CIVILIZACIONES DE NUESTRA COMARCA

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CIVILIZACIONES DE NUESTRA COMARCA
Francisco Crespín Cuesta =
Cronista oficial de Fernán Núñez y La Victoria
(...) La maravillosa cultura de los romanos ulienses queda patentizada en las numerosas
piezas arqueológicas, de positivo mérito, que a lo largo del tiempo vienen apareciendo en la
comarca. Así tenemos la variada colección de cabezas de mármol que se guardan en el Museo de
Ulía; varias estatuas entre las que sobresale la de una preciosa figurilla del dios Príapo, en
bronce, un león de mármol blanco, varias ánforas y urnas cinerarias, el basamento o pedestal del
monumento a Quinto Caesio, llevado al Museo Provincial, y muchas otras encontradas en la
Salgadilla, el Cañuelo, Arroyón, Cerros del Cristo y de la Horca, así como algunas lápidas,
dedicada una de ellas a miembros de la nobilísima estirpe Galeria, que fue una de las más
brillantes familias de la Ulía romana.
Fernán Núñez y su término contribuyen al esplendor de Ulía con abundantes mosaicos,
uno de los cuales está considerado como de los más bellos de España, varias estatuas del dios
Cupido, un cipo notabilísimo, vasos de cristal y jaspe, fustes, capiteles bellísimos, una lápida
dedicada a la patria romana por la tribu Galería, mármoles, bajorrelieves, un ejemplar de la
medalla cesariana dedicada a Ulía y otras piezas valiosísimas, encontrado todo ello en los
yacimientos de Mudapelo, Valdeconejos, Pozuelo, Hazas de la Villa y Zorreras.
Nuestra comarca fue también beneficiada con la construcción de caminos, por Roma,
pues, de norte a sur, estaba cruzada por la gran calzada de Antikaria que partiendo de Córdoba
llegaba hasta Antequera, donde enlazaba con otras que conducían a Sevilla, Málaga y Granada.
En nuestra comarca entraba, procedente el vado de Guadajoz, por la “Sierrezuela” y “Mojón
Blanco”, lugar de importantes villares, “Argofillas”, con una extensa necrópolis, “Haza de la
Villa”, con mosaicos y cerámicas, “Mudapelo,” con mosaicos y restos arquitectónicos,
“Valdeconejos”, con mosaicos abundantísimos vestigios cerámicos y arquitectónicos. “La
Salgadilla”, con mosaicos y esculturas, “El Cañuelo”, con esculturas y vestigios diversos y la
“Fuente Nueva”, donde, hasta muy recientemente, se ha conservado un trozo de calzada
empedrada.
Entre los restos de fortificaciones se han encontrado trozos de murallas en “El Barruelo”
de Montemayor, una torre desmochada en Fernán Núñez, a la cual llegaba una conducción
romana de aguas, que aún permanece en servicio surtiendo las fuentes del Palacio ducal, un
torreón cuadrangular, en las “Hazas de la Villa”, que fue volado con cargas de dinamita por los
dueños del terreno, restos de muros en la Cuesta de las Huertas, a la vista de la carretera de
Córdoba, y un curiosísimo lienzo de muralla, con recios contrafuertes, en la finca “El
Plantonar”, de Fernán Núñez.
En cuanto a nombre romanos, nada se ha conservado en nuestra comarca y si queda algo
está tan sumamente transformado, que en nada se parece a los originario. Por ejemplo, el río
Salsum de los romanos fue llamado por los árabes Guad-xum, que también significa “río de la
sal”, y cuya grafía era muy parecida a la actual. Montilla, que se llamó Munda, fue después
conocida por Mundulia, o lugar poblado de Munda. los árabes la transformaron ligeramente,
llamándola Mondelia, y de ahí proviene el actual de Montilla.
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Tras la dominación de Roma vino la visigoda que sólo se distinguió en nuestra comarca
por la destrucción de sus fortalezas. Como única reliquia de su paso, hemos encontrado en el
yacimiento de “Mudapelo” algunas losas de terracota con relieves de peces, ánforas, anclas y
rodeles y un colgante pectoral de bronce se halla depositado en el Museo Arqueológico
Provincial.
Poco antes, habían llegado también los vándalos, enemigos de la cultura, que llevaron a la
total destrucción los tesoros de arte que nos legara la época romana. Por ello, la casi totalidad de
las estatuas que hoy aparecen, se encuentran sin cabeza y sin extremidades, los frisos
pulverizados, los fustes y capiteles partidos, indicios estos de haber caído sobre los restos del
Imperio una total desolación.
La época árabe tampoco fue de mucha significación para nuestra comarca, aunque en ella
tuvo Fernán Núñez más suerte que Montemayor. Los musulmanes acostumbraban a cambiar
ligeramente los nombres de los lugares que ocupaban, haciendo que apareciesen con grafía
parecida a la árabe, sin perder por completo su denominación o significado antiguo. Tal fue el
caso de nuestra comarca, a la que llamaron Uliat-al-Cambania, que significa Ulía de la Campiña,
de la Sahla o del Arenal, por la zona esteparia o arenosa que se extiende entre Fernán Núñez,
Montemayor, Montilla y La Rambla.
La Uliat-al-Cambania fue un amplio distrito de la Campiña Cordobesa que se extendía
por estos contornos y se prolongaba hasta cerca de Munda (Montilla) y Murgis (La Rambla).
Aunque los árabes volvieron a levantar los castillos de estas localidades, es Fernán Núñez la más
favorecida de estas poblaciones, por haberse dado sus tierras a una familia perteneciente a la
tribu de Cais, que reconstruyó sus bastiones fundó un arrabal en sus cercanías. A este territorio
dieron el nombre de Aben-Cais (hijos o descendientes de Cais), uno de cuyos titulares, llamado
Aben-Tojil, levantó una torre atalaya en el pago de Zorreras, de la cual tomó el arroyo que cruza
el término de Fernán Núñez, y un segundo bastión, cerca del Guadajoz, al cual llamaron
Abentoxilla.
Aben-Toxil tomó parte en las luchas tribales que se desarrollaron en Córdoba entre
facciones de “caisitas” y “yemenitas”, en la época de los gobernadores dependientes de
Damasco, y su prudencia y tacto fueron parte en la gran victoria del caisismo en la batalla de
Sidona, contra los yemenitas y el gobernador Abul-Jatar.
Hay un período de la época árabe en que Montemayor aparece en escena. Es durante la
rebelión del renegado hispano berberisco Omar-Ben-Hafsún contra los emires de Córdoba. los
castillos de Montemayor y Aben-Caes, que habian sido reconstruidos, fueron conquistados por el
renegado Aben Mastana, poderoso señor de las montañas de Priego, que había hecho alianzas
con Ben-Hafsún. Esta ocupación comenzó con el reinado de Almondhir y se prolongó durante
todo el de Abadía. Desde estos castillos, el rebelde atacaba a la ciudad de Córdoba, saqueando
sucesivamente el arrabal de Secunda (Campo de la Verdad), enviando expediciones de castigo al
mando de los Banu-Nasih, clientes y deudos de Aben Mastana.
El año 922 de nuestra era, el Califa Abderramán III, tras una brillante sucesión de triunfos
contra los rebeldes, se apodera de las torres de Aben-Caes y, al año siguiente, en la victoriosa
aceifa o “campaña de Jete”, Sulaymán ben Hafsún se ve obligado a entregarle el castillo de
Montemayor, en virtud de un tratado de tregua, mediante el cual el Califa se obligaba a dejar las
armas inactivas, siempre que el rebelde se comprometiese a suspender, por su parte, las
actividades guerreras respetando por supuesto, las vidas y haciendas de los árabes residentes en
sus dominios o en los límites jurisdiccionales del Califato y la zona rebelde. De esta manera, los
castillos de estos dos lugaes pasaron nuevamente a poder de los reyes de Córdoba, disponiendo
Abderramán que el de Montemayor fuese arrasado. A partir de este momento hay un período de
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oscuridad histórica, para los dos lugares, qu terminaría para Fernán Núñez en la Reconquista
Cristiana y para Montemayor en el reinado de Alfonso XI. Todavía, Montemayor y Fernán
Núñez, en los comienzos de la época cristiana, tendrían un extenso período de unión a la Casa de
Alcaudete y Fernán Núñez en la de los Ríos.
En 1236, Fernando III el Santo conquista la ciudad de Córdoba. Los moros, dueños de las
torres y fortalezas que rodeaban a la capital, atacaban sus arrabales con insistencia y, para
evitarlo, el Rey Fernando dispuso fuese conquistada una franja de la Campiña que pusiese a
Córdoba al abrigo de estos ataques, esta operación fue encomendada a varios capitanes, entre los
cuales se encontraban don Fernán Núñez de Temes y don Pedro Díaz de Haro, que fueron los
que se apoderaron de estos parajes. En recompensa a esta acción, el Rey dio a don Fernán Núñez
parte de la jurisdicción de Aben-Caes con una torre maciza y desmochada que se encontraba en
ella, y a Díaz de Haro el resto de dicho territorio y algunos heredamientos en otros lugares. El
territorio de Montemayor, ya cubierto de bosque y maleza, fue retenido por la Corona.
Don Fernán Núñez de Temes fue el precursor de la gran Casa de Córdoba, por su
matrimonio con Doña Ora de Córdoba, hija de Domingo Muñoz el Adalid. Este matrimonio
edificó su castillo sobre la torre desmochada y en el vivió Doña Ora, mientras su marido luchaba
en la conquista de Sevilla. Por eso se llamó al lugar de Fernán Núñez “Primer solar de la Casa de
Córdoba en este Reina”, como todavía se atestigua en una lápida que existe en dicho torreón.
Don Fernán Núñez y doña Ora tuvieron ocho hijos; pero de ellos sólo nos interesan los
dos que obtuvieron el señorío de los bienes de sus padres: varón y hembra. El primero, llamado
Alonso Fernández de Córdoba, que fue tercero en el orden de nacimiento, sucedió a su padre en
el señorío de Dos Hermanas, por haber muerto el mayor de sus hermanos, Nuño, luchando contra
los benimerines de África, cerca de Ecija, y haber en la iglesia el segundo, llamado Ruy, que
llegó a ser Canónigo de la Santa Iglesia de Córdoba. Fue D. Alonso Adelantado Mayor de la
Frontera, Alcaide de Alcalá la Real, Alcalde Mayor de Córdoba, primer señor de Montemayor,
por compra de este territorio a la Corona, y progenitor de toda la gran Casa de Córdoba, en la
que se cuentan seis grandezas de España, diez y siete Casas tituladas y muchísimas de vasallaje y
mayorazgos de gran antigüedad.
Don Alonso, por ser hijo y nieto de los conquistadores de Córdoba, tomó este apellido,
que ya fue concedido a su abuelo Domingo Muñoz por privilegio real, olvidando el de su padre,
si bien conservó las Armas de la Casa de Temes, que pasaron a ser las de Córdoba: tres franjas
rojas horizontales, en campo de oro. Casó con doña Teresa Ximénez, hija de Don Pedro
Bandoma de Góngora, primer señor de la Zarza y el Cañaveral, miembro de la ilustre Casa de
Góngora en Córdoba, cuyas Armas fueron cinco leones de oro en campo rojo, colocados en
forma de cruz.
Su hermana, doña Constanza Fernández de Córdoba, recibió en dote el señorío de Fernán
Núñez. Casó con don Lope Gutiérrez de Haro, hijo del conquistador don Pedro Díaz de Haro, ya
citado, el cual aportó al matrimonio el señorío de la torre de Aben-Caes, con lo cual este señorío
y el de Fernán Núñez quedaron definitivamente unidos. (...)
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