CRISIS DE ESTADO Y SEGURIDAD REGIONAL; NUEVOS DESAFÍOS PARA AMÉRICA DEL SUR ∗ Mônica Hirst “Habrían de venir los del gobierno de adentro, más los del gobierno de afuera”. (Mia Couto, O ultimo vôo do flamingo, 2004). “Buena parte de lo que ocurre en el mundo es un desarrollo lógico de ideas inadecuadas”. (Daniel Barenboim, La Nación, agosto de 2005). El Grupo de Alto Nivel sobre Amenazas, Desafíos y Cambios (2004) considera a la violencia intra-estatal como una de las actuales amenazas a la seguridad mundial. La violencia intra-estatal comprende tanto la guerra civil como los estados colapsados o en proceso de desestructuración y los problemas de seguridad humana.1 Es necesario destacar esta amenaza por su importancia para una parte representativa de la comunidad internacional que denominaremos “Grande Sur”. Las insuficiencias del Estado como espacio de poder intraestructural y fuente de autoridad legítima adquieren hoy una nueva visibilidad en la política internacional, a pesar de haber constituido un desafío persistente durante el proceso de construcción institucional de los países en desarrollo. De hecho, desde la etapa de la descolonización promovida por la comunidad internacional (al término de la Segunda Guerra Mundial) que la cuestión de las condiciones de gobernabilidad de las Naciones del Sur no eran merecedoras de este tipo de atención. Para América del Sur - teniendo en cuenta su reducida expresión en el mapa de las principales preocupaciones estratégicas mundiales - el tema de la crisis de Estado constituye actualmente el punto de mayor relevancia en su vinculación con la agenda ∗ Agradezco la asistencia de María Emilia Barsanti. Las amenazas mencionadas en el Grupo de Alto Nivel son: la guerra entre los Estados; la pobreza, las enfermedades infecciosas y la degradación ambiental; las armas nucleares, radiológicas, químicas y biológicas; el terrorismo; el crimen transnacional organizado. 1 1 global. Sin embargo, cabe destacar que el estudio del caso sudamericano debe evitar un tratamiento simplificador que coloque en segundo plano sus especificidades regionales e históricas, sus dinámicas políticas y, sobretodo, su estructura social. Este trabajo, a pesar de cuestionar la categoría de “Estado fallido” por sus implicaciones políticas e ideológicas, asume que la región se enfrenta con un escenario en el cual la crisis de Estado se manifiesta como una fuente de inestabilidad y de inseguridad regional. El tratamiento de este tema debe rechazar taxativamente un enfoque que conduzca a la “securitización” de los análisis sobre las causas e implicac iones de estas crisis y debe, en cambio, destacar los contenidos políticos y sociales de extrema complejidad que las caracterizan. Son estos mismos contenidos políticos y sociales los que generan un tipo de tensión entre Estado y sociedad en el escenario sudamericano, que afecta simultáneamente las condiciones de seguridad pública interna y regional tornando precaria la gobernabilidad en un contexto de debilitamiento de la legitimidad y de la autoridad de las instituciones locales. Las dificultades políticas que enfrentan diversos países sudamericanos para consolidar un orden democrático no son desconocidas, pero lo novedoso es que estas deficiencias sean consideradas un tema de política regional. Al mismo tiempo, aparece la idea de que las turbulencias locales - particularmente aquellas en las que los Estados carecen de autoridad para contener las manifestaciones de violencia colectiva - puedan merecer acciones e iniciativas que trasgredan el tradicional principio de no intervención sin poner en riesgo dinámicas democráticas. Esto aparece como una visión difere nciada con respecto al pasado. Como combinar la defensa de la democracia con la protección a la soberanía de los estados paso a representar un importante desafío para la región. Cuáles y cómo promover iniciativas preventivas capaces de evitar crisis institucionales irreversibles constituye un nuevo desafío para la política regional sudamericana. 2 Para abordar la cuestión de crisis de Estado en América del Sur, este trabajo estará dividido en tres secciones. La primera cubrirá en forma sintética aquella literatura que analiza las diferentes formas de falencia institucional y sus implicaciones para la seguridad internacional en los años recientes; la segunda se dedicará a América del Sur subrayando aquellos aspectos que otorgan especificidad a su inserción internacional y la tercera propone una tipología para crisis de Estado – tomando los casos de Haití, Bolivia y Paraguay – y los prismas a partir de los cuales estas crisis podrán ser enfrentadas en la región, particularmente desde la perspectiva del ABC. I – Crisis de Estado y Seguridad Internacional post 11-S A partir de septiembre de 2001, la cuestión de la seguridad fue colocada en el tope de la agenda internacional. En un mundo en el cual el Imperio ocupa el espacio anteriormente compartido por dos Superpotencias, las reglas de juego implícitas que mantenían en funcionamiento el sistema de equilibrio bipolar fueran sustituidas por definiciones uniformes y frontales de las amenazas, cuya prevenció n y ataque debe ser asumido por las potencias mundiales y principales instituc iones multilaterales. Entre los aspectos del concepto de amenaza que actualmente orientan la agenda mundial de seguridad se destacan: su naturaleza imprevisible, sus capacidades de mutación y de aparición repentina. Se abren así posibilidades ilimitadas de intervención que conducen al inevitable reencuadramiento del concepto de soberanía y de la legitimidad de las acciones conducidas en nombre de la seguridad, ya sea de los Estados, de los intereses materiales o de los valores políticos. Además de intervenc iones militares preventivas, las violaciones de derechos y libertades pasaron a estar justificadas en nombre de la protección de estas mismas. Son diversas las lúcidas descripciones de este “admirable nuevo mundo” y vale la pena reproducir la que recientemente elaboró Tony Judt: “El derecho internacional – como la ONU misma – fue concebid a en un mundo de Estados soberanos, un mundo donde las guerras se desarrollaban entre países, donde la paz era rutinariamente rota entre los Estados, y una preocupación central de los arreglos post 2º Guerra Mundial fue garantizar la inviolabilidad de las fronteras y de la soberanía. Hoy, las guerras ocurren típicamente dentro de los Estados. La diferencia entre implementación de la paz y manutención de la 3 paz – entre intervención, asistencia y coerción – son difusas, como también son los derec hos de las partes en conflicto y las circunstancias bajo las cuales las agencias internacionales podrán hacer uso de la fuerza”. 2 La caracterización de la violencia intra-estatal como una amenaza global abrió las puertas para una “villanización” del mundo en desarrollo producida a partir de percepciones distorsionadas y de interpretaciones cosméticas de realidades ajenas que justificarían diferentes formas de intervención. En nombre de la responsabilidad internacional, se desempeña una función de contención que at ienda necesidades de reconstrucción o fortalecimiento de Estados y/o modificación de conductas de gobierno consideradas inaceptables por la comunidad internacional. Ganan visibilidad las recetas políticas y análisis académicos que coinciden en cuanto a los nuevos términos de responsabilidad imperial a ser compartidos o no por la comunidad internacional frente a los Estados fallidos. “La lógica de la política externa de los Estados Unidos desde el 11-S está desembocando en una situación en la cual, o bien asume la responsabilidad de gobernabilidad de los estados débiles, o bien deja el problema en manos de la comunidad internacional”. 3 Aquí, se debe hacer una nota comparativa entre este tipo de evaluación y las expectativas que se crearon en 1945 con el desmontaje de los imperios coloniales. Si en 1945 los Estados Unidos fueron los principales defensores de la transferencia de soberanía y no intervención como condiciones inalienables del tercer mundo, actualmente es justamente lo inverso. 4 En el campo de la seguridad, del derecho de injerencia defendido para enfrentar los nuevos temas globales de la agenda internacional – como medio ambiente y narcotráfico – se paso al cuestio namiento de los atributos de l Estado para hacer frente a los problemas de 2 Judt, Tony, “The New World Order”, New York Review of Books, Vol.LII, Nº 12, 14 july, 2005, p.14-18. 3 Fukuyama, Francis, “Estados débiles y legitimidad internacional” en La construcción del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el sig lo XXI, Argentina: Ediciones B, Grupo Z, 2004, p.142. 4 El papel histórico de los Estados Unidos como promotor del fin de los imperios coloniales es particularmente destacado por la literatura norteamericana liberal. Ver, por ejemplo, Ikenberry, G. John, After Victory: Institutions, Strategic Restraint, and the Rebuilding of Orden after Mayor Wars, USA: Princeton University Press, 2001. 4 seguridad generados por contextos políticos turbulentos. Entre los aspectos preocupantes, se destaca el entrecruzamiento entre la identificación de Estado débil como una amenaza y el carácter abarcativo de las caracterizaciones de este mismo colocado sobre la mesa. Situaciones generadas por insuficiencias en el ofrecimiento de bienes públicos tales como “educación, salud, oportunidad económica, controles ambientales, órdenes jurídicas y legales, economías de mercado, servicios de infraestructura e comunicación” sumadas a situaciones de inestabilidad política, pasan a ser consideradas como propias de un “Estado fallido”. 5 Al mismo tiempo, se viene estableciendo una correlación entre estos Estados y contextos propicios al ocultamiento de organizaciones terroristas, lo que implícitamente le atribuye un nuevo sentido al subdesarrollo. En los años recientes, una vasta literatura sobre el tema de Estados débiles, fue difundida reuniendo dos tipos de abordajes, uno de sentido académico - descriptivo y/o cuantitativo y otra de cuño normativo - operativo con fines prescriptivos. 6 En este caso, ganan visibilidad las recomendaciones de que la lucha global contra en terrorismo requiere acciones preventivas en estos Estados. Si bien este tipo de receta parece estar dirigida a la comunidad internacional, contiene casi siempre un mensaje dirigido simultáneamente o separadamente a los Estados Unidos y a las Naciones Unidas. Amenazas globales, terrorismo y Estados colapsados son percibidos como realidades estrechamente vinculadas entre sí, o que crea n la urgencia de un nuevo tipo de tratamiento político por parte del gobierno norteamericano, de los países centrales y/o de las organizaciones internacionales. 7 Un punto que merece ser destacado es la relación entre la precariedad de las condiciones institucionales de países periféricos y la ausencia de Estado. Se constata una 5 Esta fue la premisa del informe realizado por el State Failure Task coordenado por la CIA. Baysinger, Kurt, Hilary Ewing, Colin Fogarty, Samir Naik, “State Failure: Its factors and relevance in the War on Terrorism”. 6 En mayo del 2005 fue organizado por el Ralph Bunche Institute en New Cork University um “Workshop on State Failure: Reframing the International Economic and Political Agenda Program on State and Security”. Susan Woodward realiza un útil resumen de la literature en cuestión. Woodward, Susan, “Introduction to the Workshop”, mimeo, 9-10 mayo 2005. 7 Rice, Susan, “The New National Security Strategy: Focus on Failed States”, The Brookings Institution, Policy Brief Nº 116, February 2003. http://www.brookings.edu/comm/policybriefs/pb116.pdf. 5 inversión importante en este debate y en las recomendaciones destinadas al mundo en desarrollo. Es notable el contraste entre la euforia de los años 90 – asociado a los beneficios del liberalismo – cuando se anunciaba que el Estado tenía sus días contados, y la actual preocupación en cuanto a su inoperancia y los riesgos de su perforació n por las redes transnacionales. Visiones menos entusiastas en cuanto al impacto de la globalización sobre la economía política internacional consideraban que en lugar de desparecer, el Estado sufriría una metamorfosis funcional que no eliminaría su ce ntralidad. 8 Es interesante resaltar que fue la misma globalización que alimentó la idea de que se caminaba para un orden mundial invertebrado el cual hoy constituye una fuente de amenaza y violencia a ser combatida. 9 También en el caso de la conexión entre el estrellato del neoliberalismo y la crisis de Estado, se percibe el desarrollo simultáneo de un enfoque académico, que pretende reinstalar la centralidad del Estado como unidad de análisis, y otro enfoque político que asocia su debilitamiento en el Tercer Mundo como consecuencia de una dosis excesiva de liberalismo. La vinculación entre este debate y el campo de la seguridad internacional gana importancia a partir del 11-9. El eslabón entre la “securitización” de la agenda internacional y la funcionalidad del Estado es abordado por Fukuyama cuando afirma: “Durante el período posterior al 11-S, el asunto principal de la política global no giraba en torno de cómo reducir la estatalidad pero si de cómo construirla. Para cada sociedad y para cada comunidad, la decadencia del Estado no es el preludio de la utopía pero si del desastre. Un tema central al que se refieren los países pobres y que imposibilita su desarrollo económico, reside en su nivel adecuado de desarrollo institucional. No precisan de grandes Estados pero sí de Estados fuertes y eficaces dentro del limitado alcance de las funciones estatales necesarias”. 10 8 Ver, por ejemplo, Strange, Susan, “The Defective State”, Daedalus, 24: (2) (Spring): 55-74, p. 56 e Peter Evans, “The Eclipse of the State?. Reflections on Stateness in an Era of Globalization”, World Politics, Vol. 50, Nº 1 (Oct 1997): 62-87. 9 Evans, Peter, Ibid. y Fukuyama, Francis, La construcción del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el Siglo XXI , op.cit. 10 Fukuyama, Francis, “Más pequeños pero más fuertes”, op.cit., pág. 176. 6 Existen algunos autores que aún se refieren a la percepción del sentido de amenaza de los Estados débiles y a sus déficit de gobernabilidad como un proceso cognitivo retardado, que paso a merecer reconocimiento a partir de la emergencia colocada por los ataques de 2001. Se detecta una evaluación positiva de estos ataques por haber hecho caer la ficha de lo que se considera el “imperativo estratégico del ambiente de seguridad del siglo XXI”. 11 Al mismo tiempo, este tipo de visión es acompañada de la noción de que la securitización de las políticas de apoyo al desarrollo constituye un desdoblamiento necesario y urgente de la política de seguridad nacional de los Estados Unidos para recuperar el tiempo perdido. 12 Al lado de los análisis que rotulan a los Estados debilitados como una fuente de preocupación, se constata un menú de recomendaciones y recetas, que si bien pueden presentar algunas variaciones, convergen en cuanto al impacto sobre la premisa de la inviolabilidad de la soberanía de los Estados. Esta cuestión que fue merecedora de una extensa reflexión por parte de Stephen Krasner y que acuñó una taxonomía que diferenciaba sus formatos ins titucionales, es percibida ahora por el mismo autor como sujeta a restricciones conceptuales y prácticas cuando la gobernabilidad se muestra debilitada. Krasner introduce la noción de “soberanía compartida ” para abordar realidades en las cuales el ejercicio de una soberanía convencional ya no “funciona”. 13 Acompañan a este enfoque otras modalidades de intervención clasificadas como protectorados de facto, neo-protectorados, administraciones de transición; todas pasan a integrar un repertorio de soluciones intervencionistas frente a situaciones de turbulencia, crisis institucionales crónicas y/o crisis humanitaria. 14 La “soberanía compartida” corresponde a una modalidad de actuación de los actores externos – especialmente de las instituciones multilaterales – basada en arreglos no 11 Dorff, Robert, “Failed States After 9/11: What did we know and what have we learned?”, International Studies Perspectives, Vol.6, Issue 1 (February 2005): p.22. 12 Ibid., p.31. 13 Ver, Krasner, Stephen, D., “Sharing Sovereignity: New Institutions for Collapsed and Mailing States”, International Security, 29:2: p.85 y Stephen Krasner, “The Case for Shared Sovereignty”, Journal of Democracy, Baltimore: January 2005, Vol.16, Issue 1, p.69. 14 Fearson, James and Laitin, David, “Neotrusteeship and the Problem of Weak States”, International Security , Vol. 28, Issue 4, spring 2004: 5-43. 7 coercitivos temporarios de organización de una estructura de autoridad local. En el siglo XX, los casos de Alemania y Japón en la posguerra corresponderían a casos exitosos de “soberanía compartida”. Actualmente, se la considera una solución adecuada frente a circunstancias tales como: de avaricia por recursos naturales, ocupación post-conflicto, carencia desesperada de recursos, y renovación política por la vía electoral. 15 En este contexto, el funcionamiento del Estado moderno – como fuente y espacio de institucionalización del poder público – parece haberse transformado en una prerrogativa de un grupo selecto de países capaces de asegurar gobernabilidad a partir de la vigencia de un Estado de derecho basado en las premisas del liberalismo político y económico. De forma subrepticia se introduce la noción de un club de Estados soberanos, cuyos socios atienden a las exigencias estatuarias definidas en el contexto de una estructura desigual de poder. Entre las prerrogativas de estos mis mos se subraya el derecho a determinar la relación entre el modelo de sus democracias y sus políticas de seguridad – en los planos domésticos e internacional. Se impone aquí la estratificación observada en la comunidad internacional, marcada por una flagrante desigualdad en la distribución del poder político, militar y económico, que inevitablemente condiciona el nivel de solidez de sus estados miembros. El punto que se desea subrayar es el del entrecruzamiento entre esta estratificación y la relación entre la violencia y el Estado; argumentándose que en las realidades más vulnerables del Sur, además de ser más precarios los mecanismos del monopolio y coerción, la guerra actúa como un factor de destrucción y no de construcción de la estructura estatal. Al mismo tiempo, los países industrializados pasaron a fortalecer aún más sus estructuras defensivas, perfeccionando los atributos coercitivos de sus respectivos Estados. Como consecuencia, se profundizó el foso entre ambos universos y se generó una diferenciación entre dos situaciones; una en la cual la asociación entre el poder de la guerra y el fortalecimiento del Estado corresponde a una combinación legítima y necesaria, y otra en la cual es identificada como un desdoblamiento peligroso e indeseable. Se abandona la premisa de 15 Krasner, Stephen D., “Sharing Sovereignty: New Institutions for Collapsed and Mailing States”, op.cit., pp.113-118. 8 cuño universal de que la guerra constituye un factor positivo para la estructuración del Estado. 16 La diferenciación a la que se alude está conectada a los riesgos de que en los casos de los Estados del Sur sean mayores las posibilidades de que el tejido estatal sea utilizado por redes criminales por vía de prácticas de corrupción de bienes y servicios públicos. La preocupación en relación a la contención de la amenaza colocó sobre la mesa el tema de la responsabilidad, que a su vez trajo aparejado el tema de la ampliación del espacio de actuación y de intervención. Mientras que las potencias mundiales, y específicamente Estados Unidos, manifiestan su determinación de asumir tal tarea, fue sutilmente redefinido el papel de las instituciones multilaterales, especialmente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En este contexto han sido colocadas por parte de las potencias mundiales nuevas expectativas sobre los Estados del Sur identificados como países intermedios, pero notab lemente aquellos que se destacan – por el peso de sus economías, tamaño de territorio e estabilidad institucional – en sus respectivos contextos regionales. Las principales características de estos países son: sus compromisos externos e internos con el Estado de derecho en un marco democrático, la promoción y defensa de la diplomacia multilateral – especialmente en la ONU – iniciativas de coordinación con naciones semejantes y como agrupaciones regionales, su disposición a desempeñar un papel regional estabilizador en los casos de situaciones graves de crisis institucional o de escalada de conflictos intra e interestatal. II – La especificidad sudamericana Un punto de extrema relevancia colocado por Buzan y Weaver al observar las relaciones interestatales en América del Sur, se refiere a sus contrastes con otras regiones en desarrollo, en relación a los condicionamientos impuestos por pasados coloniales. Los Estados sudamericanos forman parte de la primera ola de descolonización, integrando la cadena de procesos de formación y consolidación de Estados nacionales que tuvieron lugar 16 Ver Tilly, Charles, Coercion, Capital, and European States, AD 990-1992, Cambridge, Massachusett: Blackwell Publishers, 1990. 9 en el siglo XIX. Además de constituir un segmento del mundo occidental, no estuvieron sujetos a los desafíos experimentados por la mayoría de los Estados africanos y asiáticos que tuvieron que construir su nacionalidad durante la Guerra Fría. Esta especificidad generó que los puntos de vinculación e identificación de los países sudamericanos con el Tercer Mundo fueran más fluidos en temas económicos y/o sociales que en los campos de la política y de la seguridad internacional. Al mismo tiempo, esta región - que ocupó un lugar marginal en la disputa Este-Oeste - mantuvo su inserción en el sistema mundial ligada a su condición de área de influencia de los Estados Unidos establecida desde la Segunda Guerra Mundial. El análisis de la inserción internacional de América del Sur debe contemplar tanto aspectos relativos a su etapa formativa como al de su presencia actual. Serán subrayados cinco elementos identitarios; el primero, la combinación de vocaciones para la paz y el conflicto que son encontradas desde el período de formación de las nacionalidades sudamericanas; la segunda se refiere a su especificidad en el ámbito del Gran Sur; el tercero considera el peso de la relación con lo s Estados Unidos desde las primeras décadas del siglo XX y su evolución más reciente; la cuarta se refiere al tema de la evolución institucional de la región en los últimos 20 años marcado por dinámicas de democratización; y finalmente, la última se refiere al ámbito de las relaciones intraregionales en sus dimensiones políticas y de seguridad. El primer punto hace referencia a la caracterización desarrollada por Karl Holsti de América del Sur como una anomalía, cuando se la busca incluir en los estudio s de política internacional sobre la guerra. Según este autor, esta área escapa de los patrones “normales”, principalmente, a partir de su evolución política en el siglo XX. 17 Habiendo desarrollado una dinámica propia de relación intra-regional, América del Sur mantuvo durante el siglo XIX un patrón del binomio guerra - paz bastante semejante a los observados en el ámbito europeo donde la formación de alianzas y la valorización del equilibrio de poder son consideradas fuente de estabilidad regional. Sin embargo, en el siglo XX la región se 17 Holsti, Kalevi, “Analysing an anomaly: War, Peace and the State in South America” em The State, War and the State of War, Cambridge University Press, 1996. 10 tornaría un sistema atípico, rotulado por Holsti como una “zona de paz negativa”. Si por un lado, se destaca por su cultura de mediación y armonización de conflictos – a través del uso intensivo del arbitraje – gracias al cual poco se modificó la demarcación de fronteras desde el último cuarto del siglo XIX, por otro, constituye un caso de paz precaria. Marcada por escaladas de militarización que no conducían a la confrontación directa pero sí al rompimiento de relaciones diplomáticas, la región presenta reducidas chances de convertirse en una comunidad pluralista de seguridad, a pesar de los avances importantes en la sub-región del Cono Sur.18 Siguiendo la misma línea argumentativa, Arie Kacowics clasificó a la zona sudamericana como una región de “paz estable” y mencionó las diversas razones que explicarían la imposibilidad de que los conflictos territoriales se convirtieran en guerras internacionales. 19 Estas razones son: 1) el efecto de la democratización; 2) la búsqueda del desarrollo económico; 3) la integración económica e interdependencia, 4) un consenso normativo sobre la solución pacífica de conflictos; 5) el papel pacificador de los Estados Unidos y de Brasil; 6) un equilibrio de poder regional; 7) las amenazas externas a los países de la región; 8) el aislamiento geográfico, irrelevancia e impotencia económica y 9) la satisfacción con el status quo territorial. 20 La combinación de estos factores lleva a que el Estado en América del Sur sea percibido como un punto medio entre una estructura institucional sólida de ejercicio de autoridad y una estructura frágil carente de instrumentos operativos. Tanto Holsti como Kacowicz desarrollaron sus argumentaciones sugestionados, internacionalmente, por los primeros años de la pos-guerra fría; y, regionalmente, por las expectativas de que la democratización en el Cono Sur y el Mercosur estimulasen la cooperación política y de seguridad. En un tercer estudio de Buzan y Weaver (desarrollado más recientemente) donde también se aísla el espacio sudamericano como un espacio de seguridad, se hace alusión a la diferencia entre las sub-regiones andina y del Cono Sur, contrastando el impacto causado por la Guerra en Colombia y aquel producido por el Mercosur. Al mismo tiempo, estos autores no consideran fundamentales las 18 Holsti, Kalevi, “Analysing an anomaly: War, Peace and the State in South America”, op.cit. Kacowicz, Arie M., Zones of Peace in the Third World. South America and West Africa in Comparative Perspectives, USA: State University of New York Press, 1998. 20 Ibid, pp. 68-69. 19 11 transformaciones entre el período previo y posterior de la Guerra Fría, refiriéndose a ella como una típica comunidad de seguridad regional “… marcada por tensiones sociales domésticas e inestabilidad política, derramamiento de rivalidades regionales y de procesos transnacionales e intervencionismo de grandes potencias, principalmente de los Estados Unidos”. 21 Si bien todos estos autores se refieren a la larga lista de conflictos y rivalidades pasadas y presentes de América del Sur, el peso que le atribuyen a esta agenda no es el mismo. 22 El segundo punto a desarrollar se refiere a la identificación de América del Sur como parte del Grande Sur. Tal vez sea este el ámbito en el cual la especificidad de esta región sea menos perceptible. Desde una visión tercermundista, esta diferenciación es irrelevante ya que la mayoría de los pa íses latinoamericanos han sido parte de un mismo sistema imperial, sus poblaciones han sido formadas a partir de etnias semejantes y/o idénticas, los países han participado de un único proceso de descolonización en las primeras décadas del siglo XIX, es reconocida como un foco de irradiación del ideario desarrollista formulado por la Cepal, actúa como una unidad en los principales espacios multilaterales y enfrenta de forma inmediata los costos de la dominación norteamericana. De hecho, para el mundo en desarrollo , la principal diferenciación observada no se da entre el Norte y Sur de América Latina pero sí entre Brasil y el resto de los países de la región. La singularidad brasileña se debe a sus aspectos históricos y étnicos – en la cual la presencia de la cultura africana representa un elemento diferenciador – sus dimensiones físicas y materiales, el destaque de su diplomacia económica durante la segunda mitad del siglo XX, su actuación en el ámbito internacional en los temas globales – como medio ambiente y desarme – y a sus esfuerzos más recientes de proyectarse como una potencia regional en coalición con otros semejantes como India y África del Sur . 23 21 Buzan, Barry and Weaver, Ole, “South America: an under-conflictual anomaly?” en Regions and Powers, Cambridge University Press, 2002, p. 309. 22 El estudio más destacado relativo a la agenda de conflicto y antagonismos inter-estatales en América Latina es el de David Mares en el cual el autor cuestiona la utilización del concepto de paz inter-democrática para la región. Ver, Mares, David, “Violent Peace: Militarizad Inter-state Bargaining in Latin America”, New York, Columbia University Press, 2001. 23 Ver, Soares de Lima, Maria Regina y Monica Hirst, “Brazil as an intermediate state and regional power: Challenges and opportunities”, IUPERJ/UTDT, mimeo, 2005; Amorim, Celso Luiz Nunes, “Discurso do Ministro Celso Amorim na Reunião Especial do Conselho de Segurança das Nações 12 Del lado latinoamericano, la identidad Sur, a pesar de los flagrantes indicadores sociales y económicos de la región, siempre estuvo más vinculada al terreno de la formulación política que al universo de factores constitutivos. Ser parte del Tercer Mundo más que una realidad, fue una decisión política; del peronismo en los años 50, del neutralismo brasileño al inicio de la década de los 60, del “tercermundismo” mexicano y del pragmatismo responsable de Brasil en los años 70. Como ya fue mencionado, el hecho de que los países de la región hayan construido sus nacionalidad casi 150 antes que los ex dominios africanos y asiáticos ayudan a explicar ese diferencial de identidad. Otro elemento esclarecedor surge cuando se observa el poder que aún ejercen las metrópolis europeas sobre sus ex colonias, ya sea por la importancia de sus mercados, por su capac idad de absorción inmigratoria o por la influencia que ejercen sobre la visión de mundo de las elites “neo colonizadas”. Tanto en términos culturales como económicos y políticos, la presencia norteamericana en el área latina y sudamericana sólo puede ser comparable con aquella que se enc uentra en países que se destacaron por su importancia estratégica para Washington durante la Guerra Fría, como por ejemplo fue el caso de Corea del Sur. El tercer aspecto subrayado, se refiere a la preeminencia de los Estados Unidos en América del Sur. El sentido asimétrico de esta presencia, una vez que esta región ocupó y ocupa un lugar marginal en la escala de prioridades norteamericanas, ha sido reforzado por tres factores que se entrelazan: i) el poder coercitivo de los intereses norteamericanos en la región, ii) la limitada capacidad de articulación colectiva de políticas defensivas entre los países del área y iii) el papel estabilizador ejercido por los Estados Unidos en situaciones de agravamiento de conflictos intra e inter- estatales. El hecho de que la presencia dominante de Washington se haya mantenido por más de 60 años a bajo costo - gracias en gran medida a la irrelevancia estratégica sudamericana - explica el contenido negligente, inconsistente y errático de la política aplicada en la región. Unidas sobre o Haiti”, New York, United Nations, 12 January 2005; Burges, Sean, “Auto-Estima in Brazil: The Rhetorical Logic of Lula’s South-South Foreign Policy”, International Journal 60 (3) (forthcoming) y Guimarães, Samuel Pinheiro, “Quinhentos anos de periferia: uma contribução internacional”, Porto Alegre: Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Contraponto Editora, 2001. 13 Después del fin de la Guerra Fría, los Estados Unidos contribuyeron para profundizar la especificidad sudamericana en el contexto latinoamericano, estimulando una diferenciación basada en preferencias económico-comerciales que recientemente se ven proyectadas en temas de seguridad. Con la creación de un Área de Libre Comercio con México y Canadá en 1994, fue instituido un régimen de preferencias con los países del Caribe y América Central (2005) y la formación del Comando Norte (2002). A la fragmentación entre el Norte y el Sur de América Latina observada en los años 90, se sumó el distinto impacto causado por la securitización de la agenda hemisférica a partir del 11 de septiembre. Se establece, a partir de entonces, una diferencia entre lo que se considera una zona de seguridad, que cubre los distintos territorios de México, América Central y Caribe; y la preservación de un área de influencia que abarca América del Sur (con la excepción de Colombia cuya vinculación estratégica con Washington sigue el patrón del primer modelo ). 24 Los países que integran la zona de seguridad, ya no disponen de autonomía alguna para la formulación de sus políticas de defensa que obedecen integralmente a premisas estratégicas norteamericanas. Al mismo tiempo, las amenazas que provienen de estas áreas constituyen actualmente un tema de seguridad pública en los Estados Unidos, como ocurre con respecto al problema de las “maras”. 25 En el caso de los países sudamericanos, aún se conserva una autonomía semejante a aquella mantenida desde el fin de la segunda guerra mundial que oscila de acuerdo a las preferencias de política externa de cada país. En el período más reciente, sin embargo, se podrá achicar este margen de maniobra debido a la ampliación de la presencia militar norteamericana en América del Sur, ya sea en función de sus vinculaciones con Colombia o 24 Hirst, Monica, “Seguridad regional en las Américas” en La seguridad regional en las Américas. Enfoques críticos y conceptos alternativos, Bogotá: Wolf Grabendorff editor, Friederich-ErbertStiftung (FESCOL), 2003. 25 Las maras son colectividades integradas principalmente por jóvenes centroamericanos que emigraron a los Estados Unidos buscando mejores condiciones de vida. En los Estados Unidos, especialmente, en Los Angeles, no encontraron la integración que deseaban y fueron constantemente marginados. Las maras tienen un lenguaje, una simbología propia y una ide ntidad común. La característica más saliente es su cuerpo todo tatuado. Estos grupos realizan actividades ilegales y su principal medio de expresión es la violencia, justifican la violencia como una forma de buscar un espacio propio dentro de estas socieda des que los marginan. 14 a través del montaje de Establecimientos Operativos Avanzados. 26 En el plano político, también se observan cambios de percepción por parte de los Estados Unidos, reactivándose así el “fantasma” de acciones intervencionistas en la región. Las preocupaciones manifestadas por parte del Comando Sur y del Departamento de Estado en relación a los desdoblamientos de determinados procesos locales, vinculan la noción de amenaza con las crisis de gobernabilidad democrática, lo que inevitablemente se traduce en la securitización de las acciones contempladas para lidiar con estas mismas. La percepción oficial de los Estados Unidos es que la seguridad regional enfrenta nue vos problemas generados por desarrollos políticos negativos en países como Haití, Bolivia y Venezuela. Se menciona el surgimiento de un “populismo radical”, identificado como una “amenaza emergente”, que coincide con la crisis de los modelos democráticos en el área.27 Los efectos de la “securitización” de la política hemisférica promovida por la administración Bush, está siendo criticada por los segmentos liberales norteamericanos, identificados con las iniciativas y posturas mantenidas durante los años del gobierno Clinton, lamentando la falta de una “participación regional constructiva” en los días actuales.28 En los últimos años, de hecho, se constata una creciente desaprobación por parte de los países latinoamericanos con respecto a la política estratégica norteamericana. La negativa de México y de Chile de apoyar la invasión a Irak en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 2003, ha sido considerada emblemática en este sentido. 29 La utilización de políticas preventivas unilaterales se torno una fuente de preocupación para los países sudamericanos, aumentando aquellos sentimientos anti- norteamericanos apenas tímidamente expresados durante los años 90. Poco a poco, se multiplicaron en América del Sur, los focos de cuestionamiento al credo neoliberal, asumiendo un distanciamiento crítico 26 Además de la presencia establecida desde el año 2000 con el Plan Colombia, se puede mencionar la base norteamericana de Manta en Ecuador y más recientemente en Mariscal Estigarribia en Paraguay. 27 Testimonio del Gral. James Hill – United States Army Commander, United States Southern Command – frente a la “House Armed Service Committee, United States House of Representatives, 24 de marzo, 2004. 28 Ver Valenzuela, Arturo, “Democracy and Trade: US Foreign Policy Towards Latin America”, Real Instituto Elcano, Madrid, 2004. 29 Ver, Nye, Jr., Joseph S., “U.S. power and Strategy After Irak”, Foreign Affairs, Julio/Agosto del 2003, http://www.ksg.harvard.edu/news/opeds/2003/nye_usiraq_foraffairs_070103.htm. 15 de la política de seguridad de los Estados Unidos. Vale mencionar que la expansión de este tipo de sentimiento en México, podría representar un factor de reencuentro político entre el Norte y el Sur de América Latina. Gana fuerza la visión de que la nación imperial representa más una amenaza que un factor de estabilidad para la región. 30 De esta forma, el anti- norteamericanismo sudamericano (que se propagó como respuesta defensiva a la apología liberal del antiestatismo) se volvió cada vez más vigorosa a partir de las preocupaciones manifestadas por la administración Bush frente a los escenarios políticos de la región. Se retoma un debate ideológico semejante al que se observó en los años 60 del siglo pasado, cuando la Guerra Fría proyectó sus polarizaciones sobre la región. Para algunos autores, este comportamiento puede ser interpretado como una vuelta a los tiempos de la Guerra Fría. 31 En América del Sur, sin embargo, la realidad es otra; medio siglo atrás su horizonte político estaba lejos del consenso democrático que actualmente es compartido por los diferentes segmentos de sus sociedades y de sus gobie rnos. Esto constituye el cuarto aspecto que le otorga especificidad sudamericana. Sin tratar de menospreciar la incertidumbre que enfrentan los procesos institucionales para la consolidación de la democracia, hay que reconocer un cambio en cuanto a la defensa de los derechos civiles y en cuanto a los esfuerzos de inclusión de sectores anteriormente marginados de la vida política local. Existe también una fuerte percepción en toda la región de que la consolidación democrática sólo podrá ser alcanzada a través del fortalecimiento del Estado como regulador de mercado, suplidor de bienes públicos y protector de la ciudadanía. 32 La identificación de problemáticas comunes no elimina diferencias políticoinstitucionales al interior de la comunidad sudamericana, especialmente entre países de la 30 La oscilación entre las dos percepciones es analizada por Buzan, Barry y Weaver, Ole, “South America: an under conflictual anomaly?”, op.cit., p.319. 31 Ver, Soares de Lima, Maria Regina, “Guerra Fría, de volta à América do Sul?”, Observatorio Político Sul-Americano, Instituto Universitario de Pesquisas do Rio de Janeiro IUPERJ/UCAM, artículo publicado en el Jornal do Brasil, 29/08/2005. Tokatlian, Juan Gabriel, “El regreso de la Guerra Fría”, La Nación, domingo 10 de abril, 2005. 32 Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo, La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos , Buenos Aires: Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2004. 16 región andina y del Cono Sur. Pero, estos contrastes no se traducen en el encapsulamiento de las crisis en la región, constatándose, al contrario, dinámicas de irradiación que afectan la vida política y las condiciones de seguridad de toda América del Sur. Es en este contexto que se observa la revisión del primado de la política de no intervención en asuntos de otros Estados que condicionó las relaciones intraregionales a lo largo de todo el siglo XX. Finalmente, se debe destacar que , si bien la diferenciación entre el Norte y el Sur de América Latina se produce como una consecuencia del ejercicio de la hegemonía norteamericana, responde también a otras motivaciones vinculadas a las recientes dinámicas políticas regionales y a los cambios de postulación de las políticas externas sudamericanas. Al mismo tiempo, el actual viés intervencionista que marca la política mundial ha estimulado una nueva expectativa de actuación en el ámbito regional para los actores que cuentan con estructuras institucionales más sólidas como Argentina, Brasil y Chile. Son conocidos los esfuerzos emprendidos por los países del Cono Sur a lo largo de las últimas dos décadas por avanzar en la estructuración de un proceso de regionalización que combine integración económica, solidez democrática y seguridad cooperativa. 33 A pesar de sus imperfecciones, se buscó preservar un espacio de iniciativa propio junto con la comunidad andina. Se debe mencionar la actuación de estos tres países en el ámbito multilatera l, especialmente, en el Consejo de Seguridad de la ONU y en las operaciones de paz comandadas por este organismo. En la región, los tres países vienen flexibilizando la rigidez de sus tradiciones anti- intervencionistas, asumiendo nuevas formas de actuación que procuran contener la securitización de la agenda política regional. Desde diversos ángulos, las repetidas crisis institucionales en la región andina son percibidas como una fuente creciente de preocupación política y de seguridad para los gobiernos brasileño, argentino y chileno. Se mencionan aquí los esfuerzos actuales de creación de mecanismos institucionales sudamericanos para la creación de un proyecto comunitario. En los últimos quince años, la 33 Hirst, Mônica, “Mercosur´s Complex Political Agenda” em Mercosur Regional Integration, World Market, Riordan Roett (ed.), London: Lynne-Rienner publisher, 1999. Jones, Charles. “International Relations in the Americas: Microcosm or exception?”, mimeo, University of Cambridge, 2005. 17 idea de constitución de un bloque sudamericano impulsado por intereses económicos, energéticos, políticos y de seguridad adquirió singular importancia en la relación de Brasil con sus vecinos. 34 No es claro aún cuál va a ser la capacidad de este proyecto de evitar proyectarse como una iniciativa defensiva frente a la política de los Estados Unidos, ni cual la capacidad de la política externa brasileña de desenvolver un tejido de vínculos e intereses que aplaquen las desconfianzas históricas generadas por la presencia del país en América del Sur. 35 III- América del Sur y las crisis de Estado En esta sección, se pretende elaborar algunas reflexiones sobre la crisis del Estado en América del Sur, considerando al mismo tiempo las opciones de intervención que estas mismas colocan. Se parte de la suposición de que actualmente estas opciones ya no se corresponden apenas con actores estatales e instituciones extra-regionales. Como se buscó argumentar, se está generando en la comunidad internacional una expectativa de que los países con mejor desempeño de gobernabilidad democrático asuman responsabilidades y logren el restablecimiento de la estabilidad política, la protección de los derechos humanos y la seguridad ciudadana en situaciones de turbulencias descontroladas. De hecho, se corre el riesgo de que la intervenc ión política y militar, por primera vez, represente para los países sudamericanos un recurso legítimo de acción externa. Claro está que se introduce un tema de enorme controversia, en vistas del legado dejado por una historia de repetidas 34 Cúpula del Grupo do Rio (Cartagena, 2000), I Reunión de presidentes de América del Sur (Brasília, 2000), X Cúpula Ibero-Americana (Panamá, 2000), Cúpula del Grupo do Rio (Santiago, 2001), XI Cúpula Ibero-Americana (Lima, 2001), Cúpula del Grupo de Rio (San José, 2002), II Reunión de presidentes de América del Sur (Guayaquil, 2002), XII Cúpula Ibero-Americana (Bávara, 2002), Asunción del presidente de Ecuador/ constitución del “Grupo de amigos” para Venezuela (2003), Cúpula del Grupo de Rio (Cusco, 2003), XIII Cúpula Ibero-Americana (Santa Cruz de la Sierra, 2003), Reunión del G-20 (Brasília, 2003), Reunión del G-15 (Caracas, 2004), Conferencia de cúpula Europa- América Latina (México, 2004), Cúpula del Grupo de Rio (Rio de Janeiro, 2004), XIV Cúpula Ibero-Americana (San José, 2004), III Reunión de presidentes de América del Sur (Cusco, 2004), Reunión del G-20 (São Paulo, 2004), Cúpula América del Sur – Países Árabes (Brasília, 2005), Cúpula del Grupo de Rio (Bariloche, 2005), XV Cúpula IberoAmericana (Salamanca, 2005). 35 Soares de Lima, Maria Regina e Marcelo Vasconcelos Coutinho, “Globalização, Regionalização e América do Sul”, Observatório Político Sul-Americano, Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro IUPERJ/UCAM, mayo 2005. 18 intervenciones externas y por el riesgo de que la soberanía venga a ser percibida como un valor obsoleto y/o relativo. En este cuadro, parece ser de particular importancia la introducción de criterios de análisis que eviten generalizaciones y diagnósticos simplificadores. Como ocurre en otras áreas del Sur, la crisis de Estado en esta región corresponde a un proceso complejo y diverso que por ello coloca la necesidad de “intervenciones” de distinta índole. Se sugerirá una tipología que indicaría 3 posibilidades de crisis y de acción externa para los países sudamericanos. En la coyuntura actual se lidiaría con tres tipos de situación: 1) la que pide una acción de reconstrucción del Estado, 2) la que coloca la necesidad de fortalecimiento institucional del Estado, 3) la que exige la tarea de transformación de Estado. El primer caso remite a la situación de ruptura institucional como se observó en Haití; la segunda de incertidumbre y fragilidad tal como viene siendo experimentada en Bolivia y la tercera de dinámicas estatales fosilizadas por una cultura del delito que resisten los cambios como ocurre en el caso de Paraguay. Es importante aclarar que estos tres casos de ninguna manera agotan el recetario de políticas y mucho menos la diversidad de crisis en la región. Un caso dramático, por ejemplo, se refiere a la situación colombiana que “de hecho” se aproxima a la de un Estado en reconstrucción; después de la pérdida del monopolio de la fuerza este país se somete a la opción de soberanía compartida asegurada por los Estados Unidos con el Plan Colombia. El análisis desarrollado por Juan Tokatlian sugiere que, en este caso, la utilización del rótulo de país fallido en los años 90 adquirió un sentido precursor en la región. 36 A continuación, serán brevemente descriptos los tres tipos de crisis y los desafíos que colocan para los países de la región. 36 Ver, “State, Institutions and International Governance”, Universidad Torcuato Di Tella Workshop, Junio 2-3, 2005, p.5-6. 19 1) RECONSTRUCCIÓN DE ESTADO La situación de crisis y colapso observada en Haití llevó a que los países del Cono Sur – Brasil, Argentina y Chile – se lanzarán en 2004 a una iniciativa regional combinada con una acción multilateral conducida por las Naciones Unidas conocida como MINUSTAH. Se trata de la 5ta misión de la ONU que busca reestablecer el orden institucional en este país. Tres son las prioridades que orientan la actuación de MINUSTAH: la manutención del orden y la seguridad; el incentivo al diálogo político con vistas a la reconciliación nacional; y la promoción del desarrollo económico y social. Además de atender a la función de manutención del orden local, la misión ejecuta una amplia gama de responsabilidades vinculadas a la asistencia electoral, la seguridad pública, la ayuda humanitaria, la protección de los derechos humanos y el medio ambiente y el desarrollo económico. Desde el ámbito multilateral, algunas de estas tareas cuentan también con el apoyo de la OEA. La participación destacada de Argentina, Brasil y Chile (ABC) junto a otros países llevó a que esta misión adquiriese un sentido emblemático como una iniciativa de cooperación subregional, adecuada a las expectativas de la comunidad internacional de acción multilateral sobre situaciones locales de colapso institucional. No se pretende reducir la importancia de otros países en esta operación, sean de la propia América del Sur o provenientes de otras regiones. 37 Vale citar la presencia de tropas uruguayas, que cultivan una tradición importante en este tipo de actuación y de contingentes peruanos y bolivianos que refuerzan aún más la presencia sudamericana en esta misión. Lo mismo debe ser dicho de en el caso de las contribuciones de naciones como Jordania, Nepal, Sri Lanka, además del importante apoyo de Francia y España. La actuación del ABC en el esfuerzo de reconstrucción haitiano se realiza a partir de la articulación establecida en cada caso entre políticas de defensa y política externa que busca ampliar sus respectivas influencias en el debate mundial sobre gobernabilidad y multilateralismo efectivo. 37 Los países que participan de MINUSTAH son: Argentina, Bolivia, Chile, Uruguay, Paraguay, Perú, Canadá, Estados Unidos, Croacia, Ecuador, Francia, Guatemala, Jordania, Malasia, Marruecos, Nepal, Filipinas, España y Sri Lanka. 20 El envío de contingentes militares a Haití fue desde el inicio materia de controversia en los ámbitos políticos e intelectuales argentino, brasileño y chileno. Los cuestionamientos fueron diversos y estuvieron insertados en las agendas políticas locales de cada país. No obstante sus peculiaridades, en los tres países la controversia ha girando en torno a 4 puntos; i) el origen golpista de la misión; ii) su subordinación “de hecho” a los intereses de Estados Unidos; iii) los costos y beneficios para el país de acción y iv) las posibilidades de éxito de la misión. El primer aspecto está estrechamente vinculado al entrecruzamiento que se establece entre la historia política reciente de los tres países y los desdoblamientos políticos haitianos que llevaron a la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU de intervenir. La marca dejada por los golpes militares que suspendieron la vigencia del Estado de derecho en la Argentina, en Brasil y en Chile reforzó la percepción crítica de segmentos de la izquierda con respecto al vínculo entre el papel de MINUSTAH y la interrupción del gobierno electo de Bertrand Aristide. Este tipo de interpretación está directamente vinculada a la percepción de que la decisión de los gobiernos de la región de asumir un protagonismo en la isla caribeña es el resultado de la “tecerización” de intervenciones militares manejadas por la Casa Blanca en situaciones de colapso institucional. Los dos puntos siguientes están más asociados a la visión de mundo de los sectores conservadores de las sociedades del ABC. Es cuestionada tanta la utilización de recursos económicos como los de seguridad, considerándose más relevante que las Fuerzas Armadas y policiales se desempeñen en situaciones de inseguridad doméstica en lugar de gastar esfuerzos en una realidad distante cuyo futuro importaría nada o poco. En este caso, se le atribuye una limitada importancia a la idea de que la presencia en Operaciones de Paz signifique una fuente de prestigio internacional, lo que proveería de positivos desempeños económicos y no de actos asistencialistas. Se llega, así, al último argumento que considera a MINUSTAH como una misión imposible frente a las condiciones socio -económicas y política institucionales que prevalecen en Haití. Se duda de la eficacia de este tipo de operación, en general y en particular, no sólo por la repetición de quie bre del régimen democrática haitiano sino también por las demostraciones de resistencia de los grupos armados que, además de continuar controlando ilegalmente el territorio de poblaciones locales, están cada vez más involucrados con el tráfico de drogas y el crimen organizado. 21 Se le suma a ello la convivencia y eventual vinculación de sectores burocráticos y políticos ligados al gobierno de transición haitiano con el delito y la corrupción. No cabe duda que para los responsables por MINUSTAH, los desafíos son múltiples: lidiar simultáneamente con las condiciones políticas de Haití, especialmente la dudosa colaboración del gobierno de transición, responder a las presiones de los Estados Unidos para que el calendario electoral sea cumplido, convivir con la morosidad del apoyo internacional – comenzando por el propio engranaje de la ONU – y atender la opinión pública de sus respectivos países. Del punto de vista de la población haitiana, existe un reconocimiento creciente sobre el impacto positivo de la acción de la misión teniendo en cuanto la realidad política desoladora – agravada por la devastación causada por desastres naturales. El propio CARICOM (que tuvo una reacción inicial de rechazo a la iniciativa multilateral) pasó a apoyar el esfuerzo de reconstrucción de la misión. Las tareas de ordenamiento institucional, de control de abusos de derechos humanos y de desarme de bandas de delincuentes – con métodos que evitan la confrontación – en los meses que anteceden a las elecciones, revelaron resultados positivos. 38 También fue ejemplar el entendimiento intra ABC en la conducción de la Misión, vinculando este resultado con la experiencia compartida en procesos de transición democrática marcados por la denuncia de violaciones de derechos humanos y el respeto al 38 Según una fuente publicada en septiembre del 2005, 2,3 millones de personas ya están inscriptas para las elecciones y se estima que la cifra seguirá creciendo y llegará a 3 o 4 millones. Ver, Nejamkins, Guido, “América Latina lleva esperanza al desvastado Haití”, Reuters, 21/09/2005. Con relación a la seguridad, las áreas de acción más difíciles en Haití fueron las de Cité Soleil – bajo jurisdicción de ejército argentino – y Bel Air – bajo comando de las tropas brasileñas. Según un informe del Consejo de Seguridad, MINUSTAH tuvo éxito en la recuperación de las comisarías tomadas por los rebeldes, las actividades de las bandas criminales disminuyeron, especialmente en el área de Bel Air. La presencia de MINUSTAH en Cité Soleil creció, en los días 9 y 10 de abril fueron asesinados Ravix Rémissainthe (jefe de una pandilla), René Jean Anthony y 8 miembros de importantes “pandillas”. No Cité Soleil se intenta proteger a la población de las bandas criminales, 200 cascos azules hacen tareas de reconstrucción y dan ayuda humanitaria. En octubre del 2005, 2 personas fueron arrestados en Bel Air y 250 soldados llevan a cabo operativos semanales para desarticular bandas criminales. También se destacan la incorporación de 600 nuevos funcionarios a la Policía Nacional Haitiana y el proyecto lanzado en marzo del 2005: el Plan de Desarrollo Estratégico de la policía nacional (2004-2008). Ver, “Informe del Secretario General sobre la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití”, Conselho de Segurança, 13 de mayo 2005. 22 sufragio universal en bases directas y no fraudulentas. Respecto a la actuación de Argentina y Brasil, una peculiaridad es el sentido de continuidad y complementación de las acciones de las Fuerzas Armadas en Haití con las Medidas de Confianza Recíproca que ejecutan desde fines de los años 80, destacándose el programa de ejercicios bilaterales que actualmente comprenden simulaciones de acción conjunta en operaciones de paz. 39 No obstante, el futuro político de Haití tendrá una inevitable repercusión sobre la percepción en los países del Cono Sur sobre el sentido de repetir experiencias de esta naturaleza. Sin dudas, la perspectiva de que esta evaluación sea realizada desde una lógica colectiva corresponde a un escenario desconocido de responsabilidades compartidas y de las condiciones políticas y de seguridad de otros países de la región. 2) CONTENCIÓN DEL ESTADO El análisis de la situación política en Bolivia suscita otro tipo de diagnóstico. En este caso, se observa un proceso de crisis crónico en el cual se superponen: la fragilidad del Estado, la crisis social, fragmentación intra-nacional y el agotamiento del ejercicio de la autoridad local. En términos económicos, la situación boliviana revela un cuadro productivo fracturado; de un lado están los sectores que generan renta (vinculados a la exportación de recursos naturales) y de otro lado los que propician empleos (agricultura tradicional y servicios). El estado boliviano posee una ínfima capacidad de recaudación y es sustentado, básicamente, con recursos provenientes de la cooperación internacional. El cuadro se vuelve más complejo si tenemos en cuenta el entrecruzamiento de rivalidades inter-estatales en la región andina que condicionan el contenido de las políticas de defensa y estimulan el apego de las sociedades a los sentimientos nacionalistas, conflictos intra- nacionales que colocan el riesgo de la secesión, y reclamos sociales que el Estado no puede atender. Esta incapacidad se debe, en gran medida, a la naturaleza 39 En octubre del 2005 fue realizado en la bahía de Marambaia de Río de Janeiro la 24ª edición de los ejercicios bilaterales “Fraterno” que simulaban situaciones diversas, incluyendo, ayuda humanitaria e ejecución del capítulo VII de la ONU (imposición de paz). Polak, María Elena, “Ejercicios con ritmo carioca”, La Nación, 16 de octubre de 2005. 23 irreconciliable de los proyectos y posiciones planteadas por los partidos, las organizaciones sociales, comunidades indígenas, sindicatos, movimientos campesinos, empresarios y entidades regionales. Los sucesivos quiebres institucionales resueltos temporaria y precariamente con cambios de gobierno en los últimos 3 años, generaron un escenario de desorden interno que debilitó el tejido de las instituciones republicanas locales. Si bien es cierto que Bolivia corresponde a un país con marcados antecedentes de inestabilidad, desde la crisis de 2003 - que llevó a la renuncia del presidente Sánchez de Lozada - las situaciones de turbulencia pasaron a merecer un nuevo tipo de tratamiento en el ámbito sudamericano. En primer lugar, Brasil y Argentina y, en seguida, Venezuela, dieron muestras inéditas de involucramiento, lo que tuvo un impacto significativo sobre los desdoblamientos internos bolivianos. En gran medida, este involucramiento se explica por la complejidad del cuadro local en el cual también incidieron el tema energético y el de la rivalidad con Chile, pero tamb ién corresponde al surgimiento de una nueva percepción compartida por Brasilia y Buenos Aires en cuanto a la responsabilidad de manutención de la estabilidad en América del Sur. Vale mencionar que la controversia Bolivia - Chile – Perú es particularmente ilustrativa de la convivencia de tendencias integradoras y fragmentadoras en la región. Las posiciones de los tres países además de estar fundamentadas en históricos reclamos territoriales se combinan con las políticas energéticas y económicas de cada país, que se convirtieron en un punto de extrema tensión a partir de las controversias en torno de las exportaciones de hidrocarburos de origen boliviano. La presencia de empresas extranjeras de gran porte – como Repsol, British Gas y British Petroleum, Sembras Energy, Petrobrás – introdujeron nuevos factores de presión y oportunidad para la exploración de estos recursos. En realidad, la politización en torno a la rivalidad con Chile dejó de lado el análisis de temas estructurales presentes desde la formación de la nacionalidad de este país. Los efectos de la exclusión sobre la gran parte de los grupos indígenas (62% de la población) adquirieron un nuevo tipo de visibilidad política en Bolivia a partir de la capacidad 24 ampliada de movilización de los movimientos sociales. Los grupos indígenas bolivianos participan activamente en dos de los más importantes movimientos comprometidos con la revitalización de la actuación política indígena en América del Sur; la COICS (Coordinación de Organización Indígena de la Cuenca Amazónica) y la UNCA (Unión Nacional de Comunidades Aymaras). Se debe destacar que en la historia boliviana estas comunidades acumularon una experiencia de lucha que precede la revolución de 1952, cuando, al lado de los sindicatos mineros formaron parte de las milicias obrero-campesinas. Posteriormente, fueron creados el MAS (Movimiento al Socialismo) e la CSTSB (Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia), esta última representante de los grupos aymaras que habitan el área de l altiplano alrededor del Lago Titicaca. Ambas organizaciones fueron protagonistas en 2003 de la guerra del gas, revelando un tipo de acción que extrapola la acción de los movimientos estrictamente indígenas, como ocurre en el caso de la CICA o de los mapuches en Argentina o en Chile. 40 En las últimas tres décadas, se instaló en Bolivia un debate acalorado sobre las estrategias de aprovechamiento y exploración del gas líquido, lo que terminó incluyendo en un mismo paquete la cuestión de la mediterraneidad del territorio de este país. Fue en este contexto que se creó un vínculo entre las posiciones sobre las opciones de exploración de recursos energéticos y la tensión entre propuestas económicas liberales y nacionaldesarrollistas. 41 En forma paralela, tambié n, fueron radicalizándose las posiciones de los principales grupos empresarios, de las regiones de Santa Cruz de la Sierra, Tarija, Beni y Pando, que, además de oponerse a la inclusión de las comunidades indígenas en el juego político nacional, exigen mayo res cuotas de representación en el Congreso. El principal instrumento de presión utilizado es el reclamo por un referendo sobre la cuestión de las autonomías regionales que redefina las reglas federativas del país. Los cortos meses del gobierno de Carlo s Mesa correspondieron a una tregua de la sociedad boliviana concedida a cambio de la realización de un plebiscito para encaminar el 40 Quintana Taborga, Juan Ramón, “Bolivia: un destello al final del túnel”. El Debate Político. Revista Iberoamericana de Análisis Político , Año 1, Nº 2, diciembre de 2004. 41 Carlos Mesa, vice presidente de Sánchez de Lozada, asume la presidencia del gobierno el 17 de octubre de 2003 y se mantiene en el cargo hasta el 9 de junio de 2005. 25 tema gasífero y la convocatoria de una Asamblea Constituyente que después se diluyó. A partir de los resultados del referendo convocado por el mandatario en torno de la política energética se constató el apoyo de gran parte de la población (62%) a la presencia extranjera siempre que parte sustancial de los excedentes obtenidos fueran invertidos en infraestructura física, y políticas sociales (educación y trabajo). El siguiente capítulo se dio con la derrota presidencial de su proyecto de ley de hidrocarburos en el Congreso seguido de la victoria de una propuesta radical apoyada por una coalición opositora que unía a la derecha (MNR) con la izquierda de Evo Morales. 42 El impasse político generó un nuevo ciclo de protestas y manifestaciones populares que debilitaron aún más el gobierno que nuevamente se vio obligado a transferir la responsabilidad de la cabeza de gobierno al presidente de la Corte Suprema, Eduardo Rodríguez Veltzé, que por su parte convocó elecciones generales para fines de 2005 en la cual se elegirá un nuevo mandatario y a los miembros de una Asamblea Constituyente. 43 El espectro partidario que disputaron las elecciones ofrece un cuadro de organizaciones diverso e ideológicamente polarizado. 44 Al mismo tiempo, mantuvieron activas las reivindicaciones lideradas por los empresarios cruceños de que el referendo sobre el tema de las autonomías regionales precediera a los trabajos de la constituyente. Ya las Fuerzas Armadas que se venían manteniendo al margen de los acontecimientos, manifestaron divisiones internas en cuanto a su neutralidad. Se puede concluir, que el horizonte político boliviano corresponde a un grande interrogante teniendo en cuenta el impasse establecido entre las fuerzas locales, rotulado como de “empate catastrófico”. Como fue mencionado, el futuro incierto de Bolivia se torno materia de preocupación por parte de los gobiernos de Brasil, Argentina y también de Venezuela. Los esfuerzos de mediación de los tres países buscan contener los riesgos de 42 Las empresas se convierten, en la práctica, en prestadoras de servicio. La exploración de gas podrá ser valuada en 70% teniendo en cuenta el 18% de royalties, 32% de impuestos y otros impuestos que pueden ser aplicados. Además de eso, los antiguos contratos tendrán que migrar obligatoriamente para nuevos, sujetos a la aprobación del legislativo. 43 Las movilizaciones populares son manifestaciones fragmentadas de diferentes grupos compuestos por campesinos del interior o trabajadores y desempleados de El Alto – periferia de La Paz. 44 Los principales partidos políticos son: MNR, MIR, NFR (derecha liberal), UN (centro derecha), MAS (izquierda), MIP (izquierda radical indigenista), USTB y FREPAB. Ver, Abruzzesse, Renzo. “Elecciones: inventario ideológico”, La Razón, 6/09/2005. http://www.larazon.com/versiones/20050906_055291/nota_246_200069.htm. 26 una eclosión social que pudiera conducir a una guerra civil acompañada de una ruptura institucional y de una fragmentación territorial de la nación boliviana. Además de los intereses propios e comunes de contención con implicaciones para toda la región andina, este tipo de actuación también pretende trasmitir tranquilidad al gobierno norteamericano que observa con creciente preocupación la realidad boliviana. 3) TRANSFORMACIÓN DEL ESTADO El caso de Paraguay ilustra otro tipo de desafío para la estabilidad política sudamericana. En los últimos 50 años, el Estado Paraguayo se caracterizó como una red clientelista de distribución de privilegios que aseguró la permanencia en el poder de un grupo civil y militar vinculado al Partido Colorado. Considerada una forma de “colonización” del aparato estatal, la lógica de poder en este país resultó eficaz tanto para garantizar el control político local como para inhibir prácticas administrativas que se tradujeran en la protección del bien público. Este tipo de limitación se convirtió con el tiempo en una fuente de debilidad institucional, que además de reposar sobre una inoperancia crónica de los poderes ejecutivo y judicial, pasó a ser reforzada por métodos arbitrarios que generaron la aparición de “zonas grises” al interior del aparato estatal. 45 Aún emprendimientos públicos que parecían construir un instrumento de modernización de Estado – como fue la empresa binacional ITAIPU creada en los años 70 – se convirtieron en fuentes de enriquecimiento privado beneficiando nuevos segmentos de las elites locales. 46 La presencia cotidiana de la grande y de la pequeña corrupción como principal fuente de poder político y económico se tornó una de las más importantes explicaciones para la despolitización de la sociedad paraguaya, inmersa en un ambiente dominado por la 45 Ver, Miranda, Aníbal, “Partido Colorado. La máxima organización mafiosa”, Miranda & Asociados, Asunción, 2002. Ver, también, Sampo, Carolina, “El impacto de los Estados en proceso de Falla en la Seguridad Regional: El caso de Paraguay en el Cono Sur”, Tesis de Maestría, UTDT, 2005. 46 Los empresarios y burócratas vinculados al partido Colorado que se beneficiaron de los recursos provenientes de esta empresa fueron conocidos con los “Barones de Itaipú”. Una apreciación sobre este tema fue realizada por Jorge Lara Castro en el seminario “Crisis estatal, Gobernabilidad y Seguridad Internacional”, Universidad Torcuato Di Tella, 2-3 junio, 2005. 27 apatía colectiva y la desinformación generalizada. 47 (En este caso, podría establecerse una interesante comparación con la realidad política boliviana que ha revelado un proceso inverso). Respecto a la seguridad pública, la realidad brevemente descripta conduce a prácticas basadas en la lógica de la justicia personal cuya ejecución se apoya en recursos y métodos privados. Se observa, en este caso, la privatización de la seguridad que amplía cotidianamente el espacio de la violencia social en la cultura política de este país. 48 Tal como se argumenta en la literatura, la cristalización de esta realidad se tornó un caldo de cultivo notable para la expansión de la presencia de amenazas transnacionales vinculadas a redes regionales y extra regionales de organizaciones y grupos ilícitos dedicados a los más diversos tipos de delitos. De hecho, Paraguay es la principal base de operaciones en el Cono Sur de las actividades de contrabando, lavado de dinero y crimen organizado. La vida institucional paraguaya está anclada en una estructura estatal altamente corrupta preservada por elites civiles y militares, vinculada al partido gobernante de mayor duración en el poder del mundo. En este contexto, la democratización en Paraguay es caracterizada como un proceso superficial de transformaciones que si bien mantiene la fachada de un Estado de derecho, poco atiende a los requisitos de este mismo. Desde el fin del strosserismo, el orden política atravesó en diversos momentos riesgos de ruptura que a pesar de que fueron evitadas, complicaron aún más el tejido de las instituciones republicanas paraguayas.49 Si bien el Mercosur pudo garantizar en diferentes momentos la manutención formal del Estado de derecho en Paraguay, no fue capaz de desarmar los mecanismos que encubren el delito e 47 De acuerdo con el informe de 2004 difundido por la organización Transparencia Internacional, Paraguay estaría entre los 10 países más corruptos del mundo. Ver www.transparencia.org. 48 Ver Waldmann, Peter, El Estado Anómico. Derecho, Seguridad Pública y la vida cotidiana en América Latina”, Caracas: Nueva Sociedad, 2003 y Orrego Laraín, Claudio, “Gobernabilidad y Lucha contra la corrupción” en Carrillo López, Fernando (ED.). Democracia en Déficit. Gobernabilidad y Desarrollo en América Latina y el Caribe , Banco Interamericano de Desarrollo, Washington D.C., 2001. 49 En el período 1992-2004 Paraguay sufrió 5 crisis institucionales: intento de golpe de Estado contra Wasmosy organizado por Lino Oviedo (1996), inestabilidad política y movilización popular durante el gobierno de transición de Gonzalo Maachi (1999-2003), secuestro y asesinato de Cecilia Cubas – hija del ex – presidente Raúl Cubas Grau (2004-2005). 28 impiden las transformaciones políticas de mayor alcance. De esta forma, la (des)estructura del Estado paraguayo se preserva, independientemente, como una entidad por encima de los gobiernos de turno, inmutable a las presiones ejercidas por los demás estados miembros del bloque. Al mismo tiempo, el hecho de que los empates políticos ocurran esencialmente en el interior del Partido Colorado dificulta la creación de vínculos políticos inter-regionales que rompen el poder de comando sobre la vida local. Otro punto que debe ser subrayado tiene que ver con la forma de manifestación de la violencia política en este país. En lugar de situaciones de descontrol frente a la escalada de manifestaciones colectivas de protesta que colocan en evidencia una crisis local de autoridad, Paraguay ha sido escenario de episodios aislados de violencia con graves implicaciones políticas locales y regionales. 50 A pesar de incompleta y fragmentada, la información trasmitida por los medios de comunicación revelan que estos episodios suceden gracias a los vínculos cultivados entre los ámbitos de la alta política y del delito.51 A partir de la guerra contra el terrorismo liderada por el gobierno de Bush y la preocupación por sus posibles ramificaciones en la zona de la Triple Frontera, las falencias del Estado paraguayo adquirieron especial relevancia para la seguridad regional, imponiendo nuevos desafíos para Brasil y Argentina. Los contactos entre los Estados Unidos y Paraguay en el área de seguridad se vienen ampliando en los campos de combate al narcotráfico, inteligencia anti-terrorista y cooperación militar. Diversas agencias (CIA, FBI, NSA) expandieron notablemente, en los últimos años, sus capacidades logísticas y de información en el territorio paraguayo. En el período más reciente, además de los entendimientos para asegurar inmunidad a los contingentes militares norteamericanos – con 50 Se destacan en este caso el asesinato del vicepresidente Argaña en marzo de 1999 y el secuestro y muerte de la hija del ex presidente Cubas Grau en 2004/2005. Ver, Sampo, Carolina, op.cit. 51 “La muerte no fue por falta de acuerdo económico”, ABC Digital, 18/02/2005, http://www.abc.com.py/index.php?fec=2005-02-18. “Graves contradicciones entre policías, intendente y sacerdote”, ABC Digital, 21/02/2005, http://www.abc.com.py/articulos.php?fec=200502-21&pid=162396&sec=7. “Internas en la investigación del caso Cecilia también alcanzaron la Fiscalía”, ABC Digital, 22/02/2005, http://www.abc.com.py/articulos.php?fec=2005-0222&pid=162672&sec=7. “Las FARC están detrás del secuestro de Cecilia Cubas, afirma el fiscal general”, ABC Digital, 15/02/2005, http://www.abc.com.py/articulos.php?fec=2005-0215&pid=161311&sec=7. 29 una presencia creciente en este país - precedieron las negociaciones bilaterales para intensificar lazos comerciales y de seguridad. 52 La permanente corrosión del Estado paraguayo se explica por el involucramiento de sus agentes en una amplia gama de actividades ilícitas que incluyen contrabando, falsificaciones de productos de informática, tráfico de armas y de drogas y actividades de lavaje de dinero. Se sobrepone, en este caso, la práctica de la pequeña y grande corrupción que asume las formas más variadas de prácticas extorsivas junto a la sociedad.53 Al lado de Brasil y de Argentina, Paraguay se revela especialmente vulnerable a las amenazas transnacionales y transversales, lo que inevitablemente compromete la cooperación interestatal en seguridad del Mercosur. Vale remarcar que fue justamente durante los años de funcionamiento de este bloque comercial cuando más se expandió la presencia de organizaciones criminales regionales e internacionales en esta zona. Este hecho generó inclusive que ganara fuerza el argumento de que el libre comercio, al contrario de lo que se preveía terminó teniendo un sentido benéfico para el delito.54 El gobierno brasileño se está volviendo más activo en la implementación de medidas que desarticulen la vinculación entre redes de delitos de los dos lados de la frontera. Al mismo tiempo, el incremento de controles policiales en la zona de Cataratas de Iguazú se convirtió en una fuente de irritación para las autoridades paraguayas que pasaron a responder con todo tipo de represalias. También debe ser subrayado que se torna difícil para los países vecinos extender el alcance de su acción de contención cuando las ramificaciones del delito llegan a las esferas más altas del poder local en Paraguay. A decir verdad, Brasil mantuvo hasta recientemente una política ambigua con respecto al tema, 52 En agosto de 2005, por ocasión de la visita del secretario de Defensa Donald Rumsfeld a Asunción, autoridades paraguayas trasmitieron la idea de que el fortalecimiento de los vínculos con los Estados Unidos, estaba amparada por visiones críticas al tratamiento que la nación guaraní venía recibiendo del Mercosur”, ABC, Asunción, 21 de agosto de 2005. 53 Ver, Bartolomé, Mariano, “La Triple Frontera: principal foco de inseguridad en el Cono Sur americano”, Military Review, Edición Hispanoamericana, Kansas, Julio-Agosto 2002. 54 La concesión por parte de Brasil de asilo político a Alfredo Stroessner y todos sus familiares en 1989 y a Lino Oviedo algunos años más tarde son indicaciones de este tipo de ambigüedad. En este último caso, se tornó aún más grave por el hecho de que este mismo seguía liderando acciones de cuño golpista desde el territorio brasileño. 30 explicado en parte por las vinculaciones pasadas entre las fuerzas armadas y policiales de los dos países. 55 Las mayores presiones ejercidas en el período reciente se deben a la mirada colocada por Washington sobre Paraguay y sus alrededores a partir del 11 de septiembre. La inclusión de la Triple Frontera por la administración Bush como zona de riesgo en su guerra contra el terrorismo impuso así una nueva carga de presión para la nación guaraní que también generó nuevas expectativas del gobierno norteamericano para con sus vecinos. No obstante, los compromisos de medidas de combate a la corrupción del actual gobierno paraguayo se muestran entre las necesarias para que se promueva dentro del Estado un proceso y transformación efectivo de su modus operandi56 . Al mismo tiempo, la complejidad revelada por la agenda de seguridad en el área de la Triple Frontera puede tanto conducir a acciones que procuren reforzar procedimientos cooperativos que busquen “desfronterizar” la región, basada en iniciativas desarrollistas – inclusivas, como pueden conducir a una “purificación” del área que siga una orientación defensiva-excluyente. El dilema colocado por los demás socios del Mercosur parece decidir entre asumir políticas de naturaleza más coercitiva, que de hecho implicaría una forma de intervención, o aceptar un nuevo tipo de presencia de los Estados Unidos en el Cono Sur que tendería a securitizar los métodos adoptados para lidiar con la crisis del Estado en Paraguay. Esta última opción es percibida por las elites paraguayas crecientemente como la más ventajosa. 55 Ver Calle, Fabian, “Paraguay en la geopolítica de los EEUU post 11/9 y post consolidación de Chávez”, Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina, 31/08/2005, www.cadal.org. 56 Una ardua discusión sobre complejidades de la Triple Frontera fue realizada por Carmen Ferradás. Esta autora establece un entrecruzamiento entre las políticas ambientales desarrolladas en la región y el impacto de las políticas de seguridad a partir del 11 de septiembre. Ferradás, Carmen Alicia, “Enviornment, Security and Terrorism in the Trinational Frontier of the Southern Cone”, Identities: Global Studies in Culture and Power, 11: 417-442, 2004. 31 OBSERVACIONES FINALES Si bien puede sonar contradictorio , el primer punto de llegada de este artículo se refiere al hecho de que aborda una agenda abierta, que deberá evitar conclusiones en el corto y mediano plazo. En una entrevista concebida recientemente en la Argentina, el músico Daniel Barenboim se refirió a la decisión de los Estados Unidos de invadir Iraq como una “idea inadecuada”. A partir de esta constatación prosiguió: “A partir de allí, las cosas no pueden mejorar. Por el contrario, no tienen otro camino que empeorar”. 57 Este raciocinio tan elemental puede ser también aplicado a la elaboración de concepto de Estado fallido y a los desdoblamientos que su vinculación con la seguridad internacional viene desarrollando. La especificidad de América del Sur en este contexto puede ofrecer ventajas pero también coloca desafíos. A pesar del peso ejercido por la visión simplificadora norteamer icana, se cuenta con algún margen de maniobra para lidiar con las crisis institucionales que se procesan en la región. Se contemplan aquí soluciones innovadoras que amplíen el espacio de la política, que “desecuriticen” el enfoque adoptado para lidiar con realidades duramente golpeadas por la exclusión social. Es innegable que el interés de Washington de que los países de mayor estabilidad democrática del área asuman responsabilidades de reconstrucción pos-bélica, de contención del terrorismo y de contenc ión política en escenarios de “populismo radical”. Se bien las tres tareas ofrecen altos riesgos, la conversión de este interés en presión podrá rápidamente limitar el espacio de maniobra mencionado arriba. Por otro lado, conducir iniciativas que infrinjan la soberanía de otros países del área ciertamente generará reacciones domésticas y regionales que coloquen en cuestión la legitimidad de estas mismas. El camino más seguro parece ser el de aferrarse a acciones que preserven el carácter regional de los fines buscados y de los medios empleados. Pero para alcanzar esta meta, la sesión de soberanía deberá partir de los Estados que asuman esta responsabilidad; siempre y cuando no se parta de una idea inadecuada. 57 Barenboim, Daniel, “El proceso de paz hoy en día no existe”, La Nación, 14 de agosto de 2005. 32 33