10 - Unión de Periodistas de Cuba

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El periodismo en Cuba: La Revolución (Cap. 10)
La Reforma Agraria: papel de periodistas y la
prensa
Juan Marrero
El investigador y periodista Oscar Pino Santos era,
en los momentos iniciales tras el triunfo
revolucionario, jefe de la página económica del
diario Revolución, comentarista sobre igual tema
en la revista Carteles y en el Canal 12-TV.
Pino Santos integró la comisión que redactó el
proyecto inicial de la Ley de Reforma Agraria.
Participó junto al Che Guevara, Vilma Espín,
Segundo Ceballos y Alfredo Guevara en esta
tarea, a lo largo de dos meses, según testimonio
de Antonio Núñez Jiménez en su libro “En Marcha
con Fidel/1959”. Las reuniones se efectuaron en
Tarará, donde el Che se reponía de su salud.
Fidel conoció regularmente del avance de la redacción de la Ley y, al mismo
tiempo, sugería ideas y modificaciones al proyecto. La labor de esa comisión
fue secreta hasta que Fidel la presentó al Ministerio de Leyes Revolucionarias,
entonces presidido por Osvaldo Dorticós Torrado, para su estudio.
La Ley se promulgó en La Plata, Sierra
Maestra, el l7 de mayo.
Al siguiente día, el periódico Revolución
publicó un tabloide extraordinario de 48
páginas que, en su mayor parte, daba a
conocer un excelente ensayo de Pino
Santos sobre el proceso de deformación
estructural de la economía cubana y
sobre las bases en que debía
sustentarse el desarrollo económico del
país.
Con un tono ameno y comprensible para
algo tan árido y complejo como lo es la
Economía, el investigador y periodista
Pino Santos, representativo de la nueva
intelectualidad revolucionaria, logró
trasladar al pueblo no sólo lo que debía
saber sobre la Ley de Reforma Agraria, sino las razones históricas que
determinaron su proclamación.
Pino Santos trabajó luego en el periódico Granma. Fue uno de sus fundadores
y ocupó la responsabilidad de jefe de las páginas internacionales. Años
después, fue embajador de Cuba en la República Popular China. Falleció en el
año 2004.
La Ley de Reforma Agraria definió los
campos en todos los órdenes de la vida
nacional. Marcó el momento en que el
enfrentamiento ideológico empieza a
agudizarse. A partir del 17 de mayo, no
pocos de los que disfrutaban de los
privilegios que les dio la deformación
económica del país, quitan de las
puertas de sus casas o de los parabrisas
de los automóviles las pegatinas que
decían “Gracias, Fidel”. De los periódicos
empiezan a desaparecer los anuncios de
algunas instituciones, organizaciones y
centros comerciales saludando a los
barbudos que libertaron a Cuba.
Esa ley no sorprendió a los grandes intereses. De ella se venía hablando desde
semanas antes. La Revolución, previamente, hizo constantes prédicas para
convencer sobre la necesidad de su aplicación. Y se hizo más necesario
cuando en algunos lugares los campesinos se lanzaron a ocupar tierras. En un
discurso, en Mantua, Fidel pidió a los campesinos que tuviesen confianza en la
Revolución, y que no invadiesen las tierras, porque, si lo hacían, podían frustrar
la realización ordenada de la Reforma Agraria. En ese discurso Fidel expresó
categóricamente: “Estoy decididamente con los campesinos y contra el
latifundio. El latifundio se acaba”.
Entretanto, la política de algunos de los principales medios de prensa
existentes, entre ellos Diario de la Marina, consistió en dar consejos a la
dirección del país. El decano de la prensa nacional alertaba sobre los “peligros”
de expropiar los latifundios, aunque la Constitución de la República de 1940
reconocía al Estado ese derecho, y a la vez abogaba por desecar la Ciénaga
de Zapata y distribuir ese pedazo del territorio entre los campesinos sin tierras.
Antes, el 2 de febrero, Fidel había ido a la Sierra Maestra y allí, de modo
simbólico, distribuyó unos lotes de tierra entre los campesinos serranos. Sergio
Carbó, director de Prensa Libre, escribía un editorial titulado “El valor de la
tierra”, en el cual justificaba esa acción de Fidel en la Sierra pues era un
compromiso sagrado con esos campesinos, pero seguidamente advertía: “Pero
eso de la ley agraria y del reparto de tierras hay que hilarlo más despacio, no
vayamos a caer en un fracaso irremediable…Dar tierra a los indigentes es
arruinar el país. Primero hay que hacer agricultores: después, distribuir
territorio”, decía este periodista que, al parecer, se consideraba un “experto
agrícola”.
El 24 de febrero, hubo un congreso campesino en el cuartel Moncada. Y allí
Fidel les habló sobre la Reforma Agraria. “¿En que consiste? Es una ley muy
compleja. Consiste, por ejemplo, en decir que el latifundio es un mal social que
tiene que desaparecer de Cuba…Consiste también en decir: Todos los
hombres que trabajan sobre la tierra y que han dejado su sudor durante años y
años y que siempre han tenido que entregar la parte suculenta de su cosecha
al dueño supuestamente legal de la tierra, es hoy y para siempre el dueño legal
de la tierra que trabaja. Que quiere decir: que en Cuba no habrá más
precaristas, más aparceros, más arrendatarios…”
La Ley implicó la liquidación definitiva del
fenómeno del latifundio en Cuba y todo lo
que él representaba como factor feudal de
atraso y contención al desarrollo de la
economía cubana. Se fijó un límite de 30
caballerías (unas 400 hectáreas) a la
propiedad. Cualquier terrateniente que
poseyera una finca o varias que en conjunto
excediesen esa extensión sería expropiado
por el Estado para su distribución entre los
campesinos y obreros agrícolas sin tierras.
Muchos de los propietarios de esos
latifundios eran empresas norteamericanas,
entre ellas la Atlántica del Golfo, United Fruit
Co., la Cuban American Sugar Co., la Cuban
Cane Sugar Co., la mayoría vinculadas a la
producción azucarera. Se apoderaron de
esas tierras, o las adquirieron a precios muy
baratos, durante la intervención militar
norteamericana a Cuba o después que se
impuso la Enmienda Platt. Un ejemplo: la Nipe Bay Company, de Jersey City,
en Estados Unidos, compró el 19 de abril de 1905 en 100 pesos un total de 3
713 caballerías (49 800 hectáreas). Las empresas azucareras llegaron a
poseer más de 200 mil caballerías de tierra y los que tenían por negocio la
ganadería más de 300 mil caballerías, el 25 % del área total de Cuba.
PROMESA QUE SE CUMPLE
A las 3 de la madrugada del 17 de mayo de 1959, desde el aeropuerto militar
de Ciudad Libertad, Fidel Castro escribió una nota diciendo que “la Ley Agraria
que hoy aprobará el Consejo de Ministros en el histórico campamento de la
Comandancia General del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra es una
promesa que se cumple con el pueblo y con la patria”.“Cuba inicia una nueva
era”, sentenció también Fidel en ese mensaje.
Esa misma tarde, efectivamente, el Consejo de Ministros del Gobierno
Revolucionario sancionó la Ley de Reforma Agraria.
Como en los días de la guerra de liberación, Radio Rebelde efectuó ese día
una transmisión especial desde La Plata. El periodista y locutor Eddy Martín,
fallecido tras un lamentable accidente de tránsito en el 2006, llevó a todo el
pueblo cubano, desde las primeras horas de la mañana, lo sucedido ese
trascendental 17 de mayo.
Procedente de Manzanillo, Fidel bajó de un helicóptero, junto con Celia
Sánchez, Antonio Núñez Jiménez y Oscar Pino Santos. Los campesinos de la
zona estaban concentrados cerca del sitio escogido para el descenso del
aparato, y cuando vieron al líder de la revolución comenzaron a aclamarlo.
Otros periodistas de Revolución estuvieron en ese escenario, entre ellos
Ernesto Vera, Gregorio Ortega y los fotógrafos Korda y Raúl Corrales.
Fidel saludó y conversó con algunos de los campesinos que habían combatido
a su lado y apoyado la lucha en la Sierra Maestra, según una crónica
periodística del diario Revolución, que añade:
“Poco después se encaminaron, loma abajo, hacia el bohío del “Santaclareño”,
única vivienda que existe en ese lugar, estampa clásica de la miseria en que
durante siglos, han vivido los campesinos de esas intrincadas regiones de la
isla. Con el piso de tierra, el techo de guano y las paredes de yaguas, iba a ser,
sin embargo, en ese día memorable, histórico para la Revolución Cubana, el
escenario de un hecho extraordinario, de consecuencias imprevisibles para la
liberación del campesinado. Pues iba a ser allí, precisamente, donde el
comandante Fidel Castro…y demás miembros del Gobierno Revolucionario,
firmarían la Ley Agraria, base de la redención del campesino cubano”.
Cuando llegaron los ministros del Gobierno Revolucionario, se reunieron con
Fidel en el bohío del “Santaclareño”, y allí le dieron los toques finales a la Ley
de Reforma Agraria.
Seguidamente hubo un acto, donde el primer orador fue el comandante
Crescencio Pérez, quien saludó la promulgación de la Ley, destacó el apoyo
dado por el campesinado cubano a la Revolución y pidió que ahora preste todo
su respaldo a la Ley que le va a proporcionar múltiples beneficios.
Antes de que Fidel Castro usara de la palabra se anunció que el Gobierno
Revolucionario había aprobado dos decretos: 1) Designar a Fidel Castro como
Presidente del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) y 2) Designar al
doctor Antonio Núñez Jiménez director ejecutivo del propio organismo.
Fidel, en su discurso, reconoció que la Ley promulgada afecta a algunos
intereses, pero que era justa y necesaria. “No hacemos leyes para perjudicar a
nadie, sólo hacemos leyes para beneficiar a la nación, aunque, dolorosamente,
estas tengan que perjudicar a algún sector del país…”
“Por la Ley Agraria –apuntó Fidel—se lesionan los intereses de una parte
insignificante del pueblo, que no es sacrificado de manera total, ya que
conserva una cantidad considerable de tierras para seguirlas explotando, para
poder seguir recibiendo ingresos importantes y para poder seguir llevando más
o menos el mismo standard de vida que llevaban hasta hoy, mientras que por
otra parte se resuelve definitivamente el problema de una cantidad
considerabilísima de nuestro pueblo que es precisamente el sector más
necesitado, el más pobre y el que más requería de las soluciones del Gobierno
Revolucionario. Esa parte del pueblo es también la parte que carece de
ingresos: doscientas mil familias, quiere decir más de un millón de personas”.
La historia evidenció que la mayoría de los afectados por la Ley Agraria, a
quienes Fidel no los excluyó como parte del pueblo, actuó de modo egoísta, y
se inclinó por formar parte de la contrarrevolución.
PAPEL DE DIARIO DE LA MARINA Y SU DIRECTOR
Esa sola ley revolucionaria dio cabida en las páginas del periódico Diario de la
Marina a declaraciones de la mayoría de aquellos que vieron afectados sus
intereses económicos.
Entre los primeros que protestaron contra la ley estuvo el doctor Armando
Caiñas Milanés, presidente de la Asociación de Ganaderos de Cuba. En un
discurso en el Club Rotario, al que dio amplio espacio un reportero de Diario de
la Marina y que la dirección de ese medio se encargó de colocarlo entre
principales titulares del día Caiñas Milanés consideró que la ley “desvirtúa el
derecho de la propiedad privada y de la libre empresa”, y que “este sistema no
es de nuestro clima, de nuestro ambiente”. ¿A qué sistema se refería
entonces? ¿Acaso al socialista? El 12 de junio de 1959, que es cuando Diario
de la Marina, publica las palabras del vocero ganadero la Revolución Cubana
no había declarado el socialismo ni siquiera era insinuado en aquellos
momentos. En el discurso de Caiñas Milanés no podían faltar palabras de
amenazas: “Los ganaderos combatirán hasta morir si esa ley queda como está
redactada”.
Los terratenientes empezaron a comprar espacios en las emisoras de radio
privadas para atacar la ley, y organizaban reuniones; se supo que la Asociación
de Ganaderos había decidido destinar medio millón de dólares para sobornar a
los periódicos para que criticaran la Reforma Agraria.
Los politiqueros de antaño no se quedaban tampoco fuera de los ataques a la
Revolución. Tony Varona, en un programa de TV, aboga contra la Ley de
Reforma Agraria, y dice que contradice la Constitución de 1940. También
censura la creación del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA). Y hace el
siguiente pronunciamiento agresivo: “Creo que el Gobierno Revolucionario,
después de cinco mes y días de estar en el poder, debe fijar término de su
mandato”.
Por esos días, el Gobierno de los Estados Unidos envía una comunicación
oficial al de Cuba expresando su “grave inquietud porque la Ley de Reforma
Agraria no incluye la pronta y adecuada compensación para los inversionistas
norteamericanos”.
Al coro se une Félix Fernández Pérez, en nombre de la Asociación de
Propietarios de Fincas Rústicas y Cosecheros de Tabaco de Pinar del Río:
“…nunca aceptaremos que se nos despoje de lo que tenemos para vivir”, dice
este “pobrecito” propietario de tierras y cultivos de tabaco.
En fin, latifundistas, ganaderos, terratenientes, geófagos, monopolios yanquis
que han invertido capitales en Cuba y el gobierno de Estados Unidos, entonces
encabezado por Dwight Eisenhower, estrechan filas, usando en principio a
Diario de la Marina y otros medios de comunicación, para expresar su
desacuerdo con la Ley Agraria. Para todos está claro que el director de esta
orquesta y de la campaña contrarrevolucionaria está en Washington.
José Ignacio Rivero, director de Diario de la Marina, empezó a trabajar para
estructurar una oposición a la Revolución, a la vez que comenzó a publicar una
sección titulada Relámpagos bajo el seudónimo Vulcano, con fuertes críticas a
la situación del país. Poco antes de morir, en Miami, Pepinillo presentó el libro
titulado “Biografía de un crimen” en cuyas páginas reconoció que la Reforma
Agraria hizo que ese periódico comenzase a atacar a Fidel Castro y, además, a
que emprendiese acciones, no precisamente periodísticas, para aplastar la
Revolución.
En el libro escribió que su plan consistía en “una concertación de fuerzas de la
sociedad civil cubana, hacendados, colonos, industriales, comerciantes,
banqueros, médicos, líderes estudiantiles y obreros”. Y a finales del año se fue
a Estados Unidos “para explorar el rumbo de la política norteamericana hacia la
isla”. Se reunió en Miami con el empresario estadounidense William Pawley,
con quien tuvo relaciones amistosas en Cuba, y también conversó
telefónicamente con el entonces vicepresidente Richard Nixon sobre la
situación de Cuba. Confiesa que pidió apoyo a ambos para su plan contra la
Revolución. Y también, al regreso a Cuba, en enero de 1960, recibió luz verde
de Abel y Goar Mestre, los magnates de la televisión cubana, para presentar el
plan en vivo a través de CMQ TV y CMQ Radio.
Pepinillo confesó también que su plan fracasó cuando las fuerzas que en
privado le habían dado apoyo, se negaron a presentarse en público como
adherentes. “Fue una total cobardía, porque mucha gente que vino a darme su
apoyo no quería después que publicásemos su nombre”, y que “no había
conciencia ni hombres suficientes” para enfrentar al gobierno de Fidel Castro.
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