No podemos celebrar ninguna independencia

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No podemos celebrar
ninguna independencia
Recopilación:
Hegoa
Guatemala
No podemos celebrar ninguna
independencia
Texto: Consejo de Juventudes Indígenas
No podemos celebrar ninguna independencia…cuando todavía en nuestras comunidades
seguimos siendo invadidos por empresas transnacionales, que llevan a cabo una nueva forma
de colonialismo, con la complicidad de las autoridades de turno.
¡¡¡Solo seremos independientes cuando rompamos las cadenas y podamos ser autónomos,
bajo el gobierno de nuestras autoridades ancestrales!!!
Los desfiles patrioteros: la máxima
expresión del militarismo
Texto: Máximo Arnoldo Curruchich Cumez
Los Desfiles patrioteros parecían cosa del pasado después de la firma de los acuerdos
de paz. Con la reanudación de los desfiles se hace cada vez mas difícil promover la
educación para la paz y la no violencia, porque se retoman practicas que fueron
utilizadas como publicidad militar en el marco del genocidio y etnocidio Guatemalteco.
Sobre todo a pocos días en que a esos mismos estudiantes que caminarán arriados en
las calles y avenidas se les daba palo y gases lacrimógenos cuando enarbolaban su
derecho a la resistencia pacifica ante las políticas antipopulares que atentan en contra
la educación Guatemalteca.
El ministerio de Educación, dirigido por la ministra Cynthia del Águila, del gobierno
militarista de Otto Pérez Molina, nuevamente retomará la vieja practica de utilizar a niños y
adolescentes, quienes el 14 y 15 de septiembre desfilarán junto con elementos del Ejercito de
Guatemala, Escuela Politécnica y Adolfo V. Hall, para “mostrar al mundo” que en este país
hay paz y unidad.
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Para la conmemoración de las fiestas de “La patria del Criollo” hay muchos disensos y
descontentos de los pueblos indígenas, por la discriminación y la exclusión que se viene
arrastrando históricamente. Sentimientos que son sensibles en las comunidades con mayor
población indígena y donde las empresas de la industria extractiva generan crisis política y
social que arrincona a Guatemala cada dia a una explosión social. Problemática que el partido
político que hace gobierno quiere ocultar en el marco de las celebraciones patrioteras, cuando
evidenciará su lado fascista al sacar a los niños y adolescentes a las calles al compas de las
“Bandas de Guerra” y arriarlos junto con “máquinas para matar” llamados Kaibiles.
Los Desfiles patrioteros parecían cosa del pasado después de la firma de los acuerdos de paz.
Con la reanudación de los desfiles se hace cada vez mas difícil promover la educación para la
paz y la no violencia, porque se retoman practicas que fueron utilizadas como publicidad
militar en el marco del genocidio y etnocidio Guatemalteco. Sobre todo a pocos días en que a
esos mismos estudiantes que caminarán arriados en las calles y avenidas se les daba palo y
gases lacrimógenos cuando enarbolaban su derecho a la resistencia pacifica ante las políticas
antipopulares que atentan en contra de la educación Guatemalteca.
“La concepción fascista del estado es totalmente incluyente; fuera del mismo no puede existir
ningún valor humano o espiritual, mucho menos tener valor. Comprendido esto, el fascismo
es totalitario, y el estado fascista —síntesis y unidad que incluye todos los valores—
interpreta, desarrolla y potencia toda la vida de un pueblo”, escribía el dictador Benito
Mussolini en su obra “La doctrina del fascismo”, a inicios de la década de los años 30 del
siglo pasado.
Un desfile de estudiantes, junto a militares, representará un retroceso al pasado, un retroceso
a los años 80´s de las dictaduras militares, cuando se obligaba a los campesinos organizados
en los comités “voluntarios” de Autodefensa Civil, (quienes mas tarde se convertirían en las
sangrientas Patrullas de Autodensa Civil PAC), a marchar armados en las calles junto a los
estudiantes de los establecimientos educativos para mostrar su apoyo los sangrientos
gobiernos de turno. Actividad que evidenciará la visión totalitaria, verticalista y militarista
que actualmente está presente dentro del partido político que hace gobierno y que poco a
poco esta copando toda la institucionalidad del estado Guatemalteco.
Los desfiles en honor a “la patria del criollo”, retoman la esencia del militarismo que con
fachada de uniformidad patriotera evita fomentar el pensamiento libre y crítico que necesita
las presentes y futuras generaciones de ciudadanos guatemaltecos. No cabe la menor duda
que la educación es un factor determinante para contrastar las distintas visiones políticas y de
desarrollo que nos ofrecen en la actualidad. Pero hace falta pensamiento crítico y de
propuestas de las juventudes, para darse cuenta de que el ministerio de educación, no está
cumpliendo su labor, y no solo con este nuevo gobierno, sino desde que fueron firmados los
Acuerdos de Paz en 1996.
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Por qué no somos patriotas
Texto: Paula Irene del Cid Vargas; La Cuerda 159
Llegó el mes de septiembre con la fiebre patria y, queramos o no, nos envuelve a todas
las personas que compartimos este territorio. Ser patriota es ese sentimiento de orgullo
que hace que las personas se identifiquen con un territorio, con un colectivo, está
ligado a valores, historia y afectos. En laCuerda nos interesa abordar qué hay detrás de
ese sentimiento que hace que a algunos se les inunden de lágrimas los ojos al escuchar
el himno.
La patria de quién
Regresemos a 1808, Napoleón Bonaparte apresa a Carlos IV, rey de España y a su hijo
Fernando VII. En los pueblos españoles se inicia un proceso de organizar juntas de gobierno,
éstas se unen en lo que se llamó Consejo de Regencia que convocó a una Asamblea Nacional
o Cortes de Cádiz.
En Hispanoamérica, los criollos, hijos de españoles nacidos en tierras americanas, hartos de
pagar tributos a la corona, basándose en que el Papa había concedido las tierras a los Reyes y
no al pueblo español, exigieron a través del Cabildo la formación de juntas de gobierno
propias. Y aunque años más tarde, Fernando VII regresó al poder, instauró de nuevo la
monarquía y trató de frenar el movimiento independentista, enviando tropas españolas a
distintos puntos del continente, el proceso de emancipación de los criollos era ya indetenible.
En Guatemala la junta de gobierno se conformó el 15 de septiembre de 1821 y esta es la
fecha que celebramos como día de la independencia. Es interesante revisar la historia y ver
cómo los criollos aprovecharon la debilidad de la monarquía española para su emancipación
y cómo desde el siglo XIX han ido consolidando su proyecto político económico, colocando
hegemónicamente su perspectiva de nación.
La historia de la patria del criollo
En las clases de historia en la primaria no puede faltar la llegada de Colón con sus tres
carabelas y la emoción del grito de ¡Tierra!, se nos explica cómo esos valientes navegantes
superaron el miedo a caerse por los bordes de la Tierra. No falta la mención a Fray Bartolomé
de las Casas y su proceso pacífico de conquista, adoctrinando cristianamente. Y luego una
sucesión de gobernantes y triunviratos, nadie nos explica que detrás de cada período hay
intrigas y guerras entre los poderosos liberales y conservadores para agenciarse la
administración del territorio.
En el pensum escolar se silencia el sometimiento de los indios y la violación sexual como
estrategia fundamental, más vergonzante es la invisibilización de sus motines y resistencias a
tanto vejamen.
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En esta Guatemala todavía se celebra la invasión como día de la raza, directores y maestras
trasnochadas hacen que los estudiantes se vistan de inditos vendedores, marchantes,
contribuyendo a reflejar la visión criolla sobre los lugares y funciones que cada quien debe
ocupar en esta sociedad casi estamental.
La narrativa de la historia del criollo sobre este territorio hace aguas por incoherente; nos dice
que estamos en la cuna de la civilización maya, de astrónomos y matemáticos brillantes, un
pueblo que misteriosamente colapsó y desapareció. Pareciera que los mayas que vemos
circular, trabajar, apiñados en camionetas o camiones, académicas, artistas, funcionarias,
campesinos surgieron por generación espontánea.
Cada quien en su lugar, pero no lo digamos
En Guatemala vivimos un apartheid real, muy real, pero no lo digamos para que nadie se dé
cuenta. No es políticamente correcto ser racista, por eso la Constitución dice que todos somos
iguales. Pero eso sí, al indio hay que tenerle miedo, es marrullero y haragán. Quiénes con sus
largas jornadas de trabajo son las personas que levantan cosechas de café, cardamomo, caña
de azúcar, generando riquezas millonarias ¿serán descendientes de extraterrestres?
Orgullosamente chapines
Muchos chapines nos enorgullecemos de nuestros rellenitos y enchiladas, los frijolitos se
extrañan si no estás en el terruño, pero nada como la búsqueda del linaje español, este
ejercicio nos puede llevar horas de discusiones familiares menos mal fueron ellos quienes nos
conquistaron, y que luego vinieron los alemanes y otros europeos a mejorarnos la raza.
¿Qué significa ser orgullosamente chapín, si no es negar el mestizaje violento entre españoles
o alemanes e indígenas?
Unos menos que otros
Tenemos esa mentalidad colonial que nos dice que ese proceso civilizatorio era necesario por
las buenas o por las malas. Justificamos que millares de indígenas fueran asesinados durante
la invasión; que se les redujera a servidumbre, cuando el héroe nacional, el liberal, Justo
Rufino Barrios, expropió tierras comunales y se institucionalizó el estado finquero; y se
consolida nuestro beneplácito hacia lo militar en siglo XX, diciendo que era necesario salvar
a la patria del horror comunista.
Nuestra patria militar
Que nos sintamos felices o seguros de ver puestos militares, que creamos que la mano dura es
necesaria o que cada banda escolar que marche ocupando calles y días festivos sin ninguna
resistencia ni alegato social nos repite insistentemente a ritmo marcial que nos creemos la
necesidad de la violencia para que esta patria funcione como debe ser.
Ser patriota es creernos que nuestros símbolos patrios nos repre-sentan a todos y no querer
ver que fueron creados por decreto, en el contexto de la invasión gringa allá en la década de
los cincuenta del siglo XX o sumar a estos símbolos sin ningún cuestionamiento el gallito de
la cerveza culminando el árbol navideño al final de la Reforma.
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No, no hay tal independencia cuando en nuestras mentes y discur-sos asumimos los valores e
ideología de quien invade y conquista para justificar las injusticias que comete. Considerando
que el sentimiento de orgullo patriota ha sido enarbolado para justificar guerras, masacres y
genocidios, no creo que sea un sentimiento resignificable.
La otra independencia
Texto: Miguel Angel Albizures
Pueden, la mayoría de los habitantes de los pueblos mayas, garífunas, xincas o todos
los mestizos hablar de independencia? No, el yugo sigue sobre ellos y son otros los que
siguen decidiendo qué hacer e imponiendo su voluntad para mantener un sistema de
exclusión y explotación de la mano de obra y de los recursos naturales del país. Todo
ello, a costa de la vida de futuras generaciones, por eso, hoy en día hace falta un
Atanasio Tzul y un Lucas Aguilar, para iniciar un nuevo proceso de emancipación del
yugo interno que permita a los pueblos nativos la recuperación del territorio y el
respeto a sus derechos.
Ojalá la proximidad del 13 Bak’tun permita a los pueblos vencer sus diferencias, buscar los
puntos de unidad e iniciar un proceso de lucha por construir un Estado no excluyente que
reconozca en la práctica la igualdad de oportunidades, pero fundamentalmente, de los seres
humanos y que rompa la existencia de ciudadanos de primera, segunda o tercera categorías,
sacando a Guatemala de los vergonzosos últimos puestos en vivienda, educación, salud y
recursos en el concierto de los países del mundo.
Así como se han realizado más de 60 Consultas Comunitarias de Buena Fe, en las que han
participado más de un millón de personas con el espíritu de defender la vida, la tierra, el
territorio, igualmente podrían unirse los dirigentes y organizaciones para recibir la nueva era
bajo el signo de la emancipación de los pueblos, y poner punto final al despotismo de las
familias que se han apropiado del país y siguen entregando los recursos a los postores
extranjeros.
A regañadientes, el Estado ha ido aceptando, pero también violando en forma sistemática,
normas y convenios internacionales, como el 169 de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT). En nuestro país siguen prevaleciendo los intereses de las grandes
transnacionales y del grupito de familias que anteponen sus intereses a los del país y, por
supuesto, al de las comunidades y pueblos indígenas, xíncas o garífunas. Un paso importante
en el reconocimiento de los derechos de los pueblos, sería que la Corte de Constitucionalidad
resuelvan a favor de las comunidades indígenas una acción de inconstitucionalidad contra la
Ley de Minería.
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