Bartolomé de las Casas, precursor de los derechos humanos

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Bartolomé de las Casas, precursor de los
derechos humanos
José Roberto Mendirichaga | 01.02.2016
En este 2016 se cumplen 450 años de la muerte del dominico Bartolomé de las Casas, protector
universal de todos los indios de América, nombramiento oficial que reivindicó con su ejemplar
actuación. Nació en Sevilla, posiblemente un 24 de agosto de 1485, y murió en Madrid el 31 de
julio de 1566. jrm
Para Jorge Villegas,
periodista de valía,
en memoria
Su biografía es fascinante. Descendía de caballeros que sirvieron a la corona española, desde la
reconquista de Sevilla en 1252. Estudió en el Colegio de San Miguel y luego en la Universidad de
Salamanca, donde se licenció en Derecho. Conoció a Cristóbal Colón, vivió un tiempo en Granada
y vino a las Indias en 1502. Santo Domingo fue su centro de actividades. Fungió de cronista del
gobernador Nicolás de Ovando. En el gobierno de Diego Colón, España amplió su dominio a Puerto
Rico, Cuba y Jamaica, siendo De las Casas soldado y encomendero. En 1506 regresó a España y en
1507 fue ordenado sacerdote del clero secular en Roma.
El padre De las Casas volvió a La Española en 1508. Se trasladó a Cuba en 1512 como capellán, en
la compañía de Pánfilo de Narváez. Predicó la doctrina cristiana a los indios. Se inconformó con la
matanza de Caonao en 1513. En 1514 renunció a sus encomiendas y en septiembre de 1515 se
embarcó a Sevilla, junto con el dominico fray Antonio de Montesinos, logrando hablar con el rey
Fernando en Plasencia. Regresó a La Española en 1517, pero defraudado de la acción de los
religiosos jerónimos, a quienes la Corona había encomendado también la defensa de los indios,
regresó a España. Carlos V le firmó en 1520 una capitulación para pacificar la zona de Santa Marta.
Volvió a América, pero poco consiguió. En 1522 ingresó a la orden de Santo Domingo en La
Española, profesando como novicio al año siguiente.
En 1530 volvió a Castilla obteniendo mandamiento real para que Almagro y Pizarro se abstuvieran
de hacer esclavos en Perú. En 1531 llegó a la Nueva España y luego pasó al Perú, Nicaragua,
Honduras, Panamá y Las Antillas. Comenzó a escribir de manera más constante, lo que hizo hasta
el final de sus días. En 1539 retornó a España, logrando la capitulación de Tuzulutlán. Las Nuevas
Leyes de noviembre de 1542, coinciden con las ideas de De las Casas. Ese mismo año, rechazó la
mitra de Cuzco y aceptó, en cambio, ser obispo de la paupérrima diócesis de Chiapa o Chiapas. En
1542 fue consagrado obispo y en 1544, junto con otros veinte dominicos, llegó a Santo Domingo,
para pasar en 1545 a la Nueva España. En Ciudad Real (San Cristóbal) se enfrentó a ambos
cabildos. Recibió invitación para asistir en 1546 a la junta de obispos en la Ciudad de México, pero
en Oaxaca recibió órdenes de detenerse por temor a los alborotos que se habían suscitado a su
llegada. Por Veracruz emprendió en 1547 el regreso a España, siendo recibido por el rey Felipe II.
En 1550 sustentó la célebre controversia con Juan Ginés de Sepúlveda y renunció al obispado de
Chiapa. Siguió escribiendo y publicando. En 1564 entregó su testamento ante el escribano Gaspar
Testa y en 1566 murió en el convento dominico de Atocha, en Madrid.
Para Álvaro Huerga, de la Academia Puertorriqueña de la Historia, De las Casas, “desde el hombre
pecador y desde el hombre redimido, se yergue ante nuestros ojos como humanista y
como profeta”. El sevillano dice a fray Antonio de Montesinos: “Los indios son nuestros
hermanos”. Y al denunciar los abusos de algunos colonizadores, “heraldeó la profecía de la
evangelización pacífica y la esperanza —utopía o visión de futuro— de una nueva Iglesia para un
Nuevo Mundo”.1
De las Casas, escritor
Algo que se da en casi todos los cronistas militares y eclesiásticos del siglo xvi es su facilidad para
la escritura. Cultivaban este arte desde muy jóvenes, pues la retórica era materia fundamental en la
formación humanística de entonces. Mucha de la obra fray Bartolomé se extravió, pero podemos
decir que hay registros que permiten listar las siguientes obras:
1516 Memorial de los agravios, de los remedios y de las denuncias.
1517 Historia de las Indias, que fue publicada completa en cinco tomos hasta 1875.
1536 Apologética.
1537 Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión.
1548 Treinta proposiciones muy jurídicas.
1552 Varios principios.
Brevísima relación de la destrucción de las Indias.
Tratado sobre los indios que se han hecho esclavos.
Octavo remedio.
Avisos y reglas para confesores.
Controversia (Bartolomé de las Casas / Ginés de Sepúlveda).
1553 Sobre el tratado del dominio del Rey de España sobre las personas y tierrasde los indios
1556 Memorial sumario a Felipe II.
1564 Tratado de las doce dudas.
1566 Petición a Su Santidad Pío V sobre los negocios de las Indias.
Otras: De regia potestate, De thesauris, etcétera.
La doctrina de Bartolomé de las Casas
No conozco un libro que resuma tan bien y puntualmente el pensamiento de Bartolomé de las Casas
como el escrito por Agustín Yáñez. Un punto medular de su estudio es destacar lo que De las Casas
postulaba. Hubo conquista y mestizaje, pero sin la suficiente equidad para los vencidos. “Si
América es mestizaje, ha de serlo en modo proporcional y sobre la justa estimación de sendas
aportaciones”, escribió Yáñez.2 El estudioso divide la obraDoctrina en seis capítulos: 1. La
conquista, 2. Títulos del imperio español, 3. Las encomiendas, 4. La esclavitud, 5. La sanción moral
y 6. Documentos postreros.
1. “Todos estos universos e infinitas gentes, a todo género crió Dios los más simples, sin maldades
ni dobleces […]”; “Cristo dijo que ‘[…] todo aquello que queramos que los otros hombres hiciesen
con nosotros hagamos con ellos […]’; ¿Qué ley natural o divina o humana hubo entonces ni hay
hoy en el mundo, por cuya autoridad pudiesen aquéllos hacer tantos males a aquellas inocentes
gentes?”; y la esclavitud de los indígenas “no fue otra cosa que violar tácita o interpretativamente
las reglas del derecho natural y derecho de las gentes […]”.
2. Proposición XXII: “Los Reyes de Castilla son obligados de derecho divino a procurar que la fe
de Jesucristo se predique de la forma que el Hijo de Dios dejó en su Iglesia estatuída […]”.
3. “Hagamos nosotros lo que pudiéremos buenamente y por orden, no excediendo los límites de la
ley de Dios, y Dios hará lo suyo […]”.
4. “Todos los indios que se han hecho esclavos en las Indias del mar Océano, desde que se
descubrieron hasta hoy, han sido injustamente hecho esclavos”.
5. Que el confesor ha de disponer al penitente “[…] que tenga en lo futuro firme propósito […] que
nunca jamás vaya a conquista ni guerra contra indios […]”.
6. Que todas las guerras que llamaron conquistas son “injustísimas”; que todos los reinos y señoríos
de las Indias fueron “usurpados”; que las encomiendas son “tiránicas”; que quienes las tienen “están
siempre en estado mortal, y si no las dejan no se podrán salvar”; que el rey “[…] no puede justificar
las guerras y robos hechos a estas gentes […]”; que “[…] cuanto oro y plata, perlas y otras riquezas
[…] han venido a España […] es todo robado […]”; que “si no lo restituyen […] no podrán salvarse
[…]; y que el derecho de estas gentes naturales “[…] les durará hasta el día del juicio”.3
Así, ¿cómo no habría de tener enemigos Bartolomé de las Casas, en la Península y en América?
Los derechos humanos en el tiempo
Si deseáramos buscar el tema de los derechos humanos en el tiempo, podríamos llevarlo hasta la
Antigüedad clásica de Grecia y Roma, o a muchas de las figuras y elementos del derecho en el
Medioevo. Pero no es sino hasta la Edad Moderna que se va perfilando un corpus doctrinal que
reconozca, ya de manera clara y abierta, este conjunto de prerrogativas que se asignan a los
individuos de varios continentes y muchas naciones.4
Mauricio Beuchot, dominico también como De las Casas, hace ver la razón suficiente de estos
derechos, fundándola en el iusnaturalismo y declarando que “[…] el fundamento es independiente
de la positivización; los derechos humanos existen independientemente de que no se les reconozca o
de que no se les cumpla”.5 Y ya referido concretamente al padre De las Casas, menciona el citado
autor que “su actuación ha movido a investigadores como B. Barret-Kriegel a decir que no es cierto
que los derechos humanos nacieron con la Revolución francesa en el siglo xviii sino antes: en la
Escuela de Salamanca, del siglo xvi, a la vista de su aplicación en el caso de América. En nombre
de estos derechos naturales del hombre, De las Casas se opone a la esclavitud de los indios […]”.6
En el mismo libro, Beuchot agrega, junto a Bartolomé de las Casas —del siglo xvi—, a Julián
Garcés, a Juan de Zumárraga, a Vasco de Quiroga, a Alonso de la Vera Cruz y a Tomás Mercado.
Del siglo xvii, menciona a Juan Zapata y Sandoval y a Juan de Palafox y Mendoza. Del siglo xviii,
a Francisco Xavier Alegre y a Servando Teresa de Mier. Del siglo xix, Clemente de Jesús Munguía
y José María Luis Mora pueden citarse como ejemplo de defensores de estos derechos. Y del siglo
xx: Luis Recasens Siches y Héctor González Uribe. Si hubiera que hablar de algunos más, yo
agregaría al jurista Héctor Fix Zamudio(†); a Raúl Vera, obispo de Saltillo, y a la hermana
Consuelo Morales, de cadhac, ya en el siglo xxi.
Pero, entonces, ¿por qué es Bartolomé de las Casas un precursor de los derechos humanos? El
mismo Beuchot, pero en otro libro, La querella de la conquista, una polémica del siglo xvi, nos lo
aclara. Señala en qué difiere De las Casas de Francisco de Vitoria y Diego de Soto, para establecer
que “[…] los pecados no privan de los derechos naturales ni positivos humanos”; y, desde luego, en
qué difiere de Ginés de Sepúlveda, quien “[…] sostenía que los indios eran bárbaros y, según
Aristóteles, los bárbaros eran esclavos por naturaleza, se les podía cargar de cadenas y de trabajos
pesados. Dada su incapacidad para gobernarse, tenían que pasar a la tutela de los españoles y, en
pago de esa protección, debían trabajar para ellos”.7
La voz de Bartolomé de las Casas se deja oír clara y potente en la junta de Valladolid, a la que
convocó en 1550 Carlos V. De las Casas demuestra que el sentido de “bárbaro” no es aplicable a los
indios de América; que en los indios había lo que se denomina ignorancia
invencible, exculpándolos de muchos preceptos vigentes en el derecho civil y eclesiástico español
de entonces; que la facultad del Papa en América estaba limitada únicamente a la predicación del
Evangelio y a la dilatación de la fe y religión cristiana, y que toda predicación había de realizarse
sin coacción. En todo esto estriba lo avanzado del pensamiento lascasiano.
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