CANNABIS El término Cannabis, conocido desde el siglo IX a. de C., se aplica genéricamente a las diferentes preparaciones que se obtienen de la planta “Cannabis sativa L”, variedad índica, conocida desde la antigüedad por diversas civilizaciones, circunstancia por la cual es también conocida por diferentes denominaciones, tales como cáñamo, cáñamo índico, marihuana, marijuana, maconha, hemp, daga, bhang, ganga, charas, kif, hasach, yerba, grifa, hashish, hachis etc. Legalmente se consideran como cannabis todas aquellas partes de la planta de la variedad índica, o de cualquiera de las otras variedades existentes, como son los tallos, hojas, inflorescencias, semillas , resina y cualquiera de sus mezclas, cuyo contenido en el principio activo D9-tetrahidrocannabinol sea superior al 0,5 %. El principal principio activo presente en la planta, sea cual sea su variedad, así como en todas sus preparaciones es el isómero trans del tetrahidro-6,6,9-trimetil-3-pentil-6Hdibenzo(b,d)piran-1-ol (D9–THC), mientras que el isómero trans-D8, también activo no alcanza más del 1 %. En cantidades apreciables en la planta, aunque sin actividad fisiológica conocida, se encuentran también cannabinol, cannabidiol, cannabigerol, cannabicromeno y diversos ácidos relacionados. (Repetto y col, 1985 ; UN, 1987) Su consumo crónico como droga origina efectos euforizantes y relajantes, aunque a dosis grandes puede llegar a producir efectos alucinógenos. En la planta de cannabis se han identificado más de 420 sustancias químicas, muchas de las cuales presentan alguna actividad farmacológica; 60 poseen la estructura cannabinóide y algunos son alcalóides (con un átomo de nitrógeno en la molécula). Actividad La actividad del cannabis sobre el organismo humano es compleja: como fármaco psicoactivo provoca una situación placentera, de somnolencia, con disminución de las facultades cognitiva (dificulta la memoria, el aprendizaje y elementales funciones intelectuales) y locomotora; es clasificable, por tanto, como un neurodepresor; al propio tiempo, aumenta el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y la temperatura corporal, entre otras diversas acciones. Se discute si produce abstinencia, pareciendo que no. De los más de 60 cannabinoides naturales sólo se reconoce actividad importante, aparte del THC, al cannabidiol, que actúa como modulador de la respuesta al THC (Mechoulan, 1986, Zuarsi et al., 1991) Dosis tóxica Un cigarrillo de marihuana pesa, por término medio, 330 mg, y puede contener de 1,5 a 6 mg de THC, o más según la variedad vegetal. Se considera una dosis alta la de 3-4 cigarrillos. No se conoce la dosis letal en humanos, ni casos de muerte por consumo exclusivo de cannabis. Aunque en la intoxicación aguda se presente somnolencia, confusión e incluso coma, no aparecen trastornos respiratorios o cardiovasculares de intensidad suficiente para hacer peligrar la vida. Mecanismo de acción Los cannabinoides son moléculas lipófilas, y originariamente se pensaba que su actividad se debía a su facilidad para difundirse a través de las membranas celulares, hasta que en la década de 1990 se identificó el primer receptor celular específico. Las bases moleculares de la actividad de los cannabinoides se entienden mejor desde el descubrimiento de los endocannabinóides y de sus receptores (Goutopoulos y Sergio Saracco – Médico Toxicólogo Makriyannis, 2002). En 1988, Devane y colaboradores demostraron la existencia de lugares específicos de unión de los cannabinoides en el cerebro de rata. Este lugar fue denominado receptor CB1 y su secuencia de 472 aminoácidos reveló que es un miembro de los receptores acoplados a la proteína G (Matsuda et al., 1990) . La activación de los CB1 conduce a la inhibición de la enzima adenilciclasa y, consecuentemente a la reducción de los niveles de AMP-cíclico; esto redunda en disminución de la fosforilación de la proteína de los canales de potasio por la quinasaA; por otro lado, también se observa inhibición de los canales de calcio y posible activación de fosfolipasas. Consecuentemente, a los CB1 situados en diferentes regiones del cerebro o de otros tejidos, como la placenta, pueden acoplarse diversas proteínas G o segundos mensajeros y mediar distintos efectos fisiológicos. Por su parte, en tejidos periféricos y especialmente en los del sistema inmunitario se localizó otro tipo de receptor que se denominó CB2; esta localización sugiere que el CB2 puede ser el mediador de la bien conocida capacidad inmunosupresora del cannabis. Así, los CB1 son ubicuos tanto en tejido nervioso (SNC) como en no nervioso y periférico (glándulas adrenales, médula ósea, corazón, pulmones, próstata, testículos, amígdalas, bazo, linfocitos, fagocitos, músculo liso, endotelio vascular, riñón, útero y nervios periféricos ( p.ej. en intestino). Mientras que los CB2, de distribución más limitada, se encuentran en células asociadas al sistema inmunitario, como leucocitos, bazo, timo, amígdalas. La existencia de estos receptores hacía suponer la existencia de unos ligandos naturales, o endocannabinóides, igualmente lipófilos, de los que el equipo del Prof. Mechoulan (Devane et al., 1992) descubrió el primero, la etanolamida del ácido araquidónico o O-araquinonil- etanolamida (AEA), que fue bautizado con la palabra anandamida. Se sabe que muchas enfermedades neurológicas se deben a inapropiadas señales neuronales que permiten o excesiva excitación y muy poca inhibición, o viceversa. Se ha visto que los cannabinoides aumentan la liberación de dopamina en los centros neuronales de gratificación y que los jóvenes que fuman cannabis tienen un riesgo de padecer psicosis más alto que lo normal, riesgo que puede ser mayor en el periodo fetal de especial plasticidad neuronal; igualmente se sabe que por esta vía puede afectarse la memoria a corto plazo y la adquisición de conocimientos. Efectos Se ha sugerido que la anandamida contribuye a la regulación de las emociones y la ansiedad, y cuando se bloquea farmacológicamente a la enzima que la hidroloza, la FAAH, se provocan efectos ansiolíticos (Gaetani et al., 2003). Los efectos desaparecen aproximadamente a las 4 horas del consumo por fumado. El consumo frecuente (se dice que incluso después de una segunda dosis elevada) de cannabis da lugar a tolerancia, como se observa por la disminución de algunos efectos desagradables (náuseas, disforia, etc.) y las alteraciones cardiocirculatorias, aunque no afecta a los efectos depresores sobre el SNC; se ha descrito una disminución del número de receptores CB-1 en el SNC y del RNA-m que codifica a dicho receptor, aunque estos cambios duran poco tiempo tras la abstinencia, en consonancia con la escasa persistencia de la tolerancia. No está generalmente admitido que se desarrole dependencia, con necesidad imperiosa del consumo (sídrome de abstinencia), aunque algunos autores consideran que se produce tras el consumo regular durante dos semanas. Uso Indebido de Drogas 2 Efectos tóxicos Los efectos agudos comprenden, dentro de su actividad placentera, euforia (con risas inapropiadas), relajación, alteración en la percepción del tiempo, vértigos, que conducen a cambios psicomotores y en la función cognitiva; a dosis altas, trastornos de la coordinación motora, de la memoria, despersonalización, letargia y dificultades en el habla. A veces se inducen efectos desgradables con ansiedad, pánico, paranoia y, más raramente, psicosis aguda con alucinaciones y, paradójicamente, agresividad que, al parecer, se desarrolla más facilmente en individuos con base natural agresiva. Según un estudio efectuado sobre 3.400 accidentes de automóvil, la presencia de cannabis en sangre incrementó el riesgo de sufrir accidentes en 2,8 sobre los individuos que no habian consumido ninguna droga (Drummer et al., 2002). El consumo de cannabis, incluso a dosis bajas, desencadena sensaciones de angustia y aflora o agudiza trastornos psicóticos en individuos predispuestos o que los padezcan previamente. A dosis altas pueden aparecer cuadros de delirium, con alteraciones del nivel de conciencia y alucinaciones auditivas, visuales o tactiles. Recientemente, expertos en psiquiatría han denunciado el aumento de la incidencia de esquizofrenia en individuos que comenzaron a consumir cannabis antes de cumplir los 18 años, en que el cerebro aún no está suficientemente constituido. Los usarios frecuentes pueden desarrollar un “síndrome amotivacional” consistente en falta de interés por todo, apatía, indiferencia afectiva y desprecio de las normas de convivencia y la disciplina; en ocasiones, se da irritabilidad y agresividad. En el terreno somático, se aumenta la frecuencia cardíaca, baja la presión sanguínea (hipotensión) a causa de vasodilatación, que también dá origen al clásico ojo rojo, estimulación del apetito, boca seca , etc. El consumo continuado puede conducir a a disminución de la frecuencia cardíaca y signos de fallo cardíaco congestivo. Por su carácter irritante, ha sido asociado a síndromes respiratorios crónicos. También se producen disfunciones del sistema inmunitario, incluso con inmunosupresión, como se observa por la disminución de defensas a las infecciones; también se ve inhibición de las células defensoras NK (natural killers). También se ha constatado la disminución en la síntesis de macromoléculas, tanto ácidos nucléicos como proteínas. Alteraciones en la homeostasis del glucógeno y de la glucosa pueden explicar la sensación de hambre que se produce en los intoxicados. Se han constatado trastornos sobre el sistema endocrino, por alteración de la producción de distintas hormonas, como lo demuestra, en la mujer, la interrupción de la ovulacion, alteraciones en la menstruación y retraso del crecimiento fetal. En el hombre disminuye la producción de testosterona y de espermatozóides. Son frecuentes las afectaciones del aparato respiratorio similares a las de los fumadores de tabaco, con bronquitis crónica, enfisema, etc. Aunque no se ha investigado en profundidad, se ha sugerido la posibilidad de que el cannabis pueda originar cáncer; nuestro grupo (Repetto et al., 1979) comprobó que los cigarrillos de marijuana fumados tanto mediante un artificio manual como en máquina automática, utilizada para el estudio de los cigarrillos de tabaco, producen mayor proporción de benzopireno (principal carcinógeno en el tabaco) que los de tabaco, por unidad de peso; el condensado del humo de cannabis aplicado sobre la piel de ratas recién nacidas producía en éstas un tumor mesenquimatoso. Hoy está demostrado que el fumado de cannabis provoca las mismas afecciones respiratorias que el tabaco, como bronquitis crónica, enfisema y cáncer pulmonar. Sergio Saracco – Médico Toxicólogo 3 Aplicaciones clínicas del cannabis De creer a mucha gente, el cannabis podría ser “la aspirina del siglo 21”. Se ha hecho multitud de ensayos y se han sintetizado varios cannabinoides, sin embargo, la mayoría de la evidencia disponible es anecdótica y carece de rigor científico. En Gran Bretaña se han realizado estudios con gran número de personas, pero los resultados no han sido publicados (Baker et al., 2003). Se alega que los cannabinoides inhiben el dolor, la presión intraocular del glaucoma, las náuseas causadas por lo quimioterápicos, la espasticidad de la esclerosis múltiple, etc. Pero también se ha visto que en las zonas lesionadas está inhibida la degeneración de los cannabinoides, lo que permite que éstos alcancen concentraciones hasta cuatro veces superiores a lo esperable, que induce daños en las regiones cerebrales con los receptores CB1 (Baker et al., 2001). En un estudio a doble ciego realizado en Inglaterra, en que 630 pacientes de esclerosis múltiple recibieron durante 15 semanas extracto de cannabis, THC y un placebo, no mostraron mejoría objetiva en la espasticidad muscular, de acuerdo con el baremo de Ashworth, aunque sí manifestaron mejoras subjetivas para otros síntomas de la esclerosis múltiple, como el dolor y la mobilidad (Zajiceh et al., 2003). En estos momentos, parece sensato dirigir la investigación a la síntesis de cannabinoides puros, con un único componente activo (Pertwee, 2002), que posean propiedades beneficiosas con menores efectos secundarios. Bibliografía 1. Olaf H. Drummer: The Forensic Pharmacology of drugs of abuse. Londres. Arnold / Oxford University Press, Inc. 2001. 2. Baker D, Pryce G, Giovannoni G, Thompson AJ. The therapeutic potencial of cannabis. The Lanacet Neurology, 2003, may, 291-298 3. Devane W, Dysarz FA, Johmson MR, Melvin LS, Howlett AC. 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