Evaluación económica de los impactos de las avenidas. El coste de la no planificación Francisco José Hijós Bitrián y Miguel Zueco Ruiz DESCRIPTORES AVENIDAS RIADAS PLANIFICACIÓN URBANISMO CATÁSTROFE INFRAESTRUCTURAS HIDRÁULICAS Dios perdona siempre, el hombre a veces y la naturaleza nunca (proverbio popular) Las inundaciones son en España el primer factor de riesgo provocado por fenómenos naturales, tal y como su frecuencia y graves consecuencias económicas y humanas han demostrado a lo largo de nuestra historia. A ello contribuye tanto su situación como sus peculiaridades climáticas y orográficas. El clima español está condicionado por los frentes atlánticos que cruzan Europa de sureste a noroeste, si bien la costa mediterránea raramente es afectada por ellos y presenta unas condiciones semiáridas que la hacen especialmente propensa a grandes fenómenos tormentosos de tipo convectivo, al final del verano y principio de otoño. Los episodios de temporales invernales de lluvias frontales, aunque pueden producir daños materiales importantes, raramente producen víctimas, dada la disponibilidad de tiempo suficiente para adoptar medidas de protección. En las cuencas mediterráneas y cantábricas, con tiempos de respuesta menores y longitudes de los cauces reducidas, el tiempo de reacción ante el fenómeno de las gotas frías es forzosamente menor y a los perjuicios materiales es muy frecuente, por desgracia, sumar importantes daños personales. Un tercer factor a considerar es el de la presencia humana y su actividad económica. La población española está muy concentrada en la periferia y en especial en la costa mediterránea. Un 30 % de la superficie del país alberga el 90 % de la población y en esas zonas se concentra buena parte de la actividad industrial, agricultura de primor y el turismo, suponiendo este último por sí solo casi un 10 % del PIB nacional. No es por ello de extrañar que si a esa situación se añade la anarquía urbanística y la falta de previsión y control en la ordenación del territorio hasta fechas recientes, la mayor virulencia de las crecidas en las zonas costeras, y en especial la mediterránea, haya sido una constante histórica. 66 I.T. N.O 68. 2004 Catástrofes en la España del predesarrollo Hasta finales de la década de 1950, con la apertura económica y el primer plan de estabilización, España era una sociedad eminentemente rural, sociedad en la que se acepta comúnmente que está mejor integrada en el medio y más habituada a sortear y convivir con la naturaleza y los riesgos derivados de la misma. Sin embargo fue en esta España, falta de crecimiento económico y con una distribución de población todavía rural y más dispersa, donde las inundaciones golpearon con machacona insistencia a lo largo de los años y en ocasiones se cobraron un gran número de vidas, como se verá a continuación. El 30 de abril de 1802, el embalse de Puentes, tras unas intensas lluvias, sifonó evacuando un caudal estimado de 8.000 m3/s que vació el embalse en algo más de una hora. La avenida, originada en el Guadalentín, destruyó 600 casas y se cobró 628 vidas en Lorca, Alcantarilla, Murcia y Orihuela, estimándose los daños producidos en 34.365.850 reales de vellón. La noche del 18 al 19 de septiembre de 1843 el pequeño arroyo de Galligants se desbordó a su paso por Girona antes de desembocar en el Oñar, alcanzando en el barrio de San Pedro el agua una altura de dos pisos y provocando 120 muertos. La conmoción producida pervive en una lápida que se erigió en el vestíbulo de su iglesia románica “Por los que el Galligants puso sepultura en su furor, misericordia Señor”. Veinte años más tarde, el 8 de octubre de 1863, las aguas del Meder, un pequeño riachuelo que cruzaba la ciudad de Vic, se desbordaron tras una imponente tormenta provocando numerosos destrozos y 33 víctimas mortales. Entre el 22 y 23 de septiembre de 1874 acaeció el suceso conocido como el “aiguat de Santa Tecla”, que afectó al sur de la provincia de Lleida y buena parte de Tarragona. Fig. 1. Reparto de pan a la población afectada por la inundación del Arlanzón en Burgos de 1883. Litografía coloreada de Marichal. Fruto de unas intensas lluvias, los ríos Sió, Ondara y Set, afluentes del Segre, se desbordaron afectando a poblaciones como Juneda, Bellpuig, Vilagrasa y especialmente Tárrega, cobrándose entre muertos y desaparecidos más de quinientas vidas y dejando más de setecientas viviendas arrasadas. Su coincidencia con la segunda guerra carlista dificultó las tareas de obtención de recursos para la reconstrucción, pudiéndose documentar no obstante una primera contribución de la Diputación Provincial de Lleida de 30.000 pesetas y 6.000 duros de plata. Pocos años después, el 14 de octubre de 1879, tiene lugar la famosa riada de Santa Teresa en los ríos Guadalentín y Segura, que provocó 777 muertos, la mayoría en Murcia, y múltiples daños en la agricultura y viviendas. Esta avenida provocó la celebración del “Congreso contra las Inundaciones de la Región de Levante”, redactándose el primer plan de defensa contra avenidas realizado en España, en 1886, y cuyas primeras actuaciones fueron la presa de Paretón y el canal de derivación a Mazarrón del Guadalentín. A pesar de ello en otros puntos de la geografía española seguían produciéndose grandes calamidades, pues el 6 de septiembre de 1888, tras cuatro días de lluvia, una avenida del Almanzora provocó en Cantoria y resto de la provincia de Almería 52 muertos. El 11 de septiembre de 1891 un afluente del Guadiana, el arroyo Amarguillo, atravesaba la población de Consuegra (Toledo) con una impresionante crecida que destruyó todas las viviendas próximas al cauce y los tres puentes de la población, acabando con las vidas de 355 personas. Ese mismo día y año las ramblas de Amatisteros y Belén provocaron 19 víctimas y dejaron sin vivienda a 2.000 personas en la ciudad de Almería. La cronología de crecidas pasa al siglo XX, y en su comienzo, durante 1906 y 1907, numerosos episodios incrementan el macabro recuento. El 25 de septiembre de 1906 la rambla Salada en Murcia se desborda en Santomera y provoca 24 muertos. El 23 de septiembre de 1907 es el turno del Guadalentín en Málaga, que inundó durante varios días el centro urbano de la ciudad, arrasó dos puentes y originó cuantiosas pérdidas y 100 muertos. El 22 de octubre del mismo año un intenso temporal asola Cataluña afectando a los ríos Ter, Segre, que alcanza 5.200 m3/s en Lleida, Llobregat, con 1.500 m3/s, y Ebro, con 12.000 m3/s, causando un total de 29 víctimas y grandes daños económicos. El 29 de septiembre de 1929 es el turno de las ramblas del Campo de Cartagena, que quedó arrasado, con una nueva veintena de muertos y muchos desaparecidos. Tras la guerra civil, una nueva tragedia es preciso añadir a la ya larga lista referida, el “Aiguat de San Luc”, que entre el 17 y 20 de octubre de 1940 afectó al Rosellón francés, donde el desbordamiento de los ríos Tech y Têt produjo 50 muertos, y a toda la provincia de Girona, especialmente en la cuenca del Ter. En el tramo medio de este río se sucedían colonias fabriles que aprovechaban la fuerza motriz del río para accionar las fábricas de hilados y tejidos que en las poblaciones de Manlleu, Torelló y Roda de Ter daban trabajo a miles de obreros. La crecida del Ter arrasó barrios que albergaban a esas familias ocasionando 78 muertos y reduciendo a la inactividad a 3.200 operarios. Al llegar a su curso bajo, el Ter se desbordó en Girona alcanzando siete metros de altura y causando 12 muertos más, con un caudal de 1.700 m3/s, y un total de 500 viviendas fueron destruidas. Más al sur, tanto el Llobregat, con 2.200 m3/s, como el Ebro también se desbordaron. Las pérdidas económicas ascendieron a 120 millones de pesetas, equivalentes a 171.000 millones de pesetas de 2001. I.T. N.o 68. 2004 67 Los años del desarrollo La riada de 1962 en Barcelona Durante los años 1957 a 1975, España disfrutó de unos años de un intenso crecimiento económico, con grandes migraciones de población del mundo rural a las zonas costeras y a la capital Madrid. El crecimiento urbano fue en muchos casos incontrolado y hasta caótico y la falta de una planificación urbanística y un programa de desarrollo de infraestructuras básicas iba a ser la causa en buena parte de las catástrofes hidrológicas que, como a continuación se verá, no menudearon durante dichos años. Sin embargo, lo peor todavía estaba por llegar, generalizándose los problemas asociados a la urbanización anárquica. El 25 de septiembre de 1962, en las comarcas del Vallés y Maresme, que constituían el cinturón industrial de Barcelona, se produjo la peor catástrofe hidrológica en España durante el siglo XX. Tras una larga sequía que se prolongaba durante cuatro meses se sucedieron ese día unas precipitaciones que superaron los 250 milímetros en poco más de dos horas en el observatorio de Martorelles. En el archivo metereológico municipal de Sabadell se recogieron intensidades instantáneas de 6 mm/minuto, con 95 milímetros en tan solo tres cuartos de hora. Ante tal evento la respuesta de la red fluvial de las cuencas de los ríos Llobregat y Besós fue extremada, rápida y violenta. Existen estimaciones bastante fiables de las puntas producidas. En la primera cuenca, las ramblas de Palau y Arenes a su paso por la ciudad de Tarrasa alcanzaron 200 y 700 m3/s respectivamente, para finalmente alcanzar el Llobregat en su desembocadura los 1.750 m3/s. En la otra gran cuenca fluvial afectada, la del Besós, algunos de sus afluentes, como el Ripoll, fueron capaces de responder en una hora con puntas de 2.000 m3/s, llegando el Besós a alcanzar 3.200 m3/s en su desembocadura En aquellos años no existían sistemas de alarma ni había previstas medidas especiales de protección, y por otro lado el chabolismo y la urbanización anárquica habían colocado gran número de viviendas humildes de emigrantes e instalaciones fabriles muy próximas o bien en los propios cauces que rodeaban las poblaciones de Sabadell, Rubí y especialmente Tarrasa. En esta ciudad más de cuarenta empresas de tintes y textiles fueron total o parcialmente destruidas, sucediendo otro tanto en Sabadell, donde fueron destruidas otras cincuenta industrias por el Ripoll. La última avenida del Turia en Valencia El 14 de octubre de 1957 se produjo la última gran avenida que afectó a la ciudad de Valencia. Las precipitaciones en el tramo alto y medio de su cuenca provocaron el desbordamiento en el centro urbano, afectando a dos tercios de su población y destruyendo centenares de viviendas en los barrios de Carlet y Nazaret y en las poblaciones cercanas de Catarroja, Chivas y Masanasa entre otras. El caudal máximo del río, estimado en 2.500 m3/s, provocó múltiples daños y víctimas, y por esas mismas fechas también se desbordaron en la cuenca del Segura el río Magro en Algemesí y el Segura en Orihuela, cobrándose en conjunto ochenta y seis muertos y provocando unas pérdidas de 320.000 millones de pesetas actualizadas en el año 2001. Tras esta catástrofe se adoptaron una serie de importantes decisiones de tipo estructural que se plasmarían en un proyecto de infraestructuras hidráulicas conocido como Plan Sur, que aprobado por Ley en 1961 vio concluidas sus últimas obras en 1973. Este proyecto, luego reconvertido en un ambicioso plan urbanístico, supuso el desvío del Turia mediante un nuevo cauce de 12 kilómetros de longitud capaz de evacuar 5.000 m3/s en la nueva desembocadura del río, situada a tres kilómetros al sur de la original. Fig. 2. Inundación en Valencia 1957. 68 I.T. N.O 68. 2004 El balance final más fiable muestra que Sabadell, Tarrasa y Rubí fueron las poblaciones que sufrieron las mayores pérdidas, con un 40 %, 30 % y 20 % del total respectivamente, mientras que el 10 % restante afectó a la cuenca del Besós y al Prat de Llobregat. Los daños personales ascendieron a 441 muertos, 374 desaparecidos y 213 heridos, con unas pérdidas económicas evaluadas en 2.650 millones de pesetas de la época (68.000 millones de pesetas del año 2001). En tres meses las campañas solidarias recaudaron 250 millones de pesetas y el Banco de España otorgó un crédito inicial por otros 1.000 millones de pesetas. Episodio de septiembre de 1971 Nuevamente en el mes de septiembre, entre los días 19 y 23 de ese mes del año 1971, se produjo una gota fría que propició el desencadenamiento de importantes tormentas locales en Aragón y Cataluña y en especial en las comarcas costeras del Mediterráneo. Durante el primer día del temporal la precipitación se concentró en el norte de Girona, con 445 milímetros en Figueras; al día siguiente fue el prelitoral de Barcelona, con 308 milímetros en Esparraguera y 270 milímetros en San Boi de Llobregat, el que proporcionó los máximos registros, para volver al norte los valores máximos durante los tres días siguientes, con 285 milímetros en Cadaqués y 193 milímetros en La Escala. Como consecuencia de todo ello en Girona el río Fluviá superó los 1.630 m3/s, y se desbordaron numerosos ríos, como el Tordera y el Güell en Girona. Más al sur, ya en Barcelona, el río Besós alcanzó en su desembocadura 960 m3/s, mientras que el Llobregat se estima que alcanzó su valor máximo del siglo XX, con 3.080 m3/s de caudal punta, inundando Martorell, Castellbel y el Pont de Vilomara. Los efectos fueron muy importantes, cortándose el suministro de agua y electricidad en numerosos puntos, así como las comunicaciones terrestres. Más de cuatrocientas cincuenta industrias sufrieron daños graves y se perdieron totalmente las cosechas en el delta del Llobregat. Las pérdidas económicas se valoraron en 7.000 millones de pesetas de la época (100.000 millones de pesetas de 2001), a las que desgraciadamente se sumaron 19 víctimas mortales. Las inundaciones de octubre de 1973 Durante el 17 al 20 de octubre de 1973 intensas precipitaciones en el cuadrante sudeste de la Península provocaron importantes riadas en la cuenca del Segura, en especial en su afluente el río Guadalentín y en distintas ramblas y ríos de las provincias de Almería y Granada, como el Albuñol, el Almanzora y el Guadalfeo. En la cuenca del Segura la riada llenó los embalses de cabecera, tras lo que más de 85 hm3 fueron vertidos desde la presa de Puentes con un caudal punta laminado de 2.100 m3/s. La crecida asoló a Lorca y su comarca, donde hubo 13 víctimas, y a lo largo del curso bajo del Guadalentín hasta Murcia las obras existentes de derivación consiguieron evacuar la mitad de esa cifra directamente al mar Mediterráneo. Sin embargo la otra mitad llegó al río Segura y a su paso por el Palmar inundó toda la huerta provocando unas pérdidas en la agricultura que fueron evaluadas en 800 millones de pesetas de la época (9.500 millones de pesetas del año 2001). Peor fueron las pérdidas humanas, que ascendieron a 86 personas, casi todas ellas de Puerto Lumbreras, por el desbordamiento de la rambla de Nogalte, afluente del Guadalentín, y por la coincidencia de la riada con el tradicional mercado de los viernes, abarrotado de asistentes junto a la rambla. Con motivo de este evento se elaboró en 1977 el Plan General de Defensa contra avenidas en la cuenca del Segura, pero no fue aprobado hasta 1987, tras sufrir en octubre de 1982 el Guadalentín una nueva avenida que constituyó el revulsivo definitivo para su impulso. Dicho plan ha supuesto la construcción de más de diez presas y el recrecimiento de los embalses de Puentes y la Cierva, así como una serie de encauzamientos, entre los que hay que destacar el de Contraparada-Guardamar, que ha triplicado la capacidad de desagüe del río y la elevación de las motas del canal de Reguerón. El 18 de octubre, tras seis meses de sequía, un total de 600 milímetros cayeron en la cuenca de la rambla de Albuñol en Granada, elevando a lo largo de aquella noche el nivel de sus aguas hasta siete metros. El caudal alcanzado por la rambla excedió los 2.580 m3/s, de los que se estima que al menos un tercio era aportación sólida, contribuyendo a incrementar el delta de la desembocadura de la rambla en más de 200 metros ganados al mar. Las víctimas causadas fueron finalmente 46 muertos en los pueblos de Albuñol, La Rábita y el Pozuelo, con un total de 91 casas destruidas totalmente y 141 seriamente dañadas. Más de 250 hectáreas de tierra cultivable fueron cubiertas con tres o cuatro metros de espesor de lodo, numerosos caminos, carreteras y servicios básicos fueron destruidos, evaluándose las pérdidas económicas en 1.000 millones de pesetas de la época. El mismo evento climatológico afectó también al río Almanzora en Almería, que en la población de Cantoria alcanzó un súbito caudal punta el 19 de octubre superior a 3.000 m3/s, causando un total de seis víctimas mortales en el pueblo de Zurgena. Estas inundaciones afectaron en menor medida a los ríos Adra y Guadalfeo, donde no obstante se registraron caudales punta de 1.200 y 2.500 m3/s respectivamente. La década decisiva La década de los ochenta fue especialmente fértil en nuevos episodios de crecidas en España, que con independencia de confirmar ciertas teorías sobre la periodicidad de estos fenómenos asociada a ciclos solares u otras causas, fueron decisivos a la hora de iniciar una nueva estrategia en el tratamiento y previsión de estos fenómenos. Previamente, el 1 de julio de 1979 el río Jabalón provocó 21 víctimas en Valdepeñas (Ciudad Real), y durante 1982 sendas avenidas en las cuencas del Júcar y Segre, junto a las protagonizadas por el Nervión al año siguiente y nuevamente el Júcar en 1987, serán los episodios señeros de este período. I.T. N.o 68. 2004 69 Efectos de la crecida del Júcar del 20 de octubre de 1982 El Júcar, cuyo significado en lengua árabe es más que significativo, el devastador, es responsable de numerosas catástrofes documentadas históricamente, entre las que destacaron la de San Carlos el 5 de noviembre de 1864 con un caudal punta estimado de 13.000 m3/s y la que provocó la rotura de la presa de Tous el 20 de octubre de 1982. En este último caso las precipitaciones en la cuenca alta del río y en el valle de Ayora se prolongaron durante treinta y tres horas, alcanzándose en Cofrentes, cuya central nuclear estaba a punto de concluirse, 580 litros por metro cuadrado. Este temporal afectó también a amplias zonas limítrofes, alcanzándose en Alicante unos 220 milímetros en dos horas y unos 150 litros por metro cuadrado en Almansa. La crecida del río, como es bien sabido, alcanzó la presa de Tous, que se desmoronó, al sobrepasar el nivel de embalse la coronación de la misma ante la imposibilidad de accionamiento de sus compuertas de superficie. Sin embargo, antes de ese momento el Júcar se había cobrado ya la vida de 11 personas aguas arriba de la presa en las inmediaciones de Cofrentes, a las que hubo que sumar seis personas en Cenizate (Albacete) y Ayora (Valencia), hasta alcanzar un total de 38 víctimas provocadas por el temporal. El caudal punta del Júcar tras la rotura de la presa se estimó en unos 15.000 m3/s, de los que, descontado el efecto de la rotura, 8.500 m3/s correspondieron al caudal punta de la onda de crecida en su entrada a la llanura de inundación. Los efectos en las poblaciones de la plana fueron muy importantes. Fue precisa la evacuación de 100.000 personas, con afecciones directas a una superficie agrícola de 24.000 hectáreas. Poblaciones como Alcira o Sueca vieron inundados sus términos con alturas de agua de hasta cinco metros y volúmenes finales estimados de 1.000 hectómetros cúbicos, esto es, más de veinte veces el volumen almacenado por el embalse de Tous. La gran densidad de población e infraestructuras afectadas provocaron unos daños económicos directos valorados en 265.000 millones de pesetas de 2001. Las avenidas del 6 al 8 de noviembre de 1982 Todavía en plena conmoción producida por la crecida del Júcar, un nuevo evento de gota fría provocó diversas crecidas en las cuencas de los ríos Ter, Llobregat y Segre y en el norte de Aragón. En los dos primeros ríos las experiencias pasadas habían permitido la construcción de diversas presas, como Sau y Susqueda en el Ter y La Baells en el segundo, que permitieron que los caudales punta no excedieran los 1.000 y 1.250 m3/s respectivamente. En la cuenca del Segre y sus afluentes el Cinca y Noguera Pallaresa, las precipitaciones producidas originaron unas ondas de crecida que si bien fueron laminadas eficazmente por los embalses del Cinca y Ebro, consiguiéndose una reducción total de la punta de un 57 % en la desembocadura de este último, en cambio en el Segre, dada la falta de regulación, provocaron daños a más de cien municipios, entre los que destacaron Seo de Urgel, Balaguer y Lleida. Se produjeron importantes deslizamientos que destruyeron el pueblo de Pont de Bar, y más de treinta puentes resultaron destruidos en toda la provincia de Lleida, produciéndose la incomunicación total en buena parte de los núcleos pirenaicos, tanto terrestre como telefónica. El caudal punta del Segre en Lleida llegó a alcanzar los 3.000 m3/s, mientras que el río Cinca en Fraga (Huesca) superó los 2.246 m3/s. Los daños ascendieron a 45.000 millones de pesetas de la época (113.000 millones de 2001) y se contabilizaron 14 fallecidos entre Lleida y Andorra, que sufrió grandes pérdidas en sus comercios y almacenes situados junto al río Valira, que también se desbordó. Las inundaciones del País Vasco de 1983 Fig. 3. Inundabilidad de la ribera del Júcar con las acciones estructurales derivadas de la crecida de octubre de 1982. Fuente: Confederación Hidrográfica del Júcar. 70 I.T. N.O 68. 2004 El 26 de agosto de 1983 un gran episodio convectivo afectó a Cantabria, Navarra atlántica y el País Vasco, afectando especialmente a Vizcaya y al conjunto del gran Bilbao. Los chubascos torrenciales superaron en casi todas las estaciones metereológicas los 100 milímetros, registrándose en Larrasquitu (Vizcaya) en tres días 503 milímetros y traduciéndose en una colosal crecida en la red fluvial, y en especial del río Nervión a su paso por Llodio y Bilbao, donde además se sumó la influencia de las pleamares del Cantábrico. La avenida del Nervión, cuya punta se estimó en unos 2.500 metros cúbicos por segundo, provocó enormes destrozos en el denso tejido industrial y urbano de Bilbao. La inundación del casco viejo y amplias zonas de ambas márgenes afectó a doscientos establecimientos hoteleros, destrozó más de seiscientos comercios y comprometió buena parte de la red de transportes y comunicaciones. Fig. 4. Desbordamiento del Segre en Balaguer (Lleida) en noviembre de 1982. Los daños en las industrias metalúrgicas y químicas colindantes a la ría fueron cuantiosísimos y objeto de especial inquietud. Tan solo Altos Hornos de Vizcaya sufrió pérdidas por valor de 3.000 millones de pesetas de la época, y pocos días después el Gobierno, ante la alarma creada y el temor de deslocalización, abrió una línea de crédito inicial de 50.000 millones de pesetas de la época para el sector privado. La valoración final de daños ascendió a 502.000 millones de pesetas de 2001, de los que un 70 % lo fueron en Vizcaya, siendo destacable la cifra abonada por el Consorcio de Compensación de Seguros para esta catástrofe, que ha ascendido a 648.431.909 euros, el mayor importe individual abonado por esta institución en su historia. El número de víctimas mortales del evento ascendió a 39, en su mayor parte en Vizcaya. Los temporales de 1987 en Levante Fig. 5. Episodio de agosto de 1983 sobre el País Vasco en su génesis. Fuente: Universidad de Dundee. Del 28 de septiembre al 5 de octubre de ese año, distintas lluvias iniciadas en tierras valencianas culminaron este último día con un nuevo desbordamiento del río Júcar, tras recibir su cuenca una precipitación máxima de 431 milímetros. El río alcanzó los 6.500 m3/s de caudal punta, a pesar de que la presa de Tous no estaba reconstruida, y se volvió a repetir, aunque a escala menor, la inundación de toda la vega en poblaciones como Alcira, Algemesí, Carcaixent, Benimuslem etc. I.T. N.o 68. 2004 71 La moderna planificación y la mitigación de las inundaciones Fig. 6. Efectos del temporal de 1987 en El Campello (Alicante). El temporal se trasladó hacia el norte, a Cataluña y Francia, alcanzándose más de 400 milímetros en la ciudad de Barcelona, y posteriormente, el 3 de noviembre, otro episodio afectó a los ríos Mula y Segura y las ramblas costeras de Murcia, inundándose las vegas medias y bajas de dicha provincia. En la Comunidad Valenciana, en Oliva, la precipitación alcanzó los 800 milímetros ese día, y en Gandía 1.000 milímetros en 36 horas, constituyendo el récord de lluvia registrado en nuestro país. El número de víctimas de estos episodios ascendió a 12. El 13 de noviembre de ese año el Gobierno aprobó un crédito extraordinario inicial de 45.000 millones de pesetas para atender a las pérdidas económicas en la agricultura y en las infraestructuras, que ascendieron finalmente a unos 300.000 millones de pesetas de 2001. Avenidas de 1989 en el sureste El 4 de septiembre de dicho año las ramblas costeras murcianas, la rambla Moreras y los ríos Guadalentín y Segura se desbordaron causando numerosos daños en la agricultura infraestructuras y núcleos urbanos; las vegas Alta, Media y Baja quedaron afectadas y la rambla de Moreras arrasó Mazarrón ocasionando dos muertos en un camping de esa localidad. Con posterioridad, el 14 de noviembre de dicho año es el turno de Málaga, que nuevamente ve cómo el río Guadalhorce se desborda causando importantes inundaciones, con un coste estimado de 100.000 millones de pesetas de la época y ocho víctimas mortales. 72 I.T. N.O 68. 2004 Como ya se ha visto, la respuesta a los distintos casos de inundaciones hasta la década de los años ochenta era fundamentalmente de tipo estructural, a lo que se dedicaron importantes inversiones. Estas estructuras han protegido eficazmente muchas poblaciones y, tal como se ha referido básicamente, consistieron hasta esa fecha en la construcción de presas, canalizaciones y encauzamientos, de los que en Cataluña, País Vasco, Levante, Murcia y Andalucía podrían citarse múltiples ejemplos (Tous, Limonero, Bellús, Rules, Seo, Lleida, Granada, Bilbao, etc.). Sin embargo, la experiencia de la década de 1980 demostró que este tipo de soluciones no podían considerarse como algo definitivo, a la luz de las elevadas pérdidas económicas y humanas causadas en las crecidas referidas. Ya en una fecha tan próxima a los primeros eventos catastróficos como 1984 la Comisión Técnica de Inundaciones de la Comisión Nacional de Protección Civil, recopilando la información disponible en registros de las diferentes cuencas, identificó 2.428 inundaciones en España en los últimos 500 años y señaló un total de 1.398 puntos negros en la red fluvial española. Estos puntos conflictivos se clasificaron en cuatro categorías en función del período de retorno y daños a las vidas y haciendas potencialmente provocables, resultando un total de 589 de primera categoría. La mayor parte de estas inundaciones especialmente destructivas son las del tipo inundaciones relámpago, tan características de las ramblas y rieras de las zonas mediterráneas, cuya violencia y rapidez exigía una rápida predicción y protección. Ello motivó que en 1987 se implantara el Plan de Protección y Vigilancia Meteorológica (PREVIMET), desarrollado por el Instituto Nacional de Meteorología y la Dirección General de Protección Civil para por primera vez disponer de un mecanismo de alerta precoz que permitiera adoptar las medidas de protección a personas y bienes en función de la intensidad, duración y extensión de las precipitaciones. Este primer plan fue modernizado en 1996 por el SAFEMA, que incluye un total de 18 provincias y las ciudades de Ceuta y Melilla y abarca los meses de septiembre a noviembre. Establece una serie de umbrales en función de las distintas áreas geográficas que una vez superados son transmitidos mediante unos boletines capaces de facilitar predicciones a muy corto plazo a los órganos competentes de Protección Civil. Por otro lado, desde 1982 se comenzó la implantación de un sistema automático de información hidrológica (SAIH) en tiempo real que pudiera aportar los datos meteorológicos e hidrológicos para facilitar la toma de decisión en la gestión de los recursos hídricos y la explotación de las infraestructuras hidráulicas. A lo largo de los últimos veinte años se instaló en las cuencas del Júcar, Segura, Ebro, Guadalquivir y Tajo, con un presupuesto de 49.000 millones de pesetas hasta 2001, estando pendiente de concluirse en la cuenca del Guadalquivir, así como en las del Duero y Norte, estas últimas con un presupuesto de 59 y 68 millones de euros. Su utilidad se ha demostrado indudable frente a la gestión de las avenidas, pues los sensores instalados en 1.595 puntos de control, que inclu- yen presas, aforos en ríos, pluviómetros y repetidores de radio, cubren en la actualidad una superficie de 302.000 km2 de la Península. Otro sistema de información complementario al anterior en determinadas cuencas hidrográficas es el ERHIN, que se centra en los volúmenes de nieve existente en las montañas. Por otro lado, en 1998 se aprobaron los planes hidrológicos de cuenca, donde en general se identificaban acciones de prevención y defensa de cauces frente a las avenidas y una evaluación económica de las mismas, incorporando allí donde los hubiera los programas de acción desarrollados por las propias Comunidades Autónomas. El Libro Blanco del Agua, inmediato predecesor del Plan Hidrológico Nacional, también incluyó criterios y consideraciones sobre las avenidas e inundaciones que redundaban en los aspectos ya comentados. En paralelo a estas actuaciones, una de las necesidades más evidentes en la prevención de los efectos de las inundaciones es la realización de mapas de riesgo y la zonificación de las llanuras de inundación, con vistas a ser incluidas en la planificación urbanística y en las políticas de ordenación del territorio. Esta importante acción no estructural ha sido objeto de actividad del Instituto Tecnológico Geominero de España, que ha publicado mapas de riesgo en zonas y núcleos urbanos del País Vasco y Levante especialmente. No obstante, en esta línea hay que destacar el plan global frente a inundaciones en la ribera del Júcar, que motivó la realización de concienzudos estudios hidrológicos por el CEDEX, modelizando el flujo hidráulico de la llanura de inundación del río y realizando la elaboración de la cartografía de riesgo de inundación a escala 1:2.000, con un total de 300 hojas. Este plan ha permitido fijar toda una serie de medidas estructurales de protección de período de retorno comprendido entre 100 y 250 años para zonas urbanas y entre 25 y 50 para las zonas rurales. Igualmente ha sentado las bases de una amplia serie de actuaciones no estructurales para el desarrollo de los planes de actuación municipal y delimitación de zonas especiales en el planeamiento urbano. La culminación de estas medidas ha sido la elaboración desde 1999 hasta el momento de diversos planes de prevención de inundaciones en varias Comunidades, entre las que destacan Comunidad Valenciana y el País Vasco. En el primer caso el Plan de Acción Territorial sobre Prevención del Riesgo de Inundación en la Comunidad Valenciana (Patricova) ha delimitado el impacto actual y el futuro de las inundaciones en la Comunidad, cuantificando económicamente los daños directos e indirectos que pudieran producirse tras la realización de una cartografía de delimitación de riesgo en seis niveles en un total de 278 zonas de inundación. Fruto de ello es un programa de tres actuaciones frente al riego, de tipo estructural, de restauración hidrológico-forestal y de ordenación urbanístico-territorial, con un coste total estimado de 246.139 millones de pesetas. Por su parte en el País Vasco, con el Plan Integral de Prevención de Inundación (PIPI) y El Plan Territorial Sectorial de Ordenación de márgenes de los ríos y arroyos de la Comunidad en su vertiente cantábrica, ha incorporado igualmente los criterios medioambientales de protección junto a los encaminados a evitar y minimizar los efectos destructivos de las avenidas. Fig. 7. Sirenas de aviso a la población de Ponts instaladas tras la aprobación del Plan de Emergencia de la Presa de Rialb. Toda esta respuesta técnica ante los efectos de las avenidas ha sido acompañada, y en ocasiones precedida, por una intensa labor normativa. Desde 1995 está en vigor la Directriz de Protección Civil frente al riesgo de inundaciones, donde adquiere plena vigencia el concepto de análisis de riesgos y zonificación territorial y se establecen las bases de la planificación de la protección civil. Dada la competencia de las Comunidades Autónomas en la materia de protección civil, varias de ellas han elaborado sus planes ante el riesgo de inundaciones, habiendo sido aprobados y homologados al presente (2004) los correspondientes a Comunidad Valenciana, País Vasco, Navarra y Galicia y encontrándose ya muy avanzado el de la Comunidad Autónoma de Cataluña (INUNCAT). Un aspecto novedoso también contemplado en la Directriz es la consideración de emergencia ante el riesgo de rotura o averías graves en las presas, que ha supuesto de una forma progresiva su clasificación frente al riesgo y la elaboración y aprobación de varios planes de emergencias por rotura en presas y la instalación en dos de las más recientemente incorporadas al parque, como son Itoiz en Navarra y Rialb en Cataluña, de los sistemas de aviso a las poblaciones situadas aguas abajo. En relación con las presas también se produjo en 1996 el Reglamento Técnico de Presas y Embalses, heredero de la Instrucción de Presas de 1968. No obstante en este campo queda aún mucha labor por desarrollar, en especial en los planes de ámbito local, y el gran objetivo fijado en la Directriz todavía por materializarse de disponer del Plan Estatal de Protección Civil ante el riesgo de inundaciones. La preocupación del poder legislativo sobre estos asuntos provocó la creación de una Comisión Especial sobre la prevención y asistencia en situaciones de catástrofe, que desarrolló el grueso de sus trabajos entre 1997 y 1998 y que centró buena parte de su atención en las inundaciones. Un total de 55 comparecientes y 27 ponentes expertos sectoriales en todo tipo de catástrofes permitieron que la Comisión elaborara un informe que recomendaba la creación de un programa nacional de cartografía temática de zonas potencialmente inundables y su nivel de riesgo asociado, y en paralelo desarrollar el SAIH, el programa de deslinde del Dominio Público I.T. N.o 68. 2004 73 CUADRO 1 Riesgo anual de avenidas catastróficas 1980-2000 País Número medio anual de avenidas catastróficas Número de víctimas anual Media de fallecidos por millón de habitantes Media de población Porcentaje de físicamente población total expuesta al año expuesta al año en % Vulnerabilidad relativa (muertos por millón de habitantes expuestos) Densidad de población en zona inundable expuesta a avenida (hab/km2) España 0,52 8,38 0,21 888.261 2,28 9,44 Italia 0,57 14,00 0,24 2.994.349 5,23 4,68 7.451 208,73 Francia Grecia 1,10 0,19 5,29 1,19 0,09 0,11 1.821.024 482.663 2,90 4,58 2,90 2,47 138,87 102,71 Alemania 0,38 1,00 0,01 3.976.284 4,94 0,25 280,34 Reino Unido 0,43 0,48 0,01 2.082.205 3,53 0,23 198,75 Estados Unidos 3,48 24,19 0,09 10.591.826 2,28 2,28 49,48 Japón 0,62 30,71 0,25 10.925.468 8,86 2,81 478,94 Fuente: Base de datos UNEP/GRID. Ginebra. Fig. 8. Imagen del satélite Aqua procesada mostrando la inundación de las marismas del Guadalquivir el 25 de noviembre de 2003. Fuente: NASA. Hidráulico (LINDE) y las medidas preventivas estructurales necesarias. Con posterioridad el Defensor del Pueblo de Cataluña, “Sindic de Greuges”, dirigió un informe extraordinario al Parlamento de Cataluña en relación con la actuación de la Administración en materia de riesgo de inundaciones en el que también se insistía en la necesidad de disponer de una delimitación cartográfica de las zonas inundables y de análisis de riesgos que permitiera la revisión de la legislación urbanística para adaptarla a sus resultados. Esta inquietud creciente es un reflejo de lo que últimamente sucede a nivel mundial. Las Naciones Unidas declararon los años noventa como la década internacional para la reducción de los desastres naturales (DIRDN), desarrollándose la primera Conferencia Mundial sobre el tema en Yokohama en 1994, estableciendo un decálogo de principios que tendrá su continuidad previsiblemente en la segunda Conferencia Mundial en Kobe el año 2005. Por su parte el programa de desarrollo de las Naciones Unidas, en su informe sobre “la reducción del riesgo de desastres un desafío para el desarrollo”, ha establecido las conexiones existentes entre el progreso y las catástrofes, en las que las inundaciones juegan un importantísimo papel. En este CUADRO 2 Principales episodios de avenidas desde 1990 Episodio 74 Cauces Poblaciones Provincias Pmax en mm Qmax en m3/s Coste (en Mptas. 2001) Muertos 400 – 30.000 9 – – – 10 – 87 10-10-1994 Francolí, Llobregat Besós La Alforja Tarragona Tarragona Barcelona 09-09-1995 Araduéñiga Yebra, Alcocer Almoguera, Albares Guadalajara 07-08-1996 Arás (Gállego) Camping Biescas Huesca 243 500 30-09-1997 Barrancos Juncavet Orgegia Alicante Alicante 270 – 19.000 5 05-11-1997 Arroyos Rivilla y Calamón Badajoz Badajoz 136 700 12.000 26 10-06-2000 Llobregat Montserrat Barcelona 224 1.150 11.000 5 21/27-10-2000 Riera Montbrió Algars, Matarraña Magro, Mijares, Cenia Benipila Bergantes Vendrell, Falset Valderobres Aladaia, Buñol Cartagena Morella Tarragona Teruel Valencia Murcia Castellón 270 (2 días) 502 (3 días) 694 (5 días) 170 (1 día) 502 (3 días) – 04/10-02-03 Ebro Arga, Aragón, Zadorra Pradilla, Alfaro Zaragoza La Rioja Zaragoza Navarra – 3.320 15.000 – 28-03-04 Arroyos Cala y Rincón Rincón de la Victoria Málaga – 8.000 – I.T. N.O 68. 2004 225 (1 día) 4 15.000 3 ámbito internacional y en lo que respecta a España no pueden pasarse por alto las iniciativas relacionadas con las crecidas en la Unión Europea, muy condicionadas por la todavía fresca impresión causada por los sucesos de centroeuropa de 2002. Durante el período 1980-2002 el mayor número de avenidas acaecidas en Europa sucedió en Francia, con el 22 % del total, seguida de Italia y Reino Unido con un 17 % y 12 % respectivamente. Las pérdidas económicas más importantes ocurrieron en Alemania e Italia, con once mil millones de euros para cada Estado, seguidos por Reino Unido y España, a la que la estadística comunitaria atribuye seis mil millones de euros, cifra esta que parece algo subestimada en lo que a nuestro país se refiere. Las últimas estimaciones de autores nacionales cifran en España en 20 el número de víctimas medio anual y en unos 480 millones de euros los daños producidos por las avenidas. En la última década la Unión Europea ha lanzado un total de cincuenta proyectos en áreas relacionadas con la valoración de riesgo, predicción meteorológica, mapificación y ordenación del territorio, desarrollando la Comisión un sistema de alerta europeo de crecidas (EFAS) que proporcione predicciones fiables con una anticipación de tres a diez días. Otros proyectos destacables son el EUROTAS para establecer estrategias de mitigación de avenidas y el EURINSAT para mejorar las predicciones de lluvias, englobado dentro de una contribución a escala mundial que busca encontrar un modelo de medida en tiempo real de las precipitaciones de todo el mundo mediante la información transmitida por diferentes satélites, traducida a cinco o seis grandes bases terrestres distribuidas por el planeta, siendo conocido por la Medida Global de Precipitación (GPM). El programa, diseñado por la NASA y la Agencia Japonesa del Espacio, se basa en radares y radiómetros instalados en dicha flota de satélites, y Cataluña ha sido recientemente elegida como uno de los seis campos de validación del proyecto, dada la densidad de la red de pluviógrafos con telecontrol y la red de cinco radares metereológicos que estarán plenamente operativos en 2005. La esperanza de un mejor futuro Continuando con el recorrido, casi salmodia, a lo largo del tiempo de las inundaciones en nuestro país, puede observarse en el cuadro 2, donde figura el resumen de los eventos producidos en los últimos quince años, cómo la tendencia de las inundaciones producidas es claramente decreciente en cuanto al número de víctimas y los daños ocasionados, de lo que algún mérito cabrá atribuir a las medidas desarrolladas y descritas anteriormente durante dichos años. Sin embargo el lector crítico podrá señalar al menos dos aspectos que invitan a la circunspección y la prudencia. Por un lado los fenómenos extremos sufridos en esta última década larga son de menor entidad que los experimentados con anterioridad, abonando quizás la hipótesis de algún experto que reivindica un carácter cíclico de los mismos, o una incidencia del cambio climático que todavía parece estar por demostrarse. En otro orden de cosas, el desgraciado evento sufrido en el camping de Biescas en 1996, con 86 muertos, demuestra que si bien la repercusión económica de las nuevas medidas emprendidas es notable, queda todavía mucho por hacer en la implicación del urbanismo y la ordenación del territorio en la mitigación de este tipo de catástrofes. A pesar del voluntarismo de los legisladores, que apunta en esta dirección (artículo 11 del texto refundido de la Ley de Aguas del año 2001) y de la Ley 6/98 del Suelo (artículo 9.1), los esfuerzos necesarios en un próximo futuro precisarán de una tenaz y continua voluntad de los poderes públicos para que dentro de unos años otros autores no tengan que añadir nuevos y dolorosos casos a la crónica recopilada para este forzosamente breve artículo. ■ Francisco José Hijós Bitrián Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos Confederación Hidrográfica del Ebro Bibliografía – Camps, Joaquín de, y Camprubí, Raimón, El Ter, Ediciones Destino, Barcelona 1976. – Marzo, Juan B., “Hydrometeorological and hydraulic factors and problems related to floods in arid regions of Spain”, U.S. Italy research workshop on the hidrometereology impacts and management of extreme floods, Perugia, November 1995. – Pelegrín Garrido, M., “Crecidas que motivaron la construcción de presas en la cuenca del Segura (1879-1989)”, IV Jornadas españolas de Presas, Murcia, 1993. – “Informe del Sindic de Greuges al Parlament de Catalunya sobre L’actuació de l’Administració Pública en materia de prevenció i intervenció davant el risc de inundacions i avingudes”, Butlletí Oficial del Parlament de Catalunya, nº 114, nov. 2000. – Libro Blanco del Agua en España. Avenidas e Inundaciones (pp. 465-488), Ministerio de Medio Ambiente, 1988. – Romero Cordón, E., Álvarez Vigil, E., y otros, “The catastrophic flood event on the 18th of October of 1973 in the rambla of Albuñol (La Rábita, Granada, Spain)”, Paleofloods, historical data and climatic variability, International workshop, Barcelona, October 2002. – Berga Casafont, Luis, “Beneficios de las presas en la laminación de avenidas”, VII Jornadas Españolas de Presas, Zaragoza, mayo 2002. – “Informe de la Comisión especial del Senado sobre la prevención y asistencia en situaciones de catástrofe”, Boletín Oficial de las Cortes Generales, nº 596 . – Hereza Domínguez, Iñigo, y Zorraquino Lozano, Víctor, “Una aproximación a la regulación proporcionada por el sistema de embalses existente en la cuenca del Ebro durante las avenidas de noviembre de 1982”, Terceras Jornadas Españolas de Presas, Barcelona 1990. – Lladonosa Pujol, José, Historia de la Diputación Provincial de Lérida, Artis Estudios Gráficos, Lérida, 1973 (pp. 407-409 y 460 a 462). – Llasat y Rigo, María del Carmen, y Barriendos, Mariano, “The Montserrat 2000 flash-flod event. A comparison with the floods that have occurred in the Northeast of the Iberian peninsula since the 14th century”, International Journal of Climatology, nº 23 (pp. 453-469), Ed. Wiley and Sons, Chichester 2003. – Ferrer, Javier, Estrela, Teodoro, y Jiménez, Antonio, El plan global frente a inundaciones en la ribera del Júcar, CEDEX, 1999. – Benlliure, José Mª, Selva, José Mª, Ricart, Fernando, “El Patricova. Un ejemplo del tratamiento del riesgo de inundación en la ordenación del territorio”, III Congreso Internacional de Ordenación del Territorio, Gijón, julio 2001. – “Reducing disaster risk. A challenge for development”, United Nations Development Programme. Bureau for crisis prevention and recovery, 2004. – Llasat, Mª Carmen, “Episodios Históricos de 1962, 1971 y 1982”, Programa Interreg. II-C. – Sentencia nº 492/1997 de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. – “Directriz Básica de Protección Civil ante el riesgo de inundaciones”, BOE, 14 de febrero de 1995. – Diarios “El País”, “La Vanguardia”, “Sur”, “El Correo”, “Segre”, “La Verdad”, y “Heraldo de Aragón”. I.T. N.o 68. 2004 75