El sentido ético del dar Por O.J. Rankin Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. En el arte musical no es tan importante el instrumento como la habilidad para usarlo. Similarmente, el valor de un obsequio depende de cuánto de uno mismo va en él, siendo el regalo sólo un vehículo. El motivo es lo esencial. Esto está claramente expuesto en el pasaje del Evangelio que narra la historia del óbolo de la viuda. Dadas con la debida intención, sus dos pequeñas monedas significaron más que otras ofrendas. Cristo dijo que otros dadores “han ofrecido a Dios parte de lo que les sobra pero ésta, de su misma pobreza, ha dado lo que tenía para su sustento.” Dio lo que hubiera querido conservar, no reteniendo nada. No hay arte ni virtud alguna en dar cosas que no se desean retener, ni en dar sin distinción o consideración personal, ni en la forma convencional y recíproca en que se da para la época de Navidad. En su mayor parte este tipo de dádivas es meramente un intercambio, un juego con símbolos tradicionales. Los regalos se dan más bien gratuita que graciosamente, esperando, por lo general, el recibir otros a cambio. La expectativa de recibir hace desaparecer el elemento de sorpresa, lo cual constituye la mitad del valor de un regalo. Así, el dar es una costumbre carente de arte, un hábito del cual somos esclavos. Con frecuencia nos parece que aun el deseo, harto común, de dar los “Buenos Días” ha degenerado en un gruñido convencional y sin sentido. ¿Cuántos, en realidad, desean de corazón que otro sea bendecido con un verdadero Buen día? Mas el saber desear es un preludio esencial a la verdadera acción de dar, porque el dar podría llamarse una expresión más plena del deseo. El Apóstol Pablo dijo: “Aquel que da, que lo haga con sencillez.” Muchos admitirán que el problema de escoger los regalos de Navidad resulta, a menudo, complicado, así como que muchos de estos regalos son superfluos. Pablo no se hubiera molestado en andar a caza de cosas para ofrecer. Para él, dar significaba dar algo de sí mismo, tal cual era, humilde y sin recursos. ¿Podía haber algo más sencillo, más natural? Muchas personas que parecen poseerlo todo y no desear nada, generalmente pueden dar paso a una ofrenda nacida de su interior, y con frecuencia necesitan hacerlo. Todos podemos dar siempre de este modo, es decir, mediante pensamientos de bondad, de amor y de paz, o mediante buenos y sinceros deseos; usando como símbolos de nuestro pensar y sentir, las flores o los frutos. Quiso decir Pablo en sus palabras, que la ofrenda debe darse con sencillez y naturalidad, como la flor brinda su perfume y su belleza. Pero quiso decir algo más: que dar es cosa tan sencilla que el único esfuerzo que requiere es poner al recipiente en contacto directo con el Dador Único. El dio de sí mismo, haciendo de su facultad espiritual un canal entre el Dador y el receptor. En esta forma dio Cristo, y dijo a sus discípulos: “No como da el mundo os doy yo.” Muchos son los que en la vida tienen más necesidad de cariño y simpatía (cosas sencillas que nada cuestan) que de regalos u ofrendas materiales. Miles de seres sufren moralmente, víctimas de la ansiedad, la depresión y la ignorancia, así como de frustración, aflicción y temor. Tales personas penden con gran sacrificio de una última esperanza. ¿Que significan para ellas los regalos materiales? No es tanto la que uno cree sino lo que uno siente respecto de la necesidad de otro, lo que realmente importa. El amor es la cosa más fácil de dar y, asimismo, el mayor de los regalos. El primer regalo registrado en los anales de la Cristiandad le ofrecieron tres hombres sabios o “Reyes del Oriente” en ocasión del nacimiento de Cristo entre los humanos. Sus ofrendas de oro, incienso y mirra (simbolizando la triple condición del hombre) llenaron la importante función del reconocimiento. Como magos, eran padrinos del divino infante. No hay registro de ninguna hazaña de estos tres sabios alrededor de este evento. Ellos aparecen en escena, actúan y desaparecen, habiendo llenado su misión de acuerdo con lo indicado en la profecía del Antiguo Testamento. Sus regalos fueron sacramentales: signos exteriores y visibles de una gracia interna y espiritual. Aún existen algunos hombres sabios del Oriente. Son aquellos que saben dar; los que dan en reconocimiento, no para su reconocimiento. La ofrenda del Apóstol Pedro en la puerta del Templo al lisiado de nacimiento es un ejemplo vivo y edificante de la virtud y del aspecto o sentido ético del dar. No tenía ni plata ni oro, dijo, pero gustoso daba de aquello que podía dar “con sencillez y humildad”, algo de mayor valor para el lisiado que el oro y la plata. Dio él de los rayos curativos de su aura, un regalo que el oro y la plata no podían comprar; y los beneficios de su ofrenda fueron vivamente demostrados por el “andar, saltar y alabar a Dios,” del lisiado. La Ley de Dar se basa en el principio fundamental de todas las leyes, que es el EQUILIBRIO. Cuando recibimos con mayor rapidez de lo que damos tarde o temprano algo se nos quita. La capacidad del ser humano para ayudar a los necesitados, no se ejercita como debiera hacerse. Repetidas veces dejamos pasar desapercibidas las oportunidades que surgen de compartir con otros un poco del amor, la bondad y el servicio que recibimos y la hora de establecer el equilibrio se hace ineludible Alguna pérdida ocurre, material o espiritual, ya sea que alguna de las más preciadas posesiones nos sea robada o destruida, o que nos veamos privados de alguna facultad, tal como la de la meditación. Existe interdependencia o acción recíproca entre las leyes universales, y en este caso la Ley de Consecuencia establece equilibrio, restando a base de la Ley de Dar. No podemos escapar a las consecuencias creadas por la infracción de alguna ley. Ciertamente encierra una gran verdad el sencillo verso que dice: Son las cosas que siempre atesoramos las que algún día que perder tenemos; Mas las únicas que conservaremos son aquellas que libremente damos. La suprema grandeza de la entrega solamente se realiza cuando llega uno a comprender que ni la opulencia material ni la espiritual son de valor real alguno hasta tanto sean debidamente consideradas como la propiedad del Todo. Un periodista profesional, independiente, que se dedica a escribir como medio de subsistencia, puede usar su talento en un campo no lucrativo, con una motivación puramente altruista, sabiendo que no recibirá paga por su trabajo porque el diario que ha seleccionado no tiene ingreso de anuncios y, por consiguiente, no puede pagar colaboraciones. Quizás esté inspirado por una idea relacionada con algún problema interno que él cree pueda beneficiar a otros; sabe que tales ideas deben usarse y no aprisionarse en cuadernos de apuntes. Dedica igual tiempo y esfuerzo a este artículo que a cualquier otro. Encuentra recreativa esta clase de trabajo; algo fuera del trillado camino de las actualidades; algo que se aproxima más a la realidad y que es más digno de hacerse. Y se siente feliz, porque une a la ocupación la recreación. A menudo sucede que si uno de estos artículos se publica y se logra que siquiera un lector sea espiritualmente iluminado, se obtiene con esto una recompensa, invariablemente mayor que el valor de las ordinarias recompensas pecuniarias. Esto llega, al principio, en forma inadvertida, pero de manera consciente cuando la ley se reconoce plenamente y se cumple con ella. Tales recompensas son, en verdad, el “pan del cielo”, que se menciona en las Escrituras: luz en los problemas difíciles, conocimiento exacto, ideas nuevas, inspiración, etc., “lluvia del firmamento. Aun las cosas necesarias llegan misteriosamente, siempre en el preciso momento en que más se necesitan. Esto no es magia. Es la Ley del Dar trabajando en los planos internos de la consciencia. El pan espiritual es cosa real. Incidentemente, tiene conexión con el significado de “el pan nuestro de cada día” de la oración, el Padre Nuestro. Dios puede darnos regalos espirituales solamente. Esto no incluye el pan material, sino el conocimiento y la luz que nos hacen posible obtener nuestra subsistencia. La ética del dar está compendiada en la frase bíblica: “Haz bien... sin esperar nada... y será grande tu recompensa.” Esto puede parafrasearse diciendo: Haz bien esperando recibir algo y no obtendrás nada. El ‘sin esperar nada’ es muy importante. Lord Bacon dijo que existe superstición en evitar la superstición. También podríamos decir que existe egoísmo en el altruismo – cuando la idea predominante al actuar generosamente es alcanzar la recompensa de una “consciencia tranquila.” Esto significa que el motivo de la acción se halla fundido con un secreto deseo de satisfacción propia o compensación espiritual y en este caso no somos completamente sinceros. Sólo un motivo es admisible, el del SERVICIO. Pero es mucho mejor no tener motivo ninguno. ¿Tiene algún motivo acaso la rosa para ofrendar libremente su perfume? El principio fundamental del Bhagavad Gita (Biblia Indostánica) es: la acción, sin fijar el pensamiento en los frutos de la acción. Esto es sinónimo de: Dad, sin pensar en los resultados. Si damos con un motivo egoísta, nuestra ofrenda carece de fruto porque, siendo especulativa, es incompatible con lo que la ley exige. De tales dadores se dice que “ya obtuvieron su recompensa.” Ignoran la ley y no hay nada que la ley pueda hacer por ellos. Nada les viene después. Dar es recibir, pero sólo cuando se respeta la ley que gobierna la ética del dar. Dar adecuadamente equivale a recibir también adecuada y equitativamente.