Corel Ventura - EXTRA-1.CHP - Ministerio de Empleo y Seguridad

Anuncio
RECENSIONES
«VOLONTARIATO. TRENT‘ANNI
DI ESPERIENZE: DELLA
SOLIDARIETÀ AI DIRITTI»
FRANCESCO SANTANERA,
ANA MARÍA GALLO
Utet Libreria, Torino, 1999
La virtud de esta obra reside en un planteamiento que, a pesar de ser conocido, parece no recabar el suficiente protagonismo en lo
que a cuestiones de protección de derechos y
su efectivo cumplimiento se refiere. En este
sentido, el fundamento de la discusión sobre
el voluntariado radica entre aquéllos grupos
que operan para el reconocimiento, exigencia
y afirmación de los derechos de los ciudadanos más débiles, es decir, lo que éstos autores
denominan en una traducción literal, «voluntariado de los derechos», frente a los que
practican únicamente una actividad consolatoria [sic].
Francesco Santanera es uno de los fundadores de la Escuela de derechos «Daniella
Sessano» y autor de varias obras que reflejan,
desde la década de los setenta, una preocupación por los derechos de los más desfavorecidos, como es el caso de la obra publicada
anteriormente a la que aquí tratamos, La Escuela de derechos: cómo defenderse de los incumplimientos y abusos de la burocracia
sociosanitaria (1997). Junto a él, firma este
174
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
RECENSIONES
libro Anna María Gallo, presidenta de la Asociación de la Solidaridad y Voluntariado a
Domicilio (ASVAD) que, desde 1990, desempeña gratuitamente actividades relacionadas
con la ayuda a domicilio de ancianos no autosuficientes aquejados de enfermedades crónicas, discapacitados con autonomía limitada y
menores en dificultad.
Ambos nos presentan un estudio basado
en una experiencia personal, empírica y doctrinal de más de treinta años en el campo del
voluntariado «de los derechos» transalpino,
aportando a su vez resultados y éxitos del
mismo. En este caso, tratan los frutos más relevantes de la Asociación Nacional de Familias Adoptivas y de Acogimiento (ANFAA)
fundada en 1962, de la Unión por la Lucha
Contra la Marginación Social (ULCES) creada en 1965 y de la Coordinadora Sanitaria y
Asistencial entre movimientos de base constituida en 1970. También se incluyen las
aportaciones del Comité para la defensa de
los derechos de los asistidos (fundado por la
CSA en 1979) y el manifiesto a través del cual
se hace pública la fundación de la Coordinadora Nacional del Voluntariado de los Derechos (16 de septiembre de 1995 en Turín),
que agrupa nueve asociaciones de este tipo,
la mayoría de ellas ubicadas en el norte peninsular.
El debate sobre el tercer sector es un
asunto presente en el ámbito europeo desde
hace tiempo, tratándose sobre su utilidad o
necesidad dentro de la crisis de los modelos
públicos de bienestar, sobre su instrumentalización política y empresarial, en su conflicto
con los sectores profesionales que apoyan o, a
veces solapan, etc. Pero también es un debate
en el que son habituales las confusiones semánticas, la indefinición conceptual y cierta
confusión que no es extraña en los campos de
la Acción Social. Así, pues, nos encontramos
que son calificados como «voluntariado» iniciativas sociales organizadas que no lo son y,
al mismo tiempo, cómo se sobredimensionan
ciertos tipos de voluntariado que desempeñan actividades acríticas con el poder frente
a otros, más comprometidos, que son ignorados.
Para ayudar a aclarar el panorama, siempre son bienvenidos los esfuerzos conceptuales a la hora de poder establecer definiciones
operativas que nos permitan elaborar nuestros estudios e investigaciones sobre un marco de referencia mínimamente estable. En
este caso, encontramos sendas definiciones
en el prólogo a esta obra (escrito por Franco
Prina, profesor de Sociología de la Desviación
de la Universidad de Turín)) y en su introducción, de lo que sería el voluntariado «puro», es
decir: «plena autonomía, gratuidad total y
continuidad en las prestaciones, incompatibilidad absoluta con cualquier forma de trabajo
asalariado o relación de contenido patrimonial
con la organización a la que se pertenece». A
esta definición, le acompaña una tipología elaborada en el segundo capítulo de las cuatro
formas generales de voluntariado: «consolatorio», «gestionario», «domiciliar» y «de los derechos», las cuales abordaremos unas líneas
más abajo.
Pero esta diversidad de formas de voluntariado dibujan, al mismo tiempo, diferentes
relaciones con las fuerzas políticas e instituciones del Estado, siendo más valoradas
para éstas últimas aquéllas que no plantean críticas u obstáculos a su acción. Es,
desde tal perspectiva, la forma en que estos
autores proponen un voluntariado de los
derechos, aquél que es capaz de responder a
las necesidades pero, también, de contribuir a la definición de las líneas de acción
de la política social y a reclamar —constantemente—, los deberes colectivos y los derechos individuales, más aún los de los más
débiles, denunciando, a su vez, la responsabilidad del sistema político y económico así
como los de las diversas instituciones responsables. Por este camino, no sólo se plantea una lucha contra las necesidades, sino
también una reducción de las causas que
provocan los procesos de marginación y exclusión sociales.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
175
RECENSIONES
Por este camino, Santanera y Gallo, nos
indican que el voluntariado no debería ser
encuadrado en el tercer sector (entendiendo
como primer sector aquéllas funciones propias del Estado, al segundo dentro de las actividades desarrolladas por el mercado y, el
tercero, las iniciativas sin fin de lucro) sino,
en todo caso, dentro de un «cuarto sector» en
el que la gratuidad de las prestaciones sería
también característica, pero no se negarían
las fuentes de financiación.
beneficencia por el decreto de 1985 firmado
por Bettino Craxi. Se trata de una situación
extremadamente dañosa porque resulta que
un Decreto administrativo modificó la Ley
que establecía los derechos de los pacientes
aquejados de discapacidades psíquicas graves a ser atendidos por el sistema sanitario
sin límite de duración. En este caso se vulneró el principio de jerarquía normativa (que figura también en nuestra Constitución en el
artículo 9.3).
Bajo estas condiciones, estos autores abordan en el primer capítulo los problemas actuales del voluntariado, llamando la atención
sobre los sectores y problemas más acuciantes de la sociedad italiana. Dentro de los mismos, encontramos en este país más de un
millón de ancianos crónicos no autosuficientes que corren el riesgo de sufrir una especie
de «eutanasia de abandono» por parte del sistema sanitario en nombre de la «racionalidad
de los escasos recursos». Lo que supone una
especie de neodarwinismo que atenta a derechos inalienables y a la propia dignidad de la
persona.
Éstos son varios ejemplos que describen
situaciones de conflicto jurídico y social con
resultados siempre negativos para los más
débiles. Así, pues, el libro nos introduce en la
idea de que el voluntariado debe ser una elección en favor de los más débiles e indefensos,
pero no un voluntariado neutral o pacificado (lo
que no significa violento, por supuesto). Se trataría de un voluntariado que debe comprender
el significado conflictivo de la pobreza y empeñar sus acciones no en intervenciones de carácter consolatorio que contribuyan al control
social, sino un voluntariado como sujeto político, liberatorio, protagonista.
También se hace referencia a los más de
cuarenta mil menores acogidos en instituciones (la mayor parte de ellas privadas), incapacitadas por su propio diseño y recursos a
efectuar un trabajo con los pequeños acorde
con sus necesidades afectivas. Pero lo que es
peor, si la propia Ley italiana sobre el menor
fuese aplicada, ninguno de ellos estaría ni en
residencias, hogares y casas de acogida.
Más aún si tenemos en cuenta la disponibilidad de muchas familias para con estos menores.
Sin que éste deba ser un sueño utópico,
Santanera nos hace ver que entre el derecho
y su efectiva realización, existen más obstáculos que la propia Ley.
Más sangrante es la situación de los enfermos con discapacidades psíquicas graves, que
fueron expulsados del Servicio Sanitario Nacional y enviados al amparo de la asistencia y
176
Siguiendo esta línea, los autores plantean
problemas propios de la responsabilidad pública que establece obstáculos para la plena
realización de los derechos ciudadanos. Así,
pues, afirman que la excusa de la falta de recursos económicos dista de ser cierta a todas
luces e, incluso, comprueban la existencia de
casos en los que patrimonios que según las leyes vigentes deben estar exclusivamente destinados al servicio de la Asistencia Social
[sic], son dedicados a gastos de gestión. Es decir, una norma que pretende salvaguardar el
patrimonio para evitar su disolución es incumplida. A este caso se le acompañan otros respecto a situaciones de evasión fiscal, facilitación de
recursos por parte del Estado a quienes no lo
necesitan, regiones que no emplean los fondos
financieros concedidos por el Estado para estos
menesteres, conflictos competenciales y solapamientos municipales y, por último, ejemplos
claros de cómo las Corporaciones Locales pue-
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
RECENSIONES
den, fácil y rápidamente recabar fondos cuando realmente tienen interés.
Una vez planteadas estas cuestiones, el libro desarrolla durante todo el capítulo segundo
una tipología de voluntariado muy interesante y de claro contenido crítico a partir de
los cuatro modelos del mismo: Voluntariado
domiciliar, gestionario, consolatorio y de los
derechos.
El primero es considerado como una herramienta utilísima y económicamente accesible para quienes lo practican. Ya conocemos
sobradamente las virtudes de la ayuda a domicilio, comprendida a su vez dentro del nivel
primario del sistema público de Servicios Sociales en España como una de las prestaciones básicas. Pero, aparte de sus virtudes, los
autores plantean la necesidad de reglamentar tal actividad firmando una declaración de
deberes por parte de los voluntarios, garantizándose así prestaciones de forma continua
(al menos tres horas semanales), participación en las iniciativas de formación de base,
información al usuario en sus derechos, la no
interferencia en las relaciones familiares del
usuario ni con los profesionales de otros servicios, información a la asociación a la que
pertenezca sobre la actividad prestada e, intervención (como así hace la ASVAD) sólo con
el consentimiento del interesado y los familiares.
El voluntariado de tipo gestionario es
aquél formado por una serie de grupos que se
califican como voluntarios, dando a entender
que son organizaciones que no reciben ninguna compensación, pero al mismo tiempo piden y obtienen subvenciones públicas (caso
del SEA, Servicio de Emergencia de Ancianos
de Turín). El problema, como así se cita en
este apartado, es que algunos Ayuntamientos
y servicios sanitarios locales tienden, en situaciones de pocos recursos, a contratar este
tipo de voluntariado como forma sustitutiva
del trabajo profesional, instrumentalizándolo
como un trabajo de bajo costo para entes públicos y privados, lo que puede transformarlo
en trabajo negro e, incluso, facilitar la evasión fiscal en vías a eliminar a la competencia. Se llega a la aberración de grupos que,
utilizando este tipo de trabajo y aprovechándose, indebidamente, de las facilidades fiscales previstas en la Ley italiana del
Voluntariado para la oferta de servicios,
crean organizaciones de voluntariado en vez
de constituirse en cooperativas u otro tipo de
sociedad. Además, la propia vinculación a las
instituciones que las financian provocan que
su papel no sea en absoluto crítico, pues de lo
contrario, correría riesgo su fuente de financiamiento y, en definitiva, su existencia. Así
se comprende como este tipo de voluntariado
se acomoda a las posiciones políticas, culturales y operativas de las instituciones, aunque
esto vaya en contra de los intereses reales de
los ciudadanos. Además, debido a su proximidad a las instituciones, tienen garantizada la
presencia en los media y, sobre todo, en la televisión, lo que contribuye a que la información
que la opinión pública recaba del voluntariado
esté mayoritariamente concentrada en estas
modalidades y en las propuestas y modos de
intervención que proponen frente a otras formas más acordes con las necesidades reales.
En suma, se trata de un voluntariado «orgánico» que no interviene nunca en las causas
sociales que provocan carencias, marginación
y exclusión sociales.
El tercer tipo de voluntariado sería una
forma de actuación caritativa-benéfica, calificada como consolatoria. Es la modalidad más
extendida y peligrosa, según los autores, de
todas. Este voluntariado en absoluto interviene en las causas estructurales de los problemas, tampoco pone ninguna de las
carencias y las situaciones conflictivas en entredicho. En concreto, así es definido: «El objetivo de fondo del voluntariado consolatorio
es responder a los problemas de las personas
de las que se ocupan, sin preguntarse en qué
dirección va su ayuda y sin tener en cuenta si
sus intervenciones suponen algo o nada con el
reconocimiento efectivo de los derechos de las
personas más débiles». En este caso también
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
177
RECENSIONES
se suceden situaciones en que las ayudas se
destinan a personas con recursos más que suficientes, lo que no es extraño en una perspectiva limitada y sectorial de los problemas
como ésta.
Por esta misma razón, tienden a transformarse en el tipo de voluntariado gestionario-orgánico, reclamando a las autoridades fondos
para actividades que, en la mayoría de los casos, son de competencia pública.
Tampoco desarrolla ningún tipo de actividad cultural innovativa y, en muchos casos,
repite lugares comunes 1, haciendo responsables a los ciudadanos de su propia situación,
y no reclamando el efectivo cumplimiento de
sus derechos por parte de los poderes públicos.
Por otro lado, numerosos son los ejemplos
que retrotraen a tal tipo de voluntariado a la
esfera benéfico-caritativa: pidiendo limosna
(en dinero, en materiales, pan, etc.) hasta la
iniciativa de la Obra Arzobispal, «Villa San
Giuseppe» de Nápoles «Adopta un abuelo» en
noviembre de 1995.
No extraña pues, que la última forma de
voluntariado, de los derechos, suponga una
propuesta radicalmente enfrentada a la anterior. Si pudiésemos emplear el método evolutivo, diríamos que sería el eslabón superior al
modelo consolatorio, pues supone un salto
cultural de la beneficencia al campo de los derechos y de la tutela de éstos por parte de la
Ley. Es decir, el reconocimiento y exigencia
de los derechos de las personas y, especialmente, de aquéllos que, a causa de la gravedad de sus condiciones psicofísicas no están
en grado de autodefenderse.
1
Como fue el caso ocurrido en el verano de 1996,
cuando fue organizada una campaña de concienciación
sobre jóvenes aquejados de enfermedades graves. La solución propuesta fue expulsar de los hospitales a los ancianos no autosuficientes aquejados de enfermedades
crónicas para «hacer sitio». La Stampa, 29 nov. 1996.
178
Este tipo de voluntariado propone una
serie de prioridades concentradas en las intervenciones domiciliarias (como las concernientes a la salud), la educación, asistencia,
etc., que plantean un horizonte y desideratum
de eliminación de las necesidades, no su atenuación. Proyecto utópico, como fueron tantos establecidos en los siglos XVIII y XIX, de
las utopías sociales, algunas de las cuales
fueron conquistadas aunque ahora se encuentren en crisis, como buena parte del legado de la modernidad.
Pero este tipo de voluntariado tiene que
plantearse sortear los obstáculos presentes en
el campo del asociacionismo para conseguir sus
objetivos. Así, debe ser independiente económicamente para evitar el sometimiento que
comporta la financiación externa (la autofinanciación garantizaría la independencia),
debe procurar mecanismos de información
ajustados para poder evaluar los problemas
convenientemente, evitando los «lugares comunes», la coordinación, evaluación y verificación de las tareas, la adecuada preparación
de sus miembros y, por último, la búsqueda
de alianzas con otras organizaciones. En las
páginas siguientes nos ilustran con una serie
de casos individuales (flagrantes conculcaciones de derechos fundamentales) que explican
cómo, incluso a través del caso, se reconocen
derechos. Es más, los propios voluntarios, recurriendo a la autoridad judiciaria, tienen la
oportunidad de verificar los fundamentos de
su elección.
Mas un voluntariado que defiende únicamente casos individuales sería un voluntariado con miras muy cortas o inocentes. Por
eso este voluntariado debe reconocer que
nada es posible sin la intervención de fuerzas
políticas, organizaciones e instituciones públicas y privadas, lo que obliga a una acción
dirigida a la implicación de las mismas desde
la reclamación ciudadana de los derechos.
En el tercer capítulo, Santanera y Gallo
ofrecen una reflexión sobre las funciones del
voluntariado, siempre orientadas según la in-
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
RECENSIONES
tención práxica de todo el libro, que incluye
otra tipología, en este caso no de voluntariado, sino de voluntarios.
En este sentido, si las instituciones son
muy reacias al reconocimiento de los méritos
del voluntariado, es indispensable que las intervenciones y las propias organizaciones
sean reforzadas, lo que supone incluir criterios de eficiencia, eficacia, inspección, claridad y transparencia en todo su trabajo. No
olvidemos que, aunque los resultados sean
positivos, suelen ser incómodos para las instituciones (en muchas ocasiones responsables
de tales campos), lo que no facilita la relación
entre ambos. De esta forma, el voluntariado
de los derechos se encontrará con graves dificultades para publicitar sus intervenciones y
su propuesta, que contrasta con la cultura dominante. Como es el caso respecto a su presencia en el medio televisivo, nula al tener
vedado el acceso al mismo 2. Más aún cuando
desde la misma Fundación Italiana del Voluntariado, articulada como grupo de presión
(fue constituida desde la Banca de Roma), se
adaptan posturas reacias a la inserción laboral de las personas discapacitadas.
Combatir contra este tipo de cultura dominante es muy complicado, pues, como hemos
dicho, sus propuestas resuenan anacrónicas
frente al sensacionalismo mediático y la prevalencia de actitudes caritativo-benéficas.
Por este camino, no extrañan situaciones
en que son vulnerados derechos que están
comprendidos en las propias leyes italianas
y, tal situación, en muchas ocasiones, es entendida como «normale», incluso por los propios afectados. Sin ninguna duda, un derecho
que se desconoce corre el riesgo de ser conculcado.
El problema es que ésta es una de las cuestiones que este libro propone, si realmente es2
Sobre todo cuando ésta sostiene afirmaciones
como considerar injusta la inserción laboral de personas
discapacitadas hasta que éstas no sean parados «normales», lo que es una afirmación claramente racista [sic].
tamos dispuestos a renunciar a nuestros derechos y, por ende, a la dignidad humana,
fundamento de todo texto constitucional verdaderamente democrático. Cuando un ciudadano reclama y exige desde un plano de
justicia sus derechos, no sólo satisface sus intereses sino que, por extensión, los de toda la
comunidad. La perspectiva no es sólo luchar
por los derechos de los más débiles, sino de
todos los derechos, de nuestro futuro y combatir casos terribles como los que expone esta
obra, como es el caso de esa especie de «eutanasia de abandono» no extraña dentro del
sector sanitario.
En definitiva, la defensa de los débiles es
un problema permanente de nuestra sociedad,
que choca con la cultura liberal ahora imperante y sobre los conceptos de «justo» o «injusto» y
«orden espontáneo» que establece el ultraliberalismo de Hayek y toda su Escuela.
Quizás otros obstáculos están en los propios voluntarios, al menos en dos tipos de
ellos que son, como aquí se dice, el «repetidor»
y el «arribista». El primero es aquél que, seguramente espoleado por su ilusión y bisoñez, realiza afirmaciones sin fundamento,
repite lugares comunes, es fácil presa de la
megalomanía e utopía. Pueden ser personas
ilustres y que, aún de buena fe, generan más
problemas que soluciones, ya que no profundizan en los problemas y repiten lugares comunes y la cultura dominante. Los «arribistas», o
personas que se aproximan a los órganos de
decisión en búsqueda de favores, localizadas
también en puestos claves de las instituciones. Rompen la solidaridad del grupo con su
arrogancia y falta de confrontación de ideas
con otros.
En el cuarto capítulo, uno de los más extensos, se plantean las diversas relaciones
con las instituciones que, sin duda, es necesario contar, pues el voluntariado no debe olvidar que la acción clientelar provoca cambios
de rumbo en las políticas públicas. La cuestión es que este es un asunto complicado de
resolver pues el voluntariado por el que
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
179
RECENSIONES
apuestan ambos autores no está en la línea
política de las instituciones, lo que elimina
muchas posibilidades de obtener beneficios y
abre tantas otras como obstáculos o impedimentos a su acción.
poder ofertar y enfrentar una decidida acción
que reoriente al poder político por la senda de
ciertos derechos olvidados. Los de aquéllos
que no los reclaman por propio desconocimiento y debilidad.
La verdad, sorprendente por obvia, es que
sin base cultural no puede haber propuestas
exitosas, y esa es la lucha de este voluntariado. Por lo tanto, para encauzar tal base el contacto y la relación con el tejido institucional es
uno de los asuntos más relevantes. ¿Cuáles son
los problemas que encuentran este voluntariado, y la propia demanda de servicios con respecto a las instituciones?: negación del mismo
problema, a sus iniciativas, dilaciones, excusas, etc. que dibujan un panorama hartamente repetido. Difícilmente se puede establecer
un referente cultural y un poder contractual favorecedor de los derechos de los más débiles
cuando se encuentran ante estos problemas y
otros, los mencionados «lugares comunes» y los
prejuicios a ellos sumados. Son un obstáculo
bien importante frente a toda acción de promoción social, sobre todo cuando añadimos el
eco, amplificado,, que los media generan desde sus redacciones. En este caso, la culpabilización de la ciudadanía en vez del reclamo de
la acción pública clara, la supuesta falta de
personal, leyes ignoradas, irregularidades,
incluso la sustracción a los mismos pobres de
recursos que a ellos van destinados, son
muestras y resultados de un discurso divergente del espíritu de los derechos que estos
autores ilustran con otros muchos ejemplos.
Ante esta situación, los movimientos asociativos, los propios movimientos de base pueden acabar siendo desacreditados por las
instituciones, acusados de incapacidad, de no
representar a nadie, etc. En definitiva, un panorama en el que la dialéctica con las instituciones se presenta como imposible, más aún
cuando las primeras están desempeñando tareas que corresponden a las segundas.
En los últimos capítulos se abordan otros
contenidos de manera brevísima. Complementan toda la exposición anterior, como es el
caso del voluntariado cívico y vecinal (cap. V.)
y, apoyando las últimas afirmaciones, el texto
de la Coordinadora Nacional del Voluntariado de los Derechos (cap VI.), constituída en
Turín en 1995, donde se recoge, íntegro su
manifiesto. Éste, junto con los tres apéndices
siguientes: «Experiencias y resultados conseguidos por el voluntariado de los derechos»; el
texto íntegro de la Ley- Cuadro del Voluntariado italiana y los estatutos del ASVAD suponen una serie de aportaciones jurídicas
utilísimas para comprender el ámbito conceptual y jurídico del campo que estamos tratando. En este sentido, abre la vía a un
estudio comparado a varios niveles: político,
social y jurídico de las experiencias de hace
más de treinta años de dos profesionales dedicados al voluntariado. Se echa en falta la
aportación bibliográfica y, en ocasiones, se
aprecia también cierta redundancia en las
afirmaciones vertidas. Pero este texto, como
hemos dicho, tiene una orientación práxica y
publicitaria de un campo del voluntariado
que, no por existente, supone una propuesta
siempre sorprendente. Porque, lo que sí es
sorprendente, como dice Bobbio en su obra
conjunta con Bossetti y Vattimo (La sinistra
nellera del karaoke) sobre la izquierda en la
actualidad, es que ésta reclama el tradicionalismo y la conservación de ciertas instituciones. Como así es la Constitución y todo lo que
supone la defensa de los derechos sujetos,
como aquí puede verse, a textos legales vigentes. Otra lección más de la cultura italiana, preñada de auténticas figuras en el campo de las
Ciencias Sociales y que nuestra tradición académica no tiene siempre en cuenta.
En este orden de cosas, se hace prioritario
un diálogo y coordinación entre estos movimientos, a pesar de la tendencia al aislamiento y la cerrazón de muchos de ellos, para
180
FERNANDO DE LUCAS Y MURILLO DE LA CUEVA
Universidad Complutense de Madrid
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
Descargar