Melchior narrador y cantante El arte del Lauri Volpi maduro

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MYTO nos descubre una nueva faceta del gran tenor wagneriano
Melchior narrador y cantante
T
ras su retirada de los escenarios operísticos en febrero de 1950, Lauritz Melchior (18901973) continuó con su carrera como cantante en conciertos, programas de radio y televisión
e incluso como estrella de cine. Todo ello gracias a estar casado con una bella y dinámica
manager 35 años más joven llamada Maria Kleinchen que, además de controlar la afición del
gran tenor danés a la comida y a la bebida, velaría siempre porque el nombre de su marido no
cayera en el olvido hasta su prematura muerte a comienzos de 1963 con tan sólo 38 años.
En los años siguientes a su retirada, Mechior no sólo no fue olvidado sino que se hizo mucho
más popular que en el pasado. A comienzos de los años cincuenta su agenda estaba siempre a rebosar y cuando no estaba
haciendo conciertos benéficos para los soldados heridos en la guerra de Corea, estaba cantando en el programa radiofónico de Tallulah
Bankhead «The Big Show», participando en la apertura del Wollman Rink en Central Park, haciendo apariciones en películas o
interpretando canciones navideñas por televisión. No obstante, también siguió cantando ópera, aunque en forma de recital, e incluso
hizo en esos años varios tristanes en versión de concierto junto a Helen Traubel.
Entre las múltiples actividades que hizo Melchior los años siguientes a su retiro de los escenarios de ópera, una de las menos
conocidas es la de narrador. El sello Myto nos descubre esta faceta en su último lanzamiento dedicado a este gran tenor wagneriano. Se
trata de un registro desconocido hasta ahora, y seguramente privado, de un concierto que tuvo lugar en Chicago en febrero de 1951 en
el que Melchior pone la voz hablada al cuento sinfónico Pedro y el lobo, op. 67 de Sergei Prokofiev. La cosa no pasaría de la mera
curiosidad sino fuera porque los acompañantes son nada menos que la Chicago Symphony Orchestra bajo la dirección de Fritz Reiner,
lo que hace que lo anecdótico se convierta en algo del mayor interés.
La dirección de Reiner es muy precisa pero también muy preciosista. Trata en todo momento de crear los ambientes necesarios para
representar los distintos avatares de la historia narrada por Melchior. Para ello cuenta con un conjunto sinfónico de una precisión
legendaria y eso se nota especialmente en el viento madera, donde destaca especialmente el flautista Julius Backer en el papel de pájaro.
Por su parte, Melchior subraya el lado más divertido de la historia, buscando un tono diferente para cada personaje. De hecho, algunas
intervenciones resultan particularmente divertidas como la del gato (Corte 1; 4’46»). Por su parte, la toma de sonido resulta técnicamente
precaria, a pesar de que ha sido bien restaurada y se escucha con claridad. Seguramente la fuente utilizada procede de una cinta muy
usada (pues podemos escuchar algunas veces de fondo lo grabado con anterioridad) que fue transferida a disco de pizarra para su
conservación (lo que suma el característico ruido de la aguja).
El disco se completa con más de cincuenta minutos de bonus en los que Melchior hace lo que mejor sabía hacer: cantar Wagner.
Aunque tan sólo se indica que las grabaciones son con orquesta y de 1929-30, la selección incluye en realidad una buen parte de las
grabaciones eléctricas realizadas por Melchior desde 1928 hasta 1931 para His Master’s Voice entre Berlín y Londres. Asimismo, es una
pena que no se especifique la orquesta ni el director que escuchamos, a pesar de que en algunos casos son bien conocidos. Por ejemplo,
el fragmento de Siegfried que abarca desde la canción de la fragua hasta el final del primer acto procede del famoso «Potted Ring» y fue
grabado los días 16 y 17 de mayo de 1929 en el Queen’s Hall londinense por la London Symphony bajo la dirección de Albert Coates.
El bonus añade sin duda mucho valor a este CD, pues una audición detenida del mismo permite verificar la características de la verdadera
edad de oro del canto wagneriano, aquella que se sitúa entre las dos Guerras Mundiales y en la que cantantes como Leider, Lehmann,
Melchior o Schorr encontraron una síntesis perfecta de canto entre el estilo textual wagneriano del pasado y el expresivo italiano del
presente.
Pablo-L. Rodríguez
SERGEI PROKOFIEV: Pedro y el lobo, Op. 67 / Lauritz Melchior, narrador. Chicago Symphony Orchestra. Dir.: Fritz Reiner (Grabación en vivo de 1951) / Bonus: L. Melchior
canta Wagner. Selección de Tannhäuser, Tristan und Isolde, Die Walküre, Siegfried & Götterdämmerung / Grabaciones con orquesta desde 1928 hasta 1931 / MYTO HISTORICO
/ Ref.: 1CD061H109 (1 CD) P.V.P. Estecial: 5,50 euros.-
PONTO rescata una Favorita de 1954
El arte del Lauri Volpi maduro
P
ese a un debut algo tardío (en 1919, con 27 años) para su época, provocado por el retraso en la
finalización de sus estudios de canto debido a la Gran Guerra, la carrera de Giacomo Lauri-Volpi fue tan
dilatada en el tiempo (sus últimas actuaciones públicas como profesional llegan hasta 1959, cuando
contaba 67 años) como variopinta en personajes de características vocales radicalmente diferentes, desde los
bellinianos Arturo o Elvino, el Edgardo de Lucia o el Des Grieux massenetiano hasta Calaf, Andrea Chenier o
el mismísimo Otello. Tan peculiar repertorio estaba posibilitado por una solidísima base técnica (que le
emparejaba con cantantes de la vieja escuela tipo Di Lucia o Bonci) y una voz vibrante y de gran extensión,
capaz de llegar al Re y el Mi sobreagudos sin perder color e incisividad. Pero los años posteriores a la segunda
guerra marcan el declive de las características que singularizaron su arte: si el registro agudo seguía siendo firme y valiente, resultan
evidentes la pérdida de la línea de canto y esporádicas destemplanzas y desafinaciones.
A esa etapa final de su carrera pertenece una grabación inédita (al menos para quien esto firma) de La Favorita en versión de concierto
procedente del Concertgebouw de Amsterdam fechada el 6 de octubre de 1954. Bajo la dirección de Arturo Basile, una poco conocida
Franca Marghinotti, de la que los diccionarios no ofrecen mayores precisiones -si bien existen otras grabaciones suyas en las que
desempeña el rol de Azucena (también con Lauri Volpi en la misma sede holandesa, unos días más tarde), o los más modestos de Alissa
(de Lucia di Lammermoor con Moffo) y Servia en la Lucrezia de Respighi- resulta una aceptable Leonora, junto al excelente Alfonso XI
de un apenas treintañero Rolando Panerai -que ese mismo año había cantado en Bilbao el Marcello de Bohème y el Valentin de Faustoy el menos conocido pero interesante Baldassarre del argentino Jorge (aquí Giorgio) Algorta, que en su día grabara algunas zarzuelas de
Sorozábal junto a Kraus. Lauri Volpi presta a Fernando, un rol infrecuente en su cronología y su discografía, el aura de su personalidad,
pese a las limitaciones arriba apuntadas. Completan la grabación cuatro fragmentos con casi media hora de una interesante versión
francesa de la obra, fechada el mismo 1954, a cargo de muy estimables cantantes franceses, la mezzo Simone Couderc, el tenor Guy
Fouché y el barítono Charles Cambon, con la Orquesta Pasdeloup bajo la batuta de Jean Allain, lo que nos permite apreciar debidamente
la diferencia de tintas y estilos entre el original francés y las discutibles adaptaciones italianas posteriores. Una novedad discográfica,
pues, de considerable interés tanto para los donizettianos como para los admiradores del gran tenor de Lanuvio.
S.S.
GAETANO DONIZETTI (1797-1848): La Favorita / Rolando Panerai, Franca Marghinotti, Giacomo Lauri-Volpi, Giorgio Algorta, Johan van Haagen / Omroeporkest en Groot
Omroeokoor. Dir.: Arturo Basile (Grabación en directo, Amsterdam 6 de Octubre de 1954) / PONTO / Ref.: PO 1043 (2 CD) D5 x 2
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Los auténticos «Tres Tenores», Corelli, Di Stefano y Del Monaco, en sendas representaciones históricas rescatadas por MYTO
GIACOMO PUCCINI (1858-1924): La Fanciulla del West / Gigliola Frazzoni, Franco Corelli, Tito Gobbi, Enzo Sordello, Nicola Zaccaria / Orchestra e Coro alla Scala, Milano.
Dir.: Antonino Votto (Grabación en directo, La Scala, Milano, 1956) / MYTO / Ref.: 2CD061H110 (2 CD) P.V.P. Estecial: 10,95 euros.RUGGERO LEONCAVALLO (1857-1919): Pagliacci / Giuseppe Di Stefano, Clara Petrella, Aldo Protti, Luigi Alva, Enzo Sordello / Orchestra e Coro del Teatro Alla Scala. Dir.: Nino
Sanzogno (Grabación en directo, La Scala de Milán, 1956) / MYTO / Ref.: 1CD061H108 (1 CD) P.V.P. Estecial: 5,50 euros.GIUSEPPE VERDI (1813-1901): Ernani / Mario del Monaco, Leonard Warren, Cesare Siepi, Zinka Milanov, Helena Vanni / Orchestra and Chorus of the Metropolitan Opera House.
Dir.: Dimitri Mitropoulos (Grabación en directo, New York Metropolitan 1956) / MYTO / Ref.: 2CD061H107 (2 CD) P.V.P. Estecial: 10,95 euros.-
Un acontecimiento: el primer Anillo en estéreo
C
incuenta y un años ha tardado en salir de los archivos de Decca lo que iba a ser el primer
Anillo en estéreo jamás grabado. Eclipsado por la subsiguiente grabación en estudio de
George Solti -ahora mismo, una grabación clásica-, el ciclo de Bayreuth del año 1955 dirigido
por Joseph Keilberth, el Anillo perdido y recuperado, aparece bajo el sello TESTAMENT
sometido a rigurosos procesos de remasterización. Un sonido espectacular, pleno, limpio,
brillante, sorprendente. La plana mayor de la excelencia wagneriana, esa generación wagneriana irrepetible
que formaron Windgassen, Hotter, Varnay, Greindl o Kuen vuelve a surgir de las sombras para mostrarnos,
una vez más, a qué cotas llegó la excelencia artística de que eran capaces. Inicia Testament la andadura
presentando un Siegfried pleno, de sonido joven (la escena de la forja de Notung no tiene rival en ninguna
de las grabaciones existentes en lo relativo al entusiasmo), el primero de las cuatro joyas que irá presentando
a lo largo del 2006, presentado en una elegante caja con extensas notas. Ha llegado el momento de ajustar cuentas con el tiempo.
RICHARD WAGNER (1813-1883): Siegfried / Windgassen, Hotter, Varnay, Greindl, Neidlinger, Kuën, von Ilosvay, Hollweg / Orchester un Chor des Bayreuth Festspiele. Dir.:
Joseph Keilberth (Grabación en directo, Bayreuth 26 de Junio de 1955. Primera grabación discográfica. Sonido estéreo) / TESTAMENT / Ref.: SBT4 1392 (4 CD) D2 x 4
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Artículo por Miguel A. González Barrio próximo Boletín
Di Stefano
Corelli
A
bril de 1956 en la Scala de Milán. Dos tenores dominan el cartellone del legendario teatro: Franco Corelli la primera semana con
Dick Johnson de La fanciulla del West; Giuseppe Di Stefano como Canio de Pagliacci los últimos días del mes. El de Ancona, en su
segundo papel pucciniano debutado un año atrás en Venecia, impuso en primer lugar su imponente físico (en
personaje bien agradecible por ello) y luego por la opulencia de los medios y la virilidad del canto que combinaba con
momentos de íntimo y suave lirismo. Un papel de escritura más bien central con repentinos y fulgúreos ascensos al si
bemol y al si natural, convirtiéndose así en vehículo idóneo para el arte de Corelli quien, pese a ello, no lo llegó a cantar
posteriormente con la asiduidad deseable, aunque cuando lo hiciera contara con Minnies del atractivo de Maria
Caniglia, Dorothy Kirsten, Eleanor Steber, la malograda Marie Collier y la insuperable Magda Olivero. Igual que la
boloñesa Gigliola Frazzoni, su compañera escalígera, una soprano de auténtico colorido dramático, con un
temperamento acorde con su instrumento vocal y que hace de Minnie una considerable creación, como haría lo mismo
con Aida, Leonora de Trovatore, Santuzza, Butterfly, Tosca y Ginevra en la importantísima Cena delle beffe de Giordano.
El dúo amoroso viene redondeado por el pérfido sheriff de Tito Gobbi, maestro del decir, del actuar y del expresar. Para
completar la velada hay que mencionar al magnífico equipo de comprimarios del teatro milanés, entre los que
encontramos a los tan familiares Franco Ricciardi, Athos Cesarini, Latinucci, Gino del Signore, Morresi, la Amadini, Forti,
Coda y Tatozzi, que ofrece una lección de savoir faire, al lado del Sonora de Enzo Sordello (inmediatamente catapultado
al estrellato) y el Jake Wallace de Nicola Zaccaria, que por supuesto aprovecha para destacar en su nostálgica canción
La mia mamma che farà. En el foso, la solidez de un concertador de la formación de Antonino Votto. Aquellos años de
la Scala, cuando reinaba la Callas...
Nino Sanzogno, otro director de oficio y experiencia es el encargado de poner a punto los Pagliacci milaneses al
servicio del electrizante Canio de Giuseppe Di Stefano quien cantaba ahora en vivo un personaje previamente grabado
en estudio junto a la impresionante Nedda de Maria Callas unos meses atrás. Canio, personaje verista por antonomasia,
está descrito por Leoncavallo a través de grandes periodos cantables, de melodías seductoras y cálidas, entretejidas por
frases de cortante, agresiva dramaticidad. Di Stefano está así en su terreno, capaz de penetrar en la esencia de un
personaje tan amargado como brutal, fraseando con una imaginación y una claridad expositiva extraordinarias, desde
cualquier punto de vista analizable. Viene sostenido por un equipo acompañante de similar estatura, dentro del que
se halla la llamada «reina del verismo», «la Eleonora Duse de las sopranos», la milanesa Clara Petrella, que era
descendiente, por cierto de Errico Petrella, el compositor contemporáneo de Verdi (nacido también en 1813), autor
de El último día de Pompeya sobre la preciosa novela de Bulwer-Lytton. Luigi Alva repite su ya conocido y lujoso
Beppe que canta como pocos la bellísima serenata de Arlequín; Aldo Protti es el retorcido y tosco Tonio que se desea
escuchar y Sordello un Silvio de amplia potencial vocal. O sea, un reparto de excepcional distribución, uno de los
mejores que entonces reunirse pudieran. Es decir, La Scala de nuevo a su mayor nivel.
Corelli y Di Stefano, ¿dónde estaba entonces el «tercer» tenor italiano? El de ese triángulo isósceles trazable con vértices geográficos en
Ancona, Catania y Florencia, es decir, Mario Del Monaco. El florentino no estaba lejos, concretamente en Niza a punto de viajar a Madrid
para cantar con Enriqueta Tarrés Otello en el Teatro Calderón, y luego trasladarse con el Moro verdiano a San Sebastián (con Maria Curtis
Verna) y Bilbao (con Regine Crespin). Y dispuesto enseguida a dar el salto trasatlántico a Rio de Janeiro, Chicago y Nueva York, donde
clausurando 1956 repondría en el Met -en el que no se escuchaba desde 1921, entonces con Ponselle, Martinelli, Danise y Mardones- el
Ernani verdiano. Noche de lujo en el viejo teatro de Broadway, una década antes de su traslado al Lincoln Center, donde guarneciendo al
célebre tenor florentino se reunió a lo más selecto de los equipos neoyorkinos: Zinka Milanov, Leonard Warren y Cesare Siepi, mientras
un joven James McCracken se encargaba del episódico Don Riccardo. En el foso, la flamígera batuta de Mitropoulos, que un año después
llevaría la juvenil partitura verdiana, con el mismo e insustituible Del Monaco, al Maggio Musicale Fiorentino, ahora con un reparto más
peninsular: Cerquetti, Bastianini y Christoff. El Met de aquellas noches ardió con el fuego verdiano, pese a que cierto crítico atacara
furibundo la Elvira de Milanov con el lacerante titular «Un Verdi joven para una Milanov vieja». Ello no impidió el triunfo de la velada,
donde al arte genuinamente verdiano de la soprano (madura o no) se sumaron el poderío vocal de Warren, la poderosa estatura de Siepi
y la avasalladora, vibrante, ardiente prestación de Del Monaco, logrando insertar esa ejecución entre las más distinguidas de la década
metropolitana. Dato curioso, en el acto final, en la fiesta de la boda de la pareja protagonista aparece un inesperado ballet (con algún tema
prestado por Macbeth), donde la presencia de las castañuelas al principio y al final, a más de alguna que otra intervención de la pandereta,
le dan un inequívoco aire hispano.
F.F.
Del Monaco
Scala y Met 1956
Nueva y muy satisfactoria versión de Daphne, una de las mejores óperas del último periodo del compositor bávaro
Strauss y las leyendas
R
ichard Strauss no tiene una mala ópera, y Daphne, pese a cierta leyenda desdeñosa por su insatisfactorio libreto, es a mi juicio la
mejor, junto a Capriccio, del período post-Hofmannsthal. Tampoco el libreto de Joseph Gregor es tan malo como se ha dicho;
simplemente, no está a la altura de la serie casi ininterrumpida de obras maestras que le escribió a Strauss el gran Hofmannsthal,
ni a la de la deliciosa adaptación hecha por Stefan Zweig (Die schweigsame Frau, La mujer muda) del
original de Ben Jonson. Y es que Strauss ha sido sin duda el compositor más favorecido por la fortuna en
la historia de la literatura operística.
Recomendado por Zweig, Gregor escribió tres libretos para el músico, sometiéndose con la docilidad
del hombre modesto y sin genio a las humillaciones que el compositor le dispensó con su habitual orgullo,
conocidas a través de la correspondencia que se cruzaron. Hay que decir, en disculpa de Strauss, que la
decisión más drástica impuesta al libretista (incluso contra la opinión de Zweig, consejero áulico de su
atribulado amigo Gregor durante los largos avatares de la escritura de Daphne) fue todo un acierto musical:
la obra se termina no con la gran escena coral de acompañamiento de la metamorfosis vegetal de Daphne,
que era la propuesta primera del tándem Gregor/Zweig, sino con el poema instrumental punteado por la
voz sin palabras de la protagonista, una de las páginas orquestales más hermosas del canon straussiano.
De Daphne, el aficionado recordará y -si la posee- hará bien en conservar como oro en paño la
extraordinaria versión de 1965 dirigida por Karl Böhm al frente de la Sinfónica de Viena y con un
inolvidable elenco vocal (la Güden, la Little, Wunderlich, James King, e incluso, en el pequeño papel del Pastor Segundo, un distinguido
Kurt Equiluz). Pero hay que saludar ahora la calidad de esta grabación del sello DYNAMIC, que también está tomada de una
representación en vivo; si la del maestro Böhm se hizo durante el Festival de Viena de 1964, en este caso se efectuó en junio del pasado
año 2005 en el Teatro de la Fenice, contando con su orquesta y coro titulares.
Stefan Anton Reck, que lleva la batuta en este nuevo disco comentado, subraya, con todos los medios que le ofrece la orquesta
veneciana, la filiación wagneriana de esta ópera, la más estática y monologal (después de La mujer sin sombra, claro) de la obra de
Strauss. Tras un buen arranque lírico, con el precioso preludio orquestal de evocaciones pastoriles, pronto interrumpidas por los agitados
acentos de la tragedia, Reck sirve en todo momento con eficacia el magnífico trabajo de sus cantantes. June Anderson no desaprovecha
ninguna de las muchas posibilidades de lucimiento vocal que le ofrece la partitura, y es justo asimismo destacar las prestaciones de los
dos tenores, Roberto Saccà (Leukippos) y Scott Mac Allister (Apollo), aun teniendo éste que resistir la comparación con el Apollo de
Böhm, una de las más inspiradas grabaciones que se conservan del gran James King.
Estupenda también resulta la Gea de Birgit Remmert, una madre tierra de sublimes tonalidades oscuras dando vida a ese papel de
«contralto profundo» que Strauss modeló en la Erda del Anillo del Nibelungo. Por último, y es la prueba del algodón de Daphne, Reck
logra una bella sonoridad y un intenso poder de sugerencia en la resolución orquestal de esta obra que confirma lo que nunca debería
olvidarse: el inmenso talento operístico que el compositor de Munich mantuvo en plena capacidad hasta el final de sus días.
Leopoldo Baroja
RICHARD STRAUSS (1864-1949): Daphne / June Anderson, Roberto Saccà, Scott Mac Allister, Daniel Lewis Williams, Birgit Remmert, Dominik Eberle, Stefano Ferrari, Giuseppe
Accolla, Emanuele Pedrini, Liesi Odenweller, Dorothee Wiedmann / Orchestra e Coro del Teatro la Fenice di Venezia. Dir.: Stefan Anton Reck (Grabación en directo, Venecia,
Junio de 2005) / DYNAMIC / Ref.: CDS 499/1-2 (2 CD) D2 x 2
Julia Varady protagoniza una Traviata berlinesa dirigida por López Cobos
Una flor herida
D
espués de las grabaciones (en vivo) de su Leonora de Il Trovatore y su Aida,
y a la espera de que aparezcan algún día completas su Abigaille de
Nabucco, su Leonora de la Forza o su Desdemona (de las que conocemos
fragmentos), nos llega ahora otro de los grandes personajes verdianos de Julia
Varady, como es el de Violetta Valéry en La Traviata, papel que abordó en la
Deutsche Oper de Berlín en 1984 y al que volvería una década después en la
Ópera de Munich, en una puesta en escena de Günter Krämer que convertía a la
heroína de Alejandro Dumas hijo en un personaje de un drama existencial de
Ibsen o Strindberg.
Desde el comienzo de la obra, la voz de Julia Varady expresa la enfermedad, el
dolor, la urgencia del personaje, pero también cierto distanciamiento, como si tuviera miedo a abrir realmente
su alma. Incluso en el «Sempre libera», rutilante, con «do» sobreagudo incluido, parece que renunciara a
dejarse llevar por el placer. En su enfrentamiento con Germont alcanza momentos realmente trágicos, y es
conmovedor el hilo de voz con que responde a las acusaciones de Alfredo en el acto III. Al final aparece
transfigurada, ya como en el más allá, pero al mismo tiempo aferrada a la vida, mientras declama las líneas del «Parigi, o cara» como si
no creyera en la posibilidad de un futuro feliz. Un profundo trabajo psicológico, que tiene su perfecto reflejo dramático y vocal, y que
nos permite ver al personaje, incluso sin la escena.
La dirección musical de Jesús López Cobos, por aquellos años máximo responsable musical del entonces primer teatro berlinés,
combina la elegancia y el sentido dramático, sin el menor atisbo de vulgaridad. De buena línea y grato timbre es el Alfredo de Franco
Tagliavini, tenor italiano que realizó una muy considerable carrera (grabó el Te Deum de Berlioz con Colin Davis para Philips y La Vestale
de Spontini junto a Rosalind Plowright para Orfeo). Muy bien también el Germont de Leo Nucci, excelente de voz y de expresión, y
adecuados los secundarios (Tomislav Neralic como Douphol, Klaus Lang como D’Obigny, Ivan Sardi en el Doctor Grenvil, Ruthild Engert
como Flora y la donostiarra María José Brill en Annina). Es una lástima que el sonido no sea muy bueno, con las voces un tanto en
segundo plano y la orquesta sin excesiva definición, a pesar de lo cual es de indudable adquisición para todos los varadianos.
Además, como generoso bonus se incluyen una conmovedora «Canción del sauce» y «Ave María» de Otello, donde la soprano
rumana cincela cada frase con ese arte insuperable que logra que una pieza tantas veces oída suene como si la escucháramos por primera
vez, y dos extractos de Don Giovanni, entre los que destaca un sensacional «Non mi dir».
Rafael Banús Irusta
GIUSEPPE VERDI (1813-1901): La Traviata / Julia Varady, Franco Tagliavini, Leo Nucci, Tomislav Neralic, Klaus Lang, Ivan Sardi, Ruthild Engert, Maria José Brill, Loren Driscoll
/ Orchester und Chor des Deutchen Oper. Dir.: Jesús López-Cobos (Grabación en directo, Berlín 30 de Abril de 1984) / PONTO / Ref.: PO 1042 (2 CD) D5 x 2
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ANDROMEDA exhuma un extraordinario primer acto de Valquiria con la recientemente desaparecida soprano sueca en plenitud
La joven Nilsson
H
ace casi dos años comenté en estas páginas un excelente Oro del Rin de Hamburgo (GEBHARDT), y llamaba
la atención sobre esta interesante veta del Elba, poco explorada. Poco después apareció en compacto un
Holandés con Hotter. Andromeda, joven y pujante sello, desempolva un primer acto de La Walkyria de 1953,
apenas conocido. Circuló poco en LP, y a finales de los 90 lo editó en CD el sello
Bella Voce. Aunque no se indica en la documentación -es un decir- del disco,
seguramente la grabación es una de esas producciones radiofónicas, sin público,
destinadas a ser emitidas por la Norddeutscher Rundfunk (NDR), la Radio del Norte
de Alemania. Con estupendo sonido monoaural, de gran nitidez y presencia, este
disco documenta los comienzos de la carrera internacional de Birgit Nilsson (19182005), la gran soprano sueca fallecida recientemente. Por entonces se desempeñaba
como lírica -en 1954 cantaría Elsa en Bayreuth-, aunque en pocos años dio el salto
definitivo a soprano dramática. Su Sieglinde, vocalmente apabullante e impecable,
nunca me ha arrebatado. No es, obviamente, un problema de cantidad o calidad, de las que andaba
sobrada, sino de adecuación a un papel que, en mi opinión, no le iba, de personalidad, de expresión en
definitiva. En la segunda escena administra su generoso caudal y compone una Sieglinde apocada,
asustada del marido. En «Du bist der Lenz» exhibe unos graves que más adelante perderían apoyo y
volumen. La llegada de la Primavera no altera a una Nilsson que las da todas pero a la que le falta ardor,
el que derrochaba Rysanek, por ejemplo. Svanholm es un Siegmund experimentado, de voz no particularmente bella, que ha perdido el
brillo de antaño y se adelgaza ostensiblemente en el Fa. A pesar de los defectos apuntados, este Siegmund honesto, entregado y casi
cincuentón arrasaría en los escenarios de hoy. El Hunding de Greindl es difícilmente superable. Vocalmente imponente, es amenazador,
siniestro y con un punto histriónico -ese fafneriano «hüte dich wohl!»- muy eficaz. Hans Schmidt-Isserstedt, director no muy relacionado
con Wagner, fundador y titular de la Orquesta Sinfónica de la NDR de Hamburgo durante veintiséis años, dirige con pulso firme a la
joven formación, creada en 1945. Elige sabiamente los tiempos, respira con los cantantes y se luce en los breves interludios.
Miguel A. González Barrio
RICHARD WAGNER (1813-1883): Die Walküre (Acto I) / Birgit Nilsson, Set Svanholm, Josef Greindl / NDR Sinfonieorchester. Dir.: Hans Schmidt-Isserstedt (Grabación en
directo, Hamburgo 1955) / ANDRÓMEDA / Ref.: ANDRCD 9003 (1 CD) D13
BBC Music saca a la luz algunas tesoros de los últimos años del gran director francés
Todo está en Monteux
C
uando la London Symphony Orchestra ofreció a Monteux el puesto de director titular en 1961, el
anciano director francés próximo a los noventa años aceptó de inmediato pero puso una condición:
«tener un contrato de 25 años». Sin duda, Pierre Monteux (1875-1965) fue de esos directores que
nunca pensó en retirarse y que se mantuvo ligado a una orquesta hasta el final de sus días. A él deben mucho
varias agrupaciones americanas y europeas como la Boston Symphony, a la que reconstruyó en 1920, la
orquesta del Concertgebouw, de la que fue segundo director durante la época en que Mengelberg probaba
suerte en Nueva York, la San Francisco Symphony, a la que revitalizó y moldeó entre 1936 y 1952, o la
Sinfónica de París que fue prácticamente creada por él en 1929.
Hoy podemos seguir considerando a Monteux un director moderno e incluso actual. No sólo tenía un
gran conocimiento de los entresijos de una orquesta, al haber sido músico de orquesta antes que director,
sino que era afable y práctico con todos los miembros de cualquier agrupación y, por tanto, siempre conseguía excelentes resultados en
poco tiempo. Las orquestas le adoraban por ello y también por su extraordinaria técnica de batuta (admirada incluso por Toscanini) que
subdividía más de lo habitual consiguiendo una precisión rítmica extraordinaria.
Desde el punto de vista interpretativo, basaba su arte en la traducción sonora de las intenciones del compositor a la letra. Sin embargo,
ese espíritu afín a la literalidad y objetividad no estaba reñido en Monteux con un refinamiento y una expresividad desbordantes y todo
ello sazonado siempre con una concepción muy francesa del color y la atmósfera de cada compositor y partitura. Su famosa frase «todo
está en la música» o la modesta concepción que tenía de su labor no hacen sino agrandar la figura humana de este hombre de ojos
penetrantes y pequeña estatura.
La vinculación de Monteux con Londres a finales de los cincuenta y principios de los sesenta permitió a los avispados miembros de
Decca realizar con él algunas grabaciones inolvidables de Beethoven, Debussy, Dvorak, Elgar, Ravel o Sibelius en estéreo, aprovechando
la falta de interés por él de RCA. Sin embargo, se han conservado muchas otras grabaciones monoaurales inéditas de esos años que BBC
Music está sacando lentamente al mercado dentro de su serie «Legends». Tras varias entregas con versiones estupendas de Cherubini,
Beethoven, Schumann, Brahms, Berlioz, Strauss, Wagner, Falla o Stravinsky, le toca el turno ahora a Weber, Ravel, Pijper, Elgar o Chabrier.
A simple vista, la única grabación procedente de un concierto en vivo es una exuberante pero controlada versión de la Jubel-Ouvertüre
de Weber. La fuente utilizada procede de una cinta de sonido bastante aceptable conservada en la British Library que incluye todo el
concierto dirigido por Monteux el 24 de septiembre de 1963 en el Royal Festival Hall y que continuó con el concierto violinístico de
Sibelius con Isaac Stern y terminó con la Sinfonía nº 2 de Vaughan Williams. Los registros de Ravel y Pijper fueron realizados en los estudios
de la BBC y nos muestran la faceta más colorista de Monteux, con su forma tan inconfundible de hacer caminar las danzas de Le Tombeau
de Couperin.
Por su parte, las dos grabaciones finales son absolutamente extraordinarias y proceden de registros relacionados con sus grabaciones
para Decca. De hecho, aunque las Variaciones «Enigma» de Elgar fueron grabadas sin público en el Kingsway Hall londinense, la Fête
polonaise de Chabrier coincide en las mismas fechas de diciembre de 1963 en las que Monteux grabó allí los Nocturnos y el Preludio a
la siesta de un fauno de Debussy y quizá debamos a ello su extraordinaria calidad sonora monoaural. Monteux demuestra en ambas obras
esa mezcla de rigor conceptual, claridad expositiva y equilibrio emocional que le caracteriza, aunque no está exento de atrevimientos
expresivos derivados de su encanto mediterráneo. Escuchen, por ejemplo, la elegancia parisina con la que maneja el tempo al comienzo
de la Fête polonaise (corte 21; 1’02’’).
P.-L.R.
PIERRE MONTEUX dirige WEBER, Jubel-Ouvertüre / RAVEL, Le Tombeau de Couperin / PIJPER, Sinfonía nº 3 / ELGAR, Variaciones «Enigma» / CHABRIER, Fête polonaise de «Le
Roi malgré lui» / London Symphony Orchestra. BBC Symphony Orchestra. Dir.: Pierre Monteux (Grabaciones de 1961 a 1963) / BBC / Ref: BBCL 4172-2 (1 CD) D2
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El gran Klaus Tennstedt regresa al catálogo BBC
A
Wilhelm Kempff, protagonista de un
nuevo monográfico BBC Legends
Oportuno recuerdo
l escuchar cualquier registro dirigido por el maestro alemán Klaus Tennstedt (19261998), a la excelente impresión que invariablemente dejan se superpone una
sensación frustrante, al recordar que su sobresaliente calidad musical no tuvo el
reflejo merecido en una discografía muy valiosa pero corta en la que destaca su integral
mahleriana. Realmente, la carrera internacional de Tennstedt
apenas duró 20 años, más o menos de 1974 a 1994, y los
últimos se vieron condicionados por frecuentes cancelaciones
(puedo aducir mi experiencia personal en Edimburgo, en
1985) ocasionadas por problemas graves de salud.
De todo ello da cuenta David Patmore en sus notas de
carpetilla, y nos informa de que las dos obras recogidas en este
CD de excelente sonido -como es habitual en estas «leyendas»
de la BBC- son novedad en la discografía de Tennstedt, pese a
tratarse de páginas de repertorio como la Séptima Sinfonía de
Beethoven y la Tercera de Brahms. En ambas apreciamos las
cualidades que le granjearon la admiración del público de uno
y otro lado del Atlántico: concepto clásico, coherente,
analítico, atento a la estructura sin pérdida del detalle; «tempi» movidos que mantienen
fluido el discurso musical, pero que dejan frasear con libertad a los solistas (precioso el
Poco allegretto brahmsiano); transparencia de la trama orquestal y claridad del
contrapunto, tal como podemos escuchar en el Allegretto de la Séptima; bello sonido
orquestal, cálido y transparente, con perfecto control de la dinámica en toda la gama y
sutil empleo del «rubato» cuando procede (las dos expansiones en el Andante de la
Tercera)… Y a todo ello se une la emoción y la inspiración que distingue a los verdaderos
artistas y hace que sus conciertos sean mucho más que una mera ejecución correcta. La
Filarmónica de Londres responde óptimamente a quien fue su director titular durante diez
años. Un hermoso CD, oportuno recuerdo de un gran maestro.
Roberto Andrade
KLAUS TENNSTEDT dirige BEETHOVEN: Séptima Sinfonía Op. 92. BRAHMS: Tercera Sinfonía Op. 90. Orquesta
Filarmónica de Londres. Dir.: Klaus Tennstedt; Grabaciones: Londres, 1983 (Brahms) y 1989 (Beethoven) / BBC /
Ref.: BBCL 4167-2 (1 CD) D2
BBC Music recupera a Menuhin y a Boult en vivo tocando el concierto de Elgar
Elgar maduro
Y
ehudi Menuhin (1916-1999) realizó tan sólo dos grabaciones en estudio del
Concierto para violín de Edward Elgar. La primera fue la famosa grabación en
Abbey Road para la Gramophone Company realizada en julio de 1932 bajo la
dirección del compositor y la segunda en Kingsway Hall en
diciembre de 1965 para EMI con Sir Adrian Boult en el
podio. Entre ambas hay importantes diferencias
interpretativas y sonoras, aunque la primera se cita siempre
como referencia tanto para el violinista como para la obra.
Sin embargo, también hemos conservado dos registros de
Menuhin tocando este concierto en directo con la
Filarmónica de Londres bajo la dirección de Sir Adrian Boult
de 2 de febrero de 1965 y de 8 de abril de 1969.
BBC Music publica ahora la primera de estas dos versiones
en vivo que fue registrada con asombroso realismo y calidad
técnica para la época en el Royal Festival Hall con su
acústica recién mejorada (la otra versión en vivo ha sido
editada por el sello Asdic). Se trata de una versión de gran
interés, no tanto para conocer la interpretación de Menuhin de este concierto, pues no
aporta mucho a la grabación en estudio realizada meses después, sino para disfrutar de
la intensidad y magia de sus interpretaciones en vivo. Especialmente sorprendente
resulta el dominio que exhibe Menuhin del rubato y la elegancia de su portamento,
supliendo con musicalidad cualquier limitación técnica o tosquedad sonora. La
«Cadenza (acompagnata)» es una estupenda muestra de ese virtuosismo rapsódico tan
característico de su madurez violinística (corte 3; a partir de 9’48’’) y también del
inteligente acompañamiento de Sir Adrian Boult (1889-1983). El CD se completa con
dos piezas de Elgar dirigidas por él y grabadas al final de su vida. Se trata de una toma
en vivo de los Proms de 1975 de la Introducción y Allegro, op. 47 y de un fragmento
de la música incidental para la obra teatral Grania y Diamand registrado en estudio en
1969. En ambas Boult da muestra de su elocuencia como gran intérprete que era de la
música de Elgar.
P.-L.R.
EDWARD ELGAR: Concierto para violín y orquesta en si menor, Op. 61 / Introducción y Allegro para cuarteto
de cuerda y orquesta, Op. 47 / Marcha fúnebre de «Grania y Diarmid», Op. 42 / Yehudi Menuhin, violín / London
Philharmonic Orchestra, BBC Symphony Orchestra. Dir.: Sir Adrian Boult (Grabaciones de 1965 a 1975) / BBC
/ Ref: BBCL 4170-2 (1 CD) D2
( 17 )
Arte supremo
E
n cierta ocasión, Wilhelm Kempff
advirtió a un admirador de su arte: «no
compre mis discos: vaya a mis
conciertos». Tal vez la cita no sea textual,
pero el sentido es claro y, sin que sirva para
cuestionar el enorme valor de la
discografía oficial de Kempff para DG y
Decca, sus conciertos -como los de todo
gran artista- ofrecían un algo más, un
impulso creativo, una libertad de
expresión, un abandono a la inspiración
del momento, propiciado todo ello por esa
inexplicable comunicación que se
establece en la sala de conciertos entre el
artista y su público. Salvo la Sonata K 332
de Mozart -que creo Kempff no registró en
estudio- ninguna pieza de este bello
concierto en la Universidad de Manchester
es nueva en su discografía. Pero la escucha
de la Sonata D960, última escrita por
Schubert, revive en el oyente actual una
magia que el disco de estudio raramente
capta. La versión es maravillosa, con ese
bellísimo sonido cálido, timbrado,
transparente,
ingrávido
(¿procede
realmente de un piano?) y esa capacidad
ilimitada, única, para transformar el
discurso
musical
en
un
canto
ininterrumpido que nos transporta a los
cielos. Las imperfecciones del último
tiempo -Kempff tenía entonces 72 añosapenas distraen y la reacción final del
público, entusiasta, nos hace lamentar no
haber estado allí entonces, aunque el aquí
y ahora que nos ofrece la BBC sea
subyugante. Algo parecido puede decirse
del Beethoven de la Opus 101, con esos
juegos de luz y sombra schumannianos
que dejan al oyente boquiabierto y con
una habilísima capacidad para materializar
el rigor arquitectónico beethoveniano en
una construcción elegante y esbelta,
obediente a una lógica que no admite
discusión.
Preciosa la Sonata K 332 mozartiana
-también ella puro canto y plena belleza
sonora- con el aliciente ya citado de la
novedad. Sus muy notables dificultades
son superadas por Kempff a «tempo» ligero
y sin accidentes. Dos Intermezzi
brahmsianos, especialidad de la casa,
concluyen una velada memorable.
R.A.
WILHELM KEMPFF interpreta Wolfgang Amadeus
Mozart, Franz Schubert, Ludwig van Beethoven &
Johannes Brahms / Wilhelm Kempff, piano (Grabado
en el Withworth Hall, Universidad de Manchester, 7 de
Octubre de 1967) / BBC LEGENDS / Ref.: BBCL 41692 (1 CD) D2
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