I 1^ ^ 1. iñ'rITS;!,:-. ^ -::-;- r-.T-i-.,ií a TagríT " ' ' "" fe lííSM iS^ feHss HiTí.s,i ^^ fí íiW Si ^ I THE UNIVERSITY OF ILLINOIS LIBBiARY -4 -^ r.-l --S- SOUTH COILCOÍIOH r.S *>i,-' 13*^-4 t^ '^T*« -VZ, ^«9L- ¿líitr' *'í>~ '-«SL'f •I CRÓNICAS DEL BULEVAR ''íy--. ''-/' --.;. .--:-; sir^: MANUEL UGARTÉ CRÓNICAS DEL BULEVAR '-J Prologo de RUBÉN DARI parís GARNIER HERMANOS, LIBREROS-EDITORES 6, rué des Saints-Péres, 6 VI ^^y'^-i; • ''Ifj %L%.^ ^ '^ -• - V e-'-'" % PROLOGO •^ / íxi ^-' ^ c« "*1 Crónicas DEL Bulevar, Jumen en que -3- C 5 ^' , T ^» ^ c c modesto para un voideas, serias ob- poeta. Ya nos ha demostrado esas cualidades el autor de Paisajes parisienses, juzgado de tan diversa manera por Miguel de Unamuno y Frangois de Nion España y Francia. Para Unamuno es un extraño, á pesar de escribir la misma lengua; para Frangois de Nion es un amigo, un colega, á pesar de — escribir en lengua distinta. Manuel Ugarte, como toda la intelectualidad hispanoamericana desde hace unos quince años, se siente poseído por el espíritu, por el pensamiento francés. El influjo ha crecido desde que vive en París. ¿ Es un bien ? ¿es un mal? Es un hecho. Grande y maravilloso París, tan peligroso y tan bueno! Acoje ai severo y al danzante, al meditabundo y al risueño, al que busca la verdad de la vida y ai que se ahoga en el torbellino de su propia locurai ^ título muchas sanas servaciones y hermosas páginas. Es una labor de periodista, pero no os extrañéis si encontráis aveces al filósofo en el corresponsal, y en el repórter al — co liay ,'-f II • . ' - -,-• :: /;^-f%!^^-^siítfi,-^^ •' ! PROLOGO Campo de agitaciones, pandemónium de pecados, tiene, para el que la solicita, una celda de paz, un laboratorio espiritual. Ugarte vive aquí, como tantos otros vivimos, en esta vasta patria de todo el que piensa. Y su libro, en su titulo, no es exacto pues no es en el bulevar donde lia encontrado el autoría revelación del alma de París; antes bien, en la frecuentación del medio obrero, de la Universidad popular, del centro de las escuelas, de ia palabra del profesor, del ensueño dei artista. Como yo escribiese á mi amigo el Sr. de Unamuno la noticia de que M. de Nión le reprochaba sus censuras contra el francesismo de Manuel Ugarte, contostóme estas palabras, que me permito citar... « la primera noticia que tengo, no ya de los floretazos del conde Francois de Nion, más aún, de la existencia de este conde, es por su carta. Sospecho lo que Nion diga, dado que es francés, y es fácil me decida de una vez á decir cuanto pienso de la literatura francesa y de su influencia en España y en los pueblos de lengua española. Precisamente, ayudado de la excelente /ífs¿o ¿re de la litiérature ^frangaise, par Gusiave Lanson, estoy volviendo á leer literatura francesa, que me ha sido siempre tan poco simpática, y á pesar de mi empeño por gustarlo todo y compren derlo todo, no me entra. Reconozco cuanto en elogio de ella se dice, pero no la trago; me parece intelectual, no racional, y los franceses raisonneurs et ríen que raisonneurs. Ni aquel protestante que se llamó ; Rousseau pudo cambiar á esos fríos volterianos llenos de sacoir faire y fonciérement católicos, hasta los ateos. Schopeniíauer y Kipling, como en un tiempo César y Tito Livio, los han juzgado bien. Y luego esa vanidad, esa necia vanidad procedente de su Wn^:f-:^S:-.--Uf^^^^:'í.-'^^^T- ":;,,< -•'•» ;- ' v-, - -.vs- ,; j-.r^-j A;,"í ' /* v" - ~ 5 .«. í'^2*S»Fi53^?íT^«^f3^l^»¥J PROLOGO profunda ignorancia de lo que pasa fuera II! ; su cosmo- Cuando elogian á un extranjero, Para ser ruso, ó español, ó italia- politismo es falso. parecen decir « no, no lo hace mal. Un francés se me escandalizó porque le dije que me saque un Ganivet francés entre los jóvenes. Si me vienen con razones, reconozco la validez de ellas, pero vuelvo á mi tema. No puedo con esos monos de Europa, ni con su literatura tan clara, tan fácil, tan bien hecha, tan fría. Dice bien Lanson que tienen inaptitude métaphisique^ y lírica y mística. » Mi alta estimación intelectual por el Sr. de Unamuno ha sido demostrada en otras ocasiones. Ahora no estoy, ni con mucho, de su parte. Su confesada limitación de gusto, su hostilidad para el espíritu más representativo de la cultura : >> latina, moderan esta vez mi simpatía. Por otra parte, no deja de sorprenderme que un escritor de su seriedad y de su médula, refresque sus conocimientos en literatura francesa en obras, si muy apreciables para escolares, precaria ayuda para un estudioso humanista. Su desconocimiento de un escritor como Francois de Nion no es tampoco excusable. De Nion sabe quién es Unamuno, y ha leído, por lo menos, sus estudios de la España Moderna. De Nion escribe en París; Unamuno en Salamanca. Los juicios de autores antigalos de que me habla, pueden ser copiosamente contradichos. A César, que tuvo sus razones, y á Tito Livio, se opondrían muchos nombres de la antigüedad clásica; y en lo moderno, puesto que me cita á Schopenhauer, le contestaré nada menos que con el hurañísimoalemán de Zarathustra; y al odioso imperialista Kipling, ¿por qué no oponer el noble Swinburne? Yo no sé si estos monos de Europa tienen inaptitud metafísica pero sí sé que hubo un ; PROLOGO IV macaco llamado Descartes, que algo entendía de eso; y en cuanto á la lírica, ese gorila de Víctor Hugo creo que no es completamente despreciable. M. Remy de Gourmont, que no es viejo, y que es universal, (Ganivet es ciertamente grande: para la España actual) puede decir algo sobre el falso cosmopolitismo francés que señala el Sr. de Unamuno, y que ha atacado tan septentrionalmente el oso blanco do Bjornson: « La Francia es, desde luego, el país en que la idea de belleza ha sufrido más variaciones, estando poblada de hombres vivos y curiosos, siempre á la espectativa de lo que pasa, y listos á trabar conocimiento con todo lo que es extraño y nuevo, y á reir si eso nuevo no conviene á su temperamento. Nuestro sentido estético tiene, pues, caprichos. Pero variable históricamente, es bastante sólido en un momento dado. Hay una casta estética hoy; ha habido siempre una; y la historia de la literatura francesa no es casi otra cosa sino el catálogo razonado de las obras que fueron sucesivamente elegidas por La cuestión es extensa, y no es esta la esa casta. oportunidad de tratarla. Así, vuelvo al nuevo libro >> de Manuel Ugarte. París ha enseñado á este escritor entusiasta y joven las luchas dol trabajo; le ha interesado en los problemas del mejoramiento social; le ha desinteresado del egoísmo le ha avivado la curiosidad del porvenir, y le ha impregnado de simpatía humana. ; Hemos asistido juntos á reuniones socialistas y anarquistas. Al salir, mis ensueños libertarios se han encontrado un tanto aminorados... No he podido resistir la irrupción de la grosería, de la testaruda estupidez, de la fealdad, en un recinto de ideas, do tentativas trascendentales... No he podido soportar V PROLOGO de un loco desastrado, al salir á recitar un de talento, porque estaba condecorado con la Legión de Honor; ó el grito grotesco de un interruptor incomprensivo, en una peroración grave y noble; ó al furioso cojo Libertad, vociferando contra el poeta Tailhade, y amenazando en plena escena con su muleta, en la fiesta misma en honor de Tailhade..., ó á cuatro «anarcos» rabiosos, gesticulantes al rededor de Sévérine enlutada y pacificadora... No, no he podido resistir... Y, sin embargo, Ugarte, convencido, apostólico, no ha dejado de excusarme esos excesos, y se ha puesto hasta de parte del populacho que no razona, y me ha hablado de próxima regeneración, de universal luz futura, de paz y trabajo para todos, de igualdad absoluta, de tantos sueños... Sueños. Poeta, ha cantado á los caídos ; periodista, ha procurado difundir entre nosotros las ideas que cree justas y verdaderas. Ha juntado á la predicación el ejemplo. Siendo persona de fortuna, hace una vida el aullido artista retirada, modesta; estudia y trabaja. ¿Por qué, sin tener necesidad, ha preferido al laborar reposado del libro, más intelectual, más fundamental, periodística, el oficio de cronista, duro y la tarea dificultoso, sobre todo en este vasto kaleidoscopio de la capital de las capitales? París se llama Legión y Legiones su multiplicidad no admite cánones; su abarcamiento exigiría vidas y vidas. Hay que ser veloz y vivaz para asir al vuelo tanta variedad. La observación debe ser cinematográfica. Quien pretenda señalar esta cualidad como un defecto en los que escribimos ; en los diarios, no está con la razón. Se puede ser polen fecundador. Sé bien que entre los intelectuales la palabra periodista ligero como el aire, y llevar el PRÓLOGO VI una tiene significación inferior. En este sentido por ejemplo, refiriéndose á mi España Contemporánea, M. Remy de Gourmont escribía « Ce n'est pas du journalisme y. En cambio, mi excelente amigo Gómez Carrillo me prodigaba por idéntico libro elogios que no merezco, considerándome únicamente como periodista... Tarea larga es la de contar á un público, y sobre todo á nuestro público, los hechos y gestos de París. Hay que naturalizarse parisiense, ó serlo de nacimiento. Sabido es que se puede nacer parisiense en cualquier parte del globo. La palabra parisiense », decía el otro día en la Sorbona un conferencista que sabía de lo que trataba i, tiene muchos sentidos pues París es un Proteo que no se deja encerrar en fórmula alguna. Se entiende por espíritu parisiense, la ligereza superficial, la ignorancia escéptica, la ironía impertinente, y, sobre todo, el don de saberlo todo sin haber aprendido nada pero también una esencia sutil, de razón y de finura; algo de vivo y de picante, un gusto de elegancia sólida y de vigor conciso, que responden muy bien al aticismo de la antigua Grecia. El escritor argentino se ha naturalizado parisiense. Siendojoven, ha podido librarse de varios peligros que entre nosotros, en América, han causado daños, como la exageración y el apego á lo que aquí se llamó « escritura artista '). Es loable su tendencia á la literatura de ideas, en oposición al fácil zurcir de la literatura de glosas, de recetas y de palabras. Mas no faltará en España, ó en América, quien al leer tal página suya en que vaya una expresión nueva, un giro osado, una frase sugerente, hable todavía de : << ; ; M Larroumet. ":^m PROLOGO Vil simbolismo y de decadencia. Aquel-Que-No-Comprende, no desaparecerá jamás de la faz de la tierra. Proclama el Sr. Ugarte el amor de la acción, y se preocupa de la inercia moral de la juventud hispano- americana. La juventud sin ideales, la juventud inútil, se trueca en perjudicial para la obra de progreso y bien sociales ; tanto más que la creciente del egoismo es mucha, y el considerar la vida como un festín en que hay que regalarse á toda costa, por la buena ó por la mala « hijo mío, haz dinero, si puedes honradamente y si no lo puedes, haz dinero». Esto dice el Eclesiastes de los Apetitos, en la edad de los : ; trusts. Ha pasado el tiempo del aislamiento en las torres ebúrneas. De un modo ó de otro, hay que ayudar á la consecución de la felicidad humana, á despecho de las duras filosofías de la crueldad y de la indiferencia. De consuno la voluntad tenaz y la fe luminosa ayudan á la invención de las soñadas Américas. Como en el cuento oriental, no hay que poner oídos á las invectivas que brotan á los lados del camino de la conquista. No hay que dejarse dominar por las amenazas ó intrigas de los malos demonios, de los bufones siniestros. La tenacidad y la virtud del trabajo bien dirigidas, llevan al logro del generoso deseo, el es. fuerzo individual unido á lo energía de todos, la unión de los espíritus en el gran objeto común, en el ideal universal. Es consolador, por lo menos, ver que existen almas decididas por la lucha de las nobles ideas, en una de las épocas en que más que nunca se ha manifestado y* se manifiesta la innata tendencia á la guerra, la inacabable enemiga entre el eterno Abel y el inmortal Caín. Nuestros países PRÓLOGO VIII necesitan particularmente de estos abiertos y sanos talentos jóvenes. Nuestras repúblicas de la América Sur acaban de ser señaladas al mundo desde la tribuna francesa, por el ministro de Instrucción pública, como futuras sostenedoras de la civilización del latina. Es la idea que vibra en los versos de Andra- de, en las prosas de Alberdi y de Sarmiento. La República Argentina tiene vasta tarea en el coro continental. Asi los hacedores de la patria de mañana no han de ser gárrulos danzarines, ni toca- dos de superhombria, ni payasos neronistas, ni clubmen pomposos; han de ser ob-^eros unidos y fraternales, alejados de todos los sectarismos y de todas las imposiciones, llenos de la ardiente ilusión de realizar el soñado propósito, en una inmensa concepción de la vida y de la humanidad. La buena juventud francesa encuentra un estimador entusiasta en el Sr. Ugarte. Él ha observado, ha visto de cerca los nuevos movimientos, las enérgicas tentativas intelectuales y sociológicas, a Las generaciones recientes van á corregir el error de las anteriores, aplicándose á operar sobre los acontecimientos. Las indiferencias de antaño han pasado á la historia. Todos tienen interés en reformar ó conservar lo que les rodea. Los jóvenes podrán diferir en cuanto á la intensidad de aplicación de ciertas ideas pero todos están de acuerdo para ocuparse del bien común. Es un primer resultado apreciable, que debe tener su repercusión en América. » Le interesa en gran manera la actitud de la juventud nuestra, de sus compañeros. Desearíalos á todos resueltos, como él, á la buena campaña, armados de valentía y de optimismo. Sabe los defectos del medio, y los lamenta. « La mayoría de nuestra juventud ; PROLOGO IX je ha acantonado hasta ahora en lo existente, negándose á saber si hay algo más allá de la verdad ictual. No ha tenido esa voluntad de saber, que empuja á algunos hombres á discutir con su conciencia. Se ha contentado con resbalar sobre la superficie de las cosas, y con sacar el mejor partido de la vida, cediendo á un egoísmo inconsciente. De ah que ciertas ideas, vulgares en otros países, parezcan en el nuestro originalidades extravagantes. La mayoría no está al cabo de las evoluciones del siglo, y persiste en aplicar á los hechos recientes un criterio anticuado. Muy pocos leen. La hoja diaria parece bastar para satisfacer las curiosidades de la mayoría. Y es inútil decir que los diarios, por excelentes '^ae sean, no alcanzan á consolidar una opinión filosófica. Por esa causa, nuestra educación es tan superficial como nuestro carácter. Llegamos hasta mirar con cierto menosprecio al hombre ilustrado. Entre su ciencia y e\ facón de un valiente, nos decidimos por el último ». El cuadro es exacto y triste; hay que bregar por que sea substituido por el ñore cimiento y actividad de elementos mejores. Hay que atacar por la fuerza, por el ridículo, por la acción, el superficialismo y el artificialismo. Cuando toda la juventud hispanoamericana se haya posesionado de la idea de su misión verdadera, una nueva edad comenzará. No es un porvenir de nubes pesimistas el que hace entrever una generación que cuenta con espíritus escogidos que no nombro, pero que en la conciencia de todos son vistos como los primeros ; directores mentales, ó pioneers robustos, fuera de la simple literatura. El optimismo del autor de estp. libro nace de su temperamento personal este buen escritor es un — . í'^'^' . ,0, X : ".^ "''!•?:?:-£- PROLOGO escritor bueno. La sabiduría de las naciones ha dejado en muy cuerdos proloquios establecida la exactitud de que el malo juzga todo según su condición. El bandido os dirá que todo el mundo es bandido. La falta absoluta de sentido moral hace preconcebir las cosas y los seres á íravés de un particular velo, un velo de nocturna frialdad. Y el alma abierta y alada, no sabrá mirar sino bajo una luz benéfica. El campo es vasto, y mal haríamos en ir á levantar las piedras que ocultan víboras, cuando los árboles nos ofrecen sus brazos cargados de gloriosas esperanzas, flores puras, el frescor del retoño, el nido de la oropéndola. Esperemos en ios bravos trabajadores, en los que piensan y obran, en la virtud de la palabra y en la fecundidad de la acción. Los averiados y los dañinos mueren en su propio daño. El porvenir quiere almas límpidas y matinales. — Rubén Darío París, 1902 »i:>>f^ W^W^^^^^¡^:i¿ -'^¡^^^ '> ;-' s^?'í|: .fPííi^f^vjf^^^ *:'''^'^'^^^W^f^- CRÓNICAS DEL BULEVAR LA DIFAMACIÓN Días pasados, en uno de esos círculos de periodistas donde se elabora la reputación tualidad del día siguiente, más la vieja cuestión Lo más simple y la ac- una vez de saber hasta qué punto es admisible la calumnia, te. se debatía — asimilarla al homicidio, como arma de combaun neófito sería dirá — y castigarla con penas duras, hasta retirarla de la circulación. Pero en la vida dical, no es posible aplicar un criterio tan ra- y esas indignaciones infantiles ante lo malo se desvanecen casi siempre con el uso, para dar lugar á un claro-obscuro de indulgencia y de nía. la Los grandes gestos Roma sólo fueron posibles iro- en antigua, cuando se contaban los años 1 i* MANUEL UGARTE 2 por medio de clavos fijados en las paredes del La vida de hoy es tan complicada y vericuetos, que sería inocente prede tan llena tender arrancar do raíz determinadas formas y Capitolio. costumbres, que forman parte integrante de nuestra civilización. Ninguno de los periodistas presentes se había visto respetado por la calumnia. Se podía decir que todos se hallaban vacu- nados, de uno ú otro modo, con dolor ó sin agresiva ó amistosamente. recordar que la Porque él, es necesario difamación no reviste siempre la forma rudimentaria de una acusación antojadiza. El progreso la cerla fina y sutil, Ya ha perfeccionado, hasta ha- como un epigrama de no se dice que marido, sino que la « la corle. señora X*** engaña á su señora de X*** es un mo- delo de virtud, poro que es lamentable que los mal intencionados queta. » La le atribuyan veleidades de co- responsabilidad queda así desviada el veneno resbala en Se ha llegado á tanto perfecciona- sobre terceras personas, y una sonrisa. miento, que hasta hay casos en que el paciente empeño que pone el operador en hacerle daño con la mayor delicadeza posible. Los que han vivido un poco, se han familiarizaagradece el do fatalmente con los errores de la vida. Núes ' m^'.j^pr^^V''''' LA DIFAMACIÓN tra d inclinación á la tragedia desaparece casi siempre á De veinticinco años. los que ahí, la media docena de periodistas reunidos en la sala del café, consideraran la calumnia como una arraigada en las cos- enfermedad incurable, tumbres. mejor manera de neu- Sólo hablaban de la en ciertos casos. Uno de tralizarla ellos dijo que era inofensiva, porque los hombres de cierta estatura moral saben conservar su calma en medio de mo el todas los mayores desastres. Otro, que co- abate San Pedro se cree resarcido de penas cuando entrevé que uno de sus sus proyectos puede ser ejecutado siete ú ocho siglos jero más tarde, afirmó que que moriría con que tenía la ignorancia. monóculo y el rís, se limitó era un vicio pasa- la Y el último, incredulidad de Pa- á declarar que era un pasaporte de celebridad, apoyándose en la curiosa frase de no sé qué « Ya sé marquesa, que dijo á Marivaux que tiene usted mucho talento, muy mal » he oído hablar Todas estas palabras, de usted. : porque salpicadas sobre una concepción risueña de la vida, se aplican admi- rablemente todos los al caso de Emile Zola hombres que se oponen á que, como la corrien- MANUEL UGARTE 4 te, ha sido inHultado y calumniado en grande escala. nada La difamación va siempre al mérito, y es muy proporcio- natural que esta vez se precipite en oleadas sobre la presa. recuerda un caso en que la Sólo se mayoría se haya en- sañado con tanto rigor sobre un solo hombre : el de Vollaire, que fué atacado también con su- prema sinrazón, á propósito de su defensa de ese caballero de la Barre que, como Nicolás Flamel y Etienne Dolet, fué quemado por los antidreyfusistas de su tiempo. Zola es uno de esos hombres superiores que provocan el encono de sus iguales. Pero no deja de ser lamentable que el orgu- aturda á ciertos temperamentos, y provoque en ellos esa precipitación de juicio, que es la llo denuncia de una organización cerebral imperfecta. Por otra parte, es muy muy humano. Las existencias están edificadas sobre un sentimiento egoísta, que es algo así como el patriotismo del individuo. Creemos que toda vida que se engrandece más de invasión exterior que lo reglamentario, es una nos amenaza. Y como estamos acostumbrados á admitir que todas las armas son huercas contra el extranjero, no es extraño que muchos acudan á la calumnia. Na- •"f^KijjK»'-*" í .í-*^ •» LA DIFAMACIÓN da más lógico. El error proviene de la falsa concepción de las cosas y del atavismo animal que nos lleva á limitar nuestro cuidado á nosotros mismos ó á las gentes que nos rodean. Suponemos que todo lo más, nos hace daño. Y que favorece á los de- no concebimos que la felicidad puede ser universal. Pero, volviendo á Zola, contra quien se han esgrimido las acusaciones es necesario reconocer que más inverosímiles, no ha podido de- fenderse de una tristeza amarga, al constatar que tantas gentes buenas, pero ignorantes, repiten la frase dura con que le sus adversarios. Algunos han combatido sostienen que la pa- sión política no basta para dar nacimiento á la especie calumniosa, y que es necesario de malevolencia. Sería inocente un poco suponer que Rochefort, Drumont, Goppée y Lemaitre, que están habituados á verificar los hechos antes de admitirlos, creen que Zola recibe dinero del emperador de Alemania. Los cuatro polemistas han lanzado la acusación como una catapulta. La masa anónima no ha hecho más que repetirla, sin reflexión, con la atávica voluptuosidad de hincar la garra. Y Zola ha asistido al espec- táculo desmoralizador de millares de hombres MANUEL UGARTE 6 que le una inexaclitud persiguen declamando hiriente. Según man la frase parte popular, estas injusticias «for- integrante den Mulhfeld » de esa gloria que Lu- analizaba con fmo bisturí, en una crónica reciente. Parece que el éxito tiene an- verso y reverso, y que la vanidad de hacer hablar de sí sólo se satisface á condición de entregar la propia reputación al capricho de todos. Es la ley de las compensaciones y nadie puede enfadarse contra una multitud cuyos sufragios solicita. Pero es enojoso que pa discernir entre y es desagradable ramiento todo lo la lo verosímil y lo inverosímil, que acoja con tanto apresu- que puede hacer daño no. Sería necesario hacer entrar de equidad y de raciocinio en para prevenirlas mayoría no se- conti'a la al veci- un poco más las conciencias, emboscada del Bien está que los despreocupados, odio. en quienes ha desaparecido toda idea noble, se complazcan en atribuir a los demás todo lo que la imaginación les sugiere ; pero es inadmisible que muchas excelentes personas, cuyas facultades de análisis no se han despertado todavía, se vean arrastradas, por el engranaje de las apa- riencias, á dar crédito á esas invenciones. Zola LA DIFAMACIÓN 7 decía en uno de sus últimos artículos: me la de los indiferentes. versarios me No « opinión de mis enemigos, sino inquieta la tiene La parcialidad de mis acostumbrado á todo ad- pero : lamentaría que las ícenles ingenuas, que por casez de instrucción es- com- se ven obligadas á prar los pensamientos ya hechos, adoptaran la versión á que me través de la combaten. cual me muestran los » Esta situación lamentable de un hombre hon rado, acosado por la calumnia, miento al ha dado naci- rumor de que Zola, agotado después de un esfuerzo tan poderoso, so hallaba grave- mente enfermo. En comentan insistencia los coins de íeu donde se últimas noticias, las que el se repetía estado del autor de con Germi- nal inspiraba serios cuidados. Según esos diceres, Paul Alexis, Gharpentier y no abandonaban el el doctor Pozzi cuarto del enfermo. Se te- mían complicaciones. Y si no se daba publicidad á la noticia, era porque los gros-bonnets del dreyfusismo temían la repercusión que podía tener sobre la causa que defienden. media luz de ta encarar el la las confidencias, se llegaba has- la posibilidad Felizmente, ella En de un desenlace fatal. rumor era un simple canard, de 'fi^TfSsM^ ' -' -v.^,.- " ->- . -y "I .. - - r>^'«i,>ír'!«p|w^f»^,«ir MANUEL UGARTB 8 esos que nacen y mueren todos los días en esta ciudad tan novelera como enorme. Pero no desu importancia, ja de tener causa que le si se atiende dio origen. Zola es á la un hombre de mármol, sólido como un picapedrero, de cuello de toro y brazos duros, de inteligencia y voluntad de conquistador; pero toda gía y el maciza la ener- empuje de un atleta no bastan para soel azote de una difamación sistemá- brellevar A tica. menos de una firmeza sobrenatural, ó de una brusca embestida, que dispersa á los enemigos, llega un instante en que las fuerzas flaquean y Es lo el cuerpo cede. que ha ocurrido con Scheurer-Kestner y con Grimaux, que fueron dos de los primeros defensores de Dreyfus. El primero era vicepresidente del Senado. El segundo, profesor de la avalancha de cieno No el el eran hombres de lucha, no podían abarcar conjunto de la acción, no sabían esperar tiempo poseían, « Y los dos han muermismo pavor, ante la que amenazaba devorarlos. Escuela Politécnica. arrebatados por to, sonriendo como Zola tener razón » el á la fortuna adversa, y no ó Jaurés, esa seguridad de que es el mejor escudo. Guando se vieron amenazados y vejados en su reputa- ,i<^:.ir'f«a^ñir LA DIFAMACIÓN 9 ción y en su familia, se dieron á la melancolía de lamentar su suerte, y sucumbieron. Estas almas buenas, que no están blindadas para grandes combates, perecen casi siem- los pre en la acción. Son hombres de laboratorio, de biblioteca ó de congreso, muy tiles, al arrabal se y respiran palabra, les falta el Así que bajan los olores acres de la ca- Sólo poseen la pié. Tienen de gesto. su- para dirigir un resistirle. marean y pierden muy pulcros, sabios, propios quizá pueblo, pero no para lle, muy la vida una concepción un tanto infantil, que les hace suponer en todos los hombres la misma dosis de rectitud, bondad y justicia que ellos han almacenado, depurándose con con el estudio. Ignoran que meditación y mayoría es im- la la pulsiva y sólo ve los rasgos gruesos de las cosas. Y, al caer de lleno en reahsmo crudo el de las pasiones, imaginan una cada incidente de En los la lucha. De catástrofe en ahí el desastre. Estados Unidos, donde las vidas es- tán organizadas y defendidas hasta la exage- donde casi todo está ha inventado todavía un arma ración, y previsto, no se contra la difa mación. Bryan y Mac-Kinley se ven acusados todos los días de malversadores de la fortuna 1 :??^.^:W'P^!^^^y^~ :-'' -,,-...-.--_ r ^ ,-, -, -.,,,.^^_,.^,...^„^_.,,,^^,jj3j^^^,^^ MANUEL UGARTE 10 pública Ó de viciosos impenitentes, de protectores de //"«sis, ó de comanditarios de garito. Sólo pueden defenderse, oponiendo la verdad á la afirmación inexacta. Pero la verdad es hí- brida, y la mayoría de ahogar todavía las gentes cierto sentimiento no ha podido que indócil, hace ver y aceptar con regocijo las imperfecciones de los demás. Es una manera de enles grandecerse en las propias la comparación, y de olvidar debilidades. probado que la Por otra parte, está mentira es mucho más verosí- mil que la verdad. En cuanto á la ley y á las causas ante los tribunales, son excelentes en casos particulares y precisos, pero son completamente inúlilcs cuando se trata de diíamación política. titud. Y poner la pagador No es posible procesar á además, aunque mano de sobre la el el atacado una mulacierte á inventor ó primer pro- calumnia, no ha adelantado nada, porque no es posible probar díceres imprecisos y sutiles que se desvanecen. El caso reciente del senador Fabre, acusado por riodista de haber subido á de ebriedad, es litud. típico, la tribuna un pe- en estado dentro de su inverosimi- Dos horas después de formulada la acu- sación, había innumerable cantidad de gentes LA DIFAMACIÓN 11 que estaban convencidas de que bre era litros tos un senador Fa- el alcohólico hereditario, que bebía seis de vino por dia, y tomaba cada diez minu- En vano su ración de ajenjo. afirmaron sus colegas, sus amigos y los médicos, que M. Fabreera completamente refractario al alcohol, que comía con agua, y que la enfermedad gástrica de que padece le condena á no probar licor de ningún género. El público, que tiene desconno cesó de sonreír y sique todas aquellas gentes es- fianzas de campesino, guió pensando taban de acuerdo para engañarle y sacar de apuros á M. Fabre. Y cuando desgraciado el senador acudió á los tribunales, intentando un proceso por difamación al redactor de la Libre Piirole, el juez se limitó á declarar bía ninguna prueba seria, ni en pro ni en con- y que era imposible llevar tra, que no ha- el asunto más lejos. El proceuimiento de Zola es die ha hecho gala como ante el tículo en que afirmó que ñanas. de tanta indiferencia ataque. Todos recuerdan el famoso ar- estaba en gún él más lógico. Na- » « tragarse La él, los el secreto del triunfo un sapo vivo todas crítica es el las ma- mejor excitante. Se- elogios adormecen, y sólo las inju- MANUEL UGARTE 12 de espolear rias tienen el secreto No que con esta es de extrañar podido la ambición. haya filosofía le ha hecho tragar millares de sapos vivos todas las resistir á todos. El asunto Dreyfus mañanas. Quizá debe su buena salud á esa cunstancia. Pero los cir- que echaron á rodar la especie de que se hallaba gravemente enfermo, no le habían visto sión habitual. so el día anterior paseando en bosque Berriéres. Es su excur- bicicleta por el Y siempre hay más de un curio- que está en acecho, porque no deja de ser interesante ver al primer novelista de estos tiempos, con gorra y pantalones de pana, corriendo sobre dos ruedas por los caminos anchos. La defensa de Zola consiste en trabajar y respirar aire puro. La malevolencia puede impunemente. Ni se enfada, como Ber- herirle gerac. ni dice con Fosse: Je luis se vengeimce. Si tá verde, y dosas rojas, mos la ¿i el tes énfasis ridículo rcmords le soin el cielo está azul, si el si las de La de ma campo es casas ríen con su techo de bal- no hay razón para que detenga- mirada en el pantano. Contra todo lo defectuoso, la vida ofrece el contraveneno de sus cabrilleos de solo son « sol. En cuanto á las injurias, alabarderos de la gloria », como dijo : La difamación Gautier. No hay 13 difamación que sobreviva al difamador. El porvenir se encarga de poner todo en su sitio, sas. Y, la riéndose de los hombres y de las co- cuando algún austero declama contra calumnia, siempre hay un eco de que le contesta con Tous los hommcs doit rester los versos la ciudad de Regnier sont fous, et qui n'en veut point voir dans sa chambre... et casser son miroir. LA CRÓNICA EN FRANCIA En una ciudad caprichosa como París, donde hace una reputación con media palabra, y donde nacen y mueren casi simuUáneamente las se celebridades de una hora, la atención está soli- citada por mil asuntos diversos y efímeros, que se apagan ó se encienden, aquí ó allá, como fuegos fatuos. Esa tromba indefinible que se llama vida parisiense, no da nunca lugar para analizar seriamente un matiz ó un hecho. Es necesario anotar con rapidez el perfil fugaz, y pasar á otro, porque la existencia es tan vertiginosa, que detenerse un instante es quedar rezagado. cronistas, De ahí la aparente frivolidad de los cuya pluma mordaz galopa sobre las frondosidades de la vida, simplificando los rasgos, como si quisieran hacer con la prosa una 6 1 MANUEL UGARTE i síntesis del dibujo japonés. píritus incapaces de No es que sean es- ahondar una idea y cal- un acondado detenerse un cular seriamente las proyecciones de tecimiento : es que no les es minuto, porque serían derribados y aplastados por los que vienen dclrás. Están condenados á verlo todo desde la ventanilla del tren. san inconstantes y superficiales. Por eso Su misión de cinematógrafos vivientes, les obliga á cambiar sin reposo y á más lazo de No pasar de una actitud áotra, sin unidad que la ironía. quiere esto decir que no existan hombres graves y estudiosos, que se acantonan en la serenidad y tratan de extraer la savia de los su- una laboriosidad meritoria; pero su prolijidad los deslierra de las columnas de los periódicos y, si asoman en ellos alguna vez, hacen el efecto de viejos obstinados y monocesos con maníacos, que llevan levitas anticuadas, arbolan sombreros pasados de moda y se detienen ante portal para aspirar un polvo de tabaco. El un público, nervioso y vibrante, no tiene tiempo para escucharlos. Y sus sabias disertaciones sólo son leídas por los ermitaños de biblioteca, los en- fermos de reumatismo, ó las solteras sin espeanza. La efervescencia de la ciudad pasa de 17 LA CRÓNICA EN FRANCIA una novedad á otra, sin detenerse en ninguna. Apenas si un asunto de importancia trascendental, como la ley sobre las asociaciones, que fué votada hace quince días por la Cámara, un tanto la atención de los lectoPero aun en un debate de esa importancia, logra retener res. la inquietud medio parisiense encuentra de multiplicarlos episodios y dispersarse, inven- tando ó comentando detalles arriesgados, y es- peculando con levar. el potin, que es La ciudad adora Dios del bu- el las situaciones nuevas y las frases espirituales, los atrevimientos y los equívocos, el calembur y la anécdota. ¿Cómo encadenar su atención á un asunto, cuando en el hervor de las conversaciones saltan mil ecos y noticias de última hora ? Sin contar con que la malicia de todos encuentra siempre los asuntos. el lado ridículo Tiene razón el proverbio que dice que todo acaba en Francia con cancio nes. El buen humor de la colectividad encuentra medio de hacer mentos más críticos, reir, cuando hasta en los la mo- gravedad de la situación no escapa á nadie. Por eso es París el cronista la ciudad más difícil para extranjero. Los acontecimientos son tan múltiples, tan desordenados y tan rápidos, MANUEL UGARTE 18 que pocos quedan en cuando la red del pescador. la correspondencia está destinada á paí- lejanos, las páginas llegan casi ses Y marchitas y sin interés, porque ha precedido de veinte siempre el telégrafo las ha encargado días y se de borrar cien veces la impresión del suceso que se relata. Nuestra prosa parece un hombre con do, ó queda recurso el un reloj atrasa- ideas del siglo xvni. Sólo de epilogar. Y, aún en esa deslucida actitud cabe el atraso, porque la vida una sucesión de epílogos que se epilogan. se ven obligados los que escriben á elegir temas an tanto vagos, susceptibles de gees Por eso neralización y de comentario ajeno á la actuali- dad. Nada más cosas que todos triste quo Iloi^ar contando las han olvidado. El cronista en la les y apreciaciones imprecisas. se ve necesidad de refugiarse en paisajes mora- No le es dado operar sobre la carne viva de los hechos. Tiene que contentarse con aproximaciones. Sus páginas podrán llevar, á veces, algún reflejo de da, pero nunca tendrán crito á raíz del suceso, pitante á los puro lo ; lectores. el y servido todavía palcrónica no es arte La es sólo la vulgarización y el que vemos. Y vi- vigor del artículo es- es tanto más comento de eficaz, cuanto | :ml LA CRÓNICA EN FRANCIA más inmediato y más 19 fresco es el asunto que la da vida. En París no hay una novedad cada veinti- cuatro horas, sino veinticuatro novedades por hora. Si la prensa prestase á todos los asuntos la misma atención que se les acuerda en los Estados Unidos, no bastarían las treinta y ocho páginas del New York Herald para registrar- son aquí más escépticos, y persisten en su concepción del periodismo lite- Pero los. los diarios y elegante, negándose á transformarse según las exigencias modernas. Prefieren el mot rario desprit^ al dato estadístico. de comprender la Y las dos maneras misión del diario son igual- mente plausibles. Se podría decir que una es más sólida y otra más bella; que una es más y otra más agradable; que una es más sajona y otra más latina. Pero, sea como fuere, útil París no tendría nunca tiempo de leer el su- plemento dominical del World. Las noticias envejecen al borde del Sena con una rapidez pasmosa. El que cree conocer la situación á las doce del día, la ignora á las cuatro de la de. tar- Algunas horas bastan para transformar aspecto del mercado de la novedad. Y el los he- chos se barajan, como los valores en la Bolsa, mm 20 MANUEL UGARTE con grandes saltos imprevistos. El parisiense mejor informado no sabe nunca más que la pe- núltima noticia. Esto se explica por la mas. Elijamos temos de « el día diversidai de los te- de hoy, por ejemplo, y », esforzándonos tra- saberlo que pasa por compendiar. La reciente comedia de M. Brieux, Les Rem- plagantes, que provoca tantas discusiones y agita el problema planteado por Juan Jacobo Rous- seau en el niños, es, de la Emilio, sobre según educación de los la las opiniones de los principio de una revolución que tiende á plazar la nodriza por la madre. Las de la médicos y enquúle abierta por los periódicos, el reem- enemigas reforma son, naturalmente, éstas últimas. Sobre todo en el teatro. ¿Cómo concebir que mademoiselle Bartet ó Marcilly, interrumpan el drama que representan en la Comedia FranceGymnase, para cumplir con su deber de « educadoras » ? Carlota Wiehe, la famosa artista sueca, que ha sucedido áSada Yacco en sa ó en el la admiración de París, se pronuncia por la costumbre actual, en una entrevista concedida á un cronista bulevardero. vecha la Y el cronista apro- ocasión para hacernos saber algunos ; LA CRÓNICA EN FRANCIA 21 de los últimos tuyaux sobre las escenas en bo- ga la pieza : de Groizet, Décadence, prohibida por la censura, ha encontrado protectores y será representada al fin déla semana; Sarah Bern- ha cazado un hardt se anuncia ames; ca el esta tigre en Norte América; una pieza de Franc-Nahain, 20.000 se estrena en la Opera Cómi- noche Oaragan, hay audición de Emiüo Zola; letra del Oro mañana del Rhin, en el Goncert Colonne; Goquelin publica en elMatin un artículo sobre su lotería de beneficencia. Del mundo de los teatros pasamos al de la y sabemos que el Gobierno ha resuelto gastar 750 millones para mejorar el estado de política, los puertos de Francia ; que el ministerio pre- sentará un proyecto de impuesto sobre la renta, más enérgico que todos los que se han visto hasta ahora; que M. Jaurés calcula que, des- pués de las elecciones de 1902, ialista que el tendrá cien diputados el en partido so la Gámara ministerio actual será mantenido, á pe- M. Des- sar de las resistencias que provoca; que chanel aspira á la próxima presidencia proceso intentado al ; que el diputado Jaluzot, por aca- paramiento de azúcar, quedará sin sanción cque la oposición, dirigida por M, Méline, abrí ; 22 MANUEL UGARTE ga la de fin esperanza de derribar de mes-, que el al ministerio antes ministro M. Baudin ha sido silbado anoche en Saint-Denis que M. Edwards, director del Pelit Son, v M. Gerault; Richard, director de la Fetilc Re; uhliqíw, han entablado una polémica sin precedentes, acu- sándose mutuamente de ladrones; que M. Derouléde ha declarado su intención de provocar nuevamente á M. Buffet ; que el leáns está en la frontera belga ; duque de Ory que el prínci- pe Víctor Napoleón ha conferencindo con M. de Gassagnac y ha decidido una propaganda activa. Si pasamos á ministro libro, la literatura, vemos que el ex- Hanatoux prepara sobre Balzac un cuyos extractos ha publicado el Journal Revue Nníariste ha abierto una campaña contra el Mercare deFrance ; que M. Brunetiére dará esta tarde una conferencio en la ([ue la Sorbonne; que Charpentierha publicado la Ve- que Juven ha edita- rité en marcho, de Zola ; do una novela de Jacques de Gaschons que UEíTort ha abierto una cnquéte sobre el arte futuro que José María do Heredia no ha muer; ; to; que Octave Mirbeau prepara un rrible ; que los libro te Rosny han comenzado, en una . 23 LA CRÓNICA EN FRANCIA nueva La Contemporaine, un román nouveau, y que un la publica- revista, ción de libro se anuncia de Henri de Regnier. de poesías Si nos trasladamos á la actualidad, que ne con una de Marsella han terminado con las huelí^as un arreglo que ; duelo del conde de Castella- el el director del serie ; sabemos Fígaro, es primero de el que un príncipe ruso, Alexis Víctor B.... (los diarios callan el nombre), lia asesina- do á su sirvienta por celos; que ya se han recibido para la próxima Exposición de 12.000 cuadros ; que el libro pintura del padre Dulac sobre los jesuítas será refutado por otro libro de B'erdinand Buisson, director superior de enseñanza; que transformar las ómnibus en el prefecto está resuelto la á y de los que el pro- industrias del gas servicios municipales ; ceso intentado á la revista Fron-Brou, á insti- gación de ciosas, ha la liga contra las publicaciones licen- sido miQ. rédame involuntaria; que el diputado negro, Legitimus, ha retado á duelo á su colega Zevaés sarse de oir el ; que París comienza á can- nombre de Sienkiewicz todavía no se ha dado con bre descuartizado. Y el asesino del ; que hom- . se podría seguir citando indefinidamente. r?ipr#r MANUEL ÜGARTE 24 Estas montañas de noticias, de hechos, de casos, interesantes, graves ó tuidas por otras y otras, un son substi- risibles, dando la sensación de que corre sin interrupción, y cuyas aguas tienen siempre un color parecido, aunque nunrío ca son las mismas. Ante ellas nos invade un cansancio extraño, donde sobrenada cierta irri- tación al vernos impotentes para abarcar, com- prender ó profundizar todo. La observación de los hechos que ocurren en torno nuestro, es más fecunda de no es po- las enseñanzas; pero sible practicarla en París, porque la la vida es demasiado dilatada y múltiple. Los que quieren saber algo á fondo, tienen que elegirse una especialidad, y acantonarse en el estudio de mundo que una parte les rodea. como los botánicos, insignificante Y como el del cronista está obligado á verlo y saberlo todo, su prosa es for- zosamente superficial. Bajo su pluma, los pro- blemas más arduos quedan resueltos en dos neas, y el mot d'esprit se encarga las dificultades. Pero, en la hermosa lí- de salvar frivolidad de esas crónicas que resbalan sobre los temas sometiéndolos á blague, hay de la ciudad, un perfume tan penetrante de alma de artista, que nadie se la atreve á formular un reproche. LA CRÓNICA EN FRANCIA 25 Guando Mirbeau, Fouquier, Claretie ó Bauer se apoderan de un pequeño detalle de la jornada, y tejen al rededor de él un artículo brillante, muy pocos echan de menos los sumarios fríos del Times de Londres. Nuestro espíritu es inquieto, inconstante y apasionado. La raza latina es una raza de poetas. Y la « crónica » es el género que sintetiza mejor sus cualidades y sus defectos. Sus defectos sobre todo. B "^ ^§!f? - . '^ LA ACTRIZ JAPONESA SADA YAGCO La Exposición dio lugar á un pintoresco amontonamienlú de exotismos que, aparte del color y la sorpresa con que atenuaron la aridez de una exhibición industrial, tuvieron el mérito de dejar algunas enseñanzas provechosas. los De acercamientos y los roces inesperados ha surgido una concepción más amplia de la vida. Los países raros y fabulosos, que hasta ahora sólo fueron considerados como mina legítimamente explotable, han afirmado una personali- dad propia. Y por un extraño acuerdo inconsciente, todos han elegido el teatro como medio de manifestarse. Nada más interesante que esa serie de cohseos exóticos. Cléo de Mérode nos ha revelado y el encanto de los bailes annamitas la originalidad fastuosa de los países donde <'.'?^?T^.-,S MANUEL UGARTB 28 el ^¡t. rey se somete de un elefante capricho al blanco. El teatro egipcio, con sus multitudes, su clamor y sus fiestas, ha dado la nota bulliciosa y estridente de las calles del Cairo. La Persia ha mostrado su extraña civilización intermedia, con sus bailes guerreros y sus juegos Y Congo y el Dahomey, protegidos por su ignorancia, se han aventurado de yatagán. hasta el á exhibir sus primeros pasos en el arte de Tirso y Lope de Vega. Es que todas inútil decir fueron coronadas por pueden irónica otros, Pero no algunos si quejarse de la sonrisa indiferente ó con que ha acogido les el parisiense, en cambio, han alcanzado de más de Me las tentativas el éxito. lo él mucho que esperaban. refiero al teatro japonés, cuyo triunfo ha como completo. París ha hecho á Sada Yacco una ovación, quizá menos sido tan merecido académica que la indiscutiblemente que le más mereció sincera y la Duse, pero más espontá- nea. Todos los maestros en cuestiones de teatros, desde Catulle Mendés hasta Jules Claretie, han coincidido en el mismo aplauso entusiasta. Si Francisque Sarcey viviese aún, habría sido el único en formular una crítica. Pero Sarcey, > I s- LA ACTRIZ JAPONESA SADA YACCO 29 que sólo tuvo elogios para las heroínas de Scri- nunca pudo ser be, crítico serio en un país donde existen Hcnri Fouquier y Henri Bauer. Si la victoria de Sada Yacco no ha sido tan como ruidosa más intensa. la Y de María Guerrero, ha sido vale decir por qué: todas las actrices extranjeras cando la que han venido á París bus- consagración de su gloria, han tenido que soportar la comparación con Sarah Bern- Y como ninguna hardt. traía una originalidad fundamental, todas han resultado obscurecidas En por la gran trágica. Sada Yacco ha tenido la este orden de ideaos, ventaja que tienen los zurdos en los duelos traía un juego invertido, una manera extraña, que no era el arte dramá: tico oficial muchos de Europa, pero que resultaba, en cisivo. menos convencional y más deNadie pretenderá establecer un paralelo entre la los casos, primera actriz dramática de todos tiempos y Sada Yacco, cuyas ingenuidades escénicas son á veces lamentables; pero está fuera de duda que la genial tiene sinceridades tan atrevidos, inéditos, artista japonesa humanas, realismos tan rachas tan nuevas, y recursos tan que puede ser considerada como crea- dora de una nueva escuela que, si bien denota 2 :s:-=^-^-?íf.-:5T.''-> MANUEL UGARTE 30 falta de experiencia en algunos casos, afirma superioridad de concepción en muchos. Los que han admirado á Sarah Bernhardt y á Eleonora Duse en las Camelias bren et le al ó la aa:onía de la Dama de en otra obra semejan le, descu- ver morir á Sada Yacco en Ln Gheisa Chevalier que todavía había un « más de verdad y de naturalismo, y que á pesar de la exactitud pasmosa con que las dos allá » graneles artistas europeas nos han mostrado al moribundo en sus úlimos minutos, era posible hacer más vivido y más patético ese momento capital del drama. Guando Sada Yacco expira en brazos de Negoyá, se asiste á una muerte real y espantosa. Su cara, muy pálida, iluminada por resplando- res violetas, se contrae en Sus grandes una mueca dura. ojos negros giran en las órbitas con reflejos de vidrio. Los cabellos, desceñidos, caen como hojas de sauce. El cuerpo se arquea en un último espasmo de vida. flojos se Y los brazos desatan en un movimiento de suprema laxitud. Hasta que el último instante llega, el cuerpo cede y los labios se abren para dejar pasar una burbuja... Goquelin, que es uno de los admiradores más decididos de Sada Yacco,, - 3 LA ACTRIZ JAPONESA SADA YACCO 31 ha dicho, refiriéndose á esla muerte, que « la sala huele á cadáYer_, al final del acto». El entusiasmo que ha despertado la artista japonesa no es un capricho de público aburri- do se una originalidad ni elegante. Los salones han abstenido, felizmente, y no se trata esta como vez de un nuevo decreto de la moda, que popularizó, hace algún tiempo, á nos. los el Uiga- La admiración que rodea á Sada Yacco es mismo es intere- popular é intuitiva. Por eso sante la aventura de la actriz desconocida que llega de tierras remotas, sin más bagaje que su una noche en una talento, se hace la legación de su país y se improvisa célebre en oir fiesta veinticuatro horas, y en la capital del No es la obrado de mundo. la intriga ó del favoritismo de un círculo que impone una reputación, sino unánime de un público que se una sacudida de ideal. Sada Yacco no ha conquistado palmo á palmo su la explosión siente arrastrado en ha presentado y se ha impuesto. Esta victoria asiática nos recuerda que el Japón ha servido muy á menudo de pretexto para gloria : hacer arte, se pero que do á estudiar muy el arte del que circulan sobre pocos se han deteni- Japón. Las leyendas las « Islas rosadas » y , el em- , -JT, .-^A-'U^* - MANUEL UGARTE 32 peño que todos tienen en rodearlas de ensueño, hace que ignoremos cuanto se relaciona, dentro de ellas, con el ayuda de Loti y movimiento otros intelectual. snobs de Con la literatura, ias como los Campos Elíseos de la imaginación. Apenas si en la pintura conocemos el nombre de Outamaro y hemos transformado en el de Hokousai. muy En algo así cuanto pocos sabrían decir si al arte existe. dramático, Antes de la llegada de Sada Yacco, nadie creía en París que había en Tokio una compañía de drama digna de ser tomada en cuenta. La mayoría de las gentes chino. juzgaban Todos han el teatro visto japonés, según el alguna vez, en San Francisco ó en Londres, esos horribles rebaños reclutados en Sanghai, que recitan leyendas compás de los timbales. Con nuessuficiencia latina, habíamos decretado que primitivas, al tra el teatro japonés debía ser muy parecido. Olvi- dábamos que una ciudad moderna como Tokio, surcada por bicicletas, automóviles y tranvías eléctricos, no puede continuar aplaudiendo las fábulas inocentes del primitivo teatro asiático. Tiene un alma europea, y exige nuevas interpretaciones de la vida. Verdad es que tiene tam- bién un pasado luminoso y extraño, con el cual LA ACTRIZ JAPONESA SADA YACCO 33 no quiere romper. Pero precisamente de esa la forma moderno ha surgido allí el actual, que es la manifestación de un arle desconocido. La Gheisa et le Chevalier es un drama des- unión del color del teatro antiguo con del concertante. Las naturalmente á Pero sa. ces: el los profanos en lengua japone- argumento — Negoyá, noche bellezas de la factura escapan las célebre deja adivinar á vecaballero, entra una de las bailarinas (Gheisas), y encuentra por casualidad á la más hermosa, al barrio Katsouraghi, que se enamora de talidad singular. él, por una fa- Otro caballero, Banza, que adora á la bailarina, se siente mordido por los celos y, para vengarse, provoca á Negoyá. Ne- goyá trata de esquivarse, pero Banza, ciego de cólera, le obliga á batirse. Katsouraghi se colo- ca entre los dos, y evita el duelo. Pero Negoyá debe casarse con Orihimé, su prometida, que ha salido en su busca: le encuentra en el barrio de las bailarinas, y le obliga á huir con ella. Para evitar las persecuciones de Katsouraghi, resuelven esconderse en da está prohibida á descubre tas. el las un templo cuya entramujeres. Katsouraghi escondrijo y quiere forzar las puer- Los sacerdotes la rechazan. Ella insiste y i-.'7<¿-jim^ MANUEL UGARTE 34 les asegura que sólo quiere entrar para bailar en honor de Y los dioses. los sacerdotes, sedu- cidos al fin por su aparente sinceridad, con- sienten en dejarla franquear la puerta. Eaton- cesKatsouríighi desata su locura, aprovecha un descuido, echa á correr por las galerías, sor- prende á Nagoyá y Orihimó, que se ocultan y, una escena dramática, muere. tras Es un drama que contiene todos los elemenmoderno son dos actos sólidos y tos del teatro brillantes, Libre » ; que parecen escritos para el « Teatro de Antoine, por algún autor enamorado de exotismo. La imaginación de Púcliepin, realismo de Mirbeau, y la el firmeza de Descaves, han fundido en un obra rara y deforme, que como defectos. Se diría que el autor, al pretender reconciliar la leyense tiene tantas cualidades da antigua con el espírilu moderno, se ha signado á veces á hacer obra de momentos sos se eleva, libretista. re- Por acentuando rasgos vigoro- que denuncian un talento considerable, pero luego se fatiga y cede. Parece luchar entre dos tendencias que prestigio de de lo le deslumhran la tradición, y moderno. No sabe, á punto decidirse. A veces se ; una con el otra con el vértigo fijo, por cuál aventura y echa mano de LA ACTRIZ JAPONESA SADA YACCO procedimientos inéditos ; 35 otras vacila, y se con- dena á repetir situaciones convencionales. Pero hay allí todo un fermento revolucionario de Os- ear Métenier, Dicenta, D'Annunzio y Mirbeau. Y aunque á través de la novedad se adivina el culto á las fórmulas de los padres del teatro japonés, hay algo que dice que aquello es el prólogo de una evolución importante. Ibsen ha sido el iniciador de una sacudida que debe prolongarse y acrecer su intensidad. El teatro europeo no puede momificarse en su manera que sólo da lugar á dos mani- actual, festaciones igualmente convencionales: el dra- ma histórico, popular ó grandilocuente de Ros- una desviación de Hugo y la comedia venenosa, inquietante y desmoralizadora de Henri Lavedan, que es un reformador de tand, que es , la pornografía. Nadie ignora que Cyrano las declama- abandonos ciones de de la móme Crevctte sólo son una parodia de la Ahí y los decisiva que hemos podido entrever en Les mmivais bergers de Mirbeau ó en Ln Poigne de Jean Julien. existencia. falta la realidad Lugué-Poé, que es un joven actor ic mucho hace algunos años, alzar una tálenlo, intentó, escena especial, dedicada á estas tentativas de MANUEL UGARTE 36 que recoge y se apropia todos los elementos extraños, con el fin de seleccionar y arte nuevo, amasar muy lo deíinitivo. Su empresa dio resultados estimables, pero no alcanzó á realizar las esperanzas que hizo nacer. Sin embargo, todos están de acuerdo en constatar que la evolución Venga de donde se impone. viniere, la ciudad está dispuesta á aplaudirla. Nadie puede afirmar que llegará directamende Kioto. Es una hipótesis improbable, como te todas las hipótesis. Pero nadie puede negarlo tampoco de antemano. Los que se obstinan en imaginar ó el Japón como un paisaje de abanico, como una alegoría de biombo, verse desmentidos dentro de Los muebles de laca y han pasado las muy exponen á pocos años. parasoles de papel los á la leyenda, costumbres. se que es El Japón se el senado de ha europeizado con una rapidez tan prodigiosa, y avanza con tan admirable, que nada de lo que un vigor realice en el futuro podrá asombrarnos. Le y cinco años de labor para radical. Todos una transformación determinar han bastado treinta recuerdan maravilloso empuje de 1865, cuan- do el el emperador emprendió su sabia campaña, y envió toda una generación japonesa á las Uni- ^'J-OM^ÍÍt ^ LA ACTRIZ JAPONESA SADA YACCO 37 versidades de Europa. Quizá debe el Japón á derecho de tener hoy voz y política universal. Pero sus aspira- esa circunstancia voto en la el ciones no se detienen ahí. Quiere ejercer bién su influencia sobre las artes. Y tam- es necesa- que comienza á conseguirlo. rio confesar Los grandes dibujantes, como Caran d'Ache y Forain, han adoptado muchos de los procedimientos japoneses. La delicadeza y la elegancia tradicional de Gavarni ó de Grévin ha aumentado su encanto en la alianza precisión nerviosa y la sobriedad de con la Kuroda njt de 0-Hachi. Capiello, cuyos croquis son célebres, tiene también una manera casi japonesa de delinear los perfiles. el arte De más está decir que supremo del parisiense sigue siendo, á pesar de estas concesiones, tan personal y tan inimitable como siempre. Pero esta influencia indirecta del Japón, que se hace sentir sobre puede prolongarse mañana hasSada Yacco ha causado una im- los dibujantes, ta el teatro. presión muy honda. El teatro japonés tiene mucho que aprender del teatro europeo; pero el teatro puede desdeñar tro europeo no ciertas particularidades del tea- japonés. Los autores dramáticos de Kioto s "''Vii^ MANUEL ÜGARTE 38 ignoran las exigencias de la escena, y caen casi siempre en torpezas infantiles, que sólo podrán corregir estudiando á Dumas (hijo) y á Becque. Sin embargo, esto no significa que los autores dramáticos de Europa, cuyo ingenio y destreza son indiscutibles, no puedan leer con provecho á sus colegas asiáticos Dentro de la enormidad confusa del teatro japonés, hay una concepción nueva de la vida y cierto realismo salvaje, cierto fatalismo indeciso, que tratado con prema habilidad de métier de ceses, la su- los autores fran- puede forzar las puertas de la reforma. EL PARÍS HONRADO M. Gastón Deschamps, que está actualmente en Norte-América, donde da una serie de conferencias, patrocinado por la Universidad de Cambridge, ha enviado pondencia muy al Temps una corres- curiosa sobre la opinión de los yanquis, en cuanto se refiere á las costumbres de la Francia de nuestros días. M. Deschamps ha dicho algunas cosas muy exactas. Vale rete- ner sus opiniones, porque vienen á rectificar una idea errónea que está muy difundida en todas partes: la pretendida perversión de la Francia contemporánea. M. Deschamps hace notar, con justicia, que manera de fallar en bloque, sobre la mora- esa lidad de 50.000.000 de seres tanto precipitada, y recuerda humanos, es un el procedimiento MANUEL UGARTE 40 de aquel inglés tradicional que desembarcó en Calais, vio un hombre de cabello claro y creyó poder decir que todos los franceses eran rubios. Deschamps podrían Las razones de M. ser completadas, añadiendo que no es juicioso juz- gar de un objeto la calidad de su superficie, ni solidarizar nación, ni confundir el por la apariencia la capital con la bulevar con París. Casi todos los extranjeros que hablan de Francia con sonrisas picarescas, no saben más que una parte délo que pasa al borde del Sena. pasear de tarde por ta nueve en el Maison Dorée, fumar un la No bas- h'devar, comer á las cigarro Pahiis de Glace y cenar de madrugada en Maxim' s, para estar á cabo de la vida pa- en el risiense. En excursiones parecidas, sólo encuenla revelación tra el viajero de un mundo creado y apostado especialmente con hacerle quemar sus billetes de banco. de cial, que regresan espeel fin Y do esa vida durante varios meses, sólo han to el garito, los su país después de haber lleva- á el bar y las heroínas vis- de café can- tante. Pero, á la mala reputación de París, han contribuido, sobre todo, los libros. fácil leer á Felicien Como es más Champsaur que á Paul 41 EL PARÍS HONRADO Marguerite y á Fierre Louys que á Rosny, los extranjeros han creído encontraren obras una fotografía ciertas de la existencia parisien- confundiendo la novela con la vida y suponiendo en cada casa un capítulo de Dubut se, de Laforest. Es verdad que la literatura fran- En cesa es esencialmente descotada. mos años hemos estos últi- un derroche de escenas crudas. Y en ninguna ciudad se han arriesgado libros más primaverales. Pero los esasistido á critores franceses explican esta particularidad, diciendo que no hay razón para negar al prosista rio. lo que se acuerda al pintor Octave Mirbeau escribía en y el al estatua- Journal, el domingo último « Desearía saber por qué causa una cosa moral se transforma en inmoral : en el trayecto del libro. » las páginas de un Esta alusión á las estatuas y á las telas de los museos^ es ahora Louvre á los la que ha desarmado hasta escrúpulos de la crítica. Sin embargo, la localización de la literatura en un terreno escabroso es, quizá, la verdade- ra causa de la mala reputación que ha adquiri- do París. Las novelas pasan por ser de la existencia: el reflejo y el público se atiene á la pro bidad del autor, en la creencia de que nunca se . MANUEL DOARTE 42 atreverá á servirle una escena que no haya sido y comprobada personalmente. Pero está de más decir que en la mayoría de las obras vista la imaginación tiene más parte que la verdad. Muchas de las monstruosidades que vemos en han sido puestas en circulación por es- la vida, critores inquietos que, sin constatarlas, las han creído posibles. como París, todos los grandes centros, es una aglomeración tumultuosa y mezclada. Pero las 200.000 personas que llenan el bulevar y acu- den á todas tesis de las fiestas, están lejos realidad, la la Son la fracción que se extranjero y, en parisiense. Buena parte de que asedia menos las notabilidades de café concierto lumhran con su sín- al población. la muestra más, deserta lujo insolente, España, en Itaha, en los que nos des- han nacido en Estados Unidos ó en Polonia. Los nombres hormiguean enla pluma. . El bulevar está invadido por una colonia cosmopolita. nudo. Y En elfrancésestá en minoría muya me- un como casi todos los procesos resuena nombre norteamericano, bohemio miss Anna Gould, el ó ruso, tzigano Rigo, ó la estu- dianta Vera Gelo. Si entramos á los clubs, ve- remos que el mundano que juega sumas más 43 EL PARÍS HONRADO elevadas es un conde belga, un aventurero por- tugués ó un millonario de Chicago. Si interrogamos los ecos de la celebridad, al volver del bosque, en el pabellón chino ó en Armencnvi- todos nos dirán que los clubmen que regalan joyas más espléndidas á las cortesanas que lle, pasan en carruaje, son banquero austríaco el X***, el lord inglés Y***, ó el hacendado brasi- leño Z***. dad los No es justo acumular sobre una ciu- pecados de todas las naciones; y es casi seguro, que los extranjeros que declaman contra la inmoralidad de París, contribuyen regia- mente á fomentarla. ¿ Además, París es una ciudad polícroma. Por qué obstinarnos en no percibir más que una de sus fases? Todos nos repiten comentarios sobre el París de las amuseuses y nadie nos habla del París de los obreros, de los em; pleados, de los industriales, los artistas, las obras de los sabios, de délas Universidades populares, de de caridad, de las del París vigoroso é intelectual ideas generosas, que da al mun- do su palabra de orden, del París de Zola y de Sorbona y del Institu- Berthelot, del París de la to, del inmenso París que trabaja con el brazo y con la inteligencia, y de donde salen los deq- MANUEL UGARTE 44 cubrimientos científicos, las obras de arte y las ideas que consumimos. En las tras el primeras horas de la mañana, mien- París superficial duerme, el otro, el verdadero, baja de los arrabales y desciende en grupos apresurados por el faubourg MontmarIre, la calle camino de de Rennes ó las oficinas á trabajar hasta la y el bulevar Voltaire, las fábricas, noche, A las diez dispuesto de la ma- ñana, las bibliotecas están atestadas de lectores, los anfiteatros de las facultades llenos de alumnos. Las escuelas de bellas artes, rebosan- do de artistas. A lo largo de los murallones del Sena, donde se instalan los vendedores de li- bros viejos, hay grupos de hombres que leen los volúmenes de pie, junto á la estantería, por- que no pueden comprarlos. Las salas de los mu- seos están sembradas de pintores que estudian sobre los modelos antiguos. Millares de profesores humildes peregrinan de casa en casa, dan- do lecciones por medio franco. Toda una población de empleados de almacén, de correo, de ómnibus, de ferrocarril pone en movimiento el mecanismo de la ciudad. Si vamos del lado de Saint Ouen, encontramos centenares de usi- nas en movimiento. Si del lado de Bercy, ha- 45 EL PAUÍS HONRADO llamos diez milhombres ocupados en el comernos de vinos. Si subimos á Montmartre, cio encontramos con grupos de creyentes que entran al Sacre Coeur. Si nos internamos en Pas- sorprendemos una ciudad tranquila y sobria de comerciantes retirados que se levantan con la aurora y se acuestan con el crepúsculo. Junto sy^ París que todos al brillante, pero Por conocen, hay otro, menos más sano. la noche, mientras las centrales calles más resplandecen de colores, en otras calles, obscuras y más modestas, se amontonan gentes ávidas de aprender. Son estudiantes, empleados, obreros, que fraternizan en la ciencia, escuchando la palabra de celebridades como Lavisse, Duclaux ó Reclus que, despojados de todapose académica, se ponen ditorio una y discuten con él. al nivel En cada escuela. Modificando la frase de del au- calle hay Napoleón sobre sus conquistas, se puede decir que todas las noches hay cincuenta mil hombres en las Universidades Populares de París. Y no puede un pueblo que, después de la ruda labor de una jornada de diez horas, encuentra energía para discutir problemas filosó- estar corrompido ficos con los profesores de la Sorbona. 3. MANUEL UGARTB 46 El domingo, los jardines y las plazas se lle- nan de gentes sencillas que se pasean en grupos llevando á los niños en canastillas con ruedas. Nada más simple y más ordenado que las costumbres de esa clase media, compuesta de empleados de administración, médicos pobres ó comerciantes sin audacia, que vegetan en situaciones insignificantes, con una resignación Junto ejemplar. grupos más también en á encontramos otros ellos, modestos aún, que aprovechan día festivo para respirar el en Vincennes. las Tullerías ó aire puro Una nación vale por sus sabios, sus artistas, sus operarios, sus comerciantes, y no sería justo solidarizar á esa inmensa mayoría de la ciudad con tumultuoso de los el grupo que hacen profesión del atur- dimiento. Lo que hay de bre París, es cierto en la clase los comentarios so- dominante, bosque y aparece en hipódromos y los restaurants á muestra en los que caído Darío el la la moda, ha en una perversión lamentable. lo que se los teatros, Rubén constató hace poco en un artículo llante. La cioso. Pero París no es reponsable de vida del bulevar es un bri- festín licen- la co- rrupción de una clase que apenas compone la 47 EL PARÍS HONRADO vigésima parte de la población y que está, quizá, destinada á ser barrida por las cóleras del arrabal. Los desocupados son la espuma de la población y nos impiden ver, á veces, el ver- dadero París, el París honrado. Se puede decir que, á pesar de su superficie verminosa, la ciudad es sana en el fondo. Un país accesible á ideas altruistas no puede estar contaminado. Observando con atención, se vis- lumbra que la atmósfera viciada que se respi- más la de un régimen que la de un pue blo. La situación tiene algunas analogías con la que determinó hace un siglo la caída de la ra es nobleza. vicios Y no hay que atribuir á la nación los de un estado de cosas. El mal viene de omnipotencia de una minoría ociosa y mal encaminada. la LA JUVENTUD FRANCESA Los que aseguran que Francia está en decadencia, olvidan seguramente la actividad y el empuje de terrible € nmgún estos crisis últimos años. Después de la que, según un escritor inglés, otro país habría tenido la audacia de afrontar», se ha realizado un trabajo tan vasto de reconstrucción y saneamiento, que no sería aventurado decir que la Francia de hoy está preparando país, ni el mundo de mañana. En ningún en ninguna época, se han acumulado En todos los bafundan Universidades Populares, se tantos esfuerzos generosos. rrios se multiplican las conferencias y se organizan cooperativas. Los grandes sabios, como Buisson, Duclaux, Reclus y en Monod la plaza pública. Y levantan su cátedra todo parece tender á -.^%í!^^'- -¿vT-tííro? MANUEL UGARTE 50 y determinar una época difundir la ciencia mejor. Es una nueva era que clausurada se abre, después de Exposición, y en la que la juven- la tud francesa desempeña un papel preponderante. el Siempre porvenir. es la juventud la que decreta El siglo que empieza trae el ger- men de grandes luchas nebulosas, y es difícil saber cuál será el resultado del choque de tantas exasperadas y tantas concepciones ideas Las nuevas generaciones deben antagónicas. cortar el nudo. Por eso es curioso seguirlas en su evolución y sorprenderlas en sus preferen-^ cias actuales. No se trata de «estudiarlas», sino de apuntar algunos gestos, cúrrente cá- lamo, como se escribe una crónica. El reciente Congreso de la juventud, que ha terminado sus trabajos el 3 de Diciembre, hace que todo cuanto se relaciona con este asunto sea de una actualidad palpitante. El proceso Dreyfus, que dividió á los franceses en dos bandos irreconciliables, tuvo la virtud de colocar frente á frente dos tempera- mentos y dos filosofías. raron instintivamente visionistas. Se puede Las gentes se decla- revisionistas ó decir que lo eran antire- desde 51 LA JUVENTUD FRANCESA que se antes del error judicial predominase en mentalismo, energía ó la ellos discutía. el Según senti- estaban fatalmente destinados á ser enemigos ó defensores del capitán Dreyfus. La conformación lecturas y, cerebral, sobre todo, el la educación, sistema bastaron para delimitar los bandos, de un que los polemistas de manera partido y de otro tra- bajaron sobre multitudes ya regimentadas. una palabra, el En asunto Dreyfus dio lugar á esa clasificación defmitiva fícil las nervioso, de los espíritus, tan di- de obtener en épocas normales. De un lado se agruparon los individualistas, los ena- morados del principio autoritario, los habitua- dos á obedecer ó á mandar, iglesia ó de cuartel: el los mundo hombres de viejo; del otro se reunieron los altruistas, los científicos, los habituados á razonar y á descubrir la vanidad de los dogmas: el mundo nuevo. La juventud momento de perplejidad entre las dos tendencias decisivas. Luego fué cediendo len- tuvo un tamente á sus lecturas, su idiosincrasia, preferencias ó sus vicios y se alistó en sus un bando ó en otro. Los terrenos estaban delimitados. Si la clasificación se hizo más difícilmente entre la juventud que entre los otros ciudada- V:'!^f*^^y?z MANUEL 52 UGARTtí nos, fué porque la juventud estaba trabajada y solicitada por filosofías y sistemas contrarios, que todavía no habían tenido tiempo de imponerse á los espíritus. Guando las nuevas generaciones vieron que las luchas y las contradic clones que la inquietaban en el mundo de en- se transportaban á la vida real, ideas, las carnándose en un proceso simbólico, sintieron cierto miedo ante Sus elegir. la imperiosa necesidad de conductores maestros y sus habían dividido, ganados por se la efervescencia de la ciudad. Todo parecía dispuesto para una batalla campal de ideas. Fué un momento de pánico. Los que no se dejaron absorber por las de opiniones la familia, volvieron los ojos á sus lecturas recientes. Otros, los aturdidos, cedieron al ímpetu. Y los más se abandonaron á sus afinidades sentimentales ó autoritarias. Las actitudes y los gestos se corresponden de una manera curiosa. Los que profesan ideas avanzadas en política. No Cámara y arte, las profesan también en es posible ser reaccionario en la aplaudir á Wagner en el teatro. Un admirador de Rodin ó de Pissarro no puede ser partidario del rey. Parece gado entre sí que todo está por simetrías morales. Una li- acti- 53 LA JUVENTUD FRANCESA tud en un orden determinado basta para ase- gurar actitudes semejantes en otros órdenes diferentes. Hasta se puede imaginar una dena de temperamentos análogos, que se ca- esla- bonan á lo largo de los tiempos, manifestándose en un sentido ó en otro, con mayor ó menor intensidad, según el ambiente, Picquart habría sido hugonote en el siglo xvi, conde romano bajo Alejandro y Esterhazy vi. Por esa razón, la actitud que cada joven asumió durante el proceso, correspondió casi fatalmente á sus actos anteriores. Los egoístas, los epicurianos, los bulliciosos, los debían vivir, Los tímidos, que se ha- mundo en que bían adaptado sin trabajo al fueron los enemigos de Dreyfus. los estudiosos, los frido injusticias, los que habían su- que imaginaban una civi- lización superior á la actual, fueron sus parti- darios. Es innegable que preparada por esta selección había los escritores y siglo, cuyas doctrinas contradictorias ban á la juventud. la legitimidad moral; otros miento y sido los filósofos del solicita- Unos habían proclamado de la fuerza y la ineficacia de toda habían predicado el renuncia- la creación de un régimen igualita- 54 MANUEL UOARTB rio. Aquellos eran cóncavos, y éstos eran con- El porvenir parecía balancearse entre vexos. el Ainsi parlait Zarathoustra, de Nietzsche, y Le Capital, de Karl Marx. Toda una literatura se había encargado de vulgarizar las dos concepciones, embelleciéndolas igualmente con el trompe-F oñil del arte. Y los espíritus, atormentados ante dos soluciones bruscas, vacilaban antes de orientar sus simpatías. Las obras de Nietzsche, que acababan de ser popularizadas por las traducciones de Henri Albert, habían producido una impresión pro- funda. Todos los dispersos del mal y todos los snobs en busca de originalidad llamativa, encontraron en ellas una justificación ó una ban- dera rara, propia para amotinar á las gentes. Muchos escritores jóvenes, roídos por la pasión habían utilizado las doctri- de ser originales, nas del füósofo alemán para fabricarse una contramoral cínica. rencia No bastaba la indife- les agresiva de Stendhal ni la ironía feroz de Barres. Exigían otros disolventes. Era una fracción de juventud que tenía empeño en épater á los transeúntes. Las monstruosidades más lamentables parecían prestigio tener para ella extraño. Afectaba un una indiferencia 55 LA JUVENTUD FRANCESA como falsa ante la vida, á todo lo que se creyese superior si la rodeaba. Su doctrina era «el cultivo del yo». La tenía por objeto acumular sensaciones existencia, según ella, sólo ; era in- dispensable gozar inmoderadamente de todo, sin límites, en una explosión de egoísmo. Nadie ha olvidado que uno de esos snobs al regresar de la Roquette después de una ejecución ca^ pital, llegó á decir que sólo quería retener detalle poca elegancia con que : la la un víctima había subido las escaleras del cadalso. Esa juventud tenía dos novelistas preferidos Rudyard Ki: pling y Wells, que exaltaban la fuerza y des- cuidaban los problemas del día. El ejemplo tí- pico de lo que podía producir, lo proporcionó Jean de Tinan, el autor de Armienne, muerto á los veinticinco años. su libro, en el Nada más doloroso que que hace cuanto puede para pa- recer perverso y en el que, á pesar suyo, se transparenta una alma que se esconde rindien- do culto á la moda. Jean de Tinan, como todos los extraviados de su generación, ante la idea de parecer respetar che llama una « lo temblaba que Nietzs- moral de esclavos » ; y hacía imposibles por convencerse de que el altruismo «impide el libre desenvolvimiento de la vida». V*5?^ ^;:^;^^s- 56 MANUEL UGARTE Nadie aun tiene la culpa de esos naufragios, ni mismo el Nietzsche. Su anterior á la locura locura real pudo ser oficial que atribuyen le Pero es lo cierto que gran parte juventud francesa se dejó arrebatar por las crónicas. de la de ese imitador de Eróstrato. El las doctrinas asunto Dreyfus se prestó como ninguno á la aplicación de sus teorías. Frente á esa juventud, se levantó ventud más ju- oti'a más numerosa y considerablemente sincera , que se inspiraba en Bakunine, Karl Marx y Tolstoi. Proclamaba su fé en la vida y en la naturaleza, y tenía la inmensa ventaja el de ser una juventud joven. Si la otra era producto de una derrota, ésta era la espe- ranza de una conquista. Traía una gran confianza en el porvenir y un deseo violento de reformar las cosas y componerlas de una maNo provenía ni de la barricada, nera equitable. ni del salón: era men. Se de una juventud de resistía á la ciudad, hacía gala muy exa- libre transigir con los prejuicios de un espíritu severo y no temía marchar contra crítico el aca- tamiento de la mayoría. Sus novelistas favoritos No era un una reunión de adoles- eran Zola, Franco v Mirbeau. grupo de ideólogos, ni ^MioT.JiJíiC: 57 LA JUVENTUD FRANCESA centes obstinados en ensayar una pose-, forma- ba una corriente de hombres sanos, que salían de las Universidades armados para la vida, con sólida de positivismo, defendidos por una base De convicciones y empujados por esperanzas. esa juventud surgían nombres brillantes, Fierre Quillard, Paul Fort, Maurice como Magre y Saint-Georges de Bouhélier. Todos arbolaban el deseo de imponer reformas sucesivas, hasta alcanzar un estado mejor. Eran una evolución hacia ral que, en el la partidarios de humanidad. Y es natu- asunto Dreyfus, fueran defen- sores de la justicia. Estas dos juventudes, una egoísta y superfiotra desinteresada y concienzuda, han cial, mantenido su carácter, aun después de apaRepresentan ciguada la agitación revisionista. dos tendencias, indepedientes de ticular como es el de Dreyfus. un caso par- Aquéllos con- tinúan buscando rimas raras, acumulando pararadojas y quemando persisten en los acontecimientos la vidas artificiales; empujar verdades, y luchar por éstos influir sobre el triunfo de verdad. Sintetizan las dos únicas soluciones del eterno problema te años. que se plantea á Unos resuelven acaparar todo los veinel bien, ^- :íl^í^!r MANUEL UGARTE 58 Otros hacerlo extensivo á los meterse al demás unos ; so- error de la mayoría, otros defender su certidumbre ; unos conseguir el triunfo y otros merecerlo. GatuUe Mendés, que tiene ingenuidades extravagantes, ha dicho que la verdadera juventud es la que de meterse conserva siempre la esperanza luna en la de los que confían en La el bolsillo. insensatez del bien, es la eíicacia quizá la mejor tentativa de religión. Todos los progresos realizados hasta hoy son debidos los hombres, han tenido á naciones que los partidos ó las audacia de confiar en un prin- la cipio generoso. De esta polvareda de ideas, ha surgido la Escuela de Altos Esludios Sociales que acaba de fundarse en París, por iniciativa de Emile Duclaux, director del Instituto Pasteur; Ferdi- nand Buisson, director general de la enseñan- za; Bourgeois, exministro de instruccción pública ; muchos Séailles, otros profesor de hombres la ilustres. Sorbona, y Es una nueva tentativa de evolución hacia el ideal medio de emancipación ofrecido á Se trata de la una Universidad donde rá todo lo que se calla en las vun nuevo juventud. se enseña- Universidades : LA JUVENTUD FRANCESA 59 una protesta. Y es muy digna de atención, puesto que la vemos formulada por notabilidades que han dirigido oficiales. Tiene el carácter de y dirigen actualmente en Francia. la enseñanza superior La Universidad se divide en la escuela de moral, cuela de periodismo. tres secciones la escuela social La primera y la es- está dirigida por M. Alfred Groizet, decano de la Universi- dad de París, la segunda por M. Emilie Du- claux y la tercera por M. Gornély. El objeto nueva Universidad es enseñar á mecanismo y el estado de la sociedad en que debe vivir, por medio de innovaciones acertadas y atrevidas, como las conferencias que ha iniciado el secretario del ministerio de Comercio, M. Fontaine, sobre la orgaprincipal de la la juventud el nización obrera. M. Fontaine se propone agotar su tesis, dejando sucesivamente la palabra al secretario del sindicato de cada profesión, para que exponga la situación presente, en cuanto se refiere á trabajo, salario y aspiraciones. esa manera la De juventud tendrá una noción clara de lo que es la sociedad actual y de las reformas que exige. Por lo demás, los cursos abarcarán todos los temas y todas las doctrinas. -;f¥S^f>; MANUEL UGARTE 60 Se anuncian las conferencias de Anatole Leroy- de Beaulieu sobre « Las doctrinas del odio » Eugéne Fourniére sobre « Las teorías sociales ; desde 1830 hasta 1848», y de Albert Groizet sobre «La historia de la moral griega. » El pros- pecto-programa de que tomamos estos datos, proclama que en la Escuela de Altos Estudios todas las opiniones podrán manifestarse y que allí no habrá alumnos, sino ciudadanos reuni- dos para discutir los intereses generales de la civilización. El mérito y el prestigio de las personas que encabezan este movimiento es indis- cutible, y los resultados siderables. sin miedo serán forzosamente con- La juventud aprenderá á encarar los verdaderos problemas de la época y á tener opinión sobre todos los asuntos, sin caer en el arrivisnje, ni dejarse influenciar por los prejuicios de las generaciones anteriores. En mismo orden de ideas, pero con un más juvenil, acaba de fundarse en este espíritu Montmartre un colegio de estética moderna, bajo la presidencia honoraria de Zola, Franco, Bauer, Gharpentier, Rodin y Descaves, Esta vez también se trata de luchar contra ñanza oficial, y ceder á la ense- las necesidades de la 61 LA JUVENTUD FRANCESA vida moderna y á nuestras tendencias demo- creando una casa común, con biblioteca y sala de conferencias, para que puedan reunirse los jóvenes artistas independientes. cráticas, Los iniciadores son Adolphe Retté, Edouard Rod, Emile Verhaeren, Eugéne Monfort, y un grupo compacto de escritores, escultores y pintores, ventajosamente conocidos. El origen de mo\imiento remonta aun manifiesto publicado hace algunos meses por Paul Luis este Garnier y León Parsons. La idea se fortificó después. Jean Jaurés dio una conferencia sobre el «Arte nuevo. » Y muchas revistas de la nueva generación, como LEífort, La Revue Naturis- tey LCEuvre Sociale, iniciaron una activa propaganda reformadora. La orientación había cambiado. Los amanerados que antes inundaban las sus excentricidades campo á publicaciones del Quartier latín con estudiadas, otros escritores más cedieron robustos y el más sanos, que se encaraban con la vida. Todos los diarios franceses han tenido un aplauso para este enérgico sacudimiento. Se- gún el partido á que pertenecen y la política que predican, han hecho ó no reservas sobre las doctrinas que parecen animar á los inicia-, 4 T^!^?» MANUEL UGARTE 62 dores; pero lodos se felicitan de que la juventud sacuda su indiferencia culpable y vuelva á tener entusiasmos y convicciones. caminada en un sentido ó en siempre un peligro Ya vaya en- otro, la acción es síntoma favorable. El verdadero está en la degeneración fatal de una juventud aislada en su somnolencia. Pero, como decía Gambelta, jóvenes bajan agitaciones del «desde al el momento que los arroyo y se mezclan á las arrabal, todas las amenazas están conjuradas.» Podrá discutirse la eficacia de ciertas doctrinas y la oportunidad de ciertas reformas, pero es preferible que la juventud se lance tras una pista falsa (admitiendo que sea falsa), á que se encastille en su «yo» y se mo- mifique en actitudes pueriles. Los que se han mantenido alejados de este movimiento, y han persistido en su pereza de obligados á buscar dilettanti, se han visto otros puntos de apoyo para poder resistir. Los que no han caído en el nacionalismo, como los discípulos de Barres, se han precipitado en la monarquía, como Charles Maurras, cuyos artículos en Le Soleil son por demás curiosos. Maurrás defiende la monarquía, desde de el vista del arte. Esto haría casi suponer punto que le 63 LA JUVENTUD FRANCESA arte se presta á todas las fantasías, puesto de él se reclamó también que D'Annunzio cuando Pero se convirtió al colectivismo, sería aventu- rado suponer que los hombres se deciden por por la república ó la riqueza soneto. el imperio, influenciados por las rimas. No es juicioso que la de una nación esté á la merced de un suerte en de el Los que como Maurras se han refugiado partido reaccionario, siguen siendo los mismos indeferentes incurables. Quizá les disgusta la monarquía un poco menos que la república; pero no tienen una opinión definitiva sobre el particular. apasionarse por el rey, es porque parecen el rey no es justo confesar que son consecuen- Siguen viajando sobre la vida, sin intere- existe. tes. Y Si actualmente sarse en nada de lo que les rodea. Estas tendencias acaban de confirmarse en un Congreso, — el Congreso de la juventud, — cuya última sesión ha tenido lugar hace algunos días *. Todos los intereses estaban representa- dos en esta vasta consulta á las nuevas generaciones. Los congresistas se agruparon por afinidades, en * Enero de 1901. un hemiciclo que parecía la Cá- •^Jv. 64 MANUEL ÜGARTE mará de diputados listas, los monárquicos y los católicos, á la de- recha; los republicanos, en cialistas, Los naciona- del porvenir. el centro, y los so- á la izquierda. El femenismo estaba representado por tres escritoras de talento, ma- Pognon y Meyer. No faltaba un solo matiz de la opinión, ni una sola clase de la sociedad. El Congreso presentaba un aspecto alegre y extraño. Nada menos homodamoiselles Bremontier, géneo que aquellos delegados de la Francia fu- tura, que intentaban una reconciliación en dintel de un siglo. Las artistas, las blusas azules bito negro de gante de los el cabelleras largas de los de los obreros, el há- y la Jagueí/e elemundanos, se confundían en un los seminaristas, ambiente tibio de cortesías agresivas y hostilidades fraternales. Las discusiones han sido á veces violentas, pero no han desbordado hasta el insulto. Si el presidente se vio una vez obli- gado á cubrirse y levantar la sesión, fué á causa de un orador «insuficientemente preparado», que se obstinó en ocupar la tribuna contra la voluntad de todos. greso de la En general, el Con- juventud se ha conducido con más orden y más cultura que muchos Parlamentos. Entre los problemas que debía discutir, el 65 LA JUVENTUD FRANCESA más importante era el corrientes en lucha lo Las dos convirtieron en campo de de la herencia. combate, y expusieron, á propósito de él, el junto de sus doctrinas. M. Monteil, M. Sanguier, lista, católico, partidario del «gobierno del abogaron por élite», ley actual. tra, tro el con- naciona- y M. Vaugeois, pueblo por una mantenimiento de La mayoría se declaró en la con- y M. Paul Boncour, secretario del minisWaldeck, ensanchó el debate, mostrando el encadenamiento de todas las cosas. Según él, todo hombre consciente debe, en la época tomar partido en pro ó en contra del actual, colectivismo, en pro ó en contra del capita- lismo. De del ahí que cuando se exanimó el problem «servicio militar», se declarasen todos contra la guerra, á excepción de tista, que habló «en nombre de cual pertenecía.» un bonapar- la nobleza, á la M. Fribourg hizo á ciertos delegados una pregunta incómoda. seáis soldados, si recibís la «Cuando orden de hacer fuego sobre el pueblo, ¿violentareis vuestros sentimientos de humanidad, ó desobedeceréis á vuestros jefes?» M. pondió : « Un Marc Sanguier, católico, res- verdadero cristiano no tiene 4. el .^".«fr; ''~W^. MANUEL UGARTB 66 derecho de ser soldado, y debe sufrir los peores infortunios antes de someterse á la ley militar. » El espíritu revolucionario de Tolstoi ha penetrado hasta servadores. La Todos parecen el corazón de los mejores con- estar Y de acuerdo. Eugéne Montfort habla de rarias de la más discusión se hace tibia. cuando las tendencias lite- nueva generación, «enamorada de vida, de verdad, de claridad, » todos los dele- gados se reconcilian, para manifestar sus simpatías á la escuela naturista y á su fundador Saint-Georges de Bouhelier. El Congreso de la juventud ha tenido la cor- dura de no votar ninguna decisión final. Se ha contentado con remover las ideas. La juventud no puede decretarse una actitud para nir. una etapa de su marcha hacia dad. el porve- Sus convicciones actuales son quizá sólo » Pero el la « plena ver- Congreso ha sancionado un prin- cipio elemental, que dará rumbos nuevos necesidad de influir ¿obre la vida. ciones recientes van á corregir el : la Las generaerror de las anteriores, aplicándose á operar sobre los acon- tecimientos. Passado á Las indiferencias de antaño han la histoiria. reformar ó conservar Todos tienen interés en lo que les rodea. Los jó- i LA JUVENTUD FRANCESA 67 venes podrán diferir en cuanto á la «intensi- dad de aplicación » de ciertas ideas ; pero todos están de acuerdo para ocuparse del bien común. Es un primer resultado apreciable, que debe tener su repercusión en España y en América. f : LA JUVENTUD SUD-AMERIGANA El reciente de Miguel de folleto Unamuno sobre la educación, y nuestra crónica anterior sobre la juventud francesa, dieron lugar á animado diálogo entre un profesor de bona, el — En Dr. X, y la sor- un estudiante argentino resumen, de algunas frases, un — — dijo profesor, después el ¿la juventud de su país de usted es indiferente ó es reformadora? — No lo sé, — repuso instante de vacilación ; — el un todo es embriona- las mismas demarca- y no existen ciones que en París. rio todavía, — Sin embargo, — estudiante, tras allí insistió el profesor — se dibujarán algunas tendencias. — Indudablemente, — —existen los afirmó el joven ; estudiosos y los alegres, los que sifSSps^gV'-C' •'' , ; ' . ; - ; ' • - . _;•-."- '"r;"» -'ir -; «^ k.^.-iR^jí^j^p.-^^p^ MANUEL UGARTE 70 se apasionan por los problemas de la vida y los que se desinteresan de todo. — Ese es — de todas tudiosos el — declaró origen el las clasificaciones morales. Los escomparan y son fatalmente reforma- dores; los perezosos ignoran, y son mente profesor indiferentes. El éxito natural- de toda nueva doctrina depende del mayor ó menor número de estudiosos que hay en cada chos en la ¿Son mu- país. Argentina? — Por contrario, — confesó estudian— muy pocos. — Si es — murmuró profesor — el el te, así, tie- el nen ustedes revoluciones y desorden para muchos años. — Es que somos un país libre, — rectificó el estudiante, con cierto orgullo irrespetuoso, —y no nos sometemos á nadie. — Precisamente, — prolesor con — libertad no consiste en hacer oporeplicó el calma, la sición á todos los Gobiernos, sino es el Gobierno que se quiere. tedes en Sud-América Y en saber cuál yo creo que us- han cedido hasta ahora á una manía inocente de poner trabas á toda administración regular y decir horrores sobre todos los gobernantes. En Venezuela como en el _ ^ /^'^ü LA JUVENTUD SUD-AMERICANA Uruguay, en Perú como en el 71 la Argentina, todos los ciudadanos viven devorados por la bre de derribar al gobernador, presidente, y muy lo al ministro, al pocas veces saben por qué quieren derribarlo. cuando fie- La mejor prueba es que, renuevan contra consiguen, el re- emplazante la misma campaña. Parece que ponen tanto empeño en luchar contra lo que no quieren, que no les queda tiempo para pensar en lo que quieren. Las naciones sólo son fuer- tes cuando, en vez d e reunir partidos contra algo, los mas reúnen en íavor de algo. Los progra- negativos sólo favorecen á los ambiciosos. — ¡Doctor! — interrumpió joven asombra— no conociera á fondo sus ideas, creeel do, si ría estar hablando con un reaccionario. — De ser yo reaccionario, fesor con una sonrisa, — acuerdo. Lo que hay de los — repuso el pro- dos estaríamos de cierto es que yo soy reformador humanitario y ustedes son anarquistas conservadores. manera la tarea desde hace un No se explica de otra demoledora á que siglo, se libran olvidando que los partidos deben agitarse para impedir, sino para crear. En Sud América, como en Francia, la ju- no ventud debe tener la audacia de su esfuerzo. MANUEI. UGARTE 72 Y SU esfuerzo debe tender constantemente á rea- lizar la más amplia — Sin felicidad posible para todos. — objetó tímidamente embargo el estudiante. — Sea usted, joven amigo mío, — dijo proen tono de burla, — y admita posibiliel fesor, la dad de ser bueno. — Perfectamente, — contestó — pero no quisiera ser niño. — Los verdaderos niños, — que no profesor, — son los el guna Y, el estudiante, falló lo entonces han sido nin- vez, después de haber dejado de serlo. como el estudiante solicitara permiso para comunicarla conversación á El País: — Es usted libre de hacerlo Doctor X, volviéndose para palabra, No — concluyó insistir sobre el una — pero sea usted joven. es posible decir que todas estas frases merecen ser tomadas en cuenta, pero hay algunas que podemos retener con provecho. Quien así hablaba, es versitarias una de esas celebridades uniel gran movimiento que encabezan de renovación social en Francia, uno de esos «intelectuales» que Barres desdeña con tanta sinrazón y que el pueblo empieza á aclamar con demasiada persistencia. Pertenece á esa nueva 73 LA JUVENTUD SUD-AMERICANA categoría de hombres que antes estaban confi- nados en á raiz del asunto Dreyfus. Ope- ran en un terreno que desconocido. lado en les y que han entrado á los laboratorios, la vida pública Y les es completamente toda la ciencia que han acumu- muchos años, no alcanza á preservar- de una honrosa ingenuidad. Pero sería imposible no coincidir en algunas ideas con el profesor de la Sorbona. Está fuera de discusión que nuestro carácter ha sido hasta ahora demasiado vehemente y muy poco meditativo. No estamos habituados á razonar, y fallamos sobre casi todas las cosas por instinto ó por imitación. analizar Muy rara vez nos detenemos á una idea para hacernos una opinión motivada y propia. Nuestra pereza nativa nos lleva á adoptar la versión que circula ó á ceder al primer ímpetu. De ahí arranca el origen de nuestros defectos. Á pesar de nuestra alti^ vez y nuestro orgullo, todos consentimos en ahogar la propia personalidad para vestir ias ideas comunes. Hasta nos parece impertinenie tener opiniones propias. más felices; porque, Y como quizá somos por eso dice Anatole Franca, «es en la imitación donde hay que buscar la razón de la mayor parte de las acciones humat » 'J;.;íí«s»:^"'_.:; ^- -.. -^ • ,-í ,.',-• -:-.••-, _^ - •- <r ->-Ji?«n|^^?í^^-^p^^^ MANUEL UGARTE *?4 ñas. Las gentes que se conforman con la cos- tumbre, pasarán siempre por gentes honradas. Se llama hombre de bien que imita á al los demás. Contra esa concepción defectuosa de muy ha dicho también cosas primeros escritores de la la vida, exactas uno de los España actual, en un discurso pronunciado hace algunos meses en la Universidad de Salamanca, y publicado recientefolleto. Miguel de Unamuno es el mente en escj'itor español que ejerce mayor influencia sobre la juventud hi&pano-americana. vela Paz en ¡a guerra, sus Su no- folletos sobre la educación, y su último libro titulado Tres ensa- yos le dan maestro y direc- cierto carácter de tor filosófico. Y es de ver cómo critica el aca- tamiento de que acabamos de hablar, y cómo declara, como profesor de la facultad, que «no ha de enseñárseos en cuanto á vivirla. » ella tanto Su á ganar la vida discurso descubre los vi- educación actual y da los mejores consejos. Empieza por declarar que debemos ir cios de la esforzarnos con ahinco á la Universidad para « en conocernos mejor, » y que nes en quienes pone la más corroboradoras, « es en los jóve- patria sus esperanzas porque mal pueden, en J » 75 LA JUVENTUÍ) SUD-AMERICANA efecto, darle nueva vida fraguaron su espíritu. y » los que en la antigua Luego entra en materia, dice á los estudiantes, « debéis estudiar tam- bién á vuestro pueblo, porque siendo aquel de con quien vivís y por quien vivís, es su estudio el único que debe llevaros como por quien la vivís, mano á conocer con entrañable conocimiento á la humanidad toda, » no condenar sin al pasar «cierto culto á los antepasados, que quita en nuestro corazón al culto ridad. » Les aconseja sitio debido á la poste- que aprendan «á ver al través de los libros la vida, y no al través de ésta los libros. » no olvidéis « que no Sed aplicados, lo es les dice, pero más quien se encierra en su cuarto á mascullar ajenas ideas, ó, lo que es ya malo, á aprender de coro ajenas frases, sino quien va á todas partes con los ojos y y en la mano el cora- los oídos bien abiertos zón.» A propósito de la emulación, les advier- «no habéis de proponeros sobrepujar á los demás, sino sobrepujaros á vosotros mismos, te: ser hoy más que erais ayer. » Hablando de la verdad, añade « Buscad la verdad y su triunfo, y todo lo demás se os dará por añadidura » porque « si algo distingue á la verdadera juventud : : es la redundancia de la vida ; redundancia que .*;"«.Tt^xr^-|j|^j^^*';i;---.u:'--..;^".-. -•--, .-. í - f ^..•1?R-'^*-^;??;Sf«S^K^^Sí''?^l^^ MANUEL ÜGARTE 76 para mente la se convierte en berlo todo, de inquirirlo todo, todos los vientos orientada. nir que alienta comezón de saen curiosidad á Después de » rutina es pereza en acción « la «á cuestionarlo » les ; de todo, á poner en tela que más asentado y axiomático juicio hasta lo parezca, á no aceptar postulado alguno. mina citando defi- la célebre frase » Y de Michelet: ter« La verdadera educación no abarca sólo la cultura del espíritu de los hijos por la experiencia de además, y con mayor frecuende los padres por la ins- los padres, sino cia aún, la del espíritu piración innovadora de los hijos. Al hablar así, » Unamuno ha Miguel de preci- sado en frases concisas y elocuentes los errores fundamentales de la educación aclual y los principios necesarios de cional. ñola, Lo que una educación más ra- escribe para la juventud espa- puede aplicarse sud-americana. «No muy bien á la juventud os acordéis — dice — de que hay hombres, cuando investiguéis debe erigirse sobre todos los las aspiraciones é intereses hombre para hombre. » grama de la la verdad que hombres y sobre humanos todos. El verdad, no la verdad para Esta última fórmula puede ser la evolución futura. el el pro- I ^ ^ LA JUVENTUD SUD-AMERICANAy La mayoría 77 de nuestra juventud se ha acan- tonado hasta ahora en lo existente, negándose á saber si hay algo más de allá la verdad ac- No ha tenido esa voluntad de saber, que empuja á algunos hombres á discutir con su conciencia. Se ha contentado con resbalar sobre tual. de las cosas, y con sacar el mejor partido de la vida, cediendo á un egoísmo inla superficie consciente. en De ahí que ciertas ideas, vulgares parezcan en otros países, nalidades estra vagantes. el La mayoría no cabo de las evoluciones del siglo, un La hoja aplicar á los hechos recientes Muy cuado. pocos leen. nuestro origi- y está á persiste en criterio anti- diaria parece bastar para satisfacer las curiosidades de la mayoría. Yes lentes que sean, no alcanzan á consolidar una opinón inútil decir filosófica. que los diarios, por exce- Por esa causa, nuestra educa- como nuestro carácter. Llegamos hasta mirar con cierto menosprecio al hombre ilustrado. Entre su ciencia y el facón ción es tan superficial de un valiente, casi siempre nos decimos por lo último. Todavía nos seduce y nos domina la fuerza, hasta el punto de constituir el principal resorte de nuestra vida. Los gestos nos entu- siasman y las razones nos dejan casi indife- '^^l^iST-'-':.- ,^^^ww^''' -."' 78 ' ^'.^r-v *^-- " -'T^^'i^^'*^^^"^^ MANUEL UOARTE rentes. Una heroicidad de melodrama, un caba- con las crines en desorden, ó una sacudida llo del instinto, nos hacen olvidar el mejor de los axiomas, el más evidente de los derechos ó la más elemental de las justicias. Somos seres de impresión, y no de razón. El oropel nos enlo- quece todavía. Estos defectos se reflejan en la política. Nos falta la noción del bien público y nos sobra el orgullo personal. No hay un solo joven que, sa- biendo leer y escribir, no ambicione ser diputado. No porque tenga el deseo de favorecer al país influyendo en un sentido ó en otro, sino simplemente «para ser diputado.» El desinterés nos parece una cualidad inaccesible, y comprendemos que un hombre se agite y luche por intereses particulares. Por eso es que en la opinión sumaria y tosca que se forma la multitud, todos los dirigentes se dibujan como malversadores de la fortuna pública. La masa no concibe que los hombres, ya encaminen su actividad en un sentido, ya en otro, puedan sólo proceder con la rinceridad de una convicción, quizá errónea, pero siempre respetable. Parece que hubiésemos nacido para de oposición. Y aun la tarea negativa en ese supremo egoísmo \ 79 LA JUVENTUD SUD-AMERICANA encontramos medio de deslizar otros secundarios : consideramos los comités electorales como un medio de improvisarnos una jerarquía agrada figurar en repugna vemos en las convocaciones, propaganda; la la política y, ; nos pero nos en resumen, no más que una empresa de publicidad. Estas desviaciones son quizá comunes á todos los países, pero en el nuestro se hacen sentir con mayor brío. La juventud se desinteresa de y sólo se aplica á levantar ó derribar hombres. Nuestros programas de oposición se las ideas, hacen con un manojo de apellidos. Quizá pro- viene este defecto de que en cuanto á la doc, trina, nos limitamos á proclamar principios vagos y elementales que nadie discute, como la Hon- radez, la Equidad, el Orden, etc., que son pro- gramas comunes á todos los partidos. Sería más eficaz abandonar esas palabras y precisar ideas. Una oposición se vería entonces en la necesidad de decir por qué hace oposición. Y obra de los Gobiernos sería menos por- que se habrían libertado de difícil, la la hostilidad viciosa y sistemática que ahora los oprime, sea cual sea su actitud, su tendencia ó su fin. Quizá se alcanzaría así una clasificación de los espíritus ':Í 'P'^^tígs^jeriíT'-' "^í -'^ 3^f*f~^yís^^;^ MANUEL UGARTE 80 y '^í'^v se evitaría la efervescencia inútil de los paí- ses hispano-americanos, donde se derriba á un gobierno con un puñado de frases. Cada dadano se vería obligado á declararse montano ultra- ó liberal, conservador ó reformador, proteccionista ó librecambista, demócrata. De manera que republicano se establecería lucha de tendencias donde fructificarían mente ciu- las ideas de los que han llegado á ó una fácilla ple- na conciencia de sus deberes y de sus derechos. Nuestra juventud podría tido, si se decidiese á tener las cosas. La la. Todos los en este sen- influir opinión sobre todas problemas deben interesar- más vida tiene fines altos que la satis- facción de nuestras necesidades corporales. Si aprendemos á ahogar el egoísmo y á ocuparnos de los intereses de los demás, habremos adquirido ese reposo benéfico que es la mejor apro- ximación á trinas, y, la felicidad. ya sean Es necesario tener doc- ellas revolucionarias ó retró- gradas, afirmarlas abiertamente, sin perjuicio de seguir estudiando y en la sinceridad un rectificarlas si cabe. Sólo puede encontrar la juventud terreno favorable, GatuUe Mendés decía: « Si fuera posible LA JUVENTUD SUD-AMERICANA mostar la pobreza de alma de los 81 que preparan y dirigen los entusiasmos de la muchedumbre, ningún joven contribuiría con su aclamación y, si todos los jóvenes supieran cómo se elabora un triunfo callejero, ninguno persistiría en al Las celebridades de asonada canzarlo. se ha- cen con cuatro agentes electorales y una debi lidad del jefe de policía. » Todo lo cual puede condensarse en una línea de prosa: las ambiciones y, si evitemos es posible, los éxitos. Si existiera dentro de la juventud sudameri- cana ese imposible hombre ideal que no tiene un solo enemigo y reúne las simpatías de to- Gomo no podría dos, su deber estaba trazado. provocar descontentos, puesto que era irrealizable, nada le impediría avanzar hacia la ju- ventud y decirle: « Todos nosotros somos, en cierto modo, los obreros del porvenir. Sea cual sea el teatro en que se desenvuelve nuestra in- uno de nosotros contribuye á esvida de mañana. Hasta parece que fluencia, cada culpir la nuestra obra fuese anterior á nuestra actividad. Dirigimos el carro de la vida antes de haber- nos apoderado de las riendas. Gobernamos por medio de la influencia que ejercemos sobre la generación que nos ha precedido. Y se diría 5. :~^V'-r ^•'V.S^r^,^, ::'-.: . "^'--:--''"^f MANUEL UOARTB 82 que nuestra fr^erza es tan grande, que vemos florecer nuestro jardín antes de haberlo culti- vado. Pero sólo es posible preparar trabajando sobre el presente. Y el porvenir esa influencia que ejercemos sobre otra generación, puede ser empleada para bien demos ó para mal de todos. Po- exaltar el Ideal, ensanchar la Libertad y sostener la Justicia, ó perpetuar la Ignorancia, alentar la Superstición y desencadenar la Tira- En nía. el este recodo la momento actual, peligroso y especialmente, en terrible de la historia, juventud puede detener ó precipitar ciertas corrientes, y dirigir hacia un punto ú otro del abandonada de la sociedad. horizonte la barca El mundo ha llegado á un grado tal de madu- que es posible darle, sin esfuerzo, rez, ma deseada. Es el la for momento de determinar ua empuje decisivo hacia la emancipación. Sin to- mar sin la etiqueta inmediata de ningún partido y comprometer bajo ningún pretexto nuestra libertad de acción, alentar las debemos ideas liberales, sostener, ayudar y marchar hacia el progreso moral, ensanchar nuestras concepcio- nes de la vida, sacudir los prejuicios, ennoble- cer las ideas, y poner todos los días en nuestra acción un poco más de generosidad, de bondad LA JUVENTUD SÜD-AMEEICANA 83 La evolución reciente nos empuja más aligerada de animalidad y más accesible al altruismo. La fuerza que se y de justicia. hacia una vida desprende de la cultura egoísta del yo « » , sólo puede ser un mérito en una sociedad injusta como sería la actual ; más ancha, dentro de una vida un crimen. Cada día que pasa, nos acer- ca á una reconciliación de los hombres en una comunión de justicia. Si hay entre almas prematuramente envejecidas por el la juventud ó disecadas egoísmo, que han olvidado todo empuje generoso y todo noble pensamiento, para gozar en el desorden de la sociedad actual, no nos ocupemos de ellas : son una minoría. Y casi no deben ser consideradas como formando parte de la juventud, porque Juventud ciego hacia el ideal, la el es, empuje rebelión del pensamien- contra lo absurdo y el grito alegre de los que están de acuerdo con su conciencia. Sería to necesario apoderarse de hacia el fm verdadero, la vida, feccionamiento del hombre. no deben y empujarla es decir, hacia el per- Para la existir ni la historia, ni la ni los antepasados. La verdad debe juventud tradición, bastarnos. Tenemos que fabricarnos una vida completamente nueva. Y, sobre todo, debemos tener la ^;:;:5r"'í?r "'"í •-?'^sr^ííT>:-:? --/-^.--'r'.-,,- -. - :-t • -^•/,-?.'-;v ',— : ^,' ¡^i^Wi^í^:f¡mf^^Wf^;mg: MANÜEI, UGARTE 84 audacia de vivirla, de hacerla nerla quizá. Todo be gritarla en voz el muy oigan. Reservarla para El silencio es dos tienen el el alta, sí, de impo- para que todos sería una lo le mala acción. capitalismo de las ideas. deber de distribuir sería avaricia ó Gallarse, vivir, que posee una verdad, de- To- que saben. cobardía. Juventud quiere decir generosidad y entusiasmo. Debe- mos cos, creer y obrar. No imitemos á los escéptique se abandonaban á la existencia sin vo- luntad, la fuerza. pasado y otro mos y bien preparados para la lucha. reduce á una fórmula neta y decisiva fuertes Todo « vacías. Somos el pensaTenemos un pie sobre el sobre el porvenir. Nos senti- como barcas miento y se Obrar. » Sin creer en la eficacia de los discursos, se puede adelantar que quien hablara así coincidiría con el pensamiento de muchos jóvenes. Se ha dicho que en América vivimos de lo que nos comunica el telégrafo desde Europa y aun que esta afirmación sea un tanto exagerada, es ; justo confesar que casi siempre resuena en un eco de lo que ocurre en el mundo. Las nuevas aspiraciones que fer- nuestros países viejo mentan en Europa, y sobre todo en Francia, LA JUVENTUD SUD-AMERICANA 85 influirán inevitablemente sobre nuestra La tud. juven- sociedad actual es un estado transitorio. Los jóvenes cederán paulatinamente al deseo de realizar un « más allá » y dar forma práctica á sus sentimientos altruistas, tratando de atenuar las desigualdades y hacer reinar ma- yor equidad entre las gentes. Pero, aparte de determinadas doctrinas filosóficas que sólo nos asustan cuando las ignoramos, la juventud no puede menos que estar de acuerdo con el con las pensamiento de Miguel de opiniones del doctor Unamuno y X, profesor de la Sorbona. El siglo que se abre será el campo de batalla de dos tendencias decisivas zarán suAusterlitz ó su Waterloo. ge hacia el que alcan- Una se diri- pasado, y otra se aventura hacia porvenir. Barres dice que son nes en marcha « el dos revolucio- una que quiere restablecer lo antiguo, y otra que desea derribar lo actual. » Lo cierto es que hemos llegado al nudo de la historia En más : contemporánea. los países en que la vida intelectual está desarrollada que en los nuestros, esas ten- dencias han deslindado ya sus posiciones y han empezado el combate. Algunos creen que no pasarán muchos años sin que ocurra lo mismo MANUEL UGABTB 86 en América. Según juventud se verá ellos, la obligada á elegir entre dos premisas contradictorias, como ha ocurrido recientemente en Francia. Sería una selección, y sólo el estudio y la voluntad constante de alcanzar la verdad, pueden prepararnos para ella. Todos nuestros deberes se reducen á adquirir el mayor núme- ro de conocimientos posibles. Si las dificultades se presentan, tendremos talla para vencerlas; si se equivocan los augures, y siempre nos que- darán como beneficio los nuevos horizontes que habremos descubierto. Lo único seguro, dentro de todas estas suposiciones, es que la juventud está llamada á influir poderosamente sobre los acontecimientos futuros. guel de tinados. Las palabras de Mi- Unamuno convencerán á algunos obsY es seguro que la juventud sud-ame» ricana, sean cuales fueren sus convicciones, se acostumbrará á defenderlas en esas grandes luchas pacíficas, una democracia. que son la esencia misma de LA RUÉ DE PARÍS Y LOS HUMORISTAS La gente elegante, que va á las fiestas por snobismo, con pocos deseos de ver y muchos amontona casi siempre en un sitio determinado, y se impone un límite que nadie debe franquear, bajo pena de excomude ser nión. vista, se Poco le enjaulada: la importa tener el aspecto de fiera moda ha decretado que sólo sible divertirse en esa es po- calle, ese vericueto ó ese café, y, aunque las personas se estrujen en el amontonamiento de tantos cuerpos, nadie se atreve á ir más Del otro lado de allá, la porque sería un suicidio. barrera imaginaria se ex- tienden las calles casi desiertas, dormitan los cafés vacíos más y se arruinan espectáculos atrayentes que los que nos vemos mucho obliga- dos á admirar; pero no es posible romper con MANUEL UGARTB 88 consigna, y nadie se aventura á dar la un paso fuera de la línea de demarcación: parece que un fosj hondísimo aprisionase á aquellas gentes en tan mezquino territorio impidiéndoles disper- sarse por los caminos anchos y hermosos, que se ofrecen desde lejos en el incendio de sus luces de colores. titud ¿Y de buen tono El capricho del cronista, ? que afirmó, en en diario á era el mul- sabéis lo que refrena á esa punto de cita moda, que aquel la de las elegancias. Esta vez se ha echado de ver, mejor que nunca, la docilidad de la élite de los salones. ción se extiende sobre La exposi- un área de más de un millón de metros cuadrados; apareció cierto artículo en el que pero desde Fígaro, el buen gusto consiste en amontonarse en la rué de París, y hacer ejercicio con los codos para poder avanzar. Todas las otras calles, palacios y ave- nidas han sido abandonadas La rué de París las curiosidades es, « al vulgo. » indudablemente, una de de la Exposición, pero no es única. El Vieux París, la rué des Nations, la La Exposición Colonial y la reconstrucción de la Andalucía en tiempo de los moros, pueden disputarle la primacía. cir que la Todo lo cual no quiere de- rué de París no sea encantadora. LA RUÉ DE PARÍS Y LOS HUMORISTAS 89 Es una concentración de la jovialidad franY es sabido que nada puede competir con cesa. el esprit gaulois. la malicia y el La delicadeza, el desenfado, buen humor burbujean en las y son á un tiempo amargor enseñanza y crudeza. Ningún pue- sátiras parisienses y regocijo, blo ha poseído en tan alto grado de el talento decir sabiamente las cosas, sin herir ni molestar, paseando sobre los vicios y los hombres una sonrisa burlona, que corrige y cosquillea, que castiga y hace reir. Son manos enguanta- das y frágiles que juegan con las palabras y con las ideas, sin choques bruscos, en una me- Nadie dia luz de indulgencia y de ironía. canza á contar variedad de tonos de una frase, la infinita que parece simple á primera al- vista, y que envuelve, vela ó descubre todo un mundo de maldades amables que resbalan sobre la epi- dermis de desnudeces lujuriosas que se arre- bujan en la sombra, ó de carcajadas francas que se ahogan en una sonrisa. Los autores festivos franceses no son contor- sionistas clownescos, á la manera de Tabeada ó Pérez Zúñiga, sino extraordinarios juglares del idioma y las costumbres. Alphonse Aliáis, Fierre Georges Gourteline, Wolf, Jean Gaudesky, :f'f»^??í- ' ' • " •• ' " -•'' ST-^^ís^^-V^^^^™" -. MANUEL UGABTE 90 George Auriol y tantos otros, representan Han hecho verdadera sonrisa espiritual. género humorístico un verdadero y medias delicadezas en leído Un el ser entre sedas y encajes. y un íilósofo no desdeñan hoy en los que se sorprende más de un boiidoir, que ha escapado á perfil que á través de Cuan lejos la crítica la caricatura, de muchas lidad ¡ lleno de intelectual esos libros, los arte, propio para tintas, la del situaciones estamos de la seria y en se ve la rea- inverosímiles. carcajada grasicnta de Paul de Kock y de los chistes de cocina que hacían la felicidad de nuestros abuelos! Los humoristas del Desdeñan día son la farsa verdaderos escritores. de otros tiempos, evitan el efectismo de la situación violenta y sólo atien- den á poner de manifiesto la evidencia de una contradicción, tratando de hacer reir, sin haber reído. te La literatura festiva francesa, en la gunos, escena ó en el defecto Puede que el libro, ya se manifies- tiene, según al- de ser demasiado descotada. este reproche no carezca de funda mentó, pero es necesario tomar en cuenta también y el medio en que esa la categoría literatura ha nacido de lectores á que está destinada. LA RUB DE PARÍS Y LOS HUMORISTAS El límite de lo permitido no es el para todas las ciudades. sible decir En Córdoba no muchas cosas que 91 mismo es po- se dicen en Bue- nos Aires. Y, subiendo bruscamente en la progresión, en Buenos Aires son inadmisibles mu- chas cosas que son corrientes en París. La moral, apHcada en ese sentido, es una valla que más ó menos lejos del punto de según su mayor ó menor ingenuidad. pueblo coloca el partida, En Norte América acaba de ser procesada una actriz que representó Sapho. En España hay muchas ciudades en que es imposible poner en escena Le Maítre des forjes. Sin embargo, esas dos obras han sido aplaudidas en Buenos Aires. Nuestra barrera moral está, pues, mucho, más lejos que la de las poblaciones citadas, y en nuestra ciudad podemos ya decir en alta voz muchas cosas que nadie se atreve á pensar to- davía en Tarragona ó en Omaha. Un proverbio írancés asegura que es posible decirlo todo, con tal lo de decirlo bien. La inmoralidad no está en que se dice, sino Gátulo, Bocaccio y do las épocas en en la manera como Armand tres saltos Silvestre se dice. — salvan- — nos encantan igual- mente, y, á pesar de cuanto pueda decirse, no son inmorales. La predilección que manifiestan f^fímm r<í¿'^,--jj'---^sT .i.,-rTV- ; MANUEL UGARTE 92 por las situaciones escabrosas, es una coquete- de ría estilistas hábiles, que quieren mostrar su destreza pasando la dificultad con una pirueta. La verdadera inmoralidad era la de Pérez EsDumas padre, ó Fernández y González, crich, porque en una línea de puntos suspensivos ca- ben todas asume las suposiciones. la responsabilidad encara con Pero autor que el de decirlo todo, la situación difícil, dispuesto á y se domi- narla y á imponerle una forma honesta y presentable, es doblemente meritorio. Terminar un es mu- cho menos casto que continuarlo hasta el fin como una estatua de mujer descolada, más inmoral que una Venus saliendo es mucho La inmoralidad que pro- capítulo con duce la dad se apagó la « lámpara » está en la sensación , del baño. desnudez, y no en la desnudez misma. No hay que en un confundir, naturalmente, la sinceri- artística que presenta la castidad de los cuerpos sin velo, la inocencia primitiva, con la calculada perversidad de los cocineros de lujuria que nos los muestran á medio abandono del boudoir. En vestir, las revistas de en el fin de año de los teatros de Montmartre, hay siempre una mujer desnuda, que dibuja sus formas bajo la malla y que sólo despierta en el púbhco, ^^no ^m- LA RÜE DE PARÍS Y LOS HUMORISTAS 93 que la considera como una estatua, la i^ensación estética de una obra del arte. En cambio, en los teatros serios del bulevar se representa el Vieux marcheur, y el el Contróleur de Wagons-lits Noüveau Jeu, donde, con pretextos inveroque disimulan muy mal la tendencia á símiles la pornografía, se encuentra casi siempre dio de intercalar asistir al me- un deshabillage^ y de hacer público á la toilette de la mariéo ó al coucher de la jeune la el Y íille. Venus Belvedere, de hay que distinguir naipes transpa- los rentes. Sea como fuere, hecho de la los otros, verdadero palacio Es una serie en una dan alineados los calle estrecha de caricaturas, tiene y la síntesis del esprit de originalidades y presas que nos encantan. rio el Los pabellones, palpitante de multitud, francés. humoristas franceses han rué de París de la alegría. unos junto á los Le Rire, allí sor- semanacasa propia, una el casa que es un museo y un teatro, con frescos de Métivet, dibujos de Leandro, sombras chinescas de Huard, y representaciones continuas y enloquecedoras que hacen que la se detenga, en un remanso, ante poco más lejos esta la Roulotte, muchedumbre la puerta. el teatro Un bohe- W.s¡r: MANUEL UOARTE 94 \ mió y mundano que significa una comunión del desván con el primer piso, donde se codean por las noches las marquesas de manos endia- mantadas, con los artistas de corhatR Lavalliére y pipa entre los dientes; revolucionario, donde se un punto de cita casi anudan dos miserias en una sola cadena de locura. En la Roulotte, blague es universal, y todo cae bajo la sátira, porque los artistas asestan contra todo la anarla quía demoledora de las risas. Luego encontra- mos res Grand Guignol, pintarrajeado de colovivos, con un camelo t vestido de marqués, el que arenga desde la puerta, ponderando las virtudes de las marionettes de carne y el meca- nismo curioso de los muñecos humanos: un Grand Guignol para niños grandes, donde se dicen frases maliciosas y se habla en seguida, una alegres. fila el argot. Y interminable de pabellones Los Bonshommes Guillaume, que el conocido dibujante nos ofrece como un compendio de su labor enciclopédica; los Auteurs Gais^ donde Galipaux dice monólogos champaña de risas locas y mucha con mucho felicidad co- municativa; la Torre de lo maravilloso, donde una feliz disposición de espejos nos lo hace ver todo al revés; el Palais de la Danse, y una di- al LA RÜE DE PARlS V LOS HUMORISTAS Sfó vertidísima serie de novedades que hacen perder cabeza al provinciano que cae por primera la vez en Y el vértigo de París. en esa decoración, en esa ñolas del exotismo, todos ios todas las naciones del mapa, con y extraordinarios, de formas chados, que sugieren todas las calle, colores del iris, trajes típicos y matices insospe- paisajes de la India, li- bros chinos, baratijas japonesas todo el y costumbres Gotha del rasta- cuerismo con diamantes en la pechera de la ca- de Geylán. Tras ellos, misa, trajes claros y grandes ademanes de suficiencia, en la apoteosis de la corbata. Entre la multitud chisporrotea la incredulidad del pa- risiense, la ironía de su monóculo y la amabisutil con que se apodera de Udad envolvente y las voluntades y las conduce. Junto á los pari- sienses, ceñidos, pasan ellas, las parisienses, que dibujan las formas, con trajes y con las lai- das remangadas, para mostrar la pierna bajo la enagua de seda. Parece que fueran mintiendo amores de mariposa, en un jardín de frivolidades, abierto á todas las fantasías del capricho. Y nada es ta» hermoso y tan frágil como esas encantadoras veleidosas que se apasionan por un tzigano, frecuentan las reuniones anarquis- ; SgpíiT^;- MANUEL UGARTfi 9ft y asisten á la misa negra de Huysmans, con misma sonrisa de carmín sobre los dientes tas la blancos. En la muchedumbre confusa No los tipos. se funden todos faltan, naturalmente, los indispen- sables provincianos de caras rojas, su asombro bajo agentes, lo que pasean mirada paternal de í 1 los luciendo trajes inenarrables y arbo- . m lando ideas del siglo pasado, para mayor gloria de Epinal ó de Tarbes. Pero todo se ahoga en el brou-ha-ba de vero de la feria, la Exposición, y en el entre- aumentando la confusión y el vértigo de esa acumulación de sociedades y esa superposición de costumbres. La Rué de París de la gran ciudad m cosmopolita. Sobre el desorden de tantas vidas ^ que se codean y H es el extracto más intenso y la síntesis se estrujan, se adivina otro, y más tenebroso, en una Babel de ideas. n > lii&íti. .-*»«;. -n EL ARTE NUEVO Y EL SOCIALISMO Anoche, en el teatro de la Porte Saint-Mar- y bajo la presidencia de Anatole France, dio Jean Jaurés su anunciada conferencia sobre « el arte ». Para los que no están á cabo i¿n, de la evolución de las ideas en París, podrá parecer inaudito que el actor Goquelin prestase el académico Franuna conferencia en la ce presidiese y prologase que el jefe del partido socialista haría una propaganda netamente revolucionaria. Son cosas que nos asombran desde lejos, pero que, vis- su teatro y su concurso, y tas de cerca, nos parecen completamente cas. Dos personas pueden sin volverse la espalda, briel Séailles, rieux, Paul que están muy estar lógi- en desacuerdo, Madame Séverine, Ga- Hervieux y Gabriel Tralejos de ser colectivistas, 6 "* ¡1 MANUEL UGARTE 98 rodeaban cuando al el conferenciante en el escenario. Y público entonó la Carmagnole, nadie blandió una protesta, ni reclamó los gendar- mes. Henri Bauer, Lucien Descaves, Mirbeau, Donnay y Gharpentier, el autor de esa Louise que está haciendo correr todo París á Cómica, estaban también sobre no la Opera la escena; pero es de extrañar en ellos, porque son habitúes de toda reunión popular. El discurso de Anatole France terminó con este párrafo : « La socie- dad futura nos promete un poco más de justicia y de felicidad. Trabajad en ella y por ella. De una sociedad la nuestra, más más hermoso ; más feliz que más amable y equitable y saldrá quizá un arte artesanos, unios, aso- artistas, estudiad, meditad juntos. ciaos; Comunicaos Sed vuestras ideas y vuestras experiencias. to- dos mil y mil pensamientos manuales y mil y mil manos pensantes, y trabajad en la paz y la armonía. que el hoy en coón : « » Es, con poca diferencia, lo Presidente de la la República ceremonia inaugural de mismo ha dicho la Exposi- Estoy convencido de que, gracias á la afirmación perseverante de ciertos pensamientos generosos el siglo que han resonado en este siglo, XX verá resplandecer un poco más de 99 EL ARTE NUEVO Y EL SOCIALISMO menos miserias de todo orden, y que bien pronto quizá habremos franqueado una etapa importante en la lenta evolución del trabajo hacia la felicidad y del homfraternidad sobre bre hacia la humanidad. » De manera que esas ideas están en el ambiente, y todos encontraron muy natural que Jaurés hablara de organizar una sociedad menos imperfecta. Pero lo que tiene interés para nosotros, es la influencia que las ideas reformadoras han ejercido, según Jaurés, sobre el arte y la que ejercerán en el futuro. Todos los que anahzan y se defienden de la tradición que nos hace ser con- tinuadores de otras vidas, están de acuerdo en dirigir una su actividad hacia la realización de más ancha y más purgada de en un mundo más abierto y menos eri- existencia errores, zado de egoísmos. Es una aspiración generosa que se ha manifestado en todos los tiempos, y que reaparece ahora modernizada por la ciencia. Pero en las grandes ciudades de hoy han llegado las gentes á un grado tal de confusión en las ideas, se han desmoronado de los muros que detenían á la tal suerte razón en su em- puje de curiosidad, se encuentran todos tan aislados en medio de la vida, que las multitudes ....... '...-.--. _ ..rv«.' MANUEL UGARTE IGO un lado á otro, reclamando un nuevo una nueva creencia ó una nueva menti- corren de ideal, ra, para poder seguir viviendo. Los prejuicios que antes las acorralaban en su ignorancia, han sido barridos por las revoluciones pacíficas. Las almas han quedado aisladas en medio de un campo muy vasto. Guando se dedicaban á derribar supersticiones, tenían un fin. Ahora no tienen ninguno. Poroso piden otras supersticiones. De ahí que en el escenario parisiense surjan Maurice Barres reclamando una ciencia nacional» (vale decir un « con- lazo de compli- cidad que ayude á subir la cuesta), el doctor Papus desenterrando la Magia, los misterios de ó mademoiselle Guesdón refiriendo en malos versos los comentarios del arcángel Gabriel sobre la enfermadad de Rostand. literaria se encuentra así, como La juventud las multitudes : sentada sobre las ruinas de todas los verdades rotas, á la espera de una nueva verdad. Jaurés ha avanzado anoche hacia ofrecido casi la esperanza de Según él, un ella y le ha ideal. Wagner, Víctor Hugo y Puvis de Ghavannes han encontrado en colectivistas la las doctrinas verdadera visión de sus grandes obras. Sin Babeuf, Fourier y Marx no habrían I» 101 EL ARTE NUEVO Y EL SOCIALISMO La leyenda de los siPanteón. La característi- nacido ni Lohengrin, ni glos, ni los frescos del ca de Wagner agrupado al está, según Jaurés, en haber « rededor de una vida individual, toda la orquestación y todos los matices de Puvis de Ghavannes, en « ». La exteriorizar la serenidad de la humanidad reconciliada consi- go misma. » Esa universalidad de concepción de los grandes genios se basa sobre el socialismo. Jaurés estudia la sociedad actual, y en- cuentra que es tan superficial y tan caótica, que es imposible que florezca en ella un arte de armonía y de unidad. Los hombres están demasiado divididos, y hay « humanidades que se destrozan. » Para alcanzar la belleza, es necesario dominar la vida. Las nuevas doctri- nas son las únicas que, en opinión de Jaurés, podrán llamar á humanos. « la belleza á Artistas, dijo todos los seres en un buen movi- miento oratorio, no tengáis miedo de nosotros. Daremos á la vida otros rumbos. La humanidad entera contemplará la naturaleza y crearemos el arte humano. Mientras haya antagonismos, no habremos domado la fuerza. Venid con nosotros, llamaremos ante vuestras obras á toda la humanidad.» Luego habló de Anatole Fran6. >> Vorme que en d'osiev la ^:>? MANUEL UGARTE 102 ce, -tV el Mannequin socialista, porque con du Mail y ha hecho obra delicadeza de su frase supo descubrir las « raíces de la mentira, y detener en ellas la savia. » En cuanto á Emile Zola, también es un parecía un río lento y calmoso, y que de pronto chocó contra una iniquidad y se rebelde que « alzó en maguííicos espumarajos de cólera. » La palabra de Jaurés ha resonado muy oportunamente, en estos momentos en que la juven- tud literaria de todos los países está desorienta- da é indecisa, ante es el prólogo Solicitada á el comienzo de un siglo que brumoso de algo insospechable. la vez por absolutismo y la el anarquía, vacila entre dos radicalismos extre- mos, que la atraen, aquí con la quimera de una restauración monárquica, y allá con los peligros de la íiebre demoledora. Las dos tendencias están representadas primera por Charles columnas un año Maurras que, desde del Soleil, está explicando desde las hace La segunda por RevueBlanche y en las bellezas del trono. Fierre Quillard, que en la sus en Francia. La discursos no cesa de hablar de la libertad absoluta y de iremos. » a los caminos rojos por donde Los equilibrados que están bien á ca- EL ARTE NUEVO V EL SOCIALISMO encuentran que los dos bailo sobre su razón, extremos son engañosos. á 103 No porque cedan es un sentimiento de cobardía, que les empuja á guardar la neutralidad hasta que los aconte- cimientos se decidan en un sentido ó en otro; sino porque entienden que el grito estentóreo es casi siempre falso y antiartístico. incertidumbre, sólida futuras, en esa espera de una verdad aguardan grandes caravanas de soña- Jaurés posee el filosofía. arte extraño cosas que escapan á los demás. de percibir las Ha la inquietud de los espíritus y la para apoderarse de ellos que en esa que pueda servir de base para sus vidas dores á la puerta de la lo Y él cree justo. un que había en guiente declaración: ha calmado, y encaminarlos hacia está decir que la De más conferencia ha tenido las artistas adivinado « éxito enorme. Todos la sala firmaron la si- Los artistas, escritores, pintores, escultores, músicos, libertándose arte estéril y frivolo, quieren inspirarse del desde ahora en la epopeya luminosa y confusa que empuja á los hombres hacia una suerte mejor, y prometen esforzarse en sus obras por acelerar el advenimiento de la vida libre y armoniosa de la sociedad comunista, en la que el arte se ,-^T;?ssr ,JJ.^ MANUEL UGARTB 104 jsparcerá sobre el Y mundo como un goce puro.» á la salida, cuando se apagaron las luces, íaurés se alejó, jrupo de ibrigo simplemente, á pie, entre un compañeros, mal abotonado en su de campesino, con su cara tosca, sus y en los ojos, sólo en los denuncia de que era el primer orador nodales burdos, ijos, le la Francia. .l'j^^^SGmtJLÍ' LA POLÍTICA FRANCESA Según el deseo general, la Exposición debió ser una tregua durante la cual descansarían los partidos, los hombres, las pasiones reses. y los inte- Todos estaban de acuerdo para aplazar la solución de las dificultades políticas, hasta después de terminada la gran fiesta del trabajo. Era necesario, según decían unos y otros, conservar una actitud digna ante los extranjeros que inundarían la ciudad durante seis me- para hacerles ver que las divisiones y los antagonismos son superficiales y que, á pesar ses, de cuanto ha ocurrido, todos ben ciudadanos sa- los fraternizar en el oasis de un graciadamente, no ha podido ser triunfo. así. ciencias, los rencores mal refrenados obsesión de un debate funesto Des- Las impa- y la eterna han empujado ',"??>. 107 LA POLÍTICA FRANCESA •*. grandes sacudidas y causas muy profundas. El debate empeñado pone en juego principios Al rededor del asunto Dreyfus, se ha, planteado todo el problema de las sociedades vitales. modernas. sino la No se organización de lumen de ideas de abriera el sado. discute un caso treinta siglos. debate del porvenir y Y no ha particular, las sociedades, habido idea, y el vo- Parece que se el juicio del doctrina pa- ó senti- miento que no haya sido puesto en juego á lo largo de esta formidable conmoción moral que ha desnudado tantas llagas. Pocas veces se da el caso de que la política interna de un país sea el teatro en que se discuten intereses comunes á todos los pueblos. Puede decirse que desde 1789 no se había presentado esta circunstancia rara, que trans- forma á una nación en Cámara de diputados mundo. La política francesa de hoy tiene, además de esa curiosa universalidad, un mar- del cado carácter de debate filosófico. Quizá por esa razón interesa á todos los pueblos. Sobre todo en Una que el momento actual, que es decisivo. ojeada rápida basta para dominarla; porel asunto Dreyfus ha tenido la virtud de simphficarla, haciendo desaparecer los matices. ..r MANUEL UGARTE 108 y dividiendo á los hombres, según su temperamento y el grado de perfección moral que han alcanzado, en dos inmensos grupos irreconciliables. El ministerio actual representa una coalición los s(;cialistas y un grupo conde republicanos moderados. Es un de los radicalee, siderable Gobierno de Extreme Gauche y de batalla. Hasta ahora, los ministerios se habían apo- yado casi siempre sobre el sobre la parte de la centro « Cámara que » , es decir, profesa ideas conservadoras. Los monárquicos habían entra- do indirectamente en algunas combinaciones, apoyo de M. Méline, republicano con el cal. Pero el partido extremo cleri- se había visto ex- cluido de todas. Esta brusca orientación de la pohtica gubernamental hacia el núcleo que en- '^4 ;i una consecuencia de ese asunto Dreyfus que ha realizado una revolución tan considerable en las ideas. Es la vejecía en la oposición, ha sido primera vez que los socialistas tienen represení tación en un ministerio. Y, dado el papel pre- | ponderante que M. Millerand ha desempeñado hasta ahora, el acontecimiento reviste una im- portancia capital. Los nacionalistas, que bajo el manto de un II LA POLÍTICA FRANCESA muy 109 persiguen una resuhan encontrado extraordinario que tantos ideales antagónicos hayan podido fundirse y solidificarse en un Gobierno. Olvidan que se trata de un ministerio de coalipatriotismo exaltado rrección de la dictadura, ción y de defensa republicana. El hecho de que jefe el del Gabinete sea un moderado, como M. Waldeck-Rousseau, el secretario de finanzas un radical, como M. Gaillaux, y el ministro de Comercio un socialista, como M. Mille- rand, no prueba falta de homogeneidad ni dis- paridad de propósitos. Cada uno ha sacrificado un poco de su doctrina, con el fin de unirse á los demás y presentar una valla infranqueable álos reaccionarios. No se han puesto de acuerdo para construir, sino para defender el edificio en construcción. El presidente de la repúbhca, M. Loubet, ha tenido que pasar también por muchas tribuía- dones. Los partidarios de la calumniado con tesón, como dictadura si le han abrigaran la esperanza de hacerle ceder y desaparecer de la escena, á fuerza de afrentarle con falsas acusaciones. Pero M. Loubet, bajo su sonrisa afable y su modestia, esconde una energía poco común. Los ataques no han conseguido quebran7 .^-/^~.* . . ---. "'^•,-T! lio MANUEL UGARTE tar SU voluntad. Tiene conciencia de su respon sabilidad en el gran momento prepara, y no se permite la histórico menor ) ;-'í^,F>yi*l que se flaqueza. Su actitud irreprochabb le ha granjeado ya muchas simpatías. Y hasta en la Cámara de diputados, donde en los comienzos halló las peores resistencias, ha conseguido neutrahzar hoy muchos odios. Los últimos escrutinios no han podido ser más favorables para el Gobierno. tumultuosa del 22 de Mayo 1 la En ;P f i'^. la sesión oposición sólo reunió 226 votos, sobre 497. El grupo que apo- yaba al ministerio osciló una mayoría de 50 votos. entre 270 y Según un 280. diario Es in- dependiente, las cifras se descompusieron en la m. siguiente forma: Ministeriales: 43 republicanos, 128 radicales, 50 radicales socialistas, 50 socialistas: Oposición : dicales antisemitas, nárquicos : total, Nada más total, 271 96 republicanos moderados, 9 ra50 nacionalistas, 71 mo- 226. elocuente, para desenmascarar el carácter de la lucha actual, que el análisis y la la mayoría y Los que se obstinan en negar que descomposición de 1 1900. ^ 3 la minoría. la repúbhca s LA POLÍTICA FftANCESA está 111 amenazada, tropiezan con un desmentido ante la coalición de todas las fuerzas reaccionarias, unidas en un deseo común de ensayar otro régimen. Los amigos del ministerio, á pesar de la di- versidad de doctrinas y de programa, forman un conjunto homogéneo. Los opositores, á pesar de perseguir fines contradictorios, también un núcleo unido. Son dos partidos perfectamente delineados. Estos persiguen una organización menos amplia y más inclinada á los privilegios aquéllos desean una república más libre y más abierta. Los unos pugnan por realizan ; avanzar, los otros por retroceder. Si dentro de cada partido todos no están de acuerdo para dónde empujarán su ideal, y en qué zona ó matiz de la doctrina detendrán su esfuerzo, lo están para marchar juntos hacia el mismo rumbo. Eso hace la cohesión de ambos decir hasta bandos. Todas giles, las porque mente, el mayorías parlamentarias son los frá- diputados obedecen, general- vaivén de las caídas del ministerio; pero esta vez; parece haberse formado sólido, capaz de resistir seriamente. de una defección imprevista, el un bloque A menos Gobierno actual -Xví- MANUEL ÜGARTE 112 tiene vida asegurada hasta después de ciones. Sin MM. embargo, las elec- Méline, Ribot y Me- sureur, que poseen, entre otros talentos, el de más de una batalla y le En los entretelónos Parlamento hay siempre un ministerio pre- la intriga, le librarán tenderán del más de un lazo. parado para suplantar Esta vez se habla de que, unidos á MM. al que está en MM. Dupuy y clericalismo, Pero los muy poder. Barthou, Ribot y Mésureur, forma- una combinación moderada con rían el ribetes de agradable álos monárquicos. verdaderos republicanos conocen sus intereses y saben que están amenazados por el « mo nacionalismo » » que, como el « boulangis- de que desciende, sólo es una hipocresía del espíritu reaccionario. El triunfo de esta ten- dencia en las últimas elecciones municipales de hondamente á los partidarepública. En uno de esos cambios París, ha preocupado rios de la -'1 bruscos á que ya nos tiene acostumbrados esta ciudad impresionable, París ha desertado sus ideas de ayer, para caer en brazos de los partidarios de la dictadura. Los republicanos, que ven en estas simples elecciones municipales un síntoma de las legislativas y que comprenden las instituciones están en peligro, han re- WÍ que li 113 LA POLÍTICA FRANCESA suelto combatir medios. los yo de De al « nacionalismo ahí que » por todos hayan buscado los diputados del partido régimen actual, puesto que apo- extremo, quie- nes, por su parte, tienen interés en el el él 1; | mantener les permite una propaganda y una libertad de acción que nunca pudieron soñar bajo el absolutismo de una monarquía. Y en esta unión de los republi- -; k~ ; canos con los socialistas está la fuerza del ministerio actual. Los primeros se han visto obligados á hacer grandes concesiones á sus aliados, votando leyes de protección obrera, que habrían combatido en otras circunstancias ; pero, en cambio, los segundos han renunciado momentáneamen- te á su empuje guerrero, para apoyar á la re- pública que los prohija. Esta inesperada cordialidad de relaciones entre los republicanos ciedad colectivista, y los partidarios de la soha alarmado al grupo de republicanos moderados. Estos se niegan á ver una amenaza en contra la el el «nacionalismo », .¿: peligro revolucionario, aconsejando unión de todos los conservadores. sido la bandera que se ministerio. y claman Esa ha ha levantado contra Los moderados creen que el el pasaje- i ^^F;. T' MANUEL UGARTB 114 ro apoyo que los revolucionarios prestan á la república, sólo beneficia á los revolucionarios, que la alianza sólo ha sido una y para ins- treta dentro de la fortaleza que atacaban y apoderarse de ella pacíficamente. talarse Los que asisten á constatan que el la política desde lejos, partido republicano, dividido i y diezmado, se encuentra entre dos fuegos. Combatido aquí por el « nacionalismo » y la reacción, parece destinado á caer bajo el y amepor los socialistas revolucionarios, puje de una restauración monárquica nazado allá em- parece destinado á disolverse en el ; comunismo. La lucha actual sólo ha hecho daño á la república. Es un axioma que las grandes agitaciones benefician á los partidos extremos. Los espíritus se idea. enervan y llegan Todas liatorias cha acrece, la paroxismo de la y conci- parecen híbridas. Se tiene la borrache- ra de los grandes gestos. de al las soluciones razonables las gentes, acción, A medida que ganadas por van retirándose del el centro para replegarse á los extremos, donde la batalla ne rasgos bien definidos. dan entre los fectiblemente. Y los lu- la vértigo tie- pocos que que- dos bandos, son aplastados inde- No sería difícil que, á pesar do L lí 115 LA POLÍTICA FRANCESA las sólidas raíces que han echado en Francia las instituciones republicanas, se vieran su durante algún tiempo, plantadas, por otras formas de gobierno que han cobrado prestigie á favor de la confusión reinante. Un demócrata alemán escribía días pasados, en un diario de Berlín, que sólo ha sido el asunto Dreyíus pretexto del gigantesco debate el que se ha empeñado. Según él, sólo se trata de un caso particular que desató una batalla preparada desde ha tiempo. Esta explicación es perfectamente lógica y verosímil. Los intereses que se discuten en el fondo del asunto Dreyfus son casi siempre completamenta ajenos personal. La enseñanza laica, caso al la substilución del ejército por milicias nacionales, la judicial, el internacionalismo, la reforma masonería, la confiscación de los bienes de las Congregaciones, ó y tantas otras cosas se persiguen poco enlace con pitán. que hoy se acaloradamente, el combaten tienen muy proceso del desgraciado ca- Son ideas generales, programas de lu- cha, aspiraciones ó represalias que hervían con mucha dando el anterioridad al asunto Dreyfus, aguarel instante de manifestarse. Y país esté « en descomposición », no es que como afir- MANUIÍL UGARTE li6 man los anglo-sajones, deseosos de asistir á la agonía del gigante que le cierra el paso, sino que está en evolución. Del esfuerzo intelectual ha surgido una mentalidad más de medio siglo, abierta y más avanzada, que busca en la vida real. cosas, tiene Y aplicación esa concepción nueva de las que vencer la resistencia de los re- zagados. Las convicciones ipapel juegan un gran religiosas en esta lucha. Ayer, en Cámara, M. Rabier exhumó de Jules Ferry, según miembros de las la sesión el viejo de la proyecto cual se prohibe á los el Congregaciones religiosas abrir colegios y tener participación en la en- señanza. ción es La emoción causada por muy explicable, actualmente más de la si esta proposi- atiende se mitad de á que los niños fran- ceses estudian en los Liceos religiosos. El abate Gayraud, diputado, contestó con otro proyecto de ley, inmediatamente que declara incapaz de dirigir una escuela pública ó privada á todo individuo afiliado á la masonería. Estos incidentes bastan para dar una idea de la violencia de las pasiones. Sería aventurado prejuzgar el resultado del litigio. Hay causas que pueden precipitarlo en <\> LA POLÍTICA FRANCESA un sentido ó en otro. Aunque el 117 peligro de una guerra extranjera parece haber sido conjurado, después de los últimos sucesos de África, no es posible desechar radicalmente esa posibilidad, porque diplomacia es traviesa y se sirve á la menudo de lo imprevisto. Pero, aparte de esa lejana suposición, del seno mismo del país pue- den surgir factores desconocidos. El carácter francés es tan entusiasta y tan acalorado, que ninguna veleidad Derouléde, suya puede asombrarnos. empujando revuelta en el patio de da de la fiebre al un general Roget á la cuartel, dio la que devora al país. No medi- sería de extrañar que un general menos prudente ó un aventurero más afortunado realizaran lo que abortó entonces. Y, una vez disparado el pri- mer tiro, nadie puede prever cuando se dispa- raría el último; porque las contra-revoluciones se hacen más fácilmente que las revoluciones, según dice un proverbio tan antiguo como juicioso. Pero es de creer que todo alcanzará una feliz solución y que, después de resuelto definitivamente el asunto Dreyfus, la Francia reanu- dará con mayor vigor su gran obra civilizadora. La humanidad tiene los ojos fijos ella. 7. sobre ^^ cf I- ~-\ fí ^ EL ESCULTOR RODIN La querella de Falguiére con Rodin terminó trágicamente hace algunos meses, con la muerte del primero. No falta quien insinúe que la desesperación de no poder alzarse á la altura de su teza rival, que determinó en Falguiére le llevó á la tumba. Sea Rodin ha quedado dueño del sición particular de sus obras lo la tris- que fuere, campo, y la Expoen ese maravillo- so pabellón de la plaza de l'Alma, le ha consa- grado, definitivamente, rey de París. Por ©tra nunca pudo disputarle Falguiére el primer puesto. Eran dos artistas de índole muy parte, diversa. Terreno el método; divino uno y atado el otro y al y prejuicios, Falguiére era demia, muy correcto y á la tradición y libertado de reglas un muy escultor de aca- apreciable, y Ro- .'.' ^^'^^p^^ - ' '-• -^- '- - - '1 "'•»';<':'^\'-;~ . : V T'w-'p-'í MANUEL UGARTE 120 din es un poseído que rompe con todas las im- posiciones de la mediocridad y echa á correr, por los campos del arte. Nadie pudo inun paralelo entre ambos. Los que, ofuscados por el empuje de Rodin, pretendieron oponerle el nombre de Falguiére, resbalaron solo, tentar en un error lamentable, porque acercarlos era el mejor medio de confirmar la jerarquía. El clamoreo de discusiones que se ha levantado al rededor de Rodin, ha tenido en Buenos Aires un eco reciente, á propósito de la estatua Y de Sarmiento. bandos han por se puede alcanzar con que ambos el calor sostenido sus respectivas tesis, una idea de las resistencias entusiasmos que despierta el escultor y amigo de Verlaine. Nosotros no aventuramos opinión. No hay nada universalmente hermo- los so. Bello es todo ideal. Pero como no tiene el mismo lo que se ajusta á nuestro los hombres ideal, es imposible que una la totalidad de obra sea bella para todos. De ahí que debamos escuchar las diferentes opiniones con sonrisa cortés. La duda de certidumbres individuales. y misma Y es necesario como en tantos otros, crítica se reconcilian y se funden confesar que, en este caso el aplauso la universal está hecha \íi EL ESCULTOR RODIN en un mismo homenaje se discute á los 121 al escultor, porque sólo que deben dejar huella. La Exposición que se ha abierto en la plaza de l'Alma comprende casi todas las obras de Rodin. Son ciento sesenta que forman Porque estudios, clopedia de la vida. geois de Calais ha lo autor de los Sour- el realizado en la escultura que han hecho en Su obra como la y cinco estatuas ó como una enci- algo así la novela Balzac y Zola. una gran concepción de conjunto, Comedia humana » ó los « RougonMacquart » Se ha apoderado de todas las pasiones, los vicios y las bellezas humanas, y las es « . ha vaciado en un molde personal y desconocido. Después de Miguel Ángel, ningún artista ha á brillado definitiva, xandre, el tanta altura. que según critico del Y la frase Fígaro la labor es tan de Arséne Ale« los escultores de míiñana sólo podrán expresar su admiración y maldecir contra un hombre que no ha dejado nada inexplorado y se lo ha apropiado todo con una voracidad de dios pagano. Los grandes ra, que hacen una revolucomo Garriere en la pintura, letras v Rodin en la escultu- artistas ción en su arte, Mallarmé en » las son discutidos inevitablemente. No es posi- ':í ; ís?^ - una costumbre, romper con descontentos. Pero si «•'^ípi^f?; MANUEL UGARTE 122 ble - i-, • aun son sinceros, reconocen den la iniciativa. más los sin provocar refractarios, el esfuerzo y aplau- La famosa Punrtadel Infier- no, en la que Rodin ha trabajado catorce años de su vida, está destinada á convencer á indecisos. Porque en estas cuestiones de nuevo, sólo nos detiene á el artista dar la veces los arte el exceso. Si consintiera en refrenar su empuje y nota exacta, sin exagerar su tendencia, todos estaríamos de acuerdo. En la Puerta del ha corregido sus defectos y ha puesto toda su sinceridad. Las resistencias que Infierno, P-odin han levantado sus trabajos anteriores, no ten- drían razón de ser esta vez, porque es más equilibrada y más su obra perfecta. Las estatuas de Rodin exigen una educación previa de la vista, nas exigen una como ciertas poesías del oído. ciencias que se reprochan moder- En cuanto alas al defi- autor de Balzao, una rápida excursión en el pasado, para constatar que son comunes á todos los genios. basta Aparte de esos defectos que todos reconocen, las concepciones de Rodin son de una solidez admirable. Casi puede decirse que ha realiza- do una «mitología humana». Se ha lanzado 123 EL ESCULTOR RODIN sobre la vida, como sobre una presa, y exprimido, hasta extraerle jugo más l.i ha secreto. Pasiones, caracteres, fanatismos, aberraciones lo que constituye el hervor del mundo, ha sido simbolizado en piernas nerviosas, manos crispadas, torsos elefantescos, y torpezas, todo fisonomías ansiosas, brazos nudosos y bocas que hablan de sangre y de lujuria, de de ferocidad y de miedo. espanto y la angustia de los almas roí- bestiales, dolor y de gracia, Todo el das y precipitadas al abismo, se alza en una tromba de llantos, de amenazas y de alaridos. Los héroes, los criminales, las cortesanas, los enamorados y poetas, los los mártires, gesti- culan ideas y símbolos de juventud ó de abyección, de furor ó de idealismo, de fatiga ó de audacia. Es una concepción dantesca de las lu- chas del hombre contra el atavismo, la ambi- ción, la ignorancia vida á todo y el límite. Rodin ha dado un mundo rudimentario y confuso que bulle en casi. Y tiene las conciencias. el Lo ha descubierto mérito supremo de haberlo hecho suyo, imponiéndole el sello de su tem- peramento personal. Pero es indiscutible que las opiniones son compuestas. ' ''.«»1- MANUEL UGARTE 124 Una primera impresión nos dice En la con mundo rudimentario, que gesti: fusión de ese cula en la obra de Rodín como en un Sabbat, aparecen inacabados y truncos. Falta serenidad, que es el pedestal del arte. Allí los seres la lodo se atrepella en como que un si el desequilibrio evidente. empeña en autor se de dramas pesadilla, viento de tempestad barriese Hay un llanos. un galope de realizar Se los diría un amasijo noruegos, cuentos de Poe y leyen- das bíblicas, que sólo se reclaman de la natu- y que raleza, se confunden y se anulan en un panteísmo de manicomio. También es evidente que, á través de ese velo de impresiones y va- guedades, que hacen leyenda con la vida y dan á las cosas un adorable aspecto de misterio, los hombres y nadas por las pasiones cierta aureola parecen ilumi- de Olimpo. No respetado la exactitud plástica y moral. se ha Los modelos sólo han servido de excusa para matey expresar ideas fugicada paso se choca con una inverosi- rializar seres imposibles tivas. A militud hiriente. Pero se adivina que el autor no ha pretendido hacer ma épico más allá de de lo la vida. la historia, sino el poe- Su temperamento va verdadero, y escala lo probable. " "''í i25 EL ESCULTOR RODIN No constata, inexplorado y supone. Es el pleno poeta de lo desequilibrado del ensueño. el Una segunda impresión rectifica: La ima- ginación cree ver en las obras de Rodin éstas no tienen. Es natural que, si lo que miramos las con ojos de soñador, reflejen nuestro ensueño. En realidad, no tienen cara. des, indecisiones prender la buena y Son excentricida- tentativas. Tratan de sor- fe del público ; pero como no es posible confundir lo obscuro con lo profundo, ni lo vago con lo infinito, sólo mar un neo-gongorismo de consiguen afir- la escultura. Nadie puede hallar belleza en esos cuerpos torturados por una mano voluntariosa que les impone ac- y sobrenaturales. El taller de Rodin da la idea de un bosque después de un huracán. Todo parece derribado, retorcido titudes imposibles y arrancado de raíz. Los elementos desencadenados han destruido la armonía de las líneas, y sólo queda la belleza negativa del desastre. La ampulosidad de que el autor hace alarde en todas sus obras, tiene algo de la frase de Cas- Se podría decir que Rodin un meridional de Tarascón. Afecta un des- telar: los adjetivos. es habillé que ha estudiado largo tiempo ante el espejo. No es precisamente un épateur, pero vír^.jTgSii^j^^ MANUEL UGARTE 126 (;asi puede asegurarse que no es sincero. ¿Qué monstruosa obsesión las ocasiones el Unos evitar todas de parecer natural? Sin embargo, público se obras. empuja á le impresionado ante siente sus dejan arrebatar por un entu- se siasmo irreflexivo, otros se ven rechazados por una aversión legítima, pero nadie pasa indife- rente ante esos muñecos deformes. Es más; ciudad intelectual prensa artística falta para que se agota en polémicas, el Los que Víctor Hugo. un sport de desocupados. alimentan y las enconan han velos cuatro puntos cardinales de la las nido de No zado en Hernán i de reconocer que estas luchas no son una fantasía de snobs, ni vida. y poco Balzac de Rodin provoque el un motín, como Hay que se la divide en partidos, la la tusiasmo. haber fraterni- se conocían antes de misma excomunión Y ó el mismo en- sería curioso saber por qué razón tan abominables estatuas han provocado tanta agitación entre los hombres. Una tercera impresión se interpone y añade: Se ha dicho que cuando la ociosidad la despierta. la discordia Los duerme, espíritus necesi- taban un nuevo pretexto paro desgarrarse, y han inventado el caso Rodin. Es una querella 127 EL ESCULTOR BODIN inútil. Toda tentativa de arte puede ser pretada en un sentido ó en otro. preciso que el simbolismo oculto de El Quijote y la Divina Comedia son plo. inter- Nada más im- una obra. un ejem- Y nada más vago que la forma y los proCada cual puede defender su conpersonal ó reflexa, con la misma se- cedimientos. vicción, guridad de no ser vencido nunca por su En cuestiones tan latas, la polémica es rival. un duelo á sable á veinte pasos. Cada uno ve las cosas según su educación, sus preferencias y sus pasiones. Cuanto más altas sean las montañas de mayor papel emborronado, será el desacuerdo. Sólo la indecisión es contemporánea es postuma. Quizá ; la verdad Rodin es un reformador de un aventurero del arte. caso durante un siglo. Por la escultura; quizá es Dejemos madurar ahora, no caben el más que suposiciones. Pero una cuarta impresión se insurrecciona y exclama Casi puede afirmarse que la ausende opinión es una cobardía del espíritu. La : cia razón no se mantiene neutra por po entre dos posibilidades. Es de la tido mucho tiem- muy difícil salir Exposición Rodín sin haber tomado par- en pro ó en contra, k veces, cuando el transeúnte entra con la idea preconcebida de MANUEL UGARTE 128 no dejarse arrebatar por una opinión precipi- cedeá un instante de perplejidad. Sin embargo, la preferencia se dibuja en seguida. Es imposible defenderse, á menos de ser de mártada, mol, como las estatuas. Pero una vez adquirida la convicción personal, clasificado el carácter adoptada la escarapela, lo es respetar las certidumbres contrarias. mos á cada y más recomendable Deje- cual la responsabilidad de su juicio y apliquémonos á verificar el nuestro. Sólo el estudio y el análisis pueden proporcionarnos la felicidad libertadora pio error las y de constatar nuestro pro- corregirlo. doctrinas Los juicios opuestos y no impedirán que contrarias, Rodin siga modelando sus héroes de barro, sin saber su horóscopo, con la esperanza y el miedo de una posteridad indescifrable. TEATRO cívico En una la Maison du Peuple, impasse Pers, en sala estrecha, embadurnada de gris, tuvo lugar hace algunos días una fiesta inolvidable. El soplo misterioso que empuja á los intelectuales hacia la democracia, sigue desbaratando todas las prevenciones y dirigiendo la vida á su eapicho. Los hombres de ciencia fueron los pri- meros en bajar al llano para ofrecer á las ma- sas el fruto acumulado de sus estudios y fundar Universidades Populares, que prosperan. Ahora son los escritores. Y en este lazo estrecho de solidaridad entre porciones de nación que antes se ignoraban, hay una gran promesa de por- venir. El « Teatro Cívico v se ha improvisado casi. Algunos espíritus avanzados concibieron la idea "^"ÍEs!^-' MANUEL UGARTE 130 de alzar una escena libre, gratuita que pasearía por todos y rebelde, bandera los barrios la dando representacio- roja de su independencia, nes de arte, á las que sería invitado ese pueblo que, « según el autor de Les Maavais Bergers, también tiene derecho á la belleza. » blema fué resuelto en pocas semanas. hace esperar que La Y todo de la primera repre- el éxito sentación persistirá hasta El pro- el triunfo definitivo. sala estaba atestada de obreros y estu- Las blusas azules y las corbatas negras fraternizaban entre el humo. Aquí y allá resdiantes. plandecía la mancha de colores vivos de un sombrero de mujer. Las gentes se oprimían unas contra las otras, cultaba la respiración. y un De las calor de horno difi- los pilares y las corhombres que se hapara ver. » Por los tragalu- nisas pendían racimos de bían encaramado « empinaban haces de cabezas curiosas. No quedaba un centímetro libre. Y de la multitud amontonada en tan pequeño espacio se levantaba un rumor sordo y confuso, ces del techo que espoleaba \)os se la fingiendo gru- imaginación, desgreñados que corrían en Alfred Edwards, director la noche. de Le Soir, que presidía la reunión, dijo que ningún rey ó em- TEATRO CÍVICO 131 mundo habría podido pagarse una porque hay semejante. Y no exageraba perador del fiesta ; concursos que no concierto, en el la Opera, el tienen precio. que Después del tomaron parte artistas de Gymnase y el teatro Antoine, hubo conferencia del poeta Laurent Tailhade y, una como una pieza en un acto de Octave en la que el autor repreLÉpidémie, Mirbeau, clou, sentó el papel principal, y Paul Luis Garnier, Sauvage y darios. Es otros escritores jóvenes, los secunla primera vez que asistimos al es- tido un gran escritor glorioso, converen actor ante un público mezclado y en una sala infecta, pectáculo de con el solo fin de divertir al pueblo, hacerle partícipe de su talento y frater- un mismo nizar con él en Nada iguala la escalofrío de arte. grandeza de ese gesto. Cada cual dio esa noche á los desgraciados lo que tenía, y lo dio sin interés, con renunciamiento generoso. Laurent Tailhade hizo una conferen- y agresiva, llena de delicadezas, epigramas y dicterios, que le consagraron rey de cia docta la ironía, ante una sala en delirio. Garrére- Xanrof, la etoile de la Opera, vestida de gala como para una talento fiesta de duquesas, ofreció su y su hermosura, su espíritu y sus en- -3SF"- MANUEL UGARTE 132 cantos de mujer, con más comedimiento y más entusiasmo que á su público habitual de manos enguantadas. El compositor Lucien de Flagny ejecutó preludios y barcarolas con sobriedad y ligereza, dando á las notas mayor alcance que de costumbre, para hacerlas penetrar en ma confusa de la multitud. Todos los desfilaron por la escena con el el al- artistas mismo ancho de sembradores, que dejan caer gesto la si- miente sobre tierras nuevas. Cada uno puso su empeño en hacer valer las sensaciones de arte, y en hacer brillar la belleza ante aquella masa atónita, que asistía á la representación como al nacimiento de un mundo que se abría brusca- mente y se ensanchaba, dejando ver horizontes rosados y mares cristalinos. Aquello era una revelación para la mayoría. Esas pobres gentes sólo conocían el teatro barato de suburbio, don- de se representan esas horribles tragedias verosímiles y salvajes, que los dramas criollos que son en Francia inlo en América. La transi- ción fué brusca, y provocó un estupor pasajero. Pero todos se repusieron muy pronto, y estalló el aplauso delirante. Muchos se han aplicado á hacer notar la inla mala literatura fluencia embrutecedora que TEATRO CÍVICO 133 ejerce sobre el pueblo. Los fabricantes de dra- mas ó novelas populares explotan los senti- mientos bajos, sanguinarios y egoístas que la ignorancia cultiva en la multitud. Para ellos todo se reduce á alcanzar éxito. gunta que nadie contestaba : Y había una pre- ¿ Por qué no subs- más benéfica y reque depure, dulcifique, corrija y empuje á los hombres hacia el perfeccionatituir esa literatura por otra, dentora, que están ensayando Mirbeau, Quillard, Tailhade, Bouchor y tantos otros, al trocar los muñecos criminales y fanáticos del miento? Es teatro lo de suburbio, por los hombres sanos, hermosos y bien intencionados que admiramos en el « Teatro Cívico. » fuertes, El egoísmo de una minoría, ha negado al pueblo durante largos siglos todos los goces in- telectuales. Los menos tranquilizaban su con- ciencia fingiendo creer en la absurda inferiori- dad de los más. Poco á poco, ensanchado y vulgarizado, en el progreso ha cierta manera y á pesar de todos, los conocimientos adquiridos. Las bibliotecas no son ya monopolio de deter- minadas clases sociales, sino propiedad públi- ca. Pero, aunque sensiblemente á el la empuje que nos igualdad, lleva in- ha suavizado " .'««ÍTlf MANUEL UGARTE i3i muchas número de asperezas, gran satisfaccio- nes del espíritu continúan siendo inaccesibles El teatro, á las clases laboriosas. antes que ninguna. Las grandes compañías, que representan los buenos dramas, tienen gastos enormes que las obligan á imponer precios elevadísimos, y el pueblo se ve en la necesidad de refugiarse espíritu, de arrabal, donde pervierte su ya sea con la pornografía, que es el imán de ciertas escenas, en los teatrillos ya con la injusticia triunfante que es el espíritu de todas. Nadie se atreve á sostener hoy la incapacidad del bre sin instrucción para Todas concebir las literaturas están cirnos que se puede ser hom- la belleza. de acuerdo para de- un poeta considerable, sin saber leer ni escribir. Y es inaudito que, siendo todos los hombres accesibles al arte, que es la manifestación esté la denada á vejetar en la más alta del ser humano, inmensa mayoría alejada de la sombra. él y conmedida que Á verdad va abriéndose paso en los espíritus, todos estos problemas se precisan y se levantan ante nosotros como interrogaciones imperiosas. Sólo la razón, dumbre y el renunciamiento, la tolerancia, pueden la manse- resolverlos. cada tentativa hay una corona de laurel. En r EL ESTRENO DE L'AIGLON « Desde hacía largos meses lizaban en indiscreción, apuntando opiniones » los periódicos riva- adelantando haciendo y datos, humareda á propósito de la nueva obra del autor de Cyra- no de Bergerac. Lucien Muhlfeld la había dedicado un artículo Jean Lorrain la de fina ironía potiniére; admiraba de antemano Jules ; aplaudía antes de haberla oído, y Rochefort y Jaurés encontraban el medio de deslizar el nombre de Rostand entre dos proGlaretie la gramas de gobierno. París ardía en deseos de conocer y apreciar, al ñn, ese Aiglon Sarah Bernhardt preparaba con tanto á cuyos ensayos era imposible dio el caso de asistir. que sigilo, Jamás y se que un drama desconocido des- pertase tanto interés. En los últimos días, cuan- .f 136 MANUEL ÜGARTE do ya algunas indiscreciones habían forzado la puerta del misterio, abundaban las gentes que recitaban versos sueltos y hasta escenas ente ras de la pieza famosa. Tal era la exagerada ad- miración que precedía drama, que algunos al comenzaron á temer que éste resultase inferior á lo que las gentes habían imaginado. Cierto es que después tand es el grafías se enorme de Cyrano, Ros- venden en todas partes, los reporters sus frases corren de boca en boca, le asedian, las del éxito autor dramático á la moda. Sus foto- mujeres levantan altares y la celebridad le De manera que el anuncio de una obra suya era un verdadero acontecimiento. El asunto mismo del drama le hace dueño de París. aumentábala curiosidad de todos. Se sabía que UAiglon ponía en escena al duque de Reichstadt. Se murmuraba que el autor de la Samaritaine traía una nueva concepción del rey de Roma, á quien había transformado de raquítico y apagado prisionero sin energías, en conti- nuador de la obra de su padre, dotado, como él, Se decían maravillas manera cómo Sarah había compuesto del genio de la Victoria. sobre la su personaje. Y todo esto calentado, removido y bordado en conversaciones, interviews y eró- EL ESTRENO DE nicas, era « suficiente paro 137 l'aIGLON » preparar éxito el franco, entusiasta, enorme, que todos se hacen un placer en constatar hoy. LAiglon ha sido un triunfo. La sala estaba llena antes de que se levantara el telón. Todo cuanto París tiene de notable, se amontonaba en ella. Los palcos y la platea resplandecían de celebridades. Entre los bres públicos : hom- Casimir Périer, León Burgeois, Luis Barthou, PierreBaudin, Leygues... Entre los escritores : Her- Victorien Sardou, Halévy, Le- vieu, Vandal, Houssaye, Anatole Franco, maitre, y todo el armorial del talento francés. Y luego las mujeres hermosas, la condesa de Haussonville, la condesa de Luygnes, la duque- sa de Roban, la princesa de Murat... Y por fin, anónimos, las elegancias vacías. Podía de- los cirse, parodiando la frase célebre, que Sarah un parterre de prínciRoche fort, con su señora, iba á representar ante pes. En un muy serio, palco. muy blanco, indiferente á la sala, devorando bombones. Más lejos, Catulle Mon- des, con su cara de Cristo (es el único Cristo que ha quedado en París, después de te de Daudet), tos el Catulle de boüdoir y de Mondes de la muer- los cuen- los versos á la Banville. 8. MANUEL UGARTE 138 Aquí Reinach, muy agasajado, con su cara ne- tamente judía, subrayada para la circunstancia,; seguro, convencido de tener frío, el cetro de la Allá Abel Hermant, de una elegancia política. inaudita, inverosímil, con posturas de incroyable, entre dos damas. La sala es un museo de glorias contemporáneas. donde r.oire Mirbeau Ala derecha, afila sus crónicas; á la izquierda, neral Zurlinden. Y la baig- epigramas para el sillón del ge- en esa atmósfera familiar de gentes que están acostumbradas á verse to- dos los días, pasaba un gran soplo de ansiedad. Los asistido al críticos y los privilegiados habían ensayo general de la noche anterior, pero todos aguardaban la representación para fijar un juicio definitivo y consagrar el éxito. rumores inverosími- En los pasillos corrían mil les, lanzados por alarmistas mal intencionados. Quién afirmaba que Rostand acababa de sentirse enfermo y que le habían llevado en rruaje. Quién declaraba que uno de un ca- los artistas, encargado de un papel secundario, había te- nido una diferencia con Sarah, y se negaba á salir á la escena. Los habitúes mieres : los se encogían de mismo en las preprofesionales del potin queman sus hombros. Siempre ocurre lo : EL ESTRENO DE Últimos « Ninguna ocasión cartuchos. que para charlotear suposiciones, presentan los pasillos, con los previstos, los roces obligados universal que en En y la mejor que les encuentros imla familiaridad ellos reina. ardíala expectativa. la sala 139 l'aIGLON » De tiempo en tiempo se abría la puerta de un palco, y una ca- beza conocida emergía del fondo claro. Luego se inauguraba los anteojos una nueva serie de saludos. Y disimulaban ojos curiosos, burlo- nes, tiernos, ávidos... Has la que se levantó el telón. El primer acto es una exposición brillante de los caracteres el duque de Reichstadt, encerrado como un león en una jaula de prohibiciones, agoniza una vida de ambiciones sofocadas. El esfuerzo de todos, en la corte de Austria, tiende á hacerle morder el placer, con lla la esperanza de que aque- constitución enfermiza se arruine hoje. Pero él tiene otras y se des- ambiciones. Quiere ser el continuador de la obra de su padre. el lia enorme salón, estilo imperio, austríaca se ha reunido, sos maravillosos. El donde En la fami- resuenan ver- duque de Reichstadt se levanta, soberbio de ironía. Aunque se le oculta todo lo que su padre hizo, él ha encontrado me- r-'^mW^' MANUEL UGARTE 140 dio de saberlo las noches : — una la historia lescente enfermizo, bailarina le cuenta por de Francia. El pobre ado- de cabellos rubios blanca, se siente hijo del Corso y tez domador de hombres y desea continuar la epopeya. El primer entreacto es un entrevero, un tu- multo de buen tono, donde todos se apresuran á salir para discutir en el íumoir, ó ir á los palcos de los amigos á afirmar una opinión y á recoger la última anécdota. sido excelente. La impresión ha Es un primer acto que promete grandes bellezas para los siguientes. El segundo está todo en una escena subhme de verdad, de entusiasmo. Los profesores del príncipe, siguiendo la consigna de Metternich, le enseñan la historia del primer imperio, sin En 1805, nada de notaduque de Reichtadtse yergue, hablar de Napoleón. ble... Entonces el se agiganta y cuenta él mismo las batallas que su padre ganó. Essling, Ulm, Austerlitz... Es un arranque lírico haber nacido bajo da que la acción de tanto vuelo, que parece la pluma de Hugo. Y á medi- avanza, los grandes versos se multiplican, las bellezas se amontonan, y se em- pieza á sentir el gran beso de la belleza trágica. La lección de táctica, al comienzo déla cual EL ESTRENO DE el duque de Reichstadt que los soldados « 141 l'aIGLON » tiene la sorpresa de madera que de ver sirven para le simular las maniobras, han sido pintados por una mano amiga, que ha borrado austríaco para imponer el francés; táctica, entrecortada por las príncipe con Marmont, y el uniforme la lección de discusiones del finalizada por la ex- plosión sentimental del viejo servidor, del viejo soldado de la guardia, que ha encontrado medio de entrar al servicio del hijo de su dor ; esa lección de táctica, es de un empera- efecto dra- mático inmenso, sólo comparable al de la escena famosa de Ruy Blas. El soldado de la guardia se llama Flambeau, y dice al príncipe el entu- siasmo con que se le espera en Francia. Allá, en el país donde ha nacido, le aguarda un imperio. Las escenas se eslabonan de está tan sabiamente tal suerte, combinado, que y todo el entre- acto no trae transición en la emoción dramática: todo parece continuarse como en la vida. El tercer acto se abre con una del audiencia emperador Francisco. Cada cual tiene una súplica que presentar, un pedido que emperador da satisfacción á todos. de los solicitantes es el hacer. El El último duque de Reichstadt, disfrazado. Pide que se le restituya un campo '] 142 que t^^€^y MANUEL UGARTE le robado. Fl emperador accede. En- fué tonces el disfraz cae y aparece Napoleón II campo que pide es Francia. : el La escena que sigue es toda de una ternura tan humana, tan vivida, arte que parece imposible llevar de conmover. Sin embargo, más lejos el el cuarto acto nos reserva cosas mejores. El verdadero enemigo de los Napoleones, parece ser, en LAiglon, ese pobre ministro Metternich. Poco importa que en la historia las cosas ocurran de otra suerte. El autor dramático tiene el derecho de obrar á su capricho. Metternich aparece en momentos en que el duque de Reichstadt ha arrancado al empera- dor la promesa de permitirle ocupar Francia. el trono de El em- El ministro hace objeciones. perador se convence de que es imposible. Sería desencadenar nuevamente las cena magnífica es la del cjuerras. Otra es- lacayo Flambeau que, para hacer su guardia á las puertas del dormitorio del principo, viste todas su viejo uniforme francés. Y por las noches ün_, el verda- dero clou de la obra: Metternich empujando al príncipe ante el espejo, y alumbrándole con las bujías, para hacerle ver que no tiene nada de Napoleón, que es de raza austríaca, que sus ÉL ESTRENÓ ÚE « l'aIGLON 14^ » cabellos son rubios, que es enfermizo, que su 'f padre ha muerto en \ él, y que sería uno de esos gobernantes fatales á las naciones, porque es un degenerado que acabará en la locura. El espanto del duque es de un gran vigor trágico. Comprende que es cierto, que no es Napoleón, y que está destinado á arrastrar una vida de tor- ~ -^ ambición y no tiene los medios para realizarla. Entonces, en un arreturas, porque tiene bato de demencia, Luego una la rompe el ' espejo y cae. encantadora en los jardi- - nes del palacio. El duque de Reichstadt va á > fiesta entregarse al placer, cuando toda su sangre de triunfador se subleva ante la abdicación de su ¡madre, que cae en brazos de un aventurero que se burla de Napoleón. Los acontecimientos se desencadenan. La conspiración se precipita. en los llanos de Wagramse resuelve todo. Y Hay ahí una verdadera troüvaille de autor dramáti- co. El príncipe, solo, enloquecido por su desti- no, en mitad de la noche, cree oir el rumor sordo de ejércitos que pasan, siente aclamacio- nes y gritos de victoria y revive la epopeya de su padre. El último acto es la muerte. En un sombrío, y entre mujeres que lloran y cuarto le decía- ^ MANUEL UGARTB 144 ran su amor, suspiro, de lo el aguilón deja escapar su último oyendo una canción francesa. Aparte se pueda objetar en cuanto se refie- que re al patrioterismo de la obra y al abuso de panache, es necesario confesar que los autores de esos últimos tiempos no nos tienen acostumbrados á obras de los salones mot la magnitud del Aiglon. snob, donde todo se subordina En al d'esprit^ se hacían, entre dos luces, carica- turas á lo Forain con las palabras, torturando la verdad para dar á Rostand perfiles inverosí- miles y fabulosos que, tan pronto le hacían apa- como un Víctor Hugo curado de romanticismo, y tan pronto como una madame Gottin recer que reeditara su Malvina sobre la escena. La verdad es que Rostand da una nota personal. Su manera de encarar las situaciones tiene algo del autor de los Miserables, porque busca la y sacrifica en ciertas ocasiones verdad á un efecto pero de todas ma- antítesis mucha ; neras y en todos los casos exterioriza una fuerza inmensa, ya sea disponiendo situaciones ó realizando versos. Es imposible al final Rostand de la salió describir el entusiasmo con que, obra, se aclamó á Rostand. y saludó, muy serio, muy Y digno, I;; EL ESTRENO DE sin « l'aIGLON » 145 nada de cabotinage. Fué un hermoso especver á aquel hombre joven, aplaudido táculo por el Tout París que hace reputaciones é im- pone pensamientos al mundo. Todos estaban sa-lí- tisfechos. Aquella noche se había realizado sobre 'i} la escena una gran concepción había sancionado una gloria. del pensamiento trances, artística. Y un Se nuevo rayo una nueva manifesta- ción de su eterna lozanía, iba á afirmarse en todas las capitales y á traducirse á todas las lenguas. LA LEY DE ASOGUGÍONES La ley de asociaciones, prolongado durante cuya discusión se ha más de dos meses en Cámara, ha sido votada al fin, triunfo del ministerio. El señor seau ha obtenido una victoria consagrando la el Waldeck-Rous- difícil, y es justo confesar que ha sabido merecerla. Apenas han bastado todas sus dotes y habilidades de políti- co para vencer las resistencias y doblar la oposición que se le hacía. El debate ha sido un torneo. moso y más sugestivo que esa Nada más herlarga serie de oradores corteses y entusiastas que han desfilado por la tribuna» desplegando elocuencias formidables, que hacían pensar en los primeros tiempos de la Convención delegaron un jefe, Todos los partidos encargado de precisar sus MANUEL UGARTB 148 Unos vistas particulares. trajeron el dogmatis- mo y la noble gravedad de la monarquía, como M. de Mun; otros la austeridad republicana, como M. Brisson; y otros la argumentación y tranquila de los partidos populacomo M. Viviani. Pero todos mantuvieron irrefutable res, la discusión en el terreno estricto de las doc- como trinas, sin soltar rienda á ia pasión, hombres dejar el se si deliberadamente borrasen paso libre á las ideas. No los para es aventu- rado decir que algunos de los discursos pro- nunciados merecen quedar como modelos. La ley que se ha discutido, es de una campaña de « acción » el primer paso que los republi- canos han emprendido para mantener y afianzar el régimen. Los últimos acontecimientos han tenido bajo de la virtud de descubrir que contrarevolución el lento tra- los conserva- dores realizaban á la sombra de la república. Y los liberales, alarmados ante esta insospe- chada vuelta ofensiva, han resuelto defenderse por medio de leyes especiales, que servirán para salvaguardar las libertades alcanzadas hasta hoy. Parece ser que, desde puramente doctrinario, la el punto de vist que acaba de ser vo- tada se presta á muchas objeciones. Algunos 149 LA LEY DE ASOCIACIONES le reprochan la contradicción de violar la li- bertad, con el fin de protegerla. Pero se trata de un arma de combate, yes necesario confesar que todo lo que la libertad pierde momentáneamente en teoría, lo gana en realidad tangible. La ley es un golpe rudo contra las congre- gaciones religiosas, y éstas han hecho, natu- cuanto han podido para evitarla. Pero no debemos olvidar que, si la agitación ralmente, provocada por el asunto Dreyfus asumió las proporciones de un conflicto que estuvo á punto de terminar en guerra civil, fué debido á la in- gerencia de los que debieron abstenerse. Según M. Waldeck-Rousseau, no es posible tolerar dentro del país la conspiración constante de una sociedad poderosa, empeñada en derribar que el país se ha dado libremente. Lo cierto es que la ley que acaba de sancionarse disuelve buena parte de las conlas instituciones gregaciones, y destina sus bienes á obras asistencia y solidaridad. la Según los cálculos de de administración, 1.250 millones volverían al Estado; pero como gran parte de los bienes nombre de intermediarios, reducirá á menos de la tercera están disimulados á la suma se x" L- 150 MANUEL UGARTE • De parte. *prí^Si5e?í todos modos, la importancia de la ley es tan capital, que ha las resistencias y nido que vencer fueran tan agrias, que reciente reviste casi el carácter de el una te- voto decla- ración de guerra. Pero los que han creído ver en un él que en han dictado acto revolucionario, olvidan tiempo de monarquía absoluta la se contra ciertas congregaciones religiosas leyes más enérgicas aún que la actual. Es verdad que durante Revolución Francesa se procedió á la ana disolución parecida á Pero tado ahora. la que se ha decre- mejor prueba de la la gravedad de estos ataques periódicos, es poca la fre- cuencia con que tienen que repetirse. Sin embargo, tado mucha Hace la. el ministerio actual ha necesi- firmeza para imponer la reforma. tres años, nadie hubiera soñado intentar- Sólo una crisis grave, como la que ha con- movido gías. al país, Puede sido el ha podido despertar decirse que el caso «proceso del collar de república moderada. Antonieta y el Las la tales ener- üreyfus ha Reina» de intrigas de la María Cardenal de Rohan pusieron de manifiesto las impurezas de la monarquía. El asunto Dreyfus ha mostrado las de la república moderada. De ahí la serie de reformas que ha iniciado regenerar el Gabinete actual. Se traía de arrancándolo á ciertas in- al país, fluencias que 151 L£Y DB ASCKJÍACIONES LA. lo adormecen y lo extravían con espejismos. Se trata de presentarle los verda- deros problemas que debe resolver. lodo, se trata de « hacer Es voz corriente que Y sobre política. » si el asunto Dreyfus no fué reanudado así que terminó la Exposición, fué muy porque las elecxíiones legislativas estaban cerca. En los primeros meses de 1902 debe re- novarse la Cámara. Y el célebre proceso es una plataforma desfavorable para los republicanos. A pesar de la evidencia, los electores están mal informados, y es casi seguro que, en el caso de ser Dreyfus el eje de la elección, la mayoría se entregaría sin vacilaciones á los candidatos como casi siempre, la mucho más verosímil y más ac- nacionalistas. Esta vez, versión falsa es cesible se til que la verdadera. Los republicanos no han dejado engañar por una confianza infanen la verdad, y han preferido asegurarse el triunfo, eligiendo el terreno bate. Del asunto pués de ticia. la elección, Pero, por para librar el com- Dreyfus sólo se hablará des- lo y es seguro que se hará jus- pronto, los partidarios de la '•i- "a! república fingen haberlo olvidado. El problema ! MANUEL UGARTE 152 momento parece capital del las congregaciones. ser la lucha contra Y esta evolución es la más hábil maniobra para desconcertar á los nacionalistas. Los nacionalistas forman una reunión de inasí que abandonan su tereses contrarios que, terreno de oposición, se condenan á dispersarse. Están de acuerdo tual, pero no que deben el imperio, con tidarios de están para lo substituirle. narquía, con el para atacar la régimen ac- resolver cuál es Unos reclaman duque de Orleans; el la el mo- otros exigen príncipe Víctor; otros son par- dictadura en Boulager; aquéllos sos, el manos de un nuevo son republicanos medro- que se contentarían con una realeza consti- como la de Luis Felipe; y estos son demagogos á la Rochefort, que adulan á la detucional mocracia con de canalizar sus fuerzas y adormecerla. Cuando se trata de declamar frael fin ses exaltadas sobre la bandera y el ejército, son así que asoma una compañeros de lucha; pero tentativa de programa, se transforman en ene- migos. Los republicanos han sacado ventaja de esta disparidad de tendencias, y han suscitado un debate que es el más propio para desenmasca- . 153 LA LEY DE ASOCIACIONES La rar al nacionalismo. ley que acaba de vo- tarse ataca á la reacción en su verdadero núcleo, y tiene la inmensa ventaja de provocar una clasificación, imponiendo un dilema. Ha sido necesario declararse en pro ó en contra de las congregaciones, y poner así al alcance masa electoral dos actitudes simples cesibles, miliares: beral De les la ac- y envueltas en dos denominacianes fa« partido clerical » y « partido li- » de ahí el conflicto No las nacionalistas. ha sido posible resbalar esta vez dificultad La de sobre la fulminando frases contratos traidores. fuerza de los hechos y la habilidad de los adversarios, les ha obligado á confesarse ultra- montanos, y á combatir la reforma y defender los privilegios que se trataba de abolir. Es una actitud que, dadas las ideas liberales Francia de hoy, tiene que serles fatal. de La nión republicana es aquí tan formidable, que espíritu reaccionario sólo la opiel puede manifestarse bajo un disfraz. El nacionalismo pudo obtener algunos triunfos cuando se presentó escondien- do sus verdaderas tendencias; pero desde momento en que na á el confiesa su espíritu, se conde- la derrota. 9. -¡"^T^^mw^ MANUEL UGARTE 154 no fuera aventurado prever Si los sucesos en un país tan impresionable como Francia, cabría decir que las elecciones pueden cambiar legislativas de 1902 la política interna, eje de el más orientándola hacia una república más democrática que en todas las grandes la existente. crisis, la radical Gomo y ocurre opinión de los ha exasperado, y cada cual se acantona en los partidos extremos. Las opiniones electores se tímidas pierden terreno día á día. Los progra- mas decisivos benefician de la impaciencia la excitación del país. No diremos que tendrá que elegir entre tadura, pero sí que el la y nación colectivismo y la dic- se acerca más y más esas dos concepciones, desertando á los partidos moderados, cuya actitud híbrida no puede entusiasmar á nadie. Y es casi seguro que la ley contra las congregaciones fortificará esta manera de ver. El elector gamas de se encontrará entre dos candidatos, que representarán las dos teorías contrarias en todos sus matices; pero, celoso de su convicción, elegirá para traducirla los coloros La sus más vivos. ley de asociaciones ha tenido, además de enemigos naturales, otros enemigos más pehgrosos, dentro de sus mismos partidarios 165 LA LEY DE ASOCIACIONES Dada la composición de al ministerio, la ley ha la mayoría que sostiene debido ser pasablemen- te enérgica para concillarse los votos de los socialistas, y suficientemente constitucional para no enajenarse las simpatías de los simples re- publicanos. Pero este mismo deseo de agradar y conciliar las opiniones, ha sido el defecto que ha dado lugar á muchos ataques. Algunos socialistas la han encontrado dema- do moderada, olvidando que la revolución no está en los propósitos, sino en los resultados; que el y que consigue hacer aceptar una idea un poco más más revolucionario que provecho atrevida que las corrientes, es m.ucho el que exaspera las resistencias, exigiendo cosas de antemano sabe irrealizables, por mento. La teoría de decidirse por malo» es, quizá, la lo el sin que mo- «menos única razonable en po- lítica. Algunos republicanos encontraron, parte, que la ley por su era demasiado enérgica, argu- mentando que todo progreso conseguido por la violencia, trae pehgrosos reflujos de reacción, y que las únicas conquistas definitivas son las que se obtienen gradualmente, bajo el empuje de la opinión púbUca. A lo cual contestaron los : ;^:jp;5 ,, >. ür.Ufif^'BT _ MANUEL UGARTE 156 radicales, diciendo que las reformas pueden ser anteriores al deseo confesado de verlas aplica- das; y que á veces es necesario adelantarse á la voluntad de la nación, imponiendo en cierto modo que todavía no ha germinado en lo la conciencia pública, porque la conciencia públi- ca es, más bien mados, que la la sanción de los hechos consu- fuerza inicial que los deter- mina. En buena ley, el verdad que, cuando ministerio tenía razón. los Es poderes obran revolu- cionariamente, dejan la puerta abierta á la? una situación excepcional, que sólo puede ser mantenida por medios excepcionales. Pero no es posible olvidar que la sociedad francesa está solicitada en estos momentos por dos fuerzas antagónicas, que acaparepresalias y crean ran la opinión pública. Aquí, los que se adelan- tan á su época y pugnan por apresurar la realización del futuro allá, los que viven todavía ; y pretenden resucitar lo que ha es posible mantenerse neutral, por- en otro siglo muerto. No que la inmovilidad, guerra, es el el la política comienzo de condenar entonces á rarse en en los como en la derrota. ¿ la Cómo que prefieren aventu- porvenir, antes que retrogradar : '^\-£:^á¡ii^eá6k-]ií¿j£^i LA LEY DE ASOCIACIONES hacia el 157 pasado? Nadie puede vacilar entre un mal conocido y un bien probable, Pero los partidos no han tenido en cuenta situación del jefe del la obligado á de la mayoría que le y cada cual ha tratado de hacer la equilibrar sostiene, ministerio, los intereses ley á su imagen, llegando á veces hasta poner en peligro la existencia Los adversarios de lizar estos misma del proyecto. la república intentaron uti- desacuerdos, ensayando un sistema curioso de oposición, que consiste en tratar de hacer imposible más la el voto, radicales y más proponiendo medidas revolucionarias aún, en esperanza de que la mayoría se apresuraría á votarlas, obligando á la fracción moderada á formular un rechazo. Esta manera de desmembrar y neutralizar la acción de los partida- para impedir el voto y determinar la caída del Gabinete, no dio los resultados rios de que la reacción esperaba. la ley, Pero es una manio- bra que da una idea de las resistencias que han opuesto los conservadores. Todas las intrigas han parecido aceptables para evitar la aproY viendo que no lo conseguían, no han temido comprometer su serie- les bación de la ley. dad, presentando un contra-proyecto más grave, MANDEL UGARTE 158 con la suprema esperanza de matar la ley, á fuerza de exagerarla. Los enemigos del parlamentarismo no han dejado de aprovechar estos incidentes para re- novar sus fion Han críticas. simples dicho que las Cámaras escuelas de parlanchines, y que Francia sólo se libertará el día en que las su- prima. Pero la democracia no piensa así. Con todos sus defectos, el parlamentarismo es preferible al plebiscito y al consulado que nos ofre- ce M. Derouléde. En cuanto á los resultados inmediatos de ley, todos están de acuerdo para considerarlos como benignos. No se ha pretendido atacar clero, sino acallar algunas representantes ción de con el la más celosos. al resistencias de sus Según M. Waldeck- Rousseau, las la declara- relaciones Vaticano continuarán siendo tan cordia- como hasta ahora, y la nación seguirá votando las mismas sumas para el mantenimiento les del culto. Sólo habrá en Francia diez mil reli- giosos menos y cuatrocientos millones más para reforzar el presupuesto. El clero ignorado y hu- milde, que forma la mayoría, piensa segura- mente, como San Agustín, que el sacerdote debe ser pobre Algunos habrá que repetirán la » LA LEY DE ASOCIACIONES 15Q exclamación de San Jerónimo, hablando del código teodosiano, cuyas prohibiciones mucho más « duras: me no sino de haberla merecido. por pensar como » eran quejo de la ley, Y todos acabarán abate Gouttes, que las el « ri- quezas son más nocivas que ventajosas para la Iglesia. Pero la verdadera importancia de esta ley, que ha levantado tantas discusiones y tantas có^ leras, consistirá en dejar un precedente de que algunos sabrán servirse. tiene al ministerio se dad de radicales y La mayoría que compone en su socialistas. Si, sos- casi totali- como todos suponen, las elecciones de 1902 llegan á acrecer la importancia de estos dos partidos, el mi- que nisterio actual, ó el obligado á orientar la izquierda, las lo reemplace, se verá más y más su política hacia entrando de lleno en concesiones, trascendencia, y como la el camino de reformas de transformación de realizando ciertas industrias, (minas, gas, etc..) en servi- cios del Estado, la instrucción superior gratuita, la supresión de la subvención al culto, la agravación del impuesto sobre la herencia, y otras medidas de transición, que indicarían la decadencia de una categoría de ciudadanos y yvf'^'^wgif^mms^'^^''''- ::~^•'^^^,:^ i. .',.,", . - • y- 'r<>}-,>í::,.'' ff-^-^i^^r'^KI MANUEL UGARTE 160 la influencia creciente sería en este caso, el '-',,, de otra. La ley actual y según comienzo de una la opinión política de muchos, de «acción demo- crática.» Después del asunto Dreyfus, los partidos populares que son los han ganado tanta influencia, verdaderos dueños de la situación. LA RAZA Nadie puede aplaudir peditivos tir que emplean extranjero; pero al exagerarse el horror los los procedimientos ex- boxers para comba- nadie puede de esos tampoco atentados. soldados europeos que se repartieron Los el África, después de dar muerte á diez millones de hombres, obraron de la misma suerte y cometieron mismos excesos. Verdad los es que el mismo crimen se llama gloria ó asesinato, según lor de la el co- bandera con que se enjuga. Pero es curioso observar la obstinación increíble que las con mayorías siguen atadas á una falsa concepción de las cosas. Guando defendemos contra nuestros adversarios el territorio de nuestra patria, tenemos la convicción deber y nos inflamamos de de llenar un orgullo ante la ! V'SW 162 MANUEL UGARTE grandiosidad de la obra ; pero cuando nuestros adversarios defienden, contra nosotros, de torio lirismos que la suva, y les el terri- no nos detenemos en tantos motejamos de se niegan á permitir rebeldes », por- que hagamos con ellos « que no hubiéramos tolerado que hicieran lo ellos con nosotros. ha acumulado el ¡ Son tesoros de lógica que [hombre en veinte siglos de vida numerada Guando los oficiales franceses Voulet y Cha* noine talaron los caseríos del Gongo, dejando tras sí millares de muertos, ó cuando el general Weyler inauguró en Guba su violento sistema de conquista, nadie habló seriamente en contra de ellos. Ahora, á propósito del masssicre de China, sólo se oyen gritos de venganza. Sin desearlo, se llega á la conclusión dolorosa de que la pretendida matanza de Pekín sólo tuvo importancia porque fué realizada por los chinos en detrimento de los europeos; y que, de haber sido á la inversa, nadie habría protestado. Lo único que hay de cierto en estas desvia- ciones de la razón, es que no debemos aborre- cer los incidentes de la guerra, sino la guerra misma. Cada pueblo se defiende de la á su modo. El único responsable es agresión el que le 163 LA RAZA Guando Buenos Aires rechazó las invamayor parte de los soldados ingleses perecieron quemados por el aceite ó aplastados ataca. siones, la bajo las piedras que los patriotas arrojaban desde las casas. Cada uno se defendió como pu- como un hombre acosado por un adversario más vigoroso, dando pudo, desesperadamente, ñadas y mordiscos. Los que murmuran que la cultura moderna no admite ese sistema de lucha, olvidan que tampoco pueden admitir la tentativa de conquista texto de « civilizar » que provoca. El pre- lo no engaña ya á nadie. Basta recordar que las naciones europeas aca- ban de decretar la guerra santa contra de acuerdo con quía, á quien ninguna ha reprochado el el Ge- Sultán de Tur- leste Imperio, el asesi- nato de 40.000. cristianos. Es evidente que en el fondo de todas estas luchas sólo hay un vio- lento deseo de conquista. Pero afortunada- mente, contra ese deseo se alza un obstáculo infranqueable: la Raza. Los chinos tienen la cohesión de su pasado, de su color y de sus costumbres. Aunen el caso de que los europeos consigan vencerles militarmente, sólo habrán alcanzado mero. No es un triunfo efí- posible asimilarse 300 millones de MANUEL UGARTE 164 hombres. Al cabo de algún tiempo ocurriría con ellos lo que ha ocurrido con todas las colo- nias en todas las épocas. Los sometidos apren- derían de los dominadores todo cuanto constituye la fuerza de éstos, y así que se considerasen suficientemente diestros para luchar sin desventaja, sacudirían Guando el yugo y tornarían á ser libres. se trata de nacionalidades, bastan cien años de ocupación para borrarlas; pero cuando se trata de raza, no bastan diez siglos. A me- nos de obrar con la suprema desenvoltura de los norteamericanos, que, posesión del Colorado, los habitantes. pueden oponer La para asegurarse la exterminaron á todos raza es la única valla que los débiles á la ambición de los porque es indivisible é imborrable, y resurge á pesar de todo. Aunque el usurpador fuertes, consiga, ya sea por el número, por las leyes ó por cualquier otra circunstancia, mantenerla en una servidumbre completa, tirla por lodos los y combamedios, ocurre, como en los debilitarla Estados Unidos con los africanos, que esa colectividad extraña enclavada en mitad del territorio, es un semillero constante de preocupacio- nes y discordias que se ensanchan y multiplican hasta determinar una situación insostenible. LA RAZA Y cuando ínfima, los 165 dominadores son una minoría como acontecería en China, á pesar de todos los ejércitos de ocupación que los euro- peos pusieran en movimiento, el problema se agrava de una manera alarmante. La raza es invencible. Los yanquis han conseguido su espíritu en Cuba, donde los filtrar dirigentes son blancos, y pueden, al cabo de una generación, fundirse con los conquistadores pero no han ; logrado apoderarse de Filipinas, donde los malayos comprenden que, si ceden, quedarán en calidad de raza inferior, despreciada y humillada, sin esperanza de confundirse nunca con el vencedor. Las diferencias etnológicas son, por ahora, Inertes. el único obstáculo á la ambición de los Dentro de raza, no la pueden nacer esas flaquezas que precipitan á veces la derrota dentro de la nación. Recuerdo la frase de cierto personaje influyente de Méjico que, al repro- charle yo que enviase sus hijos á las escuelas yankis, me contestó : « Prefiero que sean con- quistadores y no conquistados. » La ignorancia de unos hombres se atribuye todavía superioridad sobre la ignorancia de otros. El corte de la nariz, la forma de los ojos ó el color del cabello son, según la mayoría, 166 MANUEL UGARTE signos que proclaman la excelencia de éstos ó aquéllos sobre los demás. Y es casualmente ese sentimiento orgulloso y mezquino de los pueblos conquistadores el que les combate más eficazmente. Los débiles saben las humillacio- nes que les esperan, y se resisten, oponiendo en conjunto y en bloque la barrera formidable de la raza. '/Vi h EL Con la « SALÓN DE 1901 primavera se abren en París las Ex- marroniers que bulevares, pasa una población feliz, posiciones de pintura. Bajo los bordean los vestida de trajes claros. El sol dora las techos grises de las casas. Y que es justo de sus mansardes para completar el arte la baje alaría de todos. Este año hay cuatro Salones de Beaux Arts, el de los el de Independants los : el de la Société Artistes franpais, y, por último, el de los Refusés, creado recientemente á raÍ2 de disentimientos y protestas que tuvieron alguna reso- nancia. Ha habido choques violentos, debidos á la diversidad de teorías. que todo grupo de La costumbre quiere en dogma su artistas erija concepción particular del arte, y decrete que ru^^^-^. -: -/--,,. ;^ '' .«-.'7 -.--;-'' -^-^...rí^^^^j^vt MANUEL UGARTE 168 no tienen talento. De ahí una los disidentes se- de rupturas y divisiones que sería largo detallar. En algunos casos, la escisión ha sido rie provocada por la omnipotencia egoísta de maestros célebres, que se atribuían de exponer cada uno veinte sólo á los jóvenes un sitio una abandonando telas, ó dos los derecho el salas sin luz, en poco frecuentado. Pero todos estos des- cuerdos no han impedido que el arte esté re más brillo aún que los Las cuatro Exposiciones confirman presentado este año con anteriores. la supremacía triunfante de la escuela francesa, y forman un conjunto matizado que da una idea bastante exacta de las diversas tendencias en lucha. Aparte las discusiones de teoría y de las diferencias de temperamento, todas coinciden en una las telas misma afirmación de gloria nacional. El argentino que recorre las salas, piensa involuntariamente en nuestro pequeño salón de Buenos Aires y en los nobles esfuerzos reunidos. No intenta una comparación imposible, pero imagina con la esperanza lo que podrá ser nuestra Exposición de Bellas Artes dentro de veinte años. plaza Supone un « gran salón » en la San Martín, y una avalancha de nombres *^ V -.^ ^-Tl'áíí' EL « SALÓN DE 1901 » 169 conocidos y nombres nuevos que representarían quizá todas las subdivisiones de nuestra rica latina; un tumulto de colores, Amé- donde habría ensayo y obra maestra, corrección y audacia, y de donde saldrían reputaciones que vendrían Ya en el presente un pequeño núcleo que repodemos presentar une nombres brillantes, como Schiaffmo, Gárá medirse con las europeas. cova, Rodríguez Echart, Ripamonti, Dresco y algunos otros. Casi todos son jóvenes; y de ellos y de los que vendrán mos esperar nuestra tras ellos, pode- futura emancipación ar- tística. En las Exposiciones de este año figuran gunos pintores de allá, de los en otra crónica sobre los ricanos en el Salón de París. entre los franceses, hispano-ame- artistas hacerlo en ésta, porque al- que hablaremos No es posible quedarían ahogados cuyo número é importan- cia está fuera de toda proporción. Y, además, es tan crecido el número de expositores, que sólo es posible detenerse ante los crítico notables. Un calculaba ayer que entre los cuatro sa- lones, reuniendo pintura y zaría á más escultura, se alcan- sumar más de 15,000 obras. La simple enumeración, sin comentarios, llenaría muchas 10 .-«íí'ca'lp^íí^^- MANOfiL DGARTE 170 De ahí que sólo nombres más gloriosos y páginas. sea posible citar los las telas más deci- sivas. De de que hemos hablado, una importancia indiscutida el los cuatro salones sólo dos tienen de : los Artistes frangais y el de la Sociéte Na- Beaux Arts, que acaba de abrirse y que vamos á recorrer en cuatro frases. tional e des Hay que confesar que, en conjunto, la So- Naliónale ciéte abundante que la Beaux Arts es menos La des de los Artistes frangais. primera es independiente, y la segunda es oficial. Quizá por esto se han acantonado en esta última los disciplinados de la mayoría. Pero ello no quiere significar que se haya estableci- do una clasificación, y hayan quedado de un lado los clásicos y del otro los rebeldes. ambas En En exhibiciones hay audacia y talento. la Nationale des Beaux Arts, donde en- tramos, la primera admiración es para Rodín, que presenta un Víctor Hugo pensativo, trasladado ya al mármol. Es una de esas figuras colosales y nebulosas, que parecen concebidas por Miguel Ángel. Víctor mar, acostado sobre mano para imponer Hugo está al borde del las rocas, y extiende silencio á los la elementos, 171 EL «SALÓN DE 1901» mientras escucha la voz de los genios, que le El grupo no está terminado to- hablan al oído. davía pero por los trozos que se conocen, se ; puede adelantar que será una obra maestra. Jamás ha mostrado el artista tanta audacia se- Hugo rena y tanta solemnidad. Su Víctor puede ser comparado con sólo las cuatro figuras in- decisas que adornan el sepulcro de los Médicis. Ninguno de en torno de mármoles que los se amontonan alcanza á disputarle las miradas él, del público. Todos parecen vasallos, que per- manecen en la penumbra, dejando que Y lante el príncipe. el se ade- Daudet de Saint-Mar- ceaux, que intenta erguirse ante el Víctor Hugo de Rodín, sólo alcanza á subrayar dos superioridades. El primero es al autor de de Sapho « » segundo es al autor de la lo « que el Leyenda los siglos. » En la pintura, Garriere honor, con sus surgir de ocupa el puesto de caras borradas, que parecen un ensueño. Este año ha presentado cinco telas : el Baiser du soir, y cuatro cabezas más importan- de mujer. La primera, que es la continúa y robustece la « manera » especial que ha creado Garriere, á pesar de todas las te, burlas de la crítica, Esos rostros, que salen á ^^^^^w MANUEL ÜGARTE 172 medias de sión, la sombra y se dibujan con indeci- como en una pesadilla, simbolizan las vidas rudimentarias que arrastramos aún, atados á la y á la carne, como semillas de seres que todavía no han germinado. Toda la miseria hu- tierra mana está en la inconsciencia animal con que esas cabezas se arrebujan en la sombra, sin presentir esferas tor y un el cristal más Garriere es altas. poeta. Parece un pin- que asoman almas por de sus telas veladas por el vaho. Otro gran artista es Edelfelt, que expone un retrato de Aínó Achté, Manon Lescaut que un retrato la llora que tiene y delicada y ríe en la frágil Opera. Es las proporciones de una obra de alto vuelo. MUe. Ainó Achté está vesti- da de negro, con un traje sencillo, á la entra- da de una calle, como si aguardara. La luz de un farol que no se vé, dora la fisonomía y aumenta el relieve de los ojos grandes. Toda la figura respira un encanto particular. Se adivina un alma novelesca, torturada por un deseo imposible. Y del conjunto de la tela se despren- de un hálito de amargura, que envuelve á cantatriz y al transeúnte, y los coordina en misma sensación la una dolorosa. Si en estas ligeras notas sobre el « Salón » , EL SALÓN DE 1901 más importancia atribuímos que á « 173 » á la parte moral y nos detenemos más á concepción que ante la inter- la parte técnica, menudo ante la pretación, es porque son más interesantes los los pintores. Hay telas correctas que seguridad de métier indiscutible y una acusan artistas que que, sin embargo, una hay cas, más desaliñadas otras, observador al En cambio menos académi- ó que se imponen á nuestra admiración desde ser no arrancan sola palabra de entusiasmo. primer momento. La destreza puede el una de artista las cualidades del artista, mismo. ninguno de Un copista glacial los recursos las alegorías á la pero no el que no ignora de su arte, y compone moda según el gusto corrien- hombre indicado para confiarle la ejecución de un gran cuadro histórico ó los fresees de un edificio del Estado, pero no cometamos la insensatez de exigirle una obra de arte. te, es el La parte técnica es accesible á todos los estu- diosos; sólo la parle moral está reservada á los artistas. Y un mente gran el artista que descuida voluntaria- métier, para ser más artista todavía ha hecho Huysmans tanSu Demoiselle d'honneur es una de es Raffaélli, de quien tos elogios. 10. 'i •íwvir- MANUEL UGARTH 174 las mejores obras que ha realizado hasta ahora.' Es una sinfonía en blanco, rre á subrayar el temor y te la y donde todo concu- la ansiedad, el deseo lágrima inexplicada de una joven de vein- años que asiste íntima. Sólo hay al casamiento de su amiga allí tres colores; el blanco en. y en todo el cuadro; el negro en el sombrero, y una pincelada roja en la banqueta el traje donde está sentada. El público, que adora los tonos vivos y los cuadros complicados, se detiene muy poco ante Raffaélli, que sólo ha obte- nido éxito en las columnas de los periódicos, y prefiere amontonarse ante el Cristo de Jean Béraud, que es una oleografía llena de grandes gestos y actitudes dramáticas, política con su poco de y su miaja de sectarismo. Saglio, de origen italiano según Edmond creo, nos sonríe también con una tela de gran mérito: Les visites. Representa la hora del té, en un salón donde se charlotean suposiciones, y la media docena de personas reunidas alh parecen respirar el hastío y la fatiga, después de una hora de murmuración y de esfuerzo egoísta. Los personajes están escalonados en una gama verde, que les presta cierto perfil de sonambuhsmo. Creen vivir, y no han despertado todavía. 175 EL «SALÓN DE 1901» Los cuadros de Anglada, Quadrille parisién, Jardín du théátre. Gitanas y Dan se espagno- una fisonomía rara, que interesa. Son le, mujeres del Sena ó del Guadalquivir, que se retuercen y se crispan en actitudes inéditas, que no son las del baile y son al propio tiempo las que tienen mejor lo sintetizan. Otro apellido español, Garrido, expone tres importantes telas senta sillón, ; una, sobre todo, que repre- una mujer pensativa, sentada en un en la sombra, en medio de cierta in- quietante solemnidad. Pero entre más los españoles de este salón, se destaca es Zuloaga. Todos el que conocen le en América, y nadie ha olvidado aquellos capítulos brillantes de las 7732p/'esioi2es de Rusiñol, en los cuales el pintor vasco, retratado con amistosa ironía, se pasaba las noches en claro, absorto ante este nade un retrato del Greco. Zuloaga tiene año un cuadro de mucho colorido Promeapiles la course de taureaux. Todos los : defectos y todas las cualidades de este artista estudioso parecen haberse robustecido en año. Las actitudes son que de costumbre, es más un aún más amaneradas la contradicción violenta; pero en los tonos en cambio hay detalles "'''^mw^r- :- MANUEL UGARTE 176 sinceros más í-':?!;*?^*^^^^*?'^^;- y toques reales, que aparecen esta vez seductores que nunca. Lascaras morenas, cubiertas de polvo blanco, tienen esa palidez peculiar de la mujer española. Los trajes de terciopelo, las mantillas y las flores, llevan vida Es innegable perfume. que la Promenade y aprés la course de taureaux es una obra de mérito, pero le falta sobriedad, precisión y, sobre todo, sinceridad. Esas españolas recién peinadas, que volver la han escalado una colina para espalda á un bello paisaje y colocarse en grupos bien estudiados, como modelos de academia, son excesivamente convencionales. El desnudo está representado por Willette, cuyas cuatro el encanto y tica Las estaciones, tienen todo frescura que son la caracterís- telas. la de este celebrado maestro; por Botkine, que representa un raccourci muy notable; por Gallot, cuya composición. La morí de la petite courtisane, tiene retazos que podríamos llamar perfectos; por Faurie, Rubens, sin tener que tiene los defectos de las cualidades ni el talento; por Stewart, que es quizá el más sobrio entre todos; por Bully, por Lucas, por Berton y por Aublet, que es el artista indiscutido que todos conocen. » 177 EL «SALÓN DE 1901 El nombre de Sem es tan familiar entre los intelectuales de América, que parece ocioso sub- rayarlo con elogios que serían vanos. Salón de este año expone cinco telas, En el dos pai- sajes de Gapri, dos retratos y una cara fresca, qne ha bautizado Museite, y que es uno de los clous del Salón. De Von Cari Uamour qui tue. Stetten Un hay una alegoría, ángel de alas negras está sentado en una altura, con la cara apoyada en la palma de la mano, contemplando las torres de una inmensa ciudad: París. Los pasteles de Dubufe, los dibujos de Re- nard y algunas acuarelas merecerían largos comentarios, pero el hacinamiento de obras es tan grande, que resulta imposible. tionale de La Société íSa- Beaux-Arts deja una impresión de juventud y de fuerza. El arte francés se renueva y se amplifica todos los años. Hay aquí muchos artistas que tienen, como dijo Balzac ha- blando de Daumier, sangre de Miguel Ángel en las venas. Fuera de los talentos consagrados y las reputaciones hechas, como Carolus-Durán, Garriére-Belleuse, Gándara, Rousseau, Lhermitte y algunos otros, hay verdaderas pléyades de talentos jóvenes, de nombres desconocidos MANUEL UGARTB 178 que surgen de año en año, enriqueciendo conquistas del completando ideal y las el triunfo, del ensueño sobre la vida. Hay un Canal de Le Sidaner, un canal de Noruega ó de Flandes, donde todo es bruma y misterio, y por donde parece pasar el alma de Piodenbach, escapada de una Br ages-Ia-morte; ins- tristeza tan honda, tan morlal, que parece la obra de un predestinado pira al visitante del suicidio. Hay una figura de Leempoels, Re- Brin expone tres y de gratorsos desnudos de ma- Y Jean Veber nos sorpren- verle, serena y noble, llena de pasión cia. rineros normandos. de con sus figuras raras, que son la epeya del humorismo, visiones de Rabelais y de FrancNohain, imprevistas é irrealizables, grotescas y hermosas, que sólo se aplauden con una sonrisa. Métivet, el dibujante del Rire, el autor de aquellos famosos coi/jo7e/s deTaieuI, exhibe cuadro, demasiado dramático quizá, Retour de Cythére. Ha un titulado intentado hacer elpen- dant del famoso embarquement; pero aunque revela grandes cualidades de color y de dibujo, y aunque ha concebido su asunto con cierta audacia vigorosa, es necesario confesar que no » EL «SALÓN DE 1901» 179 ha conseguido. Sin embargo, esa obra imprevista de un dibujante alegre, que salta del epilo grama á la tragedia, es digna de ser recordada. La transición ha sido brusca, pero, según Marc Twain, el humorista es casi siempre un melancólico que olvida. * El vernissaffe es la pués de la » fiesta inauguración de la vanidad. Des- oficial, que preside presidente de la república, y á la que posible asistir por invitación, el sólo es hay un día reser- vado, que podríamos llamar «el día de los ricos. La entrada ver cómo al salón vale diez francos, las y es de gentes se empujan y se amonto- nan, obstruyendo las salas y los pasillos, sin más entusiasmo que el deseo de ser vistas. La moda de quiere que ese día se estrenen los trajes la estación; y las faldas lujosas y los corpi- nos de encaje se exhiben y se disputan el primer puesto, en un torneo original, que tiene por jueces Y si ciar, á los deseos. Nadie mira alguien lo intenta, se porque es imposible. los cuadros. ve obligado á renun- En el hacinamiento -«ÍSÍ?5f.-- • ^ : ,, .. -:.--'/ *^-^':~' c':;t.'r!'::-\:xíi^}r:^:7^ MANUEL UGARTE 180 y .--_'. de la muchedumbre, sólo hay mi- el atropello radas y hay roces. El arte bello pretexto, como el no es más que un concurso hípico ó las ca- rreras. El vernissage no ha visitar la Exposición, sino sido inventado para para exponerse. mucho más grande que el de la Societé des Beaux Arts, y presenta un grupo más numeroso de nombres conocidos; pero sus tendencias son más resignadas, más conservadoras, y, en conjunto, El «Salón» de los Artisles francais, es no alcanza á competir con el brío y el empuje del primero. Sin embargo, el público elegante y snob, prefiere, por predilección ó por costumbre, el vernissage de los Artistes franjáis. Hay allí muchos nombres de pintores oficiales, como Bonnat ó Bouguereau, y esa media-gloria de los misterios deslumhra todavía á muchas gentes. Lo cierto es que la multitud que se apiñaba ayer en el palacio de la avenida de Nicolás II, era más numerosa que nunca. Sólo dire- mos dos palabras sobre las telas más notables que hemos podido entrever poniéndonos de puntillas ó buscando un hueco de luz entre dos cabezas. Benjamín Gonstant reina este año con un retrato del Papa que ha dado lugar á muchas » EL crónicas, y ha « l8l SALÓN DE 190l sido tan aplaudido por unos como denigrado por otros. Los procedimientos del artista siguen siende los mismos. do y aceitoso, que el es De sus cien un color indefini- que da la tonalidad al colores superpuestos surge cuadro. Sorolla, el pintor valenciano do tanto éxito que ha alcanza- en otras Exposiciones, nos ofrece esta vez dos telas frías, de ejecución correcta, que ni quitan ni añaden nada á adquirida. Henner reedita la reputación una de sus eternas mujeres de pelo rojo y cuerpo nacarado, que se agazapan, como serpientes, sobre un fondo de algodón negro. «Masséna á nos muestra un cabeza de sus tropas.» la siempre, lodo Detaille Como se reduce á detallar uniformes con una prolijidad de miniaturista. Según Gastón Stiegler, el crítico de taille es sólo un escapa siempre Un LEcho deParis, «De- pintor de guarda-ropa, á quien el alma de los hombres.» pintor joven, Henri Marret, se revela con una tela maravillosa: Rentrée des barques. En una tarde serena, al anochecer, en un puerto de aguas tranquilas y glaucas, entran lentamente los pescadores, arriando sus velas con des- gano y humedeciendo con una lágrima sus ojos 11 -s» ^aií«ssr «^^l^^fV ,: MANUEL UOARTE 182 tristes de enamorados del mar. Son pinceladas de verdadero artista que ha sentido de colía la melan- las playas al caer el crepúsculo, cuan- do la población comienza á salpicarse de luces amarillas y la noche se extiende perezosamente sobre el misterio del Océano. Marret es tor para el un pin- porvenir. Una argentina, señora María Soto y Calvo, expone también una obra de mérito, el General la San Martin, de la que nos ocuparemos en la próxima crónica sobre los artistas sud-americanos en el Salón. * * La el sala de los Indépendants está situada en Cours-la-Reine, en vidrio que durante muchedumbre de Elíseos; y un inmenso pabellón de Exposición se llamó la Palacio de las Flores. la * No los salones los escasos de visitantes de incredulidad. Para los Campos que circulan con las manos enlazadas detrás de la nariz al viento, tienen casi risa el encontrafios en ella la espalda y siempre una sonla mayoría de las gentes esas obras son una mistificación. Es una orgía de colores, un delirio de « procedimien- :9:y< i."aKi^M„«,..;t EL « SALÓN DE 1901 1S3 » y un bric-á-brac de tentativas malogradas. Les parece imposible que tantos hombres serios tos» se dediquen á embadurnar torpeza voluntaria. No que es evidente que mucho las telas con tanta saben seleccionar. Por- en los Indépendants hay hay también mucha obra si desequilibrio, sana y vigorosa. El público es injusto cuando envuelve á todos en la misma sonrisa. Valton, Lacombe y Laprade merecen toda nuestra ad- miración y nuestro elogio. Si nos despojamos de la «costumbre», y nos encaramos sobre ci- mas más altas, lo que hoy suponemos revolucio- nario y original, resulta lógico y sencillo. Todo depende del punto de partida y, sobre todo, do la educación y las prevenciones con que juzga- Nuestro arte es tan raro y tan exótico para los japoneses, como el arte japonés lo es mos. para nosotros. Sólo un egoísmo mezquino y una educación limitada llegan á hacernos suponer que no puede lo existir verdad ó belleza fuera de que nosotros tenemos por A la tales. Exposición délos Indépendants hay que entrar sin prevenciones, con el espíritu abierto á todas las sorpresas. Desde la puerta nos inva- de una estupefacción que se escalona y se robustece sin cesar, hasta la última sala. Los co- L:*!;árv,ia, MANUEL ÜGARTE 184 lores y las en los trofe. más extraños, las formas muros, dando originalidad sensación de una catás- los excesos. El deseo de la empuja á muchos á pero otros se detienen en zan obra de los la Sin embargo, hay tronvaillesy tonos que hacen olvidar todos cia, más imposibles combinaciones más nuevas se amontonan No arte. el la extravagan- límite es posible olvidar y realique de Indépendants han salido nombres célebres, como Henri Martin y Gézanne. Además de las esgujsses de JosédeCharmoy, que posee en alto grado el talento de conmover con la sencillez, hay pasteles de Guillemonat, cuyos tonos raros y excesivos hacen á veces un efecto agradable; de Georges Lacombe, que prodiga retratos simples y bien robados á la realidad; de Lacoste cuya un poema de tristeza; pectos de neblina Meunier, Pero Lumiére au zénith es de Luce, que expone as- muy notables; de Mita, de etc. las obras que se destacan entre todas, son las de Merodak Jeaneau. Pocas veces ha llegado to, un sorprender con tanto acier- artista á á trasladar expresiones de can tan profunda sencillez las una «femmes en blanc» : cara. la Presenta enfermedad, el cuatro desdén^ » EL las « i85 SALÓN DE 1901 alhajas y la caricia, que son cuatro obras maestras. La primera, palidez transparente y sobre todo, tiene una una amargura resignada, que asombra. Parece que un alma .desde dentro, como una lamparilla. la ilumina Otro pintor que merecería largos comentarios Le Mercis, que expone treinta telas enormes. Es una serie de ilustraciones de la Divisería na Comedia, desde Dante y la tierra, Virgilio se y ven á el primer sueño hasta que vuelven á encontrar sobre lo lejos la montaña Pur- del gatorio. La audacia y el talento trágico de este joven pintor tienen algo de apocalíptico. La Exposición de los Indépendants es un campo de ensayo de donde no está desterrada la obra maestra. Cien talentos originales se espolean y se torturan, buscando caminos nuevos y concepciones raras. Al salir se lleva una impresión confusa de cosas rudimentarias, que pueden perfeccionarse y dar var enteramente la fruto, hasta reno- fisonomía actual del arte. El salón de los Refusés no se ha abierto todavía. Los tres mil artistas cuyas obras han sido rechazadas en las otras Exposiciones, no han podido concertarse hasta ahora para organizarla. Pero hay en cambio varias exhibiciones de MANUEL UGABTB 186 segunda como la de las obras de Daumier, Volney y la del Colegio de Estética. que la estación privilegiada hace flore- íila, la del club Se diría cer los talentos. El bosque de Fontainebleau y de Verriéres están llenos de pintores que tra- el bajan al aire libre, copiando la poesía de la la fumando en grandes pipas, bajo aureola del sol. Y como el arte es primavera el Salón está en todas partes: en las perspectivas naturaleza y de la ciudad, ta en el en los pueblos comarcanos, y has- bulevar, que parece un paseo, con su doble hilera de árboles verdes. ^i LOS HISPANO-AMERIGANOS EN EL Los nen artistas este un grupo « SALÓN hispano-amencanos que expo- año en el «Salón» de París, forman reducido; apenas si encontramos una veintena de nombres. Sin embargo, tienen una importancia excepcional, porque indican que, á pesar de cuanto se dice sobre el mercantilismo y la pereza intelectual de los latinos de América, no todo se reduce entre nosotros á hacer juegos de luz con las corbatas. En Buenos Aires, en Montevideo, en Santiago, en Méjico, en Río Janeiro surgen juventudes animosas, que empren- den la tarea de crear el arte en centros obstina- dos y reacios, donde todo contribuye á hacerlo imposible. Aquellas sociedades no están todavía maduras para apreciar la belleza. Los artistas mismos no están todavía preparados para pro- MANUEL UGARTE 188 ducirla. Nos encontramos en el período carta- ginés de nuestra historia. Pero la tenacidad de algunos y la buena voluntad de los demás irán derribando los obstáculos. Es más difícil combinar un ambiente artístico, que improvisar una ciudad; sin embargo, ha de optimismo es la conseguirse. El dictadura de los fuertes, por- que nada alcanza á vencer á los hombres que tienen confianza en el triunfo. Pero es necesario confesar que, en el to actual, los artistas momen hispano-americanos dan prueba de una energía poco común, obstinándose en acantonarse en una profesión, en un ministerio, cribiente, menos fructuoso que un empleo de es- más amargo que una via crucis, don- de abundan las humillaciones, los desalientos las felonías con el sólo objeto de realizar, una obra... y al fin, y no ser comprendidos. Quizá es ese el «dolor necesario» de que habla Daudet. Las espigas del arte no fructifican en la felici- dad; es necesario regarlas de tiempo en tiempo con lágrimas. Pero si una condición inmenos el consuelo de es ésta dispensable, quede por lo hacerlo por un público que sabe apreciar. Es lo que ocurrirá quizá dentro de poco. A pe- sar de los pesimistas que aseguran y declaman LOS HISPANO-AMERICANOS EN « EL SALÓN » 189 que nuestros países están condenados á no apreciar más que las telas embadurnadas y las es- tatuas relamidas que les venden á precios fa- bulosos las fábricas inglesas de Florencia ó de Ñapóles; á pesar de la obstinación con que al- gunos se niegan á admitir la posibilidad América en mal vendrá una reacción benéfica para el arte. tencia del dinero hará volver tal es el el re- provocará medio. El reinado del utilitarismo Porque la que pasó hace algunos años latina lo la sajona: del exceso del ideal. de un que ocurrirá en arte nacional, es evidente La omnipo- los ojos hacia el carácter del hombre, que sólo concibe la felicidad en que no posee to- lo davía. De un convenio pronto, por podrá explicar, la tácito que nadie admiración que hoy reser- vamos exclusivamente para los carruajes, se ensanchará hasta abarcar los mármoles y las telas. La vanidad nacional se sentirá halagada por la gloria de los artistas nacientes. munidad se apropiará y su renombre. de co- en cierto modo su talento Llegará á ser de los pintores nacionales A la indeferencia de simpatía desbordante, Y tivas. La moda hablar y proteger sus inicia- antaño, sucederá una aunque en esta co MANUEL ÜGARTE 190 rriente habrá mucho snobismo, siempre valdrá más apoyo que el do ninguno de la hostilidad, los dos es sobre todo cuan- razonado. Los Estados Unidos cuentan hoy con un verdadero ejército de algunos de artistas, los cua- fama europea y han merecido, como Whistler, los honores del museo del Luxembrgo. les tienen Nuestro mercantilismo latino está lejos de poder competir ¿Cómo ha con tentar la creación de En siglo. el mercantilismo yanqui. de imposibilitarnos entonces para in- un centro pocos años hemos hecho Nada es más árido y artístico ? el trabajo de un más penoso que esa labor primera, en tierra virgen, donde es preciso crear hasta los útiles. Sin embargo, ha bas- tado una década para improvisar un grupo ani- moso y simpático, que hoy está disperso en el inmenso «Salón» de París, pero que quizá se reunirá mañana en un haz homogéneo, creando una pequeña Exposición de artistas hispano- americanos. Los dos nombres que más se destacan son los de Alberto Lynch y Pedro Lira, peruano el primero, chileno el segundo, y los dos fuera de concurso. Lynch expone un retrato de la con- desa X***, lleno de detalles delicados y rasgos LOS HISPANO-AMERICANOS EN « EL SALÓN » 1^1 y una tela más importante aún, Sous les tilleuls. Las grandes cualidades de este artista, que podríamos llamar famoso, puesto que la finos, *i:4' mención de hors concours supone haber alcanzado premios en varias Exposiciones anuales, se afirman con mayor seguridad en los dos cua- dros que nos ofrece este año. Pedro Lira, chileno, presenta sobria y muy una tela. La Chaumiére, muy Y bien concebida. dos chilenos más, Rafael Muñoz Correa y Valenzuela Llanos, se revelan artistas de mérito, el primero condes cuadres llenos de frescura y de luz, que lejos, en Gorot; y el se- hacen pensar, aunque de gundo un paisaje digno de todo Entre los elogio. venezolanos encontramos dos que parecen destinados á brillar: Emilio Boggio, cuyo Soir d^orage es una hermosa sinfonía de y Alejandro Krenlzer, cuya Matinée d'hiver traduce la amartonos grises y azules obscuros; desnudos y los caminos blancos de Enero, en la floresta de Fon- ga desolación de los árboles -* 5 tainebleau. Un colombiano, Domingo S. Bolívar, expone una Tete de Christ, de mucho mérito. Cuba cal está representada por Armando Meno- y Margarita Pedroso de San Carlos. Son dos t MANUEL UGARTE 192 artistas de talento, que han figurado ya en otras Exposiciones. Desgraciadamente, se han confi- nado esta vez en el retrato. Pero, á pesar de todo, sostienen su reputación. Félix Hidalgo es filipino, pero sería injusto negarle un puesto entre los hispano-americanos. Tiene en nesse, el Salón dos cuadros. Nocíame y Jeu- que no pueden pasar desapercibidos. Algunos conocen en Buenos Aires á Alfredo Ramos Martínez, por sus ilustraciones en la Revista Moderna de Méjico. dan en afirmar que es un Y todos concuer- acuarelista brillante. Tiene esa delicada sensibilidad de los tonos apamelancolía déla pintura. Hace un año, durante un viaje curioso y original que disipó muchos rejuicios, me fué designado en Méjico como uno de los jóvenes mejor dotados gados, que es la de su generación. rís Hoy le encontramos en Pa- haciéndose un nombre, vendiendo á buen precio sus acualeras, y exponiendo ala vez en la Société gais. desBo¿mx-Artsy en los Artistes Tieneuno nota gris, Notre-Dame la tarde, que es todo el poema de os parisienses, cuando el cielo, fran- al caer los crepúsculas casas y el Sena parecen borrarse, fundirse y desvanecerse entre los brazos de la noche. e;^lij¿Si¿áiS^ LOS HISPANO-AMERICANOS EN Un brasileño, 193 Pedro Luis Vauthier, tiene dos Le Pont-a-ranglais cuadros, «EL SALÓN» le dimanche y A Ccurbevoie, que revelan talento y seguridad de métier. Pasando á los bonaerenses, encontramos dos nombres de origen francés: Emile Artigue (Premier baiser) y Edouard Fabre (Le soir a A verssur-Oise), que son muy dignos de aplauso. Exponen dos notas juveniles que revelan mucha convicción. Pero entre los pintores argentinos, uno de los que afirman más condiciones y anuncian más porvenir, es Ricardo García, un hombre muy y delgado, de barba obscura y ojos vivos, que habla con mansedumbre, danalto do pinceladas lentas con las vida fuese un caballete y En el Salón de un cuadro de los como mundo una frases, el si la tela. Artistes írángáis expone mérito: Le soir; Bretagne. Es un escalonamiento de laderas rocallosas, cubiertas de plantas salvajes, sobre las cuales flota un de crepúsculo. Los tonos apagados y sombríos, inspiran una tristeza inmensa, una cielo gris especie de sonambulismo del dolor que recuerda paisajes lamartinianos y baladas del Rhin. Son breñas solitarias y colinas melancólicas, donde parece gemir el cuerno de Roncesvalles. Han MANUEL UGARTE 194 sido interpretadas con tor, que ha sentido alma de artista. Y el au- solemnidad de la intensa la naturaleza, la ha trasladado al henzo concierta ingenua poesía. Es un pintor que, hbertado de la atmósfera estrecha en Buenos Aires, cidos. que ahoga á alcanzará Llegó á París hace Ghiraldo lo los artistas triunfos tres mere- años. Alberto presentaba en una carta afectuosa, que hace su mejor elogio. La estancia en París ha afirmado y ha robustecido su talento. Muy pronto, en el próximo Salón quizá, le veremos una recompensa. La distinguido con señorita de Soto y Calvo, argentina también, exhibe una tela de aliento: El General San Martin. El libertador está solo, sobre su lecho de muerte, entre dos cirios. Los colores obscuros predo- minan. Apenas salen déla sombra rilla y flaca mana de y las caridad se borra en detalles recuerdan el lienzo Juana el ama- Una her- fondo. Algunos el famoso de Pradilla: la loca \ii\Jando con esposo. Pero la cara llamas humeantes. el cadáver de su conjunto tiene cierta fisonomía personal y fresca, que seduce. La autora revela una confianza audaz, que es ya el comienzo triunfo. En donde mujer la nuestros países está sometida del sud-americanos, y ahogada por la LOS mSPANO-AMERICANOS EN EL SALÓN « » IVO omnipotencia insolente del hombre, y donde las aspiraciones femeninas van rara vez de la casa de modas, es de los esfuerzos muy las que, como Soto y Calvo, abandonan que nos impone de Exposición de 1900 exponía Etchart un el retrato, para entrar de En los artistas. el de artificial la señor Rodríguez que llamó justamente atención de muchos. Este año presenta tudio, Téie allá la señorita mundo la costumbre, lleno en la «plena vida» más agradable señalar de íemme, que robustece un la la es- buena opinión que todos tienen de su talento, pero que no es todavía la obra deíniitiva que de él espe- ramos. Sin embargo, su cabeza tiene tanta expresión, tanto «carácter», que debe ser consi-' derada como algo más que un estudio. Entre los pintores quizá Marcó tela, el argentinos, Rodríguez Etchart es que se anuncia con más brío. del Pont, también argentino, Dans le paro, El señor expone una de hermoso colorido y fac- tura excelente. En resumen, ricana en el « la representación Salón » de París es hispano-ame- muy á lo que pudimos imaginar, dada somnolencia en que vivimos. años, nadie liabría pensado en la superior extraña Hace algunos reunir veinte '* 1^, «i..-^;: MANUEL UGARTE 196 nombres. Y el Salón del año próximo nos re- serva seguramente algunas sorpresas. nos falta, Lo que son palabras de aliento. Los poderes públicos y la iniciativa individual podrían hacer mucho por los artistas^ aislados, sin la lucha. que nadie que se encuentran hoy prolongar les aliente á Están encerrados en un círculo estre- La multitud y la élite advertirlos. De ahí que cho, entre cuatro muros. pasan ante ellos sin tengan épocas de desaliento ó, mejor dicho, de Dereza ó de desdén, durante las cuales se cru- zan de brazos y se niegan á luchar. Es verdad que muy pronto un pinchazo más fuerte que los anteriores, bilidad salir al una humillación, una del orgullo les suscepti- despierta y les hace encuentro del éxito que les aguardaba Pero es necesario en brazos de la multitud. que sientan presencia constante de una sim- la patía y de un apoyo, para prevenir los abandonos y los renunciamientos. Por lo que hemos visto, no necesitaríamos gran esfuerzo para pre- sentar dentro de poco un núcleo importante no de ser tomado en cuenta. dig- EL DRAMA REVOLUCIONARIO «LA POIGNE El drama que Jean Julien acaba de hacer representar en teatro en Gymnase, ha peregrinado de el teatro, durante mucho tiempo, recha- zado por todos los pontífices de crática. Parecía que la crítica la indiferencia y buro- la hosti- lidad se habían coaligado para impedir la re- velación de esa obra, que ha sido historia un éxito. La los dramas y todos los automisma. Pero no deja de ser curioso de todos res, es la ese eterno esfuerzo infantil de las mediocrida-' i des que pugnan por ahogar al que surge. han conseguido nunca. Podrán retardar No lo= el fa-, una notoriedad, pero no desviaría.. Las obras y los hombres que valen, se imponen^ talismo de inevitablemente. Jean Julien, que ha aguardado ocho años n^^ MANUEL UGARTE 198 con SU drama en cer, irónicamente, la garon de antemano do. «L¿í Poigney> Entre ha debido agrademala fe de los que le otor- el bolsillo, el triunfo de ser desconoci- ha obtenido un éxito comple- y el cuarto acto, el autor se ha acercado seguramente al ojo de buey del to. el tercero con una mueca de desdén y una sonrisa. La sala estaba atestada de gentes que telón de boca, en otro tiempo la espalda. Allí se le volvieron habían congregado todos el : editor que le dio veinte francos por sus versos, el colega amable que en le la dos. llamó raté, y la multitud que le empujó acera porque llevaba los pantalones raí- Era la revancha. La Poigne es una de esas obras de combate que, como la aCIairiére» de Donnay y Des' caves ó como « Les mauvais berges » de Octave Mirbeau, tienen que luchar contra todas las preocupaciones y los prejuicios del público. Traen una moral plebeya, que está en completa contradicción con las conclusiones de la clase dominante. Son revolucionarías. Son agitadoras de la gico que famosa cuestión el social. Y es casi ló- público enguantado que debe juz- garlas, se resista al aplauso y se niegue á con- tirmar la injusticia de sus propias prerrogati- EL DRAMA REVOLUCIONARIO «LA POIGNE » Por eso vas. tiene el triunfo 199 una trascendencia mayor. El abogado Perraud vive feliz en su ciudad de provincia, entre su mujer y sus dos hijos: Adriano y Lucía. Es un tanto autoritario en el orden doméstico, pero profesa ideas de justicia y renovación social, que concuerdan en mucho con las de su amigo Barral, profesor del liceo de la ciudad y socialista. la política ofrecen á de diputado, que á los él Pero políticos. Las combinaciones de Perraud una candidatura rechaza, afirmando su odio la ironía de las cosas, esa eterna ironía intangible que juega á su antojo hombres y los hechos, quiere que un ministro de aventura se acuerde de Perraud y le ofrezca una gobernación de provincia. De con los ahí el conflicto. oportunista y Perraud acaba por ceder al utilitario al que hay dentro de cada hombre y acepta, fingiéndose no sé qué vagas razones de « servir á su país » y « obedecer al llamado de sus compatriotas ». Su mujer, por modestia, su hijo por convicción, le acon- sejan que rechace; pero Perraud impone su autoridad de jefe de famiha, y acepta. Al comenzar el segundo acto, Perraud, gobernador, ha renunciado á sus ideas de progreso y justicia, ^fW'.- MANUEL UGARTE 200 y se muestra inclinado á secundar de todos los ministerios. resistencias ante ; cado de las vencido todas las pero hay alguien que se mantiene como una él Ha la política protesta: su hijo que, edu- primeras ideas del padre, es hom- bre libre y revolucionario. Adriano desea casarse con la hija de Barral, el profesor del liceo; pero Perraud se opone, arguyendo que Barral es un hombre de ideas demasiado avanzadas, y que un funcionario público no puede hacer alianzas de familia con un perturbador del orden. Lo que da lugar á una serie de es- cenas magistrales. El padre exhuma todos sofismas del egoísmo, y de libertad. Es el hijo casi la síntesis dencias que hoy se disputan vida. La la los expone sus ideas de las dos tendictadura de la discusión termina trágicamente, con un gesto autoritario de Perraud, que abofetea á hijo. La madre muere instantáneamente de una aneurisma. Al comenzar el cuarto acto, su viudo y separado de su hijo Adriano. Su hija Lucía se ha casado Perraud se encuentra con el solo, secretario de la Gobernación, Sauce- nay, que hace cuanto puede por suplantarlo en a gobernación. El estado moral de Perraud adivina. Sufre lodo el se abatimiento de su vida EL DRAMA REVOLUCIONARIO rota. Esto se complica de mineros. Hay « LA POIGNE con una enorme huelga motines. Las tropas ocupan puntos estratégicos en la gobernación. Sólo llegan palacio el de Perraud depende la matanza. Pero algo ha sobrevivido en ideas de antaño. Le repugna dar la señal del combate. dad y La la ciudad. multitud, hambrienta, avanza hacia de 201 » el Y militar viene á pedirle la él de sus pensamiento de cuando la autori- orden escrita de hacer fuego, Perraud se sienta tranquilamente ante su mesa de trabajo, su re- y escribe nuncia del puesto de gobernador. Este final inesperado ha levantado algunas críticas. Mu- chos habrían deseado que Perraud persistiese en su carácter hasta el final evolución es lógica de la obra. y no cabe discutirla. rraud se encontraba deprimido por to y los reveses la el la miseria de su hijo. la Pe- aislamien- de familia. Quizá tenía mordimiento de haber causado esposa y Pero el re- muerte de su Perraud era desgraciado; y es sabido que la desgracia ablan- da siempre el corazón de los hombres. Gomo enseñanza moral, (íLaPoigne» no tie Es el proceso de ese egoísmo ne precedentes. y ese orgullo que triunfan demasiado á menudo sobre los buenos sentimientos ; es la historia de .M MANUEL UOARTE 202 tantos enfermos de ambición, que han abando- nado su credo primitivo para tender á los honores ; y es la lección el cuello más provechosa para nuestras juventudes, que, influenciadas pop la muy que mezquindad reinante, se dejan arrastrar fácilmente á la «politiquería», olvidando la felicidad sólo está un otros, es casi en el bien. Entre nos- cliché decir al joven que tie- ne ideas generosas: «ya se encargará el tiem- po de disuadirle», confiando en que la innu- merable cantidad de tentaciones que hallará á su paso, buscar cuando el la le harán ahogar provecho. conciencia para la Lo más curioso es aplauden como si fuera un acto honroso. embargo, todos saben que no trar que, inconsecuencia se produce, todos la en juicio » ni de « Y abandonar errores de ventud», sino de (empleando la frase y gráfica) dejarse de lirismos y sacar partido posible de la vida. La sin de «en- se trata ju- popular el mejor tolerancia de los unos y cupidez de los otros, han contribuido á crear ese ambiente de derrota moral. Ya no se preguntan los jóvenes cuál es sino por donde se llega más el mejor camino, pronto. Y es in- dispensable que la acción tenga otros ideales. Sería aventurado decir que este estado de cosas . EL DRAMA REVOLUCIONARIO « LA POIGNE » 203 cambiaría bruscamente, pero no es posible ocultar que pierde terreno día á día. Si entre las nuevas generaciones abundan todavía persisten en utilitaria, la que hay muchos también que rompen abiertamente con lote los antigua concepción egoísta y ella, se encastillan en su is- de razón y dedican su actividad á difunY nada contribuye más á dir ideas generosas. la eficacia de esa prédica que el teatro, do pone en escena dramas como « cuan- La Poigne » í i .es w-^ "%•$" UN DÍA EN LA EXPOSICIÓN Gomo la Exposición no cabe en un artículo, es indispensable subdividirla fácil dar, al une idea vaga de ta inútil rario y ; y aún así, no es cabo de media docena de crónicas, los tesoros que ofrece. Resul- trazarse programa, imponerse itinedistribuir los días ; siempre habrá un /. más hermoso que los otros, una curiosidad más incitante, ó un incidente imprevisto que nos desvíe del camino que nos hemos propuesto seguir, nos interne en un barrio nuevo, palacio y nos abandone al capricho, en medio de la ciudad maravillosa que abre á derecha é izquierda la tentación de sus misterios. Vale más librarse á la casualidad, entrar todos los días por puerta diferente y dejarse llevar por la muchedumbre, fiándolo todo á la fantasía. El ins12 V* ^í MANUEL ÜGARTE .206 tinto popular, que sabe descubrir todos los es- condrijos y los recodos, es algo así jula del éxito. Por los como caminos en que la brú- la gente escasea, sólo se irá á alguna vaga Exposición de conservas alimenticias ; por aquellos en que la multitud se hacina, se irá al Vieiix Paris, al pabellón 'divino Palacio délas Flores, con toda seguridad de ó á ese Italia, que es la revancha ide la naturaleza sobre la fealdad invasora las el de máquinas. Es un monstruoso invernáculo que, recuerda palacio de Sydenham, muy alto, muy ele- gante, muy majestuoso, en el que nos sonríen todas las plantas y todas las flores conocidas. Desde la puerta nos ahoga una fragancia in- quietante, que hace tasía pensaren la de aquellos románticos de voluptuosa fanla segunda mi- tad del siglo último, que en las novelas y hasta en la vida real se suicidaban con flores, en la atmósfera tibia de los invernáculos. Hoy somos, por fortuna, demasiado siglo xx para aplaudir esas enfermedades del capricho ; pero la imaginación, que tiene travesuras inconfesables, se complace en sugerirnos todavía la cerrar las puertas, idea de dejarse caer sobre las al- mácigas, y emborracharse, enloquecerse y ago- UN DÍA EN LA EXPOSICIÓN 207 nizar con los perfumes, hasta quedar inmóvil, con el un manojo de rostro escondido entre nardos. Nada más de flores, extraordinario que esta Exposición donde todos los matices y todas las variedades están representadas por ejemplares casi perfectos. ticultura, arte, to Páralos apasionados de que ven en ella una la ciencia no hay nada que pueda igualar el hor- y un encan- de esta sección. Podrán algunos ridicuKzar la pasión por las flores. Pero.... si casi todos juzgan razonable que haya gentes dedicadas á coleccionar sellos, pipas ó medallas, ¿por qué no se ha de tolerar que otros se empleen en ^-Sfe' y amar las flores, siendo así que ellas simbolizan tan exactamente nuestras pasiones cultivar y nuestra vida que, cuando las desgajamos para hacer un ramillete, parece que estuviéramos viviendo? Hay más de una persona que posee gran biblioteca sobre horticultura, y estudia largas horas con el fin de descubrir combina-, cienes nuevas. Los que dedican car un día á bus-' un ejemplar raro de anémona, son quizá más razonables que los que lo emplean en per- seguir una vieja edición de Racine: porque en- buena ley natural, valen más los productos de' ,.A t'^W MANUEL UGARTE 208 que la tierra to el estudio hombre, y es menos ingraflores que el de los caracte- los del de las Le Temps publica de tiempo en tiempo unas « Crónicas de la huerta », que un viejo escritor, reñido con la ciudad, le envía desde una res. quinta alegre de los alrededores, de Gannes; y nada más encantador que es los sencillos co- mentarios del misántropo sobre violetas, el la salud de sus aroma de sus jazmines y la ambi- ción de sus plantas trepadoras. En el Palacio de las Flores se explicarán los indiferentes muchas aberraciones que antes no comprendían. Se ha dicho que Madaleine Le- maire no tiene talento, tar flores. » Y incomparable las : las « porque se limita á pin- un error lastimoso; porque la artista ha hecho más que copiar- es ha sorprendido en su espíritu y ha exalma que dormía en ellas. teriorizado el No al es posible creer Palacio de que todos las Flores los que entran comprenden el en- canto de esos plantíos de joyas naturales; pero es innegable que la mayoría experimenta sensación de frescura bre ellos. más descansar los ojos so- Es una admiración, en den inevitablemente los al una que más manos los espíritus refinados. El obrero de la coinci- toscos y callosas, UN DÍA EN LA EXPOSICIÓN 209 que arrastra un paso rudo, y la parisiense frágil que se desliza en un crujir de sedas, se detie- ,% mismo arrobamiento ante los tallos florecidos: él, porque sorprende un contraste con su persona; ella, porque encuentra una nen con el analogía. El Palacio de les Flores es el gran oasis de la Exposición, con sus alfombras de jacintos y de violetas, de rosas blancas y pensamientos azules. Después de un día pasado entre quinas, ó en la Exposición de artillería, placer y un descanso venir á en esa maravillosa caverna de que es el punto de la creación, las vida perfumes de esas otras flores de cita que son respirar los máes un las mujeres y los niños. ; ^- ^- -^^ ;^ \ :- * f * * El lápiz inteligente de Róbida ha dado naci- miento á una hermosa reconstrucción de algunos barrios del antiguo París de 1400, que sólo conocíamos hasta ahora por viejos dibujos que los enticuarios venden á precios inabordables. Róbida es un gran estudiado mucho su artista concienzudo, y ha obra, antes de ejecutarla. 12. MANUEL UGARTE 210 De ahí que la reconstitución haya exacta y fiel, sin dejar de tener líneas ción, á causa de la que el artista resultado de crea inmensa cantidad de talento ha tenido que poner en actividad para dar á esos muros su verdadero espíritu. Los arquitectos, obedeciendo á las indicacio- nes de Róbida, han impuesto á las construcciones una vetustez increíble. Al ver esas calles estrechas, bordeadas por almacenes de forma anticuada de los que penden letreros llamativos, el traseunte cree en pleno reinado de estar Carlos VII ó Luis XI, en la época brumosa y contradictoria en que Juana de Arco era que- mada en la plaza pública y Gutlenberg inven- taba la imprenta. Todas las originalidades del siglo han sido respetadas. forma tosca de de las corral, El teatro tiene la que era la característica escenas de aquel tiempo las ; tabernas son obscuras, y abren sobre los callejones pequeñas ventanas, veladas por cortinillas rojas ; la iglesia es una nave altísima, que recibe luz por grandes vidrios de colores, plandecen los Vieux París santos ; la dondo res- y todo ese rincón del perfume y el tiene el aspecto, el alma de aquella época en que las rivalidades de os Bourguignons con los Armagnacs habían ; UN DÍA EN LA EXPOSICIÓN entregado casi todo el 211 país á la invasión in- glesa. El Vieux París tiene también su órgano especial, la Gazette du Vieux París, cuyo primer número, correspondiente á la época galo-romana, nos sorprende impreso en papel apergami- nado y escrito en caracteres antiguos. El próximo estará dedicado á la época merovingia. Y será una colección curiosa la de esa Gazette du Vieux París, que pasará por todas hará, en seis meses, de historia, el las épocas y camino de veinte dándonos en cada número pecto característico de un reinado y siglos el as- la fisono- mía sucesiva de una ciudad, hasta caer en el gran París moderno y cosmopolita. En el primer número publica Haraucourt, bajo el título de Lutéce, algunos versos hermosos: Les licteurs sont, debout; autour de la paresse Impériale un peuple obséquieux s'empresse toques blanches, manteaux rouges, bruns, violéis, les notaires, les ducs, le comte du palais, rauditoire, et la mode, et les cubiculaires; des pages, des menseurs, des hommes consulaires, vont, viennent, parlant bas, se saluant des yeux, tandis que Julien Cesar, silencieux, caressant du regard la brume mauve et blondei réve d'asseoir ici la maítrise du monde... Los rán en y los bibliófilos encontraVieux París toda la Francia polvo- coleccionistas el ; W-*W^: MANUEL UGARTB 212 rienta de hace seis siglos. que os predice go, del río agua á No falta ni el astrólo- porvenir junto el la fuente ; ni la borde que va por ni la risueña maritornes, ; al posada feudal, con sus cocinas á la puerta, su huésped apoplético, y su letrero que dice: Au coq d'argent ici ron : donne a manger. No habrá en como que hicieron los las calles duelos ilustre á Gyrano de Ber- gerac, ni se publicarán bandos, ni se reeditarán que hemos aprendido á admirar en las caras telas de Holbein llamar ra, « ; pero podremos viajar en canalla » á los criados, y las lite- enamo- rarnos de una marquesa de Batignolles, durante una cena en Lauberge des Veremos trois cocus. revivir á Tabarín con su teatro de po- lichinelas; á los estudiantes del Pré-SMJí-G/ercs, con sus birretes puntiagudos, como mo; y el de Eras muchedumbre de malhechores á la según Rabelais, estacionaba en que, las cercanías Habrá memorialistas y alquimismosqueteros y profesores de clavicordio. Los señores atravesarán el Sena en barca, y del Pont-Neuf. tas, arrojarán los remos un puñado de oro ; los ancianos el oficial al villano que llevo los trovadores rimarán rondeles de peluca empolvada reñirán con mozalvete que hace sonar el espadín ; UN DÍA EN LA EXPOSICIÓN 213 y las doncellas se alejarán con sus dueñas, y entrarán á las capillas, para oir autos sacramentales. Todo cuanto puede hacer resurgir el capricho de las reminiscencias, encontrará su cuadro en el Vieux Paris, * * Otra de las atractions es, indudablemente, el Village Suisse, que está fuera del recinto de la Exposición pequeño valle, y ocupa un área enorme. En un á la sombra de montañas altísi- simas, sobre las que se escalonan viviendas de colores claros, se extiende, entrecortada por un arroyo que deja ver los guijarros bajo el agua, una verdadera aldea suiza, donde se encuentra todo el encanto de los alrededores de Zurich. Aquella vida fácil y amable, que hace de cada cantón un pequeño mundo limitado que bas- á ta la ambición de sus habitantes, ha sido transplantada con toda verdad, é instalada en pleno París No falta sin alteración de ningún género. nada. Las vacas mansas y enormes que lamen la MANUEL UOARTB 214 mano que donde espuma. A la granja que lla, la vaquería, pasean sus co- llevando y trayendo vasos llenos de fias blancas, la pacen en las ordeña, las sirvientas coloradotas sombra del emparrado, junto á ríe con sus lechos de paja amari- están los arreos de los caballos, la carreta cargada de hortalizas los campesinos. Aquí, de y las caras francas el puente tosco, hecho con troncos de árboles, por donde pasa la luga- y su gran sombrero de paja, llevando un mazo de flores reña, con su traje de colores vivos ó un cubo de leche para co. Allá, la pequeña fabricar el queso fres- iglesia protestante, con sus ventanas altas y su torre puntiaguda, edi- medio de un jardín, con ficada en quetería de mujer quito. Más cierta co- enamorada de un Dios lejos, el restaurant, limpio, sin alfombra, sus con su piso la derecha, la casa brasserie, en blanco, en crucijada. la cortinillas y una escalera empinada los vidrios para subir hasta fresco. los « notables » del más anchas, pueblo, con ventanas verdes en de muy mesas blanquísimas, y su derroche de manteca, huevos y pan A chi- puerta. A la izquierda, la un subsuelo obscuro ; el tiro al un recodo y el relojero en una enPor todas partes la misma vida fácil, ; sJ,. 215 UN DÍA EN LA EXPOSICIÓN nocente y sin inquietudes que hace de la Suiza m pueblo dormido tortuosos y trazados ginales y alegres Y en las calles, y junto al río, ; en y dócil. al Los caminos son capricho ; las casas ori- las gentes afables los jardines, y risueñas. en las ventanas hay niños, muchos niños, en pe- lotones y racimos de vidas futuras, que ran madu- al sol. Sin la torre Eiffel, que aparece detrás de las montañas, Ipara recordarnos que estamos en París la aldea suiza sería Hasta las tigables, una realidad para muchos. caravana de ingleses, que pasan infa- en su tarea de catalogar recuerdos, contribuyen á darle un gran color realista. f y. V.:- '.< _--<-,TírT*i " '" "-. --."1 i ,1 ^f TRES HOMBRES ^M- I. — TValdeok'Rousseau M. Waldeck-Rousseau es un hombre roDusto, reposado y sobrio, muy sereno en la Cámara, muy hábil en su gabinete, y muy afable en la calle. Su temperamento es inquieto pero la voluntad domina los nervios. y vivaz, Su elocuen- cia tiene tres cualidades espartanas: la calmo, y el laconismo. Posee en alto grado de conciliar las voluntades y crear «terrenos neutros» donde todos pueden enten- la firmeza la ciencia derse. La cualidad dominante es la energía. Tiene una manera tan resuelta de aceptar combate, que sus adversarios se desaniman acaban por atacarle sin convicción, como antemano supieran si el y de que deben ser vencidos 13 ¡^•^'O'^'^-f ' ««•'j^^'iífí'i' '^tTjy''"' <<r >^5"«í»^5íiw:S7W^»íTT'' MANUEL UGARtE 218 Guando escala la tribuna, y se levanta ante a Cámara con un gesto frío y seguro, parece que lleva una determinación tan arraigada, tan fija, que la derrota ó el triunfo se le aparecen como cosas secundarias. Todo el hombre respira «la seguridad de tener razón». Tiene confianza en sus argumentos y en la eficacia de la tesis que defiende. Guando le apuran, se cruza de brazos. ha sido siempre favorable hasta ahora. Ese hombre glacial y sóEl voto del Parlamento lido, que habla con protestante, es ciones. Nada monotonía de pastor cierta un robusto domador de oposila audacia tranquila con vicios y costumbres que nadie cuya actitud iguala que ha corregido se atrevía á le tocar. El ejército, agresiva para la libertad era un peligro, ha do reducido al silencio si- con una docena de mira- das enérgicas. El clero, cuya propaganda mina- ba las instituciones, se tenerse en los límites ha visto obligado á man- de su misión. La repúbli- ca ha salido ilesa del conflicto. Y M. Waldeck- Rousseau sigue imponiendo sus reformas, con esa energía serena que es la distintiva de su carácter. Dada la situación actual de Francia, se pue- de decir que la oposición €stá en el Gobierno y 219 TBBS HOMBRE!» Gobierno en el oposición. la Es uno de esos casos excepcionales en que los partidos avanza- dos se legalizan en el mando, y los partidos conservadores se hacen subversivos en la tencia. glo, Ha ocurrido esta vez lo que hace resis- un si- cuando Luis XVI formó su ministerio gi" rondino y la revolución se instaló en el poder, mientras los realistas, los reaccionarios, los que se consideraban todavía legal, tuvieron como único gobierno que resignarse piradores. Pero M. al papel de cons- Waldeck-Rousseau lleva con cierta cortedad su traje de jacobino. Pertenece á esa fracción liberal de serva las la burguesía, que con- tradiciones de 1789, pero mita á defender la que se li- igualdad nominal que se llama república, rechazando la igualdad mate-- rial de los colectivistai. Sin embargo, de sus timideces, la obra de y á pesar M. Waldeck-Rous- seau es altamente meritoria. Gracias á abierto nuda el una nueva él se ha era, en la que la empuje generoso que la ha enaltecido Francia rea- siempre. Guando todas las fuerzas del pasado pugnaban por retrogradar, un hombre contenido. Y las ha no contento con deíender las li- bertades alcanzadas, las ha ampliado. El actual presidente del Consejo, es una figü- *^^IS^I^#'?' '¿^í';- '' -^ '-V' ; •.-- ' '--'Ji-^ ^^-Vi'^'T-.'-'^éBV^.X^r^^^^'^'jm^- MANUEL UGARTB 220 ra austera por el estilo de un Carnot, con talento. No M. Ferry, Quizá eS tiene el gesto ancho y elocuente de Gambetta, pero gana en intensidad lo que pierde en esplendidez. Si es fuerza compararle á alguno de los hombres de nuestro país, diremos que tiene mucho parecido con el doctor Pellegrini. Pero la distancia y la diferencia del medio hacen que estas comparaciones sean poco aproximativas. Es reservado y tenaz, inflexible políticos. y previsor. No vive al día, como otros Ha hecho su cuadro de posibilidades, ha imaginado lo que puede ocurrir, y conoce, con seis meses de anticipación, los terrenos en que debe En librar la batalla. Waldeck-Rousseau es un opuna anécdota muy conEn tiempo en que la mayoría nacioceptuosa. el fondo, M. timista. Corre sobre él nalista del Concejo Municipal se sonalmente contra él, ensañaba per- un amigo creyó juicioso aconsejarle la prudencia: — Más valiera, conquistar por la hacer concesiones y dulzura; ese Concejo Municile dijo, un hacha que acabará con el ministro. Se equivoca usted, respondió M. WaldeckRousseau, porque el ministro es un árbol muy pal es — duro, y el hacha se romperá. .^ ^1 TRES HOMBRES 11. — Krüger Las manifestaciones con que Marsella y París han recibido al presidente del Transvaal, han revestido, á pesar de su entusiasmo espontaneidad, cierto cerácter sectario. y su Era una desviación inevitable, puesto que todo está su- bordinado á las elecciones legislativas. Un par- tido político trató de acaparar los beneficios del arrebato popular; los otros partidos no se resig- naron á desprestigiarse, guardando una actitud y todos acabaron por utilizar la llegada de Krüger, como un medio de propaganda correcta; electoral. El pueblo francés ha desfilado en masa bajo los balcones del Hotel Scribe. Gambetta no se Desde tiempos de recordaba nada parecido. Po- hombres han alcanzado una popularidad tan ruidosa. Verdad es que ningún otro se ha visto colocado en la situación excepcional que hace cos de Krüger un símbolo del odio contra una nación. Krüger es un caso raro. Garibaldi desuna acción igualmente generosa, y mu- arrolló cho más vasta, pero no alcanzó jamás la una- 222 MANUEL ÜGARTB nimidad de simpatías que ha despertado el pre- sidente boer. Quizá tienen razón los que afirman que, para obtener este pleno de aplausos, ha sido necesario que hombre venga de un el país extraño á nuestras querellas y se levante contra el En más la fuerte de nosotros. lucha del boer contra el inglés, todas boer. Pero esta sim- las simpatías están por patía no entusiasmo exagerado que supone el el algunos afectan. Los que razonan, no pueden olvidar que el boer cuando La se instaló fué también en los un usurpador territorios del Cafre. multitud que ayer aclamaba al presidente del Transvaal, esgrimía razonamientos muy sumarios. Para la mayor parte, todo se reducía á embéter les anglais. Apenas pos del pueblo abarcaban si algunos gru- el conjunto, generali- zaban y convertían aquella rebelión de instintos en una demostración contra el coloniaje y las conquistas. Pero aun esos mismos clarovidentes, extravia- ban su acción sobre un derivado. Su indignación pudo ejercitarse ra en la tía la más eficazmente la víspe- Cámara de Diputados, donde interpelación tradas en el se discu- sobre las matanzas perpe- Congo por dos oficiales franceses. r 223 TRES HOMBRES Si la pasión tiene aberraciones inconcebibles, la ironía de las cosas se encarga de poner las contradicciones de relieve. Las imponentes ma- nifestaciones contra la barbarie de los conquis- tadores ingleses, han coincidido con el debate provocado por la barbarie de los conquistadores Razonemos sin preíerencias. ¿Qué autoridad puede tener un pueblo para reprochar á otro los excesos que él mismo ha cometido? Las masas tienen un criterio infantil, que les franceses. hace suponer que las cosas son justas ó injus tas según le son ó no favorables. Todos los atropellos no le inspiran la El Transvaal no es el misma reprobación. único país que ha perdi- do su libertad en estos últimos años. ¿Por qué no ha manifestado Francia los mientos generosos cuando los mismos senti- Estados Unidos sionado por los Cuba? ¿Porqué no se ha apafilipinos, que han opuesto la misma que se apoderaron de to resistencia los boers, y con más éxi- hasta ahora ? Dejemos que los europeos utilicen estos acon- tecimientos para sus fines de cional política interna- y renunciemos á vivir de agitaciones ex- trañas á nuestro medio. Tengamos vida propia. Nuestro héroe, (ya que en estos momentos pa- .fv*.."ír-'.-.'-f>, r;.^ 5 j:„':r ^l,=r ^->í!*3r3R MANUEL UGARTE 224 rece indispensable tener un héroe) debe ser Aguinaldo. Su obra nos interesa particular- mente, porque es nuestra historia que resurge. Es innegable que Krüger merece todas las simpatías. Pero no es juicioso apasionarse por él y adoptar sus La odios. Inglaterra ha proce- lo mismo que Francia, España ó en parecidos casos. Lo propio, sería re- dido esta vez Italia concentrar todas las verdadero culpable les : indignaciones la guerra. Todos y todos los vencidos merecen la sobre el los débi' misma ad- miración, y no sería justo localizar nuestros sentimientos generosos en un Los atropellos pueden hacernos olvidar los sola persona. solo país ó del en una Transvaal no atropellos de Chi- na, de Filipinas y de Cuba. Apiadarse por el primero, y olvidar á los otros, sería ponerse al servicio de pasiones censurables. El verdadero enemigo, que todos debemos aborrecer, no es la nación X ó Z, sino el sistema de conquista que todas emplean sucesivamente. 225 TRES HOMBRES III. Los — Aguinaldo. diarios de París columnas con los nietos que han llenado largas de detalles sobre la intimidad de Krüger, tienen apenas cuatro neas indiíerentes para el fili- hombres han sido pino. Sin embargo, esos dos igualmente el lí- heroico caudillo brazo de despueblos. luchado sin tregua contra Ambos han Y si hay más digno el invasor. uno más desgraciado, y por lo tanto de simpatía, no es el que peregrina perlas cor de Europa, sino tes el que ha caído prisionero. Aguinaldo ha sido en la guerra uno de esos actores geniales que realizan prodigios y asombran á su público, pero que no obtienen el aplauso que merecen, ni alcanzan la notoriedad que les corresponde, porque se hallan confina- dos en una pequeña ciudad de provincia, lejos de la fama y sus trompeteros estaba también muy No teatro de los inte- intentamos establecer una hombres igualmente han tenido que un destino muy difeKrüger ha encontrado un hogar amigo comparación entre dos ilustres, rente. Krüger distante, pero tuvo la bue- na suerte de actuar en pleno reses europeos. oficiales. 13 íí^f'- v' - .' ' -:-^^v-''v^- - '•p¥^^g MANUEL UGÁRTE 226 en ^, la corte de de Holanda, donde vive la reina y adulado, librándose á combinaciones de política internacional Aguinaldo ha caído en libre ; poder de sus enemigos, y está quizá actualmente en un calabozo, con un libro de Silvio Pellico sobre las rodillas, meditando sobre su des- La tino de esclavo. suerte es Pero ese general de una loca impulsiva. y cinco años, que un pueblo, y sin armas, treinta se erige en salvador de sin recursos, sin auxiliares, desencadena una guerra desigual, primero contra una después contra otra, con el único fin nación, de dar la libertad á los suyos, frío, obstinado, derrochan- do la audacia y el vigor, la prudencia y la ge- nerosidad, es una figura que merece ser colo- cada muy cerca de Bolívar y San Martín, porque el mismo esfuerzo, debe merecernos la misma estimación, sea ó no coronado por el triunfo. Aguinaldo ha sido un héroe desgraciado. Las agencias noticiosas de Nueva York le cantarán ahora un rápido responso, y el ogro yanki plantará en Filipinas su bandera y su ley de Lynch, entre el ruido de los zapatos gruesos de sus soldados. Pero ducirá en el asistirá á la una sacudida más fuerte se pro- corazón del prisionero. El general agonía de su ilusión, y escuchará 227 TRES HOMBRES llorando las imprecaciones de sus soldados. El de su patriota adivinará el porvenir brada al insulto tierra, li- y á la rapacidad del intruso. El hombre, medirá la importancia de su desastre, al pasar de la meta de la dictadura á la servidumbre, abismo. al Y es seguro que se res- manos húmedas todade lágrimas, para ver si aquello no es un tregará los ojos, con las vía sueño, y si efectivamente todo ha concluido. Pero algo inmaterial debe decirle en voz baja que su recuerdo no morirá, y que su pueblo no está condenado para siempre. Otros realizarán quizá lo que él que entra por no pudo. la rendija ga como un cetro sobre Y de en la la raya de puerta y se alar- las baldosas, el prisio- nero encontrará una visión del futuro. bertad tiene eclipses, sol cómo el sol, La li- pero nunca muere. Nadie puede impedir es posible aplazarlo. grarán dominar el el triunfo del bien ; sólo Los invasores de hoy lo- archipiélago al abrigo de sus cañones, pero no conseguirán impedir que un violento deseo de independencia siga fermentando en las almas. Y cuando se produzca un nuevo estaUido, y las ciudades se subleven, los campesinos salgan de sus chozas, la espe- . MANUEL UGARTE 228 ranza reviva, cunda y el grito ncendien otra vez, sobre moreo de los que quieren los campos se confusión y el cla- la ser libres, flotará el recuerdo de Aguinaldo como una bandera. Los telegramas dicen que uno de los de castigar al sido víctima de la traición de La historia se encargará ble. Pero el jefe filipino el patriota tagalo está á luchar con los perjuros. ha suyos culpa- acostumbrado Primo de Rivera le una vez deponer las armas mediante promesas que no cumplió. Dewey le ofreció máe hizo tarde una libertad que le negó después. La más mayor es la hostilidad que provoca. Los grandes hombres como Aguinaldo se acumulan coa odios. vida es una traición permanente; y tanto grande es el talento, tanto LA CRÓNICA DE UN DÍA — Un barco argentino en y extranjeros. Un discurso del Sr. Deschanel. Una España. « Les petites ouvriéres ». huelga. El incendio del Teatro Francés. Parisienses — — — — El parisiense aborrece las Exposiciones, por- que desalojan de su centro y de su le Sabe que los extranjeros mundo. invadirán la ciudad, se posesionarán del bulevar y de los cafés, toma- rán por asalto los hoteles y los teatros, y harán del París intelectual y elegante una sala de mesón, donde todo está permitido. A la sutileza y savoir vivre la espesa risa la, la del pueblo francés, se mezclará alemana, la imprecación españo- grosería inglesa, la gesticulación italiana y el rastacuerismo sudamericano. Por eso es que el habitante de París, en la imposibilidad de luchar contra esa invasión, acepta casi siempre las fiestas como un castigo, y se retira hasta MANUEL UGARTB 230 que tas la ola pasa, la Exposición cierra sus puer- y París vuelve á tomar su fisonomía habi- tual. Tiene razón. El extranjero que viene á París en se instala él como en casa que paga su dinero, texto de á todo; ha venido á Y porta poco. divertirse propia. Bajo prese cree autorizado y lo demás le im- esa concepción simplista, que le hace confundir una ciudad con una casa de comercio dudoso, tiles. le arrastra á aberraciones infan- Cualquier cuidador de puercos de Chicago se cree autorizado á abrir juicio sobre la pobla- ción y á dictaminar, desde lo alto de su nacio- nalidad, sobre los vicios que deben corregirse. La vanidad le hace suponer que se ha dado cuenta de París en una semana. Aunque sólo conoce las veladas del café Americano, se jacta de estar cabo del estado actual de la sociedad Esa precipitación inaudita en el juicio, al francesa. y esa cómoda manera de simplificar, le hacen caer, naturalmente, en errores lastimosos. Por- que un criado ha infringido una consigna mediante un luis, supone que todos los habitantes y porque una racco léase le detiene en mitad de la calle, concluye que no hay son venales una sola ; mujer honrada. El carácter francés es LA CRÓNICA DE UN DÍA más más dúctil, perfeccionado, percibir las medias aspectos, 231 más capaz de tintas y la diversidad de y no siempre puede forzar una sonrisa ante esa irritante manera de resolverlo todo en dos minutos. La vida de París es tan complica- da, que sólo la ignorancia puede pretender juz- garla en bloque. A pesar de eso, que ha recorrido dos veces te el extranjero bulevar, no resis- el á la tentación de abrir juicio sobre la ciudad inmensa. Librado á París con delfia) ; el al orgullo nacional, compara terruño (Munich, Sucre ó Fila- resuelve la superioridad de su país y se desata proclamando supremacías y vomitando afirmaciones nadie ha contro- decisivas que lado. No es posible suponer que toda la vida de París se detiene durante los seis meses de la Exposición, y que toda la actividad se reconcentra en el recinto de la feria. Las Universi- dades siguen funcionando, tíficas las sociedades cien- no cesan de estudiar y resolver problemas vitales, las bibliotecas están abiertas, las revis. tas discuten asuntos se trabaja de arte, como siempre, en la Sorbona no cesa madrugan como mismo de todos los sus conferencias, los obreros de costumbre y París es el los ministerios MANUEL UGARTE 232 días, con la diíerencia de que alberga dos mi- llones más de ociosos. Pero toda esa vida de labor se siente molestada por la presencia de tanta vida inútil. Cierto es que las gentes que vienen para la Exposi- ción evolucionan en un radio determinado limi- tado por la calle de Provence al Norte, bulevar Saint-Germain Poissonniére al Este y Triunfo. De modo Sur al Oeste al que, para el bu- el el faubourg el Arco del parisiense que quiere estar al abrigo de impertinentes, todo se reduce á saltar la barrera. céntricos, en Batignolles, ó En los barrios ex en Montparnasse, en Montmartre ó en Reuiily, hay rincones exquisitos de soledad y de aislamiento, donde muchos se han refugiado durante las Exposiciones anteriores, abandonando así el centro de la ciudad á las caravanas de extranjeros que corren los bulevares cogidos de la mano para no perderse. Casi puede decirse que sólo queda en alrededores de la plaza de la Opera el los francés obsequioso y envolvente que os recomienda su sombrerero, su sastre y su peluquero, que os lleva al teafro con billetes de favor, os presenta una docena de demi-mondaineSf y acaba por LA CRÓNICA DE UN DÍA arrinconaros en la terraza de gir un préstamo de 5.000 está un 233 café para exi- francos. Junto á él aventurera de ojos pintados y sonrisa la misteriosa, que se remanga enagua de encaje, trar la la falda se para mos- enfada con camarero por una torpeza imaginaria, y os ce hospitalidad en un entresuelo de la el ofrecalle de Moscou, para beber una copa de champaña de veinte cuanto luises. primera cibe, á la Ese es el París moral que per- vista, el recién llegado. Todo gran ciudad tiene de noble, de grande y de hermoso, está casi invisible. « * * ck) No son pocos los españoles que han critica- el entusiasmo con que las autoridades de Barcelona y Madrid recibieron á los marinos de la fragata argentina Presidente Sarmiento. Y lo lejos más extraordinario es que esa minoría, de ser más nos hostil aplaude, y comprendernos. á nuestro tal país, es la que vez la que mejor puede Pero hay en todo esto una cuestión de aparante lógica. rs3"?jy^''3'7:g;«wSSV;-"- !? - •'• "-^ - ? .. -.,•'•• ^•^.t:*-:sí MANUBL UUABT5 234 La circunspección que han afectado los libe- rales, los republicanos y, sobre todo, los catala- nistas, se explica fácilmente, si las cosas como deben considerarse; es más desde desde el decir, punto de vista de las ideas, que punto de las nacionalidades. el Hay consideramos dos Españas; la tradición de la. Antigua, que perpetúa los reyes católicos, vía en el siglo XVIII ; y la y vive todaModerna, llena de vigores y savia regeneradora. La primera, que despierta el recuerdo de pasadas luchas y viejas aberraciones, nos es, naturalmente, simpática que la segunda, mismo espíritu dad y á la luz. menos que tiene nuestro y aspira como nosotros á la verEsas dos naciones delimitadas dentro de la nación, están en guerra constante, y aprovechan el menor pretexto para reanudar sus luchas. Son dos campos completamente separados, dos mentahdades absolutamente diferentes, que difícilmente podrán fundirse en una fórmula común. Por eso, á través de toria la ora- ampulosa de uno y otro bando, se ha trassiempre una inmensa disparidad de lucido ideas. La sibles para suavizar las asperezas que brota- ban á cortesía la vuelta y la diplomacia hacían impo- de cada pensamiento. Bastaba LA CRÓNICA DB UN DÍA el 285 anuncio de un banquete de vigilia^ para su- blevar á los librepensadores de Segadors de la bastaba ; el coro San Jaime, para sacar Y como los huésveían naturalmente en la plaza de quicio á los moderados. pedes argentinos se obligación de dedicar todas sus sonrisas á la España otra. de ahí oficial, Los el enfriamiento con la diarios de Cataluña y de Vizcaya lo han dicho abiertamente. Por otra parte, todos convienen en que las fiestas han sido espléndidas, los agasajos amistosísimos y el entusiasmo universal; pero la fraternidad sincera de visto ambas naciones se ha obligada á localizarse en frases senci- de bienvenida y compañerismo, porque, de haber salvado ese límite, se habrían condenallas do á no estar de acuerdo. Según la opinión ca- talana ó vizcaína, es inverosímil que una repú- y democrática hable seriamente de «comunidad de ideas» con la monarquía espa- blica liberal ñola que tolera ponde averiguar paña tiene ó un Monjuich. No nos corressi la opinión no razón al avanzada de Es- manifestar esos senti- mientos. Las dos Españas de que hemos habla- do estuvieron de acuerdo para recibir á los argentinos con cariñosa esplendidez ; pero cada MANUEL UGARTE 236 una trató de apropiarse en cierto modo la visi- ta, interpretándola según sus opiniones. Para unos, era la visita del hijo á la madre, y el simple abrazo de dos pueblos del mismo origen que tienen un mismo pasado y una misma religión; para otros, era la «prueba» de que las naciones sin prejuicios, emancipadas y «modernas», se desarrollan con portentosa rapidez, y de que la libertad es el mejor abono para cosechar progreso. Estas dos interpretaciones de un mismo hecho, agitadas en discusiones y artículos, se fueron separando, robusteciendo agigantando, Tengo á la afirma que hasta vista el hacerse un diario y irreconciliables. de Barcelona, que barco argentino sólo debió dete- nerse á tomar carbón, «para no aprobar con su presencia el actual estado de cosas». En cambio un diario de Madrid, exagerando también su doctrina, asegura que la reina debió negarse á recibir á los antiguos insurrectos, porque teniendo ellos una misma es razonable combatirlos en la trecharles la No han mano en Buenos no Habana y es- Aires. faltado, naturalmente, periódicos re- posados que den mía pero aun , historia, al asunto su verdadera fisono- estos mismos han caído en más LA CRÓNICA DE UN DÍA de un error. A Sarmiento en 237 pesar de todo, la estadía de la los puertos españoles y el viaje de su comandante á Madrid, ha dado lugar á manifestaciones inolvidables. La hospitalidad española, es la hospitalidad por excelencia, esta vez Y ha tenido tan hermosas espontaneida- y tan halagüeñas promeque ha conseguido atar en una amistad des, tan sabios olvidos sas, y duradera á los que aún conservaban amargor de antiguas luchas. fraternal el El presidente de la Cámara de Diputados Francesa es uno de esos beaux esprits Luis que, incapaces de resignarse al han plegado á se la república y XV ostracismo, se han instalado dentro de ella con todo su bagaje de ideas ele- gantes y toda su filosofía de peluca empolvada. Son una contradicción y una anomalía dentro del régimen actual ; pero todos los toleran, por- que no es posible hacer otra cosa. Aceptan la parte material y palpable de la doctrina republicana, y nadie puede pedirles cuenta de si en su fuero interno la aristocratizan, hasta con- j¡j™(j_i,i^».3»j:?-S'^^a|^s?';' •v*^>ír'';f' -!.— .,; "T^i .^iri.-t- '.':/~n^:'';^' T;?=?'p?.1K:^'3,r.?^?í^*;'S5g«- MANUEL UGARTE 238 vertirla en una pastoral de Trianón, ó en una intriga de Versalles. El señor Deschanel es jo- ven, tiene un Academia y otro en la Cámara, los salones se lo dis- sillón presidencia de la en la putan, la gloria le sonríe, y no es de extrañar que le el incienso le suponer que ofusque á veces, hasta hacer- la república debe ser lo menos republicana posible. Sus ideas no pueden nivelarse al contacto de las multitudes, porque no frecuenta las asambleas populares. No basta que, algunos meses antes de la elección, vaya á su departamento, y pronuncie tres discursos ante un grupo de pobres agricultores asombrados, cuyo único ideal es obtener la exonera- De todos moaun del pueblo, el faubourg en medio y Saint-Germain y el faubourg Saint-Honoró ción del pago de ciertos impuestos. dos, (quizá más elegante peligroso) acaparan la atención del arriviste, á quien se predice ya la presidencia de la república. En su reciente discurso pronunciado Ghartres, ha dicho lo que todos suponían diría. Deschanel no es uno de esos en que espíritus bruscos y desiguales que se complacen en sor- prendernos con declaraciones imprevistas. Por el contrario todo en él es fluido, meditado y ló LA CRÓNICA DE ÜN DÍA gico, hasta el punto de que ha realizado posible de ser el de su vida pio 23U el im- mismo hombre desde el princiLas declaraciones espe- política. radas se han reducido á proclamar la fe en el porvenir del país, y á afirmar que Francia posee primer cañón y el Elsta el primer fusil del última aserción ha sido mundo. muy discutida. No ha faltado quien murmure que asegurar la exce- un arma de guerra que sólo ha sido ensayada en los campos de tiro, es una imprudencia lamentable; porque el arma puede ser lencia de perfecta en teoría, y presentar en la práctica inconvenientes imprevistos. Al final de su dis- curso colocó, naturalmente, la estrofa obligada contra Inglaterra. Es una pagan hoy su La moda elocuencia de Deschanel es demasiado académica para entusiasmar á embargo, el á la que todos tributo. las masas. Sin medio millar de campesinos reuni- dos en el banquete de Nogent-le-Rotrou aplaudió frenéticamente una de sus frases. Porque un el presidente de la instante que era político, Cámara y fué ¿Por qué? olvidó por humano. Eso bastó para que la multitud le comprendiese. tal modo De todos los corazones están hechos para vibrar al unísono, que basta que un esprit fort, ?.y. MANUEL UGARTE 240 se despoje un minuto de su estudiada mise en scéne, para que exprese sentimientos capaces de hallar eco en simples y modestos labradores. La gran írase del discurso de Deschanel fué la siguiente: « Desde que un hombre comienza á subir y á elevarse por su esfuerzo, por su tra- y por su inteligencia, parece que aquí, como en la Grecia de otros tiempos, se convir- bajo tiese en el enemigo que es necesario derribar v deshonrar. Tan pronto es Gambetta acusado de devorar la riqueza del pueblo y de comprar yun- tas de caballos de 30.000 francos, como Jules acusado, Ferry, él también, de enriquecerse con las pepitas de oro del Tonkín.» porque « do, las democracias esa gangrena de los envidia. Son Y desde que hay democracias en han eso el es mun- sufrido de ese mal, de corazones, que se llama » frases que pueden aplicarse á todos los tiempos, todos los pueblos y todas las situaciones. El académico Deschanel no ha dicho nada nuevo en ese párrafo. Pero muchedumbre no oye verdades todos una, aprovecha la la los días, ocasión y así que oye para aplaudirla Además, esas palabras en boca de un triuníador, descubrían todo un pasado de luchas te- LA CRÓNICA DE UN DÍA 241 Los paisanos comprendieron que ese hombre grave, que hablaba con gestos mesurados, y de quién todos esperaban algo, porque rribles. que podía todo, había tenido, y tenía, sus guerras, sus disputas y sus rivalidades, era el en allá, el como do, lo séptimo cielo de la gloria y del man- ellos las tenían en esa aldea donde morirían sin nombre. No bastaba entonces ser poderoso é inteligente para ser El diputa- feliz. do Deschanel hacía alcaldes y prefectos, distribuía prebendas, conseguía pensiones... y á pesar de eso, había otros tan fuertes Y él, le que todos llevaban dentro de presarlo, las mundos la sí, manos aplaudieron, estalló, y, ante aquellas en como combatían y le amargaban la victoria. como ese hecho exteriorizaba un sentimiento que sin poder la ex- aclamación palabras que evocaban interiores, todos se sintieron inmensa solidaridad del hermanos, dolor. • París simpatiza con todas las huelgas, más por espíritu frondeur y bullanguero, que por convicción. La frase es clásica: 77 faut embéter 14 !^^-:^-..- •-.-- - •-•rj^r:.' ~. ; -:^..;-'>«w^^^s>^; MANUEL ÜGARTfi 242 le •/ - gouvernement. Pero esta vez la simpatía ha salvado los límites habituales. Toda la ciudad se interesa realmente en el litigio de esos po- mineros de Garmaux con ese orgulloso bres marqués de Solanges. El director de la Compañía no admite que sus subordinados puedan discutir el jornal. Exige de ellos una sumisión completa. Eso bastaría para levantar contra la opinión universal. él Pero hay más. El marqués de Solanges exige que todos sus obreros sean católicos. Los desgraciados que envían sus hi- jos á las escuelas laicas, se ven obligados, indi- á abandonar la mina. Aparte de que pueda argumentarse sobre libertad de conciencia, es necesario confesar que el noble rectamente, lo señor ha descubierto una manera inédita de convencer y hacer prosélitos. Las reivindicaciones de los obreros son tan simples, que pudieran parecer infantiles. Piden que los que trabajan á la intemperie sean em- pleados en otras labores durante los días de lluvia. Que los ascensos sean concedidos por antigüedad y no por favoritismo. Que el jornal les permita alimentarse. Y, por último, que se les conceda quince minutos para almorzar, á las doce del día. Cansados de devorar su men- 243 LA CRÓNICA DB ÜN DÍA drugo sin dejar de trabajar, se atreven á pedir quince minutos para comer. El marqués de Solanges encuentra que es excesivo. De manera que desde hace algunas semanas está de fiesta Garmaux; una fiesta sombría, en la que las canciones esconden lágrimas y el entusiasmo oculta la avidez de los estómagos. Los miserables recorren las calles, clamorean- do estrofas y levantando banderas. Son tropeconfusos de mujeres, niños, ancianos y les hombres vigorosos que han desertado el ro negro de la mina, y recla- mar No lo más para salir al sol aguje- indispensable para seguir viviendo. son exigentes. Pobres bestias de trabajo, no codician, en sus sueños de porvenir, ni mesa la llena de manjares, ni la carroza del mar- qués. Sólo piden Podrán un pan más grande. muchos huelguistas, pero fuerza es convenir en que hay algo que impresiona en ese simple ademán del discutirse las exigencias de trabajador que se cruza de brazos, y, con la sola fuerza de su abstención, suspende la vida de una fábrica, de una ciudad, de una comarca entera. Esa prueba así suerte del máquina vestida de harapos, ella, que la que todo depende de mundo está en sus manos. !S" :>í " ^ : r'^'ís^- MANUEL UOARTB 244 No sería juicioso predecir el resultado de esta huelga, la más larga y accidentada quizá entre las recientes; pero que marqués de Solanges si el actitud, no es aventurado suponer persiste no hay arreglo posible. en su Los obreros han renunciado á gran parte de sus reclamaciones, en la esperanza de una solución conciliatoria. Hasta han propuesto el arbitraje del Presidente del Consejo de Ministros. Pero el marqués de Solanges no quiere escucharles, y se encastilla que el en su orgullo, con hambre será más hará volver la fuerte al trabajo, sin esperanza de que todo, y condiciones. La les lu- cha será larga. París y las grandes ciudades se han conmovido. Las conferencias y las representaciones teatrales en favor de los huelguistas de Garmaux se multiplican. Las listas cripción se cubren de donativos. Y cia se organiza espectáculo más hermoso que el que nos ofre- los partidos, de todas y de todas las clases sociales, fraternizando en so para la resisten- de una manera sólida. Ningún cen ahora gentes de todos las rehgiones de subs- ayudar á un mismo sentimiento generolos que sufren. * 245 LA CRÓNICA DB UN DÍA A propósito de la interpelación de un diputa- han escrito, en estos últimos muchas largas columnas sobre la pe ti te ouvriére. Es un tema muy simpático, sobre do, los cronistas días, todo si se le ataca desde el punto de vista pin- toresco. Esas inmensas colmenas de la Paix, con su innumerable cantidad de manos la calle de blancas que hacen maravillas con la aguja, merecen ser descritas y glosadas en largos artículos que los desocupados leerán siempre con placer. Es una decoración Wateau, muy propia para ensayar frases caprichosas y crujientes como la seda. Hasta es un pretexto excelente para hacer literatura... Pero las petites ouvriéres desde sus medios de vida, todo si el se considera á punto de vista de amable panorama el desaparece, para dar lugar á una tristeza ta ante el porvenir fatal que las infini- aguarda. Esas muñequitas elegantes, que encuentran medio de embellecerse con una cinta vieja, que trabajan once horas ses, al día manipulando y que nos encantan en telas la calle de diez lui- con su an- dar gracioso, sus carcajadas de pájaros libres, y su mirada maligna, ganan tan poco dinero con su oficio, que se ven obligadas á pedir al amante lo que el taller no puede darlas. La mayoría 14. •sTíTi™/- "'•"^sssw^" /'•- • ' , '' : ^-vi :•• •^: V í N--. ; i^ -•s'*^-i§ MANUEL UOARTJS 246 de ' los que han escrito sobre ellas, se tado á describir salida del el tradicional ó del taller ranl; son pocos los Serge Basset en el han limi- espectáculo de la almuerzo en el restau- que se han detenido, como Matin, á hacer el presupues- mínimun de los gastos anuales y á compararlo con la suma del jornal. to Sin caer en sentimentahsmos ridículos, se puede afirmar que si la obrera rueda tan á menudo de amante en amante hasta la desgracia, es debido, más que á sus instintos de lujo ó á su curiosidad de niña traviesa, á la imperiosa necesidad de buscar una ayuda para seguir vi- Son cosas que podrán parecer inverosímiles en nuestros países jóvenes, donde las costumbres son más primitivas y más candidamente generosas; pero es un hecho que en Francia, Alemania ó Inglaterra, para no citar más que viendo. las tres grandes naciones europeas, sidades son tan premiosas, y escasos, que los padres se las nece- los recursos ven tan obligados á exigir que los hijos subvengan por sí solos á sus necesidades. El lazo de la familia se desata. La obrera que á sí se ve obligada á ganar su ha conquistado, por el hecho de bastarse misma, su completa autonomía individual. vida, LA CRÓNICA DE UN DÍA La autoridad la Una chicue- come en el res- paternal desaparece. de dieciseis años vive taurant, tiene sola, 247 amigos y amigas, y no da cuenta á nadie de sus acciones. Esto es excelente, en cierto modo. Con ello se fortalece la se desenvuelve el carácter. voluntad y Hay muchas que, por ese medio, han realizado vidas felices, des- pojándose de toda ambición, librándose á las corrientes naturales, cantador de las citas en la los y perpetuando ese ama griseta que sólo tipo enel amor, bosques y las fresas rojas. Pero desgraciadamente, la mayoría cae en la venalidad. Los escaparates tación de sus joyas las y sus acechan con la ten- vestidos, los tentado- y sus promey la buhardilla en que duermen es tan fría, comida que las espera es tan escasa, el trabajo res las persiguen con sus palabras sas; la en que agonizan es tan duro, que difícilmente resisten á la tentación de trocar besos por un billete azul. una docena de Otras contraen deudas durante una enfermedad, y se ven obligadas á quemarlo todo para salir del apuro. Otras, las menos, sucumben amor, son engañadas y siguen rodando. Pero todas son encantadoras, al en su felicidad ó en su desgracia, porque simbolizan el espíritu parisiense, despreocupado, S,?»!^-'''-^""??^»^!?*^,» ' 't ". ., . " . - : '.'~':.~s.^ i/' -"^T* - "" ! «w-"' MANÜLL UGARTE 248 y resignado á la vida. Pobres almas de veinte años, abandonadas en medio de una abierto ¡ ciudad enorme que las acecha para devorarlas Es tanta la desproporción entre la resistencia que pueden oponer y el ataque universal de que son objeto, que aun cuando caen y se deshojan, parecen resplandecer con una aureola de martirio. Los comentarios sobre el incendio del Teatro Francés acaparan, desde ayer, todas las con- versaciones. Los diarios no hablan de otra cosa. Y, como es de práctica, cada cual trata de establecer responsabilidades y formular reproches. Siempre se te ha notado que al día siguien- de un desastre, todos manifiestan un celo tardío y se acusan entre sí de negligencia. Ca- da ciudadano asegura que lo había previsto, que era inevitable, que no podía tardar; y, sin embargo, si rememoramos la vida de ayer, nos convencemos de que nadie pensó en el día siguiente de la catástrofe. ello has la Son debilida- des humanas, que nos hacen sonreír, pero que 249 LA CRÓNICA DE UN DÍA no son por eso menos peligrosas. De cargarlo con la suma de que nos aflige. es tan confusa culpable, cometidas No él la desgra- El alma de las multitudes y tan rudimentaria, que todas un empuje con- se detienen á averiguar ni á me- sus sensaciones se traducen en tra algo. nace un por la colectividad y vengar sobre cia ellas las faltas ese deseo universal de descubrir dir la responsabilidad aliviar su dolor de la víctima, y creen haciendo daño. De ahí del padre contra el médico, así muere. Hasta los sepultureros y que el el odio niño de los lacayos coche fúnebre disfrutan de nuestra malqueren- y nuestro desprecio, porque les asociamos, modo, á la causa que nos enluta. Y, en cia cierto sin embargo, esas pobres gentes nos evitan el dolor de cargar con el féretro, coger la pala y abrir nosotros mismos la sepultura. Pero, aparte de la cuestión, tan secundaria, de saber quién debe ser el la víctima expiatoria, incendio del Teatro Francés ha despertado otras inquietudes. sa, la La primer compañía france- encargada de mostrar nio dramático meses antes de de la al extranjero el raza, se ge- encuentra, dos la Exposición, sin teatro. La reconstrucción está decidida, pero una obra de ~-:..yr:K'': MANUEL ÜGARTE 250 esa magnitud exige tiempo. que se le ceda Unos proponen Opera durante algunos meses, GatuUe la hasta que vuelva á tener teatro propio Mendés opina que debe instalarse Seguramente se seguirá el en ; el Odeón. consejo de este úl- timo. Lo que verdaderamente espanta y entristece masque nada, es la suerte de esa pobre mademoiselle Henriot, que se vestía en su camarín para tomar parte en jazet, de Racine, la representación del Ba- cuando las llamas la envol- vieron y, en un abrazo fúnebre, la ahogaron. Hay algo de profundamente dramático muerte inopinada de una do tantas muertes. vengo, yace el un cantadora. Morgue, de donde que unía á fino talento En la en esa que ha simula- cuerpo carbonizado de esa pa- risiense exquisita, ventud, En actriz ¡su hermosa ju- y una elegancia en- sus ojos entreabiertos, parece ondear todavía la demencia del miedo. EL TEATRO ARGENTINO EN EUROPA Los diarios europeos se ocupan á menudo de nuestro país, pero muy pocas veces demuestran conocer á fondo nuestros asuntos. Las naciones América del Sur siguen siendo para un puñado de comarcas fabulosas é imprecisas, que producen mucho trigo y se divierde la ellos ten en jugar á la guerra Los pocos concienzudos, que, como nistas del civil. Temps, se toman el cro- M. Rouvier, trabajo de consultar algunos libros, se contentan con los relatos extravagantes de improbables viajeros que han año 70. Las visitado esas repúblicas antes del leyendas más absurdas nuestras costumbres. Un circulan decía hace pocos días hablando de ciado : « aún sobre escritor parisiense, se suicidó, porque no le un desgra- quedaba más '***f'^^>f^ • --•-'-,* '^^-*» •! ' >'-f-- '^'^'^^^r^li?!^^^f*m^^V^J^ - MANUEL UGARTE 252 recurso que pedir limosna ó embarcarse en Marsella para hacerse nombrar general en al- guna república sud-americana. » Hasta los escritores de cierto reposo, como el conde de la Vaulx, que hacen un viaje auténtico, y escriben un libro apreciable, ceden á esa debilidad del amor propio que les obliga á fingirse superioridades, peligros y aventuras que son fabulosas é irrealizables en Sud América. Los diarios especulan con envuelve, á pesar nuestro. la sombra que nos Hoy refieren la his- toria de un rey patagón que se pasea por París distribuyendo el distinciones honoríficas á los mañana lanzan un canard sobre transeúntes; hombre de tres metros de estatura, y pasado un croquis de ópera cómi- .nos caricaturizan en ca, con media docena de soldados desiguales, que evolucionan sin general analfabeto. orden, al Aunque mando de un descontemos en estos casos la malicia y la blagae parisiense que hombres hace con los y las costumbres lo que aquí llaman un jcu de massacre, siempre que- da un fondo de error involuntario, debido á la ignorancia en que casi todos están de nuestra verdadera situación. También es verdad que, aparte de lo <j[ue se refiere á las especulaciones - , EL TEATRO ARGENTINO EN EUROPA fin incieras, el parisiense tiene rés en conocernos. Su muy 253 poco inte- atención está solicitada por mil asuntos de importancia inmediata y Sus pasiones y su teatro están en Europa. Nosotros no podemos ofrecerle más palpitante. que una copia neutra y mediocre de lo que ocurre en su propia casa. Y somos todavía muy pequeños para pretender que nos tome en cuenta. Pero de un diario boule- la noticia reciente vardier tiene un sabor tan extravagante, que es imposible negarle las cuatro líneas de una — — dice Creemos poder asegurar que dentro de pocas semanas jdesembarcará en Burdeos una troupe poco común. Se trata de una compañía de dramas criollos (escenas de la Pampa), que un empresario atrevido se propone mostrar en pleno París con toda la mise en scéne indispensable. Los que recuerdan el crónica. « éxito de Buffalo Bill líos, y sus cow-boys america- adivinarán que se trata de un de fuerza. pumas y espectáculo donde predominan los La compañía viaja con los al aire libre, ejercicios caballos, perros amaestrados que necesita para sus ejercicios. Parece ser que el teatro americano, cuya revelación tendremos el sudgusto 15 -.' ""^ip^-^w^^^- "^ - • ^4 -- " ''-y-f^^: r-^^"^^'^'- -^^^^^^ MANUEL UGARTE de aplaudir dentro de poco, es una amalgama de acrobacia y de tragedia, que tiene un sabor extremadamente original, y da una idea muy exacta de la vida de aquellos países remotos. De nada nos valiera poner en duda asegurarnos de que nadie ha intentado Podrá y aven- la tura. El recorte sólo vale por la opinión fleja. » la noticia que re- que un empresario Europa lo que algunos ser ó no cierto se dispone á exhibir en consideran como nuestro teatro nacional; pero lo que importa es de presentar la manera confusa é irónica la tentativa. Es evidente que todavía no tenemos teatro para la exportación. Ya nos lo han hecho saber en España. La Vanguardia de Barcelona dijo hace algunos meses, cuando desembarcó una compañía, que habla el es quizá la cronista parisiense, que, tosco y rudimentario que añadiendo, que Juan « sin tener allí misma de que « nada es más el teatro argentino... » Mo reirá ha sido en cuenta las exigencias escrito literarias», y que es curioso apreciar la « singular manera que tiene cada pueblo de solazarse en los espectáculos escénicos. diarios, > Es verdad que otros como La Época de Madrid, encontraron medio de respetar nuestro amor propio, equili- EL TEATRO ARGENTINO EN EUROPA 255 brando frases amistosas y advertencias críticas, para salvar al mismo tiempo el buen renombre de la hospitalidad española y los derechos de la gramática. Peroles pocos elogios que alcanzó en España nuestra literatura regional, no gran escondernos lo- la evidencia. Después de todo, no podemos enfadarnos. En Buenos Aires se han dicho cosas peores so- bre esos primeros ensayos de literatura nacional. Tras un corto entusiasmo, casi todos con- vinieron en decretar que un atentado timientos. el drama criollo era contra la razón y los buenos sen- Algunos llegaron hasta afirmar que era una escuela de criminales. Y Moreira fué desterrado de la ciudad, y abandonado al suburbio, donde saben leer, hizo las delicias de los que no en esos pintorescos circos de lona, iluminados con kerosenne y burbujeantes de multitud, que son los coliseos de los que tienen pocos recursos. Fuerza es confesar que, como realización de dramas criollos dejan mucho campo á Son un amasijo de escenas, costumbres y palabras un tanto bastas, y muy propias arte, los la crítica. para ofuscar á los admiradores de Los que han aplaudido la Dumas hijo. Gioconda de d'An- -:^^\?:.;:j^: MANUEL UGARTE 256 donde todo y perfume, se aventuran difícilmente á aprobar las congojas nuzio, es delicadeza de Vicenta. Son delicadezas de estómagos bien alimentados. Es innegable que el drama criolla huele á cocina de mesón, donde lodo se hace á la bonnefranquettc. y donde se ignoran todavía los refinamientos de Vatel. Pero en el fondo de mucha «canCon esos matebelleza. Lo que nos toda esa vida de las Pampas, hay tera » riales de arte para se el porvenir. puede realizar disgusta ahora es la forma, y no el fondo. quizá surja mañana un anude todas esas en un ramillete de escritor flores dispersas y que las disponga lo existen- artístico. Pero, juzgando sobre la base de te, fibra, Y nos parece natural que el público de Barce- lona hiciera á nuestros compatriotas una aco- gida desdeñosa. Es muy explicable que las relaciones del Pericón provocaran silba y protesta. Cuando un argentino asiste por la pri- mera vez á las contorsiones tano, experimenta la de un cantaor misma sensación gi- hostil. La experiencia nos enseña, que siempre que v°mos algo que está fuera del repertorio de nuestras imágenes familiares, nos resistimos á admitirlo. Al cabo de algunos días, cedemos á EL TEATRO ARGENTINO EN EUROPA 257 costumbre. Sin embargo, en este caso parti- la cular del Teatro Argentino, la adaptación era Los espectadores de Barcelona no íacilísima. han sabido ahondar hasta cantos nacionales; así, se logías el fondo de nuestros de haberlo hecho porque habrían apercibido de las grandes ana- que con ellos tienen El gaucho de la los aires españoles. Pampas que canta «milongas» y que improvisa décimas, es una continuación del trovador español. Ha degenerado y ha desviado, como ha desviado y degenerado el tro- vador mismo en España. Pero hay todavía entre ellos, á pesar de la diferencia del medio en que han actuado, grandes lazos de indentidad que hacen que el cantor flamenco y el payador, puedan reconocerse un origen común en de otro las lejanías siglo. El error viene de que casi siempre juzgamos por comparación, y partiendo de la base de la « superioridad de lo nuestro. » De ahí que rara vez se alce el púbUco á ca. Verdad en las bajas esferas es la serenidad de la críti- que todo conspira para retenerle de la costumbre. Gomo nuestros sentidos sólo perciben lo inmediato, en la mentalidad de las mayorías la creación se reduce á lo que existe en torno de ellas. Go- 258 MANUEL UGARTE bran un cariño exagerado moral y material que al al pequeño mundo y se entregan las rodea, fanatismo regional. Por eso les violenta y les todo ser, idea, color ó nota que no está irrita registrado en el catálogo de sus costumbres. Es evidente que nadie puede aventurarse á defender, por ahora, desde el punto de vista del de música ó de arte, nuestras tentativas tura nacional. Pero litera- f-1 nos limitamos á conside- » rar las manifestaciones burdas é ingenuas del |5 alma de la si multitud podemos adelantar que , hay tanta poesía en un « como en una de esas soleados « triste » » santiagueño, que se can- Son dos manifestaciones diversas de una misma angustia confusa, de un mismo deseo desconocido y de una misma lágrima latente. Pero todos comprenderán que si en España tan en los arrabales do Sevilla. ha sido difícil hacer aceptar nuestro teatro, en París sería imposible. Sólo Judith Gautier, que está preparando pantomima un un libro sobre la exótica, se aplauso. Sería Juan Moreira en atrevería música y á la aventurar una anomalía representar la capital de Francia. Basta- rían los gestos salvajes y rudos, para enajenarle las simpatías de todos. El pueblo de París es í EL TEATRO ARGENTINO EN EUROPA refinado y culto zaría á como muy pocos comprender la 259 y no alcanleyenda brutal de nues; hombre se trocaba en ñera criminal y sublime. Las insensateces de pasión y los arrebatos de odio que allá nos tras pampas, en las parecen en cierto que el modo naturales, son inve- donde un largo trabajo de civiha suavizado las asperezas humanas, rosímiles aquí, lización y donde ahogada plo. De dievales la animalidad sólo subsiste en casi por la ilustración y por el fondo, el ejem- suerte que la serie de venganzas en que se agota el nuestro drama, serían aquí de me- protagonista de un efecto des- agradable. Nuestro teatro criollo belión de instintos. no es más que una re- Nada detiene á los héroes les guía una vaga mouna defectuosa idea de la justicia, formay da con retazos de poesías de Lamartine y sermones de cura de campaña. El choque de esa filosofía infantil con la de gentes que están empapadas en Shopenhauer y en Goethe, no puede dejar de provocar descontentos. Poco importa que Juan Moreira orea obrar con arreglo á la en su arremetida. Sólo ral justicia; para el público ilustrado, sólo es simpático capitán de bandidos. un ^ .í;-]?'íy.í'^y?r^ MANUEL UGARTB 260 Sin embargo, el si cronista parisiense ha dicho verdad, y una compañía de dramas que algunos snobs emprendieran día, que del mis- club, asesinadas por el hastío de sus pro- pios padres. de de la tarea una de esas celebridades de un nacen y mueren en el salón de lectura crearle mo crio- no sería imposible se presenta en París, llos la que se Pero esa veleidad de los dueños moda, no podría hacernos honor. Los han apasionado por mita, el teatro del la pantomima ana- Gambodge y vientre, sólo buscarían la N danza del en nuestro teatro nacio- nal un manjar raro con que regalar sus estómagos ahitos. Y una vez satisfecha la curiosidad ó realizada la poso, se alejarían en busca de nuevas cosas inéditas. Los que han tenido la veleidad de traer á Europa una compañía de dramas nacionales, se habrán cuidado seguramente de suavizar las las asperezas nativas. Pero aun en el caso de que hayan procedido de esa suerte, no han podido alterar darios. Y el perfil de sus personajes lejen- ahí está el escollo. agradable que exhibamos en nombre de «vida y Porque es des- el exterior, teatro nacional», bajo el seres y 1 costumbres que ya han desaparecido casi de I EL TEATRO ARGENTINO EN EUROPA 261 nuestro país. Los extranjeros que no están á cabo de los rápidos den suponer que en los el teatro criollo progresos realizados, pue- hechos que se desarrollan ocurren corrientemente en nuestros campos, y que, lejos de combatir esos productos de una semicivilización que ya he- mos dejado dándole atrás, nos aplicamos á perpetuarla, el prestigio de la escena. Nuestras peculiaridades nativas, las costumbres de nuestros campos, y nuestro pasado pintoresco, ofrecen asuntos maravillosos al escritor. Pero es necesario confesar que esa rama netamente criolla de la literatura nacional, no ha sido fecundada hasta ahora por ningún lento sobresaliente. el fruto ta- Por eso no ha dado todavía que apetecemos. Pero es innegable que no pasarán muchos años sin dero artista se sienta atraído por que un verdael misterio de esa vida original, y escriba la epopeya de los Pampa. Todo indica que llevamos ese rumbo. Ya hemos leído la Ciudad Indiana, de Juan Agustín García, (hijo). Se anun- bohemios de cia la Guerra Gaucha, de Leopoldo Lugones. Otros que tienden á parecido, fin se elaboran libros el silencio. Y no está lejano e dia en que podremos hablar de nuestra literatura. Por en 15. T5-«fljí,'srT!?:ffWEj«<íí^P!rewss!pr. 262 MANUEL UGARTE eso sena lamentable que, teniendo tantas espe- ranzas para el porvenir, librásemos hoy á la sonrisa parisiense Un escritor en un artículo un teatro y rudimentario. uruguayo proclamaba hace poco, infantil muy latino, lleno de sonoridades, nuestro derecho á tener una lengua y una ratura propia. En cuanto se refiere al lite- idioma, hay muchos que preferirían atenerse al casteque es un instrumento dócil y poderoso, llano, muy susceptible de ser modernizado que respecta á nuestra ; pero en lo literatura, es evidente que todos están de acuerdo para tender hacia un color y una forma nacionales. Porque la pa" no puede aplicarse exclusi- labra «nacional» vamente á las obras que presentan escenas del campo. La vida de Buenos Aires, ó las costum- bres de nuestras viejas capitales de provincia, han dado y darán cuadro y asunto para dramas ó novelas de positivo mérito. No debemos excluir las escenas gauchas sible ; pero no es po- encastillarnos tampoco dentro de ellas. Asunto nacional es todo asunto argentino, desde la vida miserable y original de los indios del Sur, hasta la existencia suntuosa y casi europea de nuestra élite. En esa gama de diversidades puede ensayarse fácilmente nuestro ; EL TEATRO ARGENTINO EN EUROPA espíritu, hasta encontrar 263 su tonalidad propia. El teatro argentino no escapará á la ley que lleva á la escena un reflejo de la vida nacional pero no alcanzará tampoco á olvidar su misión educadora. La verdadera obra dramática no debe limitarse á presentar las costumbres, apro- Es evidente que, sin descender á caricaturas didácticas, se puede copiar un cuadro, criticando al propio tiempo sus defectos. Los ejemplos abundan, desde Mo- bándolas con el silencio. liere hasta Ibsen. Y nuestro arte dramático fu- turo, que habrá aprendido en el de Europa suprema destreza de métier, y la elegancia y corrección de la la la forma, podría ser, discreta- mente manejado, un poderoso educador. Lo que actualmente llamamos «drama criollo», está destinado á transformarse ó á desaparecer. No podemos tro lo seguir aplaudiendo en que condenamos en tra sociedad la el tea- vida real. Nues- moderna y europeizada, exige otros Y dada nuestra maravillosa facul- espectáculos. tad de improvisación, no sería una próxima é difícil improJJiable Exposición que en de París (1910 ó 1950) obtuviera una artista argentina el mismo la que acaba de clausurarse. éxito que ha alcanzado Sada Yacco en ""^r^ CARTA DE UN CUBANO .í^ « .... Si he dejado pasar tantas semanas sin de las circunstancias, y no hallar un instante de reposo en escribirte, culpa es mía. Es difícil medio de nuestro desastre. No quería que mis palabras traicionasen la confusión y de las el tumulto almas en este pedazo de tierra tan her- moso y tan poco afortunado. Tú viniste á nuesen días felices, cuando los corazones tra capital — después de independencia y antes del desengaño. — Pero estaban florecidos de esperanzas, la las cosas han cambiado de tal suerte, que si volvieras ahora, encontrarías el jardín convertido en cementerio. Por eso he preferido espe- rar, con de la la esperanza loca de que fortuna empujaría los un capricho hechos hacia el porvenir que deseamos. Pero veo que es impo- .i "4 ; MANUEL UGARTE 266 ble persistir en la ilusión. La lucha por la in- dependencia ha sido para nosotros una tarea de Sísiío. Quizá estamos destinados á hacer rodar eternamente la inmensa mole que se despeña siempre desde la cumbre de dona mi la montaña. Per- fatiga. Pocas comarcas han dado una cosecha tan de guerreros fructuosa tenaces ; viriles y de patriotas pocos pueblos han hecho tanto por la y ninguno ha tardado tanto en alcanParece que la imposibilidad de emanci- libertad, zarla. parse estuviera en razón inversa del esfuerzo que hacemos para conseguirlo. No hay un palmo de nuestra tierra que no haya sido humedecido varias veces con sangre no hay una ma- ; dre cubana que no llore la muerte de un hijo guerrillero ; familias numerosas han desaparesegadas por cido completamente, las queda ni un fusil, ni guerra hoguera las fortunas, las reputaciones no somos cadena? libres ! no ; das para forjarnos una patria quedado reducida á ; una pluma, ni un corazón hemos arrojado á la que no haya combatido ¡ la ciudades están atestadas de inválidos la ; la y las vi- población ha mitad, y, sin embargo, ¿ Qué ¿ Qjüé fatalidad fuerza extraña nos en- nos desvía? ¿Porgué 267 CARTA DB UN CUBANO crimen somos castigados? Si nuestros no han sido más numerosos, quedaba en lescente más el más país ni si ; fuerte, es un anciano, cho más de ¡ lo porque la creación nuestra ya no un adoha sido ha puesto lí- Hemos hecho mu- que podíamos, no hemos hecho bastante Recuerda ni nuestro empuje no mites al esfuerzo del hombre. ejércitos es porque embargo, y, sin ! confianza insensata y nuestrossueños. Parecía que, después déla pri- mer victoria, el porvenir se abría ante nosotros como un campo sembrado. Cuba surgía de la sangre y de la muerte, como una flor de un estanque. No había nada seguro. Todo estaba librado á la voluntad de un invasor, entonces amigo. El porvenir era un problema. Pero una confianza infantil nos hacía sonreír, heridas abiertas todavía. Nuestros con las sacrificios personales, nuestras desgracias, nuestras an- gustias y nuestros duelos, no eran nada, por- que do. los comparábamos con el resultado obteniNos parecía natural sufrir, puesto que ya teníamos hogar que nos pertenecía. Los corazones estaban empavesados. Y en la sala donde se velaba el cadáver del último patriota caído, los deudos se enjugaban los ojos y se estrecha-| .'w*5^j??í^;í-^<^^-..- .*m"W'í;,' • ~' .-A r V- r' v - r Tví^^íjqfíreíif^^ MANUEL UGARTE 268 ban manos, con una emoción doble, lamen- las tando al propio tiempo la pérdida y felicitán- dose de la victoria. Después de largos siglos de cautiverio, las y volvíamos á ser hombres. Nos emborrachaba la dicha. Pero la luz de la lipuertas se abrían bertad era tan fuerte, que nos impedía ver en torno nuestro. festejábamos eran el los los protectores con ami- quienes triunfo de nuestras esperanzas, mismos que debían matarlas. Una inobstinación nos empujaba á agasajarlos los creíble y No comprendíamos que los aliados, gos, cediéndoles parte de nuestro á aplaudirlos, triunfo, haciéndolos ciudadanos en nuestro co- razón y abandonando nuestra confianza á sus intereses. Los salones modestos de nuestras casas coloniales se abrieron para huésped: el nuestra impaciencia se sometió á sus dilaciones; y más de una cubana se puso para en el pelo. La credulidad lírica de la él una flor raza y la vanidad caballeresca de nuestras costumbres nos deja- ron ignorar todas las asechanzas. Somos excelentes especuladores de ideal, pero guerreros de con la vida. las flores, Confundimos muy las malos espadas y suponemos en cada corazón un 269 CARTA DE UN CUBANO idilio de Bemardin de Saint-Pierre. Se puede casi decir que hemos merecido nuestra desgra- ¿Cómo reprochar á otros lo que nosotros mismos contribuímos á hacer? Si conquistamos cia. nuestra libertad, fué para enajenarla. Nuestras guerras de un siglo fueron una quimera y un engaño. Hemos pasado de una cárcel á otra, atravesándola ciudad. Y lo hemos perdido todo, hasta la esperanza. Sólo nos queda una bande- ra rota y el recuerdo de Martí. Si no has olvidado nuestras conversaciones, cuando nos paseábamos por la Alameda, caer la noche, ó nos sentábamos en junto al glés, teatro, el Gafé In- comprenderás, pobre amigo, nuestra angustia. El golpe ha sido yor, porque hemos caído desde más nos quedara todavía la al ma- alto. Si esperanza de reanudar de una guerra, y dar de nuevo nuestra sangre, no formularíamos ni un reprola insensatez che. Estamos habituados á luchar contra impo- sibles. Pero esta vez, todo está irremediable- mente perdido. Nos vemos rodeados y cercados de tal suerte, que ni aun la libertad del suicidio nos queda. El usurpador des, hormiguea en nuestras ciuda- domina en nuestros puertos, y ocupa todas -y. .,'' VcviW-'iW^mK' -y- '... 270 las -• ' : -•:';r>-w?''";íSV'::: MANUEL UGARTE avenidas de nuestra existencia. Somos una minoría en nuestro país. El dinero y la audacia nos han despojado del patrimonio. Las oficinas públicas están llenas de extranjeros que dirigen nuestros intereses. Hay barrios enteros que han cambiado de nombre y de propietario. Nuestras provincias y nuestras costas, nuestros y nuestras plazas, están ocupadas ferrocarriles por artilleros y gendarmes que llevan el uniforme y el alma de otro país. El pacto ha sido el caballo de Troya. Y como nó muchas uniones, partes, hasta nas. ¿Cómo enemigo en el el la alianza sancio- invasor está en todas vientre de nuestras herma- soñar con un levantamiento, es nuestro cuñado, nuestro ro de ayer? Y aunque los lazos si el compañe- de familia bastasen para ahogar nuestra rebelión, no ¿cómo una guerra contra un país que nos domina por la vecindad, por la riqueza, por el intentar ejército, ¿ por los intereses y por la política? la lucha de un millón de hom- Cómo imaginar bres contra 80 millones, de 200.000 kilómetros cuadrados contra 10.000.000, de dos años de historia contra un tarnos bajo el La siglo ? Todo contribuye á aplas- peso de lo inevitable. infiltración es más terrible que una con- 271 CARTA DE UN CUBANO Cuando tratamos de emanciparnos, cpiista. vimos más los ojos hacia el país libre cerca, hacia el país vol- que estaba que había hecho lo que nosotros tratábamos de hacer, y calcamos nuestros deseos sobre sus realidades, robuste- cimos nuestro empuje con su ejemplo, y conMás de quistamos la libertad con sus armas. una vez violentamos nuestro espíritu para vestir sus ideas. Y cuando se ensanchó el desacuerdo que había nacido á la sombra de nuestra confianza, nos encontramos vencidos antes de luchar, porque habíamos abdicado mucho de nuestro carácter y casi todo nuestro orgullo. No debimos esperar la libertad más que de nosotros mismos. Si nos sentíamos capaces de morir, ¿porqué nos obstinamos en seguir vi- viendo? La paz fué una concesión hecha á nuestro cansancio. Quizá consideramos arme como una tregua; quizá con si el propósito de volver á tomar las armas, no se nos daba cio el des- consumamos lo fué satisfacción. una derrota Pero ese armisti- definitiva. La usurpación echó raíz en nuestro suelo, y hoy no bastaría to- da nuestra sangre para extirparla Lo hemos perdido recuerdo de lo todo, que pudimos y sólo nos ser. queda el Si consideras pj-r;v7í'9=«^?S^í,- ^ '' --^ •' . .. ^ ^ . ,. ™ , -^7i' r^ i'^WmW^^l MANUEL UGARTB 272 la ' obra emprendida, comprenderás ¿Cómo irrealizable. que era conservarla libertad de un país pequeño y débil en medio de la asechanza de los poderosos? Estábamos fuera de la ley humana, puesto que no teníamos fuerza para imponerla. No había ninguna exigencia de neu- tralidad ni de equilibrio petar, como á que nos hiciera ciertos países res- de Europa. Nues- tra debilidad nos ponía al alcance de todos los apetitos. Y, éstos ó aquéllos, por ponernos habrían acabado sobre la garganta. la rodilla Quizá por eso nos hemos resignado á morir, sin saber siquiera cuál es la razón que nos ma- A veces, cuando profundizo y hurgo en la malvada fatalidad que ha dispersado nuestro ta. empuje, me asalta un odio salvaje contra los hombres y contra las cosas. Hay algo que dice dentro de mí que la justicia debió existir, que la razón debió abrirse paso, que bió triunfar. Y me veo la verdad de- asediado por una multi- tud de ideas feroces que me reprochan nuestra el desastre. Pero nuestro espíri- tu desalentado se desangra inútilmente por sus pasividad ante quejas. Estamos destinados á desaparecer, su- mergidos por una muchedumbre victoriosa y desbordante. Unos se adaptarán al nuevo am- CARTA DE ÜN CUBANO biente. Otros, desaparecerán, barridos 273 por la conquista. Pero en la agonía de nuestras ilusiones, tina, de me parece ver el descenso de la raza la- simbolizado por una puesta de sol detrás las montañas del tiempo... » ¥ ANDALUCÍA EN TIEMPO DE LOS MOROS Las reconstituciones nos aan casi siempre la sensación de hurgar en la biblioteca polvorienta de algún viejo castillo abandonado, ó de pa- sear por un cementerio que reflorece sus vidas, después de un invierno interminable. Es un si- que resurge, y caemos en el espejismo de ya lo hemos visto, y lo hemos almacenado en las lejanías de un recuerdo, duglo creer que rante otra vida imprecisa que no sabemos ubicar. La de la Andalucía en tiempo de los moros, á pesar de hallarse rodeada y ceñida por París, tiene todo el color y la vida de hade. Los zócalos de azulejos, la época almo- el tejaroz de las portadas, las nervaduras de las bóvedas, las MANUEL UOARTE 276 arquerías y las cúpulas, los artesonados y los ajimeces copian fielmente Hay una hermosa estilo el mudejar. reproducción del palio de los Leones, con todas sus filigranas y sus frisos, Muchas de columnas. sus galerías y sus maravillas de la Alhambra y el las Alcázar han sido trasladadas con tanta exactitud y con tan buen acierto, que parecen nada y á Sevilla, y tener ser robadas á Gra- timbre auténtico el del siglo de Boabdil y los abencerrajes. No fal- tan ni los arabescos, ni los tapices orientales, ni las yeserías, ni los arrayanes, ni la alborea. Mohamed podría pasear su vanidad por las ga- lerías, sin descubrir El Gafé Moro, rilla, al el engaño. que se sube por una escale- entre dos jardines, ofrece sus mesas pe- queñas y sus banquetas de mimbre. Las tazas microscópicas se llenan de un líquido espeso y borroso, que perfuma. Y al compás de melopeas raras, que recuerdan poemas de Abenzemrec se ve pasar, en una humadera de recuerdos toda la vida perezosa de Aben Said y sus sul- tanas. Más lar, se lejos, abre en una arena de forma cuadricuel patio de los torneos y las justas, con escaños circulares, donde el público se api- ANDALUCÍA EN TIEMPO DE LOS MOROS 277 ña en racimos de colores hirientes, para seguir con interés medioeval lleros armados, el los combates de los caba- prodigio de los moros jinetes sobre rápidos corceles árabes, y el desfile de las mujeres castellanas, que cabalgan con hol~ gura, dejando ílotar sus crenchas renegridas sobre las ancas blancas de los caballos. Luego res, el paseo por la calle de los mercade- cuajada de baratijas de Oran, de Fez, de Trípoli y de Marruecos. El clamoreo de los vendedores ensordece. Se diría que estamos en plena tierra africana, en un bazar de Argel ó en una calle del Cairo. Todo es exceso y pedrería. De largo en largo desemboca una caravana alegre, con sus camellos cargados de marfil, su clamoreo de multitud y sus cantos plañideros, interrumpidos por panderetas. Los grupos dormitan junto al hueco de los portales, en abandono de una vida caldeada por el sol. el Y junto á la acera corre el hilo de agua cristalina, que parece bajar de los cerros, como en Granada. Mas lejos, en una escena de forma española, donde desborda el cosquilleo alegre de las cas- tañuelas y los «¡ole!», desfilan todos los bailes de la Península, en un hormigueo de gitanos y 16 MANUEL UGARTE 278 de majas que reviven toda la coreografía de otros tiempos, con las pinceladas realistas de una tela de Goya. Pintoresca resurreción lucía, jcuán hermosa es mientes I de la la Andaque nos vieja ilusión LA REINA RANAVALO París tiene constantemente un soberano dentro de sus muros. Sea él europeo, asiático ó cano, siempre hay aquí afri- un nombre real que muchedumbre preside las conversaciones de la ama callejera. París la púrpura y cetro. Las ma- y acuden unas tras otras, para capital del mundo, y aceptar la jestades lo saben, exhibirse en la hospitalidad del naza. Según el mismo régimen que rango de tean, los reyes viajeros la gendarmería. El protocolo de si el ame- son recibidos por presidente, por el ministro, ó por detalle las nación que regenel un capitán de es implacable. El presidente debía ó no bajar dos escalones para recibir al zar de Rusia, fué discutido hace algunos años durante una semana p • . -*v.\'. • ' - 280 •.: . •;-.>:>•-; I' :.VV5f7ls^Ffe^^ MANUEL UGARTE por toda la prensa. El rey de Suecia tuvo diez nombres menos de escolta que en el shah de Per- El príncipe Wladimiro comió una vez sia. Elíseo que el el más rey de Siam. Todo se mide y se calcula; todo se ordena y se prevé. El presidente salió á estrechar la mano al duque do Genova. Pero la reina Ranavalo sólo ha sido por un coronel de zuavos, y apenas ha sido recibida una tarde en el minis- saludada terio al llegar de las Colonias por un subsecretario dis- traído, que parecía invitarla á abreviar su es- tadía en París. Es evidente que, como en un salón donde hay invitados de diferente categoría, el sajos, presidente debe saber graduar sus aga- en escala que va desde el abrazo cordial, hasta la simple inclinación de cabeza. na Ranavalo risa. sólo le A la rei- ha correspondido una son- Por varias razones: porque es de «raza porque se ha visto obligada á acep- inferior » ; tar el protectorado de Francia, sus Estados en el y porque posee «barrio del Sur», es decir, fuera del centro elegante de las naciones pode- Son mentiras convencionales que todatienen mucho prestigio. Pero es de sentir rosas. vía que una soberana joven y desgraciada, cuyo árbol genealógico es más viejo que el de cual- LA REINA RANAVALO 281 quier casa de Europa, haya sido tratada oon y esa ironía ceremoniosa, fuera un amigo comprometedor, á quien ese amable desdén como si mano y á quien siempre con un pretexto in- se estrecha distraídamente la abandona se casi verosímil. La reina de Madagascar es una mujer pe- queña y delgada, que con garbo viste mo- las das de París y sabe calzar los guantes y recogerse el vestido. Tiene cutis una cara fina y simpática, de bronceado, donde relampaguean dos ojos muy vivos y dos labios muy rojos. Sus facciones son regulares y casi europeas. El pelo es poco rizado, y se anuda fácilmente detrás de la cabeza. No es la horrible salvaje que algunos se imaginan, sino la un tipo de selección, donde raza ha suavizado sus rasgos gruesos. Tiene algo de los habitantes de Geylán. Y es una si- lueta distinguida, llena de majestad y sencillez, que sabe cia saltar del carruaje con mucha elegan- y saludar amablemente á la multitud con el aleteo délos guantes. Su exotismo la ha hecho célebre en pocas La ciudad ha simpatizado con ella. Guan- horas. do su lando baja por seúntes se los bulevares, los descubren respetuosamente. 16 tran- Hay ¡R'f.'i'-- W-^'^W^ MANUEL UGARTE 282 grupos de curiosos que puer- la museos que debe visitar ó en la acera donde vive. Todos quieren conocer ta de los de aguardan á la la casa á la petite reine malgache. Y cuando el carrua- je se detiene y el lacayo galoneando abre la portezuela, siempre ción, hay un murmullo de admira- porque parece que parisiensita delicada, que baja fuera una la que se ha disfrazado de «vasallo colonial» para satisfacer un capricho. Los reporters el juguete á tocolo le la Es la asedian. moda. Si la la curiosidad diplomacia y el han atribuido un lugar secundario, población le ha asignado el y prola primer puesto. Su salón de la calle Pauquet está atestado de escritores, banqueros, artistas y curiosos de toda categoría, que aguardan el instante de ser re- Y es tal la afluencia de visitantes, que cada día se hace cibidos. más Las audiencias son difícil obtenerlas. cortas. Nada más dablemente que averiguar curioso indu- las impresiones, los vuelcos y los asombros que han debido sacudir á la soberana durante sus paseos junto La al Sena. exótica espiritual que no había transpuesto muros de Tannanarive, se encontró de pronto en la portentosa ciudad que todos admiramos. Mil inventos que hoy nos son fa- jamás los han aparecido seguramente como miliares, le cosas de magia. Las costumbres, los trajes, los ha debido causarle un estupor y una alegría que quizá no sabe esplicar. Una noche la vimos en un circo, en el palco teatros, todo de honor, con sombrero negro con plumas, eslos palcos cudriñando diendo á ratos á los parecían maravillarla. vertían con el anteojo, y aplau- artistas. Los acróbatas Los payasos no mucho. Pero cuando Chocolat, célebre que el la di- negro gana mil francos mensuales por hacer de Tonny y recibir diariamente las bofetadas, apareció en la pista y comenzó á rodar bajo los pies de los demás, la reina tuvo un gesto duro y se condenó al silencio. Quizá hervía en ella una protesta contra las humillacio- nes de aquel ejemplar de su raza. El recuerdo de su hegemonía, la visión de sus palacios de Montaora y Tamatave pasaron en un galope de derrota. C/zoco/aí parecía ser el símbolo de su pueblo. da Y dos dientes blancos mordieron la se- del abanico. Otra vez la encontramos en el museo Grévin, mirando con curiosidad las figuras de cera, y ahogando risas alegres, ante los espejos muñecos que la engañaban. y los MANUEL UGARTE 284 Pero nunca más severo ni hemos sorprendido un le más digno, que el gesto domingo, en el Jardín de Plantas. Se corría en Longchamps una carrera sensacional, que es un acontecimiento en París. La reina manifestó deseos de asistir. Ese espectáculo nuevo además, la noticia de que la interesaba. la alta Y, sociedad se daría cita en el hipódromo, la había llenado de entusiasmo. como la Gomo la insinuación no bastó, y ex-soberana es casi una prisionera, transmitió directamente su pedido al capitán que le sirve de edecán y de intérprete. Al co- mienzo, nadie puso inconvenientes para acordarle esa gracia. Pero el protocolo intervino. República y su esposa detambién á la fiesta. ¿Qué puesto El presidente de bían asistir asignara la saludos con la soberana? ¿Cómo reglamentar sus la ¿De qué medio esposa del primer magistrado? valerse para respetar sus pre- rrogativas, sin rebajar las del presidente? Sería una situación difícil. notificar á la reina Y el protocolo resolvió que su presencia en el hi- pódromo sería considerada como un acto de rebeldía. Para consolarla, resolvieron conducirla Jardín de Plantas y mostrarle los leones y las panteras de su país, que están en las jau- al 285 LA REINA RANAVALO las quizá menos Y he aquí la reina de Ma- prisioneros que ella. por qué insinuaba el domingo dagascar una tristeza tan noble y un gesto tan amargo de ironía. No es que compartamos las ideas de Charles Maurrás sobre los tronos. Pero todos los vencidos, todos los que sufren, merecen nuestra simpatía, — hasta suerte de nacer reyes. los que tuvieron la mala GLOBOS DIRIGIBLES Un brasileño, el Sr. Santos-Dumont, acapa- ra desde hace dos semanas la atención y la simpatía de París. En las pintorescas alturas de Saint-Gloud, junto al Sena, en una campiña amontonan muy de mañana grandes grupos de parisienses elegantes, que llegan en alegre, se carruaje, triciclo ó automóvil, y se animan, dis- cuten y entusiasman en torno de un globo ci- lindrico, que cabecea blandamente, movido por la brisa. Un hombre joven, de estatura regular, boca gruesa, nariz remangada y largos cabellos lacios, dirige los preparativos, cuerdas, examina la barquilla inspecciona las ; y cuando todo parece dispuesto, da un grito agudo y se eleva lentamente, primero hasta la altura de las casas, luego más arriba, más arriba, en medio de •"f'í""V:- • - 't; :'''::;-': • . '^ -] -r-c^^sm^j-^^ MANUF.L UGARTE 288 aclamaciones de una muchedumbre en de- las Es lirio. el millonario que acaba aeronauta Santos-Dumont, de descubrir la de dirección los globos. El aereoneí (á nueva cosa, nombre nuevo) compone se del globo tradicional, alargado en forma de cigarro, y de una plataforma enrejada, que lleva en el extremo posterior una hélice y en el delantero una pequeña vela triangular, para imponer barquilla la dirección. muy aeronauta, y detrás el como elegante que, multiplicará En pequeña, desde » medio hay una la cual un motor. Es un aparato « se á la altura délas chime- Será el carruaje del porve- dentro de veinte años, cuando nir, gobierna dice Octave Mirbeau, muy pronto neas de las casas. el el automóvil haya quedado relegado á medio de tracción para los coches En este de alquiler. París snob y maravilloso, donde extravagante es familiar, nadie se ha asombrado extraordinariamente del descubrimiento del Sr. Santos-Dumont. El entusiasmo todo lo y la algarabía cias que han levantado sus experien- tiene otro origen. Las gentes se alegran, porque han descubierto un nuevo sport. tro de pocos meses, la élite elegante, la Den- que de- GLOBOS DIRIGIBLES creta cual es el traje abandonará tes el abandonó y la palabra á la moda, automóvil por la bicicleta 289 el por globo, el como an- automóvil ó el caballo por la bicicleta. Pero, aparte de estas supersticiones inofensivas, que empujan á algunos hombres á conquis- tar efímera celebridad por intermedio del caballo que les lleva ó el sastre que les viste, el in- vento del Sr. Santos-Dumont tiene una importancia trascendental. Si el éxito de las expe- riencias actuales no se interrumpe de pronto, está resuelto el problema de evolucionar en la atmósfera á nuestro antojo. El aeronauta brasileño, en su última excursión, ha salido de Saint- Cloud y en media hora ha llegado hasta la to.Te Eiffel, y ha virado bruscamente al rededor de ella, para regresar al ha caído exactamente en salió, tos como lo punto de partida. el mismo sitio No de que había anunciado, sino á quinien- metros de distancia; pero esta desviación es debida á una descompostura del motor reparada muy pronto. y será El Sr. Santos-Dumont anunciaba anoche á un cronista su proyecto de pasar sobre los bulevares englobo, á una altura de cincuenta metros, y saludar á los parisienses desde lo aito de la plaza de la Opera. 17 'fy ",'-•. / -._ ' / —..,,__-.,- ¡.•. ( ' • ,-y '-^^''^W^i^^TiK^'.'?^ Manuel ugarte 2:90 Este audaz sud-americano, que á los veinticinco años impone su nombre en una ciudad inmensa, y se encarama en algunos meses hasta la celebridad, es digno de todo elogio. Nuestras juventudes, anemiadas por cafés y riles y los teatros, roídas la atmósfera de los por las vanidades pue- egoísmos estrechos, alcanzan rara los vez á utilizar sus energías. Les falta la voluntad, la decisión, el entusiasmo, para emprender obras eficaces en cualquiera de las ramas de actividad en humana. Generalmente se la acantonan inmovilidad, con risas irónicas para los la pocos que accionan y bregan. El Sr. Santos- Dumont será un ejemplo saludable. Su nombre despertará quizá algunas ambiciones que dor- mían. Y más dido por el de un indiferente se sentirá mor- deseo de descollar también en las artes, la industria, la agricultura, la ciencia, poniendo su voluntad, su estudio, su destreza al servicio fin con No el de sus semejantes, y rompiendo sonambulismo de al las vidas inútiles. deja de ser edificante la aventura de ese millonario, hijo de millonarios, que deserta de la sociedad de los suyos, se dedica á la mecáni- ca y llega á resolver arduos problemas, que muchos estudiaban desde ha tiempo. Según GLOBOS DIRIGIBLES cuentan los periódicos, el 291 padre de Santos-Du- mont, de nacionalidad francesa, era un gran agricultor de San Pablo, que poseía campos in- mensos, cuya cultura ocupaba 5.000 hombres. El hijo nació entre ejemplos del trabajo y de energía. Una voluntad inteligente le guió des- de sus primeros pasos. Y, en vez de disipar la una escusa de gloria Es un ejemplo más de esa juventud laboriosa y audaz que hoy surge en todas partes, como una germinación inesperada. Las viejas mentiras agonizan, y todos van cayendo en la cuenta de que la única riqueza, se dedicó á poner sobre el capital de su padre. felicidad está en la acción y -'j?"'/»3fpá?7 > "^i ^^*^-^ UNA FIESTA EN TRIANÓN Y EL CLUB DE JACOBINOS Las playas de mar, las excursiones á precios reducidos, la tentación de Suiza y el necesario descanso que impone la temperatura, no logran atenuar la efervescencia de París. Es una ciu- dad inagotable. Podrán cerrar sus puertas mayoría de los teatros; la París sigue siendo la ciudad tumultuosa, apelmazada y multicolor de siempre. En las avenidas elegantes se nota quizá menos animación que en Octubre; pero en el corazón déla ciudad, en los barrios comerciales, los centros estudiosos y los arrabales obreros, se advierte la ebullición de todos los días. París continúa pensando, accionando y produciendo, en su incansable actividad de enorme máquina ; (- '¡_ '-'-vs*'>:'í^' '^S?'wmT^^WW: MANUEL UGARTE 294 que no se detiene ni modera su velocidad, devorando y haciendo períeccionada y ligera, vida. Hasta parece que millón de sus habitantes la le deserción de medio diese un respiro, y acelerase la circulación de su savia, prestándole mayor agilidad. Las terrazas de los cafés ex- una tienden, á lo largo de los bulevares, cinta ininterrumpida de mesas, donde una muche- dumbre vestida de trajes claros conversa libre- mente, apurando vasos con pada por jOl hielo. La calle, ras- carruajes y los automóviles, ofrece los aspecto invariable. Y la actividad intelectual, I 'la labor del pensamiento, no ha cesado de ser la misma, como 1 se puede comprobar por la lec- tura de los periódicos ó las conversaciones pes- cadas al vuelo en el café Las manifestaciones, ó en la calle. los debates y la polva- reda de ideas, que son la atmósfera de París, siguen llenando los carreíours, iníiltrándose por las rendijas de las casas, y envolviendo á las gentes. Aquí siempre se respira cdibro», hasta los analfabetos parecen haber leído y mu- chas obras. Se vive en plena actividad imaginativa. otros á Unos la aplican á cosas superficiales asuntos de trascendencia*, pero todos crean vida, y ha desaparecido casi el tipo resig- 295 UNA FIESTA EN TRIANÓN nado del hombre «retrato de otros», que se encierra en la costumbre, repite existencias anteriores y muere al cabo de largos años de aca- tamiento, sin haber sido nunca La gente desea aprender, cultades, descubrir raíces. decir que París no descansa. convergen las energías mismo. él desarrollar sus fa- Por eso Es el se puede punto donde de una buena parte del mundo; y en su labor confusa y contradictoria, incoherente á veces, hay un deseo de verdad y una inquietud estudiosa, que se traduce en al- gunos casos en snobisme, pero que se mantiene en otros en Que el Sr. el límite de la curiosidad sincera. Santos-Duraont descubra la direc- una estatua á Arthur Rimbaud, ó se asista á una conferencia de Frantz-Jourdain, siempre es el mismo anhe- ción de los globos, que se eriga lo de desconocido ó de arcaico. está orientada á todos los vientos. la La atención De ahí que ciudad sea insconstante y caprichosa. Hoy por hoy, estamos viviendo en plena volución Francesa. aristocracia Un ha tenido Re- grupo de damas de la la fantasía de resucitar una fiesta en Trianón, y el Versalles actual, que parece un cuartel con sus calles casi de- siertas, salpicadas de artilleros, recobró por un rivií*:rvit>-írf: MANUEL UGARTR 296 día el esplendor y la gracia de los primeros liempos de María Antonieta. Los condes y los marqueses de hogaño jouérent aux como un dijo cronista. Ha sido guillotines, una veleidad de gente amable, que, hastiada del presente, se refugia en el pasado, y se finge, durante algu- nas horas, lo que se siente incapaz de reahzar. Madame de Lamballe las damas de hoy se disfrazaba de ]-astora; se disfrazan de Madame de Lamballe, y nada ha cambiado. Hasta parece que en el horizonte se amontonan las mismas nubes que anunciaron Pero sea lo la caída de Luis XVL que fuere, la fiesta ha sido curio- sísima. Las bellas Madnme aristócratas actuales, vestidas como Lafayette, Montmorency, d'Alguillon ó Luynes, y los elegantes cercleux del día, ata- viados á la manera del conde d'Artois, Cázales, Provence y Necker, han debido arrancar una sonrisa á los retratos de Versalles. Las salas desiertas, se poblaron de pelucas empolvadas, como hace más de un siglo; pero todo era de- masiado improvisado para ser natural, y esa nobleza, vestida con trajes de teatro, parecía jugar con un fantasma. Era una evocación, que una reconstitución. Bajo más los colores violen- UNA FIESTA EN TRIANÓN tos 297 de los trajes antiguos, se adivinaba el uni- forme gris déla vida moderna. Algunas damas de abolengo llevaban alhajas de la época, y hasta auténticos vestidos de corte, que estrenó una antepasada y heredó la familia; pero todo olía á falso, en una atmósfera falsa. Y al regreso, cuando la nobleza reunida como en una resurrección del mundo muerto subió á los carruajes y se dispersó por los caminos, los espectadores pensaban involuntariamente en de Carnaval, muy elegante y muy un baile exquisito, de excelente buen tono, pero baile de Carnaval y nada más. Decíamos que estábamos viviendo en plena Revolución Francesa, porque, además de este resurgimiento de Trianón y Versalles, ha habi- do otro, de sentido opuesto, pero igual y contem- poráneamente histórico. Un grupo de artistas, abogados y hombres públicos, han reconstituido el célebre Club de los Jacobinos. hoy en París de otra cosa. No se habla Noches pasadas, en una casa sombría de un barrio excéntrico, se reunía un centenar de discípulos de Robespierre, y, con el mismo ceremonial de 1789, fundaba otra vez, á un siglo de distancia, el mismo centro revolucionario. Entre los aíUiados 17. se jsewf-- MANUEL QGARTE 298 un induscuatro abogados, dos médicos y una do- cuenta trial, un diputado, dos pintores, cena de estudiantes. Los diarios vienen llenos de comentarios sobre man la tentativa que unos lla- «arqueología histórica», y otros consideran como síntoma alarmante. Sea cual fuere modo de pensar, el el Club de los Jacobinos no una anomalía. Rosny dijo en un artículo reciente, que «en los momentos actuales hay una lucha tan terrible de ideas, una exasperación es tan grande de doctrinas, que en vano busca- ríamos un precedente en la historia». Estamos en plena efervescencia, y es natural que resurlos partidos que han hecho buena parte de jan la historia de Francia. Pero este despertar de una idea y un hombre que dormía, indica tensión de los espíritus. No cobina pueda ofuscarnos es hoy. que la la teoría ja- Tenemos otras certidumbres; y la humanidad ha depurado, elevado y precisado tanto la idea de la justicia, que los ensueños de Robespierre nos parecen rudimentarios. Lo que ha reunido á los jaco- binos actuales no es, pues, una vieja doctrina, que ha sido corregida y transformada por Marx y Fourrier, hasta el punto de cambiar completamente, sino una manera de obrar. Y ese es el UNA FIESTA EN TRIANÓN 299 síntoma alarmante que creen entrever ciertos No periódicos. les asusta el colectivismo nado é irrefutable de razo- los partidos populares de lioy, sino la apasionada y violenta demagogia que evocan algunos nombres. Michelet, Quinet, Lamartine y Lavisse han acentuado tanto los que han enajenado á algunas figuras perfiles, históricas las simpatías de todos. Es verdad que Luis Blanc las ha hecho simpáticas. Pero, á pesar de todo, el nombre de Robespierre sigue Es significando tunlulto y agresión irrazonada. por eso que la reconstrucción del Club de los Jacobinos ha sido considerada como un anhelo hacia un Púbhca. los nuevo é imposible Comité de Salud No estamos habituados á considerar á hombres haciendo abstracción del medio, á estudiarlos tancias que ni independientemente de las circuns- les forzaron la voluntad. De ahí las lamentables generalizaciones. Sin embargo, los fundadores del nuevo centro político sólo traen el propósito, como lo dicen en el manifiesto pu- blicado, de «imitar la integridad y el estoicismo de los grandes jacobinos» propendiendo á «crear un estado de ánimo netamente repa})hcano y democrático.» Lo que quiere quizá decir que mantienen la tradición y el programa de Robes- 'T pjwf^^ MANUEL UGARTE 300 pierre, sin pretender renovar los excesos que aquél se vio obligado á autorizar. Y la resurrección de un do el de los ha traído na- club, turalmente la de muchos otros. Ya se ha funda- Cordeliers (dantonistas.) Y muy pronto tendremos los Girondins^jlos Feuillanls. Por eso cabe decir que oslamos viviendo en plena Revolución Francesa. Hasta en contrarnos analogías: el la prensa en- diputado Viviani es un muy bien á la olecancia del modelo; Urbain Gohier un Marat Gamillo Desmoulins, que imita enconado, y Henri Fouquier, un Rivarol. Pero tales ejercicios sólo pueden ser considerados como especulaciones literarias. ción no se renueva dos veces. La misma situaCada época tiene sus problemas, y los nuestros están lejos de ser los de 1789. Sin embargo, nos encantan estas evocaciones. Después de todo, no deja de ser interesante palpar algo de lo que La historia es un viaje, y humanidad, en su marcha el bien. leído. resulta curioso ver las fotografías de los sitios por sante, hacia hemos que ha pasado tortuosa, pero la ince- EL ZAR EN FRANCIA Han sido cinco días de confusión. Las ciu- dades estaban desbordantes de multitud, y los hoteles atestados de viajeros. El ferrocarril traía gente hasta sobre el techo de los vagones, y vomitaba cada cinco minutos miliares de forasteros sobre poblaciones que ya no podían contener más. Una cama valía 50 francos por una noche, un carruaje 100 y un balcón sobre la calle por donde había de pasar el corte500. De Bélgica, Alemania, Inglaterra y Rusia llegaban caravanas tumultuosas, fatiga- jo, das y hambrientas, que comían de pie en plena calle, y mendigaban el derecho de pagar veinte un sillón. Los 40.000 Dunkerque se convirtieron en francos por dormitar en habitantes de 200.000; los 100.000 de Reims, en 400.000. Los .'i^ -•yr^< MANUEL UGARTE 302 almacenes, las caballerizas y los portales se metamorfosearon en dormitorios. Las mesas délos cafés fueron camas. el amanecer, Y durante las noches, hasta hombres desalentados se vieron que erraban por las calles con sus balijas, sin saber á dónde dirigirse, hasta que se sentaban al borde de Todo de artillería acera y se quedaban dormidos. la un esto en y atropello de banderas, salvas de colores que se in- farolillos cendiaban. más que una ciudad, un manicomio. Veníamos con Rubén El día 18, Dunkerque, parecía Darío de Brug-es, donde nos habíamos encontrado. La ciudad de Rodenbach, con sus cana- les silenciosos, sus calles sepulcrales, plantadas de árboles pensativos, y su begiiinage de leyenda, por donde pasan siluetas obscuras de mujeres que viven en otra vida, nos había prepa- rado mal para el bullicio titud cubría las aceras la playa, de Dunkerque. La mul- y se dirigía en oleadas á encaramándose en racimos sobre los ómnibus. El puerto era un bosque de mástiles empavesados. Desde la altura, se veía la doble hilera de acorazados franceses, cuyas moles pe- sadas parecía gravitar, como mundos, sobre las espaldas del mar. A las nueve, el barco del pre- 303 EL ZAB EN FRANCIA sidente se encontró con el yate del emperador de Rusia, entre La recepción lados por te clamor de los espectadores. el fué rápida; y los navios, molesta- el oleaje, echaron á andar penosamen- hacia la ciudad, que sacudía á lo lejos su in- mensa crin de banderas. Sólo los privilegiados del mundo oficial pu- dieron ver al emperador de cerca. Las precauciones han sido esta vez Una mayores que nunca. de soldados y gendarmes manmultitud á gran distancia. Una pa- triple fila tonían á la un gesto bastaba para motivar la deten ción de un espectador inofensivo. Las gentes labra ó parecían recelosas, y se vigilaban la fisonomía, temiendo error policíaco. el De ahí que no haya el abandono de misma desconfianza. habido esta vez sinceridad y otras fiestas. En Reims Las se respira la donde debe pasar el zar están bordeadas de soldados. Las gentes parecen mecalles por nos entusiastas aún que en Dunkerque. Sin embargo, no hay me una un solo sitio por donde no aso- cara, ni en la acera, ni en la calle, ni en los babones. Los techos están cubiertos de espectadores. Pero se nota simpatía. Reims es una de más curiosidad que las ciudades más de- MANUEL UGARTE 304 mocrá ticas de Francia. Quiere más á Tolstoi que al emperador. La sombra de Gorki desterrado, los estudiantes rusos enviados á la Siberia, y el recuerdo de las represiones de Moscou y de Varsovia, contribuyen a indisponer las voAdemás, la obstinación del empera- luntades. dor, que en los discursos oficiales se abstiene de mentar á la nación rusa, y habla siempre en su nombre personal, como le todo le perteneciera, pone aquí en contradicción con el espíritu re- si publicano del pueblo. Todas las autoridades de la ciudad, desde el alcalde hasta los concejales, son del partido avanzado. Los arcos de triunfo que se han construido, llevan inscripciones donde se evita nombrar al zar, v se convierte la ma- un amplio saludo al pueblo olvidado. «Los trabajadores de Reims á sus camara- nifestación en dasde Rusia.» Y cuando aparece la carroza arras- trada por ocho caballos montados por artilleros, las al aclamaciones de la más empe- multitud se dirigen presidente de la república que al rador. El soberano moscovita pasa á cinco metros de mi observatorio, envuelto en un coraceros. Es la cara páhda, la torbellino de los ojos azules y barba amarilla, cortada en punta, que todos 305 EL ZAR EN FRANCIA conocen. El uniforme verde de general ruso y gorro negro de astrakán le dan un aspecto el de oleografía. Saluda con torpeza, llevándose la mano un delante de la cara, golpe. Su como se atajara si gesto duro contrasta con la pláci- da mirada de M. Loubet, que sonríe á su lado. En otro carruaje vá la zarina, tida de negro, inclinando muy apenas agradecer las aclamaciones. Y la rubia, ves- cabeza para tras ellos, en ca- rruajes protocolares, los ministros, los dignata- damas de compañía. Un rios, las fotógrafo ame- que ha instalado su trípode, y pretende hacer una instantánea, se ve apresado por cuaricano, tro agentes. los caballos, Algunos grupos corren á agitando pañuelos. la Un par de señor de bigotes blancos y sombrero de copa, repite obs- tinadamente un grito estentóreo de mée ! ». blique gran ! Algunos » . le contestan: « « ¡ vive l'ar- ¡vive la répu- Olro hombre agita desde un techo una tela roja. Y la multitud nos arrastra, á pe- sar nuestro, detrás de los carruajes que se des- vanecen hasta perderse, en una nube de polvo. Después se restablece la circulación y comienza el entrevero. Los grupos se empujan y se precipitan sobre los cafés, titud. Hay risas alegres que desbordan de muly canciones. Los regi- ^r' MANUEL UGARTE o06 mientos de que regresan á arlillería, los cuarte- abren paso difícilmente entre les, se el oleaje humano. Las músicas hacen estallar sus tempestades de cobre. Los farolillos chinescos ponen guirnaldas multicolores á lo largo de las Y calles. á la puerta de las fondas aguardan grupos impacientes, que esperan que se des- ocupe una mesa para comer. Pero el mejor número de las fiestas ha sido la revista militar. En un campo hombres. Es primera vez que en Europa se la vastísimo, 140.000 reúnen tantos para un simulacro. Los valles y los collados de Bélheny, llenos de infantes ycaballeros, cuyos uniformes rojos tacaban sobre maravilloso. A la la distancia, los neados parecían con el y azules se desyerba, presentaban un aspecto listas regimientos de algunos metros. Pero anteojo se medía la inmensidad del es- pectáculo. La de solda- tierra estaba cubierta dos, hasta la línea del horizonte. cuadrada? é inmóviles de cascos brillaban al sol. tren de equipajes. Y ría, ali- la Aquí las masas caballería, cuyos Allá los artilleros con su en todas partes la infante- regimientos coloniales, zuavos, zapadores, como hormigas de Aveces traía el vien-' regulares, que se extendían color, bajo el sol amarillo. 307 EL ZAR EN FRANCIA to hasta las tribunas un acorde apagado de las Y de- bandas militares que tocaban á hombres lante de esos semilleros de galopaban ses, lo lejos. los caballos liliputien- minúsculos de los generales, que pasaban ante las haciendo filas gestos. Al rededor del campo de maniobras hervía una multitud de automóviles, rruajes, tripulados por mujeres lliciosos, que sombreros, salpicado por la el y ca- y hombres buun mar de se confundían bajo De de las sombrillas. de bicicletas mancha encarnada pronto, se vio venir, des- fondo del valle, hacia las tribunas, una polvareda luminosa: era la carga de caballería. Veinte mil jinetes desencadenados sobre un obstáculo. La primero confusa, se íué acen- línea, tuando paulatinamente. Era una tromba, que sólo se detuvo á veinte pasos del palco presi- dencial. Y han terminado con las fiestas la revista. Después de cinco días de tumulto, vuelve ción á su cauce. la na- El programa se ha cumplido Pero en el wagón y suntuoso que le reconduce á Rusia, mientras sin choques. sin tropiezos pasa revista á sentir el zar los recuerdos de Francia, debe una vaga inquietud. El brillo de . •'vt'i'j: 4 MANUEL ÜGARTE 308 las recepciones de Gompiégne no ha podido im- pedirle recordar el origen y la historia de esa Marsellesa^ que se ha visto obligado á escuchar de pie. Símbolo de una revolución que destruyó que él personifica, ha tenido que inspirarle amargas reflexiones y hacerle ver la inestabihdad de su trono, que la justicia tendrá que con- lo mover fatalmente. LOS ESCRITORES Y LA CRITICA A propósito del drama de M. Brieux, que leído hace algunas noches en ante un público intelectual reanudado en París derechos de la tor Antoine el teatro y entusiasta, se ha la vieja discusión sobre los crítica debe asumir ante como un fué y la actitud ella. Unos que el escri- la consideran control necesario y benéfico que orien- ta y permite evitar muchos peligros. Otros la juzgan nociva, contraproducente y atentatoria á la libertad del arte. Desde luego, nadie ha pen- sado poner en tela de juicio la crítica seria, de espíritu impersonal, que abarca grandes exten- siones y extrae la savia de Houssaye, etc., siglo. Taine^ están fuera del debate. Sólo se menuda que apunta en los opiniones de un día, las inclina- trata de la crítica periódicos las un . Tt^^lPSí!, , '- . .-j . . ^L v:'. .-ir- í-l-;',ií''íísig." MANUEL UGARTE olO un temperamento, las opiniones dé un hombre juicios rápidos y efímeros que la posteridad rectifica casi siempre. Nada más cuciones de : rioso que hojear años y pesar las gacetas de hace cincuenta volumen de ingenuidades que el hombres hov olvidados formularon sobre Hugo, Renán, Flaubert ó el gran Balzac. El mismo Sainte-Beuve, que fué el espíritu más tantos amplio de su viviera, de si que avergonzarse, siglo, tendría muchos fallos que hoy nos hacen y que en su tiempo parecieron justos. De ahí que, en principio, la verdadera crítica sonreír sólo pueda, existir á Pero lo un siglo de distancia. que se discute hoy en París es mu cho más secundario. Los diarios y las revistas tienen rúbricas especiales consagradas á los dramas, los Hbros ó el arte pictórico, en las cua- un hombre, generalmente informado, pero falible, dice su manera de ver sobre las producciones recientes. Es el lazo de unión mdis- les pensable que pone público. Sin él, al artista en contacto con el las obras pasarían desapercibi- das, y el esfuerzo del creador sólo sería apre- un pequeño número de hombres. Un un escultor ó un poeta, que después de ciado por pintor^ haber producido la tela, la estatua ó el verso, LOS ESCRITORES Y LA CRITICA 311 no contaran con ese elemento de difusión, estarían condenados á una celebridad de familia ó de barrio. Es cosa tradicional, y de antemano aceptada, que las apreciaciones del crítico ca- recen casi siempre de reposo y de justicia... uno de esos males necesarios, Pero se trata de como invierno ó las tormentas. No el pues, posible discutir la existencia de es, Sólo cabe formular objeciones sobre la crítica. la manera corriente de ejercerla. El que juzga, se despoja rara vez de su credo particular en cuestiones políticas, religiosas ó estéticas, y sólo encuentra bueno lo que coincide con sus doctri- nas y se ajusta á su manera de ver. De suerte que, como el crítico procede por comparación consigo mismo, sólo puede encontrar perfectas sus propias obras. Por eso es que algunos son partidarios de que se discurra sobre la forma externa únicamente, y se deje de lado men de bajo. volu- ideas que constituye el fondo del tra- Aquí se choca así las atribuciones primirla. ción, el Y con otra de la además, en la dificultad. Limitar crítica, sería casi su- forma, en la ejecu- hay también sectarismos y exclusivismos ¿Cómo pretender que Gastón Bois- arraigados. sier aprecie el estilo de Gustave Kahn, ó que -^X:- -\: •, f ' ' , .»T';«SSf»i?'»*' MANUEL UGARTR 312 Vielé-Griffin estime los versos de Maurice Bou- chor ? Sería necesario olvidar las propias preferencias y dominar hasta horizonte, lleno de valles v el paisaje que se extiende el montañas de diferente forma y color, en esa armónica diversidad de la naturaleza. De no ser así, todo se reduco á comentarios huecos, y el escritor y siguen girando cada cual en su órbita, el crítico sin comprenderse, ni penetrarse. En la práctica, imperan casi siemM. Brunetiére, que es reaccionario, no puede admitir que tenga talento Octave Mirbeau, que es reformador. El arte no interviene en el litigio, pero sufre las consecuencias del desacuerdo de dos hombres sobre ciertas ideas las convicciones personales pre. Con fundamentales. tales literatura pierde su unidad, tantas fracciones así, y se dispersa en como pareceres, puesto que cada parecer excluye á nuar procedimientos, la los demás. Y de conti- se subdividiría infinitamente, hasta llegar á ser personal. Quizá entonces estarían todos de acuerdo, porque cada escritor sería su propio crítico. Alphonse tión. No Pero dejando estas hipótesis á Aliáis, se habla M. Brieux es volvamos al drama en hoy en París de otra uno de los tres ó cuatro cues- cosa. grandes ^"^f^-l*- LOS ESCRITORES Y LA CRÍTICA 3i3 dramaturgos que hay actualmente en Francia. Escritor concienzudo y macizo, que cree en la misión educadora del arte plantea un problema , cada pieza suya trascendental, que se pre- senta y se resuelve en conciencia, sin rendir culto á la moda, y hasta hiriendo á veces prejuicios del día. A Les Avariés. los Nada más moralizador que pesar de la aparente cru- deza del asunto, se guarda en la acción y lenguaje la mayor pulcritud. No hay una palabra que pueda chocar al más el sola quisquilloso. vemos muy á menudo en la vida real pero la presenta como enseñanza, para contribuir á hacerla menos Expone una situación terrible, que ; frecuente, mostrando la intensidad misma de su horror. la pieza ha levantado muchas Según algunos, hay males que conde- Sin embargo, críticas. namos todos los días ticulares, pero en las conversaciones par- que no es posible reprobar en la escena, porque está mal visto hablar de ellos en público. M. Brieux ha pensado que critores tienen el los es- deber de combatir esas preo- cupaciones, y se ha aplicado con tesón á hacer del teatro una escuela de moral. Cerrar no es evitar el peligro. los ojos, Vale más encarar la si- 18 *V^"-'- .':::-- -" -i. ,:- ^^^^':^y?W^f: MANUEL UGARTÉ 314 tuación y mostrar los errores, tratando de hacerlos desaparecer con la propaganda y el ejem- La mayoría plo. riosa. cae en una contradicción cu- Aprueba, hasta cierto punto, el pero no la lección moral que de él se Los que aplauden en Dame car. Miixim's el triunfo porque en Nana la de la hecho, quiso sa- la cortesana, se de chez ofuscan cortesana cae al abismo. obra de Lavédan fomenta la La vida licenciosa, porque hace nacer en muchas mujeres la tenta- ción de triunfar imitando á la heroína; la de Zola la combate, porque muestra esas victorias la y presenta el aguarda. Sin embargo, en lo efímero de miserable la fin que opinión general, nmcho menos moral que la Dame de chez Maxim' s. La pieza anterior de M. Bricux, Les Rem- Nana es plazantes, hirió también de frente lotí prejuicios de algunos. Predicaba la supresión de la nodriza, recordaba á las madres su deber de educa- doras, y presentaba los inconvenientes de abandonar al niño entre manos mercenarias. París no estaba preparado para aceptar esa tesis. Desde tiempo de Juan Jacobo Rousseau no se había levantado ninguna voz en favor de esa idea. Todos habían convenido en que las madres ri- 315 LOS ESCRITORES Y LA CRÍTICA cas son fatalmente débiles, y no pueden ama- mantar á sus un mal hijos. El bueno de M. Brieux pasó fueron muchos, rato. Si sus defensores sus adversarios se contaron por millares. cronistas ligeros del bulevar, opinión del público al y la Y los que presienten la formulan, abrumaron infortunado autor con sus terribles ironías. Porque, en resumen, lo que la generalidad no admite es que se rompa con su atávica manera de pensar. Quien examina lo lo existente, critica sancionado, ó admite opiniones que no coin- ciden con las usuales, se condena á ser visto como el « el enemigo del pueblo del », drama de Ibsen. M. Brieux no podía ignorarlo. El éxito de George Ohnet no se obtiene escribiendo Les Remplazantes. El escritor concienzudo no tiene más dere más chos que los demás hombres, pero tiene Es quien indica deberes. rumbo, quien hace el gesto que todos repetirán le corresponde mirar siempre alto, sin que ningún interés mañana. Por eso muy lejos le desvíe. y muy Debe es- y de las cosas y vivir, más hombre, para la idea. No es que tar fuera del tiempo que para el tenga que acantop-^^rse en un desdeñar los problemas de su mundo siglo. ideal, Todo lo y que '^^'^ -•^^t?--f:c:''-'--i--':r /(;.•;. '::iv: ;:: MANUEL UGARTE 316 pueda de influir sobre la suerte humanidad la concierne. El productor de belleza ha de ser le apóstol, en porque las palabras, suprema ción, la belleza está y la en los hechos, no verdad es belleza en ac- belleza. Ocuparse de los asuntos inmediatos de la comunidad, no es descender, es alzarse. El buen escritor empezará por ser buen ciudadano. Siendo ción, es justo ben el que vibre en alma de su genera- los conflictos que de- agitarla. Hemos dejado muy lejos la concepción egoísta del arte por el arto, el dilettantismo de la belle- za exterior. Quede lejos también la preocupa- ción exclusiva del renombre, y esa baja cupidez que fabrica inmortalidades de cartón y da lugar á una especie de burguesía del talento. Al artista le por él corresponde velar más por los demás que mismo. La celebridad es un jornal que gana en cambio del bien que hace. Piense más en la obra que en el jornal. calumnia Si la testa ; le alcanza, sopórtela sin pro- defenderse, es admitir la posibilidad del crimen. Que nada consiga rrotero ni la avidez del triunfo, : apetitos, ni el deseo apartarle de su de- de medrar. los árboles seculares, Ha ni los bajos de ser como que sufren impasibles el 317 LOS ESCRITORES Y LA CRÍTICA azote de las tormentas sin dejar de levantar los brazos Un al cielo. grabado de Gustavo Doré podría simboli- zar la crítica menuda : representa un enjambre de hombres liliputienses que esgrimen agujas escalan las montañas. contra los colosos que Pero que los así pequeños espíritus son necesarios como la altura sin el ; por- metro no sería posible medir de las pirámides., sin ¿cómo ellos, se medirían los demás? Poco importa que alcancen un triunfo pasajero, neamente de como las y se apoderen momentá- opinión. Ciertos la grandes olas: vacío en torno de así su papel, ha fallado ellos. hombres son al levantarse, hacen el M. Brieux ha entendido y es necesario confesar que no le ni energía, ni audacia. El escritor sano debe marchar con los ojos dad, sin que le detenga el fijos aplauso ó en la verel insulto, realizando su obra, cumpliendo su misión, y viendo pasar el mal, hasta el mal que le hiere, — — con Su la altiva serenidad del hombre honrado. divisa es la de Boissy d' Anglas ot laisser diré. FIN : Bien taire, ÍNDICE Páginas. La difamación La crónica en Francia La actriz japonesa Sada Yacco 1 15 27 El París honrado 39 La juventud francesa 49 La juventud sud-americana La calle de París y los humoristas 87 El arte nuevo y La el 69 97 socialismo política francesa 105 El escultor Rodin 119 Teatro Cívico 129 El estreno de L'Aiglon 135 La 147 ley de asociaciones La raza 161 El «salón» de 1901 167 Los hispano-americanos en El drama revolucionario Un el Salón de 1901 La Poigne 197 día en la Exposición Tres hombres : — Aguinaldo — 187 205 Waldeck-Rousseau , — Kriiger 217 ;. í*- 320 í;í;íff2!SfWt^?^í índice Páginas La crónica de un día. 229 El teatro argentino en Europa. 251 Carta de un cubano 265 Andalucía en tiempo de los moros 275 La reina Ranavalo 279 Globos dirigibles Una fiesta 287 en Trianón y club de Jacobinos... el El zar en Francia Los escritores y índice PARÍS. 301 309 la critica , — TIP. 293 319 GARNIER HERMANOS. B «HE DES SAIKTS-PKKE3 235.10.1905 y"' / s®í- ^.- ^^