Pensar la ciencia. Estudios críticos sobre obras filosó - Philsci

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ESPINOZA, Miguel, y TORRETTI, Roberto (2004): Pensar la ciencia. Estudios críticos sobre obras filosóficas (1950-2000). Madrid: Tecnos.
El riesgo que ha corrido Tecnos al publicar este libro no es menor y por ello vaya nuestra felicitación. Las recensiones de libros han sido concebidas como un género menor de la literatura
filosófica. No obstante, ese género implica asuntos que no necesariamente se exigen en los
“géneros mayores”: un compromiso con lo leído; un juicio de lo leído; y así un riesgo asumido.
Además, si las recensiones están bien hechas, se puede conocer en pocas páginas, el compromiso general que los autores que recensionan tienen con su disciplina. La selección de los libros a reseñar, cuando es autónoma, implica la estética del autor que escoge, sus intereses y sus
convicciones. Y entonces, nobleza obliga, sería bueno preguntarse si es lícito considerar las reseñas como un “género menor”.
Pensar la ciencia reúne 43 reseñas elaboradas por Espinoza y Torretti, en diversos momentos
de sus vidas y de modo totalmente independiente. Las obras reseñadas van desde 1950 a 2000
y están ordenadas cronológicamente. Al final del libro se encuentra una lista ordenada alfabéticamente de dónde y cuándo las reseñas aparecieron publicadas. Varias recensiones están traducidas al español por ellos mismos; ambos se corrigieron mutuamente y, más allá de las diferencias notables de estilo, guardan en conjunto una unidad que impide el aburrimiento incluso
ocasional.
En el prólogo los autores manifiestan su objetivo: ofrecer “un panorama de la filosofía de
la ciencia de la época, como el que un álbum de fotos o una serie de vídeos tomados por un turista pueden presentar de una región” (p. 12). Aparte del notorio hecho de que ninguno de los
dos autores es turista en la filosofía de la ciencia, el texto cumple con su objetivo. Y satisface
otro objetivo tal vez ni siquiera avizorado por los autores: hoy ni científicos ni filósofos leen
demasiado, más bien hacen punciones en los libros y artículos y pretenden informarse rápido
del estado de alguna cuestión. Este libro es ideal para ellos. Todas las reseñas incluidas en Pensar la ciencia, ofrecen en pocas páginas el estado de alguna cuestión en el panorama de la filosofía reciente de la ciencia. La masa de lectores potenciales sería, entonces, gigantesca.
Espinoza y Torretti son filósofos de la ciencia además de filósofos tout court. Ambos son
chilenos y no acostumbran a escribir en su idioma nativo. Dada la gran influencia de la filosofía
angloparlante en Hispanoamérica, el segundo es mucho más conocido en esa región que el
primero. Las reseñas elaboradas por Torretti guardan los estándares de aquella filosofía. Las de
Espinoza no. Sin embargo, ambos se rebelan contra los defectos y las limitaciones de la filosofía analítica: la ciencia no es un asunto de palabras, ni mero lenguaje.
Los que frecuentan los mismos estándares que Torretti, podrían, incluso, rechazar el estilo
de Espinoza. Una objeción inmediata a ese estilo sostendría que es muy difícil distinguir en la
lectura de las reseñas realizadas por Espinoza, qué es lo que dice el autor del libro, a diferencia
de lo que dice él mismo. Para nosotros se trata, sin embargo, de una estimable ventaja: nos
muestra cómo se fusiona el pensamiento de un autor en el de otro, allí donde se interactúa.
El subtítulo de Pensar la ciencia es Estudios críticos sobre obras filosóficas (1950-2000). Y es correcto. Todas las reseñas aquí presentadas son estudios críticos y todas las obras comentadas son
filosóficas, pero no todas las obras filosóficas han sido escritas por filósofos. En el caso de Torretti la situación es homogénea, casi no ha incluido obras que no sean de filósofos de la ciencia angloparlantes o “avecinados” en esos países —como es el caso de Jerzy Giedymin— y en
el sentido amplio de aquel métier, incluyendo los así llamados metacientíficos de la ciencia, como lo atestigua la reseña de Andrew Pickering. Homogéneo también respecto a sus inquietudes, todos los estudiados por Torretti se ocupan de la lógica, la matemática y/o la física en sus
Theoria 56 (2006): 235-236.
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RECENSIONES / BOOK REVIEWS
múltiples aspectos, conceptuales, ontológicos, metodológicos y sociales. Torretti muestra una
finísima erudición en esas disciplinas lo que hace de sus señalamientos algo muy desafiante, sobre todo para aquellos estudiosos de la ciencia que trabajan con información de segunda mano.
Esto último es, a su vez, una de las convicciones que se logra obtener luego de la lectura de sus
reseñas, incluso de aquellas que omitió presentar en este libro. A saber, la crítica que le hiciera a
la opera prima de Philip Kitcher (Torretti, R., 1994, “Kitcher on The Advancement of Science”,
Diálogos, Vol. 64). Las reseñas de Torretti no son benevolentes, son justas y están escritas sabrosamente, leerlas produce una sensación similar a la de un bombón. Sin embargo, existe una
excepción: La estructura de las revoluciones científicas está reseñada como si Torretti no se hubiese
contagiado de la pasión que despertó en la comunidad filosófica de la ciencia. No dice una palabra sobre la “inconmensurabilidad” de Thomas Kuhn. ¿Aplauso o abucheo?
La experiencia con las reseñas de Espinoza es diferente, no sólo respecto a su estilo sino
por los textos escogidos. Muchos de ellos son libros escritos por científicos con fuertes preocupaciones filosóficas: el caso de René Thom sobresale; sus tesis filosóficas podrían inquietar
al más pacato de los filósofos. Inquietudes filosóficas, éstas, al viejo estilo, ése que la mayoría
de filósofos de la ciencia ha abandonado, como por ejemplo, ¿el mundo está determinado?,
¿existen causas en la naturaleza?, ¿es el hombre el que torna inteligible la naturaleza, o la inteligibilidad es una propiedad per se de aquélla? Otros son textos escritos por filósofos poco conocidos como Jean Largeault cuya obra se encuentra “confidencialmente” editada. También reseña obras aceptadas como de filósofos de la ciencia, Popper y Feyerabend son sus ejemplos.
En las reseñas de Espinoza no se puede evitar el vértigo de la inmensidad de lo desconocido pues los temas que él procura enfatizar, en la lectura “analítica” de la ciencia, pertenecen a
un inmerecido olvido, al museo de la filosofía natural o a las tareas anticuaristas de un filósofo
curioso. Debe quedar claro que el desafío que nos presentan las reseñas de Espinoza es inexcusable. ¿Cómo podría ser de otro modo? ¿Qué derecho le asistió a la madre de la ciencia, la filosofía natural, cuando le vendió el alma a su hija? ¿Cuánta ciencia debería conocer un filósofo
que quisiera revivir la filosofía natural, mucha o ninguna?
Ese desafío no es la apuesta de Torretti pero la insatisfacción y el malestar con la filosofía
de la ciencia actual son compartidos y contagiados por ambos autores. Es muy curioso que un
género considerado “menor” sea capaz de movilizar tanto anquilosamiento.
Desde luego vamos a recomendar efusivamente no sólo a los adictos a las punciones sino a
todo filósofo o científico en general, la lectura de este removedor libro. Queremos destacar,
además, que Pensar la ciencia esté dedicado a Mario Bunge. El último, durante la segunda mitad
del siglo XX, ha dado sin doblegarse la misma batalla que Espinoza y Torretti; al menos en este
sentido ellos son herederos de aquél.
Lucía LEWOWICZ
Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia
Universidad de la República
Montevideo, Uruguay
E-mail: [email protected]
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