estado al C. Coronel J. J. Ríos a quien hará usted entrega de ambos
cargos".142
La reacción d e Eduardo Ruiz ante tal disposición rayó en la tibieza y la súplica para
no tener una salida denigrante de tierras colimenses. Aceptó someterse a la disposición
del primer jefe constitucionalista pero consideró que dicha medida era muy radical, por lo
tanto solicitó conservar el poder civil en la entidad y que sólo se hiciera el nombramiento de
un nuevo Comandante Militar con quien trabajaría de común acuerdo; además, le sugirió a
Carranza que el mismo designara a una persona de su entera confianza en el cargo de
Secretario General de Gobierno, el cual se encontraba acéfalo. Estas peticiones las
respaldaba en el siguiente razonamiento:
142
Al respecto véase, BM, noviembre 12 de 1914, p. 1.
142
“Por haber encarrilado yo la situación política de este estado conforme
a principios revolucionarios y con beneplácito de todas las clases
sociales y especialmente del pueblo. Mi presencia en el gobierno
redundaba en prestigio de nuestra causa que hoy más que nunca se
necesita conservar. Todos mis actos políticos están basados en la
honradez y patriotismo y una disposición tan violenta de esa
superioridad podría por de pronto dañarme en mi reputación de
gobernante, habiendo procedido siempre según lo creo yo con absoluta
lealtad por los principios revolucionarios contenidos ahora como
siempre la causa que ud. defiende “.143
A través de los nuevos Comandante Militar y Secretario de Gobierno
incondicionales a los altos mandos constitucionalistas, el mandatario colimense esperaba
mostrar al primer jefe: "mi labor revolucionaria aquí, acallando así para siempre las
calumnias que pudieran llevar a usted mis enemigos gratuitos que han dicho a usted me
encuentro rodeado de elementos de origen científico".144
143
Telegrama de Eduardo Ruiz, Gobernador y Comandante Militar del estado de Colima al General
Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, noviembre 13 de 1914; en AHSDN, “Estado de
Colima” Exp. H XI/481.5/41, Caja nº 10, f. 8-12.
144
Loc. cit.
143
Una de las fuertes críticas a la gestión de Ruiz fue la labor desempeñada por José
María Addis como jefe de la comisión receptora de la Contribución Extraordinaria de
Guerra. El Dr. Addis había contribuido con los gobiernos huertistas en la entidad y, al
desempeñar el cargo encomendado por Ruiz, algunas veces impuso su voluntad por sobre
los mandatos de su jefe. Por ejemplo, Eduardo Ruiz lo instruyó para que impusiera un
préstamo de diez mil pesos al clero de Colima, a cobrarse en mensualidades de mil
pesos, orden que fue desobedecida o suspendida hasta lograr la reconsideración del
mandatario. Addis fundamentaba tal proceder en que con ello se ganaba imagen y
consenso social en una población profundamente devota.145
Este antecedente, más la labor de los opositores a Ruiz y su misma postura en la
Convención, ocasionaron que su vehemente petición encontrará oídos sordos y una
postura inamovible de parte de Carranza. Eduardo Ruiz se vio obligado a entregar todos
los mandos colimenses a Juan José Ríos, no sin antes entregarle un informe sobre los
diversos ramos administrativos del gobierno a su cargo, como el estado financiero de la
Tesorería, la Oficina de Intervención de Bienes, La Contribución Especial Extraordinaria,
Instrucción Pública, el cual fue sometido a examen y aprobado formalmente por dos
comisionados de ambos personajes.146
145
Al respecto, véase, Queja Nº 2 de José María Addis a Venustiano Carranza, Presidente Constitucional de
la República Mexicana, s/f; en AHEC, Colección Leyes y Decretos, leg s/n, 1915.
146
Juan José Ríos puso en tela de duda la gestión gubernamental de Eduardo Ruiz, sobre todo sus
manejos financieros; por tal motivo, en mayo de 1916, se escenificó una controversia pública sobre este asunto a
partir de la iniciativa de Ríos para la práctica de una investigación sobre el destino de fondos públicos obtenidos por
144
la emisión de circulante durante el gobierno de Ruiz. La postura de Eduardo Ruiz era la siguiente: “Soy yo el que más
anhela esa investigación pues colocaría en su verdadero puesto a los hombres y a aclarar definitivamente los
hechos”. Sobre el particular, véase, BM, mayo 6 de 1916, p. 4.
145
Juan José Ríos,147 destacado militar integrante del Ejército del Noroeste, arribó al
poder ejecutivo estatal el 15 de noviembre de 1914. Tres días después dejó
temporalmente el cargo, designando como gobernador provisional al Lic. Winstano Luis
Orozco, quien gobernó alrededor de un mes148 hasta ser reemplazado por el general
Esteban Baca Calderón por unos cuantos días más, ya que Juan José Ríos se reintegró a
sus funciones de gobernador el 6 de enero de 1915. Tres semanas después salió unos
cuantos días en campaña militar a Nayarit y poco después se incorporó bajó las ordenes
del general Obregón para participar en las batallas de Celaya y en diversas tareas militares
en el centro del país. El 10 de mayo de 1915 retomó el mando político y militar del Estado
de Colima el cual conservó, con otras breves licencias, hasta el 30 de junio de 1917.
En 1915, recién reinstalado en el cargo, Ríos arreció las medidas tendientes a
147
Juan José Ríos nació en San Juan del Mezquital, Zacatecas, el 27 de diciembre de 1882. Quedó huérfano
a edad muy temprana. Provenía de cuna humilde pero eso no le impidió realizar estudios de instrucción primaria y
elemental. En los primeros años de su juventud fue un periodista de combate y pronto se colocó en trinchera de
combate contra el gobierno porfirista. Para principios de siglo radicaba en Sonora, donde colaboró con la lucha de los
obreros de Cananea en 1906. Movimiento encabezado por dos hombres con los que Ríos estableció vínculos que
tendrían larga duración: Manuel M. Diéguez y Esteban Baca Calderón. A raíz de los cruentos sucesos ocurridos en
esta rebelión obrera, Diéguez y Baca Calderón fueron recluidos en prisión para purgar una condena por 15 años. Ríos
siguió ese camino meses más tarde pues fue apresado el 6 de diciembre de 1906, permaneciendo recluido en San
Juan de Ulúa por más de 4 años.
Al triunfo de la revolución maderista, después de cinco años de prisión, recobró su libertad, se trasladó a la
Ciudad de México donde su pluma impetuosa honró las columnas del Diario del Hogar. Labor en la que duró poco
tiempo. Las tierras sonorenses y Cananea en particular volvieron a ser su residencia temporal; decisión que tomó en
virtud del llamamiento que le hicieron sus correligionarios Esteban Baca Calderón y Pablo Carago, que habían
emprendido de nuevo en esta región s us labores de reconstrucción del Partido Liberal. Para finales de 1912 su labor
a favor de los mineros sonorenses se volvió a poner de manifiesto. Este grupo de trabajadores formaron la Unión de
Obreros, encabezada por Pablo Carago. Entre los dirigentes figuraron Esteban Baca Calderón, Catarino Maytorena y
Juan José Ríos.
Al presentarse los sucesos de la Ciudadela, por medio de la prensa denunció la usurpación huertista y, junto
con su entrañable compañero de lucha, Esteban Baca Calderón, lanzó un enérgico llamamiento a las armas. Al
desencadenarse las acciones armadas en el Estado de Sonora contra el Ejército Federal, las filas del Ejercito del
Noroeste se nutrieron rápidamente. Ríos recibió el grado de mayor y operó al mando de Ignacio L. Pesqueira y Juan
G. Cabral. Ríos organizó el 2º Batallón de Cananea (después conocido como el 14º Batallón de Sonora). Con dicha
fuerza, alcanzó reputación en los combates ocurridos en Sonora. Participó en la toma de Culiacán Sin., en noviembre
de 1913. Durante su estadía en este lugar contrajo matrimonio con María Dolores Avendaño. En esas fechas Ríos
contaba con 31 años, la novia con 17. Con este enlace, Juan José Ríos selló su unión con Sinaloa; ya que, años
más tarde, esta tierra le sirvió de hogar y descanso perenne, al fallecer en Culiacán en 1954.
148
Winstano Luis Orozco, pese a que fue designado gobernador provisional de Colima a sugerencia del
General Diéguez, renunció a dicho cargo por no compartir las medidas que estaban implementando los
constitucionalistas en la entidad. Véase, Amado Aguirre, Mis memorias de campaña, México, Instituto Nacional de
Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1985, p. 80.
146
normalizar la vida económica de Colima. Dentro de sus primeras acciones figuró una
nueva emisión de circulante destinado a paliar la aguda escasez de moneda que se vivía,
serio obstáculo para la realización de cualquier actividad productiva y comercial.149 Este
problema se extendió a lo largo de todo su mandato.
149
EC, enero 23 de 1915, p. 13.
147
Otra disposición instrumentada con la finalidad de reactivar la producción estatal,
fue catalogar al cultivo de la tierra un asunto no sólo competencia de particulares, sino de
interés público. Por tanto, los terratenientes estaban obligados a cultivar todos los terrenos
de su propiedad. De no poder cumplir con tal mandato, deberían reportarlo a las
autoridades, quienes facilitarían los terrenos a otras personas para su usufructo.150
Situación similar se aplicó en el caso de los pozos salineros. Los terratenientes acataron
estas medidas con prontitud. Incluso, varios de ellos, pusieron a disposición sus tierras
excedentes sin demandar pago alguno de quienes las hicieran producir.
En abril de 1916 la disposición sobre este particular indicaba el gravamen de cinco
pesos por hectárea que quedara sin ser labrada, ya sea por cuenta del propietario o
mediante la asignación a un mediero. La necesidad principal fue que las tierras produjeran
lo necesario para abatir el considerable desabasto de granos básicos y así cubrir la
demanda de alimentos, a la vez que se reactivó la -en esos momentos- precaria economía
estatal.
Para cerciorarse de lo anterior, el Gobernador estableció una supervisión constante
sobre los volúmenes de la producción agrícola en cada una de las municipalidades de la
entidad. Las autoridades locales remitían a la Secretaria de Gobierno un reporte minucioso
sobre los cultivos existentes en cada una de zona bajo si mando, enfatizando en productos
150
Al respecto, véase, EC., mayo 8 de 1915, p. 87.
148
de consumo básico como maíz, frijol y arroz. 151
151
Por ejemplo, en el caso del Municipio de Colima el monto obtenido en las cosechas del otoño de 1915
fue de 106,690 hectolitros de maíz, 4,960 hectolitros de frijol y 15,487,500 Kg. de arroz. Al respecto veáse, Oficio de
Presidente Municipal de Colima al Gobernador del Estado, enero de 1916; en AHMC, sección "E", caja 71, legajo s/n,
1916. Este volumen de la producción municipal contrastaba con el obtenida en 1905, cunado la producción las
siguientes cifras: 170, 000 hectolitros de maíz, 11, 300 de frijol y 1, 760, 000 kg. de arroz; lo que indica que en 1915, a
diez años de distancia, se presentó una baja en los dos primeros productos y, en contraparte, una alza significativa
en la producción arrocera. Sobre los datos de la producción para 1905, véase Noticias de terrenos y productos
agrícolas en el Municipio de Colima. Estado de Colima. Año de 1905, en AHMC, Siglo XX, Caja 20, exp. 36, 1906.
149
En su afán de considerar al agro como el garante de la bonanza de la economía
estatal, el gobierno de Juan José Ríos estuvo siempre atento ante todo aquello que lo
afectara. En consecuencia, su actuación no se hizo esperar al presentarse inclemencias de
tipo natural como una terrible plaga de langosta que asoló por varios años las tierras
colimotas. Primeramente, intentó conjuntar esfuerzos con los agricultores para exterminar
esa calamidad; en segunda instancia, cuando la magnitud de la plaga superó la capacidad
de los productores, los poderes estatales decretaron la suma obligatoria de la población en
esta tarea. El acuerdo estipulaba que cada vez que la plaga se presentara, todo habitante
varón tenía que incorporarse a las tareas de exterminio durante siete días.152
La participación de los hombres del campo en esta tarea no fue homogénea ni
estuvo a la par con el desempeño de las autoridades estatales. A finales de 1915, el
gobernador Juan José Ríos refirió el hecho de la siguiente manera: " los terratenientes del
estado, en lo general se mostraron indiferentes para la extinción de la plaga de la
langosta que atacó los campos de la región".153 Actitud comprensible ya que, al
encontrarse buena parte de sus tierras bajo el sistema de arrendamiento, sus intereses
estaban asegurados mediante los contratos respectivos. Por tanto, el combate de la plaga
recayó, fundamentalmente, en los medieros y pequeños propietarios. Fueron los sectores
menos protegidos y solventes, quienes resintieron el peso de la calamidad.154
Las reformas y medias aplicadas por el nuevo gobierno no se limitaron al ámbito
agrícola, se conjuntaron con las instrumentadas en el ámbito de la incipiente actividad
industrial y en el conjunto de la realidad urbana de la entidad. Acciones que, al igual que las
152
153
154
EC., agosto 14 de 1915, p. 163.
EC, noviembre 27de 1915, p. 251.
Colima padeció, en varias ocasiones, los terribles efectos de las plagas de langosta; igualmente
reiterada fue la actitud apática de ciertos agricultores. Este proceder es aludido por el Gobernador Felipe Valle en su
informe del 26 de septiembre de 1917, donde, al hacer un balance de los trabajos realizados en el combate a l a
langosta, menciona "la poca efectividad a los trabajos que hago referencia no indican ciertamente que los trabajos
hayan sido nulos, pero si, que la falta de unión entre los agricultores y su negligencia no dieron el resultado que se
esperaba. Véase, EC, noviembre 15 de 1917, p. 84.
150
ya mencionadas, causaron malestar entre los detentadores del poder económico en
Colima.
Fiel a cumplir su misión como buen constitucionalista, el General Juan José Ríos
tuvo una agresiva gestión administrativa y una política de reformas que suprimió varios
privilegios en la apropiación de la riqueza estatal. En su "clásica" línea revolucionaria,
trastocadora de lo existente, se ubicó el retiro del Monte de Piedad de manos particulares,
en este caso la familia Ochoa. Obvio resulta decir que, mas que a beneficios sociales, era
a las manos de esta familia donde iban a parar los dividendos resultantes de la
explotación de dicha negociación. En adelante, este organismo siguió operando bajo el
amparo del gobierno del estado.155
La afectación no se limitó a la familia Ochoa. Dos meses después, se derogaron
todos los decretos expedidos por el gobierno anterior mediante los cuales se eximía del
pago de contribuciones a fincas de particulares y a instituciones de beneficencia
pública.156 Y vaya que algunas de las disposiciones anteriores fueron altamente
provechosas para empresarios como Enrique Schöndube, a quien, en junio de 1912 ,
durante el desempeño de J. Trinidad Alamillo como gobernador, se le exoneró de
cualquier impuesto durante los treinta años posteriores a la instalación de una compañía
generadora de energía eléctrica.157
155
156
157
EC, abril 10 de 1915, pp. 67-69.
EC, junio 19 de 1915, p. 119.
Información obtenida de AHEC, leg. 873, 1915.
151
Sin embargo, e sta derogación no condujo a dejar desprotegidos a los inversionistas
colimenses, baste ejemplificar que la negociación de Felipe Inda, dedicada a la
elaboración de aceites vegetales, producción de jabón y destilación de esencias
industriales, fue exonerada del pago de todo impuesto durante el tiempo que subsistiera el
denominado "orden preconstitucional", materializado en el gobierno de Ríos.158
La actitud gubernamental consistía en un clásico " estira y afloja", ya que también se
expidió una ley de catastro que permitió establecer el valor real de la propiedad y, sobre
esta base, fijar los tributos e impuestos equitativos para los dueños de esos capitales. Esta
acción encontró muchas resistencias, especialmente, de los dueños de las haciendas: La
Estancia, B uenavista, Quesería y La Albarradita, entre otras; una actitud similar adoptaron
destacados comerciantes de la capital colimense.
158
EC, mayo 20 de 1916, p. 111.
152
Todos ellos recorrieron a la ya socorrida demanda de reducción sobre el impuesto
asignado por la Junta Calificadora sobre capitales mercantil y urbano, obteniendo la
mayoría de ellos una respuesta positiva.159 También se desarrolló una supervisión y
exigencia mayor en el pago de dichos impuestos.160 Otra medida contra el poderío
159
Un buen número de solicitudes para la reducción de impuestos, turnadas por hacendados y
comerciantes, se localizan en AHEC, leg. 873, 1915.
160
Durante las administraciones estatales previas al arribo constitucionalista se otorgaron facilidades para
eliminar u omitir los impuestos y recargos que muchos propietarios deberían cubrir a l erario estatal. Esta actitud
benefició a hombres de negocios tan prominentes como Arnoldo Vogel y Francisco Santa Cruz, quienes, durante la
gestión gubernamental de Enrique O. de la Madrid recibieron la exoneración de impuestos sobre sus fábricas de
alcohol establecidas en la Haciendas de San Antonio y Quesería, respectivamente. Sobre este particular, véase
Solicitudes de Arnoldo Vogel y Francisco Santa Cruz al Congreso del Estado y Dictamen de la Comisión de Hacienda,
noviembre de 1906; en APLEC, Dictámenes de las Comisiones. Legislatura XVII, caja 107, esp. 1, pp. 650-655.
153
terrateniente se concretó con la incautación, por parte del gobierno estatal, de la Laguna de
Cuyutlán, desplazando a su entonces dueño, Francisco Santa Cruz. 161
C) EL PROBLEMA DE LA TIERRA. AGRICULTORES, PEONES Y APARCEROS
161
A partir de tal acción se desarrolló un litigio entre Santa Cruz y las autoridades estatales, el cual se
prolongó hasta agosto de 1917 cuando, a poco más de un mes del arribo de Felipe Valle a la gubernatura, se decretó
la devolución de la Laguna y sus terrenos anexos a su antiguo dueño.
154
Un rasgo que distinguió a la gestión de Juan José Ríos, fue la puesta en práctica de
la ley agraria del 6 de enero de 1915, decretada por Venustiano Carranza.162 Como
primer paso instaló la Comisión Local Agraria y Comites Particulares Agrarios,
organismos destinados a recibir y despachar las solicitudes sobre restitución de tierras y
creación de fundos legales.163Al emprender estas acciones, el poder ejecutivo estatal
consideraba que, al tiempo que se emancipaba a los pueblos del dominio terrateniente, el
reparto agrario provocaría que el carácter de cultivo predominante en Colima se
modificara de extensivo a intensivo, elemento básico para la prosperidad económica. Con
la transformación de un latifundio -varios de ellos con una buena parte de tierra ociosa- en
pequeños o medianos campos de cultivo en plena labranza, se produciría un incremento en
la productividad del campo colimense; a la vez, se impediría "el enseñoramiento de la
reacción y pacificación del territorio".164
El exhorto de las autoridades a presentar solicitudes y reclamar despojos sufridos
pronto arrojó resultados. Las solicitudes empezaron a turnarse pero no debido a una
162
Para mayor información sobre esta fase del reparto ejidal en Colima, véase, Dylva L. Castañeda Campos,
"Los primeros repartos agrarios en Colima", en Barro Nuevo, Nº 5, Colima, Col., Gobierno del Estado de Colima- H.
Ayuntamiento de Colima-INAH, abril-junio de 1991, pp. 24-32.
163
Véase Informe de Juan Jacobo Valadés a Juan José Ríos, en EC, mayo 15 de 1915, p. 92 ; EC, mayo 22
de 1915, p. 92; EC, mayo 29 de 1915, p. 99.
164
EC., mayo 22 de 1915, p. 100.
155
respuesta rápida y espontánea de la población rural colimense, sino más bien mediante la
ingerencia de propagandistas de la Casa del Obrero Mundial al interior de algunas
comunidades o de profesores de las escuelas de dichos lugares. Estos gestores fungían
como correas de transmisión de las proclamas y propósitos gubernamentales. Debido a
que estas solicitudes no descansaban en un movimiento o iniciativa autónoma de las
masas rurales, dependía mucho de la inclinación e iniciativa del funcionario público que
atendía las dependencias encargadas del trámite y adjudicación agraria.165
165
Respecto a la actitud constitucionalista a nivel nacional ante la gestión agraria en estos años, véase
Charles C. Cumberland, La Revolución Mexicana. Los años constitucionalistas, México, FCE, 1993, p. 216-224.
156
Entre los dictámenes alcanzados en la entidad destacaron los siguientes: el primer
día del año de 1916, la congregación existente en el casco de la hacienda La Magdalena
es erigido en pueblo -Pueblo Juárez-, haciéndose la expropiación del fundo legal
correspondiente 166 y la dotación ejidal que trastocó el sistema de aparcería y peonaje
establecido por la Compañía de Fomento Agrícola.167 Similar suerte corrió la
congregación de San Miguel de la Unión, ya que-en junio de 1916- se transformó en el
pueblo de "Tepames";168 además, recibió la dotación de tierras ejidales. Esta acción,
según las autoridades estatales, significaba "una verdadera redención económica (...)
Aun desde el punto de vista de la pacificación regional es conveniente hacer constar
que la revolución cumple sus promesas".169
El otorgamiento de tierras para los pobladores de San Miguel de la Unión significó
la culminación de una serie de gestiones iniciadas en mayo de 1916, cuando un grupo
compuesto por cerca de 100 habitantes del lugar, encabezados por el maestro de la
escuela del lugar, dirigieron su petición de tierras al Gobernador del Estado. Las razones
esgrimidas para tal solicitud era que constituían un poblado de casi 900 habitantes, al cual
desde 1885 se le otorgó, por primera vez, la categoría de pueblo, además, apoyaban su
166
El decreto respectivo se localiza en EC, febrero 2 de 1916, pp. 37-38.
167
Para mayor información, véase, Hubert Cochet, Historia Agraria del municipio de Coquimatlán, Colima,
CECMA-UdeC, 1988, (Avance de Investigación Nº 10), pp. 26-42.
168
169
EC, junio 10 de 1916, pp. 129-131.
Un extracto del decreto sobre la materia se localiza en AHEC, leg. 879, 1916.
157
petición, en el hecho que, pese a las adversas condiciones para su desarrollo, constituían
uno de los centros poblacionales más importantes de la zona este del Estado de Colima.
Este poblado no tenía un origen prehispánico, en su fase inicial fue un rancho que
se expandió debido al trabajo que realizaban sus habitantes como medieros, el cual se
complementaba y engarzaba con el servicio que se prestaba a las actividades productivas
de los hacendados que circundaban a dicho lugar. En el aludido año de 1885, la
congregación de San Miguel de la Unión se otorgó la categoría de pueblo y se le asignó su
fundo legal correspondiente; pero al poco tiempo, este decreto se derogó. Sus pobladores
quedaron imposibilitados para tomar posesión sobre la tierra; su actividad laboral se limitó
ya sea a contratarse con los tres grandes hacendados, dueños de tierras aledañas como
peones o mediante aparcerías. Uno de los grandes beneficiarios de las tierras de esta
región era Isidoro Morales, quien asignaba a los pobladores tierras en calidad de
arrendamiento en condiciones sumamente ventajosas.170
Por otro lado, dicha congregación era un sitio donde se habían expresado conflictos
sociales de singular importancia; en 1909 adquirió triste celebridad por los sangrientos
asesinatos perpetrados en dicha comunidad, acontecimientos que llegaron a poner en
jaque al entonces gobernador Enrique O. de la Madrid. Asimismo, en plenos años
revolucionarios, el lugar constituía un foco de rebelión importante contra las autoridades
constitucionalista. Los hermanos Suárez eran figuras claves de ese descontento, familia
que fue víctima de los arteros crímenes cometidos por el tristemente célebre Darío
Pizano.171
Los soportes del gobierno constitucionalista en este lugar eran los inestables
comisarios municipales y el maestro asignado a dicho poblado, quienes gozaban de
170
Por ejemplo en 1916, Isidoro Morales estableció contrato de pago de catorce hectolitros de maíz por
hectolitro de sembradura entregado a cada arrendatario. Al respecto véase, Carta del Prof. Toribio Ordóñez al
Gobernador General y Comandante Militar del Estado de Colima, mayo 14 de 1916; en AHEC, leg. 848 (2), 1914.
171
Para mayores detalles, consultese la ya referida obra de Emilio Rodríguez Iglesias, Op. cit.
158
pocas simpatías entre la población y recibían infinidad de cuestionamientos.172 Por todo
ello, resolución favorable de expropiación de tierras expedida por las autoridades, además
de respaldarse en los aludidos fines de la revolución, pretendía pacificar la rebeldía en el
oriente colimense.173
172
A fin de ilustrar tal actitud, véase, Carta de Tomás Yáñez, Comisario Municipal de Tepames al Secretario
de Gobierno y de la Comandancia Militar del Estado de Colima, agosto 4 de 1916; en AHEC, leg. 880, 1916.
173
Véase el expediente relativo a esta dotación ejidal en Archivo del Registro Agrario Nacional ( en adelante
ARAN), Tepames, Esp. 23.131, Nº 00/019/01.
159
Otros núcleos poblacionales favorecidos con las medidas agrarias fueron las
comunidades indígenas de Suchitlán y Cofradía de Suchitlán.174 Beneficios parecidos se
aplicaron en las poblaciones de Cuyutlán, Coquimatlán y Manzanillo. Aunque conviene
aclarar que estas decisiones tomadas por el gobernador en acuerdo con la Comisión
Local Agraria tenían un carácter provisional, puesto que quien emitía resolución definitiva
era la Comisión Nacional Agraria.175 Por tanto, algunos decretos y adjudicaciones sufrieron
alteraciones y/o provocaron reñidas controversias, sobre todo entre autoridades y
hacendados.
Otra acción que redujo el creciente poderío de los terratenientes fue la legislación
implementada sobre el sistema de arrendamiento y aparcería. Se e stableció: el pago de
renta de terrenos y bestias de labranza en dinero, la exención de pago de arrendamiento si
se presentaba una perdida por desastres naturales, libertad para que el mediero vendiera
su cosecha al mejor postor, la obligatoriedad para que los propietarios de la tierra
proporcionaran leña, madera y pastos para todo arrendatario o jornalero que lo
demandara.176
La proclama de estas disposiciones tenía varias lecturas. En primer lugar, el
sistema de arrendamiento debió tener un peso significativo en la vida agrícola de Colima;
174
Al respecto, véase expedientes localizados en AHEC, leg 887, 1916.
175
Sobre el particular, véase, Horacio Macias Chapula, "Ley Agraria del 6 de enero de 1915 en Colima: o de
cómo se diseña, construye y opera una serpentina jurídico-burocrática... y de paso antirevolucionaria", en Cátedra, Nº
1, Colima, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, noviembre de 1999, pp. 37-40.
176
EC, noviembre 27 de 1915, pp. 250-252.
160
de hecho, los grandes propietarios de la tierra imponían contratos de arrendamiento con
marcada desventaja para los medieros, pues se les obligaba a que el pago se cubriera en
especie y que el total de la producción obtenida se vendiera al arrendador de la tierra. Una
vez colocado el mediero en posibilidad de vender sus productos a la mejor opción del
mercado, se actuaba en detrimento del monopolio de los terratenientes y se dinamizaba la
actividad productiva, dejando de lado el sistema de control semifeudal imperante.
Particularizar en el análisis del sistema de arrendamiento puede ser básico para
poder explicarse la actitud de los sujetos del campo colimense ante el proceso
revolucionario, las proclamas y medidas agrarias del constitucionalismo y gobiernos
posteriores. Es muy probable que, en el período estudiado, esta relación de trabajo haya
sido la preponderante, por encima de la relación jornalero-hacendado.
Ahondar en el análisis sobre el papel desempeñado por
los medieros y
arrendatarios colimenses no puede limitarse a desentrañar sus vínculos materiales a partir
de su relación productiva con el dueño de la tierra, sino explicar su conducta incorporando
aspectos como su origen, tradiciones y mentalidades. Pues, el trabajo de los seres
humanos, al decir de Brígida von Mentz, " está en primer lugar determinado y mediado por
el grupo social y su cultura, así como, en segundo lugar por su actividad pensante,
teleológica, con una finalidad. Con ello los seres humanos
dan rumbo a sus
actividades".177 Estos elementos de análisis deben ser extensivos para el estudio de la
contraparte: el hacendado, ahondando en su grado de incorporación a la actividad
productiva y rentística, así como en sus propósitos y finalidades. Aspectos que
contribuirían a una caracterización más objetiva de los actores sociales del agro colimote.
177
Brígida von Mentz. "¿Podremos superar las limitaciones de nuestro empirismo? Algunas consideraciones
sobre la antropología, la historia y los procesos de investigación", en Cuicuilco, México, Revista de la Escuela
161
Nacional de Antropología e Historia, Nueva Época, vol. 1, nº 1, mayo-agosto de 1994, p. 45.
162
Por otra parte, las solicitudes de tierra y las exigencias de los hombres del campo,
regularmente, estuvieron auspiciadas por la organización gremial de los demandantes y
enarbolando los fines "supremos" de la causa revolucionaria. Baste referir un hecho
ilustrativo: el 13 de diciembre de 1915, los miembros de la mesa directiva del Sindicato de
Agricultores y Campesinos y algunos de los asociados se reunieron, en las oficinas de la
Casa del Obrero Mundial establecidas en la ciudad de Colima, para establecer la mejor
estrategia de trabajo a fin de darle profundidad a la propaganda constitucionalista en la
entidad. Como resultado de dicha reunión, se nombraron comisiones de dirigentes obreros
para que se encargaran de garantizar el cumplimiento de todas las medidas decretadas a
favor de los trabajadores del campo. Su actividad consistió en presentarse en los
principales centros de explotación agrícola (haciendas o grandes ranchos) y demandar,
ante los dueños o encargados, la presentación de los libros donde se asentaban los
registros de medieros y arrendatarios con quienes establecían contratos de trabajo o las
notas que tuvieran acerca de las condiciones de pago en particular.
Las comisiones de la Casa del Obrero Mundial se encargaban de supervisar el
cumplimiento, de parte de los dueños o encargados de dichas negociaciones, de las
normas establecidas para el pago y liquidación de los trabajos agrícolas realizados por
terceros, sobre todo constatar que dicho finiquito se haya realizado en presencia de los
respectivos arrendatarios y medieros. La disposición a cumplir era clara: todo pago que
haya sido verificado y que no se apegara a las disposiciones de finales de noviembre de
1915 se declaraba nulo y se establecía una nueva operación. Al terminar cada liquidación
se debería expedir al labrador una constancia de lo que debería pagar por concepto de
renta, habilitación o compra de despensa, en liquidación con la propia finca. Este sindicato
dispuso que todos los labradores en pequeño formaran una caja de resistencia
depositando en ella una parte de sus beneficios.
Por otro lado, las solicitudes y demandas en pro del reparto y restitución de tierras y
demás medidas agraristas se extendieron a buena parte de las municipalidades. Colima y
Villa de Álvarez no escaparon a dicha situación. Por ejemplo, ante la solicitud de tierras
163
para los ejidos del municipio de Colima, una vez tramitada y dictaminada por la Comisión
Local Agraria, el Comite Particular Ejecutivo de Colima realizó las diligencias de
identificación de una buena porción de terreno ubicado en la hacienda El Trapiche. El acto
de identificación de esta superficie, además del Comite Particular Ejecutivo, contó con la
presencia del Presidente Municipal Carlos G. Rosaldo, miembros de la Casa del Obrero
Mundial y un centenar y medio de vecinos de esta municipalidad; entre ellos, decenas de
pobladores de El Trapiche.178
178
Véase, Acta de las diligencias de identificación de terrenos ejidales del municipio de Colima, AHMC,
Sección "E", Caja 63, exp. s/n, 1916.
164
Actividad similar se realizó en la municipalidad de Villa de Álvarez, colindante con la
ciudad capital. El 19 de abril de 1916, se reunieron el Comite Particular Ejecutivo, los
presidentes municipales de Colima y Villa de Álvarez, Lázaro Cárdenas -homónimo del
general y futuro presidente Lázaro Cárdenas- poseedor actual del terreno a ser afectado, el
Secretario General del Sindicato de Labradores y Campesinos, Genaro Montes de Oca,
así como varios ciudadanos y vecinos de Villa de Álvarez (34 en total), participaron en las
tareas de fijar las líneas divisorias de los terrenos de ejidos para la municipalidad de Villa
de Álvarez, ocupando una extensión de un sitio de ganado mayor (4190 m. por cada
costado).179
Asimismo, en la ranchería de "Los Limones" perteneciente a la municipalidad de
Colima, Carlos G. Rosaldo, conjuntamente con su homólogo de Villa de Álvarez, José
Monge, y una comitiva que superaba la treintena de vecinos de la mencionada ranchería,
se procedió a reconocer también los linderos de los terrenos adjudicados para los ejidos
del Municipio de Villa de Álvarez, los cuales comprendieron un radio de 4,190 metros
lineales por cada punto cardinal. Cabe señalar que para fijar los linderos se citó a los
propietarios que se situaban en los terrenos comprendidos dentro de esa área, más sólo
179
Véase, Acta de delimitación de los linderos de los terrenos de ejidos del Municipio de Villa de Álvarez ,
abril 19 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 63, exp. s/n, 1916.
165
acudió José de Jesús Corona, en representación de su padre Francisco Corona.180
180
Acta levantada en el rancho de "Los Limones" para el reconocimiento de los linderos de los ejidos del
municipio de Villa de Álvarez , abril 20 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 62, exp. s/n, 1916.
166
Sin embargo, esta adjudicación y reparto agrario no tuvo mucho futuro. Los tres
sitios de ganado mayor incorporados provisionalmente como ejidos de la ciudad de
Colima, pasaron a dictamen de la Comisión Nacional Agraria. El 30 junio de 1916,
después de varias sesiones de discusión y análisis, se dictaminó improcedente la
resolución provisional enviada por los organismos agrarios de la entidad, acordando dar
marcha atrás al establecimiento de dotaciones ejidos para la ciudad de Colima, dado que
no se podía restituir ejidal a ninguna ciudad.181
Esta infructuosa medida también se aplicó a una parte de los terrenos de la
hacienda La Estancia; además, tomaron 50 yuntas de bueyes que se encontraban al
interior de la propiedad. Al dictaminarse improcedente el reparto de ejidos par la capital, el
presidente municipal tuvo que entregar, al dueño de esta hacienda, cien hectolitros de maíz
a manera de renta por el corto usufructo de tierras y bestias.182
Las demandas de reparto y restitución agraria se extendieron también al municipio
de Comala. El 25 de noviembre de 1916, los vecinos de Cofradía de Suchitlán solicitaron
ante el Gobernador y Comandante Militar del Estado de Colima la dotación de ejidos con
fundamento en el artículo 3º de la Ley del 6 de Enero de 1915, debido a que carecían de
tierras para su sustento; además, argüían no estar contemplados en el artículo 1º de la
expresada ley para restitución. En respuesta a su solicitud, la Comisión Local Agraria
aprobó un dictamen favorable (con fecha 12 de diciembre de 1916). Al día siguiente el
gobernador aprobó el dictamen y tomó la resolución de que los ejidos de Cofradía de
Suchitlán quedarán constituidos por un cuadrado de 4 190 metros por lado, teniendo como
base el lindero del bisoño ejido de Suchitlán.
181
Horacio Macias Chapula, "Ley Agraria del 6 de enero de 1915 en Colima...", Op. cit., p. 39; Berta Ulloa,
Historia de la Revolución Mexicana, 1914-1917. La Constitución de 1917, México, El Colegio de México, t 6, 1983, p.
375.
182
Oficio del Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar al C. Luis Brizuela, marzo 17 de 1917; en
AHEC, ramo economía, leg. s/n, 1912-1913.
167
Frente a esta resolución, la Comisión Nacional Agraria, después de practicar las
investigaciones necesarias, consideró que la extensión concedida por el Gobernador,
consistente en un sitio de ganado mayor, era excesiva teniendo en cuenta el pequeño
número de habitantes de Cofradía de Suchitlán. Además, considerando que las tierras
necesarias para cubrir dicha dotación deberían tomarse -según lo estipulado por la leyde las fincas colindantes con el pueblo, dejándose a salvo los derechos de sus legítimos
propietarios para que ocurrieran en la vía y forma procedentes, a solicitar su indemnización
respectiva.
Con base en los elementos anteriores, el Ejecutivo de la Unión dictaminó, en
definitiva, la reforma de la resolución emitida por el Gobernador de Colima, dotando al
pueblo de Cofradía de Suchitlán de tierras que completaran las que ya poseía hasta 600
hectáreas. La expropiación de dichas tierras se realizarían a los propietarios de predios
circundantes a dicho poblado, que en este caso resultó ser Arnoldo Vogel, quien contó con
todas las prerrogativas legales -ya aludidas en el párrafo anterior- para obtener una
indemnización por los terrenos expropiados.183 Aunque más que pedir indemnización, su
postura fue ampararse contra dicha resolución.
Los indígenas de Suchitlán también tendieron a organizarse para buscar satisfacer
sus necesidades. Así lo demuestra la notificación del 7 de enero de 1916, hecha por
Ignacio Prado, Secretario General del Comite Administrativo de la Casa del Obrero
Mundial, donde informaron al Gobernador del Estado sobre la reciente formación del
Sindicato de Agricultores y Campesinos del pueblo de Suchitlán, para que se le
183
Acuerdo del Ejecutivo de la Unión confirmando la dotación de ejidos a Cofradía de Suchitlán, 28 de
febrero de 1916, en ARAN, “Suchitlán”, Exp. 23-9, (Nº 04/013/001), p. 72.
168
reconociera oficialmente por el gobierno estatal. Desde el momento de su constitución,
este agrupamiento declaró su adherencia a las organizaciones fundadas por la Casa del
Obrero Mundial. El Sindicato se conformó inicialmente por 16 integrantes.184
Pero los problemas relativos al reparto agrario no se solucionaron con promulgarse
un decreto a favor de los campesinos y comunidades indígenas. El proceso de posesión
efectiva de la tierra no estaba exento de difíciles escollos. Un caso notorio se puede
observar en los pobladores de Suchitlán y Cofradía de S uchitlán ya que, a pesar de recibir
la dotación provisional de 1775 hectáreas 61 áreas para el pueblo de Suchitlán y de 600
hectáreas para Cofradía de Suchitlán, ambas comunidades se quejaron por años de no
haber recibido la posesión definitiva de los ejidos, contrariamente a casos como Tepames
y Cuauhtémoc, a los que la Comisión Nacional Agraria había hecho tal adjudicación. Lo
anterior, a pesar que, en opinión de los indígenas, dichos pueblos no contribuyeron a la
revolución, contrariamente a ellos que por tal motivo perdieron muchos hermanos y que,
aunque eran fieles al gobierno, se les tenía relegados y en el olvido.
Otros de los señalamientos formulados por los indígenas se refirieron al tipo de
destinatarios de las dotaciones ejidales. En su opinión, pese a que la concesión de los
ejidos, en cualquiera de sus formas, obedeció a razones de orden político supremo, al
significar un beneficio para el pueblo y formar parte de una disposición constitucional, les
pareció muy lamentable que a los habitantes d e otros pueblos con venas por las que corría
"más sangre española que mexicana" se les hubiera otorgado la posesión definitiva y no
184
Comunicado de Ignacio Prado, Secretario General de la Casa del Obrero Mundial, al Gobernador y
Comandante Militar del Estado, enero 7 de 1916, en AHEC, leg. 889, 1916.
169
a ellos que por sus venas fluía sangre "azteca", que hablaban su lengua nativa y
conservaban algunas de sus costumbres ancestrales.
Para los indígenas de Suchitlán, su situación era peor a la vivida antes de la
dotación; porque en esos años (1916-1917), los terratenientes colindantes con los terrenos
ejidales no les permitían ni siquiera entrar a los terrenos para cortar leña, mucho menos
preparar o arar las tierras para sembrarlas y cuando lo intentaban se veían amenazados de
muerte por los mayordomos y gentes de la haciendas de Nogueras y San Antonio; por esa
razón, no podían gozar ni de la escueta e incierta posesión provisional.
Además, en palabras de los hacendados colimenses, "el capital siempre ganaba",
por lo tanto, de algún modo buscaban la reposición de lo que perdieron producto de las
reformas surgidas de la Revolución. Infundir el temor y el miedo era un buen recurso ante
una población poco diestra en reclamar sus derechos; por ese motivo, los propietarios de
estas dos haciendas, amenazaron a los indígenas colimenses con quemarles sus casas y
correrlos de sus pueblos si seguían luchando por la tierra.
Los hacendados Francisco Rangel y Arnoldo Vogel (dueños de las referidas
haciendas de Nogueras y San Antonio) con pretexto de fomentar la industria azucarera y
alcoholera, que en nada se perjudicaba con los ejidos, acusaban a los indígenas de ser
alteradores del orden tan sólo porque pretendían disfrutar de derechos ya otorgados por
las autoridades estatales. Por esta razón, los pobladores de Suchitlán reiteraban su
demanda sobre el otorgamiento, sin demora alguna, de la posesión definitiva de los ejidos
para sus pueblos.185 Demanda que tardaría algunos años para ser cumplida, pues la
máxima instancia nacional emitiría tal decreto hasta el año de 1918, para hacerse efectivo
dos años después.
Las ventajas que ofrecía el reparto agrario no sólo llamó la atención de los peones o
185
Carta de vecinos de Suchitlán y Cofradía de Suchitlán al Presidente Constitucional de los Estados Unidos
Mexicanos, febrero 11 de 1919, en ARAN, Cofradía de Suchitlán, Caja 134, Esp. 23, Nº CM002003, f. 91 y 92.
170
pobladores humildes y oriundos de la entidad, sino hasta de los mismos extranjeros
radicados en territorio colimense, como sería el caso del propietario del Ferrocarril Urbano
de Colima, quien sólo quince días después de la adjudicación del terreno p ara ejidos en el
Municipio de Colima, solicitó un terreno de labranza con cuya cosecha se alimentaría la
remuda de esa empresa. Su solicitud fue considerada como improcedente, pues los
terrenos estaban destinados a repartirse entre la población más necesitada que residía en
la ciudad capital.186
Finalmente, en los casos de las solicitudes de tierra formuladas por los habitantes
de la capital colimense, como se apuntó anteriormente, ni los necesitados ni los cínicos y
desvergonzados tuvieron acceso a dichas tierras, pues los fallos de los organismos
agrarios fueron negativos tanto para estos ejidos en proceso de gestación como ante
solicitudes de tipo individual.
4.- EL CONSTITUCIONALISMO Y LOS SECTORES ECONÓMICOS Y SOCIALES DE
COLIMA
186
Solicitud del propietario del Ferrocarril Urbano de Colima al Presidente Municipal de Colima, mayo 6 de
1916, en AHMC, Sección "E", Caja 62, esp. s/n, 1916.
171
Como se señaló e n su oportunidad,187 al presentarse la ocupación revolucionaria en
la entidad, era un fuerte sector oligárquico quien controlaba los destinos económicos del
estado, bajo su dominio, estaban inmensas extensiones de tierra, el grueso del comercio y
las finanzas estatales. Los elementos básicos donde se fincó este sólido grupo oligárquico
fueron las fusiones matrimoniales entre una casta de extranjeros avecinados en la entidad y dedicados fundamentalmente a la actividad comercial-, al igual que entre éstos y las hijas
de los principales hacendados locales;188 generándose a la vez la fusión de sus capitales,
así como de vínculos sociales que los identificaban como sector.
Otro sector económico de menor cuantía lo conformaban rancheros acomodados,
así como un reducido número de profesionistas, que desde hacia años tenían fisuras con
la élite hegemónica (Santa Cruz, Ruiz, De la Madrid, entre otros) que controló los destinos
del estado hasta 1911. Estas divergencias se tornaron dramáticas durante el proceso
electoral para renovar el poder ejecutivo, ocurrido al tiempo que la lucha contra Porfirio
Díaz vivía sus últimos momentos. Sin embargo, este grupo aprovechó el advenimiento del
maderismo en la entidad y se encumbró en el poder estatal hasta la llegada de los
187
188
Véase la parte inicial del capitulo III de este trabajo, p. 70 y ss.
En dichas uniones matrimoniales se vincularon las familias: Flor-Meillón; Meillon-Ochoa; Morrill-Smith,
Vogel-Schulte, Santa Cruz-Álvarez, entre otras. Un acercamiento a este tejido matrimonial se logró gracias a la
información proporcionada por la Mtra. Mirtea Acuña Cepeda, destacada historiadora y docente de la Universidad de
Colima.
172
constitucionalistas en 1914.189
Establecidos los revolucionarios en el gobierno de la entidad, uno de sus primeros
escollos fue establecer su relación y mandato sobre -o con- los distintos grupos e
individuos que ejercían supremacía en la vida económica y política colimense. Desde el
momento mismo del arribo revolucionario, se puso en evidencia que el nuevo gobierno no
iba a prodigar flores a los principales dueños de tierras y empresas colimenses; desde un
principio, instrumentaron variadas medidas oficiales que afectaron directamente a las
élites estatales, entre ellas destacan: la imposición de la contribución extraordinaria de
guerra, el establecimiento de un nuevo valor catastral sobre sus propiedades, la
intervención y confiscación estatal de bienes, el estricto control de precios y la limitación al
comercio externo.
A fin de destacar algunos de los efectos específicos de la política constitucionalista
en estos rubros, así como el grado de afectación y fisuras que experimentó el sistema
tradicional oligárquico y su reacción ante las medidas constitucionalista. La problemática
se aborda partir del ordenamiento de dichas disposiciones públicas.
189
Este grupo agrupado en torno a J. Trinidad Alamillo se formaba por: Miguel García Topete (ranchero,
abogado y político), Ignacio Gamiochipi (ranchero, ingeniero y político),Manuel Rivera (abogado, periodista), Victoriano
Guzmán (profesor y periodista), entre otros.
173
A) LA CONFISCACIÓN E INTERVENCIÓN DE BIENES
La ya mencionada contribución extraordinaria de 300 mil pesos, asignada por el
general Álvaro Obregón al Estado de Colima, se distribuyó entre los habitantes dueños de
capitales mayores a 5 mil pesos. Para implementar dicha contribución se formó una
Comisión Informativa del Préstamo de Guerra compuesta por tres residentes de la
entidad,190 los cuales tuvieron por misión brindar información sobre las propiedades de las
personas candidatas a recibir el aludido impuesto, comparando los datos que
proporcionaban los mismos propietarios con los estimados por las autoridades estatales,
para que fuesen más "equitativas". El monto de 300 mil pesos se distribuyó en poco más
de un cuarto de millar de personas e instituciones. Entre los propietarios que resultaron
más afectados con dicha contribución destacaron: Blas Ruiz, Luis Brizuela, Enrique O. de
la Madrid, Francisco Santa Cruz Ramírez, Higinio Álvarez, José A. Rico, Isaac Padilla,
entre otros.191
Buena parte de las personas que se hicieron acreedoras a dicha contribución se
mostraron renuentes a cubrirla. Los llamados para la entrega del pago se repetían en la
prensa local (El Popular) sin encontrar una respuesta pronta y de acuerdo a los deseos del
mandatario estatal. Ante tal actitud, las autoridades implementaron la intervención de
bienes, sobre todo de los más acaudalados y cercanos al extinto gobierno huertista. Ente
las grandes haciendas y propiedades agrícolas intervenidas destacaron: Camotlán de
Miraflores, propiedad de Agustín González; El Chical o Quizalapa, de Higinio Álvarez; la
Hacienda y Salinas de Cuyutlán, de Francisco Santa Cruz Ramírez; Caleras, El Colomo, El
Rosario y El Carmen, del exgobernador De la Madrid, entre otras.
190
La comisión estuvo formada por Rosendo R. Rivera, José L. Aguilar y Vidal Llerenas. Información
contenida en Carta de Rosendo R. Rivera al Gobernador del Estado, en AHEC, leg. 879, 1916.
191
Una mayor información sobre estas intervenciones se encuentra en AHEC, leg 868, 1915.
174
A la vez, varios de los implicados con este impuesto solicitaron la reducción a los
montos asignados, argumentando escasez de recursos o amparándose en los
considerables saqueos efectuados en sus fincas por las fuerzas militares
constitucionalistas. Estos reclamos se dirigieron, en su mayoría, al Gobernador y
Comandante Militar del Estado; sólo los personajes más prominentes de la entidad
hicieron llegar sus quejas hasta el general Álvaro Obregón.192 Regularmente, la aceptación
de las solicitudes de reducción se concedió a quienes se manifestaron más proclives para
colaborar con las nuevas autoridades.
192
Hombres acaudalados como Blas Ruiz y Luis Brizuela se dirigieron al general Obregón (Jefe del Ejército
del Noroeste) solicitando la devolución de sus fincas y quejándose por el alto monto asignado como impuesto.
Algunas de las reclamaciones tenían fundamento como el caso de Luis Brizuela, a quien se le impuso una doble
contribución: una por el Gobierno de Jalisco y otra más en Colima. Véase, AHEC, leg. 871, 1915.
175
De acuerdo a las necesidades más apremiantes de las campañas del ejército
constitucionalista, más que dañar propiedades e infraestructuras incautadas, éstas se
veían como fuentes generadoras de ingresos para cubrir sus altas necesidades militares y
para satisfacer las ansias de riqueza de algunos jefes y soldados revolucionarios. Por
tanto, las intervenciones eran, prácticamente, una especie de apoderamiento y usufructo
temporal de los bienes.193 Desde agosto de 1914 hasta ya bien entrado el año de 1916,
se reiteraron las quejas de los propietarios colimenses sobre ventas, hurtos y
aprovechamiento personal de los bienes intervenidos, acción practicada tanto por los
administradores designados, como por los jefes militares del área.
193
Conviene destacar que hubo excepciones en cuanto a la actitud gubernamental. Por ejemplo, a los
hermanos Guillermo y Agustín González se les intervino la Hacienda de Camotlán de Miraflores (una fracción de lo
que era dicha hacienda, la cual compraron a Clara Ochoa vda. de Meillón en 1904) para garantizar el pago de veinte
mil pesos fijado como préstamo de guerra; sin embargo, al poco tiempo el Gobernador Eduardo Ruiz dejó la
administración en uno de los dueños (¡!) y obviamente no reportó ninguna utilidad al gobierno estatal. Oficio Nº 1515
del Jefe de la Oficina de Intervención y Confiscación de Bienes en el Estado de Colima al Secretario de Gobierno y de
la Comandancia Militar, junio 24 de 1915: en AHEC, Colección de Leyes y Decretos, 1915.
176
Entre los más afectados figuraron: Luis Brizuela, a quien se le impuso una doble
contribución (35 mil pesos en Jalisco y 25 mil pesos en Colima) y para garantizar el
cubrimiento de dichos pagos sufrió la intervención de sus bienes, entre ellos la Hacienda
La Estancia. Para enero de 1915, Brizuela calculaba que los montos extraídos de sus
propiedades sobrepasaban los 40 mil pesos, razón por la cual se le redujo el préstamo a
15 mil pesos, al tiempo que se le devolvió la hacienda aludida.194 Ignacio Michel recibió
como asignación la cantidad de 15 mil pesos, sin embargo la extracción que sufrieron sus
propiedades, al estar bajo el poder de José Bueno 195 y las fuerzas constitucionalistas que
comandaba, ascendió a más de 10 mil pesos; por ello, en noviembre de 1914, pidió la
reducción de su contribución a una cantidad no superior a mil pesos. Ante la negativa
gubernamental, un año después, solicitó una nueva rebaja a la mitad de dicho préstamo.
Esta vez, su solicitud recibió una respuesta positiva,196 al igual que otras formuladas en el
mismo tenor. En el caso de Blas Ruiz, a dos meses de la intervención, calculó sus daños
en una cantidad muy superior a los 60 mil pesos.197
A pesar de la contribución extraordinaria -y en algunos casos la intervención de
bienes- impuesta a los propietarios,198 una vez cubierto su importe y reintegrados sus
bienes, manifestaron una actitud mesurada y, aún más, dispuesta a colaborar con los
poderes estatales. Siempre estuvieron prestos a todo llamado oficial, incluso, en algunos
casos, ellos mismos hacían gala de su buena voluntad para con el gobierno.
194
Carta de Luis Brizuela al Coronel Juan José Ríos, Gobernador del Estado, enero 18 de 1915; en AHEC,
leg. 871, 1915.
195
Al ocupar las propiedades de Ignacio Michel, José Bueno extrajo el ganado existente y lo trasladó a los
terrenos de la Hacienda d e Chacalapa, de la cual era dueño.
196
Cartas de Ignacio Michel al Gobernador del Estado de Colima, noviembre 20 de 1914 y diciembre 3 de
1915; en AHEC, leg. 879, 1916.
197
198
Para mayor información véase AHEC, leg. 867, 1914.
Una información detallada sobre la situación que guardaban los bienes intervenidos para 1915 se
encuentra en Informe del Gobernador del Estado de Colima a la Secretaría de Gobernación, octubre 5 de 1915; en
177
Esta posición sería la asumida por el exgobernador porfirista Enrique O. de la
Madrid, quien el 6 de agosto de 1914 sufrió la intervención de sus múltiples bienes para
garantizar el pago de los 50 mil pesos asignados como préstamo de guerra. El gobierno
estatal administró dichas propiedades por casi dos años. Enrique O. de la Madrid recibía
periódicamente la cantidad de 500 pesos para su manutención, producto de los beneficios
obtenidos por los bienes intervenidos y explotados por las autoridades.199 Luego de
múltiples gestiones logró la devolución de sus propiedades, así como un balance
financiero de las operaciones económicas realizadas durante el lapso de la intervención,
entregándole un saldo a favor superior a los 25 mil pesos, cantidad que "generosamente"
donó en beneficio de la Hacienda Pública Federal.200
AGN, Secretaría de Gobernación-Período Revolucionario, caja 27, exp. 2, 5 fs.
199
Carta de Enrique O. de la Madrid al Gobernador y Comandante Militar del Estado de Colima, junio 10 de
1915; en AHEC, Colección de Leyes y Decretos, 1915.
200
1915.
Informe de la Oficina de Intervención y Confiscación de Bienes al Secretario de Gobierno, AHEC, leg 868,
178
Esta acción, probablemente, rindió sus frutos, ya que, justo en los días cuando las
autoridades estatales llamaban a la población para que reclamara despojos y presentaran
solicitud de tierras, con la mayor tranquilidad recibieron la notificación y dieron su
aprobación de la operación de compraventa efectuada entre el Sr. De la Madrid y Carlos
Meillón, sobre los terrenos de la Hacienda San Carlos y atendieron su solicitud referente a
la condonación de algunos impuestos resultantes de dicha operación mercantil.201
Además, gozó de otras consideraciones como la condonación del 4% por derecho de
ventas, durante el tiempo que sufrió la intervención.202
Los canales de comunicación entre autoridades y propietarios se pusieron
nuevamente de manifiesto cuando Daniel Inda y Miguel V. Álvarez (personas afectadas
por las contribuciones), fueron incorporados a los trabajos de la Junta de Catastro.203 Otra
muestra de "trato cordial", de parte de los hombres de empresa hacia los poderes
oficiales, se patentizó mediante el aporte económico "desinteresado" de prominentes
comerciantes a tareas de orden social, propias de las autoridades, como sería el caso de
los donativos entregados por hombres como Emilio Brun (3 mil pesos), Carlos Schulte
(2,500 pesos) y otros más, para que se realizaran mejoras materiales a la ciudad
201
Véase, Oficio del Notario Público Andrés Loreto al Secretario de Gobierno del Estado de Colima,
diciembre 28 de 1915; en AHEC, leg. 877, 1915.
202
203
Esta información se localiza en AHEC , leg. 887, 1916.
EC, abril 24 de 1915, p. 73.
179
capital.204
204
EC, marzo 27 de 1915, p. 56.
180
Una preocupación básica de las autoridades constitucionalistas fue garantizar que
las fincas y negociaciones intervenidas no dejaran de producir, aspecto esencial para
sostener la precaria economía estatal. Para cumplir lo anterior, no se limitaron a designar
administradores gubernamentales para cada una de las propiedades intervenidas, sino
que en algunos casos, se realizaron arrendamientos a particulares, como el concedido al
Ing. Rafael Bátiz Paredes sobre los terrenos situados en la hacienda La Magdalena,
intervenidos a la "Compañía de Fomento Agrícola S. A.".205
Otra actitud amparada en esta idea de fomentar la actividad económica estatal se
presentó en los primeros meses de la llegada de los nuevos jefes del poder estatal.
Antonio Díaz de León llegó a Manzanillo procedente de Mazatlán, con una gran cantidad de
maquinaria para fabricar puros, cigarros, jabones y chocolates; así como equipo de
imprenta y litografía. Su intempestiva huida del puerto sinaloense obedecía a que, debido
a su apoyo al huertismo, las autoridades de aquel lugar buscaban su aprehensión y la
confiscación de sus bienes.
Al conocer su desembarque en Manzanillo y su posterior traslado a la capital del
Estado, las autoridades militares de Sinaloa solicitaron el apoyo de sus similares de
Colima para efectuar la detención y el regreso del industrial, con todo y maquinaria. Ante tal
petición, las autoridades colimenses intervinieron los bienes, impusieron una contribución
extraordinaria y encarcelaron al industrial junto con sus hijos, pero no accedieron a
enviarlos de regreso a Mazatlán. Aún más, ante la insistencia de las autoridades de
Sinaloa, fueron liberados y se les otorgaron las facilidades para que la fábrica y la imprenta
205
1916.
Contrato celebrado entre Juan Ortiz y Rafael Bátiz Paredes, septiembre 21 de 1915; en AHEC, leg. 879,
181
funcionaran en estas tierras.206
206
La petición de las autoridades sinaloenses y la reacción del gobierno de Colima sobre el caso de Antonio
Díaz de León y fam. se encuentra en, AHEC, leg. 851, 1914.
182
En otro orden de cosas, una de las medidas que colocó en graves aprietos a los
propietarios fue el cobro del impuesto catastral , el cual sufrió un significativo aumento en
relación con las reducidas cantidades que se pagaban durante la gestión gubernamental
anterior. La elevación de dicho impuesto estaba encaminada a incrementar las arcas del
erario estatal y poder cubrir los gastos que se desprendían de atender los rubros de
mejoras materiales y educación;207 además, se pretendía cubrir el presupuesto de egresos
fijado para el Estado.
Al ponerse en marcha el aumento de los impuestos a los capitales mercantil y
urbano, los propietarios colimenses lanzaron una avalancha de peticiones de reducción
catastral. Entre los argumentos que respaldaban sus solicitudes, figuraban: la critica
situación económica que vivía la entidad; la precariedad de sus negocios; y en lo
(supuestamente) equivocado de la estimación realizada. La mayoría de las solicitudes
presentadas, a lo largo de 1915, fueron atendidas positivamente. Esta decisión benefició,
sobre todo, a los principales oligarcas de la entidad.
Entre quienes recibieron reducciones sobre la cotización inicial figuraron: Emilio
Brun, un 22%; Gabriel Ochoa, 25%; Manuel Arreguí, 45%; similares beneficios obtuvieron
Daniel Inda, Luis Brizuela e Higinio Álvarez. 208 Asimismo, durante el año de 1916, destacó
la modificación catastral efectuada a Enrique O. de la Madrid, ya que de un incremento del
207
Buena parte de estos ingresos se destinaron a la construcción de escuelas modelo, la adaptación del
exTemplo del Beaterio como Biblioteca Pública, a la conclusión de obras en el Teatro Hidalgo y al mejoramiento
salarial de los maestros.
208
Una amplia información sobre el tema puede consultarse en AHEC, leg. 873, 1915.
183
500% con respecto al año anterior, se le fijó solamente en el doble (100%), monto
solicitado por el interesado.209
209
Solicitud de Abraham G. Cárdenas apoderado de Enrique O. de la Madrid, al Gobernador y Comandante
Militar del Estado de Colima, diciembre 12 de 1916; en AHEC, leg. 879, 1916.
184
Las quejas sobre el avalúo catastral seguían llenando el escritorio del Gobernador,
debido a que las Juntas Municipales formadas para tal cometido efectuaron su labor alejadas
de lo contemplado dentro de la normatividad vigente sobre el particular. El revalúo se
efectuaba buscando el aumento del valor catastral (duplicándolo por lo general) para percibir
un mayor número de ingresos y no p ara conocer el monto estimado de la riqueza estatal. Por
tanto, la fluctuación oficial sobre los valores catastrales, pudo deberse a que los avalúos se
hicieron sobre datos irreales y pretensiones impositivas.210 Las rebajas autorizadas por el
ejecutivo estatal buscaban corregir esta actitud y obedecían, en mucho, a concesiones
hechas a los hacendados debido a la difícil situación que enfrentaba la actividad económica
en la entidad.
B) ACCIONES Y REACCIONES EN EL COMERCIO
Es a todas luces evidente que, en estos años, la situación de los comerciantes
colimenses no fue del todo halagadora. Diversos factores actuaron en detrimento de la
marcha de sus actividades normales. Entre éstos figuraron: la imposibilidad de colocar sus
productos en otras regiones a raíz del clima generado por el conflicto armado; la falta de
moneda circulante debidamente acreditada211 para concretar las operaciones de
compraventa; y las medidas restrictivas decretadas por el gobierno constitucionalista.
Las autoridades revolucionarias, no conformes con la imposición de la contribución
210
Sobre el particular, véase Oficio del Gobernador del Estado de Colima al Presidente de la Junta Calificadora
del Catastro; en AHEC, leg. 877, 1915.
211
En ocasiones se presentó un exceso de papel circulante giro por las diversas bandos o autoridades
revolucionarias, pero no se reconocían como moneda legal o se tomaban en proporciones menores a las estipuladas
para su valor circulatorio. El exceso de circulación de papel moneda no acreditada para las operaciones de compra-venta
en Colima ocasionó que durante los mandatos de Eduardo Ruiz y Juan José Ríos se procedieran a su concentración y
quema en los patios del Palacio de Gobierno.
185
extraordinaria de guerra que abarcaba a las élites colimenses tanto las esferas de la
producción como la circulación de bienes y capitales, arreciaron su ofensiva contra los amos
de la vida económica de la entidad. A los comerciantes, en particular, se les culpaba del mal
funcionamiento de las operaciones mercantiles en la entidad, en especial las desarrolladas a
pequeña escala. Se les acusaba de ser los responsables de la escasez de moneda
fraccionaria al practicar el acaparamiento de la misma; en consecuencia, se les amenazó con
intervenir sus bienes si no la reintegraban a la circulación.
Los comerciantes, de manera conjunta, dieron respuesta a la acusación, explicando
que la ausencia de moneda les perjudicaba a ellos mismos ya que impedía el comercio al
menudeo; por esta razón no podían ser responsables de este hecho. En
186
cambio, hacían recaer la autoría de tales prácticas en personas que vivían o realizaban
actividades comerciales fuera de Colima. Incluso, elaboraron propuestas para solucionar
dicha carencia, solicitando autorización para expedir vales de moneda fraccionaria para
reactivar la actividad comercial. Dicha solicitud les fue negada.212 Esta tendencia no era
nueva entre los comerciantes locales. En septiembre de 1914, varios comerciantes, por su
cuenta y riesgo, pusieron en funcionamiento gran cantidad de vales, pero las amenazas de
arresto lanzadas por el gobernador provisional Eduardo Ruiz, los hizo desistir.213
El panorama que enfrentaba la economía colimense -y la del país en general- en estos
años era poco halagadora; diversos factores limitaban las operaciones productivas y
mercantiles en detrimento de los industriales y comerciantes. Ante un panorama tan incierto,
212
Carta de Comerciantes de Colima al Gobernador y Comandante Militar del Estado, enero 12 de 1915; en
AHEC, leg 871, 1915. La carencia de moneda era tanta que el dueño del periódico "El Popular", por su cuenta y riesgo,
emitió vales para adquirir la prensa, pero fue rápidamente reprendido por las autoridades; al respecto, véase, AHEC, leg.
847, 1914.
213
El aviso a los comerciantes se encuentra localizado en AHEC, leg. 847, 1914.
187
muchos comerciantes locales modificaron sus giros y otros optaron por el cierre de sus
negocios. Por este motivo, a finales de 1914, Carlos Schulte, dueño del establecimiento "La
Bandera Mexicana", decidió cerrar su establecimiento y con ello se quedaron sin trabajo los
18 empleados con que contaba.214
214
Solicitud de Carlos Schulte al Presidente Municipal de Colima, diciembre 15 de 1916; en AHMC, Sección "E",
caja 70, exp. s/n, 1916.
188
Esta problemática afectó por muchos meses a la economía colimense. Los
problemas de desabasto en cereales y productos de primera necesidad eran recurrentes y
se propiciaban, en mucho, por las compras que realizaban los agentes compradores de
Acapulco que, con la anuencia de las autoridades de aquel lugar, realizaban voluminosas
compras en el puerto de Manzanillo, donde acaparaban productos provenientes de una
vasta región costera de Colima y Jalisco, para, posteriormente, trasladarlos al puerto
guerrerense, donde se vendían a precios sumamente elevados. El problema adquirió tales
proporciones que la carencia de productos en Colima generó reiteradas quejas de parte
de diversos sectores de la población, hasta lograr que el Gobernador del Estado adoptara
medidas para frenar los abusos de dichos agentes comerciales.215
Las autoridades de Colima no solo evitaban la salida de productos, también
buscaban que los establecimientos comerciales funcionaran con normalidad para
abastecer la demanda de la población; para ello, se establecieron sanciones a quien
clausurara su establecimiento sin causa justificada. Dicha actitud se aplicó a
expendedores de alimentos e incluso a tiendas de ropa. Por esa razón, el comerciante
italiano Ángel Gatti fue multado con 2 mil pesos y se le encarceló por cerrar su comercio
de ropa de manera unilateral, es decir, sin cubrir los requisitos de ley establecidos por las
autoridades estatales.216
Con anterioridad se hizo alusión a las medidas oficiales decretadas para impedir
dicha salida de productos de primera necesidad más alla del territorio colimense; donde
figuró la amenaza de fusilamiento a quien incurriera en dicha práctica. Este comunicado en
particular -girado en junio de 1915- no se lanzó sin ton ni son, ya que no se les envió a los
casi treinta medianos y grandes expendedores de productos de primera necesidad
establecidos en la capital colimense. Sus destinatarios eran: Emilio Brun, Miguel V.
215
Al respecto véase, Carta de vecinos de Manzanillo al Presidente Municipal, mayo 25 de 1915, y Telegrama
del General Brigadier Juan José Ríos a Venustiano Carranza, mayo 20 de 1915; ambos en AHEC, leg. 848 (2), 1914.
216
Solicitud de Ángel Gatti al Gobernador del Estado de Colima, marzo 7 de 1915; en AHEC., leg. 878, 1915.
189
Álvarez, Carlos Schulte, Andrés Silva, Fernando Martel, Daniel Inda y Miguel Romero.
Todos ellos poseían negocios orientados centralmente a la venta de ropa y abarrotes;
además, los dos últimos se dedicaban a la fabricación de jabón. Si la notificación llevaba
dedicatoria especial para estos comerciantes, es de deducirse que eran éstos los que
estaban en condiciones o ya realizaban operaciones comerciales más allá de los límites
de la entidad.
Sin embargo, al parecer, las autoridades constitucionalistas imponían la norma pero
eran los primeros en violarla. Al menos así lo deja ver la valiente acusación de un artesano
colimense llamado Zenaido Jiménez, en carta enviada al mismo Primer Jefe Venustiano
Carranza. En dicha misiva, denunciaba que durante el tiempo que llevaba el general Juan
José Ríos al frente del gobierno estatal se había prohibido la salida de productos fuera del
Estado, pero que era del dominio público que " el General en combinación con un hijo del
celeste imperio o con un español...sacan no digo pequeñas cantidades sino hasta carros
por entero de: maíz, frijol y arroz".217 También evidenciaba a la misma esposa del
gobernador Ríos, quien en una notificación enviada al periódico estatal El Baluarte -vocero
explícito del constitucionalismo-, ella misma aceptó haber vendido la cantidad de 1,170
pieles a un "señor Rubio" para su exportación a Estados Unidos. Este tipo de envío no era
el único, pues una casa comisionista de la localidad embarcaba pieles en gran escala,
seguramente con la anuencia del gobernador.
Además, el denunciante ponía en tela de duda la sinceridad y eficacia de la medida
de fijar precios bajos para beneficio de los sectores pobres de la entidad. Ponía al
descubierto actos de especulación y corrupción como el practicado por Juan Jacobo
Valadés -colaborador cercano del General Ríos-, quien, una vez estableció un precio para el
azúcar, compró 10 mil kilos de este producto, pero, al día siguiente de dicha compra,
permitieron su venta al precio que éste quería fijarle. Al parecer la revolución significó
217
Carta de Zenaido Jiménez al C. Primer Jefe Venustiano Carranza, mayo 24 de 1916; en Archivo del
Centro de Estudios de Historia de México. Condumex S. A. (en adelante Condumex), fondo XXI, carpeta 71, leg. 7805.
190
también una excelente oportunidad para que algunos jefes revolucionarios adquirieran
riquezas nada despreciables.
En términos generales, Zenaido Jiménez señalaba que la revolución en Colima sólo
había llevado sufrimientos a la población, los beneficios sólo los gozaban un reducido
círculo de personas ligadas al gobernador por conveniencia o lazos de parentesco. Por el
contrario, quienes no figuran como sus cercanos partidarios, lo que recibían eran los motes
de reaccionarios, villistas o cualquier clase de insultos.
Sin embargo, conviene aclarar que la actitud hostil o de omisión por parte de los
comerciantes hacia las autoridades no se presentó como una constante. Por ejemplo, dos
de los comerciantes (Daniel Inda y Miguel V. Álvarez) que, en junio de 1915, recibieron el
comunicado-amenaza para no vender productos más allá de las fronteras colimenses,
prestaron sus servicios al gobierno en calidad de integrantes de la Junta Revisora de
Catastro;218 más aún, a principios de 1917, debido a las dificultades que atravesaba el
erario estatal, el Secretario de Gobierno entregó una circular a Emilio Brun, Daniel Inda,
Andrés Silva, Carlos Schulte, Fernando Martel, Nicasio L. Barreto y Celso García, donde
se les solicitaba un préstamo en los términos siguientes:
El C. Gobernador y Comandante Militar del Estado en acuerdo de hoy,
tuvo a bien disponer a los comerciantes anotados al margen les ruega
se sirvan proporcionar al C. Contador de la Tesorería General del
Estado (...) las cantidades de alguna consideración que les sea
posible, (...), por lo cual se les da anticipadamente las gracias a
218
Sobre el particular, véase pág. 133.
191
nombre del gobierno.219
219
Esta circular se puede consultar en, AHEC, leg. 892, 1916-1917.
192
Estas referencias permiten suponer que la actitud gubernamental hacia los dueños
del dinero y las tierras colimenses no fue unilineal. A medida que el gobierno
constitucionalista se consolidó al frente de los destinos del Estado y fue encarando las
tareas de sostén y conducción de una sociedad inestable política, económica y
socialmente, los apoyos de los distintos sectores sociales fueron cada vez más
necesarios. Las nuevas autoridades no estaban en condiciones ni pretendían crear un
distanciamiento extremo con las clases, tradicionalmente, dominantes en la entidad; sino
desplazarlas del poder político central e implementar una serie de reformas que mermaran
sus privilegios y ambiciones "desmedidas", pero sin que las bases de su poderío
económico fueran socavadas. La presencia de los grandes empresarios, comerciantes y
terratenientes, eran vitales para el sostén de la economía estatal, papel que deberían
ejercer de acuerdo a las reglas del gobierno revolucionario.220 Objetivo que pudo lograrse
en medio de un persistente estira y afloja entre ambas partes.
Esta actitud gubernamental hacia los comerciantes se le puede dar seguimiento a
partir de un problema ya aludido: el control de precios sobre los productos de primera
necesidad. Esta medida fue una constante a lo largo de los tres años de gobierno
constitucionalista. Desde agosto de 1914, por disposición de las autoridades estatales y
después por las municipales, se prohibió el alza inmoderada sobre estos productos
básicos y se fijaron multas para los comerciantes infractores. Al mes siguiente, por
220
La vía para ejercer dicho control fue el establecimiento y aplicación de estrictos ordenamientos legales,
los cuales al ser violentados provocaban fuertes multas y arrestos, sin importar grado de riqueza o nacionalidad,
como fue el caso del italiano Ángel Gatti, quien fue multado con 2 mil pesos y puesto tras las rejas por haber
clausurado su negocio de ropa sin acatar los requisitos previstos por la ley. Información localizada en AHEC, leg. 878,
1915.
193
mandato oficial, se formó una Comisión Inspectora de Comercio encargada de supervisar
y controlar los precios de dichos artículos. 221 Dentro de las actividades a desarrollar se
incluía la vigilancia sobre las actividades de los comerciantes y atender las quejas que
presentaran los consumidores.
221
Esta comisión estuvo integrada por el Lic. Leonardo Arizmendi, Anastasio L. Robles, Javier Pérez Cortez y
el Prof. Francisco Z. Pérez. Al respecto, véase, AHEC, leg. 848, 1914.
194
A pesar de la determinación expresada por las autoridades, los oídos de los
comerciantes y productores eran poco receptivos a las disposiciones establecidas , por
tanto, los llamados y advertencias se repitieron en tonos cada vez mas altos.222 Desafiando
la vigilancia, llamados a la moderación y las notificaciones oficiales sobre los precios que
deberían regir en el mercado, varios comerciantes, sobre todo los de mayor cuantía,
echaron en saco roto las disposiciones gubernamentales: su "ley" siguió imponiéndose.
Pero, la situación cambió: a partir de los indicaciones generales giradas en agosto de
1915 por el general Álvaro Obregón, donde llamaba -de manera enérgica- a controlar y
moderar los precios de las mercancías. Las autoridades colimenses, por fin, se decidieron
a intervenir directamente para fijar los precios a que deberían expenderse los productos
en el mercado local.
Por este motivo se ejecutaron varias sanciones, como las aplicadas a nueve
destacados comerciantes por no respetar los precios fijados para los artículos de consumo
básico.223 La pena impuesta consistió en la entrega de 50 mil pesos (a cubrir entre todos)
destinados a la adquisición de productos de primera necesidad que se expenderían a
bajo costo entre la población humilde.
La protesta de los comerciantes afectados no se hizo esperar. Mediante un escrito firmado por los principales comerciantes de la ciudad capital- demandaron, ante el
gobernador, la revocación de dicha medidas, arguyendo que los dañaba económica y
moralmente. Al mismo tiempo, ponderaban su actitud generosa y de buena voluntad,
asumida con antelación, al aceptar con agrado la formación de la "Compañía de
Beneficencia de Colima", organismo con sentido social integrado por estos destacados
comerciantes. Su formación obedeció a los acuerdos establecidos con las autoridades
gubernamentales y en sus mismos estatutos permitía la ingerencia directa del gobernador
222
Aviso de Juan S. Delgado, Presidente Municipal de Colima, a fabricantes, agricultores y comerciantes de
la ciudad de Colima, enero 14 de 1915; AHMC, sección "E", Caja 61, exp. 1.
223
En esta lista aparecieron: Manuel V. Álvarez, Andrés Silva, Daniel Inda y Miguel Romero, entre otros. Para
mayor información, véase, AHEC., leg. 877, 1915.
195
Juan José Ríos en la toma de sus decisiones internas.224 Esta "Compañía" se instituyó
para la venta de productos a bajos precios entre los más pobladores más necesitados.225
No obstante, el gobierno estatal no dio marcha atrás en su decisión, salvo en un caso:
Zenaido Saucedo, ya que su giro comercial no se ubicaba en ramo de los productos
considerados como de primera necesidad.226
224
Solicitud de Comerciantes de Colima al Gobernador y Comandante Militar del Estado, diciembre 22 de
1915; en AHEC, leg. 877, 1915.
225
La existencia de esta Compañía se originó a partir de un acuerdo entre comerciantes colimenses y un
representante del general Álvaro Obregón, como una medida compensatoria ante los perjuicios causados por la
arbitraria y desmesurada alza de los precios efectuada por los primeros. La Compañía fue organizada por Miguel V.
Álvarez, Francisco Brun, Daniel Inda, Nicasio L. Barreto y Miguel Romero. Funcionó durante meses y su capital
alcanzó la cifra de 25 mil pesos. La escritura pública sobre la constitución de este organismo puede consultarse en
AHEC, leg. 873, 1915.
226
La lista de los productos de primera necesidad era la siguiente: azúcar, arroz, manteca, café, panocha,
196
maíz, frijol, jabón, manta y percal.
197
La postura oficial no se andaba por las ramas: al comerciante que violentaba las
normas estaba expuesto a estrictas sanciones. El castigo impuesto a los principales
comerciantes fue categórico y eficaz, pero a la vez aleccionador. El carácter incisivo de
estas medidas gubernamentales hizo que los comerciantes estrecharan sus lazos y
actuaran unidos en la defensa de sus i ntereses. Era necesario estar prevenido para evitar
nuevos contratiempos. Por esto, el 27 de abril de 1916, un día después de ser clausurada
la "Compañía de Beneficencia", los acaudalados comerciantes locales crearon la Cámara
de Comercio de Colima; teniendo por lideres directivos aquellos que habían sido objeto
de las acometidas gubernamentales. La mesa directiva estuvo compuesta Manuel R.
Álvarez, Emilio Brun, Nicasio L. Barreto, Alberto Lepe y Miguel V. Álvarez. 227
A partir de este momento, los principales comerciantes colimenses actuaron como
sector para hacer sus peticiones o planteamientos. De manera conjunta, formulaban una
propuesta de precios y, por conducto de su asociación comercial, se turnaba al Gobierno
del Estado, con quien se uniformaban montos y criterios. Resulta muy sugerente el hecho
de que, en la documentación de los años 1916 y 1917, existente en el Archivo General del
Gobierno del Estado de los años 1916 y 1917, los conflictos entre comerciantes y
gobierno, prácticamente, se encuentren ausentes. La actuación de las autoridades se
concentró en pedir notificaciones sobre las mercancías que tenían en existencia y los
227
Sobre la constitución de este organismo, véase, Oficio Nº 381 de Carlos L. Rosaldo, Presidente Municipal
de Colima al secretario de Gob ierno del Estado, abril 27 de 1916; en AHEC, leg. 879, 1916.
198
precios fijados por los comerciantes, para después establecer, de manera concertada, los
precios que deberían regir en el mercado local.228
228
Lista de precios de primera necesidad expedida por el Presidente Municipal, Arcadio de la Vega,
noviembre 2 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 66, exp. s/n, 1916.
199
El surgimiento de esta agrupación de comerciantes se presentó como una medida
claramente defensiva frente a la audaz política estatal, además no inició sus funciones en
tiempos de gran bonanza económica. Los problemas de escasez, limitada circulación de
productos y falta de comunicaciones, seguían latentes en la entidad y sus repercusiones se
hacían sentir al interior de las casas comerciales. Era evidente que los comerciantes no
vivían sus mejores momentos. Los mismos empleados de los comerciantes ubicados en la
capital colimense, al hacer su petición ante el gobernador para salir mas temprano de su
trabajo, describían la situación prevaleciente en el mercado local, al señalar que su
demanda la formulaban "debido a la falta de alumbrado y escasez de mercancías, los
establecimientos se encuentran desiertos desde el anochecer".229
La escasez de mercancías estaba muy ligada a las dificultades que experimentaba
la circulación monetaria. Escollo que continuamente enfrentaban los comerciantes para
poder surtir sus bodegas y anaqueles. La Cámara de Comercio de Colima se abastecía,
en lo fundamental, no de centros de abasto nacionales, sino que sus compras las
efectuaba en Estados Unidos. Entre sus razones estaba la aún difícil comunicación con la
ciudad de México, razón por la cual los bultos de mercancías adquiridos en este lugar
llegaban a Colima en un lapso no inferior a los veinte días, contratiempo al que se sumaban
las constantes mermas sufridas durante el prolongado trayecto. Por lo anterior, resultaba
más cómodo, rápido y seguro adquirirlas en el vecino país del norte.
229
Dicha solicitud se localiza en AHEC, leg. 876, 1915.
200
Las mercancías llegaban vía marítima al puerto de Manzanillo; estos productos a
veces enfrentaban tropiezos para su traslado de este puerto a la capital, como sucedió
entre finales de 1916 y el mes de enero del año siguiente, donde, producto de la
irregularidad monetaria que prevalecía, el Administrador de la Aduana de Manzanillo sólo
aceptaba el pago de derechos de importación con moneda metálica, debido a la
inconsistencia del papel moneda. El circulante en metálico era algo prácticamente
imposible de conseguirse en el Estado. Los intentos por cubrir el importe en dólares o con
giros de las propias casas comerciales resultaron inútiles. El problema se agravó de tal
manera que los comerciantes colimenses dirigieron sus reclamos ante las autoridades del
centro del país.230
A estas alturas, conviene precisar que no se puede hablar de los comerciantes de
Colima como un sector uniforme, pues existían diferencias de acuerdo al giro y volumen de
su actividad mercantil. Ya en las primeras páginas se señalaba la fuerte presencia que
tenía la actividad comercial dentro de la vida económica de la capital; de los cerca de 350
comerciantes registrados en la ciudad de Colima durante 1916, existían mas de 60
negocios comerciales establecidos,231 el resto eran comerciantes ambulantes o con
puestos semifijos. Entre negocios fijos tenían como giros básicos el ramo de ropa y
abarrotes, actividad donde se concentraba casi la mitad de las casas comerciales
existentes.232 En este ramo se encontraban los hombres mas acaudalados, y a la vez,
poseedores de considerables intereses en el agro colimense; asimismo, eran los artífices
de la Cámara de Comercio, organismo creado para la exclusiva defensa de sus intereses.
En contraparte, dentro del conglomerado de negocios, existían otro tipo de
comerciantes que, si bien dedicados al mismo rubro de los abarrotes, tenían
230
Esta correspondencia se encuentra en, AHEC, leg. 892, l9l6-l9l7.
231
También operaban 16 hoteles y mesones; algunos propiedad de conocidos comerciantes o familiares
cercanos a éstos. véase listado en AHEC., leg 892, 1916-1917.
232
Véase, lista de comerciantes establecidos en la Ciudad de Colima, en AHEC, leg 881, 1916.
201
características distintas con los promotores de la Cámara de Comercio. Estos poseían
capitales de menor cuantía, sus estantes no estaban repletos y carecían de empleados, ya
que ellos mismos o su familia estaban colocados detrás del mostrador. Este segundo tipo
de comerciantes no formaban parte de esta agrupación comercial, por el contrario, fueron
objeto de hostilidades de parte de los integrantes de dicho organismo.
Una muestra de esta actitud se expresó cuando, tras el decreto del 4 de septiembre
de 1915, el Gobernador y Comandante Militar Eduardo Ruiz notificó que continuaba
vigente la ley relativa al descanso dominical obligatorio para todos los trabajadores del
Estado, establecida mediante decreto del Congreso Local en marzo de 1914,
contrariamente a lo pensado y practicado por algunos comerciantes con empleados a su
servicio. Junto a la notificación se establecía que, en caso de infringirse, se sufrirían las
penas señaladas en el mismo decreto, consistente en un monto de 10 a 500 pesos de
multa, duplicables en caso de reincidencia.233
El descanso dominical obligaba a que las cortinas y puertas de los e stablecimientos
mayores permanecieran cerradas. Pero, tras esta disposición, los grandes comerciantes
quisieron obligar a los pequeños comerciantes para que, de igual manera, cerraran sus
negocios los domingos. Los integrantes de la Cámara de Comercio estaban obligados a
hacerlo, pues la mayoría tenían trabajadores detrás de sus mostradores, pero los
comerciantes en pequeño no contaban con empleados, por tanto, la medida de cierre no
podía ser extensiva a ellos.
Al pretender que los comerciantes menores cerraran, los integrantes de la Cámara
de Comercio actuaban en la "natural" defensa de sus intereses; pues los domingos, los
comerciantes en pequeño operaban sin competencia alguna. Máxime que, regularmente,
esos días eran cuando los pobladores de las rancherías y comunidades rurales concurrían
a la ciudad de Colima para abastecerse de alimentos. Para desgracia de la Cámara de
233
Hoja suelta de la Cámara de Comercio de Colima, en AHMC, Sección "E", Caja 62, exp. s/n, 1916.
202
Comercio, su tentativa no prosperó.234
C) HACENDADOS E INDUSTRIALES ANTE LOS OJOS CONSTITUCIONALISTAS
Desde 1913, el clima social en Colima presentó evidentes signos de alteración,
afectando el comportamiento y accionar de hombres, empresas e instituciones. En el caso
particular de las empresas colimenses, los estragos pronto se volvieron evidentes,
expresándose en una disminución significativa de sus operaciones productivas y
comerciales.
234
Véase, Carta de comerciantes al Gobernador del Estado, AHEC, leg. 892, 1916-1917.
203
Sin embargo, los efectos fueron un tanto diferentes entre las diversas actividades
económicas existentes en Colima. Sobre este particular, Stephen H. Haber, señala: "la
crisis comercial de 1914-1916, así como los problemas de la ocupación armada y los
préstamos forzosos, provocaron una declinación de la actividad industrial. Aunque el
efecto fue mayor para los productores de bienes intermedios que para los productores de
bienes de consumo".235 Afirmación corroborada en el caso colimense, pues el grueso de
los giros económicos ligados al agro colimote, en términos generales, siguieron
funcionando con cierta regularidad. No así establecimientos que requerían de materias
primas para operar.
A fines de 1913, se presentó un caso ilustrativo cuando Eric Gens, propietario y
gerente de la Compañía Hidroeléctrica Occidental S. A., envió una notificación al
Gobernador del Estado donde hizo un recuento de la problemática que afectaba el
funcionamiento de su empresa. Las razones aludidas fueron: la falta de moneda
fraccionaria, las dificultades para conseguir dinamita y pólvora, falta de operarios debido a
que la mayoría se dedicaba a labores agrícolas, otros se escondían por miedo a ser
consignados al servicio de las armas, y había quienes se habían sumado a la revuelta
235
Stephen H. Haber, "La Revolución y la industria manufacturera mexicana, 1910-1925", en Enrique
Cárdenas (Comp.), Historia Económica de México. Lecturas, México, Trimestre Económico, FCE, 1992, p. 432.
204
armada.236 Este panorama condujo, irremediablemente, a que la compañía disminuyera su
ritmo de trabajo, y, para abril del año siguiente, suspendió totalmente sus actividades.237
El ejemplo anterior no debe considerarse un denominador común o de índole
genérico sobre la situación dominante en la economía colimense, sino un hecho indicativo
que ilustra situación en que se encontraban algunos de los productores y comerciantes de
la entidad. Además, es pertinente aclarar que la empresa mencionada no figuraba entre las
principales de la entidad; este lugar era ocupado por las fábricas de hilados y tejidos de
Luis Brizuela y Carlos Schulte, así como por las haciendas productoras de azúcar y
aguardiente propiedad de Arnoldo Vogel y Vergara Rangel y Cía.
236
237
Véase, Carta de Eric Gens al Gobernador del Estado, diciembre 18 de 1913; en AHEC, leg. 838, 1913.
Esta notificación de cierre se encuentra en AHEC, leg. 854, 1914.
205
Ante las irregularidades que enfrentó la actividad agrícola e industrial, los
propietarios recurrieron a la tan llevada y traída petición de rebaja en sus impuestos sobre
los ramos de ventas y predial. Las peticiones eran recurrentes; en éstas se apoyaban
pequeños propietarios y prominentes hacendados como los dueños de la mencionada
Compañía Hacienda de Quesería y Anexas. Varios de los peticionarios no recibieron la
respuesta que anhelaban.238
Las dificultades eran múltiples y no todos los industriales estuvieron dispuestos a
enfrentar los nuevos tiempos que se presentaban en la economía colimense. Por esa
razón, al padecer una situación similar a la Compañía Hidroeléctrica, José A. Rico, dueño
de la fábrica de almidón La Aurora, pese a la exención de impuestos autorizada por diez
años para la puesta en operación de su negociación desde noviembre de 1911, cerró las
puertas de su factoría y emprendió el regreso a Guadalajara, su tierra natal, buscando
nuevos y mejores aires para sus negocios.239
238
239
Véase, Informe del Director de Rentas, noviembre 6 de 1916; en AHEC, leg. 887, 1916.
Dictamen de la Comisión de Hacienda del Congreso del Estado, noviembre 20 de 1911; en APLEC,
Dictámenes de las Comisiones. Legislatura XVIII (1909-1912), caja 12, p. 639-643.
206
Similares dificultades padecieron las negociaciones agroindustriales más
importantes que funcionaban en Colima. Las haciendas de Nogueras, Quesería y San
Antonio, enfrentaron la carencia de sacos (de yute e ixtle) y hoja de lata para empacar o
envasar sus productos y poderlos sacar al mercado. Debido a la imposibilidad de
obtenerlos del mercado nacional, solicitaron a las autoridades, la exención de los derechos
de importación de tales artículos, dicha petición obtuvo una respuesta positiva 240. Una
situación parecida enfrentó la fábrica de cigarros La Vencedora, debido a que el papel
para la elaboración de sus productos se obtenía del extranjero a altos precios y ello
afectaba sus volúmenes de ventas hasta en un 50%, por esa razón solicitaron reducción en
el pago de impuestos.241
Asimismo, las autoridades se mostraron receptivas ante la anormal situación
económica que se vivía y las repercusiones sufridas entre los productores de la entidad.
Pese a las estrictas medidas para mantener estables los precios, debido al alza del azúcar
en otras partes del país, los propietarios de la Hacienda de Nogueras solicitaron
autorización para hacer lo mismo. Al igual que en los casos anteriores, la respuesta fue
favorable.242
Casos
como
éstos,
los aprovecharon funcionarios y políticos
constitucionalistas para hacer sus negocios particulares: en vísperas de autorizar el
aumento, compraron productos para luego venderlos después de decretar ellos mismos al
alza de su precio. Así ganaban, el productor, el comerciante y, de paso, el funcionario.
Pero no todo fue miel y dulzura para los sectores económicos hegemónicos de la
entidad, también pasaron tragos amargos. Durante los años constitucionalistas, las
afectaciones más significativas ocurridas en las propiedades e intereses de industriales y
hacendados se concentraron en la ya aludida contribución extraordinaria y el nuevo
240
Esta solicitud se encuentra localizada en AHEC, leg. 871, 1915.
241
Solicitud del propietario de la Fábrica de Cigarros La Vencedora al H. Ayuntamiento de Colima, en AHMC,
sección "E", Caja 66, exp. s/n, 1916.
242
Carta del Sr. Francisco Rangel al Gobernador del Estado, en AHEC, leg. 877, 1915.
207
impuesto catastral, la regulación del arrendamiento, el establecimiento de un salario
mínimo para jornaleros, la pérdida del control absoluto que ejercían sobre las aguas
estatales y las limitadas afectaciones sufridas por la puesta en marcha de la ley agraria de
l915. Además, sus propiedades sufrieron daños por las depredaciones cometidas por las
fuerzas constitucionalistas durante los primeros meses de su llegada a Colima, así como
por la incursión de los bandoleros y gavillas villistas que asolaron buena parte de la
geografía estatal.
Particularmente, toda la entidad padeció incontables abusos y desmanes de parte
de soldados -fundamentalmente de origen yaqui- y oficiales, integrantes del Ejército del
Noroeste.243 Para muestra de lo anterior, con un sólo botón basta: en el informe de
novedades turnado por el inspector de policía al gobernador del Estado el día 25 de
febrero de 1915, entre los incidentes ocurridos en la ciudad capital durante la noche
anterior, destacaron: un asesinato, un robo y dos actos de lesiones, todos perpetrados por
soldados constitucionalistas.244
Este tipo de acciones, dañaron a todas la capas de la sociedad. En el caso de los
propietarios agrícolas de la entidad, varios de ellos padecieron el saqueo de pastura, maíz
y ganado existente en sus fincas y haciendas. A partir de 1914, las quejas ante el
243
Una parte de las referencias sobre los desmanes cometidos por la soldados constitucionalista en 1915
pueden localizarse en AHEC, legs. 877 y 879.
244
Informe de David Dueñas, Inspector de Policía de la ciudad de Colima, al Gobernador del Estado, febrero
23 de 1915; en AHEC, leg 877, hoja suelta, 1915.
208
gobernador se convirtieron en una constante. En la larga lista de afectados figuraron: la
Sociedad Uribe, Valencia Hermanos y Cía., Higinio Álvarez, Adolfo Stoll, Rosendo R.
Rivera, Ignacio Michel, entre muchos otros.245
245
Las quejas de los propieta rios mencionados turnadas ante el Gobernador Gral. Juan José Ríos, se
localizan en AHEC, legs. 878 (1915) y 879 (1916).
209
Ante la dimensión que alcanzaron estas prácticas, no sólo en Colima sino a nivel
nacional, el Secretario de Guerra y Marina prohibió a todos los oficiales de tropa:
"incautarse los animales y herramientas agrícolas, las semillas destinadas a los cultivos
o al sostenimiento del peonaje y los propietarios, y de permitir que las caballadas del
ejército penetren en campos sembrados, o consuman pasturas que no sean adquiridas
legítimamente y previo convenio de compra con los propietarios respectivos"246. Sin
embargo, pese a las amenazas de castigo, el coronel José María Buenrostro, Comandante
Militar de la plaza de Colima, continuó haciendo de las suyas.247
Ante este proceder, la animadversión de los colimenses no podía estar ausente.
Más aún cuando, junto a estos procedimientos arbitrarios, se impuso, por decreto, todo un
cuerpo de medidas restrictivas y coercitivas, a nombre de una revolución, extraña y no
demandada en estas tierras. Dicha situación condujo a que algunos propietarios,
aprovechando las lengüetadas de la llama villista en occidente, tomaran las armas para
intentar derrocar a los constitucionalistas del poder estatal.
En estas acciones se involucraron Fidel y Rafael Gómez, padre e hijo miembros de
los sectores acomodados de la entidad, dueños de vastas propiedades agrícolas, las
cuales padecieron la incautación y los desmanes oficiales. Otro de los hombres
adinerados que enfrentó con las armas en la mano al gobierno y militares
constitucionalistas fue Higinio Álvarez, destacado hacendado colimense y político de
magnitud considerable, quien, al igual que los anteriores, padeció importantes saqueos e
intervenciones en sus propiedades.248
Sin embargo, este tipo de conductas fueron un tanto marginales. El grueso de los
246
Circular Nº 49124 del Secretario de Guerra y Marina al Comandante Militar del Ejército Constitucionalista
en la plaza de Colima, mayo 19 de 1916, en AHEC, leg. 886, 1916.
247
Véase, Carta de Francisco Gutiérrez al Gobernador y Comandante Militar del Estado, agosto 23 de 1916,
en AHEC, leg. 886, hoja suelta, 1915.
248
La participación de los hacendados y propietarios colimenses en acciones armadas contra el gobierno
constitucionalista se abordará en el siguiente capítulo.
210
hacendados y propietarios buscó cobijo -con resignación más que con pleno
convencimiento- bajo el nuevo orden gubernamental. Muchas de las peticiones de ayuda
formuladas por los hacendados se dieron entre 1915 y 1917, cuando las zonas más
apartadas padecieron el constante ataque y hostigamiento de bandoleros y rebeldes
villistas. Las solicitudes de ayuda de los propietarios agrícolas residentes en la zona
serrana del Estado llenaban por montones el escritorio del Gobernador y Secretario de
Gobierno, las cuales no siempre se atendieron con prontitud y eficacia.
Los villistas sublevados reclutaban hombres, recogían maíz, caballos y ganado, a la
vez que imponían "prestamos de guerra". Como un claro ejemplo destacaron las acciones
realizadas por Antonio L. Arredondo, autoproclamado jefe de las fuerzas villistas en El
Mamey, quien ocupó la hacienda "El Cacao", tomó sus productos e impuso a sus dueños
un préstamo de mil pesos.249
Según denuncias de los hacendados, el influjo de estas fuerzas era doble: por una
parte, afectaban siembras y ganado, y por otra, no permitían efectuar nuevos cultivos " por
la persecución que hacen a los trabajadores, que o bien se hacen de su banda o se
retiran del trabajo".250 Ahora bien, este tipo de amenazas no llegaron a las principales
haciendas de la entidad: Nogueras, San Antonio y Quesería, entre otras, las cuales
siguieron produciendo sin mayores interrupciones a lo largo de los tres años de presencia
constitucionalista en la entidad.251
En términos generales, la actividad agrícola e industrial de mayor peso, así como
otros rubros de la vida económica colimense, si bien resultaron alterados por lapsos
cortos, no experimentaron descensos significativos en su lógica y tendencias productivas.
Si bien, en el plano nacional, salvo algunas excepciones como en el Estado de Morelos, el
249
250
251
Véase, Carta de Justo Pimentel a Carlos Fernández , enero 14 de 1915; en AHEC, leg. 875, 1915.
Carta de Ricarda Arciniega al Gobernador del Estado, marzo 16 de 1917; en AHEC, leg. 809, 1917.
Distintos reportes sobre el volumen de la producción alcanzado por estas haciendas durante estos años
se localizan en AHEC, legs. 819(1912-1914) y 868 (1915).
211
proceso revolucionario no dañó la planta industrial existente y su desarrollo no enfrentó
grandes trastornos,252 en el caso de Colima resultó mucho menor. En las grandes
haciendas, la producción continuó sorteando el vendaval, del cual sólo llegaban tenues
aires. Se padecían las amenazas y ataques de grupos armados pero los enfrentamientos
entre ejércitos regulares y a gran escala, prácticamente, no existieron en la entidad.
252
Carlos Martínez Assad, Mario Ramírez Rancaño y Ricardo Pozas Horcasitas, Revolucionarios fueron
todos, México, FCE-SEP/80, 1982, p. 34.
212
Además, la desolación no dominó a los productores agrícolas, pues las autoridades
gubernamentales siempre estuvieron preocupadas por incrementar la producción en el
campo, y como prueba de ello crearon una "Comisión Refaccionaria", destinada a otorgar
préstamos a los agricultores para fomentar las labores agrícolas. Estos servicios fueron
ofertados entre los pequeños, medianos y los grandes propietarios de la tierra en la
entidad. El número de agricultores beneficiados con dicho préstamo alcanzó la cifra de
165, entre los cuales se repartió una cantidad superior a 556 mil pesos.253 Sin embargo,
este monto no se distribuyó de manera equitativa entre todos los productores colimenses,
los hacendados más prominentes acapararon los mayores montos y el grueso de la
cantidad a distribuir.
Una muestra evidente de lo anterior, se puso de manifiesto con la queja que envió
desde Colima J. N. Pérez -un pequeño productor de la entidad- al director del periódico El
Pueblo, publicado en la Ciudad de México. Pérez reprobaba que de la cantidad superior a
los 500 mil pesos que la Comisión Refaccionaria disponía para dichos préstamos, casi el
25% se les otorgó a dos personas: Higinio Álvarez y Miguel Álvarez García, quienes
recibieron 60 y 50 mil pesos respectivamente.254
Amparaba su condena, por un lado, en el hecho que Higinio Álvarez fue un enemigo
253
Una información más detallada sobre esta “Comisión Refaccionaria”, se pueden consultar en AHEC, leg.
883, 1916.
254
Lista de Agricultores refaccionados por la Comisión Refaccionaria de Colima, s/f, en AHEC, leg. 883, 1916.
213
jurado de la revolución constitucionalista y, por otra parte, porque con lo concedido a estas
dos personas se hubiera podido ayudar a 110 personas, ya que la cantidad que solicitaron
muchos productores agrícolas fue, mas o menos, de mil pesos, monto que no pudieron
conseguir porque el dinero se terminó rápido y en unas cuantas manos.255 En poco tiempo,
jurados enemigos del constitucionalismo se convirtieron en sus mayores beneficiarios.
Ante las actitudes benevolentes del gobierno estatal, los propietarios agrícolas
actuaron con reciprocidad. A tal grado, que las mismas autoridades reconocieron su leal
proceder. Esta actitud oficial se puso de manifiesto cuando las alusiones sobre grandes
propietarios como el hacendado y exconsul extranjero Arnoldo Vogel, se hacían en los
siguientes términos :
255
Carta de J. N. Pérez al Director del Periódico “El Pueblo”, agosto 27 de 1916; en Condumex, fondo XXI,
carpeta 93, leg. 10528.
214
Las autoridades actuales en Colima no tienen motivo de queja
en su contra, pues el Sr. Vogel, por el contrario, siempre ha
estado dispuesto a prestar su ayuda al gobierno para salvar las
crisis económicas que ha atravesado el Estado, contribuyendo
con unos productos de su hacienda que ha vendido a precios
moderados. Además a (sic) procurado ayudar gestionando la
rendición de algunos cabecillas.256
Para el gobierno del general Juan José Ríos, ya había quedado en el olvido el
cobijo que este hacendado alemán les había dado a los militares huertistas al momento de
la ocupación constitucionalista de la entidad. También olvidaron las múltiples gestiones
realizadas por ellos mismos ante el gobierno central para su expulsión del país debido a su
ingerencia en la política interior mexicana. En esos momentos, lo que importaba era el
apoyo económico y político brindado por este personaje al gobierno revolucionario. En
esas condiciones: el pasado ... pasado era.
5.- LOS PASOS CONSTITUCIONALISTAS POR AULAS, IGLESIAS, CALLES Y
TALLERES
A) EDUCACIÓN
256
Véase, Contestación a cuestionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en AHEC, leg. 886, 1916.
215
El impulso educativo en Colima se remonta a la labor desarrollada por Ramón R. de
la Vega (en sus facetas de jefe político, presidente de las juntas de instrucción y
gobernador del Estado) desde años previos a la etapa porfirista. Para la octava década
del siglo XIX, la educación adquirió el rango de obligatoria y se estableció su
reglamentación respectiva. A partir de estos años la demanda y captación del sistema
educativo colimense sufre un proceso de modificación, expresándose una diversificación y
ampliación de la oferta, sobre todo hacia las poblaciones rurales.257
Al finalizar el siglo XIX existían 66 escuelas para atender la educación de la niñez
colimense en su instrucción a nivel primaria: 42 escuelas elementales y 2 escuelas
superiores; 16 de ellas establecidas en la ciudad capital. De este total de escuelas, 45 las
administraba el estado, una estaba bajo conducción municipal, 13 eran dirigidas por
particulares, 4 por el clero y 6 estaban en manos de asociaciones civiles.258 En 1903, al
257
Una muestra de este proceso se manifestó en la modificación porcentual que ocurrió entre la educación
urbana y rural. Para 1881 en la capital se concentraba el 67.87% de los educandos; en 1887, su porcentaje era el
43% y para 1892, la cifra se redujo a 35.62%. Lo anterior no implica que la educación en la ciudad capital haya sufrido
un descenso (ya que ésta en términos absolutos siguió aumentando), su baja porcentual fue relativa, es decir, en
proporción con el resto de la matrícula escolar en la entidad. Estos porcentajes están calculados a parir de la
información contenida en: Dhylva L. Castañeda Campos, "La educación pública en Colima (1880-1889)", en José
Miguel Romero de Solís (cord.) Los años de crisis de hace cien años. Colima, 1880-1889, Colima, Universidad de
Colima-H. Ayuntamiento de Colima, p. 335; Servando Ortoll (comp.), Colima textos de su historia (tomo 2), México,
SEP-Instituto Mora, 1988, p. 349.
258
Datos tomados de, J. Figueroa Domenech, Op. cit. p. 71.
216
inicio de la administración estatal de Miguel O. de la Madrid, existían 61 escuelas -de
distintos niveles educativos- en la entidad, en las cuales se albergaban 4,985 alumnos.259
Para 1910 el número de escuelas se había incrementado: la educación elemental se
impartía en 77 escuelas, de las cuales 54 eran oficiales, 14 de carácter particular y 9 de
ellas administradas por el clero. De acuerdo al total de la población existente en el estado
de Colima ( 77,704), en 1910 existía una escuela por cada 1,009 habitantes.
En este último año, lo que respecta a la población estudiantil que se integraba en
estas aulas y el presupuesto destinado en este ramo, el panorama era el siguiente:
ESCUELAS
54 escuelas oficiales
ALUMNOS
COSTO ANUAL
5, 156 alumnos
$ 54, 240.00
9
"
del clero
1, 018
"
9, 724.00
14
"
particulares
418
"
4, 800.00
77 escuelas
6, 592 alumnos
$ 68, 764.00
FUENTE: La Educación Contemporánea, órgano de la Dirección General de Educación Pública de
Colima, noviembre 1º de 1910, p. 354.
Un elemento a destacar en el cuadro anterior es el peso que desempeñaba el
clero dentro de la práctica educativa; ocupaba el 11.68% en relación al número de
259
Datos sobre instrucción primaria, secundaria y profesional correspondiente al año de 1903, remitidos a la
Secretaría de Fomento, marzo 24 de 1904, en AHEC, leg. 674, 1904.
217
escuelas existentes; atendía al 16.80% de la población estudiantil elemental; y aportaba un
14.14% del costo educativo estatal. Además, era quien gastaba más eficientemente sus
recursos en este terreno, pues su monto invertido por alumno alcanzaba un $ 9.55, mientras
que el Estado gastaba $ 10.51 y los particulares $ 11.48.
El papel desempeñado por el clero en el quehacer educativo contrastaba
notablemente con lo establecido en el artículo primero de la Ley de Instrucción Primaria
vigente, donde se establecía lo siguiente: "El estado tiene obligación de proporcionar al
pueblo la Instrucción Primaria. Esta será obligatoria, gratuita, laica y uniforme ".260
260
J. Figueroa Domenech, Op. cit., p. 355.
218
Esta amalgama de la educación oficial con el clero tenía fuerte ascendencia entre
las instituciones educativas colimenses y los mentores mismos, baste mencionar que en
años posteriores (1914) Lorenzo Basurto, director de órgano oficial de difusión educativa
La Educación Contemporánea, en un discurso durante las conferencias pedagógicas de
ese año escolar, una de sus más vehementes alusiones al profesorado fue en el siguiente
tenor: "seréis tan grandes como Altamirano que fue maestro, como Rébsamen que fue
maestro, como Justo Sierra que fue maestro y como Cristo que fue maestro de
maestros".261
Por otro lado, la tarea educativa figuró como una tarea importante dentro del México
revolucionario. En lo tocante al caso de Colima, durante los años maderistas, de acuerdo a
la Ley de Educación Primaria Normal y Comercial aprobada por la Legislatura Local en
mayo de 1912, se establecía la obligatoriedad de la educación primaria elemental
consistente en cuatro años escolares, a los cuales deberían asistir niños y niñas de entre 6
y 14 años de edad.
Además, se asentaba la obligación para el establecimiento de al menos una
escuela en toda población que contara con 500 habitantes o más. Asimismo, era
obligatorio que cada negociación industrial, agrícola o fabril de importancia radicada en el
261
La Educación Contemporánea., abril 30 de 1914, p. 50.
219
estado pusiera en funcionamiento una escuela en el lugar donde estaba asentada, para la
educación de los hijos de sus trabajadores.262
262
EC, mayo 25 de 1912, p. 171.
220
Otro rasgo característico de estos a ños fue el impulso brindado por el gobierno de
J. Trinidad Alamillo a la educación en poblaciones de origen indígena. Esta actitud
auspició peticiones de comunidades como Tamala, quienes tramitaron ante el gobernador
el establecimiento de un plantel educativo para los 40 niños en edad escolar que existían
en la comunidad.263 Estas orientaciones gubernamentales ocasionaron una ampliación de
la cobertura educativa por parte de las escuelas elementales que funcionaban en la
geografía colimense. Para ese año escolar (1912- 1913) en el Estado de Colima
funcionaban 52 escuelas de educación primaria,264 de las cuales 15 se localizaban en la
capital del estado.265
La atención a las necesidades en materia educativa siguió figurando como una
preocupación de primer orden dentro del quehacer de los revolucionarios
constitucionalistas. El breve gobierno encabezado por Eduardo Ruiz se distinguió no sólo
por su impulso a la educación para la niñez; también los adultos y, especialmente, los
obreros recibieron las exhortaciones oficiales para realizar estudios elementales. Los
llamados se formulaban en los siguientes términos: " La matrícula está abierta. Mucha
263
Solicitud de los habitantes de San Miguel de Tamala al Gobernador Constitucional del Estado de Colima,
octubre 13 de 1912; en AHEC, leg. 816, 1912.
264
La oscilación en el número de escuelas de un año a otro obedecía al cierre -temporal por lo regular- de
algunas escuelas rurales por falta del número requerido de alumnos para su funcionamiento .
265
EC, junio 1 de 1912, p. 179.
221
atención, señores, hay que educarnos para ser verdaderamente libres y dignos
ciudadanos de México".266
En el terreno educativo, la gestión del gobernador Juan José Ríos fue muy
dinámica: se mejoró la infraestructura escolar, la matrícula se incrementó
significativamente, hubo mejoras en los planes de estudio, orientación en la práctica
pedagógica y se impulsó el sentido laico de la educación.
266
EP, septiembre 26 de 1914, p. 2.
222
Al momento que el general Ríos ocupó el cargo de gobernador, existían 37
escuelas en la entidad; al finalizar 1915 funcionaban 70, y para 1917, el número se
incrementó a 74.267 Esta cifra correspondía a escuelas oficiales. Con respecto a la
educación particular -impartida bajo la orientación clerical-, el constitucionalismo estableció
como condición para que pudieran seguir funcionando, su apego a los programas oficiales;
además, se prohibió que el clero ocupara cargos directivos a su interior. Para 1917, de las
14 escuelas particulares que existían en 1910, sólo funcionaban 3 de ellas.
En cuanto a la evolución de la matricula escolar durante los años revolucionarios el
panorama es el siguiente: en 1913, el número de alumnos inscritos en las distintas
escuelas de la entidad eran 3, 450, presentando una baja muy significativa respecto a las
cifras alcanzadas en 1910;268 para 1916, la matrícula escolar se elevó a la cantidad de
7,100 alumnos. Ese mismo año de 1913, el clero atendía a 896 niños, pero durante el
predominio constitucionalista la educación impartida por el clero se suprimió.
Los datos anteriores muestran que durante el mandato de Ríos las escuelas se
diseminaron en la entidad;269 en un par de años, el número de escuelas y la población
escolar se incrementaron en alrededor de un 100%, lo que puso de manifiesto la
pretensión de Ríos por masificar la educación elemental. Para este propósito, prohibió el
trabajo de niños en edad escolar y estableció multas para quienes los empleasen.270
267
Juan José Ríos, Informe que rinde a la XX legislatura local I nforme que rinde a la XX legislatura local en
C. General de Brigada ..., Gobernador Provisional y Jefe de las Armas en el Estado, sobre su gestión administrativa en
el período preconstitucional, Colima, Imprenta del Gobierno, 1917, p. 38; consultado en AHMC, localización: HC, 614.
268
Los datos de 1913, tanto en escuelas como en alumnos inscritos, cuestionan, al menos
cuantitativamente, los logros y reglamentos decretados en materia educativa en 1912 y fechas anteriores. Por
ejemplo: los alumnos registrados e n 1913 (3450) eran una cantidad similar a los existentes en 1906 (3400).
269
A los propietarios de haciendas y fincas se les obligó a cumplir con una disposición aplicada desde el
gobierno de Alamillo: establecer una escuela en el lugar donde se ubicaban sus negociaciones. Véase, EC,
septiembre 18 de 1915, p. 187.
270
EC, septiembre 11 de 1915, p. 187.
223
Para reforzar las actividades educativas se prestó atención a la labor magisterial.
Las actividades en las que se involucraron a los maestros fueron: la implementación de
cursos, adecuación de planes de estudio y conferencias de capacitación magisterial.
Asimismo, brigadas de profesores fueron enviadas a recorrer la geografía colimense a fin
de promover la lectura y otorgar información sobre distintos cultivos agrícolas. Otra medida
ligada a las necesidades del campesinado fue el proyecto de Escuela-Granja destinada
para sus hijos, donde, junto a la enseñanza teórica, se les instruía en actividades agrícolas,
pecuarias y avícolas.271
Además, las autoridades educativas de la entidad dieron continuidad a los
Congresos Pedagógicos, establecidos desde tiempos porfiristas y contemplados en la ley
educativa de 1912. Con estos eventos se buscaba la reordenación y actualización del
quehacer educativo. A este evento se le imprimió carácter nacional y la asistencia del
profesorado colimense era obligatoria.
271
Mas datos sobre esta medida educativa se encuentran en AHEC, leg 880, 1915.
224
Durante el mandato de Ríos, el combate a la educación católica estuvo encabezada
por el Jefe de Educación, Basilio Vadillo. Aspecto sobre el que se ejercía un seguimiento
muy minucioso. Por ejemplo, los informes de Vadillo al Presidente Municipal de Colima
indicaban que los días martes y viernes se reunían en Catedral algunos niños y niñas de
los barrios de esta ciudad capital a recibir la "enseñanza sectarista que dan algunos
sacerdotes y mujeres fanáticas de la localidad". En virtud de que tal propaganda estaba
prohibida por las leyes establecidas por el gobierno revolucionario, le comunicaba lo
anterior para que corroborara lo denunciado y actuara en consecuencia. El Presidente
Municipal realizó las investigaciones pertinentes y levantó las infracciones respectivas.272
B) ACCIONES ANTICLERICALES
Por otro lado, la acción contra la iglesia no se limitó a separarla de la practica
educativa, sino que se extendió a limitar su prédica religiosa y los ingresos económicos
que obtenían de su oficio y actividades paralelas. Una de las primeras medidas aplicadas
fue suprimir la entrega de tributos y diezmos; además, aquellos que se pagaban
272
Oficio de Basilio Vadillo, Jefe del Departamento de Educación al presidente Municipal, julio 28 1916, en
AHMC, Sección "E", Caja 66, exp. s/n, 1916.
225
voluntariamente deberían ser remitidos a las autoridades municipales para destinarse a
obras de beneficencia.273
La actitud jacobina del gobierno constitucionalista de Colima chocaba con las
prácticas de la iglesia católica. Para estos revolucionarios, el clero era un agente promotor
del fanatismo, la ignorancia y opositor a los postulados revolucionarios. Por lo anterior, se
buscaron diversas formas para limitar su influencia en la sociedad local y ejercer un control
absoluto sobre las actividades que desarrollaban.
273
EC, noviembre 20 de 1915, p. 247.
226
Cualquier ligero indicio de irregularidad o insubordinación de parte de los
sacerdotes ocasionó la rápida intervención de las autoridades. Esto puede corroborarse
en el oficio que dirigió el Secretario de Gobierno al obispo José Amador Velasco, donde
notificó lo siguiente: "el gobernador dispuso que debido a que el cura del pueblo de
Guatimotzín no camina de acuerdo con la política desarrollada por el gobierno
constitucionalista, se pide su remoción".274 La prudencia de las autoridades clericales al
Estado se patentizó con el pronto acatamiento de la petición.
Por otro lado, se consideraba que los diezmos y oficios religiosos habían servido
para el enriquecimiento sacerdotal, por ello se les exigió a los curas que explicaran el
origen de todos sus bienes. Esta acción se sumó a la disposición decretada en julio de
1914, donde se estableció que el clero debería abstenerse de hacer negocios mercantiles
y limitarse sólo a los cultos.275
Sobre este particular, la postura de las autoridades constitucionalistas era
sumamente clara: las comunidades religiosas estaban impedidas para poseer bienes
raíces. Para disfrazar dicha práctica clerical, los sacerdotes colocaban las posesiones a
nombre de particulares, simulaban cambios de propietario mediante contratos de compra274
275
Oficio del Secretario de Gobierno al Obispo de Colima José Amador Velasco,; en AHEC, leg. 868, 1915.
Esta disposición puede localizarse en AHEC, leg. 866, 1914.
227
venta debidamente legalizados. Las autoridades eran inflexibles con los casos que
detectaban y procedían a la rápida anulación de dichos contratos ficticios.276
276
Sobre un caso particular, véase, EC, enero 29 de 1916, pp. 21-22.
228
Las disposiciones contra los clérigos, regularmente, encontraron el rechazo de los
pobladores de la entidad. Por ejemplo, los indígenas y vecinos del pueblo de Suchitlán
expusieron que por disposición gubernamental se trasladó al clérigo don Pedro Solórzano
a la ciudad de Colima; por ese motivo, dejó de ejercer su ministerio en dicho pueblo, en
cuya parroquia se había desempeñado desde hacía, aproximadamente, 14 años. Este
cura era un anciano octogenario y los indígenas lo consideraban de conducta virtuosa y
evangélica, que nunca había procurado explotar a los feligreses y siempre se manifestó
dispuesto a socorrer al desvalido. Según versión de los pobladores, jamás se refirió, entre
sus pláticas -dentro y fuera de la parroquia-, a los asuntos de tipo político. Por todo ello,
suplicaban al gobernador, se concediera permiso para que don Pedro Solórzano, siguiera
impartiendo su ministerio en dicha población. Pese a que esta comunidad indígena era
bastión de apoyo al constitucionalismo (y seguramente por eso), la respuesta oficial fue
negativa.277
Una demanda similar formularon los pobladores de San Miguel de la Unión, quienes
solicitaron al gobernador Juan José Ríos su consentimiento para que el Presbítero
Cresencio Santoyo volviera al pueblo a desempeñar su ministerio,278 luego de su salida
obligada de esa comunidad, por ser considerado persona no grata para las autoridades
civiles y militares establecidas en Colima.
En asuntos religiosos, la actitud del gobierno revolucionario e ncabezado por Juan
José Ríos fue sumamente intransigente. A la jerarquía eclesiástica colimense no le quedó
277
Carta de vecinos de Suchitlán al Gobernador y Comandante Militar del Estado, enero 9 de 1916, en
AGGEC, leg. 889, 1916.
278
Solicitud de pobladores de San Miguel de la Unión al Gobernador General y Comandante Militar del
Estado de Colima, mayo 31 de 1916; en AGGEC, leg. 879, exp. s/n, 1916.
229
otra que padecer las consecuencias. Las acciones oficiales fueron, desde la prohibición de
los repiques de campanas en la ciudad capital, pasando por la incautación de templos
para convertirlos en escuelas o bibliotecas, hasta la expulsión del Estado de su máximo
representante, el obispo José Amador Velasco, quien siguió el camino ya transitado por
varios de sus colegas y colaboradores.
Sobre la incautación de templos para convertirlos en edificios públicos, sectores de
la sociedad colimense expresaron su sentir ante el gobierno de Juan José Ríos para que
se reintegraran en sus usos originales. Tal fue la solicitud presentada por un grupo de
ciudadanos encabezados por Porfirio Guzmán y Miguel V. Álvarez, en la cual demandaban
la devolución de los templos del Beaterio y La Soledad intervenidos desde meses
anteriores. La respuesta oficial fue de rechazo a su solicitud, en virtud de que no eran los
conductos adecuados para formular dicha solicitud;279 a quien le correspondía elaborar
dicha petición era al obispo de la Diócesis, quien, pese a su silencio, no escapó de la
hostilidad constitucionalista.
Una muestra que expresa la actitud del gobierno revolucionario se puede encontrar
en la actualidad, al visitar el Jardín Juárez localizado en la capital colimense, donde se
aprecia el monumento erigido por las autoridades en honor a Don Benito Juárez el 16 de
noviembre de 1915, donde en relación a su obra, se plasmó la siguiente leyenda:
Perforo con haces de luz la tenebrosidad de los espíritus. Hizo que las
conciencias volaran libres de la cadena dogmática. Arranco los vientres
femeninos a la prostituida esterilidad de los conventos. Y amartillo la
tenaza de la ley sobre el pecho de la corrupción clerical.
C) LOS SECTORES URBANOS
279
BM, 26 de febrero de 1916, p. 7.
230
Los sectores obreros colimenses ya contaban con una mínima experiencia
organizativa antes del arribo constitucionalista a la entidad. Los orígenes de organización
obrera se remontaban a tiempos previos al porfiriato, cuando en 1874 se formó el Circulo
de Obreros Colimenses, organización que presentó una existencia muy efímera. Al
iniciarse la primera década del siglo XX, funcionaba en la capital la Sociedad Mutualista
de Obreros Católicos, al igual que la Sociedad Mutualista Mixta de Artesanos "Unión y
Trabajo", escindida de la primera en 1913. Las influencias dominantes al seno de estos
gremios provenían de la iglesia católica, así como de los sectores medios de la ciudad.
Las actividades centrales que se auspiciaban al interior del gremio eran las procesiones y
desfiles públicos, la cooperación entre los integrantes, la caridad y solidaridad pública.
Todo ello dentro de un sector laboral dominado, sobre todo, por el trabajo artesanal
propagado en una buena cantidad de talleres y oficios familiares, concentrados en la
capital y áreas vecinas.280
Con el establecimiento del gobierno constitucionalista a la entidad y sobre todo con
la llegada de los propagandistas de la Casa del Obrero Mundial auspiciada por el mismo
general Ríos281 y cobijados por el conjunto de las autoridades estatales y municipales, la
acción obrera y gremial adquirió otro tintes, pasándose a la petición y, en algunos casos, a
la movilización y la lucha; aunque siempre bajo la tutela de los dirigentes
constitucionalistas.282 Este apoyo tomaba consistencia con las proclamas esgrimidas por
280
Al respecto, véase el cuadro localizado en las págs. 67-69.
281
En marzo 1915, Juan José Ríos fue comisionado por el General Álvaro Obregón para organizar e instruir
militarmente a los poco más de 5 mil obreros de la Casa del Obrero Mundial concentrados en Orizaba, Veracruz.
Producto de esta labor, agrupados en los Batallones Rojos e integrados a la 3 ra. Brigada de Infantería al mando del
Gral. Ríos, tuvieron una participación destacada en la segunda batalla de Celaya. Después de estos combates, Juan
José Ríos, con parte de los Batallones Rojos, se trasladó a Colima, encabezó de nuevo los poderes civiles y
militares, con la tarea de iniciar una fuerte campaña contra las partidas rebeldes que operaban en este estado y así
tener controladas las vías de comunicación hasta el puerto de Manzanillo, el cual podría servir como base auxiliar de
aprovisionamiento, si los zapatistas llegaban a incomunicar al gobierno de Carranza en Veracruz. Al respecto véase,
Álvaro Obregón, Ocho mil kilómetros en campaña, México, FCE, 2ª edición, 1973, pp. 289-344.
282
El apoyo de las autoridades militares constitucionalistas -en las regiones bajo su dominio- a los
231
la causa revolucionaría a favor de las capas mayoritarias del campo y la ciudad, así como
por la vehemente adhesión de Juan José Ríos a dichas demandas desde años previos al
estallido revolucionario, cuando se desempeñó como un entusiasta propagandista de las
ideas magonistas.
propagandistas de la Casa del Obrero Mundial se respaldaba en el artículo 4º del Pacto celebrado entre el gobierno
de Venustiano Carranza y la referida organización obrera, firmado en Veracruz, el 17 de febrero de 1915. Sobre la
participación de la clase obrera durante esta etapa de la Revolución, véase, Barry Carr, El movimiento obrero y la
política en México, México, 1991, (Colección Problemas de México), pp. 53-79.
232
En Colima, además de proteger a los trabajadores del campo,283 los pobladores del
medio urbano también recibieron el cobijo oficial. Por ejemplo, se puso límite a la
voracidad de los dueños de casa de alquiler. El ejecutivo estatal legisló sobre la materia
para proteger a los inquilinos de las constantes desocupaciones y abusos que padecían.
Sin embargo, parece que la medida no alcanzó los propósitos deseados, imponiéndose la
malicia y habilidad de los casatenientes.284 Tan evidente es lo anterior que en octubre de
1916 -después del decreto- un grupo de 22 inquilinos de la capital se quejó ante el
gobernador por los abusos de los dueños de las fincas urbanas.285
La protección a los sectores más débiles se expresó de muy variadas formas. En
tiempos de escasez y ocultamiento de productos básicos se obligó a que los hacendados
vendieran maíz a sus peones en precios fijados por el Ejecutivo.286 También se recurrió al
283
284
285
286
Al respecto, véase las páginas 116-127 de es te mismo trabajo.
Juan José Ríos, Informe que rinde a la XX legislatura local ...,Op. cit., p. 40.
El oficio de queja se encuentra localizado en AHEC, leg. 882, 1916.
EC, noviembre 13 de 1915, pp. 242-243
233
gobierno federal a fin de solicitar recursos para abastecer de cereales a la población de
extracción humilde.287
287
El general Juan José Ríos, a mediados de 1916, al tiempo que solicitaba ante la Secretaria de Hacienda
la cantidad de 500 mil pesos para establecer un Banco Refaccionario en Colima, gestionó otro préstamo por 120 mil
pesos con la finalidad de destinarlos a la compra de granos básicos que se ofertarían ante los colimenses más
desprotegidos. Oficio del Subsecretario de Hacienda y Crédito Público al General Juan José Ríos, Gobernador y
Comandante Militar del Estado de Colima, junio 20 de 1916; en AHEC, leg. 883, 1916.
234
Otra medida trascendente fue el establecimiento de salarios mínimos para
jornaleros y peones salineros; asimismo, se reguló el trabajo a destajo.288 El decreto sobre
salarios mínimos se debió a disposiciones adoptadas inicialmente por el general Álvaro
Obregón sobre los territorios controlados por las fuerzas del Ejercito Constitucionalista,289
lo que a su vez, obedecía a una política de corte nacional. Por su parte, el General Juan
José Ríos, mediante decretó emitido el 10 de noviembre de 1915, fijó un salario mínimo
para los peones y jornaleros colimenses consistente en $1.50 diario, así como la
obligación de patrones de vender maíz a precios accesibles.290
Antes de emitir tal decreto, el Gobernador instruyó a los presidentes municipales
para recoger información sobre el monto de salarios recibidos por los peones en sus
respectivas jurisdicciones, así también enviaron una estimación sobre el monto que
288
Al respecto véase, EC, noviembre 13 de 1915, pp. 243-244; EC, febrero 5 de 1916, pp. 38-39; EC, mayo 2
de 1917, pp. 77-78.
289
El general Álvaro Obregón -con la autorización de Venustiano Carranza- el 9 de abril de 1915 expidió en
Celaya, Gto. un decreto fijando el salario mínimo en 75 centavos, para los estados que estaban bajo su dominio
(Guanajuato, Michoacán, Querétaro e Hidalgo), así para los que se fuese controlando el Ejército de Operaciones.
Véase, Decreto de Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, mayo 31 de 1915; localizado en
AHEC, leg. "Colección Leyes y Decretos", 1915.
290
Véase, Informe de Juan José Ríos al Secretario de Estado y del Despacho de Gobernación, diciembre 3
de 1915; en AHEC, leg. 873, 1915.
235
debería ser el adecuado. Para esta tarea, las autoridades municipales solicitaron el apoyo
de la Casa del Obrero Mundial, que, por conducto de su representante Higinio de la Torre,
manifestó su amplia disposición a colaborar con el gobierno constitucionalista.291
291
Comunicado a los trabajadores en general de Higinio de la Torre, Comisionado de propaganda por la
Casa del Obrero Mundial, noviembre 5 de 1915; en AHMC, sección "E", Caja 61, exp. 6, 1915.
236
El mejoramiento de los sueldos y salarios, así como el respeto a derechos obreros
ya establecidos legalmente, no sólo ni fundamentalmente figuraba como preocupación
gubernamental, era sobre todo una demanda y necesidad que expresaban diversos
sectores de trabajadores colimenses. Por ejemplo, el establecimiento del ya mencionado
descanso dominical para los empleados del comercio estuvo precedido de una importante
movilización impulsada por el Gremio de Dependientes; mediante mítines y marchas
hicieron llegar su petición al gobernador, quien les prometió actuar conforme a sus
demandas y deseos. Estos actos estuvieron caracterizados por constantes vivas al
gobernador colimense, así como al extinto expresidente Francisco I. Madero y a
Venustiano Carranza; quienes llevaban la voz cantante no eran lideres naturales de los
empleados del mostrador, sino por personajes ampliamente identificados con el
constitucionalismo, entre los cuales destacaban Salvador Alcázar y J. Felipe Valle.292
Otra acción muy parecida la enarboló el Sindicato de Profesores, que dirigió una
petición al gobernador del Estado, firmada por 90 integrantes de dicho gremio,
demandando un mejoramiento en sus condiciones de vida, para lo cual, presentaron una
propuesta sobre el monto del salario que -según su criterio- deberían de percibir. Ante tal
petición, se autorizó un 30% de aumento sobre los sueldos que devengaban los mentores
inconformes.293
El mejoramiento de los salarios fue una recurrente preocupación gubernamental,
especialmente para el sector del magisterio, dada la importante función social que le
asignaba la revolución constitucionalista. Es conveniente aclarar que muchos de los
aumentos otorgados se dieron en el marco de la crisis y alza de precios que produjo la
escasez e irregularidad de la moneda, no solo en Colima sino a nivel nacional.
292
293
EP, septiembre 3 de 1914, p. 1.
Solicitud del Sindicato de Profesores del Estado al Gobernador y Comandante Militar del Estado, agosto
23 de 1915; en AGGEC, leg. 879, 1916.
237
Por tanto, el incremento era más bien sobre el salario nominal y no al salario real del
trabajador. A partir de la emisión de moneda respaldable e infalsificable, la situación
financiera tendió a normalizarse y se redujeron los aumentos decretados; sin embargo, al
magisterio no se le disminuyó el sueldo, pues " debe recibir remuneración que le permita
vivir con decoro y a salvo de cualquier dificultad económica".294
294
EC, mayo 20 de 1916, p. 109. Similar opinión se encuentra plasmada en este mismo matutino, en
diciembre 9 de 1917, p. 277.
238
Sin embargo, todo parece indicar que no toda mejora salarial a los maestros se
debió a un acto benevolente del gobierno. Lo anterior se hizo evidente en 1916, a través de
la emisión de un nuevo documento dirigido por el mencionado Sindicato de Profesores del
Estado a las autoridades estatales respectivas donde demandaban salarios justos en
equivalencia a sus responsabilidades académicas. Dicho documento estaba firmado por
88 integrantes de esa agrupación gremial.295
Para el incremento de las demandas sociales de los trabajadores, uno de los
factores motivadores fue el apoyo y promoción surgido desde las oficinas
gubernamentales, e instrumentada a través de la Casa del Obrero Mundial, en ese
momento aliada al oficialismo.296 En el grueso de las gestiones realizadas por los
trabajadores colimenses se denota un marcado tutelaje de ambas instituciones, dejándose
ver una ausencia de protagonismo real de parte de estos sectores sociales.
Una de las acciones más evidentes sobre insurgencia obrera realizada en la capital
de Colima fue el movimiento huelguístico efectuado por obreros de la fábrica San
Cayetano. Esta acción, ocurrida a principios de septiembre de 1915, fue la primera en su
295
Solicitud del Sindicato de Profesores del Estado al Gobernador del Estado de Colima; en AGGEC, leg.
879, 1916.
296
Para ahondar sobre el tema véase, Héctor Porfirio Ochoa Rodríguez, "Juan José Ríos y la Casa del
Obrero Mundial", en Barro Nuevo, Nº 8, Colima, Gobierno del Estado de Colima-H. Ayuntamiento de Colima-INAH
enero-marzo de l992, pp. 36-47.
239
tipo ocurrida desde que el constitucionalismo controlaba el poder estatal. Las demandas
de los obreros fueron aumento de salario y disminución de la jornada laboral.297
297
Véase, Boletín de la Oficina de Información y Propaganda, septiembre 4 de 1915; en Condumex, fondo
XXI, carpeta 51, leg. 5617.
240
No obstante, es conveniente detenerse en otro dato que maneja la fuente
consultada: establece una cifra estratosférica de obreros participantes al consignar a 900
huelguistas. Esta cantidad se aleja de toda lógica debido a los cifras que sobre la
composición de la fuerza en la ciudad de Colima se manejan en el segundo apartado de
este trabajo y a la presencia obrera en particular,298 aún pretendiendo ser benévolo con la
fuente al considerar que dentro del concepto "obrero" se incluye a peones o jornaleros
agrícolas -de la ciudad y la periferia- que hayan laborado eventualmente, no deja de ser
improbable, por una parte, esta fábrica no era de las más importantes de la entidad y aún
estas últimas estaban muy lejos de tener la infraestructura y capacidad productiva para
contratar ese número de trabajadores;299 y, por otra parte, los tiempos que se vivían no
eran de bonanza económica, la restricción de mercados por el conflicto bélico, limitaba los
volúmenes de productividad y por ende de trabajadores contratados. Por todo esto, es casi
seguro que se trata de una nota exagerada e inexacta.
Sin embargo, debe reconocerse que aspiraciones y demandas de tipo similar se
propagaron durante parte del gobierno militar del general Juan José Ríos, abarcando
sectores de trabajadores muy diversos. Tal es el caso de la veintena de trabajadores
manuales (empleados) que laboraban en las diversas escuelas de la municipalidad de
Colima, quienes pidieron se les igualasen los sueldos con los percibidos por los peones de
la Escuela Modelo. El destinatario de la petición fue el Presidente Municipal de Colima; los
trabajadores formulaban esta demanda: "por creerlo de justicia pues el sueldo que
actualmente disfrutamos no nos es suficiente para cubrir nuestras necesidades y como
las mercancías de primera necesidad cada día están subiendo". Solicitud a la que
298
299
Al respecto véase paginas 61-69 de este mismo trabajo.
Un ejemplo de este reza go en su infraestructura productiva quedaba al descubierto con el hecho de que
su maquinaría se movía por medio de agua y no de vapor, como ocurría con las industrias que se modernizaron
durante el porfirismo.
241
accedieron las autoridades municipales.300 Lo singular de esta petición es que estos
trabajadores la enviaron de común acuerdo con el Gobernador del Estado.
Las peticiones de aumento y mejora salarial provenían de todo tipo de sectores
laborales. Otro caso ejemplificador emanó de los integrantes de
la gendarmería
encargada de custodiar la capital del Estado, quienes consideraban insuficiente la
cantidad de un peso que ganaban diariamente y solicitaron un incremento que les
permitiera:
300
Oficio de los empleados de las escuelas del Municipio de Colima dirigida al Presidente Municipal, 4 de
mayo de 1916, AHMC, Sección "E", Caja 62, exp. s/n, 1916.
242
al menos cubrir las necesidades más imperiosas de nuestras familias,
dada la carestía general que han alcanzado todos los artículos, con
especialidad los de primera necesidad, y tomando en consideración
que siempre hemos empuñado las armas al igual que los soldados
para defender en los momentos preciados, los sagrados principios de
la revolución constitucionalista y de la causa del pueblo.301
Las peticiones dirigidas al Presidente Municipal de Colima, Carlos G. Rosaldo, se
repetían una a otra; un ejemplo más apareció en la solicitud de las dos docenas de
carretoneros de limpieza pública y mejoras materiales, quienes demandaban un aumento
en su sueldo diario de $2.00 a $2.50 para capataces y de $1.75 a $2.00 para peones,
debido "al alza inmoderada que cada día se está observando, apenas nos alcanza el
sueldo dicho para mal comer, privándonos también de otras cosas que son también
indispensables para la vida como vestido".302 Esta solicitud, también se resolvió
favorablemente.
301
Solicitud de los gendarmes de la ciudad capital al Presidente Municipal, mayo 28 de 1915, en I AHMC,
Sección "E", Caja 62, exp. s/n, 1916.
302
Solicitud de los trabajadores de limpieza y mejoras materiales al Presidente Municipal de Colima, febrero
10 de 1916, AHMC, Sección "E", Caja 62, exp. s/n, 1916.
243
Asimismo, nuevamente, el magisterio volvió a figurar en la palestra de la lucha
reivindicativa. Un grupo de 63 profesores de las escuelas oficiales de la ciudad de Colima,
manifestaron su inconformidad ante la autoridad municipal, quejándose de la falta de los
pagos de parte de la Tesorería Municipal en virtud de "encontrarnos exhaustos de
recursos para atender a nuestras necesidades personales". Los profesores
argumentaban que el pago no se efectuaba, no obstante que por conducto de algunos
compañeros de profesión, llegó a su conocimiento que las oficinas municipales han
adquirido la suma de dinero metálico suficiente para cubrir dichos sueldos vencidos.
Pidieron al Presidente Municipal su intervención para resolver el crítico momento
económico por el que atravesaban. El tono plasmado en citado escrito era de un enérgico
reclamo, aun más rayaba en una actitud agresiva a ojos de las autoridades.303
Los trabajadores de la educación se distinguieron por levantar de manera constante
sus reivindicaciones económicas. Directores y ayudantes -en número de 67- de las
escuelas municipales de la ciudad de Colima, tras reiterar su respeto y adhesión -más
formal que real- expusieron, ante la administración municipal, que el comercio había
elevado considerablemente los precios de los artículos de primera necesidad a tal grado
que los sueldos que disfrutaban (de $2.00, $1.62 y $1.20 diarios, según su nombramiento )
no eran suficientes para cubrir sus necesidades. Los empleados del Estado, ya habían
recibido mejoras en sus salarios equivalentes a un 20%, desde algunos meses antes; ellos,
en cambio, no habían recibido mejoría alguna.
Como justificación a su petición, señalaban que la escasez de metálico por el cese
intempestivo del papel infalsificable, había desaparecido en gran parte y que el problema
económico en el Estado estaba resolviéndose favorablemente. Para ellos, era indiscutible
que el sueldo de todo trabajador debería estar en relación con sus gastos indispensables,
pues de lo contrario no podría subsistir. Por todo lo anterior, demandaban un aumento en
sus haberes diarios en los montos siguientes: Directores de Escuela Superior, $3.00;
303
Véase, Escrito dirigido por los profesores de las escuelas oficiales de la ciudad de Colima al Presidente
Municipal de Colima, noviembre 25 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 66, exp. s/n, 1916.
244
ayudantes de Curso Superior y directores de Escuela Elemental, $2.50; y ayudantes de
Cursos Elementales $1.80. La respuesta municipal estuvo impregnada de diplomacia,
respondiéndoles que cuando se designara el nuevo presupuesto al municipio por parte del
Congreso del Estado próximo a constituirse, se les notificaría para su distribución
equitativa.304
304
Solicitud de directores y ayudantes de las escuelas municipales de la ciudad de Colima al Presidente del
H. Ayuntamiento del Municipio de Colima, abril 23 de 1917; en AHMC, Sección "E", Caja 73, legajo 46, exp. s/n, 1917.
245
Hasta el gremio de peluqueros (en número de 15 integrantes) de la ciudad de
Colima expusieron su inconformidad. En su caso, elevaron ante el cabildo la solicitud de
exención del impuesto que se fijó a las peluquerías. La cuota fija la consideraban gravosa
dadas las circunstancias por las que atravesaba la población. Justificaban la petición en
que su trabajo era poco lucrativo, no alcanzándoles para cubrir las necesidades de sus
familias. A la vez, reiteraban su molestia por la falta de respuesta de las autoridades.305
También el gremio de peleteros, curtidores, talabarteros y zapateros de la misma
ciudad capital se inconformaron por lo contemplado en el decreto establecido el 10 de
marzo de 1915, que gravaba la exportación de pieles de res, cerdo, venado y cabra, el cual
llevaba por fin proteger la industria peletera ante la escasez de materia prima debido a su
venta fuera de la entidad. Dicho decretó establecía que todas las pieles deberían de ser
entregadas a la Comandancia Militar a cambio de un recibo, los demandantes
consideraron que con esta acción se perjudicaba a la sociedad y a los propios
trabajadores, pues eso conducía al cierre de los establecimientos que trabajaban dichas
pieles y con ello perderían su empleo quienes trabajan en esos lugares; además se
propiciaba la escasez y el consecuente encarecimiento del producto. Por lo anterior,
pedían la liberación de la venta de pieles al público para bienestar de la ciudadanía 306.
Esta medida restrictiva se implementó por parte del gobierno estatal y era de observancia
305
Solicitud del gremio de peluqueros de la ciudad de Colima al H. Ayuntamiento del Municipio de Colima,
abril 24 de 1917, en AHMC, Sección "E", Caja 73, leg. 46, exp. s/n, 1917. Loc Cit.
306
Solicitud de Peleteros, Curtidores, Talabarteros y Zapateros al Gobernados del Estado, abril 1 de 1915; en
AHEC, leg. 877, 1915.
246
en toda la geografía de la entidad, pese a las reticencias de algunas autoridades
municipales para ponerla en marcha.307
307
Oficio Nº 115 del Presidente Municipal de Coquimatlán al Secretario de Gobierno del Estado de Colima,
abril 7 de 1915; en AHEC, leg. 877, 1915.
247
Las peticiones d e la población para mejorar sus ingresos eran tantas y tan variadas
que hasta el Presidente Municipal de Villa de Álvarez, Leonardo Yáñez Centeno, desde
principios del mandato constitucionalista en la entidad, solicitó al Secretario de Gobierno
de Colima el pago oportuno de su sueldo, así como un aumento sobre los 60 pesos que
percibía.308
A partir todo lo antes señalado, no cabe duda que las nuevas autoridades
constitucionalistas se preocuparon por atender la precaria situación en que se encontraba
la clase trabajadora de la entidad. Sin embargo, lo anterior no puede conducir a forjarse la
idea que el gobierno de Juan José Ríos generó un paraíso para los gremios y trabajadores
colimenses. Sus patrones de conducta se encuadraron dentro de la política que a nivel
nacional estableció el mandato del gobierno carrancista. Por tal motivo, no es casual que,
una vez que se presentó la ruptura del Presidente Venustiano Carranza con la Casa del
Obrero Mundial, las alusiones del gobierno de Ríos sobre el comportamiento de los
trabajadores colimenses tomaron el siguiente tono: ”Habiendose observado cierta
intemperancia en el lenguaje entre algunos obreros que quieren nulificar a los militares
constitucionalistas, se les marcó el alto a fin de evitar conflictos”.309
Para el antiguo colaborador del Partido Liberal Mexicano y de los obreros de
Cananea, control y sometimiento eran dos premisas básicas que normaban su actitud para
con los gremios, obreros y peones colimenses.
308
Oficio Nº 23 de Leonardo Yáñez Centeno, Presidente Municipal de Colima, al Secretario General de
Gobierno de Colima, agosto 3 de 1914; en AHEC, leg. 851, 1914.
309
BM, febrero 3 de 1916, p. 6.
248
Por otro lado, ya que las referencias hechas a estas alturas son las restricciones
oficiales sobre distintos actores y expresiones colimenses, es de destacar otra más, no
ligada, directamente, con el sector obrero. Un rasgo más de intolerancia ante todo aquello
que osara disentir o poner en tela de d uda la labor constitucionalista se patentizó en el trato
para con la prensa local.
Específicamente, las autoridades revolucionarias manifestaron una serie de
reticencias al desempeño periodístico de El Popular, diario estatal cuyo propietario era
Salvador Saucedo. Pese a que en agosto de 1914, el vocero y órgano oficial de los
constitucionalistas catalogaba a este periódico como un diario constitucionalista (...) escrito
por un valiente joven colimense que ha desenmascarado a muchos pícaros
chaqueteros.310 Estos elogios se esfumaron un año más tarde, cuando el gobierno de Ríos
procedió a la clausura de dicho matutino, acusándolo de ser "parcial (...), ambicioso y de
intenciones nada legítimas".311 Aspectos que, para el gobierno estatal, eran intolerables,
pues su postura consistía en sólo permitir el funcionamiento de órganos periodísticos
completamente fieles a la causa constitucionalista. Cualquier ligero desliz ocasionaba
reacciones nada amigables.
310
311
BM, agosto 1º de 1914, p. 3.
EC, agosto 21 de 1915, p. 178.
249
IV
LOS COLIMENSES ANTE LAS ACCIONES MILITARES. LOS VILLISTAS Y
VICENTE ALONSO
1.- EN LAS PROXIMIDADES DEL CALVARIO
Como se puede deducir, pese a las proclamas del gobierno militar constitucionalista a
favor de la redención social, no es posible considerar que los habitantes de los centros
urbanos, pueblos y comunidades colimenses vivieran en un mundo colmado de felicidad.
Enfrentaban serias dificultades, entre las que destacaban: el encarecimiento de los productos
básicos,312 la aguda crisis ocasionada por la considerable disminución de las actividades
económicas, los efectos de una terrible plaga de langosta que por años asoló gran parte de
los sembradíos colimenses, así como los abusos y depredaciones efectuadas durante las
incursiones realizadas por las tropas constitucionalistas a pueblos y comunidades.
Una visión general sobre este último problema puede encontrarse en telegrama del 29
de junio de 1915, enviado por Juan José Ríos, en su calidad de gobernador y comandante
312
En las páginas de la prensa de esos años se podía leer lo siguiente: "La clase pobre se queja
amargamente de la carestía de algunos de los efectos en este comercio, pues con valer el carrete de hilo cuarenta
centavos y el metro de manta sesenta, se ven en el caso de emplear todo lo que gana en una semana el peón, para
poder comprar un cotón y unos calzones de manta ". Tomado de EP marzo 25 de 1914, p. 1.
250
militar de Colima, al general Álvaro Obregón, en el cual transcribió mensaje dirigido a Manuel
M. Diéguez, donde consignaba lo siguiente:
desde mi llegada a esta entidad, personas notoriamente pobres
pertenecientes a las poblaciones agrícolas, se han presentado ante mi
quejandose de que los soldados pertenecientes a la división de su
mando les recogieron ganado de todas clases. Como muchas de esas
personas no cuentan con más elementos para el cultivo de sus campos,
juzgo equitativo y de interés público rezarcirlos de esa perdida, para lo
cual pido su ayuda en el sentido de que dicte sus respetables órdenes
para que sean devueltos todos aquellos semovientes que sin perjuicio
de las operaciones militares puedan restituirse a sus dueños o cuando
menos que les sea pagado su importe. Creo urgente esta medida
porque entre la gente pobre hay un verdadero malestar por ese
motivo.313
Las personas que elevaban sus quejas se multiplicaron rápidamente. A fin de
calmar su descontento y darles elementos con que se dedicaran al cultivo de sus tierras
para evitar una crisis en las cosechas que se avecinaban, Juan José Ríos consideraba
necesario indemnizarlas, ya que de ese modo:
ganaríamos la opinión general del pueblo agrícola de Colima que si
alguna vez ha estado contra nosotros es debido a esas requisiciones de
semovientes entre la gente pobre y a la inclemencia con que se les ha
tratado, pues el General Murguía al retirarse de esta entidad en unión de
313
Telegrama de Juan José Ríos, Gobernador y Comandante Mi litar de Colima, al General Álvaro
Obregón, 29 de junio de 1915, en AHEC, leg. s/n (Documentos Históricos de la Revolución Mexicana, 1910-1913),
exp. s/n.
251
la División de Occidente se llevó consigo por medio de una injustificada
leva a todos los habitantes del pueblo de Guatimotzín que suman más
de ciento cincuenta individuos, de los cuales la mayor parte han
regresado a sus hogares.314
314
Loc. cit.
252
Los abusos y atropellos militares se realizaban tanto en el campo como en las
ciudades. Pudiera pensarse que en el medio urbano existían menos posibilidades para
que los soldados constitucionalistas cometieran sus acostumbrados excesos, pero, ya sea
aprovechando las penumbras o a plena luz del día, las familias radicadas en la ciudad de
Colima o en Villa de Álvarez padecían esta terrible "plaga", igual de dañina que la de
langosta. Para no repetir uno de los tantos casos ocurridos, baste recordar el ya
mencionado informe proporcionado por el inspector de policía de Colima al gobernador
del Estado cuando éste se encontraba establecido temporalmente en Manzanillo, donde se
destacaba que, tan sólo durante el día 22 de febrero, los soldados yaquis habían cometido
un asesinato, un robo y dos actos de lesiones.315 Para poner freno a tales desmanes, las
autoridades constitucionalistas arrestaron y hasta fusilaron a los militares más sanguinarios
y criminales en presencia de los ciudadanos colimenses para recuperar credibilidad social
y como castigo ejemplar a ser retomado por el resto de las fuerzas armadas.316
Sin embargo, estas "lecciones" hicieron poca mella en las filas militares, máxime
que los mismos jefes practicaban estos excesos. Todavía para mediados de 1916, en la
ya aludida denuncia del artesano Zenaido Jiménez dirigida a Venustiano Carranza, refiere
este tema de la siguiente manera: " Largo sería enumerar los abusos de los colaboradores
del C. Gobernador, tales como F. Ramírez Villarreal y el Comandante Militar Coronel J.
M. Buenrostro", para luego agregar que: "con sus malos comportamientos tienen estos
Srs. fastidiados a todos los habitantes a quienes por no marchar de acuerdo con su
proceder tildan (...) de enemigos y no pierden oportunidad para hostilizarlos".317
Al parecer, en esta materia, los jefes eran una buena escuela para la tropa, muy
315
Informe de David Dueñas, Inspector de Policía de la ciudad de Colima, al Gobernador del Estado,
febrero 23 de 1915, en AHEC, leg. 877, hoja suelta, 1915.
316
Sobre este particular, véase los casos señalados en EP, septiembre 2 de 1914, p. 1 y septiembre 3
de 1914, p. 1.
317
Carta de Zenaido Jiménez al C. Primer Jefe Venustiano Carranza, mayo 24 de 1916; en Condumex,
fondo XXI, carpeta 71, leg. 7805.
253
especialmente el coronel Buenrostro quien, durante a lo largo de todo el mandato
constitucionalista, se distinguió por su saña desmedida y sus acciones de rapiña. Los
llamados -hipócritas o sinceros- del Secretario de Guerra encontraron oídos sordos entre
muchos de los constitucionalistas asentados en Colima.
Los abusos y depredaciones se propagaron hacia todos los estratos de la sociedad
colimense. Como ya se apuntó en líneas anteriores, los hacendados y propietarios
agrícolas fueron una de las víctimas favoritas; dinero, bienes y mercancías salían de sus
fincas y establecimientos para abastecer al ejército constitucionalista, así como los
bolsillos y apetitos de riqueza de sus jefes militares. La lista de afectados es larga, ya que
pocos escaparon a los excesos militares, algunos de los nombres ya manejados son la
Sociedad Uribe, Valencia Hermanos y Compañía, Luis Brizuela, Higinio Álvarez, Adolfo
Stoll, Rosendo R. Rivera, Ignacio Michel, y muchos otros más.
Conviene destacar que las afectaciones a particulares también tocaron los intereses
de ciudadanos extranjeros e incluso representantes diplomáticos de otros países como
sería el caso de los daños en propiedades y ganado que sufrió el Sr. Mac Neill, cónsul
británico en Manzanillo. Estas acciones de los militares constitucionalistas generaron
muchos dolores de cabezas para Venustiano Carranza y airadas rabietas del general Juan
José Ríos por la reacción de los representantes de las potencias extranjeras.318
Los abusos no sólo se practicaban por los jefes, eran norma de comportamiento
común entre el conjunto de este cuerpo militar. Todo aquél que formaba parte del ejército
constitucionalista se sentía con derecho para hacer lo que se le pegara la gana. Las
denuncias seguían llegando de todas partes: haciendas, comercios, comunidades o casas
habitación. Por ejemplo, una mujer viuda de Villa de Álvarez denunció la ocupación violenta
de su domicilio, por parte de tres individuos que se identificaron como carrancistas y, bajo
el pretexto de que en ese lugar se escondían pertenencias villistas, revisaron la casa
318
Sobre este particular, véase, Correspondencia entre el Sr. R. De Le Hasbranet, Comandante del U. S.
S. Yortoun y el Gobernador y Comandante Militar Juan José Ríos, junio de 1915; en AHEC., leg. "Colección Leyes
y Decretos", 1915.
254
llevándose las alhajas y el dinero que encontraron.319
319
Acta levantada por Zeferino López, Presidente Municipal de Villa de Álvarez, diciembre 19 de 1915;
en AHMC, Sección "E", Caja 71, leg. s/n, 1916.
255
Los militares no tenían límite en sus desmanes y desacato a todo orden: robos,
hostigamientos a las mujeres de la localidad,320 atropellos en cantinas y comercios,
ataques a vecinos sin motivo alguno 321 y asesinatos en plena calle, eran práctica cotidiana
de los militares. Incluso, incurrieron en acciones insólitas y absurdas como el bañarse en
los tanques de agua potable que abastecían a la ciudad capital.322
Otro ejemplo más del abuso militar constitucionalista lo puso al descubierto la
autoridad del poblado de Guatimotzín. Ante la petición de la jefatura estatal para recoger
en este lugar la caballada de avance y del ejercito constitucionalista para la organización
de la acordada en el referido pueblo, la captura alcanzó tales dimensiones que el
320
Por ejemplo, el 21 de octubre de 1914, dos militares constitucionalis tas (un teniente y un capitán)
escandalizaron en la cantina de N. Espinoza, ubicada en la ciudad capital, pretendiendo por la fuerza a dos
meseras del lugar. Ante la negativa y resistencia de dichas mujeres, les arrojaron cerveza en el rostro. Informe de
Pedro Virgen, Jefe de las Comisiones, al Inspector de Policía de la ciudad de Colima, octubre 22 de 1914; en
AHMC, Sección "E", Caja 58, exp. s/n, 1914.
321
Un ejemplo de los ataques injustificados practicados por los soldados yaquis establecidos en
Colima s obre la población civil, en este caso contra el comerciante Valentín Preciado, se encuentra en el Reporte
de la Inspección de Policía del Municipio de Colima, enero 12 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 71, exp. s/n,
1916.
322
Oficio de Francisco Ramírez Villarreal, Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar al
Presidente Municipal de Colima, julio 28 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 62, exp. s/n, 1916.
256
mandatario municipal dirigió una solicitud formal al Gobernador y Comandante Militar del
Estado donde solicitaba la devolución de las bestias recogidas por militares y
pertenecientes a diversas personas de este municipio.323
323
Oficio del Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar al Presidente Municipal, junio 8 de
1916; en AHMC, Sección "E", Caja 64, exp. s/n, 1916.
257
A tal extremo se propaló la fama de los abusos de los militares que las autoridades
gubernamentales circularon, masivamente, entre la población un aviso prohibiendo el uso
de uniformes militares por parte de "paisanos" y del resto de la población civil, so pena de
hacerse merecedor de severos castigos en caso de infringir dicha disposición. El objetivo
de la medida era evitar e identificar los abusos practicados por sus tropas , así como
impedir la usurpación de funciones propias de los militares o la práctica de delitos
escudandose en el uniforme de tropa para garantizar su impunidad.324 Como dice el refrán
popular: cría fama y acuéstate a dormir.
Pero los saqueos y abusos eran casi incontrolables, todo grupo o individuo armado,
escudado bajo la protección constitucionalista, se sentía dueño de la situación. Hasta los
indígenas de San José del Carmen, del vecino municipio de Zapotitlán, Jalisco, una vez
armados por el gobernador colimense Juan José Ríos, asesinaron a varias personas,
robaron ganado y semillas en perjuicio de p equeños propietarios, así también, desterraron
a muchos individuos por el hecho de ser "blancos". Todo ello, amparándose en su etiqueta
de carrancistas.325
Los desmanes alcanzaban tal profusión que El Radical, uno de los periódicos
constitucionalistas editados en Colima, dentro de su álgida campaña de denuncia contra
los "personajes" nocivos integrantes del gabinete del gobernador Ríos, dentro de sus
páginas expresaba: "el constitucionalismo no ha triunfado en el Estado; la revolución
esta siendo falseada y el despotismo militar y la tiranía caciquista siguen entronizados,
los viejos empleados del porfirismo y el huertismo continúan en sus puestos con sus
combinaciones y sus malos tratamientos para el pueblo".326
324
Aviso del Secretario General de Gobierno y de la Comandancia Militar, Francisco Ramírez Villareal,
mayo 17 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 68, exp. s/n.
325
Véase, Informe del Presidente Municipal de Zapoltitic, Jalisco al Gobernador del Estado de Colima,
julio 6 de 1916; en AHEC, leg. 883, hojas sueltas, 1916.
326
Tomado de BM, marzo 28 de 1916, p. 6.
258
Pero, a este propósito, conviene precisar que, por el tono de su discurso, este
órgano pudiera representar un grupo de presión interno dentro del mismo bando
revolucionario, ya que durante este tiempo (principios de 1916) se escenificaba una dura
polémica contra El Baluarte, el otro informativo constitucionalista; pero aún así, este tipo
de aseveraciones no dejan de ser indicativas.
De frente a todo este proceder de los contingentes militares del constitucionalismo,
la animadversión de los colimenses no podía estar ausente. Máxime cuando, junto a estos
procedimientos arbitrarios, se imponía por decreto, todo un cuerpo de medidas, a nombre
de una inusitada revolución no demandada en estas tierras, bajo la conducción de
personajes extraños y ajenos a la vida local.
La reacción local ante la actitud de los gobernantes y militares constitucionalistas
llevaba a exclamaciones como la de María Felicitas Gutiérrez, quien sostenía: "la
desesperación, y la rabia y todo lo malo que tenemos dentro de nosotros, estalla en una
explosión de coraje y de impotencia y sentimos de ser enemigos de quien dicta las leyes
y tales disposiciones es lo único que podemos hacer y nos hacemos zapatistas, villistas
o salteadores, como se nos quiera llamar, pero enemigos de quienes hacen esas leyes
que van tan en desacuerdo con los principios de la justicia y la equidad".327
Esta irrefrenable avalancha de agresiones contra la población rural mexicana
generó no sólo la imposibilidad de que los bandos revolucionarios adquirieran aceptación
social sino que, en muchos casos, tuvo un peso significativo para el surgimiento,
reforzamiento y apoyo de grupos rebeldes o bandoleros. En tal caso se encuentra el cobijo
y la suma de adeptos recibidos por los villistas en territorio colimense.
Los invasión y abusos cometidos por soldados constitucionalistas, irrumpiendo y
trastocando la vida de múltiples comunidades y hogares colimenses, alimentaron un fuerte
resentimiento
327
que,
en
algunos
casos
nutrió
levantamientos
armados
que
Oficio Nº 719 de J. Felipe Valle, gobernador de Colima, a los diputados secretarios del H. Congreso
del Estado, abril 16 de 1918; en APLEC, Libro de Actas de la XX Legislatura, Caja 123 bis 2, p. 978.
259
dificultaronenormemente las tentativas de pacificación del gobierno encabezado por
Venustiano Carranza. Este fenómeno se reprodujo no solo en tierras colimenses, sino en
gran parte del territorio nacional.328
2.- ZACUALPAN Y EL INDIO ALONSO
Por el caso particular que motiva este trabajo, conviene fijar la atención en la
comunidad indígena de Zacualpan, ubicada en el municipio de Comala. Zacualpan es el
punto geográfico de donde era oriundo el Indio Alonso, uno de los villistas más prominentes
328
Un ejemplo de estas prácticas de los militares constitucionalistas la muestra Friedrich Katz, al
recoger la descripción de un terrateniente inglés secuestrado por un grupo de bandoleros en Guanajuato, quien
consigna: Durante mi estancia con los bandidos procuré enterarme de sus motivos para levantarse en
armas(...)al parecer habían sido orillados por las acciones del gobierno(...)Las tropas fueron allí [ a sus pueblos] y
empezaron a robar animales, bienes muebles y demás pertenencias; a los dueños que se resistían se les tildaba
de bandidos, se incendiaban sus casas, se les robaba todo y muchos era asesinados(...)Los que sobrevivieron
se fueron a las montañas, consiguieron un rifle e hicieron lo que pudieron por defender lo poco que les quedaba
por defender. sus vidas. Cuando finalmente se reunieron en una banda y se hicieron demasiado fuertes para el
gobierno, se les ofreció un armisticio. Unos cuantos aceptaron, fueron desarmados y fusilados(...)no pueden
rendirse porque el gobierno los mata ; en Friedrich Katz, La guerra secreta...Op. cit., tomo 1, pp. 367-368.
260
que existieron en la entidad. Este poblado era uno de los asentamientos indígenas más
importantes de Colima. Al iniciar el siglo actual, su población sumaba varios cientos de
habitantes, sin embargo, era inferior a la concentrada en otras comunidades indígenas
como Suchitlán, y muy cercana a la existente en Ixtlahuacán, otra de las comunidades
indígenas más destacadas de la entidad. Al iniciarse la segunda década del siglo XX,
Zacualpan, a diferencia de Suchitlán o Ixtlahuacán, conservaba la posesión sobre sus
tierras y el tradicional sistema de explotación comunal.
Zacualapan, situada al pie de una montaña rica en elementos naturales y bendecida
por las aguas del Río Armería, aparentemente, debería contar con un buen nivel de
bienestar. Sin embargo, esta comunidad indígena explotaba sus recursos naturales de
manera rudimentaria y orientada, centralmente, a la subsistencia. Además, pese a contar
con tierras comunales por casi 10 mil hectáreas, predominaba la superficie de agostadero
y cerril, imposible de cultivarse por su topografía accidentada y lo erosionado de los cerros.
De la poca tierra factible de ser cultivada, más de la mitad eran terrenos extremadamente
pedregosos; por lo tanto, su práctica agrícola se limitaba a la siembra de pequeñas
parcelas que difícilmente satisfacían sus necesidades más apremiantes.329
La limitante para el desarrollo de las actividades agrícolas se compensaba, en
parte, por otras bondades que la misma geografía le proporcionaba, pues facilitaba la cría
329
Muchos de los señalamientos contenidos en estos párrafos se deducen a partir de revisar el Informe
de Victoriano Guzmán, Jefe de Instrucción Pública al Secretario del Gobierno de Colima, marzo 10 de 1910, en
AHEC, leg. 605, exp. s/n, 1902. así como en el Expediente de Dotación de Tierras de Zacualpan, localizado en
ARAN (Colima), Caja Nº 127/113, exp. 127.
261
de unas cuantas cabezas de ganado, la caza y la extracción de madera. Gracias a lo
anterior, cuando terminaba la temporada de siembra, era posible, por un lado, la obtención
de productos para el consumo familiar y, por el otro, la comercialización de pieles y carbón
en la ciudad de Colima.
Sin embargo, lo anterior no fue suficiente para mejorar los niveles de vida de esta
antiquísima comunidad indígena. Zacualpan recibió la segunda década del siglo y el
proceso revolucionario, formando parte de una de las poblaciones con mayores indices de
pobreza y marginación de la entidad. Esta marginación no sólo se expresaba en la falta de
apoyos de las autoridades para mejorar sus niveles económicos, sino también para
proporcionar servicios básicos, como -por ejemplo- la educación..
Este poblado, a principios de siglo, sólo contaba con una escuela de niños, a pesar
de contar con alrededor de 80 niñas en edad escolar. Debido a las carencias en este
ramo, los pobladores elevaron peticiones a las autoridades para la creación de la muy
necesaria escuela de niñas.330 Tras un año de insistencias y un dictamen favorable del
Inspector de Educación, lo más que se logró fue la transformación de la escuela de niños
en escuela mixta. Conviene destacar que, en otras poblaciones con similar número de
habitantes o alumnos potenciales, contaban con un establecimiento dedicado
expresamente a la educación de las niñas, como era el caso de Camotlán de Miraflores,
Ixtlahuacán, El Mamey, o el mismo Suchitlán. Pese a que este último lugar, por prolongados
lapsos de tiempo quedaba prácticamente desolado, pues al carecer de tierras propias,
numerosas familias emigraban, temporalmente, a haciendas o fincas de la zona costera de
330
Véase, Solicitudes de Martín T. Sánchez y Estanislao Toribio, comisarios municipales de Zacualpan,
al Secretario de Gobierno del Estado, febrero 20 de 1902 y octubre 1º de 1903, respectivamente; en AHEC, legs.
645 (1902) y 887 (1903).
262
la entidad, a fin de emplearse como asalariados.331
331
Véase, Informe de Victoriano Guzmán, Jefe de Instrucción Pública,...loc. cit.
263
Por otra parte, la riqueza natural ubicada en la zona montañosa que circundaba a la
comunidad de Zacualpan, llamó poderosamente la atención de hombres de negocios, lo
cual se expresó con el establecimiento de la Colima Lumber Company, empresa
norteamericana dedicada a la explotación de los abundantes bosques localizados en
Cerro Grande, comprados a los Sres. Cortina de Sayula. Asimismo, el Ing. Leonardo Morril
se interesó por el Ojo de Agua situado dentro de los terrenos comunales de Zacualpan. Por
ello, en 1909, Morril celebró un ventajoso contrato de arrendamiento con los indígenas de
este pueblo, para aprovechar el agua de dicho manantial e instalar en este lugar una planta
hidroeléctrica.332
Salvo esta tentativa de penetración propiamente capitalista, Zacualpan era una
comunidad aislada y con una vida interior muy cerrada.333 No la circundaban grandes
haciendas, ni sus tierras despertaron una gran ambición de los amos del dinero y el poder
colimense. La presencia de elementos ajenos a la vida de la comunidad, de entrada, no
generaron gran controversia con sus pobladores.334
332
Véase, Oficio del Administrador Principal de Rentas al Secretario de Gobierno del Estado, mayo 17 de
1909; en AHEC, leg. 764, hoja suelta, 1909.
333
334
Rasgos característicos que en la actualidad no se han perdido del todo.
Blanca Gutiérrez en su libro Las Caras del Poder. Conflicto y sociedad en Colima, 1893-1950, rescata
del AHEC, un juicio de 1913, interpuesto por los indígenas de Zacualpan contra The Colima Lumber Company,
264
Durante la primera década del siglo, el único indicio encontrado sobre protestas de
los indígenas de Zacualpan data de 1903 y no se refiere a un asunto de tierras, sino debido
a que el Sr. Agustín Cruz Centeno, propietario de El Pedregal, cerró el camino utilizado,
desde tiempos inmemoriales, por los habitantes de la zona para cruzar el Río Armería y
trasladarse a Comala.335
reclamando la propiedad sobre una porción de terrenos explotados por esta negociación; sin embargo, las leyes
locales fallaron en su contra. No se encontraron referencias de inconformidad sobre dicho dictamen o disputas
posteriores en torno a las referidas tierras. Véase, Blanca E. Gutiérrez Grageda y Héctor Porfirio Ochoa Rodríguez,
Las Caras del Poder ...Op. cit., p. 182.
335
Carta de vecinos del pueblo de Zacualpan al Gobernador del Estado, junio 11 de 1903; en AHEC, leg.
657, hoja suelta, 1903.
265
Pero, es pertinente hacer un alto en la descripción del panorama reinante en esta
comunidad, para fijar la atención en la vida del famoso bandolero zacualpense. Vicente
Alonso nació en esta pequeña comunidad en el año de 1889. Sus padres fueron Justo
Alonso y Maximiana Teodoro, indígenas originarios de este mismo lugar.336 Sus abuelos
paternos: Pablo Alonso y María Trinidad; los maternos: José María Teodoro y Leonarda
Santos.337
La infancia y adolescencia de Vicente Alonso transcurrieron en medio de la vida
habitual de Zacualpan: el desmonte y la siembra rudimentaria, la caza, cría de algunas
cabezas de ganado, los paseos y exploraciones al campo y el cuidado de la abuela. Al
parecer nunca visitó la escuela de niños establecida en el lugar.338 El jovenzuelo Vicente
adquirió un temperamento fuerte, muy dado a las riñas y grescas. Tal actitud condujo,
durante 1905 y 1906, a su detención en dos ocasiones, acusado de infligir heridas y
lesiones a unos oponentes. Esta actitud le acarreó una no muy buena "fama" entre los
336
Estos datos se obtuvieron de la información matrimonial celebrada entre Vicente Alonso y Aurelia
Aranda, enero 20 de 1907: en Archivo Parroquial de la Iglesia de San Francisco de Asís de Villa de Álvarez,
Colima (en adelante APVA), libro 99, Informaciones Matrimoniales (1904-1908), Información Matrimonial Nº 139,
f. 223.
337
Informe sobre el bautismo de José Justino Alonso (hermano de Vicente Alonso), en APVA, libro 27,
bautismos (1883-1887), información bautismal Nº 388, f. 375.
338
Lo anterior se deduce a partir de consultar diversas listas de alumnos de la escuela de niños de
Zacualpan, durante los años en que Vicente Alonso tenía entre los 10 y 13 años de edad.
266
pobladores de Zacualpan.
Poco después de su segunda detención y tras obtener su respectiva liberación,
Vicente Alonso decidió contraer matrimonio a la edad de 17 años. Su esposa fue Aurelia
Aranda, una joven indígena de 16 años de edad, también originaria de la comunidad de
Zacualpan. Dicho matrimonio se efectuó el 20 de enero de 1907, en la Iglesia de San
Francisco de Asís de Villa de Álvarez. 339 Casi tres años después nació su hijo Pedro
Alonso.
339
Información Matrimonial Nº 139, en Archivo Parroquial de la Iglesia de San Francisco de Asís.. loc. cit.
267
le permitió dejar atrás las rejas y alcanzar su libertad, sino la fuga de presos ocurrida el 19
de mayo de 1911; ya que, en el marco de las acciones armadas encabezadas por el
maderista Eugenio Aviña y efectuadas durante la toma de la capital colimense, los
sublevados procedieron a la apertura de la cárcel del lugar, con la consiguiente huida de
todos los reclusos.
La acción del Indio Alonso contra los capitales de The Colima Lumber Company ha
sido tomada, por algunos estudiosos del tema, como un acto de oposición a los intereses
norteamericanos que atentaban contra los recursos naturales y terrenos comunales
propiedad de los indígenas de Zacualpan. En esta idea, el robo significaba un acto de
justicia y venganza. Era un acto simbólico que expresaba el malestar generalizado de los
indígenas del lugar.
Sin embargo, no existe ningún indicio que permita sumarse a este señalamiento. La
revisión y contraste de las declaraciones de los tres autores del robo, así como de la parte
acusadora y los testigos, contemplada en el amplio expediente judicial relativo a dicho
268
caso, arroja como resultado que la finalidad de Vicente Alonso se limitaba a la obtención
de recursos que le permitieran mejorar su precaria situación económica. Tanta era su
carencia de recursos que fue necesario conseguir prestadas las tres carabinas utilizadas
durante el asalto. Otro hecho a destacar es el comportamiento de los pobladores de
Zacualpan. Varios de los paisanos del Indio Alonso y sus cómplices, se sumaron a la
búsqueda de los asaltantes. Además, durante el juicio practicado, declararon en su contra;
incluso, Vicente Alonso fue inculpado por algunos de sus propios familiares.342
342
Loc. cit.
269
Al encontrarse libre, Alonso continuó su vida en calidad de prófugo de la justicia
estatal. En abril de 1914, ya con el ganado mote de malhechor, se vio envuelto en violentos
y trágicos conflictos que sacudieron a Zacualpan, donde hubo dos muertos, Vicente Alonso
tuvo mejor suerte y sólo resultó herido. A raíz de esos hechos -sobre los cuales se
puntualizará más adelante- fue recluido una vez más en la cárcel de la ciudad de Colima.
No obstante, por disposición del Gobernador del Estado, salió libre en julio de 1914, por
así "convenir al buen servicio público". Fue comisionado al servicio de las armas y puesto
a las órdenes de la Prefectura Política de la localidad,343 sitio donde se desempeñó por no
más de dos semanas, ya que el gobierno de Antonio Delgadillo estaba a punto de caer; las
fuerzas constitucionalistas se encontraban por tomar Guadalajara y pocos días después
repitieron esta operación en Colima (el 20 de julio de 1914).
Por laborar este corto tiempo para las autoridades de Colima, la prensa de la época
lo catalogó como pistolero a sueldo del gobernador Antonio Delgadillo. Sobre todo El
Popular, quien condenó la persecución y hostigamiento de Alonso contra Salvador
Saucedo, dueño de este matutino, con la finalidad -según este órgano informativo- de
asesinarlo por ordenes expresas del gobernador.344 Resulta muy exagerado este tipo d e
señalamientos; parece más existir la intención -por la fecha en que se hacen estas
declaraciones- de congratularse con el recién instalado gobierno revolucionario
apareciendo ante sus ojos como un periódico satanizado y acosado por las extintas
autoridades huertistas. No existe ninguna evidencia -al menos documental- sobre acciones
restrictivas u hostiles del gobierno de Delgadillo contra el propietario de este órgano de
343
Véase, Circular del Secretario de Gobierno del Estado de Colima al Juez de lo Criminal, junio 6 de
1914; en AHEC, leg. 854, hoja suelta, 1914.
344
EP, septiembre 12 de 1914, p. 1.
270
prensa, ni hay referencias en dichas páginas informativas que permitan deducir que este
periódico cuestionara -aunque sea sutilmente- a dichas autoridades.
Lo cierto es que después de la caída del gobierno prohuertista, el Indio Alonso
volvió a su zona de refugio: la montaña colindante a su pueblo natal. Sin embargo, pocos
meses después -en septiembre de 1914- ya durante el gobierno de Eduardo Ruiz, fue
recapturado porque era "autor de varios asesinatos y protegido del exGeneral
Delgadillo"345 y puesto tras las rejas de la prisión de Villa de Álvarez. Pero la fortuna siguió
acompañándolo, mediante la fuga, evadió la cárcel por tercera ocasión. Nuevamente libre,
Vicente Alonso continuó con su forma de vida al margen del nuevo orden legal, práctica a la
cual, medianamente, ya estaba acostumbrado.
Al tiempo que Alonso entraba y salía de la cárcel, y aparecía unas veces como
criminal y otras como defensor del orden, al seno de su pueblo natal, la unidad y armonía
vivieron un proceso de aguda ruptura. La vida interna de Zaculapan experimentó una
notoria alteración. Al interior de la comunidad se abrieron dos bandos, enfrentados por el
control de la Comisaría Municipal del pueblo; así como por el uso de determinadas áreas
de sus tierras comunales. El nombramiento del Comisario Municipal no se efectuaba de
manera autónoma y democrática, sino mediante designación por el ejecutivo estatal. Por lo
cual, las demandas por el cambio de autoridades locales fueron práctica reiterada de una
buena parte de los pobladores del lugar.
A principios de 1913, un grupo conformado por 61 pobladores de Zacualpan
manifestaron su queja al gobernador J. Trinidad Alamillo porque Margarito Santos,
encabezando una parte de los vecinos de este pueblo, solicitó al ejecutivo estatal el
nombramiento de comisario municipal a favor de Felipe T. Rincón, recibiendo respuesta
positiva. Los inconformes no aceptaban dicho nombramiento porque Rincón no vivía en
Zacualpan, sino en un punto llamado Paso de la Laguna. Otra de las razones esgrimidas es
345
BM, septiembre 15 de 1914, p. 5.
271
que no sabía leer ni escribir y, además, era propuesto por un grupo minoritario.346 En su
lugar propusieron a Eleno S. Aranda; quien sí era del pueblo, y -dicho sea de pasocuñado y delator de Vicente Alonso.
346
Carta de vecinos de Zacualpan al Gobernador del Estado, febrero 20 de 1913; en AHEC, leg. 833,
hoja suelta, 1913.
272
En respuesta, el grupo encabezado por Margarito Santos y Félix Teodoro elogió el
desempeño de Felipe T. Rincón, el cual, aseguraron, contaba con el apoyo mayoritario. A
sus oponentes los catalogaron como "un pequeño grupo de descontentos que no ven
más que por su interés particular, sin cuidarse para nada del general del pueblo, se
empeñaban en que se cambie de autoridad para poder de esa manera satisfacer sus
aspiraciones bastardas".347 Solicitaron la no verificación de tal cambio, pues traería graves
perjuicios al pueblo de Zacualpan.
Ante la petición de este último grupo, la respuesta formal del gobernador J. Trinidad
Alamillo, fue que ratificaría el nombramiento que ya había otorgado. Sin embargo, unos
cuantos días después, sorpresivamente, modificó su decisión: destituyó a Felipe T. Rincón
y designó como nuevo Comisario Municipal del pueblo de Zacualpan al Sr. Eleno S.
Aranda.348
Tras el levantamiento encabezado por el Dr. Miguel Galindo y J. Cruz Campos, y
luego de los trágicos sucesos que trajeron aparejados -los cuales ya se abordaron en un
apartado anterior- , el gobernador Alamillo salió con destino a la capital de la República; su
lugar fue ocupado por el general Miguel Morales. Aprovechando el cambio de autoridades,
el grupo opositor a Eleno S. Aranda felicitó al nuevo gobernante, manifestándole su
subordinación incondicional. A la vez, pidieron la remoción del comisario municipal en
347
Carta de pobladores de Zaculapan al Gobernador del Estado, marzo 6 de 1913; en AHEC, leg. 837,
hoja suelta, 1913.
348
1913.
Circular del Secretario de Gobierno al Subprefecto de Comala, marzo 14 de 1913; en AHEC, leg. 837,
273
funciones, acusándolo de no prestar al pueblo ninguna garantía y de usar procedimientos
arbitrarios. Propusieron una terna para sustituirlo, de donde se seleccionó a la nueva
autoridad.349
Las pugnas ocasionaron que cada bando actuara p or separado y de manera cada
vez más confrontada. La disputa no se limitaba a quién imponía al representante del
pueblo, sino en cómo se hacía uso de los bienes de la comunidad. Por ello, la polémica
adquirió otra tonalidad. La vieja práctica comunal era efectuar una distribución equitativa
de las tierras durante la temporada de lluvias, para que todos los pobladores pudieran
dedicarse a las labores agrícolas. Labor dirigida, desde hacía años, por Martín T.
Sánchez, otro de los cabecillas del grupo de Aranda. Sin embargo, al poseer cada grupo
su administrador de las tierras comunales se avivaron las discordias. El cargo de
administrador de tierras comunales era distinto al de comisario municipal, quien fungía
como el representante de los poderes estatales y municipales al seno de la comunidad.
349
Carta de vecinos de Zacualpan al Gobernador del Estado, abril 12 de 1913; en AHEC, leg. 831, hoja
suelta, 1913.
274
Los favorecidos por la decisión del gobernador en relación a la autoridad municipal,
aprovecharon su ventaja y rompieron un pacto previo que tenían con sus opositores
alrededor de la distribución de las tierras de labranza. El acuerdo consistía en turnarse
anualmente uno de los terrenos más fértiles, llamado El Potrero del Cobano. El grupo que
lo ocupó en 1912, se negó a entregarlo para el siguiente año de cosechas. Debido a lo
anterior, en junio de 1913 -ya por iniciarse la temporada de siembra-, el grupo encabezado
por Eleno S. Aranda elevó su queja al gobernador, solicitando su intervención para que les
entregaran las tierras a que decían tener derecho, advirtiendo lo factible de un
enfrentamiento, de no resolverse dicho problema.350
La Prefectura Política de Comala intentó mediar en el conflicto. Propuso al grupo
detentador de esa porción de tierras, ceder la mitad de la superficie al otro grupo. Félix
Teodoro y sus seguidores se negaron en virtud de tener ya trabajos emprendidos y
advertían que si se les obligaba a hacerlo así por parte de la autoridad, sería entonces
motivo de pleito.351 Su proceder lo amparaban en los malos manejos del representante de
sus opositores y en la intromisión de las autoridades para no elegir libremente a sus
autoridades. Pese al intento de mediación, las posturas de ambos bandos no se movieron
350
Circular del Secretario de Gobierno al Subprefecto Político de Villa de Álvarez, junio 2 de 1913: en
AHEC, leg. 838, hoja suelta, 1913.
351
Véase, Carta del Prefecto Político de Villa de Álvarez al Secretario de Gobierno del Estado, junio 13
de 1913; en AHEC, leg. 838, hoja suelta, 1913.
275
ni un ápice.
Tanto coraje mutuo no podía conducir sino a lo que los dos grupos ya vislumbraban
y hacia donde caminaban presurosos: el enfrentamiento violento. Este tipo de sucesos
ocurrieron en abril de 1914. En el marco del enfrentamiento, Félix Teodoro y algunos de
sus seguidores atacaron a integrantes o simpatizantes del grupo de Eleno Aranda y Martín
T. Sánchez, asesinando a Don Demetrio S. A randa y al propio Martín T. Sánchez, quien en
esos momentos desempeñaba el cargo de comisario municipal. También dejaron herido a
Vicente Alonso. Para estas fechas Alonso ya contaba con un grupo de seguidores y éstos
respondieron la agresión privando de la vida al agresor Félix Teodoro.352
Era tanto el encono contra Vicente Alonso, que el mencionado diario El Popular lo
señaló, injustificadamente, como el autor de las muertes de Félix Teodoro y Demetrio S.
Aranda.353 No lo responsabilizó del fallecimiento d el Comisario Martín T. Sánchez, contra
quien podía tener más razones para agredirlo, ya que Sánchez fue uno de las individuos
que declararon en su contra durante el juicio que se le instruyó en 1909, bajo los cargos de
352
Véase, Notificación del Prefecto Político de Villa de Álvarez al Prefecto Político de Colima, abril 6 de
1914; en AHMC, Sección "E", Caja 58, exp. s/n, 1914. Así también, Informe de Miguel Arzac, Subprefecto de
Comala, al Prefecto Político de Colima, abril 14 de 1914; en AHMC, Sección "E", Caja 59, exp. s/n, 1914.
353
EP, septiembre 12 de 1914, p. 1.
276
robo y asesinato.
Pero regresando con lo ocurrido en Zacualpan, ante sucesos tan trágicos, las
fuerzas del 15º Cuerpo Explorador se hicieron presentes en el pueblo y aprehendieron a
varios individuos para buscar el esclarecimiento de los hechos,354 muchos otros
emprendieron la huida. El destino de los detenidos, culpables e inocentes fue la
consignación al servicio de las armas. Esta detención era tan arbitraria que el mismo
Miguel Arzac, subprefecto de Comala, suplicó se suspendiera el envío de estos indígenas
al seno de las filas del ejército constitucionalista, porque entre los consignados iban
muchos que no tomaron parte del conflicto violento ocurrido en Zacualpan, el día 6 de abril
de 1914. A la vez, notificó la intención de los indígenas prófugos de someterse a las
autoridades locales para vivir en paz. 355
Acto seguido, el aludido subprefecto de Comala, condujo a 15 indígenas que se
vieron envueltos en los violentos acontecimientos, para ponerlos bajo la protección de las
autoridades. Para que una vez, " dilucidadas las diferencias en el grupo que se presenta y
otros grupos poco dispuestos a entrar al orden, puedan los que se someten gozar de
todas las garantías que el gobierno concede a los hombres de bien".356
Entre los protagonistas de los enfrentamientos que fueron a parar a la cárcel figuró
Margarito Santos, personaje destacado de uno de los grupos en pugna. Santos fue
procesado por ocasionar heridas a uno de sus oponentes, así como por resistirse a ser
detenido. Para obtener la libertad caucional a que la ley le daba derecho, se le fijó una
354
Oficio Nº 83 de Miguel Arzac, Subprefecto Político de Comala, al Prefecto Político de Colima, abril 8
de 1914; en AHMC, Sección "E", Caja 59, exp. s/n, 1914.
355
Carta del Subprefecto de Comala al Jefe de Armas del Estado, abril 11 de 1914; en AHEC, leg. 854,
hoja suelta, 1914.
356
Véase Carta del Jefe de Armas al Gobernador del Estado, abril 12 de 1914; en AHEC, legs. 854
(1914) y 876 (1915). Asimismo, consultar, Notificación de Domingo L. Rodríguez al Prefecto Político de Colima,
abril 13 de 1914; en AHMC, Sección "E", Caja 57, leg. 4, 1914.
277
fianza de mil pesos; cantidad a cubrir por una persona solvente y respetable.357 Obvio
resulta decir que un labrador indígena difícilmente podía gozar de ese tipo de amistades.
357
Véase, Expediente del Juzgado de lo Criminal sobre Margarito Santos, en AHEC, Supremo Tribunal,
Caja 22, leg. 45, 1912-1914.
278
Pese a los sucesos ocurridos, la calma y la armonía se negaban a sentar sus reales
en Zacualpan. Las quejas de los indígenas, contra las autoridades designadas, siguieron
presentándose. El nuevo impugnado resultó ser Teodoro Carrillo, a quien se acusaba de
ser "una persona muy injusta y sobre todo que dicho señor anda con asuntos de partidos
y así mismo creyéndose de algunos criminales y calumniadores. La mayor parte del
pueblo lo ve con horror".358 En su lugar pidieron se designara a una persona imparcial y
justa, pero no propusieron candidato. Lo convulsionado de los tiempos no hicieron pensar
mucho al Comisario Municipal; diez días después de la queja, renunció al cargo,
arguyendo motivos de salud.359
Enfrascados en su disputa interna, poco interesaba a los pobladores de Zacualpan
el reciente arribo constitucionalista a la entidad, la caída del gobernador Antonio Delgadillo
y el desplome total del usurpador Victoriano Huerta. Lo anterior puede constatarse en la
misma información que fluía en esta región. En el mismo municipio de Comala, mientras en
la cabecera municipal - según versión de un periódico de la época- el anuncio del triunfo
constitucionalista "lleno de júbilo a los habitantes de esta comarca. Los principales
vecinos recorrieron las calles con la Banda del Municipio, repiques de campana, cohetes
358
Carta de vecinos de Zacualpan al Gobernador Don Antonio Delgadillo, junio 16 de 1914; en AHEC,
leg. 852, hoja suelta, 1914.
359
Carta de Teodoro Carrillo, Comisario Municipal de Zacualpan, al Gobernador del Estado, junio 27 de
1914; en AHEC, leg. 853, hoja suelta, 1914.
279
(...) Terminó con serenata, concurrida por lo mejor de la sociedad".360 Ambiente diferente
campeaba en Zacualpan ya que, en otra nota, se aludía a la ausencia de autoridades en
dicho lugar, debido al "carácter intransigente de la mayoría de los indios del lugar".361
360
361
EC, agosto 25 de 1914, p. 4.
Loc. cit.
280
Una cosa fue evidente, tras los sucesos ocurridos en su interior, el pueblo quedó
plagado de caos, odios y resentimientos; al igual que sin autoridades merecedoras de
respeto. Ante tal panorama, el gobierno constitucionalista puso mayor interés e n sofocar
ese "escandaloso" conflicto. Ante la aparición de la violencia, las autoridades municipales
se esforzaron por reducir los niveles de encono entre ambos bandos. Lo anterior dio pie
para que el Presidente Municipal de Comala reuniera a las dos partes y, de conformidad,
eligieron a una persona para ocupar el cargo de Comisario Municipal. Sin embargo, el
gobernador no aceptó la propuesta y extendió un nombramiento distinto, tres días después
de realizada la reunión conciliatoria.362
Con estas acciones, las bisoñas autoridades constitucionalista no se diferenciaron
en nada de sus antecesores, actitud reiterada durante los años siguientes. Simón Guzmán,
el personaje impuesto como comisario municipal en Zacualpan por mandato del ejecutivo
estatal se mantuvo por años en el cargo y fue pieza clave de las fuerzas gubernamentales
en sus pretensiones de controlar la zona, a la vez que en la persecución de Vicente Alonso
y su gente.
A estas alturas, es pertinente ubicar la relación de Vicente Alonso con los conflictos
internos ocurridos en Zacualpan. Por un lado, durante este tiempo Alonso ya era
considerado como un malhechor e infractor de las leyes, por lo cual ya no estaba en
condiciones de fijar de manera estable su residencia en su lugar natal . Una parte del
tiempo la pasó en la cárcel y la otra escondiéndose de las autoridades. Por tanto, estuvo un
tanto al margen de la disputa por las autoridades y la asignación de las mejoras tierras. En
362
Véase, Oficio de Atenógenes Salazar, Presidente Municipal de Comala, al secretario de Gobierno,
agosto 16 de 1914; en AHEC, leg. 851, hoja suelta, 1914.
281
su situación era imposible dedicarse a las labores de siembra, cuidado y cosecha de
productos agrícolas.
Por otra parte, si bien es cierto participó en la confrontación entre los dos bandos y
resultó afectado, es probable que lo haya hecho para cobrar viejas deudas y agresiones
personales. De los dos asesinatos adjudicados por la prensa a Vicente Alonso, al parecer,
sólo fue responsable -material o intelectual- de la muerte de uno de ellos y el móvil revistió
más las características de un clásico ajuste de cuentas de tipo personal, en respuesta a
una primera tentativa de asesinato. Resulta ilógico vincularlo con los conflictos sociales
internos y responsabilizarlo de tan trágicos acontecimientos, cuando los muertos
pertenecían a grupos diferentes. Aun más, las autoridades -poseedoras de sobradas
razones para endurecer su persecución y agrandar su expediente criminal- nunca lo
manejaron como responsable de los sucesos en los términos señalados por El Popular. Al
parecer, este órgano periodístico prosiguió con su acendrado odio hacia Vicente Alonso.
3.- EL INDIO ALONSO: ENTRE BANDOLERO Y REBELDE VILLISTA
Después de obtener su libertad de manera afortunada a mediados de 1914,
Vicente Alonso sólo tenía por alternativa refugiarse en el "mundo" donde podía ser libre: la
abrupta montaña, lugar donde empezaron a surgir y refugiarse los seguidores de Francisco
Villa. El compartir un mismo espacio, poseer un enemigo común e identificarse en la
forma violenta de actuar, fueron algunos elementos claves que, probablemente, motivaron
al Indio Alonso para hermanar su vida con los otros contingentes rebeldes.
El grupo armado encabezado por Indio Alonso osciló entre 30 y 80 hombres. Se
componía de pobladores de Zacualpan, Juluapan, Suchitlán y su zona aledaña. Vicente
Alonso ya no figuró sólo como bandolero, ostentó un grado militar del ejército
convencionista. En su accionar, combinaba el saqueo, los préstamos forzosos de guerra y
los trabajos de reclutamiento, con acciones concertadas junto a cabecillas villistas como
282
Pedro Zamora y Roberto Moreno. Dentro de las jerarquías militares villistas, el hacendado
rebelde Roberto Moreno era el superior del Indio Alonso.
El radio de acción de la gavilla alonsista se ubicaba en tramos de los principales
caminos por donde transitaban hombres y mercancías, también atacaban haciendas y
minas. Sus éxitos se apoyaban en las bondades que la geografía les proporcionaba; su
refugio favorito eran los lugares situados en lo más apartado y alto del relieve, ya que, al
decir de Fernand Braudel “la severa justicia tiene su asiento en las partes bajas (...)por lo
que, la montaña se erige como un refugio de libertades”.363
363
Fernand Braudel, El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, México, FCE,
1980, t. 1, p. 48.
283
A partir de 1915, el Indio Alonso apareció en el Estado de Colima comandando una
poderosa y audaz gavilla que extendió su radio de acción en los municipios de Colima,
Comala y Villa de Álvarez, aunque sobre todo en sus partes más localizadas al norte de la
entidad. Mediante sorpresivas incursiones a los poblados cometía toda clase de
depredaciones: saqueo a comercios, asesinatos y raptos de jovencitas. Asimismo se
daba tiempo para organizar en las comunidades bailes y borracheras,364 donde establecía
lazos de vinculación con la población rural de donde provenía.
Quienes no departían en las fiestas organizadas por Vicente Alonso eran los
destacados propietarios agrícolas de esta zona serrana que, por otra parte, padecían la
imposición de préstamos de guerra, a cubrir so pena de secuestro o amenazas
mayores.365 A partir de esta fecha, se volvieron reiteradas las quejas al ejecutivo estatal,
donde se denunciaban ocupaciones y saqueos de fincas, hostigamiento e incursiones
armadas a pueblos y cabeceras municipales.
Los municipios de Comala y Villa de Álvarez fueron sus preferidos, era la zona que
364
Carta del Comisario Municipal de Zacualpan al Gobernador del Estado, junio 5 de 1915; en AHEC,
leg. 838, 1915. Tomado de Blanca E. Gutiérrez Grageda y Héctor P. Ochoa Rodríguez, Las caras del poder...Op.
cit., p. 197.
365
Véase, Lista de los terratenientes en los puntos perjudicados por Vicente Alonso, s/f; en AHEC, leg.
880, hoja suelta, 1916. La relación completa puede consultarse en Anexo N ° 4.
284
conocía desde niño como a la palma de su mano. Uno de sus acciones favoritas era hurtar
las cuchillas de la Compañía Eléctrica El Remate, que abastecía de este fluido a la ciudad
capital, el monto exigido por devolverlas era de 2 mil pesos constantes y sonantes. Esta
redituable acción la repitió varias veces.
Al irrumpir en las cabeceras municipales lo hacía con una evidente demostración de
fuerza y superioridad; además se conducía con blancos muy bien delimitados: aprehender
o secuestrar a determinadas personas y atacar los centros de poder municipal y a sus
representantes. Por ello, al ocupar Comala, en septiembre de 1915, la gavilla de Alonso
centró su furia en las oficinas municipales e intentó capturar al presidente municipal para
fusilarlo.366
Durante sus incursiones a Villa de Álvarez manifestaba de manera más notoria ese
alarde d e autosuficiencia, valor y superioridad. A pesar de la tenaz persecución de que era
objeto, se daba tiempo para asistir a las tradicionales fiestas del municipio; se mezclaba
con la población en la tradicional corrida de toros y gozaba al observar como en pleno
jolgorio se presentaba la estampida humana al anunciarse su llegada o presencia en el
lugar; su sólo nombre provocaba escandalo y pánico público.367
Pero, a esta municipalidad no sólo iba a divertirse, también -y sobre todo- lo hacía
con objetivos militares y económicos muy puntuales. Por ejemplo, en marzo de 1916, los
contingentes de Vicente Alonso realizaron una audaz incursión a la cabecera municipal de
Villa de Álvarez -situada a unos cuantos kilómetros de la capital- cometiendo toda clase de
excesos, dentro de los cuales figuró el secuestro de una joven por la cual exigió un rescate
de 5 mil pesos.368
Este tipo de acciones las había realizado ya en otros municipios aledaños al
366
Mensaje de J. Salazar Carrillo, Secretario del Ayuntamiento de Comala, al Gobernador del Estado,
septiembre 8 de 1915; en AHEC, leg. 879, hoja suelta, 1916.
367
368
Al respecto véase, BM, marzo 21 de 1916, p. 4.; así como, Alfredo Montaño, Opus cit. p. 32.
BM, marzo 19 de 1916, p. 4.
285
territorio colimense. Este jefe bandolero, al frente de una brigada de diez hombres, penetró
a la población de Zapotitlán, Jalisco, cabecera del municipio del mismo nombre. En este
lugar, secuestró a los señores Anacleto Álvarez, Doroteo Nava y Refugio Vadillo; a este
último lo asesinó a las primeras de cambio.369 Refugio Vadillo se desempeñaba como
presidente municipal y era hermano de Basilio Vadillo, Jefe de Instrucción Pública de la
administración de Juan José Ríos.
Otra clara manifestación del tipo de prácticas para la recolecta de fondos por parte
de las fuerzas de Alonso se puede observar a través de la exigencia formulada
369
BM, abril 5 de 1916, p. 5.
286
a la Hacienda de Nogueras, ubicada en el municipio de Comala, para la entrega de un
préstamo forzoso de 20 mil pesos en plata. De no cumplir con lo demandado, los
propietarios de dicha negociación -los Sres. Rangel- recibieron la amenaza de
secuestro.370 Sobre este particular, es de agregarse que estos hacendados se
caracterizaron por ser de los más cercanos a las autoridades constitucionalistas.
Seguramente, esta actitud de Vicente Alonso no tenía nada de casual.
Por tanto, la gavilla tenía sus fuentes de financiamiento bien definidas: el préstamo
forzoso, el secuestro, la expropiación y el saqueo; otra fuente más, seguramente provino de
sus superiores militares, ya que el jefe militar de Vicente Alonso era un prominente
propietario, que al tiempo que combatía, utilizaba su sapiencia comercial a fin de
establecer fuentes de abastecimiento y financiamiento para las fuerzas a su mando. Una
muestra clara de lo anterior se pone al descubierto tras la ocupación del cuartel general situado en Unión de Tula, Jalisco- de Roberto Moreno por parte de las tropas
constitucionalista, donde encontraron gran cantidad de ganado porcino, de engorda y
vacuno que este jefe villista preparaba para la venta.371 El fruto de estas medidas de
370
371
BM, marzo 19 de 1916, p. 6.
Los constitucionalistas aprovecharon este ganado para intentar la recuperación de bases sociales
287
financiamiento es probable que haya llegado a Vicente Alonso, aunque sea una
pequeñísima parte.
Por su parte, el Indio Alonso tenía sus propios canales de comunicación y
abastecimiento de sus finanzas internas. Es decir tenía su contacto comercial en la ciudad
de Colima, del cual se proveía de víveres y provisiones, asimismo, lo ayudaba en el
resguardo de dinero y materiales diversos. También era una buena fuente de información
sobre el movimiento de las autoridades y fuerzas oficiales . Este papel de apoyo a las filas
bandoleras fue desempeñado por el comerciante Salvador Cárdenas, persona que, según
la memoria, la imaginación popular y los relatos de algunos sobrevivientes de la gavilla, se
quedó con las importantes cantidades de dinero recaudadas por el Indio Alonso durante
sus años de bandolero y combatiente villista.
en una zona donde las manifestaciones de hostilidad y rechazo eran evidentes. Por tal motivo, sacrificaron todo el
ganado y su carne se regaló en los pueblos por donde habían pasado los rebeldes, junto a las raciones de maíz
que desde hacía tiempo venían entregando con esa misma finalidad. Cualquier semejanza con nuestra historia
reciente es mera coincidencia. Sobre el particular, véase, BM, noviembre 30 de 1915, p. 8.
288
Otro nexo importante de las fuerzas de Vicente Alonso fue con el hacendado alemán
Arnoldo Vogel. No es casual que los intereses y bienes de esta negociación hayan
escapado de los saqueos y prestamos impuestos por Alonso. Aún más, sirvientes de
confianza de Vogel engrosaron las filas de los rebeldes, sin dejar de recibir el sustento
económico de su patrón. La conexión de intereses entre Vogel y Alonso es muy probable si
se toman en cuenta los asesinatos, ataques y depredaciones cometidas por las fuerzas de
Alonso sobre las comunidades indígenas de Suchitlán y Cofradía de Suchitlán, rivales del
potentado alemán; por tanto, no es casual que, ante la ocupación de estos indígenas de las
tierras en disputa, Vogel los amenazara con echarles a los villistas.372 Por estos motivos,
Juan José Ríos armó a dichos indígenas a fin de que se defendieran y persiguieran a estos
rebeldes.373
Esta actitud cordial entre el hacendado y el bandolero indígena se pone igualmente
372
Queja de Claro Guzmán y demás pobladores de Cofradía de Suchitlán al Presidente de los Estados
Unidos Mexicanos, diciembre 19 de 1917; en ARAN, Cofradía de Suchitlán, Caja 134, exp. 23, Nº CM002003.
373
Al respecto véase, Informe de la Liga de Comunidades Agraristas del Estado a la Comisión nacional
Agraria sobre la conducta del terrateniente Arnoldo Vogel; en ARAN, Cofradía de Suchitlán, Caja 134, exp. 23, Nº
CM002003.
289
de manifiesto en los relatos que sobre el particular recogió Roberto Urzúa en "La muerte
del Indio Alonso".374 Este tipo de prácticas hace pensar que, para Vicente Alonso, la
redención y justicia social no eran principios muy familiares; que sus preocupaciones y
objetivos transitaban por otros derroteros.
374
Roberto Urzúa Orozco, Op. cit., pp. 56-58.
290
Sin embargo, más alla de el rechazo de la mayor parte de los indígenas suchitlecos
y de sus vínculos económicos con personajes prominentes, gozaba de la protección de
diversos
pobladores e indígenas que habitaban en la
comarca donde tenía sus
campamentos y refugios permanentes. Al calor de las extenuantes e
infructuosas
campañas en su contra, los cuerpos de seguridad pública atribuían sus fracasos a que la
región estaba infestada de "espías de bandoleros", que informaban a los rebeldes
alonsistas sobre los movimientos hechos por la tropa. Incluso, cuando estos pobladores
eran forzados a desempeñarse como guías de las fuerzas oficiales para sortear cerros y
barrancas hasta localizar los refugios de los bandoleros, los conducían por lugares
equivocados e inaccesibles para agotarlos y prolongar el tiempo de duración de las
expediciones para la oportuna fuga de los perseguidos.375
Por otro lado, es pertinente detenerse en las acciones y actitudes asumidas por
Alonso en un lugar muy específico: Zacualpan, su terruño natal y, también observar las
repercusiones que provocó la fama de este jefe bandolero, sobretodo la posición adoptada
por el gobierno y ejército constitucionalista establecido en Colima.
Como ya se mencionó, la conflictiva política y militar ocurrida dentro de las fuerzas
revolucionarias triunfantes a raíz de la Convención de Aguascalientes, así como el clima de
violencia prevaleciente en diversos puntos del Estado, hizo que el gobierno
constitucionalista reforzara sus fuerzas de seguridad. En el ámbito agrario, la presencia de
la policía rural contribuyó a trastocar la vida de los pobladores del campo colimense,
incluidas las poblaciones indígenas.
En Zacualpan, el cuerpo de policía rural se integró con elementos del mismo pueblo.
Este núcleo armado, formado y sostenido por las autoridades estatales, se sintió fuerte y
bien cobijado, dando pie para emprender una serie de desmanes, robos, matanzas de
ganado y venganzas personales, en perjuicio de un gran número de indefensos
375
Blanca Estela Gutiérrez Grageda, "Violencia agraria en Comala: agraristas y bandoleros", en
Servando Ortoll, (cord.), Comala, memorias de un encuentro, Colima, Gobierno del Estado de Colima-U de C,
Asociación Prodesarrollo de Comala A. C.- Cultural Comalli A. C., 1994., p. 159.
291
pobladores. Para justificar los innumerables abusos, sus víctimas recibían las etiquetas de
"villistas" y "alonsistas".
Una muestra es lo acontecido a la familia de Adelaido Salvador. Abandonaron
Zacualpan y se emplearon como peones en el poblado cercano de Juluapan, con la
finalidad de proteger sus vidas y salvarse de los atropellos cometidos por la fuerza armada
local. Sin embargo, uno de los hijos de Adelaido fue apresado sin motivo alguno, sólo bajo
el pretexto de que su padre era "villista". A cambio de liberarlo, Felipe T. Rincón,
excomisario municipal en varias ocasiones y uno de los jefes del destacamento armado, le
exigía la entrega de 60 pesos, a manera de multa.376
Otro de los pobladores que se atrevió a denunciar los abusos fue: Bruno Rodríguez,
quien padeció robó de reses, padeció persecución y amenazas de muerte.377 También,
Mariano Máximo y Pedro Teodoro fueron detenidos bajo la acusación de ser partidarios
del Indio Alonso, pero en verdad -según sus familiares- el principal motivo obedecía a
viejas rencillas de las fuerzas indígenas del pueblo que prestaban sus servicios al
gobierno.378
376
Carta de Leandra Corona al Gobernador del Estado, enero 25 de 1916; en AHEC, leg. 889, hoja
suelta, 1916.
377
Véase, Carta de Bruno Rodríguez al Gobernador del Estado, febrero12 de 1916; en AHEC, leg. 888,
hoja suelta, 1916.
378
Carta de Bibiana Máximo y Julia Santos al Gobernador del Estado, febrero 2 de 1916; en AHEC, leg.
292
Los abusos se extralimitaron de tal manera que hasta una anciana viuda
denunciaba de esta manera dicho proceder: "se dedican de manera notoria al robo y
matanza de reses de los vecinos de Zacualpan y aun de los terrenos colindantes, delito
que hasta hoy ha quedado impune". 379 En lo particular, esta anciana padeció el robo de 5
reses que constituían su único patrimonio.
848 (2), hoja suelta, 1916.
379
Carta de María Silveria Guzmán al Gobernador y Comandante Militar del Estado, noviembre 25 de
1916; en AHEC, leg. 888, hoja suelta, 1916.
293
Los abusos se prolongaron por meses. Ante tanta evidencia, en julio de 1916, las
autoridades estatales detuvieron a los integrantes de esta partida rural, pero el comisario
municipal promovió su absolución380 y pronto fueron liberados. Sus tropelías se
prolongaron por cuatro meses más hasta que las autoridades estatales optaron por
aprehender nuevamente a esos malhechores disfrazados de guardianes del orden.381
Por supuesto que los miembros de esta policía rural no fueron de las simpatías del
Indio Alonso. Por ello, durante el mes de agosto de 1916, Alonso y su comitiva visitaron,
sitiaron y merodearon en Zacualpan durante varios días; su objetivo era muy específico:
capturar a Miguel Romero, uno de los principales integrantes de ese agrupamiento
armado, para fusilarlo.382 Acción que no pudieron coronar con éxito. Este intento reviste las
características de un acto justiciero, aunque se motivó en mucho por deseos de venganza
ante una partida de paisanos que buscaba aniquilarlo y colaboraba con sus más feroces
enemigos: las autoridades militares constitucionalistas.
Dos semanas antes, acompañado de una pequeña partida de seguidores, ya había
incursionado en el pueblo de Zacualpan al amparo de la noche y tras gritar ¡Aquí esta su
padre! y ¡Viva Zapata!, disparó contra su primo hermano Encarnación Alonso, quien
milagrosamente sólo quedó herido. Este intento de asesinato se debía a que su familiar
había estado enlistado como soldado carrancista.383
A partir de todo su amplio accionar y sugerente figura, se ha considerado al Indio
Alonso como hombre irredento, indómito, inflexible ante las autoridades constitucionalistas.
380
Carta de Simón Guzmán, Comisario Municipal de Zacualpan, al Gobernador del Estado, julio 16 de
1916; en AHEC, leg. 883, hoja suelta, 1916.
381
Véase, Comunicado del Secretario de Gobierno al Jefe del 36º. Batallón, noviembre 26 de 1916; en
AHEC, leg. 888, hoja suelta, 1916.
382
Oficio de Simón Guzmán, Comisario Municipal de Zacualpan, al Gobernador del Estado, agosto 8 de
1916; en AHEC, leg. 880, hoja suelta, 1916.
383
Acta de la Comisaría de Policía de la ciudad de Colima, julio 21 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja
71, exp. s/n, 1916.
294
Sobre todo porque, mientras que, desde mediados de 1915 y a lo largo del año siguiente,
una considerable cantidad d e individuos aceptó amnistiarse y se sometió a las autoridades
establecidas, él, en cambio, prosiguió hostigando y evadiendo a las fuerzas militares
procarrancistas. Por tal motivo, en agosto de 1916, el gobierno de Juan José Ríos lo
declaró fuera de la ley.
Sin embargo, el haber permanecido insubordinado a las autoridades, no implicó
que Vicente haya deseado continuar por siempre con este tipo de vida o que poseyera
una gran fidelidad a ultranza hacia el villismo. Durante 1915, buena cantidad de rebeldes
aceptaron la amnistía ofrecida por las autoridades y militares carrancistas. Incluso,
reconocidos villistas como Pedro Zamora y Roberto Moreno hicieron intentos por
amnistiarse, utilizando como mediador al cónsul de los Estados Unidos en Manzanillo.384
Alonso hizo el mismo intento, pero demandando un trato especial.
En general, estableció tres condiciones centrales para aceptar la propuesta de
amnistía: el otorgamiento de 10 mil pesos para su persona, los cuales servirían para
recompensar los perjuicios efectuados a sus bienes e intereses, por sus enemigos
residentes en el pueblo; 100 pesos a manera de gratificación para cada uno de sus
compañeros de armas; y además, el retiro de la fuerza rural establecida en Zacualpan, su
pueblo natal y donde, nuevamente, establecería su residencia.
Las demandas anteriores reflejaban la fidelidad hacia sus hombres, así como la
añoranza por reintegrarse a su comunidad e imbuirse dentro de las clásicas formas de
vida de una sociedad tradicional, ajena al mundo exterior. Puntualmente afirmaba: "He
pensado resueltamente rendir las armas y retirarme a la vida privada, es decir a mi
antigua vida á [sic] trabajar pacíficamente, sin tener compromiso alguno con los
gobiernos hoy contendientes y en lucha".385 La eliminación de la partida rural significaba,
384
Véase, Oficio del Gobernador y Comandante Militar General Juan José Ríos a Venustiano Carranza,
enero 4 de 1916, en AHEC, leg. 877, hoja suelta, 1915.
385
Correspondencia entre Vicente Alonso y ... loc. cit.
295
por una parte, desarmar y desproteger a sus enemigos internos, y por la otra, alejar la
personificación de un elemento de poder externo que amenazaba su seguridad y libertad.
Debido a que las exigencias rebasaban la contemplado en el decreto de amnistía
establecido por el general Álvaro Obregón el 28 de septiembre de 1915, el gobernador
Juan José Ríos no accedió a las condiciones planteadas por Vicente Alonso. En dicha ley
sólo se permitía que todos los soldados y oficiales villistas, hasta con rango de capitán,
recibirían 50 y 100 pesos respectivamente, así como garantías suficientes para regresar a
sus hogares o lugar de preferencia.
Por otra parte, la tentativa de amnistía emprendida por Vicente Alonso, se efectuó como ya se mencionó- justo en los tiempos cuando Pedro Zamora y Roberto Moreno (este
último jefe militar inmediato superior de Alonso) realizaban una acción similar. Por lo
anterior, probablemente, la toma de esta decisión se hizo de manera concertada, ante un
panorama militar que les volvía la espalda.
Además, la lectura de la correspondencia entre Vicente Alonso y Juan José Ríos en
esta tentativa de amnistía puede darnos pautas para comprender las motivaciones y el
proceder del cabecilla bandolero. De entrada fue notorio el uso de grados y términos de
índole militar. Vicente Alonso presentaba a sus fuerzas como un regimiento perteneciente a
la brigada de Roberto Moreno, la cual tenía su cuartel general en Unión de Tula, en el sur
jalisciense. El mismo Alonso se ostentaba como teniente coronel; lo que permite suponer
que el "popular" Indio Alonso estaba familiarizado con las jerarquías existentes al interior
de los rebeldes y sus niveles de mando. Quien se expresaba ya no era sólo un bandolero
sino un rebelde familiarizado con la vida y destino de las fuerzas villistas del occidente
mexicano.
Otro rasgo distintivo de Vicente Alonso y sus fuerzas es que no tuvieron una
vinculación clara con los reducidos núcleos villistas que operaban en el resto de Colima y
eran de naturaleza urbana o nutridos por exmilitares. Su destino estaba más bien -como se
ha dicho- ligado a los contingentes que operaban en la región montañosa del sur de
Jalisco bajo el mando de Pedro Zamora y Roberto Moreno. En función de sus estrategias y
296
objetivos tácticos delineaba sus acciones. Por tanto, si bien llevaba a efecto una gran
cantidad de acciones de manera independiente en poblaciones colimenses, siempre
mantuvo contacto y coordinación con sus homólogos jaliscienses. Con ello rebasaba los
marcos propios de un simple salteador.
El contingente rebelde con el cual se identificaba Alonso era una fuerza altamente
significativa. Baste decir que, para mediados de 1916, las tropas comandadas por Pedro
Zamora sumaban, por sí solas, una cantidad superior a mil hombres, caracterizados por su
inflexibilidad, bravura y crueldad. Este grupo indómito estaba constituido por dos pilares
básicos: el apoyo y la suma de ricos hacendados; y un importante número de bandoleros.
Para ambos sectores, la resistencia -más individual que social- parecía ser el eje común y
no la existencia de un objetivo o ideal transformador.
El caso de Vicente Alonso no fue el único. Otros connotados bandidos ocupaban
lugares importantes dentro de las fuerzas zamoristas y morenistas. Uno los lugartenientes
más conocidos de Pedro Zamora fue Saturnino Medina (a) "La Perra", oriundo de la región
de Unión de Tula; se distinguió por sus prácticas bandoleras y la crueldad que aplicaba a
cada una de sus acciones; murió en combate en 1916. Otro de los famosos lugartenientes
de Zamora fue José Covarrubias; este jalisciense, originario de Juchitlán, alcanzó
notoriedad porque sus acciones bandoleras se acompañaban de raptos de jovencitas de
los sitios donde atacaban. Al parecer, el cordón montañoso que se sitúa al sur de Jalisco e
incursiona por el norte colimense era un foco de bandoleros de donde se nutrió el villismo, y
éstos, al mismo tiempo, le impusieron un sello muy particular a su devenir.
A partir de todo lo antes expresado, no existen elementos suficientes para suponer
una evolución en la actitud y finalidades de Vicente Alonso que marque el tránsito de un
salteador o bandolero profesional a un rebelde que emprendía acciones de resistencia,
defensa de su vida tradicional, clamor p or la justicia o adopción de una postura clara frente
a la división de las dos grandes coaliciones revolucionarias en pugna.
297
La incorporación de Vicente Alonso a la vida bandolera, más que tener rasgos de
bandolerismo social, significaba una forma de subsistir. Un método efectivo para
demandar su participación en los beneficios de una sociedad que le daba pocas
oportunidades legítimas de prosperar. Su adhesión a las fuerzas villistas de la región fue un
refugio y una oportunidad para resolver sus aspiraciones y conflictos personales, desde
trincheras más provechosas.
En el caso del Indio Alonso existen muchos elementos que lo acercan a una de las
tipologías de Knight, referente a los bandidos profesionales para quienes el bandolerismo
significaba una forma de vida, lucrativa, sugerente, pero sin implicaciones sociales. Sin
embargo, vistas sus acciones y las de los demás bandoleros dentro del marco general de
la crisis política y militar ocurrida entre las fuerzas revolucionarias, es notorio que sus
fechorías no se presentaron de manera pura -retomando las ideas de Hobsbawm-, pues al
operar en tiempos -y dentro de- una conflictiva y masificada confrontación militar, las
acciones bandoleras comunes o antisociales se compaginaron con proyectos u objetivos
de más largo aliento, dando lugar a un fenómeno oscilante y confuso.
4.- EL VILLISMO A LA "COLIMENSE"
Es pertinente remarcar que no sólo Vicente Alonso figuró como cabecilla de grupos
autonombrados "villistas" que operaron en Colima y sus inmediaciones. José Bueno, Fidel
Gómez, Luis V. Gutiérrez, entre otros, encabezaron contingentes armados que pusieron en
jaque a las autoridades en puntos diversos de la entidad. Por tanto, a fin de poder
explicarse de mejor manera la incursión de Vicente Alonso en esta contienda militar, es
necesario adentrarse en la significación que alcanzó la flama villista en Colima. Lo anterior
obliga a destacar la emergencia de otros actores sociales, adversarios, al igual que el
Indio Alonso, del régimen constitucionalista.
Ahondar en la composición social del villismo es un elemento importante para el
298
esclarecimiento de las razones y motivos de su accionar, máxime que una de sus
características es la variada extracción y motivación social de los grupos e individuos
adheridos a esta facción revolucionaria. El conocimiento de sus adhesiones y renuncias,
así como el ritmo y la temporalidad con que éstas se dieron, permiten explicar en mucho el
fenómeno, ya que la presencia de nuevos elementos pudo alterar y hasta cambiar el
sentido de acciones tradicionalmente concebidas.
Una cosa resulta innegable: las acciones del villismo permanecieron ajenas a los
colimenses antes de la caída del usurpador Victoriano Huerta. Sin embargo, después de
realizada la Convención de Aguascalientes y tras el despliegue de la confrontación armada
entre las partes triunfantes, la situación cambió y los enfrentamientos, que se escenificaban
en el occidente, empezaron a tocar las puertas del estado de Colima, pues el villismo
adquirió destacada presencia en las á reas vecinas de Michoacán y Jalisco. Hombres que
no respetaron los límites estatales en su despliegue bélico y que vincularon su accionar (y
en algunas otras corrió paralelo) con colimenses adversos o confrontados con los
seguidores de Carranza establecidos en esta entidad .
En Jalisco, tras la ruptura entre los dos bandos revolucionarios a raíz de la
Convención de Aguascalientes, la proliferación de villismo fue impresionante. En pocos
días, en el seno de las fuerzas revolucionarias de la entidad, se inició un proceso de
desbandada. Un gran número de jefes y oficiales se separaron con todo y tropa, dejando a
las fuerzas leales a Venustiano Carranza en notoria debilidad.386 Los escindidos se
proclamaron convencionistas y establecieron su principal centro de operaciones en el sur
del Estado, aunque también actuaron en la zonas de barrancas aledaña a Tequila y en los
386
Cfr., Mario Aldana Rendón, Del reyismo al nuevo orden constitucional, 1910-1917 (tomo 1),
Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco-Universidad de Guadalajara, col. Jalisco desde la revolución, tomo
1, 1987, p. 249.
299
Altos de Jalisco.
Entre los militares disidentes -radicados en Jalisco- figuró José María Morales
Ibarra, exjefe de mando de las fuerzas armadas del gobierno huertista en Michoacán y jefe
del 2do. batallón de Jalisco del Ejercito del Noroeste. Morales desertó para sumarse a la
oposición villista, se llevó consigo a gran parte de la fuerza bajo su mando. Sus acciones
se desarrollaron, en mayor medida, rumbo a los Altos de Jalisco, donde enfrentaron una
tenaz persecución del teniente coronel José María Buenrostro, fiel constitucionalista y de
triste memoria para la población colimense. En sus arengas públicas, José Morales
enarbolaba la bandera de la religión, como único medio para tener un buen gobierno.387
Tras el decreto de amnistía muchos de sus soldados se presentaron ante las autoridades
militares o simplemente desertaron. Pese a ello, Morales conservó un nutrido y compacto
contingente, reforzado reiteradamente por la "clásica" leva. Sus acciones ocasionaron
innumerables dolores de cabeza a Manuel M. Diéguez y compañía.388
Julián Medina era originario de Hostotipaquillo. Provenía de una familia con
precariedad económica. Para 1910 era empleado de la empresa minera establecida en
Etzatlán. En este lugar se enroló en las filas maderistas. Al año siguiente fundó el Club
Liberal de Obreros "Benito Juárez"; posteriormente fue electo presidente municipal de su
lugar de origen. Se levantó en armas contra el gobierno de Huerta; entre sus seguidores
iban muchos mineros de la localidad. Al participar en la Convención de Aguascalientes se
pronunció a favor de Francisco Villa. Tras la ocupación de Guadalajara por los
convencionistas, Francisco Villa lo designó gobernador del estado, puesto que
desempeñó durante algunos meses. Una vez que fue desplazado del poder por Diéguez,
387
388
Véase, BM, noviembre 25 de 1914, p. 1.
BM, noviembre 24 de 1914, p. 2 .
300
continuó combatiendo e intentó recuperar Guadalajara sin éxito. A principios de 1916
aceptó el ofrecimiento de amnistía -junto con sus hermanos- y salió del país, desterrándose
a Estados Unidos.
José Sánchez Gómez fue otro destacado integrante de las filas villistas. Era
agricultor y comerciante de la región de La Huerta, Jal., donde gozaba de prestigio y cierto
cacicazgo local. Adoptó una actitud rebelde ante las incautaciones sufridas a sus bienes
por parte de las tropas constitucionalistas. Si bien utilizó métodos tradicionales para
financiar su campaña como la imposición de préstamos forzosos, se distinguió por
aplicarlos con más equidad. Usaba la violencia con moderación y no toleraba los
desmanes de sus seguidores.389 Gracias a lo anterior se ganó el apoyo y encubrimiento
por parte de los habitantes de la comarca. Este hecho le permitió sortear todas las
ofensivas militares en su contra hasta que se amnistió en 1920.
Julián del Real también engrosó las filas convencionistas. Desde su empleo de
operario en el mineral de Etzatlán, Jal., se levantó en armas a favor de la causa maderista.
Dos años más tarde, al frente de 300 hombres, volvió a hacer lo mismo en Ameca, ahora
contra el gobierno de Huerta. Ante la ruptura revolucionaria se unió a los villistas, donde
permaneció combatiendo hasta octubre de 1915, fecha en que aceptó amnistiarse junto
con cientos de sus seguidores, al tiempo que se incorporó a las filas carrancistas. Se
enfrentó ante sus antiguos excompañeros por corto tiempo, pues a principios de 1916, tras
una confrontación con soldados constitucionalistas, fue juzgado y fusilado.
Sin lugar a dudas, una de las principales figuras villistas fue Pedro Zamora, hijo de
campesinos del sur jalisciense. Desde joven se dedicó al comercio ambulante en su
región de origen. Se incorporó a las fuerzas maderistas en la entidad y, más tarde, optó
389
Juana Elena Macias Huerta, Revolución y revolucionarios en Jalisco, Guadalajara, Departamento de
Educación Pública de Jalisco,1986, pp. 117-118.
301
por combatir bajo las banderas constitucionalistas, donde aceptó la jefatura de Lucio
Blanco. Cuando Blanco se plegó a los acuerdos convencionistas, Zamora hizo lo mismo.
Pedro Zamora encabezó las primeras manifestaciones de ruptura al interior del
bando revolucionario. En octubre de 1914 recorrió varias poblaciones del sur del estado
reclutando hombres y caballos, con la finalidad de nutrir las filas de los partidarios de la
Convención, en sus arengas proclamaba la libertad religiosa, ganando numerosos adeptos
inconformes por el anticlericalismo de Diéguez. A Zamora lo acompañaba el padre Manuel
R. Corona,390 ambos acaudillaban el grupo armado. La composición numérica de su grupo
armado fue oscilante, regularmente sumaba varios cientos. Fue un rebelde indómito que
proclamó su adhesión al villismo hasta 1920, año en que depuso las armas. A lo largo de
todo su accionar se caracterizó por practicar raptos, saqueo y extorsión.391
Roberto Moreno figuró como otro de los más destacados rebeldes villistas; era un
prominente hacendado de la región de Unión de Tula.392 Padeció las continuas extorsiones
de los militares en su hacienda San Clemente; tal situación lo orilló a tomar las armas y
conformar un grupo de defensa armado. Al levantarse en armas, propagó entre sus
trabajadores que la revolución se iba apoderando de las haciendas y mandaba retirar a los
trabajadores, por lo tanto, para defenderse era necesario armarse y seguirlo para
390
Manuel R. Corona era oriundo de San Lorenzo, del municipio de Ejutla, Jalisco; cursó la carrera
eclesiástica en el Seminario de Colima y, al egresar, desempeñó su ministerio en el templo de su lugar de
origen, dependiente de la sede parroquial de Ejutla, donde el párroco titular era Juan de la Mora. El padre Corona,
al sumarse a la rebelión zamorista, incorporó a varios de sus feligreses a los contingentes rebeldes y se
incorporó a las tareas de mando con su propia tropa.
391
Para mayor información sobre este personaje, consultese a Gabriel Ch. Morett, Siguiendo los pasos
al General Pedro Zamora, México, Cía. Editorial Electrocomp, 1990.
392
Su hacienda contaba con una extensión de 11, 600 hectáreas, de las cuales , en 1910, tenía
cultivadas 2, 600 (2, 200 de temporal y 200 de riego), 4, 000 estaban sin cultivo, 3, 500 destinadas a pastizales y
1, 500 eran área de bosques. Sus tierras estaban dedicadas, centralmente, a la producción de maíz, frijol y
garbanzo, donde laboraban 400 jornaleros. Los ingresos obtenidos por su producción agrícola -en 1910- fueron
$ 35, 315.00. Información obtenida de: Patricia Arias y Claudia Rivas (comp.), Estadística Agrícola de Jalisco,
1910, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1994, p. 281.
302
pelear.393 Este llamado encontró oídos receptivos en muchos de sus empleados.
Las acciones de Moreno subieron de tono al conjuntar esfuerzos con Pedro Zamora;
ello le permitió ejercer dominio sobre una amplia zona del sur de Jalisco e irradiar su
accionar a las tierras colimenses. A pesar de ser todo un hacendado, en las áreas donde
imponía su control y dominio, impulsaba la d esaparición de las tiendas de raya y el perdón
de las cuentas pendientes a peones y labradores.394 Roberto Moreno no aceptó los
ofrecimientos de amnistía y continuo combatiendo hasta 1917, fecha en que ocurrió su
muerte.
393
394
BM, octubre 27 de 1915, p. 8.
BM, diciembre 4 de 1915, p. 5.
303
En la zona de Tapalpa, Jalisco, las filas convencionistas se nutrieron desde otras
trincheras. A finales de1914, Justo Hueso se adhirió a las fuerzas villistas comandadas por
Pedro Zamora. Justo era miembro de una distinguida familia de Tecolotlán; él mismo era
dueño de la hacienda La Capula, ubicada en Chiquilixtlán. Tenía como un sólido aliado a
su hermano Jesús, párroco de Tapalpa, quien ante el anticlericalismo constitucionalistas
realizó propaganda a favor del villismo y terminó nutriendo sus filas, al igual que otros
clérigos de la zona.395
Por otra parte, desde Coalcomán, Michoacán (municipio limítrofe con Colima) las
fuerzas rebeldes comandadas de Gordiano Guzmán se convirtieron en una constante
amenazaba para los constitucionalista de Colima. Otro rebelde que operó en tierras
michoacanas, pero que propagó sus acciones hasta algunos puntos de Jalisco e incluso
de Colima, fue Jesús Sintora,396 quien se distinguió por cometer infinidad de crímenes y
395
BM, octubre 29 de 1915, p. 5, y Gabriel Ch. Morett, Op. cit., p 80-83.Para profundizas en el papel
desempeñado por la iglesia y los clérigos de Jalisco durante la etapa revolucionaria, véase, Francisco Barbosa
Guzmán, La iglesia y el gobierno civil, Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco-Universidad de Guadalajara,
Jalisco desde la Revolución t VI, 1988, pp. 149-196.
396
Jesús Sintora era un pequeño propietario de la región de Arteaga, Michoacán. Se incoporó al
maderismo en 1911. En 1912 se rebeló contra el gobierno estatal del Dr. Miguel Silva. Fue Coronel huertista
304
actos de bandolerismo.397
durante 1913-1914. En julio de 1914 se pasó al constitucionalismo. Poco después se convirtió en jefe villista.
Entre 1916-1918 apoyó al felicismo. Para mayor información véase Rita María Hernández Hernández,
"Movimientos rebeldes michoacanos durante la revolución (1915-1919): los casos de Jesús Sintora, José
Altamirano e Inés Chávez García", en Eduardo N. Mijangos Díaz, Movimientos sociales en Michoacán. Siglos XIX y
XX, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo-Instituto de Investigaciones Históricas, 1999, pp.
153-173.
397
Para contar con una visión amplia sobre el villismo michocano, véase, Alvaro Ochoa Serrano, "Se
decían villistas" y Rita María Hernández Hernández, "Movimientos rebeldes michoacanos durante la revolución
(1915-1919): los casos de Jesús Sintora, José Altamirano e Inés Chávez García", en Ibid.; además,Verónica
Oikón Solano, El Constitucionalismo en Michoacán. El período de los gobiernos militares (1914-1917), México,
CNCA, 1992.
305
Otro bandolero incontrolable fue Luis V. Gutiérrez, mejor conocido bajo el apodo de
"El Chivo Encantado", quien comandaba un grupo de rebeldes y salteadores que operaban
en la zona limítrofe entre Michoacán y Colima. Su accionar oscilaba, fundamentalmente,
entre los municipios de Coalcomán y Tecomán, de uno y otro estado respectivamente. Uno
de sus lugares predilectos como blanco de ataques fue precisamente la población de
Tecomán, donde se convirtió en una verdadera calamidad.398 Sus incursiones y fechorías
en la zona costera colimense fueron un constante dolor de cabeza para el gobierno del
General Juan José Ríos.399
En Colima, entre los primeros en insubordinarse ante el nuevo gobierno estatal,
figuró José Bueno, personaje ampliamente conocido en tierras colimotas. Este militar
destacó en las luchas maderistas ocurridas en el occidente mexicano; combatió a las
fuerzas de Antonio Delgadilllo, gobernador huertista establecido en Colima y participó con
sus fuerzas en la toma constitucionalistas de esta ciudad.400 Al ocurrir la ruptura entre los
revolucionarios, se inclinó por los convencionistas comandando una fuerza militar de 600
398
Sobre el particular, véase, Oficio Nº 203 de Ramón Llerenas, Presidente Municipal de Tecomán, al
Secretario General de Gobierno del Estado de Colima, marzo 20 de 1920; en AHEC, leg. 960, hoja suelta, 1920.
399
Como ejemplo, véase, Reporte de Luis F. Rivera, administrador de la Vacuna, a la Comandancia
Militar del Estado, julio 11 de 1916; en AHMC, sección "E", Caja 64, hoja suelta, 1916.
400
Al respecto, véase, Carta de Fermín Ceballos, Comisario Municipal de San Miguel de la Unión, al
Gobernador del Estado de Colima, mayo 29 de 1914; en AHMC, Sección "E", Caja 58, exp. s/n, 1914. Así como,
Informe de Dario Pizano, Capitán 2º del 20 Batallón de Infantería, al Coronel en Jefe del Estado Mayor de Colima,
junio 29 de 1914; en AHEC, leg. 867, hoja suelta, 1914.
306
hombres. Tras participar por algunos meses en estas filas y operar por el rumbo de
Tepames, en julio de 1915 aceptó el ofrecimiento de amnistía junto con 400 hombres a su
mando, pasándose en masa al constitucionalismo.
Fidel Gómez protagonizó las acciones rebeldes más sorpresivas en la entidad. Este
colimense, erguido como jefe villista, encabezó la toma de la capital colimense iniciada la
noche del 28 de noviembre de 1914. Mediante un plan debidamente concertado, ocupó el
Palacio de Gobierno, encabezado entonces -de manera interina- por el Lic. Winstano Luis
Orozco. La Comandancia Militar del Estado tenía como responsable a Miguel Orozco
Camacho y el Comandante Militar de la Plaza de Colima -la ciudad- era el Mayor Luis
Álvarez Gayou, quien dirigía el 3er. Batallón de Jalisco. En este operativo rebelde
participaron varios personajes que ocuparon cargos públicos durante el breve gobierno de
Eduardo Ruiz y las fuerzas de Roberto Moreno p rovenientes del sur jalisciense. Otro sector
que posibilitó esta acción fue el formado por soldados pertenecientes a dos compañías del
3er. Batallón de Jalisco, quienes se insubordinaron al bando constitucionalistas y,
específicamente, al Comandante Militar de la Plaza, el Mayor Álvarez Gayou.401
Todo este contingente de insubordinados, a punta de bala y al grito de " Viva Villa,
Viva la religión", ocuparon por horas la capital del Estado. Después de que las fuerzas
leales al constitucionalismo abandonaron la ciudad, Fidel Gómez
nombró como
gobernador a su padre, Rafael Gómez Espinoza. El cargo de Secretario General de
Gobierno fue otorgado al Lic. Ignacio Padilla, abogado ampliamente conocido en la
entidad.
Los reducidos contingentes constitucionalista evacuados de la ciudad capital
recibieron un refuerzo inesperado tras la llegada casual de destacamentos leales al
carrancismo provenientes de Sinaloa, en el cual venían como integrantes personajes de la
talla del Lic. Miguel Aguirre Berlanga y el coronel Ernesto Damy. También se reforzaron con
401
Sánchez Lamego, Miguel A., Historia militar de la revolución en la época de la Convención, México,
INEHRM, 1983, p. 124.
307
fuerzas del 16º Batallón de Sonora que llegaron de Tuxpan, Jalisco, al mando del teniente
coronel Amado Aguirre. La ya nutrida fuerza militar emprendió la reconquista de la ciudad
de Colima y tras horas de combate, las partidas rebeldes se vieron obligadas a emprender
su intempestivo abandono de la ciudad, huyendo por el rumbo de Villa de Álvarez.
En esta tentativa rebelde, individuos de reconocida solvencia económica tuvieron
ingerencia. Según las autoridades, los instigadores, enemigos de la causa
constitucionalista "sobornaron a la policía colimense e hicieron que se levantaran en
armas contra el gobierno varios policías y algunos bandoleros".402 Hacendados, políticos
desplazados y bandidos en causa común: expulsar al constitucionalismo de Colima.
Por ejemplo, quien apareció como líder de la rebelión al interior de la ciudad, Fidel
Gómez así como su padre, eran hombres acomodados de la entidad, poseedores de
bienes y extensiones agrícolas nada desdeñables. Meses antes de efectuar esta rebelión al arribo de los constitucionalista a Colima- padecieron, al igual que otros, la intervención
de sus bienes.
402
BM, diciembre 4 de 1914, p. 4.
308
Existieron otros hombres adinerados que enfrentaron directamente a los
constitucionalista. Higinio Álvarez, destacado hacendado colimense, quien estuvo
vinculado estrechamente a las autoridades huertistas en la entidad y en el combate a las
fuerzas rebeldes ligadas al campo revolucionario, al grado tal que uno de los contingentes
que enfrentaron -durante los primeros meses de 1914- a estos grupos se denominaba
"Guerrilla Higinio Álvarez",403 organizada y armada por dicho personaje.
Álvarez sufrió saqueos en sus propiedades al arribo de las fuerzas
constitucionalista. También fue afectado con la intervención gubernamental sobre su
Hacienda de Quizalapa, desde el 16 de agosto de 1914 al 12 de marzo del año
siguiente.404 Esta medida profundizó su inestable situación económica. En esos tiempos,
los préstamos obtenidos para impulsar actividades agrícolas lo obligaron a establecer, con
su proveedor financiero Blas Ruiz, un convenio mercantil donde se comprometió a vender
403
Al respecto, véase, Oficio Nº 15 del General Brigadier Antonio Venegas al General Antonio Delgadillo,
mayo 4 de 1914; en AHMC, Sección "E", Caja 58, exp. s/n, 1914.
404
Informe del 2º Jefe en funciones de la Oficina de Intervención y Confiscación de bienes al Secretario
General de Gobierno y de la Comandancia Militar del Estado, octubre 22 de 1915, en AHEC, leg. 868, 1915.
309
toda su cosecha de maíz para pagar su hipoteca sobre los 20, 800 pesos concedidos;
para cubrir este monto no sólo se obligó a la entrega de dicha producción sino que también
hipotecó una casa de su propiedad en la cd. de Colima.405
405
Sobre el particular, véase, Venta de cosecha para el pago de hipoteca de Higinio Álvarez a Blas Ruiz ,
diciembre 13 de 1913; en ARPPCC, Inscripciones Públicas, libro 26, 1913, nº 154, f. 19.
310
Ante este trato tan poco afable de los revolucionarios del noroeste, Álvarez no acató
las ordenes sobre la entrega de las armas que poseía, insubordinándose a las
autoridades. Es difícil precisar su intervención directa en los sucesos ocurridos en la
capital ya antes descritos, pero fue sumamente probable, pues en enero de 1915, se le
otorgó amnistía y la garantía sobre sus intereses, a cambio de entregar las armas, no
mezclarse en asuntos políticos, contribuir a la pacificación del estado y no formular
reclamaciones sobre las bienes afectados por el gobierno y el ejército constitucionalistas.
También ofrecieron garantías para sus compañeros de armas.406
Otro conocido colimense adepto al villismo fue el abogado Ignacio Padilla. Seguidor
del exgobernador J. Trinidad Alamillo. En su calidad de senador suplente por Colima,
condenó la acción huertista de disolver las cámaras federales. Fue presidente del
Supremo Tribunal de Justicia y gobernador interino durante los primeros meses de dominio
constitucionalistas. Padilla se incorporó a las fuerzas de Fidel Gómez y, tras el rechazo a la
tentativa de tomar la ciudad de Colima, solicitó amnistía y, a cambio, se comprometió
gestionar la rendición de algunas de las partidas rebeldes a las órdenes de Rafael y Fidel
Gómez. 407
De un origen social muy distinto provenía otro jefe de fuerzas autodenominadas
villistas, el ya referido Vicente Alonso, indígena oriundo de la comunidad de Zacualpan,
población con uno de los mayores índices de pobreza y marginación de la entidad. Con
406
Carta del Gobernador y Comandante Militar del Estado a Higinio Álvarez , enero 20 de 1915. en
AHEC, leg. 877, hoja suelta, 1915.
407
Cartas del Gobernador y Comandante Militar Juan José Ríos al Lic. Ignacio Padilla, 24 de mayo de
1915 y junio 23 de 1915, en AHEC, legs. 838 (1913) y 877 (1915). Una copia del documento relativo a su amnistía
se encuentra en Anexo Nº 2.
311
sonados antecedentes criminales y fugas de prisión, encabezó un pequeño grupo de
seguidores que se dedicaron a cometer toda clase de tropelías que significaban un severo
golpe a los intereses de los grandes hacendados, agricultores y comerciantes, así como
una pesadilla para las autoridades y sus fuerzas armadas. A partir de 1915, su gavilla se
robusteció con la novedad de reivindicarse combatientes villistas.
Todo este incremento del fenómeno villista en Colima se presentaba en el marco del
fortalecimiento militar de la División del Norte. La de por sí poderosa fuerza militar de
Francisco Villa, engrosó sus filas con nuevos integrantes: individuos que habían
permanecido neutrales en el conflicto o incluso muchos que enfrentaron a los
constitucionalista desde el bando huertista, se sumaron a las acciones del villismo. Este
fenómeno fue propiciado por el mismo Pancho Villa. Desde octubre de 1914, invitó a
militares "sanos" del extinto ejercito de Huerta a incorporarse dentro de sus tropas; incluso,
dos meses después, el llamado fue público. para infundir confianza, destacaba la
presencia entre sus filas de un militar de carrera como el general Felipe Ángeles.408
Debido a la dimensión alcanzada por los grupos e individuos armados locales,
continuaron los problemas para el gobierno constitucionalistas de Colima. Su estabilidad
dependía de consolidar el dominio en toda la región de occidente. Para su mala fortuna, el
avance del villismo en Jalisco fue impresionante. A las fuerzas que operaban en este
estado, se sumaron las columnas villistas desplazadas desde el bajío. Lo anterior provocó
408
Esta invitación pública apareció en el periódico El Monitor, el 5 de enero de 1915. Tomado de,
Guilpain P., Felipe Ángeles y los destinos de la Revolución Mexicana, México, FCE, 1991, p. 87.
312
que los constitucionalista evacuaran la capital tapatía y se replegaran hacia el sur de
Jalisco. Las fuerzas de Villa tomaron Guadalajara a mediados de diciembre de 1914 y
pusieron como gobernador a Julián C. Medina,409 al tiempo que el gobierno de Manuel M.
Diéguez se establecía en Ciudad Guzmán.
409
El General Julián C. Medina tomó parte en la conducción de la toma de Guadalajara el 8 de julio de
1914, encabezando la Brigada de Caballería Medina compuesta por mil plazas, bajo la jefatura del general Julián
Blanco, a quien le profesó gran lealtad. Participó como delegado en la Convención de Aguascalientes donde
optó por la tendencia villista distinguiéndose de su jefe militar -formal- y gobernador de Jalisco Gral. Manuel M.
Diéguez que permaneció fiel a Venustiano Carranza. Junto con sus hermanos José, Jesús y Juan se convirtió en
un activo promotor y jefe militar del villismo en Jalisco.
313
Tras ocupar la capital tapatía, el despliegue del grueso de las fuerzas villistas se
propagó hacia el sur jalisciense por los rumbos de Ocotlán y Tamazula de Gordiano a sólo
quince kilómetros de Ciudad Guzmán, cuartel general de Diéguez. El avance de los
convencionistas en Jalisco hizo tambalear al carrancista más pintado. En Mis memorias
de campaña, Amado Aguirre (jefe militar carrancista) señaló que en una reunión del estado
mayor del Ejército del Noroeste, Juan José Ríos llegó a proponer disolverse, embarcarse
en Manzanillo rumbo a Salina Cruz , Oaxaca y, seguidamente, concentrarse con Carranza
en Veracruz, para organizar una nueva fuerza militar.410
La decisión fue otra y el 18 de enero de 1915, los constitucionalista recuperaron la
ciudad de Guadalajara; en mucho, gracias a que se reforzaron con más de 6 mil hombres
de la 2ª División del Noroeste, que arribó proveniente de Toluca; también aprovecharon
que Villa había salido de Guadalajara con destino a la ciudad de México, dejándole a
Medina una fuerza de 8 mil efectivos.
En estos tiempos de convulsión, el reclutamiento de la base de los respectivos
ejércitos constitucionalista y convencionista se realizaba recurriendo a múltiples métodos,
las adhesiones eran voluntarias e involuntarias. Hay que agregar que, para una gran parte
de los miles de combatientes por ambos bandos, eran más atractivos los sueldos y
410
Una buena reseña sobre esos aciagos momentos para el constitucionalismo pueden extraerse de
Aguirre, Amado, Op. cit., p. 94.
314
beneficios que aportaba esta guerra civil, que los programas políticos, objetivos sociales o
individuales de ambas jefaturas politico-militares.411
411
cit., p. 321.
Véase, Hans Werner Tobler, La Revolución Mexicana. Transformación social y cambio político ...Op.
315
A mediados de febrero, los convencionistas tomaron de nuevo la capital jalisciense.
Los miles de soldados villistas que se encontraban en el bajío se desplazaron de nuevo
hacia Jalisco dirigidos por el propio general Villa. Las fuerzas de Diéguez se vieron
obligadas, nuevamente, a emigrar hacia el sur jalisciense. La persecución de las fuerzas
de la División del Norte contra los constitucionalista fue impresionante. El 18 de febrero de
1915, cerca de 12 mil villistas, les propinaron una lastimosa derrota en la Cuesta de
Sayula.412 Ante tales hechos, el gobierno de Colima puso sus barbas a remojar y, a partir
del 19 de febrero, cambiaron la sede del poder estatal al puerto de Manzanillo. Sin
embargo, la llama no los alcanzó y el primero de marzo se restablecieron los poderes en
Colima, a tiempo para tener como huésped al errante gobierno de Diéguez que salió
huyendo de Ciudad Guzmán ante el empuje de la caballería y artillería villista.
El ejército del Centauro del Norte una vez posesionado de Ciudad Guzmán inició el
avance sobre Colima, pero al alcanzar Tuxpan, Jal., a solicitud enviada por el general
Felipe Ángeles, detuvieron su marcha y el grueso de las tropas tomó una ruta distinta:
partieron rumbo al noreste del país para apoyar la campaña de desarrollaban sus
compañeros de armas en aquella región. Lo anterior permitió que las fuerzas de Diéguez
se reagruparan, obtuvieran refuerzos vía Manzanillo 413 y emprendieran su retorno a Jalisco
a mediados de marzo. Un mes después, recuperaron definitivamente la capital tapatía.
Pero antes de salir de Colima, los constitucionalista infringieron un nuevo dolor a
los colimenses. Al pasar dichas fuerzas por el pueblo de Guatimotzin, el general Francisco
Murguía giró ordenes para que un centenar y medio de hombres de este poblado fueran
arrancados de sus hogares y conducidos a las trincheras de combate contra los villistas.
412
Telegrama del General Manuel M. Dieguez, Jefe de la División de Occidente, a Don Venustiano
Carranza; en Condumex, fondo XXI-4 (en proceso de clasificación); o a su vez, Gabriel Ch. Morret, Op. cit. p. 130.
413
Los apoyos recibidos consistieron en hombres y armamento. Según fuentes localizadas por John
Mason Hart, en el abastecimiento de material bélico para estas fuerzas constitucionalistas, los buques
norteamericanos desempeñaron un importante papel; de manera sigilosa- aprovechando la noche- efectuaron
entregas de gran cantidad de armas y parque en el Puerto de Manzanillo. Lo mismo realizaron en otros puertos
bajo dominio de las fuerzas partidarias de Venustiano Carranza. Al respecto, véase, John Mason Hart, El México
revolucionario...op. cit., pp. 35 y 410-411.
316
Una acción más, incorporada al creciente malestar contra el nuevo gobierno colimense y
sus fuerzas armadas.
La dimensión alcanzada por el villismo, durante los primeros meses de 1915, no se
limitó a Jalisco. Si bien no ocurrió una nueva ocupación de la ciudad de Colima, pese a las
aproximaciones efectuadas,414 esto no quiere decir que dicho fenómeno haya estado
ausente. Las quejas de hacendados ubicados en la zona serrana del estado seguían
atestando el escritorio del gobernador. Los sublevados reclutaban hombres, recogían
maíz, caballos y ganado, a la vez que imponían "préstamos de guerra". Como ejemplo
destaca las ya aludidas acciones realizadas por Antonio L. Arredondo, autodenominado
jefe de las fuerzas villistas en El Mamey, quien ocupó la hacienda "El Cacao", tomó sus
productos e impuso un préstamo de mil pesos.415
Pero no sólo en las partes altas del estado se aposentaron los villistas, también
lugares como Tepames fue un sitio donde los rebeldes sentaron sus reales. En este lugar,
destacaron los cuatro hermanos Suárez (Pablo, Macario, Gonzalo y Guadalupe), antiguos
aliados y apoyadores de un connotado jefe villista como era José Bueno. Además, los
mismos hijos del juez del lugar se agruparon en torno a los Suárez para servir de
informantes a Bueno, cometer robos, asesinatos y toda clase de tropelías. Conviene
destacar que, para ellos, era intocable y merecedor de protección el potentado local José
María Salazar, por ser compadre de José Bueno; trato similar recibió Adolfo Larios, al
igual que otros conocidos propietarios.416
Un panorama general sobre la situación prevaleciente en Colima durante ese
tiempo esta plasmado en un informe de Juan José Valadés a Juan José Ríos, al
414
Véase, Oficio del Gobernador y Comandante Militar del Estado al General Manuel M. Diéguez, Jefe de
la División Occidente, septiembre 20 de 1915; en AHEC, leg. 879, hoja suelta, 1916.
415
416
Carta de Justo Pimentel a Carlos Fernández..loc cit..
Carta de un vecino de Tepames al Comandante Militar de la Plaza de Colima, febrero 24 de 1915; en
AHEC, leg. s/n, ramo economía, 1912-1913.
317
entregarle los poderes que había ocupado temporalmente en sustitución suya. Decía lo
siguiente:
Debido a las perturbaciones políticas que tienen alterado el orden en
toda la república, en el Estado se ha sufrido el azote del bandolerismo.
En los tres meses, el gobierno militar ha ido perdiendo poco a poco el
control de las diversas municipalidades, del estado y actualmente
sólo
en
las municipalidades de Colima, Villa de Álvarez y
Manzanillo se conservan las autoridades civiles. En el resto del Estado
les ha sido imposible a dichas autoridades permanecer sin peligro de
sus vidas.417
417
EC, mayo 15 de 1915, p. 3.
318
Tan desprotegidas estaban las autoridades en los otros seis municipios, que en
muchos de ellos, algunos funcionarios tenían que ser hasta complacientes con las fuerzas
villistas. Por ejemplo, el presidente municipal de Comala, Sóstenes Centeno, se distinguió
por su manifiesta proclividad hacia los rebeldes villistas. Asimismo, en Ixtlahuacán, a
finales de abril de 1915, Prefecto Gaitán, otro cabecilla rebelde, extendió el nombramiento
de autoridades a personajes ligados al villismo. Acción que en las esferas estatales fue
reprobada.418
Cosa parecida ocurría en Coquimatlán; durante el mes de mayo de ese mismo
año, el presidente municipal de dicho lugar expresaba: "el jueves y día anterior de esta
semana, un grupo de villistas recorrió este pueblo pidiendo fondos, sin cometer
atropellos. Las detonaciones que se han estado escuchando demuestran los
desperfectos que se operan en la vía férrea. Ayer llegó fuerza de esa capital, en cantidad
de menos de cien hombres. Según se sabe aquí los villistas pasan de doscientos
hombres".419
En todas estas actividades participaban, además de los villistas colimenses, los
combatientes al mando de Pedro Zamora y Roberto Moreno, quienes en áreas cercanas a
la municipalidad de Manzanillo, recolectaban fondos para su "causa", buscaban obstruir el
418
Oficio del Secretario de Gobierno al Presidente Municipal de Ixtlahuacán, mayo 11 de 1915; en AHEC,
leg. s/n (documentos históricos de la Revolución Mexicana, 1910-1913).
419
Oficio del Presidente Municipal de Coquimatlán al Secretario de Gobierno, mayo 14 de 1915; en
AHEC, leg. s/n, (documentos históricos de la Revolución Mexicana,1910-1913)
319
paso del ferrocarril, así como conseguir víveres y bestias de silla y carga. Para lograr esto
último era muy común ocupar las fincas del lugar. Uno de los sitios que padecieron los
saqueos de las huestes de Zamora y Moreno fue la hacienda de El Rosario, propiedad del
exgobernador De la Madrid e intervenida por las autoridades constitucionalista.420
El despliegue villista abarcaba buena parte de la geografía colimense, mientras las
fuerzas zamoristas y morenistas actuaban en los lugares antes mencionados, El Indio
Alonso y sus seguidores causaban estragos en otros sitios. Como ejemplo se tienen las
noticias proporcionadas por el comisario municipal de Juluapan:
420
Al respecto, véase, Oficio Nº 1339 del Jefe de la Oficina de Intervención y Confiscación de Bienes en
el Estado al Comandante Militar del Estado, mayo 26 de 1915; en AHEC, leg. s/n, (documentos históricos de la
Revolución Mexicana, 1910-1913).
320
antier por la tarde llegaron (...) varias partidas de "villistas" ascendiendo
su número a más de 150 hombres, mandados por el titulado Coronel
Preciado, El Borrego, Vicente Alonso, Santiago Villaseñor e Isabel
Gutiérrez, (...) los expresados están bien armados y montados. Tales
villistas, después de haber matado algunas vacas y cometido algunas
fechorías, salieron como a las 4 de la tarde rumbo a El Mamey,
habiendo pernoctado en la Cofradía de Juluapan, en donde es probable
que todavía permanezcan.421
El dominio de las tropas constitucionalista se limitaba a las áreas urbanas. Las
poblaciones rurales estaban desamparadas, donde los grupos rebeldes imponían su ley.
Dichos contingentes armados estaban compuestos por grupos o gavillas de entre 30 y 70
hombres, entre sus jefes figuraban: José Bueno, Fidel Gómez, Juan Michel,422 José
Morales, Vicente Alonso, entre otros. Estos grupos adquirieron tanta fuerza que el 7 de
mayo de 1915, de manera concertada, intentaron tomar nuevamente la capital "siendo
421
Oficio del Presidente Municipal de Villa de Álvarez al secretario de Gobierno y Comandante Militar del
Estado, mayo 27 de 1915; en AHEC, leg. s/n, (documentos históricos de la Revolución Mexicana, 1910-1913).
422
Este rebelde operaba en la zona norte de Manzanillo, donde cometía incontables atracos,
información sobre estos hechos puede consultarse en AHEC, leg. 875, 1915.
321
rechazados después de un combate de cerca de seis horas, en el cual perdieron la vida
más de veinte bandoleros y tres soldados de la legalidad".423
423
EC, mayo 15 de 1915, p. 4.
322
Un aspecto a resaltar es que esta tentativa armada no sólo descansó en hombres
que descendieron de las partes altas y apartadas de la entidad. Las autoridades y
pobladores de Comala se sumaron a la rebelión, así como habitantes de la capital. Entre
los insubordinados aparecieron: Tiburcio Valencia, expresidente municipal de Comala y
figura prominente del lugar; J. Cruz Campos, hijo del profesor Campos, líder de la rebelión
de Comala en 1913; Lorenzo Águila, estudiante de medicina;424 los hermanos Suárez de
Tepames, quienes aseguraron haberse enrolado en los contingentes rebeldes porque entre
los constitucionalista que se acercaban al pueblo iban viejos rivales personales;425 José
Valencia, comandante de la policía, quien incorporó al personal bajo su mando a esta
contienda.426
Los asedios a la capital colimense y diversas cabeceras municipales quedaron sólo
como sustos para Juan José Ríos y su gente. A partir de la segunda mitad de 1915, las
autoridades constitucionalista pudieron, poco a poco, recobrar cierta estabilidad debido a
que los ataques villistas bajaron, parcialmente, de intensidad. En esos días, la prensa de
los militares constitucionalista consignaba la situación prevaleciente en Colima de la
424
Lorenzo Águila, posteriormente, ocupó la presidencia municipal de Comala del 1º de enero al 28 de
febrero de 1930.
425
Todos los casos mencionados solicitaron amnistía pocos meses después de esta acción armada:
información localizada en AHEC, leg. 838, 1915.
426
Véase, Carta de Ricardo Cabrera al Gobernador y Comandante Militar del Estado, septiembre 25 de
1915, en AHEC, leg. 879, hoja suelta, 1915.
323
siguiente manera: "Toda esta región está enteramente tranquila, pues aunque alguna
que otra gavilla merodea por los lugares que no están guarnecidos, todo mundo sabe
que son impotentes dichas gavillas, para resistir cualquier ataque de nuestras
fuerzas".427
427
BM, julio 14 de 1915, p. 6.
324
Esta aseveración, en buena medida era, un mero alarde triunfalista; para mediados
de 1915, las diversas fuerzas villistas a través de acciones conjuntas, enroques, ataques
sorpresivos y una gran movilidad, tenían al sur de Jalisco y buena parte de Colima en pleno
estado de alarma. Una muestra clara del dominio y gran movilidad de las fuerzas rebeldes
se constata con la información proporcionada por el Administrador de la Vacuna en la
entidad, quien alude como causas de la baja vacunación en Comala al "temor de no ser
sorpendidos en las calles por los villistas".428 Por los mismos motivos nadie se presentó a
vacunarse en la Hacienda de San Antonio.
Por otro lado, este clima rebelde se constata de mejor manera con las ofensivas
rebeldes efectuadas a finales de agosto de ese año en Sayula, Jal., donde se concentraron
fuerzas en un número superior a 800 hombres bajo el mando de los cabecillas Moreno,
Hueso, Zamora, Morales, Rodríguez, Godínez y Preciado, que escenificaron un cruento
combate contra el 19 Batallón de Sonora estacionado en ese lugar. El combate fue
encarnizado; los villistas se retiraron después de incendiar la Presidencia Municipal,
saquear casas particulares y las bodegas del ferrocarril, no sin antes padecer bajas
significativas.429
Este ataque, si bien significó una incursión militar en esta región del sur jalisciense,
no obedecía tan sólo a una tentativa o motivación llegada de fuera; los villistas contaban
con seguidores en este lugar cuando menos personas que los veían con agrado y que no
eran muy proclives a los contingentes y gobernantes emanados de las filas del ejército
constitucionalistas. Durante los ataques villistas el apoyo de los habitantes de Sayula fue
428
Oficio de Luis R. Rivera, Administrador de la Vacuna, al Presidente del Superior Consejo de
Salubridad, junio 30 de 1915; en AHMC, Sección "E", Caja 61, exp. 17, 1915.
429
BM, agosto 31 de 1915, p. 1.
325
notorio: varios de ellos abrieron puertas y zaguanes de sus casas para que los rebeldes
ocuparan los techos y tuvieran una mejor posición de tiro. Algunos empleados de la planta
eléctrica les facilitaron escaleras para el mismo propósito. Esto indica que también
algunos pobladores del lugar participaron en la preparación del ataque.
Por tal motivo, dos semanas después de transcurrida la confrontación militar, un
grupo de oficiales constitucionalista penetraron a una casa de Sayula cuyo propietario era
el exfederal Rafael Rivas para aprehenderlo por haber militado como capitán primero,
ayudante de las fuerzas rebeldes que dirigía el coronel "villista" Justo Hueso. Dicha
aprehensión no se efectuó en virtud de que Rivas se encontraba en Colima acompañado
por el presidente municipal de este lugar.430 Los acercamientos de esta autoridad local con
los rebeldes también es una posibilidad; máxime que, poco antes de estos sucesos, fungió
como enlace entre el coronel Enrique Estrada, jefe de operaciones de occidente del
ejército constitucionalistas y el coronel villista Espiridión Preciado, para tratar la rendición
de este último. Proceso que no se concretó.431 Este es otro indicador más para olfatear los
distintos vínculos y complicidades que rodeaban a los villistas que operaban en el sur de
jalisco y en tierras colimenses.
Por otro lado, si bien, este ataque a Sayula (como otros más) ocasionó muertos y
heridos en las filas villlistas, después de los intensos combates que ocasionaba su
dinámica actividad bélica, optaban por el abandono o salida de la plaza atacada. Sus
ofensivas de "pega y huye" no significaban una auténtica derrota como lo pregonaban los
militares constitucionalista; era producto de esa estrategia envolvente que se sustentaba
en lo que, prácticamente, constituía una "guerra de guerrillas". Luego de este combate
concertado, los jefes villistas disgregaron sus fuerzas en esta área jalisciense y en la
abrupta geografía colimense. Una semana después de los enfrentamientos de Sayula,
Pedro Zamora y Espiridión Preciado, al mando de casi 500 hombres, atacaron Tonilita y
430
431
BM, septiembre 2 de 1915, p. 7.
BM, agosto 1º de 1915, p. 6.
326
Estación Villegas, puntos limítrofes con el estado de Colima, donde impusieron su
jerarquía sobre los militares que resguardaban el lugar.
En estos combates, participaron los famosos Batallones Rojos de la Casa del
Obrero Mundial (3º y 4º establecidos en Colima), conjuntamente con el 19º Batallón de
Sonora. Como resultado de esta refriega militar, un destacamento del 3º Batallón Rojo,
prácticamente, fue destrozado por los villistas. El general Juan José Ríos y la prensa
constitucionalistas emularon la muerte de 15 de sus integrantes con una de las
descripciones míticas elaboradas alrededor de los "Niños Héroes de Chapultepec". La
versión carrancista sobre los incidentes del ataque fue la siguiente:
El combate era terrible pero las fuerzas del gobierno que se hallaban en
un desfiladero y en sitio poco a proposito para la lucha. Entre tanto, los
villistas en número cinco veces mayor, arrojaban grandes peñascos
sobre los constitucionalista, que en esta acción quemaron
verdaderamente el último cartucho, los soldados del gobierno se
dispersaron, en parte quedando un grupo como de veinte hombres
pertenecientes al 3º Rojo y 19 Batallón de Sonora, que fueron rodeados
por el enemigo que trataba de capturarlos. los soldados valiente y
heroicamente rompieron las armas contra los peñascos y en un
supremo alarde de valor se lanzaron al abismo, seguidos algunos de
ellos por sus abnegadas soldaderas. Un sargento que estaba con su
familia tomó en sus brazos a sus dos pequeñas hijitas, las besó
cariñosamente. y ya con ellas en los brazos se arrojó al fondo de la
barranca gritando ¡Viva Carranza!.432
La descripción anterior está impregnada de arquetipos muy propios de nuestras
leyendas de nacionalismo. En estos renglones se encuentra impregnado un gran
simbolismo para hacer resaltar la heroicidad y abnegación de una parte contra lo arbitrario
e inhumano de la otra. La historia dividida entre hombres buenos y malos. Es obvia la
432
BM, septiembre 14 de 1915, p. 2.
327
magnificación de los soldados del 3er. Batallón Rojo. Por ejemplo, es muy difícil aceptar
que en plena confrontación bélica los soldados se hiciesen acompañar de sus pequeños
hijos. En la narración sobre el militar que se arrojó con sus hijas en brazos al vacío, las
niñas parecen representar, el amor a lo íntimo, a la patria, por la cual se realiza el mas
grande de los sacrificios, e incluso se muere por y con ella. Al margen de las
particularidades ocurridas durante este combate, la finalidad parece obvia: exaltar el á nimo
y el patriotismo de las fuerzas constitucionalista.
Por ello, al difundirse estas versiones sobre el combate, en Colima se organizó un
acto militar, ambientado por elocuentes frases del general Ríos, las entonaciones de una
marcha de honor, el desfile de la bandera del 3er. Batallón Rojo y los gritos a coro de los
soldados: ¡Viva el 3er. Batallón Rojo! ¡Viva el 19 Batallón de Sonora! ¡Viva el 4º Batallón
Rojo! ¡Viva Carranza!433.
Pese a esta dolorosa derrota para los efectivos del gobernador Ríos, los ataques y
amenazas villistas, se volvieron más esporádicas y menos concurridas . No obstante,
Colima y una amplia zona de Jalisco estaba distantes de una plena pacificación. El
panorama reinante era muy diferente al que, la prensa adicta a Venustiano Carranza, se
empeñaban en difundir, sobre las sureñas tierras del mariachi:
Parece que desde que Moreno y todos los de Unión de Tula y de
Hostotipaquillo fueron completamente escarmentados, la vitalidad del
movimiento villista que aun se conservaba en el Estado ha concluido
por completo, pues las únicas noticias que se tienen son las continuas
rendiciones de partidas más o menos numerosas, pero todas las
cuales entregan parque aunque sea en pequeña cantidad por haberlos
gastado en los últimos esfuerzos inútiles que se han hecho para
resistir el empuje de nuestras fuerzas.434
433
Para mayor información sobre la participación de los Batallones Rojos en este combate, Consultese
Morales Jiménez Alberto, La Casa del Obrero Mundial, México, INEHRM, 1982, pp. 118-119.
434
BM, octubre 26 de 1915, p. 7.
328
Estos mismos voceros de la oficialidad se expresaban de manera muy similar sobre
la situación imperante en la geografía colimense, donde aseguraban que "Los pocos
villanos que andan entre Colima y Ciudad Guzmán no son de temérseles, pues será una
partida compuesta de diez a quince hombres y éstos se han dedicado a robar nixtamales
en los ranchos".435
Estas expresiones no reflejaban con claridad la terca realidad prevaleciente. Los
bandoleros e insubordinados eran una seria amenaza que provocaba muchos dolores de
cabeza a las autoridades civiles y militares. Por tanto, para un mejor combate a los grupos
insurgentes y bandoleros, Juan José Ríos impulsó la formación de un cuerpo regional para
salvaguarda de la seguridad del estado. En poco tiempo reclutó 300
435
Ibid.
329
Una de las medidas que permitió reducir, en parte, la amenaza rebelde se
estableció durante la segunda parte de 1915, cuando las autoridades constitucionalista
ofrecieron amnistía para todas las fuerzas rebeldes. Buena parte de jefes rebeldes y
elementos de tropa que los acompañaban, tomaron en cuenta dicho ofrecimiento.
Reconocidos hacendados y hasta el cónsul norteamericano sirvieron como intermediarios
de las autoridades ante varios jefes rebeldes para lograr que aceptasen dicha propuesta.
La coalición rebelde empezó a disgregarse, pues muchos de los insubordinados,
sobre todo militares, profesionistas, políticos locales, propietarios agrícolas, empezaron a
recibir los beneficios de la amnistía o simplemente abandonaron las armas. Entre los más
destacados se contó a José Morales, quien se presentó ante el general Juan José Ríos y
entregó sus armas en compañía del teniente coronel José Trujillo, 13 oficiales y 24
330
hombres de tropa.437 También se rindió el jefe del estado mayor del general villista Rafael
Sánchez Aldana con un reducido número de hombres.438 Los aguerridos hermanos Suárez
de Tepames secundaron a su jefe José Morales.
El caso presentado en Colima no era aislado, los principales jefes rebeldes de la
región del occidente mexicano intentaron cobijarse bajo este decreto de amnistía. Para
finales de 1915, buen número de rendiciones se presentaron en las filas villistas de
Michoacán y Jalisco. Por ejemplo, ante los retrocesos militares villistas y el traslado de
numerosos contingentes constitucionalista de otros puntos del país a Jalisco, entre
mediados de 1915 y principios del año siguiente, ocurrieron las solicitudes de amnistía de
varios jefes villistas: Espiridión Preciado, Julián del Real, Ricardo Marchain, Juan
Garibaldi, Miguel Vargas, Eulogio Silva, Juan García, Cesáreo Torres, N. Godínez, Juan
Puertas, Isidro Cárdenas, Daniel C. Gutiérrez, N. Rendón, y Julián, José y Jesús Medina,
entre otros; todos ellos acompañados por cientos de seguidores. También hicieron lo
propio decenas de civiles.
437
438
BM, diciembre 17 de 1915, p. 5.
BM, diciembre 28 de 1915, p. 3.
331
Pero las autoridades tenían especial interés en conseguir la rendición de los lideres
de los indómitos contingentes rebeldes que operaban en el sur de Jalisco y la zona
colindante con Colima; por eso, altos jefes militares del ejército constitucionalistas
ofrecieron amnistía a Pedro Zamora y Roberto Moreno bajo condición que ambos saldrían
al extranjero.439 Los jefes, oficiales y soldados que militaban bajo sus órdenes, al momento
de presentarse, recibirían salvoconducto, pasaje al lugar donde fijarían su residencia y 100
pesos en calidad de ayuda para retirarse a la vida privada, si entregaban armas,
municiones y caballo. Quienes no entregasen caballo sólo recibirían 50 pesos. Sin
embargo, dicha tentativa no prosperó.
De manera similar, las filas rebeldes de Colima se adelgazaron a causa de las
deserciones o la amnistía de varios cabecillas locales u oficiales y bastantes elementos de
tropa decidieron ampararse en la amnistía decretada; tales fueron los casos de José
Bueno, José Trujillo, Higinio Álvarez, Ignacio Padilla, Tiburcio y José Valencia, al igual que
decenas de sus seguidores. Poco después seguirán sus pasos Fidel Gómez (sólo al nivel
de tentativa) y Rafael Gómez Espinoza.440 Ante tal proceso, la autoridad pronto lanzó sus
campanas a vuelo, al señalar lo siguiente: " La paz y la tranquilidad pública más completa
439
Oficio de Francisco Serrano, Jefe del Estado Mayor, al Gobernador y Comandante Militar del Estado,
diciembre 24 de 1915; en AHEC, leg. 868, hoja suelta, 1915.
440
Tras la toma momentánea de la ciudad de Colima, dirigida por Fidel y Rafael Gómez, cuando los
constitucionalistas recuperaron la capital, Rafael se refugio por corto tiempo en el Estado, posteriormente se
trasladó a Guadalajara, para después pasar a refugiarse en los estados del norte de la república. Se reintegro a
Colima hasta principios de 1916. Para mayores datos sobre el particular, véase, Juicio ordinario N° 50 de
Santiago Barajas contra Rafael Gómez Espinoza, en APJEC, ramo civil, leg. s/n, 1917.
332
reinan en el Estado. Las numerosas partidas de reaccionarios que quedaban, se están
rindiendo convencidos de la justicia de la causa constitucionalista".441
441
BM, octubre 27 de 1915, p. 7.
333
En noviembre de 1915, Vicente Alonso también intentó acogerse a la amnistía,
pero, como ya se dijo en su oportunidad, a condición de la entrega de una buena de dinero
para él y otra parte para sus hombres; propuesta que las altas autoridades
constitucionalista no aceptaron. Ante tal actitud, Alonso continuó con sus osadas
incursiones a pueblos, su táctica de ataca y huye, sin presentar nunca un combate
frontal,442 y con su azarosa vida en la intrincada serranía. Desde estos lugares planeaba
acciones como ataques, saqueos y secuestros. En el caso de los plagiados, su nuevo y
temporal hogar era la alta montaña, lugar de cautiverio para ellos y "mundo de libertades"
para el Indio Alonso. Las cumbres y cuevas del Cerro Grande se convirtieron en la mejor y
más segura residencia, para él y sus decenas de acompañantes.
En este lugar se refugiaban las fuerzas de Alonso y las de otros jefes rebeldes. El
Cerro Grande era una especie de cuartel general desde donde se desplegaban acciones
hacia Jalisco o Colima. Desde sus cumbres bajaba Alonso y su tropa para realizar
audaces e inesperadas incursiones a los caminos y poblaciones de los valles. También,
desde ese sitio, se orquestaban acciones conjuntas entre dos o más partidas armadas que
actuaban en esa área del norte colimense y el suroeste de Jalisco.
Por ejemplo, justo en las semanas cuando se intentaron los acuerdos de amnistía
para Alonso, Zamora y Moreno, éstos no cejaban en sus acciones ofensivas conjuntas con
objetivos previamente esbozados. Lo anterior se denota por los serios combates que
desarrollaron a principios de noviembre en la región limítrofe de Colima con la zona de
Zapotlán. Mediante su ofensiva a las guarniciones militares acantonadas en las
inmediaciones de esta parte de Jalisco y Colima, los villistas trataban de separar por
completo las tropas de Jalisco de las establecidas en Colima, por ese motivo intensificaron
sus ataques para hacerlos retroceder hasta los p oblados de Zapotlán y Sayula, avanzando
con sus efectivos hasta las cercanías de San Gabriel.443 Esta operación militar buscaba
442
Véase, Telegrama del Coronel José María Buenrostro a la Comandancia Militar del Estado,
noviembre 27 de 1915; en AHMC, Sección "E", Caja 67, hoja suelta, 1915.
443
BM, noviembre 2 de 1915, p. 7.
334
establecer una barrera que cortara los refuerzos y apoyos para la efectivos del general
Ríos y estar en condiciones para desplegar una fuerte ofensiva sobre el territorio
colimense.
335
Zamora en compañía del bandido Hueso, se introdujeron a nuestro Estado por El
Mamey con las chusmas que los siguen, y (...) se disponen a destruir la vía
ferrocarrilera".445
Pedro Zamora y Roberto Moreno constantemente cruzaban las fronteras del estado
y hostigaban a las autoridades de El Mamey. En su paso por esta zona ganaron
seguidores, por esa razón el jefe de armas de aquel lugar pidió " reconcentrar (...) a todos
los vecinos enclavados en el Cerro del Ocote, en virtud de que sus moradores son gente
de desorden y para el mejor éxito de las operaciones emprendidas contra los
bandoleros".446
Dentro de estas ofensivas conjuntas, también actuaba Vicente Alonso y sus
seguidores. Tal es el caso del ataque ocurrido en Comala a principios de mayo de 1916,
donde participó el Indio Alonso, al lado de los jefes rebeldes Pedro Zamora y Roberto
Moreno, integrando un contingente armado con poco más de 100 hombres.447 Estas
acciones concertadas, probablemente, obedecían a que sus fuerzas estaban disminuidas y
era la mejor o única forma de dar efectividad a los ataques.
Esta idea de un villismo disminuido campeaba dentro de las filas constitucionalista,
por esa razón, además de las fisuras y e incluso la ruptura de la alianza entre Carranza y la
Casa del Obrero Mundial, los jefes constitucionalista decretaron, a principios de 1916, la
disolución del 3º y 4º Batallón Rojo establecidos en Colima y el envío de todos sus
445
BM, febrero 10 de 1916, p. 8.
446
Solicitud del Jefe de Armas del Mamey al Gobernador y Comandante Militar del Estado, enero 13 de
1916; en AHEC, leg. 837, 1916.
447
BM, 5 de mayo de 1916, p. 6.
336
integrantes a la capital de la república.448
448
Sobre el particular, véase, Alberto Morales Jiménez, Op.cit., pp. 120-121.
337
Pero nuevas batallas faltaban para cerrar esta confrontación, pues los lugares
apartados de los centros en los que se asentaba el poder estatal, eran los reductos donde
las bandas villistas se movían con entera libertad y mejor éxitos. Toda la línea colindante
entre Jalisco y Colima, establecida entre la región serrana del sur jalisciense y la franja más
abrupta del municipio de Comala y la congregación de El Mamey continuaron
caracterizándose como áreas donde el villismo imponía su "ley" a pesar de todo. De frente
a esto, las autoridades de los pueblos ubicados dentro de esta zona, regularmente, se
mostraban complacientes y proclives hacia las partidas rebeldes que llegaban a sus
pueblos.449
Por otra parte, además del decreto de amnistía, otro de los recursos paralelos que
utilizaron las autoridades gubernamentales para controlar la violencia desmedida que se
propalaba en el estado, fue establecer un control más estricto sobre los permisos de
portación de armas de fuego. A partir de abril de 1916 se estableció una fianza de 200
pesos por pistola y 300 pesos por rifle, para gozar de tal privilegio.450
En el pago de estas cuotas estaban excluidos los hacendados y pobladores rurales,
muestra inequívoca que los grupos rebeldes seguían quitando el sueño a los poderes de
Colima. Esto resulta tan evidente que se dieron todas las facilidades a estos particulares
para defensa de su vida e intereses, de hecho se les autorizó contar con hombres armados
449
Véase, Carta de un colimense residente en Guadalajara al Gobernador del Estado de Colima,
diciembre 12 de 1915; en AHEC, leg. s/n, ramo economía, 1912-1913.
450
Véase, Aviso de Francisco Ramírez Villarreal, Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar,
marzo 31 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 68, hoja suelta, 1916.
338
al interior de sus propiedades o como seguridad personal. Las autorizaciones brindadas
por el ejecutivo de Colima a Refugio Rincón vda. de Ochoa, propietaria de Laguna de
Alcuzahue; José del Toro, dueño de El Mezquite; al destacado hacendado Enrique
Schöndube o a los rancheros de Montitlán, son algunos de los casos que constatan dicha
actitud gubernamental.451
451
Al respecto, véase José Luis Ramírez Domínguez, Iniciativa y prestigio social en Colima:1940-1970,
Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Colima-Instituto Colimense de Cultura-CONACULTA, Colima, 1995, p.
33.
339
Otra disposición orientada a limitar y sofocar de mejor manera a las bandas
rebeldes fue instruir a todas las autoridades municipales para que organizaran Cuerpos de
Policía Rural con cuarteles en cada una de las cabeceras del municipio. Estos cuerpos
armados
se sostenían económicamente por el gobierno estatal; los municipios
contribuyeron con una cuarta parte de los gastos que generaban.452
De manera particular, con el objeto de disminuir y desactivar las fuerzas de Vicente
Alonso, se recurrió a lanzar ofrecimientos a sus mismos seguidores para que se pasaran al
bando constitucionalistas. No se les ofrecía un sueldo pero sí la amnistía y una buena
gratificación si entregaban el cadáver del Indio Alonso y las armas que tuviesen en su
poder. Esta propaganda logró resultados. A mediados de 1916, 40 de los hombres del
bandolero lo abandonaron y nutrieron las filas de la oficialidad. De ese grupo de
desertores rebeldes, sólo 20 se encontraban armados. Inmediatamente se les rearmó y
fueron lanzados contra de su exjefe. Esta ofensiva se combinaba con columnas de
infantería reforzadas con indígenas de Zacualpan, enemigos de Alonso, algunos de los
cuales servían de guías debido a su amplio conocimiento de la zona.453
A pesar de algunos aciertos militares de los mandos constitucionalista como la
captura del coronel villista Juan Michel, azote de la zona localizada al norte del puerto de
Manzanillo, y su fusilamiento el 23 de enero de 1916 en la ciudad d e Colima,454 la amenaza
no desaparecía; rebeldes como Fidel Gómez seguían conduciendo a sus hombres en
audaces incursiones a distintos poblados del estado.455 Por eso, se siguieron utilizando los
dos métodos diseñados para neutralizar a estos escurridizos e indómitos rebeldes: la
452
Aviso del Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar a los distintos presidentes municipales
en la entidad, abril 11 de 1916; en AHEC, leg. 879, hoja suelta, 1916.
453
Informe de José M. Addis, junio 6 de 1916; en AHEC, leg. s/n, (documentos históricos de la
Revolución Mexicana, 1910-1913.).
454
455
BM, enero 26 de 1916, p. 5.
Véase, Carta del Inspector General de Policía del Distrito del Centro, Carlos G. Rosaldo al Secretario
de Gobierno y de la Comandancia Militar del Estado, abril 29 de 1916; en AHEC, leg. 893, hoja suelta, 1916.
340
tenaz persecución y los reiterados llamados a deponer las armas y cobijarse bajo el
decreto de amnistía.
Es oportuno señalar que muchos de los que aceptaban rendirse y cobijarse en el
citado decreto de amnistía, en poco tiempo se encontraban enlistados de nuevo dentro de
las filas villistas. Eso sucedió con los rebeldes colimenses José Bueno, Fidel Gómez y los
hermanos Suárez. Sin embargo, los jefes carrancistas siguieron apostando a esa medida,
de la cual obtenían resultados parciales.
No obstante, diversos cabecillas continuaron explorando la posibilidad de
abandonar las armas y recibir los beneficios de la amnistía. Vicente Alonso hizo otros
ofrecimientos para rendirse sin concretarse nada; José Bueno procedió de manera similar.
Los hermanos Gonzalo y Guadalupe Suárez recibieron salvoconductos para que se
presentaran a recibir la amnistía y, sin embargo, continuaron cometiendo depredaciones y
asesinatos. Vicente Mendoza varias veces ofreció rendirse, pero nunca lo concretó. Fidel
Gómez, estando en tratos para rendirse, asaltó, en compañía de José Bueno y Luis V.
Gutiérrez (a) "El Chivo Encantado", el pueblo de Tecomán, saqueándolo e
incendiándolo.456
Por lo anterior, Juan José Ríos pidió a Venustiano Carranza su autorización para
declararlos fuera de la ley, medida que formalizó como decreto, el 7 de agosto de 1916, en
contra de: Vicente Alonso, José Bueno, Fidel Gómez, Luis V. Gutiérrez, Gonzalo,
Guadalupe, Pablo y Macario Suárez, Vicente Mendoza, Salvador Madrid, Rafael Serrano,
456
Véase, Telegrama del General de Brigada Juan José Ríos, Gobernador y Comandante Militar del
Estado de Colima, a Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, julio 23 de 1916; en AHEC,
leg. 886, hoja suelta, 1916.
341
Paulino Valdovinos, Juan Flores, Pedro Flores, Luis y Perfecto Cobián y Luz Vargas. A
todos ellos se les acusaba de rebelión, traición, violación, asesinato y plagio. Mediante
dicho decreto se facultaba a cualquier autoridad o particular para aprehenderlos y pasarlos
por las armas, sin más requisito que su previa identificación.457
Como puede apreciarse, pese a que la dimensión de los ataques rebeldes habían
disminuido, un buen número de gavillas y sus jefes continuaban insubordinados y, con ello,
la amenaza permanecía aún latente. Los dolores de cabeza aún no habían terminado para
el gobierno de Juan José Ríos.
457
Decreto del General de Brigada, Juan José Ríos, Gobernador y Comandante Militar del Estado de
Colima, agosto 7 de 1916; en AHEC, leg. 886, hoja suelta, 1916. El texto completo de dicho decreto puede
consultarse en Anexo N° 3.
342
En las tierras bajas de Colima, Perfecto Gaitán enfrentaba tenazmente los embates
de las autoridades y, a cambio, practicaba rápidas e inesperadas ocupaciones de
pueblos, su preferido era Ixtlahuacán. A su paso, los funcionarios de gobierno consignaban
que Gaitán se respaldaba en un sólido contingente de hombres debidamente
pertrechados, con el cual cometía toda clase de depredaciones y robos en perjuicio de
diversos vecinos de este municipio.458
Roberto Moreno, el indomable hacendado jalisciense, con celeridad se reponía de
los reveses militares sufridos en su zona original de operaciones y de nuevo volvía su
mirada sobre tierras colimenses. A finales de 1916, nutrió sus fuerzas con pobladores de
Zapotitlán y colaboró en los ataques perpetrados contra la ciudad de Colima practicados
por los rebeldes locales.459
Por su parte, El Indio Alonso continuaba transitando los municipios de Villa de
458
Oficio del Secretario de Gobierno del Estado al Presidente Municipal de Ixtlahuacán, mayo 22 de
1917; en AHEC, leg. 903, hoja suelta, 1917.
459
Véase, Carta de Basilio Vadillo al Gobernador y Comandante Militar del Estado, diciembre 5 de 1916;
en AHEC, leg 888, 1916.
343
Álvarez y Comala, incrementando el temor de hacendados, pobladores y autoridades.460
Asimismo, seguía atacando fincas apartadas, terminando con siembras y ganado, y " sin
permitir que se hagan nuevos cultivos por la persecución que hacen a los trabajadores,
que o bien se hacen de su banda o se retiran del trabajo".461
460
A manera de ilustración, véase, Comunicado del Presidente Municipal de Villa de Álvarez al
Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar del Estado, diciembre 8 de 1916; en AHEC, leg. 879, hoja
suelta, 1916. La relación de p ropietarios agrícolas que padecieron los ataques o amenazas de las fuerzas
rebeldes de Vicente Alonso se encuentran en Anexo N° 4.
461
1917.
Carta de Ricarda Arciniega al Gobernador del Estado, 16 de marzo de 1917; en AHEC, leg. 809,
344
Los clamores de las autoridades solicitando ayuda no se hicieron esperar,
especialmente desde los lugares más apartados de la entidad, Simón Guzmán, comisario
municipal de Zacualpan, solicitó al gobernador el envío de una fuerza militar para capturar a
los individuos de ese pueblo que eran acompañantes de Vicente Alonso; al mismo tiempo
pedía se aprehendiera a toda persona que lo acusara de cometer abusos o proceder con
maldad.462 Se ponía el huarache, seguramente, después de la espinada.
De otro lugar tan apartado como El Mamey, Elías Arias, diputado por esta región,
demandó insistentemente el reforzamiento de la guarnición militar existente en este sitio. A
la vez, solicitó al presidente Venustiano Carranza una línea telefónica para facilitar el
combate al bandolerismo y el envío de parque y municiones de guerra para activar la
campaña contra los grupos de Vicente Alonso, Roberto Moreno y Pedro Zamora.463 El
gobernador del estado no compartía tanto sus temores, ya que, en su opinión:
Los bandidos Moreno y Zamora, en compañía del Indio Alonso, no
traen arriba de cien hombres, muchos de los cuales no traen ni arma y
la gran mayoría tampoco parque. Al iniciar un ataque sobre El Mamey
no podrían sostener un ataque ni por una hora, sin ser dispersados
con grandes perdidas. Un contraataque no lo pueden dar porque
siendo chusmas las que traen y no fuerzas disciplinadas no hay
soldado que los obedezca luego de una derrota. Por lo tanto, no hay
462
Véase, Oficio de Simón Guzmán, Comisario Municipal de Zacualpan, al Gobernador del Estado de
Colima, noviembre 25 de 1916; en AHEC, leg. 887, hoja suelta, 1916.
463
Informe del Diputado Elías Arias a J. Felipe Valle, Gobernador Constitucional del Estado de Colima,
agosto 7 de 1917; en AHEC, leg. 848 (2), hoja suelta, 1914.
345
peligro de que capturen al Mamey ni por sorpresa, si el vecindario
ayuda a la guarnición a tener un buen servicio de espionaje.464
464
Oficio del Jefe de Operaciones en el Estado, Juan José Ríos, al Gobernador del Estado Felipe Valle,
julio 10 de 1917; en AHEC, leg. 912, 1917.
346
Probablemente, Juan José Ríos, al aludir a la composición de dichos grupos, buscó
minimizarlos y, a la vez, levantar la moral de las fuerzas gubernamentales, pero su
afirmación tenía cierta lógica debido al declive generalizado que experimentaba el villismo
en el occidente y el resto del país. Sin embargo, la situación de las fuerzas oficiales no eran
muy halagadores. Ríos no proporcionó la ayuda solicitada, aclarando: "en la estricta
vigilancia de la zona encomendada a mi cuidado, va empeñado mi propio prestigio (...)
pero desgraciadamente se carece de los elementos indispensables para el objeto y la
sola voluntad no basta para conjurar una situación que de alargarse, no sé cuáles
puedan ser los resultados".465 La imposibilidad se debía al desabasto de armas y
municiones, pues la mayor parte de pertrechos de guerra se destinaba a otras zonas del
país donde se libraban batallas más decisivas contra los villistas. En Colima, la rebeldía,
pese a todo, ya iba a la baja.
Esta reducción en el accionar de los grupos bandoleros y rebeldes no significó que
la zozobra y la inseguridad fueran cosa del pasado; la amenaza siguió latente en muchos
lugares de la entidad. Uno de esos lugares fue Tepames (San Miguel de la Unión) donde,
en julio de 1917, el comisario municipal solicitó al gobernador del estado el apoyo de
acordadas para erradicar la inseguridad y a los trastornadores del o rden que merodeaban
e incursionaban en dicho lugar.466
No obstante, la tendencia general era clara: a partir de la segunda mitad de 1916,
las acciones rebeldes tomaron, fundamentalmente, un claro corte defensivo. Los grupos
armados autoproclamados villistas actuaban por su cuenta, su orientación obedecía a
465
466
Loc. cit.
Comunicado de Ramón Ahumada, Secretario General del Gobierno del Estado, al Presidente
Municipal de Colima, julio 21 de 1917; en AHMC, Sección "E", Caja 75, leg. 44, 1917.
347
criterios y motivaciones locales, establecidas por sus lideres; muy alejados -y hasta
diferenciados- de los destinos que seguían las fuerzas de Villa en el norte de México.
La gran coalición villista de alcance nacional, ya había evolucionado hasta
convertirse en una rebelión regional; los grupos rebeldes de otros puntos, distintos a
Chihuahua y Durango, que se integraron a la alianza militar auspiciada por Villa entre 1914
y 1915 y que se constituyeron en bases de apoyo y prácticas mancomunadas durante
estos álgidos años, para 1916 seguían rumbos muy particulares, ahora más que antes. Por
esa situación atravesaron los últimos sedimentos villistas de Colima, su comportamiento
se individualizó, sus acciones se fueron esfumando, los que no cayeron en combate,
tendieron a cobijarse, de manera paulatina, bajo la ley de amnistía o simplemente
abandonaron las armas sin mucho escandalo.
Uno de los cabecillas colimenses más beligerantes y consistentes a favor del
villismo fue, precisamente, el Indio Alonso. Después de 1916, pese a que con el paso de
los meses el panorama se volvía más adverso en la medida que las fuerzas militares
constitucionalistas consolidaban su presencia hegemónica a nivel nacional, prosiguió su
iracundo accionar en el norte colimense y en la franja vecina del estado de Jalisco,
centrándose en la realización de secuestros, asaltos e imposición de prestamos forzosos.
Sin embargo, el radio de sus acciones se reducía y su persecución se volvía cada
vez más persistente al grado que, para 1917, el ejército constitucionalistas, prácticamente,
le pisaba los talones. Para resguardarse mejor, en los primeros meses del año, los alzados
alonsistas pusieron sus miras en la parte mas recóndita de la zona aledaña al Volcán de
Colima, por el rumbo de Jalisco; desde entonces, Zapotitlán fue plaza de visita obligada, y
de este lugar Alonso raptó a la jovencita Ramona Murguía, que marcaría su vida y su
leyenda.
Los planes para capturarlo se multiplicaban; las persecuciones se volvían más
frecuentes y más efectivas con el apoyo de varios indígenas de Zacualpan. En agosto,
durante un combate con los militares, Vicente Alonso fue herido y para su recuperación se
trasladadó a su refugio favorito en la Cueva del A guacate, localizada al norte de Juluapan.
348
Este sitio, tan querido por Alonso, sería el recinto donde se sellaría su existencia, ya que
aquí encontró la muerte a manos de uno de sus hombres y de Ramona Murguía, la joven
secuestrada que invariablemente lo acompañaba. De víctima, al ser raptada meses antes
por Alonso, se convirtió en victimaria. Acción desarrollada en complicidad con dos
seguidores del jefe bandolero: Guadalupe Murguía y Esteban García, que supuestamente
estaban en ese lugar para resguardarlo.
Estas tres personas eran las únicas que acompañaban a Vicente Alonso en su
refugio, el resto de la gavilla comandada por Cipriano Corona, primo de Alonso, se
encontraba en expedición para localizar a Pedro Zamora y obtener armamento y
provisiones. Alonso no los acompañaba debido a la herida que había sufrido. En estas
condiciones, el complot de su muerte no tuvo grandes problemas para efectuarse con exito.
Tras cegar su vida de un certero balazo, se le decapitó para entregar su cabeza a las
autoridades y cobrar la jugosa recompensa que ofrecían por la muerte del jefe bandolero.
Luego de abandonar el lugar del crimen, Ramona se marchó rumbo a su lugar de
origen (Zapotitlán, Jal.), los dos traidores condujeron la cabeza de Alonso a la capital
colimense, sólo que en lugar de recompensa encontrarían el fusilamiento; así les pagaron
las autoridades civiles y militares sus diligentes servicios. No cabe duda, "el que a hierro
mata a hierro muere". Por otro lado, con la cabeza de Vicente Alonso, las autoridades
estatales organizaron una dantesca exhibición pública en una vitrina del palacio de
gobierno de Colima.
Con la muerte de Vicente Alonso, la flama villista en Colima se convirtió en una
tenue pavesa que no tardó en extinguirse, al menos como oposición violenta y organizada.
Domingo Máximo, también indígena y oriundo de Zacualpan, acompañado de Cipriano
Corona, continuaron con la gavilla, pero su existencia no se prolongó por mucho tiempo.
Corona encontró la muerte en 1919, luego que las fuerzas federales le dieron alcance tras
cometer un robo. Domingo Máximo, por su parte, después de gozar de un leve respiro en
calidad de amnistiado y de desempeñarse dentro de las fuerzas rurales del Estado, ese
mismo año de 1919, aglutinó a los escasos restos de la columna rebelde de Vicente
349
Alonso y volvió a levantarse en armas contra el gobierno. Se refugió de nuevo en las altas
cumbres del Cerro Grande, donde subsistió hasta finales de la década de los 30's.
Al faltar Vicente Alonso, la gavilla no tenía mayores posibilidades de continuar como
grupo organizado; primero, porque el cerco constitucionalistas los aprisionaba y debilitaba
cada vez más; segundo, se habían convertido en un grupo aislado y sin otro objetivo que la
sobrevivencia y la depredación; tercero, la ausencia de un fuerte liderazgo, que
reemplazara al ejercido por Vicente Alonso.
Sobre estos dos últimos aspectos, conviene precisar que no se derivaban de
circunstancias o coyunturas del momento que vivían, obedecían a la naturaleza constitutiva
y formas de funcionamiento comunes entre grupos gavilleros o guerrillas individuales: su
funcionamiento se basaba, fundamentalmente, en la lealtad, las relaciones interpersonales
y familiares.
Estos rasgos eran componentes de su identidad a los que se aferraban con fervor:
eran la gente de una persona determinada, ella los acuerpaba, y si ésta moría, no podían
servir a las ordenes de cualquiera, tenía que ser un jefe en el que pudieran confiar, ligado,
afectiva o familiarmente, a ellos y al anterior líder, además con la capacidad de liderazgo
de éste último.467 Estos aspectos estaban ausentes en la gavilla de Vicente Alonso; su
destino fue la desintegración, y con ellos se extinguió la última fuerza en que devino el
villismo colimense.
467
Sobre este tipo de liderazgos, véase, Alan Knight ," Caudillos y campesinos en el México
revolucionario" en Brading, D. A. (comp.), Caudillos y campesinos de la Revolución Mexicana, México, FCE, 1995,
p. 68.
350
Tras la desaparición física de Vicente Alonso, sobrevino su entronización en el
imaginario popular. Además de bandolero y villista, se le consideró brujo o dotado de
poderes especiales. La misma Ramona Murguía dio rienda suelta a diversos relatos donde
se le atribuían poderes para desaparecer de sus perseguidores o como se le apareció en
sueños antes de que la raptara. En fin, todo ello, volvió mítica la figura del Indio Alonso,
enraizándose en la historia y la leyenda colimense. Obviamente, su figura sirvió de
inspiración para nutrir e l folklore popular, componiéndose -al menos- dos corridos sobre su
vida, los cuales aún se entonan por los ancianos residentes de Zacualpan. En uno de ellos
se narran algunos pasajes sobre la vida de Alonso:468
Ese día Vicente Alonso, detrás de un basurero
estoy esperando a un amigo pa´ que me dé su dinero.
Cuando el amigo llego no sabía a cual tirarle.
Andógenes no murió porque él iba por delante.
Decía Eugenio Rivera, corriendo poco a poquito
no me largues compañero, que aquí me traen en cortito.
Un compañero que traía no le supo contestar,
a los primeros balazos fue el primero que corrió.
Otro de estos corridos populares (el más conocido) se compuso sobre los sucesos
acecidos alrededor de la muerte de este célebre indígena de Zacualpan. A la letra dice:
El 31 de agosto
presente lo tengo yo,
falleció Vicente Alonso,
su asistente lo mató.
Vicente Alonso murió
pero en manos de un cobarde;
468
Tomado de la edición dedicada a Zacualpan aparecida en Los Barrios de mi ciudad, Colima, Méx.,
Ediciones BEU, N° 7, 2000.
351
aquí les canto los versos,
son recuerdos, aunque tarde.
En una cueva se hallaba
con su querida y soldados,
pero éste nunca pensaba
que había de ser traicionado.
Esteban habló a Ramona,
le suplicó a la querida,
ahora que Alonso está herido
le voy a quitar la vida.
Ramona le contestó
¿De veras quieres matarlo?,
apreva la carabina
voy a ponerme a espulgarlo.
Todo el cerro transitaba
sin posición ni lugar;
estoy cierto que ignoraba
en dónde había de quedar.
Luego que ya lo mataron
lo bajaron para el plan,
le cortaron la cabeza,
la llevaron en un costal.
En Comala la reciben
con repiques de campanas,
de gusto que habían matado
al que les daba con ganas.
352
Recibieron la cabeza
se la llevaron despacio
y luego ahí la pusieron
en la puerta de palacio.
Vuela en rueda zopilote
y delante bajo el cielo
pues por la muerte de Alonso
todo el cerro está de duelo.469
La historia, la leyenda y el folklore popular son los senderos colimenses por los que
transitó -y sigue transitando- Vicente Alonso. Su figura pervive a lo largo del tiempo
adquiriendo rasgos míticos o de figura heroica. Un elemento que contribuyó para adquirir
dicho carácter es su muerte prematura, ocurrida antes de que el tiempo vivido haya
desdibujado su fisonomía y sin que su fuerza haya podido marchitarse. Incluso, lo trágico
de su muerte ha permitido que su perfil heroico se agigante; aunado a otro aspecto
coadyuvante: sus acciones transgresoras de los límites impuestos por la sociedad que le
toco vivir y el adentrarse al mundo de la aventura y lo prohibido.470
Como una muestra más de esa viva presencia en la vida local se encuentra la
escritura y representación teatral de la obra Vicente y Ramona471. La pluma que originó
esta obra proviene del destacado dramaturgo mexicano Emilio Carballido. Este montaje
artístico se efectuó en el año 1997; su temática gira en torno al rapto de Ramona, su vida
469
Tomado de, J. Jesús Valencia Salazar, Comala ayer. Comala hoy, Colima, Universidad de Colima- H.
Ayuntamiento de Comala, 1992, pp. 33-34.
470
Para ahondar el las características de este tipo de personajes, véase, Hugo Francisco Bauzá, El mito
del héroe. Morfología y semántica de la figura heroica, México, FCE, 1998. 193 p.
471
Emilio Carballido, Vicente y Ramona, Algunos cantos del recuerdo y Las flores del recuerdo, Xalapa,
Universidad Veracruzana, 2000, pp. 7-54.
353
en común con Alonso, las fantasías y desventuras de ambos, y, finalmente sobre la muerte
de este bandolero indígena. A lo largo de sus presentaciones, dicha obra teatral recibió
gran acogida por la crítica y el publico colimense; luego de su éxito local, su difusión ya ha
traspasado las fronteras estatales. No cabe duda pues, que Vicente Alonso es un
personaje atrayente, firmemente arraigado a la tierra y los pobladores de este cálido punto
del occidente mexicano.
En lo que toca al resto de los diezmados grupos bandoleros que operaban en la
zona norte de Colima y sur de Jalisco, en fechas posteriores, a cuenta gotas fueron
presentandose las solicitudes de amnistía de diversos individuos que se encontraban
levantados en armas. Por ejemplo, a principios de 1918, pequeños núcleos rebeldes se
presentaron ante el Presidente Municipal de El Mamey para tramitar su rendición.472
Aunque no por ello dejaban de inquietar a las autoridades locales, ya que la presencia de
las fuerzas villistas provenientes de Jalisco continúo, baste decir que a mediados de ese
mismo año en las inmediaciones de la hacienda de Agua Zarca, ubicada en este
municipio, se concentraban poco más de 300 hombres al mando de Braulio Estrada, Pablo
González y Pedro Zamora; contingente que tenía amplia capacidad para derrotar a la
Acordada del lugar y avanzar sobre Coquimatlán, Tecomán o Comala. Sin embargo, el
gobierno federal reforzó en municiones y armamento a la jefatura de armas del Estado, al
gobierno estatal y los vecinos armados de El Mamey para activar la campaña contra estos
grupos alzados.473
472
Carta de Elías Arias al Gobernador Constitucional del Estado, marzo 2 de 1918; en AHEC, leg. s/n,
1917-1918.
473
Al respecto véase amplia correspondencia sobre los sucesos ocurridos en el Municipio de Minatitlán
entre 1918 y 1920, en AHEC, leg. s/n, 1917-1918.
354
Es obvio que ante tal panorama la rebeldía de los grupos villistas fue a la baja, pero,
aún así, en medio de su repliegue final, prosiguió causando estragos y sustos a los
poderes constituidos. Como casos ilustrativos destacan la emboscada efectuada en marzo
de 1920 sobre la acordada establecida en Minatitlán (o El Mamey) a quienes causaron 11
muertos y 3 heridos, en medio de una refriega donde se dispararon más de mil cartuchos.
A la vez, durante este mismo año, en el recién formado municipio de Cuauhtémoc,
una pequeña partida de bandoleros merodeaba por las rancherías localizadas al norte del
municipio y amenazaba con tomar su cabecera.474 Proyecto que quedó solamente en
intenciones.
En términos generales, la agonía de La rebelión villista siguió la misma tónica:
enmedio de sus últimas convulsiones lanzaba sus exclamaciones de violencia hacia
territorio colimense, aunque ya no por grupos oriundos del Estado sino por las incursiones
furtivas de los aguerridos villistas del sur de Jalisco, las cuales fueron el punto final de esa
irredenta expresión armada alimentada por la tenacidad, bravura y brutalidad de hombres
como Vicente Alonso, Juan Michel, Perfecto Gaitán, Fidel Gómez y cientos de hombres y
varias mujeres colimenses475 que desde el anonimato enarbolaron o se cobijaron bajo la
bandera villista.
474
Oficio Nº 185 de Lucio Zamora, presidente municipal de Cuauhtémoc al Gobernador del Estado de
Colima, marzo 10 de 1920; en AHEC, leg. s/n, 1917-1918.
475
Aunque no se encuentran referencias que indiquen la militancia directa -al seno de los grupos
armados - de mujeres dentro de las filas villistas, dentro de las partes militares elaboradas entre 1915 y años
posteriores, destacan varios casos donde se descubre el papel que jugaban algunas mujeres colimenses como
mensajeras o abastecedoras de municiones y armamento para los grupos que merodeaban en diversos puntos
de la geografía estatal. Para ahondar en un caso particular, véase, Informe del Presidente Municipal de Colima a
la Comandancia Militar del Estado, noviembre 8 de 1915; en AHMC, sección "E", Caja 60, exp. 7, 1915.
355
UN RECUENTO FINAL
A partir de la problemática planteada, se puede afirmar que la revolución hizo acto
de presencia en Colima como un fenómeno exógeno que rompió la estabilidad de una
sociedad integrada al dominio oligárquico. El conflicto armado empezó a bordear la
geografía colimense haciendo llegar sus olores en la entidad como preludio de su ya
próximo e intempestivo arribo, suceso que alteró las tradicional vida de la localidad. Este
nuevo fenómeno tomó cuerpo con el establecimiento del gobierno constitucionalista que
acaudilló el general Juan José Ríos.
Las acciones desarrolladas por las nuevas autoridades estatales se expresaron en
un conjunto de reformas y prácticas políticas que adentraron a la sociedad colimense en un
inesperado proceso de reorganización e innovación social en muy variados aspectos de su
vida. Dichos cambios provocaron fisuras en la vida social de los colimenses pero no
colocaron a la entidad en una crisis paralizante o traumática, ya que en medio de
reticencias y preservando sus identidades, diversos estratos sociales se adaptaron
parcialmente al nuevo orden de cosas impuesto por el gobierno revolucionario.
356
El gobierno constitucionalista del general Ríos se desarrolló en una región alterada
en su ritmo normal de vida; en una entidad inmersa en condiciones económicas, políticas,
militares y sociales, sumamente anormales y críticas, condicionantes que pusieron sello a
las acciones realizadas por el gobierno revolucionario.
En lo tocante a la incidencia de las medidas gubernamentales sobre el sector
oligárquico colimense, lo primero que resalta es la ruptura de viejas formas de presencia y
dominio dentro de la sociedad local. Sin embargo, era un grupo social aposentado en un
espacio regional donde poseía hondas raíces, las cuales difícilmente pudieron ser
removidas. El constitucionalismo era un nuevo actor dentro del espacio colimense, el cual
súbitamente tomó en sus manos la dirección política y administrativa, pero no pudo ejercer
un dominio completo sobre la sociedad, menos aún con la situación extraordinaria en que
le tocó vivir. No pudo encauzar la nave deshaciéndose de los amos de la tierra y el dinero,
de ese sector oligarca garante de la vida económica del estado, por el contrario, requirió
de su concurso aunque para ello, fue necesario hacerle sentir quien, en ese momento,
conducía el timón.
En términos generales, no es posible pensar en toda una "cacería de brujas" sin
cuartel contra los sectores oligarcas del Estado y sus detentadores. El nuevo gobierno
buscó incorporar, consensuar, controlar y someter a todo el conjunto de sectores y
expresiones sociales existentes en la entidad, pero tal relación no siempre fue uniforme y
armoniosa. En la política constitucionalista hacia los sectores sociales de Colima, no todo
fue apapacho, también hubo uno que otro pellizco. La magnitud y características que
adoptó el villismo y la confrontación con el gobierno revolucionario establecido en C olima,
permiten constatar lo anterior.
En lo tocante a esta -a veces difusa- corriente opositora, se puede aseverar que, en
Colima, el villismo ganó adeptos y, en ocasiones, puso en jaque a las autoridades
establecidas. Por tanto, esta irrupción armada no se presentó como un rayo en cielo
despejado sino enmedio de negros y agitados nubarrones. Los constitucionalistas -por su
parte- no tuvieron un día de campo durante su estadía al frente del gobierno estatal.
357
Esto ocurrió porque el arribo y dominio de las fuerzas del Ejército del Noroeste a
Colima, adquirió -en los hechos- el papel de un grupo de conquistadores, que introdujo una
fuerte cuña al seno de la dominada sociedad estatal. Pero estos nuevos actores
hegemónicos no pudieron conocer ni controlar los efectos que sus prácticas
desencadenaban, las formas en que ese choque cultural y político se diseminó en los
distintos estratos de una sociedad ligada a la tradición. Ante esta presencia militar
avasalladora, se levantaron tanto barreras culturales como logísticas que debilitaron los
mecanismos de control, quedando fuera de éste amplias zonas y expresiones de la
sociedad, las cuales se convirtieron en santuarios para la articulación de luchas de
resistencia o confrontación, aunque personificas por adversarios un tanto débiles, para los
cuales el villismo era un elemento que les prodigaba fortaleza, esperanza y posibilidades
de triunfo.476
El villismo atrajo a individuos provenientes de grupos sociales diferentes y hasta teóricamente- antagónicos. A lgunos llegaron por atracción, pero también se nutrió a partir
de consideraciones clientelares. Parece existir un rasgo medianamente común entre los
sublevados: su incursión en la contienda se adoptó como una lucha de locales contra los de
fuera. Pues, el constitucionalismo, al aposentarse en estas tierras, emprendió y generó un
conjunto de acciones exógenas a la vida colimense, lo cual provocó más malestares que
aceptación.
Ante visiones como ésta que destacan, como elemento ponderable y determinante
de la confrontación entre villistas y constitucionalistas, el choque entre la visión centralista
del constitucionalismo y la visión regionalista o localista del villismo, el historiador austriaco
Friedrich Katz considera que este aspecto por sí sólo no puede explicar las razones de
dicho enfrentamiento. Sobre el villismo afirma: “en su composición social y en la
personalidad de sus dirigentes, el villismo tenía mucho más de un movimiento agrario
que la otra facción norteña, encabezada por Carranza, cuyos partidarios venían
476
Sobre esta confrontación entre poderes centrales y externos en sociedades agrarias tradicionales,
véase Eric R. Wolf, Las luchas campesinas del siglo XX, México, Siglo XXI, 1972, p. 375-410.
358
sobretodo de los estados fronterizos del noreste y noroeste de México.477 Tales rasgos, si
bien pueden ser válidos en términos nacionales o para otras experiencias regionales, en el
caso del villismo colimense, no se ajustan a las manifestaciones que presentó durante los
años que se propagó en la entidad.
477
Friedrich Katz, Pancho Villa, op. cit, p. 445.
359
En el caso de Colima, se reafirma una de las características formuladas por Alan
Knight sobre dicha temática, quien señala: "el villismo se entregaba al eclecticismo, listo
para tolerar a cualquier poder o interés local que le ofreciera fidelidad o le permitiera
ventaja efímera".478 Efectivamente, entre los distintos grupos e individuos colimenses
adheridos a las acciones militares adjudicadas como villistas, cada cual tenía sus propias
construcciones ideológicas, motivaciones e intereses, que los impulsaron para luchar.
Adentrarse en la composición y actuación diferenciada de los villistas colimenses
es un elemento importante para esclarecer las razones y motivaciones que normaron su
incorporación al proceso revolucionario. El conocimiento de sus adhesiones y renuncias,
así como el ritmo y la temporalidad con que éstas ocurrieron pueden explicar en mucho el
fenómeno, ya que la presencia de nuevos actores pudo alterar y hasta cambiar el sentido
de sus acciones.
Por ejemplo, algo que resalta del villismo (o villismos) colimense es su carácter
difuso en torno a su orientación y componentes, en gardo tal que se puede dividir este
fenómeno en dos etapas: Una primera etapa del villismo colimense transcurre entre finales
de 1914 y la primera mitad de 1915, donde su epicentro giró en torno a los intereses de
hacendados y prominentes personajes locales que, ante las adversidades por las que
atravesaba la facción carrancista, se sumaron a este torrente opositor para restablecer un
poder estatal que se guiara por las tradicionales formas de gobierno y conducción social,
además representado por elementos originarios de la entidad e identificados con dos de
los pilares básicos de la realidad local: la gran concentración de la tierra y un acendrado
catolicismo.
478
Alan Knight, op cit., p. 831.
360
A la par, se desarrolló un reducido número de bandoleros provenientes de las capas
bajas y marginales de la sociedad, los cuales compaginaron su práctica de bandido con la
oposición y combate a las nuevas autoridades establecidas en la entidad. El peso de este
sector bandolero tendió a ser relevante a partir de la segunda parte de 1915, marcando el
inicio de la segunda etapa villista en la entidad , la cual concluye hasta finales de esa
década. Esta nueva realidad se expresó de manera más clara a partir de la claudicación
de los "villistas" urbanos y de tierras bajas, lo que permitió que los elementos de origen
bandolero se convirtieran en los protagonistas centrales del accionar rebelde, junto con
unos cuantos militares que no aceptaron rendirse. Esta oposición tuvo su asiento en la
región montañosa y zonas recónditas de la geografía estatal nutriendose con humildes
pobladores de dichos lugares.
Por otra parte, la composición del villismo en Colima y sus formas de adhesión
social no es un fenómeno que resulte fácil reconstruir y comprender. Pues no se puede
desprender automáticamente que debido a su ubicación social de los dirigentes
fundamentales, contasen con el apoyo y la solidaridad de la clase de donde provenían; o
por el contrario, tratarlos como un grupo rebelde minoritario diferenciado de su entorno
social.
Los comportamientos de los hombres no dependen sólo de sus deseos, muchas
veces las oportunidades restringen, limitan el deseo o aspiración del individuo,
condicionando su forma de actuar. Por ejemplo, los pobladores del medio rural tenían
mayores posibilidades de organizar dicha rebelión debido a que el campo es más apto
para la guerra de guerrillas, así como también se encuentran más alejados de los centros
neurálgicos del poder, viviendo en "un espacio de libertades". Elementos si bien
importantes no son definitorios para articular un contingente armado, pues el hecho de
participar en una rebelión como la escenificada por los villistas colimenses requería
combinarla con sus actividades productivas que le posibilitaran su sustento o bien que la
práctica armada cubriera esta necesidad.
Para los pequeños campesinos, aparceros o medieros que dependían del fruto de
361
su trabajo diario para garantizar su sustento, era muy difícil incorporarse de manera regular
en un grupo armado estable y organizado. No así para un agricultor o hacendado
prominente que poseía reservas suficientes para resolver estas necesidades y que,
además, experimentaba la ocupación de sus bienes y la paralización de sus actividades
productivas.
De igual manera, era más factible la incorporación de individuos que para el
desarrollo de sus actividades laborales y sociales desarrollaran una mayor movilidad
social, no es casual que Eugenio Aviña y Pedro Zamora hayan nutrido las filas
revolucionarias desde su oficio de pequeños comerciantes ambulantes. Aun más, nutrirse
de bandoleros e infractores de la ley era mucho más sencillo, pues éstos no tenían ninguna
atadura laboral o productiva, además de compartir un enemigo común y un mismo espacio
de acción, su confluencia implicaba fortaleza mutua. Lo anterior no implicaba que las
motivaciones giraran en ese mismo sentido.
Por tanto, la participación real de los pobladores colimenses en las filas villistas se
forjó tanto de los deseos como de las oportunidades que se poseían y se les presentaron
durante el discurrir de la contienda. Elementos a considerar para una justa valoración sobre
el nivel de identificación de la población con los villistas, así como su grado de
participación ya sea en grupos armados, elementos de apoyo o retaguardia y bases
sociales. Grados de participación que no necesariamente pudieron estar en
correspondencia con sus grados de convencimiento o motivación.
La adecuada valoración de esta situación sigue constituyendo una preocupación
latente. Además de identificar a los actores, rastrear sus acciones, se debe adentrar en
sus ideas y pretensiones, y saber como éstas se compaginan con la especificidad del
mundo externo al individuo.
Asimismo, sobre las razones que explican el desarrollo del villismo colimense, hay
que tomar en cuenta las consideraciones siguientes:
362
Las causas que conducen a un grupo de individuos a enfrentarse al orden
establecido pueden ser diversas: un conjunto de hombres puede rebelarse porque padece
una profunda crisis económica que pone en riesgo su existencia misma, porque tiene una
profunda aflicción social, por la búsqueda de una reforma que mejore su situación de vida,
para restablecer beneficios o bienes perdidos o despojados, por combatir una injusticia,
para aniquilar a un asiduo enemigo o simplemente aclamar a un héroe, entre otros motivos.
Una acción social puede deberse a uno o varios de estos motivos.
Respecto a las causas de la rebelión villista, es claro que existieron motivos
evidentes e inmediatos. Ellos son una clave para ahondar en la naturaleza de todo conflicto.
Sin embargo, aun cuando haya motivos que salten a la vista, se deben explorar aquellos
que permanecen bajo la superficie, máxime si están implicados individuos de diferentes
clases sociales, los cuales pueden tener distintas motivaciones. En un conflicto o
movimiento social existirán razones o motivos dominantes y subyacentes. La imbricación
de ellos o el predominio de uno determina la magnitud y sentido de las acciones
realizadas.479
El nivel de aprehensión de esta realidad permite establecer como factores que
articularon la inconformidad local a la dominación política, imposiciones ideológicas,
erosión de autonomías locales, disposiciones fiscales, vejaciones y abusos militares, así
como los ataques a sus prédicas y costumbres religiosas. Estas acciones afectaron los
intereses, vida social, costumbres, y vida cotidiana de gran parte de la población
colimense. Aspectos que rebasaron los marcos de la etnicidad o la ubicación clasista de
479
Para encontrar las causas del comportamiento de los sujetos, se necesita analizarlos no sólo a
partir de su ubicación económica, sino de su formación cultural, sus experiencias, tradiciones, mentalidad,
religiosidad y origen; a fin de no caer en un reduccionismo económico que elimine las complejidades de
motivación, conducta y función de los hombres al seno de una sociedad. Sobre el particular véase, E. P.
Thompson, Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial,
Barcelona, Editorial Crítica, 1979, p. 64. Partiendo de estas pautas, es imperioso emprender un análisis de
dichas acciones y rebeliones centrando la atención en las motivaciones y medios utilizados por los actores para
legitimar su comportamiento; específicamente, en los medios simbólicos que dan significado a su proceder.
Para así entender su grado de unidad no sólo por sus ideas o creencias generalizadas sino por el peso que
juegan lemas como : ¡Viva Villa, Viva la religión!, en la unificación de la multitud misma; como estas frases se
impregnan de un gran simbolismo que dirige la opinión y acción de los sujetos.
363
los opositores. Esta inconformidad aglutinó bajo la bandera villista a individuos de
orígenes y ubicación social diferente; de hecho, se caracterizó por ser una oposición
multiclasista y polivalente.
Dicha oposición simbolizó el surgimiento de una alianza tácita no avizorada por
ninguno de los autores, donde coexistieron intereses disímbolos; es decir, si bien estaban
aglutinados en torno a un enemigo común, cada cual tenía sus propias construcciones
ideológicas, motivaciones e intereses. Por tanto, en sus primeros meses de gestación, se
caracterizó por un eclecticismo desenfrenado, tolerante ante cualquier poder o interés local
que le ofreciera fidelidad o le prometiera ventajas frente a su fuerte contrincante. Su grado
de homogeneidad aumentó al tiempo que se convirtieron en una guerrilla de claro corte
defensivo.
En términos generales, el rasgo dominante entre los villistas colimenses no fue
retomar aspiraciones populares o agraristas, su sostén estuvo permeado por el espiritu
provinciano que campeaba en la sociedad colimense; actitud asumida contra "lo externo",
expresado en el constitucionalismo, al menos en sus fases más álgidas, antes de su
devenir bandolero. Por ello, parece existir un rasgo medianamente común entre buena
parte de los sublevados: su incursión en la contienda bélica se adoptó como una lucha de
locales contra los de fuera; es decir, se cimentó en una gran dosis de regionalismo,
entendido éste como la identificación cultural, política o sentimental desarrollada por
grupos humanos en un espacio determinado.480
Dicha inconformidad adquirió una dimensión social y geográfico-natural, la cual dio
pie a una amplia alianza no planeada con antelación por los principales protagonistas. En
esta confluencia, coexistieron y se integraron motivaciones alejadas de luchas o
resistencia social. El aspecto unificador fue la coincidencia en la identificación del enemigo
y el comportamiento violento como se expresó la oposición. El conflicto armado, al ser el
480
Sobre el particular, véase, Eric Van Young, "Haciendo historia regional: consideraciones
metodológicas y teóricas", en Pedro Pérez Herrero, (comp.), Región e historia en México (1700-1850). Métodos de
análisis regional, México, Instituto Mora, UAM, 1991, p. 102 y ss.
364
teatro donde las prácticas e ideas tomaron cuerpo, expresó los términos de la identidad y
de la contradicción con que hombres disímbolos se relacionaron en el espacio natural
colimense, en donde cohabitaron intereses diferentes tanto sociales como individuales.
Esta conducta humana se generó en un espacio donde la clase media era débil y la
influencia de la iglesia católica, fuerte. Región caracterizada por la existencia de
comunidades urbanas y campesinas notablemente resistentes y hostiles a las nuevas
ideas provenientes del norte del país. Esta sociedad mayoritariamente rural, defiende su
vida autónoma, sólo permeada por caciques locales, los derechos consuetudinarios, el
temor ante un yugo central y el incierto futuro que conducirían los constitucionalistas. Por su
parte, la iglesia incorporó-ya sea en lo individual o indirectamente- su conservadurismo
político, proclamando su adhesión al orden establecido y a las formas tradicionales de
vida, en contra de los ataques de los jacobinos, ateos, u otros elementos extraños.
Por otro lado, respecto al discurrir del villismo en la entidad, es de destacarse que la
incursión de personajes colimenses en esta contienda bélica estuvo marcada por rasgos
singulares. Hasta antes d e la gran ruptura entre las dos facciones revolucionarias (villistas y
carrancistas) no desencadenó ninguna expresión significativa de disidencia. Como
tampoco ocurrió con pobladores rurales y hacendados ante los constantes saqueos y
vejaciones sufridas de manos de las tropas y jefes del Ejército del Noroeste, lo más que
realizaron fue enviar cartas de denuncia o peticiones de restitución ante las autoridades
establecidas.
Sin embargo, al conocer la ruptura revolucionaria, y la clara gran posibilidad que
Francisco Villa consolidara su hegemonía a nivel nacional mediante el triunfo sobre los
constitucionalistas, debido al poderío militar, posición estratégica de sus fuerzas en la
geografía nacional, así como su gran prestigio militar. La inconformidad, que existía en la
sociedad local y entre algunos revolucionarios establecidos en Colima, afloró y
rápidamente colocó a los constitucionalistas en jaque. Al conocer o sentir los efectos de
esta ruptura, pobladores y hacendados -algunos de éstos de manera soterrada- dieron
rienda suelta a ese deseo reprimido de liberarse y expulsar de sus tierras a unos militares
365
extraños que practicaban y profesaban conductas ajenas a su vida local, sumándose a la
contienda armada para la salvaguarda de sus intereses e ideas.
Es decir, la oposición al constitucionalismo en Colima presentó tintes armados, no
porque la sociedad local tuviera una basta tradición y experiencia de lucha ni condiciones
de dar un paso de esa magnitud; se expresó, incentivada y condicionada, en mucho, por la
propagación alcanzada por el villismo en el occidente mexicano, y, especialmente en el
vecino estado de Jalisco, así como a la gran movilidad y fuerza alcanzada por la División
del Norte en el plano nacional. Fueron estas dinámicas externas las condicionantes en su
devenir, en su explosión abrupta. Este elemento fue básico para modificar el carácter de
la inconformidad y la protesta de una sociedad sin tradición de reacción colectiva y
violenta.
Sin embargo, por este mismo motivo, tras las grandes derrotas del villismo en el
plano nacional y su proceso de desarticulación como una gran coalición nacional para
expresarse como un movimiento regional, condujo a que numerosos rebeldes consideraran
que su éxito era improbable y optaran por pactar su amnistía, máxime cuando la gran
fuerza del villismo se encontraba muy lejana para apoyar sus acciones.
Buena parte de los lideres que se pasaron al bando carrancista, reconocieron -al
menos formalmente- estar luchando por una causa equivocada producto de la confusión y
el engaño y reconociendo rectitud en los principios constitucionalistas, los menos
permanecieron neutrales ante la contienda bélica o sencillamente abandonaron
temporalmente la región. Dentro de los rasgos característicos de estos personajes se
encuentra una breve práctica militar previa unida al constitucionalismo, así como su
intención de ser partícipes en la conducción de la vida política-administrativa de la entidad.
Para muchos, el reingreso al constitucionalismo era una oportunidad de recomponer sus
liderazgos e influencia local.
Aunque también debe considerarse que esta decisión la adoptaron porque, ante
una realidad caótica y desventajosa, una buena parte de estos efímeros villistas
colimenses negociaron sus propios intereses ante el temor de quedar al margen de la
366
coalición dominante. Por tanto, se opusieron a una fuerza coercitiva en la medida en que, al
mismo tiempo, surgió otra gran coalición alternativa; por tanto, los villistas locales se
caracterizaron por practicar rupturas repentinas y cambio de lealtades. Para explicarse
estas acciones es menester tomar en cuenta tanto al individuo como al contexto donde se
establece este tipo de negociaciones.
En lo tocante a quienes rechazaron el ofrecimiento de amnistía, como es el caso d e
Vicente Alonso, se denota la presencia de fuertes raíces de origen bandolero, así como
representantes de intereses de hacendados o del clero rural. Hacendados u agricultores
prósperos como José Bueno y Roberto Moreno al lado de humildes hombres de campo
como el referido Indio Alonso, Pedro Zamora o Luis V. Gutiérrez escenificaron esta
segunda oleada del villismo colimense, donde sus prácticas dominantes no fue un complot
insurreccional para tomar el control del centro neurálgico del poder estatal, sino la lucha de
desgaste, mediante la toma sorpresiva de pueblos, el saqueo y la imposición de
préstamos forzosos. Esta práctica, a medida que se acrecentó, debilitó o tendió a diluir sus
focalizadas bases sociales de apoyo.
Un primer aspecto a considerar e s la confluencia en actitudes similares entre jefes
rebeldes con orígenes distintos ( militares, hacendados y bandidos) hermanados en torno
al secuestro, saqueo, robo, como prácticas reiteradas, posiblemente atribuibles a que un
mayor grado de interrelación, confluencia y cohesión les forjó un conjunto de normas de
grupo que dieron sello a sus acciones.
A medida que la correlación de fuerzas les resultó adversa, las acciones de Vicente
Alonso y sus demás aliados y seguidores se alejaron de toda legitimidad social, hasta
devenir en su práctica bandolera, fincada en aspiraciones clientelares, o darle salida a
rivalidades, venganzas o aspiraciones personales, donde destacaron los nexos con el
hacendado Arnoldo Vogel; por tanto, la incorporación de muchos colimenses al bando
convencionista encabezado por Alonso, más que adoptar rasgos de bandolerismo social,
se debió a que les significaba una forma de subsistir. Una forma efectiva para obtener
beneficios frente a una realidad convulsa y caótica que no garantizaba su subsistencia y
367
prosperidad.
El uso excesivo de violencia fue la norma villista más notoria a partir de 1916,
cuando experimentaban el paso de acciones ofensivas a defensivas, a la vez que cuando
ocurrían bajas y deserciones en sus filas; a la vez que eran los momentos cuando se
presentaba el traslado de numerosas fuerzas desplazadas desde el centro para
combatirlos. Lo cual indica que este uso excesivo de violencia pudo ser una forma de
manifestar su fuerza y ganar autoridad ante el enemigo.
Estos violentos exabruptos se practicaron generalmente por grupos dirigidos por
personajes con antecedentes bandoleros y el Indio Alonso era un magnifico exponente de
este perfil. Lo anterior implicó sacrificar apoyo social para ponderar la derrama económica
que traería el saqueo para fortalecer el grupo mismo en tiempos donde la infraestructura
humana y logística era básica para enfrentar o sortear una batalla ante un enemigo
numéricamente superior. Finalmente, era asunto de balancear costos y beneficios.
A estas alturas , es de destacar que durante los tiempos álgidos del villismo local, su
actuación hacia el resto de la población se caracterizó por tender puentes de simpatía,
apoyo y adhesión, donde la defensa de la libertad religiosa fungió como su "cemento
unificador". Sin embargo, durante los años hegemonizados por las acciones de Vicente
Alonso, más que por un discurso, la autoridad buscó imponerse por medio del terror o la
violencia destructiva. Aún en su poblado de origen y comunidades aledañas donde
operaba, era mínimo el fomento de vínculos de simpatía e intereses comunes entre esta
minoría activa y los muchos "inactivos".
En el caso particular de Vicente Alonso, se encuentra el caso de un típico bandido
que se involucra dentro de un oleaje revolucionario como medida que le permita
salvaguardar su vida y pertrecharse de mejor manera para proseguir con tan estimulante
oficio; no obstante, su simple oficio de robar y saquear se ve alterado, pues tiene que
inscribirse dentro de las pautas de una estrategia militar que le es ajena y desconocida. De
ahí que su quehacer bandolero, con todos y sus excesos e irracionalidades, se convirtió en
un aliado para la causa villista.
368
Sin que desapareciera su esencia, el bandolerismo alonsista sufrió mutaciones,
efímeras o parciales si se quiere, pero lo notorio es que se desplazó en un plano distinto al
habitual, sin que esto implique la perdida de su propia naturaleza original. Probablemente,
sólo sufrió un camuflaje; pero habría que ver hasta donde la forma incide sobre el
contenido.
369
ANEXOS
Anexo Nº1.- Relación de las principales haciendas y hacendados colimenses en los primeros años
del siglo XX
___________________________________________________________________________
Distrito de Medellín
Municipio de Manzanillo
Armería ...................................... Luis Aceves
Cacao ......................................... Carlos Fernández
San Carlos .................................. Carlos Meillón
Coalata ....................................... Carlos Meillón
Cuyutlán ..................................... Francisco Santacruz
Juluapan ..................................... Vidal Fernández
Santiago ...................................... Arturo Meillón
El Veladero ................................. Guillermo y Agustín González
Municipio de Tecomán
Caleras ........................................ Enrique O. de la Madrid
Guaracha ..................................... Enrique O. de la Madrid
Montecristo ................................. Enrique O. de la Madrid
Paso del Río ................................. Compañía de Fomento Agrícola
Tecolapa ...................................... Isidoro Barreto
Distrito del Centro
Municipio de Colima
La Albarrada ................................ Ignacio Ochoa
La Albarradita .............................. Manuel Arregui
Alpuyeque .................................... Ignacio Gamiochipi
Buena Vista .................................. Salvador M. Ochoa
La Capacha .................................. Miguel Álvarez García
Chiapa ......................................... Miguel Álvarez García
La Estancia .................................. Luis Brizuela
370
San Joaquín ................................. Antonio F. Ochoa
Salitrillos ...................................... Miguel Fernández
El Trapiche ................................... Rosendo R. Rivera
Municipio de Coquimatlán
Agua Zarca ................................... Ramón A. Paz
La Magdalena ............................... Compañía de Fomento Agrícola
El Pedregal ................................... Leobardo Silva
Quizalapa ..................................... Higinio Álvarez
Municipio de Ixtlahuacán
Jilotiupa ....................................... Familia Meillón
Distrito de Álvarez
Municipio de Villa de Álvarez
El Gurupiche ................................ Paola Cuevas vda. de Salazar
Pastores ....................................... Compañía de Fomento Agrícola
Trapichillos .................................. Miguel Salazar
Juanacatlán .................................. José Polanco
Municipio de Comala
San Antonio ................................. Arnoldo Vogel
Los Colomos ................................. Enrique O. de la Madrid
La Joya .......................................... Carlos Morales
Nogueras ...................................... Sociedad Vergara y Rangel
Anexo Nº 2.- Notificación de amnistía al Lic. Ignacio Padilla
___________________________________________________________________________
Sr. Lic. Ignacio Padilla.-
371
Considerando que usted ha hecho gestiones ante este gobierno a mi cargo para obtener su
amnistía y tomando en cuenta igualmente su oferta de gestionar la rendición de algunas partidas de
rebeldes, firme en mi propósito de economizar medios para conseguir la pacificación de la entidad
cuyos destinos rijo con el menor derramamiento posible de sangre, he tenido a bien conceder a
usted la amnistía que solicita, la cual surtirá los efectos de los artículos 256, 257 y 282 del Código
Penal vigente debiendo para disfrutar de ese beneficio protestar el cumplimiento y en efecto cumplir
las siguientes cláusulas:
1 ª -. Que no se mezclará en asuntos políticos mientras impere en la República el régimen militar
existente.
2 ª -. Que no saldrá de la ciudad de Colima sin el correspondiente permiso de esta autoridad.
3 ª -. Que gestionará la rendición de algunas de las partidas que militaron o militan a las ordenes de
los señores Gómez, con armas y pertrechos, ofreciendo el Gobierno a los que se rindan el mismo
beneficio de la amnistía.
Constitución y reformas
Colima, mayo 24 de 1915
El Gobernador y Comandante Militar
General Brigadier Juan José Ríos
___________________________________________________________________________
Fuente: Archivo Histórico del Estado de Colima (AHEC), leg. 877, 1915.
Anexo Nº 3.- Decreto mediante el cual se declara fuera de la ley a los jefes villistas de Colima.
___________________________________________________________________________
Juan José Ríos, General de Brigada, Gobernador Provisional y Comandante Militar del Estado Libre
y Soberano de Colima, a los habitantes del mismo hago saber:
Que en uso de las amplias facultades de que me hallo investido y
CONSIDERANDO:- Que las gavillas que merodean en las distintas regiones del Estado son
encabezadas por individuos de pésimos antecedentes; que sin embargo de eso el Ejecutivo de mi
cargo les han ofrecido la más amplia amnistía para que depongan las armas y puedan dedicarse al
trabajo; que varios de ellos han ofrecido el rendirse y para el efecto se les ha otorgado
372
salvoconductos con el fin de que puedan trasladarse a esta capital a recibir los documentos de
amnistía correspondiente; que no obstante la buena fe con que tanto las Autoridades Civiles y
como Militares han celebrado los tratados de amnistía, se han aprovechado de las treguas que les
han sido dadas para asestar alevosos asaltos en los cuales han cometido incalificables crímenes,
numerosos robos e incendios y todo género de exacciones; que habiéndose colocado, por otra
parte, fuera de la ley por los crímenes que han cometido en sus correrías y no teniendo ninguna
bandería política pues no persiguen otros fines que los de asesinar y robar a mansalva por tales
razones y con la autorización que con fecha 29 de julio ppdo., se ha servido concederme el C.
Primer Jefe del Ejército Constitucionalista Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, Venustiano
Carranza, he tenido a bien decretar lo siguiente:
Artículo 1º- Se declara fuera de la ley a los cabecillas siguientes: Vicente Alonzo, José
Bueno, Fidel Gómez, Luis V. Gutiérrez, Gonzalo, Guadalupe, pablo y Macario Suárez, Vicente
Mendoza, Salvador Madrid, Rafael Serrano, Paulino Valdovinos, Juan Flores, Pedro Flores, Luis y
Perfecto Cobián y Luz Vargas, sobre quienes pesan los graves delitos de rebelión, traición,
violación, incendio, asesinato, plagio y otras más del orden común.
Artículo 2º- Cualquier Autoridad o particular de nacionalidad mexicana, quedan facultados
para aprehender a dichos individuos y pasarlos por las armas, sin más requisitos que la previa
identificación de sus personas.
TRANSITORIO.- Este decreto empezará a surtir sus efectos desde la fecha de su promulgación.
Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido
cumplimiento.- Palacio del Gobierno del Estado- Colima, 7 de agosto de 1916.
General de Brigada
Juan José Ríos
F. Ramírez Villarreal
Secretario
______________________________________________________________________
Fuente: Archivo Histórico del Estado de Colima (AHEC), leg. 886, 1916.
373
Anexo Nº 4.- Lista de propietarios agrícolas en las zonas de incursión de Vicente
Alonso
_____________________________________________________________________
Municipio de Colima
Dueño
Nombre y/o localización del predio
Banco Occidental . .
.
.
. San Palmar
Rafael Gómez
.
.
.
. Mina de Peña
Miguel Romero
.
.
.
. Guerrero
Urbano Salazar
.
.
.
. La Barranca
Roque Salazar
.
.
.
. La Cañada
Sr. Morril
.
.
.
. El Balcón
.
.
. Los Colomos
.
Enrique O. de la Madrid
374
Lic. Trinidad Padilla .
.
. Las Paredes
Higinio Álvarez
.
.
.
. El Chical
Miguel García Topete
.
.
. La Palmita
Florentino valencia .
.
.
. Los Aguajes
Daniel Inda
Compañía de Luz y Fuerza
Familia Dueñas
Amado Torres
Colima Lumber Company
Municipio de Villa de Álvarez
Dueño
Nombre y/o localización del predio
Leobardo Silva
.
.
.
. Hacienda del Pedregal
Francisco Corona
.
.
.
. Los Limones
Epigmenio Cueva
.
.
.
. El Naranjito
Donaciano Zamora .
.
.
. La Parota Herrada
José María López
.
.
.
. Trapichillos
Agustín Cruz .
.
.
. El Pedregal
José Polanco
.
.
.
. Hda. de Juanacatlán
Sra. vda. de Dueñas
.
.
. La Caja
Sra. vda. de Fuentes
.
.
. Mina de peña
Juan F. Cárdenas
.
.
.
. El Tecuan
Manuel Cárdenas
.
.
.
. Su rancho
Ciro Barajas .
.
.
.
. su propiedad en Juluapan
Arrendatario de Jurupiche
Arrendatarios de don Remigio N
Municipio de Comala
Dueño
Nombre y/o localización del predio
Francisco Velázquez
.
.
. Las Trancas
Tomás Salazar
.
.
.
. Rancho de Justo
Andrés Valencia
.
.
.
. Las Paredes
375
Ponciano Torres
.
.
.
. Los Mescales
Abraham Cruz
.
.
.
. Cofradía de Agosto
Crecencio Aguirre
.
.
.
. La Mesa
Manuel Mendoza
.
.
.
. Los Lichos
Vergara Rangel y Cía
.
.
. Hda. de Nogueras
Gumecindo Ceballos
.
.
. La Puerta de Aguajes
Leocadio Pedraza .
.
.
. El Seis
Santiago Ramírez
.
.
.
. El Guayabo
Merced Rojas
.
.
.
. La Palmita
Sra. Paola Cueva vda. de Salazar
______________________________________________________________________
Fuente: Archivo Histórico del Estado de Colima (AHEC), leg. 880, 1916.
FUENTES
ARCHIVOS
AGN
Archivo General de la Nación
AHSDN
Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional
376
CONDUMEX Centro de Estudios de Historia de México
AHEC
Archivo Histórico del Estado de Colima
AHMC
Archivo Histórico del Municipio de Colima
APLEC
Archivo del Poder Legislativo del Estado de Colima
APJEC
Archivo del Poder Judicial del Estado de Colima
ARPPCEC
Archivo del Registro Público de la Propiedad y el Comercio del
Estado de Colima
ARAN
Archivo del Registro Agrario Nacional (Delegación Colima)
APVA
Archivo Parroquial de la Iglesia de San Francisco de Asís de Villa de
Álvarez, Colima
AHJ
Archivo Histórico de Jalisco
BPEJ
Biblioteca Pública del Estado de Jalisco
BFXC
Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, Universidad Iberoamericana
CREDHyC
Centro Regional de Documentación Histórica y Científica (Culiacán,
Sinaloa)
HEMEROGRAFÍA
BM
Boletín Militar (Jalisco)
CT
El Correo de la Tarde (Sinaloa)
LEC
La Educación Contemporánea (Colima)
EC
El Estado de Colima (Colima)
EJ
El Estado de Jalisco (Jalisco)
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La Gaceta de Guadalajara (Jalisco)
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