INTERNACIONAL CUBA: COMUNISMO CARISMATICO JORGE I. DOMÍNGUEZ El Sr. Domínguez, profesor de Administración Pública en la Universidad de Harvard, reseña aquí cuatro libros recientes sobre la revolución cubana.* Ellos tocan principalmente: el problema económico, el hecho de ser una revolución personalista (y su índole represiva), las relaciones internacionales de Cuba, y su contribución al pensamiento marxista en Latinoamérica. Domínguez es autor de Cuba, Orden y Revolución (1978) y coautor (con Marc Lindenberg) de Centroamérica: Crisis Actual y Perspectivas Futuras (1984), Los subtítulos son de Mensaje. La revolución cubana y los escritos sobre ella han llegado a un punto de reflexión a mediados de los ochenta. Con la perspectiva de un cuarto de siglo, desde que Fidel Castro tomó el poder, es evidente que Cuba sigue encarando tres preocupaciones conexas: 1) ¿Cómo puede conducir la política exterior de una gran potencia un pequeño país, todavía subdesarrollado? 2) ¿Cuan factible es la combinación de crecimiento económico e igualitarismo, bajo un régimen marxista-leninista? 3) ¿Cómo puede ser gobernada Cuba sin depender únicamente de los extraordinarios t a l e n t o s de una sola persona? Los observadores del exterior podrían agregar una cuarta preocupación, de índole más teórica: ¿cómo se relaciona la historia revolucionaria de Cuba con las corrientes ideológicas más vastas que informan la vida intelectual de América latina y la de quienes creen en la significación intelectual duradera del marxismo? Por fortuna, una nueva oleada de textos académicos MENSAJE. N° 352, SEPTIEMBRE 19S6 ha empezado a abordar estas importantes cuestiones. En enero de 1986, Cuba conmemoró el 27? aniversario del derrocamiento de Fulgencio Batista y del inicio del mandato revolucionario. El gobierno del presidente Castro ya no es nuevo y, mucho menos, juvenil. Su historial de realizaciones y reveses, en el país y en el extranjero, es el tema de los cuatro libros que aquí se reseñan. Se trata de obras muy diferentes en su contenido, estilo y orientación intelectual, pero arrojan mucha luz, en conjunto, sobre la notable historia e impacto de una de las revoluciones más destacadas del siglo... y la única que ha consolidado un poder, en América, contra los deseos del gobierno de los Estados Unidos. La difícil economía Claes Brundenius, autor que simpatiza ampliamente con las metas del gobierno cubano y con muchas de sus políticas, ha escrito una obra correcta, técnica, bien informada cuan- titativamente, sobre la economía de Cuba bajo el gobierno revolucionario. La obra de Brundenius, junto con la de Carmelo Mesa-Lago,1 cuyo excelente trabajo sobre la economía de Cuba es complementado y también criticado por Brundenius, sirven conjuntamente para formular ciertos juicios acerca del historial del desempeño económico cubano a largo plazo. Considerando la índole contenciosa del tema, conviene bosquejar un incipiente consenso. La economía cubana se recuperó rápidamente de la guerra civil en que fue derrocado Batista. Pese a ello, dicha economía se derrumbó en los años sesenta por diversas razones, que abarcaron desde la imposición de sanciones económicas por los EE.UU., hasta la incompetencia administrativa del gobierno cubano (y del propio Castro). Los cubanos comunes sufrieron por esa causa. Brundenius ideó un índice compuesto para medir • Claes Brundenius. Revolutlonary Cuba: The Challenge of Econoralc Growth wlth Equity (Cuba revolucionaria: el desafío del crecimiento económico con equidad). Doulder. CO. Westview, 1984; Carlos Alberto Montaner. Fidel Castro y la revolución cubana. Barcelona. Plaza & Fanés. 1983; Pamela F.ilk. Cuban Foreign Policy: Carlbbcan Tcmpest (Política exterior cubana: tempestad caribeña). Lcxlngton, MA, Lexington Books, 1985; H. Michael Erisman. Cubn's InternattonaT Relmlons: The Analomy of a Nationaüstlc Foreign Polfcy (Relaciones internacionales de Cuba la anatomía de una política exterior nacionalista). Boulder. CO, Westview, 198?. 1 Véase especialmente Carmelo MesaLago, The Economy of Soclallst Cuba (La economía de la Cuba socialista) , Albuquerque. NM, Unlversity of New México Press, 1981. 365 INTERNACIONAL el desempeño en la satisfacción de las necesidades básicas de la población. El averiguó que "el desempeño, en materia de necesidades básicas. .. mejoró rápidamente en los dos o tres primeros años que siguieron a la revolución. Sin embargo, después de 1962, hubo un período de relativo estancamiento e incluso decadencia, hasta 1970" (p. 91). Para decirlo con crudeza, Cuba perdió un decenio de crecimiento económico, en el cual declinó su capacidad para satisfacer las necesidades básicas de la población: la justificación misma de la revolución. La economía cubana se recuperó en forma impresionante durante la primera mitad de los años setenta. También esto sucedió por diversas razones, entre ellas, el espectacular aumento del precio mundial del azúcar, así como la introducción de reformas organizacionales. En la segunda mitad de los setenta, la tasa de crecimiento económico se redujo notablemente, pero siguió siendo positiva. Entre los factores negativos figuraron la reducción del precio mundial del azúcar y el despliegue de decenas de miles de soldados cubanos para combatir en ultramar. Entre los factores positivos, se registró un marcado incremento de los subsidios soviéticos para la economía c u b a n a (especialmente después de 1976) y un mejor manejo y administración de la economía en la propia Cuba. Por lo tanto, contrariamente a lo que suele decirse, hace mucho tiempo que la economía cubana dejó de ser una "mutilada". Desde principios de los años setenta, ha logrado satisfacer aunque modestamente las necesidades básicas de la población. El gobierno implantó una importante redistribución del ingreso, a principios de los sesenta, y consiguió evitar la intensificación de las desigualdades durante los setenta. La economía de Cuba sigue teniendo problemas porque los niveles de eficiencia todavía son bas366 tante bajos. Además, las habilidades administrativas son escasas aún. Es indudable que el crecimiento económico se produce, en gran medida, gracias al apoyo soviético y, en menor grado, al de Europa oriental. Sin embargo, la economía sí crece y así lo ha hecho, en forma modesta, durante algunos años. El consenso académico acerca del desempeño en los ochenta no se ha formado todavía; de hecho, existen pocas publicaciones acerca de ese período. Desafortunadamente, las estadísticas económicas cubanas para la primera mitad de los ochenta han sido distorsionadas por una importante "reforma de precios" (es decir, alzas de precios) al comienzo de este decenio. El sistema estadístico de Cuba tiene todavía que generar datos creíbles para el período 1980-1982 —de obvias penurias económicas— acerca del cual las cifras oficiales sugieren un auge económico nada convincente. No obstante, estadísticas oficiales subsecuentes (y más creíbles), además de otras observaciones independientes, inducen a pensar que la economía cubana empezó a crecer nuevamente en la segunda mitad de 1983, y que su crecimiento prosiguió en 1984, según una tasa que igualó a la más elevada de América latina. Ese fue un acontecimiento sin precedente en la historia económica de la revolución cubana. El crecimiento de Cuba en 1984 pareció ser un importante hito: aunque el precio mundial del azúcar cayó en forma sustancial, la economía cubana creció. Esto sucedió, en parte, porque la integración extraordinariamente estrecha de Cuba con las economías soviética y europeas orientales resguardó a la isla del descenso que se produjo en el mercado mundial y, también en parte —como acertadamente lo argumenta Brundenius, aunque con exageración— porque una estrategia de sustitución de importaciones había en- sanchado la base económica cubana más allá del azúcar. Sin embargo, aun a mediados de los ochenta, los problemas económicos de Cuba siguen siendo muy serios. Las economías cubana y soviética han llegado a estar tan estrechamente vinculadas, que sus tasas de crecimiento tienden hoy a fluctuar de consuno; en este sentido, Cuba ha llegado a ser realmente muy "dependiente" de la URSS. Más aun, a partir de 1981, la Unión Soviética le retiró a La Habana sus anteriores subsidios económicos similares a donativos (basados en precios artificialmente elevados para el azúcar), obligando así al gobierno cubano a recurrir más a los préstamos soviéticos, pagaderos en condiciones favorables, pero no exentos de intereses. Difícilmente han mejorado los niveles de eficiencia. El mal desempeño económico de Cuba se evidencia especialmente en el sector externo: ha sido incapaz de diversificar mucho sus exportaciones para no depender tanto del azúcar. Según Castro, Cuba no pudo entregar siquiera la cantidad de azúcar, níquel y frutos cítricos (sus exportaciones principales) que estaba obligada a embarcar en 1984, según sus contratos con la Unión Soviética y con países de Europa oriental. Por lo tanto, en diciembre de 1984, Castro ordenó una importante reelaboración del plan central de 1985, imponiendo la austeridad en el consumo nacional y orientando la economía hacia el fomento de las exportaciones.2 A juicio de Castro, la planificación central no había producido un proyecto aceptable para el futuro próximo. Entonces, por su propia autoridad, suspendió los mecanismos institucionalizados cuya consolidación había tardado tanto tiempo. En su lugar, sobre una base ad hoc y confiando en antiguos camaradas de sus primeros años en el po2 Granma (La Habana), enero 4, 1985, Suplemento Especial, p. 4. MENSAJE, N» 352, SEPTIEMBRE 1986 INTERNACIONAL der, Castro sacó un nuevo plan para 1985, improvisado en forma expedita, en el cual se pedía al pueblo —una vez más— que sacrificara el presente por un futuro siempre huidizo, en el cual semejante austeridad no sería ya tan común. Esta reorientación de las políticas económicas dio básicamente en el blanco, aun cuando resultó dolorosa y se aplicó como una intromisión que, a la postre, fue lesiva. La economía cubana requirió un amortiguamiento de la demanda interna, después de 18 meses de expansión, junto con una atención mucho mayor a las exportaciones y al cumplimiento de los compromisos económicos internacionales. Personalismo Los sucesos de diciembre de 1984 destacan todavía, en forma abrumadora, el papel personal de Castro (tema del libro de Carlos Alberto Montaner). El prólogo de Montañer aclara que no se trata de una obra académica. La intención del autor es criticar agudamente la revolución cubana, sobre todo lo que se refiere al liderazgo del propio Castro. El estilo de Montaner es el de un ensayista, y escribe con ingenio y habilidad literaria; sin embargo, su obra no nos ayuda a entender por qué cuenta el gobierno revolucionario con un apoyo genuino. Cuba ha tenido una revolución auténtica; Castro cuenta con un respaldo popular considerable. Este libro tampoco nos ayuda a entender cómo es que se ha vuelto el régimen un tanto más institucionalizado y, merced a estas nuevas capacidades, más apto para proyectar su poder en otros países. Lo que Montaner sí hace muy bien es lo que se refiere a su intento de exponer la índole represiva del régimen. La revolución cubana nunca ha sido "liberal" en ningún sentido de la expresión, pero a veces resulta especialmente MENSAJE, N? 352, SEPTIEMBRE 1986 áspera e intolerante. Montaner explora en detalle este tema, doloroso pero importante, en lo que atañe a la vida intelectual, la religión, la sexualidad, la raza, el encarcelamiento por causas políticas y la libertad de expresión, de asociación y oposición en materia de política. El nos recuerda que el papel de Castro en la revolución no puede ser pasado por alto y que no debemos permitir que los cambios organizacionales nos hagan perder de vista la persistente importancia de ese personaje o el costo que su ejercicio del control ha impuesto sobre los cubanos. El historial político de los últimos años (generalmente más allá de la época cubierta por Montaner) subraya una vez más este punto. Durante "Cuba actúa en el exterior como potencia...' este período, parte de la crisis nacional de Cuba fue la crisis personal de Castro. A finales de 1979, éste optó por destituir a docenas de los más altos funcionarios del gobierno, comenzando por muchos miembros del Consejo de Ministros, como respuesta a una economía vacilante, a la creciente indisciplina y a la intensificación del descontento. Poco después, él quedó estremecido por la muerte de Celia Sánchez, su secretaria personal y confidente desde la guerra civil de los años cincuenta; más tarde, en ese mismo año, se sintió afectado por el suicidio de otra vieja camarada, Haydée Santamaría. Entre tanto, millares de cubanos se apiñaban en los terrenos de la embajada del Perú en La Habana, después que Castro cometió el error de cálculo de retirar los guardias cuba- nos de esa embajada y dar a conocer que no se impediría el acceso a la misma. Eso marcó el inicio de la cadena de acontecimientos que habían de desembocar en la dramática migración de más de 125.000 personas a los Estados Unidos, por el puerto de Mariel. Por último, en mayo de 1980, en otro misterioso lapsus de juicio político o de control, la Fuerza Aérea Cubana atacó a un barco de la Guardia Costera de Las Bahamas, sin provocación alguna, causando su hundimiento y la muerte de cuatro de sus tripulantes (por lo cual, bajo presión de otros países caribeños, Cuba tuvo que presentar disculpas y pagar indemnización). El destacado papel personal de Castro volvió a evidenciarse en octubre de 1983, cuando los Estados Unidos y varios países caribeños de habla inglesa intervinieron en Granada. Castro se encargó personalmente de dirigir la respuesta de Cuba. El ordenó que todo el personal cubano, cuando se viera atacado, combatiera hasta la muerte antes que rendirse. Muchos reservistas cubanos, a quienes les fueron proporcionadas armas, c o m b a t i e r o n valientemente aunque la victoria era del todo imposible. Empero, Castro se sintió herido y humillado cuando la mayoría de los cubanos de Granada, incluidos los altas oficiales, acabaron por rendirse. Su expectativa de que los cubanos se autoinmolaran por una revolución granadina cuya más reciente hazaña —el asesinato del Primer M i n i s t r o Maurice Bishop— acababa de ser censurada por el propio Castro, no es sino un ejemplo más de las demandas extremas e irrazonables que él le impone a menudo al pueblo cubano. Un año más tarde, después de los recortes que hizo en el aparato de planificación económica para reducir sus dimensiones, Castro arremetió contra el aparato ideológico del Partido Comunista: así, unilateralmente y sin mira367 INTERNACIONAL miento, intervino en otra institución cuya construcción había requerido largo tiempo. Contando con el apoyo del Comité Central, obtenido en una reunión de emergencia, él destituyó al secretario del partido encargado de ideología, lo cual inició una reacción en cadena que ha desembocado en la destitución de muchos funcionarios claves que estaban a cargo de los medios de comunicación masiva, de la propaganda y de asuntos religiosos c ideológicos.3 Es probable que haya más cambios y que el proceso culmine con la renovación del Comité Central, en el 3er. Congreso del Partido, en febrero de 1986. Así pues, en conjunto, el gobierno intensamente personal de Castro sigue siendo una grave limitación para la dirección del propio gobierno y el partido cubanos en forma 368 institucionalizada y estable, a fin de edificar una revolución que sea genuinamente socialista y no sólo la "expresión heroica" de la personalidad de un hombre: una revolución heredada de Marx y Lenin, no de una mezcla de Blanquí y Bonaparte. Pese a todo, muchos de esos mismos acontecimientos ilustran el enorme éxito de Castro. A pesar de aflicciones personales e indudables errores, él salvó la revolución en 1980. Logró incluso convertir el éxodo de Mariel en una situación embarazosa para un presidente de los Estados Unidos que, primero, dio la bienvenida y después trató de detener aquella migración inesperada. Castro puso en situación embarazosa a sus enemigos de la comunidad cubana-estadounidense de los Estados Unidos, al deportar realmente a buen número de delincuentes cubanos. (El gobierno de Cuba recalca que todos los que salieron de la cárcel para ir a los Estados Unidos lo hicieron por su propia voluntad, pero es obvio que ese era un ofrecimiento que muy pocos habrían rechazado). Durante la época de la invasión de Granada, él concentró a los cubanos en favor de aquel gobierno y sintió orgullo por todos los que combatieron. Castro encontró la justificación para muchas de sus políticas de defensa y seguridad interna, en los actos realizados por los EE.UU. en Granada; además, obtuvo el apoyo adicional que necesitaba, de su propio pueblo y de la Unión Soviética, para mejorar el desempeño económico en 19831984. Así pues, el historial de los últimos cinco años puede considerarse, en cierto sentido, como un microcosmos de las vicisitudes de Cuba bajo Castro. El ha conseguido gobernar la isla por más de un cuarto de siglo porque es el único, entre todos los líderes revolucionarios, que cuenta con la combinación de visión, crueldad y sentido práctico, que le permite recuperarse de los errores pretéritos y poner en vigor las medidas necesarias para seguir en el poder. Proyección al exterior La misma combinación de visión y crueldad que se evidencia en la forma en que Castro administra la economía nacional y las cuestiones políticas, se refleja también en las relaciones exteriores de Cuba. La revolución cubana ha sido siempre demasiado grande, a los ojos de sus líderes, para una isla tan pequeña. Desde 1959, el nuevo gobierno cubano empezó a proyectarse hacia el exterior, primero en pequeños pasos para apoyar movimientos revolucionarios en los países vecinos y, finalmente, en una escala mundial. Según cuentas oficiales, decenas de millares de cubanos prestan servicio ahora en docenas de países de todo el Tercer Mundo. Una causa todavía mayor de preocupación, para los Estados Unidos y sus aliados, es el despliegue permanente de bastante más de 20.000 soldados cubanos (a veces hasta 36.000) en Angola, de un número algo menor, pero también sustancial, en Etiopía y de algunos millares de asesores militares en otros países. Decenas de miles de personas, provenientes de docenas de países, han estudiado también en Cuba y más de 20.000 disfrutan cada afio de becas para ese efecto, a mediados de los ochenta. Casi simultáneamente, Pamela Falk y H. Michael Ertsman han publicado buenos libros generales sobre la evolución de la política exterior cubana, colocándose con ello al lado de Carla Robbins, quien publicó otro buen libro sobre el tema hace un par de años.4 Es sorprendente que este importante tema haya sido abordado inicialmente en artículos o que se haya incorporado como parte de obras más extensas sobre cuestiones cubanas. i Ibld., febrero 1. 1985. MENSAJE, N? 352, SEPTIEMBRE 1986 INTERNACIONAL Este nuevo auge de los libros acerca de la política exterior de Cuba constituye un reconocimiento, un tanto tardio de que la isla sí cuenta hoy en los asuntos mundiales.5 Los libros de Falk y Erisman comparten varias características. Ambos están dirigidos a un público de carácter general, y los dos son bastante breves. Ambos se sirven en forma extensiva (y a veces un tanto acrítica) de fuentes no cubanas, a expensas de las fuentes de la propia Cuba. En compensación, en las dos obras se dedica espacio considerable a la republicación de discursos y otros documentos correspondientes a las relaciones internacionales de Cuba, casi la cuarta parte del libro de Falk está dedicada a esos materiales. Esta característica permitiría que un maestro universitario encomendara a los alumnos el estudio de materiales primarios por su propia cuenta (empresa encomiable y, hasta ahora difícil, en la enseñanza de la política exterior cubana). Ambos libros hacen énfasis en las relaciones de Cuba con países del Tercer Mundo y con los Estados Unidos, a expensas de las relaciones que sostienen con Europa oriental y occidental y, en forma un tanto sorprendente, también con la Unión Soviética. Ambos autores destacan de igual modo las cuestiones políticas, a expensas de las militares, y económicas. No obstante, cada autor adopta un enfoque diferente para abordar la sustancia de los asuntos exteriores de Cuba. Falk parece abarcar mucho, dedicando breves secciones a la política exterior cubana antes de la revolución, a las actividades externas de Cuba en el periodo inmediatamente posterior a la victoria revolucionaria, y a otros eventos más recientes. Puede decirse que virtualmente, esta autora tiene algo que decir sobre cada uno de los temas de la política exterior cubana. Erisman, en cambio, se ha enfocado mucho más en la políMENSAJE, Ni 352, SEPTIEMBRE 1986 tica exterior de Cuba desde principios de los años setenta, después de presentar una somera exposición de antecedentes. Falk insiste especialmente en los diversos escenarios geográficos de las actividades internacionales de Cuba, con capítulos dedicados a episodios y aspectos diferentes de la política cubana hasta América latina y África. Erisman, en cambio, ha elegido un tema de gran envergadura —el mundialismo cubano— y lo ha explorado a través de su impacto y consecuencias sobre el Movimiento de los No Alineados, los Estados Unidos y la Unión Soviética. La conclusión más importante de estos dos volúmenes es, tal vez, que el tema de la política exterior cubana realmente existe: ésta no es tan sólo un apéndice de la política soviética. En realidad, tratar de comprender las actividades de Cuba en todo el mundo, buscando sus causas en forma exclusiva —o preponderante— en Moscú y no en La Habana, no es sólo insuficiente sino tonto. Una segunda conclusión importante es el amplio alcance de la política exterior de Cuba. De hecho, una de las dificultades de escribir un libro sobre este tema es, precisamente, lo mucho que dicho tema podría abarcar. Hay cubanos a lomo de camello en el desierto o abriéndose paso, machete en mano, en medio de selvas tropicales. Hay cubanos tripulando tanques en plena guerra y conduciendo Jeeps para ir a curar niños en sitios remotos. Algunos cubanos se esfuerzan por derrocar a gobiernos establecidos y pugnan por imponer otros regímenes. Cuba actúa en el exterior como potencia, atrapada dentro de los recursos y restricciones de un país pequeño. países. Por mucho tiempo, los Estados Unidos han estado legítimamente preocupados por los aspectos militares de las relaciones soviético-cubanas. Esto incluye no sólo el persistente compromiso de los Estados Unidos por prevenir el despliegue de armas estratégicas en Cuba, sino también una preocupación creciente por el incremento registrado en los suministros soviéticos para fortalecer la capacidad militar convencional cubana. Esta última se ha desplegado en guerras en Angola y en el Cuerno de África: las fuerzas armadas cubanas han adquirido la capacidad potencial suficiente para amenazar a algunos aliados de los EE.UU. c incluso a los propios Estados Unidos, en el escenario específico de sus preocupaciones ante la posibilidad de una guerra convencional, en toda forma que llegara a estallar en Europa. Los Estados Unidos y sus aliados tienen también preocupaciones legítimas ante el apoyo de Cuba al derrocamiento de muchos gobiernos establecidos. En los años sesenta, Cuba era en ocasiones casi indiscriminada en sus empeños revolucionarios, pues los dirigía contra gobiernos democráticos o autoritarios cuyo único común denominador era que estaban alineados con los Estados Unidos. El apoyo cubano a los movimientos revolucionarios se ha vuelto más selectivo, pero sigue siendo una fuerza desestabiliza dora en ambientes determinados, especialmente en el norte de Centroamérica y en el suroeste y noroeste de África. La preocupación ante el apoyo de Cuba a estados revolucionarios ya establecidos, en todo el Tercer Mundo, tiene características más complejas. Por ejemplo, ni los Esta- Sin embargo para los Estados Unidos y sus aliados, es posible identificar con cierta precisión las preocupaciones que plantea la propagación de la revolución cubana a otros * Carla Ann RobMni, The Cubu Threat (La amenaza cubana), Nueva York, McCraw-HIH, 19B3. 5 Estoy trabajando tarnblln en un libro sobre los asuntos Internacionales cubanos, que es la fuente de algunas declaraciones que aparecen aquí. 369 INTERNACIONAL dos Unidos ni Cuba (y, por cierto, tampoco la Unión Soviética) apoyaron los empeños de Somalia para echar por la fuerza a los ogadenses de Etiopía en 1977-1978. La preocupación de los EE.UU. se centraba, más bien, en las consecuencias secundarias de los despliegues de tropas cubanas y soviéticas para ayudar a Etiopía en la tarea de repeler la invasión somalí. Igualmente, la mayoría de las partes externas al conflicto apoyan a Namibia en su independencia de Sudáfrica, pero Washington desea también que las tropas cubanas se retiren de Angola, en relación con el proceso de emancipación de Namibia. Resulta aun más compleja la preocupación de los EE.UU. por otros elementos más sutiles de la influencia cubana en ultramar, ya sea mediante el despliegue de asesores técnicos y maestros de escuela, o por el curioso caso del liderazgo cubano en el Movimiento de los No Alineados (curioso porque es difícil encontrar un país que esté más alineado que Cuba con la Unión Soviética). Por muy generalizada que haya sido la participación cubana en el extranjero, su eficacia es menor desde finales de 1979 tanto a causa de los errores de la propia Cuba, como debido a la política de otras partes, entre ellas el gobierno de los EE.UU. En comparación con lo que ocurría a mediados de los setenta, Cuba está mucho más aislada en el Caribe de habla inglesa y en América latina, en términos relativos, comercia mucho menos con países de Europa occidental, Canadá y Japón. Su influencia es menor en el Movimiento de los No Alineados. Su personal ha sido expulsado de Granada, Jamaica y Surinam. Ha retirado casi todas sus tropas de Etiopía, lugar donde su misión quedó cumplida en gran parte. El amplio rango de sus relaciones de gobierno a gobierno significa que tiene menos radio de acción para apoyar el derroca370 miento de gobiernos establecidos, de modo que esto último es ahora un rasgo menos persistente en la política cubana. En diciembre de Í984, después de largas discusiones, el Comité Central del Partido Comunista Cubano convino en decir a sus conciudadanos que tenían que estar preparados para luchar por su cuenta, en caso de una guerra en el Caribe: en otras palabras, que no podían esperar que los soviéticos declararan la guerra contra los Estados Unidos tan sólo para rescatar la revolución cubana.6 Los revolucionarios cubanos siguen pareciendo muy grandes en la defensa de sus políticas... pero ya no nos parecen gigantes de tres metros. A mediados de los años ochenta y para tratar de recobrarse de estos reveses, Castro abordó el tema de la enorme deuda que los países latinoamericanos han contraído con bancos e instituciones crediticias internacionales y con gobiernos extranjeros. El argumentó que gran parte de esta deuda era ilegítima, pagadera de acuerdo con intereses de usura y que, por todo ello, debía ser repudiada. Pese a ello, Castro distinguió entre las deudas "buenas" y las "malas"; indicó que las primeras sí tendrían que ser reconocidas.7 Las deudas de la propia Cuba, contraídas no sólo con otros países comunistas, sino también con bancos internacionales, eran deudas "buenas"; La Habana ha renegociado su deuda y ha hecho fielmente sus pagos hasta el presente. El argumento de los líderes cubanos acerca de las "malas" deudas latinoamericanas persigue, pues, un objetivo básicamente político: congraciarse con los nuevos gobiernos democráticos que han accedido al poder en gran parte de Sudamérica en los últimos años y, por ende, extender la influencia cubana en el exterior. Independientemente de la eficacia que esta táctica pudiera tener, otros países latinoamericanos pueden bene- ficiarse con la posición radical de Cuba, porque ésta los hace parecer más moderados y, además, puede facilitarles la tarea de conseguir mejores condiciones de sus acreedores. En conjunto, y a pesar de sus problemas, las relaciones internacionales de C u b a siguen siendo impresionantes por su alcance e impacto. Cuba es todavía una fuente de influencia para sus aliados y de preocupación para sus adversarios. Es probable que su propia política exterior siga manifestándose por mucho tiempo, "no con gemidos sino con gran estrépito". Aporte al pensamiento marxista Ante la resistencia de la revolución cubana en su país, y su capacidad para proyectar su influencia en el extranjero, quizá r e s u l t a sorprendente que la aportación cubana al discurso intelectual marxista, aun dentro de América latina, haya sido tan insignificante. En un libro publicado en 1984, Sheldon Liss, notable historiador diplomático, volvió su atención hacia el examen del pensamiento marxista en América latina.8 Los capítulos de su libro están organizados por países, lo cual produjo la consecuencia i m p r e v i s t a , pero equitativa, de que a Cuba se le dedica sólo poco más del 10% del texto. De hecho, Cuba no ha aportado gran cosa a la evolución del pensamiento marxista en Latinoamérica durante todo el siglo XX. Su propia revolución se debió más a la audacia de un pufia6 Granma, febrero 4, 1985. 7 Para el texto del discurso de Castro en el reciente "Diálogo continental sobre la deuda externa", convocado en La Habana y al cual asistieron participantes gubernamentales y empresariales de varios países latinoamericanos, véase Servicio Exterior de Información Radiofónica, Daily Report: Latín America (Washington, DC), afiO. 6, 1985, pp. Q/l-26. 8 Sheldon B. Liss, Marxlst Throught In Latín América (Pensamiento marxista en Latinoamérica), Ucrkeley, CA, Unlverslty of California Pre»s. 1984. MENSAIE, N? 352, SEPTIEMBRE 1986 INTERNACIONAL do de individuos, que al liderazgo del Partido Comunista o a la conciencia y militancia del proletariado. Incluso después de la victoria revolucionaria, Cuba constituía más un problema que una solución en el desarrollo del pensamiento marxista latinoamericano. Como acertadamente dice Liss: "Los críticos de la Izquierda Revolucionaria han acusado a los cubanos de pasar de la teoría como guía para la acción, a la acción como medio para construir la teoría, y han señalado que los intelectuales vivientes no desempeñaron un papel importante en las primeras etapas de la revolución".9 Liss es menos convincente cuando declara que, con el transcurso del tiempo, Castro ha llegado a estar más convencido de la utilidad de la teoría y que, en consecuencia, los intelectuales han llegado a ser parte más MENSAJE, N* 352, SEPTIEMBRE 1986 importante del proceso revolucionario. Sin embargo, en el libro de Liss no figuran dichos intelectuales. Sus estudios prácticos de "pensadores" cubanos vivos sólo incluyen a hombres de acción: miembros de la Oficina Política del Partido Comunista de Cuba. Se trata de hombres muy talentosos e intelectualmente solventes (Castro, Carlos Rafael Rodríguez y Blas Roca), pero difícilmente son una prueba de la importancia o la intensidad de la vida intelectual en la Cuba contemporánea. Como Montaner nos los recuerda, la vida intelectual en Cuba es problemática, en el mejor de los casos. El acertado análisis de Liss arroja mucha luz sobre las causas de esto, desde una perspectiva mucho más comprensiva hacia el tema de su estudio, que el libro de Montaner. Liss ar- guye que, desde una perspectiva teórica, los éxitos de la revolución cubana significaron que "Castro y sus camaradas demostraron que Marx, Engels y Lenin se equivocaron".10 En realidad, la revolución cubana todavía es difícil de explicar desde una perspectiva marxista-leninista; no existen análisis serios a este respecto. Por lo más, sigue siendo un desafío para la tradición intelectual marxista, el presentar una explicación teórica convincente que vincule a Castro con aquellos a quienes él mismo refutó. No obstante, lo que sí pueden proporcionarnos los libros aquí reseñados son análisis útiles de los m é t o d o s empleados, aunque no las justificaciones teóricas de la tradición revolucionaria —verdaderamente única— de Cuba. • * Ibid.. p. 270. •o ibid., p. 2 » . 371