Escandinavia - Natxo Arregi

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Junio 2008
Escandinavia y
fiordos
Natxo Arregi
2
ÍNDICE
Página
4
1 Los países más ejemplares del mundo
2 En busca de imágenes paisajísticas.
Hacia el norte. Lieja y Copenhague
8
3 Malmö y Göteborg. Llegamos a Oslo
13
4 Fiordos – 1. Las primeras maravillas y Bergen.
18
5 Fiordos – 2. Agua – 1.
Túneles, puentes, ferrys y glaciares. Hasta Stryn
6 Fiordos – 3. Agua – 2
Tocamos cielo: Geiranger, Alesund
7 Trondheim. Ruta 17.
Agua - 3
8 Bodo. Llegada a las islas Lofoten
23
28
35
39
9 “Las islas más bellas del mundo”.
Hasta Kiruna
10 Laponia y costa sueca del golfo de Botnia.
De Kiruna a Umea.
11 Umea – Hoga Kusten – Norrfallssviken – Sundsvall – Uppsala – Stockholm
44
12 Stockholm y Nörkoping. Los amigos del sol
57
13 La vuelta en tres días
62
14 Sociedad y modelo escandinavo
68
3
49
53
LOS PAÍSES MÁS EJEMPLARES DEL MUNDO
L UNES, 9 DE JUNIO DE 2008
Para empezar, esto va de índices.
PIB por persona, ingreso promedio anual de los ciudadanos de un país, la variable más universalmente apreciada y la que proporciona el ranking más valorado en la competición internacional. Ser ricos en ingresos es
lo que más apetece la ambición humana, quiere decir. Pues bien, los 3 países que vamos a visitar son de los
muy destacados en tal clasificación:
Año 2005 PIB por persona (en $)
63.918
Noruega
47.769
Dinamarca
39.637
Suecia
PIB por persona (en $ ppa)
Puesto en el ranking mundial ($ ppa)
41.420
33.973
32.525
3
8
13
Este alto grado de riqueza y de capacidad de compra se confirma igualmente si tenemos en cuenta los otros
dos países considerados como escandinavos, Islandia y Finlandia, que ocupan los puestos 4 y 14, respectivamente.
Otros, sin embargo, prefieren, preferimos, el índice IDH (Índice de Desarrollo Humano) que calcula el PNUD.
Es más completo, pues incluye ponderadamente, al lado de PIB por persona, la salud (en términos de esperanza de vida) y la formación (en términos relativos de alfabetización y matriculación en todos los niveles
educativos) de los ciudadanos. Es, por tanto, más significativo a la hora de medir lo deseable desde el punto
de vista del desarrollo de las capacidades humanas básicas. Pues bien, los países escandinavos todavía mejoran su posición, en el ranking mundial de capacidades, sobre el que ya tienen por sus ingresos:
Año 2005
Noruega
Dinamarca
Suecia
IDH
Posición
Posición en PIB por
persona
Posición en Esperanza
de vida
Posición en formación
0,968
0,949
0,956
2
14
4
3
8
13
12
31
6
6 (junto a otro país)
1 (junto a otros 4 países)
13
Tampoco Islandia y Finlandia, que ocupan los puestos 1 y 11, son menos eficaces a la hora de desarrollar las
capacidades básicas de sus ciudadanos.
Quedamos algunos que desesperamos soñando en que la ONU se decida a incluir también algunas otras
variables más, especialmente la de igualdad de ingresos, salud y formación, en la definición de Desarrollo
Humano. Si atendemos a la variable Igualdad de Ingresos, medida en términos inversos al Coeficiente de
GINI, los países escandinavos se sitúan en la escapada de cabeza de carrera, con una buena ventaja sobre la
inmensa mayoría del resto de competidores
Año 2000
Noruega
Dinamarca
Suecia
Coeficiente de GINI
Posición mundial
25,8
24,7
25,0
5
1
3
4
En conclusión, parece que, cualquiera que sea la variable apetecible elegida, los países escandinavos se sitúan siempre en cabeza del pelotón mundial.
¿Quieres que no haya pobres?. Pues vete a Suecia, Noruega, Finlandia o Dinamarca que ocupan los lugares 1,
2, 4 y 5 respectivamente, es decir, la foto finish del sprint mundial de países con menos pobres.
¿Quieres que los gobiernos inviertan en salud pública?. Acércate a Noruega, Suecia y Dinamarca, que ocupan
los lugares 4, 6 y 8 en la clasificación mundial del porcentaje del PIB destinado a Sanidad Pública.
¿Te gusta que los gobiernos se preocupen por la educación pública?. Tendrás que ir a Dinamarca, Noruega y
Suecia, pues ocupan los lugares 1, 3 y 4 entre los países desarrollados en cuanto a porcentaje del PIB que
dedican a la educación1.
¿Te escandaliza lo poco que dedican a la asistencia al desarrollo los países ricos?. Acude entonces, para reconciliarte con la raza humana, a Suecia, Noruega y Dinamarca, que son los países 1º, 2º y 5º más generosos
en este tema.
¿Consideras que lo más importante es el pleno empleo?. Pues corre a Islandia, Noruega y Dinamarca, que
ocupan los lugares 1, 3 y 7 entre los países de la OCDE con menos desempleo (menos del 4% de la población
activa en los tres casos), si bien Suecia y Finlandia se van lugares más modestos con un paro del 7 y del 7,7%
de la población activa, respectivamente. Esto en el año 2006, en el que España se vanagloriaba de haber
reducido el paro al 8,5% ...
¿Estás convencido de que la igualdad de género es lo mejor para la sociedad?. Corre entonces a Noruega,
Suecia y Dinamarca, 3º, 5º y 11º del mundo en acercarse a ella.
¿Piensas que los gobiernos y las instituciones deben potenciar esa igualdad?. Pues Noruega y Suecia tienen
las dos mejores notas del mundo y Dinamarca ocupa el 4º lugar.
¿Crees que las mujeres deben ganar igual que los hombres?. Pues has de saber que Suecia, Noruega y Dinamarca son los tres países del mundo que más cerca están de ese ideal, en los puestos 1, 2 y 3, precisamente.
¿Te gustaría vivir en los países que son vanguardia del mundo al ser los primeros que aplicaron los más adelantados convenios internacionales sobre derechos humanos y laborales?. Pues no lo dudes, los tres países a
donde vamos han estado siempre en esa vanguardia.
Si lo que te interesa es que el país no sea corrupto tendrás que ir a Noruega, a Suecia o a Dinamarca, porque
el primero es el 2º menos corrupto del mundo, el segundo el 4º y el tercero el 11º.
¿Eres un tecnoadicto?. Pues los cinco países escandinavos están en el pelotón más selecto del mundo en
cuanto a móviles o usuarios de internet por cada 1000 habitantes.
¿Planteas la conveniencia y la necesidad de invertir en I+D?. Pues son Islandia, Finlandia y Suecia las tres
primeras naciones del mundo en este tipo de inversión, mientras que Dinamarca, en el puesto 5, y Noruega,
en el 7, le siguen de cerca.
1
Hay algunas excepciones en los países en desarrollo, como Cuba, Bostwana, Lesoto y Yemen, e incluso algún estado isleño ínfimo,
que superan las mejores cifras de los países desarrollados en este particular aspecto.
5
La lista de los extraordinarios rendimientos sociales y humanos de los países escandinavos es interminable y
apabullante.
Sí, sí ..., podría uno pensar, son muy adelantados. Pero, ¿son felices?.
Ni por esas. Creíamos haber cazado el fallo decisivo, pero cuando preguntamos a quien mejor investiga en el
mundo sobre este aspecto trascendental, la World Database of Happiness, hay que frotarse los ojos para
reconsiderar los prejuicios y admitir los datos: Dinamarca ocupa el primer lugar del mundo, Islandia el cuarto, Finlandia el quinto, Suecia el sexto y Noruega el treceavo. En todos ellos sus ciudadanos consideran globalmente su felicidad y le ponen una nota media de más de 7,6 en todos los casos. Es decir, que, aunque a
nosotros, los bendecidos por el clima y el sol, ilustres y presuntuosos portadores de la gracia y la vitalidad
mediterránea, nos resulte incomprensible una vida feliz en unos territorios fríos y que permanecen en la
penumbra o la oscuridad la mitad del año, resultan ser también, mira por donde, los países más felices del
mundo. O, puestos a ser puntillosos y a autodefenderse pensando que sarna con gusto no pica, así lo sienten
subjetivamente y lo expresan conscientemente sus ciudadanos.
Finalmente, no me resisto a incluir una última y sorprendente guinda final a esta interminable lista de excelencias escandinavas. Recuerdo siempre la especie de envidia y admiración con la que mis compañeros de
estudios, allá en los años 60 en Madrid, hablaban de los “chicarrones del norte”. Fama de fuertotes y altos
que teníamos los vascos, que los procedentes de otras regiones españolas reunidos en las residencias universitarias madrileñas, manifestaban como expresión de nuestra riqueza diferencial, buen comer y mayor
nivel de desarrollo, entonces. Hoy se acabó esa ventaja, porque la estatura de todos los españoles se ha
igualado mucho, felizmente, ya que eso indica una cierta igualación de los niveles de vida. Pues, en efecto,
las pruebas de que la altura media de los individuos de un país está relacionada con la alimentación y el nivel
de desarrollo, son incontestables: japoneses jóvenes bien alimentados que crecen mucho más que los viejos
que pasaron penurias, alemanes del este que resultan ser algo más bajos que los del oeste tras décadas de
socialismo de estado, coreanos del norte considerablemente más bajos que los del sur2, el hecho de que el
europeo medio mida hoy día 20 centímetros más que hace 150 años, africanos negros estadounidenses más
altos que los africanos residentes de los países de donde provienen aquellos, etc. Pues bien, en el mundo de
la primera década del tercer milenio, resulta que son los hijos e hijas de Holanda y de los países escandinavos, ¡casualidad!, los humanos más altos del globo, bastante por encima, incluso, de los estadounidenses3.
Yo, desde luego, que soy más bien alto en Bilbao, me sentiré completamente normal en Escandinavia.
No hace falta más, por tanto. Más bien, sobra ya. Nos dirigimos a tres de los países más ejemplares del mundo. En consecuencia, voy con respeto y también a aprender un poco de quien está en condiciones de ilustrar
al resto del mundo en la carrera de todos hacia lo mejor del desarrollo humano.
Además, desde que leí a Jacques Attali, sé que hay mayor mérito, en el sentido de que es menos frecuente,
en el contento por los éxitos y la felicidad ajena que en la compasión por los fracasos y las desgracias de los
demás. Sin que lo uno quite a lo otro, obviamente, es bueno alegrarse de que en el mundo haya países con
2
Este ejemplo, y otros similares, es particularmente negativo para quienes aseguran que la altura está muy fuertemente determinada por el fondo
genético. En unas pocas décadas es imposible que cambie tanto el sustrato genético de los coreanos, hasta hace muy poco miembros del mismo país.
Sin embargo, hoy día, los jóvenes de 16 años de Corea del Sur superan en ¡15 cms.! a los de la misma edad de Corea del Norte.
3
No sólo holandeses y escandinavos son más altos hoy día que los estadounidenses, sino también los europeos en general. Hay un fenómeno sin explicar en el estancamiento de la altura media de estos últimos, mientras que la de los demás sigue creciendo. La altura de los individuos es el resultado de
múltiples y complejos factores aún no completamente puestos al descubierto.
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tan buenos resultados. Alegrarse por ellos y por lo que puedan servirnos para emularlos. Así que intento ir
alegre a ver el éxito. Y a aprender algo si va al caso.
7
EN BUSCA DE IMÁGENES PAISAJÍSTICAS.
HACIA EL NORTE: LIEJA Y COPENHAGUE
L UNES Y MARTES , 9 Y 10 DE JUNIO DE 2008
La que no suele fallar es la naturaleza. Cuando alcanza la excelencia y se muestra espléndida, así se nos descubre una y otra vez, tantas veces como acudamos a ella. A mi Amigo y a mí nos ocurre que la naturaleza nos
alegra y nos cautiva, como el arte. Y cuando muestra tanto oficio en componer paisajes extraordinarios, fiordos y costa atlántica noruega en la retina, el himno que nos llama es tan irresistible como el que embaucó a
Ulises. De hecho hay paisajes noruegos que guardo celoso en mi parca memoria. Y que recupero, miro y
observo en mi imaginación como un usurero su caudal de monedas, como un pirata sus tesoros, como un
enamorado la foto de su amada.
Somos ya mayorcitos y estamos cerrando ya nuestro ciclo de descubrimientos tanto como preservando
nuestro patrimonio de hallazgos. Los fabulosos paisajes noruegos pertenecen a este segundo apartado. Visitados ya más de una vez, la repetición ahora es una manera de renovar y de hacer persistir un alegre placer,
por otro nombre belleza, en su versión de paisaje natural nórdico. Ahora, una vez de vuelta del viaje, me doy
cuenta de que ésta, esa belleza, es insaciable, pues volvería allá de donde acabo de venir en cuanto algo o
alguien me diera el pretexto para hacerlo.
Por tanto, no es incierto que vaya a Escandinavia a ver sus excelencias sociales y humanas pero confieso que,
sobre todo, voy a llenar mi cesta de frutas paisajísticas, a hacer mi cosecha de hermosísimos escenarios naturales, sea dicha la verdad.
El caso es que Noruega está lejos, o nosotros lejos de Noruega, tanto da, y conviene aprovechar esa circunstancia para alimentar otros apetitos. En particular, Copenhague y Estocolmo son dos ciudades magníficas,
entre las más bellas y agradecidas del mundo. Así que no vamos a desaprovechar la ocasión. Y en lo que separa Bilbao de aquello hay mucha Europa por picar, siquiera en pequeñas migajas. Hemos decidido que es el
coche el que proporciona la posibilidad de hacerlo y, si hay que aportar alguna razón adicional, las insolidarias emisiones de CO2 que lanzará nuestro coche serán menores que las que nos corresponderían por las que
hubiera soltado el avión que nos hubiera trasladado a Oslo. Además, el coste económico de la operación
tampoco es mayor, sino menor. A ninguno de los dos nos cansa demasiado conducir con la ventana del parabrisas desplegando el mundo para que lo disfrutemos. Hecho, allá vamos, a cabalgar sobre ruedas miles de
kilómetros europeos.
De los distintos itinerarios posibles hemos elegido uno de ellos. Hoy nos tocan casi 1.300 kilómetros de autopistas para adentrarnos en la Valonia belga y recalar en Lieja. Es ésta una ciudad complicada, entre colinas
que llegan a su centro y meandros y revueltas del Meuse, el río por el que discurren los barcos turísticos y las
gabarras cargadas hasta los topes de mineral. Centro de una poblada región metalúrgica, los bosques naturales llegan hasta el centro de la ciudad y a poco que te despistes deambulando por ese centro puedes encontrarte en un descampado rodeado de nuevos núcleos de población de la aglomeración. La última vez que
pasé por aquí encontré una Lieja muy decaída tras la crisis siderometalúrgica de los años 70 y 80. De ser una
ciudad rica había pasado a ser una ciudad pobre y, ya que estamos en un país rico y solidario, dependiente.
Eran los flamencos belgas enriquecidos los que tenían que sostener con ayudas las amplias zonas valonas en
crisis del carbón y del hierro, antiguos emporios económicos, entre ellas esta conurbación de Lieja. Hoy día
los flamencos parecen cansados de soltar impuestos y pugnan por independizarse o por aliviar la carga a que
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obliga la solidaridad nacional. Ocurre así con todos los ricos: en cuanto tienen que soltar la panoja para proteger a quienes padecen penurias, dan en desarrollar proyectos independentistas a poco que otras circunstancias suministren los pretextos pertinentes. En este caso los hay en forma de lengua, de tradiciones y hasta de paisaje y caserío, claramente diferenciados entre Flandria y Valonia. No sé qué será de Bélgica y de su
difícil unidad, pero si este corazón europeo que aquí palpita no es capaz de compartir solidaridades estatales
me temo que la cohesión europea sufrirá un plus de divisiones y enrocamientos.
Bien, el caso es que nuestra impresión de Lieja, hoy, es distinta de mis recuerdos. La ciudad luce remozada y
limpia a estas altas horas de la tarde, cerca de la anochecida, nada que ver con las negruras, los polvos y los
desconchones de los años 80. Quiere decir que las ayudas flamencas no han sido inútiles, que el nicho
económico del hierro se ha recuperado –gracias, China e India-, que hay antiguas fábricas siderometalúrgicas
renovadas y puestas a la última en
tecnología, y que la ciudad ha diversificado su economía, o espabilas o
feneces. La recuperación ha comenzado y se nota.
Nuestro paseo por el centro de la
ciudad es, entonces, grato y optimista. Otra ciudad recuperada y con la
mirada puesta en el presente y en el
porvenir, otros ciudadanos que dejan
de llorar el pasado. Otros lamentos
que se convierten en aspiraciones y
proyectos.
Mañana nos toca correr por las autopistas holandesas, primero, y las
alemanas, después. En los alrededores de Venlo hay obras que nos sacan a otros itinerarios menos rápidos y
la región del Ruhr está, a pesar de su prolija red de autopistas, como siempre, un tanto colapsada. Luego
corremos raudos hacia Hamburgo, que circunvalamos, lo mismo que Lübeck, hasta el cercano ferry de Fehmarnbelt. Es un martes cualquiera de principios de Junio, pero la cola es más que considerable y eso supone
otro retraso para la hora del embarque. No
importa. Proclamo mi devoción por los
puentes, que cada vez los hacen más bellos
y que siempre proporcionan las mejores
perspectivas, pero lo que siento por los ferries cortos es casi idolatría y este viaje me
va a dar numerosísimas ocasiones para esa
adoración. Este es el primero de la larga
serie, luce por un momento el sol, que se ha
mostrado remiso hasta ahora, y las tierras
bajas, alemanas que se alejan y danesas que
se acercan, orlan el mar como una delicada
cenefa en el horizonte azul. Un momento
siempre esperado es el del monstruo pláci9
do y blanco del barco con el que nos cruzamos, que navega sin enturbiar la quietud del mar, este Báltico casi
siempre tranquilo, mientras las hélices dibujan esas largas nubes de aire alborotado en el agua, simétricas de
las de agua en el aire, de intensa y corta vida, que son las estelas.
La deliciosa campiña danesa nos espera, con sus campos de cereales y forrajes tan ubérrimos como abiertos,
ya que no hay bosques que impidan
a la vista extenderse cuanto quiera.
Túneles y puentes fastuosos, obras
de ricos, sirven para saltar de isla en
isla, de Lolland a Falsten y de Falsten
a Sjaelland, que es donde se asienta
la gratísima Copenhague.
Llegamos a la capital de Dinamarca.
Encontramos muy rápidamente el
hotelito con baño en el pasillo, destartalado y chapucero, que habíamos
reservado por internet, exactamente
el más barato de toda la ciudad, es
decir, carísimo. Tiene la ventaja de
que está bastante céntrico. Hemos llegado más tarde de lo previsto, pero aún conseguimos atrapar un poco
de la animación de la gran ciudad, que respira bajo un movido y oscuro manto de nubes que descargan tímidos chubasquillos entre un fuerte viento vivificante al que combatir con paso apresurado.
Hermosa y agradable ciudad.
En un bar precioso hay varias televisiones con el partido Rusia-España de la Eurocopa, y frente a una de ellas
un grupo de españoles entusiasmados que no se cortan un pelo a la hora de demostrarlo. Tranquilos, estamos en un país libre. España va ganando 2 a 0.
¿No es curioso el contraste entre nuestros prejuicios y
nuestros juicios?. Con la misma inconsistencia podemos
afirmar que los nórdicos son unos aburridos perfectos o
unos misóginos tristes, aunque cívicos, como aseverar
sin rubor que Amsterdam, Copenhague o Estocolmo son
unas ciudades espléndidas, animadas, divertidas y sumamente agradables, donde reina la libertad, el buen
vivir, la tranquilidad y un vivaz clima urbano tan atra-
yente como sosegado. Algo hay que no cuadra como
debiera. Pobladores aburridos, misóginos y tristes no
combina bien con ciudades alegres, divertidas y agradables, sumamente agradables. En todo caso, Copenhague tiene todo de esto último y hoy me ha parecido
que incluso también una buena dosis de empaque,
una apariencia que, si casi siempre es “guay”, a veces
10
tiene una presencia de “Ohlalá!”. El ayuntamiento, los palacios de Christiansbord, la antigua Bolsa, el palacio
de Amalienborg o la nueva ópera frente a este último, al otro lado del canal, son de esta última estirpe,
mientras que la sirenita, el Nyhavn, la larga y serpenteante Storget comercial, el Tivoli, o los bares y pubs son
del linaje guay del Paraguay.
Las ganas de estirar las piernas después de los largos kilómetros de coche deben añadirse a la capacidad de
deleitar a la ciudad. El caso es que salimos raudos como posesos a recorrer todo lo anteriormente citado.
Miento, a la sirenita no hemos llegado, pero es igual, ahí te mando un beso, preciosa, cuenta siempre conmigo. Sólo pensar en ella y ya me enternezco, como si fuera mi nieta.
Una boca de entrada del metro sirve de auditorio donde un buen coro canta como los ángeles. Concierto
gratis, mientras las bicicletas amigables descansan en silencio y sin que circulen coches que atruenen con sus
motores revolucionados.
El espectáculo de
las bicicletas, tan
extraordinario aquí
como en Amsterdam, es una de las
mejores representaciones de la democracia y la libertad.
Democracia
porque todas son
de muy parecida
clase y calidad y
todos y todas, ricos y pobres, autóctonos e inmigrantes, la montan por igual. Libertad porque la desenvoltura con que lo hacen así la sugiere. Pueden ir de etiqueta o de buzo, con traje de noche –no es exageración- o
traje de baño, con faldas o bombachos, la madre llevando al hijo en el manillar o el padre tirando del cochecito-remolque con su par de bebés. Tampoco las faldas o los escotes, segmentos del vestuario femenino con
mucha tendencia a la indiscreción, dada la posición y el movimiento en la bicicleta, son valladar para impedir
su uso. Es un vehículo que, contra todos nuestros prejuicios, es útil en toda o casi toda circunstancia. Mañana, cuando paseemos la ciudad camino de Christiania, coincidiremos con el horario de entrada al curro y nos
cruzaremos con ejércitos de innumerables ciclistas camino de sus puestos de trabajo. Amenazará lluvia y
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hará viento y más bien frío. Pero para estos daneses y danesas debe ser la promesa de un día estupendo,
porque van en plan casi playero. Sólo algunos agoreros llevan un impermeable contra las finas gotas que ya
se cuelan hasta el suelo, aunque el viento apenas deja mojarlo porque lo seca rápidamente.
Christiania, el barrio hippie. Va la tercera o cuarta vez que le tomamos el pulso, casi desde cuando empezó,
allá por la década del 70 del pasado siglo. En su día, cualquier año de la última década de la dictadura franquista, flipábamos de que las autoridades de una ciudad dejaran las manos libres a un grupo de activistas
hippies para fundar esta “ciudad libre” en un amplio barrio bastante céntrico de la ciudad. Los ideales comunitarios, autosuficientes, fraternales, promiscuos y de impulso del placer, podrían al fin demostrar su capacidad para sustentar una sociedad o siquiera un experimento o proyecto de sociedad, contando para ello con
todo un barrio, con casas y edificios no completamente destartalados y verdes parques. Pero tras unos cortos años aquello empezó a degenerar rápidamente. Lo que era combate contra la ansiedad y el exceso de
presión social se convirtió en desidia y apatía, el comunitarismo se trocó en individualismo y egoísmo y lo
que quería ser una reivindicación del placer y de la libertad se tornó en drogadicción y degeneración. En
algún momento lo hemos visto convertido casi en un estercolero. Cada cierto tiempo son las autoridades de
la ciudad de Copenhague las que deben intervenir para erradicar la droga, lo que consiguen a medias, probablemente con el consentimiento tácito de muchos de sus moradores, pero desautorizando con cada intervención la autoridad de los líderes de la comuna, incapaces de solventar el problema. Hoy día la “ciudad
libre” de Christiania presenta un aspecto regular, peor que su entorno, pero algo mejor que en otras ocasiones, no se sabe si gracias en parte a que la policía interviene para detener la concentración del narcotráfico.
Sea como sea el barrio ha perdido buena parte de su sentido original. Allí viven muchos cuya principal razón
es tener un piso gratis que arreglan provisionalmente antes de poder financiarse el suyo propio en otro barrio mejor, siendo sustituidos por nuevas remesas en cuanto lo consiguen. Junto a ellos algunos hippies
auténticos que siguen intentando hacer algo y proponen algunos divertimentos alternativos, con una estética que sigue buscando alguna novedad. Como ya no es el pacifismo ni tampoco el placer lo que mola o la
novedad, la estética deriva en lo que me ha parecido una especie de ensimismamiento un poco infantil. Algunas paredes parecen más los garabatos que nos pide un psiquiatra que dibujemos para mostrar nuestra
personalidad, sin que por ello tenga nada que ver con el surrealismo. En todo caso, no lo que yo pueda detectar como propuesta más o menos asentada. Como no sean algunas casas bien cuidadas que podrían incluso ser tomadas como la expresión de una nueva generación de hippies-yuppies, si es que eso tiene algún
sentido.
Finalmente, tampoco faltan unos cuantos tirados, más de la cuenta, excrecencias de la ciudad sumidos en el
alcohol y la droga, que intentan reírse de la vida en vez de llorar por la suya.
Con todo, he encontrado Christiania mejor que la última vez que anduve por aquí.
12
1. MALMÖ Y GÖTEBORG. LLEGAMOS A OSLO
M IÉRCOLES , 11 DE JUNIO DE 2008
Todavía nos queda una buena tirada hasta Oslo, allí donde comienzan los objetivos paisajísticos del viaje.
Tras visitar Christiania no nos encaminamos hacia Helsingor, el tradicional punto de embarque para atravesar el estrecho de Oresund que separa Dinamarca de Suecia, sino hacia el nuevo puente de este nombre,
inaugurado en el 2.000. Antes de entrar en sus dominios revoloteamos un poco por el aeropuerto de Kastrup
y los muy bellos edificios de sus terminales. El puente de Oresund es en realidad un Túnel-Puente que hace
un total de unos 18 kilómetros para unir los dos países y crea una nueva ruta internacional europea, uniendo
por fin los dos partes de la UE separadas por el Báltico. Ambos, primero túnel y luego puente en dirección
Suecia, son soberbios. Para hacerse una idea de las dimensiones basta advertir que el vano central del puente tiene casi 500 metros de largo (cabrían 4 campos de fútbol a lo largo), que la altura de los pilares supera
los 200, 50 más que la torre Picasso, y que por debajo del tablero central podría pasar una gabarra cargada
con una rascacielos de 17 pisos.
El túnel-puente tiene una carretera de 6 vías y una línea férrea debajo de ella que une Malmö y Copenhague
cada 20 minutos, la cual, si vas sólo, es más barata que el peaje de coche, muy caro. Total, que la gente se
traslada en tren convirtiendo a la ciudad sueca de Malmö en un exurbio satélite de Copenhague. Con todo,
el éxito del puente es mayor que el del Eurotúnel de La Mancha, porque éste no permite la circulación de
vehículos, que hay que cargar en el tren, y porque es bastante más caro que el ferry correspondiente entre
Calais y Dover, lo que no es el caso aquí. El peaje es, como he dicho, muy caro, pero más o menos igual que
lo que costaba el ferry ya desaparecido. Sólo se conserva, y a medio gas, el de Helsingor-Helsingborg.
Una curiosidad: a la entrada del túnel hay una placa conmemorativa que habla claramente de Cádiz. ¿Cádiz?.
Miro en Internet y resulta que el túnel se construyó con secciones de hormigón prefabricadas, construidas
en esta ciudad andaluza. Una vez más se tiene la impresión de que el transporte no cuesta, dice mi Amigo.
Petróleo regalado. Hubo que traer una a una las innumerables e imponentes secciones, cargadas en grandes
barcos, desde Cádiz hasta aquí, a 3.500 kilómetros de distancia marina, y aún resultó, al parecer, la mejor
opción.
El otro interés de este gran puente es que permite ver, a lo lejos, el gran rascacielos que Calatrava ha construido en Malmö. El bellísimo edificio, inspirado en la torsión del cuerpo humano, el Turning Torso, es una de
las obras que más me gusta de este arquitecto. Hoy hace un día nuboso y neblinoso y apenas se distingue en
la lejanía. Malmö es una ciudad con un pasado industrial que perdió una grúa gigantesca, una famosa llamada “Grúa Kockum”, que era el símbolo de la ciudad por su impacto en el skyline de la misma. Tan es así que,
al perderla, se quiso que un gran rascacielos la sustituyese en esa función de símbolo de la ciudad y elemen13
to enfático de su perfil. A mi juicio el
rascacielos es bellísimo, pero tanto descuella en la silueta horizontal y modesta
de la ciudad, que la sustituye o la tapa.
Malmö desaparece y en su lugar se eleva
otra ciudad vertical con algunos edificios
bajos, súbditos que la adoran, inclinándose ante ella. No hay un nuevo skyline
de Malmö, sino un skyline de la torre en
sí misma. Estaría mejor sin Malmö, o
mejor Malmö sin ella. Hay una discordia
entre la ciudad y su símbolo, creo advertir.
Malmö es una crecidita ciudad media
extendida entre canales y parques en la ribera oriental del estrecho de Oresund, con una “ciudad vieja” en
su centro, que de vieja poco. Es miércoles a media mañana de un día frío, gris y lluvioso y apenas hay nadie
en sus calles, sin que dé la impresión de que todo el mundo esté trabajando. Más bien parece que está de
vacaciones en algún otro lado de la costa sueca. La ciudad es agradable y su centro paseable. Lo mejor, las
riberas del canal central y las inmediaciones de la iglesia y la plaza central.
El coche nos lleva después por los
largos kilómetros de autopista
hasta Göteborg. La campiña sueca está espléndida en esta primavera tardía, a punto de comenzar
el verano. Hay buenas granjas,
siempre pintadas de color minio.
La amplitud del paisaje, la configuración de las granjas, ese color
minio tan difundido y el despliegue de las casas de campo de
madera me recuerdan de nuevo
la campiña norteamericana, sea
estadounidense o canadiense, en
su versión atlántica. En los cruces de la autopista y siempre que se levante una estación de servicio, nunca
falta un Mac Donalds, lo que también recuerda a aquellos países del otro lado del océano. Yo esperaba que,
dado el estancamiento de esta cadena de comida rápida en el mundo, esto se notara también aquí, pero mi
Amigo me hace ver lo contrario. Los tales establecimientos se hacen omnipresentes e incluso las señales de
tráfico nos señalan la distancia al próximo en la autopista, al lado del anuncio de la desviación a tal ciudad o
pueblo o seguido del anuncio de la distancia a la gasolinera más cercana. Este detalle me parece impresionante. Mac Donalds ha logrado establecerse como una institución social con la misma categoría de servicio
público para cubrir las necesidades del transporte que las estaciones de servicio. ¡Toma ya!. Los suecos esperan contar con buenas carreteras y eso incluye, además de gasolineras, Mac Donalds bien anunciados.
14
Göteborg es una ciudad de la que siempre espero más de lo que obtengo. Primer puerto de Escandinavia –
único grande que no hiela en invierno- y segunda ciudad de Suecia, sede de la Volvo y equidistante de las
tres capitales escandinavas (Oslo, Estocolmo y Copenhague), con las que
compite en población y economía,
siempre salgo con la impresión de
haberla visto en malas condiciones,
demasiado rápidamente o de no haber
acertado con los lugares más interesantes. Hoy me pasa tres cuartos de lo
propio. Si bien el paseo por el centro
nos resulta agradable, no acabo de
comprender esta ciudad. ¿Tal vez el
color demasiado severo de los edificios?. ¿Será que los grandes centros
comerciales vacían la ciudad?. Sé por
experiencia que las impresiones fugaces
pueden ser engañosas, así que no prejuzgo que en alguna próxima ocasión pueda reconciliarme con esta
importante urbe. Por ejemplo, aún no conozco el puerto y las riberas marítimas. Es que las autopistas te
echan un poco fuera de allí. Göteborg, como tantas otras ciudades, padece también de esta enfermedad tan
devastadora de los años gloriosos del siglo pasado: la autopistitis en su fase aguda de escalextrictis.
Tampoco conozco la zona de Bohuslan, que dejamos a nuestra izquierda camino de Oslo: millares de islitas
graníticas y fiordos en una accidentadísima costa llena de puertitos, de pueblitos pintorescos y de casitas de
madera. Siempre se me queda para la próxima ocasión.
Suecia y Noruega están llenos de campings con una profusa oferta de “hyttes”, es decir, deliciosos bungalows de madera, y utilizarlos es la forma de conseguir que el viaje por estos carísimos países no resulte imposible. Por eso vamos atentos mientras nos acercamos a Oslo, y, ya más tarde, en la misma capital noruega,
para encontrar un tal camping. Pero no acertamos, al menos con las hyttes libres. Otra posibilidad altamente
desarrollada en estos países escandinavos son los más que numerosos albergues juveniles, donde con frecuencia hay algunas habitaciones de dos camas (para evitar los comunes habitaciones-almacenes de literas).
Ninguno de los varios que tanteamos las tiene libres. Pero ni tan siquiera hoteles de una, dos y hasta tres
estrellas encontramos que no estén al completo. ¿Qué pasa?. No lo habíamos previsto, pero parece que
estamos ya en temporada alta. Hay mucho turista escandinavo, sobre todo joven, y también se deja ver el
alemán y el holandés. Un miércoles 11 de junio y esto ya está lleno. La impresión recibida en Malmö de que
había poca gente trabajando queda confirmada. Las vacaciones de verano han comenzado, o como si lo
hubieran hecho. Finalmente conseguimos una hytte escandalosamente cara para lo que ofrece, en un camping a unos 5 kilómetros del centro.
Oslo es la capital de un país riquísimo, sobre todo debido al petróleo que exporta. Un país al que sólo este
último año Islandia, otro escandinavo, ha sido capaz de desbancar del primer puesto del mundo en desarrollo humano, puesto que llevaba ostentando los últimos años. Petróleo en manos del estado, que interviene
para controlar esa riqueza hasta extremos que ya quisiera para sí Chávez. Modelo de estado del bienestar
como lo son todos los escandinavos, capaces de conjugar dinamismo económico con igualdad y prestaciones
sociales, capitalismo y socialdemocracia. Ahora bien, su riqueza actual es algo más reciente que la de Suecia
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y Dinamarca, hay una historia más corta de fuerte crecimiento, que proviene de los años 70. Mucho de su
gran territorio es montañoso e intrincado, amén de ártico y frío, a pesar de la más que benefactora influencia de la corriente del Golfo que baña sus costas. Quizás por eso siempre ha estado algo más aislada que sus
compañeras y quizás por eso destaca más por sus ingresos que por su patrimonio. Oslo es un fiel reflejo de
esta situación. Una ciudad riquísima que no epata por su patrimonio arquitectónico, ni tampoco por sus comercios o la brillantez de su urbanismo, tal como lo hacen las otras dos capitales escandinavas, que son
fantásticas. Oslo, eso sí, está muy bellamente situada al fondo del fiordo del mismo nombre y al pié de las
montañas y colinas boscosas que la rodean.
Tanta búsqueda de albergue y hotel nos ha dejado casi sin tiempo para pasear por la ciudad, por lo que deberemos dejar la visita para mañana a la mañana. Una pena porque uno de los mejores espectáculos que
ofrecen las ciudades noruegas en verano es el culto al sol de sus moradores. Los días largos, o más bien larguísimos, a estos casi 60º de latitud norte de la capital, no pueden ser desaprovechados, y los escandinavos
en general, y tanto más los noruegos en particular, hacen de las postreras horas del día inacabable el momento de la diversión y el regodeo social, las horas de salir, pasear, llenar las terrazas, comer y beber, hablar
y reír, relacionarse y disfrutar los unos de los otros, bajo el patrocinio de la luz ártica, exprimiendo el sol poniente en su larguísimo
ocaso casi septentrional. Y uno de los mejores lugares para gozar y
observar este fenómeno es el Aker Brygge de Oslo, la zona del muelle occidental repleta de modernas y bellas casas en acero y cristal,
placitas deliciosas, canales y puentecitos, abarrotada de restaurantes y bares, al pié del paseo-muelle de donde parte una ingente
cantidad de ferrys y barcos turísticos y hasta donde llegan barcos de
pesca que venden sus productos desde sus cascarones o en los chiringuitos del muelle inmediatos a ellos. Por allí deambula a todas
horas el personal, pero la densidad y la animación se acrecienta
cuando en otras latitudes ya pensamos más en dormir que en velar.
Esta festejo ciudadano tardío no es de fin de semana o de juventud
juerguista sino una especie de despertar cotidiano de la ciudad, una
especie de sacudida civil que no está hecha de compra, comercios y
escaparates, como en otras ciudades cuyo máximo de vitalidad está
asociada a esta forma de la sociedad de consumo, sino de encuentro, paseo, alterne, risa, pizza y cerveza a altas horas de la noche
que todavía es día.
Pero nosotros hemos de contentarnos con pasear por el Aker Brygge a la mañana, cuando solamente son los
barcos los que se mueven y los chiringuitos los primeros que se instalan para mostrar la cosecha de pescados
y mariscos, o ahumados y frutos del bosque.
En el centro de Oslo, la Karl Johans todavía tiene las tiendas cerradas y las pequeñas boutiques de artesanos
que rodean de forma tan pintoresca la Domkirke (la catedral) comienzan a mostrar sus manualidades. Las
floristerías de la plaza contigua ya expiden sus aromas y la gran avenida verde ya se despliega para realzar el
Palacio Real en lo alto de la colina. Porque Noruega es, como Dinamarca y como Suecia, ¡qué cosa tan inexplicable!, una monarquía.
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Mi Amigo y yo no coincidimos en la apreciación del famoso ayuntamiento de Oslo, ese donde se entrega el
Premio Nobel de la Paz (los restantes nobeles se entregan en Estocolmo). En efecto, es una construcción
geométrica brutal, en ladrillo rojo, que protagoniza demasiado toda la bahía central de Oslo, pero a mí me
gusta. La fortaleza, el Akershus Festning, en cambio, pasa demasiado desapercibida tras los árboles, a pesar
de hallarse en el mejor escaparate de la ciudad, en el promontorio que separa las dos bahías portuarias centrales.
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FIORDOS – 1
LAS PRIMERAS MARAVILLAS Y BERGEN.
JUEVES , 12 DE JUNIO DE 2008
De Oslo a Bergen se puede ir por diversas y siempre intrincadas rutas, pues no es posible evitar la orografía
densa y complicada que se interpone entre las dos mayores ciudades de Noruega. Hemos elegido la “ruta 7”.
El objetivo de este viaje es paisajístico así que la idea es llegar cuanto antes a los fiordos próximos a Bergen
incluso aunque debamos prescindir de las iglesias de madera del Numedal. Éstas, las iglesias de madera,
constituyen uno de esos fenómenos que resultan estimulantes, tanto como sorprendentes. Se prodigan en
Escandinavia, pero también en Polonia, en Eslovaquia, en Ucrania y en Rumanía, que yo las haya visto. Tienen un gran atractivo. Las calificaría de vistosas y pintorescas si nos remitimos a las audaces formas agudas y
a los dinámicos ritmos de los tejados, pero hay más que eso en el hechizo hondo y ancestral cuando se atrapa el viejo color de la madera y la solera metida en las carnes del tronco todavía vivo que late en la arquitectura. El flash, la impresión primera al verlas, es como de bosque mutado en casa-iglesia, una reorganización
de los árboles hasta adoptar esta nueva forma artística, una vez que se retiran las ramas y las hojas, que no
las raíces. Éstas parecen todavía mejor ancladas
en la tierra que bajo la forma árbol, ya que uno no
concibe otros cimientos que cepas retorcidas
chupándole a la tierra el agua y el alimento para
toda la construcción, siempre viva.
Estímulo y sorpresa, decía. Ésta última proviene
de que, las vea uno en Noruega o en Rumanía, a
2.500 kilómetros en línea recta unas de otras, o en
cualquier otro lugar donde se prodigan, siempre
tienen las mismas características: el mismo color,
la misma extraordinaria aspiración de verticalidad
para la época en que fueron concebidas, las mismas techumbres solapadas en altura que compiten en su afán protector, la misma o semejante
inspiración estética, en suma. Pues bien, Noruega
tiene un rico patrimonio en iglesias de madera de
antiquísima fundación medieval, aunque casi todas reformadas, desde hace 3 o 4 siglos hasta
anteayer mismo. Sin embargo, en este viaje sólo
vamos a catar un ejemplar cerca de Geilo, muy
reformada pero siempre hechicera. La de la foto.
Antes de llegar a ella hemos degustado muchos aperitivos en forma de lagos, a cuyas riberas nos hemos
adosado durante largos kilómetros, valles fecundos de verdor, casas y casitas de madera y algunas muestras
de arquitectura tradicional: graneros sobre pilastras de madera y techumbres de tierra y hierba. Son profundos y densos los bosques de las faldas de las montañas y jugosos los praderíos en los valles.
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Luego, la orografía se hace cada vez
más abrupta conforme nos elevamos
hacia la meseta de Hardangervidda, un
paraje que es real a fuerza de imaginarlo como representación del frío y la
soledad. Se trata de una gran extensión siempre por encima de los 1.000
metros, vacía de población. No es mucha altura en nuestras latitudes pero
aquí parece que estamos tocando el
polo. No el cielo, porque una densa
capa de nubes se interpone. Hace frío
y llueve intermitentemente. La temperatura baja hasta los 3º C y las orillas
de los múltiples y grandes lagos que
bordeamos están todavía heladas, los neveros no parecen tener prisa alguna por dejar su estado sólido y
extienden su manto blanco y gris por las vastas extensiones desiertas. Cielo encapotado y ambiente invernal.
La sensación de desolación inhóspita es poderosa. Precisamente por eso llama tanto más la atención que de
vez en cuando surjan casitas de madera, perfectamente aisladas unas de otras, viviendas de reposo, llamémoslas así en vez de sepulturas como las nombra mi Amigo, para espíritus errantes que no necesitan ni electricidad ni siquiera camino de acceso para llegar a ellas. Esta impresionante faceta de los ciudadanos noruegos, a quienes gusta aislarse tanto y en tal singular comunión con la soledad y la naturaleza más rigurosa,
cuenta con un país enorme asombrosamente rico en bellos rincones naturales casi inaccesibles e inclementes donde desplegarse. Así y todo hay tal cantidad de millares de casitas de madera repartidas por casi cualquier esquina, a ser posible al borde de algún lago, fiordo, río o isla, que no se deja de verlas nunca, incluso
en lugares tan crueles como este.
De pronto la meseta de Hardangervidda parece acabarse. Eso significa
que desciende y que, por tanto, hay
ríos que bajan raudos y cascadas por
las que se precipitan. Hace frío y el
paseo rápido para situarse en el mejor sitio cerca de las rompientes re-
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sulta sumamente placentero y estimulante.
Pero aún queda meseta. Esto sólo ha sido un
amago. Cuando acaba de verdad, lo hace sin
miramientos: un poderoso e inesperado corte
por el que saltan al vacío varios surtidores de
agua blanca que caen al fondo del valle bañando de gotitas de agua el agujero oscuro para
que el sol las atraviese y regale con arcos de
colorines: son las cascadas de Voringfoss, un
lugar muy bello y espectacular.
Además, la antigua carretera, que descendía
buena parte del desnivel dando vueltas dentro
de la tripas de la montaña, ahora se ha reconvertido en paseo, una vez sustituida por una
menos infernal. Nosotros recogemos la invitación sin dudarlo y disfrutamos del camino al
pié del acantilado, con las cataratas y el profundo valle siempre a la vista.
Descendemos ya hacia el Eidfjord, el primero
de la cuenta de los fiordos de este país de fiordos, que es un ramal del Hardangerfjord. Desde aquí hasta la costa quedan unos 150 kilómetros de ría noruega típica, es decir, de ese
prodigio natural hecho de agua profunda que
sustituye al hielo que modeló las tremendas paredes verticales del canal por el que discurre, no se sabe nunca si es el agua dulce de las montañas la que va al mar o el agua salada del mar la que quiere colonizar y lamer las montañas.
El primer contacto con el fiordo es, tras un breve recorrido por su orilla, el mejor, pues toca ferry. Hay que
atravesar a la otra orilla para seguir camino. Magnífico. El Eidfjord se divide en dos por el este y continúa
sólo por el oeste, hasta encontrarse con el Hardangerfjord, que es el padre, en su camino hacia el mar. Los
fiordos son como ramas poderosas del tronco oceánico que las distribuye de una forma muy tupida por toda
Noruega. Y lo propio de las ramas es subdividirse en ramitas. Estamos ahora en una de esas subdivisiones, la
última del gran brazo del Hardanger.
La ruta 7 sigue atravesando montañas para acodarse luego, ya por largos kilómetros, al Hardanger, efectivamente. El cielo encapotado y tormentoso deja caer por aquí y por allá negras cascadas de lluvia. Hay una
escenografía teatral, un ímpetu inusitado y continuo del paisaje que no deja descanso.
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A veces se necesita tomárselo. Una tregua ante tanta belleza acumulada. La ruta parece conceder esa respiro cuando, dejando el Hardanger, se dirige tierra
adentro camino del Sammangerfjord, ya en las inmediaciones de Bergen. Pero tierra adentro significa
más montañas, más túneles, más preciosos valles
verdes y más cascadas. De modo que el descanso es
sólo relativo. Incluso los últimos kilómetros, por
detrás de las altas montañas que protegen Bergen,
dan oportunidad de magníficos puntos de vista,
cuando al salir de los túneles, ese invento noruego
para circular entre montañas, se enciende de nuevo
la luz en el soberbio escenario natural.
Bergen es la más bella ciudad noruega, la más atractiva, la más deliciosa, la más guapa y rica e incluso ...
la más cara. Ayer se nos dio mal la búsqueda de hytte, albergue u hotelito. Hoy peor, mucho peor. Ni
hyttes, ni albergues, ni hoteles, todo está lleno. Aburridos de ir de un lado para otro, en un hotel nos
ayudan, de acuerdo con la oficina turística, a encontrar los tres últimos establecimientos con alguna
cama libre de toda la ciudad. Por supuesto, no caros,
sino escandalosos. Nos dirigimos rápidamente al
más cercano y para cuando llegamos ya no queda nada libre. Nos vuelven a ayudar a encontrar el último de
Filipinas, un céntrico hotelazo, cuya habitación reservamos inmediatamente por teléfono. Cuando llegamos
allá el siguiente cliente que viene tras nosotros ya no tiene cama, lo despiden con un “full” que oímos repetidamente, y debe irse no sabemos dónde. Son cerca de las 11 de la noche y hemos conseguido, al parecer,
la última habitación de todo Bergen, por cierto una ciudad abarrotada de albergues y hoteles. Lo que no me
atrevo ni a pronunciar es el precio.
Las 11 de la noche y Bergen bellísimo. Con luz de esa llena de misterio y de color, de un sol que no se ve, que
debe atravesar mucha atmósfera para llegar hasta aquí, pero que ilumina de frente y pinta mucho las facha21
das, porque viene horizontal y cargado de aire de transparente color. Y los noruegos adoradores de la luz
que pueblan la ciudad, los pubs y los bares. Esto es, a pesar de ser nada más que una noche de jueves con luz
crepuscular pero potente, un sarao en plena efervescencia ciudadana. Los bares y restaurantes tienen grandes ventanales a cuyos cristales se pegan los comensales para que nos vean y los veamos. A los veladores del
Bryggen tampoco les falta clientela. Los chiringuitos del mercado de peces, sin embargo, ya están cerrados.
Mañana los veremos.
El Bryggen es la ciudad
medieval de Bergen,
patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Edificios de madera pintados
en todos los colores, de
cara al puerto y a la vera
de la Mariakirke, que lo
mismo servían de viviendas que de almacenes y
talleres. Adentrarse por
sus callejas es hacerlo en
otro bosque artificial de
madera, una vez transformada por la carpintería en una armadura envolvente. El tiempo no le
ha quitado el olor a resina, ni la calidez, ni la marcada indiferencia frente al sonido estridente o el frío lacerante, a los que combate con un manto de tibieza
austera. Madera. Pasto de las llamas muchas veces a
lo largo de la historia, porque Bergen es una ciudad
muy antigua, el denso barrio ha sido reconstruido
una y otra vez tal cual era cuando Bergen era un
puesto de comercio exterior de la Liga Hanseática.
Entonces sus poderosos mercaderes tenían la exclusiva y el control sobre todo el comercio con la costa
occidental y septentrional de Noruega, comprendidas Islandia, Groenlandia, las Islas Feroe, las Shetland y las Orcadas. Una ciudad potente y rica entonces, como potente y rica ahora, puerto, petróleo y
turismo en su base económica actual. Nos vamos al
hotel pasadas las 12 de la noche, todavía con luz
natural en las calles, sin muchas ganas de dejar el
ambiente todavía caluroso y vital. Pero para algo
hemos pagado un pastón indecente por la habitación.
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FIORDOS – 2. AGUA – 1.
TÚNELES, PUENTES, FERRYS Y GLACIARES.
HASTA STRYN.
VIERNES , 13 DE JUNIO DE 2008
Hoy, tras el plácido paseo mañanero por el centro de Bergen, luego de merodear por los chiringuitos del
mercado de pescado y marisco y fisgar cómo acondicionan y llenan de suculencias marinas sus mostradores,
nos encaminamos hacia zonas de altísimas prestaciones paisajísticas, en torno al Sognefjord y al Nordfjord.
Vamos a hacerlo por una ruta nueva en su mayor parte para mí, no por Voss y Vik, sino más cercana a la
costa, aunque eso es una cosa imposible en Noruega donde la longitud de esta línea del litoral tiende a infinita, incluso a escalas humanas.
Los noruegos son ricos y evitan esta portentosa longitud de sus costas, o la no menos descomunal de sus
valles en la intrincadísima orografía, con puentes y túneles, además de ferrys. Hace ya 9 años que anduve
por estas mismas carreteras de esta zona y puedo afirmar que han mejorado lo indecible y no digamos nada
de los túneles: elementales y estrechos entonces muchos de ellos, roca viva y calzada desigual, casi siempre
sin luz ni marcas; estupendos y más numerosos hoy día, enteramente recubiertos de un material como esponjoso que absorbe la humedad y el ruido, iluminados, amplios y con un suelo magnífico. Ayer hicimos
unos 500 kms. de carretera. En los 200 finales pasamos por 12 túneles de los considerables, los he contado
en el mapa, que sumaban aproximadamente una longitud de 40 kilómetros. Hoy vamos a hacer unos 300
kms., pasaremos por unos 9 túneles de ese calibre que suman unos 37 kilómetros, además de atravesar 4
puentes notables, alguno de ellos de los espectaculares. Hay que incluir también un ferry, como siempre en
un entorno magnífico, uno de tantos de los 1.600 kilómetros de carreteras reconvertidas en ferrys-carretera
(es decir, de carretera súbitamente interrumpida por un fiordo, que continúa en tierra después de atravesarlo en barco) que tiene Noruega. Todo un récord de túneles, puentes y ferrys, mucho más si se considera que
estas son zonas poco pobladas y que las tales vías están casi vacías, a pesar de que los albergues y hoteles de
Oslo y Bergen estén llenos. Esto quiere decir que Noruega, de ser pobre, no podría de ninguna manera poner
tan costosísimas carreteras para tan pocos usuarios (a cada noruego corresponden 20 metros de carretera
carísima, de media, bastante más por estas zonas) y nosotros, los turistas, no podríamos disfrutar de las maravillas a las que nos permiten llegar cómodamente y en un santiamén.
En el día de hoy, aparte de túneles, puentes y ferrys, vamos a hacer muchísimos kilómetros al lado del agua,
sea de lagos, fiordos, ríos, glaciares, cascadas y rápidos, o bajo las nubes en movimiento y, en ocasiones, por
suerte muy pocas, atravesando una lluvia de gotas de agua o flotando en la niebla de minúsculas gotitas de
la misma sustancia vital. Esta presencia tan imponente y continua del agua en tantas de sus variadas formas
transporta el espíritu, es decir, el cuerpo, a una especie de palacio natural colmado de riqueza, pues probablemente no hay otro capital más ligado al desarrollo en la tierra. El agua no es sólo el origen de la vida sino
también del desarrollo y de las capacidades y libertades humanas, tal como la ONU nos demostró en su informe del 2006. Por eso ayer, hoy y estos días que seguirán, me siento rico entre tanta agua y tanto verde,
poseído por una riqueza natural que es de este mundo antes y junto a todos nuestros esfuerzos y nuestras
vanidades humanas. Esa fortuna predispone al amor a los hombres y a las cosas, y, por tanto, es fácil dejarse
embargar por un sentimiento de comunión universal. Por otra parte, no es nada inasequible hacerlo, sino
muy vulgar, en realidad: Hay muchas más moléculas de agua en un vaso de agua que vasos de agua en todos
los océanos de agua de la Tierra. Por tanto, como todo el ciclo del agua pasa por los océanos, quiere decir
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que cuando se bebe un vaso de agua se está bebiendo alguna molécula que ha sido antes bebida o formado
parte del cuerpo de todos y cada uno de los humanos que te han precedido en la larga historia humana, o de
los árboles que han poblado la tierra, o de las aves que surcaron los cielos, o de los reptiles que se arrastraron por los suelos, o de las algas que enriquecieron los mares. En cada vaso de agua hay un trozo de agua
que calmó la sed de toda la biosfera.
Por otra parte, esta agua noruega no sólo es una riqueza sino que es muy rica y sale del grifo fresquita y deliciosa. Dotada de la extraordinaria facultad de disolver sales, también es muy predispuesta a enlazarse químicamente con casi cualquier cosa, para formar hidratos, ácidos, óxidos, etc. Se entiende hasta con la luz, y con
el CO2, para producir energía y alimento en la función clorofílica. Pero el sabor del agua viene de las sales
disueltas y éstas de los minerales de las rocas, así que cuando bebemos un vaso de agua también bebemos
roca, montaña, geología y universo. En cada papila gustativa que absorbe y percibe el delicioso sabor del
agua hay un investigador que indaga en el aroma mineral del mundo. Así, además de saciar la sed, nos convertimos en estetas y en científicos, participando del gozo y del saber universal. Agua fresca y gratuita, rica
agua noruega, eres regalo y eres alimento cotidiano de la biosfera y del cosmos.
Con todo, desde el punto de vista paisajístico, la principal virtud del agua es que es líquida y se remansa en
horizontal convirtiéndose así en quintaesencia de la quietud, la serenidad y la paz, frente al dinamismo y el
brío vertical de las montañas. Constituye así un argumento inmejorable para formar, entonces, esa concor-
dancia entre cosas dispares que es tantas veces la sustancia de la armonía y la belleza. Además el agua es
espejo del bosque y la pradera cuando el viento es calmo, es también receptor del color de la luz cuando la
atraviesa, o difusor de su brillo cuando lo refleja, incluso tiene a bien ser lienzo para el pincel del cielo, cuyos
colores atrapa en su tejido. Agua paisaje, agua espectáculo y agua acuarela.
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Con todo, una de las particularidades del agua
en Noruega, es que también sabe adoptar
formas dinámicas. El agua no sólo se almacena
en el mar y en los lagos, sino que antes ha
corrido por los ríos, se ha precipitado por las
cascadas y se ha deslizado lentamente por las
montañas en los glaciares, inclinándose con la
orografía. También hay una agua dinámica y
saltarina, un agua enérgica y poderosa, un
agua sólida, excavadora que draga la montaña,
cincel que esculpe el relieve.
De todo eso tenemos hoy también mucho. Ya
antes de llegar al Nordfjord nos encontramos
con una cascada preciosa y exuberante al lado
de un río vivaracho y de un museo etnográfico.
No es una más de tantas, porque nos obliga al
paseo y al esmero en la contemplación. Pero a
donde vamos directos es al valle de Brigsdal y
al correspondiente glaciar del Brigsdalsbreen.
Aquí he estado hace 9 años y tengo fotografías
para comparar cómo estaban entonces los
glaciares y cómo están ahora. Terrible el retroceso en tan poco tiempo y motivos suficientes
para creer a pies juntillas en el cambio climático y replantear cuanto de
incertidumbre aún pueda
tener todo lo que se refiere a él. Sea como sea, la
subidita hasta la lengua
del glaciar, entre cascadas
y bellos parajes, es un
paseo agradabilísimo y
vivificante; y brincar entre
las rocas para llegar a tocar de cerca el hielo, una
satisfacción de andarín
que aún mis años no me
impiden.
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26
Ya queda poco. Después de Stryn dejamos el bello Nordfjord. El paisaje es cada vez más hermoso y los campings se suceden unos a otros. Aparcamos en uno cualquiera y ocupamos la consiguiente hytte estupenda, al
lado del Strynenvanet, un lago intermedio que acumula y lleva las aguas de la alta meseta de Strynefjellet
hacia el Nordfjord que acabamos de dejar. Es una preciosidad. Mientras paseamos por la ribera hacia donde
este lago se convierte en río observamos que sus aguas se aceleran como cuando van a desembalsarse por el
aliviadero. En efecto, aquí comienzan los rápidos, que de cerca tienen una aspecto dinámico, amenazador y
bello. En esto último influye la mezcla
excitante de masculinidad y feminidad:
femenina agua sensual y masculina caída
libre entre las rocas rompientes, espuma
liviana y caliente junto a transparencias
voluptuosas.
Un paseo divino antes de la cena en la
hytte: salchichas con puré de patatas,
nos toca hoy. Juro que también me parecen beatíficas.
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FIORDOS – 3. AGUA – 2.
TOCAMOS CIELO.
2. GEIRANGER. ALESUND.
SÁBADO , 14 DE JUNIO DE 2008
Si hay algún día de este viaje que yo espere con impaciencia es éste. Si algún recuerdo perceptivo es capaz
mi mente de recrear en mi pantalla imaginativa cuando se lo pido, son estos parajes soberbios que hoy nos
tocan. Y claro, surge la pregunta: ¿cuánto hay de original en esos recuerdos y cuánto de procesado por las
neuronas?. Aunque la más importante es esta otra: ¿son el original y el proceso mental que lo asimila retroactivos y colaboradores a la hora de satisfacer las ansias de no sé qué, pero que nombro como belleza?. Hasta hoy lo han sido. Y, desde hoy, ¿lo seguirán siendo?.
Estoy inquieto pero el primer síntoma comienza a calmarme por el procedimiento de dar alegrías y expectativas: Un aire purísimo deja ver un cielo intenso de azul entre las nubes vivas de blanco. El lago Strynovatnet
donde hemos acampado está bellísimo a primeras horas de la mañana, eficacísimo en su gestión de empastar y resaltar el reflejo de las oscuras y verticales laderas de verde penetrante de las montañas, hasta sus
cimas blancas de nieve.
Luego nos adentramos, entre túneles y
cuestas, por las angosturas que nos
suben a la meseta de Breiddalen, en los
1.000 metros de altura. El cielo se encapota precipitadamente, para acompañar a la altura. Aquí es de nuevo
invierno, desolación, rigor, hielo, nieve
y frío. Pero cuando los rayos de luz
logran abrirse camino resulta magnífico.
Vamos tan absortos en el paisaje y tan asombrados de que incluso aquí proliferen las “casitas de reposo”
aisladas en cualquier esquina de la inclemente soledad, que nos confundimos de carretera y recorremos
todo el valle-meseta suspendido en la altura, 15 kilómetros de ida y otros 15 de vuelta. Un regalo más del
viaje. Pero nuestra meta inmediata es el Geirangerfjord, patrimonio de la Humanidad, algo así como la quin-
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taesencia de los fiordos noruegos. Así que rectificamos por Djupyasshytta, que aún se supera en su atractivo
helado, montaraz, rocoso y extraterrestre.
Bien, ya bajamos. En dos partes, primero de los fríos a los verdes, luego de los
verdes a las aguas, siempre al lado de
fuertes montañas. Este último tramo de
bajada hacia el Geiranger lo recuerda
con mucha frecuencia mi Amigo, no
sólo porque es bellísimo, sino porque
aquí disfrutó mientras comía en un
belvedere de las imposibles maniobras
de dos autobusazos encontrados uno
frente a otro en una revuelta de la estrechísima carretera, sin posibilidad de
ir ni para adelante ni para atrás. Horas
de atasco en el más extraordinario
marco natural.
Aquí estamos, Geiranger, esperando el ferry que nos lleve a tu otro extremo, a Hellesylt, tras navegar tus 25
kilómetros de profundas, plácidas y oscuras aguas, por la calle natural de la montaña, el valle anegado escoltado de impresionantes edificios, bruscos paredones de montañas dulcificadas por la vegetación, adornadas
por innumerables y jugosas cascadas y coronadas por terrazas blancas de nieve. El prodigio es que, además,
el cielo está recobrando
su azul más profundo y
las nubes su blancura
más generosa, lo que
indica que el aire es ya
más cristal, más brillante
alhaja gaseosa. Esto se
pone emocionante.
No se cómo lo consiguen, pero estos noruegos han diseñado este
ferry de modo que podemos ir en proa, lo que
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no es normal, abriendo con nuestros ojos exploradores la estela en el agua. Y el caso es que en proa no se
oyen los motores, ya de por sí especialmente silenciosos. El barco se mueve, incluso no lentamente, pero
nada lo indica sino el frío airecillo cristalino que choca sus brillos sobre nuestra piel. Por lo demás, todo es
calma, suavidad y seda en la piel del agua. Deslizamos sobre el líquido, bajo el silencio más absoluto de la
naturaleza y de la tecnología, incluido también el de todos los afortunados que abrimos cada vez más los
ojos, incapaces de proferir sonido alguno como no sean tenues suspiros o trémulas vibraciones de enamorados de la naturaleza. Parece que el barco mismo también contempla la maravilla, sin osar interferir con ella,
imitando a todos los humanos que transporta.
De pronto la tecnología se transforma en magia. El barco en orquesta y el Geiranger en auditorio. De los
altavoces surge los acordes del morning de Peer Gyng, la suite de Edward Grieg, al gran compositor de Bergen. Suena a gloria, con una nitidez extraordinaria, mejor en el auditorio Geiranger que en el de la Filarmónica de Berlín4. Escalofríos, piel de gallina y estremecimientos que algunos acompañan con lágrimas y otros
nos las aguantamos con torpeza, mientras inspiramos aire y música, a la vez que los ojos miran y miran un
paisaje que se renueva incansable y que intentan abrazar con todo su calor, derramado en todas direcciones.
De hoy en adelante mi biblioteca particular, esa que no se esconde en el disco duro ni en las estanterías de
madera, sino en el córtex cerebral, posee una reliquia más: este resbalar sobrenatural por el Geiranger.
El silencioso y sobrecogedor
fiordo, ahora insuflado por
una música que no rompe el
silencio sino que lo ensalza,
es, con todo, un espacio
humanizado. ¿Creen ustedes
que esto es malo?.
Los ferrys y los barcos que
cruzan en sentido contrario
son como apariciones de anfibios mecánicos, monstruos
vivientes de la actual era antropocénica. Y, no sé la razón,
pero estos son barcos fantasmas que no emiten estruendo, sino susurro, que no chocan con la naturaleza sino que
se funden con ella, que ayudan, con su movimiento, a
recorrer los 360º del escenario, resaltando la quietud y
solemnidad del decorado. No
importa incluso que se trate
de un paquebote gigantesco:
4
Que ha sufrido un aparatoso incendio recientemente, por cierto.
30
sigue acomodándose como un guante a la mano, tan sólo sirve para añadir admiración al ser humano sobre
la adoración a la naturaleza, para reconocer que, aún dentro de este prodigio natural, estamos inmersos en
la era del hombre.
Sí, decididamente, este tránsito por la belleza, esta navegación por un Geiranger infinito de hermosura, ha
dejado sobre mis neuronas un vestigio para los siglos restantes de mi corta vida. Es así, después de recibir
esta inyección explosiva de belleza y vitalidad, me parece que serán siglos.
Cuando finalmente descendemos al
muelle de Hellesylt, acaba el fiordo,
pero nosotros volvemos sobre él por
la carretera. Se asciende un rato a su
vera camino de Stranda y esto da ocasión a ver desde la altura lo que
hemos recorrido deslizándonos por el
agua, así como el también hermosísimo Sunnylssfjord al que se une el que
hemos navegado.
Parece que llevamos una semana
viendo maravillas y el día, cada vez
más limpio y hermoso, apenas ha
transitado poco más de la primera
31
parte de la mañana. Del Geiranger a Stranda y Sykkylven, donde se toma el ferry para Alesund, todavía hay
mucha fantasía paisajística que triturar con la mirada. Esta es una región extraordinaria. Para muestra un
botón:
El siguiente paso es el ferry que nos lleva a las islas donde se levanta la muy atractiva ciudad de Alesund, en
un punto donde se juntan hasta 5 fiordos, lugar donde una vez gocé intensamente del paisaje ensanchado y
complejo entonces cubierto de nubes grises, montañas e islas negras y luces aceradas y fantasmagóricas.
Ahora, por el contrario, luce un sol tremendo en un cielo purísimo y mi impresión es mucho más sosegada y
distendida, otro aspecto de este confín del mundo ártico que demuestra que la paz se encuentra en cualquier sitio de la Tierra. Así se siente cuando se la comprende como lugar de encuentro de las dos inmensidades de cielo y mar.
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La ciudad de Alesund es como
una aparición en el neblinoso
Atlántico norte, que hoy está
radiante. Uno no espera ver en
estas latitudes ciudades pequeñas, de economías limitadas por el alejamiento y de
humildes orígenes pesqueros,
pero tan acabadas y relucientes. Además, se ubica en un
paraje excepcional, en el centro
de un archipiélago en pleno
Atlántico. Desde el monte
Aklas, una elevación ciudadana,
al que no fuimos no sé por qué,
se
obtienen
panorámicas
espléndidas.
La razón que explica el misterio de una ciudad
tan acabadita, limpia y perfecta, en esta esquina del mundo es que fue devorada por las llamas en 1904 y hubo de reconstruirla casi por
entero. Aquellas eran épocas felices en las que
el gobierno se mostró generoso. Así llegó el Art
Nouveau hasta aquí y la edificación y el urbanismo esmerado que luce.
El paseo es grato bajo el sol.
Luego hay que seguir la ruta E39 camino de
Trondheim, la gran capital del Trondelag, tercera ciudad noruega. Siguen los grandes paisajes y los fiordos y más fiordos que costeamos unas veces y
atravesamos otras, usando de los ferrys
formidables, ocasión siempre para ensanchar la vista. Paisaje, paisaje y más paisaje.
En Molde paramos para visitar la ciudad y
su bello edificio-hotel vela.
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La ruta E39, sin embargo, continúa imperturbable
en su afán de seguir fiordos y proporcionar travesías espléndidas en barco. No llegaremos hasta
Trondheim, sino que aparcaremos nuestros huesos
en una hytte cualquiera de un camping cualquiera
cerca de Orkanger.
Ha sido un día excepcional entre los excepcionales.
Sí, hoy también y para el futuro: el original paisajístico noruego y el procesado perceptivo de las neuronas siguen colaborando estrechamente. Al fin y al
cabo sería difícil que no lo hicieran estando el agua
por medio: Agua en el paisaje de fiordo y agua
componente principal de la materia viva, de la que yo y mis neuronas están hechas, no pueden sino entenderse con facilidad. También mi agua circula por los fiordos de las venas en forma de sangre, también la
hidrólisis descompone las proteínas y los carbohidratos en el agua de mis células, como de forma equiparable por el objetivo que consigue de transmitir energía, lo hace la clorofila con el agua de las hojas en los bosques. Hoy, que estoy un tanto derretido por tanta belleza y tanto paisaje en mis ojos, mi Amigo dice que
hasta agotado, quiero brindar con agua por el agua. Es el homenaje al paisaje noruego y a los humanos. que
sabemos gozarlo y guardarlo en nuestra memoria acuosa. Es un brindis con agua pura del grifo noruego al
agua con la que riego las entrañas mientras cenamos.
Es que el vino escaso que hemos traído lo racionamos con mimo escrupuloso, todo hay que decirlo. Pero el
vino también es agua. Agua impura y viciosa, casi humana.
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TRONDHEIM Y LA RUTA 17.
AGUA - 3
DOMINGO , 15 DE JUNIO DE 2008
Llegamos a Trondheim pronto a la mañana. Luce un sol perfecto, ya que aquí no hace calor de sofoco5. Bilbao a primeras horas de una mañanita de domingo de principios de agosto puede dar una buena idea de la
bomba atómica que destruyó esta noche toda vida humana autóctona en las calles de la ciudad. Sólo algunos
turistas, perplejos y esparcidos, vagamos vacilantes por el centro muerto y vacío, donde no han abierto ni las
panaderías. Los alrededores de la catedral de Nidaros, sin embargo, muestran una buena presencia de turistas, pues los autobuses comienzan a llegar. Esta vez me ha gustado mucho más. Por un momento incluso he
dudado de si la perfección de la fastuosa decoración escultórica de la fachada occidental es la del original
medieval. Es una talla de mucha calidad, muy hermosa y se
conserva como si hubiera sido
esculpida ayer mismo. Pero yo
he preferido imaginarla medieval, dudar por unos momentos de que se trata de una
reconstrucción posterior. ¡Qué
piedra tan extraordinaria, ésta
tan profundamente gris, que
resiste los siglos como si fueran minutos!, me he querido
decir. Se trata, en efecto, de
una esteatita, una variedad de
talco, durísima y de un gris
saturado tremendo, según me
he informado después. Tocar
con las manos las lustrosas y torneadas figuras y columnas es una tentación a la que no es fácil resistirse.
Una lisura fría e impenetrable, pero suave y sedosa, a la que mejor que tocar debería decir acariciar. Lástima
que la realidad inexcusable diga que se trata de una reconstrucción de hace 140 años, que tomó la fachada
original medieval por modelo, a su vez tomado de las fachadas-pantalla del gótico inglés. Bueno, tampoco
está mal arrullar, con la mano y con la mirada, 140 años de piedra esculpida, me consuelo.
Esta hermosa catedral de origen medieval es no “un” sino “el” santuario nacional del país, si bien estos noruegos son lo suficientemente laicos como para utilizarla como sede de festivales y espectáculos culturales,
evitando sacralizarlo en demasía. En todo caso, es probablemente el mayor icono arquitectónico del patrimonio histórico noruego. Una hermosura.
5
A pesar de que en estas regiones tan cercanas al Círculo Polar Ártico (estamos 3 o por debajo de él) la temperatura media no hace sino subir muy
preocupantemente: 2º C en los últimos 25 años, el aumento que hemos de evitar se extienda a todo el planeta si queremos evitar la catástrofe de la
catástrofes.
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La catedral no se acaba con su trabajadísima y acabadísima fachada occidental. Luce más modestos pero
muy bellos portales, un transepto de traza románica espectacular, un rico deambulatorio, una soberbia nave
central y espléndidos vitrales y rosetones. Además, la rodea un parque delicioso, ribereño del Nidelva, el río
que abraza en su meandro el centro de la ciudad. Y el crucero lo corona una imponente aguja que apunta
decidida al cielo, o de la que la catedral cuelga del abismo celestial, si quiere verse así. Ahora me pregunto
sin saber contestarme: ¿por qué no me gustó esta preciosidad de catedral la última vez que estuve aquí?.
¡Qué mal día debía tener!.
Naturalmente, deambulamos por el centro solidarizándonos con cuanto turista despistado como nosotros
merodea por el vacío. Pero para cuando
llegamos al puente llamado Gamble Nybro, desde el cual se obtienen las vistas
más fotografiadas y pintorescas de los
almacenes de madera pintados de vivos
colores, construidos sobre pilotes, alineados en las riberas del río, notamos
que comienza una afluencia masiva de
turistas, tanto más notorios cuanto que
la ciudad sigue libre de todo ciudadano
autóctono, ya a media mañana. Acaba de
llegar al puerto cercano un gran ferry,
probablemente el famoso Hurtigruten,
que hace la ruta entre Bergen y Kirkenes,
pasando por el Cabo Norte y por cuanto puertito e isla adorna esta portentosa costa atlántica de descomunal longitud. El caso es que, de repente, la ciudad cobra una nueva vida, con tanto viajero, a pesar de que sus
ciudadanos siguen dormidos o huidos a sus “casitas de reposo”.
Las ciudades vacías nunca son ellas mismas. Falta, por ejemplo, el mercadillo de frutas del bosque en el centro o el de ahumados en el puerto, de feliz recuerdo. Sin embargo yo he encontrado mi reconciliación con la
bella catedral y sus bien mantenidos antiguos almacenes portuarios, los cuales componen un cuadro de los
más pintorescos cuando se miran desde el puente, convertidos en muelle sin peatones. Por ellos sólo puede
deambular la vista y la máquina fotográfica, como lo hacían siglos atrás los barcos, pero no las piernas. Todo
no puede ser.
En la programación de este viaje hubimos de hacer una dolorosa renuncia: no iríamos a Cabo Norte a cambio
de acercarnos a las Islas Lofoten, nuestro próximo objetivo, al que inicialmente acudiríamos raudos desde
aquí, en Trondheim, haciendo los kilómetros dilatados que nos separan de Bod, que es donde se toma el
largo ferry hasta las islas fantásticas. Pero vamos un poco sobrados de tiempo, adelantados sobre el programa previsto. Y hay una “ruta 17”, tentadora donde las haya, y que ninguno de los dos hemos hecho nunca.
Se desarrolla tan cercana a la costa atlántica, tan metida en ese remoto y resplandeciente mundo plagado de
islas, brillante en este periodo estival, imaginamos, que casi podríamos decir que se mete en el recorrido
marino del Hurtigruten. En efecto, la ruta es rutera, valga la redundancia, pero no por eso renuncia al mar, ni
a saltar de isla en isla, ni a lanzar puentes entre estribos rocosos, ni a atravesar las retorcidas ensenadas y
profundos fiordos en barco. Exactamente hay 6 ferrys, seis, algunos de ellos bastante largos, que utilizar
como complemento de la carretera, antes de llegar a Bod.
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Así que decidimos regalarnos este obsequio inesperado: seguiremos la ruta 17. Hay todavía bastante recorrido que hacer hasta llegar a acercarnos al mar. Más tarde, los ferrys que atraviesan los fiordos y las ensenadas no son tan frecuentes como hasta aquí, exigiendo a veces esperas más largas de las previstas, ya que
estamos en regiones muy apartadas y deshabitadas. Entre una cosa y otra no podemos hacer hoy más que la
mitad del camino y llegarnos hasta la isla de Alsta para aparcar en un camping delicioso en Hannes, cuyo
dueño conoce Bilbao. Sí, claro, estamos en lugares muy apartados del ancho mundo, pero entre ricos que
pueden viajar tanto o más que nosotros. No todo lo apartado es pobre.
El sinuoso recorrido tiene todos los ingredientes para enamorar: mar y cielo se ofrecen siempre en todo su
esplendor y, en medio, toda la variedad de islas y arrecifes, pequeñas y grandes, de alturas modestas y colores de granitos diversos, desplegándose en un océano que ha sustituido en esta época cálida de la Tierra a
los hielos de las innumerables eras glaciares que lo cubrieron otrora y que modelaron esta complejísima
costa. Esto proporciona un panorama que se renueva continuamente y que te tiene respirando sin cesar
naturaleza primigenia, entretenido y expectante siguiendo con la vista los perfiles y la asombrosa variedad
de un paisaje que parece reanimarse y revivir en cada revuelta. Con frecuencia hay un lejano telón de fondo
por oriente de montañas más altas y escarpadas, coronadas por glaciares cimeros. Detrás de ellas debe estar
el mundo ordinario porque éste de aquí tiene el aspecto inusitado, austero y prístino de los silencios culturales y los himnos naturales. Una romanza al mar perlado de islas y de todos los accidentes marinos imaginables.
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Dan ganas de cantar a la naturaleza.
Y, al lado de tanta agua, o navegando por ella, también me monto en mis vueltas a la cabeza con este líquido
enigmático que cubre tres cuartas partes de la Tierra. Agua que tan bien guarda y transmite el calor que el
clima del planeta depende de ella (y de la atmósfera, estamos empezando a comprender). Extraña agua con
la increíble propiedad de ocupar menos espacio líquida que sólida6, ¡será paradójica!, o de congelarse a veces más rápidamente caliente que fría (¿?), común agua que bebemos y con la que lavamos, cocinamos y
convivimos.
Tan extraordinaria es el agua que sirve hasta para bautizar (¡!), es decir, para convertir en cristiano a quien
se rocía con un poco de esa agua si al tiempo se pronuncia el conjuro de “yo te bautizo en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Inverosímil propiedad acreditada del H2O, capaz de transformar las creencias de cualquier humano sin certificación, registro ni voluntad alguna del interesado, o capaz de insuflarle
ese cristianismo a los 2 días de nacer. Asombrosa característica que eleva la categoría de todo cristiano a
hechicero. El resultado es que, como el agua no falta y siempre hay algún cristiano-hechicero a mano para
echarla, probablemente en el mundo hay tantos fieles de esta particular religión como humanos. E incluso
muchos de ellos habrán sido bautizados numerosas veces, esto es, gozarán del privilegio de multicristianidad. No, no hay manera de librarse. Cristianos a la fuerza debido a las portentosas virtualidades del agua.
Bueno, el agua sí que falta a veces, no la suficiente como para no poder echar unas gotas sobre la cabeza del
infiel, pero incluso mucho más de lo debido. La privación de agua es uno de los grandes problemas del mundo con escandalosos costos en términos del desarrollo humano: 1,8 millones de niños muertos al año (tantos
como todos los niños menores de cinco años de París, Londres y Madrid juntos) por agua sucia y falta de
saneamiento, pérdida de 443 millones anuales de días escolares a causa de enfermedades derivadas de la
falta o la calidad del agua, casi la mitad de los habitantes de los países en desarrollo que sufren en algún
momento del ciclo anual un problema de salud causado por falta de agua o de saneamiento y que tienen
efectos desmultiplicadores sobre su desarrollo, millones y millones de mujeres que han de emplear varias
horas al día para ir en busca de agua, etc.
No, los noruegos no tienen este problema. Por eso digo que me siento inmensamente rico revoloteando por
estos hermosos y lejanos parajes donde el agua rebosa por todas partes.
Y, ¡ay!, los inmensamente ricos creíamos hasta ayer mismo que nada podíamos hacer para conseguir que
lloviera donde más falta hace o dejara de hacerlo en tromba donde produce inundaciones catastróficas.
¡Qué le vamos a hacer!, era nuestra resignada y compasiva conclusión con la que cerrábamos el desenlace.
Pero hoy día ya no, hoy ya hemos aprendido, ya sabemos perfectamente qué debemos hacer para que llueva
menos donde más lo necesitan, y más donde cuando menos conveniente resulta. Basta con que sigamos
alimentando el cambio climático con nuestro voraz consumo de energía y nuestro sanguinario egoísmo contaminador.
¡Qué se jodan!.
6
Aunque hay muchas forma distintas de hielo. En forma de nieve la densidad de esta forma sólida es todavía mucho menor que la líquida.
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BOD. LLEGADA A LAS ISLAS LOFOTEN
L UNES, 16 DE JUNIO DE 2008
Ayer hicimos así como la mitad de la ruta 17 y hoy nos queda la otra mitad hasta llegar a Bod. La primera
mitad de ayer incluía 3 ferrys y la segunda de hoy otros 3. El día se ha levantado cubierto de nubes grises que
se irán alejando hasta dejar un cielo limpio ya al mediodía.
Nuestra idea es hacer la ruta magnífica a la mañana y luego la larga travesía de Bod a las Islas a la tarde.
Pero este recorrido, o se programa de acuerdo a los horarios de los distintos ferrys, de escasa frecuencia
dado lo deshabitado de esta región, o no hay manera de hacerlo en una mañana. Eso es lo que nos pasa
cuando llegamos al primer embarcadero en un apartado lugar llamado Levang. El próximo ferry es dentro de
una partida de horas. Qué hacer y que decidimos que en otra ocasión será. Nos desviamos pues a retomar la
carretera general, la E6 que se dirige decidida hacia el norte de los nortes. Hasta llegar a ella tenemos aún
que tomar un ferry, uno sólo, en una ensenada llamada Leirvika de uno de tantos larguísimo fiordo llamado
Ranfjord. Sólo hay una espera de 1 hora y media. La dedicamos a pasear por la carretera completamente
vacía al lado de las aguas oscuras y tranquilas, entretenidos con las aves y sus movimientos incomprensibles,
los huevos de esas aves que encontramos en un nido, las limícolas que picotean en las arenas y las charcas,
las algas disputándose la superficie del agua, algún muelle de madera ruinoso, una “casita de reposo” preciosa al otro lado de la ensenada, a la que llega una motora que luego de hacer algo vuelve por donde ha
venido, la cascada que cae allá lejos y luego resbala dividida en varios regueros verticales, etc. En este etcétera debe incluirse todo aquello dulcemente placentero de cuando uno se deja llevar por un tiempo que
siempre alberga interés propio independiente de la voluntad, un tiempo-madre en el que acunar los pensamientos, dejándolos a su merced plácidamente. La ausencia total de ningún otro coche ayuda al abandono
en el silencio natural. Sólo llegan dos vehículos justo a la hora en que aparece el ferry, puntual y amoroso,
que viene a recoger sus polluelos.
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Polluelos recogidos y trasladados, pronto llegamos a la E6 y a Mo i Rana, la ciudad al fondo del fiordo que
hemos atravesado. Seguimos, franqueándola, sólo mirándola desde el coche, adosándonos al Ranelva por
largos kilómetros, buscando su nacimiento en el alto valle de Saltfjellet. A nuestra izquierda hemos dejado la
desviación al glaciar de Svartissen y eso me trae muy gratos recuerdos de cuando tuve oportunidad de brincar de roca en roca en la morrena final y adentrarme en los estrechos pasadizos del helado mundo azul turquesa del glaciar. En el valle alto y desolado donde nace el río que hemos seguido tan inseparablemente
cruzamos la línea mágica del Círculo Polar Ártico, lo que quiere decir que estamos solamente a poco más de
3.000 kilómetros del Polo Norte. ¡Quién tuviera alas para darse una vuelta por allí!. Hay unas notables instalaciones turísticas donde firman y sellan la acreditación de tu paso por el lugar. Nosotros nos limitamos a
empaparnos de la desolación del paraje.
Subido el puerto enfilamos decididamente la bajada hacia el Saltfjord, en cuya embocadura marina se encuentra Bod. Primero, antes de nada, toca enterarse del próximo ferry a las Lofoten. ¡Lástima!, acaba de
zarpar uno. El próximo, a las 7 de la tarde. Tenemos unas 5 horitas para deambular por esta ciudad, en la
que luce un sol que llega a calentar incluso demasiado.
Esta crecidita ciudad de 45.000
habitantes nos ofrece un restaurante donde nos estiramos
un poco para degustar comida
típica noruega, calles limpias,
un centro donde hay alguna
animación y la zona elegante
del puerto pesquero y deportivo, en la que múltiples barcos
de pesca ofrecen sus camarones a pié de muelle, otros sus
bacalaos, etc.
La ciudad se levanta en un marco espléndido y tiene un buen puerto comercial, además del turístico en relación a las Lofoten y del citado pesquero y deportivo, que se abre en otra bocanada del mar. Es la parada final
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de la línea norte de los ferrocarriles noruegos. Más septentrional sólo está Narvik, también con estación de
tren, pero la línea férrea que acaba en esta ciudad no es noruega sino sueca, que llega desde Kiruna. La principal atracción es el Salstraumen, el canal que comunica el Saltfjord con el Skerstadfjord. El nivel de este
último está por debajo del primero, de modo que las mareas altas del Saltfjord se resuelven en un aparatoso
escándalo cuando descienden poderosas y chocan con la corriente contraria. En esta trifulca espectacular y
ruidosa las aguas corren a velocidades impresionantes y se forman grandes remolinos de hasta 5 metros de
profundidad, dicen. Cuando nosotros, a la entrada en Bod, hemos pasado por ahí, el lugar nos ha parecido
bello, pero estaba calmo en ese momento.
Bien, la hora de partida se acerca. Nos esperan 4 de las horas más esperadas del viaje: la travesía de los 90
kilómetros que nos separan de las míticas Islas Lofoten. Todas las circunstancias son favorables: un bello
cielo, una buena transparencia en el aire, un sol que no se va a ocultar en toda la noche, situado por allá al
noroeste ya en estos momentos, cerca del horizonte pero sin llegar a esconderse.
Se mira para popa y tras la larga estela del barco se extiende el espléndido perfil del continente.
La mirada a proa es la del águila que escudriña la lejanísima muralla perdida en la inmensidad. El barco marcha raudo, es lo que parece cuando se recibe el embate del aire frío de estas latitudes árticas a estas horas
vespertinas. Mi Amigo resiste mucho mejor que yo este cuchillo que se mete hasta los tuétanos, el cual me
acaba por destemplar completamente. Él disfrutará hasta el final, esto es, hasta el embeleso, clavada su
mirada al noroeste, combatiendo el frío con un sol que no cesa de enviar vivas luces. Le retiene la visión de
la muralla negra, más fantasmagórica cuanto más cerca, le aturde la bofetada visual de ese paredón de roca
impenetrable que parece esconder a los ojos de hombre, ese intruso, el último de los mundos salvajes. Es el
“muro de las Lofoten” en la presentación inicial de estas islas insólitas y brutales a fuerza de ser maravillosas
e indómitas.
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Hay una sensación de misterio cuando nos acercamos a los tremendos paredones del monstruo de roca surgido en mitad del océano. Se espera que el secreto nos sea desvelado en cuanto desembarquemos. Pero el
paisaje y los pueblitos son tan de cuento de hadas, el marco de la carretita, el puertito, las casitas, los secaderos de bacalao, de las cosas cotidianas en las que apenas se incluyen lo seres humanos porque ya se acerca la media noche, dentro de un coliseo natural de tal envergadura y de tal belleza, se impone a la razón y
mantiene el enigma. Seguimos, pues, deslumbrados. Se trata, sin embargo, de un enigma sin disfraz ni teatro
alguno, sin religión, todo lo contrario. Es la incógnita de la naturaleza desvelada en todo su esplendor, esa
que nos emociona y nos interroga, esa que cuesta tanto llegar a apropiar precisamente por ser tan transparente.
El ferry ha llegado a Moskenes, muy cerca del extremo sur de las Islas. Esta zona es soberbia, aunque todo lo
que en ella desarrolla el hombre es tan humilde como limpio. No está fácil encontrar hytte a estas horas de
la noche que aquí es día. Además, aquí no hay camping al estilo habitual, la montaña vertical no deja apenas
plataforma donde asentar terrenos aptos para ello. De modo que las hyttes son propiedad de aquella casita
y de aquella otra, en número de una, dos o tres, si acaso, esparcidas en los recovecos de un terreno escaso,
muchas veces clavadas en el fondo del mar ya que no hay otro lugar donde asentarlas. No sé sabe muy bien
donde se ubica el dueño de aquella hytte o si se trata de una hytte y no de una “casita de reposo” particular.
Sea como sea, al final lo conseguimos. Precisamente una de las mejores hyttes de todo el viaje y desde luego
la más económica. Al pié de una calita minúscula, cuyas aguas tocamos con los pies, mira al norte geográfico
a través de un hermoso ventanal en esa dirección que nos petrifica mirando al polo. La foto de la página
siguiente está tomada a unos minutos de las 12 de la noche. Esa luz del fondo, por tanto, procede de la estrella que gobierna nuestro mundo y el de los planetas que en torno a ella giramos, ahora y aquí empeñada
en que la miremos las 24 horas del día, determinada a hacer desaparecer la noche de nuestras vidas, en el
momento en que en otros lugares alcanza la mayor profundidad en su zambullido cotidiano en las tinieblas.
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Oh!, sol azul de media noche!.
¿Cabremos en la misma habitación tú y nuestros sueños?. ¿Hay sitio para ambos?.
Imposible si no nos fundimos.
¿Es esa la secreta sabiduría de los noruegos?.
Habitar a la vez el sueño y la luz.
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“LAS ISLAS MÁS BELLAS DEL MUNDO”
HASTA KIRUNA
M ARTES , 17 DE JUNIO DE 2008
El recurso de la fotografía para describir la belleza imposible es un chollo, como esa ganga que encontramos
de vez en cuando en las grandes rebajas, cuando pagamos el 20% del valor de un producto deseado y presumimos de ello largamente como si fuera nuestro mérito. Los entendidos dicen, sin embargo, que la ventaja
de las rebajas encierra la trampa de la compra compulsiva. Yo la comprendo muy bien en estos momentos
en que me siento visceralmente apremiado a incluir en este episodio de nuestro viaje fotos y más fotos de
estos parajes extraordinarios de las que podemos considerar como las “islas más bellas del mundo” en la
categoría de árticas. Mi resistencia a esa coerción va a consistir, no en reducir el número de fotografías, sino
en menguar su tamaño hasta constreñirlas con dolor. Es el mínimo castigo que deben penar por mi debilidad. Tengo espíritu de sádico y de masoquista. Hoy me siento torturador.
La minifotografía de arriba es Ä. Sí, “Ä”. Una humildísima “a” a la que no se han resistido a adornarla con
una diéresis “¨”. Un sencillo y seráfico pueblillo que conforma con las montañas y el mar un cuadro de una
belleza insolente, casi impertinente. ¡Cómo puede ser tan bonito!. Por ahí, a la izquierda de la minifoto, un
poquito detrás, es donde hemos dormido con el sol en la cara, pues mi Amigo, que siempre cierra herméticamente las más impenetrables persianas hasta el fondo cuando hay luna o siquiera estrellas, se ha negado
incluso a correr la cortina para dejar pasar el sol toda la noche. Pregúntenle a él porqué ha querido ser, siquiera por una vez, un noruego de pro.
Ä es el último pueblo al que llega una carreterita digna de ese nombre en el extremo suroccidental de las
islas. Quizás mi error es no considerarlo el primero, que lo es de nuestro itinerario, título al que tiene igualmente todos los derechos. Lo último en el tiempo es lo más actual, pero lo último en el espacio es lo más
ignoto, y es esta endiablada ignotura de la belleza la que me cautiva más que la hermosura de lo cierto y
conocido. Pero, como ya acabo de decir, lo que ignoro de ella no es por su culpa, todo lo contrario. No hay
nada más sencillo, más transparente y más diáfano que esta composición de rojas casitas de madera asentadas muchas de ellas en pilotes sobre los granitos del fondo de un mar del que surgen montañas altivas exuberantes de roca y de verdor. Es la mirada humana la que transforma lo evidente en enigma, la que indaga
tras la nitidez del cristal, la que transforma la realidad en hermosura y le confiere sentimiento, casi siempre
acompañados de brumas e interrogantes. Sólo así, inquiriendo, podemos sentir y apreciar, tal vez oscureciendo con el conocimiento lo irrebatiblemente patente en su simplicidad. El reino terrenal del Conocimiento se acerca más a las tinieblas y el reino celestial del Desconocimiento puede entenderse como luminoso y
simple. Éste siempre presto a oscurecerse para nuestro capricho y aquél lleno de esfuerzo, pasión y encantamiento. La cábala y el ensalmo, lo mismo que la verdad y el bien, junto a la esperanza y el optimismo, no
están en la piel lisa y limpia de la realidad sino en la mirada oscura, tantas veces compleja y torcida, de quien
quiere conocerla; mientras que la ignorancia, ojos que no ven corazón que no siente, proporciona esa pureza
vacía de trabas, cuestiones y pasiones, esa ingenua evidencia, la fe –tan opuesta a toda razón-, que está en la
base del éxito de las religiones. No, no tengo inconveniente en llamar puros a los objetos de nuestra asimila44
ción, ni oscuros a los esfuerzos de los sujetos humanos que tratan de descifrar la belleza que encierran. Estamos en un lugar en el que los objetos que constituyen este escenario no pueden serlo más, en su primera y
original nitidez. Quizás por eso nuestra espesa mirada les proporciona tanta más belleza y tanta más capacidad de seducción.
Más allá de Ä no hay otra cosa que una brava naturaleza que despliega su último cabo retador. Luego, el
océano que deja descolgar, 20 kilómetros más allá, la pequeña isla de Veroy. Entre este cabo y esta isla se
desarrolla un sistema de mareas y corrientes imponente, la del Golfo entre ellas, el Moskstraumen, que se
suele describir como un remolino infernal, el mismo que inspiró a Julio Verne y Edgar Allan Poe. Y, todavía
más lejos, 25 kilómetros después de Veroy, un reguero de peñascos, un largo arrecife coralino encabezado
por la isla de Rost. Ambas, Veroy y Rost, el desmantelado rosario de peñascos suroccidental de las Lofoten,
deben poseer acantilados en los que anidan toneladas de aves marinas, es decir, colonias que se cuentan por
centenares cuando son águilas pescadoras, por millares cuando son cormoranes y alcatraces, y por millones
cuando se trata de frailecillos.
Así iniciamos el camino, desde lo último y evocando lo que hay más allá de este último.
Estamos ya de vuelta en Moskenes, donde ayer
desembarcamos, y no tardamos en llegar a Reine. Imposible más belleza, sea la del pueblo, la
de la bahía y sus ensenadas, la de las montañas picudas que lo enmarcan, o la de
fiordo en cuya desembocadura se instala.
Asombroso cuadro, más bonito imposible,
qué voy a decir de la postal que suele servir
para la presentación turística de las islas.
No suelen equivocarse, no, los vendedores
de atractivos turísticos.
Luego seguimos tropezándonos con más pueblitos pesqueros, como el de
Hamnoya. Es para ir apercibiéndose de qué viven los 25.000 noruegos que
pueblan estas islas. De la pesca del arenque y, sobre todo, del bacalao. Lo
atrapan en el final del invierno y el principio de la primavera, cuando los
bancos de “skrei” migran desde el mar de Barents, allá arriba en Cabo Norte, para desovar en estas aguas cálidas. Debe ser el momento preciso para
capturar “el mejor bacalao del mundo”, cuando sus lomos adquieren el punto óptimo de tamaño y calidad.
¿Aguas cálidas en las Lofoten?. Todo es relativo en este mundo, se dice, pero no es relativo que las citadas
islas del extremo sur, Rost y Veroy, son las más septentrionales del globo, por encima del Círculo Polar, cuya
temperatura media supera los 0oC a lo largo de todo el año, meses de invierno incluidos. Sorprendente pero
cierto. Estamos en unas islas con unas temperaturas invernales muy anormalmente templadas. Aquí, en la
maravillosa, la soberbia, la incomparable y bellísima zona de Reine, la temperatura media en enero es sólo
de -1oC. Todo un lujo que los bacalaos adoran para el trabajo de procrear. La razón ya se sabe: la corriente
45
del Golfo, esa que si el cambio climático fuerza a desviarse puede ocasionar un cataclismo en cadena en el
que nadie se atreve ni siquiera a pensar.
Luego de cazarlos, los pescadores de las islas Lofoten secan los preciados
lomos colgándolos al aire libre en unas largas parihuelas de madera cuya
sección tiene forma de “A” o de “T”, que proliferan por todas las islas en
todos lo puertitos. Es curioso cómo el hedor que despiden se transmuta
en aroma agradable cuando lo asociamos al mar y al bacalao, con el fondo
del temple culinario, del ajo y del aceite de oliva en la memoria de la gastronomía mundial minimal: ajo, aceite de oliva y bacalao acariciados y
encariñados.
También viven del turismo, a juzgar por la cantidad de hyttes, siempre sueltas, sin formar colonias, que se
ven anunciadas por aquí y por allá.
Hasta ahora hemos costeado la vertiente “interior”, en realidad un fiordo, el Vestefjord, de anchura que
llega a los 90 kms. de la travesía de ayer. Ahora nos vamos al otro lado, a la vertiente oceánica occidental. Y
así vamos a circular por una carretera que podría llamarse la ruta de las maravillas, que pasa de una costa a
otra, de un isla a otra, de un fiordo a otro, de una profundísima ensenada a un bravísimo cabo, de una blanquísima playa a una verdísima vega.
Esta minifoto primera corresponde a Napp.
Esta otra a la playa de Sandy
Y esta tercera al
pueblo de Henningsvaer.
Maravilla tras maravilla, podríamos incluir igualmente
cualquier otra postal del recorrido, tantas son posibles
como curvas tiene la carretera, ya que a cada cambio de
dirección se ofrece un panorama que compite con el anterior.
Así, sin posible descanso, llegamos a Svolvaer, la ciudad que hace de capital
de la isla de Austvagoya, quizás la más central de las que constituyen el archipiélago de las Lofoten. Lo más bonito es el puerto, sus muelles y secaderos, sus almacenes de color minio y sus barcos de cabotaje y de pesca, entre
los que incluir también los ferrys que hacen la travesía más corta del Vestfjord desde Skutvika: 40 kms. en vez de los 90 que nosotros hicimos desde
Bodo a Moskenes.
Después de visitar Svolvaer nos dirigimos raudos otra vez al océano abierto, al otro lado de la barrera, a tomar el ferry a Melbu para continuar la larga cabalgada hacia los confines de la isla de Angoya, en cuyo ex46
tremo hay acantilados e islas donde se concentran las aves marinas y de donde parten los avistamientos de
ballenas y orcas. Pero, entre que el tal ferry parte dentro de 2 horas y que son demasiados los kilómetros
para llegar a atracciones marinas y faunísticas cuyo mejor momento no es ahora sino en otoño, decidimos
cambiar de planes y dirigirnos de nuevo al continente por las islas Vesteralen. Hacia Narvik, al noreste.
Nos quedamos un poco defraudados por la cortedad de esta fabulosa incursión en estas islas míticas, pero
nuestro viaje es así: cuestión siempre de elegir entre una cosa u otra, porque, como nos enseñaron nuestros
padres, los bienes, todos sin excepción, son económicos, ninguno es gratuito: si vamos a Andenes, el confín
de las islas legendarias, tal como están las distancias y los ferrys, deberá ser a costa de alargar el viaje casi un
día más, y hemos decidido que ese coste es excesivo.
El largo recorrido hasta Narvik no deja de proporcionar nuevos hermosos enclaves paisajísticos, pero la ciudad a la que llegamos a la hora de comer está un poco triste, no sólo porque aparece vacía, sino porque
muestra una falta de lustre impropio en la rica Noruega. Se trata de una pequeña ciudad que se empequeñece cada año un poco más, con un importante puerto donde se carga el hierro de Kiruna, en la vecina Suecia, cuya frontera está a unos kilómetros de aquí. Lo que fue gallina de los huevos de oro, el ferrocarril sueco
desde Kiruna, el hierro y el puerto, obligó a una dependencia casi exclusiva de esta monofunción económica
de la ciudad, de modo que el declive de la economía del hierro arrastró el declive de Narvik. Los esfuerzos
por diversificar la economía de la ciudad no parecen, a la vista de lo que vemos, haber producido resultados
exitosos hasta el momento. La ciudad pierde población y muestra una cara poco lúcida para esta Noruega
rica e igualitaria.
Narvik, con todo, se hace querer porque fue un primer hito en la larga carrera de la victoria de los aliados
sobre los alemanes en el 2ª Guerra Mundial. La ciudad fue liberada por los británicos de la ocupación alemana y significó la primera derrota de los alemanes, que la habían tomado con sus cañones en su propósito de
invadir toda Europa. Primera victoria de los aliados, en 1940, importante a la hora de renovar las esperanzas
y la determinación hacia la resistencia y la victoria, aunque nada impidió que la ciudad fuera destruida.
Después de comer en un como abatido restaurante popular en Narvik, prácticamente el único abierto en
toda la ciudad, nos largamos raudos hacia Kiruna. ¡Agur, bella y salvaje Noruega!. Nos adentramos en la aparentemente más civilizada Suecia. La frontera sueca está enseguida y la altura (subimos un puerto), la latitud
(la más alta de este viaje, 68o30’) y la continentalidad (nos adentramos en el interior de la península escandinava) cambian rápidamente el paisaje y el clima. Tundra despejada en el Parque Nacional de Abisko, frío
virginal, alto, lacustre y como bellamente desamparado, seguida de taiga inacabable en cuanto bajamos,
bosque interminable de coníferas y abedules, extendido en tierras que ya comienzan a dejar de ser montañosas, aunque acabamos de dejar las mayores alturas suecas (hasta más de 2.000 metros) en la zona fronteriza con Noruega.
Desde siempre he querido conocer este enclave sueco en la taiga, Kiruna, más allá del círculo polar. Debí leer
de joven alguna reseña periodística sobre la épica de la construcción de la ciudad y del larguísimo ferrocarril
atravesando la infinitud de los bosques que solamente los samis (lapones), y sus renos hollaban, para llegar
hasta aquí, explotar su montaña de hierro, y proseguir los raíles hasta Narvik para desembocar el metal en el
Atlántico. Un ejemplo de locura y determinación humana de principios del siglo XX que luego se convirtió en
una estupenda fuente de ingresos para Suecia. Y en una maldita fuente de suministro de este metal imprescindible para la industria de guerra alemana en la fase en que Escandinavia fue ocupada.
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Leo que Kiruna es el segundo municipio más grande del mundo, después de otro australiano. En estos parajes prácticamente deshabitados sobra un espacio que los samis apenas ocupan, fuera de la ciudad. Kiruna se
las arregló mejor que Narvik para subsistir, a pesar de la crisis del hierro. Investigación espacial, instituto de
geofísica para estudiar auroras boreales, radiación cósmica, magnetismo terrestre y movimientos sísmicos,
sede del Parlamento de los samis suecos y cosas así. No da como para maravillas pero sí para mantener una
ciudad cuidada, con casas y urbanismo bien mantenido. Hay una moderna iglesia de madera, bonita, que
toma cierta inspiración de las clásicas iglesias de madera, y un severo ayuntamiento con una torre espectacular llena de campanas.
En Kiruna nieva mucho y hace un frío que pela en invierno, nada mejor que organizar famosos concursos y
exposiciones de esculturas de hielo en ésta época en la que el sol no aparece o lo hace apenas, y crear y
mantener el primer lujoso hotel de hielo, que mañana veremos. Por hoy aparcamos en un gran complejo
hotelero en el que la hytte que alquilamos es lujosa y carilla. Y luego paseamos la ciudad. Se comprende que
esté poco animada en verano. Casi todos sus habitantes de escapismo mediterráneo y ninguno de los turistas que viene a la nieve y al hielo en invierno.
Como esto ya no son las islas
Lofoten, ya puedo incluir una
foto de tamaño normal. ¡Uf!,
¡qué sudores he tenido que
pasar para conseguir cumplir
con el castigo de no incluir sino
minifotografías ridículas!. Ser
torturador es una tortura.
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LAPONIA Y COSTA SUECA DEL GOLFO DE BOTNIA
DE KIRUNA A UMEA
M IÉRCOLES , 18 DE JUNIO DE 2008
Nuestra primera ocupación de hoy es acudir a Jukkasjärvi, un bonito pueblo entre lagos, a unos 15 kms. de
Kiruna, porque aquí se asienta el famoso y exitoso hotel de hielo. Digo exitoso porque la fórmula fue más
tarde imitada en Noruega, en Canadá, en Alaska y en Rumanía. He dicho mal, el hotel no se asienta, sino que
lo reconstruyen todos los años a base de bloques de hielo extraídos del río ribereño a partir de diciembre.
Ahora, en junio, lo que se ve es un solar de tierra infecunda y de color sucio que ha succionado a su subsuelo
todos los hielos derretidos desde abril. Hotel desaparecido por el truco del hielo licuado. Magia borragia.
Las fotos, de una habitación del hotel y de la entrada, no son de ahora, claro. Tengo que decir que esta curiosidad, que tan elocuentemente habla de lo caprichosas que son estas ricas sociedades nuestras, no me
sugiere demasiado, salvo en un detalle: los vasos de hielo en los que sirven los cancarros de gintonics o los
vodkas. Se me hace la boca agua sólo de imaginar el líquido inundando las papilas y traspasando de placer
frío la garganta. Debo tener sed cuando escribo esto.
¿A qué hemos venido aquí si el hotel se lo ha llevado la tierra, hasta nueva orden, para alimentar los acuíferos?. El pequeño pueblo, instalado en un bello marco natural, lo merece, abarrotado de instalaciones turísticas y de expresiones de la cultura sami. En efecto, se ven por aquí más samis que en ningún otro sitio.
La palabra “lapón” está quemada por los años oscuros en que se usaba cuando este pueblo indígena era
maltratado por los escandinavos advenedizos. Así que, como “lapón” les suena despectivo porque displicentemente fueron los lapones tratados, lo correcto es decir “sami”. Vale. Estamos, sí, en pleno territorio de
este pueblo indígena, una enorme región que abarca el norte de Noruega, de Suecia, y de Finlandia, además
de la península rusa de Kola. Narvik, en Noruega, Kiruna, aquí, y Rovaniemi, la ciudad de Papá Noel, en Finlandia, que está ahí, a tiro de piedra, si quisiéramos llegarnos a ella, son los principales núcleos de población
de estos samis, diseminados en estas extensas “tundras” y “taigas” árticas, por cierto, palabras de origen
sami, al parecer. Son unos 70.000 en total, de los cuales unos 20.000 suecos. Venimos viendo desde antes de
Bodo instalaciones turísticas samis por las carreteras, es decir, barracas y chozas de madera y techos de paja,
coronadas por espléndidas cornamentas de reno, con artesanías samis e información sobre actividades de
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ocio típicas de la región: pesca, paseos en trineo tirado por perros, esquí, canoa, aguas bravas, senderismo,
safaris con motos de nieve, vuelos en helicóptero, etc. Pues bien, Jukkasjärvi, además de su hotel de hielo,
es un compendio de un nivel excelente de todo este nuevo nicho económico de los samis: el turismo.
Antes de este nuevo chollo los samis prácticamente sólo se dedicaban a la caza, la pesca y, sobre todo, a la
ganadería del reno, un icono en estos parajes. Yo los he visto en manadas en zona de tundra, pero esta región es de taiga, bosques cerrados, y no se dejan ver tan fácilmente. Mi Amigo quiere sacar algunas fotos de
renos para enseñárselas a sus nietos, y va pendiente de ellos, mostrando su asombro de lo poco que se dejan ver en comparación con otras ocasiones. Sólo 3 veces los vemos, pero en ninguna de ellas en condiciones
de poderlos fotografiar. Escapan como perseguidos por el diablo en cuanto nos acercamos después de parar
el coche en la cuneta.
Hoy día sólo una décima parte de los samis sigue practicando esta vida nómada muy identificada con la ganadería y la cría del reno, que debe ser bastante complicada, por cierto. Quizás por eso la carne de reno, que
es muy rica, es tan cara. Esta vida tradicional sami transcurre en pequeños poblados ambulantes, de sociología que empieza y acaba en el parentesco, hechos de tiendas en verano, estructura de palos formando un
cono sobre el que se amarra un techo de tela o de piel de reno, y cabañas más sólidas fabricadas con turba
en invierno, siempre al lado del rebaño de renos correspondiente. Eso del iglú de hielo debe ser más fantasía, o excepción en zonas más nórdicas. La imagen idílica de los samis enfundados en sus trajes de colorines al
lado de sus chozas no lo es tanto en la realidad, ni aún en esta Suecia civilizada que protege esta ganadería
del reno y esta cultura. Encontramos un poblado nómada a la revuelta de una pequeña bajada en la ribera
de un río y el cuadro no tiene ese tinte alegre. Más bien un color sucio de tierra desgastada que ha perdido
el verde y un desorden aparente de bultos y basuras al lado de las chozas y los renos.
Mucho mejor pinta tienen los poblados estables samis: la madera sustituye a los palos y la turba, y las casitas
pueden equipararse a las “de verano” o “de reposo” noruegas. Aquí en Jukkasjärvi hay una buena representación.
Los largos kilómetros de taiga vacía que nos separan del golfo de Botnia, en uno de los cuales volvemos a
atravesar el Círculo Polar hacia el sur, son todos ellos de territorio sami. En Kiruna está el Parlamento de los
samis suecos; en Jokkmokk, una ciudad que dejamos no muy lejos para ahorrar unos kilómetros, el principal
centro educativo y cultural sami; en Lulea hay escuela sami estable de nivel secundario; en Umea, la más
meridional, universidad con cátedras samis, etc. Con todo, los samis étnicos son minoría en su propio territorio. De modo que, a pesar de que Suecia, Noruega y Finlandia ya pidieron solemnemente perdón por su anterior abuso de poder, a pesar de que la cultura sami es reconocida como un valor a preservar, a pesar de
que los samis se integran en su mayoría en la comunidad sueca ocupando trabajos “normales”, de que están
reconocidos como nación en los tres países escandinavos, de contar con escuelas, itinerantes o fijas, en lengua sami y de poder elegir entre las tradicionales suecas o ellas, la lengua sami sólo la hablan unos 6.000
personas y, desde luego, su nivel económico está por debajo de la media.
¡Qué difícil es este tema de las culturas indígenas cuando conviven con las advenedizas todopoderosas!.
Bien, ya hemos atravesado toda la península escandinava de noroeste a sureste y llegado al golfo de Botnia.
Aquí está Lulea, la ciudad sueca más cercana a la frontera finlandesa. Antes de entrar en ella nos acercamos
a Gammelstad, la mayor “aldea parroquial” medieval que se conserva en Suecia. Estas aldeas parroquiales
eran pueblos en los que la autoridad religiosa lo manejaba casi todo, y sirvieron a los pioneros para la colonización del norte y a los misioneros para la cristianización de los indígenas. La misma imposición de siempre.
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Organizados en torno a la iglesia, los moradores estables ofrecían
alojamiento a los trashumantes con ocasión de los festiverios
religiosos, oportunidad única para la reunión de todos y la inoculación de la doctrina y los valores de los opresores, más desarrollados. Esta aldea parroquial de Gammelstad es un pocholada.
Una recia iglesia más que bonita y un montón de casitas, que al-
gunas son casotas (porque lo de ricos y
pobres no es de ahora), irregularmente
alineadas, desplegando su color y sus ritmos en alargadas calles.
Lulea es una bonita ciudad media de 70.000 habitantes, enclavada en un laberinto de lagos, canales y ensenadas marinas. Es la más norteña de la larga lista de ciudades pequeñas y medias que se distribuyen muy
regularmente por esta costa del alargado golfo de Botnia, cada poco menos de 100 kms. aproximadamente:
Lulea, Pitea, Sheleftea, Umea, Ornskoldsvik, Harnosand, Sundsvall, Hudiksvall, Söderhamn, Gävle y Uppsala.
Nosotros pararemos en Lulea, Umea, Sundsvall y Uppsala, que son las mayores. Salvo Uppsala, que es interior, las restantes guardan un cierto parecido, por su ubicación en la costa baja y recortada, y por sus características urbanas: una calle mayor importante, la Storgatan, peatonal y comercial, con edificios modernos
de fachadas claras, salpicados de las construcciones clásicas más representativas en torno a la plaza central;
una iglesia catedral neogótica de muy buena presencia; muelles y paseos litorales en cuanto te escapas del
centro; barcos de recreo por aquí y por allá; y barrios modernos de casas buenas, de densidad media, no de
chalets individuales, entre parques, en las afueras. Un poco más lejos, siempre se deja ver alguna estructura
industrial de pinta excelente y,
también lejos, alguna grúa y barco
mercante en el puerto que se hiela
en invierno. Siempre resulta muy
agradable darse un pequeño paseo
tranquilo por estas limpias y bien
organizadas poblaciones.
Hoy nos toca Lulea y, como final
del día, Umea, no menos agradable que la anterior. Hay grandes
bares-cervecerías con varias, incluso muchas, pantallas gigantes de
televisión. Y la juventud se reúne
en masa para asistir virtualmente a
los partidos de fútbol de la Copa
de Europa, si bien Suecia ya ha
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sido eliminada.
Acabamos el día en un camping inmenso en las
afueras de esta ciudad, con toda clase de servicios. Ideal para darse unos paseos por las riberas
del bosque y curiosear por las distintas instalaciones.
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HOGA KUSTEN – SUNDSVALL – UPPSALA – STOCKHOLM
JUEVES , 19 DE JUNIO DE 2008
Nuestra compañera, la E4, nos espera para continuar rumbo sur bordeando la costa del golfo de Botnia. Este
litoral es muy recortado pero la camarada E4 padeció algún trauma oceánico y no se acerca a él. ¡Tan cerca
del mar y no verlo!. Quizás por esta frustración paramos en un Visitor Center y pedimos información y mapas
sobre la zona llamada Hoga Kusten, que se extiende entre Ornsköldsvik y Harnösand. Haremos unos cuantos
kilómetros de más por carreteritas con curvas para llegar a un mar cuya cercanía y un mapa sugerente nos
estimula el apetito de ver y oler. Aquí el terreno es algo más accidentado y las glaciaciones produjeron un
enrevesado litoral con mil entradas, islas, rías y fiordos. Hay pueblitos cucos y puertitos entrañables, luce un
día luminoso y los campos rebosan de flores.
De todas las ciudades medias en este litoral, Sundsvall es quizás la más atractiva. La E4 que llevamos se desborda por la izquierda, es decir, al oeste, al interior de la larga península escandinava, de bosques y más
bosques. Muchos de ellos explotados, en diversas fases de su aprovechamiento forestal. Sundsvall es probablemente la ciudad que mejor ha sabido aprovechar esta riqueza maderera. Es una ciudad rica y bien plantada, con un puerto importante e industrias forestales, de celulosa y de aluminio. Los ricos propietarios de las
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serrerías de finales del siglo XIX,
luego del incendio de la ciudad,
decidieron reconstruirla en plan a
mí no me tose nadie, con hermosos edificios de piedra, que son
los que hoy lucen en el centro.
Por cierto, cuenta la historia que la llegada masiva de mano de obra
para la reconstrucción de la ciudad trajo nuevas ideas y revolucionó las
relaciones tradicionales entre patronos y obreros. Conflictos que dieron lugar a la histórica “huelga de Sundsvall”, como primer conflicto
social importante en Suecia, del que nació su potente movimiento
obrero.
Después de un buen paseo por esta estupenda localidad arremetemos con vigor la E4 hacia Uppsala. Es extraño, la carretera, que alterna trozos de autopista con otros de carretera normal, ofrece una inusitada circulación de vehículos en sentido contrario, con frecuentes atascos que nos hacen contradecir la ley de Murphy:
Si algo malo te puede ocurrir, eso les sucederá a los otros. Hoy es jueves. ¿Es que estos modélicos suecos
sólo trabajan 3 días a la semana?. Sundsvall, poco antes del mediodía, ofrecía un aspecto bullicioso, además
de luminoso. Hemos comido en una campa entre flores. Nos las prometemos felices en las abarrotadas de
estudiantes y de juventud calles de la bella Uppsala. Nada de eso. El cielo se ha encapotado y chispea de vez
en cuando, mientras todos los suecos del sur, donde reside la gran mayoría de la población, huyen despavoridos hacia el norte, en busca de sus casitas de veraneo en la costa y las islas del golfo de Botnia.
En efecto, para cuando llegamos a Uppsala la encontramos casi vacía, sin estudiantes y sin chispa. La ciudad
de Igmar Bergman, con su castillo, su catedral, su gran universidad, su jardín botánico en honor al Linneo
que aquí ejerció, su plácido río en cuyas riberas los paseos corren al lado de los restaurantes, aparece triste
de sin calor humano y gris de sin color fresco.
Confesaré que no he atendido como es debido la petición desusada de Momai 2. “Trae fotografías de nórdicos y nórdicas”, me pidió antes de partir. Él ya sabe que yo no hago fotografías de personas y que las que
tomo de paisajes o lugares son siempre forzadas por la obsesión de un viejo que teme no volver a visitarlos.
Pero, así y todo, después de protestar, le dije: “Bueno, bueno, ya haré alguna”. Naturalmente he ido posponiendo esta dulce obligación tan desagradable pensando que en Uppsala y en Stockholm tendré ocasiones a
miles para fotografiar gente. Y ahora resulta que Uppsala y Stockholm ¡están vacías!. Con todo, he logrado
sacar algunas instantáneas, que me vienen bien para rellenar este día de transición.
Ahí van unos cuantos escandinavos. Va por ti, Momai II.
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STOCKHOLM Y NÖRRKOPING .
LOS AMIGOS DEL SOL
VIERNES , 20 DE JUNIO DE 2008
Ayer llegamos a Stockholm, una de las ciudades más hermosas del mundo y mi escandinava preferida. San
Petersburgo, en la otra esquina del Báltico, puede competir en atractivo, pero eso es ya Rusia y no Escandinavia. La única comparable es Copenhague, también hermosísima, pero, en mi opinión, un peldañito por
debajo. Estocolmo tiene una elegancia muy especial.
Que no quede en su casa un solo residente en esta ciudad no quiere decir que el camping en el que dimos
con nuestros huesos ayer tarde estuviera vacío. Bien al contrario, estaba llenito y la culpa la tienen los turistas extranjeros y los jóvenes nórdicos de vacaciones. Ahora bien, ¿por qué un viernes de junio está todo
absolutamente cerrado y la calles completamente vacías?.
Es que los escandinavos, al menos los suecos, los noruegos y los daneses, que sepamos, celebran el Solsticio
de Verano. No sólo lo celebran, sino que, según nos informan, es la fiesta más fiesta del año, aquella en la
que no trabaja ni el apuntador. Así que, como mañana, sábado 21, es la noche de San Juan, se toman vacaciones desde ayer jueves hasta el lunes. Por eso que veíamos ayer tantos coches en desbandada hacia el
norte por la E4.
Esto me encanta. Felizmente nos está tocando vivir un mundo que avanza y mejora, es verdad que a trompicones importantes, porque va menguando poco a poco la influencia de la religión, pero en nuestras sociedades ni siquiera se plantea todavía ir desbancando a las festividades de su anclaje en motivaciones religiosas
que ya carecen de todo sentido porque casi nadie se lo concede. Incluso el Carnaval, fiesta tildada de pagana, no lo es, pues tiene como fundamento la tradición cristiana de atiborrarse de carne antes del ayuno cuaresmal. De modo que es una precuaresma, aunque nadie piense en ello, sino en pecar y divertirse. Una tímida fiesta de la Constitución es todo lo que se ha conseguido infiltrar en ese coto cerrado de epifanías, cuaresmas, pascuas, navidades, vírgenes y santos con que nos atiborran el calendario. Eso y el Olentzero en
Euskal Herria, para que, sustituyendo al nórdico Papá Noel, compita con los reyes Magos7.
Pues bien, es la noticia que estaba esperando: hay en el mundo unos países adelantados que celebran a lo
grande el Solsticio de Verano. Por fin una fiesta auténticamente civil. Eso me gusta, vaya que si.
En todo caso, resulta notable que estos países fríos, que pasan medio año en penumbra, concedan tales
privilegios al Sol como para hacer de su presencia masiva la mejor fiesta del año. Más: Será la reacción a la
luz que no tienen en invierno lo que les haga prescindir de toda persiana, pero creo que también el gusto
positivo por la claridad. Les gusta tanto la luz que ni siquiera para dormir prescinden de ella. Sólo unas tenues cortinas, que en realidad no tapan nada, se interponen a veces entre el cristal de la ventanas y las habitaciones donde se mora y se duerme. Eso ocurre en todos estos países y también en Holanda y en el norte
de Alemania, pero, que yo recuerde, en ninguno más que tenga medios para dotarse de una buenas pantallas antiluz y prooscuridad. También es notable que, como ya he comentado, aprovechen las horas de la noche para no hacerle un feo al sol que se mantiene encima del horizonte, yéndose a la cama. En estas fechas
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Aunque mira tú que también es una ocurrencia peregrina hacer que un carbonero malencarado, no por carbonero sino por malencarado, traiga regalos
a los niños.
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estivales las ciudades se animan a última hora del día, de la 9 de la noche en adelante. No es por la temperatura, como en los países tropicales y calurosos donde se sale al fresco, sino por la luz, precisamente por la luz
y en su homenaje. Aquí se sale a la claridad en su fase sosegada.
De acuerdo, escandinavos amigos del sol.
Decía que estamos en un Estocolmo vacío. El día ha empezado con sirimiri pero se va aclarando. Habrá algún
que otro chubasco repentino pero también ratos de sol. Pronto a la mañana hemos aparcado el coche en un
lugar céntrico, nada menos que pegadito a la Ópera. Es que han desaparecido hasta las ratas. Qué hacer y
que lo mejor será andar por lugares no tan céntricos dando tiempo a que siquiera aparezcan los turistas.
Estocolmo es una ciudad asentada en 14 islas, rodeada por todas partes de agua y de un densísimo archipiélago. El barco que va a Helsinki o San Petersburgo ha de ir navegando entre islas durante mucho rato y procura uno de las cruceros más apetecibles del mundo mundial. Pues eso, vamos a bordear el Riddarfjärden,
atravesarlo por el puente Västerbron y volver a Gamla Stan, la ciudad Vieja, por la Hörnsgatan. Así tendremos oportunidad de dominar extensas vistas de la ciudad,
recorrer parques y visitar barrios céntricos pero menos. Antes
pasamos por el Ayuntamiento, ya abierto al público. Siempre
me ha parecido un edificio curioso y hermosísimo, con su to-
que de elegancia y ligereza veneciana, que
contrasta tanto más con la potencia geométrica y robusta de la arquitectura. Tiene un aire ecléctico y romántico, un toque
nacionalista y unos bellísimos patios, tanto
interior como exterior, en torno a los cuales se organiza la circulación humana. Para
colmo, está situado en un lugar magnífico
desde el cual las vistas sobre la ciudad vieja
son espléndidas.
Seguimos. Nada abierto, ni un alma con la que cruzarse, pero buenas calles y casas por la ribera norte del
Riddarfjärden. Cerca del puente Västerbron hay un parque donde se ven los primeros ciudadanos de esta
capital haciendo ejercicio. Y desde el puente,
que es una importante
vía de circulación rodada, las amplias vistas
sobre la lengua marina
ribeteada de parques y
de ciudad por todas
partes, también por la
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que mira en dirección contraria al centro.
Volvemos hacia Gamla Stan por la ribera sur, por el Södermalm. La larga Hornsgatan por la que circulamos
empieza a dar señales de vida. Hay infinidad de restaurantes de todos los lugares del mundo lejanos al solar
escandinavo que pisamos, y ninguno de éste, que es lo que nosotros buscamos, casualidad, pues hoy hemos
tomado una decisión inquebrantable: comeremos un Smorgasbord, ese estupendo buffet sueco. También
abre de mala gana algún que otro 7 eleven de esos que tan bien nos vienen a los turistas. Teóricamente estos barrios fueron antaño industriales y pobres, pero ya sólo puede decirse que no son especialmente ricos
en el país con menos pobres del mundo. Tal como los restaurantes, tampoco se ven suecos originales por
aquí, es decir, las pocas personas con las que nos cruzamos no son altas, rubias y esbeltas, ni tienen un toque
de distinción.
Objetivo cumplido: para cuando llegamos a Gamla Stan ya pulula por sus calles barrocas, de bellas
y abigarradas casas colores pastel, una cantidad
apreciable de turistas. Paseamos la zona un poco,
investigando, quien lo duda, las ofertas de Smorgasbord de los numerosos restaurantes. Notable,
pero solamente muy pocos de los establecimientos cerrados son los únicos que incluyen en su
carta el plato que buscamos.
La isla donde se instala Gamla Stan está unida
por 7 puentes a las demás que constituyen la
ciudad, así que desde ellos hay múltiples y
espléndidas perspectivas. He aquí un par de ellas:
Después de disfrutar de las bellezas de la Ciudad Vieja, de la compañía de los correligionarios turísticos y de
la movida de barcos, esclusas y piragüistas que ya empiezan a densificar la circulación por los canales (hemos
visto esto mucho más efervescente), nos vamos al centro comercial, a la Hamngatan y la Plaza Sergels, a
sabiendas de que lo vamos a encontrar muerto. Pero tal vez se dejen ver los escaparates chulos de las grandes tiendas. Esta zona y lo que la rodea proporciona un buen espectáculo ciudadano cuando está en su salsa.
Como todo está cerrado, menos los Mac Donalds y similares, empezamos a preocuparnos por nuestra decisión inquebrantable ya que es hora de comer. ¿Es que no vamos a poder llevarnos a la boca ni unas humildes
albóndigas de Ikea?. Ya que este es el otro plato nacional sueco ...
No, no voy a contar el final de la historia. Es demasiado vergonzoso para ser inscrito en letras de ordenador.
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La tarde es para el soberbio Strandvägen y Djugarden.
Ya se ve que cuando digo que Estocolmo es una ciudad elegante y señorial no es por hablar. Esta avenida de
Strandvägen, bordeada por un lado de soberbias
mansiones, abierta al mar por el otro y colmada de
barcos en su muelle, es de las más hermosas del
mundo. Es la zona más elegante y rica de la ciudad, pero su solera señorial es poco excluyente,
tal vez porque por ella circula el vulgo camino de
los grandes parques y atracciones de Djugarden o
de vuelta al centro, tal vez por el dinamismo de los
ferries y barcos a lo largo de toda su longitud, tal
vez porque se nota que esta ciudadanía está acostumbrada a hacer valer una dignidad igualitaria a
todos sus miembros. En Suecia, por ejemplo, no hay gente mal vestida. Ni queriendo.
En los parques de Djugarden y alrededores del Skansen, del Nordiska y del Vasaa Museet hay muchos turistas y, sobre todo, residentes de Estocolmo (aún quedan tras la desbandada), retozando en la hierba, sentados en los bancos o jugando en las riberas. Aquí al lado está el primer gran museo etnográfico del mundo al
aire libre, que despliega en la floresta y los prados granjas y casitas tradicionales de todos los gustos, además
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del parque de atracciones
y más museos. Mi Amigo
prefiere ir a ver el Museo
Moderno de Rafael Moneo, con el que tiene la
deuda de no haberlo apreciado cuando lo conoció, y
yo me decanto por pasear
por aquí entre las gentes y,
cuando ya se me acaba el
recorrido, por la zona de
las embajadas, al otro lado del canal. Todo muy gustoso, al lado de la tranquila ociosidad de estos suecos con
un toque de refinamiento aún cuando estén paciendo en la hierba o aglomerados y atentos asistiendo a un
concierto de un grupo folclórico.
A media tarde nos volvemos a reunir con la idea de adentrarnos en las interioridades del Östermalm, la zona
elegante cuyo frente es el Strandvägen, pero está todo tan cerrado y tan vacío que nuestro recorrido se reduce a unas pocas calles.
Así que volvemos al centro a recoger nuestro coche y marchar a buscar un camping con hyttes libres de camino al suroeste. Tentativa destinada al fracaso. A pesar de nuestra tenacidad por acercarnos a campings
apartados, con el correspondiente gasto de tiempo, no encontramos nada. Debemos buscar un hotel en
Norrköping, ya cerca de las 12 de la noche. Cenamos sorprendentemente barato en una cantina y nos damos
una vuelta por el centro de la ciudad, ya de noche cerrada, sin más compañía que cuadrillas de jóvenes con
síntomas etílicos. Esta ciudad es más atractiva en los frentes del río que la atraviesa dando revueltas y formando ángulos, así como en los parques de sus riberas, que en este centro demasiado convencional. Eso sí,
el hotel no nos ha dado esta vez otro susto en coronas. Bien y no caro.
Hasta mañana, que comenzamos nuestra larga vuelta a Bilbao a través de Europa.
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LA VUELTA EN TRES DÍAS
SÁBADO, DOMINGO Y L UNES 21, 22 Y 23 DE JUNIO DE 2008
Resumiré los hitos de esta larga vuelta en 3 días:
Linköping (Suecia)
Es la ciudad de la SAAB, que, además de coches,
fabrica de casi todo, como aviones de guerra, según
nos enteramos observando los cazas en funciones
de escultura en las rotondas de circulación. Naturalmente, está completamente vacía a primeras
horas de un sábado del puente del solsticio solar,
pero por un momento luce un sol estupendo que
ilumina la catedral, una muy recia y hermosa construcción con portales románicos y góticos, típicos
tejados en cobre, bonitas agujas y un potente juego
de fornidos pilares en sus fachadas laterales. Las
pocas calles que recorremos dicen poco, mudas y
vacías.
Lund (Suecia)
Ha sido una sorpresa encontrar esta pequeña
joya de ciudad en una Suecia a la que, como a sus
naciones hermanas escandinavas, consideraba yo
carente de un patrimonio medieval homologable
a los nuestros del sur y centro de Europa. Ya en
Linköping me ha extrañado el portal del más puro
románico (siglo XII) de su catedral, pero era sólo
un detalle, mientras que esta catedral románica
de Lund es toda ella una hermosa pieza acabada
de este estilo. Ni tampoco suponía probables
unos entornos eclesiásticos y unas calles estrechas tan ilustradas de vestigios de otras épocas, o
tan emparentados con lo que me es más familiar.
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La piedra de la que está hecha la catedral es un gres oscuro y negro que le da aspecto muy sombrío. La estructura y la decoración escultórica podrían haberse situado igualmente en cualquier l ugar de Francia o del norte de Italia, lo que me sigue sorprendiéndo. Quiere decir que tenía fuertes
lagunas y algunos prejuicios infundados de la historia de estos países, que creía surgidos casi de la
nada a partir de siglos más postreros. Siempre se aprende algo. No, la historia europea está todavía más trabada de lo que ya suponía, y ese vínculo llega también hasta Escandinavia desde
muy pronto.
También me extraña que habiendo pasado anteriormente a menos de 10 kilómetros de aquí por lo
menos tres veces, sea ésta la primera ocasión en la que me entero de la existencia de esta atractiva pequeña ciudad. Cosas.
Odense (Dinamarca)
Una especialista en literatura infantil tan ligada
a mi Amigo como pueden estarlo unas patas a
su tablero para formar una mesa le envía incitaciones urgentes para que leamos al gran escritor
y cuentista danés, Christian Andersen. Leer,
poco, pero visitar la ciudad en la que nació y
que le dedica tanto de su atractivo turístico, sí.
El barrio Andersen, así llaman a las callejas y
preciosas casitas en torno a aquélla en la que
nació, en la ciudad danesa de Odense, es un
reducto lleno de encanto en esta preciosa ciudad cuyos arrabales muestran una magnífica
cara moderna. Del vacío sabatino y sanjuanero
no nos libramos, pero apenas importa en este
agradabilísimo barrio ni tampoco en las calles de su centro histórico, con sus placitas y sus preciosas iglesias de ladrillo.
Ahí van dos de ellas
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Flensburg (Alemania)
Otra sorpresa gratísima. Hemos dudado donde acabar el día, pero al final,
como se hacía muy tarde, hemos parado en Flensburg, un puerto en la costa
báltica de la región alemana de
Schleswig-Holstein, esa que comparte
con Dinamarca la península de Jutlandia, el Báltico al este y Mar del Norte
al oeste. Flensburg está al fondo del
fiordo de su nombre, del que su ribera
norte pertenece a Dinamarca y la sur a
Alemania. Tan cerca de la frontera con
Dinamarca que allí se habla alemán, se
habla danés, así como un poco de
frisón y de Juto. ¡A que no habías oído nunca hablar de esta lengua !. Yo tampoco. Ahora bien, observa que juto parece venir de Jutlandia, o más bien Jutlandia de juto, supongo, por lo que es fácil
deducir que se trata de una lengua y un pueblo ancestral de este solar.
Bien, el caso es que esta ciudad al fondo de su puerto es un preciosidad de las de señalar, con
calles pintorescas, llenas de típicos edificios portuarios restaurados y rincones de postal. Hoy está
la calle más lucida levantada toda ella, pero brilla porque tiene de qué. Los muelles, a un lado y
otro del estrecho embudo en que acaba el fiordo, de jan ver hermosas perspectivas del lado
opuesto y del abra portuaria en que se va abriendo.
Colonia (Alemania)
Un día más. Tras largos kilómetros, llegamos a esta gran ciudad, una de las sobresalientes en el
histórico proceso de recuperación económica de los años de la posguerra mundial. Como sólo
estamos de picoteo entre autopista y autopista, nos centramos en la catedral y sus entornos.
Es muy notable el contraste entre el vacío absoluto de la ciudad y el lleno absoluto de su centro, es decir, de
ese pequeño entorno que visitamos. Claro, la catedral de Colonia es el monumento más visitado del país.
Tan imponente y negra, no era de mis preferidas, pero hoy, no sé si debido en parte al entusiasmo de mi
Amigo, me ha parecido no sólo gigantesca e impresionante, sino también bella y espléndida. Ya sabía que es
la mayor catedral gótica del mundo y que sus flechas la convirtieron durante muchos años en el edificio más
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alto del mundo (157 metros, 8 metros menos que la futura Torre Iberdrola), hasta que la de la catedral de
Ulm ascendió un poco más en 1890, pero hoy he reconocido dos cosas más: que es de una belleza y de un
preciosismo decorativo soberbios, y que el bosque de ventanales góticos, abriéndose paso entre la frondosidad de contrafuertes, arbotantes y pináculos, esa eclosión de abigarrada y ordenada verticalidad, tan sublime y tan técnica, que tantas veces me emociona, es
aquí tan bella como lo puede ser en las que tengo como mejores catedrales góticas.
Lo único que entorpece la vista es, como siempre, las eternas obras de restauración a las que esta sometida (ininterrumpidas desde la 2ª guerra mundial). Por
otra parte, hay algunos pedazos de catedral restaurada cuyo resultado hace desear la continuación de las obras. Mucha de la piedra con la que está construida
la catedral ennegrece con tal intensidad y facilidad que desaparece a la vista el
torneado escultórico porque las sombras que definen los volúmenes se confunden con las luces negras. Esto hace que la zona restaurada gane infinidad en calidad visual sobre la no restaurada, por un lado, mientras por otro desarticula el
conjunto.
Paseamos luego un poco por los alrededores de la catedral, un intenso y desigual conjunto de plazas, estaciones, multitud de museos, auditorios (una dotación de policías protege el suelo de una plaza de las pisadas
de los viandantes para no entorpecer el concierto que se desarrolla en el auditorio en el subsuelo), calles
comerciales, infinidad de restaurantes y veladores, etc. Mucho está abierto, a pesar de ser domingo, y hay
turistas de sobra para llenarlo casi todo. Colonia fue destruida en la guerra y la restauración hizo una nueva
ciudad desigual, como digo, en sentido estricto: rincones bien conseguidos al lado de otros menos acertados.
Con todo hemos encontrado que se deja notar la atonía económica de la última década alemana. Este centro
tan vital ha perdido un poco de brillo, parece como un poco gastado.
Luxemburgo (Gran Ducado)
Hacía mucho que no estábamos
aquí, en la capital del país más
rico del mundo en términos de
ingresos por persona (casi dobla
a EEUU, segundo del mundo, en
$ corrientes, si bien sólo es en
torno a un 50% mayor en términos de capacidad adquisitiva en
el mercado interior). Claro que
se trata de un pequeño país de
medio millón de habitantes.
El secreto a voces del impresionante éxito económico del Gran Ducado es: primero, sus bancos y
sus seguros, refugio de un buen bocado del dinero europeo por su estricta política de secretismo
bancario, léase, facilidades para la evasión de impuestos y los trapichondeos; y segundo, sus rela-
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tivos bajos impuestos, lo que resulta atractivo para no pocas empresas que se instalan en el país 8.
También ayuda el hecho de que algunas de las instituciones europeas tienen su sede aquí o el
buen hacer de su industria.
Contrasta grandemente que, frente al destacado primer lugar que ocupa el país en PIB por pers ona, se vaya a un relativamente modestísimo puesto 18 cuando de Desarrollo Humano se trata,
medido por el IDH. Los resultados de Luxemburgo en términos de salud y educación dejan bastante que desear en relación a los ingresos. Mucho que ver con este penoso contraste tiene, sin d uda, el hecho de que más de la mitad de la fuerza de trabajo es extranjera, si bien una parte sign ificativa de estos extranjeros son trabajadores franceses, belgas o alemanes que se trasladan diariamente desde sus residencias de origen a sus puestos de trabajo en Luxemburgo.
Bien, este país es riquísimo pero parece sólo rico, muy rico incluso, pero no riquísimo. Tal vez
porque su riqueza es contemporánea, de las últimas décadas, y el patrimonio todavía no ha ten ido tiempo para acumularse. La capital es una ciudad muy agradable y coqueta, instalada en vari os
altozanos que se elevan separados por los barrancos escarpados y profundos de los ríos Alzette y
Pétrusse, que aquí se juntan. Por tanto, hay muchos puentes que comunican unas partes de la
ciudad con otras, los cuales dejan ver siempre hermosas perspectivas de los tales barrancos, flanqueados no pocas veces por bastiones defensivos. La ciudad es de un tamaño mediano, accesible
fácilmente, bonita, variada y sumamente agradable. Hoy es domingo y los comercios están cerrados. En compensación hay festejos para la juventud, una fiesta especial para ella. ¡Qué más quieres!. Se prepara una buena farándula juvenil para la noche, esa representación que la juventud
hace de si misma las noches festivas en el escenario de las ciudades que arrasa. Hay también m uchos jóvenes extranjeros, currelas, de todos los colores. También turistas jóvenes, algún grupo de
españoles entre ellos. Ya empiezan a aparecer todos poco a poco, en estas tardías horas de la
tarde, algunos provistos de sus correspondientes bolsas de botellón. Los espacios festivos, repartidos, pero que se aglomeran sobre todo en el centro, es decir , en lo que se llama la ciudad vieja
(vieja de menos nueva, no de antigua), empiezan a verse frecuentados, comienzan a oírse los primeros altavoces atronar músicas de todos los tipos mientras los chiringuitos preparan los comi strajos que servirán para atenuar los efectos del alcohol a lo largo de las horas nocturnas.
En esas estamos, paseando entre jóvenes y ruidos de música, no digo “músicas de ruido” porque
no las estimo así, cuando las nubes negras comienzan a descargar torrentes de lluvia. Es el momento de marchar con los deseos expresos de que los meteoros se compadezcan de los jóvenes
noctámbulos, epicuros enamorados de la noche, y les permita desplegar toda la energía que llevan dentro.
Metz (Francia)
La Lorena francesa es una región que sufrió muc ho con la crisis del carbón y del hierro y que aún
guarda restos de esa dura hecatombe en forma de instalaciones abandonadas, suelos contamin ados y barrios degradados. Metz es, junto a la aristocrática Nancy, el gran centro regional. Por
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Por cierto que, como es obvio, Luxemburgo se opone dentro de la UE tanto a la convergencia de tasas impositivas como a la propuesta de que el
impuesto IVA lo cobren los países donde se consumen los productos, no donde se producen. Eso afectaría gravemente a los ingresos públicos derivados
del buen número de empresas de telecomunicación instaladas en Luxemburgo pero cuyos clientes son ciudadanos de otros países.
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Metz pasan los fuertes intercambios de esta Lorena francesa con los territorios limítrofes de
Bélgica, Luxemburgo y Alemania, con los cuales conforma la región económica de Renania Palatinado, que, en el marco de la UE, está facilitando la recuperación económica.
Las últimas horas de luz de este
domingo son para pasear por
las orillas del canal del Mosela
que atraviesa la ciudad y acudir
a la catedral gótica y sus entornos. Es magnífica. Todo este
centro tiene una luz característica, la que le insufla el color
miel de la catedral, de los edificios representativos y del caserío. Es extraño, pero la ciudad exhala un aire mediterráneo, con sus callejas estrechas,
sus fachadas sencillas y su color
cálido.
Es nuestro último paseo ciudadano. Mañana marcharemos directo a Bilbao.
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SOCIEDAD Y MODELO ESCANDINAVO
JUNIO 2008
Bien, no es mi estilo dejar Escandinavia, la zona más desarrollada del mundo y con mejores prestaciones sociales y humanas, sin dar una opinión, sin reflexionar mínimamente sobre el éxito rotundo con que se presenta ante el resto del globo. ¿A qué se debe?
He de decir que fue un simple dato sobre el rango de salarios en Suecia, allá por los años 70 del
siglo pasado, en comparación con el que se producía en la URSS, el que me empezó a convence r
de que aquél socialismo de estado que propugnaba el potente e influyente movimiento comunista
de entonces, no era la solución que el mundo estaba esperando. ¿Cómo iba a serlo si ese rango
era en aquellos tiempos de 1 a 6 en Suecia y de 1 a 14 en la URSS, y si los valores absolutos de los
tales salarios clamaban a favor de Suecia?. Hablo de memoria, cifras de hace ya casi 40 años que
creo recordar bien (y que hoy día se han desbocado, desde luego infinitamente más en Rusia que
en Suecia). Que el tamaño del estado fuera cercano al 100% del PIB en la URSS y de más del 50%
en Suecia tampoco resultaba negativo para éste último país, porque el gasto público en este caso
estaba mejor dirigido (no había gastos militares comparables) y era bastante mayor por person a.
Así que, desde entonces no comprendo muy bien como todo el mundo no se hace socialdemócrata.
He repasado y dejado escrito al principio de este viaje algunos de los datos más sobresalientes de
estos países ejemplares. Por el lado contrario, en contra del modelo escandinavo funciona la vox
populi de que hay mucho suicidio y mucho alcoholismo, y, si dejamos hablar a las voces más integristas, también mucha disipación moral, las famosas suecas ligeras de cascos. Es mentira pura y
dura. Salvado el dato ciertamente preocupante de que parece haber una correlación entre riqueza
y suicidio, en el más inexplicable de los sentidos de que a mayor riqueza , ¡e incluso a menor desigualdad!, corresponde más suicidios, y una vez afirmado que el mundo desarrollado debería
examinar y abordar con preocupación y decisión este alarmante contrasentido, lo que hay que
decir es que no es cierto que en los países escandinavos se produzcan más suicidios que en la generalidad de los países desarrollados. Hoy día la siniestra cabecera del mundo en este feo asunto
la ocupan los países exsoviéticos y, muy en particular, Hungría, Bielorrusia, Rusia y los países
bálticos. No, los países escandinavos están al nivel del resto de los europeos. Lo que probabl emente está por encima en Escandinavia es la transparencia y la contabilidad precisa y sin tapujos
con que se analiza este tema.
Tampoco el alcoholismo está más desbocado en Escandinavia que en otros lares desarrollados.
No. Somos latinos, eslavos y anglosajones los campeones, en este caso. Por cierto, un alcoholismo
que, al propagarse en una juventud y adolescencia cada vez más temprana (de forma parecida a
otras drogas) aboca en una incidencia del suicidio en personas con cada vez menor edad. Se trata
de un fenómeno nuevo en el mundo desarrollado, que en Escandinavia es algo menos notorio,
precisamente.
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Por otra parte, nadie duda de que las sociedades escandinavas figuran entre las liberales del
mundo, amantes de la libertad y la autonomía sexual y permisivas con la desnudez y las manifestaciones tiernas en público. Pero si uno se va a las estadísticas de abortos o de embarazos no deseados, resulta que precisamente esos países dejan de destacar, mira qué casualidad.
No, nada de esa vox pópuli tiene nada que ver con la realidad.
Lo que no es vox populi, sino, en efecto, realidad pura y dura es que Dinamarca, Noruega y Suecia
son monarquías hereditarias (no así Finlandia) y estados confesionales (Finlandia incluida). Bien,
no tengo palabras. Considero este hecho muy negativo y en su descargo sólo puedo decir que los
monarcas apenas tiene algún poder mientras que la confesionalidad, es decir, la realidad de una
religión oficial, es compatible con la mayor libertad religiosa. Un hecho que quizás guarda alguna
relación con estos dos fenómenos es el del nacionalismo más que exagerado de todos los países
escandinavos, si es que al uso y abuso de la banderita de cada país hemos de hacer caso. La m onarquía, con muy poco poder estatal, como he dicho, es, sin embargo, la representación de la
nación, que se identifica en ella, mientras deja el gobierno de los asuntos mundanos en manos del
personal elegido por el sistema democrático. La confesionalidad evangélica está también relativamente confinada a la tradición y a los rituales, y es también la institución monárquica la que los
practica y los mitifica en tanto que costumbres y solemnidades nacionales. Este cuerpo de relaciones complejas y estrechas entre monarquía, nación y religión, son un fundamento muy banal,
que no endeble, de unas sociedades tan fuertes, que yo considero forma parte de alguna pueril idad fundamental del ser humano que no deja de sorprenderme. ¡Cómo no iba a hacerlo si “puerilidad fundamental” es un concepto esencialmente contradictorio!. Y, sin embargo, así me lo parece ...
Los escandinavos, eso sí, son poco practicantes de los ritos religiosos, de los menos practicantes
de misas y funciones religiosas. Tampoco se ven muchas iglesias, más bien pocas, aunque en este
viaje hemos podido comprobar que se construyen algunas nuev as (fenómeno prácticamente inexistente en nuestro país) y que casi todas se mantienen pulcras e impecables.
El caso es que, por alguna feliz combinación de historia y política, este complejo cuerpo de fu ndamental banalidad monárquico-religioso-nacionalista, es perfectamente compatible con los niveles colectivos más altos de moral cívica y autonomía individual, que son los valiosos ingredientes
culpables de las excelencias escandinavas. Cuando libertad e igualdad, las dos grandes categorías
de la ética humana, (autonomía y dignidad individual como consecuencia de la primera, equidad,
justicia y solidaridad como corolario de la segunda), logran combinarse en un cuerpo social y ci udadano de doctrina moral, como lo hacen en Escandinavia, son incluso capaces de sobrevolar sobre la banalidad de monarquías, religiones y nacionalismos. En Escandinavia la fraternidad no
toma la forma paternalista de la caridad, sino que resulta del imperativo de la libertad y la igua ldad. Como todos y cada uno de los ciudadanos tiene derecho a lo mejor, todos y cada uno de los
ciudadanos debe comportarse como el mejor. Como todos los ciudadanos deben comportarse
como el mejor, todos y cada uno de los ciudadanos podrán ejercer sus derechos a lo mejor. El
derecho nace de la obligación y la obligación emerge del derecho.
Naturalmente, no quiere nada de este panegírico decir que los escandinavos sean perfectos o
hayan encontrado la piedra filosofal, aunque sí es verdad que llevan ya unas cuantas décadas en
que sus sociedades funcionan como las más ejemplares del mundo. Unas cuantas décadas son
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muy pocas en la historia de la humanidad, aunque muchas en la historia individual, y, desde lu ego, no están exentas de problemas ni de soluciones espurias. Entre ellas, la tristemente insolidaria de su desafección de la UE: Dinamarca y Suecia pertenecen a la UE pero no a la zona euro, N oruega ni siquiera lo primero, aunque mantiene una serie de compromisos, incluso financieros, con
ella. Sólo Finlandia está en la UE con todas las consecuencias. Nacionalismos e intereses nacion ales de por medio.
Por cierto, que hay mucho carroñero por el mundo que se lanza como buitre ansioso sobre el
“modelo escandinavo” cada vez que este padece alguna disfunción. ¡Cuántas veces no habré leído
titulares que anunciaban el fiasco definitivo del estado del bienestar sueco, por ejemplo, que es
el que más ha sufrido, y todavía sufre, en las últimas décadas!. Pero, contra viento y marea, ahí
sigue, adaptándose a la realidad, con una estupenda capacidad intrínseca de reforma y de innovación, y manteniendo sus señas de identidad fundamentales.
El modelo escandinavo es, ante todo, un modelo de “estado”, en concreto de un estado providencia, estado del bienestar, como sistema que permite a la sociedad descansar en su estado, en el que confía como capaz de resolver sus problemas fundamentales y con el que, por tanto,
colaborar con la mayor actitud cívica, siendo este corolario precisamente la propiedad que disti ngue a Escandinavia. Los escandinavos, cuando tienen algún problema social, llaman a la puerta del
estado y a su capacidad de coordinación basada en último extremo en la coerción, sin esperar
demasiado de la buena voluntad de congéneres y grupos de conciudadanos privados, no institucional y con vocación pública organizados. Para lo que sí muestran confianza en el individuo y en
el grupo privado es para el dinamismo de su economía, pues, siendo como son los países con un
estado más desarrollado, en el sentido de que sus poderes económicos aumentan hasta más allá
de la mitad de todo el producto nacional, también son países que favorecen la libertad económica, es decir, la empresa capitalista, el libre comercio y las economías abiertas. Y, aunque son los
países del mundo con menos desigualdad, han debido en ocasiones limitarla para que siga funci onando como incentivo para la lucha privada por el enriquecimiento. En este sentido, han logrado
ser los países del mundo que menos desigualdad necesitan para mantener su dinamismo econ ómico y, en mi opinión, sus avances se ven inevitablemente retrasados por el retraso de los demás.
Las vanguardias del mundo no pueden avanzar demasiado si el mundo no avanza en su conjunto.
El binomio individualismo-comunitarismo, trasunto del primigenio libertad-igualdad, trascripción
de la dialéctica entre capitalismo y socialismo, la resuelven los escandinavos con socialdemocracia, es decir, capitalismo con un estado poderoso e intervencionista. Quizás queda para otra era
humana la solución alternativa de socialismo con un individuo y una privacidad cada vez más capitalizadas y más autónomas. Socialismo sin tiranía. Hoy por hoy todas las tentativas en este sentido han resultado un completo fracaso, sin que por ello haya que descontar nuevos intentos más
precisos en el futuro.
Socialdemocracia escandinava quiere decir que ese estado poderoso e intervencionista está f inanciado con impuestos relativamente elevados, los más elevados del mundo, que es la contribución obligatoria del individuo al bien común. Pues, en efecto, con esos impuestos se logra una
considerable y eficaz protección, especialmente para los más necesitados, y también reducir la
desigualdad de ingresos y de acceso a otras capacidades y libertades. Como quiera el dinamismo
económico se confía en buena parte a la empresa capitalista y ésta está dividida entre capitalistas
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y trabajadores, el estado promueve el protagonismo de los sindicatos y asociaciones patronales,
las cuales dan muestras en Escandinavia de unas miras no exclusivamente restringidas a los int ereses corporativos.
Todo esto podría encajar igualmente en lo que se llama o se espera del Modelo Social Europeo. Lo
que distingue históricamente al modelo escandinavo es la manera como resuelve el trilema entre
presupuestos equilibrados, niveles reducidos de desigualdad y tasas elevadas de empleo. Lo hace
a través de la más elevada fiscalidad (que se aplica contra la desigualdad) y del más engordado
empleo público (directamente ocupado de las tasas de empleo). Es decir, lo propio o distintivo de
los escandinavos es que dan prioridad a la igualdad y al empleo sobre el equilibrio presupuest ario. Eso les ha llevado recurrentemente, claro, a problemas de desequilibrio presupuestario que
han debido corregir a base de reformas e innovaciones, de toma y daca per iódico y dinámico entre las exigencias de la sociedad y las de la economía. He aquí algunas de los modernos factores
que han influido en el mantenimiento contra viento y marea de las excelentes prestaciones e scandinavas en los últimos tiempos:
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Gasto en I+D prácticamente doble que el resto de países europeos. Si han de producir pr oductos para el exterior con sueldos e impuestos altos habrá de ser a base de una product ividad e innovación elevada.
Gasto en educación un 50% superior, por término medio, al del resto de países europeos,
dado que la alternativa está en desarrollar un empleo de calidad. Además, eso contribuye
más que ninguna otra cosa a la igualdad.
Educación y formación postsecundaria, superior y permanente muy promovidas y general izadas, para atender con capacidad y ductilidad a la evolución de la economía y la sociedad.
Desarrollo generalizado del trabajo a tiempo parcial con los mismos derechos y estatus
que el trabajo en dedicación plena, como forma de combatir el paro.
Por tanto, relevancia del trabajo como medio prioritario para salir de la pobreza y la desi ntegración social, sobre otras fórmulas asistenciales.
Reestructuración de los mercados laborales mediante lo que ellos llaman “flexiseguridad”,
flexibilidad más seguridad. Esta última se ofrece con buenas prestaciones por desempleo
por un tiempo determinado, pero también con la obligación de pasar por procesos form ativos para adaptarse al mercado de trabajo y por la aceptación de los puestos de trabajo
que se ofrezcan.
Reforma de los servicios públicos, singularmente en el sentido de una descentralización
bastante radical, y dotación de mayor autonomía a las distintas unidades de la producción
pública. Se espera mejorar así la eficiencia de las mismas, especialmente en materia de
sanidad y educación.
Nuevas modalidades de colaboración con el sector privado. Por ejemplo, los Hospitales
Fundación, si ánimo de lucro, que disfrutan de una buena financiación pública y de un alto
grado de autonomía. (Con todo, el volumen de la sanidad o la educación privadas son menores que en otros países europeos, e incomparablemente inferiores que en el nuestro).
Avances en la libertad de elección escolar. Muchos avances en Suecia, menos en Dinama rca, Noruega y Finlandia. En Suecia, en concreto, centros privados y públicos, reciben exa ctamente la misma cantidad de financiación por alumno. Es de suponer que los niveles de
exigencia y de control de calidad y de equidad serán igualmente notables. (la misma nota
71


anterior: con todo, la educación privada es sólo una pequeña parte de la pública, que goza
de un gran prestigio).
Los éxitos igualitarios se basan más en la inversión realizada en niños y mujeres que en
una redistribución posterior. Hay una gran dotación presupuestaria para atender educativamente desde el principio a todos los niños lastrados por lo que se llaman Necesidades
Educativas Especiales, así como el esfuerzo mayor del mundo en lo que se llama Potenci ación de Género, conjunto de medidas educativas, laborales, institucionales y asistenciales
en apoyo de las mujeres y de la igualdad de género.
Reforma de los sistemas de pensiones, muy presionados por el imparable aumento de los
pensionistas: medidas para que los trabajadores sigan trabajando más allá de su edad de
jubilación o se reincorporen al trabajo después. Establecimiento de una cuantía fija para
todas las pensiones y otra parte variable ligada a los ingresos a lo largo de la vida laboral.
Amén de apoyo a la maternidad, para compensar la pirámide de edades. Lo cierto es que
los países escandinavos son los europeos con mayores tasas de nacimientos, después de
Francia.
Etcétera.
Con frecuencia se tiende a explicar el éxito escandinavo, muchas veces para minimizar el mérito,
basándolo en la homogeneidad étnica de su población y la pequeña proporción de su población
inmigrante. Ésta última es, en efecto, del orden del 5% de la población, es decir, menor que en la
mayoría de los países europeos, aunque no despreciable. Desde luego, si esto es una ventaja, que
a veces lo es y a veces no (por ejemplo, el país más poderoso del mundo EEUU, tienen la mayor
población inmigrante de todos en números absolutos o muchos países riquísimos, como muchos
pequeños países petroleros, y algunos bien administrados, como Luxemburgo o Suiza, las ma yores
proporciones de inmigrantes entre todos los del mundo ), la cuestión es que los escandinavos la
saben usar convenientemente.
Otras veces se alude a la gran dotación de recursos territoriales, forestales, mineros y pesqueros .
Noruega incluso es un país exportador de petróleo. Cierto. De nuevo debemos decir lo mismo. En
todo caso, los países escandinavos saben hacer un buen uso de esos recursos, lo que no ocurre en
la misma medida con otros muchos países a los que parece afectarles una especie de “maldi ción
de los recursos”, o en otros donde ese regalo de la naturaleza suele servir para aumentar la desigualdad. Estoy pensando en Rusia o en algunos de los grandes países petroleros.
Sea como sea me parecen más significativos los factores políticos y societarios a los que ya he
aludido. Ellos juntos han configurado ya una especie de tradición moderna, es decir, un cuerpo
moral que se transmite a las nuevas generaciones, tal que ha dotado al estado de una gran legit imidad y a los individuos e instituciones particulares de un gran sentido de la responsabilidad social.
***
Sí, he ido a Escandinavia a ver paisajes de fábula, los cuales tienen un gran poder de fascinación
sobre mi, pero nada impide que, de paso, renueve mi admiración por unas sociedades que nos
pueden brindar sugerencias interesantes. De hecho ya lo hacen.
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