HISTORIA DEL MÁXIMO TRIBUNAL DE JUSTICIA DEL ECUADOR El devenir de la máxima institución encargada de administrar justicia comprende algunas etapas en su desarrollo, dadas conforme las circunstancias políticas e ideológicas que se han sucedido a través de cuatro siglos y medio aproximadamente. A continuación podemos ver las siguientes: CAPITULO I AUDIENCIA DE QUITO (29 de agosto de 1563 – 3 de noviembre de 1718 // 26 de marzo de 1722 – 24 de mayo de 1822) El antecedente más remoto de nuestro máximo Tribunal de Justicia, en cuanto a institución concebida desde la perspectiva cultural occidental, lo tenemos en la Audiencia organizada para regir los destinos del entonces reino de Quito por Real Cédula de 29 de agosto de 1563 expedida por el Rey Don Felipe II en la que el soberano dispone que esa institución de naturaleza a su vez judicial y administrativa, conocida bajo la normativa vigente de la época como Audiencia y Cancillería Real, funcione con un Presidente, cuatro Oidores que a su vez se desempeñarán como Alcaldes del Crimen, un Fiscal, un Alguacil Mayor, un Teniente de Gran Canciller y los demás ministros y oficiales necesarios. La instalación de aquella estuvo a cargo de su primer Presidente el licenciado Hernando de Santillán quien la dio por inaugurada el 18 de septiembre de 1564 al siguiente día de su llegada. La Audiencia fue suprimida por Real Cédula dictada el 25 o 27 de mayo de 1717, conocida el 28 de octubre y ejecutada el 3 de noviembre de 1718, en que fue adscrita a la Audiencia de Santa Fe. La restauración procedió de una nueva Real Cédula dictada el 7 de febrero de 1720, la reinstalación se llevó a cabo el 26 de marzo de 1722 en Quito, y llegará a su fin con la incorporación de la ciudad de Quito a Colombia tras la batalla de Pichincha del 24 de mayo de 1822. El último titular de la presidencia de la Audiencia, lo fue interinamente, el General D. Melchor de Aymerich1. A raíz del golpe revolucionario del 10 de agosto de 1809, aunque la Audiencia continuó existiendo nominalmente con el nombre también de Audiencia Nacional, sin embargo, perdió sus atribuciones tanto ejecutivas en manos de la Junta Suprema como las judiciales en manos del Senado de Justicia creados. Fue recuperando progresivamente sus atribuciones, conforme a la antigua usanza normativa hispánica, entre el 25 de octubre y 25 de noviembre de 1809. Sufrirá una nueva reducción de facultades el 20 de septiembre de 1810 con la instalación de la Junta Superior solamente en cuanto a su poder ejecutivo no así judicialmente hasta el 11 de diciembre de 1811 en que desapareció en el territorio controlado por los independentistas. Sin embargo, simultáneamente, desde enero de 1811 hasta el 11 de 1 diciembre del mismo año, existieron dos Audiencias, la indicada en el territorio controlado por los patriotas, y la restablecida por los españoles en enero de 1811, con sede temporal en Cuenca, la que ejerció su competencia sobre el territorio del país no sujeto a las fuerzas emancipadoras. La jurisdicción territorial sobre la que ejerció competencia este Tribunal fue modificada por Real Cédula de 1740 y posteriormente sufrió otros recortes e interrupciones a raíz del proceso independentista desde 1809. Así desde 1810 la parte de la gobernación de Popayán que estaba sujeta a su jurisdicción, por temporadas y por zonas será libre, por temporadas y por zonas nuevamente la Audiencia quiteña retomará el control, por temporadas y por zonas será ejercida la jurisdicción por la Audiencia santafesina. En 1820 perderá el control por horas o días en casi todas las provincias que proclamaban su independencia, aunque luego lo retomó. Finalmente, el 9 de octubre de ese año perderá definitivamente a Guayaquil, así como el 4 de junio de 1821 Jaén de Bracamoros, y luego en el transcurso de 1822 irá perdiendo progresivamente el resto de las provincias al ser liberadas y agregadas a Colombia durante la campaña militar emprendida por Sucre por orden de Bolívar, con ayuda proporcionada desde Perú por San Martín, hasta culminar en la acción de armas de Pichincha. CAPITULO II FASE LIBERTARIA 2.1) 1809 (10 de agosto – 25 de noviembre) Con el pronunciamiento del 10 de agosto de 1809, producto de varias reuniones previas organizadas desde la Navidad del 25 de diciembre de 1808 en la hacienda de Chillo del Marqués de Selva Alegre y de un largo y complejo proceso cimentado en ideas que se venían divulgando y madurando desde hace más de medio siglo, se dio inicio al primer movimiento que, concluirá tras casi trece años de un continuo batallar, el 24 de mayo de 1822 en la emancipación completa del territorio del entonces conocido como reino de Quito, y el 8 de diciembre de 1824 en la consolidación de la independencia continental tras la batalla de Ayacucho, ganada por Sucre. El documento que formalizó el primer grito de independencia, el Acta de formación de la Junta Suprema de Quito, de la Falange Militar y del Senado de Justicia, generalmente conocida como Acta de Independencia o primera Acta de Independencia, denominada por sus contemporáneos, independentistas y detractores, en sus documentos oficiales y declaraciones como “Constitución”, “Acta” o “Constitución y Acta popular”, primera ley fundamental propia escrita en nuestro país, aunque de incipiente elaboración teórica y técnica, suscrita el señalado día 10 por una asamblea de los diputados barriales de la capital, realizada en el Palacio Real, actual Palacio de Carondelet, ratificada el día 16 por una asamblea popular ampliada en la Sala Capitular del convento de San Agustín, a la que asistieron, entre otras autoridades, los flamantes dignatarios judiciales todos togados, presididos por el Dr. D. Xavier de Ascázubi y Matheu, en cuya casa se redactó la Constitución de 1809, carta que dispuso la creación de un Senado como el máximo efectivo órgano administrador de justicia, función que debía cumplirla basándose en los principios de prontitud y rectitud, denominados actualmente de celeridad y probidad. 2 El máximo tribunal judicial como el gobierno y el ejército estaban encabezados, conforme el sistema político adoptado en el reino de Quito, por el monarca reinante D. Fernando VII de Borbón, representado por la Junta Suprema, también denominada Junta Suprema Gubernativa o Suprema Junta o Junta Soberana o Consejo Central o Junta Central o Junta Suprema Gubernativa Interina o Junta Gubernativa Interina, generalmente conocida como primera Junta, presidida por el quiteño D. Juan Pío Montúfar y Larrea, Marqués de Selva Alegre, quien también fue titulado Presidente del Estado, e integrada por los ministros o secretarios de estado Dr. D. Juan de Dios Morales y Leonín, n. de Santiago de Arma de Ríonegro en la neogranadina Antioquia, Dr. D. Manuel Rodríguez de Quiroga y Cuenca, nativo de Chuquisaca, la actual ciudad boliviana de Sucre, y el quiteño D. Juan de Larrea, en los despachos: el primero para los negocios extranjeros y de la guerra, el segundo para el de gracia y justicia, y el tercero para el de hacienda; los cuales como tales eran individuos natos de la Junta Suprema. Morales y Quiroga serían los auténticos ideólogos y promotores de la revolución, sobretodo el primero. Además la Junta Suprema estuvo conformada por los marqueses de Solanda y Villa Rocha D. Felipe Carcelén y Sánchez de Orellana, de Villa Orellana D. Jacinto Sánchez de Orellana y Chiriboga, y de Miraflores D. Mariano Flores de Vergara y Jiménez de Cárdenas, D. Manuel Zambrano y Monteserrín, D. Manuel de Larrea y Jijón, futuro marqués de San José, D. Manuel Matheu y Aranda, representantes de los barrios, y por el quiteño D. Vicente Álvarez, secretario particular con voto. Posteriormente, el día 12 incorporó como Vocales Natos de ella a los Obispos de Quito y Cuenca doctores D. José Cuero y Caicedo, que también fue nombrado Vicepresidente de la Junta Suprema, y D. Andrés Quintián y Ponte, respectivamente. Solo Cuero y Caicedo aceptó los nombramientos el día 15, aunque a Quintián siempre se lo consideró miembro. El día 13 ante el requerimiento del Presidente del Estado, la Honorable Junta y los Oidores de la Audiencia Nacional, solo el ayuntamiento capitalino designó como sus representantes para integrar la Junta Suprema al quiteño D. Juan José Guerrero y Matheu y a D. Melchor Benavides, que se incorporaron el mismo día. Aquella institución judicial estuvo compuesta de doce senadores, a los que también se los llamaba “Senadores y Ministros Togados”, distribuidos en dos Salas: Civil y Criminal, consideradas también como la primera y segunda salas, cada una con tratamiento de alteza. El Senado estaba efectivamente dirigido por un gobernador, que a su vez presidía las dos Salas, aunque efectivamente solo presidía la Sala de lo Civil, con dos mil pesos de sueldo y tratamiento de usía ilustrísima. La Sala de lo Criminal, estaba presidida teóricamente por el gobernador pero efectivamente por un regente subordinado al gobernador, con dos mil pesos de sueldo y tratamiento de señoría; los demás ministros con el mismo tratamiento anterior y mil quinientos pesos de sueldo; agregándose un protector general de indios con honores y sueldos de senador, y un alguacil mayor con los tratamientos y emolumentos de la extinguida Audiencia. Se nombró a los siguientes seis senadores para integrar la Sala de lo Civil, como gobernador, y su vez en la práctica cabeza máxima del tribunal en pleno, al quiteño D. José Javier Ascázubi y Matheu, decano al bugueño D. Pedro Jacinto Escobar; ministros fueron electos el quiteño D. José Fernández Salvador y López, el popayanejo D. Ignacio Tenorio y Carvajal y el quiteño D. Bernardo Ignacio de León y Carcelén; y como fiscal fue designado el quiteño D. Mariano Merizalde. Para formar parte de la Sala de lo Criminal, o del Crimen como también se la llamó, se eligió otros seis senadores, como regente al español Oidor D. Felipe Fuertes Amar, como decano al payanés D. Luis Quijano y Carvajal, como ministros al bugueño D. José del Corral y Bandera, el momposino D. Víctor Félix de San Miguel y Cacho y el popayanejo o payánes D. Salvador Murgueitio y Castillo, y como Fiscal a D. Francisco Javier de Salazar. Fueron nombrados como Protector General de Indios D. Tomás Arechaga, n. 3 de Oruro en la actual Bolivia, y como Alguacil mayor o Alguacil Mayor de Corte D. Antonio Solano de la Sala y Piedrahita. Parte de ellos se posesionaron el día 18. Curiosamente, el Senado, conocido eventualmente también como Real Senado o como Consejo, era el máximo Tribunal judicial en la práctica, sin embargo, coexistió con la Audiencia, que durante este periodo, se denominó también Audiencia Nacional, la cual se mantuvo teóricamente, aunque sin poder judicial y político real como el más alto tribunal de justicia y máximo organismo de gobierno, facultades estas últimas que pasaron realmente a la Junta Suprema. Las autoridades de la vieja Audiencia su Presidente el Conde Ruiz de Castilla y dos de sus Oidores, el Regente D. José Fuentes González Bustillos y el Dr. D. José Merchante de Contreras, fueron destituidos el 10 de agosto y mantenidos en prisión unos días. Se ratificó por los revolucionarios como Oidor a D. Felipe Fuertes y Amar y se designó, por existir una plaza vacante de Oidor en ese organismo, al barbacoano Dr. D. Pedro Manuel Quiñones y Cienfuegos. Tanto Fuertes y Quiñones, nominales Oidores Ministros Togados de la Audiencia, recibieron nombramientos senatoriales lo que en la realidad les permitía ejercer la judicatura. La Junta Suprema, en nombre del Rey, expresaba el 26 de septiembre que debido a “los motivos de sospecha y desconfianza que el Pueblo de Quito tenía en los antiguos Magistrados y Ministros, se creó, entre otros objetos, un Senado de Justicia, compuesto de dos Salas, una para el despacho de los negocios civiles, y otra para el conocimiento de lo criminal, con los honores, distinciones y prerrogativas que tuvo mi antigua Audiencia y Chancillería Real establecida en aquella Ciudad”, la que como ya se ha indicado solo existía nominalmente. El régimen entonces instalado duró hasta el 21 de octubre de ese año de 1809 en la ciudad de Quito, en uso de las plenas facultades que se había dado al constituirse, ya que ese día reconoció a la Suprema Junta Central Española como la representante del Rey, con lo que perdió su sentido de ser. Continuó funcionando la Junta, que pasó desde el 21 a llamarse Junta Provincial, como subordinada a la Central, y las demás instituciones unos días más. La Junta Suprema y luego Provincial estuvo presidida desde el 15 por D. Juan José Guerrero y Matheu, como sucesor del Marqués de Selva Alegre, aunque a Guerrero, heredero del condado de Selva Florida, título que no le fue despachado por no haber cancelado lo adeudado por su posesión, ya el 10 y 12 se lo encuentra actuando interinamente como presidente en alternancia con el titular marqués de Selva Alegre, cuya dimisión fue aceptada por la primera Junta el 13, día en que se intentó elegir como presidente a D. Manuel Ruiz de Urries y Castilla, Conde Ruiz de Castilla, depuesto Presidente de la Audiencia, y cuya reposición ya era preparada desde el 22 de agosto por el mismo Montúfar y a la que posteriormente coadyuvaron el mismo Guerrero y D. Manuel de Larrea y Jijón, otro miembro de la Junta. El 7 de septiembre el Obispo Cuero y Caicedo se había separado de la Junta Suprema. La Junta Provincial, previa capitulación del 24, el día 25 designó como Presidente de ella al Conde Ruiz de Castilla, que aceptó, con lo que se dio inicio a la reposición de la Audiencia, según sus antiguas facultades que tenía hasta antes del 10 de agosto. El 25 de octubre, según lo acordado en la capitulación no se repuso –aún- a los dos oidores: el Regente Fuentes González Bustillos, que había jurado que bebería la sangre de unos 14 líderes rebeldes, ni a Merchante. Solo el Oidor Fuertes y el Fiscal interino Arechaga debían ser repuestos en sus antiguos empleos y además fueron llamados a integrar el Real Senado de Justicia, institución que conforme lo capitulado debía ser modificada consensualmente por el Presidente Conde Ruiz de Castilla y la Junta, pues se consideraba que esos individuos gozaban de la estimación pública, 4 aunque el primero, momentáneamente, no se integró por considerar que el insurgente D. Juan Salinas continuaba al mando de la Falange de Guerra, creación de los independentistas. Otro punto acordado fue que se cambie los tratamientos de la Junta y sus integrantes. De manera progresiva, la Audiencia volvió a su estado pleno de atribuciones, el día 27 el Presidente de la Junta Provincial en conformidad con parte de sus integrantes Guerrero, Benavides, Zambrano y Álvarez, destituyó a “los Secretarios de Estado, Guerra, Gracia y Justicia y Hacienda, mediante a que según los principios expuestos, deben quedar sin funciones y abolida la potestad Suprema que se atribuyó arbitrariamente a la Junta instalada el 10 de agosto del presente año”, y poco a poco se aniquiló sus demás creaciones, como lo fue el Senado de Justicia, proceso que se puede dar por concluido el 25 de noviembre con la disolución que hizo el Coronel D. Juan de Salinas, cabeza militar visible que fue de la revolución, del Escuadrón de Dragones del que se había hecho cargo el 17 de noviembre tras renunciar a la Comandancia de las Compañías de Infantería que constituían la Falange Militar. Aún el 3 de noviembre existían la Junta Provincial y el Senado. Incumpliendo las capitulaciones, Ruiz de Castilla reinstaló en sus puestos de Oidores a Fuentes González Bustillos y a Merchante de Contreras. De esta forma desapareció este primer movimiento libertario, luego de verificarse desde el mismo agosto, a los pocos días de organizado el nuevo sistema político, la progresiva contrarrevolución monarquista dentro de las mismas filas de las instituciones creadas y en Latacunga, Ambato, Riobamba y Guaranda, y al conocerse la inminente llegada de las tropas represoras virreinales peruanas y las de las gobernaciones de Popayán, Cuenca y Guayaquil. Coincidencialmente, los tres Oidores estaban desterrados en varias partes del territorio sujeto al régimen emancipador, haciendo propaganda contra la rebelión de agosto. La revolución nacida radical, esperanzadora e innovadora, fue apagando su ardor, al verse materialmente cercada, al parecer la actitud de Montúfar, manifiesta en devolver la autoridad a la Audiencia, empezó a convertirse en la más apropiada solución para evitar una tragedia de mayor proporción, lo que no se consiguió, pues el 4 de diciembre empezaron los arrestos e instrucciones judiciales contra los patriotas que culminaron en la horrenda y fatídica inmolación de los principales protagonistas de la revolución que despertó la conciencia libertaria de la América española. Claros conspiradores contra la revolución fueron, además de algunos integrantes de la Junta, también algunos senadores, entre los que se cuentan Tenorio, Fuertes y San Miguel, el Protector General de Indios Arechaga y el Alguacil Mayor Solano de la Sala. El 13 de agosto se admite la renuncia del Dr. San Miguel seguramente presentada el 12 y en su reemplazo es electo el payanés Dr. D. Antonio Texada, quien ese mismo día 13 fue trasladado de la Sala de lo Criminal para la que había sido designado a la Civil, haciéndose entonces un canje con D. Bernardo de León, que pasó de la Civil a la Criminal, previo acuerdo al que se había llegado el mismo 12. El 13 era designado senador de la Sala de lo Civil el Oidor Quiñones en reemplazo del senador Tenorio que fugó a Popayán, según contaba León, por el eventual derramamiento de sangre que Tenorio intuía se acercaba. Arechaga así mismo se excusa y es designado en su lugar como Protector General de Naturales y Ministro Togado del Real Senado el bugueño Dr. D. Vicente Lucio Cabal y Varona. Todos estos nombramientos eran comunicados al Gobernador del Senado Ascázubi a través del Ministerio de Estado respectivo. Fuertes como Oidor y Asesor, que morirá ahorcado en diciembre de 1810 durante un levantamiento de los indios y el populacho quiteños, San Miguel como Teniente de 5 Canciller y Fiscal, y Arechaga como Fiscal interino, se contaron luego entre los principales perseguidores de los patriotas de agosto. San Miguel en 1810 junto con el ex presidente Guerrero serán designados en premio a sus delaciones como alcaldes ordinarios de segundo y primer voto de Quito, respectivamente. Arechaga actuaba además de esa forma por cuanto recaía sobre sí la sospecha, para los realistas, de que por su negligencia durante el proceso incoado en marzo y abril de 1809 contra Montúfar, Salinas, Morales, Quiroga, D. Nicolás de la Peña y otros, no se detuvo el pronunciamiento de agosto. Tenorio actuaría como Oidor de la Audiencia repuesta en todas sus facultades desde 1810 ocupando de forma titular la vacante que temporalmente en 1809 la obtuvo Quiñones. Solano de la Sala se mantendría como Alguacil Mayor en la restaurada Audiencia. También en la línea contrarrevolucionaria estuvo comprometido de manera directa Fernández Salvador, comisionado cerca de las autoridades civiles y eclesiásticas guayaquileñas para obtener su adhesión. Fernández Salvador, furibundo realista, a medio camino, desde Bodega el 13 de septiembre, comunicaba al también comisionado para el mismo fin el Marqués de Villa Orellana que se encontraba en Guaranda, que se excusaba del cumplimiento de la misión, que renunciaba al cargo senatorial y que se dirigía a Guayaquil a ponerse a órdenes del Gobernador realista, dejando desconcertado al marqués; en 1810 Fernández Salvador fue premiado con el nombramiento de Corregidor de Riobamba. Para evitar la ira del repuesto gobierno español, algunos senadores, en mayor o menor grado, intentaron en sus confesiones desatenderse de su compromiso independista, así tenemos a Murgueitio y Tejada, comisionados cerca de las autoridades civiles y eclesiásticas cuencanas, y popayanejas y pastusas, respectivamente, para obtener su adhesión. Murgueitio en vez de defender los principios de la actuación revolucionaria, la justificaba como producto de la ignorancia sobre lo que realmente sucedía políticamente en la península ibérica. Tejada ni siquiera aceptó el cometido, aunque luego participó en la negociación de las capitulaciones, escritas por Morales y Quiroga, para entregar la presidencia a Ruiz de Castilla. El senador Salazar quien al ser acusado de haber redactado las cartas y oficios dirigidos para fomentar la rebelión de otras poblaciones en su calidad de Asesor del Cabildo, se defendió mencionando que “ni entró en la Fiscalía del Crimen del llamado Senado… habiendo hecho por otro lado cuanto pudo porque se guardase la debida subordinación a la Suprema Junta Central del Reyno”, además responde que la incriminación que se le hace la ha promovido San Miguel y otros capitulares, es decir, los regidores del cabildo, para librarse, pues dice que “tan letrado fue el Asesor como el Procurador General Síndico Dr. San Miguel”. El senador Quijano acompañó al marqués de Selva Alegre a Ambato cuando huían de la amenaza de ser sacrificados por varios quiteños que vieron en la entrega de la presidencia a Ruiz de Castilla la plasmación de las maquinaciones de Montúfar para hacer fracasar la revolución, opinión que el Virrey del Perú Abascal se había encargado de difundir maliciosamente casi desde el comienzo de la rebelión; a Quijano se le había interceptado una carta en que criticaba la conformación de la Junta; además declaró que desempeñó el empleo senatorial contra su voluntad y que recomendó siempre se reconozca a la Junta Central española. El senador Merizalde adujo que impidió a Morales y Salinas saquear las Cajas Reales y que trabajó por el restablecimiento del legítimo gobierno. El senador Escobar, que en abril de 1810 se desempeñaba como Procurador General del Cabildo en premio a su defección, sin embargo, consiguió gracias a su mesurada carta dirigida al Virrey de Nueva Granada D. Antonio Amar y Borbón, que el proceso que se llevaba contra los revolucionarios pase a la referida autoridad ya que afirma que todo es un montaje “resultado que fue una maquinación perversa de los émulos de los mismos presos que aspiran a su destrucción”, esperando así evitar la tragedia que de todos modos se desató. 6 El senador León en todo caso las debió pasar muy mal pues se le acusó de difundir la proclama de Quiroga y de incitar a D. Pablo Hilario Chica para que provoque que Cuenca se una al plan revolucionario. Otros reputados como leales a la causa independentista fueron Quiñones, procesado por haber escrito cartas sediciosas para conseguir que su natal Barbacoas se subleve, y sobretodo Ascázubi, el Gobernador del Senado, testa representativa del más alto tribunal de justicia, en cuya casa se redactó el primer documento constitucional de la patria niña. Otros dos nombramientos hechos por la Suprema Junta Gubernativa de funcionarios del Senado, pero que no eran miembros del Tribunal, fueron los dados el 25 a favor del Dr. D. Nicolás Ximénez y Escandón, bugueño y Lic. D. José Padilla y Moncayo, quiteño, individuos del Colegio de Abogados del Real Senado, designados Agente Fiscal de lo Criminal y Agente Fiscal de lo Civil, respectivamente. La jurisdicción territorial efectiva sobre la que pudieron ejercer sus actividades gubernamentales y judiciales tanto la Junta Suprema como el Senado de Justicia se redujo a los corregimientos de Ibarra, Otavalo, Quito, Latacunga, Ambato, Chimbo y Riobamba, la cuencana tenencia de corregimiento de Alausí y las gobernaciones de Esmeraldas y Quijos, es decir, sobre las actuales provincias de Carchi, Imbabura, Pichincha, Santo Domingo de los Tsáchilas, Cotopaxi, Tungurahua, Bolívar, Chimborazo, Esmeraldas, Napo, Sucumbíos, Orellana y Pastaza. El resto del territorio del reino de Quito se mantuvo sometido al gobierno español, a pesar del deseo expresado en el indicada Acta que se vayan incorporando provincias que eran y no eran parte del antiguo reino quiteño2. 2.2) 1810 (20 de septiembre) - 1812 (8 noviembre) Tras el trágico desenlace del dos de agosto de 1810 en que el elemento cualitativo de la intelectualidad promotora del levantamiento del 10 de agosto de 1809 fue masacrado, llegó a Quito el 12 de septiembre el Tte. Coronel de Caballería D. Carlos Montúfar y Larrea en calidad de Comisionado Regio, designado por el Supremo Consejo de Regencia español instalado como ente sucesor de la Suprema Junta Central para gobernar en nombre del prisionero Rey D. Fernando VII, para apaciguar los ánimos y sobretodo llevarlos en consonancia con el señalado órgano motor de la resistencia peninsular española a la invasión francesa. Luego de una serie de deliberaciones y consultas, se dispuso el día 20 en cabildo abierto, tras una previa asamblea reunida el día 19, la organización de la segunda Junta, rectora del desarrollo del reino de Quito, a la manera de las españolas, es decir, subordinada al Consejo de Regencia, la cual se denominó Junta Superior o Junta Superior de Gobierno o Junta Superior de Gobierno Provisional o Junta Superior Gubernativa o Junta Provincial, a cuyo cargo quedó el manejo del gobierno, guerra y hacienda, en tanto que en manos del Presidente de ella quedaron las funciones atinentes al ejercicio del vicepatronato y el juzgamiento de infracciones sobre materia de hacienda. Las únicas designaciones hechas el 20 fueron la de Presidente nato que recayó en el español D. Manuel Ruiz de Urries y Castilla, Conde Ruiz de Castilla, Presidente de la Audiencia; y las de vocales natos que fueron el mismo Comisionado Regio Montúfar, quiteño, y el Obispo Dr. D. José Cuero y Cayzedo, caleño. Más tarde, el día 22, otro cabildo abierto eligió Vicepresidente al Marqués de Selva Alegre D. Juan Pío Montúfar y Larrea, Presidente que fue de la primera Junta o Junta Suprema, y a los restantes integrantes de ella, entre los cuales estuvieron D. Manuel 7 Zambrano y Monteserrín, el marqués de Villa Orellana Dr. D. Jacinto Sánchez de Orellana y Chiriboga, D. Manuel Larrea y Jijón, D. Juan Larrea y D. Manuel Matheu y Aranda, que fueron miembros también de la primera Junta, además también se eligió para integrarla al presbítero Dr. D. Francisco Rodríguez de Soto, al presbítero Dr. D. José Manuel Caicedo y Cuero, sobrino del Obispo, al presbítero ambateño Dr. D. Prudencio Vásconez, al mercedario riobambeño Fray Álvaro Guerrero y León, al lojano D. Mariano Guillermo Valdivieso y Valdivieso, al Dr. D. Mariano Merizalde, y al Alférez Real D. Juan Donoso. Se designaron Secretarios de la Junta al Dr. Luis Quijano, Vocal Secretario de Estado y Guerra, y al Dr. Salvador Murgueytio, Vocal Secretario de Gracia, Justicia y Hacienda. Además, se ordenó el destierro del perseguidor Arechaga. Es necesario acotar que días antes de la instalación de la segunda Junta sucedida el 20 de septiembre, el 26 de agosto en una asamblea ampliada convocada para evitar que el Comisionado Montúfar cumpla su propósito, el Fiscal interino de la Audiencia, el ya conocido Arechaga, secundado por el Oidor Fuertes, ex integrantes del Real Senado de 1809, intentaron eregir una Junta de Gobierno a su medida, presidida por Ruiz de Castilla, lo que no consiguieron por la prevención general que suscitó entre los quiteños. Posteriormente, el 9 de octubre del mismo 1810 la Junta Superior erigió a la provincia o reino de Quito en Capitanía General. Bajo el influjo del bando sanchista liderado por el marqués de Villa Orellana en contraposición con el montufarista, se reorganizó la segunda Junta, con la mira puesta en despojarla de cualquier lazo de dependencia con el Consejo de Regencia y las Cortes españolas reunidas en Cádiz, como reacción a la resolución de 4 de abril de 1811 del Consejo de Regencia de subordinar la Junta Superior de Quito a la Audiencia y disponer que debía subsistir hasta que las Cortes dicten la Constitución española. Es así como el 11 de octubre de 1811 se determinó que debía convocarse un Congreso Constituyente que avance decididamente hacia la obtención de la completa emancipación, y para conseguirlo, separaron u obligaron a renunciar al Conde Ruiz de Castilla a la presidencia de la segunda Junta y en su lugar introdujeron al Obispo Cuero y Caicedo. El flamante primer Congreso Constituyente se instaló el 4 de diciembre con mayoría montufarista. Representaba a ocho provincias, de las que se conoce siete: los corregimientos de Ibarra, Quito, Latacunga, Ambato, Chimbo/Guaranda y Riobamba y la tenencia de corregimiento de Alausí; se desconoce cuál fue la octava: acaso el corregimiento de Otavalo que no tuvo o no asistió su representante los primeros días de la instalación del Congreso, o quizás, fue la ciudad de Pasto que había sido incorporada manu militari el 22 de septiembre de 1811 por la segunda Junta y se mantuvo así bajo dependencia de ella y de su ente sucesor el Congreso Constituyente hasta marzo de 1812 en que pasó a control de la Junta de Popayán, sin embargo, se desconoce si tuvo representación o aquella no asistió. Quizás el corregimiento de Otavalo fue adscrito a Ibarra y se pensaría que la octava provincia sería Pasto. La gobernación de Quijos se supone también estuvo bajo el control de los independentistas, pero al parecer su jurisdicción fue adscrita a Quito. Los gobiernos seccionales de la Costa, Cuenca, Loja y de las gobernaciones surorientales, al crearse la segunda Junta, jamás reconocieron ni a la segunda Junta ni al Congreso, y por lo tanto cuando desde enero de 1811 fue restablecida la Audiencia, con sus antiguas atribuciones y con sede temporal en Cuenca, por D. Joaquín Molina y Zuleta, llegado a Guayaquil el 7 desde Perú, designado por la Regencia como sucesor del Conde Ruiz de Castilla, se sometieron a ella. Presidente del Congreso Constituyente fue designado el Obispo Dr. D. José Cuero y Caicedo, y Vicepresidente el Marqués de Selva Alegre D. Juan Pío Montúfar. El día 11 8 de diciembre de 1811 el Congreso abandonaba la dependencia tanto de la Regencia como de las Cortes españolas así como propugnaba la confederación con las provincias circundantes, así daba un segundo grito de libertad, reconociendo como única autoridad al Rey D. Fernando VII. Como consecuencia de esta acción concentró, en razón de su naturaleza, el ejercicio de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, y por lo tanto dio fin a la vida de la Junta Superior y a la existencia de la Audiencia existente en la zona que controlaba. El Acta que consagraba esta nueva determinación independentista estuvo suscrita por el Presidente del Congreso Constituyente, Ilmo. José Cuero y Cayzedo. Vicepresidente, Marqués de Selva Alegre. Manuel Zambrano, Representante del Ayuntamiento. Calixto Miranda, Diputado por la ciudad de Ibarra. Francisco Rodríguez Soto, Representante del Cabildo Eclesiástico. Prudencio Bascones, Diputado del Clero secular. Fray Álvaro Guerrero, Representante del Clero Regular. El Marqués de Villa Orellana, Representante de la Nobleza. Mariano Guillermo Valdivieso, Representante de la Nobleza. Manuel Larrea, Representante de la Parroquia de Santa Bárbara. Manuel Mateu, Diputado y Representante de la Parroquia de San Marcos. Dr. Mariano Merizalde, Representante del Barrio de San Roque. Dr. Francisco Aguilar, Representante de Riobamba. Dr. Miguel Antonio Rodríguez, Vocal, Representante del Barrio de San Blas. Dr. José Manuel Flores, Vocal, Representante de la Villa de Latacunga y sus pueblos. Dr. Miguel Suárez, Representante de la Villa de Ambato y sus pueblos. José Antonio Pontón, Diputado Representante de la Villa de Alausí y sus pueblos. Dr. Antonio Ante, Diputado por la Villa de Guaranda y sus pueblos. Dr. Luis Quijano, Vocal Secretario de Estado y Guerra. Dr. Salvador Murgueytio, Vocal Secretario de Gracia, Justicia y Hacienda, todos integrantes del Congreso. De ellos, Merizalde, Quijano y Murgueytio habían sido en 1809 senadores de justicia. Para elaborar la carta constitucional se presentaron tres proyectos a consideración por tres notables sacerdotes, uno fue el del Dr. D. Miguel Antonio Rodríguez, que fue el aprobado, otro el del ibarreño Dr. D. Calixto Miranda y Suárez y un tercero del limeño Dr. D. Manuel Guizado. Se dictó entonces la primera Constitución, pero cuando el bando montufarista el 14 de febrero de 1812 acaparó los nombramientos para el ejercicio de los tres poderes, la minoría sanchista no firmó el 15 de febrero el texto constitucional concluido de redactar el día 12, y ante las presiones y medios coercitivos con que se pretendía obligar a suscribir el documento a los integrantes de esa minoría, incluido la amenaza de prisión, aquellos se refugiaron en Latacunga, desde donde el 24 pidieron se anulen los nombramientos efectuados por haberlos hecho antes de aprobar la Constitución y sin las firmas de todos los diputados constituyentes, uno de los no suscriptores fue el autor del proyecto el Dr. Rodríguez. Desconocieron los sanchistas a las autoridades del también llamado Supremo Congreso o Congreso Supremo Nacional o Congreso General o Congreso Supremo Provincial o Supremo Consejo o Supremo Senado, y con apoyo militar tomaron Quito, previa mediación del Presidente de la Junta de Popayán D. Joaquín Caicedo, lo que se consiguió en marzo, entonces, aunque el Obispo Cuero y Caicedo el 17 de marzo renunció a la Presidencia del Supremo Congreso, no se le aceptó; y en lugar del Vicepresidente Montúfar fue designado el sanchista D. Mariano Guillermo de Valdivieso para la Vicepresidencia. Cuando Quito fue tomada el 8 de noviembre por el Gral. D. Toribio Montes, nuevo Presidente de la Audiencia de Quito, cuya sede temporalmente se encontraba en Cuenca, seguía como Presidente del Supremo Congreso el Obispo Cuero y Caicedo mientras que la Vicepresidencia la desempeñaba el sanchista sacerdote Dr. D. Prudencio Vásconez, sin embargo, la resistencia de algunos partidarios del Supremo Congreso continuó bajo el mando del último Comandante del Ejército el indicado D. Carlos Montúfar hasta que el 1 de diciembre fueron derrotados en el combate de Yaguarcocha. Así, el Supremo 9 Congreso, entidad sucesora de la segunda Junta de Gobierno, desapareció conjuntamente con la segunda proclama independentista. La Constitución del Estado del reino o provincia de Quito de 1812, nacida viciada por abuso de la mayoría política como ya se ha señalado3, reconocía en su artículo 5 como su “Monarca al señor don Fernando Séptimo, siempre que libre de la dominación francesa y seguro de cualquier influjo de amistad, o parentesco con el Tirano de la Europa pueda reinar, sin perjuicio de esta Constitución”, es decir que era el Jefe de Estado reconocido, aunque si poder efectivo. Disponía en su Artículo 8 la separación y distinción de Poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, todos los que, bajo la denominación de Cuerpos, constituían la Representación Nacional. Se aclara que al Cuerpo o Poder Legislativo además de nominarlo Congreso también se lo llamaba Consejo o Senado. Así mismo, en el artículo 47 se preceptuaba que “Siendo los tres Poderes diversos, ejercicios solamente de una autoridad soberana, ellos son iguales entre sí, y unas mismas las prerrogativas de los Cuerpos -Ejecutivo, Legislativo y Judicial- que lo ejercitan sin perjuicio de los recursos extraordinarios que se pueden elevar de la Corte de Justicia al Poder Legislativo, y Ejecutivo juntos, como de una parte al todo. En cuyo caso el Presidente del Estado nombrará cuatro miembros de la Legislatura que asociados al Poder que se halle expedito, conozcan y resuelvan por pluralidad de los votos concurrentes”. El artículo 9 determinaba que el Poder Judicial se ejercitará por la Alta Corte de Justicia o Corte de Justicia, formada por cinco individuos, de los cuales cuatro serán jueces que se turnarán en la Presidencia de la única Sala que la compone, y un Fiscal, nombrados todos por el Congreso. Aquello concuerda con lo determinado en la Sección cuarta que trata Del Poder Judicial, artículo 45 que decía “El Supremo Poder Judicial como parte de la autoridad soberana, o modificación suya, se ejercitará por la alta Corte de Justicia en todos los casos, o cosas que las Leyes han dispuesto con respecto a las extinguidas Audiencias sobre las materias civiles y criminales contenciosas, salvo las reservadas por esta Constitución a los Poderes Ejecutivo y Legislativo: se les contribuirá del Erario, o fondo público mil y quinientos pesos por año” como sueldo de cada uno de estos funcionarios. Y así mismo se encuentra conforme con el artículo 44 en que se expresa que en la Alta Corte de Justicia, la Presidencia de la Sala, en sus sesiones ordinarias, se alternará por turno entre sus individuos, verificándose éste cada tres meses. Para su funcionamiento, el Supremo Congreso, según reza el artículo 54, sancionó un Reglamento Provisional para normar el ejercicio de los tres Poderes, del cual se acordó que “se publique por Bando, en inteligencia que para las restantes sesiones se procederá, o por el mismo Supremo Congreso o por el Poder Legislativo, reformándose si lo exigiesen las circunstancias los Artículos que parezcan inadaptables, o contrarios al carácter y necesidades de la Nación”. El artículo 34 exigía al Poder Legislativo el mandato de reformar el procedimiento a seguir en los Juicios Civiles y Criminales en todos los Tribunales del Estado. Todos los miembros de la Alta Corte de Justicia conforme el artículo 10, debían ser responsables ante su órgano nominador, es decir, el Congreso, al momento de residenciarlos o auditarlos; y según el artículo 51 ningún miembro de la Alta Corte de Justicia podía ser apresado “durante el tiempo de sus funciones, ni perseguido después por las opiniones y dictámenes que se haya expuesto en el tiempo de su representación”. Conforme el artículo 11 debían durar dos años en sus funciones los integrantes del máximo Tribunal de Justicia, los que no podían ser reelegidos inmediatamente sino hasta pasado dos periodos según el artículo 13, excepto si eran 10 aclamados por sus méritos con la totalidad de los votos, sin que puedan ser aclamados por una segunda ocasión sino por los menos hasta pasado un periodo o turno. Según el artículo 49 en caso de muerte de alguno de los integrantes de la Alta Corte de Justicia, ésta tenía la prerrogativa de nombrar con asistencia del Presidente del Estado un suplente u honorario que lo reemplace hasta la elección siguiente. El artículo 46 disponía que “Los demás Tribunales inferiores de primera instancia, los de los Corregidores, Alcaldes ordinarios, Jueces de Policía y los Pedáneos no son parte de la Representación Nacional, ni tampoco las Municipalidades que al presente existen, o en adelante se establezcan”. El artículo 48 disponía que el Poder Judicial “tiene derecho de nombrar los oficiales y subalternos que estime necesarios para el despacho de” sus asuntos; y que “su sueldo lo señalará la Legislatura, y lo mandará pagar el Poder Ejecutivo”; y según el artículo 50 todos los oficiales subalternos del Poder Judicial quedarán sujetos al juicio de la Alta Corte de Justicia “en todos los casos en que se hallen culpables in oficio, oficiando, y en los demás contenciosos serán juzgados con arreglo a las Leyes por el Poder Judicial”. Así mismo, el artículo 15 prohibía que los integrantes de la Alta Corte de Justicia fueran entre sí parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad, o segundo de afinidad, o comensales y paniaguados de su misma casa. Conforme el artículo 16 “los sospechosos en materia de Religión, los enemigos de la causa común, los neutrales, mientras no se decidan por hechos positivos, los deudores del Fisco, los que no son naturales de estos países, ni tienen carta de naturaleza librada por alguno de los Gobiernos libres de América, los menores de veinticinco años, y todos los demás comprendidos en la exclusión de las Leyes” quedaban también excluidos de tener parte en la Alta Corte. En el artículo 18 se preveía que ningún individuo de la máxima institución judicial “durante el tiempo de sus funciones podrá ser destinado a otro empleo lucrativo, ni comisionado fuera de la Provincia en que reside el Congreso, sino para alguna negociación para otro Estado previo el consentimiento del Congreso General, o para ser Diputado representante en él”. El artículo 28 previó la existencia de un Libro Secreto de la Sala de la Alta Corte de Justicia. El artículo 29 preceptuaba que el Presidente del Estado podía convocar y presidir sin voto en sesiones extraordinarias, la Sala de la Alta Corte de Justicia, ya sea sola, o en conjunto con los otros Poderes, cuando lo estime necesario para la utilidad común, y aunque no podía mezclarse en lo Legislativo y judicial debía velar sobre cada uno de los Poderes a fin de que cumplan y desempeñen todo el encargo de su representación imponiendo si fuese necesario, alguna pena pecuniaria a los negligentes. El artículo 42 disponía que “Sancionada que sea una Ley, y mandada publicar no se podrá derogar, ni enmendar por la misma Legislatura y sólo se podrá suspender su ejecución de acuerdo con todos tres Cuerpos hasta que se revea en la Legislatura siguiente, siempre que los inconvenientes que ocurran sean mayores que la utilidad de la Ley, y que no se hayan notado, o existido cuando ella se sancionó”. El artículo 43 disponía que “El Poder Legislativo tendrá sus sesiones ordinarias tres días en cada semana, de tres horas, y se juntará en sesión extraordinaria siempre y cuando el Presidente del Estado lo mande concurriendo utilidad pública; sea a petición del Poder Judicial, de las Municipalidades, o de propio mutuo”. Desde el punto de vista protocolario, el artículo 52 disponía que “En todos los casos en que se junte el Congreso y los demás Cuerpos de la Representación Nacional, al Presidente del Estado seguirán los Diputados de las Provincias, después los Asistentes del Poder Ejecutivo, luego los Miembros de la Legislatura, y finalmente los 11 de la Corte de Justicia. En estos casos actuará el Secretario del Congreso que será uno de los Diputados nombrado para el efecto: y en los demás en que sólo concurra dos Salas –o Cuerpos- de la Representación Nacional, actuará el Secretario de la Legislatura”. El artículo 53 preceptuaba que “En las concurrencias de la Iglesia, abolido el ceremonial de respeto, se guardará la costumbre en lo demás, asistiendo el Presidente del Estado con la Corte de Justicia a las fiestas juradas y de tabla: y sólo con la Municipalidad a las demás. Pero el día segundo de Navidad, el Jueves Santo, el día de Corpus, y el diez de agosto -aniversario de nuestra libertad-, asistirá completa con sus tres Cuerpos la Representación Nacional, y en estos cuatro días la Municipalidad” 4. Durante esta segunda etapa de rebelión independentista, como el mayor tribunal de justicia continuó desempeñándose la Audiencia, disminuida solamente en cuanto a sus funciones políticas, administrativas y gubernamentales, atribuciones que pasaron a la Junta Superior, entre el 20 de septiembre de 1810 y el 11 de diciembre de 1811 cuando desaparecieron una y otra. Luego entre el 11 de diciembre de 1811 y el 14 de febrero de 1812, la administración de justicia en última instancia estuvo en manos de los miembros del Congreso Constituyente que como ya se indicó concentró el ejercicio de los tres poderes. Entre el 20 de septiembre de 1810 y el 11 de diciembre de 1811 cuando aún se mantuvo la Audiencia, los Oidores preexistentes fueron ratificados en sus funciones, sin embargo, algunos de ellos fugaron a Guayaquil y Cuenca, ciudad esta última donde se reintegraron a la Audiencia restablecida conforme la normativa hispánica vigente, en enero de 1811, habiéndose producido entonces una suerte de convivencia de dos Audiencias. Para llenar las vacantes de los huidos la Junta Superior designó nuevos Oidores en ese periodo. Los desconocidos miembros de la flamante Alta Corte de Justicia designados el 14 de febrero de 1812 por la mayoría montufarista tuvieron un desempeño efímero de cinco días, pues el día 19, para intentar conciliar los ánimos con la bancada sanchista, se designó como miembros de la Alta Corte de Justicia a los cuatro jueces que fueron: los doctores D. José Javier de Ascázubi y Matheu, D. Francisco Javier de Salazar, D. Pedro Jacinto Escobar, y el lojano D. Juan José Mena, y como Fiscal al doctor D. Mariano Merizalde. Ya cuatro de ellos, excepto el Dr. Mena, fueron miembros del Senado de Justicia de 1809. El Obispo Cuero y Caicedo era el único que se mantenía inamovible, primero como el segundo presidente de la segunda Junta y luego como presidente del Congreso Constituyente o Supremo Congreso hasta el fin de esta segunda etapa revolucionaria. Temporalmente ejerció como Presidente del Estado y cabeza del Ejecutivo entre el 14 de febrero y 17 de marzo de 1812. Los otros miembros del Poder Ejecutivo nombrados el 19 de febrero, pues los electos desconocidos el 14 también tuvieron una existencia funcional muy pasajera por la misma causa señalada, fueron los tres Asistentes: el marqués de Selva Alegre, el Maestreescuela de la Catedral Dr. D. Calixto Miranda y Suárez y el Dr. D. Pedro Quiñones y Cienfuegos; y los dos Secretarios el Dr. D. Bernardo León y Carcelén y el Dr. D. Ignacio Ortiz de Cevallos5. Quiñones y León que en 1809 fueron senadores de justicia, en esta ocasión eran miembros del Ejecutivo. Todos estos individuos designados el 19 de febrero por lo menos debieron mantenerse en sus funciones unos pocos días, hasta mediados de marzo, en que como ya se ha indicado el partido sanchista entró a la fuerza en Quito y reorganizó parcialmente el plantel de autoridades del Supremo Congreso, pues como se encuentra señalado el día 24 de febrero desde Latacunga pidió esa minoría se cambie las autoridades electas, es decir, no estuvieron conformes con las designaciones hechas ni el 14 ni el 19. Es más, la Constitución de 1812, una vez dominado el Congreso Constituyente por el sanchismo, entró en vigencia parcialmente pues se mantienen durante lo que 12 quedaría de la segunda era revolucionaria algunos de los cargos propios creados al instalarse el Congreso que el texto constitucional ya no los menciona. Así mismo, se desconoce quiénes fueron miembros de la Alta Corte de Justicia desde mediados de marzo hasta el fin del segundo pronunciamiento libertario, nacido tibiamente y radicalizado al extinguirse gloriosamente. Quito, 14 de agosto del 2009 Elaboración: Patricio Muñoz Valdivieso 1 Eduardo Muñoz Borrero, Entonces fuimos España, Quito, 1989; Demetrio Ramos Pérez, entre el Plata y Bogotá, cuatro claves de la emancipación ecuatoriana, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1978; De la Torre Reyes, Carlos, La Revolución de Quito del 10 de Agosto de 1809, Banco Central del Ecuador, Centro de Investigación y Cultura, Colección Histórica XIII, http://es.wikipedia.org/wiki/Real_Audiencia_de_Quito; Segunda Edición, Quito, 1990; http://es.wikipedia.org/wiki/Real_Audiencia; http://es.wikipedia.org/wiki/Presidencia_de_Quito; http://www.efemerides.ec/1/mayo/colonia.htm: Alfredo Tinajero Cevallos y Amparo Barba González, Cronología de la Historia Resumida del Ecuador 2 Tomado de: Biblioteca Luis Ángel Arango, Banco de la República de Colombia. http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/actas-de-independencia/actas-declaracionesindependencia-001.html: Armando Martínez Garnica e Inés Quintero Montiel, Actas de formación de juntas y declaraciones de independencia (1809-1822), Reales Audiencias de Quito, Caracas y Santa Fe, UIS, 2007 "Una copia de esta acta fue incluida en el expediente criminal levantado contra los comprometidos en la primera Junta de Quito y se encuentra en el Archivo General de la Nación (Bogotá), Sección de la Colonia, Archivo Anexo, Historia, rollo 5, f. 609-611. Ha sido publicada por Carlos de la Torre Reyes en La Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809. Quito: Banco Central del Ecuador, 1990; p. 214-217 Borrero González, Manuel María, La Revolución Quiteña 1809-1812, 1962; Demetrio Ramos Pérez, entre el Plata y Bogotá, cuatro claves de la emancipación ecuatoriana, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1978, pp. 71-269; De la Torre Reyes, Carlos, La Revolución de Quito del 10 de Agosto de 1809, Banco Central del Ecuador, Centro de Investigación y Cultura, Colección Histórica XIII, Segunda Edición, Quito, 1990; Luis Felipe Borja (hijo), Para la historia del 10 de agosto de 1809, Boletín de la Sociedad de Estudios Históricos Americanos, Tomo II, Nos. 4-6, Colección de Revistas Ecuatorianas XXIX, Banco Central del Ecuador, Segunda Edición, Quito, 1988: Lista de sujetos que componen la Suprema Junta, el Senado y jefes de la Falange enviada el 21 de agosto de 1809 por el Marqués de Villa Orellana a su tío el Dr. D. Julián Francisco Cabezas, y cartas de los Quiñones, todos comprendidos dentro de uno de los tantos procesos incoados a los patriotas; Gangotena y Jijón, Cristóbal de, "Documentos históricos: algunos nombramientos de gobierno y justicia librados por la Suprema Junta Gubernativa del Reyno de Quito, Boletín de la Sociedad de Estudios Históricos Americanos, Tomo III, Nos. 7-9, Colección de Revistas Ecuatorianas XXIX, Banco Central del Ecuador, Quito, 1988: Libro de Tomas de Razón de las Reales Cajas de Quito 1808-1814; Eduardo Muñoz Borrero, Entonces fuimos España, Quito, 1989; Jurado Noboa, Fernando, Migración Internacional a Quito entre 1534 y 1934, Tomos I, II y III, Revistas SAG Nos. 51, 52 y 53, Quito, 1989, 1990 y 1993; Quintero Guzmán, Miguel, Linajes del Cauca Grande, Fuentes para la historia, Ediciones Uniandes, Bogotá, 2006; Fernando Jurado Noboa, El conquistador Rodrigo Pérez de Guzmán o el reino de la inteligencia, Vol. II, Rev. Sociedad Amigos de la Genealogía No. 205, 2008, Capítulo 31 13 3 Núñez del Arco, Ramón, Informe del Procurador General de Quito de 20 de mayo de 1813, en Documentos Históricos, Los hombres de agosto, Boletín de la Academia Nacional de Historia, No. 56, 1940; Borrero González, Manuel María, La Revolución Quiteña 1809-1812, 1962; Fernando Jurado Noboa, Datos genealógicos del prócer doctor Manuel Rodríguez de Quiroga y Cuenca, Revista Museo Histórico No. 48, 1970, pp. 100-106; Demetrio Ramos Pérez, entre el Plata y Bogotá, cuatro claves de la emancipación ecuatoriana, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1978, pp. 71-269; De la Torre Reyes, Carlos, La Revolución de Quito del 10 de Agosto de 1809, Banco Central del Ecuador, Centro de Investigación y Cultura, Colección Histórica XIII, Segunda Edición, Quito, 1990; Mena Villamar, Claudio, El Quito Rebelde (1809-1812), Abya Yala – Letra Nueva, Quito, 1997; Rodríguez O., Jaime E., Las primeras elecciones constitucionales en el Reino de Quito, 1809-1814 y 1821-1822, en Procesos, Revista Ecuatoriana de Historia, No. 14, 1999; Libros de Google: Rodríguez O., Jaime E., La Revolución Hispánica en el Reino de Quito, las elecciones de 1809-1814 y 1821-1822, en Marta Terán y José Antonio Serrano Ortega, editores, Las guerras de la Independencia, Colegio de Michoacán y otros, Méjico, 2002; Rodríguez O., Jaime E., La Revolución Política durante la época de la Independencia, El Reino de Quito 1808-1822, Universidad Andina Simón Bolívar – Corporación Editorial Nacional, Biblioteca de Historia, Quito, 2006; Fernando Hidalgo Nistri, Compendio de la Rebelión de América, Cartas de Pedro Pérez Muñoz sobre los acontecimientos en Quito de 1809 a 1815, Biblioteca del Bicentenario de la Independencia No. 11, FONSAL, Segunda Edición, Quito, 2008; Fernando Jurado Noboa, El conquistador Rodrigo Pérez de Guzmán o el reino de la inteligencia, Vol. II, Rev. Sociedad Amigos de la Genealogía No. 205, 2008, Capítulo 31; Patricio Muñoz Valdivieso, D. Mariano Guillermo Valdivieso y Valdivieso. Su biografía con miras a la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Quito (Conferencia en la Capilla de la hacienda de Chillo, Sangolquí, domingo 29 de marzo del 2009) 4 Texto tomado de Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01372764257917832311802/p0000001.htm #I_1_ 5 De la Torre Reyes, Carlos, La Revolución de Quito del 10 de Agosto de 1809, Banco Central del Ecuador, Centro de Investigación y Cultura, Colección Histórica XIII, Quito, 1990, pp. 558 14