Los girasoles ciegos - Universidad Complutense de Madrid

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FORO COMPLUTENSE
“Escritores en la Biblioteca” - Mesa Redonda: “Los girasoles
ciegos” de Alberto Méndez
Jueves 22 de Febrero de 2007
Participan: Rafael Azcona (guionista), José Luis Cuerda (director de
cine), Juan Antonio Méndez (empresario)
Lugar de celebración: Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla
Carlos Berzosa (rector de la Universidad Complutense)
... de la Fundación General de la Universidad Complutense, Rafael Martínez
Cortiña, falleció recientemente y hoy es el funeral. Yo era amigo y compañero suyo,
además, le estaré agradecido porque fue el que me nombró ayudante cuando era
catedrático de la universidad. Yo era adjunto primero con José Luis Sampedro y luego
catedrático, así que si yo me dedico a estos menesteres universitarios y he llegado a
rector es gracias, entre otras cosas, a que Rafael Martínez Cortiña, en su día, confió en
mí. Esa vinculación hace que me tenga que ausentar hoy. En fin, quería estar presente
en esta presentación, en primer lugar, para agradecer muchísimo a todos los que nos
acompañan hoy y que estén en el Foro de la Universidad Complutense. A Rafael
Azcona, gracias a quien hemos disfrutado de muchísimas películas con sus guiones, y
que para mí es una satisfacción tremenda poder saludar personalmente. Son esas
personas que te acompañan a lo largo de tu vida, que no has conocido y que tienes la
oportunidad de conocer, por eso, cuando mis amigos me dicen que cómo estoy tan loco
de ser rector de esta universidad, contesto que es porque puedo conocer a gente como él,
y como José Luis Cuerda, y como tantos otros. A José Luis Cuerda, director de cine,
que también nos ha hecho disfrutar de muchas películas. Yo le decía lo mucho que me
gustó “La lengua de las mariposas”, emotiva y realmente magnífica. Además, siempre
ha tenido esa gran generosidad por haber lanzado a un hombre como Alejandro
Amenábar que, por cierto, acabó los estudios en nuestra universidad, a lo mejor para
bien del cine y de todos nosotros.
FORO COMPLUTENSE
“Escritores en la Biblioteca” - Mesa Redonda: “Los girasoles ciegos” de Alberto Méndez
Con Rafael Azcona, José Luis Cuerda y Juan Antonio Méndez
Por último, a Juan Antonio Méndez, empresario y hermano de Alberto Méndez,
a ellos muchísimas gracias por estar aquí presentes, a quienes quiero agradecer su
presencia y los disfrutes que nos ofrecen con sus obras de arte y con sus aportaciones a
los guiones. Yo quisiera también señalar que este libro, “Los girasoles ciegos” (me
imagino que lo habrán leído todos ustedes), es un libro magnífico, maravilloso, que yo
compré en la Feria del Libro gracias a que me lo recomendó una librera. Estaba al lado
de la Complutense y me dije: “Voy a comprar un libro... éste”. Me lo recomendó y
realmente también agradezco mucho su lectura, aunque es un libro durísimo. De hecho,
se lo recomendé a un amigo mío y me dijo que había tenido una depresión durante una
semana después de haberlo leído. Que era magnífico el libro, pero que se había quedado
muy deprimido. Realmente hay algunos relatos durísimos... Pero aún así, el libro es tan
bueno, tan magnífico, que verdaderamente merece mucho la pena leerlo. La sorpresa
nuestra ha sido descubrir a Alberto Méndez, que conocíamos como director de esa
editorial de ciertos libros que yo sigo conservando, Ciencia nueva. Gracias a esa
editorial leíamos a Gordon Childe y a Sweezy y a Dobb, en “La transición del
feudalismo al capitalismo”, y tantos libros... En aquellos años le conocíamos como
editor y como hombre comprometido políticamente. No sabíamos de su faceta literaria.
Cuando escribe este magnífico libro, al poco tiempo fallece y nos deja este gran legado.
Son cosas de la vida... me imagino que para escribir esto habría escrito más a lo largo de
su historia, pero realmente es tremendo que justo cuando acaba su vida es cuando nos
deja este legado histórico importante, este testimonio. Pero en fin, yo creo que cumplió
una labor muy importante como editor, como bien decía, y como hombre
comprometido, y creo que el libro es tan maravilloso que conviene volverlo a leer y
releer. Y sin duda, nos harán de él una gran película, que no es fácil, pero se espera una
gran película de este libro, “Los girasoles ciegos”. Yo disfruto mucho en estos Foros
Complutense, son como la niña bonita del rectorado, los cuido mucho, pero hoy otros
menesteres y compromisos me obligan a ausentarme. Muchas gracias a todos ustedes
por su presencia y espero que disfruten... y ya me contarán lo bien que ha estado todo.
Gracias, y aquí os dejo con estos genios.
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Con Rafael Azcona, José Luis Cuerda y Juan Antonio Méndez
Rosa Falcón (directora del Foro Complutense)
Muchas gracias, rector. Hola, buenas tardes, retomando la presentación del
rector, tenemos la suerte de contar con dos hombres de cine de lujo. Creo que sin ellos
no se podría narrar la historia del cine español en estos últimos cincuenta años y
también creo que a través de sus miradas, de sus palabras y de sus sensibilidades hemos
aprendido a ver y a reconocer nuestra verdadera memoria personal y colectiva. Quiero
dar las gracias también a José Antonio Méndez. A simple vista, “Los girasoles ciegos”
no parece una obra fácil de llevar a gran pantalla por la extrema emotividad de sus
historias y por la lúcida indagación de la memoria que hace el autor. Las cuatro
narraciones de este libro se enmarcan cronológicamente en los últimos momentos de la
Guerra Civil y en los años inmediatamente posteriores a la implantación de la dictadura
franquista. Son cuatro relatos independientes, aunque imbricados en una misma
atmósfera. Yo sólo voy a recordar un poco los capítulos para centrar un poco la
atmósfera del debate: “Primera derrota: 1939, Si el corazón pensara, dejaría de latir”;
“Segunda derrota: 1940, Manuscrito encontrado en el olvido”, “Tercera derrota: 1941,
El idioma de los muertos”, “Cuarta derrota: 1942, Los girasoles ciegos”. El propio
Alberto Méndez, el día en que se presentó el libro, dijo que no se trataba de historias
ciertas, pero que son verdad. “Son historias oídas a sus protagonistas derrotados, que las
narraron siempre con sordina y sin poder vencer jamás sus miedos. Nuestra generación
ha vivido en la memoria de nuestros padres, quienes vivieron en el silencio. Yo sé ahora
que mis hijos sabrán mejor quién soy, quiénes somos. He escrito este libro con el ruido
de la memoria, sin que me importaran tanto las historias como su olor o su calor”.
Efectivamente, son cuatro historias de perdedores políticos, pero ganadores de sí
mismos por su fidelidad a la ética y a la honestidad, y su renuncia a la falsedad y a la
impostura. Una obra sobre la memoria que, si me permiten, para terminar y para crear el
clima adecuado a este diálogo, sólo voy a leerles... o podríamos entrar directamente al
debate, porque todos recordarán la impresionante cita de Carlos Piera en su introducción
a Tomás Segovia, que recoge este libro, pero si no, la leeremos al final si hay tiempo.
[Dirigiéndose a los ponentes] Bueno, sin más dilaciones, estamos deseando todos
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Con Rafael Azcona, José Luis Cuerda y Juan Antonio Méndez
escucharos. Nos gustaría que hablaseis sobre el guión que estáis escribiendo y de la
experiencia que fue la lectura de este libro. Y cuando queráis, tienes tú la palabra, José
Luis, que estás más cerca.
José Luis Cuerda
Buenas tardes, no sé si esto está encendido.
Rafael Azcona
Creo que lo has apagado.
José Luis Cuerda
Pues no me extraña... Eso nos pasa por... Muchas gracias, Rafael. Elevemos la
vida, y la voz. Yo no sé si es lo mejor que empiece yo hablando, quizás lo mejor es que
empezase Juan Antonio, porque lo que digamos Rafael y yo, a lo mejor metemos la pata
con respecto a Alberto. Es decir, nos fiamos de lo que diga él, nosotros hablamos sobre
eso. Pero me da igual, si prefieres que empiece yo, empiezo, pues tampoco voy a venir
aquí de director. Vengo de contertulio. Dime.
Rosa Falcón
Improvisad.
Juan Antonio Méndez
Prefiero que empecéis.
José Luis Cuerda
Sí, o sea que quieres cazarnos, estar allí agazapados hasta última hora. Bueno, la
historia de “Los girasoles ciegos” para mí empieza un día en que Manolo Serrano, un
amigo de Alberto Méndez y mío, me dice: “¿Sabes que han publicado un libro de
Alberto?” “Sí, algo he leído”. “Es estupendo, léetelo”. Y yo no me lo leo en ese
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Con Rafael Azcona, José Luis Cuerda y Juan Antonio Méndez
momento. La siguiente llamada es de otra buena amiga, Josefina Molina, que me dice:
“Acaba de salir un libro del que tienes que hacer una película”. Entonces pensé: “Pues
ahora menos que me lo leeré”, porque yo nunca leo libros para ver si tienen película
dentro, me parece una lectura absolutamente bastarda de los libros. Los libros yo los leo
para disfrutar de sus letras. Pero la tercera convocatoria al libro y, a esas alturas, sí es
verdad que yo ya me lo había leído, es la que me hizo Fernando Bovaira, el director
general de Sogetel, que es una llamada del mismo timbre que la que me hizo para “La
lengua de las mariposas”, que fue preguntarme: “¿Tú crees que hay una adaptación
posible en ‘La lengua de las mariposas’?” y yo, improvisando, en la comida en la que le
presentaba a Alejandro Amenábar (a partir de ese momento empezamos a colaborar
Sogetel y nosotros para hacer películas con Alejandro), me quedé pensando cinco
segundos (pues cuando un productor te pregunta si tú ves películas en algo, no hay que
pensárselo mucho, esa es la verdad). Entonces le dije “yo creo que sí, además si se junta
con este cuento también del mismo libro, de “Que me quieres amor” y con este otro,
pues yo creo que sí”. Inmediatamente, le dije, “yo creo que si le ofrecemos a Rafael
Azcona que escriba el guión, él va a aceptar, porque hemos hablado mucho de Manolo
Rivas y le gusta mucho, y a mí también, etc. etc.” “¿Tú crees que a Rafael le pueda
apetecer?” Yo ya, además forzando un poco la cosa, le dije: “Pues lo llamo esta misma
tarde y le pregunto”. Y al salir del restaurante aquel, te llamé [dirigiéndose a Rafael
Azcona], te dije que si tú veías ahí adaptación, incluso yo creo que te apunté dos o tres
títulos de cuento para que te los releyeses, y con más tranquilidad que yo, porque ya
tienes más temple. A lo mejor tardaste un día o dos, o día y medio, en decirme: “Oye,
pues sí, nos podríamos meter en eso y hacerlo”. Bueno, con eso lo que estoy diciendo es
que yo, que no soy nada supersticioso, pero tampoco hago diabluras con el 13 ni con las
escaleras, ni con los gatos negros y esas cosas, pienso que es un buen origen, en
principio, que sea Bovaira en unas circunstancias similares el que me diga que si yo veo
una adaptación en “Los girasoles ciegos”, y encima, meto por medio a Azcona... pues
aquello salió bien. Vamos a ver si sale bien, juntando los mismos mimbres y, además,
también le propongo a Rafael y a Alejandro que esta historia nos la llevemos a Galicia,
con lo cual ya hago yo triplete gallego con “El bosque animado”, “La lengua de las
mariposas” y ésta. Lo de Galicia es por dos o tres razones nada más: una, me gusta
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Con Rafael Azcona, José Luis Cuerda y Juan Antonio Méndez
mucho Galicia. Siempre que me preguntan, cómo siendo de Albacete me gusta tanto
Galicia, y digo “pues por eso, [risas] porque me gusta mucho Galicia”. Y luego es que
en Madrid no se puede rodar esta historia. La verdad es que la historia de la que hemos
extraído más peripecias y tal, que es la última, transcurre en la esquina de mi calle, es
decir, donde yo vivo ahora, pero en Goya esquina Alcalá ahí no hay manera de rodar
nada de los años cuarenta. Madrid ha desaparecido para la historia, de lo cual estarán
contentos todos los que hablan de que “la historia, la historia... Carlos V era Carlos V, y
esas cosas...” pero yo creo y, perdónenme el discurso ontológico, que si somos algo es
pasado, es más, sólo somos pasado; el presente ya se acaba. Antes de decir la palabra
“acaba”, ya se ha acabado, y el futuro, como se nos caiga el techo, hay que dejar de
pensar en él. Entonces, Galicia, esa es la razón. Luego, hay historias en Galicia...
porque, esta historia, por lo que decíais que es una historia muy dura, es verdad, a mí ya
algún amigo me dice, no de este medio, sino un amigo sólo de los sentimientos: quién
va a querer ver esa película, con lo dura que es, y tan triste... Entonces me acuerdo de un
monje del Monasterio de Oseira, un monasterio gallego, el que hace la visita es un
monje muy bajito, muy bajito, que nada más me ve, me dice: yo a ti te conozco. “Puede
ser”, le respondí. “Tú eres del cine o de la tele, o algo así”. “Sí, a ratos, otras soy civil,
pero también hago películas”. “¿Y son películas de esas en las que salen mujeres
desnudas?” “Pues alguna que otra se escapa y se pone delante de la cámara”. “Ya, ya”,
bueno, pues terminé comprándole tres tomos del Cister en España (tres tomos así de
gordos del monasterio cisterciense) y el fraile que me los envuelve y termina
diciéndome: “¡Ea, y ahora a leerlos!” (risas)
Pues con esto de "Los girasoles ciegos" pasa un poco lo mismo, es decir, te
animan mucho a hacerla, mucho a hacerla, y luego te dicen ¡ea!, ¿y ahora quién va a
verla? Yo siempre digo lo mismo, si nos queda una buena película, ir a verla quien
quiera ir a ver una buena película, y si sale mal, el culpable seré yo, evidentemente, y no
querré verla ni yo. El primero que no querrá verla si queda mal soy yo. Esperemos que...
yo creo que estamos trabajando... o estás trabajando [dirigiéndose a Rafael Azcona]
para ponerme difícil el que quede mal y yo te lo agradezco mucho. A mí de las historias
de "Los girasoles ciegos" la verdad es que me gustan las cuatro. La tercera, la del chico
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que va engañando a los padres de un fusilado para mantenerse en vida dentro la cárcel y
engaña al coronel y a su mujer, no nos cabe en este guión; la adaptación que estamos
haciendo, que hemos hecho, tiene como base la última historia, la del cura y el topo, y la
mujer del cura y el niño... la mujer del cura no puede ser... es un lapsus linguae llevado
por los deseos del cura [risas], pero no tengo porqué ponerme en su papel. De hecho, yo
tengo miedo de ponerme en su papel. Una vez más, hago película con niño, seré un
imbécil, pero no me da miedo, no sé yo, he tenido suerte, también me he trabajado la
suerte para conseguir los niños que he tenido en las películas hasta ahora... Esa es la
base de la adaptación. La primera historia es el comienzo de la película, el hombre que
asiste al fusilamiento y también asiste al juicio del capitán Alegría va a ser el cura, es
decir, ahí está como alférez provisional y, al terminar la guerra, será el cura de la cuarta
historia. La segunda historia es la maravilla poética y terrible de la madre de quince o
dieciséis años del neonato que muere y el padre poeta pindárico, como dice él, que
terminan muertos al pasar la frontera. Será ella, la niña, la hermana del niño de la cuarta
historia. Esos han sido los hilos que hemos enhebrado para conseguir un guión como
hicimos en su momento con el de “La lengua de las mariposas”.
Hay dos... Rafael hablará mejor de eso, porque habla mejor, porque es mejor que
yo, porque sabe más, pero sólo porque es más viejo. Yo, cuando tenga su edad, creo que
ya sabré, siempre un poco menos, pero a ver si consigo saber [se ríe] casi lo que sabe él.
Yo desde el principio, me acuerdo que hablamos y puse un especial hincapié en que no
debíamos hacer del cura un ser detestable en primera instancia, sino alguien que vive en
una circunstancia que no sólo posibilita ese tipo de actitudes, sino que lo facilitan o lo
potencian y hasta lo enaltecen, y que, digamos así, víctima de ello, lleva unos
comportamientos y, en definitiva, hablando en plata, es un muchacho, es un hombre al
que le tiene perplejo el hecho de que le tire la pretina con cierta frecuencia y, sobre
todo, cuando ve a esta mujer, y que no quiera reconocer que ese movimiento zoológico
es absolutamente digno, estimable y aprovechable para la procreación, y quiera
envolverlo en metafísicas y en unos métodos de hacer noble algo sobre lo que nos han
educado a pensar que es innoble con absoluto yerro, que, en definitiva, esta historia es
más terrible todavía a partir de algo que yo creo verosímil y es que la mujer de esta
historia, la mujer del topo, a su edad, con un hombre inválido en el sentido de que está
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perdido, está condenado, está oculto; es un ser humano opaco, no sería raro que, en
momentos febriles ella llegase a sentir una atracción por aquel cura bien plantado. En
ese magma transcurre la historia que cuenta Alberto Méndez y creo que estamos siendo
y debemos ser respetuosos con lo que dice. Y por ahora, yo no digo más, porque si no,
me enrollo, así que más vale que aprovechéis el hueco [se ríe] y tiréis para’lante. Me
parece que te toca a ti, Rafael.
Rafael Azcona
Cuando José Luis me llama por teléfono, yo ya he leído este libro. Hablamos y,
en la primera conversación, yo malinterpreto lo que me dice y creo que él se ha decidido
por uno de los cuentos y, como consecuencia, voy al libro y advierto que hay una de las
historias que es tan dura, que yo no he terminado de leerla, que es la de la pareja de
novios, donde la chica tiene un hijo y huyen, y mueren los tres. Entonces, yo veo que
tengo hacia el final del cuento muy corto, que he doblado la página, y no he seguido
leyendo porque me hacía daño leer, el hecho de que, en lugar de contar un cuento en el
cine, supongo y ustedes lo saben, hay veces que se parte de una idea muy pequeña y hay
que hincharla... hay que hincharla. Yo soy partidario, no por modestia, sino por
soberbia, de que todo lo que haya en una película venga del mismo autor. Sería mucho
más fácil hacer esta historia sobre uno de los cuentos, pero tendríamos nosotros dos que
haber añadido a lo que ha escrito Alberto, algo de nuestra cosecha. Yo creo que
nosotros dos ya desde “Las mariposas” vimos que lo mejor era echar mano de los
autores, de otras cosas de los autores. Recuerdo que hasta le pedimos permiso a Rivas
para hacer esta operación. De esta manera, los tres cuentos que no es tan difícil
enlazarlos, porque estos tres relatos están en la misma época y tienen el mismo sentido.
Aquella cosa criminal que... yo no comprendo cómo se puede hablar... de vez en cuando
oigo alabanzas de la guerra... yo no acabo de entender cómo es posible que el ser
humano alguna vez haya entendido que eso tiene alguna grandeza. La guerra es una
miseria, es una cosa horrible. Y hay una cosa peor, en mi memoria, que es la posguerra.
En este libro están los datos que ya avisan de lo que va a ser la victoria, que va a ser una
venganza repetida, reiterada, que no van soltar de los dientes los ganadores hasta que
acaben con lo que pueda quedar de una España que había antes.
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La historia de este cura... a mí me da la impresión... porque claro que este cura y
yo somos prácticamente de la misma generación, o de la misma educación. En aquel
tiempo en que empieza esto del nacional-catolicismo, inmediatamente se empiezan a
reprimir los instintos. Y se reprimen de una manera brutal. Y, a mi entender, esta
represión de los instintos conlleva una corrupción de los sentimientos. Alguien que ha
estado reprimido es incapaz de sentir con limpieza. Siempre queda un fondo ahí de... Y
este cura, que es un monstruo... yo no le veo ningún lado bueno a este cura, pero en fin.
Tampoco hay que hacer personajes de una pieza, porque es demasiado fácil, pero esa
miseria moral, es ese afán del fanatismo por delante, el fanatismo, y ese fanatismo que
lleva a alguien a intentar engañarse, intentar engañar a los otros, mentir, vivir de una
manera falsa, y todo esto produciendo mucho dolor, mucho daño. Escribir la adaptación
ha sido bastante fácil. Yo he tenido una suerte... el hecho de que yo esté aquí se debe a
que he tenido una suerte enorme con los directores. Gran parte del crédito que yo debo
tener como guionista se lo debo a ellos. Porque yo no quería ser guionista de esto, yo
quería... era muy modesto en mis aspiraciones. Yo lo que quería era ganarme la vida
escribiendo, porque era contable. Entonces, los números siempre me producían unos
trastornos enormes, unos dolores de cabeza, y como yo era un lector desde los doce o
trece años, un empedernido lector, empecé a pensar si cabía la posibilidad de ganarme la
vida con las letras en lugar de poner números. Y claro, mis propósitos eran, pues éstos,
alimentarme gracias a las letras. No había pensado ni en la fama... todo esto que digo es
para llegar a esta conclusión: yo en el cine no iba. Era un espectáculo que me tenía sin
cuidado. Cuando me llaman para la pantalla de cine en el año cincuenta y siete... Yo voy
a contar, exagerando, que sólo había visto tres películas. La primera, me lleva mi madre
aprovechándose de mi indefensión, con seis, siete años, a “El signo de la cruz”. Era una
cosa... horrible, con los leones, los cristianos... Después, mi padre era aficionado a los
toros y, en mi pueblo, en Logroño, un día ponen una película mexicana, en los años
cuarenta, que era la historia de un torero que se llamaba Ponciano y que tenía bigote. De
manera que a mí el cine me produjo... no sé, siempre había algo que para mí no iba. Y la
tercera que vi, yo estaba enamorado, esa enfermedad terrible... con la buena prensa que
tiene el amor ¡y lo horrible que es! Siempre me acuerdo de los gritos que da aquel
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hombre de La Celestina, el padre de Melibea, que se sube a una torre y empieza a
despotricar del amor, de la ruina de las familias... [risas] Bien. Y la tercera que veo es..
yo estoy enamoriscado de una chica a la cual... en aquellos tiempos se hacía mucho eso,
porque estaba todo muy reprimido. Yo me acuerdo que en Logroño, los novios, para
darse besos, iban a la estación, se ponían delante de un tren que iba a partir... [risas] No,
porque si lo hacías en la calle, como en París, te disparaba la Guardia Civil. Era una
cosa terrible. Bien, entonces, como estaba tan prohibido eso del amor, porque había que
enamorarse para ser novio formal de doce, catorce años de noviazgo y entonces, lo que
uno hacía era seguir, tratar de ver al objeto de su amor... y una tarde, yo, siguiendo a
esta chica, que iba con unas amigas, veo que entran en un cine. ¿Qué ponían?
Casablanca. De manera que, cómo iba yo a compararme con aquellos personajes que
estaban en Tánger, que tenían aquella vida heroica donde se cantaba a coro La
Marsellesa, era una cosa fantástica. Para esto no sirvo yo, yo esto no... Porque, en
cambio, en los libros sí había visto yo que el amor no era sólo lo que decía el cine. Entro
en el cine, aprendo lo poco que puedo saber... yo creo que el guión de cine es un género
literario, esto es evidente, pero mucho menos literario que una película. El guión de
cine, el ideal, es que no tuviera adjetivos. Que tuviera verbos, muchos verbos... no por
la acción, sino porque está sucediendo algo. En cambio, cuando uno adjetiva, no está
sucediendo nada. Hay un rubio, uno es rubio, ahí está. Pero si el rubio se mueve, si el
rubio anda, si el rubio dice, si el rubio hace, eso ya es otra cosa. De manera que, a partir
de este conocimiento que yo pueda tener de esto que llamamos guión, al enfrentarnos
con éste, y en las conversaciones previas que tuvimos, de cómo lo íbamos a enfocar, lo
que sí descubrimos en esta materia prima de Alberto es que era una materia prima
suculenta, extraordinaria, estupenda, pasaban muchas cosas, a los personajes les
pasaban cosas. Entonces fue relativamente fácil. No había que adjetivar, ni hacer...
porque los climas se creaban solamente con lo que estaban haciendo. Es un libro
portentoso. Considerando que soy un lector empedernido, noto con demasiada
frecuencia que hay algunos escritores que producen una especie de flujo cerebral que
será muy interesante para ellos, pero a mí me aburre. Yo ya leí a Proust y ya está.
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Entonces cuando encuentro un libro donde irrumpe la vida, donde hay olores,
sabores, donde los personajes se están moviendo no dentro de la literatura, sino en la
vida, es como invitarme a una boda: yo me encuentro encantado de la vida y no veo
grandes dificultades. La verdad es que en este trabajo que hemos hecho y gracias a esa
materia prima de tu hermano [dirigiéndose a Juan Antonio Méndez], la cosa ha sido
relativamente sencilla.
Juan Antonio Méndez
Bien...
Rafael Azcona
Yo creo que está enchufado. Esta manía que tiene la gente de que, cuando ve un
botón, dice: ¿para qué es? “No lo toques, que...” y ¡paff! lo tocan. [risas] En los aviones,
sí, sí, cuando los pilotos te hacen pasar. Sí, yo he estado en una cabina de esas... A
Berlanga, tu colega Berlanga, le dice el piloto: Podéis tocar todo menos esto. A ver...
¡paff! [risas] De manera que deja en paz el botón.
Juan Antonio Méndez
Le he dado una vez y lo he encendido. No... yo tengo bastantes menos cosas
graciosas que contar sobre el asunto que nos trae aquí y, sin embargo, lo digo con
envidia, no con resentimiento. Voy a tratar de dar una visión desde mi perspectiva de un
par de cositas sobre Alberto desde el punto de vista de alguien próximo a él, algo que
tiene que ver con su biografía, con su escasa biobibliografía, pero tampoco voy a entrar
en detalles profundos, ni siquiera ese punto de morboso que pueda hacer divertida una
sesión como ésta. Hace muy pocos días, hablando con un amigo, queridísimo amigo de
Alberto y también amigo mío, me contaba que la primera trifulca que había tenido en su
casa, la primera bronca de adolescente con su padre había sido a raíz de una película de
indios. En los comentarios que había hecho con su padre después de ver la película,
nuestro amigo se había decidido claramente por el partido de Gerónimo en contra de
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Errol Flynn. Eso le costó el inicio de una bronca que, según declaraba en aquella
conversación, duró prácticamente hasta la muerte de su padre.
Un catedrático erudito, creo que catedrático (aquí con esto me tendría que andar
con cuidado), creo que es catedrático en Zaragoza y se llama José Carlos Mainer, ha
publicado hace muy poco un artículo incluido en un libro sobre literatura y memoria de
la Guerra Civil, en el que dedica una serie de páginas... perdón, una serie de líneas a la
novela de Alberto. A propósito de las lecturas sobre la Guerra Civil Española, habla
Mainer sobre la necesidad de estudiar algún día el proceso de empatía y normalización
respecto a un pasado que se ha elegido como propio y preferible. A este respecto, cita
con precisión, con generosidad y con cierta agudeza el nombre de Alberto y sus
“Girasoles ciegos”, y acaba el comentario que le dedica, diciendo “Méndez pudo
escribir a la postre su particular e inolvidable declaración de parte con respecto a la
guerra que había acabado dos años antes de que naciera”. No me parece nada mal el uso
de la palabra “empatía”. La palabra tiene un empaque técnico, propio de la distancia a la
que se obligan los estudiosos cuando hablan de algo sobre lo que están estudiando. Sin
embargo, me van a permitir ustedes que yo, que no soy estudioso y, que sin embargo
viví muy de cerca toda la biografía de Alberto, y al mismo tiempo que recoja las redes
que tendía en mi primer párrafo acerca de la discusión familiar sobre los indios de
nuestro amigo, que utilice la palabra “solidaridad”. La militancia política de Alberto,
como la de muchos de nuestra generación, no fue ni corta ni de baja intensidad. Se gesta
esa militancia en un espacio en la rebeldía adolescente y, en ese espacio de rebeldía
adolescente, más que en la crítica razonada o razonable que vendría posteriormente.
Una crítica, respecto a lo que se decía en nuestras casas y en nuestras escuelas, pero que
es, en principio, como digo, explicable a partir de la gestación o del ejercicio de esa
solidaridad. Es una reflexión, y aquí habría que entrecomillar la palabra “reflexión
solidaria” con los vencidos, los desterrados y los silenciados. Y en este sentido, a mí me
gusta hablar de solidaridad en términos de una actividad prepolítica. Anterior a la
política existe este sentimiento solidario. Sin embargo, eso es lo que explica la
militancia política de Alberto y de buena parte de los que fueron sus compañeros,
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Con Rafael Azcona, José Luis Cuerda y Juan Antonio Méndez
nuestros compañeros, incluso de aquellos que entonces se llamaban compañeros de
viaje.
"Los girasoles ciegos", en el marco de la biografía de Alberto, es el último
ejemplo que nos ha dejado de esa solidaridad prepolítica que, a pesar de los años
transcurridos desde su contagiosa juventud, todavía en su madurez le hacía bullir, le
hacía zascandilear, le hacía fabular. Y va a ser difícil apreciar claramente la línea que
une aquella actividad prepolítica con la redacción de “Los girasoles” si no introducimos
otra coordenada, casi si se quiere, mejor, otra perspectiva. Se trata de una perspectiva
que surge a partir de la utilización de la palabra “piedad”. Si antes hablaba de la
solidaridad como una acción, actividad o reflexión prepolítica, la piedad es una acción o
reflexión (que tampoco cabe aquí la palabra) prehumana. La piedad se articula, se
ejerce en ese espacio prehumano. La piedad tiene más que ver con la naturaleza que con
la cultura, tiene más que ver con lo animal que con lo humano. El capítulo que Alberto
titula “El manuscrito hallado en el olvido” y, para no hacer más larga y confusa esta
intervención, yo creo que es una clarísima muestra de ese ejercicio piadoso al que me
refería antes, además de solidario. Quiero decir que aquí se conjuntan, se congregan o se
cruzan esas dos coordenadas o se solapan las dos perspectivas. Cabría añadir, pero no lo
voy a hacer, otras dos palabras que dejo aquí tendidas, en dos palabras de claro y caro
sentido pasoliniano: pasión e ideología. Entre todo eso, en ese magma de esas
perspectivas, de esas líneas que se entrecruzan, yo creo que cabría explicar la actividad
de escritor y la biografía de Alberto Méndez. Naturalmente, ni la solidaridad, ni la
piedad, ni la pasión, ni la ideología garantizan un buen resultado literario. Eso lo
sabemos todos. Pero yo quiero dejar constancia aquí, a modo de nota al pie, que en la
redacción, o en el momento de la redacción de "Los girasoles ciegos", Alberto había
hecho un gran acopio de lecturas, sesenta años prácticamente de lecturas, de literatura
clásica, de literatura española y de lecturas sobre crítica literaria y de historia de la
literatura contemporánea y no contemporánea. Él tenía un gran acopio de eso. Con eso
decía que no solamente se puede explicar un éxito por estas cosas que yo he dicho: la
pasión, la ideología, la piedad o la solidaridad. Existían otras cosas, pero yo no voy a
hablar aquí de esas cosas, puesto que no creo que me hayan convocado aquí para hablar
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ni de crítica literaria, ni siquiera de literatura. Su estilo, sin embargo, como pueden
comprobar todos los lectores, es deudor de todos esos conocimientos y de esas
coordenadas que yo he mencionado. Pero quiero insistir, e insisto, en que el primer
impulso que llevó a Alberto a dar el salto desde ese sentimiento de solidaridad hasta
este ejercicio literario que son "Los girasoles ciegos", el primero sigue siendo el mismo
que hace ya más de cincuenta años. [silencio... breves aplausos] Sigue siendo el mismo,
digo, como le había sucedido a nuestro amigo que mencionaba yo al principio, el mismo
que le hizo alinearse a nuestro amigo con los indios ¡en contra de Errol Flynn! [se
emociona y recibe aplausos efusivos]. Esto de los lagrimeos es una cuestión de la edad
y es parecido a lo de las ganas de hacer pis. [risas] De todas maneras, si se me permite,
y para no dar una imagen un poco “teresadecalcutiana” de Alberto, que parece que he
dado yo, ¿no? Hablar de tanta piedad y esas cosas, voy a leer un soneto de Cecco
Angiolieri que tuve ocasión de leer en un funeral que hicimos en febrero del año pasado,
antepasado, con traducción de Alberto Méndez. La pasión de Alberto por Cecco
Angiolieri se explica bastante bien, teniendo en cuenta que éste ya se había definido a sí
mismo como proclive a los bares, a los dados y a las mujeres. El soneto, como digo,
traducción de Alberto Méndez, es el soneto número 98 del libro de sonetos de
Angiolieri, dice:
Si fuese fuego, abrasaría el mundo,
si fuese viento, lo arrasaría.
si fuese agua, lo anegaría,
si fuese Dios, lo empujaría a lo más profundo.
Si fuese Papa, sería entonces tan jocundo,
que a los cristianos atosigaría.
si fuese emperador, ¿sabes lo que haría?
el cráneo raparía a todo el mundo.
Si fuese muerte, me llevaría hasta a mi padre,
si fuese vida, de su lado escaparía,
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y otro tanto haría con mi madre.
Y si fuese Cecco, como soy y fui,
haría acopio de jóvenes y hermosas
y las viejas y las feas las dejaría para ti.
[aplausos]
Rosa Falcón
Bueno, después de las intervenciones magníficas, yo no sé si queréis añadir algo
más sobre "Los girasoles ciegos", sobre el guión que estáis preparando, o directamente
podemos empezar el debate.
José Luis Cuerda
En cualquier caso, si me permites una cosa, creo que, por lo menos por mi parte,
el deber absoluto de agradecer a Juan Antonio por la semblanza que ha hecho de
Alberto, al que conocí y con quien compartí años en Televisión Española, y del soneto
traducido por él dice bastante, [dirigiéndose a Juan Antonio Méndez] y tú lo sabes
mejor que yo. Te tenemos que agradecer que te hayas dejado parte de tu vida en esta
intervención y creo que eres consciente de que lo valoramos. [Dirigiéndose al público]
Yo creo que en España, que ha sido siempre un país muy esquinado y muy arisco, haya
una generación, muchas generaciones, a las que nos han dado la oportunidad de
demostrar que la naturaleza humana obraba considerando estos sufrimientos de los que
tú hablabas, prepolíticos y prehumanos, y con pasión. De hecho, nos hizo reflexionar en
contra de la propia inclinación del ser humano que es la pereza mental sobre hechos que
ni podemos olvidar ni yo creo que queremos. Perdonad la alusión personal, pero yo me
hice rojo trasnochado a los ocho o nueve años en el colegio de los escolapios de
Albacete, donde veía por la ventana de la clase de pago en la que yo estaba cómo los
gratuitos, que vestían un uniforme distinto al nuestro, iban con un babi gris, mientras
que nosotros llevábamos uno de rayitas azules y blancas. A ellos les daban unos vasos
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con unos pocos polvos, que eran polvos de leche que daban los americanos, el plan
Marshall rebajado que se envió a España y ellos lo llenaban de agua en la fuente del
recreo... yo todo eso lo veía desde la ventana... Se bebían un vaso de leche y dejaban un
culín, de manera que volvían a rellenarlo hasta dos y tres veces, haciéndose la ilusión de
que cada vaso de aquello, que cada vez era más agua, seguía siendo leche. Ellos estaban
en un recreo distinto, a uno de mi clase el cura lo condenó un día como castigo a pasar
el recreo con los gratuitos y entonces, no te quedaba más remedio que hacerte rojo
trasnochado. Es decir, que... te obligaban, era un decreto que tú cumplías.
Rafael Azcona
Te quería decir que, para tu satisfacción, yo fui gratuito de los escolapios y, de
alguna manera y sin querer, me vengué. Por que mi padre era de izquierdas, que era la
republicana, y yo fui a un colegio del estado. En Logroño había un instituto... era una
escuela aneja a la Normal de Maestros. Esto debía venir de la Institución Libre de
Enseñanza, o por ahí. Y yo, siendo un niño, aquella escuela era estupenda. Empieza la
guerra. Cierran ese colegio y a mí, para salvarme, me meten gratuito en los escolapios.
Pero para agradecer, me obligan a ser monaguillo. Aquí viene la venganza: yo me
aprendí sólo los movimientos. O sea, yo cogía el libro, lo llevaba, lo traía, le echaba el
agua, pero el texto no me lo aprendí nunca, era una resistencia... [risas]. De manera que
yo me pasé de los diez a los catorce años -estuve cuatro años- haciendo misas que no
sirven para nada. Esa es la venganza... [risas]
José Luis Cuerda
Iba a decir que esas misas son medio-misas. Valía la parte del cura, pero el resto,
la tuya, aquello ni era misa ni era nada.
Rafael Azcona
Empezaba aquello, no me acuerdo, de aquellos latines de entonces... bueno,
puedes seguir. Perdón, quería decir otra cosa.
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José Luis Cuerda
Empezabas diciendo “Introibo ad altare Dei, ad Deum qui laetificat juventudem
meam”... y a saber lo que tú decías. [risas]
Rafael Azcona
Al final se debieron dar cuenta de que yo aquello no... y me especialicé en un
cura muy viejo que vivía allí, lo tenían en una especie de retiro, el padre Cornelio, que
ya no estaba bien de la cabeza, de manera que no le dejaban decir la misa a la vista del
público, sino que la decía en el coro. Y ahí iba yo de acólito. Entre él, que se le iba la
cabeza y yo que no me la sabía... [risas] Pero claro, me he sentido obligado a
interrumpirte porque comparto eso que has dicho (aunque hay una diferencia de edad
entre nosotros), yo verdaderamente lo suscribo y, si pudiera, hasta lo repetiría. Pero
ocurre una cosa: en mi profesión hay que tener en cuenta a los que van al cine y pagan
la entrada. Si uno empieza con estas disquisiciones, no van.
José Luis Cuerda
El cine no está para eso.
Rafael Azcona
Contaba Manolo Vicent que su pueblo en Denia [se corta momentáneamente la
grabación] y le pregunta: “Y ese capitán Akán o como se llame, ¿qué quería? [risas].
Porque yo soy muy partidario de rebajar las cosas. En La Codorniz nosotros publicamos
una vez un trocito, un texto de un humorista italiano, donde este hombre sostenía que el
cine evidentemente lo habían inventado los hermanos Lumière, pero que lo habían
inventado con luz y no iba nadie. [risas] Hasta que en Lyon una comisión de novios que
estaba debajo de las ventanas de los hermanos Lumière y al grito de “¡Apaguen la luz!
¡Apaguen la luz!”, los hermanos se preguntaron ¿La apagamos? Y uno de ellos dijo:
Apágala. Y desde ese momento se llenó el cine. De manera que toda esta introducción
es para decir que, en la medida de lo posible, esos sentimientos y esas palabras están
dentro (creo, modestamente) de nuestra adaptación, porque yo no acabo de entender
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cuando un director compra los derechos de un libro y dice: “Pero lo voy a cambiar
todo”. Entonces, ¿para qué lo ha comprado? Yo soy partidario de la fidelidad absoluta,
sobre todo al sentido que tiene el libro. Lo que pasa es que los tiempos de la literatura y
los del cine son distintos. Si tú llevas al lenguaje visual cosas que en el libro, cuando las
lees parece que están dichas en un soplo, en la película pueden durar una eternidad. En
el libro tú siempre tienes detrás al autor del libro que te está susurrando cosas sobre la
historia que te está contando.
José Luis Cuerda
Pero este señor cuando estrenas la película no puede ponerse detrás de las
butacas de todos...
Rafael Azcona
... a susurrarles [risas]. Y entonces la garantía... yo me atrevo a decirlo aquí: creo
que todo eso, la solidaridad, la piedad, están dentro de la película. Y que aquel tiempo
horrible que nos tocó vivir...
Juan Antonio Méndez
... sórdido...
Rafael Azcona
...está ahí. Sórdido, horrible, lúgubre, espantoso.
José Luis Cuerda
No, no, no, yo de los escolapios... De los míos te podría contar lo que no está
escrito [risas]. La primera película que vi fue con los escolapios de Albacete, allí no
había cine, no había salón de actos, se usaba la capilla y la parte del altar se cerraba con
unas puertas correderas y la pantalla se ponía, no sé si de una manera simbólica, en la
parte contraria a donde estaba el altar. Se ponían las sillas mirando a la pantalla los
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domingos por la tarde y la primera película que yo vi en Cinemascope fue allí. Atando
sábanas, hicieron una pantalla enorme y nos prestaron la túnica sagrada. A esas
proyecciones asistíamos todos los que queríamos, eran muy baratas o prácticamente
gratuitas. Y aprendías de la vida. Por ejemplo, había un cura al que llamábamos “el
Sancho”, un cura valenciano, mayor, gordo, como yo, que sentaba siempre al mismo
interno a su lado y, como la sesión era a las tres y media o a las cuatro de la tarde, el
plátano del postre se lo daba a su favorito en la boca... y a comer plátano con
delectación de ambos o por lo menos del cura. Entonces, como ves, se aprenden cosas...
[risas] Vas aprendiendo de todo. Teníamos un cura que llegaba de comer a las tres de la
tarde y que nos miraba así y decía: “¡Ea! Que aquí estoy con ustedes que son todos unos
animales. Y hace un momento estaba yo comiendo con Chicuelo II”, que era un torero y
no era un animal, que murió en un accidente de aviación. O también llegaba la chica de
Paulino y de su primo Juanito, que eran ricos de Albacete y tenían un chalet enorme
precioso al lado del parque, del que dejaban la puerta entreabierta y perro que entraba,
perro que empalaban (palo por el culo y se lo sacaban por la boca). Entonces venía la
chica a traerles el helado, porque no les había dado tiempo a comerlo. “Que vengo a
traerles el helado a los señoritos porque no les ha dado tiempo a comérselo en la
comida”. Entonces ellos se tomaban el helado de los Rueda, de Albacete, delante de
nosotros, que los mirábamos y se nos caía la baba... Se aprende, sí, en aquella España se
aprendía.
Rafael Azcona
Horror...
José Luis Cuerda
Por omisión o en directo. En fin, yo creo que...
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Rosa Falcón
Pero estamos seguros de que todas esas historias de alguna manera se contarán
también en la película. Yo creo que podríamos empezar ya el debate, que está la gente
queriendo hablar. Si hay alguna intervención...
José Luis Cuerda
Que no sea quirúrgica...
Rafael Azcona
Sí, sería estupendo poder responder, en la medida en que uno sea capaz, de hilar
cuatro ideas seguidas bien hechas a preguntas que preocupen a la asamblea, sino
sencillamente la curiosidad, saber algo sobre lo que nosotros podemos saber. No sé, yo
estoy dispuesto y encantado de la vida de responder a lo que me pregunten.
José Luis Cuerda
Habría que aprovechar, porque yo les advierto que este señor va a intervenir
inmediatamente. Rafael está flojo desde hace algún tiempo... porque a él estas cosas le
espantan, reconócelo. Pero ya no lo pasas mal. Yo me alegro mucho de verte, porque le
has echado ya un ánimo a esto... Cuando él se ofrece así, aprovechen, de verdad. Porque
digo yo que vale la pena.
Voz del público
Usted es guionista, pero también es novelista.
Rafael Azcona
Frustado...
Voz del público
No, frustrado no, porque...
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Rafael Azcona
Pero lo digo sin ninguna amargura, ¿eh?
Voz del público
No, no, yo creo que ha hecho grandes novelas también.
Rafael Azcona
He escrito alguna novela, también, sí. Pero abandoné. Me hubiera gustado
mucho ser novelista, me parece una profesión extraordinaria. Yo creo que los
novelistas, los buenos, son los únicos que saben algo del hombre y de la vida. Ni los
psicólogos, ni los médicos, ni nadie. Los que saben del hombre son los novelistas.
Entonces, aunque sólo fuera por emulación y por mis lecturas, a mí me hubiera gustado
mucho ser novelista, pero hay en la literatura algo dificilísimo, para mí, que es la
elección de los adjetivos. Y eso en el cine no lo pone el guionista, lo pone el fotógrafo,
lo pone el que ilumina, lo pone la pura carnalidad de los intérpretes... Yo sostengo que...
por ejemplo, concretamente, en "Los girasoles ciegos", ¿por qué vamos nosotros a
describir cómo es el cura si no sabemos todavía quién los va a interpretar? O sea, es
prácticamente imposible encontrar, según la descripción física que hay en una obra
literaria y encontrar el intérprete que se ajusta perfectamente a eso. Es imposible.
Entonces hay que confiar en que, cuando en el cine pasan cosas, es muy posible que
cuando uno pone “sale Amparito, que tiene 18 años, es rubia”, el papel lo haga un señor.
Eso puede ser perfectamente. Está dentro de lo posible. Entonces, respondiendo, sí he
escrito un libro, es cierto. Y no quiero ser molesto porque cuando las personas no somos
demasiado importantes, es mucho mejor que no ejerzamos la modestia, porque nos
quedamos sin nada [risas]. Esto creo que lo dijo Golda Meir al embajador que estaba
haciendo este derroche de humildad: “Ojo, ojo, embajador... que no es usted tan
importante como para ponerse humilde”. [risas] No soy modesto. Creo que alguno de
esos libros tiene algún valor, sobre todo uno. Esto que voy a decir hay que
entrecomillarlo, porque a mí me producen un cierto escalofrío: “el amor a la obra bien
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hecha”. Yo soy muy concienzudo. Un guión, sin que nadie me lo mande, yo lo vengo a
escribir y a reescribir ocho, nueve, diez, once veces. Entonces cuando digo lo de la obra
bien hecha, esto de ponerme serio no me va... Recurro a una historia de un sastre judío
(me gustaría parecerme a él) que encarga a un cliente unos pantalones y hay unas
dilaciones... el hombre tarda en hacerlo un mes. Y ya cuando, por fin, le entrega los
pantalones, dice: “Ahí tiene los pantalones”. Y el cliente dice: “Vaya, sí, muy bien, pero
¡un mes para hacer unos pantalones! Si Jehová hizo el mundo en una semana...” Y se
levanta el sastre, abre una ventana y dice: “¡Mira ese mundo!” [risas].
José Luis Cuerda
¡Y mira esos pantalones!
Rafael Azcona
Es de una soberbia satánica... [risas] Pues a mí a la hora de escribir me gustaría
mucho llegar a esa altura del sastre a la obra bien hecha y, en cuanto a otras virtudes,
pues no sé. La verdad es que no he tenido demasiado éxito. En el cine me ha ido mejor,
quiero decir.
José Luis Cuerda
Yo no sé si a ti te pasa escribiendo guiones. A mí me gusta escribir, tú sabes que
me gusta escribir, y creo que nunca escribiré una novela porque con los guiones yo
siempre me doy una segunda oportunidad, que es rodar. Entonces, siempre confías que
aquello que no esté en el guión venga... Cantas el Venit creator spiritus y viene y te
ilumina la mente y en el rodaje lo puedes conseguir, pretensión vana, porque en el
rodaje normalmente estropeamos los guiones. Pero aparte de eso, esa segunda
oportunidad... ¿Tú no te quedas más tranquilo o más beatíficamente irresponsable
después de escribir un guión que después de escribir una novela?
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Rafael Azcona
Claro que sí... Además, a mí me pasma que los críticos de cine van al cine a ver
una película. A lo mejor han tenido problemas familiares. Es posible que hayan digerido
mal esa noche. Pues no se nota nada, porque son capaces de desmenuzar la película y de
juzgar si la foto es buena, si el guión responde a las expectativas del tema. Yo cuando
veo una película sólo veo el argumento, de lo demás no veo nada. Entonces, lo ideal es
que el guión, José Luis, para mí, se suma, desaparezca dentro de la película, que no se
note que haya guión. Que no se note. No debe sobrevivir a la película. Por eso me
quedo tranquilísimo cuando entrego.
José Luis Cuerda
... Y lo cobras [risas]. Eso ya es perfecto, ¿no? Sí, hombre, yo creo que de la
letra del guión a la película hay una transubstanciación, es decir, es una sustancia
distinta.
Rafael Azcona
Totalmente.
José Luis Cuerda
... es decir... Alberto, ¿tú te quedas.? Perdóname, Juan Antonio... vamos jugar a
una hipótesis imposible de demostrar científicamente. ¿A Alberto le hubiese gustado
que se hiciese una adaptación de esta novela?
Juan Antonio Méndez
Sí, decididamente sí. Lo hablamos.
José Luis Cuerda
¿Ah sí? Eso no lo sabía, mira. Me tranquiliza. No digas quién le hubiese gustado
que la hiciese, porque [risas]... no sé si llegasteis a hablarlo también.
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Juan Antonio Méndez
Sí, también.
Rosa Falcón
¿Quién?
José Luis Cuerda
Pues yo ahí ya no insisto [risas] por pura prudencia.
Juan Antonio Méndez
Y te diré, mi propuesta no le gustaba a él.
José Luis Cuerda
Ajá.
Juan Antonio Méndez
Y ya, pero no voy a decir más.
José Luis Cuerda
Ya. Yo sí sé una cosa cuando hablamos. Yo me fui a Barcelona a hablar con
Anagrama para contratar los derechos y todas esas cosas, y estaban allí tus dos sobrinos.
Entonces lo primero que me dijeron es que a Alberto le gustaba muchísimo “Amanece
que no es poco”, que es una película con la que él se lo había pasado muy bien, que
muchas veces había hablado con ellos, pero lo estaban diciendo, me temo, no tanto para
halagarme, como para advertirme que a ver qué iba a hacer con "Los girasoles ciegos",
no fuese yo a derivar hacia esa vertiente, que no es la propia de esta novela. Yo he
hecho también “La lengua de las mariposas” y esas cosas, que quizás esté más cercano.
Pero es verdad que el trabajo ha sido, por lo menos para mí, muy gratificante.
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Rafael Azcona
Esos cambios que hemos hecho, Juan Antonio... Primero han hablado de las
localizaciones: Madrid. Fíjate en el relato de la joven pareja con el niño parece que está
pidiendo que sea cerca de Portugal, porque sería la única salida o escape que tenían... o
de Francia, o de otro sitio, porque si no, este trío ¿adónde va, adónde va que se pueda
salvar?
Juan Antonio Méndez
Me parece que la localización está expresamente mencionada, creo recordar.
Pero es posible que sea un fallo y que...
Rafael Azcona
No, no, no, es que cuando desplazas... Yo he adaptado bastando cosas y soy muy
partidario de adaptar, porque creo que a la hora de la verdad, los que entienden de esas
cosas son los especialistas. El novelista te urde una historia mucho mejor que la que
pueda urdir un guionista. Crea unos caracteres muchísimo más ricos en todo que un
guionista. Por eso soy muy partidario de adaptar. Y la verdad es que he adaptado a
autores vivos que no me han retirado el saludo. No, no, he tenido esa suerte. Pero creo
que mérito de la fidelidad al texto, el respeto al texto, a la materia literaria.
Juan Antonio Méndez
Una pregunta, ¿a qué llamas el texto?
Rafael Azcona
Al libro. Incluye el estilo... incluye todo. Es que, ¿ves?, no hago como los
críticos de cine. No puedo separar el estilo, la sintaxis, la elección del lenguaje, los
giros, los cambios, lo que podríamos llamar el montaje de la historia... todo eso influye.
Yo comprendo que cuando tú leas el guión, habrá momentos en que te parezcan mal los
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cambios que hay. Pero los cambios nunca van contra el espíritu de la historia. Son
sencillamente cambios en el espacio y en el tiempo, pero no en lo que acabo de llamar
“materia literaria”, en lo que cuenta el autor. Cuando te hablaba de haber pasado esto a
Galicia, en Madrid reconstruir hoy los años cuarenta hace económicamente inviable una
película. No se puede hacer por lo que costaría. Si haces el esfuerzo de reducir la
historia para que no salgan ni las calles, ni los letreros, ni las antenas de la televisión,
resulta que se desvirtúa todo, porque es como si rodaras contra un rincón. En cambio,
yendo a una zona donde el director y todo el aparato de la película puedan manejarse y
tener una cierta soltura, la historia que estás contando está mejor contada. Creo, ¿no?
Juan Antonio Méndez
Yo pienso que sí.
José Luis Cuerda
Yo pienso que la en novela normalmente, lo que es más adaptable, o lo que es
mejor materia prima, por así decir, es la peripecia. Lo que es deseable es que se
mantenga el tono. Y lo que es importantísimo para respetarlo o para hacer una
traducción como si estuviésemos hablando de otro idioma, son los diálogos. Hay
diálogos de novelas maravillosos que no se pueden llevar al cine. Leído es una cosa y
dicho es otra.
Voz del público
Yo lo que quería preguntar a Juan Antonio es si su hermano Alberto sabía el
pedazo de obra que había escrito, si tuvo dificultades para editarla o rápidamente
encontró quien la editara y si además tiene algo más, o es autor de esa obra única.
Juan Antonio Méndez
Vamos a separar las preguntas. Si sabía lo grande que era lo que había escrito...
Respuesta: se lo temía. Segundo: respecto a las dificultades para publicar,
afortunadamente, cero. Jorge Herralde recibió el manuscrito e inmediatamente, creo que
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en un día y medio, en dos días y medio, decidió publicar la novela. ¿Que si tenía más
material escrito? Sí. No lo conozco, no está en mi poder y, me temo que está en un
estado tan embrionario que es mejor que esté donde está.
Voz del público
Gracias. Yo creo que el otro día, en una entrevista que le hacían a Rafael Azcona
en el programa Hoy por Hoy, en la radio, explicaste, pero no me acabo de enterar muy
bien, las razonas por las que habéis excluido el primer relato, que a mí me parece, de los
que componen el libro de Alberto... Vamos, que habíais integrado los tres últimos
relatos. Pero el primero, el que va contando la historia...
Rafael Azcona
... Ah, el que va inventando una mentira para sobrevivir.
Voz del público
Ése no lo habíais integrado. No me quedé con las razones, pero a mí es un relato
que me impresionó desde el principio.
Rafael Azcona
Porque ese relato ofrece, a mi entender... Yo no tengo amor propio, porque si se
tiene amor propio en esto del trabajo con los demás, es una cosa antieconómica, hay que
discutir mucho. Yo en seguida digo que sí, que no tengo razón. Pero lo digo: en esa
historia se da algo que es reiterativo. La situación es siempre la misma: un señor viene y
se inventa una mentira. Luego vuelve y se inventa otra mentira. Pero es casi una
mecánica. La grandeza de la historia no se resiente por eso, pero en el cine, me parece
que eso hubiera sido un handicap. Creo. No sé lo que piensa José Luis.
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José Luis Cuerda
Sí, no sólo eso, yo es que además reconozco mi falta de imaginación en este caso
y es que no sé cómo integrarlo en lo que nosotros habíamos hecho, que era que
transcurriese en un núcleo familiar. Así como el principio sí, en el principio apenas se
muestran los títulos de crédito y el arranque de la película, y es que hay un personaje ahí
que está en el juicio del capitán Alegría y que es el encargado de mandar el pelotón de
fusilamiento que lo va a ejecutar, y es ante el cual el capitán Alegría se vuela la tapa de
los sesos. Ese sí es el protagonista de esta historia, una vez que vuelve al seminario
(estamos hablando del cura, nunca es el diácono, en la última de las órdenes mayores,
antes de cantar misa). A mí me parece una historia impecable, que creo que tiene otro
posible tratamiento que no es el de incorporarlo a una película... yo no veía la manera de
meterlo aquí.
Rafael Azcona
Desde mi experiencia, hay una ventaja en este libro para llevarlo al cine. Es que
son relatos. El problema para llevar una obra literaria al cine es la novela grande: no
cabe. Hay que sacrificar muchísimas cosas, hay que repegarla, hay que maltratarla. En
cambio, los relatos son fuente de posibles ampliaciones. No estoy hablando ahora de
éste. Un ejemplo: hay una película americana que se llama en español “Forajidos”, que
es un cuento de Hemingway y que tiene nueve páginas. El cuento es que en una estación
de gasolina hay un empleado que ve venir a los señores y, sin que le digan nada, se va a
su casa y espera a que lo maten. Ese es el cuento. Cuando hicieron la película, todo gira
en torno a por qué lo matan. Por qué estos señores estaban buscando al Sueco, que es el
personaje, y lo matan. De manera que no hay ninguna traición al autor. En cambio, si se
trata de una novela larga, el riesgo de maltratarla, de que se pierda en la poda algo
importante... a mí me da miedo. En cambio, los relatos no. Los relatos son estupendos.
Te dan la trama y te dan los caracteres. Es mucho más honesto, creo yo, para el cine,
partir de relatos que de las grandes novelas.
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Voz del público
Sí, una pregunta que puede responder cualquiera de los tres y es: cuando terminó
el franquismo con la muerte de Franco, descubrimos que había un postfranquismo y se
acuñó el término “franquismo sociológico”. Ese franquismo sociológico dura un tiempo
determinado. Todos sabemos cuándo empezó la posguerra, pero os pregunto a vosotros
dos especialmente, porque en vuestros guiones hay una reiterada visión y revisión para
que la memoria de todos esos momentos no se pierda: ¿podéis decir cuándo terminó la
posguerra? Y si hay una posguerra sociológica.
Rafael Azcona
Yo creía que había terminado con lo de Tejero [risas], pero ahora no estoy tan
seguro. Creo que sí.
José Luis Cuerda
Yo creo que seguimos en la posguerra en dos sentidos: en uno cronológico
inevitable. Los días siguen, terminó la guerra, terminó la posguerra y seguimos en la
posguerra porque es una fecha en la historia que va acumulando fechas por detrás de las
actuales. Pero además es inevitable, todos tenemos familiares que han estado ahí, que
han sido afectados y que seguirán afectados. Y por otra, tenemos dos cuerpos de
doctrina absolutamente vivos que siguen uno ensalzando lo que ocurrió en la guerra, es
decir, ensalzando las teorías de los vencedores, ensalzándolas abiertamente o
tácitamente, porque las hay de los dos tipos: no hay que olvidar que es un éxito de
ventas Pío Moa, que es un éxito de escuchantes la COPE y no se recata ninguno, como
Pío Moa en cantar las alabanzas de aquellas fazañas y los otros en enaltecer el espíritu.
Es decir, no lo dirán nunca verbalmente, porque no son tan tontos, pero bueno, siguen
llevando bajo palio a aquel hombre que gobernó por la gracia de Dios, como ponía en
todas las monedas, todos las tuvimos en nuestras manos. Eso no es que esté latente, está
vivísimo, por desgracia. Y espero que siga con tanta fuerza en la oposición a ello... iba a
decir algo perfectamente malinterpretable, pero me refiero a la razón [risas]. Lo digo en
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Con Rafael Azcona, José Luis Cuerda y Juan Antonio Méndez
la vertiente no impresa, [risas] sino en la que se supone llevamos todos en nuestra
cabeza.
Rosa Falcón
Juan Antonio, ¿no podríamos hablar también además de la posguerra de un
duelo, de un duelo que quizás no se ha hecho?
José Luis Cuerda
Perdona, que aquel señor había pedido la palabra.
Rosa Falcón
Sí. Bueno, ... de ese duelo, además, que argumenta el autor en el inicio de la
novela con esa impresionante cita a la que aludíamos en el comienzo del debate.
Juan Antonio Méndez
El duelo... ¿te refieres a la cita de Piera sobre el libro de Tomás Segovia?
Rosa Falcón
Sí, sobre el duelo, sí.
Juan Antonio Méndez
Sí, yo creo que está bien hecho y bien visto eso y él cuidó mucho esa cita, la
eligió entre varias susceptibles de ser colocadas ahí y efectivamente, el asunto del duelo
le tenía muy preocupado. Es que yo al principio no entendía bien qué querías decir con
el duelo, pero luego te has referido a la cita de Carlos Piera, sí, pero efectivamente, sí le
daba importancia, si no le hubiera dado importancia, no lo hubiera puesto ahí,
evidentemente. Dejemos hablar ahí a la gente.
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Rosa Falcón
Bueno, pues sí. Continuamos con el debate.
Voz del público
Azcona ha dicho que es muy difícil llevar al cine una novela extensa. Yo creo
que es verdad, porque no hay muchos ejemplos y sobre todo, aprovechando esta
situación, quiero aludir al Quijote, por ejemplo. A mí, personalmente, ninguna de las
adaptaciones que se han hecho, ninguna me gusta. Es más, yo diría que son malas, en
comparación con el libro, menos una: la película soviética de Kózintsev, que es, a mi
modo de ver, una interpretación de todo el sentido de El Quijote verdaderamente
maravillosa, y el guión es algo fantástico. Y yo lo que siento y, por eso aprovechaba
para decirlo, es que en el tan cacareado Año de El Quijote, desgraciadamente esa
película no se puso, que yo sepa, en ningún medio, ni en la televisión pública ni privada,
y es realmente lamentable. Es más, creo que no está traducida... bueno sí está traducida
al español cuando se estrenó, creo que en el año 1972, pero no hay ninguna versión en
vídeo, porque yo, que fui profesor de cine y literatura varios años, tuve que recurrir a
una versión simplemente con subtítulos para mostrarla a los alumnos de la Facultad. Y
eso lo deberían hacer. Es una película fantástica. Todos estaréis de acuerdo con ello.
Rafael Azcona
Sí, sí, creo que sí, pero yo por alusiones, tengo que confesar abiertamente que
también he adaptado el Quijote, pero, prudentemente, se titula “Fragmentos” y la
dirección de esto es de un italiano, de Mauricio Scaparro, y es un espectáculo teatral que
tuvo, no diré, un éxito indescriptible, pero bastante descriptible, por otra parte... ¡qué
modesto! Pero yo creo que lo que hizo aquel hombre estaba bastante bien. Lo
interpretaron Flotats y Echanove, y no pretendía ser ni Doré ni... no se sometía a esa
iconografía que hay del Quijote. Se atendía más al espíritu de lo que se decía en el
Quijote. Pasa también un poco con la picaresca: cuando uno ve El Quijote y, enseguida
advierte que su grandeza está en lo que dicen los personajes, las consideraciones que
hacen, no en la peripecia. Todo lo de la peripecia... es un poco forzado. En cambio, la
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profunda sabiduría de Cervantes, eso es lo que hay que rescatar. Nosotros lo que
tratamos en ese espectáculo teatral fue escenificar esa sabiduría de Cervantes. Pero
estoy de acuerdo que no se comprende por qué la versión del ruso no se incluyó en el
Año de El Quijote, por lo menos en la televisión.
José Luis Cuerda
Yo doy una posible explicación que no sé siquiera si es verosímil y es que
probablemente ahora mismo no se sepa quién tiene los derechos de esa versión. Porque
se afirma: “se acabó el socialismo real”, todas esas cosas... a lo mejor los tiene Putin o
alguien a quien Putin tiene en la cárcel. Es verdad que a veces son meras trabas
administrativas y burocráticas las que impiden estas cosas. Yo creo que fue en Ucrania
donde se produjo esa película, era una película ucraniana. Con decorados de Alberto...
Voz del público
Yo tengo una versión en vídeo porque un profesor de la Facultad de Filología la
llevó allí a la Biblioteca de la Facultad, y está grabada de La 2.
José Luis Cuerda
Pero La 2 no la puede poner y, aunque la tenga, no la puede poner si no tiene los
derechos.
Otra voz del público
Perdón, yo quería insistir en algo de la localización. No he entendido bien por
qué no se hace en Madrid, no he llegado a entender bien parte del aspecto personal, por
qué se hace en Galicia, porque el cuento de Alberto tiene detrás toda la carga de un
Madrid que ha estado asediado durante la guerra, y bombardeado, etc., cosa que no
sucede en Galicia. Me parece muy bien el razonamiento: es caro, es imposible, no se
pueden quitar las antenas, lo comprendo, pero no entiendo bien entonces por qué
llevarlo y cómo llevarlo.
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Voz del público
... (parte inaudible) pero el Colegio Calasancio sigue ahí exactamente igual que
estaba en los años cuarenta y en frente está, exactamente igual que en los años cuarenta
(parte inaudible)...
José Luis Cuerda
Sí, pero ahora mismo no hay ninguna calle ahora mismo que permita rodar en
Madrid los años cincuenta. Yo ya tuve la osadía de hacer una adaptación de una novela
de Pedro García Montalvo, que se llamaba “Una historia madrileña” en Madrid, en el
año cuarenta y seis más o menos y, voluntariamente, o forzosamente, hice una cantidad
de disparates de mucho cuidado. Es decir, las calles estaban todas asfaltadas, etc. etc.
Porque no podía adoquinarlas, porque no hay ni una calle adoquinada ahora mismo,
sobre todo en el sitio donde transcurre esto. En cuanto a Galicia, los núcleos urbanos
que en este momento mantienen características de los años cuarenta son viejas ciudades.
También se podría hacer en Toledo. También se podría hacer en Ávila, se podría hacer
en Segovia, parcialmente en Cuenca, pero donde no se puede hacer es en Madrid. Es
decir, este tipo de ciudades, estas pequeñas de las que estoy hablando -yo soy de
Albacete, por ejemplo, uno de los últimos sitios en donde entraron los nacionales.
Estaba cerca de Valencia, etc. Pero ciertamente, que puedan ocurrir las peripecias que
ocurren en la película, si yo me vengo al centro, adónde va esa pareja, esos chicos. Me
tengo que ir al País Vasco, a Cataluña o a Galicia, uno de los tres sitios, para que la
escapada de la pareja joven sea físicamente verosímil. En el País Vasco, por razones
obvias, cualquier rodaje es problemático. Bastante tengo con lo que tengo como para
encontrarme disgustos colaterales. Es decir, bastante difícil es rodar una película. En
Cataluña acabo de hacer una. Barcelona es una ciudad que me encanta.. En Barcelona es
posible rodar todavía parte de iconografías de los años cuarenta, pero también
reconozco la facilidad que tengo para conseguir determinadas localizaciones en Galicia.
Por ejemplo, yo necesito una iglesia desacralizada, que esté en el siglo, que esté
secularizada, y eso en Galicia lo puedo hacer y tengo magníficos retablos renacentistas a
mi disposición, así que probablemente sean consideraciones que a ustedes les parezcan
poco serias, pero que a la hora de rodar una película son fundamentales. Yo no puedo
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hacer un retablo barroco, renacentista como el que me viene bien en la capilla de un
seminario. Tengo un par de monasterios secularizados también en Galicia que me
permiten hacer unos escolapios o unos... Yo lo siento, pero tengo que poner los pies en
la tierra e ir buscando este tipo de argumentos pedestres a la hora de... tienes que buscar
un sitio donde tengas una infraestructura hotelera que te permita meter cien personas
durante un rodaje, unos aeropuertos que estén cerca para poder llevarlos y traerlos, es
decir, hay razones que el corazón no entiende, pero son razones de peso.
Rafael Azcona
Respecto a la anotación de que Madrid fue ciudad mártir y fue bombardeada, en
el libro no se toca eso. No hay ninguna referencia. Se ciñe al momento en que están
viviendo estas personas.
José Luis Cuerda
De todas maneras, en el momento en que pregunté en Galicia a mis amigos
gallegos, porque yo soy gallego adjunto a estas alturas... Les pregunté: ¿Hubo topos? Y
empezaron a señalarme casas en Carballiño mismo pregunté y me dijeron: ahí mismo
estuvo un topo... Por supuesto que hubo topos, aunque no hubo guerra civil, es verdad.
Pero hubo una posguerra de mil pares de narices. O sea, allí se fusiló lo que no se ha
fusilado en ningún sitio.
Voz del público
Yo quiero volver al libro de "Los girasoles”. A mí lo que me fascina de ese libro
es que es muy bueno. Es que literariamente es impresionante. A mí no me hace sentirme
cerca, aunque conocí a Alberto y era un tipo que me caía muy bien. El que hable de la
Guerra Civil y que yo supiera antes de que escribiera el libro que él estaba del lado de
los míos. Quiero decir, yo al leer ese libro no siento que Alberto es de los míos. Lo que
siento es que Alberto escribía un libro maravilloso. Entonces yo no me siento cerca...
porque se han escrito muchas imbecilidades siendo rojos y siendo de derechas, pero a
mí ese libro me fascina porque es muy bueno, porque me lleva a conflictos del ser
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humano, conflictos realmente serios, a preguntarme cosas, no a ver si yo me siento más
encendido contra los fascistas o cosas por el estilo. No. Yo creo que este libro tiene ese
gran mérito y muy pronto, que consiguen, por ejemplo ahora Doctorow, cuando hace su
libro sobre la gran marcha en la Guerra Civil Americana. Alberto Méndez ha hecho un
libro en el que nos cuenta, en un contexto determinado, conflictos humanos que no son
conflictos que nos identifican inmediatamente desde el punto de vista político con algo
que nos puede satisfacer, sino con todo lo contrario: con algo que nos puede revolver las
tripas. Ese gran primer cuento... todos son muy buenos, pero ese gran primer cuento en
que el individuo que se pasa justo en el último momento, en el momento más
inoportuno a los otros tampoco puede ser entendido políticamente. Es decir, a mí no me
satisface políticamente, gracias a Dios, o gracias a Lenin. A mí me hace ser muy feliz
leyéndolo, porque me lleva de verdad a cosas que me revuelven las tripas, que me hacen
pensar. Y esa es la lectura que yo creo que debemos tener de este maravilloso libro.
Rafael Azcona
¿Hay controversia?
Voz del público
Si yo puedo responder, sí.
Rafael Azcona
Cierto. Ese libro se puede leer como una novela rusa. Pero ¿por qué el capitán
Alegría se rinde el último día de la guerra? Por que ha descubierto que... (lo dice el
libro, no lo digo yo) ... es terrible lo que dice: dice que lo que se proponen los que han
ganado la guerra es el exterminio de los demás. Eso está en el libro. No lo hemos
inventado. ¿Es así o no es así?
Voz del público
Puede que literariamente a mí me impresione más el libro. Quiero decir: yo he
leído cosas que me satisfacen mucho políticamente o ideológicamente, discursos
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magníficos, pero este libro a mí no me hace ser feliz porque sea de un rojo. Me hace ser
feliz porque es de uno de los mejores escritores de los últimos años.
Rafael Azcona
Sí, nada que objetar.
Voz del público
Además, a mí el tipo me caía muy bien y, por otra parte, teníamos unas ciertas
cercanías ideológicas, pero yo no soy feliz porque sea rojo Alberto, sino porque el libro
es espléndido. Nos lleva a unos conflictos que están... Cualquier imbécil puede escribir
cosas que nos satisfacen.
José Luis Cuerda
A mí no, ¿eh?
Voz del público
A veces sí.
José Luis Cuerda
A mí no, ya te lo advierto.
Voz del público
Puede satisfacernos desde ese punto de vista.
José Luis Cuerda
A mí las satisfacciones ideológicas no me las ha dado ningún libro.
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Voz del público
A mí lo que me gusta es leer algo inteligente, profundo, lleno de sentido y,
además... bueno. Está contando algo desde un punto de vista que no es el de un
historiador ni del analista, sino de un literato realmente impresionante que
desconocíamos. Yo tampoco lo sabía.
José Luis Cuerda
Yo el tono es lo que no entiendo. El discurso tuyo no sólo lo entiendo, sino que
lo comparto al cien por cien. Es decir, lo primero es que he advertido es que nunca en
mi puñetera vida he leído un libro para ver si hay una adaptación cinematográfica. He
leído para pasármelo en grande. Y las únicas satisfacciones que encuentro en la
literatura te juro que son literarias. Es decir, yo no disfruto leyendo a Lenin, ni he
disfrutado nunca, que no lo he leído, a Marx. Yo he militado en el partido comunista in
illo tempore, pero era por una adhesión sentimental y, por lo que tú decías [dirigiéndose
a Juan Antonio Méndez], prepolítica. Porque pensaba que era lo que había que hacer en
un momento determinado y nada más. No voy a dar más explicaciones, que son
absurdas, y que sería una excusatio non petita. Bueno, entonces, por supuesto, cuando
yo leí el libro lo hice para ir disfrutando de él. Es que además, un libro como éste,
tendrás que reconocerme, y no tienen ningún sentido peyorativo, y es que es
hiperliterario, es decir, no es en absoluto realista, o te satisface en ese sentido o estás
perdiendo el tiempo con él. Evidentemente. Y creo que nunca se me ha ocurrido la
bajeza de echarme un libro al coleto para ver qué partido puedo sacarle haciendo un
guión de él y una película de él. Al revés: yo sé que el acercamiento que hagamos a este
libro dejará fuera muchas cosas, que será una lectura de este libro... yo, como he hecho
todas las películas, sean adaptaciones o no, con una única intención, que es: si a mí me
interesa en el grado que me interesa y por las razones que me interesa, yo no seré tan
raro, no seré un “tironorrinco”, sino que tendré un mínimo común denominador con un
determinado número de personas, suficientes, y aquí va la parte del negocio, como para
que yo pueda seguir haciendo películas y vivir de ello. Nada más. Y vivir de ello te juro
que es la compra de un determinado libros (ya he dejado de comprar cuadros que casi
siempre eran como mucho acuarelas), además ni me caben en casa y se han puesto a un
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precio imposible. Es decir, que mi vida es vivir, vivir bien. Entonces [se ríe] en los
libros busco lecturas, ni siquiera busco compañía.
Voz del público
No estaba haciendo una acusación. Lo que quiero decir es que la lectura de este
libro no puede ser fundamentalmente política.
José Luis Cuerda
Para nada, nunca he hecho lecturas políticas de las cosas. Para mí la política es
una parte de la vida que es importante, porque nos hemos impuesto vivir en comunidad.
Sólo por eso. Si pudiésemos vivir cada uno en nuestra casita y tal, yo sería de la teoría
de Pascal, que todo lo malo que me ha pasado ha sido por salir de mi casa. [risas]
Rosa Falcón
Vamos a continuar con el debate. Había alguien más que quería intervenir.
Voz del público
Yo quería hacer una pregunta: Me ha asombrado lo que se ha insistido en el
tema de las localizaciones. Yo creo que cuanto menor sea el papel de las localizaciones
(lo digo por el espíritu de los relatos), va a ser mucho mejor. Igual, en mi opinión, que si
se está hablando de una guerra civil, pero no necesariamente de la Guerra Civil
Española. Creo que si de verdad se le quiere dar un gran valor a la película como reflejo
del espíritu que hay en ese libro, cuanto menor sea el papel de las localizaciones y el
que sea la Guerra Civil Española del 36 al 39, será mejor.
José Luis Cuerda
Yo creo que Rafael está de acuerdo en que no hay folklore en la adaptación, es
decir, la localización gallega es una localización verosímil y posible... Le puedo contar
una cosa que me ocurrió cuando se pasó en el Festival de San Sebastián “La lengua de
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las mariposas”. A la salida vino emocionadísimo el director del Festival de Sundance y
me dijo “Mira, José Luis, yo de la Guerra Civil Española no sé nada, para qué te voy a
engañar, pero sé lo suficiente del macartismo como para saber de qué está hablando esta
película”. Y en la medida en que lo particular esté tratado con la suficiente profundidad
y complejidad, es generalizable. Y la Guerra Civil Española es un hecho convivencial.
Voz del público
(parte inaudible) ... sacerdote que ahora está tan lleno de folklore. Por ejemplo
en Nueva York o en ciudades americanas donde los hispanos tienen que pagar enormes
cantidades, que eso se va a poder entender bien en cualquier sitio. Si no está aferrado a
una cosa muy concreta. Por eso a veces, y es el comentario que quería hacer: en las
películas a veces se fuerza el azar de una manera excesiva, en mi opinión, y no sé si es
una buena idea que un determinado capitán luego aparezca como sacerdote. A lo mejor
es innecesario.
Rafael Azcona
Pero está en el libro. El cura, el diácono, que no llega a ser un sacerdote, está el
libro, no en el guión. No puede salir en cada cine a explicarlo. La única manera de
hacerlo es ver que este señor ha estado en la guerra, ha sido oficial en la guerra, o
soldado, me da lo mismo. Y hasta ahí llega nuestro atrevimiento, no más. A tratar de
visualizar lo que hay en el libro. Si nosotros nos hubiéramos puesto a competir con
Alberto Méndez, seguramente el resultado sería peor. Cada vez que hemos incorporado
algo de los textos que van a ir ahí... que tiene una unidad el libro, no olvidemos que el
libro tiene una unidad. Los cuatro relatos se complementan el uno al otro. Si nosotros
hubiéramos colaborado, el resultado sería mucho peor. Es mucho mejor tratar, siempre
que se pueda, de que la materia prima sea del autor del libro, a la hora de serle fiel.
Muchísimo más fiel. Y de verdad que no ha habido ninguna pretensión de exagerar las
tintas, al contrario. Yo creo que el libro es más terrible que lo que pueda ser la película.
Bastante más.
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José Luis Cuerda
Sí, lo que pasa es que ahí siempre hay una cosa, y es lo que siempre se ha dicho,
que una imagen vale más que mil palabras. Eso es una soberana chorrada, sobre todo si
es la palabra de un poeta. Os juro que vale más que muchísimas imágenes. Lo que sí es
verdad, por desgracia, aunque sea tirar piedras sobre mi tejado, es que una imagen es
muy eficaz, porque tiene la capacidad de repercusión inmediata sobre quien la percibe,
mayor que la palabra, que, entre otras cosas, nos deja una mayor libertad de reflexión,
de dedicarle tiempo, y de volver a ella si quieres, etc., etc. El cine es muy coercitivo y
los directores o tenemos la decencia de no usar ese poder coercitivo y de no sujetar del
cogote al espectador y atraerlo a la pantalla violentamente, etc., o estaremos, desde mi
punto de vista, haciendo mal las cosas.
Rafael Azcona
Es un problema esto.
Voz del público
Es en el sentido en el que también utilizaba la palabra “azar”. Creo que a veces
ahora, tengo la impresión, se fuerzan mucho las cosas. Hay demasiadas casualidades.
José Luis Cuerda
Eso es un espanto.
Voz del público
Se cruza una esquina y se encuentra con alguien que hace tres años que no se ve
y que, probablemente, coincidirá seguro Rafael Azcona, eso no le ocurrirá porque ya
nos ha demostrado...
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Rafael Azcona
Si no ocurre en el libro... es que esto de lo visual es curioso. Yo siempre que
puedo, pongo este ejemplo. Yo leo un libro y leo la palabra “silla”. Si yo soy alguienm
dicho con hipocresía, “económicamente débil”, si soy pobre, y el autor ha puesto la
palabra “silla”, yo lo que me imagino es una silla seguramente de anea desvencijada,
pero si yo soy el Príncipe Felipe, seguramente veo una silla de estilo. En un libro. En el
cine no hay escapatoria. La silla está allí. No me la puedo inventar, no la puedo
recrear... y a mí me parece que eso es un handicap que tiene el cine. Y estoy de acuerdo
tanto en lo de la imagen, cuando se dice que una imagen vale... por ejemplo, la palabra
“melancolía”.
Voz del público
¿Puedo llevarle la contraria un momento? [risas] Si es un buen escritor, cuando
escriba la palabra “silla”, dirá si es de anea o estilo Luis XVI.
Rafael Azcona
No, no, porque a veces no está adjetivada. “Se sentó en una silla”.
Voz del público
Es evidente que si no pone Luis... (inaudible) pero por el contexto tú tienes que
poderla ver.
Rafael Azcona
La frase es ésta: “Entró y se sentó en una silla”. [risas]
Voz del público
¿Qué dice el resto del mundo? [risas]
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Rafael Azcona
He dicho antes que no tengo amor propio, porque porfiar no porfío, pero, en
resumidas cuentas...
Voz del público
No tienes amor propio para que los demás nos fiemos.
Rafael Azcona
No, no, no, no, no. Es por motivos económicos. Algunas veces he dicho que el
guionista es una especie de asistenta que le dice al director. Al igual que la asistenta
dice: ¿Qué hacemos hoy, señora? -Los cristales. Se le pregunta y está al servicio, debe
estar totalmente al servicio del director. Todos los que entran en una película deben
estar al servicio del director, que es el único que tiene la idea de la película, el único que
la tiene entera es él. Los actores, en general, o con frecuencia, cuando leen un guión,
leen lo de ellos. Lo de los otros no lo leen. El fotógrafo, el que ilumina, lo que quiere es
que la imagen sea muy bella, sea hermosa. El del maquillaje quiere que no haya brillos.
En cambio, el director quiere todo eso a la vez. Esa enorme complejidad la tiene él. En
realidad, un director cuando va a rodar, se sabe el guión de memoria. Se lo sabe. Sabe
todo. Pero el cine tiene una fuerza enorme. Es que lo que tú decías, la eficacia de la
imagen. Ahora, en cuanto a la complejidad, no. El cine es bastante más simple que el
fenómeno literario. Eso, sin duda. Sin duda. Porque acaba ahí donde se ve. En cambio,
la novela no. La novela te hace pensar... Hay un ensayo de Asimov extraordinario que
cuenta cómo él va a dar una conferencia a un sitio y no la ha preparado, y tiene que
hablar de los nuevos medios de comunicación, ya que cada día se inventa uno. Entonces
él, cuando va en el avión hasta este sitio en el que va a dar la conferencia, en un
momento dado se plantea que en el futuro habrá un aparato que, sin consumir energía,
sin exigir ningún esfuerzo, comunique a las personas entre sí. Que sea muy manejable,
será cómodo, portátil... y de repente el tío se queda estupefacto. ¡Si es el libro! Es
verdad. La cinta, el DVD y todas estas cosas necesitan que se dé al botón. Esto del
botón que decimos, para atrás, para delante, no sé qué... El libro es mucho más fácil. Lo
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metes en el bolsillo, no hace ruido, no consume energía. El libro es una maravilla, y lo
que hay dentro de los libros, y lo decía Cervantes, que incluso en el peor de los libros
siempre hay algo aprovechable. Como ven, estoy defendiendo la literatura, no el cine,
porque, como he dicho, de verdad, a mí el cine, hmmm... [risas y aplausos].
José Luis Cuerda
Fíjense una cosa, que siempre que me pongo a impartir doctrina y meto un rollo
tipo sociológico, político, ideológico, etc., hay tres calificativos que, desde mi punto de
vista, definen o se acercan bastante a una definición del mundo en que vivimos, que son
tres preponderancias: la apariencia, la repercusión, la celeridad. Me acabo de dar cuenta
de que, mientras estaba escuchando, son tres características del cine, para desgracia mía.
Es decir, la celeridad de la imagen, cómo pasa todo aquello; la repercusión, porque el
hecho de que estés en una sala oscura con aquello, a pesar de la televisión y de lo que se
quiera. La televisión tiene la capacidad de repercusión basada en el hecho de que la
tienes dentro de la casa, a los pies de la cama, a veces, etc. No tienes la luz apagada,
pero la tienes ahí bien embutida. Y luego la apariencia, pues si hay algo que sea
apariencia es el cine. Incluso se lo cree tanto la gente que a quienes trabajan en el cine,
desde el caso de Alfredo Landa, que se quejaba el hombre, diciendo: “Vas por la calle y
viene uno y te dice: ‘Eh, Alfredito, tú ¿eh?’” O eres Brad Pitt y estás en las portadas de
todos los periódicos, etc. Perdonad, que había por ahí otros que querían intervenir.
Voz del público
Buenas tardes, yo tengo una pregunta para Juan Antonio. Él comentaba al
principio que las historias no eran reales pero que eran verdaderas y me ha resultado
muy curioso, porque hay una de las historias que se desarrolla en un pueblecito, en una
aldea perdida de Asturias, la de la pareja que se va al monte, que pasa por un pueblo que
se llama Perlunes. Curiosamente es el pueblo donde nació mi madre, es lo más perdido
y lo más remoto que hay de Asturias. Entonces, yo le comentaba a mi madre si entre las
historias de la guerra estaba ésta. Ella me dijo que sí y que, como ésa había habido
muchas. Dice que lo único que no coincidía es que en ese pueblo, Perlunes, no había
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boniatos, que había patatas. [risas] Es la única diferencia, pero que la historia sí, que
coincidía con una pareja joven que habían encontrado en el monte después de pasada la
guerra, y que solamente había sobrevivido (parte inaudible). Yo no sé si está basada en
esa historia... Me parece curioso que se desarrolle justo en ese pueblo, que es lo más
perdido de Asturias. Yo creo que ni los mismos asturianos lo conocen.
Juan Antonio Méndez
Él conocía muy bien esa zona. La zona del valle de Somiedo... la conocía muy
bien. Recuerdo una vez incluso haber estado con él, buscando las huellas de Flores
Estrada, un ilustrado del siglo XVIII. Había ido alguna vez conmigo, otras veces con su
familia... la zona la conocía. Lo importante, yo creo, es localizar la historia en sí, el hilo
concreto, la peripecia, como decía Rafael... Yo no sé si él tenía noticia o no de eso. En
cualquier caso, es una generalización de un problema de muchas huidas, escoger el
talante de un joven poeta, que podría ser un trasunto de Miguel Hernández, entonces
mezclando todas esas cosas: el paisaje que él conocía, el joven poeta, etc., haces así, lo
agitas en una coctelera y sale eso. No tiene necesariamente que ser una historia que haya
ocurrido ciertamente. Es decir, no es un documental ni es un documento, pero son
historias que se cuentan en esa zona y en otras. No sé si ha quedado claro o no.
Voz del público
Buenas. Una pregunta a Rafael y a José Luis, entendiendo la elección de los tres
cuentos, me parece bastante lógica a la hora de adaptar, me gustaría conocer la
dificultad que habéis tenido, si se puede desvelar algo, para adaptar el segundo. Así
como el primero y el último están absolutamente escritos, es todo acción, es muy
cinematográfico, el segundo es básicamente introspección, todo lo que sucede dentro
del personaje... ¿Podríais contar un poco cómo habéis abordado esa tarea?
Rafael Azcona
Si con el segundo se refiere a la pareja joven con el niño...Es un documento que
ha dejado un señor, son sus reflexiones. Nosotros lo que hemos hecho es incorporarlo,
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entre col y col, lechuga. Va delante la historia del diácono, suceden unas cosas y hay
unas referencias o visuales o ambientales donde, de vez en cuando, está salpicado el
relato del topo... de vez en cuando se producen hechos en ese relato, que traen a primer
plano a aquella niña que se fue porque su novio no se quiso quedar, como se ha quedado
el topo. De manera que, sin voces en off, sin decir “y a propósito de cañonazos”, por la
misma fuerza de lo que está pasando en este piso donde hay un hombre encerrado, se
producen unas iluminaciones de lo que le está pasando a aquel chico. Nunca vemos que
escribe nada. Sencillamente se ve lo que le está pasando. Se visualiza.
José Luis Cuerda
Hay un comienzo de esa historia meramente, diría yo, costumbrista, que es que a
lo largo del desayuno, al principio de la historia, estamos viendo que la chica está
haciendo su maleta para irse con su novio, que está embarazada, hay un diálogo con la
madre, hay un diálogo con el padre, y ya tenemos sentado que esa niña sale de la casa
esa mañana y, al mismo tiempo, que su hermano es llevado al colegio por su madre. Y
ahí arrancan dos historias. La historia de los que se echan al monte, los que se van al
monte, van a ser a lo largo de la película, cinco cuadros. Más o menos en los que vemos
lo que les va pasando. Son cinco cuadros, yo creo que muy expresivos, de cosas que les
suceden. Prácticamente no hay diálogo en esos momentos. Pero sí vemos lo que les
pasa. Y viene a desembocar en un momento absolutamente tétrico, morboso y
espantoso, en el que aquellos que van a interrogar a la madre en un momento
determinado, le cuentan que su hija anda por no sé donde y que su marido es un macarra
en París, etc., cuando el espectador ya sabe, porque lo hemos visto, que esa niña ha
muerto y toda esa serie de cosas. Es decir, que es una historia lateral, si quieres, a la
historia central... no diría lateral, es medular también, pero que va apareciendo y
ocultándose... Como referencia a esa historia te podría decir una secuencia que, no sé,
hemos inventado y que es muy breve, de un momento determinado en el que el padre
está en la azotea en la que, a veces, sale a muy altas horas de la noche cuando nadie
puede ya verlo y el niño le pregunta que por dónde queda Portugal. Y él le señala que
está por allí.
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FORO COMPLUTENSE
“Escritores en la Biblioteca” - Mesa Redonda: “Los girasoles ciegos” de Alberto Méndez
Con Rafael Azcona, José Luis Cuerda y Juan Antonio Méndez
Rafael Azcona
Hay que tener en cuenta que ese relato es el más corto de todos. El relato de la
huida de este trío. Es el más corto. De una gran intensidad, pero está exprimido por el
mismo autor del relato.
(Pregunta inaudible)
Rafael Azcona
No. [risas]
José Luis Cuerda
Ahí hay algo de lo que tú hablabas antes, y es que hay una categoría literaria en
la narración de ese relato concreto en el que, la única manera de acercarse a ella (me
estoy refiriendo al tono, del que yo hablaba antes, son unas determinadas imágenes en
las que vas viendo cómo va ocurriendo todo y el espectador de una película no es el
lector de una novela. A mí me gustaría mucho que después de ver una película, a quien
no haya leído la novela le apetezca leer la novela. Es uno de los servicios de una buena
película, que termina siendo un spot publicitario muy largo de una buena novela.
Rosa Falcón
Yo creo que aquí ya podríamos dar por terminado el debate. Muchísimas
gracias. Muchísimas gracias a los tres. Gracias por intervenir. A los dos cineastas por
habernos desvelado las peripecias y el trabajo de este guión y a Juan Antonio por su
testimonio personal. Muchísimas gracias.
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