revista taurina. - Hemeroteca Digital

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ANO I.
LUNES 28 DE AGOSTO DE 1882.
NUM. 24
REVISTA TAURINA.
Se publica al siguiente día de verificada la corrida.
No se admiten suscribiónos más que para Madrid.
en mí reloj apenas han pasado dos minutos
Como herida por el rayo, la Condesita se ledespués «le las doce.
vantó páhda, un tanto convulsa, con ia misma
—He leído que toreáis mañana, prorumpió en sonrisa, jugueteando en su boca; el brillo de sus
ojos retrataba una, amorosa ira.
De la Historia del Toreo (anales de Pepe-Híllo seguida Carmen afectando indiferencia.
—Es cierto.
De aquella digna actitud, un escultor hubieque publicaremos en su día).
—La duquesa de A..., rui amiga, se muestra ra lincho la estatua del Desdén.
orgullosa, porque dice que matáis a la llera cun
Hilio conoció al punto su papel y se levantój
el estoque, en tanto que para ella ¡son todas las como
agitado por un sentimiento extraño, dio
algunas vueltas por la habitación, y al íiu se
Un cuarto de hora antes de la cita, Carmen miradas...
-—Caprieho suyo...
detuvo frente a i armen. •>
estaba allí intranquila, ruborosa, tal vez arre—Podrá ser cierto—interrumpió Carmen (1);
—¿Queréis, señorita, murmuró ei diestro, que
pentida, como quien teme haber cometido una pero es exacto que se iiabla en los salones de
miradas de la Plaza, del paseo y de los (jórmalu acción.
sus amores con el diestro andaluz: que se co- las
Había atravesado la calle de la Colegiata en mentan sus entrevistas con usted en el paseo rales se lijen en ese rostro de Virgen? Pues se
hacia tiempo que esos ojos meprestaban
CO]1Í|);¡ÍÍ;U IÍI» u n a de s u s m á s fieles domésticas,
del Canal; que nüciitís pasadas, eu la verbena lijaran;
valor junto á ia liara; que ese cuerpo me hacia
so iii>,-.in- íict'rcado a la escalinata de Sun Isiuro, de San Juan , su brazo se apoyaba muellemente
olvidar mis devaneos con la Duquesa; hacia
como mujer que i n t e n t a e x t r a v i a r Ja pista, de
en el brazo de t'epe-Hillo y...
ueujpu también que ambicionaba escuchar el
los que ia persigno n ; r e c a t a d a por ei embozo de
iíl diestro aíu.uMí) interrumpió, con una son- ruido de sus delicadas manos, aun á cambio de
su tupido tnuiitu había. s a l t a d o m a s t a r d e sorisa las pala
armen: ésta prosiguió:
mi vida...
bre un iialtisin, y minutos después el cuche se
—No es <ju. • .
,• imparte á mi nuda, ni á
El rostro de Carmen se iba animando por
r e t i r a b a >l'- ia p u e r t a del Rumbón,, y e h a p e n e mis amigas... poro deseamos todas las que fre- momentos...
t r a u a cu u n a ü e l a s s a l a s de l a célebre h o s t e r í a
cuentan
conmigo
ios
palcos
de
la
Plaza
que
l'epe-Hillo continuó:
que liovaba este n o m b r e .
nuestros nombréis s=w nn'zclen á ios brindis .diri—l\>r todo esto yo no pido mas que cariño;
lli-iuos (ii.:ii<< s a i a , y n o s hemos equivocado,
gidos
al
eorrtí^idoi
;.qu*lu*
capotes
de
las
cuauna ¡ranea y leal umistad... y yo ensalzare su
porque <-j l u ^ a r que ocupaba n u e s t r a c a p r i c h o drillas sirvitn lo nnsmo de alfombra á los pies nombre,
y mi cuadrilla le tenderá ei capote para
s a j o v e n , e r a un c u a r t o reducido, estrecho,
de
la
Duquesa
que
á
los
chapines
de
las
meque sus ptó.s no pisen la arena ¡i l¡i salida de los
con solo u n a pesada mesa de veteado pino en su
nos
favorecidas;
que
no
todos
ios
toros
sean
Jerónimos, y la misma reina se quedara oscurec e n t r o , cuati O sillas colocadas al ludo de-las
brindados a una sola persona, y que nuestros cida cuando",, festejada por míen la verbena, la
p a r e d e s , dos bancos mugnenu.»-; j u m o al hueco
aplausos al valor no sean castigados por el des- Condesita de F., ataviada de sedas y abalorios,
de un balconcillo qui1 daba, a la pjuza, y .un v e precio...
sea requebrada ante el publico por él rey de los
lón descomunal situado en u n a repisa de m a El reposo déla noche. la soledad que envol- toreros...
d e r a e m p o t r a d a en el m u r o .
vía toda aquella estancia, Ju siuyulur huil. / a de
—¿Toreáis mañana?—fue la única frase con
Solo Hialinos minutos faltarían p a r a que el
ia joven Carmen, y aún más que md<i e-uo, el que
Carmen contestó á estas alabanzas.
reloj diera l a s doce, cuando ella ^ • •••:--:v¡tió
influjo
que
presta
siempre
al
alma
Ja
animada
— Si Dios ó el tiempo no lo impiden... reput-o
d e s c o r r e r l a zurcida c o r t i n a que o¡,
>re
conversación con una mujer hermosa, contur- iíilio
con su habitual sonrisa.
los hierros del balcun movida por eí wf . ¡ . . ^ .h.- ia
baron ei corazón de Hillo.
La joven ajustó de nuevo el manto junto u
noche. La p l a z a de la Cebada ofrecíaeu aquellos
pi.»r otra parte.., ¿a qué venia á reducirse su rostro, tendió la mano al diestro y se lanzó
i n s t a n t e s un espectáculo n a d a original; l a s l u una c.iui ofrecida por una de las bellezas mas á la puerta. Con más velocidad que un relámpaces de l a s farolas estaban y a a p a g a d a s ; Sólo
favorecidas de la Corte, en aquel Uuar, escon- go, eí torero volvió á coger de nuevo la mano de
u n a i te ell.e-- -•••'••I'KI con su acó r i a d a vida,
drijo de los enamorados y á aqueiia llora, ali- Carmen, que ya tenia abierta la puerta: hizo
lanzando fu..1
-]ilaudores;por la^rendijas
ciente el más poderoso di-1 amorV...
un ligero esfuerzo para atraer aquel ligero
de t a s puririi.
•••• •> e n l o m a d a s so vislumbraPepe-Hillo creyó encontrarse con una tapada cuerpo que se escapaba junto á su pecho; inban algiii]i =i í-íi^ os de luz > en a l g u n a s se oian
de las que le agobiaUíu con sus embelesos, apa- sistió con maña y doble Tuerza hasta reunir el
c a r c a j a d a s } gritos: el i-uiii<.r Jo b^ pasos se
sionada, ardiente, deojosme^ntivosy procaces, rostro de Carinen junto al suyo, y convulso,
h a c i a c a d a v«z nía-* prun'i:.
. i"ío
uno de aquellos corazones (jti« él sabia esclavi- ardiente, enamorado, plegó sus labios contra
de la noche, yjaliitia era. •„• -. :: ... . . • . ias
zar en la Plaza con los rasgos de su valor y la los labios de ia Condesa, que se lanzó 4 correr
aquellas escenas <¡ne pudieran tenor lugar bajo aureola d d triunfo.
precipitadamente.
el mas recatado misÍI.TÍO.
Aquella mujer, que al recibirle habíase mosKl célebre diestro permaneció algunos miLa puerta de la pequeña estancia se abrió, trado altiva, desdeños;*., tal vez altanera, que
nutos en aquella estancia, saboreando en su
y tina vü/ conocida hizóle á Carmen apartarse sus primeras paiauras habían sido una repulsa, imaginación
aquel beso qu© aún le ardía las ende su lugar de acecho.
inspirando todas sus frases en un sentimiento trañas.
Un hombre acababa, de entrar, embozado pueril de amor propio... ¿qué pretendía de élí...
Cogió su capa,,embozóse en ella, se lanzó
hasta los 0|<IK, un una larga capa de color grana. ¿á qué citarle allí, repetímos, y en aquella
á la calle, y cuando pensativo y soñando pene—-Pepe-Millo--dijo ella lanzando un entrecor- hora?...
traba ya en sus habitaciones, aún el perfumado
Ei celebro lidiador, tan diestro en el juego hálito de la Condesa sentíalo rozar juguetón >
tado suspiro.
líl recién-ven ido no hizo más que cerrar ia con las reaes como experto y conocedor en el lascivo sobre sus ardorosos labios.
puerta con el picaporte detras de'sí, arrojar su corazón do la- mujer, dibujó una sonrisa signiholgada capa en una silla y descubrirse inme- ijüaciva en sus labios; entorno muellemente sus
diatamente, luciendo sobre su espalda una lar- párpados; üejó caer su bi-azo izquierdo sobre la
i''rnnte aquel palco número ¿i, nu<' una anécga cabellera, aprisionada en una redecilla. mesa, junto á la cual había tomado asiento, y dota del dit.'-stro sevillano hiciera célebre, ocuY en efecto, Pepe-Hillo estaba alií con su medía coneltícMi •'
'
nr laeinturadeCar- pado por una mujer de rostro ovalado y tez casi
unente el costado de diáfana, por cuyo trasparente cutis parecían
de seda, ceñida á la pierna; sus aiuThos^calzo- nien'iias;
nes á modo de finos greguiscos; la chorrera de la joven en una 'ns --"•"» '"J-i'oS.
los nervios moverse en red de azuladas venas,
la camisa, ocultando apenas las solapas de su
de mirada tan expresiva, que casi siempre michaquetilla, y el ancho castoreño en la mano,
raba amando, y de labios tan ondulosos en sus
orlado por un cordón de soda azul con morillas
pliegues que casi siempre se movían riendo;
de terciopelo rosa en su remate.
frente aquel palco, decimos, sufrió el diestro
(1) La Condesa Je F-. una 'le las amadas de Pepe-Hillo
¿osó Delgado (alias) /filio una de sus más teren la Corte el galanteo del torero sevillano.
—He sido puntuul,Condesa, a l a cita—-dijodes- queIP iii7t)
liizt» célebre
célebreen
pués de una pausa el diestro—porque ya fo veis,
EtlRIMERO.,, fERQ NQ | L ÚLIJM&
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