EL DÍA, jueves, 7 de marzo de 2013 25 FERNANDO ESTÉVEZ El legado que dejó en La Palma el escultor en el 225 aniversario de su nacimiento 44/45 revista semanal de EL DÍA María Luisa García y Carlos Reimers, DOS PIANISTAS EN LA MEMORIA Texto y fotos: Melecio Hernández Pérez N o deja de ser significativo que el Puerto de la Cruz, que contaba con un entusiasta grupo de aficionados vinculado a las artes escénicas, fuera el lugar donde se erigiera el primer teatro público de Canarias. Fue en 1823, tal vez inducido por el movimiento social practicado por la burguesía comercial extranjera desde el siglo XVIII, con actuaciones teatrales y otras actividades culturales y lúdicas, realizadas en sus propias casas. Un buen ejemplo de ello es el testimonio de A. Pierre Ledru en su obra “Voyage aux iles de Teneriffe”. Relata este naturalista francés que presenció tres representaciones artísticas los días 26, 27 y 28 de febrero de 1796, durante las fiestas del carnaval del Puerto de la Cruz en los domicilios de los comerciantes Barry, Cólogan y el ex cónsul inglés sir Faveno, con otros, como Litte y Bethencourt, a las que asistieron lo más selecto de la sociedad portuense. Las obras giraron en torno a escenas del Quijote, la Corte del Gran Señor y la mitología griega y romana, caso de los dioses del Olimpo, que causaron grata sorpresa y admiración al ilustre viajero galo.También a esta progresiva localidad del norte de la isla de 3.820 habitantes en 1832 le cupo el honor de ser escenario de la primera ópera ejecutada en el archipiélago, al parecer, representada por una compañía de profesionales de la Península. Los apuntes que preceden, tienen la finalidad únicamente de servir de preámbulo al trabajo de hoy; no es un recorrido a través de los tiempos de la historia de las artes escénicas del Puerto de la Cruz, investigación que está por culminar. Permítaseme, no obstante, para entrar en materia, señalar que, independientemente de la pionera infraestructura de teatro referida, también en la década de 1830 se constituyó un club de veintitrés socios presidido por la firma comercial inglesa Pasley Litte y Cía., en la Casa de Baile y Teatro, de la calle Quintana, propiedad de Tomás Zamora y Gorrín (hoy hotel Monopol), así como la disposición del exconvento de las monjas Catalinas, frente a la parroquia de La Peña de Francia, tras la exclaustración de las órdenes religiosas de 1835, cuyo patio fue utilizado, entre otros usos, para fun- El majestuoso Thermal Palace (1912), con el Teide de fondo De derecha a izquierda la pianista María Luisa López y su hermana Carmen 26 jueves, 7 de marzo de 2013, EL DÍA EN PORTADA ciones teatrales. Desde principios del siglo pasado ya contaba este espacio con cinematógrafo, que, con el teatro, fueron regidos por los empresarios Eladio Santaella y Graciano García. En las últimas décadas del XIX y primeras del XX, estas actividades se verían impulsadas por las sociedades recreativas y culturales, paso de compañías foráneas, hoteles y, fundamentalmente, el majestuoso edificio Thermal Palace, de los hermanos Guillermo y Gustavo Wildpret Duque, inaugurado en 1912, construido con destino al turismo. Su salón-teatro registró sobresalientes manifestaciones artísticas, literarias, musicales y proyecciones cinematográficas a las que concurrían personas de todos los pueblos de la comarca. En opinión de Nicolás Martí Dehesa, “el Thermal Palace es uno de esos grandes centros de las primeras capitales de Europa”. Dehesa Martí fue el promotor del palacete, ubicado en la plaza capitalina de Los Patos, considerado como el máximo exponente del modernismo canario. El objetivo de hoy es traer a la memoria a dos de los jóvenes de la localidad de entonces e intérpretes del piano con talento que merecen ser rescatados del olvido: María Luisa García López (1898-1956) y Carlos Reimers Wildpret (1900-1974). María Luisa tuvo por hermana menor y única a Carmen (1901-1951), de la que me ocupé en su calidad de virtuosa violinista en el suplemento LA PRENSA del 7 de agosto de 2010, con la que formó tándem en numerosos conciertos y festivales. Nació María Luisa el 20 de octubre de 1898 y era la hija primogénita del matrimonio formado por Manuel García Montes de Oca y Ana López Brito, naturales de Las Palmas y Puerto de la Cruz, respectivamente. Aunque la profesión de su padre era la de interventor del Ayuntamiento, su melomanía le lleva a crear y dirigir un sexteto musical y la Juvenil Banda de Exploradores, a la par que su integración en agrupaciones musicales, bien tocando el piano o el violín, transmitiendo un ambiente propicio en el ámbito familiar que va a repercutir en la pequeña, que terminó familiarizándose con la música hasta ejercer como concertista y profesora de piano. Su padre, hombre de férrea voluntad, extremadamente disciplinario y de propósitos firmes, va a ser determinante en la inclinación de María Luisa por el piano. Este instrumento lo tenía a su alcance en la casa familiar y le permitió desarrollar sus singulares aptitudes, puestas a prueba desde la más tierna infancia en las visitas sociales, tan en boga entonces. Con los conocimientos elementales de solfeo y piano adquiridos de su progenitor, pasa a recibir clases de la profesora Isabel Josa de Ramos, medalla de primera clase del Conservatorio del Liceo de Barcelona, establecida en el Puerto. La jovencita María Luisa, pronto sería una de las más sobresalientes discípulas por sus habilidades y dominio del teclado, dado su exquisita sensibilidad y precisión interpretativa. Aunque anteriormente, pese a su corta edad, ya había intervenido en varios conciertos y festivales benéficos, el concierto del 30 de junio de 1913 en el domicilio de la profesora De Ramos fue para ella muy gratificante por el éxito obtenido en la ejecución de su repertorio. En el programa de tres partes, María Luisa tiene su particular protagonismo en el conjunto del elenco actuante. Interpreta al piano, a cuatro manos, con Clementina Álvarez, las obras “II Trovatore”, de L. M. Gottschalk, y la fantasía brillante “Norma”, de Leybach; y, como solista, la melodía original de Dupont “Chanson hongroise”, para en la tercera parte acompañar al piano a su hermana Carmen en la “Jota estudiantina”, de Isidro Hernández. También la pianista se adentra en el arte lírico e interpreta a dúo con África Bor- ges “La viuda alegre”, opereta de Franz Lehár, y nuevamente con Clementina Álvarez, “Carmen”, de la ópera de Bizet. Cerró el concierto con los “Cantos canarios” de Teobaldo Power. En el referido año se suceden representaciones de diverso género en las que participa nuestra protagonista. Una muestra fue la velada del 8 de noviembre en el Círculo Iriarte, en la que María Luisa asume el principal papel en la zarzuela de un acto, de Manuel Cerezo y Garrido, titulada “Caridad”, acompañada de un coro de voces femeninas. En el contexto histórico del estallido de la Primera Guerra Mundial, el Valle de La Orotava, que dejaba entrever la senda del progreso, ve cómo se torna el panorama en miseria y desolación. La inactividad portuaria y comercial marcaba la paupérrima economía local. Sus calles estaban silenciosas y vacías, sin ese bullicio de los pueblos que se encumbran con el trabajo y con Carlos Reimers Wildpret y su sobrino Gustavo Reimers Suárez en Madrid, año 1950 (foto cedida por Gustado Reimers) las transacciones mercantiles. En el muelle reposaban los frutos en espera de los vapores que los transportaran a los mercados europeos; y lo que es más triste aún, cientos de obreros sin trabajo, de mujeres y niños pidiendo limosna por las calles o invadiendo las cocinas económicas en solicitud de alimentos con que saciar el hambre. Algunos hoteles se ven obligados a echar el cerrojo por falta huéspedes o turistas. Esta dura realidad de falta de recursos económicos y sanitarios, mueve a humanitarias señoras a organizar festivales para allegar fondos con que socorrer las más perentorias demandas sociales. Y es así como vuelve a estar presente en los escenarios la pianista María Luisa, en los años prolíficos de 1915 a 1918, de los que entresaco una pequeña muestra. El 5 de abril de 1915, en el Thermal Palace, con la participación de su hermana al violín, interpreta el sentimental nocturno “Abendlied”, de Robert Schumann, y la composición musical de Oscar Strauss. María Luisa estuvo magistral con el capricho para piano titulado “Power”, de Gundemaro Baudet. No menos exitosa fue la velada literaria del 31 de julio, patrocinada por el Comité de Los Exploradores y a iniciativa de Juan Reyes Bartlet, quien había sido nombrado director de la banda municipal de música del Puerto, precisamente en 1915. Las 500 sillas del Thermal se agotaron con público de la localidad y del resto del valle. Del repertorio le correspondió a María Luisa acompañar al piano a Antonio Acosta, que cantó “La partida”, de Álvarez, y la “Serenata”, de Reyes Bartlet; así como el célebre “Minuet”, de Bocherini, y “A una morena”, de García Sola con su hermana al violín. Los festivales se exhiben en el marco de los escenarios locales y foráneos de La Orotava, La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas etc., e incluso al aire libre en los espléndidos jardines del Gran Hotel Taoro. Eran habituales en las veladas de signo literario-musical los discursos de personalidades de las letras y las artes, como Luis Rodríguez Figueroa, Sebastián Castro Díaz, Manuel Bethencourt del Río, Manuel Verdugo y Antonio González Rodríguez, entre otros. En el Teatro Municipal de la capital (hoy teatro Guimerá), en junio de 1917 se celebró una velada musical a beneficio del Asilo de Mendigos. María Luisa y su hermana Carmen, en sus intervenciones, fueron muy aplaudidas. En este acto intervino el cantante lírico Jorge Sansón, con quien las jóvenes artistas habían compartido escenario en el Puerto de la Cruz. En el Pérez Galdós, de Las Palmas, tuvo lugar el 9 de octubre una fiesta de arte en homenaje al cantante tinerfeño Luis Armas de Miranda, discípulo de Néstor de la Torre. El número principal de la noche corrió a cargo de las hermanas García López. La prensa de Las Palmas dijo de ellas que “en la fantasía de “Cavallería rusticana”, de Pietro Mascagni, su prodigiosa ejecución fue un verdadero derroche de limpieza, maestría y finura”. El 4 de 27 EL DÍA, jueves, 7 de marzo de 2013 EN PORTADA febrero de 1918, en el teatro Leal de La Laguna, organizado por la Sociedad El Porvenir, se representaron, entre otras, “Adiós a la Alambra” y “Rigoletto”, a cargo de las citadas hermanas, “que son dos artistas angelicales que entusiasman y subyugan con su arte exquisito”. A partir del referido año, las actuaciones entran en declive, apareciendo María Luisa en esporádicas celebraciones en el Casino Puerto de la Cruz, Thermal Palace, Círculo Iriarte, etc., para ejecutar conciertos de Chopin, Wagner, Beethoven, Liezt, Rubinstein, Mendelhsson, Beriot... En 1922, debuta María Luisa en el Centro Icodente, en unión de su hermana, y otros participantes, interpretando “Fantasía siciliana”, de A. Hermans, y “Rigoletto”, de Giuseppe Verdi. Otro tanto hace en el Teatro-Cine Realejos el 9 de mayo de 1937, donde interviene en varios números. El 20 del mismo mes y año, se pone en escena, en el Teatro Atlante de La Orotava, un renovado programa lírico teatral que resultó todo un acontecimiento; y el 23, en el Guimerá, un gran festival artístico, siendo dirigida la banda de todas esas veladas por María Luisa García López. Esta última contrae matrimonio con Tomás Baeza González, fruto del cual procrearon los hijos Ana Luisa y Manuel. Su esposo fallece con solo 43 años el 20 de febrero de 1938. Ello motivará que, posteriormente, sus apariciones en los escenarios sean puntuales, entre otras razones por la grave crisis provocada por la Guerra Civil española y la subsiguiente Segunda Guerra Mundial. La joven viuda obtiene empleo de escribiente en el Ayuntamiento, y alterna su trabajo impartiendo clases en su condición de acreditada profesora de piano, indudablemente, toda una figura clave dentro de la proyección cultural y musical del valle de La Orotava. Pero, lamentablemente, no fueron tantas las generaciones que se formaron bajo su enseñanza y convincentes ejercicios de técnica pianista, ya que la muerte le sorprendió el día 6 de enero de 1956, a los 58 años. Como un sencillo tributo a su memoria, después de 57 años de su óbito, en un día espléndido de sol y bajo un cielo azul, he depositado en su nicho del cementerio del Puerto de la Cruz, donde descansan sus restos, una flor y una sentida oración, desoyendo un poco a san Agustín en aquello de “ que una flor se marchita…”. Luisa Wildpret Duque (1866-1929), natural de La Orotava, tuvo de su primer matrimonio con el parisino Emilio Schöenauer (1863-1892) dos hijos que murieron de difteria y que yacen en la tumba con su madre, en el cementerio protestante del Puerto de la Cruz, más conocido por La Chercha. De su segundas nupcias con Max C. J. Reimers (1866-1904), natural de Hamburgo, nacieron los hijos Hermann (Germán) y Carlos, personaje este objeto de estas líneas. Sus abuelos por línea paterna fueron Johann Joachim Reimers (18161890) y María Elisabeth Soltau (n.1826); y por la materna Hermann Josef Wildpret Soder (1834-1908), natural de Warmbach, próximo a Rheinfelden, y Mª Luisa Duque Suárez (1838-1905), de La Laguna. Carlos Reimers Wildpret nació el 6 de abril de 1900 en la hermosa casona del siglo XVIII de la calle San Juan, del Puerto de la Cruz, que sigue siendo conocida por Casa Reimers. De la prensa de la época se desprende que hasta la edad de 15 años no había tinuas ausencias de los escenarios. Habrán de pasar veinte años para volver a saber de sus actuaciones. Es a lo largo de 1937 cuando interviene en tres festivales musicales celebrados en mayo en el Teatro Topham, a beneficio de los comedores infantiles, “Sonata XIV”, adagio sostenuto (“Claro de luna”) y allegretto y presto agitado, de Beethoven; en el Teatro Atlante de La Orotava y Guimerá, ambos a beneficio de la Falange Española Tradicionista y de las JONS, con igual repertorio, a excepción del concierto capitalino que cuenta con obras de Berceuse, Max Reger y Charles Gounod. Carlos Reimers era de esa clase de artista que prefirió una existencia anárquica y bohemia, forma de vida que iba a generar serias desavenencias debutado en público como pianista; lo hace en una velada literaria celebrada el 31 de julio de 1915 en el Thermal Palace con la obertura “Norma”, de Vicenzo Bellini, interpretada al violín por Adolfo Pérez Carballo y acompañado al piano con mucho amore, por el joven Carlos Reimers. En octubre de 1916, ahora en el teatro de verano del exconvento del Puerto, ejecuta al piano conjuntamente con el violinista Pérez Carballo y el gran valor del momento, Juan Reyes Bartlet, a la flauta, los “Cantos canarios”, de T. Power; “Fiebre de amor”, la hermosa melodía de “Monasterio” y la Sonata en mi menor, en sus dos movimientos allegro moderato y tempo di minuetto, de Mozart, que fueron muy ovacionados; y, por último, el 3 de mayo de 1917 en el Thermal Palace, en la segunda parte del concierto vocal e instrumental a beneficio del hospital del Puerto, la sinfonía de la ópera “Guillermo Tell”, de G. Rossini, ejecutada en dos pianos a ocho manos por Consuelo Redecilla y Esther Wildpret y Carlos Remiers y Reyes Bartlet, además de “Resignation”, de Morceaux, con la intervención de Carlos Reimers, que mereció los mayores elogios de la crítica. Desde entonces, este prometedor pianista parece revelar un espíritu independiente e inconstante con sus con- con su hermano Hermann, que nunca compartió su filosofía de vida errante. Esta fue la razón principal que movió a Carlos trasladar su residencia a Madrid, donde llevó una vida más caótica aún. Al principio tuvo su domicilio en la calle Enrique Moya, donde invitaba a sus amigos a disfrutar con la música clásica de su predilecto Wagner. Había montado en el salón un baffle a lo grande de 3x3m. con ocho altavoces colgados del techo para oír óperas tumbado en el suelo sobre una piel blanca de llama. En definitiva, desfilaban deliciosamente “Lohengrin”, “Tannhäuser”, “El oro del Rhin” (“Anillo de los nibelungos”), etc. También era un deleite para los sentidos cuando Carlos brindaba una selecta sesión de piano, interpretada con esa maestría que le caracterizaba. Cultivó y disfrutó de los placeres de la vida: el dandismo, la elegancia en el vestir, la buena mesa y bebida, etc. Como auténtico bon vivant, además de refinado y pulcro, culto y encantador, sabía sacar provecho en beneficio propio, y de él se cuentan las más divertidas anécdotas que rayan en lo picaresco. Así, a su sobrino Gustavo Reimers, que estudiaba en Madrid, le insinuaba restaurantes para que le invitara a comer, cosa que era frecuente. El menú que elegía era a base de una docena de ostras acompañadas de cham- El majestuoso Thermal Palace (1912), con el Teide al fondo pán francés y pavo trufado, lo que desequilibraba el presupuesto del joven sobrino, que lo sufría estoicamente. Otra de las suyas de marcado vividor era que, conociendo la librería donde Gustavo encargaba los libros que precisaba su carrera, no dudaba en presentarse en nombre de él y retirar libros con cargo a su sableado sobrino. Carlos tuvo grandes dotes de artista y dominio del piano y el órgano. Cuando se ponía a tocar el piano lo hacía magistralmente, logrando en la mayoría de los casos el perdón de sus “pecados”. Consideraba que los artistas de su nivel debieran ser soportados económicamente por la comunidad; y no quiso concluir la carrera de piano, porque solía decir que “los profesores del Conservatorio eran meros pupilos a su lado”. Mientras le fue posible mantuvo su norma de conducta burguesa, hasta quepasó a vivir en pensiones que pagaba de lo obtenido en sus conciertos; además, realizó una gira con actuaciones sucesivas por diferentes ciudades de Alemania. Pasado algún tiempo regresó a Madrid, la capital del Reino, como la designara Felipe II en 1561, y desde allí marchó a Málaga, donde se ganaba la vida tocando el piano en bares que ofrecían espectáculos de cabaret. No murió de tisis, como temía su abuela por haber perdido a sus dos maridos de esta enfermedad. Murió en el apartamento que ocupaba en Málaga el 14 de septiembre de 1974, en la más absoluta soledad a consecuencia de un ataque al corazón, sin mujer ni hijos. Nunca se casó, pero con su último hálito su alma voló a la eternidad con música wagneriana. Fuentes consultadas: Datos facilitados por Gustavo Reimers Suárez, 19-08-2010, 23 y 24-02-2013. Libros: Ledru, André-Pierre (1982). Viaje a la Isla de Tenerife (1796). Traducción: José A. Delgado Luis. Madrid. Páginas 75-76. Martínez Viera, Francisco. Anales del Teatro en Tenerife. Editado por Instituto de Estudios Canarios. La Laguna. Página 16. Prensa: El Teide, 19-06, 17-07, y 30-10-1912; 0107-1913. Diario de Tenerife, 02-08-1915, 10-10-1916, 11-04-1917. El Liberal, 01-07-1913. La Presa, 29-03, 11-04, 25-06-17; 06-2, 0107-1918. Diario de Las Palmas, 10-10-1917. La Crónica, Las Palmas, 10-10-1917. El Tribuno, Las Palmas, 10-10-1917. Ecos, Las Palmas, 10-10-1917. La Información, Laguna, O3-O4-1915; 0502-1918. Otros: Registro Civil Puerto de la Cruz Archivo: Archivo particular M.Hernández Pérez 28 jueves, 7 de marzo de 2013, EL DÍA ARTE FERNANDO ESTÉVEZ (1788-1854) Y SU LEGADO ARTÍSTICO EN SANTA CRUZ DE LA PALMA (I) 225 aniversario del nacimiento del “resplandor de la imaginería canaria” Texto: José Guillermo Rodríguez Escudero E ste orotavense nació el 3 de marzo de 1788. Su padre, Juan Antonio Estévez Salas –platero de oficio– le enseñó las primeras nociones de dibujo. Estas técnicas las mejoraría gracias a su mentor franciscano, fray Antonio López, del convento de San Lorenzo de La Orotava. En el cenobio realizó Estévez sus estudios primarios y sería aquel religioso quien primeramente advertiría la gran facilidad del muchacho para las manualidades, sobre todo el arte del modelado. Lo tomó a su cargo e hizo que perfeccionase el dibujo. El primer contacto mantenido por Estévez con otro gran artista canario, el prestigioso imaginero Luján Pérez, se produciría en 1806, aprovechando que este se hallaba en el Puerto de la Cruz. Su estancia allí era debido a que estaba “atendiendo un encargo que la familia Nieves Ravelo le había encomendado” (según Quesada y Calero). Este encuentro se había producido gracias a la mediación de un amigo del escultor grancanario, fray Antonio Sánchez Tapias. Este fraile, “definidor de la provincia de Canarias”, atendía así la petición que el orgulloso tutor de Estévez Fray Antonio López, “uno de los frailes másilustradosdelconvento”,lehabíaformulado. Este “lector de artes” ya era consciente de la importancia del contacto para el futuro profesional de su pupilo. Para las mencionadas historiadoras, se supone que Luján “apreciaría el potencial artístico del muchacho, ya que un año después éste se encontraba adquiriendo los rudimentos de escultura en el taller que el maestro tenía en la calle de Santa Bárbara, en Las Palmas de Gran Canaria.” Tras su estancia en esta capital , el ya considerado como “el más aventajado discípulo de Luján” también asistió a las clases de la Academia de Arquitectura, fundada años antes por el tinerfeño Fernando de Roo. Una vez dio por finalizada su etapa de aprendizaje en Gran Canaria, el preparado artista retornó a La Orotava, donde abrió un taller. Allí, la erupción del volcán de Garachico en 1706 no sólo había provocado el ocaso económico de su puerto, sino que también influyó en la paulatina decadencia de sus afamados talleres. Libre de competencia, conoció un período de mucho trabajo, fruto de los encargos de los principales conventos. Sin embargo, la desamortización eclesiástica y la desaparición de algunos cenobios incidieron negativamente en su labor. Tuvo que cerrar su atelier y trasladarse a Santa Cruz de Tenerife en 1846. Allí crea un nuevo taller. Comienza a impartir clases de dibujo lineal Virgen del Carmen se refirieran a la vida y obra del insigne escultor. Gerardo Fuentes, en su obra sobre los autores canarios que se implicaron en el clasicismo, pretendió retomar la labor investigadora que don Sebastián había dejado a su muerte, acaecida en 1953. La muerte del ilustrado Estévez, el 14 de agosto de 1854, influyó de manera decisiva en la organización de la Academia de Bellas Artes, ya que había sido el mentor del progreso del arte, “al que, con su espíritu ilustrado, propició una mayor dignidad”. La memoria del curso, según las profesoras Calero y Quesada, le recuerda con estas palabras que resultan elocuentes para su categoría artística: “distinguido escultor, sobresaliente dibujante y pintor”. En 1808 aparece Estévez instalado en su casa de la calle de La Carrera, de La Orotava. Una etapa florida que dedicó incansablemente, como nos recuerda Padrón Acosta y recogido por Fuentes, “a su labor escultórica, lleno de fice don Manuel en la polémica renovación y embellecimiento de la suntuosa parroquia matriz de El Salvador. El venerable Díaz ideó también un ambicioso proyecto de reformas en otros templos de la capital, prefiriendo siempre las obras del orotavense por encontrarlas más acordes con el estilo neoclásico que trataba de imponer a toda costa. Gracias a estos encargos, llegaron a la preciosa ciudad palmera las siguientes imágenes: el Señor del Perdón, San Pedro Penitente, Nuestra Señora del Carmen, los Ángeles del altar mayor, todas ellas para El Salvador; Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de Los Dolores y el Nazareno para la iglesia de Santo Domingo. Y, por último, La Magdalena para la iglesia de San Francisco. El Neoclasicismo nació a partir del rechazo del Rococó y del Barroco tardío, a mediados del siglo XVIII. Los artistas neoclásicos pretendían conseguir un estilo que transmitiese ideas morales serias como la justicia, el honor y el patriotismo. Ansiaban recrear el estilo simple y digno del arte clásico de Roma y Grecia. En el terreno de la imaginería, algunos lo consiguieron mediante una gran perfección técnica y un gran dominio del oficio; la idealización y simplificación de los volúmenes; poses y vestimentas inspiradas en las esculturas clásicas; reproducción de las indumentarias adheridas al cuerpo o “ropa mojada”, etc. Esta nueva orientación del arte, que se llegó a regir por las normas de la Academia de Bellas Artes recién fundada, llega a Canarias y se divulga a través de la Escuela de Dibujo de Las Palmas, establecida en 1782. En la parroquia matriz de El Salvador encontramos importantes obras neoclásicas de dos afamados y prestigiosos imagineros: el palmero Marcelo Gómez Rodríguez de Carmona (1713-1791): Santo Cristo de las Siete Palabras; y el orotavense Fernando Estévez del Sacramento (1788-1854), “o de Salas, como firmaba, con los dos apellidos de su padre” (Rodríguez-Lewis): las mencionadas anteriormente. En todas las bellas imágenes llegadas a Santa Cruz de La Palma se aprecia una policromía suave y sonrosada que se adecua a las exigencias del modelado. Fuentes aprecia una relación estrecha en la empleada por los escultores napolitanos y genoveses, “de ahí que las imágenes de Estévez ofrezcan, a veces, un cierto aire de porcelana”. Se supone que Estévez era quien policromaba sus propias obras, o por lo menos que era un único y solo pintor el encargado de ello, ya que hay una constante de tonos en todas ellas. Se barajaron los nombres de Nicolás Alfaro, Lorenzo Pastor y Castro, Juan Abreu, Luis Le Gros… “Don Fernando Estévez, ornamento del pueblo que tuvo el honor de ser su cuna, no fue un Montañés ni un Salzillo, como tampoco lo fue su maestro Luján. Pero él encarna el último resplandor de la imaginería canaria”. (Sebastián Padrón Acosta) y de modelado en la Academia de Bellas Artes de esa capital en 1850. Defensor de todo aquello que significase progreso, traslada esta inquietud a sus alumnos, a los que alienta con su espíritu de superación, que parte del ejemplo de quienes se afanan por romper con aquellos moldes considerados como tradicionales. Sus primeras imágenes elaboradas ponen de manifiesto, como nos indica Ana Quesada, “su excesivo interés en conseguir un perfecto modelado, así como un estudio minucioso de las formas anatómicas”.También se ha dicho que su escultura es más fría que la de Luján, bien por el carácter sereno del artista o por la influencia clasicista de la época que le tocó vivir, aunque algunos la consideran más exaltada que la del maestro. Mantendría esta actividad escultórica hasta 1854, año de su fallecimiento. Algunas de sus famosas obras son: Nuestra Señora de Candelaria, Patrona de Canarias, entronizada en la basílica homónima de Tenerife; San Plácido de la iglesia de San Juan Bautista, de La Laguna; el rostro de San José de la Concepción (Santa Cruz de Tenerife), Santa Rita de Santo Domingo de La Orotava; la Inmaculada Concepción, titular de su parroquia de La Laguna, y así un largo etcétera. El presbítero Sebastián Padrón, cuando se refiere a la vida del artista, afirma “que ninguno de sus paisanos se había preocupado de buscar las huellas de tan insigne imaginero, gloria del pueblo que tuvo el honor de ser su cuna”. Efectivamente, el religioso se encontró con la inexistencia de documentos que ilusiones y de esperanzas en el triunfo de su arte”. Efectivamente, su influencia alcanzó tal magnitud que los artistas de las islas menores, sobre todo en El Hierro y La Palma, le imitaron hasta la saciedad. Entre otros resaltan Gumersindo Padrón, Aurelio Carmona y Nicolás de las Casas Lorenzo. Durante esta etapa orotavense, el beneficiado de El Salvador, el polifacético sacerdote y artista palmero Manuel Díaz, conoció al imaginero en 1809. Se había refugiado en La Orotava por enemistades políticas. Conectaron rápidamente y su amistad se fue haciendo cada vez más profunda. El cura Díaz había practicado también la escultura, pero sin mucho éxito. Estévez le inculcó una serie de normas y técnicas que hicieron cambiar los métodos y conceptos del palmero. El rector volvió a visitarlo en Tenerife en 1814 y 1830. Las bellas artes y la religiosidad les unían, pero también las tolerantes ideas políticas. También su buen talante, don de gentes y buen carácter y su amistad con el sacerdote liberal hizo posible la conexión con las nobles familias palmeras con apellidos como Capote, Massieu, Poggio, Lugo y Viña, etc. Una nutrida clientela que le proporcionaban suculentos beneficios a través de los pedidos de obras paralostemplosdelacapitalpalmera.LaPalma, por lo tanto, fue la isla más favorecida por su producción gracias a la amistad que le unió con el famoso clérigo innovador. El eje artístico Santa Cruz de La Palma–La Orotava se consolidaba paulatinamente. Así, Estévez se comprometió a ayudar al artí- 1.- NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN El talante abierto y apacible del imaginero Estévez le granjeó buenos y numerosos amigos. Su honradez profesional, reconocida por todos, le facilitó trabajo, que no sólo fue destinado a las iglesias de su isla natal, Tenerife, sino que trascendió al resto del Archipiélago, siendo La Palma la isla más favorecida por su producción gracias a la amistad que mantuvo con Manuel Díaz, rector del templo matriz. Recordemos también que el maestro Estévez tenía ascendencia palmera (por parte de sus abuelos paternos). Así, también por la mediación de este sacerdote liberal, podemos apreciar otra bellísima obra neoclásica, Nuestra Señora del Carmen, realizada en 1824, 45 EL DÍA, jueves, 7 de marzo de 2013 ARTE entronizada en su bello retablo de mismo estilo, en la capilla colateral de la Epístola. Esta fue fundada por Diego de Monteverde y construida hacia 1580, sustituyendo a una más antigua bajo la advocación del Espíritu Santo, aunque también se le conoció como de San Onofre, según Viera y Clavijo, aunque no está documentada esta dedicación. Posteriormente se llamó de San Luis y de Santiago a causa de las imágenes que allí se veneraban. Ya desde 1659 se conoce con el nombre de la Virgen al establecerse allí el culto mariano. La corona imperial de la Virgen del Carmen parece ser una espléndida pieza de 1666 por los portapuntas de formas complejas que integran su decoración barroca. Como la define la profesora Gloria Rodríguez: “Es desacostumbrada su disposición, tan tupida que parece la transposición de una superficie lisa con una decoración relevada”. Estas características parecen concordar con la fecha documentada en 1665, según el Libro de Cuentas de la Cofradía del Carmen, fundada en agosto 1659. Esta cofradía tenía por misión la celebración del día de la Virgen y procesión por la calle y en el interior del templo el primer domingo de cada mes. Se extinguió y se reorganizó en 1874. Las nuevas constituciones internas fueron aprobadas por el gobernador eclesiástico del Obispado el 11 de enero de 1876. Actualmente, la Cofradía participa en la procesión y en el posterior embarque de la Virgen cada 16 de julio, su onomástica, en el muelle de Santa Cruz de La Palma. Siguiendo con los adornos de la imagen, encontramos la media luna de plata en su color que sobresale en su base. Su borde interior lleva una decoración estriada y un pequeño querubín superpuesto justo en el centro. Es un atributo iconográfico típicamente mariano que nos recuerda la visión de san Juan Evangelista en su Apocalipsis. El adorno del angelito es habitual en el Archipiélago, aunque aquí aparece sobre la luna y no sobrepuesto, como es lo corriente. Otra magnífica alhaja de plata sobredorada, y siguiendo los textos apocalípticos de “la Mujer vestida de Sol…y con la luna a sus pies…”, está formada por doce estrellas de ocho puntas alternando con rosetas que llevan en su centro una piedra azul. Ya en las cuentas de la cofradía figuran el costo de la plata y el pago al platero en 1757. En estas no se especifican si también llevaban las flores intermedias, aunque su aspecto es el de un conjunto unitario. La hermosa expresión de esta imagen nos recuerda el semblante dulce y delicado de la Virgen del Rosario, esculpida por el mismo Estévez y que se venera en la vecina iglesia de Santo Domingo. Se inclina ligeramente sobre el Niño Jesús, mientras sostiene los escapularios con su mano derecha. Toda su figura es rodeada por una aureola de nubes y rayos irregulares que le imprimen aún más espectacularidad. Es una preciosa figura que ha suscitado una gran veneración entre los hombres de la mar, que la han erigido como patrona. Es frecuente ver mucha gente en su capilla a cualquier hora del día y en cualquier día del año. Es una escultura muy bien conseguida que tiene el poder de atracción al que la observa y que parece “irradiar luz propia”. Es una obra maestra del singular maestro Estévez. Las imágenes de vestir constituyen el grupo más numeroso dentro de su producción. De todas las llegadas a La Palma y nombradas anteriormente, tan sólo la esbelta y elegante Virgen del Carmen de El Salvador fue ejecutada El Señor del Perdón por Estévez imitando a la perfección la talla completa de madera. Utilizó lonas encoladas para la elaboración de los ropajes. Sistema este poco usado por el orotavense, ya que prácticamente el 80 % de su producción se contiene en el grupo de imágenes de candelero. La talla de la Virgen del Carmen, de madera estofada y pintada y de tamaño natural, tiene como basamento un grupo de nubes y querubines, solución esta que se ha denominado en Canarias “imagen de gloria”. Tanto la Virgen como el Niño que sostiene en su brazo izquierdo llevan corona de plata dorada y van rodeados por una aureola de doce estrellas. Fuentes Pérez, en su pormenorizado estudio sobre los escultores clasicistas canarios, indica que esta representación del personaje femenino predominó en Estévez, llegando a ocupar el “60% del total” de su producción. De esta peana sobresalen dos cabezas de angelotes o “putti”, de moldeados algo voluminosos. El 15 de julio de 1866 se ejecutó la actual basa por el carpintero Francisco Duque Díaz y más tarde fue dorada por Juan González Méndez. Fue tallada en 1824, siguiendo un estilo clasicista con marcado acento barroco. Tiene aproximadamente 1,82 de altura. Desfila procesionalmente cada 16 de julio, excepto cuando lo impiden las Fiestas Lustrales en honor de la Patrona Insular, la Virgen de Las Nieves. Esta imagen mariana vino a sustituir la anterior bajo la misma advocación que se encuentra entronizada en la ermita de San Telmo, hoy con el nombre de Nuestra Señora de La Luz, preciosa obra del artista palmero Juan Manuel de Silva Vizcaíno (16871751). Existió otra primigenia de candelero solicitada por la cofradía, fundada en 1659. Se cree que también Silva había retocado esta primitiva imagen en 1714. Para esta sustitución, propuesta por el beneficiado Díaz, hizo falta que se vendieran algunas alhajas de la Virgen en octubre de 1820 (evaluadas en más de 1.014 pesos). Este dinero fue destinado a la construcción del nuevo altar y la nueva talla encargada a Estévez. El mayordomodelaHermandadefectuóelpedido al tinerfeño, quien pidió el 22 de junio de 1822 200 pesos adelantados, y el resto los recibió el 6 de julio de 1824. Finalmente, llegó la Virgen al muelle de Santa Cruz de La Palma procedente del Puerto de la Cruz el 25 de junio de 1824 a bordo del barco Victoria. En el Libro de Tributos de la Cofradía del Carmen, año 1824, consta cómo el 4 de julio de 1824 se “hizo la función de colocación de la nueba Ymagen de N. Sa. del Carmen, que con su principal costó de hechura de 400 ps. de dicha Ymagen, reforma y adornos conducción importa 525 ps., sin incluir el costo de reedificacion de la capilla y nicho”. Nuestra Señora del Carmen, de grandes ojos rasgados, ladea levemente su cabeza hacia la izquierda. Una inclinación delicada y tierna que hace que su expresión angelical se acentúe un poco más. Fuentes Pérez, estudiando sus manos y las del Niño Jesús, añade que “la derecha intenta acariciar los piececitos del Niño, que es sostenido por la izquierda”. La disposición de brazos y piernas imprime movimiento a la tierna escena. Madre e Hijo, sonrientes, parecen estar jugando. También es movimiento lo que sugiere el empleo de las telas engomadas de los ropajes de la Virgen, una técnica en la que el maestro imita a la perfección la talla de madera. El gran manto que cubre su cabeza cae delicadamente en amplias ondas y es recogido por debajo del brazo derecho. Son dos los colores que priman en la policromía de las vestiduras, siguiendo las instrucciones de la Orden Carmelita: el marrón de la túnica y el blanco marfileño del manto. 2.- “EL SEÑOR DEL PERDÓN” Fue en 1821 cuando el maestro esculpió esta magnífica talla de candelero en madera policromada de 1,60 de altura y de estilo clasicista, entronizada en la capilla colateral del Evangelio del suntuoso templo de El Salvador. En la única hornacina del altar comparte espacio con San Pedro Penitente, también obra del maestro. Estas dos impresionantes efigies, de excelente factura, fueron adquiridas por Manuel Díaz. La mayoría de los estudiosos e historiadores coinciden en que se trata de la mejor pieza del artista, compitiendo en espectacularidad con el Nazareno de la vecina iglesia de Santo Domingo, de misma altura y trabajada en madera de cedro. Fuentes Pérez menciona en su obra una carta enviada por el maestro a Francisco de Lugo y Viña, natural y vecino de esta ciudad, fechada el 28 de julio de 1821, y que se conservaba en poder de Manuel Poggio y Sánchez. Allí se establecía el contrato para realizar con la máxima celeridad la talla de San Pedro y de ella se desprendía que la imagen de Cristo Preso ya había sido ejecutada en ese año. El profesor palmero Pérez Morera, al escribir sobre esta talla del Señor, apunta que “fue concebida según los cánones ideales griegos, un hombre de 33 años en toda su plenitud y belleza física que interpreta la profecía de la Pasión del Mesías: como manso cordero llevado al matadero (Isaías, 53,7)”. Fuentes Pérez añade que “de pie, con las manos atadas, mira plácidamente a su discípulo arrepentido. El rostro del Redentor, magistralmente tallado, contiene una fuerza espiritual poco común en la imaginería religiosa”. En palabras de Padrón Acosta, el Cristo posee “una expresión de tristeza infinita, de asombroso perdón, que se refleja en la faz sacra de Cristo. Las manos son obra acabada. El artista orotavense, al modelarlas, tuvo muy en cuenta la presión que en ellas ejercen los cordeles que la aprisionan”. El Señor presenta ambas manos, magistralmente esculpidas, atadas por delante. El desaparecido historiador palmero Fernández García también nos decía que tanto la talla del Nazareno como la de San Pedro “son obras de perfecta factura, y primeras muestras del arte de Estévez que llegaron a La Palma. El autor captó en la maravillosa faz de Cristo todo el perdón de un Dios para la flaqueza humana, en este caso representada en la figura del Pescador de Galilea, a quien aquél logró darle la más viva expresión de arrepentimiento. Es grupo inigualado y se puede titular de obra cumbre del artista”. Existe una anécdota curiosa que a través de los años se ha transmitido hasta la actualidad. Se cuenta que, estando Estévez en su taller contemplando su obra y dando los últimos retoques de gubia al Cristo, se sintió desfallecer al mismo tiempo que sintió una voz atronadora en su interior que le dijo: “¿Dónde me has visto que tan bien me has igualado?”. Acosta Felipe nos decía en 1999 que “sus manos atadas y la soga denuncian que está preso, pero nunca una mirada ha sido más libre: sus ropas, bordadas con motivos de espigas y flores de la pasión junto a motivos geométricos, nos recuerdan la frase… si el grano de trino no muere…”. El imaginero repitió en 1823 el mismo grupo escultórico para la iglesia parroquial de la Concepción de La Laguna, aunque “de menor calidad artística, faltándole fuerza expresiva”. Son imágenes de candelero conocidas como El Señor Maniatado y San Pedro Penitente. Quesada Acosta también indica que esta composición de esta ciudad tinerfeña es repetida y copiada del grupo que escenifica el mismo argumento de El Salvador, aunque con “notables variaciones en lo que respecta a la interpretación individualizada de cada personaje”. Por otra parte, el investigador Rodríguez Lewis nos informa de que estamos ante una “iconografía poco frecuente en nuestra imaginería. De todas formas, ha de reseñarse que el tema del Señor del Perdón surgió en la imaginería durante el siglo XVII, no adquiriendo caracteres definitivos hasta el XVIII”. La fabulosa túnica de terciopelo morado y bordada en oro que luce el Cristo fue donación de la noble y piadosa dama, “siempre desprendida en cuanto a sus dádivas a la Iglesia”, María Josefa Massieu y Monteverde (16701759), fundadora de la ermita del Cristo de la Caída. En una reunión de la Cofradía del Apóstol el 10 de enero de 1753 se menciona “la dádiva que hizo de la túnica tan costosa que hizo para el Señor del Martes Santo de más de la que había traído del mismo costo para el mismo fin y llevaron los ingleses”. Necesita una urgente restauración. Debido al alto coste de la misma, se ha decidido vestir a la imagen con otra túnica morada más sencilla, estrenada en la edición de 2009. A los pies del altar se mostró en un expositor la mencionada alhaja, en la que se observaban evidentes deterioros. En 2012 le fueron donadas otras túnicas para el exorno de la imagen. Se decía que nuestro Cristo del Perdón era “tan guapo, tan guapo” que fue inspiración de muchos escultores para sus obras. Un ejemplo es el Jesús entrando en Jerusalén del Real Santuario de Las Nieves que desfila en la mañana del Domingo de Ramos; o también la tercera imagen del Señor del Huerto (1862) de la parroquia de San Francisco, también de Santa Cruz de La Palma (hoy en la de San Pedro de Breña Alta), obra de Nicolás de las Casas Lorenzo. Luis Ortega Abraham (2003) definía al Nazareno como “un varón apuesto y sereno que, apenas con un rictus, expresa la tristeza más amarga y la resignación más dulce, la soledad más profunda y la comprensión absoluta”. 46 jueves, 7 de marzo de 2013, EL DÍA HISTORIA ADEJE: 78 años de lucha administrativa para obtener en propiedad su exconvento (I) El Ayuntamiento de Adeje necesitó nada menos que 78 años de lucha administrativa para obtener en propiedad el edificio del exconvento franciscano, con la finalidad de suplir necesidades perentorias de inmuebles donde colocar su Casa Consistorial, el archivo, las escuelas, una cárcel decente y segura, además de otros fines de interés común. La aventura se inició el 7 de enero de 1835, elevando la preceptiva solicitud, para finalizar el 31 de diciembre de 1913 con la firma del acta de posesión. Este año se cumple un siglo de ese hito. Texto: Emiliano Guillén Rodríguez Periodista. Cronista Oficial E l día 7 de diciembre de 1835, la corporación municipal, presidida entonces por el alcalde constitucional don Pedro Casañas de Torres, envía al gobernador civil de esta provincia una razonada solicitud demandando que, a través de su intercesión ante el Gobierno de Madrid, se le conceda en propiedad el edificio del exconvento de San Francisco, ahora suprimido, abandonado y en creciente estado de deterioro. En esta demanda el Ayuntamiento alega que no tiene baldíos, propios, arbitrios “ni rentas sobre las que tomarlo”, y tampoco cuenta con posibilidad alguna de enmienda para sus imperiosas carencias. No tiene casa de ayuntamiento donde celebrar sus reuniones ni custodiar sus papeles, por lo que no se conservan sino los más actuales; carece también de cárcel pública y se puede decir que de local para escuela, pues el que disfruta por disposición del Sr. Marqués de Belgida, se halla “tan destemplado” que en la estación del invierno no concurren los niños a ella “por no poder sufrir la intemperie”. Nada de esto le faltaría si se le concediese el convento, donde hay capacidad y la mejor disposición para todos los objetos indicados: cárcel decente y segura con separación para hombres y mujeres, local cómodo y abrigado para escuela, para celebrar sesiones este Ayuntamiento y custodiar el archivo público. En las instalaciones restantes del edificio encontraría también esta Corporación “arbitrio”, aunque reducido, para cubrir sus más apremiantes gastos con el alquiler de “algunas piezas sobrantes”. Continúa la súplica reafirmando que tantas ventajas a favor de unos súbditos desgraciados que podrían prosperar de algún modo, con más auxilios tan de primera necesidad, no se pueden parangonar con las que reportaría la Real Hacienda con la posición del suprimido convento en un pueblo en donde no puede tener valor en renta ni aún por el precio de los materiales. En renta, esta debe de ser tan mezquina, que no duda esta Corporación en asegurarle que no podría subvenir a los costos de reparos y entretenimientos del edificio, por lo cual su ruina es inevitable a la vuelta de pocos años. Finaliza el ruego proponiendo “rendidamente” que se digne concederle el uso del suprimido convento de esta localidad, si estuviere entre sus atribuciones; y si no, dar curso y apoyo conveniente a la solicitud para que pueda tener el “buen éxito” que es de esperar, a fin de que esta Villa logre algún fomento y pueda ser más útil y provechosa al Estado. La rubrican don Pedro Casañas de Torres, don José González, una cruz (seguramente algún regidor que no sabía firmar), don Antonio Jorge Casañas, don Francisco Trujillo Casañas, don Agustín González y el secretario municipal don Francisco Capote Jorge. Esta petición pasa a Comisión el 30 de mayo del siguiente año. La dicha comisión,despuésdelargayescrupulosameditación, se inclina en su favor expresado en los términos que se adjuntan: “No pueden ocurrir causas más poderosas, justas y racionales que las expuestas”, pues todo el que ha estado en Adeje o tiene conocimiento exacto de lo que es aquella villa, ya respecto de sus edificios, ya de las facultades de sus habitantes, convendría desde luego que al señalado convento no se le pueda dar un destino más útil y provechoso que al que aspira el Ayuntamiento. El corporativo, asimismo, opina que se dirija a quien corresponda para que “se obre conforme a la más rigurosa justicia”. Ese mismo día, la propia comisión presentó dictamen al intendente recomendándole e informándole a favor de la demanda municipal. Durante la siguiente jornada la Diputación expide oficio señalando que la solicitud adjunta debe ser atendida adecuadamente. De otra parte, el secretario sustituto de la Intendencia Provincial de Amortizaciones, en este sentido, informa de que en el próximo envío de correspondencia con destino Madrid incluye los presentes informes para el señor secretario de Estado y de Hacienda, sobre el destino que se le habrá de dar al convento franciscano de Adeje y al de San AgustíndeLaOrotava(8dejuniode1836). El antiguo convento franciscano de Adeje, en la actualidad. Foto: Pedro Fumero. El calvario administrativo continuará su cansino andar burocrático. El 1 de marzo del siguiente año, la Diputación Provincial de Canarias reenvía al intendente la solicitud planteada. La defiende en base a los mismos criterios expuestos en la misma con anterioridad. Dos años después, en la sesión del 4 de marzo, la comisión reitera su apoyo a la demanda propiciada por el Ayuntamiento de Adeje. Dos días más tarde evacua informe de solicitud. De nuevo unos años después, seguramente por silencio administrativo o tardanza manifiesta, el 24 de febrero de 1842 la corporación, presidida ahora por don Manuel Fraga y firmada por el secretario municipal don Pedro Melo Casañas, reinicia el expediente por tercera vez, elevando solicitud de concesión a la Diputación Provincial de Canarias. El 17 de octubre del mismo año también envía extracto del acuerdo al Jefe Superior Político rogando su intervención para que su justa demanda llegase a buen fin y agilizar la tramitación, en virtud de la ley publicada en el B.O.E. nº 115 de ese mismo año. Han de pasar 60 años para que esta corporación pueda tomar posesión con carácter provisional del reseñado inmueble, según acta de posesionamiento del inmueble que se redacta literal: “En La Villa de Adeje a 26 de diciembre de 1.902. Ante el Alcalde y del Secretario compareció Don Francisco Trujillo Cle- mente con una comunicación de parte de La Administración del Estado que dice: Adjudicado a su favor definitivamente la finca número 34 del inventario procedente del clero, casa convento de San Francisco, que remató en renta en la subasta que se celebró el 20 de julio de este año, por el tiempo de cuatro años, por la cantidad de 305 pesetas cada año. Sírvase Ud. ingresar las 152,50 pesetas que corresponden a los dos trimestres que vencen en el actual mes, y además ingresar en esta Administración la suma de 13,12 pesetas que corresponde abonar por los gastos Notariales”. Se había puesto en venta en noviembre de 1901. En su virtud se procedió a darle posesión del edificio en la calle de la Iglesia, lindante con ella misma por el naciente y huerta de los herederos de Alba, por el Sur con la indicada huerta, por el Norte con la iglesia del convento y por el Poniente con la calle. No obstante, el alcalde con esa fecha toma posesión del edificio en nombre del Estado. La situación actual del inmueble es completamente ruinoso, en tales términos que varias paredes, principalmente las del naciente, están amenazando desplome y muy pronto se vendrán al suelo. El número de piezas en la parte baja es de cinco, los huecos carecen de las correspondientes hojas de puerta, dos hojas de ventana que dan a la calle tampoco las poseen, a otra pieza en la planta media le faltan tres hojas de ventanillo y tres vigas empezadas a quemarse. En la parte alta existen tres salones que, además de su mal estado, tienen rotas once vigas, lo mismo que también están las de los corredores. Le faltan las cabezas a los pasamanos de las escaleras. Por último, no tiene ninguna servidumbre legal. Con ello se da por concluido el acto, entregándose tres llaves y levantando el presente documento. Firma el alcalde, don Leto Castellano, el secretario, don Eduardo Díaz Ledesma, y don Francisco Trujillo Clemente como interesado. Obsérvese que se trató de una posesión en renta, sin derecho a propiedad y con problemas de servidumbre. Los poseedores de la iglesia alegan que tienen derecho a entrar por la misma puerta para ir al coro, con lo que habría que tenerla constantemente abierta con el consecuente perjuicio, según informa don José Trujillo el 3 de julio de 1902. La Administración responde que la puerta debe permanecer cerrada y que nadie debe pasar por allí, y, además, la llave la debe tener Alcaldía, a quien se le responsabiliza de cualquier acontecer que pudiese ocurrir (20 de julio de 1902). El capítulo siguiente de la presente serie contiene la solución definitiva a este interesante asunto, así como la relación de fuentes documentales. 47 EL DÍA, jueves, 7 de marzo de 2013 ETNOGRAFÍA La finca del Drago de Siete Fuentes, de Los Realejos. Algunos datos para su historia Texto: Germán F. Rodríguez Cabrera Fotos: Marcos Baeza Carrillo E n San Agustín conviven, con las nuevas edificaciones, elementos del pasado, edificios, espacios públicos o árboles que marcan el paisaje y la trama urbana de este lugar. En el extremo norte de este núcleo, rayano de los antiguos pueblos del Realejo Bajo y Alto, se sitúa la llamada finca del Drago junto a la parte baja del solar del antiguo convento de San Juan Bautista, de frailes agustinos, en parte mermada por el trazado de las nuevas calles, viviendas o ventas en su perímetro; limitado por la calle de las Toscas de San Agustín, actual García Estrada, el camino de Siete Fuentes por el poniente, en el lado sur por la calle Ecce Homo, antiguo callejón de las Toscas de San Agustín y por el norte por la carretera general o Puerto Franco. Indagando en el pasado de la propiedad hemos localizado algunos datos sobre sus poseedores y los usos de la misma. Hasta donde nos ha llevado la investigación, la propiedad sufrió un proceso de divisiones a lo largo del siglo XVIII que provoco la parcelación de gran parte de ella. En el segundo tercio del ochocientos, tras el matrimonio, en septiembre de 1829, de don Juan Crisóstomo Albelo Domínguez y doña Apolonia González Chaves se origina un proceso de unificación de las porciones que componen parte de la actual finca. Don Juan fue dueño desde 1831 de una parte del lugar por herencia de su tía doña Juana del Prado y Chaves, la cual le deja un “pedacito de tierra en el Mantillo en las Toscas de San Agustín”. A ello se suman otros terrenos aportados por doña Apolonia en la misma zona. Así, “el terreno principal de las designadas Toscas”, o “la casa de un piso correspondiente al anterior terreno número 14 del Gobierno, también aportado por la misma señora”, y otros comprados por el matrimonio como se cita: “Otro pedasillo en las mismas Toscas y en el mismo Mantillo”. Como queda perfectamente descrito en el expediente de partición de los bienes en 1888, parece que el matrimonio de don Juan y doña Apolonia dio como fruto, además de varios hijos, la unificación de la finca del Mantillo en las Toscas de San Agustín, ahora llamada del Drago. Del uso de la misma o producción se nos habla en el registro de la propiedad, cuando en su primera inscripción se cita una “era” de la que su mitad era propiedad de doña Margarita Estrada y Madam, esposa don Telesforo Chaves Albelo, dato que nos hace pensar que, al menos, una parte de la misma se dedicaba al cultivo de cereales. Pero los documentos nos aportan más información, como el término “mantillo”, que es como se denomina a un tendal o secadero de tejas, de lo que se desprende que en sus cercanías, o en la misma finca posiblemente, se alzaba un horno de tejas. Industria de la que no queda rastro en la zona, posiblemente desaparecida, tras varios procesos de sorriba del terreno. El matrimonio AlbeloGonzález convivía en una casa en la calle San Agustín, además de poseer la mitad de otra vivienda en el Realejo Bajo. Tras la muerte de don Juan Albelo, en 1862, y la de su señora, en 1882, se procede a la partición de sus bienes al final de la década. La propiedad de la que tratamos quedó dividida entre dos de sus hijos, el lado norte a doña Eloísa y el sur a don Gregorio Albelo. Pero en la propiedad ahora tratada se alza uno de los símbolos olvidados de San Agustín, el llamado Drago de Siete Fuentes, el cual, como la torre de la parroquia de Nuestra Señora del Carmen que domina la parte alta del lugar, sirve de referencia visual de la parte baja. El drago del que tratamos se alza al pie de la actual bodega de la finca, construcción de cuatro aguas, cubierta de teja árabe, cuya fachada se compone de puerta y ventanas distribuidas de manera simétrica, con simples, pero geométricas, soluciones en su carpintería. Hablar del drago en el imaginario y simbología de las Islas provocaría una extensión en el discurso, de este trabajo, que no buscamos. Los Realejos conserva varios ejemplares monumentales de esta especie. Así, en el casco urbano del Realejo Bajo se conservan tres maravillosos ejemplares, dos en la plaza Domínguez Afonso y el situado al pie de la puerta del cementerio de San Francisco; otro destacado lo encontramos en medio de los llanos de platanera de la Rambla, en las antiguas tierras de la familia del Hoyo–Solórzano, aparentemente el más joven de los citados. En cambio, otros han desaparecido, como el del osario del Realejo Bajo, en la trasera del edificio parroquial, o el situado en Tigaiga. El que nos ocupa en esta ocasión crece en las tierras del llano de San Agustín, sobre el Majuelo y la Merina, áreas que han mantenido su uso agrícola y con ello el dominio del árbol sobre el paisaje. El de Siete Fuentes es, sin lugar a dudas, el más tratado por las artes de los ubicados en el municipio, siendo en otro tiempo uno de los principales símbolos del lugar. Es en el siglo XIX cuando tenemos constancia de su plasmación en las primeras fotografías. La más antigua, hasta el momento, fue realizada por el noruego Carl Norman en 1893. Este fotógrafo recala en Tenerife en los últimos veinte años del ochocientos estableciéndose en Santa Cruz, y retrata al árbol en una de las excursiones al interior de la isla. En su instantánea, recoge el ejemplar acompañado de dos labradores a su pie, formando una estampa típica y estableciendo un modelo usado a posteriori por otros artistas. En la imagen se plasmó parte de la vivienda de la finca y los cultivos de la misma, destacando unos canteros de papas en primer término. Es en esta misma época, catalogada en torno a 1895, cuando se dispara la cámara fotográfica de Marcos Baeza Carrillo (Puerto de la Cruz 1858 – 1915) autor que retrata al árbol, desde el poniente, como Norman, pero con un plano más cercano y dando más relevancia al drago, y no al conjunto. Al igual que en la anterior, aparece un paisano de la tierra al pie, sirviendo para dar idea del tamaño del vegetal. En su extremo inferior izquierdo aparece: “Nº 3. Drago, Realejo, Tenerife. M. Baeza”. De la instantánea, realizada en blanco y negro, se hace una copia coloreada, teniendo como título: “Tenerife: Drago, Realejos”, de la que se realizó una amplia tirada de postales, ya sin el nombre de su autor. A la fotografía descrita, se suma un óleo sobre lienzo, en colección particular, donde plasma el lugar. En este caso, Baeza cambia el punto de vista, dándole la espalda al norte y mostrando el árbol en todo su esplendor, apareciendo, además, de la vivienda y la Ladera de Tigaiga en un día soleado. Con una minuciosa pincelada, retrata el drago y su entorno incluyendo detalles pintorescos, como la mujer con cesta a su pie, o la pareja de ovejas en el extremo izquierdo de la composición. Con esta y otras obras, Marcos Baeza conecta con otros pintores del momento, como Filiberto Lallier, Ubaldo Burdanova o López Ruiz, que convivieron con la práctica de la fotografía y, junto a ella, crean una importante contribución a la iconografía del paisaje isleño de principios del siglo XX, aportando sus visiones diferente de las islas. Con estas líneas pretendemos llamar la atención sobre esta finca, su pasado y los elementos que la integran. Lugar que forma parte de los referentes visuales de la iconografía de Los Realejos, que parece haber caído en el olvido. El hecho de pertenecer a lo cercano o a lo cotidiano hace que perdamos el interés, o simplemente no lo veamos. Así, elementos, objetos o edificios que comparten nuestra rutina diaria pasan desapercibidos. Debemos mirar a lo inmediato, remirar lo que tenemos a nuestro lado y ponerlo en valor. Fuentes consultadas: Archivo Hist. Provincial de Tenerife. PN. 4152 Registro de la Propiedad de la Orotava. Fondo fotográfico de la FEDAC. Colección Particular de Los Realejos. 48 jueves, 7 de marzo de 2013, EL DÍA www.eldia.es/laprensa Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 865 EL ACOSO LABORAL, una conducta delictiva cada vez más frecuente Es importante detectarlo y actuar ante lo que es un maltrato psicológico de graves consecuencias Texto: Carmen García Olid Psicóloga Forense. Colegiada 1820 E l mobbing, o acoso laboral, es una de las lacras que acompañan las relaciones laborales y es mucho más frecuente de lo que se supone. El trabajador o la trabajadora que lo sufre suele ser una persona responsable en su trabajo, con alto sentido de las normas y la justicia y que, con frecuencia, destaca en su calidad profesional. A veces por envidias, a veces porque la víctima no desea colaborar en determinadas prácticas poco ortodoxas, o simplemente por sentir poder, se dan situaciones en las que superiores y/o compañeros comienzan a agredir a la víctima mediante diversas formas: se le hace el vacío, se le ningunea, se le encomiendan tareas de nivel inferior al que le corresponderían o tratan de adjudicarle trabajos u objetivos inalcanzables para que fracase; se difunden rumores sobre esa persona para hacer daño y, en general, se le agrede psicológicamente de forma constante. Cada vez es más frecuente este tipo de conducta delictiva, especialmente en los tiempos que corren, donde el trabajo y la conservación del empleo son bienes escasos. Cuando la necesidad aprieta, parece que estamos en una ciudad sin ley donde todo vale y los delincuentes y desalmados campan a sus anchas, igual que hacen los saqueadores en época de desastres. Una persona que sufre mobbing acaba teniendo la sensación de ser una pobre rata de laboratorio que, dentro del laberinto, recibe descargas eléctricas haga lo que haga. Si intenta portarse bien y hacer lo que cree que esperan de ella, recibe descargas. Si decide aislarse en una burbuja para que nada le afecte, recibe descargas. Si busca la ayuda o el apoyo de otros compañeros, recibe descargas. Se cae, por tanto, en un estado de indefensión tal que la persona, al igual que la pobre rata de laboratorio, se queda paralizada y absolutamente estresada y deprimida. tación y testigos, si es posible (normalmente los compañeros, aunque vean lo que está ocurriendo, jamás te apoyarán en público para evitar represalias), te vendrá muy bien. La terapia psicológica es fundamental porque los daños que se producen en la autoestima y la presión sufrida acaban por provocar situaciones de depresión y/o ansiedad. Mientras se realizan acciones para tratar de combatir el acoso, debe mantenerse terapia y sobre todo recordar que el trabajo no es una medida de nuestro valor como personas. Cuidar al máximo el tiempo libre y de ocio, disfrutando y compartiendo con amigos y familiares, y prohibirse a uno mismo llevarse el trabajo a casa son, igualmente, máximas a seguir. Por último, acude a sindicatos, cultad para demostrar que lo que se dice es cierto. Por lo tanto, si eres una de las miles de personas que sufren acoso laboral, quítate de encima la culpabilidad (no olvides que eres la víctima, no el culpable) y ponte el abrigo, la pipa y la gorra de Sherlock Holmes para dedicarte a actuar de la forma más inteligente y astuta posible. Intenta que haya siempre evidencias de lo que te hacen y, sobre todo, de tu trabajo. El acosador intenta demostrar tu negligencia y, si lo consigue, será causa de despido procedente, por lo que guardar correos, documen- abogados expertos y psicólogos forenses o jurídicos para que te asesoren acerca de cómo llevar la situación. No confíes absolutamente en nadie de la empresa, puesto que si están sobre aviso es posible que se aceleren las acciones en tu contra. Los informes psicológicos periciales son de gran apoyo si finalmente decides acudir a la vía judicial. Las pruebas documentales no suelen existir, los testimonios de compañeros suelen ser inconseguibles y queda el informe profesional del psicólogo jurídico/forense acreditando el estado psíquico de la víctima. No llevarse el trabajo a casa y DISFRUTAR del tiempo de ocio son máximas a seguir Se pasan por muchas fases cuando se sufre acoso laboral, pero, desgraciadamente, todas ellas suponen una permanente frustración y una alteración del estado de ánimo marcado por la depresión y la ansiedad. Una lamentable consecuencia, en la mayoría de los casos, es la baja médica por motivos psicológicos. Ahora, dada la especial coyuntura económica y laboral del país, ya no se reciben descargas eléctricas, sino la carta de despido, además, como procedente. La víctima llega a vivir tan angustiada que incluso no disfruta ni de los fines de semana o las vacaciones, pensando en la vuelta al trabajo. No se puede desconectar ni un minuto y se vive permanentemente con la angustia y el desasosiego que produce la si- tuación. Quiero insistir en que no deja de ser un caso de maltrato psicológico de graves consecuencias. En la mayoría de las ocasiones, los compañeros y compañeras son conscientes de la situación injusta que se vive, pero muy excepcionalmente se manifiestan a favor de la víctima. Todo el mundo tiene miedo de perder su trabajo o de verse sometido a la misma presión. Esto provoca aún más el aislamiento y el desasosiego de no sentirse apoyado por nadie. Es triste, pero cierto, que ante el mobbing son pocas las opciones que se presentan: a) Marcharse de la empresa (es lo que se busca por parte de quien lo ejerce). b) Despido (es lo que desea quien lo ejerce). c) Aguantar mientras se pueda (perfecto para desquiciar los nervios a quien lo ejerce). d) Denunciar (lo más recomendable pero, desgraciadamente, lo más difícil). Denunciar una conducta absolutamente reprobable y delictiva conlleva un tremendo coste emocional (y a veces económico) para la víctima. Ya se ocupa el/la acosador/a laboral de que no haya pruebas del delito. La víctima se enfrenta, muy a menudo, con sus propias dudas acerca de si está malinterpretando la situación y, en el fondo, es que se lo merece o bien está paranoico/a y no es para tanto. Todo ello, aderezado con la tremenda difi- Aunque los compañeros del acosado son conscientes de su situación, rara vez le manifiestan su apoyo, sobre todo en situaciones de precariedad laboral como la que se vive actualmente de forma general.