TEMA 7

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TEMA 7: LA CONSTRUCCIÓN FILOSÓFICA DE LA CIUDADANÍA
1. Origen del concepto de «ciudadanía»
1.1 - Una definición usual
1.2 - La ciudadanía en la antigüedad grecolatina
1.3 - Limitaciones de la ciudadanía antigua
1.4 - La doblez de la ciudadanía moderna
2. Ciudadanía moderna
2.1 - Ciudadanía y Estado
2.2 - Ciudadanía e inclusión en el Estado
2.3 - Ciudadanía y Derechos Humanos: Las tres generaciones de derechos
3. Dimensiones de la ciudadanía contemporánea
4. Actividades
1. ORIGEN DEL CONCEPTO DE CIUDADANÍA
1.1 UNA DEFINICIÓN USUAL
El Diccionario recoge la siguiente definición de “ciudadano”: «El habitante de las
ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que
interviene ejercitándolos, en el gobierno del país». Según esta definición, la ciudadanía
parece tener como rasgos fundamentales los siguientes:
 La pertenencia a una comunidad política -un país- que se asienta de un modo
permanente en un territorio.
 El disfrute efectivo de unos derechos que deben ser protegidos por la ciudad o
el Estado, entre los que se incluye la posibilidad de participar en las tareas de
gobierno de la propia comunidad política, de forma directa o indirecta.
1.2 LA CIUDADANÍA EN LA ANTIGÜEDAD GRECOLATINA
El término ciudadano procede del latín civis, palabra que comparte la misma
raíz que cívitas (ciudad). En el derecho romano, el término civis estaba reservado
únicamente para aquellos miembros de la comunidad que reunían ciertos requisitos,
como ser varón, no esclavo, mayor de edad, nacido de padres romanos, etc.
El resto de la población, es decir, las mujeres, los esclavos, los extranjeros, etc.,
no eran considerados ciudadanos y, por lo tanto, tenían reconocidos menos derechos
que aquellos.
Anteriormente, en la Grecia clásica de los siglos V y IV a. C., se utilizó el término
polités para referirse al ciudadano: aquel miembro de la comunidad política que reunía
los mismos requisitos que acabamos de mencionar.
a) LA CIUDADANÍA EN LA DEMOCRACIA GRIEGA: LA TRADICIÓN POLÍTICA
En la Grecia antigua, cada ciudad -cada polis- era un pequeño Estado
independiente (autonomía) y que procuraba ser económicamente autosuficiente
(autarquía). En el caso de la antigua democracia griega, ser ciudadano significaba
sobre todo participar activamente en la política, en las tareas de gobierno de la polis.
El ciudadano, tanto si era rico como si era pobre, tenía la responsabilidad de
acudir a la Asamblea y tomar parte en los debates públicos acerca de los problemas
de la ciudad.
Los tres principios que regían la participación en la Asamblea son:
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- Isonomía o igualdad ante la ley: todo ciudadano tenía los mismos derechos y
deberes básicos que cualquier otro.
- Isegoría o igualdad de palabra: todo ciudadano tenía el mismo derecho que
cualquier otro a hacer uso de la palabra y expresar su opinión ante la Asamblea.
- Koinonía o comunidad de cooperación para alcanzar el bien público, el
bien de todos, en lugar de centrarse en el bien particular.
Se distinguía claramente entre lo particular (idion) y lo común (koinon), y se
entendía que el ciudadano que solo atendía a lo propio era un idiota en el sentido
originario de este término: el que solo mira por su propio interés, olvidando el bien
común.
Las reuniones se celebraban unas cuarenta veces al año en el ágora, un espacio
público que, en el caso de Atenas, estaba preparado para albergar a unas 18.000
personas.
La mayor parte de los cargos públicos se asignaba mediante sorteo, para ser
ejercidos generalmente por un año. Para estimular la participación de los ciudadanos
pobres, se establecieron paulatinamente diversos incentivos económicos con los que
se pagaba, con cargo al erario público, la asistencia a la Asamblea y el desempeño de
los cargos.
La edad mínima para ser admitido como ciudadano estaba fijada en treinta
años.
b) LA CIUDADANÍA EN LA ANTIGUA ROMA: LA TRADICIÓN JURÍDICA
Para los antiguos romanos, la ciudadanía consistía sobre todo en el
reconocimiento legal de algunas personas como miembros de pleno derecho de la
República y, más tarde, del Imperio.
Esto significaba que el ciudadano era aquel que gozaba de la protección
jurídica otorgada por las leyes y las instituciones.
El civis latino es distinto del polités griego: el ciudadano griego era sobre todo un
sujeto activo al que se le exigen responsabilidades de gobierno, mientras que en Roma
se entiende más bien como un título jurídico que permite reclamar ciertos derechos.
Por ejemplo, podemos leer en los Hechos de los apóstoles que Pablo de Tarso
era ciudadano romano y reclamó un trato ajustado a su ciudadanía romana cuando fue
detenido por las autoridades.
1.3 LIMITACIONES DE LA CIUDADANÍA ANTIGUA
Podemos señalar al menos tres limitaciones de esos primeros modelos de
ciudadanía nacidos en Grecia y Roma, sin restarles mérito alguno por su indudable
contribución positiva a la construcción de la ciudadanía moderna:
- Se trataba de una ciudadanía excluyente, no inclusiva: únicamente eran
ciudadanos los varones adultos que reunían ciertos requisitos establecidos por las
leyes, quedando siempre excluidas las mujeres, los niños, los extranjeros residentes y
los esclavos. Por tanto, la inmensa mayoría de la población carecía del estatuto de
ciudadanía.
- Solo se consideraba «libres e iguales» a los miembros de la propia comunidad
política que tuviesen la condición de ciudadanos, y no a todo ser humano por el
hecho de serlo.
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La Edad Moderna supondrá un avance en este sentido, al reconocer
universalmente que los seres humanos nacen libres e iguales, con independencia de
su comunidad de nacimiento.
- La condición de ciudadano en la Antigüedad proporcionaba ciertos derechos
de participación política, pero los derechos individuales no estaban suficientemente
protegidos frente a posibles abusos de las autoridades.
1.4 LA DOBLE RAÍZ DE LA CIUDADANÍA MODERNA
La noción de «ciudadanía» de la Antigüedad nos muestra dos tradiciones que
aún perduran en la idea contemporánea de ciudadanía:
 La tradición de la participación política a través de la deliberación (de origen
griego),
 La tradición de la protección legal de los derechos de la persona (de origen
romano).
La primera forma parte de la moderna idea republicana de ciudadanía, que insiste en
que los ciudadanos han de participar activamente en la vida pública, mientras que la
segunda forma parte de la versión liberal de ciudadanía, que subraya más bien la
prioridad de los derechos subjetivos y resta importancia a la cuestión de la participación
política.
2. CIUDADANÍA MODERNA
2.1 CIUDADANÍA Y ESTADO
Aunque las raíces de la ciudadanía sean griegas y romanas, el concepto actual
de ciudadano procede sobre todo de los siglos XVII y XVIII, de las revoluciones
francesa, inglesa y americana, y del nacimiento del capitalismo.
A lo largo de la Edad Media se forjó la noción de derechos naturales, propios
de todo ser humano, y para proteger esos derechos se fue instaurando poco a poco un
nuevo tipo de comunidad política: el Estado nacional moderno como institución que
se obliga a defender la vida, la integridad y la propiedad de sus miembros.
Con la aparición del Estado moderno se va configurando el actual concepto de
ciudadanía, ligado en principio a los dos lados de la expresión Estado nacional:
Estado y nación.
El término Estado fue utilizado por vez primera por Nicolás Maquiavelo en la
expresión stato, participio de stare, refiriéndose con él a la organización estable, al
aparato establecido, con sus cargos o burocracia y su gobernante, el Príncipe.
En el Estado son los ciudadanos quienes ostentan la nacionalidad de ese
país, entendiendo por nacionalidad el estatuto legal por el que una persona pertenece
a un Estado que haya sido reconocido por el derecho internacional, y se adscribe a él.
Según las costumbres de cada país, se da prioridad a uno de los siguientes
rasgos personales para reconocer la nacionalidad a cada recién nacido:
 El «derecho de suelo» establece que se ha de reconocer como ciudadano a
quien nace en el territorio nacional.
 El «derecho de sangre», en cambio, concede prioridad a la nacionalidad de los
padres.
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Sin embargo, en un Estado de derecho, como el moderno, la voluntad del sujeto es
indispensable para conservar o cambiar la nacionalidad, y también cuenta la voluntad
de los demás ciudadanos de ese Estado para permitir o denegar esos cambios. La
nacionalidad otorgada al nacer puede ser cambiada si la persona renuncia
explícitamente a ella y adopta una nacionalidad distinta.
2.2 CIUDADANÍA E INCLUSIÓN EN EL ESTADO
En 1996 el filósofo alemán Habermas publicó un libro titulado La inclusión del
otro, en el que plantea que existen varios modos de encender la relación entre los
ciudadanos y el Estado:
a) Una concepción liberal, que atribuye sobre todo a Carl Schmitt que
mantiene una separación entre las libertades civiles y los derechos políticos.
Las primeras han de ser garantizadas a todos los habitantes, mientras que los
segundos únicamente han de ser ejercidos por los ciudadanos que formen parte del
grupo étnico-cultural que sirva de base al Estado de que se trate.
Esta visión tiene el inconveniente de que se puede fijar arbitrariamente la
separación entre diversos colectivos sociales, excluyendo a algunos de ellos del pleno
ejercicio de la ciudadanía.
b) La segunda concepción es republicana, y es la que defiende el propio
Habermas. En la tradición republicana, según este autor, no habría lugar para
excluir de los derechos políticos a ningún colectivo social, puesto que no se da
preferencia a los rasgos de ninguna mayoría frente a las minorías, sino que se
considera a la sociedad política como «una asociación de miembros libres e iguales de
una comunidad de derecho».
Dicha comunidad de derecho se considera producto de un «contrato social» en
el que los participantes han consentido vivir «bajo leyes reguladoras de las libertades
públicas».
Desde este punto de vista, la ciudadanía va ligada a los procedimientos
democráticos desde su misma raíz, y por ello el respeto a dichos procedimientos, sin
exclusiones arbitrarias, es la mejor garantía de integración social.
c) Por último, hay también una concepción comunitarista del Estado y de la
ciudadanía, que reclama mayor atención a los vínculos étnicos y culturales.
Para los teóricos del comunitarismo, como Charles Taylor, el liberalismo y el
republicanismo mantienen un concepto demasiado atomizado del individuo y de las
relaciones humanas, como si todos los seres humanos fueran seres egoístas y
aislados, con una formación racionalista que les lleva a contratar unos con otros el
cumplimiento de unas reglas de convivencia como medio de supervivencia, sin que sea
posible un acuerdo más profundo, basado en unos valores compartidos.
Frente a esta visión del ser humano, el comunitarismo mantiene que existen
unos vínculos formados por la cultura y la procedencia étnica compartida dentro de
cada pueblo, y que esos lazos afectivos son la base de solidaridad necesaria para
que pueda existir el Estado.
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2.3 CIUDADANÍA Y DERECHOS HUMANOS: LAS TRES GENERACIONES DE
DERECHOS
a) LOS DERECHOS DE PRIMERA GENERACIÓN: LIBERALISMO Y CIUDADANÍA
Los derechos civiles y políticos constituyen la primera generación de
derechos fundamentales. Su origen está ligado al Estado liberal que sucedió al
absolutismo y su característica principal es la garantía de la creación de un ámbito
de libertad para los ciudadanos. Tienen como pretensión de fondo que el Estado sea
lo menos intervencionista posible, lo que conocemos como Estado mínimo, de modo
que sean los ciudadanos quienes se procuren su bienestar gracias a sus capacidades
o habilidades en general.
Suponen la libertad de hacer lo que cada uno considere oportuno sancionando
a quien la pusiera en peligro.
Son, por ejemplo, el derecho a la vida y a la integridad física, el de propiedad,
el de libertad de conciencia y religión, el de participación política, el de
información, la libertad de expresión, de prensa, así como los derechos
procesales, esto es, proceso legal, presunción de inocencia, habeas corpus o
derecho de defensa, etc.
La Constitución española de 1978 recoge tales derechos en el Título I. Algunos
artículos de dicho Título son: 15, 16.1, 17.1, 17.3, 22.1, 23.1…
b) LOS DERECHOS DE SEGUNDA GENERACIÓN: LA CIUDADANÍA EN EL
ESTADO DEMOCRÁTICO Y SOCIAL DE DERECHO
La segunda generación de derechos fundamentales la integran los llamados
derechos económicos, sociales y culturales, aunque lo más común es englobar el
conjunto bajo el término derechos sociales.
Los derechos fundamentales de segunda generación tienen como rasgo
principal, a diferencia de los de primera generación, la exigencia de una intervención
directa del Estado con el objetivo de paliar ciertas desigualdades y situaciones de
necesidad y desamparo, por lo que podríamos llamarlos derechos asistenciales. Por
tanto, el valor de fondo de los derechos de segunda generación es la igualdad.
Estos fueron incorporándose a lo largo de los siglos XIX y XX gracias a que los
movimientos obreros pudieron participar en la vida parlamentaria e influir de forma
efectiva en la legislación.
Esta influencia suele denominarse socialista aunque quizá sería más correcto
llamarla socialdemócrata o propia del socialismo democrático.
Los más significados son el derecho a la educación, a un empleo en
condiciones y, llegado el caso, a un subsidio de desempleo, el derecho a la
sanidad pública, la atención a los más desfavorecidos, la conservación del
patrimonio cultural y artístico, etc. La Constitución española de 1978 recoge estos
derechos en los artículos: 22, 23.2, 24, 26.1, 27.1, 27.3, 40.2, 44.1, 49.
c) LOS DERECHOS DE TERCERA GENERACIÓN: MINORÍAS, CONSUMO, MEDIO
AMBIENTE E INMIGRACIÓN
Los derechos de tercera generación tienen como referencia fundamental la
solidaridad.
Si bien la tercera generación de derechos es muy heterogénea, podemos
considerar dentro de la misma los siguientes:
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 Derecho a la autorrealización en igualdad de condiciones de las minorías o
grupos discriminados, ya sea por razón de su sexo, como las mujeres, de su
orientación sexual, como es el caso de los homosexuales, de la pertenencia a
una etnia, caso de gitanos, etc.
 Derecho a la preservación del medio ambiente y obligación, tanto de las
entidades públicas como privadas, de no deteriorarlo.
 Derecho de los pueblos a su autodeterminación frente a las agresiones
colonialistas.
 Derecho de protección de los datos genéticos.
 Derecho a un consumo responsable y solidario.
 Derecho a la paz.
 Derecho a la calidad de vida, etc.
En el fondo de estos nuevos derechos encontramos la necesidad de un éthos
comunitario -algo similar a un sentido de pertenencia a la comunidad humana y al
mundo- que va más allá del propio Estado nacional proyectándose sobre la totalidad
del planeta.
Esto se observa con claridad, por ejemplo, en la prohibición de ciertas prácticas
de consumo perjudiciales para el medio ambiente.
Por otra parte, los derechos de tercera generación también comprenden todas
aquellas medidas destinadas a poner fin a situaciones de discriminación a las
minorías.
Así, por ejemplo, la Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva de mujeres y
hombres, conocida como «ley de Igualdad», pretende subsanar la discriminación que
sufre la mujer: es un hecho que la mujer cobra menos salario que el hombre a igual
trabajo, así como la discriminación laboral de la misma.
La Constitución española de 1978 reconoce algunos de los derechos de tercera
generación en los artículos: 45.1, 51.1, 51.2
3. DIMENSIONES DE LA CIUDADANÍA CONTEMPORÁNEA
En nuestra época se habla y se escribe mucho en torno a la noción de
«ciudadanía». Porque se entiende que el hecho de saberse y sentirse ciudadano de
una comunidad puede motivar a los individuos a trabajar por ella. Con lo cual en este
concepto confluyen dos aspectos de la vida humana:
 El lado racional, el de una sociedad que debe ser justa para que sus
miembros perciban su legitimidad.
 El lado sentimental, representado por esos lazos de pertenencia, que no
hemos elegido, sino que forman ya parte de nuestra identidad.
Parece, pues, que la racionalidad de la justicia y el sentimiento de pertenencia a una
comunidad concreta han de ir a la par, si deseamos asegurar ciudadanos plenos y, a
la vez, una democracia sostenible. Esta es la razón por la cual desde la década de
los noventa del siglo XX se pone de actualidad el concepto de ciudadanía. Este
concepto presenta hoy, además de la ciudadanía social y política, múltiples facetas.
Veamos algunas:
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a) CIUDADANÍA ECONÓMICA
La noción de «ciudadanía» ha permanecido durante siglos restringida al ámbito
político. Parece haberse separado históricamente de la dimensión económica de la vida
humana, ignorando la dimensión pública de la economía, como si las actividades
económicas no precisaran una legitimación social. Sin embargo, es preciso reconocer
que, además de ciudadanos políticos, somos también «ciudadanos económicos».
Y ese reconocimiento implica tomar en serio una ética empresarial y un
estimulo a la responsabilidad social de las empresas, además de ejercer nuestra
ciudadanía como consumidores poniendo en práctica una ética del consumo justo.
El avance en esos ámbitos significa mayores oportunidades para una
participación significativa de los ciudadanos en las decisiones económicas que a todos
nos afectan, teniendo como objetivo la erradicación de la pobreza como el principal
objetivo de una economía puesta al servicio de las personas.
b) CIUDADANÍA CIVIL
Tradicionalmente se ha caracterizado a la sociedad civil como algo ajeno y
contrapuesto a la idea de «ciudadanía», puesto que el concepto de «sociedad civil» se
refiere precisamente a lazos sociales no políticos.
Sin embargo, actualmente se considera que la participación de las personas en
todo tipo de asociaciones y grupos que persiguen fines legítimos es la mejor
escuela de ciudadanía, ya que es donde las personas aprenden a participar y a
interesarse por las cuestiones públicas de ciudadanía.
Pero no todos los sectores de la sociedad civil son igualmente beneficiosos para
el bien común y para fomentar una ciudadanía activa y responsable.
El impulso ético que anima lo mejor de la sociedad civil tiene su expresión en
tres lugares principalmente:
 El voluntariado, que se organiza desde la gratuidad y generosidad de los
ciudadanos en multitud de asociaciones cívicas y culturales que promocionan la
solidaridad y exigen a los poderes políticos y económicos que asuman sus
responsabilidades.
 Las profesiones, que son instituciones sociales que se legitiman por el servicio
que prestan a la sociedad y que por ello han de tomar en serio la ética
profesional, evitando el corporativismo, la corrupción y las malas prácticas que
tanto perjudican a los usuarios.
 La opinión pública crítica, que nace de mantener abierto y vivo un debate sin
exclusiones arbitrarias entre los ciudadanos mediante el uso público de la
razón, argumentando con claridad y firmeza exigencias al poder político, al
económico y a las distintas profesiones.
c) CIUDADANÍA INTERCULTURAL
Si la ciudadanía ha de ser un vínculo de unión entre grupos sociales diversos,
como lo son los que componen la mayor parte de las sociedades de nuestro mundo, no
puede ser ya una ciudadanía ligada a un único grupo cultural, por muy mayoritario que
este sea.
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Porque entonces se produce un desequilibrio entre el grupo cultural
dominante, que estaría integrado por «ciudadanos de primera» y los demás grupos
culturales minoritarios, que estarían conformados por «ciudadanos de segunda».
Para evitar esa indeseable situación, las sociedades contemporáneas se van
abriendo poco a poco a una nueva dimensión de la ciudadanía que se basa en la ética
intercultural.
Esta ética consiste en no contentarse con asimilar las culturas relegadas a la
triunfante, ni aceptar tampoco la mera coexistencia de los grupos culturales en guetos
separados, sino en invitar a un verdadero diálogo entre quienes pertenecen a los
distintos grupos de manera que se respeten sus diferencias y se vayan fijando entre
todos unos principios de convivencia justa y feliz.
d) CIUDADANÍA COSMOPOLITA
La noción de «ciudadanía cosmopolita» es un ideal que tal vez algún día se
pueda hacer realidad. Consiste dicho ideal en que construyamos un mundo en el
que todas las personas se consideren ciudadanas de pleno derecho en cualquier lugar
del planeta.
Para que este ideal llegue a ser realidad, es preciso previamente extender la
ciudadanía social de modo universal, para que toda persona pueda tener acceso a
los bienes indispensables para llevar una vida digna y poder participar en la vida
colectiva.
Es preciso universalizar los derechos humanos de la primera, segunda y
tercera generación, apostando por una globalización ética, por una mundialización de la
solidaridad y la justicia.
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4. ACTIVIDADES
1. Texto: El ciudadano ateniense
«En nuestra ciudad -dijo Pericles- nos preocupamos a la vez de los asuntos privados y
de los públicos, y gentes de diferentes oficios conocen suficientemente la cosa pública;
pues somos los únicos que consideramos que no es un hombre pacífico, sino inútil, al
que nada participa en ella, y además, o nos formamos un juicio propio o al menos
estudiamos con exactitud los negocios públicos, no considerando la discusión como un
estorbo para la acción, sino como paso previo indispensable a cualquier acción
sensata.»
TUCIDIDES, Historia de la guerra del Peloponeso
a) ¿Qué características destaca Pericles del ciudadano ateniense en este fragmento?
b) ¿Piensas que el ciudadano actual debería tener algunas de las características que
se les exigía a los ciudadanos atenienses? ¿Por qué?
2. ¿Cuáles son los elementos principales que hemos heredado de la noción griega de
ciudadanía?
3. ¿Cuáles son los elementos principales que hemos heredado de la noción romana de
ciudadanía?
4. ¿Qué relación hay entre el nacimiento del moderno «Estado nacional» y la noción
moderna de «ciudadanía»?
5. ¿En qué se diferencian las concepciones liberal, republicana y comunitarista de
ciudadanía?
6. ¿Qué idea está en el fondo de la 1ª, 2ª y 3ª generación derechos humanos.
7. Escribe tres derechos de cada una de las tres generaciones de derechos humanos.
8. ¿Cuáles son los aspectos racional y sentimental que están ligados a la noción de
ciudadanía en nuestra época?
9. ¿Qué nuevas facetas de la ciudadanía se han puesto de manifiesto en nuestra
época?; ¿qué implicaciones tienen el reconocimiento y el ejercicio de cada una de las
facetas de la ciudadanía?
10. Disertación: ¿Ser ciudadano implica solo derechos o también deberes? ¿Por qué?
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