Año 2010 – Volumen 1 - Sociedad Chilena de Historia de la Medicina

Anuncio
ANALES DE HISTORIA DE LA MEDICINA
Publicación fundada en 1959
Órgano oficial de la Sociedad Chilena de Historia de la Medicina
Correo electrónico: [email protected]
FUNDADOR
Enrique Laval Manrique
DIRECTOR
Julio Cárdenas Valenzuela
EDITOR
Ignacio Duarte García
de
Cortázar
EDITORES ASOCIADOS
COMITÉ EDITORIAL
Claudia Chuaqui Farrú
Pontificia Universidad Católica de Chile,
Facultad de Medicina, Programa de Estudios
Médicos Humanísticos – Chile
Eduardo Cavieres Figueroa
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso,
Instituto de Historia – Chile
Patricio Hevia Rivas
Ministerio de Salud de Chile,
Unidad de Patrimonio Cultural de la Salud.
Universidad de Chile, Escuela de Salud
Pública de Chile – Chile
Enrique Laval Román
Pontificia Universidad Católica de Chile,
Facultad de Medicina, Programa de Estudios
Médicos Humanísticos – Chile
Marcelo López Campillay
Pontificia Universidad Católica de Chile,
Facultad de Medicina, Programa de Estudios
Médicos Humanísticos – Chile
Eduardo Medina Cárdenas
Ministerio de Salud de Chile.
Universidad de Chile, Facultad de Filosofía
y Humanidades, Departamento de Ciencias
Históricas – Chile
Nelson A. Vargas Catalán
Universidad de Chile. Facultad de Medicina.
Departamento de Pediatría
y Cirugía Infantil – Chile
Ricardo Cruz-Coke Madrid
Instituto de Chile, Academia
de Medicina – Chile
Marcos Cueto
Universidad Peruana Cayetano Heredia,
Facultad de Salud Pública
y Administración – Perú
Paulo Elian
Información y Patrimonio,
Casa de Oswaldo Cruz – Brasil
María Angélica Illanes Oliva
Universidad Austral de Chile,
Instituto de Ciencias Sociales – Chile
Jorge Jiménez de la Jara
Pontificia Universidad Católica de Chile,
Facultad de Medicina,
Departamento de Salud Pública – Chile
Juan Eduardo Vargas Cariola
Pontificia Universidad Católica de Chile,
Facultad de Historia, Geografía y Ciencia
Política, Instituto de Historia – Chile
Carlos Viesca Treviño
Universidad Autónoma de México,
Departamento de Historia y Filosofía
de la Medicina – México
María Soledad Zárate Campos
Universidad Alberto Hurtado, Facultad
de Filosofía y Humanidades, Departamento
de Historia – Chile
Anales de Historia de la Medicina publica trabajos de investigación y documentos
sobre Historia de la Medicina y disciplinas afines
ANALES DE HISTORIA DE LA MEDICINA
AÑO (VOL.) 20 n.º 1, mayo 2010
Agradecemos el apoyo de las siguientes instituciones:
Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile
Colegio Médico de Chile A.G.
Anales de Historia de la Medicina (ISSN 0718-6606) es continuación de:
Anales Chilenos de Historia de la Medicina (ISSN 0718-3380) 1959-1973.
Volúmenes 1 al 15
Anales Chilenos de Historia de la Medicina (ISSN 0718-3380) 2006-2007.
(An. chil. hist. med.) Volúmenes 16 y 17
Las opiniones expresadas en esta edición son de exclusiva responsabilidad
de los autores de los artículos.
Valor de la suscripción (2 números anuales): 15.000 pesos.
© Sociedad Chilena de Historia de la Medicina
Derechos reservados para todos los países
Inscripción n.º 179.577
Código Internacional Revista ISSN 0718-6606 An. hist. med.
e-mail: [email protected]
Diseño y diagramación: Francisca Galilea R.
Impresión: Salesianos Impresores S.A.
Printed and made in Chile
SOCIEDAD CHILENA DE HISTORIA DE LA MEDICINA
Fundada el 4 de abril de 1955
Avda. Independencia 1027, Depto. de Morfología
Santiago de Chile
www.historiamedicina.cl
Correo electrónico: [email protected]
Directorio del periodo 2009-2012
Presidente
Julio Cárdenas
Vicepresidente
Carlos Molina
Secretario
Sergio Zúñiga
Tesorero
Jaime Cerda
Directores
Yuri Carvajal
Carmen Noziglia
Felipe Zúñiga
ANALES DE HISTORIA DE LA MEDICINA
Año (Vol.) 20 n.º 1, mayo 2010
Índice
ARTÍCULOS ORIGINALES
Recuento histórico de la Enfermedad de Parkinson
José Luis Calderón A.T., Gerardo Rivera-Silva L.R.
11
Aportes al nacimiento de la psiquiatría chilena de adultos bajo la influencia
de la psiquiatría internacional
Enrique Escobar M.
21
Salud y caridad en una villa de Chile central: génesis del hospital
San José de Parral (1875-1885)
Martín Lara O.
33
La tuberculosis en el diccionario de la real academia española
Ignacio Duarte G., Claudia Chuaqui F.
51
DOCUMENTOS
Respuestas a los cuestionarios enviados por Royal College of Physicians
of London a los puertos de Valparaíso y Coquimbo, 1830
Traducido del inglés por María José Correa G.
65
BIBLIOGRAFÍA
Juan González Araya: historia y vivencias del hospital san pablo de coquimbo
Carlos Molina B.
73
CRÓNICA
El profesor Dr. Bruno Günther Schaffeld
Carmen Noziglia DN.
77
INSTRUCCIONES A LOS AUTORES
83
Artículos Originales
An. hist. med. 2010; 20: 11-20
Recuento histórico de la Enfermedad de Parkinson
José Luis Calderón A.T.1
Gerardo Rivera-Silva L.R.2
La enfermedad de Parkinson es uno de los más complejos e interesantes padecimientos del sistema
nervioso central. Es una enfermedad tan antigua como los orígenes del hombre mismo y, desde su
descripción en 1817 por James Parkinson, su causa sigue siendo un misterio. Pero la investigación en
esta área es intensa y los constantes hallazgos científicos ayudan a aclarar el panorama que la rodea.
El presente artículo presenta una recopilación de los hechos que permitieron un mejor entendimiento
de la enfermedad de Parkinson, que hoy en día sabemos se debe a la degeneración de neuronas productoras de dopamina localizadas en la substantia nigra pars compacta del mesencéfalo. Sin embargo,
el trayecto para lograr dichas conclusiones es extenso y nos permite extraer información valiosa para
intentar descifrar el camino a la cura de esta enfermedad, de la cual no contamos a la fecha.
Palabras clave: enfermedad de Parkinson - parálisis agitante - evolución histórica - progreso
científico - descubrimiento dopamina.
Historical Recount of Parkinson’s Disease
Parkinson’s disease is one of the most interesting and complex maladies of the central nervous system.
It is a disease as old as the origin of man itself, and since its description in 1817 by James Parkinson the
cause remains a mystery, but research in this field is intense and constant scientific breakthroughs help
to clarify the surrounding panorama. The present article shows a compilation of facts that allowed a
better understanding of the affection that nowadays we know that is due to death of dopamine producing neurons located in substantia nigra pars compacta of the mesencephalum. However, the pathway
to construct such conclusions has been long and has permitted us to extract valuable information to try
to elucidate the clue factor to cure the disease, which today is still incurable.
Key words: Parkinson’s disease - paralysis agitans - historic evolution - scientific progress - dopamine
discovery.
Introducción
La historia se define como la ciencia que tiene
por objeto el estudio del pasado y cuya raíz
etimológica griega puede interpretarse como
“conocimiento adquirido por la investigación”.
Marco Tulio Cicerón sentenció que la historia
era la maestra de la vida; de tal manera, al ser
la medicina la ciencia encargada de entender,
explicar y cuidar la vida, es imperativo hacer
un recuento histórico de los acontecimientos
que asientan las actitudes médicas contemporáneas y que son fundamento del progreso
científico. Pues como Salustio (historiador
romano) dijo:
Para las ocupaciones que se ejercitan con
el ingenio, el recuerdo de los hechos del
pasado ocupa un lugar destacado por su
gran utilidad.
1�������������������������������������������������������������������������������������������������������������������
Médico Cirujano. Institute of Bionanotechnology in Medicine, Northwestern University, Chicago IL, USA. Correo elec2
trónico: [email protected]
Médico Cirujano. Doctor en Neurociencias. Institute of Bionanotechnology in Medicine, Northwestern University, Chicago
IL, USA. Laboratorio de Neurociencias y Biotecnología de la Universidad Panamericana, México D.F. México.
Recibido el 18 de marzo de 2010. Aceptado el 5 de mayo de 2010.
12
El presente artículo presenta una recopilación de los hechos que permitieron un
mejor entendimiento de la enfermedad de
Parkinson, que hoy en día sabemos se debe a
la degeneración de neuronas productoras de
dopamina localizadas en la substantia nigra
pars compacta del mesencéfalo. Sin embargo,
el trayecto para lograr dichas conclusiones es
extenso y nos permite extraer información
valiosa para intentar descifrar el camino a la
cura de la enfermedad.
Registros en la edad antigua
Hacia el año 4500 a. C. se tiene evidencia de las
primeras descripciones y tratamientos médicos
para la enfermedad de Parkinson. En la India
practicaban un sistema médico llamado Ayurveda
(sánscrito: “ciencia de la vida”) basado en los
libros del Caraka Samhita y Susruta Samhita
que se supone fueron inspirados por el dios
Brahma para el cuidado del universo. En éstos
y otros libros subsecuentes se encuentra asentado lo que parece ser la primera descripción
formal de la enfermedad de Parkinson, a la que
denominaron Kampavata (kampa: temblor,
vata: enfermedad nerviosa). Los signos y síntomas que eran aplicables a esta enfermedad
eran inclinación a no moverse (probable acinesia), sialorrea, amor a la soledad (probable
depresión), somnolencia constante, palidez,
ausencia de movimientos oculares (probable
hipomimia), pravepana (temblor excesivo), stabdhagatratva (término para rigidez corporal) y
cittanasa (término para demencia) (1). Para su
tratamiento utilizaron a la leguminosa Mucuna
pruriens, por ellos llamada atmagupta; que hoy
en día se sabe contiene un 3% de L-Dopa en su
composición y que a la fecha médicos naturistas utilizan para el tratamiento de la EP, otras
enfermedades neurológicas y del deseo sexual
(1). Los efectos tóxicos del atmagupta también
se describieron en el Ayurveda e incluían dolor
de cabeza, fatiga, temblor, síncope y sed.
En el antiguo Egipto del siglo XVII a. C.
se escribió un papiro dedicado a la cirugía
descubierto por el arqueólogo Edwin Smith en
1862. Ahí se describen observaciones anatómicas, diagnósticos, tratamientos y pronósticos de
heridas de batalla primordialmente. El papiro
contiene además las primeras descripciones
An. hist. med. 2010; 20: 11-20
de suturas craneales, meninges y la superficie
cerebral. Es de resaltar que se observa el jeroglífico de un hombre que aparentemente está
estremeciéndose o temblando; la figura probablemente hace alusión a errores quirúrgicos, sin
embargo en uno de los casos se observa que
podría referirse a una enfermedad que provocara
temblor más que a una iatrogenia (2).
El Huang Di Nei Jing Su Wen (canon de
medicina interna del emperador amarillo) es el
documento médico chino más antiguo que fue
escrito hacia el año 500 a. C. Está compuesto de
2 tomos de 81 capítulos cada uno en un formato
de preguntas y respuestas (entre Huang Di, el
emperador, y LüBu Wei, su ministro), de autor
desconocido (3). El Su Wen, que es el primer
tomo del texto, contiene los fundamentos teóricos
de la medicina china, diagnósticos y métodos
de tratamiento para diversas enfermedades. Fue
en ese libro donde se menciona a pacientes con
parpadeo lento, temblor de manos y agitación de
cabeza en personas de edad avanzada cuando
se agotaba el Yin (principio femenino, la tierra,
la oscuridad, la pasividad y la absorción), que
aparentemente es similar al síndrome motor
que conocemos hoy día.
Unas de las referencias, que dependen de
la interpretación que se les asigne, se encuentran en la Biblia. En el capítulo 12 del libro
del Eclesiastés se lee: “Cuando los guardianes
de la casa tiemblen y los hombres fuertes se
encorven”. Algunos sugieren que la frase ‘los
guardianes de la casa’ se refiere a las manos (4)
y ‘los hombres fuertes’ a los hombros (5); por
lo que se entendería como temblor de manos
y encorvamiento de hombros. De la misma
manera, en el nuevo testamento se encuentra
la siguiente frase:
Hay una mujer que por 18 años ha sido
atormentada por un espíritu....., encorvada
e incapaz de levantarse (San Lucas 13:11),
pudiendo hacer referencia al mal de
Parkinson.
se atribuye a Hipócrates de Cos, cerca
del año 300 a. C., considerado el padre de la
medicina, el escrito sobre el temblor de manos
en personas que las mantenían quietas. En su
libro de aforismos se lee lo siguiente: “Quibus
in febre ardente tremores fiunt, delirium solvit”
(Cuando los temblores ocurren en fiebre ar-
J. L. Calderón A.T., G. Rivera-Silva L.R. / Recuento histórico de la Enfermedad de Parkinson
diente, el delirio los resuelve) (6). Hoy se sabe
que el temblor es de reposo y no de intención,
como sucedería en trastornos cuyo origen no
se debe al mal de Parkinson, sino más bien
son de origen cerebeloso.
Aproximadamente en el año 250 a. C. el
anatomista y médico griego Erasístrato de Ceo,
quien fue uno de los fundadores de la escuela
de anatomía de Alejandría (7), describió por
primera vez lo que ahora se conoce como
episodios de “congelamiento” y “festinación”
secundarios a bradicinesia y acinesia. Esto lo
definió como
parálisis paradójica que ocurre cuando una
persona camina y repentinamente se detiene,
pero que después de cierto tiempo puede
hacerlo de nuevo.
Lo anterior se apega a la clínica establecida de dichos eventos, donde el paciente
inicia la marcha de manera lenta, acelera el
paso, súbitamente se detiene por un periodo
aproximado de 10 segundos y después reinicia
el movimiento.
En la Antigua Roma se escribió la enciclopedia De artibus en el año 25 a. C., que incluía
De medicina octo libri, y que fue recolectada
por Aurelio Cornelio Celso, de quien no se tiene
evidencia de que haya sido médico. En esta
compilación distingue el temblor fino involuntario (temblor de reposo) de las extremidades,
para lo cual prescribía eméticos, diuréticos,
dieta variada, caminatas, masajes con aceite de
oliva, sangrías y restricción total de la actividad
sexual. En estos libros no se encuentra registro
sobre si dichos tratamientos eran en realidad
efectivos (8).
Fue en las postrimerías de la edad antigua
cuando Galeno de Pérgamo, reconocido médico
griego por su prolífica actividad literaria, en su
libro De Tremore, Palpitatione, Convulsione,
et Rigore describió los desórdenes de control
motor, temblores de las manos y el origen de
los estremecimientos de las extremidades (9).
Mencionó que cuando los pacientes eran jóvenes
el tratamiento de los temblores debía erradicar
la causa proximal, pero hizo énfasis en que
cuando el individuo era anciano el tratamiento
del temblor era inservible. A su vez, relacionó
el temblor en los ancianos con constipación,
rigidez al acostarse y síntomas psiquiátricos
13
(alucinaciones y demencia), que apenas en estudios científicos de nuestra época comenzaron
a relacionarse con la EP de manera formal.
Época medieval
El médico bizantino Pablo de Egina (625-690 d.
C.), es reconocido por escribir la enciclopedia
Epitome, Hypomnema o Memorandum, en siete
volúmenes que compilaban todos los saberes
de Cirugía, Medicina y Obstetricia conocidos
en occidente (10). Este compendio fue utilizado durante mucho tiempo para la instrucción
del arte médico en Bizancio, ya que no existía obra que compitiera con su integridad y
exactitud. Fue en ese trabajo magistral donde
destaca en su escrito la detallada mención del
temblor, que asoció primariamente a la ingesta
de alcohol y que posteriormente sería la base
de la descripción de la parálisis agitante senil
hecha por Mettler.
Yahya Ibn Sarafyun o comúnmente conocido como Serapio el Anciano, fue un médico
cristiano que se desempeñó en Damasco en
la segunda mitad del siglo IX d. C. Contamos
con dos obras que son de su autoría, una
de ellas se llama Aphorismi Magni Momenti
de Medicina Practica y la otra Therapeutica
Methodus. El objeto de dichos escritos sirios
era conjuntar las opiniones médicas griegas y
árabes concernientes a las enfermedades y su
tratamiento. Él recomendaba la aplicación de
un ungüento para “gota, parálisis, aquellos que
tienen temblor y dolor de los nervios”, hecho
de 35 componentes diferentes, entre los que
destacan mirra, pimienta e inclusive ranas. Se
desconoce si el compuesto tenía efectos terapéuticos, pero se sabe que debía ser untado en
la extremidad paralítica o rígida (11).
Eventos relevantes en los siglos
XVI-XVIII
Leonardo da Vinci (1452-1519), el reconocido
genio italiano que se desempeñó como artista,
ingeniero y científico, tuvo además tiempo
para el estudio de la anatomía y fisiología.
Probablemente fue el primer personaje histórico en hablar de forma evidente sobre la
enfermedad. Él mantenía un cuaderno secreto
14
An. hist. med. 2010; 20: 11-20
Fig. 1. El Buen Samaritano - Rembrandt. En el pórtico de entrada de la posada se observa a un hospedero
en postura aparentemente parkinsónica. Fuente: Electrónica de dominio público.
J. L. Calderón A.T., G. Rivera-Silva L.R. / Recuento histórico de la Enfermedad de Parkinson
de apuntes y esquemas donde pormenorizó
los síntomas de personas que coincidían con
los de la EP. Allí escribió:
usted observará…..a paralíticos quienes……mueven sus partes temblorosas, tales
como su cabeza o manos sin el permiso
del alma; siendo el alma que con todas sus
fuerzas no logra impedir que éstas partes
tiemblen (12).
Inclusive al erudito literato inglés William
Shakespeare (1564-1616), en la segunda parte de
su obra Enrique VI, se le atribuye dar ejemplos
de síntomas de la enfermedad de Parkinson.
En esta obra teatral durante el diálogo entre
Dick y Say, este último le explica a Dick que
la parálisis agitante más que el miedo es la
que le causa el temblor (ya que en la escena
presenta temblor y agitación de manos y
cabeza). Contemporáneo de Shakespeare fue
también el médico y botánico John Gerard
(1545-1611), quien viajó constantemente en
barcos como cirujano a cargo; se dio tiempo
para escribir un libro llamado Gerard’s Herbal
(13), donde dice:
15
un posadero en que la postura de su cuerpo,
manos y expresión facial denotan una forma
típica parkinsónica (15).
Antes de la aparición de James Parkinson
en la historia, el doctor húngaro Ferentz Pápai
Páriz (1649-1716) fue el primero en identificar y
relacionar los 4 síntomas cardinales de la enfermedad: temblor, bradicinesia, rigidez muscular
e inestabilidad postural. Lo anterior lo hizo en
su libro Pax Corporis (fig. 2), que estaba escrito
completamente en húngaro, razón por la cual
pocas personas conocían dicho hallazgo y al
que el tiempo se encargaría posteriormente de
atribuir la primicia a Parkinson, sin embargo,
de manera equivocada (16, 17).
fortalezcan sus fuentes de energía, restauren de la salud a aquellos quienes sufren
de la parálisis con plantas húmedas, ello
retira el estremecimiento o el temblor de
los miembros.
También aseveró que la coliflor era útil en el
tratamiento del temblor articular.
Franciscus Sylvius (1614-1672), médico
alemán fundador de la Escuela Iatroquímica
de Medicina en Holanda, es reconocido por
su obra Praxeos medicae idea nova (Nueva
idea en la práctica de la medicina), donde
hace referencia a estudios basándose en los
diferentes tipos de temblores distinguiendo
los tremor coactus (temblor de reposo) de los
motus tremulous (temblores de intención);
también investigó la estructura del cerebro
humano, y una de las cisuras lleva su nombre
(14). En el mismo país donde laboró Sylvius,
el trascendente y renombrado pintor barroco
Rembrandt, autor de obras como “La lección de
anatomía del Dr. Tulp” o “Cristo en la tormenta
en el lago de Galilea”, representó en uno de sus
lienzos de título “El buen samaritano” (fig. 1) a
Fig. 2. Pax Corporis - Ferentz. Escrito médico
húngaro en donde se establece por primera vez
la relación de los cuatro síntomas cardinales de la
enfermedad de Parkinson. Fuente: Electrónica de
dominio público.
A inicios del siglo XVIII el psicólogo,
filósofo, matemático y médico escocés George
Cheyne (1671-1743), considerado el padre
del vegetarianismo, fue un prolífico escritor
en temas de salud variados, como nutrición,
16
An. hist. med. 2010; 20: 11-20
terapéutica, higiene y desórdenes nerviosos.
En su libro The English Malady (18), específicamente en el duodécimo capítulo, detalló
las características de un desorden nervioso
en apariencia parkinsónico; lo definió de la
siguiente manera:
La parálisis es una enfermedad en la que el
cuerpo o algunos de sus miembros pierden
la habilidad de movimiento y algunas veces
la capacidad sensitiva. Esta enfermedad
nunca es aguda, frecuentemente insidiosa,
y en personas ancianas, casi incurable; el
paciente arrastra una vida miserable… se
tambalea y tiembla, se vuelve una visión
enferma; como si ya no fuera un hombre,
sino un animal medio muerto.
En efecto, el padecimiento es de inicio
insidioso y crónico, únicamente agudo en casos
de intoxicación.
En 1763 el médico y botánico francés
François Boissier de Sauvages de Lacroix
(1706-1767) nos proveyó de una de las descripciones más claras de lo que podría ser el
mal parkinsónico. Él habló de una condición
a la que llamó “sclerotyrbe festinans”, en que
la disminuida flexibilidad muscular originaba
dificultades en el inicio de la marcha, había
“palpitaciones” y temblores que desaparecían
cuando el paciente realizaba algún movimiento (19). Todos estos síntomas los observó en
personas de edad avanzada.
John Hunter (1728-1793) fue un distinguido cirujano y anatomista escocés, que incluso
llegó a ser el médico de cabecera del rey Jorge
III de Inglaterra. En Londres, durante una de
sus lecciones ofreció la descripción del célebre
caso clínico de Lord “L”, que era muy similar
al de la parálisis agitante. Dijo que las manos
de Lord “L” estaban constantemente en movimiento y que nunca tenía sensación de ellas o
el sentimiento de tenerlas cansadas. Mencionó
que cuando dormía todas sus extremidades
entraban a un estado de inmovilidad, pero
que cuando despertaba en un corto tiempo
comenzaban a moverse de nuevo. Ya que
dicha cátedra se impartió en 1776, se sugiere
que James Parkinson pudo haber sido uno de
los asistentes, y, si así fue, esto pudo haber
influido en el trabajo que lo hizo famoso hasta
nuestros días (20).
De James Parkinson a la dopamina
James Parkinson nació el 11 de abril de 1755 en
Londres (fig. 3) (21). Era hijo de John Parkinson,
un cirujano y boticario que probablemente
influyó en su elección de carrera profesional.
Fue uno de los primeros estudiantes que entraron al London Hospital Medical College y
probablemente coincidió con Richard Bright
(1789-1858), Thomas Addison (1793-1860) y
Thomas Hodgkin (1798-1866). Durante buena
parte de su vida se dedicó a actividades de
orden político y social, ya que contaba con
una ideología radical y era ferviente partidario
de la revolución francesa (22), lo que le causó
muchos problemas, llegando incluso a colocarlo
al borde de una inminente ejecución por parte
de la monarquía inglesa. Fue autor de numerosos textos y comunicaciones, sin embargo el
trabajo médico más conocido de Parkinson fue
el Essay on the shaking palsy (23) publicado en
1817, en el que plasmaba 3 décadas de experiencia clínica y que nació de la observación
de la enfermedad en un jardinero conocido
por él. En este ensayo describe la enfermedad
que denominó parálisis agitante. Parkinson reconoció que lo que describía eran “sugerencias
precipitadas”, porque había utilizado hipótesis
en lugar de una investigación metódica; admitía que no había hecho estudios anatómicos
concienzudos. En el artículo, que consistía de
66 páginas divididas en 5 capítulos, dice que
la enfermedad está caracterizada por:
Movimientos involuntarios de carácter
tembloroso, con disminución de la fuerza
muscular que afectan a partes que están
en reposo y que incluso provocan una
tendencia a la inclinación del cuerpo hacia
delante y a una forma de caminar a pasos
cortos y rápidos. Los sentidos y el intelecto
permanecen inalterados (24).
De acuerdo a su teoría, la afección estaba
localizada en la médula espinal alta, y para
ello como tratamiento prescribió sangrías de
la parte superior del cuerpo. Estableció que
antes de que se conociera la causa verdadera
de la enfermedad no se aconsejaba el uso de
medicamentos, así mismo dijo que podía estar
indicada la toma de mercurio, como sucedía
en otras enfermedades destructivas. Sin embar-
J. L. Calderón A.T., G. Rivera-Silva L.R. / Recuento histórico de la Enfermedad de Parkinson
17
Fig. 3. Retrato de James Parkinson. No se cuenta
con retratos reales del Dr. Parkinson, sólo se hicieron
retratos hablados. Fuente: Electrónica de dominio
público.
Fig. 4. Jean-Martin Charcot - Padre de la neurología.
Charcot fue el encargado de dar crédito a Parkinson
por la descripción de la parálisis agitante. Fuente:
Electrónica de dominio público.
go, sostuvo que una alimentación vigorosa y
medicamentos tónicos no resultaban eficaces,
ya que la enfermedad se basaba, según él, en
una interrupción del fluido nervioso hacia las
partes del organismo afectadas.
Durante un periodo aproximado de 40
años el escrito permaneció prácticamente en el
olvido, siendo sólo utilizado como referencia
en los trabajos de Toulmouche (1833), Hall
(1841), Romberg (1846) y Elliotson (1839).
Este último dijo haber encontrado la primera
cura para la enfermedad, ya que sugirió que
varios pacientes jóvenes podían ser curados
utilizando carbonato de hierro, con el que
elaboraba una especie de cerveza que, al
administrarla, “la enfermedad desaparecía
instantánea y permanentemente”. Conforme
avanzó el tiempo se descubrió que el hierro
era un componente necesario y esencial para
la elaboración de levodopa (25).
A tal grado llegó el desconocimiento
de James Parkinson, que en una sesión de la
Academia de Medicina de París fue llamado
“Patterson” en vez de Parkinson por el famoso
Dr. German Sée, esto mientras discutían sobre
la relación de la enfermedad reumática del
corazón y la corea de Sydenham (26).
El trabajo de Parkinson no fue reconocido sino hasta 1861 por Edme Felix Alfred
Vulpian (1826-1897) y el considerado padre de
la neurología Jean-Martin Charcot (1825-1893).
Aunque el ensayo sobre la parálisis agitante es
una obra completa, le hace falta la mención
de dos síntomas cardinales de la enfermedad,
como son la rigidez y los trastornos cognoscitivos, que fueron descritos por Charcot (fig.
4) (27) y Vulpian en su obra De la Paralysie
Agitante. De la misma manera, agregaron a la
lista de síntomas la facies hipomímica, varias
formas de contracción de manos y pies y acatisia. Sugerían como tratamiento el uso de la
hioscina (escopolamina) derivada de la planta
Datura, que se utilizó hasta el descubrimiento
de la levodopa. Con ello disminuía la cantidad
de producción diaria de saliva y se dio cuenta
que disminuía la sialorrea de los pacientes con
EP; aunque no mejoraba del todo la sintomatología motora, sólo moderadamente el temblor.
Durante una sesión clínica en 1867, cuando
Charcot presentaba el caso de un paciente
18
An. hist. med. 2010; 20: 11-20
cuyo síntoma principal era la rigidez muscular
pero con ausencia de temblor, fue cuando rechazó el uso del término “parálisis agitante” y
sugirió que de ese momento en adelante se le
llamara maladie de Parkinson (enfermedad de
Parkinson) (28); aunque por los cánones que
regían la época esta sugerencia tardó varios
años para tomarse en cuenta.
El médico turco Hulusi Behcet (18891948) recalcó que todos los síntomas de la
enfermedad de Parkinson eran secundarios a la
rigidez, siendo el temblor la única excepción.
En lo anterior tenía razón si se toma en cuenta
el origen neuroanatómico de la rigidez y bradicinesia dependiente del circuito de los ganglios
basales modulado por dopamina (29).
William Richard Gowers (1845-1915), neurólogo británico, en su Manual de Enfermedades
del Sistema Nervioso plasma:
En mi propia experiencia, el arsénico y la
marihuana algunas veces combinadas con
opio, son de mayor utilidad (30).
Lo anterior es cierto si se tiene en cuenta
que la activación de receptores opioides en
las neuronas dopaminérgicas puede ayudar a
aminorar la presentación sintomática. El mismo
Gowers era partidario del galvanismo, esto es, la
aplicación de estímulos eléctricos para aminorar
los síntomas, aunque después de algún tiempo
de uso la definió como inservible.
Un recuento histórico sobre una enfermedad neurológica no podría estar completo sin la
inclusión del médico español Santiago Ramón
y Cajal (1852-1934), prominente estudioso de
la anatomía, morfología y fisiología del sistema
nervioso que fue acreedor a un premio Nobel
junto con Camillo Golgi (1843-1934) por su elogiable trabajo. Con sus descripciones anatómicas
y elaboración de los principios básicos de la
neurociencia ayudó a comprender mejor el entramado neuronal que compone a la substantia
nigra, globus pallidus, putamen, caudatum y
otros, a los que denominó ganglios basales y
cuyo circuito está seriamente afectado por el
déficit de dopamina (31).
En la época de Cajal el patólogo alemán
Friedrich Lewy (1885-1950) comenzó a realizar
estudios postmortem de pacientes que habían
padecido el mal de Parkinson; encontró que
las neuronas contenidas en la substantia nigra
pars compacta denotaban la presencia de una
estructura redondeada que supuso podría ser
un marcador patológico del padecimiento (32).
A estos cuerpos extraños se les bautizó con el
epónimo de “cuerpos de Lewy”, en honor a su
descubridor, y años después con el advenimiento de los análisis químicos a nivel molecular
se encontró que contenían proteínas como la
ubiquitina o la alfa-sinucleína; empero no todos
los pacientes con Parkinson los presentan. El
hallazgo de degeneración de la susbtantia nigra
lo describió también Constantin Nikolaevitch
Tretriakoff (1892-1958) en 1919 (33) y lo
consolidó Freeman en 1925, reportando que
dichas neuronas perdían sus prolongaciones
al núcleo lenticular.
Dada la mejor comprensión de la fisiopatología de la enfermedad en esos años,
consecuencia de los estudios neuroanatómicos,
el cirujano Meyers (1942) intentó la división de
las fibras palidófugas (asa lenticular y fascículo
lenticular) con pobres resultados y alta mortalidad. Igualmente se intentó intervenciones
como coagulación de la arteria coroidal anterior
(Cooper, 1953) que ocasionaba infartos en el
globo pálido, ablación de las áreas de proyección cortical (Bucy, 1948) logrando eliminar el
temblor pero causando parálisis espástica, y
piramidotomía (Putnam, 1950) aliviando sólo
en ciertos grados el temblor, entre las cirugías
más practicadas (34).
Entrada la década de 1950 el científicomédico de origen sueco Arvid Carlsson (fig.
5) (35) identificó los cambios bioquímicos
subyacentes de la enfermedad de Parkinson.
Demostró que la dopamina era un neurotransmisor y no solamente un precursor de la
norepinefrina, como se creía anteriormente.
Así mismo, desarrolló un método por medio
del cual se podían medir los niveles de monoaminas en el parénquima cerebral; utilizando
esta técnica indujo síntomas parkinsonianos
en ratas administrándoles reserpina (que causa
un vaciamiento completo de dopamina); de
esta manera demostró que los síntomas de la
EP se debían a la ausencia de este neurotransmisor (36). Producto del referido hallazgo se
hizo acreedor del premio Nobel en fisiología
junto con Eric Kandel y Paul Greengard en
el año 2000.
A consecuencia del descubrimiento de que
la dopamina estaba disminuida en el cerebro de
J. L. Calderón A.T., G. Rivera-Silva L.R. / Recuento histórico de la Enfermedad de Parkinson
19
Conclusión
Fig. 5. Arvid Carlsson - Descubridor de la dopamina. Carlsson descubrió que la dopamina era un
neurotransmisor y lo publicó en 1956, motivo por el
cual obtuvo el premio Nobel en fisiología en 2000.
Fuente: Electrónica de dominio público.
los pacientes parkinsonianos, el farmacólogo
Oleh Hornikyewicz y el neurólogo Walther
Birkmayer, de origen austriaco ambos, dedujeron que la administración de dopamina podría
aliviar los síntomas, sin embargo se encontraron
con que la barrera hematoencefálica impedía el
paso de dopamina hacia el cerebro, por lo que
diseñaron la levodopa, y haciendo las primeras
pruebas en seres humanos se encontraron con
resultados muy positivos (36). El estudio más
serio al respecto fue llevado a cabo por el
médico griego George C. Cotzias (1918-1977)
en Estados Unidos, donde a mayor escala fue
incrementando gradualmente las concentraciones de levodopa por vía oral hasta encontrar el
efecto terapéutico deseado. Dicho estudio fue
publicado en el año de 1968 (37). Posteriormente
numerosos grupos de médicos comprobaron
que el hallazgo y la administración de levodopa
sigue siendo el tratamiento de primera elección
y más efectivo a la fecha.
A partir del descubrimiento de la dopamina,
inició la revolución en el tratamiento de este
trastorno de los ganglios basales con sede en
las neuronas productoras de dopamina de la
substantia nigra. Se comenzó el desarrollo de
nuevos medicamentos como los agonistas dopaminérgicos, inhibidores de monoamino-oxidasa,
inhibidores de catecol-O-metil-transferasa, anticolinérgicos, agonistas de N-metil-D-aspartato
y antidepresivos tricíclicos, sólo por mencionar
algunos con aplicación al padecimiento. A la
fecha, aunque han demostrado reducir los
efectos adversos y prolongar el periodo de
ventana terapéutica, la enfermedad sigue con
su curso progresivo e indetenible.
Aproximadamente el 2-3% de la población
mayor de 60 años está afectada y ello se convertirá en un problema de salud en años venideros,
por lo que las estrategias actuales se enfocan al
resurgimiento de técnicas quirúrgicas altamente
específicas, uso de células madre, vacunas,
biotecnología, bionanotecnología, factores de
crecimiento y nuevos blancos farmacológicos
que en su conjunto puedan promover la prevención, detención e inclusive la regeneración
del tejido dañado. El mundo se encuentra expectante observando dichos avances, que si se
prueba fructíferos, serán el colofón para la cura
de una enfermedad que parece estar presente
desde el origen de la humanidad.
Referencias
1. Manyam BV. Paralysis Agitans and Levodopa
in “Ayurveda”: Ancient Indian Medical Treatise.
Mov Disord. 1990; 5(1): 47-48.
2. Breasted JH. The Edwin Smith Surgical Papyrus.
The Classics of Medicine Library; Birmingham,
Alabama 1984.
3. Unschuld PU. Huang Di Nei Jing Su Wen: Nature,
Knowledge, Imagery in an Ancient Chinese
Medical Text. J Alt and Comp Med. 2004; 10(1):
191-196.
4. Critchley M. Observations on Essential
(Heredofamilial Tremor). Brain. 1949; 72:
113-139.
5. The Revised English Bible. Ecclesiastes 12:3. Oxford
University Press; Oxford, Inglaterra 1989.
20
An. hist. med. 2010; 20: 11-20
6. Coar T. The Aphorisms of Hippocrates. The
Classics of Medicine Library; Birmingham,
Alabama 1982.
23. Parkinson J. An Essay on the Shaking Palsy.
J Neuropsych Clin Neurosci. 2002; 14(2):
223-236.
7. Malaspina E. Historia de la Medicina en la
Antigüedad. Gráficas los Morros; Caracas,
Venezuela 2003.
24. Charcot JM. On Paralysis Agitans (lecture V).
Lectures on the Diseases of the Nervous System.
New Sydenham Society; Londres, Inglaterra
1877.
8. Underwood JW. The Eight Books of Medicine
of A.C. Celsus. Simpkin and Marshal; Londres,
Inglaterra 1833.
9. Kuhn CG. De Tremore, Palpitatione, Convulsione,
et Rigore. Opera Omnia; Knobloch, Alemania
1824.
10. Campbell D. Arabian Medicine and its Influence
on the Middle Ages. Vol. I. Taylor and Francis
Group; Londres, Inglatera 2002.
11. Da Vinci L. Cuaderno de Notas. Editorial Edimat;
Madrid, España 2003.
12. Navarrete L. Del Desarrollo de las Bibliotecas
Médicas Parte I (Antigüedad al Siglo XVIII). Rev
Med Clin Condes. 2008; 19(5): 617-623.
13. Johnson T. The Herball or Generall Historie of
Plantes. Velluminous Press; Londres, Inglaterra
2008.
14. De la Boe SF. Opera Medica (Editio Altera Correctior
& Emendatior). Danielem Elsevirium y Abrahamum
Wolfgang; Amsterdam, Holanda 1690.
15. R e m b r a n d t . h t t p : / / w w w. g r a t i s d a t e .
org/Imagenes-web/fr ver_imagen.
asp?ID=1364&URL=http://www.christusrex.
org/www2/art/images/rembrandt17.jpg
16. Szállási A. The publication Pax Corporis (Peace
of the Body) is 300 years old (Páriz Pápai). Orv
Hetil. 1990; 2,131(48): 2661-2663.
25. Erikson KM, Jones BC, Hess EJ, Zhang Q, Beard
JL. Iron deficiency decreases dopamine D1 and
D2 receptors in rat brain. Pharmacol Biochem
Behav. 2000; 69(3-4): 409-18.
26. Brissaud E. Vingt-Deuxieme Lecon: Pathogenie et
symptoms de la maladie de Parkinson. Merge H,
ed. LeVons sur les maladies nerveuse (Salpetriere
1893-1894). Paris, Francia 1895.
27. Jean-Martin Charcot. http://vlp.mpiwg-berlin.
mpg.de/vlpimages/images/img29931.jpg
28. Gowers WR. A Manual of Diseases of the Nervous
System. Churchill; Londres, Inglaterra 1888.
29. De Long MR, Wichmann T. Circuits and circuit
disorders of the basal ganglia. Arch Neurol 2007;
64: 20-24.
30. Förstl H. The Lewy Body Variant of Alzheimer’s
Disease: Clinical, Pathophysiological and
Conceptual Issues. Eur Arch Psychiatry Clin
Neurosci. 1999; 249(Suppl. 3): 64-67.
31. Albin RL, Young AB, Penney JB. The functional
anatomy of basal ganglia disorders. Trends
Neurosci 1989; 12: 366-375.
32. Tretiakoff C. Contributions a L’etude de L’anatomie
Pathologique du Locus Niger de Soemmering Avec
Quelques Deductions Relatives a la Pathogenie
des Troubles de Tonus Musculaire et de la Maladie
de Parkinson. Tesis; París, Francia 1919.
17. Ferentz PP. Pax Corporis. http://www.omikk.
bme.hu/tudtort/28/full/kepek-ttfejezet/80.420_
_k1_k.jpg
33. Oliver LC. Surgery in Parkinson’s Disease. Postgrad
Med J. 1955; 31: 505-524.
18. Colburn G. The English Malady: Enabling and
Disabling Fictions. Cambridge Scholars Publishing;
Newcastle, Inglaterra 2008.
34. Carlsson A, Lindquist M, Magnusson T. 3,
4-Dihydroxyphenylalanine and 5-Hidroxytrypto­
phan as Reserpine Antagonists. Nature. 1957;
180: 1200.
19. Sauvages F. Nosologica Methodica Sistems
Morborum Classes. Fratrum de Tournes;
Amsterdam, Holanda 1768.
20. Currier RD. Did John Hunter Give James Parkinson
an Idea? Arch Neurol. 1996; 53(4): 377-378.
21. James Parkinson. http://obatpropolis.files.wordpress.com/2009/09/jamesparkinson1.jpg
22. Pearce MJ. Aspects of the History of Parkinson’s
Disease. J Neurol Neurosurg Psychiatry. 1989;
52: 6-10.
35. Arvid Carlsson. http://www.sulinet.hu/
eletestudomany/archiv/2000/0044/ideg/
images/1385-1.jpg
36. Hornykiewicz O. L-DOPA: From a Biologically
Inactive Amino Acid to a Successful Therapeutic
Agent. Amino Acids. 2002; 23: 65-70.
37. Cotzias G. L-DOPA for Parkinsonism. N Engl J
Med. 1968; 278(11): 630.
An. hist. med. 2010; 20: 21-32
Aportes al nacimiento de la psiquiatría chilena
de adultos bajo la influencia de la psiquiatría
internacional
Enrique Escobar M.1
Este trabajo describe la influencia de la psiquiatría extranjera en el origen de la psiquiatría chilena.
Durante la época prehispánica atiende a sus enfermos pobres con la medicina aborigen, mapuche
principalmente, a través de los machis y los curanderos; con la llegada de los españoles las cosas
se mantienen parecidas, si bien los enfermos ricos van a Perú a la Casa de Locos de San Andrés. La
escuela española juega su mejor papel con Juan José López-Ibor en el siglo XX, mientras que es la
presencia francesa la más importante durante el siglo XIX con personajes como Philippe Pinel, Jean
Etiene Esquirol, Jean Martin Charcot y Pierre Janet. Sin embargo en el siglo XX, sobre todo en su primera
mitad, predomina Alemania con Emil Kraepelin, Eugen Bleuler, Karl Schneider y otros. Hablando ahora
de escuelas distinguimos la Antropológica Existencial con Ludwig Binswanger, Karl Jaspers, Eugen
Minkoski, Hubert Tellenbach, etc.; la Psicoanalítica con Sigmund Freud, Sandor Ferenczi, Karl Abraham
y otros seguidores; la Cognitivo-conductual con Hans Eysenck y Joseph Wolpe, Aaron Beck y Albert Ellis
y otros. En la segunda mitad del siglo XX se desarrolla la Escuela Biológica que acerca la Psiquiatría
a un modelo médico gracias a la introducción de terapias biológicas, como la electro-convulsiva y la
farmacológica. Paralelamente se desarrolla la Psiquiatría Comunitaria como parte significativa de la
reforma psiquiátrica. Se describe el influjo de estas distintas escuelas sobre la psiquiatría chilena.
Palabras clave: Psiquiatría chilena - Influencia internacional.
Contribution to the beginnings of adult chilean psychiatry under the influence of
international psychiatry
This article describes the influence of foreign psychiatry in the development of Chilean psychiatry. In
pre-Hispanic times, mental diseases were treated with native methods by “machis” and medicineman.
With the arrival of the Spanish conquerors, conditions remained quite the same; however, rich patients
used to go to the madhouse “Casa de Locos de San Andrés” in Peru, founded at the end of the 16th
century. The Spanish viewpoint reached its most important role in the 20th century, mostly due to the
influence of Juan José López-Ibor. French influence dominated the 19th century with the ideas developed
by Philippe Pinel, Jean Étienne Esquirol, Jean Martin Charcot and Pierre Janet. However, in the 20th
century, and mainly during the first half, German influence was predominant with the contributions
of Emil Kraepelin, Eugen Bleuler, Karl Schneider and others. Different schools developed at that time in
Germany: the Existential Anthropologic school with Ludwig Binswanger, Karl Jaspers, Eugene Minkoski,
Hubert Tellenbach, etc; the Psychoanalitic, with Sigmund Freud, Sandor Ferenczi, Kart Abraham and
followers; the Conductual Cognitive, with Hans Eysenck, Joseph Wolpe, Aaron Beck, Albert Ellis and
others. In the second half of the 20th century the Biological School approached psychiatry to a medical
model with the introduction of biological therapies, like electro-convulsive therapy and pharmacology.
At the same time, Communitary Psychiatry developed as an important element in the reformation of
psychiatry. The influence exerted by these psychiatric orientations on the Chilean psychiatry is analyzed
in this work.
Key words: Psychiatry - Chile - foreign influence.
1
Médico Cirujano, especialista en Psiquiatría. Correo electrónico [email protected].
Recibido el 2 de marzo de 2010. Aceptado el 8 de agosto de 2010.
22
INTRODUCCIÓN
Para emprender esta tarea, teniendo presente
las dificultades que eran de prever, tomé la
opción de tener como guía donde podría
encontrar la influencia extranjera en Chile
a la Historia de la Medicina Chilena del Dr.
Ricardo Cruz-Coke (1). En fin de cuentas toda
la psiquiatría inicial vino de fuera, si bien con
orgullo podemos afirmar que en los últimos
años existe, a no dudarlo, una psiquiatría
autóctona, que refleja la maduración que ha
alcanzado el pensamiento psiquiátrico nacional
(2, 3, 4, 5, 6). He considerado la importancia de
los médicos extranjeros sobre todo formando
escuela, la participación de médicos chilenos
que trajeron la influencia desde el exterior y
de otros profesionales que también han participado de este proceso.
Enfrentar la tarea que me he propuesto no
deja de tener el riesgo de proceder en forma
muy reduccionista, lo que en cierta medida
es inevitable al menos para aquellos países
que poca relevancia tuvieron. Por otra parte
existe también el riesgo contrario de sobredimensionar la importancia de otros influyentes
países por la propia formación del suscrito.
Otro aspecto a considerar se refiere a que si
bien la influencia de cada país o, mejor dicho,
escuela, tiene su momento alto es corriente que
luego sea suplantado por otro país o escuela.
No obstante, eso es correcto para los primeros
150 años, pues los revolucionarios adelantos
tecnológicos de la segunda mitad del siglo
veinte hacen que actualmente las influencias
se vean combinadas
LA MEDICINA PRIMITIVA
Antes de la llegada de los europeos Chile estaba
poblado desde hace 10.000 años por diferentes
pueblos: los aborígenes australes alacalufes, onas
y yaganes, más hacia el centro los huilliches y
luego los mapuches que incluso atravesaban
la cordillera, y hacia el norte estaba el pueblo
picunche y los diaguita.
En general, los aborígenes vivían de la
pesca, la caza y la agricultura dependiendo del
sitio de residencia. Trabajaban el oro, la plata y
el cobre pero no conocieron el bronce.
An. hist. med. 2010; 20: 21-32
Su conocimiento de la medicina era muy
rudimentario y sufrían las enfermedades infecciosas, traumáticas, etc.
Los mapuches disponían de una experiencia empírica y utilizaban principalmente
hierbas, sangría, cirugía y las aguas minerales.
Cuando no había resultados se recurría a la
medicina mágica, a los machis, utilizando el
método curativo llamado machitún, donde
posiblemente, entre otros, iban a dar los enfermos mentales (7).
LA INFLUENCIA ESPAÑOLA
Fue la combinación de la cultura primitiva de la
población hispánica no letrada y la grecorromana
transmitida por los árabes en el medio culto
la que llegó a Chile. Los médicos formados en
España venían imbuidos de la nueva medicina
renacentista, y Cruz Coke no describe ningún
médico que se interesara por los locos. Sin
embargo hubo médicos españoles o nativos
que intervinieron en la atención de enfermos
posiblemente alterados que vivían en sus domicilios o deambulaban por las calles. Durante
la época prehispánica se atiende a los enfermos
pobres con la medicina aborigen, mapuche
principalmente, a través de los machis y los
curanderos; con la llegada de los españoles
las cosas se mantienen parecidas, si bien los
enfermos ricos van a Perú a la Casa de Locos
de San Andrés.
Naturalmente la influencia española se hace
más patente con la iniciación de la psiquiatría
asistencial, específicamente con la fundación
de la Casa de Orates en 1852, a pesar de que
en ella no trabajó ningún médico de esa nacionalidad. Sin embargo su intervención se mostró
a través de la importancia que le dieron a la
rehabilitación, como lo recalca Pallavicini (8).
Interés especial merece la participación
del informe del Dr. Benito García Fernández,
natural español residente en Chile reconocido
como perito frenólogo, evacuando informe
sobre el famoso caso de La Endemoniada de
Santiago, Carmen Marín. Ésta, que vivía en el
Hospicio de Santiago, venía sufriendo ataques
convulsivos desde los 12 años agregándose años
después crisis de movimientos espasmódicos
sin responder en castellano, pero entendiendo
algunas palabras de francés, hablando en len-
E. Escobar M. / Aportes al nacimiento de la psiquiatría chilena de adultos bajo la influencia de la psiquiatría...
guas y en tercera persona expresando palabras
soeces y contra Dios. Sin embargo, al recitar
el evangelio de San Juan en cierta modalidad
Carmen Marín se tranquilizaba y podía comunicarse naturalmente hasta que otro ataque
le sobrevenía. Para algunos profesionales y
la población era considerada poseída por el
demonio. El Dr. García, dando muestra de
una desenvoltura excepcional, va revisando 15
enfermedades con un fino y riguroso examen
clínico y apoyándose en la bibliografía correspondiente las descarta todas, concluyendo que
Carmen Marín no es una histérica, epiléptica,
farsante. A su juicio se trataría de una enfermedad nueva cuyo pronóstico le parece malo.
Descarto acá explayarme sobre otras opiniones
comentadas en extenso en el libro citado de
Roa, aunque no puedo dejar de mencionar al
Dr. Manuel Carmona, quien afirmó, luego de
un análisis clínico, rotundamente un origen
histérico y sexual de la enfermedad de la Marín,
adelantándose al Dr. Sigmund Freud, según el
profesor Roa. Sin embargo fue la opinión del
Dr. M. Carmona la que prevalece en último
término en los expertos (9).
En todo caso la influencia española durante
el siglo XIX en comparación con la que se verá
a continuación, fue decayendo y probablemente
tiene que ver con la poca relevancia de la psiquiatría española del siglo XIX. Sin embargo el
siglo XX tendría algunas sorpresas pues aparece
en España una psiquiatría de influencia alemana
con Emilio Kreapelin, Sigmund Freud y otros
que permiten la aparición de un Emilio Mira y
López, un Gonzalo Lafora y una María Cristina
Sacristán, que desarrollan una psiquiatría apoyada en aquellas escuelas (10). Para Chile el más
atractivo e influyente psiquiatra español fue el
Profesor Juan José López Ibor, quien en su libro
“Las Neurosis como Enfermedades del Ánimo”
propone derechamente que la psicogénesis no
explicaría completamente el problema de la
angustia: postula la existencia de una angustia
endógena que al igual que la melancolía necesita fármacos y psicoterapia. Su hipótesis se
basó, como lo afirma repetidamente, en una
observación y seguimiento de sus enfermos.
Ciertamente que tal proposición no fue bien
recibida, más por una cuestión de dignidad
ofendida de parte de los psicoanalistas, hecho
que el propio López Ibor pronosticó (11).
23
Sin embargo su influjo atravesó el charco
Atlántico y tuvo bastantes adeptos en Chile. Más
aún, actualmente está indicado utilizar ansiolíticos y antidepresivos en la clásica Timopatía
ansiosa, como la bautizó López Ibor, actualmente
diagnosticada como Trastorno de Ansiedad.
Últimamente la psiquiatría comunitaria y
de salud mental en su relación con la desinstitucionalización de los enfermos y la puesta
en marcha de la psiquiatría en la comunidad
ha tenido influencia con la presencia entre
nosotros del Dr. Francisco Torres, quien honestamente después de años de experiencia
reconoció que un proceso abrupto, radical al
estilo de los italianos no es recomendable. En
Chile se está de acuerdo con esa opinión, al
menos siempre ha sido así en el sector donde
tiene responsabilidad el Instituto Psiquiátrico
“Dr. José Horwitz B.”
LA INFLUENCIA IRLANDESA E INGLESA
Con la excepción del irlandés que citamos
más adelante la medicina irlandesa e inglesa
poco tuvo que ver con la psiquiatría chilena. Al
irlandés Guillermo Benham, primer residente
de la Casa de Orates, aunque destacó por su
aporte a los tratamientos de terapia moral, no
se le renovó su contrato pues entró en conflicto
con la administración. por incumplimiento de
contrato (12).
LA INFLUENCIA FRANCESA
Comienza con la influencia del francés Dr.
Lorenzo Sazié contratado por la Escuela de
Medicina, lo que aprovechó la administración
de la Casa de Orates para contratarlo después
de dos años de inaugurada, por carencia de
médicos. Lorenzo Sazié ayudado pronto por
el chileno Dr. Ramón Elguero, proponen una
clasificación clínica basada en los Drs. Philippe
Pinel y Jean Etienne Esquirol —profesor y discípulo respectivamente— donde el concepto
de la teoría de las pasiones está presente. Sin
embargo, terapéuticamente fueron muy eclécticos. El Dr. Elguero publicó el primer trabajo
científico epidemiológico sobre el hospital y es
el primero que enseñó enfermedades nerviosas
y mentales en la Casa de Orates (13).
24
Años después arriba a Santiago el Dr.
Carlos Sazié, hijo de Lorenzo, quien estudió
Medicina y Neuropsiquiatría en Europa. Fue
el primer alienista chileno de la especialidad.
Sucedió a Elguero como profesor de las enfermedades nerviosas y mentales, que enseñó en
el H. San Juan de Dios, pues fue despedido
de la Casa de Orates. Creó una Clínica privada
que fue destruida durante la guerra civil de
1891 por su participación balmacedista. Fue
Director de la Escuela de Medicina. Salió al
exilio y aunque volvió, su rastro se pierde en
el anonimato (14).
Así llegamos al máximo exponente de
la psiquiatría chilena del siglo XIX. Augusto
Orrego Luco, neuropsiquiatra, especializado en
París, discípulo de Jean Martin Charcot, cultor
entre otros de Huglings Jakson, Constantin von
Monakow y Sigmund Freud. Orrego Luco fue
escritor, político y primer profesor de la Cátedra
de Neurología y Psiquiatría de la Universidad
de Chile (15). En realidad antes de Orrego
enseñaron neuropsiquiatría R. Elguero y C.
Sazié como profesores de la especialidad, pero
en forma intermitente y sin el respaldo ni la
continuidad de una Cátedra, la que se fundó
con Augusto Orrego Luco.
De gran prestigio popular —por sus aciertos
se le llamaba el Mago de la Cañadilla— desgraciadamente se retiró de la Universidad en
1905 ofendido por un mal entendido con los
estudiantes. Como tantos otros, Orrego se impresionó con la “teoría neurótica del cerebro”
sobre la Histeria de Charcot, en realidad los
enfermos vivían con epilépticos y sus síntomas
eran copiados y, como ahora se sabe, eran
“llamados” por sus ayudantes.
Al final de su vida Charcot descubrió
la farsa y consideró que debía buscarse otra
explicación para la histeria (10).
Pierre Janet, discípulo de Charcot, comanda nuestra atención pues fue el creador de la
teoría psicasténica y antagonista del mismo
Charcot por un lado y de Freud por otro. Janet
concibió a la neurosis como una disminución
de la tensión psicológica que permitía emerger,
por así decirlo, complejos obsesivos, histéricos,
fóbicos, etc. Para su tratamiento consideró
la persuasión y la hipnosis que corregirían
tal deficiencia y suspenderían los complejos.
Eso hoy parece superado, pero sin duda la
importancia radica en la implantación de la
An. hist. med. 2010; 20: 21-32
hipnosis, ya conocida previamente, que hasta
hoy tiene sus indicaciones. En Chile, si bien no
conocemos su primer ejecutor, fue el mismo
Orrego Luco quien la practicó. Punto más
importante es que Freud hizo una estadía en
la Salpêtrière y conoció también la teoría de
Janet. Por su experiencia y la reflexión sobre
esos aportes y naturalmente de otras lecturas
empezaba a elaborar su primera teoría de la
represión de impulsos sexuales, que, entre
paréntesis, a Janet lo escandalizó y dijo unas
palabras hirientes contra Freud que éste nunca
le perdonó.
Antes de terminar con los primeros médicos, los fundadores como dice el Dr. Eduardo
Medina, quería ahondar en su aporte (16).
Asistían al asilo no sólo para ingresar enfermos
sino también para rehabilitar con la terapia
moral, con el fin de que el paciente fuera
recuperado lo más posible recurriendo a sus
partes más sanas. Para eso se los educaba, se
los estimulaba a efectuar trabajo manual y, en
fin, se atendían los requerimientos del paciente
con una actitud psicoterapéutica.
Otro aporte de esta época se refiere a
la concepción nosológica que se aprecia va
variando desde Elguero con una propuesta
simple en comparación con las aportadas por
Orrego Luco (5). Mientras Elguero opta por
la orientación clínica y no por las etiológicas,
Orrego Luco con su método crítico clínico hace
un análisis de orientación biológica más que
psicógena. Orrego entre sus aportes introduce
la Neurosis Mímica, en que el paciente simula
—pero no fraudulentamente— una enfermedad
somática, ya que con su constitución débil se
deja llevar ante las dificultades de la vida e
imita alguna morbilidad conocida por él sin
una intención clara de engañar: en realidad se
cree enfermo (17).
Otro colega que ayudó a enriquecer la
psiquiatría chilena con la influencia que recibió en su viaje a Europa fue Manuel Segundo
Beca, quien publicó diversos trabajos sobre la
actividad del hospital y la salud mental, dando
origen a la costumbre de publicar anualmente
las memorias de la Casa de Orates, que se
editaron desde el 1891 hasta 1931 (18).
Estamos terminando el siglo XIX y ahora
averiguaremos la influencia alemana en el
siglo XX. Antes hay que reconocer la pérdida
de importancia de la Psiquiatría francesa por
E. Escobar M. / Aportes al nacimiento de la psiquiatría chilena de adultos bajo la influencia de la psiquiatría...
la progresiva inmersión de la cultura alemana
en nuestro medio. En otras palabras, aparecen
los Drs. Sigmund Freud, Karl Jaspers, Emil
Kraepelin, Eugen Bleuler y otros.
LA INFLUENCIA ALEMANA
Probablemente su participación se deba a la
intervención de diversos médicos que leyeron a
los autores alemanes o disfrutaron de una beca
estatal que les permitió conocer el estado de
la psiquiatría alemana en la primeras décadas
del siglo XX.
Un colega que viajó a Europa y conoció
la psiquiatría alemana fue el futuro profesor
de la Universidad Católica de Chile, Francisco
Beca, hijo del ya citado M. Beca, quien se formó
con Oscar Fontecilla. Estando allá adhirió con
más ahínco a la psiquiatría kraepeliniana, pero
dando muestras de flexibilidad aceptó el método
psicoanalítico —pero no su doctrina—, el que
ejerció en Chile (18).
A continuación nos parece importante citar
al Profesor Agustín Téllez Meneses, quien viajó
en varias oportunidades a Europa pudiendo
conocer a Karl Bonhoeffer, Oswald Bumke, HansGerhard Creutzfeldt, y varios más, e informarse
de la obra de Emil Kraepelin, Eugen Bleuler, Carl
Schneider y otros. Su experiencia la manifestó
principalmente en el libro “La Esquizofrenia”
que ha sido recientemente reeditado. De su experiencia vale señalar su completo acuerdo con
la premisa que las enfermedades mentales son
enfermedades del cerebro, tal como lo planteó
por primera vez el Dr. Wilhelm Griesinger y lo
siguieron numerosos profesores (19).
Pero ahondemos un poco en qué se
sentían seducidos los colegas que conocieron
la obra de estos alemanes, que en realidad se
venía utilizando desde la segunda década del
siglo XX.
Hablé de seducción ya que la genialidad
de Kraepelin considerando el cuadro de estado
y la evolución permitió distinguir procesos diferenciando su pronóstico incurable o mejorable
como sucedía con la Demencia Precoz y la
Psicosis Maníaco Depresiva, respectivamente.
Su tratado de psiquiatría tuvo ocho ediciones
y sólo en la sexta habló de Demencia Precoz.
Como se sabe, Kraepelin tomó la Catatonia
de Karl Kalhbaum, la Hebefrenia de Ewald
25
Hecker y la Psicosis Paranoide para constituir
la Demencia precoz (10).
Otro autor que dejó gran influjo en la
psiquiatría chilena es Eugen Bleuler, quien se
atrevió a refundir la demencia precoz integrando
conceptos psicoanalíticos. Y nada menos que le
cambió el nombre de acuerdo a su concecpción
del splitting (dislocación) y en español “discordancia”, es decir, quiebre de la personalidad,
y la llamó Esquizofrenia. A las formas clásicas
agregó la esquizofrenia simple.
Aunque podríamos hablar más de otros
gigantes de esta corriente como son Kurt
Schneider, Ernst Kretschmer y otros, razones
de espacio nos obligan a seguir adelante.
Llegado a este punto creo más apropiado
continuar hablando de escuelas en lugar de
nacionalidades.
ESCUELA ANTROPOLÓGICA
EXISTENCIAL
Fundamentada en la metodología de Edmund
Husserl y en la ontología existencial de Martin
Heidegger que sustentaron la vasta obra de
Ludwig Binswanger y Karl Jaspers. El primero busca un intento de reconstrucción y
comprensión por el terapeuta, del mundo de
la experiencia interior del enfermo mental;
y el segundo en su indispensable libro de
Psicopatología está más interesado en la comprensión del yo patológico con el mundo de
las relaciones significativas que en la de las
causas (20, 21).
Pero además debo citar a otros representantes, como Eugene Minkowski, Viktor von
Gebsattel, Roland Juhn y Hubert Tellenbach que
han influido en nuestra psiquiatría (2, 21).
A continuación citaré a los profesionales
chilenos que más fueron influidos por esta
escuela. Me referiré primero al papel jugado
por el Dr. Armando Roa, quien alcanzó el
cargo de profesor titular al renunciar el Prof. I.
Matte en 1967. Sin embargo a consecuencia de
la Reforma Universitaria de 1968 el Prof. Roa
quedó a cargo sólo de la Clínica Psiquiátrica
quedando responsables de otros centros otros
profesores como jefes de grupos, los futuros
departamentos.
Para A. Roa fueron sus guías en este
arte los ya citados fundadores del método
26
fenomenológico, pero él tuvo la habilidad
de darle un cariz particular. En todo caso la
influencia del Dr. Roa en la psiquiatría chilena
ha sido magnífica con sus diversos aportes,
especialmente su prolífica producción de
libros y publicaciones fundados en el método
fenomenológico, que manejaba en la entrevista clínica con pasmosa habilidad. En sus
últimos años se dedicó a la bioética. Si bien
tuvo una primera hornada de discípulos, éstos
se dispersaron siéndole posteriormente difícil
mantener una escuela, pues contó con escasos
colaboradores directos.
A continuación citaré al profesor Otto Dörr,
quien después de una estadía en la Universidad
de Concepción en la Cátedra de Psiquiatría del
Dr. Prinz Alfred von Auersperg, de la escuela
analítica existencial, voló becado a Alemania
donde se fue perfeccionando en psiquiatría y
filosofía. Optó por la orientación que estamos
comentando y su mejor amigo y profesor fue el
Dr. H. Tellenbach, quien fue una personalidad
extraordinaria estudiando Filosofía y Medicina
y luego psiquiatría. Entre otros aportes el
Dr. H. Tellenbach “resucitó” la Melancolía, la
llamada Depresión endógena, y configuró el
tipo de personalidad que la caracteriza: el Tipo
Melancólico (3).
Volviendo al Prof. Dörr: en la orientación
antropológica ha tenido una gran productividad
y valga aquí destacar la descripción inicial del
cuadro descrito como “Sobre una forma particular de perversión oral en la mujer joven:
hiperfagia y vómito secundario (bulimia)” que
le fue reconocido internacionalmente (3).
Corresponde ahora citar al profesor Rafael
Parada perfeccionado en Europa, donde es
conocido. Al menos para mí no es posible identificarlo con una escuela determinada pues ha
incursionado tanto en la antropología psiquiátrica
como en el psicoanálisis especialmente en la
escuela lacaniana. Como ejemplo de parte de
sus aportes, disponemos del libro que porta
gran parte de sus ensayos. Cabe agregar que
en su carrera ha ocupado cargos en la Clínica
Psiquiátrica, en el Hospital del Salvador como
Jefe de Servicio y en el Instituto Psiquiátrico
“Dr. J. Horwitz B.” como Director. Además
pertenece a la Facultad de Ciencias Sociales
y Facultad de Filosofía y Humanidades, Sede
Oriente de la U. de Chile (4).
An. hist. med. 2010; 20: 21-32
ESCUELA PSICOANALITICA
El psicoanálisis fue creado por Sigmund Freud,
quien nació en 1856, el mismo año que Emil
Kraepelin. Dedicado a la neuropsiquiatría viajó
a conocer a Charcot y quedó muy impresionado
con las enfermas histéricas. Decidió continuar
el estudio de las Neurosis. Al principio trabajó
con el Dr. Josef Breuer, quien usaba el método
catártico e hipnótico, pero Freud, incapaz de
utilizar la hipnosis, pronto descubrió la asociación
libre, la que lo llevó a postular su teoría de la
represión y posteriormente el origen sexual de
la enfermedad. Freud fue repelido, quedó solo
y trabajó infatigablemente en forma independiente en su consulta particular. Sin embargo
sus primeras publicaciones fueron escuchadas y empezó a recibir el apoyo de diversos
psiquiatras: Sandor Ferenczi, Karl Abraham,
Ernest Jones (su biógrafo), Alfred Adler, Carl
Gustav Jung, Eugen Bleuler y muchos otros.
“El psicoanálisis se construyó en sus primeros
aportes con la teoría de la represión y de la
resistencia, el descubrimiento de la sexualidad
infantil, la interpretación de los sueños y su
aplicación a la investigación de los fenómenos
inconscientes” (22).
Veamos a continuación la llegada del
psicoanálisis a Chile:
En verdad el primer interesado chileno fue
el Dr. Germán Greve, quien compartió la teoría
sexual de Freud, a quien conoció en Alemania
en 1893. Sin embargo no se le conocen esfuerzos
para haber divulgado la doctrina, no obstante
que se especializó en neurología y psiquiatría
y tuvo correspondencia con el mismo Freud.
Luego en 1925 vuelve de Europa Fernando
Allende Navarro, donde se tituló de psicoanalista.
El Dr. Allende revalidó en Chile sus estudios
médicos graduándose con la tesis: “El Valor
del Psicoanálisis en Policlínica”, posiblemente
la contribución española más relevante para
su época (23). Su trabajo fue juzgado con una
actitud ramplona y descalificadora por el estamento académico y social, razón que lo llevó
a dedicar su tiempo a la práctica privada, a la
publicación de numerosas comunicaciones y
al cultivo de la Historia. No obstante transmitió
su conocimiento a prestigiosos profesionales
como Ramon Claré, Francisco Beca Soto, Carlos
Núñez, Ignacio Matte Blanco, todos académicos,
y al sacerdote Abdón Cifuentes (23, 24).
E. Escobar M. / Aportes al nacimiento de la psiquiatría chilena de adultos bajo la influencia de la psiquiatría...
A continuación corresponde citar al Dr.
Ignacio Matte Blanco, formado como psicoanalista
en Londres, quien generó progresivamente un
equipo de trabajo que, si bien hizo una extensa
campaña de extensión y difusión del psicoanálisis,
no excluyó a otras corrientes psiquiátricas como
el conductismo, la psiquiatría social, la psiquiatría
clásica, la parapsicología, etc. Tiempo después
se formó la Asociación Psicoanalítica Chilena
que luego fue reconocida por la Asociación
Psicoanalítica Internacional cuando ya asumía
como profesor de Psiquiatría de la Universidad
de Chile en la Clínica Psiquiátrica Universitaria
a fines de la década de 1940. Nombrar a sus colaboradores más cercanos tiene el riesgo de ser
injusto con otros: Arturo Prat Echaurren, Ramón
Ganzaraín, Carlos Whiting, E. Guzmán, Otto
Kernberg, Hernán Davanzo, Mario Gomberoff,
Luis Gomberoff, Fernando Oyarzún, Guido Solari,
etc., varios de ellos profesores universitarios formaron sus propios grupos cuando el Dr. Matte
abandonó el país en 1967 para radicarse en Italia
donde siguió produciendo —especial importancia
tiene su teoría bi-lógica de la mente— hasta el
final de su vida (24, 25).
El psicoanálisis en la persona de Hernán
Davanzo y Ramón Florenzano en el Hospital
Salvador y Mario Gomberoff en el Instituto
Psiquiátrico han expandido el trabajo del líder
Matte y estimulado a una serie de nuevos
candidatos, algunos de los cuales ya están
produciendo sus frutos. Cabe agregar que la
calidad profesional del profesor Dr. M. Gomberoff
demostrada, entre otras, por su habilidad didáctica, su calidad empática y su flexibilidad
ante la postura oficial, lo ha llevado incluso a
crear la formación de psicoanalistas fuera de
la Asociación Psicoanalítica en la Universidad
Andrés Bello.
ESCUELA COGNITIVO CONDUCTUAL
Sus orígenes se remontan a los trabajos de
reflejos condicionados que le valieron la entrega del premio Nobel en 1904 al ruso Dr.
Iván Pavlov (26). Posteriormente la escuela
pavloviana siguió proponiendo que el medio
ambiente es predominante en la aparición de
los comportamientos anormales. Éste fue el
fundamento de la teoría conductual que desarrollaron entre 1950 y 1970 investigadores
27
tanto en EE.UU. como Inglaterra, destacando
Hans Eysenck y Joseph Wolpe en esta última
con el tratamiento de desórdenes de ansiedad,
mientras que en Norteamérica destacó Burrhus
Frederic Skinner trabajando con pacientes hospitalizados psicóticos basándose en la teoría
del condicionamiento operante. Sin embargo
los resultados no eran como ellos hubieran
querido (27, 28).
Por eso aparecen en los años 1960 Aaron
Beck y Albert Ellis con la revolucionaria teoría
cognitiva: es decir, que son más patogenéticos los contenidos mentales, las cogniciones
incorrectas que las alteraciones ambientales
como proponían los conductistas. Con aquella
teoría Beck tuvo éxito en el tratamiento de la
depresión (29).
En cuanto a Chile, si bien ya en los comienzos de los sesenta investigadoras como Teresa
Pinto y María de los Ángeles Saavedra aplican
el modelo conductual, la llegada del psicólogo
Sergio Yuris a fines de los sesenta introduce la
terapia cognitivo conductual. Yulis alcanzó el
cargo de Director del Departamento de Psicología
de la Universidad Católica y de profesor de
psicoterapia de la Escuela de Psicología de la
Universidad de Chile. Como es de esperar, la
nueva escuela se desarrolla progresivamente,
pero desgraciadamente la pérdida de la democracia en 1973 y los excesos siguientes echan
por tierra el prometedor futuro. Sergio Yulis sale
del país y muere tras un shock anestésico antes
de volver a Chile años más tarde.
En el ámbito psiquiátrico destacaron los
aportes de Leonardo Muñoz y Sergio Peña y
Lillo, quienes trabajaron el primero con Juan
Marconi y el segundo con Ignacio Matte aplicando a diferentes problemas neuróticos y de
personalidad la desensibilización sistemática
con buenos resultados. También se trabajó en el
Hospital Barros Luco con alcohólicos, depresivos
y estimulación de lactantes (30, 31). Esta última
fue impulsada por el Dr. Hernán Montenegro
mediante el Programa de Estimulación psicosensorial temprana.
También en el Hospital Psiquiátrico Philippe
Pinel, de Putaendo, los Drs. Raúl Riquelme y
Mario Quijada junto a su equipo a fines de
los setenta aplicaron la técnica de economía
de fichas.
Otra aplicación de la terapia se aplicó en
el Hospital Psiquiátrico de Puente Alto bajo
28
el empuje del psicólogo Luis Montesinos y su
grupo mediante el procedimiento de la economía de fichas en la rehabilitación de pacientes
internados (32). Por último cabe señalar que el
Plan Nacional de Salud Mental del Ministerio
de Salud contempla a la terapia cognitivo-conductual dentro de la atención de la Depresión.
En todo caso es claro que a nivel psiquiátrico
esta escuela no ha tenido el mismo desarrollo
que en Psicología.
ESCUELA BIOLÓGICA
Se refiere a la introducción de los medicamentos
en la psiquiatría y que le da su fundamento al
modelo médico.
Si bien en el siglo XIX se usaron algunas
sustancias sedantes (bromuros, hidrato de cloral,
luminal), antisifilíticos (sales de mercurio, yoduro
de potasio), antimaníacos (opio, morfina) fue en
el siglo XX cuando se desarrollaron los procedimientos terapéuticos que pasamos a describir.
La primera, por iniciativa del Dr. Wagner
von Jauregg fue la terapia de inoculación del
Plasmodium falciparum, causante de la malaria,
que provocó una mejoría de los paralíticos generales recientes, lo que le valió recibir el Premio
Nobel en 1927. Ese tratamiento fue ineficaz
para la esquizofrenia y la enfermedad afectiva.
Esta terapia fue reemplazada por la penicilina
introducida por John Mahoney en 1943.
Posteriormente Manfred Sakel en 1934
describió la cura insulínica para los esquizofrénicos llevándolos al coma de beneficiosos
efectos sobre todo para los brotes iniciales
y catatónicos. Sin embargo el avance de las
siguientes terapias la dejó atrás (10).
En 1938 Ugo Cerletti y Lucio Bini informan
del primer tratamiento de electroshock aplicado al hombre, que se extiende a diferentes
patologías, siendo aun útil a los depresivos y
catatónicos (10).
En 1952 comienza la era de los psicofármacos con la aparición de la Clorpromazina
introducida por Jean Delay y Pierre Deniker,
que provoca una marcada disminución de las
hospitalizaciones psiquiátricas. Le siguen luego
otros derivados como las butirofenonas cuyo
prototipo, el Haloperidol, fue introducido por
Janssen en 1958. A fines de los sesenta Delay
y Deniker introducen el primer neuroléptico
An. hist. med. 2010; 20: 21-32
de depósito (medicamento de duración de más
menos treinta días), el Decanoato de Flufenazina
Pero el gran avance de los antipsicóticos es
en la década de los noventa con la aparición
de los antipsicóticos atípicos antecedida por
la Cloxapina lanzada en 1965, e importada
para Chile desde China en los noventa por
el recordado colega Luis Hormazábal. Más
adelante aparece la Risperidona en 1972 y la
Olanzapina en 1977, que con los mismo beneficios no provocan los efectos laterales de los
primeros y se usan tanto en la Esquizofrenia
como en la Enfermedad Afectiva (33, 34). Han
aparecido otros con mejores beneficios, incluso
inyectables para atención de urgencia como la
Ziprasidona intramuscular y oral.
En cuanto a los antidepresivos, también
aparecen en la década de los cincuenta los
primeros Imao (Iproniazida e Izocarboxazida comercializados en 1960, y Tricíclicos (Imipramina,
Amitriptilina y Clomipramina comercializados en
los años 1970). Dados sus efectos colaterales con
el tiempo han sido reemplazados por los antidepresivos de segunda generación (Fluoxetina
Sertralina, etc.) comercializados en los años 1980
por sus beneficios y menores efectos tóxicos.
Antes habían aparecido los tranquilizantes
modernos, siendo el Clordiazepóxido en 1957,
luego el Diazepam en 1963 y el Clonazepam
que se sintetizó en 1957, las más conocidas
Benzodiazepinas. Otro medicamento muy
utilizado es el Litio introducido en 1949 por
Cade para la enfermedad afectiva, sin perjuicio
de que actualmente sean de segunda o tercera
oportunidad, dependiendo del cuadro clínico
(33, 34).
En Chile la primera publicación sobre
tratamiento malárico en paralíticos generales es
del recordado profesor Dr. Hernán Alessandri
en 1923 (35).
En Santiago, de acuerdo con diversas
publicaciones nacionales, se comenzó a usar
penicilina en dos servicios del Manicomio en
1946 y 1947. En el Servicio A los Drs. Isaac
Horvitz, José Horwitz y José Miguel Estay trataron a 12 pacientes con parálisis general de
distinta gravedad, encontrando que 7 pacientes,
todos del grupo de reciente evolución, mejoraron como para egresar (36). Concluyen que
es conveniente combinar por el momento la
terapia con paludismo y penicilina. Pronto se
confirmaron los beneficios de esta última muy
E. Escobar M. / Aportes al nacimiento de la psiquiatría chilena de adultos bajo la influencia de la psiquiatría...
superiores a la malarioterapia y se comenzó a
utilizar en el resto de los hospitales de acuerdo
con la disponibilidad del antibiótico.
En cuanto a la cura insulínica, la utilizó el
Prof. Arturo Vivado en esquizofrénicos con esperanzadores resultados en 1937 y 1938 (37).
En 1943 los Drs. Vivado y Morales San
Martín informaron del uso de la terapia de
electroshock en 75 enfermos con diversas
enfermedades mentales, especialmente esquizofrenia y psicosis maníaco depresiva. En
el 80 % de los esquizofrénicos agudos hubo
mejoría total, sólo en el 22% de los crónicos
y mejoró el 87% de los afectivos.
Los colegas A. Vivado y Ruperto Murillo
comunicaron en 1942 los primeros resultados
del uso de apomorfina para producir un reflejo
condicionado en alcohólicos. Recuerdan los
fundamentos de los reflejos condicionados,
describen detalladamente el método y sus resultados. Utilizando apomorfina como emético
para crear reflejos condicionados en 15 pacientes
bebedores, consiguieron la abstinencia en 10
enfermos (38). En cuanto al uso de neurolépticos los trabajos iniciales de Horwitz J. et al.
y F. Beca et al. confirman los beneficios de la
clorpromazina para diferentes cuadros clínicos
(39, 40). En relación al uso de antidepresivos
Agustín Téllez et al. publicaron en 1959 y 1960
dos trabajos sobre la indicación de iproniazida
y tofranil respectivamente (41, 42).
En Chile la introducción del Modecate
(Decanoato de Flufenazina de depósito) fue en
Temuco en 1973 debido a la iniciativa de Dr.
Martín Cordero y equipo, revelando los positivos
resultados para evitar las recaídas (43).
Posteriormente Verónica Larach et al. trabajando con el mismo medicamento en la Clínica
de Neurolépticos de Depósito del Instituto “Dr.
José Horwitz B.” confirman las bondades clínicas
del mismo así como sus ventajas costo-beneficio
(44). Los antipsicóticos atípicos se están utilizando con gran ímpetu tanto como antipsicóticos
como estabilizadores del ánimo (45).
LA SALUD MENTAL Y LA PSIQUIATRÍA
COMUNITARIA
Ambos conceptos son parecidos, pues desde
luego sus objetivos: “evitar la aparición de los
trastornos mentales y acrecentar el estado de
29
bienestar subjetivo de la población” son iguales.
Se distinguen en que en la psiquiatría comunitaria
los recursos humanos son los convencionales de
la psiquiatría, mientras que en el campo de la
salud mental los recursos provienen del campo
profesional general, la familia y otros agentes
de la comunidad que, organizados, siguen las
formativas elaboradas por los Estados que a su
vez se conectan con las respectivas instituciones
internacionales (46).
Ambas instancias evolucionan en la segunda mitad del siglo XX, mientras la psiquiatría
comunitaria mediante reformas psiquiátricas
pretende terminar con los asilos e instalar, entre
otros, los hogares protegidos. La salud mental
reconociendo esos aspectos enfatiza más la
implementación de los centros de salud mental
para las tres formas de prevención.
Desde el punto de vista histórico, la psiquiatría comunitaria se hace presente sobre
todo después de la segunda guerra mundial
en Francia e Inglaterra, y gracias al trabajo de
Maxwell Jones en 1953 se expande a través de
la OMS. Entre sus objetivos se recomienda la
transformación de los asilos en Comunidades
Terapéuticas, objetivo que se cumple parcialmente. Sin embargo en Italia el Dr. Franco
Basaglia et al. logran leyes que terminan con
los hospitales psiquiátricos y su reemplazo por
cadenas de servicios comunitarios alternativos.
Sin entrar en detalle, el proyecto tuvo éxitos
y fracasos dependiendo del nivel de desarrollo socioeconómico de las regiones italianas.
En España, en tanto, está la experiencia de
Francisco Torres en la Comunidad de Andalucía,
con controvertidos resultados como se señaló
anteriormente. Particular resonancia generó el
movimiento antipsiquiátrico británico liderado
por los Drs. David Cooper y Ronald Laing,
quienes plantearon derechamente la cuestión
de la pérdida de los derechos humanos de los
pacientes psicóticos, en el fondo un asunto de
poder, cuya resolución, no obstante las injusticias a que eran sometidos los pacientes, no
fue como ellos esperaban (10).
En cuanto al desarrollo de la salud mental
en EE.UU. y de acuerdo con E. Medina, ya a
comienzos del siglo XX hubo iniciativas importantes. Una, la de Adolf Meyer, quien en
1909 promovió una red de salud mental en la
comunidad utilizando recursos sanitarios sociales
y policiales. La otra, de un ex paciente, el abo-
30
gado Clifford Brees, quien en 1905 publicó un
libro relatando sus experiencia de internación
y luego fundó una sociedad de higiene mental,
iniciando el trabajo mental en la comunidad. Sin
embargo acciones más trascendentes debieron
esperar el paso y la experiencia en salud mental
de las dos guerras mundiales. En efecto, en
1949 se fundó en EE.UU. el Instituto Nacional
de Salud Mental y en 1961 se promulgó el
Acta de Salud Mental del Presidente John F.
Kennedy proponiendo la creación de los Centros
de Salud Mental a cargo de profesionales de
equipos básicos supervisados por especialistas
y conectados con los hospitales generales o el
Hospital Psiquiátrico, según correspondiera.
Aunque son indudables los beneficios para la
comunidad de pacientes mentales y sus familias,
se citan acá los principales problemas, como
la insatisfacción de algunos psiquiatras (celos
profesionales), el proceso de la puerta giratoria
de las readmisiones y, en fin, la aparición del
paciente mental abandonado, situaciones que
aún no han podido ser resueltas.
El campo de la salud mental y la psiquiatría
comunitaria en Chile comienza del mismo modo
que en el extranjero a mediados del siglo pasado.
En verdad, el desarrollo de la psiquiatría chilena
muestra que desde la fundación de la Casa de
Orates en 1852 sus protagonistas se interesaron
por aspectos clínicos y salubristas de la salud
mental que pueden conocerse mejor en otra
parte (16). Acá nos detendremos en los hechos
más recientes relacionados directamente con
el tema que nos convoca. En efecto, en 1960
asume como Jefe de Salud Mental del Ministerio
de Salud el Dr. Luis Custodio Muños, quien
entrega el Primer Programa Nacional de Salud
Mental y propone la fundación de Unidades
de Higiene Mental en el territorio nacional sin
descartar la participación de la comunidad
(12). En fin, en los años de gobierno de los
Presidentes Eduardo Frei Montalva y Salvador
Allende se propone un Programa Integral de
Salud Mental que permite implementar los
primeros servicios comunitarios en las Áreas
Sur y Centro de Santiago y luego en algunas
regiones, apoyándose en los planes de delegación y los centros de atención con seis modelos
psicopatológicos, elaborados a partir del aporte
de J. Marconi, M. Fliman et al. (47).
Culminación de la efervescencia sociopolítica, en 1973 las fuerzas militares quiebran la
An. hist. med. 2010; 20: 21-32
democracia amenazada y se instala una dictadura militar que, en el ámbito que nos ocupa,
desmonta las acciones de salud mental y sólo
permite un sistema de atención de psiquiatría
comunitaria.
Con la recuperación de la democracia
en 1990 se instala un nuevo Departamento de
Salud Mental que elabora sucesivos proyectos
en esta área que se ejecuta durante los 20 años
del gobierno de la Concertación de Partidos por
la Democracia, desarrollando el Plan de Salud
Mental sustentado en el modelo de psiquiatría
comunitaria y salud mental. Entre los de adultos
conviene citar por su importancia el Programa
del Primer Episodio Esquizofrénico, el Programa
del Tratamiento con Personas con Depresión y
el Programa contra el Abuso de Drogas.
Un balance de 10 años de experiencia
revela las dificultades y los logros, no obstante las limitaciones de recursos y la falta de
un respaldo legal (48). Cabe señalar que los
portadores de esas enfermedades están considerados dentro del Decreto Ley de Garantías
Explícitas en Salud.
Queremos terminar este trabajo haciendo
notar que, si bien existen otras escuelas y técnicas, no las describimos aquí tanto por falta
de espacio como por la menor influencia en
la salud mental pública.
REFERENCIAS
1. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena Ed.
Andrés Bello, Santiago Chile 1995. Ed. Zig-Zag
Santiago Chile 1964.
2. Dörr O. Espacio y tiempo vividos. Editorial
Universitaria, Santiago Chile 1996.
3. Dörr O. Psiquiatría antropológica. Editorial
Universitaria Santiago Chile 1995.
4. Parada R. Patopsicología y Psicopatología en
la Clínica Psiquiátrica. Editorial Mediterráneo
Santiago Chile 2001.
5. Roa A. Consideraciones sobre la evolución de
la psiquiatría chilena. Rev Med Chile 1972; 100:
1262-1272.
6. Ojeda C. Ignacio Matte Blanco, Armando Roa
Rebolledo y Juan Marconi Tassara: tres creadores
de la psiquiatría chilena. Rev Chil Neuro-Psiquiat
2001; 39: 183-94.
E. Escobar M. / Aportes al nacimiento de la psiquiatría chilena de adultos bajo la influencia de la psiquiatría...
31
7. Castedo L. Resumen de la Historia de Chile de
Encina FA. Ed. Zig-Zag, Santiago Chile 1964.
Salud Mental 2006; Año XXIII Nº 3 y 4: 125-128
Santiago Chile.
8. Pallavicini J. Influencia de España en la Psiquiatría
Chilena. Rev Psiquiatría Clínica Chile 1981; vol
XXX: 1-10.
24. Gomberoff M. Apuntes acerca de la historia del
Psicoanálisis en Chile. Rev. Psiquiatría, 1990; Año
VII, Nº 1: 379-388.
9. Roa A. Demonio y psiquiatría. Ed. Andrés Bello.
Santiago 1974.
25. Casaula E, Coloma J, Jordán JF. Eds. Cuarenta
años de Psicoanálisis Chile, Tomo 1, Ananké,
Stgo. 1991.
10. Trillat E. Una Historia de la Psiquiatría en el
Siglo XX págs. 319-330. En Postel J, y Quétel
C. Nueva historia de la Psiquiatría. Ed. Fondo
de Cultura Económica 2ª edición en español.
México 2000.
11. López Ibor JJ. Las neurosis como enfermedades
del ánimo. Ed. Gredos. Madrid, España 1966.
12. Medina E. Panorama histórico de la Salud Mental.
págs. 41-82. En Mental Riquelme R. y Quijada
M. Editores Psiquiatría y Salud. Soc Chil Salud
Mental. Santiago, Chile 2007.
13. Escobar E. José Ramón Elguero del Campo
(1819-1877) Nota histórica. Rev Med Chile 2000;
128: 131-132.
14. Orrego Luco A. Recuerdos de la Escuela Ed.
Francisco de Aguirre. Santiago Chile 1976.
15. Roa A. Augusto Orrego Luco en la cultura y la
medicina Chilena. Ed. Universitaria, Santiago,
Chile 1991.
16. Medina E, Escobar E, Quijada M. De la Casa de
Orates a Instituto Psiquiátrico. Antología de 150
años. Ed. Sociedad Chilena de Salud Mental.
Santiago, Chile 2002.
17. Roa A. Psiquiatría. Ed. Universitaria. Santiago,
Chile 1959.
18. Escobar E. Los Beca en la Psiquiatría Chilena.
Rev Med Chile 2000; 178: 801-806.
19.Murillo G. El Profesor Agustín Téllez Meneses;
reseña histórica y personalidad. Rev. de Psiquiatría,
Santiago 1990;VII: 369-374.
20. May R, Ellenberger AE (eds) Existencia. Ed.
Gredos 1967.
21. Jaspers K. Psicopatología general. Ed. Beta.
Buenos Aires 1963.
22. Echegoyen H, Yampey N. Psicoanálisis, conceptos fundamentales: Freud y sus discípulos. En
Enciclopedia Iberoamericana de Psiquiatria. Eds
Vidal - Alarcón - Lolas tomo III 1995; 1234-1246
Ed. Médica Panamericana. Buenos Aires.
23. Escobar E. Fernando Allende Navarro: Pionero
del psicoanálisis chileno. Rev. Psiquiatría y
26. Ardila R. Conductismo.En Enciclopedia
Iberoamericana de Psiquiatria Eds Vidal Alarcón - Lolas tomo II 1995; 276-281 Ed. Médica
Panamericana. Buenos Aires.
27. Wolman B. Teorías y sistemas contemporáneos
en Psicología. Ed. Martinez Roca. Barcelona
España 1968.
28. Bleichmar H. La Depresión: enfoque cognitivo.
En Enciclopedia Iberoamericana de Psiquiatría
Eds Vidal - Alarcón - Lolas tomo III 1995;1786 1787 Ed. Médica Panamericana. Buenos Aires.
29. Dahab J, Rivadeneira C, Minici A. ¿Por qué terapia
cognitivo conductual ? disponible en http://www.
cognitivoconductual.org/articles/porqtcc.htm 14
de Diciembre 2009.
30. Muñoz L. Concepto conductual del síntoma
fóbico. Acta Psiquiat y Psicol de Amer. Latin.
1975; 21,147-153, Buenos Aires.
31. Peña y Lillo S, Guilbert P. A propos de 37 cas de
phobies traités par une technique combinée de
decondicionnement. Encephale 1970; 1: 25-55
Paris.
32. Montesinos L. Informe final de la aplicación
de un programa de economía de fichas en
combinación con el esquema de delegación de
funciones en la rehabilitación de pacientes crónicos. En Cuadernos de Salud Mental, Psiquiatría
y Psicología. Santiago Facultad de Medicina, U
de Chile, 1978.
33. Schatzberg A, Nemeroff C. Eds. The American
Psychiatric Press Textbook of Psychopharmacology.
Washington DC, American Psychiatric Press
1995.
34. Péron Mignan P. La era moderna de las terapias
biológicas págs. 381-391. En Postel J, Quétel
C. Nueva historia de la Psiquiatría. Ed. Fondo
de Cultura Económica 2ª edición en español.
México 2000.
35. Alessandri H. Tratamiento de la parálisis general por paludismo. Tesis de prueba 1923 en:
Currículum Vitae. Rev Med Chile 1980; 108,
401-406.
32
An. hist. med. 2010; 20: 21-32
36. Horvitz I, Horwitz J, Estay JM. Tratamiento de
la parálisis general con penicilina. Rev Chil
Neuropsiq 1947; 1: 150-15.
43. Cordero M. et al. Experiencia con el uso de
fenotiazina de depósito. Rev Chil Neuropsiquiat.
1973;12 Nª 1 y 2: 41-45.
37. Vivado A. Tratamiento de la esquizofrenia por el
método de Sakel. Rev. de Psiquiatría y Disciplinas
Conexas 1938; 3: 2-37-39.
44. Larach V, Osorio R. Evaluación de la relación costobeneficio del Programa Clínica de Neurolépticos
de Depósito del Instituto Psiquiátrico “Dr. J.
Horwitz B.”. Rev de Psiquiatría 1988; 5 (1): 2947 Santiago Chile.
38. Vivado A, Murillo R. Terapéutica del alcoholismo
crónico por el método de los reflejos condicionado. Rev Psiquiat y Dis Conex. 1942;7,3 y 4:
73-80.
39.Beca F. et al. Nuevas terapias medicamentosas
en psiquiatría. Rev Chil Neuropsiquiatría 1957;
Vol 5: 49-57.
40.Horwitz J et al. Nuevas terapias medicamentosas
en psiquiatría. Rev Chil Neuropsiquiatría 1957;
Vol 5: 49-57.
41.Téllez A et al. El tratamiento de los estados depresivos con Iproniacida. Rev Med Chile 1959;
(1) 430-438.
42. Téllez A, Brzovic J. El clorhidrato de N-dimetilamino propil-iminobencilo (Tofranil) en el
tratamiento de la depresión en medicina. Rev
Med Chile 1960; (2) 657-659.
45. Silva H. Antipsicóticos págs. 557-564 en Psiquiatría
Clínica. Ed. Heerlein A. Ediciones Sonepsyn.
Santiago, Chile 2000.
46. Thumala E. El campo de la salud mental pags.
19-40. En Psiquiatría y Salud Mental. Eds. Riquelme
R. y Quijada M. Soc Chil Salud Mental. Santiago,
Chile 2007.
47. Marconi J. La revolución cultural chilena en
Programas de Salud Mental. Acta Psiquiat y
Psicolog Amér Lat. 1973; 19,17-23. Buenos Aires,
Argentina.
48. Minoletti A, Sacaría A. Plan Nacional de Salud
Mental en Chile: 10 años de experiencia 2005
Rev Panam Salud Pública Public Health 18; 4/5:
346-358.
An. hist. med. 2010; 20: 33-50
Salud y caridad en una villa de Chile central: génesis
del hospital San José de Parral (1875-1885)
Martín Lara O.1
Esta investigación tiene como propósito estudiar las dinámicas que permitieron la creación del hospital de Parral en el último cuarto del siglo XIX. En base a fuentes primarias inéditas, se estudian las
demandas sociales que se generaron para la construcción y funcionamiento de dicho centro médico,
como asimismo la llegada y establecimiento de algunos de los primeros hombres de salud en la ciudad.
Finalmente, se concluye que la creación del hospital fue el resultado de la tensión entre prácticas y
discursos de una conjugación de factores locales y externos.
Palabras clave: Parral - caridad - salud - médicos - siglo XIX.
Health and charity in a village of Central Chile: genesis of San José hospital in
Parral (1875-1885)
The purpose of this investigation is to study the steps that led to the creation of the hospital of Parral
in the last quarter of the 19th century. Based on unpublished primary sources, the article analyses the
social demands that generated the construction and operation of this health center, as well as the arrival
at the hospital of some of the first physicians in the city. It is concluded that the creation of the hospital
was the result of tension between discourses and practices, originated from a conjunction of local and
external factors.
Key words: Parral - charity - health - medical doctors - XIX century.
Presentación
El desarrollo de la historia regional y local ha
tomado un vuelco inusitado en las últimas
dos décadas. A los referentes como Fernando
Campos Harriet, Gabriel Guarda OSB y Mateo
Martinić, se ha sumado una nueva generación de
historiadores como Juan Cáceres, Luis Carreño y
Elías Pizarro quienes, desde diferentes ángulos,
a partir de líneas como la historia social, económica y de las mentalidades, han sacado a flote la
historia de regiones y localidades del país que,
hasta hace muy poco tiempo, se caracterizaban
por un “silencio historiográfico”.
Pero la historia regional y local como
categoría no se puede sostener por sí sola. Se
debe enmarcar dentro de ciertas temáticas o
“formas de hacer historia”, diría Walter Benjamin,
que se transformen en punto de referencia o
piedra angular de las investigaciones. El presente
trabajo intentará articular dicha categoría con
una temática aún poco desarrollada en nuestro
país, como es la historia de la salud que, en
otras latitudes, ha dado interesantes resultados
(1). El escenario para este trabajo se centra en
la ciudad de Parral entre 1875 y 1885.
En base a lo anterior, en la presente
investigación pretenderemos vislumbrar e interrelacionar dos grandes problemas a modo
de objetivos centrales. El primero de ellos es
analizar cómo en Parral se vivió en el último
cuarto del siglo XIX la necesidad de contar con
1
Profesor Escuela de Historia y Geografía, Universidad Bernardo O’Higgins. Programa de Magíster en Historia, Pontificia
Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: [email protected]
Recibido el 15 de junio de 2010. Aceptado el 28 de agosto de 2010.
34
un hospital que apoyara las necesidades de una
población cada vez más numerosa y propensa
a contraer enfermedades como la viruela, tifus
y otras epidemias que se esparcieron con gran
facilidad por el centro del país. Y, en segundo
lugar, cómo ante dichas necesidades la misma
sociedad local reaccionó para lograr solucionar
un problema que consideraron era de todos.
Ciertas preguntas, a modo de hipótesis,
nos permitieron construir este trabajo y generar
directrices en torno a los principales problemas.
Entre algunas de dichas interrogantes se cuentan:
Una sociedad como la parralina ¿cómo enfrentó
las epidemias que se venían propagando desde
1840? La medicina moderna, entendiendo por
ello el servicio médico y farmacéutico; ¿llega a
Parral en el instante en que se funda el hospital
o fue antes? ¿Cuál fue el papel que le compitió
al Estado y a los privados en la construcción
de dicho centro? ¿La sociedad dirigente de
Parral se vio imbuida por el pensamiento católico tradicional o por el positivismo liberal
decimonónico para ayudar al desarrollo de las
instituciones de salud en su ciudad? Éstas y
otras interrogantes que se irán formulando en
el transcurso de las siguientes líneas serán las
principales directrices del estudio.
La información utilizada para la construcción
de este trabajo está sustentada principalmente
en fuentes primarias, siendo algunas de ellas
inéditas, como actas municipales e informes de
gobierno e impresas, como diarios y revistas
de la época. Estas fuentes están respaldadas y
complementadas por literatura historiográfica,
cuyos estudios son principalmente nacionales.
Sobre la historia parralina no hay casi nada,
salvo algunos estudios introductorios publicados por Jaime González en el Boletín de la
Academia Chilena de la Historia entre el 2004
y el corriente.
Para el estudio de las personas tocaremos
tangencialmente las ideas, doctrinas sociales
y pensamiento económico de la época, pues
creemos que, de un modo u otro, el liberalismo
y la doctrina social de la Iglesia tuvieron algo
que ver en el desarrollo y materialización de
los hechos que presentaremos.
La estructura del presente trabajo está
compuesta de dos partes. En la primera se estudiarán las instituciones sanitarias y de salud
de dicha localidad, haciendo énfasis en el estudio sobre las peticiones de los funcionarios
An. hist. med. 2010; 20: 33-50
locales al gobierno central y las respuestas a
través de omisiones y muchas veces de olvido
que este último tuvo para con las autoridades
y sociedad local. Asimismo, en dicha sección
se analizarán algunos de los primeros hombres
de salud que en Parral trabajaron; el rol que
cumplieron y las redes sociales que generaron.
En la segunda parte se expondrán ciertos discursos y representaciones que supuestamente
motivaron la construcción del hospital.
Finalmente, es necesario dejar claro, antes
de comenzar, que el análisis del presente trabajo se remitirá sólo a las fuentes consultadas,
de ahí que por razones de ausencia de ellos
algunas partes puedan ser consideradas magras
en relación con otras problemáticas mejor
desarrolladas. Al ser nulo cualquier tipo de
publicación sobre esta temática, reconocemos
que todavía estamos pisando cautelosamente, lo
que hace de este trabajo un estudio aproximativo
y sujeto a revisión para futuras investigaciones
monográficas.
I. Las instituciones de salud
(1875-1885)
1.1 Evolución y construcción de los
primeros espacios físicos
En Chile durante la segunda mitad del siglo XIX
se produjo un desarrollo y modernización del
concepto de salud. Ya se habían dejado de lado
las tradicionales formas de curar y sanar a los
enfermos a la vieja usanza indígena y colonial
la que se caracterizaba, como dice de modo
sarcástico Vicuña Mackenna, por creer que
“una manda era considerada mucho más eficaz
que una receta; un relicario, un arbitrio muy
superior al consejo de una junta. En realidad,
el verdadero protomédico de Chile fue, en los
primeros años, Nuestra Señora del Socorro, y
medio siglo más tarde, cuando la descubrió un
indio en una de las serranías de Coquimbo,
Nuestra Señora de Andacollo” (2). Pero, como
sabemos, también se caracterizaba por la utilización de ungüentos y hierbas medicinales,
muy cotizadas por las comunidades indígenas
y por algunos europeos avecindados en Chile,
siendo los mapuche y alemanes los más diestros en su consumo. Siguiendo a autores como
Porter y Knight, en el siglo XIX los cambios
M. Lara O. / Salud y caridad en una villa de Chile central: génesis del hospital San José de Parral (1875-1885)
se produjeron principalmente por los avances
científicos, permitiendo la utilización de una
cada vez mayor complejización de medicamentos
fabricados en laboratorios (3) y también por la
evolución de una ética liberal que, cargada por
el pensamiento de superioridad y desarrollo de
la sociedad mediante el constante conocimiento
de la naturaleza, hicieron del área de la salud
un espacio no sólo para el perfeccionamiento
de la ciencia sino, más importante aún una
prueba de que la mente humana podía alcanzar
límites insospechados (4).
Considerando dicha impronta progresista,
la medicina por distintas causas, paulatinamente se había transformado en una carrera
atractiva para los jóvenes que querían ingresar
o continuar sus estudios en la Universidad de
Chile. Una de las causas la tiene el Estado, pues
muchos de los médicos empezaron posiblemente por necesidad y comodidad a cambiar
de empleador produciéndose un viraje en el
aspecto laboral; de un reducido número de
pacientes particulares a una masiva afluencia
de enfermos estatales, haciendo de ellos, como
diría Vargas, médicos funcionarios (5). Uno de
los detonantes que dicho autor señala sobre
el fenómeno es que “da la impresión que las
instituciones indicadas —sobre todo dispensarías
y hospitales— le disminuyeron clientela a los
médicos. Es difícil o casi imposible calcular la
cantidad que importó esa disminución” (6). Pero
completando la idea de Vargas, para muchos
de los que entran en escena, fundamentalmente hijos de la clase media y que recién se
estaban titulando, era una clara opción de un
sueldo mensual y estable. Asimismo, Vargas
asevera que el paso de libertad de profesión a
ser empleado en esta época tiene una lógica
histórica “El periodo escogido tiene una cierta
lógica historiográfica; esto porque en la década
de 1870 se perciben los primeros síntomas
del retroceso que comenzó a experimentar el
ejercicio liberal de la profesión, y porque da la
impresión que en 1951 los médicos —gracias
a la seguridad gremial que les dio el Colegio
Médico, y económico que les proporcionó el
Estatuto del Médico Funcionario— terminaron
por aceptar la condición —valga la redundancia— de los médicos funcionarios” (7).
Otra causa que hemos identificado se da de
forma paralela a la anterior y se venía gestando
dentro del área de la salud y más propiamen-
35
te de los médicos: su dedicación no sólo al
ámbito laboral sino también al político. En no
pocas ocasiones, algunos médicos alcanzaron
puestos públicos que durante mucho tiempo
fueron ocupados tradicionalmente por abogados. Alcaldías, subdelegaciones, diputaciones
y senadurías fueron espacios de predilección
política para los hombres de la salud. Esta situación, a nuestro parecer, permitió al menos en
las representaciones sociales, desplazar lentamente la arcaica y pesimista noción que se tenía
del médico a fines de la colonia y la primera
mitad del siglo XIX, cuya figura era corporizada
como un profesional que no podía alcanzar
un mayor estatus económico y óptimo poder
político. Esta imagen cambió significativamente
en el último cuarto del siglo XIX, interesándose
muchos profesionales de la salud por trabajar
en su especialidad y paralelamente en el ámbito
partidista (8). Un caso es lo que pasó, como lo
veremos más adelante, con el doctor del hospital
de Parral, Manuel Cañas Letelier, quien fue uno
de los tantos médicos que trabajaron de manera
paralela en hospitales y en partidos políticos,
rompiendo así los tradicionales esquemas de
cómo se miraba a la principal profesión de la
salud durante la primera mitad del siglo XIX. La
opción de trabajar en un pequeño pueblo como
médico se veía mucho más atractiva si se podía
hacer paralelamente una carrera política.
La génesis de los centros hospitalarios o de
atención médica en Parral se remonta aproximadamente a la segunda mitad del siglo XIX,
siendo antes nula la probabilidad que algún lugar
de atención para enfermos existiese, salvo que
la parroquia o alguna congregación religiosa de
paso supliera dicha carencia. Además, porque
las enfermedades como se daban en el Chile
tradicional, se controlaban en la misma casa,
al resguardo de familiares y cercanos (9). Esta
situación, con el aumento de las epidemias
hacia la primera mitad del siglo XIX se tornó
insostenible; el enfermo debía salir del hogar.
Por ello se dan los primeros intentos del Estado,
bajo el gobierno de José Joaquín Prieto, para
dar solución al problema cuando “en 1832 se
creó la Junta de Beneficencia y Salud Pública,
organismo que funcionaría 120 años hasta la
creación del Servicio Nacional de Salud. En aquel
año se formó la Junta Directora de Hospitales
de Santiago. En el medio siglo transcurrido de
1841 en adelante se modernizaron los hospi-
36
An. hist. med. 2010; 20: 33-50
tales coloniales y se construyó una vasta red
hospitalaria” (10). Este esfuerzo estatal llegó a
Parral sólo después de la primera mitad de la
década de 1850, ya que ni Linares en 1856, que
cumplía de cabecera provincial en esos años,
tenía dispensarías, según un documento de
la época, firmado por el Ministro del Interior
Antonio Varas:
Marzo de 1856
El Gobierno considera el establecimiento de
dispensarías en los pueblos que carecen de
Hospitales como una medida de gran conveniencia i el mejor medio de socorrer los
enfermos pobres con asistencia de medios
i medicinas. Está mui dispuesto a ayudar
a la municipalidad de Linares para tan util
institución.
Antonio Varas (11).
No sabemos precisamente en qué año fue
instalado, pero ya en 1874 funcionaba en Parral
una dispensaría que hacía el papel de hospital
en dicha localidad o que Vargas llamaría una
especie de policlínico (12). Desde los años
fundacionales, la Villa Reina Luisa del Parral,
o Parral, como comúnmente se le llamará, ya
no era el pequeño villorrio que se conoció a
fines del siglo XVIII, sino una ciudad que creció,
llegando a contar con alrededor de 40 cuadras,
teniendo como punto central la plaza de armas
(13). La necesidad de un centro médico se
tornaba indispensable.
Hasta el momento, son cuatro los factores
identificados que hicieron que algunos vecinos
de esta ciudad, agrupados en la municipalidad,
empiecen a demandar al gobierno central a
partir de 1875 el reemplazo de la dispensaría
por la construcción de un hospital. Los dos
primeros de carácter funcional y necesario,
referidos al número de habitantes y las enfermedades. Mientras que los otros dos, dentro
de lo que llamaremos imagen y representación
social, apuntan a cuando Parral fue convertida
oficialmente en ciudad y con la llegada del
ferrocarril.
El primer punto a considerar fue el rápido
crecimiento poblacional de esta ciudad que,
según los cálculos del censo del 19 de abril de
1865, estaba compuesta por 22.217 habitantes
(14), mientras que el censo presentado en
oficio por el intendente de Linares a la cartera
de Interior en 1875, bordeaba el departamento
de Parral en 8.365 para la zona urbana y 25.005
para el espacio rural, dando un total de 33.370
(15). Este aumento demográfico hizo imperiosa
la necesidad de contar con un espacio físico más
amplio para resguardar a los enfermos que, en
ese entonces, sólo estaban por un día o máximo
dos en la dispensaría por falta de camas.
En segundo lugar, desde 1840 en Chile
central se venían propagando epidemias que
estaban diezmando a la población, causando
en algunas localidades estragos de mayor envergadura. Estas patologías con el correr de
las décadas avanzaron a pasos agigantados,
llegando a picos notables en el transcurso de
la década de 1880 “debido a las endemias de
viruela, tifus y tuberculosis, a las que se agregaron en la década de los 80 las epidemias de
cólera” (16). Un par de años antes, en 1875, el
alcalde de Parral refrenda lo que dice el médico
Cruz-Coke, en las siguientes líneas que envía al
intendente de Linares, cita en extenso:
Parral, Marzo 31, 1875
Establecimientos de Beneficencia: La despensaría es servida regularmente con la
asignación de trescientos pesos con que
ausilia el Supremo Gobierno.
Los pobres encuentran en este establecimiento gran parte de los ausilios que pudiera
proporcionarles un hospital de que por
falta de recursos carece desgraciadamente
la población.
La reciente aparición de la viruela empezando
sus estragos, ha alarmado en gran manera
a la población. Oportunamente i ántes que
la epidemia propagase su funesto contagio
la gobernación estableció un lazareto provisional, en el que se han asilado diez y siete
personas, habiendo fallecido víctimas del
flajelo tres de estos desgraciados.
Convocados los vecinos más pudientes
implorando la caridad pública, se nombró
una comisión que debía atender i proveer a
las necesidades del lazareto, suscribiéndose
con donaciones de dinero o de artículos
necesarios para el uso i consumo del
establecimiento.
Otras comisiones se designaron para obtener más suscripciones. Contando con estos
recursos i con el ausilio de Doscientos pesos
solicitados del Señor Ministro en oficio de
M. Lara O. / Salud y caridad en una villa de Chile central: génesis del hospital San José de Parral (1875-1885)
20 del presente mes, creo se proveerá a las
exigencias más apremiantes del lazareto.
No poseyéndose edificio alguno que sirva de
lazareto y que esté destinado a satisfacer esta
imperiosa necesidad en épocas de epidemias,
que están repitiéndose todos los años, ha
surgido en los ánimos la idea de construir
un edificio que sea en el porvenir un ausilio
salvador en este conflicto. Contando con el
ausilio del Supremo Gobierno y generoso
desprendimiento del vecindario se posee ya
un local espacioso y se acopian los materiales
para construirse en la primavera próxima un
edificio de cien metros de extensión
Juan de la C. Varga (17).
Es decir, hacia 1875 en Parral todavía no se
construía un hospital, lo que indica que el alto
número de enfermos ya no estaban al resguardo
de sus familias en las casas como tradicionalmente
se dio, sino probablemente asilados en la única
dispensaría, lo que se agravó con la llegada de
las nuevas epidemias, siendo la viruela una de
las últimas en arribar a la villa. Un aspecto interesante de esta cita es cómo en 1875 se dio la
imperiosa necesidad de contar con el hospital
de cien metros de largo en la primavera próxima
que, como veremos, no se terminó de construir
sino diez años después.
Siguiendo con los factores antes mencionados, en tercer lugar, a Parral se le nombró
ciudad, dejando de ser una villa, tal como dice
González:
“En 1868 todos celebran, con alegría casi
infantil, la designación de la villa con el
rango de ciudad, título honorífico, fatuo e
intrascendente, pero que trae cierta inefable
satisfacción a los parralinos, aun cuando nada
cambie en el quieto existir” (18).
Pero lo que González olvida en su poética
descripción, es que este hecho permitió que
Parral pudiera optar, según los decretos de
nombramientos de villas y ciudades, a poseer
un hospital que era, en conjunto con el cuarto
factor a desarrollar, una de las necesidades más
imperiosas de este pueblo.
En cuarto lugar, un hecho que ayudó a
que esta ciudad pudiera optar a un hospital fue
la llegada del ferrocarril, el que causó “un brillo
notable en el quehacer lugareño y, quizás, el
37
que más profundamente marcó la historiografía
de la zona. La fecha precisa en que el convoy
llegó a la estación de Parral, aún en construcción, fue la mañana del 11 de febrero de 1875”
(19). Este hecho abrió la posibilidad no sólo
de comunicarse con el poderoso Santiago y
sus vastos mercados de consumo, sino que
también se enmarcaría dentro de la modernización y ejemplo de cultura que la línea férrea
traía consigo, la que cargada de los ideales del
liberalismo por hacer de cada persona, de cada
comunidad y de cada pueblo un lugar apto y
más cómodo para vivir, era también puerta
permanente de la imagen que se quería tener
y proyectar de Chile.
Creemos, en definitiva, y planteamos de
modo abierto a discusión, que estos cuatro
factores: aumento poblacional; propagación y
contagio de enfermedades; la nominación de
ciudad y la llegada del ferrocarril, serán de un
modo u otro los factores impulsores para que
el gobierno, ante la insistencia casi semanal
de los vecinos, tome la iniciativa de construir
un hospital (20).
Desde 1874 las quejas y demandas fueron
en aumento. Algunos funcionarios locales escribían por la falta de recursos, incluso para
comprar y pagar los medicamentos o drogas
que se le debían al boticario, quien, como dice
en el siguiente documento, los fiaba a favor de
la clase menesterosa
Linares Marzo 7 de 1874
El gobernador del Parral con fecha 5 del
actual me dice lo que sigue:
“Como en el presupuesto jeneral de gastos
de la República del presente año no aparece
partida especial por la cantidad de trescientos
pesos que anualmente se conceden para el
sostenimiento de la dispensaría establecida
en este departamento, espero que U. S. se
servirá solicitar el correspondiente decreto supremo para que la oficina pagadora
respectiva haga como en años anteriores
la entrega de dicha cantidad, que debía
haberle dado desde el 1º de Enero ppdo.
al boticario con quien se tienen contratadas
las medicinas para el año corriente.
Aprovecho la oportunidad de dirigir a Us. esta
nota para hacer presente que los trescientos
pesos asignados a esta dispensaría no alcanzan a llenar la necesidad del establecimiento,
38
An. hist. med. 2010; 20: 33-50
habiendo que estipular con el encargado de
los medicamentos, un número determinado
de enfermos que gozan del beneficio de ser
asistidos dos días por semana, i aún así el
boticario contratista, se ha comprometido a
suministrar las medicinas, no porque divise
un lucro en el contrato, sino más bien dominado de un espíritu caritativo a favor de
la clase menesterosa.
Siendo esto así, y ya que el Gobierno se
ha servido establecer la dispensaría cuya
asignación no permite que produzca el
benéfico resultado, objeto de la instalación,
sería conveniente que Ud. aprovechando las
razones de la última parte de esta asignación, solicitara que la espresada asignación
se aumente a quinientos pesos, con cuya
cantidad no habrá inconveniente para que
se asistan en la forma que esta dispuesto
de dos días por semana, todos los enfermos
que se presenten en solicitud de ausilio de
la dispensaría”
La transcribo para Ud. para su conocimiento
i fines consiguientes.
José D. Vela (21).
Esta carta fue el inicio de las insistentes
peticiones de la comunidad de Parral al gobierno central, las que se dan en un primer caso
con los resultados y balances económicos de
la dispensaría y lazareto. Pero a medida que la
problemática se acrecentó, las demandas fueron
decididamente girando hacia peticiones económicas para la construcción del hospital.
Otro interesante documento es el que presentaremos y analizaremos a continuación, en
donde se verá que para el año 1879 la atención
de enfermos en la dispensaría, a causa de las
epidemias, aumentó notablemente
Linares Junio 2 de 1879
Según datos pedidos al S. Gobernador del
Parral i oficial de Estadística de esta, la
dispensaría de aquel departamento presta
buenos i humanitarios servicios a un no
escaso número de enfermos que por su
indijencia son acreedores a este beneficio
otorgado por el Supremo Gobierno.
El decreto que creó este establecimiento
impone al que suministra los medicamentos
la obligación de despachar veinte recetas
dos veces por semana. De modo que el año
se debe despachar (1920) mil novecientas
veinte recetas.
En el pasado año de 1878 se asistió por
esa dispensaría a mil novecientos cuarenta
enfermos, o se despachó a mil novecientos
cuarenta recetas que, valorizadas a 15 [ento]
cada una, importaron al Fisco ($291) doscientas noventa i un pesos. Siendo la asignación
de ($300) trescientos pesos quedó para este
año un sobrante de ($9) nueve pesos.
En posesión, pues, de los datos que se pidió
en notas Nº 31 de 21 del ppdo. que contesto,
Ud. resolverá lo que crea de justicia en la
solicitud del Gobernador del Parral que le
transcribe en su nota Nº 133.
Dios [guarde] a Ud.
Andrés de la Cruz (22).
Este documento es muy interesante, pues
es uno de los primeros registros de los muchos
que hemos consultado, que señala la cantidad
de enfermos que atendía el primer centro
médico de Parral bajo subvención del Estado.
Considerando un simple ejercicio probabilístico
que nos permitiese acceder a comprender el
rol que cumplió dicho centro en base al censo
de 1875, arroja que del total de la población
urbana que es la que contaba con mayor posibilidad de acceder a tratamiento inmediato,
aproximadamente el 23,2% de la población
asistió a dicho centro y, como el documento lo
dice, recibiría también medicinas. Del mismo
modo, podríamos tentativamente plantear, sin
que se hayan repetido las visitas, que el mismo
porcentaje o un rango cercano al 30% vivía bajo
la extrema pobreza o indigencia. Lo que haría
de Parral una ciudad tipo dentro del espectro
de villas y ciudades del centro-sur de Chile.
Lo que se venía anunciando desde 1875
se hizo manifiesto a comienzos de la década
de los ‘80. Las pestes estaban dejando un gran
número de muertos, principalmente en las
épocas de sequía, que en la situación relativa del emplazamiento de Parral, el clima se
caracteriza por ser mediterráneo concentrándose las altas temperaturas entre diciembre
y marzo, beneficiando la propagación de
las enfermedades. El 14 de febrero de 1881
el intendente de Linares, Andrés de la Cruz,
transcribe la petición del gobernador del
Departamento de Parral, quien le manifiesta
sus preocupaciones:
M. Lara O. / Salud y caridad en una villa de Chile central: génesis del hospital San José de Parral (1875-1885)
Linares Febrero 14, 1881
El Gobernador del Parral con fecha 12 del
actual, me dice lo que sigue:
“Tengo el sentimiento de poner en conocimiento de Ud. que la peste viruela se ha
desarrollado en esta ciudad de una manera
alarmante; para ello las autoridades se han
visto en la necesidad de habilitar para lazareto una de las salas del edificio del hospital
para socorrer y curar a los varilosos, a fin
de evitar que el contagio de los atacados
no cunda por los habitantes de todo el
departamento.
La Municipalidad que no cuenta con recursos,
ha tenido que invertir algunas cantidades en
los diferentes gastos que demanda el lazareto,
como igualmente algunas erogaciones que
se han recogido en el vecindario, pero de
un momento a otro se verán agotados estos
fondos i no habrá como seguir asistiendo
a los varilosos.
Y a fin de estar siempre provisto i que los
enfermos no tengan que sufrir me he resuelto
a solicitar de US. se digne pedir al Supremo
Gobierno ausilio con la suma de doscientos
pesos, a fin de poder atender con ello los
gastos que demanda el sostenimiento del
lazareto que provisionalmente se ha formado en esta ciudad i adonde se asisten diez
i ceis varilosos.
La Gubernativa confía en Ud. poniendo de
su parte su poderosa influencia consiga del
Supremo Gobierno a la brevedad posible el
ausilio que se solicita”.
Esta Intendencia vista la importancia de
las necesidades que se va a lle[g]ar con lo
pedido en la solicitud preinserta, cree de su
deber apoyarla en todas sus partes.
Dios [guarde] a V. S.
Andrés de la Cruz (23).
El problema era de dónde sacar los recursos económicos para atender a los “varilosos”
quienes hasta el momento iban en 16 enfermos,
internados separadamente de los demás en los
llamados lazaretos. Como dice la transcripción
hecha por el intendente de la Cruz, los recursos
municipales se estaban agotando rápidamente
y había alta probabilidad que la caridad de los
vecinos también. Este documento presenta una
pista interesante, que dice relación con un hospital que ya existía en 1876. Sin embargo, según
39
nuevos documentos encontrados, este edificio
no alcanzó a ser propiamente un hospital, sino
un salón que conformaría posteriormente parte
de aquél. Además, dicho espacio parcialmente
prestó los servicios requeridos ya que por falta
de recursos no quedó terminado, utilizándose
aquella precaria instalación como dispensaría.
Con todo, el principal problema seguía persistiendo; el Estado no apoyaba económicamente a
este centro, según lo hace notar a continuación
el siguiente documento
En el Parral existe un hospital que comienza
a abrir sus puertas i donde acuden también
algunos varicolosos; pero lo que mui sensible,
este establecimiento no goza de subvención
alguna fiscal.
Durante el año último existió ahí una dispensaría que prestó saludable auxilio a un gran
número de infelices. Se asistieron en ella a
mil cuatrocientos ochenta y uno personas de
ambos sexos, cesó la subvención fiscal de
trescientos pesos de que gozaba. Más, este
establecimiento ha sido mandado suspender
desde el primero de enero del presente año,
haciéndose sentir inmediatamente la falta de
beneficios de que prestaba (...)
Andrés de la Cruz (24).
Al final de las líneas el intendente expone
la petición que hace el gobernador de Parral
por la falta de recursos que ha causado el corte
de suministro económico desde el gobierno
central. Esto sucedió corriendo el mes de abril
del año 1881; una crucial fecha para la historia de la salud de Parral, ya que es en dicho
año cuando las autoridades agilizan y tornan
de manera insistente la causa por el término
de la construcción del hospital que hasta ese
momento seguía incompleto. Un documento
de gran importancia para ello es el emanado
por el intendente de Linares, que como era
tradición, era el puente e interlocutor con el
ministerio del Interior
Lináres, Noviembre 29 de 1881.
El Gobernador del Parral, con fecha 21 del
actual, me dice lo siguiente:
“nº 226._ Existe en esta ciudad un edificio
destinado para hospital que puede contener
treinta enfermos, consultando su comodidad
i demás condiciones hijiénicas. Es sensible,
40
An. hist. med. 2010; 20: 33-50
señor, que desde hace cinco años que se
terminó no haya prestado servicio alguno
por falta de fondos para manutención de
los enfermos; i si el Supremo Gobierno no
viene en su ausilio, proporcionándole una
renta anual que pueda sostenerlo, creo
que el edificio construido a tanto costo se
deteriorá sin cumplir el objeto al que fue
destinado.
Para proveerlo en estado de servicio se necesita actualmente invertir tres mil pesos en
muebles, camas, útiles de servicio, medicinas,
instrumentos de cirugía i demás objetos que
un establecimiento recién fundado, debe
adquirir para atender debidamente a sus
enfermos. A esto debe agregarse un gasto
de mil pesos en pintura, chapas, vidrios i la
reparación completa del techo que se halla
en mal estado. Hai, pues, un gasto de cuatro
mil pesos para instalar el hospital, cuya
fuente única de recursos es el vecindario
del departamento.
Este mismo vecindario, animado del mejor
espíritu, comprende la importancia i utilidad
de una obra de esta clase, estando dispuesta a contribuir con sus erogaciones para
llevar a efecto la reparación y adquisición
de los útiles que ha menester. Pero ¿podría
exijírsele el sostenimiento de treinta o cuarenta enfermos durante todo el año? Creo,
señor, mui difícil obtener este resultado. Un
donativo de cuatro mil pesos repartido en
un departamento de corta población i en
donde no abundan las grandes fortunas, es
ya mui oneroso i no me parece prudente
abusar de la jenerosidad de los vecinos con
exijencias indebidas.
No queda otro camino que ocurrir al Supremo
Gobierno a fin de que subencione el establecimiento como a tantos otros de la República,
con la cantidad suficiente para contener
treinta enfermos. Según informes i datos que
he obtenido de personas competentes, no
puede presuponerse un consumo diario, o
sea doscientos setenta pesos mensuales, lo
que da un total anual de Tres Mil Doscientos
Cuarenta Pesos (3, 240$). Esta cantidad que
a primera vista parece excesiva, no lo es, si
se tiene presente que la instalación de un
establecimiento demanda mayores gastos,
tanto por la adquisición de objetos, cuya
necesidad se va sintiendo gradualmente,
cuando por las dificultades económicas
que son consiguientes al principio en su
administración.
Tengo convicción de que una vez funcionando el hospital recibirá donativos i
legados que le permitan sostenerse con sus
propios recursos, dejando de ser una carga
para el fisco.
En vista del laudable propósito que persigo
i del reconocido celo de UD. para favorecer
toda obra de utilidad en la provincia, espero
que U. S. me prestara su valiosa cooperación
para obtener del Supremo Gobierno la subvención de tres mil doscientos cuarenta pésos
anuales, destinada al socorro i alivio de la
clase menesterosa de este departamento.
Lo transcribo a US. para su conocimiento
i a fin de que si lo estima a bien, se sirva
darle el curso correspondiente.
Dios guarde a US.
Ladislao José Valenzuela (25).
Ésta es, sin duda, una carta decidora que
puede ser un fiel reflejo de los procesos históricos que en materia de salud sucedían en
muchas otras localidades de Chile. En primer
lugar, la carta menciona que efectivamente se
estaba construyendo un hospital en Parral desde
1876, pero también reafirma la idea que aquél
no funcionó como correctamente debía a causa
de falta de recursos. En segundo lugar, que a
partir de la respuesta positiva del gobierno,
éste tomó un rol activo y cada vez mayor en
la dirección y administración de los hospitales, la que tiene sus orígenes en las juntas de
Beneficencia, relegando a un segundo plano
la caridad de las personas particulares que por
beneficencia y a veces por proyección social
cuidaban de estas instituciones. Finalmente,
el gobernador manifiesta en las últimas líneas
el objetivo central de la carta, que es la petición de dinero para la reparación y término
definitivo del hospital, suma que ascendería
a $3.240. Éste consideramos es el inicio de la
segunda y definitiva etapa de la instalación del
hospital de Parral.
Entre la petición realizada el 29 de noviembre de 1881y la que veremos enseguida,
fechada el 22 de marzo de 1882, no encontramos
más documentos de solicitudes, ya que dos
meses más tarde se aprueba el aporte para la
materialización del hospital. En el transcurso
M. Lara O. / Salud y caridad en una villa de Chile central: génesis del hospital San José de Parral (1875-1885)
creemos que se efectuaron los preparativos y
estudios, evidentemente mucho más concienzudos que las peticiones del gobernador, ya que
recién el 22 de marzo, tras algunos errores de
cálculos, se presenta definitivamente el presupuesto para la ejecución de las obras
Santiago, Marzo 22 de 1882
Sr. Ministro
Según ordenes verbales, recibidas del
Ministerio de Us., encomendé al Injeniero don
Patricio Huidobro la revisión del presupuesto
para un Hospital en el Parral, que devuelvo
a US. El expresado injeniero en nota 19 del
presente, me dice lo que sigue:
“Dando cumplimiento a lo dispuesto en su
nota de fecha 13 del corriente Nº 138 en
que el Sr. Ministro del Interior me ordena
revisar el adjunto presupuesto de reparación i
conclusión del Hospital de esta ciudad, paso
a esponer a Ud. lo que convendría hacer
sobre este particular, si se quiere habilitar
un hospital.
Ante todo, manifestaré a Ud. i al Supremo
Gobierno que este departamento, a pesar de
su numerosa población no tiene hospital. Lo
que aquí se llama tal es un solo cuerpo de
edificio, compuesto únicamente de cuatro
salas que servirán para enfermos, sin ninguna
de las otras oficinas necesarias a un establecimiento de esta clase, como son, oficinas,
lavanderías, botica, piezas para servidumbres
de ambos sexos, despensa, etc.
El Injeniero autor del presupuesto adjunto
ha olvidado algunos de estos detalles.
El que suscribe de acuerdo con el Sr.
Gobernador i el Intendente de la provincia ha
creído preferible, cambiando el primer plan,
agregar un patio edificado, que sirviendo de
cierre contenga todas las oficinas nombradas
i dividido por una muralla en dos pequeñas
que correspondan respectivamente a las dos
secciones en que se dividirá el hospital para
uno y otro sexo.
En esta virtud creo que el presupuesto del
Injeniero Sr. Baeza debe modificarse como
sigue:
1) Dos aleros de zinc de 1.80 m. De ancho
para resguardar de las lluvias los costados
Oriente y poniente
400$
41
2) Reparación de enmaderación i tejados
200
3) Entablados de dos salones i reparación
del actual
320
4) Edificio para cocina, dispensa i pieza
de leña i carbón
400
5) Cocina i armazón para dispensa 150
6) Dos medias aguas para lavanderías
375
7) Dos puertas grandes de dos manos
120
8) Dos id. chicas de una mano
50
9) Vidrios i su colocación
100
10) Pintura i obra de mano
500
11) Embaldosado
400
12) Ventiladores
100
13) 25 ms. De muralla de adobe para dividir
los patios
125
14) Piezas para sirvientes de ambos sexos
750
15) 80 ms. De acequias de cal i ladrillo para
las lavanderías
100
$4.140.
Asciende (S. E. u O) a cuatro mil ciento
cuarenta pesos. Estos son los trabajos que
juzgo indispensables para la habilitación
del hospital. He procurado, conforme a las
instrucciones de Ud. reducir en lo posible
el presupuesto del Injeniero Sr. Baeza, i con
todo, el mío escede el suyo en 1.120$, a
causa de que dicho Sr. ha olvidado al hacer
su presupuesto trabajos que son esenciales
para la instalación de un establecimiento de
la clase del que nos ocupa”.
Aunque este presupuesto exede el anterior,
por las razones que se espresan, i creo mui
justas, creo que S.S debe acordar la cantidad
que últimamente se indica; US. sin embargo,
resolverá lo que juzgue conveniente.
Dios guarde a Ud.
Manuel [Gov] Fernández B.” (26).
Este estudio-documento refleja las pésimas
condiciones en que se encontraba el hospital de
Parral que, como sabemos, quedó a mitad de
camino desde el inicio de las obras datadas en
1876. Pero también denota su humilde estructura
y capacidad si se compara, por ejemplo, con
el hospital San Juan de Dios de Santiago, que
poseía hacia 1865, 540 camas distribuidas en
42
An. hist. med. 2010; 20: 33-50
18 salas. Las aspiraciones del hospital de Parral
eran ostensiblemente modestas (27).
No sólo las dificultades de contar con un
centro de atención fueron propias de la historia de la salud de esta ciudad, sino también
de gente que se estableciera en la villa para
trabajar en dicho rubro.
D. Francisco Mesa Henríquez i D. Francisco
Meza Fernández que acompaño en debida
forma. Para poder continuar rejentando
el establecimiento mencionado suplico se
cirba elevar estos antecedentes al Ministerio
competente con el objeto que me conceda
la autorización que solicito. Es justicia
Ramón de la R. Burgos.
1.2 Algunos hombres de salud
HOJA SIGUIENTE:
Como sabemos, los centros de salud requirieron una modernización no sólo en el aspecto
físico, sino también del personal que en dichos
centros tenían que trabajar. Pero en ciudades
como Parral, al igual que la realidad de otras
urbes, esto fue parcialmente así. Para ahondar
en esta temática creemos necesario hacer una
distinción entre los médicos y los funcionarios
de salud.
Hacia 1874 en Parral según la publicación
de matriculas de gravas e industrias, existía
sólo un profesional de la salud con residencia
permanente, el médico Arturo Sanford, quien,
nos atreveríamos a decir con cierta premura,
fue el primer doctor de Parral. Y en la misma
publicación se estipula que habían tres boticarios:
Domingo Viviani, Ramón de la Rosa Burgos y
Fernando Azócar (28).
La matricula en la carrera de medicina
recién en estos años estaba comenzado a tomar
el impulso que la caracterizaría a principios del
siglo XX, pero ¿qué pasaba con las carreras
como química y farmacia? Esta pregunta nace
a raíz de un documento de solicitud que el
farmacéutico autodidacta Ramón Burgos eleva
al gobierno para que lo autorice a trabajar con
su botica en la ciudad de Parral, texto que
presentamos a continuación:
[P] G.
Ramón de la R. Burgos de esta vecindad a
N. [S] respetuosamente espongo:
Que hace ya como dieciocho meses a que
rejento como propietario un establecimiento de Botica i Droguería establecido
en esta ciudad. Aunque no tengo el título
de Farmacéutica poseo los conocimientos
practicos indispensables adquiridos con una
práctica como de ocho años en establecimientos de esta clase. Mi competencia i
aptitudes están además comprobadas con los
informes de los Doctores D. Eulojio Cortines,
La Conclusión
[P] G.
Ramón de la Rosa Burgos, de esta vecindad,
a US. respetuosamente digo: recientemente
he comprado a D. Gabriel Valdés la botica i
droguería que, con competente autorización
tenía establecida, a esta ciudad. Por efecto
de la venta, he cambiado el personal del
rejente del establecimiento, deviendo ser
el que suscribe el que lleva a despacho i
representación de dicha botica, pero como no
tengo el competente título de farmacéutico
recibido, i como además, en esta ciudad no
hai ninguno con dicho título, ofrezco desde
luego presentes informes de mi competencia
i aptitudes necesarias para ejercer el cargo,
informes que, previo examen, puede darlo el
Dºr en medicina delegado del Protomedicato
de la Provincia de Ñuble D. Eulojio Cortines,
i si fuere presiso otro facultativo más que
US. tubiese a bien elegir.
Los conocimientos necesarios para rejentar
una botica, no estará demás decirlo, me los
ha dado la practica de más de seis años que
he desempeñado la profesión en la ciudad
de Linares i departamento de Cauquenes,
lo que también juztificaré con los informes
que ofrezco, lo que suplico se sirva admitir,
i evaluados, elevar los antecedentes donde
corresponda para la resolución de su contenido. Es justicia.
Que intentando se despacha la autorización
que solicito, i con el fin de no sufrir perjuicios
en mi negocio, se sirva US. autorizarme para
su administración. [UT. Supra].
Ramón de la Rosa Burgos (29).
Hemos utilizado el concepto de autodidacta
ya que Burgos, como él mismo reconoce, no
tiene el título de farmacéutico, pero que con
los años de experiencia supo dominar dicha
M. Lara O. / Salud y caridad en una villa de Chile central: génesis del hospital San José de Parral (1875-1885)
materia. La formación en Chile para esta área fue
muy limitada y en Parral como en muchas otras
ciudades del mismo tamaño, es probable que
quienes se encargaban de manejar las boticas y
droguerías carecían de los estudios necesarios
para administrarlos. Ante la falta de especialistas
titulados, estos casos eran comúnmente aceptados y, como veremos por parte del gobierno,
se encontraba casi en la obligación de aceptar
las solicitudes de ejercicio de la disciplina sin
contar con estudios oficiales.
Como dice el citado documento, Ramón
de la Rosa Burgos, ya antes de pedir la autorización, llevaba ocho años ejerciendo el oficio en
su propia botica, la que supuestamente le daba
muchas utilidades, motivo que le permitió incluso
—según el segundo documento— comprar el
negocio de otro boticario, el de don Gabriel
Valdés, de reciente creación, pues no aparece
inscrito en la matrícula de grabas e industrias
publicado el 20 de junio de 1874 (30).
Lo interesante de esta solicitud es que no
venía sola, sino que la encontramos adjunta a la
carta de un tal Agustín del Lobar, quien sugiere
“por justicia” la autorización de patente, ya que a
la pequeña ciudad le haría un beneficio, debido
que hasta la fecha la única botica funcionando
es la de Domingo Viviani, quien, por lo demás,
también era un autodidacta
Linares, agosto 28 de 1875
El gobernador del Parral con fecha 25 del
actual, me dice lo que sigue:
“Nº 111 Remito a Ud. para los fines consiguientes dos solicitudes presentadas a
esta Guvernatura por don Ramón de la
Rosa Burgos, Boticario establecido en esta
ciudad.
Considero como un deber de estricta justicia, recomendar la idoneidad i reconocida
Competencia del Señor Burgos i hacer
presente a la consideración de Us. la conveniencia que resulte a esta ciudad de este
establecimiento, que a la vez que tiene un
completo surtido, escluye del monopolio que
podía existir quedando una sola botica, la
del señor Don Domingo Viviani es lo que
debo agregarse, que el rejente Señor Viviani
no es farmacéutico titulado, sino como el
solicitante tiene la experiencia adquirida
prácticamente en su establecimiento.
43
Lo transcribo a Ud. para su conocimiento
i fines consiguientes, adjuntando los documentos a que se refiere la nota inserta.
Agustín del [Lobar] (31).
En síntesis, en este último documento
se confirma que en Parral hasta la fecha de
estudio, no había ninguna botica y droguería
que estuviese en manos de alguna persona que
haya realizado cursos en Química y Farmacia
o, por lo menos, que se haya recibido de
algún programa de estudio. Las viejas formas
de administrar medicamentos o para este caso
“remedios”, convivía en esta ciudad con la medicina profesional y moderna practicada por los
médicos en el último cuarto del siglo XIX.
Sobre médicos ejerciendo la profesión en
Parral sabemos muy poco. La información de
la documentación encontrada nos proporciona
algunos nombres tales como: Manuel Salas
Lavaqui; Diego A. Bahamonde; Hermógenes
Ilabaca y Manuel Cañas. Sólo del último tenemos más datos y, por tal situación, sobre este
último nos referiremos a continuación.
Lo primero que podemos decir de
Manuel Cañas es que fue un médico típico de
la segunda mitad del siglo XIX. Se recibió de
médico cirujano en la Facultad de Medicina de
la Universidad de Chile el 23 de mayo de 1881
(32) a la edad de 34 años. Aun, sin salir de la
universidad, estando en cuarto año de carrera, se
desempeñó entre 1875 y 1882 como médico del
hospital de Parral a petición del Protomedicato,
según investigaciones de Armando de Ramón,
lo que corroboraríamos según el hallazgo de un
documento en que, de su puño y letra, pide a
las autoridades permiso para ausentarse de sus
labores por motivos de enfermedad
Exmo. Señor.
Manuel A. Cañas, médico de la ciudad del
Parral, a V. E. respetuosamente espongo:
que por motivos de salud se me ha dado un
mes de licencia para separarme del destino
que [acepio] para en este tiempo poder
medicarme; pero a pesar de mis deseos
vehementes por [volver] a aquel pueblo a
prestar mis servicios profesionales, no me
ha sido posible aun reponer mi salud quebrantada, por tanto he creído conveniente
volver a recurrir a V. E. para suplicarle tenga
a bien prorrogarme por dos meses más
44
An. hist. med. 2010; 20: 33-50
el permiso que ántes se me dio, para así,
restablecerme completamente.
Doy gracias Exmo. Señor.
Manuel Antº Cañas (33).
Pero la vida laboral de Manuel Cañas no
se remitió sólo al servicio de la salud, sino
también a una activa y prolífica vida política
partidista. Benedicto Chuaqui afirma que “los
médicos de la segunda mitad del siglo XIX destacaron también por su formación humanística,
el cultivo de las letras y la actividad artística,
rasgos que mantendrían muchos médicos chilenos. Los del siglo XIX eran muchas personas
influyentes, diputados, senadores, ministros de
Estado, altas autoridades universitarias” (34).
El doctor Cañas se sumaría a colegas como
Adolfo Murillo y Ramón Allende Padín, quienes
tendrían a lo largo de su vida un destacado rol
político. Cuando contaba con 29 años, siendo
aún estudiante de medicina y trabajando en
Parral, adhirió a la candidatura presidencial de
Benjamín Vicuña Mackenna, la que se caracterizó según Alberto Edwards desde un año antes
por hacer una amplia difusión de campañas
en provincias (35), que, con alta probabilidad
en Parral, el doctor-estudiante Cañas habría
sido un acérrimo defensor. Fue diputado por
el distrito de Linares, Parral y Loncomilla entre
1897 y 1900. Anterior a ello, como muchos médicos, fue un ferviente balmacedista durante la
guerra civil de 1891, incluso estuvo en servicio
activo durante la batalla de Placilla en calidad
de médico ambulancia. Al respecto, Cruz-Coke
señala que la gran cercanía que muchos médicos entablaron con el malogrado presidente
Balmaceda se remontaría al año “1875, cuando
el Presidente Errázuriz Zañartu, al reorganizar la
Beneficencia, nombró una comisión formada por
Balmaceda, Vicuña Mackenna y los profesores
doctores José Joaquín Aguirre, Adolfo Murillo,
Adolfo Valderrama y Ramón Allende Padín,
para que fijara una nueva política nacional
de atención médica y sanitaria. Cuando llegó
al poder, durante el gobierno de Santa María,
apoyó el proyecto de construcción de la nueva
Escuela de Medicina y, cuando fue Presidente,
ordenó que se terminaran rápidamente todas las
obras hospitalarias y sanitarias inconclusas en
todo el país. Culminó su apoyo a la medicina
nacional con la inauguración de la Escuela de
Medicina y la creación del Consejo Superior
de Higiene” (36). Pero también Manuel Cañas
cumplió con el desempeño de su profesión.
El 12 de agosto de 1882 permutó su cargo en
Parral para trabajar en el hospital San Vicente de
Paul. Un año más tarde fue designado médico
inspector de vacunas. En 1886 trabajó en el
hospital de Quilpué coincidiendo su estadía
con la propagación de la epidemia de cólera
entre 1886 y 1887. Y trabajó en los hospitales
de Los Andes e Isla de Maipo, volviendo por
un breve lapso al hospital de Parral, donde
sospechamos que era el titular.
Por todas las dificultades, económicas y
sociales, geográficas y políticas, Parral evidentemente no era un centro laboralmente atractivo
para los hombres de salud. El caso de contar
con un boticario amateur como fue Burgos y
un médico, aún sin titularse, como lo fue Cañas,
son pruebas de cómo el discurso científico sobre
el progreso y avance de la sociedad a través de
la salud tuvo muchas dificultades de llevarse
a la práctica y asentarse definitivamente en el
valle central de Chile.
II. La beneficencia y caridad.
Dos palabras en torno a
la salud
La caridad y beneficencia fueron conceptos
muy utilizados en el transcurso del siglo XIX y
principios del XX por parte de las personas que
estaban ligadas a la salud. Sería conveniente
acercarse un poco a la definición de cada una
de ellas, para ver más adelante que estas palabras no se pueden aplicar de manera indistinta
a nuestro problema de estudio.
El concepto de caridad tiene su raíz del
latín caritas, que quiere decir amor de Dios y
del prójimo. El origen de este concepto está
enmarcado dentro del paradigma cristiano que
enaltece la acción del hombre en cuanto sea
una ayuda al hermano necesitado. Beneficencia
en cambio, según la edición 2006 de la Real
Academia Española, significa prestación de
ayuda gratuita y desinteresada a los necesitados,
y, en cuanto a su segunda acepción, “conjunto
de instituciones y servicios benéficos” (37). A
simple vista, las dos palabras pueden sonar
como sinónimos, pero en realidad no lo son,
ya que la única palabra que las podría unir es
“ayuda” y ésta se materializa —ahí radicaría la
M. Lara O. / Salud y caridad en una villa de Chile central: génesis del hospital San José de Parral (1875-1885)
diferencia entre las dos— en que la primera es
de corte personal o individual, mientras que la
segunda alude a lo colectivo y, más que eso,
institucional. Sobre lo anterior, se puede entender
la creación de diversas instituciones sociales
como fue la estatal Junta de Beneficencia o las
sociedades mutualistas de integración y ayuda,
que varias colectividades extranjeras residentes
en nuestro país establecieron.
La caridad jugó un papel relevante en el
desarrollo y construcción del hospital de Parral,
pues fueron los vecinos quienes levantaron los
primeros edificios del centro médico a través
de donaciones y legados testamentarios, secundándolo el Estado que aportó la cantidad
necesaria para su refacción y término. De esta
forma, podemos descartar que el impulso de
creación del hospital haya sido primordialmente
por una idea liberal y progresista de los donantes. Esta situación lleva a reconsiderar, por lo
menos para Chile central, la gran importancia
que se le ha dado a las modernas, liberales y
positivistas formas de ver el mundo, demostrando que las prácticas muchas veces van a
contramano de los discursos. Pero ¿quiénes
practicaban la caridad en Parral para la construcción del hospital?
En la gran mayoría de las investigaciones históricas que hemos consultado se ha
demostrado que quienes practicaban la ayuda
a instituciones generalmente era un conjunto
minoritario de personas que tenían una mayor
solvencia económica o muy superior que el
habitante promedio. Para este caso, estudiaremos algunas prácticas de caridad de vecinos
de Parral que permitieron la construcción del
hospital, cuyos móviles no sólo responderían
a lo que ya conocemos como caridad, sino
también iría de la mano con un cierto dejo
de estatus y figuración social. Al entender la
naturaleza histórica sobre la génesis del hospital, es sumamente necesario profundizar en la
sociedad, sus redes, aspiraciones e imaginarios
relativos al tema.
Antes de comenzar con el estudio de estas
personas, es necesario decir que fue un fenómeno muy común en el Chile de la segunda
mitad del siglo XIX que sujetos colaborasen en
instituciones sociales de beneficio colectivo.
La caridad parralina descansaría —a modo de
hipótesis— en dos factores, que de una u otra
manera están interrelacionados: la consolida-
45
ción de las grandes fortunas y la influencia de
la Iglesia Católica.
El primero de ellos se fundamenta que
en Chile durante este periodo se empiezan a
consolidar las primeras grandes fortunas modernas, reunidas principalmente a través del
comercio nacional e internacional; la banca;
la minería, y en menor grado, los excedentes
de la agricultura, las que permitirían no sólo
acumular y gastar grandes fortunas, sino que
también donarlas por filantropía o mero placer.
Sergio Villalobos sostiene, en lo que él denomina
burguesía chilena, la pervivencia de los viejos
valores, en donde “los ejemplos de desinterés y
de intenciones caritativas abundan: donaciones
y creación de instituciones de beneficencia y
piadosas, ollas para los pobres, trabajos a favor
de los desvalidos y los afectados por tragedias
colectivas, organización de las “misiones” estivales
de las grandes haciendas, donde las señoras, sus
hijas y los veraneantes ayudaban en las tareas
religiosas y humanitarias, etc.” (38). En el caso
de Parral, las fortunas eran mucho menores
pero igual permitieron ayudar y colaborar en
tal propósito. Al respecto, en 1879 el hospital
ya contaba con algunas propiedades donadas
por particulares. Un caso fue la entrega del
fundo El Peral, que bajo administración de la
Junta de Beneficencia local, permitía generar
recursos a partir de su cultivo y arriendo, tal
como dice la publicación de El Parralino.
La junta de beneficencia en sesión de 20 del
actual, acordó fijar el 30 de junio a la una
de la tarde, para el remate del fundo Peral,
de propiedad del Hospital de Hombres,
situado en el departamento del Parral, bajo
las condiciones siguientes: 5 años mínimo
Se pagarían 1.500 pesos anuales por pagos
vencidos. (lunes 23 de Junio de 1879)
(39).
Otro ejemplo de caridad es el que presta
Antonio del Campo, ciudadano español avecindado en la villa, quien en vista de la necesidad
de muchos vecinos, hizo un aporte que fue
recibido de modo parcial, para no abusar,
según el gobernador, de la generosidad de
este extranjero:
Este respetable comerciante después de
haber contribuido como el que más para
46
An. hist. med. 2010; 20: 33-50
auxiliar el Lazareto, se ha presentado al
señor Gobernador ofreciendo 200 pesos
más para invertirlos en el mismo objeto; i
el señor Gobernador no creyó que debía
aceptar tan jeneroso ofrecimiento, pues todos
los vecinos no podían ser indiferentes a los
males de una epidemia i debían contribuir
con su continjente para aliviar a la clase
más desvalida de nuestra sociedad, dándole
las más espresivas gracias por su jeneroso
desprendimiento.
Se aceptó 10 pesos solamente. Ejemplo como
el que ha dado el señor Campos, debe ser
imitado por todos los vecinos pudientes en
la hora de la necesidad para combatir el
terrible flajelo que nos amenaza.
A nombre de la humanidad aflijida démosle
las más espresivas gracias a este caballero
(40).
Todos estos ejemplos hacen pensar que
la ayuda de los privados fue fundamental para
sostener económicamente, al menos en los
comienzos, al centro de salud. En este aspecto,
el rol que les cupo a los generosos hombres y
mujeres no se quedó sólo en dar dinero, sino
muchas veces en estar a la cabeza de dichas instituciones, tal como afirma el médico Cruz-Coke
cuando dice que “el gran progreso material de
infraestructura de la medicina chilena en el siglo
XIX se debe fundamentalmente a la generosa
actividad de los benefactores de la plutocracia
nacional que donaron gran parte de los fondos
para construir hospitales, hospicios y orfanatos
en todo el país. Se destacaron los nombres de
doña Juana Ross de Edwards (1830-1913), que
estableció en 1888 un fondo de 300.000 pesos
para los hospitales de Valparaíso y al morir dejó
una fortuna de 15 millones para obras de caridad
de asistencia social y hospitalaria (…).
Muchos de estos benefactores actuaban
como administradores de los hospicios, hospitales y casas de huérfanos en las ciudades
del país, sin cobrar sueldo y operando como
filántropos, con gran autoridad y discrecionalidad frente a los médicos y las autoridades
políticas. La gran mayoría eran parlamentarios
de ideología liberal y disponían de grandes
fortunas mineras y agrícolas” (41). En Parral,
personas como Manuel Jordán, un conocido
agricultor liberal, fue un ferviente promotor del
centro médico. Hacia 1884, cuando ya se había
terminado la obra gruesa, donó veinte camas;
diez para la sala de hombres y las restantes
para la sala de mujeres.
En segundo lugar, distinguimos el discurso
e influencia que la doctrina de la Iglesia Católica
irradió en la sociedad parralina. Ricardo Krebs
señala que la iglesia jugó un rol clave en la práctica
de la caridad social, como consecuencia de los
avances de la modernidad en el aspecto laboral,
que repercutió de modo directo en los grupos
de menores recursos. Ante esta problemática “el
clero y el laicado católico tomaron conciencia
de que las condiciones habían cambiado y de
que las medidas caritativas tradicionales eran
insuficientes. La solución del moderno problema
social ya no era un asunto de caridad sino de
justicia” (42). Pero esta evolución “moderna” de
la iglesia aún convivía con las viejas formas de
caridad desarrolladas en el Chile central. Muchas
personas, especialmente las mujeres, eran atentas lectoras de textos de corte católico como el
Manual de una mujer cristiana del Abate francés
Chassay, traducido en 1859 por Enriqueta Pinto
de Bulnes y que se difundió en todo el país,
especialmente en las grandes ciudades, siendo
un libro de consulta casi obligado para aquellas
damas que buscaban nuevas formas de encontrar
la felicidad y salvación de un mundo corrompido
y alicaído por las tentaciones de la vida burguesa,
como por ejemplo cuando dice:
“que el mundo lo hemos dicho ya muchas
veces, parece haberse dado la tarea de debilitar i derribar en los corazones la autoridad
de las lecciones del Evanjelio; pero es raro
que ataque de frente i sin preocupaciones
la moral divina que el Salvador ha venido
a traer a la tierra” (43).
Pero frente a estas publicaciones de moda
se encontraban las de corte institucional y periódicas como la Revista Católica, que llegaba
a Parral sin mayor demora gracias a la reciente
activación del ferrocarril entre Santiago y Chillán
completado en 1874 (44). La Revista Católica
fundada en 1842, fue una de las mayores influencias en la sociedad letrada y observante
de la época. En ésta escribían feligreses, autoridades eclesiásticas, religiosas y sacerdotes. Por
ejemplo, un sacerdote en 1872 plasmaba sus
inquietudes ante la necesidad de contar con
un lazareto en el barrio de Santa Ana:
M. Lara O. / Salud y caridad en una villa de Chile central: génesis del hospital San José de Parral (1875-1885)
Parroquia de Santa Ana.- Santiago, junio 15
de 1872.- Desde el momento en que por voluntad de mis venerables prelados me puse
al frente de esta parroquia de Santa Ana, dos
pensamientos principales me ocupan: el establecimiento de una casa en donde pudiera
darse habitación, al menos a pobres viudas
con hijas mujeres, para atender a aquellas
en su orfandad i salvar a estas del peligro
de la miseria, i un pequeño hospital para
los enfermos de la parroquia, en donde la
acción directa i personal del párroco fuese
más eficaz en lo espiritual i temporal. Mi
primer pensamiento ha sido ya llevado a
cabo, i los pobres gozan de este beneficio,
hoi más estensivo con la jenerosidad de US.
i de la ilustre Municipalidad, que ha cedido
para esos infelices el uso del agua potable.
Más no he tenido el consuelo de contar
con el hospital, a pesar de mis esfuerzos i
deseos, los que son más vivos hoy en que
una alarmante i horrible epidemia amenaza
a la población. Con todo no desisto, i esperando llevar a término mi pensamiento, voi
a indicar a la caridad de US. i de la ilustre
Municipalidad el realizable pensamiento
que he concebido (45).
Este tipo de cartas y temáticas se multiplicaron con frecuencia en las siguientes
publicaciones de la revista, las ideas que se
escribían se propagaron por todo el país,
llegando incluso a la sociedad parralina, en
la que sospechamos se difundía, no tanto por
la lectura (por el número de ejemplares) sino
mayoritariamente por la lectura casi obligada
que el párroco local difundía a sus feligreses en
misa. Un artículo sobre la caridad y las calamidades morales de la beneficencia redactada en
1870 atestiguaría la orientación e influencia de
ideas como éstas en la sociedad chilena y, en
particular, en la parralina un par de años más
tarde, estando en plena concordancia con lo
expuesto por León XIII en la Encíclica Rerum
Novarun de 1891:
(...) Ambas eran bellas: tan semejantes entre
sí, que las personas poco observadoras las
confundían, i acaso no hubieran sabido
distinguirlas. Sin embargo, marcadas con
detenimiento se advertía que mediaban entre
ellas bastantes diferencias, principalmente
47
en el aire, siendo tímido i modesto el de la
una i arrogante i altivo el de la otra. Vestía
la primera una larga túnica de humilde lana,
más blanca que la nieve; de igual género i
color era el prolongado manto que velaba
sus gallardas formas, cubriendo también
su graciosa cabeza, en la que no aparecía
ni el menor adorno. La única insignia que
ostentaba cual magnífica joya era una cruz
de madera que oprimía con su diestro brazo
i sostenía en su hombro.
La segunda vestía de un modo enteramente
distinto; su traje era de tisú de oro, su manto
de escarlata forrado en piel de armiño, i en
sus brazos, cuello i cabeza ostentaba las más
deslumbrantes joyas. En las manos llevaba
una trompeta de plata, con la cual solía
anunciar su presencia por todas partes.
El nombre de la primera era Caridad, el de
la segunda Beneficencia. Ambas llegadas
conducidas por la Verdad (46).
En esta poética y eufemística forma, la
Iglesia apuntaba a la caridad como una de
las mejores y más hermosas formas en que el
hombre cristiano podía ayudar. De la cita anterior se lee entrelíneas que la ayuda debe ser
anónima, debe estar ausente de cualquier tipo
de publicidad y, por sobre todo, que la ayuda
no sea un interés para alcanzar otro fin material
o intangible como el estatus. Pero ¿qué pasó en
Parral, si todo lo que sabemos estaba publicado
o cada cosa que hacía o donaba un vecino en
particular, se publicaba en el diario?
Consideraciones finales
Se concluyeron las labores de construcción del
hospital a mediados de 1885, siendo inaugurado
pomposamente el sábado 28 de noviembre del
mismo año, con presencia de más de 2.000 concurrentes según narra El Comercial. La festividad
fue encabezada por el senador y diputado de
la zona, acompañados por funcionarios de la
provincia de Linares y el gobernador de Parral
José Zuñiga con todos los miembros de la alcaldía. En la narración de la noticia se cuenta
el paso a paso de la ceremonia: la bendición
de las salas “San José” para varones y “Santa
Rufina” para las mujeres por parte del párroco
Benavente; los que sirvieron de padrinos del
48
An. hist. med. 2010; 20: 33-50
edificio; sendos discursos, como es tradicional,
de todos aquellos figurines, entre otros. Se
concluyó con un banquete en que
había licores esquisitos, corderos i pavos
asados, fiambres, conservas i frutas tropicales.
Reinó la mas franca alegría. Brindaron los SS.
José A. Zuñiga, José Arce, Elías Cordovéz,
Natalio Espejo, un señor Cabezón, Antonio
del Campo i otros que por el momento se
nos escapan (47).
Se inauguró el hospital con el nombre de
San José, en honor a José M. Urrutia B. quien
fue el caritativo vecino que, en 1872, donó el
terreno del hospital y $1.000 para iniciar las
obras.
La construcción de los primeros espacios de
salud en una villa como Parral en el transcurso
del último cuarto del siglo XIX no se puede
entender sin las dinámicas que al interior de
ella se generaban en relación a las tensiones
externas y coyunturales. La génesis del hospital
de Parral fue el resultado de gestiones mutuas
entre las autoridades y vecinos locales, quienes
ante la imperiosa necesidad de contar con un
centro de salud, no escatimaron esfuerzos para
hacer llegar las demandas al gobierno central.
Esta dinámica, enraizada en enfermedades
cada vez más seguidas, discursos católicos que
propugnaban la ayuda a los más desposeídos,
activación de políticas sanitarias por parte del
Estado, promoción local para la construcción
de un hospital, entre otras, son conjuntamente
los factores que permiten comprender por qué
el hospital de Parral se demoró diez años en
terminar de construirse.
La puesta en marcha de este hospital hizo
que arribaran no sólo camillas y mejores espacios
físicos, sino también que se establecieran de
forma definitiva los profesionales de la salud: los
médicos. Éstos formaron un grupo minoritario
dentro de la ciudadanía, no siendo más de dos
o tres. Trajeron consigo las nuevas formas de
sanar las enfermedades, con los adelantos y
técnicas que adquirieron durante sus estudios
en la Universidad de Chile. Pero estas formas
de salud siguieron conviviendo en Parral con
las tradicionales formas de sanar o apaciguar
el dolor de los enfermos. Esto se evidencia con
la labor de Ramón Burgos, Domingo Viviani y
Fernando Azócar, quienes del mundo autodidacta se encargaron durante muchos años de
mantener, sanar y curar las dolencias de los
enfermos en lazaretos y dispensarías a través
de las drogas, hierbas y algunos medicamentos
que poseían en sus boticas.
A lo largo de las líneas del presente trabajo
hemos intentado esbozar la historia de una
ciudad a partir del desarrollo e institucionalización de la salud pública durante la segunda
parte del siglo XIX. Como dijimos en la parte
introductoria, ésta es una investigación pionera
sobre la ciudad, la que acompañada por los
trabajos de González Colville empieza a formar
las primeras impresiones de un pasado que hasta
hace muy poco tiempo era desconocido.
Agradecimientos
El autor agradece las observaciones realizadas
por Juan Eduardo Vargas y Rafael Gaune en la
construcción de esta investigación.
REFERENCIAS Y NOTAS
1. Diversas investigaciones en España e Inglaterra
referidas a la historia de la salud han tomado a
los hospitales como su objeto de estudio. Las
posibilidades que otorgan dichos centros médicos en una perspectiva diacrónica sirven para
entender y comprender tensiones localistas en
que se vincula a la sociedad con sus tradiciones
y la modernidad con sus discursos. Para más
detalles, ver para el caso de España, el estudio
de Benjamín Narbona, Historia del Santo Hospital
General de Valencia (1512-1990), Valencia,
Real Academia de Medicina de la Comunidad
Valenciana, 2008. Otro interesante estudio es el
realizado para el hospital St Mary’s de Londres,
en que se estudia de forma detallada el rol que
tuvo la sociedad londinense en su desarrollo y
evolución histórica; Elizabeth Heaman, St Mary’s:
the history of a London teaching hospital, Montreal,
McGill-Queen’s University Press, 2003.
2. Vicuña Mackenna B. Médicos de antaño. Buenos
Aires, Editorial Francisco de Aguirre, 1974, pág.
112.
3. Porter R. Scientific medicine in the nineteenthcentury, en R. Porter, The Greatest Benefit to
Mankind: a medical history of humanity, London,
Harper Collins, 1997.
M. Lara O. / Salud y caridad en una villa de Chile central: génesis del hospital San José de Parral (1875-1885)
4. Knight D. The making of modern science:
science, technology, medicine and modernity:
1789-1914, Cambridge, Polity, 2009, pág. 143.
5. Vargas JE. Los médicos, entre la clientela particular y los empleos del Estado, 1870-1951. Ars
Medica, Vol. 7, N° 7.
6. Vargas JE. Los médicos, entre la clientela particular
y los empleos del Estado, 1870-1951. Boletín de
la Academia Chilena de la Historia. Año LXVIII,
Nº 111, Santiago, 2002, pág. 145.
7. Ibíd., pág. 134.
8. Armando de Ramón en su Biografías de chilenos.
Miembros de los poderes ejecutivo, legislativo y
judicial 1876-1973, Vol. I-IV, Santiago, Ediciones
Universidad Católica de Chile, 1999, da una lista
de un sinnúmero de médicos que se dedicaron
a la política durante el siglo XIX.
9. Sagredo R, Gazmuri C. Historia de la vida privada en Chile, T. II, Santiago, Editorial Taurus,
2007.
10. Chuaqui B. Breve historia de la medicina. Santiago,
Ediciones Universidad Católica de Chile, 2001,
pág. 159.
11. Archivo Nacional, Sección Ministerio del Interior,
Vol. 684, fjs. 67.
12. Vargas, op. cit., pág. 144.
13. Rosenblitt J, Sanhueza MC (Recop.). Cartografía histórica de Chile. Santiago, Biblioteca Fundamentos
de la construcción en Chile, Vol. 41, Cámara
chilena de la construcción/Pontificia Universidad
Católica de Chile/Biblioteca Nacional, 2010, pág.
140.
14. Periódico El Iris, Año I, Nº 9, Parral, 12 de noviembre de 1865.
15. Archivo Nacional, Sección Ministerio del Interior,
Provincia de Linares, Vol. 684.
16. Cruz-Coke R. Historia de la medicina chilena.
Santiago, Editorial Andrés Bello, 1995, pág.
431.
17. Archivo Nacional, Sección Ministerio de Interior,
Provincia de Linares, Vol. 711.
18. González J. Neruda y el Maule. Centenario
del natalicio de Pablo Neruda. Boletín de la
Academia Chilena de la Historia Año LXIX,
Nº 113, Santiago 2004, pág. 11.
19. González J. Tres ramales ferroviarios del Maule.
Boletín de la Academia Chilena de la Historia,
Año LXXI, Nº 114, Santiago, 2005, pág. 66.
49
20. No por todo lo anterior tenemos que dejar de
lado las particularidades nacionales de incentivo
a la construcción de hospitales. Al respecto CruzCoke dice que un gran puntal fue la capacidad,
interés y gestión de José Manuel Balmaceda
Fernández, quien desde el gabinete de Santa
María, fue un gran impulsor de construcción
de centros médicos a nivel nacional. Cruz-Coke,
op. cit., pág. 411.
21. Archivo Nacional, Sección Ministerio del Interior,
Intendencia de Linares, Vol. 684.
22. Archivo Nacional, Sección Ministerio del Interior,
Vol. 922.
23. Archivo Nacional, Sección Ministerio del Interior,
Vol. 922.
24. Ibíd.
25. Archivo Nacional, Sección Ministerio del Interior,
Vol. 922.
26. Archivo Nacional, Sección Ministerio del Interior,
Vol. 922.
27. Rossi S. Historia del Hospital San Juan de Dios
de Rancagua. Tesis para optar al grado de
Licenciada en Historia (inédito), Santiago, Instituto
de Historia, Pontificia Universidad Católica de
Chile, 2002, pág. 84.
28. Periódico La Unión, Año I, Nº 42, Parral, 20 de
junio de 1874.
29. Archivo Nacional, Sección Ministerio del Interior,
Intendencia de Linares, Vol. 684.
30. A menos que don Gabriel Valdés sólo haya
sido el dueño, y el administrador en cambio
sea Fernando Azócar.
31. Ibíd.
32. de Ramón, op. cit., Vol. I, pág. 229.
33. Archivo Nacional, Sección Ministerio del Interior,
Beneficencia, Vol. 922.
34. Chuaqui B., op. cit., pág. 159.
35. Edwards A. La fronda aristocrática en Chile.
Santiago, Editorial Universitaria, 11ª edición,
1989, pág. 156.
36. Cruz-Coke R., op. cit., pág. 411.
37. Real Academia Española. Diccionario esencial
de la lengua española. Madrid, Espasa Calpe,
2006.
38. Villalobos S. Origen y ascenso de la burguesía
chilena. Santiago, Editorial Universitaria, 1987,
pág. 82.
50
39. Periódico El Parralino, Año I, Parral, domingo
29 de junio de 1879.
40. Ibíd., Año II, N° 18, 11 de abril de 1880.
41. Cruz-Coke R., op. cit., pág. 445.
An. hist. med. 2010; 20: 33-50
44. Thomson I, Angerstein D. Historia del ferrocarril en Chile. Colección Sociedad y cultura XIV,
Santiago, DIBAM-Centro de Investigaciones
Diego Barros Arana, 2000, pág. 97.
42. Krebs R. La Iglesia de América Latina en el siglo
XIX. Santiago, Ediciones Universidad Católica
de Chile, 2002, pág. 294.
45. Olea E. Notas cambiadas con motivo de la fundación de un lazareto en la casa de San José.
Revista Católica, Año XXIX, Nº 1206, 13 de julio
de 1872.
43. Chassay F. Manual de una mujer cristiana.
Santiago, Imprenta de la Sociedad, 1859, pág.
195.
46. Caridad y beneficencia. Revista Católica, Año
XXVII, Nº 1100, Santiago, mayo 7 de 1870, pág.
515.
47. Periódico El Comercial, Año III, N° 87, Parral,
sábado 28 de noviembre de 1885.
An. hist. med. 2010; 20: 51-62
La tuberculosis en el diccionario de la real
academia española
Ignacio Duarte G.1, Claudia Chuaqui F.2
El objeto de este trabajo fue indagar la forma en que se incorporaron al idioma castellano no especializado
algunos términos relacionados con la enfermedad que llamamos tuberculosis. Para ello se compararon
las definiciones correspondientes en las 22 ediciones del Diccionario de la Academia Española publicadas desde 1870 a 2001. Al mismo tiempo se buscaron en la bibliografía disponible datos sobre el
origen de las palabras y ejemplos de su uso en obras y documentos del ámbito médico.
Las palabras consultadas se refieren a nombres aplicados a la enfermedad, como tisis, tabes, hética,
consunción, tuberculosis y sus variantes; o bien, corresponden a algunas de sus manifestaciones características: caverna, hemoptisis, granulia, escrófula y el adjetivo caseoso. Se registró el momento en
que los términos aparecieron en el diccionario y las posibles variaciones en ediciones sucesivas.
Las definiciones y las modificaciones que las definiciones experimentaron en el tiempo reflejan algunas de las diversas concepciones teóricas que coexistieron en la medicina de los siglos XVIII y XIX,
desde las observaciones clínicas y las ideas patogénicas humoralistas clásicas griegas, o a las que se
agregan los hallazgos de la anatomía patológica, para culminar con el descubrimiento de la etiología
bacteriana de la tuberculosis.
Palabras clave: diccionario - tisis - tuberculosis - hemoptisis - escrófula.
Tuberculosis in the dictionary of the real academia española
The object of this work was to investigate the way some terms related to the disease we call tuberculosis
were incorporated into non-specialized Spanish language. The pertinent definitions were selected in
the twenty two editions of the Dictionary of the Spanish Academy published from 1870 to 2001. At the
same time data on the origin of these words as well as examples of their use were searched in the available bibliography.
Some of the words consulted refer to names applied to the disease, such as tisis, tabes, hética, consunción,
tuberculosis and their variations. Other correspond to some of its characteristic manifestations: caverna,
hemoptisis, granulia, escrófula and the adjective caseoso.
The first time each word was mentioned in the Dictionary was registered, and also the possible variations
of its meaning in the successive editions.
The changes introduced in the definitions throughout the years reflect some of the different theoretical
conceptions that coexisted in medicine of the 18th and 19th centuries, from clinical observations and
classical Greek humoralist pathogenic ideas to the ones based on the findings of pathological anatomy,
and finally on the discovery of the bacterial etiology of the disease.
Key words: dictionary - phthisis - tuberculosis - hemoptysis - scrofula.
1
2
Médico cirujano. Programa de Estudios Médicos Humanísticos. Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Católica
de Chile. Correo electrónico: [email protected]
Licenciada en lenguas clásicas. Programa de Estudios Médicos Humanísticos. Facultad de Medicina, Pontificia Universidad
Católica de Chile. Correo electrónico: [email protected]
Recibido el 2 de abril de 2010. Aceptado el 15 de julio de 2010.
52
INTRODUCCIÓN
La enfermedad conocida actualmente con el
nombre de tuberculosis ha sido designada
con diversos nombres a través de la historia,
de acuerdo con las interpretaciones que los
médicos de cada época formulaban en base
a sus observaciones y en el contexto de las
teorías patogénicas imperantes. A partir de los
tratados hipocráticos y durante muchos siglos,
el nombre que prevaleció fue el de tisis.
En los siglos XVII y XIX algunos médicos
empezaron a efectuar de rutina exámenes post
mórtem de sus enfermos fallecidos: encontraron
lesiones que llamaron tubérculos. La palabra
tubérculo, especialmente en su versión inglesa
o francesa, quedó asociada a ciertas lesiones
de la tisis pulmonar.
En 1882 Robert Koch identificó el bacilo
causante de la enfermedad. Mediante cultivo
e inoculación experimental en animales probó
que el germen se encontraba en muestras de
lesiones de varios órganos de pacientes que
padecían diversas formas de tuberculosis, algunas de las cuales constituían hasta esa fecha
motivo de controversia en cuanto a si eran
manifestaciones de la tisis o de otros males.
A partir de esos hallazgos la tuberculosis, con
todas sus manifestaciones patológicas, pasó a
concebirse como una sola entidad nosológica
producida por una causa bacteriana precisa y
necesaria. En los años siguientes, la posibilidad
de cultivar rutinariamente el bacilo obteniéndolo
de muestras tomadas al enfermo, principalmente
del esputo, posibilitó asegurar el diagnóstico
de la enfermedad, puesto que evaluando solo
los síntomas y los signos del examen físico,
podían cometerse errores en algunos casos,
confundiéndola con otras afecciones causantes
de fiebre, enflaquecimiento progresivo, dificultad
respiratoria o tos persistente.
El objetivo de este trabajo ha sido indagar
la forma en que se incorporaron en el idioma
castellano común algunos términos usados en
los tratados médicos y en la literatura como
pertenecientes o relativos a la afección actualmente conocida como tuberculosis, y apreciar
las eventuales modificaciones del significado de
ellas en el transcurso del tiempo. Para ello se
recurrió a la fuente lexicológica normativa de
nuestro idioma, el Diccionario de la Academia
Española.
An. hist. med. 2010; 20: 51-62
Se consultaron las 22 versiones sucesivas de
la obra (1-22) a partir de la publicada en 1780,
hasta la última, impresa en 2001. Se revisaron
tanto ejemplares disponibles en bibliotecas como
versiones facsímiles en línea, para recoger definiciones atinentes a la enfermedad (23). Junto
con la consulta al diccionario RAE, para cada
palabra investigada se procuró obtener datos
de su origen y ejemplos de su uso en obras o
documentos del ámbito médico de fines del
siglo XVIII y del siglo XIX.
LA ACADEMIA Y EL DICCIONARIO
La Real Academia Española fue fundada en 1713
y su constitución aprobada el año siguiente
por el rey Felipe V. Su objetivo tradicional,
representado en el lema “Limpia, fija y da
esplendor,” fue superado formalmente en la
reforma estatutaria de 1993, en que se puntualiza
que la Institución
tiene como misión principal velar por que
los cambios que experimente la Lengua
Española en su constante adaptación a las
necesidades de sus habitantes no quiebren
la esencial unidad que mantiene en todo el
ámbito hispánico.
En los decenios que siguieron a su fundación la Academia emprendió la tarea de
publicar un diccionario en varios tomos, lo que
no se logró en la forma planeada. Entonces, se
decidió publicar un “Diccionario de la lengua
castellana reducido a un tomo para su más
fácil lectura” (2), cuya primera edición lleva la
fecha de 1780.
De acuerdo con sus objetivos, el Diccionario
no puede acoger en cada edición los neologismos castellanizados que aparecen cada vez
más velozmente en la jerga y en los escritos
de las diversas disciplinas, particularmente las
de orden científico y técnico. Por una parte, la
Academia debe someter dichas palabras a un
estudio minucioso, en el que presumiblemente
desempeñan una labor importante —para el
tema que trata este artículo— las comisiones
académicas de Vocabulario científico y técnico
y de Ciencias Humanas. Por otra parte la tarea
que declara asumir la Academia en este campo
consiste en
I. Duarte G., C. Chuaqui F. / La tuberculosis en el diccionario de la real academia española
registrar y definir adecuadamente los términos cuyo empleo rebasa los límites de la
especialidad y se atestigua diariamente en la
prensa o en la conversación culta (22).
53
Esta definición persiste hasta que en 1869
se cambia a: “consunción, demaciación gradual
y lenta, originada de varias causas. Dícese especialmente de la pulmonar” (11).
En 1884 se modifica nuevamente, apareciendo con dos acepciones:
NOMBRES DE LA ENFERMEDAD
Tísica
El Diccionario RAE de 1780 (1) define el sustantivo tísica como una
enfermedad causada por tener alguna llaga
en los pulmones, o livianos, originada de
humor acre y corrosivo, que ha caído a
ellos, y causa al paciente tos, acompañada
de calentura lenta, que le va atenuando y
consumiendo poco a poco (24).
En cuanto a la palabra tisis, dice que
significa lo mismo que tísica.
En las ediciones segunda, tercera y cuarta
(2-4) la definición del sustantivo tísica que
da la RAE persiste igual; pero en 1817 (5) se
limita a decir solamente que equivale a tisis, y
así se repite en todas las ediciones hasta la de
1992 (21), señalándose que corresponde a un
uso antiguo. En 2001 no figura como entrada
independiente (22).
El padre Feijoo (1676-1764) transcribe una
receta para tratar la Tísica:
Tómese el esputo purulento del enfermo
en un lienzo, el cual se colgará a recibir
el humo en una chimenea, y a proporción
que el esputo se fuere secando, se irá consumiendo el humor morboso … (25)
Tisis
Desde 1780 a 1817 la RAE (23) dice que tisis es
lo mismo que tísica (1-5). En 1822 (6) la cambia
a la misma definición que daba anteriormente
al sustantivo tísica (ver apartado precedente),
significado que es acortado en 1832:
enfermedad causada por tener alguna llaga
en los pulmones o livianos, y ocasiona al
paciente tos, acompañada de calentura lenta
que le va atenuando y consumiendo poco
a poco (7).
1) enfermedad en que hay consunción gradual
y lenta, fiebre héctica y ulceración en algún
órgano. Se designa especialmente con este
nombre la tuberculización pulmonar (12).
En 1899 la primera parte sigue igual, y la
segunda se simplifica a: tuberculosis pulmonar
(13). El significado de esta decimotercera edición
se mantiene textualmente en todas las versiones
posteriores hasta la de 2001 inclusive (22).
El adjetivo tísico en 1780 se explica como:
“el que padece la enfermedad de tísica, o lo
que toca, o pertenece a ella” (1). Se repite hasta
que en 1837 se modifica a dos acepciones: “1)
que padece de tisis; 2) perteneciente a la tisis”
(8). Esta forma persiste en todas las ediciones
posteriores hasta la de 2001 (22).
La palabra tisis proviene del griego phthísis: consunción, deterioro, que a su vez deriva
del verbo griego phthínein: descomponerse,
podrirse; menguar, decrecer. Referido primero
al tiempo, a la luna y a las estrellas. Luego, a
las personas, a la vida y a las cosas (26).
La palabra tisis aparece documentada en
castellano ya en el siglo XIII (27).
En la publicación en España en 1836 de
un texto francés de patología (28), D. Mariano
Delgras traduce lo siguiente:
Bajo el nombre de tisis pulmonar se ha
descrito la mayor parte de las afecciones
crónicas del pulmón y aun de la pleura, hasta
que la anatomía patológica ha enseñado que
procediendo de este modo se confundían
muchas afecciones diferentes. Los trabajos de
Bayle, y principalmente de M. M. Broussais
y Laennec, han aclarado sucesivamente este
caos, y en el día se está generalmente de
acuerdo en reservar la denominación tisis
para los tubérculos desarrollados en los
pulmones; y cuya presencia ocasiona la
disolución de este órgano y la consunción
del individuo.
54
An. hist. med. 2010; 20: 51-62
Tabes
El Diccionario RAE solo recoge esta palabra en
1899 (13), con el significado médico de consunción, el que persiste hasta 1925 inclusive (15).
En 1939 se agrega una segunda versión que es
la más usada, correspondiente a la tabes dorsal,
lesión sifilítica de los cordones posteriores de
la médula espinal (16). Ambas acepciones se
repiten en las ediciones de 1947 y 1956 (17,
18). En 1970 y hasta la última edición, tabes
sigue con dos acepciones, pero la primera se
modifica a “extenuación, enflaquecimiento,
consunción” (19-22).
La voz latina tabes fue empleada por los
romanos como equivalente de tisis, con el
significado de
corrupción, putrefacción; descomposición; humor infecto, venenoso; contagio,
epidemia, enfermedad que roe, que mina
moralmente.(29).
Deriva del verbo tabeo: licuarse, descomponerse, en sentido figurado: languidecer.
El capítulo dedicado a la tisis por Aulo
Cornelio Celso en el siglo I d.C. comienza así:
Diutus saepe periculosius tabes eos male habet,
quos invasit (Más prolongada y peligrosa es la
tabes que sigue cuando [la enfermedad] a estos
invade.) (30).
La palabra tabes parece incorporada al
castellano en el siglo XVIII (31).
Antonio Pérez de Escobar en su libro sobre
los contagios (1776) dice que
por tisis o tísica, que los latinos llaman tabes
en general, no se entiende otra cosa, que
una disminución o diminuta nutrición de
las carnes, o extenuación del todo, o parte
del cuerpo (32).
Hética
El sustantivo hética designa en el Diccionario
RAE de 1780 a una
sudor nocturno y otros. Proviene de la sangre
más acre y salada, continuada lentamente.
Otros la llaman hetisía (1).
La acepción persiste igual en 1783 y 1791
(2, 3); pero en la edición de 1803 se lee: “calentura lenta que va consumiendo el cuerpo
y destruyendo las fuerzas” (4). Esta definición
se mantiene en las seis ediciones siguientes de
1822 a 1869 (6-11). Desde 1884 no aparece más
en su función de sustantivo (12).
Héctico aparece en el diccionario RAE de
1884 (12) y hasta la fecha como sinónimo del
adjetivo hético (22).
Otro vocablo equivalente es el adjetivo
ético que asoma en el Diccionario RAE con el
significado médico de tísico en las ediciones
desde 1837 a 1869 (8-11). Desde 1884 figura
con el significado de tísico hasta la última
edición (12-22).
Las palabras hético, hética, héctico, héctica
derivan del griego hekticós que significa habitual, en referencia a un estado febril habitual
(33). Corominas menciona que héctico es una
forma culta de hético (34).
Con el título de Elementos de medicina
práctica Bartolomé Piñera tradujo al castellano
en 1799 la obra del afamado médico inglés
William Cullen, First lines of the practice of
physic. Incluye un párrafo titulado De las tabes
o de la hética (35).
En 1761 se construyó en el Hospital San
Juan de Dios de Santiago “una sala especial
para el aislamiento de éticos”; entre los diagnósticos de los enfermos fallecidos en 1864
en el mismo establecimiento se menciona
como segunda causa la tisis (36). En 1766 una
comisión designada por la Real Audiencia
dictaminó que “la enfermedad héctica no es
nueva en la ciudad (Santiago)”. En la estadística de los cuadros mórbidos más frecuentes
de las enfermas atendidas en el Hospital San
Francisco de Borja de Santiago de Chile en el
periodo 1782-1789 figuraba en quinto lugar la
calentura ética (37).
Consunción
enfermedad que consiste en la intemperie
cálida y seca de todo el cuerpo, con varios
síntomas, especialmente de calor externo en
las partes extremas, con acedía del estómago
después de la comida, flaqueza del cuerpo,
Consunción en el Diccionario RAE de 1780 y 1783
figura con las siguientes dos acepciones:
I. Duarte G., C. Chuaqui F. / La tuberculosis en el diccionario de la real academia española
1) enfermedad que consiste en disminuirse
las carnes y la parte adiposa del cuerpo
humano, quedándole solo al enfermo la piel
y los huesos cuando se acerca su muerte; 2)
atenuación, enflaquecimiento (1, 2).
55
La consunción es una destrucción o decadencia de todo el cuerpo por una úlcera,
tubérculos, concreción de los pulmones,
empiema, atrofia nerviosa o caquexia.
Tuberculosis
En 1791 persisten dos acepciones, la
primera se simplifica y generaliza, sin referirse
explícitamente ni a una afección ni al cuerpo:
“el acto y efecto de consumir” (3). En 1822 la
palabra atenuación se reemplaza por extenuación: con esta redacción la definición queda
básicamente fija hasta 2001 inclusive, en que se
entiende por “consunción: 1) La acción y efecto
de consumir o consumirse. 2) Extenuación,
enflaquecimiento” (6-22).
El adjetivo consuntivo, que en la literatura
médica se aplicaba muchas veces al enfermo
de tisis, carece de connotación específicamente
médica en todas las versiones del diccionario,
definiéndoselo como lo “que tiene virtud de
consumir”.
La voz consunción viene del latín consumere: comer, ingerir; gastar, usar, destruir;
tomar completamente, y se forma del prefijo
con- (de cum), que viene del latín antiguo com:
completamente más el verbo sumere: tomar; usar,
consumir. En el siglo I a.C., Cicerón usa el término
consumptio, pero no en el sentido médico. Se
documenta en castellano en 1679 (31).
En la edición de 1933 del Oxford English
Dictionary el término consumption, en su cuarta
acepción significa “emaciación del cuerpo por
enfermedad; una enfermedad emaciante; ahora
aplicado específicamente a la consunción
pulmonar o tisis”. Registra su uso en 1398 por
John Trevisa en una traducción al inglés de
Propietatibus rerum de Bartholomaeus Anglicus.
El Oxford Dictionary agrega que en 1620 el escrito
Via recta de Tobías Venner incluye un apartado
commended for those that have the pthisicke ot
consumption of the lungs (38). La palabra se
lee también en el título de un libro que Gideon
Harvey publicó en 1666: Morbus Anglicus: or
the anatomy of consumptions que contenía,
entre otros, methods of curing all consumptions,
coughs, and spitting of blood… (39).
El empleo de la palabra consunción se
lee en la traducción castellana efectuada por
D. Mariano de S. y M. (sic) del libro Domestic
medicine de William Buchan, cuya primera
edición en inglés data de 1769 (40). Dice:
La voz tuberculosis no aparece en el Diccionario
RAE hasta las ediciones de 1884 y 1899 en que
se define como tuberculización (12, 13). A su
vez, en la entrada de tuberculización se refiere a
una “enfermedad diatésica, casi siempre mortal,
que consiste en el desarrollo de tubérculos en
uno o varios órganos”. En 1914 y 1925 tuberculización significa
enfermedad que consiste en el desarrollo
de tubérculos en los tejidos u órganos,
producida por un microbio llamado bacilo
de Koch, o por productos derivados de
éste (14, 15).
En 1939 no aparece tuberculización y se
define directamente el término tuberculosis
como sigue:
enfermedad del hombre y de muchas especies animales producida por el bacilo
de Koch. Adopta formas muy diferentes
según el órgano atacado, la intensidad de
la afección, etc. Su lesión habitual es un
pequeño nódulo, de estructura especial,
llamado tubérculo (16).
Se atribuye a Johann Lucas Schönlein haber
sugerido en 1834 que se designara tuberculosis a la enfermedad, debido a la importancia
que se daba al hallazgo en autopsias de las
formaciones llamadas tubérculos (41,42). El
término fue paulatinamente adoptado en la
segunda mitad del mismo siglo. Así, en 1868
Jean Antoine Villemin publicó bajo el título
Études sur la tuberculose sus experimentos en
animales en que concluía que se trataba de
un mal específico cuya causa era un agente
inoculable (43).
En Chile, Enrique de Zonorza (44) tituló en
1863 Profilaxis de la tuberculización pulmonar
su tesis para optar al grado de licenciado en
medicina. Por su parte, Manuel Cerda publicó
en 1876 una reseña del libro de Lèbert Clinique
des maladies de poitrine, en la que informaba
56
An. hist. med. 2010; 20: 51-62
que “el autor no admite tampoco el contagio
de la tuberculosis” (45). El Anuario Estadístico
de la República de Chile adoptó en 1895 la
clasificación de las enfermedades, tomada de
Virchow, en la que figuraba la entrada tuberculosis pulmonar.
MANIFESTACIONES DE LA ENFERMEDAD
Tubérculo
No figura en las ediciones de la RAE de 1780
a 1817 (1-5). Aparece a partir de 1822: “cada
uno de los pequeños abscesos que se hacen en
la superficie del pulmón” (6). Este significado
persiste en las ediciones posteriores hasta la de
1852 inclusive (10). En 1869 se modifica a:
excrecencia morbosa, comúnmente redondeada, blanca amarillenta, dura al principio,
y que suele reblandecerse y ulcerarse al
fin (11).
A partir de 1884 se define como
producto morboso, de color ordinariamente
blanco amarillento, redondeado, duro al
principio en la época de evolución llamada de crudeza, y que adquiere en la de
reblandecimiento el aspecto y consistencia
de pus;
la redacción se mantiene hasta la última edición (12-22).
Término derivado del latín tubo, y ambos
emparentados con tumor, de la raíz i.e. tum-e:
hincharse (46). De ahí la palabra latina tuberculum, derivada de tuber: tumor, bulto (33).
En 1680 Francisco de la Boe (Silvio) emplea
la expresión latina tubercula minora vel maiora
(tubérculos menores o mayores) para designar
las lesiones pulmonares que él encontraba en
autopsias (47).
Según Corominas, la palabra tubérculo en
castellano figura ya en 1747 (31). En un diccionario médico de 1823 en castellano, Manuel
Hurtado de Mendoza dice que en anatomía
patológica se da el nombre de tubérculo a una
especie de producción o degeneración orgánica
formada por una materia opaca, de un amarillo
pálido, el cual, en estado de crudeza, tiene
una consistencia análoga a la de la albúmina
concreta (48).
Caseoso
El adjetivo caseoso no aparece en el Diccionario
RAE hasta 1822 (6), en que figura sin acepción
médica, refiriéndose a la parte de la leche de
la cual se hace el queso. En la versión de 1970
agrega un significado que lo relaciona con la
enfermedad que nos ocupa:
dícese de una sustancia albuminoidea que
se encuentra en algunas lesiones, principalmente en las tuberculosas, y que determina
la degeneración de los tejidos en que tiene
asiento (19).
En 2001 se modifica a “Dicho de un tejido:
que por necrosis, adquiere una consistencia
semejante a la del queso” (22).
La palabra caseoso deriva del latín caseus:
queso (31).
La comparación de un componente de
las lesiones tuberculosas con el queso se lee
en la obra de Mathew Baillie, quien a fines del
siglo XVIII y principios del XIX describió en el
pulmón de cadáveres de tísicos unas formaciones nodulares que al corte,
consisten en una sustancia blanca lisa, de
textura firme, y suelen contener en parte
pus espeso como cuajo o requesón (curdly)
(49).
Por su parte, en 1819 René Laënnec
describía en francés “masas más o menos
voluminosas, de un amarillo pálido, opacas y
de una densidad análoga a la de los quesos
más firmes”. Agregaba que al reblandecerse la
materia tomaba “consistencia de queso blando
y friable”, estado en que suele parecerse al
lactosuero “en el cual flotarían fragmentos de
materia caseosa” (50).
Hurtado de Mendoza parece basarse en
Laënnec al explicar que la materia tuberculosa
resultante del reblandecimiento de los tubérculos puede asumir dos formas: parecida a un
pus espeso o bien separada en dos partes, una
muy líquida, como suero, en el cual “nadasen
fragmentos de materia caseosa” (48).
I. Duarte G., C. Chuaqui F. / La tuberculosis en el diccionario de la real academia española
Caverna
En 1780 la RAE presenta la caverna como “el
hoyo o profundidad que hacen las materias
en las llagas y heridas” (1), que persiste hasta
1884 cuando se modifica a
excavación que resulta en algunos tejidos
orgánicos después de evacuada la materia
tuberculosa, o de salir el pus de un absceso, y en algunas úlceras cuando ha habido
pérdida de sustancia (12).
A partir de 1914 la palabra excavación se
reemplaza por hueco, persistiendo la misma
definición hasta en la 22ª edición (14-22).
La voz proviene del latín caverna: gruta,
cueva; deriva de cavus: hueco y aparece en
castellano en 1440 (31, 33).
En el escrito de Celso (51) se menciona que
en la tisis se encuentran úlceras en el pulmón,
término que también se encuentra en las traducciones de autores posteriores, como en la
obra de Morgagni (52) y en las descripciones
de Bayle (53), que emplea los términos ulcère,
ulcération, cavité. Laënnec en 1919 prefiere el
término excavation, pero en algunos párrafos
habla de caverne.
Manuel José de Porto en su Manual de
Anatomía Patológica de 1846, extractado de
autores franceses, explica que una de las posibles
evoluciones del tubérculo pulmonar es “reblandecerse y transformarse en una cavidad que se
ha llamado vulgarmente caverna” (54).
Hemoptisis
El término no aparece en el Diccionario RAE
hasta 1869 en que se define como
hemorragia de la membrana mucosa pulmonar, caracterizada por la expectoración más
o menos abundante de sangre (11).
Esta explicación persiste en las sucesivas
ediciones hasta que en 1992 y 2001 es sustituida por “expectoración de sangre proveniente
de la tráquea, los bronquios y los pulmones”
(21, 22).
Se ha indicado que es un neologismo del
siglo XVIII, derivado del griego haima: sangre,
y ptyein: escupir (33). Sin embargo, el término
57
se ha usado en inglés tan temprano como 1646
por el médico inglés Sir Thomas Browne (55).
La Cyclopaedia of practical medicine cita, entre
otros, los siguientes escritos en que aparece
dicha palabra: Alsarius-a-Cruce: De haemoptysi
seu sanguinis sputo (1699) y Bigeon LF: Essai
sur l’hémoptysie essentielle (1799) (56).
En el siglo XIX se empleaba en castellano
el término hemotisis, como se lee en un texto
publicado por José de Gardoqui en 1835,
en el apartado sobre Exhalación sanguínea
de la membrana mucosa de los bronquios,
hemotisis o broncorragia. Allí afirma que el
sangramiento
tiene su asiento en la membrana mucosa
que se extiende desde la tráquea hasta las
pequeñas ramificaciones bronquiales... El
parénquima pulmonar es el gravemente
afectado: en la mayor parte de los casos:
existe efectivamente en su interior cierto
número de tubérculos crudos o blandos,
debiéndose considerar entonces la hemotisis como un síntoma de tisis pulmonar...
La hemotisis no siempre es sintomática de
aquel afecto pulmonar... puede existir por
sí sola (57).
Granulia
Granulia se incluye por primera vez en el
Diccionario RAE de 1984 con su significado
de “tuberculosis miliar, ordinariamente aguda
y grave” (20). En 1992 y 2001 aparece definida
simplemente como “tuberculosis miliar” (21,
22).
La voz granulia deriva del bajo latín
granulum, de granum: grano, pepita o semilla
vegetal, usada en castellano en sentido general,
no médico, hacia 1250 (31).
Georges Empis en 1865 aplicó la expresión granulie froide a la presentación aguda
miliar para distinguir ese cuadro de las formas
habituales de la tisis pulmonar. Al año siguiente, Antonio Bruzón publicó en la Habana
un opúsculo titulado La granulia de Empis.
Aunque su naturaleza tuberculosa pronto fue
reconocida, el nombre de granulia persistió
especialmente en Francia. Años después se
acumuló información de distintas fuentes que
indicaban que la granulia no necesariamente
implicaba una muerte rápida (58). La pauta de
58
An. hist. med. 2010; 20: 51-62
clasificación de las enfermedades del Anuario
Estadístico de la República de Chile de 1899
nombra la granulia entre las distintas formas
del mal: “Tuberculosis. a) miliar, granulia; b)
pulmonar (tisis); c) meníngea”.
Escrófula
En la RAE de 1780 no figura el término (1). En
1783 se entendía por escrófula
la glándula o landrecilla dura, que se hace
en el cuello o ingles: particularmente se dice
del lamparón (2).
En cuanto al vocablo landrecilla, es un
diminutivo de landre que en el mismo año se
definía como
especie de seca, o tumor de la hechura y
tamaño de una bellota, que se hace en los
sobacos y en las ingles; y suele ser muy de
ordinario dar a esta enfermedad en la garganta, y ahogar con brevedad al paciente.
En la última edición landre tiene tres acepciones, las dos relativas a medicina son:
1) Tumefacción inflamatoria del tamaño
de una bellota, de un ganglio linfático,
generalmente del cuello, axilas e ingles; 3)
antiguamente, peste bubónica (22).
En las ediciones de 1791, 1803 y 1817 la
palabra escrófula se definía como “lo mismo
que lamparón” (3-5). A su vez, lamparón
significaba
tumor duro, que se hace en las glándulas
conglomeradas del cuello, o de las que
se llaman salivales, por la crasitud de la
linfa, o de otros cuerpos, por un ácido allí
estancado, el cual obstruye los túbulos de
las referidas glándulas.
En ediciones posteriores la definición se
simplificó, de modo que en 1803 lamparón
designaba a un “tumor duro que se forma por
obstruirse las glándulas del cuello”, que se
repite en forma similar hasta en la edición de
1837 (4-8); en 1843 se reduce a “tumor que se
forma en las glándulas del cuello” (9). Desde
1884 se lee que es un vocablo médico que
significa “escrófula en el cuello”, definición que
permanece inalterada hasta 2001 (12-22).
Volviendo al significado de escrófula, en el
Diccionario RAE 1822 y hasta el de 1869 inclusive
se hace simplemente sinónimo de lamparón
(6-11). En 1884 la definición médica designa a
un “tumor frío originado en la hinchazón, con
tubérculos o sin ellos, de los ganglios linfáticos
superficiales” (12-15). En la edición difundida
en 1939 ésta se modifica a
tumefacción fría de los ganglios linfáticos,
principalmente cervicales, generalmente
acompañada de un estado de debilidad
general que predispone a las enfermedades
infecciosas y sobre todo a la tuberculosis.
Esta definición permanece prácticamente
igual en 2001 (16-22).
La palabra está tomada del latín tardío
scrofula, diminutivo de scrofa: hembra del cerdo.
Se relaciona así el aspecto del cuello abultado
del paciente con la papada del cerdo. Según
Corominas (34) la primera documentación en
castellano se encuentra en la segunda mitad del
siglo XVIII en el Diccionario castellano con las
voces de ciencias y artes y sus correspondientes
en las 3 lenguas francesa, latina e italiana, de
Terreros y Pando.
En la versión castellana de 1843 del
Diccionario de los diccionarios de medicina
publicados en Europa, bajo el título de Escrófulas
se explica que
en el trayecto de los ganglios y vasos linfáticos aparecen tumores globulosos u ovales,
movibles bajo la piel, que se multiplican
más o menos y aumentan gradualmente de
volumen...Permanecen indolentes durante
algunos meses y aun años, enseguida van
acompañados de calor, rubicundez, tumor
local, movimiento febril...fluctuación, se
adelgaza la piel, se ulcera y da salida...a
una materia concreta de aspecto y consistencia de castaña o queso, o bien de un
líquido sero-purulento cargado de copos
albuminosos.
En cuanto al pronóstico, se dice que es
“con frecuencia fatal” (59).
I. Duarte G., C. Chuaqui F. / La tuberculosis en el diccionario de la real academia española
59
SIGNIFICADO DE LOS NOMBRES
INTERPRETACIONES PATOGÉNICAS
La RAE recoge diversos nombres con que se
ha designado a la enfermedad que nos ocupa:
estos pueden dividirse en tres grupos:
El primer grupo, formado por las palabras
tisis, tabes y consunción, destaca el componente de enflaquecimiento, derivado de las
observaciones de tipo principalmente clínico:
así los médicos griegos emplearon la palabra
phthisis para denotar la forma más avanzada
e impresionante de la enfermedad que era la
emaciación extrema, aunque conocían la sintomatología que acompañaba a la presencia
de un compromiso pulmonar en muchos de
esos casos (60).
Celso reconoció que hay otras formas de
enflaquecimiento asociadas más directamente
con desnutrición, como se aprecia en su clasificación de la afección que denomina tabes:
1) La atrofia, en que el cuerpo no asimila los
alimentos, lo que lo lleva al marasmo; 2) La
caquexia, provocada por alimentos corrompidos
que no aportan a la nutrición, sea a consecuencia de una enfermedad larga, sea que se ha
consumido mucho tiempo alimentos insólitos
o medicamentos perniciosos; 3) La tisis, que
produce ulceraciones en los pulmones, fiebrecilla
que cesa y reaparece, tos frecuente con esputos
purulentos y a veces sanguinolentos (51).
El segundo grupo de denominaciones
de la enfermedad es el de las voces derivadas
de hekticós, que resaltan el carácter de la manifestación febril. De igual modo, estimamos
que ella podía observarse en pacientes con
diferentes males: sin embargo, en el lenguaje
corriente, hética y sus variaciones pasaron a
ser sinónimo de la tisis pulmonar.
El tercer grupo, formado por las expresiones
tisis tuberculosa, tuberculización o tuberculosis
se basa en el componente anatomopatológico
macroscópico más llamativo para los médicos
que practicaron autopsias en la época del
Barroco, el Romanticismo y el Positivismo. El
perfeccionamiento de los microscopios y de la
técnica de procesamiento de los tejidos en la
segunda mitad del siglo XIX posibilitó definir
las características microscópicas del tubérculo,
que en los diccionarios médicos actuales se
define por su forma histopatológica: este detalle
comprensiblemente no ha sido incluido en el
diccionario de la RAE.
En algunas definiciones de ediciones de la RAE
correspondientes a fines del siglo XVIII y al
curso del siglo XIX se advierten expresiones sin
duda inspiradas en las doctrinas hipocráticas y
galénicas sobre las propiedades de los humores
y de los elementos: entre ellas las que implican
un mecanismo patogénico de la enfermedad:
“humor acre y corrosivo”, “intemperie cálida y
seca, sangre más acre y salada” (60).
Al referirse a la tuberculización a fines del
siglo XIX como enfermedad diatésica la RAE
introduce un concepto patogénico de difícil
interpretación, puesto que el significado de la
palabra diátesis ha sido objeto de distintos puntos
de vista desde los tratados hipocráticos, siendo
especial objeto de debate en los siglos XVIII
y XIX (61). A modo de ejemplo, encontramos
por una parte la siguiente definición:
Debe entenderse por diátesis un estado
morboso que parece ocupar la totalidad
de la economía y reproducirse en distintos
puntos con síntomas ligados entre sí por
una forma semejante que revela una causa
en todas partes idéntica (62).
Por otra parte, en otras se concibe como el
estado del cuerpo que lo hace adquirir ciertas
enfermedades: esta explicación es similar al
significado que se le atribuye actualmente
La mención a la “época de evolución
llamada de crudeza” de la lesión tuberculosa
recuerda al concepto hipocrático del estado
previo a la cocción del exceso de un humor por
el calor innato del individuo, proceso que, según
la teoría hipocrática, restablece el equilibrio de
los humores y, por ende, la salud (63-65).
Al tratar el adjetivo correspondiente al
material que constituye el caseum, la definición
de la RAE en 1970 lo considera una sustancia
albuminoidea, y la interpreta como agente determinante de la degeneración de los tejidos; al
contrario, en 2001 dicha materia pasa a reconocerse como resultado del proceso regresivo: la
necrosis caseosa, concepto que figuraba en los
textos de Anatomía Patológica en la primera
mitad del siglo XX (66).
En el caso de la definición de la escrófula o
lamparón, es menester recordar que la inclusión
de los ganglios linfáticos dentro del conjunto
60
de las glándulas, ya se encuentra en el Corpus
Hippocraticum (67). La RAE conserva la denominación de glándulas hasta 1843 inclusive y
sólo desde 1884 utiliza la palabra ganglios. En
cuanto al mecanismo por el cual se produce la
lesión de la obstrucción de dichas “glándulas”,
a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX,
la mención de un ácido estancado parece revelar la influencia de la corriente iatroquímica
preconizada por Francisco de la Boe, Silvio,
en el siglo XVII.
En 1884 la RAE indica que la escrófula
puede o no tener tubérculos: una relación entre
la tuberculosis y la escrófula se había sospechado
durante muchos años (68). Baillie comparó el
aspecto de los tubérculos pulmonares reblandecidos con el de la lesión escrofulosa (49).
En el siglo XIX se discutía sobre las causas
de la escrófula y el papel que jugaban en su
génesis la herencia, la constitución, factores
ambientales, la consunción y la sífilis (42). En
su trabajo de 1882, Koch encontró bacilos en
las células gigantes de dos de tres ganglios
escrofulosos examinados. Concluyó que la
tuberculosis miliar, la neumonía caseosa, la
bronquitis caseosa, la tuberculosis intestinal y
ganglionar podían declararse idénticas. Agregaba
que sus investigaciones sobre la escrofulosis
y las artropatías fungosas no eran suficientemente numerosas para llegar a una decisión,
pero estimaba que un gran número de ganglios
escrofulosos y de las lesiones articulares eran
verdaderas tuberculosis (69). Es muy posible
que bajo el nombre de escrófula se haya diagnosticado en el pasado afecciones ganglionares
del cuello u otros sitios, de naturaleza infecciosa
diversa o bien neoplásica.
CONCLUSIÓN
Las palabras consultadas en el Diccionario
de la Real Academia Española en general en
sucesivas ediciones presentan modificaciones
que siguen con algunos años de latencia la
información proveniente de la experiencia
médica. Se exceptúan los ejemplos de la definición de tubérculo, que permanece fija, sin
relacionársela con la tisis, por más de 100 años
hasta 2001 inclusive, y el significado del material
caseoso, que durante unos 150 años tampoco
An. hist. med. 2010; 20: 51-62
se asocia con dicha enfermedad, lo que vino
a enmendarse en 1970.
Las variaciones en el tiempo del texto de
algunas definiciones reflejan diversas concepciones teóricas que coexistieron en la medicina de
los siglos XVIII y XIX, desde las observaciones
clínicas y las ideas patogénicas humoralistas
clásicas griegas, a las consideraciones basadas
en los hallazgos de la anatomía patológica, para
culminar con el descubrimiento de la etiología
bacteriana de la tuberculosis.
REFERENCIAS
1. Academia Española. Diccionario de la lengua
castellana. Reducido a un tomo para su más
fácil lectura (corresponde a la 1ª edición). Por
Dn. Joaquín Ibarra, Impresor de la Cámara de
S. M. y de la Real Academia. Madrid 1780.
2. Academia Española. Diccionario de la lengua
castellana. 2ª edición. Por Dn. Joaquín Ibarra,
Impresor de la Cámara de S. M. y de la Real
Academia. Madrid 1783. Edición facsímil en
www.cervantesvirtual.com
3. Academia Española. Diccionario de la lengua
castellana, 3ª edición. Por la viuda de Dn. Joaquín
Ibarra, Impresora de la Real Academia. Madrid
1791.
4. Real Academia Española. Diccionario de la lengua
castellana, 4ª edición. Por la viuda de Dn. Joaquín
Ibarra, Impresora de la Real Academia. Madrid
1803. Edición facsímil en www.cervantesvirtual.
com
5. Real Academia Española. Diccionario de la
Lengua Castellana, 5ª edición. Imprenta Real.
Madrid 1817.
6. Academia Española. Diccionario de la lengua
castellana, 6ª edición. Imprenta Nacional. Madrid
1822.
7. Academia Española. Diccionario de la Lengua
Castellana, 7ª edición. Imprenta Real. Madrid
1832.
8. Academia Española. Diccionario de la lengua
castellana, 8ª edición. Imprenta Nacional. Madrid
1837. Edición facsímil en www.cervantesvirtual.
com
9. Academia Española. Diccionario de la lengua
castellana, 9ª edición. Imprenta Nacional. Madrid
1843. Edición facsímil en www.cervantesvirtual.
com
I. Duarte G., C. Chuaqui F. / La tuberculosis en el diccionario de la real academia española
10. Academia Española. Diccionario de la lengua
castellana, 10ª edición. Imprenta Nacional. Madrid
1852. Edición facsímil en www.cervantesvirtual.
com
11. Real Academia Española. Diccionario de la
lengua castellana, 11ª edición. Imprenta de Don
Manuel Rivadeneira. Madrid 1869.
12. Real Academia Española. Diccionario de la
lengua castellana, 12ª edición. Imprenta de D.
Gregorio Hernando. Madrid 1884.
13. Real Academia Española. Diccionario de la
lengua castellana, 13ª edición. Imprenta de los
Sres. Hernando y Compañía. Madrid 1899.
61
25. Feijoo BJ. Cartas eruditas y curiosas. Tomo
primero, Carta decimoséptima: De la medicina
Transplantatoria, párrafo 15. Imprenta Real de
la Gazeta. Madrid 1777. Versión digitalizada en
Proyecto Filosofía en español. www.filosofia.
org/bjf/bjfc117.ht. (Consultado el 7 de marzo
de 2010).
26. Liddle HG, Scott R. A Greek English Lexikon.
Clarendon Press. Oxford 1968.
27. Diccionario medico-biológico, histórico y etimológico. www.dicciomed.es (Consultado el
13 de febrero de 2010).
14. La Academia Española. Diccionario de la lengua
castellana, 14ª edición. Imprenta de los Sucesores
de Hernando. Madrid 1914.
28. Roche LC, Sauson LI. Nuevos elementos de
patología médico-quirúrgica, 3ª edición. Tomo
III. Imprenta de Verges. Madrid 1836 (Google
libros).
15. Real Academia Española. Diccionario de la
lengua española, 15ª edición. Real Academia
Española. Madrid 1925.
29. Diccionario Latino-Español, Español-Latino.
Blanquez T. Editorial Ramón Sopena S.A.
Barcelona 1985.
16. Real Academia Española. Diccionario de la lengua
española, 16ª edición. Talleres Calpe. Madrid
1936/1939. En el texto del presente artículo se
indica solo 1939, año de la difusión más amplia
de esta edición.
30. Spencer WG (editor). Celsus. De Medicina. Harvard
University Press. Cambridge, Massachusetts. U.
S. A. 1971.
17. Real Academia Española. Diccionario de la
lengua española, 17ª edición. Talleres Editorial
Espasa-Calpe. Madrid 1947. Este volumen es una
reimpresión del de 1939: trae al final un suplemento
con algunas modificaciones, que no afectan a las
palabras indagadas en este trabajo.
18. Real Academia Española. Diccionario de la
lengua española, 18ª edición. Real Academia
Española. Madrid. 1956.
19. Real Academia Española. Diccionario de la
lengua española, 19ª edición. Real Academia
Española. Madrid 1970.
31. Corominas J. Breve diccionario etimológico de
la lengua castellana. Editorial Gredos - Sala y
Grijalbo Ltda. Madrid 1961.
32. Pérez de Escobar A. Historia de todos los contagios. Joachin Ibarra, Impresor. Madrid 1776
(Google libros).
33. Corripio F. Diccionario etimológico general de
la lengua castellana. Editorial Bruguera S.A.
Barcelona 1979.
34. Corominas J. Diccionario crítico etimológico de
la lengua castellana. Editorial Gredos. Madrid
1954.
35. Cullen W. Elementos de medicina práctica. Imprenta
de Benito Cano. Madrid, 1791 (Google libros).
20. Real Academia Española. Diccionario de la
lengua española, 20ª edición. Real Academia
Española. Madrid 1984.
36. Laval ME. Historia del Hospital San Juan de Dios
de Santiago. Asociación Chilena de Asistencia
Social. Santiago 1949.
21. Real Academia Española. Diccionario de la lengua
española, 21ª edición. Real Academia española.
Madrid 1992.
37. Laval ME. Historia del Hospital San Francisco
de Borja de Santiago de Chile 1872-1944. Texto
escrito a máquina, sin fecha.
22. Real Academia Española. Diccionario de la
lengua española, 22ª edición. Real Academia
Española. Madrid 2001.
38 The Oxford English Dictionary. Vol II, pág. 888.
Clarendon Press, Oxford 1933.
23. En la exposición que sigue se designará
“Diccionario RAE” o “la RAE” al referirse a esta
obra.
24. En las citas insertas en el texto se usa ortografía
castellana actual.
39. Harvey G. Morbus Anglicus: or the anatomy of
consumptions. Nathael Brook. Londres 1666.
Citado por Lawlor C. Consumption and literature.
p 19. Palgrave Macmillan, New Cork 2006.
40. Buchan W. Medicina doméstica, 7ª edición, págs.
140-156. Librería de Garnier Hermanos. París
1890.
62
41. Dubos R, Dubos J. The white plague. capítulo
11: Treatment and natural resistance. New
Brunswick, New Jersey; Rutgers University Press;
1996, págs. 139-153.
42. Lomax E. Hereditary or acquired disease? Early
nineteenth century debates on the cause of infantile scrofula and tuberculosis. Journal of the
History of Medicine and Allied Sciences 1977;
XXXII (4): 356-374.
An. hist. med. 2010; 20: 51-62
56. Forbes J, Tweedie A, Conolly J (Eds.): The cyclopaedia of practical medicine, Vol IV, Supplement,
pág. 84. Sherwood, Gilbert, and Piper, and
Baldwin and Craddock. Londres 1835. (Google
libros).
57. De Gardoqui J. Tratado de enfermedades de los
órganos que componen el aparato respiratorio.
Tomo I, págs. 140-141. Librería de Feros. Cádiz
1835 (Google libros).
43. Villemin JA. Études sur la tuberculose. Ballière
JB et fils. Paris 1868 (Google libros).
58. La granulie froide. BMJ 1934; 2 (3852): 815-816.
(Sin mención de autor).
44. Phillips I. Suplemento a tesis de licenciados
en medicina. An chil hist med 1966; VIII:
169-171.
59. Diccionario de los diccionarios de medicina
publicados en Europa. Por una sociedad de
médicos dirigida por el Dr. Fabre. Traducida y
aumentada por varios profesores de la ciencia
de curar, bajo la dirección del doctor D. Manuel
Jiménez. Tomo IV, págs. 196-197. Imprenta
Médica. Madrid 1843 (Google libros).
45. Cerda M. Revista extranjera. Rev Med Chile
(1875-76):371.
46. De Silva GG. Breve diccionario etimológico de la
lengua española. Fondo de Cultura Económica.
México, 2001.
47. Deleboe F. Opera medica: De phthisi. pág. 526.
de Tournes, Ginebra 1680. Citado por Parola. L.
Della tubercolosi in genere e Della Tisi pulmonare in specie. pág 16. Tipografia di Giuseppe
Favale e Comp. Turín 1849.
48. Hurtado de Mendoza M. Suplemento al diccionario de medicina y cirugía del profesor Antonio
Ballano, Tomo III, segunda parte (S-Z). Imprenta
de Brugada, Madrid 1823 (Google libros).
49. Baillie M. The morbid anatomy of some of the
important parts of the human body. 4 Edición 1812.
G.& W Nicol y J. Johnson & Co. Londres 1812.
Edición facsímil de Kessinger Publishing’s Legacy
Reprints, Withefish, Montana, USA 2007.
50. Laënnec RTH. De l’auscultation médiate ou traité
du diagnostic des maladies des poumons et du
coeur. Brosson JA, Chaudé JS Libraires. Paris
1819 (Google libros).
51. Celso AC. Los ocho libros de la medicina. Libro
tercero, cap 22, 154-155. Barcelona: Editorial
Iberia 1966.
52. Morgagni JB. The seats and causes of diseases
investigated by anatomy. pág. 655. Hafner
Publishing Co. New York 1960
53. Bayle GL. Recherches sur la phthisie pulmonaire.
Gabon, libraire. Paris 1810 (Google libros).
54. de Porto MJ. Manual de Anatomía Patológica.
Pág. 161. Imprenta y Litografía de la Sociedad de
la revista Médica. Cádiz 1846 (Google libros).
55. Wain H. The story behind the word. Charles
Tomas, Publisher. Springfield, Illinois 1958.
60. Tratados Hipocráticos. VI. Sobre las afecciones
internas. Págs 204-218. Editorial Gredos. Madrid
1990.
61. Ackerknecht EH. Diathesis; the word and the
concept in medical history. Bulletin for the
History of Medicine 1982; 56:317-325.
62. Hardy A, Behier J. Tratado elemental de patología general y semeyologia. Introducción a la
medicina interna. Tomo I, pág. 85. Imprenta de
D. Ignacio Boix. Madrid 1846 (Google libros).
63. Laín Entralgo P. Historia Universal de la medicina.
Tomo II, pág 97. Salvat Editores S.A. Barcelona
1972.
64. Chuaqui B. Breve historia de la medicina.
Ediciones Universidad Católica de Chile. Pág
37. Santiago 2001.
65. Tratados Hipocráticos V. Epidemias I, N° 2, pág.
50. Editorial Gredos. Madrid 1989.
66. Ribbert H, Sternberg C. Tratado de patología
general y anatomía patológica. 2ª edición.
Editorial Labor S.A. Barcelona 1933.
67. Glands. Hippocrates, vol VIII, Loeb Classical
Library, Harvard University Press, Cambridge,
Massachusetts, USA. 1995.
68. Diccionario de ciencias médicas. Por una sociedad de los más célebres profesores de Europa.
Traducido al castellano por varios facultativos
de esta Corte. Tomo XXXVI. Madrid 1826.
69. Koch R. The aetiology of tuberculosis Am Rev
Tuberc 1932; 25: 285-323. (Die aetiologie der
Tuberculose. Berliner klinische Wochenschrift
1882, abril, 221. Traducido por Finner B y
Finner M.).
DOCUMENTOS
An. hist. med. 2010; 20: 65-69
Respuestas a los cuestionarios enviados por Royal
College of Physicians of London a los puertos de
Valparaíso y Coquimbo, 1830
Traducido
del inglés por
María José Correa G.1
PRESENTACIÓN
La actual sede del edificio del Royal College of
Physicians (1518) —una construcción proyectada
por el arquitecto británico Denys Lasdun (19142001) en 1964— reúne en su biblioteca, archivo
y museo una valiosa colección de historia de la
medicina. Su biblioteca abarca siglos de saber y
descubrimiento médico, con valiosas obras de
Newton, Dee y Descartes. En el archivo y en la
colección de manuscritos se encuentra documentación relacionada con la actividad laboral
de los médicos asociados al Royal College, la
cual abarca desde el siglo XVI hasta el presente.
Reúne material tanto de la organización como
de la práctica médica y ofrece un rico conjunto
de cartas, retratos y documentos personales. La
colección de manuscritos data del siglo XII y
cuenta con valiosos tesoros que abordan temas
de botánica y alquimia, entre otras áreas. Por
último, cuenta con un pequeño museo formado
por retratos de médicos pertenecientes a la
organización y por una variedad de interesantes objetos e instrumentos relacionados con la
práctica médica.
Investigando en el archivo del Royal
College of Physicians (1518) encontré dos
interesantes documentos que dan cuenta del
interés que comenzaba a gestarse en torno a
la generación de patrones estadísticos, en este
caso, vinculados a la salud y a las condiciones
de vida de la población. Estos documentos
corresponden a las respuestas dadas a un
cuestionario sobre enfermedad y clima, entre
otras, enviado por el Royal College a distintos
lugares del mundo —entre ellos las ciudades
de Coquimbo y Valparaíso— con el objetivo
1
de recabar información sobre estas zonas. El
cuestionario, junto a las respuestas entregadas
por el cónsul Matthew Carter en Coquimbo y
por el cirujano Thomas Leighton en Valparaíso,
se traducen a continuación.
The Royal College of Physicians of
London
www.rcplondon.ac.uk/heritage
TEXTO DE LOS DOCUMENTOS
Cuestionario enviado por Royal College
of Physicians of London
1. ¿Cuál es la población del lugar?
2. ¿Cuál es la proporción anual de muertes
en la población?
3. ¿Hay algún ejemplo importante de longevidad entre los habitantes?
4. ¿Cuáles son las características, tez, color de
pelo y estatura promedio de los nativos?
5. ¿Cuál es la temperatura media en los meses
de verano e invierno?
6. ¿Dónde predominan los vientos y durante
qué meses?
7. ¿Cuál es la naturaleza del suelo?
8. ¿Hay aguas minerales? Si las hay, ¿son
salinas, ferruginosas, sulfurosas o de qué
naturaleza?
9. ¿Cuáles son las substancias medicinales
del país y cómo se preparan?
10. ¿Cuáles son las enfermedades predominantes?
11. ¿En cuál estación del año imperan las
enfermedades y cuáles son éstas?
Historiadora. Estudiante de doctorado, Wellcome Trust Centre for the History of Medicine, University College London.
Correo electrónico: [email protected]
66
12. ¿Qué remedios utilizan los nativos para
curar sus enfermedades?
14. ¿Tienen los nativos escritos o tradiciones
médicas?
15. ¿Cuál es la dieta de los nativos?
16. ¿Practican la vacunación? De ser así, ¿dónde
obtienen la linfa?
Respuesta sobre la situación en
Coquimbo
“Replies to RCP Questionnaire re population,
diseases, climate, etc. Reply from Coquimbo,
Chile, signed by Matthew Carter, Consul. 1
Jan. 1830”
Biblioteca del Royal College of Physicians
de Londres
Archives & Manuscripts Collections
An. hist. med. 2010; 20: 65-69
Documento 3042, sin número de página
o folio (fig. 1).
1. Alrededor de 10 mil almas.
2. Alrededor de 4 muertes en cada 100 personas, correspondientes aproximadamente
a 400 muertes anuales.
3. Hay muy pocos ejemplos de longevidad
entre los habitantes, pocos superan los
70 años de edad.
4. En general los nativos tienen características
toscas, tez oscura, pelo negro y una estatura promedio de 5 pies y 6 pulgadas.
5. En los meses de verano la temperatura
media del termómetro es alrededor de 70
Fahrenheit y en los meses de invierno es
de aproximadamente 55.
6. Durante nueve meses del año los vientos
predominan generalmente por el sur y
Fig. 1. Fotografía del documento de Coquimbo.
“Replies to RCP Questionnaire re population, diseases, climate, etc. Reply from Coquimbo, Chile, signed
by Matthew Carter, Consul. 1 Jan. 1830”, Biblioteca del Royal College of Physicians de Londres, Archives &
Manuscripts Collections, Documento 3042, sin número de página o folio,  Royal College of Physicians of
London.
Respuestas a los cuestionarios enviados por Royal College of Physicians of London a los puertos...
7. 8. 9. 10.
11. 12. 13. 14. 15. 16. suroeste; mientras que en los otros tres
meses —junio, julio y agosto— los vientos
predominan por el norte.
Por la falta de agua el suelo es seco, árido
y poco productivo; sin embargo en los
lugares con irrigación es generalmente
fértil y fecundo.
Hay varias fuentes termales, pero se ha indicado que el agua es bastante insípida.
Ver respuesta a pregunta 12 donde se
enumeran las principales substancias
médicas de la provincia. Estas substancias
son usadas en su estado puro. Ellas no se
someten a preparaciones especiales.
Las enfermedades predominantes son
disentería, fiebre tifoidea, reumatismo,
consunción y escrófulas.
La estación más problemática ocurre entre
marzo y octubre, predominando la disentería y la fiebre tifoidea. Durante los otros
meses imperan las fiebres inflamatorias.
Los nativos emplean substancias vegetales indígenas como el centaurea minor,
carduus benedictus, zarzaparilla, oxalis
acetosella.
Aquellos que practican la medicina no
tienen cómo adquirir una educación
médica pues no hay establecimiento de esa
naturaleza en la provincia. Generalmente
su conocimiento médico lo obtienen en
Lima y luego vienen a practicar a esta
provincia.
Los nativos no tienen absolutamente ningún
escrito o tradición sobre temas médicos.
La dieta principal de los nativos de las
clases más pobres consta de un tipo largo
de poroto (llamado por ellos frijoles) el cual
es hervido con carne o grasa de oveja. Las
clases ricas comen una buena cantidad de
carne, pero el plato de porotos mezclado
con grasa está siempre sobre sus mesas.
Practican la vacunación y la linfa es
obtenida de Europa. Sin embargo hay
escasez de ella. Sería muy deseable, si
fuera posible, proveerles de tiempo en
tiempo un suministro de linfa.
Firmado por Matthew Carter
Cónsul Coquimbo
67
Respuesta sobre la situación en
Valparaíso
“Replies to RCP Questionnaire re population,
disease, climate etc.
Reply from Valparaiso, South America.
Signed by Thomas Leighton, surgeon. 1 Oct.
1830. Enclosure of Mr. Vice Consul White’s
Dispatch No. 51 1 Nov 1830”
Biblioteca del Royal College of Physicians
de Londres
Archives & Manuscripts Collections
Documento 3053, sin número de página
o folio (fig. 2).
Valparaíso, 1 de octubre de 1830
1. Valparaíso tiene 22.000, de éstos alrededor
de 2.000 son extranjeros, principalmente
ingleses y franceses: la capital Santiago
tiene cerca de 80.000.
2. Esto es difícil de establecer, pues no se
mantiene un registro cierto de los que
mueren en el hospital ni tampoco de los
desconocidos. Por tanto, debe agregarse a
los siguientes datos un 10 por ciento para
acercarse a la verdad. Durante los últimos
12 meses, según el registro mantenido por
el párroco, 120 cuerpos fueron enterrados
en espacios públicos, 80 en los del Hospital
y 20 en terreno de los ingleses, sumando
220: esto no considera las muertes por
viruela. Ver nota sobre vacunación.
3. Conozco varias mujeres, particularmente
en esta área, que sobrepasan los 100 años.
Hay una que diariamente viene al pueblo
desde una distancia de 2 leguas —montada
en un asno y dirigiendo otros animales
cargados con leña para fuego— que era
joven para el gran terremoto de 1730.
Pocos hombres llegan a la edad de 50,
a pesar que el párroco me ha contado
que en varias ocasiones ha casado a octogenarios con jóvenes de 13 y 14 años
y que el otro día casó a un hombre de
100 con su bisnieta, pero a través de una
investigación supe que la joven (edad
25) no era la bisnieta de aquel anciano,
sino la nieta de su antigua señora con un
marido anterior.
4. Los criollos que han mantenido su sangre
pura no difieren en nada de los españo-
68
An. hist. med. 2010; 20: 65-69
Fig. 2. Fotografía del documento de Valparaíso.
“Replies to RCP Questionnaire re population, disease, climate etc.
Reply from Valparaiso, South America. Signed by Thomas Leighton, surgeon. 1 Oct. 1830. Enclosure of Mr.
Vice Consul White’s Dispatch No. 51 1 Nov 1830”, Biblioteca del Royal College of Physicians de Londres,
Archives & Manuscripts Collections
Documento 3053, sin número de página o folio,  Royal College of Physicians of London.
les. Los indios o aborígenes son bajos y
anchos, de una tez mate oliva, pelo y ojos
negros, el primero grueso e hirsuto. Los
indígenas en promedio no superan los 5
pies. Los mulatos y mestizos abundan y
conforman en mayor o menor medida la
raza predominante.
5. En Valparaíso la temperatura fluctúa
aproximadamente entre 60 y 70 Fahrenheit
a la sombra durante el verano y entre 45
a 62 durante el invierno.
6. En verano, eso es entre 8 y 9 meses,
sopla desde el sur con poca variación,
en invierno desde el norte con lluvia.
7. Alrededor de Valparaíso es arenoso y
empinado, en los valles aluvial y muy
fértil.
8. Las aguas minerales abundan en el interior,
principalmente las sulfurosas. Las aguas
termales son numerosas y muy apreciadas
por los nativos para uso general y para los
desórdenes cutáneos. En Cauquenes, en la
parte baja de los Andes, se encuentra una
a 180 Fahrenheit; del lado de Mendoza,
a gran elevación hay un agua termal que
deposita una gran cantidad de tierra o
una sal casi indisoluble, de tinte rojo con
una substancia ferruginosa que forma un
puente natural sobre el lecho del río en
el que se descarga. Este río pasa cerca de
Mendoza entregándole agua al pueblo.
La predominancia de bronchocele (1) es
atribuida por muchos a la impregnación
derivada de la vertiente señalada: quienes
la sacan más arriba o quienes utilizan
Respuestas a los cuestionarios enviados por Royal College of Physicians of London a los puertos...
otra agua producida igualmente por
medio de nieve derretida están libres de
la condición, los que ya están enfermos
encuentran pronto alivio. En el lado chileno se conoce comparativamente poco
la enfermedad.
9. Los indígenas están familiarizados con el
uso de muchas plantas que contienen virtudes medicinales, la mayoría con fuertes
propiedades purgativas. Éstas son poco
conocidas por los españoles.
10. 11. y 12. Las escrófulas en todas sus formas
y en todas partes de Chile; 25 por ciento
de las muertes son ocasionadas por tisis,
la cual se cree infecciosa; una fiebre de
verano llamada chavalongo y la disentería también provocan algunas veces gran
mortalidad. Una epidemia de erisipela
trajo una gran mortandad hace tres años;
Cynanche Maligna (2) predomina en algunas oportunidades y hemos tenido algunos
casos fatales de cólera. La sífilis está bien
desarrollada, pero en forma suave y los
nativos (criollos) usan sólo zarzaparrilla
y cocción de madera —nada adicional—,
el mercurio es aborrecido para todas las
dolencias. La rabia es conocida, pero como
parte de la tradición. Yo nunca he visto u
oído de un caso real durante mis 11 años
de residencia. El único mal peculiar a este
país es la tumefacción de las glándulas
inguinales, ciertos desórdenes venéreos
acompañados, en la mayoría de los casos,
con chancros muy difíciles de tratar. Los
extranjeros también pueden ser afectados
por este mal.
13. Los médicos son en su mayoría viejos
españoles que han llegado en diferentes
momentos con el ejército y unos pocos
mulatos educados en Lima; tras la revolución se han instalado unos pocos médicos
ingleses y franceses y tras importantes
conflictos han sobrellevado el rechazo.
La profesión no se considera honorable,
y más aún, salvo donde abundan los
extranjeros, no es más lucrativa que el
comercio artesanal.
14. No. Entre los aborígenes: brujería, algunas leyendas y creencias sorprendentes y
ridículas.
69
15. Bastante tosca, los vegetales y las legumbres
acompañadas con carne se consumen en
grandes cantidades. Un chileno de cualquiera denominación comerá, y come, como
promedio, el doble que un europeo. Los
vinos y los licores se consumen en poca
cantidad, salvo en los pueblos y entre las
clases más pobres.
16. Sí y es popular. La linfa fue comprada a
España cerca de 18 años atrás. Yo siento
que está muy deteriorada; cuando una
pústula se produce, creo que entrega
completa protección. Yo he inoculado
entre 15 a 20 veces al mismo sujeto sin
efecto, la consecuencia es que muchos no
están vacunados. Por último, desde enero
he tratado 505 pacientes por viruela de
los cuales han muerto 180, ninguno de
ellos había sido vacunado (al menos no
se había producido una pústula).
La producción de reportes estadísticos es
muy difícil de producir con exactitud aquí. Las
notas precedentes se relacionan casi enteramente con Valparaíso y hasta lo que mi propia
experiencia me entrega, son confiables. Mis
obligaciones y ambiciones profesionales me
impiden dedicar mucho tiempo a temas que
no son inmediatamente prácticos, pero estaré
muy dispuesto a dirigir mis investigaciones
a cualquier contenido sobre el cual el Royal
College desee información.
Valparaíso, 1 de octubre de 1830
Firmado por Thomas Leighton.
Cirujano de Valparaíso
NOTA
1. Bocio. Ver: Salvaneschi J, García J. El bocio endémico en la República Argentina. Antecedentes,
extensión y magnitud de la endemia, antes y
después del empleo de la sal enriquecida con
yodo. Revista Argentina de Endocrinología y
Metabolismo 2009; 46 (1):48-57.
2. Cynanche maligna: angina pútrida.
BIBLIOGRAFÍA
An. hist. med. 2010; 20: 73-74
Juan González Araya: historia y vivencias del
hospital san pablo de coquimbo
Carlos Molina B.
…Con amor para aquellos que me animan
a seguir transitando por la senda de la investigación para ir en busca de lo perdido
en el tiempo, logrando hacer presente el
pasado gracias al relato de los hechos ocurridos y así reconstruir la, a veces, olvidada
historia…
Así nos habla, en su dedicatoria, Juan
Alejandro González, acerca de su vocación
por la investigación del pasado, para traerlo
al presente y superar el olvido; de este modo
nos habla este antiguo funcionario del Hospital
de Coquimbo, curiosamente responsable de la
Unidad de Inventario de ese establecimiento,
cuando nos introduce en su obra de 500 páginas publicada por el Gobierno Regional de
Coquimbo en 2009. Esta primera información,
que parece asociar lo que significa y contiene
un “inventario de un hospital”, con la memoria
y con el recuerdo, nos traslada a las esencias
de lo histórico.
En la Introducción, el autor explica que
su obra,
más que un libro, es un documento histórico,
especialmente para nosotros los funcionarios
de este hermoso hospital San Pablo y para
todos los coquimbanos.
La fuerte emoción que transmite su escritura nos revela que el trabajo ha constituido,
ciertamente, un esfuerzo enorme por recuperar
la memoria de todos los que trabajaron en este
hospital; ha significado para el autor cientos
de horas de trabajo, de viajes dentro de la provincia de Coquimbo y fuera de ella; el autor
ha recorrido decenas de los barrios porteños,
buscando y encontrando antiguos funcionarios
y sus familiares, recopilando sus testimonios,
sus fotografías, haciéndolos recordar lo vivido,
logrando que sus antiguas vivencias vuelvan
a pasar por el corazón, para evocar y volver a
sentir la cotidiana epopeya de la construcción
de la salud pública, de la salud colectiva de
los hombres de esas tierras.
Al hojear y leer al azar algunas de sus
páginas, en un primer esfuerzo para enterarme
de la naturaleza de la obra y de los objetivos
del autor, advierto que lo esencial parece ser
lograr la construcción de un gran libro, lleno de
recuerdos, de datos del hospital de Coquimbo,
de sus personajes, de sus trabajadores, pero
también de información acerca de la historia
de la salud pública chilena.
Me da la impresión de que, más allá de
sus intenciones originales, el autor se fue introduciendo, tal vez sin haberlo dimensionado
a cabalidad en su significado heurístico, en la
construcción y elaboración de un conjunto de
fuentes historiográficas, que compagina y ordena
cronológicamente, con una especial referencia
a las personas que han sido los protagonistas
centrales de esta larguísima historia del Hospital
de Coquimbo y a sus testimonios, que relevan
la poderosa subjetividad de los trabajadores
de la salud, de los protagonistas anónimos
de la vida cotidiana del colectivo proceso de
producción de la salud.
Esta característica central del trabajo
de González que, hundiéndose en el rigor
de los documentos consultados, es capaz de
extenderse a la subjetividad de los métodos
orales y los testimonios, logrando yuxtaponer
dos caudales de las fuentes del conocimiento
histórico, me parece especialmente valiosa
como una expresión intuitiva de la historia,
arrancada de su gran pasión por el saber
acerca del pasado.
En esto consisten, exactamente, las complejas relaciones de la historia con la memoria,
porque esta última parece no tratarse del pasado
estudiado a la distancia, sino de un esfuerzo
de evocación, como un acto del presente, que
74
rescata el pasado trayéndolo hasta hoy, con
todas las cargas de la subjetividad.
No obstante, el autor percibe en profundidad y lo señala, que su obra constituye “un
libro de consulta y recuerdos”.
El cuerpo narrativo y descriptivo del
trabajo se despliega y organiza en catorce capítulos, de caracteres y extensiones variables
que pretenden, desde un marco general de
la historia de la salud pública chilena, dar un
perfil desde los albores republicanos hasta la
promulgación de la Ley de Autoridad Sanitaria
del año 2004.
En relación a la historia misma del Hospital
San Pablo, la vista panorámica que nos ofrece
va desde 1865 al 2008, mencionando de modo
destacado la visita que el Presidente Balmaceda
hace al Hospital en marzo de 1889.
Describe y anota información, que adquiere carácter de fuente secundaria, respecto de
todos y cada uno de los establecimientos de
salud de la provincia de Coquimbo y a partir
de la página 119 inicia el despliegue sobre la
geografía humana de la historia hospitalaria y
de la medicina provincial.
De este modo, la obra avanza en la compleja y original tarea de crear y sistematizar nuevas
fuentes, hasta hoy perdidas y/o desconocidas,
que se pondrán al servicio de los próximos
investigadores de nuestra historia sanitaria regional de Coquimbo. Desde mi punto de vista,
en esto consiste el mayor mérito historiográfico
de la obra reseñada.
Tiene, todavía, rasgos de un texto preliminar, algo inconcluso, tal vez un poco
An. hist. med. 2010; 20: 73-74
desordenado, abierto a nuevos aportes, reediciones y enriquecimientos, porque ha pretendido
ser una obra colectiva a partir de un esfuerzo
primigenio, original y notable del autor.
¿Y quién es Juan Alejandro González
Araya?
¿De dónde salió este historiador nato,
este trabajador de nuestra salud pública, que
supo encontrar el cauce entre el Inventario y
la Historia?
Ingresó al Servicio de Salud Coquimbo el
4 de mayo de 1981 comenzando sus labores en
el Servicio de Orientación Médico Estadístico
(SOME). Porque se trata de un funcionario administrativo, sin ninguna formación historiográfica
formal, pero nutrido de su fantasía y de su cultura
coquimbana auténtica, llena de aventuras, de
filibusteros, de emergencias colectivas. Lector
infatigable y enamorado de la fotografía, heredó
la pasión popular de Coquimbo por los relatos
y la memoria colectiva.
Nacido en el puerto de Coquimbo a fines
de la década de los años cincuenta, desarrolló
sus talentos literarios, participando en diversos
concursos en los que ha obtenido diversas
menciones y premios desde el año 2002 en
adelante.
Desde el año 1986 trabaja en la Unidad
de Inventarios del Hospital.
Esto último me parece casi fantástico: el
historiador más audaz del Hospital de Coquimbo
ha estado a cargo del patrimonio y de la memoria del Hospital de San Pablo desde hace
ya más de 20 años.
¡Enhorabuena!
CRÓNICA
An. hist. med. 2010; 20: 77-80
El profesor Dr. Bruno Günther Schaffeld
Carmen Noziglia DN.
El martes 29 de diciembre de 2009 falleció a
los 95 años de edad el doctor Bruno Günther
Schaffeld tras una larga vida dedicada por
completo a la ciencia y a la docencia.
El doctor Günther había nacido en Osorno
el 26 de marzo de 1914. Realizó sus estudios
primarios y secundarios en el Colegio Alemán
de esa ciudad entre 1921 y 1928, completando
el segundo ciclo de Humanidades en el Liceo
de Hombres de Osorno entre los años 1929
y 1931.
Ingresó luego a la Escuela de Medicina de
la Universidad de Concepción, donde estudió los
primeros cuatro años de la carrera (1932-1935).
Durante 3º y 4º año de Medicina fue ayudante
ad-honorem en el Instituto de Fisiología y
Fisiopatología de la Facultad de Medicina, cuyo
director era el doctor Alejandro Lipschütz. El
doctor Lipschütz había nacido en Letonia, estudiado Medicina en las Universidades de Berlín,
Zürich y Goettingen y había sido Profesor de
numerosas universidades europeas de habla
alemana. Organizó el Instituto de Fisiología
y Fisiopatología como institución modelo
llevando a la práctica el ideal universitario de
Wilhelm von Humboldt, quien fuera rector de
la Universidad de Berlín: unidad en cuanto a
la investigación y a la docencia (1). Este ideal
fue hecho propio por el doctor Günther y guió
todo su quehacer universitario (2).
Como en aquel tiempo la Universidad
de Concepción no contaba con los estudios
completos de Medicina, el doctor Günther se
trasladó a Santiago en 1936 para continuar los
cursos en la Universidad de Chile. Durante esos
años fue ayudante ad-honorem del Instituto de
Fisiología de la Universidad de Chile.
Recibió el título de Médico Cirujano el 1º
de septiembre de 1939; su tesis de grado versó
sobre la Fisiopatología del Dolor.
Una vez recibido fue contratado por la
Universidad de Concepción para formar el
equipo docente del Instituto de Fisiología,
desempeñándose en las cátedras de Fisiología
y de Fisiopatología de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Concepción.
Recibió formación de postítulo en el
Instituto de Fisiología de la Escuela de Medicina
de la Universidad de Buenos Aires (1943) —que
dirigía el Profesor Dr. Bernardo Houssay—,
en el Instituto de Fisiología de la Escuela de
Medicina de la Universidad de Harvard (19501951) —bajo la dirección del Profesor doctor
Eugene Landis, del que después fue colaborador—, y en Alemania a través de una Beca de
Estudio del Servicio Alemán de Intercambio
Académico (DAAD) en 1870 y en 1981.
78
En 1943, siendo becario en el Instituto del
doctor Houssay —premio Nobel de Medicina
en 1945—, se interesó por el metabolismo
energético; en el Instituto de Fisiología de la
Universidad de Buenos Aires pudo leer los
trabajos originales de numerosas publicaciones de su interés, tanto de autores europeos
como norteamericanos, entre ellos Rubner,
Bergmann y Benedict. Sus trabajos en esta área
fueron publicados en el Boletín de la Sociedad
de Biología de Concepción. En la biblioteca
de esta última Universidad tuvo acceso a
un trabajo de René Lambert (matemático) y
George Teissier (entomólogo) sobre la teoría
de similitudes biológicas formulada en 1927,
quienes introdujeron el análisis dimensional
en las Ciencias Biológicas. El doctor Günther
trabajó en esta temática a lo largo de toda su
vida, abordándola con distinguidos matemáticos,
físicos y bioquímicos chilenos, profesores de
la Universidad de Concepción, Departamento
de Ciencias de la Universidad de Chile en
Valparaíso y Universidad de Chile —Campus
Oriente—, lugares donde él fue Profesor Titular
de Fisiología y Fisiopatología. Como resultado
de este trabajo, cuyo punto de partida había sido
el metabolismo energético, se obtuvo una ecuación general que permite calcular el exponente
alométrico de todas las funciones biológicas;
significa haber encontrado un principio general
válido para todos los seres vivos, dentro del
contexto real del organismo, en el que la suma
de las partes es menos que el todo.
El doctor Günther creó en la Universidad de
Concepción la primera cátedra de Fisiopatología
del país y en 1951 escribió el primer texto en
español de dicha asignatura, Fisiología Humana.
En 1963 publicó Patología Funcional, en conjunto con el doctor Jaime Talesnik y con la
colaboración de numerosos autores chilenos
y extranjeros. Es además autor de numerosas
monografías relacionadas con el mismo ámbito,
como Mecanismos de Regulación, Respiración,
Función Renal, y textos sobre Bioestadística y
Homeostasis.
Escribió en alemán el capítulo “Análisis
dimensional y teoría de similitudes biológicas” de
la serie de textos de Fisiología Humana editada
por los profesores Gauer, Kramer y Jung.
Entre 1961 y 1965, mientras era Profesor de
Fisiopatología en el Departamento de Ciencias
de la Universidad de Chile en Valparaíso —a la
An. hist. med. 2010; 20: 77-80
vez que Director de dicho establecimiento—,
en conjunto con la investigadora Gabriela Díaz
organizó un curso optativo de etimología griega
para los alumnos de la carrera de Medicina.
Ante la importancia de difundir esos conocimientos, tanto para una mejor comprensión del
lenguaje médico como para proporcionar una
herramienta a los investigadores que requirieran
dar nombre a sus hallazgos, escribió Etimología
Griega del Vocabulario Médico, coeditado con
la profesora Díaz (Editorial Universitaria, 1979),
con elementos de gramática y un diccionario
de los términos biológicos más usuales en la
práctica médica.
El doctor Günther se interesó en la hemodinamia, centrándose en la etiopatogenia del
shock hemorrágico experimental. Realizando
un trabajo en perros en colaboración con el
matemático de la Universidad de Concepción
Dr. Raúl F. Jiménez con una metodología que
registraba la presión y la velocidad de la sangre
en la aorta, descubrió ondas lentas —no descritas
anteriormente— que parecían corresponder al
automatismo de la musculatura lisa de las paredes
vasculares; esta hipótesis está en concordancia
con la demostración de abundante musculatura
lisa en la media de la aorta abdominal del perro
hecha por el histólogo Dr. Rodolfo Paz de la
Universidad de Concepción, lo que haría reconsiderar las características mecánicas de la aorta
como reservorio elástico. Estas investigaciones
dieron origen a siete publicaciones en diversas
revistas científicas entre 1991 y 1995.
Dirigió numerosas tesis de grado. Como
ejemplo, se puede citar la del Bioquímico de
la Universidad de Chile Profesor Dr. Enrique
Morgado, Modelos analógicos de sistemas de
control en Química y Biología, a quien como
alumno en 1968 había interesado en la Fisiología
integrativa y la investigación científica relacionada con la alometría. Desde esa época hasta
1966 publicaron en conjunto una serie de 18
trabajos de investigación científica sobre Teoría
de modelos y compartimientos en Biología,
Teoría de simulaciones biológicas en Fisiología
comparada, Análisis Dimensional en ciencias
fisiológicas, etc. (3)
En cuanto a Ciencia Aplicada, en relación
con la II Guerra Mundial en que se agotaron en
Chile las reservas de digitalina para tratar a los
enfermos con insuficiencia cardíaca congestiva,
el Profesor de la Universidad de Concepción
Crónica
Dr. Francisco Hoffmann y su esposa la Dra.
Lola Jacobi recolectaron hojas de Digitalis
purpurea en los alrededores de Villarrica; se
desecaron, se tituló su actividad biológica mediante bioensayo; luego se procesaron grandes
cantidades de hojas de digital, las que eran
remitidas al Instituto Bacteriológico de Chile
—dirigido por el doctor Eugenio Suárez—,
para su estandarización y posterior aplicación
terapéutica. El doctor Günther estuvo a cargo
del proyecto.
En sus cátedras tanto de Fisiología como
de Fisiopatología en las carreras biomédicas
integraba trabajos prácticos de laboratorio. En
colaboración con el doctor Fernando Vargas
introdujo un curso teórico experimental de
Fisiología Oral destinado a estudiantes de
Odontología. Ante el posterior aumento del
número de alumnos universitarios y los costos
de este tipo de actividades, en 1996, junto al
doctor Claus Behn, elaboró el texto Trabajos
Prácticos en Fisiología Humana de Aplicación
Clínica, basado en metodología de exploración
funcional del hombre sano, con el fin que
los alumnos adquirieran tanto la tecnología
de laboratorio como criterios de evaluación
estadística necesarios para el análisis clínico y
los capacitara para realizar trabajos de investigación clínica.
El doctor Günther contribuyó durante setenta años a la investigación científica a través
de los institutos de investigación y docencia
biomédica universitaria en los que participó
o ayudó a formar. Primeramente lo hizo en el
Instituto de Fisiología y Fisiopatología de la
Universidad de Concepción, donde más tarde
sucedió al doctor Alejandro Lipschütz. En 1959,
bajo el Decanato del doctor Hernán Alessandri,
fue encargado por la Universidad de Chile de
formar los docentes para el proyecto que creó
en Valparaíso el Departamento de Ciencias de
Playa Ancha, del que fue su Vicepresidente
Ejecutivo; ello le permitiría en 1961 dar inicio
al Primer Año de Medicina de la Universidad
de Chile Sede Valparaíso —que posteriormente
pasaría a ser Universidad de Valparaíso. Luego,
como Director del Departamento de Medicina
Experimental de la Facultad de Medicina de
la Universidad de Chile Sede Oriente (19701971) y Profesor de Fisiología (1972-1975);
y finalmente como Profesor de Fisiología del
Instituto de Ciencias Médico-Biológicas de la
79
Universidad de Concepción (1975-1994), primer
Decano de la Facultad de Ciencias Biológicas
y de Recursos Naturales de la Universidad de
Concepción y Profesor ad honorem de Fisiología
de la Facultad de Medicina de la Universidad
de Chile (1995).
Fue miembro de numerosas sociedades
científicas, entre las que destacan la Sociedad
de Biología de Concepción, la Gesellschaft
Deutscher Naturforscher und Ärtze, la New York
Academy of Sciences, el American Collage of
Physicians, la Sociedad de Biología de Chile —de
la que fue presidente entre 1967 y 1969 y que
en 1884 lo nombró Miembro Honorario— y la
Sociedad Chilena de Ciencias Fisiológicas —que
en 1992 también lo hizo Miembro Honorario.
Fue distinguido como Miembro Honorario de
la Sociedad Médica de Concepción (1977),
Socio Benemérito de la Sociedad de Biología
de Concepción (1977) y Miembro de Número
de la Academia de Medicina (Instituto de Chile)
(1972). En Argentina fue nombrado Miembro
Correspondiente Extranjero de la Sociedad
Argentina de Biología (1946), Miembro Honorario
de la Sociedad Argentina de Biología (1965)
y Miembro Correspondiente Extranjero de la
Academia de Ciencias Médicas de Córdoba
(1977).
En 1983 recibió un Diploma de Honor
con motivo del sesquicentenario de la Medicina
Chilena. Recuerda la creación el 19 de marzo
de 1833 por el Presidente Prieto y el Ministro
del Interior Joaquín Tocornal de la Escuela de
Medicina, la que funcionó al interior del Instituto
Nacional, aproximadamente diez años antes que
se fundara la Universidad de Chile.
También recibió el Premio Municipal de
Ciencias en 1981, concedido por la Municipalidad
de Concepción y el Premio Universidad Santo
Tomás en 1993.
Fue distinguido como Profesor Emérito
de la Universidad de Valparaíso en 1985 y de
la Universidad de Concepción en 1993, como
Profesor Honorario de la Facultad de Odontología
de la Universidad de Valparaíso en 1994 y como
Profesor ad honorem de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Chile en 1995.
Con motivo del aniversario de los 25
años del decreto que en 1981 transformó la
sede porteña de la Universidad de Chile en
Universidad de Valparaíso, la Facultad de
Medicina de la Universidad de Valparaíso le
80
otorgó un Diploma de Honor. Asimismo esta
Universidad dio su nombre a un edificio anexo
a la Escuela de Medicina en calle Hontaneda,
vecino al Parque El Litre, en el que funcionan
los laboratorios.
En el año 2003 se le dio el nombre del
doctor Bruno Günther a un sector de la Escuela
de Medicina de la Universidad de Chile, en el
que se inauguraron nuevos laboratorios de
trabajos prácticos polivalentes para la práctica
de la Fisiología y otras disciplinas afines.
Fruto de esta dilatada trayectoria ligada a
la investigación y a la docencia sobrepasó con
creces el centenar de publicaciones científicas,
escribió nueve textos de estudio y más de veinte
artículos de divulgación científica.
El doctor Günther promovió la investigación en Ciencias Biológicas y la integración
de la investigación con la clínica teniendo
An. hist. med. 2010; 20: 77-80
una influencia decisiva en el desarrollo de la
investigación en nuestro país y en numerosas
generaciones de profesionales del área de la
salud. Por ello se le recordará como una eminencia de la medicina chilena.
REFERENCIAS
1. Günther, Bruno: Conferencias Alejandro Lipschütz,
Impreso en la Facultad de Ciencias Biológicas
y de Recursos Naturales de la Universidad de
Concepción, 1992.
2. Günther Schaffeld, Bruno: Curriculum Vitae.
3. Morgado A., Enrique: Investigación Científica
realizada con Profesor Dr. Bruno Günther S.,
Departamento de Medicina Experimental, Facultad
de Medicina, Universidad de Chile.
INSTRUCCIONES A LOS AUTORES
An. hist. med. 2010; 20: 83-85
En los Anales de Historia de la Medicina se
publican trabajos sobre historia de la medicina
y temas afines.
Los trabajos que cumplan con los requisitos formales serán sometidos a arbitraje por el
Comité Editorial y por asesores ad hoc.
Los trabajos deben enviarse directamente
por correo electrónico a: [email protected]. El trabajo debe ser escrito en
formato papel tamaño carta (21,5 x 27,5 cm),
dejando un margen de a lo menos 3 cm en los 4
bordes, y un espacio y medio entre líneas. Todas
las páginas deben ser numeradas en el ángulo
superior derecho, empezando por la página
del título. Las figuras que muestren imágenes
(retratos, fotografías, radiografías, histología)
deben incluirse en archivo separado.
La revista recibe los siguientes tipos de
artículos:
• Artículos originales de investigación, que
no hayan sido previamente publicados in
extenso.
• Documentos: transcripción de cartas, actas,
conferencias, mapas o planos de interés
histórico.
• Reseñas bibliográficas.
• Noticias de actualidad para la sección
Crónica.
ARTÍCULOS ORIGINALES
Los artículos de investigación deben tener
una extensión de 5 a 35 páginas en el formato
indicado en el párrafo precedente.
Página de título. La primera página del manuscrito debe contener:
1) El título del trabajo, conciso pero informativo,
sobre el contenido central de la publicación. Ej.:
Introducción del método de Lister en Chile. 2)
El o los autores, identificándose con su nombre
de pila, apellido paterno e inicial del materno; al término de cada nombre de autor debe
identificarse con número de “superíndice”. 3)
Nombre de la o las secciones, departamentos,
servicios e instituciones a las que perteneció
dicho autor durante la ejecución del trabajo.
4) Nombre y dirección del autor con quien
establecer correspondencia. Debe incluir la
dirección de su correo electrónico. 5) Fuente
de apoyo financiero, cuando corresponda.
Usando los números señalados con superíndice, especifique el título profesional, grado
universitario o calidad de alumno del(de los)
autor(es).
Cada una de las secciones siguientes debe
iniciarse en nuevas páginas:
Resumen. La segunda página debe contener
un resumen, de no más de 250 palabras, que
describa los propósitos del estudio, los principales puntos del desarrollo del tema y las
conclusiones más importantes.
Se recomienda a los autores que envíen
su propia traducción del resumen al inglés, en
página separada, con la respectiva traducción
del título del trabajo. La revista hará dicha traducción para quienes no estén en condiciones
de proporcionarla.
Palabras clave: Al final del resumen deben
escribirse entre tres y cinco palabras o expresiones clave que permitan la ulterior inclusión
del artículo en índices de búsqueda.
Cuerpo del artículo. El artículo debe indicar al
principio el o los objetivos del trabajo. Al final,
se indicará una breve conclusión relacionada
con los objetivos planteados.
Referencias y notas. El artículo debe indicar las referencias, numeradas en el orden
en que se mencionan por primera vez en
el texto. Identifíquelas mediante numerales
arábigos, colocados (entre paréntesis) al final
de la frase o párrafo en que se las alude. Las
referencias que sean citadas únicamente en las
tablas o en las leyendas de las figuras deben
numerarse en la secuencia que corresponda
a la primera vez que se citen dichas tablas o
figuras en el texto.
En la lista de referencias su formato debe
ser el siguiente:
a) Para artículos en revistas. Apellido e inicial del nombre del o de los autores, en
altas y bajas. Mencione todos los autores
cuando sean seis o menos; si son siete o
84
An. hist. med. 2010; 20: 83-85
más, incluya los seis primeros y agregue
“et al.”. Limite la puntuación a comas que
separen a los autores entre sí. Sigue el
título completo del artículo, en su idioma
original, en cursiva, altas y bajas.
Luego, el nombre de la revista en que
apareció, abreviado según el estilo usado
por el Index Medicus, año de publicación;
volumen de la revista: página inicial y final
del artículo. Ejemplo: Lev E, Ohry-Kossov
K, Ohry A. Langerhans in the Middle East:
more about the discoverer of the pancreatic
islets. Vesalius 2003; 9:19-21.
b) Para capítulos en libros. Ejemplo: Cruz-Coke
R. Historia del Estado Benefactor Médico
Social en Chile. En: Goic A, Cruz-Coke R,
(eds.) Quintas Jornadas de Historia de la
Medicina. Academia Chilena de Medicina,
Instituto de Chile. Lom Editores. Santiago
de Chile 2003.
c) Para artículos en formato electrónico: citar
autores, título del artículo, revista de origen
si procede, tal como para su publicación
en papel. Indicar a continuación el sitio
electrónico donde se obtuvo la cita y la
fecha en que se hizo la consulta.
Ej. Vesalius A. The nature, use and diversity
of bone. En: De humani corporis fabrica.
Disponible en: http:vesalius.northwestern.
edu/flash.html (consultado el 7 de junio
de 2005).
Referencias con notas. Las siguientes normas
se aplican a trabajos en que alguna de las referencias incluya una nota, o que incluya notas
sin referencia bibliográfica.
Cada referencia con nota debe tener una
numeración diferente, aunque esté tomada
de un artículo u obra ya citada. Cada nota
no acompañada de referencia se numerará
correlativamente entre las referencias. Las referencias con notas y las notas sin referencia
se listarán también al final del artículo y no al
pie de la página.
Ej.: 3. Becker H. K. “Coca Koller” Carl
Koller’s discovery of cocaine anesthesia.
Psychoanalyst Quart 1963; 32: 309-373.
4. La cocaína no tiene efecto sobre la
piel intacta.
5. Becker, óp. cit., pág. 283.
No se aceptarán trabajos con una lista
bibliográfica final integrada por artículos o
libros no referidos con numeración en el
cuerpo del texto.
No se aceptarán trabajos con referencias o notas al pie de página, excepto
los datos de los autores en la página de
título.
Los autores son responsables de la exactitud de sus referencias.
Tablas. Presente cada tabla en página aparte,
separando sus celdas con doble espacio (1,5
líneas). Numere las tablas en orden consecutivo
y asígneles un título que explique su contenido
sin necesidad de buscarlo en el texto del manuscrito (título de tabla). Sobre cada columna
coloque un encabezamiento corto o abreviado.
Separe con líneas horizontales solamente los
encabezamientos de las columnas y los títulos
generales. Las columnas de datos deben separarse por espacios y no por líneas verticales.
Cuando se requieran notas aclaratorias, agréguelas al pie de la tabla. Use notas aclaratorias
para todas las abreviaturas no estándares. Cite
cada tabla en su orden consecutivo de mención
en el texto del trabajo.
Figuras. Denomine “figura” a cualquier ilustración que no sea tabla (ejemplos: gráficos,
retratos, radiografías, etc.). Los gráficos, dibujados o diseñados computacionalmente, deben
tener calidad profesional. Las letras, números,
flechas o símbolos deben verse claros y nítidos y deben tener un tamaño suficiente como
para seguir siendo legibles cuando la figura se
reduzca de tamaño en la publicación. Sus títulos y leyendas no deben aparecer en la figura
sino que se incluirán en hoja aparte, para ser
compuestos por la imprenta. Los símbolos, flechas o letras empleados en las fotografías con
detalles topográficos deben tener un tamaño
y contraste suficientes para distinguirlos de su
entorno. Cite cada figura en el texto en orden
consecutivo.
Si una figura reproduce material ya publicado, indique su fuente de origen y adjunte
en documento aparte copia del permiso escrito
del autor y del editor original para reproducirla
en su trabajo.
La publicación de figuras en colores debe
ser consultada con la Revista; su costo es fijado
Instrucciones a los autores
85
por los impresores y deberá ser financiado por
los autores.
Leyendas para las figuras. Presente los títulos y leyendas de las figuras en una página
separada. Identifique y explique todo símbolo,
flecha, número o letra que haya empleado para
señalar alguna parte de las ilustraciones.
DOCUMENTOS Y RECENSIONES
Los documentos deben limitarse a la extensión
original, agregando hasta 2 páginas de antecedentes y comentarios. Las recensiones (de
libros) pueden tener una extensión de hasta
6 páginas.
FORMALIZACIÓN DEL PROCESO DE PUBLICACIÓN DE UN ARTÍCULO
Una vez que el Comité Editorial haya comunicado la aceptación de un trabajo para ser publicado en los Anales, el autor responsable debe firmar una Declaración de Responsabilidad en los
siguientes términos:
DECLARACIÓN DE RESPONSABILIDAD
Título del manuscrito: ...........................................................................................................................
1) Certifico que he contribuido directamente al contenido intelectual del manuscrito, a la búsqueda y análisis de sus datos, por lo cual me hago públicamente responsable de él.
2) El artículo aprobado por el Comité Editorial para su publicación en los Anales de Historia
de la Medicina es inédito. No ha sido enviado a otra revista, ni lo será en el futuro.
3) Material gráfico. Marque con un visto bueno la alternativa que corresponde, y marque con
una X la alternativa que no corresponde:
■ El trabajo no incluye material gráfico tomado de otras publicaciones.
■ El trabajo incluye material gráfico tomado de otras publicaciones. Adjunto copia de la
autorización del poseedor de los derechos para reproducir el material en los Anales de
Historia de la Medicina.
Nombre del autor:..................................................................................................................................
Firma del autor: . ...................................................................................................................................
Teléfonos: ..................................................................
FAX: ...........................................................................
Correo electrónico: ...................................................
Fecha: ........................................................................
Descargar