Historia Corte - Corte Nacional de Justicia

Anuncio
HISTORIA DEL MÁXIMO TRIBUNAL DE JUSTICIA
DEL ECUADOR
El devenir de la máxima institución encargada de administrar justicia comprende
algunas etapas en su desarrollo, dadas conforme las circunstancias políticas e
ideológicas que se han sucedido a través de cuatro siglos y medio aproximadamente.
A continuación podemos ver las siguientes:
CAPITULO I
AUDIENCIA DE QUITO
(29 de agosto de 1563 – 3 de noviembre de 1718 // 26 de marzo de 1722 – 24 de
mayo de 1822)
El antecedente más remoto de nuestro máximo Tribunal de Justicia, en cuanto a
institución concebida desde la perspectiva cultural occidental, lo tenemos en la
Audiencia organizada para regir los destinos del entonces reino de Quito por Real
Cédula de 29 de agosto de 1563 expedida por el Rey Don Felipe II en la que el
soberano dispone que esa institución de naturaleza a su vez judicial y administrativa,
conocida bajo la normativa vigente de la época como Audiencia y Cancillería Real,
funcione con un Presidente, cuatro Oidores que a su vez se desempeñarán como
Alcaldes del Crimen, un Fiscal, un Alguacil Mayor, un Teniente de Gran Canciller y los
demás ministros y oficiales necesarios.
La instalación de aquella estuvo a cargo de su primer Presidente el licenciado
Hernando de Santillán quien la dio por inaugurada el 18 de septiembre de 1564 al
siguiente día de su llegada. La Audiencia fue suprimida por Real Cédula dictada el 25
o 27 de mayo de 1717, conocida el 28 de octubre y ejecutada el 3 de noviembre de
1718, en que fue adscrita a la Audiencia de Santa Fe. La restauración procedió de una
nueva Real Cédula dictada el 7 de febrero de 1720, la reinstalación se llevó a cabo el
26 de marzo de 1722 en Quito, y llegará a su fin con la incorporación de la ciudad de
Quito a Colombia tras la batalla de Pichincha del 24 de mayo de 1822. El último titular
de la presidencia de la Audiencia, lo fue interinamente, el General D. Melchor de
Aymerich1.
A raíz del golpe revolucionario del 10 de agosto de 1809, aunque la Audiencia
continuó existiendo nominalmente con el nombre también de Audiencia Nacional, sin
embargo, perdió sus atribuciones tanto ejecutivas en manos de la Junta Suprema
como las judiciales en manos del Senado de Justicia creados. Fue recuperando
progresivamente sus atribuciones, conforme a la antigua usanza normativa hispánica,
entre el 25 de octubre y 25 de noviembre de 1809. Sufrirá una nueva reducción de
facultades el 20 de septiembre de 1810 con la instalación de la Junta Superior
solamente en cuanto a su poder ejecutivo no así judicialmente hasta el 11 de
diciembre de 1811 en que desapareció en el territorio controlado por los
independentistas. Sin embargo, simultáneamente, desde enero de 1811 hasta el 11 de
1
diciembre del mismo año, existieron dos Audiencias, la indicada en el territorio
controlado por los patriotas, y la restablecida por los españoles en enero de 1811, con
sede temporal en Cuenca, la que ejerció su competencia sobre el territorio del país no
sujeto a las fuerzas emancipadoras.
La jurisdicción territorial sobre la que ejerció competencia este Tribunal fue modificada
por Real Cédula de 1740 y posteriormente sufrió otros recortes e interrupciones a raíz
del proceso independentista desde 1809. Así desde 1810 la parte de la gobernación
de Popayán que estaba sujeta a su jurisdicción, por temporadas y por zonas será libre,
por temporadas y por zonas nuevamente la Audiencia quiteña retomará el control, por
temporadas y por zonas será ejercida la jurisdicción por la Audiencia santafesina. En
1820 perderá el control por horas o días en casi todas las provincias que proclamaban
su independencia, aunque luego lo retomó. Finalmente, el 9 de octubre de ese año
perderá definitivamente a Guayaquil, así como el 4 de junio de 1821 Jaén de
Bracamoros, y luego en el transcurso de 1822 irá perdiendo progresivamente el resto
de las provincias al ser liberadas y agregadas a Colombia durante la campaña militar
emprendida por Sucre por orden de Bolívar, con ayuda proporcionada desde Perú por
San Martín, hasta culminar en la acción de armas de Pichincha.
CAPITULO II
FASE LIBERTARIA
2.1) 1809 (10 de agosto – 25 de noviembre)
Con el pronunciamiento del 10 de agosto de 1809, producto de varias reuniones
previas organizadas desde la Navidad del 25 de diciembre de 1808 en la hacienda de
Chillo del Marqués de Selva Alegre y de un largo y complejo proceso cimentado en
ideas que se venían divulgando y madurando desde hace más de medio siglo, se dio
inicio al primer movimiento que, concluirá tras casi trece años de un continuo batallar,
el 24 de mayo de 1822 en la emancipación completa del territorio del entonces
conocido como reino de Quito, y el 8 de diciembre de 1824 en la consolidación de la
independencia continental tras la batalla de Ayacucho, ganada por Sucre.
El documento que formalizó el primer grito de independencia, el Acta de formación
de la Junta Suprema de Quito, de la Falange Militar y del Senado de Justicia,
generalmente conocida como Acta de Independencia o primera Acta de
Independencia, denominada por sus contemporáneos, independentistas y
detractores, en sus documentos oficiales y declaraciones como “Constitución”,
“Acta” o “Constitución y Acta popular”, primera ley fundamental propia escrita en
nuestro país, aunque de incipiente elaboración teórica y técnica, suscrita el señalado
día 10 por una asamblea de los diputados barriales de la capital, realizada en el
Palacio Real, actual Palacio de Carondelet, ratificada el día 16 por una asamblea
popular ampliada en la Sala Capitular del convento de San Agustín, a la que
asistieron, entre otras autoridades, los flamantes dignatarios judiciales todos togados,
presididos por el Dr. D. Xavier de Ascázubi y Matheu, en cuya casa se redactó la
Constitución de 1809, carta que dispuso la creación de un Senado como el máximo
efectivo órgano administrador de justicia, función que debía cumplirla basándose
en los principios de prontitud y rectitud, denominados actualmente de celeridad y
probidad.
2
El máximo tribunal judicial como el gobierno y el ejército estaban encabezados,
conforme el sistema político adoptado en el reino de Quito, por el monarca reinante D.
Fernando VII de Borbón, representado por la Junta Suprema, también denominada
Junta Suprema Gubernativa o Suprema Junta o Junta Soberana o Consejo Central o
Junta Central o Junta Suprema Gubernativa Interina o Junta Gubernativa Interina,
generalmente conocida como primera Junta, presidida por el quiteño D. Juan Pío
Montúfar y Larrea, Marqués de Selva Alegre, quien también fue titulado Presidente del
Estado, e integrada por los ministros o secretarios de estado Dr. D. Juan de Dios
Morales y Leonín, n. de Santiago de Arma de Ríonegro en la neogranadina Antioquia,
Dr. D. Manuel Rodríguez de Quiroga y Cuenca, nativo de Chuquisaca, la actual ciudad
boliviana de Sucre, y el quiteño D. Juan de Larrea, en los despachos: el primero para
los negocios extranjeros y de la guerra, el segundo para el de gracia y justicia, y el
tercero para el de hacienda; los cuales como tales eran individuos natos de la Junta
Suprema. Morales y Quiroga serían los auténticos ideólogos y promotores de la
revolución, sobretodo el primero. Además la Junta Suprema estuvo conformada por
los marqueses de Solanda y Villa Rocha D. Felipe Carcelén y Sánchez de Orellana, de
Villa Orellana D. Jacinto Sánchez de Orellana y Chiriboga, y de Miraflores D. Mariano
Flores de Vergara y Jiménez de Cárdenas, D. Manuel Zambrano y Monteserrín, D.
Manuel de Larrea y Jijón, futuro marqués de San José, D. Manuel Matheu y Aranda,
representantes de los barrios, y por el quiteño D. Vicente Álvarez, secretario particular
con voto. Posteriormente, el día 12 incorporó como Vocales Natos de ella a los
Obispos de Quito y Cuenca doctores D. José Cuero y Caicedo, que también fue
nombrado Vicepresidente de la Junta Suprema, y D. Andrés Quintián y Ponte,
respectivamente. Solo Cuero y Caicedo aceptó los nombramientos el día 15, aunque a
Quintián siempre se lo consideró miembro. El día 13 ante el requerimiento del
Presidente del Estado, la Honorable Junta y los Oidores de la Audiencia Nacional, solo
el ayuntamiento capitalino designó como sus representantes para integrar la Junta
Suprema al quiteño D. Juan José Guerrero y Matheu y a D. Melchor Benavides, que
se incorporaron el mismo día.
Aquella institución judicial estuvo compuesta de doce senadores, a los que también se
los llamaba “Senadores y Ministros Togados”, distribuidos en dos Salas: Civil y
Criminal, consideradas también como la primera y segunda salas, cada una con
tratamiento de alteza. El Senado estaba efectivamente dirigido por un gobernador, que
a su vez presidía las dos Salas, aunque efectivamente solo presidía la Sala de lo Civil,
con dos mil pesos de sueldo y tratamiento de usía ilustrísima. La Sala de lo Criminal,
estaba presidida teóricamente por el gobernador pero efectivamente por un regente
subordinado al gobernador, con dos mil pesos de sueldo y tratamiento de señoría; los
demás ministros con el mismo tratamiento anterior y mil quinientos pesos de sueldo;
agregándose un protector general de indios con honores y sueldos de senador, y un
alguacil mayor con los tratamientos y emolumentos de la extinguida Audiencia.
Se nombró a los siguientes seis senadores para integrar la Sala de lo Civil, como
gobernador, y su vez en la práctica cabeza máxima del tribunal en pleno, al quiteño D.
José Javier Ascázubi y Matheu, decano al bugueño D. Pedro Jacinto Escobar;
ministros fueron electos el quiteño D. José Fernández Salvador y López, el
popayanejo D. Ignacio Tenorio y Carvajal y el quiteño D. Bernardo Ignacio de León y
Carcelén; y como fiscal fue designado el quiteño D. Mariano Merizalde. Para formar
parte de la Sala de lo Criminal, o del Crimen como también se la llamó, se eligió otros
seis senadores, como regente al español Oidor D. Felipe Fuertes Amar, como decano
al payanés D. Luis Quijano y Carvajal, como ministros al bugueño D. José del Corral y
Bandera, el momposino D. Víctor Félix de San Miguel y Cacho y el popayanejo o
payánes D. Salvador Murgueitio y Castillo, y como Fiscal a D. Francisco Javier de
Salazar. Fueron nombrados como Protector General de Indios D. Tomás Arechaga, n.
3
de Oruro en la actual Bolivia, y como Alguacil mayor o Alguacil Mayor de Corte D.
Antonio Solano de la Sala y Piedrahita. Parte de ellos se posesionaron el día 18.
Curiosamente, el Senado, conocido eventualmente también como Real Senado o
como Consejo, era el máximo Tribunal judicial en la práctica, sin embargo, coexistió
con la Audiencia, que durante este periodo, se denominó también Audiencia Nacional,
la cual se mantuvo teóricamente, aunque sin poder judicial y político real como el más
alto tribunal de justicia y máximo organismo de gobierno, facultades estas últimas que
pasaron realmente a la Junta Suprema. Las autoridades de la vieja Audiencia su
Presidente el Conde Ruiz de Castilla y dos de sus Oidores, el Regente D. José
Fuentes González Bustillos y el Dr. D. José Merchante de Contreras, fueron
destituidos el 10 de agosto y mantenidos en prisión unos días. Se ratificó por los
revolucionarios como Oidor a D. Felipe Fuertes y Amar y se designó, por existir una
plaza vacante de Oidor en ese organismo, al barbacoano Dr. D. Pedro Manuel
Quiñones y Cienfuegos. Tanto Fuertes y Quiñones, nominales Oidores Ministros
Togados de la Audiencia, recibieron nombramientos senatoriales lo que en la realidad
les permitía ejercer la judicatura.
La Junta Suprema, en nombre del Rey, expresaba el 26 de septiembre que debido a
“los motivos de sospecha y desconfianza que el Pueblo de Quito tenía en los antiguos
Magistrados y Ministros, se creó, entre otros objetos, un Senado de Justicia,
compuesto de dos Salas, una para el despacho de los negocios civiles, y otra para el
conocimiento de lo criminal, con los honores, distinciones y prerrogativas que tuvo mi
antigua Audiencia y Chancillería Real establecida en aquella Ciudad”, la que como ya
se ha indicado solo existía nominalmente.
El régimen entonces instalado duró hasta el 21 de octubre de ese año de 1809 en la
ciudad de Quito, en uso de las plenas facultades que se había dado al constituirse, ya
que ese día reconoció a la Suprema Junta Central Española como la representante del
Rey, con lo que perdió su sentido de ser. Continuó funcionando la Junta, que pasó
desde el 21 a llamarse Junta Provincial, como subordinada a la Central, y las demás
instituciones unos días más. La Junta Suprema y luego Provincial estuvo presidida
desde el 15 por D. Juan José Guerrero y Matheu, como sucesor del Marqués de Selva
Alegre, aunque a Guerrero, heredero del condado de Selva Florida, título que no le fue
despachado por no haber cancelado lo adeudado por su posesión, ya el 10 y 12 se lo
encuentra actuando interinamente como presidente en alternancia con el titular
marqués de Selva Alegre, cuya dimisión fue aceptada por la primera Junta el 13, día
en que se intentó elegir como presidente a D. Manuel Ruiz de Urries y Castilla, Conde
Ruiz de Castilla, depuesto Presidente de la Audiencia, y cuya reposición ya era
preparada desde el 22 de agosto por el mismo Montúfar y a la que posteriormente
coadyuvaron el mismo Guerrero y D. Manuel de Larrea y Jijón, otro miembro de la
Junta. El 7 de septiembre el Obispo Cuero y Caicedo se había separado de la Junta
Suprema.
La Junta Provincial, previa capitulación del 24, el día 25 designó como Presidente de
ella al Conde Ruiz de Castilla, que aceptó, con lo que se dio inicio a la reposición de la
Audiencia, según sus antiguas facultades que tenía hasta antes del 10 de agosto. El
25 de octubre, según lo acordado en la capitulación no se repuso –aún- a los dos
oidores: el Regente Fuentes González Bustillos, que había jurado que bebería la
sangre de unos 14 líderes rebeldes, ni a Merchante. Solo el Oidor Fuertes y el Fiscal
interino Arechaga debían ser repuestos en sus antiguos empleos y además fueron
llamados a integrar el Real Senado de Justicia, institución que conforme lo capitulado
debía ser modificada consensualmente por el Presidente Conde Ruiz de Castilla y la
Junta, pues se consideraba que esos individuos gozaban de la estimación pública,
4
aunque el primero, momentáneamente, no se integró por considerar que el insurgente
D. Juan Salinas continuaba al mando de la Falange de Guerra, creación de los
independentistas. Otro punto acordado fue que se cambie los tratamientos de la Junta
y sus integrantes.
De manera progresiva, la Audiencia volvió a su estado pleno de atribuciones, el día 27
el Presidente de la Junta Provincial en conformidad con parte de sus integrantes
Guerrero, Benavides, Zambrano y Álvarez, destituyó a “los Secretarios de Estado,
Guerra, Gracia y Justicia y Hacienda, mediante a que según los principios expuestos,
deben quedar sin funciones y abolida la potestad Suprema que se atribuyó
arbitrariamente a la Junta instalada el 10 de agosto del presente año”, y poco a poco
se aniquiló sus demás creaciones, como lo fue el Senado de Justicia, proceso que se
puede dar por concluido el 25 de noviembre con la disolución que hizo el Coronel D.
Juan de Salinas, cabeza militar visible que fue de la revolución, del Escuadrón de
Dragones del que se había hecho cargo el 17 de noviembre tras renunciar a la
Comandancia de las Compañías de Infantería que constituían la Falange Militar. Aún
el 3 de noviembre existían la Junta Provincial y el Senado. Incumpliendo las
capitulaciones, Ruiz de Castilla reinstaló en sus puestos de Oidores a Fuentes
González Bustillos y a Merchante de Contreras.
De esta forma desapareció este primer movimiento libertario, luego de verificarse
desde el mismo agosto, a los pocos días de organizado el nuevo sistema político, la
progresiva contrarrevolución monarquista dentro de las mismas filas de las
instituciones creadas y en Latacunga, Ambato, Riobamba y Guaranda, y al conocerse
la inminente llegada de las tropas represoras virreinales peruanas y las de las
gobernaciones de Popayán, Cuenca y Guayaquil. Coincidencialmente, los tres Oidores
estaban desterrados en varias partes del territorio sujeto al régimen emancipador,
haciendo propaganda contra la rebelión de agosto. La revolución nacida radical,
esperanzadora e innovadora, fue apagando su ardor, al verse materialmente cercada,
al parecer la actitud de Montúfar, manifiesta en devolver la autoridad a la Audiencia,
empezó a convertirse en la más apropiada solución para evitar una tragedia de mayor
proporción, lo que no se consiguió, pues el 4 de diciembre empezaron los arrestos e
instrucciones judiciales contra los patriotas que culminaron en la horrenda y fatídica
inmolación de los principales protagonistas de la revolución que despertó la conciencia
libertaria de la América española.
Claros conspiradores contra la revolución fueron, además de algunos integrantes de la
Junta, también algunos senadores, entre los que se cuentan Tenorio, Fuertes y San
Miguel, el Protector General de Indios Arechaga y el Alguacil Mayor Solano de la Sala.
El 13 de agosto se admite la renuncia del Dr. San Miguel seguramente presentada el
12 y en su reemplazo es electo el payanés Dr. D. Antonio Texada, quien ese mismo
día 13 fue trasladado de la Sala de lo Criminal para la que había sido designado a la
Civil, haciéndose entonces un canje con D. Bernardo de León, que pasó de la Civil a la
Criminal, previo acuerdo al que se había llegado el mismo 12. El 13 era designado
senador de la Sala de lo Civil el Oidor Quiñones en reemplazo del senador Tenorio
que fugó a Popayán, según contaba León, por el eventual derramamiento de sangre
que Tenorio intuía se acercaba. Arechaga así mismo se excusa y es designado en su
lugar como Protector General de Naturales y Ministro Togado del Real Senado el
bugueño Dr. D. Vicente Lucio Cabal y Varona. Todos estos nombramientos eran
comunicados al Gobernador del Senado Ascázubi a través del Ministerio de Estado
respectivo.
Fuertes como Oidor y Asesor, que morirá ahorcado en diciembre de 1810 durante un
levantamiento de los indios y el populacho quiteños, San Miguel como Teniente de
5
Canciller y Fiscal, y Arechaga como Fiscal interino, se contaron luego entre los
principales perseguidores de los patriotas de agosto. San Miguel en 1810 junto con el
ex presidente Guerrero serán designados en premio a sus delaciones como alcaldes
ordinarios de segundo y primer voto de Quito, respectivamente. Arechaga actuaba
además de esa forma por cuanto recaía sobre sí la sospecha, para los realistas, de
que por su negligencia durante el proceso incoado en marzo y abril de 1809 contra
Montúfar, Salinas, Morales, Quiroga, D. Nicolás de la Peña y otros, no se detuvo el
pronunciamiento de agosto. Tenorio actuaría como Oidor de la Audiencia repuesta en
todas sus facultades desde 1810 ocupando de forma titular la vacante que
temporalmente en 1809 la obtuvo Quiñones. Solano de la Sala se mantendría como
Alguacil Mayor en la restaurada Audiencia. También en la línea contrarrevolucionaria
estuvo comprometido de manera directa Fernández Salvador, comisionado cerca de
las autoridades civiles y eclesiásticas guayaquileñas para obtener su adhesión.
Fernández Salvador, furibundo realista, a medio camino, desde Bodega el 13 de
septiembre, comunicaba al también comisionado para el mismo fin el Marqués de Villa
Orellana que se encontraba en Guaranda, que se excusaba del cumplimiento de la
misión, que renunciaba al cargo senatorial y que se dirigía a Guayaquil a ponerse a
órdenes del Gobernador realista, dejando desconcertado al marqués; en 1810
Fernández Salvador fue premiado con el nombramiento de Corregidor de Riobamba.
Para evitar la ira del repuesto gobierno español, algunos senadores, en mayor o
menor grado, intentaron en sus confesiones desatenderse de su compromiso
independista, así tenemos a Murgueitio y Tejada, comisionados cerca de las
autoridades civiles y eclesiásticas cuencanas, y popayanejas y pastusas,
respectivamente, para obtener su adhesión. Murgueitio en vez de defender los
principios de la actuación revolucionaria, la justificaba como producto de la ignorancia
sobre lo que realmente sucedía políticamente en la península ibérica. Tejada ni
siquiera aceptó el cometido, aunque luego participó en la negociación de las
capitulaciones, escritas por Morales y Quiroga, para entregar la presidencia a Ruiz de
Castilla. El senador Salazar quien al ser acusado de haber redactado las cartas y
oficios dirigidos para fomentar la rebelión de otras poblaciones en su calidad de
Asesor del Cabildo, se defendió mencionando que “ni entró en la Fiscalía del Crimen
del llamado Senado… habiendo hecho por otro lado cuanto pudo porque se guardase
la debida subordinación a la Suprema Junta Central del Reyno”, además responde que
la incriminación que se le hace la ha promovido San Miguel y otros capitulares, es
decir, los regidores del cabildo, para librarse, pues dice que “tan letrado fue el Asesor
como el Procurador General Síndico Dr. San Miguel”.
El senador Quijano acompañó al marqués de Selva Alegre a Ambato cuando huían de
la amenaza de ser sacrificados por varios quiteños que vieron en la entrega de la
presidencia a Ruiz de Castilla la plasmación de las maquinaciones de Montúfar para
hacer fracasar la revolución, opinión que el Virrey del Perú Abascal se había
encargado de difundir maliciosamente casi desde el comienzo de la rebelión; a
Quijano se le había interceptado una carta en que criticaba la conformación de la
Junta; además declaró que desempeñó el empleo senatorial contra su voluntad y que
recomendó siempre se reconozca a la Junta Central española. El senador Merizalde
adujo que impidió a Morales y Salinas saquear las Cajas Reales y que trabajó por el
restablecimiento del legítimo gobierno. El senador Escobar, que en abril de 1810 se
desempeñaba como Procurador General del Cabildo en premio a su defección, sin
embargo, consiguió gracias a su mesurada carta dirigida al Virrey de Nueva Granada
D. Antonio Amar y Borbón, que el proceso que se llevaba contra los revolucionarios
pase a la referida autoridad ya que afirma que todo es un montaje “resultado que fue
una maquinación perversa de los émulos de los mismos presos que aspiran a su
destrucción”, esperando así evitar la tragedia que de todos modos se desató.
6
El senador León en todo caso las debió pasar muy mal pues se le acusó de difundir la
proclama de Quiroga y de incitar a D. Pablo Hilario Chica para que provoque que
Cuenca se una al plan revolucionario. Otros reputados como leales a la causa
independentista fueron Quiñones, procesado por haber escrito cartas sediciosas para
conseguir que su natal Barbacoas se subleve, y sobretodo Ascázubi, el Gobernador
del Senado, testa representativa del más alto tribunal de justicia, en cuya casa se
redactó el primer documento constitucional de la patria niña.
Otros dos nombramientos hechos por la Suprema Junta Gubernativa de funcionarios
del Senado, pero que no eran miembros del Tribunal, fueron los dados el 25 a favor
del Dr. D. Nicolás Ximénez y Escandón, bugueño y Lic. D. José Padilla y Moncayo,
quiteño, individuos del Colegio de Abogados del Real Senado, designados Agente
Fiscal de lo Criminal y Agente Fiscal de lo Civil, respectivamente.
La jurisdicción territorial efectiva sobre la que pudieron ejercer sus actividades
gubernamentales y judiciales tanto la Junta Suprema como el Senado de Justicia se
redujo a los corregimientos de Ibarra, Otavalo, Quito, Latacunga, Ambato, Chimbo y
Riobamba, la cuencana tenencia de corregimiento de Alausí y las gobernaciones de
Esmeraldas y Quijos, es decir, sobre las actuales provincias de Carchi, Imbabura,
Pichincha, Santo Domingo de los Tsáchilas, Cotopaxi, Tungurahua, Bolívar,
Chimborazo, Esmeraldas, Napo, Sucumbíos, Orellana y Pastaza. El resto del territorio
del reino de Quito se mantuvo sometido al gobierno español, a pesar del deseo
expresado en el indicada Acta que se vayan incorporando provincias que eran y no
eran parte del antiguo reino quiteño2.
2.2) 1810 (20 de septiembre) - 1812 (8 noviembre)
Tras el trágico desenlace del dos de agosto de 1810 en que el elemento cualitativo de
la intelectualidad promotora del levantamiento del 10 de agosto de 1809 fue
masacrado, llegó a Quito el 12 de septiembre el Tte. Coronel de Caballería D. Carlos
Montúfar y Larrea en calidad de Comisionado Regio, designado por el Supremo
Consejo de Regencia español instalado como ente sucesor de la Suprema Junta
Central para gobernar en nombre del prisionero Rey D. Fernando VII, para apaciguar
los ánimos y sobretodo llevarlos en consonancia con el señalado órgano motor de la
resistencia peninsular española a la invasión francesa.
Luego de una serie de deliberaciones y consultas, se dispuso el día 20 en cabildo
abierto, tras una previa asamblea reunida el día 19, la organización de la segunda
Junta, rectora del desarrollo del reino de Quito, a la manera de las españolas, es decir,
subordinada al Consejo de Regencia, la cual se denominó Junta Superior o Junta
Superior de Gobierno o Junta Superior de Gobierno Provisional o Junta Superior
Gubernativa o Junta Provincial, a cuyo cargo quedó el manejo del gobierno, guerra y
hacienda, en tanto que en manos del Presidente de ella quedaron las funciones
atinentes al ejercicio del vicepatronato y el juzgamiento de infracciones sobre materia
de hacienda. Las únicas designaciones hechas el 20 fueron la de Presidente nato que
recayó en el español D. Manuel Ruiz de Urries y Castilla, Conde Ruiz de Castilla,
Presidente de la Audiencia; y las de vocales natos que fueron el mismo Comisionado
Regio Montúfar, quiteño, y el Obispo Dr. D. José Cuero y Cayzedo, caleño.
Más tarde, el día 22, otro cabildo abierto eligió Vicepresidente al Marqués de Selva
Alegre D. Juan Pío Montúfar y Larrea, Presidente que fue de la primera Junta o Junta
Suprema, y a los restantes integrantes de ella, entre los cuales estuvieron D. Manuel
7
Zambrano y Monteserrín, el marqués de Villa Orellana Dr. D. Jacinto Sánchez de
Orellana y Chiriboga, D. Manuel Larrea y Jijón, D. Juan Larrea y D. Manuel Matheu y
Aranda, que fueron miembros también de la primera Junta, además también se eligió
para integrarla al presbítero Dr. D. Francisco Rodríguez de Soto, al presbítero Dr. D.
José Manuel Caicedo y Cuero, sobrino del Obispo, al presbítero ambateño Dr. D.
Prudencio Vásconez, al mercedario riobambeño Fray Álvaro Guerrero y León, al lojano
D. Mariano Guillermo Valdivieso y Valdivieso, al Dr. D. Mariano Merizalde, y al Alférez
Real D. Juan Donoso. Se designaron Secretarios de la Junta al Dr. Luis Quijano, Vocal
Secretario de Estado y Guerra, y al Dr. Salvador Murgueytio, Vocal Secretario de
Gracia, Justicia y Hacienda. Además, se ordenó el destierro del perseguidor
Arechaga.
Es necesario acotar que días antes de la instalación de la segunda Junta sucedida el
20 de septiembre, el 26 de agosto en una asamblea ampliada convocada para evitar
que el Comisionado Montúfar cumpla su propósito, el Fiscal interino de la Audiencia, el
ya conocido Arechaga, secundado por el Oidor Fuertes, ex integrantes del Real
Senado de 1809, intentaron eregir una Junta de Gobierno a su medida, presidida por
Ruiz de Castilla, lo que no consiguieron por la prevención general que suscitó entre los
quiteños.
Posteriormente, el 9 de octubre del mismo 1810 la Junta Superior erigió a la provincia
o reino de Quito en Capitanía General. Bajo el influjo del bando sanchista liderado por
el marqués de Villa Orellana en contraposición con el montufarista, se reorganizó la
segunda Junta, con la mira puesta en despojarla de cualquier lazo de dependencia
con el Consejo de Regencia y las Cortes españolas reunidas en Cádiz, como reacción
a la resolución de 4 de abril de 1811 del Consejo de Regencia de subordinar la Junta
Superior de Quito a la Audiencia y disponer que debía subsistir hasta que las Cortes
dicten la Constitución española. Es así como el 11 de octubre de 1811 se determinó
que debía convocarse un Congreso Constituyente que avance decididamente hacia la
obtención de la completa emancipación, y para conseguirlo, separaron u obligaron a
renunciar al Conde Ruiz de Castilla a la presidencia de la segunda Junta y en su lugar
introdujeron al Obispo Cuero y Caicedo.
El flamante primer Congreso Constituyente se instaló el 4 de diciembre con mayoría
montufarista. Representaba a ocho provincias, de las que se conoce siete: los
corregimientos de Ibarra, Quito, Latacunga, Ambato, Chimbo/Guaranda y Riobamba y
la tenencia de corregimiento de Alausí; se desconoce cuál fue la octava: acaso el
corregimiento de Otavalo que no tuvo o no asistió su representante los primeros días
de la instalación del Congreso, o quizás, fue la ciudad de Pasto que había sido
incorporada manu militari el 22 de septiembre de 1811 por la segunda Junta y se
mantuvo así bajo dependencia de ella y de su ente sucesor el Congreso Constituyente
hasta marzo de 1812 en que pasó a control de la Junta de Popayán, sin embargo, se
desconoce si tuvo representación o aquella no asistió. Quizás el corregimiento de
Otavalo fue adscrito a Ibarra y se pensaría que la octava provincia sería Pasto. La
gobernación de Quijos se supone también estuvo bajo el control de los
independentistas, pero al parecer su jurisdicción fue adscrita a Quito. Los gobiernos
seccionales de la Costa, Cuenca, Loja y de las gobernaciones surorientales, al crearse
la segunda Junta, jamás reconocieron ni a la segunda Junta ni al Congreso, y por lo
tanto cuando desde enero de 1811 fue restablecida la Audiencia, con sus antiguas
atribuciones y con sede temporal en Cuenca, por D. Joaquín Molina y Zuleta, llegado
a Guayaquil el 7 desde Perú, designado por la Regencia como sucesor del Conde
Ruiz de Castilla, se sometieron a ella.
Presidente del Congreso Constituyente fue designado el Obispo Dr. D. José Cuero y
Caicedo, y Vicepresidente el Marqués de Selva Alegre D. Juan Pío Montúfar. El día 11
8
de diciembre de 1811 el Congreso abandonaba la dependencia tanto de la Regencia
como de las Cortes españolas así como propugnaba la confederación con las
provincias circundantes, así daba un segundo grito de libertad, reconociendo como
única autoridad al Rey D. Fernando VII. Como consecuencia de esta acción concentró,
en razón de su naturaleza, el ejercicio de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y
judicial, y por lo tanto dio fin a la vida de la Junta Superior y a la existencia de la
Audiencia existente en la zona que controlaba.
El Acta que consagraba esta nueva determinación independentista estuvo suscrita por
el Presidente del Congreso Constituyente, Ilmo. José Cuero y Cayzedo.
Vicepresidente, Marqués de Selva Alegre. Manuel Zambrano, Representante del
Ayuntamiento. Calixto Miranda, Diputado por la ciudad de Ibarra. Francisco Rodríguez
Soto, Representante del Cabildo Eclesiástico. Prudencio Bascones, Diputado del Clero
secular. Fray Álvaro Guerrero, Representante del Clero Regular. El Marqués de Villa
Orellana, Representante de la Nobleza. Mariano Guillermo Valdivieso, Representante
de la Nobleza. Manuel Larrea, Representante de la Parroquia de Santa Bárbara.
Manuel Mateu, Diputado y Representante de la Parroquia de San Marcos. Dr. Mariano
Merizalde, Representante del Barrio de San Roque. Dr. Francisco Aguilar,
Representante de Riobamba. Dr. Miguel Antonio Rodríguez, Vocal, Representante del
Barrio de San Blas. Dr. José Manuel Flores, Vocal, Representante de la Villa de
Latacunga y sus pueblos. Dr. Miguel Suárez, Representante de la Villa de Ambato y
sus pueblos. José Antonio Pontón, Diputado Representante de la Villa de Alausí y sus
pueblos. Dr. Antonio Ante, Diputado por la Villa de Guaranda y sus pueblos. Dr. Luis
Quijano, Vocal Secretario de Estado y Guerra. Dr. Salvador Murgueytio, Vocal
Secretario de Gracia, Justicia y Hacienda, todos integrantes del Congreso. De ellos,
Merizalde, Quijano y Murgueytio habían sido en 1809 senadores de justicia.
Para elaborar la carta constitucional se presentaron tres proyectos a consideración por
tres notables sacerdotes, uno fue el del Dr. D. Miguel Antonio Rodríguez, que fue el
aprobado, otro el del ibarreño Dr. D. Calixto Miranda y Suárez y un tercero del limeño
Dr. D. Manuel Guizado. Se dictó entonces la primera Constitución, pero cuando el
bando montufarista el 14 de febrero de 1812 acaparó los nombramientos para el
ejercicio de los tres poderes, la minoría sanchista no firmó el 15 de febrero el texto
constitucional concluido de redactar el día 12, y ante las presiones y medios
coercitivos con que se pretendía obligar a suscribir el documento a los integrantes de
esa minoría, incluido la amenaza de prisión, aquellos se refugiaron en Latacunga,
desde donde el 24 pidieron se anulen los nombramientos efectuados por haberlos
hecho antes de aprobar la Constitución y sin las firmas de todos los diputados
constituyentes, uno de los no suscriptores fue el autor del proyecto el Dr. Rodríguez.
Desconocieron los sanchistas a las autoridades del también llamado Supremo
Congreso o Congreso Supremo Nacional o Congreso General o Congreso Supremo
Provincial o Supremo Consejo o Supremo Senado, y con apoyo militar tomaron Quito,
previa mediación del Presidente de la Junta de Popayán D. Joaquín Caicedo, lo que
se consiguió en marzo, entonces, aunque el Obispo Cuero y Caicedo el 17 de marzo
renunció a la Presidencia del Supremo Congreso, no se le aceptó; y en lugar del
Vicepresidente Montúfar fue designado el sanchista D. Mariano Guillermo de
Valdivieso para la Vicepresidencia. Cuando Quito fue tomada el 8 de noviembre por el
Gral. D. Toribio Montes, nuevo Presidente de la Audiencia de Quito, cuya sede
temporalmente se encontraba en Cuenca, seguía como Presidente del Supremo
Congreso el Obispo Cuero y Caicedo mientras que la Vicepresidencia la
desempeñaba el sanchista sacerdote Dr. D. Prudencio Vásconez, sin embargo, la
resistencia de algunos partidarios del Supremo Congreso continuó bajo el mando del
último Comandante del Ejército el indicado D. Carlos Montúfar hasta que el 1 de
diciembre fueron derrotados en el combate de Yaguarcocha. Así, el Supremo
9
Congreso, entidad sucesora de la segunda Junta de Gobierno, desapareció
conjuntamente con la segunda proclama independentista.
La Constitución del Estado del reino o provincia de Quito de 1812, nacida viciada por
abuso de la mayoría política como ya se ha señalado3, reconocía en su artículo 5
como su “Monarca al señor don Fernando Séptimo, siempre que libre de la dominación
francesa y seguro de cualquier influjo de amistad, o parentesco con el Tirano de la
Europa pueda reinar, sin perjuicio de esta Constitución”, es decir que era el Jefe de
Estado reconocido, aunque si poder efectivo.
Disponía en su Artículo 8 la separación y distinción de Poderes: Ejecutivo, Legislativo
y Judicial, todos los que, bajo la denominación de Cuerpos, constituían la
Representación Nacional. Se aclara que al Cuerpo o Poder Legislativo además de
nominarlo Congreso también se lo llamaba Consejo o Senado. Así mismo, en el
artículo 47 se preceptuaba que “Siendo los tres Poderes diversos, ejercicios solamente
de una autoridad soberana, ellos son iguales entre sí, y unas mismas las prerrogativas
de los Cuerpos -Ejecutivo, Legislativo y Judicial- que lo ejercitan sin perjuicio de los
recursos extraordinarios que se pueden elevar de la Corte de Justicia al Poder
Legislativo, y Ejecutivo juntos, como de una parte al todo. En cuyo caso el Presidente
del Estado nombrará cuatro miembros de la Legislatura que asociados al Poder que se
halle expedito, conozcan y resuelvan por pluralidad de los votos concurrentes”.
El artículo 9 determinaba que el Poder Judicial se ejercitará por la Alta Corte de
Justicia o Corte de Justicia, formada por cinco individuos, de los cuales cuatro serán
jueces que se turnarán en la Presidencia de la única Sala que la compone, y un Fiscal,
nombrados todos por el Congreso. Aquello concuerda con lo determinado en la
Sección cuarta que trata Del Poder Judicial, artículo 45 que decía “El Supremo Poder
Judicial como parte de la autoridad soberana, o modificación suya, se ejercitará por la
alta Corte de Justicia en todos los casos, o cosas que las Leyes han dispuesto con
respecto a las extinguidas Audiencias sobre las materias civiles y criminales
contenciosas, salvo las reservadas por esta Constitución a los Poderes Ejecutivo y
Legislativo: se les contribuirá del Erario, o fondo público mil y quinientos pesos por
año” como sueldo de cada uno de estos funcionarios. Y así mismo se encuentra
conforme con el artículo 44 en que se expresa que en la Alta Corte de Justicia, la
Presidencia de la Sala, en sus sesiones ordinarias, se alternará por turno entre sus
individuos, verificándose éste cada tres meses.
Para su funcionamiento, el Supremo Congreso, según reza el artículo 54, sancionó un
Reglamento Provisional para normar el ejercicio de los tres Poderes, del cual se
acordó que “se publique por Bando, en inteligencia que para las restantes sesiones se
procederá, o por el mismo Supremo Congreso o por el Poder Legislativo,
reformándose si lo exigiesen las circunstancias los Artículos que parezcan
inadaptables, o contrarios al carácter y necesidades de la Nación”. El artículo 34 exigía
al Poder Legislativo el mandato de reformar el procedimiento a seguir en los Juicios
Civiles y Criminales en todos los Tribunales del Estado.
Todos los miembros de la Alta Corte de Justicia conforme el artículo 10, debían ser
responsables ante su órgano nominador, es decir, el Congreso, al momento de
residenciarlos o auditarlos; y según el artículo 51 ningún miembro de la Alta Corte de
Justicia podía ser apresado “durante el tiempo de sus funciones, ni perseguido
después por las opiniones y dictámenes que se haya expuesto en el tiempo de su
representación”. Conforme el artículo 11 debían durar dos años en sus funciones los
integrantes del máximo Tribunal de Justicia, los que no podían ser reelegidos
inmediatamente sino hasta pasado dos periodos según el artículo 13, excepto si eran
10
aclamados por sus méritos con la totalidad de los votos, sin que puedan ser
aclamados por una segunda ocasión sino por los menos hasta pasado un periodo o
turno. Según el artículo 49 en caso de muerte de alguno de los integrantes de la Alta
Corte de Justicia, ésta tenía la prerrogativa de nombrar con asistencia del Presidente
del Estado un suplente u honorario que lo reemplace hasta la elección siguiente.
El artículo 46 disponía que “Los demás Tribunales inferiores de primera instancia, los
de los Corregidores, Alcaldes ordinarios, Jueces de Policía y los Pedáneos no son
parte de la Representación Nacional, ni tampoco las Municipalidades que al presente
existen, o en adelante se establezcan”. El artículo 48 disponía que el Poder Judicial
“tiene derecho de nombrar los oficiales y subalternos que estime necesarios para el
despacho de” sus asuntos; y que “su sueldo lo señalará la Legislatura, y lo mandará
pagar el Poder Ejecutivo”; y según el artículo 50 todos los oficiales subalternos del
Poder Judicial quedarán sujetos al juicio de la Alta Corte de Justicia “en todos los
casos en que se hallen culpables in oficio, oficiando, y en los demás contenciosos
serán juzgados con arreglo a las Leyes por el Poder Judicial”.
Así mismo, el artículo 15 prohibía que los integrantes de la Alta Corte de Justicia
fueran entre sí parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad, o segundo de
afinidad, o comensales y paniaguados de su misma casa. Conforme el artículo 16 “los
sospechosos en materia de Religión, los enemigos de la causa común, los neutrales,
mientras no se decidan por hechos positivos, los deudores del Fisco, los que no son
naturales de estos países, ni tienen carta de naturaleza librada por alguno de los
Gobiernos libres de América, los menores de veinticinco años, y todos los demás
comprendidos en la exclusión de las Leyes” quedaban también excluidos de tener
parte en la Alta Corte. En el artículo 18 se preveía que ningún individuo de la máxima
institución judicial “durante el tiempo de sus funciones podrá ser destinado a otro
empleo lucrativo, ni comisionado fuera de la Provincia en que reside el Congreso, sino
para alguna negociación para otro Estado previo el consentimiento del Congreso
General, o para ser Diputado representante en él”.
El artículo 28 previó la existencia de un Libro Secreto de la Sala de la Alta Corte de
Justicia. El artículo 29 preceptuaba que el Presidente del Estado podía convocar y
presidir sin voto en sesiones extraordinarias, la Sala de la Alta Corte de Justicia, ya
sea sola, o en conjunto con los otros Poderes, cuando lo estime necesario para la
utilidad común, y aunque no podía mezclarse en lo Legislativo y judicial debía velar
sobre cada uno de los Poderes a fin de que cumplan y desempeñen todo el encargo
de su representación imponiendo si fuese necesario, alguna pena pecuniaria a los
negligentes.
El artículo 42 disponía que “Sancionada que sea una Ley, y mandada publicar no se
podrá derogar, ni enmendar por la misma Legislatura y sólo se podrá suspender su
ejecución de acuerdo con todos tres Cuerpos hasta que se revea en la Legislatura
siguiente, siempre que los inconvenientes que ocurran sean mayores que la utilidad de
la Ley, y que no se hayan notado, o existido cuando ella se sancionó”. El artículo 43
disponía que “El Poder Legislativo tendrá sus sesiones ordinarias tres días en cada
semana, de tres horas, y se juntará en sesión extraordinaria siempre y cuando el
Presidente del Estado lo mande concurriendo utilidad pública; sea a petición del Poder
Judicial, de las Municipalidades, o de propio mutuo”.
Desde el punto de vista protocolario, el artículo 52 disponía que “En todos los casos en
que se junte el Congreso y los demás Cuerpos de la Representación Nacional, al
Presidente del Estado seguirán los Diputados de las Provincias, después los
Asistentes del Poder Ejecutivo, luego los Miembros de la Legislatura, y finalmente los
11
de la Corte de Justicia. En estos casos actuará el Secretario del Congreso que será
uno de los Diputados nombrado para el efecto: y en los demás en que sólo concurra
dos Salas –o Cuerpos- de la Representación Nacional, actuará el Secretario de la
Legislatura”. El artículo 53 preceptuaba que “En las concurrencias de la Iglesia,
abolido el ceremonial de respeto, se guardará la costumbre en lo demás, asistiendo el
Presidente del Estado con la Corte de Justicia a las fiestas juradas y de tabla: y sólo
con la Municipalidad a las demás. Pero el día segundo de Navidad, el Jueves Santo, el
día de Corpus, y el diez de agosto -aniversario de nuestra libertad-, asistirá completa
con sus tres Cuerpos la Representación Nacional, y en estos cuatro días la
Municipalidad” 4.
Durante esta segunda etapa de rebelión independentista, como el mayor tribunal de
justicia continuó desempeñándose la Audiencia, disminuida solamente en cuanto a sus
funciones políticas, administrativas y gubernamentales, atribuciones que pasaron a la
Junta Superior, entre el 20 de septiembre de 1810 y el 11 de diciembre de 1811
cuando desaparecieron una y otra. Luego entre el 11 de diciembre de 1811 y el 14 de
febrero de 1812, la administración de justicia en última instancia estuvo en manos de
los miembros del Congreso Constituyente que como ya se indicó concentró el ejercicio
de los tres poderes. Entre el 20 de septiembre de 1810 y el 11 de diciembre de 1811
cuando aún se mantuvo la Audiencia, los Oidores preexistentes fueron ratificados en
sus funciones, sin embargo, algunos de ellos fugaron a Guayaquil y Cuenca, ciudad
esta última donde se reintegraron a la Audiencia restablecida conforme la normativa
hispánica vigente, en enero de 1811, habiéndose producido entonces una suerte de
convivencia de dos Audiencias. Para llenar las vacantes de los huidos la Junta
Superior designó nuevos Oidores en ese periodo.
Los desconocidos miembros de la flamante Alta Corte de Justicia designados el 14 de
febrero de 1812 por la mayoría montufarista tuvieron un desempeño efímero de cinco
días, pues el día 19, para intentar conciliar los ánimos con la bancada sanchista, se
designó como miembros de la Alta Corte de Justicia a los cuatro jueces que fueron: los
doctores D. José Javier de Ascázubi y Matheu, D. Francisco Javier de Salazar, D.
Pedro Jacinto Escobar, y el lojano D. Juan José Mena, y como Fiscal al doctor D.
Mariano Merizalde. Ya cuatro de ellos, excepto el Dr. Mena, fueron miembros del
Senado de Justicia de 1809.
El Obispo Cuero y Caicedo era el único que se mantenía inamovible, primero como el
segundo presidente de la segunda Junta y luego como presidente del Congreso
Constituyente o Supremo Congreso hasta el fin de esta segunda etapa revolucionaria.
Temporalmente ejerció como Presidente del Estado y cabeza del Ejecutivo entre el 14
de febrero y 17 de marzo de 1812. Los otros miembros del Poder Ejecutivo nombrados
el 19 de febrero, pues los electos desconocidos el 14 también tuvieron una existencia
funcional muy pasajera por la misma causa señalada, fueron los tres Asistentes: el
marqués de Selva Alegre, el Maestreescuela de la Catedral Dr. D. Calixto Miranda y
Suárez y el Dr. D. Pedro Quiñones y Cienfuegos; y los dos Secretarios el Dr. D.
Bernardo León y Carcelén y el Dr. D. Ignacio Ortiz de Cevallos5. Quiñones y León que
en 1809 fueron senadores de justicia, en esta ocasión eran miembros del Ejecutivo.
Todos estos individuos designados el 19 de febrero por lo menos debieron mantenerse
en sus funciones unos pocos días, hasta mediados de marzo, en que como ya se ha
indicado el partido sanchista entró a la fuerza en Quito y reorganizó parcialmente el
plantel de autoridades del Supremo Congreso, pues como se encuentra señalado el
día 24 de febrero desde Latacunga pidió esa minoría se cambie las autoridades
electas, es decir, no estuvieron conformes con las designaciones hechas ni el 14 ni el
19. Es más, la Constitución de 1812, una vez dominado el Congreso Constituyente por
el sanchismo, entró en vigencia parcialmente pues se mantienen durante lo que
12
quedaría de la segunda era revolucionaria algunos de los cargos propios creados al
instalarse el Congreso que el texto constitucional ya no los menciona. Así mismo, se
desconoce quiénes fueron miembros de la Alta Corte de Justicia desde mediados de
marzo hasta el fin del segundo pronunciamiento libertario, nacido tibiamente y
radicalizado al extinguirse gloriosamente.
Quito, 14 de agosto del 2009
Elaboración: Patricio Muñoz Valdivieso
1
Eduardo Muñoz Borrero, Entonces fuimos España, Quito, 1989; Demetrio Ramos Pérez, entre
el Plata y Bogotá, cuatro claves de la emancipación ecuatoriana, Ediciones Cultura Hispánica,
Madrid, 1978; De la Torre Reyes, Carlos, La Revolución de Quito del 10 de Agosto de 1809,
Banco Central del Ecuador, Centro de Investigación y Cultura, Colección Histórica XIII,
http://es.wikipedia.org/wiki/Real_Audiencia_de_Quito;
Segunda
Edición,
Quito,
1990;
http://es.wikipedia.org/wiki/Real_Audiencia; http://es.wikipedia.org/wiki/Presidencia_de_Quito;
http://www.efemerides.ec/1/mayo/colonia.htm: Alfredo Tinajero Cevallos y Amparo Barba
González, Cronología de la Historia Resumida del Ecuador
2
Tomado de: Biblioteca Luis Ángel Arango, Banco de la República de Colombia.
http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/actas-de-independencia/actas-declaracionesindependencia-001.html: Armando Martínez Garnica e Inés Quintero Montiel, Actas de
formación de juntas y declaraciones de independencia (1809-1822), Reales Audiencias de
Quito, Caracas y Santa Fe, UIS, 2007
"Una copia de esta acta fue incluida en el expediente criminal levantado contra los
comprometidos en la primera Junta de Quito y se encuentra en el Archivo General de la Nación
(Bogotá), Sección de la Colonia, Archivo Anexo, Historia, rollo 5, f. 609-611. Ha sido publicada
por Carlos de la Torre Reyes en La Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809. Quito:
Banco Central del Ecuador, 1990; p. 214-217
Borrero González, Manuel María, La Revolución Quiteña 1809-1812, 1962; Demetrio Ramos
Pérez, entre el Plata y Bogotá, cuatro claves de la emancipación ecuatoriana, Ediciones
Cultura Hispánica, Madrid, 1978, pp. 71-269; De la Torre Reyes, Carlos, La Revolución de
Quito del 10 de Agosto de 1809, Banco Central del Ecuador, Centro de Investigación y Cultura,
Colección Histórica XIII, Segunda Edición, Quito, 1990; Luis Felipe Borja (hijo), Para la historia
del 10 de agosto de 1809, Boletín de la Sociedad de Estudios Históricos Americanos, Tomo II,
Nos. 4-6, Colección de Revistas Ecuatorianas XXIX, Banco Central del Ecuador, Segunda
Edición, Quito, 1988: Lista de sujetos que componen la Suprema Junta, el Senado y jefes de la
Falange enviada el 21 de agosto de 1809 por el Marqués de Villa Orellana a su tío el Dr. D.
Julián Francisco Cabezas, y cartas de los Quiñones, todos comprendidos dentro de uno de los
tantos procesos incoados a los patriotas; Gangotena y Jijón, Cristóbal de, "Documentos
históricos: algunos nombramientos de gobierno y justicia librados por la Suprema Junta
Gubernativa del Reyno de Quito, Boletín de la Sociedad de Estudios Históricos Americanos,
Tomo III, Nos. 7-9, Colección de Revistas Ecuatorianas XXIX, Banco Central del Ecuador,
Quito, 1988: Libro de Tomas de Razón de las Reales Cajas de Quito 1808-1814; Eduardo
Muñoz Borrero, Entonces fuimos España, Quito, 1989; Jurado Noboa, Fernando, Migración
Internacional a Quito entre 1534 y 1934, Tomos I, II y III, Revistas SAG Nos. 51, 52 y 53, Quito,
1989, 1990 y 1993; Quintero Guzmán, Miguel, Linajes del Cauca Grande, Fuentes para la
historia, Ediciones Uniandes, Bogotá, 2006; Fernando Jurado Noboa, El conquistador Rodrigo
Pérez de Guzmán o el reino de la inteligencia, Vol. II, Rev. Sociedad Amigos de la Genealogía
No. 205, 2008, Capítulo 31
13
3
Núñez del Arco, Ramón, Informe del Procurador General de Quito de 20 de mayo de 1813, en
Documentos Históricos, Los hombres de agosto, Boletín de la Academia Nacional de Historia,
No. 56, 1940; Borrero González, Manuel María, La Revolución Quiteña 1809-1812, 1962;
Fernando Jurado Noboa, Datos genealógicos del prócer doctor Manuel Rodríguez de Quiroga y
Cuenca, Revista Museo Histórico No. 48, 1970, pp. 100-106; Demetrio Ramos Pérez, entre el
Plata y Bogotá, cuatro claves de la emancipación ecuatoriana, Ediciones Cultura Hispánica,
Madrid, 1978, pp. 71-269; De la Torre Reyes, Carlos, La Revolución de Quito del 10 de Agosto
de 1809, Banco Central del Ecuador, Centro de Investigación y Cultura, Colección Histórica
XIII, Segunda Edición, Quito, 1990; Mena Villamar, Claudio, El Quito Rebelde (1809-1812),
Abya Yala – Letra Nueva, Quito, 1997; Rodríguez O., Jaime E., Las primeras elecciones
constitucionales en el Reino de Quito, 1809-1814 y 1821-1822, en Procesos, Revista
Ecuatoriana de Historia, No. 14, 1999; Libros de Google: Rodríguez O., Jaime E., La
Revolución Hispánica en el Reino de Quito, las elecciones de 1809-1814 y 1821-1822, en
Marta Terán y José Antonio Serrano Ortega, editores, Las guerras de la Independencia,
Colegio de Michoacán y otros, Méjico, 2002; Rodríguez O., Jaime E., La Revolución Política
durante la época de la Independencia, El Reino de Quito 1808-1822, Universidad Andina
Simón Bolívar – Corporación Editorial Nacional, Biblioteca de Historia, Quito, 2006; Fernando
Hidalgo Nistri, Compendio de la Rebelión de América, Cartas de Pedro Pérez Muñoz sobre los
acontecimientos en Quito de 1809 a 1815, Biblioteca del Bicentenario de la Independencia No.
11, FONSAL, Segunda Edición, Quito, 2008; Fernando Jurado Noboa, El conquistador Rodrigo
Pérez de Guzmán o el reino de la inteligencia, Vol. II, Rev. Sociedad Amigos de la Genealogía
No. 205, 2008, Capítulo 31; Patricio Muñoz Valdivieso, D. Mariano Guillermo Valdivieso y
Valdivieso. Su biografía con miras a la conmemoración del Bicentenario de la Independencia
de Quito (Conferencia en la Capilla de la hacienda de Chillo, Sangolquí, domingo 29 de marzo
del 2009)
4
Texto
tomado
de
Biblioteca
Virtual
Miguel
de
Cervantes:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01372764257917832311802/p0000001.htm
#I_1_
5
De la Torre Reyes, Carlos, La Revolución de Quito del 10 de Agosto de 1809, Banco Central
del Ecuador, Centro de Investigación y Cultura, Colección Histórica XIII, Quito, 1990, pp. 558
14
Descargar