Universidad de Colima Maestría en Historia Regional REBELDÍA Y BANDOLERISMO DURANTE LA REVOLUCIÓN: VICENTE ALONSO Y EL VILLISMO EN COLIMA (1914-1917) Tesis que para obtener el grado de Maestro en Historia Regional Presenta SAMUEL OCTAVIO OJEDA GASTÉLUM Asesor DR. JOSÉ MIGUEL ROMERO DE SOLÍS Colima, Colima, febrero de 2001 INDICE Pág. AGRADECIMIENTOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.- EL MEDIO GEOGRÁFICO Y LOS AVATARES DEL FLUIR HUMANO . . . 2.- POBLACIÓN Y VIDA EN COLIMA A LO LARGO DE TRES LUSTROS . . INTRODUCCIÓN . . I.- LA REVOLUCIÓN, EL VILLISMO Y EL INDIO ALONSO :UN REPASO HISTORIOGRÁFICO . 1 . . 6 24 1.- LOS ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCIÓN Y EL VILLISMO EN EL PLANO NACIONAL 2.- EL INDIO ALONSO EN LA LITERATURA E HISTORIOGRAFÍA COLIMENSE . II.- COLIMA: SU ESPACIO NATURAL Y HUMANO III.- LA SOCIEDAD COLIMENSE Y EL PROCESO REVOLUCIONARIO . . . . . . . . . . . . . 3.- LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA EN COLIMA . . . .. . . . B) LAS PRIMERAS MEDIDAS REVOLUCIONARIAS . . C) EL PROBLEMA DE LA TIERRA. AGRICULTORES, PEONES Y APARCEROS . . . . 2.- LOS GOBIERNOS HUERTISTAS EN COLIMA A) EL ARRIBO REVOLUCIONARIO . . . 4.- EL CONSTITUCIONALISMO Y LOS SECTORES ECONÓMICOS DE COLIMA . . . A) LA CONFISCACIÓN E INTERVENCIÓN DE BIENES B) ACCIONES Y REACCIONES EN EL COMERCIO . 36 . 47 . 55 46 . 1.- LA ÉLITE DE COLIMA Y EL ESTALLIDO REVOLUCIONARIO 24 . 70 . 70 . 83 . .. 99 . . . 101 . . . . . . . . . . . . . 129 . . . . .. 136 99 . 116 128 C) HACENDADOS E INDUSTRIALES ANTE LOS OJOS CONSTITUCIONALISTAS . . . . . . . 146 . . . . . .. 154 . . . . . . . . . . . . . .. 160 . . . . . . . 163 LOS COLIMENSES ANTE LAS ACCIONES MILITARES. LOS VILLISTAS Y VICENTE ALONSO . . . . . .. 175 5.- LOS PASOS CONSTIT UCIONALISTAS POR AULAS, IGLESIAS, CALLES Y TALLERES A) EDUCACIÓN . . . B) ACCIONES ANTICLERICALES C) LOS SECTORES URBANOS IV.- . 1.- EN LAS PROXIMIDADES DEL CALVARIO . 154 . . . . . . . . . . . .. 182 3.- EL INDIO ALONSO: ENTRE BANDOLERO Y REBELDE VILLISTA . . 2.- ZACUALPAN Y EL INDIO ALONSO 4.- EL VILLISMO A LA "COLIMENSE" UN RECUENTO FINAL .. 175 196 . . . . . . .. 207 . . . . . . . . . 248 . . . . . . . . .. . 261 ANEXO N° 1 . . . . . . . . . . 261 ANEXO N° 2 . . . . . . . . . . 263 ANEXO N° 3 . . . . . . . . . . 264 ANEXO N° 4 . . . . . . . . . . 266 . . . . . . . . . . . 268 ARCHIVOS . . . . . . . . . .. 268 HEMEROGRAFÍA . . . . . . . . . . 269 . . . . . . . . . . 269 ANEXOS FUENTES . BIBLIOGRAFÍA RESUMEN El villismo en Colima tuvo una presencia significativa entre 1914 y 1917. Esta rebeldía atrajo a individuos de diverso origen social. Hasta mediados de 1915, el villismo colimense respondió a intereses de hacendados y destacados personajes locales que se sumaron a esta oposición para desplazar del poder a los constitucionalistas. También, participaba un reducido grupo de bandoleros, quienes vincularon sus saqueos con tareas militares villistas. Al finalizar 1915, tras la amnistía de muchos rebeldes, este contingente bandolero se convirtió en protagonista central, junto a varios exmilitares que no aceptaron rendirse. Actuaban en zonas montañosas y apartadas de la geografía estatal, nutriéndose con pobladores de dichos lugares. Esta lucha se extinguió para 1917, tras la muerte de Vicente Alonso, el bandolero y combatiente villista más destacado en Colima. Esta rebelión estuvo provocada por la dominación política, erosión de autonomías locales, disposiciones fiscales y abusos militares, efectuados por los constitucionalistas. También por amor al hurto y deseos de poder. ABSTRAC 5 The villismo in Colima had a significant presence between 1914 and 1915. This rebelliousness drew attention of many people from different social origin. Since 1915, the villismo responded to the landowners’ interests and others outstanding local personages that joined to this opposition to displace the constitucionalistas from the power. There were too a few number of bandits who took part in who related their pillaging to the villistas military tasks. At the end of 1915, after the amnesty of many rebels, this bandit contingent turned into the central protagonistbgv togheter with some exmilitaries that had not acepted to give up. Those groups acted in the higlands zones insolated from the statal geography, increasing with the local inhabitants. This struggle extinguished in 1917, after Vicente Alonso’s dead, the villista bandid and contending most outstanding in Colima. This rebellion was provoked by the politic domination, the erosion of the local autonomies, fiscal disposals and military abuses carried out by the constitucionalistas. Also for the love to theft and power desires. 6 AGRADECIMIENTOS Este trabajo ha logrado esta etapa de concreción gracias al apoyo y colaboración de diversas personas e instituciones, que más alla de su ámbito o responsabilidad formal, de manera generosa, proporcionaron todas las facilidades para hacer posible la ardua tarea de la compilación de fuentes que marcó las pautas para corroborar o contrastar muchas de las apreciaciones iniciales que motivaron este proceso de investigación. Por esa desinteresada labor y los invaluables beneficios brindados, no se puede menos que destacarlos en estas páginas. Entre los primeros apoyos figuró el proporcionado por don Jorge Pineda, esmerado y eficaz custodio de los acervos documentales del Archivo Histórico del Estado de Colima (antes Archivo General del Gobierno del Estado de Colima), su trato siempre amable y su diligente trabajo facilitaron las horas, semanas y meses que requerí para rastrear entre los vastos legajos de este Archivo, infinidad de documentos, informes y pistas que cimentaron las ideas iniciales que dieron pie a este trabajo. El acercamiento a esta temática se fraguó en los estrechos pasillos del vetusto edificio que anteriormente albergaba al referido acervo; tras la inmersión en todo ese mar de documentos, las inquietudes fueron tomando forma, las visitas se volvieron más frecuentes, hasta convertirme en un asiduo "cliente" del Sr. Pineda y su reducido equipo de colaboradores. Otro significativo auxilio lo otorgó el diligente personal del Archivo Histórico del Municipio de Colima. Este magnífico repositorio documental, dirigido ejemplarmente por el Dr. José Miguel Romero de Solís, es todo un orgullo para los colimenses, ya que es sinónimo de organización, eficiencia, tenacidad, visión y amor por el pasado de Colima y su región. La ayuda del Dr. Romero de Solís, su trato afable y las orientaciones proporcionadas, así como el trato recibido de Rosita, Irma, Lourdes, Chuyita, Miguel Ángel, Manuel y el resto del personal del Archivo, me han dejado una deuda difícil de cubrir. 7 En la lista de personas que merecen mi agradecimiento figura el Lic. Rafael Lafarga, Delegado del Registro Agrario Nacional de Colima, debido a su valioso apoyo y esmerado trato. Al margen de cualquier actitud burocrática, fue sorprendente como resolvió las limitantes y dificultades que implicaba la consulta y rescate de la información contenida en los diversos expedientes sobre la formación de los ejidos colimenses. Sus atenciones marcan la pauta sobre el desempeño que debe tener un servidor público. De igual manera, es ponderable el papel desempeñado por el Ing. Octaviano Lafarga Díaz, Director del Archivo de esta dependencia federal. Una atención similar se manifestó por parte del Pbro. Moisés Aguilar Cárdenas, párroco del templo de San Francisco de Asís en el municipio de Villa de Álvarez, Colima, quien brindó todas las facilidades para consultar los registros bautismales y de matrimonio a fin de rastrear aspectos sobre la vida de los personajes principales que estructuran esta temática histórica. Su fina atención, el amable apoyo brindado por su secretaria, la Srta. Ana Isabel Galindo González, así como los plácidos y momentáneos "recreos" vespertinos por el hermoso jardín que rodea al templo, aligeraron mucho el trabajo de consulta en sus valiosos registros documentales. La revisión de otro de los importantes acervos colimenses se pudo resolver con la amplia disposición y facilidades otorgadas por la Lic. Susana Ramírez Galván, Directora del Registro Público de la Propiedad y el Comercio de Colima, quien distrajo sus múltiples ocupaciones a fin de instruir a su personal de archivo para que otorgara todos los fondos documentales que demandaba la presente investigación. La lista de apoyos otorgados en los archivos colimenses se completó con la valiosa intervención de la Lic. Concha Caraballo Bolín, titular del Archivo del Poder Legislativo del H. Congreso del Estado de Colima, así como el importantísimo auxilio brindado por mi apreciable amigo Agustín Márquez Gileta, quien no deparó en nada para orientarme y auxiliarme en la obtención de la información contenida en este Archivo. Enumerar a todos aquellos que aportaron tiempo y disposición para apoyar el trabajo de búsqueda y revisión de los soportes documentales es una tarea difícil, porque 8 se corre el riesgo de omitir a quienes en menor o mayor medida, directa o indirectamente, hicieron posible este trabajo. Por ello, es preferible agradecer en lo general, al personal de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Archivo General de la Nación, Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, Centro de Estudios de Historia de México (Condumex) y del Centro Regional de Documentación Histórica y Científica de Sinaloa (CREDHyC), por su valioso desempeño. Sin ellos, seguramente, esta labor hubiese quedado trunca. En otro rubro de la investigación, además de estos importantes apoyos, adquirí deudas intelectuales que, si bien no puedo cubrir, al menos debo patentizarlas. El Dr. Pablo Serrano Álvarez jugó un papel determinante en el curso de este trabajo. Primero, porque como Coordinador de la Maestría en Historia Regional de la Universidad de Colima auxilió y fomentó mi desarrollo profesional creando las condiciones para resolver los avatares que enfrenté y garantizar mi permanencia dentro del programa; asimismo, como catedrático de la misma, nos impulsó para abrazar con ahínco este placentero oficio, al tiempo que ahondó en nuestros vagos conocimientos sobre esta disciplina. Además, su ejemplo y temáticas tratadas despertaron mi interés por los estudios sobre la Revolución Mexicana. Su guía y aporte están fuera de toda duda, las cuales reconozco con gratitud. Otra mención significativa merecen las Dras. Hilda Iparraguirre, María Eugenia Romero y Josefina Mac Gregor, así como los Mtros. Mirtea Acuña Cepeda, Julia Preciado y Ramón León Morales, quienes se desempeñaron como catedráticos de este posgrado. Todos ellos desempeñaron su trabajo enmedio de una gran responsabilidad y prodigando un generoso apoyo para los estudiante que abrazamos dicho programa. Por tanto, parte de lo contenido en este trabajo se debe a sus aportes académicos, razón mas que sobrada para destacarlos en estas páginas. En lo particular, me interesa destacar el apoyo brindado por el Mtro. León Morales, quien a lo largo de mi trabajo de investigación, siempre estuvo en la mejor disposición para brindarme los consejos académicos necesarios para culminar este esfuerzo investigativo; 9 actitud que enaltece su calidad como ser humano y engrandece su estatura académica. Por otra parte, una alusión especial requiere mi asesor de tesis, el Dr. José Miguel Romero de Solís -ya aludido renglones antes-, su capacidad y responsabilidad académica, así como su entrañable amor y pasión por la historia, me hicieron solicitarle su apoyo, propuesta que amablemente aceptó. Su labor en este terreno fue un baluarte para la culminación de este trabajo, ya que puso una vez más de manifiesto su capacidad y solidaridad humana e intelectual. Por lo tanto, lo menos que puedo hacer es reiterarle mi agradecimiento y mas sincero reconocimiento. Los errores, omisiones o carencias contenidas en esta investigación son de mi exclusiva responsabilidad. No quiero concluir esta líneas sin agradecer a dos instituciones académicas que posibilitaron la realización d e mis estudios de posgrado. En primer término, la Universidad Autónoma de Sinaloa y a su entonces rector Mtro. Rubén Rocha Moya, por el permiso y la descarga laboral que se me otorgó para que pudiera trasladarme a la bella ciudad de Colima para cursar la Maestría en Historia Regional. Lo anterior, implica una deuda que con gusto retribuiré a esta noble institución educativa, de la cual orgullosamente formo parte. La segunda institución que merece mi agradecimiento es la Universidad de Colima, por recibirme en sus aulas como uno más de sus alumnos y darme la oportunidad de nutrirme con su sólida planta académica; así también por otorgarme una beca de colegiaturas que posibilitó la permanencia y conclusión de mis estudios. Actitud muy a tono con la clásica generosidad de los colimenses. En fin, para todos las personas e instituciones que - enlistadas o involuntariamente ausentes- contribuyeron para la realización y conclusión de esta investigación, extiendo el mayor de mis reconocimientos. Este trabajo es sólo un pequeño abono sobre el enorme adeudo que siento para con todos ellas. Estoy consciente que para una justa retribución, es necesario la realización de nuevas y mejores empresas. Aquilatar su apoyo me reconforta y sirve de estimulo para seguir adelante en este arduo pero fascinante camino de la investigación histórica. 10 INTRODUCCIÓN Dentro de la historiografía colimense, los nuevos estudios dedicados al análisis de la presencia (o ausencia) de la Revolución en Colima, han consensuado, con los debidos 11 matices, que la incorporación de Colima a este gran y diverso fenómeno social ocurrió tras el arribo de las fuerzas constitucionalistas a la entidad, en julio de 1914, cuyos efectos empezaron a dejarse sentir con el gobierno establecido por estos lideres y contingentes militares provenientes desde el noroeste del país. Colima se involucró en este nuevo y distante proceso a partir de los tres años de ejercicio gubernamental constitucionalista. Lapso gubernamental encabezado -en su gran mayoría- por el General Juan José Ríos. Quien, investido como estadista, implementó una política de agudas reformas que trastocaron el orden de antaño. Alteró las tradicionales formas de cohesión y vinculación económica y social entre los colimenses, dando pie a una efervescencia social contrastante con la suave quietud provinciana de estas tierras. Durante los años de este gobierno preconstitucional, surgieron un conjunto de actores colimenses que manifestaron su inconformidad de manera violenta, al grado tal que se levantaron en armas bajo el amparo de las fuerzas comandadas por Francisco Villa, tras su ruptura con la facción carrancista. Los rebeldes sumaron varias decenas, e incluso cientos. Sus cabecillas provenían de distintos estratos sociales y poseían distintos motivos para enarbolar esta lucha. Todos estos jefes del villismo local aparecen de manera muy marginal dentro de la historia de Colima. La figura que escapa de este desaire historiográfico es Vicente Alonso, personaje legendario para los colimenses. Hablar de bandidos locales conduce, invariablemente, a referir su nombre. Es evocar al indígena indómito, al combatiente villista, al temible asaltante. Es hablar de tragedia, traición y muerte. Son tantas y tan variadas las impresiones que generan Alonso y sus contingentes villistas en buena parte de los moradores de estas cálidas tierras que bien merecen la atención del historiador regional. Desde los años de existencia de Vicente Alonso a la fecha, la vida ha continuado en su azaroso e impredecible curso. El tiempo borró las huellas que dejaron sus múltiples correrías, los actores de aquellos dramas y sucesos se fueron muriendo, las ideas se hicieron polvo y los escasos papeles se hundieron en un mar de olvido. Pese a ello, a través del tiempo, la figura de este bandolero se mantiene erguida, retadora, alucinante, 12 firmemente adherida a la historia y la leyenda de Colima. Este hecho ha ocasionado que varios hijos de este terruño no pudieran sustraerse ante el influjo de tan singular personaje. Sus mentes y plumas han atravesado el umbral de la realidad y el tiempo, se han remontando en los recuerdos, la imaginación y el pasado, para que el popular "Indio Alonso" ocupe un lugar dentro de la literatura y la historia colimense. Quienes han abordado, desde distintos géneros, la presencia del "Indio Alonso", se han centrado en su controvertida personalidad y el trágico desenlace final de su vida. El presente trabajo tiene como pretensión destacar la connotación que tiene Vicente Alonso dentro del espacio histórico colimense, retomándolo desde una óptica distinta, no solo ni fundamentalmente como protagonista sino como actor y producto social. Resulta imperioso subvertir la forma de percibir y abordar la historia de los villistas de Colima y de V icente "Indio" Alonso, en lo particular. No puede explicarse cabalmente la trayectoria de estos rebeldes y bandoleros sin reemprender su análisis a partir de su ubicación dentro del espacio y relaciones sociales que los nutren y no sólo de sus figuras en sí. Es necesario conocer los nexos y solidaridades existentes al seno de la comunidad de la cual es producto. Desentrañar las causas y objetivos (reales o supuestos) que motivaron su rebeldía. En una palabra, se requiere ubicar a Vicente Alonso y al resto de los jefes rebeldes en su tiempo y espacio. Así también, conocer la composición y significación que tuvieron actores que, como Vicente Alonso, integraron las fuerzas villistas en Colima. Conocer el real significado de ser "villistas" en esta pequeña porción geográfica del país. Aunque es justo reconocer que cumplir con este cometido no es una tarea sencilla. La investigación es la reconstrucción de distintas esferas y acciones humanas, emprendidas por individuos en los diversos ámbitos por donde dejan huella. De cada individuo hay numerosos registros públicos, desde su nacimiento hasta su muerte; si se pudiera establecer la conexión entre todos estos registros y se obtuviera información complementaria (contextual), se reconstruiría la vida de los “grandes” y “pequeños” personajes de manera menos contrastante. 13 Sin embargo, esta afirmación está formulada dejando volar los deseos, porque es conocido que para el estudio del pasado, los vestigios dejados o rescatados sobre las distintas actividades de los hombres no son uniformes: es relativamente fácil encontrar pruebas documentales sobre la vida de los grandes personajes de la historia (reyes, políticos, militares, etc.),mientras que no sucede así al canalizar la investigación hacia la gente sencilla o anónima, ya que aquí las fuentes escasean, los indicios son más difíciles de establecer.1 1 Al respecto véase, Justo Serna y Anaclet Pons, Cómo se escribe la microhistoria , Madrid, FrónesisCátedra Universitat de València, 2000, pp. 127-176. 14 Pero aún en ese caso, es posible abordar con buenos resultados el estudio de personajes que aparentemente no dejaron huella en tiempos pretéritos. Un buen ejemplo de lo que se puede lograr en este sentido, lo proporciona Ignasi Terradas con su estudio sobre la vida de Eliza Kendall,2 donde una persona marginada y olvidada por la sociedad y la historia, es recuperada en un sentido muy distinto a la biografía tradicional. El limitado rescate de su vida proviene de una cita que aparece a pie de página en una de las obras de Federico Engels: La Condición de la Clase Obrera en Inglaterra; en la cual, se alude al suicidio de dicha joven para ejemplificar como el proceso capitalista de la sociedad occidental condena y marca la vida de una persona, mediante su práctica deshumanizada y la avidez por la ganancia. Para narrar esa vida anónima, ese gran vacío social que encierra su vida y, por ende, la imposibilidad de enmarcarla dentro del género biográfico, Terradas recurre a la antibiografía, entendida no como la narración de la vida de una persona sino el hablar de lo que la sociedad hace con su vida, destacar los condicionamientos sociales que encierran o limitan la existencia de un ser humano; es abordar su contorno sin ahondar en la descripción específica o pormenorizada de su acontecer individual, a fin de ponderar la forma en que el vacío y el silencio de una civilización se expresa en una existencia individual considerada no significativa. Este recurso le permite a Terradas entender, de mejor manera, la vida y sentimientos humanos de toda una época, probablemente con más eficacia que si se hubiera avocado a la construcción de amplias biografías de los personajes más prominentes y “significativos” de la sociedad inglesa de mediados del siglo XIX. Esta visión de Terradas es la que orienta en buena medidas esta investigación. Por tanto, el objetivo no es elaborar una biografía de un personaje connotado del villismo, en este caso de Vicente Alonso; en todo caso, la parte dedicada a él se acerca más a una antibiografía, en la acepción usada por Ignasi Terradas. Por otra parte, la temática sobre el villismo colimense tiene varios aspectos que le 2 Ignasi Terradas, Elisa Kendall. Reflexiones sobre una antibiografía , Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 1992, pp. 11-40. 15 dan relevancia. En primer lugar, permitirá ampliar el conocimiento histórico sobre la presencia de la Revolución en Colima, destacando las particularidades que presentó dicho fenómeno. Particularmente, favorecerá el conocimiento de la sociedad colimense de esa época, sus formas de vida, sus actitudes, el quehacer político y, en general, la realidad histórica de esta entidad. Contribuirá al análisis, explicación e interpretación de esta etapa de cambios que trastocaron el ritmo habitual de vida de la sociedad colimense de esos años, permitiendo un mejor acercamiento y explicación sobre la especificidad histórica que adoptó el constitucionalismo en Colima. La presencia del villismo colimense y su peso en el proceso regional de la Revolución Mexicana merece su debido tratamiento pues ha sido un fenómeno poco aludido en la vida histórica de Colima; por tanto, es una parte del pasado que no ha pesado para la comprensión de este proceso local. Lo anterior ha generado que la historiografía colimense sobre la Revolución -y aun más la nacional- brinde un conocimiento incipiente sobre las especificidades y significación de las acciones y dramas de los villistas en la entidad. Las publicaciones existentes sobre el constitucionalismo y la presencia de la Revolución en Colima necesitan ser ampliadas, incorporando los rasgos históricos, sociales, históricos, ideológico y culturales de los villistas que, si bien no fueron figuras fundamentales del período, dejaron significativas huellas en la entidad, reflejando mucho del sentir de los colimenses frente a la presencia de la revolución. En síntesis, es necesario conocer y analizar las características del villismo en los planos racional y local, destacando la especificidad histórica que revistió en Colima; lo que permitirá mejorar la comprensión de la heterogeneidad de la vida nacional en su evolución histórica, así como el carácter de las vinculaciones e interconexiones locales con el proceso general. El adecuado abordaje de esta temática, a la vez de contribuir al conocimiento histórico del villismo colimense y su incidencia en la región, permitirá enriquecer el acervo historiográfico local sobre este período de la vida colimense, y contrastar lo hasta hoy 16 publicado sobre esta temática. El proposito es brindar pautas, indicadores y enfoques nuevos sobre los sucesos históricos ocurridos en toda esta interesante región de nuestra patria. Este proceso de investigación se asumió a partir de la reutilización de algunas fuentes primarias ya tratadas, así como el acceso de otras poco utilizadas o inexploradas, buscando profundizar o, cuando menos, brindar matices a buena parte de lo publicado sobre el tema. Así también, se contó con el auxilio de distintas disciplinas sociales, pues junto a los teorías y enfoques históricos, se recogieron aportes de la economía, la geografía y la sociología, ente otras. Todo ello a fin de buscar una nueva interpretación histórica, que brinde nuevas luces sobre el significado de la Revolución en el escenario colimense. Por lo anterior, la pretensión de este trabajo de investigación es analizar a los personajes y grupos humanos adheridos al villismo desde una perspectiva un tanto distinta a la contenida en la historiografía y literatura local; dejando de lado la sobrevaloración de categorías estructurales, reivindicaciones abstractas, elementos ideológicos y caudillescos, que han servido de base para caracterizar a dicho fenómeno. De manera particular, el objetivo es caracterizar el sentido que tuvieron las acciones bandoleras de Vicente Alonso. Así como conocer las causas que motivaron su incursión bajo la férula del villismo. No limitarse a las caracterizaciones generales expresada en la historiografía general sobre la Revolución Mexicana, sino, contrastarlas con las especificidades regionales del Occidente Mexicano y, especialmente, del Colima de esos años. El trabajo consistió en abordar la vida de los jefes villistas locales y de Vicente Alonso en particular, como problemática histórica, muy superior a la anécdota o la experiencia local aislada; a través de su contextualización dentro del espacio y tiempo donde les tocó vivir, destacarlos como parte de un proceso y fenómeno social cursado por los colimenses en su transitar histórico; aspirando a que este acontecimiento social ofrezca un conocimiento más profundo de la sociedad colimense de esa época. 17 Se busca incorporar al estudio de la vida y acciones de estos rebeldes, los segmentos de la sociedad donde surgieron y actuaron dichos personajes; es decir, conocer las características reinantes en los pueblos y comunidades ubicadas en la región serrana de la entidad colimense. Todo bajo la perspectiva de restituir la historia de los bandoleros al seno de los grupos sociales que los engendraron. Por tanto, abordar a los actores individuales (en ese caso Vicente Alonso), insertos en el tejido social que los originó y al cual están adheridos por rasgos de identidad. Una preocupación particular del análisis fue adentrarse en la composición y significación que tuvieron las actores integrantes de las fuerzas opositoras al constitucionalismo, ya sea como bandoleros o bajo el mote de villistas. Desentrañar el proceso de formación de los grupos opositores, sus grados de cohesión y proceder diferenciado; ubicando a los opositores al gobierno constitucionalista en el contexto de la sociedad regional en donde tomaron forma. Estudiar a los contingentes rebeldes abordando los orígenes sociales y la cultura de los individuos que nutrieron a esos grupos humanos. La finalidad no es adentrarse únicamente en el conflicto armado, en la confrontación, sino también en lo que une y es común al conglomerado heterogéneo de hombres colimenses que tomaron las armas para enfrentar al constitucionalismo. Un factor académico incentivador de esta investigación es el buen numero de nuevos estudios sobre la Revolución Mexicana aparecido en los últimos años, los cuales han resquebrajado las imágenes tradicionales de los actores fundamentales, sus papeles y finalidades en este proceso. Los estudios de Hans Werner Tobler (aparecido en México en 1994), Alan Knight (en 1996) y Friedrich Katz (1999), han revalorado los movimientos sociales, actores colectivos e individuales partícipes en este proceso revolucionario. En lo particular, surgieron nuevos elementos caracterizantes sobre el papel de Francisco Villa, su ejército y bases sociales, muchos de los cuales nutren este trabajo; sobre este particular, se ahondará en el siguiente apartado. Este conjunto de trabajos se ubican en el plano nacional; con esta investigación se pretende -modestamente- ahondar en este camino, a 18 nivel regional y local. En este marco, el tratamiento de la temática planteada busca contribuir en el conocimiento de la forma en que se expresó el proceso revolucionario en Colima, reinterpretando los roles jugados por sus actores principales y la sociedad misma, no buscando caracterizaciones concluyentes, ya que partimos de la idea esbozada por Pierre Vilar al considerar a la historia como una disciplina abierta y siempre en construcción, por lo tanto esta investigación sólo pretende abonar en el terreno del conocimiento histórico colimense. Sería altamente satisfactorio si el resultado de este humilde trabajo, genera nuevas inquietudes que abran el camino a nuevas mejores interpretaciones de esta rica y sugerente etapa de la historia mexicana. Por otro lado, desentrañar el papel jugado por un bandolero dentro de un proceso revolucionario, así como su papel dentro de una estructura social no es empresa tan sencilla, ya que, como apuntábamos para el caso del Indio Alonso, los bandidos, a lo largo del tiempo, han generado variados y encontradas opiniones. Ladrones despiadados y sin entrañas para unos; personajes de leyenda para otros; redentores sociales y hasta revolucionarios para otros más. Sin embargo, pese a opiniones y caracterizaciones tan encontradas, los bandidos permanecen vivos en la memoria, la leyenda y la historia de muchos pueblos del orbe. Tomar como objeto de estudio a tan fulgurante fenómeno, implica ubicar al bandolero en el contexto de la sociedad y la temporalidad en que se desenvuelven, ya que al decir de Marc Bloch " los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres",3 por lo cual, es necesario desentrañar y comprender el conjunto de factores contextuales y temporales que inciden sobre su actuación específica. Para cumplir con este cometido, el tema se intentó abordar con el apoyo de algunos de los aportes historiográficos proporcionados por la historia social inglesa; recogiendo, fundamentalmente, las teorizaciones del historiador Eric J. Hobsbawm, plasmadas en sus 3 Marc Bloch, Introducción a la Historia, México, FCE, 1986, p. 31. 19 obras Rebeldes Primitivos4 y Bandidos,5 las cuales se acercaban a las problemáticas esbozadas en esta investigación. 4 Eric J. Hobsbawm, Rebeldes Primitivos. Historias sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX, Barcelona, Ariel, 2ª ed., 1974. 5 Eric J. Hobsbawm, Bandidos, Barcelona, Ariel, 1976. 20 Una guía general de vital importancia retomada de Eric Hobsbawm es la idea básica que los aspectos sociales del ser humano no pueden ser separados de otros aspectos de su existencia ni de la forma como organiza su vida y su entorno material. Tampoco pueden aislarse sus ideas, ya que las relaciones entre los hombres se expresan y formulan en un lenguaje que implica el manejo de conceptos.6 En particular, para comprender y analizar el fenómeno del bandolerismo en Colima, este historiador nos marca pautas invaluables. Producto de su investigación sobre las clases subalternas, elaboró toda una teoría sobre esta temática, atribuyendole rasgos comunes a través de distintas épocas y en las variadas regiones del mundo donde alcanzó una viva presencia. En virtud de la riqueza de sus aportaciones es primordial recoger algunos de sus elementos más significativos y sugerentes. Un elemento nodal de este historiador es la distinción que hace entre bandido y bandolerismo social. Alguien que de manera individual o colectiva ataque y robe usando la violencia es, de acuerdo con las leyes vigentes, un bandido. Sin embargo, sus estudios se centran en sólo una parte de esos ladrones, aquellos que ante los ojos de la opinión pública no son simples criminales o ladrones, sino un grupo de hombres que mediante sus acciones protagonizan una rebelión individual o minoritaria al seno de las sociedades campesinas. Para el análisis de estas acciones acuña al concepto de "bandidos sociales", catalogándolos como campesinos fuera de la ley a los que el potentado de una región y el Estado consideran criminales, pero que actúan al seno de una sociedad campesina que los considera héroes, vengadores, luchadores por la justicia o lideres de liberación; razón 6 Eric J. Hobsbawm, Marxismo e historia social, Puebla, Universidad Autónoma de Puebla, 1983, p. 26. 21 por la cual, les brindan apoyo, protección y admiración. Este vínculo es lo que le atribuye el calificativo de "social" a ese tipo de prácticas bandoleras, diferenciándola de la delincuencia ejercida por los bandoleros comunes, de las bandas de salteadores de caminos para los cuales el pillaje es su forma de operar, único criterio que guía su actuación, no realizando ninguna distinción entre sus víctimas o el objetivo de sus ataques; en su lógica destructiva figuran los campesinos y todo individuo que posea o sea susceptible de obtener un beneficio a su costa. Por el contrario, existe otro tipo de bandoleros ("los sociales") que tienen lazos de unión con su comunidad, que se distinguen por respetar las propiedades e intereses de los habitantes de la zona o región donde actúan. Sus acciones están conducidas de manera selectiva, el blanco de sus ataques son los grandes propietarios y los representantes de las autoridades políticas y no la masa común del pueblo. Este tipo de prácticas, no son exclusivas de una región o punto geográfico en particular, sino que se reiteran, más o menos con rasgos comunes, en distintos lugares del mundo. Es un fenómeno generalizado que ocurre en aquellos lugares donde, al seno de estas sociedades campesinas, se presentan un conjunto de rasgos y situaciones económico-sociales muy particulares que posibilitan el florecimiento de dicho fenómeno. Los estudios de Eric Hobsbawm demuestran que este fenómeno se presentó, generalmente, en todas aquellas sociedades que experimentan el choque o el tránsito de una organización tribal y familiar a una sociedad capitalista e industrial. Adquiere especial notoriedad durante la fase de desintegración de este tipo de sociedades ante el advenimiento del capitalismo agrario.7 7 E. J. Hobsbawm, Bandidos, p. 11. 22 Lo anterior no indica que solamente durante esta fase de desarrollo social se practique el bandolerismo, es obvio que en sociedades anteriores se implementó el pillaje, pero no se establece una estructuración social que convierta al bandido en una figura de protesta y rebelión social, lo cual ocurre cuando al seno de estas comunidades se presentan marcados rasgos de diferenciación de clases o cuando reciben el influjo de organizaciones o instituciones económicas poderosas que profundizan dicha estratificación social. Es en estas condiciones cuando proliferan grupos armados que practican el bandolerismo ligándolo a una resistencia frente a los poderosos o ante las fuerzas extrañas que los oprime o amenaza con hacerlo. En general, este tipo de actitudes bandoleras tiende a desaparecer al tiempo que la modernización capitalista va sentando sus reales y ha imbuido a la sociedad tradicional donde se presentan dichas practicas. Asimismo, durante su existencia, es común encontrar variantes de acuerdo a las condiciones geográficas, el desarrollo económico-tecnológico y la administración políticoadministrativa prevaleciente en cada espacio social donde este fenómeno se presenta . Es común la multiplicación del bandidaje en zonas aisladas y de difícil acceso, en áreas montañosas o boscosas. Por ello, a medida que la modernización incrementa y facilita las vías de comunicación, el bandolerismo reduce su radio de acción y se debilita. Sin embargo, pese a las especificidades regionales, Eric Hobsbawm elabora generalizaciones sobre este fenómeno. Por ejemplo, sostiene que el bandolerismo tiende a ser epidémico en épocas de pauperismo y crisis económica, cuando ligado a esto se presentan inestabilidades políticas, el bandolerismo se engarza o es precursor de movimientos sociales o rebeliones campesinas significativas. Ademas, liga su proliferación temporal durante el proceso de transformación de una economía precapitalista a una propiamente capitalista, de ahí que ubique su época de auge a lo largo de los siglos XIX y XX; la presencia durante esta última centuria ocurre en distintos lugares del mundo, donde el proceso industrializador llegó con posteridad. En el caso de Europa, este fenómeno se experimentó durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Lo 23 anterior en cuanto a su carácter más genérico, lo cual no implica que en tiempos posteriores se manifiesten algunos grupos marginales sin que ocasionen una amenaza seria para la estabilidad del régimen imperante. Las sociedades modernas condujeron a nuevas formas de protesta, rebelión, crimen y pillaje. Otro rasgo, destacado por el aludido historiador inglés, es el papel asumido por estos extintos bandidos: no los concibe como poseedores de rasgos intrínsecos para erigirse e n rebeldes sociales, políticos o revolucionarios, sino el de campesinos reacios al sometimiento u hombres excluidos del sendero normal de la vida de su localidad y que deviene en su ubicación al margen de la ley y su posterior caída en la delincuencia. Imbuido por el hambre, la guerra o las calamidades, el bandolerismo es para la sociedad campesina una forma de autoayuda, ya que los bandidos encauzan, en mucho, sus acciones hacia la defensa o restauración del orden tradicional. Evitan o castigan abusos pero no cuestionan la esencia misma de la opresión económico-social No obstante, Hobsbawm destaca dos factores que pueden convertir el limitado accionar del bandolero en un autentico movimiento revolucionario: el primero se presenta cuando el bandido se convierte en símbolo de la resistencia contra factores que producen alteraciones o destrucción en el orden tradicional imperante al seno de sus comunidades de origen, es decir como una reacción ante un progreso que los condena a la fatalidad y destruye su ancestral forma de vida; la segunda se da en momentos cuando su sociedad experimenta un caos que la orilla a su desmoronamiento, el bandido se ve arrastrado a ocupar un papel de líder mesiánico que pugna por el advenimiento de la igualdad y la libertad, en promotor de esperanzas. Lo anterior posibilita su incorporación dentro de un movimiento más amplio para imbuirse dentro de una fuerza capaz de transformar a la sociedad.8 Respecto a la forma de articulación del bandolerismo, Hobsbawm se adentra en la exploración de las características que auspician la conversión del campesino en bandido, 8 Ibid., p. 23-26. 24 haciendo énfasis en la condición social y naturaleza de su actividad laboral. Destaca como un rasgo dominante para la dinámica de las acciones de los bandoleros, los ciclos agrícolas existentes en su comunidad rural; las filas bandoleras se adelgazan cuando la sociedad campesina de donde emana se encuentra pegada a su tierra, dedicada a las labores de siembra y cosecha; es decir, en estas condiciones, no tienen mucho margen para su movilidad social. En contraparte, señala que es más proclive a su propagación en sociedades agrarias donde la demanda de trabajo es pequeña, en economías de pastoreo, tierras poco fértiles o áreas montañosas, donde el tipo de actividad dominante deja fuera a un núcleo importante de hombres. Ligado a este aspecto, destaca los rasgos de edad como elementos característicos de los bandidos. Los grupos bandoleros se componen, por lo general, de hombres jóvenes, para quienes el peso de las responsabilidades familiares todavía es muy incipiente o prácticamente no existe. En las sociedades campesinas la juventud es la fase de la disidencia y rebelión potencial. Otra fuente importante de bandidos se genera de individuos que no permanecen integrados a sus sociedades locales y practican formas de vida marginales y contrapuestas a las leyes y el orden. En este género se encuentran exmilitares y desertores, al igual que labradores sin tierra, mancomunados con vaqueros y pastores. Insisto, sólo considerados potencialmente. Existen también aquellos que protagonizan una rebelión individual, hombres que contrastan con la pasividad campesina que los rodea y se vuelven pendencieros para hacerse respetar. Otro rasgo destacado por este laureado historiador inglés es q ue muchas veces el bandolerismo social no se manifiesta de manera "pura"; en tiempos de desordenes sociales o guerras, el bandolerismo social y el bandolerismo común o -en sus palabrasantisocial se compaginan, empatan o alternan, para dar pie a un fenómeno caótico y 25 multiforme. Un aspecto mas que resalta es el papel mítico que desempeña el bandido social en la población. El simbolismo que encierran sus acciones, su rol como fabricante de esperanzas de su comunidad, son las razones por las cuales traspasa el umbral de la realidad para formar parte de la leyenda popular, a través de la cual se preserva, exalta y glorifica la figura y obra del bandolero. Por todo lo dicho, para Hobsbawm, el bandolerismo es un fenómeno que se presenta y genera en las llamadas clases subalternas de la sociedad. El calificativo de "social" se adquiere producto de su identificación con pueblos donde sobreviven culturas largamente seculares, dentro de complejos tejidos sociales. Prolifera en espacios geográficos agredidos p or la irrupción de lo externo, como consecuencia de un capitalismo que avasalla y desarticula a las sociedades campesinas, amenazándolas con sucumbir. Sin embargo, en cuanto a su accionar, Hobsbawm estudia múltiples casos de rebeliones que desembocan, tarde que temprano, en derrotas, resaltando la incapacidad de estos sectores para proponer y concretar una alternativa frente al modelo de sociedad que se les pretende imponer. Su espontaneidad limita la capacidad para el logro de la victoria. Aspecto que se remonta cuando algunas de estas rebeldías se orientan por ideologías socialistas y revolucionarias. En su obra Bandidos, publicada por primera vez en 1969, este historiador se adentra en el papel jugado por ciertos personajes de distintas sociedades del orbe, a los cuales se ha colocado fuera de la ley por el orden establecido pero que gozan de simpatía popular. Para este historiador, los bandidos pertenecen a una historia distinta a la oficial. Integran esa historia que no se finca en el acontecer y las acciones de los grandes hombres o las elites, los bandidos son parte del pueblo debido a que no se han considerado como criminales por dichas comunidades, ademas no tienen ninguna dificultad para integrarse de su comunidad como individuos dignos de respeto una vez que dejan de estar fuera de la ley. Estas simbiosis entre individuo y pueblo se vuelve un elemento subversivo para el sistema y el orden imperante. 26 Por otro lado, las obras de Eric Hobsbawm, Rebeldes Primitivos y Bandidos han influenciado a muchos investigadores, quienes han dado a luz una serie de trabajos en los cuales se rescatan diversos conflictos sociales que antes solo formaban parte de los reportes policíacos o de folklore popular; todos ellos han problematizado y puesto en tela de juicio la unicidad del sujeto en el cambio social. Frente a la ortodoxia marxista respecto a la clase obrera como la clase social revolucionaria por excelencia, se destaca a un conjunto de actores y sectores constituidos en fuerzas policéntricas que enfrentan al sistema y juegan un papel protagónico en su transformación, dentro de los cuales figuran los bandidos, en su acepción de "bandoleros sociales ". Por otro lado, si bien el bandolerismo es un fenómeno mundial, su grado de incidencia dentro de las sociedades nacionales fue muy variado. En el caso de nuestro país, su presencia fue altamente significativa. En México, la figura del bandolero se reiteró a lo largo del siglo decimonónico y las primeras décadas del siguiente; actor firmemente adherido a la vida de su época y con un lugar preponderante dentro de la memoria de una sociedad eminentemente rural de la que es producto, e integrado a la cultura popular mexicana. Su galopar transitó de la realidad a la leyenda, continuando sus fechorías en el terreno de la literatura, la música y la pintura. En fin, distintos géneros han colocado al bandido mexicano como personaje central de sus creaciones. Sin embargo, en el plano de su análisis como fenómeno histórico de índole genérico, los estudios realizados no son muchos. Algunos estudios como los de T. G. Powell9 y Alan Knight, apoyándose en la visión ya aludida de este historiador británico, lo 9 Aspectos de esta temática son abordados en , T. G. Powell, El liberalismo y el campesinado mexicano en el centro de México (1850-1876), México, Sepsetentas, 1979. 27 abordan en etapas específicas de la vida nacional. El primero centrado en el tercer cuarto del siglo XIX y el segundo durante la etapa armada de la Revolución Mexicana. El trabajo mas generalizador sobre el tema lo presenta, sin duda, Paul Vanderwood.10 10 Esta importante investigación se encuentra en las obras de Paul Vanderwood: Desorden y progreso, bandidos y desarrollo mexicano, México, Siglo XXI, 1986; y Los rurales mexicanos, México, FCE, 1982. 28 Este autor explica las causas del bandolerismo decimonónico por el predominio de los desórdenes y la inestabilidad política. Insiste en que la falta de un poder central alentó su proliferación. En su opinión, la acción de los bandidos mexicanos se enfocó a demandar una participación de los beneficios de los hombres del campo mexicano.11 En sus análisis, este autor deja ver cierta ausencia en la contextualización del fenómeno bandolero dentro de las relaciones económicas y sociales prevalecientes al seno de una sociedad históricamente determinada; realidad social que le da identidad propia, lo distingue y lo oponen con otros actores sociales. Por esta razón, Vanderwood no distingue los distintos tipos de bandolerismo puestos de manifiesto a lo largo de la historia de nuestro país. Lo anterior no invalida los avances que nos brinda este autor, pues es punto de partida y referencia para ahondar en este apasionante tema de investigación. Por otra parte, aunado a las visiones teóricas tomadas en cuenta durante el desarrollo de la investigación, el trabajo de campo fue básico para contrastar éstas con las evidencias empíricas. Por esto se incursionó en la consulta de las más variadas reservas documentales existentes en la localidad y en otros puntos del país. Estas fuentes de primera mano consistieron en publicaciones hemerográficas y fondos archivísticos. Para destacar la especificidad regional de estos actores de la sociedad colimense, la hemerografía resultó una fuente valiosa; dentro de la cual destacaron órganos periodísticos de la localidad como El Popular y La Educación Contemporánea; también se recurrió a publicaciones del vecino Estado de Jalisco como La Gaceta de Guadalajara, muy vinculado con lo sucedido en Colima ya que su propietario (J. Trinidad Alamillo) fue gobernador de esta entidad y un actor político de primer orden en estos años. Otra fuente periodística utilizada fue El Correo de la Tarde editado en Mazatlán, Sinaloa; se recurrió a la prensa de este lugar debido a que durante los años sujetos a estudio, los vínculos o nexos de Colima con el exterior se realizaban en mucho mediante 11 Al respecto véase también, Paul Vanderwood “El bandidaje en el siglo XIX: una forma de subsistir”, en Agustín Yañez y otros, Actores políticos y desajustes sociales, México, El Colegio de México, 1992, p. 22-48. 29 los contactos que se establecían por vía marítima a través del puerto de Manzanillo, de donde salían o llegaban barcos y fragatas cargadas no sólo de hombres y mercancías sino también de noticias que se socializaban de puerto a puerto; de manera particular, Mazatlán figuró entre los puertos del Pacífico Mexicano que estableció una comunicación más fluida con Manzanillo. Además se consultaron los órganos oficiales de los gobiernos de Colima y Jalisco. Estos últimos, a diferencia de los actuales, no sólo transcribían noticias gubernamentales (decretos, informes, partes oficiales), también se proporcionaba información general, noticias sobre la vida de la población; por lo cual, no sólo se puede hacer el seguimiento de los sucesos de la rebelión consignados en partes militares y oficiales, sino que éstos aparecen en un contexto del cual podemos inferir, además de datos, procesos. El periódico, en términos generales, permite recrear la imagen de la sociedad en movimiento. Un órgano periodístico básico para estructurar este trabajo fue el Boletín Militar, editado en Guadalajara por las fuerzas constitucionalistas. Este periódico oficial recogía sólo las noticias y partes militares correspondientes a su bando, lo que reflejaba una visión parcial del conflicto; además, en sus páginas se ponderaban aquellas que acrecientan los intereses e imagen del gobierno constitucionalista, se exageran victorias o se minimizan derrotas; pero aun así, fue de gran utilidad ya que la información contenida en sus páginas sirvió para ser confrontada con la información de archivo o bibliográfica. En general, la prensa de la época - la consignada y el resto de publicaciones de esos años- escribía para un pequeño grupo y por lo mismo, lo hacía desde la óptica de dicho sector; por esa razón, contenía pocas referencias de los grupos subalternos de la sociedad, y los pocos encontradas, contaban -implícita o explícitamente- con elementos de critica y descalificación. Sin embargo, esos resquicios sirven como punto de referencia para introducirse en la vida de esos grupos subalternos. Los datos contenidos en la prensa, llevaban implícita una "coloración política" o rasgos de regionalismo; lo cual se tomó en cuenta para evitar la formulación de juicios sesgados o poco objetivos. Por ejemplo, al recoger dicha información, no se pasó por alto 30 que algunas informaciones vertidas podrían desprenderse de posibles pugnas interregionales entre Colima y Jalisco, las cuales ya se hacían presentes desde esos años. En lo que toca a las fuentes de archivo, la investigación se concentró e n la consulta de los siguientes: Archivo de la Secretaría de la Defensa Nacional, Archivo General de la Nación; Archivo del Centro de Estudios de Historia de México (Condumex); Archivo Histórico del Estado de Colima; Archivo Histórico del Municipio de Colima; Archivo Histórico de Jalisco; Archivo Legislativo del Estado de Colima; Archivo del Poder Judicial del Estado de Colima; Archivo del Registro Público de la Propiedad y el Comercio del Estado de Colima; y Archivo Parroquial de la Iglesia de San Francisco de Asís de Villa de Álvarez; De su contenido, conviene destacar los siguientes aspectos: Los informes oficiales y partes militares tenían el problema de justificar, sobre todas las cosas, las acciones gubernamentales, encubriendo hechos (especialmente en caso de derrotas) o exagerando victorias. En estos casos es posible encontrar en la estructura contradictoria del documento, el trasfondo del mismo. Asimismo, un hecho falseado en un documento puede ser comprobado mediante una comparación con otros documentos que relaten el mismo hecho o con sucesos posteriores. Por último, las declaraciones, comunicados o cartas emitidas por los actores a estudiar, son sumamente escasas y no refieren la cotidianidad vivida al seno de sus grupos armados; no obstante, algo se pudo encontrar sobre el mecanismo y funcionamiento de sus mandos internos, así como el marco ideológico y estado de animo de los cabecillas o líderes que los suscribían. En fin, se realizó el mejor intento en la problematización de la temática señalada y de efectuar el mayor acopio de información para sustentar las afirmaciones realizadas; los resultados aquí se muestran para ser objeto del juicio y critica del medio académico y público. Muchas cosas quedaron en el tintero, para evitar caer en la especulación y el comentario ligero. El tema dista mucho de estar agotado, seguirá esperando del concurso de nuevos y mejores esfuerzos. Este trabajo sólo ha recorrido un pequeño trecho en el conocimiento del proceso social ocurrido en Colima durante una de las etapas de la 31 Revolución Mexicana. I LA REVOLUCIÓN, EL VILLISMO Y EL INDIO ALONSO: UN REPASO HISTORIOGRÁFICO 1.- LOS ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCIÓN Y EL VILLISMO EN EL PLANO NACIONAL Para emprender el análisis sobre el fenómeno villista en Colima y su contraparte el constitucionalismo, es de suma utilidad revisar, de entrada, el estado actual que guarda la historiografía sobre la Revolución Mexicana en el plano nacional, destacando sus distintas caracterizaciones, sus variados matices, confluencias y contraposiciones. Este panorama historiográfico es un obligado marco de referencia. A partir de la segunda mitad de los años ochenta han aparecido nuevos estudios sobre la Revolución Mexicana, a partir de temáticas y visiones novedosas que revitalizan la investigación histórica, abriendo brechas inéditas para pulsar los distintos rumbos que adoptó este proceso revolucionario, modificando a su vez -como ya se señaló- las caracterizaciones tradicionales sobre sus actores individuales y colectivos, respecto a su importancia y objetivos durante su incursión en esta gesta revolucionaria. En esta línea de trabajos se ubican los realizados por destacados investigadores extranjeros como: Hans Werner Tobler, François Xavier Guerra, Alan Knight, John Mason Hart y Friedrich Katz. El conjunto de estas investigaciones provocaron -y siguen provocando- una revaloración sobre el carácter de la Revolución y sobre el papel de los distintos actores participantes; algunas de estas elaboraciones arrojan nuevas visiones sobre Francisco Villa, su famosa División del Norte, así como sus alianzas, consensos y disensos con distintos sectores de la población nacional. 32 En lo particular, John Mason Hart, en su obra El México Revolucionario,12 considera que la Revolución Mexicana se fincó en un movimiento de masas que adoptó un carácter marcadamente nacionalista ante el proceso de penetración capitalista que se vivía en nuestro país. En esta perspectiva, integra a la Revolución Mexicana con otros procesos revolucionarios (Irán, Rusia, China) que se desarrollaron por un mismo detonante: los efectos de un imperialismo occidental devastador. Para él, esta es la causa global que posibilita el desarrollo de este fenómeno en cada uno de estos países. En esta perspectiva, pone énfasis en las afectaciones que desarrollaron los grupos y masas revolucionarias mexicanas contra intereses norteamericanos, así como su actitud contra los extranjeros; a estos elementos les otorga un papel nodal en todo el accionar revolucionario. Hart, afirma que la Revolución Mexicana se generó por conducto de las mismas fuerzas y grupos sociales que llevaron los primeros levantamientos populares del siglo XX ocurridos en el plano internacional. Campesinos, trabajadores industriales, pequeña burguesía y élites provincianas enfrentaron al estado nacional y las agresiones y amenazas extranjeras. Respecto a los distintos bandos revolucionarios, al constitucionalismo lo ubica como el representante de una élite provinciana y pequeño burguesa insubordinada contra los intereses extranjeros que incursionaban en sus regiones coartando su desarrollo económico y sus esperanzas de progreso. Por su parte, al villismo lo identifica como un movimiento populista, conformado por rancheros, vaqueros, pequeños agricultores, tenderos y artesanos. A los aliados 12 John Mason Hart, Revolutionary México. The Coming and Process of the Mexican Revolution, Berkeley, University of California Press, 1887; El México revolucionario. Gestación y proceso de la Revolución Mexicana, México, Alianza Editorial Mexicana, 1990. 33 transitorios del villismo, acuerpados en el llamado bando convencionista (Emiliano Zapata, Eulalio Gutiérrez, etc.) los caracteriza como reformistas agrarios radicales. En opinión de Hart, tras el desencadenamiento de la confrontación entre ambos bandos, los constitucionalistas se erigieron en los triunfadores de la Revolución, gracias a que contaron con el apoyo de los obreros urbanos organizados, los intelectuales, la pequeña burguesía, las compañías estadounidenses y el mismo gobierno norteamericano. Estos últimos, de manera sutil pero efectiva, contribuyeron política y militarmente con el constitucionalismo para socavar a unos convencionistas que asumían una clara actitud antinorteamericana. Asimismo, respecto al papel de las fuerzas internas más dinámicas en favor de esta lucha nacionalista, les asigna una participación preponderante a los campesinos, trabajadores rurales y obreros industriales, como artífices de este proceso revolucionario emancipador. Por otro lado, Has Werner Tobler, en La Revolución Mexicana. Transformación social y cambio político,13 aborda su estudio a partir de la consideración que la Revolución Mexicana no se puede explicar cabalmente, limitando su análisis a la década armada (1910-1920), sino extendiéndolo hasta 1940, pues los cambios económicos, sociales e institucionales implementados por el gobierno cardenista están entrelazados con los acontecimientos revolucionarios de 1910 a 1920, de tal manera que se puede hablar de una continuidad revolucionaria. A los cardenistas los cataloga como veteranos de estas gestas revolucionarias ya que sus reformas se inscribían dentro de lo contemplado 13 Has Werner Tobler, Die mexikanische Revolution. Gesellschaftlicher Wandel and politischer Umbruch, 1876-1940, Frankfurt, Suhrkamp Verlag Frankfurt am Main, 1984; La Revolución Mexicana. Transformación social y cambio político, 1876-1940, México, Alianza Editorial, 1994. 34 en la Constitución de 1917. Otro elemento ponderado es la lucha revolucionaria que cerró su etapa en 1914 con la caída de Huerta; ya que, el desmantelamiento del antiguo ejército y el derrocamiento político (no económico) de la vieja oligarquía prerevolucionaria, generó las condiciones para el establecimiento del agudo programa de reformas desplegado por el gobierno de Lázaro Cárdenas. Tobler le atribuye un papel central a la relación y choque que ocurre entre esta clase prerevolucionaria y el nuevo ejército revolucionario a lo largo de los distintos momentos que vivió la revolución. Relaciona lo ocurrido en los años cardenistas con el papel de la movilización y cierto cambio de mentalidad de la población a partir de la revolución, así como las contradicciones de una reforma agraria que durante los años veinte y treinta auspiciaron una dinámica que impulsó esa política de reformas. Para Tobler, el experimento reformista de Lázaro Cárdenas está enraizado y auspiciado por esta fase revolucionaria de 19101929, en un sentido mucho mayor que los efectos de la depresión económica iniciada en 1929. Cataloga a los años que van de 1910 a 1940 como un período revolucionario con coherencia interna e identidad histórica. En lo referente a la lucha revolucionaria, la considera como varias revoluciones o levantamientos regionales parcialmente contrapuestos, donde subsistían diferencias regionales, sociales y culturales. Respecto al levantamiento revolucionario antihuertista, lo tipifica como las revoluciones de Sonora y Chihuahua, así como la revuelta campesina de Morelos. Cataloga al zapatismo como un movimiento por la restauración de antiguas formas de propiedad, fincado en una homogeneidad social y un fuerte arraigo local. En opinión de Tobler, estos elementos al inicio constituyeron su fuerza, pero posteriormente se convirtieron en su debilidad y vulnerabilidad. Al movimiento sonorense lo concibe estructurado "desde arriba", es decir por el estado; por tanto, no le otorga el carácter de un levantamiento popular, ni gestado a partir 35 de una perspectiva social revolucionaria. Sus fuerzas armadas se articularon sobre los preceptos de un ejército profesional. Según este autor, el movimiento revolucionario acaudillado por Pancho Villa surgió como una movilización "desde abajo", de carácter más popular y con una política social más radical, aunque con cierta ambigüedad debido a la influencia conservadora de viejos maderistas, así como a la lógica impuesta por una economía de guerra que impedía o aplazaba la realización de reformas estructurales en el campo mexicano. Por su parte François-Xavier Guerra, en México: del Antiguo Régimen a la Revolución,14 analiza la evolución ocurrida entre el porfiriato y la etapa maderista. Hasta antes de la investigación emprendida por este autor, los años porfiristas se había analizado centralmente desde el ámbito económico-social; Guerra toma un sendero distinto, colocándose en el estudio de la evolución política, en los factores ideológicoculturales, así como en las mentalidades. Para él, la sociedad mexicana del siglo decimonónico y los inicios del XX se desarrolló entre una dicotomía entre la sociedad tradicional u "holística", donde predominaban los actores colectivos (pueblos, comunidades indígenas, clanes familiares, haciendas, etc.) frente a las élites modernizadoras que buscaban el predominio del individuo como ciudadano (prototipo de la contemplado en la constitución liberal establecida en el país). Estos actores colectivos tradicionales permanecían ajenos a la política formalmente establecida en el país, la cual, pese a su concordancia con los postulados de una sociedad moderna, estaba muy distante de la realidad existente en la sociedad mexicana, por lo que no pasó de ser una "ficción democrática". Su estudio se centra en las tensiones o desarrollos dispares que se observan en estos dos mundos en que se divide el país, aspectos importantes para comprender al régimen porfirista y su etapa de crisis. Respecto de la evolución política ocurrida a lo largo de todo este periodo, destaca 14 François-Xavier Guerra, Le Mexique. De l´ancien régime à la révolution, 2 vols., Paris, L´Harmattan, 1985; México: del Antiguo Régimen a la Revolución, 2 tomos, México, FCE, 1988. 36 el proceso de centralización en el ejercicio del poder estatal sobre la base de la eliminación de autonomías regionales y locales. Fenómeno que, en su opinión, se profundizó a partir de la gran influencia que alcanza el grupo de los Científicos en la segunda mitad del régimen porfirista. Guerra sostiene que la Revolución Mexicana fue de carácter estrictamente sociocultural. Para él, la nación moderna es ante todo una construcción cultural e ideológica. Asimismo, considera que se presentó una continuidad entre el porfiriato y la revolución; ésta última aceleró el proceso de centralización política y desarrollo económico. A partir de conectar los fenómenos políticos y culturales desde el establecimiento de la Constitución de 1857, el porfiriato y la evolución política de la revolución, Guerra imprime a su análisis una perspectiva de larga duración. Esta visión es importante ya que puede servir de pauta para revisar la presencia de este tipo de procesos, tras el arribo de la revolución a la entidad colimense; por otra parte, algunas de sus propuestas utilizadas al analizar a los actores políticos del período porfirista son particularmente significativas para su contraste en el plano regional. Más que descalificar o confrontar la visión económica-social sobre el porfiriato y las causas del estallido revolucionario, el trabajo de François Xavier Guerra complementa o enriquece la óptica de análisis, en el entendido que tanto uno como otro aspecto no pueden utilizarse de manera unilateral para comprender la crisis revolucionaria y el estallido social que desembocó en la Revolución Mexicana, donde se patentizaron tanto rupturas como continuidades. En lo tocante a Alan Knight, en su obra La Revolución Mexicana. Del porfiriato al nuevo régimen constitucional,15 centra su análisis en la fase armada de la revolución comprendida de 1910 a 1920. A lo largo de su vasto estudio rastrea minuciosamente la polifacética realidad nacional, a partir de acuciosas reflexiones teórico-metodológicas y 15 Alan Knight, The Mexican Revolution, 2vols., Cambridge, Cambridge University Press, 1986; La Revolución Mexicana. Del porfiriato al nuevo régimen constitucional, 2 vols, México, Ed. Grijalbo, 1996. 37 comparativas. Destaca el carácter popular de la revolución (puesto en duda por estudios precedentes) y particularmente, su acentuación agraria y rural. Sin embargo -y en esto coincide con Guerra- pondera en su análisis los factores de índole político y cultural frente a los clásicos estudios económicos orientados a destacar la estructuración de clase y su luchas antagónicas para explicar el fenómeno; aunque, conviene destacar, que no descuida los aspectos relativos al desarrollo económico del país en estos años, así como su estructura social. En su análisis sobre los procesos regionales y locales ligados al acontecer revolucionario, Knight desfocaliza el estudio del movimiento campesino cuyo epicentro giraba en torno a las acciones encabezadas por Emiliano Zapata en el Estado de Morelos y zonas aledañas, destacando una diversidad de movimientos campesinos autónomos a lo largo de la geografía del país, los cuales presentaron características heterogéneas, donde se desarrollaron fuerzas sociales diversas, ideas, metas, actuación y liderazgos diferenciados. Todo este fenómeno lo articula en una nueva categoría analítica: los "movimientos serranos". La característica que les incorpora a estos movimientos, además de su sentido agrario y popular, es su localización periférica (a menudo en la sierra o zonas abruptas) y su resistencia contra las tendencias centralistas del estado nacional. Para Knight, lo distintivo de estos movimientos serranos era su composición más alla de su origen de clase, sobre todo por las características socioculturales que manifestaban, las cuales consistían en una cultura política parroquial, elemento que los colocaba en una franca oposición a las coaliciones revolucionarias que se sustentaban en una orientación nacional y urbana, como lo fue el constitucionalismo. Alan Knight considera a la Revolución Mexicana como la confluencia e interacción de toda una gama de movimientos regionales y locales. A estos movimientos los considera decisivos sobre el devenir revolucionario, sobre los programas sociopolíticos de las distintas facciones revolucionaria; por ello, gran parte de su trabajo esta centrado en el estudio de la primera mitad de la década de grandes convulsiones revolucionarias (1910- 38 1920), donde se escenificaron grandes movilizaciones sociales, agudos conflictos políticos y militares, los cuales incidieron significativamente en el sentido que adoptó la revolución tanto en orientación real y formal (lo contenido en la Constitución de 1917). Cataloga a la Revolución Mexicana como un proceso donde, tras una orientación reformista inicial, se estructuraron dos tentativas revolucionarias (una desde las clases bajas y otra desde las élites políticas y culturales) que confluyeron, se sobrepusieron y se confrontaron lo largo de toda esta década. Según este historiador, las coaliciones militares 1914-1915 no se sustentaban en una clara identificación ideológica y de clase. Al constitucionalismo lo caracteriza como una coalición política-militar no cimentada fundamentalmente por su origen o filiación clasista, sino por sus elementos culturales, educación, lugar de origen y experiencia revolucionaria compartida. En su opinión, el carrancismo evolucionó a partir de una alianza de fuerzas coahuilenses y sonorenses; la cual, al expandirse, logró controlar a toda una coalición nacional. Al establecerse en el poder se caracterizó por actuar de manera intolerante, con exclusivismo político, sectarismo ideológico, faccioso, oportunista y corrupto. Para este autor, muchas de las actitudes de los constitucionalistas se sustentaron en criterios de superioridad cultural e incluso racial de los norteños. Agrega que, al establecer su dominio en el país, constituyeron un régimen centralizador. En las regiones gobernaron militares forasteros, impuestos desde fuera y carentes de apoyo local, los cuales, para lograr su propósito, podían usar la fuerza o la lisonja, dádivas individuales, clientelares o reformas laborales y agrarias. Para Knight, muchas de las reformas carrancistas, no obedecían a su adhesión a una clase específica, sino al ambiente urbano, comercial y culto que compartían los jefes constitucionalistas y sus soportes intelectuales. Por otra parte, Alan Knight cataloga al villismo como un movimiento dinámico y cambiante en su composición y finalidades. Además, lo caracteriza no solo ni fundamentalmente a partir de su origen de clase, sino a partir de sus elementos culturales, educación, religión, lugar de origen y la ubicación en el proceso revolucionario. Pondera al 39 localismo como uno de sus rasgos básicos, el cual moldea mucha de su participación en este convulso proceso. Al núcleo inicial del villismo lo ubica dotado de una identidad personal y regional, así como con arraigo popular. A partir de 1913, a medida que el villismo se extendió hacia el sur, se le unieron bases sociales diferentes; específicamente, en 1914-1915 la competencia por el poder nacional dio lugar a la formación de amplias y rápidas coaliciones políticas. La coalición villista se integró por grupos sociales diversos, sin tener como sustento una clara identificación ideológica o de clase, sino obedeciendo a necesidades inmediatas, tácticas y personales. El Centauro del Norte se nutrió con fuerzas locales, muchas de las cuales se consideraron "nominalmente" villistas por su rechazo a la política y acciones de los carrancistas. Fue también un refugio para las rebeliones de individuos y sectores terratenientes. Asimismo, muchos jefes de buena fe, populares y, con frecuencia, agraristas, también se declararon villistas. El villismo se entregaba al eclecticismo desenfrenado, listo para tolerar a cualquier poder o interés local que le ofreciera fidelidad o le prometiera ventaja efímera: terratenientes, agraristas, exfederales, bandoleros, caciques, religiosos, etc. Esta coalición militar se formó básicamente mediante lealtades y rivalidades personales, en las vicisitudes de carreras individuales y con decisiones locales oportunistas o simples consideraciones clientelares. Sin embargo, después de 1915, el villismo fue en retroceso y muchos de estos grupos se desvincularon de esta amplia coalición. Finalmente, considera que el villismo comenzó y terminó como un movimiento popular y local arraigado a la sierra y encabezado por jefes plebeyos. Su expansión y sofisticación de 1914 y parte de 1915 fueron efímeras, superficiales y atípicas. Este mismo autor, nos brinda una apropiada tipología sobre el bandolerismo mexicano ocurrido de 1915 a 1920; distingue tres tipos de bandolerismo: en primer lugar, el bandido "social" o rebelde popular (adoptando la caracterización elaborada por Eric 40 Hobsbawm) que se degenera en bandido"profesional", triste decadencia en movimientos de tiempos desordenados; en segundo lugar, se encuentran los mismos bandidos sociales que adoptan otros matices, aquellos empujados al bandolerismo por las acciones del nuevo régimen y que constituyen el equivalente de las rebeliones defensivas sureñas; y por ultimo, los bandidos totalmente profesionales, para quienes el bandolerismo era una forma de vida, ocupación lucrativa, estimulante quizá, pero carente de todo matiz social. Por otra parte, Friedrich Katz, en su más reciente obra Pancho Villa16 brinda otra mirada sobre el tema. No explica el fenómeno del villismo a partir de valores rurales de tipo tradicional arraigados en una región o localidad, contrapuestos a practicas y normas de tipo moderno promovidas por el Estado. En su opinión, estos fenómenos socioculturales no son ejes centrales para diferenciar al villismo y a los movimientos serranos del carrancismo. Para Katz, el villismo (más alla de los años 1915-1916) tenía una base social diferente de la carrancista, una política más orientada hacia la clases bajas de la población, una actitud distinta con los hacendados y sus propiedades. Por tanto, considera que el villismo representaba una dimensión marcadamente social, fincada en un apoyo de las clases medias y bajas de la sociedad mexicana. En otras palabras, para Friedrich Katz, el concepto de "movimientos serranos" es limitante para explicar el fenómeno villista en toda su dimensión. Según sus palabras, Knight ubica a ambos bandos revolucionarios compuestos por campesinos norteños que se enfrentaban al Estado no por la tierra sino para resistir los intentos de control, sometimiento y para conservar su autonomía. Por otra parte, a los problemas agrarios los considera menores y, si ocurrieron, fueron contra caciques locales. Su diferencia la atribuye al carácter de sus dirigentes locales y regionales, dejando de lado toda causa social. Según Katz, en la lógica de Knight, los localistas se alían con Villa, los 16 Villa. Friedrich Katz, Pancho Villa , 2 vols., México, ERA, 1998.Título original: The Life and Times of Pancho 41 que tienen una visión nacional con Carranza. En consecuencia, los carrancistas querían un gobierno nacional fuerte, mientras que Villa y sus partidarios un gobierno federal débil y un alto grado de autonomía regional. En un sentido diferente, Katz afirma que el estallido violento de las confrontaciones entre estos dos bandos revolucionarios mexicanos se debió al desarrollo independiente de cada uno de los principales movimientos revolucionarios. A diferencia de la revolución maderista de 1910-1911, no existía una organización política común ni un dirigente carismático y reconocido cuya autoridad hubiera quedado establecida a través de una larga campaña política, antes del estallido de la revolución. Por lo anterior, las rivalidades personales y las profundas diferencias culturales existentes entre Carranza y Villa fueron, ciertamente, factores que precipitaron el estallido de una nueva guerra civil, pero, de ninguna manera, los motivos del enfrentamiento se redujeron a dichas rivalidades personales. Por tanto, para explicarse los motivos de tal ruptura y confrontación, se adentra en tres aspectos centrales: la contraposición entre la visión centralista y el regionalismo (ya aludida por Knight), la postura de ambos respecto a la reforma agraria y su actitud frente a los Estados Unidos Con respecto al carácter clasista del movimiento villista y su actitud sobre la reforma agraria, sostiene que, en su composición social y en la personalidad de sus dirigentes, tenía mucho más de un movimiento agrario que la otra facción norteña, encabezada por Venustiano Carranza. Otra característica contrastante de Friedrich Katz respecto a Alan Knight, es el peso de los factores externos en el curso de la revolución; aspecto al que Knight asigna poca importancia. En La Guerra Secreta en México,17 Katz considera que si bien las potencias e intereses extranjeros no fueron un factor determinante sobre el sendero y meta a la cual arribó la Revolución, si ejercieron una influencia que dejó honda huella en su acontecer. En esto destaca el papel desempeñado por Estados Unidos, a través de su 17 Friedrich Katz, La guerra secreta en México, 2 vols., México, ERA, 1984. 42 presencia diplomática y militar, ya sea mediante los sucesos que llevaron a la renuncia y muerte de Madero y la ocupación del Puerto de Veracruz en 1914, así como su papel indirecto al erigirse en un mercado importante para el abastecimiento bélico de los grupos revolucionarios del norte y su transformación en verdaderos ejércitos profesionales. Elemento externo que se entrelaza y da significación importante a los constitucionalistas para convertirse en la fuerza hegemónica y triunfadora indiscutible. Ante las visiones de Knight y Katz sobre los actores sociales partícipes de la Revolución, es atractiva la apreciación de Robert Curley 18 en el sentido de que ambas visiones pueden encontrar un punto de confluencia que permita no reducir la escala de análisis sobre toda la gama de actores q ue participaron en este proceso revolucionario tan heterogéneo. En este sentido, la propuesta analítica de clase social, elaborada por Edward P. Thompson, puede integrar estas dos visiones. Para Thompson, las clases sociales no son una estructura establecida a priori, a la cual deben encuadrarse los grupos humanos, sino un proceso donde los actores incorporan su experiencia para su formación como clase. Su propuesta, ayuda a encontrar las causas del comportamiento de los sujetos, analizándolos no sólo a partir de su ubicación económica, sino de su formación cultural, sus tradiciones, mentalidad, religiosidad y origen; a fin de no caer en un reduccionismo económico que elimine las complejidades de motivación, conducta y función de los hombres al seno de una sociedad. A partir de las pautas marcadas por E. P. Thompson, el concepto de movimientos serranos de Knight se puede enriquecer a fin de ofrecer un análisis de los sectores y clases bajas, prestando particular atención a sus acciones y a las motivaciones y medios 18 Robert Curley, “Pensar la Revolución Mexicana: El impulso revisionista y los temas de Jalisco, 19101920", en Revista del Seminario de Historia Mexicana : Prácticas sociales, siglos XVIII al XX, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, Nº 5, Primavera de 2000. 43 utilizados para legitimar su comportamiento; específicamente, en los elementos simbólicos que dan significado a su proceder. Esta forma de ser de los actores determina, finalmente, su ideología y el cambio socio-histórico. Además de estas relevantes investigaciones, el tema se ve reforzado por otros trabajos no menos significativos y sugerentes como los desarrollados por John Tutino 19 y Ramón Eduardo Ruiz, 20 los cuales, indudablemente, vienen a enriquecer la discusión y análisis sobre dicha temática. Otros estudios que se suman en esta misma perspectiva son la gran cantidad de trabajos dedicados al estudio de la revolución dentro de los espacios regionales o estatales, donde figuran los realizados por Thomas Benjamin, Mark Wasserman,21 Raymond Buve,22 Romana Falcón,23 Paul H. Garner,24 entre muchos otros. Esta prolífica actividad esta provocando que la historia de la Revolución Mexicana se enriquezca y reescriba de manera cada vez más dinámica. 2.- EL VILLISMO Y EL INDIO ALONSO EN LA LITERATURA E HISTORIOGRAFÍA COLIMENSE 19 John Tutino, From Insurrection to Revolution in Mexico: Social Bases of Agrarian Violence, 1750-1940, Princeton, Princeton University Press, 1986; De la insurrección a la revolución en México. Las bases sociales de la violencia agraria, 1750-1940, México, ERA, 1990. 20 Ramón Eduardo Ruiz, México: la gran rebelión, 1905-1924, traducción de José Luis González, México, ERA, 1984. 21 Thomas Benjamin y Mark Wasserman (comps), Provinces of The Revolution. Enssays an Regional Mexican History, 1910-1929, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1990; Historia regional de la Revolución Mexicana. La provincia entre 1910-1929, México, CNCA, 1996. 22 Raymond Buve, El movimiento revolucionario en Tlaxcala, México, Universidad Autónoma de Tlaxcala Universidad Iberoamericana, México, 1994. 23 Romana Falcón, Revolución y caciquismo. San Luis Potosí, 1910-1938, México, El Colegio de México, 1984. 24 Paul H. Garner, La Revolución en la Provincia. Soberanía estatal y caudillismo en las montañas de Oaxaca (1910-1920), México, FCE, 1988. 44 En lo referente al ámbito de la historiografía local, si bien los trabajos en este tenor no son muy abundantes, es conveniente tomarlos en cuenta, dado que constituyen un punto de partida y referencia a lo largo de toda esta i nvestigación. En estas páginas se pretende conocer los avances o limitaciones de la problemática planteada, mediante un breve recuento historiográfico sobre las obras que abordan, directa o indirectamente, las acciones villistas y la atrayente figura de Vicente Alonso. Sin lugar a dudas, uno de los estudios más serios sobre la Revolución en Colima es el elaborado por Pablo Serrano Álvarez. Al interior de sus vastas publicaciones sobre el tema, se encuentra la idea de que la revolución se hizo presente en la entidad no originada a partir de fenómenos endógenos a la realidad local sino que llegó proveniente del norte y se instituyó en Colima en julio de 1914, a partir del arribo de las fuerzas constitucionalistas comandadas por Álvaro Obregón. En opinión de Serrano Álvarez, el gobierno emanado de dichas fuerzas revolucionarias tuvo un marcado corte reformista que auspició, en el ámbito local, todo un proceso de transformación y convulsión social. Puntualiza que las medidas y prácticas revolucionarias neutralizaron políticamente a la oligarquía colimense, pero no la afectaron en lo esencial de su poderío social y económico, a excepción de lo padecido por algunos oligarcas nativos. Aun más, señala que la oligarquía, en términos generales, se puso al servicio de la Revolución. En relación al surgimiento de diversas organizaciones obreras y campesinas, así como a las acciones emprendidas por éstas, Serrano Álvarez las toma como un indicativo para asegurar que la sociedad colimense vivía descontenta con un sistema o ligárquico de fuerte arraigo en la entidad. El constitucionalismo, con su política de reformas abrió las puertas para la expresión de dicho malestar social.25 25 Pablo Serrano Álvarez, "La oligarquía colimense y la Revolución 1910-1940" en Dimensión Antropológica, México, INAH, número 1, 1994, p. 64. 45 En el estudio de este proceso histórico, este investigador destaca como actores fundamentales durante la etapa revolucionaria en Colima, a la oligarquía y a la élite política local, al igual que a los altos militares constitucionalistas. El villismo, como fenómeno social local o regional (aunque obviamente marginal), no figura dentro de sus actores sujetos a estudio. De manera particular, alude al bandolerismo como un indicador para destacar el clima de inestabilidad social que se vivía en esos años; sin embargo, no le dedica mucha atención. Refiere que a dicho bandidaje se le ha asociado con grupos villistas, pero sostiene que no se encuentra debidamente documentado. Compartiendo esta opinión de Pablo Serrano, este trabajo busca cubrir, en parte, dicha carencia. En lo tocante a otros historiadores que han abordado el proceso revolucionario en la entidad y dentro de éste la presencia del villismo, destaca el trabajo de Ricardo B. Núñez, quien, además de interesarse por el pasado colimense, tiene el mérito de haber sido partícipe o testigo de varios de los sucesos ocurridos durante estos aciagos años revolucionarios. En su obra dedicada a la Revolución en la entidad,26 describe de manera detallada varios de los hechos que dominaron la vida de Colima desde principios del siglo XX hasta la promulgación de la Constitución de 1917. Con patente humildad elabora este repaso cronológico sobre toda una gama de sucesos donde le da realce a elementos causales para el surgimiento y presencia de la revolución en tierras colimenses. En concordancia con las visiones clásicas sobre los detonantes de la inconformidad popular, destaca el contraste social existente en la entidad, a partir del predominio de un sólido sector de hacendados frente y un sector mayoritario de peones y sectores débiles que recibía bajos salarios y se debatía en extremas condiciones de miseria. A simismo, considera que el crimen de Tepames, ocurrido en 1909 26 Ricardo B. Núñez, La Revolución en el Estado de Colima, México, INEHRM, 1973; La Revolución, México, Talleres Gráficos de México, 1973, (Colección Colima en la Historia de México, t VI). 46 bajo los auspicios de jefes militares del Gobernador Miguel O. de la Madrid, fue un detonante para la formación de la conciencia cívica del pueblo y de rechazo a la dictadura. Sin embargo, al abordar los sucesos acaecidos durante la revolución maderista, resalta la decisiva presencia que desempeñaron rancheros michoacanos y colimenses como organizadores y sostenedores de la rebelión acaudillada por Eugenio Aviña. Aspecto que aparece como contradictorio al poner como eje central de la polarización y descontento local a la injusta relación de explotación de hacendados sobre los peones colimenses. A lo largo de su trabajo destaca la figura de grandes personajes como baluartes para la grandeza y desarrollo de la entidad. Particularmente destaca la labor de dos gobernantes: J. Trinidad Alamillo y Juan José Ríos. Al primero lo cataloga como una persona recta, rodeada de gran apoyo popular y siempre preocupado por el progreso material y cultural de C olima. Sobre el desempeño del General Ríos, lo ubica como un gran estadista por su impulso a la educación, la organización obrera, la dotación de tierras y la formación de diversos ejidos. Sobre la presencia del villismo en Colima, lo considera como una invasión perpretada por efectivos de parte de esta facción revolucionaria, la cual se reforzó con individuos que se cobijaron bajo esta bandera para cometer gran cantidad de fechorías. Un aspecto importante de su trabajo son las listas que proporciona acerca de las personas afiliadas al villismo y buena parte de sus acciones. Al detenerse en Vicente Alonso, uno de los principales cabecillas villistas, afirma que formó un contingente para luchar exprofeso a favor de la causa villista,; más aun, de manera i mplícita, el "Indio Alonso" aparece como el abanderado de todo un movimiento defensor de las proclamas agraristas. Esta actitud, en los hechos, tiende a anular, borrar o minimizar el hecho o significado de que Vicente Alonso haya sido un bandolero con antecedentes previos a la llegada de los aires revolucionarios a Colima. A la vez, no existen evidencias que demuestren la existencia de una disputa o malestar de peones, indígenas o aparceros locales con respecto al sistema de propiedad y explotación de la tierra en la entidad. 47 Por otra parte, continuando con este repaso historiográfico, existen otros trabajos dedicados centralmente al tratamiento de la vida y acciones de algunos protagonistas bandoleros y villistas oriundos de la entidad. Dentro de las publicaciones más conocidas cuya temática central se refieren a la figura y acciones de Vicente Alonso, figuran: "La muerte del Indio Alonso", aparecida en Triología Histórica de Colima, texto escrito por Roberto Urzúa Orozco en 1979; así también, en 1995, se publicó Andanzas del Indio Alonso, obra novelada bajo autoría de Alfredo Montaño. Desde otra veta académica, Blanca Estela Gutiérrez Grageda, analiza al bandolerismo colimense y al Indio Alonso en una publicación auspiciada por el Archivo Histórico del Municipio de Colima, sobre la cual se comentará más adelante. En la primera de ellas -"La muerte del Indio Alonso" de Roberto Urzúa-, el autor presenta una entrevista realizada a Ramona Murguía, quien fue raptada por el Indio Alonso, convivió unos meses a su lado y, finalmente, figuró entre los responsables de la muerte del aludido jefe bandolero. A lo largo de su crónica, la anciana narra con lujo de detalles sus experiencias vividas al convivir con la gavilla alonsista, así como las motivaciones y circunstancias que la llevaron a participar en el asesinato de su raptor. Por su parte, Alfredo Montaño, estructura su obra utilizando como hilo conductor a un personaje (Lino Araiza) integrante del grupo bandolero, dedica su atención a las últimas correrías del " Indio Alonso", a su trágico final. Para ello utiliza dos recursos: una hábil prosa y fuentes testimoniales orales y escritas, razón por la cual, se ubica dentro del género de la novela histórica. Conviene precisar que la finalidad de este apartado no es analizar la estructura de las obras descritas, su estilo o rigor literario. El objetivo es detectar la forma como abordan la personalidad de Vicente Alonso desde el punto de vista histórico y la caracterización que hacen de él y sus acciones, en la perspectiva de constatar su fidelidad con el acontecer histórico. En "La muerte del Indio Alonso", Roberto Urzúa intercala comentarios a lo largo del 48 relato, en los cuales describe al "Indio Alonso" como un " famoso revolucionario villista (...) terror de una amplia región del estado de Colima y Jalisco, presa codiciada de las fuerzas federales del General Ríos (...) rapaz azote de ricos hacendados y enamorado galopante de las maestras rurales".27 Rasgos corroborados por Ramona Murguía, al señalar en su relato los nexos del "Indio Alonso" con Pedro Zamora y otros destacados jefes villistas de la comarca, sus acciones para recolectar "préstamos" forzosos, así como sus prácticas y alardes de mujeriego. 27 Roberto Urzúa Orozco, Trilogía Histórica de Colima, Guadalajara, Talleres Litográficos de Impre-Jal, 1979, p. 18. 49 Otros de los aspectos sobre los que proporciona luz el trabajo de Roberto Urzúa son los lazos familiares que prevalecían en la conducción de la gavilla; por ejemplo, según Ramona Murguía : "Domingo, Máximo y Cipriano Corona Peña, eran primos y la hacían de segundos" de abordo para Vicente Alonso.28 De igual manera, sobre el resto de sus componentes nos dice: "eran pura muchachada de poca edad, muy limpios y mejor armados".29 Aunque los hacendados que hablan en la novela de Alfredo Montaño se refieren a ellos como "estos pinches calzonudos, patarrajadas, mugrosos".30 Un aspecto a destacar tras la lectura del trabajo de Roberto Urzúa, es la ponderación hecha sobre el terror que infundían las acciones y el sólo apodo del "Indio Alonso"; para ello recurre a anécdotas como la que supuestamente ocurrió en la plaza de toros establecida en Villa de Álvarez durante sus fiestas tradicionales, donde al grito ¡Ahí viene el Indio Alonso!, la gente se abalanzó a la salida, evacuando el lugar en escasos minutos.31 Por otra parte, en Andanzas del Indio Alonso de Alfredo Montaño se encuadra al personaje con similares características a las que presenta Roberto Urzúa. En referencia al sentido de su rebelión, no sólo lo ubica como combatiente villista, sino preocupado por los problemas agrarios; este hecho se resalta cuando crea un diálogo entre Alonso y su primo 28 29 30 31 Ibid., p. 47. Ibid., p. 49. Alfredo Montaño, Andanzas del Indio Alonso, México, EDAMEX, 1995, p. 32. Ibid., p. 37. 50 Cipriano, el cual se desarrolla de la siguiente manera: - Que los de Suchitlán ahora cuentan con ejido - Así es Alonso. - Pos eso no va a pasar con nosotros ¿lo oyes? Eso no ocurrirá con los de Zacualpan, porque son tierras comunales ¿no? Las características atribuidas a Vicente Alonso y esta idea de lucha por la defensa de las tierras comunales, campean en la idea de Montaño para mostrarlo reticente en acatar la amnistía decretada por el General Álvaro Obregón para todos los villistas que entregaran las armas. La actitud, presumiblemente, adoptada por Alonso, es plasmada por Alfredo Montaño en los siguientes términos: " Andan rastreándonos a los de la División del Norte que no nos acogimos a la amnistía, y a muchos de ellos ya los agarraron. Ese pinche barbas de chivo y sus gentes para todo se las gastan, hasta para sobornar alzados".32 Este dialogo no tiene mucha fidelidad histórica, pues en noviembre de 1915, Vicente Alonso entabló pláticas con el gobierno del General Juan José Ríos, donde notificaba su disposición para entregar las armas y retirarse a la vida privada a cambio de una buena suma de dinero para él y otra parte para sus hombres (sobre este aspecto se ahondará en páginas posteriores); propuesta que las autoridades no aceptaron.33 Con lo anterior, queda en entredicho ese rasgo inflexible e indómito atribuido al "Indio Alonso", todo emanado del carácter mitificador con que se ha rodeado a dicho personaje. Lo mismo puede decirse con respecto al calificativo dado por Montaño al presentar a Vicente Alonso como " el más venturoso y más terrible de los filiales villistas",34 pues en 32 Ibid., p. 77. 33 Al respecto véase, Correspondencia entre Vicente Alonso y el General Juan José Ríos, noviembre 25 de 1915; en Archivo Histórico del Estado de Colima (en adelante AHEC), leg. 868, 1915. 34 Alfredo Montaño, Op. cit., p. 9. 51 su escrito al Gobernador, el cabecilla rebelde menciona: "debo decirle que yo no soy partidario carrancista ni villista, pues si hando (sic) revolucionando e n el partido villista, es por tener bandera alguna (...) si me levanté en armas no fue por motivos políticos sino por motivos personales”.35 No se descarta la posibilidad de que esta afirmación se hiciera para facilitar la negociación de la amnistía, pero resulta poco probable si se toma en consideración que desde antes de la caída del gobierno de Enrique O. de la Madrid, Vicente Alonso fue a parar a la cárcel, cuyo lugar abandonó en julio de 1914, según disposición gubernamental, para ser incorporado a los servicios del ejército. De este hecho no se puede desprender, como lo afirmaba la prensa de la época, que fue pistolero a sueldo del gobernador Antonio Delgadillo, pues en tiempos de conflicto bélico, como el que se presentaba ante el arribo de las fuerzas constitucionalistas a la entidad, era práctica común enrolar a los presos en los ejércitos que tenían o tomaban el poder de la plaza. Sin embargo, independientemente de la ausencia y presencia de reales posturas políticas como motivadoras de las actividades realizadas por el "Indio Alonso", el solicitar amnistía, pedir una alta cantidad de dinero para deponer las armas y plantearse neutral ante la disputas de villistas y carrancistas, pone en tela de duda lo fidedigno que pudo ser el colocar a Vicente Alonso como "el más venturoso y más temible de los filiales villistas". Por todo lo anterior, es evidente la existencia de vestigios mitificadores en Andanzas del Indio Alonso. Por su parte, Blanca E. Gutiérrez Grageda en sus trabajos Prófugos de la ley y la utopía y El descontento campesino en Colima 1914-1926, plantea como hipótesis que el 35 Correspondencia entre Vicente Alonso y ..., loc. cit. 52 medio rural colimense se vio profundamente sacudido como producto de las medidas reformistas emprendidas por la administración gubernamental encabezada por el General Juan José Ríos, lo que se convierte en un detonante social. Entre las razones aludidas como causa del bandolerismo ubica la pobreza de la zona montañosa colimense, los abusos cometidos por las tropas durante sus incursiones a las áreas rurales, la inseguridad en el campo y el temor ante la leva. Blanca Gutiérrez no ubica a Vicente Alonso como un luchador agrario, pero sí como un personaje protegido por los indígenas de Zacualpan, de donde es oriundo. Implícitamente, lo coloca dentro de quienes no abanderan ideas revolucionarias, quedando fuera de lo que ella denomina "utopías transformadoras". Pese a ser acertadas las razones aludidas como incentivadoras de la inconformidad local, el dejar de lado la ponderación de hombres como Vicente Alonso, no puede conducirnos al otro extremo e invalidar todo matiz o causa política en las acciones bandoleras ocurridas en la entidad durante esos años, ya que si bien, una buena cantidad de hombres tomaron ese camino para dedicarse exclusivamente al asesinato y al saqueo; por el cúmulo de sucesos acaecidos en Colima durante estos años, esta problemática no puede limitarse a la visión planteada por Blanca Gutiérrez, quien cataloga las acciones políticas emprendidas por estos grupos como casos de excepción, ya que en su opinión: "la mayoría de las gavillas existentes estaban integradas por auténticos bandoleros carentes de motivaciones políticas explícitas".36 Primeramente, no toda acción o proclama explícita necesariamente lleva implícito su significado real; de igual manera, la falta de un manifiesto político no puede tomarse, por sí sólo, como prueba de bandolerismo vulgar. Así también, dicha afirmación no puede lanzarse sin ahondar en el origen, articulación y significación que alcanzó el villismo en la entidad colimense. 36 Blanca Estela Gutiérrez Grageda, Prófugos de la ley y la Utopía. (Bandolerismo en Colima: 19101926), Colima, Archivo histórico Municipal de Colima, 1992, (Pretextos, textos y contextos Nº 4), p. 18. 53 Después de revisar las diferentes interpretaciones existentes sobre la vida y acciones del villismo y de Vicente Alonso, lo primero que encontramos es la existencia de una tendencia dominante: explicarlo a través de su figura. Actitud persistente aun cuando en algunos casos se aluda a clases sociales o bandolerismo social. Con estas formas de abordar el tema, no se sobrepasa la historia política de caudillos o grandes personajes, aunque se perciban elementos que tienden a explicar el conflicto a través de condicionamientos sociales. La revisión de la situación social en Colima en esos años, no va más allá de la mera enumeración del conflicto y de las condiciones de vida, las cuales, en otra vertiente, sólo sirven de contexto en el desarrollo de los jefes o caudillos, en torno a quienes se decide y construye la historia. Se deja de lado el análisis de la composición del propio contingente armado. Con la etiqueta de "villistas" se homogeniza y hace abstracción de las diferencias representadas tras la participación de hombres provenientes de grupos y estratos diferentes (indígenas, labradores montañeses, campesinos de los valles, profesionistas, militares y autoridades menores), poseedores de intereses, tradiciones y formas de reproducción social muy particular. COLIMA: SU ESPACIO NATURAL Y HUMANO 54 El Estado de Colima es uno de los más pequeños de la República Mexicana. Su extensión territorial comprende una área de 5, 887 Km². Se encuentra situado en la costa occidental, entre los paralelos 18_ y 2 0_ latitud norte y los meridianos 4_ 12_ y 5_ 33_ de longitud oeste de México. Limita al norte y al noreste con el Estado de Jalisco, al sureste con Michoacán y al suroeste con el Océano Pacífico. Su territorio o jurisdicción política-administrativa, así como su región como espacio histórico-natural ha variado con el paso de las épocas y los años. En tiempos prehispánicos, el área actual se encontraba vinculada política, cultural y económicamente a los valles vecinos de Tuxcacuesco y Zapotlán. Tras la conquista española de la región, el territorio de Colima dependió política y administrativa del virreinato de Nueva España, y en el ámbito religioso del Obispado de Michoacán; a partir del siglo XVI, esta jurisdicción espiritual se trasladó a Guadalajara. Al p resentarse el sistema de intendencias, a partir del último cuarto del siglo XVIII, Colima se integró a la Intendencia de Valladolid. Los años de la independencia nacional la llevaron a depender, política y militarmente, de la Provincia de Guadalajara. A partir de la independencia, los grupos económicos y sociales reinantes en Colima iniciaron la tentativa de separarse de Jalisco; no obstante, los sucesos nacionales afectaron a este territorio de manera significativa. Durante la tercera década del siglo XIX, en plenos años de dominio centralista, se le denominó Distrito del Sudoeste y pasó a depender del Departamento de Michoacán. Diez años después se separó de Michoacán y recobró el carácter de territorio; situación que se ve superada en 1857, cuando a raíz del triunfo de Revolución de Ayutla, se elevó a la categoría de estado libre y soberano, con la delimitación geográfica que hoy se conoce. Aunque, justo es mencionarlo, la influencia política y económica de Jalisco, siguió normando la realidad colimense, en no menos del medio siglo posterior. 55 1.- EL MEDIO GEOGRÁFICO Y LOS AVATARES DEL FLUIR HUMANO Para los efectos del presente estudio es pertinente destacar el espacio geográficonatural, así como el espacio social donde se expresaron los hechos y acciones humanas que son motivo de atención por el presente trabajo. Espacio territorial pequeño, topografía accidentada, riqueza y variedad de recursos naturales, clima muy variado y fértiles tierras, son algunos de los rasgos que dan cuenta del escenario colimense. Todo lo anterior, ha posibilitado un gran dinamismo y variedad en los componentes que han dado cuerpo a la vida de Colima con el transcurrir de los años. Las características de esta entidad es poseer una superficie geográfica que adquiere una forma con semejanza triangular, donde la especie de vértice esta coronado por majestuosos volcanes, desde donde se va ampliando el espacio a medida que se desciende hacia las tierras bajas, hasta llegar a su vasta región costera, en un recorrido de cerca de noventa kilómetros en línea recta. Los fértiles valles colimenses están custodiados por el mar y una cadena montañosa que prácticamente rodea a todo el espacio estatal. Mar, valle y montaña, son los tres elementos geográficos integradores de la vida colimense a lo largo de su historia. El grueso de las referencias a la realidad del Estado de Colima establecen como uno de sus rasgos más característicos el estar circundado y delimitado por un conjunto de accidentes geográfico-naturales; orografía que deriva de la existencia del Volcán y Nevado de Colima, elevaciones superiores a los cuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar, las cuales se insertan dentro de un macizo montañoso que se propaga por todo el norte de la entidad; el semicírculo encumbrado y agreste termina de articularse con las cadenas montañosas que se expanden por los límites occidentales con el vecino Estado de Michoacán. Las altas montañas y profundas barrancas típicas de la geografía colimense, más 56 alla de su aspecto imponente y escarpado, han constituido escenarios donde el fluir de la vida local se ha expresado en distintas y variadas épocas o momentos de su historia. Algunas veces como puntos de separación, de desarrollo paralelo, otras como factor de unión o confluencia, pero en todo tiempo, esta accidentada topografía ha jugado un importante papel en la vida local, influyendo, en mayor o menor medida en el curso de los acontecimientos humanos. A estas alturas es pertinente establecer un aspecto nodal: la historia humana no es producto o reflejo del medio geográfico; las reglas o normas de la geografía, por si solas, no explican la influencia del entorno sobre la vida humana. Las condiciones naturales, topográficas o climáticas no determinan la experiencia humana. Más bien, el medio adquiere significado en función de los conocimientos, deseos y necesidades del hombre, y ante cualquier panorama geográfico, las potencialidades y alcances de la acción humana residen en el hombre mismo; aunque, es justo decirlo, la práctica humana es inseparable del espacio geográfico, y por tanto su esfera de acción esta influenciada o limitada por factores geofísicos (disponibilidad de recursos, productividad del suelo) o geoeconómicos (capacidad de transporte y circulación) los cuales desempeñan un papel importante para la configuración y desarrollo de toda sociedad o región.37 A lo largo de todo el desarrollo de la humanidad, se pone de manifiesto que una de las grandes capacidades del hombre es su adaptabilidad a la naturaleza. Aprovechando 37 Para una visión más completa sobre la relación hombre y medio geográfico, véase Luis Urteaga (ed.), La historia desde una perspectiva geográfica. Escritos teóricos de Edward Whiting Fox, Lleida, Universidad de Lleida, espai/temps 33, 1998. 57 sus bondades y sorteando una y mil dificultades, el ser humano, invariablemente, ha impuesto su hegemonía sobre el medio natural para garantizar su existencia y desarrollo. Los colimenses no son la excepción: temblores, volcanes, barrancas, inundaciones de zonas costeras, entre otros "caprichos" de la naturaleza, han sido asimilados e integrados al presente y el devenir de la vida local. Desde tiempos previos a la presencia española, las tierras altas de Colima, el área de volcanes y sus pronunciadas barrancas, lejos de constituir una barrera natural insalvable se convirtieron en puntos de paso e integración del valle y las tierras altas de Colima con los valles de Tuxcacuesco y Zapotlán, ubicados en el sur del actual Estado de Jalisco. Dentro de este espacio natural, los antiguos pobladores compartían y alimentaban patrones de conducta, formas de subsistencia, rutas de comunicación y comercio. Los altos volcanes parecían ser los viejos vigilantes de una práctica humana permeada por la confluencia y la vida en común que se desarrollaba en su alrededor. Esta integración regional se prolongó durante todo el período colonial. Durante el siglo XVII las plantaciones de cacao, arboles frutales y la explotación de las salinas constituían las actividades más rentables en el espacio colimense; dicha producción se exportaba a Guadalajara, Sayula, Compostela, Guanajuato y la Cd. de México. También la ganadería jugo un peso importante, desarrollada sobre todo, por las haciendas de: Pastores, la Albarrada y La Capacha. A lo largo del siglo XVIII el cultivo de algodón, coco y el incremento de la producción salinera, todo con fines de comercialización hacia otros puntos de occidente y el centro de la Nueva España; este significativo papel hizo que los grandes comerciantes de Guadalajara estrecharan su esfera de dominio sobre el espacio colimense.38 Máxime que, en plena maduración de esta etapa histórica, la ciudad de 38 Sobre el particular véase, Jaime Olveda "Entre la dependencia y la autonomíar", en Servando Ortoll (coordinador), Colima una historia compartida, México, SEP- Instituto Mora, 1988, p. 23-30. 58 Guadalajara se convirtió en el principal mercado del occidente mexicano. Tal situación provocó que el flujo e intercambio comercial entre Colima y Guadalajara se intensificara. Sorteando cumbres y mediante el descenso y ascenso ondulante por las laderas de las profundas depresiones, los transitables caminos, que comunicaban al entonces Partido de Colima con la capital neogallega experimentaron un notorio incremento en el tránsito de recuas cargadas de productos y mercancías. El vetusto Camino Real de Colima; besando las sinuosas faldas de los volcanes, en su paso por Zapotlán, el valle de Sayula, para desembocar en la metrópoli de occidente, no sólo permitía el flujo de sal, algodón, lana, vino mezcal, entres otros productos, también esparcía y mezclaba ideas, formas de vida, destinos y prácticas humanas a lo largo de este circuito comercial. A lo largo de la primera mitad del siglo XIX, el desarrollo local volcó su vista hacia el mar. Las rutas comerciales de Colima con los mercados regionales y extranjeros se potenciaron tras la apertura del puerto de Manzanillo a la navegación y actividad comercial en 1825. El comercio extranjero se hizo presente y la afluencia de agentes alemanes y franceses, entre otros; en años posteriores, estas inmigraciones van a nutrir la vida del puerto y ampliar la inserción de Colima en el mercado regional y nacional, así como el curso de su vida interior.39 Tras superar el cierre de Manzanillo como puerto de altura, medida que se extendió por varios años debido a la actitud e intereses de los comerciantes de Tepic y San Blas,40 se experimentó una etapa de auge sostenido. Casas comerciales en el puerto y amplias bodegas en la ciudad de Colima se integraron en una dinámica red de tránsito mercantil hacia buena parte de la región occidental; desde la capital colimense, numerosos productos se distribuían a lomo de mula por distintos puntos de Michoacán y Jalisco, 39 Para una visión mas completa de la actividad agrícola y comercial de Colima hasta la primera parte del siglo XIX, véase, Jaime Olveda, comp., Estadísticas del Territorio de Colima, México, INAH, 1985, 79 p. 40 Para ahondar al respecto, véase, Servando Ortoll y José Luis Ramírez Larios,"Una salida al mar", en Servando Ortoll (coordinador), Colima una historia compartida, op. cit., p. 97-120. 59 sobretodo a importantes centros poblacionales como Guadalajara. Lo anterior generó un incremento de la arriería y, a la par, crecieron pequeños pueblos y rancherías, que servían como puntos de paso para esta actividad comercial, especialmente los puntos situados en la ruta hacia el norte que, vía Tonila, se dirigía a la capital jalisciense. Por otra parte, a partir de la sexta década del siglo XIX, la economía colimense destacaría también por la exportación de productos locales al extranjero, donde predominaba el algodón, frutas, madera, sal y metales preciosos. Con el advenimiento del período porfirista y el desarrollo económico y comercial que trajo aparejado, las actividades agrícolas y comerciales colimenses padecieron cambios significativos. Por un lado, decayó la producción algodonera y la industria textil existente en la entidad;41 en contraparte, se incrementó la agricultura comercial destinada a la obtención de productos como maíz, arroz, azúcar y café. Este giro en la actividad productiva local obedeció a las transformaciones ocurridas en las vías de comunicación y transporte, ocurridas a partir del rápido crecimiento de los ferrocarriles en el territorio nacional. Tras el desarrollo de esta red ferrocarrilera, se redistribuyeron las ventajas comparativas en la producción orientada al mercado interno, al ocurrir un aumento en el radio de suministro de los grandes centros urbanos nacionales.42 Los productores locales y regionales -como los productores colimenses de algodón y textiles- fincaron su éxito en los altos costos de transporte que implicaban para sus mercados traer estos productos desde otros puntos geográficos, pero con la puesta en marcha del ferrocarril fueron sustituidos por productores más lejanos. Un mentor colimese de esos años lo expresaba en los siguientes términos: "con el rápido desarrollo de los ferrocarriles (...) el capital flota, busca los centros más productivos, investiga los 41 Cfr., José Miguel Romero de Solís (coord.), Los años de crisis de hace cien años. Colima (1880-1889), Colima, Universidad de Colima - Bancomer - H. Ayuntamiento de Colima, 1988. 42 John H. Coatsworth, Los orígenes del atraso. Nueve ensayos de historia económica de México en los siglos XVIII y XIX, México, Alianza Editorial Mexicana, 1998, p. 225. 60 mercados más adecuados, desprendiéndose de los mercados que antes vivificaba".43 La búsqueda de los sectores económicos prominentes de Colima por insertarse dentro de la nueva integración del mercado nacional ocurrida durante el porfiriato, al tiempo que los llevó al fomento de nuevos productos agrícolas, condujo a que la propiedad de la tierra tuviese cambios significativos, presentándose una mayor concentración. 43 Tomado de, Servando Ortoll, Op. cit., p. 252. 61 Un hecho ilustrativo es el caso de la hacienda Camotlán de Miraflores propiedad de la familia Meillón, la cual, durante el último tercio del siglo XIX, se constituyó como una de las haciendas más extensas de la entidad al rebasar las cien mil hectáreas; otro ejemplo más se encuentra en los hermanos Fernadez (Rafael, Carlos, Vidal y Francisco) quienes a inicios del siglo XX eran propietarios de ocho predios y tan sólo uno de ellos -la hacienda de Juluapan tenía una extensión aproximada a las veinticinco mil hectáreas. El General Ángel Martínez también concentró una vasta cantidad de tierra en su emporio Paso del Río, gracias a la concesión que recibió para el deslinde y colonización de terrenos baldíos en el Estado, a partir de la cual afectó a grandes fracciones de tierra perteneciente a comunidades indígenas.44 Un rasgo más genérico sobre la aguda concentración de la propiedad de la tierra en Colima durante los años porfiristas, es el hecho de que tres haciendas colimenses acaparaban el 31% del territorio estatal.45 A la vez, varios comerciantes y residentes extranjeros se convirtieron en prominentes propietarios 44 Como un claro indicador de estas acciones practicadas por el General Martínez, véase, Carta de Esteban García, Gobernador de Colima, al Presidente Porfirio Díaz, 28 de enero de 1885; en Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, Universidad Iberoamericana. Fondo Porfirio Díaz, L15C3, Legajo 1483. 45 Blanca E. Gutiérrez Grageda y Héctor P. Ochoa Gutiérrez, Las caras del poder. Conflicto y sociedad en Colima, 1893-1950, Universidad de Colima -Gobierno del Estado de Colima-CNCA, 1995, (Historia General de Colima, tomo IV), p. 40-43. 62 agrícolas, donde destacan: Arnoldo Vogel, cónsul alemán, comerciante y dueño de hacienda de San Antonio; la familia Meillón, dueña de la hacienda de Miraflores; y los norteamericanos dueños de la San José Lumber Company, poseedores de grandes cantidades de terreno ubicado al norte del Puerto de Manzanillo. Sin embargo, las particularidades geográficas y las competencias interregionales pusieron un sello particular al destino y uso de estas grandes concentraciones agrícolas. Para el sector de pujantes hacendados y productores que pretendían competir en el mercado nacional, la ausencia de una red ferrocarrilera fue una seria limitante. Lo anterior restringía el uso de la tierra factible de ser cultivada, al grado tal que, según algunas estimaciones, sólo una cantidad menor al 20 % de ésta se encontraba en producción.46 La otra gran parte de tierra potencialmente productiva, propiedad -en su mayor parte- de los grandes hacendados, estaba dedicada al pastoreo, la extracción de madera, o simplemente cubierta de monte e improductiva. Ante un panorama no acorde a los deseos y objetivos de los hacendados, la entrega de sus tierras mediante el sistema de aparcería fue una medida cimentada en una muy coherente racionalidad económica. Por tanto, el discurrir económico de Colima no transitaría solamente sobre rieles; además no puede tomarse tan a pie juntillas la versión tan socorrida donde se afirma que para los colimenses de finales del XIX y principios del XX, el ferrocarril era su única palanca del progreso y la carencia de éste generaba estancamiento económico. La vida 46 Esta información es consignada por George McCutchen McBride en su trabajo The Land Systems of México, publicado por la American Geographical Society en 1923; la cual es tomada de John Adrian Foley "Geografía, economía y sociedad", en Servando Ortoll, Op. cit., p. 53-54. 63 productiva y comercial va mucho más alla que un avance o retroceso tecnológico; si bien, recibe sus influencias, su transitar es más libre. Es cierto que la actividad productiva y comercial recibió aliento con la conexión ferrocarrilera de Colima con Guadalajara ocurrida en 1908, pero su inexistencia no constituyó un obstáculo para que el flujo económico y humano sorteara victorioso las barrancas de Beltrán y Atenquique. Es más, a inicios de la segunda década del siglo XX, a pesar del ferrocarril y del abandono gubernamental al camino que une a Colima con Cd. Guzmán y Guadalajara, esta ruta de carretas y herradura seguía figurando como la más transitada e importante para el despliegue las distintas facetas de la actividad humana de esta región.47 Asimismo, sorteando los macizos montañosos, así como los copiosos ríos y arroyos, se realizaba un fluido intercambio comercial con el valle de Autlán mediante un camino de herradura que pasaba por Comala y Suchitlán. Una actividad comercial más dinámica aún se practicaba con las poblaciones michoacanas de Coalcomán, Chinicuila y Coahuayana, desafiando los caudales de los ríos Tuxpan y El Naranjo. Por todo ello, lejos de concebir a esta accidentada geografía como factor de aislamiento de Colima con respecto al acontecer de la vida nacional y de occidente, sólo es un elemento que le imprime particularidad a la vida interior y a la vinculación externa de los colimense a lo largo de su historia. Por otra parte, contrastando con sus elevaciones y depresiones, la entidad cuenta con una gran cantidad de tierras planas, cultivables y de gran potencialidad productiva, las cuales descienden de las montañas en un plano inclinado hacia las costas del Océano Pacífico. Tierras de suave declive que reciben mayor aliento productivo al contar con la compañía de los ríos Armería y Coahuayana que se expanden especialmente en su parte oriental; de igual manera, diversos afluentes forman varios ríos y una multitud de arroyos que descienden de las altas colinas, para regar generosamente la campiña colimense, especialmente los ricos valles de Colima y Tecomán. Si bien, en las tierras altas el cultivo 47 Blanca E. Gutiérrez Grageda y Héctor P. Ochoa Gutiérrez, Op. cit., p. 11. 64 de frutales, caña de azúcar y café sentaría sus reales, en los valles florecieron las cosechas de maíz, algodón, arroz, así como la actividad frutícola y ganadera. Desde tiempos remotos estas bondades fueron aprovechadas por la población autóctona para fijar su asentamiento mayoritario en las tierras planas y en las inmediaciones de los ríos que recorren la geografía colimense para desembocar en las aguas del Pacífico. La actividad agrícola, la recolección y la pesca normaron el sustento y comercio de una numerosa población indígena concentrada preponderantemente en las tierras medias de la planicie colimense. La vida colonial en los valles colimenses trascurrió entre la extracción de sal, la siembra y cultivo de algodón, maíz, frijol, la fruticultura y la actividad ganadera. El trabajo indígena, la producción hacendaria, la vida ranchera y el mestizaje pusieron sello a los conglomerados humanos que tejieron su existencia en estas fértiles y cálidas tierras colimenses. Actividad que permitió enfrentar los albores del siglo XIX con una significativa bonanza agrícola y comercial. A lo largo del siglo decimonónico, la propagación de ranchos, la consolidación de haciendas, los pequeños talleres manufactureros, las casas comerciales, la actividad industrial expresada inicialmente en el ramo de hilados y tejidos, el incremento poblacional, la presencia de costumbres extranjeras que se entremezclaron con las oriundas y el inalterable peso de la iglesia católica son los elementos dominantes de la vida que se generó en los valles colimenses. En medio de este panorama, los poco más de sesenta y cinco mil colimenses y casi cien extranjeros residentes en la entidad, incursionaron en el siglo XX 2.- POBLACIÓN Y VIDA EN COLIMA A LO LARGO DE TRES LUSTROS Complementariamente a la diversidad geográfico-natural, es pertinente adentrarse en la división político-administrativa estructurada en Colima a fines del XIX y al 65 conglomerado humano existente dentro de dicho espacio, con el entendido que los datos estadísticos y censales utilizados para ilustrar lo anterior deben ser contemplados con gran dosis de relatividad y considerarse sólo para obtener una visión aproximada del panorama humano del Colima porfirista. En 1895, el estado se encontraba dividido en tres distritos: del Centro -cuya cabecera era la capital (Cd. de Colima)-, Villa de Álvarez, y el distrito costero de Medellín. La población estatal se componía por 55,752 habitantes, distribuidos en las siguientes proporciones: Distrito del Centro, un 66% del total de la población; Distrito de Villa de Álvarez, 22.3 %; y el Distrito de Medellín sólo alcanzaba un 11.7% del total. Estos datos ilustran la marcada concentración poblacional establecida en la capital y su zona periférica, contrastante con los reducidos asentamientos en la amplia zona costera, donde escasamente se rebasaba los seis mil pobladores.48 Un rasgo característico de estos años es su significativo incremento poblacional en la entidad, pues cinco años más tarde -en 1900- alcanzó la cifra de 65,115 habitantes, según datos oficiales. De los 9, 363 nuevos pobladores colimenses que se encontraron de 1895 a 1900, el 47.5% de ellos tenía su residencia en la capital del estado; lo anterior provocaba que del total de la población existente en Colima al inicio del siglo XX, casi la tercera parte se concentrara en la ciudad capital; esto condujo a que se experimentase en mayor proporción la concentración poblacional en el Distrito del Centro, donde la ciudad de Colima era cabecera. 48 Al respecto, véase, J. Figueroa Domenech, Guía General Descriptiva de la República Mexicana, tomo segundo, México-Barcelona, Editor Ramón de S. N. Araluce, 1899, p. 70. 66 Al término de la primera década del siglo XX, la población colimense alcanzó la cifra de 77,704 habitantes. Su distribución en los tres distritos era el siguiente: en el Distrito del Centro existían 53,722 habitantes, concentrando un 69.1 % de la población; la densidad de población en este Distrito era de 23.2 habitantes por Km². El Distrito de Álvarez contaba con 14, 235 pobladores, lo que arrojaba un 18.3 % del total; su densidad poblacional se limitaba a un 9.5 habitantes por Km²; En lo tocante al Distrito de Medellín, su población alcanzaba los 9,747 habitantes, representando tan sólo un 12.5 % de la población total del Estado; su densidad poblacional se reducía a 4.7 habitantes por Km².49 Si se comparan los porcentajes de la población asentada por distrito entre los años de 1895 y 1910 se encuentra que el incremento se centró en los distritos del Centro y Medellín, mientras que en el Distrito de Villa de Álvarez -en términos relativos- dicha concentración poblacional descendió en un 4%. Este contraste es explicable por el impulso que se experimentó en la agricultura de los valles, la actividad comercial y el trazado del ferrocarril, actividades que se escenificaron dentro de la geografía de los dos primeros distritos. Para el Distrito de Álvarez, el progreso apareció muy tenue y algo distante. El asentamiento poblacional descrito para 1910 se encontraba esparcido en las siete municipalidades en que se dividía la entidad: Colima, Coquimatlán, Ixtlahuacán, Villa de Álvarez, Comala, Manzanillo y Tecomán. A su vez, estas siete municipalidades se constituían en los tres distritos aludidos. Distrito del Centro: Colima, Coquimatlán, 49 Estos datos se obtienen a partir de información localizada en Salvador Echegaray (comp.), División Territorial de los Estados Unidos Mexicanos. El Estado de Colima, México, Imprenta y Fototipia de la Secretaria de Fomento, Colonización e Industria, Dirección de Estadística Nacional, 1913. 67 Ixtlahuacán . Distrito de Medellín: Manzanillo y Tecomán; Distrito de Álvarez: Villa de Álvarez, Comala. Poco después se integrarían Cuauhtémoc y El Mamey; sumándose a los distritos del Centro y de Álvarez, respectivamente. El primero surgido de una división de la municipalidad de Colima y el segundo de Villa de Álvarez. 68 Pero, si a esta división político-administrativa se le incorporan elementos de índole geográfico y socioeconómico, el espacio colimense se puede configurar en tres subregiones: una que comprendería el este y el valle central; otra ubicada en la parte oeste, específicamente en la parte costera de la entidad y sus áreas colindantes; la última abarcará la zona montañosa de la entidad ubicada en su parte norte y noroeste; 50 área que colinda y recibe los aires del sur jalisciense. 50 Esta regionalización esta tomada, en lo esencial, de Blanca Estela Gutiérrez Grageda en El descontento campesino en Colima, 1914-1926, tesis de licenciatura, Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo, 1990, pp. 85-88. 69 La primera subregión tiene como centro nodal a la ciudad de Colima, capital del Estado, y se extiende por gran parte del valle del mismo nombre, hasta unirse con las cabeceras municipales y áreas circunvecinas de Villa de Álvarez, Comala y Coquimatlán. En esta subregión, para principios de la segunda década de este siglo, se encontraba concentrada una cantidad cercana al 70% de la población existente en la entidad. En su interior existían cerca de veinte haciendas,51 entre las que figuraban las más importantes de la entidad, así como un centenar y medio de ranchos esparcidos en esta amplia geografía.52 También era el asiento de un importante número de pequeños talleres que vertebraban la variada manufactura colimense. Un elemento característico de esta subregión es que una buena parte de la población se dedicaba a practicar un comercio a pequeña escala y al menudeo, el cual contrastaba con pujante comercio en gran escala auspiciado por una élite dueña de vastas tierras y propiedades en la zona. Los pobladores de esta área colimense, a pesar de que vivían predominantemente de las actividades agrícolas, el contacto con la ciudad era cotidiano y permanente; máxime que muchos de los ranchos y huertas del valle, prácticamente, figuraban como un cinturón de la ciudad de Colima; en este último punto urbano y capital del Estado se concentraba casi la tercera parte de la población estatal. Los pobladores de esta subregión poseían -en términos generales- niveles de vida ligeramente superiores al resto de los habitantes de la entidad, aunque coexistían zonas de gran pauperismo económico, sobre todo entre la población indígena localizada al noreste de la cabecera municipal de Comala. Por otra parte, esta zona constituía (como hasta la fecha) el centro del poder estatal; era el lugar de donde emanaban las políticas y prácticas 51 52 Véase, Anexo Nº 1, p. 261. Salvador Echegaray (comp.), Op. cit., pp . 11-19. 70 gubernamentales rectoras de la vida estatal, por ello, la población se encontraba más imbuida dentro de las normas y controles asignados por el Estado para con la sociedad civil. Asimismo, era la zona donde era el factor religioso pesaba más hondo entre la población local al grado de normar sus conductas sociales. Desde esta zona, la iglesia católica propagaba sus ideas e imponían criterios hacia distintos ámbitos como la educación y la política. La propagación de ideas religiosas dentro de las aulas, supervisión de las modificaciones a planes de estudios eran competencia del clero local; también se preocupaba por estrechar vínculos con la élite política y económica; no es casual que en las postrimerías del siglo XIX, el Lic. José Silva, Presidente del Tribunal Superior de Justicia del estado, sea hermano del obispo Atenógenes Silva; varios funcionarios del ayuntamiento de Colima y diputados locales eran integrantes de la Sociedad de San Vicente de Paúl.53 Otra clara evidencia de los nexos del clero es el hecho de que a la Sociedad de Obreros Católicos, formada bajo sus auspicios, haya tenido como director y presidente honorario al obispo y los "miembros honorarios y consejeros" se i ntegraba por lo más granado de la elite económica y política de la entidad: Arnoldo Vogel, Tiburcio Ochoa, Carlos Schulte, Isidoro Barreto, Ramón J. de la Vega, Carlos A. Meillón, Gerardo Hurtado, Trinidad Padilla y Esteban García.54 Otra subregión esta conformada por la franja costera del Estado, comprendiendo el puerto de Manzanillo, así como los poblados de Tecomán y Armería y su área circundante. La concentración poblacional era baja, al iniciar la primera década del siglo XX, apenas se 53 54 Ricardo B. Nuñez, La Revolución en el Estado de Colima, Op. cit., ppp. 22-23. Para mayor información véase, John Adrián Foley "El catolicismo formal", en Servando Ortoll, Op. cit., pp. 273-286. 71 aproximaba al 15% del total del Estado, pese al repunte poblacional que se experimentó en la zona con la llegada del ferrocarril Colima-Manzanillo en los atardeceres del siglo XIX; tramo ferrocarrilero con una extensión de 95 kilómetros y con un servicio defectuoso. La intensificación de la agricultura comercial, el incremento de la demanda de mano de obra, la presencia del ferrocarril, la explotación de las Salinas de Cuyutlán y la actividad portuaria, entre otros factores, imprimieron características singulares a sus trabajadores, presentándose rasgos más evidentes de una liberalización de la fuerza de trabajo, dependiente de un salario y con mayor capacidad de desplazamiento dentro del mercado laboral; este tipo de actividad laboral no era el rasgo rector de la vida costera, ya que adoptó, en mucho, un carácter temporal y estacional, la cual se intercalaba o mezclaba con la presencia de empleos dedicados a las tareas agrícolas ya sea en calidad de medieros o jornaleros, aunado a las labores de pesca en pequeño q ue desarrollaban un número no desdeñable de pobladores. Baste mencionar que del total de los habitantes de esta subregión, un 30% vivían y laboraban en ranchos; otra cantidad casi igual organizaba su vida al interior de 18 haciendas. Los habitantes del Puerto de Manzanillo apenas rebasaban el 15% de la población de esta área costera. La tercera subregión se localiza en la zona montañosa de la entidad. Comprende una amplia zona del noroeste de Villa de Álvarez; lo que ahora constituye el Municipio de Minatitlán (en aquellos años, El Mamey y su área periférica)-; el noreste de Manzanillo, una porción noroeste del territorio de Comala y el noreste de Coquimatlán. Toda esta superficie se caracterizaba por ser la zona más aislada de la entidad, así como la menos poblada. Gran parte de los centros poblacionales de esta zona se encuentran localizados en la parte baja de la sierra de Manantlán y del Perote y al este de dichas elevaciones, expresamente en la parte de El Mamey. En esta subregión habitaba buena parte de la población indígena existente en el estado. Debido a lo accidentado del terreno, el aislamiento era el rasgo dominante en toda esta área. La población, casi en su totalidad, se dedicaba a las labores agrícolas. Pese a la riqueza mineral existente en esta zona, a finales del siglo XIX, prácticamente, no se 72 explotaba y en la década posterior alcanzó un dimensión muy pequeña. Salvo la incursión de contados hacendados y de emporios forestales que alquilaban personal, el trabajador agrícola dominante fue el comunero o campesino tradicional, fuertemente arraigado a su tierra, con una reducida educación formal y un débil contacto con el poder estatal. Es precisamente en esta última parte de la entidad donde se concentran las acciones de Vicente Alonso y del grueso de los contingentes villistas que operaron en Colima durante el gobierno militar constitucionalista del general Juan José Ríos. Desde este punto se extendieron su accionar a las otras dos subregiones que componen la entidad y se vinculó con los sucesos y rebeldías expresadas en el sur de Jalisco. Finalmente, una visión panorámica general sobre la realidad poblacional y algunos rasgos de la vida económica de los colimenses de la primera década del siglo XX arroja el siguiente resultado: los colimenses se encontraban distribuidos en la geografía estatal en ciento noventa y cinco ranchos (de entre 4 a 400 habitantes), seis rancherías (de 300 a 600 habitantes), treinta y siete haciendas (de 10 a 900 habitantes), doce pueblos (de 200 a 2,000 habitantes), un puerto (con 1,503 pobladores), una villa (con 2,715 habitantes) y la Cd. de Colima (con 25,148). En los tres principales centros poblacionales, económicos y político-administrativos ( Cd. de Colima, Manzanillo y Villa de Álvarez) se concentraba una cifra muy próxima al 38%, y tan sólo en la ciudad capital tenía su residencia la mayor parte, al significar un 32.3 % del total de la población estatal. Unos últimos datos: del total de la población asentada en la entidad, el 29 % vivía en ranchos y rancherías. Casi un 14 % organizaba su vida al interior de las haciendas. Una cantidad que acaricia el 20% lo hacía en pueblos. En términos generales, la mitad de la población colimense vivía en ranchos, rancherías, haciendas y en poblados que no 73 superaban los mil habitantes.55 55 En este rubro sólo se incorporó a un poblado ligeramente superior a los mil habitantes (San Miguel de la Unión con 1,250) por sus características muy marcadas de población rural y los pobladores flotantes que requerían las actividades que se desarrollaban por su rumbo. Para una mayor información sobre el espectro poblacional del Estado de Colima en 1910, véase la parte respectiva en, Salvador Echegaray, Op. cit. 74 Aún más, un indicador sobre las características de la población colimense durante la segunda década del siglo XIX, lo proporciona el censo electoral de 1916, elaborado a lo largo y ancho de la entidad, con motivo de la elección de diputados;56 en dicho censo, además del nombre y dirección de todos los varones de las distintas localidades, se registró el oficio o profesión de cada uno de ellos. Este hecho puede dar luz sobre la naturaleza de la composición social reinante en Colima durante esos años. El registro de mujeres esta ausente debido a que legalmente estaban imposibilitadas de participar en la elección de autoridades; sin embargo, esto no quiere decir que la mano de obra femenina no haya jugado un papel sobresaliente en la economía colimense, baste señalar que, durante 1913, de 400 operarios que laboraban en las haciendas de San Antonio y Nogueras: 250 eran hombres, 50 niños y 100 mujeres.57 Una hojeada a dicho censo de 1916 permite destacar que la población masculina rural masculina de Colima se encontrada dedicada fundamentalmente a laborar como labrador, jornalero y, en menor medida, se desempeñaba como peón y pequeño agricultor. Es obvio que los datos son escuetos y no permiten elaborar caracterizaciones muy agudas sobre las dinámicas ocupacionales prevalecientes en el medio rural; por ejemplo, respecto al trabajo de jornalero, no es posible establecer su período laboral, es decir, si era una ocupación permanente o estacional, o si se practicaba en lugares fijos o estaba ligado a migraciones internas dentro de la misma geografía estatal. En fin, las dudas son muchas y la ausencia de fuentes mas precisas no permite realizar muchas inferencias, sin embargo, es notorio el poco peso que juega la hacienda como institución económica organizadora de la vida local, pues además de que en su entorno vivía menos del 15% de la población estatal, el mayor número de jornaleros y 56 La información localizada no abarcó a toda la entidad, se limitó al Padrón electoral de la municipalidad de Colima; el cual se encuentra en el Archivo Histórico del Municipio de Colima (en adelante AHMC), Sección "E", caja 65, exp. s/n, 1916. 57 Informe de Tomás Salazar, subprefecto político de Comala, a la Secretaría de Gobierno, mayo 29 de 1913, en AHEC, leg. 819, 1912-1914. 75 peones se localizaban en las municipalidades de Colima, Comala y Villa de Álvarez. Pero aun en éstas, la presencia de estos oficios no era hegemónica; por ejemplificar basta señalar los casos de dos poblaciones aledañas a la ciudad de Colima: Lo de Villa y Quesería, la primera con el carácter de pueblo y la segunda como hacienda. En el aludido censo de 1916, la población de Lo de Villa se componía de 330 hombres con mayoría de edad, de los cuales el 11.32 % se desempeñaban como peones, un 18.86% eran jornaleros, mientras que el trabajo de labrador lo realizaba el 66.35% de dicha parte de la población. Los datos anteriores nos indican que la actividad de labrador era superior en mucho más de un 100% en relación a quienes se desempeñaban como asalariados fijos o temporales a cuenta de un patrón. Aún en el caso de un núcleo poblacional donde la vida giraba en torno a una hacienda, como era el caso de Quesería (correspondiente a la municipalidad de Colima), se notaba cierta actividad al margen o, cuando menos, no directamente ligada al proceso productivo desarrollado al interior de esta factoría. En Queseria, de los 159 pobladores varones registrados en el multicitado censo de 1916, un 46.54% ejercían la ocupación de jornalero, mientras que un 30.18 % eran labradores. Lo anterior indica que si bien la labor agrícola tenía una hegemonía plena sobre la vida de esta localidad, una parte no despreciable no tenía ligas estrechas con la transformación de dichos productos agrícolas, en este caso con la producción de azúcar y alcohol. Lo anterior da pie para sopesar el papel que desempeñaba la hacienda dentro de la economía colimense. Los datos señalados hacen suponer que parte de sus tierras se dedicaban para su asignación a medieros o arrendatarios, o simplemente se establecía un cobro para que pobladores extrajeran productos de las variadas riquezas (leña o madera, por ejemplo) existentes en sus terrenos. Esto se deduce a partir de los casos descritos sobre la Hacienda de Quesería, los cuales son indicativos, aunque de ninguna manera pueden ser generalizadores. 76 A fin de ampliar un poco el panorama, es de destacarse otro caso: el poblado establecido alrededor de la hacienda de San Joaquín, donde la presencia de jornaleros era notoria; de los 123 pobladores varones inscritos en el padrón, el 69.10% de éstos trabajaban por un jornal; pero en cambio el 23.82% aparecen como agricultores. Lo anterior denota una marcada presencia de propiedad privada sobre la tierra cultivable, la cual se explotaba, en buena parte, a partir de la actividad productiva y directa del propietario o de su núcleo familiar, salvo contrataciones ocasionales en tiempos de cosecha. No es descartable que algunos de estos agricultores hayan contratado a buena parte de los jornaleros, aunque esto solo ocurriría de manera temporal; por ello, es factible que los jornaleros se empleasen en haciendas o propiedades periféricas. Ahora bien, pasando a la situación que se observaba en esta materia en la ciudad capital, el referido censo electoral denota el siguiente panorama: de un universo constituido por 1,763 pobladores masculinos que estaban en condiciones de votar, se anotaron las ocupaciones de 1,713, quedando los 50 restantes sin ocupación definida. El integrar a los votantes por su actividad permitió conocer que en la ciudad de Colima se desempañaban más de cien profesiones u oficios distintos; los cuales, en términos generales, daban pie a la siguiente configuración de la actividad económica y laboral. La actividad comercial figuraba como la ocupación que concentraba el mayor numero de personas empleadas, ya que de los 1,713 personas con oficio definido, 347 ejercían tal actividad. Sobre este particular, conviene hacer una precisión: de esta cantidad enlistada, debe distinguirse entre los grandes comerciantes que no sobrepasaban la media docena y los pequeños e incluso aquellos que se desempeñaban como comerciantes semifijos establecidos en los mercados o incluso ambulantes, los cuales constituían la inmensa mayoría. No obstante, las cifras anteriores nos indican el eje dinamizador que la actividad mercantil, desempeñado por la ciudad capital como centro de abasto en el ramo de abarrotes, para cubrir la demanda de las múltiples comunidades rurales de la entidad, así 77 como de los vecinos estados de Michoacán y Jalisco.58 A la vez cumplía su papel como importante punto de tránsito de viajeros de la región noroeste hacia el centro del país, llegados vía Manzanillo, para continuar su marcha vía terrestre. La ciudad de Colima era punto de escala y abastecimiento y, por esta razón, el comercio local, con sus múltiples variantes, recibía incentivos nada despreciables. De manera aproximada, poco más del 23 % de la población ocupada residente en la capital se dedicaba a la venta y al comercio en pequeña escala, sobre todo en los ramos de alimentos, frutas, dulces, bebidas, ropa y productos manufacturados. La cifra anterior contrastaba con la cantidad menor al 2% de quienes figuraban como los principales propietarios (urbanos y rurales) y grandes comerciantes establecidos en la ciudad. Por otro lado, como ya se señaló anteriormente, en la capital colimense, las barreras entre lo urbano y lo rural eran muy tenues. Un claro ejemplo de lo anterior era el hecho de que aproximadamente el 25% de la población masculina residente en este lugar, se dedicaba a las labores agrícolas, de los cuales poco mas del 11% se desempeñaba como labrador, muy probablemente como aparcero o mediero, y una cantidad casi similar eran jornaleros, muchos de ellos contratados temporalmente, durante las meses de cultivo o cosecha) por agricultores y hacendados del lugar. En lo tocante, a los propietarios de tierra o agricultores, la pirámide social se estrechaba en su cúspide, al alcanzar un porcentaje del el 2.5% del total ya mencionado. Otras ocupaciones de primer orden dentro de las actividades económicas desarrolladas en la ciudad de Colima fueron las relacionadas con las labores artesanales y los oficios particulares; este rubro concentraba mas o menos el 30% de la población masculina ocupada. Destacaban los empleos de zapatero, panadero, carpintero, sastre, herrero, albañil, artesano, sombrerero, entre otras. No es ocioso señalar que este sector 58 La importancia del ramo de abarrotes es sumamente notorio durante estos años en la economía de la ciudad de Colima. Baste señalar que para fi nales del siglo XIX, eran 108 los negocios fijos dedicados a la venta de ropa y abarrotes. De ellos, 91 expendían sólo productos de consumo alimenticio; 13 mezclaban la venta de abarrotes y ropa; y sólo 4 ofertaban este último producto. Al respecto, véase J. Figueroa Domenech, Op. cit., p. 7980. 78 era el menos adicto a la política de las elites colimenses, al sentir de manera directa los bajos salarios, exacciones fiscales y un desigual trato en materia tributaria. Los empleos típicamente urbanos, en los cuales el trabajador dependía de un salario y se establecía una clara y, hasta cierto punto, permanente relación patronal, captaban un 11% de la fuerza laboral capitalina. Destacando entre esta cifra, los empleados de comercio y los empleados públicos al ser el asiento de los poderes estatales, al igual que profesores y, en mucho menor medida, obreros. Conviene destacar que las mujeres tenían una significativa presencia tanto en el magisterio como en el reducido sector obrero (sobre todo, como torcedoras de tabaco y en las fábricas textiles) pero la finalidad del censo que muestra estos datos era la elaboración de una especie de padrón electoral, y las mujeres, en esos tiempos, estaban imposibilitadas legalmente para votar, por esta razón no aparecen en dicha lista. El renglón de los servicios, era otro ramo de actividades en los cuales se puede observar una destino importante del empleo en la ciudad, ya que concentraba un 5.60% de la fuerza de trabajo disponible, donde figuraban ocupaciones como cochero, cargador, músico y domestico, entre otras. Aclarando que se refiere a actividades de servicios particulares o privados, no los auspiciados por las autoridades gubernamentales. Otro segmento de la sociedad capitalina colimense eran los profesionistas independientes, quienes constituían apenas el 1% de las personas ocupadas de la capital; en este renglón figuraban abogados, doctores, ingenieros, fundamentalmente; los cuales, en los hechos, constituían un privilegiado estrato de la clase media colimense. Dicho papel los convirtió, mayoritariamente, en un estrato social de apoyo para el encumbrado sector oligárquico. Existían otras ocupaciones de menor cuantía, sin embargo, para ilustrar los rasgos que configuran al principal centro urbano del estado, lo aludido anteriormente, es más que suficiente. En síntesis, si se integran las realidades rurales y urbanas de Colima presentes durante la segunda década del siglo XX, la población se encontraba ubicada, principalmente, en los sectores primario (sobre todo en la agricultura) y terciario (comercio 79 y servicios) de la economía, alrededor de estas actividades desbrozaban su existencia y porvenir. En correspondencia, el poder económico se fincaba en una elite agrícola y comercial, la cual extendía sus tentáculos hacia todo el resto de la vida económica, política y social de la entidad. Finalmente, el cuadro completo sobre las ocupaciones localizadas sobre el 97.21% de la población masculina que figuraba dentro del padrón electoral de la ciudad de Colima en 1916 es el siguiente: OCUPACIÓN Nº DE OCUPADOS % Comerciante 347 20,25 Labrador 189 1103 Jornalero 181 1056 Empleado 96 5,6 Zapatero 85 4,96 Albañil 75 4,37 Panadero 50 2,91 Carpintero 50 2,91 Agricultor 43 2,51 Sastre 43 2,51 Herrero 32 1,86 Artesano 26 1,51 Sombrerero 24 1,4 Profesor 24 1,4 Platero 20 1,16 80 Tocinero 18 1,05 Fustero 18 1,05 Peluquero 17 0,99 Talabartero 17 0,99 Industrial 16 0,93 Cochero 15 0,87 Carrero 15 0,87 Mecánico 14 0,81 Obrajero 12 0,7 Cargador 11 0,64 Impresor 11 0,64 Curtidor 9 0,52 Obrero 9 0,52 Propietario 9 0,52 Músico 9 0,52 Abastecedor 8 0,46 Rebocero 8 0,46 Purero 8 0,46 Pintor 7 0,4 Alfarero 7 0,4 Militar 7 0,4 Telegrafista 7 0,4 81 Farmacéutico 7 0,4 Licenciado 6 0,35 Dulcero 6 0,35 Ferrocarrilero 6 0,35 Filarmónico 6 0,35 Doméstico 6 0,35 Huarachero 5 0,29 Soldado 5 0,29 Doctor 5 0,29 Estudiante 5 0,29 Fotógrafo 5 0,29 Peletero 4 0,23 Cantero 4 0,23 Aguador 4 0,23 Tubero 4 0,23 Nevero 4 0,23 Hojalatero 4 0,23 Carretonero 4 0,23 Fundidor 4 0,23 Gendarme 4 0,23 11 empleos varios 3 1,92 9 empleos varios 2 1,05 27 empleos varios 1 1,57 82 104 empleos 1713 100 Fuente: Archivo Histórico del Municipio de Colima, Sección "E", caja 65, exp. s/n, 1916. Elaborado por: Samuel Octavio Ojeda Gastélum. 83 III LA SOCIEDAD COLIMENSE Y EL PROCESO REVOLUCIONARIO. 1.- LA ÉLITE DE COLIMA Y EL ESTALLIDO REVOLUCIONARIO La Revolución Mexicana, si bien alteró la vida social del país, no se desarrolló de manera homogénea, su accionar e impacto a nivel regional fue distinto. Durante los años de 1910-17, los estados del norte y algunos del centro descollaron militarmente. Asimismo, diversos lugares de la república se vieron afectados por la irradiación del accionar bélico de estas regiones. En cambio, otros puntos de la nación permanecieron inmutables -la paz y el sistema oligárquico siguió ejerciendo su reinado sin perturbaciones- y el proceso revolucionario fue percibido como un fenómeno ajeno y distante. Al igual que las repercusiones en en cada región del país fueron diferentes, también los grupos humanos que participaron tuvieron orígenes y expresiones diversas. Los actores fueron muchos y variados. Hombres y mujeres de distintas clases sociales se involucraron y actuaron de manera muy particular, según su propia visión e intereses. Campesinos, mineros, indígenas, hacendados, clases medias, pobladores urbanos, entre otros, fueron partícipes en este proceso revolucionario: algunos de ellos aliados, otras veces desligados y otras más enfrentados entre sí. En el caso particular de Colima, el fin de la primera década del siglo XX encontró a una oligarquía colimense fuertemente cohesionada y a una sociedad que se desarrollaba dentro de la red impuesta por los intereses oligárquicos en boga. Las tierras laborables, el comercio y el agio, la justicia y el poder público estaban concentrados en un puñado de familias emanadas de un mestizaje racial y fusión económica. La oleada de extranjeros (alemanes, estadounidenses y algunos franceses) llegados a Colima a mediados del siglo XIX, tras establecerse como representantes de casas comerciales extranjeras, sentaron 84 sus reales en la entidad, se casaron con "distinguidas" damas de la sociedad colimense y vincularon sus riquezas con los viejos propietarios de las mejores tierras de la entidad. Entre estas grandes familias de potentados destacaban los de apellidos: Meillón, Vogel, Oldenbourg, Schulte, Flor, Santa Cruz, Álvarez, Ochoa, De la Madrid y Brizuela, entre otros. Asimismo, existía un grupo de ricos rancheros, dueños de grandes extensiones de tierra, montes, ganado y fincas, donde destacaban personajes como Ignacio Cruz Centeno, Mariano Castañeda, Urbano y Atenógenes Salazar, Miguel y Everardo Montes, entre otros; los cuales acrecentaron su condiciones de vida, en medio de préstamos, hipotecas de usureros y la competencia desigual que en, el rubro de la comercialización de sus productos agrícolas, imponían un reducidísimo grupo de agentes comerciales y casas de consignación, varias de ellas ligadas a prominentes comerciantes jaliscienses. Los hacendados y grandes rancheros aparte de cultivar una parte de sus tierras, la mayor parte de ellas, se cultivaban a través del sistema de medieros y el arrendamiento. Estos usufructuarios cubrían sus pagos en especie, es decir, entregando parte de la producción obtenida a los dueños de dichos terrenos. Esta forma de cultivar y distribuirse los beneficios de la tierra era una práctica muy común en el Colima porfirista. De toda esta gama de hacendados y rancheros, sobresalían como los principales propietarios de la entidad: Arnoldo Vogel, dueño de la hacienda de San Antonio y una de las principales casas comerciales ubicadas en el puerto de Manzanillo; Francisco Santa Cruz, dueño de las haciendas de Cuyutlán (12 mil hectáreas), Quesería, La Albarradita y La Magdalena (31 mil hectáreas); Enrique O. de la Madrid era propietario de la haciendas Santa María del Carmen, La Providencia, Colomos y Montecristo; Salvador M. Ochoa dueño de la hacienda Buenavista (con una extensión de 8 mil hectáreas) y gran cantidad de bienes rústicos, urbanos y crediticios (estos últimos, para 1910, sumaban más de un millón de pesos); Luis Brizuela, poseía la hacienda La Estancia de 4, 500 hectáreas y gran cantidad de terrenos más; Carlos y Rafael Fernández, contaban con diversas propiedades, entre ellas destacaban las haciendas de El Cacao y Juluapan, ésta última, por sí sola, 85 tenía una extensión de 24,731 hectáreas.59 Por su parte, Blas Ruiz, era propietario de extensas propiedades rústicas y urbanas, así como de dos grandes casas comerciales, una en la ciudad de Colima y otra en el puerto Manzanillo.60 Bajo la férula de un sólido sistema social establecido por estos amos de las tierra y el dinero, Colima se desarrolló en medio de una relativa armonía, permaneciendo sin variaciones significativas ante gran parte de los sucesos generados por la revolución maderista que sacudió buena parte del país;61 Colima, en opinión de historiadores como 59 Un panorama general sobre las haciendas colimenses (extensión, propietarios y evolución histórica) puede encontrarse en: Pablo Serrano Álvarez "El sistema de haciendas y la expansión capitalista colimense en el siglo XIX", en María Eugenia Romero Ibarra y Pablo Serrano Álvarez (coords.), Regiones y expansión capitalista en México durante el siglo XIX, México, UNAM-UdeC, 1998, pp. 205-229 y José Óscar Guedea y Castañeda, Las haciendas en Colima. Una excepción al modelo establecido en otros estados de la República Mexicana, Guadalajara, Editorial Idear S. A., 1999. Para tener un bosquejo sobre la ubicación geográfica de las haciendas colimenses al inicio de la segunda década del siglo XX, veáse anexo N° 1. 60 Manuel Velázquez Andrade, Remembranzas de Colima, 1895-1901, México, Páginas del Siglo XX, 1949, pp. 107-115. 61 Aunque, al parecer los sucesos revolucionarios provocados por el maderismo no resultaron indiferentes para la totalidad de los colimenses. Al respecto, véanse los sucesos ocurridos en 1911, referidos páginas adelante. 86 Pablo Serrano, se erigió como un baluarte inexpugnable del porfirismo,62 representado por la prolongada administración estatal de Enrique O. de la Madrid. Tal actitud se presentó, en parte, porque la sociedad colimense, la tradición liberal y el espíritu ciudadano tenían lazos sumamente débiles. Se presentaba lo que François Xavier Guerra define como rasgos típicos de una sociedad tradicional permeada por lazos y vínculos colectivos establecidos a p artir de: comunidades indígenas, poblados donde los clanes familiares norman su vida interna, o bajo la influencia del caciquismo; contrastante con un aspectos de una sociedad moderna personificada en una elite que finca su existencia y acciones como actor individual y en los atributos de un ciudadano. Por lo anterior, al arribo del siglo XX, la vida política local permanecía indiferente para la mayoría de la población. Los colimenses distaban mucho de tener cohesión y expresión ciudadana, su existencia era colmada por el ámbito de la vida individual y el tradicionalismo de sus corporaciones. La política, como actividad pública, se encontraba restringida a sectores muy reducidos de la sociedad local, parecía ser una expresión más de la vida privada de los personajes más prominentes de la entidad. Por tanto, el sendero de la actividad política se delineaba a partir de los lazos o vínculos familiares, compadrazgos o amistosos que establecía esta elite dominante que 62 En lo general, se retoman las caracterizaciones que sobre este período esboza Pablo Serrano Álvarez en publicaciones como: "La oligarquía colimense y la Revolución 1910-1940" en op. cit., p. 57-78; "Colima y la Revolución 1910-1916", en Barro Nuevo Nº 14, Colima, Gobierno del estado de Colima-H. Ayuntamiento de Colima-INAH, 1992, p. 18-27. 87 controlaba las instituciones y los espacios públicos. Además de grandes propietarios de tierra, su hegemonía en la actividad agrícola y comercial, el ejercicio de gobierno figuraba como una extensión más de sus negocios y asuntos "íntimos" o "caseros". Los colimenses, de hecho, no conocían las formas de operar de una organización política. Sólo en tiempos previos a una jornada electoral, el gobernante y su séquito se erigían en partido oficial para formalizar su continuismo. De las oficinas de gobierno se designaba a los "electores" que elegirían a los "representantes populares";63 espacios ocupados por hacendados, comerciantes o apoderados del clero. Un rasgo distintivo en esos años fue la gran influencia que el sector religioso desempeñó en el ámbito de la política y la vida pública de la entidad.64 Las expresiones de inconformidad, disidencia o crítica sobre las medidas de gobierno o el proceder de empleados y funcionarios estatales o municipales, no se expresaban en espacios públicos, se reducía al comentario entre amigos o parientes y dentro de un ambiente íntimo o familiar. Esta forma de tratar los asuntos públicos generaba una impunidad en el oficio de gobernar, a la vez que garantizaba su continuidad sin 63 Sobre los primeros años de esta etapa de la vida política colimense, véase, Gregorio Iván Preciado Vallejo, "historia política de un decenio", en José Miguel Romero de Solís (dir.), Los años de crisis de hace cien años... Op. cit., p. 249-293. 64 Manuel Velázquez Andrade, Op. cit., pp. 234- 235. 88 alteraciones de ninguna índole. Estas fueron algunas de las razones por las que el maderismo, en su etapa de gestación, no encontró a Colima como uno de sus centros dinámicos, ni siquiera como apoyo periférico. Francisco I. Madero visitó la entidad en 1910, en plena campaña opositora por la presidencia; su acto de campaña efectuado en la Capital del Estado, si bien atrajo a diversos asistentes, éstos acudieron más por curiosidad que por simpatía con las ideas del candidato disidente. Una vez que Madero abandonó la entidad vía Manzanillo para incursionar en tierras del Noroeste Mexicano, la mayoría de su auditorio echó sus proclamas al olvido; en virtud de lo anterior, no logró estructurarse un club antirreeleccionista que diseminara las propuestas maderistas en el territorio colimense. La clase política local estaba enfrascada en asuntos más caseros, como el controlar la gubernatura estatal para el ya próximo cuatrienio 1911-1915; para ello, los actores principales de la política colimense tendieron a integrarse en dos bandos.65 Ambos, durante buena parte de 1910, intentaron ganarse los favores y la "bendición" del presidente Díaz, así como descalificar a su oponente mediante el uso de cualquier recurso al alcance de la mano. Por ejemplo, los opositores al gobernador Enrique O. de la Madrid aprovecharon a la perfección el asesinato múltiple perpetrado por las fuerzas armadas estatales en el pueblo de Tepames en marzo de 1909,66 para descalificar ante la opinión 65 Estas expresiones diferenciadas no eran recientes, su antecedente se remontaba a la vieja disputa y escisión ocurrida entre los políticos y hombres prominentes de la entidad al tiempo de la caída del Gildardo Gómez y el arribo de Francisco Santa Cruz. Los reducidos apoyadores y seguidores de Gómez se componían, sobretodo, maestros, empleados y profesionistas que mantuvieron cierta cohesión basada en la amistad y comunión de ideas, guardando una tímida distancia hacia el gobierno de Santa Cruz, sobre el cual siempre tuvieron un juicio crítico, aunque muy soterrado; actitud que se prolongó durante el gobierno de Miguel O. de la Madrid. Entre los personajes que asumían tal comportamiento figuraron: Miguel García Topete, Ignacio Vizcarra, Severo Campero, Ignacio Gamiochipi, Victoriano Guzmán, J. Trinidad Alamillo, entre otros. Conviene puntualizar que esta división entre la clase política estatal no se expresó de manera clara o tajante, mucho menos significó una ruptura de los discrepantes con el régimen porfirista. Gildardo Gómez, al dejar la gubernatura, ocupó una diputación. De igual manera, varios seguidores ocuparon cargos administrativos o legislativos durante el gobierno de Miguel O. de la Madrid. Por lo que la oposición local siempre se mantuvo latente pero encubierta, sin expresarse públicamente. al respecto, véase, Manuel Velázquez Andrade, Op. cit., pp. 225- 242. 66 Al respecto, véase una publicación muy ilustrativa sobre este temática escrita por Emilio Rodríguez ese mismo año de 1909, la cual ha tenido múltiples reediciones, una de ellas es: Emilio Rodríguez Iglesias, El crimen de 89 pública nacional y el propio Presidente Díaz, el oficio de gobierno del mandatario estatal y sus huestes. Al desencadenarse la lucha por la sucesión gubernamental, el bando que detentaba el poder lanzó como candidato al Prof. Gregorio Torres Quintero. Por su parte, J. Trinidad Alamillo,67 como resultado de hábiles maniobras políticas, logró figurar como aspirante al mismo cargo, aglutinando tras de sí, a un importante núcleo de medianos propietarios y políticos colimenses que disentían del acaudalado gobernador De la Madrid y su cercano grupo de apoyadores y beneficiarios.68 Cuando Francisco I. Madero optó por el levantamiento en armas como única Tepames, México, Costa Amic, 1975, (Col. Club del Libro Colimense). 67 J. Trinidad Alamillo ya había ocupado cargos en el ámbito de la administración en años precedentes. Durante el gobierno de Gildardo Gómez, en los años ochenta de la centuria pasada, encabezó la Prefectura Política de la Cd. de Colima. Al término del mandato de Gómez, Francisco Santa Cruz lo relevó en el cargo; este nuevo gobernante desencadenó una tenaz persecución contra Alamillo, al grado tal de dictarle orden de aprehensión. Este hecho lo llevó a salir huyendo de Colima y refugiarse en el vecino Estado de Jalisco. Radicado en la capital tapatía, incursionó en la actividad periodística al fundar La Gaceta de Guadalajara. Su actividad política y periodística le proporcionó amistades y relaciones con personajes destacados de la época, cercanos al Gral. Porfirio Díaz, aspecto que utilizó para potenciar sus enraizadas aspiraciones políticas en Colima. 68 Sobre lo ocurrido en esta lucha por e l gobierno estatal, véanse, Gutiérrez Grageda Blanca E. y Héctor P. Ochoa Rodríguez, Las Caras del Poder...p. 67-102, y Julia Esther Preciado Zamora, J. Trinidad Alamillo: gobernador maderista y huertista, Colima, Col., México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad de Colima, 1996, [Tesis de Maestría en Historia regional, inédita]. 90 medida posible para separar del poder al vetusto Porfirio Díaz, la lucha por la gubernatura estatal tenía unos cuantos meses de iniciada. La lucha maderista encontró a ambos bandos enfrascados en un combate electoral que no daba cuartel; esta lucha se profundizaba por el descuido y abandono de un gobierno porfirista que tenía problemas mucho más apremiantes por resolver. Pese a este río ya bien revuelto, los contendientes colimenses no rebasaron los marcos de la legalidad gubernamental y estuvieron prestos para profesar su fidelidad política al anquilosado gobierno de Díaz. Ante el llamado del Plan de San Luis para iniciar una insurgencia civil -a iniciarse el 20 de noviembre de 1910- para derrumbar la dictadura de Díaz, ambos bandos políticos, ni tardos ni perezosos, en el marco de su campaña proselitista, marcaron su claro deslinde y condena sobre esta tentativa revolucionaria. Por ejemplo, un día después de lanzada dicha proclama maderista, la opositora Mesa Directiva de la Convención Electoral Colimense que postulaba como candidato a J. Trinidad Alamillo se expresó en los términos siguientes: nos permitimos recomendar muy especialmente a nuestros amigos y correligionarios de todo el Estado, que no solamente no deben secundar a los trastornadores del orden público, bajo ninguna forma ni pretexto, sino por el contrario, influyan con propios y extraños para que se conserve la paz en todo el territorio colimense y se respeten las autoridades constituidas, prestándoles, en caso necesario apoyo decidido, como debe hacerlo todo buen mexicano.69 Ante este tipo de sucesos, las distintas expresiones políticas de la entidad 69 Esta proclama la firmaron Manuel R. Álvarez, Salvador M. Ochoa, Ignacio Padilla, Miguel García Topete, Isaac Padilla, Manuel Álvarez García, Vicente Alfaro, Teodoro Padilla, Roberto F. Barney, Dr. Atilano F. Velasco, Carlos M. Ochoa, Ponciano Dueñas, Odilón Ayón y Dr. Ismael Bracamontes, en su calidad de integrantes de la Mesa Directiva de dicha agrupación. Dicha información se encuentra en: Manifiesto del Club de Obreros Libres, agosto 27 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 61, exp. 1, 1916. 91 manifestaron una conducta similar. Las manifestaciones de apoyo o beneplácito por el estallido revolucionario brillaron por su ausencia. Los llamados a la paz y la unidad entre los colimenses se repetían al por mayor. Aunque es de destacarse que esta armonía tan esgrimida y propagada por autoridades y políticos locales tendió a extinguirse al tiempo que el régimen porfirista se encontraba en estado agónico. La lucha maderista encontró adeptos cuando ésta escenificaba su batalla final. Tanto así que, al acercarse el primer trimestre de 1911, por orden del Coronel Jefe del Segundo Cuerpo de Rurales de la guarnición de la ciudad de Colima y en acatamiento a la disposición del Gobernador del Estado, se practicaron cateos en las casas de Antonio Murguía (a) El Carandango, Eugenio Aviña, Rafael Casillas y Severiano Cortez, donde se recogieron parque y armas de diverso tipo. Un objetivo central del operativo era capturar a Eugenio Aviña, lo cual no fue posible debido a que se encontraba fuera de la capital.70 Aviña se desempeñaba como comerciante en pequeño establecido en la capital colimense desde finales del siglo XIX; su residencia "formal" se encontraba en la ciudad de Guadalajara. Al margen de su ocupación, Eugenio Aviña no se constituyó como opositor de manera espontanea e improvisada. Desde principios de 1910, formaba parte del antirreleccionismo jalisciense. Es más, contribuía con Roque Estrada en la preparación y equipamiento armado del ya próximo levantamiento maderista. Era el responsable de organizar, en Colima, las guerrillas que organizó el Club Fénix, organismo secreto emanado del Club Antirreleccionista Valentín Gómez Farías, asentado en Guadalajara.71 En meses previos a la caída del gobierno porfirista, Aviña se dedicó a preparar, de manera sigilosa, la rebelión local contra el gobierno porfirista. Conjuntamente con la familia 70 Al respecto véase, Novedades de Policía de la Comandancia de Policía de la ciudad de Colima, AHMC, Caja E-4L, hoja suelta, 1911. 71 Al respecto, véase, José Ramírez Flores, La Revolución Maderista en Jalisco, México, UdeG-Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 1992, p. 41., (Colección de Documentos para la Historia de Jalisco). 92 Bueno, hacendados del suroeste michoacano, se diseñó un plan de ataque, donde figuró una etapa inicial de reclutamiento de hombres. Aviña ganó adeptos dentro del mismo Cuerpo Mixto de Seguridad Pública de Colima, mientras que los Bueno y José González otro acaudalado ranchero del suroeste de Michoacán- empezaron a darle cuerpo a un grupo de rebeldes formado por rancheros y peones acasillados ubicados en esta zona del vecino estado de Michoacán. Chacalapa, Coahuayana y la hacienda "Maravillas", destacaron centro aglutinadores de los rebeldes michoacanos que participaron en el levantamiento maderista ocurrido en Colima.72 Transcurría la primera quincena de mayo de 1911, cuando Eugenio Aviña hizo pública y notoria su adhesión a los inminentes triunfadores de esta confrontación armada iniciada en noviembre de 1910. Aviña, al frente de un grupo de hombres, partió de las inmediaciones de la ciudad de Colima para trasladarse hasta las propiedades de sus aliados michoacanos para concentrar todas los hombres reclutados e iniciar su avance sobre el centro del poder político colimense. Desde esta parte del vecino territorio de Michoacán se adentró en tierras colimenses pasando por el pueblo deTepames donde se engrosaron las filas promaderistas; la avanzada prosiguió hasta llegar a la hacienda "La Estancia" (propiedad de Luis Brizuela) y la finca rural "El Alpuyeque" (su dueño era el Ingeniero Ignacio Gamiochipi), para luego sitiar y tomar la ciudad capital, durante la noche del 18 de mayo de 1911. Mediante esta hábil y sorpresiva maniobra militar, se depuso al 72 Sobre la participación de personajes michoacanos en la rebelión maderista acaudillada por Eugenio Aviña y el proceso de toma de la ciudad capital, véase, Ricardo B. Nuñez, Op. cit., p. 41-53. 93 Gobernador De la Madrid y a las demás autoridades locales; además, se apoderaron de las instalaciones y armamento de la policía. También se abrieron las puertas de la cárcel capitalina quedando libres todos los reos del orden común. Esta acción, pese a que se les adjudicó a los revolucionarios, fue negada por Eugenio Aviña y responsabilizó de tal hecho a algún enemigo de la causa revolucionaria;73 como prueba de ello, acató con diligencia la orden enviada desde el centro del país para capturar a los evadidos, aunque bastantes prófugos no pudieron ser reaprehendidos. Tras culminar exitosamente esta inesperada acción armada dirigida por Aviña, los insurrectos hicieron un llamado a la población a conservar el orden y la calma; en términos similares se manifestó la XVIII Legislatura del Estado. Sin embargo, al mismo tiempo que los revolucionarios llamaban a la tranquilidad, volaron los puentes cercanos para evitar la llegada de posibles refuerzos para el gobierno recién destituido. La eficaz acción armada realizada por las fuerzas comandadas por Aviña obedecían a un plan medianamente articulado y ramificado en la región extendida en puntos colindantes de Michoacán y en distintos puntos de la geografía estatal. Por ejemplo, la labor de reclutamiento en suelo michoacano emprendida por José Bueno, el segundo hombre de mando dentro del levantamiento maderista en Colima, Juan Bueno 73 Telegrama de Eugenio Aviña al Ing. Alfredo Robles Domínguez , mayo 29 de 1911; en Archivo General de la Nación (en adelante AGN) Archivo Alfredo Robles Domínguez, tomo 5, exp. 23 bis, f. 7. 94 (primo hermano del primero), José González y Paulino Valdovinos, entre otros, aportó más de cuatrocientos hombres a la rebelión y al contingente que efectúo la toma de la capital. No es casual que el banderazo de salida para la avanzada maderista se localizara en estas tierras aledañas a Colima. En lo que se refiere a los contingentes colimenses, además del núcleo inicial que se desplazó con Eugenio Aviña y de las adhesiones ocurridas en Tepames, existieron otros sitios que hicieron su aporte al maderismo; por ejemplo, en Coquimatlán, cincuenta hombres se pronunciaron a favor del maderismo y marcharon rumbo a la capital para apoyar dicho alzamiento. Otros pequeños grupos armados, provenientes de distintos puntos del Estado, actuaron de manera similar. En general, se calcula que en la insurrección maderista colimense participaron novecientos hombres armados y montados, quienes, prácticamente, tomaron el poder sin disparar un tiro.74 74 Sobre estos acontecimientos, véase La Gaceta de Guadalajara (en adelante GG), mayo 30 de 1911, p. 1-2. 95 Asimismo, muchos de estos nuevos pasajeros (la mayoría coyunturales) en el carruaje de la revolución no se caracterizaban por ser gente sencilla o anónima. La presencia de hacendados y prósperos rancheros fue altamente significativa en el devenir de los acontecimientos y el triunfo maderista en la entidad. Asimismo, secundando las acciones efectuadas en la ciudad capital, el 19 de mayo de 1911, Teodoro Padilla, Prefecto Político del Distrito con sede en Manzanillo, encabezó un grupo de hombres y se apoderó de un buen número de armas y municiones localizadas en el muelle de dicho puerto. Esta acción no representaba un hecho aislado ya que los funcionarios fieles al régimen enfrentaban la seria amenaza de un numeroso grupo de maderistas procedentes de Colima que avanzaban hacia ese lugar para tomar posesión de este importante puerto colimense.75 Dicha amenaza estaba bien fundamentada, pues la ciudad de Colima acababa de ser ocupada por ese nutrido contingente de hombres autoproclamados maderistas. Tras esta triunfante operación militar, el avance sobre Manzanillo era una acción lógica debido a la ubicación e importancia estratégica de este puerto como punto de entrada al occidente y centro del país . Su ocupación era básica para lograr el dominio sobre los centros neurálgicos de la región. Además de buscar el control sobre el puerto de Manzanillo, las fuerzas maderistas ensancharon su área de influencia hasta la zona de Zapotlán, Jalisco, lugar desprovisto de fuerzas federales que se opusieran a dicho avance. Con estas facilidades, los maderistas colimenses no se esforzaron mucho para ocupar dicha población a finales de mayo de 1911, donde se apoderaron de doscientos caballos; mediante acciones similares, el Monte de Piedad y la casa comercial del Sr. Collingnon, se convirtieron en "proveedores" 75 Telegrama de J. B. Morales, Secretario del Puerto de Manzanillo al Secretario de Guerra y Marina, mayo 20 de 1911; en Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional (en adelante AHSDN), "El Estado de Colima", exp. XI/481.5/38, caja Nº10, f. 3. 96 de buena cantidad de sillas y diversos ajuares de montar.76 76 Comunicado de Luis G. Palacios, Coronel Subjefe, encargado del Departamento del Estado Mayor al Secretario de Guerra y Marina, 8 de junio de 1911; en AHSDN, "El Estado de Jalisco" (1911), expediente XI/481.5/147, caja Nº 77, f. 91. 97 Las fuerzas que apoyaban al depuesto gobernador Enrique O. de la Madrid calificaron las acciones de Aviña y los maderistas como motivadas por el bandidaje, el robo y el asesinato. En días posteriores a la ocupación de la capital, propalaron la noticia que Eugenio Aviña había huido del Estado llevándose la suma de diez mil pesos, proveniente de la aportación realizada por el gobernador De la Madrid y el comercio local en favor de los rebeldes maderistas a cambio de respetar vidas y propiedades. Los revolucionarios se encargaron de desmentir tales infamias al difundir entre la población una hoja volante donde plasmaban su orientación y finalidades políticas. Dicho comunicado lo suscribieron Eugenio Aviña, Daniel Cueva, Melesio Cárdenas, José Bueno, Merced Partida, José Martínez Medina, José de Jesús Covarrubias y Hermeregildo Arias, en su calidad de Jefes del Ejército Libertador en el Estado de Colima.77 Uno de los primeros actos de los triunfantes maderistas fue designar a Miguel García Topete como Gobernador Provisional, al tiempo que Aviña ostentó el cargo de jefe militar en la entidad. El nombramiento de Gobernador Provisional generó una polémica entre la Legislatura y las fuerzas triunfantes, pues el poder legislativo se abrogaba ese derecho de acuerdo con la leyes establecidas, por ese motivo, al renunciar De la Madrid, designó en su lugar al Dr. Vidal Fernández. E sta controversia concluyó con la intervención del Senado al declarar desaparecidos los poderes constitucionales de Colima y confirmó la necesidad de nombrar un Gobernador Provisional quien convocara a elecciones de acuerdo a las leyes estatales. Amparado en este acuerdo del Senado, el Sr. Francisco I. Madero designó como Gobernador Provisional del Estado de Colima al referido Miguel García Topete, nombramiento aprobado por el Senado el 31 de mayo de 1911. Momentos antes de recibir dicho cargo, García Topete se encontraba incorporado de lleno a las giras políticas de J. 77 GG, mayo 30 de 1911, pp. 1-2. 98 Trinidad Alamillo. A escasos quince días de establecido en el cargo, el nuevo ejecutivo estatal convocó para la instalación de una nueva legislatura y a elecciones de gobernador. La nueva legislatura entró en funciones el 16 de septiembre de 1911. Dentro de las actividades de este cuerpo legislativo destacó el nombramiento de Miguel García Topete para que continuara en su cargo hasta el 31 de octubre de ese año, fecha que marcaba el término del período de gobierno para el que fue electo Enrique O. de la Madrid; también se validó la elección constitucional para gobernador, donde resultó triunfador J. Trinidad Alamillo para cubrir el cuatrienio contemplado del 1º de noviembre de 1911 al 31 de octubre de 1915, después de derrotar electoralmente a su contrincante, Gregorio Torres Quintero. J. Trinidad Alamillo inició su mandato constitucional reorganizando el Supremo Tribunal de Justicia, removió algunos magistrados y al Procurador General del Estado. Al margen de estas remociones administrativas, una medida que destacó entre las primeras acciones del gobernador Alamillo fue el impulso a una ley que reglamentase las aguas de jurisdicción estatal; así también, en diciembre de 1911, la comisaría de Cuyutlán se elevó a la categoría de pueblo. Esta acción se justificaba afirmando que los gobiernos deberían atender el mandato de la triunfante Revolución de otorgar a los pueblos mayores beneficios. Sin embargo, un claro fin de esta disposición era el afectar los intereses de Francisco Santa Cruz, uno de sus opositores políticos, dueño de la Hacienda y Laguna de Cuyutlán. La iniciativa del gobernador recibió la aprobación del Congreso local.78 Santa Cruz se amparó ante dicha medida gubernamental. En enero de 1913, esta pugna concluyó -de manera muy aparente-, mediante la formalización de un acuerdo, donde el hacendado cedió un terreno para el fundo legal del pueblo de Cuyutlán, a cambio de quince años de exención 78 Al respecto véase, Miguel Ángel Novela Villalobos, et al, Historia Legislativa del Estado de Colima, Colima, Editorial del Gobierno del Estado, 1994, p. 67-68. 99 de impuestos en todos sus bienes y propiedades.79 79 Cesión de terreno para el fundo legal del pueblo Cuyutlán por don Francisco Santa Cruz Ramírez a favor del gobierno del Estado, enero 27 de 1913; en Archivo del Registro Público de la Propiedad y el Comercio de Colima (en adelante ARPPCC), Ramo Inscripciones Públicas, Libro 25, 1913, Nº 9. 100 Por otro lado, conviene destacar que el levantamiento maderista no fue un rayo en cielo despejado dentro del escenario colimense, nuevas tentativas de rebelión se fueron fraguando en estas tierras del occidente mexicano. Sobre este particular, a finales de 1911, se diseminó el rumor sobre un probable levantamiento reyista en la zona que comprendía a Colima, Tecalitlán, Pihuamo y Tonila. Los informantes aseguraban que el General Bernardo Reyes80 poseía partidarios que trabajaban activamente en esta conspiración como el sr. José Martínez, de Zapotlán, y Carlos Morales, propietario y administrador de la Hacienda "La Joya", ubicada en Colima.81 Estos rumores y sospechas eran el preludio de lo que a la sombra se estaba cocinando en territorio colimense, lo cual afloraría meses más tarde. La presencia de tales amenazas condujo a que el Gobernador J. Trinidad Alamillo reforzará los cuerpos de seguridad estatales. A consecuencia de ello, solicitó al poder legislativo la autorización respectiva para gestionar ante el ejecutivo federal la condonación de todos los derechos que originara la importación de armamento y municiones, consistente en cien carabinas máuser y veinte mil cartuchos para las mismas. Solicitud que contó con la aprobación respectiva.82 Otra medida legislativa en este mismo orden fue ceder al ejecutivo federal los terrenos necesarios para la construcción de dos cuarteles para la defensa de la plaza. Estas medidas presagiaban tormentas. 80 El General Bernardo Reyes fue enviado a Europa por el presidente Porfirio Díaz en septiembre de 1909; regresó al país a mediados de 1911 y tras participar en los comicios presidenciales de octubre de 1911, donde Francisco I. Madero es electo presidente, se trasladó a Estados Unidos para preparar una rebelión bajo el llamado "Plan de la Soledad", tentativa que no sumó muchos adeptos, razón por la cual, pronto fue detenido y apresado. 81 Oficio Nº 10278 del Gobernador Provisional de Jalisco al Gobernador del Estado de Colima, diciembre 7 de 1911; en AHEC, leg. 793, 1911. 82 Dictamen de la Comisión de Hacienda del Congreso del Estado, junio 11 de 1912; en Archivo del Poder Legislativo del Estado de Colima (en adelante APLEC), Dictámenes de las Comisiones Legislativas. Legislatura XVIII 101 2.- LOS GOBIERNOS HUERTISTAS EN COLIMA J. Trinidad Alamillo ejerció el puesto de gobernador de la entidad desde el 1º de noviembre de 1911 hasta el 7 de abril de 1913. No pudo concluir su período constitucional debido a los inesperados sucesos protagonizados por sus opositores políticos en este año de 1913. Desde el inicio de su mandato, Alamillo se adaptó con suma facilidad al Presidente Francisco I. Madero y al amparo de las nuevas ideas que configuraban la naciente política emanada de la gesta maderista, lanzó hostigamientos a sus añejos rivales políticos en la entidad. (1909-1912), caja 113 bis, pos 1, p. 221. 102 Por otra parte, se afanó por fomentar la actividad agrícola estatal mediante la disposición de incentivos para los productores locales y extranjeros. En materia agrícola estableció un marco jurídico para favorecer la redistribución de la propiedad de la tierra a través de nuevas disposiciones para incentivar las operaciones de compra venta de terrenos de labranza. Específicamente, se decretó la exención de impuestos de traslado de dominio para quienes fraccionaran terrenos hasta por 100 hectáreas.83 Con ello se pretendía apoyar al pequeño propietario y desalentar a la gran propiedad terrateniente. Otras disposiciones en este mismo rubro fueron la ampliación del fundo legal del pueblo de Tecomán y la erección en pueblo de la congregación de E l Mamey, con lo cual se establecía el fundo legal de este ultimo asentamiento. Sus acciones no se limitaron al fomento de la redistribución o asignación de la tierra, sino a al incremento de cultivos y a la productividad de los mismos; en este sentido, estimuló a agricultores y hacendados mediante el establecimiento de un premio de 10 mil pesos en oro para el primero que sembrara 10 mil palmas de coco. Asimismo, se esmeró por promover a Colima más alla de los límites estatales para atraer inversión; por ello, impulsó la realización de la Exposición Costeña de Colima, de carácter agrícola, industrial y comercial, donde se exhibirían los productos naturales, artesanías, manufacturas y el cúmulo de bondades que brindaba la región. Se hicieron múltiples g estiones e inversiones para el éxito de tal proyecto, entre ellas figuró la invitación al Presidente Madero a fin de que inaugurara tan importante evento. 83 Decreto Nº 11 del Congreso del Estado de Colima, noviembre 12 de 1912; en APLEC, Legislatura XIX (1912-1915), caja 119, pos 1, p. 51 103 El gobernador J. Trinidad Alamillo se encontraba en esos preparativos cuando ocurrieron los trágicos sucesos de La Ciudadela -en febrero de 1913- que condujeron al derrocamiento y asesinato del presidente Madero . Tales acontecimientos no amenazaron su estabilidad como gobernante. Los inmediatos llamados de Venustiano Carranza para el desconocimiento y combate al gobierno usurpador de Victoriano Huerta no encontraron eco en el mandatario colimense. Tampoco se alteraron sus planes relacionados con la tan anhelada Exposición Costeña. Su finalidad era organizar tan anunciado evento y lo único que hizo fue modificar el nombre del personaje seleccionado para darle el arranque oficial. Muerto Madero, la invitación le fue turnada al General Victoriano Huerta. Si el rey ha muerto...¡viva el rey!. No era nada nuevo que el gobierno de Colima permaneciera ajeno a l levantamiento acaudillado por Venustiano Carranza; una actitud muy similar se asumió en tiempos de la revolución maderista. Prácticamente, los estados que sirvieron como baluartes del Plan de Guadalupe lanzado el 26 de marzo de 1913, fueron los mismos sostenedores del Plan de San Luis. Sonora y Coahuila, como bien lo asienta Friedrich Katz, " habían desempeñado papeles importantes en la revolución maderista y en ambos dominaban gobiernos revolucionarios con sus propias fuerzas armadas".84 Situación muy diferente se vivía en Colima donde el gobierno de Alamillo no tenía nada que lo identificase con el maderismo y sólo se adaptó a la realidad nacional para seguir detentando un poder local ambicionado y gestionado desde tiempos de Don Porfirio Díaz. 84 Friedrich Katz, Pancho Villa, tomo 1, p. 237. 104 Ante la invitación a Huerta de asistir e inaugurar en Colima la mencionada exposición, éste manifestó al mandatario estatal su imposibilidad de concurrir en la fecha programada (1º de abril ) en virtud de los alzamientos que enfrentaba su gobierno, pero abrió la posibilidad de asistir si el evento se aplazaba unos quince días; ya que, ilusamente, esperaba que para este tiempo, la tentativa armada hubiese desaparecido. Solicitud a la que el gobernador Alamillo atendió diligentemente. Los sucesos por venir enterrarían el tan anhelado proyecto de la Exposición Costeña. Sin embargo, la relación del gobernador colimense con el nuevo ejecutivo no se caracterizó por su dulzura. En marzo de 1913, al tiempo que acudió a la ciudad de México para formular esta invitación a Victoriano Huerta, fue requerido para explicar el papel de su gobierno y de la sociedad colimense en relación con los alzamientos que se multiplicaban en el país. Alamillo se esmeró en desmentir ante el mandatario federal y la prensa nacional los rumores que señalaban a Colima como un estado partícipe de esta revolución en ciernes, evocando el predominio de una tranquilidad generalizada; la cual, poco después, se exhibiría sólo como una ilusión del gobernador colimense.85 La visita de J. Trinidad Alamillo a Victoriano Huerta todavía estaba reciente, al igual que sus gestiones para proyectar su quehacer gubernamental, cuando al mandatario colimense le sorprendió un conflicto de orden local. El 2 de abril de 1913 se suscitó una tentativa de rebelión armada, encabezada por personajes ampliamente conocidos dentro de la sociedad colimense. Cerca de cien hombres armados -muchos de ellos reclutados de las rancherías del norte de la entidad- comandados por el Dr. Miguel Galindo, Carlos 85 Dichas noticias las difundió en órganos de prensa como El Universal. Al respecto, véase, El Estado de Colima (en adelante EC), marzo 22 de 1913, p. 97. 105 Solórzano Morfín y J. Cruz Campos, tomaron el poblado de Comala y, después de causar diversos destrozos, iniciaron su avance sobre la capital colimense.86 86 Notificación de Jesús Ponce, Subprefecto Político de Comala al Secretario del Gobierno del Estado de Colima, abril 4 de 1913; en AHEC, leg. 831, esp. s/n, 1913. 106 Esta tentativa rebelde se frustró ante la rápida respuesta de las fuerzas armadas leales al gobernador J. Trinidad Alamillo. Con diligencia, las fuerzas armadas del Estado, reforzadas con algunos civiles, persiguieron a los sublevados dándoles alcance en Juluapan -comisaria municipal del municipio de Villa de Álvarez-; en este lugar ocurrió el enfrentamiento entre ambos bandos tras el cual los rebeldes padecieron una cruenta derrota. Ante las bajas sufridas, el grueso del grupo optó por emprender la retirada de manera dispersa. Las fuerzas oficiales sufrieron la muerte de tres gendarmes de caballería; entre los alzados en armas, perdieron la vida algunos de los principales cabecillas - J. Cruz Campos y Carlos Solórzano Morfín- y cinco rebeldes más.87 Los promotores de dicha rebelión eran integrantes de la agrupación política "Club Paz y Progreso". Este organismo surgió a principios de 1913 y, tras un breve proceso organizativo, en marzo de ese mismo año se constituyó su Mesa Directiva con carácter definitivo, cuya presidencia recayó en la figura del Dr. Miguel Galindo.88 Al parecer, las actividades que concentraron todos los esfuerzos del Dr. Galindo fue la preparación de esta rebelión contra Alamillo, acción que marcó su debut y despedida como dirigente de este organismo político. En la planificación de este alzamiento no sólo intervinieron personajes e intereses locales ya que se encontraba conectada con las tentativas que el general Félix Díaz y sus seguidores realizaban para controlar espacios de poder. La vinculación con este militar ya se había puesto de manifiesto mediante los continuos rumores de alzamientos que circulaban desde finales de 1911. En virtud de contar con estos nexos nacionales, los conspiradores locales proyectaron iniciar su rebelión en la región norte de la entidad debido a que esperaban refuerzos felicistas procedentes del centro del país, los cuales 87 Comunicado del Prefecto Político del Distrito del Centro al Gobernador del Estado de Colima, abril 5 de 1913; AHEC, leg. 826, 1913. 88 Comunicado del Lic. José Jesús Orozco, Presidente Provisional del Club Paz y Progreso, al Secretario de Gobierno de Colima, marzo 15 de 1913; AHEC, leg. 831, 1913. 107 arribarían por este punto geográfico. Al maderista Eugenio Aviña también se le mencionó como participe en este levantamiento.89 Ante la cruenta represión desencadenada por el mandatario estatal en contra de los sublevados, la noche del 7 de abril se realizó un mitin frente al Palacio de Gobierno, en el cual participaron cientos de manifestantes que bajo la influencia de hombres como Francisco Santa Cruz Ramírez -recién afectado en sus propiedades por decretos de Alamillo sobre el poblado y la Laguna de Cuyutlán-, en esta manifestación se expresó la su indignación por la muerte de varios de los rebeldes, enmedio de vivas a Félix Díaz y mueras al Gobernador Alamillo. La indignación y los insultos subieron de tono al grado tal que pronto estalló la violencia entre la multitud; la policía intervino para disolver el acto a punta de pistola, ocasionando varios muertos y heridos. Debido a la muerte de los rebeldes como a la represión ejercida contra estos manifestantes, el gobernador Alamillo recibió un urgente llamado de Victoriano Huerta para que compareciera ante él a fin de explicar los sucesos acaecidos y su comportamiento ante ellos. Al salir de la entidad con destino a la capital de la república, la legislatura local nombró como gobernador interino al Dr. Vidal Fernández, quien fue sustituido dos más tarde por el general Miguel M. Morales, quien recibió el nombramiento por el mismo congreso colimense, pero de acuerdo con la orden expresa de Victoriano Huerta. 89 Para mayores detalles sobre este levantamiento militar, véase, Ignacio G. Vizcarra, Apuntes y datos cronológicos para la historia de Colima, México, Talleres Impresores Mexicanos, 1949, p. 135-138. 108 Al mismo tiempo, una comisión de los organizadores de la rebelión90 se trasladaron a la ciudad de México para entrevistarse con las autoridades federales a fin de denunciar los hechos y demandar el retiro de J. Trinidad Alamillo de la gubernatura estatal. Esta comisión fue recibida por los Ministros de Justicia, Guerra y Marina, así como por el propio General Victoriano Huerta, quienes les garantizaron que este personaje no volvería a ocupar el primer cargo estatal ni algún otro puesto político. 90 En esta comisión figuraron el propio Dr. Miguel Galindo, Francisco Santa Cruz Ramírez, Ignacio Michel, Manuel Álvarez García, Miguel Espinosa, José de Jesús Orozco, Atenógenes Alcaraz, Ramón Cruz Cabrera, entre otros. Sobre el particular, véase, nota periodística local en: APLEC, Libro de Iniciativas de Ley, Legislatura XX, caja 26, pos. 2, p. 747. 109 Los opositores al gobernador no eran gente sencilla o anónima, se constituía por la elite económica del estado, aliada a un connotado grupo de profesionistas que desde finales del siglo pasado se habían convertido en sus poderosos rivales políticos.91 Por esto, pese a los viajes de J. Trinidad Alamillo a la capital de la república y su estancia en este lugar por más de dos meses para explicar y justificar su proceder, tuvo que abandonar el cargo, para dar paso a los efímeros gobiernos de los militares Miguel Morales, Julián Jaramillo, Juan A. Hernández y Antonio Delgadillo; todos ellos ubicados en la tentativa huertista de establecer una dictadura militar en el país. Durante los gobiernos militares posteriores a J. Trinidad Alamillo, si bien no ocurrieron alteraciones significativas en la entidad, los desmanes de militares y autoridades políticas locales se hicieron presentes. Por ejemplo, vecinos de El Periquillo, La Peñita, Coatan, Cosinitas y Armería, perteneciente a la subprefectura de Tecomán, manifestaron sus quejas por abuso de autoridad y extorsión llevadas a cabo por el cabo de policía de su jurisdicción.92 Al aparecer el huertismo, la vida económica y social en Colima permaneció sin alteraciones significativas; pero, a medida que fue creciendo la presión del ejército constitucionalista sobre el régimen de Victoriano Huerta, el clima social y la estabilidad 91 Además de los integrantes de la comisión que visito a Victoriano Huerta, este grupo -más o menos compacto por intereses de índole económico, político y amistoso- estaba constituido por Blas Ruiz, Francisco Santa Cruz, Daniel Inda, José Sánchez Llerenas, Alfonso Meillón, Francisco Brun, Arnoldo Vogel, Andrés Silva, Odilón Ayón, Dr. Ciro Hurtado, Carlos Margain, Alberto Betancurt, Dr. Gerardo Hurtado, entre otros. 92 Carta de Comisarios del Periquillo, La Peñita, Armería, arrendatarios y jueces de acordada al Gobernador del Estado, mayo 25 de 1913; en AHEC, leg. 838, 1913. 110 típica en el Estado tenderían a cambiar. Los sucesos ocurridos en el plano nacional generaron nuevas turbulencias en el territorio colimense y sus alrededores. Por ejemplo, en mayo de 1913, una nueva amenaza armada se ciñó sobre tierras colimenses, ya no por conflictos entre quienes se disputaban el poder local, sino en el marco de la lucha constitucionalista contra el gobierno del General Victoriano Huerta. Tal conflictó se inició con el arribo a la capital colimense -el 11 de mayo de 1913de un grupo de cinco individuos elegantemente vestidos, quienes, al hospedarse en el Hotel América, se registraron como provenientes de la Cd. de México; tras una breve estancia en la ciudad de Colima, se trasladaron a las poblaciones michoacanas de Chinicuila y Coalcomán donde aglutinaron a casi 350 hombres armados con la finalidad de tomar el poblado de Coalcomán, posteriormente avanzar sobre Manzanillo, donde se reforzarían con fuerzas del gobernador sonorense José María Maytorena, las cuales arribarían vía marítima, para seguidamente continuar su marcha rumbo a la ciudad de Colima. Sin embargo, dichos planes se frustraron debido al ataque efectuado por las tropas militares sobre dichos "alzados" en territorio michoacano, donde murió uno de los promotores y los demás cabecillas, al igual que el resto del contingente rebelde, se desbandaron ante la tenaz persecución oficialista.93 Esta amenaza militar no fue un hecho aislado: desde meses antes la frontera entre Michoacán y Colima era tierra de conflictos y preocupaciones para las autoridades colimenses. En el área de Coahuayana, punto michoacano cercano a los límites con Colima, operaba la partida rebelde de Emiliano García, contingente armado que se fusionó con su similar encabezada por el maderista José Bueno, integrando una columna de doscientos hombres,94 los cuales llenaron de alarma a personajes ligados la clase política 93 Oficio Nº 4964 de José López Portillo y Rojas, Gobernador del Estado de Jalisco al Gobernador del Estado de Colima, mayo 29 de 1913; AHEC, leg. 838, 1913. 94 Sobre el particular, véase, Comunicado del Subsecretario del Despacho de Relaciones Exteriores, Julio García, al Secretario de Guerra y Marina, octubre 26 de 1912; en AHSDN,, “Estado de Jalisco”, Exp. XI/481.5/148, caja 78, 1912, f. 593. 111 michoacana adicta a Huerta y a hombres de negocios nacionales y extranjeros asentados en esta entidad. Por lo anterior, los llamados de auxilio de parte de autoridades y propietarios michoacanos ante las autoridades colimenses pronto se hicieron presentes. Ejemplificador es el caso de Eduardo N. Iturbide, dueño de la Hacienda de Coahuayana (Michoacán), quien solicitó auxilio porque "Me avisan (que) de Coalcomán vienen cuarenta bandidos con este rumbo".95 95 Comunicado del Jefe del 2do. Cuerpo de Rurales en el Estado al Secretario de Gobierno del Estado de Colima, enero 27 de 1913; en AHEC, leg. 840, 1913. 112 La amenaza de una incursión militar y de actos violentos no desaparecieron, pese al triunfo oficilialista, por ello se implementó la vigilancia de la franja fronteriza del estado de Colima, en la parte colindante con Michoacán. Una columna de rurales y un grupo de cien hombres armados, formado por el prominente agricultor Isidoro Morales, se encargaron de realizar dicha tarea contando con el auxilio de pobladores de puntos limítrofes.96 Debido a tales hechos y ante las amenazas contra la sacrosanta "paz colimense", fieles a su adhesión con los gobiernos del centro, la alcurnia de la sociedad local no dudó en expresar su solidaridad a Victoriano Huerta y hacer alarde de su "patriotismo". Por ejemplo, varios personajes de sectores colimenses acomodados se manifestaron "deseosos de contribuir a la pacificación nacional" e invitaron públicamente a la juventud colimense a formar un grupo de voluntarios para la defensa de esta población ante el peligro de ser presa de los perturbadores del orden. En la prensa local se expresaban de la siguiente manera: "los horrores en otros pueblos que han caído en manos de revolucionarios nos muestran palpablemente el camino que debemos seguir, sacrificar nuestras vidas si es necesario, antes que permitir que sean violados nuestros hogares y 96 Al respecto véase, Oficios Nº 279 y 280 de Adolfo Piña, Subprefecto Político de Tecomán, al secretario de Gobierno del Estado, agosto 24 y 27 de 1913; AHEC., legs. 832 y 839, 1913. 113 nuestro Estado". Por lo anterior, invitaban a instruirse militarmente.97 97 Entre los autores de tales señalamientos destacan : Miguel Álvarez García, José A. Rico, Salvador Alcazar, José Sánchez Llerenas, Alfredo Levy, J. Jesús Michel, Felipe Silva, Ángel M. Martínez, Arturo Le Harivel, Manuel Barreto, Salvador G. Solórzano, entre otros: al respecto véase, EC, julio 5 de 1913, p. 217. 114 Pese a la imagen de paz que propalaban las autoridades, ya no todo era tranquilidad en Colima. Las amenazas derivadas del conflicto armado, los obligó al acantonamiento de fuerzas militares en lugares como Cihuatlán -en territorio jalisciense-, El Mamey, San Antonio, etc. Su finalidad: sortear el peligro representado por las partidas de bandoleros que merodeaban en el sur de Jalisco y amenazaban con incursionar en la entidad a través de la frontera norte colimense.98 Amenazas similares existían en la zona colindante con Michoacán, por lo cual, se estableció la misma medida precautoria. El temor de las autoridades era grande, por ello, en la Ciudad de Colima, se impuso el toque de queda a partir de las diez de la noche.99 Dicho temor no era infundado, desde finales de 1913, las acordadas militares se encontraban en permanente expedición por las áreas rurales de la Colima cercanas a tierras michoacanas, donde escenificaron leves combates contra algunas "gavillas" comandadas por: los hermanos -Luis y Crescencio- Orozco y Severo Corona. Según las autoridades militares, uno de estos grupos recibió el apoyo de rancheros como Bernardino Ruelas, quien les facilitaba las instalaciones de su rancho La Tabaquera para darles cobijo y protección. Sin embargo, estos núcleos armados eran muy incipientes y, generalmente, 98 Dentro de los grupos rebeldes figuró el encabezado por Manuel Palacios que operaba en el distrito de Cihuatlán, Jalisco, colindante con Colima. Este grupo armado estaba compuesto por más de cien hombres, quienes fueron derrotados y dispersados por las fuerzas gubernamentales. Para mayor información, véase, EC, marzo 21 de 1914, p. 98. 99 EC, abril 30 de 1914, p. 172. 115 eran obligados a salir de la entidad para refugiarse en la zona de Coahuayana, Mich.100 100 Al respecto véase, Informe del Comandante de Acordadas, Plácido García, al Secretario de Gobierno del Estado de Colima, diciembre 17 de 1913; en AHEC, leg. 839, 1913. 116 Los grupos armados rebeldes también merodeaban en el otro extremo de la franja limítrofe colimense. Desde mediados de 1913, las autoridades de El Mamey clamaban por ayuda para repeler las incursiones de bandoleros y gavillas de indígenas con escaso armamento, al tiempo que pugnaban por mejorar la defensa civil.101 En esta misma parte del norte de Colima, un cuerpo de infantería procuraba evitar la incursión de partidas de bandoleros y revolucionarios que se desplazaban por la zona de Zapotitlán y se refugiaban en las profundas barrancas aledañas al volcán; desde este sitio incursionaban a Colima, en medio de persecuciones y tiroteos con el destacamento militar que se mantenía en la zona de El Remate.102 Pero no toda amenaza provenía de fuera de la entidad, las tentativas y rumores de rebelión también se presentaron en el puerto de Manzanillo; por esa razón se detuvo a Teodoro Padilla, Rafael Velasco, Atilano F. Velasco y Mariano García Tagle, acusados de preparar un complot contra el gobierno. Sin embargo, como no se les pudo comprobar nada, fueron puestos en libertad al poco tiempo.103 Asimismo, desde principios de 1914, Eugenio Aviña, conocido jefe revolucionario, encabezaba un contingente armado que rebasaba los 200 hombres, quienes recibían $1.50 diario como pago por sus acciones armadas.104 Este grupo operaba en la zona serrana limítrofe entre el sur jalisciense y el distrito colimense de El Mamey. Su objetivo era claro: ocupar el territorio colimense y, específicamente, tomar la ciudad de las palmeras; 101 Véase, Parte de novedades del teniente Salvador Ceballos al jefe del Cuerpo Irregular de Infantería Nº 20, abril 3 de 1913; en AHMC, sección "E", caja 59, exp. s/n, 1914, y Solicitud de Cresencio Virgen al Gobernador del Estado de Colima, julio 28 de 1913; en AHEC, leg. 839, 1913. 102 Véase, Notificación del capitán 2º Manuel Godina Horta al Jefe de Armas de Colima, abril 19 de 1914; en AHMC, sección "E", caja 59, exp. s/n, 1914. 103 Informe del sargento 2º Leopoldo Cabañas al Mayor de Ordenes de la Plaza, febrero 2 de 1914; en AHMC, sección "E", caja 59, exp. s/n., 1914. 104 Véase, Informe del mayor J. R. Rodríguez, Jefe de Armas de Manzanillo, al general Jefe de Armas de Colima, febrero 6 de 1914; en AHMC, sección "E", Caja 57, leg s/n, 1914. 117 acción que ya había efectuado con éxito en años anteriores. Por tal motivo, los combates entre este grupo rebelde y las fuerzas del General Delgadillo se empezaron a escenificar desde marzo d e ese año. Confrontaciones nada insignificantes que se volvían noticia en la prensa de otros estados de la república.105 A la rebeldía contra el gobierno militar impuesto en Colima por Victoriano Huerta, se sumó el gobernador -con licencia- J. Trinidad Alamillo. Desde el último tercio de 1913, inició preparativos para levantarse en armas, estableciendo compromisos de adhesión entre amigos y partidarios de Colima y Michoacán. Estos movimientos fueron conocidos por las autoridades estatales en turno y como reacción, el Congreso Local le retiró la licencia indefinida que tenía de su nombramiento de gobernador, destituyéndolo de manera definitiva. Alamillo prosiguió armando su plan desde la ciudad de Guadalajara, lugar cursaba vivía su "exilio" político. 105 Por ejemplo, varias notas periodísticas sobre estos combates aparecieron en la prensa de los estados colindantes e incluso en algunos del noroeste mexicano como el C orreo de la Tarde editado en el Puerto de Mazatlán , Sinaloa, donde se anunciaba la derrota y dispersión de Aviña y demás revolucionarios. Véase , Correo de la Tarde (en adelante CT), abril 6 de 1914, p. 1. 118 En marzo de 1914, salió de la capital tapatía con destino a una pequeña ranchería de nombre Las Morenas- localizada entre los agrestes montes michoacanos cercanos a los límites colimenses, donde se concentró un pequeño grupo de seguidores. Desde este lugar, incursionaron a Tepames para recibir la adhesión de un grupo de partidarios dirigido por los hermanos Suárez. Después de nutrir sus fuerzas en esta zona, se desplazó hacia el sur de la entidad a fin de entrar en contacto con nuevos seguidores para su causa y estar en condiciones de marchar en pos de la capital colimense.106 Además, en los planes de Alamillo figuró el establecimiento de contactos y bases de apoyo en la ciudad capital. Entre sus colaboradores se encontraban los comerciantes Alberto Lepe y Miguel Romero, quienes le facilitaban información y recursos para el sostenimiento de su grupo armado.107 Un aspecto a destacar es que este contingente funcionaba mediante el pago regular de un salario para rodos los reclutas. En este aspecto, el pequeño ejército alamillista no se diferenciaba mucho de las numerosas fuerzas constitucionalistas comandadas por Álvaro Obregón que desde el noroeste avanzaban sobre el occidente del país. 106 107 Noticias de este tipo se difundían en: CT, junio 12 de 1914, p. 1; CT, junio 15 de 1914, p. 2. Sobre el particular, véase, Oficio del Prefecto Político de Colima al Juez de Distrito de esta capital, mayo 30 de 1914; en AHMC, sección "E", caja 57, exp. 6. 119 Los pasos de Alamillo se enfilaron rumbo a tierras michoacanas, específicamente hacia Cachalapa y Maravillas, lugares donde los primos José y Juan Bueno tenían sus negociaciones agrícolas y madereras. En estos lugares, estos aguerridos maderistas sumaron un número respetable de hombres armados al contingente rebelde, al cual se le denominó "Brigada Alamillo". Fortalecidos, atacaron con éxito un cuartel militar establecido en el pueblo de San Vicente, localizado cerca de Coahuayana, Michoacán. Después de esta acción se adentraron en territorio colimense, para tomar el poblado de Tecomán a mediados de junio de 1914.108 Pese a esta exitosa operación militar, las fuerzas alamillistas no estaban en condiciones de tomar el centro del poder estatal, por esta razón decidieron desplazarse rumbo al norte de Colima, expresamente a la zona ribereña del Río El Naranjo, área limítrofe con el Estado de Jalisco. Esto obedecía en mucho a que, por instrucciones del gobernador Antonio Delgadillo, las tropas del 20º Batallón (en número superior a 700 efectivos), reforzadas por 50 rancheros y mozos reclutados por el hacendado Higinio Álvarez, emprendían una tenaz persecución sobre los rebeldes. Después de destrozar e incendiar las propiedades de los Bueno, las fuerzas de la oficialidad se desplazaron hacia el norte de Colima; en las inmediaciones del Río El Naranjo trabaron combate con las fuerzas de Alamillo (compuestas por 400 hombres aproximadamente); luego numerosas bajas por ambos lados, J. Trinidad Alamillo ordenó la retirada de sus tropas para dirigirse a Ciudad Guzmán. 108 Sobre los pasos de las fuerzas de Alamillo por el sur de Jalisco y la zona limítrofe de Michoacán, véase, Ricardo B. Núñez, Op. cit., p. 68-74. 120 Prácticamente expulsado de la entidad colimense, J. Trinidad Alamillo concentró su radio de acción en el una área existente entre las poblaciones de Ciudad Guzmán y Sayula. Sin mayores dificultades tomo Ciudad Guzmán, donde se vinculó con las fuerzas del rebelde jalisciense Jacinto Cortina. Sin embargo, a principios de julio de 1914, en Sayula, las fuerzas del Teniente Coronel Jesús Mercado le propinaron una cruenta derrota, ocasionandole sesenta y seis bajas.109 Ante este duro revés, el grupo de rebelde sufre cambios significativos: José bueno y 200 seguidores optaron por replegarse hacia tierras michoacanas, y el exgobernador colimense, en lugar de seguir combatiendo por su cuenta, decidió trasladarse con sus escasos efectivos desde Sayula hasta Ahualulco, Jal., a fin de incorporarse las fuerzas de Obregón que avanzaban triunfantes por territorio jalisciense hacia la capital tapatía. Pero dejando a J. Trinidad Alamillo de lado, lo cierto es que, al margen de las derrotas, debilidad o trascendencia de las expresiones rebeldes, el clima que g eneraban estos acontecimientos repercutió en la población colimense, alterando su habitual ritmo de vida. Ejemplo de lo anterior se reflejó en sus festividades y recreaciones acostumbradas. Específicamente, en vísperas a las fiestas de carnaval de 1914, se desató un fuerte rumor alertando acerca de la instrumentación de una leva general por parte de las autoridades, aprovechando la gran concentración de hombres en virtud de dicha celebración. El rumor se diseminó rápidamente, ante lo cual, el Prefecto Político del Centro anunció públicamente el licenciamiento de todas las tropas durante los días de las festividades.110 El clima de zozobra y temor que se propaló entre la población colimense es un aspecto indicativo para medir los efectos producidos por la llegada o presencia de la Revolución en Colima. Dicho fenómeno no puede aquilatarse, en su justa magnitud, con sólo rescatar su expresión como conflicto armado o mediante las medidas políticas 109 Al respecto véase, Informe del capitán Darío Pizano al coronel en jefe del Estado Mayor de Colima, junio 29 de 1914, en AHEC, leg. 867, 1914, y CT, julio 3 de 1914, p. 1. 110 EC., febrero 14 de 1914, p. 54. 121 aplicadas por el nuevo gobierno emanado de dicho proceso revolucionario. Para una plena comprensión de la huella humana que dejó la Revolución en tierras colimenses es necesario detenerse en los efectos psicológicos que produjo entre el grueso de la población. Las secuelas de este conflicto armado se hicieron sentir con cierta anticipación al arribo de las fuerzas del Ejército del Noroeste a la entidad: sobresalto, temor y pánico por las levas y amenazas de incursiones armadas en sus poblaciones fueron las primeras percepciones que tuvieron los colimenses de esta contienda bélica nacional. Es indudable que la llama de la revolución llegó con el constitucionalismo pero, desde meses atrás, el calor y humo que desprendía empezó a sofocar a los colimenses. Un elemento incentivador del clima de zozobra prevaleciente en la población se derivó del establecimiento de la famosa cuota de sangre aportada por el Estado para engrosar las filas del ejército huertista que combatía el creciente avance de las fuerzas constitucionalistas. Aunque para nutrir las fuerzas oficiales no hacía falta resultar "agraciado" en estos sorteos, la presencia de los contingentes armados en las poblaciones, era aprovechado por los caciques del lugar para lanzar intrigas sobre humildes pobladores que se mostraban reacios a someterse y vender sus terrenos o estar bajo su control; una vez presos, su destino era el servicio de las armas. Un hecho de este tipo, seguramente no aislado, fue el perpetrado por Blas Larios, contra un grupo de indígenas del municipio del Mamey, a quienes denunció como subversivos y encubridores de bandoleros, por tal motivo fueron apresados y consignados al ejército. Acción denunciada por Ramón A. Paz, dueño de la hacienda Agua Zarca, localizada en esta misma zona.111 Dicha intranquilidad se agravaría con la disposición gubernamental relativa a la 111 Carta de Ramón A. Paz al Secretario de Gobierno del Estado de Colima, noviembre 28 de 1913; en AHEC, leg. 838, 1913. 122 creación de la Guardia Nacional del Estado, la cual se compondría de cuatrocientos hombres de infantería y seiscientos de caballería; número a cubrirse por varones residentes en la entidad.112 En este proceso de inmersión en el ambiente de guerra, también figuraron los empleados públicos, a quienes se les obligaba a realizar ejercicios militares una vez por semana.113 112 113 Véase, EC, marzo 14 de 1914, p. 83; EC, mayo 2 de 1914, pp. 139-140. EC., junio 27 de 1914, p. 206. 123 Más allá de la incorporación de los humildes pobladores en tareas de índole militar, los sectores acomodados también se vieron involucrados. Obviamente, no se enlistaron en las fuerzas leales a Huerta, pero sí efectuaron nuevas erogaciones monetarias para financiar la lucha contra los constitucionalistas. El gobierno estatal impuso una contribución extraordinaria sobre los capitales, según su valor catastral, para el sostenimiento de la Guardia Nacional y exigió la entrega de todas las armas, municiones y víveres, para emprender las tareas de defensa.114 Los terratenientes ya estaban acostumbrados a este tipo de acciones. Desde los primeros meses de 1912, llamaron a la formación de un "cuerpo voluntario" compuesto por un grupo de cien hombres, armados, equipados y pagados por su cuenta, para enfrentar los posibles embates de las gavillas que operaban en áreas limítrofes de Jalisco y Michoacán. Por tanto, con la suma del esfuerzo de destacados propietarios y las autoridades gubernamentales se integró el Cuerpo Mixto de Seguridad Pública de Colima. Este organismo se centró en proveer apoyos tanto al gobierno como a particulares en las tareas de defensa ante los merodeos y posible incursión de los revolucionarios que actuaban en la región. A pesar de lo anterior, la situación del gobierno del General Delgadillo era mucho más inestable en el ámbito económico que en el político. Muestra evidente de ello, puede encontrarse en un informe publicado en el periódico oficial del gobierno de Colima, donde se mencionaba la existencia de una hacienda pública estatal en ruinas. Sólo con el auxilio de particulares se había podido cubrir los gastos administrativos y el pago de sueldos a los 114 Al respecto, véase, EC, mayo 9 de 1914, p. 147; el acuerdo al respecto se encuentra asentado en APLEC, Libro de Actas. Legislatura XIX, caja 19, pos. 2, p. 32. 124 empleados públicos.115 115 EC, marzo 21 de 1914, p. 91. 125 La alteración de la vida colimense se extendió en todos sus rubros. Debido a la magnitud alcanzada por el conflicto armado a nivel nacional, se truncó la comunicación de Colima con el resto de la república, se imposibilitó la entrada y salida de mercancías, ocasionando que los negocios y productores de la entidad experimentaran una situación critica.116 No obstante, pese a las alteraciones sufridas, empresarios, hacendados y comerciantes, permanecieron fieles a las autoridades establecidas. 3.- LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA EN COLIMA A) EL ARRIBO REVOLUCIONARIO Las fuerzas del Ejército del Noroeste, al mando del general Álvaro Obregón, ocuparon Guadalajara el 8 de julio de 1914. Una vez establecida su hegemonía en esta entidad, dos mil efectivos constitucionalistas se enfilaron hacia el Estado de Colima a fin de someter al gobierno estatal y a las fuerzas militares adictas al huertismo. Este desplazamiento era básico para consolidar su dominio sobre la región occidente; pero además, tenía un gran valor estratégico, ya que el control sobre el puerto de Manzanillo permitía bloquear la llegada y movilización de los seis mil militares huertistas -sitiados en Guaymas- hacia el centro del p aís, para así poder defender al asediado centro neurálgico del poder de Victoriano Huerta: la ciudad de México. En virtud de la importancia que revestía el control del puerto de Manzanillo, aunado a las noticias recibidas sobre el embarque de la guarnición huertista establecida en el puerto de Guaymas y su navegación rumbo a las costas occidentales del país, Obregón 116 Loc. cit. 126 concentró tropas al mando del general Juan G. Cabral, coronel Jesús Trujillo, teniente coronel Lino Morales y la guerrilla jalisciense encabezada por Jacinto Cortina e inicio su avance sobre Colima. Los numerosos contingentes constitucionalistas no tuvieron gran problema para ocupar la capital colimense -el día 19 de julio de 1914-. Previamente, el gobernador Antonio Delgadillo había huido rumbo a Manzanillo. El conjunto de sus sus fuerzas leales no corrió con igual suerte: un centenar de militares huertistas concentrados en los terrenos de la hacienda La Albarrada fueron hechos prisioneros y fusilados de manera inmediata. En contraste, este operativo bélico no resultó igual de sencillo al enfrentarse con las numerosas fuerzas del general Joaquín Téllez. Este militar huertista, tras su salida del puerto sonorense y su corta estadía en Mazatlán, Sinaloa, se aposentó con sus numerosos efectivos en el puerto de Manzanillo y ofreció una fuerte resistencia ante el hostigamiento de las tropas constitucionalista. El cerco constitucionalista, en sus primeros días, estuvo a cargo de la columna militar dirigida por el general Cabral. Sin embargo, el día 25 de julio, fueron remplazados por tropas al mando del teniente coronel Juan José Ríos, quien -previamente- delegó su reciente cargo de Comandante Militar de Jalisco en manos del Teniente Pablo Quiroga para marchar rumbo a las costas colimenses y reforzar el sitio sobre los militares adictos a Huerta. Ríos encabezaba el 14º Batallón de Sonora, una poderosa columna revolucionaria integrada por combatientes oriundos de los estados del noroeste mexicano, sobre todo de Sonora y Sinaloa. Asimismo, un grupo de 200 hombres comandados por José Bueno se sumó al cerco sobre los huertistas estacionados en este puerto. Los contingentes militares dirigidos por el general Joaquín Téllez, copados por unas fuerzas revolucionarias cada vez más reforzadas, debilitados por la falta de víveres y ante un panorama adverso luego de la abdicación de Huerta -ocurrida el 15 de julio de 1914- y el establecimiento de un gobierno provisional encabezado por el Lic. Francisco Carvajal, no tuvieron otra alternativa que abandonar Manzanillo y trasladarse rumbo al puerto de 127 Salina Cruz, Oaxaca. En este éxodo marítimo los acompañaron sus colegas militares expulsados del Puerto de Mazatlán por los constitucionalistas que dominaban el sur sinaloense. Antes de abandonar Manzanillo, los soldados de Téllez causaron innumerables daños a la infraestructura porteña, saquearon las casas comerciales y despojaron de objetos de valor a numerosos particulares; con este botín se aprestaron a evacuar el puerto colimense. Por su parte, diversos funcionarios locales, seguidores del depuesto régimen, querían queso y salir de la ratonera, tal es el caso narrado por la prensa de esos años referido al exadministrador de Correos, quien "huyó dejando la oficina en completo desorden y llevándose hasta los sellos fechadores de la oficina, olvidándose de la caja fuerte porque consideró no poder con ella".117 Tras la salida de las fuerzas de Téllez, 118 la desbandada creció entre los militares y seguidores del huertismo en la región. Por ello, los reportes revolucionarios consignaban hechos como los siguientes: José Morales que servía a las fuerzas del vacilante gobierno de Huerta en Michoacán, se presentó al Gral. Obregón rindiéndose a discreción con más de 300 hombres que traía a su mando las que hoy harán su entrada a esta ciudad, distribuyéndose a las fuerzas constitucionalista que guarnecen la plaza. Hecho significativo, pues muestra la desmoralización que cunde entre los exfederales ante los triunfos continuos de los legalistas.119 Una vez establecido el dominio revolucionario , el general Álvaro Obregón, de 117 El Popular (en adelante EP), agosto 26 de 1914, p. 1. 118 Los incidentes de los enfrentamientos entre las fuerzas militares huertistas y constitucionalistas pueden ser conocidos a detalle mediante la consulta de los números del periódico Boletín Militar (en adelante BM) aparecidos durante el mes de julio de 1914, editado por los constitucionalistas en la ciudad de Guadalajara, Jal. 119 BM, julio 17 de 1914, p. 2. 128 común acuerdo con el primer jefe Venustiano Carranza, designó como gobernador interino al Sr. Eduardo Ruiz, sonorense que se encontraba en occidente haciendo propaganda a favor de la causa constitucionalista. A Ruiz se le extendió nombramiento de teniente coronel del Ejército Constitucionalista y recibió el cargo de gobernador civil y Comandante Militar del Estado de Colima. B) LAS PRIMERAS MEDIDAS REVOLUCIONARIAS El panorama prevaleciente en Colima cambió a partir de la caída del gobierno adicto a Victoriano Huerta y el arribo de los militares constitucionalistas al poder estatal. Dentro de las primeras acciones decretadas por el nuevo gobierno encabezado por Eduardo Ruiz figuró la supresión de las prefecturas políticas, delegando sus funciones en juntas municipales. También se desconoció a los poderes legislativo y judicial. Asimismo, se pusieron en marcha disposiciones para garantizar la seguridad del nuevo poder estatal y la pacificación de la región; para lograr lo anterior, se exigió, tajantemente, la entrega de todas las armas y municiones que la población tuviera en su poder.120 A la vez, se reorganizaron las fuerzas armadas estatales, formándose el primer Batallón de Colima integrado por ochocientas plazas. Con esta medida se buscaba integrar una fuerza colimense que defendiera el triunfo revolucionario. 120 BM., agosto 1º de 1914, p. 209. 129 Entre las diversas acciones emprendidas por los constitucionalistas, una de las más resonantes fue la aprehensión de particulares, funcionarios públicos y personalidades políticas ligados, presumiblemente, al desplazado gobierno estatal huertista. Distinguidos hacendados, comerciantes, funcionarios públicos y exdiputados locales fueron detenidos y puestos a disposición de un tribunal militar constitucionalista establecido en la ciudad de Guadalajara para ser investigados y juzgados por su aparente papel de traidores a la causa de la revolución. La gran mayoría de estos presos fueron recobrando su libertad pocas semanas después de su aprehensión.121 121 Entre los detenidos figuraron conocidos personajes de la localidad colimense como: Vidal Fernández, Manuel Ceballos, Alfredo Levy, Aniceto Virgen, Ignacio Gamiochipi, García Topete, etcétera. No todos los detenidos tuvieron la suerte de que se les exonerara de los cargos, como fue el caso del Sr. Blas Ruiz, contra quien se decretó el destierro del país. Al respecto, véase información proporcionada por EP, marzo 18 de 1914, p. 1. 130 Varios de los presos pronto se convirtieron en colaboradores de las autoridades revolucionarias; incluso, sobre uno de ellos -Ignacio Gamiochipi-, a escasos días de su liberación, en la prensa local aparecieron comentarios de este tipo: "El apreciable exdiputado [Ing. Ignacio Gamiochipi], que siempre fue partidario de la causa triunfante, sigue siendo el mismo hombre de energías y de temple que todos conocemos (...) cuenta con gran simpatía entre todas las clases sociales".122 Sin embargo, pese a estos comentarios, la ofensiva revolucionaria contra los detentadores del pasado régimen no daba cuartel y se propagó a múltiples ámbitos del escenario colimense. Se trataba de borrar la mayor cantidad de rastros de ese pasado lleno de oprobio. Por ello, debido a que algunos de los principales edificios públicos localizados en la capital llevaban nombres de personas vivas y adictas a ideas opuestas a la revolución, se decretó el cambio de nombre a varios edificios e instituciones públicas: Teatro "Santa Cruz", Escuela "Porfirio Díaz" y Mercado "De la Madrid", sus nuevos nombres fueron "Hidalgo", "Ramón R. de la Vega" y "Constitución", respectivamente.123 Dentro de las medidas más impactantes en la vida económica estatal figuró la derogación de las leyes hacendarias establecidas en la entidad después del asesinato del presidente Madero.124 Asimismo, se decretó el establecimiento de una contribución 122 123 124 EP, agosto 26 de 1914, p. 1. EP, agosto 13 de 1914, p. 1. EC, julio 25 de 1914, 209. 131 extraordinaria de guerra por trescientos mil pesos, aplicable a quienes contaran con capitales superiores a cinco mil pesos.125 Esta disposición condujo -en varios casos- a la adopción de medidas más radicales, ya que a la persona que no entregó la cantidad asignada se le confiscaron sus bienes para garantizar el cumplimiento de dicha obligación. 125 EC, julio 25 de 1914, p. 210. 132 Las propiedades incautadas eran administradas por el Estado a través de la Oficina de Intervención y Confiscación de Bienes. Obviamente, esta contribución no resultó del agrado de los pequeños y grandes propietarios colimenses: una parte de ellos cubrió el pago a regañadientes; otros se mostraron reticentes y pidieron rebajas, al igual que la eliminación de recargos.126 Por ejemplo, a un mes del decreto sobre la contribución de guerra, 65 personas e instituciones colimenses se mantenían reacias a cumplir con dicho decreto, pese a que con antelación recibieron tres notificaciones sobre el particular y que se contemplaban sanciones penales para quienes incurriesen en dicha práctica.127 Otro de los problemas que arrastraron las autoridades fue el rezago en los pagos de muchos de quienes inicialmente cubrieron la cuota respectiva. A principios de agosto de 1914, el gobernador Eduardo Ruiz nombró como Interventor General de Bienes Intervenidos a Samuel Reynolds, comisionista oriundo de Durango, quien arribó a la entidad colimense expresamente para el desempeño de dicho cargo. Su función era vigilar a los interventores nombrados por el gobierno y arrendar o vender los bienes intervenidos. Poco tiempo después, el gobierno provisional de Eduardo Ruiz cambió de decisión y designó al Dr. José María Addis, de nacionalidad italiana, como 126 Para cubrir la cantidad asignada se les dio un plazo de diez días a partir de la notificación; de no cubrirse en ese lapso, se hacían acreedores a un 5% de recargo por cada día transcurrido después de la fecha fijada. 127 Entre los reticentes se encontraban: Manuel R. Álvarez, Adolfo Aceves, Alberto Lepe, Higinio Álvarez García, Carlos Fernández, Concepción Santa Cruz, Vda. de Gutiérrez, Juan Meillón, Luis Brizuela, Carlos Solórzano, J. Dolores Vergara, Banco Nacional, Cía. de Fomento Agrícola, Banco Hipotecario de Crédito Territorial Mexicano, etcétera; al respecto, véase, EP, agosto 27 de 1914. p. 3. 133 responsable de esta actividad, bajo el acuerdo de otorgarle el 3% sobre la derrama que alcanzara esta contribución. Su duración en el cargo fue de unos cuantos meses, ya que tuvo que abandonarlo una vez que Ruiz fue sustituido como máxima autoridad estatal. Las nuevas autoridades emprendieron una tenaz persecución contra el Dr. Addis, hasta que lograron su aprehensión; se le acusaba del cobro indebido de honorarios (el ya aludido 3%).128 A pesar de su pronta salida de prisión, los hostigamientos y detenciones arbitrarias continuaron durante meses por el gobierno de Juan José Ríos. La causa de esta actitud gubernamental se respaldaba en razones de tipo político, pues se le acusaba de interferir en asuntos internos, específicamente de levantar insidias contra el gobierno y de utilizar su cargo para beneficiar a la jerarquía eclesiástica al condonarles la contribución extraordinaria que se le asignó. El problema llegó a tal extremo que generó un conflicto con los consulados extranjeros.129 Por otra parte, la élite colimense aplicó a la perfección el dicho "para todo hay 128 El mayor Jesús M. Ferreira fue uno de los militares que con más ímpetu ejecutó las detenciones y persecuciones contra José María Addis; dicho militar meses antes había saqueado la propiedad intervenida del Sr. Blas Ruiz, a pesar de la oposición del Dr. Addis. Al respecto véase, Queja del Dr. José María Addis al Presidente Constitucional de la República, C. Venustiano Carranza, junio 22 de 1917; en AHEC, leg. "Colección de Leyes y Decretos", 1915. La correspondencia de Addis a Carranza, pese a tener fecha de 1917, esta colocada en legajos de 1915. 129 Para mayor detalles, véase, Correspondencia entre el Sr. R. De Le Hasbranet, Comandante del U. S. S. Yortoun y el Gobernador y Comandante Militar Juan José Ríos, junio de 1915; en AHEC, leg. "Colección Leyes y Decretos", 1915. 134 maña". Con el objeto de evadir estas cargas impositivas, muchos propietarios colimenses utilizaron el traslado (aparente la mayoría de los casos), hipoteca o donación de sus bienes. Todo a fin de aparecer como desprovisto de solvencia de bienes y lograr eximirse del pago. Lo anterior, hizo que las autoridades prohibieran dichas operaciones si el otorgante no había cubierto antes el pago de las contribución especial.130 130 EC, septiembre 26 de 1914, p. 215. 135 Esta argucia del traslado de dominio se convirtió en una tendencia recurrente entre los escurridizos terratenientes y propietarios. Regularmente, dicha asignación se hacía a personas de otras nacionalidades, para quienes no operaban algunas disposiciones mexicanas. A fin de poner un freno a esa inclinación, las autoridades decretaron la imposibilidad de hacer dicha transferencia, sin antes contar con la autorización oficial. La normatividad llegó hasta los notarios públicos, a quienes se les amenazó con aplicarles fuertes sanciones si, por su cuenta, autorizaban una certificación de ese tipo.131 El conjunto de medidas aplicadas reformaron el panorama prevaleciente en la entidad, específicamente, se afectó al antes inalterable poder oligárquico. En opinión de Pablo Serrano, "en estos procesos de inestabilidad, la sociedad colimense se sacudió, evidenciando tormentas y enfrentamientos y, sobre todo, por primera vez, los miembros de la oligarquía vieron afectados sus intereses",132 lo cual se corrobora con el listado de disposiciones ya enumeradas. Entre los decretos gubernamentales que más afectaron a los comerciantes (principalmente a los que se dedicaban al por mayor) fue la prohibición para que los artículos de primera necesidad existentes en el estado fueran comercializados más allá de las fronteras estatales. Con esto se buscaba evitar el desabasto de la población, lo que generaría carestía y calamidades para los sectores más desprotegidos.133 Esta medida se 131 132 133 EC, enero 1º de 1916; EC, abril 29 de 1916, p. 96. Pablo Serrano Álvarez, "Colima y la Revolución" , Op. cit., p. 23. Véase, EC, agosto 15 de 1914, p. 221. 136 derogó tres meses después, durante el corto lapso en que Winstano Luis Orozco fungió como gobernador interino. Dicha derogación se amparó en razonamientos similares a los que respaldaron la prohibición. En este caso, luego de salir de una reunión con agricultores, el gobernador interino afirmó que al permitir la salida de mercancías se impediría que escaseara la riqueza y las fuentes de trabajo en el Estado.134 134 EC, noviembre 28 de 1914, p. 301. 137 Esta misma disposición se modificó nuevamente en marzo de 1915, al prohibirse nuevamente la salida de productos de primera necesidad - y de toda clase- sin autorización estatal previa. A la vez, se dieron facultades a la población para que denunciaran este ilícito, otorgándoles un 10% del producto decomisado.135 Esta medida permaneció vigente durante la mayor parte del gobierno emanado del constitucionalismo. Incluso, durante la estancia de Juan José Ríos en el cargo gubernamental, se llegó a medidas extremas como las lanzadas a comerciantes locales que, aprovechándose de las licencias otorgadas por la Comandancia Militar, colocaban mercancías en territorios dominados por los convencionistas. Por dicho proceder se les notificó que, de reincidir, se les formularía juicio militar e inmediatamente serían fusilados.136 Antes de continuar con el conjunto de disposiciones instrumentadas por los constitucionalistas al adueñarse del poder estatal, es conveniente detenerse un poco en los vaivenes políticos ocurridos al interior de las filas revolucionarias, pues dichas fisuras y conflictos incidieron en las modalidades con que se aplicaron sus medidas de gobierno y en la incorporación de actores locales en el nebuloso escenario político-militar que se avecinaba en la entidad. La gestión gubernamental de Eduardo Ruiz pronto recibió el elogio de la prensa local, El Popular aludía a su desempeño gubernamental en los siguientes términos: En los cortos días que lleva en el poder, ha dictado medidas acertadas y enérgicas, rebelándose como todo un hombre de serenidad y entereza. El gobernador de Colima ha hecho indudablemente de los principios democráticos su mejor credo, dentro del radicalismo que 135 136 Al respecto, véase, EC, marzo 13 de 1915, p. 43. EC., julio 3 de 1915, pp. 131-132. 138 caracteriza a los grandes directores de los grandes movimientos populares. En nuestro medio social y político indispensable encontró elementos híbridos, heterogéneos y de entre ellos con admirable tacto, ha logrado seleccionar los que necesitaba para implementar un gobierno capaz de satisfacer las aspiraciones populares. Era preciso que este pueblo sufriera también esa metamorfosis grandiosa en el orden social, político y administrativo; pero si ello era preciso, lo era también que el Ejecutivo del Estado estuviera a cargo de un revolucionario de la talla de nuestro Gobernante. Él nos presenta, pues, las puertas del porvenir abiertas , y nos hace ver un nuevo y amplio horizonte iluminado por la luz purísima del sol de la Libertad.137 Sin embargo, pese a las alabanzas de la prensa colimense, el tiempo de Ruiz al frente del poder estatal se volvió muy corto; en esto influyeron sobremanera los sucesos acaecidos en la llamada Convención de Aguascalientes. Tras el derrocamiento del usurpador Victoriano Huerta, se organizó esta junta de los jefes militares triunfantes (otorgándosele el nombre de convención) a fin de definir el futuro de la revolución y solucionar las pugnas que se presentaban entre los principales caudillos: Francisco Villa y Venustiano Carranza. El gobernador colimense Juan José Ríos figuró entre los asistentes a dicha reunión, a propuesta del general Manuel M. Diéguez, jefe constitucionalista en Occidente. Eduardo Ruiz también asistió representando a los revolucionarios de Colima. A medida que esta junta revolucionaria se perfilaba hacia su división y debacle, varios jefes adictos a Carranza cambiaron a sus delegados acreditados inicialmente, haciendo crecer la desconfianza entre los a sistentes. Entre los telegramas leídos se contó uno del general Manuel M. Diéguez, que cambiaba la representación que primero concedió 137 EP, agosto 28 de 1914, pp. 1y 2 139 al entonces coronel Juan José Ríos por la del coronel Fermín Carpio;138 el argumento fue por motivos de salud, lo cierto es que Ríos se había trasladado a Guadalajara para poner al tanto a Diéguez sobre los sucesos ocurridos en Aguascalientes. Un rasgo distintivo de este mandatario colimense es que durante y después de la Convención se mantuvo fiel a Venustiano Carranza. 138 Vito Alessio Robles, La Convención Revolucionaria de Aguascalientes, México, INEHRM, 1979, p. 210. 140 Eduardo Ruiz, si bien adicto a Carranza, tuvo una postura más oscilante al grado tal que cuando la junta convencionista decidió los ceses de Venustiano Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo y de Francisco Villa como Jefe de la División del Norte, el voto de Ruiz figuró dentro de los 97 sufragios que tomaron dicho acuerdo, como muchos otros apoyadores de Carranza que tomaron esa posición bajo el liderazgo de Álvaro Obregón.139 Esta actitud contrastó con la fidelidad ciega de una veintena de delegados que se opusieron a dicho acuerdo, entre ellos Fermín Carpio,140 representante de Manuel M. Diéguez, Gobernador y Comandante Militar del Estado de Jalisco. Aun más, al termino de la Convención de Aguascalientes, en entrevista con periodistas, el coronel Ruiz declaró que en este evento no se presentaron actitudes personalistas y que se desarrollo en un marco de plena libertad.141 Este tipo de actitudes, además de la sospecha existente respecto a que el gobernador colimense solapaba a elementos científicos en Colima, ocasionaron que el paso de Ruiz por la historia de la entidad llegara a su fin. Eduardo Ruiz acababa de regresar a Colima para retomar su puesto dejado en interinato al Lic. Ignacio Padilla, cuando Venustiano Carranza le envió el siguiente comunicado: "por convenir así a los intereses nacionales he tenido a bien designar para gobernador y CM (Comandante 139 Ibid. p. 279. 140 Fermín Carpio se había desempeñado como Presidente Municipal de Navojoa, Sonora, al tiempo que Manuel M. Diéguez desempeñó el mismo cargo en Cananea, Son. 141 BM, noviembre 15 de 1914, p. 3. 141 Militar) de este estado al C. Coronel J. J. Ríos a quien hará usted entrega de ambos cargos".142 La reacción d e Eduardo Ruiz ante tal disposición rayó en la tibieza y la súplica para no tener una salida denigrante de tierras colimenses. Aceptó someterse a la disposición del primer jefe constitucionalista pero consideró que dicha medida era muy radical, por lo tanto solicitó conservar el poder civil en la entidad y que sólo se hiciera el nombramiento de un nuevo Comandante Militar con quien trabajaría de común acuerdo; además, le sugirió a Carranza que el mismo designara a una persona de su entera confianza en el cargo de Secretario General de Gobierno, el cual se encontraba acéfalo. Estas peticiones las respaldaba en el siguiente razonamiento: 142 Al respecto véase, BM, noviembre 12 de 1914, p. 1. 142 “Por haber encarrilado yo la situación política de este estado conforme a principios revolucionarios y con beneplácito de todas las clases sociales y especialmente del pueblo. Mi presencia en el gobierno redundaba en prestigio de nuestra causa que hoy más que nunca se necesita conservar. Todos mis actos políticos están basados en la honradez y patriotismo y una disposición tan violenta de esa superioridad podría por de pronto dañarme en mi reputación de gobernante, habiendo procedido siempre según lo creo yo con absoluta lealtad por los principios revolucionarios contenidos ahora como siempre la causa que ud. defiende “.143 A través de los nuevos Comandante Militar y Secretario de Gobierno incondicionales a los altos mandos constitucionalistas, el mandatario colimense esperaba mostrar al primer jefe: "mi labor revolucionaria aquí, acallando así para siempre las calumnias que pudieran llevar a usted mis enemigos gratuitos que han dicho a usted me encuentro rodeado de elementos de origen científico".144 143 Telegrama de Eduardo Ruiz, Gobernador y Comandante Militar del estado de Colima al General Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, noviembre 13 de 1914; en AHSDN, “Estado de Colima” Exp. H XI/481.5/41, Caja nº 10, f. 8-12. 144 Loc. cit. 143 Una de las fuertes críticas a la gestión de Ruiz fue la labor desempeñada por José María Addis como jefe de la comisión receptora de la Contribución Extraordinaria de Guerra. El Dr. Addis había contribuido con los gobiernos huertistas en la entidad y, al desempeñar el cargo encomendado por Ruiz, algunas veces impuso su voluntad por sobre los mandatos de su jefe. Por ejemplo, Eduardo Ruiz lo instruyó para que impusiera un préstamo de diez mil pesos al clero de Colima, a cobrarse en mensualidades de mil pesos, orden que fue desobedecida o suspendida hasta lograr la reconsideración del mandatario. Addis fundamentaba tal proceder en que con ello se ganaba imagen y consenso social en una población profundamente devota.145 Este antecedente, más la labor de los opositores a Ruiz y su misma postura en la Convención, ocasionaron que su vehemente petición encontrará oídos sordos y una postura inamovible de parte de Carranza. Eduardo Ruiz se vio obligado a entregar todos los mandos colimenses a Juan José Ríos, no sin antes entregarle un informe sobre los diversos ramos administrativos del gobierno a su cargo, como el estado financiero de la Tesorería, la Oficina de Intervención de Bienes, La Contribución Especial Extraordinaria, Instrucción Pública, el cual fue sometido a examen y aprobado formalmente por dos comisionados de ambos personajes.146 145 Al respecto, véase, Queja Nº 2 de José María Addis a Venustiano Carranza, Presidente Constitucional de la República Mexicana, s/f; en AHEC, Colección Leyes y Decretos, leg s/n, 1915. 146 Juan José Ríos puso en tela de duda la gestión gubernamental de Eduardo Ruiz, sobre todo sus manejos financieros; por tal motivo, en mayo de 1916, se escenificó una controversia pública sobre este asunto a partir de la iniciativa de Ríos para la práctica de una investigación sobre el destino de fondos públicos obtenidos por 144 la emisión de circulante durante el gobierno de Ruiz. La postura de Eduardo Ruiz era la siguiente: “Soy yo el que más anhela esa investigación pues colocaría en su verdadero puesto a los hombres y a aclarar definitivamente los hechos”. Sobre el particular, véase, BM, mayo 6 de 1916, p. 4. 145 Juan José Ríos,147 destacado militar integrante del Ejército del Noroeste, arribó al poder ejecutivo estatal el 15 de noviembre de 1914. Tres días después dejó temporalmente el cargo, designando como gobernador provisional al Lic. Winstano Luis Orozco, quien gobernó alrededor de un mes148 hasta ser reemplazado por el general Esteban Baca Calderón por unos cuantos días más, ya que Juan José Ríos se reintegró a sus funciones de gobernador el 6 de enero de 1915. Tres semanas después salió unos cuantos días en campaña militar a Nayarit y poco después se incorporó bajó las ordenes del general Obregón para participar en las batallas de Celaya y en diversas tareas militares en el centro del país. El 10 de mayo de 1915 retomó el mando político y militar del Estado de Colima el cual conservó, con otras breves licencias, hasta el 30 de junio de 1917. En 1915, recién reinstalado en el cargo, Ríos arreció las medidas tendientes a 147 Juan José Ríos nació en San Juan del Mezquital, Zacatecas, el 27 de diciembre de 1882. Quedó huérfano a edad muy temprana. Provenía de cuna humilde pero eso no le impidió realizar estudios de instrucción primaria y elemental. En los primeros años de su juventud fue un periodista de combate y pronto se colocó en trinchera de combate contra el gobierno porfirista. Para principios de siglo radicaba en Sonora, donde colaboró con la lucha de los obreros de Cananea en 1906. Movimiento encabezado por dos hombres con los que Ríos estableció vínculos que tendrían larga duración: Manuel M. Diéguez y Esteban Baca Calderón. A raíz de los cruentos sucesos ocurridos en esta rebelión obrera, Diéguez y Baca Calderón fueron recluidos en prisión para purgar una condena por 15 años. Ríos siguió ese camino meses más tarde pues fue apresado el 6 de diciembre de 1906, permaneciendo recluido en San Juan de Ulúa por más de 4 años. Al triunfo de la revolución maderista, después de cinco años de prisión, recobró su libertad, se trasladó a la Ciudad de México donde su pluma impetuosa honró las columnas del Diario del Hogar. Labor en la que duró poco tiempo. Las tierras sonorenses y Cananea en particular volvieron a ser su residencia temporal; decisión que tomó en virtud del llamamiento que le hicieron sus correligionarios Esteban Baca Calderón y Pablo Carago, que habían emprendido de nuevo en esta región s us labores de reconstrucción del Partido Liberal. Para finales de 1912 su labor a favor de los mineros sonorenses se volvió a poner de manifiesto. Este grupo de trabajadores formaron la Unión de Obreros, encabezada por Pablo Carago. Entre los dirigentes figuraron Esteban Baca Calderón, Catarino Maytorena y Juan José Ríos. Al presentarse los sucesos de la Ciudadela, por medio de la prensa denunció la usurpación huertista y, junto con su entrañable compañero de lucha, Esteban Baca Calderón, lanzó un enérgico llamamiento a las armas. Al desencadenarse las acciones armadas en el Estado de Sonora contra el Ejército Federal, las filas del Ejercito del Noroeste se nutrieron rápidamente. Ríos recibió el grado de mayor y operó al mando de Ignacio L. Pesqueira y Juan G. Cabral. Ríos organizó el 2º Batallón de Cananea (después conocido como el 14º Batallón de Sonora). Con dicha fuerza, alcanzó reputación en los combates ocurridos en Sonora. Participó en la toma de Culiacán Sin., en noviembre de 1913. Durante su estadía en este lugar contrajo matrimonio con María Dolores Avendaño. En esas fechas Ríos contaba con 31 años, la novia con 17. Con este enlace, Juan José Ríos selló su unión con Sinaloa; ya que, años más tarde, esta tierra le sirvió de hogar y descanso perenne, al fallecer en Culiacán en 1954. 148 Winstano Luis Orozco, pese a que fue designado gobernador provisional de Colima a sugerencia del General Diéguez, renunció a dicho cargo por no compartir las medidas que estaban implementando los constitucionalistas en la entidad. Véase, Amado Aguirre, Mis memorias de campaña, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1985, p. 80. 146 normalizar la vida económica de Colima. Dentro de sus primeras acciones figuró una nueva emisión de circulante destinado a paliar la aguda escasez de moneda que se vivía, serio obstáculo para la realización de cualquier actividad productiva y comercial.149 Este problema se extendió a lo largo de todo su mandato. 149 EC, enero 23 de 1915, p. 13. 147 Otra disposición instrumentada con la finalidad de reactivar la producción estatal, fue catalogar al cultivo de la tierra un asunto no sólo competencia de particulares, sino de interés público. Por tanto, los terratenientes estaban obligados a cultivar todos los terrenos de su propiedad. De no poder cumplir con tal mandato, deberían reportarlo a las autoridades, quienes facilitarían los terrenos a otras personas para su usufructo.150 Situación similar se aplicó en el caso de los pozos salineros. Los terratenientes acataron estas medidas con prontitud. Incluso, varios de ellos, pusieron a disposición sus tierras excedentes sin demandar pago alguno de quienes las hicieran producir. En abril de 1916 la disposición sobre este particular indicaba el gravamen de cinco pesos por hectárea que quedara sin ser labrada, ya sea por cuenta del propietario o mediante la asignación a un mediero. La necesidad principal fue que las tierras produjeran lo necesario para abatir el considerable desabasto de granos básicos y así cubrir la demanda de alimentos, a la vez que se reactivó la -en esos momentos- precaria economía estatal. Para cerciorarse de lo anterior, el Gobernador estableció una supervisión constante sobre los volúmenes de la producción agrícola en cada una de las municipalidades de la entidad. Las autoridades locales remitían a la Secretaria de Gobierno un reporte minucioso sobre los cultivos existentes en cada una de zona bajo si mando, enfatizando en productos 150 Al respecto, véase, EC., mayo 8 de 1915, p. 87. 148 de consumo básico como maíz, frijol y arroz. 151 151 Por ejemplo, en el caso del Municipio de Colima el monto obtenido en las cosechas del otoño de 1915 fue de 106,690 hectolitros de maíz, 4,960 hectolitros de frijol y 15,487,500 Kg. de arroz. Al respecto veáse, Oficio de Presidente Municipal de Colima al Gobernador del Estado, enero de 1916; en AHMC, sección "E", caja 71, legajo s/n, 1916. Este volumen de la producción municipal contrastaba con el obtenida en 1905, cunado la producción las siguientes cifras: 170, 000 hectolitros de maíz, 11, 300 de frijol y 1, 760, 000 kg. de arroz; lo que indica que en 1915, a diez años de distancia, se presentó una baja en los dos primeros productos y, en contraparte, una alza significativa en la producción arrocera. Sobre los datos de la producción para 1905, véase Noticias de terrenos y productos agrícolas en el Municipio de Colima. Estado de Colima. Año de 1905, en AHMC, Siglo XX, Caja 20, exp. 36, 1906. 149 En su afán de considerar al agro como el garante de la bonanza de la economía estatal, el gobierno de Juan José Ríos estuvo siempre atento ante todo aquello que lo afectara. En consecuencia, su actuación no se hizo esperar al presentarse inclemencias de tipo natural como una terrible plaga de langosta que asoló por varios años las tierras colimotas. Primeramente, intentó conjuntar esfuerzos con los agricultores para exterminar esa calamidad; en segunda instancia, cuando la magnitud de la plaga superó la capacidad de los productores, los poderes estatales decretaron la suma obligatoria de la población en esta tarea. El acuerdo estipulaba que cada vez que la plaga se presentara, todo habitante varón tenía que incorporarse a las tareas de exterminio durante siete días.152 La participación de los hombres del campo en esta tarea no fue homogénea ni estuvo a la par con el desempeño de las autoridades estatales. A finales de 1915, el gobernador Juan José Ríos refirió el hecho de la siguiente manera: " los terratenientes del estado, en lo general se mostraron indiferentes para la extinción de la plaga de la langosta que atacó los campos de la región".153 Actitud comprensible ya que, al encontrarse buena parte de sus tierras bajo el sistema de arrendamiento, sus intereses estaban asegurados mediante los contratos respectivos. Por tanto, el combate de la plaga recayó, fundamentalmente, en los medieros y pequeños propietarios. Fueron los sectores menos protegidos y solventes, quienes resintieron el peso de la calamidad.154 Las reformas y medias aplicadas por el nuevo gobierno no se limitaron al ámbito agrícola, se conjuntaron con las instrumentadas en el ámbito de la incipiente actividad industrial y en el conjunto de la realidad urbana de la entidad. Acciones que, al igual que las 152 153 154 EC., agosto 14 de 1915, p. 163. EC, noviembre 27de 1915, p. 251. Colima padeció, en varias ocasiones, los terribles efectos de las plagas de langosta; igualmente reiterada fue la actitud apática de ciertos agricultores. Este proceder es aludido por el Gobernador Felipe Valle en su informe del 26 de septiembre de 1917, donde, al hacer un balance de los trabajos realizados en el combate a l a langosta, menciona "la poca efectividad a los trabajos que hago referencia no indican ciertamente que los trabajos hayan sido nulos, pero si, que la falta de unión entre los agricultores y su negligencia no dieron el resultado que se esperaba. Véase, EC, noviembre 15 de 1917, p. 84. 150 ya mencionadas, causaron malestar entre los detentadores del poder económico en Colima. Fiel a cumplir su misión como buen constitucionalista, el General Juan José Ríos tuvo una agresiva gestión administrativa y una política de reformas que suprimió varios privilegios en la apropiación de la riqueza estatal. En su "clásica" línea revolucionaria, trastocadora de lo existente, se ubicó el retiro del Monte de Piedad de manos particulares, en este caso la familia Ochoa. Obvio resulta decir que, mas que a beneficios sociales, era a las manos de esta familia donde iban a parar los dividendos resultantes de la explotación de dicha negociación. En adelante, este organismo siguió operando bajo el amparo del gobierno del estado.155 La afectación no se limitó a la familia Ochoa. Dos meses después, se derogaron todos los decretos expedidos por el gobierno anterior mediante los cuales se eximía del pago de contribuciones a fincas de particulares y a instituciones de beneficencia pública.156 Y vaya que algunas de las disposiciones anteriores fueron altamente provechosas para empresarios como Enrique Schöndube, a quien, en junio de 1912 , durante el desempeño de J. Trinidad Alamillo como gobernador, se le exoneró de cualquier impuesto durante los treinta años posteriores a la instalación de una compañía generadora de energía eléctrica.157 155 156 157 EC, abril 10 de 1915, pp. 67-69. EC, junio 19 de 1915, p. 119. Información obtenida de AHEC, leg. 873, 1915. 151 Sin embargo, e sta derogación no condujo a dejar desprotegidos a los inversionistas colimenses, baste ejemplificar que la negociación de Felipe Inda, dedicada a la elaboración de aceites vegetales, producción de jabón y destilación de esencias industriales, fue exonerada del pago de todo impuesto durante el tiempo que subsistiera el denominado "orden preconstitucional", materializado en el gobierno de Ríos.158 La actitud gubernamental consistía en un clásico " estira y afloja", ya que también se expidió una ley de catastro que permitió establecer el valor real de la propiedad y, sobre esta base, fijar los tributos e impuestos equitativos para los dueños de esos capitales. Esta acción encontró muchas resistencias, especialmente, de los dueños de las haciendas: La Estancia, B uenavista, Quesería y La Albarradita, entre otras; una actitud similar adoptaron destacados comerciantes de la capital colimense. 158 EC, mayo 20 de 1916, p. 111. 152 Todos ellos recorrieron a la ya socorrida demanda de reducción sobre el impuesto asignado por la Junta Calificadora sobre capitales mercantil y urbano, obteniendo la mayoría de ellos una respuesta positiva.159 También se desarrolló una supervisión y exigencia mayor en el pago de dichos impuestos.160 Otra medida contra el poderío 159 Un buen número de solicitudes para la reducción de impuestos, turnadas por hacendados y comerciantes, se localizan en AHEC, leg. 873, 1915. 160 Durante las administraciones estatales previas al arribo constitucionalista se otorgaron facilidades para eliminar u omitir los impuestos y recargos que muchos propietarios deberían cubrir a l erario estatal. Esta actitud benefició a hombres de negocios tan prominentes como Arnoldo Vogel y Francisco Santa Cruz, quienes, durante la gestión gubernamental de Enrique O. de la Madrid recibieron la exoneración de impuestos sobre sus fábricas de alcohol establecidas en la Haciendas de San Antonio y Quesería, respectivamente. Sobre este particular, véase Solicitudes de Arnoldo Vogel y Francisco Santa Cruz al Congreso del Estado y Dictamen de la Comisión de Hacienda, noviembre de 1906; en APLEC, Dictámenes de las Comisiones. Legislatura XVII, caja 107, esp. 1, pp. 650-655. 153 terrateniente se concretó con la incautación, por parte del gobierno estatal, de la Laguna de Cuyutlán, desplazando a su entonces dueño, Francisco Santa Cruz. 161 C) EL PROBLEMA DE LA TIERRA. AGRICULTORES, PEONES Y APARCEROS 161 A partir de tal acción se desarrolló un litigio entre Santa Cruz y las autoridades estatales, el cual se prolongó hasta agosto de 1917 cuando, a poco más de un mes del arribo de Felipe Valle a la gubernatura, se decretó la devolución de la Laguna y sus terrenos anexos a su antiguo dueño. 154 Un rasgo que distinguió a la gestión de Juan José Ríos, fue la puesta en práctica de la ley agraria del 6 de enero de 1915, decretada por Venustiano Carranza.162 Como primer paso instaló la Comisión Local Agraria y Comites Particulares Agrarios, organismos destinados a recibir y despachar las solicitudes sobre restitución de tierras y creación de fundos legales.163Al emprender estas acciones, el poder ejecutivo estatal consideraba que, al tiempo que se emancipaba a los pueblos del dominio terrateniente, el reparto agrario provocaría que el carácter de cultivo predominante en Colima se modificara de extensivo a intensivo, elemento básico para la prosperidad económica. Con la transformación de un latifundio -varios de ellos con una buena parte de tierra ociosa- en pequeños o medianos campos de cultivo en plena labranza, se produciría un incremento en la productividad del campo colimense; a la vez, se impediría "el enseñoramiento de la reacción y pacificación del territorio".164 El exhorto de las autoridades a presentar solicitudes y reclamar despojos sufridos pronto arrojó resultados. Las solicitudes empezaron a turnarse pero no debido a una 162 Para mayor información sobre esta fase del reparto ejidal en Colima, véase, Dylva L. Castañeda Campos, "Los primeros repartos agrarios en Colima", en Barro Nuevo, Nº 5, Colima, Col., Gobierno del Estado de Colima- H. Ayuntamiento de Colima-INAH, abril-junio de 1991, pp. 24-32. 163 Véase Informe de Juan Jacobo Valadés a Juan José Ríos, en EC, mayo 15 de 1915, p. 92 ; EC, mayo 22 de 1915, p. 92; EC, mayo 29 de 1915, p. 99. 164 EC., mayo 22 de 1915, p. 100. 155 respuesta rápida y espontánea de la población rural colimense, sino más bien mediante la ingerencia de propagandistas de la Casa del Obrero Mundial al interior de algunas comunidades o de profesores de las escuelas de dichos lugares. Estos gestores fungían como correas de transmisión de las proclamas y propósitos gubernamentales. Debido a que estas solicitudes no descansaban en un movimiento o iniciativa autónoma de las masas rurales, dependía mucho de la inclinación e iniciativa del funcionario público que atendía las dependencias encargadas del trámite y adjudicación agraria.165 165 Respecto a la actitud constitucionalista a nivel nacional ante la gestión agraria en estos años, véase Charles C. Cumberland, La Revolución Mexicana. Los años constitucionalistas, México, FCE, 1993, p. 216-224. 156 Entre los dictámenes alcanzados en la entidad destacaron los siguientes: el primer día del año de 1916, la congregación existente en el casco de la hacienda La Magdalena es erigido en pueblo -Pueblo Juárez-, haciéndose la expropiación del fundo legal correspondiente 166 y la dotación ejidal que trastocó el sistema de aparcería y peonaje establecido por la Compañía de Fomento Agrícola.167 Similar suerte corrió la congregación de San Miguel de la Unión, ya que-en junio de 1916- se transformó en el pueblo de "Tepames";168 además, recibió la dotación de tierras ejidales. Esta acción, según las autoridades estatales, significaba "una verdadera redención económica (...) Aun desde el punto de vista de la pacificación regional es conveniente hacer constar que la revolución cumple sus promesas".169 El otorgamiento de tierras para los pobladores de San Miguel de la Unión significó la culminación de una serie de gestiones iniciadas en mayo de 1916, cuando un grupo compuesto por cerca de 100 habitantes del lugar, encabezados por el maestro de la escuela del lugar, dirigieron su petición de tierras al Gobernador del Estado. Las razones esgrimidas para tal solicitud era que constituían un poblado de casi 900 habitantes, al cual desde 1885 se le otorgó, por primera vez, la categoría de pueblo, además, apoyaban su 166 El decreto respectivo se localiza en EC, febrero 2 de 1916, pp. 37-38. 167 Para mayor información, véase, Hubert Cochet, Historia Agraria del municipio de Coquimatlán, Colima, CECMA-UdeC, 1988, (Avance de Investigación Nº 10), pp. 26-42. 168 169 EC, junio 10 de 1916, pp. 129-131. Un extracto del decreto sobre la materia se localiza en AHEC, leg. 879, 1916. 157 petición, en el hecho que, pese a las adversas condiciones para su desarrollo, constituían uno de los centros poblacionales más importantes de la zona este del Estado de Colima. Este poblado no tenía un origen prehispánico, en su fase inicial fue un rancho que se expandió debido al trabajo que realizaban sus habitantes como medieros, el cual se complementaba y engarzaba con el servicio que se prestaba a las actividades productivas de los hacendados que circundaban a dicho lugar. En el aludido año de 1885, la congregación de San Miguel de la Unión se otorgó la categoría de pueblo y se le asignó su fundo legal correspondiente; pero al poco tiempo, este decreto se derogó. Sus pobladores quedaron imposibilitados para tomar posesión sobre la tierra; su actividad laboral se limitó ya sea a contratarse con los tres grandes hacendados, dueños de tierras aledañas como peones o mediante aparcerías. Uno de los grandes beneficiarios de las tierras de esta región era Isidoro Morales, quien asignaba a los pobladores tierras en calidad de arrendamiento en condiciones sumamente ventajosas.170 Por otro lado, dicha congregación era un sitio donde se habían expresado conflictos sociales de singular importancia; en 1909 adquirió triste celebridad por los sangrientos asesinatos perpetrados en dicha comunidad, acontecimientos que llegaron a poner en jaque al entonces gobernador Enrique O. de la Madrid. Asimismo, en plenos años revolucionarios, el lugar constituía un foco de rebelión importante contra las autoridades constitucionalista. Los hermanos Suárez eran figuras claves de ese descontento, familia que fue víctima de los arteros crímenes cometidos por el tristemente célebre Darío Pizano.171 Los soportes del gobierno constitucionalista en este lugar eran los inestables comisarios municipales y el maestro asignado a dicho poblado, quienes gozaban de 170 Por ejemplo en 1916, Isidoro Morales estableció contrato de pago de catorce hectolitros de maíz por hectolitro de sembradura entregado a cada arrendatario. Al respecto véase, Carta del Prof. Toribio Ordóñez al Gobernador General y Comandante Militar del Estado de Colima, mayo 14 de 1916; en AHEC, leg. 848 (2), 1914. 171 Para mayores detalles, consultese la ya referida obra de Emilio Rodríguez Iglesias, Op. cit. 158 pocas simpatías entre la población y recibían infinidad de cuestionamientos.172 Por todo ello, resolución favorable de expropiación de tierras expedida por las autoridades, además de respaldarse en los aludidos fines de la revolución, pretendía pacificar la rebeldía en el oriente colimense.173 172 A fin de ilustrar tal actitud, véase, Carta de Tomás Yáñez, Comisario Municipal de Tepames al Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar del Estado de Colima, agosto 4 de 1916; en AHEC, leg. 880, 1916. 173 Véase el expediente relativo a esta dotación ejidal en Archivo del Registro Agrario Nacional ( en adelante ARAN), Tepames, Esp. 23.131, Nº 00/019/01. 159 Otros núcleos poblacionales favorecidos con las medidas agrarias fueron las comunidades indígenas de Suchitlán y Cofradía de Suchitlán.174 Beneficios parecidos se aplicaron en las poblaciones de Cuyutlán, Coquimatlán y Manzanillo. Aunque conviene aclarar que estas decisiones tomadas por el gobernador en acuerdo con la Comisión Local Agraria tenían un carácter provisional, puesto que quien emitía resolución definitiva era la Comisión Nacional Agraria.175 Por tanto, algunos decretos y adjudicaciones sufrieron alteraciones y/o provocaron reñidas controversias, sobre todo entre autoridades y hacendados. Otra acción que redujo el creciente poderío de los terratenientes fue la legislación implementada sobre el sistema de arrendamiento y aparcería. Se e stableció: el pago de renta de terrenos y bestias de labranza en dinero, la exención de pago de arrendamiento si se presentaba una perdida por desastres naturales, libertad para que el mediero vendiera su cosecha al mejor postor, la obligatoriedad para que los propietarios de la tierra proporcionaran leña, madera y pastos para todo arrendatario o jornalero que lo demandara.176 La proclama de estas disposiciones tenía varias lecturas. En primer lugar, el sistema de arrendamiento debió tener un peso significativo en la vida agrícola de Colima; 174 Al respecto, véase expedientes localizados en AHEC, leg 887, 1916. 175 Sobre el particular, véase, Horacio Macias Chapula, "Ley Agraria del 6 de enero de 1915 en Colima: o de cómo se diseña, construye y opera una serpentina jurídico-burocrática... y de paso antirevolucionaria", en Cátedra, Nº 1, Colima, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, noviembre de 1999, pp. 37-40. 176 EC, noviembre 27 de 1915, pp. 250-252. 160 de hecho, los grandes propietarios de la tierra imponían contratos de arrendamiento con marcada desventaja para los medieros, pues se les obligaba a que el pago se cubriera en especie y que el total de la producción obtenida se vendiera al arrendador de la tierra. Una vez colocado el mediero en posibilidad de vender sus productos a la mejor opción del mercado, se actuaba en detrimento del monopolio de los terratenientes y se dinamizaba la actividad productiva, dejando de lado el sistema de control semifeudal imperante. Particularizar en el análisis del sistema de arrendamiento puede ser básico para poder explicarse la actitud de los sujetos del campo colimense ante el proceso revolucionario, las proclamas y medidas agrarias del constitucionalismo y gobiernos posteriores. Es muy probable que, en el período estudiado, esta relación de trabajo haya sido la preponderante, por encima de la relación jornalero-hacendado. Ahondar en el análisis sobre el papel desempeñado por los medieros y arrendatarios colimenses no puede limitarse a desentrañar sus vínculos materiales a partir de su relación productiva con el dueño de la tierra, sino explicar su conducta incorporando aspectos como su origen, tradiciones y mentalidades. Pues, el trabajo de los seres humanos, al decir de Brígida von Mentz, " está en primer lugar determinado y mediado por el grupo social y su cultura, así como, en segundo lugar por su actividad pensante, teleológica, con una finalidad. Con ello los seres humanos dan rumbo a sus actividades".177 Estos elementos de análisis deben ser extensivos para el estudio de la contraparte: el hacendado, ahondando en su grado de incorporación a la actividad productiva y rentística, así como en sus propósitos y finalidades. Aspectos que contribuirían a una caracterización más objetiva de los actores sociales del agro colimote. 177 Brígida von Mentz. "¿Podremos superar las limitaciones de nuestro empirismo? Algunas consideraciones sobre la antropología, la historia y los procesos de investigación", en Cuicuilco, México, Revista de la Escuela 161 Nacional de Antropología e Historia, Nueva Época, vol. 1, nº 1, mayo-agosto de 1994, p. 45. 162 Por otra parte, las solicitudes de tierra y las exigencias de los hombres del campo, regularmente, estuvieron auspiciadas por la organización gremial de los demandantes y enarbolando los fines "supremos" de la causa revolucionaria. Baste referir un hecho ilustrativo: el 13 de diciembre de 1915, los miembros de la mesa directiva del Sindicato de Agricultores y Campesinos y algunos de los asociados se reunieron, en las oficinas de la Casa del Obrero Mundial establecidas en la ciudad de Colima, para establecer la mejor estrategia de trabajo a fin de darle profundidad a la propaganda constitucionalista en la entidad. Como resultado de dicha reunión, se nombraron comisiones de dirigentes obreros para que se encargaran de garantizar el cumplimiento de todas las medidas decretadas a favor de los trabajadores del campo. Su actividad consistió en presentarse en los principales centros de explotación agrícola (haciendas o grandes ranchos) y demandar, ante los dueños o encargados, la presentación de los libros donde se asentaban los registros de medieros y arrendatarios con quienes establecían contratos de trabajo o las notas que tuvieran acerca de las condiciones de pago en particular. Las comisiones de la Casa del Obrero Mundial se encargaban de supervisar el cumplimiento, de parte de los dueños o encargados de dichas negociaciones, de las normas establecidas para el pago y liquidación de los trabajos agrícolas realizados por terceros, sobre todo constatar que dicho finiquito se haya realizado en presencia de los respectivos arrendatarios y medieros. La disposición a cumplir era clara: todo pago que haya sido verificado y que no se apegara a las disposiciones de finales de noviembre de 1915 se declaraba nulo y se establecía una nueva operación. Al terminar cada liquidación se debería expedir al labrador una constancia de lo que debería pagar por concepto de renta, habilitación o compra de despensa, en liquidación con la propia finca. Este sindicato dispuso que todos los labradores en pequeño formaran una caja de resistencia depositando en ella una parte de sus beneficios. Por otro lado, las solicitudes y demandas en pro del reparto y restitución de tierras y demás medidas agraristas se extendieron a buena parte de las municipalidades. Colima y Villa de Álvarez no escaparon a dicha situación. Por ejemplo, ante la solicitud de tierras 163 para los ejidos del municipio de Colima, una vez tramitada y dictaminada por la Comisión Local Agraria, el Comite Particular Ejecutivo de Colima realizó las diligencias de identificación de una buena porción de terreno ubicado en la hacienda El Trapiche. El acto de identificación de esta superficie, además del Comite Particular Ejecutivo, contó con la presencia del Presidente Municipal Carlos G. Rosaldo, miembros de la Casa del Obrero Mundial y un centenar y medio de vecinos de esta municipalidad; entre ellos, decenas de pobladores de El Trapiche.178 178 Véase, Acta de las diligencias de identificación de terrenos ejidales del municipio de Colima, AHMC, Sección "E", Caja 63, exp. s/n, 1916. 164 Actividad similar se realizó en la municipalidad de Villa de Álvarez, colindante con la ciudad capital. El 19 de abril de 1916, se reunieron el Comite Particular Ejecutivo, los presidentes municipales de Colima y Villa de Álvarez, Lázaro Cárdenas -homónimo del general y futuro presidente Lázaro Cárdenas- poseedor actual del terreno a ser afectado, el Secretario General del Sindicato de Labradores y Campesinos, Genaro Montes de Oca, así como varios ciudadanos y vecinos de Villa de Álvarez (34 en total), participaron en las tareas de fijar las líneas divisorias de los terrenos de ejidos para la municipalidad de Villa de Álvarez, ocupando una extensión de un sitio de ganado mayor (4190 m. por cada costado).179 Asimismo, en la ranchería de "Los Limones" perteneciente a la municipalidad de Colima, Carlos G. Rosaldo, conjuntamente con su homólogo de Villa de Álvarez, José Monge, y una comitiva que superaba la treintena de vecinos de la mencionada ranchería, se procedió a reconocer también los linderos de los terrenos adjudicados para los ejidos del Municipio de Villa de Álvarez, los cuales comprendieron un radio de 4,190 metros lineales por cada punto cardinal. Cabe señalar que para fijar los linderos se citó a los propietarios que se situaban en los terrenos comprendidos dentro de esa área, más sólo 179 Véase, Acta de delimitación de los linderos de los terrenos de ejidos del Municipio de Villa de Álvarez , abril 19 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 63, exp. s/n, 1916. 165 acudió José de Jesús Corona, en representación de su padre Francisco Corona.180 180 Acta levantada en el rancho de "Los Limones" para el reconocimiento de los linderos de los ejidos del municipio de Villa de Álvarez , abril 20 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 62, exp. s/n, 1916. 166 Sin embargo, esta adjudicación y reparto agrario no tuvo mucho futuro. Los tres sitios de ganado mayor incorporados provisionalmente como ejidos de la ciudad de Colima, pasaron a dictamen de la Comisión Nacional Agraria. El 30 junio de 1916, después de varias sesiones de discusión y análisis, se dictaminó improcedente la resolución provisional enviada por los organismos agrarios de la entidad, acordando dar marcha atrás al establecimiento de dotaciones ejidos para la ciudad de Colima, dado que no se podía restituir ejidal a ninguna ciudad.181 Esta infructuosa medida también se aplicó a una parte de los terrenos de la hacienda La Estancia; además, tomaron 50 yuntas de bueyes que se encontraban al interior de la propiedad. Al dictaminarse improcedente el reparto de ejidos par la capital, el presidente municipal tuvo que entregar, al dueño de esta hacienda, cien hectolitros de maíz a manera de renta por el corto usufructo de tierras y bestias.182 Las demandas de reparto y restitución agraria se extendieron también al municipio de Comala. El 25 de noviembre de 1916, los vecinos de Cofradía de Suchitlán solicitaron ante el Gobernador y Comandante Militar del Estado de Colima la dotación de ejidos con fundamento en el artículo 3º de la Ley del 6 de Enero de 1915, debido a que carecían de tierras para su sustento; además, argüían no estar contemplados en el artículo 1º de la expresada ley para restitución. En respuesta a su solicitud, la Comisión Local Agraria aprobó un dictamen favorable (con fecha 12 de diciembre de 1916). Al día siguiente el gobernador aprobó el dictamen y tomó la resolución de que los ejidos de Cofradía de Suchitlán quedarán constituidos por un cuadrado de 4 190 metros por lado, teniendo como base el lindero del bisoño ejido de Suchitlán. 181 Horacio Macias Chapula, "Ley Agraria del 6 de enero de 1915 en Colima...", Op. cit., p. 39; Berta Ulloa, Historia de la Revolución Mexicana, 1914-1917. La Constitución de 1917, México, El Colegio de México, t 6, 1983, p. 375. 182 Oficio del Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar al C. Luis Brizuela, marzo 17 de 1917; en AHEC, ramo economía, leg. s/n, 1912-1913. 167 Frente a esta resolución, la Comisión Nacional Agraria, después de practicar las investigaciones necesarias, consideró que la extensión concedida por el Gobernador, consistente en un sitio de ganado mayor, era excesiva teniendo en cuenta el pequeño número de habitantes de Cofradía de Suchitlán. Además, considerando que las tierras necesarias para cubrir dicha dotación deberían tomarse -según lo estipulado por la leyde las fincas colindantes con el pueblo, dejándose a salvo los derechos de sus legítimos propietarios para que ocurrieran en la vía y forma procedentes, a solicitar su indemnización respectiva. Con base en los elementos anteriores, el Ejecutivo de la Unión dictaminó, en definitiva, la reforma de la resolución emitida por el Gobernador de Colima, dotando al pueblo de Cofradía de Suchitlán de tierras que completaran las que ya poseía hasta 600 hectáreas. La expropiación de dichas tierras se realizarían a los propietarios de predios circundantes a dicho poblado, que en este caso resultó ser Arnoldo Vogel, quien contó con todas las prerrogativas legales -ya aludidas en el párrafo anterior- para obtener una indemnización por los terrenos expropiados.183 Aunque más que pedir indemnización, su postura fue ampararse contra dicha resolución. Los indígenas de Suchitlán también tendieron a organizarse para buscar satisfacer sus necesidades. Así lo demuestra la notificación del 7 de enero de 1916, hecha por Ignacio Prado, Secretario General del Comite Administrativo de la Casa del Obrero Mundial, donde informaron al Gobernador del Estado sobre la reciente formación del Sindicato de Agricultores y Campesinos del pueblo de Suchitlán, para que se le 183 Acuerdo del Ejecutivo de la Unión confirmando la dotación de ejidos a Cofradía de Suchitlán, 28 de febrero de 1916, en ARAN, “Suchitlán”, Exp. 23-9, (Nº 04/013/001), p. 72. 168 reconociera oficialmente por el gobierno estatal. Desde el momento de su constitución, este agrupamiento declaró su adherencia a las organizaciones fundadas por la Casa del Obrero Mundial. El Sindicato se conformó inicialmente por 16 integrantes.184 Pero los problemas relativos al reparto agrario no se solucionaron con promulgarse un decreto a favor de los campesinos y comunidades indígenas. El proceso de posesión efectiva de la tierra no estaba exento de difíciles escollos. Un caso notorio se puede observar en los pobladores de Suchitlán y Cofradía de S uchitlán ya que, a pesar de recibir la dotación provisional de 1775 hectáreas 61 áreas para el pueblo de Suchitlán y de 600 hectáreas para Cofradía de Suchitlán, ambas comunidades se quejaron por años de no haber recibido la posesión definitiva de los ejidos, contrariamente a casos como Tepames y Cuauhtémoc, a los que la Comisión Nacional Agraria había hecho tal adjudicación. Lo anterior, a pesar que, en opinión de los indígenas, dichos pueblos no contribuyeron a la revolución, contrariamente a ellos que por tal motivo perdieron muchos hermanos y que, aunque eran fieles al gobierno, se les tenía relegados y en el olvido. Otros de los señalamientos formulados por los indígenas se refirieron al tipo de destinatarios de las dotaciones ejidales. En su opinión, pese a que la concesión de los ejidos, en cualquiera de sus formas, obedeció a razones de orden político supremo, al significar un beneficio para el pueblo y formar parte de una disposición constitucional, les pareció muy lamentable que a los habitantes d e otros pueblos con venas por las que corría "más sangre española que mexicana" se les hubiera otorgado la posesión definitiva y no 184 Comunicado de Ignacio Prado, Secretario General de la Casa del Obrero Mundial, al Gobernador y Comandante Militar del Estado, enero 7 de 1916, en AHEC, leg. 889, 1916. 169 a ellos que por sus venas fluía sangre "azteca", que hablaban su lengua nativa y conservaban algunas de sus costumbres ancestrales. Para los indígenas de Suchitlán, su situación era peor a la vivida antes de la dotación; porque en esos años (1916-1917), los terratenientes colindantes con los terrenos ejidales no les permitían ni siquiera entrar a los terrenos para cortar leña, mucho menos preparar o arar las tierras para sembrarlas y cuando lo intentaban se veían amenazados de muerte por los mayordomos y gentes de la haciendas de Nogueras y San Antonio; por esa razón, no podían gozar ni de la escueta e incierta posesión provisional. Además, en palabras de los hacendados colimenses, "el capital siempre ganaba", por lo tanto, de algún modo buscaban la reposición de lo que perdieron producto de las reformas surgidas de la Revolución. Infundir el temor y el miedo era un buen recurso ante una población poco diestra en reclamar sus derechos; por ese motivo, los propietarios de estas dos haciendas, amenazaron a los indígenas colimenses con quemarles sus casas y correrlos de sus pueblos si seguían luchando por la tierra. Los hacendados Francisco Rangel y Arnoldo Vogel (dueños de las referidas haciendas de Nogueras y San Antonio) con pretexto de fomentar la industria azucarera y alcoholera, que en nada se perjudicaba con los ejidos, acusaban a los indígenas de ser alteradores del orden tan sólo porque pretendían disfrutar de derechos ya otorgados por las autoridades estatales. Por esta razón, los pobladores de Suchitlán reiteraban su demanda sobre el otorgamiento, sin demora alguna, de la posesión definitiva de los ejidos para sus pueblos.185 Demanda que tardaría algunos años para ser cumplida, pues la máxima instancia nacional emitiría tal decreto hasta el año de 1918, para hacerse efectivo dos años después. Las ventajas que ofrecía el reparto agrario no sólo llamó la atención de los peones o 185 Carta de vecinos de Suchitlán y Cofradía de Suchitlán al Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, febrero 11 de 1919, en ARAN, Cofradía de Suchitlán, Caja 134, Esp. 23, Nº CM002003, f. 91 y 92. 170 pobladores humildes y oriundos de la entidad, sino hasta de los mismos extranjeros radicados en territorio colimense, como sería el caso del propietario del Ferrocarril Urbano de Colima, quien sólo quince días después de la adjudicación del terreno p ara ejidos en el Municipio de Colima, solicitó un terreno de labranza con cuya cosecha se alimentaría la remuda de esa empresa. Su solicitud fue considerada como improcedente, pues los terrenos estaban destinados a repartirse entre la población más necesitada que residía en la ciudad capital.186 Finalmente, en los casos de las solicitudes de tierra formuladas por los habitantes de la capital colimense, como se apuntó anteriormente, ni los necesitados ni los cínicos y desvergonzados tuvieron acceso a dichas tierras, pues los fallos de los organismos agrarios fueron negativos tanto para estos ejidos en proceso de gestación como ante solicitudes de tipo individual. 4.- EL CONSTITUCIONALISMO Y LOS SECTORES ECONÓMICOS Y SOCIALES DE COLIMA 186 Solicitud del propietario del Ferrocarril Urbano de Colima al Presidente Municipal de Colima, mayo 6 de 1916, en AHMC, Sección "E", Caja 62, esp. s/n, 1916. 171 Como se señaló e n su oportunidad,187 al presentarse la ocupación revolucionaria en la entidad, era un fuerte sector oligárquico quien controlaba los destinos económicos del estado, bajo su dominio, estaban inmensas extensiones de tierra, el grueso del comercio y las finanzas estatales. Los elementos básicos donde se fincó este sólido grupo oligárquico fueron las fusiones matrimoniales entre una casta de extranjeros avecinados en la entidad y dedicados fundamentalmente a la actividad comercial-, al igual que entre éstos y las hijas de los principales hacendados locales;188 generándose a la vez la fusión de sus capitales, así como de vínculos sociales que los identificaban como sector. Otro sector económico de menor cuantía lo conformaban rancheros acomodados, así como un reducido número de profesionistas, que desde hacia años tenían fisuras con la élite hegemónica (Santa Cruz, Ruiz, De la Madrid, entre otros) que controló los destinos del estado hasta 1911. Estas divergencias se tornaron dramáticas durante el proceso electoral para renovar el poder ejecutivo, ocurrido al tiempo que la lucha contra Porfirio Díaz vivía sus últimos momentos. Sin embargo, este grupo aprovechó el advenimiento del maderismo en la entidad y se encumbró en el poder estatal hasta la llegada de los 187 188 Véase la parte inicial del capitulo III de este trabajo, p. 70 y ss. En dichas uniones matrimoniales se vincularon las familias: Flor-Meillón; Meillon-Ochoa; Morrill-Smith, Vogel-Schulte, Santa Cruz-Álvarez, entre otras. Un acercamiento a este tejido matrimonial se logró gracias a la información proporcionada por la Mtra. Mirtea Acuña Cepeda, destacada historiadora y docente de la Universidad de Colima. 172 constitucionalistas en 1914.189 Establecidos los revolucionarios en el gobierno de la entidad, uno de sus primeros escollos fue establecer su relación y mandato sobre -o con- los distintos grupos e individuos que ejercían supremacía en la vida económica y política colimense. Desde el momento mismo del arribo revolucionario, se puso en evidencia que el nuevo gobierno no iba a prodigar flores a los principales dueños de tierras y empresas colimenses; desde un principio, instrumentaron variadas medidas oficiales que afectaron directamente a las élites estatales, entre ellas destacan: la imposición de la contribución extraordinaria de guerra, el establecimiento de un nuevo valor catastral sobre sus propiedades, la intervención y confiscación estatal de bienes, el estricto control de precios y la limitación al comercio externo. A fin de destacar algunos de los efectos específicos de la política constitucionalista en estos rubros, así como el grado de afectación y fisuras que experimentó el sistema tradicional oligárquico y su reacción ante las medidas constitucionalista. La problemática se aborda partir del ordenamiento de dichas disposiciones públicas. 189 Este grupo agrupado en torno a J. Trinidad Alamillo se formaba por: Miguel García Topete (ranchero, abogado y político), Ignacio Gamiochipi (ranchero, ingeniero y político),Manuel Rivera (abogado, periodista), Victoriano Guzmán (profesor y periodista), entre otros. 173 A) LA CONFISCACIÓN E INTERVENCIÓN DE BIENES La ya mencionada contribución extraordinaria de 300 mil pesos, asignada por el general Álvaro Obregón al Estado de Colima, se distribuyó entre los habitantes dueños de capitales mayores a 5 mil pesos. Para implementar dicha contribución se formó una Comisión Informativa del Préstamo de Guerra compuesta por tres residentes de la entidad,190 los cuales tuvieron por misión brindar información sobre las propiedades de las personas candidatas a recibir el aludido impuesto, comparando los datos que proporcionaban los mismos propietarios con los estimados por las autoridades estatales, para que fuesen más "equitativas". El monto de 300 mil pesos se distribuyó en poco más de un cuarto de millar de personas e instituciones. Entre los propietarios que resultaron más afectados con dicha contribución destacaron: Blas Ruiz, Luis Brizuela, Enrique O. de la Madrid, Francisco Santa Cruz Ramírez, Higinio Álvarez, José A. Rico, Isaac Padilla, entre otros.191 Buena parte de las personas que se hicieron acreedoras a dicha contribución se mostraron renuentes a cubrirla. Los llamados para la entrega del pago se repetían en la prensa local (El Popular) sin encontrar una respuesta pronta y de acuerdo a los deseos del mandatario estatal. Ante tal actitud, las autoridades implementaron la intervención de bienes, sobre todo de los más acaudalados y cercanos al extinto gobierno huertista. Ente las grandes haciendas y propiedades agrícolas intervenidas destacaron: Camotlán de Miraflores, propiedad de Agustín González; El Chical o Quizalapa, de Higinio Álvarez; la Hacienda y Salinas de Cuyutlán, de Francisco Santa Cruz Ramírez; Caleras, El Colomo, El Rosario y El Carmen, del exgobernador De la Madrid, entre otras. 190 La comisión estuvo formada por Rosendo R. Rivera, José L. Aguilar y Vidal Llerenas. Información contenida en Carta de Rosendo R. Rivera al Gobernador del Estado, en AHEC, leg. 879, 1916. 191 Una mayor información sobre estas intervenciones se encuentra en AHEC, leg 868, 1915. 174 A la vez, varios de los implicados con este impuesto solicitaron la reducción a los montos asignados, argumentando escasez de recursos o amparándose en los considerables saqueos efectuados en sus fincas por las fuerzas militares constitucionalistas. Estos reclamos se dirigieron, en su mayoría, al Gobernador y Comandante Militar del Estado; sólo los personajes más prominentes de la entidad hicieron llegar sus quejas hasta el general Álvaro Obregón.192 Regularmente, la aceptación de las solicitudes de reducción se concedió a quienes se manifestaron más proclives para colaborar con las nuevas autoridades. 192 Hombres acaudalados como Blas Ruiz y Luis Brizuela se dirigieron al general Obregón (Jefe del Ejército del Noroeste) solicitando la devolución de sus fincas y quejándose por el alto monto asignado como impuesto. Algunas de las reclamaciones tenían fundamento como el caso de Luis Brizuela, a quien se le impuso una doble contribución: una por el Gobierno de Jalisco y otra más en Colima. Véase, AHEC, leg. 871, 1915. 175 De acuerdo a las necesidades más apremiantes de las campañas del ejército constitucionalista, más que dañar propiedades e infraestructuras incautadas, éstas se veían como fuentes generadoras de ingresos para cubrir sus altas necesidades militares y para satisfacer las ansias de riqueza de algunos jefes y soldados revolucionarios. Por tanto, las intervenciones eran, prácticamente, una especie de apoderamiento y usufructo temporal de los bienes.193 Desde agosto de 1914 hasta ya bien entrado el año de 1916, se reiteraron las quejas de los propietarios colimenses sobre ventas, hurtos y aprovechamiento personal de los bienes intervenidos, acción practicada tanto por los administradores designados, como por los jefes militares del área. 193 Conviene destacar que hubo excepciones en cuanto a la actitud gubernamental. Por ejemplo, a los hermanos Guillermo y Agustín González se les intervino la Hacienda de Camotlán de Miraflores (una fracción de lo que era dicha hacienda, la cual compraron a Clara Ochoa vda. de Meillón en 1904) para garantizar el pago de veinte mil pesos fijado como préstamo de guerra; sin embargo, al poco tiempo el Gobernador Eduardo Ruiz dejó la administración en uno de los dueños (¡!) y obviamente no reportó ninguna utilidad al gobierno estatal. Oficio Nº 1515 del Jefe de la Oficina de Intervención y Confiscación de Bienes en el Estado de Colima al Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar, junio 24 de 1915: en AHEC, Colección de Leyes y Decretos, 1915. 176 Entre los más afectados figuraron: Luis Brizuela, a quien se le impuso una doble contribución (35 mil pesos en Jalisco y 25 mil pesos en Colima) y para garantizar el cubrimiento de dichos pagos sufrió la intervención de sus bienes, entre ellos la Hacienda La Estancia. Para enero de 1915, Brizuela calculaba que los montos extraídos de sus propiedades sobrepasaban los 40 mil pesos, razón por la cual se le redujo el préstamo a 15 mil pesos, al tiempo que se le devolvió la hacienda aludida.194 Ignacio Michel recibió como asignación la cantidad de 15 mil pesos, sin embargo la extracción que sufrieron sus propiedades, al estar bajo el poder de José Bueno 195 y las fuerzas constitucionalistas que comandaba, ascendió a más de 10 mil pesos; por ello, en noviembre de 1914, pidió la reducción de su contribución a una cantidad no superior a mil pesos. Ante la negativa gubernamental, un año después, solicitó una nueva rebaja a la mitad de dicho préstamo. Esta vez, su solicitud recibió una respuesta positiva,196 al igual que otras formuladas en el mismo tenor. En el caso de Blas Ruiz, a dos meses de la intervención, calculó sus daños en una cantidad muy superior a los 60 mil pesos.197 A pesar de la contribución extraordinaria -y en algunos casos la intervención de bienes- impuesta a los propietarios,198 una vez cubierto su importe y reintegrados sus bienes, manifestaron una actitud mesurada y, aún más, dispuesta a colaborar con los poderes estatales. Siempre estuvieron prestos a todo llamado oficial, incluso, en algunos casos, ellos mismos hacían gala de su buena voluntad para con el gobierno. 194 Carta de Luis Brizuela al Coronel Juan José Ríos, Gobernador del Estado, enero 18 de 1915; en AHEC, leg. 871, 1915. 195 Al ocupar las propiedades de Ignacio Michel, José Bueno extrajo el ganado existente y lo trasladó a los terrenos de la Hacienda d e Chacalapa, de la cual era dueño. 196 Cartas de Ignacio Michel al Gobernador del Estado de Colima, noviembre 20 de 1914 y diciembre 3 de 1915; en AHEC, leg. 879, 1916. 197 198 Para mayor información véase AHEC, leg. 867, 1914. Una información detallada sobre la situación que guardaban los bienes intervenidos para 1915 se encuentra en Informe del Gobernador del Estado de Colima a la Secretaría de Gobernación, octubre 5 de 1915; en 177 Esta posición sería la asumida por el exgobernador porfirista Enrique O. de la Madrid, quien el 6 de agosto de 1914 sufrió la intervención de sus múltiples bienes para garantizar el pago de los 50 mil pesos asignados como préstamo de guerra. El gobierno estatal administró dichas propiedades por casi dos años. Enrique O. de la Madrid recibía periódicamente la cantidad de 500 pesos para su manutención, producto de los beneficios obtenidos por los bienes intervenidos y explotados por las autoridades.199 Luego de múltiples gestiones logró la devolución de sus propiedades, así como un balance financiero de las operaciones económicas realizadas durante el lapso de la intervención, entregándole un saldo a favor superior a los 25 mil pesos, cantidad que "generosamente" donó en beneficio de la Hacienda Pública Federal.200 AGN, Secretaría de Gobernación-Período Revolucionario, caja 27, exp. 2, 5 fs. 199 Carta de Enrique O. de la Madrid al Gobernador y Comandante Militar del Estado de Colima, junio 10 de 1915; en AHEC, Colección de Leyes y Decretos, 1915. 200 1915. Informe de la Oficina de Intervención y Confiscación de Bienes al Secretario de Gobierno, AHEC, leg 868, 178 Esta acción, probablemente, rindió sus frutos, ya que, justo en los días cuando las autoridades estatales llamaban a la población para que reclamara despojos y presentaran solicitud de tierras, con la mayor tranquilidad recibieron la notificación y dieron su aprobación de la operación de compraventa efectuada entre el Sr. De la Madrid y Carlos Meillón, sobre los terrenos de la Hacienda San Carlos y atendieron su solicitud referente a la condonación de algunos impuestos resultantes de dicha operación mercantil.201 Además, gozó de otras consideraciones como la condonación del 4% por derecho de ventas, durante el tiempo que sufrió la intervención.202 Los canales de comunicación entre autoridades y propietarios se pusieron nuevamente de manifiesto cuando Daniel Inda y Miguel V. Álvarez (personas afectadas por las contribuciones), fueron incorporados a los trabajos de la Junta de Catastro.203 Otra muestra de "trato cordial", de parte de los hombres de empresa hacia los poderes oficiales, se patentizó mediante el aporte económico "desinteresado" de prominentes comerciantes a tareas de orden social, propias de las autoridades, como sería el caso de los donativos entregados por hombres como Emilio Brun (3 mil pesos), Carlos Schulte (2,500 pesos) y otros más, para que se realizaran mejoras materiales a la ciudad 201 Véase, Oficio del Notario Público Andrés Loreto al Secretario de Gobierno del Estado de Colima, diciembre 28 de 1915; en AHEC, leg. 877, 1915. 202 203 Esta información se localiza en AHEC , leg. 887, 1916. EC, abril 24 de 1915, p. 73. 179 capital.204 204 EC, marzo 27 de 1915, p. 56. 180 Una preocupación básica de las autoridades constitucionalistas fue garantizar que las fincas y negociaciones intervenidas no dejaran de producir, aspecto esencial para sostener la precaria economía estatal. Para cumplir lo anterior, no se limitaron a designar administradores gubernamentales para cada una de las propiedades intervenidas, sino que en algunos casos, se realizaron arrendamientos a particulares, como el concedido al Ing. Rafael Bátiz Paredes sobre los terrenos situados en la hacienda La Magdalena, intervenidos a la "Compañía de Fomento Agrícola S. A.".205 Otra actitud amparada en esta idea de fomentar la actividad económica estatal se presentó en los primeros meses de la llegada de los nuevos jefes del poder estatal. Antonio Díaz de León llegó a Manzanillo procedente de Mazatlán, con una gran cantidad de maquinaria para fabricar puros, cigarros, jabones y chocolates; así como equipo de imprenta y litografía. Su intempestiva huida del puerto sinaloense obedecía a que, debido a su apoyo al huertismo, las autoridades de aquel lugar buscaban su aprehensión y la confiscación de sus bienes. Al conocer su desembarque en Manzanillo y su posterior traslado a la capital del Estado, las autoridades militares de Sinaloa solicitaron el apoyo de sus similares de Colima para efectuar la detención y el regreso del industrial, con todo y maquinaria. Ante tal petición, las autoridades colimenses intervinieron los bienes, impusieron una contribución extraordinaria y encarcelaron al industrial junto con sus hijos, pero no accedieron a enviarlos de regreso a Mazatlán. Aún más, ante la insistencia de las autoridades de Sinaloa, fueron liberados y se les otorgaron las facilidades para que la fábrica y la imprenta 205 1916. Contrato celebrado entre Juan Ortiz y Rafael Bátiz Paredes, septiembre 21 de 1915; en AHEC, leg. 879, 181 funcionaran en estas tierras.206 206 La petición de las autoridades sinaloenses y la reacción del gobierno de Colima sobre el caso de Antonio Díaz de León y fam. se encuentra en, AHEC, leg. 851, 1914. 182 En otro orden de cosas, una de las medidas que colocó en graves aprietos a los propietarios fue el cobro del impuesto catastral , el cual sufrió un significativo aumento en relación con las reducidas cantidades que se pagaban durante la gestión gubernamental anterior. La elevación de dicho impuesto estaba encaminada a incrementar las arcas del erario estatal y poder cubrir los gastos que se desprendían de atender los rubros de mejoras materiales y educación;207 además, se pretendía cubrir el presupuesto de egresos fijado para el Estado. Al ponerse en marcha el aumento de los impuestos a los capitales mercantil y urbano, los propietarios colimenses lanzaron una avalancha de peticiones de reducción catastral. Entre los argumentos que respaldaban sus solicitudes, figuraban: la critica situación económica que vivía la entidad; la precariedad de sus negocios; y en lo (supuestamente) equivocado de la estimación realizada. La mayoría de las solicitudes presentadas, a lo largo de 1915, fueron atendidas positivamente. Esta decisión benefició, sobre todo, a los principales oligarcas de la entidad. Entre quienes recibieron reducciones sobre la cotización inicial figuraron: Emilio Brun, un 22%; Gabriel Ochoa, 25%; Manuel Arreguí, 45%; similares beneficios obtuvieron Daniel Inda, Luis Brizuela e Higinio Álvarez. 208 Asimismo, durante el año de 1916, destacó la modificación catastral efectuada a Enrique O. de la Madrid, ya que de un incremento del 207 Buena parte de estos ingresos se destinaron a la construcción de escuelas modelo, la adaptación del exTemplo del Beaterio como Biblioteca Pública, a la conclusión de obras en el Teatro Hidalgo y al mejoramiento salarial de los maestros. 208 Una amplia información sobre el tema puede consultarse en AHEC, leg. 873, 1915. 183 500% con respecto al año anterior, se le fijó solamente en el doble (100%), monto solicitado por el interesado.209 209 Solicitud de Abraham G. Cárdenas apoderado de Enrique O. de la Madrid, al Gobernador y Comandante Militar del Estado de Colima, diciembre 12 de 1916; en AHEC, leg. 879, 1916. 184 Las quejas sobre el avalúo catastral seguían llenando el escritorio del Gobernador, debido a que las Juntas Municipales formadas para tal cometido efectuaron su labor alejadas de lo contemplado dentro de la normatividad vigente sobre el particular. El revalúo se efectuaba buscando el aumento del valor catastral (duplicándolo por lo general) para percibir un mayor número de ingresos y no p ara conocer el monto estimado de la riqueza estatal. Por tanto, la fluctuación oficial sobre los valores catastrales, pudo deberse a que los avalúos se hicieron sobre datos irreales y pretensiones impositivas.210 Las rebajas autorizadas por el ejecutivo estatal buscaban corregir esta actitud y obedecían, en mucho, a concesiones hechas a los hacendados debido a la difícil situación que enfrentaba la actividad económica en la entidad. B) ACCIONES Y REACCIONES EN EL COMERCIO Es a todas luces evidente que, en estos años, la situación de los comerciantes colimenses no fue del todo halagadora. Diversos factores actuaron en detrimento de la marcha de sus actividades normales. Entre éstos figuraron: la imposibilidad de colocar sus productos en otras regiones a raíz del clima generado por el conflicto armado; la falta de moneda circulante debidamente acreditada211 para concretar las operaciones de compraventa; y las medidas restrictivas decretadas por el gobierno constitucionalista. Las autoridades revolucionarias, no conformes con la imposición de la contribución 210 Sobre el particular, véase Oficio del Gobernador del Estado de Colima al Presidente de la Junta Calificadora del Catastro; en AHEC, leg. 877, 1915. 211 En ocasiones se presentó un exceso de papel circulante giro por las diversas bandos o autoridades revolucionarias, pero no se reconocían como moneda legal o se tomaban en proporciones menores a las estipuladas para su valor circulatorio. El exceso de circulación de papel moneda no acreditada para las operaciones de compra-venta en Colima ocasionó que durante los mandatos de Eduardo Ruiz y Juan José Ríos se procedieran a su concentración y quema en los patios del Palacio de Gobierno. 185 extraordinaria de guerra que abarcaba a las élites colimenses tanto las esferas de la producción como la circulación de bienes y capitales, arreciaron su ofensiva contra los amos de la vida económica de la entidad. A los comerciantes, en particular, se les culpaba del mal funcionamiento de las operaciones mercantiles en la entidad, en especial las desarrolladas a pequeña escala. Se les acusaba de ser los responsables de la escasez de moneda fraccionaria al practicar el acaparamiento de la misma; en consecuencia, se les amenazó con intervenir sus bienes si no la reintegraban a la circulación. Los comerciantes, de manera conjunta, dieron respuesta a la acusación, explicando que la ausencia de moneda les perjudicaba a ellos mismos ya que impedía el comercio al menudeo; por esta razón no podían ser responsables de este hecho. En 186 cambio, hacían recaer la autoría de tales prácticas en personas que vivían o realizaban actividades comerciales fuera de Colima. Incluso, elaboraron propuestas para solucionar dicha carencia, solicitando autorización para expedir vales de moneda fraccionaria para reactivar la actividad comercial. Dicha solicitud les fue negada.212 Esta tendencia no era nueva entre los comerciantes locales. En septiembre de 1914, varios comerciantes, por su cuenta y riesgo, pusieron en funcionamiento gran cantidad de vales, pero las amenazas de arresto lanzadas por el gobernador provisional Eduardo Ruiz, los hizo desistir.213 El panorama que enfrentaba la economía colimense -y la del país en general- en estos años era poco halagadora; diversos factores limitaban las operaciones productivas y mercantiles en detrimento de los industriales y comerciantes. Ante un panorama tan incierto, 212 Carta de Comerciantes de Colima al Gobernador y Comandante Militar del Estado, enero 12 de 1915; en AHEC, leg 871, 1915. La carencia de moneda era tanta que el dueño del periódico "El Popular", por su cuenta y riesgo, emitió vales para adquirir la prensa, pero fue rápidamente reprendido por las autoridades; al respecto, véase, AHEC, leg. 847, 1914. 213 El aviso a los comerciantes se encuentra localizado en AHEC, leg. 847, 1914. 187 muchos comerciantes locales modificaron sus giros y otros optaron por el cierre de sus negocios. Por este motivo, a finales de 1914, Carlos Schulte, dueño del establecimiento "La Bandera Mexicana", decidió cerrar su establecimiento y con ello se quedaron sin trabajo los 18 empleados con que contaba.214 214 Solicitud de Carlos Schulte al Presidente Municipal de Colima, diciembre 15 de 1916; en AHMC, Sección "E", caja 70, exp. s/n, 1916. 188 Esta problemática afectó por muchos meses a la economía colimense. Los problemas de desabasto en cereales y productos de primera necesidad eran recurrentes y se propiciaban, en mucho, por las compras que realizaban los agentes compradores de Acapulco que, con la anuencia de las autoridades de aquel lugar, realizaban voluminosas compras en el puerto de Manzanillo, donde acaparaban productos provenientes de una vasta región costera de Colima y Jalisco, para, posteriormente, trasladarlos al puerto guerrerense, donde se vendían a precios sumamente elevados. El problema adquirió tales proporciones que la carencia de productos en Colima generó reiteradas quejas de parte de diversos sectores de la población, hasta lograr que el Gobernador del Estado adoptara medidas para frenar los abusos de dichos agentes comerciales.215 Las autoridades de Colima no solo evitaban la salida de productos, también buscaban que los establecimientos comerciales funcionaran con normalidad para abastecer la demanda de la población; para ello, se establecieron sanciones a quien clausurara su establecimiento sin causa justificada. Dicha actitud se aplicó a expendedores de alimentos e incluso a tiendas de ropa. Por esa razón, el comerciante italiano Ángel Gatti fue multado con 2 mil pesos y se le encarceló por cerrar su comercio de ropa de manera unilateral, es decir, sin cubrir los requisitos de ley establecidos por las autoridades estatales.216 Con anterioridad se hizo alusión a las medidas oficiales decretadas para impedir dicha salida de productos de primera necesidad más alla del territorio colimense; donde figuró la amenaza de fusilamiento a quien incurriera en dicha práctica. Este comunicado en particular -girado en junio de 1915- no se lanzó sin ton ni son, ya que no se les envió a los casi treinta medianos y grandes expendedores de productos de primera necesidad establecidos en la capital colimense. Sus destinatarios eran: Emilio Brun, Miguel V. 215 Al respecto véase, Carta de vecinos de Manzanillo al Presidente Municipal, mayo 25 de 1915, y Telegrama del General Brigadier Juan José Ríos a Venustiano Carranza, mayo 20 de 1915; ambos en AHEC, leg. 848 (2), 1914. 216 Solicitud de Ángel Gatti al Gobernador del Estado de Colima, marzo 7 de 1915; en AHEC., leg. 878, 1915. 189 Álvarez, Carlos Schulte, Andrés Silva, Fernando Martel, Daniel Inda y Miguel Romero. Todos ellos poseían negocios orientados centralmente a la venta de ropa y abarrotes; además, los dos últimos se dedicaban a la fabricación de jabón. Si la notificación llevaba dedicatoria especial para estos comerciantes, es de deducirse que eran éstos los que estaban en condiciones o ya realizaban operaciones comerciales más allá de los límites de la entidad. Sin embargo, al parecer, las autoridades constitucionalistas imponían la norma pero eran los primeros en violarla. Al menos así lo deja ver la valiente acusación de un artesano colimense llamado Zenaido Jiménez, en carta enviada al mismo Primer Jefe Venustiano Carranza. En dicha misiva, denunciaba que durante el tiempo que llevaba el general Juan José Ríos al frente del gobierno estatal se había prohibido la salida de productos fuera del Estado, pero que era del dominio público que " el General en combinación con un hijo del celeste imperio o con un español...sacan no digo pequeñas cantidades sino hasta carros por entero de: maíz, frijol y arroz".217 También evidenciaba a la misma esposa del gobernador Ríos, quien en una notificación enviada al periódico estatal El Baluarte -vocero explícito del constitucionalismo-, ella misma aceptó haber vendido la cantidad de 1,170 pieles a un "señor Rubio" para su exportación a Estados Unidos. Este tipo de envío no era el único, pues una casa comisionista de la localidad embarcaba pieles en gran escala, seguramente con la anuencia del gobernador. Además, el denunciante ponía en tela de duda la sinceridad y eficacia de la medida de fijar precios bajos para beneficio de los sectores pobres de la entidad. Ponía al descubierto actos de especulación y corrupción como el practicado por Juan Jacobo Valadés -colaborador cercano del General Ríos-, quien, una vez estableció un precio para el azúcar, compró 10 mil kilos de este producto, pero, al día siguiente de dicha compra, permitieron su venta al precio que éste quería fijarle. Al parecer la revolución significó 217 Carta de Zenaido Jiménez al C. Primer Jefe Venustiano Carranza, mayo 24 de 1916; en Archivo del Centro de Estudios de Historia de México. Condumex S. A. (en adelante Condumex), fondo XXI, carpeta 71, leg. 7805. 190 también una excelente oportunidad para que algunos jefes revolucionarios adquirieran riquezas nada despreciables. En términos generales, Zenaido Jiménez señalaba que la revolución en Colima sólo había llevado sufrimientos a la población, los beneficios sólo los gozaban un reducido círculo de personas ligadas al gobernador por conveniencia o lazos de parentesco. Por el contrario, quienes no figuran como sus cercanos partidarios, lo que recibían eran los motes de reaccionarios, villistas o cualquier clase de insultos. Sin embargo, conviene aclarar que la actitud hostil o de omisión por parte de los comerciantes hacia las autoridades no se presentó como una constante. Por ejemplo, dos de los comerciantes (Daniel Inda y Miguel V. Álvarez) que, en junio de 1915, recibieron el comunicado-amenaza para no vender productos más allá de las fronteras colimenses, prestaron sus servicios al gobierno en calidad de integrantes de la Junta Revisora de Catastro;218 más aún, a principios de 1917, debido a las dificultades que atravesaba el erario estatal, el Secretario de Gobierno entregó una circular a Emilio Brun, Daniel Inda, Andrés Silva, Carlos Schulte, Fernando Martel, Nicasio L. Barreto y Celso García, donde se les solicitaba un préstamo en los términos siguientes: El C. Gobernador y Comandante Militar del Estado en acuerdo de hoy, tuvo a bien disponer a los comerciantes anotados al margen les ruega se sirvan proporcionar al C. Contador de la Tesorería General del Estado (...) las cantidades de alguna consideración que les sea posible, (...), por lo cual se les da anticipadamente las gracias a 218 Sobre el particular, véase pág. 133. 191 nombre del gobierno.219 219 Esta circular se puede consultar en, AHEC, leg. 892, 1916-1917. 192 Estas referencias permiten suponer que la actitud gubernamental hacia los dueños del dinero y las tierras colimenses no fue unilineal. A medida que el gobierno constitucionalista se consolidó al frente de los destinos del Estado y fue encarando las tareas de sostén y conducción de una sociedad inestable política, económica y socialmente, los apoyos de los distintos sectores sociales fueron cada vez más necesarios. Las nuevas autoridades no estaban en condiciones ni pretendían crear un distanciamiento extremo con las clases, tradicionalmente, dominantes en la entidad; sino desplazarlas del poder político central e implementar una serie de reformas que mermaran sus privilegios y ambiciones "desmedidas", pero sin que las bases de su poderío económico fueran socavadas. La presencia de los grandes empresarios, comerciantes y terratenientes, eran vitales para el sostén de la economía estatal, papel que deberían ejercer de acuerdo a las reglas del gobierno revolucionario.220 Objetivo que pudo lograrse en medio de un persistente estira y afloja entre ambas partes. Esta actitud gubernamental hacia los comerciantes se le puede dar seguimiento a partir de un problema ya aludido: el control de precios sobre los productos de primera necesidad. Esta medida fue una constante a lo largo de los tres años de gobierno constitucionalista. Desde agosto de 1914, por disposición de las autoridades estatales y después por las municipales, se prohibió el alza inmoderada sobre estos productos básicos y se fijaron multas para los comerciantes infractores. Al mes siguiente, por 220 La vía para ejercer dicho control fue el establecimiento y aplicación de estrictos ordenamientos legales, los cuales al ser violentados provocaban fuertes multas y arrestos, sin importar grado de riqueza o nacionalidad, como fue el caso del italiano Ángel Gatti, quien fue multado con 2 mil pesos y puesto tras las rejas por haber clausurado su negocio de ropa sin acatar los requisitos previstos por la ley. Información localizada en AHEC, leg. 878, 1915. 193 mandato oficial, se formó una Comisión Inspectora de Comercio encargada de supervisar y controlar los precios de dichos artículos. 221 Dentro de las actividades a desarrollar se incluía la vigilancia sobre las actividades de los comerciantes y atender las quejas que presentaran los consumidores. 221 Esta comisión estuvo integrada por el Lic. Leonardo Arizmendi, Anastasio L. Robles, Javier Pérez Cortez y el Prof. Francisco Z. Pérez. Al respecto, véase, AHEC, leg. 848, 1914. 194 A pesar de la determinación expresada por las autoridades, los oídos de los comerciantes y productores eran poco receptivos a las disposiciones establecidas , por tanto, los llamados y advertencias se repitieron en tonos cada vez mas altos.222 Desafiando la vigilancia, llamados a la moderación y las notificaciones oficiales sobre los precios que deberían regir en el mercado, varios comerciantes, sobre todo los de mayor cuantía, echaron en saco roto las disposiciones gubernamentales: su "ley" siguió imponiéndose. Pero, la situación cambió: a partir de los indicaciones generales giradas en agosto de 1915 por el general Álvaro Obregón, donde llamaba -de manera enérgica- a controlar y moderar los precios de las mercancías. Las autoridades colimenses, por fin, se decidieron a intervenir directamente para fijar los precios a que deberían expenderse los productos en el mercado local. Por este motivo se ejecutaron varias sanciones, como las aplicadas a nueve destacados comerciantes por no respetar los precios fijados para los artículos de consumo básico.223 La pena impuesta consistió en la entrega de 50 mil pesos (a cubrir entre todos) destinados a la adquisición de productos de primera necesidad que se expenderían a bajo costo entre la población humilde. La protesta de los comerciantes afectados no se hizo esperar. Mediante un escrito firmado por los principales comerciantes de la ciudad capital- demandaron, ante el gobernador, la revocación de dicha medidas, arguyendo que los dañaba económica y moralmente. Al mismo tiempo, ponderaban su actitud generosa y de buena voluntad, asumida con antelación, al aceptar con agrado la formación de la "Compañía de Beneficencia de Colima", organismo con sentido social integrado por estos destacados comerciantes. Su formación obedeció a los acuerdos establecidos con las autoridades gubernamentales y en sus mismos estatutos permitía la ingerencia directa del gobernador 222 Aviso de Juan S. Delgado, Presidente Municipal de Colima, a fabricantes, agricultores y comerciantes de la ciudad de Colima, enero 14 de 1915; AHMC, sección "E", Caja 61, exp. 1. 223 En esta lista aparecieron: Manuel V. Álvarez, Andrés Silva, Daniel Inda y Miguel Romero, entre otros. Para mayor información, véase, AHEC., leg. 877, 1915. 195 Juan José Ríos en la toma de sus decisiones internas.224 Esta "Compañía" se instituyó para la venta de productos a bajos precios entre los más pobladores más necesitados.225 No obstante, el gobierno estatal no dio marcha atrás en su decisión, salvo en un caso: Zenaido Saucedo, ya que su giro comercial no se ubicaba en ramo de los productos considerados como de primera necesidad.226 224 Solicitud de Comerciantes de Colima al Gobernador y Comandante Militar del Estado, diciembre 22 de 1915; en AHEC, leg. 877, 1915. 225 La existencia de esta Compañía se originó a partir de un acuerdo entre comerciantes colimenses y un representante del general Álvaro Obregón, como una medida compensatoria ante los perjuicios causados por la arbitraria y desmesurada alza de los precios efectuada por los primeros. La Compañía fue organizada por Miguel V. Álvarez, Francisco Brun, Daniel Inda, Nicasio L. Barreto y Miguel Romero. Funcionó durante meses y su capital alcanzó la cifra de 25 mil pesos. La escritura pública sobre la constitución de este organismo puede consultarse en AHEC, leg. 873, 1915. 226 La lista de los productos de primera necesidad era la siguiente: azúcar, arroz, manteca, café, panocha, 196 maíz, frijol, jabón, manta y percal. 197 La postura oficial no se andaba por las ramas: al comerciante que violentaba las normas estaba expuesto a estrictas sanciones. El castigo impuesto a los principales comerciantes fue categórico y eficaz, pero a la vez aleccionador. El carácter incisivo de estas medidas gubernamentales hizo que los comerciantes estrecharan sus lazos y actuaran unidos en la defensa de sus i ntereses. Era necesario estar prevenido para evitar nuevos contratiempos. Por esto, el 27 de abril de 1916, un día después de ser clausurada la "Compañía de Beneficencia", los acaudalados comerciantes locales crearon la Cámara de Comercio de Colima; teniendo por lideres directivos aquellos que habían sido objeto de las acometidas gubernamentales. La mesa directiva estuvo compuesta Manuel R. Álvarez, Emilio Brun, Nicasio L. Barreto, Alberto Lepe y Miguel V. Álvarez. 227 A partir de este momento, los principales comerciantes colimenses actuaron como sector para hacer sus peticiones o planteamientos. De manera conjunta, formulaban una propuesta de precios y, por conducto de su asociación comercial, se turnaba al Gobierno del Estado, con quien se uniformaban montos y criterios. Resulta muy sugerente el hecho de que, en la documentación de los años 1916 y 1917, existente en el Archivo General del Gobierno del Estado de los años 1916 y 1917, los conflictos entre comerciantes y gobierno, prácticamente, se encuentren ausentes. La actuación de las autoridades se concentró en pedir notificaciones sobre las mercancías que tenían en existencia y los 227 Sobre la constitución de este organismo, véase, Oficio Nº 381 de Carlos L. Rosaldo, Presidente Municipal de Colima al secretario de Gob ierno del Estado, abril 27 de 1916; en AHEC, leg. 879, 1916. 198 precios fijados por los comerciantes, para después establecer, de manera concertada, los precios que deberían regir en el mercado local.228 228 Lista de precios de primera necesidad expedida por el Presidente Municipal, Arcadio de la Vega, noviembre 2 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 66, exp. s/n, 1916. 199 El surgimiento de esta agrupación de comerciantes se presentó como una medida claramente defensiva frente a la audaz política estatal, además no inició sus funciones en tiempos de gran bonanza económica. Los problemas de escasez, limitada circulación de productos y falta de comunicaciones, seguían latentes en la entidad y sus repercusiones se hacían sentir al interior de las casas comerciales. Era evidente que los comerciantes no vivían sus mejores momentos. Los mismos empleados de los comerciantes ubicados en la capital colimense, al hacer su petición ante el gobernador para salir mas temprano de su trabajo, describían la situación prevaleciente en el mercado local, al señalar que su demanda la formulaban "debido a la falta de alumbrado y escasez de mercancías, los establecimientos se encuentran desiertos desde el anochecer".229 La escasez de mercancías estaba muy ligada a las dificultades que experimentaba la circulación monetaria. Escollo que continuamente enfrentaban los comerciantes para poder surtir sus bodegas y anaqueles. La Cámara de Comercio de Colima se abastecía, en lo fundamental, no de centros de abasto nacionales, sino que sus compras las efectuaba en Estados Unidos. Entre sus razones estaba la aún difícil comunicación con la ciudad de México, razón por la cual los bultos de mercancías adquiridos en este lugar llegaban a Colima en un lapso no inferior a los veinte días, contratiempo al que se sumaban las constantes mermas sufridas durante el prolongado trayecto. Por lo anterior, resultaba más cómodo, rápido y seguro adquirirlas en el vecino país del norte. 229 Dicha solicitud se localiza en AHEC, leg. 876, 1915. 200 Las mercancías llegaban vía marítima al puerto de Manzanillo; estos productos a veces enfrentaban tropiezos para su traslado de este puerto a la capital, como sucedió entre finales de 1916 y el mes de enero del año siguiente, donde, producto de la irregularidad monetaria que prevalecía, el Administrador de la Aduana de Manzanillo sólo aceptaba el pago de derechos de importación con moneda metálica, debido a la inconsistencia del papel moneda. El circulante en metálico era algo prácticamente imposible de conseguirse en el Estado. Los intentos por cubrir el importe en dólares o con giros de las propias casas comerciales resultaron inútiles. El problema se agravó de tal manera que los comerciantes colimenses dirigieron sus reclamos ante las autoridades del centro del país.230 A estas alturas, conviene precisar que no se puede hablar de los comerciantes de Colima como un sector uniforme, pues existían diferencias de acuerdo al giro y volumen de su actividad mercantil. Ya en las primeras páginas se señalaba la fuerte presencia que tenía la actividad comercial dentro de la vida económica de la capital; de los cerca de 350 comerciantes registrados en la ciudad de Colima durante 1916, existían mas de 60 negocios comerciales establecidos,231 el resto eran comerciantes ambulantes o con puestos semifijos. Entre negocios fijos tenían como giros básicos el ramo de ropa y abarrotes, actividad donde se concentraba casi la mitad de las casas comerciales existentes.232 En este ramo se encontraban los hombres mas acaudalados, y a la vez, poseedores de considerables intereses en el agro colimense; asimismo, eran los artífices de la Cámara de Comercio, organismo creado para la exclusiva defensa de sus intereses. En contraparte, dentro del conglomerado de negocios, existían otro tipo de comerciantes que, si bien dedicados al mismo rubro de los abarrotes, tenían 230 Esta correspondencia se encuentra en, AHEC, leg. 892, l9l6-l9l7. 231 También operaban 16 hoteles y mesones; algunos propiedad de conocidos comerciantes o familiares cercanos a éstos. véase listado en AHEC., leg 892, 1916-1917. 232 Véase, lista de comerciantes establecidos en la Ciudad de Colima, en AHEC, leg 881, 1916. 201 características distintas con los promotores de la Cámara de Comercio. Estos poseían capitales de menor cuantía, sus estantes no estaban repletos y carecían de empleados, ya que ellos mismos o su familia estaban colocados detrás del mostrador. Este segundo tipo de comerciantes no formaban parte de esta agrupación comercial, por el contrario, fueron objeto de hostilidades de parte de los integrantes de dicho organismo. Una muestra de esta actitud se expresó cuando, tras el decreto del 4 de septiembre de 1915, el Gobernador y Comandante Militar Eduardo Ruiz notificó que continuaba vigente la ley relativa al descanso dominical obligatorio para todos los trabajadores del Estado, establecida mediante decreto del Congreso Local en marzo de 1914, contrariamente a lo pensado y practicado por algunos comerciantes con empleados a su servicio. Junto a la notificación se establecía que, en caso de infringirse, se sufrirían las penas señaladas en el mismo decreto, consistente en un monto de 10 a 500 pesos de multa, duplicables en caso de reincidencia.233 El descanso dominical obligaba a que las cortinas y puertas de los e stablecimientos mayores permanecieran cerradas. Pero, tras esta disposición, los grandes comerciantes quisieron obligar a los pequeños comerciantes para que, de igual manera, cerraran sus negocios los domingos. Los integrantes de la Cámara de Comercio estaban obligados a hacerlo, pues la mayoría tenían trabajadores detrás de sus mostradores, pero los comerciantes en pequeño no contaban con empleados, por tanto, la medida de cierre no podía ser extensiva a ellos. Al pretender que los comerciantes menores cerraran, los integrantes de la Cámara de Comercio actuaban en la "natural" defensa de sus intereses; pues los domingos, los comerciantes en pequeño operaban sin competencia alguna. Máxime que, regularmente, esos días eran cuando los pobladores de las rancherías y comunidades rurales concurrían a la ciudad de Colima para abastecerse de alimentos. Para desgracia de la Cámara de 233 Hoja suelta de la Cámara de Comercio de Colima, en AHMC, Sección "E", Caja 62, exp. s/n, 1916. 202 Comercio, su tentativa no prosperó.234 C) HACENDADOS E INDUSTRIALES ANTE LOS OJOS CONSTITUCIONALISTAS Desde 1913, el clima social en Colima presentó evidentes signos de alteración, afectando el comportamiento y accionar de hombres, empresas e instituciones. En el caso particular de las empresas colimenses, los estragos pronto se volvieron evidentes, expresándose en una disminución significativa de sus operaciones productivas y comerciales. 234 Véase, Carta de comerciantes al Gobernador del Estado, AHEC, leg. 892, 1916-1917. 203 Sin embargo, los efectos fueron un tanto diferentes entre las diversas actividades económicas existentes en Colima. Sobre este particular, Stephen H. Haber, señala: "la crisis comercial de 1914-1916, así como los problemas de la ocupación armada y los préstamos forzosos, provocaron una declinación de la actividad industrial. Aunque el efecto fue mayor para los productores de bienes intermedios que para los productores de bienes de consumo".235 Afirmación corroborada en el caso colimense, pues el grueso de los giros económicos ligados al agro colimote, en términos generales, siguieron funcionando con cierta regularidad. No así establecimientos que requerían de materias primas para operar. A fines de 1913, se presentó un caso ilustrativo cuando Eric Gens, propietario y gerente de la Compañía Hidroeléctrica Occidental S. A., envió una notificación al Gobernador del Estado donde hizo un recuento de la problemática que afectaba el funcionamiento de su empresa. Las razones aludidas fueron: la falta de moneda fraccionaria, las dificultades para conseguir dinamita y pólvora, falta de operarios debido a que la mayoría se dedicaba a labores agrícolas, otros se escondían por miedo a ser consignados al servicio de las armas, y había quienes se habían sumado a la revuelta 235 Stephen H. Haber, "La Revolución y la industria manufacturera mexicana, 1910-1925", en Enrique Cárdenas (Comp.), Historia Económica de México. Lecturas, México, Trimestre Económico, FCE, 1992, p. 432. 204 armada.236 Este panorama condujo, irremediablemente, a que la compañía disminuyera su ritmo de trabajo, y, para abril del año siguiente, suspendió totalmente sus actividades.237 El ejemplo anterior no debe considerarse un denominador común o de índole genérico sobre la situación dominante en la economía colimense, sino un hecho indicativo que ilustra situación en que se encontraban algunos de los productores y comerciantes de la entidad. Además, es pertinente aclarar que la empresa mencionada no figuraba entre las principales de la entidad; este lugar era ocupado por las fábricas de hilados y tejidos de Luis Brizuela y Carlos Schulte, así como por las haciendas productoras de azúcar y aguardiente propiedad de Arnoldo Vogel y Vergara Rangel y Cía. 236 237 Véase, Carta de Eric Gens al Gobernador del Estado, diciembre 18 de 1913; en AHEC, leg. 838, 1913. Esta notificación de cierre se encuentra en AHEC, leg. 854, 1914. 205 Ante las irregularidades que enfrentó la actividad agrícola e industrial, los propietarios recurrieron a la tan llevada y traída petición de rebaja en sus impuestos sobre los ramos de ventas y predial. Las peticiones eran recurrentes; en éstas se apoyaban pequeños propietarios y prominentes hacendados como los dueños de la mencionada Compañía Hacienda de Quesería y Anexas. Varios de los peticionarios no recibieron la respuesta que anhelaban.238 Las dificultades eran múltiples y no todos los industriales estuvieron dispuestos a enfrentar los nuevos tiempos que se presentaban en la economía colimense. Por esa razón, al padecer una situación similar a la Compañía Hidroeléctrica, José A. Rico, dueño de la fábrica de almidón La Aurora, pese a la exención de impuestos autorizada por diez años para la puesta en operación de su negociación desde noviembre de 1911, cerró las puertas de su factoría y emprendió el regreso a Guadalajara, su tierra natal, buscando nuevos y mejores aires para sus negocios.239 238 239 Véase, Informe del Director de Rentas, noviembre 6 de 1916; en AHEC, leg. 887, 1916. Dictamen de la Comisión de Hacienda del Congreso del Estado, noviembre 20 de 1911; en APLEC, Dictámenes de las Comisiones. Legislatura XVIII (1909-1912), caja 12, p. 639-643. 206 Similares dificultades padecieron las negociaciones agroindustriales más importantes que funcionaban en Colima. Las haciendas de Nogueras, Quesería y San Antonio, enfrentaron la carencia de sacos (de yute e ixtle) y hoja de lata para empacar o envasar sus productos y poderlos sacar al mercado. Debido a la imposibilidad de obtenerlos del mercado nacional, solicitaron a las autoridades, la exención de los derechos de importación de tales artículos, dicha petición obtuvo una respuesta positiva 240. Una situación parecida enfrentó la fábrica de cigarros La Vencedora, debido a que el papel para la elaboración de sus productos se obtenía del extranjero a altos precios y ello afectaba sus volúmenes de ventas hasta en un 50%, por esa razón solicitaron reducción en el pago de impuestos.241 Asimismo, las autoridades se mostraron receptivas ante la anormal situación económica que se vivía y las repercusiones sufridas entre los productores de la entidad. Pese a las estrictas medidas para mantener estables los precios, debido al alza del azúcar en otras partes del país, los propietarios de la Hacienda de Nogueras solicitaron autorización para hacer lo mismo. Al igual que en los casos anteriores, la respuesta fue favorable.242 Casos como éstos, los aprovecharon funcionarios y políticos constitucionalistas para hacer sus negocios particulares: en vísperas de autorizar el aumento, compraron productos para luego venderlos después de decretar ellos mismos al alza de su precio. Así ganaban, el productor, el comerciante y, de paso, el funcionario. Pero no todo fue miel y dulzura para los sectores económicos hegemónicos de la entidad, también pasaron tragos amargos. Durante los años constitucionalistas, las afectaciones más significativas ocurridas en las propiedades e intereses de industriales y hacendados se concentraron en la ya aludida contribución extraordinaria y el nuevo 240 Esta solicitud se encuentra localizada en AHEC, leg. 871, 1915. 241 Solicitud del propietario de la Fábrica de Cigarros La Vencedora al H. Ayuntamiento de Colima, en AHMC, sección "E", Caja 66, exp. s/n, 1916. 242 Carta del Sr. Francisco Rangel al Gobernador del Estado, en AHEC, leg. 877, 1915. 207 impuesto catastral, la regulación del arrendamiento, el establecimiento de un salario mínimo para jornaleros, la pérdida del control absoluto que ejercían sobre las aguas estatales y las limitadas afectaciones sufridas por la puesta en marcha de la ley agraria de l915. Además, sus propiedades sufrieron daños por las depredaciones cometidas por las fuerzas constitucionalistas durante los primeros meses de su llegada a Colima, así como por la incursión de los bandoleros y gavillas villistas que asolaron buena parte de la geografía estatal. Particularmente, toda la entidad padeció incontables abusos y desmanes de parte de soldados -fundamentalmente de origen yaqui- y oficiales, integrantes del Ejército del Noroeste.243 Para muestra de lo anterior, con un sólo botón basta: en el informe de novedades turnado por el inspector de policía al gobernador del Estado el día 25 de febrero de 1915, entre los incidentes ocurridos en la ciudad capital durante la noche anterior, destacaron: un asesinato, un robo y dos actos de lesiones, todos perpetrados por soldados constitucionalistas.244 Este tipo de acciones, dañaron a todas la capas de la sociedad. En el caso de los propietarios agrícolas de la entidad, varios de ellos padecieron el saqueo de pastura, maíz y ganado existente en sus fincas y haciendas. A partir de 1914, las quejas ante el 243 Una parte de las referencias sobre los desmanes cometidos por la soldados constitucionalista en 1915 pueden localizarse en AHEC, legs. 877 y 879. 244 Informe de David Dueñas, Inspector de Policía de la ciudad de Colima, al Gobernador del Estado, febrero 23 de 1915; en AHEC, leg 877, hoja suelta, 1915. 208 gobernador se convirtieron en una constante. En la larga lista de afectados figuraron: la Sociedad Uribe, Valencia Hermanos y Cía., Higinio Álvarez, Adolfo Stoll, Rosendo R. Rivera, Ignacio Michel, entre muchos otros.245 245 Las quejas de los propieta rios mencionados turnadas ante el Gobernador Gral. Juan José Ríos, se localizan en AHEC, legs. 878 (1915) y 879 (1916). 209 Ante la dimensión que alcanzaron estas prácticas, no sólo en Colima sino a nivel nacional, el Secretario de Guerra y Marina prohibió a todos los oficiales de tropa: "incautarse los animales y herramientas agrícolas, las semillas destinadas a los cultivos o al sostenimiento del peonaje y los propietarios, y de permitir que las caballadas del ejército penetren en campos sembrados, o consuman pasturas que no sean adquiridas legítimamente y previo convenio de compra con los propietarios respectivos"246. Sin embargo, pese a las amenazas de castigo, el coronel José María Buenrostro, Comandante Militar de la plaza de Colima, continuó haciendo de las suyas.247 Ante este proceder, la animadversión de los colimenses no podía estar ausente. Más aún cuando, junto a estos procedimientos arbitrarios, se impuso, por decreto, todo un cuerpo de medidas restrictivas y coercitivas, a nombre de una revolución, extraña y no demandada en estas tierras. Dicha situación condujo a que algunos propietarios, aprovechando las lengüetadas de la llama villista en occidente, tomaran las armas para intentar derrocar a los constitucionalistas del poder estatal. En estas acciones se involucraron Fidel y Rafael Gómez, padre e hijo miembros de los sectores acomodados de la entidad, dueños de vastas propiedades agrícolas, las cuales padecieron la incautación y los desmanes oficiales. Otro de los hombres adinerados que enfrentó con las armas en la mano al gobierno y militares constitucionalistas fue Higinio Álvarez, destacado hacendado colimense y político de magnitud considerable, quien, al igual que los anteriores, padeció importantes saqueos e intervenciones en sus propiedades.248 Sin embargo, este tipo de conductas fueron un tanto marginales. El grueso de los 246 Circular Nº 49124 del Secretario de Guerra y Marina al Comandante Militar del Ejército Constitucionalista en la plaza de Colima, mayo 19 de 1916, en AHEC, leg. 886, 1916. 247 Véase, Carta de Francisco Gutiérrez al Gobernador y Comandante Militar del Estado, agosto 23 de 1916, en AHEC, leg. 886, hoja suelta, 1915. 248 La participación de los hacendados y propietarios colimenses en acciones armadas contra el gobierno constitucionalista se abordará en el siguiente capítulo. 210 hacendados y propietarios buscó cobijo -con resignación más que con pleno convencimiento- bajo el nuevo orden gubernamental. Muchas de las peticiones de ayuda formuladas por los hacendados se dieron entre 1915 y 1917, cuando las zonas más apartadas padecieron el constante ataque y hostigamiento de bandoleros y rebeldes villistas. Las solicitudes de ayuda de los propietarios agrícolas residentes en la zona serrana del Estado llenaban por montones el escritorio del Gobernador y Secretario de Gobierno, las cuales no siempre se atendieron con prontitud y eficacia. Los villistas sublevados reclutaban hombres, recogían maíz, caballos y ganado, a la vez que imponían "prestamos de guerra". Como un claro ejemplo destacaron las acciones realizadas por Antonio L. Arredondo, autoproclamado jefe de las fuerzas villistas en El Mamey, quien ocupó la hacienda "El Cacao", tomó sus productos e impuso a sus dueños un préstamo de mil pesos.249 Según denuncias de los hacendados, el influjo de estas fuerzas era doble: por una parte, afectaban siembras y ganado, y por otra, no permitían efectuar nuevos cultivos " por la persecución que hacen a los trabajadores, que o bien se hacen de su banda o se retiran del trabajo".250 Ahora bien, este tipo de amenazas no llegaron a las principales haciendas de la entidad: Nogueras, San Antonio y Quesería, entre otras, las cuales siguieron produciendo sin mayores interrupciones a lo largo de los tres años de presencia constitucionalista en la entidad.251 En términos generales, la actividad agrícola e industrial de mayor peso, así como otros rubros de la vida económica colimense, si bien resultaron alterados por lapsos cortos, no experimentaron descensos significativos en su lógica y tendencias productivas. Si bien, en el plano nacional, salvo algunas excepciones como en el Estado de Morelos, el 249 250 251 Véase, Carta de Justo Pimentel a Carlos Fernández , enero 14 de 1915; en AHEC, leg. 875, 1915. Carta de Ricarda Arciniega al Gobernador del Estado, marzo 16 de 1917; en AHEC, leg. 809, 1917. Distintos reportes sobre el volumen de la producción alcanzado por estas haciendas durante estos años se localizan en AHEC, legs. 819(1912-1914) y 868 (1915). 211 proceso revolucionario no dañó la planta industrial existente y su desarrollo no enfrentó grandes trastornos,252 en el caso de Colima resultó mucho menor. En las grandes haciendas, la producción continuó sorteando el vendaval, del cual sólo llegaban tenues aires. Se padecían las amenazas y ataques de grupos armados pero los enfrentamientos entre ejércitos regulares y a gran escala, prácticamente, no existieron en la entidad. 252 Carlos Martínez Assad, Mario Ramírez Rancaño y Ricardo Pozas Horcasitas, Revolucionarios fueron todos, México, FCE-SEP/80, 1982, p. 34. 212 Además, la desolación no dominó a los productores agrícolas, pues las autoridades gubernamentales siempre estuvieron preocupadas por incrementar la producción en el campo, y como prueba de ello crearon una "Comisión Refaccionaria", destinada a otorgar préstamos a los agricultores para fomentar las labores agrícolas. Estos servicios fueron ofertados entre los pequeños, medianos y los grandes propietarios de la tierra en la entidad. El número de agricultores beneficiados con dicho préstamo alcanzó la cifra de 165, entre los cuales se repartió una cantidad superior a 556 mil pesos.253 Sin embargo, este monto no se distribuyó de manera equitativa entre todos los productores colimenses, los hacendados más prominentes acapararon los mayores montos y el grueso de la cantidad a distribuir. Una muestra evidente de lo anterior, se puso de manifiesto con la queja que envió desde Colima J. N. Pérez -un pequeño productor de la entidad- al director del periódico El Pueblo, publicado en la Ciudad de México. Pérez reprobaba que de la cantidad superior a los 500 mil pesos que la Comisión Refaccionaria disponía para dichos préstamos, casi el 25% se les otorgó a dos personas: Higinio Álvarez y Miguel Álvarez García, quienes recibieron 60 y 50 mil pesos respectivamente.254 Amparaba su condena, por un lado, en el hecho que Higinio Álvarez fue un enemigo 253 Una información más detallada sobre esta “Comisión Refaccionaria”, se pueden consultar en AHEC, leg. 883, 1916. 254 Lista de Agricultores refaccionados por la Comisión Refaccionaria de Colima, s/f, en AHEC, leg. 883, 1916. 213 jurado de la revolución constitucionalista y, por otra parte, porque con lo concedido a estas dos personas se hubiera podido ayudar a 110 personas, ya que la cantidad que solicitaron muchos productores agrícolas fue, mas o menos, de mil pesos, monto que no pudieron conseguir porque el dinero se terminó rápido y en unas cuantas manos.255 En poco tiempo, jurados enemigos del constitucionalismo se convirtieron en sus mayores beneficiarios. Ante las actitudes benevolentes del gobierno estatal, los propietarios agrícolas actuaron con reciprocidad. A tal grado, que las mismas autoridades reconocieron su leal proceder. Esta actitud oficial se puso de manifiesto cuando las alusiones sobre grandes propietarios como el hacendado y exconsul extranjero Arnoldo Vogel, se hacían en los siguientes términos : 255 Carta de J. N. Pérez al Director del Periódico “El Pueblo”, agosto 27 de 1916; en Condumex, fondo XXI, carpeta 93, leg. 10528. 214 Las autoridades actuales en Colima no tienen motivo de queja en su contra, pues el Sr. Vogel, por el contrario, siempre ha estado dispuesto a prestar su ayuda al gobierno para salvar las crisis económicas que ha atravesado el Estado, contribuyendo con unos productos de su hacienda que ha vendido a precios moderados. Además a (sic) procurado ayudar gestionando la rendición de algunos cabecillas.256 Para el gobierno del general Juan José Ríos, ya había quedado en el olvido el cobijo que este hacendado alemán les había dado a los militares huertistas al momento de la ocupación constitucionalista de la entidad. También olvidaron las múltiples gestiones realizadas por ellos mismos ante el gobierno central para su expulsión del país debido a su ingerencia en la política interior mexicana. En esos momentos, lo que importaba era el apoyo económico y político brindado por este personaje al gobierno revolucionario. En esas condiciones: el pasado ... pasado era. 5.- LOS PASOS CONSTITUCIONALISTAS POR AULAS, IGLESIAS, CALLES Y TALLERES A) EDUCACIÓN 256 Véase, Contestación a cuestionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en AHEC, leg. 886, 1916. 215 El impulso educativo en Colima se remonta a la labor desarrollada por Ramón R. de la Vega (en sus facetas de jefe político, presidente de las juntas de instrucción y gobernador del Estado) desde años previos a la etapa porfirista. Para la octava década del siglo XIX, la educación adquirió el rango de obligatoria y se estableció su reglamentación respectiva. A partir de estos años la demanda y captación del sistema educativo colimense sufre un proceso de modificación, expresándose una diversificación y ampliación de la oferta, sobre todo hacia las poblaciones rurales.257 Al finalizar el siglo XIX existían 66 escuelas para atender la educación de la niñez colimense en su instrucción a nivel primaria: 42 escuelas elementales y 2 escuelas superiores; 16 de ellas establecidas en la ciudad capital. De este total de escuelas, 45 las administraba el estado, una estaba bajo conducción municipal, 13 eran dirigidas por particulares, 4 por el clero y 6 estaban en manos de asociaciones civiles.258 En 1903, al 257 Una muestra de este proceso se manifestó en la modificación porcentual que ocurrió entre la educación urbana y rural. Para 1881 en la capital se concentraba el 67.87% de los educandos; en 1887, su porcentaje era el 43% y para 1892, la cifra se redujo a 35.62%. Lo anterior no implica que la educación en la ciudad capital haya sufrido un descenso (ya que ésta en términos absolutos siguió aumentando), su baja porcentual fue relativa, es decir, en proporción con el resto de la matrícula escolar en la entidad. Estos porcentajes están calculados a parir de la información contenida en: Dhylva L. Castañeda Campos, "La educación pública en Colima (1880-1889)", en José Miguel Romero de Solís (cord.) Los años de crisis de hace cien años. Colima, 1880-1889, Colima, Universidad de Colima-H. Ayuntamiento de Colima, p. 335; Servando Ortoll (comp.), Colima textos de su historia (tomo 2), México, SEP-Instituto Mora, 1988, p. 349. 258 Datos tomados de, J. Figueroa Domenech, Op. cit. p. 71. 216 inicio de la administración estatal de Miguel O. de la Madrid, existían 61 escuelas -de distintos niveles educativos- en la entidad, en las cuales se albergaban 4,985 alumnos.259 Para 1910 el número de escuelas se había incrementado: la educación elemental se impartía en 77 escuelas, de las cuales 54 eran oficiales, 14 de carácter particular y 9 de ellas administradas por el clero. De acuerdo al total de la población existente en el estado de Colima ( 77,704), en 1910 existía una escuela por cada 1,009 habitantes. En este último año, lo que respecta a la población estudiantil que se integraba en estas aulas y el presupuesto destinado en este ramo, el panorama era el siguiente: ESCUELAS 54 escuelas oficiales ALUMNOS COSTO ANUAL 5, 156 alumnos $ 54, 240.00 9 " del clero 1, 018 " 9, 724.00 14 " particulares 418 " 4, 800.00 77 escuelas 6, 592 alumnos $ 68, 764.00 FUENTE: La Educación Contemporánea, órgano de la Dirección General de Educación Pública de Colima, noviembre 1º de 1910, p. 354. Un elemento a destacar en el cuadro anterior es el peso que desempeñaba el clero dentro de la práctica educativa; ocupaba el 11.68% en relación al número de 259 Datos sobre instrucción primaria, secundaria y profesional correspondiente al año de 1903, remitidos a la Secretaría de Fomento, marzo 24 de 1904, en AHEC, leg. 674, 1904. 217 escuelas existentes; atendía al 16.80% de la población estudiantil elemental; y aportaba un 14.14% del costo educativo estatal. Además, era quien gastaba más eficientemente sus recursos en este terreno, pues su monto invertido por alumno alcanzaba un $ 9.55, mientras que el Estado gastaba $ 10.51 y los particulares $ 11.48. El papel desempeñado por el clero en el quehacer educativo contrastaba notablemente con lo establecido en el artículo primero de la Ley de Instrucción Primaria vigente, donde se establecía lo siguiente: "El estado tiene obligación de proporcionar al pueblo la Instrucción Primaria. Esta será obligatoria, gratuita, laica y uniforme ".260 260 J. Figueroa Domenech, Op. cit., p. 355. 218 Esta amalgama de la educación oficial con el clero tenía fuerte ascendencia entre las instituciones educativas colimenses y los mentores mismos, baste mencionar que en años posteriores (1914) Lorenzo Basurto, director de órgano oficial de difusión educativa La Educación Contemporánea, en un discurso durante las conferencias pedagógicas de ese año escolar, una de sus más vehementes alusiones al profesorado fue en el siguiente tenor: "seréis tan grandes como Altamirano que fue maestro, como Rébsamen que fue maestro, como Justo Sierra que fue maestro y como Cristo que fue maestro de maestros".261 Por otro lado, la tarea educativa figuró como una tarea importante dentro del México revolucionario. En lo tocante al caso de Colima, durante los años maderistas, de acuerdo a la Ley de Educación Primaria Normal y Comercial aprobada por la Legislatura Local en mayo de 1912, se establecía la obligatoriedad de la educación primaria elemental consistente en cuatro años escolares, a los cuales deberían asistir niños y niñas de entre 6 y 14 años de edad. Además, se asentaba la obligación para el establecimiento de al menos una escuela en toda población que contara con 500 habitantes o más. Asimismo, era obligatorio que cada negociación industrial, agrícola o fabril de importancia radicada en el 261 La Educación Contemporánea., abril 30 de 1914, p. 50. 219 estado pusiera en funcionamiento una escuela en el lugar donde estaba asentada, para la educación de los hijos de sus trabajadores.262 262 EC, mayo 25 de 1912, p. 171. 220 Otro rasgo característico de estos a ños fue el impulso brindado por el gobierno de J. Trinidad Alamillo a la educación en poblaciones de origen indígena. Esta actitud auspició peticiones de comunidades como Tamala, quienes tramitaron ante el gobernador el establecimiento de un plantel educativo para los 40 niños en edad escolar que existían en la comunidad.263 Estas orientaciones gubernamentales ocasionaron una ampliación de la cobertura educativa por parte de las escuelas elementales que funcionaban en la geografía colimense. Para ese año escolar (1912- 1913) en el Estado de Colima funcionaban 52 escuelas de educación primaria,264 de las cuales 15 se localizaban en la capital del estado.265 La atención a las necesidades en materia educativa siguió figurando como una preocupación de primer orden dentro del quehacer de los revolucionarios constitucionalistas. El breve gobierno encabezado por Eduardo Ruiz se distinguió no sólo por su impulso a la educación para la niñez; también los adultos y, especialmente, los obreros recibieron las exhortaciones oficiales para realizar estudios elementales. Los llamados se formulaban en los siguientes términos: " La matrícula está abierta. Mucha 263 Solicitud de los habitantes de San Miguel de Tamala al Gobernador Constitucional del Estado de Colima, octubre 13 de 1912; en AHEC, leg. 816, 1912. 264 La oscilación en el número de escuelas de un año a otro obedecía al cierre -temporal por lo regular- de algunas escuelas rurales por falta del número requerido de alumnos para su funcionamiento . 265 EC, junio 1 de 1912, p. 179. 221 atención, señores, hay que educarnos para ser verdaderamente libres y dignos ciudadanos de México".266 En el terreno educativo, la gestión del gobernador Juan José Ríos fue muy dinámica: se mejoró la infraestructura escolar, la matrícula se incrementó significativamente, hubo mejoras en los planes de estudio, orientación en la práctica pedagógica y se impulsó el sentido laico de la educación. 266 EP, septiembre 26 de 1914, p. 2. 222 Al momento que el general Ríos ocupó el cargo de gobernador, existían 37 escuelas en la entidad; al finalizar 1915 funcionaban 70, y para 1917, el número se incrementó a 74.267 Esta cifra correspondía a escuelas oficiales. Con respecto a la educación particular -impartida bajo la orientación clerical-, el constitucionalismo estableció como condición para que pudieran seguir funcionando, su apego a los programas oficiales; además, se prohibió que el clero ocupara cargos directivos a su interior. Para 1917, de las 14 escuelas particulares que existían en 1910, sólo funcionaban 3 de ellas. En cuanto a la evolución de la matricula escolar durante los años revolucionarios el panorama es el siguiente: en 1913, el número de alumnos inscritos en las distintas escuelas de la entidad eran 3, 450, presentando una baja muy significativa respecto a las cifras alcanzadas en 1910;268 para 1916, la matrícula escolar se elevó a la cantidad de 7,100 alumnos. Ese mismo año de 1913, el clero atendía a 896 niños, pero durante el predominio constitucionalista la educación impartida por el clero se suprimió. Los datos anteriores muestran que durante el mandato de Ríos las escuelas se diseminaron en la entidad;269 en un par de años, el número de escuelas y la población escolar se incrementaron en alrededor de un 100%, lo que puso de manifiesto la pretensión de Ríos por masificar la educación elemental. Para este propósito, prohibió el trabajo de niños en edad escolar y estableció multas para quienes los empleasen.270 267 Juan José Ríos, Informe que rinde a la XX legislatura local I nforme que rinde a la XX legislatura local en C. General de Brigada ..., Gobernador Provisional y Jefe de las Armas en el Estado, sobre su gestión administrativa en el período preconstitucional, Colima, Imprenta del Gobierno, 1917, p. 38; consultado en AHMC, localización: HC, 614. 268 Los datos de 1913, tanto en escuelas como en alumnos inscritos, cuestionan, al menos cuantitativamente, los logros y reglamentos decretados en materia educativa en 1912 y fechas anteriores. Por ejemplo: los alumnos registrados e n 1913 (3450) eran una cantidad similar a los existentes en 1906 (3400). 269 A los propietarios de haciendas y fincas se les obligó a cumplir con una disposición aplicada desde el gobierno de Alamillo: establecer una escuela en el lugar donde se ubicaban sus negociaciones. Véase, EC, septiembre 18 de 1915, p. 187. 270 EC, septiembre 11 de 1915, p. 187. 223 Para reforzar las actividades educativas se prestó atención a la labor magisterial. Las actividades en las que se involucraron a los maestros fueron: la implementación de cursos, adecuación de planes de estudio y conferencias de capacitación magisterial. Asimismo, brigadas de profesores fueron enviadas a recorrer la geografía colimense a fin de promover la lectura y otorgar información sobre distintos cultivos agrícolas. Otra medida ligada a las necesidades del campesinado fue el proyecto de Escuela-Granja destinada para sus hijos, donde, junto a la enseñanza teórica, se les instruía en actividades agrícolas, pecuarias y avícolas.271 Además, las autoridades educativas de la entidad dieron continuidad a los Congresos Pedagógicos, establecidos desde tiempos porfiristas y contemplados en la ley educativa de 1912. Con estos eventos se buscaba la reordenación y actualización del quehacer educativo. A este evento se le imprimió carácter nacional y la asistencia del profesorado colimense era obligatoria. 271 Mas datos sobre esta medida educativa se encuentran en AHEC, leg 880, 1915. 224 Durante el mandato de Ríos, el combate a la educación católica estuvo encabezada por el Jefe de Educación, Basilio Vadillo. Aspecto sobre el que se ejercía un seguimiento muy minucioso. Por ejemplo, los informes de Vadillo al Presidente Municipal de Colima indicaban que los días martes y viernes se reunían en Catedral algunos niños y niñas de los barrios de esta ciudad capital a recibir la "enseñanza sectarista que dan algunos sacerdotes y mujeres fanáticas de la localidad". En virtud de que tal propaganda estaba prohibida por las leyes establecidas por el gobierno revolucionario, le comunicaba lo anterior para que corroborara lo denunciado y actuara en consecuencia. El Presidente Municipal realizó las investigaciones pertinentes y levantó las infracciones respectivas.272 B) ACCIONES ANTICLERICALES Por otro lado, la acción contra la iglesia no se limitó a separarla de la practica educativa, sino que se extendió a limitar su prédica religiosa y los ingresos económicos que obtenían de su oficio y actividades paralelas. Una de las primeras medidas aplicadas fue suprimir la entrega de tributos y diezmos; además, aquellos que se pagaban 272 Oficio de Basilio Vadillo, Jefe del Departamento de Educación al presidente Municipal, julio 28 1916, en AHMC, Sección "E", Caja 66, exp. s/n, 1916. 225 voluntariamente deberían ser remitidos a las autoridades municipales para destinarse a obras de beneficencia.273 La actitud jacobina del gobierno constitucionalista de Colima chocaba con las prácticas de la iglesia católica. Para estos revolucionarios, el clero era un agente promotor del fanatismo, la ignorancia y opositor a los postulados revolucionarios. Por lo anterior, se buscaron diversas formas para limitar su influencia en la sociedad local y ejercer un control absoluto sobre las actividades que desarrollaban. 273 EC, noviembre 20 de 1915, p. 247. 226 Cualquier ligero indicio de irregularidad o insubordinación de parte de los sacerdotes ocasionó la rápida intervención de las autoridades. Esto puede corroborarse en el oficio que dirigió el Secretario de Gobierno al obispo José Amador Velasco, donde notificó lo siguiente: "el gobernador dispuso que debido a que el cura del pueblo de Guatimotzín no camina de acuerdo con la política desarrollada por el gobierno constitucionalista, se pide su remoción".274 La prudencia de las autoridades clericales al Estado se patentizó con el pronto acatamiento de la petición. Por otro lado, se consideraba que los diezmos y oficios religiosos habían servido para el enriquecimiento sacerdotal, por ello se les exigió a los curas que explicaran el origen de todos sus bienes. Esta acción se sumó a la disposición decretada en julio de 1914, donde se estableció que el clero debería abstenerse de hacer negocios mercantiles y limitarse sólo a los cultos.275 Sobre este particular, la postura de las autoridades constitucionalistas era sumamente clara: las comunidades religiosas estaban impedidas para poseer bienes raíces. Para disfrazar dicha práctica clerical, los sacerdotes colocaban las posesiones a nombre de particulares, simulaban cambios de propietario mediante contratos de compra274 275 Oficio del Secretario de Gobierno al Obispo de Colima José Amador Velasco,; en AHEC, leg. 868, 1915. Esta disposición puede localizarse en AHEC, leg. 866, 1914. 227 venta debidamente legalizados. Las autoridades eran inflexibles con los casos que detectaban y procedían a la rápida anulación de dichos contratos ficticios.276 276 Sobre un caso particular, véase, EC, enero 29 de 1916, pp. 21-22. 228 Las disposiciones contra los clérigos, regularmente, encontraron el rechazo de los pobladores de la entidad. Por ejemplo, los indígenas y vecinos del pueblo de Suchitlán expusieron que por disposición gubernamental se trasladó al clérigo don Pedro Solórzano a la ciudad de Colima; por ese motivo, dejó de ejercer su ministerio en dicho pueblo, en cuya parroquia se había desempeñado desde hacía, aproximadamente, 14 años. Este cura era un anciano octogenario y los indígenas lo consideraban de conducta virtuosa y evangélica, que nunca había procurado explotar a los feligreses y siempre se manifestó dispuesto a socorrer al desvalido. Según versión de los pobladores, jamás se refirió, entre sus pláticas -dentro y fuera de la parroquia-, a los asuntos de tipo político. Por todo ello, suplicaban al gobernador, se concediera permiso para que don Pedro Solórzano, siguiera impartiendo su ministerio en dicha población. Pese a que esta comunidad indígena era bastión de apoyo al constitucionalismo (y seguramente por eso), la respuesta oficial fue negativa.277 Una demanda similar formularon los pobladores de San Miguel de la Unión, quienes solicitaron al gobernador Juan José Ríos su consentimiento para que el Presbítero Cresencio Santoyo volviera al pueblo a desempeñar su ministerio,278 luego de su salida obligada de esa comunidad, por ser considerado persona no grata para las autoridades civiles y militares establecidas en Colima. En asuntos religiosos, la actitud del gobierno revolucionario e ncabezado por Juan José Ríos fue sumamente intransigente. A la jerarquía eclesiástica colimense no le quedó 277 Carta de vecinos de Suchitlán al Gobernador y Comandante Militar del Estado, enero 9 de 1916, en AGGEC, leg. 889, 1916. 278 Solicitud de pobladores de San Miguel de la Unión al Gobernador General y Comandante Militar del Estado de Colima, mayo 31 de 1916; en AGGEC, leg. 879, exp. s/n, 1916. 229 otra que padecer las consecuencias. Las acciones oficiales fueron, desde la prohibición de los repiques de campanas en la ciudad capital, pasando por la incautación de templos para convertirlos en escuelas o bibliotecas, hasta la expulsión del Estado de su máximo representante, el obispo José Amador Velasco, quien siguió el camino ya transitado por varios de sus colegas y colaboradores. Sobre la incautación de templos para convertirlos en edificios públicos, sectores de la sociedad colimense expresaron su sentir ante el gobierno de Juan José Ríos para que se reintegraran en sus usos originales. Tal fue la solicitud presentada por un grupo de ciudadanos encabezados por Porfirio Guzmán y Miguel V. Álvarez, en la cual demandaban la devolución de los templos del Beaterio y La Soledad intervenidos desde meses anteriores. La respuesta oficial fue de rechazo a su solicitud, en virtud de que no eran los conductos adecuados para formular dicha solicitud;279 a quien le correspondía elaborar dicha petición era al obispo de la Diócesis, quien, pese a su silencio, no escapó de la hostilidad constitucionalista. Una muestra que expresa la actitud del gobierno revolucionario se puede encontrar en la actualidad, al visitar el Jardín Juárez localizado en la capital colimense, donde se aprecia el monumento erigido por las autoridades en honor a Don Benito Juárez el 16 de noviembre de 1915, donde en relación a su obra, se plasmó la siguiente leyenda: Perforo con haces de luz la tenebrosidad de los espíritus. Hizo que las conciencias volaran libres de la cadena dogmática. Arranco los vientres femeninos a la prostituida esterilidad de los conventos. Y amartillo la tenaza de la ley sobre el pecho de la corrupción clerical. C) LOS SECTORES URBANOS 279 BM, 26 de febrero de 1916, p. 7. 230 Los sectores obreros colimenses ya contaban con una mínima experiencia organizativa antes del arribo constitucionalista a la entidad. Los orígenes de organización obrera se remontaban a tiempos previos al porfiriato, cuando en 1874 se formó el Circulo de Obreros Colimenses, organización que presentó una existencia muy efímera. Al iniciarse la primera década del siglo XX, funcionaba en la capital la Sociedad Mutualista de Obreros Católicos, al igual que la Sociedad Mutualista Mixta de Artesanos "Unión y Trabajo", escindida de la primera en 1913. Las influencias dominantes al seno de estos gremios provenían de la iglesia católica, así como de los sectores medios de la ciudad. Las actividades centrales que se auspiciaban al interior del gremio eran las procesiones y desfiles públicos, la cooperación entre los integrantes, la caridad y solidaridad pública. Todo ello dentro de un sector laboral dominado, sobre todo, por el trabajo artesanal propagado en una buena cantidad de talleres y oficios familiares, concentrados en la capital y áreas vecinas.280 Con el establecimiento del gobierno constitucionalista a la entidad y sobre todo con la llegada de los propagandistas de la Casa del Obrero Mundial auspiciada por el mismo general Ríos281 y cobijados por el conjunto de las autoridades estatales y municipales, la acción obrera y gremial adquirió otro tintes, pasándose a la petición y, en algunos casos, a la movilización y la lucha; aunque siempre bajo la tutela de los dirigentes constitucionalistas.282 Este apoyo tomaba consistencia con las proclamas esgrimidas por 280 Al respecto, véase el cuadro localizado en las págs. 67-69. 281 En marzo 1915, Juan José Ríos fue comisionado por el General Álvaro Obregón para organizar e instruir militarmente a los poco más de 5 mil obreros de la Casa del Obrero Mundial concentrados en Orizaba, Veracruz. Producto de esta labor, agrupados en los Batallones Rojos e integrados a la 3 ra. Brigada de Infantería al mando del Gral. Ríos, tuvieron una participación destacada en la segunda batalla de Celaya. Después de estos combates, Juan José Ríos, con parte de los Batallones Rojos, se trasladó a Colima, encabezó de nuevo los poderes civiles y militares, con la tarea de iniciar una fuerte campaña contra las partidas rebeldes que operaban en este estado y así tener controladas las vías de comunicación hasta el puerto de Manzanillo, el cual podría servir como base auxiliar de aprovisionamiento, si los zapatistas llegaban a incomunicar al gobierno de Carranza en Veracruz. Al respecto véase, Álvaro Obregón, Ocho mil kilómetros en campaña, México, FCE, 2ª edición, 1973, pp. 289-344. 282 El apoyo de las autoridades militares constitucionalistas -en las regiones bajo su dominio- a los 231 la causa revolucionaría a favor de las capas mayoritarias del campo y la ciudad, así como por la vehemente adhesión de Juan José Ríos a dichas demandas desde años previos al estallido revolucionario, cuando se desempeñó como un entusiasta propagandista de las ideas magonistas. propagandistas de la Casa del Obrero Mundial se respaldaba en el artículo 4º del Pacto celebrado entre el gobierno de Venustiano Carranza y la referida organización obrera, firmado en Veracruz, el 17 de febrero de 1915. Sobre la participación de la clase obrera durante esta etapa de la Revolución, véase, Barry Carr, El movimiento obrero y la política en México, México, 1991, (Colección Problemas de México), pp. 53-79. 232 En Colima, además de proteger a los trabajadores del campo,283 los pobladores del medio urbano también recibieron el cobijo oficial. Por ejemplo, se puso límite a la voracidad de los dueños de casa de alquiler. El ejecutivo estatal legisló sobre la materia para proteger a los inquilinos de las constantes desocupaciones y abusos que padecían. Sin embargo, parece que la medida no alcanzó los propósitos deseados, imponiéndose la malicia y habilidad de los casatenientes.284 Tan evidente es lo anterior que en octubre de 1916 -después del decreto- un grupo de 22 inquilinos de la capital se quejó ante el gobernador por los abusos de los dueños de las fincas urbanas.285 La protección a los sectores más débiles se expresó de muy variadas formas. En tiempos de escasez y ocultamiento de productos básicos se obligó a que los hacendados vendieran maíz a sus peones en precios fijados por el Ejecutivo.286 También se recurrió al 283 284 285 286 Al respecto, véase las páginas 116-127 de es te mismo trabajo. Juan José Ríos, Informe que rinde a la XX legislatura local ...,Op. cit., p. 40. El oficio de queja se encuentra localizado en AHEC, leg. 882, 1916. EC, noviembre 13 de 1915, pp. 242-243 233 gobierno federal a fin de solicitar recursos para abastecer de cereales a la población de extracción humilde.287 287 El general Juan José Ríos, a mediados de 1916, al tiempo que solicitaba ante la Secretaria de Hacienda la cantidad de 500 mil pesos para establecer un Banco Refaccionario en Colima, gestionó otro préstamo por 120 mil pesos con la finalidad de destinarlos a la compra de granos básicos que se ofertarían ante los colimenses más desprotegidos. Oficio del Subsecretario de Hacienda y Crédito Público al General Juan José Ríos, Gobernador y Comandante Militar del Estado de Colima, junio 20 de 1916; en AHEC, leg. 883, 1916. 234 Otra medida trascendente fue el establecimiento de salarios mínimos para jornaleros y peones salineros; asimismo, se reguló el trabajo a destajo.288 El decreto sobre salarios mínimos se debió a disposiciones adoptadas inicialmente por el general Álvaro Obregón sobre los territorios controlados por las fuerzas del Ejercito Constitucionalista,289 lo que a su vez, obedecía a una política de corte nacional. Por su parte, el General Juan José Ríos, mediante decretó emitido el 10 de noviembre de 1915, fijó un salario mínimo para los peones y jornaleros colimenses consistente en $1.50 diario, así como la obligación de patrones de vender maíz a precios accesibles.290 Antes de emitir tal decreto, el Gobernador instruyó a los presidentes municipales para recoger información sobre el monto de salarios recibidos por los peones en sus respectivas jurisdicciones, así también enviaron una estimación sobre el monto que 288 Al respecto véase, EC, noviembre 13 de 1915, pp. 243-244; EC, febrero 5 de 1916, pp. 38-39; EC, mayo 2 de 1917, pp. 77-78. 289 El general Álvaro Obregón -con la autorización de Venustiano Carranza- el 9 de abril de 1915 expidió en Celaya, Gto. un decreto fijando el salario mínimo en 75 centavos, para los estados que estaban bajo su dominio (Guanajuato, Michoacán, Querétaro e Hidalgo), así para los que se fuese controlando el Ejército de Operaciones. Véase, Decreto de Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, mayo 31 de 1915; localizado en AHEC, leg. "Colección Leyes y Decretos", 1915. 290 Véase, Informe de Juan José Ríos al Secretario de Estado y del Despacho de Gobernación, diciembre 3 de 1915; en AHEC, leg. 873, 1915. 235 debería ser el adecuado. Para esta tarea, las autoridades municipales solicitaron el apoyo de la Casa del Obrero Mundial, que, por conducto de su representante Higinio de la Torre, manifestó su amplia disposición a colaborar con el gobierno constitucionalista.291 291 Comunicado a los trabajadores en general de Higinio de la Torre, Comisionado de propaganda por la Casa del Obrero Mundial, noviembre 5 de 1915; en AHMC, sección "E", Caja 61, exp. 6, 1915. 236 El mejoramiento de los sueldos y salarios, así como el respeto a derechos obreros ya establecidos legalmente, no sólo ni fundamentalmente figuraba como preocupación gubernamental, era sobre todo una demanda y necesidad que expresaban diversos sectores de trabajadores colimenses. Por ejemplo, el establecimiento del ya mencionado descanso dominical para los empleados del comercio estuvo precedido de una importante movilización impulsada por el Gremio de Dependientes; mediante mítines y marchas hicieron llegar su petición al gobernador, quien les prometió actuar conforme a sus demandas y deseos. Estos actos estuvieron caracterizados por constantes vivas al gobernador colimense, así como al extinto expresidente Francisco I. Madero y a Venustiano Carranza; quienes llevaban la voz cantante no eran lideres naturales de los empleados del mostrador, sino por personajes ampliamente identificados con el constitucionalismo, entre los cuales destacaban Salvador Alcázar y J. Felipe Valle.292 Otra acción muy parecida la enarboló el Sindicato de Profesores, que dirigió una petición al gobernador del Estado, firmada por 90 integrantes de dicho gremio, demandando un mejoramiento en sus condiciones de vida, para lo cual, presentaron una propuesta sobre el monto del salario que -según su criterio- deberían de percibir. Ante tal petición, se autorizó un 30% de aumento sobre los sueldos que devengaban los mentores inconformes.293 El mejoramiento de los salarios fue una recurrente preocupación gubernamental, especialmente para el sector del magisterio, dada la importante función social que le asignaba la revolución constitucionalista. Es conveniente aclarar que muchos de los aumentos otorgados se dieron en el marco de la crisis y alza de precios que produjo la escasez e irregularidad de la moneda, no solo en Colima sino a nivel nacional. 292 293 EP, septiembre 3 de 1914, p. 1. Solicitud del Sindicato de Profesores del Estado al Gobernador y Comandante Militar del Estado, agosto 23 de 1915; en AGGEC, leg. 879, 1916. 237 Por tanto, el incremento era más bien sobre el salario nominal y no al salario real del trabajador. A partir de la emisión de moneda respaldable e infalsificable, la situación financiera tendió a normalizarse y se redujeron los aumentos decretados; sin embargo, al magisterio no se le disminuyó el sueldo, pues " debe recibir remuneración que le permita vivir con decoro y a salvo de cualquier dificultad económica".294 294 EC, mayo 20 de 1916, p. 109. Similar opinión se encuentra plasmada en este mismo matutino, en diciembre 9 de 1917, p. 277. 238 Sin embargo, todo parece indicar que no toda mejora salarial a los maestros se debió a un acto benevolente del gobierno. Lo anterior se hizo evidente en 1916, a través de la emisión de un nuevo documento dirigido por el mencionado Sindicato de Profesores del Estado a las autoridades estatales respectivas donde demandaban salarios justos en equivalencia a sus responsabilidades académicas. Dicho documento estaba firmado por 88 integrantes de esa agrupación gremial.295 Para el incremento de las demandas sociales de los trabajadores, uno de los factores motivadores fue el apoyo y promoción surgido desde las oficinas gubernamentales, e instrumentada a través de la Casa del Obrero Mundial, en ese momento aliada al oficialismo.296 En el grueso de las gestiones realizadas por los trabajadores colimenses se denota un marcado tutelaje de ambas instituciones, dejándose ver una ausencia de protagonismo real de parte de estos sectores sociales. Una de las acciones más evidentes sobre insurgencia obrera realizada en la capital de Colima fue el movimiento huelguístico efectuado por obreros de la fábrica San Cayetano. Esta acción, ocurrida a principios de septiembre de 1915, fue la primera en su 295 Solicitud del Sindicato de Profesores del Estado al Gobernador del Estado de Colima; en AGGEC, leg. 879, 1916. 296 Para ahondar sobre el tema véase, Héctor Porfirio Ochoa Rodríguez, "Juan José Ríos y la Casa del Obrero Mundial", en Barro Nuevo, Nº 8, Colima, Gobierno del Estado de Colima-H. Ayuntamiento de Colima-INAH enero-marzo de l992, pp. 36-47. 239 tipo ocurrida desde que el constitucionalismo controlaba el poder estatal. Las demandas de los obreros fueron aumento de salario y disminución de la jornada laboral.297 297 Véase, Boletín de la Oficina de Información y Propaganda, septiembre 4 de 1915; en Condumex, fondo XXI, carpeta 51, leg. 5617. 240 No obstante, es conveniente detenerse en otro dato que maneja la fuente consultada: establece una cifra estratosférica de obreros participantes al consignar a 900 huelguistas. Esta cantidad se aleja de toda lógica debido a los cifras que sobre la composición de la fuerza en la ciudad de Colima se manejan en el segundo apartado de este trabajo y a la presencia obrera en particular,298 aún pretendiendo ser benévolo con la fuente al considerar que dentro del concepto "obrero" se incluye a peones o jornaleros agrícolas -de la ciudad y la periferia- que hayan laborado eventualmente, no deja de ser improbable, por una parte, esta fábrica no era de las más importantes de la entidad y aún estas últimas estaban muy lejos de tener la infraestructura y capacidad productiva para contratar ese número de trabajadores;299 y, por otra parte, los tiempos que se vivían no eran de bonanza económica, la restricción de mercados por el conflicto bélico, limitaba los volúmenes de productividad y por ende de trabajadores contratados. Por todo esto, es casi seguro que se trata de una nota exagerada e inexacta. Sin embargo, debe reconocerse que aspiraciones y demandas de tipo similar se propagaron durante parte del gobierno militar del general Juan José Ríos, abarcando sectores de trabajadores muy diversos. Tal es el caso de la veintena de trabajadores manuales (empleados) que laboraban en las diversas escuelas de la municipalidad de Colima, quienes pidieron se les igualasen los sueldos con los percibidos por los peones de la Escuela Modelo. El destinatario de la petición fue el Presidente Municipal de Colima; los trabajadores formulaban esta demanda: "por creerlo de justicia pues el sueldo que actualmente disfrutamos no nos es suficiente para cubrir nuestras necesidades y como las mercancías de primera necesidad cada día están subiendo". Solicitud a la que 298 299 Al respecto véase paginas 61-69 de este mismo trabajo. Un ejemplo de este reza go en su infraestructura productiva quedaba al descubierto con el hecho de que su maquinaría se movía por medio de agua y no de vapor, como ocurría con las industrias que se modernizaron durante el porfirismo. 241 accedieron las autoridades municipales.300 Lo singular de esta petición es que estos trabajadores la enviaron de común acuerdo con el Gobernador del Estado. Las peticiones de aumento y mejora salarial provenían de todo tipo de sectores laborales. Otro caso ejemplificador emanó de los integrantes de la gendarmería encargada de custodiar la capital del Estado, quienes consideraban insuficiente la cantidad de un peso que ganaban diariamente y solicitaron un incremento que les permitiera: 300 Oficio de los empleados de las escuelas del Municipio de Colima dirigida al Presidente Municipal, 4 de mayo de 1916, AHMC, Sección "E", Caja 62, exp. s/n, 1916. 242 al menos cubrir las necesidades más imperiosas de nuestras familias, dada la carestía general que han alcanzado todos los artículos, con especialidad los de primera necesidad, y tomando en consideración que siempre hemos empuñado las armas al igual que los soldados para defender en los momentos preciados, los sagrados principios de la revolución constitucionalista y de la causa del pueblo.301 Las peticiones dirigidas al Presidente Municipal de Colima, Carlos G. Rosaldo, se repetían una a otra; un ejemplo más apareció en la solicitud de las dos docenas de carretoneros de limpieza pública y mejoras materiales, quienes demandaban un aumento en su sueldo diario de $2.00 a $2.50 para capataces y de $1.75 a $2.00 para peones, debido "al alza inmoderada que cada día se está observando, apenas nos alcanza el sueldo dicho para mal comer, privándonos también de otras cosas que son también indispensables para la vida como vestido".302 Esta solicitud, también se resolvió favorablemente. 301 Solicitud de los gendarmes de la ciudad capital al Presidente Municipal, mayo 28 de 1915, en I AHMC, Sección "E", Caja 62, exp. s/n, 1916. 302 Solicitud de los trabajadores de limpieza y mejoras materiales al Presidente Municipal de Colima, febrero 10 de 1916, AHMC, Sección "E", Caja 62, exp. s/n, 1916. 243 Asimismo, nuevamente, el magisterio volvió a figurar en la palestra de la lucha reivindicativa. Un grupo de 63 profesores de las escuelas oficiales de la ciudad de Colima, manifestaron su inconformidad ante la autoridad municipal, quejándose de la falta de los pagos de parte de la Tesorería Municipal en virtud de "encontrarnos exhaustos de recursos para atender a nuestras necesidades personales". Los profesores argumentaban que el pago no se efectuaba, no obstante que por conducto de algunos compañeros de profesión, llegó a su conocimiento que las oficinas municipales han adquirido la suma de dinero metálico suficiente para cubrir dichos sueldos vencidos. Pidieron al Presidente Municipal su intervención para resolver el crítico momento económico por el que atravesaban. El tono plasmado en citado escrito era de un enérgico reclamo, aun más rayaba en una actitud agresiva a ojos de las autoridades.303 Los trabajadores de la educación se distinguieron por levantar de manera constante sus reivindicaciones económicas. Directores y ayudantes -en número de 67- de las escuelas municipales de la ciudad de Colima, tras reiterar su respeto y adhesión -más formal que real- expusieron, ante la administración municipal, que el comercio había elevado considerablemente los precios de los artículos de primera necesidad a tal grado que los sueldos que disfrutaban (de $2.00, $1.62 y $1.20 diarios, según su nombramiento ) no eran suficientes para cubrir sus necesidades. Los empleados del Estado, ya habían recibido mejoras en sus salarios equivalentes a un 20%, desde algunos meses antes; ellos, en cambio, no habían recibido mejoría alguna. Como justificación a su petición, señalaban que la escasez de metálico por el cese intempestivo del papel infalsificable, había desaparecido en gran parte y que el problema económico en el Estado estaba resolviéndose favorablemente. Para ellos, era indiscutible que el sueldo de todo trabajador debería estar en relación con sus gastos indispensables, pues de lo contrario no podría subsistir. Por todo lo anterior, demandaban un aumento en sus haberes diarios en los montos siguientes: Directores de Escuela Superior, $3.00; 303 Véase, Escrito dirigido por los profesores de las escuelas oficiales de la ciudad de Colima al Presidente Municipal de Colima, noviembre 25 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 66, exp. s/n, 1916. 244 ayudantes de Curso Superior y directores de Escuela Elemental, $2.50; y ayudantes de Cursos Elementales $1.80. La respuesta municipal estuvo impregnada de diplomacia, respondiéndoles que cuando se designara el nuevo presupuesto al municipio por parte del Congreso del Estado próximo a constituirse, se les notificaría para su distribución equitativa.304 304 Solicitud de directores y ayudantes de las escuelas municipales de la ciudad de Colima al Presidente del H. Ayuntamiento del Municipio de Colima, abril 23 de 1917; en AHMC, Sección "E", Caja 73, legajo 46, exp. s/n, 1917. 245 Hasta el gremio de peluqueros (en número de 15 integrantes) de la ciudad de Colima expusieron su inconformidad. En su caso, elevaron ante el cabildo la solicitud de exención del impuesto que se fijó a las peluquerías. La cuota fija la consideraban gravosa dadas las circunstancias por las que atravesaba la población. Justificaban la petición en que su trabajo era poco lucrativo, no alcanzándoles para cubrir las necesidades de sus familias. A la vez, reiteraban su molestia por la falta de respuesta de las autoridades.305 También el gremio de peleteros, curtidores, talabarteros y zapateros de la misma ciudad capital se inconformaron por lo contemplado en el decreto establecido el 10 de marzo de 1915, que gravaba la exportación de pieles de res, cerdo, venado y cabra, el cual llevaba por fin proteger la industria peletera ante la escasez de materia prima debido a su venta fuera de la entidad. Dicho decretó establecía que todas las pieles deberían de ser entregadas a la Comandancia Militar a cambio de un recibo, los demandantes consideraron que con esta acción se perjudicaba a la sociedad y a los propios trabajadores, pues eso conducía al cierre de los establecimientos que trabajaban dichas pieles y con ello perderían su empleo quienes trabajan en esos lugares; además se propiciaba la escasez y el consecuente encarecimiento del producto. Por lo anterior, pedían la liberación de la venta de pieles al público para bienestar de la ciudadanía 306. Esta medida restrictiva se implementó por parte del gobierno estatal y era de observancia 305 Solicitud del gremio de peluqueros de la ciudad de Colima al H. Ayuntamiento del Municipio de Colima, abril 24 de 1917, en AHMC, Sección "E", Caja 73, leg. 46, exp. s/n, 1917. Loc Cit. 306 Solicitud de Peleteros, Curtidores, Talabarteros y Zapateros al Gobernados del Estado, abril 1 de 1915; en AHEC, leg. 877, 1915. 246 en toda la geografía de la entidad, pese a las reticencias de algunas autoridades municipales para ponerla en marcha.307 307 Oficio Nº 115 del Presidente Municipal de Coquimatlán al Secretario de Gobierno del Estado de Colima, abril 7 de 1915; en AHEC, leg. 877, 1915. 247 Las peticiones d e la población para mejorar sus ingresos eran tantas y tan variadas que hasta el Presidente Municipal de Villa de Álvarez, Leonardo Yáñez Centeno, desde principios del mandato constitucionalista en la entidad, solicitó al Secretario de Gobierno de Colima el pago oportuno de su sueldo, así como un aumento sobre los 60 pesos que percibía.308 A partir todo lo antes señalado, no cabe duda que las nuevas autoridades constitucionalistas se preocuparon por atender la precaria situación en que se encontraba la clase trabajadora de la entidad. Sin embargo, lo anterior no puede conducir a forjarse la idea que el gobierno de Juan José Ríos generó un paraíso para los gremios y trabajadores colimenses. Sus patrones de conducta se encuadraron dentro de la política que a nivel nacional estableció el mandato del gobierno carrancista. Por tal motivo, no es casual que, una vez que se presentó la ruptura del Presidente Venustiano Carranza con la Casa del Obrero Mundial, las alusiones del gobierno de Ríos sobre el comportamiento de los trabajadores colimenses tomaron el siguiente tono: ”Habiendose observado cierta intemperancia en el lenguaje entre algunos obreros que quieren nulificar a los militares constitucionalistas, se les marcó el alto a fin de evitar conflictos”.309 Para el antiguo colaborador del Partido Liberal Mexicano y de los obreros de Cananea, control y sometimiento eran dos premisas básicas que normaban su actitud para con los gremios, obreros y peones colimenses. 308 Oficio Nº 23 de Leonardo Yáñez Centeno, Presidente Municipal de Colima, al Secretario General de Gobierno de Colima, agosto 3 de 1914; en AHEC, leg. 851, 1914. 309 BM, febrero 3 de 1916, p. 6. 248 Por otro lado, ya que las referencias hechas a estas alturas son las restricciones oficiales sobre distintos actores y expresiones colimenses, es de destacar otra más, no ligada, directamente, con el sector obrero. Un rasgo más de intolerancia ante todo aquello que osara disentir o poner en tela de d uda la labor constitucionalista se patentizó en el trato para con la prensa local. Específicamente, las autoridades revolucionarias manifestaron una serie de reticencias al desempeño periodístico de El Popular, diario estatal cuyo propietario era Salvador Saucedo. Pese a que en agosto de 1914, el vocero y órgano oficial de los constitucionalistas catalogaba a este periódico como un diario constitucionalista (...) escrito por un valiente joven colimense que ha desenmascarado a muchos pícaros chaqueteros.310 Estos elogios se esfumaron un año más tarde, cuando el gobierno de Ríos procedió a la clausura de dicho matutino, acusándolo de ser "parcial (...), ambicioso y de intenciones nada legítimas".311 Aspectos que, para el gobierno estatal, eran intolerables, pues su postura consistía en sólo permitir el funcionamiento de órganos periodísticos completamente fieles a la causa constitucionalista. Cualquier ligero desliz ocasionaba reacciones nada amigables. 310 311 BM, agosto 1º de 1914, p. 3. EC, agosto 21 de 1915, p. 178. 249 IV LOS COLIMENSES ANTE LAS ACCIONES MILITARES. LOS VILLISTAS Y VICENTE ALONSO 1.- EN LAS PROXIMIDADES DEL CALVARIO Como se puede deducir, pese a las proclamas del gobierno militar constitucionalista a favor de la redención social, no es posible considerar que los habitantes de los centros urbanos, pueblos y comunidades colimenses vivieran en un mundo colmado de felicidad. Enfrentaban serias dificultades, entre las que destacaban: el encarecimiento de los productos básicos,312 la aguda crisis ocasionada por la considerable disminución de las actividades económicas, los efectos de una terrible plaga de langosta que por años asoló gran parte de los sembradíos colimenses, así como los abusos y depredaciones efectuadas durante las incursiones realizadas por las tropas constitucionalistas a pueblos y comunidades. Una visión general sobre este último problema puede encontrarse en telegrama del 29 de junio de 1915, enviado por Juan José Ríos, en su calidad de gobernador y comandante 312 En las páginas de la prensa de esos años se podía leer lo siguiente: "La clase pobre se queja amargamente de la carestía de algunos de los efectos en este comercio, pues con valer el carrete de hilo cuarenta centavos y el metro de manta sesenta, se ven en el caso de emplear todo lo que gana en una semana el peón, para poder comprar un cotón y unos calzones de manta ". Tomado de EP marzo 25 de 1914, p. 1. 250 militar de Colima, al general Álvaro Obregón, en el cual transcribió mensaje dirigido a Manuel M. Diéguez, donde consignaba lo siguiente: desde mi llegada a esta entidad, personas notoriamente pobres pertenecientes a las poblaciones agrícolas, se han presentado ante mi quejandose de que los soldados pertenecientes a la división de su mando les recogieron ganado de todas clases. Como muchas de esas personas no cuentan con más elementos para el cultivo de sus campos, juzgo equitativo y de interés público rezarcirlos de esa perdida, para lo cual pido su ayuda en el sentido de que dicte sus respetables órdenes para que sean devueltos todos aquellos semovientes que sin perjuicio de las operaciones militares puedan restituirse a sus dueños o cuando menos que les sea pagado su importe. Creo urgente esta medida porque entre la gente pobre hay un verdadero malestar por ese motivo.313 Las personas que elevaban sus quejas se multiplicaron rápidamente. A fin de calmar su descontento y darles elementos con que se dedicaran al cultivo de sus tierras para evitar una crisis en las cosechas que se avecinaban, Juan José Ríos consideraba necesario indemnizarlas, ya que de ese modo: ganaríamos la opinión general del pueblo agrícola de Colima que si alguna vez ha estado contra nosotros es debido a esas requisiciones de semovientes entre la gente pobre y a la inclemencia con que se les ha tratado, pues el General Murguía al retirarse de esta entidad en unión de 313 Telegrama de Juan José Ríos, Gobernador y Comandante Mi litar de Colima, al General Álvaro Obregón, 29 de junio de 1915, en AHEC, leg. s/n (Documentos Históricos de la Revolución Mexicana, 1910-1913), exp. s/n. 251 la División de Occidente se llevó consigo por medio de una injustificada leva a todos los habitantes del pueblo de Guatimotzín que suman más de ciento cincuenta individuos, de los cuales la mayor parte han regresado a sus hogares.314 314 Loc. cit. 252 Los abusos y atropellos militares se realizaban tanto en el campo como en las ciudades. Pudiera pensarse que en el medio urbano existían menos posibilidades para que los soldados constitucionalistas cometieran sus acostumbrados excesos, pero, ya sea aprovechando las penumbras o a plena luz del día, las familias radicadas en la ciudad de Colima o en Villa de Álvarez padecían esta terrible "plaga", igual de dañina que la de langosta. Para no repetir uno de los tantos casos ocurridos, baste recordar el ya mencionado informe proporcionado por el inspector de policía de Colima al gobernador del Estado cuando éste se encontraba establecido temporalmente en Manzanillo, donde se destacaba que, tan sólo durante el día 22 de febrero, los soldados yaquis habían cometido un asesinato, un robo y dos actos de lesiones.315 Para poner freno a tales desmanes, las autoridades constitucionalistas arrestaron y hasta fusilaron a los militares más sanguinarios y criminales en presencia de los ciudadanos colimenses para recuperar credibilidad social y como castigo ejemplar a ser retomado por el resto de las fuerzas armadas.316 Sin embargo, estas "lecciones" hicieron poca mella en las filas militares, máxime que los mismos jefes practicaban estos excesos. Todavía para mediados de 1916, en la ya aludida denuncia del artesano Zenaido Jiménez dirigida a Venustiano Carranza, refiere este tema de la siguiente manera: " Largo sería enumerar los abusos de los colaboradores del C. Gobernador, tales como F. Ramírez Villarreal y el Comandante Militar Coronel J. M. Buenrostro", para luego agregar que: "con sus malos comportamientos tienen estos Srs. fastidiados a todos los habitantes a quienes por no marchar de acuerdo con su proceder tildan (...) de enemigos y no pierden oportunidad para hostilizarlos".317 Al parecer, en esta materia, los jefes eran una buena escuela para la tropa, muy 315 Informe de David Dueñas, Inspector de Policía de la ciudad de Colima, al Gobernador del Estado, febrero 23 de 1915, en AHEC, leg. 877, hoja suelta, 1915. 316 Sobre este particular, véase los casos señalados en EP, septiembre 2 de 1914, p. 1 y septiembre 3 de 1914, p. 1. 317 Carta de Zenaido Jiménez al C. Primer Jefe Venustiano Carranza, mayo 24 de 1916; en Condumex, fondo XXI, carpeta 71, leg. 7805. 253 especialmente el coronel Buenrostro quien, durante a lo largo de todo el mandato constitucionalista, se distinguió por su saña desmedida y sus acciones de rapiña. Los llamados -hipócritas o sinceros- del Secretario de Guerra encontraron oídos sordos entre muchos de los constitucionalistas asentados en Colima. Los abusos y depredaciones se propagaron hacia todos los estratos de la sociedad colimense. Como ya se apuntó en líneas anteriores, los hacendados y propietarios agrícolas fueron una de las víctimas favoritas; dinero, bienes y mercancías salían de sus fincas y establecimientos para abastecer al ejército constitucionalista, así como los bolsillos y apetitos de riqueza de sus jefes militares. La lista de afectados es larga, ya que pocos escaparon a los excesos militares, algunos de los nombres ya manejados son la Sociedad Uribe, Valencia Hermanos y Compañía, Luis Brizuela, Higinio Álvarez, Adolfo Stoll, Rosendo R. Rivera, Ignacio Michel, y muchos otros más. Conviene destacar que las afectaciones a particulares también tocaron los intereses de ciudadanos extranjeros e incluso representantes diplomáticos de otros países como sería el caso de los daños en propiedades y ganado que sufrió el Sr. Mac Neill, cónsul británico en Manzanillo. Estas acciones de los militares constitucionalistas generaron muchos dolores de cabezas para Venustiano Carranza y airadas rabietas del general Juan José Ríos por la reacción de los representantes de las potencias extranjeras.318 Los abusos no sólo se practicaban por los jefes, eran norma de comportamiento común entre el conjunto de este cuerpo militar. Todo aquél que formaba parte del ejército constitucionalista se sentía con derecho para hacer lo que se le pegara la gana. Las denuncias seguían llegando de todas partes: haciendas, comercios, comunidades o casas habitación. Por ejemplo, una mujer viuda de Villa de Álvarez denunció la ocupación violenta de su domicilio, por parte de tres individuos que se identificaron como carrancistas y, bajo el pretexto de que en ese lugar se escondían pertenencias villistas, revisaron la casa 318 Sobre este particular, véase, Correspondencia entre el Sr. R. De Le Hasbranet, Comandante del U. S. S. Yortoun y el Gobernador y Comandante Militar Juan José Ríos, junio de 1915; en AHEC., leg. "Colección Leyes y Decretos", 1915. 254 llevándose las alhajas y el dinero que encontraron.319 319 Acta levantada por Zeferino López, Presidente Municipal de Villa de Álvarez, diciembre 19 de 1915; en AHMC, Sección "E", Caja 71, leg. s/n, 1916. 255 Los militares no tenían límite en sus desmanes y desacato a todo orden: robos, hostigamientos a las mujeres de la localidad,320 atropellos en cantinas y comercios, ataques a vecinos sin motivo alguno 321 y asesinatos en plena calle, eran práctica cotidiana de los militares. Incluso, incurrieron en acciones insólitas y absurdas como el bañarse en los tanques de agua potable que abastecían a la ciudad capital.322 Otro ejemplo más del abuso militar constitucionalista lo puso al descubierto la autoridad del poblado de Guatimotzín. Ante la petición de la jefatura estatal para recoger en este lugar la caballada de avance y del ejercito constitucionalista para la organización de la acordada en el referido pueblo, la captura alcanzó tales dimensiones que el 320 Por ejemplo, el 21 de octubre de 1914, dos militares constitucionalis tas (un teniente y un capitán) escandalizaron en la cantina de N. Espinoza, ubicada en la ciudad capital, pretendiendo por la fuerza a dos meseras del lugar. Ante la negativa y resistencia de dichas mujeres, les arrojaron cerveza en el rostro. Informe de Pedro Virgen, Jefe de las Comisiones, al Inspector de Policía de la ciudad de Colima, octubre 22 de 1914; en AHMC, Sección "E", Caja 58, exp. s/n, 1914. 321 Un ejemplo de los ataques injustificados practicados por los soldados yaquis establecidos en Colima s obre la población civil, en este caso contra el comerciante Valentín Preciado, se encuentra en el Reporte de la Inspección de Policía del Municipio de Colima, enero 12 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 71, exp. s/n, 1916. 322 Oficio de Francisco Ramírez Villarreal, Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar al Presidente Municipal de Colima, julio 28 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 62, exp. s/n, 1916. 256 mandatario municipal dirigió una solicitud formal al Gobernador y Comandante Militar del Estado donde solicitaba la devolución de las bestias recogidas por militares y pertenecientes a diversas personas de este municipio.323 323 Oficio del Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar al Presidente Municipal, junio 8 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 64, exp. s/n, 1916. 257 A tal extremo se propaló la fama de los abusos de los militares que las autoridades gubernamentales circularon, masivamente, entre la población un aviso prohibiendo el uso de uniformes militares por parte de "paisanos" y del resto de la población civil, so pena de hacerse merecedor de severos castigos en caso de infringir dicha disposición. El objetivo de la medida era evitar e identificar los abusos practicados por sus tropas , así como impedir la usurpación de funciones propias de los militares o la práctica de delitos escudandose en el uniforme de tropa para garantizar su impunidad.324 Como dice el refrán popular: cría fama y acuéstate a dormir. Pero los saqueos y abusos eran casi incontrolables, todo grupo o individuo armado, escudado bajo la protección constitucionalista, se sentía dueño de la situación. Hasta los indígenas de San José del Carmen, del vecino municipio de Zapotitlán, Jalisco, una vez armados por el gobernador colimense Juan José Ríos, asesinaron a varias personas, robaron ganado y semillas en perjuicio de p equeños propietarios, así también, desterraron a muchos individuos por el hecho de ser "blancos". Todo ello, amparándose en su etiqueta de carrancistas.325 Los desmanes alcanzaban tal profusión que El Radical, uno de los periódicos constitucionalistas editados en Colima, dentro de su álgida campaña de denuncia contra los "personajes" nocivos integrantes del gabinete del gobernador Ríos, dentro de sus páginas expresaba: "el constitucionalismo no ha triunfado en el Estado; la revolución esta siendo falseada y el despotismo militar y la tiranía caciquista siguen entronizados, los viejos empleados del porfirismo y el huertismo continúan en sus puestos con sus combinaciones y sus malos tratamientos para el pueblo".326 324 Aviso del Secretario General de Gobierno y de la Comandancia Militar, Francisco Ramírez Villareal, mayo 17 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 68, exp. s/n. 325 Véase, Informe del Presidente Municipal de Zapoltitic, Jalisco al Gobernador del Estado de Colima, julio 6 de 1916; en AHEC, leg. 883, hojas sueltas, 1916. 326 Tomado de BM, marzo 28 de 1916, p. 6. 258 Pero, a este propósito, conviene precisar que, por el tono de su discurso, este órgano pudiera representar un grupo de presión interno dentro del mismo bando revolucionario, ya que durante este tiempo (principios de 1916) se escenificaba una dura polémica contra El Baluarte, el otro informativo constitucionalista; pero aún así, este tipo de aseveraciones no dejan de ser indicativas. De frente a todo este proceder de los contingentes militares del constitucionalismo, la animadversión de los colimenses no podía estar ausente. Máxime cuando, junto a estos procedimientos arbitrarios, se imponía por decreto, todo un cuerpo de medidas, a nombre de una inusitada revolución no demandada en estas tierras, bajo la conducción de personajes extraños y ajenos a la vida local. La reacción local ante la actitud de los gobernantes y militares constitucionalistas llevaba a exclamaciones como la de María Felicitas Gutiérrez, quien sostenía: "la desesperación, y la rabia y todo lo malo que tenemos dentro de nosotros, estalla en una explosión de coraje y de impotencia y sentimos de ser enemigos de quien dicta las leyes y tales disposiciones es lo único que podemos hacer y nos hacemos zapatistas, villistas o salteadores, como se nos quiera llamar, pero enemigos de quienes hacen esas leyes que van tan en desacuerdo con los principios de la justicia y la equidad".327 Esta irrefrenable avalancha de agresiones contra la población rural mexicana generó no sólo la imposibilidad de que los bandos revolucionarios adquirieran aceptación social sino que, en muchos casos, tuvo un peso significativo para el surgimiento, reforzamiento y apoyo de grupos rebeldes o bandoleros. En tal caso se encuentra el cobijo y la suma de adeptos recibidos por los villistas en territorio colimense. Los invasión y abusos cometidos por soldados constitucionalistas, irrumpiendo y trastocando la vida de múltiples comunidades y hogares colimenses, alimentaron un fuerte resentimiento 327 que, en algunos casos nutrió levantamientos armados que Oficio Nº 719 de J. Felipe Valle, gobernador de Colima, a los diputados secretarios del H. Congreso del Estado, abril 16 de 1918; en APLEC, Libro de Actas de la XX Legislatura, Caja 123 bis 2, p. 978. 259 dificultaronenormemente las tentativas de pacificación del gobierno encabezado por Venustiano Carranza. Este fenómeno se reprodujo no solo en tierras colimenses, sino en gran parte del territorio nacional.328 2.- ZACUALPAN Y EL INDIO ALONSO Por el caso particular que motiva este trabajo, conviene fijar la atención en la comunidad indígena de Zacualpan, ubicada en el municipio de Comala. Zacualpan es el punto geográfico de donde era oriundo el Indio Alonso, uno de los villistas más prominentes 328 Un ejemplo de estas prácticas de los militares constitucionalistas la muestra Friedrich Katz, al recoger la descripción de un terrateniente inglés secuestrado por un grupo de bandoleros en Guanajuato, quien consigna: Durante mi estancia con los bandidos procuré enterarme de sus motivos para levantarse en armas(...)al parecer habían sido orillados por las acciones del gobierno(...)Las tropas fueron allí [ a sus pueblos] y empezaron a robar animales, bienes muebles y demás pertenencias; a los dueños que se resistían se les tildaba de bandidos, se incendiaban sus casas, se les robaba todo y muchos era asesinados(...)Los que sobrevivieron se fueron a las montañas, consiguieron un rifle e hicieron lo que pudieron por defender lo poco que les quedaba por defender. sus vidas. Cuando finalmente se reunieron en una banda y se hicieron demasiado fuertes para el gobierno, se les ofreció un armisticio. Unos cuantos aceptaron, fueron desarmados y fusilados(...)no pueden rendirse porque el gobierno los mata ; en Friedrich Katz, La guerra secreta...Op. cit., tomo 1, pp. 367-368. 260 que existieron en la entidad. Este poblado era uno de los asentamientos indígenas más importantes de Colima. Al iniciar el siglo actual, su población sumaba varios cientos de habitantes, sin embargo, era inferior a la concentrada en otras comunidades indígenas como Suchitlán, y muy cercana a la existente en Ixtlahuacán, otra de las comunidades indígenas más destacadas de la entidad. Al iniciarse la segunda década del siglo XX, Zacualpan, a diferencia de Suchitlán o Ixtlahuacán, conservaba la posesión sobre sus tierras y el tradicional sistema de explotación comunal. Zacualapan, situada al pie de una montaña rica en elementos naturales y bendecida por las aguas del Río Armería, aparentemente, debería contar con un buen nivel de bienestar. Sin embargo, esta comunidad indígena explotaba sus recursos naturales de manera rudimentaria y orientada, centralmente, a la subsistencia. Además, pese a contar con tierras comunales por casi 10 mil hectáreas, predominaba la superficie de agostadero y cerril, imposible de cultivarse por su topografía accidentada y lo erosionado de los cerros. De la poca tierra factible de ser cultivada, más de la mitad eran terrenos extremadamente pedregosos; por lo tanto, su práctica agrícola se limitaba a la siembra de pequeñas parcelas que difícilmente satisfacían sus necesidades más apremiantes.329 La limitante para el desarrollo de las actividades agrícolas se compensaba, en parte, por otras bondades que la misma geografía le proporcionaba, pues facilitaba la cría 329 Muchos de los señalamientos contenidos en estos párrafos se deducen a partir de revisar el Informe de Victoriano Guzmán, Jefe de Instrucción Pública al Secretario del Gobierno de Colima, marzo 10 de 1910, en AHEC, leg. 605, exp. s/n, 1902. así como en el Expediente de Dotación de Tierras de Zacualpan, localizado en ARAN (Colima), Caja Nº 127/113, exp. 127. 261 de unas cuantas cabezas de ganado, la caza y la extracción de madera. Gracias a lo anterior, cuando terminaba la temporada de siembra, era posible, por un lado, la obtención de productos para el consumo familiar y, por el otro, la comercialización de pieles y carbón en la ciudad de Colima. Sin embargo, lo anterior no fue suficiente para mejorar los niveles de vida de esta antiquísima comunidad indígena. Zacualpan recibió la segunda década del siglo y el proceso revolucionario, formando parte de una de las poblaciones con mayores indices de pobreza y marginación de la entidad. Esta marginación no sólo se expresaba en la falta de apoyos de las autoridades para mejorar sus niveles económicos, sino también para proporcionar servicios básicos, como -por ejemplo- la educación.. Este poblado, a principios de siglo, sólo contaba con una escuela de niños, a pesar de contar con alrededor de 80 niñas en edad escolar. Debido a las carencias en este ramo, los pobladores elevaron peticiones a las autoridades para la creación de la muy necesaria escuela de niñas.330 Tras un año de insistencias y un dictamen favorable del Inspector de Educación, lo más que se logró fue la transformación de la escuela de niños en escuela mixta. Conviene destacar que, en otras poblaciones con similar número de habitantes o alumnos potenciales, contaban con un establecimiento dedicado expresamente a la educación de las niñas, como era el caso de Camotlán de Miraflores, Ixtlahuacán, El Mamey, o el mismo Suchitlán. Pese a que este último lugar, por prolongados lapsos de tiempo quedaba prácticamente desolado, pues al carecer de tierras propias, numerosas familias emigraban, temporalmente, a haciendas o fincas de la zona costera de 330 Véase, Solicitudes de Martín T. Sánchez y Estanislao Toribio, comisarios municipales de Zacualpan, al Secretario de Gobierno del Estado, febrero 20 de 1902 y octubre 1º de 1903, respectivamente; en AHEC, legs. 645 (1902) y 887 (1903). 262 la entidad, a fin de emplearse como asalariados.331 331 Véase, Informe de Victoriano Guzmán, Jefe de Instrucción Pública,...loc. cit. 263 Por otra parte, la riqueza natural ubicada en la zona montañosa que circundaba a la comunidad de Zacualpan, llamó poderosamente la atención de hombres de negocios, lo cual se expresó con el establecimiento de la Colima Lumber Company, empresa norteamericana dedicada a la explotación de los abundantes bosques localizados en Cerro Grande, comprados a los Sres. Cortina de Sayula. Asimismo, el Ing. Leonardo Morril se interesó por el Ojo de Agua situado dentro de los terrenos comunales de Zacualpan. Por ello, en 1909, Morril celebró un ventajoso contrato de arrendamiento con los indígenas de este pueblo, para aprovechar el agua de dicho manantial e instalar en este lugar una planta hidroeléctrica.332 Salvo esta tentativa de penetración propiamente capitalista, Zacualpan era una comunidad aislada y con una vida interior muy cerrada.333 No la circundaban grandes haciendas, ni sus tierras despertaron una gran ambición de los amos del dinero y el poder colimense. La presencia de elementos ajenos a la vida de la comunidad, de entrada, no generaron gran controversia con sus pobladores.334 332 Véase, Oficio del Administrador Principal de Rentas al Secretario de Gobierno del Estado, mayo 17 de 1909; en AHEC, leg. 764, hoja suelta, 1909. 333 334 Rasgos característicos que en la actualidad no se han perdido del todo. Blanca Gutiérrez en su libro Las Caras del Poder. Conflicto y sociedad en Colima, 1893-1950, rescata del AHEC, un juicio de 1913, interpuesto por los indígenas de Zacualpan contra The Colima Lumber Company, 264 Durante la primera década del siglo, el único indicio encontrado sobre protestas de los indígenas de Zacualpan data de 1903 y no se refiere a un asunto de tierras, sino debido a que el Sr. Agustín Cruz Centeno, propietario de El Pedregal, cerró el camino utilizado, desde tiempos inmemoriales, por los habitantes de la zona para cruzar el Río Armería y trasladarse a Comala.335 reclamando la propiedad sobre una porción de terrenos explotados por esta negociación; sin embargo, las leyes locales fallaron en su contra. No se encontraron referencias de inconformidad sobre dicho dictamen o disputas posteriores en torno a las referidas tierras. Véase, Blanca E. Gutiérrez Grageda y Héctor Porfirio Ochoa Rodríguez, Las Caras del Poder ...Op. cit., p. 182. 335 Carta de vecinos del pueblo de Zacualpan al Gobernador del Estado, junio 11 de 1903; en AHEC, leg. 657, hoja suelta, 1903. 265 Pero, es pertinente hacer un alto en la descripción del panorama reinante en esta comunidad, para fijar la atención en la vida del famoso bandolero zacualpense. Vicente Alonso nació en esta pequeña comunidad en el año de 1889. Sus padres fueron Justo Alonso y Maximiana Teodoro, indígenas originarios de este mismo lugar.336 Sus abuelos paternos: Pablo Alonso y María Trinidad; los maternos: José María Teodoro y Leonarda Santos.337 La infancia y adolescencia de Vicente Alonso transcurrieron en medio de la vida habitual de Zacualpan: el desmonte y la siembra rudimentaria, la caza, cría de algunas cabezas de ganado, los paseos y exploraciones al campo y el cuidado de la abuela. Al parecer nunca visitó la escuela de niños establecida en el lugar.338 El jovenzuelo Vicente adquirió un temperamento fuerte, muy dado a las riñas y grescas. Tal actitud condujo, durante 1905 y 1906, a su detención en dos ocasiones, acusado de infligir heridas y lesiones a unos oponentes. Esta actitud le acarreó una no muy buena "fama" entre los 336 Estos datos se obtuvieron de la información matrimonial celebrada entre Vicente Alonso y Aurelia Aranda, enero 20 de 1907: en Archivo Parroquial de la Iglesia de San Francisco de Asís de Villa de Álvarez, Colima (en adelante APVA), libro 99, Informaciones Matrimoniales (1904-1908), Información Matrimonial Nº 139, f. 223. 337 Informe sobre el bautismo de José Justino Alonso (hermano de Vicente Alonso), en APVA, libro 27, bautismos (1883-1887), información bautismal Nº 388, f. 375. 338 Lo anterior se deduce a partir de consultar diversas listas de alumnos de la escuela de niños de Zacualpan, durante los años en que Vicente Alonso tenía entre los 10 y 13 años de edad. 266 pobladores de Zacualpan. Poco después de su segunda detención y tras obtener su respectiva liberación, Vicente Alonso decidió contraer matrimonio a la edad de 17 años. Su esposa fue Aurelia Aranda, una joven indígena de 16 años de edad, también originaria de la comunidad de Zacualpan. Dicho matrimonio se efectuó el 20 de enero de 1907, en la Iglesia de San Francisco de Asís de Villa de Álvarez. 339 Casi tres años después nació su hijo Pedro Alonso. 339 Información Matrimonial Nº 139, en Archivo Parroquial de la Iglesia de San Francisco de Asís.. loc. cit. 267 le permitió dejar atrás las rejas y alcanzar su libertad, sino la fuga de presos ocurrida el 19 de mayo de 1911; ya que, en el marco de las acciones armadas encabezadas por el maderista Eugenio Aviña y efectuadas durante la toma de la capital colimense, los sublevados procedieron a la apertura de la cárcel del lugar, con la consiguiente huida de todos los reclusos. La acción del Indio Alonso contra los capitales de The Colima Lumber Company ha sido tomada, por algunos estudiosos del tema, como un acto de oposición a los intereses norteamericanos que atentaban contra los recursos naturales y terrenos comunales propiedad de los indígenas de Zacualpan. En esta idea, el robo significaba un acto de justicia y venganza. Era un acto simbólico que expresaba el malestar generalizado de los indígenas del lugar. Sin embargo, no existe ningún indicio que permita sumarse a este señalamiento. La revisión y contraste de las declaraciones de los tres autores del robo, así como de la parte acusadora y los testigos, contemplada en el amplio expediente judicial relativo a dicho 268 caso, arroja como resultado que la finalidad de Vicente Alonso se limitaba a la obtención de recursos que le permitieran mejorar su precaria situación económica. Tanta era su carencia de recursos que fue necesario conseguir prestadas las tres carabinas utilizadas durante el asalto. Otro hecho a destacar es el comportamiento de los pobladores de Zacualpan. Varios de los paisanos del Indio Alonso y sus cómplices, se sumaron a la búsqueda de los asaltantes. Además, durante el juicio practicado, declararon en su contra; incluso, Vicente Alonso fue inculpado por algunos de sus propios familiares.342 342 Loc. cit. 269 Al encontrarse libre, Alonso continuó su vida en calidad de prófugo de la justicia estatal. En abril de 1914, ya con el ganado mote de malhechor, se vio envuelto en violentos y trágicos conflictos que sacudieron a Zacualpan, donde hubo dos muertos, Vicente Alonso tuvo mejor suerte y sólo resultó herido. A raíz de esos hechos -sobre los cuales se puntualizará más adelante- fue recluido una vez más en la cárcel de la ciudad de Colima. No obstante, por disposición del Gobernador del Estado, salió libre en julio de 1914, por así "convenir al buen servicio público". Fue comisionado al servicio de las armas y puesto a las órdenes de la Prefectura Política de la localidad,343 sitio donde se desempeñó por no más de dos semanas, ya que el gobierno de Antonio Delgadillo estaba a punto de caer; las fuerzas constitucionalistas se encontraban por tomar Guadalajara y pocos días después repitieron esta operación en Colima (el 20 de julio de 1914). Por laborar este corto tiempo para las autoridades de Colima, la prensa de la época lo catalogó como pistolero a sueldo del gobernador Antonio Delgadillo. Sobre todo El Popular, quien condenó la persecución y hostigamiento de Alonso contra Salvador Saucedo, dueño de este matutino, con la finalidad -según este órgano informativo- de asesinarlo por ordenes expresas del gobernador.344 Resulta muy exagerado este tipo d e señalamientos; parece más existir la intención -por la fecha en que se hacen estas declaraciones- de congratularse con el recién instalado gobierno revolucionario apareciendo ante sus ojos como un periódico satanizado y acosado por las extintas autoridades huertistas. No existe ninguna evidencia -al menos documental- sobre acciones restrictivas u hostiles del gobierno de Delgadillo contra el propietario de este órgano de 343 Véase, Circular del Secretario de Gobierno del Estado de Colima al Juez de lo Criminal, junio 6 de 1914; en AHEC, leg. 854, hoja suelta, 1914. 344 EP, septiembre 12 de 1914, p. 1. 270 prensa, ni hay referencias en dichas páginas informativas que permitan deducir que este periódico cuestionara -aunque sea sutilmente- a dichas autoridades. Lo cierto es que después de la caída del gobierno prohuertista, el Indio Alonso volvió a su zona de refugio: la montaña colindante a su pueblo natal. Sin embargo, pocos meses después -en septiembre de 1914- ya durante el gobierno de Eduardo Ruiz, fue recapturado porque era "autor de varios asesinatos y protegido del exGeneral Delgadillo"345 y puesto tras las rejas de la prisión de Villa de Álvarez. Pero la fortuna siguió acompañándolo, mediante la fuga, evadió la cárcel por tercera ocasión. Nuevamente libre, Vicente Alonso continuó con su forma de vida al margen del nuevo orden legal, práctica a la cual, medianamente, ya estaba acostumbrado. Al tiempo que Alonso entraba y salía de la cárcel, y aparecía unas veces como criminal y otras como defensor del orden, al seno de su pueblo natal, la unidad y armonía vivieron un proceso de aguda ruptura. La vida interna de Zaculapan experimentó una notoria alteración. Al interior de la comunidad se abrieron dos bandos, enfrentados por el control de la Comisaría Municipal del pueblo; así como por el uso de determinadas áreas de sus tierras comunales. El nombramiento del Comisario Municipal no se efectuaba de manera autónoma y democrática, sino mediante designación por el ejecutivo estatal. Por lo cual, las demandas por el cambio de autoridades locales fueron práctica reiterada de una buena parte de los pobladores del lugar. A principios de 1913, un grupo conformado por 61 pobladores de Zacualpan manifestaron su queja al gobernador J. Trinidad Alamillo porque Margarito Santos, encabezando una parte de los vecinos de este pueblo, solicitó al ejecutivo estatal el nombramiento de comisario municipal a favor de Felipe T. Rincón, recibiendo respuesta positiva. Los inconformes no aceptaban dicho nombramiento porque Rincón no vivía en Zacualpan, sino en un punto llamado Paso de la Laguna. Otra de las razones esgrimidas es 345 BM, septiembre 15 de 1914, p. 5. 271 que no sabía leer ni escribir y, además, era propuesto por un grupo minoritario.346 En su lugar propusieron a Eleno S. Aranda; quien sí era del pueblo, y -dicho sea de pasocuñado y delator de Vicente Alonso. 346 Carta de vecinos de Zacualpan al Gobernador del Estado, febrero 20 de 1913; en AHEC, leg. 833, hoja suelta, 1913. 272 En respuesta, el grupo encabezado por Margarito Santos y Félix Teodoro elogió el desempeño de Felipe T. Rincón, el cual, aseguraron, contaba con el apoyo mayoritario. A sus oponentes los catalogaron como "un pequeño grupo de descontentos que no ven más que por su interés particular, sin cuidarse para nada del general del pueblo, se empeñaban en que se cambie de autoridad para poder de esa manera satisfacer sus aspiraciones bastardas".347 Solicitaron la no verificación de tal cambio, pues traería graves perjuicios al pueblo de Zacualpan. Ante la petición de este último grupo, la respuesta formal del gobernador J. Trinidad Alamillo, fue que ratificaría el nombramiento que ya había otorgado. Sin embargo, unos cuantos días después, sorpresivamente, modificó su decisión: destituyó a Felipe T. Rincón y designó como nuevo Comisario Municipal del pueblo de Zacualpan al Sr. Eleno S. Aranda.348 Tras el levantamiento encabezado por el Dr. Miguel Galindo y J. Cruz Campos, y luego de los trágicos sucesos que trajeron aparejados -los cuales ya se abordaron en un apartado anterior- , el gobernador Alamillo salió con destino a la capital de la República; su lugar fue ocupado por el general Miguel Morales. Aprovechando el cambio de autoridades, el grupo opositor a Eleno S. Aranda felicitó al nuevo gobernante, manifestándole su subordinación incondicional. A la vez, pidieron la remoción del comisario municipal en 347 Carta de pobladores de Zaculapan al Gobernador del Estado, marzo 6 de 1913; en AHEC, leg. 837, hoja suelta, 1913. 348 1913. Circular del Secretario de Gobierno al Subprefecto de Comala, marzo 14 de 1913; en AHEC, leg. 837, 273 funciones, acusándolo de no prestar al pueblo ninguna garantía y de usar procedimientos arbitrarios. Propusieron una terna para sustituirlo, de donde se seleccionó a la nueva autoridad.349 Las pugnas ocasionaron que cada bando actuara p or separado y de manera cada vez más confrontada. La disputa no se limitaba a quién imponía al representante del pueblo, sino en cómo se hacía uso de los bienes de la comunidad. Por ello, la polémica adquirió otra tonalidad. La vieja práctica comunal era efectuar una distribución equitativa de las tierras durante la temporada de lluvias, para que todos los pobladores pudieran dedicarse a las labores agrícolas. Labor dirigida, desde hacía años, por Martín T. Sánchez, otro de los cabecillas del grupo de Aranda. Sin embargo, al poseer cada grupo su administrador de las tierras comunales se avivaron las discordias. El cargo de administrador de tierras comunales era distinto al de comisario municipal, quien fungía como el representante de los poderes estatales y municipales al seno de la comunidad. 349 Carta de vecinos de Zacualpan al Gobernador del Estado, abril 12 de 1913; en AHEC, leg. 831, hoja suelta, 1913. 274 Los favorecidos por la decisión del gobernador en relación a la autoridad municipal, aprovecharon su ventaja y rompieron un pacto previo que tenían con sus opositores alrededor de la distribución de las tierras de labranza. El acuerdo consistía en turnarse anualmente uno de los terrenos más fértiles, llamado El Potrero del Cobano. El grupo que lo ocupó en 1912, se negó a entregarlo para el siguiente año de cosechas. Debido a lo anterior, en junio de 1913 -ya por iniciarse la temporada de siembra-, el grupo encabezado por Eleno S. Aranda elevó su queja al gobernador, solicitando su intervención para que les entregaran las tierras a que decían tener derecho, advirtiendo lo factible de un enfrentamiento, de no resolverse dicho problema.350 La Prefectura Política de Comala intentó mediar en el conflicto. Propuso al grupo detentador de esa porción de tierras, ceder la mitad de la superficie al otro grupo. Félix Teodoro y sus seguidores se negaron en virtud de tener ya trabajos emprendidos y advertían que si se les obligaba a hacerlo así por parte de la autoridad, sería entonces motivo de pleito.351 Su proceder lo amparaban en los malos manejos del representante de sus opositores y en la intromisión de las autoridades para no elegir libremente a sus autoridades. Pese al intento de mediación, las posturas de ambos bandos no se movieron 350 Circular del Secretario de Gobierno al Subprefecto Político de Villa de Álvarez, junio 2 de 1913: en AHEC, leg. 838, hoja suelta, 1913. 351 Véase, Carta del Prefecto Político de Villa de Álvarez al Secretario de Gobierno del Estado, junio 13 de 1913; en AHEC, leg. 838, hoja suelta, 1913. 275 ni un ápice. Tanto coraje mutuo no podía conducir sino a lo que los dos grupos ya vislumbraban y hacia donde caminaban presurosos: el enfrentamiento violento. Este tipo de sucesos ocurrieron en abril de 1914. En el marco del enfrentamiento, Félix Teodoro y algunos de sus seguidores atacaron a integrantes o simpatizantes del grupo de Eleno Aranda y Martín T. Sánchez, asesinando a Don Demetrio S. A randa y al propio Martín T. Sánchez, quien en esos momentos desempeñaba el cargo de comisario municipal. También dejaron herido a Vicente Alonso. Para estas fechas Alonso ya contaba con un grupo de seguidores y éstos respondieron la agresión privando de la vida al agresor Félix Teodoro.352 Era tanto el encono contra Vicente Alonso, que el mencionado diario El Popular lo señaló, injustificadamente, como el autor de las muertes de Félix Teodoro y Demetrio S. Aranda.353 No lo responsabilizó del fallecimiento d el Comisario Martín T. Sánchez, contra quien podía tener más razones para agredirlo, ya que Sánchez fue uno de las individuos que declararon en su contra durante el juicio que se le instruyó en 1909, bajo los cargos de 352 Véase, Notificación del Prefecto Político de Villa de Álvarez al Prefecto Político de Colima, abril 6 de 1914; en AHMC, Sección "E", Caja 58, exp. s/n, 1914. Así también, Informe de Miguel Arzac, Subprefecto de Comala, al Prefecto Político de Colima, abril 14 de 1914; en AHMC, Sección "E", Caja 59, exp. s/n, 1914. 353 EP, septiembre 12 de 1914, p. 1. 276 robo y asesinato. Pero regresando con lo ocurrido en Zacualpan, ante sucesos tan trágicos, las fuerzas del 15º Cuerpo Explorador se hicieron presentes en el pueblo y aprehendieron a varios individuos para buscar el esclarecimiento de los hechos,354 muchos otros emprendieron la huida. El destino de los detenidos, culpables e inocentes fue la consignación al servicio de las armas. Esta detención era tan arbitraria que el mismo Miguel Arzac, subprefecto de Comala, suplicó se suspendiera el envío de estos indígenas al seno de las filas del ejército constitucionalista, porque entre los consignados iban muchos que no tomaron parte del conflicto violento ocurrido en Zacualpan, el día 6 de abril de 1914. A la vez, notificó la intención de los indígenas prófugos de someterse a las autoridades locales para vivir en paz. 355 Acto seguido, el aludido subprefecto de Comala, condujo a 15 indígenas que se vieron envueltos en los violentos acontecimientos, para ponerlos bajo la protección de las autoridades. Para que una vez, " dilucidadas las diferencias en el grupo que se presenta y otros grupos poco dispuestos a entrar al orden, puedan los que se someten gozar de todas las garantías que el gobierno concede a los hombres de bien".356 Entre los protagonistas de los enfrentamientos que fueron a parar a la cárcel figuró Margarito Santos, personaje destacado de uno de los grupos en pugna. Santos fue procesado por ocasionar heridas a uno de sus oponentes, así como por resistirse a ser detenido. Para obtener la libertad caucional a que la ley le daba derecho, se le fijó una 354 Oficio Nº 83 de Miguel Arzac, Subprefecto Político de Comala, al Prefecto Político de Colima, abril 8 de 1914; en AHMC, Sección "E", Caja 59, exp. s/n, 1914. 355 Carta del Subprefecto de Comala al Jefe de Armas del Estado, abril 11 de 1914; en AHEC, leg. 854, hoja suelta, 1914. 356 Véase Carta del Jefe de Armas al Gobernador del Estado, abril 12 de 1914; en AHEC, legs. 854 (1914) y 876 (1915). Asimismo, consultar, Notificación de Domingo L. Rodríguez al Prefecto Político de Colima, abril 13 de 1914; en AHMC, Sección "E", Caja 57, leg. 4, 1914. 277 fianza de mil pesos; cantidad a cubrir por una persona solvente y respetable.357 Obvio resulta decir que un labrador indígena difícilmente podía gozar de ese tipo de amistades. 357 Véase, Expediente del Juzgado de lo Criminal sobre Margarito Santos, en AHEC, Supremo Tribunal, Caja 22, leg. 45, 1912-1914. 278 Pese a los sucesos ocurridos, la calma y la armonía se negaban a sentar sus reales en Zacualpan. Las quejas de los indígenas, contra las autoridades designadas, siguieron presentándose. El nuevo impugnado resultó ser Teodoro Carrillo, a quien se acusaba de ser "una persona muy injusta y sobre todo que dicho señor anda con asuntos de partidos y así mismo creyéndose de algunos criminales y calumniadores. La mayor parte del pueblo lo ve con horror".358 En su lugar pidieron se designara a una persona imparcial y justa, pero no propusieron candidato. Lo convulsionado de los tiempos no hicieron pensar mucho al Comisario Municipal; diez días después de la queja, renunció al cargo, arguyendo motivos de salud.359 Enfrascados en su disputa interna, poco interesaba a los pobladores de Zacualpan el reciente arribo constitucionalista a la entidad, la caída del gobernador Antonio Delgadillo y el desplome total del usurpador Victoriano Huerta. Lo anterior puede constatarse en la misma información que fluía en esta región. En el mismo municipio de Comala, mientras en la cabecera municipal - según versión de un periódico de la época- el anuncio del triunfo constitucionalista "lleno de júbilo a los habitantes de esta comarca. Los principales vecinos recorrieron las calles con la Banda del Municipio, repiques de campana, cohetes 358 Carta de vecinos de Zacualpan al Gobernador Don Antonio Delgadillo, junio 16 de 1914; en AHEC, leg. 852, hoja suelta, 1914. 359 Carta de Teodoro Carrillo, Comisario Municipal de Zacualpan, al Gobernador del Estado, junio 27 de 1914; en AHEC, leg. 853, hoja suelta, 1914. 279 (...) Terminó con serenata, concurrida por lo mejor de la sociedad".360 Ambiente diferente campeaba en Zacualpan ya que, en otra nota, se aludía a la ausencia de autoridades en dicho lugar, debido al "carácter intransigente de la mayoría de los indios del lugar".361 360 361 EC, agosto 25 de 1914, p. 4. Loc. cit. 280 Una cosa fue evidente, tras los sucesos ocurridos en su interior, el pueblo quedó plagado de caos, odios y resentimientos; al igual que sin autoridades merecedoras de respeto. Ante tal panorama, el gobierno constitucionalista puso mayor interés e n sofocar ese "escandaloso" conflicto. Ante la aparición de la violencia, las autoridades municipales se esforzaron por reducir los niveles de encono entre ambos bandos. Lo anterior dio pie para que el Presidente Municipal de Comala reuniera a las dos partes y, de conformidad, eligieron a una persona para ocupar el cargo de Comisario Municipal. Sin embargo, el gobernador no aceptó la propuesta y extendió un nombramiento distinto, tres días después de realizada la reunión conciliatoria.362 Con estas acciones, las bisoñas autoridades constitucionalista no se diferenciaron en nada de sus antecesores, actitud reiterada durante los años siguientes. Simón Guzmán, el personaje impuesto como comisario municipal en Zacualpan por mandato del ejecutivo estatal se mantuvo por años en el cargo y fue pieza clave de las fuerzas gubernamentales en sus pretensiones de controlar la zona, a la vez que en la persecución de Vicente Alonso y su gente. A estas alturas, es pertinente ubicar la relación de Vicente Alonso con los conflictos internos ocurridos en Zacualpan. Por un lado, durante este tiempo Alonso ya era considerado como un malhechor e infractor de las leyes, por lo cual ya no estaba en condiciones de fijar de manera estable su residencia en su lugar natal . Una parte del tiempo la pasó en la cárcel y la otra escondiéndose de las autoridades. Por tanto, estuvo un tanto al margen de la disputa por las autoridades y la asignación de las mejoras tierras. En 362 Véase, Oficio de Atenógenes Salazar, Presidente Municipal de Comala, al secretario de Gobierno, agosto 16 de 1914; en AHEC, leg. 851, hoja suelta, 1914. 281 su situación era imposible dedicarse a las labores de siembra, cuidado y cosecha de productos agrícolas. Por otra parte, si bien es cierto participó en la confrontación entre los dos bandos y resultó afectado, es probable que lo haya hecho para cobrar viejas deudas y agresiones personales. De los dos asesinatos adjudicados por la prensa a Vicente Alonso, al parecer, sólo fue responsable -material o intelectual- de la muerte de uno de ellos y el móvil revistió más las características de un clásico ajuste de cuentas de tipo personal, en respuesta a una primera tentativa de asesinato. Resulta ilógico vincularlo con los conflictos sociales internos y responsabilizarlo de tan trágicos acontecimientos, cuando los muertos pertenecían a grupos diferentes. Aun más, las autoridades -poseedoras de sobradas razones para endurecer su persecución y agrandar su expediente criminal- nunca lo manejaron como responsable de los sucesos en los términos señalados por El Popular. Al parecer, este órgano periodístico prosiguió con su acendrado odio hacia Vicente Alonso. 3.- EL INDIO ALONSO: ENTRE BANDOLERO Y REBELDE VILLISTA Después de obtener su libertad de manera afortunada a mediados de 1914, Vicente Alonso sólo tenía por alternativa refugiarse en el "mundo" donde podía ser libre: la abrupta montaña, lugar donde empezaron a surgir y refugiarse los seguidores de Francisco Villa. El compartir un mismo espacio, poseer un enemigo común e identificarse en la forma violenta de actuar, fueron algunos elementos claves que, probablemente, motivaron al Indio Alonso para hermanar su vida con los otros contingentes rebeldes. El grupo armado encabezado por Indio Alonso osciló entre 30 y 80 hombres. Se componía de pobladores de Zacualpan, Juluapan, Suchitlán y su zona aledaña. Vicente Alonso ya no figuró sólo como bandolero, ostentó un grado militar del ejército convencionista. En su accionar, combinaba el saqueo, los préstamos forzosos de guerra y los trabajos de reclutamiento, con acciones concertadas junto a cabecillas villistas como 282 Pedro Zamora y Roberto Moreno. Dentro de las jerarquías militares villistas, el hacendado rebelde Roberto Moreno era el superior del Indio Alonso. El radio de acción de la gavilla alonsista se ubicaba en tramos de los principales caminos por donde transitaban hombres y mercancías, también atacaban haciendas y minas. Sus éxitos se apoyaban en las bondades que la geografía les proporcionaba; su refugio favorito eran los lugares situados en lo más apartado y alto del relieve, ya que, al decir de Fernand Braudel “la severa justicia tiene su asiento en las partes bajas (...)por lo que, la montaña se erige como un refugio de libertades”.363 363 Fernand Braudel, El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, México, FCE, 1980, t. 1, p. 48. 283 A partir de 1915, el Indio Alonso apareció en el Estado de Colima comandando una poderosa y audaz gavilla que extendió su radio de acción en los municipios de Colima, Comala y Villa de Álvarez, aunque sobre todo en sus partes más localizadas al norte de la entidad. Mediante sorpresivas incursiones a los poblados cometía toda clase de depredaciones: saqueo a comercios, asesinatos y raptos de jovencitas. Asimismo se daba tiempo para organizar en las comunidades bailes y borracheras,364 donde establecía lazos de vinculación con la población rural de donde provenía. Quienes no departían en las fiestas organizadas por Vicente Alonso eran los destacados propietarios agrícolas de esta zona serrana que, por otra parte, padecían la imposición de préstamos de guerra, a cubrir so pena de secuestro o amenazas mayores.365 A partir de esta fecha, se volvieron reiteradas las quejas al ejecutivo estatal, donde se denunciaban ocupaciones y saqueos de fincas, hostigamiento e incursiones armadas a pueblos y cabeceras municipales. Los municipios de Comala y Villa de Álvarez fueron sus preferidos, era la zona que 364 Carta del Comisario Municipal de Zacualpan al Gobernador del Estado, junio 5 de 1915; en AHEC, leg. 838, 1915. Tomado de Blanca E. Gutiérrez Grageda y Héctor P. Ochoa Rodríguez, Las caras del poder...Op. cit., p. 197. 365 Véase, Lista de los terratenientes en los puntos perjudicados por Vicente Alonso, s/f; en AHEC, leg. 880, hoja suelta, 1916. La relación completa puede consultarse en Anexo N ° 4. 284 conocía desde niño como a la palma de su mano. Uno de sus acciones favoritas era hurtar las cuchillas de la Compañía Eléctrica El Remate, que abastecía de este fluido a la ciudad capital, el monto exigido por devolverlas era de 2 mil pesos constantes y sonantes. Esta redituable acción la repitió varias veces. Al irrumpir en las cabeceras municipales lo hacía con una evidente demostración de fuerza y superioridad; además se conducía con blancos muy bien delimitados: aprehender o secuestrar a determinadas personas y atacar los centros de poder municipal y a sus representantes. Por ello, al ocupar Comala, en septiembre de 1915, la gavilla de Alonso centró su furia en las oficinas municipales e intentó capturar al presidente municipal para fusilarlo.366 Durante sus incursiones a Villa de Álvarez manifestaba de manera más notoria ese alarde d e autosuficiencia, valor y superioridad. A pesar de la tenaz persecución de que era objeto, se daba tiempo para asistir a las tradicionales fiestas del municipio; se mezclaba con la población en la tradicional corrida de toros y gozaba al observar como en pleno jolgorio se presentaba la estampida humana al anunciarse su llegada o presencia en el lugar; su sólo nombre provocaba escandalo y pánico público.367 Pero, a esta municipalidad no sólo iba a divertirse, también -y sobre todo- lo hacía con objetivos militares y económicos muy puntuales. Por ejemplo, en marzo de 1916, los contingentes de Vicente Alonso realizaron una audaz incursión a la cabecera municipal de Villa de Álvarez -situada a unos cuantos kilómetros de la capital- cometiendo toda clase de excesos, dentro de los cuales figuró el secuestro de una joven por la cual exigió un rescate de 5 mil pesos.368 Este tipo de acciones las había realizado ya en otros municipios aledaños al 366 Mensaje de J. Salazar Carrillo, Secretario del Ayuntamiento de Comala, al Gobernador del Estado, septiembre 8 de 1915; en AHEC, leg. 879, hoja suelta, 1916. 367 368 Al respecto véase, BM, marzo 21 de 1916, p. 4.; así como, Alfredo Montaño, Opus cit. p. 32. BM, marzo 19 de 1916, p. 4. 285 territorio colimense. Este jefe bandolero, al frente de una brigada de diez hombres, penetró a la población de Zapotitlán, Jalisco, cabecera del municipio del mismo nombre. En este lugar, secuestró a los señores Anacleto Álvarez, Doroteo Nava y Refugio Vadillo; a este último lo asesinó a las primeras de cambio.369 Refugio Vadillo se desempeñaba como presidente municipal y era hermano de Basilio Vadillo, Jefe de Instrucción Pública de la administración de Juan José Ríos. Otra clara manifestación del tipo de prácticas para la recolecta de fondos por parte de las fuerzas de Alonso se puede observar a través de la exigencia formulada 369 BM, abril 5 de 1916, p. 5. 286 a la Hacienda de Nogueras, ubicada en el municipio de Comala, para la entrega de un préstamo forzoso de 20 mil pesos en plata. De no cumplir con lo demandado, los propietarios de dicha negociación -los Sres. Rangel- recibieron la amenaza de secuestro.370 Sobre este particular, es de agregarse que estos hacendados se caracterizaron por ser de los más cercanos a las autoridades constitucionalistas. Seguramente, esta actitud de Vicente Alonso no tenía nada de casual. Por tanto, la gavilla tenía sus fuentes de financiamiento bien definidas: el préstamo forzoso, el secuestro, la expropiación y el saqueo; otra fuente más, seguramente provino de sus superiores militares, ya que el jefe militar de Vicente Alonso era un prominente propietario, que al tiempo que combatía, utilizaba su sapiencia comercial a fin de establecer fuentes de abastecimiento y financiamiento para las fuerzas a su mando. Una muestra clara de lo anterior se pone al descubierto tras la ocupación del cuartel general situado en Unión de Tula, Jalisco- de Roberto Moreno por parte de las tropas constitucionalista, donde encontraron gran cantidad de ganado porcino, de engorda y vacuno que este jefe villista preparaba para la venta.371 El fruto de estas medidas de 370 371 BM, marzo 19 de 1916, p. 6. Los constitucionalistas aprovecharon este ganado para intentar la recuperación de bases sociales 287 financiamiento es probable que haya llegado a Vicente Alonso, aunque sea una pequeñísima parte. Por su parte, el Indio Alonso tenía sus propios canales de comunicación y abastecimiento de sus finanzas internas. Es decir tenía su contacto comercial en la ciudad de Colima, del cual se proveía de víveres y provisiones, asimismo, lo ayudaba en el resguardo de dinero y materiales diversos. También era una buena fuente de información sobre el movimiento de las autoridades y fuerzas oficiales . Este papel de apoyo a las filas bandoleras fue desempeñado por el comerciante Salvador Cárdenas, persona que, según la memoria, la imaginación popular y los relatos de algunos sobrevivientes de la gavilla, se quedó con las importantes cantidades de dinero recaudadas por el Indio Alonso durante sus años de bandolero y combatiente villista. en una zona donde las manifestaciones de hostilidad y rechazo eran evidentes. Por tal motivo, sacrificaron todo el ganado y su carne se regaló en los pueblos por donde habían pasado los rebeldes, junto a las raciones de maíz que desde hacía tiempo venían entregando con esa misma finalidad. Cualquier semejanza con nuestra historia reciente es mera coincidencia. Sobre el particular, véase, BM, noviembre 30 de 1915, p. 8. 288 Otro nexo importante de las fuerzas de Vicente Alonso fue con el hacendado alemán Arnoldo Vogel. No es casual que los intereses y bienes de esta negociación hayan escapado de los saqueos y prestamos impuestos por Alonso. Aún más, sirvientes de confianza de Vogel engrosaron las filas de los rebeldes, sin dejar de recibir el sustento económico de su patrón. La conexión de intereses entre Vogel y Alonso es muy probable si se toman en cuenta los asesinatos, ataques y depredaciones cometidas por las fuerzas de Alonso sobre las comunidades indígenas de Suchitlán y Cofradía de Suchitlán, rivales del potentado alemán; por tanto, no es casual que, ante la ocupación de estos indígenas de las tierras en disputa, Vogel los amenazara con echarles a los villistas.372 Por estos motivos, Juan José Ríos armó a dichos indígenas a fin de que se defendieran y persiguieran a estos rebeldes.373 Esta actitud cordial entre el hacendado y el bandolero indígena se pone igualmente 372 Queja de Claro Guzmán y demás pobladores de Cofradía de Suchitlán al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, diciembre 19 de 1917; en ARAN, Cofradía de Suchitlán, Caja 134, exp. 23, Nº CM002003. 373 Al respecto véase, Informe de la Liga de Comunidades Agraristas del Estado a la Comisión nacional Agraria sobre la conducta del terrateniente Arnoldo Vogel; en ARAN, Cofradía de Suchitlán, Caja 134, exp. 23, Nº CM002003. 289 de manifiesto en los relatos que sobre el particular recogió Roberto Urzúa en "La muerte del Indio Alonso".374 Este tipo de prácticas hace pensar que, para Vicente Alonso, la redención y justicia social no eran principios muy familiares; que sus preocupaciones y objetivos transitaban por otros derroteros. 374 Roberto Urzúa Orozco, Op. cit., pp. 56-58. 290 Sin embargo, más alla de el rechazo de la mayor parte de los indígenas suchitlecos y de sus vínculos económicos con personajes prominentes, gozaba de la protección de diversos pobladores e indígenas que habitaban en la comarca donde tenía sus campamentos y refugios permanentes. Al calor de las extenuantes e infructuosas campañas en su contra, los cuerpos de seguridad pública atribuían sus fracasos a que la región estaba infestada de "espías de bandoleros", que informaban a los rebeldes alonsistas sobre los movimientos hechos por la tropa. Incluso, cuando estos pobladores eran forzados a desempeñarse como guías de las fuerzas oficiales para sortear cerros y barrancas hasta localizar los refugios de los bandoleros, los conducían por lugares equivocados e inaccesibles para agotarlos y prolongar el tiempo de duración de las expediciones para la oportuna fuga de los perseguidos.375 Por otro lado, es pertinente detenerse en las acciones y actitudes asumidas por Alonso en un lugar muy específico: Zacualpan, su terruño natal y, también observar las repercusiones que provocó la fama de este jefe bandolero, sobretodo la posición adoptada por el gobierno y ejército constitucionalista establecido en Colima. Como ya se mencionó, la conflictiva política y militar ocurrida dentro de las fuerzas revolucionarias triunfantes a raíz de la Convención de Aguascalientes, así como el clima de violencia prevaleciente en diversos puntos del Estado, hizo que el gobierno constitucionalista reforzara sus fuerzas de seguridad. En el ámbito agrario, la presencia de la policía rural contribuyó a trastocar la vida de los pobladores del campo colimense, incluidas las poblaciones indígenas. En Zacualpan, el cuerpo de policía rural se integró con elementos del mismo pueblo. Este núcleo armado, formado y sostenido por las autoridades estatales, se sintió fuerte y bien cobijado, dando pie para emprender una serie de desmanes, robos, matanzas de ganado y venganzas personales, en perjuicio de un gran número de indefensos 375 Blanca Estela Gutiérrez Grageda, "Violencia agraria en Comala: agraristas y bandoleros", en Servando Ortoll, (cord.), Comala, memorias de un encuentro, Colima, Gobierno del Estado de Colima-U de C, Asociación Prodesarrollo de Comala A. C.- Cultural Comalli A. C., 1994., p. 159. 291 pobladores. Para justificar los innumerables abusos, sus víctimas recibían las etiquetas de "villistas" y "alonsistas". Una muestra es lo acontecido a la familia de Adelaido Salvador. Abandonaron Zacualpan y se emplearon como peones en el poblado cercano de Juluapan, con la finalidad de proteger sus vidas y salvarse de los atropellos cometidos por la fuerza armada local. Sin embargo, uno de los hijos de Adelaido fue apresado sin motivo alguno, sólo bajo el pretexto de que su padre era "villista". A cambio de liberarlo, Felipe T. Rincón, excomisario municipal en varias ocasiones y uno de los jefes del destacamento armado, le exigía la entrega de 60 pesos, a manera de multa.376 Otro de los pobladores que se atrevió a denunciar los abusos fue: Bruno Rodríguez, quien padeció robó de reses, padeció persecución y amenazas de muerte.377 También, Mariano Máximo y Pedro Teodoro fueron detenidos bajo la acusación de ser partidarios del Indio Alonso, pero en verdad -según sus familiares- el principal motivo obedecía a viejas rencillas de las fuerzas indígenas del pueblo que prestaban sus servicios al gobierno.378 376 Carta de Leandra Corona al Gobernador del Estado, enero 25 de 1916; en AHEC, leg. 889, hoja suelta, 1916. 377 Véase, Carta de Bruno Rodríguez al Gobernador del Estado, febrero12 de 1916; en AHEC, leg. 888, hoja suelta, 1916. 378 Carta de Bibiana Máximo y Julia Santos al Gobernador del Estado, febrero 2 de 1916; en AHEC, leg. 292 Los abusos se extralimitaron de tal manera que hasta una anciana viuda denunciaba de esta manera dicho proceder: "se dedican de manera notoria al robo y matanza de reses de los vecinos de Zacualpan y aun de los terrenos colindantes, delito que hasta hoy ha quedado impune". 379 En lo particular, esta anciana padeció el robo de 5 reses que constituían su único patrimonio. 848 (2), hoja suelta, 1916. 379 Carta de María Silveria Guzmán al Gobernador y Comandante Militar del Estado, noviembre 25 de 1916; en AHEC, leg. 888, hoja suelta, 1916. 293 Los abusos se prolongaron por meses. Ante tanta evidencia, en julio de 1916, las autoridades estatales detuvieron a los integrantes de esta partida rural, pero el comisario municipal promovió su absolución380 y pronto fueron liberados. Sus tropelías se prolongaron por cuatro meses más hasta que las autoridades estatales optaron por aprehender nuevamente a esos malhechores disfrazados de guardianes del orden.381 Por supuesto que los miembros de esta policía rural no fueron de las simpatías del Indio Alonso. Por ello, durante el mes de agosto de 1916, Alonso y su comitiva visitaron, sitiaron y merodearon en Zacualpan durante varios días; su objetivo era muy específico: capturar a Miguel Romero, uno de los principales integrantes de ese agrupamiento armado, para fusilarlo.382 Acción que no pudieron coronar con éxito. Este intento reviste las características de un acto justiciero, aunque se motivó en mucho por deseos de venganza ante una partida de paisanos que buscaba aniquilarlo y colaboraba con sus más feroces enemigos: las autoridades militares constitucionalistas. Dos semanas antes, acompañado de una pequeña partida de seguidores, ya había incursionado en el pueblo de Zacualpan al amparo de la noche y tras gritar ¡Aquí esta su padre! y ¡Viva Zapata!, disparó contra su primo hermano Encarnación Alonso, quien milagrosamente sólo quedó herido. Este intento de asesinato se debía a que su familiar había estado enlistado como soldado carrancista.383 A partir de todo su amplio accionar y sugerente figura, se ha considerado al Indio Alonso como hombre irredento, indómito, inflexible ante las autoridades constitucionalistas. 380 Carta de Simón Guzmán, Comisario Municipal de Zacualpan, al Gobernador del Estado, julio 16 de 1916; en AHEC, leg. 883, hoja suelta, 1916. 381 Véase, Comunicado del Secretario de Gobierno al Jefe del 36º. Batallón, noviembre 26 de 1916; en AHEC, leg. 888, hoja suelta, 1916. 382 Oficio de Simón Guzmán, Comisario Municipal de Zacualpan, al Gobernador del Estado, agosto 8 de 1916; en AHEC, leg. 880, hoja suelta, 1916. 383 Acta de la Comisaría de Policía de la ciudad de Colima, julio 21 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 71, exp. s/n, 1916. 294 Sobre todo porque, mientras que, desde mediados de 1915 y a lo largo del año siguiente, una considerable cantidad d e individuos aceptó amnistiarse y se sometió a las autoridades establecidas, él, en cambio, prosiguió hostigando y evadiendo a las fuerzas militares procarrancistas. Por tal motivo, en agosto de 1916, el gobierno de Juan José Ríos lo declaró fuera de la ley. Sin embargo, el haber permanecido insubordinado a las autoridades, no implicó que Vicente haya deseado continuar por siempre con este tipo de vida o que poseyera una gran fidelidad a ultranza hacia el villismo. Durante 1915, buena cantidad de rebeldes aceptaron la amnistía ofrecida por las autoridades y militares carrancistas. Incluso, reconocidos villistas como Pedro Zamora y Roberto Moreno hicieron intentos por amnistiarse, utilizando como mediador al cónsul de los Estados Unidos en Manzanillo.384 Alonso hizo el mismo intento, pero demandando un trato especial. En general, estableció tres condiciones centrales para aceptar la propuesta de amnistía: el otorgamiento de 10 mil pesos para su persona, los cuales servirían para recompensar los perjuicios efectuados a sus bienes e intereses, por sus enemigos residentes en el pueblo; 100 pesos a manera de gratificación para cada uno de sus compañeros de armas; y además, el retiro de la fuerza rural establecida en Zacualpan, su pueblo natal y donde, nuevamente, establecería su residencia. Las demandas anteriores reflejaban la fidelidad hacia sus hombres, así como la añoranza por reintegrarse a su comunidad e imbuirse dentro de las clásicas formas de vida de una sociedad tradicional, ajena al mundo exterior. Puntualmente afirmaba: "He pensado resueltamente rendir las armas y retirarme a la vida privada, es decir a mi antigua vida á [sic] trabajar pacíficamente, sin tener compromiso alguno con los gobiernos hoy contendientes y en lucha".385 La eliminación de la partida rural significaba, 384 Véase, Oficio del Gobernador y Comandante Militar General Juan José Ríos a Venustiano Carranza, enero 4 de 1916, en AHEC, leg. 877, hoja suelta, 1915. 385 Correspondencia entre Vicente Alonso y ... loc. cit. 295 por una parte, desarmar y desproteger a sus enemigos internos, y por la otra, alejar la personificación de un elemento de poder externo que amenazaba su seguridad y libertad. Debido a que las exigencias rebasaban la contemplado en el decreto de amnistía establecido por el general Álvaro Obregón el 28 de septiembre de 1915, el gobernador Juan José Ríos no accedió a las condiciones planteadas por Vicente Alonso. En dicha ley sólo se permitía que todos los soldados y oficiales villistas, hasta con rango de capitán, recibirían 50 y 100 pesos respectivamente, así como garantías suficientes para regresar a sus hogares o lugar de preferencia. Por otra parte, la tentativa de amnistía emprendida por Vicente Alonso, se efectuó como ya se mencionó- justo en los tiempos cuando Pedro Zamora y Roberto Moreno (este último jefe militar inmediato superior de Alonso) realizaban una acción similar. Por lo anterior, probablemente, la toma de esta decisión se hizo de manera concertada, ante un panorama militar que les volvía la espalda. Además, la lectura de la correspondencia entre Vicente Alonso y Juan José Ríos en esta tentativa de amnistía puede darnos pautas para comprender las motivaciones y el proceder del cabecilla bandolero. De entrada fue notorio el uso de grados y términos de índole militar. Vicente Alonso presentaba a sus fuerzas como un regimiento perteneciente a la brigada de Roberto Moreno, la cual tenía su cuartel general en Unión de Tula, en el sur jalisciense. El mismo Alonso se ostentaba como teniente coronel; lo que permite suponer que el "popular" Indio Alonso estaba familiarizado con las jerarquías existentes al interior de los rebeldes y sus niveles de mando. Quien se expresaba ya no era sólo un bandolero sino un rebelde familiarizado con la vida y destino de las fuerzas villistas del occidente mexicano. Otro rasgo distintivo de Vicente Alonso y sus fuerzas es que no tuvieron una vinculación clara con los reducidos núcleos villistas que operaban en el resto de Colima y eran de naturaleza urbana o nutridos por exmilitares. Su destino estaba más bien -como se ha dicho- ligado a los contingentes que operaban en la región montañosa del sur de Jalisco bajo el mando de Pedro Zamora y Roberto Moreno. En función de sus estrategias y 296 objetivos tácticos delineaba sus acciones. Por tanto, si bien llevaba a efecto una gran cantidad de acciones de manera independiente en poblaciones colimenses, siempre mantuvo contacto y coordinación con sus homólogos jaliscienses. Con ello rebasaba los marcos propios de un simple salteador. El contingente rebelde con el cual se identificaba Alonso era una fuerza altamente significativa. Baste decir que, para mediados de 1916, las tropas comandadas por Pedro Zamora sumaban, por sí solas, una cantidad superior a mil hombres, caracterizados por su inflexibilidad, bravura y crueldad. Este grupo indómito estaba constituido por dos pilares básicos: el apoyo y la suma de ricos hacendados; y un importante número de bandoleros. Para ambos sectores, la resistencia -más individual que social- parecía ser el eje común y no la existencia de un objetivo o ideal transformador. El caso de Vicente Alonso no fue el único. Otros connotados bandidos ocupaban lugares importantes dentro de las fuerzas zamoristas y morenistas. Uno los lugartenientes más conocidos de Pedro Zamora fue Saturnino Medina (a) "La Perra", oriundo de la región de Unión de Tula; se distinguió por sus prácticas bandoleras y la crueldad que aplicaba a cada una de sus acciones; murió en combate en 1916. Otro de los famosos lugartenientes de Zamora fue José Covarrubias; este jalisciense, originario de Juchitlán, alcanzó notoriedad porque sus acciones bandoleras se acompañaban de raptos de jovencitas de los sitios donde atacaban. Al parecer, el cordón montañoso que se sitúa al sur de Jalisco e incursiona por el norte colimense era un foco de bandoleros de donde se nutrió el villismo, y éstos, al mismo tiempo, le impusieron un sello muy particular a su devenir. A partir de todo lo antes expresado, no existen elementos suficientes para suponer una evolución en la actitud y finalidades de Vicente Alonso que marque el tránsito de un salteador o bandolero profesional a un rebelde que emprendía acciones de resistencia, defensa de su vida tradicional, clamor p or la justicia o adopción de una postura clara frente a la división de las dos grandes coaliciones revolucionarias en pugna. 297 La incorporación de Vicente Alonso a la vida bandolera, más que tener rasgos de bandolerismo social, significaba una forma de subsistir. Un método efectivo para demandar su participación en los beneficios de una sociedad que le daba pocas oportunidades legítimas de prosperar. Su adhesión a las fuerzas villistas de la región fue un refugio y una oportunidad para resolver sus aspiraciones y conflictos personales, desde trincheras más provechosas. En el caso del Indio Alonso existen muchos elementos que lo acercan a una de las tipologías de Knight, referente a los bandidos profesionales para quienes el bandolerismo significaba una forma de vida, lucrativa, sugerente, pero sin implicaciones sociales. Sin embargo, vistas sus acciones y las de los demás bandoleros dentro del marco general de la crisis política y militar ocurrida entre las fuerzas revolucionarias, es notorio que sus fechorías no se presentaron de manera pura -retomando las ideas de Hobsbawm-, pues al operar en tiempos -y dentro de- una conflictiva y masificada confrontación militar, las acciones bandoleras comunes o antisociales se compaginaron con proyectos u objetivos de más largo aliento, dando lugar a un fenómeno oscilante y confuso. 4.- EL VILLISMO A LA "COLIMENSE" Es pertinente remarcar que no sólo Vicente Alonso figuró como cabecilla de grupos autonombrados "villistas" que operaron en Colima y sus inmediaciones. José Bueno, Fidel Gómez, Luis V. Gutiérrez, entre otros, encabezaron contingentes armados que pusieron en jaque a las autoridades en puntos diversos de la entidad. Por tanto, a fin de poder explicarse de mejor manera la incursión de Vicente Alonso en esta contienda militar, es necesario adentrarse en la significación que alcanzó la flama villista en Colima. Lo anterior obliga a destacar la emergencia de otros actores sociales, adversarios, al igual que el Indio Alonso, del régimen constitucionalista. Ahondar en la composición social del villismo es un elemento importante para el 298 esclarecimiento de las razones y motivos de su accionar, máxime que una de sus características es la variada extracción y motivación social de los grupos e individuos adheridos a esta facción revolucionaria. El conocimiento de sus adhesiones y renuncias, así como el ritmo y la temporalidad con que éstas se dieron, permiten explicar en mucho el fenómeno, ya que la presencia de nuevos elementos pudo alterar y hasta cambiar el sentido de acciones tradicionalmente concebidas. Una cosa resulta innegable: las acciones del villismo permanecieron ajenas a los colimenses antes de la caída del usurpador Victoriano Huerta. Sin embargo, después de realizada la Convención de Aguascalientes y tras el despliegue de la confrontación armada entre las partes triunfantes, la situación cambió y los enfrentamientos, que se escenificaban en el occidente, empezaron a tocar las puertas del estado de Colima, pues el villismo adquirió destacada presencia en las á reas vecinas de Michoacán y Jalisco. Hombres que no respetaron los límites estatales en su despliegue bélico y que vincularon su accionar (y en algunas otras corrió paralelo) con colimenses adversos o confrontados con los seguidores de Carranza establecidos en esta entidad . En Jalisco, tras la ruptura entre los dos bandos revolucionarios a raíz de la Convención de Aguascalientes, la proliferación de villismo fue impresionante. En pocos días, en el seno de las fuerzas revolucionarias de la entidad, se inició un proceso de desbandada. Un gran número de jefes y oficiales se separaron con todo y tropa, dejando a las fuerzas leales a Venustiano Carranza en notoria debilidad.386 Los escindidos se proclamaron convencionistas y establecieron su principal centro de operaciones en el sur del Estado, aunque también actuaron en la zonas de barrancas aledaña a Tequila y en los 386 Cfr., Mario Aldana Rendón, Del reyismo al nuevo orden constitucional, 1910-1917 (tomo 1), Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco-Universidad de Guadalajara, col. Jalisco desde la revolución, tomo 1, 1987, p. 249. 299 Altos de Jalisco. Entre los militares disidentes -radicados en Jalisco- figuró José María Morales Ibarra, exjefe de mando de las fuerzas armadas del gobierno huertista en Michoacán y jefe del 2do. batallón de Jalisco del Ejercito del Noroeste. Morales desertó para sumarse a la oposición villista, se llevó consigo a gran parte de la fuerza bajo su mando. Sus acciones se desarrollaron, en mayor medida, rumbo a los Altos de Jalisco, donde enfrentaron una tenaz persecución del teniente coronel José María Buenrostro, fiel constitucionalista y de triste memoria para la población colimense. En sus arengas públicas, José Morales enarbolaba la bandera de la religión, como único medio para tener un buen gobierno.387 Tras el decreto de amnistía muchos de sus soldados se presentaron ante las autoridades militares o simplemente desertaron. Pese a ello, Morales conservó un nutrido y compacto contingente, reforzado reiteradamente por la "clásica" leva. Sus acciones ocasionaron innumerables dolores de cabeza a Manuel M. Diéguez y compañía.388 Julián Medina era originario de Hostotipaquillo. Provenía de una familia con precariedad económica. Para 1910 era empleado de la empresa minera establecida en Etzatlán. En este lugar se enroló en las filas maderistas. Al año siguiente fundó el Club Liberal de Obreros "Benito Juárez"; posteriormente fue electo presidente municipal de su lugar de origen. Se levantó en armas contra el gobierno de Huerta; entre sus seguidores iban muchos mineros de la localidad. Al participar en la Convención de Aguascalientes se pronunció a favor de Francisco Villa. Tras la ocupación de Guadalajara por los convencionistas, Francisco Villa lo designó gobernador del estado, puesto que desempeñó durante algunos meses. Una vez que fue desplazado del poder por Diéguez, 387 388 Véase, BM, noviembre 25 de 1914, p. 1. BM, noviembre 24 de 1914, p. 2 . 300 continuó combatiendo e intentó recuperar Guadalajara sin éxito. A principios de 1916 aceptó el ofrecimiento de amnistía -junto con sus hermanos- y salió del país, desterrándose a Estados Unidos. José Sánchez Gómez fue otro destacado integrante de las filas villistas. Era agricultor y comerciante de la región de La Huerta, Jal., donde gozaba de prestigio y cierto cacicazgo local. Adoptó una actitud rebelde ante las incautaciones sufridas a sus bienes por parte de las tropas constitucionalistas. Si bien utilizó métodos tradicionales para financiar su campaña como la imposición de préstamos forzosos, se distinguió por aplicarlos con más equidad. Usaba la violencia con moderación y no toleraba los desmanes de sus seguidores.389 Gracias a lo anterior se ganó el apoyo y encubrimiento por parte de los habitantes de la comarca. Este hecho le permitió sortear todas las ofensivas militares en su contra hasta que se amnistió en 1920. Julián del Real también engrosó las filas convencionistas. Desde su empleo de operario en el mineral de Etzatlán, Jal., se levantó en armas a favor de la causa maderista. Dos años más tarde, al frente de 300 hombres, volvió a hacer lo mismo en Ameca, ahora contra el gobierno de Huerta. Ante la ruptura revolucionaria se unió a los villistas, donde permaneció combatiendo hasta octubre de 1915, fecha en que aceptó amnistiarse junto con cientos de sus seguidores, al tiempo que se incorporó a las filas carrancistas. Se enfrentó ante sus antiguos excompañeros por corto tiempo, pues a principios de 1916, tras una confrontación con soldados constitucionalistas, fue juzgado y fusilado. Sin lugar a dudas, una de las principales figuras villistas fue Pedro Zamora, hijo de campesinos del sur jalisciense. Desde joven se dedicó al comercio ambulante en su región de origen. Se incorporó a las fuerzas maderistas en la entidad y, más tarde, optó 389 Juana Elena Macias Huerta, Revolución y revolucionarios en Jalisco, Guadalajara, Departamento de Educación Pública de Jalisco,1986, pp. 117-118. 301 por combatir bajo las banderas constitucionalistas, donde aceptó la jefatura de Lucio Blanco. Cuando Blanco se plegó a los acuerdos convencionistas, Zamora hizo lo mismo. Pedro Zamora encabezó las primeras manifestaciones de ruptura al interior del bando revolucionario. En octubre de 1914 recorrió varias poblaciones del sur del estado reclutando hombres y caballos, con la finalidad de nutrir las filas de los partidarios de la Convención, en sus arengas proclamaba la libertad religiosa, ganando numerosos adeptos inconformes por el anticlericalismo de Diéguez. A Zamora lo acompañaba el padre Manuel R. Corona,390 ambos acaudillaban el grupo armado. La composición numérica de su grupo armado fue oscilante, regularmente sumaba varios cientos. Fue un rebelde indómito que proclamó su adhesión al villismo hasta 1920, año en que depuso las armas. A lo largo de todo su accionar se caracterizó por practicar raptos, saqueo y extorsión.391 Roberto Moreno figuró como otro de los más destacados rebeldes villistas; era un prominente hacendado de la región de Unión de Tula.392 Padeció las continuas extorsiones de los militares en su hacienda San Clemente; tal situación lo orilló a tomar las armas y conformar un grupo de defensa armado. Al levantarse en armas, propagó entre sus trabajadores que la revolución se iba apoderando de las haciendas y mandaba retirar a los trabajadores, por lo tanto, para defenderse era necesario armarse y seguirlo para 390 Manuel R. Corona era oriundo de San Lorenzo, del municipio de Ejutla, Jalisco; cursó la carrera eclesiástica en el Seminario de Colima y, al egresar, desempeñó su ministerio en el templo de su lugar de origen, dependiente de la sede parroquial de Ejutla, donde el párroco titular era Juan de la Mora. El padre Corona, al sumarse a la rebelión zamorista, incorporó a varios de sus feligreses a los contingentes rebeldes y se incorporó a las tareas de mando con su propia tropa. 391 Para mayor información sobre este personaje, consultese a Gabriel Ch. Morett, Siguiendo los pasos al General Pedro Zamora, México, Cía. Editorial Electrocomp, 1990. 392 Su hacienda contaba con una extensión de 11, 600 hectáreas, de las cuales , en 1910, tenía cultivadas 2, 600 (2, 200 de temporal y 200 de riego), 4, 000 estaban sin cultivo, 3, 500 destinadas a pastizales y 1, 500 eran área de bosques. Sus tierras estaban dedicadas, centralmente, a la producción de maíz, frijol y garbanzo, donde laboraban 400 jornaleros. Los ingresos obtenidos por su producción agrícola -en 1910- fueron $ 35, 315.00. Información obtenida de: Patricia Arias y Claudia Rivas (comp.), Estadística Agrícola de Jalisco, 1910, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1994, p. 281. 302 pelear.393 Este llamado encontró oídos receptivos en muchos de sus empleados. Las acciones de Moreno subieron de tono al conjuntar esfuerzos con Pedro Zamora; ello le permitió ejercer dominio sobre una amplia zona del sur de Jalisco e irradiar su accionar a las tierras colimenses. A pesar de ser todo un hacendado, en las áreas donde imponía su control y dominio, impulsaba la d esaparición de las tiendas de raya y el perdón de las cuentas pendientes a peones y labradores.394 Roberto Moreno no aceptó los ofrecimientos de amnistía y continuo combatiendo hasta 1917, fecha en que ocurrió su muerte. 393 394 BM, octubre 27 de 1915, p. 8. BM, diciembre 4 de 1915, p. 5. 303 En la zona de Tapalpa, Jalisco, las filas convencionistas se nutrieron desde otras trincheras. A finales de1914, Justo Hueso se adhirió a las fuerzas villistas comandadas por Pedro Zamora. Justo era miembro de una distinguida familia de Tecolotlán; él mismo era dueño de la hacienda La Capula, ubicada en Chiquilixtlán. Tenía como un sólido aliado a su hermano Jesús, párroco de Tapalpa, quien ante el anticlericalismo constitucionalistas realizó propaganda a favor del villismo y terminó nutriendo sus filas, al igual que otros clérigos de la zona.395 Por otra parte, desde Coalcomán, Michoacán (municipio limítrofe con Colima) las fuerzas rebeldes comandadas de Gordiano Guzmán se convirtieron en una constante amenazaba para los constitucionalista de Colima. Otro rebelde que operó en tierras michoacanas, pero que propagó sus acciones hasta algunos puntos de Jalisco e incluso de Colima, fue Jesús Sintora,396 quien se distinguió por cometer infinidad de crímenes y 395 BM, octubre 29 de 1915, p. 5, y Gabriel Ch. Morett, Op. cit., p 80-83.Para profundizas en el papel desempeñado por la iglesia y los clérigos de Jalisco durante la etapa revolucionaria, véase, Francisco Barbosa Guzmán, La iglesia y el gobierno civil, Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco-Universidad de Guadalajara, Jalisco desde la Revolución t VI, 1988, pp. 149-196. 396 Jesús Sintora era un pequeño propietario de la región de Arteaga, Michoacán. Se incoporó al maderismo en 1911. En 1912 se rebeló contra el gobierno estatal del Dr. Miguel Silva. Fue Coronel huertista 304 actos de bandolerismo.397 durante 1913-1914. En julio de 1914 se pasó al constitucionalismo. Poco después se convirtió en jefe villista. Entre 1916-1918 apoyó al felicismo. Para mayor información véase Rita María Hernández Hernández, "Movimientos rebeldes michoacanos durante la revolución (1915-1919): los casos de Jesús Sintora, José Altamirano e Inés Chávez García", en Eduardo N. Mijangos Díaz, Movimientos sociales en Michoacán. Siglos XIX y XX, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo-Instituto de Investigaciones Históricas, 1999, pp. 153-173. 397 Para contar con una visión amplia sobre el villismo michocano, véase, Alvaro Ochoa Serrano, "Se decían villistas" y Rita María Hernández Hernández, "Movimientos rebeldes michoacanos durante la revolución (1915-1919): los casos de Jesús Sintora, José Altamirano e Inés Chávez García", en Ibid.; además,Verónica Oikón Solano, El Constitucionalismo en Michoacán. El período de los gobiernos militares (1914-1917), México, CNCA, 1992. 305 Otro bandolero incontrolable fue Luis V. Gutiérrez, mejor conocido bajo el apodo de "El Chivo Encantado", quien comandaba un grupo de rebeldes y salteadores que operaban en la zona limítrofe entre Michoacán y Colima. Su accionar oscilaba, fundamentalmente, entre los municipios de Coalcomán y Tecomán, de uno y otro estado respectivamente. Uno de sus lugares predilectos como blanco de ataques fue precisamente la población de Tecomán, donde se convirtió en una verdadera calamidad.398 Sus incursiones y fechorías en la zona costera colimense fueron un constante dolor de cabeza para el gobierno del General Juan José Ríos.399 En Colima, entre los primeros en insubordinarse ante el nuevo gobierno estatal, figuró José Bueno, personaje ampliamente conocido en tierras colimotas. Este militar destacó en las luchas maderistas ocurridas en el occidente mexicano; combatió a las fuerzas de Antonio Delgadilllo, gobernador huertista establecido en Colima y participó con sus fuerzas en la toma constitucionalistas de esta ciudad.400 Al ocurrir la ruptura entre los revolucionarios, se inclinó por los convencionistas comandando una fuerza militar de 600 398 Sobre el particular, véase, Oficio Nº 203 de Ramón Llerenas, Presidente Municipal de Tecomán, al Secretario General de Gobierno del Estado de Colima, marzo 20 de 1920; en AHEC, leg. 960, hoja suelta, 1920. 399 Como ejemplo, véase, Reporte de Luis F. Rivera, administrador de la Vacuna, a la Comandancia Militar del Estado, julio 11 de 1916; en AHMC, sección "E", Caja 64, hoja suelta, 1916. 400 Al respecto, véase, Carta de Fermín Ceballos, Comisario Municipal de San Miguel de la Unión, al Gobernador del Estado de Colima, mayo 29 de 1914; en AHMC, Sección "E", Caja 58, exp. s/n, 1914. Así como, Informe de Dario Pizano, Capitán 2º del 20 Batallón de Infantería, al Coronel en Jefe del Estado Mayor de Colima, junio 29 de 1914; en AHEC, leg. 867, hoja suelta, 1914. 306 hombres. Tras participar por algunos meses en estas filas y operar por el rumbo de Tepames, en julio de 1915 aceptó el ofrecimiento de amnistía junto con 400 hombres a su mando, pasándose en masa al constitucionalismo. Fidel Gómez protagonizó las acciones rebeldes más sorpresivas en la entidad. Este colimense, erguido como jefe villista, encabezó la toma de la capital colimense iniciada la noche del 28 de noviembre de 1914. Mediante un plan debidamente concertado, ocupó el Palacio de Gobierno, encabezado entonces -de manera interina- por el Lic. Winstano Luis Orozco. La Comandancia Militar del Estado tenía como responsable a Miguel Orozco Camacho y el Comandante Militar de la Plaza de Colima -la ciudad- era el Mayor Luis Álvarez Gayou, quien dirigía el 3er. Batallón de Jalisco. En este operativo rebelde participaron varios personajes que ocuparon cargos públicos durante el breve gobierno de Eduardo Ruiz y las fuerzas de Roberto Moreno p rovenientes del sur jalisciense. Otro sector que posibilitó esta acción fue el formado por soldados pertenecientes a dos compañías del 3er. Batallón de Jalisco, quienes se insubordinaron al bando constitucionalistas y, específicamente, al Comandante Militar de la Plaza, el Mayor Álvarez Gayou.401 Todo este contingente de insubordinados, a punta de bala y al grito de " Viva Villa, Viva la religión", ocuparon por horas la capital del Estado. Después de que las fuerzas leales al constitucionalismo abandonaron la ciudad, Fidel Gómez nombró como gobernador a su padre, Rafael Gómez Espinoza. El cargo de Secretario General de Gobierno fue otorgado al Lic. Ignacio Padilla, abogado ampliamente conocido en la entidad. Los reducidos contingentes constitucionalista evacuados de la ciudad capital recibieron un refuerzo inesperado tras la llegada casual de destacamentos leales al carrancismo provenientes de Sinaloa, en el cual venían como integrantes personajes de la talla del Lic. Miguel Aguirre Berlanga y el coronel Ernesto Damy. También se reforzaron con 401 Sánchez Lamego, Miguel A., Historia militar de la revolución en la época de la Convención, México, INEHRM, 1983, p. 124. 307 fuerzas del 16º Batallón de Sonora que llegaron de Tuxpan, Jalisco, al mando del teniente coronel Amado Aguirre. La ya nutrida fuerza militar emprendió la reconquista de la ciudad de Colima y tras horas de combate, las partidas rebeldes se vieron obligadas a emprender su intempestivo abandono de la ciudad, huyendo por el rumbo de Villa de Álvarez. En esta tentativa rebelde, individuos de reconocida solvencia económica tuvieron ingerencia. Según las autoridades, los instigadores, enemigos de la causa constitucionalista "sobornaron a la policía colimense e hicieron que se levantaran en armas contra el gobierno varios policías y algunos bandoleros".402 Hacendados, políticos desplazados y bandidos en causa común: expulsar al constitucionalismo de Colima. Por ejemplo, quien apareció como líder de la rebelión al interior de la ciudad, Fidel Gómez así como su padre, eran hombres acomodados de la entidad, poseedores de bienes y extensiones agrícolas nada desdeñables. Meses antes de efectuar esta rebelión al arribo de los constitucionalista a Colima- padecieron, al igual que otros, la intervención de sus bienes. 402 BM, diciembre 4 de 1914, p. 4. 308 Existieron otros hombres adinerados que enfrentaron directamente a los constitucionalista. Higinio Álvarez, destacado hacendado colimense, quien estuvo vinculado estrechamente a las autoridades huertistas en la entidad y en el combate a las fuerzas rebeldes ligadas al campo revolucionario, al grado tal que uno de los contingentes que enfrentaron -durante los primeros meses de 1914- a estos grupos se denominaba "Guerrilla Higinio Álvarez",403 organizada y armada por dicho personaje. Álvarez sufrió saqueos en sus propiedades al arribo de las fuerzas constitucionalista. También fue afectado con la intervención gubernamental sobre su Hacienda de Quizalapa, desde el 16 de agosto de 1914 al 12 de marzo del año siguiente.404 Esta medida profundizó su inestable situación económica. En esos tiempos, los préstamos obtenidos para impulsar actividades agrícolas lo obligaron a establecer, con su proveedor financiero Blas Ruiz, un convenio mercantil donde se comprometió a vender 403 Al respecto, véase, Oficio Nº 15 del General Brigadier Antonio Venegas al General Antonio Delgadillo, mayo 4 de 1914; en AHMC, Sección "E", Caja 58, exp. s/n, 1914. 404 Informe del 2º Jefe en funciones de la Oficina de Intervención y Confiscación de bienes al Secretario General de Gobierno y de la Comandancia Militar del Estado, octubre 22 de 1915, en AHEC, leg. 868, 1915. 309 toda su cosecha de maíz para pagar su hipoteca sobre los 20, 800 pesos concedidos; para cubrir este monto no sólo se obligó a la entrega de dicha producción sino que también hipotecó una casa de su propiedad en la cd. de Colima.405 405 Sobre el particular, véase, Venta de cosecha para el pago de hipoteca de Higinio Álvarez a Blas Ruiz , diciembre 13 de 1913; en ARPPCC, Inscripciones Públicas, libro 26, 1913, nº 154, f. 19. 310 Ante este trato tan poco afable de los revolucionarios del noroeste, Álvarez no acató las ordenes sobre la entrega de las armas que poseía, insubordinándose a las autoridades. Es difícil precisar su intervención directa en los sucesos ocurridos en la capital ya antes descritos, pero fue sumamente probable, pues en enero de 1915, se le otorgó amnistía y la garantía sobre sus intereses, a cambio de entregar las armas, no mezclarse en asuntos políticos, contribuir a la pacificación del estado y no formular reclamaciones sobre las bienes afectados por el gobierno y el ejército constitucionalistas. También ofrecieron garantías para sus compañeros de armas.406 Otro conocido colimense adepto al villismo fue el abogado Ignacio Padilla. Seguidor del exgobernador J. Trinidad Alamillo. En su calidad de senador suplente por Colima, condenó la acción huertista de disolver las cámaras federales. Fue presidente del Supremo Tribunal de Justicia y gobernador interino durante los primeros meses de dominio constitucionalistas. Padilla se incorporó a las fuerzas de Fidel Gómez y, tras el rechazo a la tentativa de tomar la ciudad de Colima, solicitó amnistía y, a cambio, se comprometió gestionar la rendición de algunas de las partidas rebeldes a las órdenes de Rafael y Fidel Gómez. 407 De un origen social muy distinto provenía otro jefe de fuerzas autodenominadas villistas, el ya referido Vicente Alonso, indígena oriundo de la comunidad de Zacualpan, población con uno de los mayores índices de pobreza y marginación de la entidad. Con 406 Carta del Gobernador y Comandante Militar del Estado a Higinio Álvarez , enero 20 de 1915. en AHEC, leg. 877, hoja suelta, 1915. 407 Cartas del Gobernador y Comandante Militar Juan José Ríos al Lic. Ignacio Padilla, 24 de mayo de 1915 y junio 23 de 1915, en AHEC, legs. 838 (1913) y 877 (1915). Una copia del documento relativo a su amnistía se encuentra en Anexo Nº 2. 311 sonados antecedentes criminales y fugas de prisión, encabezó un pequeño grupo de seguidores que se dedicaron a cometer toda clase de tropelías que significaban un severo golpe a los intereses de los grandes hacendados, agricultores y comerciantes, así como una pesadilla para las autoridades y sus fuerzas armadas. A partir de 1915, su gavilla se robusteció con la novedad de reivindicarse combatientes villistas. Todo este incremento del fenómeno villista en Colima se presentaba en el marco del fortalecimiento militar de la División del Norte. La de por sí poderosa fuerza militar de Francisco Villa, engrosó sus filas con nuevos integrantes: individuos que habían permanecido neutrales en el conflicto o incluso muchos que enfrentaron a los constitucionalista desde el bando huertista, se sumaron a las acciones del villismo. Este fenómeno fue propiciado por el mismo Pancho Villa. Desde octubre de 1914, invitó a militares "sanos" del extinto ejercito de Huerta a incorporarse dentro de sus tropas; incluso, dos meses después, el llamado fue público. para infundir confianza, destacaba la presencia entre sus filas de un militar de carrera como el general Felipe Ángeles.408 Debido a la dimensión alcanzada por los grupos e individuos armados locales, continuaron los problemas para el gobierno constitucionalistas de Colima. Su estabilidad dependía de consolidar el dominio en toda la región de occidente. Para su mala fortuna, el avance del villismo en Jalisco fue impresionante. A las fuerzas que operaban en este estado, se sumaron las columnas villistas desplazadas desde el bajío. Lo anterior provocó 408 Esta invitación pública apareció en el periódico El Monitor, el 5 de enero de 1915. Tomado de, Guilpain P., Felipe Ángeles y los destinos de la Revolución Mexicana, México, FCE, 1991, p. 87. 312 que los constitucionalista evacuaran la capital tapatía y se replegaran hacia el sur de Jalisco. Las fuerzas de Villa tomaron Guadalajara a mediados de diciembre de 1914 y pusieron como gobernador a Julián C. Medina,409 al tiempo que el gobierno de Manuel M. Diéguez se establecía en Ciudad Guzmán. 409 El General Julián C. Medina tomó parte en la conducción de la toma de Guadalajara el 8 de julio de 1914, encabezando la Brigada de Caballería Medina compuesta por mil plazas, bajo la jefatura del general Julián Blanco, a quien le profesó gran lealtad. Participó como delegado en la Convención de Aguascalientes donde optó por la tendencia villista distinguiéndose de su jefe militar -formal- y gobernador de Jalisco Gral. Manuel M. Diéguez que permaneció fiel a Venustiano Carranza. Junto con sus hermanos José, Jesús y Juan se convirtió en un activo promotor y jefe militar del villismo en Jalisco. 313 Tras ocupar la capital tapatía, el despliegue del grueso de las fuerzas villistas se propagó hacia el sur jalisciense por los rumbos de Ocotlán y Tamazula de Gordiano a sólo quince kilómetros de Ciudad Guzmán, cuartel general de Diéguez. El avance de los convencionistas en Jalisco hizo tambalear al carrancista más pintado. En Mis memorias de campaña, Amado Aguirre (jefe militar carrancista) señaló que en una reunión del estado mayor del Ejército del Noroeste, Juan José Ríos llegó a proponer disolverse, embarcarse en Manzanillo rumbo a Salina Cruz , Oaxaca y, seguidamente, concentrarse con Carranza en Veracruz, para organizar una nueva fuerza militar.410 La decisión fue otra y el 18 de enero de 1915, los constitucionalista recuperaron la ciudad de Guadalajara; en mucho, gracias a que se reforzaron con más de 6 mil hombres de la 2ª División del Noroeste, que arribó proveniente de Toluca; también aprovecharon que Villa había salido de Guadalajara con destino a la ciudad de México, dejándole a Medina una fuerza de 8 mil efectivos. En estos tiempos de convulsión, el reclutamiento de la base de los respectivos ejércitos constitucionalista y convencionista se realizaba recurriendo a múltiples métodos, las adhesiones eran voluntarias e involuntarias. Hay que agregar que, para una gran parte de los miles de combatientes por ambos bandos, eran más atractivos los sueldos y 410 Una buena reseña sobre esos aciagos momentos para el constitucionalismo pueden extraerse de Aguirre, Amado, Op. cit., p. 94. 314 beneficios que aportaba esta guerra civil, que los programas políticos, objetivos sociales o individuales de ambas jefaturas politico-militares.411 411 cit., p. 321. Véase, Hans Werner Tobler, La Revolución Mexicana. Transformación social y cambio político ...Op. 315 A mediados de febrero, los convencionistas tomaron de nuevo la capital jalisciense. Los miles de soldados villistas que se encontraban en el bajío se desplazaron de nuevo hacia Jalisco dirigidos por el propio general Villa. Las fuerzas de Diéguez se vieron obligadas, nuevamente, a emigrar hacia el sur jalisciense. La persecución de las fuerzas de la División del Norte contra los constitucionalista fue impresionante. El 18 de febrero de 1915, cerca de 12 mil villistas, les propinaron una lastimosa derrota en la Cuesta de Sayula.412 Ante tales hechos, el gobierno de Colima puso sus barbas a remojar y, a partir del 19 de febrero, cambiaron la sede del poder estatal al puerto de Manzanillo. Sin embargo, la llama no los alcanzó y el primero de marzo se restablecieron los poderes en Colima, a tiempo para tener como huésped al errante gobierno de Diéguez que salió huyendo de Ciudad Guzmán ante el empuje de la caballería y artillería villista. El ejército del Centauro del Norte una vez posesionado de Ciudad Guzmán inició el avance sobre Colima, pero al alcanzar Tuxpan, Jal., a solicitud enviada por el general Felipe Ángeles, detuvieron su marcha y el grueso de las tropas tomó una ruta distinta: partieron rumbo al noreste del país para apoyar la campaña de desarrollaban sus compañeros de armas en aquella región. Lo anterior permitió que las fuerzas de Diéguez se reagruparan, obtuvieran refuerzos vía Manzanillo 413 y emprendieran su retorno a Jalisco a mediados de marzo. Un mes después, recuperaron definitivamente la capital tapatía. Pero antes de salir de Colima, los constitucionalista infringieron un nuevo dolor a los colimenses. Al pasar dichas fuerzas por el pueblo de Guatimotzin, el general Francisco Murguía giró ordenes para que un centenar y medio de hombres de este poblado fueran arrancados de sus hogares y conducidos a las trincheras de combate contra los villistas. 412 Telegrama del General Manuel M. Dieguez, Jefe de la División de Occidente, a Don Venustiano Carranza; en Condumex, fondo XXI-4 (en proceso de clasificación); o a su vez, Gabriel Ch. Morret, Op. cit. p. 130. 413 Los apoyos recibidos consistieron en hombres y armamento. Según fuentes localizadas por John Mason Hart, en el abastecimiento de material bélico para estas fuerzas constitucionalistas, los buques norteamericanos desempeñaron un importante papel; de manera sigilosa- aprovechando la noche- efectuaron entregas de gran cantidad de armas y parque en el Puerto de Manzanillo. Lo mismo realizaron en otros puertos bajo dominio de las fuerzas partidarias de Venustiano Carranza. Al respecto, véase, John Mason Hart, El México revolucionario...op. cit., pp. 35 y 410-411. 316 Una acción más, incorporada al creciente malestar contra el nuevo gobierno colimense y sus fuerzas armadas. La dimensión alcanzada por el villismo, durante los primeros meses de 1915, no se limitó a Jalisco. Si bien no ocurrió una nueva ocupación de la ciudad de Colima, pese a las aproximaciones efectuadas,414 esto no quiere decir que dicho fenómeno haya estado ausente. Las quejas de hacendados ubicados en la zona serrana del estado seguían atestando el escritorio del gobernador. Los sublevados reclutaban hombres, recogían maíz, caballos y ganado, a la vez que imponían "préstamos de guerra". Como ejemplo destaca las ya aludidas acciones realizadas por Antonio L. Arredondo, autodenominado jefe de las fuerzas villistas en El Mamey, quien ocupó la hacienda "El Cacao", tomó sus productos e impuso un préstamo de mil pesos.415 Pero no sólo en las partes altas del estado se aposentaron los villistas, también lugares como Tepames fue un sitio donde los rebeldes sentaron sus reales. En este lugar, destacaron los cuatro hermanos Suárez (Pablo, Macario, Gonzalo y Guadalupe), antiguos aliados y apoyadores de un connotado jefe villista como era José Bueno. Además, los mismos hijos del juez del lugar se agruparon en torno a los Suárez para servir de informantes a Bueno, cometer robos, asesinatos y toda clase de tropelías. Conviene destacar que, para ellos, era intocable y merecedor de protección el potentado local José María Salazar, por ser compadre de José Bueno; trato similar recibió Adolfo Larios, al igual que otros conocidos propietarios.416 Un panorama general sobre la situación prevaleciente en Colima durante ese tiempo esta plasmado en un informe de Juan José Valadés a Juan José Ríos, al 414 Véase, Oficio del Gobernador y Comandante Militar del Estado al General Manuel M. Diéguez, Jefe de la División Occidente, septiembre 20 de 1915; en AHEC, leg. 879, hoja suelta, 1916. 415 416 Carta de Justo Pimentel a Carlos Fernández..loc cit.. Carta de un vecino de Tepames al Comandante Militar de la Plaza de Colima, febrero 24 de 1915; en AHEC, leg. s/n, ramo economía, 1912-1913. 317 entregarle los poderes que había ocupado temporalmente en sustitución suya. Decía lo siguiente: Debido a las perturbaciones políticas que tienen alterado el orden en toda la república, en el Estado se ha sufrido el azote del bandolerismo. En los tres meses, el gobierno militar ha ido perdiendo poco a poco el control de las diversas municipalidades, del estado y actualmente sólo en las municipalidades de Colima, Villa de Álvarez y Manzanillo se conservan las autoridades civiles. En el resto del Estado les ha sido imposible a dichas autoridades permanecer sin peligro de sus vidas.417 417 EC, mayo 15 de 1915, p. 3. 318 Tan desprotegidas estaban las autoridades en los otros seis municipios, que en muchos de ellos, algunos funcionarios tenían que ser hasta complacientes con las fuerzas villistas. Por ejemplo, el presidente municipal de Comala, Sóstenes Centeno, se distinguió por su manifiesta proclividad hacia los rebeldes villistas. Asimismo, en Ixtlahuacán, a finales de abril de 1915, Prefecto Gaitán, otro cabecilla rebelde, extendió el nombramiento de autoridades a personajes ligados al villismo. Acción que en las esferas estatales fue reprobada.418 Cosa parecida ocurría en Coquimatlán; durante el mes de mayo de ese mismo año, el presidente municipal de dicho lugar expresaba: "el jueves y día anterior de esta semana, un grupo de villistas recorrió este pueblo pidiendo fondos, sin cometer atropellos. Las detonaciones que se han estado escuchando demuestran los desperfectos que se operan en la vía férrea. Ayer llegó fuerza de esa capital, en cantidad de menos de cien hombres. Según se sabe aquí los villistas pasan de doscientos hombres".419 En todas estas actividades participaban, además de los villistas colimenses, los combatientes al mando de Pedro Zamora y Roberto Moreno, quienes en áreas cercanas a la municipalidad de Manzanillo, recolectaban fondos para su "causa", buscaban obstruir el 418 Oficio del Secretario de Gobierno al Presidente Municipal de Ixtlahuacán, mayo 11 de 1915; en AHEC, leg. s/n (documentos históricos de la Revolución Mexicana, 1910-1913). 419 Oficio del Presidente Municipal de Coquimatlán al Secretario de Gobierno, mayo 14 de 1915; en AHEC, leg. s/n, (documentos históricos de la Revolución Mexicana,1910-1913) 319 paso del ferrocarril, así como conseguir víveres y bestias de silla y carga. Para lograr esto último era muy común ocupar las fincas del lugar. Uno de los sitios que padecieron los saqueos de las huestes de Zamora y Moreno fue la hacienda de El Rosario, propiedad del exgobernador De la Madrid e intervenida por las autoridades constitucionalista.420 El despliegue villista abarcaba buena parte de la geografía colimense, mientras las fuerzas zamoristas y morenistas actuaban en los lugares antes mencionados, El Indio Alonso y sus seguidores causaban estragos en otros sitios. Como ejemplo se tienen las noticias proporcionadas por el comisario municipal de Juluapan: 420 Al respecto, véase, Oficio Nº 1339 del Jefe de la Oficina de Intervención y Confiscación de Bienes en el Estado al Comandante Militar del Estado, mayo 26 de 1915; en AHEC, leg. s/n, (documentos históricos de la Revolución Mexicana, 1910-1913). 320 antier por la tarde llegaron (...) varias partidas de "villistas" ascendiendo su número a más de 150 hombres, mandados por el titulado Coronel Preciado, El Borrego, Vicente Alonso, Santiago Villaseñor e Isabel Gutiérrez, (...) los expresados están bien armados y montados. Tales villistas, después de haber matado algunas vacas y cometido algunas fechorías, salieron como a las 4 de la tarde rumbo a El Mamey, habiendo pernoctado en la Cofradía de Juluapan, en donde es probable que todavía permanezcan.421 El dominio de las tropas constitucionalista se limitaba a las áreas urbanas. Las poblaciones rurales estaban desamparadas, donde los grupos rebeldes imponían su ley. Dichos contingentes armados estaban compuestos por grupos o gavillas de entre 30 y 70 hombres, entre sus jefes figuraban: José Bueno, Fidel Gómez, Juan Michel,422 José Morales, Vicente Alonso, entre otros. Estos grupos adquirieron tanta fuerza que el 7 de mayo de 1915, de manera concertada, intentaron tomar nuevamente la capital "siendo 421 Oficio del Presidente Municipal de Villa de Álvarez al secretario de Gobierno y Comandante Militar del Estado, mayo 27 de 1915; en AHEC, leg. s/n, (documentos históricos de la Revolución Mexicana, 1910-1913). 422 Este rebelde operaba en la zona norte de Manzanillo, donde cometía incontables atracos, información sobre estos hechos puede consultarse en AHEC, leg. 875, 1915. 321 rechazados después de un combate de cerca de seis horas, en el cual perdieron la vida más de veinte bandoleros y tres soldados de la legalidad".423 423 EC, mayo 15 de 1915, p. 4. 322 Un aspecto a resaltar es que esta tentativa armada no sólo descansó en hombres que descendieron de las partes altas y apartadas de la entidad. Las autoridades y pobladores de Comala se sumaron a la rebelión, así como habitantes de la capital. Entre los insubordinados aparecieron: Tiburcio Valencia, expresidente municipal de Comala y figura prominente del lugar; J. Cruz Campos, hijo del profesor Campos, líder de la rebelión de Comala en 1913; Lorenzo Águila, estudiante de medicina;424 los hermanos Suárez de Tepames, quienes aseguraron haberse enrolado en los contingentes rebeldes porque entre los constitucionalista que se acercaban al pueblo iban viejos rivales personales;425 José Valencia, comandante de la policía, quien incorporó al personal bajo su mando a esta contienda.426 Los asedios a la capital colimense y diversas cabeceras municipales quedaron sólo como sustos para Juan José Ríos y su gente. A partir de la segunda mitad de 1915, las autoridades constitucionalista pudieron, poco a poco, recobrar cierta estabilidad debido a que los ataques villistas bajaron, parcialmente, de intensidad. En esos días, la prensa de los militares constitucionalista consignaba la situación prevaleciente en Colima de la 424 Lorenzo Águila, posteriormente, ocupó la presidencia municipal de Comala del 1º de enero al 28 de febrero de 1930. 425 Todos los casos mencionados solicitaron amnistía pocos meses después de esta acción armada: información localizada en AHEC, leg. 838, 1915. 426 Véase, Carta de Ricardo Cabrera al Gobernador y Comandante Militar del Estado, septiembre 25 de 1915, en AHEC, leg. 879, hoja suelta, 1915. 323 siguiente manera: "Toda esta región está enteramente tranquila, pues aunque alguna que otra gavilla merodea por los lugares que no están guarnecidos, todo mundo sabe que son impotentes dichas gavillas, para resistir cualquier ataque de nuestras fuerzas".427 427 BM, julio 14 de 1915, p. 6. 324 Esta aseveración, en buena medida era, un mero alarde triunfalista; para mediados de 1915, las diversas fuerzas villistas a través de acciones conjuntas, enroques, ataques sorpresivos y una gran movilidad, tenían al sur de Jalisco y buena parte de Colima en pleno estado de alarma. Una muestra clara del dominio y gran movilidad de las fuerzas rebeldes se constata con la información proporcionada por el Administrador de la Vacuna en la entidad, quien alude como causas de la baja vacunación en Comala al "temor de no ser sorpendidos en las calles por los villistas".428 Por los mismos motivos nadie se presentó a vacunarse en la Hacienda de San Antonio. Por otro lado, este clima rebelde se constata de mejor manera con las ofensivas rebeldes efectuadas a finales de agosto de ese año en Sayula, Jal., donde se concentraron fuerzas en un número superior a 800 hombres bajo el mando de los cabecillas Moreno, Hueso, Zamora, Morales, Rodríguez, Godínez y Preciado, que escenificaron un cruento combate contra el 19 Batallón de Sonora estacionado en ese lugar. El combate fue encarnizado; los villistas se retiraron después de incendiar la Presidencia Municipal, saquear casas particulares y las bodegas del ferrocarril, no sin antes padecer bajas significativas.429 Este ataque, si bien significó una incursión militar en esta región del sur jalisciense, no obedecía tan sólo a una tentativa o motivación llegada de fuera; los villistas contaban con seguidores en este lugar cuando menos personas que los veían con agrado y que no eran muy proclives a los contingentes y gobernantes emanados de las filas del ejército constitucionalistas. Durante los ataques villistas el apoyo de los habitantes de Sayula fue 428 Oficio de Luis R. Rivera, Administrador de la Vacuna, al Presidente del Superior Consejo de Salubridad, junio 30 de 1915; en AHMC, Sección "E", Caja 61, exp. 17, 1915. 429 BM, agosto 31 de 1915, p. 1. 325 notorio: varios de ellos abrieron puertas y zaguanes de sus casas para que los rebeldes ocuparan los techos y tuvieran una mejor posición de tiro. Algunos empleados de la planta eléctrica les facilitaron escaleras para el mismo propósito. Esto indica que también algunos pobladores del lugar participaron en la preparación del ataque. Por tal motivo, dos semanas después de transcurrida la confrontación militar, un grupo de oficiales constitucionalista penetraron a una casa de Sayula cuyo propietario era el exfederal Rafael Rivas para aprehenderlo por haber militado como capitán primero, ayudante de las fuerzas rebeldes que dirigía el coronel "villista" Justo Hueso. Dicha aprehensión no se efectuó en virtud de que Rivas se encontraba en Colima acompañado por el presidente municipal de este lugar.430 Los acercamientos de esta autoridad local con los rebeldes también es una posibilidad; máxime que, poco antes de estos sucesos, fungió como enlace entre el coronel Enrique Estrada, jefe de operaciones de occidente del ejército constitucionalistas y el coronel villista Espiridión Preciado, para tratar la rendición de este último. Proceso que no se concretó.431 Este es otro indicador más para olfatear los distintos vínculos y complicidades que rodeaban a los villistas que operaban en el sur de jalisco y en tierras colimenses. Por otro lado, si bien, este ataque a Sayula (como otros más) ocasionó muertos y heridos en las filas villlistas, después de los intensos combates que ocasionaba su dinámica actividad bélica, optaban por el abandono o salida de la plaza atacada. Sus ofensivas de "pega y huye" no significaban una auténtica derrota como lo pregonaban los militares constitucionalista; era producto de esa estrategia envolvente que se sustentaba en lo que, prácticamente, constituía una "guerra de guerrillas". Luego de este combate concertado, los jefes villistas disgregaron sus fuerzas en esta área jalisciense y en la abrupta geografía colimense. Una semana después de los enfrentamientos de Sayula, Pedro Zamora y Espiridión Preciado, al mando de casi 500 hombres, atacaron Tonilita y 430 431 BM, septiembre 2 de 1915, p. 7. BM, agosto 1º de 1915, p. 6. 326 Estación Villegas, puntos limítrofes con el estado de Colima, donde impusieron su jerarquía sobre los militares que resguardaban el lugar. En estos combates, participaron los famosos Batallones Rojos de la Casa del Obrero Mundial (3º y 4º establecidos en Colima), conjuntamente con el 19º Batallón de Sonora. Como resultado de esta refriega militar, un destacamento del 3º Batallón Rojo, prácticamente, fue destrozado por los villistas. El general Juan José Ríos y la prensa constitucionalistas emularon la muerte de 15 de sus integrantes con una de las descripciones míticas elaboradas alrededor de los "Niños Héroes de Chapultepec". La versión carrancista sobre los incidentes del ataque fue la siguiente: El combate era terrible pero las fuerzas del gobierno que se hallaban en un desfiladero y en sitio poco a proposito para la lucha. Entre tanto, los villistas en número cinco veces mayor, arrojaban grandes peñascos sobre los constitucionalista, que en esta acción quemaron verdaderamente el último cartucho, los soldados del gobierno se dispersaron, en parte quedando un grupo como de veinte hombres pertenecientes al 3º Rojo y 19 Batallón de Sonora, que fueron rodeados por el enemigo que trataba de capturarlos. los soldados valiente y heroicamente rompieron las armas contra los peñascos y en un supremo alarde de valor se lanzaron al abismo, seguidos algunos de ellos por sus abnegadas soldaderas. Un sargento que estaba con su familia tomó en sus brazos a sus dos pequeñas hijitas, las besó cariñosamente. y ya con ellas en los brazos se arrojó al fondo de la barranca gritando ¡Viva Carranza!.432 La descripción anterior está impregnada de arquetipos muy propios de nuestras leyendas de nacionalismo. En estos renglones se encuentra impregnado un gran simbolismo para hacer resaltar la heroicidad y abnegación de una parte contra lo arbitrario e inhumano de la otra. La historia dividida entre hombres buenos y malos. Es obvia la 432 BM, septiembre 14 de 1915, p. 2. 327 magnificación de los soldados del 3er. Batallón Rojo. Por ejemplo, es muy difícil aceptar que en plena confrontación bélica los soldados se hiciesen acompañar de sus pequeños hijos. En la narración sobre el militar que se arrojó con sus hijas en brazos al vacío, las niñas parecen representar, el amor a lo íntimo, a la patria, por la cual se realiza el mas grande de los sacrificios, e incluso se muere por y con ella. Al margen de las particularidades ocurridas durante este combate, la finalidad parece obvia: exaltar el á nimo y el patriotismo de las fuerzas constitucionalista. Por ello, al difundirse estas versiones sobre el combate, en Colima se organizó un acto militar, ambientado por elocuentes frases del general Ríos, las entonaciones de una marcha de honor, el desfile de la bandera del 3er. Batallón Rojo y los gritos a coro de los soldados: ¡Viva el 3er. Batallón Rojo! ¡Viva el 19 Batallón de Sonora! ¡Viva el 4º Batallón Rojo! ¡Viva Carranza!433. Pese a esta dolorosa derrota para los efectivos del gobernador Ríos, los ataques y amenazas villistas, se volvieron más esporádicas y menos concurridas . No obstante, Colima y una amplia zona de Jalisco estaba distantes de una plena pacificación. El panorama reinante era muy diferente al que, la prensa adicta a Venustiano Carranza, se empeñaban en difundir, sobre las sureñas tierras del mariachi: Parece que desde que Moreno y todos los de Unión de Tula y de Hostotipaquillo fueron completamente escarmentados, la vitalidad del movimiento villista que aun se conservaba en el Estado ha concluido por completo, pues las únicas noticias que se tienen son las continuas rendiciones de partidas más o menos numerosas, pero todas las cuales entregan parque aunque sea en pequeña cantidad por haberlos gastado en los últimos esfuerzos inútiles que se han hecho para resistir el empuje de nuestras fuerzas.434 433 Para mayor información sobre la participación de los Batallones Rojos en este combate, Consultese Morales Jiménez Alberto, La Casa del Obrero Mundial, México, INEHRM, 1982, pp. 118-119. 434 BM, octubre 26 de 1915, p. 7. 328 Estos mismos voceros de la oficialidad se expresaban de manera muy similar sobre la situación imperante en la geografía colimense, donde aseguraban que "Los pocos villanos que andan entre Colima y Ciudad Guzmán no son de temérseles, pues será una partida compuesta de diez a quince hombres y éstos se han dedicado a robar nixtamales en los ranchos".435 Estas expresiones no reflejaban con claridad la terca realidad prevaleciente. Los bandoleros e insubordinados eran una seria amenaza que provocaba muchos dolores de cabeza a las autoridades civiles y militares. Por tanto, para un mejor combate a los grupos insurgentes y bandoleros, Juan José Ríos impulsó la formación de un cuerpo regional para salvaguarda de la seguridad del estado. En poco tiempo reclutó 300 435 Ibid. 329 Una de las medidas que permitió reducir, en parte, la amenaza rebelde se estableció durante la segunda parte de 1915, cuando las autoridades constitucionalista ofrecieron amnistía para todas las fuerzas rebeldes. Buena parte de jefes rebeldes y elementos de tropa que los acompañaban, tomaron en cuenta dicho ofrecimiento. Reconocidos hacendados y hasta el cónsul norteamericano sirvieron como intermediarios de las autoridades ante varios jefes rebeldes para lograr que aceptasen dicha propuesta. La coalición rebelde empezó a disgregarse, pues muchos de los insubordinados, sobre todo militares, profesionistas, políticos locales, propietarios agrícolas, empezaron a recibir los beneficios de la amnistía o simplemente abandonaron las armas. Entre los más destacados se contó a José Morales, quien se presentó ante el general Juan José Ríos y entregó sus armas en compañía del teniente coronel José Trujillo, 13 oficiales y 24 330 hombres de tropa.437 También se rindió el jefe del estado mayor del general villista Rafael Sánchez Aldana con un reducido número de hombres.438 Los aguerridos hermanos Suárez de Tepames secundaron a su jefe José Morales. El caso presentado en Colima no era aislado, los principales jefes rebeldes de la región del occidente mexicano intentaron cobijarse bajo este decreto de amnistía. Para finales de 1915, buen número de rendiciones se presentaron en las filas villistas de Michoacán y Jalisco. Por ejemplo, ante los retrocesos militares villistas y el traslado de numerosos contingentes constitucionalista de otros puntos del país a Jalisco, entre mediados de 1915 y principios del año siguiente, ocurrieron las solicitudes de amnistía de varios jefes villistas: Espiridión Preciado, Julián del Real, Ricardo Marchain, Juan Garibaldi, Miguel Vargas, Eulogio Silva, Juan García, Cesáreo Torres, N. Godínez, Juan Puertas, Isidro Cárdenas, Daniel C. Gutiérrez, N. Rendón, y Julián, José y Jesús Medina, entre otros; todos ellos acompañados por cientos de seguidores. También hicieron lo propio decenas de civiles. 437 438 BM, diciembre 17 de 1915, p. 5. BM, diciembre 28 de 1915, p. 3. 331 Pero las autoridades tenían especial interés en conseguir la rendición de los lideres de los indómitos contingentes rebeldes que operaban en el sur de Jalisco y la zona colindante con Colima; por eso, altos jefes militares del ejército constitucionalistas ofrecieron amnistía a Pedro Zamora y Roberto Moreno bajo condición que ambos saldrían al extranjero.439 Los jefes, oficiales y soldados que militaban bajo sus órdenes, al momento de presentarse, recibirían salvoconducto, pasaje al lugar donde fijarían su residencia y 100 pesos en calidad de ayuda para retirarse a la vida privada, si entregaban armas, municiones y caballo. Quienes no entregasen caballo sólo recibirían 50 pesos. Sin embargo, dicha tentativa no prosperó. De manera similar, las filas rebeldes de Colima se adelgazaron a causa de las deserciones o la amnistía de varios cabecillas locales u oficiales y bastantes elementos de tropa decidieron ampararse en la amnistía decretada; tales fueron los casos de José Bueno, José Trujillo, Higinio Álvarez, Ignacio Padilla, Tiburcio y José Valencia, al igual que decenas de sus seguidores. Poco después seguirán sus pasos Fidel Gómez (sólo al nivel de tentativa) y Rafael Gómez Espinoza.440 Ante tal proceso, la autoridad pronto lanzó sus campanas a vuelo, al señalar lo siguiente: " La paz y la tranquilidad pública más completa 439 Oficio de Francisco Serrano, Jefe del Estado Mayor, al Gobernador y Comandante Militar del Estado, diciembre 24 de 1915; en AHEC, leg. 868, hoja suelta, 1915. 440 Tras la toma momentánea de la ciudad de Colima, dirigida por Fidel y Rafael Gómez, cuando los constitucionalistas recuperaron la capital, Rafael se refugio por corto tiempo en el Estado, posteriormente se trasladó a Guadalajara, para después pasar a refugiarse en los estados del norte de la república. Se reintegro a Colima hasta principios de 1916. Para mayores datos sobre el particular, véase, Juicio ordinario N° 50 de Santiago Barajas contra Rafael Gómez Espinoza, en APJEC, ramo civil, leg. s/n, 1917. 332 reinan en el Estado. Las numerosas partidas de reaccionarios que quedaban, se están rindiendo convencidos de la justicia de la causa constitucionalista".441 441 BM, octubre 27 de 1915, p. 7. 333 En noviembre de 1915, Vicente Alonso también intentó acogerse a la amnistía, pero, como ya se dijo en su oportunidad, a condición de la entrega de una buena de dinero para él y otra parte para sus hombres; propuesta que las altas autoridades constitucionalista no aceptaron. Ante tal actitud, Alonso continuó con sus osadas incursiones a pueblos, su táctica de ataca y huye, sin presentar nunca un combate frontal,442 y con su azarosa vida en la intrincada serranía. Desde estos lugares planeaba acciones como ataques, saqueos y secuestros. En el caso de los plagiados, su nuevo y temporal hogar era la alta montaña, lugar de cautiverio para ellos y "mundo de libertades" para el Indio Alonso. Las cumbres y cuevas del Cerro Grande se convirtieron en la mejor y más segura residencia, para él y sus decenas de acompañantes. En este lugar se refugiaban las fuerzas de Alonso y las de otros jefes rebeldes. El Cerro Grande era una especie de cuartel general desde donde se desplegaban acciones hacia Jalisco o Colima. Desde sus cumbres bajaba Alonso y su tropa para realizar audaces e inesperadas incursiones a los caminos y poblaciones de los valles. También, desde ese sitio, se orquestaban acciones conjuntas entre dos o más partidas armadas que actuaban en esa área del norte colimense y el suroeste de Jalisco. Por ejemplo, justo en las semanas cuando se intentaron los acuerdos de amnistía para Alonso, Zamora y Moreno, éstos no cejaban en sus acciones ofensivas conjuntas con objetivos previamente esbozados. Lo anterior se denota por los serios combates que desarrollaron a principios de noviembre en la región limítrofe de Colima con la zona de Zapotlán. Mediante su ofensiva a las guarniciones militares acantonadas en las inmediaciones de esta parte de Jalisco y Colima, los villistas trataban de separar por completo las tropas de Jalisco de las establecidas en Colima, por ese motivo intensificaron sus ataques para hacerlos retroceder hasta los p oblados de Zapotlán y Sayula, avanzando con sus efectivos hasta las cercanías de San Gabriel.443 Esta operación militar buscaba 442 Véase, Telegrama del Coronel José María Buenrostro a la Comandancia Militar del Estado, noviembre 27 de 1915; en AHMC, Sección "E", Caja 67, hoja suelta, 1915. 443 BM, noviembre 2 de 1915, p. 7. 334 establecer una barrera que cortara los refuerzos y apoyos para la efectivos del general Ríos y estar en condiciones para desplegar una fuerte ofensiva sobre el territorio colimense. 335 Zamora en compañía del bandido Hueso, se introdujeron a nuestro Estado por El Mamey con las chusmas que los siguen, y (...) se disponen a destruir la vía ferrocarrilera".445 Pedro Zamora y Roberto Moreno constantemente cruzaban las fronteras del estado y hostigaban a las autoridades de El Mamey. En su paso por esta zona ganaron seguidores, por esa razón el jefe de armas de aquel lugar pidió " reconcentrar (...) a todos los vecinos enclavados en el Cerro del Ocote, en virtud de que sus moradores son gente de desorden y para el mejor éxito de las operaciones emprendidas contra los bandoleros".446 Dentro de estas ofensivas conjuntas, también actuaba Vicente Alonso y sus seguidores. Tal es el caso del ataque ocurrido en Comala a principios de mayo de 1916, donde participó el Indio Alonso, al lado de los jefes rebeldes Pedro Zamora y Roberto Moreno, integrando un contingente armado con poco más de 100 hombres.447 Estas acciones concertadas, probablemente, obedecían a que sus fuerzas estaban disminuidas y era la mejor o única forma de dar efectividad a los ataques. Esta idea de un villismo disminuido campeaba dentro de las filas constitucionalista, por esa razón, además de las fisuras y e incluso la ruptura de la alianza entre Carranza y la Casa del Obrero Mundial, los jefes constitucionalista decretaron, a principios de 1916, la disolución del 3º y 4º Batallón Rojo establecidos en Colima y el envío de todos sus 445 BM, febrero 10 de 1916, p. 8. 446 Solicitud del Jefe de Armas del Mamey al Gobernador y Comandante Militar del Estado, enero 13 de 1916; en AHEC, leg. 837, 1916. 447 BM, 5 de mayo de 1916, p. 6. 336 integrantes a la capital de la república.448 448 Sobre el particular, véase, Alberto Morales Jiménez, Op.cit., pp. 120-121. 337 Pero nuevas batallas faltaban para cerrar esta confrontación, pues los lugares apartados de los centros en los que se asentaba el poder estatal, eran los reductos donde las bandas villistas se movían con entera libertad y mejor éxitos. Toda la línea colindante entre Jalisco y Colima, establecida entre la región serrana del sur jalisciense y la franja más abrupta del municipio de Comala y la congregación de El Mamey continuaron caracterizándose como áreas donde el villismo imponía su "ley" a pesar de todo. De frente a esto, las autoridades de los pueblos ubicados dentro de esta zona, regularmente, se mostraban complacientes y proclives hacia las partidas rebeldes que llegaban a sus pueblos.449 Por otra parte, además del decreto de amnistía, otro de los recursos paralelos que utilizaron las autoridades gubernamentales para controlar la violencia desmedida que se propalaba en el estado, fue establecer un control más estricto sobre los permisos de portación de armas de fuego. A partir de abril de 1916 se estableció una fianza de 200 pesos por pistola y 300 pesos por rifle, para gozar de tal privilegio.450 En el pago de estas cuotas estaban excluidos los hacendados y pobladores rurales, muestra inequívoca que los grupos rebeldes seguían quitando el sueño a los poderes de Colima. Esto resulta tan evidente que se dieron todas las facilidades a estos particulares para defensa de su vida e intereses, de hecho se les autorizó contar con hombres armados 449 Véase, Carta de un colimense residente en Guadalajara al Gobernador del Estado de Colima, diciembre 12 de 1915; en AHEC, leg. s/n, ramo economía, 1912-1913. 450 Véase, Aviso de Francisco Ramírez Villarreal, Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar, marzo 31 de 1916; en AHMC, Sección "E", Caja 68, hoja suelta, 1916. 338 al interior de sus propiedades o como seguridad personal. Las autorizaciones brindadas por el ejecutivo de Colima a Refugio Rincón vda. de Ochoa, propietaria de Laguna de Alcuzahue; José del Toro, dueño de El Mezquite; al destacado hacendado Enrique Schöndube o a los rancheros de Montitlán, son algunos de los casos que constatan dicha actitud gubernamental.451 451 Al respecto, véase José Luis Ramírez Domínguez, Iniciativa y prestigio social en Colima:1940-1970, Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Colima-Instituto Colimense de Cultura-CONACULTA, Colima, 1995, p. 33. 339 Otra disposición orientada a limitar y sofocar de mejor manera a las bandas rebeldes fue instruir a todas las autoridades municipales para que organizaran Cuerpos de Policía Rural con cuarteles en cada una de las cabeceras del municipio. Estos cuerpos armados se sostenían económicamente por el gobierno estatal; los municipios contribuyeron con una cuarta parte de los gastos que generaban.452 De manera particular, con el objeto de disminuir y desactivar las fuerzas de Vicente Alonso, se recurrió a lanzar ofrecimientos a sus mismos seguidores para que se pasaran al bando constitucionalistas. No se les ofrecía un sueldo pero sí la amnistía y una buena gratificación si entregaban el cadáver del Indio Alonso y las armas que tuviesen en su poder. Esta propaganda logró resultados. A mediados de 1916, 40 de los hombres del bandolero lo abandonaron y nutrieron las filas de la oficialidad. De ese grupo de desertores rebeldes, sólo 20 se encontraban armados. Inmediatamente se les rearmó y fueron lanzados contra de su exjefe. Esta ofensiva se combinaba con columnas de infantería reforzadas con indígenas de Zacualpan, enemigos de Alonso, algunos de los cuales servían de guías debido a su amplio conocimiento de la zona.453 A pesar de algunos aciertos militares de los mandos constitucionalista como la captura del coronel villista Juan Michel, azote de la zona localizada al norte del puerto de Manzanillo, y su fusilamiento el 23 de enero de 1916 en la ciudad d e Colima,454 la amenaza no desaparecía; rebeldes como Fidel Gómez seguían conduciendo a sus hombres en audaces incursiones a distintos poblados del estado.455 Por eso, se siguieron utilizando los dos métodos diseñados para neutralizar a estos escurridizos e indómitos rebeldes: la 452 Aviso del Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar a los distintos presidentes municipales en la entidad, abril 11 de 1916; en AHEC, leg. 879, hoja suelta, 1916. 453 Informe de José M. Addis, junio 6 de 1916; en AHEC, leg. s/n, (documentos históricos de la Revolución Mexicana, 1910-1913.). 454 455 BM, enero 26 de 1916, p. 5. Véase, Carta del Inspector General de Policía del Distrito del Centro, Carlos G. Rosaldo al Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar del Estado, abril 29 de 1916; en AHEC, leg. 893, hoja suelta, 1916. 340 tenaz persecución y los reiterados llamados a deponer las armas y cobijarse bajo el decreto de amnistía. Es oportuno señalar que muchos de los que aceptaban rendirse y cobijarse en el citado decreto de amnistía, en poco tiempo se encontraban enlistados de nuevo dentro de las filas villistas. Eso sucedió con los rebeldes colimenses José Bueno, Fidel Gómez y los hermanos Suárez. Sin embargo, los jefes carrancistas siguieron apostando a esa medida, de la cual obtenían resultados parciales. No obstante, diversos cabecillas continuaron explorando la posibilidad de abandonar las armas y recibir los beneficios de la amnistía. Vicente Alonso hizo otros ofrecimientos para rendirse sin concretarse nada; José Bueno procedió de manera similar. Los hermanos Gonzalo y Guadalupe Suárez recibieron salvoconductos para que se presentaran a recibir la amnistía y, sin embargo, continuaron cometiendo depredaciones y asesinatos. Vicente Mendoza varias veces ofreció rendirse, pero nunca lo concretó. Fidel Gómez, estando en tratos para rendirse, asaltó, en compañía de José Bueno y Luis V. Gutiérrez (a) "El Chivo Encantado", el pueblo de Tecomán, saqueándolo e incendiándolo.456 Por lo anterior, Juan José Ríos pidió a Venustiano Carranza su autorización para declararlos fuera de la ley, medida que formalizó como decreto, el 7 de agosto de 1916, en contra de: Vicente Alonso, José Bueno, Fidel Gómez, Luis V. Gutiérrez, Gonzalo, Guadalupe, Pablo y Macario Suárez, Vicente Mendoza, Salvador Madrid, Rafael Serrano, 456 Véase, Telegrama del General de Brigada Juan José Ríos, Gobernador y Comandante Militar del Estado de Colima, a Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, julio 23 de 1916; en AHEC, leg. 886, hoja suelta, 1916. 341 Paulino Valdovinos, Juan Flores, Pedro Flores, Luis y Perfecto Cobián y Luz Vargas. A todos ellos se les acusaba de rebelión, traición, violación, asesinato y plagio. Mediante dicho decreto se facultaba a cualquier autoridad o particular para aprehenderlos y pasarlos por las armas, sin más requisito que su previa identificación.457 Como puede apreciarse, pese a que la dimensión de los ataques rebeldes habían disminuido, un buen número de gavillas y sus jefes continuaban insubordinados y, con ello, la amenaza permanecía aún latente. Los dolores de cabeza aún no habían terminado para el gobierno de Juan José Ríos. 457 Decreto del General de Brigada, Juan José Ríos, Gobernador y Comandante Militar del Estado de Colima, agosto 7 de 1916; en AHEC, leg. 886, hoja suelta, 1916. El texto completo de dicho decreto puede consultarse en Anexo N° 3. 342 En las tierras bajas de Colima, Perfecto Gaitán enfrentaba tenazmente los embates de las autoridades y, a cambio, practicaba rápidas e inesperadas ocupaciones de pueblos, su preferido era Ixtlahuacán. A su paso, los funcionarios de gobierno consignaban que Gaitán se respaldaba en un sólido contingente de hombres debidamente pertrechados, con el cual cometía toda clase de depredaciones y robos en perjuicio de diversos vecinos de este municipio.458 Roberto Moreno, el indomable hacendado jalisciense, con celeridad se reponía de los reveses militares sufridos en su zona original de operaciones y de nuevo volvía su mirada sobre tierras colimenses. A finales de 1916, nutrió sus fuerzas con pobladores de Zapotitlán y colaboró en los ataques perpetrados contra la ciudad de Colima practicados por los rebeldes locales.459 Por su parte, El Indio Alonso continuaba transitando los municipios de Villa de 458 Oficio del Secretario de Gobierno del Estado al Presidente Municipal de Ixtlahuacán, mayo 22 de 1917; en AHEC, leg. 903, hoja suelta, 1917. 459 Véase, Carta de Basilio Vadillo al Gobernador y Comandante Militar del Estado, diciembre 5 de 1916; en AHEC, leg 888, 1916. 343 Álvarez y Comala, incrementando el temor de hacendados, pobladores y autoridades.460 Asimismo, seguía atacando fincas apartadas, terminando con siembras y ganado, y " sin permitir que se hagan nuevos cultivos por la persecución que hacen a los trabajadores, que o bien se hacen de su banda o se retiran del trabajo".461 460 A manera de ilustración, véase, Comunicado del Presidente Municipal de Villa de Álvarez al Secretario de Gobierno y de la Comandancia Militar del Estado, diciembre 8 de 1916; en AHEC, leg. 879, hoja suelta, 1916. La relación de p ropietarios agrícolas que padecieron los ataques o amenazas de las fuerzas rebeldes de Vicente Alonso se encuentran en Anexo N° 4. 461 1917. Carta de Ricarda Arciniega al Gobernador del Estado, 16 de marzo de 1917; en AHEC, leg. 809, 344 Los clamores de las autoridades solicitando ayuda no se hicieron esperar, especialmente desde los lugares más apartados de la entidad, Simón Guzmán, comisario municipal de Zacualpan, solicitó al gobernador el envío de una fuerza militar para capturar a los individuos de ese pueblo que eran acompañantes de Vicente Alonso; al mismo tiempo pedía se aprehendiera a toda persona que lo acusara de cometer abusos o proceder con maldad.462 Se ponía el huarache, seguramente, después de la espinada. De otro lugar tan apartado como El Mamey, Elías Arias, diputado por esta región, demandó insistentemente el reforzamiento de la guarnición militar existente en este sitio. A la vez, solicitó al presidente Venustiano Carranza una línea telefónica para facilitar el combate al bandolerismo y el envío de parque y municiones de guerra para activar la campaña contra los grupos de Vicente Alonso, Roberto Moreno y Pedro Zamora.463 El gobernador del estado no compartía tanto sus temores, ya que, en su opinión: Los bandidos Moreno y Zamora, en compañía del Indio Alonso, no traen arriba de cien hombres, muchos de los cuales no traen ni arma y la gran mayoría tampoco parque. Al iniciar un ataque sobre El Mamey no podrían sostener un ataque ni por una hora, sin ser dispersados con grandes perdidas. Un contraataque no lo pueden dar porque siendo chusmas las que traen y no fuerzas disciplinadas no hay soldado que los obedezca luego de una derrota. Por lo tanto, no hay 462 Véase, Oficio de Simón Guzmán, Comisario Municipal de Zacualpan, al Gobernador del Estado de Colima, noviembre 25 de 1916; en AHEC, leg. 887, hoja suelta, 1916. 463 Informe del Diputado Elías Arias a J. Felipe Valle, Gobernador Constitucional del Estado de Colima, agosto 7 de 1917; en AHEC, leg. 848 (2), hoja suelta, 1914. 345 peligro de que capturen al Mamey ni por sorpresa, si el vecindario ayuda a la guarnición a tener un buen servicio de espionaje.464 464 Oficio del Jefe de Operaciones en el Estado, Juan José Ríos, al Gobernador del Estado Felipe Valle, julio 10 de 1917; en AHEC, leg. 912, 1917. 346 Probablemente, Juan José Ríos, al aludir a la composición de dichos grupos, buscó minimizarlos y, a la vez, levantar la moral de las fuerzas gubernamentales, pero su afirmación tenía cierta lógica debido al declive generalizado que experimentaba el villismo en el occidente y el resto del país. Sin embargo, la situación de las fuerzas oficiales no eran muy halagadores. Ríos no proporcionó la ayuda solicitada, aclarando: "en la estricta vigilancia de la zona encomendada a mi cuidado, va empeñado mi propio prestigio (...) pero desgraciadamente se carece de los elementos indispensables para el objeto y la sola voluntad no basta para conjurar una situación que de alargarse, no sé cuáles puedan ser los resultados".465 La imposibilidad se debía al desabasto de armas y municiones, pues la mayor parte de pertrechos de guerra se destinaba a otras zonas del país donde se libraban batallas más decisivas contra los villistas. En Colima, la rebeldía, pese a todo, ya iba a la baja. Esta reducción en el accionar de los grupos bandoleros y rebeldes no significó que la zozobra y la inseguridad fueran cosa del pasado; la amenaza siguió latente en muchos lugares de la entidad. Uno de esos lugares fue Tepames (San Miguel de la Unión) donde, en julio de 1917, el comisario municipal solicitó al gobernador del estado el apoyo de acordadas para erradicar la inseguridad y a los trastornadores del o rden que merodeaban e incursionaban en dicho lugar.466 No obstante, la tendencia general era clara: a partir de la segunda mitad de 1916, las acciones rebeldes tomaron, fundamentalmente, un claro corte defensivo. Los grupos armados autoproclamados villistas actuaban por su cuenta, su orientación obedecía a 465 466 Loc. cit. Comunicado de Ramón Ahumada, Secretario General del Gobierno del Estado, al Presidente Municipal de Colima, julio 21 de 1917; en AHMC, Sección "E", Caja 75, leg. 44, 1917. 347 criterios y motivaciones locales, establecidas por sus lideres; muy alejados -y hasta diferenciados- de los destinos que seguían las fuerzas de Villa en el norte de México. La gran coalición villista de alcance nacional, ya había evolucionado hasta convertirse en una rebelión regional; los grupos rebeldes de otros puntos, distintos a Chihuahua y Durango, que se integraron a la alianza militar auspiciada por Villa entre 1914 y 1915 y que se constituyeron en bases de apoyo y prácticas mancomunadas durante estos álgidos años, para 1916 seguían rumbos muy particulares, ahora más que antes. Por esa situación atravesaron los últimos sedimentos villistas de Colima, su comportamiento se individualizó, sus acciones se fueron esfumando, los que no cayeron en combate, tendieron a cobijarse, de manera paulatina, bajo la ley de amnistía o simplemente abandonaron las armas sin mucho escandalo. Uno de los cabecillas colimenses más beligerantes y consistentes a favor del villismo fue, precisamente, el Indio Alonso. Después de 1916, pese a que con el paso de los meses el panorama se volvía más adverso en la medida que las fuerzas militares constitucionalistas consolidaban su presencia hegemónica a nivel nacional, prosiguió su iracundo accionar en el norte colimense y en la franja vecina del estado de Jalisco, centrándose en la realización de secuestros, asaltos e imposición de prestamos forzosos. Sin embargo, el radio de sus acciones se reducía y su persecución se volvía cada vez más persistente al grado que, para 1917, el ejército constitucionalistas, prácticamente, le pisaba los talones. Para resguardarse mejor, en los primeros meses del año, los alzados alonsistas pusieron sus miras en la parte mas recóndita de la zona aledaña al Volcán de Colima, por el rumbo de Jalisco; desde entonces, Zapotitlán fue plaza de visita obligada, y de este lugar Alonso raptó a la jovencita Ramona Murguía, que marcaría su vida y su leyenda. Los planes para capturarlo se multiplicaban; las persecuciones se volvían más frecuentes y más efectivas con el apoyo de varios indígenas de Zacualpan. En agosto, durante un combate con los militares, Vicente Alonso fue herido y para su recuperación se trasladadó a su refugio favorito en la Cueva del A guacate, localizada al norte de Juluapan. 348 Este sitio, tan querido por Alonso, sería el recinto donde se sellaría su existencia, ya que aquí encontró la muerte a manos de uno de sus hombres y de Ramona Murguía, la joven secuestrada que invariablemente lo acompañaba. De víctima, al ser raptada meses antes por Alonso, se convirtió en victimaria. Acción desarrollada en complicidad con dos seguidores del jefe bandolero: Guadalupe Murguía y Esteban García, que supuestamente estaban en ese lugar para resguardarlo. Estas tres personas eran las únicas que acompañaban a Vicente Alonso en su refugio, el resto de la gavilla comandada por Cipriano Corona, primo de Alonso, se encontraba en expedición para localizar a Pedro Zamora y obtener armamento y provisiones. Alonso no los acompañaba debido a la herida que había sufrido. En estas condiciones, el complot de su muerte no tuvo grandes problemas para efectuarse con exito. Tras cegar su vida de un certero balazo, se le decapitó para entregar su cabeza a las autoridades y cobrar la jugosa recompensa que ofrecían por la muerte del jefe bandolero. Luego de abandonar el lugar del crimen, Ramona se marchó rumbo a su lugar de origen (Zapotitlán, Jal.), los dos traidores condujeron la cabeza de Alonso a la capital colimense, sólo que en lugar de recompensa encontrarían el fusilamiento; así les pagaron las autoridades civiles y militares sus diligentes servicios. No cabe duda, "el que a hierro mata a hierro muere". Por otro lado, con la cabeza de Vicente Alonso, las autoridades estatales organizaron una dantesca exhibición pública en una vitrina del palacio de gobierno de Colima. Con la muerte de Vicente Alonso, la flama villista en Colima se convirtió en una tenue pavesa que no tardó en extinguirse, al menos como oposición violenta y organizada. Domingo Máximo, también indígena y oriundo de Zacualpan, acompañado de Cipriano Corona, continuaron con la gavilla, pero su existencia no se prolongó por mucho tiempo. Corona encontró la muerte en 1919, luego que las fuerzas federales le dieron alcance tras cometer un robo. Domingo Máximo, por su parte, después de gozar de un leve respiro en calidad de amnistiado y de desempeñarse dentro de las fuerzas rurales del Estado, ese mismo año de 1919, aglutinó a los escasos restos de la columna rebelde de Vicente 349 Alonso y volvió a levantarse en armas contra el gobierno. Se refugió de nuevo en las altas cumbres del Cerro Grande, donde subsistió hasta finales de la década de los 30's. Al faltar Vicente Alonso, la gavilla no tenía mayores posibilidades de continuar como grupo organizado; primero, porque el cerco constitucionalistas los aprisionaba y debilitaba cada vez más; segundo, se habían convertido en un grupo aislado y sin otro objetivo que la sobrevivencia y la depredación; tercero, la ausencia de un fuerte liderazgo, que reemplazara al ejercido por Vicente Alonso. Sobre estos dos últimos aspectos, conviene precisar que no se derivaban de circunstancias o coyunturas del momento que vivían, obedecían a la naturaleza constitutiva y formas de funcionamiento comunes entre grupos gavilleros o guerrillas individuales: su funcionamiento se basaba, fundamentalmente, en la lealtad, las relaciones interpersonales y familiares. Estos rasgos eran componentes de su identidad a los que se aferraban con fervor: eran la gente de una persona determinada, ella los acuerpaba, y si ésta moría, no podían servir a las ordenes de cualquiera, tenía que ser un jefe en el que pudieran confiar, ligado, afectiva o familiarmente, a ellos y al anterior líder, además con la capacidad de liderazgo de éste último.467 Estos aspectos estaban ausentes en la gavilla de Vicente Alonso; su destino fue la desintegración, y con ellos se extinguió la última fuerza en que devino el villismo colimense. 467 Sobre este tipo de liderazgos, véase, Alan Knight ," Caudillos y campesinos en el México revolucionario" en Brading, D. A. (comp.), Caudillos y campesinos de la Revolución Mexicana, México, FCE, 1995, p. 68. 350 Tras la desaparición física de Vicente Alonso, sobrevino su entronización en el imaginario popular. Además de bandolero y villista, se le consideró brujo o dotado de poderes especiales. La misma Ramona Murguía dio rienda suelta a diversos relatos donde se le atribuían poderes para desaparecer de sus perseguidores o como se le apareció en sueños antes de que la raptara. En fin, todo ello, volvió mítica la figura del Indio Alonso, enraizándose en la historia y la leyenda colimense. Obviamente, su figura sirvió de inspiración para nutrir e l folklore popular, componiéndose -al menos- dos corridos sobre su vida, los cuales aún se entonan por los ancianos residentes de Zacualpan. En uno de ellos se narran algunos pasajes sobre la vida de Alonso:468 Ese día Vicente Alonso, detrás de un basurero estoy esperando a un amigo pa´ que me dé su dinero. Cuando el amigo llego no sabía a cual tirarle. Andógenes no murió porque él iba por delante. Decía Eugenio Rivera, corriendo poco a poquito no me largues compañero, que aquí me traen en cortito. Un compañero que traía no le supo contestar, a los primeros balazos fue el primero que corrió. Otro de estos corridos populares (el más conocido) se compuso sobre los sucesos acecidos alrededor de la muerte de este célebre indígena de Zacualpan. A la letra dice: El 31 de agosto presente lo tengo yo, falleció Vicente Alonso, su asistente lo mató. Vicente Alonso murió pero en manos de un cobarde; 468 Tomado de la edición dedicada a Zacualpan aparecida en Los Barrios de mi ciudad, Colima, Méx., Ediciones BEU, N° 7, 2000. 351 aquí les canto los versos, son recuerdos, aunque tarde. En una cueva se hallaba con su querida y soldados, pero éste nunca pensaba que había de ser traicionado. Esteban habló a Ramona, le suplicó a la querida, ahora que Alonso está herido le voy a quitar la vida. Ramona le contestó ¿De veras quieres matarlo?, apreva la carabina voy a ponerme a espulgarlo. Todo el cerro transitaba sin posición ni lugar; estoy cierto que ignoraba en dónde había de quedar. Luego que ya lo mataron lo bajaron para el plan, le cortaron la cabeza, la llevaron en un costal. En Comala la reciben con repiques de campanas, de gusto que habían matado al que les daba con ganas. 352 Recibieron la cabeza se la llevaron despacio y luego ahí la pusieron en la puerta de palacio. Vuela en rueda zopilote y delante bajo el cielo pues por la muerte de Alonso todo el cerro está de duelo.469 La historia, la leyenda y el folklore popular son los senderos colimenses por los que transitó -y sigue transitando- Vicente Alonso. Su figura pervive a lo largo del tiempo adquiriendo rasgos míticos o de figura heroica. Un elemento que contribuyó para adquirir dicho carácter es su muerte prematura, ocurrida antes de que el tiempo vivido haya desdibujado su fisonomía y sin que su fuerza haya podido marchitarse. Incluso, lo trágico de su muerte ha permitido que su perfil heroico se agigante; aunado a otro aspecto coadyuvante: sus acciones transgresoras de los límites impuestos por la sociedad que le toco vivir y el adentrarse al mundo de la aventura y lo prohibido.470 Como una muestra más de esa viva presencia en la vida local se encuentra la escritura y representación teatral de la obra Vicente y Ramona471. La pluma que originó esta obra proviene del destacado dramaturgo mexicano Emilio Carballido. Este montaje artístico se efectuó en el año 1997; su temática gira en torno al rapto de Ramona, su vida 469 Tomado de, J. Jesús Valencia Salazar, Comala ayer. Comala hoy, Colima, Universidad de Colima- H. Ayuntamiento de Comala, 1992, pp. 33-34. 470 Para ahondar el las características de este tipo de personajes, véase, Hugo Francisco Bauzá, El mito del héroe. Morfología y semántica de la figura heroica, México, FCE, 1998. 193 p. 471 Emilio Carballido, Vicente y Ramona, Algunos cantos del recuerdo y Las flores del recuerdo, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2000, pp. 7-54. 353 en común con Alonso, las fantasías y desventuras de ambos, y, finalmente sobre la muerte de este bandolero indígena. A lo largo de sus presentaciones, dicha obra teatral recibió gran acogida por la crítica y el publico colimense; luego de su éxito local, su difusión ya ha traspasado las fronteras estatales. No cabe duda pues, que Vicente Alonso es un personaje atrayente, firmemente arraigado a la tierra y los pobladores de este cálido punto del occidente mexicano. En lo que toca al resto de los diezmados grupos bandoleros que operaban en la zona norte de Colima y sur de Jalisco, en fechas posteriores, a cuenta gotas fueron presentandose las solicitudes de amnistía de diversos individuos que se encontraban levantados en armas. Por ejemplo, a principios de 1918, pequeños núcleos rebeldes se presentaron ante el Presidente Municipal de El Mamey para tramitar su rendición.472 Aunque no por ello dejaban de inquietar a las autoridades locales, ya que la presencia de las fuerzas villistas provenientes de Jalisco continúo, baste decir que a mediados de ese mismo año en las inmediaciones de la hacienda de Agua Zarca, ubicada en este municipio, se concentraban poco más de 300 hombres al mando de Braulio Estrada, Pablo González y Pedro Zamora; contingente que tenía amplia capacidad para derrotar a la Acordada del lugar y avanzar sobre Coquimatlán, Tecomán o Comala. Sin embargo, el gobierno federal reforzó en municiones y armamento a la jefatura de armas del Estado, al gobierno estatal y los vecinos armados de El Mamey para activar la campaña contra estos grupos alzados.473 472 Carta de Elías Arias al Gobernador Constitucional del Estado, marzo 2 de 1918; en AHEC, leg. s/n, 1917-1918. 473 Al respecto véase amplia correspondencia sobre los sucesos ocurridos en el Municipio de Minatitlán entre 1918 y 1920, en AHEC, leg. s/n, 1917-1918. 354 Es obvio que ante tal panorama la rebeldía de los grupos villistas fue a la baja, pero, aún así, en medio de su repliegue final, prosiguió causando estragos y sustos a los poderes constituidos. Como casos ilustrativos destacan la emboscada efectuada en marzo de 1920 sobre la acordada establecida en Minatitlán (o El Mamey) a quienes causaron 11 muertos y 3 heridos, en medio de una refriega donde se dispararon más de mil cartuchos. A la vez, durante este mismo año, en el recién formado municipio de Cuauhtémoc, una pequeña partida de bandoleros merodeaba por las rancherías localizadas al norte del municipio y amenazaba con tomar su cabecera.474 Proyecto que quedó solamente en intenciones. En términos generales, la agonía de La rebelión villista siguió la misma tónica: enmedio de sus últimas convulsiones lanzaba sus exclamaciones de violencia hacia territorio colimense, aunque ya no por grupos oriundos del Estado sino por las incursiones furtivas de los aguerridos villistas del sur de Jalisco, las cuales fueron el punto final de esa irredenta expresión armada alimentada por la tenacidad, bravura y brutalidad de hombres como Vicente Alonso, Juan Michel, Perfecto Gaitán, Fidel Gómez y cientos de hombres y varias mujeres colimenses475 que desde el anonimato enarbolaron o se cobijaron bajo la bandera villista. 474 Oficio Nº 185 de Lucio Zamora, presidente municipal de Cuauhtémoc al Gobernador del Estado de Colima, marzo 10 de 1920; en AHEC, leg. s/n, 1917-1918. 475 Aunque no se encuentran referencias que indiquen la militancia directa -al seno de los grupos armados - de mujeres dentro de las filas villistas, dentro de las partes militares elaboradas entre 1915 y años posteriores, destacan varios casos donde se descubre el papel que jugaban algunas mujeres colimenses como mensajeras o abastecedoras de municiones y armamento para los grupos que merodeaban en diversos puntos de la geografía estatal. Para ahondar en un caso particular, véase, Informe del Presidente Municipal de Colima a la Comandancia Militar del Estado, noviembre 8 de 1915; en AHMC, sección "E", Caja 60, exp. 7, 1915. 355 UN RECUENTO FINAL A partir de la problemática planteada, se puede afirmar que la revolución hizo acto de presencia en Colima como un fenómeno exógeno que rompió la estabilidad de una sociedad integrada al dominio oligárquico. El conflicto armado empezó a bordear la geografía colimense haciendo llegar sus olores en la entidad como preludio de su ya próximo e intempestivo arribo, suceso que alteró las tradicional vida de la localidad. Este nuevo fenómeno tomó cuerpo con el establecimiento del gobierno constitucionalista que acaudilló el general Juan José Ríos. Las acciones desarrolladas por las nuevas autoridades estatales se expresaron en un conjunto de reformas y prácticas políticas que adentraron a la sociedad colimense en un inesperado proceso de reorganización e innovación social en muy variados aspectos de su vida. Dichos cambios provocaron fisuras en la vida social de los colimenses pero no colocaron a la entidad en una crisis paralizante o traumática, ya que en medio de reticencias y preservando sus identidades, diversos estratos sociales se adaptaron parcialmente al nuevo orden de cosas impuesto por el gobierno revolucionario. 356 El gobierno constitucionalista del general Ríos se desarrolló en una región alterada en su ritmo normal de vida; en una entidad inmersa en condiciones económicas, políticas, militares y sociales, sumamente anormales y críticas, condicionantes que pusieron sello a las acciones realizadas por el gobierno revolucionario. En lo tocante a la incidencia de las medidas gubernamentales sobre el sector oligárquico colimense, lo primero que resalta es la ruptura de viejas formas de presencia y dominio dentro de la sociedad local. Sin embargo, era un grupo social aposentado en un espacio regional donde poseía hondas raíces, las cuales difícilmente pudieron ser removidas. El constitucionalismo era un nuevo actor dentro del espacio colimense, el cual súbitamente tomó en sus manos la dirección política y administrativa, pero no pudo ejercer un dominio completo sobre la sociedad, menos aún con la situación extraordinaria en que le tocó vivir. No pudo encauzar la nave deshaciéndose de los amos de la tierra y el dinero, de ese sector oligarca garante de la vida económica del estado, por el contrario, requirió de su concurso aunque para ello, fue necesario hacerle sentir quien, en ese momento, conducía el timón. En términos generales, no es posible pensar en toda una "cacería de brujas" sin cuartel contra los sectores oligarcas del Estado y sus detentadores. El nuevo gobierno buscó incorporar, consensuar, controlar y someter a todo el conjunto de sectores y expresiones sociales existentes en la entidad, pero tal relación no siempre fue uniforme y armoniosa. En la política constitucionalista hacia los sectores sociales de Colima, no todo fue apapacho, también hubo uno que otro pellizco. La magnitud y características que adoptó el villismo y la confrontación con el gobierno revolucionario establecido en C olima, permiten constatar lo anterior. En lo tocante a esta -a veces difusa- corriente opositora, se puede aseverar que, en Colima, el villismo ganó adeptos y, en ocasiones, puso en jaque a las autoridades establecidas. Por tanto, esta irrupción armada no se presentó como un rayo en cielo despejado sino enmedio de negros y agitados nubarrones. Los constitucionalistas -por su parte- no tuvieron un día de campo durante su estadía al frente del gobierno estatal. 357 Esto ocurrió porque el arribo y dominio de las fuerzas del Ejército del Noroeste a Colima, adquirió -en los hechos- el papel de un grupo de conquistadores, que introdujo una fuerte cuña al seno de la dominada sociedad estatal. Pero estos nuevos actores hegemónicos no pudieron conocer ni controlar los efectos que sus prácticas desencadenaban, las formas en que ese choque cultural y político se diseminó en los distintos estratos de una sociedad ligada a la tradición. Ante esta presencia militar avasalladora, se levantaron tanto barreras culturales como logísticas que debilitaron los mecanismos de control, quedando fuera de éste amplias zonas y expresiones de la sociedad, las cuales se convirtieron en santuarios para la articulación de luchas de resistencia o confrontación, aunque personificas por adversarios un tanto débiles, para los cuales el villismo era un elemento que les prodigaba fortaleza, esperanza y posibilidades de triunfo.476 El villismo atrajo a individuos provenientes de grupos sociales diferentes y hasta teóricamente- antagónicos. A lgunos llegaron por atracción, pero también se nutrió a partir de consideraciones clientelares. Parece existir un rasgo medianamente común entre los sublevados: su incursión en la contienda se adoptó como una lucha de locales contra los de fuera. Pues, el constitucionalismo, al aposentarse en estas tierras, emprendió y generó un conjunto de acciones exógenas a la vida colimense, lo cual provocó más malestares que aceptación. Ante visiones como ésta que destacan, como elemento ponderable y determinante de la confrontación entre villistas y constitucionalistas, el choque entre la visión centralista del constitucionalismo y la visión regionalista o localista del villismo, el historiador austriaco Friedrich Katz considera que este aspecto por sí sólo no puede explicar las razones de dicho enfrentamiento. Sobre el villismo afirma: “en su composición social y en la personalidad de sus dirigentes, el villismo tenía mucho más de un movimiento agrario que la otra facción norteña, encabezada por Carranza, cuyos partidarios venían 476 Sobre esta confrontación entre poderes centrales y externos en sociedades agrarias tradicionales, véase Eric R. Wolf, Las luchas campesinas del siglo XX, México, Siglo XXI, 1972, p. 375-410. 358 sobretodo de los estados fronterizos del noreste y noroeste de México.477 Tales rasgos, si bien pueden ser válidos en términos nacionales o para otras experiencias regionales, en el caso del villismo colimense, no se ajustan a las manifestaciones que presentó durante los años que se propagó en la entidad. 477 Friedrich Katz, Pancho Villa, op. cit, p. 445. 359 En el caso de Colima, se reafirma una de las características formuladas por Alan Knight sobre dicha temática, quien señala: "el villismo se entregaba al eclecticismo, listo para tolerar a cualquier poder o interés local que le ofreciera fidelidad o le permitiera ventaja efímera".478 Efectivamente, entre los distintos grupos e individuos colimenses adheridos a las acciones militares adjudicadas como villistas, cada cual tenía sus propias construcciones ideológicas, motivaciones e intereses, que los impulsaron para luchar. Adentrarse en la composición y actuación diferenciada de los villistas colimenses es un elemento importante para esclarecer las razones y motivaciones que normaron su incorporación al proceso revolucionario. El conocimiento de sus adhesiones y renuncias, así como el ritmo y la temporalidad con que éstas ocurrieron pueden explicar en mucho el fenómeno, ya que la presencia de nuevos actores pudo alterar y hasta cambiar el sentido de sus acciones. Por ejemplo, algo que resalta del villismo (o villismos) colimense es su carácter difuso en torno a su orientación y componentes, en gardo tal que se puede dividir este fenómeno en dos etapas: Una primera etapa del villismo colimense transcurre entre finales de 1914 y la primera mitad de 1915, donde su epicentro giró en torno a los intereses de hacendados y prominentes personajes locales que, ante las adversidades por las que atravesaba la facción carrancista, se sumaron a este torrente opositor para restablecer un poder estatal que se guiara por las tradicionales formas de gobierno y conducción social, además representado por elementos originarios de la entidad e identificados con dos de los pilares básicos de la realidad local: la gran concentración de la tierra y un acendrado catolicismo. 478 Alan Knight, op cit., p. 831. 360 A la par, se desarrolló un reducido número de bandoleros provenientes de las capas bajas y marginales de la sociedad, los cuales compaginaron su práctica de bandido con la oposición y combate a las nuevas autoridades establecidas en la entidad. El peso de este sector bandolero tendió a ser relevante a partir de la segunda parte de 1915, marcando el inicio de la segunda etapa villista en la entidad , la cual concluye hasta finales de esa década. Esta nueva realidad se expresó de manera más clara a partir de la claudicación de los "villistas" urbanos y de tierras bajas, lo que permitió que los elementos de origen bandolero se convirtieran en los protagonistas centrales del accionar rebelde, junto con unos cuantos militares que no aceptaron rendirse. Esta oposición tuvo su asiento en la región montañosa y zonas recónditas de la geografía estatal nutriendose con humildes pobladores de dichos lugares. Por otra parte, la composición del villismo en Colima y sus formas de adhesión social no es un fenómeno que resulte fácil reconstruir y comprender. Pues no se puede desprender automáticamente que debido a su ubicación social de los dirigentes fundamentales, contasen con el apoyo y la solidaridad de la clase de donde provenían; o por el contrario, tratarlos como un grupo rebelde minoritario diferenciado de su entorno social. Los comportamientos de los hombres no dependen sólo de sus deseos, muchas veces las oportunidades restringen, limitan el deseo o aspiración del individuo, condicionando su forma de actuar. Por ejemplo, los pobladores del medio rural tenían mayores posibilidades de organizar dicha rebelión debido a que el campo es más apto para la guerra de guerrillas, así como también se encuentran más alejados de los centros neurálgicos del poder, viviendo en "un espacio de libertades". Elementos si bien importantes no son definitorios para articular un contingente armado, pues el hecho de participar en una rebelión como la escenificada por los villistas colimenses requería combinarla con sus actividades productivas que le posibilitaran su sustento o bien que la práctica armada cubriera esta necesidad. Para los pequeños campesinos, aparceros o medieros que dependían del fruto de 361 su trabajo diario para garantizar su sustento, era muy difícil incorporarse de manera regular en un grupo armado estable y organizado. No así para un agricultor o hacendado prominente que poseía reservas suficientes para resolver estas necesidades y que, además, experimentaba la ocupación de sus bienes y la paralización de sus actividades productivas. De igual manera, era más factible la incorporación de individuos que para el desarrollo de sus actividades laborales y sociales desarrollaran una mayor movilidad social, no es casual que Eugenio Aviña y Pedro Zamora hayan nutrido las filas revolucionarias desde su oficio de pequeños comerciantes ambulantes. Aun más, nutrirse de bandoleros e infractores de la ley era mucho más sencillo, pues éstos no tenían ninguna atadura laboral o productiva, además de compartir un enemigo común y un mismo espacio de acción, su confluencia implicaba fortaleza mutua. Lo anterior no implicaba que las motivaciones giraran en ese mismo sentido. Por tanto, la participación real de los pobladores colimenses en las filas villistas se forjó tanto de los deseos como de las oportunidades que se poseían y se les presentaron durante el discurrir de la contienda. Elementos a considerar para una justa valoración sobre el nivel de identificación de la población con los villistas, así como su grado de participación ya sea en grupos armados, elementos de apoyo o retaguardia y bases sociales. Grados de participación que no necesariamente pudieron estar en correspondencia con sus grados de convencimiento o motivación. La adecuada valoración de esta situación sigue constituyendo una preocupación latente. Además de identificar a los actores, rastrear sus acciones, se debe adentrar en sus ideas y pretensiones, y saber como éstas se compaginan con la especificidad del mundo externo al individuo. Asimismo, sobre las razones que explican el desarrollo del villismo colimense, hay que tomar en cuenta las consideraciones siguientes: 362 Las causas que conducen a un grupo de individuos a enfrentarse al orden establecido pueden ser diversas: un conjunto de hombres puede rebelarse porque padece una profunda crisis económica que pone en riesgo su existencia misma, porque tiene una profunda aflicción social, por la búsqueda de una reforma que mejore su situación de vida, para restablecer beneficios o bienes perdidos o despojados, por combatir una injusticia, para aniquilar a un asiduo enemigo o simplemente aclamar a un héroe, entre otros motivos. Una acción social puede deberse a uno o varios de estos motivos. Respecto a las causas de la rebelión villista, es claro que existieron motivos evidentes e inmediatos. Ellos son una clave para ahondar en la naturaleza de todo conflicto. Sin embargo, aun cuando haya motivos que salten a la vista, se deben explorar aquellos que permanecen bajo la superficie, máxime si están implicados individuos de diferentes clases sociales, los cuales pueden tener distintas motivaciones. En un conflicto o movimiento social existirán razones o motivos dominantes y subyacentes. La imbricación de ellos o el predominio de uno determina la magnitud y sentido de las acciones realizadas.479 El nivel de aprehensión de esta realidad permite establecer como factores que articularon la inconformidad local a la dominación política, imposiciones ideológicas, erosión de autonomías locales, disposiciones fiscales, vejaciones y abusos militares, así como los ataques a sus prédicas y costumbres religiosas. Estas acciones afectaron los intereses, vida social, costumbres, y vida cotidiana de gran parte de la población colimense. Aspectos que rebasaron los marcos de la etnicidad o la ubicación clasista de 479 Para encontrar las causas del comportamiento de los sujetos, se necesita analizarlos no sólo a partir de su ubicación económica, sino de su formación cultural, sus experiencias, tradiciones, mentalidad, religiosidad y origen; a fin de no caer en un reduccionismo económico que elimine las complejidades de motivación, conducta y función de los hombres al seno de una sociedad. Sobre el particular véase, E. P. Thompson, Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Barcelona, Editorial Crítica, 1979, p. 64. Partiendo de estas pautas, es imperioso emprender un análisis de dichas acciones y rebeliones centrando la atención en las motivaciones y medios utilizados por los actores para legitimar su comportamiento; específicamente, en los medios simbólicos que dan significado a su proceder. Para así entender su grado de unidad no sólo por sus ideas o creencias generalizadas sino por el peso que juegan lemas como : ¡Viva Villa, Viva la religión!, en la unificación de la multitud misma; como estas frases se impregnan de un gran simbolismo que dirige la opinión y acción de los sujetos. 363 los opositores. Esta inconformidad aglutinó bajo la bandera villista a individuos de orígenes y ubicación social diferente; de hecho, se caracterizó por ser una oposición multiclasista y polivalente. Dicha oposición simbolizó el surgimiento de una alianza tácita no avizorada por ninguno de los autores, donde coexistieron intereses disímbolos; es decir, si bien estaban aglutinados en torno a un enemigo común, cada cual tenía sus propias construcciones ideológicas, motivaciones e intereses. Por tanto, en sus primeros meses de gestación, se caracterizó por un eclecticismo desenfrenado, tolerante ante cualquier poder o interés local que le ofreciera fidelidad o le prometiera ventajas frente a su fuerte contrincante. Su grado de homogeneidad aumentó al tiempo que se convirtieron en una guerrilla de claro corte defensivo. En términos generales, el rasgo dominante entre los villistas colimenses no fue retomar aspiraciones populares o agraristas, su sostén estuvo permeado por el espiritu provinciano que campeaba en la sociedad colimense; actitud asumida contra "lo externo", expresado en el constitucionalismo, al menos en sus fases más álgidas, antes de su devenir bandolero. Por ello, parece existir un rasgo medianamente común entre buena parte de los sublevados: su incursión en la contienda bélica se adoptó como una lucha de locales contra los de fuera; es decir, se cimentó en una gran dosis de regionalismo, entendido éste como la identificación cultural, política o sentimental desarrollada por grupos humanos en un espacio determinado.480 Dicha inconformidad adquirió una dimensión social y geográfico-natural, la cual dio pie a una amplia alianza no planeada con antelación por los principales protagonistas. En esta confluencia, coexistieron y se integraron motivaciones alejadas de luchas o resistencia social. El aspecto unificador fue la coincidencia en la identificación del enemigo y el comportamiento violento como se expresó la oposición. El conflicto armado, al ser el 480 Sobre el particular, véase, Eric Van Young, "Haciendo historia regional: consideraciones metodológicas y teóricas", en Pedro Pérez Herrero, (comp.), Región e historia en México (1700-1850). Métodos de análisis regional, México, Instituto Mora, UAM, 1991, p. 102 y ss. 364 teatro donde las prácticas e ideas tomaron cuerpo, expresó los términos de la identidad y de la contradicción con que hombres disímbolos se relacionaron en el espacio natural colimense, en donde cohabitaron intereses diferentes tanto sociales como individuales. Esta conducta humana se generó en un espacio donde la clase media era débil y la influencia de la iglesia católica, fuerte. Región caracterizada por la existencia de comunidades urbanas y campesinas notablemente resistentes y hostiles a las nuevas ideas provenientes del norte del país. Esta sociedad mayoritariamente rural, defiende su vida autónoma, sólo permeada por caciques locales, los derechos consuetudinarios, el temor ante un yugo central y el incierto futuro que conducirían los constitucionalistas. Por su parte, la iglesia incorporó-ya sea en lo individual o indirectamente- su conservadurismo político, proclamando su adhesión al orden establecido y a las formas tradicionales de vida, en contra de los ataques de los jacobinos, ateos, u otros elementos extraños. Por otro lado, respecto al discurrir del villismo en la entidad, es de destacarse que la incursión de personajes colimenses en esta contienda bélica estuvo marcada por rasgos singulares. Hasta antes d e la gran ruptura entre las dos facciones revolucionarias (villistas y carrancistas) no desencadenó ninguna expresión significativa de disidencia. Como tampoco ocurrió con pobladores rurales y hacendados ante los constantes saqueos y vejaciones sufridas de manos de las tropas y jefes del Ejército del Noroeste, lo más que realizaron fue enviar cartas de denuncia o peticiones de restitución ante las autoridades establecidas. Sin embargo, al conocer la ruptura revolucionaria, y la clara gran posibilidad que Francisco Villa consolidara su hegemonía a nivel nacional mediante el triunfo sobre los constitucionalistas, debido al poderío militar, posición estratégica de sus fuerzas en la geografía nacional, así como su gran prestigio militar. La inconformidad, que existía en la sociedad local y entre algunos revolucionarios establecidos en Colima, afloró y rápidamente colocó a los constitucionalistas en jaque. Al conocer o sentir los efectos de esta ruptura, pobladores y hacendados -algunos de éstos de manera soterrada- dieron rienda suelta a ese deseo reprimido de liberarse y expulsar de sus tierras a unos militares 365 extraños que practicaban y profesaban conductas ajenas a su vida local, sumándose a la contienda armada para la salvaguarda de sus intereses e ideas. Es decir, la oposición al constitucionalismo en Colima presentó tintes armados, no porque la sociedad local tuviera una basta tradición y experiencia de lucha ni condiciones de dar un paso de esa magnitud; se expresó, incentivada y condicionada, en mucho, por la propagación alcanzada por el villismo en el occidente mexicano, y, especialmente en el vecino estado de Jalisco, así como a la gran movilidad y fuerza alcanzada por la División del Norte en el plano nacional. Fueron estas dinámicas externas las condicionantes en su devenir, en su explosión abrupta. Este elemento fue básico para modificar el carácter de la inconformidad y la protesta de una sociedad sin tradición de reacción colectiva y violenta. Sin embargo, por este mismo motivo, tras las grandes derrotas del villismo en el plano nacional y su proceso de desarticulación como una gran coalición nacional para expresarse como un movimiento regional, condujo a que numerosos rebeldes consideraran que su éxito era improbable y optaran por pactar su amnistía, máxime cuando la gran fuerza del villismo se encontraba muy lejana para apoyar sus acciones. Buena parte de los lideres que se pasaron al bando carrancista, reconocieron -al menos formalmente- estar luchando por una causa equivocada producto de la confusión y el engaño y reconociendo rectitud en los principios constitucionalistas, los menos permanecieron neutrales ante la contienda bélica o sencillamente abandonaron temporalmente la región. Dentro de los rasgos característicos de estos personajes se encuentra una breve práctica militar previa unida al constitucionalismo, así como su intención de ser partícipes en la conducción de la vida política-administrativa de la entidad. Para muchos, el reingreso al constitucionalismo era una oportunidad de recomponer sus liderazgos e influencia local. Aunque también debe considerarse que esta decisión la adoptaron porque, ante una realidad caótica y desventajosa, una buena parte de estos efímeros villistas colimenses negociaron sus propios intereses ante el temor de quedar al margen de la 366 coalición dominante. Por tanto, se opusieron a una fuerza coercitiva en la medida en que, al mismo tiempo, surgió otra gran coalición alternativa; por tanto, los villistas locales se caracterizaron por practicar rupturas repentinas y cambio de lealtades. Para explicarse estas acciones es menester tomar en cuenta tanto al individuo como al contexto donde se establece este tipo de negociaciones. En lo tocante a quienes rechazaron el ofrecimiento de amnistía, como es el caso d e Vicente Alonso, se denota la presencia de fuertes raíces de origen bandolero, así como representantes de intereses de hacendados o del clero rural. Hacendados u agricultores prósperos como José Bueno y Roberto Moreno al lado de humildes hombres de campo como el referido Indio Alonso, Pedro Zamora o Luis V. Gutiérrez escenificaron esta segunda oleada del villismo colimense, donde sus prácticas dominantes no fue un complot insurreccional para tomar el control del centro neurálgico del poder estatal, sino la lucha de desgaste, mediante la toma sorpresiva de pueblos, el saqueo y la imposición de préstamos forzosos. Esta práctica, a medida que se acrecentó, debilitó o tendió a diluir sus focalizadas bases sociales de apoyo. Un primer aspecto a considerar e s la confluencia en actitudes similares entre jefes rebeldes con orígenes distintos ( militares, hacendados y bandidos) hermanados en torno al secuestro, saqueo, robo, como prácticas reiteradas, posiblemente atribuibles a que un mayor grado de interrelación, confluencia y cohesión les forjó un conjunto de normas de grupo que dieron sello a sus acciones. A medida que la correlación de fuerzas les resultó adversa, las acciones de Vicente Alonso y sus demás aliados y seguidores se alejaron de toda legitimidad social, hasta devenir en su práctica bandolera, fincada en aspiraciones clientelares, o darle salida a rivalidades, venganzas o aspiraciones personales, donde destacaron los nexos con el hacendado Arnoldo Vogel; por tanto, la incorporación de muchos colimenses al bando convencionista encabezado por Alonso, más que adoptar rasgos de bandolerismo social, se debió a que les significaba una forma de subsistir. Una forma efectiva para obtener beneficios frente a una realidad convulsa y caótica que no garantizaba su subsistencia y 367 prosperidad. El uso excesivo de violencia fue la norma villista más notoria a partir de 1916, cuando experimentaban el paso de acciones ofensivas a defensivas, a la vez que cuando ocurrían bajas y deserciones en sus filas; a la vez que eran los momentos cuando se presentaba el traslado de numerosas fuerzas desplazadas desde el centro para combatirlos. Lo cual indica que este uso excesivo de violencia pudo ser una forma de manifestar su fuerza y ganar autoridad ante el enemigo. Estos violentos exabruptos se practicaron generalmente por grupos dirigidos por personajes con antecedentes bandoleros y el Indio Alonso era un magnifico exponente de este perfil. Lo anterior implicó sacrificar apoyo social para ponderar la derrama económica que traería el saqueo para fortalecer el grupo mismo en tiempos donde la infraestructura humana y logística era básica para enfrentar o sortear una batalla ante un enemigo numéricamente superior. Finalmente, era asunto de balancear costos y beneficios. A estas alturas , es de destacar que durante los tiempos álgidos del villismo local, su actuación hacia el resto de la población se caracterizó por tender puentes de simpatía, apoyo y adhesión, donde la defensa de la libertad religiosa fungió como su "cemento unificador". Sin embargo, durante los años hegemonizados por las acciones de Vicente Alonso, más que por un discurso, la autoridad buscó imponerse por medio del terror o la violencia destructiva. Aún en su poblado de origen y comunidades aledañas donde operaba, era mínimo el fomento de vínculos de simpatía e intereses comunes entre esta minoría activa y los muchos "inactivos". En el caso particular de Vicente Alonso, se encuentra el caso de un típico bandido que se involucra dentro de un oleaje revolucionario como medida que le permita salvaguardar su vida y pertrecharse de mejor manera para proseguir con tan estimulante oficio; no obstante, su simple oficio de robar y saquear se ve alterado, pues tiene que inscribirse dentro de las pautas de una estrategia militar que le es ajena y desconocida. De ahí que su quehacer bandolero, con todos y sus excesos e irracionalidades, se convirtió en un aliado para la causa villista. 368 Sin que desapareciera su esencia, el bandolerismo alonsista sufrió mutaciones, efímeras o parciales si se quiere, pero lo notorio es que se desplazó en un plano distinto al habitual, sin que esto implique la perdida de su propia naturaleza original. Probablemente, sólo sufrió un camuflaje; pero habría que ver hasta donde la forma incide sobre el contenido. 369 ANEXOS Anexo Nº1.- Relación de las principales haciendas y hacendados colimenses en los primeros años del siglo XX ___________________________________________________________________________ Distrito de Medellín Municipio de Manzanillo Armería ...................................... Luis Aceves Cacao ......................................... Carlos Fernández San Carlos .................................. Carlos Meillón Coalata ....................................... Carlos Meillón Cuyutlán ..................................... Francisco Santacruz Juluapan ..................................... Vidal Fernández Santiago ...................................... Arturo Meillón El Veladero ................................. Guillermo y Agustín González Municipio de Tecomán Caleras ........................................ Enrique O. de la Madrid Guaracha ..................................... Enrique O. de la Madrid Montecristo ................................. Enrique O. de la Madrid Paso del Río ................................. Compañía de Fomento Agrícola Tecolapa ...................................... Isidoro Barreto Distrito del Centro Municipio de Colima La Albarrada ................................ Ignacio Ochoa La Albarradita .............................. Manuel Arregui Alpuyeque .................................... Ignacio Gamiochipi Buena Vista .................................. Salvador M. Ochoa La Capacha .................................. Miguel Álvarez García Chiapa ......................................... Miguel Álvarez García La Estancia .................................. Luis Brizuela 370 San Joaquín ................................. Antonio F. Ochoa Salitrillos ...................................... Miguel Fernández El Trapiche ................................... Rosendo R. Rivera Municipio de Coquimatlán Agua Zarca ................................... Ramón A. Paz La Magdalena ............................... Compañía de Fomento Agrícola El Pedregal ................................... Leobardo Silva Quizalapa ..................................... Higinio Álvarez Municipio de Ixtlahuacán Jilotiupa ....................................... Familia Meillón Distrito de Álvarez Municipio de Villa de Álvarez El Gurupiche ................................ Paola Cuevas vda. de Salazar Pastores ....................................... Compañía de Fomento Agrícola Trapichillos .................................. Miguel Salazar Juanacatlán .................................. José Polanco Municipio de Comala San Antonio ................................. Arnoldo Vogel Los Colomos ................................. Enrique O. de la Madrid La Joya .......................................... Carlos Morales Nogueras ...................................... Sociedad Vergara y Rangel Anexo Nº 2.- Notificación de amnistía al Lic. Ignacio Padilla ___________________________________________________________________________ Sr. Lic. Ignacio Padilla.- 371 Considerando que usted ha hecho gestiones ante este gobierno a mi cargo para obtener su amnistía y tomando en cuenta igualmente su oferta de gestionar la rendición de algunas partidas de rebeldes, firme en mi propósito de economizar medios para conseguir la pacificación de la entidad cuyos destinos rijo con el menor derramamiento posible de sangre, he tenido a bien conceder a usted la amnistía que solicita, la cual surtirá los efectos de los artículos 256, 257 y 282 del Código Penal vigente debiendo para disfrutar de ese beneficio protestar el cumplimiento y en efecto cumplir las siguientes cláusulas: 1 ª -. Que no se mezclará en asuntos políticos mientras impere en la República el régimen militar existente. 2 ª -. Que no saldrá de la ciudad de Colima sin el correspondiente permiso de esta autoridad. 3 ª -. Que gestionará la rendición de algunas de las partidas que militaron o militan a las ordenes de los señores Gómez, con armas y pertrechos, ofreciendo el Gobierno a los que se rindan el mismo beneficio de la amnistía. Constitución y reformas Colima, mayo 24 de 1915 El Gobernador y Comandante Militar General Brigadier Juan José Ríos ___________________________________________________________________________ Fuente: Archivo Histórico del Estado de Colima (AHEC), leg. 877, 1915. Anexo Nº 3.- Decreto mediante el cual se declara fuera de la ley a los jefes villistas de Colima. ___________________________________________________________________________ Juan José Ríos, General de Brigada, Gobernador Provisional y Comandante Militar del Estado Libre y Soberano de Colima, a los habitantes del mismo hago saber: Que en uso de las amplias facultades de que me hallo investido y CONSIDERANDO:- Que las gavillas que merodean en las distintas regiones del Estado son encabezadas por individuos de pésimos antecedentes; que sin embargo de eso el Ejecutivo de mi cargo les han ofrecido la más amplia amnistía para que depongan las armas y puedan dedicarse al trabajo; que varios de ellos han ofrecido el rendirse y para el efecto se les ha otorgado 372 salvoconductos con el fin de que puedan trasladarse a esta capital a recibir los documentos de amnistía correspondiente; que no obstante la buena fe con que tanto las Autoridades Civiles y como Militares han celebrado los tratados de amnistía, se han aprovechado de las treguas que les han sido dadas para asestar alevosos asaltos en los cuales han cometido incalificables crímenes, numerosos robos e incendios y todo género de exacciones; que habiéndose colocado, por otra parte, fuera de la ley por los crímenes que han cometido en sus correrías y no teniendo ninguna bandería política pues no persiguen otros fines que los de asesinar y robar a mansalva por tales razones y con la autorización que con fecha 29 de julio ppdo., se ha servido concederme el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, Venustiano Carranza, he tenido a bien decretar lo siguiente: Artículo 1º- Se declara fuera de la ley a los cabecillas siguientes: Vicente Alonzo, José Bueno, Fidel Gómez, Luis V. Gutiérrez, Gonzalo, Guadalupe, pablo y Macario Suárez, Vicente Mendoza, Salvador Madrid, Rafael Serrano, Paulino Valdovinos, Juan Flores, Pedro Flores, Luis y Perfecto Cobián y Luz Vargas, sobre quienes pesan los graves delitos de rebelión, traición, violación, incendio, asesinato, plagio y otras más del orden común. Artículo 2º- Cualquier Autoridad o particular de nacionalidad mexicana, quedan facultados para aprehender a dichos individuos y pasarlos por las armas, sin más requisitos que la previa identificación de sus personas. TRANSITORIO.- Este decreto empezará a surtir sus efectos desde la fecha de su promulgación. Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.- Palacio del Gobierno del Estado- Colima, 7 de agosto de 1916. General de Brigada Juan José Ríos F. Ramírez Villarreal Secretario ______________________________________________________________________ Fuente: Archivo Histórico del Estado de Colima (AHEC), leg. 886, 1916. 373 Anexo Nº 4.- Lista de propietarios agrícolas en las zonas de incursión de Vicente Alonso _____________________________________________________________________ Municipio de Colima Dueño Nombre y/o localización del predio Banco Occidental . . . . . San Palmar Rafael Gómez . . . . Mina de Peña Miguel Romero . . . . Guerrero Urbano Salazar . . . . La Barranca Roque Salazar . . . . La Cañada Sr. Morril . . . . El Balcón . . . Los Colomos . Enrique O. de la Madrid 374 Lic. Trinidad Padilla . . . Las Paredes Higinio Álvarez . . . . El Chical Miguel García Topete . . . La Palmita Florentino valencia . . . . Los Aguajes Daniel Inda Compañía de Luz y Fuerza Familia Dueñas Amado Torres Colima Lumber Company Municipio de Villa de Álvarez Dueño Nombre y/o localización del predio Leobardo Silva . . . . Hacienda del Pedregal Francisco Corona . . . . Los Limones Epigmenio Cueva . . . . El Naranjito Donaciano Zamora . . . . La Parota Herrada José María López . . . . Trapichillos Agustín Cruz . . . . El Pedregal José Polanco . . . . Hda. de Juanacatlán Sra. vda. de Dueñas . . . La Caja Sra. vda. de Fuentes . . . Mina de peña Juan F. Cárdenas . . . . El Tecuan Manuel Cárdenas . . . . Su rancho Ciro Barajas . . . . . su propiedad en Juluapan Arrendatario de Jurupiche Arrendatarios de don Remigio N Municipio de Comala Dueño Nombre y/o localización del predio Francisco Velázquez . . . Las Trancas Tomás Salazar . . . . Rancho de Justo Andrés Valencia . . . . Las Paredes 375 Ponciano Torres . . . . Los Mescales Abraham Cruz . . . . Cofradía de Agosto Crecencio Aguirre . . . . La Mesa Manuel Mendoza . . . . Los Lichos Vergara Rangel y Cía . . . Hda. de Nogueras Gumecindo Ceballos . . . La Puerta de Aguajes Leocadio Pedraza . . . . El Seis Santiago Ramírez . . . . El Guayabo Merced Rojas . . . . La Palmita Sra. Paola Cueva vda. de Salazar ______________________________________________________________________ Fuente: Archivo Histórico del Estado de Colima (AHEC), leg. 880, 1916. 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