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INTERNACIONALES
SEPTIEMBRE 2015 > martes 1
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El país que sirvió de pretexto
para la Segunda Guerra Mundial
Linet Perera Negrín
Durante el aniversario 70 del inicio de la Segunda Guerra Mundial, el 1ro. de septiembre
del 2009, en el Monumento de Westerplatte en
Gdansk, Polonia, la canciller alemana Angela
Merkel reconoció la culpa y la responsabilidad
de su país al provocar la peor tragedia de la historia europea.
En horas de la madrugada del 1ro. de septiembre de 1939, el buque de guerra alemán
Schleswig-Holstein disparó contra la base militar de Westerplatte, en Gdansk (norte del país),
entonces la ciudad libre de Danzig. Estos serían
los primeros disparos de la invasión alemana a
Polonia, considerada como el detonante de la
guerra.
Para muchos historiadores, el origen de la invasión a Polonia fue la inconformidad de la nación germana ante los acuerdos de la Primera
Guerra Mundial (1914–1918). Un año después
de finalizada la conflagración, que implicó a 32
naciones, y provocó la muerte de casi diez millones de civiles, las potencias aliadas vencedoras y
Alemania firmaron el Tratado de Versalles. El documento recogía varios acápites que debía cumplir el gobierno alemán. Entre ellos se exigía dejar
prácticamente de producir material de guerra,
pagar una cuantiosa indemnización en concepto de reparaciones de guerra y, por último, pero
no menos importante, reconocer la soberanía de
Bélgica, Polonia, Checoslovaquia (en la actualidad República Checa y Eslovaquia), Austria y ceder parte de sus territorios. En resumen, perdió
aproximadamente 71 000 km2 de su región.
Las medidas de paz no resolvieron en su
esencia las contradicciones entre las potencias y
fueron el germen de la posterior guerra. Igualmente, los condicionamientos reflejados en el
Un vendedor de periódicos anuncia los titulares que alertan sobre la invasión alemana a Polonia.
Tratado de Versalles, así como la difícil situación
política y económica en la nación germana,
junto a otros factores, propiciaron el surgimiento de grupos nacionalistas en Alemania.
Con Adolf Hitler, el nacionalismo alemán
ascendió hasta el poder en los años 30 del pasado siglo, hasta crear bajo su mandato el III
Reich. En aquel entonces, Hitler prometió cancelar el Tratado de Versalles y conseguir un mayor lebensraum (“espacio vital”, en alemán) para el pueblo, un derecho que este merecía —a su
juicio—, por pertenecer a una raza superior.
Precisamente, en 1937, se comenzó a preparar la operación “Fall Weiss” (Caso Blanco, en
alemán) para apoderarse de Polonia. La invasión fue anunciada días antes por el dictador
nazi en un discurso a la cúpula del ejército alemán en la que expuso sus objetivos: “Aniquilación de Polonia en primer término (…) Actuad con brutalidad”.
Para ello, Hitler planteó un asalto rápido y
sorpresivo sobre el área de la ciudad de Danzig.
El 31 de agosto de 1939, en una maniobra propagandística, hombres de las SS (Schutzstaffel
o escuadras de protección) atentaron contra
una radio alemana cercana a la frontera polaca,
generando así un pretexto para “justificar” el
ataque.
De esta manera, la “Fall Weiss” inició el conflicto germano-polaco. Más tarde, se desencadenaría la Segunda Guerra Mundial, con la declaración de guerra de Francia y Gran Bretaña a
Alemania. Polonia cayó rápidamente en manos de las fuerzas hitlerianas y para el 9 de septiembre, los soldados polacos se encontraban
acorralados.
Apartir de la ocupación a Polonia, el ejército alemán comenzaría una ofensiva militar logrando avanzar en Europa. Al gobierno hitleriano se le unirían Italia y Japón, formando el
eje Roma–Berlín–Tokio. Mientras, a las fuerzas
aliadas, integradas inicialmente por Gran Bretaña y Francia, se sumarían Estados Unidos y la
URSS.
No sería hasta 1945, con la rendición de Alemania, que se pondría fin a una de las páginas
más oscuras de la historia contemporánea. Las
aterradoras cifras evidencian la gran destrucción, muertes y el alcance de sus enfrentamientos. La Segunda Guerra Mundial cegó la vida
a 55 millones de soldados y civiles, además
de enormes daños económicos. Alrededor
de 1 700 millones de personas de 61 países se
vieron envueltas en una lucha que alcanzó a
Europa, el Extremo Oriente, el Sureste asiático,
el norte de África y las islas del Pacífico.
Cuando este 1ro. de septiembre se conmemore el inicio de la Segunda Guerra Mundial,
habrá que recordar también que en Polonia —el
país cuya invasión sirvió de pretexto—, murieron unos seis millones de polacos, un 20 % de
la población del país entonces, y perdió una
quinta parte de su territorio.
La “profe” y sus otros hijos
Dilbert Reyes Rodríguez, enviado especial
VALENCIA, Carabobo, Venezuela.—Nueve meses es el periodo natural de la gestación de un hijo, y es, a la vez, el tiempo que
lleva aquí Magdeline Domínguez. Vino de Cuba con un temple
de atleta a prueba de nostalgias, pero es madre, y esos dones no
se separan nunca, sino que siguen dándose de un modo y con tal
fuerza, que logran reproducir el amor maternal en quienes la
rodean. Ella llegó sin precipitaciones a la pista de goma, y allí encontró un grupo de hombres recios con rostros desconfiados y
actitud atrincherada, como suele pasarle al carácter cuando el infortunio de un accidente roba una parte física del cuerpo. “Aquí
hace falta un amor diferente”, dijo, y empezó.
Magdeline es, ahora mismo, entrenadora deportiva para discapacitados en la ciudad de Valencia, capital del estado de Carabobo. Vino de Mayarí, tierra holguinera, con las dotes necesarias
para promover la cultura física desde lo popular; pero también
incursionar en la alta competencia. Así llegó a la Unidad Educativa de Talentos Deportivos Batalla de Carabobo, y entre tantos
atletas en formación, encontró a sus muchachos. “Fue un inicio
difícil, sobre todo aquí en la pista. Las personas discapacitadas tienen sus reservas, y van dando su confianza poco a poco, en la medidaenquesesientenseguros”,relataMagdeline.“Medicuentaque
trataban de probarme, de medir de alguna forma mi profesionalidad. Dudaban de que pudiera ayudarlos, y debía demostrarles.
“Pude haber explotado de impaciencia, pero con cariño se resuelve todo, y sin dar una muestra mínima de lástima los fui acoplando a mi modo. Definí un horario, una disciplina, una nueva
rutina de entrenamiento, y los resultados enseguida comenzaron
a hablar por sí solos, y a convencerlos. “Desde el principio, la clave
fue darles el mayor protagonismo. Si hacían un lanzamiento, les
hacía las correcciones en forma de sugerencia: ‘¿no crees que
sería mejor tal ángulo?, ¿y si inicias el movimiento antes?, ¿no será
mejor cambiar el agarre?”...
“Fui ganando la autoridad poco a poco, porque notaban que
el avance era muy rápido, que tenían potencial para mucho más.
Entonces sus expectativas subieron, comenzaron a pedirme instrucciones, consejos, mayor intensidad en el trabajo. Fue la hora de
poner mis condiciones. “En los últimos dos juegos nacionales, Carabobo fue el estado ganador, con 52 medallas en uno, 27 preseas
en el otro, y algunos de los muchachos convocados a la selección
nacional. Ahora mismo en Toronto tenemos representación.”
A toda velocidad pasa por su lado Gregorio González, y ella le
toma el tiempo: “Muy bien, pero no desaceleres el remate”, le
indica. Gregorio nació sin piernas, y aunque desde su silla inició
en el baloncesto, no demoró en reconocer que el atletismo era lo
suyo. Su constancia lo llevó a unos juegos en La Habana, y de allá
volvió con un cariño especial por los cubanos. “Algunos años después nos vino esta bendición de tener a los entrenadores acá, y
hasta yo, que ya tenía mucho tiempo en esto, he aprendido más
con los cubanos. Con la profesora la relación ha sido especial, y
ahorita lamentamos que no pueda irse con nosotros a los juegos
próximos, porque irá de vacaciones a Cuba.
“No será lo mismo sin ella allí. Estoy seguro que obtendré medalla y quisiera que fuera ella quien me la colocara en el cuello.
Pero de algún modo estará presente, y en su nombre, ganaremos.”
Gregorio no es el único que habla con esas palabras. Hay otros
que también son la cosecha de una dulzura sembrada, porque el
ejercicio recio del deporte también lleva corazón, y Magdeline ha
sabido entrenar sin dejar de entender que el amor es una primera puerta que da paso a la voluntad de los hombres.
“Para la mayoría soy la que escucha los problemas que traen
de casa, la que ayuda a vencer la frustración, quien los convence
día a día de que pueden más y de que su discapacidad no es ninguna barrera imposible”, apunta.
Ronald Suárez, por su parte, ya tiene otras pretensiones más
altas que en sus inicios, y otro carácter también, “porque la entrenadora como que nos amaestró. A veces nos pasamos de arrechos, y ella siempre se comporta a la altura de los problemas, con
una ternura que calla todo el impulso”.
PeroaRonaldleemocionanmáslosresultadosqueveenel ámbito deportivo, y ya anda en la búsqueda urgente de las prótesis
La entrenadora de atletismo Magdeline Domínguez, entrena atletas discapacitados en la ciudad de Valencia, en el estado venezolano de Carabobo. FOTO DEL AUTOR
adecuadas para correr en la pista: “La constancia de la profe ha
elevado mis aspiraciones hasta la competencia internacional.”
Y es que el embullo le viene de muy cerca, porque esa misma
mañana Jesús Aguilar, su compañero de pista, acababa de lograr
allá en Toronto una medalla de bronce. Magdeline lo oyó y lo
tomó como broma.“No juegues así”, le dijo, pero los otros atletas
corrieron a confirmarle, y la profesora, incrédula, empezó a asimilarlo en una lágrima.
Entendimos entonces que aquel era su secreto: la alta sensibilidad, la razón poderosa del querer de sus muchachos”. Magdeline, o la profe, o la madre, tiene esos otros hijos que le regaló el oficio: “Esa es mi satisfacción, verlos crecer, con un amor más alto
que su discapacidad”.
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