Relatos Premiados en el III Concurso Literario Mi Niet@ y Yo Mi Abuel@ y Yo Relatos Premiados en el III CONCURSO LITERARIO "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" IGUALDAD Servicio Sociales Especializados INDICE Presentación de Margarida Ledo Diputada Delegada de Igualdad................................................................... 5 MI NIET@ Y YO Como la trucha al trucho (Primer premio) Jesús Almendros Fernández (El Puerto de Sta. María).............. 9 Inolvidable Seiscientos (Segundo premio) José Cabrera Martín (Jerez de la Frontera)....................................... 15 Clotilde: El hada madrina que iluminó mi infancia (Tercer premio) Eladio Algarra Jiménez (Cádiz)................................................................ 19 Dos hermanos y un francés (Cuarto Premio) Antonio Quetar Beltrán (San Fernando).......................................... 27 Un día no cualquiera de febrero (Quinto premio) Francisco Vázquez Bernal (Cádiz)........................................................... 31 MI ABUEL@ Y YO Mi abuelo (Primer premio) Marina Cantón Fraga (San Fernando)................................................. 41 Al otro lado de la realidad (Segundo premio) Celia Torrejón Tobío (El Puerto de Sta. María).............................. 45 El pasadizo tridimensional (Tercer premio) Carmen Colomina Molina (Algeciras)................................................. 51 Los Superabuelos (Cuarto Premio) Domingo Vega García (Espera).............................................................. 57 El murmullo del alma (Quinto premio) Arturo García Zamudio (San Roque)................................................. 61 Grupo de Premiad@s y Responsables del Área de Igualdad Fotografía Grupo de premiad@s Excm. Diputación Provincial de Cádiz (c) 2010 Diputación Provincial de Cádiz Área de Igualdad. Servicios Sociales Especializados EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Presentación Dña. Margarida Ledo Coelho Diputada Delegada del Área de Igualdad Por tercer año consecutivo el Área de Igualdad de la Diputación de Cádiz publica los diez relatos ganadores del III Certamen Literario Mi niet@ y Yo Mi abuel@ y Yo que se convoca anualmente. Quiero mostrar mi agradecimiento a esas ciento cincuenta y seis personas -mayores, niños y niñas-, que han presentado sus relatos a este concurso, así como dar mi enhorabuena a las ganadoras y ganadores. Para el Área de Igualdad es una gran satisfacción observar la importante cantidad de relatos que se presentan año tras año, así como comprobar que muchas personas han participado en las tres ediciones de este concurso intergeneracional. Señalar que el blog del certamen literario que hemos abierto este año -www.nietosyabuelos.blogspot.comha recibido más de 750 visitas. No quiero olvidarme del Jurado, compuesto por tres contacuentos de nuestra provincia: Mara Israelson, Manuel Cubero y Rafael Duarte. Gracias por su esfuerzo en la difícil tarea de seleccionar los diez mejores cuentos. Esperamos que la lectura de este libro, que desborda sentimiento, ingenuidad y cariño os sea agradable y entretenido, y ayude a comprender, fomentar y disfrutar de los vínculos tan estrechos entre abuel@s y niet@s. -5- "MI NIET@ Y YO" Relatos Jesús Almendros Fernández Como la trucha al trucho Primer premio José Cabrera Martín Inolvidable Seiscientos Segundo premio Eladio Algarra Jiménez Clotilde: El hada madrina que iluminó mi infancia Tercer premio Antonio Quetar Beltrán Dos hermanos y un francés Cuarto Premio Francisco Vázquez Bernal Un día no cualquiera de febrero Quinto premio EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Jesús Almendros Fernández COMO LA TRUCHA AL TRUCHO No se por qué razón se me quedó grabada aquella escena que no tenía nada de extraordinario. Era un día cualquiera. Como tantos otros, yo había salido con mi hija Consuelo, de ocho años, a dar un paseo por el campo. Acostumbraba a ir con ella a recorrer caminos lejos de la ciudad, en las estribaciones de la Sierra, cerca de El Bosque, y adentrarme por una espesa arboleda perdida entre montañas. Le enseñaba los árboles, los arbustos, los matorrales, las viñas salvajes, y le decía qué tipo de hojas tenían, cuándo cambiaban de color y cuándo se caían y dejaban las ramas desnudas. Ella escuchaba con atención y me hacía preguntas. Y así, cogidos de la mano, recorríamos senderos, caminos y vericuetos entre encinas, alcornoques, lentiscos, sanguinos, palmitos, brezos y aulagas. A falta de otras posibilidades de entretenimiento, esta era una forma agradable de pasar el tiempo y, sobre todo, de estar juntos. De vez en cuando, nos sentábamos sobre alguna piedra y sobre algún tronco caído y alguna vez hasta comíamos un bocadillo que mi mujer nos había preparado. Mi mujer era muy seria, no tenía alegría ni ilusión por casi nada. Claro, que después de los años que por desgracia nos había tocado vivir, eso era lo más normal... normal... normal... Así es como llamábamos al tiempo anterior a la guerra, cuando habíamos sido novios y nos habíamos casado y cuando nació nuestra hija y yo tenía trabajo y los dos hacíamos planes para el futuro, un futuro que creíamos iba a ser muy distinto a como el que esa maldita guerra nos había dejado... Tiempos Normales, así llamábamos a aquellos años que ahora me parecen tan lejanos. -¿Estás contenta, hija?, le pregunté aquel día. -Si, papá, me contestó ella. -¿Nos quieres a mamá y a mi? -Si, papá, claro que os quiero. -Pero ¿Cuánto? -9- "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" -Mucho, mucho, mucho como la trucha al trucho. Los tiempos no mejoraban. No había trabajo y el poco que había no era para aquellos que no habíamos sido adictos al Movimiento, como llamaban al golpe que había acabado con la normalidad. Estábamos marcados. Era imposible sacar adelante a una familia. El hambre era una amenaza que nos acechaba día a día. Había que buscar una solución y la solución mas viable parecía ser la emigración; pero mi mujer se negaba a abandonar el país, su casa, sus costumbres, su gente. A mi no me importaba. Al final optamos a que me fuera yo primero. Venezuela parecía ser un buen destino. Decían que allí los españoles estaban bien vistos y que había trabajo para todos. Cuando ya estuviese instalado, con un trabajo fijo y una casa, se vendrían conmigo mi mujer y mi hija, pero eso nunca ocurrió. El tiempo pasa mas rápido de lo que uno quisiera. Primero fue buscar trabajo, un trabajo que me permitiera subsistir y enviar dinero a España para mi mujer y mi hija. Después fue encontrar un lugar adecuado donde vivir, donde la vida de mi hija, por lo menos, fuese como siempre habíamos deseado para ella, en un entorno tranquilo, con un colegio al que acudir y a ser posible cerca del mar .el mar .la mar. No quisiera que mi hija perdiese de vista ese horizonte abierto a la esperanza, al regreso, al futuro. Entonces ocurrió aquella desgracia. Medio Cádiz saltó por los aires a causa de la terrible explosión del polvorín de la Armada. Mis suegros se quedaron en la calle y mi mujer los llevó con ella y mi hija. Ahora tenía que ocuparse también de ellos y para eso venía muy bien el dinero que yo les mandaba. Poco a poco las cartas empezaron a llegar cada vez mas espaciadas entre sí. Yo seguía mandando el dinero, mes a mes, pero ya no hablábamos del reencuentro, no hablábamos de una posible fecha en la que ellas pudieran venirse conmigo. Y un día un amigo me lo dijo: Tu mujer vive con otro hombre. No les va mal. Las cosas en España han mejorado mucho. Al principio no lo quise creer pero fue, finalmente, mi mujer la que me lo confirmó. Yo seguí mandándole el dinero todos los meses, para mi hija, pero - 10 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ ella dejó de escribirme. Era mi Consuelito la que ahora me contestaba y me contaba como era su vida. La nueva pareja de mi mujer era un buen hombre y quería a mi hija. Parecían felices. Habían encontrado todo aquello que no fueron capaces de encontrar conmigo. Tranquilidad, un cierto bienestar y sobre todo esperanza .esperanza en un futuro en el que yo no tenía sitio. Yo nunca volví a enamorarme. Mi vida era monótona y sin alicientes, pero nunca pensé en volver a España ¿Para qué? Aquello que yo quería lo había perdido definitivamente. Además mi pequeña Consuelo cada vez me resultaba mas extraña. Parecía que la nueva pareja de mi mujer iba ocupando cada vez más en su corazón, mi puesto. Poco a poco se fue convirtiendo en su padre y yo sabía de ella solamente cosas puntuales, de tarde en tarde. Un día mi hija me escribió diciéndome que se casaba. ¿Iría yo a la boda? ¿Yo? ¿Para qué? En aquellos años no resultaba fácil irse de viaje a España. Resultaba muy caro, pero sobre todo es que parecía algo imposible, no tan caro como para no poder asumirlo, pero impensable. ¡Ir a España! así, sin más. No, eso era para otro tipo de gente, no para un trabajador. Y se casó y me mandó una foto y otro día me dijo que estaba en estado y un día nació una niña, mi nieta, y así, año tras año. Mi mujer se murió y el hombre con el que había compartido su vida durante tantos años, también. Y yo seguía solo, trabajando, recordando aquella España que había dejado pensando volver un día, recordando a mi niña Consuelo que ya no era una niña. Que había tenido una hija que era mi nieta. ¡Mi nieta! No podía creerlo. Yo era abuelo. Y llegaban noticias de España. El Presidente Eisenhower había visitado al mismísimo Caudillo y toda España había celebrado los 25 Años de Paz y lo que parecía que iba a ser un paréntesis se convirtió en algo definitivo y los periódicos hablaban de que las condiciones económicas del país mejoraban y cada año se celebraban manifestaciones deportivas en las que los trabajadores participaban masivamente en un Estadio de fútbol que habían construido en Madrid y cada año se celebraba una Feria del Campo a la que asistían agricultores y ganaderos de toda España. Aquello ya no tenía vuelta atrás. - 11 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" ¿Habría hecho yo bien marchándome en aquellos tiempos tristes y sin esperanza? ¿Qué habría sido de mi vida si hubiese aguantado y hubiese esperado como tantos otros a que las cosas se arreglasen? Pero, ahora ya era tarde. Sin darme cuenta me había hecho viejo. Ya tenía 65 años. Y entonces escuché la noticia. El gobierno de España pagaba el viaje a España a aquellos hombres que, como yo, se habían venido a otro País en busca de mejores condiciones de vida. El Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales había abierto el plazo de solicitud de ayudas para que un total de 4.900 emigrantes españoles pudieran viajar a España con el programa de vacaciones de la tercera edad del Instituto de Mayores y Servicios Sociales. No lo pensé y solicité uno de esos viajes. ¡Y me lo concedieron! Llegué a España después de un viaje muy distinto al que había hecho cuando me fui. Viajé en avión. Llegué a Madrid y me pareció que había llegado a otro país, a un país que no conocía, un país moderno que no reconocía. No ya las calles, los edificios, los monumentos, sino las personas, la gente con la que me cruzaba por la calle. En tren me trasladé a Cádiz y más de lo mismo. Aquella no era la España que yo recordaba. ¡Que torpe había sido!, ¡Si hubiese tenido un poco de paciencia y hubiese esperado! Pero ya era tarde, al menos ya era tarde para mí. Llegué a Cádiz en tren y la gente parecía feliz, despreocupada. Yo no daba crédito a mis ojos. Me dirigí a las señas que mi nieta me había dado. Era un edificio nuevo en una zona ajardinada. Delante había un parque y allí, en un banco, me senté sin decidirme a llegar a la casa. Me daba miedo. Mi hija ya no era aquella niña, Consuelito, con la que yo me iba al campo. Ahora era una mujer casada a la que yo no conocía. ¡Que me diría! ¡Como me miraría! Ella tampoco me recodaría. Yo sería un viejo desconocido para ella. Pensé que había sido un error venir, regresar. Ya era tarde para todo. Las cosas pasan una vez y si salen mal no tienen arreglo. No se puede vivir dos veces, no se pueden enmendar los errores. A pesar de todo me armé de valor y me dirigí hacia la casa que, según las señas que tenía, parecía ser el domicilio de mi hija. - 12 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ El portal estaba abierto así que entré y subí las escaleras. Segundo derecha. Allí era. Llamé al timbre y esperé. Oí unos pasos corriendo en el interior y abrieron la puerta y entonces creí que me iba a morir. ¡No era posible! El tiempo no había pasado. ¡Allí estaba Consuelo!, ¡Mi Consuelito! Igual que cuando yo me fui. El tiempo no había pasado, pero la ilusión duró un minuto. Por el fondo del pasillo apareció una mujer. Esa si era de verdad mi Consuelo. La que me había abierto la puerta era mi nieta. Hola padre, me dijo. ¿Qué le parece su nieta? ¿Por qué no nos avisó para que fuéramos a buscarle a la estación? Pase, pase, no se quede ahí. Ya le he preparado una habitación y ya sabe que puede quedarse aquí todo el tiempo que quiera. El marido de mi hija me pareció un buen hombre. Trabajaba en Astilleros pero su gran pasión era el Carnaval. Pertenecía a un coro y todos los años actuaba en el Gran Teatro Falla. Mi hija me contó como habían sido los últimos años de mi mujer. Lo había pasado muy mal cuidando de su pareja que tenía cáncer, pero ella que no tenía nada no duró mucho más que él. Quedamos en que iríamos al cementerio a llevarles unas flores. Mi hija decía que no me parecía nada al hombre que ella recordaba de su niñez. Yo no le dije que tampoco ella se parecía nada a aquella niña con la que yo me iba de excursión. Un día le dije a mi hija si me dejaría que fuese de paseo con mi nieta. Me dijo que sí. Nos preparó unos bocadillos y nos despidió desde la puerta de la casa. Nos recomendó que tuviéramos cuidado, que fuéramos a un sitio seguro. Fuimos hasta la estación de los autobuses y subimos a uno que iba a la sierra, al mismo sitio al que solía ir con mi hija. Después caminamos, recorrimos caminos y sendas. Nos adentramos por la arboleda perdida que yo recordaba de aquellos tiempos y empecé a contarle a mi nieta cómo se llamaban los árboles que nos íbamos encontrando, qué tipos de hojas tenían, cuándo cambiaban de color cuando sus ramas se quedaban desnudas. Al cabo de un rato nos sentamos a descansar en un viejo tronco caído y nos comimos los bocadillos que mi hija nos había preparado. Yo me sentía muy feliz. Como si el tiempo - 13 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" no hubiese pasado. Yo no me veía pero me sentía joven. Ya no tenía la sensación de ser un hombre acabado como la que tenía cuando inicié este inesperado viaje a España. Mi nieta y yo hablábamos y hablábamos sin parar. Ella me contaba cosas de su vida como si hubiese estado esperando con anhelo a poder hacerlo y ahora lo hacía con entusiasmo, atropelladamente. Me sonreía, me decía lo contenta que estaba de que estuviese aquí con ella, que su madre le había hablado mucho de mi, que le había contado los paseos que daba con ella y lo bien que lo pasaban juntos cuando ella era niña. Y entonces yo, no se por qué, sentí el irrefrenable impulso de preguntárselo: -¿Me quieres?, ¿Me quieres mucho? -Y ella sonriendo me contestó: Si, abuelo, mucho, mucho, como la trucha al trucho. Luego me contó que su madre se lo había contado, que lo recordaba con mucha ternura y que siempre había pensado que un día volvería y podría pasear de nuevo con él por aquella arboleda perdida, entre los grandes árboles, por los caminos solitarios por los que había paseado con él de niña. El sol empezaba a caer tras las montañas. El cielo se iba tiñendo de rojo. De vez en cuando se oía el canto de algún pájaro o los ladridos del perro de alguna casa próxima. Nos fuimos acercando a la carretera, al lugar donde paraba el autobús de Los Amarillos en el que deberíamos de volver a Cádiz. Se nos había hecho tarde. Mi hija ya debía de estar preocupada. Pero mi nieta a mi lado, cogida de mi mano, me la apretaba con fuerza y de vez en cuando me miraba y se sonreía. - 14 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ José Cabrera Martín INOLVIDABLE SEISCIENTOS Algunas veces, pensativo y ensimismado en la intimidad de mi ser, pido a Dios que me permita siquiera por unos momentosser niño nuevamente, recordar aquellos tiempos, conducir mi bici por la acera atropellando al perro de abajo, meter mis zapatos en algún charco o subirme por las rodillas de mi abuelo para oler su loción de afeitar y sincronizar su respiración con la mía hasta quedar dormido en sus brazos. ¡Qué gran abuelo me había dado Dios! Hoy 40 años después, aún tengo vivida en mi memoria algo que me ocurrió siendo un crío, como de 11 ó 12 años. Eran aquellos años de los Seiscientos, en los que mucha gente tenía un coche, nuevo más o menos, y de ellos en mi barriada había muchos. Mi padre, trabajaba en la oficina de una bodega y siempre estaba de viaje, y mi abuelo, recién jubilado, podrían haberse comprometido, pagando en pequeños plazos, conseguir llevarnos a madre y a mis tres hermanos a merendar al campo. Era nuestro sueño más querido Todos sabíamos que era también su más ferviente deseo, pero mi abuelo era todo un carácter. Ayudaba cada mes, a no sé cual de mis tíos, que estaba en paro y no sabía decir no a otras peticiones de ayuda cuando veía una dolosa necesidad, pero en cambio era una roca cuando mis hermanos o yo le pedíamos para juguetes o chucherías. Ahora comprendo que llevaba un estricto control de su media pensión y no podía apartarse lo más mínimo. Pero mamá nos consolaba a todos diciendo: -Vivir modestamente, con salud y felicidad es, en realidad, un premio de Dios y desarrolla los mejores sentimientos. Yo estoy de acuerdo con vuestro abuelote que no somos menos ricos que los que tienen coche y viven desahogadamente. -Si mamá -contestaba yo, que era el segundo de los hermanos- pero de esa forma nunca tendremos nada, ni siquiera un seiscientos, que era mi meta favorita. - 15 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" Esto me acarreaba, a veces, un pescozón de mi hermano mayor, al que yo procuraba acarrear alguna patada por debajo de la mesa. Sin embargo, a pesar de aquella austeridad, nuestra casa tenía un encanto especial inolvidable. Tanto mi madre, a quien le gustaban mucho las flores y era habilidosa para transformar una habitación con unos metros de cretona, como mi abuelo, siempre ocupado en algo útil y artístico en beneficio de nuestra familia, habían conseguido un hogar dulce y muy acogedor. El día que se pondrían a prueba mis convicciones, el fruto de la labor callada de unos padres y abuelos que, día a día, y con su ejemplo, iban moldeando la educación y forma de pensar de unos niños, estaba próximo a llegar. Son esos detalles que no consiguen borrar el paso de los años. En el escaparate de la tienda de automóviles más importante de la ciudad, estaba el Seiscientos que se rifaba aquel mes. Era blanco, resplandeciente, colocado sobre una plataforma giratoria y adornado con cintas de colores, daba vueltas y más vueltas brillando con las luces del techo. En la amplia puerta del local había colocada una pequeñita tribuna en la que el Alcalde del barrio se aprestaba a sacar la papeleta ganadora de entre las matrices depositadas en un recipiente de cristal. Jamás hubiera podido imaginar que la suerte fuese a sonreír a la única familia, para mí, que no tenía coche en aquel barrio, pero eso acababa de ocurrir porque allí se estaba repitiendo por el altavoz, una y otra vez un número y el nombre de mi abuelo como ganador del Seiscientos. Conseguí llegar hasta la tribuna, abriéndome paso a codazos, adonde mi abuelo, algo serio, estaba recogiendo un manojito de llaves, y a poco, le sacaban a la puerta el flamante coche y arrancaba entre el ruidoso aplauso de los que nos rodeaban. Yo estaba exultante de alegría y corrí a mi casa con toda la velocidad de mis piernas ¡En la puerta estaba el coche más bonito que yo había visto en mi vida! Entré en mi casa, mi abuelo se paseaba furioso- yo no sabía por qué- y entonces escuché asombrado: -No quiero más comentarios He dicho no . y es que - 16 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ no -mientras salía de la habitación dando un portazo. Miré a mi madre. -No pasa nada, tu abuelo está luchando con un problema de ética, de honradez y cuando lo resuelva sabremos el resultado, tal vez no sea este nuestro automóvil. Venid aquí chicos. Sobre la mesa, mi hermano y yo, vimos dos billetes con los números 584 y 585. Este último era el ganador y ambos tenían puesto a lápiz el nombre de mi abuelo. Volvimos a repasarlos con cuidado- a petición de mi madre- y nos dimos cuenta de que el boleto ganador tenía, además, una letra R en el ángulo superior derecho. -¿Veis esa letra ? Significa Rodríguez, Eduardo Rodríguez, el jefe y dueño de la bodega donde trabajaba tu abuelo y ahora trabaja vuestro padre. Dice tu abuelo, que hoy estuvo allí, que si quería alguna papeleta y que Don Eduardo masculló: Bueno, cómprame una si puedes Entonces tu abuelo compro dos boletos, el 584 y 585, y para distinguirlos le puso una R a lápiz, apenas perceptible y que podía borrarse simplemente con el dedo. A mi modo de ver, de chiquillo, no había duda alguna. El Sr. Rodríguez era millonario, propietario de dos coches, vivía en una mansión con chofer, Pepe el chofer a quién yo conocía mucho, y criadas, pero el Seiscientos le había tocado a mi abuelo había mil formas de demostrarlo, su nombre se había hecho público a través de los altavoces -Sé que tu abuelo hará lo que deba hace, lo que considere justo y honrado - terminó mi madre Y así fue. Abuelo entró y sin mediar palabra se fue al teléfono y llamó a casa de Don Eduardo para felicitarle. A las dos horas llegó Pepe a recoger el Seiscientos. Traía un paquete, una caja de puros de regalo para mi abuelo Así era nuestra familia. Jamás olvidaré la rectitud de mi abuelo. Cuando pasa el tiempo y miro atrás, pienso que nunca fuimos mas colmados por los dones de Dios y honrados al mismo tiempo, que cuando mi abuelo decidió hacer aquella llamada telefónica - 17 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" Pasaron los años y con el transcurso del tiempo muchas cosas cambiaron en mi hogar. Todos terminamos nuestros estudios universitarios y a medida que culminábamos nuestras carreras, fuimos ocupando puestos de trabajos -tuvimos suerte- paulatinamente fuimos contrayendo matrimonio y formamos un hogar cada uno, normalmente con casa y coche Pero nunca olvidaremos aquel Seiscientos blanco, dando vueltas en el escaparate, reluciente, que no era para mi abuelo ni para mi familia - 18 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Eladio Algarra Jiménez CLOTILDE El hada madrina que iluminó mi infancia Fue ¡hace ya tantos años ! Una tarde, al final de los sesenta, allá en el Puerto gaditano, Puerto de Santa María, cuando los calores del verano dejaban paso a una suave brisa que, arrancando de la bahía, refrescaba las almas. Sentada en su silla baja, junto al balcón, ahora lo llaman terraza, mi anciana madre, que ya había superado los setenta años, descansaba. Ojeaba, plácidamente, una de esas revistas del corazón con más fotos que literatura y leía, leía curiosa, interesada. A su lado, sobre un cojín en el suelo, yo disfrutaba con su presencia. La miraba como el avaro contempla su único tesoro: sus cabellos blancos que aún querían mostrar un suave rizo, su frente, sus arrugas pronunciadas que el tiempo, inexorable, había impreso en su rostro. ¡Cuánta amargura mamá sufriste! Pensé para mí, desde aquel día ya tan lejano, olvidado 1895, en que nacieras, allá en Melilla la Vieja, que antaño fuera presidio, en el seno de una familia de noble estirpe de militares. No eras sino una vivaracha mocita rubia y nerviosa, que correteaba por la vetusta calle San Miguel, ya ennegrecida por la pátina de los tiempos, cuánto tuvo que sufrir por el temor y la zozobra de aquella campaña de guerra en Marruecos, el año nueve Y más tarde, la horrorosa tragedia del desastre de Anual y Monte Arruít del veintiuno, con un rifeño enemigo en las mismas puertas de sus casas. Ella había sabido y bien que lo recordaba, de la sangre joven vertida en el Barranco del Lobo, de tantos soldaditos llamados a filas, arrancados de sus hogares, de sus pueblos serranos y del holocausto de sus jefes de Pintos, de Silvestre, de Margallo Luego dos guerras mundiales y como remate, para culminar tanto dolor, el levantamiento de Franco y los suyos y los veinte o poco más, años de represión implacable de una media España sobre la otra. A veces, cuándo mi trabajo me lo permitía, le rogaba que me hablase de sus recuerdos, de sus vivencias lejanas y yo absorto, - 19 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" medio embobado, recibía con avidez sus palabras que, como un sedante, aliviaba mi cansancio. Pero aquel día, mi madre con la inocencia que le daba su bondad, abordó un tema que había de entristecerme. -¿Te acuerdas me dijo te acuerdas de Clotilde, de la buena Clotilde? Dejé por un momento mi trabajo, aparté de mi mente otras ideas y escuché Escuché tenso, inmóvil, para no perderme ni una sola de sus palabras. Y pasaron unos segundos. Unos segundos en los que, velozmente desfilaron por mi recuerdo los momentos de mi niñez, tantos sucesos de mi infancia ya dormida, vividos junto a la Señora Clotilde, la vieja mujer que por muchos años trabajó en mi casa y a la que tanto debía. Mi madre escuchaba y asentía con su silencio. Porque de la anciana y recia Clotilde no podíamos tener sino recuerdos agradecidos. Pero -añadí- hay algo, mamá, que nunca supe y muchas veces me he preguntado y sólo tú me puedes decir. Por más que evoco su imagen, no acierto a llegar al día en que el destino la puso en nuestro camino. Para mí que Clotilde estuvo siempre entre nosotros. ¿cuándo, mamá, tú, que te acuerdas de todo, llegó Clotilde a nuestra casa y cómo, sin pretenderlo, porque ella nunca pidió nada, entró en la familia para darnos cuanto era, que era mucho su inocencia campesina, su bondad y el sudor de su trabajo ? Mi madre ¡qué claridad de ideas! No tardó en contestarme: -Con los años voy perdiendo la memoria, pero hay recuerdos, precisamente los más lejanos en el tiempo, que como dormidos permanecen dentro de mí y surgen a veces, espontáneamente, y siempre, cuando los llamo. Lo que me preguntas es fácil de contestar y cuando te lo digo, ya verás, no lo olvidarás mientras vivas. Fue en 1927 Si -decía muy segura- en 1927, un año muy generoso y feliz para tu padre y para mí. Con él llegó la paz - 20 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ a Marruecos. Se acabó la guerra con los moros del Rif Llegaste tú, que naciste en Marzo con la Primavera. Y también también, nos vino Clotilde, justo un día antes que tú ¡Clotilde una mujer enjuta y seria, alpujarreña de Granada, callada y hosca! Con su saya negra y basta, tan larga que apenas dejaba ver la punta de sus alpargatas de esparto, siempre limpias. Y su pañuelo de seda negra cubriendo su cabeza y su faltriquera. Fue, ya te digo, en 1927. Lo sabemos por la Historia, la sangrienta, agotadora para España, Guerra de Marruecos tan desgraciada y trágicamente dolorosa como Barranco del Lobo, Annual, Igueriben, Monte Arruit y Zeluan, terminó tras el desembarco de Alhucemas, Septiembre de 1925, dos años más tarde en 1927, en plena Dictadura del General Primo de Rivera. Desde ese año Marruecos fue un campo de paz y de lento pero seguro progreso y Melilla la ciudad de mis padres y mía que en alguna ocasión había estado a punto de caer en poder de los rifeños de Abd El Krim, comenzó a prosperar. Su caserío se extendió rápidamente por todo el valle que riega el Río del Oro, hasta las mismas faldas del Gurugú. El puerto cobró vida y el comercio creció con fuerza. Mis padres tenían entonces un más que modesto comercio de ultramarinos y coloniales en la ribera derecha del río, lindando con las vías del tren minero y las laderas del Cerro de Camellos. Era un amplio salón rectangular de agradable aspecto con estanterías acristaladas, bien surtido de conservas y embutidos, perfumería, tejidos y librería. A él se entregaron con un trabajo serio y constante que les permitió llevar una vida sin escaseces. Tres hijos alegraban la casa: Paco, el primogénito, que entonces contaba diez años, muchacho inteligente, estudioso Carmen, la única niña, de seis, y Adolfito, Fito que contaba solo dos. Mi madre de nuevo en periodo de gestación vivía preocupada. ¿Cómo -decía- voy a poder llevar la casa cuando nazca el nuevo crío la limpieza, la comida, los niños la tienda? - 21 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" Mi padre lo comprendía y llevaba unas semanas interesándose por alguna mujer a quien contratar para que ayudase en la casa y aliviase a mi madre en sus trabajos. Pero no encontraba algo que le conviniese. Hasta que un día por información de algún cliente, supo que a una señora, algo mayor, que vivía en el Patio Gallego, podría, tal vez interesarle. Y sin pensárselo dos veces, sin desprenderse del guardapolvo que habitualmente vestía, una tarde de marzo, sin avisar a nadie, cerró la tienda, cruzó las vías del tren y entró en el Patio. ¡El Patio Gallego! Era y sigue siendo parte de un complejo edificio, cuya mitad norte la ocupa un caserón de escaso gusto arquitectónico, que yo he conocido como edificio de la Exposición o del Reloj y que, en otro tiempo también sirvió como convento de monjas y posteriormente, de parroquia. Pero el resto era diferente. Una colmena de viviendas, veinte o treinta vecinos de bajo nivel social que, aunque parezca difícil, vivían pacíficamente. Por un lado daba a la ancha Avenida General Pool vieja, donde se muestra como edificio de dos plantas, pero por la parte posterior, sólo presenta una hilera de casitas con un patio, cerrado por una larga reja de hierro que imitaban lanzas, paralela a la vía del tren de la piedra. En ese espacio sin edificar, un hermoso, soberbio pozo surtía de agua fresca, casi potable, a todos los vecinos y junto a él, dos artesas de madera. Y por todas partes cuerdas y alambres izados con estacas para tender al sol la ropa recién lavada. Mi padre llamó en la primera puerta. Una señora de buen ver, extrovertida, Pepa Bernal, le informó correctamente: -Siga usted toda esta acera -le dijo- hasta el final. Luego a la derecha, también hasta el final. Se encontrará un pasillo cubierto, algo oscuro siga. Llegará a un patio interior. No baje los escalones continúe por un camino junto a la pared que bordea una reja y al final, en un pequeño rellano, la penúltima puerta. Allí vive la señora que usted busca ¡La señora Clotilde! Y mi padre siguió sus instrucciones y llegó. - 22 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Era una puerta de cristales con visillos. Llamó una, dos, tres veces pero nadie atendía. Fue entonces cuando la vecina de aquel rellano, dándose cuenta de lo que mi padre pretendía, intervino: -Golpee fuerte- le dijo ¡La señora Clotilde es muy sorda! Y mi padre golpeó con fuerza. Al fin se abrió la puerta y apareció ¡Clotilde! Era una mujer mayor quizás de 54 ó 56 años, quizás algo más. El pelo blanco que en otro tiempo fuera rubio, los ojos claros, la piel blanca, casi lechosa. Una gran nariz que nada le favorecía y un vestido pueblerino: Falda o saya larga, negra, de tejido basto hasta ocultar humildes alpargatas, blusa y faltriquera. Y el pañuelo de seda también negro que ni en casa se quitaba. Mi padre le habló fuerte, fuerte al oído. Y se entendieron. Mi padre, hombre natural bondadoso, supo comprender siempre a la gente sencilla, y Clotilde lo era. Clotilde oía y entendía lo que a gritos le decía mi padre, y le interesó la propuesta. Fue luego a la habitación interior, su dormitorio y de un baúl sacó un par de papeles que, doblados, guardaba celosamente. Los ofreció a mi padre para que los leyera. Mi padre cuidadosamente, desdobló el primero. Era una partida de bautismo, la partida de Clotilde. Supo que esa mujer que tenía delante se llamaba Clotilde Palomar Serrano. Había nacido en Ugíjar, un pueblecito de la Alpujarra granadina, lindando con los límites de Almería. Era soltera, campesina y había perdido hacía ya muchos años a sus padres. Mi padre sonrió: -¡Somos casi paisanos! -Le dijo para animarla. Pero ella no le entendió. Y en verdad que era así. Porque Canjáyar, el pueblo natal de mis padres está tan solo a unos kilómetros del de la señora Clotilde. El segundo papel era un certificado de buena conducta que, expedido también por el Párroco, dos años antes, decía que Clotilde era una humilde y buena cristiana, campesina sin recursos, que marchaba a Melilla en compañía de su hermana, ambas solteras en busca de trabajo que les permitiera sobrevivir. - 23 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" Comprendió mi padre tras leerlo que estaba ante una sufrida, honrada mujer, trabajadora, a quien la pobreza del campo le empujaba a emigrar a lo desconocido. Precisamente a Melilla, quizás por las noticias de bienestar que los quintos del pueblo propagaban al volver de la milicia, y se atrevió a preguntarle: -¿Y su hermana? ¿Vive aún con usted? -Murió hace unos meses de fiebres -contestó con lágrimas que no pudo disimular. -Desde que llegué -continuó- he trabajado como lavandera. Los primeros meses en el río con otras mujeres. Ahora tengo esta vivienda y en el patio, usted lo habrá visto, una artesa junto al pozo. En ella lavo y allí me gano la vida ¡Mire que manos! -Y le mostraba orgullosa sus dos huesudas, trabajadoras manos Las uñas consumidas de toda una vida de duro esfuerzo. -Pero, aunque ya voy para vieja, estoy fuerte y sana decía. Nunca me ha visto un médico ¡A Dios gracias! Mi padre se conmovió y no era para menos. Con admiración le cogió las manos y con respeto las miró; fue como firmar un contrato con aquella mujer que nada sabía de escritos. -Le esperamos mañana, señora Clotilde. Aunque siga usted viviendo en esta casa, comerá con nosotros no nos falle, porque nos hace mucha falta. Y mi padre salió. Salió contento. Y es que la gente buena sabe conocerse al primer encuentro. Y mi padre marchó convencido de que había conocido a una buena mujer, una mujer del pueblo llano a quien podría ayudar. Así vino Clotilde a casa. Nunca en momento más oportuno. Al día siguiente fue ella la que avisó a la partera, que me ayudó a nacer. Y de las manos de la partera pasé a las suyas, a las manos largas, huesudas y fuertes de la buena Clotilde. Ella me lavó y me puso los primero pañales. Ella me dio el primer biberón y me acunó entre sus brazos. Veló mis primeros sueños y con voz, quizás desafinada, pero a mí me parecía de un coro de ángeles, cantó las nanas que aprendió en su pueblo. - 24 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Luego, pasado el tiempo, asido a sus faldas, aprendí a caminar y siempre, siempre con ella me sentí protegido y seguro. Pero ella también mejoró. ¡Clotilde ha cambiado! Decían sus vecinas del patio Gallego. ¡Se ha hecho más sociable más amiga! Comentaban otras. Y era que, quizás por primera vez en su vida, Clotilde que ya no tenía que lavar en el río, había encontrado una razón de vivir. Y su corazón latía alegre. Así, al menos me lo contó mi anciana madre aquella tarde portuense bajo la brisa marinera que, arrancando de la bahía, refrescaba las almas. - 25 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Antonio Quetar Beltrán DOS HERMANOS Y UN FRANCES -Abuelo, tengo que escribir para el colegio un relato ambientado en la época del Bicentenario. Esto se lo decía Alejandro a su abuelo, con el que compartía su afición por la lectura. Últimamente había leído algunos trabajos suyos para la escuela. Es bueno para que las personas mayores mantengan la memoria, siguiendo uno de los muchos consejos que nos dan, intercambiar momentos y opiniones con personas de menor edad. El último escrito que Alejandro me había dejado se basaba en el ataque a Cádiz del pirata inglés Francis Drake. El veintinueve de abril de 1587, al amanecer, atacó la bahía de Cádiz una flota formada por veintiséis buques de guerra. Uno de ellos era el Rainbow, al mando del citado Drake. Éste había partido de Inglaterra con tres mil hombres de mar. Sobre la cinco de la tarde enfilaron los ingleses la entrada de la bahía. A su paso, los galeones enemigos cañonearon, apresaron e incendiaron varias Naos, además de once urcas pertrechadas y cargadas. Penetraron hasta el caño de la Carraca, pero no pudieron alcanzar el puente Zuazo. Por tierra se aceleraron los preparativos para la defensa. Esto hizo que Drake desistiera de su idea de saquear Cádiz. Se limitó la jornada a apresar veintidós urcas y naos, así como algunas naves de las destinadas a la Armada Invencible, de infausto recuerdo. -Me ha gustado mucho tu relato, Alejandro. Ahora, voy a contarte mi historia en tiempos de la invasión francesa, que titulo Dos hermanos y un francés. Verás, el vivir en la isla de León, para dos hermanos en aquella época, ya avanzado 1810, era convivir en un entorno de guerra continua. Día tras día, era el mismo panorama; una lucha no muy lejos de su casa que se divisaba en el horizonte, con el estruendo de los cañones y una densa humareda. - 27 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" Sentados en el suelo a la puerta de su casa, observaban lo que acontecía a su alrededor. Grupos de soldados presurosos buscaban el lugar designado para la lucha; paisanos con gesto de preocupación observaban el desfile de soldados; niños vociferantes corrían al paso de la tropa. Más adelante, un gran carromato tirado por dos mulos transportaba a un grupo de soldados heridos. Posiblemente los llevaban al hospital de San José. Benito se llamaba el mayor de los dos hermanos, era listo y muy despierto. Francisco era el menor, tímido y retraído. Algo más tarde, pasó junto a ellos Nicolás; un pescador que había dejado la mar para incorporarse a la compañía de Escopeteros de las Salinas, y era muy reconocido por su valor. Este hombre era vecino y, además, un gran amigo de los chiquillos. Les enseñó a cazar conejos y perdices. Hacían unos lazos con las cerdas de las colas de los caballos, las plantaban en el suelo y a esperar. También preparaban trampas con un trozo de red de pescar que él les facilitó, depositándolas sobre la hierba. Cuando los pájaros, sisas, calandrias o mosquetines, se posaban al reclamo de la comida que ellos ponían en las trampas, tiraban de una cuerda que volcaba la red y las aves quedaban atrapadas. Ellos conocían zonas tales como el Manchón de Villa. Estas eran zonas de marismas y salinas que estaban vedadas para los franceses, por las que no podía transitar vehículo alguno, ni muchos menos transportar pesados cañones. Eran lugares por los que los porteadores chiclaneros pasaban los alimentos, para subsistir, a la numerosa población de la isla en ese momento. Todas aquellas marismas y salinas fueron transformadas por los trabajadores para hacerlas inexpugnables para el ejército francés. Aquel día salieron muy temprano, recogieron las trampas de donde las tenían escondidas y procurando no ser vistos por su padre, que trabajaba en un molino harinero, y que al igual que su vecino Nicolás, pertenecía a la compañía de Escopeteros. Iban los niños caminando por aquellos abruptos terrenos, cuando escucharon unos lamentos. Se asustaron, y a gatas, para - 28 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ no ser vistos, se fueron acercando al lugar. El susto fue aún mayor, al divisar a un soldado francés caído de bruces en el fango. La primera intención de los chiquillos fue salir corriendo, pero al oír la voz entrecortada del soldado se pararon: -No tengáis miedo. Estoy herido. Por favor, ayuda. El caído levantó las palmas de las manos hacia arriba para que entendieran que no corrían peligro. Los niños se acercaron cautelosamente y observaron al soldado. Era muy joven, rubio, se notaba que había estado llorando. -Me he perdido en la carrera, tropecé y me he roto un pie. Creyeron entender los niños en un castellano torpe y atropellado. Observaron que tenía un pie doblado en una extraña postura. Por los gestos que hacía, debía dolerle mucho. -Llevo dos días aquí solo, sin poderme mover. Tengo mucha hambre. Los niños se miraron y Benito sacó del zurrón un trozo de pan y otro de tocino. Y se lo ofreció. Mientras comía con ansia, les preguntó cómo se llamaban. -Yo me llamo Benito, y mi hermano Francisco. Vivimos en el barrio de la Iglesia. -Yo me llamo Pierre y os doy las gracias. No volveré a luchar contra vosotros. Si no hubieseis llegado hasta aquí, lo más seguro es que hubiese muerto. Lo sentiría de verdad por mi madre, que quedaría sola. Los niños hicieron tiras con sus ropas y con ellas vendaron fuertemente el pie del francés. Le buscaron un palo que le sirviera de bastón y le indicaron el camino para regresar a su campamento. Aquel día no hubo caza, y al regresar a casa, no comentaron a nadie lo ocurrido. Así, un día tras otro, llegó el veinticinco de agosto de 1812. Los franceses se retiraron y con ello, acabó el cerco a la villa. Han pasado ya diez años, Benito trabaja en el mismo molino harinero que su padre. Estando un buen día a la faena, vio a un mozalbete que venía corriendo hacia él. - 29 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" -Benito, Benito gritaba- en tu casa hay unos señores muy encopetados que te andan buscando. -¿Y quienes son? le preguntó Benito. -No lo sé. dijo el niño-. Yo ya he avisado a Francisco. Benito se disculpó con sus compañeros y se encaminó a su casa. Al cruzar el umbral de la puerta, vio en su casa a un señor rubio, muy bien vestido, y a una señora mayor. -No se si me recordarás. Yo soy el soldado francés al que ustedes socorrieron y salvaron la vida. Esta señora es mi madre les dijo-. La señora se acercó a Benito y emocionada le cogió la mano. Luego lo hizo con su hermano, y mirándoles a los ojos, les dijo: -Llevo diez años esperando este momento, para hablar con vosotros. Hemos aprendido vuestra lengua, y cada año, cuando recordaba el día en que ustedes socorrieron y salvaron la vida de mi hijo, lloraba llena de una enorme gratitud hacia vosotros. No es habitual, que en tiempos de guerra se produzcan gestos tan nobles. Cada año, durante diez años hemos hecho una fiesta de aniversario, en la que abundaban alimentos. Para compartir con vosotros nuestra felicidad, os los hemos traído por cada año transcurrido. Mostró con la mano un gran arcón lleno de viandas. -Señora, nosotros lo hicimos compadecidos por el estado en que se encontraba su hijo -dijo Benito. -Pero, dado el momento y el lugar -contestó Pierre- este gesto vuestro me salvó la vida. Así, los dos hermanos, sus padres y el vecino Nicolás festejaron el acontecimiento en compañía de los franceses, durante muchas horas. Y guardaron durante el resto de sus vidas un grato recuerdo. -Aquí termina mi cuento. Espero, Alejandro, que pueda servirte de inspiración para el siguiente que tú piensas escribir. - 30 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Francisco Vázquez Bernal UN DÍA NO CUALQUIERA DE FEBRERO Allí estaban todos, los cinco. Aquel día era un día especial, teníamos invitados, mejor dicho, ellos se habían invitado, nietas y nietos, y la abuela encantada y yo también. La abuela es una cocinera excelente, a veces pienso que los grandes maestros de la cocina española la espían para luego confeccionar sus exquisitos y variados platos. Habíamos estado en el Museo de la Plaza de Mina. A la salida, en un día espléndido, durante el trayecto desde el museo hasta casa, la conversación y los comentarios rondaron entre sarcófagos, Zurbaranes, los títeres de la Tía Norica y Dólmenes de Alberite, donde yo, el abuelo, siendo un chiquillo, había vivido una larga temporada en el cortijo poco después de la catástrofe de Cádiz del año 1947, todo esto mezclado con preguntas a la abuela sobre qué es lo que había para almorzar. Desde el museo hasta casa había unos diez minutos. Pese a lo animada de la conversación, todos estábamos pendiente del Julito, que aún no tenía ni tres años. Así, entre palabras, risas y algún que otro chillido llegamos a nuestro cubil, desde el que, dada la altura, un décimo piso, podía contemplarse una hermosa vista de una ciudad tan singular y bella como es Cádiz. El almuerzo transcurría como otras veces, había un acuerdo tácito de que durante la comida, radio y televisión permaneciesen apagados, lo que nos permitía entablar un coloquio en el que exponer nuestras opiniones sobre temas variados o asuntos y anécdotas personales. Una de estas anécdotas, la de cuando la abuela, entonces mi novia, jovencísimos los dos, una noche, estábamos pelando la pava en la casapuerta y vio venir a su padre, que aún no conocía nuestras relaciones. La inminente llegada de éste, hizo que, rauda como un rayo, saliera disparada hacia el patio interior de la casa y simuló que se le había perdido una peseta, en esto que mi futuro suegro irrumpió en el patio y la vio agachada mirando hacia un lado y otro bajo la luz mortecina de una bombilla - 31 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" de escaso voltaje preguntándole qué le ocurría. Ante la tunante respuesta de la hija, su padre encendió su mechero de fumador y allí estuvo busca que te busca hasta que, sin peseta, claro está, se dio por vencido y ambos se subieron por las escaleras para su casa, no sin antes ella, a hurtadillas, lanzarme una mirada entre picarona y asustada. Esta anécdota, pese a las muchas veces que la habían oído, les hacía reír a carcajadas. Terminado el almuerzo, una vez todo en orden, en el salón, mientras la abuela, relajada en el sofá, se distraía viendo en la tele uno de sus programas favoritos, y yo, acomodado en un butacón junto a ella, ojeaba un libro sobre el Bicentenario de La Pepa, los peques, en el comedor, se entretenían con uno de los juegos que yo había inventado para ellos, el llamado La Bolsita de las Ilusiones. Cada jugador escribía sus ilusiones en un papel, sin que sus adversarios las viesen, hasta que, terminado el juego, el ganador mostraba lo escrito exigiendo a sus contrincantes el cumplimientos de sus deseos. Antes de comenzar la competición se acordaba sobre en qué tenían que consistir esas ilusiones, esta vez eligieron imitar a personajes famosos del mundo del cante, del baile y la música, para ellos era un pasatiempo divertido, muy divertido. Sin entrar en otras peculiaridades del juego, en esta ocasión el ganador fue Mario, que lleno de alegría por su triunfo, cogió la plegada papeleta que él escribiera, depositada sobre la mesa al comenzar el juego y ante la atenta mirada de Julito, la desdobló para enseñársela a sus rivales Lucía, Julia y Andrea y pedirles que cumplieran lo que en ella estaba escrito. Su rostro mostró una expresión de entre sorpresa y extrañeza, a la vez que agitando el papel exclamaba: ¡Pero esto no es lo que yo he escrito!. Pues ahí pone Mario, dijo Lucía. Esa es tu letra, afirmó Andrea. Sí, pero no es lo que yo pedía, ¡cómo voy a pedir yo esto!, dijo Mario, dejando caer la papeleta sobre la mesa. Alguien me lo ha cambiado. ¡Venga ya Mario, léelo de una vez!, exigió Julia algo alterada. De verdad que no es lo que yo he puesto . Qué pesado eres, Mario, eran Andrea y Lucía, a las que se sumó Julito, recalcando lo que las primas decían. El tono de las voces alcanzaban cada vez más - 32 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ decibelios, hasta el punto que abuela y abuelo irrumpimos en la habitación para poner algo de orden en los alterados ánimos. ¿Qué pasa?, preguntó la abuela en un tono simulando seriedad. ¡Que este niño en un plomo!, afirmaron airados los contrincantes de Mario. Toma abuelo, lee lo que dice aquí. Cogí el papel que Mario me tendía, conforme lo leía no pude evitar que una leve sonrisa se dibujara en mi rostro. Desde luego lo que allí ponía era un despropósito, un verdadero disparate. Bueno, ¿qué?, preguntaron. No sé si lo que aquí está escrito son las ilusiones que Mario quiere que se hagan realidad, escuchad: Mi ilusión es que aparezca aquí el cuadro que hemos visto en el Museo de Bellas Artes obra del pintor holandés N. E. Pickenoy El Juicio Final y salgan de él todos los seres que hay en dicho juicio, luego diré a quién hay que imitar. ¡Que yo no he pedido eso!. Ustedes son los perdedores, ¿aceptáis la petición?, dijo la abuela con humor, a la que siguieron todos en el mismo tono, aceptando el descabellado desafío pronunciando las palabras de rigor que el juego exigía para que el hecho se cumpliera: Hágase tu voluntad, Mario, y seguidamente se pusieron a bailar y cantar cada uno como mejor le vino en gana. Breve, muy breve fue el espectáculo folklórico. De la papeleta de Mario situada sobre la mesa surgió un fogonazo, y sobre una de las paredes del comedor, ante los atónitos ojos de todos apareció la obra del holandés. Como estatuas, el grupo contemplaba la pintura no dando crédito a lo que sucedía, pero aún quedaba más, mucho más, el pequeño Julito, para el que lo que estaba ocurriendo seguía siendo un juego, se acercó decidido al cuadro y le pasó la mano por encima de un lado a otro. Como una legión de hormigas, como una marabunta imparable, comenzaron a salir del lienzo, una tras otra, las figuras que había en él, inundando el comedor. Conforme brotaban del cuadro, se hacían pequeñas, diminutas, de no más de quince centímetros de estatura, lo invadían todo, se subían por los muebles, por las paredes, el techo, como si la gravedad no les afectase. En silencio, en el más hermético mutismo, los pequeños personajes deambulaban de un lado para - 33 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" otro hasta que el último abandonó el cuadro, entonces, los primeros que salieron volvieron a incorporarse al lienzo recuperando su estatura, ocupando el lugar y la posición que en él le correspondía, y así, uno tras otro, igual que salieron retornaron, mostrando nuevamente la imagen de El Juicio Final. Estáticos, incapaces de pronunciar palabra, el grupo familiar había asistido al insólito y asombroso espectáculo, parecía como si hubiésemos quedado embalsamados, hasta que un grito desgarrador de la abuela nos hizo reaccionar. ¡Fuera! ¡No quiero esos bichos en mi casa!. Pese a la pretensión de la abuela, el cuadro permaneció donde estaba. ¿Qué vamos a hacer, abuelo?, preguntaron unos y otros. Por toda respuesta, sin saber por qué, me dirigí a la pintura y con un rápido ademán, pasé dos veces seguidas la mano sobre ella. Como por arte de magia, los personajes que pintara Pickenoy desaparecieron y otros distintos ocuparon su lugar. ¡Es como una pantalla táctil!, dijo Lucía. ¡Sí, como las que vimos en la exposición de Ciudadanos!, afirmó Mario. Pero ahora no han salido los personajes, puntualizó Julia. Eso ha sido porque abuelo ha pasado dos veces la mano por el lienzo y Julito sólo una, estoy segura, dijo Andrea. Yo le doy otra vez. Y antes que nadie pudiera impedirlo, Julito volvió a pasar la mano por la pintura y el evento se repitió con los nuevos mini seres. Pese a que era prácticamente un calco de lo ocurrido anteriormente, no por ello dejó de causarnos una inquietante sensación, sobre todo cuando el último personaje, una hermosa mujer, antes de incorporarse al lienzo, se volvió hacia el grupo y con voz dulce nos dijo: Vosotros también estáis aquí, si seguís pasando la mano os veréis. Fue como una bomba, todos a una saltaron contentos a la vez que pedían verse reflejados en el cuadro y luego salir de paseo por la habitación; bueno, todos menos la abuela y el abuelo, que raudos, nos pusimos delante de la supuesta pantalla táctil impidiendo que ninguno llegase a pasar la mano por ella, a la vez que pedíamos un momento de reflexión antes de hacer algo de lo que tuviéramos que arrepentirnos, lo que llevó a una protesta - 34 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ clamorosa de todos los peques. Con voz templada pero firme, la abuela les dijo que el Juicio Final es una creencia donde se supone que, una vez la humanidad llegue a su fin, se celebrará un juicio en el que se juzgará la conducta de todos los seres humanos, por lo que en dicho juicio se conocerá la vida al completo de todos y cada uno, desvelando públicamente, sus más íntimos secretos, sin que nada pueda quedar oculto, ni siquiera los más recónditos pensamientos que tuvo. Una vez finalizado el juicio, cada cual tendría el premio o el castigo que le correspondiese, en función de su comportamiento. Abuela, pero si en el cuadro está toda la humanidad, incluidos nosotros, ¿cómo es que estamos aquí vivos y ahí muertos?, preguntó Mario. Eso, y además, ¿en qué van a consistir los premios y castigos?, insistió Julia. Nadie tiene derecho a saber mis intimidades, dijo Lucía. Pues a mí no me importa si a cambio voy a conocer a todos los personajes que han existido, apuntilló Andrea. Pero si ya está todo el mundo en el cuadro, ¿por qué se demora el Juicio Final?, preguntó Julia. Mientras no nos llaman podemos pasar la mano por el lienzo y reunirnos con los personajes que más nos gusten, planteó Mario. Es verdad, podemos aprovechar el tiempo, dijo Andrea, sumándose a la propuesta de Mario. La abuela y el abuelo asistíamos a la sarta de argumentos e interrogantes que nietas y nietos estaban exponiendo, sin saber cuales eran las respuestas más adecuadas. Además, volvió a insistir Mario, tenemos la oportunidad de conocer a nuestros bisabuelos y tatarabuelos. ¿Te gustaría volver a ver a tu madre y tu padre abuela, aunque fuesen pequeñitos?, preguntó Lucía. Y tú, abuelo, con lo que te gusta la ciencia y las artes, poder hablar con Einstein, Galileo, Max Planck, Newton, Heisemberg, Velázquez, Picasso o Goya entre otros muchos, remachó Andrea. El impermeable muro que abuela y abuelo manteníamos ante el lienzo impidiendo el acceso a él, comenzó a resquebrajarse. Y también conocer a los hijos de todos nosotros, porque los hijos de Julito con lo mayores que sois no se si llegareis . La insinuante frase de Julia fue decisiva. - 35 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" Abuela y abuelo cruzamos una mirada, llevábamos tanto tiempo juntos que con ello bastaba para entendernos, nos dimos la mano, lentamente comenzamos a separarnos de la pintura, luego en un acto de transmisión de pensamiento, ambos al unísono nos volvimos mirando al lienzo y señalándolo dijimos: Ahí lo tenéis, la juventud decide. Como una manada de feroces depredadores, los cinco, nietas y nietos, se abalanzaron sobre aquella seudo pantalla táctil que concedía posibilidades inconcebibles. Las manos de unos y otros pasaban y pasaban por el lienzo una y otra vez, los mini hombres, niños, niñas y mujeres entraban y salían del cuadro, ante la atenta mirada del grupo familiar que ávido trataba de descubrir entre el conglomerado a los seres que nos interesaban. No salían por orden cronológico de su paso por la existencia de la especie humana, con lo cual la localización era harto difícil, casi imposible. De improviso, uno de los personajes se plantó delante del grupo; era una mujer bastante mayor, y mirando fijamente a una de las nietas le dijo: ¡Hola, mamá!, qué alegría me da poder conocerte en los albores de tu adolescencia cuando casi eres una niña, ahí dentro estáis todos más viejos, nos volveremos a ver, lo siento, tengo que incorporarme al cuadro, hasta luego. Pasmados, nos quedamos pasmados, pese a que era parte de lo que buscábamos, la realidad, como siempre, superaba a la ficción. Aún no habíamos asimilado el impacto, cuando un nuevo acontecimiento se sumó al anterior. Mira, abuelo, ése que se acerca eres tú, más viejo, pero ése eres tú, afirmó Andrea. Efectivamente, el mini abuelo llegó al grupo y suspendiéndose en el aire le dio un beso a la abuela, luego a los nietos y nietas, después, sin pronunciar palabra, se auto miró en mí y al reclamo del cuadro se alejó para incorporarse a él. El acusado brillo de los ojos denunciaba que la emoción subía de tono. Todos los personajes se habían incorporado al lienzo. La abuela visiblemente afectada, pasó la mano por el cuadro, necesitaba que aquello se prolongara, y una nueva invasión de liliputienses ocupó el comedor. El gritó partió de Lucía: Míralo abuelo, ahí lo tienes, es Einstein. No hizo falta que yo saliera en su busca, fue - 36 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ el gran científico el que, entre el tumulto de los diminutos seres, se abrió camino hasta llegar a mí. Paradójicamente, él, que afirmó que el máximo de velocidad posible era el de la propagación de la luz en el vacío, de pronto desapareció, e instantáneamente apareció sobre la palma de una de mis manos. Yo, con un nudo en la garganta, lo miraba sin pestañear esperando que me dijera algo, y me lo dijo: Abuelo, si alguna virtud tienes, es la tozudez, luego extendió una mano y entendí que me la ofrecía en señal de despedida, a lo que correspondí apretándosela fuertemente con la mía, sin percatarme con la emoción, que era un Einstein reducido. Un grito, un grito y luego una exclamación. ¡Que me haces daño abuelo, que me lastimas!. La voz me sonó rara, no era la voz de Einstein, era lo voz de una mujer... era la voz de una mujer que conocía, era la voz de la abuela. ¡Chiquillo, suéltame la mano ya y despiértate, que llevas más de una hora durmiendo y tus nietos te están esperando para no sé qué!. Venga, abuelo, que te vamos a explicar lo bien que lo vamos a pasar, dijeron todos a coro. Recogí el libro de la Constitución del 12 que se me había caído al suelo, y me levanté del butacón mirando a todos los sitios, tratando de comprobar que lo que me estaba ocurriendo ahora no era una continuación de mi sueño. Unos y otros me cogieron por los brazos y a empujones me llevaron del salón al comedor. Abuelo, hemos pensado en un plan, pero tú tienes que participar, bueno, y la abuela también, era Julia la que muy animosa hablaba. Desde la cocina, la voz de la abuela interrumpía el coloquio a grito de: ¡La merienda! Ya está preparado el chocolate y los bollos. Espera, abuela, que estamos diciéndole una cosa al abuelo, dijo Lucía. No, mejor traemos la merienda al comedor y mientras nos la comemos hablamos de lo que sea, ¿vale?. Vale, abuelo. Abuelo, abuela, nietas y nietos trasladamos el condumio al lugar y una vez acomodados, tras los primeros sorbos y mordiscos, un clamor general, ¡Abuela, está buenísimo!. Voy a contar qué es lo que hemos pensado para remate final del día de hoy, antes de que nuestros padres y madres vengan a recogernos, dijo Julia. Vamos a ver qué se les ha ocurrido a - 37 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" ustedes, exclamó la abuela. La Julia fue a iniciar la exposición, pero Mario la interrumpió pidiendo ser él el que lo hiciera. Después de un forcejeo dialéctico, acordaron ir turnándose y cada cual expondría una parte del plan, la primera en hablar fue Julia. Se levantó del asiento y se dirigió a la estantería que había en el comedor, directamente cogió un libro y volvió con él al asiento, buscó entre las páginas y la elegida se la mostró a la abuela y abuelo, mientras decía: ¿Veis este cuadro?, es El Juicio Final del holandés Pickenoy. Ahora yo, Julia, interrumpió Mario. El plan consiste en pedirle a todos los personajes que abandonen el cuadro. Fue sustituido por Lucía. Me toca a mí, bastará con pasar la mano por la pintura y todos saldrán fuera. La abuela, asustada, miraba insistentemente mi rostro que al oír a los nietos cada vez se ponía más y más pálido. Andrea desplazó a su hermana y continuó: Será el momento de nuestra actuación, es decir, de la imitación, seremos nosotros los que interpretaremos que los personajes han salido del cuadro, y aquel que mejor lo haga será el ganador, ustedes serán los jueces y el premio es que nos daréis para comprar chucherías, esto último lo dijo Julito. La merienda terminó bien, mejor dicho, todos reanimando al abuelo que parecía como si una legión de demonios le hubiera asaltado dejándolo K.O. Se cuenta que los peques consiguieron las chucherías por lo estupendo que hicieron su trabajo, pero nunca supo nadie porqué el abuelo se puso tan indispuesto. No todos los días nos ocurrían cosas como éstas , pero parecidas sí. ¡Es broma! - 38 - "MI ABUEL@ Y YO" Relatos Marina Cantón Fraga Mi abuelo Primer premio Celia Torrejón Tobío Al otro lado de la realidad Segundo premio Carmen Colomina Molina El pasadizo tridimensional Tercer premio Domingo Vega García Los Superabuelos Cuarto Premio Arturo García Zamudio El murmullo del alma Quinto premio EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Marina Cantón Fraga MI ABUELO Mi abuelo se llama José Fraga Pérez, y a sus 68 años es una bellísima persona que ha tenido que superar muchísimas situaciones en su vida, momentos duros, tristes, alegres Mi abuelo nació el 5 de septiembre del año 1941. Nació en su casa, pero había una peculiaridad, que vivía en una playa. Sus padres eran Roberto Fraga Arias y Regina Pérez Nebril, estos tuvieron ocho hijos, cuatro de ellos ya han fallecido. Su padre era de Cuba, nació en la Habana, y su madre era de Galicia, de Cariño en A Coruña. Su padre se crió en Cariño, se conocieron y se vinieron en barco a Cádiz, donde su padre andaba todos los días por una playa buscando un sitio donde vivir, pues la casa donde vivían se les quedaba pequeña. Al fin, encontró un buen sitio para vivir con su familia. Construyó una pequeña casa de madera, muy primitiva y de aspecto pobre. Años después nació mi abuelo. Mi abuelo nació en aquella casa de madera, y allí pasó casi toda su vida junto con todos sus hermanos. Su padre trabajaba en una fábrica de latas de conserva de pescado, pero para llevar más dinero a casa también hacía cosas con relación a la pesca, como por ejemplo patrón de pesca, buzo Mi abuelo y sus hermanos no pudieron ir al colegio, pero su padre le enseñaba lo poco que sabía. Mi abuelo estuvo trabajando desde muy temprana edad, pescaba, iba detrás de los burros, transportaba agua, etc. Para mi abuelo era muy duro, con seis años, en lugar de ir al colegio tenía que trabajar, y al acabar de trabajar su padre le daba clases como podía. Mi abuelo me cuenta que tuvo una infancia muy dura y que vivía como si fuese un niño del tercer mundo. También me ha contado, que sus primeros zapatos los tuvo a los nueve años, sin embargo yo tengo muchísimos pares de zapatos que apenas utilizo. - 41 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" La casa seguía de madera; pero un día un militar de Torre Gorda, un edificio militar que hay al lado de la playa de Santibáñez, dio la información de que su hija se había ahogado, y que le daría una recompensa a quien encontrase el cuerpo de su querida hija. Así que el padre de mi abuelo empezó a buscar por todo el mar, día y noche, hasta que al fin tuvo la suerte de encontrarla. El militar muy agradecido le pregunto que podía hacer por él, que pidiera lo que fuese, y mi bisabuelo le pidió que le hiciesen la casa de piedra, y así fue. Mi abuelo y todos sus hermanos crecieron, fueron formando familias, y mi abuelo conoció a mi abuela. Se conocieron en un partido de fútbol, por muy increíble que parezca, pero así fue. Habían quedado cada uno con sus amigos, y según mi abuela, fue un flechazo. Ella vivía en Campano, un lugar de Chiclana, y él en Cádiz, en La Playa de Santibáñez. Les separaban unos kilómetros, pero mi abuelo iba a verla en bicicleta. Él y todos sus hermanos y hermanas se casaron y sus hermanos se fueron a vivir a otra casa, dejándole a mi abuelo la casa de la playa, que no tenía ni tan siquiera luz y agua El padre de mi abuelo murió de cáncer, y su madre de embolia, pero ella vivió muchos años más, así que se quedó a vivir en la playa con mi abuela y mi abuelo. No tardaron en abrir un negocio en la playa, un restaurante. Mi abuelo, sus hermanos y muchos de sus familiares pescaban, y las mujeres trabajaban en la cocina, así lograron abrir un negocio familiar y ganar algo más de dinero. Mis abuelos tuvieron dos hijos, mi madre y mi difunto tío, que vivieron toda su vida en la playa. Allí se criaron y siguieron estando allí hasta que se casaron, pero aun así seguían yendo. Mi abuelo se buscó otro trabajo además de tener un pequeño restaurante y ser pescador, fue limpiador de autobuses. En la playa educó a sus hijos e hizo su vida, era más que su casa, era su hogar. - 42 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Fue creciendo y la familia también. Cada vez se reunían más personas en La Playa. Allí, la familia al completo se reunía y disfrutaba del día entre familia. Se celebraban fiestas, Navidades, cumpleaños Yo también pude disfrutar de todas y cada una de esas experiencias, magníficas, por cierto, pues para una niña pequeña como yo lo era, tener una playa todo el año y poderla disfrutar con tus primos es una idea tentadora. Pasé horas y horas jugando en la arena, allí aprendí a montar en bicicleta, allí se me cayeron mis primeros dientes... También es totalmente cierto, que no faltaron las lágrimas en todo ese tiempo, llantos sin importancia, por golpes y caídas, y llantos que nunca se podrán olvidar, como la triste muerte de mi tío, el hijo de mis abuelos. Al cabo de los años mi abuelo tuvo que cerrar el negocio del restaurante, porque todos los que trabajaban allí eran ya muy mayores y no tenían fuerzas ni ánimo para continuar. A mi abuelo le llegó una carta del ayuntamiento, diciendo que al no haber actividad económica ni productiva, tenían que echar la casa abajo. En ese momento, la tristeza invadió a toda la familia. Iban a tirar la casa en la que habían pasado su infancia tanto los más mayores como los más pequeños, una casa que guardaba en su interior millones de recuerdos, alegres, esperanzados, tristes al fin y al cabo recuerdos. Recuerdos que no se borran de la mente ni del corazón, pero recuerdos que no se podrían volver a ver. Tantos momentos en aquella casa antigua, tantos momentos correteando por una playa desierta, en la que solo estaban ellos, esos momentos iban a ser tirados por una triste demoledora en un par de minutos Toda la familia esperanzada intentó recoger firmas para que no tirasen la casa, pero no fue suficiente. A mi abuelo le hicieron entrevistas para la televisión y los periódicos, pero cada uno contó la historia a su manera y muchas cosas no eran ciertas. El día antes de que tirasen la casa, organizamos una comida en la playa la mayor parte de la familia, a la que llamamos La - 43 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" última cena porque como su propio nombre indica, fue la última vez que comeríamos en esa casa. Ese día estábamos tristes porque tirarían la casa al día siguiente, pero a la vez estábamos felices, porque estábamos en familia y ese día nadie nos lo quitaría. Llegó el día en que tirarían la casa, ninguno de nosotros estuvo allí para ver su derrumbamiento, pues sería algo demasiado duro para muchos de nosotros, sobre todo para mi abuelo, porque en esa casa había nacido, se había criado, había aprendido, pero sobre todo, porque la construyó su padre. Cuando la derrumbaron salió en los periódicos, y lo único que dejaron fue la palmera que plantó mi abuelo en su casa. Mis abuelos se fueron a vivir a la casa de la madre de mi abuela, que está en Chiclana, y allí se quedaron a vivir. Al principio se les hacía muy duro vivir allí, no poder oler el olor del mar al despertar, no sentir la brisa marina, eran muchas las sensaciones buenas que sentían allí, pero se tuvieron que acabar acostumbrando. Ahora mis abuelos están muy bien, con nostalgia cuando piensan en su antiguo hogar y en las cosas que se quedaron allí, pero miran su vida de ahora y ha cambiado mucho, mi abuelo tiene más amistades, y mi abuela hace natación, va a clases de tapices e incluso a clases de informática. Aun seguimos yendo a la misma playa, aunque ya no podamos estar en algo que era más que una casa, pero hay algo que todavía nos hace tener que ir allí, nunca sabré muy bien lo que es, pero para mí y para muchos de mis familiares sigue siendo un hogar. Al pasar por la carretera de La Playa, lo único que queda de aquel fantástico recuerdo es una vieja palmera descuidada a causa de que ya no hay nadie que la riegue cada mañana al despertar - 44 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Celia Torrejón Tobío AL OTRO LADO DE LA REALIDAD Curioso el mundo de los sueños, ¿verdad? Ese mundo donde la realidad y la ficción se entrelazan, haciéndonos dudar dónde empieza una y dónde acaba la otra. Hay personas que recuerdan perfectamente los sueños y otras que no logran rememorar lo soñado. Yo no suelo acordarme de los sueños que tengo, y eso, me fastidia mucho. Hoy me he despertado con una extraña sensación. Mi mente está completamente confusa. Por ella se deslizan, como si de gotas de lluvia se trataran, imágenes y voces que me resultan extrañamente familiares. Durante unos momentos, he llegado a dudar incluso dónde me encuentro. Necesité unos minutos para darme cuenta de que estaba en mi habitación y que, la pasada noche tuve un sueño muy raro, pero tan real y tan nítido Sabía que tarde o temprano, acabaría olvidándolo, así que, he decidido escribirlo para poder mantenerlo vivo siempre con todo lujo de detalles. Por eso, he tomado una libreta y sin tiempo que perder voy a escribir todo lo que sentí, antes que lo vivido en sueños se esfume como humo entre las manos: Una imponente escalera metálica de caracol se presenta ante mí. Miro hacia arriba y mi vista no alcanza a divisar el final. Comienzo a subir decidida, peldaño a peldaño, la retorcida escalinata. A ambos lados, la nada. Solo el vacío. Continúo la ascensión sin pausa, aunque tengo la sensación de no haber ascendido nada en esta escalera infinita. Pocos instantes después, una luz blanca aparece como al final de un túnel. Más animada, aumento el ritmo de subida. La luz se hace cada vez más blanca, más intensa, casi cegadora. Jadeando logro llegar al final y la luz me envuelve por completo. Me protejo los ojos con las manos y avanzo un poco más. Abro los ojos y me encuentro ante un lugar de una belleza extraordinaria, como jamás había visto en mi vida. - 45 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" El suelo en el que se posan mis pies es blando y de un color y textura muy parecidos al de la nieve. A mi alrededor se forman unos pequeños remolinos como de algodón queriendo juguetear con mis pies. El aire que respiro es fresco, pero no muy frío y me aventuraría a decir que huele a menta. Todo lo que me rodea es de un precioso color azul claro. En aquel lugar todo era silencio, aunque poco después se vio interrumpido por el sonido del agua de un arroyuelo. Busqué con los ojos de dónde provenía aquel sonido, pero solo encontré ese color celeste que lo envolvía todo. Aquel lugar era maravilloso. Podría quedarme allí toda la vida... Decidí avanzar por un estrecho sendero salpicado de flores multicolor. Unos pájaros me acompañan revoloteando sobre mi cabeza. Un grupo de mujeres me sonríe al pasar junto a ellas, a su lado unos niños juegan alborozados. Noto que en todos ellos hay algo en común: sus rostros alegres y serenos. Una sensación de calma y de paz se apodera de mí. Me acerco a un banco y me siento para contemplar con mayor atención los detalles del maravilloso lugar. -Hola, Celia -escuché a mis espaldas mientras despertaba de mi pequeña fantasía. La voz sonó grave y serena. Poco a poco, algo asustada y con una lentitud exagerada, me fui dando la vuelta para descubrir quién me había saludado. -¿Abuelo?-dije perpleja. Un hombre me mira por encima de sus gafas fijamente. -¿Celia?¿Eres tú, verdad? Esa naricilla no puede ser de otra persona. Los dos nos fundimos en un cálido abrazo. El abuelo me besa una y otra vez como queriendo ganar el tiempo perdido desde su marcha. -¡Estás tan mayor! Estás hecha toda una mujercita -dice sonriendo mientras acaricia mi cara. El abuelo tiene un semblante realmente estupendo que nada tiene que ver con la última imagen que guardo de él. Después de este encuentro tan inesperado me asalta una duda que me angustia. - 46 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ -Abuelo, si esto es el cielo, eso significa que yo -No cariño, no te preocupes. Solo estás aquí de visita. El amor que guardas por mí en tu corazón ha hecho posible que volvamos a vernos. No temas. -Te he echado tanto de menos -dije entre sollozos. -Yo también -contestó-.¿Y la abuela, está bien? -Sí, está muy bien -no le digo nada de la caída que ha tenido y que le ha dejado con un brazo maltrecho-. Sigue echándote de menos. -¿Y a ti, cómo te van las cosas, cielo? -Bastante bien. Estoy estudiando segundo de secundaria y voy clases de bailes de salón y ballet, además tengo un precioso perrito. -¿De veras? -preguntó sonriendo-. Demos un paseo y aprovechemos el tiempo. Nos acercamos a un lago de aguas cristalinas y subimos a una barca. El abuelo me mira tiernamente mientras rema. Una ligera brisa acaricia mi cara. Junto a la orilla hay un grupo de personas escribiendo. -¿Qué hacen, abuelo? -Verás, cuando llegas aquí, lo primero que hacemos es dejar por escrito nuestra vida, ya que en pocas horas, todos nuestros recuerdos desaparecen. Esto nos ayuda a mantener vivo nuestro paso por la vida. Esas personas que ves, son los nuevos, están recién llegados. Así nos contamos la vida los unos a los otros y eso nos hace más sabios, ya que aprendemos de la mayor fuente de conocimiento, la vida de una persona. Al llegar a la otra orilla, bajamos y nos tumbamos sobre un manto de hierba fresca mirando al cielo. Cogidos de la mano permanecemos unos instantes en silencio. Observo como una nube de color plomizo empaña el cielo azul. -¿Qué es esa nube? -No la mires. Esa nube contiene todos los malos pensamientos y acciones de las personas. El egoísmo, la maldad, la injusticia y la crueldad habitan en ella. - 47 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" El abuelo se incorpora y se sienta frente a mí. De un bolsillo saca una pequeña botella. - Mira, quiero enseñarte algo. Desenroscó el tapón y unas pequeñas partículas multicolores empezaron a ascender describiendo una particular danza en el aire. El abuelo las atrapó con una mano. Las partículas fueron adhiriéndose a su piel como las piezas de un puzzle hasta conformar una imagen. Me quedé boquiabierta ante aquel fenómeno. -Mira esto. Aquí estás soplando las velas en tu primer cumpleaños. Volvió a repetir la operación y esta vez me mostró una imagen de mi primer día en la escuela. -¿Te acuerdas? Ibas tan graciosa con tu mochilita a cuestas. -Sí. Recuerdo que me llevó la abuela. ¡Me costó tanto soltarla de la mano y ver como se alejaba por el pasillo! El abuelo volvió a destapar la botella y me enseñó una imagen donde el abuelo me tenía en brazos vestida de flamenca. -Este es el primer traje que te hizo la abuela para la feria. ¡Mira que gitana tan guapa! -Pues todos los años sigue haciéndome uno nuevo. -La abuela te quiere mucho y lo hace con gusto. Después el abuelo me ayudó a levantarme para iniciar la vuelta en barca. Cuando faltaban escasos metros para tomar la orilla, el abuelo dejó de remar. Se acercó a mí para abrazarme fuertemente. Luego me tomó la mano y me entregó una pequeña esfera metálica. Su tacto era suave y cálido. -Quédate con ella, pero no le digas a nadie que yo te la di. Pensarían que estás loca. Llévala siempre contigo y te protegerá toda tu vida. -Así lo haré abuelito. Intuí que mi visita llegaba a su fin y que aquello era el preludio de una despedida. -Me temo que es hora de que vuelvas a casa -comentó el abuelito. -No quiero. No quiero dejarte aquí. Ven conmigo, por favor. - 48 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ mejilla. vez. -Sabes que no puedo -respondió mientras me acariciaba la -En ese caso me quedaré yo aquí. No quiero perderte otra -Te quedan muchas cosas que ver antes, pequeña. Además, sabes que siempre estaré ahí. -Sí, en la estrella más brillante del firmamento -dije con voz entrecortada. Se acercó hacia mí para darme un abrazo de despedida que vino acompañado de un beso en la mejilla. -Adiós -dije sintiendo cuánto me pesaba aquella palabra. -Espera -dijo. Cuando llegues a casa, dirígete al salón y abre el tercer cajón de la mesa pequeña, la que está junto al espejo. -Lo haré abuelo-le contesté ofreciendo una sonrisa. Tomé el sendero por el que había venido. Me detuve para mirar atrás por última vez, el abuelo agitaba su mano despidiéndose. Entonces, de la nada apareció de nuevo la luz blanca y me envolvió por completo. En ese momento, todo se volvió borroso y entonces abrí los párpados. Suspiré profundamente y me senté en la cama. Aquel había sido el sueño más raro que había tenido nunca. Todo parecía tan real, los colores eran tan vivos, los sonidos tan cercanos... El estómago rugió reclamando alimento y decidí ir a desayunar. Encaminé mis pasos hacia la cocina y me preparé un Cola-cao bien calentito. Mientras mojaba una galleta en el vaso, algo vino a mi mente: el recado del abuelo. Primero pensé que solo era una estupidez, simplemente un sueño. Ficción. Pero por otra parte, tenía bastante curiosidad, pues nunca había mirado el interior de aquel cajón. Decidí ir a echar un vistazo, solo por si acaso. Me deslicé silenciosamente por el pasillo hasta llegar a la puerta blanca del salón principal. Con lentitud, pero también con decisión, fui caminando en dirección a la pequeña mesita de caoba que estaba frente a mí. Me sentía un poco nerviosa y me pregunté a mí misma por qué lo estaba. - 49 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" Había llegado a mi destino: la mesa. Me acuclillé a su lado y me aparté el pelo de la cara. Respiré profundamente y conté con la mirada los cajones hasta detenerme en el último, el tercero. Alargué mi temblorosa mano derecha para agarrar el pequeño pomo y tirar de él. Rápidamente posé mis ojos en el interior del cajón... No había nada, estaba vacío. Lo sabía, solo era un sueño... y los sueños, sueños son. ¿Qué pretendía encontrar si no allí dentro? Me levanté para irme, pero antes me detuve para dedicarle una mirada al espejo. No podía dar crédito a lo que vi. Una hermosa esfera plateada colgaba de mi cuello. Mi corazón empezó a latir como queriendo salir desbocado de mi pecho. Sin pensarlo, abrí aún más el cajón y entonces sí que pude divisar un pequeño trozo de papel amarillento y arrugado en el fondo del cajón. Casi con miedo, lo cogí y observé como de forma torpe se me resbalaba entre los dedos e iba a parar al suelo dándose la vuelta y dejando su contenido a la vista. Escrito infantilmente, con trazo inseguro, y con unas letras grandes y desiguales, se podía leer: Te quiero, abuelito. - 50 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Carmen Colomina Molina EL PASADIZO TRIDIMENSIONAL Un día, mi abuelo (padre de mi papá) y yo nos montamos en su barco y fuimos a navegar por la Bahía. Durante la navegación se formó una tormenta que nos arrastró a una isla. Allí nos bajamos del barco y fuimos a explorarla. Después de un gran rato caminando, encontramos un desfiladero y yo me acerqué a ver que había debajo. De repente una piedra se deslizó y caí al fondo del desfiladero. Escuché, desde el fondo, como mi abuelo me llamaba, asegurándose que no me había pasado nada. Entonces miré a mí alrededor y pude observar lo que parecían piedras preciosas. Al acercarme comprobé que eran piedras de oro y, que al fondo del todo, las piedras cambiaban de color simulando los del arco iris, entre todas las piedras que se levantaban, se formaba un arco que dentro tenía una espiral multicolor. Asombrada grité a mi abuelo: -¡Baja con cuidado, este lugar está lleno de piedras preciosas! Entonces vi como mi abuelo intentaba bajar por el desfiladero, miré al arco, y me di cuenta. ¡Aquel arco podía ser un pasadizo tridimensional! Lo malo es, que eso sólo salía en las películas de ciencia ficción. Aún así, cuando mi abuelo llegó junto a mi, le dije lo que pensaba. Él me dijo: -Cojamos algunas piedras e investiguemos cómo salir de aquí. Tras unos minutos buscando una salida del desfiladero, nos dimos cuenta que estábamos atrapados. La única salida era cruzar el arco tridimensional. Al final, mi abuelo tuvo que decir lo que ocurría: -Carmen, tengo una mala noticia... - Lo sé abuelo, también me he dado cuenta, la única salida es cruzar el arco. Él asintió y me dijo: - 51 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" -Pero, no sabemos que podrá haber tras ese arco. -Lo sé, pero la única forma de saberlo es cruzarlo, -le dije. -Entonces crucémoslo. Pero menos mal que traje una cuerda de 10 metros que había en el barco. -¿¡De 10 metros!? Pesará mucho, ¿no? -La verdad es que sí.- Dijo con cara de agotamiento. -Digo yo que deberíamos amarrar la cuerda a la piedra más cercana al arco y nos agarramos al otro extremo. -De acuerdo, -me respondió Nos disponíamos a atar la cuerda cerca del arco cuando sentí como el arco tiraba del abuelo hacia dentro: -¡¡¡Abuelo, agárrate a mi o el arco te absorberá!!! Él se agarró a mi chaquetón como pudo y yo intenté atar la cuerda, cuando lo conseguí me agarré al otro extremo de la cuerda y le dije al abuelo: -¡¡¡¡¡ Agárrate a este extremo de la cuerda cuando yo entre en el arco!!!!! Y eso hizo. Cuando entré en él arco el me siguió y se agarró a la cuerda. Entonces, vimos como poco a poco, apareció ante nosotros un pasillo: El pasillo de las mil mascaras. Un pasillo en el que aparecen caras de personas que te darían miedo estar junto a ellas, (como personas que hicieron algo malo: terroristas... gente que le gustaría hacernos sufrir) caras de personas que te dicen cosas para hacerte daño, para que no puedas cruzar al otro lado y te quedes allí para siempre, sufriendo sus maldiciones. -¿Escuchas qué dicen esas máscaras? -No. Pero no les hagas caso, tal vez te digan cosas malas y que te hagan sufrir. Y entonces ocurrió, aquellas máscaras nos atrajeron a mi abuelo y a mi hacia ellas, pero fuimos fuertes, intentamos cruzar con los oídos tapados pero no servía de nada, sus voces se escuchaban igualmente, como un rayo que penetra cualquier cosa. -No podrás irte jamás, no podrás sobrevivir... -decía uno. -Ven hacia mí..., veras la luz, no te irás sin acercarte... -decía una mujer con aspecto de haber sido alguien muy mala en su vida. - 52 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ -Sé que no soportas mi voz..., Pero si te acercas, dejarás de sentirte mal... -¿Qué es aquello?, parecen ¡personas, personas prisioneras de las máscaras! Ellas atrajeron a esas pobres personas hipnotizadas dentro de sí, ya sin poder volver a salir, imagino. Pobres personas, Ojalá pudiera saber cómo salvarlas de su prisión -pensé. Al dejar de pensar en resistirme, me dejé llevar por esa voz, por aquella muchacha que me llamaba. Estuve a punto de acabar como esas personas encarceladas en las máscaras. Pero... Fue entonces la voz de mi abuelo la que me salvó: -¡¡¡¡¡No vayas hacia ella, no les hagas caso, no te hará ningún bien acercarte a ellas, no vayas!!!!! Y fue así como me di cuenta de que aquella voz no me haría ningún bien si me acercaba a ella. Me desperté de la hipnotización, del sueño en el que me tenía sumida aquella máscara, me alejé, cogí de la mano a mi abuelo y, tras un rato de sufrimiento, conseguimos pasar aquel túnel. Y le dije a mi abuelo -¡Ya sé por qué el arco te intentó absorber! -¿Por qué?- Me preguntó. -Porque, al pegarte tanto al arco, las máscaras te sintieron al otro lado del arco e intentaron arrastrarte hacia dentro. Cuando giramos a la derecha para salir del túnel una luz deslumbrante estuvo a punto de dejarnos ciegos, era una luz blanca, no la luz a la que estamos acostumbrados, sino una luz que te deslumbra pero te da calor, un calor extraño que te acoge como los brazos de una madre. Seguimos andando guiados por esa luz, hasta que, de pronto, dejó de alumbrarnos. Mi abuelo abrió los ojos y me dijo: -Carmen, abre los ojos y mira que ha aparecido ante nosotros. Abrí los ojos y lo vi: Un laberinto de espejos. Un auténtico laberinto de espejos, como los de los parques de atracciones pero sin las señales de salida y por aquí. - 53 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" Comenzamos a andar y vimos como miles de personas como nosotros nos miraban y acompañaban por el camino: éramos nosotros reflejados en los espejos. La sensación de que nos miraban nos asustaba. Llegamos al primer cruce, eran tres caminos diferentes y le dije a mi abuelo: -¿Hacia dónde nos dirigimos? Y él me respondió: -Hacia la derecha, creo que puede ser el mejor camino. Efectivamente, la salida estaba en esa dirección. Encontramos una puerta de madera muy vieja cerrada con un cerrojo. Le dimos patadas hasta que cedió y nos encontramos ante una escalera de caracol sin luces, que bajaba hacia no sabíamos dónde. Estuvimos bajando lo que nos parecieron horas. Abajo llegamos a una sala con muchas puertas, y de una de ellas, salió una joven montada en un pterodáctilo. -Hola soy Bipa, ¿Quienes sois vosotros? -Yo me llamo Carmen y él es mi abuelo, encantada de conocerte. -Montaros conmigo. -¿Quieres que nos montemos en eso? -Sí. -replicó ella Nos llevó volando a otra puerta detrás de la cual había una selva con una cueva, en la que entramos. La chica desapareció. Comenzamos a andar, y al final de un túnel de la cueva, situado encima de un taburete de oro con piedras preciosas y miles de esmeraldas incrustadas en el, con un cojín de hilo de oro que sostenía una caja de cristal hecha a mano, encontramos un libro que tenía cinco candados y esparcidas por el suelo estaban sus llaves: -Vaya, ¿cómo lo abrimos? -Probando cada llave, respondió mi abuelo. Tras varios minutos, conseguimos abrir el libro, y, descubrimos que contaba la historia de la tribu de aquella chica y su alianza con los dinosaurios y como llegaron a vivir en armonía con ellos. Entonces, encontramos una gema que encajaba con el agujero del - 54 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ libro. Cuando la metimos, reapareció la luz, y, con ella, la chica. Nos traía suficientes provisiones para comer y arreglar nuestro barco. -Pedid a la luz lo que queráis y ocurrirá. Cuando volváis a casa contad a todo el mundo lo que habéis vivido, y para que os crean, enseñad este libro y la gema a cualquier historiador. Aparte, nos dio un pergamino en el que estaba escrita nuestra aventura. Entonces nos vimos frente al barco, lo arreglamos y volvimos a casa tal y como nos dijo Bipa. - 55 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Domingo Vega García LOS SUPERABUELOS Había una vez, en un pueblo de España llamado Espera, dos abuelos llamados Vicente y José, que trabajaban en una central nuclear. Un día, de camino al trabajo, cuando ya se habían despedido de su nieto Domingo, les llamo su jefe y les informó que tenían que ir rápidamente porque una válvula no funcionaba bien y podía producirse una radiación. Sin pensarlo dos veces, los dos abuelos cogieron un taxi y en menos de diez minutos llegaron a la central nuclear, pero cuando ya estaban entrando en el edificio, sin esperárselo se produjo. En poco tiempo llegó la policía y las ambulancias y todo se tranquilizó. Cuando la policía entró en el edificio, ya creían a los dos abuelos muertos, pero lo que vieron era de otro mundo: los dos abuelos flotaban en el aire. Pronto llegaron periodistas de todo el mundo. Pero los abuelos, que no querían que les molestaran, sabiendo ya que habían desarrollado poderes, probaron teletransportarse a sus casas y lo lograron. En sus casas sus familiares los recibieron asombrados. Una tarde los dos abuelos se reunieron y se preguntaron: ¿qué hacemos con estos poderes? Esa misma tarde, decidieron formar una patrulla llamada LOS SUPER ABUELOS, pero tenían un problema, no sabían a quien ayudar. Pero no duró mucho tiempo, en la televisión apareció su nieto Domingo atrapado en un pozo sin agua, situado en el bosque. Muy nerviosos y preocupados, como un rayo de luz, llegaron al bosque donde se encontraba su nieto. Se abrieron paso rápidamente entre los periodistas y las cámaras de televisión. Al llegar al pozo vieron a su nieto preocupado y hambriento, una piedra de grandes dimensiones le impedía poder sacar el pie. Pronto llegaron sus padres y demás familiares. Los dos abuelos impacientes - 57 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" por rescatarlo, utilizaron su poder de transportarse para bajar al pozo. Cuando llegaron al fondo del pozo consolaron al pequeño e intentaron volver a la superficie de la misma manera que habían bajado, pero comprobaron que no podían conseguirlo con una tercera persona. Viendo que no podían utilizar esa forma, se pusieron a buscar y observar el pozo para ver si se les aparecía otra escapatoria. Entonces descubrieron una pequeña puerta entre las piedras del pozo. Esta puerta tenía una calavera tallada en la misma piedra. Intentaron abrirla pero no pudieron, esta bien cerrada. Hacia falta una llave y se pusieron a buscar entre todas las piedras del fondo. Entonces descubrieron un pergamino con una leyenda que decía: TRES VUELTAS A LA CALAVERA DARÁS Y LA PUERTA SE ABRIRÁ. Así hizo José y la puerta se abrió. Les daba un poco de miedo, pero había que entrar o morir allí de hambre y ellos decidieron entrar. Al estar dentro la puerta se cerró y en ese instante se encendió una antorcha que colgaba de la pared, el pánico reinó en los tres cuerpos, pero tuvieron más cuando comprobaron que aquellos pasillos habían sido utilizados como calabozos y que aún quedaban las cadenas que utilizaban, colgadas en las paredes. Con paso firme y silencioso siguieron adelante mientras observaban calaveras y esqueletos por todas partes. Anduvieron durante horas hasta que tuvieron que descansar, porque ya no podían más. Los abuelos se apoyaron sobre la pared para descansar y Domingo decidió sentarse en una piedra. Al apoyar su peso sobre la piedra, esta se hundió y apareció allí una nueva puerta, donde estaban los dos abuelos, dejando al descubierto un nuevo pasadizo que se desviaba de la ruta que ellos llevaban. Al contrario que el otro, este era algo más estrecho. Los abuelos decidieron continuar por él. Este les condujo a una gran sala con cinco puertas de piedra. En cada una de ellas aparecía escrito algo que ellos no entendían. Debía ser la escritura de alguna antigua civilización que vivió allí. Se arriesgaron a pasar por la primera. Cuando estaban delante la abrieron y vieron una playa muy bonita. Atraidos por la curiosidad la cruzaron. Una vez dentro, observaron - 58 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ el paisaje y después de un rato avanzaron por el terreno arenoso. Cuando pasó un buen rato, llegaron a un punto en el que había un agujero en la arena muy grande y entraron. Era muy estrecho para ellos y las paredes eran de madera. Aquello parecía una trampa y así resultó. Cuando llegaron a un punto, una roca gigante caía tras ellos por la cuesta inclinada y estrecha. No encontraban sitio donde refugiarse. Desesperados corrieron hasta que cayeron a través de una trampilla que les llevó a una gran fosa con insectos venenosos. Los tres personajes se pusieron a hacer movimientos inútiles debido a su desesperación. El suelo de la fosa comenzó a moverse y empezó a subir cada vez más alto hasta que llegaron a la misma sala luminosa desde la que habían partido. Esta vez se decidieron a coger la segunda puerta que los llevó a un bosque inmenso, más grande que la selva Amazónica. En él era prácticamente imposible ver nada porque sus copas no dejaban pasar la luz. Avanzaron a oscuras por el espeso paisaje hasta que se cansaron y decidieron buscar un buen sitio para pasar la noche. Cuando se despertaron, se encontraron con un montón de animales salvajes a su alrededor y lo que vino a continuación fue de película: armados de valentía se lanzaron a luchar. La lucha fue de vida o muerte, hasta que los dos abuelos, con ayuda de sus poderes acabaron con las hambrientas fieras. Pasado esto los dos abuelos decidieron volver a la gran sala. Una vez en ella, siguieron su camino por la tercera puerta con la buena suerte y alegría para todos de que esta era la puerta correcta que les llevaría a casa. Al llegar a ella todo del mundo estaba muy emocionado, sus familiares corrieron a abrazarles y felicitarlos. Todos querían que contasen sus aventuras pero a partir de aquel día la salud de los dos abuelos fue empeorando rápidamente hasta que llego el día no muy lejano en que los dos fallecieron y sus secretos permanecieron ocultos hasta ahora. Su nieto decía: A las personas tenemos que quererlas tal como son, sin que importe que cosas especiales hayan hecho en su vida. Para Domingo, sus abuelos eran súper-abuelos, con y sin poderes. - 59 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ Arturo García Zamudio EL MURMULLO DEL ALMA Prólogo Cuentan que a la muerte del rey Sancho IV, su nieto, el príncipe Ricardo, mandó crear el violín más suntuoso jamás imaginado hasta aquel momento. Sus artesanos de violines utilizaron los elementos más valiosos conocidos en esa época. Compuesto por una carcasa de fino oro, a la luz de las estrellas de la solitaria noche, su brillo parecía albergar a la luna en las entrañas del preciado material, además, su tensor de cristal de diamante era tan diáfano, que parecía que el agua de la lluvia se había concentrado creando un componente del instrumento único; las hermosas piedras de colores tan vivarachas como el rubí recubrían los laterales del violín, hasta el punto que para la vista era demasiado recargado. Así pues, al finalizar la concepción del violín fue entregado al ansioso príncipe. Este, al escuchar el sonido que producía el instrumento se desánimo, por lo que mandó matar a los creadores de la obra. Ahogado en un mar de lágrimas y decepción, decidió inventar su propio violín, por lo que ordenó comprar otros elementos para su creación, al que llamaría cello, ya que era una obra póstuma para su difunto abuelo que ahora vagaba por el supuesto cielo. Sin embargo, no pudo empezar a tallarlo, su padre el rey Aurelio, lo desterró de por vida por haberlo pillado con una moza de inferior casta que la suya. Y allá, por las perdidas y sombrías montañas, se sentó sobre una roca, según dicen campesinos que lo vieron, y empezó a sollozar sin parar. Un par de días después desde los patios de palacio se escuchaba un sonido tan bello que se asemejaba a las arpas del mismísimo dios. Tal fue la sorpresa entre la muchedumbre, que decidieron buscar de donde provenía aquella música celestial. A los cuatro días encontraron sobre una piedra un violonchelo juntó - 61 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" a una rosa roja y una carta, en la cual venía escrito: el murmullo del alma es el único sonido perfecto. Algunos dicen que las lágrimas del joven príncipe crearon ese magnífico cello; otros dicen que el sonido es por el tensor de caoba. Pero lo que si es cierto, es que desde aquel día muchos son los interesados en la búsqueda del sonido perfecto. Esa historia me la contó mi abuelo, aquella tarde del caluroso y estresante junio. De repente, aquel arcaico búho, que parecía que los años pasaban en vano sobre él, salió de su casa de roble, encima de él, el reloj marcaba las nueve en punto de la noche. -Debes irte, ya es tarde, otro día seguiré contándote la búsqueda del sonido perfecto y cómo yo fui uno de esos intrépidos buscadores, pero ya soy demasiado mayor para esos trotes -afirmó mi yayo. -Mientras quede la esencia de la juventud en el corazón, la búsqueda no habrá terminado -dije yo. -Nadie dijo que finalizara sin acabar, solo dije que me cansé de la indagación, si te interesa este tema antes de saber las respuestas, has de encontrar las preguntas -sentenció él. Me despedí de mi ascendiente y emprendí camino hacia casa, reflexionando sobre la charla que habíamos tenido. El sonido perfecto me dije una y otra vez. Yo había empezado a tocar el violonchelo en el conservatorio, pero no llegaba a conseguir una armonía musical y, para que engañarte, mis sentimientos tampoco sabía coordinarlos y dejar a un lado los rápidos cambios de humor. Capítulo I Desde hacía unas semanas, me notaba decaído, triste, con pocas expectativas de la vida, supongo que sería por el hecho de que no lograba tocar bien y si seguía así posiblemente me cambiarían de clase en el conservatorio. Todos se daban cuenta de que no era él de antes, además también fui considerado como uno de los grandes tenistas revelación, por aquellos años de oro, que ahora - 62 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ están errando por mi mente vagamente, buscando un sentido en mis recuerdos, un trozo en mi corazón, un hueco en mi alma. La adolescencia me había pasado factura y como bien decía mi abuelo Tomás adolescencia y primavera son mala combinación, que razón tenía, pues como bien dice el refrán, en primavera la sangre se altera, sumarle a todos mis complejos psicológicos, el amor que pronto se convirtió en una gran decepción, aquellos amores tontos de adolescente con las hormonas a flor de piel, por lo que parece aquellos ojos verdes fijos que se fundían entre su cabello castaño, con un toque color caramelo, jurando amor eterno, fueron mi inspiración, pero pronto se convirtieron en mi aflicción. Llegué a casa de mi abuelo Tomás, aquel explorador intrépido que viajaba entre sus recuerdos, entre miles de anécdotas e historias. Es cierto que ya era anciano, pero aún así tenía una inteligencia superior a la de cualquier joven de mi edad, pues como bien dijo él: la edad y la sabiduría son fieles compañeras, entré en la habitación que más me llamaba la atención de su casa, un habitáculo de unos treinta metros cuadrados, cuyas paredes estaban cubiertas por infinidad de libros y manuscritos del siglo XIX, también había unos cuantos libros que escribió mi tío Antonio en su época de perspicaz periodista. En unas de las esquinas había un piano de cola que ya había sobrevivido más de trescientos años. Al poco rato, Tomás entró en la estancia, haciéndome una reverencia un tanto burlesca, era típico en él bromear a menudo, pues la felicidad es la esencia de la vida. Me di cuenta de que tras su sombra se hallaba un objeto, que pronto, yayo lo agarró y lo depositó sobre la mesa que se encontraba en el centro del cuarto. ¡Era un violonchelo pintado con una fina capa de color dorado!, que por la marca que me dejó en las manos, deduje que había sido pintado recientemente. -Aquí lo tienes, tienes ante tus ojos las respuestas a tus interrogantes, el sentido de la vida esta aquí -declaró mi antecesor muy convencido de sus palabras. -¿Qué tiene que ver esto con mis dudas? -cuestioné yo. - 63 - "MI NIET@ Y YO" "MI ABUEL@ Y YO" Capítulo II Mi antecesor se levantó del extenso y suave sofá, clavó su mirada en la mía, él retrocedió unos pasos, cogió un polvoriento libro, cuyas tapas eran de un color celeste cielo, adornadas por una especie de rulos dorados y plateados, se acomodó de nuevo y empezó a leer: Durante años, todos habían buscado soluciones a su abatimiento, pues no hay mayor condena que estar sentado frente al televisor, sabiendo que todo te pasa, sin haber hecho nada, siendo un simple don nadie, un mísero esclavo de sus palabras. ¿Cuánto habrían dado porque el de ahí arriba les diera un simple don o talento?, ¿Se merecían la pena de levantarse cada mañana y saber que no cambiarían nada en el mundo? Un día, un extranjero de melena prolongada con ojos tan azules y bellos que parecían venidos del propio edén, cuando se sentó en la posada alguien le preguntó: -¿Para qué has venido?, aquí no hay nada interesante. -Pues yo acabo de ver algo que me ha cautivado y ahora si creo en el Apocalipsis, pues acabo de ver un ángel -explicó él, acto seguido sacó una rosa del propio aire, de la nada. -¿Cómo lo has hecho? -titubeó la mujer, avergonzada y sorprendida a la vez. -Todo es cuestión de tenerse fe y respetarse uno mismo, no se nace con cualidades, se han de crear, pero antes has de comprender algo -declaró el extraño viajero. -¿El qué?, estoy preparada para saber todo -enunció ella. -El talento no se crea de la nada, se saca del alma -dijo el mozuelo. Posteriormente desapareció de la ciudad, nadie volvió a verlo jamás. La chica contó lo que le dijo el extranjero y así, en cadena fue contándose, hasta que el propio alcalde lo supo, todos pensaron en aquello de el talento no se crea de la nada, se saca del alma y hubo unos cuantos jóvenes que empezaron a sobresalir en diferentes campos, como la medicina o la literatura, cada vez que alguien se sentía mal, se recitaban las famosas palabras y así acabo la historia de un pueblo - 64 - EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁDIZ que estuvo al borde de sumirse en la máxima desesperación y miedo que nunca antes alguien había percibido Al acabar el relato observé a mi abuelo Tomás, noté que una lágrima corría por su rostro y le pregunté: -¿Qué significa aquella frase de el talento no se crea de la nada, se saca del alma? -interrogué yo un poco desconcertado. -Una simple frase, un simple cambio, fue suficiente para cambiar la percepción que tenían de la vida, pues has de saber que lo único que nos separa de ser algo más que un trozo de carne con ojos, es la fe en uno mismo, saber que podemos hacer mucho más que ver pasar los días y para hallar la perfección en cualquier cosa, como por ejemplo en el renombrado sonido perfecto, solo hace falta saber que la clave está en la manera de hacerlo, puedes tocar y observar que tu camino se hace más corto, o puedes percibir cada nota, disfrutar con lo que haces y gozar el momento, ya que nada es para siempre -declaró él. Dejé de hablar, lo miré; me miró, y abandoné la estancia para volver a mi hogar, me despedí con un leve gesto de manos y pensé, como siempre hacía; pero esta vez era diferente, busqué todo lo que había desaprovechado y todo a lo que me había conducido estar simplemente andando. Capítulo III Siempre hay lecciones que no se olvidan ni con los años, ni con la muerte. Después de esa charla con mi abuelo entendí aquello de el talento no se crea de la nada, se saca del alma, no somos insignificantes personas, somos las personas y la única forma de progresar es mentalizarse que el esfuerzo y el creer en esa causa son suficientes para conseguirlos. Y ahora desde aquí escribo sentado en mi habitación dictándole esta historia a mi amiga Lucía, mientras toco el violonchelo pensando en el murmullo del alma, que el cello fue el único de expresarlo. - 65 - Este librito de relatos cortos se terminó de imprimir en los talleres de Imprenta Repeto de Cádiz en septiembre de 2010. IGUALDAD Servicio Sociales Especializados Premiad@s en el III CONCURSO LITERARIO De izquierda a derecha Segunda fila: Francisco Vázquez, Eladio Algarra, Jesús Almendros, José Cabrera, Antonio Quetar Primera fila: Domingo Vega, Carmen Colomina, María Cantón, Celia Torrejón, Arturo García