16. Wittgenstein 2014

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LUDWIG WITTGENSTEIN.
1889: Nace en Viena, por entonces uno de los principales centros culturales
europeos, en el seno de una rica y culta familia industrial de origen judío. Su
casa era centro de reunión de los más ilustres representantes de las letras y de
las artes de entonces.
PRIMER WITTGENSTEIN.
1912: Su preocupación por la Lógica y la Filosofía han ido desplazando a la
Ingeniería y acude a Cambridge a estudiar con Russell y G.E. Moore. Entra en
el Trinity College. Muere su padre, hereda una rica fortuna y distribuye una
parte de su dinero entre escritores y artistas pobres.
1915: De regreso en Viena entra a participar en la I Guerra Mundial como
soldado voluntario del ejército austríaco. No obstante, todavía trató de
dedicar a la Filosofía todo el tiempo que podía. En campaña sigue
redactando su “Diario”, que va de 1914 a 1916, y el “Tractatus Logicophilosophicus”.
1918: Poco después de concluir la redacción del Tractatus es hecho prisionero
por los italianos en Montecasino.
1919: Terminada la guerra es liberado. Vuelve a Viena, renuncia a su fortuna
privada y, tras haber decidido, como consecuencia de las ideas expuestas en
el “Tractatus”, no dedicarse más a la enseñanza de la Filosofía, se prepara
como maestro de escuela primaria.
1920: Comienza su actividad como maestro de escuela primaria que
desarrollará por varios pueblos austríacos hasta 1926.
1922: Se traduce el “Tractatus” al inglés y se publica con una introducción de
B. Russell. Entra en contacto con M. Schlick y F. Waismann, futuros fundadores
del “Círculo de Viena”, discutiendo con ellos de lógica, matemáticas y
filosofía. Resultado de tales contactos será la influencia que las ideas del
“Tractatus” ejercerán sobre las tesis del “Neopositivismo” o “Positivismo lógico”.
El objetivo del Tractatus es trazar unos límites en la expresión del pensamiento,
en el lenguaje; ver lo que podemos decir. Para ello, Wittgenstein analiza la
función y la estructura del lenguaje teniendo en cuenta que la función
esencial del lenguaje es representar el mundo y que la estructura del lenguaje
la revela la lógica. En consecuencia, lógica y metafísica son los dos
componentes de la filosofía entendida como explicación del orden del
mundo, de su estructura fija a priori, según propia convicción de Wittgenstein
que nunca pone en duda. Propiamente hablando, la filosofía no es una
ciencia, una teoría, sino una actividad esclarecedora del significado de las
proposiciones, del lenguaje.
La doctrina central del “Tractatus” fundamentalmente consiste en la
afirmación de que las proposiciones de que consta el lenguaje “retratan”,
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“pintan”, “figuran” la realidad, el mundo, el estado de los hechos que
representan. Es decir, que entre el lenguaje y la realidad, lo mismo que entre la
figura y lo figurado, hay algo en común a pesar de que en el lenguaje
ordinario sea con frecuencia difícil descubrirlo por quedar oculto.
Wittgenstein trata los problemas filosóficos en relación con el lenguaje y su
trasfondo lógico-metafísico.
Esto supone una novedad, un cambio de perspectiva tan grande que no
podía menos que suponer toda una nueva concepción de la filosofía,
totalmente distinta de la que hasta entonces se venía cultivando.
En la concepción tradicional la filosofía era una ciencia superior que aporta
conocimientos acerca de la realidad no alcanzables por ninguna otra ciencia.
Era, pues, un cuerpo doctrinal, una teoría, que se añadía al resto de
conocimientos aportados por las ciencias particulares. Dentro de la filosofía la
lógica presentaba un carácter meramente instrumental. Ahora, para
Wittgenstein la filosofía ya no es una teoría, un cuerpo de proposiciones, sino
una actividad, la actividad del análisis o del esclarecimiento de las
proposiciones del lenguaje.
Por tanto, la filosofía ya no es un saber que pueda añadirse al de las ciencias
naturales, sino que como tal supone un intento de decir lo que sólo puede ser
mostrado, por lo que sus signos carecen de significado, se salen de las límites
del lenguaje, de los límites del mundo, se salen del campo de la lógica y “fuera
de la lógica todo es casual”.
El “Tractatus lógico-philosophicus” fue publicado en 1921 y obtuvo una rápida
difusión. En 1922, Wittgenstein entró en contacto con M. Schlick y el ayudante
de cátedra de éste F. Waismann, quienes precisamente para discutir las tesis
del “Tractatus” reúnen en torno suyo a una serie de científicos interesados por
la filosofía, constituyendo lo que se conocerá como “Círculo de Viena”. El
Círculo de Viena fue agrupando a diversas escuelas europeas con unos puntos
de vista comunes dando origen a la corriente filosófica denominada
“Neopositivismo” o “Positivismo lógico” que alcanzó su máxima difusión en la
década de los años treinta. Es una corriente filosófica integrada por científicos
dedicados principalmente al campo de la filosofía de la ciencia se caracterizó
sobre todo por su crítica y rechazo de lo que consideraba especulación
filosófica: la metafísica, continúan la línea abierta por Wittgenstein de crítica
de la filosofía, cuyas proposiciones carecen de sentido, y de afirmación de la
ciencia natural, cuyas proposiciones son las únicas posibles con sentido.
En concreto, para conseguir esa crítica y rechazo de la especulación
filosófica, de la filosofía “a priori y trascendente” anterior, los positivistas lógicos
se apoyan en primer lugar en la diferenciación que hace Hume entre
enunciados que versan sobre relaciones entre ideas, caso de la lógica y de la
matemática (su verdad se verifica por sí misma, es decir, son tautológicas
puesto que no ofrecen información sobre hechos) y proposiciones que versan
sobre hechos, caso de las ciencias empíricas tales como la física, la química,
etc (su verdad solamente puede verificarse a través del testimonio de la
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experiencia, de la comprobación empírica). Como los enunciados de la
metafísica están más allá de la experiencia sensible, su verdad no puede
verificarse de ningún modo, carecen, pues, de valor.
En segundo lugar, retoman la tradición positivista en su convicción de que lo
único que interesa es el conocimiento científico en cuanto que es el único
capaz de proporcionar conocimientos ciertos y afirman que lo único
interesante es el análisis de los métodos y resultados particulares de las ciencias
en orden a alcanzar su mayor desarrollo y el de la humanidad. Esta afirmación
absoluta del valor de la ciencia no deja lugar para el cultivo de la
especulación filosófica, puesto que no cae bajo el ámbito de la ciencia. De
esta forma, la actitud empirista anterior se convierte en actitud empirista
científica o neopositivista, típica de los positivistas lógicos. La función de la
filosofía estriba precisamente en enjuiciar el sentido de las proposiciones de las
ciencias depurando las pseudo-proposiciones metafísicas como no científicas,
como carentes de sentido, de estructura lógica. De este modo adquieren los
neopositivistas su carácter logicista. Los positivistas lógicos consideran como
tarea genuina de la filosofía la clarificación de los conceptos fundamentales
de la ciencia así como la de sus principios metodológicos.
Según la concepción del “Tractatus” la filosofía no era una “teoría”, un cuerpo
de proposiciones, sino una actividad que consiste en el análisis de las
proposiciones. Esta concepción está presente en los positivistas lógicos. La
filosofía carece de “dominio de conocimiento”, su tarea “consiste en la
aclaración de las proposiciones de la ciencia empírica por medio del análisis
lógico”. La ciencia se basa en la experimentación u observación sistemática
de objetos, de hechos físicos, que se expresa por medio de su sistema de
proposiciones, las cuales responden en última instancia a la estructura lógica
de esos hechos experimentados. Una proposición adquiere significado cuando
podemos establecer su “método de verificación”, es decir, cuando
conocemos cómo puede ser verificada, analizada en su verdad o falsedad,
establecer una observación o experimento que la confirme o la niegue como
tal, lo cual a su vez sólo es posible en las proposiciones que se refieren a
hechos físicos, en las proposiciones empíricas, que son las de la ciencia.
Lo que sí les parece claro es que las proposiciones metafísicas llevan consigo
una serie de errores lógicos y no son verificables de ningún modo por estar más
allá de toda experiencia. Las proposiciones metafísicas carecen de sentido,
pertenecen a otro terreno distinto del científico, son expresiones de una
“actitud emotiva ante la vida”.
SEGUNDO WITTGENSTEIN.
Wittgenstein es la moda. Wittgenstein es la paradoja. Es la moda porque gusta
en su versión excéntrica, en su permanente antiacademicismo, en su reflexión
solitaria. Es la paradoja porque se le hace padre del positivismo lógico, la
filosofía analítica y al mismo tiempo el enterrador de ambos; se le coloca
como modelo unidimensional y al mismo tiempo como el ingeniero-artista que
de todo habla, a todo se dedica y en todo deja su impronta.
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1939: Sucede a E.G. Moore en la cátedra de la Universidad de Cambridge.
1941: Comienza a escribir los parágrafos que constituyen la “Primera Parte” de
las “Investigaciones filosóficas”, la obra más importante de toda esta segunda
etapa. En 1945 acabará esta primera parte.
1942: Abandona la cátedra de la Universidad de Cambridge para participar
como voluntario en la II Guerra Mundial, ejerciendo de ayudante de
enfermero en un hospital de Londres.
1944: Regresa a Cambridge pero comienza a sentirse a disgusto dentro de la
vida académica.
1945: Inicia lo que se conocen como “Apuntes”, escritos que llegan hasta 1948.
1947: Renuncia a su cátedra en la Universidad de Cambridge y se retira
definitivamente a vivir en completa soledad. Comienza la “Segunda Parte” de
las “Investigaciones filosóficas”, constituida por catorce capítulos, que termina
en 1949.
1948: Vive en Irlanda.
1949: Vive en Oxford y comienza sus escritos “Sobre la certeza” en los que
recoge sus discusiones con G.E. Moore acerca de la certeza y el escepticismo.
Dos días antes de su muerte, todavía trabajaba en esta obra.
1951: Muere de cáncer en Cambridge.
Como ya hemos indicado, a excepción del “Tractatus” y del artículo “Algunas
observaciones sobre la forma lógica” que fueron publicados en vida, el resto
de sus publicaciones son póstumas y se han hecho sobre escritos
mecanografiados, manuscritos e incluso apuntes de sus alumnos recogidos en
clase. Estas publicaciones carecen, por tanto, de la revisión del autor para su
publicación, por lo que con frecuencia se repiten y su estructura es
desordenada.
Tras la publicación del “Tractatus”, Wittgenstein abandonó la filosofía y ejerció
como maestro de escuela primaria. Consideró que el “Tractatus” suponía toda
una estructura cerrada en la que todos los cabos habían quedado bien
atados y todos los problemas filosóficos resueltos en la medida en que había
demostrado que “de lo que no se puede hablar, mejor es callarse”.
Sin embargo, las nuevas experiencias docentes y los sucesivos contactos y
lecturas que mantuvo en Austria pronto le acarrearon nuevas dudas y su
mente inquieta siguió trabajando. En 1929 vuelve a la Universidad de
Cambridge y va madurando sus ideas a lo largo de un período que culmina en
las “Investigaciones filosóficas” como una crítica y desarrollo de su etapa
anterior expresada en el “Tractatus”. De este modo, los escritos que van de
1929 a las “Investigaciones filosóficas” suponen la transición o
desmantelamiento de las teorías del lenguaje contenidas en el “Tractatus” y los
escritos que siguen a las “Investigaciones filosóficas” suponen una mera
ilustración de las mismas, sin que apenas añadan algo nuevo.
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En el artículo “Algunas observaciones sobre la forma lógica” comienza la
revisión de la teoría figurativa del lenguaje al afirmarse que en el lenguaje hay
proposiciones que son vagas, imprecisas, pero que sin embargo, sirven para
nuestros propósitos de comunicación. En las “Observaciones filosóficas”
desarrolla la revisión iniciada anteriormente y critica la teoría de la función de
verdad al estudiar el lenguaje de la expectativa, las proposiciones que
apuntan al futuro, las cuales no tienen sentido porque sean verdaderas o
falsas, sino porque desempeñan una función dentro de la vida humana, y
tienen su propia lógica. Afirma que “el lenguaje es una entidad que consiste
en partes heterogéneas cuyo modo de compenetración es infinitamente
múltiple”, por tanto, para comprender su naturaleza tendremos que analizar
cómo operan sus signos, las reglas que determinan su uso. En última instancia,
éstas no son las reglas rígidas de la lógica, sino que son reglas arbitrarias,
complejas.
El cambio de perspectiva se consigue buscando el significado de las palabras,
del lenguaje, en el uso que los hablantes hacen del mismo en sus diversos
contextos, situaciones, puesto que antes que observadores de nuestro
lenguaje somos sus usadores, antes de que el análisis revele el significado de
nuestras palabras, sabemos lo que hemos querido decir. De este modo, el
significado de una palabra es su uso en el lenguaje, no su verdad o falsedad
lógica. El lenguaje ordinario prevalece ahora sobre el lenguaje lógico. De aquí
saldrá la fórmula que continuamente repetirán los filósofos analíticos: “No
preguntes por el significado, pregunta por el uso”.
Hay palabras, para las cuales no es posible establecer una asociación directa
con la cosa, con el objeto al que se refieren, necesitan para su comprensión
de un contexto. Y, en general, el uso de las palabras lleva consigo un previo
aprendizaje y un ejercicio, de modo que llegamos a conocer el significado de
las palabras a través de la acción que desarrollamos con ellas. “Uso”, “juego”
y “contexto” se convierten así en conceptos clave en la nueva concepción
del lenguaje del “Segundo Wittgenstein” , considera que es necesario
establecer que el dominio del lenguaje consiste en el uso que se hace de las
palabras, el cual tiene siempre lugar dentro de un contexto, de una situación
determinada, es decir, supone un “juego de lenguaje” y del mismo modo que
en una caja de herramientas hay herramientas de diverso tipo y con funciones
específicas, en el lenguaje hay muchas palabras cada una de las cuales tiene
sus propias funciones y el hombre hace uso de ellas según la situación a la que
tenga que responder.
El lenguaje, lo mismo que el juego, supone una técnica, una habilidad que se
adquiere y desarrolla con la práctica, respondiendo a las diversas actividades
que diariamente nos ofrece la vida, es decir, jugando sus diversos juegos. La
práctica del lenguaje, como la del juego, supone la observación de unas
reglas más o menos convencionales, que la hacen posible. Pero tampoco
estas reglas son fijas, sino que dependen del lenguaje, del juego, que haya
que practicarse de acuerdo con la situación a la que se tenga que responder.
En consecuencia, más que las reglas en sí mismas, lo que interesa es saber
cómo hemos de usarlas.
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En las “Investigaciones filosóficas” se sigue concibiendo la filosofía como una
actividad cuya tarea consiste en trazar los límites del sentido, indicar lo que se
puede y lo que no se puede decir, como en el “Tractatus”. La novedad está
en que ahora los límites de dicho sentido se establecen de acuerdo con los
criterios que marcan los diversos usos o juegos de lenguaje. Es decir, ya no
existe un criterio de significado totalmente preciso como en el “Tractatus”, sino
que los criterios se establecen según los usos del lenguaje, son problemas
lingüísticos y se resuelven descubriendo las raíces de los mismos, es decir,
desenmascarando el hechizo que nuestra inteligencia padece por causa del
lenguaje, de la fuerza arrolladora de sus imágenes. La filosofía se convierte así
en una terapia que trata de curar esa enfermedad desvelando el mal uso del
lenguaje que hacía posible la existencia del presunto problema filosófico.
TEXTO A COMENTAR:
“¿Pero cuántos géneros de oraciones hay? ¿Acaso aserción, pregunta y
orden? ─Hay innumerables géneros: innumerables géneros diferentes de
empleo de todo lo que llamamos «signos», «palabras», «oraciones». Y esta
multiplicidad no es algo fijo, dado de una vez por todas; sino que nuevos tipos
de lenguaje, nuevos juegos de lenguaje, como podemos decir, nacen y otros
envejecen y se olvidan. (Una figura aproximada de ello pueden dárnosla los
cambios de la matemática). La expresión «juego de lenguaje» debe poner de
relieve aquí que hablar el lenguaje forma parte de una actividad o de una
forma de vida. Ten a la vista la multiplicidad de juegos de lenguaje en estos
ejemplos y en otros: dar órdenes y actuar siguiendo órdenes, describir un
objeto por su apariencia o por sus medidas, fabricar un objeto de acuerdo con
una descripción (dibujo), relatar un suceso, hacer conjeturas sobre un suceso,
formar y comprobar una hipótesis, presentar los resultados de un experimento
mediante tablas y diagramas, inventar una historia y leerla, actuar en teatro,
cantar a coro, adivinar acertijos, hacer un chiste y contarlo, resolver un
problema de aritmética aplicada, traducir de un lenguaje a otro, suplicar,
agradecer, maldecir, saludar, rezar”. (L. WITTGENSTEIN. Investigaciones
filosóficas. § 23).
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